Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Los "mitos" son fábulas dramáticas que forman un fuero sagrado gracias al cual se
autoriza la continuidad de creencias, ritos, costumbres e instituciones antiguas en
la región donde son corrientes, o se aprueban las alteraciones. La palabra "mito"
es griega, la mitología es un concepto griego y el estudio de la mitología se basa
en ejemplos griegos. Los escrupulosamente exactos que niegan que la Biblia
contiene mitos están, hasta cierto punto, justificados. La mayor parte de los otros
mitos se relacionan con dioses y diosas que intervienen en los asuntos humanos,
favoreciendo cada uno de ellos a los protagonistas rivales, en tanto que la Biblia
no reconoce más que a un solo Dios universal.
Cuando nació Noé (del heb. "consuelo"), lo que coincidió con la muerte de Adán,
el mundo mejoró mucho. Hasta ese entonces, cuando segaban el trigo, la mitad de
las cosechas era de espinos y abrojos. Entonces, Dios levantó su maldición. Hasta
ese momento, los trabajos se habían realizado sólo con las manos; Noé enseñó a
los hombres a hacer hachas, hoces, arados y fabricar otras herramientas (Enoc.
CVI, 278; Génesis Apocyphon 40; Jubileos IV, 28). Algunos atribuyen la invención
del arte de la forja a Tubal Caín, su hermano difunto (Gén. IV: 22). "Tubal Caín"
significa "el quenita que trabaja el metal" y fue un herrero que proporcionaba a Tiro
objetos de bronce y esclavos (Ezequiel XXVII: 13).
Noé se casó con Naamá, la hija de Enoc. Sus hijos fueron Sem, Cam y Jafet, y
cuando éstos crecieron, Noé los casó con las hijas de Eliakim, hijo de Matusalén.
Un día Dios dijo a Noé: "He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena
de violencia a causa de ellos. Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la
tierra, para destruir toda en que haya espíritu de vida debajo del cielo" (Gén. VI:
13-17).
1
http://www.transoxiana.com.ar/0104/diluvio.html
2
Advertido por Dios de que se acercaba el Diluvio, Noé difundió la noticia entre la
humanidad, y predicaba el arrepentimiento a dondequiera que iba. Aunque sus
palabras quemaban como el fuego, la gente se burlaba de él: "¿Qué es ese
diluvio? Si es un diluvio de fuego, tenemos amianto (?) (alitha) que es inmune a él;
si es un diluvio de agua, tenemos láminas de hierro para contener cualquier
inundación que pueda afluir de la tierra. Contra el agua del cielo podemos usar un
toldo (?) (aqeb)" (PRE, c 22, fin). Los hombres se jactaron nuevamente de Noé y
desafiaron sus palabras.
Dios ordenó a Noé que construyera y revistiera con brea un arca de madera lo
suficientemente grande para él, su familia y especies elegidas de todas las
criaturas que habitaban la tierra. Debía tomar dos animales y pájaros de cada
especie pura, dos de cada especie impura y dos de cada especie de animal que
se arrastrara. Asimismo, debía llevar alimentos de toda clase (Gén. VI: 14-21; VII:
1-3). Según el Génesis, Noé pasó 52 años construyendo el arca; trabajaba
lentamente con la esperanza de demorar la venganza de Dios (VI: 14-22).
Dios mismo diseñó el arca, que tenía tres cubiertas y medía trescientos codos de
proa a popa. Cada cubierta estaba dividida en cientos de camarotes; la primera
cubierta alojaría a los animales salvajes y domesticados; la segunda a todas las
aves; y la tercera a todos los reptiles y además a la familia de Noé (Vs. 15-16).
Noé se sintió desanimado ante la inmensa tarea de reunir a todas las criaturas.
Sin embargo, todos los animales fueron conducidos al arca, de modo que cada
uno pareció haber sido guiado por su propia inteligencia natural. Llegaron el
mismo día en que murió Matusalén a la edad de 969 años, una semana antes que
comenzara el Diluvio.
