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Entonces la anciana subi� gozosa al piso de arriba para anunciar a la se�ora que

estaba dentro su esposo, y sus rodillas se llenaban de fuerza y sus pies se


levantaban del suelo. Se detuvo sobre su cabeza y le dijo su palabra:
Despierta, Pen�lope, hija m�a, para que veas con tus propios ojos lo que esperas
todos los d�as. Ha venido Odiseo, ha llegado a casa por fin, aunque tarde, y ha
matado a los ilustres pretendientes, a los que aflig�an su casa comi�ndose los
bienes y haciendo de su hijo el objeto de sus violencias.

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