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Año 2013
Veronica Llambrich
Ernesto Quintar
sociedades en las que el uso de la fuerza es una competencia que se reserva el Estado en
régimen de monopolio, de tal manera que solo el Estado está legitimado para utilizar la fuerza.
Sin embargo en los últimos años se ha ido desarrollando una concepción que ha llevado a la
creación de un auténtico mercado de la seguridad. A pesar de ser una competencia del Estado,
quien ha tenido dinero o recursos suficientes para pagarse su propio sistema de seguridad lo ha
hecho acudiendo a empresas de seguridad privada, que por cierto han tenido un abrupto
crecimiento exponencial en los últimos años.
a. Privatización de la seguridad
toda amenaza a nuestra seguridad física, lo cierto es que las principales demandas relacionadas
con la seguridad pasaron a ser a lo largo de todo el siglo XX las relacionadas con los bienes
públicos. De hecho no es que aumentaran los delitos o los problemas relacionados con la
propiedad, sino que se fue cediendo la responsabilidad en la resolución de los conflictos de este
tipo a la administración pública.
A lo largo del siglo XXI está apareciendo un fenómeno que ya se apuntó a los finales del siglo XX
consistente en que las demandas de seguridad se relacionan cada vez más con la calidad de vida,
con la convivencia en definitiva con nuestra vida en sociedad. Temas como el medio ambiente, la
conflictividad social, la movilidad, son algunos de los problemas que cada vez más el ciudadano
percibe como amenazas para su propia seguridad. Sin embargo, la policía tradicional carece de la
formación profesional para dar respuesta adecuada a todos estos problemas, el ciudadano
medio se queja cada vez más de la falta de seguridad y el policía sin embargo no tiene fáciles
respuestas para solucionarlo de hecho en gran parte de las ocasiones el mismo sistema penal se
demuestra insuficiente para dar respuesta a estas problemáticas. Todos estos factores juntos: la
paulatina asunción del individuo en la responsabilidad de asumir su propia seguridad, la mayor
relación de la seguridad con elementos propios de la calidad de vida; la inexistencia de un
enemigo contra el que luchar son algunos de los elementos que nos explican la crisis de
identidad que podemos observar en la mayoría de cuerpos policiales de nuestro entorno
cultural.
Por todo lo expuesto, comprobamos que cada vez más la seguridad y la gestión de los riesgos
van dejando de ser una materia reservada a los aparatos de control social formal, especialmente
la policía, para pasar a constituirse en el eje vertebrador de un trabajo interdisciplinario abierto a
multitud de campos del conocimiento y a diferentes agentes sociales.
De a poco estos temas se van convirtiendo asimismo en un referente ocupacional para un
conjunto de nuevas profesiones y de nuevas ocupaciones que se van configurando alrededor de
la seguridad y la gestión del riesgo. Los criterios generales y los requisitos específicos con los que
se van estructurando esas nuevas profesiones dependen del entorno y la sociedad en la que
aparecen, pero en todos los casos subyace en ellos una concepción diferente de la
tradicionalmente imperante en la manera de abordar y gestionar la seguridad.
Esta evolución de la sociedad en general y la mayor demanda de calidad de vida por parte de los
ciudadanos, junto al resto de factores expresados, está comportando, durante los últimos años,
que las administraciones públicas deban adaptarse a una nueva realidad a fin de poder dar
respuesta a la creciente exigencia de seguridad en su sentido más amplio y no relacionado
exclusivamente con la persecución del delincuente.
De hecho, la población exige que la administración contribuya, no ya a perseguir y atrapar a los
posibles delincuentes, si no a garantizar que los delitos, las infracciones, las molestias a la
convivencia, no se produzcan.
Esto provoca naturalmente la modernización de las estructuras; la orientación del servicio hacia
la resolución de los problemas; la máxima proximidad al ciudadano; la búsqueda permanente de
la calidad en la prestación del servicio; constituyéndose estos en requisitos indispensables para
cualquier Administración Pública moderna.
