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CRITURAS

Michael Hasel

PRECIO EN LA REPÚBLICA MEXICANA $70.00 M. N.


Contenido

Introducción....................................................................... 3

1. La singularidad de la Biblia................................................... 7

2. El origen y la naturaleza de la Biblia........................................ 17

3. Cómo veían la Biblia Jesús y los apóstoles................................ 27

4. La Biblia, fuente de autoridad de nuestra teología...................... 37

5. Solo por medio de las Escrituras............................................. 45

6. ¿Por qué es necesaria la interpretación?................................... 53

7. El idioma, el texto y el contexto.............................................. 61

8. La creación—Primera parte— El sábado................................. 71

9. La creación—Segunda parte— El matrimonio y la familia......... 81

10. La Biblia como historia......................................................... 93

11. La Biblia y la profecía............................................................ 105

12. Cómo lidiar con textos bíblicos difíciles.................................. 115

13. Una vida basada en la Palabra de Dios..................................... 125


Introducción

omo cristianos adventistas del séptimo día, creemos en la

C importancia de la Biblia.1 De hecho, desde el principio, a


los creyentes adventistas se les ha catalogado como «el pue­
blo del Libro», dada su confianza en la Biblia como única
autoridad en todos los temas de fe y práctica. A través de los añ
Biblia siempre ha sido el fundamento de nuestra fe y es la que determi­
na lo que creemos los adventistas del séptimo día. Sin embargo, a pesar
de su lugar primordial en nuestra fe, la alfabetización bíblica parece
estar disminuyendo. Un número creciente de creyentes ya no lee ni es­
tudia la Biblia. De hecho, hay quienes han estado introduciendo ense­
ñanzas extrañas e incluso conceptos temerarios, afirmando categórica­
mente que estas enseñanzas y conceptos se derivan de las Escrituras.
Por lo tanto, tenemos que ir más allá del simple hecho de declarar
que la Biblia es el fundamento de nuestra teología y la norma de nuestra
fe. Ycon esto nos estamos refiriendo al tema de la interpretación. ¿Cómo
podemos interpretar la Biblia de manera adecuada y correcta? ¿Cómo evi­
tar el mal uso y la distorsión de las Escrituras? ¿Cómo lidiar con creyen­
tes inestables que tuercen el significado de la Palabra de Dios? Pedro
entendió este desafío durante su ministerio, y la tendencia claramente
continúa hoy (véase 2 Pedro 3: 16). Dado que las Escrituras nos dicen
que algunos pueden hacer mal uso de la Palabra de Dios y retorcerla
para su propia destmcción, debemos estar en alerta máxima y aprender
a interpretar la Biblia correctamente.
4 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

El riesgo es muy alto. Si nos acercamos a la Biblia con presuposicio­


nes erróneas y metodologías deficientes, llegaremos a conclusiones dis­
torsionadas. Los métodos de interpretación están íntimamente relacio­
nados con la creencia y la práctica. Afectan nuestro mensaje y misión.
La interpretación bíblica también afecta la espiritualidad, influyendo
en cómo vivimos y respondemos a las afirmaciones de las Escrituras. En
cierto sentido, el tema de la interpretación bíblica es como una cuenca
teológica. Podríamos ilustrarlo con la famosa red de autopistas alema­
nas en el centro de Europa. Si viajamos desde el sur de Múnich hacia
Lindau, en el lago de Constanza, cruzaremos una hermosa zona llena
de colinas en el sur de Baviera. No lejos de la ciudad de Wangen (de
donde somos originarios los Hasel), encontraremos un letrero en la ca­
rretera que dice: «Cuenca europea». Esto significa, que en ese lugar se
determina el flujo de todos los arroyos y ríos de Europa central. Desde
allí, los afluentes se dirigen a uno de los dos ríos principales. Las aguas
fluirán hacia el río Danubio y de allí al Mar Negro, o fluirán hacia el Rin,
y finalmente se derramarán hacia el Mar del Norte y el Océano Atlánti­
co. Curiosamente, esta área no está relacionada con los imponentes Al­
pes. Más bien, está llena de suaves colinas onduladas. Pero es allí donde
se determina el flujo del agua para toda Europa central. Independiente­
mente de cuántas montañas se interponen en el camino, el agua fluye
persistentemente en dos direcciones distintas: hacia el Mar Negro en el
este o hacia el Mar del Norte.
De la misma manera, el tema de la interpretación bíblica da forma al
resultado de nuestra teología, nuestro mensaje y nuestra misión. Es co­
mún que la crítica bíblica moderna estudie la Biblia como cualquier
otro libro, sin tener en cuenta la dimensión divina. El uso de este méto­
do lleva a conclusiones muy diferentes a las que se alcanzan si permiti­
mos la realidad divina-humana de la que las Escrituras hablan. Si valo­
ramos seriamente lo que las Escrituras dicen en muchos de sus pasajes,
que Dios habla en y a través de los autores bíblicos, tenemos que permi­
tir que el método de nuestra investigación bíblica esté determinado por
I n t r o d u c c ió n • 5

su objeto.2 Esto quiere decir que no debemos usar métodos ajenos a la


dimensión divina de las Escrituras. Más bien, los principios de nuestro
estudio bíblico deben ser consistentes con los principios que rigen toda
nuestra relación con Dios. Por lo tanto, nuestro estudio de las Escrituras
debe incluir un estudio cuidadoso y una reflexión devocional que invo­
lucren tanto a la mente como al corazón en la búsqueda de verdadero
significado. La realidad divina de las Escrituras exige la rendición del
intérprete a la autoridad de la Palabra escrita de Dios. En lugar de criti­
car la Palabra de Dios, tenemos que estar dispuestos a sometemos a su
autoridad; a ser transformados y juzgados por su mensaje.
En este libro, queremos esbozar las ideas fundamentales que dan
forma a nuestra comprensión de la naturaleza de las Escrituras. Estudia­
remos cómo Jesús y los apóstoles veían las Escrituras. Reflexionaremos
sobre las implicaciones de lo que significa que la Biblia sea la fuente
autorizada de nuestra teología. Consideraremos lo que significa decir
que seguimos el principio de sola Scriptura: «solo por medio de las Escri­
turas». Naturalmente, la lectura de las Escrituras implica su interpreta­
ción, así que los métodos adecuados para estudiarla son indispensables
para comprender adecuadamente su contenido. Ilustraremos los efectos
de los diferentes métodos por medio de la historia bíblica de la Crea­
ción. También exploraremos por qué la historia y la profecía son crucia­
les para la fe bíblica. Finalmente, abordaremos el desafío de interpretar
pasajes difíciles de las Escrituras y al mismo tiempo permanecer fieles a
la Palabra de Dios.
Este libro presenta un método de interpretación bíblica en sintonía
con un documento importante aceptado oficialmente por la Iglesia Ad­
ventista del Séptimo Día: Métodos de estudio de la Biblia. ' Se trata de una
herramienta para todos los que desean estudiar la Biblia más diligente­
mente y seguir fielmente sus enseñanzas. Acompaña y proporciona in­
formación adicional relacionada con la Guía de estudio de la Biblia para
adultos del segundo trimestre de 2020 de la Iglesia Adventista del Sép­
timo Día: Cómo interpretar las Escrituras.
6 Cómo i nterpretarlas ts; ruaras

Por supuesto, este libro se puede leer y estudiar de forma indepen­


diente, y es nuestra oración que sea una bendición para todos los que lo
leen, llevándolos a una comprensión más profunda y a amar más la
Palabra de Dios. «No a nosotros, Jehová, no a nosotros, sino a tu nom­
bre da gloria, por tu misericordia, por tu verdad» (Salmos 115: 1).*1

Referencias
1. La primera creencia fundamental de la Iglesia Adventista del Séptimo Día abona el
terreno para todas nuestras otras creencias. Afirma: «Las Sagradas Escrituras, que abar­
can el Antiguo y el Nuevo Testamento, constituyen la Palabra escrita de Dios, trans­
mitida por inspiración divina mediante santos hombres de Dios que hablaron y es­
cribieron siendo impulsados por el Espíritu Santo. Por medio de esta palabra, Dios
ha comunicado a los seres humanos el conocimiento necesario para alcanzar la sal­
vación. Las Sagradas Escrituras son la infalible revelación de la voluntad divina. Son
la norma del carácter, el criterio para evaluar la experiencia, la revelación autorizada
de las doctrinas, y un registro fidedigno de los actos de Dios realizados en el curso de
la historia».
2. Una y otra vez, los escritores bíblicos apartan la atención de sí mismos y señalan a
Dios como el autor de su mensaje. Por lo tanto, esta realidad divina necesita ser to­
mada en serio al estudiar la Palabra de Dios. Gerhard Maier señala esto acertadamen­
te en su libro Biblical Hermeneutics (Wheaton, IL: Crossway Books, 1994), pp. 20-26.
3. La declaración: «Métodos de estudio de la Biblia» fue aprobada en votación por la
directiva de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día en el Congreso
Anual que se llevó a cabo en Río de Janeiro, Brasil, el 12 de octubre de 1986.
1
La singularidad de la Biblia

l 21 de agosto de 2017, los habitantes de Estados Unidos se

E prepararon para ver un eclipse solar total. Con una precisión


científica minuciosa, los astrónomos ya habían predicho el
recorrido del eclipse. Para disfrutar de la experiencia al máxi­
mo, eran necesarias varias preparaciones importantes: primero, se
quería de una planificación cuidadosa para estar en el lugar preciso en
el momento adecuado. Si bien se predijo la trayectoria del eclipse en el
mapa, era necesario un esfuerzo especial para viajar a los lugares donde
podría verse y posicionarse bajo la sombra total. Segundo, se necesita­
ban gafas de seguridad especiales para evitar daños en las retinas de los
ojos. Mirar fijamente al sol causa daño ocular permanente, por lo que se
advirtió a los que vieran el eclipse que debían usar anteojos especiales.
Cientos de miles de personas viajaron por todo el país para experi­
mentar la intensidad del punto focal del eclipse, la umbra, mientras la
oscuridad cubría la tierra en su totalidad. Los que lo experimentaron
quedaron asombrados por la previsibilidad de la naturaleza y por lo
inquietante del acontecimiento.
I loy, hay un eclipse cada vez más evidente de la Palabra de Dios. A
pesar de que hay más acceso que nunca a la Biblia en forma impresa,
por medio de aplicaciones y una diversidad de traducciones a más de
3.350 idiomas,1todavía hay enormes desafíos.
8 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

Ignorancia, superstición y persecución


Durante la Edad Media, la gente no tenía Biblias. Como no se enten­
día el concepto de justificación por la fe, la iglesia se aprovechó para
manipular a las masas. Por ejemplo, se crearon las indulgencias, prome­
tiendo que su compra reduciría el tiempo en el purgatorio. En gran par­
te del mundo, esa oscuridad continúa hasta nuestros días. Parece men­
tira, pero un tercio de la población mundial vivirá y morirá sin conocer
nunca a un cristiano o escuchar el nombre de Jesús.2 Miles de millones
viven en países donde la superstición y la religión pagana los mantie­
nen atemorizados y sin esperanza. Dondequiera que la Biblia llega y el
cristianismo ha logrado entrar, se desata una persecución masiva. Tal
fue el caso durante la era de la Reforma, y sigue ocurriendo hasta hoy.
En 2018, más de 215 millones de personas en todo el mundo fueron
perseguidas por su fe cristiana.3 En China, un número creciente de igle­
sias se están clausurando y los pastores están siendo encarcelados.
Estos hechos demuestran que tenemos que trabajar mucho más en
los lugares no alcanzados del mundo antes de que Jesús regrese. Se debe
hacer un esfuerzo para ingresar a esas áreas oscuras que han eclipsado la
Biblia con el error y señalar a sus habitantes el poder transformador de
la Palabra de Dios.

Modernidad, posmodernidad y relevancia


Después de la Reforma, los Estados Unidos representaron un refugio
para muchos cristianos perseguidos del Viejo Mundo. Se estableció la
separación de la iglesia y el estado, proporcionando libertad de religión
para que todos pudieran seguir los dictados de su propia conciencia. Las
grandes universidades de la Ivy League se establecieron para educar, con
base en las Escrituras, a una nueva generación de pastores, teólogos,
jueces y líderes. I.os estudiantes de la Universidad de Harvard se regían
por las Reglas y Preceptos de 1646, que decían que debían «practicar la
lectura de las Escrituras dos veces al día, con el propósito de estar listos
1. La singularidad d e la Biblia * 9

para demostrar su competencia en ellas [...]; entendiendo que la expo­


sición de su Palabra, alumbra».4 Más de cincuenta años después, en
1701, cuando Harvard se alejó de sus fundamentos bíblicos, los protes­
tantes congregacionalistas establecieron la Universidad Yale, en Con­
necticut. En el centro del sello universitario había una Biblia con las
palabras «Urim y Tumim», rodeada por la frase latina lux et veritas, que
significa «luz y verdad». A raíz del Primer Gran Despertar, cuando se
estableció la Universidad de Princeton en 1748, su sello oficial también
contenía la Biblia con la frase «Antiguo y Nuevo Testamento» en latín y
un banderín que decía: «Bajo el poder de Dios, ella florece». En su libro,
The Dying of the Light, James Tunstead Burtchaell documenta la desco­
nexión gradual que ha tenido la educación superior en Estados Unidos
de sus iglesias fundadoras. Esa misma desconexión se puede documen­
tar en las universidades protestantes de todo el país.5
Esto se debe en gran medida a la aceptación de filosofías modernas y
posmodernas que introdujeron un elemento de crítica que elevó el ra­
zonamiento humano por encima de la Biblia. En el siglo XX, el posmo­
dernismo logró finalmente borrar toda noción de verdad absoluta.6 En
palabras de William F. Buckley, Jr.: «Con toda seguridad, no hay un solo
departamento en Yale que no esté contaminado con el absoluto de que
no hay absolutos, ni derechos intrínsecos, ni verdades finales».7 El re­
emplazo de presuposiciones y suposiciones bíblicas por métodos secu­
lares ha provocado la desaparición de la mayoría de las instituciones
cristianas. Lamentablemente, el derrotero que ha tomado la educación,
también lo han tomado la iglesia y la sociedad.

Distracciones, apatía e indiferencia


Contribuyendo a la digresión de la verdad bíblica, el grupo de investi­
gación Barna demostró que el 49 por ciento de los ancianos y solo el 24
por ciento de los mileniales leen la Biblia una vez a la semana.8Al mismo
tiempo, el grupo de investigación de mercado Nielsen informa que el
promedio de tiempo que pasa un adulto frente a una pantalla diariamen-
10 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

te aumentó en 2018 a once horas, en comparación con las nueve horas y


treinta y dos minutos de hace solo cuatro años.9Los períodos de atención
han disminuido a tasas alarmantes debido a esta reprogramación mental,
generando trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH),
trastorno por déficit de atención (TDA) y un aumento de los casos de
depresión.10 Actualmente, el trastorno de ansiedad de las redes sociales
ha sido reconocido como un problema creciente, ya que el constante
bombardeo de las redes día y noche nos priva del deseo de pasar tiempo
con familiares y amigos, sin mencionar el estudio de la Biblia.
¿La tecnología y los medios en nuestra sociedad moderna nos han
ayudado a tener una vida de felicidad, paz y armonía? Los tiroteos esco­
lares han aumentado exponencialmente. En el 2018, hubo 97 tiroteos
escolares solo en Estados Unidos, batiendo un récord histórico.11 El cri­
men se está multiplicando. Enfrentamos desafíos sin precedentes a ni­
vel político, económico, cultural, educativo, de seguridad laboral, de
sostenibilidad natural y global, de recursos energéticos y de producción
de alimentos. Los más destacados pensadores seculares y religiosos re­
conocen que nuestra supervivencia está en juego. El modernismo ha
fracasado, y también su creencia en el progreso y en haber alcanzado la
verdad absoluta a través de la razón humana y la ciencia.
Al igual que el eclipse solar de 2017, el eclipse actual de la Biblia se
predijo con una precisión asombrosa. Jesús predijo que llegaría un mo­
mento de gran oscuridad, advirtiendo: «Entonces os entregarán a tribu­
lación, os matarán y seréis odiados por todos por causa de mi nombre»
(Mateo 24: 9). Pablo dijo: «Pues vendrá tiempo cuando no soportarán
la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán
maestros conforme a sus propias pasiones, y apartarán de la verdad el
oído y se volverán a las fábulas» (2 Timoteo 4: 3-4). Juan el revelador
predijo que en los días finales un poder trataría de destruir la Palabra de
Dios: «Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer [la iglesia] y se
fue a hacer la guerra contra el resto de la descendencia de ella [el rema­
nente], contra los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el
testimonio de Jesucristo» (Apocalipsis 12: 17).
1. La singularidad d e la Biblia * 1 1

¿Cómo podemos preparamos para estos tiempos en los que el mun­


do está cada vez más sumido en confusión y oscuridad? Primero, apar­
tando nuestras mentes de las distracciones del mundo, mirando a Jesús
y estudiando las señales de los tiempos descritas en la Palabra de Dios.
Segundo, cumpliendo el mandato de Jesús: «Vayan, pues, a las gentes de
todas las naciones, [... ] bautícenlas [... ] y enséñenles a obedecer todo lo
que les he mandado a ustedes» (Mateo 28: 19-20, DHH). Finalmente,
manteniendo una atenta vigilancia en cuanto a nuestra interpretación
de la Palabra de Dios. Así como se necesitan anteojos especiales para
contemplar un eclipse solar, también son necesarios para poner fija la
mirada en el Sol de justicia. Los anteojos que usamos para mirar el
mundo que nos rodea son nuestras presuposiciones, pero cuando nos
acercamos a las Escrituras hemos de hacerlo usando los métodos de
interpretación descritos por Cristo y sus apóstoles, según se revelan es­
tos en la Biblia, en vez de los métodos del pensamiento moderno y
posmoderno. Jesús prometió: «El que cree en mí, como dice la Escritura,
de su interior correrán ríos de agua viva» (Juan 7: 38).
¿Qué tan importante es el estudio de la Biblia? Cuando Jesús estuvo
en la tierra, destacó la estrecha conexión que existe entre él y su Palabra.
El logos o la «palabra» vino y «en él estaba la vida, y la vida era la luz de
los hombres. La luz resplandece en las tinieblas» (Juan 1: 4-5). Para
comprender correctamente su misión y mensaje, nuestra primera tarea
es comprender correctamente las Escrituras. Ellas nos cuentan todo so­
bre Jesús, la luz del mundo.

El poder de la Biblia
Lomemos ahora un momento para echar un vistazo al libro más
singular y poderosamente transformador de la historia humana. La Bi­
blia está compuesta por 66 libros, escritos por más de cuarenta autores
en tres continentes durante 1.500 años. Su concordancia y continuidad
no tienen precedentes. Increíblemente, estos libros, desde Génesis hasta
12 • Cómo in te rp re ta r la s E s c r itu r a s

Apocalipsis, hablan sobre cientos de temas y cuestiones, pero nunca


comprometen el mensaje general.
Entre los temas únicos que contiene la Biblia están la trascendencia de
Dios desde la creación, el establecimiento del sábado como día de repo­
so, la santidad de Dios, la unidad de Dios en tres personas (la Trinidad),
la justicia de Dios, el amor que tiene por toda la humanidad, su plan de
redención a través del Mesías, su obra mediadora en el santuario, la ley
eterna como la base de su gobierno y su obra a través del remanente pro-
fético.12 Estos temas, entre otros, solo se enseñan dentro de la visión li­
neal de la Biblia desde la creación hasta la segunda venida de Cristo.
La Biblia no se compara con ningún otro libro en la historia en cuan­
to a su origen a nivel de manuscritos. Existen miles de manuscritos del
Nuevo Testamento que se remontan a los primeros cuatro siglos des­
pués de Cristo.13 En el caso de Platón, solo contamos con siete manus­
critos de sus obras; de Herodoto, solo ocho; y de la Ilíada de Homero
solo 650.14 Ninguna otra obra literaria antigua se le acerca, ni en el nú­
mero de copias antiguas de los que disponemos, ni en la cercanía de
tiempo entre los originales y las copias.
Los Rollos del Mar Muerto, descubiertos por accidente en 1947, dan
testimonio de la precisión que ha tenido el Antiguo Testamento duran­
te milenios. Los copistas que los elaboraron trabajaron cuidadosamente
en el desierto para reproducir meticulosamente los manuscritos, que
preceden en más de mil años los manuscritos medievales en los que se
basan muchas de nuestras traducciones bíblicas. Podemos leer todo el
libro de Isaías y ver la forma increíble en que Dios preservó su precisión
durante siglos para que hoy podamos confiar en las Biblias que tene­
mos en nuestras manos.15
La Biblia fue el primer libro traducido masivamente por un grupo de
escribas judíos en Alejandría. Impresa por Johannes Gutenberg entre los
años 1454 y 1455 d. C., fue el primer libro producido en masa publica­
do en una imprenta de tipos móviles. Se ha distribuido ampliamente en
muchos idiomas y mantiene su lugar como un supervenías permanen­
te. Hoy, puede ser leída por la gran mayoría de la población de la tierra.
1. La singularidad d e la Biblia *13

Además, la Biblia ha sobrevivido a grandes intentos de eliminar o


anular su contenido, ya sea durante la persecución cristiana del empera­
dor romano Diocleciano, la Revolución Francesa o el secularismo pos-
moderno de hoy. No solo ha sobrevivido, sino que ha florecido, inspi­
rando las mejores obras de música, arte y literatura jamás creadas.
La Biblia también es única en su contenido y mensaje, el cual se en­
foca en el plan de salvación y los actos redentores de Dios en la historia.
A diferencia de otros libros religiosos, está enraizada en la historia y,
por lo tanto, puede confirmarse por medio de investigaciones arqueoló­
gicas e históricas. Su historia está estrechamente relacionada con la pre­
dicción profética de los planes futuros de Dios y su reino eterno. Habla
igualmente a hombres y mujeres de diferentes niveles sociales, econó­
micos y educativos. Inspira, ennoblece y produce enormes transforma­
ciones. Es la Palabra de Dios viva, porque el mismo Espíritu de Dios
que inspiró la Escritura (2 Timoteo 3:16, 17) se le promete al creyente
de hoy para guiarlo a toda la verdad mientras estudia la Palabra (Juan
14: 17; 15: 26; 16: 13).

Un valioso regalo
La Biblia es un regalo y un legado invaluables que no podemos dar por
sentado, ya que fue comprada a un precio muy alto. Recientemente, tuve
el privilegio de sostener una Biblia rara. Solo dos ejemplares completos de
ella sobreviven hasta el día de hoy. Uno está en la Biblioteca de Niza, en
Francia, y el otro descansaba en mis manos enguantadas de blanco. Era el
Nuevo Testamento, traducido por Jacques Lefevre d'Étaples al francés e
impreso antes de la Reforma, alrededor del 1500 d. C. Este fue el primer
libro impreso en francés y el primer Nuevo Testamento impreso que llegó
a los valles valdenses. Los valdenses eran conocidos como los insabbatati o
sábbatati, porque guardaban el sábado bíblico.15 «Su misión era reformar
la iglesia y hacer un llamado a los cristianos para que regresaran a la fide­
lidad a la Biblia, a pesar de las sangrientas persecuciones y masacres que
casi los exterminaron. Viajaron por toda Europa y sembraron las semillas
14 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

que contribuyeron a la inminente Reforma protestante. Su trabajo influyó


en Widef y sus seguidores, así como en Hus y Jerónimo y sus seguidores,
y su influencia llegó a buen término en la época de los anabaptistas, Lute-
ro, Zuinglio y Calvino. Todos ellos dieron a los protestantes un ejemplo
inspirador de fidelidad a la Palabra de Dios en tiempos de gran apostasía
y persecución despiadada».17Lo que hace que este libro sea tan valioso no
es su escasez, sino la razón detrás de él.
Los valdenses fueron declarados herejes y fueron cazados hasta casi
la extinción.18 Sus Biblias fueron confiscadas y quemadas. Antes de que
Lutero tradujera la Biblia al alemán para el pueblo, este Nuevo Testa­
mento existía entre los fieles francófonos de los valles del norte de Italia
y Suiza y de allí se extendió al resto de Europa. Jóvenes estudiantes val­
denses llevaron extractos de la Biblia con ellos a las universidades en los
valles para dar testimonio del poder de la Palabra.19 Hoy, permanece
como un testimonio de fidelidad y determinación en medio de una di­
fícil prueba.

El destino y la esperanza de las Escrituras


«1,0 importante es el viaje, no el destino». Esta frase se ha convertido
en el mantra de nuestra sociedad posmoderna. La triste realidad es que
nuestra atención se ha desplazado tanto hacia el viaje, que muchos ya
no saben a dónde van. Han perdido todo sentido de dirección y la bús­
queda de cualquier destino. ¿Podría ser que, en medio del deseo de la
humanidad de liberarse de todos los absolutos, se ha vuelto vacía, se ha
perdido y se ha quedado sin esperanza?
Es hora de restablecer la Biblia. El Dios que la inspiró, satisface los
anhelos más profundos del corazón humano, dándole propósito y di­
rección. La felicidad no consiste en un viaje existencial que gira en torno
a uno mismo; más bien, la felicidad gira en torno a la gracia salvadora
de Jesucristo. A través de su trabajo activo en la historia y de la palabra
divina de la profecía, Dios da a cada persona un propósito, esperanza y
un futuro. Esta es la razón por la que al acercarse a su propia muerte en
1. La singularidad d e la Biblia *15

el Monte Nebo, Moisés pudo declarar: «Fijad en vuestro corazón todas


las palabras con que os advierto hoy, las cuales ordenaréis a vuestros
hijos que las obedezcan cuidadosamente, todas las palabras de esta ley.
Porque no es palabra inútil para vosotros; ciertamente es vuestra vida.
Por esta palabra prolongaréis vuestros días en la tierra adonde vosotros
vais, cruzando el Jordán a fin de poseerla» (Deuteronomio 32: 46-47,
LBLA, la cursiva es nuestra).
Es la comprensión de la Palabra de Dios lo que da vida. Contiene el
mapa a la tierra prometida, dado por el mismo Jesús. Él prometió: «Voy
a preparar lugar para ustedes» (Juan 14: 1-4) y afirmó: «Yo soy el cami­
no, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14:
5-6). Según Jesús, «lo importante del viaje es que sabemos el destino».
El objetivo de este libro es examinar el papel de las Escrituras y apren­
der a estudiar correctamente sus páginas sagradas. La recompensa de
nuestra búsqueda será la comprensión del plan de redención de Dios
para un planeta perdido. Entender este mensaje es entender el gozo, la
esperanza y la paz que hacen que su revelación sea más relevante hoy
que en cualquier otro momento de la historia de la tierra.*1

Referencias
1. Las estadísticas para el 2018 incluyen la Biblia completa en 683 idiomas, el Nuevo
Testamento en 1.534 idiomas y partes de la Biblia en 1.133 idiomas, para un total
de 3.350 idiomas. Ver: «Scripture & Language Statistics», Wycliffe Global Alliance,
visitada el 30 de abril de 2019, http://www.wycliffe.net/statistics.
2. Paul Strand, «'More Than One-Third of Humanity Will Never Hear About Jesus':
Day to Reach the llnreached Set for May 20», CBN, 28 de abril de 2018, https://
wwwl.cbn.com/cbnnews/cwn/2018/april/more-than-one-third-of-humanity-will-
never-hear-about-jesus-day-to-reach-the-unreached-set-for-may-20.
3. Según el World Watch List, 2018, visitada el 9 de junio de 2019, http://www.open-
doorsusa.org/wp-content/uploads/2018/01/WWL2018-BookletNew.pdf.
4. Samuel Eliot Morison, The Founding of Harvard College (Cambridge, MA: Harvard
University Press, 1963), p. 333.
5. lames Tunstead Burtchaell, The Dying of the Light: The Disengagement of Colleges and
Universities from their Christian ('.hurches (Grand Rapids, Ml: Eerdmans, 1998); cf.
George M. Marsden, The Soul of the American University: From Protestant Establishment
to Established Unbelief (Nueva York: Oxford University Press, 1994).
16 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

6. Vea la crítica perspicaz a esta tendencia en la educación superior realizada por Alian
Bloom, The Closing of the American Mind (Nueva York: Simon and Schuster, 1987).
7. William F. Buckley, Jr., «God and Man at Yale: Twenty-Five Years Later», A Hymnal:
The Controversial Arts (Nueva York: Putnam Sons, 1975), pp. 9-10.
8. «The Bible in America: Si6-Year Trends», Barna, ultima modificación del 15 de junio
de 2016, https://www.barna.com /research/the-bible-in-america-6-year-trends/.
9. Quentin Fottrell, «People Spend Most of their Waking Hours Staring at Screens»,
ultima modificación del 4 de agosto de 2018, https://www.marketwatch.com/story/
people-are-spending-most-of-their-waking-hours-staring-at-screens-2018-08-01.
10. Refiriéndose a los medios en general, ver Richard M. Restak, The New Brain: How the
Modem Age is Rewiring Your Mind (Nueva York: Rodale, 2003); para datos más re­
cientes sobre las redes sociales, ver Melissa G. Hunt et al., «No More POMO: Limi­
ting Social Media Decreases Loneliness and Depression», journal of Social and Clini­
cal Psychology 37, no. 10 (noviembre de 2018): pp. 751-768; Liu Yi Lin et al., «As­
sociation Between Social Media Use and Depression Among U.S. Young Adults»,
Depression and Anxiety 33, no. 4 (enero de 2016): pp. 323-331.
11. «The School Shootings of 2018: What's Behind the Numbers», Education Week, 19
de diciembre de 2018, https://www.edweek.org/ew/section/multimedia/the-
school-shootings-of-2018-whats-behind.html.
12. Norman H. Snaith, The Distinctive Ideas of the Old Testament (Nueva York: Schocken,
1964); ver los artículos en George W. Reid, ed., Handbook of Seventh-day Adventist
Theology (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2000).
13. Para saber más sobre los ejemplares con los que se cuenta del Nuevo Testamento, vea
Bruce M. Metzger, The Text of the New Testament: Its Transmission, Corruption, and
Restoration, 3ra ed. (Nuava York: Oxford University Press, 1992), pp. 33-35.
14. I,ee Strobel, The Case for Christ (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1998), pp. 75-82.
15. Gleason L. Archer, A Survey of Old Testament Introduction, rev. ed. (Chicago: Moody,
1994), p. 29.
16. P. Gerard Damsteegt, «Decoding Ancient Waldensian Names: New Discoveries»,
Andrews University Seminary Studies 54, no. 2 (otoño de 2016): pp. 237-258.
17. Damsteegt, «The Ancient Waldenses: Did the Reformation Predate Luther?», Minis­
try 89 (octubre de 2017): pp. 22-25.
18. Gabriel Audisio, The Waldensian Dissent: Persecution and Survival c. 1170-c. 1570 (Nueva
York: Cambridge University Press, 1999), pp. 15-17; Earle E. Cairns, Christianity Through
the Centuries: A History of the Christian Church, 3ra ed. (Grand Rapids, MI: Zondervan,
1996), p. 221; Peter Biller, The Waldenses, pp. 1170-1530: Between a Religious Order and
a Church (Burlington, VT: Ashgate, 2002), p. 191. Rey Alfonso II de Aragón, «Edictum
contra Haereticos», citado en Giovanni Gonnet, Enchiridion fontium Valdensium: Recueil
critique de sources concemant les Vaudois au mayen age du Ule concite de Latran au Synode de
Chanforan, pp. 1179-1532 (Torre Pellice, Italy: Claudiana 1958), p. 92.
19. Elena G. de White, El conflicto de los siglos, cap. 4, pp. 65-68.
2
El origen y la naturaleza
de la Biblia

urante siglos, la Biblia ha sido considerada una fuente de

D autoridad para la teología cristiana. Alguien dijo acertada­


mente que «la comunidad cristiana que abandona la au­
toridad del testimonio bíblico, se convierte en poco más
que el portavoz de cualquier tendencia cultural del momento q
antoje».1Sin embargo, la autoridad de la Escritura está significativamen­
te determinada por nuestra comprensión del origen de la Palabra escrita
de Dios. Nuestro conocimiento del origen de la Escritura está a su vez
formado por nuestra comprensión de la naturaleza de lo que llamamos
el proceso de revelación e inspiración.
Durante toda la historia han surgido diversas interpretaciones de la
naturaleza y la función de la inspiración. Estos diferentes conceptos de
la inspiración han afectado significativamente nuestra comprensión de la
naturaleza de la Biblia, su fidelidad, su fiabilidad, su autoridad única y
los principios interpretativos utilizados para entenderla. Desafortuna­
damente, la falta de una terminología clara y unificada ha complicado
toda la discusión, haciendo que resulte un desafío tener una conversa­
ción significativa sobre el tema. Sin embargo, hay algunos conceptos
básicos que rodean la inspiración y la autoridad de las Escrituras que
deben entenderse, incluso dentro de la Iglesia Adventista del Séptimo
Día.
18 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

Sin inspiración sobrenatural


Los conceptos actuales sobre la inspiración incluyen una tendencia
que se desarrolló a raíz de la Ilustración. En esta escuela de pensamien­
to, la teología liberal clásica negaba cualquier inspiración de origen so­
brenatural. El origen de la Escritura no viene de arriba, sino que es de
abajo, es decir, del flujo cerrado de la historia humana. Como esta com­
prensión puramente naturalista del mundo no deja espacio para la par­
ticipación sobrenatural, la inspiración divina no tiene cabida. En conse­
cuencia, bajo este punto de vista, la «inspiración» es un fenómeno pura­
mente natural y humano, quizás comparable a los genios inspirados de
Shakespeare, Lutero o Mozart.
Según este punto de vista, la Escritura tiene que ser estudiada e inter­
pretada como cualquier otro libro; abordarse como si Dios no existiera.
Y sin inspiración divina, la Biblia solo refleja las circunstancias históri­
cas y culturales que la produjeron. La ausencia de inspiración divina
predetermina el estudio de la Palabra de Dios a las influencias culturales
y socioeconómicas que dieron forma al texto bíblico.
Esta perspectiva, que afirma que la Biblia es un simple producto de
su tiempo, naturalmente despoja a las Escrituras de la autoridad divina.
Para comprender correctamente las Escrituras, uno solo necesita apelar
a factores intrínsecos y al principio de analogía, utilizando el conoci­
miento actual para interpretar los acontecimientos del pasado distante.
Además, la Biblia tiene que estudiarse de manera histórico-crítica, lo
que significa que no se puede confiar en ella a menos que la evidencia
externa respalde sus afirmaciones. Esta visión crítica no conduce a nin­
guna certeza a nivel de creencias, sino que hace que cada acontecimien­
to individual sea incierto.2Genera solo probabilidades que hacen surgir
preguntas sobre la certeza de la fe.1 El cristianismo y la Biblia pierden su
singularidad, ya que solo pueden entenderse en relación con toda la his­
toria.4 Como libro puramente humano, la Biblia se caracteriza por la
diversidad teológica, contradicciones y errores. No hay unidad teológi­
ca en la Escritura, sino solo una pluralidad de voces conflictivas e inclu-
2. El origen y la naturaleza d e la Biblia 1 9

so mutuamente excluyentes que reflejan la diversidad de su entorno


original y de los escritores bíblicos. Es decir, la Biblia es como cualquier
otro libro: está lleno de errores e incluso de puntos de vista éticos defi­
cientes. La razón humana, en lugar de la Escritura, es la norma funda­
mental de lo que se debe y no se debe aceptar.

