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Hagamos un esfuerzo y retrocedamos unos años, pocos, hasta el día del estreno
de la segunda temporada de Mad Men. La serie aún no era tan popular como ha
acabado siendo, pero ya acumulaba elogios, devociones, incondicionalidad. Por
ello es fácil de suponer que quienes estén leyendo estas líneas no tendrán
problema en recordar una escena en particular.
Como suele ser bastante habitual en él, Don Draper ha dejado la oficina para
comer, solo, en la barra de un bar. Allí, sentado a su lado, un joven (o alguien más
joven, en cualquier caso menor de cuarenta, que son los años que en ese
momento tiene nuestro protagonista), un joven, digo, lee un libro de
poemas: Meditations in an Emergency, de Frank O’Hara. En un insospechado
arranque de sociabilidad, Draper se dirige a él y le comenta, en referencia a la
lectura: «Hace que te sientas mejor cuando comes en un bar, ¿no? Es una forma
de aprovechar el tiempo». A lo que el otro, tras mirarlo de arriba abajo y constatar
que se encuentra ante un ejecutivo, responde: «Sí, claro, de eso se trata, de
aprovechar el tiempo». Haciendo caso omiso de las insinuaciones del joven, Don
le pregunta si es un buen libro, a lo que aquel responde: «No creo que a usted le
gustara».
Avancemos un poco. No mucho, solo hasta el final de ese mismo episodio, quince
minutos más tarde. Aquí veremos a Don terminando de leer su propio ejemplar
de Meditations in an Emergency para introducirlo a continuación en un sobre.
Mientras pasea al perro camino del buzón de correos, escuchamos su voz
en off recitando unos versos del libro, de ese mismo libro. Los siguientes
extraordinarios versos:
Habrá que dar otro salto para reunir las tres piezas centrales que conforman el
mecanismo de estas líneas. El último salto. Un poco más largo. El capítulo que
cierra esta segunda temporada de Mad Men, una temporada llena de revelaciones,
lleva por título, sí, efectivamente, «Meditations in an Emergency». Con estos tres
datos de momento nos basta.
Decir que Mad Men es una serie plagada de referencias literarias es una obviedad.
Se ha hablado por activa y por pasiva de sus influencias, de los libros que leen sus
personajes, de los que pueblan sus bibliotecas. Se han escrito centenares de
artículos sobre la música de Mad Men, el interiorismo en Mad Men, la ropa de Mad
Men, el grafismo, los locales y los combinados que beben los personajes de Mad
Men. Pero siempre, siempre, se destaca Mad Men como la serie «literaria» por
antonomasia. ¿Es eso cierto? Lo ignoro. Pero lo que sí es cierto es que debe de
ser una de las series que con mayor elegancia deja constancia de su deuda
literaria mediante el recurso a rendidos homenajes.
Volvamos ahora al principio. ¿Quién fue Frank O’Hara? ¿De qué trata Meditations
in an Emergency? ¿Por qué está tan presente durante toda una temporada de la
serie? A diferencia de Cheever o de Yates, O’Hara fue el gran poeta de la ciudad,
de la ciudad de Nueva York. Nació en 1926 y murió muy joven, a los cuarenta
años, atropellado por un vehículo. Junto con John Ashbery, Kenneth
Koch y James Schuyler, conformó la espina dorsal de la Escuela Poética de
Nueva York, un movimiento nacido en directa oposición al formalismo de T. S.
Eliot y Robert Frost, que apostaba por la espontaneidad, la improvisación y el
lenguaje vernáculo, y cuya música, de parecerse a alguna, se asemejaría a las
improvisaciones del free jazz. A diferencia de la de los beatniks, la poesía de
O’Hara no era una poesía comprometida con los acontecimientos de la época. A la
espontaneidad de la misma no le sentaban bien conflictos como la guerra de
Vietnam o demás acontecimientos políticos, públicos y civiles. En ese sentido, los
poetas de Nueva York fueron poetas mucho menos «populares» que sus
contemporáneos (y amigos) Ginsberg y compañía.
O’Hara fue quien encabezó la ruptura que llevaría hasta sus últimas
consecuencias quien para muchos es hoy en día el poeta vivo más importante del
mundo: John Ashbery. Quien rompió primero con la tradición con poemas
plagados de nombres propios, poemas directos, impulsivos, autobiográficos.
O’Hara intentó atrapar la ciudad de Nueva York, sus calles y sus locales, sus
luces, sus ritmos y sus personalidades, sus estados anímicos, y Meditations in an
Emergency, su primer libro, publicado en 1957, da buena cuenta de ello. Esa
voluntad de juego está presente ya en el mismo título del libro, sofisticada
variación del Meditations on Emergent Ocassions, de John Donne.
Anna es la única persona en el mundo con la que Don se sabe él mismo. A su lado
no existe el conflicto de personalidades, y es junto a ella cuando vemos al Don
más relajado y emocionalmente próximo de todos los Don posibles. Los últimos
versos del poema son esclarecedores: «¿Qué piensa él al respecto? / Quiero
decir, ¿qué pienso yo? Y si pienso / tal vez vuelva a ser yo mismo». En casa de
Anna no se resolverá la dicotomía del personaje, pero al menos adquirirá plena
conciencia de ella. Draper nunca dejará de ser una persona solitaria y esquiva,
alguien acostumbrado a comer solo en los bares o a dejar la oficina sin más
explicaciones para pasar la tarde viendo una película francesa en una sala de arte
y ensayo. En casa de Anna, sin embargo, descubrirá que lo «único que le priva de
ser feliz es el convencimiento de estar solo en el mundo». En el último capítulo de
la temporada, Don ha regresado a Nueva York y no solo ha conseguido volver a
ser aceptado en el hogar familiar, sino que también se las ha compuesto para
reconducir la agencia de publicidad. Junto a su mujer, embarazada, y rodeado de
sus hijos, sigue atentamente en la televisión los acontecimientos de Cuba. La
emergencia personal deja paso a la emergencia nacional. Don vuelve a ser él
mismo.
De: https://www.jotdown.es/2019/05/meditaciones-en-una-emergencia-don-draper-y-frank-
ohara/