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En este sentido, se van estableciendo las líneas generales de actuación que configuran la
creación de esos nuevos puestos de trabajo relacionados con la seguridad que mencionamos. No
se trata ya de reaccionar adecuadamente a los problemas de inseguridad ya producidos, si no a
la Prevención de los mismos. El sistema penal entonces, pasa a ser un elemento más, pero no ya
el único, y en muchos casos ni siquiera el más importante. La prevención implica otro tipo de
actuaciones mucho más interdisciplinarias y centradas en evitar la aparición del conflicto. De
hecho se habla especialmente de desjudicializar el conflicto, actuando antes de que entre de
lleno en el ámbito penal.
Así, vez más, la seguridad y la gestión del riesgo, van dejando de ser una materia reservada al
ámbito penal y la policía, para pasar a constituirse en el eje vertebrador de un trabajo
interdisciplinario abierto a multitud de campos del conocimiento y a diferentes agentes sociales.
Los criterios generales y los requisitos específicos con los que se van estructurando esas nuevas
profesiones son situacionales, dependen del entorno y la sociedad en que aparecen, pero en
todos los casos subyace en ellos una concepción diferente de la tradicionalmente imperante, en
la manera de abordar y gestionar estos temas.
Los avances en la creación de las policías municipales de prevención en Argentina, constituyen
algunos ejemplos de nuevas figuras ocupacionales que se caracterizan por su proximidad a la
sociedad, su ámbito municipal de actuación, su carácter preventivo y mediador, su búsqueda de
las causas antes que los efectos, y el carácter plenamente civil y no policial.
En cada provincia que uno visita y más precisamente en cada municipio, se visualiza agentes
locales como caminantes, protectores de los espacios públicos, control urbano, etc. auténticos
preventores de asistencia comunitaria. Todos estos casos pueden ser englobados en la familia
profesional de servicios a la comunidad y personal. Lo mismo sucede con otras figuras
ocupacionales que se van configurando como los técnicos en prevención situacional, los técnicos
en mediación de conflictos sociales, los técnicos en gestión integral del riesgo, constituyen un
vivero potencial de nuevos puestos de trabajo configurados alrededor de la prevención y la
resolución de conflictos relacionados con el riesgo, la seguridad, la convivencia y la vida en
sociedad.
Todas estas nuevas profesiones deben velar por el mantenimiento del orden Urbano, pero
aunque su función implica participar activamente en el control social, no son policías al menos al
estilo clásico. De hecho normalmente ni siquiera portan armas, pues su principal herramienta es
la prevención, y por lo tanto el análisis, el estudio de las situaciones, la movilización de recursos,
en suma, la inteligencia.
La intercomunicación y coordinación de los agentes de prevención con las policías provinciales
es alta, incluso la policía avanza también hacia una cierta sectorización en áreas, a fin de
mantener a los policías y sus vehículos en un mismo sector, todo ello facilita la coordinación,
pero se trata de campos de actuación muy diferenciados. Para los agentes la prevención
constituye el autentico fundamento de su propia existencia.
Estos cuerpos sirven para que los vecinos canalicen sus demandas, a partir de su fuerte
presencia en los barrios. De hecho, los agentes se van convirtiendo en el área de los municipios
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con mayor espacio de contacto con los vecinos. En algunos casos poseen un ámbito físico de
funcionamiento bien identificado, lo que facilita ese contacto. La relación con el vecino es muy
fluida, y con ello su posibilidad de realizar acciones preventivas auténticamente eficaces.
Por su propia función están muy integrados en el territorio, y compenetrados con la población.
Los vecinos saben cómo ponerse en contacto con ellos y conocen sus zonas de recorrido o
patrulla. Los Agentes de Prevención Comunitaria, son una especie de amortiguador entre el
vecino y la administración, y constituyen un cuerpo con presencia permanente en la vía pública.
