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guir adoptando, sin cleceiéin alguna, los eriterios econémieos y teenocraticos al uso que habréin de “mantenernos a fiote”, 0 81 disponemos atin de la eapacidad de decidir, siquiera parcial. mente, la evolucién de nuestras sociedades. {Queda algtin lu- gar para la eleccién de objetivos y fines, para aquello que solfa llamarse politica? {Queda algiin espacio especificamente pol tico por inventar o recobrar en el que se puedan dehatir y ele- gir colectivamente esos fines? ‘EL sitio que el trabajo ocupa en nuestras sociedades explica lasituacién actual —una situacién caraeterizada por el pre- dominio del planteamiento econémico y por la bisqueda de una regulacién siempre mas automatica de los fendmenos so- cidles—, pero el trabajo también constituye el medio para des- rir una nueva dignidad. Debido a esta tiltima raz6n, el pro- blema del trabajo, de su futuro, su estatuto, su lugar no es ni pilede ser coto de economistas, sino que, al contrario, slo debe aljordarse y resolverse, consciente y colectivamente —lo mis- mo que el paro—, por medio de un estudio genealégico que nos pérmita comprender que el advenimiento de las sociedades basadas en el trabajo, el predominio de lo econémico y la deca- dencia de la politica son manifestaciones de un mismo fend- meno. 1 14 La paradoja actual de las sociedades basadas en el trabajo La situacién actual de las sociedades industrializadas re- sulta altamente paraddjica: la productividad del trabajo ha aumentado considerablemente en el ultimo siglo, especialmen- te desde los aftos cincuenta; se produce cada vex més haciendo ‘uso de cada vez menos mano de obra; parece factible por fin que se vaya aliviando el apremio que sobre nosotros ejerce el trabajo y, sin-embargo, la respuesta que viene suscitando esta evolucién no es sino una larga retabila de lamentos. La soci dad reclama siempre mas trabajo y pide, achacosa, soluciones milagrosas que generen mas y mas empleos “rentables”. Las medidas politicas socioeconémicas de los tiltimos veinte afios (Gesde el estancamiento del crecimiento econémico) han pre- tendido preservar por s{ mismas el empleo: estrategias ma- croecondmicas de reactivacién, ayudas de todo tipo a las ‘empresas, rebajas de las cotizaciones sociales, flexibilizacién del mercado de trabajo, esfuerzos por mejorar la formacién profesional... No se han escatimado medios." ¥ aunque algu- nos economistas y politicos critiquen hoy en dfa la insuficien- cia de estas medidas polfticas arguyendo que la prioridad de esas medidas no fue el empleo sino los equilibrios macraeco- némicos, no cabe duda de que el empeito por salvaguardar estas magnitudes pretendfa, en tiltima instancia, erear mis puestos de trabajo, Se obraba en consonancia con la conocida maxima del canciller Schmidt: “Las inversiones de hoy son los puestos de trabajo de mafiana”. 15 La rencci6n de los patses industrializados ante el acelerado crecimiento de la productividad fue, por tanto, contradictoria: Por un lado se consideré la creciente prescindibilidad del tra- bajo humano —que se seguia percibiendo a través de las vie- jas categorias, especialmente la del “desempleo”—"? como un. desajuste social de primera magnitud; y, por otro lado, se mo- vilizaron todos los recursos para crear empleo “a cualquier pre- cio”. Expresién esta tiltima que debe entenderse en su sentido literal: “a cualquier precio” significa que se estimaba como ab- solutamente legitimo, necesario, imprescindible crear pues- tos de trabajo, aunque fueran tamporales, carecieran de co: metido 0 de interés 0 ahondasen las desigualdades; bastaba con que existiesen, Esto sigue siendo asf porque tanto los go- biernos como las sociedades tienen al desempleo por un mal social extremadamente grave, una suerte de eancer que co- rroe el tejido social, que empuja