Fue ordenado a Noé que se sentara junto a la puerta del arca y observara a cada
criatura, debiendo admitir sólo a aquellos que inclinaran su cabeza en señal de
arrepentimiento.
Cuando Noé tenía 600 años de edad comenzó el Diluvio. Luego de entrar al arca
él y su familia, el mismo Dios cerró sus puertas (Gen. VII: 11-16).
3
La tierra fue cubierta rápidamente por las aguas: "Y fue el Diluvio 40 días sobre la
tierra" (v. 17). Aquellos que no pudieron entrar al arca comenzaron a gritar y ante
la negativa de Noé, intentaron volcar el arca.
Una vez en el arca, Noé y su familia llevaron cuenta de los shabats, ya que la
perla que colgaba del techo del arca indicaba cuando había llegado el día y
cuando se acercaba la noche, de acuerdo a la intensidad de su brillo. Algunos
sostienen, no obstante, que esa luz provenía de un libro sagrado que el arcángel
Rafael dio a Noé, encuadernado en zafiro, y que contenía todos los conocimientos
de la época relacionados con los astros, el arte de curar y el dominio de las
fuerzas del mal. Noé habría legado ese libro a Sem, de quien pasó por medio de
Abraham a Jacob, Leví, Moisés, Josué y Salomón (PRE, c. 23).
La labor de Noé y su familia fue ardua, ya que debieron alimentar a los animales:
el camello necesitaba paja; el asno, centeno; el elefante, sarmientos; el avestruz,
vidrios rotos. Pero, según un relato, todos los animales aves y reptiles y el hombre
mismo subsistieron sólo con pan de higo (Gén. Rab. 287).
Al ver que el fénix se hallaba acurrucado en un rincón, Noé le preguntó: "¿Por qué
no has pedido tu alimento?", a lo que el ave respondió: "Señor, tu familia está ya
bastante ocupada y no quiero causarle molestias". La bendición de Noé que siguió
al diálogo revela el mito tradicional que atribuye al ave Fénix la posibilidad de
revivir, aún después de morir, por y para siempre: "¡Quiera Dios que nunca
mueras!" (B. Sanhedrin 108 b).
A fin de que trajera noticias del exterior, Noé envió a una paloma, la cual, como no
halló ningún árbol donde posar sus patas, se volvió al arca. Siete días más tarde
soltó otra vez la paloma, que volvió a él, "trayendo en el pico una ramita verde de
olivo", símbolo popular de la paz (Gén. VIII: 8-11).
La primera actividad que realizó Noé al desembarcar fue la de erigir un altar con
piedras. Dios bendijo a Noé y sus hijos: "¡Fructificad y multiplicaos; y llenad la
tierra" (Gén. VIII: 20; IX: 1).
Dios dijo que a pesar de la mala predisposición del hombre no volvería nunca más
a usar agua para destruirlo: "¡Mientras la tierra permanezca, no cesarán la
cosecha y la siega; el invierno y el verano; el día y la noche" (Gén. VIII: 22). En el
Génesis, se relata que Dios colocó en el firmamento el arco iris para recordar su
promesa. "Mi arco (iris) he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto
4
entre mi y la tierra. No habrá más diluvio para destruir toda carne!" (Gén. IX: 13;
15-17).
Dos mitos antiguos son similares al Diluvio del Génesis: uno griego y otro acadio.
El acadio, que se encuentra en la "Epopeya de Gilgamesh", era también corriente
entre los súmeros, hurreos y heteos. En él, Ea, dios de la Sabiduría, advierte al
protagonista Utnapishtim que los otros dioses proyectan un diluvio universal y que
él debe construir un arca. El motivo de Enlil, el Creador, para destruir a la
humanidad parece haber sido su omisión de los sacrificios y libaciones de vino de
Año Nuevo. Cuando comienza a caer una lluvia arrebatadora, él, su familia, los
artesanos y asistentes, y numerosos animales y aves, entran en el arca.
El Diluvio continúa durante seis días, pero cesa el séptimo. El arca es llevada por
la corriente al Monte Nisir, donde Utnapishtim envía afuera una paloma, la cual, al
no encontrar donde posarse, vuelve al arca. Finalmente, un cuervo es enviado y
nunca vuelve.