Inspiración verbal
En el otro extremo del espectro interpretativo hay un método llama­
do «inspiración verbal», el cual ve a Dios como alguien que es capaz de
usar el lenguaje humano para comunicar su voluntad a los seres huma­
nos. El origen de la Escritura es el Dios del cielo, en lugar de los hom­
bres terrenales. Esta conjetura de la inspiración apela a declaraciones
como la que se encuentra en 2 Timoteo 3: 16, donde el apóstol Pablo
afirma que toda la Escritura es inspirada o dada por Dios. Según este
punto de vista, la inspiración se encuentra predominantemente en el
producto inspirado, es decir, en las palabras de las Escrituras, más que
en las mentes de los escritores bíblicos. Como se hace hincapié en las
palabras, el verbum de las Escrituras, el nombre de este método es inspi­
ración verbal.
Esta manera de ver la inspiración, acompañada de la lectura literal de
algunas declaraciones de las Escrituras, está fuertemente influenciada
por la visión calvinista de la predestinación divina, la cual lleva a sus
defensores a creer que Dios, en su soberanía, predeterminó las mismas
palabras utilizadas en la producción de la Biblia. De esta forma, las pa­
labras de las Escrituras comparten su perfección divina, siendo infali­
bles e inerrantes en cada detalle. Tal comprensión de la inspiración a
menudo se asocia, especialmente por parte de los críticos liberales, con
una visión estricta y mecánica de la inspiración que raya en el dictado
divino; la idea de que Dios transmitió directamente las palabras usadas
por los escritores de la Biblia.
Durante el tiempo de la ortodoxia protestante, algunos defensores
de la inspiración verbal incluso afirmaron que Dios mismo dictó cada
20 • Cómo in te rp re ta r las E sc ritu ra s

letra y hasta los signos diacríticos del texto hebreo del Antiguo Testa­
mento, eliminando efectivamente cualquier participación humana ge-
nuina en el origen de las Escrituras. Si bien pocos representantes moder­
nos de la inspiración verbal mantienen un punto de vista tan rígido, las
palabras de la Escritura aún están asociadas con los conceptos de
inerrancia y perfección. Tenemos así entonces que la Escritura fue dicta­
da por Dios mismo, con los escritores bíblicos funcionando como su
pluma. Tal enfoque puede conducir al descuido del contexto histórico y
a una posterior mala interpretación de muchos pasajes de la Biblia.
Los defensores de esta interpretación consideran que las Escrituras
poseen autoridad divina y comparten la perfección de Dios. Debido a
esta inspiración divina, reconocen su unidad teológica y enseñan la ver­
dad bíblica con un alto nivel de seguridad. En lugar de reconocer con­
tradicciones y errores internos dentro de la Biblia, los defensores de la
inspiración verbal se muestran ansiosos de armonizar sus declaracio­
nes. Creen que la unidad interna de la Escritura es la obra del Espíritu
Santo en el proceso de inspiración y, debido a que el Espíritu Santo está
obrando, la Biblia no puede ni debe estudiarse como cualquier otro li­
bro. El componente divino debe tomarse en serio. 1.a historia también
se estudia, pero juega un papel interpretativo menor. La inspiración es
entonces la obra de Dios a través del autor bíblico, al punto de que las
mismas palabras que se emplean son perfectamente capaces de transmi­
tir la verdad divina y el mensaje de Dios sin errores.

Inspiración del pensamiento


Algunos estudiosos de la Biblia han apartado la atención de las pala­
bras como tal. Según ellos, la inspiración está en los pensamientos de
los escritores bíblicos y no en las palabras que emplean. En cierto senti­
do, esta posición es una reacción a la visión mecánica de la inspiración
verbal que busca elevar el factor divino. La inspiración del pensamiento
mantiene la creencia en la inspiración sobrenatural por parte de Dios,
2. El origen y la naturaleza d e la Biblia 2 1

pero deja el proceso de registrar los resultados de esa inspiración ente­


ramente al profeta. Los escritores bíblicos eligen libremente sus propias
palabras.
Si bien es cierto que los escritores de la Biblia disfrutan de una liber­
tad genuina, los defensores de la inspiración del pensamiento a menu­
do asocian un asunto que es problemático. Se trata de la creencia de que
todo lo humano es automáticamente falible y propenso al error. Por lo
tanto, el lenguaje utilizado para transmitir pensamientos inspirados es,
en el mejor de los casos, imperfecto, y se presta a discrepancias y errores.
Esta presuposición coloca el juicio de lo que es confiable y lo que es
falible directamente en manos del intérprete, convirtiéndolo en el árbi­
tro final de la verdad en lugar de las Sagradas Escrituras. Si bien es cierto
que Dios les dio a los escritores de la Biblia una gran libertad para ex­
presarse en su propio estilo, su humanidad no hace que la Biblia sea
automáticamente falible. Incluso en medio de su pecaminosidad, los
seres humanos son totalmente capaces de comunicar la verdad. ¿No
debería Dios poder comunicarse efectivamente con las criaturas que
creó? Después de todo, él es el autor del lenguaje, y la veracidad es uno
de sus rasgos de carácter (ver Exodo 20: 16). Además, ¡la única manera de
expresar los pensamientos es a través de palabras humanas! Si no pu­
diéramos expresar nuestros pensamientos en palabras adecuadas, no
conoceríamos ninguno de los pensamientos inspirados de Dios.
Ahora, si bien la inspiración funciona a nivel de pensamiento, tam­
bién debe haber algún efecto en el producto que exprese esos pensa­
mientos, pues de lo contrario la inspiración sería inútil. Al descontar la
autoridad de la página escrita, el enfoque de inspiración de pensamien­
to de la interpretación bíblica falla, porque no «interpreta rectamente la
palabra de verdad» (2 Timoteo 2: 15, NVI). Este defecto ha llevado a los
estudiosos de la Biblia a proponer otro concepto de inspiración que
resuelve el problema.
22 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

La inspiración plenaria o total


En lugar de enfocar la atención en la predeterminación del texto, eli­
minando la libertad humana genuina o restringiendo el proceso de ins­
piración a la simple inspiración del pensamiento, los estudiantes meti­
culosos de las Escrituras apoyan la denominada inspiración plenaria.
Según el Diccionario de la lengua española, la palabra «plenario» significa
«Lleno, entero, cumplido, que no le falta nada» o «pleno, como la reu­
nión de una corporación».5 Por lo tanto, en lugar de eliminar la libertad
del componente humano o negar la supervisión divina en el proceso de
inspiración, la visión plenaria de la inspiración mantiene ambos factores
bíblicamente atestiguados en equilibrio. Un erudito bíblico reciente la
llamó «inspiración total».6Tanto el nombre como el concepto se derivan
directamente de la Biblia, específicamente de 2 Timoteo 3: 16, donde
leemos que «toda la Escritura es inspirada por Dios» (la cursiva es nues­
tra). Por «toda la Escritura», Pablo se refiere a toda la Escritura de su día
o «cada pasaje de la Escritura», incluidas varias partes de la Biblia.7
La inspiración plenaria o total evita los desequilibrios de la inspira­
ción verbal y del pensamiento. Los autores adventistas opinan lo si­
guiente sobre este tema: «Si la inspiración debiera atribuirse a los escri­
tores inspirados o a las Escrituras escritas por ellos es en gran medida un
dilema inútil».8 De hecho, la Biblia afirma que el Espíritu Santo influyó
sobre los escritores bíblicos (ver 2 Pedro 1: 19, 21; 1 Tesalonicenses
2: 13). No hay duda de que el primer lugar donde ocurre la inspiración
es en los pensamientos de los escritores bíblicos. Sin embargo, se dedu­
ce que lo que produjeron se inspiró y se convirtió en la Palabra inspira­
da de Dios. Los adventistas reconocen que «hay poca duda de que en
este proceso están involucrados los pensamientos como también las
palabras».9 Las personas inspiradas recibieron visiones, sueños y estam­
pas de Dios en forma visual o verbal, y los transmitieron fiel y veraz­
mente, tal como los habían recibido.
Si bien las palabras escritas por ellos son claramente humanas, los
escritores bíblicos hacen hincapié en que sus palabras son, ciertamente,
2. El origen y la naturaleza d e la Biblia 23

la Palabra de Dios. La comprensión plenaria de la Escritura preserva el


carácter divino de la Biblia al tiempo que le da al contexto histórico la
debida consideración.
En la inspiración verbal, de pensamiento o plenaria (total), el pro­
ceso de inspiración funciona a nivel individual o verbal. Más recien­
temente, también se ha propuesto otro concepto relacionado con la
inspiración.

La inspiración de la comunidad
Paul Achtemeier afirma que el proceso de inspiración no opera tanto
a nivel individual sino a nivel comunitario. La proclamación de la co­
munidad de fe y su testimonio del Señor vivo se eleva al punto en que
se convierte en «la Palabra de Dios en toda su oportuna relevancia para
la coyuntura histórica en la que vivimos».10En lugar de obrar a través de
individuos elegidos para comunicar su voluntad, Dios inspira a toda la
comunidad de fe.
Con esto, Achtemeier sugiere que la Biblia ya no puede considerarse
la Palabra de Dios.11De hecho, para Achtemeier, la única ecuación con la
Palabra de Dios que se encuentra en el Nuevo Testamento es la persona
de Jesús de Nazaret. De esta forma, la Biblia contiene la Palabra de Dios
(Jesús) en las muchas palabras humanas de sus autores, haciéndose eco
de la famosa distinción de Karl Barth, para quien la Biblia no es sino un
testigo de la Palabra de Dios testificada, que es Jesús.1-’ La Biblia ya no es
la Palabra normativa escrita de Dios: solo contiene testimonio de la
Palabra de E)ios y puede convertirse en la Palabra de Dios al predicarla.
Sin embargo, en la Biblia, no encontramos indicios de que toda la
comunidad esté inspirada, como parece creer Achtemeier. Elevar la pro­
clamación de la comunidad de fe a un nivel en que se convierte en la
Palabra de Dios, no explica adecuadamente las distorsiones en su pro­
clamación y la testificación de la iglesia. Sin la Escritura inspirada divi­
namente como la norma orientadora, la proclamación de la iglesia y sus
enseñanzas se convierten en una «nariz de cera» cuya forma real puede
24 • Cómo in te rp re ta r la s E s c r itu r a s

retorcerse de cualquier manera, según la creatividad teológica. Según


esta hipótesis la Escritura tiene, en el mejor de los casos, una autoridad
funcional en la vida de la iglesia,13 pero carece de su unidad y de autori­
dad divinamente inspirada.

El carácter divino-humano de las Escrituras


Tomar en serio el carácter divino-humano de la Escritura evita que
caigamos en la trampa de ver la Biblia como un producto puramente
humano sobre el cual podemos presentamos como jueces. Nos motiva
a tratar las palabras bíblicas con respeto y amor. Fomenta la investiga­
ción humilde y honesta, permitiendo que la Biblia dé forma a nuestra
vida y visión del mundo.
Nuestro amor por la Palabra de Dios hará surgir el deseo de seguirla
fielmente. Reconocer la Biblia como la Palabra inspirada de Dios fo­
menta una fe profunda en él, confianza en su Palabra y confianza en la
Biblia como una guía confiable para la vida cristiana práctica. Respeta­
mos las palabras de las Escrituras porque comunican la verdad de Dios
revelada a las mentes de los escritores bíblicos. Esta comprensión con­
duce a una interpretación de la Escritura que valora todo lo escrito sobre
un tema en particular y permite que la Escritura sea su propio intérprete.*1

Referencias
1. Paul J. Achtemeier, Inspiration and Authority: Nature and Function of Christian
Scripture (Peabody, MA: Hendrickson, 1999), p. 148.
2. Edgar Krenz, The Historical-Critical Method (Eiladelfia: Fortress Press, 1989), p. 55.
3. Ibid., p. 57.
4. Ibid., p. 56.
5. Diccionario de la lengua española, s.v. «plenario» visitada el 9 de septiembre de 2019,
https://dle.rae.es/?id=TP9w6ly.
6. Gerhard Maier, Biblical Hermeneutics (Wheaton, IE: Crossway Books, 1994),
pp. 120-124.
2. El origen y la naturaleza d e la Biblia 25

7. Cf. Gerhard F. Hasel, Understanding the Living Word of God (Mountain View, CA:
Pacific Press, 1980), p. 69.
8. Peter M. van Bemmelen, Revelación e inspiración, p. 23. Para la visión igualmente
equilibrada de Elena G. de White del proceso de revelación e inspiración, véase
Frank M. Hasel, «Revelation and Inspiration», The Elena G. de White Encyclopedia
(Hagerstown, MD: Review and Herald, 2013), pp. 1087-1101.
9. Van Bemmelen, Revelación e inspiración, p. 24.
10. Achtemeier, p. 159.
11. Achtemeier, p. 158.
12. Cf. Karl Barth, Church Dogmatics, The Doctrine of the Word of God, t. 2, parte 2 (Lon­
dres: T & T Clark, 2004), p. 457 ff. Véase también Frank M. Hasel, «The Christolo-
gical Analogy of Scripture in Karl Barth», Theologische Zeitschrift 50, no. 1 (1994):
pp. 41-49.
13. Achtemeier, p. 146.
3
Cómo veían la Biblia
Jesús y los apóstoles

1 grito de la Reforma era ad fontes, que significa «volver a las


fuentes». En el contexto de la Ilustración, esto significaba que
los reformadores habían decidido volver a la fuente de las Es-
crituras para comprender verdaderamente la naturaleza del
cristianismo, en lugar de confiar en las tradiciones de la iglesia medieval.
Fste crucial regreso a las fuentes originales trajo un interés renovado en
las Escrituras, transformando la forma en que la gente veía el mundo.

El asunto de la autoridad
Y todavía hoy, las tradiciones y métodos de la filosofía escolástica
medieval usados antes de la Reforma continúan siendo empleados, fas
Escrituras a menudo se entienden solo a través de la lente de la filosofía
o la naturaleza. 1.a filosofía de la ilustración puso en tela de juicio la
inspiración y la autoridad bíblica básicas, relegando las palabras de
Dios a las palabras de los hombres, escritas en un tiempo y entorno
particular. El teólogo Krister Stendahl, exdecano de la facultad de leo-
logia de la Universidad de I larvard, escribe que estas nuevas suposicio­
nes significan que el intérprete moderno debe distinguir entre «lo que
significaba y lo que significa» un pasaje bíblico. En otras palabras, existe
28 • Cómo in te rp re ta r las E sc ritu ra s

una «tensión entre la mente del semita del pasado y el pensamiento del
hombre moderno».'
Por ejemplo, lo que un pasaje puede haber significado para un anti­
guo erudito rabínico como Pablo y, por ende, para su audiencia en Co-
rinto o Éfeso, puede no ser lo que la Biblia quiera decir hoy. No puede
significar lo mismo porque, según este punto de vista, el conocimiento
y la comprensión científica del mundo moderno eran completamente
desconocidos para los antiguos. Además, según este punto de vista los
escritores bíblicos reflejaban su situación cultural local, requiriendo que
los lectores modernos interpreten la Biblia según los estándares de hoy.
La fe bíblica parece en gran medida irrelevante en una era de electrici­
dad, computadoras y teléfonos inteligentes.
El teólogo luterano neortodoxo Rudolf Bultmann intentó «rescatar»
al cristianismo de los efectos del pensamiento histórico-crítico moder­
no mediante un ejercicio de «desmitificación» del Nuevo Testamento.
Lo hizo al espiritualizar los milagros y otros conceptos sobrenaturales
como la resurrección de Cristo, el cielo y la naturaleza divina de Cristo
para que fueran aceptables para la mente moderna. Para Bultmann, «los
conceptos mitológicos del cielo y el infierno ya no son aceptables para
los hombres modernos, ya que para el pensamiento científico, hablar
de "arriba" y de "abajo" en el universo ha perdido todo significado».2
Para Bultmann, «es una ilusión suponer que la antigua cosmovisión de
la Biblia puede renovarse».1
Pero esta adaptación a las presuposiciones del materialismo y del
modernismo también plantea importantes preguntas sobre la naturale­
za de la Biblia y las enseñanzas de Jesús y los apóstoles. En las mentes
de Jesús y los apóstoles, ¿había alguna diferencia entre lo que la Biblia
significaba y lo que significa? ¿Aceptaron Jesús y los apóstoles la realidad
de los milagros en el Antiguo Testamento y enseñaron que los milagros
seguían ocurriendo en su día? ¿Cómo estos se relacionaban con las per­
sonas, los lugares y los acontecimientos descritos? ¿Sobre qué premisas
se basaron y cuáles fueron los métodos de interpretación posteriores?
Cuando Jesús y sus discípulos se encontraban con los escépticos y cíni-
3. C ó m o veían la Biblia Jesús y los a p ó s to le s • 29

eos maestros de la ley, ¿cómo respondían a sus preguntas? Al igual que


los reformadores, volveremos a las fuentes para comprender cómo los
escritores bíblicos y Jesús interpretaron la Biblia.

Cómo veía Jesús las Escrituras


Jesús reiteró la autoridad de la Escritura de varias maneras. Primero,
aceptó los milagros del Antiguo Testamento como auténticos. En Mateo
12: 40, dice: «Como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y
tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres
días y tres noches». Jesús no solo confirma la experiencia de Jonás en el
vientre del pez, sino que predice su propia experiencia después de la
crucifixión, presagiando los tres días que pasaría en el sepulcro. Conti­
núa diciendo: «Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con
esta generación y la condenarán, porque ellos se arrepintieron por la
predicación de Jonás, y en este lugar hay alguien que es más que Jonás»
(vers. 41). Jesús habla de los acontecimientos que rodearon la predica­
ción de Jonás a los ninivitas como históricos, reales y confiables.
En otro ejemplo, Jesús dice: «Bien invalidáis el mandamiento de
Dios para guardar vuestra tradición, porque Moisés dijo: "Honra a tu
padre y a tu madre" y "el que maldiga al padre o a la madre, muera irre­
misiblemente» (Marcos 7: 9-10). Él no solo confirma los mandamien­
tos de Dios al referirse al quinto mandamiento, sino que también seña­
la que Moisés los dio al pueblo. Del mismo modo, Jesús también con­
firma las enseñanzas de Moisés al instruir al leproso sanado: «Ve,
muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moi­
sés, para testimonio a ellos» (Lucas 5: 14). Sin duda Jesús aceptaba la
realidad histórica de muchos personajes de la Biblia; entre ellos: Abel
(Mateo 23: 35), David (Mateo 12: 3) y Zacarías (Mateo 23: 35).
Jesús también guardó los mandamientos e instó a otros a hacer lo mis­
mo. «Si me amáis, guardad mis mandamientos» (Juan 14: 15). Ofreció un
consejo directo al joven rico: «Si quieres entrar en la vida, guarda los man­
damientos». El joven respondió preguntando cuáles. Jesús respondió: «No
30 • Cómo i n te r p r e t a r la s E s c r itu r a s

matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a


tu padre y a tu madre. Y amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 19:
17-19). Además de revalidar los mandamientos que se registran en Éxo­
do, Jesús también guardó el sábado (Lucas 4), reiterando su propósito
original: «El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sába­
do» (Marcos 2: 27, NVT), y: «El Hijo del hombre es Señor del sábado»
(Lucas 6: 5, NVI).
En el Sermón del Monte, Jesús destacó la naturaleza eterna de la ley:
«No penséis que he venido a abolir la ley o los Profetas; no he venido a
abolir, sino a cumplir, [... j antes que pasen el cielo y la tierra, ni una jota
ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido» (Mateo
5: 17-18). Nuestra «fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Ro­
manos 10: 17). A los saduceos, les dijo: «¡Qué equivocados están, por
no conocer las Escrituras ni el poder de Dios!» (Mateo 22: 29, DHH).
Estos pasajes demuestran que Jesús veía las Escrituras como un elemen­
to fundamental en nuestra vida y experiencia.

Cómo usaba Jesús las Escrituras


La vida de Cristo reflejaba la autoridad que él le daba a las Escrituras
en su experiencia y ministerio. A Cristo lo bautizó Juan el Bautista, y la
manifestación visible del Espíritu Santo en forma de paloma ratificó su
ministerio. Al mismo tiempo, el Padre pronunció su bendición: «Este es
mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3: 17). El Espíri­
tu inmediatamente condujo a Jesús al desierto de Judea donde, debilita­
do, fue tentado por Satanás. Este encuentro épico fue un momento de­
cisivo en el ministerio de Cristo. ¿Soportaría el examen?
El primer encuentro giró en torno al apetito y apeló al instinto hu­
mano de supervivencia. Jesús respondió citando Deuteronomio: «Escri­
to está: "No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale
de la boca de Dios"» (Mateo 4: 4). Su defensa se apoyó en la Palabra
viva y su fuente divina, ratificando así la autoridad de la Escritura. Lue­
go, Satanás tentó a Jesús con el amor a la ostentación y la presunción.
3. C ó m o veían la Biblia Jesús y los a p ó s to le s • 31

Jesús respondió: «Escrito está también: "No tentarás al Señor tu Dios"»


(Mateo 4: 7; ver Lucas 4: 12). Finalmente, Jesús fue tentado a sucumbir
al orgullo y a dominar los reinos del mundo. Su respuesta fue rápida y
segura: «Escrito está: "Al Señor tu Dios adorarás y solo a él servirás"»
(Lucas 4: 8). Al final, el verdadero centro de la adoración de Jesús era
Dios. La sumisión a su Palabra era la verdadera adoración.
En las tres tentaciones, Jesús respondió con las palabras: «Escrito está».
Llama la atención que no dijo «escrito estaba» o «escrito estará», sino que
usó el tiempo presente: «Escrito está». Lo hizo, porque la Palabra de Dios
no estaba relegada a una cultura pasada ni estaba destinada solo a las
generaciones futuras. No; es la Palabra viva de Dios que concierne a todas
las personas y a todas las naciones de todos los tiempos. La Palabra era la
verdad presente para Moisés y Cristo, y aún lo es para nosotros hoy.
El encuentro del desierto prueba que el método de defensa de Jesús
contra los ataques del adversario era singular: la Palabra de Dios y solo
ella. Aunque él mismo era Dios, su defensa consistió en someterse com­
pletamente a la Palabra. No se apoyó en opiniones, en argumentos re­
buscados o en animosidades, sino que citó decididamente las Escritu­
ras. Para Cristo, la Escritura tenía la mayor autoridad, el mayor poder.
De esta manera, su ministerio comenzó con una base sólida, construida
sobre la confiabilidad de la Biblia.
En el Calvario, las palabras finales de Jesús también dan testimonio
de la autoridad de las Escrituras. Dos veces en la cruz citó palabras pro-
féticas del Antiguo Testamento. En el primer caso, «Jesús clamó a gran
voz, diciendo: "Eli, Eli, ¿lama sabactani?" (que significa: "Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has desamparado?")» (Mateo 27: 46), citando el
Salmo 22: 1. Unos versículos más adelante, este mismo salmo dice:
«He sido derramado como el agua y todos mis huesos se desco­
yuntaron. Mi corazón fue como cera [...]. ¡Me has puesto en el
polvo de la muerte! [...]; desgarraron mis manos y mis pies. ¡Con­
tar puedo todos mis huesos! Entre tanto, ellos me miran y me
observan. Repartieron entre sí mis vestidos y sobre mi ropa echa­
ron suertes» (Salmo 22:13-18).
32 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

En el segundo caso, Jesús cita nuevamente del mismo salmo: «¡Consu­


mado es!» (Juan 19: 30). Walter Kaiser, Jr. escribe: «No es casualidad [...];
esto indica que en la cruz, a nuestro Señor se le señaló este salmo, conso­
lándolo y alentándolo con sus palabras».4 Pero hay más; Jesús está seña­
lando a los testigos de todas las eras el cumplimiento de las profecías del
Antiguo Testamento sobre la naturaleza de su muerte, ratificando con
ello la autoridad y la precisión de las Escrituras al predecir su sufrimiento.
Charles Briggs escribe: «Estos sufrimientos trascienden los de cualquier
víctima a lo largo de la historia, con la única excepción de Jesucristo. En­
cuentran su contraparte exacta en los sufrimientos de la cruz».5
Al pie de la cruz, los discípulos apenas entendieron estas declaraciones.
Estaban confundidos y abatidos. ¿Cómo pudo pasar esto? La humillante
muerte de Jesús no era la liberación que esperaban de su Mesías. En los
días siguientes, sin embargo, sus espíritus se animaron al poder conversar
con Jesús. En estos encuentros posteriores a la crucifixión, Jesús nueva­
mente afirmó el método por el cual debían haber estudiado las Escrituras.
Lucas 24 registra dos de estas apariciones. Primero, Jesús se une a dos
creyentes en el camino a Emaús y les explica cómo fue el cumplimiento
de las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento. «Entonces, comen­
zando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a
él en todas las Escrituras» (Lucas 24: 27, NVI).
Después de su asombrosa experiencia en el camino a Emaús, los dos
discípulos corrieron para compartir las buenas noticias con los otros dis­
cípulos. Mientras contaban su historia, Jesús se apareció a todo el grupo
y les recordó que su vida era el cumplimiento de las Escrituras. «Estas
son las palabras que os hablé {...]: que era necesario que se cumpliera
todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en
los Salmos. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendie­
ran las Escrituras» (Lucas 24: 44-45).
Fijémonos en la primera referencia, durante el camino a Emaús, a
«todas las Escrituras» (Lucas 24: 27, la cursiva es nuestra). Luego esta
referencia a las Escrituras se detalla más tarde en el segundo pasaje a los
discípulos como «la ley de Moisés, los profetas y los Salmos» (Lucas
3. C ó m o veían la Biblia Jesús y los a p ó s to le s • 33

24: 44). La referencia a la ley de Moisés, los profetas y los Salmos se re­
fiere a las tres divisiones de la Biblia, tal como la entendían los judíos de
la época. La Torá es la ley, o la instrucción, y se compone de los primeros
cinco libros de la Biblia. Los Nevi’im son los profetas, y los Ketuvim, que
incluían el libro de los Salmos, eran los escritos.
Estas interacciones dejan claro que Jesús, el Verbo hecho carne (Juan
1: 1-3), confiaba en la autoridad de las Escrituras para explicar cómo se
predijo su vida y ministerio cientos de años antes. Al referirse a la tota­
lidad de las Escrituras, Jesús estaba enseñando a los discípulos con el
ejemplo. A medida que avanzaran en difundir el mensaje del evangelio,
ellos también debían exponer toda la Escritura, confiriendo poder y en­
tendimiento a los nuevos conversos. Debían permitir que las Escrituras
interpretaran las Escrituras, una metodología a la que los protestantes se
referirían más tarde como sola Scriptura.
En Mateo 28: 18-20, Jesús dio la comisión del evangelio a sus discí­
pulos: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra». Su autoridad
estaba cimentada en el Padre y en toda la Deidad: «Por tanto, id y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo». Luego de darles la comisión, les da una
última instrucción: «Enseñen a los nuevos discípulos a obedecer todos
los mandatos que les he dado» (NTV). ¿Y qué enseñó y ordenó Jesús?
Enseñó todas las Escrituras. Él vino sobre la autoridad profética de la
Palabra y se sometió a su Padre en cumplimiento de las profecías de las
Escrituras. Elena G. de White escribe: «[Cristo] presentó las Escrituras
como una obra de incuestionable autoridad, y nosotros debemos hacer
lo mismo. La Biblia ha de ser presentada como la Palabra del Dios infi­
nito, como el fin de toda controversia y el fundamento de la fe».6

Cómo los apóstoles consideraban las Escrituras


Como era de esperarse, los apóstoles también aceptaron la historici­
dad y la exactitud del Antiguo Testamento. Refiriéndose a la experiencia
del Éxodo, Lucas dijo: «Este los sacó, habiendo hecho prodigios y señales
34 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

en tierra de Egipto, en el Mar Rojo y en el desierto por cuarenta años»


(Hechos 7: 36). Pablo escribe en hebreos: «Por la fe pasaron el Mar Rojo
como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron
ahogados» (Hebreos 11: 29). Refiriéndose al éxodo, el erudito Otto Piper
de la Universidad de Princeton, calculó que de los 2,688 usos del Antiguo
Testamento en el Nuevo Testamento, «él éxodo ocupa el tercer lugar, con
unas 220 citas».7 Estas referencias frecuentes sugieren que los aconteci­
mientos, los temas y la teología del Éxodo sirvieron como base para el
pensamiento y la visión de Jesús y los escritores del Nuevo Testamento.11
El éxodo y el viaje hacia la Tierra Prometida se convirtieron en un tipo de
nuestra liberación milagrosa de la esclavitud del pecado y del viaje al
hogar celestial que Jesús nos está preparando. Pero esto no se limitó al
libro de Éxodo; todo el Nuevo Testamento cita constantemente al Anti­
guo Testamento como una fuente autorizada.
En Romanos 1: 2, Pablo se refiere al Antiguo Testamento como «las
santas Escrituras», y en Romanos 3: 2, se refiere a ellas como «los orácu­
los de Dios» (LBLA) o las «las palabras mismas de Dios» (NVI). Pedro
dijo enfáticamente: «Ninguna profecía de la Escritura es de interpreta­
ción privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana,
sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el
Espíritu Santo» (2 Pedro 1: 20-21). Del mismo modo, las Escrituras
elevan al Nuevo Testamento a este nivel. Jesús dijo a sus discípulos: «El
que a vosotros oye, a mí me oye» (laucas 10: 16).
Varios libros del Nuevo Testamento afirman ser inspirados. Pedro se
refiere a los escritos de Pablo como «el resto de las Escrituras» (2 Pedro
3: 16, LBLA). Pablo identifica al Espíritu Santo como la fuente de sus
[Epístolas (1 Corintios 7: 40; 14: 37; 2 Corintios 3: 5-6; 4: 13). Juan
presenta el Apocalipsis como «La revelación de Jesucristo, que Dios le
dio para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto»
(Apocalipsis 1: 1). Al final del libro, se nos dice: «Estas palabras son
fieles y verdaderas. [... | Bienaventurado el que guarda las palabras de la
profecía de este libro» (Apocalipsis 22: 6-7).
3. C om o v eían la Biblia Jesu s y los a p ó s to le s *35

En resumen, la interpretación de la Biblia, según las declaraciones de


Jesús y los apóstoles, no puede hacerse de la misma manera que la in­
terpretación de otros libros humanos. «La única verdadera hermenéuti­
ca de la Biblia como la Palabra de Dios en forma humana debe ser una
hermenéutica de la Escritura, una hermenéutica por la Escritura; en resu­
men, una hermenéutica bíblica».9 Elena G. de White también entendió
la naturaleza única de la Palabra de Dios, recordando a sus lectores que
«la Biblia es su propio intérprete».10*1

Referencias
1. Krister Stendahl, «Biblical Theology, Contemporary», The Interpreter's Dictionary of
the Bible, t. 1, ed. George A. Buttrick (Nueva York: Abingdon, 1962), pp. 418-432.
2. Rudolf Bultmann, Jesus Christ and Mythology (Nueva York: Scribner's, 1958), pp. 15,
20.
3. Ibid., p. 38.
4. Walter C. Kaiser, Jr., The Messiah in the Old Testament (Grand Rapids, Michigan: Zon-
dervan, 1995), p.l 17.
5. Charles A. Briggs, Messianic Prophecy (Nueva York: Scribner's, 1889), p. 326.
6. Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro (Doral, Florida: IADPA, 2019),
cap. 2, p. 2.3.
7. Otto Piper, «Unchanging Promises: Exodus in the New Testament», Interpretation
(1 de enero de 1957), p. 3.
8. Ver la introducción, en Michael G. Hasel, «The Book of Exodus», The Andrews Bible
Commentary, ed. Angel M. Rodriguez (Berrien Springs, Ml: Andrews University
Press, 2020).
9. Para desarrollar este tema, véase Gerhard E Hasel, «The Crisis of the Authority of the
Bible as the Word of God», journal of the Adventist Theological Society 1, no. 1 (1990):
pp. 31-3.3.
10. Elena G. de White, La educación, cap. 20, p. 171.
4
La Biblia,
fuente de autoridad
de nuestra teología

l asunto de la autoridad de la Biblia es quizás el problema

E más crucial que enfrenta la iglesia hoy. En cierto sentido, es la


pregunta que yace detrás de cualquier otra pregunta teológica.
Para la sociedad moderna, sin embargo, el concepto de auto­
ridad no es atractivo, especialmente cuando se trata de conviccio
religiosas. En nuestra sociedad contemporánea, el pensamiento se ha
vuelto algo hostil hacia los conceptos de autoridad religiosa y obedien­
cia. Para muchos, la piedad es genuina y legítima solo cuando se basa
en una convicción interna y personal; una convicción que no debe estar
sujeta a autoridades externas. Este profundo recelo a la autoridad preva­
lece hoy y ha sido un problema grave de la humanidad desde la caída
de Adán y Eva.
Es axiomático que un grupo sociológico, en este caso una iglesia, re­
quiera un elemento de autoridad para mantener su identidad e integri­
dad. De lo contrario, es difícil, si no imposible, resolver conflictos inter­
nos. Además, sin la aceptación de la autoridad, es difícil lograr la unidad
teológica cuando se enfrentan problemas de verdad y herejía. El dilema
38 • Cómo i n t e r p r e t a r la s E s c r i t u r a s

de la autoridad está en el corazón de la crisis moderna de la teología,


eclipsando todos los demás problemas que enfrenta el cristianismo.
La respuesta a la pregunta de la autoridad afecta cada aspecto de la
existencia espiritual, y su importancia no puede ser sobreestimada.
Influye en nuestra adoración, nuestra predicación, nuestra misión, nues­
tra teología y nuestra ética. En resumen, toca el fundamento de cómo
vivimos como discípulos de Cristo. Las preguntas que abordan cuestio­
nes tan amplias como el aborto, creación/evolución, la homosexuali­
dad, el papel de la razón, la relación entre la fe y la ciencia, y el tema de
la sumisión, se ven afectadas por nuestra comprensión de la autoridad.

