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TEMA : LA DOCTRINA DE LA
DESCENTRALIZACIÓN
GRUPO : 2
IQUITOS
2020
INTRODUCCIÓN
CAPITULO I
Una ley de 1873 restableció los consejos departamentales y municipales, con algunas
atribuciones para administrar la economía de los departamentos provincias y distritos.
Después de la guerra con Chile y bajo la forma de una ley 1880, se trató de realizar una
descentralización, sobre todo fiscal de manera tal que los impuestos recaudados en
cada zona fueran utilizados en provecho de la misma zona.
Como se observa todos los cambios antes mencionados concuerdan con el largo
debate sobre el centralismo y descentralismo, comprendido básicamente en sus
aspectos administrativos. Las sucesivas transformaciones de juntas en consejos, en
congresos departamentales, tuvieron como escenario territorial la demarcación y
reconocimiento de los límites territoriales de cada departamento y sus respectivas
subdivisiones como las que tenemos actualmente.
Por ello señalamos que la descentralización fue una oferta política que propusieron
todos los partidos políticos y movimientos que participaron en las pasadas elecciones
generales por lo cual el actual gobierno constitucional tiene el compromiso ineludible e
impostergable de impulsar este proceso en razón de importantes fines y objetivos que
representan para el desarrollo y bienestar general de la Nación.
Cien años más tarde el problema no había cambiado en lo más mínimo, y, en todo
caso, se había agravado. "Uno de los vicios de nuestra organización política es,
ciertamente, su centralismo", palabras celebres dadas con claridad por el genial José
Carlos Mariátegui en la década de los años 20, en su famosa obra "Siete Ensayos de la
Realidad Peruana"
2.1 ANTECEDENTES
Según las consultas realizadas en diferentes fuentes públicas nos han permitido
obtener referencias a la existencia de una aproximación similar a la que se ha
propuesto este trabajo.
Es un tipo de pensamiento libre, en la búsqueda del mejor camino para todos, y por
ello difieren de una persona a otra los medios e incluso los fines pretendidos. No es lo
mismo el pensamiento político de la antigüedad griega, que el de Maquiavelo o el de
Marx, pero coinciden en que todos tratan de conformar el mejor estado posible.
Quien posee un pensamiento político, sabe escuchar, ver las carencias y necesidades
de su pueblo, pero no se queda en ello: piensa una idea, la comunica, indaga en los
medios con que cuenta, los organiza y selecciona, los organiza en base a la idea, los
reorganiza cuantas veces sea necesario, escucha las críticas, repiensa su accionar, y
finalmente ejecuta la acción.
Otras formas de gobierno, sean enfocadas desde el punto de vista de quién lo ejerce o
en beneficio de quién uno, pocos o todos, o sean visualizadas como totalitarismos,
autoritarismos o dictaduras de diferentes denominaciones, o gobiernos de partido
único, no son objeto de este apartado.
2.1.2.1 Origen
El origen de las formas contemporáneas de gobierno democrático son por una parte,
las monarquías y por otra el republicanismo. Las monarquías europeas pasan del
ejercicio del poder absoluto a la monarquía constitucional y luego, a la monarquía
parlamentaria.
2.1.2.2. Características
A. El gobierno parlamentario
El gobierno puede cesar por una de tres causas: porque el parlamento le retire
su confianza, o sea porque pierde la mayoría del apoyo con que contaba al ser
constituido; porque el gobierno pida al jefe del Estado que disuelva al parlamento en el
momento en que éste no le otorgue su confianza al gobierno o decrete, si tiene esta
atribución, la disolución del parlamento, o para convocar nuevas elecciones en la
esperanza de obtener una nueva mayoría que apoye al gobierno.
El papel del soberano o del jefe del Estado en las monarquías parlamentarias o
en las repúblicas parlamentarias, ha ido descendiendo, de tal manera que hoy es muy
relativo. Al monarca o al jefe del Estado se les conserva el rol de signo de la unidad
nacional y de su continuidad histórica, de representación internacional y de
intervención en la defensa, pero no interfieren la voluntad popular manifestada en las
urnas para constituir los gobiernos, su función es procedimental o notarial en lo
formal, pero indudablemente le aporta al proceso una legitimidad: sea la de la
monarquía o la del jefe del Estado elegido popularmente.