Mantienen una fuerte relación con otras áreas como: Tránsito, Inspección General,
mantenimiento, alumbrado y limpieza e higiene de vía pública, y otros similares, pero con sus
propias funciones, competencias, y normas de actuación.
Los eventuales conflictos deben encontrar su solución en las políticas de prevención y de
inclusión social, así como en la concepción y organización del espacio público. La búsqueda de
calidad de los espacios físicos puede ayudar a garantizar mejor la seguridad de las personas. Los
espacios públicos de esparcimiento y de comercio deben ser espacios de encuentro, amigables y
sustentables. Las políticas públicas de seguridad van dirigidas a la obtención de ciudades
hospitalarias y habitables. Lo que en definitiva resulta un proceso dinámico de construcción de
ciudadanía con un estado presente, recreando las herramientas de abordaje de la inseguridad de
manera continua.
Se trata de rechazar cualquier estrategia extremista para erradicar los conflictos. Ha de
potenciarse que desde la legalidad y la solidaridad, se transforme la violencia y el miedo en
motivo de desarrollo social, en tolerancia hacia los demás. Esto implica una nueva manera de
acercarnos al tema de la seguridad, atendiendo a sus causas más que a sus consecuencias.
Analizando la situación en que se produce y trabajando interdisciplinariamente en la búsqueda
de alternativas.
La inseguridad no es simplemente el temor al robo o a la agresión. Puede nacer también del
riesgo provocado por el tránsito, por un entorno nocivo o precario y, sobre todo, por el temor a
no disponer de un servicio público que ayude en la prevención o facilite el apoyo necesario
cuando se ha sido víctima del delito. Solo podrá reforzarse ese sentimiento de seguridad si se
aborda, en conjunto con todos los ciudadanos, la gestión colectiva de las inseguridades reales,
de las inquietudes y de los problemas sociales. Parte de la respuesta se encuentra en esta
participación de todos.
Está demostrado ya que la seguridad urbana no está ligada únicamente a las cuestiones
relacionadas con la criminalidad, sino que también está ligada a los problemas de salud pública,
salud laboral, de medio ambiente, de urbanismo, de desigualdades crecientes en el acceso a los
recursos, de los conflictos de intereses en la división y el uso del espacio, de las pautas de
convivencia imperantes. Los ciudadanos no quieren que los maten ni los roben pero tampoco
quieren intoxicarse con comida en mal estado, ni pasarse la noche despiertos por los ruidos
molestos de locales bailables, ni que sus hijos sean acosados en la escuela por compañeros o
maestros, ni que le roben su identidad a partir de el uso de su tarjeta de crédito, ni que hackeen
su cuenta de correo electrónico, etc. El concepto de seguridad es integral, dinámico y ni siquiera
tiene que ver solo con cuestiones estrictamente fácticas y físicas.
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Una verdadera política pública de seguridad debe potenciar la comunicación permanente entre
los ciudadanos y la Administración en todo lo referente a la convivencia y la seguridad. Los
canales de comunicación formales e informales deben ser de ida y vuelta, promovidos y
monitoreados por todas las áreas de gestión municipal. Se reclama cada vez más la participación
activa de los directores de los centros escolares, los integrantes de foros y asociaciones
ciudadanas, y en general de todos los vecinos, alumnos, comerciantes, u otro personal, que
mejor puedan conocer y transmitir la problemática que puede producirse en el territorio.
La intervención en problemas de convivencia vecinal, así como los de la pequeña delincuencia,
constituyen sin duda el núcleo básico de actuación en calidad de vida. Conflictos por ruidos,
molestias, ocupaciones de la vía pública, etc. configuran una serie de situaciones en las que se
enfrentan personas o colectivos de intereses contrapuestos que aunque puedan ser legítimos,
generan conflictos que pueden derivar en auténticos problemas sociales que afecten
notablemente la calidad de vida del ciudadano.
