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DEZPLAZAMIENTO EN LA FRONTERA
Abstract
This paper will explore the linkages between, violence, displacement and poverty, with the
aim of providing an overall view of existing theories, evidence and methods, and of looking
at possible ways to provide better guidance to policy-makers in the use of available
techniques and information to set priorities for public investment to decrease de inequality.
The development of a society depends largely on the investment of their government. So a
society can be considered developed when the state is a priority to invest a good amount of
its budget on health, education, and ensuring the minimum conditions for life, ensuring
compliance with fundamental rights, basic sanitation, healthy, the right to life and food,
decent housing.
Cúcuta, la perla del Norte, la frontera más viva de Colombia, y quizá la de toda
Latinoamérica, puerta de entrada hacia Venezuela, es como un puerto terrestre por así
decirlo, una frontera junto con el municipio Vecino de Bolívar de parte del territorio
Venezolano, donde se encuentran las poblaciones de Ureña y San Antonio en el Estado
Táchira, es quizá la zona por donde más mercancías son transportadas y más dinero es
transferido a través de sus entidades bancarias, fruto del comercio binacional.
El estado Táchira es el destino de los cucuteños para sus compras, ya que, al encontrar la
divisa venezolana más económica frente al peso, este es un lugar favorito para hacer sus
compras, en cuanto a alimentos y productos cosméticos y farmacéuticos; y Cúcuta se
convierte en el destino para los venezolanos, en cuanto a vestimenta, calzado, y otros
productos que no pueden conseguir allá.
Las ciudades al otro lado de la frontera, San Antonio y Ureña, son la puerta para llegar a
San Cristóbal, la capital del Estado Táchira, cuya población está conformada por miles de
colombianos y sus descendientes. Definir a Cúcuta con la terminología social de frontera
viva” parece casi una ironía: ¿Frontera viva o frontera de muerte? ¿Frontera de paso a la
esperanza o punto de decepción?
Las personas desplazadas son aquellos individuos o grupos que: “Se han visto forzadas u
obligadas a escapar o huir de su hogar o de su lugar de residencia habitual, en particular
como resultado o para evitar los efectos de un conflicto armado, de situaciones de violencia
generalizada, de violaciones de los derechos humanos o de catástrofes naturales o
provocadas por el ser humano, y que no han cruzado una frontera estatal
internacionalmente reconocida”
(Acnur, 1998).
Las estadísticas recientes sobre violación de los derechos humanos y el DIH muestran que
las principales víctimas, por sectores sociales, son en su orden: campesinos, obreros y
empleados e indígenas. Este es el punto neurálgico del impacto de la guerra interna en los
actores sociales: el asesinato selectivo de dirigentes y miembros de las bases debilita o
destruye las organizaciones y cercena severamente su autonomía.
El derecho a no migrar es, a pesar de que parezca contradictorio, el primer derecho que
tienen las personas con respecto a las migraciones (Marmora, 2002, 112); se trata de la
posibilidad de quedarse en condiciones de seguridad y dignidad en el lugar donde se ha
nacido o el que se ha elegido estar y en el que es posible acceder a toda la gama de
derechos conquistados o construidos a lo largo de la historia por la sociedad. Es debido a
este derecho que los Principios Rectores sobre el Desplazamiento Forzado sustentan la
obligación de los Estados a la “protección de las personas contra desplazamientos
arbitrarios que le alejen de su hogar o de su lugar de residencia habitual” y por tanto
plantean la prohibición explícita de los desplazamientos arbitrarios.
En Norte de Santander existe antigua presencia guerrillera, pero sólo a partir de los años
ochenta adquirió intensidad el conflicto armado. Además del interés estratégico de lograr
incidencia política y fortaleza militar en la región, las organizaciones insurgentes
consideraron importante la ubicación geoestratégica de la zona. Consiguieron relacionarse
con un campesinado que, ante las condiciones de miseria, fue receptivo al mensaje social
reivindicativo. Después, aprovecharon progresivamente las posibilidades económicas y
fronterizas de la región. La ciudad de Cúcuta, con su área metropolitana de Los Patios,
Villa del Rosario y El Zulia, vive una de las problemáticas sociales más seria del territorio
colombiano. En esta región su problemática de crisis humanitaria se acentúa en: una
economía dependiente, el contrabando (mafias), el narcotráfico, violaciones de los DDHH y
DIH, corrupción e impunidad, lo heterogéneo del conflicto armado y sus dinámicas bélicas,
la escasa claridad en las políticas de frontera y la deficiencia en las propuestas educativas.
Según Monseñor Oscar Urbina (2006), la frontera, desde ambas partes, presenta una serie
de dificultades que luego se concentran en la ciudad de Cúcuta creando un problema muy
serio: el empobrecimiento de personas que tenían posibilidades económicas y fueron
despojadas de ellas en el campo y tuvieron que venirse a la ciudad, buscando una utopía
que sin embargo no satisfizo aquello que buscaban para sí mismos y para sus hijos. Ellos
entonces tuvieron que contentarse con lo poco que pudieron encontrar: un poquito de tierra
sin agua, sin energía eléctrica desde donde empezar a imaginar su nueva vida. Según él
cuando en los foros que se hacen en la ciudad se tratan los problemas de la frontera,
inmediatamente se dice que es el Catatumbo, quien envía todos estos desplazados, pero el
problema es mucho más serio; es toda la frontera, todo el eje fronterizo, inclusive desde la
Guajira, pero que se agudiza en el departamento de Norte de Santander y en Arauca. Y esto
también de ambas partes de la frontera, porque gran parte de las personas que en Cúcuta ya
no encuentran la forma de vivir, ahora se están ubicando en Venezuela. Hay un grupo
grandísimo de colombianos en Ureña, Venezuela, en condiciones casi peores de las que se
ven en los asentamientos de la ciudad. Se trata entonces de un problema macro, que va
agrandándose y que baja por esta frontera en gran parte hasta Arauca. Este es como un
primer elemento para resaltar.
Causas del desplazamiento.
El miedo juega un papel central en los éxodos, independiente de la forma que estos tomen;
se trata de un sentimiento que se genera ante la percepción de un peligro real, supuesto o
anticipado y que motiva respuestas diferentes, ya sea de aquietamiento, acción o huida
(Delumeau, 1989 y Mannoni, 1984). Así, podemos decir en principio que el desplazamiento
se inscribe en las respuestas de huida: es una forma de evitar un peligro real o latente; se
huye para salvar la vida.
Finalmente, como se puede observar detrás del desplazamiento está la violencia, pero así
mismo, está la falta de escolaridad, la desintegración de la familia, y cuando no se da un
tratamiento especial estas personas y el apoyo del estado, estas personas pueden pasar de
victimas a victimarios y empezar a hacerle daño a la sociedad que muchas veces los
excluye.
REFERENCIAS
Acnur. “Principios rectores sobre el desplazamiento forzado”. ACNUR. Bogotá. Colombia.
1998.
Zulúaga, Jaime. “La guerra interna y el desplazamiento forzado”, en Bello, Marta Nubia
(compiladora), Desplazamiento forzado. Dinámicas de guerra, exclusión y desarraigo.
Unhcr-Acnur, Universidad Nacional. Bogotá. Colombia. 2004.
Delumeau, Jean, 1989, El miedo en occidente. Siglos XIV-XVIII: una ciudad sitiada,
Madrid, Tauros.