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Fue así como, en 1976, monseñor Morales descubrió sus capacidades para
practicar exorcismos. “No cualquiera puede desempeñar esa tarea. Para expulsar
demonios se requiere de la gracia de Dios, de fe, de un llamado divino y una
preparación dirigida. También permanecer en oración”, dice.
Solo en una ocasión sintió que los demonios intentaron regresar a su cuerpo.
Ocurrió hace dos años, cuando tenía la intención de irse a dormir. Aquel día tuvo
una presión en el pecho y antes de subir las escaleras, rumbo a su habitación, una
fuerza extraña le impidió avanzar durante 20 minutos. La sensación finalmente
desapareció, pero no logró recobrar la tranquilidad en toda la noche.
Los familiares de ella aseguraban que “una bruja le había puesto un sapo en el
estómago”. Monseñor acercó su mano al abdomen de la señora y un sudor frío
empezó a recorrer su espalda. “Sentí un movimiento extraño, como si dentro de
ese estómago tuviera el corazón”, afirma. Entonces oró y luego de cuatro horas el
exorcismo concluyó con éxito.
Aquí es común que lleguen personas que le piden un exorcismo por un hijo, por
una tía, por la mamá, por ellos mismos.
Los miércoles, además, sale a recorrer casas. Ese es otro de los requerimientos.
Liberar casas y negocios porque se sienten cosas raras. Muertos; objetos que se
caen sin motivo; espacios que se sienten helados así en la ciudad haga un calor
de 35 grados.
Porque no cualquiera puede acometer esa tarea, dice Monseñor. Para expulsar
demonios se requiere de la gracia de Dios, de Fe, un llamado divino y una
preparación dirigida. También permanecer en oración.
Monseñor nació en Trujillo, Valle, en 1929 y ya tiene 36 años como exorcista. La
primera persona que recuerda haber liberado fue una mujer que estaba a punto de
morir. Tenía una extraña dolencia en el estómago. Los médicos, a pesar de que le
practicaron exámenes, no encontraban enfermedad alguna. Cuando Monseñor
llegó, le puso sus manos en el vientre. Sitió un movimiento extraño, como si dentro
de ese estómago la mujer tuviera el corazón. Su discernimiento le indicó que era
un asunto de energías poderosas y malévolas. Monseñor oró. La dama se levantó
sana.
Era, cuenta el sacerdote, una mujer influenciada por una fuerza maligna. Porque
no todos los casos de exorcismos se hacen a personas que hablen en lenguas,
cambien su tono de voz, tengan una mirada fría y fuerza sobrehumana. En
realidad, dice, casos así no se presentan con regularidad. “En los 3 años que he
estado en esta parroquia he atendido dos de esas posesiones por año. El resto
son influencias, energías que se posan en un órgano de una persona para
enfermarla”.
¿Pero qué sucede entonces? Por qué una persona puede llegar a sentirse
enferma o poseída debido influencias, energías, demonios?
Monseñor coincide con el pastor Jans. Cali es una ciudad en donde se practica el
ocultismo: brujería, lectura de tarot, satanismo, santería. Quien se mueva en esos
asuntos es presa fácil de fuerzas misteriosas.