a los parados de larga dura- cién hacia la delincuencia y a las propias sociedades hacia re- acciones imprevisibles. El paro esta detras del ascenso de Hitler al poder, el paro es sinénimo de revuelta social, de anornia... ideas sobradamente conocidas. Como sobradamente conocida es la evidencia cotidiana en la que vivimos y que, por cotidia- na, ya no logramos percibir. Pero, si se toma cierta distancia, resulta cuando menos curioso observar que, en lugar de tomar nota de este aumento de la productividad y de adecuar las estructuras sociales a las oportunidades que ofrece, nos empe- fiamos en conservar aquello que en los afios setenta se denun- cié —con la formula: el trabajo significa “perder la vida ga- ndndosela’— como el colmo de la alienacién. Este desfase entre los profindos anhelos a preseindir del trabajo y la efec- tiva respuesta politica y social debe suscitar la reflexién. Del empleo al trabajo El retorno de las ideas de legitimacion del trabajo Nos encontramos actualmente en un momento propicio para una reflexién, puesto que los fndices de desempleo nunca han sido tan elevados." Ante las tasas de paro han empezado a descollar voces que se proponen ir més allé de las habituales cantinelas politicas para explicar las razones por las que re- 16 sulta imprescindible luchar contra el paro y crear puestos de trabajo. De esta forma proporcionan una serie de justificacio- nos tedricas de las politieas espontsneamente seguicas on los liltimos veinte aios. Son voces de autores que proceden de corrientes de pensamiento y de Ambitos muy diversos: repre- sentantes de las estructuras profesionales de la sociedad, al- tos funcionarios, académicos y eargos politicos salen a la pa- lestra” para sefialar que no basta con esperar la reactivacién econémica 0 con ayudar a las emprosas y para reclamar In adopeién de otro tipo de medidas, indicando las razones impe- rativas por las que, segtin ellos, estas medidas soh imprescin- dibles, Sus andlisis tienen en cormin que prefieren el término “trabajo” en lugar del término “empleo”, que habia predomi nado anteriormente. Antes se hablaba de pleno tmpleo, de la creacién de empleo, de subempleo, mientras que el uso de la palabra “trabajo” quedaba limitado a la expresién “condi nos de trabajo”. El cambio de léxico, generalizado en los afios noventa, no es gratuito, sino que forma parte de una doble perspectiva de estos autores: por un lado pretende subrayar las razones por las que el empleo, entendido como manifesta- cién conereta de la genérica actividad humana denominada “trabajo”, resulta esencial y , por el otro, trata de relativizar incluso critiear las diversas formas que hasta estos momentos ha ido adoptando el trabajo. Esta relativizacién pretende se- falar que, por encima de estas formas y quiz precisamente por encima del empleo, lo realmente importante es preservar el trabajo: actividad fundamental del ser humano. {Qué sostienen, en definitiva, estos autores? Basicamente, que él trabajo es una categoria antropolégica, una invariante de la naturaleza humana cuyo rastro se encuentra en todo tiempo y lugar; que el trabajo propicia le realizacion personal (cl hombre se expresa por sus obras) y, sobre todo, que el tra- bajo es el centro y el fundamento del vinculo social. #8] trabajo es la actividad esencial al hombre en virtud de la cual se rela- ciona con su entorno —la Naturaleza, a la que se enfrenta para crear algo humano— y con los demas, con y para los cua- les desempeiia esta tarea. Ii] trabajo expresarfa, pot tanto, en el mayor grado nuestra humanidad, nuestra condicién de se- res finitos, creadores de valores, y también nuestra condicién de seres sociales. El trabajo seria, pues, nuestra esencia y nues- tra condicién. Denomino estas ideas como “legitimaciones de las sociedades basadas en el trabajo”. Se trata de unos plan- W