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I.

A manera de introducción

En la Casación 1680-2009, Tumbes se presentó un conflicto sobre


derecho de sucesiones muy común en nuestra sociedad. La disputa entre
los hijos matrimoniales y los extramatrimoniales, sobre los derechos que
puedan tener sobre los bienes del causante. ¿Tendrían estos hijos iguales
derechos sucesorios?

La pregunta esbozada no hace más que introducirnos en un campo de


análisis no solo del caso en cuestión, sino sobre las normas que giran
sobre él, observando su finalidad y aplicación para la solución del
conflicto de intereses, y sobre todo su concordancia con los principios
recogidos por nuestra Constitución.

Le pedimos al lector que nos acompañe en el análisis del caso y sobre


todo que no se pretenda pensar que solo aplicaremos lo que ya viene a
ser regulado, sino participar con nosotros de un análisis crítico a fin de
observar si la Corte Suprema actuó debidamente al momento de resolver
la litis.

II. Breve resumen del caso

El caso llega en casación a la Corte Suprema a fin de que se analice si es


aplicable lo dispuesto por el artículo 829 del Código Civil el cual
establece que en los casos de concurrencia de hermanos de padre y
madre con medio hermanos, aquellos recibirán doble porción que éstos.

Para determinar la procedencia o improcedencia de su aplicación,


diremos en primer lugar que el caso trata de la concurrencia de los hijos
del causante y la cónyuge de este –la cual falleció posteriormente– a fin
de que se efectúe la transmisión sucesoria. Lo novedoso está en el
hecho de que entre los hijos del causante se encontraban hijos del
causante y la cónyuge e hijos que solo eran del causante más no de la
cónyuge.

Esta situación hizo que en segunda instancia se indicara que tras


efectuar la liquidación de la sociedad de gananciales, el cincuenta por
ciento de las gananciales le correspondería a la sucesión de la cónyuge
del causante y el otro cincuenta por ciento restante se dividiría en partes
iguales entre los hijos concurrentes en la transmisión sucesoria, ya que
el A quem consideró que al tener todos la calidad de hijos del causante,
deberían corresponderle a cada uno de ellos una porción similar de la
masa hereditaria.

Lo que observa la Corte Suprema, es que el A quem no tiene en cuenta el


hecho de que los hijos que concurren, no son todos hijos del causante y
de su cónyuge, sino que también se encuentra concurriendo una persona
que si bien es hija del causante no lo es de su cónyuge y por lo tanto tiene
la calidad de media hermana de los demás hijos; por lo que para poder
determinar lo que le correspondería por derecho sucesorio se debería
observar lo regulado por el artículo 829 del Código Civil, y por tanto no
debería recibir esta hija lo mismo que los demás sino que solo la mitad
de lo que recibirían aquellos hijos del causante y su cónyuge.

Teniendo en cuenta estos argumentos, la Corte Suprema declaró fundado


el recurso y declaró nula la resolución de vista y procedió a efectuar la
división conforme a lo dispuesto por el artículo 829 del Código Civil.

Como observamos, en el caso se muestran temas referidos al derecho


sucesorio – específicamente al proceso de transmisión sucesoria vía
intestada– y un tema controvertido referido a la diferencia de derechos
sucesorios entre los hijos del causante y de su cónyuge y aquellos que
son hijos solo del causante. Temas sobre los cuales realizaremos un
marco conceptual para poder analizarlos y dar nuestra posición final al
respecto sobre el caso planteado y la forma como el legislador ha optado
por resolver este tipo de situaciones.

III. Marco teórico para el caso

1. El derecho sucesorio

La muerte es una etapa de la vida por la que todos nosotros debemos


pasar en algún momento, sin importar si somos ricos o pobres, todos en
algún momento dado, provocaremos que nuestros familiares sientan
aflicción ante nuestra partida de este mundo. Sin embargo la aflicción por
nuestra partida no es lo único que sentirán en ese momento, sino
aflicción ante la incertidumbre que surgirá sobre cómo ha de dividirse los
bienes que se encontraban dentro de nuestro peculio. Comenzarán a
evaluarse las disposiciones que pudimos haber hecho en vida, así como
los diferentes créditos por cobrar que puedan existir a fin de pretender
exigirlos. Esto sucede, pues la muerte no solo tiene trascendencia social
en la vida de las personas, sino también trascendencia jurídica en la vida
de las personas que sobreviven.

