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S T E V E M A LL II N
NS
ISBN: 978-84-15256-05-2
Impreso por Limpergraf, Mogoda, 29-31 (Can Salvatella), 08210 Barberà del Vallès
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright,
bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra
por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento
informático, y la distribución de ejemplares de la misma mediante alquiler o préstamo públicos.
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Índice
Agradecimientos 9
Introducción 11
uno
aaa«People Are People», 1961-1980 17
dos
aaa«Dreaming of Me», 1981 37
tres
aaa«Leave in Silence», 1982 57
cuatro
aaa«The Landscape is Changing», 1983 69
cinco
aaa«You’ve Got Your Leather Boots On», 1984 87
seis
aaa«Dressed in Black Again», 1985-1986 101
siete
aaa«See The Stars They’re Shining Bright», 1987-1989 123
ocho
aaa«World Violation», 1989-1990 143
nueve
aaa«Lead Me Through Babylon», 1991-1993 161
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8 Depeche Mode
diez
aaa«More than a Party», 1993-1994 183
once
aaa«This Twisted, Tortured Mess», 1994-1997 209
doce
aaa«I Find Myself», 1997-1999 233
trece
aaa«Dream On», 1999-2002 247
catorce
aaa«Suffer Well», 2002-2006 263
Discografía 285
Bibliografía 291
Índice de nombres 295
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Agradecimientos
La mayor parte del material utilizado en este libro proviene de entrevistas con
Daniel Miller, Alan Wilder, Mark «Flood» Ellis, Chris Carr, Steve Lyon, Anton
Corbijn, Daryl Bamonte, Perry Bamonte, John Foxx, Wayne Hussey, Juan At-
kins, Brian Griffin, Tim Simenon, Gareth Jones, Dave Bascombe, Gary Numan,
Anne Berning, Russell y Ron Mael (Sparks), Andy McCluskey (OMD), Stevo,
Ben Hillier, Ken Thomas, Dave McCracken y Knox Chandler.
También quiero agradecer las cenas, el vino, los faxes y el resto de la ayuda
a Andrew Fletcher, Martin Gore, Dave Gahan, JD Fanger, Jonathan Kessler,
Alan & Hep, Douglas McCarthy, Sarah Lowe, Geraldine Oakley de Sire, Pan-
dora Powell, Karen Stringer y Bong.
Agradecimientos especiales a Isobel, Lil, Zak, Trish, mamá y Alan, Sal & Al,
Alice, Emily, Alan, Jane & Matt, Gary, a Gemma y a toda la cuadrilla, Danni,
John, Sav, Paul, Ian Abraham, Fiona, Richard & Tina, Ian & Virginia, John Aiz-
lewood, Steve Hillier, Lee, Steve Webbon, Jimbo, Mal & Hannah, Miranda, Ke-
vin y Mark Blake.
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Introducción
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se mostraba normalmente taciturno y sensible con las chicas: «Mi mejor amigo
Mark se acabó enrollando con la única chica de la que me enamoré siendo un
adolescente. Yo estaba en una fiesta, y no conseguía encontrar a mi novia por
ninguna parte. Todo el mundo me miraba. Todos lo sabían. Abrí la puerta del
dormitorio, y allí estaba el culo de Mark moviéndose arriba y abajo. Aquél fue
mi primer encuentro con la realidad. Me dejó con la sensación de que yo no era
lo suficientemente bueno. He estado luchando contra ello desde entonces». De
cualquier forma, hacia finales de 1979, ya estaba prometido a su novia Jo, juran-
do que sus días de chico malo se habían acabado para bien. Por entonces, Depe-
che Mode parecían estar en las antípodas del rock’n’roll; tocaban sintetizadores,
tenían aspecto de críos, y estaban a años luz de la imagen elegante y glamourosa
de Duran Duran. De hecho, Depeche Mode tomaron el tren para su primera
aparición en «Top of the Pops» y cargaron ellos mismos con sus sintetizadores.
Al parecer, Andy Fletcher recibió una gran ovación cuando fue a trabajar al día
siguiente.
Siete años después las cosas no podían ser más diferentes. Vince Clarke había
dejado la banda, siendo reemplazado por Alan Wilder, quien jugó un importan-
te rol en llevar al grupo mucho más allá de sus inocentes raíces de electro-disco.
En 1988 ya se habían convertido en un importante referente cultural, tocando
ante una audiencia de 70.000 seguidores en Rose Bowl, Pasadena. Este concier-
to fue filmado por el legendario D. A. Pennebaker, quien parecía verles básica-
mente como una máquina de hacer dinero: «No tenían ni idea del mundo que
los rodeaba —comentó—, pero comprendieron cómo hacer un montón de di-
nero con la ayuda de una grabadora entre bastidores». En aquel momento, De-
peche Mode se movía entre la electrónica y el rock, conectando con su público
a través de himnos atmosféricos que hablaban sobre la culpa, el pecado, la reden-
ción y la parte oscura de las relaciones. De todas formas, el propio grupo sufrió
las peores consecuencias tras vender siete millones de copias de Violator en 1990,
al experimentar en sus propias carnes las consecuencias autodestructivas de la
fama y el rock’n’roll. Era difícil de creer que fueran los mismos chicos de Basil-
don. Andy Fletcher tuvo una crisis nerviosa, Gore tuvo algún ataque epiléptico
a causa del abuso del alcohol, y Gahan se convirtió, prácticamente, en una paro-
dia de una estrella de rock yonqui empecinada en infligirse un daño continuo.
Vivía en un apartamento de Los Ángeles con las ventanas tapadas. Él lo llamaba
el «palacio púrpura» por toda la gente que casi muere allí por una sobredosis de
drogas: «Debido a un temblor de tierra, la lluvia solía filtrarse y había cubos gi-
gantes colocados por todas partes. Era repulsivo… Me he causado mucho daño
y sufrimiento a lo largo de los años».
Estas experiencias se reflejaban en la música, añadiendo un oscuro y especial
atractivo para toda una legión de seguidores suburbanos inadaptados a lo largo
del mundo. El viaje de Gahan, desde el infierno de la adicción al hombre que es
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«Just Can’t Get Enough» y «Any Second Now», y la reciente promesa dulzo-
na de «Suffer Well» y «Nothing’s Impossible», de Dave Gahan, en Playing the
Angel.
La pasión de sus incondicionales por su música no se basa sólo en sus cancio-
nes, también es alentada por el uso de la electrónica por parte del grupo, a me-
nudo en contra de las modas. Artesanalmente producida por Daniel Miller y
Alan Wilder, el uso innovador de la tecnología analógica evolucionó hasta la tec-
nología del sampleo en los ochenta mientras establecían la norma de que no usa-
rían dos veces un mismo sonido. Como resultado de ello, podemos encontrar al-
gunos ejemplos estrafalarios en sus discos, como risas grabadas en un avión (en
el estribillo de «People Are People»), y Daniel Miller gritando la palabra horse
(«caballo») en un loop («Fly on the Windscreen»). Desde mediados de los ochen-
ta, la incorporación progresiva de elementos del blues, rock, glam, country, gó-
tico y gospel en su paleta sonora basada en los sintetizadores, ha ido en aumen-
to. Así nos encontramos que en veinticinco años de carrera aún hacen cosas que
otros ni siquiera intentan. De hecho, sería fascinante destripar las canciones, al
concentrarnos en una colección de sus caras B instrumentales como «Oberkorn
(It’s A Small Town)» y «Agent Orange».
Tal recopilación haría que el oyente se percatara de la inteligente aproxima-
ción de la banda a la tecnología en términos prácticos, y no futuristas. Llevó un
largo tiempo, pero desde finales de los ochenta hacia adelante se han converti-
do en una importante influencia para otros grupos, como Smashing Pumpkins,
Nine Inch Nails y los Deftones en los 90, y más recientemente para grupos
como The Faint, Interpol, The Killers, White Rose Movement (quienes inclu-
yen «Photographic» y «Any Second Now» en su parte de DJ) o Ladytron. Da-
niel Hunt, miembro de la última banda citada, declaró recientemente a la revis-
ta Q que: «No sólo son [Depeche Mode] una de mis bandas favorias, sino que
ofrecen un punto de vista completamente diferente de cómo puede hacerse la
música alternativa». En el siglo XXI, las canciones de Depeche Mode han sido
interpretadas por Tori Amos («Enjoy the Silence») y Placebo («I Feel You»);
mientras que Marilyn Manson y Johnny Cash han grabado sendas versiones de
«Personal Jesus».
La dilatada colaboración de Depeche Mode con el director artístico Anton
Corbijn también ha sido un factor crucial en su éxito. Corbijn partió de una ima-
gen estética poco cuidada y los transformó en unas enigmáticas figuras vestidas
de negro, rodando con frecuencia vídeos absurdos, atmosféricos y divertidos en
los que aparecían montones de automóviles (incluyendo la perpleja cara de Dave
Gahan sentado al volante de un coche «burbuja»), preciosas chicas, extrañas
criaturas con forma de pájaro, enanos y caballos de feria montados por un Andy
Fletcher vestido como un vaquero. Lo mejor de todo es la figura de un rey soli-
tario (interpretada por el cantante) que vaga errante por vastos parajes desérticos
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con una hamaca en «Enjoy the Silence». Corbijn diseñó, asimismo, muchos de
los escenarios y portadas de discos, aunque, posiblemente, el diseño más efecti-
vo de la carrera de Depeche Mode sea la megafonía instalada en el desierto ide-
ada por Martyn Atkins para la gira Music for the Masses.
Por último, uno de los aspectos más fascinantes que se puede observar en
cualquier grupo de éxito es la dinámica que se crea entre los diferentes miem-
bros. En el caso de Depeche Mode, operan de una forma única, al incluir a un
miembro de la banda que no ha aportado mucho en el plano musical durante
años: Andrew Fletcher. Ni siquieran viven en la misma zona. «Fletch» vive en
Londres, Gore reside en Santa Bárbara (se trasladó allí hace unos pocos meses,
después de que entraran a robar en su casa; fue una experiencia bastante angus-
tiosa, ya que todos los miembros de la familia se encontraban en el interior) y
Gahan se ha mudado de Los Ángeles a Nueva York. Es objetivo principal de
este libro desvelar las relaciones personales y musicales entre Martin Gore,
Dave Gahan, Andrew Fletcher, Alan Wilder, Vince Clarke, y su mentor Da-
niel Miller, que ha jugado un papel valiosísimo en el desarrollo de la banda a
lo largo de los años.
Es importante saber que, en la delicada y tácita conexión entre el composi-
tor principal, Gore, y el cantante, Dave Gahan, se encuentra la raíz de muchas
de sus mejores canciones. El papel no musical de Fletcher también es muy im-
portante, ya que actúa como filtro de Gore, que elude el conflicto hasta la ex-
tenuación y no ha sido capaz de funcionar creativamente con Gahan o Alan
Wilder durante los trece años que lleva en la banda. La aportación de Alan y
Daniel Miller ha sido vital, al proporcionarme una visión desde dentro del tra-
bajo de la banda, pero también quisiera agradecer a «Fletch» que charlara con-
migo un par de tardes y llenara algunos huecos en mis conocimientos, y a Mar-
tin por responder faxes repletos de preguntas. Ambos fueron extremadamente
útiles en la comprobación de datos y las ocasionales revelaciones «a puerta ce-
rrada». También quisiera agradecer a Ben Hiller, Knox Chandler, Dave Mc-
Cracken y a Ken Thomas, que me han ayudado con esta actualización, arro-
jando la luz sobre algunas actividades recientes de la banda, en particular la
contribución de Ben, productor de Playing the Angel. Asimismo, he hablado re-
cientemente con The Killers, Ladytron, The Faint y The Bravery, todos ellos
seguidores de Depeche Mode, que me ayudaron con un número especial de la
revista Q sobre el grupo: «Depeche Mode & the Story of Electro-Pop», publi-
cado en enero de 2005 (aún disponible en la sección de números especiales de
www.q4music.com).
También me resulta sorprendente que hasta que escribí este libro nunca se les
hubiera pedido que contaran algo para una biografía. Pero hay que saber que,
hasta cierto punto, Depeche Mode sigue siendo un «punto ciego» para mucha
gente, especialmente en Gran Bretaña.
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No todo el mundo con el que me entrevisté quiso que sus palabras fueran
acreditadas, pero aun así he intentado generar todo el material nuevo que me ha
sido posible. Incluso así, me siento en deuda con todos los escritores y periodis-
tas que han entrevistado a la banda en el transcurso de los años, además de los
diversos libros y artículos de la misma temática.
Por encima de todo, gracias a Depeche Mode, cuya música me ha servido de
constante fuente de inspiración durante los últimos 25 años. Son una rareza;
consiguen conectar con el público que se identifica con la fragilidad de sus
miembros, y al mismo tiempo ser un excitante grupo de estadio que puede crear
un sentimiento de comunión masivo con audiencias de hasta 70.000 personas.
STEVE MALINS
Londres, noviembre de 2005
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uno:
«People Are People»,
1961-1980
Martin Gore era un chico obediente, reflexivo y por naturaleza feliz, nacido
en el seno de una familia de clase trabajadora en Dagenham, Essex, el 23 de ju-
lio de 1961. Por entonces, su abuelo y su padrastro trabajaban en la fábrica de
automóviles de la Ford en Dagenham, pero este último decidió dejar el trabajo
para convertirse en conductor y se mudó junto al pequeño Martin y sus dos her-
manas, Karen y Jacqueline, a Basildon. La madre de Gore, Pamela, encontró tra-
bajo en una residencia de ancianos.
«De niño era bastante tímido —confiesa el soñador y condescendiente com-
positor—, casi no tenía amigos, y pasaba la mayor parte del tiempo a solas en mi
habitación, leyendo cuentos de hadas. Esas lecturas me absorbían, vivía en otro
mundo. En la escuela me ocurría lo mismo. No tenía confianza en mí mismo.
Los profesores rara vez oían mi voz.»
Los principales intereses de este chico discreto y reservado eran los idiomas,
en los que despuntaba sin ningún esfuerzo, y la música: «Descubrí los viejos sin-
gles de rock’n’roll de mi madre a los diez años más o menos. En aquel armario
podías encontrar material de Elvis, Chuck Berry o Del Shannon. Yo ponía aque-
llos discos una y otra vez, y ya entonces comprendí que era la única cosa que me
interesaba realmente, y así fue en adelante».
A los trece años, reconvertido en un seguidor del glam-rock (estaba especial-
mente enganchado a la música de Gary Glitter y al estrafalario dúo americano
Sparks), le regalaron una guitarra acústica y aprendió a tocar con mucha rapidez,
ya que pasaba la mayoría de las noches practicando nuevos acordes en el instru-
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un incorregible pesimista que jamás veía el lado positivo de las cosas. Siempre es-
taba leyendo libros de historia. Estaba convencido de que algún día me conver-
tiría en maestro».
Bamonte no recuerda que Fletcher mostrara mucho interés por la música en
la escuela: «Supongo que lo tendría, pero nunca lo demostró». De cualquier for-
ma, Clarke, que había escogido el oboe en la escuela, tenía 14 años cuando des-
cubrió la música pop, aunque no era un material muy vanguardista o radical:
«Supongo que fueron Simon & Garfunkel los que despertaron mi interés en la
música. Realmente me dejaron huella. ¡Pensaba que eran fantásticos! Así que co-
mencé a practicar con mi guitarra acústica. Algunos de mis compañeros y yo lle-
gamos a presentarnos en un concurso de talentos de música religiosa. A esta edad
crees que puedes sacarle a la guitarra buenos sonidos nada más cogerla, así que
pensábamos que éramos buenísimos. Te sientas ahí, pensando en todas las cosas
que te vas a comprar cuando seas famoso… y todo de un concurso local. Y, por
supuesto, éramos terribles. Finalmente, nada de aquello llegó a ninguna parte».
Cuando el punk llegó a Basildon, Clarke y Fletcher dejaron a un lado su co-
lección de discos de los Beatles y los Eagles y, en 1977, formaron una banda jun-
tos: No Romance In China. La banda estaba integrada por Clarke, a la guitarra
y voz, Fletcher, en el bajo, y, según Clarke, por «una de aquellas cajas de ritmos
Selmer repiqueteando sin parar». Comenzaron tocando encima de sus discos fa-
voritos. Entre ellos estaban «I Like It», de Gerry and The Pacemakers; «The
Price of Love», de los Everly Brothers, y el tema de Phil Spector «Then She
Kissed Me».
Aproximadamente un año después, sus gustos se habían oscurecido y Clarke
se había convertido en un gran seguidor del grupo de post-punk The Cure.
Perry Bamonte asistió a la primera actuación de la banda en un pub de Basildon
llamado el Double Six. Tocaron tres canciones, una de ellas fue el tema de los
Cure «Three Imaginary Boys». Poco después de que Fletcher, con diecisiete
años cumplidos, dejara la Boys Brigade, un amigo recuerda verlos actuar en una
extraña aparición en el Woodlands Youth Club, frente a un público de críos de
catorce años.
Después de un par de años, No Romance In China se disolvió, y Fletcher pa-
saba casi todas las tardes con su nueva novia, Grainne. Clarke formó otro grupo
de vida efímera, The Plan, junto al siempre entusiasta Perry Bamonte, quien du-
rante toda su vida ha ido pasando sin cesar de un grupo a otro. Sin embargo,
Clarke no aceptaba el hecho de ser un músico en la sombra y dejó la banda por-
que se sentía más cómodo en el papel de líder.
Volvió con Fletcher, y ambos formaron otro grupo junto a Martin Gore:
Composition of Sound. En su primera encarnación, Fletcher fue presionado
para hacerse cargo del bajo, y tuvo que pedir un préstamo de 90 libras (135 eu-
ros) a su jefe para comprar el instrumento. Mientras, los demás se ocupaban de
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las guitarras. De todas formas, a medida que Clarke escribía nuevas canciones, él
y Gore se pasaron al primitivo Moog y a los teclados Yamaha. Cuando Fletcher
fue obligado a comprarse un sinte algunos meses después, Composition of
Sound se convirtió en una banda electrónica en toda regla.
«Después del punk, nos metimos en el rollo de Kraftwerk y A Certain Ra-
tio», recuerda el hermano más joven de Perry, Daryl, que es tres años más joven
que Fletch, Clarke y Gore. «Siempre encontré la escena electrónica/futurista
bastante sucia y underground, como los primeros Human League», recuerda
Daryl, quien comenzó a echar una mano con el equipo de la banda, en compen-
sación a las veces que éstos lo llevaban en furgoneta para hacer su reparto de pe-
riódicos. «Su single “Being Boiled” tenía un sonido duro, un poco avant garde.
Me gustaba el rollo de Some Bizzare y Gary Numan, que era una música más
oscura que la que aparecía en las listas.»
En 1979, Gary Numan descolló como el enigmático y oxidado líder de Tu-
beaway Army, que alcanzó el número uno con el disperso y extraño tema «Are
Friends Electric?». Durante los setenta hubo pocos éxitos por parte de grupos
de electrónica; el más famoso de ellos fue «Autobahn», single de Kraftwerk que
alcanzó la undécima posición en 1975. Numan confirmó su estatus como la pri-
mera gran estrella del pop hecho con sintetizadores con el single «Cars», edita-
do bajo nueva denominación, que también alcanzó la primera posición en el Rei-
no Unido. Durante los siguientes tres años tuvo cinco álbumes en el Top 3, e
incluso entró en las listas norteamericanas en el Top 10. La efímera pero signi-
ficativa importancia que tuvo en Clarke, Gore y Fletcher fue que les mostró que
un ex punk de veintiún años, con ninguna formación musical académica, tam-
bién podía alcanzar las posiciones más altas de las listas tocando música hecha
con sintetizadores.
«Mi único talento musical es como arreglista de sonidos —confesaba el líder
de los Tubeaway Army—. No era nada bueno con la guitarra y, en cambio, el sin-
tetizador era muy fácil de tocar.» Gore también pensaba de forma parecida: «Para
nosotros, el sintetizador era un instrumento punk. Una especia de hazlo-tú-mis-
mo instantáneo. Creo que sin saberlo, comenzamos a hacer algo completamente
diferente. Elegimos estos instrumentos porque nos convenían. Cualquiera podía
pillar un sintetizador, ponérselo bajo el brazo y hacer una actuación. No se nece-
sitaba un amplificador, así que tampoco necesitabas tener tu propia furgoneta.
Después de algún tiempo comenzamos a ir a nuestras actuaciones en tren». Du-
rante los meses siguientes, Composition se fijó en grupos de pop electrónico más
artísticos y sofisticados como Soft Cell y The Human League, quienes entraron
en las listas a remolque del éxito del futurismo desolador de Tubeaway Army.
Mientras tanto, Gore también se había unido a otra banda local, French
Look. El líder del grupo era un tipo llamado Rob Marlow, un personaje muy co-
nocido en la escena local de Basildon (es uno de los mejores amigos de Clarke, y
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más tarde estuvo en un sello creado por el propio Clarke). La gente lo recuerda
«un poco como Gary Numan en el sentido de que él era siempre el líder, quería
tocar los teclados, las guitarras, y todo lo demás a la vez». En French Look, Gore
tocaba los teclados, y un tío enorme llamado Paul Redman entró en el grupo
porque disponía de un par de sintetizadores y era lo suficientemente fuerte para
transportarlos.
Todo el mundo se conocía entre sí, pero uno de los rostros menos familiares
era el de un chico que se ocupó de la mesa de mezclas de French Look durante
un ensayo en la escuela Woodlands. Era un delgado ex punk llamado Dave Ga-
han. Llamó la atención de Vince Clarke cuando French Look estaban ensayan-
do un día y Gahan comenzó a cantar junto a ellos una versión de «Heroes» de
David Bowie. Era sólo una jam, pero Clarke, que odiaba ser el líder, pensó: «Lo
hace bien, quizás deberíamos dejar que entrara en el grupo». En realidad, Ga-
han nunca tuvo que pasar una audición. Clarke lo invitó a ir a ver un concierto
de su banda en Scamps, Southend, en un cartel encabezado por uno de los gru-
pos de Perry Bamonte, los School Bullies.
La actuación de Composition no comenzó muy bien. Fletcher, que arrastraba
reputación de patoso, tropezó y desconectó todos los instrumentos de los ampli-
ficadores excepto el suyo, dejando al bajista actuando en solitario durante el pri-
mer par de temas. El hermano menor de Perry, Daryl, recuerda aquella actuación:
«Aquello fue alrededor de abril o mayo de 1980, justo cuando dejé el instituto, y
Perry le dio a Depeche Mode una oportunidad como banda telonera cuando aún
eran conocidos como Composition of Sound. En ese momento aún no se habían
convertido en una banda de sintetizadores completamente. Fletch se ocupaba del
bajo, Martin de los teclados y Vince de la guitarra y la voz. Dave Gahan estaba en
aquel concierto viéndolos actuar, y aquélla fue la primera vez que supe de él.
Compusieron un montón de canciones que acabaron grabando ya como Depe-
che Mode: “Photographic”, “Ice Machine”, y algunos otros temas instrumentales
también».
En una ocasión, Composition of Sound teloneó a French Look en la escuela
St. Nicholas. Gore primero con un grupo y, luego, tras cambiarse de camiseta,
tocó con su otra banda. Ésta fue la primera actuación de Composition con su
nuevo cantante, Dave Gahan; estaba tan pálido y nervioso que tuvo que beberse
unas cuantas cervezas para reunir el valor necesario para salir a escena. Su única
experiencia en cantar en público fue como miembro del coro del Ejército de Sal-
vación cuando tenía ocho años. Después, French Look salió a escena, y durante
la primera canción Rob Marlon tuvo una discusión con Paul Redman y la actua-
ción se vino abajo porque este último rehusó tocar sus teclados. No fue una sor-
presa que el grupo se separara después de aquello.
Darryl Bamonte describe la actuación como una «…buena noche. Yo estaba
aún en el instituto y estábamos asombrados porque Dave se trajo a toda su gente
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La formación original experimentó con pajaritas, sombreros y tirantes. Este look no duró mucho. De
izquierda a derecha: Andy Fletcher, Dave Gahan, Martin Gore y Vince Clark. © Harry Goodwin/All Action
por «extraño» y «diferente», era pasar el rato alrededor del mostrador de ma-
quillaje del Boots; Fletcher, Gore y Clarke habían formado parte de este popu-
lar grupo que se emperifollaba sin mucha clase, pero en aquel momento ya co-
menzaron a interesarse por el frío y exclusivo glamour de la original escena
londinense para permitir a Gahan que los bautizara con un nombre presunta-
mente exótico.
Mientras tanto, Composition of Sound ensayaban casi cada noche en el ga-
raje de Vince, y, aunque practicaban con los auriculares puestos, provocaban
las quejas de su madre por el «maldito tecleo» que provocaban los dedos so-
bre los teclados. Gahan solía ir a ensayar, pero perdía el tiempo con el mono-
patín entre estallidos de ardiente teatralidad frente a sus nuevos compañeros.
Más tarde, la iglesia local les prestó un pequeño almacén para sus ensayos.
Fletcher comenta: «El párroco nos solía dejar aquel espacio. Lo único que te-
níamos que hacer es comportarnos de forma educada y agradable y no tocar
demasiado alto».
El concierto que siguió al nervioso debut de Gahan en St. Nicholas se reali-
zó en un club de moteros de Southend, el Alexandra Pub. Formaban un grupo
extraño. La banda llegó con sus sintetizadores y sus nuevos amigos futuristas,
pero la audiencia sucumbió a sus encantos; incluso a los motoristas les gustó.
Aquel incipiente repertorio incluía un montón de canciones que nunca llegaron
a grabar, como «Reason Man», «Price of Love» de los Everly Brothers, «Tomo-
rrow’s Dance», «Televisión Set», «I Like It» y «Ghost of Modern Time». Uno
de los platos fuertes era «Photographic», una agitada canción atmosférica inter-
pretada por Gahan de forma un tanto robótica y monótona que ponía de relie-
ve su temprano entusiasmo por Tubeaway Army. La canción era una de las favo-
ritas de su joven seguidor Daryl Bamonte, quien comenzó a recibir dinero por
transportar su equipo después de que vendieran todas las entradas en el Venue
de Londres: «Cuando escuchas “Photographic” es bastante oscuro. Había algu-
nas canciones como “Televisión Set”, “Reason Man” y una canción llamada “Ad-
diction” que eran bastante electro».
Tan sólo habían pasado tres meses desde que empezaran a tocar juntos cuan-
do hicieron su primera grabación, que consistía en tres canciones de Vince
Clarke, incluyendo a «Photographic». Decidieron utilizarlas para su primera
maqueta, y después de enviarla a diferentes sitios, fueron contratados por dos
pequeñas pero importantes salas. Una era un antiguo local Oi y punk, el Can-
ning Town Bridge House. «Hubo muy poco público las primeras noches en el
Bridge House —dice Daryl Bamonte—. Les ofrecieron actuaciones fijas todos
los miércoles, y el grupo solía atraer a un público de, literalmente, media doce-
na de personas.»
La otra oferta les llegó del Crocs de Rayleigh, en donde comenzaron a tocar
todos los sábados desde el 16 de agosto de 1980. A estas noches de «disco de sin-
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tetizador» las llamaban The Glamour Club. Para el joven escolar Daryl Bamon-
te: «…era un público bastante mayor, de veintitantos años. Podías ver de vez en
cuando a los hermanos Kemp de Spandau Ballet pasar por allí. Era bastante un-
derground, un tipo de gente bastante arty». Mikel Craig, de los Culture Club, un
rostro habitual entre aquel público maquillado cuidadosamente con Max Factor
y de poses constantes, lo recuerda como «un heterogéneo grupo de rockabillies,
skinheads, new romantics y de tipos al estilo de Kid Creole».
De hecho, a través de Craig, Culture Club tocó por primera vez en el Crocs el
24 de octubre de 1981, concierto al que asistieron varios miembros de Depeche
Mode. Boy George lo escribió así en su autobiografía Take It Like A Man: «Crocs
era el local más importante de Southend. Depeche Mode, las estrellas locales, se
habían encargado de hacerlo famoso. Atraía a una extraña mezcla de oficinistas
y secretarias, futuristas de rostro pálido con collares de perro, tipos modernos de
Westwood con sus sombreros de pirata y rockabillies. Nos tranquilizó haber he-
cho nuestro primer concierto delante de un público de celebridades. Dave Ga-
han, de Depeche Mode, estuvo allí».
Un joven DJ, Stevo, quien en 1980 ya se había hecho un nombre en la esce-
na electrónica, impredecible aunque entusiasta influyente, recuerda haber visto
a Depeche Mode en el Crocs de Rayleigh. «Era un gran espacio abierto sin nin-
gún atractivo, a excepción de que podías meter a un montón de gente allí y ya
tenías un bar. Por aquella época era un público bastante interesado en la moda.
La gente se engalanaba, pero desafortunadamente, la moda comenzaba a ser más
importante que la música. La gente como Spandau Ballet o Duran Duran me
irritaban porque se habían subido al carro de una escena fabricada por la indus-
tria. Por lo que yo sabía, ellos no habían formado parte de la escena electrónica.
Human League, Depeche, Soft Cell eran grupos de sintetizador, pero los otros
no eran más que bandas de rock’n’roll con camisas de volantes.»
A pesar de dejar la escuela sin graduarse, Stevo, de nombre real Steave Pear-
ce, había ganado el suficiente dinero en unas prácticas durante su último año en
el colegio, así que en 1979, con dieciséis años de edad, compró una discoteca mó-
vil a plazos. Comenzó a pinchar música electrónica de baile todos los lunes en el
Chelsea Drugstore en King’s Road, Londres, seguido por frecuentes sesiones en
el Clartendon en Hammersmith. «Aterroricé las pistas de baile en Chelsea —re-
cuerda Stevo entre risas—, pinchando música menos convencional, como Chro-
me y Throbbing Gristle, junto a Kraftwerk y Yellow Magic Orchestra. Por en-
tonces ibas al Blitz y oías cosas de Roxy Music y Bowie; todo aquello era bastante
gay, y había kilos de maquillaje. Aquélla fue la escena que engendró a los new ro-
mantics. En aquel momento yo era un anarquista a nivel musical y sentía que era
tremendamente importante romper todos los límites e integrarlo todo. Así que
tener de repente a toda la prensa nacional publicando fotos de gente con cortes
de pelo estúpido era bastante frustrante.»
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daría hacer copias. «Conocí al dueño de Rough Trade, Geoff Travis, y pasé a la
trastienda. Pusieron “Warm Leatherette” y lo pasé realmente mal, ya que no es-
taba acostumbrado a que nadie escuchara mi trabajo. De cualquier forma, a ellos
les encantó y me dijeron que si les permitía hacer la distribución me ayudarían a
hacer 2.000 copias. Así que eso fue lo que hicimos. El single se publicó en mayo
de 1978, recibió algunas buenas críticas y se vendió muy rápido.»
Al cauto e inhibido Miller le pilló por sorpresa el aplauso de la crítica y deci-
dió seguir experimentando: «Había empezado a llevarme muy bien con la gente
de Rough Trade. Paraba por allí y les ayudaba un rato. Entonces llegó una ofer-
ta para tocar en directo y pensé que no podría hacerlo yo solo. Acababa de co-
nocer a un tipo llamado Robert Rental, que también hacía música electrónica en
su dormitorio. Nos llevábamos bien y decidimos formar un pequeño grupo para
esta única actuación, a la que ninguno de los dos queríamos acudir como solis-
tas. Todo aquello fue organizado por el DJ Colin Favor, que es ahora un DJ de
música tecno, como una forma de celebración de este nuevo tipo de música elec-
trónica. Allí estaban Throbbing Gristle, Cabaret Voltaire y nosotros.
»Aquello nos llevó a hacer una gira organizada por Rough Trade, como telo-
neros de los Stiff Little Fingers. Fue un poco duro pero nos divertimos. No creo
que guarden buen recuerdo de nosotros. Stiff Little Fingers era una banda de
punk convencional y allí estábamos nosotros, dos tipos en el escenario con sus
sintetizadores y un reproductor de cinta, simplemente haciendo ruido, ya que en
realidad no tocábamos canciones». Cuando Miller regresó de la corta gira, des-
cubrió que un montón de cintas habían llegado al umbral de su puerta, de artis-
tas a los que les había gustado el disco de The Normal y querían hacer algo de
similar escala con Mute: «Recibí una que realmente me gustó, era la de un can-
tante llamado Fad Gadget. Supongo que decidir trabajar con él fue el punto de
partida».
Fad Gadget era la automutiladora creación del estudiante de arte de Leeds
Frank Tovey, quien mezclaba electrónica oscurista con sombrías observaciones
de la vida urbana en clave humorística. Su single de 1979, «Back To Nature» fue
la continuación de Mute a The Normal, con Miller llevando su pequeño sello
desde su apartamento del noroeste de Londres. Con sus siguientes singles, inclu-
yendo «Ricky’s Hand» y «Fireside Favourites», el innovador Fad Gadget desa-
rrolló un sonido de sintetizador duro y rítmico, además de un personaje extremo
y autodestructivo bastante adelantado a su época. Trent Reznor de Nine Inch
Nails, sin duda, mantiene una deuda creativa con Tovey, aunque, tristemente,
Fad Gadget ya no está entre nosotros y su alter ego está bastante olvidado.
Durante el año siguiente, Mute comenzó a publicar discos experimentales de
Non, creación del artista de San Francisco Boyd Rice, el cual hacía una música
bastante particular. Éstos incluían singles con cuatro agujeros en el centro tala-
drados por el propio Rice para una «rotación multi-axial», que podían ser repro-
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ducidos a cualquier velocidad. En 1980, Mute editó Die Kleinen Und Die Bosen de
DAF (Deutsche Amerikanische Freundschaft), un álbum de música electrónica
de baile minimalista que influyó notablemente en las posteriores escenas «indus-
trial» y tecno.
Daniel Miller también inventó los Silicon Teens, un grupo de sintetizador
formado por adolescentes que supuestamente estaban redefiniendo la cultura
pop grabando un álbum de clásicos del rock’n’roll como «Memphis Tennessee»
de Chuck Berry y «Just Like Eddie» de Heinz. El disco de los Silicon Teens,
Music For Parties, se convirtió en un álbum de culto (algunos sellos grandes lan-
zaron ofertas a Mute para que les cediera el contrato sin darse cuenta de que la
banda no existía realmente) y Miller se reafirmó en la idea de que una nueva ban-
da formada por adolescentes tocando música pop hecha con sintetizadores debe-
ría aparecer a principios de los ochenta.
Aunque Miller reconoce que Gary Numan fue la primera estrella en solitario
de la música pop hecha con sintetizadores, señala que hay guitarras y/o baterías
y cuerdas en los álbumes del artista: «Numan era bueno, y abrió un montón de
caminos en la cultura pop electrónica. Me gustaba el álbum Blue de los Tubea-
way Army (llamado así porque fue editado originalmente en vinilo azul); aquél
era un disco realmente bueno, pero en cierta forma no era lo suficientemente
puro para mí, porque utilizaba guitarras y baterías. La música pop elaborada con
sintetizadores vivía un momento de inevitabilidad histórica. Hasta entonces no
había habido nada como aquello y, de repente, allí estaba toda esta eclosión de
singles que parecían haber surgido a la vez. Todos ellos provenían de un amor a
la música electrónica, sintetizadores baratos, y de la inspiración del punk».
La pasión de Miller por los artistas innovadores que utilizaban sintetizadores
hicieron de él un A&R obvio cuando Depeche Mode entró en Rough Trade a fi-
nales de 1980. «Ellos dijeron: “¿Y qué me dices de ese tío?», señalando a Daniel,
que acababa de entrar en la habitación —recordó Gahan—. Nos echó un vista-
zo, y acto seguido se largó del cuarto cerrando la puerta con un fuerte golpe.»
Según Clarke: «La gente seguía diciendo: “No, eso no va con nosotros, pero po-
nédselo a Daniel. Está montando su propio sello”. Pero Daniel estaba de un hu-
mor de perros el día que lo conocimos, dijo que no le gustaba y se largó».
Veinte años después Miller cuenta encantado su versión de la historia: «Creo
que fue durante el otoño de 1980, y yo estaba muy involucrado en Rough Tra-
de. Había habido algún tipo de problema con la fabricación de las portadas de
uno de los primeros singles de Fad Gadget y yo estaba de un humor de perros.
Recuerdo que estaba subiendo las escaleras cuando Scott Piering, uno de los pro-
motores más importantes del país, que trabajaba por allí, me dijo: “Aquí hay una
cinta, no sé si estás interesado en ella”. Vi a esos tipos con pintas de new roman-
tic pasando el rato fuera y me marché. Ni siquiera llegué a escucharla. Simple-
mente dije: “No puedo, tengo prisa”».
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Gahan: «Daniel se nos acercó de nuevo y nos dijo que podría publicarnos un dis-
co. Si después de eso no quisiéramos continuar, no tendríamos por qué hacerlo.
Fue la propuesta más honesta que escuchamos». Vince Clarke: «Daniel nos ofre-
ció un contrato por un single. No sabíamos muy bien qué hacer, porque Stevo
también estaba interesado. No puedo recordar por qué nos quedamos con Da-
niel, pero así es como comenzó todo».
Ambas partes se estrecharon las manos y no se molestaron en sellar su alianza
con un contrato escrito. Miller estaba enamorado de la idea de darle a su sello un
espíritu rebelde e independiente, tanto a través de sus artistas como en la forma de
hacer los negocios. De cualquier forma, Mute era aún una minúscula empresa
cuando Depeche Mode se unieron a Fad Gadget y Non en la nómina de artistas.
«En aquella época, tenía un solo empleado», dice Miller desde sus modernas y bu-
lliciosas oficinas londinenses de Harrow Road. Al principio, a finales de los ochen-
ta, trabajaba desde su casa en el norte de Londres, cerca de Golders Green.
Aunque Miller y Depeche Mode se habían comprometido mediante un
acuerdo verbal, Stevo aún revoloteaba alrededor de ellos, a la espera de una
oportunidad. Este independiente de la industria musical dijo: «Depeche Mode
no tenían claro si ir con Mute o con Some Bizzare, porque nosotros teníamos
una fuerte presencia mediática. Así que me acerqué a los camerinos tras uno de
esos primeros conciertos y le dije a Daniel: “Les he contado a Depeche Mode
que eres un tío encantador y que deberían ir contigo”. Les dije que Daniel era
muy honesto y digno de confianza. En aquel momento yo tenía a The The y a
Soft Cell, mientras que Daniel tenía a Fad Gadget en su sello, así que artística-
mente su corazón estaba en el sitio correcto. Hemos mantenido una relación en-
trañable desde entonces. Si alguna vez he tenido algún problema, Daniel me ha
echado una mano».
Miller confirma que este excéntrico, enérgico e instintivo pionero de la música
alternativa (en los noventa, las oficinas de Stevo Mayfair incluían una capilla priva-
da y un confesionario para que los potenciales artistas entregaran de forma solem-
ne su maqueta de presentación), ha sido un aliado, no un rival: «Llevo trabajando
con Stevo un montón de años. Al principio, cuando él era DJ solía enviarle todo lo
que publicaba en Mute. Después comenzó a organizar conciertos en el Clarendon
bajo la denominación de Stevo’s Electronic Parties. Todos nuestros grupos pasa-
ron por allí (DAF, Fad Gadget y Boyd Rice). Tenía amigos en común con Stevo y
me habló del álbum Some Bizzare. Quería incluir en el disco a Throbbing Gristle,
Cabaret Voltaire y a mí. Había un montón de cintas que llegaban, y él decidió po-
ner a todas esas bandas jóvenes, de las que nadie había oído hablar, en el disco. No
creo que hubiera realmente ninguna rivalidad entre nosotros. Yo había oído a Soft
Cell mucho antes que Stevo porque Frank Tovey [Fad Gadget] fue al instituto con
Marc Almond. Ellos le enviaron una cinta para que yo la escuchara antes de que
yo hubiera oído a Depeche Mode. Me gustó bastante, pero no quedé lo suficien-
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temente impresionado con ellos. Stevo había visto a Depeche Mode unos pocos
días antes que yo y a él sí le atraían Soft Cell, lo mío era más el rollo de Depeche.
Me dijo: “Bueno, si tú tienes a Depeche Mode, yo tendré a Soft Cell”. Yo creo que
Depeche Mode querían trabajar conmigo de todas formas, pero al final acabé pro-
duciendo el single de Soft Cell “Memorabilia”. Y acordamos en que Depeche
Mode deberían aportar una canción al álbum de Stevo, Some Bizzare».
Stevo: «Recuerdo muy bien a Daniel y Soft Cell grabando “Memorabilia”.
Entré en aquel pequeño estudio del East End a las 10:30 de la mañana. Estaba
borracho. Era el cumpleaños de Daniel Miller y había estado toda la noche le-
vantado, así que dije: “Felicidades Daniel” y él vomitó sobre el suelo. Aquello
apestaba. Aún pienso que fue aquello lo que le dio al disco aquel sonido crudo.
¿Has intentado alguna vez hacer una mezcla en esas condiciones? Lo único que
querías era largarte de allí».
A finales de 1980, Depeche Mode se metieron en un estudio de la parte este
de Londres para grabar «Photographic», que sería incluido en el álbum Some
Bizzare. «Yo quería poner una buena canción en el álbum de Stevo, pero no ne-
cesariamente la mejor», dice Miller, que actuó como productor informal de
aquella sesión. El grupo montó su equipo y su nuevo mentor les propuso tocar
«Dreaming of Me», «Ice Machine» y «Photographic» en directo en el estudio.
Sus instrumentos, en aquel momento, lo formaban un sintetizador Moog Pro-
digy, un Yamaha CS5, un pequeño sinte Kowai y un Dr. Rhythm, una caja de rit-
mos programable bastante básica. Miller tenía algunos sintetizadores algo más
sofisticados, pero no mucho más. Tenía un par de sintes y un modular ARP 2600
con su secuenciador analógico opcional. «Recuerdo a Vince diciendo “guau” al
ver todo aquello —ríe Miller—. Estaba enganchado a los secuenciadores porque
buscaba un sonido muy preciso, así que lo usamos en “Photographic”. Hicimos
aquella pista muy rápidamente. Se tocó y mezcló en un solo día.»
Miller estaba entusiasmado por el hecho de haber encontrado una banda de
pop formada por adolescentes que hicieran además música electrónica. «Lo que
distinguía a Depeche Mode era que eran muy minimalistas, no había ningún soni-
do o ninguna parte prescindible. Eran muy funcionales. Era la única forma en que
podían hacerlo dado que tenían un equipo muy básico. Sólo había sintetizadores
monofónicos, ninguno polifónico, así que sólo podían tocar una nota cada vez; no
había acordes. Usaban sus limitaciones muy bien. Había recibido un montón de
cintas por esa época que eran muy autoindulgentes, vagas piezas de música que no
eran muy buenas. Esto era todo lo contrario, y por eso me gustaba tanto.»
El celo de Miller por una visión purista de la música electrónica venía inspi-
rada en parte por la aproximación minimalista de Kraftwerk en sus influyentes
álbumes de los setenta, Man Machine y Trans-Europe Press. En una entrevista bas-
tante rara, un miembro de la banda, Ralf Hutter, reveló: «Podemos transmitir
una idea con una o dos notas, es mejor hacerlo así que tocar decenas de notas.
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dos:
«Dreaming of Me»,
1981
En febrero de 1981, Stevo publicó, por fin, el proyecto de sus sueños: el ál-
bum Some Bizzare. Se abría con la minimalista pieza de Blancmange, «Sad Day»
(una grabación muy diferente a la de sus éxitos posteriores «Living On the Cei-
ling», «Blind Vision» y «Waves»); era un disco bastante ecléctico e imaginativo
que trascendía la imaginería robótica y monocromática que se asociaba con el
pop futurista. Junto a Depeche Mode, también apareció en el disco Soft Cell con
su canción psicopática-mutante, «The Girl with the Patent Leather Face», y
Matt Johnson del grupo The The, cuya canción sin título presentaba entre di-
versos espacios en blanco partes vocales y paranoicos sonidos urbanos. El pione-
ro de la música electrónica de Manchester, Eric Random, apareció con «I Dare
Say it Hill Hurt a Little», tema acreditado a Jell. Muchos otros grupos que apa-
recieron en el disco eran unos desconocidos (y lo siguieron siendo), como los
adocenados Neu Electrikk y Naked Lunch, por ejemplo.
Chris Bohn del NME, se centró en el tema «Photographic» de Depeche, des-
cribiéndolo como «muy frío, correctamente estructurado, con melodías de sin-
tetizadores entrelazadas parcialmente y estropeadas por la letra al estilo de los fu-
turistas de los años 30, pero salvada en parte por la persistente pulsación de una
línea melódica».
El álbum Some Bizzare estaba dominado por algunas de las «convenciones»
musicales futuristas de la época: la mayoría de los grupos electrónicos eran bas-
tante oscuros, minimalistas y simétricos; las primitivas cajas de ritmo impelían las
canciones con ritmos cibernéticos un tanto torpes; y la filosofía de hazlo-tú-mis-
mo en las producciones alimentaba las profusas monotonías de los diferentes
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cantantes. Aun así, este pop «futurista» era, sin duda alguna, muy diferente al so-
nido profusamente adornado, pero musicalmente más convencional, de los new
romantics. «Nosotros éramos futuristas —dijo Dave Gahan hace unos años—,
porque nos relacionábamos con gente que quería ser individual. Los new roman-
tics era gente que vestía exactamente igual, bastante ostentosa. Los futuristas
eran una extensión del punk. Eso es lo que seguíamos en aquellos días.»
Casi 20 años después, Stevo defiende vehementemente un nexo entre Some
Bizzare y la versión un tanto cutre del movimiento artístico de principios del si-
glo XIX: «En realidad nadie quería ser llamado futurista. Eso daba a entender que
no tenías sentido del humor y que eras, de alguna forma, un marginado seguidor
de la ciencia ficción». A principios de 1981, Gary Numan ya se había pasado dos
años compartiendo con su público su visión fría y totalitaria de la ciencia ficción,
creando su propio legado futurista. «Como tocamos con sintetizadores —dijo
Gahan en 1981—, se suponía que debíamos mirar a la gente de forma extraña y
no sonreír.» Fletcher se muestra de acuerdo: «La gente pensaba “sintetizado-
res… seguramente sea gente taciturna”. A nuestros conciertos venía un montón
de Numanoids». Depeche Mode no encajaba en esas expectativas. Ellos no eran
ciencia ficción ni de lejos, y aunque Gahan era un intérprete bastante estático y,
aunque algunas veces se quedara en el escenario prácticamente inmóvil por los
nervios o la inexperiencia, nunca se mostró esquivo, distante o como de otro
mundo.
A pesar de las imperfecciones asociadas al álbum, la contribución de Depeche
Mode al Some Bizzare propició que los medios musicales británicos se fijaran en
ellos por primera vez. Betty Page de Sounds escribió el primer artículo importan-
te sobre la banda, redefiniendo el término «futurista» al alejarlos de la imagen
de tipos pertenecientes a una élite artística un tanto fantasiosa. A principios de
1981 Page escribió: «…destierra de tu mente la insostenible idea de que los fu-
turistas son aburridos niños de mamá jugueteando con caros aparatos, o fervo-
rosos mercaderes del avant garde intentando predicar el evangelio según Kafka:
la actual aparición de grupos basados en los sonidos electrónicos es sólo un mo-
vimiento incipiente; cada vez más hombres jóvenes (y mujeres) tomarán entre
sus manos sintetizadores y cajas de ritmo, en vez de guitarras baratas para crear
melodías instantáneas».
En el momento en que Page entrevistó a la banda, ellos ya habían llamado la
atención de los sellos más importantes, que iban a la caza de nuevos talentos pro-
venientes de la escena independiente. Miller recuerda: «Muy poco después de
que decidiéramos sacar un single juntos, de hecho antes de que se publicara, el
grupo comenzó a aparecer con profusión en la prensa, y varios sellos vinieron a
buscarlos, ofreciendo un montón de dinero. El argumento que utilizaba esa gen-
te era: “Desde luego que Mute es un sello encantador, pero nunca tendréis un
éxito con ellos. Y además, no tienen ningún apoyo internacional”».
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Martin Gore, a la derecha, desafiando a los new romantics con un suéter blanco de Marks & Spencer.
Estos chavales influyeron en el tecno, el house y el trip hop. © London Features
40 Depeche Mode
otros seguían trabajando o iban al instituto), su ambición fue la que los hizo se-
guir siempre hacia delante, dado que el resto eran más reservados o, al menos,
no muy comunicativos. El conformista Martin Gore estaba contento con seguir
a Miller y Clarke, aunque si no hubiera existido un tímido pero decidido miem-
bro empujando a la banda en aquella dirección, quién sabe si se habrían queda-
do en Mute Records. En 1988, Gore comentó: «¿Que por qué no firmamos con
un sello importante? Era bastante tentador. Mirando hacia atrás, no puedo ima-
ginar cómo no fuimos con ellos, simplemente fue un golpe de suerte el que no
lo hiciéramos. Quiero decir, ¿puedes imaginar a cuatro chicos de dieciocho años
sin blanca a los que les ofrecen sumas de dinero como 200.000 libras? Pero fue
la mejor decisión que hayamos tomado nunca».
Daniel Miller era muy consciente de la naturaleza dócil de Gore; de hecho
se había convertido en una broma interna de la banda: «Martin es una perso-
na que evita el conflicto, así que tiende a dejar que pasen las cosas a menos que
le disgusten muchísimo. Solíamos llamarlo “el síndrome del Arsenal”, porque
una vez nos contó la siguiente historia. Cuando comenzamos a trabajar juntos
solíamos tener la típica conversación sobre el equipo de fútbol al que apoyas,
y él dijo: “Supongo que soy del Arsenal”. Yo le dije: “¿Qué quieres decir con
eso?”. Me contó que solía ir con el padre de su amigo, y a continuación aña-
dió: “Debo admitir que no disfruté en absoluto durante los últimos cinco años,
pero no quería decir nada, así que seguí yendo”. Aquello resumía el carácter de
Martin completamente. No se enfrenta a las cosas. Prefería aburrirse cada sá-
bado por la tarde que contrariar a alguien diciendo que no quería ir. En cierta
forma es hasta tierno».
Incluso el más expresivo y ambicioso Gahan confiesa: «La auténtica razón
por la que no firmamos con un sello grande fue que, probablemente, estábamos
tan indecisos al respecto, que dejamos pasar la oportunidad. Daniel Miller tam-
bién nos aconsejaba, pero nunca nos presionó para quedarnos con él. Él dijo que
él se comprometía a conseguir cualquier suma que nos ofrecieran, y, si quería-
mos singles en las listas, también haría todo lo posible para conseguirlo».
Miller señala rápidamente que Depeche Mode estaban encantados con la in-
fraestructura alternativa e independiente de Mute, ya que eso era lo que atraía a
todos y cada uno de los miembros de la banda. «Creo que estar con un sello en
donde la gente que lo gestionaba estaba muy cerca de los grupos era muy impor-
tante para ellos, y de eso es de lo que se trata en un sello independiente. Ellos
querían estar en las listas independientes y, de todas formas, ninguna de las per-
sonas que conocieron en los grandes sellos les gustó.»
La velocidad con la que la banda había progresado los había pillado por sor-
presa. Miller cree que los más desconcertados fueron Gore y Fletcher. «Dave y
Vince eran ambiciosos, pero los otros dos no estaban seguros. La impresión que
tenía de ellos es que eran una banda amateur que hacían todo aquello por el mero
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hecho de pasarlo bien. Aún estaban comenzando a darse cuenta de que realmen-
te eran buenos.» Fletcher lo confirma: «Vince recibía el paro, y siempre estaba
luchando por el grupo. Era muy ambicioso. Martin y yo no somos personas muy
ambiciosas. Somos perezosos».
