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TEORICO Nº 1

FUNDAMENTOS DE LA PSICOLOGÍA JURÍDICA


CONSIDERACIONES GENERALES
Orígenes de la Ps. Forense
El papel de las ciencias en el conocimiento del hombre
La Psicología y su aplicación en el campo jurídico.
Entrecruzamiento discursivo – Relaciones entre Ps. y Ley

Luego de las presentaciones virtuales de rigor e introducción sobre aspectos que hacen a la
organización de esta cursada, ustedes están asistiendo al primer teórico de una materia en la
que – de alguna manera- se van a encontrar con una terminología diferente, conceptos y
nociones que pueden resultarles ajenos o causar alguna preocupación al principio.
Seguramente y sobre todo transitando las primeras unidades de este espacio llegará ese
momento en el que no tengan bien en claro si están cursando en la Facultad de Psicología o
en la Facultad de Derecho.

Es cierto que, para aquellos como ustedes que ya vienen con cinco o más años de carrera,
acostumbrados a otro lenguaje y conceptos ejercitados con mayor frecuencia y habilidad,
puede resultar inicialmente complejo tener que asimilar otros, emparentados más con el
campo jurídico en el sentido más amplio. Pero también es cierto que esta especialidad no
puede desconocer y/o prescindir de ellos y necesariamente debe incorporarlos para su mejor
ejercicio y desarrollo en los ámbitos de su incumbencia, lo cual iremos viendo
progresivamente al transitar por las diferentes unidades, tanto en este espacio como en el de
trabajos prácticos

Con ello estamos diciendo que quienes pertenecemos al área y desarrollamos nuestra
actividad en varios de los ámbitos atravesados por el discurso y los efectos de las
intervenciones provenientes del campo legal - que se tratarán durante esta cursada-,
debemos atender e incorporar algunos aspectos que no son precisamente de nuestra ciencia,
pero que en definitiva, son los que nos permiten desenvolvernos de mejor forma, con mayor
soltura y solidez en otro campo como lo es el campo jurídico en el que por supuesto
empleamos un propio decir así como los conocimientos y herramientas que nos provee
nuestra formación en esta casa de altos estudios tanto en grado como en posgrado.

Por otra parte, ya veremos que psicología y ley, psicología y Derecho, en algunos aspectos
están mucho más cerca de lo que hoy ustedes podrían representarse, si bien, en otros, ambas
ciencias se distancian. En ese sentido examinaremos los puntos de acuerdos y desacuerdos
que vinculan a ambas disciplinas al igual que el entrecruzamiento e interacción entre ellas.
Inicialmente proponemos un esquema de trabajo que podría resultar de alguna utilidad para
ordenar el tema a desarrollar, conforme lo establece el Programa de Teóricos. Nos situamos
en la Unidad Nro.1 con el objeto de introducirlos en el contexto socio-histórico en el cual
podríamos localizar el surgimiento de la Psicología Forense, o al menos, rastrear algunos
antecedentes que permitan comprender sus comienzos y cuáles fueron las bases sobre las
que se ha edificado aquello que hoy denominamos Psicología Jurídica.

En virtud de la atípica cursada que el delicado presente nos impone, podría suceder que
ustedes aún no cuenten con una definición de Psicología Jurídica o aproximación a lo que
ella comprende, toda vez que eso sería esperable para una cursada regular donde ustedes
(casi todos) llegan al teórico luego de haber cursado el práctico. Por lo tanto, desde este
espacio se propone ir modelando esa definición a medida que vayamos avanzando en las
unidades. Razón de ello, una diversidad de temáticas y la manera en que el psicólogo jurídico
se relaciona con ellas, nos permitirán configurar de manera integral dicho concepto. Sin
perjuicio de lo antes dicho, podríamos comenzar planteando que hay una forma de definir a
nuestra especialidad, a nuestro campo de ejercicio profesional. Para ser justos, hay diversas
definiciones conforme la postulan distintos autores: una más acotada y sencilla, fácil de
recordar y otras que amplían el concepto y ofrecen otra dimensión respecto del campo de
inserción de los profesionales psicólogos orientados hacia esta especialidad.

Pasemos entonces a definir Psicología Jurídica a partir de dos formas que he seleccionado y
que he consignado en la siguiente plantilla.
“La psicología jurídica es aquella rama de la psicología aplicada al campo legal, al
campo jurídico” y también podríamos decir, al todo legal... Definirla de esa manera no está
mal. Sin embargo, el desarrollo y crecimiento de esta rama de la psicología nos ha llevado a
decir un poco más.

Otra manera de definirla - tal la concibe un prestigioso español, Javier Urra Portillo-, refiere a
ella como la ciencia que aplica todas las ramas y saberes de la psicología ante las
preguntas que emanan de la justicia, cooperando en todo momento con su
administración y mejorando el ejercicio del Derecho.

Pero tenemos una tercera forma de definir Psicología Jurídica, que en acuerdo con las dos
primeras amplía mucho más respecto a los ámbitos de su aplicación

“La Psicología Jurídica es aquella parte de la psicología que se desarrolla en el ámbito


jurídico específico, en sus órganos dependientes y en aquellos conexamente
vinculados”.

¿En qué punto esta última se ajusta más al desarrollo de nuestra práctica? Por un lado
Individualiza los diferentes ámbitos de inserción del psicólogo jurídico pero por otro, diferencia
lo meramente forense (actuación del psicólogo en el Ámbito Tribunalicio) de aquellos otros
ámbitos en los que el psicólogo jurídico también tiene específicas y relevantes incumbencias.
Habíamos referido más arriba una suerte de construcción que iremos realizando con el fin de
delinear el concepto de la psicología jurídica a partir de sus orígenes pero también a partir de
un recorrido en el que se abordarán distintas problemáticas, comprendidas en el programa de
la currícula. Para los alumnos jóvenes como la mayoría de ustedes, la actual denominación
ya está plenamente incorporada pero sepan que esta materia conservó el nombre de
Psicología Forense hasta fines de los 90.

Consecuentemente con el desarrollo de la psicología y con su aplicación como rama


especializada en el campo jurídico, nuevos fenómenos, problemáticas y diversas situaciones
que se comenzaban a suceder dentro del cuerpo social sobre las que además de estudiarlos,
investigarlos generar producción científica a partir de tales análisis, nuestra praxis fue
proliferándose al tiempo que comenzó a ocupar otros ámbitos además del Tribunalicio. Es a
partir de ese contexto en el que convenimos en modificar la denominación histórica de la
asignatura (Psicología Forense) por la actual (Psicología Jurídica).

Pero ¿cuál sería la diferencia entre una y otra forma de nombrarla?

Psicología Forense, ¿a qué remite?

El término “forense” remite a “fuero” o “foro”.

¿Qué son los fueros o foros?. o ¿Qué se representan con la imagen que aparece a la
izquierda de la siguiente plantilla?
Si esta clase fuese presencial, alguien del auditorio se animaría a referir que la imagen sobre
el margen izquierdo representa un espacio de discusión y que alguien con algún rol, función
y/o autoridad está exponiendo frente a otros que escuchan atentamente.

Y esa respuesta sería correcta.

Si vamos a la traducción latina para describir en la antigua Roma estos términos,


encontraremos que “fuero” constituía un espacio público destinado a las discusiones y
debates de distinta índole: civiles, militares, políticas, económicas, comerciales. Así también,
la instancia conclusoria y decisoria de lo que hoy podríamos referir y ustedes configurarse
como un juicio y del que resultará algo.

La palabra forense viene del adjetivo latino “forensis”, que significa "perteneciente o
relativo al fuero o foro".

También situándonos en esa antigua Roma, otros antecedentes históricos refieren la


presencia del Pretor en los fueros o foros romanos. Pretor proviene de pretorio o pretorial,
término que remite a la autoridad máxima militar de la época y al lugar que ocupaba cercano
al poder. La presencia del pretor en los fueros se atribuía al tratamiento de aspectos
inherentes a la fuerza militar, misiones y propósitos a futuro, como así también; a la
exposición de otros hechos que eran tratados en esos espacios y de los que resultaban
medidas y/o sanciones cuyos destinatarios -entre otros-, eran los infractores, ofensores y
conspiradores.

Debemos decir también que una de las deformaciones del término en cuestión remite a faro.
Faro que da luz, que orienta, direcciona, dirige.
Contemporáneamente suele utilizarse en la oratoria de algunos hombres y mujeres del
derecho, al igual que literarios y frecuentemente periodistas, una expresión seguramente
conocida por todos ustedes: “echar luz”. Echar luz en tanto iluminar, descubrir o esclarecer
algo. Esclarecer alguna cuestión que se está tratando. En ese sentido, la función del fórum
(fuero) mucho tuvo y tiene que ver con ello, mediante un procedimiento cuya finalidad no era
y no es otra que la de llegar a la verdad.