Conflictos entre clientes de locales nocturnos y vecinos que desean dormir, personas que se
sienten molestadas por sus vecinos, pequeños delitos, etc. Son todos ellos casos en los que se
puede prevenir la inseguridad actuando antes de que efectivamente se esté produciendo el
conflicto.
El entorno urbano constituye el punto de encuentro de la comunidad, es mucho más que un
lugar de paso. En el espacio público se producen gran número de las interacciones sociales y se
percibe directamente el nivel de integración social predominante.
Un entorno degradado contribuye decisivamente a generar sensaciones de inseguridad,
disminuye la calidad de vida y provoca el alejamiento de éste, motivo por el cual indirectamente,
potencia el aislamiento y la insolidaridad ciudadana.
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Es por tanto fundamental, que se preste la máxima atención a las relaciones y conflictos
producidos en los espacios públicos, detectando los puntos negros de degradación, o las zonas
potencialmente inseguras, y adoptando medidas preventivas que faciliten un entorno integrado
y agradable.
La Administración no solo tiene que ser capaz de responder a las situaciones conflictivas cuando
el conflicto ya se ha generado, sino que se tienen que prever estos conflictos potenciales antes
de que se produzcan y proponer o adoptar las medidas oportunas. Esto implica un elevado
conocimiento del entorno y de las dinámicas sociales que en éste se producen. Los espacios o
puntos de encuentro interpersonal, como plazas, jardines, parques, etc. implican la confluencia
en el mismo lugar de colectivos diferentes que comparten un mismo bien territorial. Jóvenes
para los cuales constituye su punto de reunión junto con ancianos que desean la tranquilidad de
un espacio abierto; propietarios con perros que les acompañan en sus ejercicios diarios,
mezclados con niños jugando en los mismos espacios. Todo esto genera la necesidad de prever
suficientemente los posibles conflictos que pueda generar el uso del mismo espacio por
colectivos diferentes.
La detección de puntos negros (espacios con índices de inseguridad percibida superior a los
normales, territorios degradados, sucios o mal utilizados), constituyen uno de los principales
objetivos de cualquier profesional relacionado con la seguridad.
La obligatoria suma de sinergias a la que toda Administración pública debe responder, hace
imprescindible que en aquellos temas relacionados de alguna manera con la seguridad, se
potencie el trabajo interdisciplinario y la coordinación interdepartamental.
La función de prevención es la primera que se debe desarrollar en los agentes para anticiparse a
las situaciones y aportar soluciones en los momentos oportunos. Hay que conocer todos los
hechos y trabajar para que en cada momento se esté lo más cerca posible de la realidad. En
seguridad, solo vale la Prevención. Cualquier otra cosa que no evite la comisión del hecho está
relacionada con la justicia, el orden, o cualquier otro elemento similar, pero no con la seguridad,
de la que solo podemos decir que existe cuando el delito, la agresión, no se produce. Seguridad
por lo tanto no es hoy igual a Policía, si no a prevención, y el profesional que consigue una mayor
legitimidad social en este campo no es ya el que más delincuentes detiene, si no el que más
delitos evita
La Gestión de los Riesgos tuvo su apogeo a finales del siglo pasado, cuando el sociólogo alemán Urich
Beck escribe “La sociedad del riesgo global”. A partir de la hipótesis de que los riesgos son en gran
medida antrópicos, es decir producidos por el hombre, y que los progresos en el ámbito de la ciencia y la
tecnología han sido gigantes y de la misma manera que los mismos en su gran mayoría redundan en un
mayor progreso y mejora en la calidad de vida de las personas. También son generadores de riesgos. El
avance científico comienza a ser valorado no solo por sus aciertos sino por sus consecuencias no
deseadas. Esta exposición de la humanidad a nuevos riesgos muchas veces ni siquiera evaluados
