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Escuchar a los muertos con los ojos er (Lyon, Francia, 1945) vesturiog en Ie Hocla dy Hautes san Scienoes Soulales (stixis) da Parig ‘y profesor invitedo de Iv Universidad de Pennsylvania. Fue presidente del Consejo Gientifico de la Biblioteca de Prencia. ‘Su trabajo ha estado fundamental mente prientado-& las translormaciones sociales y politi¢ns producidas en la historia curopes, Se ha centrada en al-estudio de Jas practicas da escriture y de lectura, an los modos de produceiéa de Ip escrito y de apropiaciin yreconstruccion de significados por parte de lectores de diferentes épocas, Rover Chertiqr obtuva el Grand Prix d'Histoire de le Academia Francesa an 1992, ive designado miembro correspondiante de la British Academy yes Doctor honoris causa por la Universidad Carles Il de Madrid. En 2006 fue designado minmbro del Collagn tle France, yen-octuhre de 2007 brindd alli Ja leccién inaugural qua se reproduce neste volumen. -Ipseribir y bora: Curina escrita y literature (siglos xr-xver), Buenos Aires, Katz. 2008 El mundo conta representacién: historia cultural, Entre la prdctien yl represeniacion, Barcelona, 1992 “Hlonden de los libros: lectores, autores, bibliitecas en Eurtipa contre los sigios xrv'y ocvis), Barcelona, 19904 Libros, lecturas y lectores en ta edad! moderna, Madrid, i994, Espacio publics, critica y desacralizaciOn en el siglo xvii: los erigentes: cultuntles dela Reyoluctin Francesa, Barcelona, 1995 -Escribir las practicas, Buenos Aires, 1996 - Historia de fa lectuera eh el rauindo accidental, Madrid, 1997 (obra colectiva, divigida por Roger Chartier y Guglielmo Cavallo) Cultura eserita, litecatuien ¢ historia, México, 1999 ‘Les wsages de limprimé, Parts, 1987 Histoire de Iédition frangaise (con Henri-Jean Matin), Paris, 1985-1991, 4 vollimenes Culture dcrite et sociétt, Paris, 1996 Chartier Eseuchar 4 los muertos con los ojos Leccién inaug en el Collage de France Traducido por Laura Folica S Soncelmianto ‘Kate bditares Sinclair 2945, 5° B 1425 Buenos Aires Ferntin Gonudlen, 59 Bajo A 28009 Matrid www. katzeditores.com © Roger Chartier, 2007 ISBN Argentina: 978-987-1283-67-5 IBEN Espafie: 978-84-95859-30-2 L Ensayo Francés. |, Pélica, Laura, trad. IL Titulo COD 844 El contenide intelectual de esta obra ae encuentra protegitin por diversas leyes y tratados internacionales que prohihen ls raproduccién integra o extractada, realizada por cualquiar procedimignto, que no cuente ‘con le autorizacién exprasa del aditor. Disefio de ecleccién: thaltin kunst ‘npreso en Espa por Romaenya Valle SA. OB786 Capellades Hecho el dendsito yur marca la lay 11,723. 7 Escuchar a los muertos con los ojos | be Olndenti Escuchar alos muertos con los o0s Leccién inaugural en el Collége de France* Senor Administrador Estimados colegas Semoras y senores “Bscuchar a los muertos con los ojos.” Este verso de Quevedo me viene ala mente en el momento de inau- gurar una ensehanza dedicada alos papeles desempe- fiados por lo escrito entre el fin de la Edad Media ¥ nuestro presente. Por primera vez en la historia del College de France, una catedra esta consa rada al estu- dio de las practicas de lo escrito, no en los mundos antiguos o medievales, sino en el tiempo largo de una modernidad que, quiz, se desarma ante nuestros ojos. Tal cétedra no habria sido posible sin los trabajos de todos aquellos que transformaron profundamente las disciplinas que conforman su propio zdecalo: la his- \oria-del libro, la historia de los textos, la historia de La Conterencia ve dicty eli de octubre de 2009. fa cultura escrita. Me gustaria comenzar esta leccién recordando mi deuda hacia dos de: ellos, hoy desa- parecidos. es Hay pocas histori adores cuyo nombre se vincule