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LA RESPONSABILIDAD ADMINISTRATIVA.
LA POTESTAD DISCIPLINARIA.
La primera característica que habría que destacar de esta potestad es que el ordenamiento jurídico la otorga,
indiferenciadamente, a una muy amplia y heterogénea gama de sujetos de derecho, tanto públicos como
privados.
Las organizaciones disponen de un poder disciplinario debido a la necesidad de preservar su orden interno,
imprescindible para que cualquier organización pueda llevar a buen puerto sus fines institucionales.
Los elementos de la potestad disciplinaria, son los siguientes:
1. Ilicitud. Su puesta en ejercicio se supedita en todos los casos a la verificación de un acontecimiento previo.
Presupuesto de la potestad disciplinaria es que "alguien" observe o realice una conducta contraria a
derecho.
2. Elemento subjetivo. Mientras el sujeto activo es la organización social en sí misma considerada, aunque
luego ésta manifiesta su voluntad a través de sus órganos, el sujeto pasivo ha de ser uno de los miembros de
esa organización.
3. Elemento objetivo. La potestad disciplinaria se materializa en la imposición de una medida aflictiva (sanción
disciplinaria), que puede recaer tanto sobre el patrimonio del sujeto pasivo, como sobre su esfera personal
de libertad. Concretamente, la sanción máxima va a consistir en la exclusión del sujeto pasivo de la
organización de la que hasta entonces formaba parte.
“La potestad disciplinaria en sentido amplio, consiste en el poder de reprimir, mediante la imposición de
sanciones, aquellas conductas antijurídicas que realizan quienes se encuentran vinculados a la Administración
por una relación especial de sujeción, siempre que tales conductas tengan lugar en el ámbito de dicha
relación”.
Cuando se habla de potestad disciplinaria, tradicionalmente se piensa sólo en la responsabilidad en que incurren
los funcionarios de un organismo público y que puede ser perseguida por sus superiores, quienes están
facultados para investigar y sancionar las infracciones que aquellos hubieren cometido en el desempeño de sus
cargos.
La realidad administrativa de cualquier país, incluido el nuestro, exhibe una tendencia por hacer participar en las
funciones públicas a numerosas personas que no encuentran cabida dentro de los esquemas tradicionales de
organización institucional. Es lo que sucede en Chile con los agentes de aduana y con los empleados auxiliares de
éstos.
La Administración suele servirse de personas y entidades que, si bien no realizan una función pública, como en el
caso anterior, están legalmente facultadas para ejecutar ciertos actos o para emitir documentos que sí forman
parte del complejo engranaje de alguna de las funciones que desarrolla la Administración.
Sin embargo, no quedan dentro del concepto de potestad disciplinaria las atribuciones para aplicar medidas a
los contratistas y concesionarios. La actividad de éstos se inserta dentro del campo contractual; luego, las
consecuencias que se derivan de un eventual incumplimiento son de naturaleza civil.
Tampoco pertenecen a este campo las medidas que se aplican respecto de los usuarios de los servicios públicos,
las que generalmente tendrán carácter civil -cuando deriven del incumplimiento de las cláusulas de un contrato-
o serán penas gubernativas cuando estén establecidas en resguardo del orden social general.
La potestad disciplinaria, desde esta concepción amplia, entonces, se ejerce no sólo respecto de quienes
poseen la calidad jurídica de funcionario, sino que también respecto de aquellas personas que están obligadas
por un especial deber de corrección en el desempeño de una actividad pública o en la ejecución de actos que
se enmarcan en una función desarrollada por la propia Administración.
La existencia de este deber crea una situación de supremacía especial para el ente administrativo, diversa de la
supremacía general a que estamos sujetos los súbditos. Desde el punto de vista del particular, en cambio, se da
una situación de subordinación respecto del órgano encargado de velar por su buen desempeño.
El criterio expuesto tiene pleno fundamento en nuestra legislación, puesto que el artículo 20 del Código Penal se
refiere a las penas disciplinarias como aquellas que el superior impone a sus subordinados, sin distinguir si la
relación de subordinación proviene de un vínculo jerárquico interno o de una situación de supremacía externa.
Ambas posibilidades caben dentro de los términos utilizados por la ley.
LA RESPONSABILIDAD ADMINISTRATIVA.
Concepto: El inciso segundo del artículo 119 del Estatuto Administrativo señala que los funcionarios incurren en
responsabilidad administrativa cuando la infracción a sus deberes y obligaciones fuere susceptible de la
aplicación de una medida disciplinaria, la que debe ser acreditada mediante investigación sumaria o sumario
administrativo.