previamente, obliga a repensar los límites de las investigaciones fundamentalmente a partir del análisis
pormenorizado de las consecuencias. Al disolverse los contornos de la sociedad industrial se impone,
según Beck, un cambio de lógica: la producción de riesgos pasa a dominar sobre la producción de
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riqueza, pues las amenazas que surgen de los nuevos escenarios cruzan el umbral fronterizo de los
estados nacionales y no afectan a ninguna clase específica: “mientras que en la sociedad industrial la
“lógica” de la producción de riqueza domina a la “lógica” de la producción de riesgos, en la sociedad del
riesgo se invierte esta relación. Al contrario que los riesgos empresariales y profesionales del siglo XIX,
los nuevos riesgos no se limitan a lugares y grupos, sino que contienen una tendencia a la globalización
que no respeta fronteras. Al reparto de bienes de la época industrial le sucede el reparto de riesgos
asociados de la globalización. Es muy común ver que los riesgos suelen valorarse solo físicamente sin
tener en cuenta el componente social, dado que la vulnerabilidad social es difícil de evaluar en términos
cuantitativos. Esto no significa que no sea factible analizar la vulnerabilidad en forma relativa o mediante
indicadores o índices, lo que permite considerar riesgos relativos que habiliten a la toma de decisiones y
a la definición de prioridades. A la luz de distintos pensadores y estudiosos del riesgo en la historia
reciente, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que el riesgo es una decisión humana. Por tanto no
es ni buena ni mala, es una decisión, que como toda decisión va acompañada siempre de un grado de
incertidumbre. Los riesgos entonces no son ni buenos ni malos, los que si son negativos o dañosos son
los eventos adversos. La gestión de los riesgos de algún modo promueve el conocimiento exhaustivo de
los riesgos, amigarse de ellos, reconocerlos para planificarlos. Como el riesgo es connatural al hombre, es
parte de la condición humana (el riesgo cero no existe) tanto que el solo hecho de vivir implica en si
mismo tomar riesgos, como cruzar la calle o encender un artefacto eléctrico o prender una hornalla de
gas. Si hubiera que eliminar los riesgos de manera taxativa, no podríamos vivir… Por tanto lo importante
no es la eliminación sino la opción a tomar y la gestión de los mismos. Los riesgos nunca deben quedar
fuera de control.
a. Seguridad Humana
A la luz de de lo escrito en puntos anteriores se tiene una aproximación del concepto de
seguridad integral basado en la “seguridad humana”, por ende seguridad humana y seguridad
integral están identificadas en el desarrollo del trabajo. Toda vez (independientemente de la
ideología y de las convicciones filosóficas de cada uno de nosotros), que el concepto de
hombre es amplio y universal y expresa una gran cantidad de aspectos, los cuales se identifican
en esa unidad sustancial que consideramos a la persona humana. En este caso,
particularmente, desde la perspectiva de sujeto social, fundamentalmente, desde las visiones
epistémica y antropológica.
La expresión de seguridad humana fue utilizada por primera vez en 1994 por la ONU en uno de los
informes anuales, en el marco del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Ese informe fue el inicio de una reflexión mundial acerca de las nuevas dimensiones de la
seguridad humana. Hoy es un concepto que ha sido incorporado y aceptado de manera universal
para definir el carácter multidimensional – interdependiente – universal y preventivo. Que
trasciende la presencia o ausencia de conflictos armados, refiriendo a la seguridad en su sentido
más básico a la vida y la salud integral de las personas. El informe comienza definiendo este nuevo
enfoque: “Actualmente para la mayoría de las personas el sentimiento de inseguridad se debe
más a las preocupaciones acerca de la vida cotidiana que al temor de un cataclismo en el mundo.