El significado de la autoridad
La palabra «autoridad» se deriva del latín auctoritas y se refiere a la
reputación de las personas y su capacidad para ejercer influencia.1La auto­
ridad surge al reconocer la excelencia superior de alguien en una esfera
determinada. Por lo tanto, cuando hablamos de la autoridad de las Es­
crituras, estamos diciendo que la Biblia tiene el derecho superior de
ordenamos qué hacer, de exigir obediencia, y de determinar y juzgar la
validez y rectitud de nuestra fe y práctica.2
Pero el tema de la autoridad es complejo,1ya que involucra muchos
factores que deben tenerse en cuenta. Entre los diversos elementos invo­
lucrados están el lugar y el papel de Dios, la Biblia, la tradición, la razón
humana, la experiencia, la cultura y las visiones del mundo. Cada posi­
ción teológica asigna, consciente o inconscientemente, un papel a cada
uno de estos criterios autorizados. Las diferencias surgen como resultado
de la prioridad que damos a cada aspecto. En la sociedad moderna, es­
pecialmente a nivel occidental, vivimos en un mundo secularizado y hu­
manista donde el hombre es el centro de atención. Esto es algo que nos
hace preguntarnos: ¿Existe una autoridad superior al hombre mismo?
4 . La Biblia, fu e n te d e au to rid a d d e n u estra te o lo g ía • 39

La autoridad bíblica
En la enseñanza bíblica, la fuente de toda autoridad no es el ser huma­
no sino Dios mismo (véase Romanos 13: 1; Daniel 4: 34; Juan 19: 11). La
autoridad de la Biblia está conectada a la autoridad de Dios y deriva
su autoridad de Dios y su revelación divina. Los estudiosos de la Biblia a
lo largo de los siglos han aceptado a las Sagradas Escrituras como la Pala­
bra de verdad escrita por Dios. Los críticos de la fe cristiana perciben la
Biblia como un libro completamente humano y han desafiado durante
mucho tiempo la veracidad de las Escrituras, argumentando que las Escri­
turas deben ser confiables para considerarse autoridad. Otros limitan la
autoridad de las Escrituras a cuestiones teológicas: se percibe que la Biblia
tiene autoridad para enseñarnos el camino de la salvación, pero cuando
se trata de temas históricos y éticos, no se puede confiar en la Biblia. Pero
persisten las mismas preguntas: ¿Debería la Biblia ser la autoridad con­
cluyente en todos los asuntos de la vida y la práctica? ¿Debería la Biblia
reservarse el derecho de interpretarse a sí misma? ¿Se debe permitir que
las determinantes científicas y socioculturales influyan en el significado
de la Biblia?
Una revisión minuciosa de las Escrituras muestra que los autores
bíblicos le atribuían autoridad. La veían como la Palabra de Dios escri­
ta. Para el apóstol Pablo, las Escrituras eran «los oráculos de Dios»
(Romanos 3: 2, LBLA). Por eso las llamó las «santas Escrituras» (Roma­
nos 1:2). Para Jesús, la Escritura era la Palabra de Dios que no puede ser
quebrantada (ver Juan 10: 35). Enfrentó las tentaciones del diablo con
un decisivo: «Escrito está» (Mateo 4: 4, 7, 10). 1Iaciendo uso de todas las
Escrituras, explicó todo lo concerniente a sí mismo (Lucas 24: 27). Para
Cristo, el Antiguo Testamento era verdadero, atribuyéndole una autori­
dad suprema e incuestionable a las Escrituras hebreas.4
El hecho de que las Escrituras nos lleguen como los oráculos de Dios,
las dota de una autoridad divina intrínseca. A diferencia de la autoridad
humana, que a menudo se basa en la fuerza y la coerción, la autoridad di­
vina se basa en el amor y se evidencia en el servicio y la abnegación. Las
40 • Cómo in te rp re ta r la s E s c r itu r a s

Escrituras nos hablan con la misma autoridad de Cristo. Revelan el


amor y la verdad divinos. Existe un profundo paralelismo, expresado en
lenguaje humano, entre Cristo, la Palabra hecha carne, y las Escrituras,
la Palabra de Dios. Las palabras de los profetas y apóstoles no son sim­
ples palabras humanas, sino la Palabra de Dios en forma humana.
Según los escritores bíblicos, el Espíritu de Cristo es el que habla en
las palabras de los profetas y los apóstoles (1 Pedro 1: 10-12). Jesucristo
era un verdadero ser humano, pero también quería ser reconocido por
lo que realmente era: el Hijo de Dios. Del mismo modo, aunque las
palabras de las Escrituras están limitadas por el lenguaje humano, ha­
blan con la suprema autoridad divina. Lo que proclaman «permanece
para siempre» (Isaías 40: 8), «es verdad» (Juan 17: 17), «es viva y po­
derosa» (Hebreos 4: 12, NTV), y «no puede ser quebrantada» (Juan
10: 35). Debido a ello, se nos advierte que no agreguemos a su Palabra
(Proverbios 30: 6; Apocalipsis 22: 18-19). Las Escrituras se dan como la
Palabra de Dios, contentivas de la autoridad divina del único Dios ver­
dadero y hemos de reconocerlas como tal.

El alcance y la suficiencia de la autoridad bíblica


Durante la Reforma, los reformadores protestantes defendieron la
tesis de sola Scriptura, rompiendo el dominio eclesiástico que mantenía
la Iglesia Católica Romana sobre la interpretación y la autoridad de la
Biblia. La tradición, la filosofía y la autoridad papal dejaron de ser la úl­
tima palabra. Dejó de concederse a los apócrifos el mismo origen y au­
toridad divinos de la Escritura canónica.
Hoy, han surgido nuevas amenazas a la autoridad bíblica. A raíz del
hincapié que hizo la Ilustración en la razón humana omnipotente, la
teología liberal ha venido demoliendo todas las autoridades externas.
La revelación divina se juzga por la razón humana, que solo permite la
validación de lo que se puede conocer a través de la reflexión racional
sobre la naturaleza. La razón humana se ha convertido en la nueva nor­
ma y autoridad para la verdad bíblica. Para muchos teólogos liberales,
4 . La Biblia, fu e n te d e a u to rid a d d e n u estra te o lo g ía • 41

la «revelación» se ha convertido en un reconocimiento meramente ra­


cional de verdades morales que ya estaban disponibles para la razón
ilustrada.5
De esta forma, en los círculos protestantes liberales, el ministerio
docente ha sido reemplazado por el razonamiento humano autónomo,
generando un «papado de eruditos» y especialistas que se dedican a lo
que se conoce como «erudición científica», que no es más que interpre­
tar la Biblia haciendo uso constante de la razón histórica y el naturalis­
mo metodológico.6 Basados en la razón humana como la norma final y
la máxima autoridad, «los académicos liberales [se han dedicado] a la
investigación literaria e histórica que cuestiona la autoría tradicional,
cuestionando la fiabilidad de los hechos, rechazando o reformando la
inspiración divina y promoviendo un relativismo destructivo de los ab­
solutos doctrinales y éticos».7
La crítica bíblica moderna ha influido en los cristianos sinceros para
limitar la autoridad de la Escritura, reduciendo su papel a los elementos
esenciales de la fe y la moral cristiana. Cada vez que la Biblia habla so­
bre temas de historia o de ciencia, sus declaraciones están sujetas a los
criterios de la crítica histórica naturalista y una filosofía naturalista de la
ciencia. Este método excluye cualquier causalidad sobrenatural en el
ámbito de la naturaleza y el flujo de la historia. Y dicha exclusión de lo
sobrenatural conduce a interpretaciones que ignoran, distorsionan o
niegan las afirmaciones de los escritores bíblicos sobre el origen divino,
la autoridad y la veracidad de sus escritos.
Otro elemento importante en el debate moderno sobre la autoridad
bíblica es el tema del alcance y el propósito de las Escrituras. Según Pa­
blo, el propósito principal de la Biblia es darnos «sabiduría para recibir
la salvación que viene por confiar en Cristo Jesús» (2 Timoteo 3: 15,
NTV). El apóstol luán nos dice que estas cosas «se han escrito para que
creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, ten­
gáis vida en su nombre» (Juan 20: 31). Jesús mismo criticó a los líderes
judíos de su época por su incapacidad de comprender este importante
propósito de la Escritura: «Ustedes estudian con diligencia las Escrituras
42 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

porque piensan que en ellas hallan la vida eterna. ¡Y son ellas las que
dan testimonio en mi favor! Sin embargo, ustedes no quieren venir a mí
para tener esa vida» (Juan 5: 39-40, NVI).
Sin embargo, el debate sobre el límite de la autoridad de la Biblia no
tiene que ver con el propósito espiritual de la Escritura. La pregunta es
si la autoridad de la Escritura abarca todo el contenido de la Biblia,
es decir, todo lo que la Escritura afirma (tota Scriptura). Algunos críticos
modernos de la Biblia han reducido la autoridad de la Escritura a los
temas relacionados con la salvación, anulándola por completo. Elena
G. de White abordó este tema, al decir: «Muchos profesos ministros del
evangelio no aceptan toda la Biblia como palabra inspirada. Un hombre
sabio rechaza una porción; otro objeta otra parte. Valoran su juicio
como superior a la Palabra, y los pasajes de la Escritura que ellos ense­
ñan se basan en su propia autoridad. La divina autenticidad de la Biblia
es destruida».8 El principio que Elena G. de White sostuvo es que toda la
Escritura debe ser recibida como la Palabra de Dios porque habla con
autoridad divina (ver Hechos 24: 14; 2 Timoteo 3: 16). Aunque la Biblia
hace énfasis principalmente en el ámbito espiritual, su autoridad no
puede limitarse excluyéndola arbitrariamente de otros ámbitos del co­
nocimiento humano, como la historia y la naturaleza. La Biblia no limi­
ta explícitamente el alcance de su autoridad a los temas espirituales.')
Algunos afirman que la Biblia no es un libro de texto, de ciencia o de
historia y que no debe considerarse una autoridad en estos ámbitos del
conocimiento. Si bien esto es cierto en un sentido técnico, equivale a un
ataque frontal a la autoridad de la Biblia. Si la veracidad del relato de la
creación y las narrativas históricas se rechazan o reinterpretan siguiendo
las teorías científicas naturalistas o la investigación histórica, entonces
su autoridad se neutraliza. En este sentido, ni Jesús, ni los profetas ni los
apóstoles, cuestionaron la verdad histórica de las Escrituras ni el registro
del Génesis. Por el contrario, afirmaron la veracidad y la autoridad divi­
na de las Escrituras. Tanto Dios como su Palabra están anclados en sus
actos históricos y declaraciones proféticas. Desacreditar la integridad de
4 . La Biblia, fu e n te d e au to rid a d d e n u estra te o lo g ía • 43

los detalles históricos de las Escrituras es el paso inicial para disminuir


la autoridad de la Biblia.
La teología adventista apela a la autoridad divina de toda la Sagrada
Escritura porque la ve como la Palabra escrita de Dios. La Biblia no solo
contiene la palabra de Dios, sino que es la Palabra de Dios en forma es­
crita. Su autoridad no se deriva ni se encuentra en su eje material, que es
Jesucristo. Más bien, la Biblia está investida de autoridad divina debido
a su inspiración sobrenatural. Por esta razón, Jesús se refiere a ellas como
la norma de su teología: «El que cree en mí, como dice la Escritura, de su
interior brotarán ríos de agua viva» (Juan 7: 38, la cursiva es nuestra).
Las Escrituras no han recibido su autoridad de la iglesia ni son legiti­
madas por la comunidad científica actual o por nuestra experiencia huma­
na. Su credibilidad se deriva de la inspiración divina. Y como tal, la Biblia
se caracteriza por su verdad y autoridad espiritual. Comunica la verdad
divina de una manera que la naturaleza y la creación no pueden lograr
adecuadamente, debido a que el pecado estropeó el mundo natural. Ade­
más, el mundo natural no comparte la inspiración como cualidad.
La veracidad innata de la Biblia las hace confiables y fidedignas, y las
convierte en testigo de la verdad de Dios. Son el patrón normativo (nor­
ma normans) que rige todo lo demás. En palabras de Elena G. de White:
«En su Palabra, Dios comunicó a los hombres el conocimiento necesa­
rio para la salvación. Las Santas Escrituras deben ser aceptadas como
dotadas de autoridad absoluta y como revelación infalible de su volun­
tad. Constituyen la regla del carácter; nos revelan doctrinas, y son la
piedra de toque de la experiencia religiosa».10
Solo la Biblia puede proporcionar un fundamento sólido para com­
prender nuestro propósito y nuestro destino. Revela la voluntad de
Dios, sus mandamientos, su carácter y el plan de salvación. Tiene el
poder de unificar pueblos y culturas, llevándolos a la presencia de su
Dios creador y redentor.
4 4 * Cómo interpretar las E scrituras

Referencias
1. Rolf Schieder, «Authority. II. History and Theology» en Religion Past & Present: En­
cyclopedia of Theology and Religion, ed. Hans Dieter Betz, Don S. Browning, Bernd
Janowski, y Eberhard Jiingel (Leiden: Brill, 2007), 1:519. Véase también Waldemar
Molinski, «Authority» en Encyclopedia of Theology: The Concise Sacramentum Mundi,
ed. Karl Rahner (Nueva York: The Seabury Press, 1975), p. 61.
2. Cf. H. D. McDonald, «Authority» in Evangelical Dictionary of Theology, ed. Walter A.
Elwell, 2a ed. (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2001), p. 153.
3. Sobre el tema de la autoridad, véase Peter M. van Bemmelen, «The Authority of
Scripture» in Understanding Scripture: An Adventist Approach, ed. George W. Reid (Sil­
ver Spring, MD: Biblical Research Institute, 2006), pp. 75-89.
4. Ver John Wenham, Christ and the Bible, 3a ed. (Grand Rapids, MI: Baker Books,
1994), pp. 16-44.
5. Alister E. McGrath, «Enlightenment» en The Blackwell Encyclopedia of Modem Chris­
tian Thought, ed. Alister E. McGrath (Oxford: Blackwell, 1993), p. 152.
6. Cf. Gerhard Maier, Biblical Hermeneutics (Wheaton, IL; Crossway Books, 1994), pp.
167-168 y Alvin Plantinga, «Two (or More) Kinds of Scriptural Scholarship» en
'Behind' the Text: History and Biblical Interpretation, ed. Craig Bartholomew, C.
Stephen Evans, Mary Healy, y Murray Rae (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2003),
pp. 19-57.
7. Geoffrey W. Bromiley, «Scripture, Authority of», en International Standard Bible En­
cyclopedia, ed. Geoffrey W. Bromiley, rev. ed. (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1988),
4:363.
8. Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro, cap. 2, p. 21, la cursiva es
nuestra.
9. Véase la interesante discusión sobre este tema en Noel Weeks, The Sufficiency of
Scripture (Carlisle, PA: Banner of Truth, 1988), pp. 85-90.
10. Elena G. de White, El conflicto de los siglos, introducción, p. 10.
Solo por medio
de las Escrituras

Sola Scriptura
os adventistas del séptimo día han confirmado el papel de la

L Biblia al dar su sólido apoyo al principio sola Scriptura origina­


do en la Reforma, el cual afirma que los asuntos de la fe y de la
práctica religiosa solo deben definirse por las Escrituras. Ya en
1847, Jaime White declaró inequívocamente: «La Biblia es la revelaci
perfecta y completa. Es nuestra única regla de fe y práctica».1
Al acto de juzgar toda fe y práctica solo por las Escrituras se le conoce
como «el grito de batalla» de la Reforma Protestante.2 En junio de 1520,
una bula papal condenó 41 de las enseñanzas de Martín Lutero, acusán­
dolo de rechazar a todos los santos maestros de la iglesia. En defensa de
su posición, Lutero escribió que «la Escritura sola es el verdadero señor y
maestro de todos los escritos y doctrinas en la tierra. Si eso no se garanti­
za, ¿para qué sirve la Escritura? Cuanto más la rechacemos, más nos sen­
tiremos satisfechos con los libros de hombres y los maestros humanos».1
Más tarde, durante una audiencia ante el Emperador Carlos V en la Dieta
de Worms, declaró: «Mi conciencia es cautiva de la Palabra de Dios».
46 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

Esta valiente posición del reformador, la Biblia y el nacimiento del


protestantismo comparten una historia común y están estrechamente
relacionados. La Reforma rechazó la tradición patrística, la filosofía es­
colástica y la autoridad papal a la que se permitió reemplazar la autori­
dad bíblica. Hoy, la lucha continúa, y el papel de la Escritura como el
único estándar y la norma final en materia de teología sigue siendo un
principio fundamental de las iglesias protestantes.

La autoridad divina del Antiguo Testamento


Últimamente, sin embargo, el principio de sola Scñptura ha recibido
críticas por parte de teólogos protestantes liberales, así como de católi­
cos romanos. Algunos cuestionan la validez de sola Scriptura porque
«ninguna declaración en la Escritura define sola Scriptura».5 La Biblia,
supuestamente, no contiene evidencia para apoyar sola Scriptura. Por
muy bíblico que parezca, ¿es este un concepto bíblico?
Si bien es cierto que la frase sola Scriptura no aparece en la Palabra de
Dios, hay un momento en la historia humana que precede a la Biblia.
Algunos señalan que tomar la Escritura completa como punto de parti­
da de nuestra teología es ubicarnos automáticamente fuera del contexto
de los escritores bíblicos, ya que la Escritura completa no existió sino
hasta mucho después de que ocurrieron los acontecimientos centrales
narrados en ella.6 Este detalle los lleva a concluir que sola Scriptura no
tiene fundamento bíblico. Pero este punto de vista carece de sustento
por varias razones. El hecho de que una palabra o frase no aparezca en
la Biblia no significa que esa noción o concepto estén ausentes. Por
ejemplo, términos como «Trinidad» no se encuentran en las Escrituras,
pero en ella encontramos claramente la enseñanza bíblica de un Dios
compuesto de tres Personas.
Es lógico que los cristianos nos fijemos en el papel que jugaron las
Escrituras en la vida de Cristo y los apóstoles. Ya en el Antiguo Testamen­
to, hay evidencia del reconocimiento canónico y autoritativo de que
Dios dio su palabra en forma escrita para gobernar y dirigir a su pueblo.7
5. Solo por m ed io d e las Escrituras • 47

La documentación escrita acompaña el pacto entre Dios y su pueblo,


quedando registradas sus palabras con el propósito de que gobernara y
dirigiera sus vidas.8 De hecho, este es el origen del Antiguo Testamento.9
El Nuevo Testamento reconoce el canon que nosotros conocemos
ahora como el Antiguo Testamento. Tanto Jesús como los apóstoles usa­
ron las Escrituras del Antiguo Testamento en un sentido normativo ca­
nónico. Emplearon palabras como «Escritura» (grafé) y expresiones
como «la ley y los profetas» (Lucas 16: 16) «escrito está» (Lucas 19: 46)
«Dios dijo» (2 Corintios 6: 16) y «la Escritura dice» (Romanos 9: 17).
Jesús consideraba al Antiguo Testamento y las enseñanzas de Moisés
como la Palabra de Dios (Marcos 7: 10-13). Citó a David como un escri­
tor inspirado (Marcos 12: 36). Para él, los escritos inspirados del Anti­
guo Testamento eran sagrados y autoritativos (Juan 10: 35; Lucas 16: 17).
En la misma tónica, los apóstoles afirmaron que el Dios del Antiguo
Testamento habló por boca de sus profetas (Hechos 3: 21), que las
Sagradas Escrituras están inspiradas por Dios (Hechos 1: 16; 2 Timoteo
3: 16), y que lo que dice la Escritura, ¡Dios lo dice! (Romanos 9: 17;
Gálatas 3: 8). Por lo tanto, la Escritura divina se acepta como la verdad
(Salmos 12: 6; 19: 7-9; 119: 160).
El Nuevo Testamento declara que Pablo sirvió al Dios de sus padres,
y lo registra diciendo: «Creo todas las cosas que en la ley y en los profe­
tas están escritas» (Hechos 24: 14). Para él, estaba claro que «todo lo que
se escribió en el pasado se escribió para enseñarnos, a fin de que, alen­
tados por las Escrituras, perseveremos en mantener nuestra esperanza»
(Romanos 15: 4, NV1, la cursiva es nuestra)."’ Pedro revalidó este prin­
cipio, al afirmar que «ninguna profecía fue dada jamás por un acto de
voluntad humana, sino que hombres inspirados por el Espíritu Santo
hablaron de parte de Dios» (2 Pedro 1: 21, LBIA).
48 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

La autoridad divina del Nuevo Testamento


Para los escritores del Nuevo Testamento, la autoridad divina tam­
bién selló los mensajes de los apóstoles. Pablo creía que hablaba «no
con palabras enseñadas por la sabiduría humana, sino con las que en­
seña el Espíritu» (1 Corintios 2: 13). Su mensaje fue recibido por la
iglesia apostólica «no como palabra humana, sino como lo que real­
mente es, palabra de Dios» (1 Tesalonicenses 2: 13, NVI). Sin lugar a
dudas, el testimonio del Nuevo Testamento es claro: los escritos de los
apóstoles eran «considerados fidedignos, representando con precisión
el mensaje divino», y tenían autoridad divina, así como la capacidad de
resolver temas controvertidos.11
Además, existe la creencia de que la autoridad de los escritos del
Nuevo Testamento está a la par con la del Antiguo Testamento.12 En
1 Timoteo 5: 18 se demuestra que es así. Pablo dice que «la Escritura
dice: "No pondrás bozal al buey que trilla" y "Digno es el obrero de su
salario"». La primera parte de este versículo es una cita de Deuterono-
mio 25: 4, y la segunda parte de Lucas 10: 7. De manera similar, Pedro
se refiere a los escritos de Pablo como Escritura (2 Pedro 3: 16), y los
apóstoles colectivamente esperaban que su mensaje fuera ratificado o
rechazado en base a las Escrituras existentes.13
Los cristianos en Berea fueron elogiados porque «todos los días exa­
minaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba»
(Hechos 17: 11, NVI). Ellos verificaban ansiosamente el testimonio de
los apóstoles utilizando la prueba del Antiguo Testamento: «¡A la ley y
al testimonio! Si no dicen conforme a esto, es porque no les ha amane­
cido» (Isaías 8: 20). Aludiendo a este principio, el apóstol Pablo exhortó
a los cristianos en Corinto a «no ir más allá de lo que está escrito»
(1 Corintios 4: 6, NVI; cf. 14: 37).
En general, Cristo y los apóstoles apelaron a la autoridad de la Escri­
tura existente con el «escrito está» (Mateo 4: 4-10; Hechos 23: 5; Roma­
nos 3: 4, 10, etc.). Establecieron firmemente que toda la vida debe ser
juzgada por las Escrituras. Esperar que estas declaren el sola Scriptura
5. S o lo por m ed io d e las Escrituras • 49

más explícitamente ignora el contexto histórico y el crecimiento de la


Escritura. Ignora el hecho de que tanto Jesús como los escritores del
Nuevo Testamento consideraron las escrituras existentes del Antiguo
Testamento como autoritativas y a la par con los escritos del Nuevo
Testamento.14

Continúa siendo una autoridad


Para los protestantes tradicionales, el principio de sola Scriptura es
intuitivo e incuestionable. Sin embargo, este ha sido cuestionado por
algunos que se han convertido del protestantismo al catolicismo roma­
no.15Afirman que las Escrituras por sí solas no pueden ser la norma fi­
nal autorizada de la teología, ya que la Biblia ha producido interpreta­
ciones contradictorias. Stanley Hauerwas sostiene que sola Scriptura es el
«pecado de la Reforma», y John C. Peckham dice que carece de un «me­
dio objetivo para interpretar las Escrituras y conduce al individualismo
extremo».16 Se dice que este pluralismo interpretativo generalizado
constituye un problema debilitante para los cristianos que se funda­
mentan en el principio de «solo por medio de las Escrituras».17A la luz
de este desafío interpretativo, una cantidad creciente de teólogos protes­
tantes y católicos ha abogado por un refuerzo del rol autoritativo de la
iglesia, la tradición y los credos como parte integral de la comprensión
debida que debe darse al principio de sola Scriptura,18
Pero esto plantea preguntas cruciales e importantes. Incluso una lec­
tura superficial de los escritos de los padres de la iglesia revela que nun­
ca hubo una tradición cristiana uniforme y monolítica. Históricamente,
los cristianos nunca aceptaron universal mente un credo. Sin esta carac­
terística, «¿cuál de las tradiciones de los primeros siglos del cristianis­
mo» debería ser normativa?19 ¿A qué iglesia y qué tradición se debería
dar la prominencia en la interpretación de las Escrituras? ¿No necesita
la misma tradición interpretación? ¿Cómo puede la Escritura ser una
autoridad final si su interpretación correcta depende de la iglesia y la
tradición?
50 • Cómo in te rp re ta r las E s c r itu r a s

Además, entre las denominaciones que afirman que la Escritura es la


norma definitiva de su teología, existe una armonía impresionante en
cuanto a las enseñanzas bíblicas más importantes, lo que demuestra que
el principio de sola Scriptura no es la causa de la desunión entre los cris­
tianos. Por el contrario, el pluralismo interpretativo no es un problema
de las Escrituras, sino de mentes humanas dispares y presuposiciones
defectuosas, lo cual discutiremos en el próximo capítulo.
Apelar únicamente a la Escritura no tendría sentido si esta no tuviera
autoridad, si no fuera necesaria para nuestro conocimiento de la verdad
divina, si no tuviera un significado claro o si fuera insuficiente en térmi­
nos de intención divina.20 Si hay algo que queda claro de este estudio es
que la adhesión a la Palabra de Dios sigue siendo un desafío continuo pa­
ra el pueblo de Dios. Debemos estar seguros de mantener a «la Biblia y
la Biblia sola, como piedra de toque de todas las doctrinas y base de todas
las reformas. Ni las opiniones de los sabios, ni las deducciones de la
ciencia, ni los credos o decisiones de concilios tan numerosos y discor­
dantes como lo son las iglesias que representan, ni la voz de las mayo­
rías, nada de esto, ni en conjunto ni en parte, debe ser considerado
como evidencia en favor o en contra de cualquier punto de fe religiosa.
Antes de aceptar cualquier doctrina o precepto debemos cerciorarnos de
si los autoriza un categórico "Así dice Jehová"».21*1I.

