Está en la página 1de 4

Informalidad y pobreza hoy ¿qué hacer?

Mg. Wilfredo Rimari Arias


A.C. San Jerónimo

Para resolver un problema, primero es necesario pensar y analizar sus causas, pues en
sus raíces también está su solución.

Las principales causas de la informalidad: el hambre y el desempleo


Después de 70 días de confinamiento provocado por la emergencia sanitaria, el
desborde de ambulantes ubicados en puntos neurálgicos de la gran Lima ha rebasado la
capacidad de contención de las fuerzas policiales y de los serenos municipales. Ya había brotes
aislados desde semanas antes, pues muchos frente al dilema de sufrir y morir de hambre o por
contagio del coronavirus optaron por salir a las calles y jugarse la vida como en la ruleta rusa.
Un trabajador ambulante expresó con crudeza y realismo que “solo el que tiene plata se
salva”.
El fenómeno de la informalidad en todas sus formas (comercio, transporte,
explotaciones mineras, contrabando, confecciones y un largo etcétera) y del comercio
ambulatorio, en especial, tiene larga data en el Perú. Surgió frente al desempleo histórico y, en
muchas ocasiones, en respuesta al masivo despido de trabajadores provocado por las crisis
políticas y económicas, así como por normas gubernamentales a favor de los grandes
empresarios, insaciables en su afán de acumular más y más riqueza a costa de bajos salarios y
derechos disminuidos de los asalariados.
A esos millones de desempleados que deambulan con sus productos para ganarse el día
a día, se han sumado otros tantos millones de desempleados producto de la pandemia actual.
Según Hugo Ñopo1, investigador de GRADE, antes de la pandemia había en Perú más de 5
millones de trabajadores con ingresos por debajo del mínimo vital; a ellos se han sumado un
millón y medio de trabajadores del sector privado que perdieron su empleo por la pandemia.
Es un dato duro y cruel de la realidad que miles de personas que perdieron su empleo en estas
últimas semanas se han volcado hacia el mercado informal en un intento por sobrevivir.
Aquellos medianos empresarios que han tenido la oportunidad de reinventarse en sus
comercios lo vienen haciendo no sin gran riesgo y gracias a sus ahorros o los préstamos que le
han sido benignos. No es el caso de la gran mayoría de ciudadanos que estos días han colmado
las calles y a quienes se suman empleados o dueños de las galerías de Gamarra y otros centros
comerciales que al no poder abrir sus tiendas han migrado a las calles.
El hambre y el desempleo han arrojado a las calles a miles de peruanos que, cubiertos
bajo el manto de la informalidad, buscan satisfacer las necesidades básicas de sus familias. Se
desacata la cuarentena, en primer lugar, porque el estómago no tiene oídos, demanda ser
satisfecho. El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas ha advertido (28/05) del
riesgo de que 14 millones de personas de América Latina y el Caribe enfrenten situaciones de
hambre producto de la paralización del mercado laboral 2. En Perú ya flamean banderas blancas
en los cerros clamando por alimentos y se han reconstituido muchos comedores populares.

1
Diario UNO, 27/05/20. Ver https://bit.ly/2XDMQN4
2
La República, 28/05/20. Ver https://bit.ly/36Dm4bL

1
Cientos y miles de personas han salido a las calles como vendedores ambulantes,
prefiriendo esta actividad que la de mendigar o subvertir un sistema que los ha excluido,
aunque nada garantiza que sigan así, si todas las puertas se les cierran y no encuentran otras
salidas.

La segunda causa de la informalidad: el sistema económico y político excluyente


La informalidad, en general, y la que cobija a la mayoría de los peruanos pobres, es
producto de un sistema económico y político que ha sido incapaz de generar e implementar
políticas de empleo justo e intensivo en mano de obra. Sucesivos gobiernos han sido
indolentes e incapaces de brindar soporte técnico y financiero a los emprendedores populares,
así como de implementar políticas favorables a la diversificación productiva y con uso
sostenible de nuestros ricos recursos naturales y culturales.
Si alguien falló fueron y son los líderes del gobierno, quienes capturados por las élites de
poder económico, han dictado y dictan leyes e implementan políticas contrarias al bien común,
contrarias al empleo justo, contrarias al respeto de los derechos de los trabajadores, contrarias
al pago obligado de impuestos por parte de las grandes empresas nacionales y extranjeras,
quitándole así al estado, cada año, no menos de 20 mil millones de soles 3 vitales para financiar
políticas sociales de justicia y equidad, coherentes con el Desarrollo Sostenible que le debemos
a las jóvenes y a las futuras generaciones.