B. El gobierno presidencialista
En USA los electores votan para integrar un colegio electoral, que luego elige al
presidente y vicepresidente por mayoría absoluta. Los miembros del colegio son
llamados compromisarios. Son elegidos por los estados federales de acuerdo a tantos
cuantos senadores y representantes les correspondan, en circunscripciones iguales a
los estados, y por mayoría relativa en listas cerradas y bloqueadas con la excepción de
Maine y Alabama. Se dan dos formas de votación: el short ballot y el long ballot. En
ambos, el elector dispone de un tarjetón para sufragar por el presidente y el
vicepresidente, pero en el long figuran los compromisarios, mientras en el short ya no
aparecen y es el generalizado en más de dos tercios de los estados federales.
C. El gobierno semipresencial
D. El presidencialismo latinoamericano
Un Estado es un tipo de organización política, que cuenta con sus propias instituciones
burocráticas, leyes y sistema económico, en la cual el poder se ejerce sobre una
población que se encuentra en un territorio determinado.
En ese sentido, para que una nación sea considerada un Estado, debe tener población,
soberanía y territorio.
Sin embargo, no existe un solo tipo de Estado. Se pueden clasificar según su sistema
político-territorial o su forma de gobierno.
- Estado unitario
En este caso, existe un poder central que se irradia hacia todo el territorio, teniendo
facultad para elegir a las autoridades locales. Tiene una sola constitución, un poder
ejecutivo, uno legislativo y uno judicial. El estado unitario puede ser de dos tipos.
Estado unitario centralizado: como indica su nombre, las decisiones que afectan a todo
el territorio se toman desde el poder central. Estado unitario descentralizado: en este
caso, aunque sigue existiendo un poder central, las regiones tienen ciertas
competencias administrativas. Portugal, Ecuador, Perú e Israel son ejemplos de
Estados unitarios.
- Estado federal
Este tipo de Estado se caracteriza porque, si bien cuenta con un gobierno central, el
poder también reside en instancias locales, regionales o estadales. Es posible que estas
instancias tengan sus propias leyes, o que incluso sean políticamente opositoras al
gobierno central, pero siempre estarán subordinadas a este. Argentina, Estados
Unidos, México y Venezuela son Estados federales.
- Estado compuesto
Son aquellos que están subdivididos en colectividades con soberanía política y jurídica.
Pueden ser de tres tipos.
- Unión personal
Un solo gobernante está al mando de dos o más Estados. En el pasado, era común que
un monarca ejerciera su poder en dos organizaciones políticas y territoriales distintas.
Un ejemplo en la actualidad sería la Mancomunidad británica de naciones
(Commonwealth of Nations), compuesta por 53 países que tienen lazos con el Reino
Unido, reconocen a la Corona Británica, pero son soberanos e independientes.
- Unión real
Si bien los Estados son soberanos, en este caso, los gobiernos acuerdan ser
representados por el mismo monarca, con fines defensivos, de finanzas y de relaciones
internacionales, pero a lo interno, los gobiernos son distintos para cada Estado. El
imperio austro-húngaro por ejemplo, fue una unión real, hasta su desaparición en
1918.
- Estado confederado
Se trata de grupo de Estados soberanos, que ejercen sus propias leyes y que solo están
unidos por una o varias leyes comunes, sin afectar la independencia de decisiones
entre ellos.
La estructura de gobierno puede definir el tipo de Estado. Puede ser una monarquía,
una república, una aristocracia o una democracia.
- Monarquía
Es un tipo de Estado en el que una familia representa los intereses y la identidad del
país, bajo el liderazgo de un o una monarca que hace las veces de jefe de Estado. En
este sentido, existen tres tipos de monarquía, según la forma de ejercer el poder:
- Monarquía absoluta
El monarca dirige el destino del país ejerciendo el poder de todas las instituciones,
muchas veces incluyendo el aspecto religioso, ya que se asume que el monarca es la
fuente de todo poder, puesto que Dios se lo transmite, según el derecho divino de los
reyes. Luis XIV, en Francia y Enrique VII en Inglaterra, implantaron monarquías
absolutas durante la Edad Media e inicios de la Edad Moderna.
Aunque en estos Estados existe una constitución, el monarca tiene poder de decisión
sobre ella, así que no existe una regulación como la de la monarquía constitucional y
parlamentaria. En Marruecos se ejerce este tipo de monarquía.
- República
Bolivia, Chile, Costa Rica, El Salvador, Grecia, República Dominicana y Singapur son solo
algunos ejemplos de países republicanos.
