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CAPÍTULO 1: LO FANTÁSTICO, UN DISCURSO DE DIFÍCIL PRECISIÓN

El texto fantástico pone en juego en su composición un conjunto de estrategias narrativas para crear
mundos posibles, a los cuales el lector no puede darles una interpretación acabada, ya que se construyen
sobre la base de la ambivalencia de sentido. Lo fantástico crea incertidumbre, anula toda ley natural e
intento de mímesis, de copia fiel de la realidad.
Lo sobrenatural se nutre del deseo de desbordar los límites que aprisionan la existencia humana, de la
necesidad de crear universos imaginarios en el que el ser se sienta libre de la angustia existencial y de
ataduras metafísicas.
Irene Bessiere afirma: “El relato fantástico provoca la incertidumbre, en el examen intelectual, porque
utiliza datos contradictorios reunidos según una coherencia y una complejidad propias”.
Caracterización del relato fantástico y su situación frente a la crítica

Lo fantástico se nutre de los conflictos entre lo real y lo posible. Surge en el instante en que lo verosímil se
desvanece, y se produce un quiebre con lo cotidiano, cuando en un contexto realista aparece un suceso
sobrenatural, y lo normal, la percepción común, se vuelve anormal. Se presenta como una ruptura del orden
conocido, como “una irrupción de lo inadmisible en el seno de la inalterable legalidad cotidiana”. Los medios
de que se sirve el relato fantástico para presentar su “realidad” son inicialmente miméticos. Su base en un
comienzo es real, pero luego se transforma en otro modo de ser, en algo no real, que representa aparentes
imposibilidades y que, al dificultar el conocimiento, se torna dudoso.
Casi siempre se desliza un elemento sobrenatural o extranatural que enciende el conflicto, un ingrediente
extraño en un mundo regido por la razón, un factor que juega con el miedo. El lector experimenta un
estremecimiento peculiar que le provoca la constante suspensión de la conjetura, la zozobra y la inquietud.
Para que lo fantástico ocurra, debe crearse un ambiente que es invadido por un fenómeno que trastorna la
estabilidad del espacio del lector, un estímulo que desencadena su asombro. Entonces se muestra una zona
donde lo imposible aparece como posible, donde el espacio real se disloca y no responde a la magnitud del
mundo sensible.
El tiempo también se altera. Puede dilatarse, contraerse, hacerse reversible o avanzar. Años pueden
resultar segundos y viceversa.
Irene Bessiere afirma que lo fantástico está estrechamente relacionado con lo real y lo racional, desecha su
asociación con lo irracional. Realidad y razón son construcciones arbitrarias y fluctuantes. Coloca en tela de
juicio la categoría de lo real. El relato fantástico es “falsamente real”. Lo confronta con el relato maravilloso,
que sería “no real” pues no postula una realidad concreta. Lo fantástico se organiza entonces sobre la
antinomia real-no real.
Tzvetan Todorov desarrolla el concepto de lo fantástico. La vacilación experimentada por el lector es la
característica principal de este tipo de literatura. El hecho de percibir los acontecimientos narrados como
ambiguos produce vacilación en él.
Cuando el lector elige una de las propuestas, en cuanto se inclina a interpretar los hechos narrados dentro
de la frontera de lo real, se deja el terreno de lo fantástico para introducirse en otros tipos de discurso como
son lo extraño o lo maravilloso.
El lector cumple en el relato fantástico un rol fundamental: debe integrarse al microcosmos de los
personajes.
Para Todorov el relato fantástico debe cumplir una triple condición:
1) Es necesario que el texto obligue al lector a considerar el mundo de los personajes como real y a
vacilar entre una explicación natural y una explicación sobrenatural de los acontecimientos.
2) Esa vacilación experimentada por el lector puede ser también sufrida por algún personaje de la
historia.
3) El lector tendrá que adoptar una actitud frente al texto: deberá rechazar la interpretación alegórica
o poética.