La seguridad en el empleo, la seguridad en la salud, la seguridad en el medio ambiente, la
seguridad respecto al delito: son éstas las preocupaciones que están surgiendo en el mundo
acerca de la seguridad humana”. Señala además, una de las características que definen la nueva
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ciudadana de la prevención, donde el respeto a los derechos humanos más elementales como el
derecho a la vida, a la salud y a la integridad física y moral estarán garantizados. La nueva
sociedad del riesgo trae esta nueva concepción de la seguridad: es la protección integral en todos
los campos donde se detecta un riesgo o peligro para el ciudadano. Con perspectiva histórica hay
que señalar que han sido los movimientos ciudadanos, y no el Estado, los que vienen liderando
esta concepción de la seguridad preventiva y del riesgo. En las sociedades avanzadas la
construcción del concepto acuñado por Naciones Unidas de “seguridad humana” está dando un
sentido integral y más completo de toda esta ingente emergencia de nuevos derechos y valores
que se implantan y que dan un nuevo sentido y rol al Estado y a los movimientos comunitarios.
importancia de la prevención en la salud pública. Las personas cada vez son más conscientes de
ello y es común que acudan a los médicos para chequeos anuales. Está asumiéndose
culturalmente la importancia de la prevención en la salud, a partir del convencimiento de que
la detección temprana de enfermedades mejora sustancialmente el tratamiento de las mismas.
Esto mismo debiera suceder en todos los ámbitos de nuestra vida y sin embargo a nadie se le
ocurre llamar a un electricista una vez al año para que revise la instalación eléctrica de su
vivienda…¿para qué hacerlo si todo funciona bien?...lo que, aplicado al ejemplo anterior sería:
¿para qué concurrir al médico si no me duele nada?... Esta cultura de la prevención es la que
debe instalarse en la sociedad. Claro que no es tarea fácil ni de unos pocos. De todos modos los
países tienen sus regímenes reguladores como ya vimos y de alguna manera condicionan el
acceso de productos a sus mercados a mecanismos que garantizan la calidad de los mismos, no
solo en su resultado sino también en todos sus procesos de elaboración. Lo mismo sucede con
todo lo que se mueve. La seguridad es un valor superlativo en los tiempos que corren. Se
vende y se compra seguridad en cada producto. La seguridad es una demanda ya estandarizada
que no podemos obviar, por ello esa seguridad debe estar garantizada. Estos indicadores
puntuales reflejan de algún modo el crecimiento cualitativo de la demanda mundial respecto a
los riesgos. Queremos decir con esto que la gestión de los riesgos no es una elección, sino una
imposición claramente generada y establecida por una demanda cada vez más exigente. La
versatilidad del término y la importancia que el mismo tiene en la filosofía de la Gestión
Integral del Riesgo nos impele no solo a exigir lo bueno y deseado, sino a trabajar en la no
ocurrencia de lo malo y no deseado.
Insistimos nuevamente en una premisa que consideramos esencial cuando ponderamos la
prevención situacional. Debe ser proactiva, orientada a la mejora y a la satisfacción ciudadana
cada vez más exigente en la ponderación de la calidad de los servicios. Es decir que no es el
temor a lo no querido ni a lo desconocido el motor que la impulsa. Esto es importante en una
sociedad como la nuestra en la que la inseguridad genera temor y las personas se esconden, se
ocultan, se encierran. Cada vez hay más rejas, más persianas cerradas. Claro que es
comprensible dicha actitud, no podemos dejar de comprenderla. Pero el riesgo debe ser
abordado no solo desde la perspectiva de la vulnerabilidad, sino también desde las amenazas
existentes. Justamente el tema que tocamos de la prevención del delito es uno de los más
complejos, debido a la gran cantidad de factores que intervienen y lo multicausal de su origen
social. No se soluciona el problema eliminando los delincuentes, sino trabajando sobre las
causas que producen que las personas delincan. Ciertamente también se deberá actuar
duramente con quien viola la ley. Pero el problema no desaparece con más cárceles ni
detenidos. Debe actuarse sobre las causas sociales que lo producen, por ello el tema no es
estrictamente policial, es un problema de políticas públicas a mediano y largo plazo, que
trasciende los tradicionales organismos de control, incluyendo el mismísimo sistema penal. Y es
aquí donde la visión holística tiene verdadera significación, en la interacción de los factores que
inciden en la “actualización” del riesgo. También el abordaje de los riesgos es preventivo, y
siempre dirigido a las causas que los producen que a los efectos producidos.
