Está en la página 1de 11

Ética II El deontologismo kantiano: selección de textos

Immanuel Kant

- El hombre, ser dual


“El hombre es, pues, fenómeno, por una parte, y, por otra,
esto es, en relación con ciertas facultades, objeto meramente
inteligible, ya que su acción no puede en absoluto ser
incluida en la receptividad de la sensibilidad”.
(K.r.V., A-547/ B-575)

“Un ser racional debe considerarse a sí mismo como


inteligencia (esto es, no por la parte de sus potencias
inferiores) y como perteneciente, no al mundo sensible, sino
al inteligible; por tanto, tiene dos puntos de vista desde los cuales puede considerarse a sí mismo y
conocer leyes del uso de sus fuerzas y, por consiguiente, de todas sus acciones”.
(Fundamentación)

“Cuando nos pensamos como libres, nos incluimos en el mundo inteligible, como miembros de él,
y conocemos la autonomía de la voluntad con su consecuencia, que es la moralidad; pero si nos
pensamos como obligados, nos consideramos como pertenecientes al mundo sensible y, sin embargo,
al mismo tiempo, al mundo inteligible también”.
(Fundamentación)

- Necesidad de la razón práctica


“La razón barrunta objetos que comportan para ella el mayor interés. Con el fin de aproximarse a
tales objetos, emprende el camino de la mera especulación, pero estos huyen ante ella. Es de esperar
que tenga mayor suerte en el único camino que le queda todavía, el del uso práctico”.
(K.r.V., A-796/ B-824)

“En el estudio que llamamos filosofía pura, todos los preparativos se encaminan, de hecho, a los tres
problemas mencionados (libertad, inmortalidad y Dios). Estos poseen, a su vez, su propia finalidad
remota, a saber: qué hay que hacer si la voluntad es libre, si existe Dios y si hay un mundo futuro.
Dado que esto sólo afecta a nuestra conducta en relación con el fin supremo, el objetivo de una

1
Ética II El deontologismo kantiano: selección de textos

naturaleza que nos ha dotado sabiamente al constituir nuestra razón no apunta en realidad a otra cosa
que al aspecto moral”.
(K.r.V., A-801/ B-829)

“Este supuesto (que existan leyes prácticas) puede asumirlo razonablemente, no sólo acudiendo a
las demostraciones de los moralistas más ilustres, sino al juicio ético de todo hombre que quiera
concebir esa ley con claridad”.
(K.r.V., A-807/ B-835)

- La buena voluntad
“Ni en el mundo, ni, en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar nada que pueda
considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan sólo una buena voluntad”.
(Fundamentación)

“La buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice, ni por su idoneidad para conseguir un
fin propuesto, siendo su querer lo único que la hace buena en sí misma. Incluso si merced a un destino
particularmente adverso, o a causa del mezquino ajuar con la que la haya dotado una madrastra
naturaleza, dicha voluntad adoleciera por completo de la capacidad para llevar a cabo su propósito y
dejase de cumplir en absoluto con él (no porque se haya limitado a desearlo, sino pese al gran empeño
por hacer acopio de todos los recursos que se hallen a su alcance), semejante voluntad brillaría con
todo por sí misma como una joya, como algo que posee su pleno valor en sí mismo; y a ese valor nada
puede añadir ni mermar la utilidad o el fracaso”.
(Fundamentación)

- El deber
“El concepto de deber, que contiene el de una voluntad buena, si bien bajo ciertas restricciones y
obstáculos subjetivos, los cuales, sin embargo, lejos de ocultarlo y hacerlo incognoscible, más bien lo
hacen resaltar y aparecer con mayor claridad”.
(Fundamentación)

“Una acción realizada por deber tiene, empero, que excluir por completo el influjo de la inclinación,
y con esta todo objeto de la voluntad, no queda, pues, otra cosa que pueda determinar la voluntad, si