En aquel momento, Gore y Fletcher funcionaban casi como un único indivi-
duo en el seno de Depeche Mode. «En los primeros días, Fletch actuaba como
la mitad extrovertida de Martin —revela Miller—. Fletch y Martin son, en cier-
ta forma, dos mitades de una misma persona; se complementan a la perfección.
Andy es completamente pragmático, muy honesto, no le importan las confron-
taciones y, de hecho, le gustan bastante; Martin es más soñador, artístico, y evi-
tará cualquier tipo de confrontación a cualquier precio.»
A principios de 1981 ambos trabajaban en la ciudad, y no tenían ninguna inten-
ción de abandonar sus trabajos, particularmente Fletcher, que sabía que él no era
un músico natural. El impetuoso Gahan era el miembro más impresionable del
grupo, pero el resto eran de naturaleza cauta y recelaban de los cambios. Esta pru-
dencia en la banda permitió a Fletcher y Gore esperar y ver cuánto éxito alcanza-
ban Depeche Mode antes de que ellos consideraran dejar la seguridad de sus tra-
bajos. Ellos confiaban en los consejos de Daniel Miller, disfrutaban del ambiente
que se respiraba en un sello independiente y, lo más importante, la operación era
lo suficientemente informal para ellos como para darse un apretón de manos y de-
sertar en cualquier momento. Miller aún no solicitó un contrato escrito con la ban-
da. «Teníamos un acuerdo verbal al 50 y 50 por ciento en Reino Unido y un 70 y
30 por ciento de beneficios en el resto del mundo a su favor, lo cual es un acuerdo
muy bueno para una banda novel —dice el dueño de Mute casi veinte años des-
pués—. En esencia, aún mantenemos el mismo acuerdo, pero los contratos que te-
nemos en el extranjero se traducen en que ellos reciben un reparto mejor por cada
disco vendido. Es el mismo contrato al cincuenta por ciento, pero, obviamente, la
cantidad que nos repartimos es mucho más grande de lo que era antes.»
Fletcher: «Íbamos a puntos, a porcentaje de beneficios. No nos habría ofre-
cido el porcentaje que teníamos en Mute. Aunque tuvimos que pasar los dos pri-
meros años sin ganar mucho dinero, ya que no avanzamos mucho que digamos».
Cualquiera que fuera la razón inicial por la que se quedaron en Mute, su ami-
go Daryl Bamonte estaba convencido de que habían tomado la decisión correc-
ta. «Daniel se estaba convirtiendo en su mentor. Fueron muy afortunados al to-
parse con él. Estoy convencido de que si un mánager “profesional” les hubiera
representado, hubiera habido mucha presión para conseguir lo más grande po-
sible, de la forma más rápida posible, como Duran Duran y Culture Club, y ellos
hubieran experimentado el efecto pirámide, directos arriba y, después, directos
abajo. Pero Daniel les permitió tomar sus propias decisiones y algunas veces sus
propios errores, para que se hicieran un nombre de forma natural. En realidad,
Depeche Mode eran los Silicon Teens. Había encontrado la banda que tenía en
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mente, y no creo que pensara que todo aquello sólo duraría un año. Él pensaba
a más largo plazo.»
Con el futuro inmediato resuelto, el cuarteto electrónico se metió en los
Blackwing Studios, situados en la iglesia desacralizada de All Hallows, al sudeste
de Londres, para grabar un tema de Vince Clarke, «Dreaming of Me» como su
primer single para Mute. Miller había descubierto Blackwing cuando estaba gra-
bando el proyecto Silicon Teens, ya que necesitaba un estudio con una gran sala
de control en la que colocar todos sus sintetizadores. «La mayoría de la gente
que trabajaba en los estudios tomaban la actitud de “Si no tienes un baterista y
un guitarrista, entonces no es música de verdad, y además, ¿qué son todas esas
cajas negras que ni siquiera sabrás cómo usar?” —recuerda Miller—. Sin embar-
go, Eric Radcliffe, el ingeniero de Blackwing, se mostró muy interesado con la
idea de trabajar con un grupo basado en los sintetizadores. Él no tenía experien-
cia con la música electrónica, pero era un músico muy creativo y tenía bastantes
conocimientos de ciencia. Creo que estaba haciendo un doctorado en tecnología
láser. Solíamos tener un montón de problemas con los sintetizadores porque en
realidad no estaban diseñados para hacer el tipo de cosas que nosotros queríamos
hacer con ellos, así que Eric me sirvió de gran ayuda.» De hecho, durante varios
años, todos los artistas de Mute grabaron en los estudios Blackwing, y a princi-
pios de los ochenta el grupo de pop de sintetizador Yazoo, le hizo un pequeño
homenaje a Radcliffe titulando a su álbum de presentación Upstairs at Eric’s.
Mientras tanto, Daniel Miller y Depeche Mode habían escogido «Dreaming
of Me» como su sencillo de debut porque entendían que representaba el punto
medio entre su material más pop y las canciones más oscuras y menos melódicas
que habían estado interpretando en directo. Según Gahan: «Éste fue un primer
single bastante obvio. Teníamos unas veinte canciones, pero Daniel Miller, como
observador objetivo en ese momento, nos ayudó a elegir una. Pienso que es una
canción de pop clásico».
«Fue muy emocionante —recuerda Miller con la sonrisa en la cara veinte años
más tarde—. Me acuerdo de mi trigésimo cumpleaños como si fuera hoy porque
justo acababa de ver las portadas para “Dreaming of Me”, y la banda estaba to-
cando en el Rainbow, donde los promotores DJ Steve Strange y Rusty Egan ha-
bían organizado un cartel al que llamaron People’s Palace. Éste fue el primer con-
cierto importante para las bandas new romantic. El dúo había reunido a todas las
bandas de sintetizador como Ultravox, Metro o la tropa de bailes robóticos
Shock. Además, invitaron a los segundones Depeche Mode a abrir el cartel. Era
la primera vez que el grupo actuaba frente a un público tan numeroso, y un mon-
tón de seguidores de toda la vida dicen que fue allí donde los vieron tocar por pri-
mera vez, así que, obviamente, debieron de causar buena impresión.»
Después tocaron en el Cabaret Futura, un club futurista con estética berlinesa,
un 16 de febrero de 1981, y el decimotercer single de Mute, «Dreaming of Me»
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llegó a las tiendas cuatro días después, completado en su cara B con la mecáni-
ca «Ice Machine». Chris Bohn del NME, escribió una crítica del single: «A pe-
sar de su título narcisista, “Dreaming of Me” es una dulce y modesta pieza de
extravagancia electrónica al estilo de Orchestral Manoeuvres In The Dark. Voz
inexpresiva, ritmos programados dando la réplica, y una almibarada melodía he-
cha para pasar tres minutos agradables». Betty Page, de Sounds, describe el tema
como «Pop dulce, sencillo, conciso y ligero», pero se mostró intrigada por si la
banda estaba preparada para desarrollar su sonido incorporando a un baterista.
Dave Gahan lo descartaba, no por el horror purista de un auténtico devoto de
Kraftwerk, sino por razones más pragmáticas: «No creo que ocurra ahora. Las
cintas que tenemos ahora suenan como si fueran baterías reales. Sé que Orches-
tral Manoeuvres In The Dark fueron despreciados por usar una caja de ritmos
en directo, pero la peor cosa que hicieron fue coger un baterista. Fueron real-
mente malos después de hacer eso. Nosotros no necesitamos ninguno. Además,
sería una persona más a la que pagar».
Depeche Mode disfrutaban escuchando sus discos cuando los DJs Peter Po-
well y Richard Skinner los ponían en Radio 1, aunque no alcanzó el Top 75 has-
ta un mes después de su publicación. El single llegó hasta el prometedor núme-
ro 57 en las listas. Más tarde, Fletcher confesó: «La mayor emoción que he
sentido nunca fue cuando supe que habíamos logrado una posición media en las
listas por primera vez». Según recuerda Miller «era algo realmente importante
entrar en el Top 75. Woolworths lo compraba y recibías telegramas de todo el
mundo diciendo: “¿Podemos obtener la licencia de este disco?”».
Mute y Depeche Mode no sólo habían demostrado que su alianza podía al-
canzar las listas, sino que también habían conseguido captar la atención del des-
pierto empresario Seymour Stein, que había conseguido que Madonna firmara
por Sire/Warner Records a principios de los 80. Miller y Stein ya habían traba-
jado en la licencia del single «T.V.O.D.» de los Normal y en las ediciones ame-
ricanas de Fad Gadget. El ávido ejecutivo discográfico norteamericano había to-
mado la costumbre de volar a Inglaterra y dirigirse directamente a la tienda de
Rough Trade en Notting Hill, en donde preguntaba: «¿Tienes algo interesante
por ahí?». «Allí fue donde lo conocí —comenta Miller—. Le dije que tenía a esta
nueva banda y le pregunté si quería venir a verlos. Vino y se quedó prendado
también.»
Como de costumbre, Daryl Bamonte estaba ayudando con el equipo en aque-
lla actuación: «Vino a la discoteca Sweeney’s, en Basildon a finales de abril de
1981. El tipo neoyorquino que había descubierto a Madonna ¡estaba en Basildon!
No era habitual que el Sweeney’s programara conciertos. Era una discoteca a
tiempo completo, pero el encargado comprendió que Depeche Mode estaban su-
biendo. A la banda le encanta la gente con personalidad, y Seymour Stein la te-
nía a raudales. Recuerdo que nos llevó a cenar a un restaurante chino y nos ganó
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a todos con fantásticas historias sobre el negocio musical. Le cogió mucho cariño
al grupo, y se sintió muy involucrado con ellos, aunque no fue hasta que ellos se
hicieron grandes que la maquinaria de Warner Brothers comenzó a funcionar».
A posteriori, Fletcher ha recordado la historia con cierto desconcierto: «Ahí
estaba aquel presidente de una gran compañía discográfica americana, que había
firmado con Talking Heads y The Pretenders, viniendo a un pequeño club en el
que apenas cabían 150 personas. Ni siquiera teníamos un camerino. Tuvimos
que conocerle en la escalinata. Firmamos por un single. Verdaderamente es un
tipo increíble».
Además de intentar llegar a un acuerdo con Sire, Miller estaba trabajando
muy duro por acordar contratos de licencia en Europa. Comenzó a hacer nue-
vos contactos con gente del negocio que le aportaban consejos y experiencia
mientras él ampliaba el sello. Hizo muy buenas migas con Rod Buckle, propie-
tario de Sonet, el sello independiente más grande de Suecia. «Gracias a Rod em-
pecé a entender un poco el mercado internacional —dice Miller—, y viajamos
juntos por toda Europa firmando contratos de licencia para el siguiente single de
la banda, “New Life”.»
Depeche Mode continuó dando conciertos durante toda la primavera y el ve-
rano de 1981, llegando a tocar en el Southend Technical College y en un bote
por el río Támesis, para después abrir para Fad Gadget en el Lyceum londinen-
se, en donde el periodista Paul Du Noyer dijo entusiasmado: «…Depeche
Mode, el grupo de Basildon acaparó toda la atención. Depeche Mode está for-
mado por tres sintetizadores y un cantante, visualmente están en la onda de
Spandau Ballet, pero musicalmente ofrecen una interesante propuesta por dere-
cho propio».
Depeche Mode también se aventuró a salir fuera del sur de Inglaterra por pri-
mera vez, tocando en Leeds, Birmingham y Cardiff. Pasaban el resto de su tiem-
po libre (con la notable excepción de Clarke, que al estar en el paro, se pasaba el
día buscando conciertos y organizando a la banda) en Blackwing, grabando nuevas
canciones. «La forma en la que estaban estructuradas las sesiones era bastante ex-
traña —recuerda Daniel Miller—. Tanto Martin como Fletch tenían trabajos de
día en la banca y los seguros. Dave estaba aún en la Escuela Técnica de Southend,
y Vince estaba en el paro. Vince era el auténtico motor interno de la banda. Él era
quien organizaba los conciertos, el que escribía la mayoría de las canciones, se ocu-
paba de los arreglos musicales y establecía cómo debían interpretarlos. También
era la fuerza motriz en el estudio. Tenía una idea muy clara sobre cómo quería que
sonasen las canciones y se mostraba bastante seguro de sí mismo a ese respecto.
Asimismo, la habilidad de Vince con los aparatos comenzó a mejorar también.
»Durante el día solía estar con Vince en Blackwing para darle algunos conse-
jos sobre cómo conseguir ciertos sonidos, ayudarlo con la tecnología y algunas
cosas relativas a los arreglos. Después Fletch y Martin llegaban enfundados en
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sus viejos trajes, pero mostraban mucho más interés en comer y jugar con las má-
quinas. ¡Supongo que no habrán cambiado mucho las cosas! Después le decía-
mos a Martin: “Necesitamos una melodía más aquí, ¿puedes echarnos una
mano?”. Él solía quejarse: “¿Es necesario que lo haga? Todavía estoy comiendo”.
Entonces venía, con el recipiente de comida china en una mano y con la otra to-
caba una asombrosa melodía.» Cuando Dave Gahan estaba en el estudio se irri-
taba por cómo sonaba la música y constantemente se cuestionaba si las cosas es-
taban bien o mal.
Cuando se publicó «New Life» en junio de 1981, Depeche Mode ya habían
hecho unos cincuenta conciertos y habían conseguido entrar en las listas, pero
Gahan admite: «No nos sentimos seguros cuando “New Life” salió a la calle».
La canción tenía un ritmo bastante alegre y optimista, era una pista de pop bai-
lable con una letra un tanto absurda, casi pueril. «Las canciones de Vince son ex-
trañas porque no significan nada —dijo Gore en aquel momento—. Busca una
melodía, y luego encaja unas palabras que rimen.»
«Dreaming of Me» ya había llamado la atención de la industria y de algunos
fans, pero fue durante el verano de 1981 cuando Depeche Mode se convirtieron
en unas estrellas del pop en toda regla. Durante la misma semana en que Richard
Skinner demostraba su apoyo radiando un especial de Depeche Mode en Radio 1
(emitiendo «Boys Say Go!» y «Photographic» de Vince Clarke, y dos cancio-
nes de Gore: «Big Muff» y «Tora! Tora! Tora!»), «New Life» entró en las lis-
tas británicas. Durante el mes siguiente fue subiendo hasta la undécima posi-
ción, proporcionando a la banda su primera aparición en «Top of the Pops».
«Estuvo bien —dice Fletcher de esta importante aparición televisiva—. Al prin-
cipio me sentí un poco idiota. Tocando un teclado simulando que está sonando
y cantando en un micrófono una melodía que no suena en ninguna parte. En
medio de todo eso piensas: “Dios mío, ¿qué estoy haciendo aquí, haciendo el
imbécil delante de millones de personas?”. Ahora nos hemos acostumbrado,
ahora es hasta divertido.»
Para cuando «New Life» desapareció de las listas, después de quince semanas
de presencia, el single había alcanzado las 500.000 copias vendidas y Gahan ya ha-
bía abandonado sus estudios de arte. A menudo se ha dicho que Gahan tomó la
difícil decisión de dejar sus estudios cuando su tutor en el Southend Art College
le mandó hacer un trabajo práctico en el centro de Londres. El líder se encontró
con que, mientras cambiaba el escaparate de unos grandes almacenes, un montón
de chicas se habían detenido a observarle. En cualquier caso, medio millón de co-
pias parecen suficientes para persuadir a los extremadamente cautos Fletcher y
Gore de dejar la banca y centrarse en el grupo a jornada completa.
En 1981, Depeche Mode se presentaban y se comportaban más como unos chi-
cos sencillos que lo máximo que hacían era ponerse contorno de ojos, que como
adalides de la moda. Según un nuevo fan, Steve Sutherland del Melody Maker, los
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cuatro chicos parecían ser «…unos mocosos que bien podían estar tomando el
té con tu abuela, como podían estar dándose el lote en la discoteca».
«Depeche Mode no llevaban ese rollo elitista —dice Miller, a quien Steve
Strange echó del Blitz por su escasa afición a los sastres—. Entiendo que el eli-
tismo fuera importante para un cierto tipo de cultura de club, pero eso no iba
conmigo. Depeche eran una banda de pop. Un montón de música new roman-
tic era una mierda porque no eran más que imitadores de Bowie; más rock que
pop. Yo estaba interesado en la electrónica y no hacía ninguna concesión al em-
pleo de las dinámicas del rock.»
Las raíces de Basildon de Depeche Mode también los separaron de las más eli-
tistas escenas de Londres, Birmingham, e incluso, Leeds y Sheffield, en donde
cierta aura de movimiento artístico clandestino se asociaba a grupos como The
Human League, Cabaret Voltaire y Soft Cell. «Supongo que un montón de otras
bandas de sintetizador provenían de ciudades con una vibrante escena de clubes
—considera Daryl Bamonte—, mientras que Basildon siempre ha sido vista por
los medios, de forma errónea, como una especie de ciudad de chiste.»
«En Reino Unido la gente está obsesionada con saber de dónde eres —co-
menta Miller—. Tiene mucho que ver con la clase. Si eres de Manchester, si eres
de Birmingham… es mucho más guay ser de Manchester que de Birmingham.
¿Quién necesita una batería cuando tienes una grabadora? Depeche Mode en Top of the Pops, en 1981.
© London Features
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No tengo ni idea de por qué es así. Creo que la gente tiene cierta imagen de Ba-
sildon que no se ajusta a la realidad. Yo pensaba en Basildon como una pequeña
y agradable ciudad del interior, pero es en realidad un lugar bastante duro.»
En contraste con sus alienados o deliberadamente irónicos grupos de sinteti-
zador rivales, Depeche Mode aparecían como una encantadora banda de pop un
tanto naif. Gahan se lo explicó así a un escritor: «Somos P. U. ya sabes, “pop y
ritmo”». Vince Clarke lo corrige: «La frase es U. P., ¡y quiere decir “ultrapop”!».
La crítica reaccionó con ellos tal y como Daniel Miller había previsto; como si
los Silicon Teens se hubieran materializado en ellos, un grupo de pop formado
por adolescentes trabajando con nuevas tecnologías y celebrándolo sin necesidad
de caer en el artificio indulgente o la pompa de los grupos formados por estu-
diantes de arte.
Desde finales de 1980 hasta 1983, las música británica pasó por un período
muy creativo. El vaudeville, la ironía, el humor, la ambición, la innovación, la tec-
nología y la moda se sintetizaron en algunas estrellas y canciones pop; todo ello
con el sentimiento preciso de inherente obsolescencia. Una de las transforma-
ciones más extremas y típicamente extrañas de este período fue la de Adam and
the Ants, que pasó del punk más combativo a adoptar la apariencia de un elegan-
te indio norteamericano con rayas blancas pintadas en el rostro en su primer éxi-
to de 1980 «Dog Eat Dog», para el que incorporó dos bateristas y el tonto pero
pegadizo gancho de la canción. Un año después, Adam Ant resumió intenciona-
damente su manierismo creativo con el verso «la ridiculez no es algo de lo que
se deba tener miedo» en su número uno de 1981, «Prince Charming».
Igual de sorprendente fue la reinvención que hicieron de sí mismos el grupo
electrónico underground The Human League en mayo de 1981, que se presenta-
ron como unos ingeniosos «Abba electrónicos», con el cantante Phil Oakey ad-
mitiendo abiertamente sus intenciones mercenarias: «Llevo maquillaje porque la
gente escuchará más nuestros discos si llevo maquillaje, o si llevo un estúpido
pelo largo echado a un lado. Es un truco, y si eso es necesario para que la gente
nos escuche, pues entonces eso es lo que haremos. Cuanta más gente te escuche
mejor. Ten en cuenta que los pezones agujereados son realmente un problema.
Las chicas me llaman por teléfono preguntándome cómo se hacen».
De entre todas las bandas post-punk que aspiraban al éxito en listas después
de años de credibilidad y pobreza, The Human League llevó a cabo la transfor-
mación más osada. Prácticamente de la noche a la mañana, los medios conside-
raron que era «correcto» vender discos como si no fuera a haber un mañana. De
forma especial, todos estos nuevos grupos hicieron bandera de sus credenciales
punkies, y con su actitud hazlo-tú-mismo parecían ser conscientes de su propia
condición efímera (esta idea fue echada por tierra con sus regresos escalonados
en los noventa). El productor de The Human League, Martin Rushent, quien
jugó un papel fundamental en modelar su clásico álbum de 1981, Dare, expresó
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de forma clara su actitud frente a las nuevas tecnologías: «Todo este equipo ac-
túa como el gran ecualizador; al carajo todo el virtuosismo innecesario».
En 1981 Soft Cell se abrió paso con su versión de un viejo himno del Nort-
hern Soul, «Tainted Love», descrito en la NME como «perfecto; las funcionales
texturas del electro-pop sacudidas y plasmadas para invocar el remordimiento de
una olvidada gramola…». «Tainted Love» alcanzó el número uno, lanzando a
Marc Almond como una estrella inadaptada: «Yo no era especialmente duro en
la escuela, la forma en que sobreviví fue haciendo reír a la gente —alegó—. Es-
toy interesado en el perdedor, la persona que tiene que luchar para sobrevivir…
Realmente me siento cómodo con la gente considerada diferente». La escritora
musical Mary Harron se mostró muy susceptible a la voluntad de Soft Cell por
exponer sus debilidades, y los resumió de forma muy acertada con estas palabras:
«Tras las displicentes maneras de los new romantics y sus estúpidas nociones de
modernidad, Almond fue una inspiración, porque nunca se despojó de su ima-
gen, y nunca le importó. Y dado que era una auténtica estrella del pop, le dio
cierto toque de glamour al fracaso. El vídeo para su single “Bedsitter” combina-
ba imágenes de ropa arrugada sobre el suelo, tazones de cereales y tazas de té su-
cias con la imagen romántica de salir a bailar y evadirse de todo: de la realidad
de la soledad, de la sucia adolescencia y del mito de la Tierra de los Clubes, todo
ello integrado en lo que parecía un sueño perfectamente alcanzable».
La sugerente perversidad juvenil de Soft Cell; la integración deliberada de
dos sensatas chicas de Sheffield a los coros de The Human League; las enfáticas
melodías de OMD; y el celestial pop de sintetizador de Depeche Mode estaban
en franco contraste con las altivas aspiraciones de los new romantics (desde la de-
claración de Steve Strange de que él siempre quería ser «diferente y avant gar-
de» hasta la aserción de Simon Le Bon de que lo mejor de ser famoso era que «se
puede comer salmón ahumado las 24 horas del día».
Todo este ambiente popero era ideal para las terrenales ambiciones adoles-
centes de Depeche Mode y en junio, grabaron una nueva y contagiosamente pe-
gadiza canción titulada «Just Can’t Get Enough». Dado que no afinaron los ins-
trumentos antes de la sesión de grabación, la canción se grabó con ciertos
problemas, y más tarde se dieron cuenta de que, en realidad, nada estaba afina-
do con nada.
Tras completar esta nueva canción, la banda se embarcó en una corta gira por
el país, tocando en clubes de Brighton, Manchester, Leeds y Edimburgo, en don-
de se encontraron con una mezcla de público formado por new romantics y al-
gunos seguidores pop. Daryl Bamonte recuerda: «No fue hasta su primer álbum,
Speak and Spell, que se hizo notorio que tenían un público adolescente. En 1981
todavía estaban muy relacionados con la gente salida del Studio 21». Daniel Mi-
ller sumó un nuevo trabajo a los que ya realizaba como dueño de una compañía
de discos (A&R, productor, amigo) y también se echó a la carretera con ellos.
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«En los primeros días yo era el conductor, el director de gira y técnico de soni-
do», comenta entre risas.
En agosto, el NME sacó su nuevo número con los Depeche Mode en porta-
da. Era una foto tomada por Anton Corbijn, que había desenfocado al líder Dave
Gahan para centrarse en el resto del grupo detrás de él. «Estaba realmente de-
cepcionado —dice Gahan—. Yo estaba al frente pero… no estaba. Fue bastante
desconsiderado por su parte. Recuerdo que pensé, “¡Qué bastardo! Me ha saca-
do completamente desenfocado”.»
La entrevista, realizada por Paul Morley, ofrecía un enfoque bastante posi-
tivo e intelectualizado del fenómeno del nuevo pop, aunque llamaba la aten-
ción la ausencia de un «desmoralizado» Vince Clarke. El tranquilo y un tanto
extraño compositor de la banda se guardaba sus pensamientos para sí mismo,
y sólo más tarde reveló la claustrofobia que sentía con las obligaciones que se
le suponían a una exitosa estrellas del pop. «Era la forma en la que estaba pa-
sando todo. Perdí mi entusiasmo. Me estaba convirtiendo en una línea de pro-
ducción, y aquello me preocupaba. La técnica estaba mejorando, y nuestra for-
ma de tocar también, pero incluso entonces sabía que nos quedaban cosas por
el camino, que había algo que nos impedía experimentar. Estábamos muy ocu-
pados, todos los días teníamos algo que hacer, y no había tiempo libre para,
simplemente, tocar.»
Ésta era una situación peligrosa para los jóvenes chicos de Basildon, ya que
toda la maquinaria de la industria los estaba tratando como una moda pasajera.
Neil Ferris estaba haciendo un fantástico trabajo dando publicidad a la banda,
asegurándose de que sus singles se radiaran durante todo el día, pero no tenía
ningún interés en trabajar por construir una credibilidad artística. La prensa mu-
sical se solazaba en su inocencia, la cual tendría una corta vida, y Daniel Miller
se empeñaba en demostrar que Mute podía tener una gran banda de pop. «Qui-
zás hicieron demasiada prensa y televisión —reconoce el dueño de Mute—, pero
es difícil. Mute era un sello joven, y el grupo estaba formado por unos adoles-
centes. Desafortunadamente les encasillaron con esa imagen de grupo de pop
adolescente que nunca se ha desvanecido del todo en este país.»
El 7 de septiembre, Depeche Mode lanzó «Just Can’t Get Enough» como
tercer single, alcanzando su posición más importante hasta el momento (nú-
mero 8). Este tema de ultra-pop, envuelto en un brillante pero engañoso soni-
do analógico, sigue siendo uno de los favoritos entre los seguidores de la ban-
da. De cualquier forma, por cada crítico que quedaba ensimismado por la
pasión adolescente de la canción, había otro que sentía que los singles de De-
peche Mode se estaban volviendo demasiado desenfadados e infantiles. Sunie,
del Record Mirror, sintetizó esta corriente de opinión cuando escribió sobre
«Just Can’t Get Enough»: «enormemente disfrutable, saltarina y bailable, a la
vez que cargante».
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dejar sus trabajos y habían tenido un par de singles de éxito, así que era eviden-
te que no iban a disolver el grupo. Martin escribiría las canciones y Fletch asu-
miría un montón de otros roles de los que se ocupaba Vince, la parte organiza-
tiva del asunto. Hay que recordar que en Mute sólo teníamos tres o cuatro
grupos, así que todos ellos eran realmente importantes para nosotros. Y el gru-
po tenía muy claro hacia dónde quería dirigir sus pasos».
En principio, la postura tomada por Miller y Depeche Mode respecto al mú-
sico que había escrito todos los éxitos de la banda es cuanto menos impactante.
Éste era un período extremadamente competitivo en la música pop británica.
Casi cada semana surgían nuevas y excitantes bandas como Teardrop Explodes,
ABC, Culture Club, The Associates, Simple Minds, Japan, The Cure, Ultravox,
Visage, Wham! y Spandau Ballet. Gore comentó: «Ahora pienso sobre todo
aquello, y creo que nos debería haber preocupado un poco más nuestra situación.
Supongo que ésa es una de las cosas buenas de ser joven. Si nos hubiera entrado
el pánico, probablemente no estaríamos aquí ahora».
«Creo que Vince se sorprendió un poco por la forma en que reaccionamos
—aclara Fletcher—, pero estábamos bastante preparados. El ambiente de gru-
po había empeorado por momentos. Por una parte estábamos nosotros tres, y
por otra, Vince en solitario. Creo que él sintió que nos estábamos convirtiendo
en una propiedad pública, no le gustaba lo que le estaba pasando a Depeche
Mode, no le gustaba ser famoso, y no le gustaba hacer giras.»
Todas las partes acordaron mantener en silencio la marcha de Clarke hasta el
fin de la gira por Gran Bretaña en otoño de 1981. «Vince nos dijo que lo dejaba
bastante antes —recuerda Miller—, pero decidimos mantenerlo en secreto por-
que estábamos a punto de firmar el contrato con el sello americano Sire Records,
y no queríamos asustarles diciéndoles que el compositor principal de la banda
nos había dejado.»
El 31 de octubre la banda comenzó su primera gira británica con Clarke to-
davía en la ciudad, con la finalidad de promocionar su álbum de presentación,
Speak and Spell, que estaba a punto de publicarse. Los teloneros de esta gira, para
la que se agotaron todas las localidades, fueron el dúo de electro-pop Blancman-
ge, que también había aparecido en el disco Some Bizzare de Stevo. A pesar de la
decisión acallada de Clarke sobre dejar el grupo, insiste Daryl Bamonte, «se so-
cializaron con Vince durante su primera gira. Eran muy condescendientes. Sim-
plemente pensaban “Vale, lo deja, pero eso no nos impide salir por ahí juntos y
divertirnos”».
Bamonte, que hizo de roadie en aquella gira, recuerda al público como «…una
mezcla bastante heterogénea. Había algunos fans jóvenes, pero también estaban
los de la brigada de los gabardinas ajadas ya que era otra gira de clubes, con la
banda saliendo al escenario normalmente a medianoche. Un montón de locales
tenían una edad límite mínima, o para mayores de 18, lugares como el Top Rank
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Enough», además de otras canciones que eran las favoritas en sus conciertos. La
incongruente imagen de portada que mostraba a un cisne no fue de lo más acer-
tada, pero al menos los diferenciaba del resto de sus contemporáneos pop que
preferían plasmar sus rostros en las portadas.
El diseñador/fotógrafo de la portada, Brian Griffin, había realizado algunas
famosas portadas a finales de los setenta y a principios de la nueva década, inclu-
yendo Armed Forces de Elvis Costello, Look Sharp de Joe Jackson, Soldier de Iggy
Pop, además de algunas fotografías para los discos de Teardrop Explodes, Echo
and the Bunnymen y Devo. «Tenía un agente que alquilaba una tienda en Sey-
mour Place —recuerda Griffin—. El agente tenía las tres primeras plantas del
edificio y un día vino a verme y me dijo que una pequeña discográfica se había
trasladado allí, y que necesitaban una portada para una de sus bandas. Así que
todo lo que tuve que hacer fue bajar las escaleras, y allí estaba Daniel con otras
dos personas. Era una oficina bastante pequeña. Hablé con Daniel, y después co-
nocí a Depeche Mode. Aquel primer encuentro fue bastante divertido porque
parecían muy indolentes. No hubo una conexión especial, una ocasión poco me-
morable. Se fueron implicando más a medida que trabajaba con ellos. Aun así,
tomé la fotografía de portada en mi estudio de Rotherhithe. Sabe dios por qué
puse un cisne en una bolsa de plástico. No tengo ni idea. Su reacción fue un tan-
to dubitativa.»
«Era terrible —dijo Gahan poco después de la publicación del álbum—. El
tipo que la hizo, Brian Griffin, hizo también portadas para Echo and the Bunny-
men; y, cuando lo explicaba parecía que funcionaba “imaginad un cisne flotando
en el aire, flotando sobre un mar de cristal”, y sonaba realmente bien. ¡Al final
resultó ser un cisne disecado en una bolsa de plástico! Se suponía que tenía que
ser agradable y romántico, pero, sencillamente, fue cómico.»
Las críticas de Speak and Spell fueron bastante optimistas. Sounds los describió
como «modernos ritmos de electro-disco van de la mano de melodías de niño de
coro, en un carrusel de sintetizadores neo-folk en soufflé pop totalmente espon-
táneo». Melody Maker: «Es tan obviamente luminoso y está tan lleno de vida, que
me pregunto cómo no se quedan las sombras bailando permanentemente en la
pared». Paul Morley del NME, profundizó un poco más: «Depeche Mode ha-
cen suya la brillantez, la ligereza y la superficialidad de la previsible AMABILI-
DAD del “teenbop” (los patrones indolentes de Slip, los ritmos frescos de Bay
City Rollers) dotándolos de inteligencia e insolencia. Depeche Mode introducen
calidad en los textos de la música para adolescentes». El Record Mirror le dio la
máxima puntuación, cinco sobre cinco, y lo definió como «una cautivadora y
descarada colección de melodías de baile compulsivo, ligeras y breves como sólo
el mejor pop puede ser». Sin embargo, el periodista destacó la canción más os-
cura «Photographic», como uno de los momentos relevantes del álbum, argu-
mentando que: «“Photographic” es como Numan en su mejor momento, pero
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mejor; todos los siniestros patrones, tanto líricos como musicales, pero con un
acelerado ritmo bailable».
Speak and Spell tiene un sonido bastante circunstancial y naif, pero también
hay indicios sutiles de una banda deseosa de experimentar con otras sonoridades
y otros temas. Vince Clarke aporta la caprichosa simetría de electro-pop que es
«Photographic», «Puppets», y la onírica «Any Second Now» apunta en una di-
rección más siniestra; pero son, sin embargo, las importantes aportaciones de
Gore en «Tora! Tora! Tora!» y el excelente instrumental «Big Muff» las que se-
ñalan el camino hacia el futuro de Depeche Mode. Speak and Spell también man-
tiene el puro sonido electrónico de sus directos, mezclando la transparencia mu-
sical al estilo de Kraftwerk con melodías de pop adolescente. Daniel Miller
recalca: «Nunca usamos sintetizadores polifónicos para formar acordes, así que
todo tenía que construirse. Nosotros sentíamos que no tenía nada que ver con la
música electrónica y aún sigo pensando lo mismo». Dave Gahan ya expresaba
sus reservas sobre el álbum un par de años después, sobre todo refiriéndose a las
terriblemente cursis «Boys Say Go» o «What’s Your Name?»: «Me averguenza
escuchar las canciones de Speak and Spell, aunque en aquel momento pensaba que
eran geniales».
En diciembre de 1981, Mute anunció de forma oficial la marcha de Clarke.
Una vez terminada la gira, los malos sentimientos se instalaron de nuevo entre
Clarke y el grupo, alimentados por la maneras agresivas y competitivas de Gahan
y Fletcher. «No fue en absoluto agradable —dice el hiperactivo y emocional Ga-
han—. Había un montón de malos sentimientos por ambas partes. Comenzaron
un año antes de que lo dejara, y hasta entonces fue una situación insoportable.»
Al mismo tiempo, el grupo insertó un anuncio en el Melody Maker que decía:
«Banda de renombre necesita persona menor de veintiún años que toque el sin-
tetizador». Su primera gira americana se había previsto para enero de 1982, a re-
molque del éxito de «Just Can’t Get Enough», que había sonado bastante en los
clubes de Estados Unidos, así que necesitaban a alguien que tocase las partes de
Clarke en los directos. No tenían ninguna intención de incorporar a un miem-
bro permanente como reemplazo a su ex compositor. Uno de los teclistas que se
presentaron a la audición fue un chico de veintidós años de Hammersmith, oes-
te de Londres, llamado Alan Wilder.
Nacido el 1 de junio de 1959, Alan no sólo era mayor que los integrantes de
Depeche Mode, sino que provenía de un ambiente de clase media más liberal.
«La juventud de Hammersmith no es tan rebelde como en Basildon, aunque mis
padres no eran ni ricos ni pobres. En la escuela me mantuve al margen. Sólo me
interesaba la música y el lenguaje.» A los once años, Wilder entró en la St. Cle-
ment Danes Grammar School sabiendo tocar el piano y la flauta, y pronto se
convirtió en un miembro de la orquesta y de la banda de metal de la escuela.
«Mis padres querían que todos sus hijos recibieran una educación musical. Uno
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tres:
«Leave in Silence»
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tantáneo: «Depeche Mode utiliza las fórmulas de la canción comercial con una
precisión casi infalible. Puedes disfrutar escuchando un tema durante tres minu-
tos, pero más te lleva a descubrir sus limitaciones. Una simple y predecible pale-
ta sónica (solamente utilizan sintetizadores) realza la dificultad».
Regresaron a Inglaterra a tiempo para la edición de su cuarto single el 29 de
enero de 1982. «Ésa es una canción realmente bonita», dice Gahan. Gore: «Fue
la primera “canción auténtica”, la primera pieza de puro electro». Aunque «See
You» no es una de sus mejores canciones supuso un éxito vital para la banda, al-
canzando la sexta posición en las listas (su posición más alta hasta el momento),
y además sin la ayuda de Vince Clarke, que les ofreció un nuevo tema, «Only
You», después de dejar el grupo. Sin embargo, Depeche Mode lo rechazó por-
que pensaban que sonaba como otra canción, y Clarke se la reservó, y la acabó
usando tiempo después, con cierto éxito para su nueva banda: Yazoo.
Mientras impresionaban al público con el que era, de lejos, su mayor éxito
hasta el momento, Depeche Mode se vieron inmersos en una delicada fase de
transición. Las diestras y melancólicas líneas de teclado de «See You», difícilmen-
te compensaban la letra tremendamente banal y adolescente. Los recién llegados
al pop aún no tenían ni idea sobre cómo presentarse a ellos mismos o a su músi-
ca. Su espectro iba desde los trajes hasta los pantalones anchos de M & S, pasan-
do por los pantalones de cuero. Hubo una sesión fotográfica, incluso, en la que
posaron con equipajes de cricket y sujetando los bates. El delgaducho y pelirrojo
Fletcher recuerda: «Después del 82 nuestra imagen volvió a ser más informal. Lo
que llevamos en el escenario es más o menos lo que nos ponemos en nuestra vida
cotidiana. Ése siempre ha sido uno de nuestros mayores problemas; no tenemos
una imagen definida. Transmitimos una imagen pretenciosa cuando intentamos
algo que en realidad no nos representa, pero cuando nos comportamos de forma
natural damos una imagen bastante anónima. El grupo con mejor imagen de
todo el mundo son Pink Floyd, y en realidad son un grupo sin rostro».
Su otro problema era la confusión ideológica que rodeaba a Depeche Mode.
Las revistas para adolescentes y la televisión para los más jóvenes les daba un tra-
tamiento de banda pasajera, pero el anhelo creciente de la banda era construir su
carrera apareciendo en semanarios musicales tales como el NME y el Melody Ma-
ker, y otros programas con más credibilidad musical. Daniel Miller nombró a
Chris Carr como jefe de prensa, y la joven banda de pop se unió a una nómina
de representados que incluía a Siouxsie and The Banshees y The Associates.
Carr era muy consciente de la imagen de la banda, satirizada en aquel momento
por el poeta punk Attila «el bolsista» en su poema «Nigel Wants to Go and See
Depeche Mode». «La verdad es que yo aborrecía algunos de sus primeros sin-
gles —dice Carr, estableciendo un patrón familiar entre los colaboradores de la
banda—. Como banda, tenían una imagen realmente floja. Depeche Mode eran
muy inseguros sobre quiénes eran y lo que querían ser. Como colectivo, les falta-
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Alan Wilder (derecha) se unió a la banda en 1982, pero sin solventar del todo sus problemas de imagen.
© London Features
ba carácter, porque decir que quien carecía de él era Dave, ¡hubiera sido un poco
engañoso! No obstante, hubo un momento, después de la marcha de Vince, en el
que de repente comprendimos que teníamos algo importante entre manos, y que
si no lo controlábamos y lo dirigíamos, se iba a perder. Así que empezamos a bus-
car el sello de aprobación del NME. Pero por otra parte todavía teníamos a Neil
Ferris en Radio 1, que nos tildaba de “pop, pop, pop”.»
Tal y como Gore confesó, tenían muy poca idea sobre la importancia de la
imagen, y cómo controlarla: «En 1981, cuando salió Speak and Spell, teníamos 18
años; éramos jóvenes, éramos inocentes, ¡no teníamos ni idea! De un día para
otro aparecimos en televisión y nos sacaban en la prensa; y, en aquella época pen-
sábamos que debíamos conceder cualquier entrevista que nos pidieran, y no nos
preocupamos particularmente por nuestra imagen. Éramos unos críos ¿sabes?
Nos llevó bastante tiempo asumir lo que realmente estaba ocurriendo, cómo to-
mar el control de nuestra imagen y las cosas que mostrábamos al mundo».
Alan Wilder recuerda algunas de su tempranas apariciones en televisión con
un espanto inconfundible: «La peor que hicimos fue la de Alton Towers —recal-
ca—. Teníamos que simular que cantábamos uno de nuestros temas mientras va-
gábamos por los jardines con las manos en los bolsillos. Todos vestíamos fatal, y
creo que ése fue el peor momento de Depeche».
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Mientras tanto, con el éxito de su primer Top 10 aún reciente, el grupo comen-
zó a ensayar para llevar a cabo una segunda gira británica en febrero. «En aquella
gira Daniel se ocupó de casi todo —sostiene Wilder, quien estaba empezando a
aprender más sobre sintetizadores y música electrónica gracias al fundador de
Mute Records—. Creó un montón de los sonidos analógicos que aparecen en
Speak and Spell, después esos sonidos se transferían a cinta para usarlos en los
directos. Si estaban en los teclados, Daniel los programaba. Solíamos ensayar en
Blackwing, en donde habíamos montado la grabadora de cuatro pistas, y nos es-
cuchábamos a través de dos altavoces que nos devolvían el sonido del reproduc-
tor y los tres teclados. Martin era el que me solía decir qué partes tocar. Era algo
así: “Vince solía hacer esta línea, así que mejor lo intentas así”. Eso fue lo que
hice realmente en mi primera gira.»
Depeche Mode se pusieron en camino en 10 de febrero de 1982. Antes de co-
menzar la gira propiamente, hicieron un especial para el programa «In Concert»
de Radio 1, y después la inauguraron con una actuación en el Top Rank de Car-
diff. En esta ocasión, la gira de quince días a través de todo el reino Unido, que
incluía dos fechas con todo vendido en el Hammersmith Odeon, se tuvo que en-
frentar a la histeria adolescente. Gahan, quien era el objeto principal de adula-
ción, recibió su bautizo en el delirante mundo de las fans de pop adolescente,
cuando se expuso en una aparición personal en el London’s Carden Palace:
«Prácticamente me hicieron papilla. Pasé bastante miedo. Allí dentro no tenía
escapatoria, y había gente dándome arañazos, desgarrando mi ropa y tirándome
del pelo; estaba tan aterrorizado que corrí a ocultarme en los lavabos. No me
atrevía a salir. Creo que aquélla fue una de mis peores experiencias; aquellos crí-
os podían matarte».
Wilder: «En aquella gira, la respuesta de los fans fue asombrosa. Salías fuera,
y cuando te ponías a tocar estas simples melodías pop la gente enloquecía, así que
supe que eso era algo que no iba a desvanecerse de la noche a la mañana». En-
tre tanto, el músico contratado tuvo su primera oportunidad de pasar un mon-
tón de tiempo con sus nuevos colegas desde que lo excluyeran de las sesiones de
«See You». «A aquella gira asistieron todas las novias —recuerda—. Dave se es-
taba poniendo bastante gordito, porque solía sentarse con su novia Joanne y se
abandonaban a su colección de aperitivos y barras Mars. Cuando los conocí, toda
la banda estaba pasando por su fase de bombachos de lana. Yo era humilde, tran-
quilo e, incluso, agradable, pero también un poco más sofisticado.» Daryl Ba-
monte rememora con una sonrisa burlona: «Alan tenía aquella ridícula y larga
bufanda Dr Who que todos odiábamos. Así que se la robamos y la tiramos».
«No fue fácil encajar —dice Wider (sin bufanda) casi dos décadas después—.
De hecho, hoy en día creo que ni siquiera llegué a encajar del todo. Ellos forma-
ban una unidad muy sólida, y de alguna manera lo siguen siendo, bueno, Martin
y Fletch lo siguen siendo. Tenían un pasado en común, eran chavales de clase tra-
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bajadora que habían ido a la escuela juntos, eran unos tipos duros, pero también
muy idealistas.»
Bamonte: «Alan era un nuevo hippy criado en Hammersmith. Con esto quie-
ro decir que había ido a un colegio privado, ¡no venía de la escuela pública de
Basildon! Él pensaba que aún no habíamos madurado lo suficiente. Recuerdo
una actuación en el Lyceum; llegamos allí, pero el escenario aún no estaba mon-
tado, así que empezamos a jugar al corre que te pillo, y los que montaban el es-
cenario nos miraban como diciendo “¿Quién coño son esos críos?”. Y no creo
que Alan entendiera nunca esa parte de nosotros. De todas formas, tampoco
creo que a Alan le importara mucho el hecho de no encajar con nuestra menta-
lidad estrafalaria».
El despierto londinense también advirtió la extraña dinámica de la banda a la
que se acababa de unir: «Fletch y Martin tienen una relación bastante extraña que
no sé muy bien cómo describir. Son una especie de Laurel y Hardy. Siempre he
sentido que el papel de Fletch es ser el compañero de Martin, ser su voz cuando
lo necesita. Son inseparables. No creo que Martin pudiera estar en Depeche
Mode sin Fletch, y ése es el papel de Fletch, estar ahí para Martin. Es realmente
necesario porque es muy difícil comunicarse con Martin. No me malinterpretes,
Martin me cae muy bien, es un tío encantador en muchos aspectos, pero no ex-
terioriza mucho. Es muy tímido, y sólo se muestra totalmente extrovertido cuan-
do está borracho. No puedes hablar con él sobre sus sentimientos, y si tiene algún
problema no te dirá lo que es, simplemente notarás una mirada triste en su ros-
tro. Puedes saber qué es lo que ha pasado a través de Fletch, que actúa como la
voz de Martin en momentos así. El papel de Andy es bastante útil. A Martin le es
muy difícil expresarse verbalmente, y yo nunca me he sentido completamente a
gusto con él. Creo que, a lo largo de este tiempo, aún no he llegado a conocerlo
bien. Creo que durante todos estos años no he tenido una conversación como tal
con él».
«Creo que Martin y Fletch dependen el uno del otro —confirma su viejo
amigo de la escuela, Daryl—, aunque por diferentes razones, y en diferente gra-
do. Son muy fieles el uno al otro, y creo que, en algunos momentos, es algo muy
complicado para el resto de miembros de la banda ya que, a veces, pueden pare-
cer una facción dentro del grupo.»
Wilder: «Daniel Miller es también una persona difícil de conocer. Al haber
compuesto la canción “Warm Leatherette” cuando estaba en The Normal, la
gente se había formado un prejuicio sobre su forma de ser y, por supuesto, es to-
talmente lo contrario. Es el típico grandullón que se sienta en el suelo del andén
de la estación de tren con su gorra. Y era el mentor y la figura paterna para los
demás. Era una importante guía, no los manipulaba, pero lo supervisaba todo.
Por ello, todos mis tratos con ellos pasaban directamente por Daniel, y durante
algún tiempo no tuve demasiadas conversaciones directas con el resto de miem-
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bros de la banda. Obviamente, tuve contacto con ellos durante la gira, pero en
los preparativos de los conciertos, aspectos como qué canciones se iban a tocar,
qué ropa debía llevar y todo eso, me venían principalmente de Daniel. Era una
cosa realmente extraña, y aquel sentimiento de distanciamiento tardó una buena
temporada en desaparecer. Fue Daniel quien dijo “Bueno, en realidad ellos no te
necesitan en el estudio para su próximo single”.
»Dave era el más abierto de todos ellos. Dave puede hablarte de sus sentimien-
tos durante horas, y al final se echaba a llorar. Es completamente lo contrario a
Martin. Podía comunicarme y hablar con Dave mucho mejor que con Martin o
Fletch porque es más afable, un tipo de personalidad más sociable. A pesar de los
defectos que pueda tener, se hace querer. Y también es muy divertido, algo de lo
que la gente apenas se da cuenta. Es un mimo brillante, realmente incisivo, pero
no de forma verbal, sino visual. Nos partíamos de risa cuando imitaba a Tony He-
adley de Spandau Ballet. También imitaba a nuestro publicista Neil Ferris, era au-
ténticamente delirante. Neil solía llevar los pantalones blancos más brillantes y
ajustados del mercado, como el DJ de Radio 1 Peter Powell. Le imitaba de for-
ma genial. Así que supongo que, en términos generales, me llevaba mejor con
Dave, y creo que ambos tuvimos algunos problemas con Fletch, así que desde ese
punto de vista nos sentíamos unidos».
Por entonces, la relación de Dave Gahan con el esbelto y nervioso Fletcher se
había instalado en un patrón que iba desde las bromas entre colegas a la auténti-
ca irritación. Según Daniel Miller: «Es verdad que ni siquiera ahora a Dave y
Fletch les importe tener una buena discusión. Normalmente será sobre absoluta-
mente nada, o será algún malentendido. Y bastante a menudo acabaran estando
de acuerdo. He escuchado delirantes conversaciones en la que ambos están discu-
tiendo porque ésa es la única forma que tienen de comunicarse con el otro, a tra-
vés de la discusión. Puedes tener una reunión con el grupo, y en cuestión de se-
gundos, se enfrentan el uno con el otro. La tensión entre Dave y Fletch ha
existido desde el primer día, pero no puede ser tan malo, sino de qué manera iban
a estar trabajando juntos todavía. Si les preguntas el motivo de sus discusiones,
probablemente no lo recordarán, o ni siquiera quién la ganó. A medida que pasa
el tiempo ponen más cuidado en evitar la confrontación. Intentamos evitar situa-
ciones potencialmente peligrosas para que no degeneren en una discusión».
Al finalizar la gira, Depeche Mode hizo un concierto sorpresa en su vieja gua-
rida, The Bridge House. El promotor, Terry Murphy, intentó pagar a la banda
1.000 libras, pero insistieron en que el dinero fuera a parar a la renovación del pub.
La primera gira europea comenzó en el Rockola de Madrid, el 4 de marzo de
1982, seguida por una serie de conciertos en Estocolmo, Hamburgo, Hannover,
Berlín, Rotterdam, Oberkorn, París y Mechelen. También tocaron un par de días
en las Islas Anglonormandas. Su concierto en el Le Palace parisino se converti-
ría en su última actuación en Francia en dos años y medio. «Son muy hoscos
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aquí. Estoy seguro de que tiene algo que ver con nuestro nombre —dijo Dave
Gahan—. Supongo que a mí tampoco me gustaría mucho ver a una banda lla-
mada Woman’s Own en Londres.»
Anne Berning, quien más tarde trabajó para el sello alemán Intercord, que
publicaba a la banda allí, recuerda la primera vez que la joven banda de pop de
sintetizadores llegó a su país. «Habían llamado la atención de la prensa pop
alemana con canciones como “Just Can’t Get Enough”. Nuestra revista musi-
cal para adolescentes, Bravo, les sacaba un montón. Durante aquella época
siempre fueron considerados como una banda de pop adolescente. Siempre es-
tuvieron muy al tanto de los medios dedicados al mercado adolescente, pero
eso era todo.»
Alan Wilder: «Éramos requeridos constantemente en los medios dirigidos al
mercado adolescente, como la revista de pop Bravo. Fotos de porquería y toda
esa mierda». La compañía de discos alemana estaba haciendo básicamente el
mismo tipo de cosas que hacía Neil Ferris en Inglaterra.
En el mes que siguió a su gira europea, Depeche Mode, a excepción de Alan
Wilder, se volvieron a meter en el estudio. «Podía entender que no quisieran
ser vistos como que estaban reemplazando a Vince —dice un circunspecto Wil-
der—. Querían demostrar al mundo que podían seguir adelante sin él. Entien-
do todo eso, pero, aún con todo eso, era muy frustrante para mí.»