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Como ha sido nuestra hipótesis de trabajo en cada tema, es prioritario trabajar intensamente
antes sobre las amenazas, a fin de poder eliminarlas o neutralizarlas. Se trata de que se piensen
las condiciones que garanticen la realización de eventos de acuerdo a los parámetros
preestablecidos. Aquí lo que se propone es el abordaje desde dos vías:
todos los protagonistas las 24 hs. como así también con las fuerzas de control local que tienen la
responsabilidad de la seguridad en las zonas de prevención de concentración de espectadores y
público.
Todos los medios de prensa, radiales, televisivos y web tienen obligatoriamente que informar
sistemáticamente sobre los dispositivos de seguridad y medidas de prevención adoptadas por la
organización como así también días y horarios de actividades. Privilegiándose tanto la
prevención de accidentes como la seguridad operativa en el desarrollo de las actividades.
Para tener al menos una referencia del movimiento en seguridad que implica la organización del
evento, transcribimos la distribución de medios y recursos afectados a la seguridad en su última
edición Argentina en 2013:
En el Puesto de Coordinación Operativa se centraliza toda la información. Se pueden recibir
alertas por intermedio del sistema de comunicación Iritrack, de balizas de seguridad o diferentes
canales de radio utilizados por la Organización. Resultando puntos claves del dispositivo de
emergencia:
35 personas trabajan en el PCO, con una presencia las 24hs y se reparten entre un PC
terreno y un PC Paris.
Representantes de las autoridades locales, presentes constantemente en el bivouac y
capaces de hacer intervenir a los equipos de emergencia necesarios.
Un servicio médico extremadamente móvil: tres helicópteros y diez autos médicos.
Un hospital de campaña, que moviliza unos treinta médicos, equipados con material de
urgencia sofisticado. Para los casos graves, las evacuaciones aéreas hacia los hospitales
siempre se realizan en el mínimo de tiempo.
Contando con los siguientes recursos para soporte y asistencia a todos los participantes:
El nacimiento del Rally es una leyenda en sí misma. En 1977 el motociclista francés Thierry
Sabine se perdió en los desiertos de Libia, mientras competía en una carrera. Al verse en la
inmensidad del desierto, Sabine tuvo la genial idea de que ese escenario árido y hostil sería la
pista perfecta para una carrera de rally en la que no solo se ponga a prueba la destreza del
conductor y la calidad del automóvil, sino también la resistencia psicológica y el trabajo en
equipo llevados a su máxima expresión. Un rally de resistencia, abierto a profesionales y
amateurs en el que los pilotos y equipos tenían que manejar una serie de variables, que no
siempre eran conocidas. En el Rally Dakar un piloto podía perderse en la inmensidad del desierto
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y morir luego de unos días de hambre o intoxicado, inclusive atacado por algún animal salvaje,
eso sin contar los múltiples accidentes. En 1982, Mark Thatcher, el hijo de la entonces primera
ministra británica, Margaret Thatcher, estuvo a punto de morir luego de pasar seis días varado
en el desierto africano. Se tuvo que usar un avión de la armada Argelina para encontrarlo, sano y
salvo. Muchos otros pilotos no tuvieron tanta suerte, y peor suerte han tenido los espectadores
del rally, por más medidas de seguridad que se tomaran. El Dakar se ha llevado consigo a 51
personas en sus 30 años de historia, desde pilotos hasta una niña malíe, Baye Sibi, de 10 años,
que tuvo la mala suerte de cruzar la pista por la que cruzaba a diario, sin percatarse que un
vehículo venía a toda velocidad. La tragedia del Dakar se llevó inclusive a su creador. La mañana