Algo que iremos viendo a medida que avancemos por las distintas unidades, nos permitirá
centrarnos en diversas problemáticas que pueden llegar a la instancia judicial para su
resolución. Resolución a la que debe llegarse con una plena convicción jurídica. Y para que
eso ocurra, el derecho debe contar con el auxilio de otras ciencias que discutan, debatan y
echen alguna luz sobre alguna materia, sobre alguna cuestión ajena al conocimiento de los
funcionarios judiciales. A modo de ejemplo; podría adelantarles que nuestra intervención se
relaciona con diversos casos que tramitan por el Fuero Civil, otros inherentes al Fuero de
Familia, Fuero Laboral, Fuero Penal, etc. Pero ello tiene que ver con un rol específico que
podemos ejercer los psicólogos jurídicos en el ámbito Tribunalicio que trataremos en relación
a la actividad pericial que nos convoca y compete.

Al decir problemáticas que pueden llegar a los estrados judiciales, siempre estamos hablando
de un conflicto de partes o un conflicto entre partes que para su resolución se requiere de un
otro, un tercero ajeno al conflicto, quien a partir de escuchar ambas posturas y reunidos todos
los elementos que el caso requiera, arribe a un veredicto, dictamen, fallo o como ustedes
habrán escuchado, una sentencia. Cuando digo conflicto, digo conflicto intersubjetivo de
intereses. Ello implica que hay una parte que persigue o pretende algo y hay otra que por
premisa rechaza o refuta tal pretensión.

Tener presente que venimos hablando de Fueros y el único ámbito en el que en su interior
podemos encontrar fueros es el Ámbito Tribunalicio. La palabra remite a tribunales pero
entendamos que es el Poder Judicial, la justicia aquella en la que referimos fueros.
Encontrarán en la bibliografía y en nuestros dictados escucharán que hablamos de Ámbito
Tribunalicio donde desarrollamos tareas específicas en relación a los fueros. Y distinguimos
este ámbito de otros donde nuestra labor es asistencial y que mencionaré más adelante.

Si estuviéramos en el aula 14 elegiría a una compañera/o para dar un ejemplo de lo que


venimos tratando. En este caso, lo haremos en este escrito suponiendo que la compañera (A)
me demanda a mí por “x” razón, reclamando algo y yo rechazo cualquier pretensión de su
parte sobre dicha cuestión. Ella denuncia que le sustraje su nootebook y yo digo que sólo la
tomé prestada por un tiempo. Ella denuncia un robo y yo alego; préstamo solidario con el fin
de dinamizar la cursada.
Tenemos ahí un conflicto de partes. Ella dice su verdad y yo digo la mía o bien afirmo que lo
que ella dice no es veraz. Agotadas todas las posibles instancias a las que podría recurrir la
compañera, Ej: pedir amablemente que se la reintegre – pedirlo de otra forma más enérgica –
dirigirse al Departamento de alumnos – pasar por Secretaría académica y terminar en el
decanato, ¿cómo seguiría el tema en cuestión?.

Tomando dicho ejemplo por el que quedamos enfrentados ella y yo, ¿quién podría resolver
entonces esa situación o arribar a una conclusión justa que resuelva el problema?

Doy por probable que algunos/as de ustedes respondería: Un juez

Bien. Podríamos decir: un juez o un tribunal. Previamente una denuncia policial. Pero cuando
decimos que tanto un juez como un tribunal deberían alcanzar cierta convicción jurídica,
previa a la emisión de un fallo, también decimos que él o los magistrados intervinientes deben
reunir todas las pruebas y todo elemento que aporte a la causa para su mejor conclusión, por
ejemplo: testimonios, testigos presenciales, ocasionales, documentos, filmaciones en
cámaras de seguridad, etc.

Existen situaciones en las que estamos frente a un conflicto intersubjetivo de intereses toda
vez que una parte carga contra la otra demandando o exigiendo una determinada cosa,
ejemplo: una indemnización en el fuero laboral, una condena en el fuero penal, un régimen
de visitas en el fuero de familia, una cuota alimentaria en mismo fuero, una restricción
perimetral. En el fuero civil, en causas de daños y perjuicios; por ejemplo un resarcimiento
económico por las lesiones y/o daño psicológico resultado de un accidente de tránsito. Y así
podríamos mencionar decenas de situaciones como las que ya iremos viendo durante este
cuatrimestre.

Ello convoca, saberes y conocimientos que son ajenos al Derecho. Son otros los actores que
proveen de su sabiduría y experticia a los hombres y mujeres del derecho para un mejor
ejercicio legal y administración de justicia.

Por lo tanto, dicha denominación (psicología forense) circunscribía exclusivamente el actuar


del profesional psicólogo exclusivamente al Ámbito Tribunalicio que es precisamente aquél
ámbito - el único – en el que vamos a encontrar Fueros.

Ahora bien, aquí deberíamos detenernos para explicar que nuestra especialidad se ha ido
forjando como tal, a partir de los desarrollos de colegas y de la inserción de nuestra disciplina
en otros ámbitos institucionales, que si bien no son judiciales, guardan una estrecha relación
con dicha esfera, a partir de los entrecruzamientos discursivos, como así también, resultante
de las intervenciones y decisiones que se realizan conforme a las diferentes situaciones o
problemáticas y que deben ser asistidas en estos ámbitos institucionales.

Sobre ese punto indicábamos en la definición de Psicología Jurídica, los órganos


conexamente vinculados como aquellas instituciones que no siendo judiciales, reciben o son
atravesadas por el discurso jurídico, pero además –tal como he explicado- resultan receptoras
de sujetos en situación de atravesamiento legal a partir de esas intervenciones y resoluciones
judiciales a las que hacíamos mención.
Ante la pregunta ¿qué tipo de institución que no siendo judicial, recepta a sujetos que
necesariamente han atravesado algún proceso jurídico-judicial?, podría o no demorarse la
respuesta más habitual: “la cárcel”. El ámbito penitenciario es uno de aquellos
conexamente vinculado tal como lo expresa la definición de Psicología Jurídica. Cuando
digo que es uno, estoy indicando que hay otros que si bien no pertenecen al Poder Judicial
sino al Poder Ejecutivo, asisten, abordan, tratan, alojan o custodian a personas que atraviesan
distintos procesos judiciales o sobre quienes han recaído determinadas resoluciones, una vez
finalizado tal proceso. Adelanto ya que me estoy refiriendo a algo que trataremos también,
proceso judicial.

A modo de ejemplo podemos mencionar los Centros Cerrados para jóvenes infractores a la
ley penal (Institutos de menores como se los llamaba hace unos años) y los Centros para la
asistencia a los consumos problemáticos, distinguiendo para el caso de los segundos, dos
situaciones posibles: personas que llegan en forma voluntaria y personas que llegan por un
imperativo legal a partir de un oficio judicial que dictamina e impone la realización de un
tratamiento por consumo.

Al mencionar en la plantilla el Ámbito Hospitalario, debemos focalizar aquella casuística que


puede requerir de una intervención proteccional del Estado y en las que podría intervenir el
Ministerio Público, específicamente en lo que hace a las incumbencias de la figura de Asesor
de Menores e Incapaces o Ministerio Público de la Defensa - lo cual van a ver seguramente
en comisiones de Trabajos Prácticos - pero tengamos en cuenta que hay una serie de
situaciones que pueden darse en el seno de los Establecimientos Psiquiátricos o en Servicios
de Psicopatología de un Hospital General por el que podemos tener que responder
requerimientos que emanan de la Justicia, estableciéndose ahí y de manera conexa, un
vínculo entre aquella y el/la profesional interviniente.

Otro de los motivos que promovieron hace aproximadamente dos décadas cambiar el nombre
a la asignatura resultó del crecimiento y reconocimiento que a nivel mundial ha tenido esta
disciplina en las últimas tres décadas siendo más utilizado Psicología Jurídica como rama y
especialidad dentro del campo de la psicología como sucedió en España, con un importante
desarrollo y producción en este campo, luego extendiéndose gradual y progresivamente a
otros países de Europa y países de la región como Chile, Colombia, Costa Rica
incipientemente en Uruguay, entre otros.

Entonces, hasta aquí ya estamos en condiciones de establecer que esta especialidad cobra
importancia por el ejercicio profesional que se efectiviza esencialmente en dos escenarios en
los que distinguimos la actividad profesional:
Tarea Pericial (Ámbito Tribunalicio)
Tarea Asistencial (Ámbitos Institucionales NO judiciales pero vinculados)

Siguiendo de alguna manera el orden impreso en el esquema de trabajo que les he


presentado, centrémonos en los orígenes de la psicología forense.