Los elementos que definen toda responsabilidad administrativa son, entonces, los siguientes:
La infracción de deberes, obligaciones y prohibiciones que corresponden a los funcionarios y que están
expresamente establecidos en el Estatuto Administrativo.
Sin embargo, cabe anotar que no hay una sanción asignada a cada infracción específica. Por lo mismo, hay aquí
un margen de discrecionalidad inevitable.
La existencia de una investigación sumaria o de un sumario administrativo. Ambos procedimientos tienen por
objeto establecer la efectividad de las contravenciones, sus circunstancias y la identidad de sus autores.
La diferencia fundamental entre ambos procedimientos radica en lo concentrado del procedimiento de la
investigación sumaria y en lo relativamente extenso del sumario administrativo.
La aplicación de una medida disciplinaria. Dichas medidas están expresamente señaladas y definidas en el
Estatuto Administrativo en los artículos 121 y siguientes. Son cuatro: censura, multa, destitución y suspensión.
La censura consiste en al reprensión por escrito que se hace al funcionario y de la cual se deja constancia en
su hoja de vida mediante una anotación de demérito.
La multa consiste en la privación de un porcentaje de la remuneración mensual, que no puede ser inferior a
un 5% ni superior a un 20%. De su aplicación se deja constancia en la hoja de vida y su aplicación no releva al
funcionario de la obligación de servir el cargo.
La suspensión consiste en la privación temporal del empleo con goce de un 50 a 70% de las remuneraciones
y sin poder hacer de los derechos y prerrogativas inherentes a su cargo
Finalmente, la destitución es la decisión de la autoridad facultada para hacer el nombramiento de poner
término a los servicios de un funcionario. Se caracteriza por lo siguiente:
FUENTES.
1. La infracción de la Constitución y de las normas dictadas conforme a ella, entre las cuales se encuentra el
Estatuto Administrativo, genera las responsabilidades y sanciones que determine la ley (art. 6°). Asimismo,
la no aplicación del principio de la legalidad por parte de cualquiera persona, institución o grupo, acarrea las
responsabilidades y sanciones que la ley señala (art. 7°).
El art. 38 de la Constitución dispone que la responsabilidad que le cabe a los órganos de la administración
del Estado por las lesiones que origine en los administrados, es sin perjuicio de la responsabilidad que
pudiere afectar al funcionario que hubiere causado daño.
2. La LOCBGAE dispone, en su art. 4°, que el Estado es responsable por los daños que causen los órganos de la
Administración del Estado en el ejercicio de sus funciones, sin perjuicio de las responsabilidades que
pudieren afectar al funcionario que los hubiere ocasionado.
El art. 18 complementa dicha norma al señalar que el personal de la Administración del Estado estará sujeto
a responsabilidad administrativa, sin perjuicio de la responsabilidad civil y penal que pudiera afectarle.
3. Finalmente, el Estatuto Administrativo dedica el Título V, a partir del art. 119, a la responsabilidad
administrativa.
b) En los demás casos de sobreseimiento definitivo o sentencia absolutoria, el afectado puede pedir la
reapertura del sumario. Y si en este también se le absuelve, procede la reincorporación.
En cualquier caso de reincorporación, si ésta no fuere posible llevar a efecto en el plazo de seis meses desde
la absolución, el empleado tiene derecho a exigir una indemnización consistente en el pago de la
remuneración que le habría correspondido percibir en su cargo durante el tiempo que hubiera permanecido
alejado hasta un tope de tres años. Esta suma se paga en un solo acto y reajustada.
1. Están señaladas y definidas expresamente en la ley. Se rigen por el principio de la legalidad de las sanciones.
2. Son independientes de la responsabilidad civil y penal. Una persona puede ser sancionada
disciplinariamente, y absuelta civil o penalmente.
4. No proceden por hechos que no hayan sido materia de cargos. Los cargos deben precisarse en términos
concretos respecto de la forma, oportunidad y circunstancia en que ocurrieron los hechos.
6. Se aplican tomando en cuenta dos órdenes de elementos. Por una parte, la gravedad de la falta cometida.
Por la otra, las circunstancias atenuantes o eximentes que arroje el mérito de los antecedentes. Es decir, las
sanciones deben ser proporcionales.
La CGR ha reconocido como eximente la enfermedad mental determinada por una Comisión de Medicina
Preventiva También, dicho organismo ha validado como atenuantes el reparar el mal causado, la buena
conducta funcionada, el fuerte apremio económico,
Características.