- Aristocracia
Aquí la forma de gobernar el Estado está determinada por un grupo social privilegiado
(generalmente con linaje o vínculos con la realeza) que, se supone, tiene las mejores
competencias académicas, intelectuales y morales para ejercer tales funciones. En la
Antigua Roma (desde el siglo VI al siglo I a.c) esta fue la forma de gobierno, al igual que
en Japón, durante el período Heian (794-1185).
- Democracia
De igual manera, los aspectos más relevantes en la vida nacional deben ser decididos
por la ciudadanía, a través de mecanismos de participación directa o indirecta,
previamente establecidos. Este tipo de gobierno se clasifica en tres tipos.
- Democracia representativa
- Democracia participativa
Se establecen normas que permiten que los ciudadanos puedan organizarse, de tal
forma que tengan una influencia más directa en las decisiones gubernamentales. Los
instrumentos legales para ejercer la democracia participativa son los referendos, los
plebiscitos, las iniciativas populares, la revocación de mando y la apelación de
sentencia. En Alemania, existen mecanismos para activar y regular las iniciativas
populares y los referendos.
- Democracia directa
Las decisiones se toman por voto popular, a través de mecanismos como los
referéndums vinculantes, elecciones primarias, asambleas de ciudadanos, etc. En la
Antigua Atenas, entre los años 700 y 500 a. C se ejercía la democracia directa. Hoy en
día, Suiza es el país con los mecanismos más afinados y cercanos a este tipo de Estado.
- Dictadura
Es una forma de Estado en la que el poder está concentrado en una sola persona,
encargada de tomar decisiones políticas, económicas, militares y sociales. En este caso,
los poderes públicos pueden existir como instituciones, pero no tienen autonomía en
la toma de decisiones, sino que más bien se encargan de hacer cumplir los mandatos
del jefe de Estado. En la dictadura se tiende a favorecer a la clase política dominante, y
se impide que otro grupo llegue a ejercer el gobierno. La alternancia del poder es
inexistente y se establecen mecanismos constitucionales o jurídicos para perpetuar
dicha situación y revestirla de un marco legal. Los gobiernos de China, Myanmar,
Eritrea, Corea del Norte, Cuba y Sudán son ejemplos de estados dictatoriales.
- Tiranía
Los regímenes totalitarios casi siempre exaltan a una figura central, que es quien
ejerce el poder, por encima del partido único. El control social y la represión a la
disidencia son dos de las formas de controlar a la población, para que se encuadre con
los objetivos del partido. Los regímenes de Adolf Hitler en Alemania (1933-1945),
Benito Musolinni en Italia (1917-1943), la Unión Soviética (1922-1991) y los Jemeres
Rojos en Camboya (1975-1979) son solo algunos ejemplos de tiranías.
La base de esta propuesta era la relativa autonomía que habían ganado los espacios
regionales, luego de que a principios de 1569, se crearan los corregimientos como
institución fundamental de la regionalización colonial con un carácter, básicamente,
administrativo tributario. Este sistema perduró hasta 1784 en que la administración
colonial, en plena rebelión tupacamarista, lo varió completamente con fines políticos.
La nueva estructura se basaba en Intendencias, divididas en Partidos. Las primeras
gobernadas por Intendentes y los segundos por subdelegados, respondiendo al
modelo francés de ordenamiento territorial. Así el Perú se dividió en ocho
Intendencias: Lima, Cusco, Arequipa, Trujillo, Huancavelica, Huamanga, Tarma y más
tarde Puno, que contaban en total con 56 Partidos.
Es con la primera Constitución del país, aprobada en 1823, que empieza perfilarse el
nuevo modelo de gobierno regional. Esta Constitución, a semejanza del esquema
europeo, crea las Juntas Departamentales, e instituye un sistema compuesto por
prefecto, intendente y gobernador. Dada su inspiración liberal, la Constitución
otorgaba una gran capacidad de acción a las instancias locales y regionales.
En 1873, el presidente Manuel Pardo dictó una nueva Ley de Municipalidades, dio un
gran impulso a los concejos provinciales y creó los concejos distritales y
departamentales. Transfirió a esos concejos la instrucción pública, las obras públicas, la
atención hospitalaria y de beneficencia, el registro civil y otras funciones, junto con dos
tercios de las contribuciones directas que se recaudaban en sus territorios, y
determinó que serían los Colegios Electorales de las localidades, quienes elegirían a los
miembros de los concejos.