Poder precisar el surgimiento de la ciencia o localizar los inicios de la psicología forense no


era tan sencillo, pero sí - en tal caso - aproximarnos a partir de los antecedentes con los que
contamos, considerando a ellos como las bases sobre las que se ha ido edificando la misma.
Sin lugar a dudas, el auge mundial del positivismo europeo resulta el mejor escenario, toda
vez que dicho movimiento fue el que mayor revolución y reformulación generó en todas las
ciencias. Aquí podemos indicar un momento histórico-socio-político y económico, de
importancia en virtud de los cambios que comenzaban a sustanciarse en un nuevo contexto
social del que podemos extraer un resurgir de la civilización de la noche feudal.
Estamos situados en la segunda mitad del siglo XVIII, período en el que se sucedieron dos
acontecimientos sumamente importantes en términos de transformación social; Revolución
Francesa y Revolución Industrial. Ambas con reformas que impactaban significativamente en
el cuerpo social. A partir de la Revolución francesa, igualdad de condiciones a los señores
feudales respecto del Rey pero por otra parte, comenzó a considerarse al hombre como
centro de la historia y de su historia. Revolución francesa y Revolución industrial inglesa
que marcan un antes y un después respecto de la estructura y entramado social.

Tanto la Declaración de los Derechos del Hombre en Francia como la firma de la Carta Magna
en Inglaterra se unen en el espíritu de sus tratados y en la materialización de algunas ciencias
preocupadas e interesadas con los aspectos relacionados con los individuos y su actuar en
sociedad por lo que direccionaron sus esfuerzos con el propósito de dar respuesta a la
fenomenología de la época y a ensayar posibles abordajes y soluciones en torno a ella.

No caben dudas que el Siglo XVIII marcó un antes y un después en el desarrollo de la


civilización, en el ordenamiento social y en la creación de una nueva institucionalidad que
devino necesaria frente a la reforma, procurándose dar respuesta a fenómenos que se
imponían en la época, generando alarma social.

Imaginen una revolución industrial en la que los primeros vapores, poleas y correas
promovieron la migración de los campesinos hacia los centros urbanos que comenzaban a
tomar algún diseño a partir de ese cambio. Era necesario contar con mano de obra empleada
en la industria y el incipiente mercado comercial que traía aparejado ésta. Pero como en todo
proceso de inclusión, una porción de la sociedad quedaba por fuera del sistema – algo que se
ha conservado hasta nuestros días – y la gran preocupación que aparece en ese momento
tendría que ver con ¿qué hacer con ella?. Cuando hablamos de nuevos fenómenos, uno de
ellos resultó precisamente el deambular de individuos sin actividad alguna o – por meras
cuestiones de supervivencia – otros que se vinculaban con hechos reconocidos como ilícitos.

Se trataba de un universo integrado por vagabundos, delincuentes, prostitutas, enfermos


como también aquellos que habían abandonado sus cultivos en busca del sueño de una mejor
vida, no logrando insertarse en ese momento.

Tales preocupaciones se fueron traduciendo en mecanismos de control y persecución,


acompañados por nuevas instituciones destinadas a ese universo que mencionábamos
anteriormente. Nace lo que hoy conocemos como fuerza policial.
La policía de ese momento comenzaba a integrarse con sujetos considerados aptos para la
tarea, los cuales no eran sino, algunos de los que se encontraban en misma situación
marginal. Y comienzan a crearse instituciones destinadas al alojamiento de aquellos que
deambulaban por las calles. Los denominados workhouse que si bien se presentaban como
casas de trabajo, no eran sino dispositivos de control que se efectivizaba a través de la
disciplina y el trabajo.

En ese contexto de cambios, una de las importantes reformas se dio en el seno de las
Ciencias Penales. Tengamos en cuenta que para ese momento ya resultaban aberrantes las
formas de castigo que recaían sobre el cuerpo del individuo “infractor”. Es decir, la
humanización – si se quiere – comienza a verse en los modos de sancionar. El castigo se
administra de otra forma, toda vez que la concepción de bienes también fue cambiando.
Abandonar las prácticas siniestras que bien supo describir M. Faucault sobre el “espectáculo
público” tenía su razón de ser, más en criterios de oportunidad para el poder que por
cuestiones piadosas o simple sentimentalismo. Ciertamente, la pérdida de la libertad cobra
valor a partir de ese momento, considerándola un bien preciado. Perder la libertad no era sino
quedar por fuera de todo y ese todo tenía otra representación social, producto de un mundo
de accesibilidad, desarrollo y bienestar. Tengan presente que ese espectáculo denominado
público era precisamente el que se montaba a los efectos de no solo castigar – y de las
formas más crueles – a los imputados de algún delito, sino como mensaje a los miembros del
cuerpo social advirtiendo a estos respecto de idéntico tratamiento a quien cometa similares
actos. Entonces, varias cosas quedaban en el pasado y otras incipientemente comenzaban a
tomar una forma distinta y un nuevo rumbo. Las ciencias atravesaron ese proceso ensayando
nuevas teorizaciones e intentando demostrar a la toda la comunidad científica acerca de la
validez de los resultados de sus respectivas investigaciones.
A partir de tal efervescencia en el campo científico, -entre ellas las ciencias penales- era
necesario dar alguna respuesta a nuevos fenómenos. Personalidades importantes en el
mundo de la medicina, la psiquiatría, la criminología y la antropología criminológica,
comienzan a centrar sus estudios ya no, en el acto en sí mismo o en las consecuencias del
actuar, o su resultado final, sino en aquellos factores que podrían incidir en el comportamiento
criminal.

La mirada ya no recaía específicamente en el resultado, en el acto o sus consecuencias


sino que se comenzaba a investigar acerca de los causales, procesos o motivaciones que
llevaban a un individuo a delinquir, a cometer un determinado crimen.

A mediados del 1800, personalidades del mundo científico del S. XIX resultaron actores
fundantes de la Escuela Positivista del Derecho Penal y reconocidos como precursores de la
Criminología positivista que posteriormente y como resultado de sus investigaciones y
consecuente producciones -sumadas a las de otras corrientes-, abonaron el terreno en el que
aparecería luego la Psicología Forense.

En el orden de tales intereses, podríamos decir que la psicología forense surge de la mano de
la criminología positivista, cobrando más tarde su propia identidad a partir de los aportes de
distintas corrientes y escuelas que iremos mencionando a continuación. También podríamos
referir que cronológicamente lo primero fue la medicina, la psiquiatría, luego la criminología
nutrida por las investigaciones de las primeras y por las que proveían las ciencias penales, el
derecho.
Podríamos citar con respecto al estudio de la criminalidad los aportes de personalidades tales
como Pinel, Ferrarese, Gaspar Virgilio, Carrara, Lombroso, Ferri, Garófalo, Di Tulio, entre
otros.

A Philippe Pinel uno suele recordarlo como aquél médico psiquiatra que rompió las cadenas
que sujetaban a los desviados morales y enfermos de espíritu (delincuentes y locos)
requiriendo a sus colegas y auxiliares, aplicar un trato más humano para con los diferentes
estudiados en esa época. Tengamos en cuenta que para esa época, loco y delincuente
formaban parte de una misma categoría “desviación” y además, recibían similar o idéntico
trato o tratamientos, la más de las veces, aberrantes.

Pinel refería la existencia de estigmas psicológicos presentes en el bagaje conductual de


aquellos que infraccionaban. Atribuía un estado de insensibilidad moral, una suerte de
ausencia de conciencia moral. Caracterizaba tales personalidades a partir de ciertos
patrones comunes como lo imprevisible y la impulsividad lo cual ligaba también a procesos
deficitarios en la esfera intelectiva de los sujetos examinados. Propuso a su entorno científico
despojarse de todo carácter vindicativo en el trato a dispensar tanto a quienes padecían
enfermedades mentales como aquellos que transgredían la norma. Vindicativo debemos
tomarlo como lo indica el adjetivo en términos de venganza (vengativo) algo que
posteriormente también sostuvo Luis Ferrarese en pos de humanizar todo trato dirigido
dispensar a sujetos que eran señalados como locos o delincuentes.
La producción científica de Luigi Ferrarese, médico italiano que ocupó el cargo de diputado a
mediados del S.XIX y se lo consideró defensor de la frenología, se procuraba establecer
relaciones entre crimen y locura pero avanzó algunos pasos al considerar la posible incidencia
de otros factores que escapaban a lo meramente biológico. En esa época, la primera
explicación sobre la conducta criminal se emparentaba a factores predisponentes que se
presumían degenerativos, innatos, congénitos y hereditarios. Ferrarese no pudo excluir
del todo el componente biologista pero al menos se permitió presuponer la influencia de
aspectos sociales y ambientales que podrían impulsar a un individuo a la realización de
ciertos actos. De sus trabajos también se desprende que observaba en los delincuentes una
ausencia de voluntad para modificar tales comportamientos que él planteaba en términos de
resistencia a la recuperación moral.
Por su parte, Gaspar Virgilio, otro de los precursores de la Criminología positivista, publica un
“Ensayo acerca de la naturaleza morbosa del crimen”. Fíjense que ya el título indica ese
carácter mórbido o de morbilidad, íntimamente ligado a enfermedad mental. Virgilio tenía una
concepción del delito como respuesta conductual, resultante de factores incidentales que
sostenían los adherentes a la corriente biologista, pero él trazó una línea investigativa en otra
dirección. Hacia 1874 publica “Sulla natura morbosa del delitto” en el cual se advierte la
utilización del término “criminal nato”, edición que resultó de su trabajo de investigación con
condenados por diferentes delitos. En su muestra poblacional incluyó un estudio
antropológico con variables tales como la examinación del lugar de nacimiento, procedencia y
residencia de los condenados, una completa anamnesis en la que apuntaba los antecedentes
clínicos, salud actual, enfermedades del sistema nervioso, historia criminológica, etc. En ese
sentido, sin perjuicio de la pregnancia de factores orgánicos y/o degenerativos, su estudio
involucró otros aspectos como el de las influencias del medio.