1. Debe ordenarse mediante una resolución por el jefe superior de la institución, el SEREMI o el Director
Regional, cuando estimen que los hechos son susceptibles de ser sancionados con una medida disciplinaria o
en caso de disponerlo así expresamente la ley.
2. Está a cargo de un instructor. Este es un funcionario que actúa como investigador.
3. El procedimiento:
a) Es verbal. Pero de lo actuado debe levantarse acta general que deben firmar los que hayan declarado.
b) Es breve, pues no puede exceder de cinco días, al término de los cuales deben formularse los cargos. El
acusado tiene dos días para responder; si solicita prueba, el investigador debe señalar un plazo para
rendirla, el que no puede exceder de tres días. Vencido el período de prueba, el investigador debe emitir
una vista o informe en el término de dos días. En dicha vista o informe se debe contener una relación de
los hechos, los fundamentos o conclusiones a que hubiere llegado, formulando la proposición que
estime procedente. La autoridad tiene el plazo de dos días para dictar la resolución.
4. En materia de notificaciones, estas deben hacerse personalmente; sin embargo, si el funcionario no es
habido por dos días consecutivos en su domicilio o en su lugar de trabajo, se le notifica por carta certificada,
de la cual debe dejarse constancia.
5. Caben dos recursos contra la resolución que aplica la sanción: el de reposición y el de apelación. Ambos
deben interponerse en el término de dos días, y la apelación debe ir en subsidio de la reposición. El recurso
debe interponerse ante quien emitió la resolución. La apelación sólo cabe en caso que la medida haya sido
aplicada por otra autoridad. El plazo para resolver ambos recursos es de dos días.
6. La investigación sumaria deber terminar con la absolución o con la formulación de cargos.
7. No cabe la sanción disciplinaria de destitución.
8. Puede transformarse en sumario administrativo si en el transcurso de la investigación se constata que los
hechos revisten una mayor gravedad. En tal caso, la autoridad competente debe disponer que se ponga
término a la investigación y se prosiga mediante un sumario.
Clasificación:
a) Contractual y extracontractual. La primera proviene del incumplimiento de un contrato. Supone un
vínculo jurídico entre el autor del daño y la víctima del mismo. La responsabilidad
extracontractual, en cambio, es aquella que surge por el sólo hecho de generar daño, existiendo una
relación causal entre un sujeto y una víctima. No hay un vínculo previo entre ambos sujetos.
b) Subjetiva y objetiva. La primera tiene como fundamento la culpa del autor del daño. La segunda, es
una responsabilidad sin culpa; el autor del daño es responsable por el sólo hecho de generar el
perjuicio. Se funda en el riesgo creado, en la peligrosidad de una actividad, etc.
c) Por hecho propio y por hecho ajeno. La regla general es que está obligado a la indemnización el que
hizo el daño y sus herederos (Art. 2316 C. C.). Sin embargo, toda persona es responsable no sólo de
sus propias acciones, sino del hecho de aquellos que estuvieren a su cuidado (Art. 2320 C.C.). En este
sentido, la responsabilidad por el hecho ajeno es una excepción a la regla general. En todo caso, es
una responsabilidad indirecta.
Elementos de la responsabilidad.
a) El daño.
El daño es el detrimento, sufrimiento, menoscabo, dolor o molestia que sufre un individuo en su
persona, bienes, libertad, honor, crédito, afectos, creencias. El daño supone la destrucción o
disminución, por insignificante que sea, de las ventajas o beneficios patrimoniales o
extrapatrimoniales de que goza un individuo, siempre que estos sean lícitos. La ley no exige que esta
pérdida, disminución, detrimento o menoscabo recaiga sobre un derecho de que la víctima sea dueña o
poseedora y ni que esa cuantía sea insignificante o de difícil apreciación.
El daño debe ser cierto, es decir, real, efectivo, tanto que, a no mediar él, la víctima se habría hallado en
mejor situación. Un daño no deja de ser cierto porque su cuantía sea incierta o indeterminada o de difícil
apreciación. La certidumbre dice relación no con su cuantía sino con el hecho que haya ocurrido
realmente.
b) Relación de causalidad.
Para que haya responsabilidad, es menester que entre la acción u omisión, por una parte, y el daño,
por la otra, haya una relación de causalidad, es decir, que éste sea la consecuencia o efecto de esa
acción u omisión. Un delito o cuasidelito obliga a la indemnización cuando conduce a un daño,
cuando éste es su resultado, cuando el daño se induce de él. Hay relación de causalidad cuando el
acto o la omisión es la causa directa y necesaria del daño, cuando éste sin él no se habría producido.
c) El derecho civil exige también el hecho voluntario (conducta y voluntariedad) y la culpa (juicio
de reproche con modelo de conducta).