Referencias
1. Jaime White, Joseph Bates y Hiena G. de White, A Word lo ihe Little Flock (Fort
Oglethorpe, GA: TEACH Services, 2014), p. 13.
2. Gerhard Ebeling, «Sola Scriptura and tradition», en The Word of God and Tradition:
Historical Studies Interpreting the Divisions of Christianity, ed. Gerhard Ebeling, trad. S.
II. Hooke (Filadelfia: Fortress Press, 1968), p. 102. Graham Cole lo llama el gran
grito de la Reforma Protestante. Graham Cole, «Sola Scriptura: Some Historical and
Contemporary Perspectives», Churchman 104, no. 1 (1990): p. 21.
3. Martin Eutero, Luther's Works, Volume 32: Career of the Reformer II, ed. Jaroslav Jan
Pelikan, Hilton G. Oswald y Helmut T. Eehmann (Filadelfia: Fortress Press, 1999),
pp. 11-12.
5. S o lo por m ed io d e las Escrituras * 51

4. Según se cita en Roland H. Bainton, Here l Stand: A Life of Martin Luther (Nashville,
TN: Abingdon Press, 1950), p. 185.
5. Robert A Sungenis, «Point/Conterpoint: Protestant Objections and Catholic An­
swers», en Not by Scriptone Alone: A Catholic Critique of the Protestant Doctrine of Sola
Scriptura (Santa Bárbara, CA: Queenship, 1997), p. 212. Del mismo modo, John
Whiteford, Sola Scriptura: An Orthodox Analysis of the Cornerstone of Reformation Theo­
logy (Chesterton, IN: Ancient Faith Publishing, 1996). Más recientemente se ha afir­
mado que el término sola Scriptura es una invención bastante tardía de la teología
luterana del siglo XIX, y que no es característico de la teología reformada. Henk van
den Belt, «"The Problematic Character of Sola Scriptura"» en Sola Scriptura: Biblical
and Theological Perspectives of Scripture, Authority, and Hermeneutics, ed. Hans Burger,
Arnold Huijgen y Eric Peels (Leiden: Brill, 2018), pp. 38-55.
6. James Barr, Holy Scripture: Canon, Authority, Criticism (Filadelfia: Westminster Press,
1983), p. 3. Para Barr, «la fe en la Biblia no estaba controlada por las escrituras: más
bien las escrituras se derivan de la fe» p. 4. En otra parte, Barr niega la posibilidad
de formular una visión de la Escritura a partir de la Escritura misma. Afirma: «No
existe tal cosa como "la visión de la Biblia de sí misma" de la que se puede obtener
una respuesta totalmente autoritativa a estas preguntas» (James Barr, Fundamenta­
lism [Londres: SCM, 1977], p. 78). Por una respuesta a la crítica aguda de Barry un
informe equilibrado de la evidencia que las Escrituras brindan sobre este tema, vea
la discusión en Sinclair B. Ferguson, «How Does the Bible Look at Itself?» en Inerran­
cy and Hermeneutic: A Tradition, a Challenge, a Debate, ed. Harvie M. Conn (Grand
Rapids, MI: Baker Book House, 1988), pp. 47-66, reimpreso en Peter A. Lillbacky
Richard B. Gaffing, Jr., eds. Thy Word Is Still Truth: Essential Writings of the Doctrine
of Scripture from the Reformation to Today (Phillipsburg, NJ: P&R Publishing, 2013),
pp. 1207-1222; John M. Frame, «Scripture Speaks for Itself », publicado original­
mente en God's Inerrant Word, ed. John Warwick Montgomery (Grand Rapids, MI:
Bethany Fellowship, 1974), pp. 178-200, reimpreso como Apéndice F en John M.
Frame, The Doctrine of the Word of Cod: A Theology of Lordship (Phillipsburg, NJ: P&R
Publishing, 2010 ), pp. 440-462; y en Lillback y Gaffing, Thy Word is Still Truth, pp.
1224-1241; y Wayne A. Grudem, «Scripture's Self-Attestation and the Problem of
Formulating a Doctrine of Scripture» en Scripture and Truth, ed. D. A. Carson y John
D. Woodbridge (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1983), pp. 19-59.
7. Aquí seguimos el argumento hábilmente expuesto en Ferguson, «How Does the
Bible», pp. 50-54.
8. Cf. Éxo. 17: 14; Deut. 5: 22, 32; 6: 4-8; 29: 9; 30: 9-10, 15-16; 31: 24-29; Jos. 1: 7-8;
8: 34; 1 Rey. 2: 3; Neh. 8: 8-18; 9: 3; Jer. 30: 2; cf. Deut. 4: 2). Ver John C. Peckham,
Canonical Theology: The Biblical Canon, Sola Scriptura, and Theological Method (Grand
Rapids, MI: Eerdmans, 2016), p. 31.
9. Véase también la discusión en Peckham, Canonical Theology, pp. 16-47.
10. Cf. el paralelismo entre Romanos 15: 4 y 5, donde la perseverancia y el aliento de la
Escritura son paralelos con la perseverancia y el aliento de Dios.
11. Richard M. Davidson, «¿Quién es el autor de la Biblia?» en Textos bíblicos controver-
siales, ed. Gerhard I’fandl (Doral, Florida: IADPA, 2013), p. 3. ¡Jesús citó las Escritu­
ras para contrarrestar las tentaciones del diablo!
52 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

12. Juan, por ejemplo, presenta citas del Antiguo Testamento con la frase «escrito está»
(Juan 6: 31; 8: 17, 12: 14, etc.). Es una frase que pone fin a toda contradicción y
expresa la autoridad de lo que se cita. Ver Ferguson, «How Does the Bible», p. 51.
Sin embargo, una expresión similar: «estas se han escrito», marca el final del propio
Evangelio de Juan (Juan 20: 31). Aquí el verbo grafo (escribir) parece retener su
sentido casi autoritativo (cf. las palabras de Pilato: «Lo que he escrito, he escrito»
Juan 19: 22). La iglesia solía leer las Epístolas de los apóstoles conjuntamente con
los escritos sagrados del Antiguo Testamento (cf. Col. 4: 16). En el libro de Apoca­
lipsis, a los lectores se les prometen bendiciones y se les advierte que no deben
agregar nada ni quitar nada (Apocalipsis 22: 18-19). Esto parece hacer eco de la
advertencia en el Antiguo Testamento (Deut. 4: 2). El libro de Apocalipsis parece
reclamar la misma autoridad del Antiguo Testamento.
13. Cf. John C. Peckham, Canonical Theology, p. 148.
14. Esto lo señala Peckham en el excelente capítulo «Sola Scriptura: reduction ad
absurdum?» en su libro Canonical Theology, p. 147.
15. Christian Smith, The Bible Made Impossible: Why Biblicism Is Not a Truly Evangelical
Reading of Scripture (Grand Rapids, MI: Brazos Press, 2012) y Klaus Berger, «Bis der
Notarzt kommt: Zuriick zur Bibel? Der Okumenismus treibt neue, welke Blüten»,
en FAZ 214, (14 de septiembre de 2004) p. 33.
16. Stanley Hauerwas, Unleashing the Scripture: Freeing the Bible from Captivity to America
(Nashville, TN: Abingdon, 1993), p. 155, como se cita en Peckham, Canonical
Theology, p. 159.
17. Smith, The Bible Made Impossible, xi y passim.
18. Richard Bauckham declara que «se ha reducido la brecha entre los puntos de vista
católicos y protestantes sobre la relación entre la Escritura y la tradición, al punto
de que algunos eruditos hablan de una «convergencia ecuménica"» (Richard
Bauckham, «Tradition in Relation to Scripture and Reason» en Scripture, Tradition,
and Reason: A Study in the Criteria of Christian Doctrine, ed. Richard Bauckham y
Benjamin Drewery (Nueva York: T & T Clark, 2004), p. 125, según se cita en
Peckham, Canonical Theology, pp. 151-152.
19. Peckham, Canonical Theology,, p. 152.
20. Cf. Graham Cole, «Sola Scriptura: Some Historical and Contemporary Perspectives»,
The Churchman 104, no. 1 (1990): p. 24.
21. Elena G. de White, El conflicto de los siglos, cap. 38, p. 581.
6
¿Por qué es necesaria
la interpretación?

e ha preguntado alguna vez por qué los teólogos y las igle­

S sias cristianas basan su trabajo y su ministerio en la Biblia?


Lo hacen, porque la Biblia es el punto de referencia acep­
tado por el cristianismo. Es imposible hablar de Dios y de
la fe cristiana sin hacer referencia a la Biblia. Sorprendentemente
que la enorme mayoría de los comentaristas y las organizaciones com­
parten una base bíblica, a menudo llegan a conclusiones diferentes de­
bido a la gran cantidad de denominaciones que existen bajo el para­
guas del cristianismo. Esto ocurre en parte porque no todos los teólo­
gos e iglesias están dispuestos a acatar solo las Escrituras. Aceptan otras
fuentes como autoritativas. La razón, la experiencia y la tradición se
infiltran, influyendo en la interpretación de la Biblia y las conclusiones
teológicas. Pero incluso los creyentes que sostienen el principio de sola
Scriptura, que consiste en tomar la Biblia tal como se lee, llegan a dife­
rentes opiniones sobre algunos temas. ¿Por qué ocurre esto? La res­
puesta a esta pregunta involucra las ideas y las experiencias de vida del
lector.
54 • Cómo i n t e r p r e t a r la s E s c r i t u r a s

Nadie se acerca a la Biblia con la mente en blanco


Todos, sin excepción, tenemos creencias e ideas preconcebidas a
la hora de interpretar la Biblia.1Nadie llega a estudiar a la Biblia con la
mente en blanco. Nuestras variadas experiencias, nuestra educación, cul­
tura, capacitación y opiniones influyen al momento de leer las Escritu­
ras. La neutralidad total o la objetividad absoluta es un ideal poco realis­
ta. La reflexión teológica siempre se da bajo el marco de presuposiciones
fundamentales sobre la naturaleza del mundo y la naturaleza de Dios.
En el caso del intérprete individual, la sociedad moldea drásticamente su
contexto e influye en su visión de las Escrituras. Estas dinámicas deben
tenerse en cuenta porque siempre afectan la interpretación del texto.

Nuestros preconceptos
Una influencia significativa que puede sesgar nuestra interpretación
de las Escrituras y alejarnos del significado del texto bíblico es lo que se
conoce como preconceptos.2 Esto quiere decir que cada vez que realiza­
mos un estudio detallado de la Biblia traemos nuestras propias nociones
y pensamientos preconcebidos. Consciente o inconscientemente, estas
ideas y opiniones previas siempre están activas y han sido formadas por
«experiencias concretas y encuentros anteriores con el texto que tienden
a hacernos suponer que ya entendemos lo que se está diciendo».3 Los
preconceptos incluyen todo lo que hemos escuchado «en la iglesia, en
los estudios bíblicos, y en [nuestra] Lectura personal de la Biblia. Pero
no solo esto, sino que nuestra comprensión previa de los textos bíblicos
está también condicionada por los himnos que hemos escuchado, así
como por toda clase de música, arte y literatura, tanto cristianos como
seculares con que hayamos tenido alguna relación. Por otra parte, la
cultura se introduce constantemente en este proceso».4
El problema con las presuposiciones es que pueden estar acertadas
en algunas cosas y en otras no. De esta forma, aunque la comprensión
previa de cualquier pasaje sea correcta, no goza de fundamento si el
6. ¿Por q u é e s n ecesa ria la in terp reta ció n ? • 55

texto bíblico no se ha estudiado de manera cuidadosa y detallada. Es


peligroso suponer que las presuposiciones siempre tienen la razón. La
búsqueda de la verdad requiere de gran humildad, ya que la naturaleza
humana confía en sí misma de manera innata. Esta confianza en sí mis­
ma, u orgullo, es una influencia corruptora en el intérprete, debido a
que «nos anima a pensar que tenemos el significado correcto antes de
haber hecho el esfuerzo apropiado para obtenerlo. El orgullo general­
mente no espera para escuchar; sino que ya sabe».5 El orgullo eleva la
opinión del lector por encima de la Palabra de Dios y, en un giro des­
concertante, «es posible enorgullecerse del escepticismo y la certeza pro­
pios».6 El orgullo, en su peor forma, no conduce a la humildad sino a la
humillación y ridiculización del texto bíblico.7
El gemelo malvado del orgullo interpretativo es la pereza interpreta­
tiva. Esta, ignora la libertad y responsabilidad del lector y depende de
terceros para la interpretación del texto: del predicador en la televisión,
del maestro, de un libro, e incluso el Espíritu. Conduce al lector a re­
nunciar al esfuerzo de prestar atención cuidadosa a la lectura.8
En vez del orgullo que no escucha; o de la pereza que escucha sin
criterio propio, simplemente absorbiendo los pensamientos de los de­
más; necesitamos temperar nuestro conocimiento con la humildad.9 La
actitud de humildad es la voluntad de someter nuestras creencias a una
autoridad superior. Abarca la creencia de que Dios y su Palabra son ma­
yores que la razón humana y nuestra comprensión propia. Debemos
estar dispuestos a permitir que el texto bíblico moldee y reforme nues­
tra comprensión previa para que nuestro pensamiento y nuestras accio­
nes estén cada vez más alineados con la perspectiva bíblica.

Colocarnos por encima de la Palabra


en lugar de entender la Palabra
Abordar el texto con un propósito teológico predeterminado es otro
de los peligros de la comprensión previa. Hacerlo trae conclusiones al
estudio de la Palabra de Dios en vez de permitir que la investigación
56 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

revele los hallazgos. Esta tendencia humana exige una mentalidad abier­
ta, sinceridad y búsqueda en oración para evitar colocamos por encima
de la Palabra de Dios. También exige determinación para colocamos
deliberadamente por debajo de la Palabra de Dios; debemos estar dis­
puestos a dejar que la Biblia moldee nuestros pensamientos y nuestra
comprensión. En este sentido, Elena G. de White ofrece este consejo:

«En el estudio de la Palabra, dejen en la puerta de la investigación


sus opiniones preconcebidas y sus ideas heredadas del ambiente
y cultivadas individualmente. Nunca descubrirán la verdad si estu­
dian las Escrituras para vindicar sus propias ideas. Dejen estas
ideas a la puerta y acérquense con el corazón compungido para
oír lo que el Señor tiene que decirles. (...) No lean la Palabra a la
luz de opiniones anteriores; investíguenla, en cambio, cuidadosa­
mente y con oración, con una mente libre de prejuicios. Si al leerla
se produce la convicción, y ven que las opiniones que han acari­
ciado no están en armonía con la Palabra, no traten de hacer
concordar la Palabra con esas opiniones. Hagan concordar sus
opiniones con la Palabra. No permitan que lo que han creído o
practicado en lo pasado gobierne el entendimiento».10

Sin esta honestidad y mentalidad abierta, los intérpretes quedan a


merced de la comprensión previa; a la deriva del texto de la Sagrada
Escritura. Dejar a un lado nuestros prejuicios y presuposiciones errados
amplía la comprensión bíblica. A medida que nuestra comprensión se
va reformando y expandiendo con la lectura de las Escrituras, comenza­
mos a concentramos en la verdad bíblica. La exposición repetida a la
Palabra de Dios agudiza la visión y la comprensión previa del lector y la
va alineando cada vez más con la verdad bíblica, permitiéndole pensar
con el texto, en lugar de únicamente sobre el texto. Durante este proceso,
Dios trabaja a través de la Biblia y el Espíritu Santo, creando en el intér­
prete las hipótesis necesarias y las ideas esenciales para una compren­
sión adecuada de las Escrituras.11
6 . ¿ P o r q u é e s n ecesa ria la in terp reta ció n ? • 57

La Biblia confirma una y otra vez que por muy atada que una persona
esté a sus presuposiciones, siempre podrá experimentar una transforma­
ción. En Tesalónica, por ejemplo, Pablo «usó las Escrituras para razonar
con la gente. Explicó las profecías y demostró que el Mesías tenía que
sufrir y resucitar de los muertos» (Hechos 17: 2-3, NTV). Como resulta­
do, «algunos judíos que escuchaban fueron persuadidos y se unieron a
Pablo y Silas, junto con muchos hombres griegos temerosos de Dios y
un gran número de mujeres prominentes» (Hechos 17: 4, NTV).

Falsa familiaridad con la Palabra


Otro peligro latente es el de la falsa familiaridad con la Palabra. Es
extraordinario y digno de elogio estar íntimamente familiarizados con
el contenido de la Biblia, pero esto conlleva un peligro. Si creemos que
conocemos la historia, dejamos de leerla con ojos atentos y nos senti­
mos tentados a renunciar al estudio cuidadoso. Algunos pasajes bíbli­
cos familiares y frecuentemente citados pierden su verdadero significa­
do. Por ejemplo, cuando hablamos de las bendiciones de dos o tres que
se unen en oración, a menudo citamos las palabras de Jesús: «Porque
donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en me­
dio de ellos» (Mateo 18: 20). Si bien es cierto que la presencia de Jesús
en medio nuestro es una bendición, este texto no hace referencia a una
reunión de oración moderna. Una lectura cuidadosa y atenta del con­
texto original muestra que él se estaba refiriendo a restaurar a un herma­
no a la comunión. Seguir los pasos que había descrito anteriormente
(en Mateo 18: 15-18), traería la presencia y la bendición de Dios. ¡Él
prometió estar presente cada vez que se siguiera este modelo de recon­
ciliación, independientemente de la cantidad de personas involucradas!
58 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

El desafío cultural que influye en nuestra


interpretación de las Escrituras
Uno de los elementos que más influyen en nuestra comprensión pre­
via es el contexto cultural. Este contexto cultural está formado por una
combinación de influencias formativas por parte de nuestras familias y
nuestra herencia nacional. «Su influjo se deja sentir por todas partes: en
el desayuno con mamá, entre los niños de la clase en la escuela, en la
televisión. Es una mezcla de lenguaje, costumbres, películas, literatura y
hábitos nacionales».12 Los antecedentes familiares también dan forma a
nuestro contexto cultural. De nuestras familias, para bien o para mal,
heredamos muchos de nuestros valores, opiniones y conceptos. Si creci­
mos con un padre abusivo, la imagen bíblica de Dios como un padre
amoroso será un desafío para nosotros. En este caso, el lastre de los
antecedentes familiares dificulta la comprensión de la verdad bíblica
sobre Dios. Sin embargo, este lastre no significa que sea imposible que
aquellos que han sido maltratados comprendan el verdadero significa­
do de la verdad bíblica, «pero sí que los tales tendrán que hacer un es­
fuerzo especial para vencer algunas de las imágenes negativas proceden­
tes de su infancia».I!
Del mismo modo, las imágenes y conductas automáticas a las que
estamos acostumbrados son un desafío para comprender adecuada­
mente los pasajes bíblicos. Por ejemplo, Pablo nos amonesta en Roma­
nos 13: 1-7 a estar sujetos a las autoridades gubernamentales. ¿Qué sig­
nifica esto si vivimos en un país con una democracia pacífica? ¿Qué pasa
si vivimos bajo el gobierno autocrático de un gobernante despótico?
Ciertos autores estadounidenses de un libro de reciente publicación so­
bre hermenéutica, utilizan este pasaje para plantear las siguientes pre­
guntas (dirigidas principalmente a los lectores estadounidenses): «Con
este pasaje en mente, ¿habría sido erróneo participar en el famoso Bos­
ton Tea Party de 1773 para protestar por un nuevo impuesto sobre el té?
Los "patriotas" estadounidenses de aquel tiempo arrojaron varias tone­
ladas de té ajeno al puerto de Boston. ¿Fue correcto este comportamien-
6. ¿Por q u é e s n ecesa ria la in terp reta ció n ? • 59

to desde un punto de vista cristiano?».14 O planteando una pregunta


aún más significativa: ¿Se inició la Revolución Americana en desobe­
diencia a los principios de Romanos 13: 1-7? Tenga en cuenta que las
razones de la Revolución respondían más a cuestiones económicas que
de libertad religiosa. Hay que recordar también que cuando Pablo escri­
bió la Epístola a los Romanos, el gobierno de Roma era mucho más
opresivo y tiránico de lo que nunca fue el que representaba el rey Jorge
III. ¿Qué piensa?».15
Si bien este ejemplo lo presentan autores estadounidenses y está di­
rigido a los sentimientos estadounidenses, ilustra un punto interesante.
Raramente cuestionamos la moralidad de nuestra propia cultura, ya que
suele presentarse como maravillosa y gloriosa. Pero ninguna cultura,
por muy amada que sea, es neutral y libre de culpa. Si comenzamos
nuestra interpretación del texto bíblico (en este caso, Romanos 13: 1-7)
con la conclusión preconcebida «de que este pasaje no puede estar en
contra de la Revolución, estamos poniendo nuestra cultura por encima
de la Biblia».16 El incómodo desafío que enfrentamos consiste en permi­
tir que la Biblia critique incluso a nuestra propia cultura, y no lo contra­
rio. Después de todo, somos primeramente ciudadanos del reino y nos
hemos comprometido a seguir a Dios y sus enseñanzas.

Dos errores en la interpretación


Finalmente, debe quedar claro que el desafío del sesgo cultural es
ineludible. Ejerce mucho peso en la tarea de interpretación debido a la
dificultad que implica salirse de uno mismo para comprender un libro
que fue escrito en un idioma diferente y desarrollado en un tiempo y
lugar diferentes. Debemos esforzarnos para evitar las trampas de la
comprensión previa, las presuposiciones y los prejuicios culturales. Este
arduo trabajo se recompensa evitando dos errores fundamentales.
El primer error es acercarse a la Biblia con el método equivocado,
interpretándola como si Dios no existiera. Debemos poner a un lado
nuestra visión del mundo, permitiendo que las Escrituras proporcionen
60 • Cómo in te rp re ta r las E sc ritu ra s

los parámetros para su propia interpretación. El segundo error que debe


evitarse involucra el método correcto pero empleado de manera inco­
rrecta: usar el principio de sola Scriptura pero de manera incoherente. Es
necesario permitir que la Biblia reconfigure toda nuestra comprensión
previa. Someterse a este método de estudio de la Biblia traerá luz y com­
prensión al humilde buscador de la verdad.
Para los creyentes, evitar el primer error es probablemente más fácil
que lidiar con la segunda trampa. Llegar a un acuerdo con nosotros
mismos requiere determinación y voluntad de someterse a las Escritu­
ras, permitiendo que la Biblia funcione como un vínculo unificador. A
través de su Palabra, Dios llevará a cabo su obra de unir nuestra teolo­
gía, nuestros corazones y nuestras mentes.*1

Referencias
1. Sobre la enorme influencia que ejerce nuestra comprensión previa en la tarea de
interpretación, ver Frank M. Hasel, «Presuposiciones en la interpretación de las Es­
crituras» en Entender las Sagradas Escrituras, ed. George W. Reid (Doral, Florida:
IADPA, 2009): pp. 33-58.
2. Aquí seguimos la excelente discusión sobre la comprensión previa en J. Scott Duvall
y J. Daniel Hays, Entendiendo la Palabra de Dios, pp. 122-133.
3. Ibid., p. 122.
4. Ibid., p. 123.
5. Kevin J. Vanhoozer, Is There a Meaning in This Text?: The Bible, the Reader, and the
Morality of Literary Knowledge (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1998), p. 462.
6. Vanhoozer, Is There a Meaning in this Text?, p. 463.
7. Vanhoozer, p. 463.
8. Vanhoozer, p. 463.
9. Sobre la importancia de la humildad, ver Hasel, «Presuppositions», pp. 34-35.
10. Elena G. de White, Mensajes para los jóvenes, § 83, p. 152.
11. Cf. Gerhard F. Hasel, Understanding the Living Word of God (Mountain View, CA:
Pacific Press, 1980), pp. 77-78.
12. Duvall y Hays, pp. 125-126.
13. Ibid., p. 127.
14. Ibid., p. 128.
15. Ibid., p. 129.
16. Ibid., p. 130.
7
El idioma, el texto y el contexto

as palabras tienen poder. Pueden hacer pasar a un pueblo de

L la desobediencia a la lealtad. En un momento crucial en la


historia de Israel, Josué instó al pueblo de Dios a actuar: «Elige
hoy mismo a quién servirás. ¿Acaso optarás por los dioses que
tus antepasados sirvieron del otro lado del Éufrates? ¿O preferirás a
dioses de los amorreos, en cuya tierra ahora vives? Pero en cuanto a mí
y a mi familia, nosotros serviremos al Señor» (Josué 24: 15, NTV). Estas
conmovedoras palabras cambiaron el curso de una nación y mantuvie­
ron a Israel en el centro del plan de Dios. Sin embargo, las palabras
también pueden causar estragos cuando se usan para engañar y destruir.
Siglos antes, en el Jardín del Edén, Satanás atrajo a Eva con palabras
engañosas: «¿De veras Dios les dijo que no deben comer del fruto de
ninguno de los árboles del huerto?» (Génesis 3: 1, NTV).
Después de que Adán y Eva cayeron en la tentación de Satanás, Dios
continuó comunicándose con la humanidad. Los profetas y escritores
registraron la historia y la teología de la creación, la caída, el plan de
redención y la promesa de restauración. Escribieron en hebreo, arameo
y griego, idiomas desconocidos para la mayoría de los lectores de hoy.
Por esta razón, es esencial entender cómo la traducción afecta nuestra
comprensión del texto. Las palabras bíblicas están llenas de significado
y muchas veces tienen matices que dependen de su contexto. Una ora­
ción, un capítulo, un libro de la Biblia o posiblemente toda la Escritura
pueden influir en el significado concreto de un texto. Comprender estos
62 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

matices en los idiomas originales aclara y enriquece el mensaje de la


Biblia. A modo de ejemplo, el siguiente estudio del concepto del rema­
nente de las Escrituras demostrará cómo se puede derivar el significado
en base al contexto más amplio de la Biblia.

Estudios de palabras y rango semántico


El estudio de las palabras es esencial en nuestra búsqueda de poder
comprender los conceptos de las Escrituras. Este breve estudio sobre el
tema del remanente ilustrará su valor. Hay varias palabras clave que re­
quieren ser examinadas en un esfuerzo por comprender el concepto del
remanente a lo largo de la Escritura.1
Una de las palabras traducidas como «remanente» es shear, que sig­
nifica «lo que sobra o lo que queda». En sus diversas derivaciones, apa­
rece 226 veces en el Antiguo Testamento. Como sustantivo, puede de­
signar al «remanente» de Israel (Isaías 10: 20, NV1) o a «su pueblo»
(Isaías 11: 11, 16; 28: 5). En este caso, el texto indica que es un remanen­
te elegido por Dios. Isaías 4: 2-6 e Isaías 6: 13 describen además un re­
manente santo que ha experimentado el juicio divino.
Otras palabras hebreas que describen al remanente incluyen térmi­
nos como pálat o malat, «escapar»;2 yathar, «quedarse, ser dejado»; sarid,
«sobreviviente»; y 'a arit, «escapar de una amenaza mortal».1 La raíz pa-
lat se usa 80 veces en el Antiguo Testamento. En algunos casos, no fue
posible escapar (Jueces 3: 29, Jeremías 32: 3-4), pero en muchos otros
lo fue (Génesis 19: 17-22; Jeremías 51: 6). Nuevamente, en el libro de
)oel, los que invocaron el nombre del Señor escaparon (2: 32).
Otro término, yathar, se usa 110 veces. Significa «el resto del pueblo»
(Nehemías 10: 28; 11: 1; Hageo 1: 12) y se refiere al remanente que per­
maneció en Jerusalén. En algunos casos, este término se usa para un
remanente futuro (Sofonías 2: 9; Zacarías 14: 2).4
Finalmente, las palabras sarid y 'a arit se pueden encontrar en contex­
tos donde el remanente no sobrevive. En Números 24: 20, Balaam pre­
dice que Amalee «perecerá para siempre», y Amos 9: 1 predice un tiem-
7. El idiom a, el te x to y el c o n te x to • 63

po en Israel cuando «no habrá de ellos quien huya ni quien escape».


Ezequiel afirma que «a tus sobrevivientes los matarán a filo de espada
[... ] y los que aún queden con vida serán consumidos por el fuego»
(Ezequiel 23: 25). Hay una sensación de completa destrucción sin un
remanente sobreviviente.
En el Nuevo Testamento, la palabra griega loipós, «el resto», puede
usarse para referirse a aquellos que se niegan a arrepentirse y endurecen
sus corazones. En Romanos 11: 5, katáloipoi se traduce como «remanen­
te», y Pablo argumenta que «Así también aun en este tiempo ha queda­
do un remanente escogido por gracia» (Romanos 11: 5).
El contexto de estos términos indica que el concepto de remanente
puede describirse de varias maneras. Aunque existe cierta superposi­
ción, el uso de la palabra «remanente» por lo general se dividen en tres
categorías.

El remanente histórico
Primero, los remanentes históricos son aquellos que han escapado
de una gran catástrofe o de un juicio en un contexto histórico. Tarsee Ei
afirma que «este aspecto del leimotiv del remanente está allí, indepen­
dientemente de la fe o del compromiso del grupo con Dios».5 Por ejem­
plo, en Génesis 4: 1-15, la muerte de Abel «dejó solo a Caín como el
progenitor de la raza humana».6 La supervivencia de Caín no se debió a
su fidelidad, sino al hecho de que asesinó a su hermano.
Durante los primeros años de Israel en Canaán, su falta de fe en las
promesas de Dios dejó un remanente de cananeos en la tierra prometi­
da. Este remanente continuó causándole problemas a Israel a lo largo
de los siglos que siguieron.
En otro frente, las invasiones asirias también le causaron problemas a
Israel. Isaías 1: 4-9 describe un remanente de sobrevivientes que se que­
daron debido a las circunstancias de la guerra, no debido a su obediencia
y fidelidad. Estos ejemplos de remanentes históricos ilustran un remanen­
te que quedó debido a circunstancias que estaban más allá de su control.
64 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

El remanente fiel
Además del remanente histórico, la Biblia también habla del rema­
nente fiel. Se trata de aquellos que permanecen fieles a Dios tanto en los
buenos tiempos como en las circunstancias difíciles. A lo largo de la
Biblia, Dios tiene un remanente fiel que cumple su voluntad y testifica
de él. Viven en la historia como todos nosotros, pero sus características
no están determinadas por sus circunstancias, sino por su respuesta
al llamado de Dios. Los siguientes son tres ejemplos bíblicos de lo
anterior:
1. Noé. En Génesis, la Biblia registra la fidelidad de Noé y su familia
al mensaje y la misión de Dios. «Solamente quedó Noé y los que
con él estaban en el arca» (Génesis 7: 23).
2. José. En Egipto, José aseguró la salvación de Israel como remanen­
te gracias a su servicio incondicional en la casa de Potifar, su dedi­
cación en el calabozo y su comunicación precisa de la interpreta­
ción de los sueños de Dios. José entendió cuál era su papel en el
plan de Dios. «Y Dios me envió delante de vosotros para preserva­
ros un remanente en la tierra, y para guardaros con vida mediante
una gran liberación» (Génesis 45: 7, LBLA). Algunos piensan que
este «remanente de José» se refiere a la entidad colectiva que pere­
cería, pero que «un remanente, compuesto de los que regresaron a
Jehová, tal vez "se libraría"».7
3. Daniel. En Babilonia, la fidelidad de Daniel y sus amigos fue el
medio para la conversión de Nabucodonosor, lo cual condujo al
regreso de los judíos a Jerusalén (Daniel 2, 3, 4).

En este punto, vale la pena señalar que el remanente fiel podría in­
cluir a algunos que no lo son tanto. Noé y su familia fueron preservados
en el arca, pero Cam más tarde «vio la desnudez de su padre» (Génesis
9: 20-27). Del mismo modo, la familia de Lot se salvó de la destrucción
de Sodoma y Gomorra, pero su esposa miró hacia atrás y se convirtió en
un pilar de sal (Génesis 19: 26). Esta realidad «requiere que uno vaya
7. El idiom a, el te x to y el c o n te x to * 65

más allá del contexto inmediato de un pasaje particular en el que el


término remanente se usa en función del contexto más amplio del libro
o incluso del canon completo, a fin de determinar si la comunidad so­
breviviente en la Biblia es un remanente fiel o simplemente un rema­
nente histórico».8 En general, esto se va aclarando a medida que los
términos y pasajes se van a justando al contexto más amplio de la Escri­
tura. Sigue siendo válido que «el Antiguo Testamento tiene una correla­
ción general entre la salvación del remanente y el núcleo del verdadero
pueblo de Dios».9
En el Nuevo Testamento, el mensaje del evangelio de Cristo continúa
la correlación que hay entre el remanente y el verdadero pueblo de Dios.
El mensaje de salvación de Jesús, aunque universal (Marcos 1: 15),
mantuvo el concepto del remanente. Él «vino a buscar y a salvar lo que
se había perdido» (Lucas 19: 10), pero dijo también que «angosta es la
puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la
hallan» (Mateo 7: 14). En Mateo 22: 14, los elegidos son contrastados
con los que no aceptaron las enseñanzas de Jesús.
En Romanos 9-11, el apóstol Pablo incluye a judíos y gentiles en la
composición del remanente (Romanos 9: 24), «esta comunidad expandi­
da es posible gracias a un remanente fiel de Israel».10 De esta manera, la
Biblia y la iglesia primitiva preservaron el concepto de un remanente fiel.

El remanente escatológico
El remanente escatológico está estrechamente relacionado con el rema­
nente fiel. Son los fieles que experimentan las tribulaciones de los últimos
tiempos y salen victoriosos en el gran día del Señor, y finalmente reciben el
reino de Dios. Joel hace referencia a este remanente en su predicción del
Antiguo Testamento: «El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre,
antes de que venga el día grande y terrible del Señor. Y todo aquel que in­
voque el nombre del Señor será salvo, y entre ellos estará el remanente al
cual el Señor ha llamado, porque en el monte de Sión y en Jerusalén habrá
salvación, tal y como el Señor lo ha dicho» (Joel 2: 31-32, RVC).
66 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

En Apocalipsis 12, Satanás, el dragón, se enfurece con la mujer, que


es la iglesia, y hace la guerra con el «contra el resto de la descendencia
de ella, contra los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el
testimonio de Jesucristo» (Apocalipsis 12: 17). Apocalipsis 14: 12 con­
tiene una frase similar. «Aquí está la perseverancia de los santos, los que
guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús».
Curiosamente, el término entole, «mandamiento», aparece en ambos
pasajes. ¿Se refiere este término a los Diez Mandamientos, o se trata
de una idea más general? Johannes Kovar nos da algunos argumentos
contextúales a favor de los Diez Mandamientos. El texto de Apocalipsis
12-14 está enmarcado en el contexto del templo. Apocalipsis 11: 15-19
nos habla del arca del pacto situada en el Lugar Santísimo. La segunda
visión se refiere al «santuario del tabernáculo del testimonio» en el cielo
(Apocalipsis 15: 5). Este «santuario del testimonio» generalmente se re­
fiere al lugar donde se guardaban los mandamientos. Estas dos referen­
cias encierran o «forman una inclusión alrededor de los capítulos 12-14,
con la intención de dirigir la atención del lector a lo que estaba dentro
del compartimiento interno del templo, es decir, el arca del pacto»."
El tema de los Diez Mandamientos se vuelve entonces más evidente
y explícito en Apocalipsis 12: 17 y 14: 12. El contexto inmediato apunta
a la interpretación de que el texto se está refiriendo a los Diez Manda­
mientos. Al comparar este texto con Daniel 7, Kovar también contrasta
el poder que tiene el cuerno pequeño de «cambiar» las leyes en Daniel
al hincapié que se hace en el Apocalipsis de un pueblo que guarda la ley
de Dios.12 El contexto no deja lugar a dudas, ya que Apocalipsis 12-14
describe dos veces a un pueblo que «guarda los mandamientos de Dios».
Ahora, es importante que veamos la conexión y la continuidad que
existe entre el remanente fiel y el remanente escatológico: ambos son
obedientes a los mandamientos de Dios. Pero esta obediencia no se
basa en sus propios méritos, sino en el poder y la fortaleza de Jesús, por
quien pueden alcanzar la justificación por la fe. La importancia de que
exista un pueblo que guarde los mandamientos al final de la historia de
7. El id iom a, el te x to y el c o n te x to • 67

la tierra, en la culminación de la gran controversia entre Cristo y Sata­


nás, se manifiesta en el mensaje del primer ángel. Este mensaje anuncia
al mundo la hora de su juicio y los dirige a los Diez Mandamientos, el cuar­
to en particular. «En medio del cielo vi volar otro ángel que tenía el evan­
gelio eterno para predicarlo a los habitantes de la tierra, a toda nación,
tribu, lengua y pueblo. Decía a gran voz: "¡Temed a Dios y dadle gloria,
porque la hora de su juicio ha llegado! ¡Adorad a aquel que hizo el cie­
lo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas!"» (Apocalipsis 14: 6-7).
Juan destaca claramente el poder creativo de Dios e identifica el sello
distintivo de su obra creativa, que es el sábado.