La tercera causa: el gobierno capturado por el poder económico


La informalidad, la pobreza y la injusticia en nuestro país es también producto de un
Estado que no gobierna para el bienestar de las mayorías. La captura política del gobierno 4 por
las élites de poder económico para favorecer sus intereses explica por qué sucesivos líderes en
el ejecutivo, el legislativo y el sistema de justicia no sirven al Bien Común, sino que se han dado
y se dan maña para protegerlos, brindarlos y premiarlos, a través de diversos mecanismos
legales y pasadas de largo frente a los abusos, delitos e inobservancias de las leyes que
cometen. Estas prácticas son tan antiguas como nuestra historia.
Quienes detentan el poder económico han encontrado, desde antaño, la fórmula mágica
para aceitar5 eficazmente los resortes del aparato estatal con los lubricantes más finos y
apetecibles, poniéndolos a trabajar para enriquecerse más a expensas de la explotación
abusiva, ilegal e inmisericorde del trabajo humano y de la naturaleza. Según la Defensoría del
Pueblo, la corrupción en el aparato estatal les cuesta a los peruanos cada año 13 mil millones
de soles anuales6.
El comercio informal, ese que es intensivo en movilización de personas y que no está
destinado al lucro incesante y al acaparamiento, no se combate con más policías, con más
serenos, con más multas, ni con más sanciones y cárcel. Porque allá donde cae uno, surgirán
dos, expulsados por el mismo sistema imperante que arrojó a los primeros. El sistema funciona
perfectamente como una maquinaria que pone en la calle a los desechables, a los que ya
exprimió y a los que jamás se dejarán exprimir.

3
RPP. Ver https://bit.ly/2ZSAq6L
4
Ver al respecto Perú: élites del poder y captura política, de Crabtree y Durand (2017).
5
Carlo Brioschi (2019) en Breve historia de la corrupción, hace un recorrido de este fenómeno desde la
antigüedad hasta nuestros días, evidenciando cómo operan las élites de poder para poner a su servicio a
todos los sistemas de gobierno.
6
Defensoría del Pueblo, 2018. Ver https://bit.ly/3ckprFR