La Constitución regula dos responsabilidades del Estado de manera especial: La responsabilidad del
Estado-Juez (19 N° 7 letra i) y la responsabilidad del Estado-Administrador (38 inciso segundo). Guarda
silencio respecto de la responsabilidad del Estado-Legislador.
El Estado y sus órganos gozan de personalidad jurídica de derecho público. Son, por tanto, sujetos de
derechos. Pueden tener obligaciones.
Chile es una República. Todos los sujetos son responsables y el derecho obliga por igual a todos, a
gobernantes y a gobernados. Todos ellos deben responder por sus actuaciones.
La responsabilidad por daño, en cambio, surge precisamente por el perjuicio. Este coloca a su autor en la
necesidad de asumir la reparación del mismo. No exige una trasgresión normativa. Es el daño, no la
infracción, la que engendra la responsabilidad.
2. Objetiva o subjetiva.
La subjetiva exige como requisito para su configuración algún elemento personal del autor de la acción u
omisión que genera el daño, como la culpa o el dolo.
La responsabilidad objetiva, en cambio, prescinde de toda consideración subjetiva relativa al autor del
daño. Pero los autores se dividen en lo que sigue.
En efecto, para algunos, esta responsabilidad exige sólo la existencia de un daño y de la relación
causal entre la respectiva acción u omisión. Se configura por la relación directa entre la víctima y el
que la causó el perjuicio, sin tomar en cuenta si éste actuó con dolo o culpa o si actuó dentro de
su competencia.
Para otros, en cambio, la responsabilidad objetiva significa ausencia de dolo o culpa del
funcionario, pero no excluye la exigencia de la falta de servicio.
3. Institucional o personal
En la responsabilidad institucional, quien se ve obligado a reparar, es el órgano para quien trabaja el
autor del daño, sin perjuicio que después pueda repetir en su contra. Es una responsabilidad directa del
órgano.
En la responsabilidad personal, en cambio, no responde el órgano por los daños producidos, sino que es
el funcionario que los ocasionó, quien responde.
4. Constitucional o legal.
La responsabilidad constitucional es aquella cuyos elementos configurativos son los de la Carta
Fundamental. Es la Constitución la que establece sus requisitos de procedencia.
La responsabilidad legal, en cambio, es aquella en que sus requisitos constitutivos los establece la ley.
7. Directa o indirecta.
La responsabilidad indirecta es aquella en que la obligación de reparar el daño no se da entre el autor del
perjuicio y la víctima, sino entre la persona para quien trabaja dicho autor y la víctima. En este tipo de
responsabilidad se prescinde del autor.
La responsabilidad directa, en cambio, es aquella en que responde el autor del acto, aunque éste lo haga
cumpliendo funciones o encargos para otra persona.
LOS REQUISITOS DE LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL DE LOS O.A.E.
La doctrina aborda de distinta manera los presupuestos de la responsabilidad extracontractual de los
O.A.E.
Así, para algunos, es necesario distinguir entre elementos subjetivos y elementos objeti vos. Los
primeros apunta a definir qué O.A.E. pueden causar el daño indemnizable, es decir, quién es el sujeto
pasivo de la responsabilidad, y quién puede exigir o demandar dicha responsabilidad, o sea el sujeto
activo.
Los elementos objetivos, por su parte, son el daño y la actividad administrativa que lo genera y la
relación de causalidad.
Otros autores, en cambio, señalan que los presupuestos o requisitos de la REE son tres: lesión resarcible,
la imputación del daño y la relación de causalidad. Nosotros seguiremos esta agrupación de elementos.
Tipos de lesiones de los que han tenido que responder los O.A.E.
Actuaciones de la policía o de personal militar.
Daño al mobiliario de una casa ocupada por personal militar.
Disparo de carabinero en una calle que ocasiona lesiones. Choque de radiopatrulla que
conducía carabinero.
Muerte de persona por personal de los servicios de seguridad.
Lesiones gravísimos ocasionadas por patrulla militar.
Arrojamiento al mar de bebidas que están en un barco para impedir apropiación por los
huelguistas.
2. La actividad dañosa.
Se consideran daños indemnizables los causados por cualquier tipo de actividad administrativa, tanto
material como jurídica, salvo, naturalmente, la ocasionada en el seno de contratos, dado que aquí
tratamos sólo de la responsabilidad extracontractual.