El 26 de abril, Depeche Mode publicó el insustancial «Meaning of Love»
como su siguiente single, que alcanzó el número 12 en las listas. Aunque era
una respetable posición, el nuevo grupo de Vince Clarke, Yazoo, un dúo com-
pletado con una chica de Essex llamada Alf (Alison Moyet), alcanzó la segun-
da posición en las listas con «Only You», tema rechazado anteriormente por
Depeche Mode. Naturalmente, este hecho era bastante gratificante para Clar-
ke, e irritante para su antigua banda, especialmente cuando los medios comen-
zaron a hablar de una supuesta rivalidad entre los dos grupos. The Face hizo una
crítica de ambos singles y concluyó con que «Depeche Mode debería aprender
la lección…» Para acabar de empeorar las cosas, «Meaning of Love» sonaba
como una pálida imitación de una canción de Vince Clarke, ya que Gore había
intentado aliviar la transición a su más melancólico estilo de trabajo. Detrás de
la fanfarronería que se les suponía a los de Basildon, Depeche Mode escondía
cierta confusión e inseguridad, así que no es extraño que el resentimiento ha-
cia su ex compositor se intensificara durante 1982. «Había rivalidad, y yo que-
ría ser justo con todo el mundo —dice un diplomático Miller—. Depeche
Mode estaban haciendo grandes discos, y también Yazoo. Si analizas aquel pe-
ríodo verás que durante un par de años no fiché a ningún artista; desde que em-
pecé a trabajar con Depeche hasta que firmé con Birthday Party en 1983. No
podía fichar a ningún artista porque no tenía ni el tiempo ni la energía. Lo em-
pleaba al completo en las bandas que ya tenía. Aunque hubo problemas, nin-
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guna de las dos partes provocó una situación insostenible. Nadie dijo, “Bueno,
si él va a estar en el sello, lo dejamos”, o cosas como esas. Nunca llegó a esos
niveles.»
Aun así, durante la primavera de 1982, Gahan criticó: «Vince ha compuesto
algunas cosas para publicidad… A nosotros nos ofrecieron hacer algo para Tizer,
pero simplemente no pudimos hacerlo». En otra ocasión se mostró algo más
conciliador: «Honestamente, todos nosotros pensamos que Yazoo son realmen-
te buenos. Fuimos a verlos al Dominion, en Londres, y nos quedamos impresio-
nados, especialmente con las proyecciones. A veces le veíamos por los pasillos de
Mute, pero nunca coincidimos con él en sociedad. Por entonces no dejaba de
trabajar, y ni siquiera tenía tiempo para salir por ahí».
Daryl Bamonte: «Creo que había unos celos naturales por parte de los chicos.
Nadie quería que Vince se hundiera, pero Depeche quería vender más discos que
él. Aunque en esa época eran competitivos con todo el mundo. Recuerdo que hi-
cieron un concierto en el ICA, y Daniel entró y le dijo a Dave que Soft Cell ha-
bía alcanzado el número uno con “Tainted Love”. Dave admitió estar celoso».
Instalado ahora en una estable domesticidad basada en los atracones de ape-
ritivos con su novia Joanne, Dave Gahan decidió borrar su juvenil y ofensivo pa-
sado eliminando un tatuaje de su brazo. Fue un desastre. Chris Carr recuerda:
«Solíamos llamar a Dave “Pizza Man” porque el tipo de Harley Street que le eli-
minó el tatuaje lo hizo con un láser. Hizo un trabajo de lo más chapucero y pa-
recía que alguien le hubiera puesto una plancha caliente sobre el brazo. Era la
época en la que no fumaba porros. Tampoco bebía. Era Mr. Sensible. Martin y
Fletch salían y bebían y hacían todo lo que les daba la gana, y él me llevaba apar-
te y me decía: “Vaya idiotas. Yo hize todo eso cuando era un crío”».
El 7 de mayo iniciaron una corta gira por Estados Unidos y Canadá en la que
hicieron ocho conciertos en clubes de New York, Philadelphia, Toronto, Chica-
go, Vancouver, San Francisco, Pasadena, y el Roxy de Los Ángeles. Daryl Ba-
monte, que hizo de asistente en ruta durante aquella gira recuerda: «Aún había
cierta agitación alrededor de la banda. Teníamos a una poderosa compañía res-
paldándonos, y cuando llegamos allí el grupo se mostraba muy optimista sobre
sus posibilidades en Estados Unidos». No obstante, la piel de Gahan se había in-
fectado, así que tuvo que actuar en todos los conciertos con el brazo en cabestri-
llo, minando la efectividad del grupo en la medida de que él era el único que se
movía sobre el escenario.
Los tres miembros originales de la banda se pasaron el resto del verano en los
estudios Blackwing, grabando el segundo álbum de Depeche Mode, con Daniel
Miller y los ingenieros de sonido John Fryer y Eric Radcliffe. Debido a esto, el
sentimiento de frustración de Alan Wilder aumentó, y aún hoy se queja a ese res-
pecto: «Me sentía descontento por haber sido excluido de esa parte del proceso,
considerando que había estado girando y actuando con el grupo desde el co-
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Done”, que era algo más triste y llevó a la gente más tiempo pillarla, era el tipo
de canciones que Martin componía de forma natural».
Depeche Mode también flirteó con nuevas sonoridades. Un pequeño y vaci-
lante paso hacia delante respecto a los limpios sonidos sintéticos de su debut.
Andy Fletcher se mostró entusiasmado: «Hay un montón de percusión en el
nuevo disco, ya sabes, sonidos de objetos siendo golpeados, pasos, y todo ese tipo
de cosas, pero nada que puedas considerar un instrumento como tal». Gahan
puntualizó: «Hay un saxofón, pero no serías capaz de distinguirlo. Está grabado
hacia atrás, y suena como un elefante».
Daniel Miller asegura: «Hay un montón de falsos mitos rodeando Depeche
Mode; como el que dice que solamente empezaron a utilizar guitarras en sus dos
últimos discos. La primera vez que utilizaron una guitarra fue en A Broken Fra-
me. Aún mantienen un enfoque musical basado en establecer ellos mismos las re-
glas, incluso si eso supone romperlas. Si no tienes un concepto similar, entonces
tu música se vuelve indulgente, vulgar. Nosotros creamos todos nuestros soni-
dos, no los sampleamos de ningún disco».
Hubo todo tipo de críticas. Chris Burkham reveló inadvertidamente sus gus-
tos musicales, un tanto tradicionales en Sounds: «El principal problema de De-
peche Mode es el uso de sonidos de sintetizadores, lo que provoca la exclusión
de casi todo lo demás; este hecho, en el contexto de música pop, es bastante li-
mitado. La razón por la que Yazoo (por elegir una comparación un tanto obvia)
logra que sus canciones salgan airosas más allá de la superficial “melodía agrada-
ble” es la forma en la que el duro ritmo de sintetizador interacciona con el vi-
brante estilo vocal de Alison…. La voz de Dave Gahan está al servicio del ins-
trumento (apenas se extralimita, siempre se muestras obediente, nunca marca las
pautas), y no se desmarca del brillo del Moog».
En el NME fueron más entusiastas: «Lo que se puede apreciar es su acelera-
da concisión, su creciente destreza y las sensacionales canciones de Martin Gore;
canciones que conectan firmemente con la sabiduría y la metafísica popular del
escindido Vince».
A pesar de todo, el periodista del Melody Maker, Steve Sutherland, que era
seguidor de la banda desde su primer álbum y sus primeros singles, se burla del
intento de desarrollo: «A Broken Frame suena como un pueril capricho pasaje-
ro disimulando el anonimato… las letras han madurado desde una visión del di-
vertimento a una temerosa frustración, pero las desalentadoras palabras de
“Leave in Silence”, al igual que las insustanciales de “Just Can’t Get Enough”,
son palabras nada más».
Un par de años después de la publicación del disco, Dave Gahan tomó la su-
ficiente distancia del proyecto para admitir que «Creo que, en retrospectiva, to-
dos sentimos que A Broken Frame es nuestro disco más flojo. Definitivamente.
Es muy, muy desigual. Muy mal producido». El álbum fracasó en el intento de
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mantener el tirón comercial conseguido con Speak and Spell, tanto en Reino
Unido como en el mercado internacional. «Estoy convencido que, de haber fir-
mado con un sello importante, hoy no estaríamos aquí —dice Gore, recono-
ciendo el valor del enfoque de Miller, que pacientemente, dejó crecer a la ban-
da—. Tras el éxito inicial de Speak and Spell, A Broken Flame vino un período
muy tranquilo para nosotros.»
Aun así, su seguidores demostraron todo su apoyo hacia la banda en la gira
británica de otoño, una maratoniana carrera de 20 fechas que incluían dos no-
ches más en el Hammersmith Odeon en octubre. Aunque gran parte del públi-
co aún lo formaban chicas adolescentes en estado de delirio, el animoso y enér-
gico Andy Fletcher (al menos sobre el escenario lo era), también distinguió a una
facción de fans más dura. «Esos tipos nos ven como una versión electrónica de
los Angelic Upstairs —argumentó—. Si te cruzabas con ellos al salir del vestua-
rio te decían “Oi, Andy”. Tenías que hablarles en tu mejor acento Cockney. “Qué
pasa tío, choca esos cinco.” Si te parabas a hablar con las chicas tenías que ser
realmente agradable porque eran como una hermana pequeña.»
Justo antes de las Navidades de 1982, una nota de prensa anunció que Wil-
der se unía a Depeche Mode como miembro a jornada completa. «Daniel me te-
lefoneó —sonríe Wilder—. Creo que el grupo encontraba las mismas dificulta-
des en comunicar las buenas noticias como las malas.»
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cuatro:
«The Landscape is Changing»,
1983
«Get the Balance Right!», la primera canción con Alan Wilder a los teclados
(quien también escribió la cara B «The Great Outdoors») se publicó el 31 de
enero de 1983. La canción, cantada de forma suave y melancólica, pero con un
ritmo electrónico bailable, fue interpretada por Gahan como una forma de «de-
cir a la gente que tiene que seguir su propio camino. También lanza una pulla a
aquellos que quieren ser diferentes por el mero hecho de serlo. Tienes que en-
contrar el equilibrio preciso entre la normalidad y la insensatez».
El single alcanzó el número 13 tras trepar posiciones desde su entrada en el
32. Apenas supuso un cambio significativo tras la caída en ventas de A Broken
Frame. Su presencia en las listas, en el recién estrenado año, fue una táctica de-
liberada urdida por Daniel Miller, que estaba deseoso de que la banda comen-
zara a despuntar. De todas formas, Martin Gore, es un escritor más eficiente
que prolífico, así que ésta era la única canción disponible en ese momento.
Quizás debido a la ausencia de otras opciones el grupo se mostraba inseguro
respecto a las posibilidades de «Get the Balance Right!», y sus dudas se vieron
agravadas por la sensación de que necesitaban hacer un cambio y encontrar un
nuevo estilo. El single fue otro de los temas grabados en Blackwing con el mis-
mo equipo —Miller, Radcliffe y Fryer—, aunque con nueva tecnología digital.
Martin Gore admitió algunos años después: «Éste es de hecho nuestro single
menos favorito. Su grabación fue un infierno. A pesar de que yo lo escribí, lo
odiaba». Andy Fletcher: «Tuvimos un montón de problemas, pasábamos un
período de adaptación con el nuevo equipo, y sencillamente, no lo logramos en
aquel momento».
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«idealizada» del mundo que los rodeaba. Sacaban una grabadora por la ventani-
lla del Volkswagen de Ralf Hutter mientras conducían por la autopista, y después
volvían a su estudio —Kling Klang— para replicarlo con los sintetizadores. Hut-
ter: «Puedes escuchar “Autobahn” y después ponerte a conducir por la autopis-
ta. De esa forma descubres que tu coche es un instrumento musical. Partiendo
de planteamientos similares, hay un montón de cosas que pueden ser divertidas;
es una filosofía de vida procedente de la electrónica».
En su álbum de 1977, Trans-Europe Express, Kraftwerk ahonda en la relación
del hombre con las máquinas modernas a través de un viaje mecanizado, en este
caso concreto por tren. Hutter: «El movimiento (de trenes) nos fascina por con-
traposición a una situación estática o estacionaria. Todo ese dinamismo de la vida
industrial o la vida moderna. Hablamos de forma sincera sobre nuestras expe-
riencias, o de cómo vemos la vida. Incluso el mundo artístico no existe al mar-
gen de la vida diaria, no es otro planeta, es aquí, en la tierra, en donde suceden
las cosas».
No obstante, fueron Throbbing Gristle quienes empezaron a utilizar el tér-
mino «música industrial» después de reconocer que su entorno inmediato había
modelado totalmente su sonido. Orridge: «Cuando completamos nuestro pri-
mer disco, salimos fuera y, repentinamente, escuchamos trenes pasar y pequeños
talleres bajo los arcos de las vías, y los tornos funcionando, y las sierras eléctri-
cas, y llegamos a la conclusión inmediata de que en realidad nosotros no había-
mos creado nada, simplemente lo habíamos tomado de un modo inconsciente, y
lo habíamos recreado».
Existían otras interpretaciones sobre el uso del término «industrial» por
parte de Orridge, lectura que encontraría acomodo en la decisión de Martin
Gore en titular al disco de 1987 de Depeche Mode Music for the Masses. «Hay
cierta ironía en la palabra “industrial” —dijo Orridge en 1983—, porque exis-
te la industria de la música. De ahí surgió una broma que solíamos hacer en las
entrevistas sobre fabricar discos en serie como si fueran automóviles, utilizába-
mos el término “industrial” en ese sentido. Hasta entonces la música pop se ha-
bía basado en el blues y en el esclavismo, y nosotros pensamos que había lle-
gado la hora de actualizarlo, al menos, hasta la época victoriana, la Revolución
Industrial.»
Al igual que Kraftwerk, Throbbing Gristle también disfrutaba viéndose a sí
mismos como unos técnicos de laboratorio o científicos más que como músicos:
«Fuimos muy afortunados, porque Chris Carter estaba metido de lleno en la
electrónica —dijo Orridge, quien más tarde hará amistad con Martin Gore—.
Compra todas las revistas especializadas, y, tan pronto como alguien investiga so-
bre cualquier cosa, nosotros lo sabemos. Sabemos lo que está sucediendo tan rá-
pido como un “científico” y qué es posible… Monta circuitos, los prueba, y des-
pués descubre si se pueden utilizar para otra cosa, y algunas veces los altera, así
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que inventan cosas nuevas para nosotros de forma inmediata. Así que somos una
especie de taller también».
Daniel Miller tuvo la misma importancia para Depeche Mode, asumiendo un
papel que les permitía mantener el contacto con la «industrialización» de la mú-
sica a través de la nueva tecnología. Pero la aproximación de Depeche Mode y
Throbbing Gristle hacia la composición difería de forma absoluta. Mientras que
el grupo de pop de Basildon se concentraba en las melodías pop, los golpea-me-
tales de Hackney eran resueltamente avant garde, aspirando a reeducar al oyente
en una novísima forma de escuchar música. «Al principio, la gente esperaba de
nosotros que tocáramos música con líneas melódicas y riffs y todo eso —apuntó
Orridge—, y se desconcertaban un poco cuando empezábamos, y comprendían
que no funcionábamos así. Tenían que asumir que tratamos con el sonido como
entidad, construyendo sonidos como alguien construye un coche. Sólo entonces
comenzaban a disfrutar y a escucharnos. Tenían que disciplinar su cerebro para
escucharlo como un sonido, como un bloque de sonido, como unidades.»
Throbbing Gristle eran más melódicos que sus homólogos austriacos SPK.
Tomaron su nombre de un grupo de pacientes de un psiquiátrico de la Alemania
occidental quienes, intentaron crear su propio grupo terrorista, y murieron en
sus habitaciones del hospital mientras fabricaban sus primeras bombas. SPK uti-
lizaban lanzallamas y, según dicen algunos, ¡comían cerebros de ovejas sobre el
escenario! Al mismo tiempo, en Alemania, Einsturzende Neubauten, salían al es-
cenario con taladros y yunques, y creaban sonidos con hojas de metal. A princi-
pios de 1983, Martin Gore fue a ver su Metal Concerto en el Instituto londinen-
se de Artes Contemporáneas.
Aún a principios de los 80, la actitud dura y mecanizada de la música indus-
trial, parecía atraer a grupos de extrema izquierda y de extrema derecha, si bien,
estos últimos, añadieron un elemento fascista al género. «Creo que hemos dado
vida a un monstruo; una basura incontrolable que menciona a Auschwitz sin ra-
zón de ser», se lamentaba Orridge en 1983.
El acercamiento de Depeche Mode hacia los sonidos de influencia industrial
en su siguiente álbum, también fue impulsado por otras influencias muy cer-
canas a su entorno. En 1982, el propio Daniel Miller había contribuido en un
proyecto, Easy Listening for the Hard of Hearing, junto a Boyd Rice y Fad Gad-
get, ambos en Mute. El trío había construido diferentes tonalidades a partir
de sonidos «encontrados» en instrumentos no-musicales. Aunque éste fue un
puro experimento en cuanto a sonidos y texturas, ahora, se había inventado
un nuevo ingenio tecnológico (rápidamente descubierto por Daniel Miller) que
permitía a Depeche Mode usar, e incluso, manipular sonido industrial, de forma
que les permitiría trabajar con ellos en un contexto pop.
Los primeros samplers digitales, particularmente el Fairlight, eran obscena-
mente caros (40.000 libras), pero ofrecían la posibilidad de manipular los soni-
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reth era el “Klangmaster” (un genio con el sonido), y animó a Depeche Mode a
aplicar el sampleado en la música industrial, mientras que mucha otra gente es-
taba emocionada porque podían usar el sampler para hacer lo que yo denomino
música “pija”. Intentaban emular el sonido de una orquesta o de guitarras reales.
Los sintetizadores podían sonar como ellos, pero había demasiada gente inten-
tando imitar instrumentos naturales. Era horrible. Pienso que cada vez que apa-
rece una nueva tecnología, pasa por la etapa de la fórmica, en el que la gente in-
tenta imitar la madera. En la década de los setenta; Rick Wakeman intentó usar
los sintetizadores como si fueran un instrumento clásico, y sacaba un material ri-
dículamente pomposo, fracasando totalmente en la utilización de las auténticas
posibilidades del instrumento. Lo mismo ocurría con el sampleado, al que todo
el mundo recurría con la intención de sonar más elegante. Ahora, desde luego,
suena terriblemente desfasado. Pero había otra gente, con Depeche Mode a la
cabeza, que lo veían como una especie de hurto creativo».
Gareth Jones, que había estudiado ciencias, recuerda horrorizado este uso tan
poco imaginativo de la nueva tecnología: «Depeche Mode nunca usaron sam-
plers de esa forma tan fraudulenta. Para un montón de gente era algo grande,
porque de repente podían tener una grabación digital de un cello o una trompe-
ta, y podían tocar su propia melodía sobre ellos. Un uso aburrido quizás, pero
que evidentemente se utilizó en un montón de bandas sonoras de película y
anuncios. Adolecían de una pérdida de calidad en el sonido, pero al menos, no
tenías que contratar a una orquesta o a un trompetista. Todo lo que hacías era
emular otro instrumento. Nosotros nunca lo utilizamos para emular nada, para
nosotros todo se reducía a que podíamos samplear nuestros propios sonidos».
Al igual que Foxx o Depeche Mode, el cada vez más marginal pero entusias-
ta exponente de la electrónica Gary Numan, quien comenzó a samplear sonidos
en su álbum proto-industrial Berserker, también lo recuerda como una nueva y
excitante fase en la música basada en la tecnología. «Golpeaba cualquier cosa que
encontrara en busca del sonido perfecto. En una ocasión llegamos a samplear el
carburador de mi Ferrari —dice, recordando uno de los sampleados más llama-
tivos provenientes del mundo real—. Puedes oír cómo ruge. Creo que fue un so-
nido fantástico.»
De todas formas, Depeche Mode fueron mucho más lejos en la «búsqueda de
sonidos» que muchos otros de sus entusiastas contemporáneos. «Creo que Ga-
reth fue muy importante para Depeche Mode, ya que los ayudó a transitar, sin
esfuerzo alguno, de los sintetizadores analógicos al mundo del sampleado y la
tecnología digital —dice Foxx—. Muchos de los pioneros originales confundie-
ron o perdieron a su base de fans porque no utilizaban muchos Moogs u otros
aparatos similares.»
El entusiasmo de Gareth Jones por este nuevo acercamiento fue absoluta-
mente contagioso. «Querían cambiar su sonido, y tenía una idea acerca de lo que
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querían hacer. Yo quería hacer algo más duro, más áspero, porque es de allí de
donde yo venía. Yo tiraba más hacia la música underground. Vivía en una casa ocu-
pada en Brixton, y tenía la actitud de que si algo era comercial, entonces no po-
día ser bueno. Tenía una mentalidad un tanto díscola.»
La nueva aventura de Depeche Mode en el sonido metálico comenzó con la
instalación del Synclavier de Daniel Miller en los estudios Garden. Gareth Jones,
que se había convertido en un fan de The Normal después de que John Foxx le
pusiera el single «Warm Leatherette», desvela: «El sonido del Synclavier tenía
bastante calidad, aunque creo que en un principio era mono, y gradualmente lo
fuimos actualizando, así que al final acabó produciendo un montón de sonidos.
»Otra de las cosas importantes, además del sampleado, fueron los sonidos de
bajos acústicos que conseguimos. Habíamos construido una enorme sala de con-
trol en The Garden, algo poco frecuente en aquellos días, y nos alegramos por
ello, porque así podían montar todos sus sintes allí. Ya por entonces tenían una
amplia colección de sintes. John Foxx y yo habíamos alicatado una pequeña ga-
lería que discurría por debajo de la calle, y también teníamos un par de salas de
directo. Especialmente para la grabación de este álbum, coloqué amplificadores
por todas partes, conecté los diferentes espacios con micrófonos y alimenté los
sintetizadores a través de estos amplificadores. La intención era crear mayor tex-
tura y ambientación».
Fuera del estudio, la banda deambulaba por Londres Este, buscando buenos
sonidos. Alan Wilder: «Queríamos sonidos que no podías lograr con los sinteti-
zadores, así que nos dirigimos a una chatarrería cerca de Brick Lane. Recuerdo
que hacíamos cosas como salir y golpear el suelo con un martillo, sólo así podías
capturar el sonido del hormigón».
La canción más experimental del álbum es «Pipeline», una canción construi-
da prácticamente en su totalidad partiendo de estos sonidos encontrados. «Aque-
lla canción es todo metal sampleado —se deleita Jones, que aún se enorgullece
de esa grabación—. Íbamos a vías de tren abandonadas. Compré una grabadora
de alta calidad, tecnología punta con cinta de bobina. Un miembro de la banda
había encontrado un descampado con montones de tuberías, hierro retorcido y
viejos coches, y llevamos algunas baquetas y martillos. En “Pipeline” puede ser
que haya algunos bajos de sintetizador, pero todas las melodías se crearon a par-
tir de los sonidos que descubrimos en aquellos desguaces, algo bastante radical
en aquel momento. Grabamos una melodía tras otra en cinta, y cuando lo mez-
clamos no utilizamos ninguna reverb o ecualización artificial. Todas las reverbs
de las partes instrumentales provienen del espacio natural de las vías férreas en
donde sampleamos los sonidos originales, así que es un poco especial en reali-
dad. Sampleábamos los sonidos acústicos del mundo.»
Daniel Miller, que aún mantiene un papel activo en el proceso de grabación,
recuerda: «Golpeábamos, rompíamos, rayábamos, forzábamos y destrozábamos
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cualquier cosa con tal de encontrar un sonido interesante. El tema más represen-
tativo es “Pipeline”, ya que todos los sonidos que aparecen se grabaron allí. In-
cluso las pistas vocales se registraron en aquel emplazamiento. Hicimos la pista
de referencia junto a la línea de ferrocarril en Shoreditch, y Martin cantó bajo
una arcada. Se pueden escuchar los trenes de fondo y todo tipo de ruidos».
Irónicamente, el nuevo equipo también le brindó al grupo la oportunidad
de usar guitarras. «Usar samplers justificaba el uso de las guitarras —apostilla
Miller—. Eso no es ir en contra de nuestras convicciones, hay una gran dife-
rencia.»
Las posibilidades de utilizar sonidos «encontrados» significó que todos los
miembros de la banda contribuyeran en el aspecto musical en Construction Time
Again. Los no-músicos Gahan y Fletcher salían entusiasmados a la caza de soni-
dos y texturas estimulantes, armados con la grabadora de Jones. Pero, aun así,
formaban tres grupos ligeramente diferenciados, que consistían en Fletcher y
Gore por un lado y Gahan y Wilder por otro, con Miller como una especie de
patriarca. Y Jones, que ahora se ocupaba de las mezclas.
«Me encantaba Gareth —dice sonriente y afectuosamente Wilder—. Era
muy entusiasta, la primera vez que lo conocimos no paró de hablar. Era todo un
hiperactivo. Creo que disfrutaba con la dirección que estábamos tomando, pero
había momentos en los que se le hacía muy duro estar en el estudio con noso-
tros. Todos éramos bastante diferentes, y cada uno de nosotros hacía cosas muy
diferentes. La mitad de nosotros andaba trasteando por el estudio, otro podía es-
tar meando en un pub cercano, y sólo uno de nosotros podía estar haciendo algo
útil. Así que Daniel y Gareth se encontraban en medio de un grupo de chiqui-
llos jugando.»
Wilder recuerda que Andy Fletcher se convertía habitualmente en el objeto de
las bromas cuando Martin Gore se empezaba a aburrir en el estudio. «La singular
relación de Martin y Fletch solía manifestarse en el estudio. Era casi como si no hu-
bieran disfrutado del todo en su infancia y ahora quisieran recuperar el tiempo per-
dido haciendo todo tipo de cosas extrañas. Mart solía esconder la funda de las gafas
de su compañero, y Fletch hacía ver que le entraba el pánico por ello. Esto ocurría
prácticamente todos los días, y se convertía en algo realmente frustrante para cual-
quiera; para Daniel, para Gareth o yo mismo, que intentábamos conseguir un soni-
do de sintetizador o cualquier otra cosa que tuviera que ver con la grabación de un
disco. De repente oías: “Mart, Mart, ¿dónde está la funda de mis gafas? Venga, ¿qué
has hecho con ella? Sé que la has escondido”. Y entonces Dave se unía y comenza-
ba a cachondearse de Fletch. Durante la media hora siguiente el estudio se conver-
tía en un espacio caótico en el que Fletch intentaba encontrar la funda de sus gafas
y al final acababa amenazando con recurrir a la violencia antes de que Mart se la de-
volviera. Esta práctica se remonta hasta el primer día que trabajé con ellos, y aún
había una o dos cosas parecidas que solían repetir.»
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alentados por Devo en Some Bizzare), la fiebre inicial por el pop de sintetizador
se había desvanecido. Cada vez eran más las bandas que utilizaban la tecnología
siguiendo las convenciones pop y rock, y poco a poco comenzaban a poblar las lis-
tas, lo que pronto se traduciría en uno de los períodos más poco inspirados y es-
tancados de la música británica de mediados de los ochenta. Al estar fuera del país
durante un largo período de tiempo, Depeche Mode no se vieron expuestos a este
estéril pero popular conservadurismo. Miller recuerda: «No estaba pasando nada
en Gran Bretaña; los ochenta fueron terriblemente aburridos en el Reino Unido,
así que les vino bien salir del país. Al analizar aquel momento, se revela harto im-
portante el hecho de que no estaban obligados a alimentar ese vulgar y frívolo pop
que se estaba haciendo en Inglaterra. Estar en otro ambiente les dio seguridad
para ser diferentes. Los mantuvo en una vía creativa».
Los miembros del grupo se entusiasmaron al instante ante la perspectiva de
una nueva ciudad y un sitio elegante en el que alojarse. Hansa también tenía una
interesante historia musical con David Bowie, que habían grabado allí partes de
su «Berlin Trilogy» (Low, Heroes y Lodger) a finales de los setenta. El artista in-
glés y su amigo Iggy Pop vivieron en Berlín durante varios años, hecho concre-
tado en la producción de Bowie de dos álbumes de Iggy Pop, The Idiot y Lust For
Life, también registrados en Hansa. Las claustrofóbicas atmósferas recreadas en
estas grabaciones fueron en parte influidas por el emplazamiento del estudio, que
miraba hacia el Muro de Berlín.
«Me lo pasé genial allí —recuerda entusiasmado Daniel Miller—. Trabajába-
mos, literalmente, junto al Muro. Llegabas a ver la Alemania oriental. Berlín era
una pequeña isla en medio de la Alemania del Este, y aquello provocaba cierta
tensión y un inquietante sentimiento; no te podías separar de él.» Jones dice, con
una sonrisa en los labios, que «tan pronto como llegamos, todo el mundo se dejó
llevar por el rollo berlinés, y comenzó a llevar cuero negro, ¡yo incluido!». El
Berlín de 1983 se parecía bastante al Berlín en el que vivieron Bowie e Iggy Pop.
Según Pop: «Berlín era como estar en una ciudad fantasma, pero con todas sus
ventajas. La policía de Berlín se mostraba muy liberal hacia lo que nosotros lla-
mábamos “comportamiento culto”. Y es una ciudad bastante alcoholizada; siem-
pre hay alguien haciendo eses por las calles». Bowie: «Berlín es una ciudad he-
cha de barras de bar, para que la gente triste y desilusionada pueda tomarse una
copa en ellas».
«Se expusieron a una forma de vida completamente diferente —dice Miller—.
Podías terminar de trabajar en el estudio a las dos de la mañana y salir a tomar
una copa. Siempre había un ambiente especial en la ciudad, que tenía que ver con
su historia. El gobierno de la Alemania occidental la quería convertir en la joya
de su corona, así que era un arma propagandística. A no ser que hubieras nacido
y te hubieras criado en Berlín, no había ninguna razón por la que la gente fuera
allí, o por la que se crearan nuevas compañías y empresas allí. Debido a eso, el
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gobierno de la Alemania occidental cambió las leyes para los berlineses. No ha-
bía reclutamiento para los jóvenes de Berlín, y si querías montar un negocio te-
nías un montón de ventajas con los impuestos. Por todo ello, muchos de los que
se trasladaron a Berlín eran jóvenes, con una visión artística y creativa. Era un lu-
gar repleto de estudios, artistas y gente interesada en estilos de vida alternativos,
además de una ciudad con vida durante las 24 horas del día. Era un lugar muy
sexual. La conjugación del erotismo, la aventura y la excitación que se vivía en
sus calles dirigió, evidentemente, a un montón de gente hacia caminos peligro-
sos. La gente seguía estilos de vida excesivos, salían de fiesta durante cuatro o
cinco días seguidos consumiendo un montón de drogas, y hacían cosas radicales
en arte.»
Para Depeche Mode, aquélla era una oportunidad real para dejar atrás sus in-
hibiciones, en una ciudad extranjera con cierta reputación en libertinaje, arte y
extremismo. «Creo que Hansa no llegó a influir en el desarrollo de la banda
—sostiene Wilder—. Hansa era un lugar magnífico, y pudimos hacer cosas
muy interesantes allí, pero no creo que contribuyera de forma vital en nada.
Creo que fue simplemente el hecho de que estábamos lejos de casa, liberados de
la obligación de tocar en directo, yendo a clubes toda la noche, saboreando la
vida nocturna. A Martin, en particular, le gustaba ir al extranjero por estas mis-
mas razones, ya que de esa forma sentía que podía ser él mismo un poco más.»
Wilder: «Fue definitivamente una fase muy importante, un momento en el
que algunos miembros de la banda se volvieron algo más sofisticados. Hubo un
gran cambio en ellos como personas, supongo que en Dave fue menos evidente.
No fue algo espectacular, pero advertí en él cierta agresividad en sus maneras.
Quizás comenzaba a sentir algún tipo de presión en su vida personal con Jo».
Martin Gore había roto con su novia, Anne Swindell, con la que llevaba tres
años y había llegado incluso a comprometerse. A modo de curiosidad, añadien-
do cierto elemento incestuoso en la historia de la banda, Anne comenzó a salir
con Vince Clarke uno o dos años después. Durante las mezclas de Construction,
Gore inició una relación con una berlinesa llamada Christina. Al volver a Basil-
don, estuvo viviendo una corta temporada con su madre y su hermana, y duran-
te los meses siguientes encontró un piso en Berlín e inició una nueva vida en la
ciudad. El publicista de la banda Chris Carr recuerda: «Solíamos ir a un club con
el suelo, paredes y techo revestidos de acero. Si se hubiera desatado un incendio
allí, nos hubiéramos convertido en hamburguesas humanas. Nos bebíamos unos
pocos tequilas y luego íbamos a algún sitio más. Martin conocía varios lugares a
los que nos llevaba a horas diferentes. Había un montón de chicas revoloteando,
pero las groupies solían espantarlas. Algunas de ellas eran bastante agresivas y so-
ñaban con conocerlo, y eso era bastante duro para él. Odia la confrontación, y se
sentía bastante incómodo con ese tipo de situaciones. Las mujeres siempre van a
donde Martin, y tenía un grupo numeroso de chicas. Yo no lo llamaría un grupo
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decadente de personas, pero digamos que expresaban mucho afecto ¡las unas por
las otras! La novia de Martin, Christina, tenía una buena amiga llamada Nanni,
una chica escultural con dotes de modelo. Solía hacer de guía no oficial de la ciu-
dad. Christina, Nanni y sus amigas solían venir a Londres de vez en cuando. Era
buena gente, y Martin disfrutaba mucho con ellas. Creo que el alcohol le ayuda-
ba a superar su timidez con las mujeres. Hay una parte femenina muy presente
en Martin, pero a él siempre le han gustado las mujeres. Y aunque pueda sor-
prender a algunas personas, Martin no se lleva, de ninguna manera, mejor con
las mujeres que con los hombres».
Este período puso de relieve las personalidades contrapuestas de Gahan y
Gore, ya que, mientras Dave continuó siendo extremadamente cuidadoso consi-
go mismo, el joven compositor pivotaba hacia un comportamiento hedonista, un
erotismo lúdico, influido por el estilo de vida de Berlín. Chris Carr advirtió la fa-
cilidad con la que Gore absorbía nuevas experiencias, en una época en la que Ga-
han luchaba con su naturaleza indulgente: «A Martin habría que llamarle Osmo-
sis. Es capaz de destilar las cosas y quedarse con lo que le interesa. Creo que
Dave encontró un igual, y Dave nunca piensa en esos términos, sea o no cons-
ciente de ello. Suele cuestionarse cosas como ¿están a mi nivel, o estoy yo a un
nivel diferente al de ellos? De la misma forma, Dave necesita comprobar las co-
sas por sí mismo: “Voy a hacer esto, voy a hacer aquello, voy a dejar esto, voy a
dejar aquello”. Por el contrario, en apariencia, parece que a Martin las cosas le
resultan más fáciles. En compañía de Martin te sientes inundado por su genero-
sidad de espíritu y por sus vibraciones positivas. Es fácil sentirse avergonzado en
su compañía».
Casualmente, Gareth Jones se enamoró de una cantante de un grupo alemán
y también se trasladó a Berlín. El nervioso productor recuerda: «Yo soy un poco
mayor que Depeche Mode, pero todos crecimos juntos durante aquel período,
especialmente Martin, quien decidió vivir en la ciudad. Obviamente, aquello era
bastante diferente a trabajar allí, cuando todo nuestro tiempo se dividía entre el
estudio y los bares. No íbamos al teatro, a la ópera, o cosas como ésas.
»Tiene algo de extraño vivir en una ciudad amurallada, rodeada, aparente-
mente, por un entorno hostil, ya que Berlín era la joya del capitalismo, una ciu-
dad sorprendentemente funcional. A cantidad de gente parece gustarle Berlín,
pero no sé por qué realmente. Simplemente parecía muy diferente a Londres.
Berlín parecía una ciudad aerodinámica y casi futurista, y tenía aquellas oscuras
barras de bar a las que podías acudir a cualquier hora, tanto de día como de no-
che. Podías encontrarte con todo tipo de gente rara, vestidos de negro, en sóta-
nos, almacenes de fábricas y oscuros bares. Todo aquello influyó claramente en
la forma de vestir de Martin, después de pasar allí una temporada. Existía tam-
bién cierta permisividad en la pornografía y la legislación que regula la venta de
bebidas alcohólicas».
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escribir alguna canción juntos, porque pensaba que podríamos escribir canciones
muy buenas entre los dos, pero él descartó la idea por completo. No estaba por
la labor. Me pareció bien. Simplemente dijo que no podría escribir de esa forma.
Puedo entenderlo, especialmente ahora, porque él nunca ha escrito una canción
con nadie. Creo que a él le viene la canción completa de una sola vez y ya está
hecha.»
Mirando hacia atrás, se da uno cuenta de que Construction Time Again está im-
pregnado de un renovado entusiasmo, y la textura industrial le aporta una madu-
rez de la que adolecen sus primeros dos discos. Además de «Everything
Counts», hay un par de fantásticas canciones pop: la melancólica «The Lands-
cape is Changing», y la pista que cierra el disco, «And Then…». La experimen-
tal «Pipeline» aún mantiene una mágica atmósfera, y «More than a Party» po-
see una dinámica ausente en Speak and Spell o A Broken Frame. Dieciséis años
después, es inevitable que algunos elementos de un disco tan rígido estilística-
mente hayan quedado algo desfasados. Gahan lo explica de la siguiente forma:
«Quizás lo estábamos intentando demasiado a saco… sampleando demasiado.
Musicalmente, algunos aspectos fueron muy forzados».
La portada del disco abrió un debate sobre la temática de las canciones no-
personales, reinventando por un breve período de tiempo a Depeche Mode
como una banda politizada. Según Brian Griffin, había habido un acuerdo en
el concepto; tenía que ser la fotografía de un paisaje, pero debía incluir la ima-
gen de un trabajador industrial: «Había estado haciendo portadas para Echo &
The Bunnymen, que consistían en fotografías de playas y glaciares, así que
pensé que encajaba en mi estilo. El hermano de mi ayudante había servido en
la Marina Real, así que pensamos en él para que hiciera de modelo para la ima-
gen. Fuimos a Mont Blanc, en los Alpes suizos, llevándonos con nosotros una
almádena auténtica. Este martillo causó algunos problemas, porque fue la pri-
mera cosa que salió del avión. Estaba envuelto en una funda de plástico negra
y podía escuchar cómo golpeteaba contra la cinta transportadora, así que los
agentes de aduana en seguida fueron a inspeccionarlo. Tras sortear todos los
inconvenientes, nos dimos cuenta de los beneficios que suponía tener a un ex
marine real con nosotros, ya que después de tomar el teleférico, aún tuvimos
que ascender con pesado material fotográfico hasta que encontramos el lugar
apropiado».
La imagen del trabajador tendió un paralelismo entre Wilder y las letras des-
personalizadas de Martin Gore, que ponen de manifiesto ideas con sentido co-
mún sobre un mundo industrial, en un lenguaje pop sencillo y honesto. «The
Landscape is Changing» manifestaba la preocupación de Wilder por el medio
ambiente («Miles de acres de bosque están muriendo / no me importa si vas a al-
guna parte / tú simplemente cuida del mundo»). Según Gore: «La primera vez
que Daniel leyó las letras del álbum, dijo: “Qué bien, esto les gustará a los del
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ma posición en listas. Speak and Spell también fue disco de oro en Alemania, aun-
que A Broken Frame pasó un poco desapercibido. Fletcher estaba contento, pero
no podía evitar sentir cierta perplejidad ante el cada vez mayor estatus de la ban-
da en Alemania. Justo cuando estaban celebrando su despegue comercial, el nue-
vo single «Love in Itself» alcanzó el número 28. «Era agradable haber alcanza-
do el éxito en algún sitio aparte de Inglaterra. Pero es difícil entender el por qué.
Después del cálido recibimiento del álbum, publicamos “Love in Itself” como
single y fue la bomba. Es algo imprevisible. Será que el éxito tiene un compor-
tamiento extraño…»
El apasionado Gahan se emocionó con el progreso comercial de Depeche
Mode en Alemania: «Es un mercado excitante también. Disfrutamos mucho du-
rante el tiempo que pasamos allí haciendo giras. Se puede ver que algo está pa-
sando, que estamos construyendo algo. Nos vemos a nosotros mismos mejorar
cada vez que vamos allí a tocar».
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cinco:
«You’ve Got Your Leather Boots On»,
1984
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Blixa Bargeld tenía una mente más abierta sobre lo que debía de ser una ban-
da de pop electrónico, y así se lo hizo saber a Daniel Miller. «Blixa y Martin
siempre se llevaron muy bien, y creo que Blixa sentía que Depeche Mode esta-
ban ensanchando las fronteras del pop. Una de las cosas más interesantes de Ber-
lín era que podías salir de marcha por los clubes y te encontrabas a un montón
de otros músicos procedentes de otros campos musicales.»
Para Miller, los recientes vínculos de Mute con Berlín estaban cargados de
sentido ya que los grupos de los setenta como Neu!, Can y Kraftwerk habían te-
nido una gran influencia en él, aunque lo rememora con cierto desengaño: «So-
lía encontrarme con chavales alemanes, y les preguntaba si les gustaba Neu! y
Kraftwerk y me decían que no, que a ellos les gustaba Bob Dylan y Jimi Hen-
drix». A pesar del poco entusiasmo de la población local por su herencia musi-
cal, Miller y Martin Gore compartían un fervoroso interés por varios pequeños
sellos alemanes, especialmente por el berlinés Atatac.
Mientras tanto, los primeros frutos de estas nuevas sesiones en Hansa fueron
«People Are People», editada como su décimo single el 12 de marzo, dos días
después de acabar una gira de cinco fechas por España e Italia, en la que Gore
advirtió: «¡En España, todos nuestros discos llevaban una pegatina que decía
“Dance Music!”». «People Are People» se convirtió en su mayor éxito hasta la
fecha, llegando a la cuarta posición en las listas británicas, y aguantando tres se-
manas en lo alto de las listas alemanas. «No creo que en Gran Bretaña experi-
mentaran alguna vez la histeria que les rodeaba en Alemania —afirma Bamon-
te—. Recuerdo, incluso, que uno de los más importantes programas de la
televisión alemana usó la canción para su cobertura de los Juegos Olímpicos en
1984. De la noche a la mañana, no podían andar por las calles de Berlín sin ser
acosados.»
La edición americana de «People Are People» le proporcionó a la banda su
primer éxito al entrar en el Top 40 y escalar posiciones hasta el número 13.
«Queríamos un sonido más duro en “People Are People” —comentó Gahan,
que estaba empezando a evitar algunas comparaciones con la música industrial—.
Por aquel entonces Daniel iba a fichar a Test Department, pero nosotros no nos
habíamos detenido a escucharles; en cualquier caso, Test Department y Neubau-
ten estaban más metidos en el rollo artístico, y lo nuestro eran las canciones.»
«People Are People» es una canción muy inmediata y pegadiza, distinta al es-
tilo de «Just Can’t Get Enough» por el sonido robusto tanto en la producción
como en los ritmos. «Éramos conscientes de que el single estaba bastante cerca
de las canciones disco —dice Wilder—, y nosotros no queríamos parecernos en
absoluto al resto de grupos.»
De todas formas, la letra de Gore (completamente atípica en comparación al
resto del disco), hablaba sobre «todo tipo de diferencias entre la gente, no sola-
mente de racismo», y bordea lo anodino, especialmente con el inquietantemen-
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te memorable: «People Are People, so why should it be / You and I should get
along so awfully» (Las personas son personas / ¿Por qué, entonces / Tú y yo nos
llevamos tan mal?). El compositor también flirtea con la introspección en «Ayú-
dame a entender lo que hace que un hombre odie a otro hombre». Para algunos,
esto era demasiado, para otros un frágil y vulnerable gancho. Wilder defiende las
palabras de Gore, apuntando que «People Are People» está lleno de sentimien-
to. «A veces encuentro las letras de Mart demasiado simples, pero están llenas de
sentimiento, ya sabes. Escribe sobre cosas que le importan. Ése es una arte difí-
cil, y él es muy bueno en ello.»
Ninguno de los miembros de Depeche Mode habló en defensa del vídeo pro-
mocional, en el que los miembros de la banda andaban alrededor del barco béli-
co HMS Belfast, utilizado en la Segunda Guerra Mundial, simulando tocar unos
instrumentos musicales. Era una especie de alegato antibélico. El vídeo no es
muy memorable, pero la canción es lo suficientemente sólida como para que
trascienda el efecto visual. Además, la remezcla de Adrian Sherwood, productor
de los respetados On-U-Sound, le dotó de una credibilidad añadida.
El éxito de «People Are People» colocó a la banda en un estado de subidón
perpetuo, registrado por Daniel Miller en sus grabaciones privadas de Super 8.
En este momento álgido de su carrera, no se evidenció ninguna tensión profun-
da o severa entre las diferentes personalidades de los miembros de la banda. Wil-
der reconoce: «Creo que todos consideramos aquella etapa en Berlín como una
de las más emocionantes. En el estudio compartíamos un mismo sentimiento de
participación y nos divertimos muchísimo en Alemania ya que, a causa de la po-
pularidad de la que gozábamos allí, siempre teníamos a un montón de fans alre-
dedor. La gente siempre quería llevarnos a sus clubes. Aparecíamos en televisión
todo el tiempo, y muchas veces coincidíamos con otros grupos ingleses como
Frankie Goes To Hollywood y Spandau Ballet. Terminábamos compitiendo por
quién aguantaba más bebiendo y nos reíamos un montón juntos.» De hecho, du-
rante una entrevista en 1984 (en riguroso contraste con su visión actual) Wilder
se presentaba a sí mismo como «… el agente confidencial del grupo; si alguno
de ellos tiene un problema, vienen a mí.» Esto no quiere decir que yo sea el jefe
del grupo. Soy bastante susceptible para eso. Martin Gore es quien está a cargo.»
Algunos amigos de la banda opinan que hubo períodos en la carrera de De-
peche Mode en los que Gore y Fletcher se abrían a Wilder y le contaban todos
sus sentimientos íntimos. También hubo momentos en los que la pareja de Ba-
sildon sentían que el sagaz pero hosco Wilder era imposible de descifrar, frus-
trantemente reservado y muy bueno en ocultar sus auténticas emociones al res-
to del grupo. «En muchos sentidos, Alan es un solitario natural», dijo un
espectador. «Él era el oyente tranquilo que podía escuchar lo que los demás tu-
vieran que decir, pero él siempre se guardaba sus pensamientos para sí. Nadie sa-
bía qué estaba pasando por su cabeza.»
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pasamos siete días mezclando la pista “Master and Servant”, y al final dejamos, ac-
cidentalmente, la caja de la batería fuera de la mezcla. Esto demuestra que a ve-
ces nos pasábamos de listos. Simplemente no fuimos capaces de escuchar el tema
como un todo. Daniel es un perfeccionista, y yo no creo que eso sea algo negati-
vo, pero no hay duda de que Martin se aburriría como una ostra en situaciones
así. Era una pesadilla para él sentarse al fondo de una habitación para escuchar
cómo alguien daba vueltas y vueltas a un sonido durante horas».
En junio, Depeche Mode se permitieron una distracción de su trabajo en el
estudio tocando en un festival junto a Elton John en el Suedwest Stadium en
Ludwigshafen. John se pasó 45 minutos sentado en unas escaleras, hablando con
Gore y felicitándole por sus composiciones. Después, el 20 de agosto de 1984, la
banda publicó el himno «Master and Servant» como nuevo single, acompañado
por «(Set Me Free) Remotivate Me» en la cara B. Gracias al sonido sibilino y re-
pentino de Daniel Miller con el que se abría el disco, y los hipnóticos ritmos fre-
néticos que contenía, conquistaron la sexta posición en las listas británicas y cua-
tro puestos más arriba en las alemanas. La utilización de la imaginería sado-maso
(sadomasoquista) por parte de Gore como metáfora de la vida (especialmente el
servilismo en el trabajo, la impotencia bajo la autoridad del gobierno y el poder
perpetuado en las familias) quedó inmediatamente establecida con la introduc-
ción a gritos de «It’s a lot like life». Mucha gente la interpretaba como una pura
canción sado-maso y sus teorías parecían encajar a la perfección cuando, duran-
te el año siguiente, Gore se transfiguró en un clon del típico cliente fetichista de
los clubes.
La creciente afición de la banda por el cuero negro imprimió una identidad
más agresiva al trabajo de promoción del nuevo single. Gahan se sentía mucho
más identificado con esta nueva imagen de la banda, a pesar de que el flequillo
oxigenado del cantante nunca fue muy bien recibido: «Cuando empezamos, lle-
vábamos cuero, básicamente al estilo gay. Así iban la mayoría de nuestros ami-
gos. Era nuestra mejor imagen. Gradualmente regresamos a él. Es una buena
imagen, una imagen fuerte y poderosa. Aunque realmente no es una imagen
como tal, queda bien, y es el tipo de ropa que llevamos siempre».
Wilder también se apuntó al cambio, con un divertido John Foxx percatán-
dose de la transformación de Alan en todo un rocker. «Me interesó muchísi-
mo la forma en la que Depeche Mode se reinventaron —dice el líder de Ultra-
vox—. La forma en la que Alan Wilder se convirtió en una especie de Bob
Dylan con una chaqueta de motero... Se conviertieron en unos jóvenes serios,
y evitaron su destino exclusivo de chicos electrónicos.» Gahan empezó a lla-
mar «Slick» a Wilder.
Gore fue quien llegó más lejos en la experimentación con el vestuario, ma-
quillaje y joyería. Perfeccionó un estilo en el que mezclaba sus rasgos inocentes
y su escuálido cuerpo con correas fetichistas de cuero, trajes, carmín, y collares
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Martin Gore después de descubrir Berlín, la literatura europea y la «cultura del cuero».
© London Features
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con pinchos. Mitad ángel, mitad gótico; al mismo tiempo sexual, femenino y ri-
dículo, Gore ganó un montón de nuevos fans al permitir al público proyectar sus
propias fantasías sexuales en él, aunque ésa no fuera su intención. Durante los
conciertos, se mantenía discretamente apartado en la parte trasera del escenario
durante la mayor parte de la actuación, saliendo solamente a la luz para su nú-
mero en solitario, «Somebody».
Gore reconoció la influencia de los clubes sado-maso, tanto de Londres como
de Berlín, en su nueva imagen. «Encontraba la atmósfera de aquellos clubes muy
agradable. Estoy seguro de que pillé un montón de ideas frecuentando aquellos
lugares. Quizás tenga que ver con mi aversión hacia la normalidad. Siempre he
pensado que la típica imagen de macho es realmente aburrida.» De forma in-
consciente, quizás también quería acentuar el contenido sexual de sus composi-
ciones, en un momento en el que su nueva relación le servía de fuente de inspi-
ración, señalando que «el setenta por ciento de nuestras canciones hablan, o
tocan el tema del sexo. Personalmente, me deja estupefacto cuando hablo con la
gente y lo consideran una cosa secundaria en la vida. Para mí, no es algo que sea
tan secundario».
A medida que aumentaba la confianza de Gore en la banda, comenzó a dis-
frutar cambiando el estatus pop de Depeche Mode: «Nos encontramos en una
posición en la que podemos influir en la gente en cierto grado; no haciendo que
todo el mundo se pongan una falda, pero sí abriendo la mente de la gente a otras
cosas, especialmente a nuestro público más masculino. Un montón de gente
piensa que soy gay, cosa que no me ofende ni me preocupa lo más mínimo. La
gente puede pensar lo que quiera».