El "mito del Génesis" está compuesto de -por lo menos- tres elementos diferentes.
El primero es el recuerdo histórico de un turbión en las montañas de Armenia, que
-según Woolley, en "Ur de los Caldeos"- hizo que se desbordaran el Tigris y el
Eufrates hacia el año 3200 a.C., cubriendo las ciudades súmeras con lodo y
piedras. Sólo unas pocas ciudades situadas a gran altura o protegidas por
murallas se salvaron de la destrucción.
Restos del arca en el Ararat -"Monte Judi, cerca del lago Van"- son mencionados
por Flavio Josefo, quien cita a Beroso y otros historiadores. Beroso había escrito
que los kurdos locales todavía sacaban de ella trozos de betún para emplearlos
5
Según el mito griego, el dios Zeus desencadenó un gran diluvio en la tierra, con el
propósito de exterminar a toda la raza humana, pero Deucalión, rey de Ptía,
prevenido por su padre Prometeo, construyó un arca.
Luego, el mundo entero quedó inundado, pero el arca flotó durante nueve días,
hasta que se posó en el Monte Parnaso o, según dicen algunos, en el Monte Etna.
Otros sostienen que fue en el Monte Atos, o en el Monte Otris (en Tesalia).
Los "cuervos" eran venerados y rehuidos por los hebreos (Salmos CXLVII: 9 y
Proverbios XXX: 17). En el Cantar de los Cantares V: 11, se elogian los rizos de
Salomón por ser negros, como las alas de un cuervo. Es posible que en una
versión anterior el cuervo, y no Cam, fuera ennegrecido como castigo, pues los
descendientes de Cam eran los cananeos no negroides. En el mito griego, el
cuervo es convertido de blanco en negro por Atenea, por llevarle la mala noticia de
la muerte de su sacedotisa.
El "Libro de la sabiduría" que Rafael (sic "Raziel") dio a Noé ha sido omitido en el
Génesis, aunque el libro sagrado de Sippar mencionado por Beroso demuestra
que formaba parte del mito del Diluvio babilonio primitivo.
Actualizado el 24/07/2004
7
DILUVIO2
Del latín diluvium, significa la inundación de la tierra entera o de una parte de ella,
precedida de copiosas lluvias. En singular y con mayúscula, se refiere por
antonomasia al que tuvo lugar en tiempos de Noé (v.), y es narrado por el Génesis
(6,5-9,17). A él nos referimos a continuación.
2
http://www.mercaba.org/Rialp/D/diluvio.htm
8
Para una valoración de los datos numéricos, etc., que nos da el texto
conviene tener presente que nos encontramos en los primeros capítulos del Gen,
a los que se puede aplicar lo que dice la conocida respuesta dada por la Pontificia
Comisión Bíblica de 1909; es decir, que se trata de una narración que refiere
hechos históricos, pero con el estilo propio de una narración popular, de modo que
no debe buscarse siempre en el texto una estricta propiedad científica (cfr.
Denz.Sch. 3512 ss.).
los dioses del panteón babilónico. De ahí que en los relatos babilónicos del d. se
encuentren sensibles diferencias, tanto en la manera de interpretar la naturaleza
del d., como en señalar su duración y número de personas que perecieron. El
poema babilónico de Gilgamesh (v.), p. ej., señala como causas del d. la acción
combinada de las tempestades, aguas, vientos y fuegos. Beroso dice que el d.
duró poco; Abydene habla de tres días de duración. Según Gilgamesh la lluvia
arreció seis días y seis noches, mientras que el texto sumerio le señala una
duración de siete días y siete noches.
3. Examen detenido del texto del Génesis. Si se analiza el relato bíblico del
d. se cae pronto en la cuenta de que las repeticiones se suceden: 1) Dos veces
comprueba Dios la malicia de los hombres (6,5.12); 2) Dos veces anuncia el d.