2
Ética II El deontologismo kantiano: selección de textos

no es, objetivamente, la ley, y, subjetivamente, el respeto puro a esa ley, y, por tanto, la máxima de
obedecer siempre a esa ley, aun con perjuicio de todas las inclinaciones”
(Fundamentación)

“La necesidad de mis acciones por puro respeto hacia la ley práctica es lo que constituye el deber,
ante el cual tiene que inclinarse cualquier otro fundamento determinante, porque es la condición de
una voluntad buena en sí, cuyo valor está por encima de todo”
(Fundamentación)

“En cuanto se deja oír el deber, se acallan los cantos de sirena de la felicidad”.
(Reflexiones, 7315)

“¡Deber! Tú que portas tan sublime e insigne nombre, tú que nada estimas a cuanto conlleve o
contenga la más mínima zalamería, tú que reclamas por el contrario sumisión, si bien tampoco
amenazas con algo que suscite una repugnancia natural en el ánimo e infunda un temor destinado a
mover la voluntad, limitándote a erigir una ley que sepa encontrar por sí misma un acceso al ánimo y
consiga de suyo verse venerada sin quererlo (aun cuando no siempre logre su cumplimiento), haciendo
acallar todas las inclinaciones aunque conspiren en secreto contra dicha ley, ¿cuál es el origen digno
de ti? ¿Dónde se halla la raíz de tu noble ascendencia, que rechaza orgullosamente todo parentesco con
las inclinaciones, y de la cual desciende la condición indispensable del valor que únicamente los seres
humanos pueden darse a sí mismos?”.
(K.p.V.)

- El hombre, fin en sí mismo


“Todo cuanto hay en la creación puede ser utilizado simplemente como medio con tal de que quien
así lo quiera tenga cierta capacidad para ello; sólo el ser humano supone un fin en sí mismo. A ello se
debe que cada voluntad quede limitada por la condición de coincidir con su autonomía sin someter a
ningún propósito que sea imposible según una ley emanada de la voluntad del sujeto paciente, con lo
que no cabe utilizarlo nunca simplemente como medio sin considerarlo al mismo tiempo cual si fuera
un fin en sí mismo”.
(K.p.V.)

- El imperativo categórico como principio de la moralidad

3
Ética II El deontologismo kantiano: selección de textos

“De aquí que para la voluntad divina y, en general, para una voluntad santa, no valgan los
imperativos: el “deber ser” no tiene aquí un lugar adecuado, porque el querer ya de suyo coincide
necesariamente con la ley. Por eso son los imperativos solamente fórmulas para expresar la relación
entre las leyes objetivas del querer en general y la imperfección subjetiva de la voluntad de tal o cual
ser racional: verbigracia, de la voluntad humana”.
(Fundamentación)

“Hay un imperativo que, sin poner como condición ningún propósito a obtener por medio de cierta
conducta, manda esa conducta inmediatamente. Tal imperativo es categórico. No se refiere a la materia
de la acción y a lo que de esta ha de suceder, sino a la forma y al principio de donde ella sucede, y lo
esencialmente bueno de la acción consiste en el ánimo que a ella se lleva, sea el éxito el que fuere. Este
imperativo puede llamarse el de la moralidad”.
(Fundamentación)

- Fórmula general:
“Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal”.

- Las tres fórmulas derivadas:


“Las tres maneras citadas de representar el principio de la moralidad son, en el fondo, otras tantas
fórmulas de una y la misma ley, cada una de las cuales contiene en sí a las otras dos. Sin embargo, hay
en ellas una diferencia que, sin duda, es más subjetiva que objetivamente práctica, pues se trata de
acercar una idea de la razón a la intuición (según cierta analogía), y, por ello, al sentimiento”.