tgamientos que se caracterizan por aparecer en un momeinto especifico de nuestra historia; un momento en el que la evolu- cién del paro amenaza la base misma de nuestras sociedades desvelando ast la fragilidad y posible caducidad de esta base, & decir, la posibilidad de su desaparicion. Es también el mo- mento en el que parte de la sociedad hace esfuerzos por sacar alla nz.aquello que hasta ahora permaneci6, en gran medida, impensado y no expresado: la funcién decisiva del trabajo. | Estos planteamientos mantienen, como ha quedado apun- tado, una relacién ambigua con Ia concepcién al uso del em- pleo. En primer lugar legitiman los esfuerzos realizados en bs tiltimos afios para preservar el empleo, puesto que lo con- sideran un elemento ineludible de la integracién social. Pero, al mismo tiempo, critican las formas especificas que el trabajo ha ido adquiriendo en nuestras sociedades, asf como las polfti- cas que han fomentado dichas formas, Aunque sus posiciones son divergentes, en cuanto a los medios para devolver al tra- bajo su verdadera faz, estos andlisis coinciden, sin embargo, en considevar que se trata de una actividad que a raiz de la Revolucién Industrial adopté una serie de formas que, en lo sucesivo, deberfan superarse. “Trabajo asalariado”, “trabajo mercantilizado”, “trabajo abstracto”, son otras tantas expre- siones usadas por estos autores como si debiéramos sobrepa- sar estas formas “monstruosas” que el trabajo, a su pesar, ha adoptado, para dar con otras més acordes con su esencia. Con éstas, cupuestamente, se pondria fin a ese tremendo escinda- Jo de que algunas personas no tengan la oportunidad de ex- presar plena y libremente sus aptitudes y no puedan ejercer Ja actividad que les confiere su cabal humanidad. Valga como ilustracién del planteamiento esta declaracién del Centro de Jévenes Empresarios: “Esta situacién nos ha llevado a consi- derar como norma lo que no es sino una exeopcidn histériea: el leno empleo; lo que nos hace olvidar que el empleo asalaria- no debe ser el tinico vector de la actividad social, ni la em- presa el tnico lugar de soeializacién... Aceptar este cuestionamiento supone hacer una distincidn entre trabajo y dmpleo asalariado, siendo éste s6lo una forma més de aquél; supone volver a pensar el significado del trabajo y replantear Ia importancia real del empleo en la vida de las personas y la funcién de las empresas en la sociedad. Supone estar abierto a dos légieas de pensamiento y de accién. La primera, que lla- ‘mamos “Logica del empleo asalariado’, eonfunde el trabajo con is elempleo (...), 1a segunda, més innovadora, os la “Iégiea de la actividad” (...). Esta nos conduce a desprendernos del concepto estrecho de empleo para recuperar el verdadero significado del trabajo, entendido como fuente de autorrealizacién, del vineulo social y de subsistencia”."* Esta cita explica por si sola por qué, para los que defienden estos planteamientos, el em- pleo ha’ dejado de ser el tinico objetivo. Ya sea a través del ‘empleo —forma espeeifica que el trabajo ha adoptado en nues- tras sociedades—o por otros medios, lo esencial es permitir ‘que, més allé de los derroteros y confusiones histéricos, el tra- bajo siga desempenando las funciones que por naturaleza al- berga. Estas ideas se ajustan plenamente a la tradicién més influyente del pensamiento de nuestro siglo, aunque sus auto- res no siempre sean conscientes de ello. De este modo revelan Jo que constituye el sinico pero sdlido denominador comin de las tres grandes corrientes doctrinales de esta tradieién —el cristianismo, el marxismo y el humanismo—, a saber: la creen- cia en un esquema utépico del trabajo segiin el cual esta ca- racteristica esencial al ser humano se encuentra actualmente desfigurada, por lo que se impone la necesidad de reencontrax, més alld de sus desfiguraciones, los