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BAYER ANODE GENERO, HIGIENE Y CULTURA EN LA LIMA DEL NOVECIENTOS Maria Emma Mannarelli ntroduccién Entre 1993 y 1994 tuve la suerte de trabajar con un grupo de foiégratos el archivo del fotdgrafo francés Eugene Courret. Elles ya habfan hecho ta monumental farea de catalogar los ne- gatives que se encontraban en la Biblioteca Nacional de Lima y organizaban una exposicién fotogrdfica sobre ef archivo en men- cién. Fue una experiencia excepcional encontrar esas imdge- nes que contaban una historia que iba de la década de los se- tenta del siglo XIX hasta los afios treinta del XX. El fondo lo inau- guraban personajes que habian sido testigos de un pais donde todavia existia la esclavitud y las relaciones de seryidumbre esta- ban totalmente sancionadas por la ley; habfan vivido los frustra- dos intentos de Espafia de reconquistar algunos de los tertitorios americanos, entre ellos el Per’. Los ultimos aires de la inédita prosperidad econémica producida por fa explotacién guanera fueron parte de sus vidas. Luego, el duelo por la desiruccién provocada por la guerra con Chile (1879-1883), contrasta con las imagenes del cambio de siglo, impregnadas por la ola ro- médntica y las ilusiones de progreso. La coleccién gréfica nos hace testigos de un cambio adn mds radical: los afios veinte. El sibito desenfado de la imagen sugiere la potencia del afdn modernizante. Nuevas formas de los personajes de presentarse ante el lente del fotégrafo, ya no de Courret sino de Adolphe Dubreuil, estarfan expresando las tendencias que Jorge Basadre notaba como caracteristicas de la década, del Oncenio: una libertad y una independencia inédita empezé a ser parte de la vida de las mujeres de la ciudad. Esto se expresé en la manera 13 Maria Emme Monnarelli de ver el mundo y en la imagen corporal. Elvira Garcia y Garcia en los afos veinte cuando trataba de rescatar la experiencia his- térica de las mujeres peruanas desde el periodo pre-hispanico hasta los dias en que escribia, le dedicaba a la experiencia labo- ral femenina de su época un nimero regular de paginas. Ban- cos, compafiias comerciales, de seguros, etc, prefiguraban nue- vos escenarios de vida de fas mujeres que indicaban ta direccién y la infensidad de los cambios. En esta notable narrativa, la imagen fotografica entreteje miltiples discursos. El histérico, expresado en la evolucién de lo ciudad y la definicidn de sus espacios publicos, acontecimientos relevantes y personajes importantes; el de los personajes frente a sf mismos y los vinculos con sus contempordneos, disposiciones corporales y expresiones faciales, la privacidad de {las relaciones familiares y pertenencias grupales, sus afectos y sus jerarquias. Otro discurso del conjunto fotografico es el que nace de la rela- cién entre el fotdgrafe y su objeto. Estdn los cambios de técnica, de fondos y decorados, de iluminacién y de distancia, de encua- dres. Todo esto combinado en un estilo diferente muestra la evo- lucién en la manera de enfocar a los personajes, de abordarlos. La forma de mirar no es una busqueda unilateral de parte del fotégrato, sino que en ella se manifiesta la relevancia que indivi- duos de diferentes épocas le adjudican a la definicidn de las iden- tidades de los sujetos histéricos. Por ejemplo, el acercamiento de la camara a los personajes intenta captar rasgos que nos acer- can més a la intimidad de éstos, los que antes fueron descuida- dos por un lente mds preocupado por perspectivas menos individualizantes. En la primera época los cuerpos se ocultan en los testimonios grdficos. Nifios y mujeres lucen muy arropades; los colores de los vestidos son oscuros, las poses rigidas y las expresiones seve- ras. La intimidad y las emociones no se mvestran, se inhiben ante el lente. La familia no esté detinida como nuclear. Hay una 4 Limpios y moderas gran disponibilidad de mujeres en el mundo familiar, y otro tipo de allegados. El agua potable es escasa y la luz eléctrica todavia no ilumina los hogares de la ciudad. Se trabaja mucho dentro de casa. Lo doméstico consume enormes energias y en muchos casos se confunde con el trabajo artesanal. De alli quizé la robustez del cuerpo femenino, lo que también se convierte en un valor preciado en sociedades de escasez y de baja expectativo de vida como la limefia de la época, Los grupos familiares son una constante que atraviesa la trayectoria del registro visual. La iconografia familiar transmitida a través del trabajo de los fotdgrafos permite visualizar la extensién de las familias, su composicién, asi como los elementos de orden y jerarquia, no sdlo los que cambian sino los que permanecen a través del tiempo: familias extendidas y nucleares, parejas exégamas, matrimonios mestizos y entre iguales. Mezcla y segregacién. Reconstruimos biografias, grupos de parentesco. Fantaseamos sagas familiares. De otro lado, el retrato finebre nos presenta la muerte como un hecho social publico, poco intimo, propio de sociedades tradicionales. Dice también de la naturaleza abierta del universo familiar. Todo esto hacia del fondo fotografico una invitacién-al mundo privado de los sujetos sociales: las relacio- nes entre hombres y mujeres, la inclusién de subordinados y la servidumbre, las desigualdades y los criterios jerarquicos de in- corporacién social. Oira constante que encontrébamos en este fondo fotografico era la de las parejas o grupos familiares centra- dos en el patriarca familiar: casi siempre sentado, con su mujer parada Jigeramente hacia atrés, posando la mano en el hombro del marido. Son tiempos donde las nifias y nifios lucen muy seme- jontes. Es muy facil contundirlos, por lo menos con nuestros ojos. Cuando Ia edad impone la diferencia, las nifias vestiran como sus madres, mientras que los nifios lo hardn como adultos pequefios. La tasa de ferlilidad es alta, compartir la crianza es un hecho imperative y las nodrizas complementan el universo jerarquico. 6 Maria Emma Mannarelli Su presencia sugeria las persistencias de ese mundo en el que el discurso dominante —y seguramente la practica cotidiana~ no ha definido con precisién los contornos de la identidad femenina a propésito de la maternidad. Es decir, el rol maternal no parecia definir la identidad de las mujeres. Los nifios podian ser criados, e incluso amamantades, por mujeres de la clase subalterna. La mortalidad en general era alta, particularmenie la infantil y la femenina. Mientras avanza el siglo XX, las nodrizas no aparecen mas en el registro grafico, los subordinados parecian reubicarse en lo escena familiar e intima. La desaparicién de esta imagen resultaba muy reveladora. Aparecian las preguntas acerca de las modificaciones en el cuidado infantil: édisminuia la tasa de mortalidad? zcambiaba la percepcién de la maternidad? ése enfatizaba el rol maternal femenino como componente bésico de la identidad de las mujeres? Estos presuntos significatives pro- cesos, que apuntan a una sociedad diferente, estan normalmente relacionados con cambios en los patrones de la educacién femenina. Simultaneamente, mujeres leyendo, solas y agrupa- das leyendo, se convertian en motivos comunes; lo mismo que nifas jugando a maestras... y a la mama. Es el cambio de siglo y la imagen romantica: la indumentaria se actara, y los cuerpos se insindan con menor timidez. Las ex- presiones faciales mas esponténeas y fas sonrisas mucho menos escasas sugerian una manera nueva de sentir y, sobre todo, de mostrase ante el otro. La ropa se aligera y los trajes se acortan. El cuerpo infantil puede ser mostrado desnudo y los juegos de la nifiez se convierten en objetos fotografiables en si. Nifias y nifios se distinguen cada vez mas, y los roles también se definen con més contomos a través de la imagen grafica. Las nifias, como sus madres, llevan el pelo recortado, pero ya no se visten igual que ellas. Los diseios propiamente infantites hablan del nacimiento del mundo de la niftez. Las imagenes expresan la fuerza que iban adquiriendo los espacios privados. La intimidad, 16 Limpias y modemas como parte de lo privado, supone un punto preciso de un proce- so histérico determinado. Cuando la intimidad se identifica con lo privado, la familia se convierte en el dmbito en el que se depo- sita la afectividad, en el espacio de despliegue del yo. El fotégra- fo esté comprometido en este proceso de gestacién del indivi- duo. Deja que éste se mire a si mismo, que se evoque y que se identifique frente a un otro. Los cambios no van todos al mismo ritmo. Son afios de una fuerte presencia de Ia Iglesia Catélica en la vida social de los peruanos. Vacaciones mascutinas y femeninas se despliegan en fos conventos. A pesar de las criticas anticlericoles y moder- nizantes, la Iglesia no pierde terreno. El derecho canénico es el que regula la vida privada de los individuos. Menos existe el divorcio. Pero clérigos y monjas gustan de los retratos. El resulta- do son sobrecogedoras imagenes perdidas en cualquier siglo. Nifios y nifias de primera comunién. Crucifijos y virgenes prolife- ran como prendas domésticas Las imagenes fotograficas se fueron convirtiendo en claves de gran contenido discursive sobre el cuerpo y sus representa- ciones. Todas estas imagenes hablaban y sugerian las preguntas para la investigacién y sefialaban los caminos a seguir. Qué ocurnié en la vida de las mujeres y de fos hombres limerios entre fines del siglo pasado y los afos treinta como para que esas imdgenes femeninas cambiaran tanto? Es en definitiva un cam- bio radical. Debieran pasar muchas cosas, y podemos elegir varias puertas de entrada. Pero la contundencia de la imagen corporal ayuda a precisar el interés. 2Cdmo se elabord esa cambio? éQué se dijo sobre el cuerpo de las mujeres durante esos afios? 2Cémo se le redefinid? ¢Quiénes lo hicieron? Dejemos estas preguntas iniciales alli por un momento. Creemos que los médicos y las mujeres participaron en la definicién de los nuevas situaciones que se presentaban en la sociedad limefa. Y con ello, simultaneamente, construian una 7 Mario Emmo Monnorelli realidad, proceso a través del cual redefinian los sentidos de su experiencia. Aqui conviene distinguir diferentes niveles. A través de sus enunciados sobre la realidad social, médicos y mujeres higienistas no sdlo la recrean, sino que se autodefinen como sujetos en ello.’ Entonces los discursos con los que trabajamos, no sélo deben ser tomados como expresién de las vivencias sub- jetivas, sino como formulaciones de sentido. El lenguaje consti- tuye el lugar de estructuracién de la accién y de las vivencias. Es también el Jugar donde se elabora el mundo "objetivo" que sélo existe en las formulaciones asertivas que son objeto de un acuer- do general. Estos discursos compartieron un conjunto de "enun- ciados fundacionales"? que igualmente tuvieron un poder prag- mético, es decir, estuvieron ligados a una préctica capaz de movilizar recursos personales e institucionales que en ciertas oportunidades llevaron o acciones concretas. Lo que pensaron y dijeron médicos y escritoras en la Lima del novecientos debe ser también considerado como un sistema de presiones que region la produccién de un conjunto ilimitado de enunciados @ partir de una cierta posicién social o ideolégica.* A esto cabe agregar que 1a expresién de un sentido a través del discurso, no es un proceso lineal sino el resultado de una nego- ciacién que siempre es necesario retomar entre presiones diver- sas, a través de un espacio saturado de otros signos.