Las características del remanente escatológico


Para poder definir al pueblo remanente escatológico, debemos com­
prender cómo se lo describe en Daniel y Apocalipsis: quiénes son y
cuándo aparecen en la historia. En este capítulo estamos estudiando
quiénes son y sus características. En el capítulo 11 nos enfocaremos en
cuándo aparecen en la historia y en su tiempo profético.
Un repaso de las profecías apocalípticas de Daniel y Apocalipsis ofre­
ce pistas sobre las características del remanente.
1. El remanente, descrito como los 144,000 en Apocalipsis 14: 4,
sigue al Cordero donde quiera que va. Siguen el ejemplo de Cris­
to, rechazando las últimas tendencias del pensamiento, las modas
del momento y la ambición mundana.
2. «En sus bocas no fue hallada mentira» (Apocalipsis 14: 5); en
cambio, tienen la verdad y la proclaman en los mensajes de los
tres ángeles de Apocalipsis 14. Son puros en pensamiento y tienen
la mirada fija en Cristo.
3. El remanente es perseguido por su fe. En Apocalipsis 12, se los
identifica como «el resto de la descendencia de ella» (versículo 17),
es decir, el remanente de la mujer que lucha contra el dragón.
El cuerno pequeño hace guerra contra los santos y los vence
68 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

(Daniel 7: 21), buscando así destruir a los fuertes y al pueblo de los


santos (Daniel 8: 24). Pero un remanente prevalecerá cuando Mi­
guel se ponga de pie.
4. El pueblo remanente guarda los mandamientos de Dios. Los
mandamientos son un elemento prominente en el libro de Apoca­
lipsis, y el sábado se resalta en el mensaje del primer ángel (Apo­
calipsis 14: 7) y en el mensaje a Laodicea (Apocalipsis 3: 14). En
Daniel, el poder del cuerno pequeño piensa «cambiar los tiempos
y la ley» (Daniel 7: 25) y profana el santuario (Daniel 8: 13). En
medio de todo esto, el pueblo remanente emerge con el sello de
Dios.
5. «Estos son los que no se han contaminado con mujeres, pues
son vírgenes» (Apocalipsis 14: 4). Estos creyentes son sobrios y
centrados; puros en acción y pensamiento.
6. Los remanentes son aquellos cuyas «obras con ellos siguen»
(Apocalipsis 14: 13). Probados por el intenso conflicto del tiem­
po del fin, sus actos o «hechos» les son contados como justicia
(Hebreos 11: 8-10). Así como Abraham creyó y se dispuso en la fe
a ir a donde Dios lo llevaría, el remanente es perfecto ante Dios y
sigue a Cristo a la verdadera tierra prometida.

Hay quienes ven el hecho de mantener este estilo de vida antes de


que Jesús regrese como legalista e imposible. Como resultado, durante
los últimos años la Iglesia Adventista ha recibido cada vez más críti­
cas por la doctrina del remanente, tanto desde adentro como desde
afuera.13 Algunos afirman que esta enseñanza es exclusivista e incluso
elitista.14 Otros, apoyan la identidad bíblica profética y apocalíptica del
remanente como lo describimos en este capítulo.15
Por supuesto, la vida del remanente es un logro divino y sobrenatu­
ral: es un regalo de Dios. Es un anhelo humilde seguir a Jesús, buscar y
salvar a los perdidos, advertirles de la confusión y conducirlos a la luz.
Es suplicar a los perdidos, como Noé lo hizo una vez, para que acepten
la salvación y eviten la destrucción inminente de la tierra. Es un sincero
7. El idiom a, el te x to y el c o n te x to * 69

deseo de conocer a Jesús y comprender su voluntad, atesorando esta


experiencia sobre cualquier otra cosa que el mundo pueda ofrecer. El
deseo del remanente bíblico es permanecer fiel en todo hasta que él
venga.
El concepto del remanente está profundamente entretejido en las pa­
labras de las Escrituras. En el contexto de la Biblia contribuye a una
comprensión de los fieles del tiempo del fin. A través de un estudio
cuidadoso, emerge el concepto, y el alumno comienza a comprender el
tema general del «remanente».16 «La idea bíblica de un remanente visi­
ble en el tiempo del fin nos da como adventistas del séptimo día una
comprensión más clara de la naturaleza de la iglesia que cualquier otra
iglesia protestante. Los adventistas creen que la iglesia no es esencial­
mente invisible, sino que es una realidad mundial e inclusiva de todas
las naciones, pueblos y lenguas».17 En estos días finales, cada creyente
del tiempo del fin tiene el privilegio de unirse a la iglesia remanente en
su misión de proclamar el mensaje de salvación de Dios a un mundo
agonizante.*1

Referencias
1. En este sentido, ver el estudio de Gerhard F. Hasel, The Remnant: The History and
Theology of the Remnant Idea from Genesis to Isaiah (Berrien Springs, Ml: Andrews
University Press, 1980); Hasel, «Remnant», International Standard Bible Encyclopedia,
ed. G. W. Bromiley (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1982), pp. 130-134.
2. G. F. Hasel, «palat» Theological Dictionary of the Old Testament, t. 11, ed. G. J. Bot-
terweck, H. Ringgren, y Heinz-Joseph Fabry (Grand Rapids, Ml: Eerdmans, 2000),
pp. 551-567.
3. G. F. Hasel, «"Remnant" as the Meaning of "Aharit"», en The Archaeology of Jordan
and Other Studies, ed. Lawrence T. Geraty, Siegfried Horn, y Larry G. Herr (Berrien
Springs: Andrews University Press, 1986), pp. 511-524.
4. G. F. Hasel, «Remnant», Interpreter's Dictionary of the Bible, Supplement, ed. K. Crim
et al. (Nashville: Abingdon, 1976), p. 735.
5. Tarsee Li, «El remanente en el Antiguo Testamento» en El remanente: el enfoque ad­
ventista, ed. Ángel M. Rodríguez (Doral, Florida: IADPA, 2013), p. 16.
6. G. F. Hasel, «Remnant», International Standard Bible Encyclopedia, ed. G. W. Bromiley
(Grand Rapids, MI: Zondervan, 1982), p. 132.
70 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

7. G. F. Hasel, Theology of the Remnant, p. 203.


8. Li, «El remanente en el Antiguo Testamento», p. 20.
9. G. F. Hasel, «Remnant», Interpreter's Dictionary of the Bible, Supplement, ed. K. Crim
et al. (Nashville: Abingdon, 1976), p. 736.
10. Leslie N. Pollard, «El remanente en el pensamiento paulino», en El remanente: el
enfoque adventista, pp. 63-73.
11. Johannes Kovar, «F.l remanente y los mandamientos de Dios: Apocalipsis 12: 17»,
en El remanente: el enfoque adventista, p. 109.
12. Ibíd., p. 115.
13. Para una descripción general de este asunto, vea Frank M. Hasel, «El remanente en
la teología adventista contemporánea», en El remanente: el enfoque adventista,
pp. 151-177.
14. Hay quienes defienden la idea de que «la reunión final de los remanentes puede ser
más amplia e incluyente que limitarla a una sola iglesia formal» y que «somos un
movimiento profético y no "la verdadera iglesia de Dios"», véase Jack W. Provons-
ha, A Remnant in Crisis (Hagerstown, MD: Review and Herald, 1993), pp. 163, 167.
Esta posición asume un enfoque racionalista de la verdad y no un enfoque revela­
dor. Otros sugieren que Dios tiene un remanente en todas las principales religiones
del mundo, un remanente invisible dentro del budismo, el hinduismo y el Islam, y
este remanente permanecerá hasta que Jesús venga; ver referencias en F. M. I lasel,
«El remanente en la teología adventista contemporánea», pp. 151-177.
15. G. F Hasel, «The Reínnant in Scripture and the End Time», Adventists Affirm (otoño
de 1988), pp. 5-12, 64-66; Clifford Goldstein, The Remnant: Biblical Reality or
Wishful Thinking? (Boise, ID: Pacific Press, 1994); Gerhard F. Pfandl, «The Remnant
Church», Journal of the Adventist Theological Society 8, no. 1-2 (1997): pp. 19-27;
Pfandl., «Las marcas identificativas del remanente escatológico en el libro de Apo­
calipsis», en El remanente: el enfoque adventista, pp. 129-151.
16. Véase G. F Hasel, Understanding the Living Word of God (Mountain View, CA: Pacific
Press, 1980), pp. 113-116.
17. F M. Hasel, «El remanente en la teología adventista contemporánea», p. 170.
8
La creación
— Primera parte
El sábado

ctualmente, el sábado como día de reposo se encuentra

A bajo un fuerte ataque en la sociedad secular y las comuni­


dades religiosas. Las corporaciones globales, por ejemplo,
han intentado cambiar el calendario en muchos países eu­
ropeos al designar el lunes como el primer día de la semana y el d
go como el séptimo día. Además, la reciente encíclica papal sobre el
cambio climático, que llama al sábado «el sábado judío», alienta al
mundo a observar un día de descanso para aliviar el calentamiento glo­
bal.1En algunos países asiáticos, hay una semana laboral de seis días de
lunes a sábado, mientras que en algunos países musulmanes, en defe­
rencia al viernes como día de adoración sagrada, se emplea una semana
laboral de seis días de sábado a jueves. Además, se han implementado
leyes dominicales para proteger la santidad del primer día de la semana.
Todas estas tendencias socavan el sábado bíblico.
En los próximos dos capítulos nos enfocaremos en dos instituciones
que tienen su origen en la creación: el sábado y la santidad del matri­
monio. Y los vamos a utilizar en nuestro estudio para poner en práctica
los principios de hermenéutica que hemos aprendido.
72 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

El sábado en el Génesis
Génesis ofrece una descripción simple y elocuente del último día de
la creación. «El séptimo día concluyó Dios la obra que hizo» (Génesis
2: 2). Muchos creacionistas resaltan la obra de Dios durante los seis días
de la creación, pero no reconocen que la obra de Dios no terminó el
sexto día: fue el sábado que terminó su trabajo creativo. Por eso, declaró
que «el sábado fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por
causa del sábado» (Marcos 2: 27). Jesús tenía autoridad para declarar
esto porque él creó el sábado como una señal eterna y como un sello del
pacto de Dios con su pueblo. El sábado no era solo para el pueblo he­
breo sino para toda la humanidad. Está relacionado con los cuerpos
celestes que gobiernan el año, los meses, los días y las estaciones. Sin
embargo, lo que lo distingue de todas las demás medidas de tiempo es
el hecho de que el ciclo semanal no tiene fundamentos en la naturaleza,
sino que se basa en la semana de la creación del Génesis, encontrando
su lugar y significado en la Palabra de Dios.
El texto continúa describiendo tres actos que Dios realizó luego de
crear el día de reposo. Primero, «descansó», dando el ejemplo divino de su
deseo de descansar con nosotros. Segundo, «bendijo» el séptimo día. No
fue el principio del «descanso» lo que Dios bendijo, sino un día especí­
fico. En la narrativa de la creación, los animales son bendecidos (Géne­
sis 1: 22), y Adán y Eva son bendecidos (Génesis 1: 28), pero solo el
sábado es bendecido como día. Tercero, Dios lo «bendijo» y «lo santifi­
có» (Génesis 2: 3). Esto significa que lo apartó como un día santo para
la comunión con su creación. Como Creador, esta era su prerrogativa,
no la nuestra. Ningún otro día en la Biblia recibe estas designaciones,
solo el sábado.

El sábado en el desierto
El regalo del maná en el desierto sirvió para realzar el regalo mayor
del sábado (Éxodo 16: 25). En el relato de este milagro, que ocurrió
antes de recibir el Decálogo en el Sinaí, se utiliza el sustantivo sabbat por
8 . La crea ció n — Prim era p arte— El sá b a d o * 73

primera vez. El Señor ordena: «Mañana es sábado, el día de reposo con­


sagrado a Jehová [...J. Mirad que Jehová os dio el sábado, y por eso en
el sexto día os da pan para dos días. Quédese, pues, cada uno en su lu­
gar, y nadie salga de él en el séptimo día. Así el pueblo reposó el sépti­
mo día» (Éxodo 16: 23, 29-30). Recolectar doble cantidad del maná el
viernes, en obediencia al mandato de Dios, era un recordatorio semanal
de la palabra del Señor con respecto al sábado. Si no se recolectaba do­
ble el viernes, no habría nada para ellos el séptimo día.2 Por designio
divino, la provisión de maná por parte de Dios reforzaba la santidad del
sábado (vers. 23), absteniéndose del trabajo y disfrutando de veinticua­
tro horas de descanso (vers. 23, 29-30).
La experiencia en el desierto también representó un campo de prue­
bas para la relación del hombre con Dios. ¿Confiaría la humanidad en
el Señor del sábado o confiaría en sus propios deseos? Cuando salieron
en sábado para recoger el maná (vers. 25-27), Dios los reprendió:
«¿Hasta cuándo seguirán desobedeciendo mis leyes y mandamientos?»
(Éxodo 16: 28, NVI). Deshonrar el sábado equivalía a negarse a obede­
cer las leyes y mandamientos de Dios. ¿Y cuándo se establecieron estas
leyes y mandamientos? Se establecieron en la creación. En particular, el
cuarto mandamiento muestra que el conocimiento del sábado es ante­
rior a la experiencia en el desierto de Israel y a la entrega de los Diez
Mandamientos en el Sinaí.

El sábado en los mandamientos


El acto creador de Dios y su interés de relacionarse con nosotros,
encarnado en el mandamiento del sábado, están plasmados en el cora­
zón del Decálogo. Su deseo por la experiencia del sábado se expresa
en el cuarto mandamiento, que también es el más largo, en el que descri­
be el qué, cuándo, cómo y por qué de la observancia del sábado (Éxodo
2 0 : 8 - 11).
Primero, Dios nos dice qué debemos hacer. El llamado a la observan­
cia del sábado tiene un doble significado. Por un lado, nos recuerda la
74 • Como i n te r p r e ta r la s E s c r itu r a s

semana de la creación para establecer la razón de ser del sábado. Por otro
lado, reconociendo la tendencia del hombre a olvidar, se nos advierte
que recordemos el sábado. Santificado, apartado y bendecido: el sábado,
el séptimo día de la creación, funciona como un día especial de adora­
ción y un momento íntimo de comunión con el dador de toda la vida.
Segundo, el mandamiento especifica cuándo debemos recordar: «Pero
el séptimo día es de reposo para Jehová, tu Dios» (vers. 10). Esta medida
del tiempo, ordenada por el Creador cuando estableció el ciclo de siete
días de la semana, se reserva cada séptimo día en conmemoración de la
creación.
Tercero, el mandamiento describe cómo debemos guardar el sábado.
No debemos hacer ningún trabajo (vers. 10), es decir, detener las activi­
dades laborales diarias que ocupan nuestro tiempo. El séptimo día está
reservado para Dios, dejando los seis días restantes para el trabajo. La
orden de abstenernos de trabajar se extiende al hogar. Toda la familia, al
igual que los sirvientes, el ganado y los invitados, deben disfrutar de la
paz del sábado. Todos deben descansar y, como parte de la familia de
Dios, disfrutar de la bendición colectiva en Jesús.
Finalmente, el mandamiento nos dice por qué debemos guardar el
sábado: «Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y
todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día» (vers. 11). El
primer sábado, Dios modeló su deseo para ese día pasándolo con Adán
y Eva, los humanos creados a su imagen. Con este fin, «bendijo Dios el
séptimo día y lo santificó» (Génesis 2: 3). Desde el principio, Dios de­
seaba mantener una relación con su creación. El sábado anuncia esta
prioridad mostrándonos a un Dios que se aleja del gobierno del univer­
so para pasar tiempo con sus seres creados.

El sábado en el Nuevo Testamento


Al principio de su ministerio, Cristo destacó su relación con el sába­
do. «Vino a Nazaret, donde se había criado; y el sábado entró en la sina­
goga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer» (Lucas 4: 16). Más
8. La crea ció n — Prim era p arte— El sá b a d o *75

tarde, Jesús declaró: «No piensen que he venido a anular la ley o los
profetas; no he venido a anularlos, sino a darles cumplimiento» (Mateo
5: 17, NVI). Esta ratificación de la ley calmó a los judíos celosos de la ley
de su época, pero no le impidió desafiar las pesadas regulaciones que
habían creado para guardar el sábado. Su desafío muchas veces lo
demostró en la forma de milagros, expulsando demonios (Marcos
1: 21-28; Lucas 4: 33) y sanando en sábado (Mateo 8: 14-15; Lucas
6: 6; 13: 10-17; 14: 1-4; Juan 5: 1-9; 9: 1-41). La curación del paralítico
en el estanque de Betesda y la posterior orden de que se levantara a ca­
minar, «demostró la realidad y la integridad de su curación [del paralí­
tico] caminando y llevando a casa el camastro en el que había estado
acostado».3 Jesús confrontó a los fariseos para justifica esta curación mi­
lagrosa: «¿Es lícito en los sábados hacer bien, o hacer mal; salvar la vida,
o quitarla?» (Marcos 3: 4).
En Mateo 24: 20, Jesús anticipa la destrucción de Jerusalén en el
año 70 d. C., exhortando a sus oyentes: «Orad, pues, que vuestra hui­
da no sea [...] en sábado». Por implicación, Jesús ratifica el sábado y
su santidad incluso hasta el año 70 d. C.4 El sábado debía ser un tiem­
po de descanso, adoración y reflexión pacífica sobre las maravillosas
obras de Dios.
Incluso en la muerte, Jesús descansó en el sepulcro durante el sába­
do, y resucitó el primer día de la semana. Las mujeres que ungieron a
Jesús para sepultarlo «descansaron el sábado, conforme al mandamien­
to» (Lucas 23: 56). El acusativo sabatón indica que descansaron «durante
todo el sábado» (Biblia de Goodspeed). Lucas es específico en mencionar
el sábado en su relato de la Pasión, refiriéndose a tres días distintos: el
día de preparación, el sábado y el primer día de la semana.3
En los Evangelios, el ejemplo de Jesús es instructivo para sus seguido­
res de hoy. Demostrando el verdadero espíritu del sábado, sanó y expul­
só demonios, revalidándolo como un día de alegría, celebración y liber­
tad de la culpa y las cargas de la enfermedad. Nunca habló de abolir el
sábado. Más bien, les dijo a sus discípulos: «Si me amáis, guardad mis
mandamientos» (Juan 14: 15).
76 • Cómo in te rp re ta r las E s c r itu r a s

En la iglesia primitiva, la práctica de guardar el sábado continuó. La


frase que se encuentra en Lucas 4: 16: «Conforme a su costumbre», utili­
zada cuando Jesús fue a la sinagoga al regresar a su ciudad natal de Na-
zaret, también se usa para Pablo: «Llegaron a Tesalónica, donde había
una sinagoga de los judíos. Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por
tres sábados discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de
las Escrituras que era necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los
muertos. Y decía: "Jesús, a quien yo os anuncio, es el Cristo"» (Hechos
17: 1-3). En Corinto, Pablo «discutía en la sinagoga todos los sábados,
y persuadía a judíos y a griegos» (Hechos 18: 4). En su tercer viaje, llegó
a Éfeso y «en la sinagoga, habló con valentía por espacio de tres meses,
discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios» (Hechos 19: 8).
Más tarde, se retiró y entró en la escuela de Tiranno, donde «continuó
por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia,
judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús» (vers. 10).
La imagen de Jesús y los apóstoles observando el sábado es un pa­
trón recurrente en el Nuevo Testamento. Incluso después de que los
cristianos abandonaron las sinagogas, no hay indicios de que adoraran
en un día diferente. Que no hubo controversia sobre la naturaleza vin­
culante del sábado se evidencia por la omisión de directrices acerca del
sábado en el Concilio de Jerusalén. Aparentemente, este no era un pro­
blema en la lucha del nuevo movimiento para integrar a judíos y genti­
les. «El silencio durante el Concilio sobre este tema es un testimonio
elocuente de la continua observancia del sábado por parte de cristianos
judíos y gentiles».6

El sábado hoy
Los estudios contemporáneos sobre el sábado alegan tres motivos
principales para afirmar que el sábado ya no es vinculante: 1) el enfo­
que histórico-crítico; 2) el argumento del antiguo parto-nuevo pacto,
en base al antiguo Israel en contraste con la iglesia establecida por Cris­
to; y 3) algunas afirmaciones relacionadas con el sábado bíblico en el
8 . La crea ció n — Prim era p arte— El sá b a d o * 77

Antiguo y Nuevo Testamento, pero reenfocándolo como un sábado es-


catológico para toda la humanidad.
El enfoque histórico-crítico niega a priori la autoría inferida del Pen­
tateuco y atribuye los pasajes del sábado que aparecen en los dos prime­
ros libros de la Biblia a la tradición israelita posterior, a varias escuelas
(J, E, D, P), a editores o redactores. Para Willy Rordorf, entonces, el sá­
bado judío de Génesis 1-2, Éxodo 20 y Deuteronomio 5 «se originó
después de la ocupación de Canaán y [... ] la evidencia la tenemos en
documentos que datan del período monárquico temprano», pero «no
se ha otorgado crédito por tal invención a los israelitas».7 En tal sentido,
los eruditos han buscado el origen del sábado fuera de Israel, asumien­
do que fue prestado de alguna otra civilización antigua, ya sea babilóni­
ca, kenita, árabe o ugarítica. «A pesar de los extensos esfuerzos de más
de un siglo de estudio sobre los orígenes del sábado afuera de los israe­
litas, aún sigue envuelto en el misterio. Ninguna hipótesis se ha ganado
el respeto de un consenso académico».8 ¿Podría ser inútil la búsqueda
de los orígenes del sábado fuera de las Escrituras porque el sábado se
originó en la creación y fue ordenado por Dios mismo, el que dispuso
el ciclo de siete días?
Algunos teólogos también sostienen que el sábado era parte del pac­
to israelita o judío, pero que fue «anulado» por Jesús con sus curaciones
durante ese día y reemplazado en el Nuevo Testamento con el Día del
Señor.9Afirman que esto se puede verificar en el Nuevo Testamento mis­
mo. Pero como se señaló anteriormente, no hay evidencia de que Jesús
o los apóstoles cambiaron el sábado. Su observancia del mismo, así
como su insistencia en guardar los mandamientos, dan testimonio de la
honra del sábado.
Otros afirman que el sábado formaba parte de la ley ceremonial, pero
no de la ley moral.10Donald A. Carson, entre otros, no relaciona el sába­
do con el Génesis, sino con Éxodo 20. En su opinión, Jesús el Mesías es
la fuente de autoridad del nuevo pacto que libera a los cristianos del sá­
bado judío para celebrar un nuevo día de redención.11 Pero, como ya
vimos, tanto la creación como el regalo del maná indican que el sábado
78 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

se instauró antes del Sinaí. Algunos niegan que el domingo fue una crea­
ción de la Iglesia de Roma. Sin embargo, tal afirmación ignora la posi­
ción adoptada por el padre de la iglesia Tomás de Aquino, así como por
varios eruditos modernos: «La Iglesia de Roma es la principal responsa­
ble de la institución de la observancia dominical».12 Los cristianos pro­
testantes que afirman basarse únicamente en los fundamentos de la Es­
critura (sola Scriptura), en oposición a la tradición y los consejos eclesiás­
ticos, no tienen respuesta para este dilema.
Más recientemente, Nicholas T. Wright afirmó que «el tiempo lineal
(que forma parte de la buena creación de Dios) continúa, pero ahora se
cruza con un nuevo fenómeno, un nuevo tipo de tiempo [...]. Así que
el tiempo ahora parece capaz de comprimirse y luego expandirse nueva­
mente. Podríamos llamarlo "tiempo espiritual". [...] Todo esto girando
en tomo a Jesucristo».13 Para Wright, «ahora que el cielo y la tierra se
han unido en Jesucristo, y ahora que ha amanecido el nuevo día, vivi­
mos (desde ese punto de vista) en un sábado perpetuo».14 El sábado
como el séptimo día, o como el primer día, o como cualquier día espe­
cífico, deja de existir y se convierte en parte de la «historia» cristiana.
Transpuesto a un principio de descanso, el sábado se separa del día es­
pecífico (histórico) que Dios designó.
Sin embargo, desacoplar el descanso del sábado del séptimo día tiene
implicaciones para la naturaleza escatológica del sábado y su relación
con los acontecimientos proféticos de los últimos días. Pierde su carácter
distintivo como prueba divina y como señal del remanente que guarda
los mandamientos (Apocalipsis 12: 17; 14: 12; cf. Ezequiel 20: 12).
Tenemos el desafío de defender el séptimo día de la semana como el
día bíblico de descanso, instituido por Dios en la creación y sostenido
en toda la Escritura. La observancia del sábado que honra al Dios Crea­
dor, autor de los Diez Mandamientos, es el sello distintivo de los santos
del pueblo del tiempo del fin que «guardan los mandamientos de Dios
y la fe de Jesús» (Apocalipsis 14: 12). De hecho, el sábado demuestra
nuestro amor y fidelidad, convirtiéndose en una señal visible de que
pertenecemos al único Dios verdadero.15
8. La crea ció n — Prim era p arte— El sá b a d o • 79

Referencias
1. Pope Francis, Laudato Si' (Ciudad del Vaticano: Prensa del Vaticano, 2015), § 172.
2. Gerhard F. Hasel, El sábado en el Pentateuco, en El sábado en las Escrituras y en la
historia, ed. Kenneth A. Strand (Doral, Florida: IADPA, 2014), pp. 26-27.
3. Walter F. Specht, «El sábado en el Nuevo testamento», en El sábado en las escrituras y
en la historia, p. 119.
4. Ibíd., p. 124.
5. Ibíd., p. 127.
6. Ibíd., p. 137.
7. Willy Rordorf, Sunday: The History of the Day of Rest and Worship in the Earliest Cen­
turies of the Christian Church (Filadelfia: Westminster, 1968), pp. 18-19.
8. G. F. Hasel, «Sabbath», en Anchor Bible Dictionary, t. 5, ed. David Noel Freedman
(Nueva York: Doubleday, 1992), p. 851.
9. Rordorf, Sunday, pp. 70, 215, 237; cf. Paul K. lewett, The Lord's Day: A Theological
Guide to the Christian Day of Worship (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1972), pp. 16-18.
10. H. M. Riggle, The Sabbath and the Lord's Day, 6a ed., rev. ed. (Anderson, IN: Gospel
Trumpet Company, 1928), p. 148.
11. D. A. Carson, ed., From Sabbath to the Lord's Day: A Biblical, Historical, and Theological
Investigation (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1982).
12. Samuele Bacchiocchi, From Sabbath to Sunday: A Historical Investigation of the Rise of
Sabbath Observance in Early Christianity (Rome: Pontifical Gregorian University
Press, 1977), pp. 310-311; cf. Vincent J. Kelly, Forbidden Sunday and Feast-Day Oc­
cupations (Washington, D. C.: Catholic University Press of America, 1943), p. 2;
véase John Gilmary Shea, «The Observance of Sunday and Civil Laws for Its
Enforcement», The American Catholic Quarterly Review 8 (enero de 1833), p. 39: «El
domingo es un día de la semana apartado para la adoración pública obligatoria al
Dios Todopoderoso ... [esto) es puramente una creación de la Iglesia Católica».
13. N. T. Wright, Scripture and the Authority of God: How to Read the Bible Today (Nueva
York: Harper Collins, 2011), pp. 162-163.
14. Ibid., p. 167.
15. Frank M. Hasel, «What Does it Mean to be a Seventh-day Adventist? A Short Theo­
logical Reflection», Adventist Review 196 (mayo de 2019), p. 49.
La creación
— Segunda parte—
El matrimonio y la familia

l sábado es una institución fundamental establecida en la

E creación. Escrita con el propio dedo de Dios sobre tablas de


piedra, Dios revalidó la señal por la cual la humanidad ha
reconocido su creación y soberanía sobre sus vidas y a lo largo
de la historia de la tierra (Apocalipsis 12: 17; 14: 7). El cuarto manda­
miento, plasmado en la primera tabla del Decálogo, define y protege
nuestra relación con Dios. El siguiente mandamiento, el quinto, conec­
ta nuestra relación vertical con Dios y nuestra relación horizontal con el
resto de la humanidad. «Honra a tu padre y a tu madre, para que tus
días se alarguen en la tierra que Jehová, tu Dios, te da» (Exodo 20: 12).
Estos dos mandamientos son únicos en dos aspectos. Primero, son
los únicos dos mandamientos sin prohibición. El cuarto mandamiento
comienza con «acuérdate» y el quinto mandamiento con «honra». Se­
gundo, definen nuestra relación con Dios y con los seres humanos, ape­
lando a las fuentes de la existencia. Dios creó a los humanos y les dio la
capacidad de procrearse. El cuarto mandamiento es un llamado a hon­
rar a Dios como el Creador, y el quinto mandamiento es un llamado a
honrar a los padres como procreadores.
82 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

¿Por qué Dios vincula honrar a nuestros padres con la adoración


exclusiva a él? La respuesta está en el primer capítulo de Génesis. En
pequeña medida, Dios, como Creador del universo y fuente de toda
vida, comparte con los padres terrenales la alegría de la creación. Son
socios de Dios para poblar el planeta y, como tales, su posición y papel
en la creación merece la honra de sus hijos.

El Génesis como fundamento


En el sexto día, Dios alcanzó el clímax de la creación: la humanidad.
El pronombre plural para Dios se usa por primera vez en Génesis 1: 26:
«Hagamos al hombre a nuestra imagen». Todas las personas de la trini­
dad, en una relación de amor mutuo, crearon el primer hombre y la
primera mujer. «A imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó»
(Génesis 1: 27). Primero, crea Adán. Luego, Dios le extrae una costilla a
Adán y le forma a Eva, originando con ello que el primer hombre dijera:
«Esta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne» (Génesis 2: 23,
NTVI). Y entonces le puso nombre a su mujer.
El primer matrimonio estableció para siempre que el hombre y la
mujer fueron hechos el uno para el otro, así como el modelo para todos
los matrimonios posteriores. «Por tanto dejará el hombre a su padre y a
su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne» (Génesis 2: 24).
Dios pudo haber elegido varias formas de poblar la tierra, pero eligió el
matrimonio. ¿Por qué?
No tenemos aquí suficiente espacio para dar una respuesta amplia a
esta pregunta, pero en términos generales, la mujer era originalmente
parte del hombre, sus huesos y su carne. En el matrimonio, ella volvía
al hombre, convirtiéndose en una sola carne. La complementariedad
del hombre y la mujer es un hecho biológico y provee naturalmente
para su unión. Las instrucciones de Dios para la primera pareja aclaran
aún más el propósito de esta unión: «Los bendijo Dios y les dijo: "Fruc­
tificad y multiplicaos; llenad la tierra y sometedla"» (Génesis 1: 28).
9. La creación — S eg u n d a p arte— El m a trim on io y la fam ilia • 83

Desde el principio, Dios echó los cimientos de la sociedad humana


en la tierra. La garantía del futuro de la humanidad se basa en seguir su
diseño: un hombre y una mujer, padre y madre, perpetuando la raza. El
regalo del matrimonio, el acto final de Dios en la creación física, fue
seguido por el sábado, el acto final de Dios en la creación espiritual. El
primer sábado estableció y celebró la relación del hombre y la mujer
con Dios y entre ellos.
Después de la creación, la familia continuó perpetuando la vida y las
relaciones. Esta confianza sagrada dada a la familia nuclear, se consoli­
dó en la base de la cultura y la sociedad. La historia muestra que él éxito
de las naciones aumentaba y disminuía con los éxitos y fracasos de las
familias. Por esta razón, quizás, los mandamientos quinto, séptimo y
décimo abordan la santidad del matrimonio: honrar el matrimonio de
los padres, honrar nuestro propio matrimonio y honrar el matrimonio
de nuestro prójimo (Éxodo 20: 17).