Pero este intento se frustró por dos acontecimientos de nivel macro: la crisis financiera
de 1874, primero, y la guerra con Chile, después; hechos que condujeron a un obligado
autoritarismo y centralismo como medio para evitar la inestabilidad.
Como reacción, Manuel González Prada, creador del partido Unión Nacional renovó la
propuesta del federalismo como alternativa, pero a esa altura su propuesta se
contrapone a la urgencia de la unidad nacional.
De esta reforma José Carlos Mariátegui dijo que aparecía como un diseño típico de
descentralización centralista, por no satisfacer las reivindicaciones del sentimiento
regional. Según él, los consejos departamentales estaban destinados a transferir al
gamonalismo regional una parte de las obligaciones del poder central, la enseñanza
primaria y secundaria, la administración de justicia, el servicio de gendarmería y
guardia civil, responsabilidades que el gamonalismo regional no tenía en verdad
mucho interés en asumir. Y es que estos consejos estaban planeados como una
especie de pequeños parlamentos elegidos por los colegios electorales de cada
departamento e integrados por las municipalidades provinciales. No descansaban, por
tanto, ni en los poderes locales ni en los ciudadanos, por lo cual su institución
resultaba completamente artificial.
La guerra provocó la liquidación del experimento. Más adelante una ley de l886,
dictada por el gobierno de Cáceres, recreó las Juntas Departamentales e intentó
promover la descentralización fiscal. Pero ello era más una necesidad de supervivencia
que parte de un proyecto más sustantivo de organización del país.
Más aún, a medida que la hacienda pública empezó a recuperarse, el poder central
comenzó a restringir las funciones encargadas a las Juntas Departamentales y
reasumió la instrucción pública. Las Juntas Departamentales despojadas de las
funciones económicas que les habían sido confiadas perdieron toda significación.
Cuando solo les quedaban atribuciones secundarias, como la revisión de los actos de
los municipios, se produjo su supresión.
Los Congresos Regionales tuvieron una misión legislativa subsidiaria y adjetiva, que ni
siquiera descongestionaron el Congreso nacional que siguió debatiendo menudos
temas locales.
Después de la crisis de los años treinta y como resultado del centralismo político, las
precarias economías regionales pierden su dinámica y se acentúa la predominancia
económica de Lima.
A. El debate descentralista
El gobierno de Leguía había creado un Estado hipercentralista generando, con ello, una
mayor reacción social. Así, numerosas demandas en múltiples espacios, en libros y
folletos, contribuyeron a crear conciencia de que el centralismo limeño debería llegar a
su fin y comenzar la descentralización en base a regiones afines histórica, geográfica y
culturalmente.
Pero don José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre quienes, en la década
de 1920, ponen en cuestión total el histórico centralismo limeño.
Más aún cuando se les fijaba como atribuciones recaudar e invertir sus rentas;
formular, en el mes de agosto de cada año, su presupuesto para el año siguiente;
hacer representaciones motivadas ante el Poder Ejecutivo para conseguir la separación
de las autoridades políticas de su circunscripción; dar cuenta al Poder Ejecutivo de las
faltas en que incurran los funcionarios y empleados cuyo nombramiento o cuya
remoción correspondan a aquél; dar cuenta a la Corte Suprema de Justicia de las fallas
que cometan los miembros del Poder Judicial; cuidar de que la entidad encargada de la
recaudación de las rentas fiscales cumpla sus obligaciones legales y contractuales, y
dar cuenta al Congreso y al Poder Ejecutivo de las infracciones que cometiesen;
resolver en última instancia sobre los asuntos administrativos de los concejos
municipales, sociedades públicas de beneficencia, universidades y colegios nacionales,
en los casos en que proceda el recurso de revisión; aprobar cada año los presupuestos
de los concejos municipales provinciales, sociedades públicas de beneficencia, colegios
nacionales y comisiones técnicas de aguas, y conocer en los presupuestos de los
concejos municipales distritales cuando éstos ocurriesen en revisión; inscribir
oficialmente a las comunidades de indígenas, conforme a la ley, en el registro
correspondiente, para el efecto de reconocerles personería jurídica; proteger a las
comunidades de indígenas; levantar el censo y formar el catastro de las mismas, y
otorgarles todo un gobierno regional, aunque sin la autonomía de éstos actualmente
consagrada en la Constitución Nacional.