* El lengua- je utilizado en Ia vida cotidiana procura las objetivaciones nece- satias y establece un orden en el cual éstas adquieren un sentido y un orden en el seno del cual la vida cotidiana deviene significante. En la época que nos interesa, el discurso médico es exclusiva- mente masculino, y precisamente en ese periodo se va perfilan- do como un discurso normative publico. La modernizacién de la administracién pblica va incorporando en su gestién asuntos vinculados a la vida cotidiana y privada de las mujeres. Simultd- neamente se empieza a observar una especializacién dentro de la medicina. Este fenémeno tendré como correlato posterior una 18 Limpios y modernas suerte de jerarquizacién interna, y uno de los resultados es el paulatino desplazamiento de las obstetrices a favor de los médi- cos, bésicamente varones. La palabra de los médicos obtiene una incidencia particular en ta intimidad de las mujeres, es decir, en el mundo privado propiamente dicho. Esto dltimo ocurre por dos motivos de naturaleza diferentes. Primero, o través de los temas propiamente dichos que forman parte de la agenda mé- dica: la salud de las mujeres, la higiene, el cvidado del cuerpo. Por otro lado, a través de fo presencia fisica del ‘médico de cabe- cera.” Este, junto con los clérigos, probablemente son los ‘hom- bres pUblicos" que cruzan el umbral hogarefio sin "contaminar’ sv privacidad. Por ultimo, y en consideracién a lo anteriormente sefhalado, pensamos que el conjunto de prescripciones, prove- nientes de este discurso, tienen una especial incidencia en el pro- ceso de interiorizacién de las normas sociales y la consiguiente estructuracién de la psiquis femenina.* £s importante aclarar que en esta investigacién no se ha in- cluido el conjunto de textos de la época que abordan los temas plantecdos. Las fuentes son casi una muestra de todo lo que se produjo durante el periodo en relacién a los temas centrales de interés. Adernds, soy muy consciente, por ejemplo, de que algu- nos de los estudiantes de medicina, cuyas tesis han servido para sondear las ideas y los sentimientos de la época, probablemente permanecieron en el anonimato y no llegaron a influir en el cur- so del proceso histérico. Sin embargo, también es cierto que sus opiniones sobre la sociedad formaban parte de la visién del mundo y de la cultura de $a época. En una cultura como la nuestra el escaso desarrollo de la introspeccién individual, por lo menos en el periodo que nos convoca, ha dejado escasos testimonios que nos sirvan para explorar la intimidad de los individuos.” No obstante, en el caso del Perd tenemos a la mano una produccién literaria femenina particularmente notable entre 1880 y 1930, sobre todo a propési- 9 Maria Emma Mannarelli to de la narrativa. Ademdés, muchas mujeres escribieron ensayos de crttica social a fo largo de esos afios. Es evidente que estamos trabajando con mujeres excepcionales, pero creemos que muchas de sus actitudes y sus referentes culturales pueden ser encontrados en otras mujeres de su época. Ademds, hay que recordar que estas mujeres fueron visias por sus contempordneas como espejos y lecciones.® Los textos femeninos son un material significative para el andlisis de la identidad femenina, y en particular de tas represen- taciones sociales del cuerpo de las mujeres. Ademds, investigacio- nes recientes sugieren enféticamente enmarcar el debate sobre iden- tidades en el discurso narrativo.? Et discurso sobre el cuerpo y las representaciones sociales de éste parecen pertincentes por varios motives. En primer lugar, el control del cuerpo, y el de las mujeres en especial, es un afan que atraviesa buena parte de Ia historia de la humanidad."? Desde las perspectivas de las mujeres, el control de ta reproduccién femenina adquiere formas especificas en momentos y sociedades diferentes alas cuales es importante atender.”' Ademds, si bien el control del cuerpo y la contencién de sus impulsos es un asunto central en la organizacién de todas las sociedades, el discursa normative sobre el comportamiento sexual de las mujeres usualmente ha convoca- do un especial énfasis."2_ En términos de sus funciones propiamen- te fisicas {(menstruacién, parto, lactancia, maternidad}, el cuerpo ofrece referencias centrales para lo experiencia vital de las mujeres.'? En cierta forma, puede decirse que el cuerpo es objeto de una permanente redefinicién de los discursos de poder, tanto publicos como privados. Las actitudes hacia el cuerpo, sus funciones y la manera en que se ejerce el poder sobre éste son parte constitutiva de [a sensibilidad social.'* Por ultimo, en el sentido mas propiamente simbélico, asumimos que el cuerpo es una metéforg recurrente del mundo social.'5 El interés en el cuerpo como objeto de reflexién académica en los dltimos afios ha sido enorme.'¢ Muchas y diferentes disciplinas sociales han refinado 20 Mario Emme Mannarelli hermenéuticos, ha sido mds bien descuidada. Csordas propone unc exploracién que incida més en la cuestién de la “experiencia” en vez de en el texto o el "lenguaje.” En cierta forma esto ultimo es lo que ha sucedido en andlisis como el de Foucault: el cuerpo es la creacién de la representacién, y el principal interés es esta- blecer las condiciones discursivas que producen un cuerpo como objeto de dominacién. En este punto Csordas se apoya en el trabajo de Turner que sostiene que e} cuerpo ha devenido en un locus de desigualdad social y de empoderamiento personal,? Turner discute las teorias postestructuralistas sobre el cuerpo, jranstormado en un objeto representacional, pasivo. En contraste con esto sugiere que al cuerpo se ha converlido en fa arena de conflictos sociales y de controles represivos, asi como en el escenario de los aspectos mds liberadores de |a cultura y de la vide social 2* Un texto que aparece como crucial en relaci6n a como se define el cuerpo es el de Norbert Elias.?? Ayuda sustantivamente a entender la idea de cultura corporal en relacién a varios aspectos que se conjugan histéricamente. Los gestos corporales ~el vestido, las expresiones faciales— se convierten en expresiones de la intenioridad de los individuos, y los sentimientos que despier- tan, revelan las formas en que individuos y grupos se relacionan. Aqui ef apore de Elias es fundamental porque, entre otras cosas, establece las posibilidades de consirir un puente entre la estructura psiquica de los individuos, su apariencic fisica y la cues- tién socio-cultural. Las estructuras emocionales tienen un proceso especialmente ligado a las formas en que se moldean y controlan las funciones corporales. También es importante como el autor de- tecta la direccién de los cambios en términos de cémo la redefinicién de las formas de contro} de Jas emociones y cémo son experimen- tadas en las resiricciones corporales, se vinculan a los cambios en la estructura de los grupos sociales. Coda vez menos las emocio- nes son expresadas a través de! cuerpo en el sentido mas clasico. 22 Limpics y modernos Esto tiene relacién con los cambios en las fronteras entre las esferas publicas y privadas. De acuerdo a este autor, el proceso civilizatorio supone ta consiruccién de una pared invisible de afectos que se levanta paulatinamente entre un cuerpo y otro, repeliendo y seporando. Aparecen sentimicntos de vergienza y las fronteras de la sensi- bilidad se ensanchan, y los reservas entre las personas crecen. Los contactos corporales entre las personas se inhiben y van testringiéndose a espacios privados. Esto estd relacionado a su vez con un proceso de individualizacién. Elias desarrolla el con- cepto de la tendencia hacia la segregacién en el proceso civilizatorio que es fundamental para rastrear el dibujo de to pu- blico y de lo privado. Una importante sugerencia conceptual que se deriva de la obra de Elias es Io relacion entre el control de los impulsos corporates y psiquicos y la estructura de los grupos sociales. La restriccién sobre aquellos se apoya en una tenden- cia a la homogenizacién social, que o su vez supone un aumen- to en lo presién social sobre el comportamiento individual. La obra de Mary Douglas sigue siendo referencia obligatoria en byena parte de los trabajos sobre el cuerpo.”?_ En los actos rituales el cuerpo juega un papel central. El cuerpo provee un esquema bdsico para cualquier accién simbdlica. Es imposible, dice Douglas, tener relaciones sociales sin actos simbélicos. Toda creencia relativa a la polucién, a la impureza, tiene und referencia fisiologica primaria. El cuerpo es un modelo que puede responder a cualquier sistema articulado. Sus fronteras pueden representar cual- quier frontero percibida como amenazada o precaria. Las funcio- nes de sus diferentes partes y sus relaciones constitvyen una fuente de simbolos para otras estructuras complejas. Por ello, el cuerpo funciona como un simbolo de la sociedad: los poderes y los peligros adjudicados a Ia estructura social son reproducidos en pe- quefia escala en el cuerpo humano. Tanto en el cverpo como en la sociedad, por ejemplo, los margenes son peligrosos. Los orificios en 23 Maria Emma Mennarelli el cuerpo son puntos especialmente vulnerables, Cualquier materia expelida a través de ellos es materia marginal, con un grado altamente simbédlico de contaminacién. Lo mismo puede ocurrir cuando elementos sociales separados por lineas de acuerdo @ un sisterna clasificatorio determinado pierden su lugar y transgreden tales lineas. Pierde su calidad de pureza para convertirse en un peligro para el funcionamiento del sistema.”4 Los simbolos basados en el cuerpo humano son usados para expresar diferentes experiencias sociales. Los simbolos dominan- tes se dibujan en la experiencia corporal. El cuerpo humano es la imagen sistemica de mayor disponibilidad. E! simbolismo del cuerpo, que adquiere su fuerza de la vida social, gobierna las actitudes fundamentales hacia el espiritu y la materia, més alld de cuan grande sea el contraste entre éstos.> Las ideas sobre el cuerpo, su fuerza y su debilidad, corresponden a las ideas exis- fentes sobre lo fuerza y Ia debilidad de la sociedad. La forma en que el cuerpo fisico es percibide esté relacionada con el cuerpo social. La experiencia fisica del cuerpo sustenta una pariicular visién de la sociedad. Esto quiere decir que hay un continuo in- tercambio de signiticados entre estas dos clases.de experiencia corporal. Como resultado de esta interaccién el cuerpo mismo es un medio de expresién. Todas las categorfas culturales por las que es percibido estén estrechamente relacionadas con las ca- tegorias con las que la sociedad se ve a si misma. Los conceptos de Douglas sobre lo impuro y lo sucio, y como estos elementos son ubicados en la experiencia social de las co- munidades y sus consiguientes manifestaciones rituales son par- ticularmente sugerentes para nuestra investigacién. Segon Douglas, el simbolismo y el ritual concernienie a las reglas clasi- ficatorias para separar lo puro de lo impuro son basicamente universales, y no hay una diferencia esencial entre las socieda- des llamadas primitivas y las modernas. En todo caso las dife- tencias son de detalles. 24 Limpias y medernes Caroline Bynum, en sus trabajos sobre la piedad femenina en la Edad Media tardia del occidente europeo, ofrece un enfoque importante que ayuda a entender Ia relacién entre concepciones del cuerpo y las posibilidades culturales de las mujeres.