El testimonio interno de las Escrituras


Poniendo en práctica el método de que las Escrituras se interpreten a
sí mismas, examinemos el concepto bíblico del matrimonio. El orden
natural del matrimonio entre un hombre y una mujer se ratifica en toda
la Biblia:
1. Podemos seguir el rastro de las generaciones de la humanidad
a través de la historia del matrimonio (Génesis 5, 11; 1 Crónicas
1-3).
2. Podemos remontarnos hasta el Mesías prometido a través del ma­
trimonio (Génesis 3: 15; Mateo 1: 1-17; Lucas 3: 23-38).
3. Abraham y Sara lograron una gran nación a través de Isaac. La pro­
mesa divina se cumplió como resultado de su unión (Génesis 18:
10). La promesa del pacto dada a Abraham y Sara contrasta con el
juicio contra Sodoma y Gomorra (Génesis 19). Corromper el or­
den natural trajo graves consecuencias a las ciudades malvadas.
84 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

4. Cuando la simiente prometida del Mesías corrió peligro por la


muerte del esposo de Rut durante la hambruna en Moab, Dios
llevó a Rut a Booz de Belén (la «casa del pan»), A través de su ma­
trimonio, nació Obed (Rut 4: 13-17), que se convirtió en el padre
de Isaí, que se convirtió en el padre de David. Esta historia de
amor, que nos presenta el don de la renovación del amor y el ma­
trimonio, constituyó una provisión para la promesa futura.

En el Nuevo Testamento, Jesús y los apóstoles revalidaron el matri­


monio. Observe cómo Jesús responde a la pregunta de los fariseos sobre
el divorcio. Citando Génesis 2, dice: «Por tanto, lo que Dios juntó no lo
separe el hombre» (Mateo 19: 6). Jesús ratifica las Escrituras, y el Géne­
sis en particular, al afirmar que la unión del hombre y la mujer proviene
de Dios y el hombre no debe separarla.
En Romanos 1: 20-28, Pablo habla específicamente de la naturaleza
fundacional de la narrativa del Génesis. Comenzando con la creación,
nos dice que toda la humanidad podría llegar a comprender la realidad
de la existencia de Dios a través de la naturaleza. Sin embargo, continúa
afirmando que «cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando
y dando culto a las criaturas antes que al Creador». Esta elección de creer
en una mentira los llevó por mal camino: «Entonces Dios los abandonó
para que hicieran todas las cosas vergonzosas» y a continuación descri­
be relaciones del mismo sexo entre dos mujeres y entre dos hombres
(Romanos 1: 24-26).
Para Pablo, la sexualidad bíblicamente definida entre un hombre y
una mujer es «natural» e intrínseca a la naturaleza de los seres humanos
creados a imagen de Dios (Génesis 1: 27). La negativa de la humanidad
a aceptar al Creador, intercambiando su adoración por la de la criatura,
ocasiona que sean entregados a sus propios deseos. En este contexto, la
sexualidad es más que un comportamiento o actividad; su pleno signi­
ficado y función forman parte del concepto bíblicamente definido de
matrimonio y familia. Desde esta posición elevada y sagrada, nos pro­
vee de un marco para el comportamiento moral.
9 . La crea ció n — S eg u n d a p arte— El m a trim on io y la fam ilia • 85

Las tendencias recientes


Muchas naciones del mundo han aprobado los matrimonios entre
personas del mismo sexo, anulando las leyes anteriores que protegían la
estructura familiar, abandonando el principio de un hombre y una mu­
jer en el centro del matrimonio. Este paso sin precedentes plantea nue­
vas preguntas sobre la institución del matrimonio y la separación de la
iglesia y el estado, sin mencionar la santidad del matrimonio y la fami­
lia, tal como se define en las Escrituras.
Para los cristianos, la pregunta apremiante es si el matrimonio es una
institución bíblica y una necesidad biológica para la creación de la vida,
o una mera preferencia personal, relegada a la esfera de los derechos
humanos individuales. ¿Define Dios el matrimonio o la cultura y la
sociedad? La respuesta del cristianismo a esta pregunta determina el
rumbo de las iglesias.
Hoy en día, el matrimonio entre personas del mismo sexo es cada
vez más aceptado por las principales iglesias protestantes. En 2009, tan­
to la Iglesia Evangélica Luterana como la Iglesia Episcopal de EE. UU.
votaron independientemente para aprobar el clero homosexual.1 Los
luteranos eligieron recientemente a un obispo homosexual practicante
en California (2013),2 y la Iglesia Presbiteriana de EE. UU. dio la bien­
venida a los homosexuales practicantes como pastores y líderes (2011 ).3
En Europa, la Iglesia Episcopal de Escocia aprobó las uniones entre per­
sonas del mismo sexo en 2017.4 Estos pasos han causado divisiones
significativas en las denominaciones protestantes y una fuerte disminu­
ción de su membresía.
¿Yqué argumentos utilizan los países tradicionalmente cristianos para
justificar su aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo?
Algunos libros recientes sobre el tema indican que entre los temas clave,
están: 1) la redefinición de la creación y la aceptación de una cosmovi-
sión evolutiva; 2) la reinterpretación de pasajes claves en las Escrituras
que históricamente se vieron como prohibiciones del comportamiento
homosexual; y 3) la aplicación de pasajes sobre el amor y la aceptación
86 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

que tienen prioridad sobre pasajes más claros sobre el tema del matrimo­
nio y la sexualidad.

La redefinición de la creación
Los que apoyan las relaciones entre personas del mismo sexo han
reinterpretado el Génesis de varias maneras. Matthew Vines sugiere que
Dios necesitaba proporcionarle una mujer a Adán porque fueron los
primeros padres y se les pidió que procrearan para llenar la tierra, algo
que ya no es una necesidad en nuestro mundo sobrepoblado.5Además,
afirma que Génesis 2 no resalta las diferencias de Adán y Eva, sino «su
similitud como seres humanos».6 Si bien es cierto que Adán habla de Eva
como «hueso de mis huesos y carne de mi carne», esta comparación es
en referencia a las otras especies que Adán observaba (Génesis 2: 23).
Eva era claramente diferente. La similitud y el compañerismo no eran lo
único importante porque luego se convirtieron en «una sola carne» (Gé­
nesis 2: 24). Aquí, la naturaleza complementaria del diseño divino se
convierte en un elemento clave para hacerlo físicamente posible. Adán
y Eva estaban diseñados con la combinación anatómica perfecta el uno
para el otro. Desde el principio, la procreación fue el propósito esencial
del matrimonio (Génesis 1: 27) y aunque no todas las parejas pueden
tener hijos, el papel de padres del esposo y la esposa es clara en el quin­
to mandamiento.
Otros sugieren que el Génesis es meramente descriptivo y no debe
usarse para prescribir o proscribir el comportamiento sexual moderno;
sino que solo describe lo que hizo Dios. Él no hizo que el matrimonio
entre un hombre y una mujer fuera normativo, ni excluyó otras relacio­
nes.7Sin embargo, esta tesis se va a pique con en el quinto mandamien­
to prescriptivo, las leyes levíticas y la afirmación del Nuevo Testamento
del orden natural creado.
Y como dejando lo mejor para el final, en el sexto día Dios formó al
hombre y a la mujer como la cúspide de la creación: «Y vio Dios todo
cuanto había hecho, y era bueno en gran manera» (Génesis 1: 31). Su
9. La crea ció n — S eg u n d a p a rte— El m a trim o n io y la fam ilia * 87

diseño era perfecto, y no había necesidad de declaraciones prohibitivas.


Lamentablemente, después de la introducción del pecado y la desvia­
ción del hombre del plan de Dios para el matrimonio y la familia, esta
clase de declaraciones fueron necesarias.

Redefinir otros pasajes


sobre fundamentos sociales o culturales
Después de la entrada del pecado, la desviación sexual fue abordada
por el mismo autor que escribió el Génesis. «No te acostarás con varón
como con mujer; es abominación» (Levítico 18: 22). De nuevo en Leví-
tico 20: 13, escribe: «Si alguien se acuesta con otro hombre como se
hace con una mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos:
sobre ellos caerá su sangre».
Estas órdenes aparecen en una serie de prohibiciones sexuales que
incluyen adulterio, incesto, sacrificio de niños y bestialidad. Cada una
de ellas sigue siendo válida en la sociedad contemporánea. En esta lista,
solo el acto homosexual se describe como una abominación (tob'eba),
un término también traducido como «acto detestable», algo aborreci­
ble, repugnante, completamente asqueroso.8 La pena por este acto es la
muerte (Levítico 20: 13), y si esa acción no se toma, el que lo cometió
debe ser expulsado de toda la comunidad.9
Pablo ratifica en el Nuevo Testamento la norma levítica en su lista de
pecados, incluyendo a los inmorales (o fornicadores, pornoi), los idóla­
tras, los adúlteros, los afeminados (malakoi), los homosexuales (arse-
nokoitai), los ladrones, los codiciosos, los borrachos, los que abusan
verbalmente de otros, y los estafadores (1 Corintios 6: 9-11; véase
1 Timoteo 1: 8-10). Claramente, estos pecados no tienen lugar en el
cristianismo verdadero. Sin embargo, los recientes movimientos que
apoyan el matrimonio entre personas del mismo sexo se han tomado la
libertad de redefinir pasajes claros del Antiguo y el Nuevo Testamento.
Con respecto a Levítico 18 y 20, algunos dicen que las prohibiciones
forman parte de la ley ceremonial y, por lo tanto, no son vinculantes en
88 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

el nuevo pacto. Este argumento también se usa contra el sábado. Otros


sugieren que estas prohibiciones solo atañen a los israelitas de ese tiem­
po y cultura.10Algunos toman la prohibición de usar telas mixtas como
ejemplo de una ley levítica que no seguimos hoy.11 «Las representacio­
nes levíticas [...] lo presentan como algo ceremonialmente impuro en
lugar de algo inherentemente malo».12 Sin embargo, todos estos argu­
mentos continúan ignorando la naturaleza vinculante del orden de la
creación del Génesis y el quinto mandamiento.
Además, todas las prohibiciones dentro del contexto de Levítico 18 y
20 contra el incesto, la bestialidad y el sacrificio de niños, siguen siendo
vinculantes en la sociedad actual. ¿Por qué debería ser diferente la ho­
mosexualidad, que se describe con un lenguaje y con consecuencias aún
más fuertes? ¿Y cómo se explica la continua condena de Pablo a esta
conducta en el Nuevo Testamento?
Otro punto de vista sostiene que los textos bíblicos, junto con la na­
rrativa de Sodoma en Génesis 19: 1-12, reflejan un sistema patriarcal
que ya no está alineado con la visión del Nuevo Testamento, y mucho
menos con nuestra visión moderna. Por lo tanto, Vines afirma: «Sí, el
antiguo Israel estaba dominado por estructuras y normas patriarcales,
las cuales vemos reflejadas en todo el Antiguo Testamento, incluso en
sus prohibiciones a las relaciones sexuales entre personas del mismo
sexo [...] pero lejos de ser una razón para ver las Escrituras como anti­
cuadas o sexistas, la Biblia misma es lo que nos señala un camino a un
punto en el que el patriarcado ya no existe».13 Los defensores de esta
interpretación ven Gálatas 3: 28 como una validación para las relacio­
nes entre personas del mismo sexo: «Ya no hay judío ni griego; no hay
esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois
uno en Cristo Jesús».14 En relación con este versículo, Vines escribe: «Pa­
blo con esto derriba la creencia de que el patriarcado tiene un lugar en
el reino de Dios».15
Sin embargo, luego de un examen más detallado, es justo preguntar:
¿Está Gálatas 3: 28 redefiniendo la imagen del orden de la creación de
Dios, o lo que está declarando Pablo es que en Cristo toda persona tiene
9. La crea ció n — S e g u n d a p arte— El m a trim o n io y la fam ilia • 89

el mismo acceso al regalo de la salvación? ¿Apoya el contexto la elimi­


nación de las distinciones sexuales, permitiendo las relaciones entre
personas del mismo sexo y que se casen entre sí? ¿Está Pablo señalando
una hermenéutica ajena a las Escrituras? Y, ¿por qué Pablo se contradice
a sí mismo, defendiendo una posición que no asume en ningún otro
lado? (Romanos 1: 21-26; 1 Corintios 6: 9-11; 1 Timoteo 1: 8-10).
En Gálatas 3: 28, Pablo no está redefiniendo la sexualidad humana,
ni presentando una nueva hermenéutica. Al igual que Jesús en Mateo
19, Pablo hace lo contrario; él usa de manera firme las Escrituras, ci­
tando repetidamente la obra creadora de Dios en Génesis. Esta apela­
ción a los orígenes es la base de su teología del matrimonio y de los
roles del hombre y la mujer (Romanos 1: 24-27; 1 Timoteo 2; 13, 14;
1 Corintios 11: 2-16).
Además, en 1 Corintios 5: 1-2, ordena que un hombre en una rela­
ción incestuosa con su madrastra sea echado, ratificando Levítico 18 y
20. Lo hace sin preguntar si están involucrados en una relación monó­
gama y amorosa. Tal pregunta es irrelevante porque, para Pablo, las pro­
hibiciones de Levítico que incluyen actos homosexuales tienen valor
nominal como normativas.16
Finalmente, para Jesús, Pablo y otros escritores del Nuevo Testamen­
to, la gracia de Cristo proporciona la solución a las tentaciones y ten­
dencias del pecado. Jesús dijo: «Estas cosas os he hablado para que en
mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he ven­
cido al mundo» (Juan 16: 33). Así como en Adán todos pecaron y no
alcanzan la gloria de Dios, en Cristo y su justicia todos pueden vencer
(Romanos 3: 23; 5: 14-17; 1 Juan 5: 4; Apocalipsis 21: 7), revistiéndose
«de la nueva naturaleza, que se va renovando en conocimiento a ima­
gen de su Creador» (Colosenses 3: 10).
Es un honor identificarnos con Cristo y aceptar con gozo la sexuali­
dad humana como Dios la ordenó en el Edén. Las Escrituras nunca va­
cilan desde el mismo Génesis, y la misión del remanente del tiempo del
fin es cumplir el mensaje de los tres ángeles y llamar al pueblo a salir de
la «confusión», volver a la Biblia y llegar a la luz. Por la gracia de Dios,
90 • Como i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

cada creyente que atienda el llamado tendrá el poder de guardar los


mandamientos de Dios y tener el testimonio de Jesucristo (ver
Apocalipsis 12: 17).*1

Referencias
1. Injurie Goodstein, «Lutherans Offer Warm Welcome to Gay Pastors», The New York
Times, 25 de julio de 2010, https://www.nytimes.com/2010/07/26/us/26lutheran.
html.
2. Sarah Pulliam Bailey, «ELCA Lutherans Elect First Openly Gay Bishop»,
Religion News Service, 3 de junio de 2013, https://religionnews.com/2013/06/03/
elca-lutherans-elect-first-openly-gay-bishop/.
3. Goodstein, «Lutherans».
4. Harriet Sherwood, «Scottish Episcopal Church Votes to Allow Same-Sex Weddings»,
The Guardian, 8 de junio de 2017, https://www.theguardian.com/world/2017/
jun/08/scottish-episcopal-church-votes-to-allow-same-sex-weddings.
5. Matthew Vines, God and the Gay Ghristian (Nueva York: Convergent, 2014),
pp. 45-47.
6. Ibid., p. 46.
7. John R. Jones, «In Christ There Is Neither: Toward a Unity of the Body of Christ»,
Christianity and Homosexuality, ed. David Ferguson, Fritz Guyy David Larson (Rose­
ville, CA: Adventist Forum, 2008), parte 4, pp. 3-42.
8. L. Koehler, W. Baumgartner y I. L Stamm, Hebrew and Aramaic Lexicon to the Old
Testament (Leiden: Brill, 2001). Robert A. J. Gagnon, The Bible and Homosexual Prac­
tice (Nashville, IN: Abingdon, 2001), p. 113; véase también Gagnon, «The Scrip­
tural Case for a Male-Female Prerequisite for Sexual Relations: A Critique of the
Arguments ofTwo Adventist Scholars», en Homosexuality, Marriage, and the Church:
Biblical, Counseling, and Religious Liberty Issues, ed. Roy E. Cane, Nicholas P. Miller y
H. Peter Swanson (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 2012),
pp. 5.3-161.
9. Gagnon, The Bible and Homosexual Practice, pp. 114- 17.
10. Jacob Milgrom, Leviticus 17-22, Anchor Bible (Nueva York: Doubleday, 2000),
p. 1788.
11. Justin Lee, Torn: Rescuing the Gospel from the Gays-vs.-Christians Debate (Nueva York:
Jericho, 2012), pp. 174-176; John Shore, Unfair: Christians and the LGBT Question
(Publicación propia, CreateSpace Independent Publishing Platform, 2013), p. 8.
12. John Boswell, Christianity, Social Tolerance, and Homosexuality: Gay People in Western
Europe from the Beginning of the Ghristian Era to the T'ourteenth Century (Chicago:
University of Chicago Press, 1980), pp. 101-102.
13. Vines, God, p. 93.
9 . La crea ció n — S eg u n d a p a rte— El m a trim o n io y la fam ilia • 91

Ibíd., pp. 92-93; Jones, «In Christ», parte 4, pp. 28-29.


Ibid., p. 93; cf. James V. Brownson, Bible, Gender, Sexuality: Reframing the Church's
Debate on Same-Sex Relationships (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2013), p. 81.
Roy E. Gane, «Some Attempted Alternatives to Timeless Biblical Condemnation of
Homosexual Acts», en Homosexuality, Marriage, and the Church, p. 167.
La Biblia como historia

odo en la vida tiene sus raíces en la historia. La historia es el

T registro de la experiencia humana, el tejido de la vida y el mar­


co de referencia de nuestra identidad. Existimos y vivimos en
el tiempo y el espacio. Nuestros acontecimientos y elecciones
nos dan forma, nos moldean y crean la persona en la que nos con
mos. Esta realidad es la visión bíblica del mundo y explica por qué la
Escritura ubica los actos de Dios en entornos específicos a través del tiem­
po. Como era de esperarse, la geografía y sus muchos lugares (ciudades,
países, lagos, ríos, montañas, naciones) están en el centro de la narrativa
bíblica.1
La comprensión bíblica de la obra de Dios también es lineal y pro­
gresiva, no cíclica como en el pensamiento mítico tan prominente entre
las otras concepciones del mundo antiguo.2 Dios se revela como uno
que es el principio, el centro, el fin y el futuro eterno de la historia hu­
mana. Él da comienzo al tiempo «en el principio» (Génesis 1-2; Juan 1)
al crear el sol y la luna «para las estaciones, los días y los años» (Génesis
1: 14). Él sella su soberanía como Creador en el ciclo semanal perpe­
tuo que termina cada sábado, bendiciéndolo y santificándolo (Génesis
2 : 1- 2 ).
Después de la caída, se rompe el vínculo divino-humano y se pro­
mulga el plan de redención, que señala al Mesías prometido. La historia
y la profecía están inextricablemente ligadas al plan de Dios para salvar
a la humanidad. Con intenso interés, el universo expectante sigue los
94 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

acontecimientos del gran conflicto en la tierra, maravillado por el plan


de Dios para salvar a la humanidad.
A través de la promesa del pacto, Dios trabajó directamente con sus
agentes: Adán, Noé, Abraham, Moisés, David y los profetas, para que se
cumpliera el destino profético histórico del Mesías prometido. «Cuando
vino el cumplimiento», Dios envió a su Hijo (Gálatas 4: 4), en el mayor
acto divino en la historia humana, para que pagara la pena de la rebe­
lión de la humanidad contra la ley del gobierno de Dios. Toda la crea­
ción presenció la proclamación de Cristo desde la cruz: «¡Consumado
es!» (Juan 19: 30). Como se profetizó, después de tres días, se levantó
del sepulcro, apareció ante cientos de personas y ascendió al cielo. Lue­
go, comenzó su sumo sacerdocio en el Lugar Santo antes de entrar al
Lugar Santísimo en 1844 para realizar el juicio a los vivos y los muertos
previo al advenimiento. Cuando termine el juicio, regresará triunfante
en gloria para reclamar a su pueblo rescatado, cumpliendo la promesa
de Apocalipsis 22: 20, «Ciertamente vengo en breve. ¡Amén!». La Escri­
tura abarca, como vemos, el principio y el fin de la historia humana.
Ningún otro texto religioso sagrado proporciona esta perspectiva tan
amplia en tiempo y espacio. Ningún otro libro, secular o sagrado, con­
tiene mensajes proféticos del conocimiento omnisciente de Dios y su
intervención en los asuntos humanos.
Por estas razones, la historia es esencial para la interpretación bíbli­
ca. Además de la geografía, confirma la veracidad de la Palabra de Dios,
anclándola en la experiencia humana. Los críticos del cristianismo en­
tienden esto y trabajan para atacar la fiabilidad de las Escrituras al soca­
var la integridad de su historia y la veracidad de sus detalles históricos.

La historie, la geschichte y la historia de la salvación


Desde los tiempos de la Ilustración, el tema de la historia se convir­
tió en uno de los problemas más difíciles al estudiar la Biblia.1 Esto se
debe principalmente a las presuposiciones del método histórico-crítico
y su virtual negación de la posibilidad de que Dios actúe en la historia
10. La Biblia c o m o historia • 95

humana. Como dijo Walter Dietrich: «En la era moderna, la historia


debe entenderse y describirse esti deus non deratur ("como si Dios no
existiera")». Al mismo tiempo, admite que esto dificulta la evaluación
de la historia bíblica. «Dios juega un papel activo. [... ] Dios se involucra
personalmente. [...] Envía profetas. [...] Produce los acontecimientos».
Dietrich concluye: «¿Qué persona iluminada puede aceptar todas estas
cosas como relatos históricos?».4 Esta forma de verlo es el resultado de
un punto de vista crítico presuntuoso. Se analiza el lenguaje y el texto
de la Biblia como si se tratara de un libro ordinario, utilizando las pre­
suposiciones de correlación, analogía y crítica con sus métodos resul­
tantes de fuente, forma, redacción y crítica tradicional y similares, para
determinar lo que realmente pasó.
En este punto, es útil revisar lo que se entiende con el término «his­
toria». En español es una sola palabra, pero la erudición alemana la
desarrolló en dos vertientes distintas: la historie y la geschichte. La historie
determina los hechos de los acontecimientos y cómo tuvieron lugar en
el pasado. La geschichte es la forma en que los historiadores determinan
qué significan esos acontecimientos.5
Si en la investigación histórica del texto, lo sobrenatural forma parte
del acontecimiento que tuvo lugar, no debería aceptarse como historia
o hecho, pero aún podría considerarse geschichte, según cómo los escri­
tores posteriores de la Biblia interpretaron el pasado. Por ejemplo, el
cruce de los israelitas del Mar Rojo se describe como un acontecimien­
to en el que Dios intervino separando el Mar Rojo. Los críticos «tienden
a enfatizar los aspectos naturales más que los sobrenaturales del
fenómeno».6
Este hincapié en lo natural socava el acontecimiento en sí. Para supe­
rar la dificultad que esto causa al creyente, los teólogos introdujeron
una tercera dimensión llamada heilsgeschichte, o historia de salvación.
Esta toma la metanarrativa, desde la creación hasta la consumación,
como historia de la salvación, desacoplándola de la historia, los hechos
y los acontecimientos. De esta manera, Gerhard von Rad distingue entre
el núcleo histórico de la historia (historie) y la imagen kerygmatica de la
96 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

historia de Israel tal como la perciben los escritores bíblicos a través de


la obra de Jehová. Para Von Rad, «no hay bruta facta en absoluto: tene­
mos historia solo en forma de interpretación, solo en la reflexión».7 De
suprema importancia para esta forma de pensamiento es la teología de­
trás del acontecimiento, no el acontecimiento como tal. Si el aconteci­
miento ocurrió o no, es incidental al mensaje.
La separación entre la historie y la historia de la salvación produjo
una dicotomía entre los acontecimientos históricos reales y la teología,
entre lo que realmente tuvo lugar en la historia y los asuntos de fe. Tam­
bién planteó varias preguntas. ¿Son separables la fe bíblica y la historia?
¿Son separables la teología y la historia? Estas preguntas llevaron al
meollo del asunto. ¿Importa si los acontecimientos en la Biblia tuvieron
lugar? Algunos teólogos respondieron con un rotundo «¡Sí, lo que suce­
dió importa!».
En su crítica al doble seguimiento de Von Rad de la historia secular y
de la historia kerygmatica que es teológicamente significativa, Franz Hesse
insiste en que la fe debe descansar sobre «lo que realmente sucedió y no
sobre lo que se dice que sucedió y que tenemos que admitir que no su­
cedió así».8 Hesse ciertamente no estaba abandonando el método histó-
rico-crítico, solo insistía en que solo lo que puede determinarse que
realmente sucedió importa teológicamente.9
En su intento de distinguir la historie de la historia de la salvación, el
método histórico-crítico precipitó una crisis en la teología. Una res­
puesta al hipercriticismo europeo del Antiguo Testamento fue el trabajo
de Albright, Wright y Bright, quienes insistieron en que «en la fe bíblica,
todo depende de si ocurrieron los acontecimientos principales».10 Sin
embargo, el movimiento no logró liberarse de las críticas históricas. Se
adoptó el modelo de los orígenes darwiniano, que en su esencia niega
la visión fundamental de la creación.
Con el tiempo, la dicotomía entre la historia y la intervención divina
nunca fue superada. Sin embargo, la historia no puede ser el factor de
autenticación de la revelación, ya que la revelación bíblica se valida a sí
misma. La Escritura misma debe usarse para interpretar la Escritura y
10. La Biblia c o m o h istoria • 97

debe permanecer cautiva a su base interna para su comprensión. Esta


característica no niega la importancia de la historia, sino que eleva al
Dios que realmente interviene en el nexo histórico del tiempo y el
espacio.11
La posición protestante es que los actos de Dios van intrínsecos con
su Palabra hablada. Los dos no se pueden separar. Si la Escritura no es
confiable en sus declaraciones históricas, ¿cómo se puede confiar en
preguntas teológicas y espirituales? Dos breves ejemplos destacan la re­
lación crucial entre la historia y la teología.

El David histórico y la teología


En 1992, Philip R. Davies, de la Universidad de Sheffield, declaró
que «el "imperio" bíblico de David y Salomón sigue sin tener la menor
evidencia en el registro arqueológico»,12 por lo tanto, declaró a David y
Salomón figuras ficticias. Al año siguiente, en 1993, los excavadores en
la ciudad fronteriza norteña de Tel Dan encontraron parte de una estela
de basalto inscrita por un rey de Aram (Siria), en la que se registraba la
batalla victoriosa contra los territorios de Israel y Judá.13Se encontraron
dos fragmentos más al año siguiente, en 1994. La inscripción principal
encontrada, que había sido reutilizada en un muro posterior afuera de
la puerta de la ciudad, databa de finales del siglo IX a. C., durante la
monarquía dividida.14 La estela de Dan registra esta victoria contra el
«rey de Israel» y contra la «casa de David». La frase «casa de David» fue
identificada posteriormente en 1994 por Andre Lemaire en la línea 31
de la inscripción moabita encontrada en Dhiban, Jordania.15Más tarde,
Anson Rainey identificó el nombre «David» en la línea 12 del mismo
texto.16 La «casa de David» es la cláusula que la Biblia usa constan­
temente para referirse al reino sureño de Judá (2 Samuel 2: 11; 5: 5;
1 Reyes 12: 20-26; 2 Crónicas 8: 11). Todavía más importante es que, en
ambas inscripciones, la frase «casa de David» identifica al fundador del
linaje de los reyes de Judá, más de un siglo después de la existencia de
David. Finalmente, Kitchen sugiere que «las alturas de David» es un
98 • Como i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

topónimo que aparece entre los sitios del Néguev mencionados en los
relieves de Sisac, en el Templo de Amón en Karnak.17 Resulta muy inte­
resante que en cuestión de dos años, los expertos en inscripciones egip­
cias, arameas y moabitas no identificaron una, sino cuatro referencias
separadas a David, como testimonio de la influencia fundamental de
este antiguo rey israelita.
Hoy, pocos eruditos objetan que David existió. Pero, ¿y si fuera un
personaje ficticio? ¿Qué pasaría si su reino fue mucho más pequeño de
lo que la Biblia describe? Aquí hay algunos puntos a considerar en res­
puesta a estas preguntas. Sin David, ¿quién derrotó a los filisteos, po­
niéndolos bajo control después de décadas de antagonismo y conflicto
(1 Samuel 17, 23; 2 Samuel 5; 1 Crónicas 18: 1)?1KSin David, no habría
conquista de la ciudad jebusea de Jerusalén y su establecimiento como
la capital que aún sobrevive tres mil años después (2 Samuel 5). Sin
David, faltarían 78.salmos en la liturgia del culto israelita, empobre­
ciendo las sinagogas e iglesias de todo el mundo. Finalmente, ¿qué ha­
bría pasado con el Mesías prometido, que debía venir del linaje de Isaí
y David (Isaías 11: 1-10; Apocalipsis 22: 16)?1’ Nadie más se menciona
con más frecuencia en todo el Antiguo y Nuevo Testamento que David,
desde las primeras referencias en Rut hasta el capítulo final del Apoca­
lipsis.20 Su hijo Salomón construyó el templo en Jerusalén, fortificó las
ciudades de Megido, Hazor, Gezery Jerusalén (1 Reyes 9: 15), y estable­
ció una extensa red comercial, aumentando exponencialmente la rique­
za de Israel. Sin David, la Biblia tendría que ser reescrita por completo.21

La cruz, la resurrección y la teología


La historia en sí misma no es la revelación: esta necesita ser revelada
y explicada. Pero esta no es una iniciativa subjetiva, sino que requiere de
la revelación divina para interpretar la historia. La cruz en sí misma no
nos dice nada sobre el significado del acontecimiento histórico. Duran­
te la era romana, miles de personas sufrieron esta terrible clase de muer­
te. Después de la revuelta de Espartaco, los romanos, bajo Craso, llena-
10. La Biblia c o m o historia • 99

ron la Vía Apia, desde Roma a Capua, con seis mil personas crucifica­
das.22 Así que, ¿qué importancia podía tener una crucifixión más en
Jerusalén? ¿Y qué hacía especial a Jesús de Nazaret de los otros dos la­
drones que fueron crucificados con él? Solo a través de la revelación de
la Biblia es que surge la certeza de la cruz, la cual se fundamenta en la
realidad histórica de las profecías del Antiguo Testamento y su cumpli­
miento en Jesucristo. Es por ello que los escritores del Nuevo Testamen­
to no solo hacen hincapié en la realidad de la cruz y la resurrección,
sino también en su conexión con la tipología del cordero sacrificado
durante generaciones por los fieles israelitas y que tuvo su cumplimien­
to aquel viernes durante la Pascua del año 31 d. C.
Los Evangelios conectan minuciosamente los acontecimientos histó­
ricos de la vida de Cristo con lo que dicen de él la Ley y los profetas. Los
Evangelios contienen historia, profecía y testigos personales que vali­
dan lo ocurrido. Nos hablan del estudio que llevó a los Sabios a seguir
la estrella profetizada por Balaam (Números 24: 17; Mateo 2: 1-2).
Registran las declaraciones de Jesús desde la cruz, haciéndose eco de
las profecías mesiánicas que dan testimonio de cómo moriría (Salmo
22: 1; 31: 5). Transmiten el testimonio de María Magdalena, la cual vino
a la tumba el domingo en la mañana y vio a su Salvador resucitado
(Marcos 16: 9-11; Juan 20: 11-18). Cuentan sobre la experiencia de los
discípulos con Jesús en el camino a Emaús y cómo les expuso las Escri­
turas (Lucas 24: 13-27). Cuentan su aparición en el aposentó alto,
donde comieron juntos y conversó con el incrédulo Tomás (Juan
20: 24-29). Cientos de testigos presenciales vieron a Jesús después de su
resurrección, y Juan dice: «Este es el discípulo que da testimonio de es­
tas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verda­
dero» (Juan 21: 24).
Dirigiéndose a la iglesia de Corinto, Pablo da fe de acontecimientos
históricos recientes:

«Yo les transmití a ustedes lo más importante y lo que se me ha­


bía transmitido a mí también. Cristo murió por nuestros pecados
100 • Como ¡m te rp re tar la s E s c r itu r a s

tal como dicen las Escrituras. Fue enterrado y al tercer día fue le­
vantado de los muertos, tal como dicen las Escrituras. Lo vio Pedro
y luego lo vieron los Doce. Más tarde, lo vieron más de quinientos
de sus seguidores a la vez, la mayoría de los cuales todavía viven,
aunque algunos ya han muerto. Luego lo vio Santiago, y después
lo vieron todos los apóstoles. Por último, como si hubiera na­
cido en un tiempo que no me correspondía, también lo vi yo»
(1 Corintios 15: 3-8, NTV).