medios de su expresién plena. Por lo tanto, el trabajo es, potencialmente, y debe Ile- gar a sex, efectivamente, el lugar del vinculo social y del deso- rrollo personal, El trabajo como categoria antropolégica Se trata de la primera concepeién compartida por las tres grandes corrientes de pensamiento del siglo xx. Para el pensa- miento cristiano el trabajo es la actividad fundamental del ser humano, que en su conjunto afiade valor al mundo y a su pro- pia existencia, que espiritualiza la naturaleza y permite pro- fundizar las relaciones con el préjimo. En palabras de Henri Bartoli: “Bl trabajo es para el ser humano un medio necesario de su realizacién personal: el mundo en que se encuentra in- serto es para el hombre un mundo de tareas en el que ha de obrar (...) Mediante el trabajo y la obra resultante, cl espiritu se destaca de las cosas, se emancipa de la esclavitud del con- texto y emerge sobre el mundo, La naturaleza queda entonces, liberada, lo que venfa dado deja de serlo, el hombre se siente libre y se encamina hacia su cohereneia”."* El trabajo humano 19 8, por tanto, la continuacién terrenal de la Creacién divina, pero también un deber social que cada uno ha dle cumplir como mejor pueda. BI pensamiento cristiano —con Jean Lacroix, el padre Chenu, el padre Martelet y otros—" ha desarrollado numerosos argumentos en este sentido. Se basan en una de- ferminada lectura de los textos btblicos y en las posiciones més reciontes do la Iglesia al respecto. Expresa, en suma, una dimensién marcadamente espiritualista por cuanto asimila el trabajo a la libertad y al esfuerzo."* Una amplia corriente de pensamiento humanista no cris- tiano sostiene idéntica concepcién del trabajo, es decir que lo considera como la més alta oxpresién de la libertad ereadora del hombre. Sobran los ejemplos de esta visién. En un libro de derecho laboral, Alain Supiot, al que cabe incluir entre los humanistas no cristianos, hace las siguientes consideraciones hist6rico-filoséficas: “La primera acepcién eonocida en la len- gua francesa de la palabra ‘trabajo’ se refiere al agobio de la mujer durante el parto; remite al acto en que, por antonomasia, se confunden el dolor y Ia creacién, acto en que se reproduce, tuna y otra vez, como en todo trabajo, el misterio dela creacién humana. Porque todo trahajo es el Ambito en que se produce semejante desgaje de las fuerzas y obras que el hombre lleva en si. En ese dar a luz.al nifio o a la obra, el hombre cumple su destino.” El actual pensamiento marxista, por diverso que sea, sigue manteniendo vigorosamente la idea de la centralidad del tra- bajo en cuanto actividad constitutiva de la esencia del hom- bre. Esta idea queda bien ilustrada en las obras de Yves Schwarz, Jacques Bidet. y Jean-Marie Vineent, que son algu- nos de los escasos filésofos contempordneos que se interesa- ron por el trabajo y que intentaron demostrar la verdad de ese aserto por medio de investigaciones muy coneretas de la reali- dad del acto de trabajar.” Jacques Bidet, por ejemplo, eseribe Jo siguiente: “PI trabajo es, al igual que el lenguaje, una cate- gorfa antropoldgica goneral, sin la cual no pueden concebirse niel proceso de hominizacién, ni la especificidad del hombre”. Pese a sus diferencias, estas ideas coinciden en un elemen- to contral: el trabajo tiene una esencia, un cardcter antropo- légico, que se constituye de creatividad, inventiva y lucha contra la necesidad, que le confiere su doble dimensién de su- frimiento y de realizacién personal. 