de 14 de enero de 1986, Thierry Sabine falleció en un accidente extra-deportivo junto a la
tripulación del helicóptero en el que viajaba mientras cumplía labores de organizador, a causa de
una repentina tormenta de arena. Nuevamente el desierto de Mali cobraba una de las vidas más
sentidas de la historia del rally, como para que todos recordemos que vivir al filo de la muerte es
un acto tan estúpido como fascinante. Este evento deportivo también ha sido disparado de
diversas polémicas. Las principales se refieren a la contaminación ambiental y el impacto
negativo en las poblaciones nativas africanas por cuyos pueblos pasa la ruta del rally. Incluso el
mismo Vaticano lanzó una dura crítica a los organizadores, asegurando que la competencia era
una "vulgar demostración de poder y riqueza en lugares donde las personas continuan muriendo
de hambre y sed" (Brooke, James. 1988-03-13. "Dangerous Paris-Dakar race is endangered" NY
Times). Los organizadores, a través de los años y la aparición de nuevas sensibilidades han
procurado mejorar sus medidas preventivas, como cuando la Amaury Sport Organization (ASO)
aseguró que en todo un año de Rally Dakar se expulsan la misma cantidad de emisiones que en
una única carrera de Fórmula 1. Consuelo de tontos diran algunos, pues los Grand Prix se corren
en circuitos acondicionados y regulados, no en la mitad de la naturaleza europea y africana -y
ahora sudamericana-. Lo cierto es que lejos de ser una panacea éste deporte es elegido por
millones de personas que lo siguen en todo el mundo y aunque sigue mejorando sus hipótesis a
partir de catálogos de amenazas que se actualizan mensualmente, se debe trabajar mucho más
para controlar los riesgos que genera. La gestión del riesgo además de los resultados
estadísticos, gestiona procesos. Y es en esos procesos vinculados a la calidad donde se deben
aplicara metodologías que minimicen al extremo las posibilidades de incidentes. Si los eventos
fueran en lugares cerrados y con la variables contenidas podríamos hasta aplicar variables del
tipo HAZOP que se usan en la industria militar y químicas para predecir los riesgos a partir de
desvíos del funcionamiento óptimo de laboratorio comparado con los equipos y máquinas con
uso y desgaste producidas en el funcionamiento extremo. Pero en éste caso es imposible, al
menos de éste modo ya que es un sistema abierto, y con el aditamento que una de las nuevas
características más seductoras para pilotos y asistentes es el cambio anual de los recorridos.
Evitar la repitencia parece ser la originalidad de los últimos años. Gestionar los riesgos en éste
contexto es un verdadero desafío de abordaje interdisciplinario donde todos somos
protagonistas. La gestión del riesgo en como la calidad, no hay certezas y siempre se puede más.
En el cierre de esta experiencia queremos dejar la frase de Etienne Lavigne Director de Pruebas,
hablando de la conciencia de los conductores del riesgo al que están expuestos: “Estamos en un
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deporte extremo, el riesgo cero no existe. Los competidores son conscientes y son los únicos
responsables de sus acciones”.
BIBLIOGRAFÍA
Douglas, Mary (1996), “La aceptabilidad del riesgo según las ciencias sociales”, Paidós
Studio, Barcelona.
Lavell, Allan (2000), “Del desastre al desarrollo humano sostenible”, Banco Interamericano
de Desarrollo, San José de Costa Rica.
Mairal G. (1998), “Los conflictos del agua y la construcción del riesgo”, en Arrojo, P. y
Martínez,J.(edit.)
Wilches Chaux, Gustavo. (1993), “La vulnerabilidad global” en Andrew Maskrey (comp.),
“Los desastres no son naturales”, LA RED – Tercer Mundo, Edit. Bogotá.
Schrader – Frachette. (1991) “Risk and rationality” Fhilosofical foundations for populist
reforms, Berkeley, University of California Press