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Las emociones son una parte esencial del ser humano, forman parte de nuestro día a día

y nos acompañan durante toda nuestra vida. De hecho, recordamos casi todos los
episodios de nuestra vida, no sólo los más importantes, asociados a determinadas
emociones: “Lo que nos reímos en aquella comida”, “lo serio que estaba tu jefe”, “qué
ilusión cuando me llamó” o “qué pena con lo joven que era”. La enfermedad, cualquier
enfermedad, supone un acontecimiento en nuestras vidas que cobrará mayor o menor
transcendencia en función de múltiples factores (naturaleza de la enfermedad, gravedad,
pronóstico,…) y que se acompañará de su lógico e inevitable correlato emocional.

El Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es un trastorno del


neurodesarrollo cuyos síntomas nucleares son la hiperactividad, la impulsividad y el
déficit de atención, pero cuyo impacto en el niño transciende con mucho a estos tres
aspectos. El TDAH no es un problema que se limite exclusivamente al ámbito
escolar del niño sino que le suele afectar en todos los aspectos de su vida: relaciones
personales, relaciones familiares, autoestima, … Entender las emociones del niño
diagnosticado de TDAH y las de sus familiares nos puede ayudar a comprender mejor
al niño y su entorno y poder ofrecerle, por tanto, una ayuda más efectiva.

Las emociones en el TDAH: antes


del diagnóstico
Antes de su diagnóstico, los niños y sus familias suelen encontrarse en una situación
compleja y difícil. Los niños posteriormente diagnosticados de TDAH tienen
dificultades fundamentalmente por dos grandes grupos de síntomas. Por un lado, la
inquietud, el alto nivel de actividad motora y la impulsividad que suelen asociarse a
alteraciones de comportamiento. Estos niños son frecuentemente catalogados como
maleducados responsabilizando al niño y/o sus familiares de su conducta como algo
voluntario y perfectamente evitable. Por otro lado, las dificultades de atención y
concentración originan con frecuencia problemas de aprendizaje. Estas dificultades
suelen catalogarse como falta de interés y esfuerzo por parte de niño al que suelen
calificar como vago responsabilizando de su fracaso escolar tanto a él como a su
entorno.

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