No obstante, Gore también hizo de su intercambio de ropa con Christina una
especie de broma sexual vodevilesca, deleitándose de forma extremadamente tea-
tral en esa etapa y en sus atuendos de club con el ostentoso entusiasmo de un fan
del glam adolescente. Wilder criticaba esa imagen de apariencia frágil, como si
de una Lady Stardust se tratase: «Martin disfruta cuando pasamos por las adua-
nas, y le preguntan si quiere ir a la cabina de hombres o de mujeres para ser re-
gistrado. Cuanto más te ríes de la vestimenta de Gore, más escandalosamente
tratará de vestirse. Es muy terco en eso».
Además, el travestismo de Gore era, en cierta forma, agradable; no trataba de
parecer excesivo o auténticamente extraño: «A veces, cuando compro un nuevo
complemento o una nueva prenda, y me lo pongo por primera vez, se ríen de mí
con comentarios del tipo “¡Cómo puedas llevar eso!”», señala Gore. «Como
cuando me compré unas mallas elásticas. Eso es lo único que he comprado re-
cientemente, aparte de un traje o dos, nada excepcional.»
Desde luego, los medios británicos se despacharon a gusto especulando sobre
el género de Gore; y con el tiempo, le forzaron a rechazar esta fase declarando
cosas como: «… fue algo insignificante. Perdí totalmente el sentido de la pro-
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98 Depeche Mode
los enfermos y de los que estaban a punto de morir. La persona que encabezaba
la lista era seguro que iba a morir, pero aun así, todo el mundo se afanaba en
agradecer a Dios que llevara a cabo su última voluntad. Todo eso me parecía muy
ridículo y extraño, alejado totalmente de la vida real.» Musicalmente, «Blasphe-
mous Rumours» sigue siendo una de las canciones más escalofriantes del grupo.
Una línea de sinte se abre paso entre una rechinante percusión metálica y unos
escalofriantes efectos de sonido, que van desde el ruido que produce una tijera al
cortar hasta el crepitar de los insectos. La canción también incluye un interludio
en el que se oye algo así como una caja de música, un precioso sonido que en este
contexto adquiere una cualidad bastante inquietante.
Prácticamente, la única voz discrepante fue la de David Quantick, del NME:
«Some Great Reward, contiene demasiados intentos fallidos por demostrar bue-
nas ideas. Debería ser un rival inteligente en las listas, una mezcla de clase co-
mercial y manipulación sutil de lo poco convencional, pero no lo es. Depeche
Mode es uno de los pocos grupos que puede sentirse orgulloso de ser un “gru-
po pop”. Es simplemente que deberían ser mucho mejor». Quantick también se
muestra escéptico por la mezcla de pop y sonido industrial y dice que «… fra-
casaron en el intento de crear algo a partir de los dos estilos, aparte de añadir
morralla sonora».
La gira otoñal de 29 fechas fue la más importante llevada a cabo por Depe-
che Mode hasta el momento. Cuatro de ellas fueron actuaciones en el Ham-
mersmith Odeon con todas las localidades agotadas. La puesta en escena fue di-
señada por un nuevo aliado, Jane Spiers. Consistía en un fondo alto, cuatro
rampas, dos en el centro y una más a cada lado, de modo que Gahan podía lle-
gar al fondo del escenario mientras arrastraba o hacía volar en el aire el pie de
micro. El efecto general, de una sobriedad absoluta, con tubos fluorescentes a
lo largo de la parte frontal, y algunas partes de la estructura moviéndose con
suspensión hidráulica, le daba a la puesta en escena un aire a Encuentros en la Ter-
cera Fase. A lo largo de los teclados caían unas planchas metálicas, aunque Wil-
der admite que «eran unos patéticos trozos de hierro ondulado y parecía un
poco estúpido. De vez en cuando yo los golpeaba, pero nosotros no éramos
exactamente unos Neubauten. Lo hacíamos de una forma tan pretenciosa que
acabamos produciendo risa».
El estilo de Gahan sobre el escenario se estaba volviendo cada año más exa-
gerado. Era jaleado frecuentemente por la audiencia cada vez que se recogía ha-
cia arriba las mangas de sus chaquetas o se giraba contoneándose. Al público le
encantaba.
A finales de octubre, Mute editó «Blasphemous Rumours» como tercer sen-
cillo del disco, acompañado por un vídeo promocional filmado durante la recien-
te gira. Las emisoras de radio se amedrentaron por el contenido desafiante de la
canción, y el single se quedó atascado en el número 16, a pesar de haber sido pre-
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seis:
«Dressed in Black Again»,
1985-1986
«Todo lo relacionado con Depeche Mode crecía año tras año; era un creci-
miento gradual, constante», dice su amigo y asistente Daryl Bamonte, quien fir-
mó como colaborador a tiempo completo con la banda en 1984. «Recuerdo que
en enero o febrero de 1985, Dave Gahan se pasó por mi apartamento, y me dijo
que en tan sólo una hora se habían agotado las 5.000 entradas puestas a la venta
para su concierto en el Hollywood Palladium. En ese momento comprendimos
que se estaban haciendo realmente grandes. Parecía que el efecto dominó seguía
haciendo su curso, y ahora había caído Estados Unidos. Para celebrarlo toma-
mos una cerveza y vimos The Hill en la tele de Dave.»
El 14 de marzo, Depeche Mode dio inicio a una gira de trece fechas por Es-
tados Unidos y Canadá en el Warner Theatre de Washington DC. La noche si-
guiente tocaron ante 2.000 seguidores en el teatro Beacon de Nueva York, segui-
do de llenazos en el Bronco Bowl de Dallas y el Irvine Meadows de Laguna Hills,
California. El éxito de «People Are People» el año anterior había reimpulsado a
la banda en Estados Unidos, tras el fallido Construction Time Again, a pesar de que
«Everything Counts» era una canción popular en las emisoras universitarias.
A través de los años, cultivaron, de forma gradual, una masa de seguidores de
culto gracias al apoyo de la emisora de radio K-ROQ de los Ángeles, la cual ha-
bía estado radiando sus discos desde 1981. Hacia 1983, la emisora tenía una au-
diencia estimada de 1,3 millones, con una media de 115.000 oyentes en cualquier
franja de quince minutos. K-ROQ también apoyaba a los grupos electrónicos
como OMD, Pet Shop Boys y la propia reinvención americana del electro-pop,
el dúo Sparks. Pero Depeche Mode estaban pasando a otro nivel. Richard Blade,
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Gahan también flirteó con las mechas rubias, al más puro estilo ochentero .
© London Features
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pienso que Martin está haciendo todas las cosas que yo hacía a los dieciséis años
—se jactó Gahan—. Todo ese rollo sobre el hastío es exactamente la actitud que
yo tenía a esa edad. Iba a los clubes con gente mucho mayor que yo. Me ponía
toneladas de maquillaje y ropa extraña.
»Pero ahora, si voy a un club, lo único que intento es pasármelo bien, no des-
melenarme. Adiós a todo eso. Se acabó desmelenarse, a menos que te pase algo
extraordinario. Pero Martin dice que odia salir a la calle y sentirse normal. En el
momento en el que se ve envuelto en una situación normal, se asusta.»
El intuitivo Chris Carr señala que «Dave se siente inseguro en su relación con
Martin. Martin puede ser un capullo, pero también es un inocente. Además, hace
las cosas de tal forma que no hace daño a la gente. Creo que encontrarás muy
poca gente que haya compartido alguna experiencia con Martin Gore y te hable
mal de él. Dave está constantemente cambiando o respondiendo a situaciones,
mientras que Martin va directo al grano».
Entre tanto, Andy Fletcher y su novia Grainne se trasladaron a un nuevo
piso en Londres. Andy lo describió como «una caja de cartón con montones
de plantas». Alan Wilder: «Fletch ha comenzado a invertir en cosas como bo-
telleros y cosas así, ¿tiene algún sentido? Incluso tiene un par de libros sobre
cuidado de plantas». De todas formas, siempre que Gore estaba por la ciudad
salía con su colega a emborracharse. Gahan pensaba que todo aquello eran co-
sas de «críos». «Fletch es mi mejor compañero de juergas», dijo un sentimen-
tal Gore.
Todos ellos, incluido el solitario Alan Wilder (quien estaba viviendo en Lon-
dres con Jeri, su novia durante los últimos cinco años), se reunieron para una
nueva sesión de grabación, durante la que completaron «It’s Called A Heart» en
los Genetic Studios, propiedad del ex productor de The Human League, Mar-
tin Rushent. Gore explica con estas palabras el que fue posiblemente su single
más flojo: «… habla sobre la importancia del corazón en un sentido mítico,
como la parte del cuerpo en donde se supone que se origina el bien y el mal. No
estoy seguro de creer en ello, pero es una bella idea». El grupo había decidido
publicar una rítmica pista de baile, y esto fue lo más cerca que estuvieron de ello.
Desafortunadamente, es una canción con muy poco carácter, y tras alcanzar el
número 18, el single fue rápidamente olvidado por la banda y su púbico.
«It’s Called A Heart» fue la única canción nueva en su primer recopilatorio,
The Singles 81-85, que alcanzó la sexta posición en otoño de 1985. De forma ine-
vitable, esta publicación animó a los críticos a hacer un balance de la carrera de
la banda hasta la fecha. Alguien dijo que el álbum era «un feroz ataque al públi-
co comprador de discos británico, que se veía obligado a aflojar la pasta»; mien-
tras, Stuart Maconie del NME, reconoció el pleno derecho de Depeche Mode a
proclamarse como una gran banda de singles de los primeros ochenta: «A medi-
da que se suceden las canciones, te das cuenta de por qué todas fueron éxito, to-
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das ofrecen un curso en miniatura de cómo “hacer” buen pop, y, además, todas
son diferentes; desde la ingenua pero competente consumada pieza de Casioto-
ne juvenil “Dreaming of Me”, hasta la sombría extravagancia gótica de “Shake
the Disease”. La verdad hablaba por sí misma. Si escuchas el desarrollo de su ca-
rrera de esta forma, comprimida en gotas de excelencia y engarzadas juntas como
perlas, la verdad te impacta. Depeche Mode son uno de los grandes exponentes
de canción pop de todo el planeta».
Durante la grabación de «It’s Called A Heart» y el trabajo promocional que
siguió al álbum recopilatorio, el grupo comenzó a ofrecer los primeros signos de
distanciamiento. Algo que no había pasado en los 18 meses anteriores. En los po-
los opuestos se encontraban Gahan, casado y deliberativo, y Martin Gore, un de-
cadente residente berlinés, que absorvía las nuevas influencias, tanto en su vida
privada como en sus composiciones. Danny Nelly, del NME, sacó en conclu-
sión. «Berlín ha sido importante y positivo para Martin Gore, ya que le ha vuel-
to más sociable y más seguro de sí mismo y, además, ha estado expuesto a un
montón de música que es seguro que nunca hubiera escuchado en Radio Basil-
don. Todo ello le ha hecho mejor compositor. Así que, aunque sea difícil creer
que la transformación del estilo de vida Martin haya ayudado a la cohesión in-
terna de Depeche Mode, en cierta forma también le ha beneficiado.»
El proyecto de «Best of» les reunió en un momento extraño, un tiempo en el
que reconocieron no tener ni idea sobre la dirección que debían tomar para el si-
guiente disco, especialmente después de la decepción que supuso «It’s Called A
Heart» tras el subidón creativo de Some Great Reward. «Si alguna vez pensamos
en disolver la banda, fue a finales de 1985», dice Gahan, quien estaba luchando
para conseguir que el grupo tomara una dirección más arriesgada y ambiciosa.
«Nos encontrábamos en un período de confusión. Discutíamos constantemen-
te. Acaloradamente. No estábamos realmente seguros de adónde ir después de
Some Great Reward, así que decidimos bajar el ritmo. Pero eso nos dejó mucho
tiempo disponible y en muchas ocasiones acabábamos discutiendo. A veces me
parece mentira que hayamos salido indemnes de aquel período, ya sea con la
banda o con nuestra salud mental.»
Gore no pudo aguantar toda esa tensión y decidió desaparecer durante unos
días. Acabó en la casa de un amigo que hizo en un intercambio escolar, en una
parte rural de Alemanía, a 150 kilómetros al norte de Hamburgo. El compositor
pasó una semana allí, intentando relajarse, pero su objetivo no pudo cumplirse
ya que una caterva de adolescentes locales le seguía a todos lados: «Sí, se me fue
la olla —admitió posteriormente—. Todos aquellos problemas me descolocaron
un poco y me tuve que marchar unos días».
A finales de 1985, la banda comenzó a trabajar en el nuevo álbum en los es-
tudios Westside de Londres. Gore lo proyectó como «algo mucho más fuerte,
más duro y oscuro». Daniel Miller sugirió que grabaran el disco en una sesión
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continua de unos cuatro meses, incluida una estancia en el Hansa, Berlín. «Yo es-
taba muy influido por el director de cine alemán Werner Herzog —dice a modo
de explicación artística—. Hacía películas históricas, y la gente vivía realmente
los rodajes; era una forma muy intensa de trabajar. No teníamos ningún día li-
bre, y ése era un método de trabajo que me motivaba en aquel momento. En par-
te como resultado directo de todo eso, el disco estaba lleno de tensión.»
El coproductor del disco, el nervioso y enérgico Gareth Jones, recuerda:
«Dieciséis semanas son un largo período en un estudio de grabación. Es algo
bastante estresante. Decidimos hacerlo así, sin tiempo libre, porque queríamos
vivir el disco. De hecho, el único día libre que tuvimos fue cuando volamos de
Londres a Berlín. Trabajábamos los siete días de la semana. Fue una larga y ar-
dua experiencia. Hacer Black Celebration fue una tarea de titanes, y ahora, con la
experiencia que tengo, estoy seguro que nunca repetiría algo como aquello».
Chris Carr recuerda los días que pasaron en Hansa, en donde la gente se sen-
taba en cualquier sitio a fumar hachís. «Se consumió un montón de chocolate en
la cabina de control de Hansa durante la grabación del disco, aunque no creo que
las drogas influyeran necesariamente en la música. Pero de alguna forma contri-
buyeron al ambiente creado en el estudio, y quizás algo de todo ello se filtró en
la grabación. Hacia el final, el grupo ya estaba harto de pasar tantas horas entre
cuatro paredes, pero no querían abandonar el estudio porque estaban concentra-
dos en el trabajo o charlando y fumando mientras Gareth trabajaba. Dave se en-
contraba todavía en su fase de abstinencia, pero se reía un montón. Básicamen-
te nos tomaba el pelo a todos nosotros. Noté como Alan se abría bastante más.
No se solía mostrar muy abierto, pero durante aquellas sesiones de grabación
mostró una parte de él mucho más relajada. A veces Fletch se preocupaba cuan-
do las cosas comenzaban a divagar. Era el centro de las bromas de todos, pero en
este estadio aún era divertido. No fue hasta algún tiempo más tarde cuando co-
menzaron a ser más dañinas. Daniel actuaba como el controlador de calidad, fi-
jándose de forma general en la música.»
Aun así, Miller estaba percibiendo un cambio sutil en su aportación, ya que
Jones, Wilder y el compositor Martin Gore mostraban ocasionalmente su dis-
conformidad sobre los sonidos y la dirección de la agitada y densa producción
del álbum. «Alan se había convertido en un experto en técnicas de estudio, pero
creo que coincidimos en menos cosas durante la grabación de este disco que en
el pasado —confesó el dueño del sello Mute—. Parte del problema era que Mar-
tin aún no había decidido completamente de qué forma quería que sonasen sus
canciones. No era un álbum muy popero, y existía alguna preocupación sobre si
ésa era la dirección adecuada o si se debería hacer de otra forma. El cometido de
cada uno de nosotros se difuminó sobremanera durante la grabación de aquel
disco porque ahora Gareth estaba más involucrado en la producción. Estábamos
juntos todo el día, y estábamos comenzando a pisarnos nuestros diferentes co-
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metidos. Nunca nos había pasado esto antes, porque yo era quien solía hacer que
todo funcionase y les daba un montón de ideas. Desde mi punto de vista, Vince
era un apasionado del trabajo en estudio, algo de lo que carecía el resto de los
miembros originales del grupo. A ellos no les gustaba juguetear y experimentar.
Hacia el final de Some Great Reward y con certeza en Black Celebration, Alan co-
menzó a asumir el papel que yo solía cumplir en el estudio con anterioridad. So-
líamos quedarnos a trabajar hasta altas horas de la madrugada, mientras los de-
más jugaban al billar o leían los periódicos en la habitación de al lado. Eso dejó
mi posición menos definida, pero todavía tenía un gran peso en las decisiones.
Creo que eso generó un montón de tensión.
»Además de eso, nos estábamos volviendo locos de tantas horas encerrados
en la cabina de control, y yo debía llevar también la compañía de discos, así que
me levantaba muy pronto por las mañanas para atender al teléfono, haciendo lla-
madas a Londres. Todo aquello alimentaba mi propio estrés y, por supuesto, me
mostré algo nervioso en el estudio. Se supone que la música es algo emocional,
y en eso entra volverte un poco temperamental. Creo que es algo positivo. Si no
te involucras emocionalmente, no puedes conectar con ello.»
Chris Carr: «Daniel puede llegar a ser un tanto desconcertante. Durante un
minuto es muy tímido, y al otro se muestra testarudo e inconformista; ahora ge-
neroso, ahora hermético. Tiene una personalidad muy contradictoria. Nunca he
oído a Daniel decir “Eso no puede ser así” o “No puedes hacer eso”. Pero en su
relación con Depeche, ellos sentían que era estar con él, o contra él. Si ocurría
esto último lo volvían a considerar. Era más un hermano mayor que un padre».
Alan Wilder cree que parte de la claridad de opinión se perdió durante la
grabación del oscuro Black Celebration: «Cuando se añaden demasiadas voces a
una ecuación los problemas comienzan a aparecer. Yo no tuve una autoridad in-
mediata en el grupo, la adquirí en un largo proceso a través del tiempo. Tam-
bién era una cuestión de conocer a Daniel, algo que llevaba su tiempo; y des-
pués, se trataba de que Daniel delegara el control, más que el propio grupo, o
que yo supiera ganar terreno. Él dejó, de forma gradual, de revisar muchos as-
pectos relativos a la grabación de los discos. Probablemente fue un acto delibe-
rado; nos permitía tomar un papel más activo a medida que adquiríamos más
experiencia. Pero en este álbum fue un poco difícil porque supongo que nos en-
contrábamos en una fase de transición en lo que respecta al papel que debía de-
sempeñar Daniel en el estudio».
A modo de avance de lo que ocurriría en el futuro, el hito artístico y los ba-
jones personales experimentados por Depeche Mode hizo que Black Celebration
fuera uno de los mejores álbumes de su carrera, un absoluto cenit creativo en
1986. Las adversas condiciones de su nacimiento crearon una sensación de claus-
trofobia panorámica; como si el universo de una persona se hubiera comprimi-
do en un espacio muy pequeño. Es el equivalente sonoro a la película Das Boot
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«Stripped» como «una taciturna oleada musical que se instala en tu oído. Es per-
versamente tranquila, así que no trates de ponerte en pie tras escucharla». Este
comentario reflejaba ese carácter de himno que tiene la canción.
Uno de los aspectos más llamativos de «Stripped» es la introdución mecani-
zada, que suena como un motor acelerando junto a una vía de tren. De hecho, el
esqueleto completo de «Stripped» estaba basado en el sonido de una moto ra-
lentí, generado desde el original Emulator, y el zumbido de un bajo amplificado
a través de un cabezal Leslie. También se registraron otros sonidos, tales como
el arranque del Porsche 911 de Dave, y un montaje pirotécnico grabado por Ga-
reth Jones en el parking del estudio con su inusual disposición de microfonía. En
el caso de los fuegos artifiales, los micrófonos fueron instalados a distancias va-
riables y a diferentes alturas respecto a los cohetes, que se disparaban en los án-
gulos apropiados para crear un completo efecto de estéreo.
A veces, una canción originaba la concepción de otra. En este caso fue «Brea-
thing in Fumes», a la que se llegó acelerando la pista de referencia, y añadiendo
una nueva línea de bajo, nuevas voces y diferentes partes musicales. Se publicó
como cara B de «Stripped». Según Alan Wilder: «Ésta fue una adaptación bas-
tante radical para su momento, y quizás se convirtió en la avanzadilla del estilo de
remezcla que se haría común en la década de los noventa». De hecho, existían va-
rias remezclas en el maxisingle de «Stripped», incluyendo la primera contribu-
ción de Mark Ellis, más conocido como «Flood», quien se convertiría en un im-
portante colaborador de la banda en la década de los noventa.
«Las remezclas se idearon como una estrategia de marketing, y fueron promo-
vidas casi en solitario por ZTT y el “Relax” de Frankie Goes To Hollywood a
principios de los ochenta —recuerda Wilder—. La actitud de Depeche Mode fue
que teníamos que hacer remezclas simplemente para competir, aunque las cancio-
nes de Mode siempre se concibieron con la versión del LP en mente. Desde ese
momento, editábamos, o bien la versión de 7 pulgadas o la de 12. Elaborar la ver-
sión extendida implicaba ir pasando diferentes secciones ya mezcladas a una cin-
ta de dos pistas hasta que teníamos las suficientes piezas para editar la nueva ver-
sión. La edición de una cinta era un proceso bastante más farragoso, y llevaba
mucho más tiempo que los actuales métodos digitales. El mero hecho de que fue-
ra mucho más difícil crear una nueva versión diferente a la canción original con-
tribuyó probablemente al estilo de aquellas primeras mezclas, y en ello estribaba
gran parte de su encanto. Normalmente se hacían bastante rápido, cuando el
tiempo en el estudio comenzaba a agotarse al final de las sesiones de mezcla.
»En aquellos días se comenzó a encargar a otra gente la remezcla, ya que era
posible que tuvieran un acercamiento más fresco a la canción. Nosotros llegá-
bamos agotados al final de cada disco, así que nos venía bien encargárselo a
otros. De todas formas, habiendo escuchado los trabajos de algunas de las per-
sonas que se encargaban de las remezclas durante los últimos diez años, soy de
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Una de las cosas que Gore tenía más claras era que no quería que el álbum
Black Celebration se interpretara como el alegato de una banda revolcándose en
la miseria autoindulgente. «Sé que hay gente en Inglaterra que dice que somos
muy pesimistas, o maníaco-depresivos. Nosotros no lo vemos así. Simplemen-
te intentamos reflejar en nuestras canciones, de forma auténtica y realista, al-
gún tipo de sentimiento. Nos gusta pensar que nuestras canciones inducen a la
reflexión sobre la vida, más que la música que actualmente copa las listas de
éxitos. La mayor parte es música facilona. Lo que nosotros tratamos de hacer
es ofrecer un tipo diferente de música pop dirigida al gran público. Es por ello
que pasamos por el aro de las revistas de papel couché y los programas de te-
levisión. Pero eso no significa que nuestra música tenga que ser como la de
todo el mundo.»
Gore no fue inmune a la influencia literaria y artística de Berlín, su ciudad de
adopción. Es evidente que a mitad de los ochenta se estaba formando una serie
de escritores que estaban modelando su visión del mundo. «Estoy influido por
el existencialismo —dijo de forma un tanto pedante—. Probablemente esté tan
influido por Camus, Kafka y Bretch como lo estoy por las canciones pop. Todo
ello se trasladó a Black Celebration, en donde el elemento positivo es la idea de ce-
lebrar el final de otro día gris.»
Chris Heath, de Smash Hits, escribió: «Black Celebration no sólo presenta a unos
músicos algo raros y oscuros, ofreciendo episodios misteriosos y percusivos que
encuentran su acomodo en las dulces, frágiles y bastante siniestras baladas, sino
que también es la primera vez que no incluyen en un disco material de segun-
da categoría. Su mejor álbum hasta la fecha (8 sobre 10)». De hecho, el dulce fal-
setto de Gore aparece en cuatro baladas; la sensual y vulnerable «A Question of
Lust», la canción con piano «Sometimes», «It doesn’t Matter Two» y «World Full
of Nothing», que, en conjunto, establecen una fuerte influencia por parte de Kurt
Weill. La referencia de Heath a «los episodios misteriosos y percusivos» está muy
bien apreciada, particularmente en la sensual y concupiscente «Fly on the Winds-
creen», que incluye sonido ambiental utilizado como ritmo.
Sean O’Hagan, del NME, polemizó: «Continúan proporcionando una banda
sonora para los adolescentes que siguen la moda de lo sombrío: son oscuros, pero
ligeramente ridículos». Steve Sutherland, del Melody Maker, también se quejaba:
«Es deprimente, pero a favor de su dignidad personal y artística, Depeche han en-
tregado a cambio una contrapartida a cada cliché explotado: blanco por negro, luz
por amargura, melodía por cadencias aburridas… Black Celebration muestra a unos
Depeche más aprensivos, incluso, que en el desmoralizante Some Great Reward.
Unos tipos intentando parecer corrompidos, como vía de escape de la superficia-
lidad del estrellato adolescente». De todas formass, el recorrido de Sutherland in-
tentando encontrar un mensaje positivo se ve recompensado con «New Dress»,
la última canción del álbum, en la que Gore nos entrega una letra politizada: «Tú
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no puedes cambiar el mundo / Pero puedes cambiar los hechos / Y cuando cam-
bias los hechos / Cambias los puntos de vista. / Si cambias los puntos de vista /
Puede que cambies el voto / Y cuando cambias el voto / Puede que cambies el
mundo».
DJ Shadow, uno de los pioneros del hip-hop y de la cultura del sampleado de
finales de los noventa, cita Black Celebration como uno de sus discos favoritos de to-
dos los tiempos. «Siempre fueron el único grupo, fuera del hip-hop, con el que
realmente me sentía identificado —confiesa—. Siempre parecían estar hacien-
do música interesante, bien planeada. Parecía que tenían la habilidad de utilizar
todos los instrumentos que querías escuchar en un determinado momento,
construyendo las pistas realmente bien, de manera que siempre te quedabas es-
perando lo que venía después. Es muy difícil hacer eso, y ellos nunca te decep-
cionaban.
»Sé que no tienen el mismo respeto en Reino Unido, pero supongo que yo
no tengo los mismos lastres culturales. Las cosas se ponen de moda y desapare-
cen después, pero Depeche están por encima de ellas. Intento no prestar aten-
ción al clima musical cuando sale algo. Estoy más interesado en la música en sí
misma, y supongo que fueron Depeche Mode quienes hicieron que me interesa-
ra por la música hecha con sintes. Creo que tienen una asombrosa obra.»
La primavera de 1986 también fue testigo del inicio de la gira de Black Cele-
bration, una importante gira concentrada en lugares de gran aforo. Las 13 fechas
incluían dos noches en el Wembley Arena, dos en el NEC de Birmingham, el
SECC de Glasgow, el Brighton Conference Centre y el Whitley Bay Ice Rink.
Jane Spiers, la diseñadora del espectáculo, hizo construir la estructura del esce-
nario inspirándose, aunque de forma bastante libre, en la película-documental de
Leni Riefenstahl sobre los Juegos Olímpicos de 1936; aunque también incluyó
unos grandes globos que se inflaban al inicio de cada concierto, para después ser
desinflados y plegados. Estaban pintados con pintura fluorescente y ultravioleta,
al igual que los pies del micro y otras partes del decorado; así que, en determi-
nados momentos, todas las luces se apagaban, quedando a la vista tan sólo los lu-
minosos. También se proyectaban imágenes detrás de la banda. «Realmente fue
algo muy efectivo —recuerda Daryl Bamonte—. Creo que la idea era que, te-
niendo parte del decorado con elementos inflables, haría más fácil su traslado al-
rededor del mundo, pero lo que no se tuvo en cuenta fueron los malditos pin-
chazos.» A pesar de las buenas intenciones, a veces, la cortina del escenario
tampoco caía.
El público que iba a sus conciertos estaba formado por un montón de segui-
dores que había crecido con la banda, pero cada vez atraían más a grupos de gen-
te más convencionales, predominantemente masculino, grupos de gente que
buscaban ver un gran espectáculo. «Superado el rollo del mercado adolescente
al que, en principio, querían dirigirles, a mediados de los ochenta ya tenían un
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grupo auténtico de seguidores, un grupo formado por todo tipo de gente —re-
cuerda Daryl Bamonte—. Creo que es un signo de su atractivo general. Es ex-
traño cuando ya no conectas con aquellos fans maquillados, y de repente eres es-
cuchado por contratistas y agentes inmobiliarios. Nunca me hubiera imaginado
que las faldas de cuero de los ochenta no provocaran el rechazo de ese tipo de
gente, pero quizás estuvieran entrando en contacto con su parte femenina.» A
Martin Gore le dio por cantar la canción «A Question of Lust» vestido con un
divertido traje de pantalón corto, decorado con tachuelas, hebillas, un liguero y
calcetines negros.
Carr también recuerda un público mayoritariamente masculino en estas gi-
ras. «Tienen un público muy fiel. Nunca perdieron el contacto con su tierra, con
Essex básicamente. En uno de los momentos cumbre de la gira de 1986, recuer-
do con sorpresa una imagen del Wembley Arena. Veía cómo Dave Gahan or-
questaba al público con tal pericia, que si les hubiera dicho: “Vamos a desvalijar
el Wembley” lo hubieran hecho. Recién llegados de Berlín, era como aquellos
mítines en los que se podía sentir el poder sobre la gente.»
John Foxx: «A mí no me sorprendió que Depeche Mode comenzaran a tocar
en grandes recintos porque yo ya contaba con que el pop hecho con sintetizado-
res se iba a convertir en una parte importante en la música pop. Aunque sólo
unos pocos lo consiguieron. Ellos siempre tuvieron un buen asesor en esa mate-
ria: Daniel Miller. Creo que esto marcó una gran diferencia. Es honesto, inteli-
gente, coherente, y tiene vista. Ésa es una rara combinación. Te puedes conside-
rar un afortunado si no tienes a un mánager que no intenta estafarte».
John Peel, el locutor de Radio 1, hizo la crónica de uno de los conciertos del
Wembley Arena a mediados de abril de 1986: «Durante la primera canción, “Black
Celebration”, cayó el telón y dejó al descubierto a la banda y a un agradable y or-
denado escenario con reminiscencias del estilo japonés. Los músicos y los sinteti-
zadores estaban montados sobre unas pequeñas plataformas, dejando a su cantan-
te, Dave Gahan, un considerable espacio de escenario por el que deambular.
»Visualmente es la historia de cuatro cortes de pelo. El de Gahan es negro,
angular, inflexible. Alan Wilder es el rebelde del rock’n’roll, engominado y con
tupé, mientras que Martin Gore es el fetichista post-punk, con un vigoroso cor-
te de pelo de los años 30 y sus tiras de cuero cruzadas por el pecho, minifaldas
negras y pantalones de cuero. Andy Fletcher parece uno de los presentadores de
moda de la televisión: elegante, moderno, exhortando al público para que dé pal-
mas. La música, íntegramente electrónica, te logra enganchar más fuertemente
de lo que hubieras imaginado escuchando sus discos. Dejé el Wembley sintién-
dome un fan».
En la gira de Black Celebration, la afición del grupo por la bebida impactó a un
pequeño número de personas que aún los imaginaban como unos dulces y jóve-
nes chicos de Basildon. Bamonte: «La gente de Harvey Goldsmith se quedó un
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poco desconcertada cuando los vieron. Tenían una capacidad asombrosa para re-
cuperarse de las borracheras, y nunca habían tenido que suspender un concierto
o una aparición en televisión. Era una gran banda a nivel mundial, todo comen-
zaba a ser accesible para ellos, y todavía ninguno de ellos había permitido que eso
afectara a su trabajo. Podían estar toda la noche fuera, pero sabías que serían
puntuales, fuera lo que fuera lo que tuvieran que hacer. En esas circunstancias,
¿para qué restringirte? Trabajar con ellos alrededor del mundo era como una
gran fiesta, eso incluía a todos los asistentes. Todo el mundo quería trabajar en
las giras de Depeche Mode porque tenían la fama de ser muy divertidas, y cui-
daban muy bien a su personal. He pasado por diferentes fases con los miembros
del grupo, pero a mediados de los ochenta, Dave y yo éramos, sin duda alguna,
una pareja inseparable para cometer las peores fechorías».
El reflexivo Chris Carr, quien trabajaba en la campaña de prensa del álbum,
apunta: «Dave solía ser bastante sobrio en su vida privada. Pero, de todas formas,
fue diferente en la gira de Black Celebration. Eso formaba parte de su personalidad
de Jeckyll y Hyde, el subidón de adrenalina sobre el escenario y la excitación de
la banda al llegar a una mayor audiencia; naturalmente, se hace muy difícil con-
trolar todo eso. Hacia el final de aquella gira, era habitual que se fuera de fiesta
con algunos miembros del personal. Tanto él como Martin superaban el miedo a
través de la diversión. Todos los miembros del grupo estaban siempre preparados
para pasarlo bien, y en parte, era una forma de sobrellevarlo. Nadie se dio cuen-
ta en Inglaterra, pero se habían convertido en una banda enorme, con todas las
presiones que eso conlleva. Hay que recordar que eran una democracia; no exis-
tía un líder tras el cual ocultarse».
Chris Carr también recuerda que durante aquella gira, Depeche Mode pare-
cían mayores, más maduros: «Incluso su aspecto estaba empezando a modificar-
se bastante. Ahora vestían grandes abrigos, montones de cuero negro. Estaban
creciendo». (A modo de curiosidad, un jovenzuelo de 22 años llamado Jonathan
Kessler se unió a la gira como contable; posteriormente se convertiría en el pri-
mer mánager en la historia de la banda.)
En abril de 1986, poco antes de que se marcharan de su país para emprender
una gira de 24 fechas en grandes recintos europeos, publicaron un segundo sin-
gle de Black Celebration. «A Question of Lust» alcanzó una modesta vigésimo oc-
tava posición en las listas británicas, pero en Alemania fue Top 10 al conseguir
escalar hasta la octava posición. Según Alan Wilder, la canción incluye «un so-
nido de castañuela creado lanzando una pelota de ping pong sobre una mesa y el
tañido de una cuerda procedente de un instrumento tradicional húngaro similar
a la cítara (también usado en “Master and Servant” y “People Are People”)».
«A Question of Lust» era una de las canciones que presentaba el falsetto de
Martin Gore a la voz principal. Según Wilder: «Normalmente era bastante fá-
cil saber quién iba a cantar según qué canción. En términos generales, la voz de
Martin tendía a encajar en las baladas, y la de Dave en las canciones más áspe-
ras». El vídeo promocional fue dirigido por Clive Richardson en Dublín, Irlan-
da, durante la gira de Black Celebration. También se había ocupado de vídeos an-
teriores, incluyendo «Everything Counts» y «Blasphemous Rumours».
Aparentemente, la canción «A Question of Lust» era una de las favoritas de
George Michael, quien planeó hacer una versión, aunque nunca se ha publica-
do. Steve Sutherland, del Melody Maker, escribió de ella: «… es bellísima, una
gema vocal al estilo del mejor Almond engarzada en un sencillo código electró-
nico digno de The Human League». Smash Hits pensó que la canción era una
gran broma: «Una vez que los oscuros ruidos metálicos de la introducción se
desvanecen, nos presentan una etérea melodía con una voz jadeante que canta
sobre el amor; no sobre “lust” [lujuria], palabra empleada tan sólo para rimar
con “trust” y “dust”. Bella y melancólica, pero completamente carente de sus-
tancia. Toda una estafa».
Depeche Mode llegaron a Oslo el 24 de abril para el comienzo de su gira eu-
ropea y, tras sus conciertos en Escandinavia, tocaron mayoritariamente en gran-
des estadios de Alemania. Daryl Bamonte recuerda: «A partir de esta gira, pare-
ce que comenzaron a desembarazarse de su asociación al pop adolescente, y se
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los metió en el saco de bandas como The Cure. En Europa comenzaron a atraer
a un público más duro, más gótico. Y eso que la prensa alemana y holandesa ya
no se hacía mucho eco del grupo, pero no les importaba. Ellos siempre han sido
populares sin necesidad de estar de moda».
Casualmente, The Cure, un grupo que estaba mucho más de moda en Gran
Bretaña, eran admiradores de Depeche Mode. El cantante de la banda, Robert
Smith, declara con entusiasmo: «Creo que tienen bastante estilo. Desde el uso
innovador de sonidos inusuales, pasando por su insólita forma de yuxtaponer las
emociones líricas con la precisión musical, hasta su imagen visual reconocible al
instante, son un grupo increíble. Una banda única. ¡Y además han compuesto
canciones fantásticas!».
El 1 de junio, menos de una semana después de finalizar la gira europea, De-
peche Mode abrió su tour por Estados Unidos y Canadá en el Boston Wang
Center. Fue otra gran gira consistente en 29 fechas que incluían tres noches en
el Radio City neoyorquino y dos en el Irvine Meadows de Laguna Hill. Tam-
bién tocaron en la Red Rock de Denver, popularizada por U2 desde que actua-
ran allí a principios de los ochenta. «Había una sentimiento de celebración en
los conciertos. La gente que abarrotaba los estadios cantaba cada una de las pa-
labras de las canciones —dijo Gore—. Creo que la mayoría de la gente que se
sabe las canciones, las entiende, y cuando vienen a los conciertos es como una
especie de celebración.»
La afición de Gore por las grandes fiestas quedó patente cuando algunos de
sus viejos amigos de Basildon volaron con ellos para asistir a algunos de los con-
ciertos americanos. Alan Wilder: «Era curioso que fueras a tocar en un remoto
lugar como Austin, Texas, y que de repente, aterrizara un avión cargado de albo-
rotadores de Essex. Martin y Fletch les pagaban todo al Gran Ray o al Gran John
para que pudieran salir; a todos ellos se les conocía como “Gran algo”. Dave no
soportaba a toda esa gente. Creo que Dave tenía algo de aversión a Inglaterra en
general, y es por eso que, con el tiempo, acabara trasladándose a Estados Unidos».
Todo el grupo se divirtió de lo lindo en esta gira americana. Chris Carr re-
cuerda: «… pensamos que después de todo aquello deberían tomarse un largo
descanso y, gracias a Dios, decidieron hacerlo». Alan Wilder: «Cuando viajas al
extranjero, dejas que salga toda tu fanfarronería. La sensación de estar en una
ciudad que no es la tuya te vuelve un poco más provocador. Sin ningún tipo de
inhibición. Añade a eso el efecto de estar en una gran banda y tener las espaldas
cubiertas todo el tiempo. Creo que Ozzy Osbourne dijo que éste es el único tra-
bajo en el que se espera de ti que hagas lo que te dé la gana, y en el cual es muy
fácil vivir la vida. A las once de la noche abandonas el escenario sintiéndote com-
pletamente despierto, tan despierto como nunca lo hayas estado en tu vida. Des-
pués pasan un par de horas mientras te cambias y hablas tomándote una o dos
cervezas. Así que te dan la una de la mañana y quieres salir a pasarlo bien. Antes
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de que te des cuenta, te has pasado bebiendo toda la noche por ahí, son las siete
de la mañana, y sientes que la noche no ha hecho más que empezar, aunque eres
consciente de que te tienes que ir a acostar. Durante el transcurso de aquella gira,
los niveles de tolerancia subieron hasta el punto de que te pasabas toda la noche
bebiendo, y ni siquiera te sentías borracho. Ese estilo de vida se hizo habitual du-
rante las giras, y durante bastantes años, pero no parecía tan excesivo como de-
bería haber parecido».
Al margen de la euforia etílica, Wilder sentía que su relación con Martin
Gore era amigable, pero un poco superficial. «Martin fue siempre un gran be-
bedor. Cuando está bebido es exactamente lo contrario a la persona tímida que
es habitualmente, así que te puedes imaginar lo extremo que resulta. Dice y hace
las cosas más extrañas. A veces le da por saltar, y lo tienes que retener si quieres
hablar con él. Durante la noche es tu mejor amigo, pero a la mañana siguiente
vuelve a ser el Martin tranquilo de siempre. No recordará las cosas, no admitirá
haber estado juntos, y la unión se desvanecerá por la mañana. Las juergas de
Martin podían durar tres o cuatro días. Me gusta Martin un montón pero, ob-
viamente, tenía una necesidad de ser excesivo, tanto como Dave, pero de una for-
ma diferente.»
Chris Carr, que pasaba habitualmente tiempo con la banda durante las giras,
dice: «Tras una noche de fiesta, Martin volvía a mostrarse tranquilo. Pero ésa es
la otra cara de él. Solía aislarse en su habitación a escuchar música y, a veces, me
invitaba a escuchar algunos cedés con él. Siempre había una guitarra acústica por
allí, y a veces se ponía a tocar. Me parece algo divertido que en la mayoría de gi-
ras de grupos de rock en las que he estado, las guitarras se guarden hasta que da
comienzo cada concierto y, en cambio, Martin Gore sea el único tipo que conoz-
co que viaja con una guitarra estando en lo que la gente del rock llama banda de
sintetizadores. Llevaba su guitarra acústica allá donde iba; a su habitación de ho-
tel, en el autobús de gira, a todos los sitios. Y sin embargo, la decisión de meter
una guitarra en los discos se tenía muy en cuenta».
En cierta forma, las noches de libertinaje eran una distracción necesaria en
la monotonía de una larga gira. Gore reveló su condición anímica al respecto
de la gira de Black Celebration: «Cuando te encuentras en el quinto mes de gira,
dejas de disfrutar de cada noche. Llega el punto que puedes hacer las cosas de
forma mecánica, medio dormido. Cambio automáticamente el chip en el mo-
mento justo, sin ni siquiera pensar en ello. Es bastante aburrido, pero es algo que
les debemos a nuestros seguidores. Además, los conciertos siempre funcionan
muy bien. Nuestro público los adora».
Gahan, el único miembro de la banda que tiene que estar físicamente activo
durante los conciertos, se ha encontrado a veces al borde del colapso: «Después
de cada concierto me siento al borde de la extenuación. No hace mucho, dos
asistentes me tuvieron que llevar en volandas al vestuario. Tardo media hora an-
Depeche Mode def. 26/1/07 10:26 Página 122
tes de poder articular palabra. Pierdo varios kilos después de cada gira y, a veces,
me siento morir después de cada concierto. Hay un completo botiquín en el au-
tobús de gira».
El 15 de julio, tras su último concierto del Irvine Meadows, el grupo voló a
Japón para llevar a cabo tres actuaciones, en Osaka, Nagoya y Tokio. A éstas le
siguió una segunda gira europea consistente en ocho fechas en 12 días. Chris
Carr asistió a algunos de estos espectáculos y se percató del fanatismo de los se-
guidores del grupo en Europa, que, poco a poco, había ido en aumento desde los
primeros ochenta: «He visto cómo el público de todo el mundo corea cada can-
ción. He estado en la carretera con ellos, y he visto como en pequeños lugares
en los que teníamos, incluso, problemas para pasar con el autobús, llegábamos,
y en el estadio de fútbol de una pequeña ciudad se construía el escenario. Des-
pués, como de la nada, aparecían miles de chavales de todos los lugares, y yo me
quedaba allí, asombrado, porque se sabían toda la letra de las canciones. Ni si-
quiera había tiendas de discos por los alrededores. ¿De dónde salían todos estos
incondicionales?».
La actuación en el Copenhagen’s Valby Stadium el 16 de julio fue el concier-
to número 76, y último, de la gira. En la misma semana, publicaron la urgente
y desconcertante «A Question of Time», escrita bajo el punto de vista de una
menor, virgen, acosada por un hombre mayor. Gore: «La escribí sobre una per-
sona en particular. Punto final. No voy a decir más». Gahan nos lo aclara un
poco más: «Creo que se trata tan sólo de mirar, de observar. No creo que hable
de una persona en concreto, sino de qué es lo que le pasa a una chica muy ino-
cente cuando un tipo le pone las manos encima». La canción fue realzada por
un inventivo vídeo del fotógrafo alemán Anton Corbijn, que no era en absoluto
un gran seguidor de la banda, y tan sólo aceptó el encargo bajo la condición de
rodar algunas secuencias en Estados Unidos: «Yo pensaba que eran unos mari-
quitas —ríe el delgaducho y casi encorvado Corbijn—. No tenía ningún punto
de conexión con lo que hacían. A mí me apetecía rodar algo en Estados Unidos,
así que cuando, en 1986 me pidieron hacer el vídeo para “A Question of Time”
desarrollé la idea que tenía. Era como una road-movie en la que un tipo madu-
ro montado en una moto con sidecar conduce por la carretera y encuentra a to-
das esas chicas. No volví a saber nada de ellos hasta nueve meses después de aca-
bar el rodaje. Creí que lo odiaban».
Depeche Mode def. 26/1/07 10:26 Página 123
siete:
«See the Stars, They’re
Shining Bright»,
1987-1989
alejarse de las austeras y rígidas estructuras de Black Celebration: «Creo que para
esa fase ya habíamos utilizado y superado nuestra cuota de sonidos metálicos.
Hay tantas formas de golpear un tubo con un martillo...».
Martin Gore tocó ante Bascombe algunas de sus demos antes de que acudie-
ran todos al estudio casero de Alan Wilder de Willesden, en el noroeste de Lon-
dres, para trabajar con la preproducción. «Martin presentó estas demos, bastan-
te sofisticadas, aunque no estaban aún terminadas, y nos fuimos todos juntos al
local de Al, dedicándonos básicamente a deshacerlas y a volver a hacerles todos
los arreglos —comenta el productor—. Martin no se implicó demasiado en ese
aspecto. En aquella época no le interesaba nada el trabajo de estudio. De cual-
quier manera, no pensé que este paso intermedio fuera realmente necesario, y he
leído que en álbumes posteriores han compuesto directamente a partir de las de-
mos de Martin y en el estudio, lo cual habría ido mejor.»
Las sesiones del álbum completo comenzaron en el estudio Guillaume Tell,
París. A modo de punto de partida creativo, durante sus primeros días en la ciu-
dad toda la banda paseó sin rumbo, golpeando objetos y construcciones con la
idea de recopilar un montón de diferentes sonidos. Aunque deseaban avanzar ha-
cia unos estilos más orgánicos, el meticuloso e inhibido grupo no estaba prepa-
rado aún para dejar a un lado y desmarcarse de los métodos debidamente com-
probados y ensayados. Como nuevo experimento, no obstante, alquilaron unos
amplificadores y tambores con bordón y se pusieron a hacer un poco de ruido.
Guillaume Tell era un estudio fantástico para una jam session porque se trataba de
una vieja sala de cine enorme, con un montón de espacio. Todo este tiempo que
pasaron juntos también permitió a Bascombe observar las contribuciones indivi-
duales de cada uno de los miembros de la banda: «Dave sonaba de fondo, siem-
pre repleto de ideas, y Martin dejó claro que no quería estar allí. Alan estaba todo
el tiempo en el estudio, de alguna forma empezaba a ganar confianza. En cuan-
to a Fletch, no sé por qué, pero siempre había tenido esa imagen de él, de un mu-
chacho muy estudioso y literario —¡quizá sea porque llevaba gafas!—. Por otro
lado, tiene esta voz brillante con acento de Essex y no es el típico empollón en
absoluto. La verdad es que Fletch desempeña un extraño papel. Tenía una ima-
gen general de todo. Además estaba muy próximo a Martin, y quizá me equivo-
que pero siempre tuve la impresión de que Fletch en algunos casos actuaría
como el portavoz de Martin si éste no estuviera presente».
Según Gore, una de las tareas de su colega consistía en cuestionar las ideas mu-
sicales y presentar el punto de vista de un profano en la materia: «Si todos los de-
más nos sentíamos extasiados, transportados, mientras estábamos sentados frente
al ordenador diciendo: “Éso es lo que queremos”, entonces él saltaba y decía:
“¡Eso es horrible, yo no lo veo!”. No tiene menos conocimientos de música que
un fan medio, así que si él no lo ve, ¡nadie lo va a ver!». Llegados a esta fase, los
comentarios de Fletcher eran, no obstante, tolerados por Wilder, aunque resul-
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ta y a menudo ha intentado convencer a Martin para que haga cosas, siempre te-
niendo en cuenta los mejores intereses de Depeche Mode».
Entretanto, la siguiente fase de grabación en las sesiones en París resultó ser
una prueba de resistencia y aguante. «Para cada melodía necesitábamos encon-
trar el sonido adecuado, con lo que realizamos un montón de mezclas —dice
Bascombe—. Fue un proceso bastante lento y agotador. La banda estaba obse-
sionada con que todos los ritmos quedaran perfectos, casi robóticos. Los ritmos
tenían que ser precisos como un metrónomo. Esto fue antes de tener los drum
loops (circuitos de percusión), con lo que fue un trabajo muy lento y meticuloso.»
Antes de completar el álbum, Depeche Mode estrenó el intensamente infle-
xible «Strangelove» como single el 13 de abril de 1987. La canción, que no abrió
precisamente nuevos caminos, alcanzó el número 16 y rápidamente salió de las
listas. La insatisfacción llevó a la banda a volver a trabajar la pista para la versión
final del LP. Según Bascombe: «El single fue publicado antes de la mezcla final
del álbum, y, a continuación, durante esta última fase, Daniel Miller, que había
contribuido a la versión de 12 pulgadas de la canción, acudió al estudio para pres-
tar su asistencia. Cuando nos pusimos a mezclar “Strangelove” para el LP, incor-
poramos elementos de esta mezcla de 12 pulgadas, con lo que resultó difícil unir
todas las piezas, terminando al final con una composición de muchas pequeñas
partes diferentes».
En el single «Strangelove» también hubo una mezcla de Tim Simenon, de
Bomb the Bass, quien trabajaría más estrechamente con la banda una década des-
pués. Anton Corbijn grabó la promo que acompañaría a la canción en París, utili-
zando a su novia Naseem como extra. La nueva dirección visual —en blanco y ne-
gro, erótica, surrealista, humorística— sacó a relucir el mundo interior de la forma
de escribir canciones de Gore, en contraste con los anteriores directores, quienes
se habían concentrado más en el sonido de golpear el metal, los cortes de pelo gra-
ciosos y en las poses de estrella de pop enfundada en sus guantes de cuero.
Por suerte, en el Music for the Masses, Depeche Mode no siguió estrictamen-
te la norma autoimpuesta de no utilizar acordes de rock convencionales. Este
cambio creó inmediatamente un estilo más dinámico a partir de la simetría de
una nota en sus LP electrónicos, obteniendo así grandes dividendos con la can-
ción «Never Let Me Down Again». «Ésta es la pista de la que estoy más satisfe-
cho —manifiesta Bascombe—. Simplemente me encantó. Como base del ritmo
utilizamos “When the Levee Breaks” de Led Zeppelin, que resultó ser un fan-
tástico sonido de percusión. Martin Gore aportó su guitarra a la pista de fondo
para que el resultado aportara una onda más rica. Entonces procesamos de forma
potente el sonido de la guitarra, con un montón de efectos diferentes. También
hay algunos sonidos diversos, cuerdas y vientos sacados de orquesta reales, y no-
sotros reestructuramos la canción para que el coro tuviera más fuerza, y poder
usarlo de ese modo como obertura.
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»Recuerdo que Dave estaba muy contento con su participación vocal en esta
canción y pensó que era, en cierto modo, un avance. Tal vez le pareció más fácil
cambiar y pasar a una onda más orgánica. De ser así, debe haber sido algo muy
subliminal. Anteriormente, durante toda su época industrial, todo quedaba tan
separado, tan disperso, en términos de sonido. Las mezclas estaban muy bien
procesadas, con un sonido inusual, con todos esos tres millones de efectos. No
pienso que todo ello ayudara a las canciones, ni probablemente ayudara tampo-
co a la forma de cantar de Dave.»
Después de París, Gahan grabó la mayor parte de sus arreglos vocales en
Konk, Londres, lo cual le permitió poder pasar más tiempo con su esposa, Joan-
ne, quien estaba embarazada de su primer hijo, al que esperaban para octubre.