Pablo resalta el testimonio de los escritores del evangelio a través de


evidencia bíblica de la muerte de Cristo y la certeza de su resurrección
corporal. «Pero si se predica que Cristo resucitó de los muertos, ¿cómo
dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?, por­
que si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si
Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación y vana es tam­
bién vuestra fe» (1 Corintios 15: 12-14). Para Pablo, la realidad de la
resurrección era el fundamento de su cristianismo. La historia, la teolo­
gía y la fe estaban indisolublemente unidas. La conexión con la historia
y la profecía hacían verdaderas las afirmaciones del Mesías.

Historia, significado e identidad


La ventaja de estudiar la historia es que ello constituye a la vez una
búsqueda de la verdad. El objetivo es descubrir qué sucedió para deter­
minar el propósito y significado. Si Dios se reduce a la intemporalidad
y se elimina del tiempo y el espacio como una idea abstracta o filosófi­
ca, entonces él no puede actuar en la historia, dejando sin sentido nues­
tra existencia. La cultura grecorromana, después de milenios de supers­
tición pagana y pensamiento mítico, cayó en bancarrota por estas razo­
nes, recurriendo al escapismo del circo y el coliseo. Hoy, la historia se
repite.
¿Cómo se traduce esto en la vida real? Una película basada en una
historia de ficción que se desarrolla en el planeta tierra, con naves espa-
10. La Biblia c o m o historia • 101

cíales y criaturas invasoras de otro planeta (piense en La guerra de las


galaxias o Los Vengadores),23 no tendrá el mismo efecto que ver en televi­
sión en vivo al segundo avión chocando contra las Torres Gemelas el 11
de septiembre de 2001. Del mismo modo, el poder de la Biblia es la
realidad de su testimonio. No es una historia ficticia. Dios sostiene «que
este es el único lugar en el que actuó que tuvo importancia para los seres
humanos, en el que esas acciones tuvieron un propósito [de amor] con­
secuente y a largo plazo, en el que usó los detalles del comportamiento
histórico-humano para revelar ese propósito, y el que fue capaz de usar
tanto a sus enemigos como a sus amigos para lograr su buen propósi­
to».24 Esta interconexión de la historia y la profecía divina no se encuen­
tra en ningún otro lugar del mundo, tanto antiguo como moderno. Y es
esta combinación la que hace que la Biblia sea única.*1

Referencias
1. En comparación, el número de lugares mencionados en todo el Corán es el mismo
número de los mencionados en Génesis 10 en la Biblia.
2. Para una comparación entre el pensamiento bíblico y mítico, ver John N. Oswalt,
The Bible Among the Myths: Unique Revelation or fust Ancient Literature (Grand Rapids,
MI: Zondervan, 2009).
3. Gerhard F. Hasel, «The Problem of History in Old Testament Theology», Andrews
University Seminary Studies 8, no. 1 (1970): pp. 32-35, 41-46; Hasel, Old Testament
Theology: Basic Issues in the Current Debate 4a ed. (Grand Rapids, MI: Eerdmans,
1991), pp. 115-138.
4. Walter Dietrich, The Early Monarchy in Israel: The Tenth Century B.C.E. (Atlanta: So­
ciety of Biblical Literature, 2007), pp. 102-103.
5. Ver J. Alberto Soggin, «Alttestamentliche Glaubenszeugnisse und geschichtliche
Wirklichkeit», Theologische Zeitschrift 17 (1961): pp. 385-398; Soggin, «Geschichte,
Historie und Heilsgeschichte im Alten Testament», Theologische Literaturzeitung 89
(1964): pp. 721-736.
6. ). Maxwell Miller, The Old Testament and the Historian (Eiladelfia: Fortress Press,
1976), p. 17.
7. Gerhard von Rad, «Antwort auf Conzelmann's Fragen», Evangelische Theologie 24
(1964): p. 393; cf. Von Rad, Old Testament Theology, t. 1 (Nueva York: Harper and
Row, 1962), pp. 106-111.
102 • Cómo i n te r p r e t a r la s E s c r itu r a s

8. Franz Hesse, «Kerygma oder geschichtliche Wirklichkeit?», Zeitschrift für Theologie


und Kirche 57 (1960): p. 26.
9. Al mantener el método histórico-crítico como el medio para determinar lo que fue
histórico, Hesse «aparentemente no reconoce que la versión histórico-crítica de la
historia de Israel también ya se interpreta en base a premisas histórico-filosóficas»
(Hasel, Old Testament Theology, p. 119). En otras palabras, él también está atado a
las presuposiciones del método histórico-crítico que finalmente niega la interven­
ción divina de Dios en la historia humana.
10. G. Ernest Wright, God Who Acts: Biblical Theology as Recital, Studies in Biblical Theo­
logy, no. 8 (Londres: SCM, 1952), pp. 126-127; cf. Wright, The Old Testament
Against its Environment, Studies in Biblical Theology, no. 2 (Londres: SCM, 1950);
Wright y Reginald H. Fuller, The Book of the Acts of God: Contemporary Scholarship
Interprets the Bible (Nueva York: Doubleday, 1957).
11. G. F. Hasel, «Biblical Theology Movement», Evangelical Dictionary of Theology, ed.
Walter A. Elwell (Grand Rapids, MI: Baker, 1984), pp. 149-152; cf. Brevard S.
Childs, Biblical Theology in Crisis (Filadelfia: Westminster Press, 1970).
12. Philip R. Davies, In Search of Ancient Israel' (Londres: Continuum, 2006), p. 54.
13. Avraham Biran y Joseph Naveh, «An Aramaic Stele from Tel Dan», Israel Exploration
Journal 43 (1993): pp. 81-98, y Biran y Naveh, «The Tel Dan Inscription: A New
Fragment», Israel Exploration Journal 45 (1995): pp. 1-18.
14. Gary A. Rendsburg, «On the Writing aviTT [BYTDWD] in the Aramaic Inscription
from Tel Dan», Israel Exploration Journal 45 (1995): pp. 22-25.
15. André Lemaire, «"House of David" Restored in Moabite Inscription», Biblical Ar­
chaeology Review 20, no. 3 (mayo/junio de 1994): pp. 30-37.
16. Anson F. Rainey, «Mesha' and Syntax», en The Land That I Will Show You: Essays on
the History and Archaeology of the Ancient Near East in Honor off. Maxwell Miller, ed.
J. Andrew Dearman y M. Patrick Graham (Sheffield: Sheffield Academic, 2001),
pp. 287-307.
17. K. A. Kitchen, «A Possible Mention of David in the Late Tenth Century B.C.E., and
Deity Dod as Dead as the Dodo?» Journal for the Study of the Old Testament 76
(1997): pp. 39-41.
18. Sobre la vida extendida y la desaparición final de los filisteos en el registro arqueo­
lógico, ver Seymour Gitin, «Philistia in Transition: The Tenth Century and Beyond»,
en Mediterranean Peoples in Transition, Thirteenth to Early Tenth Centuries BCE,
ed. S. Gitin, A. Mazar, y E. Stern (Jerusalem: Israel Exploration Society, 1998),
pp. 162-183; Gitin, «Philistines in the Books of Kings», en 7Tie Books of Kings: Sour­
ces, Composition, Historiography and Reception, ed. André Lemaire y Baruch Halpern
(Leiden: Brill, 2010), pp. 308-309.
19. Sobre las descripciones mesiánicas pertenecientes a David, ver Philip E. Satterthwai-
te, «David in the Books of Samuel: A Messianic Hope», en The Lord's Anointed: Inter­
pretation of Old Testament Messianic Texts, ed. P. E. Satterthwaite, R. S. Hess, y G. J.
Wenham (Grand Rapids, Ml: Baker, 1995), pp. 41-65; Daniel I. Block, «Bringing
Back David; Ezekiel's Messianic Hope», en The Lord's Anointed, pp. 167-188; Block,
«My Servant David: Ancient Israel's Vision of the Messiah», en Israel's Messiah in the
10. La Biblia c o m o historia • 103

Bible and the Dead Sea Scrolls, ed. Richard S. Hess y M. Daniel Carroll (Grand Rapids,
MI: Baker: 2003), pp. 17-56.
20. El nombre de David se menciona 1.087 veces: 976 veces en el A. T. y 111 veces en el
N.T.
21. Para un estudio más profundo sobre la importancia de David para la historia tem­
prana de Judá, veae Yosef Garfinkel, Saar Ganor, y Michael G. Hasel, In the Footsteps
of King David: Revelations from an Ancient Biblical City (Nueva York: Thames and
Hudson, 2018).
22. Appian, Civil Wars, 1.120.
23. La idea de una «fuerza» impersonal que se encuentra en todo el universo no es pro­
gresar, sino retroceder al paganismo del antiguo mundo mítico de Egipto, en el que
se buscaba falsificar el concepto de un Dios amante que intercede por su pueblo
(como por ejemplo, durante el éxodo).
24. Oswalt, The Bible Among the Myths, p. 142.
La Biblia y la profecía

a Biblia muestra una progresión firme y decidida hacia un

L único destino. En sus páginas, el Dios de la historia está acti­


vamente comprometido con las naciones y su pueblo. Él
también es trascendente, es capaz de ver los acontecimientos
futuros y proporciona las profecías para recordarle a su pueblo su d
no. La Biblia es única en el sentido de que casi el 30 por ciento de su
contenido es profecía.1 Ningún otro texto religioso de ninguna otra re­
ligión mundial contiene profecías, porque la cosmovisión de estas reli­
giones no es la de un Dios trascendente y separado de la creación, sino
más bien de dioses que son parte de la naturaleza y, por lo tanto, siem­
pre han sido parte de la creación.2 La profecía predictiva dota a la Biblia
de un mecanismo interno para probar la precisión del testimonio que
contiene. La profecía presupone que 1) Dios puede comunicar aconte­
cimientos futuros que los seres humanos no pueden conocer o predecir;
2) su conocimiento es perfecto con respecto a los acontecimientos que
tendrán lugar en el futuro; y 3) Dios tiene un plan definitivo para su
pueblo. Amos 3: 7 dice: «Porque no hará nada Jehová, el Señor, sin re­
velar su secreto a sus siervos los profetas».
106 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

La profecía clásica y la apocalíptica


Hay dos tipos de profecías en la Biblia. La profecía clásica la daban los
profetas como una advertencia o para predecir lo que sucedería en los tiem­
pos del Antiguo y el Nuevo Testamento. El cumplimiento de estas profecías
a menudo estaba vinculado a la respuesta del pueblo. Por ejemplo, el pro­
feta Isaías fue enviado a advertir al reino del norte de Israel que si no se
arrepentían y no volvían al Señor, 1) sería «quitada la riqueza de Damasco
y los despojos de Samaria delante del rey de Asiria» (Isaías 8: 4); 2) las ciu­
dades quedarían «asoladas y sin morador» (Isaías 6: 11); y 3) Dios echaría
«a los hombres y multiplicado los lugares abandonados en medio del país»
(Isaías 6: 12). Los profetas Amos y Oseas trajeron un fuerte mensaje de re­
prensión y un llamado al arrepentimiento, advirtiendo: «Israel será llevado
de su tierra en cautiverio. [... ] Por tanto, así ha dicho Jehová: [... ] Israel será
llevado cautivo» (Amos 7: 11, 17).3 El cumplimiento de esta profecía se dio
en la vida de los profetas cuando Tiglat-Pileser III en el 732 a. C. y Salma-
nasar V en el 722 a.C. invadieron el reino del norte y destruyeron la capital
de Samaria y muchas otras ciudades. Todavía podemos ver los resultados de
esas destrucciones al excavar ciudades antiguas como Jasor, que dejaron
de existir y posteriormente no fueron habitadas, tal como lo predijeron los
profetas (2 Reyes 15: 29).4 La falta de arrepentimiento de su gente permitió
que ocurriera ese juicio.
Un resultado diferente ocurrió cuando Jonás fue a Nínive. Los nini-
vitas se arrepintieron, y el Señor salvó a la ciudad asiría y a sus habitan­
tes, tanto a la gente como al ganado del campo (Jonás 4:10-11).5 Estas
profecías muchas veces eran específicas en términos de resultados y, sin
embargo, se trataba de profecías condicionales que dependían de la res­
puesta del pueblo.
La profecía apocalíptica, por otro lado, presenta el calendario cósmi­
co de Dios para el cumplimiento de la promesa del reino de Dios veni­
dero. No depende de las acciones de la humanidad y ocurrirá exacta­
mente en el momento y lugar que Dios haya ordenado. Las 65 profecías
mesiánicas concretas que presenta el Antiguo Testamento se cumplie-
11. La Biblia y la profecía * 1 0 7

ron en la vida, el ministerio, la muerte y la resurrección de Jesucristo,


«cuando vino el cumplimiento del tiempo» (Gálatas 4: 4), tal como se
describe en Daniel 9: 24-27.6 El Mesías vino a pesar de que Israel no
estaba listo para recibirlo. De la misma manera, «las profecías de tiem­
po de Daniel y Apocalipsis que apuntan al tiempo del fin y la segunda
venida de Jesús son independientes de cualquier respuesta humana. En
la profecía apocalíptica nos convertimos en "espectadores de aconteci­
mientos que ocurrirán en el escenario mundial; presenciamos cómo
Aquél que sabe todo de antemano despliega el curso del futuro"».7
La profecía apocalíptica también se caracteriza por presentar profe­
cías a largo plazo que tienen un solo cumplimiento en la historia y no
pueden tener múltiples cumplimientos. Por ejemplo, la profecía de las
70 semanas de Daniel 9 solo tuvo un cumplimiento en Jesucristo. Del
mismo modo, las 2,300 «tardes y mañanas» de Daniel 8: 26 y de «tiem­
po, tiempos y medio tiempo» de Daniel 7: 25 también tienen un solo
cumplimiento que culminó cuando Jesucristo entró en el Lugar Santísi­
mo del santuario celestial el 22 de octubre de 1844. Esto solo ocurrirá
una vez en la historia cósmica.
Otro aspecto de la profecía apocalíptica es la tipología. La tipología
se enfoca en personas, acontecimientos o instituciones del Antiguo Tes­
tamento que se basan en una realidad histórica y apuntan a una reali­
dad mayor en el futuro. El uso de la tipología como método de interpre­
tación se remonta a Jesús y a los escritores del Nuevo Testamento. Ellos
entendían que «el significado de los acontecimientos individuales mu­
chas veces se puede entender completamente solo a la luz de sus conse­
cuencias en la historia posterior» y que «la tipología y la profecía son
hermanas gemelas, ambas apuntando al futuro».8 La guía más segura
para reconocer un tipo y un antitipo es cuando el escritor inspirado de
la Biblia los identifica. De lo contrario, la subjetividad y la imaginación
humana pueden aventurarse más allá de la intención de Dios.
Por ejemplo, en Hebreos 9: 11-15, se hace referencia a Jesús como el
Sumo Sacerdote, «el Mediador de un nuevo pacto» que «entró una vez
para siempre en el Lugar santísimo, habiendo obtenido eterna redención».
108 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

El tipo del santuario del Antiguo Testamento y su servicio anual del Día de
la Expiación se cumplió con el antitipo de Jesucristo, el Sumo Sacerdote
perfecto y el Cordero de Dios sacrificado desde antes de la fundación del
mundo. Es a este acontecimiento que señalaban todos los servicios
del santuario.
El aspecto final del sacrificio, la muerte y la resurrección de Jesús cul­
minó en 1844, cuando entró en el Lugar Santísimo del santuario celes­
tial. El uso de tipos en las Escrituras ayudó a los primeros adventistas a
reevaluar sus postulados sobre la naturaleza del santuario, descubrien­
do que no era la tierra, sino en el santuario celestial del que la tierra era
solo el patrón (Éxodo 25: 8-9).9

El historicismo y el principio de día por año


Tanto la Reforma Protestante como la Iglesia Adventista del Séptimo
Día se formaron a partir de un estudio renovado de la profecía apocalíp­
tica desde una perspectiva de interpretación historicista.10El historicismo
es el método de estudio profético más antiguo que se conoce, cuyo origen
proviene del mismo texto de las Escrituras y de los escritores bíblicos. Se
describe como «el método histórico continuo de interpretación profética
porque entiende que la profecía es continua y consecutiva con respecto a
las secuencias predichas de imperios y sucesos en los libros de Daniel y
Apocalipsis».11 La profecía avanza desde el tiempo del escritor bíblico
hasta el tiempo del fin, y lo hace sin interrupciones o brechas en el pro­
ceso. El historicismo fue el método tradicional de interpretación proféti­
ca hasta el siglo XX.12 En este capítulo, veremos cómo la interpretación
historicista se relaciona con la identificación de la Iglesia Adventista del
Séptimo Día como la iglesia remanente de la profecía bíblica.
Un elemento clave de la posición historicista es el principio de día por
año aplicado a la interpretación profética.13 Este principio lo han puesto
en práctica muchos eruditos a lo largo de los siglos en las profecías de
tiempo de Daniel y Apocalipsis.14 Dedujeron este principio con base en
varios textos clave, así como del contexto inmediato de las profecías
mismas.
11. La Biblia y la profecía * 109

El contexto inmediato de las profecías de Daniel indica que estas


apuntan al «tiempo del fin» (Daniel 8: 17, 19, 26; 11: 35; 12: 1, 9). Esto
significa que los indicadores de tiempo deben interpretarse en ese senti­
do. Además del contexto inmediato de Daniel, dos textos clave propor­
cionan la base del principio del día por año. Números 14: 34 describe
un juicio de Dios en el que por cada uno de los días que Israel espió la tie­
rra de Canaán (cuarenta días), tendrían que pasar un año pagando la cul­
pa de haber rechazado la promesa de Dios de que conquistarían la tie­
rra. Como resultado, la primera generación de israelitas pasaría cuaren­
ta años cargando su culpa. Este caso de profecía clásica toma un día del
pasado como un año del futuro, mientras que en la profecía apocalípti­
ca, un día futuro representa un año futuro. Ezequiel 4: 6 contiene la
instrucción para el profeta Ezequiel de soportar la iniquidad de la casa
de Judá durante cuarenta días, un «día por año».
En apoyo al principio de día por año encontramos una serie de cone­
xiones lingüísticas entre Números y Ezequiel: 1) En ambos, el acto de
«cargar» y de llevar la «maldad» están redactados de manera similar; 2)
ambos pasajes comienzan con frases que aluden al «número de los días»;
y 3) en ambos, el concepto de «día por año» se expresa con la frase repe­
tida: «Día por año, día por año».15 Aunque Números y Ezequiel no son
libros apocalípticos, el principio de día por año se explica claramente.
En contraste, en Daniel y Apocalipsis «las expresiones "tiempo, tiem­
pos y la mitad de un tiempo" (Dan. 7: 25; 12: 7; Apocalipsis 12: 14),
"cuarenta y dos meses" (Apocalipsis 11: 2; 13: 5), y "mil doscientos se­
senta días" (Apocalipsis 11: 3; 12: 6) se aplican al mismo período de
tiempo. [...] La única medida de tiempo comúnmente utilizada que no
se usa en las profecías de Daniel y Apocalipsis es el año. Se hace referen­
cia a días, semanas y meses, pero no al "año" como unidad de tiempo.
La explicación más obvia de esto es que el "año" es la unidad simboli­
zada en estas profecías».16
Otros tres elementos respaldan el principio de día por año en Daniel
y Apocalipsis: el uso de símbolos, largos períodos de tiempo y expresio­
nes peculiares. La naturaleza simbólica de las bestias y los cuernos que
110 • Cómo i n te r p r e t a r la s E s c r itu r a s

representan reinos sugieren que las expresiones de tiempo también de­


ben entenderse como simbólicas. El hecho de que los reinos que se
describen abarcaron varios siglos, también sugiere que estos no debe­
rían interpretarse como días, meses o tiempos/años literales, sino como
períodos de tiempo más largos. Finalmente, las expresiones peculiares
que se usan para designar estos períodos sugieren una interpretación
simbólica y no literal. No es casualidad que las tres expresiones, una vez
que se aplica el principio de día por año, sumen exactamente 1,260
años, confirmando la interpretación profética de este período. Si, por el
contrario, las cifras se tomaran literalmente como tres años y medio o
seis años y medio, no habría un contexto histórico en el que estos perío­
dos encajarían. Tampoco son «capaces de llegar a ninguna fecha cercana
a este tiempo del fin. Por lo tanto, estos períodos proféticos deben ser
vistos como simbólicos y representativos de períodos considerables
[sic.] más largos que se extienden hasta el final de los tiempos».17
La mayoría de los comentaristas del libro de Daniel concuerdan en
que la profecía de setenta semanas de Daniel 9: 24-27 no podría haber­
se cumplido en setenta semanas literales (un año y cinco meses), sino
que tiene que tratarse de un período más largo de tiempo histórico. Si
utilizamos el principio de día por año, esta encaja perfectamente con el
ministerio profético, la muerte y el rechazo final de Jesús. «La orden
para restaurar y edificar a Jerusalén» tuvo lugar en el 457 a. C., bajo el
mando de Artajerjes.18 El período de la frase: «Hasta el Mesías Príncipe,
habrá siete semanas y sesenta y dos semanas» (Daniel 9: 25) señala el
comienzo del ministerio de Cristo en el año 27 d. C, exactamente 483
años después del decreto de Artajerjes. La frase: «Después de las sesenta
y dos semanas se quitará la vida al Mesías, y nada ya le quedará» (Daniel
9: 26) es una profecía que se cumple en el momento de la crucifixión,
que ocurrió a mediados de la septuagésima semana, precisamente en el
año 31 d. C.19 El final de esa septuagésima semana llegó cuando Esteban
pronunció el juicio por el rechazo al Mesías, terminando apedreado por
orden del Sanedrín (Hechos 7: 59). La profecía de Daniel 9: 24-27 de­
muestra la validez del principio de día por año.20
11. La Biblia y la profecía * 1 1 1

También debe señalarse que para el siglo II a. C., ya los primeros in­
térpretes judíos usaban de forma activa el principio de día por año,
como se menciona en la literatura helenística judía, los manuscritos
encontrados entre los Rollos del Mar Muerto en Qumrán y en los escri­
tos de Josefo, entre otros.2' Esto nos indica que este elemento crucial de
la interpretación historicista de la profecía se entendía bien antes del
tiempo de Cristo.

Las profecías de los 1,260 y 2,300 días


Apocalipsis 12 abarca un periodo de 1,260 años de persecución con­
tra la mujer (la iglesia) por parte del dragón (Satanás), en un intento de
acabar con «el resto de la descendencia de ella» (Apocalipsis 12: 17),
que es la iglesia remanente. El surgimiento del movimiento estaba indi­
solublemente ligado a la profecía, que ocurriría después de los 1,260
días/años de supremacía papal (538-1798 d. C.) y el surgimiento de los
Estados Unidos protestantes. Las dos marcas distintivas del remanente
son 1) «guardan los mandamientos de Dios» y 2) «tienen el testimonio
de Jesucristo» (Apocalipsis 12: 17).
La profecía de los 2,300 días es crucial para comprender el mensaje
del santuario. También depende en gran medida del principio de día
por año. Según Daniel 8: 14, «hasta dos mil trescientas tardes y maña­
nas; luego el santuario será purificado». El término traducido como «tar­
des y mañanas» en la Reina-Valera significa literalmente «días». Ya se ha
demostrado de forma contundente el hecho de que se trata de un perío­
do de veinticuatro horas y que no se refiere a los sacrificios matutinos y
vespertinos del templo (los cuales, los preteristas afirman que tuvieron
lugar durante el reinado de Antíoco Epífanes IV).22 En pocas palabras,
los sacrificios diarios o tamid siempre ocurren en las mañanas y las tar­
des, no en las tardes y mañanas. No hay base para dividir las 2,300 tar­
des y mañanas en dos sacrificios, lo que daría un nuevo número de
1,150. De hecho, a los días de la creación, que representan períodos
de veinticuatro horas, la Biblia los cataloga una y otra vez como «tardes
112 • Como interpretarlas Escrituras

y mañanas». Finalmente, Antíoco Epífanes IV profanó el templo duran­


te solo tres años, lo que da solo 1,080 días y no 1,150. Si lo entendemos
en el contexto del principio de día por año, los 2,300 días deben tomar­
se como períodos completos.23
La identidad de los adventistas del séptimo día como movimiento
profético de los últimos días se fundamenta en la interpretación histori-
cista de las profecías de Daniel y Apocalipsis. La amarga experiencia del
Gran Chasco llevó a los adventistas milleritas a estudiar con más ahínco
los libros de Daniel y Apocalipsis para buscar en qué se habían equivo­
cado cuando Jesús no regresó. Descubrir que la experiencia adventista
estaba predicha en Apocalipsis 10: 9-10 representó un gran consuelo
para ellos. Se dieron cuenta de que el haber devorado las profecías de
Daniel, encontrándolas dulces como la miel en la boca, pero amargas en
el estómago, fue precisamente su experiencia. William Miller realizó sus
cálculos con precisión, pero interpretó mal el acontecimiento.
Sin embargo, Elena G. de White y nuestros pioneros respaldaron la
hermenéutica que Miller utilizaba para la interpretación profética.24 Mi­
ller expuso varios principios importantes para la interpretación profética
basados en el principio de sola Scriptura y la interpretación historicista de
la profecía. Algunos de los principios en los que Miller insistió son:
1. Que cada palabra debe estar apoyada en el tema que se presenta en
la Biblia (Mateo 5: 18).
2. Que toda la Escritura es necesaria y se puede entender mediante la
dedicación y el estudio diligente (2 Timoteo 3: 15-17).
3. Que nada de lo revelado en la Escritura está o estará oculto de
aquellos que buscan con fe y decisión (Deuteronomio 29: 29; Ma­
teo 10: 26-27; 1 Corintios 2: 10; Filipenses 3: 15; Mateo 21: 22;
Juan 14: 13-14; 15: 7; Santiago 1: 5-6; 1 Juan 5: 13-15).
4. Que para comprender la doctrina, debemos juntar todas las citas
relacionadas con el tema que se desea saber; para luego permitir
que cada palabra ejerza la influencia apropiada. De esta manera
podemos teorizar sin contradicciones, no podremos estar en el
11. La Biblia y la profecía *113

error (Isaías 28: 7-29; 35: 8; Proverbios 19: 27; Lucas 24: TI,
44-45; Romanos 16: 26; Santiago 5: 19; 2 Pedro 1: 19-20).
5. Que la Escritura debe interpretarse a sí misma, ya que es la regla en
sí misma (Salmo 19: 7-11; 119: 97-105; Mateo 23: 8-10; 1 Corin­
tios 2: 12-16; Ezequiel 34: 18-19; Lucas 11: 52; Malaquías2: 7-8).
Si encuentra que cada palabra de la profecía (después de haber enten­
dido las cifras) se cumple literalmente, entonces puede tener la seguridad
de que el acontecimiento es real. Pero si alguna palabra carece de cumpli­
miento, entonces debe buscar otro acontecimiento o esperar su desarrollo
futuro. Dios se encarga de que la historia y la profecía concuerden, para
que los verdaderos hijos creyentes de Dios nunca se avergüencen (Salmo
21: 5; Isaías 14: 17-19; 1 Pedro 2: 6; Apocalipsis 17: 17; Hechos 3: 18).25
El estudio bíblico cuidadoso dio como resultado los cinco pilares
distintivos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día: la perpetuidad de la
ley de Dios y el sábado, la segunda venida de Cristo, el santuario, el es­
tado de los muertos y el espíritu de profecía. La combinación de estas
doctrinas bíblicas con el mensaje de los tres ángeles, conforma el men­
saje y la misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.26*1

Referencias
1. ). Barton Payne's Encyclopedia of Biblical Prophecy (Grand Rapids, Ml: Baker, 1973),
pp. 674-75, enumera 1.239 profecías en el Antiguo Testamento y 578 profecías en
el Nuevo Testamento, para un total de 1.817. Estas abarcan 8.352 versículos o el
26.83 por ciento de la Biblia.
2. John N. Oswalt, The Bible Among the Myths (Grand Rapids, Ml: Zondervan, 2009),
pp. 47-110.
3. Brevard S. Childs, Isaiah and the Assyrian Crisis (Londres: SCM, 1967).
4. Peter Dubovsky, «Tiglath-Pileser Ill's Campaigns in 734-732 B.C.: Historical Back­
ground of Isa 7, 2 Kgs 15-16 and 2 Chr 27-28», Bíblica 87 (2006), pp. 153-170;
por los anales, véase Hayim Tadmor, The Inscriptions of Tiglath-Pileser III, King of
Assyria, 2 a ed. (Jerusalem: Israel Academy of Sciences and Humanities, 1994);
cf. Amnon Ben-Tor, «Excavating Hazor, Part One: Solomon's City Rises from the
Ashes», Biblical Archaeology Review 25, no. 2 (marzo/abril 1999): p. 37.
5. Gerhard E Hasel, lonah: Messenger of the Eleventh Hour (Mountain View, CA: Pacific
Press, 1976).
114 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

6. Para ver las 65 profecías mesiánicas véase Walter C. Kaiser, )r„ The Messiah in the Old
Testament (Grand Rapids, Ml: Zondervan, 1995).
7. Gerhard Pfandl, «The Pre-Advent Judgment: Fact or Fiction?», Ministry (diciembre
de 2003), citando de William G. Johnsson, «Conditionality in Biblical Prophecy
with Particular Reference to Apocalyptic», en 70 Weeks, Leviticus, Nature of Prophecy,
ed. Frank B. Holbrook, Daniel and Revelation Committee Series, libro 3, (Washing­
ton D. C.: Biblical Research Institute, 1986), p. 278.
8. Hans K. LaRondelle, 'The Israel of God in Prophecy: Principles of Prophetic Interpretation
(Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 1983), pp. 35-54.
9. Elena G. de White, Cristo en su santuario (Doral, FL: IADPA, 2013).
10. Leroy Froom, The Prophetic Faith of Our Fathers, tt. 1-4 (Washington D. C.: Review
and Herald, 1950-1954).
11. G. F. Hasel, «Israel in Bible Prophecy», Journal of the Adventist Theological Society 3,
no. 1 (Spring 1992): p. 124.
12. Para ver más sobre los métodos adicionales de interpretación, véase G. F. Hasel,
«Israel in Prophecy», pp. 121-130.
13. Pfandl, «In Defense of the Year-Day Principle», Journal of the Adventist Theological
Society 23, no. 1 (2012), pp. 3-17.
14. Froom, Prophetic Faith, 4:784-851.
15. William H. Shea, Selected Studies on Prophetic Interpretation, Daniel and Revelation
Committee Series, book 1, ed. rev. (Silver Spring, MD: Biblical Research Institute,
1992), p. 88.
16. Pfandl, «Year-Day Principle», p. 8.
17. Shea, Selected Studies, p. 73.
18. Siegfried H. Horn and Lynn H. Wood, «The Chronology of Ezra 7 (Washington, DC:
Review and Herald, 1953).
19. Sobre la fecha de la crucifixión, véase Grace Amadon, «Ancient Jewish Calenda-
tion», Journal of Biblical Literature 61, no. 4 (diciembre de 1942) pp. 227-280; Ama-
don, «The Crucifixion Calendar», Journal of Biblical Literature 63, no. 2 (junio de
1944)pp. 177-190.
20. Brempong Owusu-Antwi, An Investigaion of the Chronology of Daniel 9:24-27, ATS
Dissertation Series, 2 (Berrien Springs, MI: Adventist Theological Society, 1995).
21. Shea, Selected Studies, pp. 105-110.
22. S. J. Schwantes, «Repaso de "Ereb Boqer" en Daniel 8: 14», en Simposio sobre Daniel,
ed. Frank B. Holbrook, (Doral, FL: 1ADPA, 2010), pp. 471-482.
23. G. F. Hasel, «El "cuerno pequeño", el santuario celestial y el tiempo del fin: estudio
de Daniel 8: 9-14», en Simposio sobre Daniel, pp. 383-470.
24. Elena G. de White, «Notes ofTravel», Review and Herald (25 de noviembre de 1884):
pair. 23-25.
25. P. Gerard Damsteegt, Foundations of the Seventh-day Adventist Message and Mission
(Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1977), p. 299.
26. Ibid.
12
Cómo lidiar
con textos bíblicos difíciles

odo estudiante de la Biblia encuentra en algún momento

T pasajes bíblicos difíciles. Esto no es de sorprender, ya que


cualquiera que haya interactuado con otra cultura, visión
del mundo o idioma sabe muy bien los desafíos que repre­
senta comunicarse debido a esas barreras. Lo mismo es válido p
contenido de la Biblia. Si entendiéramos todo lo que dicen las Escritu­
ras, seríamos como Dios sin necesidad de nuevos conocimientos. Tam­
bién nos faltaría el incentivo para crecer en el conocimiento espiritual.
Si comparamos los tiempos bíblicos con el tiempo y lugar en que
vivimos, veremos que son muy diferentes. Este hecho plantea desafíos
para interpretar correctamente un libro antiguo. Si bien Dios ha dado
suficiente evidencia para justificar la confiabilidad y veracidad de la Bi­
blia, también es cierto que por mucha que sea la evidencia, siempre
habrá posibles dudas. Si un estudiante desea satisfacer sus dudas, en­
contrará muchas oportunidades para hacerlo. El espíritu de la duda es
natural en la naturaleza humana. A la luz de esta tendencia, vale la pena
señalar la importancia de cultivar la actitud adecuada hacia los pasajes
difíciles de las Escrituras. Elena G. de White ha descrito la mentalidad
de aquellos que confían más en su propia opinión que en la Palabra de
Dios. Nos dice acertadamente:
116 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

«Cuando los hombres, con su juicio limitado, encuentran que es


necesario examinar versículos para definir lo que es inspirado y lo
que no es, se han adelantado a Jesús para mostrarle un camino
mejor que aquél en que nos ha conducido. Tomo la Biblia tal
como es, como la Palabra inspirada. Creo en sus declaraciones: en
una Biblia completa. Se levantan hombres que piensan que en­
cuentran algo para criticar en la Palabra de Dios. Lo exhiben de­
lante de otros como una evidencia de sabiduría superior. Muchos
de esos hombres son inteligentes y eruditos; tienen elocuencia y
talento, y toda la obra de la vida [de ellos] es intranquilizar las
mentes en cuanto a la inspiración de las Escrituras. Influyen en
muchos para que tengan la misma opinión de ellos. Y la misma
obra se propaga de uno a otro, tal como Satanás quiere que sea».1

Luego, la profetisa describe la manera sutil en que este proceso de


duda comienza con un pasaje difícil de la Escritura y se extiende rápida­
mente al resto de la Biblia.