Primera fórmula: “Obra como si la máxima de tu acción debiera tornarse, por tu voluntad, ley
universal de la naturaleza”.
Segunda fórmula: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la
persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo, y nunca solamente como un medio”.
Tercera fórmula: “Obra según la máxima que pueda hacerse a sí misma al propio tiempo ley
universal”.
(Fundamentación)

- La autonomía como principio supremo de la moralidad

4
Ética II El deontologismo kantiano: selección de textos

“La autonomía es, pues, el fundamento de la dignidad de la naturaleza humana y de toda naturaleza
racional”.
(Fundamentación)

“La voluntad absolutamente buena, cuyo principio tiene que ser un imperativo categórico, quedará,
pues, indeterminada respecto de todos los objetos y contendrá sólo la forma del querer en general,
como autonomía; esto es, la aptitud de la máxima de toda buena voluntad para hacerse a sí misma ley
universal es la única ley que se impone a sí misma la voluntad de todo ser racional, sin que intervenga
como fundamento ningún impulso e interés”.
(Fundamentación)

- Autonomía y libertad
“¿Qué puede ser, pues, la libertad de la voluntad sino autonomía, esto es, propiedad de la voluntad
de ser una ley para sí misma? [...] Voluntad libre y voluntad sometida a leyes morales son una y la
misma cosa”.
(Fundamentación)

- Relación entre libertad y ley moral


“Parece, pues, como si en la idea de libertad supusiéramos propiamente la ley moral, a saber: el
principio mismo de la autonomía de la voluntad, sin poder demostrar por sí misma su realidad, y
entonces habríamos ganado sin duda algo importante, por haber determinado al menos el principio
legítimo con más precisión de lo que suele acontecer; pero, en cambio, por lo que toca a su validez y
a la necesidad práctica de someterse a él, no habríamos avanzado un paso”.
(Fundamentación)

“Muéstrase aquí -hay que confesarlo francamente- una especie de círculo vicioso, del cual, al
parecer, no hay manera de salir. Nos consideramos como libres en el orden de las causas eficientes,
para pensarnos sometidos a las leyes morales en el orden de los fines, y luego nos pensamos sometidos
a estas leyes porque nos hemos atribuido la libertad de la voluntad”.
(Fundamentación)

“La pregunta de cómo un imperativo categórico sea posible puede, sin duda, ser contestada en el
sentido de que puede indicarse la única suposición bajo la cual es posible, a saber: la idea de la libertad,

5
Ética II El deontologismo kantiano: selección de textos

y asimismo en el sentido de que puede conocerse la necesidad de esta suposición, todo lo cual es
suficiente para el uso práctico de la razón, es decir, para convencer de la validez de tal imperativo y,
por ende, también de la ley moral; pero cómo sea posible esa suposición misma, es cosa que ninguna
razón humana pueda conocer. Pero si suponemos la libertad de la voluntad de una inteligencia, es
consecuencia necesaria la autonomía de la misma como condición formal bajo la cual tan sólo puede
ser determinada”.
(Fundamentación)

“La libertad es sin duda la ratio essendi de la ley moral, pero la ley moral es la ratio cognoscendi de
la libertad. Pues si la ley moral no estuviese, en nuestra razón, pensada anteriormente con claridad, no
podríamos nunca considerarnos como autorizados para admitir algo así como lo que la libertad es (aun
cuando esta no se contradice). Pero si no hubiera libertad alguna, no podría de ningún modo encontrarse
la ley moral en nosotros”.
(K.p.V.)

Así pues, la ley moral no expresa nada más que la autonomía de la razón pura práctica, es decir, la
libertad, y esta es incluso la condición formal de todas las máximas, bajo cuya condición solamente
pueden estas coincidir con la ley práctica suprema”.
(K.p.V.)

“La realidad de la ley moral no puede ser demostrada por ninguna deducción, por ningún esfuerzo
de la razón teórica, especulativa o apoyada empíricamente y, por tanto, aun si se quiere renunciar a la
certidumbre apodíctica, no puede tampoco ser confirmada por la experiencia, y demostrada así a
posteriori; sin embargo, se mantiene firme sobre sí misma”.
(K.p.V.)

