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Universidad Torcuato Di Tella

MAESTRÍA EN POLÍTICAS PÚBLICAS

Año 2013

Materia: Políticas de Seguridad y Justicia

ARTICULO: SEGURIDAD VINCULADA A EVENTOS DEPORTIVOS DE AMPLIO


ALCANCE EN TURISMO: EL CASO DEL RALLY DAKAR

Veronica Llambrich

Ernesto Quintar

1. La Seguridad como cuestión pública: una tarea de todos

Normalmente cuando hablamos de seguridad pensamos casi exclusivamente en los sistemas de


control social formal, siendo el sistema penal el principal instrumento con el que abordamos la
seguridad en todos sus aspectos. Seguridad y policía, justicia, sistema penitenciario, forman un
todo indisoluble difícil de separar para nosotros. Esta interpretación de la seguridad como algo
propio del sistema de control social formal tiene su origen en el propio fundamento de nuestras
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sociedades en las que el uso de la fuerza es una competencia que se reserva el Estado en
régimen de monopolio, de tal manera que solo el Estado está legitimado para utilizar la fuerza.
Sin embargo en los últimos años se ha ido desarrollando una concepción que ha llevado a la
creación de un auténtico mercado de la seguridad. A pesar de ser una competencia del Estado,
quien ha tenido dinero o recursos suficientes para pagarse su propio sistema de seguridad lo ha
hecho acudiendo a empresas de seguridad privada, que por cierto han tenido un abrupto
crecimiento exponencial en los últimos años.

a. Privatización de la seguridad

En nuestra región, la aparición de empresas de seguridad es decir, la progresiva privatización de


la seguridad, formó parte de un fenómeno mundial que se ha ido acelerando en progresión
geométrica. En Estados Unidos por ejemplo, las empresas privadas de seguridad superan en
mucho los servicios públicos existentes. Lo mismo sucede en España, Inglaterra, Francia y en
general en el resto de países de nuestro entorno cultural. Respecto de Latinoamérica, la
privatización ha seguido unas pautas de desarrollo muy parecidas a las de otros países: El
mercado define que es seguridad y los instrumentos apropiados para garantizar los estándares
que el ciudadano medio estima aceptables. Naturalmente al dejar en manos del mercado esta
definición se produce un hecho inevitable: los niveles aceptables de seguridad y los métodos de
protección son establecidos por quien tiene recursos suficientes como para influir realmente en
la evolución de la respuesta a los problemas de inseguridad.
Como bien dice Mark Moore, corremos el riesgo de generar una situación en la que quien tenga
recursos suficientes para pagarse su propia seguridad conseguirá unos niveles adecuados y lo
que es más importante acordes a una manera de entender la seguridad relacionada con la
realidad social más que con las definiciones oficiales. Quien puede pagarse su propia seguridad
define exactamente qué tipo y qué cantidad de seguridad quiere. Y por el contrario, quien no
pueda pagarse su propia seguridad deba conformarse con unos servicios públicos de seguridad
conformados por cuerpos policiales desmotivados, superados por la realidad delincuencial y
escasamente preparados para responder a esas demandas sociales. En otras palabras existe la
posibilidad de crear dos tipos de seguridad: Una privada para quien pueda pagarla y otra pública
de menor calidad para atender las necesidades del resto. Es decir, un servicio de seguridad para
los ricos y otro para los pobres. Podría incluso llegar a hacerse realidad aquella vieja concepción
decimonónica de la policía como una institución reclutada entre los pobres con la misión de
controlar a los pobres.
Ahora bien, el origen de esta situación está sin embargo en una interpretación de la seguridad
basada exclusivamente en el miedo. Le pedimos a la policía que sea capaz de defendernos
contra un supuesto enemigo. Pedimos a los poderes públicos que sean capaces de defender
nuestra integridad física, nuestros bienes materiales, nuestros bienes jurídicos en general.
Asumimos nuestra propia seguridad como algo ajeno a nuestra propia responsabilidad. Es el
Estado el que tiene que garantizarnos unos niveles adecuados de seguridad. Esta realidad se da
también en otros campos como por ejemplo la salud, o la educación. Se exige del Estado que sea
capaz de garantizar nuestra salud y nuestra educación. No soy yo el responsable de mi educación
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o la de mis hijos, ni de mi salud, ni de mi seguridad sino el Estado. Sin embargo la posibilidad de


que el Estado se convierta en el garante de nuestra seguridad, nuestra salud, o nuestra
educación es cada vez más improbable. No solo porque se ve superado por la realidad, ya que
los recursos de que dispone son claramente insuficientes para responder con éxito a las
demandas cada vez más numerosas de seguridad. Sino básicamente porque anularía la libertad
humana en el sentido de que cada persona tendría un custodio que supervisara su accionar
cotidiano. El Estado se ve así enfrentado a unas demandas de seguridad (como también en
parte sucede en salud y en educación) en las que no hay posibilidad de dar respuesta a las
demandas reales de la población.

b. Rol de la policía ante las nuevas demandas

Si hacemos un poco de memoria, años atrás, la existencia de la policía no era cuestionada,