20 El trabajo como vinculo social ‘Estas tres corrientes de pensamiento coinciden, asimismo, en considerar que el trabajo propicia la-integraci6n social y constituye una de las formas principales del vinculo social. Este planteamiento es, sin embargo, bastante ambiguo y com- plejo: el trabajo es factor de integracién rio solo por ser una norma, sino también por ser una de las modalidades del apren- dizaje de la vida en sociedad. Nos permite acceder a los de- més, a nosotros mismos y a la norma social. Engloba, por tan to, la dimensién de sociabilidad que se produce en las oficinas, en las ventanillas o en los talleres, una sociabilidad tranquila, de equipo, distinta de las relaciones jerdrquicas y de las rela- ciones privadas. La nocién de vinculo social se basa, por tant en la de reciprocidad, contrato social 0 utilidad social: mien- tras aporto mi contribucién a la sociedad, desarrollo mi senti- miento de pertenencia, quedo ligado a ella, porque la necesito y le soy stil. j Para el pensamiento cristiano, el trabajo se caracteriza, fun- damentalmente, por la relacién con el préjimo y la idea de utilidad social, “Una economia basada en el trabajo s6lo pue- de ser una economia de todos para todos. Debe ser una invita cién a la construccién de 1a Ciudad fraterna’, eseribe Henri Bartoli, haciendo referencia a la mayorfa de los pensadores cristianos de la tltima posguerra; y aftade: “I trabajo requie- re el uso conjunto de los bienes; la propiedad a la que pueda dar lugar s6lo es legitima en la medida en que sea comunicativa, esto es, se disfrute en y para la comunidad,” El trabajo, para estos autores, es el modo de estar juntos, de ‘construir juntos un orden nuevo, portador de valorés comuni- tarios. Es el medio de expresién en la comunicacién social yen la relacién con el préjimo: las aptitudes deben desarrollarse con proyeccién social, comunitaria. Volveremos con mae detenimiento sobre la étiea del deber que ha caracterizado al trabajo, especialmente en el protestantismo, El pensamiento humanista y sociol6gico en torno al trabajo estd, a su vez, sobradamente representado en todo un conjun+ to de estudios, como los de Friedmann, Naville, Renaud Sainsauliew o Claude Dubar: Agu el trabajo, especialmente trabajo en empresa, se concibe como el lugar més propicio pare la auténtica socializacién y para la formacién de las identida- des individual y colectiva.™ Es incluso el marco principal de 21 os intercambios humanos.” Algunos ergénomos no se alejan de este planteamiento cuando, echando mano de la teoria psicoanalitica, dan cuenta del cardcter radicalmente social del trabajo. Asi, Christophe Dejours, eriticando las tendencias que ppdieran relativizar la importancia existencial del trabajo, se expresa como sigue: “He explicado en varias ocasiones hasta gné punto la identidad y el autodesarrollo son cruciales en le buratrncen dae salad. mentally fies, Aad sbora qula identidad no puede construirse exclusivamente dentro del es- pacio privado. Bl ambito del amor por s{ solo es insuficiente. Ningdin ser puede empefiar el desarrollo de su identidad ex- lusivamente en ol ambito de la economia erética, porque esto significarfa ubicarse en una situaci6n extremadamente arries- gada. Todos buscamos, por tanto, sustituciones que nos per- mitan. conseguir lo que no pudo realizarse en el smbito del aimor, persiguiéndolo en otro campo por medio de un desplaza- miento que la teorfa denomina ‘sublimacién’ y que se deson- vpelve, en palabras de Freud, en una ‘actividad socialmente valorada’.”* | E] pensamiento marxista, que considera la produccién aco: metida por los “productores asociados” como el fin deseado, podrfa compartir estas palabras. La consecucién de la utili- d general, es decir, la respuesta colectiva a las necesidades colectivas dehe ser el objetivo tiltimo. El auténtico trabajo es findamentalmente social por cuanto retine, en un esfuerzo aceptado por todos, el conjunto de los productores con el pro- pOsito de producir lo que satisfara no ya solo las necesidades jateriales, sino también los anhelos individuales y colecti- vbs. El trabajo es una obra colectiva, es la mediacién princi- pal, el auténtico medio de comunicacién