Cesare Lombroso fue uno de los investigadores italianos que se plegaron al positivismo
francés. Médico psiquiatra, forense, criminólogo y para algunos, alienista. Su verdadero
nombre es Ezecchia Marco Lombroso y orientó su trabajo con una concepción teórica
biologista que fue centro de diversos cuestionamientos por el mundo de la ciencia. Realizó
una enorme cantidad de estudios, especialmente de carácter antropométrico a partir de la
observación de internos cuyos resultados ordenó y clasificó pacientemente.

Su teoría presentaba causales bio-psicológicos como factores predisponentes para la


comisión de delitos. Estamos situados en 1870 - 1871. Lombroso coleccionaba cráneos y se
estima que investigó durante toda su trayectoria, centenares de personalidades. Su interés
por las taras genéticas hereditarias o congénitas observadas en “locos y delincuentes” lo
condujo a sostener la idea de que debía existir una relación de carácter biológico entre la
degeneración y los instintos perversos o destructivos.

Se le adjudican unas veinticinco publicaciones entre las que se cuenta una de 1876 en la cual
caracterizó lo que él mismo denominó “delincuente nato, edición que tituló “L’uomo
Delinquente” y su desarrollo incluyó bosquejos elaborados por él mismo. Dibujos que en una
suerte de identikit ofrecían la caracterología fisonómica de sujetos infractores a lo que llegó a
considerar seres atávicos.
Para Lombroso, atavismo y degeneración se combinaban de modo tal que en cada
delincuente hallaba características degenerativas como la relación peso-altura, capacidad
craneana u otras características como orejas grandes y en asa, mirada extraviada, asimetrías,
labios leporinos, granos, mandíbula prominente, entre otros. Desde esa perspectiva, el
delincuente tenía una tendencia malvada innata, ligada a su estructura física y psíquica la cual
se manifestaba hasta en su fisonomía.

A ese individuo Lombroso le atribuía una suerte de estado primitivo, cual si se tratare de un
hombre que no ingresó a la cultura y con escasos recursos psíquicos que no le permitirían
adaptarse al mundo en el que le tocó vivir. Explicación tal que no convencía del todo a otras
corrientes del positivismo pero que sin embargo lo colocaron en la cima de la popularidad en
1885 cuando presentó su tesis en Roma en el Primer Congreso de Antropología Criminal.

Con respecto a los famosos dibujos de Lombroso en los que caracterizaba al delincuente
nato, aquello que pudo promover - como podría suceder ahora mismo al momento en que lo
estén leyendo - una serie de gestos y risas en cualquier auditorio, no excluye el
reconocimiento que se le debe hacer a su autor, toda vez que es a partir de su desarrollo que
se comienza a poner una especial atención en “el sujeto”.

Fíjense algo interesante. Tal descripción no sólo resultaba de utilidad para identificar a quién
podría haber cometido un delito, también permitía accionar sobre aquellos que aún no
cometieron alguno. Aquí podríamos señalar la diferencia entre el delito in fraganti, es decir la
aprehensión del individuo al momento de estar cometiendo la acción delictiva y una suerte de
prevención del delito – siguiendo las actuales prácticas policiales o políticas que se diseñaron
en materia de seguridad. Algunos en el llano llamamos a ello “portación de rostro”.

No deberíamos pasar por alto el hecho de que tamaña caracterización posibilitó que se fuera
acuñando un concepto tan peligroso como lo indica su propia denominación y me refiero al
concepto de “peligrosidad”. Concepto el cual sobrevivió a toda reforma y se mantuvo sólido
hasta la actualidad y en sus dos modalidades (pre-delictual y pos-delictual). Ya veremos este
concepto con mayor profundidad cuando tratemos otro como lo es de Inimputabilidad – Art. 34
inciso 1° del Código Penal Argentino. No nos vamos a detener ahora con el concepto de
inimputabilidad pero a los efectos de que vayan asimilando algunos términos nuevos, les
adelanto que dicho artículo el cual pueden encontrar en la normativa que han recibido,
establece una serie de causales de inimputabilidad. La inimputabilidad - opuesto de la
imputabilidad - me está diciendo que no puedo cargar algo en la cuenta de alguien, me está
diciendo que no puedo imputar algo y condenar en efecto. Lo cierto es que la ley habilita otras
medidas (por ej. medida de seguridad curativa) para los inimputables, toda vez que se
determine situación de peligrosidad para sí mismo y/o para terceros. Sabemos que el accionar
del aparato policíaco-judicial va desde las detenciones in-fraganti (detención del actor al
momento del hecho) como así también a partir de la presunción o sospecha de que un sujeto
sea potencialmente capaz “de” o potencialmente peligroso. Ello resultó contemporáneamente,
una de las prácticas habituales en las páginas más oscuras de la historia en nuestro país.

A partir de esa caracterización elaborado por Lombroso ¿cómo sería en tal caso el actual
dibujo de una persona a la que le podríamos atribuir una potencial conducta delictiva? Nadie
puede negar que hoy en día la concepción lombrosiana no sólo se ha conservado con cierto
rigor sino que además, ella se ejercita cotidianamente en la sociedad. De lo contrario, ¿cómo
entender determinados comportamientos que observamos frecuentemente en el seno de
nuestra sociedad? Ustedes son parte de la mima sociedad y en tal caso revisemos la
situación a partir de un ejemplo que tengamos a mano:

¿Qué hacen cuando salen de la Facultad a la noche luego de cursar sus prácticos y van
caminando hacia Plaza Miserere o hacia Caballito y ven que vienen caminando desde la
esquina y en dirección hacia ustedes tres jóvenes con ropa deportiva y gorra?

Marque con una cruz su posible reacción:

o Me cruzo de vereda.
o Agarro todo con fuerza o lo escondo.
o Pego la vuelta.
o Corro

Bueno, todo ello es lo que sucede habitualmente. Es un comportamiento que uno observa
recurrentemente.

¿Y por qué nos comportamos de esa forma?

Podrían ensayarse varias respuestas pero lo que sucede ahí es que estamos cargando al otro
o a los otros, determinados atributos que suelen asociarse a personalidades de acción.
Atributos que suelen vincularse al potencial peligro que reviste un sujeto a partir de tales
determinadas características, donde entra también lo cultural o sub-cultural. En esos
episodios -tal caso- parecería emplearse otro identikit, otro dibujo que nos dice que: de todo
individuo que viste o camina de una determinada manera, sólo o en compañía de otros; se
presume su potencial conducta delictiva. Dicho de otra forma, tres jóvenes con deportivo y
gorrita son en definitiva individuos a los que se les asigna una posible comisión delictual, una
posible acción perjudicial para algunos miembros de la sociedad.

Podríamos ver lo mismo con otro ejemplo. Convengamos que hoy andar en moto es peligroso
por varios motivos y no sólo por el hecho de que la moto en sí, como vehículo, es peligrosa.
La aparición del delito moto-transportado ha sellado la sospecha de la posible transgresión de
muchos, que por el hecho de viajar más de uno arriba de ese tipo de vehículo, resultan
potenciales “moto-chorros” en el actual uso lingüístico. Escuchamos a nuestras espaldas el
ruido que produce el motor de una motocicleta y activamos el modo alerta. Ni hablar si se
escucha una frenada a nuestras espaldas, al menos hasta detectar que sólo de trata de un
delivery, mensajería o simplemente persona que va a trabajar o está de paseo.
Hoy sucede y no podemos no advertirlo y mucho menos negarlo. Y acá una aclaración ya que
no estoy diciendo que jóvenes vestidos con equipo de gimnasia u otra prenda no cometan
hechos delictivos y en todas sus formas. Ciertamente hay muchos casos en los que
podríamos decir que ello es así, tanto como que los delitos en motos ya constituyen una
práctica preocupantemente instalada. Pero en rigor de la verdad, también contamos con un
nutrido listado de personalidades delictivas que visten muy bien, que ocupan cargos
importantes tanto en ámbitos privados como en el Estado y otros que bien podrían representar
alguna ciencia, arte o deporte. Los denominados delincuentes de cuello blanco o guantes
blancos como se decía ocho décadas atrás. En síntesis, hay muchos dando vueltas por ahí
que sin vestir con gorrita y equipo de gimnasia, deberían estar adentro y no afuera. Y
además, deberíamos aceptar que estos últimos no generan la misma alarma social que
aquella activada por los primeros.