Toda persona durante su vida, adquiere una serie de derechos y


obligaciones, las cuales va enfrentando día a día. Tras su muerte, estos
derechos y obligaciones son transmitidos a sus sucesores a fin de que
estos ostenten la situación jurídica que tras su muerte, el fallecido ha
dejado sin titular.

Pero, ¿qué debe entenderse legalmente por sucesión? En términos


comunes, nos dice el Maestro Leon Barandiarán, que debe comprender
como una secuela, algo que se transmite y que pasa. En sentido civil es
una transmisión patrimonial por la cual pasa un bien de una persona a
otra que le sucede en el bien quedando de lado una e interviniendo otra
que la toma como propietario. (BARANDARÍAN, 1995: Pág.30)

El derecho sucesorio pues, analiza esta sucesión, esta transmisión de


derechos y obligaciones que se efectúan desde el momento de la muerte
de una persona –a quien llamaremos causante– hacia sus sucesores –
los cuales pueden verse establecidos por ley como también por la
voluntad del causante–. De esta manera, y conforme lo expresa el doctor
Luis Echecopar García, podríamos decir que:

existen tres elementos en la sucesión: el causante –persona que al


fallecer origina la sucesión–, el sucesor, causa habiente o de ser el caso
heredero y/o legatario –aquel que por disposición legal o testamentario
accede a la herencia– y finalmente el patrimonio del causante conocido
como herencia –el cual está conformado por los bienes y deudas del
causante–.(Echecopar, 1999: Pág. 12)
Lo antes indicado a nivel doctrinario, es regulado por el artículo 660 del
Código Civil al señalar que desde el momento de la muerte de una
persona, los bienes, derechos y obligaciones que constituyen la herencia
se transmiten a sus sucesores.

Ahora bien, esta transmisión sucesoria que se indicia con la muerte del
causante, puede darse a través de dos vías: Por sucesión testamentaria –
en los casos en que el causante en vida ha emitido testamento– o
intestada –en los casos en que el causante no ha emitido testamento–.
El cómo se realice la transmisión de derecho y obligaciones del causante
a los sucesores, dependerá netamente de las vías que se tome para
efectuar esta transmisión sucesoria. Podrá darse el caso que solo sea vía
testamentaria, que sea solo vía intestada y así también que sea en parte
por vía testamentaria y en parte por vía intestada –lo que en doctrina se
conoce como mixta–.

En el caso en particular que nos presenta la casación materia de


comentario, nos encontramos ante una sucesión intestada toda vez que
el causante no ha determinado cómo es que desearía sean divididos sus
bienes, sino que ha optado por dejar que la ley lo determine y por tanto
será la sucesión intestada la que analizaremos con más calma para
poder observar el terreno sobre el cual camina el caso planteado.

2. La sucesión intestada

Brevemente diremos que la sucesión intestada se presenta cuando el


causante no otorga testamento alguno para delimitar las relaciones
patrimoniales que puedan surgir sobre el patrimonio que tenía en vida, lo
cual permitiría inferir que deseaba que dichas relaciones se vean
reguladas netamente por el ordenamiento jurídico.

