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EL AUTISMO: UNA REVISIÓN DESDE EL ANÁLISIS APLICADO DE LA


CONDUCTA

Claudia Liliana Valencia y Hermencia García


Horizontes ABA Terapia Integral
Horizontesabaterapiaintegral@gmail.com

El autismo, un trastorno con substrato neurofisiológico, caracterizado por déficit en


la intercomunicación y la interrelación que se desarrolla en los primeros treinta y
seis meses de vida y que da lugar a un deterioro en las áreas emocional, afectiva,
social e intelectual, ha sido un interés primordial de diferentes psicólogos,
educadores, médicos, terapeutas e investigadores desde que Leo Kanner lo
describiera en 1943.
Kanner (1943) observó una tendencia al retraimiento y dificultades para
interelacionarse con las personas, en un grupo de niños a los que definió con el
término “autismo infantil precoz”. Desde ese momento han sucedido eventos
importantes que han aportado tanto a la identificación como a la investigación y
tratamiento del autismo: La inclusión en los sistemas de clasificación internacional
de los trastornos mentales, la profundización en la investigación básica y clínica y
la búsqueda de un plan terapéutico que resulte efectivo. (Pedreira, 2002)
La inclusión en los sistemas de clasificación internacionales ha sido plasmada en
el DSM-IV y el CIE-10 en donde se han definido y especificando las características
del autismo incluyéndolo dentro de la categoría: Trastornos Generalizados del
Desarrollo (TDG) y denominándolo: Trastorno Autista. De acuerdo al DSM_IV
(APA, 1994) los niños diagnosticados con (TDG) presentan déficit severos y
generalizados en las habilidades de interacción social recíproca, habilidades de
comunicación y manifestación de conductas, intereses y actividades
estereotipadas. El déficit cualitativo que define estos cuadros es distinto en su
gravedad de acuerdo al nivel de desarrollo o edad mental de los sujetos.

De tal manera, el DSM-IV incorpora dentro de los Trastornos Generalizados del


Desarrollo, además del autismo, el Síndrome de Rett, el Síndrome de Asperger, el
trastorno Desintegrativo Infantil y el Trastorno Generalizado del Desarrollo no
Especificado, diferenciándose con respecto al autismo en cuanto a que los niños
y adultos con síndrome de Asperger no presentan deficiencias estructurales en su
lenguaje a pesar de presentar limitaciones pragmáticas y prosódicas; además su
Coeficiente Intelectual es normal. Por su parte el trastorno de Rett es un trastorno
que se asocia a un nivel profundo o severo de retraso mental, a microcefalia
progresiva, presenta alteración de patrones respiratorios y es usual identificar las
estereotipias de “lavado de manos”, el Trastorno Desintegrativo de la niñez
presenta una pérdida de las funciones y capacidades que previamente habían sido
desarrolladas en el niño y por último el Trastorno Profundo del Desarrollo no
especificado es aquel que presentando características similares no cumple con
todos los criterios para especificarlo en alguno de los anteriores síndromes.
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El diagnóstico es de vital importancia para padres, maestros y algunos


profesionales, pareciera que tener un diagnóstico tranquiliza a padres, direcciona
a profesionales y se continua con el modelo médico tradicional que rotula todo
aquello que no este bajo los parámetros de normalidad. Si bien es cierto que el
diagnóstico facilita la comprensión y el acuerdo de los diferentes trastornos entre
profesionales y son una entidad descriptiva importante al momento de evaluar el
número de personas con este tipo de dificultades en un país, el uso generalizado
de los sistemas de clasificación puede desencadenar que una entidad diagnóstica
como el Autismo, el Síndrome de Rett o el Déficit de Atención con Hiperactividad,
se convierta en la causa de todo tipo de comportamientos, de esta forma es usual
escuchar que el niño presenta rabietas porque es autista o es rebelde porque tiene
hiperactividad, cuando en realidad el diagnóstico solo es la nominación que se le
da a una agrupación de comportamientos. (Bishop,1989)

Por esta razón, lo importante es identificar las dificultades que se presentan en


cada una de las áreas de desarrollo como son: emocional, intelectual, lenguaje,
afectiva, social y trabajar para solucionarlas, además en lugar de afirmar que un
niño presenta o no presenta criterios para un diagnóstico, se hace necesario
hacer referencia a niños con características autistas.
Es fundamental anotar que cada niño con características autistas es diferente y
presenta impedimentos de menor a mayor grado dependiendo del nivel funcional,
la edad y el tratamiento recibido. En general se pueden describir tres grandes
categorías: La interacción social, la comunicación y la conducta estereotípica o
repetitiva, dentro de cada una de estas categorías se ubican características como
la dificultad en iniciar interacciones con otros, la imitación, las habilidades de
autocuidado y las conductas de juego, así mismo el niño puede presentar aleteo
excesivo de manos, balanceo del cuerpo, rutinas repetitivas, escaso contacto
visual, dificultades en utilizar gestos y sonidos para comunicarse y repetición
verbal de lo que otros dicen en lugar de utilizar sus propias frases.
A pesar que a través de las últimas décadas se han desarrollado métodos de
evaluación y tratamiento para intervenir el autismo, diferentes autores han hallado
sólo en el Análisis Aplicado de la Conducta (ABA) un método especializado y
respaldado a través de estudios, que responde efectivamente a las necesidades
de personas con características autistas y dishabilidad, logrando una mayor
independencia y calidad de vida. Es así como la Academia Americana de
Pediatría (2001) señala como único tratamiento validado para niños autistas el
método ABA, complementado con PECS (Picture Exchange Communication
System).
Así mismo, desde los años sesenta el Análisis Aplicado de la Conducta mediante
investigaciones con poblaciones de niños autistas ha demostrado logros
importantes de larga duración para los niños con estas características,
aumentando conductas adaptativas como el lenguaje y las habilidades sociales y
disminuyendo conductas perjudiciales como la agresión. (McEachin, Smith y
Lovaas, 1993; Lovaas,1987)
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El análisis de la conducta, comienza desde principios de 1920 con precursores


