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domingo, 25 de marzo de 2012

El Amor y la Muerte indisolublemente unidos...

He aquí un bello, breve y profundo fragmento musical de la banda sonora de la película


“Tristán e Isolda” y cuyo título es Mi rostro en tus ojos…

http://www.youtube.com/watch?v=q8W7X0eqJac

“Fratelli a un tempo steso, Amore e morte” Leopardi en sus Cánticos

“De este modo queda transmutado el sentido espontáneo y obvio de estos términos,
siendo la muerte de amor verdadera vida, siendo entonces muerte, en sentido negativo y
pavoroso que este término, la “muerte en vida”, la muerte de quien deja de vivir, la
muerte del que deja de padecer, de sufrir, de amar: la muerte del sujeto pasional, la
muerte de la pasión” Eugenio Trías en su Tratado de la pasión.

“No tiemblo al tomar el cáliz terrible y frío que me dará la embriaguez de la muerte. Tú
me lo has prestado y no vacilo. Así van a cumplirse todas las esperanzas y todos los
deseos de mi vida, todos, sí, todos” Goethe en su Werther

***

En verdad, hay un paso no verbal en el universo que, con el paso del tiempo y los
rebuscamientos de la historia, conocemos cada vez peor. No obstante este paso, esta
falla, este desfiladero, esta callejuela, esta zanja lleva al corazón del mundo… Esta
travesía exige la destrucción de la expresión lingüística, impone la supresión de la
visión, requiere el abrazo sin rivales, sin sueño, sin suma. Boca cerrada, ojos cerrados y
noche en blanco son los tres modos de travesía. Por eso, en todos los cuentos más
antiguos, los que la humanidad se contaba antaño a sí mismo, se mostraba la luz de esta
travesía sin camino, sin verbo, sin tiempo…

*
¿Cómo creer que podemos acercarnos al amor sin sacrificar el lenguaje, el orden, los
roles, las formas? Compartir el gran secreto de la desnudez exige, de inmediato,
guardarlo; aquél o aquélla que ama recibe en depósito la desnudez de aquélla o aquél a
quien ama. Y quien nos ama es quien guarda el secreto de nuestro verdadero límite, de
nuestras flaquezas, nuestras manías, nuestra miseria y nuestra incompletud, y nosotros
le garantizamos el mismo secreto, puesto que él o ella nos confían a su vez, en depósito,
su desnudez. Si aparece el lenguaje, desaparece la unión. Si aparece el lenguaje,
aparece el mirón, la sociedad, la familia, la división divisoria; acuden el orden, el poder,
la jerarquía, la ley interiorizada. Decía Plotino que “el secreto es una exhortación al
igual que la desnudez es un depósito”. No se trata pues tan sólo de precauciones o de
prendas de amor. Son condiciones de vida o de muerte del amor…

Hablar aleja la percepción sensorial. La adquisición del lenguaje la constriñe, la inhibe,


la divide y la repele, empujándola a una especie de otro mundo, de pre-mundo, de pre-
humanidad…

Tristán e Isolda se han dado a la fuga después de que el rey descubriera que se amaban
profundamente. En el corazón de un bosque los amantes descubren a un ermitaño
leyendo en su ermita. El ermitaño los acoge. Tristán le pide que escriba una carta para el
rey y, una vez redactada, deja a los otros para llevarla en mano a la corte. Isolda y Ogrin
(el ermitaño del bosque) se quedan solos. Isolda habla de la fatalidad del amor que
Tristán y ella se tienen. El ermitaño Ogrin le responde de inmediato:

-Amor por fuerza os agita.

Lo que el anacoreta quería decir es que se trata de una fuerza más fuerte que la fuerza
disponible dentro del cuerpo y que sentimos como identidad personal (inaccesible al
ánimo, más vasta que la voluntad).

*
En griego, anacoreta designa al hombre que se ha apartado de la sociedad de los demás
hombres para vivir solo en la naturaleza. Más exactamente, si descomponemos la
palabra, si enfatizamos el prefijo, representa a un hombre que se ha retirado, que
abandona su época y quiere “retroceder” en el tiempo.

Isolda, por primera vez sola en el bosque, puede hablarle a Ogrin (al más asocial de los
hombres) de la asocialidad a la que el amor condena a los amantes. Por ello, dice:

- Hemos perdido el mundo, y el mundo a nosotros…

El amor por la belleza es inseparable del sentimiento de la muerte. Pues todo lo que
cautiva nuestros sentidos con escalofríos de admiración nos eleva a una plenitud de fin,
que no es otra cosa sino el deseo abrasador de no sobrevivir a la emoción. ¡La belleza
sugiere una imagen de inanidad eterna! Venecia o los crepúsculos parisienses nos
invitan a un fin perfumado, en el cual la eternidad parece haberse derretido en el
tiempo…

La tarde llegó calladamente… Se fueron oscureciendo las montañas, las sombras fueron
cubriendo las partes más altas y, deslizándose como un velo, llegaron hasta el valle
donde simplemente morábamos. Quedó durante unos segundos el aire en suspenso, los
pájaros enmudecieron y un leve perfume a algas y a yodo llegó hasta nosotros. En el
camino, a lo lejos, una figura se acercaba. Sus pies no levantaban polvo. El camino
permanecía mudo y silencioso. Llegó, compartió con nosotros unos sorbos de té junto a
la chimenea, nos saludó, y se marchó siguiendo el camino, hacia el horizonte. Le
seguimos con la vista hasta que su figura se confundió con el gris azulado de la
montaña…

*
El fragmento musical que he puesto al comienzo de este post debe su título a un
extraordinario poema del vate inglés Jonn Donne que se titula “Mi rostro en tus ojos,
el tuyo en los míos aparece”. Helo aquí:

Me pregunto ¿qué hicimos hasta el instante de amarnos?


¿Habíamos empezado a vivir hasta entonces?
¿Absorbíamos puerilmente los placeres encendidos del campo?
¿O roncábamos en la cueva de los Siete Durmientes?
Así fue; pero eran fantasías todos esos placeres.
Si alguna vez vi una belleza, que deseé y obtuve,
no fue más que un sueño de ti...

Y ahora buenos días a nuestras almas que despiertan,


que se miran sin miedo;
porque el amor gobierna el amor de otras miradas
y construye un pequeño refugio en cualquier parte.
Dejemos a los navegantes explorar nuevos horizontes,
regalémosle a otros los mapas que muestran
mundo tras mundo,
Déjennos conquistar un mundo;
donde cada cual tenga el suyo, y sea sólo uno.

Mi rostro en tus ojos, el tuyo en los míos aparece,


en los rostros descansan los corazones fieles;
¿Dónde podemos encontrar dos hemisferios tan perfectos
sin el extremo norte, sin el agonizante ocaso?
Aquello que muere no se mezcla en dosis iguales;
Si nuestro amor es uno, tú y yo
nos amaremos de un modo que ninguno
flaquee, ninguno pueda morir…

Sobre el asunto que he abordado en este post de hoy, recomiendo vivamente leer estos
dos enlaces:
http://www.acuartaparede.com/eros-thanatos-restless-gus-van-sant/?lang=es

http://www.sileessenota.com/noticia.php?id=2&id_articulo=53&t=s

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