Para ello los concejos tendrían como rentas los productos de los bienes propios que la
ley les señale; las contribuciones prediales y mineras; las contribuciones de patentes,
industrial y eclesiástica; la alcabala de enajenaciones y la de herencias; el impuesto de
registro de las escrituras públicas; el impuesto progresivo sobre la renta; la
contribución sobre la renta del capital movible; los derechos adicionales de
importación destinados a saneamiento, y los demás adicionales de aplicación
departamental; los ingresos del Registro de la Propiedad Inmueble, Mercantil y de la
Prenda Agrícola; la contribución sobre fuerza motriz; los derechos de concesión de
bosques, terrenos eriazos y de montaña; los impuestos de carácter departamental o
local que no pertenezcan a los Concejos Municipales, Sociedades Públicas de
Beneficencia u otras corporaciones, y las subvenciones y asignaciones que les acuerde
el Estado.
La única restricción económica explícita que se les fijaba era la creación de impuestos,
aun cuando tenían capacidad de iniciativa para recurrir al Congreso. En cambio se les
daba posibilidad para contratar empréstitos cuyos servicios de amortización e
intereses no afectase más del quince por ciento de sus ingresos del último año, y sólo
con el voto conforme de los dos tercios del Concejo. Todos los empréstitos que
contrataran debían invertirse en obras de carácter reproductivo.
En 1936 el geógrafo Javier Pulgar Vidal cuestionó la tradicional división territorial del
Perú en tres regiones naturales, postuló la existencia de ocho regiones naturales del
país: Chala o costa, Yunga o valle interandino, Quechua o región templada, Suni o
Jalca, Puna o Alto Andino, Janca o cordillera, Rupa Rupa o Selva Alta y Omagua o Selva
Baja; y propuso la regionalización transversal del país.
Región Norte, cuencas costeñas de Zarumilla hasta el Requena y el Alto Marañón con
sus cuencas, desde Chichipe a Utcubamba, que abarcaría los departamentos de
Tumbes, Piura, Amazonas, norte y centro de Cajamarca y Lambayeque, sin el valle de
Zaña.
Región Norcentro, Cuenca del Zaña hasta la de Chancay en Lima, vinculándose con los
orígenes del Alto Marañón, que abarcaría La Libertad y Ancash, parte sur de
Lambayeque y Cajamarca y el norte del departamento de Lima.
Región Central, Cuencas del Tambo al Aguatía y las de Alto Huallaga, desde el Mayo
hasta el Huallabamba, integrando los departamentos de San Martín, Huanuco y Pasco
y Junín sin el valle del Mantaro.
Región Sur Centro, desde las partes alta del Chillón y del Rímac hasta la cuenca del
Acarí en la costa, con el Mantaro y el Pampas, que abarcaría la sierra central y sur de
Lima (desde el valle del Mala), los departamentos de Ica, Huancavelica y Ayacucho (sin
la naciente del Ocoña) y el valle del Pampamarca en Apurímac.
Región Sur, De la cuenca del Chala a la del Caplina en la costa, con las cuencas que van
del Maule hasta el Callaccme, en el altiplano, que integraría los departamentos de
Tacna, parte de Moquegua y el centro y sur de Puno.
Región Sur Oriente, cuencas del Apurímac, Urubamba, Llavero y Alto Madre de Dios, el
valle de Inambari y la cuenca del Alto Perú (Ucayali), que se comprendería Apurímac
(sin el valle de Pampamarca), como el norte de Puno y la parte sur de Ucayali.
Región Nor Oriente, cuencas del Bajo Ucayali, Bajo Huallaga, Bajo Marañón y
Amazonas, que comprende Loreto y Ucayali, aunque son la cuenca del Alto Perú.
El proyecto de esta norma fue presentado en agosto de 1984, cuando el gobierno del
presidente Belaunde experimentaba una serie de dificultades políticas que impidieron
su aprobación.
El nuevo gobierno del presidente Alan García Pérez recién el 19 de marzo de 1987
debatió y aprobó la ley 24650, Ley de Bases de la Descentralización. Bajo esta norma
se organizaron centralizadamente y sin opinión ciudadana, once regiones y un área
metropolitana formada por Lima y Callao, donde se reagruparon a los 24
departamentos del país.
Las Asambleas Regionales se formaron con 558 Miembros, 222 de los cuales fueron
elegidos directamente por la votación, 171 fueron alcaldes provinciales y 165
delegados de instituciones sociales.