con i mr “Yq invencién de una disciplina. Henri-jean Martin, falle- cido en enero de este afio, es uno de ellos, La obra que| redacté por iniciativa de Lucien Febvrey que fue publi- cada en 1958 bajo el titulo La aparicion del libro es con siderada con razén como fundadora de la historia del libro, o.al menos de una nueva historia del libro. Como! escribié Febvre, Henri-Jean Martin hacia descender’ los textos “del cielo sobre la tierra” estudiando.con rigor, las condiciones técnicas y legales de su publicacién, yas) coyunturas de su produccion o la geogralia desu cir- culacién. En los trabajos que siguieron, Henri-Jean Martin no cesé de ampliar sus temas de investigacion y desplazé su atencion hacia los oficios y los actores involucrados en la produccién del libro, las mutacio- nes delas formas materiales de los textos y, finalmente, | las: modatidades sucesivas de la legibilidad.) ‘He sido su discipulo sin ser'su alumno- Me hubiera ‘eustado decirle esta tarde todo lo que le debo ¥ tambiéa él feliz recuerdo de las empresas intelec tuales llevadas adelante ensuc ompamla, Hay otra ausencia, otra voz que debemns “escuchar con los ojos”: lade Don McKenzie. Braun sabio que yivia entre dos:mundos; Aotearoa, aquella Nueva y ESCUCHAR A LOS HVENTOR CON LOS 005. |g gelunda donde habia nacido y donde fue un infariga- ble defensorde los derechos del pueblo maori, y la Uni- versidad de Oxford, que lecontié la catedrade Texto Criticism, Este practicante experto de las técnicas eri | ditasde la “nueva bibliogratia” nos ha ensefiado a supe- sar gus limitesal demostrar que el sentido de un texto, ‘es pyasea candnico u ordinario, depende de las formas \ Va, que fo dan a leer de los dispositivos propios de fa mate- * «a! ialidad de lo-esctito. Asi, porejemplo, para los. objetos | impresds: el formate del libro, la construccion dela | pagina, las divisiones del texto, la presencia o no de | imagenes; las convenciones Lipograficas y la puntua- | cién. Al fandar la “sociologia de los textos” sebre el estudio de sus formas materiales, Don McKenzie 110 se alejaba de las significaciones intelectuales 0 estelioas de Jas obras. Todo lo contrario. En la perspectiva que~ @l ha abierto, sitvaré una ensefanza que pretende no | separar jamds la comprensidn historica de los eseri- } tos de la descripcién morfoldgica de los obictos quel los difnden. | Acambus obras, sin las cuales esta catedrano hubiera podido ser concebida, me resulla necesario agregar una tercera; la de Armando Petrucei, que desoraciadamente no puede estar con nosotros esta tarde. Al prestar aten- G6n a las pricticas que producen o movilizan elescrito, a derribar los compurtiments clasicos entre el Manuscrito y el impresa, entre la piedra y la pagina, go. | noere cHARTIER entre los escritos Ordinaries y las escrituras literarias— | su trabajo ha transformado nuestra comprensidn de } jos culiurasescritas que se han sucedido en la muy larga! pi duracién de la historia occidental. El trabajo de! et Armando Petrucci esta organizaco a partir del desigual \ dominio de lo escrito y las posibilidades maltiples ofre- cidas por la “cultura prifica’ de un tiempo. Constituye| un ejemplo magnifico del lazo necesario entre una eru- | dicién escrupulosa y la-mis inventiva de las historias, sociales: Me gustaria retener aqui la leccién fundamen- tal, que es la de asociar en un mismo analisis los pape-| les atribuidos a lo escrito; las formas y los soportes de la eseritura, y las maneras de leer, | ie > Henri-Jean Martin, Don McKenzie, Armando Pe- trucci: cada uno de ellos habria podido, o habria debide estar enel lugar que ocupo ante ustedes. Las coyun- iuraso los azares intelectuales no lo han querido ast. Pero sus obras; construidasa partir de horizontes muy