(6,17; 7,4); 3) Dios manda a Noé dos veces que construya un arca y entre en ella
con su familia (6,18-20; 7,1-3); 4) Noé obedece dos veces al mandato divino (6,22;
7,5); 5) Dos veces se dice que Noé entró en el arca (7,7-9.13); 6) El d. comienza
dos veces (7,10. 11); 7) Dos veces se narra el fenómeno del crecimiento de las
aguas y la elevación del arca (7,17.18); 8) Dos veces se habla de que perecieron
todos los seres vivientes (7,21.22); 9) Dos veces promete Dios que no mandará
otro d. (8,20-22; 9,9.15). Hay además algunas divergencias entre unos pasajes y
otros. Señalemos las principales: 1) En cuanto al número de animales que debían
introducirse en el arca, a veces se habla de un par de cada especie (6,19-20; 7,15-
16), otras, de siete pares de animales puros (7,2-3). 2) Según 7,4.12 y 8,2b, el d.
10
Los prismas W.B.444 y W.B.62, que dan el catálogo de los reyes que
reinaron en Babilonia antes del d., aluden a una gran inundación que puso fin a
aquella dinastía. Los arqueólogos L. Woolly y S. Langdon hallaron en
Mesopotamia estratos geológicos de un aluvión en la antigua Ur (v.) de 3,70 a
2,70 m. de espesor. Otros restos de grandes inundaciones fueron encontrados en
Kish, en Uruk, en la antigua Shurrupak, en Tello y en Nínive, pero acaecidas en
tiempos distintos. Por todos los datos, se llega al acuerdo sobre la manera de
explicar la tradición sumerio-acádica y bíblica sobre el d. como una tradición
popular que recoge el fenómeno natural de una inundación en el valle del Tigris y
del Éufrates (Lambert, v. bibl. 715). El d. parece que no pudo ser un fenómeno
universal geográfica y etnográficamente. Las frases bíblicas (6,7.18; 7,4.16) que
sugieren esta universalidad (Gen 41,55-57; Ex 5,12; Dt 2,25, etc.) pueden ser
interpretadas como refiriéndose a una universalidad relativa. Ya hemos dicho al
principio que para el autor sagrado el d. reviste una significación teológica, y no
tiene como fin primario enseñar en qué consistió el hecho físico e histórico del d.,
ni cuándo tuvo lugar ni el tiempo de su duración aunque presupone su historicidad
sustancial. Tenemos en este relato la expresión de la verdad que Dios quiso se
consignara para salvación nuestra, a fin de promover en nosotros el santo temor
de Dios, Todopoderoso, que castiga a los pecadores y salva a los justos (Vaticano
II, const. Dei Verbum, 3,12).
12
BIBL.: P. DHORME, Le déluge babylomen, «Rev. Biblique» 39 (1930) 481-502; G. LAMBERT, 11 n'y
aura plus de déluge (Gen 9,11), «Nouvelle Revue Théologique» 87 (1955) 581-601, 693-724; J.
ENciso, El duplicado de la narración del diluvio, Vitoria 1935; L. ARNALDICH, El origen del mundo y
del hombre según la Biblia, Madrid 1958 (con copiosa bibl.). V. t. la parte correspondiente al d. en
los comentarios bíblicos como: P. HEINISCH, Das Buch Genesis, Bonn 1930; 1. CHAINE, Le Livre de
la Genése (Lectio divina), París 1949; E. F. SUTCLIFE, Génesis, en Verbum Dei, I, Barcelona 1956; R.
DE V.Aux, Le lime de la Genése, París 1962; A. COLUNGA, M. GARCIA CORDERO, La Biblia
comentada, t. I, Pentateuco, BAC, Madrid 1962; F. ASENSIo, La Sagrada Escritura, A. T. 1,
Pentateuco, BAC, Madrid 1967. Los textos asirio-babilónicos sobre el d. se recogen en las obras
clásicas de H. GRESSMANN, Altorientalische Texte zum Alten Testament, Berlín 1926, y en J. B.
PRITCHARD, Ancient Near Eastern Tests, Princeton 1955.
LUIS ARNALDICH.