«Estoy muy entusiasmado al respecto —comentó—. Queríamos tener un niño
hace mucho tiempo. Llevamos intentándolo, yendo tras él, desde hace mucho,
pero no había manera. Y en el momento en el que dejamos de intentarlo con tan-
to ahínco, mira, se quedó embarazada. ¡Típico!»
Music for the Masses fue mezclado en los estudios Puk, en medio de la campiña
danesa. La ciudad más cercana se encontraba a 15 minutos y sólo había un club en
la zona. «La banda siempre hacía la fiesta por su cuenta —ríe el genial Bascom-
be—. Incluso estando en este pequeño pueblo danés, las chicas venían a vernos,
y eso es lo principal. Mientras haya chicas guapas merodeando por alrededor,
qué importa el resto, ¿no?»
Alan Wilder: «Me gustó Puk. Son unos estudios muy bien equipados, con
buena dirección, una amplia sala de control, agradable alojamiento, buenas insta-
laciones recreativas y desayunos suculentos (Lars es el chef). El problema era que
no había demasiadas cosas que hacer por allí —lo cual sea, probablemente, un
punto positivo—. Por suerte, acababa de sacarme el permiso de conducir y como
habíamos alquilado un coche, cuando las cosas se ponían tensas en el estudio, me
largaba a dar vueltas por la campiña danesa. En lo que se refiere a la vida noctur-
na, recuerdo una ocasión en la que nos aventuramos a ir al centro de la ciudad
(después de habernos subido por las paredes durante varios días) y volvimos como
cubas, de madrugada. En nuestra desesperada búsqueda de comida, forzamos el
cerrojo del enorme frigorífico industrial, que estaba bien cerrado por seguridad.
Después de aquello, los desayunos de Lars no volvieron a ser lo mismo».
El 24 de agosto salió «Never Let Me Down Again» (apoyada por la excelen-
te «Pleasure, Little Treasure») en single, subiendo hasta el puesto 22 de la lista.
Supuso un avance artístico significativo para la banda con el vertiginoso y tem-
peramental estribillo —«We‘re flying high/ we are watching the world pass us
by / Never want to come down / Never want to put my feet back down on the
ground» (Estamos volando alto / viendo al mundo que nos sobrepasa y nos deja
atrás / No quiero bajar nunca / No quiero volver a poner mis pies en el suelo)—
con una onda impelente que expresa el vértigo mareante de una droga sin espe-
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mal momento del diseñador, que, sin embargo, traiciona el predicamento de De-
peche Mode, la esquizofrenia con pretensiones de arte elevado rozando conside-
raciones comerciales. Depeche Mode: gran pop, mal arte. Se consigue un buen
equilibrio». Wise puede haber reaccionado al nihilismo artístico de «Nothing»,
pero se olvidó del humor de «Sacred» con sus referencias pseudorreligiosas a las
posiciones sexuales —«I’m a Missionary» y la ingeniosa frase fálica «I’m a Firm
Believer»—. La mayor parte del Music for the Masses versa sobre los juegos de po-
der de las relaciones sexuales, con momentos de vulnerabilidad, belleza, manipu-
lación, dominación y sumisión. «Hay un gran número de temas recurrentes en
mis canciones —dice Gore—. Un elemento que siempre reaparece es la desilu-
sión y la falta de satisfacción. Un gran número de canciones también tratan so-
bre la búsqueda de la inocencia. Tengo la teoría de que a medida que te vas ha-
ciendo mayor, vas perdiendo la ilusión, y que el punto cumbre de la felicidad es
en la adolescencia. A medida que vas envejeciendo y vas aprendiendo más, se van
desgastando las esquinas de tu vida.»
Jane Solanas del NME escribió: «El contenido lírico, en las manos de Gore,
puede haberse ido haciendo progresivamente más extraño y misterioso desde
“New Life” y “Just Can’t Get Enough”, pero la música es tan incisiva y accesi-
ble como lo fue siempre... Si sigue pensando que Depeche Mode debe seguir
siendo clasificada dentro de la consideración de temática para adultos, no olvide
lo siguiente: su estilo ha sido convertido en loops de música repetitiva en cintas de
grupos soviéticos experimentales underground, además de que los productores de
Chicago House se han apropiado de ella para pistas de fondo. En el Reino Uni-
do, Depeche Mode es probable que siempre sean vistos como los niños de nue-
ve años de Basildon que hacen melodías bonitas con un montón de teclados. El
respeto crítico y la adulación masiva de la que hacen gala en Europa, Oriente
Próximo y ciertas partes de América no se mantiene en este caso. Pero deberían
preocuparse al respecto».
En cuanto se completó el álbum, Alan Wilder trabajó en el laborioso proceso
de programación de todos los teclados para el tour y Dave Gahan pasó el mayor
tiempo posible con Joanne, que estaba a punto de tener al primer hijo de ambos
en cualquier momento. Jack Gahan nació el 14 de octubre de 1987, ocho días an-
tes de que su padre subiera al escenario del Pabellón de Madrid. «Ser padre es, yo
pienso, lo más hermoso que le puede pasar a nadie —y se derretía al decirlo—.
Sólo me pregunto a mí mismo si alguien que nunca ha conocido a su padre pue-
de llegar a ser un buen padre. Ojalá pudiera hablar de este tema con Len.»
Martin Gore siempre había insistido en que el título del nuevo álbum de la
banda era un chiste. Dijo a los periodistas: «Creo que nuestra música nunca llega
hasta el público general, de ahí que el título del álbum sea un chiste. Los únicos
que compran nuestra música son sólo los fans». No obstante, Music for the Masses
adquirió una dimensión muy diferente cuando fue aplicado a la gira más grande
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componer canciones pop electrónicas. Se trata de una forma de arte cada vez más
rara, ya que la música de sintetizador suele ser más para temas dance o de baile
en estos días. Pero Martin lo hace de manera que no se pueda ver la unión entre
los elementos tradicionales y las partes electrónicas.»
Después de cumplir con 19 citas en Europa, Depeche Mode se tomó un bre-
ve descanso de dos semanas antes de despegar rumbo a su gira estadounidense el
1 de diciembre de 1987, en el enorme Cow Palace de San Francisco. La mayor
parte de las entradas de los 11 conciertos, incluidas las dos noches en el Forum
de Los Ángeles, estaban agotadas, lo cual subrayaba el acceso de Depeche Mode
a la primera línea como grupo internacional en 1987. «Fuimos noticia de porta-
da en Estados Unidos cuando llegamos con la gira Music for the Masses —re-
cuerda Wilder—. Y más tarde se convirtió en un notición de prensa que estába-
mos triunfando en Estados Unidos. Nuestro éxito en vivo sucedió antes de que
nuestros discos comenzaran a venderse mucho, y, de repente, con Music for the
Masses se superaron las previsiones de ventas.» El álbum vendió más de medio
millón de copias mientras se colaba en los American Top 40, instalándose even-
tualmente en el puesto 35. Tras alcanzar el clímax en un concierto en el Madi-
son Square Garden de Nueva York, la banda regresó a Inglaterra para descansar
durante las Navidades.
El 28 de diciembre publicaron un nuevo single, la opresiva pista technoir
«Behind the Wheel», apoyada por un tema reeditado de «Route 66» de Bobby
Troup (se incluyó una remezcla de Nile Rodgers de esta canción en la banda so-
nora de la película de Julien Temple, Earth Girls Are Easy (Las chicas de la Tierra son
fáciles). Depeche Mode mantuvo en la cara B el tema de un viaje motorizado con
un sample de apertura que era una tapa de cazuela girando, y sonaba como un ta-
pacubos. El single alcanzó el número 21 en Reino Unido, y el número 6 en Ale-
mania, impulsado por sus recientes interpretaciones. «De hecho fue bastante pre-
decible, el esquema de los discos publicados por Depeche Mode ha sido el mismo
durante muchos años —dice Wilder, explicando el caso de la ocurrencia del título
malentendido de Music for the Masses de Gore—. Los fans tienen una dedicación
tal que salen corriendo a comprar los discos en la primera semana que salen a la
venta, con el resultado de una posición muy alta en lista (normalmente superior si
se trata de un preestreno del álbum). Esta posición es difícil de mantener o de me-
jorar en la segunda y tercera semanas, y la percepción de los oyentes sobre el dis-
co no tiene tiempo de cambiar antes de volver a caer en la lista. En cuanto empie-
za a descender, la radio deja de ponerlo, y así se completa el ciclo. Todo termina en
tres o cuatro semanas.»
El 6 de enero de 1988, Depeche Mode inauguró en Newport su gira británi-
ca, que consistía en 11 citas diferentes entre las cuales se contaban dos concier-
tos en el Wembley Arena, lugar donde la prensa británica se reúne normalmen-
te para diseccionar y analizar el evento. Una vez más, los fantasmas de Basildon
Depeche Mode def. 26/1/07 10:26 Página 133
dos Unidos. Ésta fue una experiencia que el cantante de OMD, Andy McCluskey,
recuerda con sentimientos enfrentados: «A un cierto nivel, era fantástico tocar
para 15.000 personas una noche, pero resultaba también un tanto amargo, por-
que Martin Gore nos dijo lo mucho que le gustaba nuestro primer single, “Elec-
tricity”, y que había sido una gran influencia en Depeche Mode durante todos
esos años. Nosotros estábamos ganando del orden de 5.000 dólares por noche y
perdiendo una fortuna por los gastos extras (al final de la gira creo que debíamos
a nuestra compañía discográfica más de un millón de libras —millón y medio de
euros— en total, y ¡ellos estaban ganando lo suficiente para retirarse con lo que
sacaban cada una de las noches!». McCluskey se permite esbozar una leve mueca
de descontento cuando recuerda: «Hicimos aquella gira para hacernos con unos
seguidores, y tuvimos cierto éxito, pero antes de poder capitalizarlo realmente,
nos separamos. Depeche Mode, sin embargo, se formaron a sí mismos con esa
gira y, a continuación, produjeron su mejor álbum, Violator, así que se lo tengo que
reconocer. La mayoría de las bandas se desmoronan en dicha situación».
Entretanto, animados por la perspectiva de seis semanas en la tierra de las
fantasías, con una gira estadounidense de grandes proporciones y altas dosis de
excitación, el apetito de la banda por la diversión se veía sofocado con noches
completas de bebida, montones de cocaína y… partidos de críquet. Wilder co-
menta: «Jugamos un partido de críquet contra OMD durante dicha gira, y me
deshice de Andy McCluskey. Me sentía realmente contento por ello porque no
me gustaba, me parecía un cabrón arrogante». El líder de OMD alega que fue
eliminado por el técnico de teclados. «Creo que jugamos en un parque de Long
Island, Nueva York. Disfrutamos de un gran picnic y los Depeche Mode se tra-
jeron todo el equipo, con lo que tuvimos palos, bates y bolas de críquet autén-
ticos. Nos hicieron papilla». «Creo que los de OMD se quedaron todos fuera,
mientras que nosotros conseguimos 12 tantos sin eliminar a ningún bateador»,
masculla Wilder, regocijándose del momento con una sonrisa. «Durante las gi-
ras hemos jugado unas cuantas veces al críquet en varios años. Me acuerdo una
vez en Nashville, allí estaba Dave en el autobús de la gira, sentado, con un gran
sombrero, y alguien le dijo: “El siguiente en entrar eres tú, Dave”, y él se me-
tió aquella enorme raya de coca y salió apresuradamente. Por supuesto, sólo
duró una bola.»
Andy McCluskey también confirma que: «Hubo mucha fiesta en esa gira. Fue
divertido porque éramos dos bandas con una buena reputación en aquella época,
y nos estábamos todos portando como animales». Daniel Miller estaba empezan-
do a preocuparse por la cara B de este estilo de vida irreal, libertina, siempre en la
carretera. «Empecé a ponerme nervioso por ellos, porque estaba viendo los da-
ños potenciales. Había mucha gente alrededor, amigos y miembros del equipo,
que sólo deseaban irse de fiesta y divertirse, con lo que es probable que todos in-
fluyeran los unos en los otros. Percibía que se estaba escapando el autocontrol,
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pero desde luego yo podía hacer muy poco al respecto. El aburrimiento, la ruti-
na, la adulación, todo eso te da por el culo. Yo no pude comprobar por mí mismo
cómo se tomaban las drogas. Todos ellos intentaban ocultarme esa parte. No los
he visto ni una sola vez tomando drogas, salvo fumarse un porro. Obviamente, los
he visto cuando están ya puestos, pero ellos nunca las han sacado ni se las han to-
mado delante de mis narices. Jamás. Pienso que manteníamos una especie de re-
lación tipo tío-sobrinos, y ellos se sentían un poco avergonzados o intimidados.»
Wilder: «Yo tengo suerte porque no siento esa lacra adictiva. Me encanta beber y
me encanta ser excesivo algunas veces, pero no tengo ese tipo de personalidad en
la que uno debe ir hasta el último extremo. Tengo unos antecedentes bastante es-
tables y creo que eso me ha mantenido por el buen camino».
Sin embargo, Dave Gahan era muy emotivo y se dejaba fácilmente arrastrar
en las giras. En su calidad de líder de la banda, siempre era el centro de atención
de los fans, de los medios de comunicación y de los diversos satélites que revo-
loteaban. A la vez que hay una parte de él solitaria, Wilder señala que «... el ins-
tinto natural (de Gahan) es ser divertido, ingenioso, muy agradable y francamen-
te abierto, pero, obviamente, esta vulnerabilidad que le hace ser una personalidad
muy atractiva, en muchas ocasiones es también la causa de sus problemas. For-
ma parte de su condición de intérprete, y hay un sentimiento sobre él como de
alguien que está constantemente buscando algo».
En el momento del Music for the Masses, Gahan estaba hecho un lío: «Yo tenía
todo lo que podía desear, pero me sentía realmente perdido, como si ya no me co-
nociera a mí mismo. Y me sentía como la mierda, porque engañaba constante-
mente a mi esposa, volvía a casa y mentía, y mi alma necesitaba urgentemente sen-
tirse purificada. Tenía que conseguir imaginarme por qué». En 1993 manifestó a
Vox: «Pasados los años, creo que yo era una mierda de persona. No me gustaba lo
que estaba creando… en mi propia vida». Asimismo, expresaba con agonía que
no estaba forzando sus límites personales y artísticos lo suficiente. El filosófico
Chris Carr recuerda una conversación inquietantemente profética que mantuvo
con el cantante durante la gira Music for the Masses. «Yo mantuve una conversa-
ción con Dave en la que me dijo: “Ya no hay auténticas personas de rock’n’roll”.
Yo le pregunté: “¿A qué te refieres?”. Y me contestó: “Personas que lo hagan
porque realmente crean en ello”. Le dije que Guns N’ Roses sí que lo cumplí-
an, lo mismo que Iggy Pop y Neil Young, los “auténticos creyentes”, si te dejas
llevar por todo eso. Para entonces Dave tenía una fijación con Nick Cave, pien-
so que a través de Martin, quien había empezado a escuchar música de una for-
ma mucho más seria. Lo que quizá sea más importante es que Dave se había vis-
to a sí mismo frente a situaciones apabullantes, y realmente no sabía qué hacer.
Creía que debía llegar a ser algo más. Dave decidió asegurarse por sí mismo de
que el rock’n’roll seguía manteniendo su pureza, así que lo impulsó lo más le-
jos que pudo.»
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Por muy raro que parezca, Axl Rose, de Guns N’ Roses, era un gran seguidor
de Depeche Mode y los invitó a salir con él a un club nocturno heavy metal, The
Cat House. No obstante, una vez en que Axl se fue a la barbacoa de un amigo en
Beverly Hills y disparó a un cerdo a propósito, los Depeche Mode se quedaron lo
suficientemente impactados como para hacer una declaración: «… como vegeta-
rianos estrictos, los componentes de la banda se sintieron apesadumbrados por el
comportamiento de Rose, por lo que no desean asociarse con nadie que vaya por
ahí matando cerdos para divertirse».
Entretanto, estaban empezando a aflorar tensiones entre los miembros de la
banda fuera del escenario. Mientras que Gahan y Fletcher mantenían su batalla
verbal, éste último terminó en una ocasión arañando y rasgando en una pelea con
Alan Wilder el decorado del Salt Lake City, cuando Fletcher criticó la actuación
de Dave Gahan. «Sí, es verdad —dice Wilder—. Pensé que eso era un poco de-
masiado viniendo de él, con lo que llegamos los dos a las manos. Se lanzaron pu-
ñetazos, algunos errados y algunos de golpe certero, y se llegaron a derramar al-
gunas lágrimas. Lo peor de todo es que teníamos que volver de nuevo al
escenario a tocar “Just Can’t Get Enough”. De hecho, todos los encontronazos
físicos que se han producido a lo largo de los años han tenido de una parte a
Fletch, aunque la gran pelea que se preveía y que iba a implicar al miembro más
agresivo (Gahan), nunca se produjo; no quisiera perdérmela cuando tenga lu-
gar.» Andy McCluskey recuerda vagamente que le contaron que Fletcher había
dado una charla a Gahan para infundirle ánimos en uno de los conciertos: «Oí
que éste había echado a Gahan un rapapolvo porque le parecía que Dave estaba
yéndose mucho de fiesta, lo cual hacía que se viera perjudicada su voz. Este he-
cho nos impactó, porque en la mayoría de las bandas el cantante es la fuerza do-
minante y el que recibe todos los impactos, pero Depeche Mode parecía ser mu-
cho más democrática».
A medida que la gira estadounidense iba acercándose más a su clímax en Pa-
sadena, el fantástico tema, repleto de cuerdas, «Little 15», fue publicado en for-
ma de single en Francia. Lo impresionante de ello fue que los fans del Reino
Unido lo compraron para importarlo e impulsar su introducción en el puesto
número 61 de la lista británica UK Top 75. La promoción de «Little 15» fue
dirigida por Martyn Atkins en Londres. Depeche Mode también publicó una
colección vinculada de vídeos de Anton Corbijn, bajo el título Strange. El gus-
to de Corbijn por las películas de arte europeas y las imágenes opacas de ten-
dencia noir se transmite a rienda suelta en este mini-film, que sirvió para que la
banda recibiera el siguiente calificativo de Damon Wise, de Sounds: «Los Frank
Sidebottoms de la vanguardia».
El concierto de Depeche Mode en el Rose Bowl fue un acontecimiento muy
atrevido, claramente diseñado para presentarlos y publicitarlos como una gran
banda internacional y silenciar de manera efectiva a todos sus críticos, especial-
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mente en Inglaterra. Daniel Miller: «Pienso que el concierto en Rose Bowl tuvo
una gran influencia en la percepción de la gente con respecto a la banda y, para
ser sinceros, nos aseguramos de que así fuera. Resultó un impresionante cambio
de visión para ellos tomar la decisión de actuar allí, junto con el hecho de que se
agotaran todas las entradas al instante. Fue algo increíble».
Gahan pretendía demostrar algo a su país natal: «El problema con los ingle-
ses es que los Depeche Mode han estado siempre infravalorados desde el punto
de vista artístico. En momentos anteriores de nuestra carrera, nosotros sentía-
mos que teníamos que aparecer en todas las revistas, cuantas más, mejor. Éramos
muy inocentes, y por ese motivo se nos interpretó de una forma totalmente equi-
vocada. Siempre hemos tenido que justificarnos delante de la prensa del Reino
Unido, lo cual nos ofende muchísimo: es por ese motivo que siempre hemos evi-
tado hablar con ellos en estos últimos años. No creemos que tengamos nada que
decir realmente cuando la línea de las preguntas es: “¿Por qué existís?”. Éste es
otro de los motivos por los que quisimos hacer este film; deseábamos que se nos
reflejara tal y como éramos, y, si aun así seguíamos siendo considerados estúpi-
dos, entonces sería más justo».
El día que Depeche Mode tocó su concierto 101 durante la gira, se vendie-
ron 66.233 entradas y se generaron unos ingresos brutos de 1.360.103 dólares.
El contable de la gira, Jonathan Kessler, es captado en la película de Pennebaker,
101, en el momento en el que está diciendo a todo el mundo: «Estamos hacien-
do un montón de dinero, una barbaridad de dinero: 1.360.192 dólares y 50 cen-
tavos. La asistencia con entradas compradas ha sido esta noche de 60.452 perso-
nas en el Rose Bowl de Pasadena, el 18 de junio de 1988». Gore: «Se supone que
el film es una visión cándida y honesta de la banda en la carretera y de lo que ocu-
rre tras el escenario. Pero todas las noches, el contable suele estar en los cameri-
nos hablando con los promotores, aturdiéndolos con el tema del dinero, y ésta
es sin duda una parte importante del negocio de la música, aunque pueda pare-
cer una imagen muy capitalista». Gahan: «Cuando haces una gira por Estados
Unidos, aspectos como el merchandising adquieren de repente mayor importan-
cia que la venta de entradas. El merchandising financia las giras. Por ejemplo,
para hacer una gira por Estados Unidos se necesita vender camisetas. Nos gusta
la idea de ser bastante abiertos con estos temas, y esperamos que la gente lo tome
por el lado correcto. Es algo que siempre es tabú en las bandas, aunque todo el
mundo sabe que éstas ganan un montón de dinero, a veces demasiado para lo que
realmente hacen. Pero nunca se debe hablar de eso, porque te aleja de tu públi-
co, el cual se supone que está al mismo nivel que tú».
Con todo, el film 101, cuyo estreno tuvo lugar en el Festival de Cine de
Berlín, costó una cifra relativamente modesta de 600.000 dólares, comparada
con los 5 millones de dólares que costó el film de U2 Rattle and Hum. No obs-
tante, la potente técnica de observación de Pennebaker hizo que algunas per-
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GAHAN: «No creo que al salir deba decir “Hola, Pasadena”, creo que debería
decir, “Hola, Rose Bowl”... no sé».
FRANKS: «Por qué no dices “Buenas noches, bienvenidos al Concierto para las
Masas [Concert for the Masses]”».
GAHAN: «Oye, que no soy el puto Wordsworth ».
ocho:
«World Violation»,
1989-1990
«El tecno es tecnológico. Es una cuestión de actitud hacer música que suena
futurista: algo que no haya sido hecho hasta ese momento», comenta el pionero
del electrotecno de Detroit, Juan Atkins. El término «tecno» fue aplicado origi-
nalmente a una forma específica de música de baile desarrollada hacia mediados
de los años ochenta a partir de melodías minimalistas y repetitivas, y sutiles mo-
dulaciones de texturas realizadas por gente como Atkins, Derrick May y Kevin
Saunderson. Hacia finales de los ochenta y principios de los 90, junto al house y
al garage, el tecno formó parte de la explosión de la música de baile en Europa.
Como explica Jon Savage en su libro Time Travel: «El acid house —siendo “acid”
un término acuñado en Chicago para la línea de bajos oscilantes y los sonidos de
trance que comenzaron a aparecer de 1987 en adelante— coincidió con el con-
sumo cada vez más extendido de la droga denominada éxtasis».
John Foxx, quien a finales de los años ochenta trabajaba con Tim Simenon
de Bomb the Bass en la banda underground Nation 12, manifiesta con entusias-
mo: «La mayor parte esa década fue un mal período para todo aquel que tuvie-
ra que ver con la música electrónica, al menos en el Reino Unido. En los años
ochenta seguí grabando temas abstractos con ritmos, pero no publiqué absolu-
tamente nada. Creo que había un desdén mutuo entre la escena musical y mi
persona. La verdad es que no me importaba para nada, odiaba todo lo que es-
taba ocurriendo y me sentía inmerso en un vacío completo. Entonces fue cuan-
do, de repente, me volví a sentir de nuevo en casa cuando oí por primera vez un
acid squelch en 1987. Al menos la música electrónica estaba volviendo a crear
algo nuevo y excitante».
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ya que nuestra música es tan blanca como la que más, muy europea, y no ha sido
creada para el baile». John Foxx, cuyo LP de debut en solitario, Metamatic, es un
clásico de culto dentro de los círculos del tecno, reflexiona sobre este extraño giro
de la cultura pop: «Resulta interesante, nadie podría haber imaginado que el pop
de sintetizador formaría alguna vez parte de la música negra. Ahora, retrospecti-
vamente, tampoco me sorprende en algunos aspectos porque siempre lo vi como
si fuera un blues urbano blanco. Pienso que el público negro lo asumió así, por-
que estaban todos intentando deshacerse de los sonidos estadounidenses. Esta
música era muy europea y extraña, pero despertó algo en ellos».
Al igual que Dave Gahan, el recientemente rehabilitado Gary Numan se sien-
te adulado, pero confuso, por la conexión entre el pop electrónico y las normas
repetitivas y minimalistas del tecno: «Esta gente parece haber asumido los aspec-
tos puramente electrónicos, futuristas, de mis álbumes, y luego haberlos utilizado
como una parte muy pequeña de su enfoque y su estilo generales». Daniel Miller
cree que la conexión es el «sonido tecnológico» futurista compartido, que se hace
eco de la definición de Atkins del tecno como «una actitud hacia la música».
Gore: «Creo que es una prueba de la diversidad de nuestra música a lo largo
de los años el que se nos cite entre los inspiradores del tecno, el house o el in-
dustrial. Teníamos elementos muy diferentes en nuestra música. Pienso que lo
más importante para la gente tecno y house es la forma en la que hacíamos mú-
sica. El hecho de que fuéramos una banda electrónica, y una de las primeras».
No obstante, el compositor señala: «Gran parte de cada álbum está compuesto
por baladas atmosféricas. Se nos ha tachado de banda dance durante toda nues-
tra carrera, y me divierte, pues me gustaría ver a alguien bailando la mitad de
nuestros discos. No se puede. Me gusta bailar y disfrutar de la música dance;
siempre intentamos utilizar a personas interesantes para que hagan remezclas de
los singles, pero a mí no me parece el aspecto más importante».
A pesar de su actitud ligeramente confusa hacia el tecno, la banda aceptó la
idea publicitaria de The Face y fue entrevistada junto con Derrick May en De-
troit. «Se nos insistió hasta la saciedad —comenta Alan Wilder—. El tema fue:
“Vosotros, chicos, voláis a Detroit y conocéis a Derrick May, hacéis como si fue-
rais ya antiguos colegas y habláis sobre el tecno”. Nuestro muchacho de prensa
dijo: “Sí, de acuerdo, eso es una posibilidad”. Entonces yo dije: “¿Quién es De-
rrick May?”. No quería recorrerme medio mundo para fingir que éramos cole-
gas de ese tipo, pero eso es exactamente lo que hicimos. Fuimos todos al piso de
May e hicimos como si formáramos parte de toda aquella escena. Derrick May
era horrible, le cogí mucha manía. Era el mayor jodido arrogante que he visto en
mi vida. Nos llevó a un cuarto interior, donde tenía un estudio, y nos endosó un
tema que era un auténtico espanto.»
Sin embargo, el estilo de vida no alcohólico de los clubes de Detroit fue una re-
velación para la banda. «Cuando volvimos a Detroit en el año 1990, Derrick May
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nos llevó al Music Institute (un legendario, hoy ya desaparecido, club de tecno)
—comentaba Fletcher sobre la experiencia—. Entramos y sólo vimos gente ne-
gra. Pero era la gente más guapa que había visto en mi vida». Gore puntualiza:
«Todos parecían estrellas de cine».
Fletcher: «Hombres guapos y mujeres bellas bien vestidos. No había ningu-
na droga, ni tan siquiera alcohol. Y todos ellos querían que les firmáramos autó-
grafos… Pero el centro de Detroit resultaba desolador. Totalmente vacío. Casas
vacías, casas enormes y grandes avenidas. Todo el mundo había huido de la ciu-
dad, a las afueras... Estar en Detroit fue uno de los momentos más impresionan-
tes que recuerdo como miembro de Depeche Mode. De repente, estás rodeado
de un grupo social prácticamente ajeno, del que piensas que jamás le van a gus-
tar tus discos».
Durante la mayor parte del año 1989, estos «pioneros del dance» recién pro-
clamados trabajaron arduamente en su nuevo álbum, Violator. Preguntaron a Da-
vid Bascombe si estaba libre para trabajar en el disco, pero se encontraba en el
medio de la grabación de un álbum para Tears for Fears, Sowing the Seeds of Love,
así que tuvieron que buscar por otro lado. Daniel Miller sugirió Mark «Flood»
Ellis, que había estado trabajando en las bandas de Mute en calidad de ingenie-
ro y productor desde principios de la década de los ochenta. Entre sus trabajos y
colaboraciones cabía señalar Nick Cave, Cabaret Voltaire, Soft Cell y Renegade
Soundwave, pero su única asociación anterior con Depeche Mode había sido una
mezcla de 12 pulgadas de «Stripped» tres años antes. «Yo era un joven tirano con
mi látigo, y ellos estaban retozando en su montón de pasta —comenta Flood, en-
tre risas—. Yo era un gran fan de su música. De hecho, cuando me llamó por pri-
mera vez Daniel Miller para trabajar con una banda de Mute, lo primero que
pensé fue que quería que trabajara con Depeche Mode. Pero al final resultó ser
Nick Cave.»
Wilder describe a Flood como «el típico tío plomo», muy avezado en el fun-
cionamiento del equipo de estudio y en la creación de sonidos geniales en sus sin-
tetizadores. «Este tipo desaliñado, con gafas, de aspecto precario, realmante fun-
cionaba —sonríe Wilder—; hacía constantes incursiones al frigorífico, se dejaba
caer en el sofá, emitía juicios dogmáticos en algún momento y, así, nació un nue-
vo equipo de producción.» La pareja forjó una relación laboral complementaria,
de gran éxito, con Flood facilitando el know-how técnico, mientras que el mejor
músico de la banda trabajaba en los arreglos y en las lecturas de la canción. «De
esta forma fue cómo hicimos que el grupo funcionara en aquel momento —aclara
Wilder—, aceptando que todos nosotros cumplíamos papeles diferentes y que no
estábamos todos intentando hacer lo mismo. Llegamos a un acuerdo verbal en la
banda, en el que todos propondríamos una serie de ideas al comenzar un tema.
Entonces Fletch y Mart se irían y volverían para dar su opinión después de que lo
hubiéramos trabajado nosotros durante un tiempo.»
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Gore: «Es una canción que trata sobre el hecho de ser Jesús, el salvador, para una
persona, ser alguien que te dé esperanza y te cuide. Trata de la forma en la que
Elvis fue su hombre y su mentor, y con frecuencia sucede en la relaciones de
amor; cómo el corazón de la gente es como un dios en cierta manera, lo cual no
es una visión muy equilibrada de alguien, ¿verdad?».
La canción tardó seis meses en alcanzar el Top 40 de los principales en Esta-
dos Unidos, vendiendo eventualmente más de un millón de copias y convirtién-
dose en el single de 12 pulgadas con mayores ventas de la historia de la Warner
Brothers. Hubo algunos ejecutivos de compañías de discos estadounidenses que
estaban nerviosos porque la canción pudiera ser puesta en la lista negra por blas-
fema, pero, curiosamente, algunas emisoras de radio la retransmitían como un
«tributo religioso». Gore se ríe de este hecho: «Parece que se puede aceptar todo
siempre que dispongas de bonitas melodías pop». Asimismo, había un subtexto
sexual hermosamente ejecutado para el vídeo de estilo spaghetti western de Anton
Corbijn, cuando la banda llega a un burdel en el desierto y desaparecen todos
con diferentes mujeres. «Dave dice que tengo una imaginación sexual retorcida
—se ríe Corbijn—, pero lo que le digo es que le permite a uno conocer a otro.
Yo soy holandés, así que no es tan sorprendente.» Daniel Miller, no un censor
estadounidense, insistió en que se eliminara una secuencia del film en el que apa-
recía el lomo de un caballo porque coincidía con los vocales de fondo «o-ooh
ooh» de Gore, y podría ser interpretado como una insinuación sexual. A MTV
America le encantó la promoción y puso «Personal Jesus» en antena muchísimo.
Para entonces, la relación creativa de Corbijn con la banda había florecido
hasta tal punto que le daban plena libertad con sus ideas. Al ser el líder y, por
lo tanto, el punto de focalización visual de la banda, Gahan estaba agradecido
particularmente por la aportación de Corbijn: «No me gusta nada pensar dón-
de habríamos terminado sin él. Estaríamos criando malvas musicalmente.
¡Nueva noche romántica en el London Palladium! Ay Dios, no. Lo que nos dio
es credibilidad, eso como base. Prefiero que se me malinterprete a que se me
comprenda, y con él puedes hacer eso, puedes escapar al mundo de sus fotos y
vídeos. Dio a nuestra música un aspecto fílmico, con grandes paisajes, panorá-
mico, de gran exaltación». Chris Carr comenta: «Dave necesitaba una imagen
y una identidad. En cierta manera se enamoró de Anton, quien vio un hueco y
fue a por él. Dave se encontraba en el punto caliente en aquel momento y to-
dos le siguieron».
Con la solidez del éxito de «Personal Jesus», la banda terminó Violator para
ser publicado en el mes de marzo de 1990, seis semanas después de un segundo
single, «Enjoy the Silence». Éste se convirtió en el primero de los temas de De-
peche Mode que conseguía entrar entre los 10 principales del Reino Unido en
seis años, alcanzando el n.º 6 en el mes de febrero, y proporcionando a Depeche
Mode el primer single American Top 10. También fue votado como el mejor sin-
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gle británico del año por la audiencia de Radio 1 en los Brit Awards de 1991. Im-
pulsado por una línea de guitarras tipo New Order y por un ritmo de baile flui-
do, el sentido del movimiento de la canción se hace eco de los efectos de los via-
jes tecno. Su sensación es muy electrónica, incluso similar a Kraftwerk, y aun así
existen elementos orgánicos para la grabación que habrían horrorizado a los pu-
ristas del sintetizador.
Anton Corbijn creó un paquete completo con el vídeo promocional más fa-
moso de la banda. Se le ocurrió la idea de retratar a Dave Gahan como un rey
caminando por paisajes silenciosos, desérticos, llevando una tumbona en su
mano. Según Corbijn: «La idea era sencilla —se puede tener paz en cualquier si-
tio sin dinero—, pero la banda simplemente no podía verla. Depeche Mode dijo,
eventualmente, “Adelante, hazlo”. Lo grabamos en Balmoral (Escocia), Portugal
y los Alpes Suizos. Yo quería nieve, pero hizo tanto calor aquel año que tuvimos
que alquilar un pequeño helicóptero para subir hasta la cima de una montaña de
3.000 metros de altura». Gahan: «Hacía un frío horrible allí arriba. Pensé que
no me vestirían con aquel atuendo ridículo, iba a parecer un auténtico gilipollas.
Hicimos una toma, y al principio me negué. La capa pesaba una tonelada, con la
nieve que llegaba hasta arriba, llevando esa puta tumbona plegable, la corona es-
taba helada; por lo que le dije al productor Richard Bell, ¡Hazlo tú, joder! Así que
en una de esas largas tomas no era realmente yo. Odiaba la idea de hacerlo. Yo
estaba igual que Anton, ¡quiero que la gente se lo tome en serio!». Corbijn tenía
toda la razón al final; sonriendo, afirma: «Fue el vídeo con más éxito que hayan
tenido jamás».
En el mes de marzo de 1990, la banda compareció en la gran tienda de dis-
cos Wherehouse, en La Cienaga Boulevard, Los Ángeles, para realizar el lanza-
miento de su nuevo álbum. En torno a unos 5.000 fans acamparon durante cua-
tro días en el exterior de los grandes almacenes, creando una cola de tres
kilómetros de largo. En el momento en el que Depeche Mode apareció a las 9
en punto, había 17.000 fans histéricos en el exterior, algunos subiéndose a los
árboles, otros invadiendo el Beverly Center que se encuentra enfrente, para te-
ner una mejor vista. El Departamento de Policía de Los Ángeles cerró el even-
to después de 90 minutos porque pensaron que las vidas de la banda corrían pe-
ligro. Unas 200 unidades de policía, incluidos los helicópteros y policía con
atuendo antidisturbios, intentaban calmar a los fans a medida que la policía iba
desplazando a la banda, escoltada, a la salida del hotel. El jefe de policía comen-
tó después: «Éste ha sido nuestro operativo policial más grande desde la visita
presidencial». Afortunadamente, sólo resultaron heridas siete personas en las
trifulcas.
Violator salió a la luz el día 19 de marzo de 1990, y no llegó al número uno en
el Reino Unido por una posición; con todo, fue el mayor éxito alcanzado por la
banda en las listas de este país. Gore explica que el título con resonancias heavy
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metal del álbum se supone que era un chiste, pero la mayoría de la gente dio por
hecho que Depeche Mode estaban intentando ser «perversos» y «extraños» una
vez más. Damon Wise, de Sounds, criticó el álbum por su acepción unidimensio-
nal de la parte oscura de la vida: «Si William Burroughs escribiera para Gahan,
Depeche Mode sería impactante. Pero no lo hace. Es Martin Gore el que escri-
be para Gahan, con lo que Depeche Mode son muy cómicos. El encanto de sus
banalidades obstinadamente naturales está empezando a desvanecerse». Finalizó
diciendo: «Su estrategia les ha salvado esta vez, pero Depeche Mode ya no tie-
nen 19 años. Su tecnología les apoya, pero necesitan avanzar. Lo que es más, ne-
cesitan leer. Su inocencia lírica puede parecer que empatiza con su infantil caren-
cia de arte, pero cuando Gore juega hasta alcanzar unas obsesiones más oscuras,
el resultado final es ciertamente embarazoso. Qué cantidad de Ballards... ». Les
puntuó 3,5 sobre 5.
Los puntos de vista de Wise son bastante típicos del sarcasmo sesgador de los
medios de comunicación británicos hacia la música «oscura», «artística» o «tea-
tral», más que un elemento común. Es loable en muchos aspectos, pero resulta
bastante injusto en el caso de Depeche Mode, ya que la música intrincada de Vio-
lator hace más que solventar el fallo ocasional en la escritura lírica de Gore. Se
trata de un álbum cinemático, hermoso, con carácter oscuro, que oscila entre las
atractivas «Sweetest Perfection» y «Halo», con toques de himnos, a las amena-
zantes narraciones de viajes de «World in my Eyes» y la opresividad histérica de
«Clean». En lo que se refiere a la letra de Gore, cobra vida en Violator gracias a
la rica y susurrante voz de Gahan, y la sutil atmósfera creada en torno a ella. Cul-
pa, inmoralidad, magia negra, voyeurismo, poder y fe, todas ellas exploradas en
Violator, no con la gracia y el talento naturales de Burroughs, sino como cancio-
nes pop. Puede ser material de autoenaltecimiento o la creación fantasiosa de
unos adolescentes, pero, tal y como expresó la revista Spin en el año 1990: «Vio-
lator captó el alma de la nación americana hecha de temor, duda e inseguridad»,
con una inmediatez que en la actualidad resulta prácticamente imposible en cual-
quier tipo de forma de arte que no sea la música pop.
Paul Lester, de Melody Maker, al menos reconoce que «Violator, su séptimo ál-
bum de estudio, contiene el trabajo más cautivador y arrebatador de Depeche
Mode realizado hasta el momento. Mientras que sus coetáneos y semejantes han
sucumbido presa de las rarezas de la moda, y han extinguido su propio brillo
errático (Human League, Heaven 17), Depeche Mode han resistido práctica-
mente a los dictados de la época, innovando en raras ocasiones, pero siempre
arreglándoselas para coincidir con los gustos en curso en cada momento». Sor-
prendentemente, en la actualidad son juzgados por la house cognoscenti de Chica-
go y Detroit como elementos de avance principales en la nueva cultura de baile:
«…“Policy of Truth”, uno de los cinco singles potenciales de Violator, se apoya
en torno a una breve frase rítmica eléctrica, cínica, sádica, y se emite con verda-
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realmente quería hacer». Durante los ensayos para la gira World Violation, man-
tuvo otra vez un encuentro con Theresa Conroy, y se dio cuenta de que se había
enamorado de ella: «Te miras una mañana en el espejo y te das cuenta de que
todo es muy, muy diferente, y la perspectiva ha cambiado de repente. Antes sólo
quería que me transportaran; ya no quería ser nunca más esa persona. Theresa
hizo que afloraran en mi interior algunas emociones que yo no había podido des-
cubrir, como el amor —dijo con bastante crueldad—. Pienso que estuve negan-
do mis auténticos sentimientos durante mucho tiempo, teniendo que mentir du-
rante gran parte de mi vida a las personas que debía supuestamente respetar y
amar, por las que debía preocuparme. Así que decidí cambiar todo aquello com-
pletamente».
Se puede entender que se encontraba en un estado mental extremo, muy in-
tenso, en el momento en el que la banda puso rumbo a la gira estadounidense
World Violation, inaugurándola en el Pensacola Civic Centre, el 28 de mayo.
Al igual que el resto de los miembros de la banda, ascendió hasta la cima del
mundo, acuciado por el éxito renovado en el Reino Unido (donde el tercer sin-
gle del LP, «Policy of Truth», había alcanzado el puesto 16) y otro paso más
adelante en Estados Unidos, donde Violator había alcanzado el número 7 y lle-
gó a vender siete millones de copias en el mundo entero, incluido el doble pla-
tino de Estados Unidos. Pero la vida personal de Dave estaba destrozada, una
mezcla de pasión extravagante por Conroy y de culpa por la forma en la que ha-
bía dejado a su esposa y a su hijo. «Creo que pensaba que actuar era lo único
que podía hacer bien —dice Fletcher—. Era muy emotivo con todos nosotros.
Yo, personalmente, tenía tendencia a mantenerme alejado de él.» Gahan: «La
gira World Violation fue muy intensa, pensé que tal vez fuera eso; estaba inten-
tando huir de algo, pero no era la banda, y me llevó un tiempo darme cuenta de
eso. Tengo esta oportunidad de hacer que mucha gente se sienta bien, y real-
mente me apetece si hago un esfuerzo... es un sentimiento profundo. Ay, Dios,
¡estoy empezando a parecer Jesús hablando!».
Los 31 conciertos en Estados Unidos fueron un triunfo, con Gore disfrutan-
do del momento, tal y como contó a la prensa. «Aquí, en Estados Unidos, he-
mos estado trabajando en ello durante años y años. Pienso que, en cierta mane-
ra, hemos estado en primera línea de la nueva música, haciendo progresos y
avanzando en las emisoras estándar de formato rock. Y creo que con este disco
hemos conseguido finalmente abrirnos paso.» Realizarían un glamouroso acto, de
gran renombre, con una lista de grandes celebridades como asistentes, en su es-
pectáculo de Radio City, en Nueva York, el 18 de junio, entre cuyo público se
encontraban Bono, de U2, Eddie Murphy y Sylvester Stallone. Los teloneros
fueron Electronic, el supergrupo formado por Bernard Sumner, de New Order,
y el ex guitarrista de los Smiths, Johnny Marr, en el estadio de los Dodgers de
Los Ángeles.
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nismo había comenzado a principios de la década de los ochenta, pero vivió su mo-
mentum con Violation, y alcanzó la cima con el Devotional Tour.»
Gahan admite que la gira World Violation fue la última vez en la que se lo
pasó bien con las drogas. «El éxtasis era la droga, y te tomabas una dosis después
de cada espectáculo.» El consumo de la banda y del personal era un elemento
más en favor de la idea y del sentimiento de que se trataba de una gran fiesta, una
gran vuelta al mundo. «A todos ellos les gustaba pasárselo bien —comenta el
analítico Chris Carr—. El éxtasis fue algo importante en la banda. Martin solía
hacer fiestas, durante y después de la gira, y a veces me preguntaba: “¿Te has me-
tido una?”. Yo le contestaba: “No”. “Eres un puto aburrido, métete una. Vete a
ver a fulano o a mengano, ellos tienen”. Ésa es la cara más demostrativa y agre-
siva de Martin, pero es como si tú estuvieras viviendo un momento mental igual
al suyo. Fletch lo permitiría, pero se sentiría culpable. Ahí es donde debería sur-
gir la conciencia de la banda. Martin es… Si hay algo ahí y él quiere ver cómo
es, lo probará. No es un diletante. Tiene hígado, y su hígado aguanta mucho. No
es adicto, como Dave, que sale, hace todo esto y sabe que al hacerlo va a recibir
el castigo. Martin no es así, porque tiene esta actitud inocente en la que las co-
sas se hacen puramente por la experiencia y la diversión. Sería interesante ser su
novia o esposa, porque es una persona que ama muchísimo, y ahí es donde está
ese aspecto abierto de él, quizá demasiado abierto.»
«Martin —recuerda Wilder—se hace querer mucho cuando está fuera con su
maleta, agarra a gente completamente extraña y les cuenta la historia de su vida.
Pero, a diferencia de Dave, ha sido excesivo sin dejar un solo rastro de destruc-
ción. Tal vez Dave necesite causar problemas para hacerse un poco más humil-
de, mientras que Martin se mantiene callado y nunca habla demasiado. Para ser
sinceros, creo que el alcohol ha tenido una mayor influencia que cualquier otra
cosa durante estos años, pero hubo una gran ingesta de drogas en el período de
Violator: éxtasis, cocaína, de todo salvo heroína. Excepto Dave, que sí comenzó a
tomarla en esa gira. Creo que tiene que ver con esa cuestión de su personalidad
por la que siempre tenía que llevar las cosas al extremo». Daniel Miller recuer-
da: «Sabía que estaban tomando mucho éxtasis y cocaína en aquella gira, pero no
oí que Dave estuviera coqueteando con la heroína hasta un tiempo después».
Gahan: «He estado bebiendo y tomando drogas durante mucho tiempo,
probablemente desde que tenía aproximadamente doce años. Me solía tomar
de vez en cuando un par de pastillas de fenobarbitona de mi madre. Hachís,
anfetaminas. Luego ya vino la coca. Mientras tanto, el alcohol siempre estaba
presente, junto con las drogas. Entonces, de repente, descubrí la heroína, y
mentiría si no dijera que me hacía sentir, bueno… como nunca me había sen-
tido antes, como si fuera realmente aceptado. Sentía que nada me iba a hacer
daño. Yo era invencible. Ése era el momento eufórico, pero la euforia tiene
corta duración».
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nueve:
«Lead Me Through Babylon»,
1991-1993
En el año 1991, la única canción que publicó Depeche Mode fue una balada,
«Death’s Door», para la banda sonora de la película de Wim Wenders Until the
End of the World. Los diferentes miembros del grupo pasaron la mayor parte del
año alejados los unos de los otros, con sus familias, o bien desarrollando sus pro-
pios proyectos personales. Tanto Martin Gore como Andy Fletcher tuvieron sus
primeros vástagos con dos meses de diferencia. El primero en llegar fue Viva Lee
Gore, hija de Suzanne y Martin, el 6 de junio, seguida por Megan Fletcher, hija
de Grainne y Andy, el 25 de agosto. Para Gore este año fue una oportunidad de
recargar las baterías de la creatividad: «Puse todo en standby, ya que me sentía
quemado y vacío. No tenía ni una sola idea más dentro de mí. También pasé algo
de tiempo preguntándome si debía hacer un álbum en solitario, pero mi novia se
quedó embarazada, y enseguida pasé directamente a ejercer el papel de padre
atento. Al final fue mi hijita la que me devolvió la inspiración. Ves la vida nacer
y crecer, es maravillosa, te conmueve».
Como buen anfitrión, también celebró algunas fiestas en su casa de Hert-
fordshire. Chris Carr: «Fletch y Martin tienen un grupo de amigos con los que
suelen quedar siempre. Saben que están muy por encima de ellos y les han supe-
rado con creces en el plano financiero, pero cuando vuelven, es como si no hu-
bieran cambiado nunca las cosas». El más celebrado de estos encuentros fue su
30º cumpleaños, celebrado el 23 de julio. Formó un grupo de glam-rock, The Se-
xist Boys, con carácter especial para el evento, presentando a Wayne Hussey, de
The Mission. «Vi por primera vez a Martin Gore cuando The Mission y Depe-
che Mode estaban tocando en el Festival de San Remo, en Italia —señala Hussey
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desde su hogar en Los Ángeles—. Había un gran número de bandas allí, y todo
el mundo se lo estaba pasando en grande. The Alarm estaban tocando blues jun-
to a Curiosity Killed the Cat, y Sinead O’Connor también estaba en la fiesta.
The Mission habían hecho esta especie de tributo glam-rock, The Metal Gurus,
y Martin se acordó cuando fue su 30 cumpleaños. Me llamó y me dijo que que-
ría que tocáramos en su fiesta. Así que lo hicimos en una marquesina del jardín,
bajo un toldo, en la parte trasera de su casa. Estábamos todos allí vestidos, y él
tocaba la guitarra, haciendo sus dudosas interpretaciones glam-rock (“20th Cen-
tury Boy” de T-Rex, algo de Abba y de Gary Glitter). Martin es un gran fan del
glam-rock, y como regalo de bodas le conseguí una foto dedicada de Gary Glit-
ter. ¿Qué le puedes comprar a una persona que tiene de todo?»
Hussey estaba impresionado por el conocimiento musical de Gore, y compro-
bó «la fantástica jukebox de discos de los cincuenta que el compositor tenía en su
piso de Maida Vale». Según el cantante de The Mission, el miembro de Depeche
Mode lo tenía todo «… apilado, con singles viejos de siete pulgadas. Su colección
de discos es enorme. Ésa es la base común que tenemos; somos, a grandes rasgos,
de la misma generación, y conocemos en gran parte el mismo tipo de música. Él
es un fan enorme del blues y Led Zeppelin, y eso se ha podido ver en los últimos
álbumes, desde Violator en adelante. Se ha convertido en un excelente guitarrista,
realmente muy adecuado para lo que exige pertenecer a Depeche Mode».
«No tengo pasión por nada que no sea la música», afirma Gore, quien en los
últimos años ha sumado a su colección Sparks a Kurt Weill, Leonard Cohen
(Gore participó en el LP de tributo a Cohen Tower of Song: The Songs of Leonard
Cohen), Velvet Underground y Neil Young. «Aburro a mis amigos hasta la
muerte con la música. A menudo suelo invitarles a pasar un rato en casa, y yo
me emborracho y les toco todas y cada una de mis canciones favoritas. Al final
de la noche, todo el mundo se arrastra a la cama, y yo aún estoy ahí diciendo:
“Pero, mira, ¡tienes que oír ésta!”». El entusiasmo contagioso típico de los fa-
náticos de la música; consiguió incluso transformar a su novia de una persona
que «no estaba especialmente interesada en la música», en una persona musi-
calmente formada.
Entretanto, Andrew Fletcher abrió un restaurante, Gascogne’s, en St. John’s
Wood, Londres. Ahora podía sumergirse en un mundo ligeramente más mane-
jable (eso si no estaba por ahí con su novia y su bebé, lo cual, comprensiblemen-
te, sucedía la mayor parte del tiempo). En cuanto a Alan Wilder, se mantenía
muy ocupado perfeccionando sus dos anteriores publicaciones de Recoil (una co-
lección de demos en solitario, 1+2, de 1986, e Hydrology de 1988) con un nuevo
álbum de Recoil, Bloodline. Descrito por Douglas McCarthy, de Nitzer Ebb,
como «Depeche Mode, pero con diferentes cantantes», el proyecto contaba con
una impresionante lista de personajes de primera línea (Moby, Toni Halliday y
McCarthy de Curve, quienes cantaron la pista principal, y una versión de la can-
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ción de la Alex Harvey Band, «Faith Healer»). Wilder también coprodujo con
Flood el siguiente LP de Nitzer, Ebbhead. En agosto de 1991, se casó con su no-
via de siempre, Jeri, y se compraron una mansión en el campo de Sussex, que
Wilder comenzó a llenar con artículos art deco de los años 1920-50, como frigo-
ríficos, aspiradoras, lámparas y teléfonos.
