De inicio, las expediciones católicas en suelo boliviano se hicieron con sotanas cafés.
Los franciscanos —como dice el folleto Convento y Basílica Menor de San Francisco
— "imitaban a los apóstoles de Jesús a proclamar la Buena Nueva a toda criatura".
Ellos no se ocupaban de edificar iglesias, pero sí de evangelizar. La construcción de
las catedrales llegaría posteriormente.
El primer fraile arribó a Perú en 1532, ocho años después los franciscanos andaban
por Chuquisaca y desde 1547 catequizaron por Potosí. Es más, según los documentos
eclesiásticos, sus antecesores arribaron a La Paz aun antes que Alonso de Mendoza,
fundador de la ciudad. Iban a pasar de largo por Chuquiago Marka, pero los
religiosos se interesaron por un pequeño poblado que vieron mientras caminaban
rumbo a Sucre.
Los conventos llegaron a la futura ciudad paceña con San Francisco, gracias a un
terreno donado por el cacique Quirquincha. En 1548 comenzó la construcción del
templo católico —aunque una fuerte nevada lo derrumbó entre 1608 y 1612, pero en
1744 fue nuevamente levantado— que, desde su origen, estuvo bajo dirección de los
franciscanos. En otros confines de la religiosidad, los jesuitas también edificaron sus
capillas, una de las más famosas es la de Copacabana.
Según el libro Bolivia, del historiador Jorge Siles Salinas, la imagen de la Virgen de
la población a orillas del lago Titicaca fue tallada por el "inca noble Francisco Tito
Yupanqui, crecido en un hogar ya cristianizado". La basílica fue construida en 1610 y
los actos litúrgicos se celebraban al aire libre y estaban dirigidos a "multitudes de
indígenas que acudían a exteriorizar su fe ante la Virgen". Fue cuando la palabra
"sincretismo" empezó a cobrar significado.
Pero, en el siglo XVI, los ojos del mundo estaban volcados a la tierra conquistada
que se negaba a arrodillarse ante la religión española. Por esto, la Iglesia Católica
instauró reuniones de obispos para tratar el tema, hasta que en el tercer Concilio
reunido en Lima se redactó el catecismo en quechua, aymara y puquina. La propuesta
funcionó a medias: las deidades aymaras seguían de pie y sus tradiciones no morían
ante la llegada de la cruz. "Fue entonces que se inició una gran campaña para
terminar con los antiguos dioses y sus ritos", señala Carlos Mesa.
"Más que con resentimiento, hablamos con dolor. No se nos puede seguir ignorando.
Este tema no sólo es de valor histórico, tiene importancia en nuestra psique. Para
nosotros no ha sido fácil asistir a la universidad y estudiar. Formamos parte de toda
una estructura de coloniaje que definitivamente tiene que ser resuelta por el bienestar
de todos", dice Huanacuni.
"Hay que basarnos en principios de conviabilidad (vivir bien juntos). Nosotros les
permitimos (a los colonizadores) estar en nuestro país y ahora que nos permitan vivir
en nuestro país", indica el sacerdote Zaiduni, quien brinda clases de culturas antiguas
en la Cancillería. Él forma parte de una tendencia concertadora y está de acuerdo con
colocar sólo la imagen de un sapo —hecho de piedra comanche— en el atrio de San
Francisco. Propone respetar el resto de la capilla católica. "Sólo queremos que se nos
permita hacer rituales en nuestro lugar ancestral". (Ver infografía de la página 16.)
San Francisco es sólo un ejemplo. El renacimiento de las wacas apunta a todos los
conventos que trajo consigo la colonia y que se ubican en el occidente del territorio
boliviano, teniendo a La Paz, Oruro y Potosí como epicentros; entre los más
importantes están los de Laja, Guaqui, Tiwanaku y Copacabana.
En el caso de este santuario a orillas del lago sagrado, la reciente disputa —que aún
no ha sido resuelta completamente— por la Hospedería y el templo —revela el grupo
de líderes espirituales entrevistado por Domingo— es, sobre todo, por la
recuperación del otrora sitio destinado a las ofrendas de los indígenas. "Ése era un
primer movimiento de recuperación. Nosotros vamos paso a paso", anuncia
convencido Huanacuni.
Fuentes que conocen el tema advierten de que incluso se está formando un "frente de
choque" para destruir las cruces de las capillas de color verde y blanco repartidas por
varias zonas alteñas y que responden a la "marca registrada" de las construcciones de
Obermaier y, en vez de éstas, instalar los crucifijos de piedra, no sin antes exigir la
salida de los sacerdotes y la ocupación de los laramas (sabios originarios) como
nuevos "propietarios" de estos conventos.
Asimismo, Tiwanaku forma parte de este circuito espiritual que pretende ser
recobrado. No en vano, vestido con un unku o kawa (una especie de poncho con
cuatro aberturas), que fue confeccionado con fibra de alpaca, con base en el diseño
original de la cultura tiwanacota, el sábado 21 de enero de este año, Evo Morales
recibió el bastón de mando de los mallkus (autoridades rurales), un día antes de su
posesión oficial en la plaza Murillo. Un nombramiento marcado por los ritos
ancestrales y que recibió el beneplácito de representantes indígenas del continente,
quienes asistieron a la ceremonia.
Para los amautas, con las señales de cambio que se advierten en la actualidad, poco a
poco el sueño de recuperar sus emblemas sagrados toma cuerpo. "Se está
coordinando también con las prefecturas para hacer un inventario (nacional) de
wacas. Yo estoy al cargo del registro; pero hay otra unidad que se encarga de la
catalogación de éstas", comenta Dolores Charali Mayorga, jefa de la Unidad de
Patrimonio Material del Viceministerio de Cultura.
Este apocalipsis andino supuestamente ya lanzó sus primeras señales. "Quiero hacer
recuerdo que el 19 de febrero del año 2003 ha llegado a la plaza Murillo un rayo que
es una señal del Pachakuti. Ese fenómeno tenía que llegar al Palacio de Gobierno, al
asiento del Presidente de la República (que entonces era Gonzalo Sánchez de
Lozada), pero se ha desviado. Esa energía era grande", lanza su frase el amauta
Paulino Mamani. Se sabe que aquel rayo llegó a quebrar una de las partes laterales
del monumento dedicado al prócer Pedro Domingo Murillo.
Con la voz profunda y arqueando los ojos, Mamani cuenta que el día en que el ex
mandatario Sánchez de Lozada posesionaba a sus ministros del gabinete derramó el
agua de un florero. Otra premonición. "Eso significaba el derramamiento de sangre
que vino después (en febrero y octubre de ese mismo año)". La gente no se da cuenta
—sigue la versión del líder espiritual originario— de que los granizos, las lluvias, la
falta de agua para el riego en el agro y los problemas sociales se deben a la ausencia
de ritos en las wacas. "Los achachilas (ancestros) están llorando".
La posesión del primer Presidente indígena de la región también es una señal de este
proceso de cambio que se ha iniciado. "Queremos instalar el pedido a partir de lo
visible, de lo que pasa hoy, que es el Gobierno de Evo Morales, a quien todos los
pueblos originarios lo han reconocido como líder", sostiene Huanacuni.