En efecto, la manera más frecuente de causar daños, es por las actuaciones materiales de la
administración, esto es, aquellas que suponen una transformación de la realidad física, ya sea operando
sobre las personas o sobre las cosas. Pero también cabe responsabilidad por la actividad jurídica.
En esta categoría cabe, por una parte, la responsabilidad producida por la sim ple emisión de normas
reglamentarias. Al ser productos normativos, constituyen títulos de creación de deberes jurídicos que
sus destinatarios estarán obligados a soportar. Sin embargo, para algunos, la circunstancia de su
generalidad, excluiría el requisito de la individualización del daño.
Por la otra, el daño puede ser causado también a través de actos administrativos formales.
Finalmente, también puede dar lugar a responsabilidad, la inactividad de la administración, en el sentido
de la omisión de los deberes de actuar que el ordenamiento jurídico le impone.
El Art. 38 de la Constitución establece una responsabilidad de carácter objetivo u orgánico. Ello significa
que la imputación del daño recae directamente sobre el órgano administrativo. No obsta a la existencia de
responsabilidad para la administración, que el daño se hubiere originado por falta o culpa personal del
servidor público. Esta no es una responsabilidad de los agentes públicos sino del Estado; por lo mismo,
prescinde de toda consideración subjetiva. Para que la responsabilidad tenga lugar, es suficiente que la
actuación del agente público esté relacionada con el servicio u órgano público y que haya un vínculo
directo de causalidad entre la acción u omisión y el daño producido.
La responsabilidad extracontractual del Estado administrador, no es una responsabilidad por hecho
ajeno. De acuerdo a la teoría del órgano, la actuación de los funcionarios del servicio hace responsable
directamente al servicio, pues actúan por él.
Por lo mismo, es irrelevante que la actuación del funcionario tenga falta o arbitrariedades. Existe un
vínculo directo entre el poder público y las personas, el que no es intermediado por la persona del
funcionario o agente interviniente cuya actuación no es a título personal sino institucional.
Segundo caso: Los autores del daño no son funcionarios o la actividad que la ocasionó era privada.
Problema. El Fisco suele alegar, para eximirse de responsabilidad, que los funcionarios que cometieron la
acción u omisión que generó el perjuicio, no actuaban como tales sino como sujetos privados. Por
ejemplo, que tenían un contrato de derecho privado con el servicio.
También ha alegado, por ejemplo, que el paciente que sufrió perjuicios en un hospital público, se atendía
por un seguro privado de salud.
Criterios jurisprudenciales. Los tribunales han utilizado distintas argumentaciones para demostrar que
quienes ocasionaron el daño en esos casos, eran funcionarios y actuaban como tales:
Finalidad. La acción u omisión fue prestada con ocasión del cargo público que desempeñaban;
dicha actuación estuvo no sólo relacionada sino derechamente al servicio del órgano estatal. El
causante actuó cumpliendo sus tareas específicas.
Lo que está en juego en los dos alegatos anteriores es lo siguiente: Si el daño es producto de un
comportamiento de uno de sus funcionarios, es imprescindible que éste haya actuado "en el ejercicio de
sus funciones".
Dicho requisito, sin embargo, es exigible sólo a ciertos casos, pues existen innumerables situaciones en
adonde los daños son consecuencia del mal funcionamiento del Servicio, es decir, es imposible atribuirle
los perjuicios causados a un comportamiento funcionarial, ya que éstos obedecen sólo a una deficiencia
en la organización interna del Servicio. En estos casos, el daño es impersonal, ya que no obedece a una
conducta de un funcionario determinado.
Con todo, dicha formula significa que los funcionarios deben haber estado investidos de autoridad legal
bastante para comprometer al Estado por los actos consecuenciales de la ocupación.
Ilustrativo a este respecto, resulta el juicio dirigido en contra de Jorge Sagredo Pizarro y Carlos Topp
Collins, quienes fueron acusados de homicidio y violación.
Los hechos perpetrados por Sagredo y Topp Collins fueron cometidos -señaló el tribunal- cuando
pertenecían al cuerpo de Carabineros. Pero comoquiera que esos hechos ocurrieron, ninguna relación
tenían con los deberes y labores funcionarías, pues no fueron cometidos durante el servicio ni con
ocasión de él. Debe concluirse -señaló el tribunal- que se trata de un hecho jurídico de carácter personal
que se rige enteramente, en lo que a la indemnización se refiere, por el derecho común y no por el
derecho público, respecto del Fisco; queda excluida, entonces, respecto de éste, la responsabilidad
directa y extracontractual del Estado. Los hechores actuaron en horas en que estaban de franco, sin uso
alguno de sus uniformes ni de armas fiscales, respecto de hechos que nada tenían que ver con el empleo o
función.