Una alumna del anterior cuatrimestre opinaba: “El tema tiene que ver también con lo que la
gente se representa respecto de unos y otros. Para el caso de los delincuentes de cuello
blanco, por ahí no genera alarma porque no se lo asocia con hechos violentos. En el caso de
los pibes chorros o moto-chorros el miedo es porque siempre son actos con violencia.”

Una lectura, impresión, representación o un dato de la realidad que podría distinguir a unos de
otros aunque ambos - aquél vestido como decíamos anteriormente y aquél de cuello blanco,
serían para la ley, delincuentes. Pero lo cierto es que a la hora de atrapar, juzgar y enviar a la
cárcel, quien lleva la de perder, estadísticamente hablando, son los primeros, lo cual ello nos
lleva a otra cuestión que retomaremos más adelante cuando hablemos de estigmatización y
cuando hablemos de justicia.

Dicho concepto o noción de peligrosidad también prevalece en la norma. El artículo que antes
he mencionado (34. Inc. 1º) de nuestro Código Penal, entre otros aspectos que trataremos
cuando hablemos de la psicología jurídica en la esfera penal, establece y delimita cinco
causales de inimputabilidad, pero conforme a como continua el texto, determina que en caso
de enajenación, el tribunal podrá ordenar la reclusión del agente en un manicomio, - así lo
expresa textualmente- del que no saldrá sino por resolución judicial, con audiencia del
ministerio público y previo dictamen de peritos que declaren desaparecido el peligro de que el
enfermo se dañe a sí mismo o a los demás.

Estamos hablando de inimputabilidad que como concepto abarca varias cuestiones. Si yo no


puedo cargar en la cuenta de un sujeto la responsabilidad penal en un hecho, dado que las
pericias psicológicas y psiquiátricas determinaron que al momento del hecho esa persona no
pudo comprender la criminalidad del acto o no pudo dirigir sus acciones, ¿podemos aplicarle
pena? No. Si es inimputable no. Pero si esa persona reviste peligro (concepto que traemos
desde Lombroso) para sí y para terceros ¿qué hago como juez?, aplico una medida de
seguridad curativa. Fíjense que dije medida y no pena. Ya veremos su diferencia pero en
principio podemos decir, pena igual cárcel, medida no. Pero si no va a la cárcel ¿a dónde va?
Unos años atrás aún funcionaban en el Hospital Borda y Hospital Moyano, las Unidades 20 y
27 que alojaban en su interior, precisamente a los inimputables con determinado grado de
peligrosidad dictaminado a partir de las pericias. Y yo les pregunto a ustedes: ¿Cómo sale de
dicha Unidad un inimputable?

Si se animan a responder que ¡No salen! o ¡se quedan ahí para siempre!, debo seguir
preguntándoles:

¿Y quién creen ustedes que va a firmar dicho egreso cuando el juez les pida que firmen con
sello y matrícula un dictamen o informe psicológico que diga que el sujeto en cuestión, dejó de
ser peligroso para sí y para terceros y que en lo futuro no volverá a cometer actos como los
que lo llevaron a dicha internación?

¿Qué responderían?

Está claro que no hacemos futurología y que lo que podemos responder no va precisamente
ajustado a tal requerimiento, sino a los límites de nuestra propia ciencia que demarcan un
terreno en el que debemos distinguir lo posible de lo inadmisible. Tema que debatiremos en
aula seguramente.

Sigamos entonces con los precursores de la criminología positivista.


Enrico Ferri, alumno y discípulo de Lombroso en Turín, abogado, jurista y político atribuyó al
comportamiento delictual factores socio-ambientales. En su tesis doctoral expresaba que el
hombre era una verdadera máquina condicionada por distintos factores y – refutando la teoría
del libre albedrío – sostenía que éste no podía elegir sus comportamientos siendo que el
delito – por su naturaleza objetiva- debía dar paso a la responsabilidad de tipo social. Desde
su visión sobre la conducta delictiva afirmaba que el hombre es una máquina que no
suministra en sus actos más que lo que recibe del medio físico y moral en el que vive. Por lo
tanto, el hombre está sujeto a la ley universal de causalidad en virtud de lo cual, dándose en
un momento determinado cierta conjunción de causas fisiológicas y psíquicas, el individuo no
puede reaccionar sino de una forma predeterminada. Ello llevó a Ferri con el correr del
tiempo, asociar a la problemática aspectos de la psicopatología además de sociales y
ambientales que - no por todos aceptados - logró alguna mejor recepción en un pequeño
grupo de científicos.

Por su parte, Rafael Garófalo, Criminólogo, hombre del Derecho que llegó a desempeñarse
como juez resultó otro gran representante de la Escuela Positiva coincidiendo con las ideas de
Ferri, y con algunas presentadas por Lombroso. Atribuía a la personalidad delictiva un déficit o
ausencia en el sentimiento altruista como la compasión y la piedad. Contribuyó
significativamente al tema de la peligrosidad, la noción criminológica del delito y los conceptos
de prevención especial mediante la individualización del tratamiento. Para Garófalo el delito
era el resultado de anomalías psíquicas o morales hereditarias, diferentes de la enfermedad
mental, hoy más cerca de las llamadas psicopatías.

Pero lo cierto es que otras corrientes han resultado de importancia en el surgimiento y


desarrollo de la psicología forense, lo que hoy presentamos como una especialidad y con el
nombre de Psicología Jurídica. Por ello, vamos examinar que sucedía no sólo en Europa, sino
en el sistema judicial de los Estados Unidos y el ingreso de la Psicología Forense en
Argentina. La psicología experimental aportaba lo suyo a partir de los trabajos de Weber y
Feschner en Alemania. Los laboratorios de psicología intentaban reproducir los fenómenos
comportamentales aunque en ese momento sin mucho éxito. Tengamos en cuenta que el
positivismo estaba ligado a la búsqueda metódica sustentada en lo experimental, rechazando
nociones religiosas, apriorísticas o conceptos abstractos, universales o absolutos.

Para comienzos del siglo XX, mencionemos a Hugo Von Münsterberg, psicólogo polaco-
alemán (1863-1916) pionero de la psicología aplicada. Psicología aplicada que habría que
destacar se asociaba en esa época más a las ideas del taylorismo vinculado a la industria. Sin
embargo Münsterberg fue uno de los que más insistió en la utilidad que podría brindar el decir
psicológico en el ámbito legal, en los estrados judiciales.
Estamos ubicados aproximadamente entre 1907 y 1908. Münsterberg escribió varios artículos
relacionados con el ejercicio de la psicología en el campo jurídico y la utilidad de sus aportes
a los procesos judiciales. Uno de ellos titulado “On the whitness stand”, alude a la presencia
de un otro en los estrados judiciales o un otro en el lugar de testigo. Ese otro que proponía
Münsterberg era lo que en esta materia se les explicará respecto al rol de perito psicólogo. El
autor se esforzó en demostrar a los hombres del Derecho, la importancia de los aportes de la
psicología en los procesos judiciales, sobre todo en psicología del testimonio, evaluación de
memoria, personalidad, simulación, etc. Debió combatir con magistrados y abogados del
sistema americano que no simpatizaban con sus propuestas, entre ellos un Juez, Jeremy
Wigmore que lideraba un grupo de juristas, descalificando de la manera más ácida a
Münsterberg por sus concepciones.

Sin embargo, de manera gradual entre 1908 y 1937 se logró vencer tales resistencias,
comenzándose a actuar en dicho campo en lo que hace a la psicología del testimonio. La
psicología ofrecía metodología e instrumentos al servicio auxiliar de la justicia con el fin de
ilustrar a los magistrados sobre cuestiones que hacen al conocimiento de nuestra ciencia y
que escapan a la sabiduría del/la juez/a. Hay que aclarar que el mismo magistrado que
públicamente descalificaba los aportes que resultaban pretensión de Münsterberg en clara y
manifiesta resistencia a que profesionales de otras ciencias ocuparan un lugar en los
tribunales, finalizó luego de muchos años en un manifiesto por medio del cual el juez
Wigmore indicaba la conveniencia de contar con tales aportes, debiéndose tomar en cuenta la
prueba psicológica toda vez que ésta sea fiable. Tardó unos años su señoría pero en
definitiva fue un avance importante que permitió el ingreso de nuestra ciencia como auxiliares
de la justicia.

La década del 50 y dentro del sistema jurídico americano, resultó aquella que selló de alguna
manera la inserción profesional en el campo legal, período en el que la corriente del
Conductismo tomo un importante impulso.