2
Cambios profundos para combatir la informalidad y la pobreza
Si se quiere sinceramente acabar con la informalidad y con la pobreza, se requieren
cambios profundos en el modo de ejercer la política y en las políticas de gobierno, sobre todo
en las políticas económicas y sociales orientadas a combatir el hambre, las enfermedades y el
desempleo. Urgen políticas y estrategias eficaces para atender las demandas de alimentación
de las mayorías pobres de nuestro país. Urgen políticas para saldar la deuda con el deficitario
sistema de salud en nuestro país que deja millones de peruanos a su suerte. Urgen cambios
significativos en las políticas de promoción, monitoreo y resguardo del empleo justo y de la
diversificación productiva con equidad y desde una línea consecuente con el Desarrollo
Sostenible7.
La prioridad de las políticas debe ser la alimentación, la salud y el empleo, no el
superávit empresarial ni el equilibrio de la caja fiscal. Es el valor supremo de la persona y la
mejora de su calidad de vida las que hay que poner por encima del ahorro fiscal, algo que no
ha sucedido en las últimas décadas. Es inconcebible que, en medio de la pandemia, ciertas
políticas de financiamiento estén orientadas a las grandes empresas que han despedido
cientos de trabajadores y se desproteja a los micro y pequeños empresarios que contratan
mayor cantidad de trabajadores, tal como lo ha denunciado Pedro Francke 8.
Nadie en su sano juicio saldría a vender y comprar en las circunstancias actuales
poniendo en riesgo a su familia y a sí mismo. Cierto que hay quienes lo hacen por razones
delictivas, patológicas o de inmadurez, pero son los menos. La mayoría lo hace porque es su
única opción para saldar la deuda de hambre con su familia. En un desborde de ira contenida,
tras ser perseguido por la policía, un vendedor ambulante gritó: “No les pedimos bono, les
pedimos que nos dejen trabajar”.
Los peruanos no somos ociosos ni carentes de imaginación o de creatividad para
sobrevivir. Cada año se crean en Perú cientos de miles de nuevas empresas, somos líderes
internacionales en emprendimiento. El 2018 Perú ocupó el primer puesto en emprendimiento
en América Latina y el quinto lugar en el mundo 9. Según datos del INEI, tan solo en el último
trimestre de 2018 se crearon 70 mil empresas en Perú 10. Lamentablemente esa gran capacidad
de emprendimiento no tiene su correspondencia con políticas públicas de asistencia técnica,
financiamiento y monitoreo para que prosperen y generen más empleos. Como consecuencia
la mitad de esas empresas terminan en el fracaso, el desánimo y el recurso, de nuevo, de la
calle, como estrategia de supervivencia. Es el momento de invertir este círculo vicioso.
En el corto y mediano plazo algo se puede hacer para enrumbar nuestro país hacia una
sociedad algo más justa y equitativa, algo más solidaria con los trabajadores y con la ecología,
algo más democrática, algo más sensible con los desposeídos. Se tiene que atender, de
inmediato, con estrategias de subsidio alimentario más efectivas, a quienes más necesidades
tienen.
Sin embargo, hay que ser conscientes de que las grandes transformaciones que nos
permitirán caminar hacia una sociedad más justa no lo puede hacer un gobierno acogotado
por las élites de poder económico ni mediatizado por las amenazas o tentaciones que le ofrece
este poder en la sombra. En el mediano y largo plazo hay que aspirar y crear las condiciones
para contar con gobiernos libres del poder económico y al servicio del Bien Común.

7
Urgencia de priorizar lo ODS 1, 2, 3, 8 y 16 sobre: fin de la pobreza, hambre cero, salud y bienestar,
trabajo decente y crecimiento económico, y paz, justicia e instituciones sólidas. Ver https://bit.ly/3djI79S
8
Pedro Francke, El fiasco de Reactiva Perú, en https://bit.ly/2XelHRZ
9
Universia, 08/08/18. Ver https://bit.ly/3gvcEn7
10
El Comercio, 04/03/19. Ver https://bit.ly/3dopSjq

3
Este no es solo un asunto político, sino también ético. Para sentar las bases de una
sociedad que promueve y defiende el Bien Común se requiere no sólo cambiar las reglas de
juego de elección de los cargos públicos, sino también los procesos de formación de políticos
sensibles, solidarios, técnicos y profesionales, y que cuenten con un gran sentido de la ética
pública, la que debe gobernar sus vidas, sus decisiones y sus acciones.

Gobernar desde la óptica de los excluidos


El futuro deseable demanda una gran conversión de los políticos de turno y de quienes
lo sucedan, una conversión que comienza por mirar el país desde la óptica del desposeído,
desde la visión del que sufre la laceración del hambre y la exclusión, desde el banco del
desempleado y el obrero maltratado, desde el arado del campesino y desde la canoa del
morador de nuestra selva, desde el humilde hogar sostenido por mujeres audaces y desde
quienes hacen cola para recibir atención en los hospitales, desde la esperanza que alberga el
morador de los cerros desnudos de nuestras ciudades y desde el agotamiento de los niños que
con los pies descalzos trasladan el agua a esos humildes hogares.
Esta conversión es requisito indispensable para gobernar porque a las políticas de
nuestros políticos actuales les sobra fórmulas macroeconómicas y les falta un toque de
humanidad, los domina la ideología del mercado y se han hecho inmunes a la miseria que
produce ese mismo mercado.

También podría gustarte