precisamente porque servía para garantizar nuestra seguridad. En la medida en que la policía
luchaba contra el delito nos ayudaba en los momentos de crisis y emergencias, en la medida en
que mantenía el orden público o respeto de la ley la policía debía existir y aunque algunas veces
fuese vista con una cierta reticencia y aceptada muchas veces como un mal menor lo cierto es
que la existencia de los cuerpos policiales se veía legitimada por sus propias funciones. Sin
embargo a medida que la demanda de seguridad se va haciendo cada vez más compleja y
relacionada no con un supuesto enemigo, sino con un contexto macroeconómico y social
caracterizado, (fundamentalmente desde la gran recesión económica de fines de los noventa y
que pese a todos los esfuerzos todavía persiste) por distintas formas de conflictividad social. En
esa medida pues la policía deja de tener un claro enemigo contra el que luchar enfrentándose a
la necesidad de convertirse en un agente de integración social, en un educador cívico, en un
mediador ante los conflictos sociales. En ese momento la policía empieza a verse desbordada
por la realidad y su rol comienza a ser cuestionado.
Consecuentemente las críticas a la policía se hacen más frecuentes, lo que se traslada a una
cierta sensación de fracaso de los cuerpos policiales.
El problema sin embargo no lo constituye la menor o la mayor eficacia de la policía al
enfrentarse al delito y a los infractores en general. El problema de fondo es que lo que hoy
pedimos a la policía cuando hablamos de seguridad, no es que se convierta en nuestra frontera
azul capaz de proteger a los buenos contra los malos, sino que se nos garantice nuestra
seguridad independientemente de cuál sea la amenaza real para la misma. Por tanto, la
seguridad hoy concebida de manera amplia no es ya competencia exclusiva de la policía, sino de
muchos más agentes sociales, que comienzan a intervenir. De hecho no se puede hablar hoy de
seguridad como algo relacionado exclusivamente con el delito.
A lo largo del siglo XIX las demandas sociales de seguridad estaban relacionadas en general con
la seguridad física de las personas, el miedo principal, los riesgos para la seguridad vividos más
intensamente eran aquellos que ponían en peligro nuestra seguridad física. A lo largo del siglo
XX sin embargo pudimos comprobar cómo esa demanda de seguridad física fue dejando paso
progresivamente a otra cada vez más intensa de seguridad de los propios bienes. Sin que se
produjera una disminución de la preocupación que podía representar para nuestra seguridad
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toda amenaza a nuestra seguridad física, lo cierto es que las principales demandas relacionadas
con la seguridad pasaron a ser a lo largo de todo el siglo XX las relacionadas con los bienes
públicos. De hecho no es que aumentaran los delitos o los problemas relacionados con la
propiedad, sino que se fue cediendo la responsabilidad en la resolución de los conflictos de este
tipo a la administración pública.
A lo largo del siglo XXI está apareciendo un fenómeno que ya se apuntó a los finales del siglo XX
consistente en que las demandas de seguridad se relacionan cada vez más con la calidad de vida,
con la convivencia en definitiva con nuestra vida en sociedad. Temas como el medio ambiente, la
conflictividad social, la movilidad, son algunos de los problemas que cada vez más el ciudadano
percibe como amenazas para su propia seguridad. Sin embargo, la policía tradicional carece de la
formación profesional para dar respuesta adecuada a todos estos problemas, el ciudadano
medio se queja cada vez más de la falta de seguridad y el policía sin embargo no tiene fáciles
respuestas para solucionarlo de hecho en gran parte de las ocasiones el mismo sistema penal se
demuestra insuficiente para dar respuesta a estas problemáticas. Todos estos factores juntos: la
paulatina asunción del individuo en la responsabilidad de asumir su propia seguridad, la mayor
relación de la seguridad con elementos propios de la calidad de vida; la inexistencia de un
enemigo contra el que luchar son algunos de los elementos que nos explican la crisis de
identidad que podemos observar en la mayoría de cuerpos policiales de nuestro entorno
cultural.
Por todo lo expuesto, comprobamos que cada vez más la seguridad y la gestión de los riesgos
van dejando de ser una materia reservada a los aparatos de control social formal, especialmente
la policía, para pasar a constituirse en el eje vertebrador de un trabajo interdisciplinario abierto a
multitud de campos del conocimiento y a diferentes agentes sociales.
De a poco estos temas se van convirtiendo asimismo en un referente ocupacional para un
conjunto de nuevas profesiones y de nuevas ocupaciones que se van configurando alrededor de
la seguridad y la gestión del riesgo. Los criterios generales y los requisitos específicos con los que
se van estructurando esas nuevas profesiones dependen del entorno y la sociedad en la que
aparecen, pero en todos los casos subyace en ellos una concepción diferente de la
tradicionalmente imperante en la manera de abordar y gestionar la seguridad.
Esta evolución de la sociedad en general y la mayor demanda de calidad de vida por parte de los
ciudadanos, junto al resto de factores expresados, está comportando, durante los últimos años,
que las administraciones públicas deban adaptarse a una nueva realidad a fin de poder dar
respuesta a la creciente exigencia de seguridad en su sentido más amplio y no relacionado
exclusivamente con la persecución del delincuente.
De hecho, la población exige que la administración contribuya, no ya a perseguir y atrapar a los
posibles delincuentes, si no a garantizar que los delitos, las infracciones, las molestias a la
convivencia, no se produzcan.
Esto provoca naturalmente la modernización de las estructuras; la orientación del servicio hacia
la resolución de los problemas; la máxima proximidad al ciudadano; la búsqueda permanente de
la calidad en la prestación del servicio; constituyéndose estos en requisitos indispensables para
cualquier Administración Pública moderna.
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En este sentido, se van estableciendo las líneas generales de actuación que configuran la
creación de esos nuevos puestos de trabajo relacionados con la seguridad que mencionamos. No
se trata ya de reaccionar adecuadamente a los problemas de inseguridad ya producidos, si no a
la Prevención de los mismos. El sistema penal entonces, pasa a ser un elemento más, pero no ya
el único, y en muchos casos ni siquiera el más importante. La prevención implica otro tipo de
actuaciones mucho más interdisciplinarias y centradas en evitar la aparición del conflicto. De
hecho se habla especialmente de desjudicializar el conflicto, actuando antes de que entre de
lleno en el ámbito penal.