diferentes {la historia del libro, la bibliografia material, la paleografia) estaran presentes en cada momento de la ensefanza que hoy conmenza. Signiendo sus pasos ime ésforzaré por comprender qué lugar ha tenido lo escrito en la produccién de saberes, enel intercambio en las relaciones que con ellos de emociones y sentimientos, los hombres han mantenide unos con Otros musmos o con Io sagrado. _ ESCUCHOR A105 MUERTOS CON EOS 105 | a7 DAS MUTACIONES DEL PRESENTE pos DESAFIOS DE LA TEXTUALIDAD DIGITAL Ja tarea es seguramente urgente hoy, en un tiempo donde las practicas de lo escrito se hallan profunda- mente transformadas; Las mutaciones de nuestro pre- sente modifican todo a la vez, los soportes de la escri- tura, fa técnica desu reproduccién y diseminacién, ¥ las maneras de leer, Tal simultaneidad resulta inédita en la historia de la humanidad. La invencton de la imprenta.no ha modificado las estructuras fundamen- tales del libro, compuesto, tanto antes como después de Gutenberg, por pliegos, hojas y paginas reunidosen un mismo objeto. En los primeros siglos de la-era cris- tana, esta nueva forma del libro, la del cddice, se impuso a costa del rollo, pero no estuvo acompanada por una transformacién dela técnica de reproduccién de los textos, siempre asegurada por la copia manuscrita. ¥ stbien la lectura ha conocide varias revoluciones, sefia+ ladas o distutidas por los historiadores, todas ocurric- ron durante la larga duracién del eddice; éstas son las conquistas medievales de la lectura silenciosa y visual, la pasion por leer que embargdé el tiempo de las Luces, 9 incluso, a partir del siglo xtx, la entrada en la lec- tura dé nuevos lectores: los artesanos, los obreros y los tc . : : Bg ; Hampesinos, las Mujeres y los nifios, tanto dentro como fuera de la escuela, 42 | ROnTH CHARTIER Al romper el antiguo lazo anudado entre los textos y los objctos, entre los discursos y su materialidad, la revolucién digital obliga a una radical revision detox gestos y las neciones que asnciamos con lo escrito, 4 pesar de la inercia del vocabulario que intenta domes- ticar lanovedad denominandola con palabras familia- res, los fragmentos de textos que aparecen en la pan- talla no'son paginas, sino Composiciones singulares y efimeras, Y, contrariamente a sus predecesores, rolls 0 cédices, el libro electronic no se difereticia de las otras producciones de la cscritura por la evidencia de su forma material, La discontinuidad existe incluso en las apatentes continuidades, La lectura frente a la pantalla es una lectura discontinua, segmentada, atada al fragmento mas que a la totalidad, ;Acaso no resulta, por este hecho, la heredera directa de las practicas permitidas ysuscitadas por el cédice? in efecto, este ultimo invita a hojear los textos, apoydndose en sus indices o bien a “saltas y brincos” como decia Montaigne. El cédice invita‘a comparar diferentes pasajes, come lo queria Ja lectura tipoldgica de la Biblia, o a extraer y copiar citas y sentencias, asi como lo exigia la técnica huma- nista de los lugares communes, Sin embargo, la simili- tud morfoldgica no debe /levar al engano. La discon- tinuidad y la fragmentacidn de la lectura no fienenel mismo sentido cuando estén acompanadas de la per POCUCHAR A LOS MUERTOS CON LOS Dios | 2H eepeion deta totalidad textual contenidaen el objeto escrito, que cuanda la superficie luminosa que mucs- tra los fragmentos de escritos no deja ver inmediata- qmente los limites y la cohe rencia del corpus de donde se los extrajo. Losintertogantes del presente hallan sus razones en estas rupturas decisivas. sComo mantener el concepto dé propiedad literaria, definido desde el siglo xvina partir dé una identidad perpetuada de las obras, reco- nocible mds alla de cual fuera la forma de su publica didn, en un mundo donde los textos son mavilesyma- leables, abiertas, y donde cada uno puede -como lo desearia Michel Foucault en el momento de empezar su Jeccién inaugural aqui—“encadenar, proseguir la frase, alojarse sin ser aclvertida, ensus intersticios”? 