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Otro de los elementos clave de la tradición épica, la hegemonía del rey de Micenas
en la coalición griega, puede tener también su posible confirmación en la tradición
histórica. Los documentos hititas de los siglos XIV y XIII a.C. mencionan un reino
de Ahhijawa, a identificar probablemente con los aqueos, que desempeñó un papel
crucial en los asuntos fronterizos del estado hitita en esos momentos. Una de las
tablillas hititas hace alusión a un conflicto en la región de Millawanda (quizá
Mileto) y otra indica que el rey de Ahhijawa posee un rango equiparable al de los
reyes de Egipto, Babilonia y Asiria, a pesar de las reticencias hititas a reconocerlo
así. El reino de Ahhijawa situado en ultramar, fuera del alcance de los ejércitos
hititas, capaz de asumir una serie de campañas en territorio de Asia Menor, bien
podría corresponder a la realidad arqueológica de Micenas que revela una cierta
hegemonía sobre el resto de las fortalezas micénicas. La ocupación micénica
ocasional de Mileto, que revela la arqueología, y la presencia en Pilos de esclavas de
esta procedencia, junto con la de otras venidas de las islas adyacentes de Quíos o
Lemnos, constituirían indicios de esta presencia micénica en las costas del Egeo
oriental. De esta forma, la tradición épica habría conservado un recuerdo
de las grandes líneas de la situación política en los últimos tiempos de
la edad de Bronce.
Se han señalado, sin embargo, algunos obstáculos para la completa
identificación entre el lugar de Troya y las dimensiones del conflicto, tal
y como lo describe la leyenda. En primer lugar, existen obstáculos de tipo
cronológico. Los disturbios que se produjeron dentro del propio territorio griego a
lo largo de los años 1250-1240 a.C. constituían un serio obstáculo para la
organización de una expedición militar en toda regla fuera de sus límites en
aquellos momentos. Esta posibilidad sólo habría existido en una época anterior,
que vendría a coincidir con un lapso de tiempo entre el 1400 ó 1300 a.C., pero esto
nos obligaría a retrotraer hacia abajo el estrato arqueológico correspondiente de
Hissarlik. La Troya del nivel VI presenta a su vez graves problemas para ser
identificada con la ciudad homérica, ya que parece haber sido destruida por la
acción de un terremoto. Sin embargo, se ha invocado contra esta clase de objeción
el paralelismo de la expedición ateniense contra Sicilia en el 415 a.C., emprendida
en unos momentos en los que la potencia militar ateniense se hallaba plenamente
comprometida en la guerra del Peloponeso dentro de las fronteras de Grecia. No
resulta por otra parte un hecho infrecuente en la historia que las potencias
amenazadas sean especialmente agresivas.
Se han señalado también obstáculos de tipo político-económico. La fragilidad
política de los pequeños reinos micénicos, sometidos continuamente a querellas de
orden interno y a importantes desafíos procedentes del exterior, no permitía una
salida masiva de tropas en una expedición al exterior durante un tiempo tan
prolongado que dejase desprotegidas sus propias fronteras y expuestos a la
rebelión interna a sus propios reinos. Sin embargo, una expedición de pillaje de las
muchas que se emprendieron a finales de la edad del Bronce pudo haber tenido
lugar sin que necesariamente intervinieran en ella todos los contingentes militares
disponibles de los reinos micénicos del continente.
Se dice también que falta, por último, una causa del conflicto que sea
históricamente sostenible. El motivo del rapto de Helena constituye un tema
legendario que aparece también en otras tradiciones míticas como el mito de
Europa, el caso de Medea en la saga de los Argonautas, o el rapto de Ariadna por el
héroe ateniense Teseo. Sin embargo, de todos ellos, el rapto de Helena es el único
que culmina en una guerra. Se ha señalado recientemente la fragilidad de esta clase
de objeciones al recordar la importancia de las mujeres (su rapto o su
recuperación) como motivo de conflicto en las sociedades tradicionales.
Recientemente se han formulado otras hipótesis en este sentido, como el deseo
micénico de controlar los estrechos desde un punto de vista comercial, pero no
existe un objetivo material que pudiera haber suscitado tales aspiraciones. Parece
que la producción principal de Troya fueron los tejidos, sobre todo en vista de las
numerosas pesas de telar que se han hallado en sus ruinas, pero no parece que tales
productos constituyeran un objeto tan valioso como para desatar una guerra. Algo
parecido ocurre con los caballos que se criaban en su llanura, ya que los micénicos
poseían también esta clase de ganado. El aprovisionamiento de minerales,
especialmente el bronce, podría proporcionar un motivo justificado, pero la
pobreza arqueológica del estrato VIIa de Hissarlik tampoco confirma esta
alternativa.
A la vista de estas consideraciones, resulta lógico pensar que la tradición épica
griega ha imaginado la guerra de Troya basándose en tres elementos
fundamentales que tenían un fundamento histórico real: la poderosa
ciudad de Troya, la hegemonía de Micenas y las numerosas expediciones de pillaje
emprendidas por los micénicos en tierras de Anatolia. Es también probable que ya
hubiera existido una guerra de Troya en la tradición épica oriental, a juzgar por el
título de un poema luvita cuya recitación se había integrado dentro de un ritual
hitita en el que se hablaba de «la escarpada Wilusa», y que la tradición épica griega
hubiera modificado a su conveniencia las circunstancias, los propios beligerantes y
el mismo resultado de la contienda. Incluso el poeta que inició el ciclo pudo haber
procedido a reagrupar una serie de acontecimientos insignificantes, convirtiendo el
conjunto final en un conflicto de una envergadura mucho mayor. A un núcleo
original de origen micénico en la leyenda se habrían ido agregando de forma
sucesiva otros elementos de origen posterior, como los que se encuentran presentes
en las leyendas locales de Asia Menor, tal y como ha señalado el estudioso griego
Sakellariou. La guerra de Troya se habría convertido en el conflicto por excelencia
entre los colonos griegos de esta zona y los bárbaros que habitaban la región. De
esta forma, los héroes locales habrían pasado a formar parte de los contingentes
aqueos y sus adversarios, en cambio, pasarían a engrosar las filas de los aliados
troyanos.
Se han aportado incluso otras soluciones al dilema, como la de imaginar que pudo
haber habido varias Troyas, como sugiere el americano Lionel Cason, situadas en
puntos diferentes de la cuenca del Mediterráneo, como Cnosos y Biblos, que
habrían dejado su recuerdo en la tradición legendaria de estas culturas.