Los actos del funcionario que causa el daño deben, entonces, ser ejecutados con ocasión de la realización
de sus labores funcionarías, vale decir, en cumplimiento de los deberes inherentes a su empleo o
función.
Con respecto a los Servicios de Salud, por ejemplo, no se dan mayores problemas para comprobar la
concurrencia de este requisito. En estos:
Por una parte, los daños se causan dentro de un recinto hospitalario que corresponde al lugar donde
los funcionarios dependientes de los respectivos Servicios de Salud desempeñan habitualmente sus
labores o funciones propias de su cargo o empleo.
Por otra parte, todos los funcionarios están usando los equipos, maquinarias, instrumentos y, en
general, de toda la implementación de que disponen los Servicios de Salud.
Una matización debe hacerse en el caso de las actividades llevadas a cabo por los concesionarios, los
contratistas y, en general, los profesionales libres que desempeñen privadamente funciones públicas. El
deber de resarcimiento no se atribuye a la respectiva entidad públicas, sino a ellos mismos, salvo cuando
el daño tenga su origen, por ejemplo, en alguna cláusula impuesta por la Administración al
concesionario que sea de ineludible cumplimiento para éste.
Segundo criterio: la falta de servicio o la afectación de los estándares de rendimiento del servicio.
La responsabilidad surge cuando se produce una lesión con ocasión del funcionamiento "anormal" de los
servicios públicos. Nuestra LOCBGAE denomina este tipo de funcionamiento "falta de servicio" (Art.
42). Implica un funcionamiento anormal por mala organización o por defectos.
El funcionamiento normal lo determina el derecho en base al fin de servicio, a los medios con que
cuenta, etc.
La persona del funcionario no interesa. Se mira al órgano. El sujeto imputable es la administración. El
funcionario puede ser anónimo. Ello no obsta a que sean los funcionarios quienes cometan la falta en
realidad.
Lo que sucede es que la falta de servicio no es imputable a los agentes del órgano personalmente.
Ello objetiviza la responsabilidad, porque desaparece el dolo o la culpa. Hay un daño, si se quiere,
impersonal, no del funcionario con sus debilidades e imprudencias. La responsabilidad recae
directamente en la persona pública.
El concepto de "anormal" abarca tres hipótesis: un mal funcionamiento, un no funcionamiento y un
funcionamiento defectuoso.
Cuando el servicio ha funcionado mal. Ej.: médico de un hospital de un servicio de salud que
administra mal anestesia y causa muerte de paciente.
Cuando el servicio no ha funcionado. Ej.: municipio no señalizó excavación y se cae una persona,
sufriendo perjuicios.
Cuando el servicio actuó tardíamente. Ej.: hospital público que no revisó su banco de sangre
oportunamente, se efectúan transfusiones de sangre y una persona resulta infectada con virus de la
sangre.
Los tres supuestos son reconducibles a una negligencia administrativa, sancionada por el menoscabo que
causa ésta al principio de eficacia que debe presidir hoy toda la actuación de los entes públicos.
El "funcionamiento anormal" o falta de servicio quiere hacer alusión a la circunstancia que la
administración, al realizar el evento dañoso, ha actuado de forma objetivamente inadecuada. De todo
servicio se espera un cierto nivel medio, variable según los medios y las circunstancias; la fal ta de servicio
aparece por debajo de este nivel.
Lo que significa actuación inadecuada es que la administración, al realizar la actividad dañosa, ha actuado
de manera técnicamente incorrecta, esto es, con infracción de los estándares medios admisibles de
rendimiento y calidad de los servicios. En cada momento histórico, la actividad administrativa debe
funcionar con arreglo a unos concretos parámetros de calidad, dependientes del nivel tecnológico.
La falta de servicio puede consistir en una acción o en una omisión, tan to en una actuación voluntaria
como en una imprudencia o torpeza. Puede consistir en un defecto de organización como en una falla de
funcionamiento. Puede ser un acto como una simple operación material.
En el caso de una omisión, la anormalidad del funcionamiento se deriva de no alcanzar el nivel mínimo a
que está obligada la Administración en la prestación del servicio, es decir, que al agente le fuese
imposible impedir el evento dañoso y que tuviere obligación legal de hacerlo. Es decir, aquí no es la
actividad administrativa la que ha producido el evento dañoso, sino que no lo ha evitado cuando debería
haberlo hecho.
