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En 1959, cuando el Valle de los Caídos estaba a punto de inaugurarse, Franco visitó las obras. Al
pasar por el altar mayor, el dictador le dijo a Diego Méndez, arquitecto responsable de la
construcción: “Méndez, yo aquí”. Aunque son varias las fuentes que recogen esta anécdota,
simpatizantes de Franco afirman que el exjefe del Estado nunca quiso ser enterrado en ese lugar,
menos aún, al lado de José Antonio Primo de Rivera. Para ello se apoyan en las tensas relaciones
entre Franco y el líder de la Falange y en que la familia del dictador hubiera mandado construir un
panteón en El Pardo con dos tumbas, una para el patriarca y otra para su esposa, Carmen Polo. Por
si no fuera suficiente, algunos sostienen que, para evitar que "las hordas rojas" profanaran el
cadáver en caso de tomar el Valle de los Caídos por asalto –en 1999 el GRAPO atentó contra la
basílica sin provocar demasiados daños–, las autoridades decidieron que era mejor que Franco no
estuviese enterrado ahí.
¿Verdadera o falsa? Durante el sepelio del dictador, el ministro de Justicia, Sánchez Ventura,
Notario Mayor del Reino, preguntó a los jefes de las Casas Civil y Militar, señores Fuertes de
Villavicencio y Sánchez Galeano, y al segundo jefe de éstas, señor Gavilán: “¿Juráis que el cuerpo
que contiene esta caja es de Francisco Franco Bahamonde, el mismo que os fue entregado a las
6:30 horas de hoy en el Palacio de Oriente?”. Los tres interpelados contestaron que sí. No
obstante, que el juramento de tres personas sean el único aval del enterramiento del dictador son
un material óptimo para pensar que todo es una conspiración. Por otra parte, el continuo retraso
en exhumar el cuerpo provoca que muchos empiecen a sospechar que en esa tumba no hay nada
enterrado. En breve lo sabremos… o no.
En 2008, José María Íñigo declaró en el documental 1968. Yo viví el mayo español que, por orden
del gobierno de Franco, directivos de Televisión Española viajaron por Europa para comprar series
extranjeras que nunca se llegaron a emitir y contratar giras de grupos que nunca llegaron a actuar.
Según el periodista, este extraño comportamiento ocultaba la compra de votos de los jurados de
Eurovision para que Massiel ganase la edición de 1968.