- El respeto (Achtung) como sentimiento moral primordial


“Así pues, la ley moral derrota la presunción. Pero como esa ley, sin embargo, es en sí algo positivo,
a saber, la forma de una causalidad intelectual, es decir, de la libertad, resulta que al debilitar la
presunción oponiéndose a la resistencia subjetiva, a saber, a las inclinaciones en nosotros, es al mismo
tiempo un objeto de respeto; y el derrotarla completamente, es decir, humillándola, es un objeto del
sumo respeto y, por tanto, también el fundamento de un sentimiento positivo, que no es de origen
empírico, y que es conocido a priori”.

6
Ética II El deontologismo kantiano: selección de textos

(K.p.V.)

- La felicidad y la autosatisfacción
“La noción de felicidad no es un concepto abstraído por el hombre a partir de sus instintos, sino que
constituye la mera idea de un estado, siendo así que quiere adecuar tal estado a esa idea bajo
condiciones tan solo empíricas, lo que es imposible. Él mismo esboza de manera extraordinariamente
variopinta dicha idea mediante su entendimiento, enmarañado con la imaginación y los sentidos; y la
modifica tan a menudo que, incluso si la naturaleza estuviese sometida enteramente a su arbitrio, no
podría pese a ello conjeturar una precisa e invariable ley universal que se correspondiera con ese
fluctuante concepto y con la meta que se le ofrece caprichosamente a cada cual”.
(K.U.)

“La felicidad abarca todo, y también únicamente, cuanto la naturaleza puede procurarnos, mientras
que la virtud, en cambio, contiene aquello que sólo el hombre puede darse o quitarse a sí mismo”.
(Teoría y práctica)

“Es la virtud siempre, como condición, el bien más elevado, porque no tiene ninguna condición
sobre sí, y la felicidad siempre algo que para el que la posee es agradable, pero sin ser por sí sola
absolutamente buena en todos los respectos, sino presuponiendo siempre, como condición, la conducta
moral conforme a la ley”.
(K.p.V.)

“La felicidad sólo es algo bueno bajo la restricción del hacerse digno de ella, y la condición de tal
dignidad es una voluntad que sea buena sin más bajo cualquier respecto. Los talentos y los dones de la
fortuna sólo son buenos en tanto que se tenga voluntad para servirse bien de ellos; por consiguiente, la
buena voluntad se presenta como la condición sin la cual nada sería bueno, esto es, como el bien
absoluto sin paliativos”.
(Reflexiones, 7206)

“Las adversidades, el dolor y la pobreza representan grandes tentaciones para transgredir el propio
deber, por lo cual el bienestar, el vigor, la salud y la prosperidad en general pueden ser considerados
como fines que son a la vez deberes; pero en tal caso el objetivo no es la felicidad propia, sino que lo

7
Ética II El deontologismo kantiano: selección de textos

es la moralidad misma del sujeto, y apartar los obstáculos hacia tal fin constituye tan sólo el medio
permitido, pues nadie tiene derecho a exigirme sacrificar aquellos de mis fines que no son inmorales”.
(Metafísica de las costumbres)

“¿Acaso no se ha enseñado una palabra que designe, no un disfrute como el de la felicidad, pero sí
un encontrarse a gusto con su existencia, un análogo de la felicidad que ha de acompañar
necesariamente a la consciencia de la virtud? ¡Claro que sí! Esa palabra es autosatisfacción, esto es, el
hallarse contento con uno mismo”.
(K.p.V.)