** Bynum enfatiza fa ideo de "continuidad" en la narrative vital de las muje- res en cuestion. Son historias con pocos cambios decisivos. Esta continuidad encuentra fundamento en el énfasis puesto en fas imagenes que simbolizan las experiencias més ordinarias de las mujeres. La comida, la enfermedad y el sufrimiento son recursos permanentes en la simbologia femenina, que aparecen como expresiones de su corporeidad.”” La idea de corporeidad es central en el andlisis de Bynum para entender la creatividad cultural femenina y su relacion con el discurso dominante de la época. Para las mujeres el cuerpo es ung oportunidad para el alma. Las mujeres asumen Ic inferiori- dad adjudicada por el discurso teolégico, intelectual y cientifico de la época; elaboran una imagen de si mismas que subroya el proceso natural de sus condicionamientos bioldégicos y sociales. Pero estas imagenes —de novias, de esposas- no tiene nada de Pasivas, son més bien activas y llenas de sensualidad y erotismo. La corporeidad en el encuentro con Cristo, en su identificacién con su humanitas, es llevada por éstas a extremos. Las mujeres le dan significancia religiosa a lo que ellos son. En este movi- miento las mujeres son indiferentes a las dicotomfas entre estructura y caos, y a muchas otras presentes en el discurso masculino y dominante de la épocaq; la cultura femenina es basi- comente antidualista. Trasciende las lineas divisorias entre lo lai- coy lo mondstico, entre ta ortodoxia y la heterodoxia, la Iglesia y las sectas. De alli que las categorias weberianas sean insuficien- tes para enmarcar la cultura femenino en la sociedad medieval tardia. Las mujeres combinan un extravagante rechazo del "mundo" y la busqueda mistica con una efectiva y acuciosa actividad caritativa en el mundo. En el caso de los mujeres no 25 Maria Emma Mannarelli hay contraste entre la accién mundana y la contemplacién.28 De acuerdo a la sociedad secular, las mujeres debian estar com- Prometidas éntimamente en el cuidado del cuerpo de los otros y llevaron este mensaje sobre su identidad a posibilidades creativas absolutamente distintivas. Esta idea del cuidado de los demas como atributo femening que articula las formas culturales de las mujeres trasciende la Edad Media. Asi lo demvestran estudios sobre sociedades contemporéneas como los de Nancy Chodorov y Carol Gilligan.” En su critica a Leo Steinberg y su interpretacién de los iconos medievales, Bynum advierte cémo no siempre es posible identifi- car la genitalidad corporal con la sexualidad. Esto conduce a pensar cémo diferentes partes del cuerpo pueden despertar dis- tintos sentimentos segdn las épocas. Esto tiene que ver también con las concepciones del cuerpo. En la sociedad medieval tardia el cuerpo no presenta coracteristicas fijas. La imagineria de gé- nero es muy fluida y menos literal. Los cuerpos no encarnan dicotomias absolutas, y hay una considerable mezcla de rasgos. El cuerpo femenino resulta una version inverlida, menos perfec- ta de la versién corporal masculina. Bynum encuentra que la corporeidad femenina fue usualmente menos definida, con mér- genes y fronteras més borrosos, con menos limites. Esta con- cepcién pone a hombres y mujeres, en términos fisicos, en un continuum. En cierta forma, lo que encuentra Bynum corres- ponde a la ideo desarrallada por Thomas Laqueur que retoma- remos luego: la existencia de un cuerpo paradigmdtico, que es el masculino.2° Una de las premisas bdsicas de ta presente investigacién es que la definicién de estos conceptos -lo publico y to privado- esta justamente orientada por su misma frontera. Es decir, la relacién entre estos dos Gmbitos en donde la accién cotidiana de las personas se desarrolla, esta en permanente intercambio.?! La vida privada es una realidad histérica que se construye de distin- 26 Limpios y modernas tas formas en cada sociedad, y por Jo tonto sus limites no se hallan definidos.*? Estos procesos no son lineales ni unfvocos, El modo en que se experimenta lo piblico y lo privado tiene grandes variacio- nes de acuerdo al sexo, generacién y grupo social. Para los efectos de esta investigacién se asumen otros supuestos: en primer lugar, que {a intimidad, como parte de lo privada, supone un punto preciso de un proceso histérico determinado. La existencia de este rasgo de la privacidad supo- ne, a su vez, una redefinicién de la frontera entre los doméstico y lo pUblico, y esta redefinicién implica, en Ultima instancia, una identificacién de lo familiar con lo privado. Lo célula familiar es ef principal 4mbito donde se deposita la afectividad y se salvaguar- da fa intimidad. En consonancia con esta nueva naturaleza, la familia nuclear, de consumo, no productora, se convierte en un espacio privado, en el espacio de la afectividad, en el espacio de desplieque del yo. Por ultimo, hay poderes que dejan de ejercer- se, por lo menos en principio, dentro del mundo familiar, y sus miembros delegan autoridades a instancias ajenas a esta nueva intimidad, fas que a través de esta accién de delegacién van adquiriendo su cardécter publico. Este proceso marcado por una progresiva delimitacién de lo familiar a a familio nuclear, supo- ne también una forma particular de conyugalidad y de nuevos roles masculinas (paternos) y femeninos (maternos). Por ejem- plo, las expectativas de monogamia masculina y la especializa- cién doméstica femenina, Esta ultima definido especialmente a través de una nueva funcién femenina: el rol maternal.2? Adicional- mente, estos cambios significan también una relaboracién de las jerarquias entre hombres y mujeres, y nifios y adultos. Aunque suene paraddjico, es justamente cuando se arraiga | asociacién entre la identidad femenina y el ra! matemal, dentro de esta nueva definicién de lo privado (que en el sentido literal es lo domesticacién de las mujeres}, cuando también se va gestando y articulando entre si un conjunto de condiciones que van a llevar a a7 Mosio Emma Mannarelli las mujeres, en cierto momento del proceso histérico, a plantearse Ja necesidad de confrontar su experiencia personal {ntima, de identificar en este tipo de vivencias con formas de subordinacién y de poder, directamente relativas a su identidad femenina. Mi interés por entender los cambios en las imagenes del cuerpo femenino derivé en otros dominios de la historia social. Esta desviacién respondiéd a dos motivos que estén relaciona- dos. luego de revisar una parte de la voluminosa literatura producida desde distintas disciplinas en los Ultimos afios sobre el cuerpo, senti que si bien ampliaba mi perspectiva analitica, el cuerpo en sf era un tema que rebasaba mis posibilidades interpretativas. Simultaneamente, el contacto con las fuentes me iba sefalande temas que concentraron las preocupaciones de la gente que se interesd por ofrecer soluciones a Jo que ellos percibieron como problemas de su época. Asi, se fueron esbo- zando temas diversos como la maternidad, el metrimonio y la casa, que al final han terminado albergando mi curiosidad inicial por el cuerpo femenino. Tales temas no han inhibido otra molivacién presente al inicio de este proyecto, que fue el andlisis de la construccién de los fronteras entre lo publico y lo privado. Al contrario, mirar a través de tos ojos de los protagonistas de la época, la casa, los afectos, lo sucio y lo limpio, sirvié para enten- der parte de ese movimiento civilizatorio a través del cual se privatizan ciertas funciones socio-corporales y emocionales y Ja vida va adquiriendo nuevos significados a medida que se complejiza el mundo interior. De hecho, el cuerpo se convirtié en un pretexto para explorar las formas en que se redefinian las fronteras entre lo publico y lo privado en Lima del navecientos. isaac Alzamora Ciccero con ama. c. 1900. CAPITULO | Lo ciudad de los higienistas *..Elpasada leno de taras es un coddver en putrefaccidn que debemas incinerar para no contagiarnos"! El periodo escogido para esta investigacién tiene contornos Propios y diferenciados, tanto de la época que lo precede como de los afios posteriores. A la vez que sé aprecian transformacio- nes notables, también hay tendencias que se dibujaban desde mediados del siglo XIX que se cristalizan a lo largo de las prime- tas décadas del XX. Al mismo tiempo, en esta &poca conviven sentimientos desde cierta perspectiva contradictorios, pero que eveniualmente se complementon de manero peculiar: el desasosiego producido por la derrota del Peru en la Guerra del Pacifico, y las ansias modernizantes encarnadas en Ia con- signa "orden y progreso." Los afios que van de 1895 a 1930 constituyen un periodo de transicién muy importante. Desde la perspectiva de la historia tradicional, este lapso se coracteriza por una sostenida estabilidad politica. Diferentes gobiernos civiles se suceden en la administracién del Estado y Ia injerencia de los caudillos militares, en contraste con toda Ia historia republicana anterior, es bastante reducida. Esta situacién inédita constityyé un marco elemental para el desarrollo de las instituciones publicas. El Estado pierde gradualmente ciertos a Maria Emma Mannarelli rasgos patrimoniales, se moderniza y asume cierias funciones publicas en el sentido més clasico de la palabra. El escenario urbano limefio atraviesa por modificaciones sustantivas. El numero de habitantes crece a ritmo acelerado: en 1908 Lima contenia a 140,884 personas, en 1920 a 223,807 y en 1931 a 376,500.? Este aumento proviene sobre todo de poblacién migrante de los andes del pais y de espacios periféricos costefios; en ambos casos se trata de gente ligada a costumbres y formas de vida campesinas o por lo menos vincu- lado a la explotacién tradicional de la tierra. En consecuencia, la poblacién aumenta de manera diferenciada por grupos sociales. Los sectores populares, basicamente la poblacién artesana y obrera, aumenté en un 200 por ciento.? Las fronteras fisicos entre los grupos sociales se dibujan més nitidamente. Por primera vez, la poblacién de la ciudad, rom- piendo sus patrones coloniales, trasciende el cosco urbano tradicional —de factura colonial, donde todos los grupos sociales vivian vistvalmente mezclados-— y se traslada a nuevas urbaniza- ciones.* Se proyectan barrios obreros y las clases medias fun- dan recintos urbanos donde desarrollaran nuevos estilos de vida citadina, que se unirdn al centro a través de anchas y largas ovenidas. Estas encarnan los nuevos simbolos de lo publico y, simultaneamente, manifiestan las nuevas dimensiones de lo pri- vado. Se construyen nuevas plazas y parques publicos. Es decir, van apareciendo los espacios propios del anonimato.> La vida publica de la ciudad, aquella de las calles y plozos, cuando se ocultaba el sol, se desenvolvia entre mediados del siglo XIX hasta 1886 bajo la luz del gas. En ese afio el alumbra- do eléctrico iluminé ta Plaza Mayor y algunas de sus calles ale- dofias.® Tres afios después de eso, y de la visita de Sarah Bemhardt a Lima en 1889, los asistentes al Teatro de Lima pudieron congregarse por primera vez bajo la iluminacién eléctrica también paro disfrutar de dramas, dperas, zarzuelas y géneros 32 Limpias y modernas populares como Ja opercta. La Exposicién Nacional se realizé todavia bajo el amarillento y débil brillo del gas.” La ciudad apenas pasaba los 80,000 habitantes. Hasta 1856 unas pocas casas gozaban de agua potable que fluia por cafierias de hierro. En 1870 se construian los primeros canales subterré- neos de to ciudad.