entre los individuos ape hayan dejado de produir bajo la alienacién La liberacién del trabajo La tercera caracteristica compartida por estas corrientes de pensamiento es, efectivamente, la esperanza de que se pro- duzea una transformacién merced a la cual el trabajo abando- nar el dmbito de la alienacién y recobrard su verdadera faz. Esperanza que estriba en la creencia de que es posible supe- var la actual desfiguracién del trabajo y conformarls, final- mente, con su esencia, Salvo algunos cristianos, como Henri 22, Bartoli, que sf se han comprometide a favor de la transforma- cién del trabajo, Hegando a defondor incluso gran niimero de tesis marxianas, el pensamiento judeocristiano moderno no ha ido més allé de la esporddica reivindicacién del salario jus- to, No obstante, al término de la Segunda Guerra Mundial, algunos cristianos sf plantearon propuestas como la de la “ges- tién comin de las empresas y de los medios de produccién’”” 0 la del derecho a la libertad de trabajo. Aunque estas reivindi- caciones se deban a individuos aislados y no deriven de una doctrina establecida puede, no obstante, sostenerse que parte del pensamiento judeocristiano sf aboga por la humanizaci6n de las condiciones de trabajo, retomando asf, on parte, el con- cepto de alienacién. Toda economia que utilice el trabajo como mera herramienta y lo desvie de sus fines para ponerlo al servicio de un fetiche “el dinero o el capital—, toda economia ‘acaparadora’, es una economia osclavista (...) Cuando el trabajo pierde su funcién de hominizacién y de espiritualizacién para convertirse en sim- ple fabricacién, se instaura la alienacién del hombre, la orga- nizacion pierde su potencial ‘explosive’: pasa a ser una técnica al servicio de un orden.”* El pensamiento judeocristiano de nuestro sigio acude, por tanto, a la idea de alienacién, perver- sién 0 desfiguracién del trabajo cuando entiende que éste se ejerce con fines distintos a la mejora del mundo y de los hom- bres que lo habitan. Condena severamente la compraventa, a modo de mercanefa, del trabajo; condena el trabajo desagregado y mutilado, el trabajo en el que el trabajador no puede ex- ppresarse, el trabajo encaminado tinicamente a aumentar el capital. Propugna el rescate del verdadero significado del tra- bajo y la creacién de las condiciones que lo adecuen efectiva- mente a su naturaleza, El pensamiento humanista asume el mismo esquema en su totalidad, al igual que el marxista, cons- truido precisamente sobre el concepto de alienacién. Las tres corrientes comparten la creencia en la posibilidad de desalienar el trabajo y convertirlo en el ambito en el que el ser humano aleanza sti plenitud al mismo tiempo que se logra la utilidad social. Por tanto, ahora que el desempleo sigue creciendo y el tra- bajo humano amenaza con escasear, las reflexiones contempo- réneas vuelven a vineularse con las grandes reflexiones y pro- yecciones escatolgicas del siglo xx y ponen en marcha una estrategia de defensa y de recreacién de la idea de trabajo con el propésito de resaltar su valor. 23, ZEI fin de las sociedades basadas en el trabajo? ‘Los autores citados se proponen, pues, una movilizacién en toda regla del fondo teérico con que se alimenta el siglo xx. A nuestro entender se trata nada menos que de defender el or- den existente, aquel que fundamenta nuestras sociedades modernas. Esta situacién recuerda, enriosamente, la del siglo qne dio paso a la modernidad, cuando, ante la amenaza de-un orden nuevo —al que el sistema heliocéntrico dio acceso—, se unieron todas las fuerzas tradicionales para obstaculizar su emergencia. El heliocentrismo ponia en entredicho la ordenacién de la sociedad de entonces, ponfa en tela de juicio no ya sélo las Sagradas Escrituras 0 la relacién del hombre con el mundo sino, y de forma més acuciante, las jerarquias y Grdenes