La primera y la última condición son las que caracterizan la narración fantástica. La segunda puede estar
ausente.
Ana María Barrenechea observa que en ciertos relatos, los hechos están presentados de tal modo que el
lector no tiene por qué dudar. Observa que lo que se confronta en los relatos fantásticos son categorías
paradigmáticas como el tiempo y el espacio, y sus combinaciones. Establece, entonces, tres tipos de
categorías que denomina:
-lo anormal, tomando como marco de referencia la realidad cotidiana, las relaciones témporo-espaciales y
la causalidad.
-lo normal, que se explica desde el Punto de vista de las relaciones observadas entre ciertos textos y la
denominada “realidad”.
-lo no anormal, categoría separada de las otras dos.
Freud en Lo siniestro señala la dificultad de explorar lo siniestro, ya que esa sensación la experimenta de
modo diferente cada individuo. Cuando los límites entre realidad y fantasía ni son nítidos, cuando lo que se
piensa como irreal resulta o se muestra como real, es allí cuando aparecen el desconcierto, lo ominoso, lo
siniestro.
Lo fantástico es lo interno que sale a la superficie y que perturba.
Evolución del género

Desde el siglo XX, la construcción del relato fantástico se encara con nuevas estrategias tendientes a
expresar los avances producidos en los campos tecnológicos y científicos, y la relación del hombre con una
realidad en continuo cambio.
Sartre define lo fantástico como un discurso en el que se ignoran los sentidos definitivos, y explica que la
literatura fantástica del siglo XX se aleja de los seres extraordinarios para centrarse en un solo objeto: el
hombre, que posee un significado especial, que se transforma en un hombre-naturaleza, en un hombre-
sociedad. Un hombre inmerso en un mundo en que las actitudes cotidianas se sienten como absurdas, que
experimenta la alienación dentro de un espacio real, pero que no identifica como tal, y que lo hace sentirse
ajeno en un medio que le es hostil, que se encuentra escindido en una realidad extraña. Todo ello conforma
lo absurdo de su existencia. Este ser consustancial con su tiempo es el que se transforma en el personaje
fantástico del siglo XX.
Sartre afirma además que cuando prevalecía la fe religiosa, lo fantástico hablaba de huidas hacia otras
regiones y cumplía la función de evasión de la realidad. Pero en el siglo XX, cumple un rol diferente: no crea
espacios sobrenaturales, sino que presenta un mundo natural que se transforma en “otra cosa”. Lo
fantástico asume en esta época una función que le es propia: la de transformar el mundo a partir de un
discurso particular, la de bucear en el drama de la existencia del hombre.
Rosemary Jackson afirma que el modo fantástico es un género subversivo porque perturba la realidad y la
subvierte, presenta una desarmonía entre el mundo conocido y el representado en el texto. Pero la
subversión no es sólo temática, sino también expresiva. Para crear clima, se echa mano de determinados
recursos retóricos como la metáfora, las comparaciones, la metonimia, la alegoría, etc, que acometen
contra el lenguaje cotidiano.
El ensayista argentino Jaime Alazraki propone el término neofantástico para denominar la narración
contemporánea que se ocupa de un evento sobrenatural. El crítico observa en el nuevo fantástico tres
factores que lo diferencian del anterior:
1) El neofantástico asume el mundo real como una máscara que oculta una segunda realidad.
2) En su mayor parte, los relatos fantásticos contemporáneos son metáforas portadoras de formas de
transposición de situaciones y conflictos planteados en la narración.
3) La intención de provocar miedo en el lector se encuentra ausente, solamente pretende producir
perplejidad o inquietud.
David Road afirma que “la literatura fantástica contemporánea se inserta en la visión posmoderna de la
realidad. El mundo es una entidad indescifrable”.
El neofantástico mantiene el elemento básico del género (la oposición real-no real) aunque lo expresa con
técnicas diferentes, producto de las modificaciones literarias y socioculturales que se van operando a lo
largo del tiempo.
Capano afirma que la literatura fantástica puede ser interpretada como un discurso que apunta a disolver
lo real, que se escurre de los esquemas teóricos en que los estudiosos pretenden ubicarla, y que amplía y
confunde las estructuras que categoriza la realidad empírica y humana.

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