® En 1875 comienza a funcionar la comunicacién cablegrafica. Las posibilidades de nuevos tipos de contacto entre sus habitan- fes variaban, y tres afos més tarde -1878- hacia su primer recorrido el tranvfa de tracci6n animal que trasladaba a tos an- tiguos usuarios de carruaijes, carretas y bestias def Parque de la Exposicion a la estacién de tren de los Descalzos; es decir, de un polo al otro de la ciudad.? En 1886 oparecian los primeras bici- cletas. El uso de éstas por las mujeres fue objeto de pequeiios/ grandes debates en la aldeana comunidad citadina, En 1895 se habia instalado la primera transmisién de luz eléctrica, pero sélo en 1902 se ilumina el centro de la ciudad con dicho fluido, aunque el resto continta usando el alymbrado a gas." Se experimentan también cambios en cuanto al trans- porte, en la manera que la gente se desplaza de un lado a otro de la ciudad. En 1907 el tranvia eléctrico empieza a recorrer sus calles. Las corretas y carruajes son desplazados poco a poco por automoviles.'' Los animales empiezan a perder presencia en los espacios publicos; y los cuerpos deben tener posturas di- ferentes. A pesor de Jos cambios, el sistema del honor seguia ofreciendo pautas de conducta y las calles no eran apropiadas para la mantencién de la reputacién femenina. Unas, las que pretenden un estatus, deben ir acompafiadas. Ir solas puede ser peligroso en diferentes sentidos. Es probable que el peligro fisico no acechara a estas mujeres. Pero el peligro social, 1a deshonra, si. Para las mujeres de menos estatus, la calle era ademas de un lugar de trabajo -lavanderas y vendedoras por ejemplo— el lugar de la vida social. Maria Emma Mannarelli Los afies setenta habian visto algunos progresos que anun- ciaban modificaciones significativas en la estructura urbana como. la destruccién de sus murallas coloniales, la construccién de un nuevo puente sobre el Rimac, y al ferrocarril que a mediados del siglo XIX unié Lima con Chorrillos se sumé la carretera que co- necté a la ciudad con su puerto El Callao. En esos arios también se empezaba a sentir la necesidad de crear lugares habitacionales para los nuevos grupos que surgian en la ciudad al ritmo del crecimiento de las actividades industriates.'? En la década dei setenta se autoriza la creacién de La Victoria para las familias obreras. En estos afios y en las dos décadas siguientes son basi- camente multitudes religiosas y pre-potiticas las que ocupan las calles fimefias. Cuando éstas se recluyen, los espacios publicos estén poblados casi exclusivamente por gente que realiza traba- jo en las calles, como carreteros o vendedores. £! mundo publi- co, con sus instituciones incluidas, tenia poca relevancia en la vida social, y ta politica tenia un cardcter privado lo que esti en consonancia con el tono pairimonial y escasamente publico de esta actividad. Lo que estos cambios podian augurar, se interrumpié drama- ticamente con Ja Guerra del Pacifico. El pals quedé desolado y la ciudad saqueada, en ruinas fisica y moralmenie. Las tasas de nupcialidad disminuyeron y los nacimientos fuera del matrimo- nio aumentaron, y la prostitucién se dispardé.'? Luego de diez afios de la derrota frente a Chile, la ciudad se vitaliza, En 1895 habia 900 lineas telefénicas. La Compaiiia de Teléfones recluté bésicamente un contingente laboral femenino. Poco después el duelo por la destruccién provocada por la guerra cedia frente a las imagenes del cambio de siglo, impregnadas por la experien- cia romantica y las ilusiones de progreso. A fin de siglo irrumpe la imagen romantica, la indumentaria femenina se aclara y los cuerpos se asoman, a veces no tan timidamente; las mujeres recogen sus largos cabellos, los adornan con flores y permiten Limpias y modernas vislumbrar cuellos y nucas. En los testimonios graficos se opre- cian los cambios de expresiones rigidos, austeras, por las més esponténeas, y los sonrisas muesiran una manera distinta de lucir los rostros y, sin duda, los sentimientos.'4 El cuerpo de las mujeres se afina para descubrirse. La austeridad de la post- guerra va quedando atrds para presentar un cuerpo mas sensualizado, y la seda y el satén reemplazan los pesados géne- ros oscuros que antes cubrian los tobillos femeninos. Desde 1901, el municipio invierte en la infraestructura urba- na: se reforma la Plaza de Armas, se pavimentan pistas, se hacen obras de canalizacién y se instalan en !o ciudad batos publices. Sabemos que la implantacién de estos servicios pUbli- cos ejercen una fuerte influencia en la vida cotidiana de tos personas, y redefinen espacios privados como publicos.'$ Si bien estas transformaciones no se difundieron de manera homogé- nea en toda la poblacién de la ciudad, algunas mujeres pudie- ron acceder a estas comodidades y otras comenzaron a sofar con ellas. Para las mujeres esto significé aliviar las tareas domés- ticas. Lavar sbanas y manteles bajo un chorro de agua en una cosa era bastante mejor que cargar pesados baldes flenos de agua desde la fuente mds préxima. La higiene, que sobre todo implicaba una reformulacién de los vinculos entre las personas y una autopercepcién més defini- da, empezaba a tomar cada vez mds fuerza y se convertia en una esfera muy relacionada a la politica publica. A partir de 1902 las calles se iluminan con luz eléctrica, y les habitantes de la ciudad transitan por avenidas anchas como ef Paseo Colén y lo Colmena. En 1904 aparece el primer ferrocarril a electrici- dad transurbano que conectaba Lima con Chonillos. En 1906 la Empresa Eléctrica Santa Rosa puso en funcionamiento el tranvia eléctrico urbano. Se inaugura la Plozo Bolognesi, y el tranvia eléctrico permite viajar entre Lima y Callao en 1907. Se proyecta el barrio Cocharcas destinado a peones y artesanos. 35 Maria Emma Mannarelli Las modificaciones del espacio urbano tuvieron como ingredien- te significotivo el desarrollo de la actividad industrial. La industria textil fue la que tomé mayor impulso. Molinos que procesaban fideos, fabricas de velas, papel, galletas, manteca, goseosas, camisas y ropa interior fueron definiendo una ciudad distinta. Los nuevos aserraderos insialados en tas zonas adyacentes al casco urbane también anunciaban su transformacién. Los primeros automéviles empiezan o transitar las calles pavi- mentadas, las nuevas avenidas y a rodear las amplias plazas. En 1903, los habitantes de la ciudad pudieron ver el primer auto- mévil a vapor, el "Locomovil"; un afio después aparecia el prime- ro a gasolina, un Richard Bassiere; en 1908 se difundia el Ford. Pero hasta 1915 sélo hubo unos pocos, ocho 0 diez importados directamente por sus propietarios. Los cambios son fentos pero se dan. Los ofios que van entre 1915 y 1919 también corres- ponden a una modificacién notoria del espacio urbano limefio. Se disefian y consiruyen Jas avenidas Pardo, Miramar, Bellavista, Santa Beatriz, del Ejército. La avenida Nicolas de Piérota se inau- gura dandole una ubicacién especial al Parque Universitario. Los malecones de la Reserva, de Magdalena y de Lo Punta fueron constituyendo espacios urbanos diferentes donde [a experiencia de los habitantes de la ciudad se ampliaba en la percepcién de estos nuevos escenarios. Tales cambios estuvieron auspiciados entre 1916 y 1918 por la administraci6n municipal de Luis Miré Quesada. En 1918 se asfalté el jirén de la Unién y se modemizaron los servicios de aguo potoble de la capital, con su decantacién, purificacién y filtracién (cloro liquide). En 1920, la ciydad terminabe en el lado sur en las calles transversales del Paseo Colén. El tranvia era el Gnico servicio urbano que llevaba a Barranco, Chorrillos, La Punta y Miraflores. No existia lo Plaza San Martin, Este contorno urba- no encerraba formas de vida todavia bostante tradicionales. El ritmo cotidiano era lento, formal y mesurado.'® En sus modas, 36 Limpias y modernas en su educacién y en su trato, las mujeres no vivian lejos del ambiente y de la psicologia de sus madres y de sus abvelas. Los mujeres, sus cuerpos, se modifican; transitan entre los espacios publicos y privados y los modifican. El desarrollo de las actividades comerciales citadinas resultaba una tentacién irre- sistible para los mujeres que impregnoban con su presencia las callés de la ciudad: Lucia y Margarita se encantraban frenie a un castillo encantado, compuesto de cajas, cintus, guipures, confecciones deslum- bradaras, trasladadas como por ensalmo de los estantes a los mostrodores por multitud de manos masculinas y calocadas con estudicda simetria En la puerta flotaban como banderas mantillas de encoje, de a dieciocho soles, con su brevete puesto en letra negra sobre pedacitos de cartén; flotaban pafiolones de Smima, piezas de génera de diver- sos colores, combinados por los dependientes con el mismo esmero con que el paisajisia delinea el color en la paleta y dibuja cuadros de maravilloso motiz. Al pie de las piezas de telas que empavesoban las puertas del almacén estaban los bustos de cera, mostrando con seriedad inglesa las novedades de la casa, confecciones, gortas, chaquelas, y al lado los escaparates de cristal, de gran tamafio, con flores, abanicos, chucherfas que con brillantes colores avivaban més al reflejo de las insiolaciones detrds de los vidrios, atendidos con una limpieza extoordinaria. En sumo, aquel almacén era desde la puer- ta, una serie de sorpresas que narcotizaba a las mujeres, las enga- faba como atiernas criaturas, y haciéndolas perder todo jvicio, las obligaba a dejar el presupuesto de la casa, resignandose con verda- dero heroisme al ayuno del estémago.”” Pero las calles y sus encantos burgueses no eran necesariamen- te lugares de facil y comodo trénsito para la poblacién femenina: "La esquina de la cigarreria de Cohen estaba invadida, como de costumbre, por una multitud de pisaverdes, unos de la verdadera y 37 Maria Emma Mannarelli otras de la hechiza aristocracia limefia, multitud que formaba casi jumulto en medio de galantes frases lanzadas a quemarropa a cuan- to mujer acertaba a pasar por alli.""® Situaciones como fas descri- tas por Clorinda Matto de Tumer explicarian también por qué las mujeres salian de sus casos acompafadas por otras mujeres: “Anudé el lazo de las cintas de lo gorra de calle, se miré al espejo y salié acompafiada de la joven. "El bullicio de los carrvajes y del transitar de las gentes iba subiendo de punto en la plaza principal y calles de Mercaderes, Espoderos, Boza; todo el trayecto, en fin, que conduce al palacio de la Exposicién."? Nuevas prescripciones debian producirse para regular estus nuevas presencias en el espa- cio piblico. Las escritoras, igual que los médicos, aunque desde una sensibilidad diferente, aportaron decididamenie a la amplio- cién de los espacios publicos y a la despatrimonializacién del funcionamiento estatal. Este escenario urbano y su novedad impactaba en la manera de ver el mundo de las mujeres de Ia clase media y se convertia en una referencia para procesar la experiencia femenina. Pero si se contrasta el anterior testimonio con el que ofrecia Angélica Palma en Vencida {1918}, podemos notar la intensidad de las transformaciones a lo largo de la paca en cvestidn. Lo escritora recurria a la descripcién del cambiante paisaje citadino para re- crear la identidad de Nelly, su personaje principal, y reconstrufa ese universo, que si bien se modificaba y los hechos se volvian cada vez més veloces, continuaba albergando escenas propias de una sociedad tradicional y jerarquica: Termino Nelly la calle de Chota y siguié por el centro del Paseo Colén, concurride o esa hora sélo por algunos vages que, tumbados a la bartola en las bancas, gozaban de las caricias de un sol tibio, onunciador de la primavera préximo, y de chiquillos de todes edades, gorgojeande les bebés en sus cochecitos ¥ correteando los mayorcitos baje le vigilancia, no siempre muy 38 Limpias y modernas cuidadosa, de sus criadas, mestizas y negras en su mayoria, sin que fattara tal cual sajona, colorada y pecosa, muy emperejiladas todos con delantales almidonados, joyas rutilanies y cintajos en los cabellos lacios o lonudos. Habia tombién como en todas par- tes ya todas horas, gronujas, muchos granujos (...). En la Expo- sicién tome un tranvia que la ltevé al centro de la ciudad. También subié Jovier Alamos.” La noche habia cerrado por completo. Los altos focos del olum- brado publico aclaraban a trechos la amplia y callada alameda, dejando grandes trozos en la sombra; de vez en vez pasaba veloz la mancha luminosa de un tranvia (...} Después oyé Nelly ef rodar lejana de un cache por el lado de la Magdalena.?! Uno de los personajes masculinos, Alfredo, pasea su mirada distrafda “por la ancha avenida de La Colmena, toda bafada tiente por el sol primaveral; luego, a pasos largos y mesurados, recortié en gran parte la moderna via y entré en las calles viejas por la de Pando. Las voces olegres de cien campanas vibraban en el aire tibio, olorose a flores y a incienso.””