politicos y sociales. Cuando el heliocentrismo dejé de ser una fébula, una mera hipétesis para diversidn de sabios, y result6 claro que podia ser realmente demostrable, parte de los cientificos y de los poderosos de la época reunieron sus fuer- zas para “salvar las apariencias”, 0 sea, para encontrar expli- caciones para las anomalias de las que el sistema tolemaico no habia logrado dar cuenta. Lo mismo parece estar ocurriendo ahora. En respuesta a Jas fracturas que van cuarteando la sociedad pueden ofrse los esfuerzos por explicar las anomalias y “salvar el trabajo”. Por qué? Por miedo a tener que replantearse el concepto mismo de trabajo, por miedo a tener que renunciar a él. Porque el trabajo es evidentemente mucho mas que un medio para ganarse la vida y satisfacer necesidades sociales, no es $610 ese medio eterno que la humanidad sufriente hered6 al salir del Paraiso, ese medio natural que nos sirve para satisfacer nuestras necesidades igualmente naturales. El trabajo es nues- tro hecho social total. 1 trabajo estructura de parte a parte nuestras relaciones con el mundo y nuestras relaciones socia- les. Es la relacién social fundamental. Est, ademés, en el cen- tro de la visién del mundo que venimos manteniendo desde el siglo xvi y constituye una categoria construida que surgié en una situacién socio-politica especifica, Su eventual desapari- cién, desde luego no deseada, pondria nuevamente en cues- tidn’el orden que estructura nuestras sociedades: de ahi el verdadero panico que embarga a gobernantes y gobernados ante el avance implacable del desempleo. Porque alli donde haya que inventar nuevas relaciones sociales siempre habré 24 1 lugar para lo axbitrario y, por onde, para la controntacién, la violencia y la guerra. La tendencia inmediata es conservar, hasta’el momento en que esto se vuelva del todo insostenible. ‘Algunas voces, cde momento poco escuchadas 0 considera- das, han tratado de senalar que estamos en vias de alejarnos del modelo imperante en los tiltimos dos siglos, el modelo de la sociedad hasada en el trabajo. En 1985, en su libro El discursa filosdfico de la modernidad, Habermas, resumiendo en una frase contundente los esiudios que sobre la irreductibilidad. del trabajo y de la interaceién viene desarrollando desde hace treinta afios, anunciaba al final de un parrafo “el fin, histéri- camente previsible, de la sociedad basada en el trabajo”. Bl socidlogo aleman Claus Offe escribia, por las mismas fechas, ‘un extenso articulo sobre “La implosion de la categoria traba. jo” en el que ponia seriamente en duda la capacidad del tra; bajo para seguir estructurando la sociedad: “Is poco probable. —escribia— que el trabajo, la produccién o las rentas puedan seguir ejerciendo una funcién nuclear de regulacién de la vida y de integracién social de la personalidad. Tampoco es muy probable que puedan reivindicarse y reactivarse politicamen: te a modo de normas de referencia. De ahi que los intentos por revalorizar y renovar ‘moral y espiritualmente’ la esfera del trabajo slo se acometan, segiin parece, en situaciones de er sis aguda”, Ralf Dahrendorf —socidlogo igualmente alemén— habia publicado poco antes un articulo titulado “La desapari! cién de la sociedad basada en el trabajo" y a los pocos anos, otro autor aleman —seguidor de Heidegger—publie6 un libro. con el sugerente titulo de Cuando el trabajo escasee.