Queda claro entonces que el surgimiento de la psicología forense tiene sus raíces en el
desarrollo de la criminología positivista, la antropología criminológica, la psiquiatría forense y
la psicología experimental. Pero ¿podríamos decir que el saber y aporte del universo científico
con relación al actuar transgresor de los individuos quedaba circunscripto a los estudios y
producciones de los anteriormente mencionados? Claro que no. No son pocos los que han
tratado con sumo interés tales temas. El psicoanálisis nos provee de un importante caudal de
material. Tanto Freud como Lacan tienen muchos trabajos que van en esa dirección como así
también en la interacción entre nuestra ciencia y el Derecho, entre psicología y Ley, Sujeto y
Ley, etc.
J. Lacan examinando y particularizando los alcances y efectos de las pericias pisiquiátricas
dentro de los procesos judiciales penales y S. Freud a partir de una vasta producción acerca
de la temática. Recordemos que Malestar en la Cultura y Tótem y Tabú son dos trabajos que
precisamente nos introducen en torno a la ley. Ley que interesa a la psicología (Ley Subjetiva)
pero también Ley que constituye una de las fuentes del Derecho (Ley objetiva). Winnicot,
Bandura, Fromm se suman a la extensa lista de personalidades que han aportado en este
campo.

Veamos un poco que sucedía en nuestro país, es decir, como fueron los comienzos o cuales
resultaron ser las bases sobre la cual se ha ido edificando la psicología jurídica.
Estamos rastreando los primeros pasos que se dieron en Argentina respecto de la inserción
de la psicología forense y de los psicólogos con su decir en la esfera judicial.

Esta influencia del positivismo a la que hacíamos referencia llegó a nuestro país de la mano
de José Ingenieros con su Tratado de Psicología y Criminología. También fue José Ingenieros
quien introduce en Argentina el método psicoanalítico en 1907, método en auge en Europa a
partir de un trabajo de S. Freud que causó mucho revuelo en la época.

¿A qué trabajo creen ustedes que me estoy refiriendo?

Acertaron si pensaron en” La Interpretación de los sueños”. Recuerden que dicho trabajo
cuya primera publicación en alemán aparece en noviembre de 1899, es fechada por su editor
en 1900 Y José Ingenieros importa el modelo psicoanalítico siete años más tarde cuando
despierta su curiosidad la resonancia que tenía el mismo a partir de las producciones
freudianas.
A partir de ese momento, se establecía una primera relación o entrecruzamiento entre la
ciencia jurídica y la psicológica, toda vez que el fenómeno de la delincuencia se inclinaba a
ser observado desde la perspectiva psicopatológica. También habíamos señalado que esas
primeras experiencias no tuvieron mucho éxito ya que la criminología influenciada por criterios
positivistas se distanciaba sustancialmente del método psicoanalítico.
Por otra parte, habría que mencionar la influencia que las escuelas antropológica italiana y
antropométrica inglesa, ejercieron en especialistas de nuestro país a comienzos del siglo
pasado. Tal el caso de personalidades de la medicina como Piñeiro y Ramos Mejía.

El desarrollo histórico de la especialidad en nuestro país, tiene como punto inaugural los
primeros graduados psicólogos que provenían de Universidades como las de Rosario y
Córdoba (1957-1959), posteriormente Buenos Aires, La Plata (1967) insertándose lentamente
en espacios que hasta ese momento sólo ocupaban los médicos y en menor grado,
trabajadores sociales. Recuerden que para esa época, la psicología era ejercida por los
médicos por lo que estas primeras camadas de profesionales psicólogos no determinaba la
inserción de la psicología en el campo jurídico sino que materializaba el ingreso de colegas
psicólogos con su decir en el ámbito judicial. Los inicios no fueron fáciles y durante algún
tiempo, la tarea era supervisada por médicos y nuestras producciones atravesaban un tamiz
de la medicina. Habría que destacar también le hecho de que en los comienzos, nuestros
colegas ejercían el rol de testistas, pero el resultado de su práctica debía ser refrendado por
un médico.

Un largo y sinuoso camino se tuvo que recorrer para que nuestro saber cobrara vital
relevancia en curso de los procesos judiciales. Se fueron gestando distintos espacios de
formación universitaria con la creación de distintas cátedras en diversas Universidades al
tiempo que se ampliaba la oferta facultativa sobre todo en carreras humanísticas.

Este crecimiento se detiene a mediados de los 70 en momentos que comenzaba uno de los
capítulos más oscuros de nuestra historia. Recuperar la democracia implicó una afluencia
masiva en las carreras humanísticas, retomándose en el circuito universitario todo ese bagaje
de conocimientos que hemos mencionado.

Así, podríamos decir que en las últimas cuatro décadas la especialidad tomó un significativo
impulso, acompañando el crecimiento que se evidenciaba a nivel mundial en torno a la
psicología jurídica y que si bien se instaló inicialmente en el ámbito Tribunalicio no sin
tropiezos, el desempeño del psicólogo en diversos ámbitos institucionales conexamente
vinculados con el poder judicial, promovió lo que habíamos mencionado respecto de la
pertinencia de denominar Psicología. Jurídica a la asignatura que hoy nos reúne.
Entrecruzamiento discursivo

Con relación al entrecruzamiento discursivo entre psicología y derecho, si bien estamos frente
a discursos opuestos, coexisten puntos de acuerdos y desacuerdos entre ambas ciencias.
Primeramente podríamos mencionar que ambas comparten un mismo objeto de estudio.
Cuando decimo objeto de estudio nos referimos a la conducta, al comportamiento humano, ya
que también podríamos agregar aquí que en el campo legal, tanto la psicología como el
derecho se entrecruzan con relación a un sujeto en situación de atravesamiento legal. Aquí
debemos hacer una aclaratoria, habida cuenta de que ustedes podrían señalar y con justa
razón, el hecho concebir que todos los sujetos se encuentran atravesados legalmente.

Eso es cierto si lo pensamos a partir de una ley que pre-existe al sujeto, entendiendo que un
individuo no sólo nace en un mundo de lenguaje sino que en ese mundo ya hay Ley, aunque
esa ley (positiva) no es exactamente la ley que más ocupa a la psicología (ley subjetiva). Pero
al indicar Sujeto en situación de atravesamiento legal señalamos el estado circunstancial que
puede ocupar a un individuo en algún momento de su vida, o dicho de otra forma, la eventual
situación que lleva a un sujeto a verse involucrado en un proceso que lo sitúa en otro
escenario, un escenario legal y más precisamente: jurídico-judicial.

Por tanto, todas aquellas situaciones que requieren de la intervención de un otro para su
resolución y ese otro es el Poder Judicial. Ciertamente, primero puede venir a nuestra mente
una situación que tenga que ver más con cuestiones inherentes al fuero penal como sería en
el caso de los delitos, pero pensemos que hay una infinidad de problemáticas que pueden
involucrar y comprometer a una persona y cuyo tratamiento -agotadas otras instancias- debe
indefectiblemente cursar por ante los estrados judiciales.

Así por ejemplo, pensemos en aquellas que tramitan por el fuero de familia, el fuero civil, el
fuero laboral. Respecto del primero, los juicios por cuota alimentaria, régimen de visitas,
tenencia, guarda, adopciones, divorcios, responsabilidad parental.

Con relación al segundo (fuero civil) juicios por daños y perjuicios, incapacidad civil, capacidad
restringida, protección de persona, filiación, parentesco, matrimonio, derechos sucesorios,
herencia, legados, testamentos, etc.

En el fuero laboral, todas aquellas cuestiones que reúnen en un juzgado aspectos que hacen
a la relación que puede establecerse entre empleados y empleadores frente a hechos
controversiales, donde es en definitiva el juez quien debe bajar el martillo, resultando de ello el
dictamen que defina cuáles de ambas posiciones dentro de ese conflicto tiene la razón. El
fuero laboral abarca una diversidad de juicios tales como accidentes de trabajo, enfermedad
profesional, enfermedad sobreviniente, despidos, indemnizaciones. hostigamiento, estrés
laboral, burnout, moobing, lesiones y/o muerte, simulación, secuelas psicológicas por estrés
postraumático, etc.

Por supuesto que en materia penal tenemos un amplio abanico de situaciones conforme a los
hechos que la ley tipifica como delito y que además tienen ese plus de alarma social frente a
los mismos y una carga punitiva, sancionatoria por parte del Estado representado por el
organismo jurisdiccional que es quien debe aplicar tales sanciones frente al ilícito. En el (fuero
penal), el psicólogo jurídico en calidad de perito interviene esencialmente en la evaluación de
inimputabilidad, determinación de peligrosidad, evaluación del victimario y víctima en delitos
contra la integridad sexual, entre otros. Pero por fuera de la actividad pericial, la intervención
del psicólogo en instituciones conexamente vinculadas con el discurso e intervención judicial,
abarca la evaluación diagnóstica, pronóstica, asistencia, confección de historias
criminológicas, asistencia, tratamiento, seguimientos pos-penitenciarios.