? A partir det Oncenio la ciudad tiene un crecimiento vertigino- so.?3 El sbbito desenfado de la imagen femenina que revelan los teslimonios graficos sugieren la potencia del afan modernizante. En 1922 se urbaniza el fundo Santa Beatriz. Se abre la Avenida Arequipa entre Lima y Miraflores. Se pueblan aceleradamente nuevos barrios o los que se mudan las familias de prdéspera y mediana categoria. Miraflores, Magdalena del Mar y San Isidro son un ejemplo de ello. En esta década se inovgura el Parque de la Reserva, y en 1924 se termina la Plaza Sucre. En el mismo afio se inaugura el Hotel Bolivar, que al afio siguiente, en 1925, ser parte del paisaje de Ja elegante Plaza San Martin y sus por- tales. La Avenida del Progreso conecta al Callao con Lima, lo mismo que la Avenida Argentina. En 1928 se inaugura lo Aveni- da Alfonso Ugarte, y un ato més tarde se comienza a construir 39 Moria Emma Manngrelli la Avenida Pershing, seguide por la Brasil y la Francisco Pizarro. Nuevas plazas son construidas o terminadas: San Martin, Washington, Sucre, Parque Universitario. En 1925 se reconstru- ye el Palacio de Gobierno. En 1926 se inaugura el Country Club en San Isidro, un enclave aristocratico que auguraba la poste- rior urbanizacién de esa zona. El desarrollo de la plutocracia empvujoba también los limites de la ciudad. En esa década lo ciudad paso de tener en 1920, 223,807 habitantes a 376,500 en 1931. Este crecimiento urbano, ademés de propiciar considerables fortunas inmobiliarias, cambié radicalmente el gusto y la sensibilidad de la época. Aparece la nocién de la comodidad, combindndose o reemplazando, dependiendo de la clase social; el lujo como valor principal, orientador del disefio arquitecténi- co. Las familias més acaudaladas o més prominentes vivian en antiguas casos de grandes patios y de ventanas con rejas. Sin embargo, los nuevos ricos se empefiaron en la ostentacién y el alarde que los higienistas de la époco criticaron. Basadre sefialaba que este boom urbano prodyjo los estilos mas antagé- nicos y desiguales; rasgo que ha caracterizado la proyeccién urbanistica en la sociedad limefia. Este signo revela una serie de tendencias de los procesos sociales propios del Per’. Esto expansién urbana durante el Oncenio tuvo como uno de sus fasgos caracteristicos la adoracién del automévil, se impusieron los modelos cerrados. En 1926 hubo 8,856; en 1927, 10,727, y en 1928, 15,558. Durante una década el pais vivid una ilusién de progreso acelerado. Las avenidas y ¢l avtomévil intensificaron la fransformacién de las costumbres. Lo mujer empezé a vivir con una libertad ¢ independencia que a sus mayores hubiera escandalizado. Se generalizé el uso del colorete, el negocio de los cosméticos, los salones de belleza, el hébito de fumar y de beber en publico, los trajes de playa de una pieza, cortos y cefidos. La figura delgada 40 Limpias y modemas con aire de muchacho se convirtié en el idea! de toda jovencita, dejando atrds la robustez y el corsé decimondnicos. Las mujeres descubrieron sus cverpos con vestidos sin mangas y faldas cor- tas. Las medias de seda reemplazaron a las de algodén, la sen- svalidad a lo austeridad. La desafiante y decidida melena corta reemplazé el aire roméntico y sufil del pasado. Una mayor fran- queza, lindante a veces con {a rudeza, se hizo noforia en ia con- versacion. 7° Las mujeres comenzaron a buscar trabajo en las casas de comercio y en las oficinas piblicas y en algunos casos Ilegaron a tener tiendas propias; su ndmero crecié en los universidades. No faltaron las que manejaron sus propios automéviles.2* Se inauguraron los concursos internacionales de belleza femenina. En 3922 se comienza a celebrar e} "camaval seco", sin agua, como una muestra de la domesticacién de las conductas publi- cas, Las mujeres fueron protagonistos centrales de este tipo de eventos publicos: corsos de camuaijes, juegos de serpentinas, las batallas de flores, los bailes y otros actos de esparcimiento social. Estos cambios en los patrones de ocupacién urbana genero- ron cambios en fa vida cotidiana y nuevas prdcticas sociales, asi como distintas maneras que Jo gente adopté para relacio- narse unas con otras. Los formas de estar en la casa y en Ia calle empezaron a yariar, aunque no necesariamente de una manera generalizada. El hogar dejaba de ser ung estructura de produc- cién y la actividad faboral se diferenciaba cada vez mas de éste. En nuevos espacios netamente laborales se creaban otras formas de relacién y se debilitaban las actitudes serviles. | espacio publico iba encontrando contornos mds claros, defini- dos también por la ampliacién del mercado laboral donde las mujeres de las clases subalternas empezaban a participar. Las myjeres de recursos seguros no llegaban a plontearse esa posibilidad. Sin embargo, ta configuracién de los grupos socia- les no era especialmente estable, y era comin que las familias 4t Maria Emmo Mannorelli empobrecieran de manera repentina y que sus mujeres se vieran expuestas a la inopia. Las nuevas tendencias del siglo modificaron el comportamiento social y aparecfan propuestas para una normatividad diferente. El desarrollo de la ciudad demandaba que los individuos se rela- cionaran de formas distintas y esto tenia que ser normado. Es tevelador el titulo del “tratado” sobre conducta de Manuela Felicia Gémez publicado en 1913: Nociones de Moral y Urbanidad. Para las mujeres: “Cualquier enfado por nuestra parte es serial de una educacién descuidada que nos hace desagradables a la sociedad (...) Sujetaremos nuestros gustos a los de la generali- dad de las personas con quienes nos hallamos.”” Si bien estas recomendaciones pueden ser entendidas como una manera de reprimir los impulsos femeninos y de predicar la pasividad, como lo propone Miller, también son expresiones de un intento de reformular las pautas de comportamiento para hacer posible cierto tipo de relaciones que antes no eran viables, y que los cambios que se operaban requerian. Las personas, los otras, se constituian como una referencia pora la conducta individual. La aparicién de las clases medias, ademéds de estar articu- lado al proceso que describimos, supuso ingredientes nove- dosos referidos a la identidad femenina propiamente tal. La proliferacién de centros de trabajo, tanto de praduccién como de servicios, significé una presencia considerable de mujeres trabajadoras que empezaron a definir su experiencia vital, cada vez mas, a través del trabajo, Las mujeres, tanto las de sectores mds subalternos como aquellas de las clases medias, habian trabajade siempre. Pero ahora los espacios laborales tenian otra dimensién: son espacios mds radical- mente diferenciados del espacio doméstico, el que hasta esos aitos habia albergado el trabajo femenino.?* La crisis econédmica posterior a la Guerra con Chile obligd a las mujeres de los grupos dominantes a asumir actividades 42 Limpios y modemos laborales que rebasaban las protegidos ambitos privados; hecho éste insospechado hasta entonces. Esta tendencia, que también incluyo o mujeres de las incipientes clases medias, se Proyecté en el cambio de siglo. Un cambio sustantivo se dio en los oficios ligados a la educacién. En el caso de Lima, en 1876 fos mujeres eran el 37 por ciento de los maestros, mientras que en 1908 representaban el 74 por ciento del total. Esto tenia su correlato en la ampliacién del sistema educativo, al cual se incorporaron los mujeres de manera notoria en este periodo.?? Estas modificaciones prologaban lo legalidad de) ingreso de las mujeres a las universidades en 1908. El analfabetismo femeni- no decrece en Lima: en 1876, el 39 por ciento de las mujeres no fee ni escribe, mientras que en 1920 sdlo es un 13 por ciento. Sin embargo, los cambios no van todos al mismo ritmo. No obstante, el trabajo en general, y el femanino en particu- lar, todavia tenia una connotacién cercana a lo degradante. Que las mujeres que pretendian algén honor, alguna pertenencia fa- miliar, algun prestigio, se desplazaran en los espacios publicos por més recortada que sea esta acepcién de lo publico en aque- llos dias— era algo que amenazabo seriamente ef orden social, especialmente la imagen de los hombres de sus familias. Conforme avanzaba el siglo la presencia de mujeres proletarias, artesanas y empleadas en huelgas y manifestaciones sindicales, complejizaron més ain la escena publica. Pero los servicios religiosos, la pedagogia y los profesiones liberates sdlo involucraron al 9.5 por cienio de la poblacién econdémicamente activa femenina.* El resto se concentraba en ramas como personal de servicio, industria y anfles manuales y comerscio: es decir, en actividades de bajos ingresos y corentes de estatus. El propio hecho de realizar Ia tarea era ya un demérito para las aspiraciones de respeto y de honestidad que pudiesen tener las mujeres. Siempre queda la pregunta si las trabajadoras pudieron distanciarse del discurso dominante y encontrar en sus 43 Marfa Emmo Mannoretli olicios efectos dignificantes o algun oto tipo de gratiticacién perso- nal. En todo caso, como sostiene Maritza Villavicencio, ef trabajo de las mujeres de los grupos subalternos de la ciudad se acercaba mucho a fa informolidad, asf como a Ia multiplicidad de lobores (poco especializacién), y a una abrumadora doble jornada. Estos cambios, en consonancia con otras fransformaciones, generaron también nuevos discursos sobre el comportamiento femenino, sobre sus funciones, sobre su cuerpo y su sexualidad. De otro lado, fa experiencia de las mujeres ofrecia nuevos refe- rentes para la elaboracién de un discurso personal sobre st mis- mas. Ast, el imaginario femenino se complejiza. Al dibujarse nue- vos espacios en los que las mujeres interactéan, tanto el espacio publico como el privado se redefinen. En estos afios aparece tarnbién el término colectividad, para referirse a lo que antes tenia nominaciones de diferente connotacién. Una nueva mane- ra de referirse a los individuos asociados, a to publico. El discurso médico emergente Los médicos pervanos tuvieron muy presente los avances relati- vos a la profilaxia social y a las consecuentes medidas a adoptar para subsonar una serie de problemas de salud de !a poblacién del pafs y de la femenina en particular. Por ejemplo, los médicos —grupo laico e inspirado en las tendencias mas modernas~ fueron tomando mas importancia en lo configuracién del Congreso, desplazando asi a abogados y eclesiasticos.*! También ocuporon cargos importantes en la adminisiracién del Estado, asumiendo puestos en los ministerios y en los munici- pios. Con otros profesionales iba ocurriendo algo semejante. Es entre 1890 y 1930 donde se combina la propagandizacién de la ciencia, la interrelacién con la cultura local y la investigacién original. Este encuentro se interryumpe luego.*? Limpies y moderos No obstante, podria decirse en términos del tema que ahora fos inferesa, que hubo una tendencia cada vez mds clara para por lo menos precisar ef compo de la practica médica en cuanto a los dolencias de las mujeres y asuntos relacionados a sus funciones reproductivas. En 1896 se crea la prdctica de Puericuttura, en 1918 la de Ginecologia y se dan pasos importantes en Io referente a la practice obstétrica. Cierlomente este tipo de acciones en la Facultad de Medicina de Son Marcos no necesariamente tuvo un correlato en la tarea de investigacién propiamente tal. De hecho, como se veré mds adelante, el campo de experimentacién estuvo abierto para los médices en los hospitales, con todo el patetismo del caso, y de pronto con algo de heroismo también. La inestabilidad politica y econdémica del Pent duranie el siglo XIX inhibié un desarrollo sostenido de la actividad médica y, en consecuencia, del conocimiento que de ésta pudo derivarse. La recuperacién material del pais luego de Ia Guerra del Pacifico significd también fa aparicion de una intelectualidad afin con fa élite politica y econdmica que coincidia culturalmente con la ideos del Positivismo. Se desplazaba asi el predominio de una visién conservadora y clerical del conocimiento y de la sociedad.