importantes como Pavlov, Thorndike, Watson, Skinner, Fester, Baer, Sidman,
Ribes, Kazdin entre otros. De este, se desprende análisis experimental y
análisis de la conducta aplicada. Análisis experimental hace referencia a como el
campo de estudio se limita a las situaciones controladas en el laboratorio y
análisis de la conducta aplicada (ABA), aplica los principios del aprendizaje al
desarrollo de conductas especificas y la evaluación de los cambios producidos por
esta aplicación. El análisis de la conducta, en cuanto a contenido se ocupó de los
problemas relacionados con la enfermedad mental, la educación, el retardo en el
desarrollo, la crianza de los niños y la delincuencia, aplicando una metodología
auto evaluadora y auto explicativa del cambio producido (Perez,1996).

Ya en la década del cincuenta Bijou y Baer; prominentes investigadores


operantes, llevaron el análisis de la conducta al ámbito infantil y desarrollaron
toda una psicología evolutiva en términos operantes y una conceptualización del
“retardo Mental”, de este modo, ABA entra en el ámbito educativo y trata; tanto de
resolver “problemas de conducta” como de mejorar la instrucción académica y el
nivel de funcionamiento del niño.

El primer autor que analizó el autismo desde el enfoque conductual fue Fester
(1961) y a diferencia de ver el autismo como un trastorno emocional subyacente,
como se concebía en ese momento, propuso que los problemas derivados del
autismo eran el resultado de una dificultad para aprender, este hallazgo fue el
precursor para un continuo de investigaciones desde el Análisis conductual. El
autor más representativo O. I Lovaas y sus colegas a principios de 1973
publicaron un comprensivo estudio, que demostraba que el ABA, era efectivo en
tratar múltiples comportamientos con diversos niños.

Por otro lado (Harris y Handleman, 1994), revisaron varios estudios de


investigación que mostraron que más del 50% de niños autistas que participaron
en programas preescolares utilizando ABA fueron satisfactoriamente integrados a
los salones de niños no discapacitados, con muy pocos requerimientos de
tratamiento posterior. Actualmente, se están llevando a cabo importantes estudios
en los que se ratifica la eficacia de ABA, por ejemplo Carr (1993) con sus
investigaciones en análisis funcional. Estudios que han facilitado que los padres
hayan encontrado datos verídicos y soluciones efectivas para el manejo de sus
hijos.

El programa ABA se caracteriza principalmente por prestar un servicio mediante


trabajo personalizado, integración en colegio con niños sin dishabilidad, terapia en
ambiente natural, enseñanza de habilidades y actividades funcionales, alta
intensidad horaria, manejo de las dificultades en todas las áreas del desarrollo y
asesoría a padres, familiares y personas cercanas al niño respecto de su
desarrollo y manejo.
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El trabajo personalizado facilita el aprendizaje; cuando en la terapia están


presentes tres o más estudiantes, enseñar una habilidad se hace más difícil y se
corre el riesgo de no proporcionar la atención necesaria a todos, de tal forma que
mientras se le suministra ayuda a un niño los demás están perdiendo una o varias
oportunidades de aprendizaje, además los niños imitan las conductas de sus
compañeros con dishabilidad tales como el grito, la agresividad o algunas
estereotipias.

Por esta razón es conveniente preparar al niño con dishabilidad para estar en un
colegio que le proporcione un aprendizaje de comportamientos como seguimiento
de instrucciones, cooperar y realizar actividades que usualmente hacen los
pequeños que no presentan dificultades y de esta forma imiten sus conductas de
juego, sociales y de comunicación.

Por su parte la terapia en un ambiente natural, consiste en aplicar el programa de


forma sistemática y estructurada en contextos donde el niño convive normalmente
y así enseñarle conductas que realmente va a realizar y a necesitar, como
esperar el turno en una fila, comprar en la tienda, compartir con amigos y esperar
para comer en un restaurante, esto facilita la generalización, es decir que realice
las actividades aprendidas en diferentes lugares y momentos.