El doctor Juan Zárate del Pino nos indica que:

la sucesión intestada también es llamada ab-intestato, legal o legítima, y


viene a ser regida por la disposición de la ley. (…). Se caracteriza por ser
una sucesión universal, pues en ella solo existen herederos legales que
reciben todo o una parte alícuota de la herencia, no hay en esta clase de
sucesión legatarios o sucesores a título particular. (…). Cumple como
fines, el de llenar la ausencia, vacíos o deficiencias de disposiciones
testamentarias, llamado a los herederos intestados a quienes corresponde
recibir todo o parte de la herencia, por lo que se considera a esta sucesión
subsidiaria o defectiva. (ZÁRATE, 1998: Pág. 293 -294)

Como bien lo precisa el doctor Zárate, en este tipo de sucesión solo


concurrirán en la herencia los llamados herederos legales, ya que no
existirán personas que hayan sido instituidos como sucesores por parte
del causante. Pero ¿quiénes serían estos herederos legales y como es
que sucederían al causante? El artículo 816 del Código Civil nos aclara el
panorama al indicarnos que estos serán los descendientes en línea recta,
los ascendientes en línea recta, el cónyuge y los parientes colaterales del
segundo, tercero y cuatro grado de consanguinidad. Todos ellos serán
los llamados a suceder, pero se excluirán unos a otros en la sucesión,
conforme lo dispone el artículo 817 del Código Civil.

En general, el marco legal que regulará este tipo de transmisión sucesoria


serán los artículos 815 del Código Civil y siguientes; artículos que
otorgarán respuesta a los sin números de casos que puedan presentarse,
siendo el caso materia de comentario uno de ellos.

3. Principio de igualdad de hijos matrimoniales y extramatrimoniales

Nuestra Constitución Política de 1993, tiene impregnado el deseo de


pugnar siempre por la igualdad entre los hijos, ya sean estos nacidos o
concebidos dentro de un matrimonio o fuera de el; y es que se tiene en
cuenta el interés superior del niño que siempre debe prevalecer en toda
circunstancia que gire en torno a un menor.

Este deseo de igualdad se ve claramente estipulado en el artículo 6 de la


Constitución el cual a la letra nos indica que:

la política nacional de la población tiene como objetivo difundir y promover


la paternidad y maternidad responsables. Reconoce el derecho de las
familias y de las personas a decidir. En tal sentido, el Estado asegura los
programas de educación y la información adecuados y el acceso a los
medios, que no afecten la vida o la salud. Es deber y derecho de los padres
alimentar, educar y dar seguridad a sus hijos. Los hijos tienen el deber de
respetar y asistir a sus padres.  Todos los hijos tienen iguales derechos y
deberes. Está prohibida toda mención sobre el estado civil de los padres y
sobre la naturaleza de la filiación en los Registros Civiles y en cualquier
otro documento de identidad. (el resaltado es nuestro)

Si nuestra Carta Magna ya ha regulado y reconocido este principio de


igualdad entre los hijos matrimoniales y extramatrimoniales, pues los
demás cuerpos normativos que conforman nuestro ordenamiento no
podían quedarse atrás, en especial el Código Civil, que es precisamente el
principal cuerpo normativo que dentro de sí alberga las principales
normas que regularan el Derecho de Familia y el Derecho de Sucesiones y
por ende los derechos que tienen todos los hijos frente a sus padres.

Así observamos que en el libro III del Código Civil referido al Derecho de
Familia, se encuentra artículo 235 que a la letra establece que los padres
están obligados a proveer al sostenimiento, protección, educación y
formación de sus hijos menores según su situación y posibilidades.  Todos
los hijos tienen iguales derechos (el resaltado es nuestro).

El libro IV del Código Civil referido al Derecho de Sucesiones no es mero


observador, ya que también posee un artículo que regula el tema en
cuestión. Es el artículo 818 el cual expresamente establece que:

todos los hijos tienen iguales derechos sucesorios respecto de sus


padres. Esta disposición comprende a los hijos matrimoniales, a los
extramatrimoniales  reconocidos voluntariamente o declarados por
sentencia, respecto a la herencia del padre o de la madre y los parientes de
estos y a los hijos adoptivos. (el resaltado es nuestro)

Analizando este tema del principio de igualdad entre los hijos


matrimoniales y extramatrimoniales, el doctor Alex Plácido Vilcachagua,
nos dice que:

este principio significa que todos los hijos tienen iguales derechos y
deberes frente a sus padres. En tal virtud  los hijos matrimoniales,
extramatrimoniales y adoptivos se encuentran en un mismo trato
paritario ante la ley.  (…) El principio de igualdad de categorías de filiación
interesa fundamentalmente al idéntico tratamiento que hace la ley en
cuanto al contenido y a los efectos de las relaciones jurídicas que tienen
su origen en la procreación humana. (PLÁCIDO, 2002: Pág. 27) (el
resaltado es nuestro).