“El modo más eficaz de estimular a los hombres hacia lo moralmente bueno es mostrar que uno sólo
puede estimarse a sí mismo en cuanto se conforme con la virtud e igualmente que, aunque no se lo
persiga de modo consciente, el mayor sosiego acompaña a la ejecución del bien”.
(Reflexiones, 6619)

“Si las buenas acciones no reportaran jamás ninguna ventaja y la felicidad fuera únicamente un
premio a la astucia o una especie de lotería en la ruleta del azar, cualquier hombre sensato seguiría la
regla moral basándose en tal sentimiento; si pudiera obtenerse de modo inmediato la felicidad por este
medio, la belleza moral quedaría enteramente devorada por el egoísmo y nunca podría obtenerse la
estima del mérito. Con todo, la virtud no conlleva un provecho seguro, y sus motivaciones han de
asociarse con el beneficio que logran”.
(Reflexiones, 6629)

- La felicidad y los postulados de la razón pura práctica


“El eudemonista, es decir, aquel que todo lo cifra en la felicidad, identifica ese gozo con el móvil
que le hace obrar virtuosamente, determinándose a cumplir con su deber gracias a esa perspectiva de
felicidad. Sin embargo, resulta claro que, como sólo puede recibir esta recompensa de la virtud
mediante la conciencia del deber cumplido, esta debe ir por delante; es decir, que ha de verse obligado
a cumplir con su deber antes de pensar, e incluso sin pensar, en que dicha felicidad será la recompensa
de la observancia del deber”.
(Metafísica de las costumbres)

8
Ética II El deontologismo kantiano: selección de textos

“De esta solución de la antinomia de la razón pura práctica se deduce que, en los principios prácticos,
un enlace natural y necesario entre la conciencia de la moralidad y la esperanza de una felicidad que
le sea proporcionada como consecuencia de aquella, se deja pensar, al menos, como posible (pero no
por eso desde luego puede conocerse y penetrarse); pero que, en cambio, los principios de la busca de
la felicidad no pueden, en modo alguno, producir moralidad, y, por tanto, que el más elevado bien
(como primera condición del bien supremo) lo constituye la moralidad, siendo la felicidad, si bien el
segundo elemento del mismo, sin embargo, de tal modo, que es la consecuencia moralmente
condicionada, pero necesaria de la primera”.
(K.p.V.)

“No es precisamente la moral la doctrina de cómo nos hacemos felices, sino de cómo debemos llegar
a ser dignos de la felicidad. Sólo después, cuando la religión sobreviene, se presenta también la
esperanza der ser un día partícipes de la felicidad en la medida en que hemos tratado de no ser indignos
de ella”.
(K.p.V.)

- La respuesta a ‘¿qué me cabe esperar?’: el sumo bien


“Ella [la razón pura práctica] busca, como razón pura práctica, para lo prácticamente condicionado
(lo que descansa en inclinaciones y necesidades naturales) también lo incondicionado y, en verdad, no
como fundamento de determinación de la voluntad, sino, aun cuando éste ha sido dado (en la ley
moral), busca la totalidad incondicionada del objeto de la razón pura práctica, bajo el nombre de sumo
bien”.
(K.p.V.)

“Aunque el sumo bien sea todo el objeto de la razón pura práctica, es decir, de una voluntad pura,
no por eso se le puede considerar como fundamento de determinación de la misma, y la ley moral tiene
sola que ser considerada como el fundamento para proponerse como objeto aquel supremo bien y su
realización o persecución”.
(K.p.V.)

“De ser imposible realizar el sumo bien confirme a reglas prácticas, entonces también la ley moral
que ordena promoverlo ha de ser fantástica y por ende falsa de suyo, al poner sus miras en un fin
quimérico e imaginario”.

9
Ética II El deontologismo kantiano: selección de textos

(K.p.V.)

“El sumo bien sólo es posible dentro del mundo en cuanto se asuma una causa suprema de la
naturaleza que posea una causalidad conforme a la ley moral”, por lo que “resulta moralmente
necesario asumir la existencia de Dios”.
(K.p.V.)