3Cémo reconocer un orden del discurso, que fue siem- pre un orden de los libros o, para decirlo mejor, un otden delo escrito que asocia estrechamente autori- dad de saber y forma de publicacién, cuande las posi- bilidades técnicas permiten, sin controles ni plazas, la Puesta-en circulacién universal de opiniones y cono- simientos, pero también de errores y falsificaciones? Como Preservar maneras de leer que construyan la significacion a partir dela coexistencia de textos en un mismo objeto (un libro, una revista, un periddico) Thentras que el nuevo modg de conservacion y trans mision de los escritas impone ala lectura a ldgica , 14 | HOGER CHARTER analitica y enciclopédica donde cada texto no tiene otro. contexto! mas que el proveniente desu pertenencia a una misma temdtical Fl sueno de la biblioteca universal parece hoy mas préximo a hacerse realidad que nunca antes, incluso mas que en la Alejandria de los Ptolomeos. La ¢on- versidn digital de las colecciones existentes promete la constitucién deuna biblioteca sin muros, donde se podria acceder a todas las obras que fueron publica- das en algun momento, a todos los escritos que cons- tituyen el patrimonio de la humanidad. La ambicién es magnifica, y como escribe Borges—“cuando se pro- damé que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresion fue de extravagante felicidad” Pero, seguramente, la segunda impresién debe ser un inie- trogante sobre lo que implica esta violencia ejercida sobre lositextos, dados a leer bajo formas que ya no son las que encontraban sus lectores del pasado, Se podria decir que semejante transformacién no carece de pre- cedentes, Pue bajo la forma de cédices, y no en los rolls de su primera circulacién, que los lectores medieva- les y modernos se apropiaron de las obras antiguas al menos, de aquellas que pudieron 0 quisieron copiat Seguramente. Pero para comprender las significacio- nes que los lectores han dado a los textos de los que s© apoderaron, es necesario proteger, conservar y con prender los objetos escritos que los han transmitide. FECUCWAR A LOS MUERTOS COW los oes | 25 ia "felicidad extravagante” suscitada por la biblioteca universal podria volverse una impotente amargura si sé traduce en la relegacion o, peor aun, i la destruc Gin de los objetos impresos que han alimentado a lo largo del tiempo los pensamientos y los suehos de aque- jlos yaquellas. que los han leido. La amenaza no ¢s uni- versil, y los incunables no ticnen nada que temer, pero no ocurre lo mismo con las mas humildes y recientes publicaciones, sean o no periddicas, Estas: cuestiones ya han sido largamente discutidas por los innumerables discursos que intentan conjurar, por su propia abundancia, la desaparicién anunciada del libro, de lo escrito y de la lectura. A la admiracion ante las increibles promesas de navegaciones entre los archipiélagos de los textos digitales se le ha opuesto la nostalgia por un mundo de lo escrito que ya habria- mos perdido, ;Pero en yerdad hay que elegir entre el entusiasmo y el lamento? Para situar mejor las gran- dezas y las miserias de las transformaciones del pre- sente, tal vez sea vitil apelara la unica competencia de . que pueden jactarse los historiadores. Siempre han sido lamentables profetas, pero, a veces, al recordar que el presente esta hecho de pasados sedimentadas o en- wa podido contribuir a un diagndstica iii a ae as oe seducian o espanta- the'sllenteenc a a Esta a arcerteca eslaque cio dela presente ensefianza. 