Como resumen de este punto meramente descriptivo de nuestra


legislación, podemos decir que nuestro ordenamiento si lucha por la
igualdad entre los derechos que ostentan hijos matrimoniales como los
extramatrimoniales, buscando así que no se haga mayor distinción entre
ellos.

4. Artículo 829 del Código Civil: concurrencia de hermanos de vínculo


mediano

En el caso de la sucesión a favor de los parientes colaterales, se


establece en el artículo 829 del Código Civil, que en los casos de
concurrencia de hermanos de padre y madre con medio hermanos,
aquellos recibirán doble porción que éstos.

Si observamos la ubicación de este artículo en el Código Civil, diríamos


que se encuentra en el Libro IV referido al Derecho de Sucesiones,
Sección Tercera referido a la Sucesión Intestada y en el Título V referido a
la Sucesión de los parientes colaterales. Resaltamos esto último
«sucesión de parientes colaterales».

Seguramente el lector se preguntará el por qué de nuestro deseo de


resaltar lo indicado. Lo hacemos simplemente para que se tenga en
cuenta que los artículos que se encuentran en este título, se aplicarán en
el hipotético caso en que el causante no tenga descendientes, ni
ascendientes, ni cónyuge con derecho a heredar. Por lo que sería los
parientes colaterales los llamados a sucederle.

En este título, solo se encuentran dos artículos: el artículo 828 y el ya


mencionado artículo 829. Si los analizamos de manera conjunta nos
daremos cuenta que lo mencionado es correcto.
Así tenemos que el artículo 828 a la letra expresa que:

Si no hay descendientes, ni ascendientes, ni cónyuge con derecho a


heredar, la herencia corresponde a los parientes colaterales  hasta el
cuarto grado de consanguinidad, inclusive, excluyendo los más próximos a
los más remotos (…) (el resaltado es nuestro).

El artículo 829 no hace más que seguir la línea del artículo 828 que lo
precede, por lo que tiene igual fin: el regular lo que sucederá cuando no
exista ascendientes, descendientes o cónyuge del causante con derecho
a heredar.

Será específicamente en ese caso en el que se aplicarán estos artículos.


De pensarse lo contrario, o de dárseles aplicación para otros supuestos
se iría en contra de la finalidad de este título y los artículos que alberga.

Bajo este marco conceptual y legal, procederemos en las siguientes


líneas a plasmar nuestra posición al respecto del caso que nos ha
planteado, así como analizar si es correcta la actuación por parte de la
Corte Suprema al resolver el presente caso.

IV. Opinión sobre el caso concreto

En el caso planteado, la controversia por parte de la Corte Suprema es


resuelta básicamente con una simple aplicación de lo ya regulado en el
artículo 829 del Código Civil, pues este órgano jurisdiccional considera
que este artículo ha establecido una diferencia entre los derechos
sucesorios que tienen frente al padre causante, los hijos nacidos del
causante y su cónyuge y los hijos nacidos solo del causante.

La Corte Suprema solo se dedica a analizar si se ha dado la aplicación


del citado artículo 829; por lo que al apreciar que el A quem no ha
observado lo dispuesto por nuestro ordenamiento, la Corte Suprema
declaró fundado el recurso de casación y por tanto nula la sentencia
expedida por el A quem y procedió a reformularla y a adaptarla conforme,
a lo que considera la Corte, el ordenamiento establece como solución
para esta clase de conflictos.
Consideramos que la Corte Suprema no ha reconocido realmente el
supuesto de hecho en el cual se encuentra inmerso el caso, por ello de
manera fraternal nos animamos a aclarárselo en las siguientes líneas.