Después de las navidades de 1991, Gore llamó a Gahan a Los Ángeles, don-
de vivía entonces con su novia Theresa Conroy, y le dijo que tenía otro lote de
demos listas para empezar a trabajar. El primer pensamiento de Gahan fue de-
cirle que se buscara a otro cantante, pero esperó a que llegaran las demos antes
de tomar una decisión. «A menos que consiguiéramos llevarlo mucho más lejos,
no merecía la pena seguir», declaraba Gahan. La primera pista que escuchó fue
«Condemnation», con un estilo blues. «¡Fue un alivio total! No me lo podía ni
creer. Luego llegó “I Feel You”: fue el momento en que me miré al espejo, aga-
rré un palo de escoba y comencé a hacer que tocaba la guitarra.» En esta com-
binación entre Gahan, que volvía a revivir sus propias fantasías adolescentes de
estrella del rock, y las demos de sonido más tradicional, más tipo blues, de Gore,
nació la base para el siguiente álbum, Songs of Faith and Devotion.
En esta época, el cantante era un hombre muy cambiado respecto al persona-
je que había sido durante la gira de Violator. En los últimos años se había «dese-
namorado» de Inglaterra; curiosamente, era el único miembro del grupo al que
molestaban las/los fans en ese país. «Les perseguía con mi perro por la calle por-
que se ponían a cantar nuestras canciones a las dos de la mañana.» Tras su rup-
tura con Joanne, se había comprado un piso-estudio junto al río en los Doc-
klands de Londres, pero apenas iba por allí. «Hice mi maleta y me separé
—cuenta—. Theresa y yo nos fuimos y alquilamos un piso en Los Ángeles. Me
pasé el año haciendo mucha introspección e intentando descubrir qué había ido
mal en mi vida, y pensando, para ser sincero, sobre si quería volver y retomar
todo de nuevo —discos, tours, fama, Depeche Mode—. El apartarme de todo
con lo que había realmente crecido y había conocido, incluyendo a la que era mi
mujer por entonces, y también mi pequeño hijo, Jack… todo fue muy doloroso
para mí.»
Su relación con Theresa Conroy fomentó muchos de estos cambios: «Yo es-
taba perdidamente enamorado, cegado. Estaba lleno de lujuria. Me aislé de
cualquiera que hubiera tenido algo que ver en mi vida hasta ese momento. Co-
mencé de nuevo». No fueron exactamente una buena influencia el uno para el
otro. Gahan describió a su novia como «una compañera con la que podía jugar,
de un montón de maneras, sin ser juzgado», lo que está bien, salvo que se esta-
ban dirigiendo hacia una pendiente resbaladiza: «Hicimos enseguida un pacto
sobre que yo nunca iba a meterme nada por vía intravenosa —reveló Gahan al-
gunos años más tarde—. Pero claro, al ser un yonqui y un mentiroso, no tardé
mucho en hacerlo».
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de visitar Basildon: «Ha sido terrorífico, pero sí, he vuelto varias veces —dijo en
1993—. En los últimos seis años he ido unas tres veces. Le digo a mi madre que
venga ella a Londres. Le digo algo así como: “Mamá, tráete el piso contigo”. Me
siento como si me fueran a arrestar en Basildon o algo así. Me bajo en la estación
y ya estoy en plan “Quiero volverme, quiero volverme”. De verdad que lo hago,
es horroroso. Paso caminando por la parada de taxis, donde me han dado una pa-
liza tantas veces o he tenido una pelea. La parada de taxis de detrás de Mecca. Jo-
der, Basildon. Es escalofriante porque vuelves allí y está exactamente igual, sólo
que se trata de una generación diferente. Es escalofriante».
Gahan estaba obsesinado en ponerse a prueba y exigirse a sí mismo, estimu-
lando sus sentimientos de una forma agresiva y después dosificándolos hasta
convertirlos en un aturdimiento narcótico cuando quería estar colocado. En
1991 declaró: «Para mí, en estos momentos, “normal” no me sirve de nada;
“OK” no me sirve de nada, ni tampoco “lo conseguiremos”. Quiero sacar la bri-
llantez de la vida, quiero lo mejor: pasión, sexo, amor. Quiero que las cosas me
conmuevan». Chris Carr: «Dave es una criatura de extremos. Él, simplemente,
no sabría ir por el medio.»
Durante dos años estuvo dando tumbos entre ser un ermitaño bajo los efec-
tos de las drogas o un fanático de las fiestas, de las que más tarde alardearía:
«Paso mucho tiempo con mis amigos. Es algo que he olvidado cómo hacer, creo
que me aislé de verdad de alguna manera, no intencionadamente, pero… según
pasaron los años lo hice. Ahora tengo un montón de amigos realmente buenos,
buena gente. La mayoría mujeres, eso sí. Totalmente cool, y además muy atracti-
vas». El escuálido solista del grupo se había lanzado a vivir a la altura de un mito
del rock and roll: «Estoy metido en esto hasta el puto cuello, y voy a continuar
así». Mientras Gahan se autoconvertía en un mito, en Estados Unidos se estaba
produciendo una nueva escena musical, el grunge, especialmente en el oeste, lo
que le animó a perseguir sus objetivos incluso más vehementemente. «Era capaz
de salir pasando bastante desapercibido y ver a grupos, como lo solía hacer cuan-
do tenía quince o dieciséis años —dice de su temporada en Los Ángeles—. Lo
disfrutaba de verdad. Cuando vi el último espectáculo de Jane’s Addiction en Ir-
vine Meadows [un estadio al sur de Los Ángeles], pensé algo como: “Puedo ha-
cer eso perfectamente, puedo hacerlo”. Estaba jodido si volvía para estar simple-
mente sentado en la esquina de una habitación, pensando deprimido sobre mi
vida cuando hay tantas cosas que quiero hacer.»
La transición de Gahan recordaba claramente la conversación que había te-
nido con Chris Carr en el tour de Music for the Masses: «De hecho, pensé de
forma consciente: “Ya no hay putas estrellas del rock ahí fuera” —reveló en
1993—. “No hay nadie que quiera recorrer todo el camino para hacer esto.
¿Qué se necesita? ¿Qué falta aquí? ¿Qué me falta a mí? Una cosa es cantar las
canciones, pero, ¿todo el mundo lo entiende realmente?” Así que creé un mons-
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truo. Y yo cometí el error de creer que había que bajar a las mismísimas pro-
fundidades del infierno, y arrastré mi cuerpo por el fango, para demostrar que
podía hacerlo».
Mirando hacia atrás, Gahan reconoce que estaba en un completo viaje ego-
céntrico en aquellos momentos: «¿Sabes? Creo que estaba de nuevo intentando
cambiar el destino de Depeche Mode yo mismo, solo, y estaba en plan “esto es
lo que deberíamos estar haciendo…”. Y ¿sabes?, Depeche Mode es un colectivo
de gente e ideas, y creo que yo estaba intentando, básicamente, estimular mi pro-
pio ego, por la razón que fuera, no lo sé realmente, porque está todo un poco bo-
rroso. Pero no siento que tenga que hacer aquello nunca más».
Mientras que el grupo no vio a Gahan durante 1991, Daniel Miller se en-
contró cara a cara con él en varias ocasiones cuando el cantante volaba de vuel-
ta a Londres para ver a su hijo Jack. «La primera vez que me enteré de lo de la
heroína fue cuando él estaba viviendo en Los Ángeles tras el tour de Violator y
vino a Londres —recuerda Miller—. Esto fue antes de que empezaran con el ál-
bum siguiente, Songs of Faith and Devotion. No le había visto desde hacía unos
meses, y me pareció el clásico yonqui. Estaba delgadísimo, tenía una pinta te-
rrible, y fue entonces cuando supe que se estaba metiendo. Él, que solía hacer
esa gran imitación de una estrella del rock consumida, al final se había conver-
tido en su propia imitación. A pesar de que su problema era realmente obvio,
estaba intentando ocultármelo.»
Gahan intentó dar un aire más positivo a sus salidas nocturnas cuando habló
de ellas en 1993: «Varias veces, cuando llegaba a Londres, sobre todo para ver a
Jack, y salía a cenar con Daniel, él me decía: “Mira, sé que estás pasando por un
montón de cosas en estos momentos, pero tienes que continuar y seguir insis-
tiendo”. Creo que todo el mundo pensaba que estaba intentando destruir al gru-
po, y yo únicamente intentaba presionarlos un poco más. Es decir, mi mujer es
americana y, ya sabes, ella es muy agresiva, y por supuesto me he dado cuenta de
ello. Pero la mayoría de las veces tiene toda la razón. Me ha dicho cosas a lo lar-
go del último año que han cambiado por completo mi punto de vista sobre un
montón de cosas que yo hacía, y ella no ha hecho más que animarme».
A principios de 1992, el grupo se reunió de nuevo en Madrid, donde habían
alquilado un chalet y lo habían transformado en un estudio con alojamiento.
Alan Wilder: «Decidimos convivir, lo que fue difícil. Creo que fue una idea de
Flood, porque él lo acababa de hacer con U2, así que lo intentamos». El brillan-
te productor reconoce: «Creo que fui yo el que sugirió el convivir y grabar jun-
tos, después de las sesiones con U2 para hacer Achtung baby».
A primera vista, España era una elección idílica, que también había sido su-
gerida por su amigo Anton Corbijn: «Han estado completamente de acuerdo
con mi idea de grabar en España, simplemente porque la luz allí es maravillosa».
Después de explorar los alrededores, habían encontrado un chalet moderno con
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fluencias nuevas, y todo el rato estaba: “Quiero hacer esto, quiero hacer lo
otro…”; volví totalmente cargado de muchísimas ideas y cosas apasionantes que
quería implantar en el sonido de Depeche Mode, pero el resto estaban más en
otro plan: “Bueno, de hecho, acabamos de pasar el último año en casa con la mu-
jer y los hijos, así que cálmate un poquito, Dave”. Ahora me doy cuenta de ello,
pero, en aquellos momentos, me sentí como si yo fuera por un lado y ellos por
otro. Y tenía que seguir presionándolos.»
Aunque no los vio en Madrid, su antiguo representante de prensa, Chris Carr,
que había dejado de trabajar para ellos tras Music for the Masses, era consciente de
la situación: «Hubo desde luego un punto en el que el grupo estaba en un lado
y Dave estaba en el otro, muy solo». «Era obvio cuál era el problema —dice Da-
niel Miller, al recordar este tenso, discordante y nada creativo período—. Habían
pasado un buen tiempo separados, todos habían experimentado cambios bastan-
te grandes en sus vidas, algunos habían tenido hijos, y no existía ya esa necesidad
natural de reunirse. Simplemente, no conectaban de ninguna manera.»
«Descubrimos que nuestras personalidades chocaban de manera increíble
cuando convivimos durante 24 horas, siete días a la semana —dijo Gahan duran-
te una entrevista—. A mí no me importaba mucho, pero Alan lo odiaba.» Wil-
der se sentía cada vez más frustrado, ya que quería avanzar en la tarea que se ha-
bía propuesto: hacer el nuevo disco. «Poseo una gran ética laboral y estaba harto
de gilipolleces —alega—. La única manera en que puedo dar por finalizado un
proyecto es sabiendo que he dado lo mejor de mí mismo. A Flood y a mí nos re-
sultaba extremadamente difícil concentrarnos con todas las distracciones que nos
encontramos en el chalet.» La pareja solía pasarse algunas horas haciendo el
«trabajo pesado», y después Wilder subía a su habitación, que era minúscula, e
intentaba relajarse. «Dave estaba en la habitación de al lado y podía oír todo lo
que hacía. El principal pasatiempo de Dave por entonces era, con un amplifica-
dor que tenía en su habitación, hacer sonidos de acople con su guitarra, de ma-
nera que yo tuve que escuchar aquello durante varias semanas [el grupo realizó
dos sesiones de seis semanas en Madrid, con un mes de descanso entre medio].
No me quejé de ello, pero no quería oírlo. Me imagino que se estaba desahogan-
do.» Flood confirma: «No había ninguna separación entre el espacio dedicado
al trabajo y nuestro propio espacio personal. Dejabas caer un alfiler en una par-
te del chalet y se oía el eco en la otra parte. No había absolutamente nada de pri-
vacidad. Para ser sincero, el lugar más tranquilo donde estar era el estudio, así
que me pasaba allí todo el tiempo que podía».
Martin Gore, quien raramente muestra algún rastro de angustia, se emborra-
chaba a menudo y mataba las horas jugando con la consola a Sonic the Hedgehog;
Wilder estaba siempre irritado cuando trabajaba; cuando Gahan salía de su ha-
bitación, era impredecible —a veces estaba absorto en sí mismo, malhumorado
y agresivo, en otras ocasiones estaba vibrante y positivo. En este último caso, les
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brí que era increíblemente terapéutico, porque era algo mío y era como, bueno,
que os jodan a todos, no podéis decirme cómo lo tengo que hacer.
»Recuerdo cuando lo terminé, nadie lo había visto excepto Anton, y se sor-
prendieron bastante. Martin me dijo: “Vaya, no pensaba que supieras pintar, yo
nunca he sido capaz de hacerlo”. Y se sorprendió bastante. Yo le dije: “Bueno, sí,
es lo que solía hacer, Mart, es todo lo que sabía hacer. Fui a la escuela de bellas
artes durante tres años, y lo único en lo que era bueno era en la pintura”». En
España, Gahan invitó a Daniel Miller a subir a su habitación: «Estaba muy os-
cura, y había estado pintando algo bastante bueno sobre un gato. Había velas por
todas partes, todo muy espiritual. Me recordó a la primera vez que vino a Lon-
dres, que fue un gran choque para mí. Era temperamental, pero eso siempre lo
había sido. Sin embargo y de forma obvia, yo era consciente de que se había con-
vertido en la caricatura que una vez interpretó. Toda su energía y enfoque esta-
ban malgastándose con las drogas».
Después de una semana desde que comenzaran las sesiones de grabación, se
confirmaron los peores temores de Miller: «Entré en esa casa y sentí las peores
vibraciones. Todos parecían estar en su propio y pequeño espacio, nadie se re-
lacionaba con nadie. Alan estaba en el piso de abajo, en la sala de la batería, to-
cando para él solo; Dave estaba encerrado en su habitación pintando; Flood se
arrastraba por el suelo tocando el sintetizador; Fletch y Mart estaban leyendo el
Sun. No es una escena atípica en un estudio, pero normalmente se produce des-
pués de tres meses, no tras una semana. Esperaba encontrar cierto bullicio de
actividad, pero parecía que estuvieran quemados antes incluso de haber comen-
zado. Había muy poca comunicación. Habían grabado algunas cosas con las que
nadie estaba contento, y no se respiraba un sentimiento muy productivo. Me
quedé algunos días, y después estuve yendo y viniendo de Inglaterra bastantes
veces».
Miller también sintió que la presión de hacer algo después de Violator estaba
contribuyendo a esa atmósfera. «Todo el mundo sentía que Violator era un clási-
co, y artísticamente querían que el siguiente disco fuera otra creación, y así fue.
No fue Violator Segunda Parte.» Además, el éxito comercial de Depeche Mode
significaba que era más difícil para ellos aislarse del mundo exterior cuando es-
taban trabajando. «De repente, te das cuenta de que hay tanta gente ahí fuera es-
perando el siguiente disco que eso añade más presión —explica Gore—. De
pronto, eres consciente de lo grande que es esto, cuando antes supongo que ni
se te había ocurrido pensarlo.»
Surgieron tres temas, parcialmente terminados, de esta primera sesión de seis
semanas —«In Your Room», «Walking in My Shoes» y «Condemnation»—. El
proceso de realización fue horroroso, pero posiblemente la adversidad y la ten-
sión contribuyeron al sentimiento más fuerte y duro que transmitían las nuevas
canciones. En esta etapa, Gore sólo había escrito seis canciones para el álbum,
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todo el mundo hasta el extremo, no habría ocurrido. Intimidé a Alan hasta con-
seguir que tocara la batería, y dijeron: “Dave se ha vuelto loco, quiere batería; lo
próximo que querrá serán coristas”. Y así fue».
Wilder sonríe ante la bravata exagerada del solista del grupo, mientras reite-
ra que realmente los ánimos de Gahan fueron útiles. Asegura que no podía sacar
ningún punto de vista de la música de Gore. «A Martin no se le daba muy bien
expresar sus opiniones —dice Wilder—. Ni elogiar a alguien. Forma parte de su
timidez. No creo que sea nada mezquino, simplemente que no puede expresar lo
que siente. Y si no le gustaba algo, no decía nada. Así que acababas afrontando
una situación en la que Fletch decía: “Bueno, Al, Mart no está muy contento con
eso”. Pero Martin no me había dicho nada sobre ello, por lo que yo había mal-
gastado horas, días, lo que fuera.» «Martin y Alan no se hablaban mucho en el
estudio —confirma Flood—. Puedo entender por qué Alan se sentía frustrado.
Martin era capaz de expresar sus sentimientos conmigo más fácilmente que con
Alan. Me decía lo que quería, pero no se lo decía a Al. Obviamente, eso me puso
en una posición muy difícil y estresante, porque como productor yo era la única
persona con la que todo el mundo hablaba.» Sin embargo, Martin Gore ha in-
sistido en que, aunque «las sesiones sí que ejercieron presión sobre todo el gru-
po, Al y yo nos seguíamos hablando».
Gore pensó que sus demos habían definido la nueva dirección del disco, y en-
tonces permitió que todo el mundo hiciera sus aportaciones —el narcisismo
grunge de Gahan; la resolución de problemas de Flood, dirigidos hacia una mez-
cla de sonidos electrónicos y orgánicos; y el enfoque cerebral de Wilder para de-
tallar el sonido—, mientras él permanecía casi siempre pasivo en el estudio, a
menos que no le gustara algo. Hasta ahora, el hecho de que todos hubieran te-
nido un rol bien definido y de que el «liderazgo» del grupo cambiara en varios
momentos, daba cuenta de la singular eficiencia con la que funcionaba Depeche
Mode. Sin embargo, en la atmósfera cargada de egos del estudio de Madrid, la
falta de un líder fomentó que se formaran facciones. La gente era más intransi-
gente, obstinándose en lo suyo e individualizando los sonidos, en vez de combi-
narlos para formar un nuevo estilo global.
Gore no estaba seguro acerca de las nuevas grabaciones; quería avanzar a
partir de Violator, pero era muy consciente de que el grupo se había formado
originalmente como un antídoto contra la música rock. «Martin no estaba par-
ticularmente interesado en seguir un estilo rockero al máximo —explica Flo-
od—. Ésa era una de las tensiones entre Martin y Dave, pero también entre
Martin y Alan. Creo que Martin quería hacer el disco un poco más orgánico
de lo que habían sido los anteriores, pero sin olvidar el pasado. A Alan le gus-
tan los acordes mayores y un sonido más tipo himno, y Dave estaba muy in-
fluido por el grunge, así que supongo que se estaban apartando más todavía de
las raíces del grupo.»
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El toma y daca de egos e ideas en el estudio hicieron que fuera difícil y com-
plicado crear cada nuevo tema, e incluso más editarlos. Una de las primeras can-
ciones que se grabaron en la sesión de Madrid fue «Walking in My Shoes», re-
pleta de unos loops de percusión sucios y pesados, que dirigen la canción. «Mucha
gente del rap hace uso de la tecnología de una manera interesante para hacer que
sus discos suenen sucios —dice Wilder—. Hay tanta música pop limpia e inma-
culada, y se dicen tantas gilipolleces sobre el tema... Me gusta intentar captar am-
bos sonidos, mostrarlo de forma clara, con una completa gama de frecuencias a
través de la mesa, pero también que tenga mucha energía. En “Walking in My
Shoes”, por ejemplo, hay diferentes loops en la estrofa, y uno adicional en el puen-
te, y el estribillo introduce un completo cambio de ritmo y sonido de batería.
Además, hay diferentes rellenos de batería, pautas de hi-hat y partes de percu-
sión superior en cada sección. Con la combinación de todo ello te da la impre-
sión de que el ritmo está cambiando continuamente.» Un examen más concien-
zudo de «Walking in My Shoes» también revela un bajo en vivo y una guitarra
de arco eléctrico, instrumentos de cuerda, piano distorsionado y un riff de clavi-
cémbalo.
Wilder: «La parte de piano al principio de “Walking in My Shoes” fue some-
tida a un procesador de guitarras que lo distorsionó y lo hizo sonar más tenso.
Después añadimos encima unas notas de clavicémbalo. Yo quería que utilizára-
mos fragmentos de actuaciones y diferentes loops, porque encontraba muy inge-
nioso el enfoque del hip-hop. Ya sabes, los DJ entrando y cortando los trozos de
música de otros; ese tipo de cosas». Todo el mundo estaba emocionado con la
canción, pero Daniel Miller sintió que la exaltación optimista, casi espiritual, de
la demo se alejó de la grabación final. «Recuerdo muchas discusiones sobre
“Walking in My Shoes”. Todos tenían puntos de vista diferentes. Yo la veía como
uno de los singles pop clásicos de Martin, y creo que la manera en la que se ter-
minó para el disco fue un intento deliberado de que no fuera así. Un error típi-
co de una compañía discográfica, nunca debes decir: “Ése es el single”, porque
el grupo reaccionará en contra de ello. Personalmente, no creo que esa canción
alcanzara todo su potencial. De alguna manera, el espíritu de la demo se perdió.»
Flood: «Siempre había habido una muy buena dinámica entre ellos cuatro.
Tenían discrepancias y diferentes ideas, pero en los anteriores álbumes todos se
habían unido para alcanzar una meta común. En Songs, sus deseos individuales
no llegaron a armonizarse. Fue bastante tenso desde el principio hasta el final y
sus diferencias de enfoque nunca se resolvieron. Por ejemplo, creo que “Walking
in My Shoes” es una canción fantástica pero nunca encontramos la manera de
terminarla. Mis sentimientos sobre el tema están obviamente influidos por mis
recuerdos de la sesión, pero al final acabó siendo varias versiones diferentes uni-
das para formar una sola. Hay algo no resuelto en este disco que refleja el con-
traste de opiniones sobre la dirección en la que debíamos ir».
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hace». Sin embargo, Gore también resaltó que «David dice que siente que es-
tán casi personalizadas para él, que yo estaba escribiendo desde su perspectiva,
lo que no es verdad, obviamente, porque no hago tales cosas. Nunca intento es-
cribir desde el punto de vista de Dave… Si empiezas a escribir e intentas ima-
ginar lo que una tercera persona está pensando, las emociones van a quedar di-
luidas de alguna manera. Si escribes lo que sientes, sabes exactamente qué es lo
que estás sintiendo».
Había seis canciones en diferentes fases de finalización cuando los miembros
de Depeche Mode llegaron al estudio de Château Du Pape, en Hamburgo, para
empezar su tercera sesión del álbum. Fletcher estaba quemado por sus experien-
cias de Madrid y se quedó en casa para reponerse. Aunque no llegó a admitirlo,
eso fue un alivio para Wilder, cuya impaciencia con su vulnerable y emocional-
mente errático compañero había llegado al límite. Martin Gore también estaba
lidiando con algunas emociones fuertes a partir de secretos ocultos, sentimiento
de culpa y finalmente aceptación: tras su 31 cumpleaños, al compositor se le con-
fesó que su verdadero padre era un soldado americano que había llegado a Ingla-
terra a finales de los años 50. La madre de Gore había ocultado la verdad por
miedo a las posturas racistas de Essex. El hombre había vuelto a Estados Unidos
y vivía en el sur. Según un amigo de Martin, la pareja se asemejaba, como él, en
timidez y nerviosismo.
Mientras tanto, para cuando llegaron a Hamburgo todos los del grupo habían
sido testigos de la parafernalia toxicómana de Gahan, y había toda una serie de
discusiones bastante violentas acerca de ello. El cantante no dejaba claro si las
consumía, pero era obvio que lo hacía y, después de un tiempo, ni siquiera se mo-
lestaba en ocultarlo. Ocasionalmente, Theresa Conway cogía un avión para ver-
le y una vez allí se encerraban durante un par de días. «Nadie les veía —recuerda
Wilder—. Estaban completamente absortos en su propio mundo. El tema de las
drogas fue obviamente decepcionante, no por ninguna razón moral, sino porque
afectó de forma negativa a su personalidad y más específicamente a su mayor
atractivo, su sentido del humor.»
«Recuerdo que tuvimos una primera reunión con Dave para darle un ultimá-
tum —recuerda Gore—. Le dijimos: “Tienes que solucionarlo. Te estás ponien-
do en peligro”». Gahan: «Estaban realmente preocupados por mi salud. Desde
luego, yo no lo veía. Le dije a Mart: “¡Vete a la mierda! Tú te bebes quince pin-
tas de cerveza en una noche y te quitas la ropa y montas una escena. ¿Cómo pue-
des ser tan jodidamente hipócrita?”». El cantante tenía razón, dado que Martin
Gore estaba bebiendo mucho durante las sesiones de Hamburgo. «Si teníamos
algo de tiempo libre, Martin podía fácilmente correrse una juerga de tres o cua-
tro días durante los que literalmente no dejaba de beber —afirma Wilder—. Y a
menudo únicamente bebía cerveza. ¡No comprendo cómo no engorda! Yo me
pongo hecho un cerdo si no hago nada de ejercicio. De todas formas, Martin
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vino un día cuando estábamos haciendo Songs of Faith and Devotion, después de
algún tiempo sin verle. Estaba en tal estado que no podía ni hablar, pero logró
decirnos que se había bebido sesenta y siete cervezas Weiss (y éste tipo de cerve-
za se sirve en vaso grande) en once horas. ¡Las había contado! Probablemente
haya olvidado que hizo aquello. Estoy convencido de que su memoria le juega
malas pasadas, y ni se acuerda de sus desapariciones de tres o cuatro días mien-
tras hacíamos un álbum.»
Gore y Wilder, al principio, no estaban en la misma onda en el estudio, pero
después salieron y se divirtieron juntos algunas noches a medida que el álbum
fue cuajando más rápidamente. Algunas veces tocaban versiones improvisadas
de las nuevas canciones y aceptaban peticiones en algún bar de Hamburgo, o de
vuelta a su hotel. Wilder: «Solíamos llevar el piano de vuelta a nuestro hotel casi
cada noche, y lo mejor es que Martin se sabe las letras de casi todas las cancio-
nes que se hayan escrito, y yo puedo sacar los acordes de la mayoría de las can-
ciones pop, así que entre nosotros podemos hacer un número y a la gente le en-
canta. Mart es capaz de cantarte de maravilla una canción de Elvis. Es muy
musical. No es el mejor del mundo al teclado, pero tiene una voz mejor que la
de Dave porque es capaz de cantar bien las melodías. Además, solía combinar
esto con quitarse la ropa al mismo tiempo y en algunos hoteles solían ofender-
se por ello. ¡Le encanta exhibirse!», se ríe Wilder, que señala que al principio
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del vídeo para «A Question of Lust» el director Clive Richardson filmó a Gore
quitándose la ropa en un club. El grupo pasó otra noche memorable cuando
Erasure llegó a Hamburgo para tocar allí. «¡De hecho, Vince salió con nosotros
y se lo pasó en grande!», dice un sorprendido Martin Gore.
Mientras tanto, en las últimas fases de la grabación, Flood y Wilder sumergí-
an los instrumentos tradicionales utilizados en Madrid en texturas y sonidos elec-
trónicos. En el estruendoso «I Feel You» aplicaron un montón de tecnología so-
bre un tema que de hecho estaba basado en el directo, en un intento por
mantener la dinámica de una actuación sin llegar a convertirlo en un tema de
rock típico. Depeche Mode todavía utilizaban sus samplers Akai y Emulator, jun-
to con sintetizadores modulares y montados en racks: un MiniMoog, Oberheims,
el sistema Roland 700, los ARP 2600. En Songs of Faith and Devotion hay menos
sintetizadores modernos que nunca —no hay DX7, PPG, o cosas por el estilo—
porque prefirieron la sonoridad y energía de los analógicos. Además, los antiguos
sintetizadores poseen su propia calidad orgánica, que entraba bien en los sonidos
naturales y puros de las canciones. «De hecho, si escuchas ese álbum verás que
no es un disco de rock en absoluto —alega Wilder—, tiene un montón de ele-
mentos electrónicos. Creo que la razón por la que se tiene esa percepción viene
de la imagen de Dave con el pelo largo y los tatuajes.» Parece que a Songs of
Faith and Devotion se lo ha tildado de ser un disco de «rock» utilizando el tér-
mino como algo general para significar «no electrónico», dado que las influen-
cias abarcan una gama bastante amplia, incluyendo gospel, blues, rock progre-
sista, hip-hop y soul. Hay incluso un sentimiento psicodélico y «trippy» («de
viaje» o colocado por el efecto de ácido) en «Mercy in You» y «Rush», creadas
mediante los experimentos de Wilder con la inversión de sonidos, todo lo cual
formaba parte de una determinación por avanzar partiendo del ritmo más rígi-
do de Violator.
El grupo grabó ocho temas en Hamburgo y después se fueron de nuevo a
Londres para la sesión final en los estudios Olympic. Flood trajo un trío de gos-
pel, Hildia Campbell, Bazil Meade y Samantha Smith para «Get Right With
Me». También solicitaron la ayuda de un gaitero irlandés (Uilleann), Steafan
Hannigan, para «Judas» y, tras decidir que querían cuerdas reales para «One Ca-
ress», el grupo solicitó los servicios de Wil Malone, quien también había hecho
arreglos para el «Unfinished Sympathy», de Massive Attack. «One Caress» se
grabó en Olympic utilizando una sección de 28 piezas, cantando Martin Gore la
parte vocal en vivo. Después de 13 años sin necesitar que un músico de fuera die-
ra cuerpo a sus temas, Gore se mostraba «muy reservado» acerca de este último
experimento. Sin embargo, Flood dijo que saldría bien y el compositor estaba
dispuesto a probar la idea. «Metimos la orquesta —recuerda Gore—, y yo esta-
ba sentado en la parte de atrás pensando: “Esto no va a funcionar, no sé para qué
estamos intentándolo”. Yo estaba muy nervioso. Pero en el momento en que co-
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menzaron a cantar, creo que elevaron el tema a otro nivel, por lo que decidí que
no debía ser tan cerrado de mente sobre todo el asunto.»
El álbum fue finalmente mezclado en los estudios Olympic en Londres por
Wilder, Flood y Mark «Spike» Stent. Songs… fue un álbum difícil y problemá-
tico hasta el final. El tema «Walking in My Shoes» acabó siendo una mezcla de
tres versiones diferentes, y después fue desechado como single inicial porque no
se ponían de acuerdo. Acordaron que fuera «I Feel You», a pesar de que Gahan
prefería «Condemnation». La tensión también ensombreció las últimas sema-
nas, ya que todos se dieron cuenta de que estaban tardando tanto en sacar el dis-
co que no iban a tener mucho tiempo para recuperarse antes de comenzar un lar-
go tour mundial. Terminaron el LP el día de Nochevieja de 1992.
Por aquel entonces no hubo tiempo para autopsias, pero a lo largo de los años
cada colaborador ha desarrollado su propio punto de vista acerca del disco. Para
Gahan: «Lo hicimos lo mejor que pudimos. Nos exigimos mucho para crear algo
que fuera el esfuerzo de todo el grupo, y fue muy duro en ocasiones. Creo que
no lo hicimos tan bien como lo habríamos hecho si hubiéramos dejado las cues-
tiones personales a un lado, pero desgraciadamente están siempre ahí, tanto los
problemas personales como los intereses externos. Están siempre en el estudio
con nosotros, es inevitable, y según te haces mayor todavía más. Creo que pro-
bablemente es una tarea ya imposible para la banda hacer un álbum en grupo».
Gore cree que arrancaron en la dirección correcta cuando decidieron hacer
música «a partir de cuerpos en vez de a partir de máquinas», pero «en algunos
temas puede que hayamos estropeado las canciones intentando este pseudo-
rock». Aun así, según Gore es uno de los tres mejores LP de Depeche Mode.
Flood también cree que hicieron bien en experimentar, pero añade: «No creo
que conseguiéramos todo lo que podíamos haber conseguido». Daniel Miller:
«Encontraron una manera de hacerlo funcionar. Fue como un puzzle realmente
difícil que hicieron encajar pieza a pieza. Incluso el final, cuando vinieron a Lon-
dres para mezclarlo con Mark Stent, fue una parte complicada. Aparte de “I Feel
You” y “Condemnation”, nada parecía cuajar. No había una perspectiva muy cla-
ra sobre cómo debían acabar sonando estas canciones. Es un buen álbum, pero
creo que todas las canciones no salieron tan bien como deberían haber salido.
Había falta de perspectiva por parte del grupo».
Incluso el siempre fuerte Flood, que llegó a producir álbumes «difíciles» con
Trent Reznor y Smashing Pumpkins, decidió que él «no quería volver a trabajar
con Depeche Mode» después de este LP. «Fue una combinación de varias cosas:
la falta de comunicación y la impresión de que habíamos alcanzado un final natu-
ral a nuestro trabajo conjunto. Pensé que sería mejor para ellos que encontraran
a otro y explorar en una nueva dirección. No creo que nuestra relación fuera ya a
producir algo diferente. Y, por supuesto, también había un aspecto egoísta en
todo ello, porque no quería volver a pasar por lo mismo de nuevo. Hay un nivel
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de excitación, respeto y tensión cuando trabajas por primera vez con alguien que
crea nuevas ideas, pero no había esa clase de sentimientos entre nosotros cuando
terminamos Songs.»
Justo dos meses después de que se grabara el álbum, la electrónica grunge chi-
rriante y vibrante de «I Feel You» se metió en la lista de éxitos del Reino Unido
a mediados de febrero de 1993, alcanzando el puesto n.º 8. NME los describió
bastante bien: «Depeche Mode han hecho puré de una forma positiva un tema
de acompañamiento, mientras al recientemente convertido al grunge Dave Ga-
han le tatúan los huevos en vivo en el estudio. Los sintetizadores se pedorrean,
succionan y gimen, los amplificadores emiten pitidos». La imagen de pequeña y
flaca estrella del rock de Gahan fue divulgada al mundo a través del vídeo de An-
ton Corbijn, que mostraba al solista del grupo desnudándose delante de la actriz
inglesa Lysette Anthony. En un extremo completamente diferente, Brian Eno
hizo un remix de la canción convirtiéndola en un tema de ambiente onírico, que
Martin Gore tuvo que quitar un par de veces del estéreo del coche porque le pro-
ducía sueño.
Cuando Songs of Faith and Devotion apareció el 22 de marzo, subió directamen-
te al número uno de las listas de éxitos de Gran Bretaña y Estados Unidos. El ál-
bum también recibió algunas de las mejores críticas de toda la carrera del grupo.
Andrew Harrison, de Select, indicó que «Las canciones de fe y devoción son tam-
bién canciones de lujuria y corrupción y avaricia, cubierto todo ello con las textu-
ras de sonido más viscosas y venenosas que jamás antes había creado Depeche
Mode. Si en Violator, el hecho de dar información de forma cínica y fría sobre la
dinámica del grupo estaba calculado para maximizar lo pegadizo de sus canciones,
en Songs of Faith and Devotion la tónica es de una dulzura a medias, y el mismo so-
nido rugiente que inicia “I Feel You” no es Ministry, pero es lo más cerca que han
estado hasta ahora. No es heavy metal sino heavy plastic». La afirmación de Ha-
rrison de que son «canciones de lujuria y corrupción y avaricia» era exacta, pero
tal y como Fletcher hace notar, «las nuevas canciones son más emocionales y me-
nos pervertidas».
El tono del álbum es más duro de interpretar porque definitivamente cambió
desde las demos hasta cómo quedó finalmente. Gore ha atribuido ese sentimien-
to más positivo en las canciones originales al nacimiento de su hija, asociando su
creencia de que «el hombre es malo por naturaleza» con la fiel determinación de
que «tienes que tener confianza en él». Aunque estas ideas se filtran a través del
LP, la exaltación eufórica de «I Feel You», «Higher Love» y «Rush» está más
cerca del sentimiento de intenso placer provocado por un viaje químico que del
optimismo atenuado de Gore. La atmósfera compleja que rodea al álbum queda
determinado en las canciones, que expresan unos estados de ánimo extraños, y
que parecen hablar más del momento de Dave Gahan como toxicómano que del
propio estado de ánimo de Gore.
Depeche Mode def. 26/1/07 10:26 Página 181
diez:
«More than a Party»,
1993-1994
mósfera distintiva. Gore: «Estamos intentando ser más abstractos. Siempre ha-
bíamos usado imágenes del grupo, y ahora queríamos huir de eso». Corbijn tam-
bién señala los diferentes métodos de trabajo de Depeche Mode y U2: «Desde
el principio, Depeche Mode no quería tener mucha presencia en los vídeos.
Odiaban verse, mientras que U2 aparecían todo el tiempo. Martin no tiene de-
masiado sentido visual, y delega en mí, mientras que los U2 dirigen la operación
completa. Alan era con quien solía hablar sobre el contenido de los vídeos, ya que
es bastante inteligente, y tiene una gran capacidad visualizadora. Pero, desde lue-
go, no puedes encontrar dos bandas más diferentes».
Dave Gahan se preparaba yendo al gimnasio todos los días para hacer «tres
horas de circuitos», artes marciales y 20 kilómetros de bicicleta estática. Según
Carr, este régimen de trabajo era «…otra forma de autodisciplina para él. Era
una forma de probarse a sí mismo y presionarse. Perdió un montón de peso.
Siempre ha sido propenso a engordar, y es muy consciente de ello». Gahan tam-
bién se mentalizó para la gira con su «tatuaje alado»: «Era como si fueran mis
alas en aquella gira. Era como mi talismán. Si puedes hacer esto, puedes hacer
cualquier cosa ¿sabes? Si puedes soportar tanta presión durante diez horas, pue-
des hacer cualquier cosa, tío». Fletcher se encontraba de buen ánimo ante la in-
minente maratón ya que, finalmente, se había comprometido con su novia
Grainne, con la que llevaba quince años, para el 16 de enero de 1993.
Mientras tanto, cuando Chris Carr vio el escenario ideado por Corbijn, mos-
tró su preocupación ante el hecho de que Gahan estuviera a diferente nivel que el
resto de la banda y tuviera un espacio enorme por el que moverse. Tampoco le
gustaban las piezas de metal que colgaban en la parte posterior; de hecho, a muy
poca gente le gustaron. «Valoro a Anton, pero usa el mismo truco una y otra vez
con diferentes bandas y, siendo un purista, creo que a veces es repetitivo —dice
Carr—. Mi sensación es que Depeche se vengaron del comportamiento de Dave,
aprobando una puesta en escena que le planteaba bastantes dificultades. No po-
día hacer otra cosa que correr y correr. Pero la democracia no es infalible; la va-
nidad atraía a Dave, y en ese momento él parecía estar al mando.»
Corbijn señala que Gahan tenía sus reservas respecto al escenario de Devo-
tional por unas razones completamente diferentes. «Dave tenía un problema con
el tema porque él se ve a sí mismo como un cantante estrella, y cree que no ne-
cesita ningún apoyo visual.» Gahan quería que el público se centrara en él; el
dueño y señor de un auténtico espectáculo de rock’n’roll, en vez de una diminu-
tiva figura en un zoológico de aparatos digitales. Sentía que era su trabajo estar
por encima de todo; una figura de fantasía que expande la vida al límite: «Perso-
nalmente, tengo que asumirlo todo el tiempo, si no, no tiene sentido. Al final del
día Depeche es simplemente otra banda de rock’n’roll; pero, si puedo hacer fe-
liz a un montón de gente durante un par de horas, es un logro valioso para al-
guien que durante la mayor parte del tiempo es sólo un capullo miserable. Es mi
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tiempo, es lo que hago. Por eso Rage Against The Machine me parece un gran
nombre para una banda. Lo que haces durante todo el tiempo es luchar contra
las máquinas».
En mayo, la banda voló a Zurich, Suiza, dando comienzo a su gira de 156 fe-
chas durante 14 meses. Tenían 15 asistentes personales, 100 miembros de trans-
porte y montaje, y un terapeuta personal. Según Gore, no les sirvió de mucho y
«…aunque Fletch lo visitara ocasionalmente, el resto de nosotros nunca lo hizo.
Después de seis semanas, lo despedimos». Su mánager de ruta, Jonathan Kess-
ler, estuvo allí durante la mayor parte de la gira para supervisar la operación, jun-
to a un contable, uno de prensa, un asistente personal y los guardas de seguridad.
Hoteles lujosos, aviones privados, limusinas, y gente que les proporcionaba cual-
quier cosa que el grupo pidiera; todo ello hizo de esta gira una lujosa fiesta alre-
dedor del mundo. «Desde el momento en el que empiezas, el primer día, hasta
que llegas a casa, parece que estés viviendo en una tierra de fantasía —dice Gore
acerca del hedonista y hermético ambiente respirado durante la gira—. Yo, per-
sonalmente, tan sólo trato de aceptarlo, intento divertirme todo lo que se puede
uno divertir en un mundo de fantasía, y después vuelvo a la tierra al final de cada
gira.» «La carretera era como entrar en un asilo mental —dice Gahan—. Tenía-
mos a 120 personas trabajando para nosotros. Ni siquiera sé todos sus nombres.
Una ciudad diferente cada día. Pasábamos cerca de 18 meses en la carretera. Este
estilo de vida… todo está pensado para facilitarte las cosas. No tienes que hacer
nada por ti mismo. Fue algo bastante loco. Contratamos a un camello y a un psi-
quiatra.»
La primera fase de la gira se llevó a cabo básicamente en Escandinavia. Se
abrió el 21 de mayo en Zurich, seguido de Bruselas, Copenhague y Lausana. El
resto de conciertos se llevó a cabo entre junio y julio, la mayoría en grandes re-
cintos cubiertos. Gahan comentó: «Generalmente, preferimos tocar en recintos
interiores porque es como si el ambiente que se genera quedara contenido en el
espacio, y eso lo hace mucho más excitante. Cuando el público chilla o canta,
todo se captura, nada hay que se escape en el aire».
Durante el transcurso de estos dos meses, Depeche Mode estuvo de juerga
continua. Fletcher confesó a un periodista: «Para nosotros, más carga de traba-
jo significa más fiesta. Sé que es un cliché, pero allá donde vamos, todo el mun-
do te grita, te fotografía, te lleva por ahí. Durante la noche nos convertimos en
los reyes de la ciudad». Gore: «Cuando acabas un concierto y se te abren todas
las puertas, es difícil decir “no, me voy a la cama”». En esta etapa, el único vene-
no que se filtraba entre estas indulgencias era la adicción de Gahan a la heroína,
que aún no había disminuido lo más mínimo. Wilder recuerda a la banda tratan-
do de anticiparse, con la esperanza de prevenir futuros problemas: «Teníamos
discusiones con Dave acerca de su adicción, ya que ahora era obvio lo que esta-
ba haciendo. Teníamos reuniones en las que decíamos: “Tienes que dejarlo y
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otra noche —declaró a Time Out con un exagerado entusiasmo—. Quiero que
los chicos de seguridad se coloquen de tal forma que yo pueda caminar sobre la
gente. ¿Qué te parece, tío? ¿Puede hacer Prince eso? ¡Ja! De hecho ya he esta-
do hablando sobre ello, porque estoy en forma ¿no? Cuando acabemos “Perso-
nal Jesus” quiero correr a algún sitio en la parte trasera del escenario para que,
de repente, enciendan las luces cuando regresa la canción y que sea algo como:
“¡Estoy aquí!”».
Wilder acepta la interpretación de Gahan sobre la fina línea que separa el
egocéntrico sentimiento de creerse el centro del mundo y la pretensión de en-
tretener al público: «A Dave le encantaba estar sobre el escenario; eso le daba
una sensación de poder, ya que el público reaccionaba a todo lo que él hacía. Era
su válvula de escape. A veces, sus actuaciones eran un poco exageradas, pero con-
seguía realmente enganchar al público, y eso no es algo fácil de hacer en un es-
pectáculo a gran escala. No pienso que la gira le destrozara, porque él ya estaba
en mal estado cuando grabamos el disco. Y una vez que estás en el escenario, in-
merso en tu rutina, sientes una gran seguridad; nadie puede tocarte mientras es-
tás ahí arriba. Es como poner el piloto automático y sentir que estás a salvo. Dave
solía hacer los mismos movimientos todas las noches. Sabía que en un momen-
to determinado iba a ponerse frente a mi teclado para hacerme algún gesto de
complicidad. Era en un ritmo determinado, en un compás determinado. Él no
trataba deliberadamente de hacer el mismo espectáculo cada noche, simplemen-
te no podía evitarlo, porque era su rutina».
La rutina de Wilder sobre el escenario fue un poco más variada en esta gira,
ya que tuvo la oportunidad de tocar la batería en directo. «Estoy muy contento
de haberlo hecho, porque se disfruta un montón. Me motivaba el deseo de pro-
barme a mí mismo sobre el escenario e intentar hacer del espectáculo de Depe-
che Mode algo más variado.» Martin Gore también tocó su guitarra sobre el es-
cenario más que nunca y, en determinados momentos, las dos cantantes de apoyo
en las sesiones de Songs, Hildia Campbell y Samantha Smith, aparecieron sobre
el escenario para inyectar cierta dosis de gospel en los conciertos.
Todos los miembros del grupo vivieron sus propias vidas durante la gira.
Gore y Fletcher compartían limusina. Gahan iba en otra, y Wilder en una ter-
cera. Hablaban de negocios y de los quehaceres diarios solamente a través de Jo-
nathan Kessler, y tal y como dijo el cada vez más preocupado Daniel Miller: «Se
toleraban el uno al otro sobre el escenario». Gore: «Teníamos que hacer que
aquello funcionara durante catorce meses, así que, en un momento determina-
do, las limusinas separadas fueron necesarias». Gahan: «No íbamos a hoteles di-
ferentes, aunque se llegó a valorar. Aunque nos separaban por pisos. Teníamos
todo separado; seguridad diferente, habitaciones diferentes. El único espacio que
compartíamos era el escenario, y sobre él funcionábamos realmente bien. Todos
nosotros teníamos un papel asignado y sabíamos en que consistía. Ése era el lu-
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gar más cómodo. Lo que tienes que recordar es que no somos sólo nosotros. Hay
100 personas trabajando con nosotros y hay que tener en cuenta a todo el mun-
do: se juntan las emociones de todo el mundo, y a veces estalla el conflicto». Wil-
der confirma: «Es cierto que teníamos que hacer malabares para asignar las ha-
bitaciones, ya que Martin solía montar fiestas en su habitación, y no creo que
Fletch quisiera estar cerca de él o debajo de él». Gore: «Comenzamos a pedir pi-
sos separados, y después nos dimos cuenta de que todavía te podía tocar encima
o debajo de alguien, así que teníamos que estar en pisos separados y en extremos
diferentes. Acabamos adoptando un patrón de zigzag».
A pesar de, o quizás a causa de ese conflicto interno, Depeche Mode con-
seguían electrizar a su público cada noche, un público que sentía expresadas sus
propias debilidades a través del grupo. Esta intensa conexión emocional deja-
ba en una situación difícil a los grupos teloneros, que eran recibidos por el pú-
blico fríamente. Los Spiritualized fueron excluidos de la gira casi inmediata-
mente, tras una dura acogida. Un portavoz de Mute Records recuerda. «La
gente no paraba de abuchearles y lanzarles cosas. Los seguidores de Depeche
Mode pueden ser bastante duros.» Fueron reemplazados por un grupo sueco,
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Spirit, que duraron aún menos. Les sucedió un grupo de fusión jazz rock, Cain
and Abel, que eran el grupo de entretenimiento del hotel de Depeche Mode.
Según el portavoz de Mute: «La banda se acercó a ellos y les dijo: “¿Os apete-
ce hacer una gira abriendo para Depeche Mode?” y ellos aceptaron. Estaban
acostumbrados a tocar en bares, y de repente estaban tocando frente a 16.000
personas. Y funcionaron realmente bien; mucho mejor que Spiritualized».
Después, Miranda Sex Garden, que estaban en el sello Mute por aquel en-
tonces, se unieron a la gira. En pocos días, Alan Wilder trabó amistad con Hep-
zibah Sessa, la violinista de la banda (en realidad se habían conocido en el cum-
pleaños del teclista, el 1 de junio de 1993), y al final se convirtió en una relación
a largo plazo. Sessa recuerda: «Los seguidores de Mode son muy vociferantes y
no les gusta apoyar a otras bandas. Me tiraron bolsas de mierda, un nabo, car-
ne podrida. Aun así, disfrutamos bastante. La relación con Depeche Mode fue
bastante cordial. Era un grupo muy agradable. Martin había intentado compor-
tarse de la misma forma con Spiritualized y les invitó al bar, pero éstos le hicie-
ron el vacío. Después lo pasaron bastante mal, al ser bombardeados con mone-
das cada noche».
Irónicamente, tras el concierto de junio en Berlín, a Depeche Mode les
prohibieron la entrada en su hotel habitual, el Intercontinental. Había una fies-
ta en la habitación de alguien, y la gente estaba haciendo algo de ruido, pero
nada serio. De repente, la policía antidisturbios llegó completamente equipada:
cascos, escudos y porras. Se quedaron avergonzados al llegar y ver que tan sólo
eran unos huéspedes pasándolo bien, pero la administración del hotel no vio la
parte divertida.
En Gran Bretaña, las percepciones cambiantes sobre la banda mejoraron
cuando Paul Moody, del NME, les vio en el Garbsen Stadium de Hanover, Ale-
mania, el 31 de mayo de 1993. «El espectáculo está hecho de la materia de los
sueños de Gary Numan —escribió Moody—. Un enorme telón sirve de fondo a
un vasto espacio verde en las laderas de Hanover. Está flanqueado por dos enor-
mes símbolos de Depeche Mode de color malva, entre los que se encuentran tres
solitarias torres de teclado sobre una plataforma en la que suelen colocarse los
amplificadores de guitarra. Es una obra maestra de la sobriedad: un oscuro re-
cordatorio al estilo Bauhaus de que también la desnudez, cuando se aleja de la
fastuosidad típica de la MTV, puede sobrecogerte con la misma magnitud.» Lee
Davies, del Time Out, también chequeó a la banda en Europa. Su opinión fue:
«El show es espectacular. El poderoso repertorio, entresacado en su mayoría de
los dos últimos álbumes, algo más roqueros, y de un puñado de viejos temas fa-
voritos, acompañado por las imágenes artísticas a veces impactantes, a veces cha-
bacanas y a veces desconcertantes, se unen a la completa comunión con el públi-
co, que estimula al cantante Dave Gahan en su papel de falso dios, y él consigue
llevar al público en cada cambio de estado de ánimo, en cada aplauso».
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Hasta aquí todo bien. Sin embargo, la familiar mezcla de cocaína, éxtasis y be-
bida daban pábulo a las fiestas nocturnas, aunque ellos aún mantenían una eficien-
cia maquinal a la hora de actuar. Gahan llevó su creación de estrella del rock a nue-
vas cotas al saltar sobre la multitud en su concierto del 12 de junio en Mannheim.
«Pensé, voy a hacerlo como si fuera a saltar del trampolín de la piscina de Oswald
Park de Basildon, como cuando tenía dieciocho años —dice Gahan acerca de su
zambullida sobre la multitud—. Mi amigo Jay y yo solíamos saltar desde arriba del
todo. Hay que tener mucho valor para tirarte desde ese trampolín. Así que dije ¡Sí!
Alguien me va a sujetar; pueden destrozarme, pero al final me devolverán al esce-
nario. Sientes miedo, es algo bastante extraño, miles de manos tocándote y tiran-
do de ti. Ves un montón de caras, hasta que oyes a alguien de seguridad decir: “Te
tenemos Dave”. Me desgarraron la camisa, fue realmente divertido.»