F. La Descentralización reciente
En 1993 se aprobó una nueva Constitución, que si bien reconoce a los CTAR, admitió la
autonomía política, económica y administrativa de las regiones, estableciendo que a
éstas les correspondía la coordinación y ejecución de los planes y programas
socioeconómicos regionales, así como la gestión de actividades y servicios inherentes
al Estado. Sin embargo, el mandato de elegir nuevas autoridades no fue cumplido. La
Constitución de 1993 fue sumamente vaga en términos de la descentralización y dejó
la puerta abierta para un nuevo marco legal, el cual en la práctica se circunscribía a
unas pocas leyes.
La Constitución y las leyes asignaban las competencias y funciones que cada instancia
descentralizada debía desarrollar. Estas competencias estaban clasificadas como
exclusivas, compartidas y delegadas. Las primeras son ejercidas con autonomía por la
entidad pública; las segundas por más de una entidad pública en planos distintos de
responsabilidad y función; y las últimas son aquellas delegadas a una entidad pública
distinta de la titular de la responsabilidad, con la finalidad de ser ejecutadas con mayor
eficiencia.
Los CTAR acabaron como simples correas de transmisión del Gobierno Central a nivel
departamental, pues no eran propiamente consejos sino una instancia de poder
delegada que respondía directamente al Poder Ejecutivo, tampoco eran transitorios
pues duraron durante una década y no eran regionales porque se redujeron al ámbito
departamental.
Pese a todos los intentos descritos, al iniciarse el siglo XXI la configuración política del
país seguía siendo centralista.
Esta propuesta fue reforzada con la creciente aceptación y puesta en ejecución del
Proyecto de la Carretera Transoceánica nacida en Puno y que introducía una nueva
dimensión al desarrollo al asociar la integración transversal de las regiones del sur con
la integración socioeconómica a Brasil y Bolivia y su enlace con la cuenca del Atlántico.
La descentralización había sido una oferta política que propusieron todos los partidos
políticos y movimientos que participaron en las elecciones generales del 2001. Como la
nacionalización del petróleo y la reforma agraria, al final de la década de los 1990, la
descentralización se convirtió en una demanda nacional ineludible.
Dentro de las revoluciones que se dieron en nuestra región, por lo menos dos fueron
los movimientos revolucionarios insurgentes y federalistas acontecidos de mayor
trascendencia. Fueron como expresión de protesta y rechazo contra la indiferencia, el
desdén y el menosprecio del centralismo que mantenía en total abandono a la
población de Loreto y a sus instituciones militares y policiales, pese a la riqueza que
generaba la explotación de sus recursos naturales más valiosos como el caucho, que
significó más del 25 por ciento de las exportaciones nacionales y un porcentaje elevado
del Presupuesto Fiscal.
Consecuente con él, Seminario lo puso en ejecución tratando de iniciarlo con el primer
gobierno federal, a manera de un modelo piloto, porque además así lo exigían las
condiciones políticas, económicas y sociales de Loreto. Se habían acumulado
problemas vitales, y el descontento era general. Ricardo Seminario y Aramburu fue un
colaborador de confianza del presidente Piérola, quien en su plataforma electoral
había prometido modificar la estructura política del Perú e instaurar el sistema de
estados federales autónomos con el fin de lograr el desarrollo integral del país. El
presidente Piérola proclive a entenderse con las clases plutocráticas, no vio mejor
oportunidad para desconocer y negar su proclama descentralizadora, cediendo a las
imposiciones de la oligarquía limeña y terminó por perseguir encarnizadamente a
Seminario, ordenó combatir y derrocar a los revolucionarios de Iquitos. Envió a Iquitos,
en la nave de guerra «Constitución», 292 soldados armados utilizando la procelosa
ruta del Estrecho de Magallanes. La decisión de Piérola estaba definida y demostró con
ello la renuncia a sus proclamadas convicciones patrióticas originales durante su
campaña electoral. Ricardo Seminario no pudo contra los grupos interesados de Lima
y terminó perseguido. El gobierno federal sólo tuvo vigencia durante algunos meses al
haber sido sofocado por las fuerzas del ejército.