c. La seguridad integral y la generación de nuevas profesiones

Así, vez más, la seguridad y la gestión del riesgo, van dejando de ser una materia reservada al
ámbito penal y la policía, para pasar a constituirse en el eje vertebrador de un trabajo
interdisciplinario abierto a multitud de campos del conocimiento y a diferentes agentes sociales.
Los criterios generales y los requisitos específicos con los que se van estructurando esas nuevas
profesiones son situacionales, dependen del entorno y la sociedad en que aparecen, pero en
todos los casos subyace en ellos una concepción diferente de la tradicionalmente imperante, en
la manera de abordar y gestionar estos temas.
Los avances en la creación de las policías municipales de prevención en Argentina, constituyen
algunos ejemplos de nuevas figuras ocupacionales que se caracterizan por su proximidad a la
sociedad, su ámbito municipal de actuación, su carácter preventivo y mediador, su búsqueda de
las causas antes que los efectos, y el carácter plenamente civil y no policial.
En cada provincia que uno visita y más precisamente en cada municipio, se visualiza agentes
locales como caminantes, protectores de los espacios públicos, control urbano, etc. auténticos
preventores de asistencia comunitaria. Todos estos casos pueden ser englobados en la familia
profesional de servicios a la comunidad y personal. Lo mismo sucede con otras figuras
ocupacionales que se van configurando como los técnicos en prevención situacional, los técnicos
en mediación de conflictos sociales, los técnicos en gestión integral del riesgo, constituyen un
vivero potencial de nuevos puestos de trabajo configurados alrededor de la prevención y la
resolución de conflictos relacionados con el riesgo, la seguridad, la convivencia y la vida en
sociedad.
Todas estas nuevas profesiones deben velar por el mantenimiento del orden Urbano, pero
aunque su función implica participar activamente en el control social, no son policías al menos al
estilo clásico. De hecho normalmente ni siquiera portan armas, pues su principal herramienta es
la prevención, y por lo tanto el análisis, el estudio de las situaciones, la movilización de recursos,
en suma, la inteligencia.
La intercomunicación y coordinación de los agentes de prevención con las policías provinciales
es alta, incluso la policía avanza también hacia una cierta sectorización en áreas, a fin de
mantener a los policías y sus vehículos en un mismo sector, todo ello facilita la coordinación,
pero se trata de campos de actuación muy diferenciados. Para los agentes la prevención
constituye el autentico fundamento de su propia existencia.
Estos cuerpos sirven para que los vecinos canalicen sus demandas, a partir de su fuerte
presencia en los barrios. De hecho, los agentes se van convirtiendo en el área de los municipios
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con mayor espacio de contacto con los vecinos. En algunos casos poseen un ámbito físico de
funcionamiento bien identificado, lo que facilita ese contacto. La relación con el vecino es muy
fluida, y con ello su posibilidad de realizar acciones preventivas auténticamente eficaces.
Por su propia función están muy integrados en el territorio, y compenetrados con la población.
Los vecinos saben cómo ponerse en contacto con ellos y conocen sus zonas de recorrido o
patrulla. Los Agentes de Prevención Comunitaria, son una especie de amortiguador entre el
vecino y la administración, y constituyen un cuerpo con presencia permanente en la vía pública.
Mantienen una fuerte relación con otras áreas como: Tránsito, Inspección General,
mantenimiento, alumbrado y limpieza e higiene de vía pública, y otros similares, pero con sus
propias funciones, competencias, y normas de actuación.
Los eventuales conflictos deben encontrar su solución en las políticas de prevención y de
inclusión social, así como en la concepción y organización del espacio público. La búsqueda de
calidad de los espacios físicos puede ayudar a garantizar mejor la seguridad de las personas. Los
espacios públicos de esparcimiento y de comercio deben ser espacios de encuentro, amigables y
sustentables. Las políticas públicas de seguridad van dirigidas a la obtención de ciudades
hospitalarias y habitables. Lo que en definitiva resulta un proceso dinámico de construcción de
ciudadanía con un estado presente, recreando las herramientas de abordaje de la inseguridad de
manera continua.
Se trata de rechazar cualquier estrategia extremista para erradicar los conflictos. Ha de
potenciarse que desde la legalidad y la solidaridad, se transforme la violencia y el miedo en
motivo de desarrollo social, en tolerancia hacia los demás. Esto implica una nueva manera de
acercarnos al tema de la seguridad, atendiendo a sus causas más que a sus consecuencias.
Analizando la situación en que se produce y trabajando interdisciplinariamente en la búsqueda
de alternativas.
La inseguridad no es simplemente el temor al robo o a la agresión. Puede nacer también del
riesgo provocado por el tránsito, por un entorno nocivo o precario y, sobre todo, por el temor a
no disponer de un servicio público que ayude en la prevención o facilite el apoyo necesario
cuando se ha sido víctima del delito. Solo podrá reforzarse ese sentimiento de seguridad si se
aborda, en conjunto con todos los ciudadanos, la gestión colectiva de las inseguridades reales,
de las inquietudes y de los problemas sociales. Parte de la respuesta se encuentra en esta
participación de todos.
Está demostrado ya que la seguridad urbana no está ligada únicamente a las cuestiones
relacionadas con la criminalidad, sino que también está ligada a los problemas de salud pública,
salud laboral, de medio ambiente, de urbanismo, de desigualdades crecientes en el acceso a los
recursos, de los conflictos de intereses en la división y el uso del espacio, de las pautas de
convivencia imperantes. Los ciudadanos no quieren que los maten ni los roben pero tampoco
quieren intoxicarse con comida en mal estado, ni pasarse la noche despiertos por los ruidos
molestos de locales bailables, ni que sus hijos sean acosados en la escuela por compañeros o
maestros, ni que le roben su identidad a partir de el uso de su tarjeta de crédito, ni que hackeen
su cuenta de correo electrónico, etc. El concepto de seguridad es integral, dinámico y ni siquiera
tiene que ver solo con cuestiones estrictamente fácticas y físicas.
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Aparecen como dijimos nuevos profesionales de la seguridad, y se generan nuevas perspectivas


y valores relacionados con la seguridad en otras actividades y ocupaciones. Pero en todos los
casos se plantea la seguridad con unas características diferenciales respecto del viejo concepto
de la seguridad como algo relacionado exclusivamente con el sistema penal. Estas características
como es lógico, también van incidiendo positivamente en la cultura ciudadana pero también en
la cultura organizacional de los Cuerpos Policiales, pudiéndose comprobar que cada vez más, la
seguridad, tanto cuando es tratada por las nuevas profesiones como por la Policía tradicional,
presenta indicadores valiosos de eficiencia y eficacia en la gestión:

1. Potenciación de la interacción del tejido social con un trabajo basado en la


interdisciplinariedad y la proximidad.
2. Orientación a la excelencia, a la resolución de problemas, y a la atención de la demanda
ciudadana todos los conflictos de seguridad que surgen en los diferentes campos.
3. Optimización de los recursos disponibles orientando su uso de la manera más eficiente
posible según las necesidades.
4. Profesionalidad basada en sistemas de capacitación dinámica y continua vinculada al
entorno geográfico y social.
5. Orientación a la detección temprana de las amenazas para actuar evitando los eventos
adversos (no reactiva).

Una verdadera política pública de seguridad debe potenciar la comunicación permanente entre
los ciudadanos y la Administración en todo lo referente a la convivencia y la seguridad. Los
canales de comunicación formales e informales deben ser de ida y vuelta, promovidos y
monitoreados por todas las áreas de gestión municipal. Se reclama cada vez más la participación
activa de los directores de los centros escolares, los integrantes de foros y asociaciones
ciudadanas, y en general de todos los vecinos, alumnos, comerciantes, u otro personal, que
mejor puedan conocer y transmitir la problemática que puede producirse en el territorio.
La intervención en problemas de convivencia vecinal, así como los de la pequeña delincuencia,
constituyen sin duda el núcleo básico de actuación en calidad de vida. Conflictos por ruidos,
molestias, ocupaciones de la vía pública, etc. configuran una serie de situaciones en las que se
enfrentan personas o colectivos de intereses contrapuestos que aunque puedan ser legítimos,
generan conflictos que pueden derivar en auténticos problemas sociales que afecten
notablemente la calidad de vida del ciudadano.
Conflictos entre clientes de locales nocturnos y vecinos que desean dormir, personas que se
sienten molestadas por sus vecinos, pequeños delitos, etc. Son todos ellos casos en los que se
puede prevenir la inseguridad actuando antes de que efectivamente se esté produciendo el
conflicto.
El entorno urbano constituye el punto de encuentro de la comunidad, es mucho más que un
lugar de paso. En el espacio público se producen gran número de las interacciones sociales y se
percibe directamente el nivel de integración social predominante.
Un entorno degradado contribuye decisivamente a generar sensaciones de inseguridad,
disminuye la calidad de vida y provoca el alejamiento de éste, motivo por el cual indirectamente,
potencia el aislamiento y la insolidaridad ciudadana.
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Es por tanto fundamental, que se preste la máxima atención a las relaciones y conflictos
producidos en los espacios públicos, detectando los puntos negros de degradación, o las zonas
potencialmente inseguras, y adoptando medidas preventivas que faciliten un entorno integrado
y agradable.
La Administración no solo tiene que ser capaz de responder a las situaciones conflictivas cuando
el conflicto ya se ha generado, sino que se tienen que prever estos conflictos potenciales antes
de que se produzcan y proponer o adoptar las medidas oportunas. Esto implica un elevado
conocimiento del entorno y de las dinámicas sociales que en éste se producen. Los espacios o
puntos de encuentro interpersonal, como plazas, jardines, parques, etc. implican la confluencia
en el mismo lugar de colectivos diferentes que comparten un mismo bien territorial. Jóvenes
para los cuales constituye su punto de reunión junto con ancianos que desean la tranquilidad de
un espacio abierto; propietarios con perros que les acompañan en sus ejercicios diarios,
mezclados con niños jugando en los mismos espacios. Todo esto genera la necesidad de prever
suficientemente los posibles conflictos que pueda generar el uso del mismo espacio por
colectivos diferentes.
La detección de puntos negros (espacios con índices de inseguridad percibida superior a los
normales, territorios degradados, sucios o mal utilizados), constituyen uno de los principales
objetivos de cualquier profesional relacionado con la seguridad.
La obligatoria suma de sinergias a la que toda Administración pública debe responder, hace
imprescindible que en aquellos temas relacionados de alguna manera con la seguridad, se
potencie el trabajo interdisciplinario y la coordinación interdepartamental.
La función de prevención es la primera que se debe desarrollar en los agentes para anticiparse a
las situaciones y aportar soluciones en los momentos oportunos. Hay que conocer todos los
hechos y trabajar para que en cada momento se esté lo más cerca posible de la realidad. En
seguridad, solo vale la Prevención. Cualquier otra cosa que no evite la comisión del hecho está
relacionada con la justicia, el orden, o cualquier otro elemento similar, pero no con la seguridad,
de la que solo podemos decir que existe cuando el delito, la agresión, no se produce. Seguridad
por lo tanto no es hoy igual a Policía, si no a prevención, y el profesional que consigue una mayor
legitimidad social en este campo no es ya el que más delincuentes detiene, si no el que más
delitos evita