16 | ROSEN CHARTIER LA TAREA DEL MISTORTADOR La misina certeza inspiraba a Lucien Pebyre cuando, én una Europa todavia herida por la guerra, pronun- cié-en 1933 su leecién inaugural de la citedra "Histo. ria de la civilizacion moderna” Su vibrante alegato favor de una historia capaz de construir problemas ¢ hipdtesis no estaba separado de la idea segiin la cual la historia, como toda ciencia, “no se hace en absn- luto dentro de una torre de marfil. Se hace en la misma vida, y por seres vivos que estan inmersos en el siglo”, Diecisiete:anos mas tarde, en 1950, Fernand Braudel, quien lo sucedid en esa citedra, insistia aun mis en las responsabilidades de la historia en un mundo con- mocionade por segunda vez y privado de certezasa duras penas reconstruidas. Para él, al distinguir las temporalidades articuladas que caracterizan a cada sociedad, era posible oir el permanente didlogo ins- taurado entre la larga duracin y el acontecimiento, 0 incluso —segiin sus propios térmings— entre los fend- menos situados “por fuera del alcance y el picotano del tiempo” y las “profundas rupturas mds alla de las eu les la vida de los hombres eambia por completo”, Sthe citado estos dos ejemplos intimidantes, es segu- Tamente porque las propasiciones de estos gemerasos Pigantes pueden guiar todavia el trabajo de un histo- radon, Pero tambien lo he hecho para mediir la distan- ESCUCHAR A LOS NUFRIOS CON LOS O16$ | 47 i -nos separa de. ellos. Nuestra obligacién bi no Sai reconstruir la historia, tal como lo exigia ee dos veces en rainas, sino en cormprender mejory aceptar que los historiadores ya no tienen hoy ‘el monopolio de las representaciones del pasado, Las jnsurrecciones de la memoria asi como las seduccio- nes de la ficcién son firmes competidoras. La situa- cidn no es totalmente nueva, Las diez obras de teatro historicas compuestas por Shakespeare y reunidas en el Folio de 1623 bajo la categoria de “histories”, poco acorde con la poética aristotélica, han conformado seguramente una historia de Inglaterra ms fuerte y mas“yerdadera” que la relatada por las crémicas en las Se que se inspiré el dramaturgo. En 1690, el diccionario \ de Furetiére registra a su manera esta proximidad en- tre historia veridica y ficcion verosimil cuando desig- ula historia ‘Somo han -pasad O,0 coma podian pasar" La novela historica, que ha sacado buen provecho de tal defini- 4i6n, asume en nuestro presente la construccién de los pasados im aginados con wna energia tan poderosa Como aguella que tenian las obras de teatro en tiem- Pos de Shakespeare o Lope de Vega, Las reivindicaciones de la memoria, individual o Solectiva, intima © institucional; bien en cuestion al juzparla frig ¢ zada, pusieron tam- las pretensiones del saber histérico Heomparacion con la relacidn viva como “la narracion de cosas o acciones | \ Bef RMSER LOA ee que lleva a reconacer el pasado en la inmediates de su reminiscencia. Tal como lo ha mostrado de férma mag- nifica Paul Ricoeur, a la historia se le complica ta par- tida cuando la memoria se hage cargo de la represen. tacién del pasado y opone la fuerza y la autoridad del recuerdo al “malestar en la historiografia”, segiin una expresién que toma prestada de Yosef Yerushalmi, la historia debe respetar las exigencias de ta memoria, ecesarias para sanar las infinitas heridas, pero, al mis- mo tiempo, debe reafirmar la especificidad del | régi- men ¢ de conocimienta que le propio. Esto supone dela critica, la confrontacién entre las razo- nes conscien tes. de los actores y las determinaciones que ellos ignoran, y la produccién de un saber permi- tide por las operaciones controladas por una comuni- dad cientifica, Al marcar su diferencia respecto a dis- cursos poderosas, relativosa la