Unas semanas después, Gavin Martin, del NME, describió que los arañazos
en los brazos de Gahan estaban «causados por seguidores rabiosos que maltra-
taron a su ídolo en Alemania». De todas formas, el escritor del NME, también
hizo mención al «sucio y pequeño secreto» de la banda, y su descripción del can-
tante fue repulsiva, un relato que, por extraño que pareciera, era bastante con-
vincente. Era el retrato de una estrella del rock adicta y gastada: «Ni parece un
hombre sano, ni suena como tal. Su piel está de un pálido enfermizo, sus ojos se
hunden en las cuencas. El dorso de sus largos y delgados brazos está lleno de mo-
ratones y arañazos.
»El camerino privado de Gahan se ha convertido en una oscura cueva. Velas
ardiendo sobre tablas que hacen de mesas con los estuches de los instrumentos,
y cualquier otra cosa susceptible de servir como mobiliario provisional. La mú-
sica alta ruge a través de su equipo, y las barritas de incienso de jazmín dotan a
la estancia de la atmósfera deseada. Detrás de él hay una alfombra roja colgando
de la pared, la guinda final a su completo montaje de rock’n’roll parnasiano. Ta-
les son los simbolismos que corresponden a todo un icono, a un hombre que
hace el papel, o intenta hacer el papel de un Dios del Rock».
Gavin Martin también describió el histerismo desproporcionado en el que
caía a veces Gahan. En este caso, describió la ocasión en que tocaron en el MTK
Stadium de Budapest, Hungría, el 27 de julio. «La actuación de Gahan fue inco-
nexa, mostrando toda su impotencia mientras intentaba blandir y capturar una
ficticia sensación de grandeza.» Steven Daly, de Rolling Stone, también hizo men-
ción en su crítica del concierto húngaro al hecho de que Gahan «utilizó el reper-
torio completo de trucos que se le suponen a una banda de estadio». El líder con-
fesó después del concierto: «Esta noche me siento como la mierda. Creo que mi
voz no suena como debería. Me da la sensación de que hago las cosas por hacer.
Pero llegas allí, y ves a toda esa gente que ha estado esperando todo el día y te
sientes obligado a hacerlo. Y cuando los tocas, es increíble, te podrían matar. Lo
intentaron un par de veces».
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Aunque la banda logró eludir esas críticas, y otras de su ralea, cuando yo hice
mi reseña de Depeche Mode en Detroit para la revista Vox un año después, tuve
la misma sensación sobre la desganada actuación de Gahan: «No hay signo de
desgaste físico, sigue serpenteando alrededor del micro y pavoneándose ante la
multitud. Sin embargo, parece ausente, y sólo sale de su ensimismamiento cuan-
do desata una actitud melodramática un tanto exagerada. Es comprensible, de-
bido al enorme esfuerzo de voluntad necesario para satisfacer a un público faná-
tico a lo largo de una gira tan extensa. Además, no hay forma de evitarlo, ya que
en el escenario todo gira alrededor de Gahan». La vulnerabilidad de Gahan era
palpable. Se comportaba como un aprendiz de Robbie Williams pero sin los
chistes. Aun así, tras ese ego sobredimensionado, conseguía comunicar al públi-
co el deseo sencillo, frágil y básico de ser amado por absolutamente todo el mun-
do que se encontrara allí.
En una morbosa pero perspicaz crónica, el periodista del NME, Gavin Mar-
tin, también recogió «las peleas internas, la confusa interpretación de las cancio-
nes y el derroche hedonista que manifiestan», aspectos que el grupo había inten-
tado mantener en secreto durante la mayor parte de su carrera. De todas formas,
Gahan no estaba preparado todavía para hacer pública su adicción a las drogas,
y el resto de miembros trataron de acallar los rumores. Gore dijo: «Se están es-
cribiendo todo tipo de historias sobre Dave. Se dice que tiene sida, que se está
muriendo o que toma drogas duras; todo eso es muy divertido, porque en reali-
dad no nos hace ningún daño. Nos hace vender más discos. Cualquiera que lo
lea puede pensar “Esto suena muy interesante, ¡tengo que ir a comprarlo!”. Creo
que es más probable que los chicos compren discos de grupos un poco escanda-
losos, que de los idiotas aburridos que en realidad somos».
El 31 de julio, Depeche Mode regresó a Inglaterra para tocar ante 30.000
personas en el Crystal Palace Bowl de Londres, teloneados por Sisters of Mercy.
Desde el inicio del concierto se mostraron muy insatisfechos, ya que cuando sa-
lieron al escenario aún era de día, lo cual restaba efectividad a sus introduccio-
nes atmosféricas. «Para ser honesto, no recuerdo mucho sobre aquella actua-
ción —dice Wilder—, pero sí recuerdo la fiesta que la siguió.» Había chicas con
sujetadores de forma cónica y medias de rejilla, y un área VIP de temática por-
no, pero todo aquello era lo que se veía; nada en comparación con lo que ocu-
rría en el santuario privado de la banda. Gahan se ocultaba en su refugio reple-
to de velas. Uno de sus amigos recuerda: «Verlo con sus parientes era algo
bastante extraño. Entre su hijo y él parecía haber un muro invisible que los se-
paraba».
Otra persona del entorno dijo: «Creo que David hace un buen trabajo, pero
tiene un montón de problemas. Está en un proceso de búsqueda. Creo que nece-
sita amor, necesita ser amado». Chris Carr también estuvo allí: «En Crystal Pala-
ce vi algo realmente horroroso —admite—. El grupo me llamó para invitarme, y
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La gira Devotional llevó a Gahan al límite de su capacidad. Después entró en un profundo abismo.
© London Features
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me llevé a mis hijos conmigo. Había un montón de gente por allí. La gran fies-
ta del exterior, para la que no se había escatimado nada, concentraba a la mayor
parte. Detrás de los bastidores, las cosas eran bastante diferentes. Es cierto que
había un montón de chicas allí, pero la mayoría eran amigas. Aunque fue un poco
raro. Fletch se acercó a mí, y me soltó: “La nenaza quiere hablar contigo”. Yo le
dije que de quién estaba hablando, y él me respondió: “Dave. Quiere hablar con-
tigo. Tiene su propio camerino y quiere verte allí. Está al final del pasillo, ve a
verlo”. Después se me acercó Martin y me dijo: “¿Has estado con Dave?”. Yo le
dije que aún no, y él me contestó algo así como: “Bien, quiere verte. No le ha-
blamos”. Al final llegué hasta su camerino, y le vi con su familia. Su hijo Jack es-
taba allí. Dave se acercó y me dio un gran abrazo. Tenía todas esas marcas en los
brazos; él decía que se las causaba el público, ya sabes… Había un montón de
gente alrededor de él. Hasta donde podía suponer, se trataba de gente de la fies-
ta, y Dave era el centro. Fue terrible. De todas formas, él quería hablarme sobre
Nick Cave, que había conseguido limpiarse y se había metido a rehabilitación.
Personalmente me sentí un inepto, porque yo no creí que estuviera en disposi-
ción de llamarle y decirle: “¿Qué coño pasa contigo? ¿Cómo has llegado hasta
este punto?”».
Posteriormente, Gahan contó a la prensa que su hijo había ido a ver al grupo
al concierto de Crystal Palace. Se mostró extremadamente orgulloso y sentimen-
tal: «Nos vio en el Crystal Palace Football Ground londinense, y creo que flipó
con ello. De repente comprendió que su padre no era un completo perdedor. Si-
guió todos mis movimientos y disfrutó muchísimo viéndonos. Aquello me hizo
sentir realmente bien.
»Llevaba tiempo sin verlo. Es prácticamente imposible cuando te pasas lar-
gas temporadas en la carretera. No puedes llevar a los niños contigo. Voy a ver-
le pronto. El otro día leí un informe escolar que dice que lo está haciendo genial.
Fue muy interesante leerlo. Este año cumple siete».
Las siguientes semanas, Alan Wilder comenzó a trabajar en los estudios
Windmill Lane de Dublín, de los U2. Allí dio forma al álbum en directo de la
gira mientras el resto disfrutaba de un descanso. También trabajó en el sonido
para el siguiente vídeo, el Devotional Live. El 8 de septiembre, Depeche Mode
dio inicio a su gira por Canadá, Estados Unidos y México en la ciudad de Qué-
bec, en donde Gahan y Daryl Bamonte fueron arrestados tras un altercado con
el empleado de un hotel. Pocos días después publicaron un nuevo single, el him-
no gospel «Condemnation», acompañado por una nueva mezcla de «Death’s
Door». El «diálogo de Gore con Dios», que el NME describió como un «gos-
pel perverso», fue remezclado por Alan Wilder y Steve Lyon en los estudios
Guillaume Tell, durante su estancia parisina de finales de junio. Wilder incorpo-
ró unos loops de batería de hip-hop y las voces femeninas de gospel de Hildia
Campbell y Samantha Smith.
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Un mes después, Anton Corbijn filmó el vídeo en la campiña que rodea Bu-
dapest. El propio Corbijn cita Condemnation como uno de sus peores vídeos. En
él aparece Gahan cruzando un prado en una pose mesiánica, escoltado por
Campbell y Smith, mientras que el resto de la banda están caracterizados como
monjes. Para acabar de ponerlo peor, la compañía de discos americana no quiso
publicar «Condemnation» como single, insistiendo en que rodaran un vídeo
para «One Caress». Este vídeo lo filmó Kevin Kerslade en Chicago en un géli-
do día, que no ayudó para nada al estímulo de la banda. Wilder recuerda: «La
única parte divertida de todo el asunto fue cuando la mitad de los animales que
aparecen en el vídeo se escaparon, y el personal tuvo que pasar el resto de la no-
che intentando atraparlos entre los árboles; algo bastante difícil cuando habla-
mos de cucarachas…».
Este tramo de la gira consistió en 49 fechas a un ritmo abrumador, finalizan-
do en el Palacio de Deportes de la Ciudad de México el 3 de diciembre de 1993.
Las fiestas se celebraron sin tregua, pero en este momento, el frágil estado men-
tal de Andy Fletcher era un problema serio. «En aquella época, aguantar a Fletch
se convirtió en algo insufrible. O bien estaba deprimido, o bien quejándose so-
bre el hecho de estar deprimido —dice Wilder—. La primera manifestación so-
bre su depresión se manifestó en forma de quejas constantes sobre la enferme-
dad, cosa que, según creo, es algo bastante común en estos casos, aunque no
conozco gran cosa sobre la naturaleza de la depresión. Desde luego, sus proble-
mas eran mentales, no físicos.» Gahan: «En los momentos en que estamos de
gira, bastante tienes con sobrellevar tu propia carga individual. No hay mucha
interacción entre nosotros, excepto algunas reuniones para hablar de lo que pasa.
No es un proceso particularmente creativo».
Se empezaron a acumular algunos incidentes durante la gira. Los hubo absur-
dos, espeluznantes y divertidos. «¿Recuerdas Nueva Orleans? —comentó Gahan
en el concierto del 8 de octubre—. Al final de la actuación no pude regresar para
los bises. Mart estaba haciendo un solo mientras a mí me evacuaban al hospital.
Sufrí un ataque al corazón a causa de una sobredosis. Al día siguiente, ninguno
de nosotros lo comentó.»
Wilder sigue escéptico acerca de la descripción de los hechos a cargo del can-
tante: «Tengo un recuerdo vago de cierta ocasión en la que, aparentemente, lla-
maron a un médico cuando Dave estaba fuera del escenario. Probablemente yo
estaba en la parte de atrás, mientras Martin hacía un solo delante. Se ve que en
ese momento Dave comenzó a sentirse mal por unas palpitaciones, pero llamar
a eso sobredosis y ataque al corazón, creo que es una forma bastante llamativa de
describir aquel incidente».
El 16 de octubre hubo otro susto, cuando Gore y Wilder se tomaron un pe-
queño descanso en las Antillas; fue una coincidencia que ambos decidieran via-
jar al Caribe, así que volaron juntos. «Es extraño, pero en aquella gira tuvimos
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unos pocos vuelos en los que las cosas no funcionaron muy bien —recuerda Wil-
der desde la seguridad de su casa decorada a lo art-decó—. Nos trasladamos la
mayor parte de la gira en un jet privado, y en una ocasión, estábamos volando
entre Nueva York y algún punto más al norte cuando se desató una terrible tor-
menta. En el exterior, el cielo se mostraba de un profundo gris anaranjado y no
pudimos aterrizar a causa del tiempo. Entonces, el piloto, simplemente para in-
fundir confianza, dijo: “¡Nos estamos quedando sin combustible, chicos!”. Gra-
cias por decírnoslo colega. Al final nos arriesgamos a aterrizar, y al tercer inten-
to lo logramos.»
«Pero peor fue aquel vuelo con Martin desde Dallas a las Antillas —dice el
teclista, quien desde entonces se ha convertido en un pasajero bastante asustadi-
zo—. Después de veinte minutos o así, hubo un gran estallido, y creo que caye-
ron todas las máscaras de oxígeno. Fue debido a algún tipo de problema de des-
presurización. Hubo un pánico generalizado, y que los miembros de la
tripulación comiencen a abrazarse entre ellos tampoco inspira mucha confianza
que se diga. El piloto tuvo que dar la vuelta, y nos quedamos sentados durante
Qué inocentes parecían en 1982, cuando para divertirse en el estudio le escondían las gafas
a Andy Fletcher. © Famous
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den a ser un poco como eso, ¿no? Muy bien». Clark Collis, de la revista Select, es-
cribió: «Depeche Mode no deberían publicar discos en directo. En disco son
maestros en el arte de combinar la tecnología y las emociones con resultados fre-
cuentemente devastadores. Sobre el escenario parece que, meramente, han desa-
rrollado el arte de conseguir que la gente encienda sus mecheros». Aun así, la re-
vista Arena señaló que «hay auténtico poder y urgencia en estas actuaciones».
El vídeo de Devotional también salió en Navidades. Ben Willmott admitió en
NME: «El escenario se muestra resplandeciente a lo largo de todo el vídeo, pero
el efecto se ve del todo menguado en la pequeña pantalla, y la gélida música de
Mode no gana nada en directo… Artísticamente y musicalmente añade muy
poco a lo que ya conocemos». Ian Cranna, de la revista Q, fue la única voz entu-
siasta: «Es la combinación de luz y diseño lo que realmente impresiona. No hay
ninguna intención de deslumbrar o encandilar; todo se mantiene en su sencillez,
incluidas las evocativas aunque no nostálgicas imágenes que acentúan más que
distraen, y que van perfectamente acordes con la música… Un experiencia que
absorbe el interés incluso para los que no son fans acérrimos de la banda. Devo-
tional es un maravilloso y creativo ejemplo de cómo lograr el éxito sin un com-
promiso artístico».
Las navidades llegaron y se fueron, y Wilder tan sólo se pudo tomar un cor-
to descanso porque él y Lyon tuvieron que volar a un estudio de Milán durante
tres semanas para preparar una nueva versión del espectáculo para Sudáfrica,
Australia, Asia y Suramérica, además del segundo tramo de la gira. «Higher
Love», que antes abría los conciertos, fue reemplazada por una dinámica versión
de «Rush», que encendía la chispa gracias a una emocionante secuencia tecno.
Wilder también trabajó en una versión trip-hop de «I Want You».
Mientras tanto, el voto de la banda sobre llevar a cabo una segunda gira ame-
ricana en recintos exteriores no fue unánime. Gahan y Wilder habían sido los
más interesados en hacer más fechas; Gore estaba de acuerdo, pero Fletcher se
mostraba obstinado en su negativa. Tenía el apoyo de Daniel Miller, quien creía
que el grupo arriesgaría su salud y dañaría sus relaciones si se sometía a esa im-
placable agenda. «En la segunda gira americana fue en la que Fletch comenzó a
hartarse, y en la que todo se convirtió en una auténtica locura —explica el direc-
tor de Mute—. Se abrió una gran brecha en la segunda parte de la gira. Estuve
con ellos en bastantes conciertos, y no podías ni hablar con Dave, ya que se en-
cerraba en su camerino; Martin se pasaba el día bebiendo, y no disfrutaba nada;
Fletch estaba muy tenso, y Al muy distante. Había tres limusinas. Sólo se junta-
ban en el escenario y en las cenas ocasionales con la compañía de discos, pero eso
era todo. Bastante terrible, realmente. Luego, a alguien se le ocurrió la idea de
regresar a Estados Unidos. Yo me posicioné en contra. Obviamente, a Fletcher
tampoco le hizo mucha gracia. Pero hubo un montón de razones por la cual lo
hicieron. Los otros miembros de la banda no tenían ganas de parar la fiesta.
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De todas formas, no fue Gahan quien tuvo que ser hospitalizado en Sudáfri-
ca; la última baja de la gira Devotional fue Alan Wilder. Bamonte deja escapar
una risilla al contarlo: «Alan se retiró, ya que pensaba que le había sentado mal
la comida. Cuando me acerqué al ascensor le oí gritar. Le llevaron al hospital y
resultó ser que Alan tenía piedras en el riñón, algo bastante común cuando te pa-
sas todo el día bebiendo».
Wilder volvió con la banda un par de días después, y el 1 de marzo dio inicio
la gira por Australia y Oriente en el Indoor Stadium de Singapur. Durante el
transcurso del mes siguiente, Depeche Mode actuaron en Perth, Adelaida, Mel-
bourne, Brisbane, Sydney, Hong Kong, Manila y Honolulu. De todas formas, du-
rante aquellos días aparecerían problemas mucho mayores que unas simples pie-
dras en el riñón. El estado mental de Fletcher se vio agravado por un sentimiento
de soledad y añoranza durante la gira por Oriente. Las fechas americanas, a las
que él se había opuesto radicalmente, habían hecho que el tour se extendiera has-
ta julio, un golpe personal, ya que su mujer daba a luz a su segundo hijo hacia ve-
rano. Fletcher estaba haciendo todo lo posible por visualizar el final de la gira,
pero aquello era una lucha diaria. No se encontraba como para salir de fiesta con
los demás; estaba a miles de kilómetros de su hogar, y en un horario completa-
mente diferente al del resto del grupo y al de la mayor parte del personal de gira.
Solía levantarse a las nueve de la mañana, y a menudo no veía a nadie durante ho-
ras hasta que comenzaban a aparecer al atardecer. «Con los objetivos, los plazos,
las fiestas y el exceso, me perdí —reconoció a posteriori—. Tenía un desorden ob-
sesivo-compulsivo que me hacía desplazar el estrés hacia preocupaciones paranoi-
cas. Sé que suena terrible, pero pensé que tenía un tumor cerebral. No podía dor-
mir, no podía pensar, el dolor de cabeza no se me quitaba de encima. Me hice
pruebas y no era un tumor cerebral, era una crisis nerviosa.»
Ni siquiera las lujosas distracciones y las escapadas diarias fueron suficientes
para suavizar la molestia de Wilder y Gahan por la depresión de Fletcher y, al fi-
nal, se quejaron a Gore diciendo que aquello era una situación insoportable para
todos. Gore: «Fue muy difícil. Andy había sido mi mejor amigo desde que tenía-
mos doce años. Pero para el resto era insufrible. Me justifiqué pensando que se-
ría mejor para él si se marchaba a casa y acudía a algún profesional». Nadie le obli-
gó. Él accedió. Gore reconoció que era la decisión más acertada para su amigo y
para la banda. Miller también recuerda una conversación con Fletcher en la que
éste dejó muy claro que no iba a tocar en las fechas añadidas, y que necesitaba un
descanso. Miller: «Recuerdo que estaba hablando con Fletcher sobre la gira esta-
dounidense y me decía: “No pienso ir”. Simplemente no podía hacerlo, ni siquie-
ra si hubiera querido. Estaba mentalmente agotado. Creo que hubo presión por
parte de los miembros del grupo, diciendo que era imposible convivir con él. Pero
estoy seguro de que fue suya la decisión de dejarlo, y no de los demás. Ésa es mi
impresión de los hechos. Y nunca fue una cuestión de abandono definitivo».
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Así que, al final de las fechas asiáticas, Fletcher se hizo unas pruebas en un
hospital y le contó a Daniel Miller que no volvería a hacer otra gira con Wilder
o Bamonte, quienes habían formado una facción en aquella gira. Fletcher: «Una
vez que volví a casa estuve en el hospital durante cuatro semanas. Desde enton-
ces estoy recuperado. Hago yoga y relajación. Pienso que soy una persona mu-
cho más fuerte ahora». Felizmente, el 22 de junio de 1994, Grainne dio a luz a
su hijo Joseph.
Daryl Bamonte ocupó el papel de Fletcher durante el resto de la gira. Wilder
se encargó de enseñarle todo durante una semana en Hawai. «Alan creyó que un
músico profesional sería mucho más aconsejable, pero al no saberse las cancio-
nes resultaría mucho más duro —dice Bamonte, amigo convertido a asistente de
ruta, mánager de gira y miembro de reemplazo en el grupo—. Nadie me pre-
guntó. Me lo dijeron directamente. Dave me telefoneó cuando estábamos en
Australia. Me dijo: “Fletch se larga a casa, tú te encargarás de los teclados”. Yo
reaccioné con naturalidad. Creo que fue una cosa natural. Me hubiera sentido un
poco ofendido si no hubieran contado conmigo.»
La gira por Suramérica y México comenzó el 4 de abril de 1994 en Sao Paulo,
Brasil. Durante las siguientes semanas, el grupo actuó en Argentina y Chile, en
donde conocieron la trágica noticia del suicidio de Kurt Cobain. Gahan se sintió
confuso: «Me he convertido en un cliché de mí mismo. Recuerdo el momento en
que me enteré de que Kurt se había volado la cabeza. Mi primera reacción fue de
enfado. Estaba totalmente cabreado. Me sentí como si me hubiera robado mi idea.
Así es como me sentí». Esa misma tarde compartió un raro momento de intimi-
dad con Gore. Ambos fueron capaces de comunicarse con el otro, incluso de mi-
rarse a la cara. «Fue en Chile, la misma noche en que ocurrió lo de Kurt Cobain.
Era muy tarde y habíamos bebido un montón. Si Martin estaba borracho, no lo sé.
No sé siquiera si él lo recuerda, pero yo lo tengo grabado en la cabeza. Me dijo que
para él, las canciones le venían de Dios, y pensaba que lo estaba perdiendo a causa
de la bebida y todo lo demás. Por alguna razón, sintió que tenía que contarme eso
a mí. Como si tuviera que pasar a través de mí, y yo fuera su voz. Pensé que era la
cosa más bonita que nunca me había dicho.» Este revelador comentario pone de
relieve cuán inseguro y vulnerable se siente Gahan sobre su papel como cantante
en la banda, y parece, también, respaldar la descripción de Wilder sobre Gore
cuando dice de él que es una persona abierta cuando está bebida, pero cuando no
lo está se vuelve frustrantemente amnésico y poco efusivo.
Al cumplir con las fechas de Costa Rica y México, Depeche Mode pudo
por fin descansar tres semanas antes de embarcarse en las fechas americanas
restantes con un ligero cambio en la producción. Anton Corbijn, que tuvo que
reeditar parte de las imágenes de proyección, dice que «les interesa bastante
el dinero. Todos ellos esperan ganar un montón de dinero». Este infame tra-
mo de treinta y cuatro fechas a través de Estados Unidos (del 12 de mayo al 8
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de julio) elevó el número total de personas que vieron a Depeche Mode entre
1993 y 1994 a más de dos millones. Durante la última parte de la gira, las mo-
vidas de Gahan adquirieron un estatus legendario al salir de fiesta con la nue-
va banda telonera, Primal Scream. «Sabía lo que estaba haciendo —dice Ga-
han—, era consciente de todo. Elegí a los Scream porque había oído que les
encantaba la fiesta. Y realmente me gustaba su disco, intuí que lo pasaríamos
bien, que haríamos una buena combinación. Lo pasamos muy bien, fue real-
mente divertido.»
Daniel Miller estaba exasperado por el entusiasmo de Gahan por Primal
Scream. «Cuando escuché que Primal Scream les iban a telonear, creí que era
una broma —recuerda—. Yo simplemente soy el dueño de una discográfica, y las
giras son un negocio completamente diferente. Hablé en términos muy elocuen-
tes sobre la presencia de Primal Scream en la gira, creí que era ridículo, pero para
ser honesto, no creo que marcara ninguna diferencia quién fuera la banda de
apoyo. El grupo estaba en su propia burbuja. Dave quería que Primal Scream es-
tuvieran en la gira, pero no creo que el motivo fuera por tener a alguien con
quien salir de fiesta. Participaba un montón de gente en las giras, y podía irse con
cualquiera. No creo que se hubiera comportado de forma diferente si en vez de
Primal Scream hubiera habido otra banda. Cuenta la leyenda, no sé si será ver-
dad o no, que Primal Scream se quedaron impresionados de la cantidad de ma-
terial disponible en aquella gira, y que tuvieron que retirarse.»
Gahan describía así su nueva rutina de trabajo: «Me llamaban a la puerta an-
tes de cada concierto, y me encontraba con Innes, Throb o Bobby, de Primal
Scream. “¿Tienes algo para esnifar, Mr. G? Necesito algo para esta noche. Me
he pasado todo el día despierto. Necesito algo tío.” Muy divertido. Y, desde lue-
go, les proporcionaba lo que necesitaban. Bobby se lo sabía hacer muy bien. Sa-
bía cuando parar. Yo no. Yo no comprendía que se pudiera jugar a este juego de
otra forma. Y los Scream me lo hicieron ver».
«No estoy seguro de si fue Gahan quien los recomendó, pero el caso es que
acabaron con nosotros —recuerda Wilder—, porque a él le encantaba su músi-
ca y pensaba que sería genial tener a alguien de las mismas características que él
en la carretera. Pasó más tiempo, literalmente, con ellos que con nosotros. Solía
quedarse en un lateral del escenario viéndolos tocar cada noche. Algunas veces
tocaba la armónica y organizaban una jam session en la habitación del hotel. Mar-
tin y Daryl solían estar, pero yo no estaba interesado en sentarme en la habita-
ción de un hotel toda la noche y tocar cara a cara junto a otros músicos.» Gahan:
«Pasamos momentos memorables, sentados hasta las siete, las ocho o las nueve
de la mañana, en mi habitación, con Mick Jones diciéndome: “¡Lo has pillado,
tío! ¡Lo has pillado!”».
Andrew Perry, periodista de la revista Select, cubrió la gira: «Gahan les tenía
un miedo reverencial, pero los Scream le hicieron olvidar ese sentimiento desde
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todo aquello, fue la gira más exitosa y con más conciertos de los que nos poda-
mos sentir orgullosos. Me lo pasé en grande». De todas formas, hace una con-
cesión: «Lo que la gente oyó acerca de aquella gira es, en su mayoría, verdad.
Todo el mundo estaba absorto en su propia historia, a veces con resultados des-
tructivos, pero todo ello forma parte de la forma que cada uno tiene de enfren-
tarse a un mundo tan irreal y bizarro».
A medida que la gira Devotional entraba en la recta final, Gahan requería
chutes de cortisona cada vez con más frecuencia. Kevin C. Murphy, seguidor de
Depeche Mode, recuerda el problemático comportamiento de Gahan en el
Great Woods Center de Mansfield, Boston, el 23 de junio: «Ése fue el peor
concierto de los tres que he visto de Depeche Mode. Lo único que hacía Dave
era pasearse por el escenario con una botella en la mano la mayor parte del
tiempo. Parecía la sombra de lo que era. Se equivocaba en la letra de algunas
canciones. Teniendo en cuenta que la gente cantaba sus canciones de forma re-
verencial, eso era algo vergonzoso. Andy ya se había marchado a Inglaterra y
Alan Wilder parecía irritado, esperando el momento de marcharse. Martin pa-
recía que era el único que aún podía enganchar al público. Su parte en solitario
era, probablemente, el punto álgido del concierto».
En el directo del 4 de julio en Detroit, hubo un momento durante «Never
Let Me Down Again» en el que el cantante parecía estar completamente desco-
nectado del mundo que lo rodeaba. Fue un momento de vulnerabilidad o, más
bien, desesperación. Lo reflejé en el Vox diciendo: «Mientras Gahan aplaude y se
arquea hacia atrás con una sonrisa salvaje, ve a un astronauta en la pantalla que
queda a su espalda, una de las imágenes creadas para la gira por el fotógrafo/di-
rector Anton Corjbin. La figura parece algo frágil y solitaria mientras flota en el
espacio, proyectándose levemente en la espalda alada de Gahan». Ya sólo queda-
ban tres conciertos más para dar por finalizada la gira mundial y, supuestamen-
te, obligar a cada uno a volver a la vida real. Era difícil imaginar que ese hombre
del escenario fuera capaz de adaptarse a una vida cotidiana.
El St. Andrews Hall de Detroit fue testigo de la gran fiesta de fin de gira, con
bailarinas eróticas y Martin Gore vestido de mujer. Menos de una semana des-
pués, la última fecha del tour tuvo lugar en el Deer Creek Music Center de In-
dianápolis, el 8 de julio. Marc Elfenbaum, jefe de producción en el Deer Creek,
recuerda: «Fue una noche digna de recordar. Durante la actuación de Depeche
Mode, los chicos de Primal Scream se metieron entre el público y empezaron a
lanzar cohetes. Eso es algo muy peligroso, y les hubieran detenido de no ser por
nuestro equipo de seguridad. Al final del concierto, Dave Gahan decidió lanzar-
se desde el escenario a la multitud, pero acabó cayendo de espaldas sobre los
asientos fijos de las primeras filas. Los chicos de seguridad lo rodearon para evi-
tar que fuera movido, y después recibió los primeros auxilios mientras lo trasla-
daban al hospital de St. Vicent».
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Gahan, reflejado por su «lado oscuro», durante la gira Devotional, en 1993. La escenografía fue
creada por Anton Corbijn, que la utilizó más tarde para el videoclip de «In Your Room», cuando creía
que aquélla iba a ser la última gira promocional del cantante. © Redferns
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Gahan: «Volví de aquella gira con dos costillas rotas y una hemorragia inter-
na. Fueron 180 conciertos. Me exigí demasiado a mí mismo. Mi cuerpo se pre-
cipitaba hacia la nada, aterricé sobre las barreras y me rompí dos costillas. Esta-
ba tan borracho que me llevó 24 horas notar algo. Al día siguiente sentí un
inmenso dolor. Querían que me quedara en el hospital algún tiempo. Yo les dije,
“mira, no quiero ir a uno de esos sitios, prefiero hacerlo a mi manera”. Así que
Theresa y yo alquilamos una cabaña en el lago Tahoe, al norte de California y,
prácticamente, desaparecimos. Estuve sin moverme durante tres semanas».
Al final de la gira Gahan no pesaba más de 50 kilos, era un adicto, y a las ocho
de la tarde su cuerpo comenzaba a ponerse nervioso, ya que su reloj corporal le
informaba de que se aproximaba la hora del espectáculo. «Estaba jodido. Com-
pletamente jodido… Cuando se acaban las giras, y no tienes nada que hacer, y la
gente que te rodeaba se marcha, lo único que te queda son las drogas.»
Tan pronto como acabó la gira, todos los miembros de la banda siguieron sus
propios caminos. Gahan se quedó un tanto aislado, ya que el resto de integran-
tes se marcharon a Inglaterra. Nadie contestaba al teléfono. Más tarde, Gore
confesó: «Dado que Dave estaba en Estados Unidos, no lo veíamos muy a me-
nudo, y no hablábamos por teléfono demasiado, no tanto como debiéramos. A
Andy le veo todo el tiempo, ya que ambos tenemos el mismo grupo de amigos,
y si estoy en Londres, en cualquier momento me encuentro con él».
Mientras Andrew Fletcher continuaba recuperándose y pasando tiempo con
su familia durante el resto de 1994, Gore se reajustaba a base de pastillas para
dormir a su nuevo horario de vida normal. «Adquirí muy malos hábitos durante
aquella gira. Tomaba pastillas para dormir todos los días, y cuando volví a casa
después de la gira, aún me quedaron unas cuantas, así que me proporcionaron
unos días de buen descanso. Después regresé a la actividad cotidiana sin proble-
ma.» El 27 de agosto, se casó con su pareja Suzzane, y la ceremonia, celebrada
al aire libre, se convirtió en la última ocasión en la que vería a David Gahan du-
rante mucho tiempo. El cantante llegó a las cuatro de la mañana con varios
miembros de Primal Scream, después de haber compartido escenario ese mismo
día en el Festival de Reading.
Alan Wilder rompió con su mujer y se fue a las Highlands escocesas con su
novia, Hepzibah Sessa. Durante estas tranquilas vacaciones, la pareja compar-
tió una experiencia que fue el colofón a la serie de percances que habían expe-
rimentado en la última gira. El 1 de septiembre de 1994, un avión Tornado de
la RAF se estrelló en pleno vuelo de reconocimiento contra una montaña cer-
ca de Lochearnhead, en Perthshire, Escocia. Murieron dos miembros de la tri-
pulación. A Wilder le cayeron encima algunos restos del avión siniestrado
cuando circulaba a 200 metros de distancia con su coche descapotable. El res-
to quedó repartido por la carretera A85. «Hepzibah y yo conducíamos tranqui-
lamente al norte de Loch Earn, y por encima de nosotros pasaban todos aque-
208 Depeche Mode
llos aviones militares —dice Wilder—. Vimos uno que venía directo a nosotros.
Mi novia comentó lo bajo que volaba, pero yo me di cuenta de que habían per-
dido el control del aparato. Mientras me apartaba de la carretera por un camino
vecinal, escuché el sonido del impacto y fuimos testigos de la enorme explosión.
El humo y los restos del aparato casi nos engullen. Más allá de la curva, los res-
tos de los cuerpos de los pilotos eran perfectamente visibles sobre la carretera
(por ejemplo, parte de un cinturón de seguridad con restos de cuerpo y bastan-
te sangre), un paracaídas, metralla ardiendo y un fuerte olor a combustible.
»Unos pocos segundos después y hubiera impactado contra nosotros. Aún
tengo pesadillas por ello. Me quitó las ganas de volar de por vida. No le doy un
significado religioso o transcendental, pero deja su huella. Tanto Hep como yo
aún tenemos sueños extraños relacionados con ese accidente. Lo que más me im-
pactó es que después de una tragedia como esa, la banalidad de la vida cotidiana
sigue su curso. Mientras dos pilotos yacían destrozados sobre la carretera, el sol
brillaba y los pájaros cantaban.»
Depeche Mode def. 26/1/07 10:26 Página 209
once:
«This Twisted, Tortured Mess»,
1994-1997
»El trasfondo de todo esto es que yo no quería limpiarme. Pensaba que po-
día controlarlo, pensaba que podía hacerlo esporádicamente, cuando me apete-
ciera, celebrar una fiestecita, o varias fiestecitas a lo largo de un mes. Y un mes
después, estaba ahí sentado, temblando y preguntándome a mí mismo qué es lo
que había pasado.»
Gahan había caído en una espiral de depresión y de consumo sin tregua. «La
heroína dejó de tener efecto durante mucho tiempo —comentaba de este perío-
do absurdo de su vida—. Te pasas todo el tiempo buscando ese primer subidón,
y luego se va rápidamente. Y entonces tienes que tratar con la depresión cons-
tante, buscando la manera de pillar y consumir.»
De vuelta a su apartamento de Los Ángeles, el cantante, que pasaba por su
peor momento, se encerró, rodeado de una serie de personas que todo el tiem-
po entraban y salían. «Fue todo muy raro —recuerda Gahan—. Nunca estába-
mos viviendo solos. Siempre había alguien más allí. No me importaba, me gus-
taba la compañía. En aquella época, estaba coqueteando con la idea de la muerte,
y dejándome llevar. No se trataba del tema del rock’n’roll, se trataba simplemen-
te de mí. No me gustaba en lo que me iba a convertir, no sabía cómo acabar con
ello. Pero, junto con eso, también había algo en mí que deseaba seguir viviendo.
Siempre sentía mucho miedo cuando me quedaba a solas.»
No obstante, cuando Gahan quería chutarse heroína, quería estar solo. «No
era un drogadicto social, era una persona aislada en mi casa de Los Ángeles. Te-
nía mi propia habitación, se llamaba “la sala azul”; era un cuartito cerrado azul,
y yo me encerraba allí dentro.» Theresa y su mejor amigo, Kippy, que vivía con
su pareja, solían llamar de vez en cuando a la puerta para ver si quería algo. Ga-
han: «Recuerdo a Kurt diciendo lo mismo, que tenía un cuartito bajo las esca-
leras, donde tenía espacio suficiente para estar allí con su vela y su cucharilla, y
así ocurría todo».
Al igual que Cobain, el cantante era lo suficientemente rico como para per-
mitirse aliviar el hábito hasta que aguantara su cuerpo. «En cierta manera, a mí
me resultaba más difícil tocar el fondo más absoluto —explica—, porque tenía
un suministro interminable de puto dinero. Los camellos venían a mí. Fue en el
último año cuando la mayoría de ellos comenzaron a interrumpir sus contactos
conmigo. Me había metido en muchos problemas públicamente, así que no que-
rían que se los viera ya más conmigo.»
Dentro de este entorno narcotizado, a Gahan le resultaba imposible mante-
ner el timón, ni siquiera cuando su hijo, Jack, venía de visita. «Normalmente,
cuando venía a visitarme, había tenido tiempo de recuperarme durante un tiem-
po y mantenerme entero. Pero llegó un momento en el que estaba tan enfermo
que tuve que llamar a mi madre y decirle: “Mamá, Jack vendrá dentro de dos
días, y tengo un gripazo. No me voy a poder hacer cargo yo solo, ¿podrías ve-
nir?”. Yo mentía. Todo era una sucesión de mentiras.
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En el mes de agosto de 1995, Depeche Mode mantuvo una reunión para tra-
tar su futuro más inmediato. Martin Gore había escrito cinco o seis nuevas can-
ciones, con lo que la primera pregunta que debía plantearse la banda era si se en-
contraban en un buen estado mental y físico para grabar un nuevo álbum.
Decidieron sabiamente adoptar un enfoque precavido y juicioso, animados por
Daniel Miller, quien sugirió que grabaran una o dos canciones para una recopi-
lación de grandes éxitos (la continuación de The Singles 81-85). «Habían pasado
por toda esa mierda y ahora había una decisión que tomar: ¿volvían al estudio o
no? —comenta Miller—. Redujimos la presión llegando al acuerdo de que íba-
mos a publicar únicamente un álbum recopilatorio tipo “Lo mejor de…”, así que
todo se reducía simplemente a algo así como “vamos a hacer sólo un par de can-
ciones, y si es hasta ahí donde llegamos, entonces muy bien, porque al menos
tendremos una forma de utilizarlas”.»
Gahan: «Nos reunimos y hablamos de si queríamos hacer otro disco juntos.
No era nada seguro, porque todo el mundo dedicaba un montón de tiempo a
asuntos e intereses externos a la banda». A pesar de su estado vulnerable, el entu-
siasmo del cantante por la sugerente tentativa de Miller se vio multiplicado cuan-
do escuchó las canciones de Gore: «La verdad es que yo deseaba grabarlas. Yo
quería de verdad hacer las canciones. Mucho del contenido lírico y del sentimien-
to de las melodías se correspondía con lo que yo estaba sintiendo, y por lo que yo
estaba pasando personalmente. Parecía que iba a ser algo bueno para mí hacerlo
en aquel momento, ya que suponía una forma de trabajar mis propios problemas
personales. Mirando atrás, retrocediendo en el tiempo, yo no estaba listo, y era
más importante para mí meterme heroína que estar en la banda».
Gahan había estado entrando y saliendo de rehabilitación durante un año,
pero a medida que pasaba el tiempo estaba experimentando cada vez una recaída
más intensa cuando volvía a su casa o a su cuarto de Sunset Marquis, en Los Án-
geles. Por si esto fuera poco, y para empeorar las cosas, en agosto de 1995, cuan-
do regresaba de una desintoxicación de la clínica de rehabilitación de Sierra Tuc-
son, Arizona, descubrió que habían robado en su casa. Se lo habían llevado todo:
sus motocicletas Harley-Davidson, los aparatos de televisión, su equipo estéreo y
de grabación, incluso otros artículos menores, como la cubertería. Para añadir
más mofa al robo perpetrado, los ladrones, cuando se fueron, desconfiguraron el
código de la alarma de su casa, lo cual convenció a Gahan de que tenía que ser al-
guien en quien confiaba, ya que sólo unas pocas personas conocían la combina-
ción de la alarma. Pensó que sus amigos se estaban vengando de él por sus inten-
tos de salir de la droga y limpiarse: «Mi casa era una concha vacía. No quedaba
nada. Sólo colgaban cables de las paredes. Todo tenía un aspecto absolutamente
siniestro, como esta puta película de Los Ángeles en la que yo estaba metido. Y
pensé: “Se supone que no tengo que estar aquí, en el puto medio. Tal vez si no es-
tuviera aquí, todo el mundo podría continuar con su vida”».
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Siguió tensando sus propios límites, aumentando las dosis, explicando que
había llegado a un punto en el que se chutaba heroína y cocaína (speedball) por-
que ninguna de la dos hacía nada por sí sola. «…Chutándome speedball miran-
do al cielo… sólo deseaba dejar de vivir en este cuerpo. Desaparecer. Acabar.
Deseaba poner punto final a mí mismo. Deseaba dejar de vivir dentro de mi
cuerpo. Mi piel se iba arrastrando, hasta ese punto me odiaba a mí mismo, odia-
ba tanto lo que me había hecho como lo que había hecho a todo el mundo que
me rodeaba».
En Londres, Depeche Mode había decidido pasarse a un nuevo productor
para unas sesiones tentativas, a modo de prueba sutil. Martin Gore recuerda que,
después de que Daniel Miller hubiera llevado sus nuevas demos, él observó que
el único concepto de las pistas era que le gustaba la idea de que eran «bastante
hip-hop en cierta forma». Es por eso que comenzó a pensar desde el ángulo del
dance, y creo que fue Daniel el que propuso primero a Tim Simenon, de Bomb
the Bass. Dijo: «¿Qué tal Tim? Es un tío majo». Gahan observó después: «Se
nos estaban presentando un montón de nombres, pero al final, le cogimos a él,
porque a Martin y a mí realmente nos gustaba el álbum de Gavin Friday que él
hizo. Shag Tobacco es un álbum absolutamente brillante, nos encantaban los soni-
dos que produjo en ese disco. Además, Tim es un gran fan de Depeche Mode».
Simenon, nacido en Brixton, había seguido la carrera de la banda desde su de-
but «Photographic» en el álbum Some Bizzarre de Stevo. También le encantaban
los proyectos de Daniel Miller, The Normal and Silicon Teens, y el grupo de
Mute Fad Gadget. Después, Simenon se metió de lleno en el hip-hop, el elec-
tro, el dub y el house, pero siguió siendo fan de Depeche Mode, especialmente
de su LP Violator. En 1988, cuando aún sólo tenía 20 años, el hijo de padre es-
cocés y madre malaya entró en las listas británicas con el single dance de Bomb
the Bass, «Beat Dis», publicado bajo el sello de la filial de Mute, Rhythm King
Records. Posteriormente produjo los grandes éxitos de Neneh Cherry «Buffalo
Stance» y «Manchild», además de coproducir el «Killer» de Adamski. También
trabajó con uno de sus héroes musicales anteriores, John Foxx, en un proyecto
único, Nation 12, publicando el single dance «Remember». Foxx despliega los
métodos de trabajo del joven DJ/ productor: «Yo me encontraba en temas abs-
tractos, dance, y fue una correcta asociación, hicimos muchas cosas juntos. Tim
trabaja de una forma arbitraria. Toma aire y no habla mucho de ello. Es un mú-
sico muy táctil y tiene un gusto exquisito. Él elegía los ritmos, los tiempos, de
una forma muy instintiva, y cortaba todas esas partes con sus propios patrones».
Gareth Jones también ha trabajado con Simenon: «Cuando me reuní con él, lo
que realmente me impresionó fue su capacidad para liberarse de lo que no es co-
rrecto. Siempre reduce las cosas a su esencia».
La asociación de Simenon con Mute a través de Rhythm King le permitió apa-
recer por la oficina de Daniel Miller y charlar sobre los discos de Depeche Mode a
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Simenon, que era una persona más bien discreta, los acostumbró a lo largo
de aquellas semanas a su enfoque reflexivo, pero relajado. Daniel Miller solía
entrar para ver cómo iban progresando, pero el cambio más significativo era la
presencia constante en el estudio de Martin Gore, aunque su nuevo sentido de
la responsabilidad no incluía sudar sobre un sintetizador. «Casi nunca pude ver
a Dave Gahan en el estudio, mientras que Fletch sí que solía venir de vez en
cuando. Pero Martin y yo pasamos muchas horas allí —afirma Simenon—.
Hubo mucho tiempo de diversión, pero, por regla general, resultaba bastante
difícil trabajar. Martin y yo nos pasábamos mucho tiempo sin hacer nada, y des-
pués conseguimos que Dave Clayton hiciera un papel muy diferente al de al-
guien como Alan, que se pasaba horas trabajando en silencio con el sonido de
un teclado.» No obstante, el enfoque amable, cognitivo de Simenon a veces no
conseguía persuadir a su callado compañero de estudio: «Martin no debate mu-
cho sobre música —comenta, haciendo eco de los comentarios de Wilder—. In-
tentaba que él hablara sobre el tema, pero, por regla general, si es correcto no
va a decir realmente nada; si no lo es, sí que lo hará, y entonces sugerirá otra
idea. Intenté investigarle un poco para obtener cierto feedback por su parte, pero
puesto que la sesión era tan abierta, no hubo ninguna instrucción o dirección
hasta que todos ellos se reunieron al final».
Gahan ha dado muestra de alguna reserva sobre la nueva relación entre los
individuos dentro del estudio, que se encontraba alejada del enfoque orgánico y
abierto favorecido por Flood: «Martin realmente disfruta con Tim porque a éste
le gusta trabajar en el mismo tipo de proceso que a Martin, así que se llevan muy
bien. Pienso que Flood era un poco más experimental, y no quiero decir que de
una forma errónea para Tim, pero Flood estaba ansioso por probar mucho más
material musicalmente hablando, y profundizar más en lugar de seguir adelante
con el mismo formato».
Los resultados de este período inicial fueron lo suficientemente alentadores
para Gore como para marcharse y escribir otras tres canciones, incluida «Barrel
of a Gun», carente de adornos y llena de sonidos duros. Simenon: «Al final de
este primer periodo le sugerí a Martin: “Olvídate de los putos cambios de acor-
de, métele un ritmo despiadado”, y me salió con “Barrel of a Gun” que, por su-
puesto, tenía un maldito cambio de acorde». Hacia el final de esta segunda fase
en Eastcote, ya tenían seis pistas listas para las voces. Tras un par de conversacio-
nes telefónicas con Dave Gahan, se llegó al acuerdo de que Depeche Mode se
trasladaría a Nueva York para apaciguar al vocalista, que estaba ya harto de tener
que volar hasta Inglaterra. Simenon recuerda que la banda se sentía muy opti-
mista cuando llegaron a Estados Unidos: «Parecía algo positivo el que estuvié-
ramos yendo, de hecho, al país de Dave para dar el siguiente paso en la creación
del nuevo disco». Inicialmente, Gahan les mintió a todos diciéndoles que estaba
limpio, y la banda intentó crear un ambiente optimista en Nueva York, acudien-
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do a los clubes nocturnos casi todas las noches, en concreto, al club de house The
Tunnel, donde el DJ era Junior Vasquez. No obstante, en el plazo de dos sema-
nas, los músicos visitantes y el productor ya estaban experimentando unas reu-
niones de crisis en la parte trasera del taxi en su camino hacia el estudio Electric
Lady, sobre el cada vez peor estado de salud de Gahan. No era porque el líder
no acudiera al estudio o no lo intentara, simplemente es que no podía hacerlo
bien: sus cuerdas vocales estaban destrozadas y le resultaba muy difícil centrarse
en el trabajo. Gahan explica que: «Cuando empezamos este álbum, seguía estan-
do el noventa por ciento del tiempo enganchado, y el resto [que se rumoreaba
que fueron sus últimas dos semanas en Electric Lady] estaba ansioso por chutar-
me. Se hizo evidente que físicamente no era capaz de mantenerme de pie enfren-
te de un micrófono durante más de una hora sin desear tumbarme y morirme».
Después de pasar diez días haciendo las partes vocales para la canción «Sister
of Night», Simenon confiesa: «Es que simplemente desconocíamos lo siguiente
que teníamos que hacer. Por aquella época todo el mundo se sentía deprimido y
frustrado, y se decía claramente y en voz alta: “¿Merece la pena continuar? ¿Con
qué objeto?”. Llegaron a una fase en la que estuvieron a punto de tirar la toalla.»
Gahan: «Estaban nerviosos y tenían miedo. Yo era una persona que recaía en sus
malas costumbres de manera crónica. Estaba destruyendo todo, mi vida y la
suya». Un año o algo así después, Gore admitió que «hubo unas cuantas veces
concretas durante la grabación de este disco en las que sentía que no lo íbamos
a terminar. Tenía que empezar a pensar en terminarlo como artista en solitario,
lo que yo, realmente, no deseaba».
La banda dejó la desastrosa sesión de Nueva York hacia mediados de mayo,
habiendo terminado parte de su trabajo adicional en las pistas de fondo, un par
de nuevas canciones que Gore había escrito en una sesión de directo en el estu-
dio, y una parte vocal «completa» de «Sister of Night». A pesar de la posterior
afirmación de que es una de las mejores actuaciones de su carrera, «Sister of
Night» requirió numerosas tomas diferentes. No obstante, es un recordatorio
recurrente para el cantante del estado torturado de su mente en aquel momen-
to: «Puedo oír el miedo que tenía. Estoy contento de que esté ahí para acordar-
me. Podía ver el dolor que estaba causando a todo el mundo».
La banda pidió a Gahan que se fuera a su casa de Los Ángeles y se recupera-
ra. El cantante había aceptado recurrir a un instructor de voz por segunda vez en
su carrera, lo cual fue un paso significativo hacia delante. Daniel Miller: «Tras
una de nuestras reuniones de crisis, todos pensamos que Dave debía acudir a un
profesor de canto. Había recibido un par de lecciones de canto en una ocasión,
pero no le había gustado en absoluto, así que el tema se había convertido en algo
tabú. Y nosotros dijimos: “És la única forma en la que el álbum va a funcionar”,
y él estuvo de acuerdo. Se mostraba realmente muy abierto al respecto, y, en nin-
gún caso a la defensiva. Pienso que la decisión de tener un instructor de voz le
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ayudaba. Lo vi como un paso adelante, en cierta medida, una forma que él tenía
de decir que deseaba recuperarse como cantante, y, de la misma manera, hacer
mejoras en su propia vida». Como concesión a Gahan, se acordó que Simenon
y un ingeniero irían a Los Ángeles a trabajar las voces con él, mientras que Gore
escribía parte de su nuevo material. «Trajimos a Evelyn como instructora vocal
y era realmente buena —recuerda Simenon—. Vino y dijo: “Bueno, Dave, can-
ta esta nota”, y él lo intentaba. Era un buen fichaje para el estudio, y realmente
conseguimos una buena línea vocal para “It’s No Good”. Pero entonces llegó la
locura.»
Según Gahan: «Todavía seguía habiendo esa llama en mi interior que desea-
ba hacer ese disco, pero es que físicamente no podía. Volví a caer en varias oca-
siones, y después de que consiguiera recuperarme algo en Nueva York, regresé a
Los Ángeles, donde volví a las andadas, a mis antiguas argucias y engaños. Antes
de marcharme hablé con mi novia en Nueva York (la había conocido en un cen-
tro de desintoxicación; ella ya llevaba limpia cinco años y fue la persona que con-
siguió que admitiera que ya nada podría ser igual que al principio). En cualquier
caso, cuando me fui, me miró a los ojos y me preguntó: “¿Vas a volar, no?”. Y yo
le dije: “Sí”. Ella contestó: “No tienes por qué hacerlo”. Y yo repliqué: “Sí, ten-
go”. Y me fui a Los Ángeles y me corrí la peor de las juergas que jamás me haya
atrevido a correr».