2. La Gestión Integral de los Riesgos

La Gestión de los Riesgos tuvo su apogeo a finales del siglo pasado, cuando el sociólogo alemán Urich
Beck escribe “La sociedad del riesgo global”. A partir de la hipótesis de que los riesgos son en gran
medida antrópicos, es decir producidos por el hombre, y que los progresos en el ámbito de la ciencia y la
tecnología han sido gigantes y de la misma manera que los mismos en su gran mayoría redundan en un
mayor progreso y mejora en la calidad de vida de las personas. También son generadores de riesgos. El
avance científico comienza a ser valorado no solo por sus aciertos sino por sus consecuencias no
deseadas. Esta exposición de la humanidad a nuevos riesgos muchas veces ni siquiera evaluados
previamente, obliga a repensar los límites de las investigaciones fundamentalmente a partir del análisis
pormenorizado de las consecuencias. Al disolverse los contornos de la sociedad industrial se impone,
según Beck, un cambio de lógica: la producción de riesgos pasa a dominar sobre la producción de
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riqueza, pues las amenazas que surgen de los nuevos escenarios cruzan el umbral fronterizo de los
estados nacionales y no afectan a ninguna clase específica: “mientras que en la sociedad industrial la
“lógica” de la producción de riqueza domina a la “lógica” de la producción de riesgos, en la sociedad del
riesgo se invierte esta relación. Al contrario que los riesgos empresariales y profesionales del siglo XIX,
los nuevos riesgos no se limitan a lugares y grupos, sino que contienen una tendencia a la globalización
que no respeta fronteras. Al reparto de bienes de la época industrial le sucede el reparto de riesgos
asociados de la globalización. Es muy común ver que los riesgos suelen valorarse solo físicamente sin
tener en cuenta el componente social, dado que la vulnerabilidad social es difícil de evaluar en términos
cuantitativos. Esto no significa que no sea factible analizar la vulnerabilidad en forma relativa o mediante
indicadores o índices, lo que permite considerar riesgos relativos que habiliten a la toma de decisiones y
a la definición de prioridades. A la luz de distintos pensadores y estudiosos del riesgo en la historia
reciente, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que el riesgo es una decisión humana. Por tanto no
es ni buena ni mala, es una decisión, que como toda decisión va acompañada siempre de un grado de
incertidumbre. Los riesgos entonces no son ni buenos ni malos, los que si son negativos o dañosos son
los eventos adversos. La gestión de los riesgos de algún modo promueve el conocimiento exhaustivo de
los riesgos, amigarse de ellos, reconocerlos para planificarlos. Como el riesgo es connatural al hombre, es
parte de la condición humana (el riesgo cero no existe) tanto que el solo hecho de vivir implica en si
mismo tomar riesgos, como cruzar la calle o encender un artefacto eléctrico o prender una hornalla de
gas. Si hubiera que eliminar los riesgos de manera taxativa, no podríamos vivir… Por tanto lo importante
no es la eliminación sino la opción a tomar y la gestión de los mismos. Los riesgos nunca deben quedar
fuera de control.

a. Seguridad Humana
A la luz de de lo escrito en puntos anteriores se tiene una aproximación del concepto de
seguridad integral basado en la “seguridad humana”, por ende seguridad humana y seguridad
integral están identificadas en el desarrollo del trabajo. Toda vez (independientemente de la
ideología y de las convicciones filosóficas de cada uno de nosotros), que el concepto de
hombre es amplio y universal y expresa una gran cantidad de aspectos, los cuales se identifican
en esa unidad sustancial que consideramos a la persona humana. En este caso,
particularmente, desde la perspectiva de sujeto social, fundamentalmente, desde las visiones
epistémica y antropológica.

La expresión de seguridad humana fue utilizada por primera vez en 1994 por la ONU en uno de los
informes anuales, en el marco del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Ese informe fue el inicio de una reflexión mundial acerca de las nuevas dimensiones de la
seguridad humana. Hoy es un concepto que ha sido incorporado y aceptado de manera universal
para definir el carácter multidimensional – interdependiente – universal y preventivo. Que
trasciende la presencia o ausencia de conflictos armados, refiriendo a la seguridad en su sentido
más básico a la vida y la salud integral de las personas. El informe comienza definiendo este nuevo
enfoque: “Actualmente para la mayoría de las personas el sentimiento de inseguridad se debe
más a las preocupaciones acerca de la vida cotidiana que al temor de un cataclismo en el mundo.
La seguridad en el empleo, la seguridad en la salud, la seguridad en el medio ambiente, la
seguridad respecto al delito: son éstas las preocupaciones que están surgiendo en el mundo
acerca de la seguridad humana”. Señala además, una de las características que definen la nueva
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naturaleza de los temas relacionados con la seguridad: la interdependencia. “La seguridad


