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El sistema educativo en Colombia, un

problema por resolver


 junio 1, 2017  Columnistas Invitadas/os
Diomer Fonseca
La lucha del magisterio colombiano es de largo aliento, es por la dignidad docente, es por el
derecho a la educación, es porque el Estado ha relegado a la educación a un segundo, tercer
o cuarto plano, es porque a los educadores nos importa más el país que a los políticos

l sistema educativo colombiano refleja la situación de un país que por


años ha sido manejado con desidia por las mismas clases sociales
acomodadas en el poder desde el nacimiento de la Republica (siglo XIX),
donde se relega a la educación al último de los planos posibles y se
piensa en el país desde las frías cifras del llamado crecimiento
económico.

Desde tiempos de la colonia, donde la administración pública se hacía


desde la Corona Española, la educación en Colombia era un asunto casi
sin importancia. Llegada la República y el nacimiento de los partidos
políticos a mediados del siglo XIX, la situación no cambió y la instrucción
se le otorgó a la iglesia católica, quien gustosa asumió la tarea para
conseguir mantener el statu quo por medio de las escuelas que estaban
a su cargo, y con currículos que más parecían catecismos que planes de
estudio. La educación pública en Colombia nace ya entrado el siglo XX,
en condiciones deplorables tanto para los niños y niñas como para los y
las docentes. Las condiciones económicas del país, la industrialización
tardía, el crecimiento de las ciudades, el entorno internacional, y la
agitada vida política de la primera mitad del siglo XX, hizo que se
colocara a la educación como uno de los temas de debate.

Es solo hasta 1936, en el primer gobierno de Alfonso López Pumarejo,


que se da inicio a la separación Iglesia–Estado en el manejo de la
instrucción pública. Durante los gobiernos liberales, que se mantuvieron
hasta 1946, hubo tímidas reformas en la educación con una constante: la
falta de presupuesto.

Tanto la situación de la educación en Colombia en general, como de los


maestros y maestras en particular, son asuntos que aún hoy requieren
ser pensados de manera fundamental. Una rápida radiografía de la
educación secundaria (pública) en Colombia, muestra el abandono del
que esta ha sido víctima:basta fijarse en las profundas diferencias en
cuanto a la calidad de la educación entre instituciones públicas y
privadas. Mientras que las segundas cuentan generalmente con el
músculo financiero, producto de las familias que tienen la posibilidad de
asumir los altos costos económicos de matrícula y pensión, la educación
pública depende del presupuesto que el Estado destina para su
funcionamiento. Así, la solidez financiera de la educación privada hace
posible que cuenten con instalaciones adecuadas y personal docente y
administrativo suficiente, lo cual redunda en planes de estudio que
consiguen estándares de calidad altos en la presentación de pruebas
nacionales. No está de más recordar que las clases dirigentes,
empresarios, actores y deportistas reconocidos, no tienen a sus hijos
adscritos a la educación pública.

Puede sumarse a este hecho, que la educación pública urbana tiene


profundas diferencias con la del sector rural, ya que ésta cuenta con
menores recursos. En las regiones del país que resultan más alejadas de
los centros urbanos, las escuelas sobreviven gracias al impulso de los
mismos pobladores; niños y niñas van a estudiar después de varias
horas de camino, en la mayoría de los casos a pie; no cuentan con sillas
ni mesas para escribir; en ocasiones no hay servicio de agua o de luz y,
en otras, ni siquiera hay maestros nombrados, por lo que las escuelas
permanecen varios meses del año sin clases.

La situación de los y las docentes no es mejor. En las regiones apartadas


se encuentra la figura de Etnoeducadores, quienes son contratados por
las gobernaciones o por los municipios con contratos de 7 u 8 meses por
año, lo que hace que la escuela no cuente con maestros por algunas
épocas del año. De allí el empobrecimiento económico de los mismos,
pues no tienen garantías de estabilidad laboral.