Sea en las formas primeramente mencionadas o en ésta última, con todo ello podríamos
entonces configurar la situación de atravesamiento legal que podría sujetar y comprometer a
unos y otros.

Entonces, podemos decir que en materia de hechos controversiales, se asiste a una


diversidad de situaciones que no son únicamente aquellas que podemos pensar en materia
penal. Hay otras que nos convocan en calidad de psicólogos jurídicos que están
comprendidas en otros Fueros como el Penal juvenil, Contencioso administrativo, Civil
Comercial Federal y los cuales iremos explicando a medida que avancemos en las unidades,
sumado ello a la actividad asistencial del profesional psicólogo en el conjunto de Instituciones
que reciben los efectos del discurso jurídico.

Este es un punto central respecto de los aportes que puede realizar nuestra especialidad al
DERECHO, los hombres y mujeres del Derecho, sean estos magistrados (jueces/as),
abogados/as de la matrícula (patrocinantes) y demás agentes o funcionarios/as judiciales
(fiscales, auxiliares letrados, defensores/as oficiales, camaristas, etc.) a los que nos
referiremos respecto de sus funciones y misiones cuando expliquemos la Organización del
Poder Judicial de la Nación y en qué consiste un Proceso Judicial.

También es central respecto a los aportes de nuestra disciplina, aquellos que se promueven
en torno a la LEY, a la JUSTICIA y a la SOCIEDAD.
Retomando el punto, nuestra ciencia - la Psicología –estudia el comportamiento humano y el
Derecho también hace lo propio desde otra perspectiva. En ese sentido podemos
primeramente definir Derecho.

Y ¿qué es el Derecho entonces? El Derecho es un conjunto de normas que tienen por


finalidad regular las relaciones humanas en sociedad. Es un sistema de normas más o
menos coercibles que rigen la convivencia social.

¿Qué quiere decirse con que estas normas son más o menos coercibles? Que son
susceptibles de ser aplicadas – conforme sea necesario - con auxilio de la fuerza pública en
caso de inobservancia o incumplimiento. En efecto, las normas jurídicas que constituyen el
derecho están respaldadas por la fuerza pública del Estado y si no hacemos lo que disponen
las leyes u omitimos lo que ellas prohíben o exigen, seremos compelidos a observarlas.
Ejemplo: Lo que sucede con los testigos en curso de un proceso judicial.

Los testigos están obligados por ley a comparecer ante la autoridad judicial cuando éstos se
encuentran comprendidos en un proceso. Si ante la recepción (notificación) de tener que
presentarme a prestar testimonio, yo desestimo la misma incurriendo en incumplimiento del
requerimiento judicial, será inevitable que al poco tiempo de esa notificación me llegue una
reiteración, léase intimación. Como será inevitable que si ante la misma mi comportamiento
no varía, lo que aparezca en la puerta de mi domicilio no sea ya un agente judicial de
notificaciones sino algún representante de la fuerza policial.
Es en ese sentido que las normas son más o menos coercibles conforme al fuero que se
trate y de las acciones que disponga la justicia, lo cual resulta variable se trate de materia civil,
laboral o penal siendo que ésta última tiene una mayor carga y persecución judicial.

Entonces, está claro que la autoridad judicial como órgano jurisdiccional y llegado el caso,
puede obrar con auxilio de la fuerza pública para el logro de su cometido, toda vez que se
esté frente a la inobservancia e incumplimiento de las normas que rigen en un ordenamiento
jurídico. De ese modo, lo coercible implica una presión ejercida por la autoridad para
forzar un cambio en la conducta o voluntad de un individuo. Las normas pueden ser
“imperativas”, “dispositivas”, “declarativas”, “enunciativas”, entre otras posibilidades.

En el caso de las imperativas, éstas se imponen independientemente de la voluntad del


sujeto. Por normas dispositivas debemos entender aquellas que resultan prescindibles
mediante el principio de autonomía de la voluntad y por ello debemos diferenciar una
presentación espontánea y voluntaria de aquella que deviene por requerimiento de la
autoridad judicial.

Fíjense que en la siguiente plantilla estamos ubicando en el medio al sujeto en situación de


atravesamiento legal pero además, en situación de entrecruzamiento discursivo a partir de
una doble polaridad que expresa en el gráfico el interés de ese estudio que encara la
Psicología y el Derecho.
Importa a la psicología el comportamiento humano e importa al Derecho el mismo
comportamiento. Entonces, ¿dónde radicaría la diferencia entre ambas ciencias? En principio
y a simple vista podría no encontrarse la brecha sustancial entre un polo y el otro, pero
examinemos un poco esto del “Ser” y aquello del “Deber ser”.

Ya Piaget había trabajado algo en relación al tema y en textos como Relaciones entre
Psicología y Ley, Martín Garrido lo cita a partir de una distinción que el primero establece
entre nuestra ciencia y la ciencia jurídica. Se trata de una diferenciación del orden
epistemológico para sustentar el distingo entre una y otra perspectiva.

En tanto es la psicología quien descubre las leyes de la naturaleza del sujeto -de sus
conductas-, es la Ley positiva la que nos dice lo que debemos hacer.

En tanto la psicología parte de lo que sería naturaleza, es decir, el “Ser” como supuesto o
base de la acción misma siguiendo al español Javier Urra Portillo, el Derecho hace lo propio
desde el “Deber ser”. Ese deber ser del cual el autor afirma que; tanto las ideologías como
las ciencias sociales, son reflejo.

Ambas ciencias -Psicología y Derecho- debemos decir, se interesan por el comportamiento


humano pero así como nadie podría negar el hecho de que cada una lo hace a partir de
lugares diferentes y focalizando aspectos de dichos comportamientos humanos que también
distinguen a una ciencia de la otra, podría afirmarse que ambas, compartiendo o teniendo ese
nexo respecto del objeto de conocimiento y sujeto de intervención, resultan ciencias
humanas y sociales.

Es el Derecho quien interroga sobre los sucesos, eventos (hechos) y acciones del sujeto en
términos de resultados o consecuencia de dichas acciones. Por ello, la conducta para el
Derecho es siempre, conducta exteriorizada.

La Psicología jurídica hará lo propio, estudiando el comportamiento humano centrándose en


los causales o motivaciones que pueden resultar incidentales y rectoras en tal
comportamiento, es decir, todos aquellos procesos psíquicos y o mecanismos internos del
individuo que pueden promover determinadas acciones o determinadas conductas. A
diferencia del derecho, la psicología tendrá en cuenta el aspecto interno y el aspecto externo.

Si nos enfocamos en la plantilla del PowerPoint “aportes” con relación a la LEY, podríamos
decir que entre psicología y ley hay acuerdos y desacuerdos, puntos de encuentro y
aspectos que nos distancian en una relación vigente que hace a la convivencia entre nuestra
especialidad y el Derecho. En ese sentido podemos resumir algunos puntos de contacto:

El primer punto ha sido tratado con anterioridad. Ambas ciencias, psicología y derecho son
ciencias humanas y sociales y ambas estudian el comportamiento humano y realizan un
enfoque desde distintas perspectivas (Ser y Deber Ser).

La diferencia entre psicología y derecho es que, el Derecho estudia el comportamiento


humano centrado en las leyes que nos indican lo que debemos hacer como así también lo
que no debemos. Esto es importante ya que solemos hablar – en relación a la ley- de las
conductas prohibidas y pocas veces atendemos las conductas debidas.

Los Códigos de fondo constituyen corpus normativos y en especial, el código penal


comprende en su extensión aspectos que hacen tanto a una como a otra conducta. Ejemplo
de lo anterior es el hecho de que tanto la acción como la omisión, para el Derecho ambas son
conductas. Hacer lo prohibido o no hacer lo debido puede ser resorte de sanciones previstas
en la norma. La ley positiva determina la conducta de los individuos, y además sus sistemas
de creencias porque convierte y mantiene como naturales algunas cuestiones que en otra
época fueron contra la naturaleza. Es por ello que el enfoque que realiza el derecho respecto
al comportamiento humano corre por otra vía. Estamos frente a la observancia o
inobservancia, el cumplimiento o incumplimiento de las normas como foco para el derecho.

Encontramos un punto de divergencia entre ambas disciplinas. Mientras que en el derecho


cuando se habla de conducta se hace referencia a la conducta exteriorizada; la psicología,
en el estudio de la misma, toma en cuenta tanto su aspecto externo como fundamentalmente
su aspecto interno, entendiendo a ella como el modo de ser del individuo y el conjunto de
acciones que lleva a cabo para adaptarse a su entorno.