humana es pertinente a las personas en todo el mundo en países tanto ricos como pobres. Tal vez
las amenazas a su seguridad sean distintas – el hambre y la enfermedad en los países pobres y los
estupefacientes y el delito en los países ricos- pero estas amenazas son reales y van en aumento.
Algunas son comunes a todos los países, como la inseguridad en el empleo y las amenazas al
medio ambiente”. “Cuando la seguridad de las personas es atacada en cualquier parte del mundo
es probable que todos los países resulten involucrados. La desintegración social, el terrorismo, la
contaminación y el tráfico de estupefacientes, ya no son acontecimientos aislados y confinados
dentro de las fronteras nacionales. Pero, incluso cuando no repercutan directamente los medios
de comunicación la imponen a nuestra conciencia”.
Manifestando por último la conveniencia de adoptar un enfoque preventivo, adelantándose a los
problemas antes que los mismos se susciten: “La mayoría de las personas comprenden
instintivamente el significado de la seguridad. La seguridad significa estar libres de las constantes
amenazas del hambre, la enfermedad, el delito y la represión. También significa protección contra
perturbaciones repentinas y perjudiciales en la pauta de nuestras vidas cotidianas, ya sea en
relación con nuestros hogares, nuestros empleos, nuestras comunidades o nuestro medio
ambiente”.
El concepto de seguridad desde el punto de vista filosófico se puede afirmar que no se trata de un
concepto unívoco, por el contrario, es análogo. Ello implica que puede adquirir distintas
significaciones sin perder su especificidad. De hecho en este trabajo práctico se abordan distintas
interpretaciones en relación a diferentes contextos históricos y sociopolíticos, que desde una
perspectiva situacional, enriquecerán el concepto de seguridad desde una concepción
estrictamente antropocéntrica.
Y cuando se habla del antropocentrismo de la seguridad se refiere a la centralidad del hombre, en
todas sus dimensiones. Se trata del hombre cotidiano, del ciudadano común que se encuentra
asediado por gran cantidad de amenazas que no siempre son las explosiones, ni los atentados, ni
los atracos, ni las catástrofes naturales. Hay una gran cantidad de riesgos, muchos de los cuales
revisten la categoría de antrópicos, es decir que son generados por el propio hombre. Hoy hablar
de seguridad es hablar de contaminación ambiental, de movilidad sustentable, de accesibilidad,
de espacios públicos y entornos urbanos amigables, de eventos generadores de masiva
concurrencia, de higiene urbana, de enfermedades infectocontagiosas, de adolescencia y
nocturnidad, de alcohol, de drogas y adicciones en general, de violencia de género, familiar,
escolar, de acoso, de embarazos precoces, de falsificación documental, de discriminación, de
salud pública, de alimentación, de riesgos informáticos y tecnológicos, etc.
Esta simple descripción enumerativa, da una idea de que la seguridad en sentido amplio, la
seguridad integral centrada en el hombre, ya no tiene que ver tanto con la existencia de un
supuesto enemigo, sino más bien con los problemas de la cotidianeidad ciudadana. Tal como lo
hemos expresado en puntos anteriores, a finales del S. XX, comenzó a tomar consistencia una
demanda ciudadana creciente vinculada a los derechos humanos fundamentales y a la calidad de
vida. Pero, la seguridad tal como lo plantea la ONU no es competencia exclusiva del Estado (la
policía), sino de una gran cantidad de agentes sociales que intervienen en ella.
Con solo analizar la cantidad de muertos por accidentes de tránsito en nuestros países, nos
daremos cuenta de la gravedad de la pandemia. Se debe imperiosamente trabajar para disminuir
el número de víctimas de la inseguridad vial; con ello disminuirán otros riesgos asociados y se
conseguirá una seguridad integral y humana que se trasuntará en una verdadera cultura
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ciudadana de la prevención, donde el respeto a los derechos humanos más elementales como el
derecho a la vida, a la salud y a la integridad física y moral estarán garantizados. La nueva
sociedad del riesgo trae esta nueva concepción de la seguridad: es la protección integral en todos
los campos donde se detecta un riesgo o peligro para el ciudadano. Con perspectiva histórica hay
que señalar que han sido los movimientos ciudadanos, y no el Estado, los que vienen liderando
esta concepción de la seguridad preventiva y del riesgo. En las sociedades avanzadas la
construcción del concepto acuñado por Naciones Unidas de “seguridad humana” está dando un
sentido integral y más completo de toda esta ingente emergencia de nuevos derechos y valores
que se implantan y que dan un nuevo sentido y rol al Estado y a los movimientos comunitarios.

b. Teoría Social de los riesgos


Cuando repasamos los antecedentes del concepto de tratamiento de riesgos, nos detuvimos
principalmente en su interpretación como evento extraordinario y como hecho dado que debía
abordarse. Es decir que la gestión del riesgo era pensada como gestión de las emergencias. Una
visión básicamente reactiva. Actuar después que ocurre el evento adverso. Lo cual claro que no
está mal, debe hacerse. En este devenir histórico fue paulatinamente tomando cuerpo el
concepto de prevención. Al principio era solo un dato, y se dedicaba todo el esfuerzo a la
mitigación, contención y restablecimiento a las condiciones anteriores al evento. Es decir lo
importante era “apagar el incendio”. Luego se fue visualizando que también había que hacer
hincapié desde lo preventivo, pero orientado a la ocurrencia del fenómeno adverso, es decir
sucederá indefectiblemente, por ello se debe estar preparado. Relegando la prevención este
sentido, a una preparación técnica para actuar durante el desarrollo del incidente, accidente o
siniestro. Se fueron cristalizando las tres etapas clásicas en el tratamiento de los riesgos, a
saber: antes - durante - después. Ubicándose a la prevención lógicamente en el “antes”. Ante
el fracaso de la prevención, se sucedían las otras dos etapas.
A medida que se fue analizando y avanzando en la fenomenología del riesgo y sus implicancias,
se fue percibiendo de manera más precisa el grado de complejidad, y la consiguiente necesidad
de abordar el mismo de manera interdisciplinaria. Fue así que la gestión de los riesgos fue
gestándose y convirtiéndose en la actualidad en una actividad esencialmente humana y un
componente indispensable de toda construcción social. La prevención ha dejado de ser el
discurso para los niños de la escuela, para pasar a ser el contenido transversal de la gestión
cotidiana de los riesgos. Hoy en día son escasos los autores que identifican todavía a la
prevención en esa histórica primera etapa. La prevención es el denominador común de todas
las etapas. La gestión integral de los riesgos estudia profundamente los eventos adversos ya
sucedidos, sus causas y las condiciones que los hicieron posibles, al efecto de que las mismas
no vuelvan a suceder. Siempre como se ve, está la prevención. Lo importante de un accidente,
siniestro, catástrofe o incidente no deseado es precisamente eso: que no vuelva a suceder. La
prevención ha dejado de ser un discurso bonito para convertirse en un modo de pensar y de
hacer. Un modo diferente de percibir la realidad y abordar los desafíos diarios. Los enfoques
preventivos son proactivos no tienen su origen en el temor, más bien lo tienen en la esperanza.
No se puede prescindir de la prevención porque no se puede vivir sin riesgos. El riesgo cero no
existe; claro que es una excelente hipótesis de trabajo.
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Si bien la prevención se manifiesta en acciones concretas, no es un una acción concreta, no es