El causante era en vida padre de nueve hijos. Ocho de ellos concebidos


junto con su cónyuge y por tanto estos hijos son hermanos de padre y
madre. La hija restante, es en realidad solo hija del causante mas no de
su cónyuge, por lo que frente a los demás hijos tendría la calidad de
media hermana.

Ahora bien, al fallecer el padre de estos hijos, al encontrarse este casado


al momento de su muerte, se efectúa la liquidación de la sociedad de
gananciales a fin de verificar que bienes conforman la masa hereditaria a
transmitirse a los sucesores del padre. Una vez delimitado el cincuenta
por ciento de las gananciales que les correspondería en vida al causante,
se podría definir la existencia de masa hereditaria que transferir.

¿Quiénes sucederían al causante? Asumiendo como lo hemos indicado


anteriormente, que cuando falleció el causante, su cónyuge aun le
sobrevivía, diremos que los que concurrirán a la herencia sería la cónyuge
junto con todos los hijos del causante.

Teniendo en cuenta este real supuesto del caso, nos preguntamos y


preguntamos al lector que nos acompaña, ¿estamos en un caso de
sucesión de colaterales como lo ha pensado la Corte Suprema al
pretender aplicar el artículo 829 del Código Civil para solucionar el caso?
¿O nos encontramos acaso, ante un proceso de sucesión intestada en el
cual el causante es el padre y concurren los hijos y la cónyuge de este?

Consideramos que nos encontramos en este segundo caso. Debe


observarse que el causante es el padre y los sucesores son sus hijos y su
cónyuge. Nada tiene que ver lo dispuesto en el artículo 829 del Código
Civil, el cual como lo hemos visto precedentemente, es aplicable solo
cuando en la sucesión no concurren ascendientes, descendientes ni
cónyuge. Supuesto que es totalmente opuesto al caso planteado donde
sí concurren descendientes y cónyuge del causante.
Lo que se debería tener en cuenta para resolver el caso planteado es en
realidad el ya mencionado anteriormente artículo 818 del Código Civil, el
cual nos habla de la igualdad de los derechos sucesorios de los hijos,
sean estos matrimoniales o extramatrimoniales y lo dispuesto por el
artículo 822 del Código Civil, el cual señala que la cónyuge hereda igual
que un hijo. Por lo que lo que en verdad correspondería sería dividir ese
cincuenta por ciento entre los nueve hijos y la cónyuge en partes iguales.

No comprendemos el por qué la Corte Suprema ha pretendido la


aplicación de un artículo como lo es el 829 del Código Civil, el cual resulta
totalmente impertinente al caso planteado.

Consideramos que existen dos posibilidades por las que la Corte


Suprema haya adoptado esta decisión: por error en la observación del
supuesto de hecho o por desconocer realmente la norma a aplicarse para
regular la transmisión sucesoria del padre causante hacia los hijos
sucesores.

Preferimos pensar lo primero y señalar que este error de la Corte no


puede repetirse porque ha perjudicado indebidamente a la hija del
causante, quien se ha visto limitada en sus derechos sucesorios
indebidamente. Realmente es un costo muy alto que la hija ha tenido que
pagar por una incomprensión del supuesto de hecho por parte de la Corte
Suprema.

Pero si la Corte Suprema no lo ha hecho por error de observación del


supuesto de hecho sino porque considera realmente que debe aplicarse
el artículo 829 del Código Civil para regular esta transmisión sucesoria, y
por lo tanto al afirmarse que cuando suceden los hijos, aquellos que no
tienen por padres al causante y a su cónyuge tendrían menos derechos
que aquellos que si tienen por padres al causante y a su cónyuge, se
estaría creando una distinción entre los hijos del causante que la
Constitución no permite.

Debe tenerse en cuenta que la Constitución como ya lo hemos advertido


en un ítem de este artículo, ha reconocido la igualdad que debe existir
entre los hijos, sin importar si tienen la calidad de ser hijos matrimoniales
o extramatrimoniales y por lo tanto, los hijos extramatrimoniales como
matrimoniales del causante debería tener los mismos derechos
sucesorios.