Según la legislación vigente, existen dos estatutos para el ejercicio de la


profesión docente: el 2277 de 1979 y el decreto 1278 de 2002. En el
primero hay un escalafón de salarios que depende del tiempo de servicio
del servidor público. Este escalafón va del grado 1 al grado 14, éste
último obtiene el salario más elevado, que a la fecha es de $3´120.000
(aproximadamente 1.040 euros) En otros términos, se puede afirmar que
un docente dedicado al servicio de la educación, en Colombia, con 30 o
más años de servicio, no puede aspirar a devengar más de 1.000 euros
mensuales, pues es el tope salarial que se estipula en el escalafón 14 del
decreto 2277.
En el caso de los docentes adscritos al decreto 1278, la situación no es
mejor. Dicho escalafón está dividido en tres niveles (1, 2 y 3); a su vez,
cada uno de estos está dividido en cuatro sub niveles (a, b, c y d). Una
vez terminados los estudios de licenciatura, al inscribirse al escalafón
docente (requisito para poder ejercer) el profesor queda
automáticamente en el escalafón 2A con un sueldo de $1´624.511
(aproximadamente 540 Euros) y su mayor aspiración salarial es de 6
´137.000 (es decir, aproximadamente 2.100 euros) Pero, para que esto
se haga realidad, no solo se tiene en cuenta el tiempo de servicio que
puede llegar a los 30 años, sino que debe tener especialización, maestría
y doctorado. Sin embargo esto no es lo peor: para llegar allí, debe
además pasar una serie de concursos y pruebas donde, según la política
establecida, se promueve al 20% de los aspirantes. Este 20% que
superará las pruebas debe esperar a que el Estado garantice los
recursos con que se le va a pagar dicho salario; si los recursos no están,
no se le hace efectivo el incremento salarial.

A este panorama del salario de los y las docentes se suman otra serie de
problemáticas: un sistema de salud deficiente, plagado de corrupción; el
proyecto de implantar una jornada extendida de clases (llamada jornada
única) pero sin adecuaciones en infraestructura y sin destinar más
recursos; el número de estudiantes por curso que oscila entre 40, y 50
estudiantes; la ausencia de infraestructura y de herramientas básicas
para garantizar un nivel adecuado en la adquisición de aprendizajes
(para dar un ejemplo de los muchos que existen: el acceso a internet en
las instituciones educativas es limitado o inexistente). En últimas, la
educación en Colombia, como en el siglo XIX, sigue siendo precaria.

Motivados por estas situaciones, y otras que por motivos de espacio no


se desarrollan, la Federación Nacional de Educadores (FECODE),
organismo que asocia a todos los sindicatos de docentes del país, ha
llamado a la huelga en todo el territorio colombiano. Son ya tres semanas
de huelga, donde más de 8 millones de niños y niñas se encuentran
perjudicados, pues han dejado de recibir clases y se escuchan las voces
de apoyo de muchos padres y madres de familia que se solidarizan con
la lucha de los docentes en busca de mayores recursos para la
educación (en la actualidad, se destina el 3.8% del presupuesto nacional
a la educación; los maestros exigen por lo menos el 7.5%). Hay que
recordar que según las pruebas PISA de 2012, Colombia quedó entre los
diez países peor educados a nivel internacional. De otra parte, los
medios de comunicación masiva, que obedecen a sectores económicos
definidos, se han encargado de invisibilizar la protesta y a pesar de que
todos los días se organizan marchas, mitínes y plantones todos los días
en las principales ciudades del país, los informativos no las registran,
dejando como único medio de información, las redes sociales. Sin
embargo, cuando se mencionan las multitudinarias marchas, se hace
alusión a que los y las docentes son indolentes al mantener a los y las
estudiantes sin clases.

La lucha del magisterio colombiano es de largo aliento, es por la dignidad


docente, es por el derecho a la educación, es porque el Estado ha
relegado a la educación a un segundo, tercer o cuarto plano, es porque a
los educadores nos importa más el país que a los políticos. En palabras
de Paulo Freire: “Cuanto más pienso en la práctica educativa y
reconozco la responsabilidad que ella nos exige, más me convenzo de
nuestro deber de luchar para que ella sea realmente respetada. Si no
somos tratados con dignidad y decencia por la administración privada o
pública de la educación, es difícil que se concrete el respeto que como
maestros debemos a los educandos”.

Referencias

Herrera C., Martha Cecilia, (sin fecha): Historia de la educación en


Colombia la republica liberal y la modernización de la educación: 1930-
1946 Por:
en: www.pedagogica.edu.co/storage/rce/articulos/rce26_06ensa.pdf

www.fecode.edu.co

Decreto 2277 de 1979

Decreto 1278 de 2002

Henao Mejía, Oscar (24 de febrero de 2011) ¿Escuela pública vs Escuela


privada? En: periódico El Colombiano: www.elcolombiano,com

Periódico El país, (Mayo 1 de 2014) Sigue siendo amplio el abismo entre


educación publica y privada. En www.elpais.com
Revista Semana, (02 de Octubre de 2016) Colombia se raja otra vez en
educación. En www.semana.com.

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