un procedimiento. La prevención es la cultura que tiñe toda nuestra actividad. Por ello
insistiremos a lo largo del curso en que solo el advenimiento de una cultura de la prevención
será la garantía de calidad de vida para todos los ciudadanos.
Cuando decimos que la prevención es el contenido transversal de la gestión integral de los
riesgos de ningún modo queremos expresar que los abordajes reactivos de las emergencias o
desastres o policiales en la acción contra el delito, son equívocos. Por el contrario, también son
estrictamente necesarios y conforman todos ellos el abordaje integral de los riesgos en todas
sus etapas. Lo que aquí decimos es que también en esos abordajes y tratamientos reactivos
debe estar presente el enfoque preventivo: siempre se actúa previniendo, es decir orientando
la acción a la no repetición del evento. La represión o la reacción por sí mismas, no tienen
sentido. El sentido se lo da la prevención. Lo que aquí se menciona como eje transversal lo es
en todas las intervenciones en gestión de riesgos. Si bien todavía el concepto de Gestión de
Riesgos está asociado casi exclusivamente a la gestión de los desastres, cada vez más se
extiende a lo que llamamos riesgos sociales, habituales, domésticos, diarios, que implican
decisiones constantes en donde los individuos eligen y definen su historia personal y van
construyendo su futuro. Fueron los riesgos tecnológicos, producto de los avances científicos,
los que dispararon la alarma y alertaron sobre la vulnerabilidad de la población ante la
intangibilidad de los mismos. Riesgos producidos por el propio hombre, no directamente, sino
como consecuencias del desarrollo y el progreso hacia el bienestar y la calidad de vida. Y esos
riesgos físicos unos, e invisibles otros, son los que nos llegan e inciden en nuestra sociedades y
nos obligan a una reflexión constante. La gestión del riesgo no se delega, forma parte del
universo de cada uno de nosotros. Claro que las responsabilidades en esta materia son
distintas. La seguridad pública se construye día a día y depende fundamentalmente del
compromiso de cada uno. El Estado tendrá la responsabilidad de transformar sus agencias de
gestión en agencias preventivas, creando las herramientas institucionales de participación
comunitaria que legitimen las políticas de promoción y desarrollo a instrumentar. Pero también
cada uno de los ciudadanos debe hacer su aporte. Ponemos como ejemplo en este sentido la
anomia generalizada por parte de los ciudadanos respecto a la conflictividad en la movilidad
pública. No es un problema de falta de conocimiento de las leyes, sino el incumplimiento de las
mismas. Todos sabemos que no debemos cruzar una calle con luz roja en el semáforo, y sin
embargo lo hacemos, tanto peatones como conductores…poniendo en riesgo nuestra vida y la
de otras personas con nuestra actitud. Como dijimos no es un problema de falta de
conocimiento de la legislación vigente, o sea que no se soluciona con educación vial. Más bien
es un problema de comportamiento urbano. Nos movilizamos y manejamos como somos. Es
un problema cultural que por supuesto no exime de responsabilidad individual, pero que debe
ser tratado en el marco de políticas públicas de gestión integral del riesgo. Este ejemplo es un
modo ilustrativo de cómo la prevención forma parte del contenido transversal del abordaje de
los riesgos cotidianos y no se restringe a solo a cuestiones instrumentales y operativas.
Del mismo modo que dimos un ejemplo que a partir de su connotación negativa, nos
demuestra la importancia de la gestión del riesgo, también daremos un ejemplo opuesto.
Estamos percibiendo desde unos años atrás un avance en la conciencia ciudadana de la
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importancia de la prevención en la salud pública. Las personas cada vez son más conscientes de
ello y es común que acudan a los médicos para chequeos anuales. Está asumiéndose
culturalmente la importancia de la prevención en la salud, a partir del convencimiento de que
la detección temprana de enfermedades mejora sustancialmente el tratamiento de las mismas.
Esto mismo debiera suceder en todos los ámbitos de nuestra vida y sin embargo a nadie se le
ocurre llamar a un electricista una vez al año para que revise la instalación eléctrica de su
vivienda…¿para qué hacerlo si todo funciona bien?...lo que, aplicado al ejemplo anterior sería:
¿para qué concurrir al médico si no me duele nada?... Esta cultura de la prevención es la que
debe instalarse en la sociedad. Claro que no es tarea fácil ni de unos pocos. De todos modos los
países tienen sus regímenes reguladores como ya vimos y de alguna manera condicionan el
acceso de productos a sus mercados a mecanismos que garantizan la calidad de los mismos, no
solo en su resultado sino también en todos sus procesos de elaboración. Lo mismo sucede con
todo lo que se mueve. La seguridad es un valor superlativo en los tiempos que corren. Se
vende y se compra seguridad en cada producto. La seguridad es una demanda ya estandarizada
que no podemos obviar, por ello esa seguridad debe estar garantizada. Estos indicadores
puntuales reflejan de algún modo el crecimiento cualitativo de la demanda mundial respecto a
los riesgos. Queremos decir con esto que la gestión de los riesgos no es una elección, sino una
imposición claramente generada y establecida por una demanda cada vez más exigente. La
versatilidad del término y la importancia que el mismo tiene en la filosofía de la Gestión
Integral del Riesgo nos impele no solo a exigir lo bueno y deseado, sino a trabajar en la no
ocurrencia de lo malo y no deseado.
Insistimos nuevamente en una premisa que consideramos esencial cuando ponderamos la
prevención situacional. Debe ser proactiva, orientada a la mejora y a la satisfacción ciudadana
cada vez más exigente en la ponderación de la calidad de los servicios. Es decir que no es el
temor a lo no querido ni a lo desconocido el motor que la impulsa. Esto es importante en una
sociedad como la nuestra en la que la inseguridad genera temor y las personas se esconden, se
ocultan, se encierran. Cada vez hay más rejas, más persianas cerradas. Claro que es
comprensible dicha actitud, no podemos dejar de comprenderla. Pero el riesgo debe ser
abordado no solo desde la perspectiva de la vulnerabilidad, sino también desde las amenazas
existentes. Justamente el tema que tocamos de la prevención del delito es uno de los más
complejos, debido a la gran cantidad de factores que intervienen y lo multicausal de su origen
social. No se soluciona el problema eliminando los delincuentes, sino trabajando sobre las
causas que producen que las personas delincan. Ciertamente también se deberá actuar
duramente con quien viola la ley. Pero el problema no desaparece con más cárceles ni
detenidos. Debe actuarse sobre las causas sociales que lo producen, por ello el tema no es
estrictamente policial, es un problema de políticas públicas a mediano y largo plazo, que
trasciende los tradicionales organismos de control, incluyendo el mismísimo sistema penal. Y es
aquí donde la visión holística tiene verdadera significación, en la interacción de los factores que
inciden en la “actualización” del riesgo. También el abordaje de los riesgos es preventivo, y
siempre dirigido a las causas que los producen que a los efectos producidos.
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3. Eventos generadores de masiva concurrencia