«Comenzando con el Génesis, rechazan lo que les parece cuestio­


nable, y su mente prosigue, pues Satanás los inducirá hasta cual­
quier extremo a que puedan llegar en su crítica, y ven algo de qué
dudar en toda la Escritura. Su facultad de criticar se aguza con el
ejercicio y no pueden descansar en nada con seguridad. Usted
trata de razonar con esos hombres, pero pierde el tiempo. Ejerci­
tan su facultad de ridiculizar aun en la Biblia. Llegan al punto de
convertirse en burladores, y quedarían asombrados si usted les
expusiera esto desde ese punto de vista. Hermanos, aférrense a su
Biblia, a lo que dice, y terminen con su crítica en cuanto a su vali­
dez, y obedezcan la Palabra, y ninguno de ustedes se perderá».2

Fijémonos en que, al criticar las Escrituras, nuestra voluntad de criti­


carla comenzará a agudizarse, al punto de que todo deja de ser certero.
Por otro lado, la energía que invirtamos en lidiar con las dificultades
nos adentrará más profundamente en el corazón de las Escrituras. Esta
12. C ó m o lidiar con tex to s bíblicos difíciles • 117

inmersión profunda comenzará a revelar nuestra voluntad de acoger la


Palabra de Dios y obedecer su mensaje.
Los pasajes difíciles no solo nos desafían, sino que nos dan la opor­
tunidad única de comprender mejor a los escritores bíblicos y el mensa­
je de Dios. Esto significa que los pasajes desafiantes y difíciles de la Bi­
blia deberían hacemos sentir agradecidos porque ofrecen la oportuni­
dad de crecer en nuestro entendimiento. Muchos de los supuestos
errores en la Biblia no son el resultado de la revelación de Dios, sino el
resultado de nuestras malas interpretaciones. Estos errores surgen, no
tanto de la oscuridad en la Biblia, sino de la ceguera y los prejuicios del
intérprete. La historia muestra que los pasajes difíciles no son el proble­
ma más apremiante del cristianismo, sino más bien la incapacidad de
los creyentes de aceptar los pasajes que se entienden claramente.
Los adventistas no intentan demostrar que la Biblia no tiene errores.
Cualquiera podría probar que un artículo del periódico está libre de cual­
quier error, pero eso no demostraría que el artículo es la Palabra de Dios.
Los cristianos que creen en la Biblia sostienen que la Biblia es la Palabra
de Dios porque las Escrituras lo afirman, y Jesús y los apóstoles lo creye­
ron: En última instancia, nuestra convicción de su verdad se basa en el
testimonio del Espíritu Santo, que confirma su veracidad en nuestra men­
te y nuestro corazón.
Cuando se encuentran dificultades, el Espíritu Santo se acerca de ma­
nera especial. El espacio del que disponemos aquí no permite un exa­
men de todos los pasajes difíciles, pero su estudio es importante y el
Espíritu está listo para iluminarnos. Si deseamos investigar más, varios
libros y recursos abordan las preguntas y los asuntos planteados por los
pasajes difíciles de las Escrituras.3

Cómo lidiar con las dificultades bíblicas


Si bien creemos que las Escrituras son confiables, no negamos que
algunas partes de ellas son difíciles de entender y suponen un desafío
para nuestra mentalidad y pensamiento. Incluso el apóstol Pedro reco-
118 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

noció este hecho al referirse a Pablo y sus Epístolas, «entre las cuales hay
algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuer­
cen (como también las otras Escrituras) para su propia perdición»
(2 Pedro 3: 16).
En cuanto a las dificultades y los aparentes errores en las Escrituras, a
menudo vemos a la Biblia como la fuente del problema. Pero fijémonos
en lo que dijo Agustín, unos de los padres de la iglesia: «Si quedamos
confundidos por una aparente contradicción en la Escritura, no es váli­
do decir: "El autor de este libro está equivocado", sino el manuscrito
tiene un error, la traducción está mal o no has entendido».4 No quere­
mos ser como algunas personas vacilantes e inestables, que tuercen las
Escrituras para nuestra destrucción. Así que, veamos algunos aspectos
importantes que pueden ayudamos a medida que encontramos algunas
declaraciones difíciles en las Escrituras.5

No deduzcamos que no hay respuesta


¡Debemos recordar que el hecho de que no tengamos una solución
a un problema en particular no significa que no tenga respuesta! A me­
nudo, cuando encontramos un pasaje difícil en la Escritura, podemos
tener la impresión de que somos los primeros en encontrar esa dificul­
tad. Pero es probable que otros estudiantes meticulosos de la Biblia ha­
yan estudiado el mismo pasaje bíblico, quizás incluso hace muchos
años y aún más a fondo que nosotros, y hayan encontrado los mismos
desafíos. Si esto es así, hay una buena posibilidad de que otros ya hayan
encontrado una respuesta, aunque no lo sepamos.
Además, ninguna persona seria puede afirmar que puede explicar to­
das las dificultades de la Biblia. Sería un error concluir que lo que aún
no se ha explicado jamás se podrá explicar. Es posible que en el caso de
algunas preguntas no tengamos suficiente información disponible para
obtener respuestas satisfactorias. Tal vez nueva evidencia arqueológica
podría arrojar luz sobre ciertos temas. Otros problemas pueden requerir
de una investigación más exhaustiva del texto bíblico y su contexto. Esta
12. C ó m o lidiar con te x to s bíblicos difíciles • 119

tarea requiere tiempo y determinación. El hecho de que no podamos


encontrar una respuesta en cinco minutos, cinco días o cinco meses no
significa que no haya una respuesta a dicha cuestión en particular. El tra­
bajo y la energía que invertimos para encontrar una solución a un proble­
ma difícil probablemente nos hará más bien que la solución misma.
En todo caso, hemos de enfrentar la dificultad con honestidad e in­
tegridad, reconociendo que el problema no tiene una respuesta satisfac­
toria. No evadamos ni ignoremos un problema, ni hemos de buscar
«atajos» a la respuesta. La paciencia es fundamental. A veces tenemos
que esperar por la respuesta y confiar en Dios a pesar de las preguntas
persistentes. De esta manera, las dificultades bíblicas pueden ser una
oportunidad para desarrollar un carácter que agrade a Dios.

No confundamos nuestra interpretación falible


con la revelación infalible de Dios
Vale la pena recordar que si bien la Biblia es infalible, nuestras inter­
pretaciones no lo son. Podemos estar equivocados en nuestra interpre­
tación y somos propensos a cometer errores. El significado de la Biblia
no cambia, pero nuestra comprensión de ella sí. A la luz de esta reali­
dad, debemos tener cuidado en admitir que los puntos de vista actual­
mente dominantes de la ciencia representan la última palabra sobre
cualquier tema específico.
El pensamiento naturalista y la evolución, por ejemplo, se han con­
vertido en la verdad globalmente aceptada en la comunidad científica.
Esto ha generado un sinfín de problemas con el texto bíblico. ¿Es la teo­
ría de la evolución realmente compatible con el relato bíblico de la crea­
ción y el plan de salvación de Dios? Debemos esperar contradicciones
entre los puntos de vista populares de la ciencia y la Biblia, especialmen­
te si las explicaciones científicas descartan por completo cualquier inter­
vención divina. Pero esto no prueba que haya una contradicción real
entre el mundo de Dios y su Palabra escrita. Si bien la naturaleza, según
la Biblia, fue creada por Dios y, por lo tanto, tiene un origen divino, esta
120 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

no está inspirada y continúa siendo afectada por el pecado. Por lo tanto,


según Elena G. de White, «el libro de la naturaleza es un gran libro de
texto», pero debemos usarlo «conjuntamente con las Escrituras».6 Esto
significa que la revelación especial de Dios en las Escrituras tiene prece­
dencia sobre la revelación natural en la creación. La Escritura es superior
a la naturaleza, porque es el testigo inspirado de Dios. Por lo tanto, las
Escrituras y no la ciencia evolucionista, deberían ser la fuente normativa
para comprender el origen del mundo.7«Cuando los llamados hombres
de ciencia tratan estos asuntos desde el punto de vista meramente huma­
no, llegan a conclusiones erróneas. [... ] Aun las personas más inteligen­
tes, si en sus investigaciones no son dirigidas por la Palabra de Dios, se
confunden en sus esfuerzos por delinear las relaciones de la ciencia y la
revelación».8 Por lo tanto, debemos tener una «fe arraigada en la divina
autoridad de la Santa Palabra de Dios. La Sagrada Escritura no se ha de
juzgar de acuerdo con las ideas científicas de los hombres. La sabiduría
humana es una guía en la cual no se puede confiar. Los escépticos que
leen la Sagrada Escritura para poder sutilizar acerca de ella, pueden, me­
diante una comprensión imperfecta de la ciencia o de la revelación, sos­
tener que encuentran contradicciones entre una y otra; pero cuando se
entienden correctamente, se las nota en perfecta armonía».9 A veces, in­
cluso interpretaciones tradicionales de la Biblia de larga data necesitan
estudiarse nuevamente a la luz de lo que dice la Escritura sobre un tema
específico.

Interpretación de pasajes poco claros


a la luz de pasajes claros
Además de tener un espíritu dispuesto, es importante utilizar princi­
pios hermenéuticos sólidos en nuestro estudio. En primer lugar, inter­
pretemos siempre los pasajes poco claros a la luz de pasajes claros. Pa­
semos de lo claro a lo menos claro. Tratemos de iluminar los pasajes
más difíciles de entender con pasajes claros de las Escrituras. No es
aconsejable armar una doctrina basada solo en un pasaje oscuro, y ja-
12. C ó m o lidiar co n te x to s bíblicos difíciles • 121

más es aceptable oscurecer pasajes claros arrojando sobre ellos la nube


oscura de un pasaje difícil. Más bien, los pasajes claros deberían ilumi­
nar aquellos que son menos claros. El siguiente ejemplo ilustra este
punto.
En cuanto al tema de hablar en lenguas, hay varias declaraciones en
las Escrituras que aclaran el don de lenguas del Nuevo Testamento. El
don de lenguas consiste en la habilidad sobrenatural de proclamar el
evangelio en otro idioma humano conocido (Marcos 16: 17; Hechos
2: 1-13; 10: 46; 19: 1-7).10Sin embargo, en 1 Corintios 12-14, encon­
tramos algunas declaraciones sobre la glosolalia que no son tan fáciles
de entender. En lugar de oscurecer los pasajes claros de Hechos con
1 Corintios 12-14, debemos permitir que los pasajes claros e inequívo­
cos arrojen luz sobre los más difíciles. Dado que la misma expresión
«hablar en lenguas» se usa en Marcos, Hechos y 1 Corintios, y a la luz de
otras conexiones entre la profecía y el don de lenguas en Éfeso y Corin-
to, el acto de hablar en lenguas en Corinto también debe entenderse
entonces como un don sobrenatural que nos da el Espíritu Santo para
que hablemos en un idioma extranjero conocido. Desafortunadamente,
el don fue mal utilizado por algunos miembros de la iglesia que solo
buscában edificarse a sí mismos.

Tengamos en cuenta el contexto del pasaje


Quizás el error más común de los críticos de la Biblia es sacar los
pasajes de su contexto. Un profesor del seminario nos dijo una vez en
clase que si nos encontramos con un pasaje difícil para el que no tene­
mos respuesta, hay una manera de abordarlo que siempre será correcta:
¿Qué dice el contexto? Un texto sin un contexto adecuado se convierte
rápidamente en un pretexto para nuestros propios puntos de vista.
Si bien se debe tener en cuenta el contexto histórico, el contexto más
importante de un pasaje es su contexto inmediato. Examinemos cuida­
dosamente la sección, luego el capítulo y, más allá de eso, el contexto
122 • Cómo in te r p r e ta r las E sc ritu ra s

más amplio del libro. Finalmente, el texto completo de la Biblia se con­


vertirá en el contexto del pasaje, arrojando luz sobre el tema difícil.
Al final, dos simples pautas ayudarán al estudiante serio de la Biblia
a entender los pasajes difíciles. Primero, razone de los textos claros lo
que muestran los menos claros. Segundo, permita que el contexto aclare
su estudio e ilumine la Palabra. El Espíritu Santo bendecirá tal estudio
con luz y paz.*1

Referencias
1. Elena G. de White, Mensajes selectos, t. 1, p. 19.
2. Ibíd. p. 20.
3. Véase Gleason L. Archer Jr., New International Encyclopedia of Bible Difficulties (Grand
Rapids, Ml: Zondervan, 1982); William Arndt, Bible Difficulties and Seeming Contra­
dictions (St. Louis, MO: Concordia, 1987); John W. Haley, Alleged Discrepancies of the
Bible (Grand Rapids, Ml: Baker Book, 1984); Norman Geisler y Thomas Howe,
When Critics Ask: A Popular Handbook on Bible Difficulties (Wheaton, IL: Victor Books,
1992); Walter C. Kaiser Jr. et al„ Hard Sayings of the Bible (Downers Grove, IL: Inter-
Varsity, 1996); R. A. Torrey, Difficulties in the Bible: Alleged Errors and Contradictions
(Willow Grove: Woodlawn Electronic, 1998); F. F. Bruce, Hard Sayings of Jesus (Lon­
dres: Hodder and Stroughton, 1983); y desde el punto de vista adventista, Gerhard
Pfandl, ed., Interpreting Scripture: Bible Questions and Answers, Biblical Research Ins­
titute Studies, t. 2 (Silver Spring, MD: Review and Herald, 2010); Harald Weigt,
Verstehst du auch, was du liest? Schwierige Bibelstellen erklart (Lüneburg: Advent-
Verlag, 2002); y los recursos de la página del Biblical Research Institute: https://
www.adventistbiblicalresearch.org/materials (visitada el 1 de mayo de 2019).
4. Augustine of Hippo, «Reply to Faustus the Manichaean» en St. Augustin: Hie Writings
against the Manichaeans and against the Donatists, ed. Philip Schaff, A Select Library of
the Nicene and Post-Nicene Fathers of the Christian Church, vol. 5 (Búfalo, NY: Chris­
tian Literature Company, 1887), p. 180.
5. Vea también los aspectos adicionales discutidos en Frank M. Flasel y Michael G.
Hasel «How to Interpret Scripture», Adult Bible Study Guide, 2o trimestre 2020,
lección 12.
6. Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro, cap. 1, p. 15.
7. Elena G. de White afirma categóricamente que «sin la historia bíblica, la geología no
puede probar nada. Los que razonan con tanta seguridad en cuanto a sus descubri­
mientos, no tienen una noción adecuada del tamaño de los hombres, los animales
y los árboles antediluvianos, ni de los grandes cambios que ocurrieron en aquel
entonces. Los vestigios que se encuentran en la tierra dan evidencia de condiciones
que en muchos casos eran muy diferentes de las actuales; pero el tiempo en que
estas condiciones imperaron solo puede saberse mediante la Sagrada Escritura. En
12. C ó m o lidiar con te x to s bíblicos difíciles • 123

la historia del diluvio, la inspiración divina ha explicado lo que la geología sola ja­
más podría desentrañar», Patriaras y profetas, cap. 9, p. 91.
8. Ibid., cap. 9, p. 92.
9 . ¡bíd.
10. En cuanto a esta evidencia bíblica, vea el estudio completo de Gerhard F. Hasel,
Speaking in Tongues: Biblical Speaking in Tongues and Contemporary Glossolalia
(Berrien Springs, MI: Adventist Theological Society, 1991).
Una vida
basada en la Palabra de Dios

l objetivo final de las Escrituras es llevar a los creyentes a una

E relación de obediencia a Dios. El propósito de estpdiar la Bi­


blia, es seguir la Palabra de Dios con fidelidad y gozo. Tal fi­
delidad va mucho más allá del mero conocimiento intelectual
y la aprobación teórica. Dios no usa la coerción para ganar corazon
Con una voz clara y razonable, él nos habla a través de las Escrituras,
ganándose nuestra lealtad con el amor divino. La exposición a la Pala­
bra de Dios resulta en una obediencia amorosa y elimina el miedo a los
pasajes difíciles. Más bien, nos hace sentir ansiosamente motivados
para entender el mensaje bíblico más plenamente y confiar en que Dios
iluminará nuestros corazones.
La fe es una virtud necesaria para comprender y responder adecua­
damente a la Biblia. El escritor de la Epístola a los Hebreos declara que
«por la fe comprendemos que el universo fue hecho por la palabra de
Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía» (Hebreos
11: 3) y que «sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que
el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo
buscan» (Hebreos 11: 6). Esta fe consiste en la práctica de escuchar
126 • Cómo in te rp re ta r las E sc ritu ra s

activamente a Dios y su Palabra escrita. Y el ejercicio de escuchar a Dios


produce una respuesta obediente a la Palabra de Dios. Por supuesto, esta
obediencia a menudo se gana con dificultad, ya que nuestra humanidad
duda de manera natural en cumplir las órdenes de Dios.

Practiquemos la Palabra de Dios


De manera natural, no estamos dispuestos a escuchar la Palabra de
Dios, ni mucho menos inclinados a seguir su voluntad. Dios sabe que
somos así y siempre está detrás de nosotros, llamándonos para que acep­
temos su amor y para que a través del poder del Espíritu Santo, practi­
quemos su voluntad. El apóstol Santiago nos amonesta: «No se conten­
ten solo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos.
Llévenla a la práctica. El que escucha la palabra, pero no la pone en
práctica es como el que se mira el rostro en un espejo y, después de mi­
rarse, se va y se olvida en seguida de cómo es. Pero quien se fija atenta­
mente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidan­
do lo que ha oído, sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla»
(Santiago 1: 22-25, NV1).
Soren Kierkegaard hace un comentario interesante sobre este pasaje.1
El que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica, es como alguien
que se mira en el espejo y recuerda lo que ve. ¿Qué clase de observación
en el espejo de la Palabra de Dios, pregunta Kierkegaard, se requiere
para recibir una verdadera bendición? Él responde que el lector solo se
beneficia de la Palabra de Dios si al mirarse en el espejo logra verse a sí
mismo. Pero en vez de estar dispuestos a vernos en el espejo revelador
de la Escritura, los seres humanos pecaminosos tenemos la tendencia a
comenzar a inspeccionar el espejo.2 Cuando comenzamos a criticar el
espejo, perdemos de vista nuestro estado, nuestro pecado y nuestra ne­
cesidad de salvación. Hay algo en el texto bíblico que refleja la realidad
divina, la verdadera comprensión de lo que somos para que podamos
ver nuestra necesidad de Dios. Si solo interpretamos el espejo y no cum­
plimos con su mandato, privamos a la Biblia de su autoridad por
13. Una vida b a sa d a en la Palabra d e Dios • 127

nuestra interpretación, y no estaremos complaciendo a Dios ni actuan­


do de acuerdo con su Palabra. ¿De qué sirve entonces esa interpreta­
ción? Muchas veces no es más que una defensa de nosotros mismos
contra la Palabra de Dios. Para evitar verse en las Escrituras como real­
mente son, algunos lectores prefieren mirar al espejo o proyectar sus
propias imágenes, más halagadoras, en las Escrituras.3

La relación entre el Espíritu Santo y la Biblia


El Espíritu Santo da vida a la Palabra de Dios y eleva la Biblia como
la norma absoluta y definitiva de todo lo que creemos. Una relación con
el Espíritu, en la que nos dejamos dirigir por él, siempre dará como re­
sultado el cumplimiento de los mandamientos de Dios. «Los manda­
mientos de Dios son los zapatos en los que camina nuestro amor por
Dios y encuentra su expresión fiel»4 (véase Romanos 13: 10). Por lo
tanto, el objetivo final de la interpretación es seguir la Palabra de Dios.
Por lo tanto, escuchar atentamente la Biblia debe preceder a nuestra
predicación y enseñanza. Cuando escuchamos con un corazón dis­
puesto y obediente, Dios nos habla. Cuando estamos dispuestos a obe­
decer, Dios actúa. No es pensar en vivir bien, sino vivir bien lo que im­
porta con Dios. Nuestra interpretación no debe buscar corregir la Pala­
bra de Dios, sino permitir que la Palabra de Dios nos corrija. Escuchar
y obedecer la Palabra conduce a la verdad y la libertad, trayendo la
gracia estabilizadora de Dios a nuestra vida diaria.

Reflexionar en la Palabra de Dios


Durante su ministerio, Jesús sanó y predicó todos los días. La ora­
ción solitaria y el estudio de las Escrituras generaron la fuerza espiritual
que necesitaba en su esfuerzo de alcanzar a los perdidos (Marcos 1: 35;
3: 13). Hoy por hoy, pareciera que la vida moderna se ha vuelto aún
más agitada de lo que era durante los tiempos de Jesús. De hecho, no
hay tiempo prácticamente para nada.5 El objetivo pareciera ser dar lo
128 • Cómo in te rp re ta r las E s c ritu ra s

máximo que podamos. Los teléfonos inteligentes nos han convertido


en adictos digitales, abstraídos del mundo real. Cuanto más nos distrae­
mos digitalmente, más nos desbalanceamos espiritualmente.6 Si bien
son extraordinariamente útiles, ya que incluso nos ayudan a estudiar y
memorizar las Escrituras, los teléfonos inteligentes también son disposi­
tivos que pueden secuestrar nuestra vida y disminuir nuestra espirituali­
dad. En medio de nuestra agitada y loca cotidianidad, tenemos que pla­
near deliberadamente momentos a solas con Dios en los que nadie nos
interrumpa y tengamos tiempo para reflexionar en la Palabra de Dios.7
Estos momentos nos darán una clase de fuerza y vitalidad espiritual que
nada más podrá darnos. El tiempo en la Palabra de Dios, sin prisas ni
apuros, nos pondrá cara a cara con Jesús, nuestro amigo y Salvador.

Memorizar la Palabra de Dios


Leer la Palabra diariamente es fundamental para crecer en Cristo. Un
elemento importante para recibir la Palabra es mantenerla todo el día
en nuestro corazón para tener acceso inmediato a ella y sus bendicio­
nes. A diferencia de mis abuelos, pertenezco a una generación en la que
memorizar poemas largos, frases célebres o letras de himnos estaba fue­
ra de moda. De hecho, para muchos de mi generación, la memoriza­
ción era sinónimo de poco intelecto. Era visto como algo tonto. La mera
repetición de pasajes sin pensar no era atractiva. Pero memorizar las
Escrituras no tiene que ser negativo. Por el contrario, trae muchas ben­
diciones cuando se hace de forma determinada y reflexiva. Nuestra vida
avanza en una dirección santa y buena cuando nuestra mente está forti­
ficada en la Palabra de Dios.
Los antiguos seguidores de la Palabra de Dios entendían esto muy
bien. El salmista dijo: «En mi corazón he guardado tus dichos, para no
pecar contra ti» (Salmo 119: 11). Escribían textos como: «Lámpara es a
mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino» (Salmo 119: 105). O como:
«La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los sencillos»
(Salmo 119: 130).
13. Una vida b a sa d a en la Palabra d e D ios • 129

La Palabra de Dios es alimento espiritual premium. Las palabras de las


Escrituras nos acercan a su voluntad. Al mismo tiempo, ofrecen una ba­
rrera efectiva contra el pecado y los pensamientos oscuros que nos alejan
de Dios. Cuando memorizamos deliberadamente las Escrituras, la Pala­
bra de Dios pasa de nuestra conciencia al corazón. La memorización
ancla la Palabra en nuestra mente para que reflexionemos espontánea­
mente a vivir «de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4: 4).
Si memorizamos intencionalmente las Escrituras, la Palabra de Dios
se albergará en nuestra mente e influirá en nuestras interacciones socia­
les, orientando continuamente nuestras acciones. Cuando las palabras
de Dios se memorizan de manera efectiva, se pueden poner en práctica
en nuevas situaciones, orientando nuestras decisiones y capacitándonos
para seguir la voluntad de Dios. Cuando enfrentamos decisiones tras­
cendentales, las palabras de las Escrituras emergerán en el pensamiento
consciente y dirigirán nuestras acciones. Esta conciencia de la voluntad
de Dios es a lo que se refería Jesús cuando nos instó a permanecer o morar
en él: «Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid
todo lo que queráis y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre: en
que llevéis mucho fruto y seáis así mis discípulos» (Juan 15: 7-8, la
cursiva es nuestra).
Memorizar las Escrituras y meditar en ellas en oración nos dirigirá a
través del proceso transformador de internalización de la verdad. Esa
sed de sabiduría bíblica que Dios nos da, nos animará a poner en prác­
tica la verdad bíblica. Podemos vencer la ansiedad y mejorar nuestra
salud espiritual, lo cual nos preparará para afrontar las necesidades y
oportunidades futuras. Estos son los beneficios tangibles de memorizar
las Escrituras, sin mencionar las ventajas, que son aún mayores. Memo-
rizar la Palabra de Dios ayudará a poner mayor valor en el cielo que en
la tierra. Nos ayudará a examinar de manera espontánea dónde está
nuestro corazón, mientras nos acercamos al corazón de Dios.
Hay un poder incomparable en la Palabra de Dios. Es un poder que
puede sacarnos del letargo espiritual, brindando consuelo en momen­
tos de tristeza y orientación para avanzar en el complejo laberinto de la
130 • Cómo i n t e r p r e t a r l a s E s c r i t u r a s

vida. Memorizar las Escrituras agudiza la percepción espiritual. Escu­


chamos la predicación de la Palabra de Dios más claramente. Aumen­
ta nuestro conocimiento y estimula nuestro interés en los asuntos es­
pirituales. Además, nos lleva a adorar a Dios de manera más delibera­
da y reflexiva. Dios se complace si lo adoramos de acuerdo con las
Escrituras. Ocasionalmente, incluso podemos orar las palabras de
las Escrituras, utilizando las mismas palabras de los escritores bíblicos.8
Algunos han descubierto que cantar las Escrituras ayuda a memori-
zarlas. Una melodía agradable estampa la Palabra de Dios en nuestra
mente. Cantar trae alegría, eleva el espíritu y disipa la oscuridad.
La memorización, junto con la reflexión y la acción decidida, son
aspectos fundamentales si queremos vivir por la Palabra de Dios. Las
herramientas hermenéuticas y el estudio exhaustivo no tienen sentido si
no conducen al alumno a una fe práctica. Como iglesia, somos llama­
dos a seguir humildemente las palabras de las Escrituras, manteniendo
la autoridad de la Biblia y permitiéndole dirigir nuestras decisiones
eclesiásticas.
Oremos para que podamos ser personas inspiradas y desafiadas dia­
riamente por la Palabra viva de Dios. Para que busquemos incorporar
progresivamente el significado y la importancia del texto bíblico en
nuestra esfera de influencia. Para que, una vez transformados por su
poderosa Palabra, podamos convertirnos en agentes de cambio para el
reino de Dios. Seamos no solo oyentes sino practicantes de la Palabra de
Dios (Santiago 1: 22).

Referencias
l.Soren Kierkegaard, For Self-Examination: Recommended for the Times, trad. Edna
H ongy Howard Hong (Minneapolis: Augsburg, 1940).
2. Ibid. p. 23.
3. Kevin J. Vanhoozer, Is '¡here a Meaning in This Text?: The Bible, the Reader, and the
Morality of Literary Knowledge (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1998), pp. 15-16.
4. Frank M. Hasel, «What Does it Mean to be a Seventh-day Adventist? A Short Theo­
logical Reflection», Adventist Review 196 (30 de abril de 2019): p. 49.
13. U na vida b a sa d a en la Palabra d e D ios • 131

5. Véase Kevin DeYoung, Crazy Busy: A (Mercifully) Short Book About a (Really) Big
Problem (Wheaton, IL: Crossway, 2013).
6. Véase la excelente y equilibrada discusión en Tony Reinke, 12 Ways Your Phone Is
Changing You (Wheaton, IL: Crossway, 2017).
7. Una herramienta práctica que puede ayudar a aprender a hacer esto, se encuentra en
Frank M. Hasel, Longing for God: A Prayer and Bible Journal (Nampa, ID: Pacific Press,
2017).
8. Véase el cápitulo 31, «Reasons to Pray for Others», in Hasel, Longing for God,
pp. 149-152.
2 ° TRIMESTRE
abril-junio 2 020

D e s d e n u e s tr o s in ic io s, lo s a d v e n tis ta s d e l s é p tim o d ía
n o s h e m o s id e n tific a d o c o m o el « p u e b lo d e l L ib ro » . Sin
e m b a rg o , a p e s a r d el lu g a r p r im o r d ia l q u e la B ib lia o c u ­
p a e n n u e s tr a fe, la a lfa b e tiz a c ió n b íb lic a p a re c e e s ta r
d is m in u y e n d o . P o r lo ta n to , te n e m o s q u e ir m á s a llá d el
sim p le h e c h o d e d e c la r a r q u e la B iblia es el f u n d a m e n ­
to d e n u e s tr a te o lo g ía y la n o r m a d e n u e s tr a fe. Y c o n
e s to n o s e s ta m o s re firie n d o al te m a d e la in te r p r e ta c ió n .
¿ C ó m o p o d e m o s i n te r p r e ta r la B ib lia d e m a n e r a a d e c u a ­
d a y c o rre c ta ? ¿ C ó m o e v ita r el m a l u s o y la d is to rs ió n
d e las E s c ritu ra s ? ¿ C ó m o lid ia r c o n c re y e n te s in e s ta b le s
q u e tu e rc e n el sig n ific a d o d e la P a lab ra d e D ios? D a d o q u e
las E s c ritu ra s n o s d ic e n q u e a lg u n o s p u e d e n h a c e r m a l
u s o d e la P a la b ra d e D io s y r e to r c e r la p a r a su p r o p ia d e s ­
tr u c c ió n , d e b e m o s e s ta r e n a le r ta m á x im a y a p r e n d e r a
i n te r p r e t a r la B iblia c o r re c ta m e n te .

E n e ste lib ro , u s te d h a lla rá u n e sb o z o d e las id e a s f u n ­


d a m e n ta le s q u e d a n f o r m a a n u e s tr a c o m p r e n s ió n d e la
n a tu r a le z a d e las E s c ritu ra s . E s tu d ia re m o s c ó m o Jesú s y
lo s a p ó s to le s v e ía n las E s c ritu ra s . R e fle x io n a re m o s s o b re
las im p lic a c io n e s d e lo q u e sig n ific a q u e la B ib lia se a la
f u e n te a u to r iz a d a d e n u e s tr a te o lo g ía . T a m b ié n e x p lo ­
r a re m o s p o r q u é la h is to r ia y la p ro fe c ía s o n c ru c ia le s
p a r a la fe b íb lic a. F in a lm e n te , a b o r d a r e m o s el d e s a fío d e
in te r p r e t a r p a sa je s d ifíc ile s d e las E s c ritu ra s y al m is m o
t ie m p o p e r m a n e c e r fieles a la P a la b ra d e D io s.

Frank M. Hasel es director asociado del Instituto de Investi­


gación Bíblica de la Asociación General.
Michael G. Hasel es profesor de estudios del Cercano Oriente
y director del Instituto de Arqueología de la Southern Adventist
University en Collegedale, Tennessee.

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T
r e s e n u n o
1. Lecciones de la Escuela Sabática para adultos
2. Material auxiliar para el maestro
3. Libro complementarlo

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