>> La educacion de los habitantes del pais y el incremento de la pobla- cién constituyeron los puntales del nuevo proyecto nacional. les cambios en el significado de la diferencia sexual se sustentayon en Ja biologfa que es entendida como uno fundo- cién epistémica para los reclamos prescriptivos del orden social. Es una nueva visién de la relacién entre naturaleza y cultura. Desde el siglo XVIII, el mundo fisico -el cuerpo— aparece como fo "real" y su significado cultural es epifenomenoldgico. El sexo aparecia como una categoria ontolégica.** Esta distincién tiene extensas implicancias. Estas nuevas formas de interpretar el cuer- po no estuvieron inspiradas de manera exclusiva en el desarrollo de su conacimiento. En cambio, fueron la consecuencia de dos tendencias diferentes: una epistemolégica y otra politica. El cuerpo Maria Emma Mannarelli dejaba de ser un microcosmos andlogo a un orden mayor; la ciencia dejaba de generar jerarquias de analogias. El sexo biolé- gico se convirtié en la referencia de lo que era masculino y lo que era femenino. Ademds, la politica, gruesamente entendida como la competencia por el poder, generé también nuevas formas de constitucién del sujeto y de la realidad social en la que éste habi- taba. Ef desarrollo de ciertos espacios pisblicos nuevos también estuvo vinculado a esta nueva concepcién del cuerpo sexuado, especialmente cuando éstos se distinguian con mayor nifidez del dmbito doméstico. La biologia se convierte en la ciencia de la vida. Los seres humanos como seres animados, son posibles de ser conocidos e interpretados desde los conceptos de esta disciplina. Otras cien- cias, y especialmente fas médicas, deben ser sometidas a sus leyes. Sin duda, es por ello que encontramos en los planteamien- tos golénicos locales constantes comparaciones 0 az.alogias entre la especie animal y el comportamiento humano. Esto es claro, por ejemplo, cuando los médicos comparan a las mujeres con las hembras de distintas especies animales. Esto se da especial- mente en los casos de la sexualidad femenina. Hacer coincidir estos creencias con los problemas especificos del pais fue un reto logrado no siempre a cabalidad. El discurso progresista del Positivismo se encontré con las rémoras de la servidumbre. Atacarlas era atacar los intereses de los grupos econdmicos. Veremos en distintas partes de este trabajo las diferen- tes propuestas y los variados desenlaces de este proceso. Seguin Marcos Cueto, el Positivismo peruano tuvo un significado contradictorio. Los intelectuales hicieron suya la retérica de esta tendencia en cuanto lo ubicaron como fuente del progreso y del conocimiento prdctico. No obstante, esto no llegé a orientar de manera persistente la forma de las instituciones ni sus actividades.** Las relaciones sociales y politicas tradicionales actuaron como un serio obstéculo, tanto para la efectiva privatizacién del mundo 46 Maria Emma Mannarelli Desde fines del siglo pasado y principios de! XX, la Facultad de Medicina de San Marcos estuvo disefiada bajo el modelo francés de instituciones profesionales centralizadas: localizadas en le capital del pais y muy ligadas al aparato estatal.® En este periodo los médicos, junto a los ingenieros, fueron los que encarnaron con mayor nitidez lo actividad cientifica: crearon asociaciones, fundaron revistas e intentaron legitimarse apoyan- dose en la ciencia moderna. A 'o largo del siglo XIX los médicos constitufan un grupo poco significative frente o otros, especial- mente frente a aquellos doctores en leyes y en teologia.*” Los médicos participaron en la vida politica del pais no sélo ocupando cargos técnicos en el aparato estatal, sino que fueron representantes politicos en las insiancias de gobierno. En el Pariamento, por ejemplo, entre 1895 y 1930 montuvieron el 13 por ciento de Ja representacién.*° Eventualmente también ocu- paron ministerios como el de Salud Publica y Edvcacién.“’ En cuanto a fa poblacién estudiantil universitaria, la Facultad de Medicina de San Marcos mantuvo entre 1897 y 1910 un tercio de dicha poblacién. En 1920, la Facultad de Medicina representé un 41.6 por ciento del total de los matriculados.‘” A pesar de la relevancia de los médicos como grupo profesio- nal y su innegable ascendencia politica, su numero no era suficiente para responder a las necesidades de los habitantes del pais. El incremento de la participacién de las mujeres en las pro- fesiones sanitarias también llama ta atencidén, especialmente hacia fines del periodo en cuestién. En 1908, el 23 por ciento de todos los profesionales de solud era mujer, mientras que en 1931 ascendié al 43 por ciento. Pero la medicina propiomente fue ejercida abrumadoramente por hombres.* El numero de obstetrices en el mismo periodo crecid de 95 a 196. No hubo ningun obstetra varén.*4 Al iniciarse la década del veinte habfa transitado por la Facultad de Medicina de Lima un reducido némero de mujeres, 48 Maria Emma Monnarelli Catalina Gonzdlez, cuando Garcia y Garcia publicaba en 1925 su obra, no aparecia como graduada. Beatriz Carvajal fue alumna del Liceo Grau que fundara Esther Festini en 1896. luego se matricula en la Escuela de Medicina, También tenia una solud delicada, y no se habia gradyado cuando empezaba la tercera década del siglo XX.5! Mercedes Cisneros, cusquefia, in- gresé primero a la Universidad Menor de San Antonio a fa Facultad de Ciencias donde se doctoré. En Lima continud en la Escuela de Medicina y se gradué de Bachiller en Medicina en 1928. En ese aio aporecen archivadas dos tesis de bachillerato de Mercedes Cisneros. Una es "Rol de las enfermeras como ouxiliares en el ejer- cicio de las profesiones médicas y de las instituciones de higiene social” y la otra “Deducciones de la estadistica psicolégica del Hospital Arzobispo Loayza, ambas presentadas a la Facultad de Medicina de $a Universidad de San Marcos. Seguin opiniones como las de Garcia y Garcia, la presencia femenina en la profesién médica era crucial. Por naturaleza la mujer tenia una especial inclinacion para mitigar el sufrimiento del enfermo, y para hacerse cargo de las mujeres y los nifos “que les oigan con paciencia y le observen con amor.** La ciencia no quebraria Ia fe femenina, al contrario, la fortaleceria. Gracias a las médicas se superaria aquel problema de "quienes por una falsa vergiienza, han ocultado al médico, determinados sintomas o achaques naturales, y que sin embargo, pueden ser referidos sin escropulo a una mujer." El pudor femenino frente a un profesional varén, sostenia Garcia y Garcia, alimentaba el avance de las enfermedades verganzosas o secretas. Entre la enferma y lo médica cabria la confianza, sentimiento incompati- ble con el vinculo entre aquella y el médico, "y se haga la verdad en ta explicacién det mal cuando aun es posible combatirlo."* Un niémero mayor de mujeres se graduaron durante la segunda década del siglo XX en campos vinculades a la Medici- fa como Farmacia y Odontologia. En estas profesiones, que 50 Maria Emma Monnarelli mujeres que actuaron en la escena publica fueron no sdlo las voceras del mensaje higiénico, sino que empezaron a ser raconocidas como jas gestoras de un orden donde el cuidado del espacio y del cuerpo y la limpieza en general eran llevades a la practica. A mediados de la década del veinte se habian graduado no menos de dieciséis mujeres como odontélogas. La primera de ellas, Ana Seminario de Mac Sorley, recibié su grado gracias a una ley del Congreso que la facultaba para el ejercicio de ta profesi6n. Esto fue en reconocimiento de su practice autodidacto. Ademds, se le concedié una pensién oficial para que se encorgara de la atencién a escolares, asi come a personas sin recursos.*! De todas maneras, mantuvo su consultorio. Todas las demds lo hicieron a través de la carrera formal en la Escuela de Medicina. Algunas abandonaron la préctica profesional luego de casarse. La conyugalidad y la maternidad alejaban a estas primeras profesionales del campo laboral, Uno de los casos fue el de Nisida Balbuena de Loiseau, que al casarse cerré su consultorio "para consagrarse Gnica y exclusivamente a los muy sagrados deberes que le correspondian como esposa Primero y como madre enseguida." Otras dentistas luego de estudiar en Lima se trasladaron a diferentes ciudades del pats donde continvaron trabajando. Betsabé Nifio Neira abrié un consultorio en el Cusco, y luego se dedicé a viajar por distintos pueblos andinos donde siguié trabajando. Al final se establecid en Arequipa. Su hermana, Zoila Nifio Neira, también trabajé come dentista en la misma ciudad, Las mujeres profesionales estaban expuestas de una manera especial al escrutinio publico, que aparte de exigirles solidez laboral, esperaban sefiales muy claras a propésito de su conducta personal: "Su triunfo (el de Zoila Nifio Neira) en Arequipa ha sido completo, porque a su saber agrega la seriedad de su conducta, con lo que tiene 52 Limpios y modernas asegurada una exquisita reputacién, que fo permite disfrutar de toda clase de consideraciones por lo mds selecto de esa sociedad,” las farmacéuticas, quizd porque su trabajo demandaba un zontacto con el pdblico -y con el cuerpo- diferente al de nédicas y odontélogas, encontraron un camino menos tortueso 3n su trayectoria profesional. A esto se sumaba que fa tradicién seculor asociaba a las mujeres a la experimentacién curativa propia de la medicina popular y tradicional. La combinacién de estos factores tuvo como resultado que en los afios veinte se hubiesen graduado cincuentaiséis farmacéuticas.** Pero éstas también enfrentaron tas penatidades propias del recelo masculino. Se pensaba que su éxito se debia a una desleal competencia con los miembros masculinos del gremio ol aceptar un sueldo muy inferior ol que éstos exigian. Pero Elvira Garcia y Garcia, tuego de una inyestigacion sobre el tema, confirmaba la falsedad de esa presuncién. Incluso sefialé ta impartancia que un numero apreciable de estas mujeres habia logrodo establecer sus propias farmacios.