Es innumerable la cantidad de eventos generadores de masiva concurrencia que se realizan a


diario en las grandes ciudades, y en menor escala en todos los destinos turísticos. Y los hay de
todo tipo y clase, desde los espontáneos, generados por estrictas razones sociales con ocupación
parcial o total de espacios públicos y cortes parciales o totales de vías de circulación vehicular.
Los eventos culturales con espectáculos en vivo, corsos, mega recitales, circos. Los eventos
deportivos programados como partidos de fútbol, carreras de caballos, maratones, espectáculos
acrobáticos, etc.
Todos ellos, cualquiera sea su modalidad, llevan implícito un riesgo específico como lo es la
movilidad de las personas, su comportamiento y su permanencia temporal en un determinado
espacio, abierto o cerrado, de acuerdo a la circunstancia.
Sabemos que el comportamiento de las masas no es un tema simple, y depende de una gran
cantidad de factores que lo influyen y que deben ser tenidos en cuenta a la hora del análisis. Por
otra parte su impacto ambiental es cualitativa y cuantitativamente relevante, provocando el
mismo una gran cantidad de efectos colaterales que impactan directamente en el medio
ambiente de distintos modos y diferentes intensidades. Residuos, comportamientos antisociales,
congestión vehicular, afectación del mobiliario público, venta indiscriminada de alcohol, venta
ambulante, violencia urbana, generación de ruidos molestos, vibraciones, etc. Son algunos de los
temas que impactan seriamente en el medioambiente, las personas que los generan, vecinos,
comerciantes, viviendas aledañas, etc. Siendo muchas las causas concurrentes que los generan.
Luego de este panorama general de lo que son los eventos generadores de masiva concurrencia,
vamos a focalizarnos en aquellos eventos que tienen fuerte impacto ambiental en el desarrollo
de la actividad turística y dentro de ellos a los eventos culturales y deportivos, realizados en
espacios habilitados y con actividades programadas. Siendo la mayoría de ellos de gestión
privada. Vayamos a un ejemplo concreto para visualizar lo que decimos, en un análisis de caso.
Son muchos los turistas que cuando vienen a la Argentina quieren ver un partido Boca – River,
por ejemplo. Para ello es importante conocer mínimamente, como es el ámbito donde se
desarrollan estos espectáculos como así también la impronta cultural de este tipo de eventos.
Desde la adquisición de entradas en lugares habilitados para ello, pasando por la elección de la
tribuna o platea desde donde ver el partido, las vías de acceso al estadio, los medios de
movilidad para acceder a los mismos, el comportamiento de las hinchadas simpatizantes de
ambos clubes, la presencia policial, las limitaciones y restricciones para el acceso. Todo ello
representa para quien no conoce los códigos y la cultura futbolera argentina, una serie de
amenazas que solo se pueden sortear si se maneja la información correspondiente, y la
orientación profesional está disponible, por ejemplo, en pequeños trípticos ubicados en los
lobbies de los hoteles, o en las respectivas oficinas de información turística municipales.
Si bien hay características que son comunes al análisis de todos los eventos generadores de
masiva concurrencia, hay otras que hacen de su tratamiento una cuestión más específica debido
a las condiciones y naturaleza del evento. Por ello mencionaremos aquí otro tipo de eventos
que, si bien integran la categoría de generadores de masiva concurrencia, son estrictamente
espectáculos culturales y shows en vivo en ámbitos cerrados o estadios y campos al aire libre.
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Como ha sido nuestra hipótesis de trabajo en cada tema, es prioritario trabajar intensamente
antes sobre las amenazas, a fin de poder eliminarlas o neutralizarlas. Se trata de que se piensen
las condiciones que garanticen la realización de eventos de acuerdo a los parámetros
preestablecidos. Aquí lo que se propone es el abordaje desde dos vías:

1. Promover la información y los canales formales de asesoramiento sobre la concurrencia de


turistas a eventos generadores de masiva concurrencia. Confeccionar pequeños trípticos con
indicaciones y medidas a tener en cuenta por los turistas al momento de participar en eventos
generadores de masiva concurrencia.
2. Establecer un diálogo institucional en mesas de gestión entre las autoridades municipales
(encargadas y responsables de la habilitación de los eventos) y el sector turístico privado, con el
fin de analizar los factores de riesgos que afectan a los turistas y sus alternativas de abordaje.

a. Una referencia internacional de seguridad estandarizada abierta : EL RALLY DAKAR

Atento a lo que se ha explicitado sobre la Gestión Integral de los Riesgos, es conveniente


destacar que el Rally Dakar en su tránsito por nuestro país en las sucesivas etapas, ha
demostrado no solo la importancia superlativa que le otorga la organización del mismo a la
seguridad interna y externa sino básicamente el compromiso mantenido en virtud de los
convenios firmados con el MINTUR y las respectivas provincias por las que ha transitado
respecto de la preservación del Medio Ambiente. La Organización con sede en París mantiene
durante todo el año contactos y visitas con los países anfitriones, con los que se compromete en
encuentros bilaterales a remediar las contaminaciones ambientales que producto de la gran
movilidad de personas y móviles efectúa todos los años. Destacándose la apertura que realiza
hacia los países visitados reflejada en la participación directa en la seguridad física antes,
durante y después del evento a los órganos de control provinciales que fiscalizan la seguridad en
cada una de las provincias, de acuerdo a los protocolos internacionales de la organización y la
normativa local. Queda reflejado en los cuestionarios que acompañan el presente trabajo
práctico, que la organización tiene altísimos estándares de seguridad que va cumpliendo en cada
una de las etapas con la participación activa de los países receptores. Si bien la seguridad que
aplica la organización tiene una matriz y metodología idénticas, de acuerdo a la aplicación de las
normas y estándares de seguridad propia, se trabaja con mucha anticipación con los destinos
que tienen características que situacionales no previsibles, con lo que en cada lugar aunque sea
repetido, sea diferente. Tanto la seguridad de los pilotos y personal de apoyo como del público
en general están pensados en función de protocolos que siempre son comunicados con
anterioridad e informados a la opinión pública para que conozca las ubicaciones de cada una de
las de alrededor 60 zonas de seguridad predeterminadas habilitadas para presenciar la carrera.
Del mismo modo se hace efectiva la comunicación interna a todos protagonistas del evento con
actualizaciones por GPS y telefonía satelital online. Tanto la señalética y cartelería utilizada para
la demarcación de los circuitos como las de logística general son elaboradas bajo estrictas
normas de compatibilidad internacional con los países de aplicación. Destacándose también la
centralidad que tiene en el proceso de seguridad montado, la comunicación instantánea entre
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todos los protagonistas las 24 hs. como así también con las fuerzas de control local que tienen la
responsabilidad de la seguridad en las zonas de prevención de concentración de espectadores y
público.
Todos los medios de prensa, radiales, televisivos y web tienen obligatoriamente que informar
sistemáticamente sobre los dispositivos de seguridad y medidas de prevención adoptadas por la
organización como así también días y horarios de actividades. Privilegiándose tanto la
prevención de accidentes como la seguridad operativa en el desarrollo de las actividades.
Para tener al menos una referencia del movimiento en seguridad que implica la organización del
evento, transcribimos la distribución de medios y recursos afectados a la seguridad en su última
edición Argentina en 2013:
En el Puesto de Coordinación Operativa se centraliza toda la información. Se pueden recibir
alertas por intermedio del sistema de comunicación Iritrack, de balizas de seguridad o diferentes
canales de radio utilizados por la Organización. Resultando puntos claves del dispositivo de
emergencia:

 35 personas trabajan en el PCO, con una presencia las 24hs y se reparten entre un PC
terreno y un PC Paris.
 Representantes de las autoridades locales, presentes constantemente en el bivouac y
capaces de hacer intervenir a los equipos de emergencia necesarios.
 Un servicio médico extremadamente móvil: tres helicópteros y diez autos médicos.
 Un hospital de campaña, que moviliza unos treinta médicos, equipados con material de
urgencia sofisticado. Para los casos graves, las evacuaciones aéreas hacia los hospitales
siempre se realizan en el mínimo de tiempo.

Contando con los siguientes recursos para soporte y asistencia a todos los participantes:

 5 vehículos de la Organización toman posición diariamente en estas zonas de espectadores.


 una campaña de comunicación masiva (prensa escrita, radio, televisión, colocación de carteles),
realizada con mucho tiempo con el fin de informar al público sobre el comportamiento que debe
tener.
 una localización de las zonas de espectadores, hecha pública dos días antes del paso del rally en
el sitio Internet oficial y a través de los medios locales.
 30 agentes de la Seguridad Nacional Argentina supervisan, a bordo de 15 vehículos dedicados, el
comportamiento del público.

El nacimiento del Rally es una leyenda en sí misma. En 1977 el motociclista francés Thierry
Sabine se perdió en los desiertos de Libia, mientras competía en una carrera. Al verse en la
inmensidad del desierto, Sabine tuvo la genial idea de que ese escenario árido y hostil sería la
pista perfecta para una carrera de rally en la que no solo se ponga a prueba la destreza del
conductor y la calidad del automóvil, sino también la resistencia psicológica y el trabajo en
equipo llevados a su máxima expresión. Un rally de resistencia, abierto a profesionales y
amateurs en el que los pilotos y equipos tenían que manejar una serie de variables, que no
siempre eran conocidas. En el Rally Dakar un piloto podía perderse en la inmensidad del desierto
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y morir luego de unos días de hambre o intoxicado, inclusive atacado por algún animal salvaje,
eso sin contar los múltiples accidentes. En 1982, Mark Thatcher, el hijo de la entonces primera
ministra británica, Margaret Thatcher, estuvo a punto de morir luego de pasar seis días varado
en el desierto africano. Se tuvo que usar un avión de la armada Argelina para encontrarlo, sano y
salvo. Muchos otros pilotos no tuvieron tanta suerte, y peor suerte han tenido los espectadores
del rally, por más medidas de seguridad que se tomaran. El Dakar se ha llevado consigo a 51
personas en sus 30 años de historia, desde pilotos hasta una niña malíe, Baye Sibi, de 10 años,
que tuvo la mala suerte de cruzar la pista por la que cruzaba a diario, sin percatarse que un
vehículo venía a toda velocidad. La tragedia del Dakar se llevó inclusive a su creador. La mañana
de 14 de enero de 1986, Thierry Sabine falleció en un accidente extra-deportivo junto a la
tripulación del helicóptero en el que viajaba mientras cumplía labores de organizador, a causa de
una repentina tormenta de arena. Nuevamente el desierto de Mali cobraba una de las vidas más
sentidas de la historia del rally, como para que todos recordemos que vivir al filo de la muerte es
un acto tan estúpido como fascinante. Este evento deportivo también ha sido disparado de
diversas polémicas. Las principales se refieren a la contaminación ambiental y el impacto
negativo en las poblaciones nativas africanas por cuyos pueblos pasa la ruta del rally. Incluso el
mismo Vaticano lanzó una dura crítica a los organizadores, asegurando que la competencia era
una "vulgar demostración de poder y riqueza en lugares donde las personas continuan muriendo
de hambre y sed" (Brooke, James. 1988-03-13. "Dangerous Paris-Dakar race is endangered" NY
Times). Los organizadores, a través de los años y la aparición de nuevas sensibilidades han
procurado mejorar sus medidas preventivas, como cuando la Amaury Sport Organization (ASO)
aseguró que en todo un año de Rally Dakar se expulsan la misma cantidad de emisiones que en
una única carrera de Fórmula 1. Consuelo de tontos diran algunos, pues los Grand Prix se corren
en circuitos acondicionados y regulados, no en la mitad de la naturaleza europea y africana -y
ahora sudamericana-. Lo cierto es que lejos de ser una panacea éste deporte es elegido por
millones de personas que lo siguen en todo el mundo y aunque sigue mejorando sus hipótesis a
partir de catálogos de amenazas que se actualizan mensualmente, se debe trabajar mucho más
para controlar los riesgos que genera. La gestión del riesgo además de los resultados
estadísticos, gestiona procesos. Y es en esos procesos vinculados a la calidad donde se deben
aplicara metodologías que minimicen al extremo las posibilidades de incidentes. Si los eventos
fueran en lugares cerrados y con la variables contenidas podríamos hasta aplicar variables del
tipo HAZOP que se usan en la industria militar y químicas para predecir los riesgos a partir de
desvíos del funcionamiento óptimo de laboratorio comparado con los equipos y máquinas con
uso y desgaste producidas en el funcionamiento extremo. Pero en éste caso es imposible, al
menos de éste modo ya que es un sistema abierto, y con el aditamento que una de las nuevas
características más seductoras para pilotos y asistentes es el cambio anual de los recorridos.
Evitar la repitencia parece ser la originalidad de los últimos años. Gestionar los riesgos en éste
contexto es un verdadero desafío de abordaje interdisciplinario donde todos somos
protagonistas. La gestión del riesgo en como la calidad, no hay certezas y siempre se puede más.
En el cierre de esta experiencia queremos dejar la frase de Etienne Lavigne Director de Pruebas,
hablando de la conciencia de los conductores del riesgo al que están expuestos: “Estamos en un
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deporte extremo, el riesgo cero no existe. Los competidores son conscientes y son los únicos
responsables de sus acciones”.

BIBLIOGRAFÍA

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