Si la administración no actúa cuando debe hacerlo o si su actividad se desarrolla con notorio retraso en
perjuicio de los particulares, la Administración estará obligada a reparar los daños causados, del mismo
modo que lo está si éstos se producen por actuaciones positivas.
Este criterio de imputabilidad, en un contexto como el actual, en el que el individuo depende cada vez
más de la actividad prestacional de los entes públicos, a la vez que se asegura la integridad patrimonial de
los administrados, permite ejercitar un saludable control sobre el funcionamiento administrativo,
imponiéndole positivamente la carga de una diligencia funcional medida bajo sanción de
responsabilidad patrimonial. El problema, en consecuencia, radica en saber cuáles son estos estándares.
En este sentido, se indica que el juez ponderará la falta de servicio de acuerdo a la intensidad del daño;
también a su probabilidad; asimismo, al valor social de la acción, al costo de evitar el accidente y a la
función que cumple el servicio. Desde otra perspectiva, la falta de servicio se opone a la falta personal.
Lo relevante es que la falta puede ser separable del ejercicio de la fun ción. Es decir, genera
responsabilidad del funcionario, no del servicio. El debe responder con su patrimonio.
La separación sicológica, por su parte, tiene lugar con los actos que han obedecido a móviles personales.
Por ejemplo, el acto se realizó con la intención de agraviar; o el acto revela imprudencia y negligencia.
Una falta no es separable, en cambio, cuando no puede aislarse del funcionamiento del servicio. Ahí se
confunde con la falta de servicio.
La doctrina indica que, en general, existe falta personal cuando los perjuicios ocasionados han sido
consecuencia de un actuar doloso, culposo, imprudente o negligente o su inexperiencia.
La impericia se refiere a una falta de preparación suficiente, es decir, cuando el funcionario no tiene los
conocimientos necesarios para desempeñarse en la función que le fue encomendada. Ejemplo, se le
encomienda a un estudiante de quinto año de medicina la atención exclusiva de procesos anestésicos
múltiples.
La imprudencia se demuestra en no obrar con las debidas precauciones que la ciencia o arte hace
aconsejables para evitar los riesgos a que puedan llevar los actos ejecutados sin mayor reflexión,
dependiendo de las circunstancias y del medio en el cual desarrolla su misión. Por ejemplo, se llevó a cabo
un proceso anestésico, omitiendo el tratamiento destinado a diagnosticar la alergia hacia determinados
tipos de droga, que estaría constituido por la dosis de prueba.
La negligencia se traduce en una omisión consistente en el incumplimiento de un deber, en una falta de
precaución, descuido, desatención, o bien, en la omisión de la diligencia debida y, en general, en una falta
de previsión de consecuencias fatales, debido, por ejemplo, a la ligereza del médico que abandona a su
suerte a un paciente que está siendo sometida a los efectos de la anestesia epidural; falta de
esterilización en las jeringas.
La falta personal, por otra parte, no es equivalente a la falta disciplinaria. En algunos casos, la falta
personal cometida en el servicio o con su ocasión, coincide con falta disciplinaria. Pero no siempre debe
ser así.
Cabe precisar que se puede condenar a la Administración a reparar los perjuicios causados por la falta
personal del agente, siempre que ésta haya sido cometida en el ejercicio de las funciones, vale decir, con
los medios o instrumentos puestos por el servicio a disposición del funcionario. Por otra parte, si fue
cometida fuera del ejercicio de las funciones, no queda comprometida la responsabilidad de la
Administración, sino sólo la del funcionario.
Mediante el distingo entre la falta personal y la falta de servicio, entonces, es posible distinguir
claramente la responsabilidad principal y directa de los Servicios y, en segundo término, la
responsabilidad de los funcionarios que interviene.
La idea de responsabilizar directamente al órgano público tiene por fina lidad darle al agraviado una mayor
seguridad en el pago de la indemnización. En efecto, luego de condenado un Servicio al pago de una
indemnización, éste podrá repetir en contra del o los funcionarios causantes del daño, pero siempre y
cuando ellos hubiesen actuado con falta personal. Desde la perspectiva del Derecho Administrativo, la
responsabilidad recae directa e inmediatamente en los Servicios, no importando el o los participantes
que materialmente produjeron el daño, pues ante la víctima siempre es el Estado quien debe responder.
Para invocar la responsabilidad de los funcionarios, es indispensable que éstos hayan actuado con falta
personal.