La diferencia respecto al quantum en porcentajes que le corresponderían


al hijo extramatrimonial del causante, plantea una barrera que
consideramos iría en contra de lo pretendido por Constitución y por lo
tanto no debería ni ser pensada por la Corte Suprema; más aún si se tiene
en cuenta que la naturaleza de los derechos sucesorios a favor de los
sucesores han surgido para apoyar a la subsistencia de los sucesores del
causante.

Además, la Corte Suprema si considera esto como correcto, no habría


tenido en cuenta que el propio Código Civil en sus libros referidos al
Derecho de Familia y Sucesiones ha destacado esta igualdad entre los
hijos en sus artículos 235 y 818 y por lo tanto no debería mayor diferencia
más que el hecho de haber nacido y/o concebido fuera o dentro de un
matrimonio. Los hijos del causante deben ser tratados como iguales. Si
en vida, nada los distinguía, ya que tenían derecho a alimentos, a ser
cuidados, protegidos, a ser visitados, vestidos por sus padres; nos
preguntamos ¿por que crear una distintos cuando los padres fallecen?.
Nos parece una gran contradicción.

Si la Corte considera que pese a lo indicado, lo resuelto por ella aún es


correcto, tal vez lo crea así pues su intención es beneficiar a aquel que
«supuestamente» se ha encontrado «más cerca» del causante durante su
vida. Pero, ¿es que acaso la «cercanía o lejanía» física la que crea
limitaciones en el derecho sucesorio a las personas? Consideramos que
aquello no puede ser correcto.

Tal vez la Corte Suprema podría asumir que en realidad no se está


perjudicando a ninguno de los hijos, ya que a todos se les está
reconociendo un derecho y solo en el plano de su concretización, esto es
cuando se produce la división y partición de los bienes es que existirían
estas diferencias. Teoría que nos parece abusiva en perjuicio de los hijos
extramatrimoniales, pues no se estaría tomando en cuenta que los hijos
son iguales y al encontrarse en el mismo orden sucesorio decretado por
el artículo 816 del Código Civil, les corresponderían un mismo porcentaje
en la herencia.

Consideramos pues que de cualquier forma, la Corte Suprema ha


cometido un error al resolver el presente caso. Consideramos pues que
previamente debió liquidarse la sociedad de gananciales, luego tras
definirse las gananciales que le corresponderían al causante y por tanto
la masa hereditaria, ésta debió dividirse esta entre los hijos y la cónyuge
sobreviviente en partes iguales, tal como lo señala el artículo 816 del
Código Civil.

Lo que mencionamos, planteamos y defendemos no lo hacemos por un


pensamiento abusivo o antojadizo de nuestra parte, sino simplemente
porque lo regulado debe estar de acorde con lo ya establecido en la
Constitución Política y así también en el propio Código Civil.

V. A manera de cierre

Siempre el proceso de transmisión sucesoria genera una serie de


controversias ya que los interesados siempre buscan quedarse con la
mejor parte. Muchas veces he llegado a pensar que la avaricia de las
personas llega a su máxima expresión cuando alguien fallece y la
herencia tiene que ser repartida. Con derechos o sin derechos, muchos
buscan sencillamente ver crecer su patrimonio a costa de lo que otro –
causante en este caso– ha obtenido a causa de su esfuerzo de muchos
años. Por esta razón, por la gran batalla que inicia al dar comienzo al
proceso de transmisión sucesoria, es que considero que la Corte
Suprema debe tener mucho cuidado con lo que resuelva.

Esperamos que esta corrección fraterna, ayude al entendimiento y


solución de casos similares en el futuro y no se perjudique
indebidamente a los sucesores del causante, creando desequilibrios
donde la ley no los ha establecido y sobre todo esperamos que el lector
haya comprendido nuestro punto de vista, lo comparta, lo analice o
critique.

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