° [gual que to que ocurra con las dentistas, muchas formacéuticas ejercieron su profesién en los provincias. A pesar de todo lo expresivo de estas experiencias de las primeras mujeres profesionales de! Perl, tanto en relacidn o las proezas personales como en lo que dicen de Ia hostilidad de la cultura publica de la época, es facil desprender de ellas que estas Mujeres tuvieron un peso reducido dentro de su gremio en la elabo- racién de un discurso ptblico normativo. En este sentido fueron marginales, y no es posible desestimar el peso que tuvo el hecho de que virtualmente todos los miembros del “cuerpo médico" fueran varones. Sin embargo, también es visible que estos mujeres trascendieron la especializacién de su preferencia y actuoron e influyeron en otros dmbitos donde se desenvolvia la actividad feme- ning; probablemente uno de los mas claros es el terreno educative. Mario Emma Maonarelli En la época que nos interesa, el discursa médico es exclusiva- mente masculino, y precisamente en ese periodo se va perfilan- do como un discurso normative publica. La modernizacién de ba administraci6n publica fue incorparando en su gestién asuntos vinculados a la vida cotidiana y privada de las mujeres. Como yimos, muchos médicos se convirtieron en burdécratas; ademds, ostentaron cargos de representatividad politica. Este hecho tuvo varias consecuencias. La presencia de los médicos en el aparato estatal tendia a despatrimonializar el Estado, Tanto la ocupacién de cargos publicos como la articulacién de un discurso sobre la salud, que cada vez se hacia mas social, planteaban al Estado peruano responsabilidades que antes no aparecian como tales. Esto, a su vez, supuso una redefinicién de la accién publica en el propio mundo privado. El mandate cientifico y laico rompia con el monopolio que hasta ese entonces hab/a tenido la Iglesia, especialmente en cuanto al ejercicio de la sexualidad. En el discurso médico fa posibilidad de lograr el progreso y la civilizacién, aspiraciones tipicas de la época, estaba vinculada con la salud sexual y la actividad reproductivo de la poblacién. El contacto sexual y las formos de contacto diario fueron pre- ocupaciones permanentes. la asociacién entre higiene, progreso y mejoromiento de la especie fue redundanta como preocupacién académica y publica: De los beneficios cousados hasta el presente por el maravilloso desorrollo de las ciencias biolégicas, quiza no hay uno ton grande como el habernos dotode de criterio mds justo par apreciar el valor de la vida, suministrandonos a la vez los medios conducen- tes a conservorla y fortalecerla. Hoyen todos Jas sociedades cultos se nota una emulacién febsil por convertir en realidades las hermosas conquistas de la higiene moderna; en todas ellas se lucha por la constitucién de un amplio codigo de salud que osegure la subsistencia y el mejoramiento de lo especie. Y Limpias y modemos lotendencia al respecto estan visible y ton unida se hallo al grade de cultura que bien podria su magnitud servir de medida para aquilatar los triunfos alcanzadas por un pueblo en el batallar del pragresa.°¢ La existencia de altas tasas de mortalidad infantil y materna fue un argumento permanente para exigir la intervencién de los médicos en la creacién de los programas de salud estatales. La administracién publica debia escuchar lo que los médicos tenian como recomendaciones para contener las alarmantes cifras de mortalidad, que atentaban contra el progreso y el “fortalecimiento” del pais. Se sugeria un conjunto de medidas higiénicas para mejorar tol situacién, dentro de las cuales el ejercicio fisico cumplia un papel preventivo, siendo un "modifica- dor higiénico poderoso" de la raza: el saneamiento del suelo, del aire, del agua, de los alimentos y la “vigorizacién del organismo, regularizando y robusteciendo su capacidad funcional, a fin de transformarlo en terreno infecundo para la implantacién y supervivencia de cualquier germen nocivo,”¢” La mejora de la higiene es una tarea que ademds es planteada a inicios de siglo como un deber nacional en la medida que permitiria fortalecer al Estado y a los habitantes de la nacién. A principios del siglo XX se acentUa la necesidad de hacer de la salud una responsabilidad pUblica. La presencia de los médicos es importante en tanto aspira restarle al Estado su caracter privado, cortesano y pairimonial y lo presiona para que asuma sus responsabilidades propiamente pUblicas: "Comprendiéndolo asi las naciones que marchan a [a cabeza de nuestra civilizacién dedicaron y dedican ingentes sumas de dinero para sotisfacer estas exigencias (de la higiene) y que ef patriotismo oconseja no descuidar, porque nada hay que se relacione més directamente con el vigor de un Estado que la salud de su pueblo." Maria Emma Mannarelli A tines del siglo pasado el Pert compartié con otros paises de América Latina lo preocupacién por la higiene como asunto publico. Nuevas nociones de individualidad y de colectividad aparecian en Jas elaboraciones de quienes podian decir algo sobre el pats que observaban. La asociacién entre salud y civilizacién fue virtualmente universal en lo que a fa cultura occidental moderna se refiere; no obstanfe, en cada uno de los paises este discurso se impregnd de caracteristicas propias; la estructura de los grupos sociales, la diferencia de género y la cuestién étnica se combinaron de manera especial. & La derrota peruana frente a Chile habia originado una autoimagen de pais debilitado, mutilado, exangie. Todavia a fines del siglo XX, los peruanos recordaban con desazén una de las represen- faciones que el periodismo chileno habia construido de la esencia de los peruanos. Los j6venes peruanos habian sido des- critos por diarios chilenos como enclenques y afeminados y de “consagrar su escasa virilidad al goce de los placeres sexuales."”° Los consejos médicos, de ser seguidos, harian de esta débil y morbosa sociedad un pois viril y potente. El cuerpo aparece como metéfora de lo social, del pals. La transformacién corporal y su fortalecimiento se presentaba como una metafora del esfuerzo que el pois debia realizar paro recuperarse del debilitamiento y lo mutilacién experimentada a raiz de la Guerra del Pacifico. Como si la derrota frente a Chile hubiese anifiado y afeminado al pois. Era un pais con sus fronteras violadas, como el cuerpo de una mujer sometida a la violencia masculina, a la violencia del fuerte, del apto, del vigoroso. El pais se retrataba plagado de enfermos, de débiles, de cuerpo y alma: "nos hallamos diezma- dos por numerosas enfermedades evitables, cuya etiologia figura, muchas veces, como factor de primer orden la poca resistencia vital de los pacientes que las sufren."”' "Parece que el desastre, después de mutilarnos, hubiera anulado nuestra energia fisica; convirtiéndonos en nifios pusilanimes resignados 56 Limpiasy modermas a lo violencia. Intereses menudos, pueriles antagonismos ofus- can nuestro instinto de conservaci6n y nos ciegan ante la evidente necesidod de somefernos a los preceptos de una educacién viril que prepare el advenimiento de generaciones vigorosas, capaces de contener la insaciable codicia que una ver violé nuestras fronteras."?? Sentian que kabitaban en un territorio despoblado, y pensaban que la grandeza de una nacién residia en una poblacién densa: "Nada es mds cierlo que el engrandecimiento de un pueblo se debe al némero de sus hijos en proporcién a lo extensién del tarritorio y a sus lugares habitables', "es {o fuerza del numero la que se impone." Y a los ojos del graduando Oscar Valera, en el Pert la poblacién iba en progresién decreciente.” El estudio realizado por el graduando de medicina de San Fernando, Mocsimiliano Barriga, sobre el ejercicio y la salud, se orientaba por una percepcién del Pert que fue difundida entre otros estudiantes y médicos: (...) el borroso futuro que amenaza al Peri, si despojandonos de nuesira secular indolencia, no nos decidamos a resolver nuestros problemas higiénicos, cuyo estudio tiene ya el cardcter de clamorosa exigencia nacional. Lo importancia de todo lo que atare a la conservacién y al vigor de la especie es hoy tan inmensa {...) que podemos ver en la cosecucién de este ideal, el misteriose aliento que impulsa a las sociedades a batirse con el progreso... La subsistencia de un pueblo vacila y se hace precaria cuando las impurezas del suelo, y del aire unidas a lo folta de higiene individual van creanda poco a poco decadencias orgénicas que disminuyen el coeficiente de existencia vital de los pobladores... somefidos a la influencia mérbida de numerosos agentes patégenos. que originan dolencias esencialmente evitables.”* Fortalecer su poblacién es fortalecer el organismo nacional y sus fronteras. La higiene —de la especie, de la raza— se convertia a7 Marfa Emma Mannarelli en un deber patridtico. A principios del siglo XX, los médicos sostenian que el engrandecimiento de un pueblo respondia a la cantidad de habitantes en proporcién a su extensién territorial y, en el Peru, esta proporcién era decreciente.’> Los médicos percibieron al Peré como un pais “estancado en los umbrales de la civilizacin", viviendo una prehistoria. Solamente cumpliendo los mandatos de la higiene el Peré podria considerar haber ingresado a la "historia." Las mujeres educadoras y progresistas, asi como los médicos contemporGneos, hicieron suyas estas aspiraciones que, a su vez, se implicaban mutuamente. Orde- narlo, limpiarlo y educarlo eran requisitos para abandonar el estado de barbarie. En esta prédica la funcién de las mujeres era primordial, debian convertirse en las adalides de la civilizacién, cloro que bajo el cansejo de la ciencia médica. A nadie como a los médicos, argumentaban, les asistia el derecho y la obligacién de “luchar por todo aquello que aumentando las defensas orgdnicas contribuya a destruir las irritantes miserias con las que nuestra vida tropieza a cada paso, ylas desiguatdades de resistencia vital.””¢ A los médicos les toca la orientacién de esta reforma. Se sentfan doctos en conocimien- tos insospechables, su visién clara podia distinguir fo urgente de lo accesorio. Lo autoridad de su sabiduria disiparia las dudas sobre sus argumentos, y los proyectos que hasta ese momento hobfan sido irrealizables hallarian aplicacién concreta.”’ La vision ero optimista, auguraban tiempos mas felices, en los que “ya redimidos de nuestras culpas higiénicas, habiten en nuestro suelo generaciones sanas y vigorosas que detengan el oprobioso avance de Ia conquista y svefien a la vez en las reivindicaciones reclaman- do por la integridad y el honor de la Republica.””* Los médicos se sentian protogonistas de una nueva etapa en el proceso de la civilizocién. Antes de la aparicién del "concepto patogénico de las enfermedades infecciosas", necesario para la 58 Limpios y modernas higiene, todo habia permanecido envuelto en la oscuridad més completa.”? La inauguracién de la "era pasteuriana” y el desa- rrollo de la bacteriologia aclaraba Ia naturaleza de las enferme- dades, asi como las posibilidades de evitarlas. Los conceptos higiénicos se convertian en premisos morales, pues pretendian normar las formas de vida de las personas y las maneras en que éstas debian relacionarse, ocupar espacios y, en consecuencia, instaurar las distancias adecuadas para la convivencia. El discurso de las mujeres Estos intereses publicos trazaron un paisaje discursive en el que la propuesta cultural femenina aporté de forma notable. Eran los tiempos de la educacién de los mujeres. Este periodo enmarca lo que fue el desarrollo de la iniciativa femenina por la educa- cidn, fas organizaciones y asociaciones de mujeres. Por primera vez aparecié la posibilidad de la educacién secundaria femenina laica, primero orientada a sotistacer las exigencias de las mujeres de las clases medias, luego a responder o las mujeres de clases populares de Ja ciudad, que hasta 1928 no tuvieron una respuesta estatal en lo referido o la educacién secundaria. Esta inédita expansién de la educacién femenina, que hacia juego con la legalizacién de la educaci6n universitaria para mujeres, transformé con su presencia los formatos mascu- linos de lo prensa escrita, Nuevas revistas, mas articulos en le prensa escritos por mujeres, acompafiaban y difundian la exis- tencia de una miriada de organizaciones y asociaciones de mujeres. Las orientaciones variaban: de las gremiates a las feministas; unas influidas por la Iglesia, otras mas proclives al vinculo con las mujeres artesanas y proletarias. Pero todas preocupadas por redefinir una moral femenino baseda en el trabajo y dignificada por la educacién. Lo incursién de las mujeres en el trabajo y la ampliacién del horizonte vital femenino, 59 Morio Emma Mannoselli hacfan necesaria una identidad femenina con un perfil diferente, erosionando la clasificaci6n social jerarquica. El desarrollo de la educacién femenina esté vinculado con los patrones de comporlamiento también de la poblacién masculina y de la familia. Cierto grado de evolucién de los mecanismos de