™ Estas ideas han surgido, principalmente, en Alemania; en Franc en cambio, apenas las ha mantenido alguien més que André Gorz. Podré argitirse quizds que estas ideas aparecieron ert un momento de crisis dehida al estancamiento del crecimiento. econdmico, 0 sea, a una “averia” del sistemal. Asi es, pero mas. relevante es, como veremos més detalladamente, que estas ideas se hayan desarrollado en Alemania, un pais con una lar, ga tradicion de pensamiento en torno al trabajo, el vinculo social y la politica. En cualquier caso, quizd resulte mas con. veniente pasar por alto el argumento que atribuyea cualquiey tipo de idea el eardcter de prurito que aparece cada vez que falla la regulacién econémica y tomar estas ideas por lo qué son, para reflexionar sobre el nacimiento, la evolucién y, de manera general, sobre 1a genealogia de las sociedades basa das en el trabajo. \ 25 {Cuando aparecioron estas sociodades y por qué? {lin puesta a qué contexto, a qué preguntas, a qué planteamien- tos, y en nombre de qué? Invitamos al Jeetor a un andlisis de Ips discursos y las concepciones, especialmente los discursos floséficos, teniendo presente que el discurso filoséfico y la rea- lidad social mantienen entre sf una relacién compleja, donde Aquél precede, acompafia y explicita a ésta, aunque no se tra~ ta, en nuestra opinién, de una determinacidn total “en dltima instancia” de los discursos filos6ficos por la realidad social ni de ésta por el peso de las ideas. Analizaremos también las teo- Has y discursos econdmicos y politicos, no en cuanto discursos ffentifioos sino en cuanto representaciones por medio de las les la sociedad ha ido expresando su visién del trabajo. Bl enigma que aqui se intenta resolver —y cuya resolucién &structurard esencialmente nuestro propésito en este libro— es, pues, el siguiente: {Como hemos Hegado a considerar el trabajo y 1a produccién como el centro de nuestra vida social e individual? {Como consecuencia de qué derroteros ha llegado €] trabajo a ser considerado como medio privilegiado del desa- rollo individual y como niicleo del vinculo social? Si el trabajo ho ha existido siempre, zeudles han sido las razones y los pa- 10s de su “invencién”? {En qué medida la utopfa de las socie- lades basadas en el trabajo puede dar cuenta de las contra- dicciones que encierran hoy en dia las ideas de legitimacién del trabajo? 1 i \ 26 2 {Sociedades sin trabajo? ‘Ya no estamos, hoy on dia, en condiciones de distinguir el trabajo mismo de las funciones que se sustentan en él. Cuan- do se ensalza el trabajo por ser el émbito primordial de la inte- gracion social y de la autorroalizacion, no se est distinguien- do entre las funciones (constituir el vineulo social, propiciar el desarrollo del individuo) y el sistema en que dichas funciones se basan. Sin embargo, la distincién es fundamental. Estable- cerla permite afirmar, primero, que el trabajo no esen sf mis- mo portador de esas funeiones; segundo, que éstas pueden apoyarse, por tanto, en atro sistema y, por iltimo (y viene a ser lo mismo), que él trabajo no siempre ha sido soporte de estas funciones 0, dicho de otro modo, que su significado cam- bia segiin las épocas. El trabajo no es una categoria antropolégiea, o sea, una invariante de la naturaleza humana © de las civilizaciones que siempre van acompafiadas por las mismas representaciones. Estamos, por el contrario, ante una categoria radicalmente historica, inventada en respuesta ane- cesidades de una época determinada, una eategorfa construi- da, ademés, por estratos. Esto significa que las funciones que hoy desempeiia el trabajo on nuestras sociedades, en otras, épocas, las cumpl{an otros medios, otros sistemas. Tres ejem- plos serviran para ilustrar esta variabilidad. ‘Todos ellos se ubican en Ia prehistoria de las sociedades econémieas y se ri- gen, dicho someramente, por Iégicas a un tiempo sagradas y sociales en virtud do las cuales la organizaeién social se e3- tructura en torno a principios trascendentes no explicitados y caya vocacién es precisamente permanecer ocultos. En estos, ejemplos se descubre la existencia del trabajo, entendido como esfuerzo 0 como abastecimiento, pero nunca desempefiando Jas fizneiones de vinculo social y de realizacién de la persona. ar

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