De la misma forma las personas cercanas al pequeño, al estar presentes en la


terapia y tener contacto directo y continuo con el terapeuta, aprenden a manejar
diversas situaciones y a enseñarle diferentes habilidades. Adicionalmente al
realizar la terapia con la comunidad, disminuye el rechazo que algunas personas
presentan ante la dishabilidad. Realizar la terapia en ambiente natural incluye
además enseñar conductas que sean funcionales para él, es decir actividades
útiles que sean realmente necesarias en su ambiente facilitándole vivir feliz y
tranquilo.

Lovaas (1993) afirmó que la intensidad horaria y el inicio temprano de la terapia es


una característica esencial de la efectividad del programa. Si el niño recibe como
mínimo cuatro horas diarias de lunes a viernes, se tendrán oportunidades de
aprendizaje con calidad en todas las áreas de desarrollo la mayor parte del tiempo
en el que el niño está despierto incluyendo tiempo libre, juego, deportes, rutinas
diarias como la del baño y cepillado de dientes, colegio, visita a familiares y
amigos, el área afectiva, emocional, la comunicación, la cognición y en fin todas
aquellas actividades encaminadas al desarrollo integral del niño.

Por último las asesorías y talleres diseñados para los padres, familiares y
personas que de una u otra forma están involucradas con el niño, se establecen
dependiendo de las necesidades del pequeño y su familia, con el fin de enriquecer
la terapia con el apoyo de los familiares quienes continuarán con los
procedimientos en los momentos en los que el terapeuta no esté presente.
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Los niños con características autistas pueden aprender muchas habilidades, para
esto hay que tener paciencia, conocimiento acerca de los procedimientos y gran
ingenio.

Es importante tener en cuenta que las personas que están alrededor del niño
influyen considerablemente en la conducta del él, de tal forma que si el niño
presenta una fuerte rabieta en el supermercado con el fin de obtener un dulce y la
mamá se lo entrega, el sabrá que en lugar de comunicarse verbalmente, de
esperar y autocontrolarse es mejor presentar una rabieta consiguiendo atención
de varias personas, la desestabilización de su mamá y el dulce, de esta manera la
probabilidad de recurrir en este comportamiento en una futura situación es muy
alta y no solo en el supermercado también en la calle, la visita y la casa, por esta
razón la función de la conducta, es decir el propósito, el porque un niño presenta
una pataleta, un grito o se agrede, ha tomado auge en los últimos años, de
manera que autores como Carrs 1993, han investigado el tema no solo en niños y
personas con dishabilidad sino en niños que presentan problemas de
comportamiento.

Si los padres conocen la función de la conducta, es mucho más claro que


procedimiento deben utilizar, por ejemplo si el niño agrede a la visita con el fin de
llamar la atención, lo más adecuado no es gritar al niño o enfurecerse pues él
estará obteniendo lo que desea y sabrá que en una próxima oportunidad le
funcionará. Sin embargo, si el niño está juicioso, escuchando, comunicándose de
manera adecuada, esperando su turno o jugando, es indispensable felicitarlo y
hacerle saber que sus padres están felices, además de aumentar su conducta el
pequeño aprenderá cual es la mejor forma de llamar la atención de sus padres.

Finalmente las personas con características autistas necesitan es diseño de un


entorno amable, comprensible y predecible, en el cual se enseñen actividades en
las que se aprovechen sus fortalezas, desarrollando la independencia, fomentando
la generalización de lo aprendido a otros momentos y lugares, enfatizando el juego
y los deportes. Así mismo es primordial que la intervención este basada en
métodos positivos y no en aversivos (los niños no son culpables de sus
comportamientos) con el apoyo y ayuda de la familia y comunidad.
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REFERENCIAS

American Psychiatric Association. (1994). Diagnostic and Statistical Manual of


Mental (4th. ed.). Washington, D.C. EE, UU.: American Psychiatric
Association.

American Academy of Pediatrics. (2001). El papel del pedriatra en el diagnóstico y


manejo del trastorno del espectro autístico en el niño. Pedriatics Vol. 107 No 5
may 2001

Baer, D., Wolf, M., Risley, (1968). “Some current dimensions of applied
behavior analysis”. Journal of Applied Behavior Analysis, 1, 91-97.

Carr, E., Carlson, J. (1993). Reduction of severe behavior problems in the


community through a multicomponent treatment approach. Journal of
Applied Behavior Analysis, 26, 157-172.

Lovaas, I. (1993). The develpment of a treatment- research project


developmentally disabled and autistic children. Journal Applied Behavior
Analysis, 26.

Lovaas, I, Smith, T. (1989) A comprehensive behavioral theory of autistic children:


Paradigm for research and treatment. Journal of Behaviour Therapy &
Experimental Psychiatry, 20, 1, 17 – 29

Lovaas O. (1987). Behavioral treatment and normal educational functioning in


young autistic children. Journal of Consulting and Clinical Psychology. Vol
55, No 1, 3-9

McEachin, J., Smith, T,. Lovaas, O.(1993). Long- Term outcome for children with
autism who received early intensive bahavioral treatment. American Journal
On Mental retardation, Vol 97, No 4, 359-372.

Pedreira, M. J. (2003). Evaluación, diagnóstico, neurobiología y tratamiento del


autismo. Madrid: Edición Laertes S.A

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