coaccién tienen que ser alcanzados para la gestacién de los espacios pUblicos. Se sostiene que la autocoaccién, el autocontrol de las emociones es un requisito para la constitucién de cierto tipo de vinculos mas o menos igualitarios, y éste es un rasgo caracteristico de la propuesta cultural de las mujeres en la época en mencién. Con el riesgo de simplificar la riqueza de esta experiencia, se puede empezar agrupando dos grandes cuestiones en la prédica femenina: la consiruccién de una casa, la reorgani- zacién del espacio privado y familiar, y por otro la relaboracién del espacio publico, especialmente con relacién a la educacién de las mujeres. Estas, igual que los médicos, aunque desde una sensibili- dad diferente, aportaron a la ampliacién de los espacios de opinién publica y en la foria de un espacio publico y en fa despatrimonializacién del funcionamiento estatal. Los intereses que cautivaron a las mujeres escritoras y educa- doras convergen en multiples oportunidades con los de los médicos contemporaneos. Ademds, no sélo compartieron temas de interés, sino que se nutrieron de una misma matriz cultural Una expresion de ello es cémo el lenguaje, a nivel metaférico y simbélico, de estas mujeres se impregné de la utopia civilizatoria que la ciencia y el racionalismo de la época preconizaba: ef pats necesitaba de mujeres sanas y trabajadoras y de nifios y nifias fuertes. El discurso biologista unia a médicos y mujeres de yanguardia. Tanto en el aspecto literario como en el ensayo cultural y de critica social, las mujeres tuvieron como actitud basica la observacidn fisiolégico-moral. Las escritoras compartieron el interés por detectar la naturaleza psicofisica del comportamien- to humano, en relacién cosi siempre con un determinado medio 60 Limpias y modernas ambiente, y por explicar sus caracteres y devenir en términos de objetividad cientifica.°° Mercedes Cabello comparaba la pasién con la enfermedad: Jas personas eran victimas de ambas; son fatales, irresponsables ¢ inconscientes.*! Se plantea el problema de la responsabilidad individual y la higiene moral. Segon Mercedes Cabello: "sd!o la educacién y el medio ambiente en que vive y se desarrolla el ser moral, deciden de la mentalidad que forma el fondo de todas las acciones humanas.”®? La idea de la higiene como orientadora del “perleccionamiento”, prove- niente del paradigma cientifico-médico de la época, encventra cauces de difusién en otras esferas del mundo social, come la literatura fernenina. Civilizar el espacio piblico fue una de las consignas principa- tes de las mujeres que se embarcaron en esta cruzada. Una de las manifestaciones mas nitidas de este sentimiento fueron las campajias antialcohdlicas, la participacién en la Sociedad Nacional de Temperancia y en las actividades realizadas pora difundir los preceptos higienistas de la época. La revalorizacién del trabajo como actividad digna, y la transformacién de los espacios publicos de la ciudad marcan buena parle de las acciones y de la prédica de las mujeres vanguardistas de Ja 6poca. Si bien es cierto que las mujeres han estado siempre figadas a las funciones reproductivas por razones obvias, la maternidad empieza a definir de manera explicita y prescriptiva la funcién de las mujeres en la sociedad no hace mucho tiempo. Esta nueva definicién esté vinculada a transformaciones socia- les especfficas. Tiene que ver con la progresiva gravitacién de la familia nuclear y consumidora, en vez de productiva; con la redefinicién de las fronteras entre lo publico y lo privado; con un nuevo orden familiar y con la asignacién de roles familiares diferentes. Supone también lazos distintos entre hombres y mujeres, la aporicién de la idea del padre proveedor; implica la oparicién de un mundo infantil diferenciado def adulto, una concepcién 61 Marfa Emma Mannarelli particular de !a infancia. Esto exigia tombién la construccién de la “casa”, de {a privacidad, del mundo de los afectos. Lo cruzada de médicos y mujeres por desconteminar el espacio piblico implicaba introducirse en una serie de aspectos del problema. En el caso de Maria Jesés Alvarado, a propésito de una conferencia antialcohdlica en el Callao en 1914, condenaba la amenaza del gobierno de recortar el gasto publi- co para la escuela primaria. La educacién se tornaba en un de- recho inalienable de las personas. Su inobservancia iba en con- tra de la dignificacién femenina y del bienestar de las mujeres.** El aién de las mujeres por civilizar el espacio escolar, el espacio publico al fin, demandaba una retérica capaz de seducir, por un lado, o las instituciones pdblicas, usualmente negligentes con respecto a la materia; de otro lado, habia que convencer a padres y madres que la escuela era un sifio convenienfe, adecuado, sano. La educacién de los nifios no padia contar de manera exclusiva con el amor de la familia: "La educacién no es mas que ta conservacién y el mejoramiento def orden y de! progreso, en el ejercicio de las facultades intelectuales, morales y de [a vida en relacién."* Tanto en términos del mundo privado como del publico, las discusiones sobre el cuerpo y su control estuvieron siempre pre- sentes, aunque no siempre de manera directa. El conocimiento del cuerpo, de sus érganos y de sus funciones empezabe a ser considerado vital en el proceso del aprendizaje. Por ello la educacién debia apoyarse en la biologia, de cuyo conocimiento debian estar al tanto padres y educadores.*® Los cinco senlidos eran los canales por los cuales las personas, en este caso los nifios, se relacionaban con el "mundo exterior.” Mas alld de lo inmoterial de los fendémenos hymanos, todos dependen de un “aparato esencialmente material": el encéfalo. De éste depende el desarrollo intelectual y morat del nifio, y la facultades del nifio deben ser conocidas y perfeccionadas. En este proceso de 62 Limpios y modomnos conocimiento y de perleccionamiento, el ejercicio fisico juega un rol fundamental: ayuda a la 'perfecta conservacién del cuerpo." "El cuerpo debia ser normado por el ejercicio fisico que corregia posiciones anormales y viciosas inherentes a la morada en la escvela. La actividad corporal que el ejercicio proporcionaba, aumentaba lo energia vital y contribuia a dar a los miembros y a los érganos "toda la desenvottura y amplitud de que son susceptibles.” Ademds el ejercicio tenfa otra virtud: desconges- tionaba el cerebra.® El cuerpo es visto como una especie de mecanismo puesto al servicio de Ia inteligencia. El cuerpo es clave para lo formacién de los individuos en general, y ni siquiera la inteligencia debe desarrollarse a expensas del cuerpo. El cuerpo toma un lugar central. Aparece con fuerza la idea del cvidado del cuerpo femnenino como una preocupacién social a la vez que intima. Es interesante lo reproduccién de articulos en la revista quincenal E/ hogar y la escuela (1908-1909) sobre medicina naturista y la atencién al funcionamiento de la salud fernenina. Esto supone varias cosas. En primer lugar, la salida de las mujeres de los mal aireados y oscuros recintos hogarefios: bafos de sol, mar, arena y una dieta se recetan para las varices. El cuerpo se descubre, se expo- ne, se exterioriza como tal. Como se ve, a alimentacién debe adquirir también una racionalidad diferente. El bafio diario, de "cuerpo entero," se empieza a imponer. Las rutinas higiénicas empiezan a ser parte de la vida cotidiana, a formar la experien- cia individual. Una experiencia que contrasta a la persona consigo misma, que implica una mirada subjetiva, una observa- cién del comportamiento. Un espacio publico suponia pues un conjunto de normas y comportamientos tendientes a igualar a los miembros de una sociedad, mds allé de sus origenes sociales. Esto era un ideal que contradecia los supuestos inherentes a la sociedad jerdrquica de ia época, que si bien abria esta posibilidad y la hacia 63 Mario Emma Maanarelli imperativa, por otro lado las resistencias eran grandes. Y eran estas resistencias las que mujeres educadoros y progresistas tenian que enfrentar, y a eso se dedicaron. Era un juego doble. El propésito de crear un sistema educative que sc encargara de formar nuevos sujetos y nuevos valores, debian también refarmular los roles domésticos, precisarlos, afinarlos. Y viceversa. La escuela no puede hacer mucho sin !a moralizacién del hogar. La escuela era una nueva forma, necesaria, de socializacién. Los mujeres comprometidas en este proyecto, de distintas maneras es claro, querian former a individuos; y la individualidad, y aqui estabon muy claras, implicaba !a consideracién de los factores fisicos y psiquicos.®” La escuela debia formar la voluntad de los nifios, es decir, la manera de reaccionar frente a los estimulos exteriores. Al mismo tiempo, este reordenamiento familiar supone funciones y otribuciones especificas del espacio publico. Aqui deben crearse instancias apropiadas para la nueve calificaci6n de las personas. Ya no mds lugares donde los diferentes estén juntos sin una nueva definicién de los individuos. Ahora, las distancias corporales deben estar reguladas bajo criterios diferentes. Los individuos tienen que ser definidos o clasificados de una nueva manera para evitar la contaminacién. Y esto supone un comportamiento social distinto. Al redefinirse fo publico se establecen nuevas normas a través de las cuales los individuos interactuan en un espacio comun. La normatividad proviene ya no tanto de los lugares de adscripcién tradicionales -familia, pertenencio sexual, procedencia étnica, lenguaje, edad, acceso a dinero-. Se supone que un designio publico -la higiene y la educacién- establece una norma generat a la cual los individuos deben someterse con el fin de homogenizarse. La difusién de las précticas deportivas también supuse una nueva percepcién de los individuos y del cuidado del cuerpo, inaugurando mandates alimenticios y educacionales. Todas estas transformaciones impactaron en la propuesta cultural de las 64 Limpias y modernas mujeres de la época. Hasta aqui no aparecia fa educacién femenina como un derecho, por lo menos en el discurso cultural del periodo. La existencia de escuelas publicas de instruccién primaria reconocia ese derecho y la obligaci6n del Estado para con las mujeres, aunque de manera rezagada frente a los hombres. La presencia de las mujeres en los nuevos espacios publicos, asi como sus nuavos roles domésticos, se expresan en la partici- pacién de éstas en un discurso pdblico cultural. Si bien esta participacién, especialmente a través de la actividad literaria y propiamente cultural, se remonta a la década de los 80 det siglo XIX, este periodo aporta elementos propios desde la perspectiva de las mujeres.® Tanto en ta produccién literaria como en los ensayos de critica social se encuentran interpretaciones y elabo- raciones acerca de los cambios en Ia identidad femenina, especialmente en relacién a la sexualidad y al significado del cuerpo femenino, tanto a nivel de sus funciones propiamente reproductivas como Ia menstruacién, la matemidad, el parto, como en su sentido més simbélico, Estos cambios, y el radicalismo de su significado, también supusieron la reelaboracién del discurso publico masculino. La redefinicidn de la frontera entre lo piblico y lo privado, suponia Ja redefinicidn de los roles femeninos. Es justamente esta redefinicién lo que nos interesa conocer a través de esta investigacién, y para ello es crucial analizar cémo el discurso normative masculino incide en la definicién de las nuevas funciones femeninas. Esto es también una manera de ir enten- diendo cémo un discurso publico, en este caso el discurso médico sobre Ja salud y el cuerpo de las mujeres, interactua con la prdctica social de las mujeres. 65

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