Los puntos de contacto entre Psicología y Ley según Garrido Martin, se pueden dividir en
cuatro categorías diferenciadas: La psicología puede ser el fundamento de la ley positiva.
La psicología actúa como auxiliar de la ley positiva. La psicología y la ley comparten su
objeto de estudio, en la medida en que el comportamiento legal es objeto de estudio en sí
mismo o en la medida en que la situación legal es elegida como laboratorio para el estudio de
la conducta humana. La influencia de la ley sobre el comportamiento humano.

Si examinamos esos cuatro enunciados verán que están íntimamente relacionados en torno a
las problemáticas sociales que ocupan a los individuos de manera circunstancial en algún
momento de su vida y por ello mencionaba su condición de sujeto en situación de
atravesamiento legal. Respecto al primer postulado, distintas posturas han relevado la
relación psicología y ley, agregando como tercer elemento; el poder, tema que trataremos
particularmente en la segunda clase. Los hombres y mujeres del derecho temen a la
psicologización de la ley, pero recurrentemente se valen de razones y procedimientos de la
psicología para sustentar sus conclusiones en los estrados judiciales.

Para algunos autores es el poder quien determina aquello que se debe investigar y
descubrir en tanto sus resultados se ajusten a la medida de quienes detentan el poder. Sin
lugar a dudas, la psicología actúa como auxiliar de la ley y de la justicia colaborando en los
procesos que se instauran en el ámbito específico toda vez que el conocimiento de los juristas
alcanza su límite.

La psicología puede influenciar y modificar la ley pero no puede descuidarse del hecho que
una vez promulgada la norma, ésta modificará la naturaleza humana que investiga la
psicología. Que la ley influencia en el comportamiento humano, a esta altura de su estudio no
caben dudas y corresponde a las ciencias sociales como la nuestra, evaluar el grado y
efectos que resultan de las normas así como su aporte para mejorar aquellas que no
responden a los intereses colectivos de la sociedad.

En buena parte de las legislaciones que hemos mencionado como superadoras en los últimos
años, la psicología ha tenido un lugar relevante a partir de los aportes que ella ha provisto en
el tratamiento de los temas de incumbencias en las comisiones parlamentarias.

.
En cuanto a las divergencias entre psicología y ley debe resaltarse que para la ley el sujeto es
causa fundamental de sus actos. La ley se centra en que el acto es voluntario y consciente, es
decir, intrínsecamente determinado (teoría del libre albedrío) salvo que medie justa causa o un
concepto que desarrollaremos en la Teoría del Delito como lo es de inimputabilidad.

En cambio, la psicología sin negar necesariamente estos atributos, afirma que esta es una
visión muy estrecha de la conducta pues la misma está determinada principalmente, por la
circunstancias y por el aprendizaje. Al derecho le importa investigar lo relacionado con la
verdad objetiva, la verdad de los hechos acaecidos; mientras que la psicología centra su
estudio en la verdad subjetiva, la verdad que subyace en el sujeto y se construye en base a
su historia de vida y contexto sociocultural en que se desenvuelve. La psicología asume que
en los actos humanos cobran importancia tanto las circunstancias como el aprendizaje.

Ello indica el carácter dinámico en el desarrollo de un sujeto y en las circunstancias que


proveyó su medio próximo inmediato o contexto social, tanto como el modelaje subjetivo que
resultó del total de sus particulares experiencias.
El Derecho estudia la conducta en interferencia intersubjetiva con el fin de reglar el Deber ser
de la conducta mientras la psicología intenta comprender las leyes que rigen esa conducta. En
tanto no puede escapar al derecho todo acto que amenace, lesione o quebrante la norma
consensuada, es la psicología quien estudia factorialmente los procesos que direccionan
hacia ello.

La psicología aporta al Derecho - en tanto la experiencia de nuestra praxis a lo largo de su


desarrollo en el campo legal - conocimientos y debates que han sido parte importante en la
reformulación de cuerpos normativos aplicados al tratamiento jurídico de diversas
problemáticas sociales.

¿Qué es Justicia?

Tal vez, la pregunta inicial debería ser ¿cómo la sociedad se representa esto de “la
Justicia”? pudiendo observar que son variadas las opiniones al respecto. Sobre estas
representaciones Martín Garrido refiere algo al plantear que el valor “justicia”, como
fundamento de la ley positiva es un valor en esencia social, sin perjuicio de cómo la sociedad
lo advierte, siente o experimenta.

La justicia como cualidad de “justo” podemos definirla como: Principio Moral que inclina
a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde. Esta sería
una forma de definir Justicia que podemos redondear con la definición que aparece en la
siguiente plantilla:

Este principio moral de Ulpiano que constela el carácter de “lo justo” proviene
esencialmente del Derecho Justiniano pero una sociedad puede representarse otras formas
cuando se la interroga respecto de qué tan justa es la justicia y ahí tenemos otro dilema. Una
cuestión tendría que ver con aquello que define justicia y otra, respecto de la forma en que
se administra justicia y cotidianamente tenemos al alcance de nuestra percepción algunos
ejemplos de ello, sólo tomando algunas decisiones de magistrados. Resoluciones tales de las
que - no precisamente la sociedad - considera como parte de una buena administración de
justicia. La justicia existe desde que existe el derecho y por eso traía a cuenta el pensamiento
y enseñanzas del compilador Ulpiano al respecto. Estamos en otro plano de debate ya que no
se trata de si existe o no, ya sabemos que en ese primer sentido sí. Pero la cuestión entonces
radica en si su aplicación, en su administración, es justa o no, es igualitaria o no, si responde
a otros poderes o es independiente.

Con respecto a lo que aporta la psicología jurídica a la justicia podemos decir que
el conocimiento de nuestra ciencia al servicio de la justicia es en calidad de ciencia auxiliar,
asesorando en los estrados judiciales para una mejor resolución de casos. Somos asesores
de la justicia en su sentido más amplio. Se trata de una aplicación de saberes de nuestra
ciencia a las preguntas y requerimientos que emanan de la justicia, colaborando, cooperando
en todo momento con su administración.
La justicia requiere nuestro auxilio en tanto los hombres y mujeres del derecho que por
función deben administrarla, en muchos casos – conforme a lo que se está juzgando -
necesitan ser ilustrados sobre cuestiones que escapan a su conocimiento o materia y que
resultan elementos indispensables para alcanzar el necesario grado de convicción jurídica a la
hora de dictaminar, a la hora de concluir un proceso, fallar o sentenciar.

Pasemos al tercer componente “Sociedad”. Por sociedad dijimos que se trata de un


Sistema organizado de relaciones que se establecen entre un conjunto de personas. Cuando
referimos “organizado” estamos indicando que este sistema de relaciones entre los unos y los
otros está sujeto a determinadas reglas de organización jurídica y consuetudinaria, es decir
que por un lado tenemos los corpus normativos como las leyes y por el otro, que dichas
normas no escapan a las propias características de una sociedad o comunidad respecto de su
tradición y costumbres. Lo consuetudinario tiene que ver precisamente con eso, usos y
costumbres.

Indica lo que está establecido por las costumbres y tradiciones de una población al
punto de convertirse en ley a la hora de regular una convivencia humana. Hay algo de la
norma no sólo respetada por su imposición sino por haber sido gestada durante generaciones
enteras.

Es por ello que resulta imposible pensar sociedad sin ley. Aún en la antigüedad y en
las denominadas sociedades primitivas existieron instrumentos, mecanismos o normas no
escritas que regulaban la convivencia humana. Ejemplo más antiguo encontramos en el
Código de Hammurabi, quizás el conjunto de leyes más antiguo del que se tenga registro y el
más conservado en virtud del material utilizado para su grabado. Elaborado en la antigua
Mesopotamia, considerada como otras antiguas, de origen divino e inapelable, dicho código
fue creado en el año 1750 A.C., basado en la aplicación de la ley del Talión conteniendo más
de 240 artículos. Dicho de otra manera, lo convencional de una sociedad determinada. Ello
también podría explicar por qué en determinadas culturas, sus normativas pueden englobar
prohibiciones, restricciones y/o habilitaciones que difieren sustancialmente de otros sistemas
jurídicos. En ese sentido podemos encontrar que por ejemplo en Asia y África determinados
hechos tienen una persecución penal y una carga sancionatoria diferente a la que se impone
en nuestro código penal, tal lo que sucede con respecto a la poligamia. Pero también
podríamos hablar acerca de la condena a cadena perpetua. En nuestro país la cadena
perpetua no supera los 35 años de prisión, ese es el techo en nuestra norma penal pero por
ejemplo en Estados Unidos la cadena perpetua es efectivamente perpetua y contempla en
varios casos, el no beneficio de la libertad condicional. Entonces, las leyes -de un país o una
sociedad respecto de otra - que no emergen sino del Poder Legislativo que se supone
representa los intereses de ella, van a distinguirse también conforme al folklore, códigos y
creencias propias de esas culturas y la justicia será administrada y aplicada tomando dichos
ordenamientos jurídicos.

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