“Debemos hacer lo mejor posible cuanto se halle a nuestro alcance, albergando la esperanza de que
Dios cumplimentará cualquier fragilidad propia de nuestra conducta; es decir, que dará cumplimento
a todo cuanto no se halla bajo nuestro poder, siempre que hayamos hecho cuanto nos era posible hacer”.
(Lecciones de Ética)

- Dios como objeto de ‘fe racional’


“No necesitamos esta creencia [la creencia en Dios] para obrar según las leyes morales, que nos
vienen dadas exclusivamente por la razón práctica; sin embargo, sí precisamos conjeturar una suprema
sabiduría con respecto hacia ese objeto de nuestra voluntad moral hacia el que vienen a orientarse
nuestros fines, pues este sumo bien representa el objeto subjetivamente necesario de una buena
voluntad, y creer en su realizabilidad constituye un supuesto inexcusable. Si pretendemos
aproximarnos mediante nuestras acciones al horizonte configurado por esa posible meta, habremos de
admitir entonces que tal objetivo es enteramente posible, aunque nadie puede ser obligado a ello, ya
que la creencia es libre”.
(Reflexiones 2793)

“Es bueno que no sepamos, sino que creamos que hay un Dios”
(Reflexiones 4996)

“[Si pudiéramos llegar a conocer con certeza la existencia de Dios] la mayoría de las acciones
conformes a la ley se deberían al miedo, unas cuantas a la esperanza, y ninguna al deber, con lo que
no existiría en absoluto el valor moral de las acciones. El comportamiento del ser humano se
transmutaría en un simple mecanismo donde, como en un teatro de marionetas, todos los personajes
gesticularían convenientemente, mas no se descubriría ninguna vida en las figuras. Pero todo está
dispuesto de muy otra manera para nosotros y, pese a todos los empeños de nuestra razón, sólo tenemos
una perspectiva muy enigmática y equívoca del futuro, de suerte que aquel regidor del mundo sólo nos

10
Ética II El deontologismo kantiano: selección de textos

deja conjeturar su existencia sin distinguirla o evidenciarla claramente; en cambio, la ley moral
depositada dentro de nosotros, sin prometernos o amenazarnos nada con seguridad, exige de nosotros
un respeto desinteresado y, sólo cuando este respeto se ha vuelto activo y predominante, nos permite
entonces, y tan sólo gracias a ello, vislumbrar en lontananza el reino de lo suprasensible”.
(K.p.V.)

- Epílogo

“Dos cosas llenan mi ánimo de creciente admiración y respeto a medida que pienso y profundizo en
ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí. Son cosas ambas que no debo buscar
fuera de mi círculo visual y limitarme a conjeturarlas como si estuvieran envueltas en tinieblas o se
hallaran en lo trascendente; las veo ante mí y las enlazo directamente con la conciencia de mi
existencia. La primera arranca del sitio que yo ocupo en el mundo sensible externo, y ensancha el
enlace en que yo estoy hacia lo inmensamente grande con mundos y más mundos y sistemas de
sistemas, y además su principio y duración hacia los tiempos ilimitados de su movimiento periódico.
La segunda arranca de mi yo invisible, de mi personalidad y me expone en un mundo que tiene
verdadera infinidad, pero sólo es captable por el entendimiento, y con el cual (y, en consecuencia, al
mismo tiempo también con todos los demás mundos visibles) me reconozco enlazado no de modo
puramente contingente como aquél, sino universal y necesario. La primera visión de una innumerable
multitud de mundo aniquila, por así decir, mi importancia como siendo criatura animal que debe
devolver al planeta (sólo un punto en el universo) la materia de donde salió después de haber estado
provisto por breve tiempo de energía vital (no se sabe cómo). La segunda, en cambio, eleva mi valor
como inteligencia infinitamente, en virtud de mi personalidad, en la cual la ley moral me revela una
vida independiente de la animalidad y aun de todo el mundo sensible, por lo menos en la medida en
que pueda inferirse de la destinación finalista de mi existencia en virtud de esta ley, destinación que
no está limitada a las condiciones y límites de esta vida”.
(K.p.V.)

11

También podría gustarte