Explora Libros electrónicos
Categorías
Explora Audiolibros
Categorías
Explora Revistas
Categorías
Explora Documentos
Categorías
Mientras la escribía, la idea de que el fin del mundo es algo cercano se hizo
literal. Dada la catástrofe ecológica que estamos viviendo, la hipótesis no es muy
disparatada. Por otra parte, este libro es una meditación sobre la muerte; tanto el
protagonista como su autor imaginario reflexionan constantemente acerca de la
inminencia de su propio final. La metáfora del fin del mundo se puede interpretar
como una representación simbólica de la desintegración de la cultura tal como la
entendemos. O como una imagen del escritor que reflexiona acerca de su propia
desaparición. Quichotte pierde el sentido de la realidad viendo series y programas
de televisión basura. En cuanto a la fantasía, siempre me ha interesado la ciencia-
ficción y en la novela recurro a ella en muchos momentos. Hay situaciones fuera
de lo normal, objetos que hablan con el protagonista: un arma cargada, la pantalla
de televisión, la estatua de Hans Christian Andersen que hay en Central Park…
Tengo 72 años, y cuando se cobra conciencia de que la vida que tenemos por
delante es menos de la que se ha dejado detrás, es importante no perder el
tiempo. Lo he puesto todo en este libro; en cierto modo se puede decir que es un
resumen de mi vida y de mi obra. He puesto en él todo lo que sé sobre literatura y
sobre la vida. Con él se cierra el paréntesis que se abrió con Hijos de la
medianoche. Cuando publiqué aquella novela tenía 29 años y la visión del mundo
que se tiene a esa edad es muy distinta de la que se tiene pasados los 70. Tardé
dos años en escribir Quichotte, lo cual para mí es ultrarrápido. Normalmente me
lleva cinco años escribir una novela.
¿Cómo se sintió cuando la acabó?
Desde que empezó hasta hoy, ¿ha cambiado mucho como escritor?
Quichotte es una novela engañosa. Se lee con facilidad, hay humor, pero por
debajo de la aparente sencillez se plantean cuestiones muy profundas. Es un
libro que pide una segunda lectura.
Creo que fue Nabokov quien dijo que si no vale la pena leer un libro una segunda
vez, no valía la pena haberlo leído la primera. En cuanto al humor, es un
ingrediente fundamental de la buena literatura, como dejó sentado Cervantes.
Bueno, lo que pasó es que cuando terminé mi sexta novela, El mundo bajo sus
pies, cuyo trasfondo es el mundo de la música rock, quería asegurarme de que no
había cometido ningún error estúpido al describir aquel ambiente, así que le
envié el manuscrito a algunos músicos célebres, entre ellos, Bono. En la novela
hay un personaje que escribe una canción titulada El suelo bajo sus pies. Cuando
Bono leyó la novela decidió componer una canción usando mi letra y me invitó a
subir al escenario con su grupo en una de sus actuaciones.
No hay palabras para describir una cosa así. Fue en el estadio de Wembley, en
Londres. Nunca había estado delante de una multitud así, una bestia de 100.000
cabezas. Desde el escenario no se ve nada, te ciega la luz, pero oyes a la gente
rugir. Muy extraño. No sabía bien qué debía hacer y me limité a imitar lo que
hacían los músicos del grupo.
[Risas] … Sí, con Milla Jovovich. Es un vídeo de U2 dirigido por Wim Wenders.
Se puede ver en YouTube.
Hablando de celebridades, usted es una de las pocas personas que pueden
dar fe de que Thomas Pynchon, el más elusivo de los escritores vivos, existe.
Sus obras no las escribe un genio oculto ni un escritor famoso que esconde
su nombre, como se ha llegado a decir, sino un ser humano de carne y hueso.
Usted lo llegó a conocer.
Cené una vez con él en casa de su editor [risas]. Había escrito una reseña
de Vineland para The New York Times y, cuando Pynchon la leyó, mostró interés
por conocerme. Al principio me pareció que era muy tímido, pero luego se fue
animando y acabó hablando por los codos. Resultó ser exactamente lo contrario
de la leyenda. Era muy alto y tenía el pelo blanco a lo Einstein y dientes de Bugs
Bunny. Estuvimos conversando hasta muy entrada la noche. Le interesa mucho la
historia americana. Cuando nos despedimos pensé: vaya, me he hecho amigo de
Pynchon. Creí que nos veríamos de vez en cuando, pero hasta hoy.
De: https://elpais.com/elpais/2020/01/14/eps/1579027079_910927.html?
ssm=FB_CC&fbclid=IwAR2djZGmOviogjZXnaqbqppXG4lpH1x9IPFIBP6bX0a6DbHl1hc6E4SnSsU
&prod=REGCRARTEPS&o=cerreps&event_log=fa