ficcién oala memoria, que también yuelven presente algo que ya no existe, la historia debe asumir directamente su propia respon- sabilidad: volver inteligibles las herencias acumula- das y las discontinuidades fundadoras que nos han hecho lo que somos. Tal vez sea tin poco paraddjice evocar—en el comienze de una ensefiaza de historiador dedicada a lo escrito- una leccién inaugural, la de Lucien Febvre, cuyo obje- tivo era justamente liberar la historia de la tirania de los textos y del lazo exclusive que la ligaba a la escritur’. tes, La primera es la construccién del Estado de justi- ciay de finanzas, que ha supuesto la creacién de buro- cracias, la constitucion de archivos, la comunicacién ' administrativa y diplomatica. Es verdad que tos pode- ue” ees. desconfiaron de lo escrito y que se esforzaran por 5 censurarlo o controlarle de diversas maneras. Pero tam- bién es werdad que han asentado cada vez mas el go- bierno de los territorios y de los pueblos en la corres- pondencia publica, el registro escrito, la ostentacién epigrafica y la propaganda impresa. Las nuevas exigen- cias de los procedimientos judiciales, la gestién de los cuerposy de las comunidades, o la administracién de la prueba multiplicaron asi los usos y las obligaciones de la eseritura, Ellazo anudado entre experiencia religiosa y usos de lo-escrito constituye otro fendémeno esencial, Las hue- llas dejadas por las escrituras inspiradas son. numero- ‘as; autobiogralias espirituales y examenes de concien- Oa, visiones ¥ profecias, viajes misticos y relaciones de Peregrinaciones, plegarias y conjuras. En tierra catélica, aunque ne solamente, estos testimonios de la fe na deja- ton.de inquietar a las autoridactes eclesidsticas que inten- Yn contenerlos @ =e imites de ty ortodoxia— ando cretan que excedian los prohibirlos y destruirlos. 22 | HOGER CHARTER Laimposicién de nuevas reglas de comportamiento, exigidas por el ejercicio absolutista del poder, formu- jadas por los pecagogos o los moralistas, difundidas por las instrucciones nobiliarias o los tratados de urba- nidad, también se ha apoyado en lo escrito; sta trans formacién profunda de la estructura de la personali- dad, designada por Norbert Elias como. un largo proceso de civilizacién, que obliga al control de los afectosyal dominio de las pulsiones, al alejamiento de los cuerpos y la elevacidn del umbral del pudor, ha mudado los preceptos en conductas, las normas en habitus, los escritos en practicas, En fin, en el transcurso del siglo xwan, las corres- pondencias, las lecturas y las conversaciones letradas fueron las que fundaron la emergencia de una esfera publica, primero estética, luego politica, donde se dis- cutieron y someticron a examen todas las autoridades; la delos doctos, clérigos o principes. En ;Que esta Tles- tractén?, a partir dela confrontacién de opiniones razo- nadas y proposiciones reformadoras que posibilita la circulacién de lo escrito, Kanterige el proyectoy la pro- mesa de una sociedad ilustrada donde cada una, sin distincidin de estado o condician, podrd ser, asu turne, lector y autor, eruditoyy critica, Trazadas a grandes rasgos, estas evoluciones no 500 iguales en toda Europa ni implican del mismo modo la corte y la ciudad, los letrados y lo popular o, como FSCUCIAR A LOS HUERTDS CON 105 DIOS | 23 ‘st habria dicho en el Siglo de Oro, el “discreto” y el “yulgo”. De alli proviene, seguramente, la arriesgada imprudencia que me llevé a usar el término “culturas” (én plural) en el titulo de esta cdtedra, Con él designe cesta fragmentaci6n social en la cual penetran, deforma diversa y muy desigual, los usos de lo escrito y la capa- ceidad de dominarlo, o de producirlo. De la prolifera-

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