En conclusión, siempre el Servicio contrae en forma directa e inmediata responsabilidad, sea porque se le
imputan los resultados dañosos de las faltas personales cometidas por sus agentes, o bien, porque el daño
deriva lisa y llanamente del funcionamiento anormal del Servicio. La única diferencia entre ambas
situaciones, radica en que en el segundo caso, el Servicio debe soportar por sí solo el pago de la
indemnización, sin tener la posibilidad de repetir en contra de ningún funcionario.
En primer lugar, está la falta personal cometida en el ejercicio de sus funciones. Dentro de ella se
encuentran, primero, el caso del funcionario que actúa animado por intereses privados. Segundo, los
excesos en el comportamiento. Ej.: estado de ebriedad. Y, tercero, los casos de particular gravedad. Ej.:
fumar en depósito de municiones.
En segundo lugar, está la falta principal cometida en el ejercicio del cargo, pero con ocasión de la
función. Ej.: conductor de vehículo fiscal que se desvía de la ruta para visitar a la novia.
Finalmente, se encuentra la falta cometida fuera del servicio, pero gracias a los medios que éste le
proporciona y que no hubiera podido cometer sin ellos. Ej.: Carabinero ebrio que en un bar dispara con su
arma de servicio.
Para graficar el distingo falta de servicio falta personal, pueden darse los siguientes ejemplos:
Ejemplo 1
La tapa de un sumidero de aguas lluvias destruida, no es repuesta por la Municipalidad. Ello se debe a
que tiene poco personal y ha dedicado poco tiempo a hacer dichas tareas.
Una persona cae en el sumidero y se fractura una pierna. Aquí hay falta de servicio.
La Municipalidad envía a reponer la tapa del sumidero al día siguiente que se destruyó.
El funcionario municipal no cumple de inmediato la orden, sino que al día subsiguiente,
produciéndose en el intertanto el accidente, porque prefirió ver los partidos del mundial.
Aquí hay falta personal.
Ejemplo 2
Se produce un paro cardíaco de un paciente en un hospital público. El hospital no cuenta con un
desfibrilador eléctrico para resucitación. Aquí hay falta de servicio.
Pero hay falta personal, si el personal médico no usa el desfibrilador a tiempo, y el paciente, por la
tardanza, sufre daño cerebral severo.
b. La segunda modalidad tiene lugar cuando en la producción del daño concurre la conducta de un
tercero. Tras una primera fase, en la que tal intervención exoneraba a la administración de indemnizar,
se ha optado por negar que tal circunstancia fuera suficiente para romper el nexo causal, imponiendo a la
administración íntegramente el deber de indemnizar.
c. En tercer lugar, el concurso de causas puede producirse en los casos de responsabilidad concurrente de
varias administraciones públicas.
Finalmente, está la situación de fuerza mayor o sea del imprevisto imposible de resistir.
ii. El afectado no debe estar obligado a soportar el daño por no exis tir causa de justificación. El perjuicio
será, entonces, justo o injusto, según haya o no causales de justificación, las que, en todo caso, deben se
expresas y concretas y arrogar un título que legitime el perjuicio.
iii. Para que exista lesión resarcible, se requiere que el detrimento patrimonial sea antijurídico, no porque
la conducta de su autor sea contraria a derecho sino porque el sujeto que lo sufre no tiene el deber
jurídico de soportarlo. La antijuridicidad no vine por la manera en que se produce, es decir, si su autor
actuó o no jurídicamente.
iv. Se prescinde de toda idea de licitud o culpa. El daño puede no ser buscado, es decir, producirse
incidentalmente en relación con la finalidad del acto.
La ilicitud o la licitud del actuar de la administración, no es un elemento de la definición. Si el acto
administrativo es lícito, la imputación se producirá por la lesión en que incurre la administración
cuando buscando un propósito distinto, origina un sacrificio especial no exigible; si es ilícito, la causal de
imputación será, justamente, la ilicitud.
Se prescinde, pues, del buen o mal funcionamiento del ente que genera el daño.
i. Responsabilidad objetiva: el Estado responde porque los agentes actuaron al servicio del órgano estatal,
cumpliendo tareas específicas; además, operaron en recintos de la entidad.
ii. Responsabilidad subjetiva: el Estado no responde, porque los funcionarios excedieron sus
competencias, pues cometieron delitos.
El tercer conflicto de la responsabilidad extracontractual del Estado administra dor, radica en definir si
está sujeta a normas de derecho privado o a normas de derecho público. El efecto de una u otra posición
afecta la carga de la prueba de la víctima. Las normas de derecho privado hacen más difícil demostrar la
responsabilidad, pues demandan probar descuidos, negligencias, imprudencias, etc.