El comando explicó en un manifiesto las causas del movimiento, entre ellas, la traición
de Leguía a favor de Colombia, más tarde consumada con el tratado Salomón Lozano;
luego el abandono económico y social de la región, el desprecio por la población y por
los servidores civiles y militares a los que no se les pagaba sus sueldos durante dos
años, entre otras tropelías. Los revolucionarios, sin embargo, no pudieron de
inmediato, satisfacer las desesperadas pero justas exigencias del pueblo, puesto que
las arcas de la Caja de Depósitos y Consignaciones, la Aduana y los bancos estaban
vacías. El gobierno les había suspendido los presupuestos y les sometió al aislamiento.
Estas poderosas razones los obligó a adoptar actitudes extremas, como las de acuñar
moneda. La etapa del gobierno federalista duró poco más de cinco meses, desde
agosto de 1921 hasta enero de 1922, pues, las tropas enviadas de Lima lo sofocaron
después de no pocos combates sangrientos en diversos escenarios con las
consiguientes pérdidas de vidas.
Así el gobierno federal llegó a su fin, y las represalias contra sus integrantes y adeptos
se intensificaron con agresividad no usada ni siquiera contra los enemigos de la patria.
Los gestores de la revolución se vieron impelidos a salir del territorio peruano
utilizando embarcaciones frágiles y todos los medios a su alcance, a fin de ponerse a
buen recaudo y escapar de la feroz persecución de la que eran objeto por parte del
tirano de Leguía. Tuvo que transcurrir un tiempo para que se calmaran los ánimos en la
población desconsolada que ya había perdido la fe en los gobiernos peruanos y que
también vieron escaparse de sus manos la gran oportunidad de poder dirigir sus
propios destinos.
Pero a pesar del tiempo transcurrido, más de ciento diecisiete años de la revolución de
Seminario y a noventa y dos años de Cervantes, la situación de la región Loreto sigue
igual y peor aún; al asfixiante centralismo limeño se suma la indiferencia de nuestras
autoridades que no hace ninguna obra trascendente o de gran magnitud que favorezca
al pueblo. La única obra grande que está haciendo el Gobierno Regional es el
alcantarillado, la misma que tiene problemas y está judicializado debido a las
denuncias sobre malos manejos en el mismo. Se hace necesaria la aparición de un
nuevo Seminario o Cervantes para corregir todo esta cadena de corrupción que existe
en nuestras autoridades, así como de las otras encargadas de administrar justicia; la
región Loreto viene percibiendo más de mil quinientos millones de dólares desde más
de cuarenta años por concepto de canon petrolero y miren como está nuestra ciudad y
ni qué hablar de toda la región, todos aspiran llegar al poder para enriquecerse y
repartirse los fondos del erario público como si fuera un botín; constantemente nos
enteramos de actos de corrupción en las diferentes instituciones públicas y nuestras
autoridades poco o nada las importa. En estas elecciones que se avecinan, debemos
elegir a un Seminario o a un Cervantes que verdaderamente trabajen por las
necesidades del pueblo y que sean los primeros en liderar una protesta contra alguna
injusticia y no se coludan con los delincuentes; desterremos a los fariseos políticos que
prometen y una vez en el poder se olvidan de sus promesas. (Vasquez, 2013)
¡Viva Seminario, viva Cervantes, fomentemos una verdadera revolución con un cambio
auténtico para nuestra región.
4. CONCLUSIONES
5. BIBLIOGRAFÍA
- "Cartas de Navegación, puestas de acción para el Estado". (Julio 2001). Lima.
- A, L. (1969). "Consociational Democracy". World Politics, N° 21.
- Bartolini S, C. M. (1988). Manual de Ciencia Política. Madrid: Alianza Editorial.
- Bobbio Norberto, M. N. (1995). Diccionario de Política. México: Ed. Siglo XXI.
- Galindo, A. F. (1981). Región y Regionalismo”, en Carlos Amat y León, Lecturas sobre -
regionalización. Lima: Centro de Investigaciones de la Universidad del pacífico.
- https://deconceptos.com/ciencias-sociales/pensamiento-politico. (s.f.).
- Jellinek, G. (2004). Teoría General del estado. México: FCE.
- Nohlen, D. y. (1991). Presidencialismo versus Parlamentarismo en América Latina.
Caracas: Nueva Sociedad.
- Vásquez, C. C. (31 de Agosto de 2013). https://diariolaregion.com/web/las--
revoluciones-en-Loreto/. Obtenido de https://diariolaregion.com/web/las-
revoluciones-en-loreto/
- Vergara, B. C. (2003). La descentralización en el debate de los años 1990. Lima: SASE.