Gahan estaba «totalmente jodido del coco», un yonki con un «deseo de morir»,
según confesó él mismo. Volvió a Sunset Marquis y se metió un chute de speedball
(coca y heroína juntas). «Se trataba de una clase especialmente fuerte de heroína,
denominada Red Rum (“ron rojo”), que al parecer había matado a un número bas-
tante importante de personas —detalló posteriormente—. Por supuesto, pensé sim-
plemente que se refería al nombre de un caballo de carreras, hasta que alguien me
contó que era Murder (“asesinato”) pronunciado al revés.»
A la una en punto de la mañana del 28 de mayo de 1996, Gahan se estaba pre-
parando para chutarse. «Había algo raro en aquella noche —comenta—. Re-
cuerdo que le dije al colega que estaba conmigo: “No llenes el chisme ése hasta
arriba. No pongas demasiada coca”. Me sentía mal.» Él estaba en el baño de la
habitación del hotel, sentado con el traficante, mientras que una chica a la que
acababa de conocer en el bar de abajo le esperaba en el dormitorio. Apenas unos
momentos después de inyectarse el speedball se desmayó, y el camello intentó rea-
nimarlo. Gahan fue arrastrado a su dormitorio, lo cual hizo que la chica tuviera
un ataque de pánico y llamase inmediatamente a una ambulancia. El camello,
que tenía miedo de que lo arrestaran, colgó inmediatamente el auricular del te-
léfono y no le dejó hacer la llamada telefónica a emergencias. Discutieron, la chi-
ca lo empujó y cayó al suelo, y el delincuente se levantó y salió disparado, aun-
que a los pocos minutos volvió para recoger sus jeringuillas y parte de la dosis del
chute. A la 1,15 de la madrugada, los servicios de urgencias recibieron una lla-
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mada al número 911 de una mujer anónima que decía que era la compañera de
habitación de Gahan. En los 15 minutos siguientes, y antes de que llegara la asis-
tencia médica, la joven intentó frotarle la cara con toallas húmedas. Gahan su-
frió un ataque cardíaco porque su cuerpo no había podido aguantar la dosis. Sus
manos comenzaron a ponerse amoratadas, y poco a poco ese color fue transmi-
tiéndose por sus brazos.
Posteriormente, él describió la escena en la ambulancia, tal y como se la habían
relatado los asistente: «Me aplicaron el tratamiento completo Pulp Fiction y consi-
guieron que mi corazón volviera a bombear camino del hospital. Lo primero que
recuerdo es un asistente en la parte trasera diciendo “Creo que lo hemos perdido”.
Tengo la imagen de que todo estaba muy, muy negro, y era aterrador, y recuerdo
también que sentía que aquello no estaba bien. Se supone que no tendría que ha-
ber ocurrido. Yo pensaba que podía controlarlo, que yo podía decidir el día en el
que iba a morir. Así de jodido estaba mi ego. Cuando quise darme cuenta, estaba
esposado por un policía, que me leía mis derechos».
Gahan salió del hospital a las 8,30 de la mañana siguiente, y fue inmediata-
mente arrestado y trasladado al puesto de sheriff de West Hollywood. El tenien-
te Steven Weisgarber, de la oficina del sheriff del condado de Los Ángeles, anun-
ció que habían hallado una gran cantidad de lo que parecía ser cocaína en la casa
del cantante, y como resultado de aquello fue detenido por posesión de sustan-
cias ilegales y acusado de encontrarse bajo su influencia. Gahan: «Al volver del
hospital, me llevaron directamente a la cárcel del condado y me dejaron encerra-
do durante un par de noches, en una celda con otros siete tipos. Una experien-
cia terrible, pero no lo suficiente como para hacer que lo dejara todo».
Lo pusieron en libertad bajo una fianza de 10.000 dólares e hizo una declara-
ción inconexa y arriesgada fuera de la oficina del sheriff, haciendo callar a Jona-
than Kessler, que lo acompañaba y que no estaba nada convencido de que la con-
fesión pública de Gahan fuera a ser muy prudente:
«Soy un adicto a la heroína, y he estado luchando por dejar la heroína… Cá-
llate Johnny… Y esto, durante un año.
»He estado dos veces en rehabilitación y no quiero ser como Kurt, que fue…
y cosas como ésa. Quiero ser un superviviente.
»Quiero decir que ayer por la noche volví a morir. Así que no soy… no soy…
mis siete vida de gato se han agotado. Yo… yo simplemente quiero pedir perdón
a todos los fans y demás personas y, esto… estoy contento de estar vivo, y pido
perdón a mi madre también.
»Sólo quiero que sepan que no es guay. Ser un adicto no es lo más. No es…
ya sabes, estás esclavizado por ello, y me… me ha separado de todo lo que ama-
ba, y ahora quiero reconstruir mi vida.»
Cuando Martin Gore oyó las noticias sintió una mezcla de lástima, frustra-
ción, ira y resignación. Sintió que Gahan no se había tomado el grupo o sus pro-
Depeche Mode def. 26/1/07 10:26 Página 226
Tras ser liberado bajo fianza de 10.000 dólares, Dave Gahan sale de la cárcel de West Hollywood
(Los Ángeles) custodiado por su manager, Jonathan Kessler. © All Action
jaba Gahan—. Sentí como que había renunciado a lo que ya tenía (una mujer y
un hijo) por algo que parecía muy real en su momento, pero que mirando hacia
atrás fue bastante doloroso. Los dos primeros años que estuvimos juntos fueron
bastante buenos, pero después comenzaron a empeorar las cosas. En gran parte
nuestra relación estaba basada en la lujuria; podía pasar muchas horas con esa
chica, irme de fiesta y acostarme con ella.»
La determinación de Gahan de recuperarse estaba respaldada por un temor
real. Se enfrentaba a dos finales bastante probables si continuaba colocándose: o
seguramente moriría o, en el mejor de los casos, pasaría algún tiempo en prisión.
Incluso si sobrevivía a la cárcel, su historial criminal le forzaría a dejar Estados
Unidos, y era más que probable que ya no pudiera recurrir a Depeche Mode para
entonces. En cualquier caso, al grupo le sería extremadamente difícil irse de tour
con un drogadicto convicto.
Cuando Gahan compareció ante el tribunal municipal de Los Ángeles el 30
de julio de 1996, las autoridades se mostraron comprensivas a causa de su rápi-
do ingreso en un programa de rehabilitación para adictos. Se le informó de que
si conseguía permanecer alejado de las drogas durante un año, se le retirarían to-
dos los cargos. Como parte de su libertad condicional, se le requirió que se hi-
ciera dos pruebas de orina a la semana, y si algún resultado daba positivo ingre-
sara en prisión de inmediato. A Gahan también se le ordenó que entrara en un
programa de pacientes externos, lo que le permitiría volver a trabajar con Depe-
che Mode. Se mudó a una «casa de vida sobria» llena de ex-adictos como él, y
después dejó Los Ángeles por completo, cambiándolo por un lujoso apartamen-
to en Nueva York con vistas a Central Park. De hecho, su decisión de limpiarse
significaba una abstinencia total de toda clase de drogas y alcohol, porque se dio
cuenta de que tan pronto como disminuyeran sus inhibiciones estaría tentado de
salir y conseguir droga. Estaba comenzando una nueva vida: «No tenía otra op-
ción —confiesa—. Iba a pasarme en prisión dos años a menos que hiciera lo que
el juez me había dicho. El permanecer limpio lleva su tiempo. No ocurre de la
noche a la mañana».
Mientras tanto, el grupo había continuado trabajando en Abbey Road, en
Londres. Todos, incluyendo Gahan, habían decidido intentar por última vez ter-
minar el disco. Fletcher: «Teníamos que asegurarnos de que Dave quería hacer-
lo. Existe un fuerte vínculo entre nosotros. Creo que Alan pensó que tras su mar-
cha el grupo iba a separarse, pero el vínculo era más fuerte de lo que el creía».
Se decidió que Gahan viajara a Londres y grabara el resto de sus partes vocales.
Él estuvo de acuerdo, aunque posteriormente admitió: «Es muy duro, tanto
emocional como físicamente, tener que viajar todo el tiempo, y es algo que es-
toy deseando no tener que hacer tan a menudo».
En esta ocasión, la atmósfera en el estudio era sorprendentemente relajada,
dado que los miembros del grupo dejaron de lado sus diferencias para, como Ga-
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han expuso, «hacer algo positivo». Según Gore «…de alguna manera, Dave qui-
zá nos liberó un poco de la presión, porque nadie esperaba para nada que fuéra-
mos a sacar un álbum, y mucho menos uno bueno». Fletcher fue franco acerca
de sus sentimientos hacia Gahan en aquella coyuntura: «Si Dave hubiera muer-
to en mayo, no me habría sentido culpable de no haber hecho lo suficiente. Él
sabía exactamente a lo que se atenía, y yo hice todo lo que pude. Pero ahora, des-
pués de todo lo que hemos pasado, si él se siente deprimido puede hablar con-
migo, y yo puedo ayudarle. Se da cuenta de que yo he sufrido como él. Y aun-
que sé que Dave es volátil y que tiene muchos problemas, espero que eso sea una
inspiración, una historia que termina bien».
Gahan: «Nos ha costado bastante. Pero diría que hemos hecho el mejor tra-
bajo de los últimos meses. Se hace cada vez más difícil, porque cuando te cono-
ces tan bien, muy pocas cosas se hacen grandes. Hay muchas cosas exteriores
ahora… todo el mundo tiene familia y tienen otros intereses fuera del grupo. Se
dedica mucha energía y tiempo a estas otras cosas, y por ello realmente dedica-
mos cada vez menos tiempo a hacer música juntos. Cuando las cosas van bien, es
realmente genial, pero también nos pasamos mucho tiempo sentados sin hacer
nada y esperando. Los roles están muy definidos».
El antiguo colaborador de Depeche Mode, Gareth Jones, fue reclutado para
gestionar las partes vocales de Gahan en los estudios RAK, donde había un ins-
tructor vocal, junto con Gore y Fletcher. Comparándolo con las dificultades an-
teriores, el cantante, que también estuvo acudiendo a reuniones de Alcohólicos
Anónimos durante la grabación, trabajó relativamente rápido y terminó con sus
partes vocales en un mes. Estaba muy contento con su trabajo, especialmente a
la luz de sus disolutas y torpes interpretaciones en Nueva York, unos meses atrás.
Estaba entusiasmado: «Realmente te llevan a un lugar, dondequiera que esté ese
lugar, y te llevan de viaje, te cuentan una historia y tú escuchas, ¿sabes? Hacen
que te involucres». Fletcher: «Las partes vocales de Dave en este disco son fan-
tásticas. Cuando Dave estuvo enfermo, alguna gente nos preguntaba por qué no
nos librábamos de él, por qué no conseguíamos otro cantante. Pero Dave nunca
vendría a mí y me diría: “Gore está insoportable, vamos a conseguir otro com-
positor”. Su voz y las canciones de Mart son Depeche Mode».
Tan pronto como todo el mundo estaba contento con una parte vocal, Sime-
non se llevaba el tema de vuelta a Abbey Road para trabajar en la música. El gru-
po se pasó un mes más en el estudio después de finalizar toda la parte cantada,
terminando Ultra a finales de 1996, quince meses después de haberlo comenza-
do en Eastcote. Simenon y Gore habían estado al mando del principio al final.
«Para ser sincero, Dave no aportó mucho en la dirección general hasta las mez-
clas, al final —aclara Simenon—. Yo le había estado mandando cintas para obte-
ner feedback, pero él no estaba en el estudio, como ocurría con Fletch; el que es-
taba normalmente era Martin.»
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timientos normales. Me solía sentar y ver el canal del tiempo en la tele durante
doce horas al día. No me importaba, tío… los días pasaban, y los años pasaban.
»Una persona normal es capaz de beber una copa o dos y decir “Basta, he be-
bido suficiente”. Ése no era el caso de David. David era del tipo “Más, más, más,
más”, hasta que no tenía que pensar o sentir nada más. El vivir de forma orde-
nada me ha permitido parar y darme cuenta de cómo todo el caos que me rodea-
ba lo había creado yo.
»Si creyera que puedo ir y beber una copa lo haría, pero para mí es una ob-
sesión. No importa si se trata de una botella de vodka o si estás metiéndote una
aguja en el brazo; al final del día, vas a acabar en el mismo sitio —que es la in-
consciencia— y te va a matar. Yo solía pasar veinticuatro horas al día pensando
en adónde podía ir para estar solo y hacer de las mías. Podía estar hablando con
mi madre y estar mirándola a los ojos y estar muriéndome por largarme de allí».
Gahan también reveló algunos aspectos sobre la dura disciplina de su progra-
ma de rehabilitación de drogas, al cual se aferró el cantante con firmeza: «Va en
contra de las reglas el hablar de esto con gente ajena al programa. Cuando hablo
sobre cómo me siento en las reuniones… Sólo pienso en llegar a mi hotel y te-
lefonear a mi tutor y decirle qué me pasa, y él me dará algunos consejos para sen-
tirme mejor. Anhelo sentirme bien conmigo mismo. Está empezando a suceder,
pero aún me llevará tiempo».
Alentado posiblemente por la importancia de la religión, implícita en el pro-
grama de Alcohólicos Anónimos y en la rehabilitación, Gahan demoniza su vie-
ja adicción: «Creo que la heroína es el diablo porque te roba el alma. Creo que
si hay un Dios, prefiere dejarte que luches contra ello, es así como yo lo siento.
Te conviertes en un esqueleto andante. Todavía ni siquiera me atrevo a mirarme
al espejo.
»Rezo cantidad. No rezo por el perdón, lo que hago es arrodillarme y dar
gracias a Dios por mantenerme sobrio un día más. Rezo mirando al techo, con
la esperanza de que haya alguien escuchándome. Y ¿sabes qué? No me importa
decirlo, me siento mucho mejor haciéndolo.»
Lo más importante en la nueva vida de Gahan fue que la relación con su hijo
Jack era más cercana. «Justo este fin de semana tuve la oportunidad de pasarlo con
mi hijo —le contó a un escritor en 1997—. Fue genial; fuimos a ver 101 Dálmatas.
Una de las cosas que advierto ahora en él, y de la que no me había percatado an-
tes, es la forma en que me mira. Me mira con mucho amor y afecto, y no me ha-
bía dado cuenta de ello hasta este fin de semana. Puedo mirarle directamente a los
ojos. Podría mantener la mirada en las suya sin sentirme avergonzado. Hasta aho-
ra había sido como si él fuese el adulto y yo el niño.
»Ha sido fantástico. Sé, por la forma en que se comporta conmigo, que si
papá le dice que va a llamar, o que papá pasará a recogerle, se lo cree. Ése no fue
el caso durante muchos años.
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»Lo que es fantástico ahora es poder pasar un par de días con Jack. Estar ahí.
Realmente él también está allí. La pasada noche, en el hotel, escuché una espe-
cie de gemido y corrí a su dormitorio. Me incliné sobre su cama y le acaricié con
suavidad para que se volviera a dormir… seis meses atrás hubiera sido incapaz de
hacer eso, debido al sentimiento de culpa y de vergüenza».
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doce:
«I Find Myself»,
1997-1999
El 14 de abril de 1997 Depeche Mode lanzaron Ultra, el disco que nadie, ni si-
quiera la banda, creía que fuera a terminarse. Fue directo al número uno en las lis-
tas británicas, vendiendo más de 40.000 copias en su primera semana. También lle-
gó a lo más alto en las listas alemanas, donde superó las ventas de Songs of Faith and
Devotion, llevando las ventas mundiales de Ultra a tres millones de unidades. El ál-
bum fue disco de oro en Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia, Cana-
dá, España, Suecia, Brasil, Bélgica, Dinamarca, República Checa y Hong Kong, y
disco de platino en Italia. Abriendo con la cruda e implacable paranoia de «Barrel
of a Gun», el disco suena electrónico y sobrio, aunque con nuevas influencias. La
pasión de Gore por la música del siglo veinte, incluyendo la música clásica y el ca-
baret berlinés, se nota, pero sin recargar el sonido final con demasiados elementos.
Desde el primer momento, la demo del autor de «The Bottom Line» se aproxi-
mó al country, tanto en el ritmo como en la cadencia de las palabras, y para refor-
zar ese carácter contaron con el guitarrista BJ Cole en la guitarra pedal. La pista
más inmediata del disco, «It’s No Good», tiene un extraño aire lounge, mientras
«Home», cantada por Gore, es una deliciosa balada con bonitos arreglos de cuer-
da. «Sister of Night» es una conmovedora canción, interpretada con mucho gus-
to por Gahan. Para satisfacción de los fans de Depeche Mode, las tensas texturas
electrónicas recuerdan al pop underground de finales de los setenta y principios de
los ochenta, la norma en oposición a Ultravox. Rítmicamente hay tempos lentos,
pero sin acercarse para nada al trip-hop. «Tim puede hacer que un tema de 69 pul-
saciones por minuto tenga mucha fuerza, lo que es muy importante para nosotros,
que estamos en un territorio más lento —apuntaba Gore—. En el pasado hemos
ido mucho más rápido que 100 pulsaciones por minuto, pero ahora, cuando inten-
to componer algo rápido, me suena estúpido, se deshace el ambiente. Para mí, en
este disco lo más importante son las atmósferas.»
«Siempre he estado convencido de que una atmósfera oscura es más efectiva
expresada a través de ritmos lentos —decía Gary Numan, que experimentó con
la percusión acústica en el disco Dance de 1981 y con los ritmos basados en pa-
trones en loop, en los aclamados por la crítica Sacrifice (1994) y Exile (1997)—.
Creo que es imposible crear una sensación amenazante si la canción lleva un rit-
mo frenético.»
Ultra también cuenta con un contundente aire industrial en el tratamiento de
los sonidos de batería; además, el entusiasmo de la banda por los ritmos cortados
y el motorik beat de la electrónica alemana de los setenta queda remarcado por la
aparición como invitado de Jaki Liebezeit de Can. El famoso batería de On-U-
Sound, Keith Le Blanc, también colaboró en «Useless», mientras Daniel Miller
hizo lo propio con un System 700 en «Uselink».
Miller estaba radiante por el retorno en este disco a un tipo de grabación más
desnuda. Creo que fue debido a la influencia de Tim y a la ausencia de Al. A Alan
le gustaban los arreglos grandiosos, cuerdas, coros, pianos dramáticos, y creo que
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Tim intentó dejar sin adornos las canciones de Martin, dando un acabado más
mínimo y emocionalmente crudo. «No hubo un debate al respecto, pero así es
como se desarrollaron las cosas. Creo que fue algo positivo porque yo soy el mi-
nimalista del grupo. No pretendo criticar a Al, porque algunos de sus arreglos en
“Never Let Me Down Again” son absolutamente fantásticos, pero posiblemen-
te la emoción de la canción se diluya un poco», comentó Gore en unas declara-
ciones en 1997. «Creo que, en cierta manera, es muy distinto al último disco, y
con mucha probabilidad hubiera tenido más sentido como continuación de Vio-
lator. Para mí, el último álbum fue una rareza, nuestro LP pseudo-rock. Éste es
mucho más electrónico, que es donde están nuestras verdaderas raíces».
En cuanto a las letras, «It’s No Good» rastrea en la debilidad de las relacio-
nes humanas, «Barrel of a Gun» expresa la convicción de que la vida está prede-
terminada por el destino, y «Sister of Night» es alienación ensimismada. Tal y
como escribió Dele Fadele, «“Sister of Night” toma una ruta más siniestra y se
enfrenta al poder de la adicción. Para algunos será una críptica carta de amor a
una droga letal, pero podría estar dirigida tal vez a una persona». La sublime
«Home», la canción más destacada del disco, ofrece redención. «Creo que tiene
un carácter espiritual, pero en este álbum la religión está mucho menos presen-
te que en el pasado —dijo Gore en su momento—. Me he cansado de la reli-
gión.» Empujado por la letra de «Barrel of a Gun», Gahan sintió que Ultra
«…definitivamente tiene un destino que lo recorre. Creo que el destino está
marcado y puede que a lo largo de la vida te desvíes de la línea un par de veces,
pero siempre acabas volviendo a la senda marcada. Eso si puedes, claro. Ya sabes,
a veces es mejor mantenerse en el momento, en el día. Piensas, el ayer ya pasó y
quién sabe nada de mañana. Creo que una de las cosas más difíciles en la vida es
disfrutar del momento. Todo eso está en el disco, en las letras y en lo demás».
En Gran Bretaña, la campaña de prensa estuvo dominada por las revelacio-
nes de Gahan sobre su pasado de drogadicción. Debido a su carácter abierto y a
su enfoque determinista, había una comprensible necesidad de confesarse y lue-
go continuar, pero en cierta manera resultó una táctica equivocada. Gahan se dio
cuenta con horror de que había sellado su propio destino: «Ni siquiera en diez
años dejaré de ser otra cosa para la prensa que Dave el yonki». También hubo
otros efectos secundarios, eclipsando el lanzamiento del nuevo disco y propician-
do una lectura muy gris de Ultra en las críticas. Para mucha gente, los sutiles co-
lores cálidos de la portada y su sencilla belleza no permanecían en la memoria
tras la primera impresión. James Oldham, de NME, puntuó con un seis sobre
diez a Ultra: «Si estas canciones muestran el declive de Gahan visto por Gore,
entonces están escritas en términos tan generales y vacíos que no tienen ningún
valor… Es todo demasiado clínico. Los temas son eludidos, la poesía es sólo pre-
tendida y nos quedamos con otra entrega de angustia dirigida a los estadios, en
un momento en que estábamos esperando una intimidad reflexiva. La aguja casi
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a Ultra, que carecía del ritmo y el ambiente disco de Violator. El influyente Los
Angeles Times concluyó: «Ultra no atraerá a ningún nuevo fan proveniente de la
última moda electrónica». Chris Carr probablemente tenía razón cuando dijo:
«Siempre han tenido un innato control del ritmo, y creo que Ultra no lo tiene.
Estaban intentando ganarse el respeto de sus iguales, porque ellos estaban aquí
antes que Massive Attack, pero el LP flota en el vacío». Gahan: «No tengo ni
idea de si Depeche Mode es comercial todavía. Antes, las emisoras emitían nues-
tras canciones entre The Eagles y Journey. Ahora tenemos que competir con
bandas como The Prodigy o The Chemical Brothers. Estoy realmente sorpren-
dido con la buena acogida en las listas de “Barrel of a Gun”. Esa canción es con
mucho la más inaccesible de las que haya hecho nunca Depeche Mode». A pe-
sar de todo, es probable que Ultra sea cada vez más apreciado con el paso de los
años, porque es una grabación templada, emotiva, más reveladora con cada es-
cucha.
La crítica publicada en Los Angeles Times debió de ser una desilusión para la
banda, que había elegido lanzar el disco con dos conciertos de presentación, uno
en Londres y otro en Los Ángeles. Prudentemente, decidieron no hacer gira con
el disco. «No sobreviviríamos a otra gira», admitió Gore. Su colega Gahan de-
sechó la idea al instante: «Me ha llevado mucho tiempo averiguar qué es lo que
quiero hacer con mi vida, y desde luego no es salir de gira». La actuación britá-
nica se celebró en el Adrenalin Village de Battersea, con Nick Cave, Pet Shop
Boys y un entusiasta Gary Numan entre el público. Simon Williams, del NME,
no quedó muy contento con esta primera actuación en directo desde la gira de
Songs of Faith and Devotion: «El ritmo aletarga; los sintetizadores dan un poco de
miedo; las voces están entre el gruñido y el gemido y, por lo general, son graves.
El concierto parece improvisado pero serio, como si estuvieran completamente
relajados después de haber salido del pozo». Chris Carr estuvo con la banda en
los camerinos: «Cuando vi a Dave antes del concierto estaba muy nervioso, igual
que muchas otras veces. Le llevó unos minutos calmarse, pero por fin lo consi-
guió». Después del concierto se vivió una escena insólita en el apartamento de
Martin Gore, que fue ocupado por una muchedumbre de amigos y conocidos,
reunidos en Maida Vale. «Después de Battersea fui a su piso y había demasiada
gente abusando de su hospitalidad —dijo Carr—. Debía de ser el precio a pagar,
porque la gente estaba literalmente registrando su casa, sólo porque es rico.»
A lo largo del año 1997 extrajeron una serie de singles del álbum. «It’s No
Good», que es sombría y graciosa a la vez, llegó al número cinco de las listas bri-
tánicas. El vídeo que lo acompaña es uno de los más efectivos de Anton Corbijn,
con Gahan como una estrella de cabaret en horas bajas que sigue creyendo que
es el número uno. «Pensaba que la interpretación de Dave lo llevaría a otro ni-
vel», decía Corbijn, que dio una oportunidad al cantante de brillar en público.
«Dave es el mejor actor de la banda, de hecho creo que podría ser actor si qui-
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pre hemos sufrido, debido sobre todo a una campaña de prensa errónea. Cuando
nos estaba yendo bien aquí, pero mucho mejor en el extranjero, allí empezaron a
retratarnos como superestrellas. Pero lo que no transmitimos es que aquí también
nos iba bien, lo único que no teníamos era el mismo éxito que fuera. Así que la
gente se quedó con la idea de que aquí nunca tuvimos ningún éxito. Me ha ve-
nido muchísima gente a preguntar si seguíamos juntos o diciéndome que tuvimos
un par de éxitos a principios de los ochenta, y recordaban “Just Can’t Get
Enough”. Una gran parte de la población de este país nos consideraba unos aca-
bados, y yo odiaba defenderme. De vez en cuando me enfado de verdad cuando
me lo dicen, y les respondo: “Nuestro último disco llegó a número uno, ¿hasta
dónde hay que llegar para que la gente se entere?”».
También fue curioso que un cuidado disco de homenaje a Depeche Mode, For
The Masses, que apareció en 1998, surgiera en Estados Unidos en lugar de en
Gran Bretaña. Las piezas británicas, de The Cure, Apollo 440 y Meat Beat Ma-
nifesto estaban en minoría en un disco recopilado por el norteamericano Stabbing
Westwood. Había habido algún que otro disco bizarro de versiones de Depeche
Mode, en su mayoría suecos, pero For The Masses llegó a las listas americanas y al-
canzó el Top 20 en Alemania, convirtiéndose en el disco tributo con más éxito.
Entre los participantes estaban Smashing Pumpkins, con una versión de «Never
Let Me Down Again» publicada unos años antes, The Cure, que hicieron lo pro-
pio con «World in My Eyes» del disco Violator, además de The Deftones, Foo
Fighters, Gus Gus y Monster Magnet. El divertido enfoque que hizo Rammstein
de «Stripped» salió como single, acompañado de un controvertido vídeo.
Mientras tanto, el antiguo plan de publicar un disco con lo mejor del grupo
se cumplió en 1998 con The Singles 86-98. Se anunció con la preciosa y melan-
cólica «Only When I Lose Myself», arropada por otras dos canciones nuevas,
«Surrender» y «Headstar». Las tres fueron grabadas con Tim Simenon en East-
cote y Abbey Road. «Por supuesto, fue muy agradable recibir una llamada de
Daniel y que me dijera que estaban preparando un single —recuerda Simenon—.
Fue una sesión muy diferente a toda la experiencia con Ultra. Cuando Dave re-
cibió las maquetas de Martin empezó a trabajar con la profesora de canto,
Evelyn, un par de semanas antes de llegar a Inglaterra. Tenía las melodías en la
cabeza, y cuando llegó, hizo la grabación volando. Era un hombre cambiado, y
fueron unas sesiones de estudio muy agradables que sólo nos llevaron un par de
meses.» Fletch decía respecto a las nuevas canciones: «Lo que estamos tocando
ahora tiene un profundo toque de rhythm and blues. Mucho es debido a Tim,
que se ha metido de lleno en Marvin Gaye y en los ritmos lentos y sensuales. En
nuestra última época es lo que nos atrae… el ritmo que no va más rápido de 100
pulsaciones por minuto». Gahan: «Creo que el nuevo single es una continuación
de lo que hicimos en Ultra. Durante la grabación de Ultra nos metimos de lleno
en el soul. Adquirí mucha confianza en mi forma de cantar. No quiero decir que
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sea lo mejor desde la invención del pan de molde, es sólo que he vuelto a encon-
trarme a mí mismo. Estoy muy agradecido por haber tenido la oportunidad de
participar en algo tan creativo y que me hace sentir tan bien».
«Only When I Lose Myself» sólo llegó al número 17 en el Reino Unido, a
pesar de sus numerosas remezclas y diferentes formatos. «El amor siempre me
ha parecido bastante obsesivo —dijo Gore sobre el tema de la canción—. La
gente habla de dependencia; para mí siempre ha habido dependencia en el
amor; de hecho, creo que es la esencia del amor.» Para el vídeo volvieron a con-
tar con Brian Griffin, que se había encargado de varias de sus portadas y ahora
se dedicaba a la publicidad y a preparar promos para Mute. «Hace tres años, en
una fiesta, Dave Gahan estuvo muy interesado en mis proyectos y hablamos lar-
go rato», explica Griffin desde su oficina en Ladbroke Grove. El vídeo se rodó
en el norte de Los Ángeles, cerca de Magic Mountain, en un centro de investi-
gación abandonado, y estaba lleno de imágenes de coches desguazados y extra-
ñas parejas que recobraban la vida. A Gore le gustó el efecto etéreo, pero no le
quedaba clara la idea que el director quería transmitir y expresó sus dudas. A la
MTV no le gustó nada el vídeo porque los miembros de la banda no aparecían
apenas, sólo en unos extrañísimos planos bajo una luz naranja.
En octubre de 1998, Depeche Mode subió en las listas británicas hasta el nú-
mero 5 con The Singles 86-98 (acompañado de una imaginativa mezcla de obje-
tos promocionales que incluía un reloj digital y un bolso de nylon con logotipos
rojo-digital). Fue el decimosegundo disco consecutivo que conseguían llevar al
Top 10. El álbum llegó a número uno en Alemania, Francia, Dinamarca, Suecia
y República Checa; fue Top 5 en Italia, Austria, Suiza y Bélgica; y Top 10 en Es-
paña, Finlandia, Hungría e Irlanda. A éste le siguió una versión remasterizada de
The Singles 81-85, que volvió a entrar en las listas británicas y se quedó a un pues-
to de entrar en el Top 20 alemán. Howard Johnson, de Q, se mostraba entusias-
mado con la recopilación del 86-98: «…Un profundo sentimiento meláncolico
tremendamente adictivo nos recuerda que cuando se trata de ser unos bastardos
miserables, Depeche Mode son los más indicados». Sin embargo, el NME dejó
bien claro que la banda no estaba de moda en el Reino Unido al decir: «Hay un
agujero negro en sus canciones más recientes, y tampoco se trata del emocionan-
te vacío moral que a ellos les gustaría. Comparado con la dureza de la música in-
dustrial, los terrores articulados de Nick Cave o la sexualidad de Marc Almond,
Depeche Mode suenan como si hubieran pedido la redención y la absolución al
servicio de habitaciones».
Aunque parezca extraño, la preocupación de Chris Carr por la pérdida del in-
nato sentido del ritmo de la banda demostró ser cierta nuevamente, ya que la re-
copilación llegó pocas semanas más tarde que otros discos con «Lo mejor» de
numerosos grupos de los ochenta como Duran Duran, Culture Club y OMD.
Obviamente, Depeche Mode están por encima de estas bandas, pero para los
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El director artístico Anton Corbijn creó un escenario sobrio, sin adornos y algo cabaretero
para el tour Singles, de 1998. © Redferns
fans británicos que empezaban a cuestionarse su relevancia en 1998, fue una de-
safortunada coincidencia.
Más relevancia para el futuro de la banda tuvo el anuncio de una gira de cua-
tro meses para fines del año 1998. Gahan confesó su miedo y se preparó para los
conciertos con una rutina de gimnasio diaria que duró seis semanas, e incluso
Gore vio la necesidad de imponer la política de beber sólo dos veces a la sema-
na durante la gira. Tim Simenon, que hacía de DJ en los conciertos, admitió que
no creyó que el tour Singles fuera a celebrarse hasta que empezó su actuación en
el primer show. «Recuerdo que cuando estábamos preparando Ultra pensé que
nunca volverían a salir de gira, que se haría el disco y se acabó. Cuando se men-
cionó la idea de una gira yo decía: “Aquí estoy, yo pondré música para vosotros”.
Y eso es lo que hice, me encargaba de calentar al público unos cuarenta minu-
tos, hasta que la banda salía al escenario. Era genial trabajar con ellos y disfrutar
durante siete semanas viendo a mi grupo favorito. No me los perdí ni una sola
noche.»
La gira tenía una escenografía minimalista, ya que Anton Corbijn (que no
fue la elección automática de la banda) se encargó de llevar adelante el deseo
de Gahan de quitar efectos. Esto permitía a Gahan estar en el centro, dentro
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pero él viajaba con nosotros, acudía a las pruebas de sonido y comía con noso-
tros.» Daniel Miller apuntó: «Son mucho más capaces de apreciar al público y
percibir lo que está pasando que antes. Ya no sienten que están dentro de una ma-
deja de lana que recorre el mundo rebotando. Martin no había subido al escena-
rio sobrio desde hacía años, y Dave también experimenta algo parecido. Cuando
terminan de tocar, salen diciendo que ha sido genial y que han estado animándo-
se unos a otros». Anton Corbijn lo confirma: «Creo que todos parecían felices en
el escenario. Quizá por primera vez».
Gahan admitió ante la prensa que esta recuperación era todavía temprana y
delicada, y que tenía que marcharse de la habitación si veía a alguno preparán-
dose una raya de coca. «Me apetecería. Y sólo querría probarla, ¿sabes lo que
quiero decir? Mart y Fletch beben. Mart bebe un montón, y lo hacen a mi alre-
dedor, a veces es difícil, no porque quiera emborracharme sino porque no me
siento parte de ello.»
Desgraciadamente, los conciertos ingleses dejaron un peor sabor de boca
comparado con el resto de citas europeas, y todo ello a pesar de haber tenido su-
ficiente demanda como para añadir una segunda actuación en el Wembley Are-
na. Apartado de la exageración y las drogas, el comportamiento de Gahan era
más tranquilo, correteando por el escenario mientras intentaba provocar una res-
puesta entusiasta. Sin embargo, desbordó adrenalina en los conciertos de Milán,
París y Berlín, donde el público gritaba tanto que en ocasiones era difícil escu-
char al grupo. Simenon: «En Alemania era como una misa, una liberación total».
Tal y como señaló Sam Taylor en el Observer en su crónica del concierto de
Waldstation en Berlín: «Verles en Berlín, su lugar de origen espiritual, es una ex-
periencia un poco aterradora». Contó «21.000 euro-góticos», pero aun así no
pudo olvidar Essex, la tierra natal de la banda. «Dave Gahan es verdaderamente
el auténtico Michael Hutchence de Basildon, con la mitad de su carisma y el do-
ble de vena autodestructiva; de todas formas no sólo sigue vivo, sino que es mu-
cho más importante de lo que Hutch haya sido nunca.»
Anne Berning, directora del sello de Depeche Mode alemán, Intercord, no se
sorprendió por la masiva respuesta en su país ante la última gira: «Aunque el gru-
po se haya mantenido en silencio una temporada, los fans de aquí han organiza-
do regularmente noches de Depeche Mode, a las que pueden llegar a acudir has-
ta 1.500 personas. También existe núcleo de fans que es casi una organización
secreta. Se juntan y viajan por el país allí donde haya concierto y también orga-
nizan sus propios eventos. Se podría decir que los fans no son muy sociables ni
machistas, responden al perfil de un tipo de hombre más bien tímido, no muy
activo socialmente y algo retirado. Tres cuartas partes de sus admiradores son
hombres, y creo que la música de Depeche Mode les ha ayudado durante sus
años de adolescencia. También hay aficionados más jóvenes. El público se reju-
venece constantemente, no es algo estancado. Depeche Mode también obtuvo
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un gran impulso con la unificación alemana porque muchos de sus fans de la par-
te oriental habían tenido dificultades para hacerse con los discos, así que cuando
se produjo la apertura, hubo de repente un gran influjo de nuevos fans del este».
Después de Europa vinieron las primeras fechas americanas en cuatro años,
desde el 27 de octubre, y concluyendo con dos noches en Arrowhead Pond, Ana-
heim, California, tres días antes de Navidad. En aquel momento nadie de la ban-
da estaba preparado para confirmar o negar que ésa podría ser su última gira. To-
dos habían admitido que durante los últimos años habían pensado en retirarse.
«Creo que ha habido unas cuantas veces en las que me ha podido la presión y me
he planteado si realmente merecía la pena —dijo Gore—. Después empiezas a
superarlo y pienso que de verdad disfruto con esto y que me encanta todo lo que
significa formar parte de una banda.»
«Pienso todos los días en dejarlo —admitía Gahan en 1998, a lo que aña-
día—: creo que es muy importante concentrarse todo lo posible en lo que se está
haciendo en cada momento. Para mí es imposible predecir lo que va a pasar en
el futuro. No está en mis manos… gracias a Dios.»
En otra ocasión, poco después de la gira Singles, Gahan se mostró bastante
desilusionado con el grupo: «De verdad, creo que cuantas más distracciones y
apuros me quite en mi vida, mejor me sentiré. La mayoría de ellas provienen de
Depeche Mode. Es el matrimonio que ha sobrevivido, pero no estoy seguro de
que funcione, por lo menos para mí. Subirse en un avión para ir a cualquier otro
sitio a que me digan lo maravilloso que soy ya no me sienta bien. No es que no
aprecie la atención que se presta al trabajo que hago, simplemente no veo la im-
portancia que tiene».
Alan Wilder comprendía las dificultades que atravesaba Gahan, que él atribuía
a una contradicción fundamental en su estilo de vida: «Me parece triste que Dave
tenga que sentirse tan humilde ahora. No desearía que fuera un adicto a la heroí-
na, pero hay algo en él que se ha perdido, y ahora sólo lo comento como un ob-
servador. He tenido poco contacto con él, todavía es amistoso, pero lo estoy vien-
do desde fuera. Creo que está un poco perdido y no se encuentra cómodo.
»Está en terapia constante en AA (Alcohólicos Anónimos) y reuniones en NA
(Toxicómanos Anónimos) todos los días. Dice que la base de su tratamiento con-
siste en admitir que no se es especial en ningún modo. Se está centrando en la
humildad todo el tiempo, y eso le supera. Enfrenta su estilo de vida con su per-
sonalidad, también el lado bueno de su personalidad. Es difícil para él, y es una
pena que se encuentre en esta situación porque su instinto natural es ser muy
amable y abierto, y es algo normal que se convierta en el centro de atención.
Pero obviamente, este vulnerable encanto es parte de su problema».
Aunque la nueva vida de Gahan estaba todavía en una fase temprana y poco
asentada, recibió un nuevo impulso con su matrimonio con Jennifer, su novia de
Nueva York, y quien tanto lo había ayudado durante su lucha contra la adicción.
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Seguía muy expuesto a la pelea diaria por mantenerse sobrio. «Para ser sincero,
tengo un enorme problema cuando pienso en el futuro. Lo que más me impor-
ta ahora es mantenerme limpio hoy; tengo que hacer ciertas cosas a lo largo del
día para estar seguro de que no me olvido de lo que soy, esto es, un alcohólico.»
Mientras tanto, Simenon se sentía animado por el ambiente de la gira, tan po-
sitivo, lo que le hacía pensar que era muy probable que hubiera otro disco y otra
gira. Fletcher también dijo a los fans: «La atmósfera sin Alan es fantástica por el
momento». Martin Gore reveló que pretendía escribir nuevas canciones durante
la primera mitad de 1999 y mencionó la idea de preparar otro disco de versiones
como continuación, Counterfeit. También se rumoreaba que, por primera vez en
su carrera, Depeche Mode estaba planteándose la idea de firmar un contrato mul-
timillonario con otro sello después de casi veinte años en Mute.
«Se encuentran en una edad en la que tal vez quieran una última y cuantiosa
inyección de fondos —indicó un amigo de la banda, Chris Carr—. No es ningún
secreto que se hayan convertido en una fuente de ingresos muy estable para
Mute. Eso ha dejado tanto a la banda como a la compañía en una situación difí-
cil. Daniel Miller tiene que resolver si la banda va a seguir creciendo o enfren-
tarse al hecho de que se encuentran en su declive.»
En realidad, el futuro de Depeche Mode en 1998 no era ni más ni menos ha-
lagüeño de lo que lo había sido a mediados de los ochenta, tal y como admitió
Gore: «Desde Black Celebration, cuando creí que íbamos a disolvernos, siempre
ha habido una sombra sobre nuestras cabezas que nunca se acaba de concretar.
De alguna manera, siempre conseguimos superar las dificultades». Simenon lo
expresó de otra forma: «Creo que muchos de los fans pensaron que la gira con
Songs of Faith and Devotion sería la última. Ahora piensan que no volverán a ver
al grupo de nuevo después del tour Singles. ¿Quién sabe cuánto tiempo aguan-
tarán? Puede que se separen este año, o igual se mantienen fuertes en el nuevo
siglo. Estoy seguro de que, en realidad, a muchos de los fans les gusta esta in-
certidumbre».
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trece:
«Dream On»,
1999-2002
Andy Fletcher y Martin Gore perfeccionan sus aptitudes para el snooker, probablemente
durante un descanso en la grabación de algún álbum. © London Features
Depeche Mode se tomó esta aventura con un ritmo mucho más tranquilo que
el de las frenéticas sesiones del Violator en Milán o la desesperante mezcla de
miedo y frustración durante el período en Nueva York para Ultra. Andy Fletcher
describe un típico día de grabación del nuevo disco: «Nos reunimos todos a las
doce y media y comemos algo. Yo compro el periódico y lo leo. Después nos po-
nemos a trabajar todo seguido hasta más o menos las siete de la tarde, que cena-
mos para luego volver y terminar el día. A veces salimos algún día, o bien vamos
directamente al hotel».
Esta lacónica e inexpresiva imagen de la vida común del grupo refleja uno de
los atributos de Depeche Mode. Mientras otros grupos se han convertido en car-
ticaturas de cómic de sí mismos, Martin Gore y Fletcher en particular actúan con
mucha cautela y reconocen el aburrimiento ocasional del día a día, manteniendo
así una importante conexión con su público. La pareja ha ayudado a conducir a
su cantante de nuevo al mundo real, cambiando las actitudes rock de Songs of
Faith and Devotion por las texturas más contenidas de Ultra, y reintegrándolo en
la normalidad a través de la gira de sus grandes éxitos y estableciendo una estra-
tegia sólida para la grabación de su último disco. Incluso durante la fase de exce-
sos de principios de los noventa, los demás miembros de la banda contemplaban
a Gahan en el escenario desde una distancia desalentadora e impasiva.
Por supuesto, el trio central seguía manteniendo algunas de las frustraciones y
desencuentros que siempre había habido entre ellos. «Todavía discutimos —con-
fesó Fletcher a un periodista—. Sigue habiendo tensiones, pero un grupo las ne-
cesita. No es una existencia brillante, perfecta. Martin es uno de mis tres o cua-
tro mejores amigos. A Dave le considero un hermano, es como una relación
familiar. No tengo que ser amigo de Dave para estar en una banda con él. No
pasamos todo el tiempo de nuestra vida juntos porque cada uno tenemos nues-
tra respectiva familia y amigos. Supongo que hemos madurado y ahora respeta-
mos la idiosincrasia de los demás. Y eso es bueno.»
Gahan también dio su versión de las sesiones: «Fueron buenas, relajadas la
mayor parte del tiempo, si soy sincero. Cada uno tiene sus propias rutinas y eso,
pero lo tomamos con mucha tranquilidad. Fue una experiencia muy positiva, un
sentimiento compartido que nos gustó».
La relación entre Gahan y Gore siguió siendo un vínculo del que no se ha-
blaba, con el tímido e inexpresivo compositor incapaz de articular sus sentimien-
tos. A diferencia de Alan Wilder, el cantante decidió vivir con ello y aceptar la
naturaleza callada de Gore cuando se trataba de hacer cumplidos o mostrarse
afectivo. «Tengo la sensación de que me respeta tanto como le respeto yo a él,
pero es incapaz de demostrarlo. Martin no es el tipo de persona que se vuelve ha-
cia tí, te da un golpecito en la espalda y dice “Eso es fantástico”. Para ser hones-
to, de todas formas no sabría cómo reaccionar si me lo dijera.» La conclusión de
Gore fue que «Hemos invertido tanto en cada uno como en la familia».
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Gahan: «“When the Body Speaks” era una maqueta a la que Martin añadió
una guitarra. La grabamos conmigo cantando a la guitarra y lo mantuvimos así.
Construimos una atmósfera que lo envolviera y le añadimos algunas cuerdas.
Para mí es una de las mejores canciones del disco… normalmente en los discos
de Depeche Mode primero se construye la atmósfera y luego se añade mi voz
por encima. Y es la atmósfera creada la que dicta el ritmo que yo debo seguir.
Esto era totalmente opuesto». «When the Body Speaks» también incluye algu-
nos delicados arreglos de cuerda, muy discretos, que refuerzan el diseño emocio-
nal del conjunto. «Estábamos grabando en Nueva York —explica Gore—, y
Dave quería que uno de sus amigos de allí, Knox Chandler, participara de algu-
na manera. Así que le dejamos a Knox encargado de los arreglos de este tema,
que le venía bien por ser uno de los más orgánicos. Se centraba en la voz y la gui-
tarra. Muchas de las canciones de este disco tienen, de una manera extraña, una
influencia de los años cincuenta o sesenta. Creo que me recuerda a los Righte-
ous Brothers tocando al lado de una fiesta rave, porque tiene ese ritmo incesante
de bajo y batería. Pero la voz por encima me recuerda a los Righteous Brothers.»
Es curioso que «Breathe» y «Good Night Lovers» también están influidas por el
gusto de Gore por Elvis Presley, Del Shannon y Chuck Berry, la última de ellas
incluye un acompañamiento doo-wop.
En el lado opuesto del espectro la banda tiró todo la casa por la ventana en la
analógica y zombie «The Dead of Night», con ecos del contundente ritmo del
«Nightclubbing» de Iggy Pop. «Tenemos muchas influencias, pero siempre las
interiorizamos y las hacemos propias —confesaba Gore—. Las hacemos sonar
totalmente contemporáneas. Creo que es una de las mejores características de
este álbum, que suena realmente vanguardista. Simplemente es tan extraño.»
Mientras, Dave Gahan encontró una nueva claridad en contraste con las tor-
tuosas sesiones para Ultra, en las que alternaba entre dos estados mentales y fí-
sicos extremadamente enfermizos, su adicción y el síndrome de abstinencia.
«Definitivamente me siento mucho más acertado en este disco, por fin hago
una contribución de la que me siento orgulloso», dijo en aquel momento recor-
dando las primeras sesiones de Ultra, en las que estaba lívido y con la mirada vi-
driosa. «Tenía períodos en los que me sentía totalmente apartado, como si na-
die quisiera escuchar mis ideas, así que ni lo intentaba, lo que era una tontería.
Me sentía poco valorado, pero tampoco hacía nada por evitarlo. Estaba abor-
dando el problema de manera equivocada, una vez más estaba intentando ha-
cerme notar.»
También expresó su reencontrada fuerza a través de su manera de cantar:
«Estoy mucho más confiado con mi voz. Cuando estás cantando un tema es
como si pudiera desaparecer en él. En Ultra no era capaz de hacer nada pareci-
do porque no podía entregarme físicamente a ello. Ahora creo que estoy funcio-
nando con todos mis cilindros».
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Según Gareth Jones: «Dave trabajaba muy duro las partes vocales. Le deja-
mos en una habitación a él solo con el Pro Tools para que se grabara a sí mismo
cuando quisiera y como quisiera. Era muy disciplinado y le puso mucha dedica-
ción». Es verdad que Gahan ha entregado en cada disco por lo menos un tema
que era el mejor cantado hasta ese momento desde Music for the Masses, pero aun
así, la interpretación de «When the Body Speaks» no hubiera sido posible en
grabaciones anteriores. La intimidad y pureza de la voz libre de drogas de Ga-
han es preciosa, alejada de sentimientos de culpabilidad, traición, depresión u
obsesión. «Para mí era como estar cantando una nana a mi hija —dice de su en-
foque a la voz en Exciter—. Quería transmitir la emoción de sujetar al bebé y su-
surrarle al dormir… una sensación muy cercana y real.»
Gahan parecía haber encontrado, contra todo pronóstico, un enfoque hacia
el futuro mucho más centrado y una aceptación más equilibrada del pasado. «Las
cosas han cambiado mucho —explicó a un periodista—. Suena extraño, pero no
me arrepiento de nada. Necesitaba hacer todo aquello, superar esas experiencias
para llegar donde estoy ahora, y lo veo claro ahora. Por supuesto, seguro que ha-
bía un camino más fácil. Los últimos años me he sentido mucho más asentado
en mi vida y mucho más feliz. Intento cuidarme —afirmó animado de nuevo des-
pués de años de emociones paralizadas y contaminados destellos—. Ahora tengo
mucho más que ofrecer, antes estaba atrapado, enterrado bajo un montón de
mierda. Siento que ahora está saliendo de mí de manera positiva. Espiritualmen-
te me siento muy unido con la mayor parte de las canciones. Quería hacerme en-
tender. Era un método algo aleatorio pero a veces lo conseguí.»
Ya pasaron los tiempos de confesiones hiperactivas ante los medios de todo
el mundo sobre su adicción y sus sobredosis. «Me arrepiento de haber dado tan-
tos detalles. Iba por ahí contándole a cualquiera, tanto si quería escucharme
como si no. Era ese sentimiento como de ser la única persona que había pasa-
do por todo aquello, ésa era la razón. A veces salía de las entrevistas sintiéndo-
me peor. Ahora me siento muy orgulloso de mi hijo Jack, y cuando voy a casa (a
Nueva York), mi hijastro me abraza y mi hija me lanza esa mirada, y eso lo es
todo. Puede sonar sensiblero, pero realmente me siento amado. Estoy trabajan-
do en mí mismo; todavía soy desconfiado y eso, pero tengo esos momentos de
felicidad absoluta. Estoy viviendo mi vida y he superado mis mejores pretensio-
nes —se sonríe—. Si alguien me hubiera dicho hace cinco años: “Si no lo aban-
donas, algún día todo esto volverá”, yo habría dicho: “Si tío, no sabes lo duro
que ha sido”. Soy muy afortunado por seguir en esto. Tengo mucho más para
dar. Todavía estoy empezando.»
El disco Exciter se terminó el 20 de enero de 2001. «Queríamos darle al álbum
un título totalmente optimista, que levantara el ánimo —dice Gahan—. Creo que
la mayor parte del tiempo la gente nos considera mercaderes de la fatalidad, en la
misma línea que Leonard Cohen o Morrisey, y nosotros no lo vemos así para
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nada. Es bueno para nosotros tener títulos más animados, porque creemos que
nuestra música emana esa misma emoción.»
La electrónica relajada de Exciter volvía a colocar a Depeche Mode en sincro-
nía con la corriente cultural. Aunque Ultra estaba interpretado con muy buen
gusto, su siguiente disco transmitió con éxito una nueva calidez a través de la
electrónica, un elemento con el que otros artistas también estaban explorando.
El abanico iba desde el brillo positivo de Zero 7 y Royksopp hasta el Vespertine
de Björk, además de toda una nueva tendencia en música chill-out creada para los
atardeceres en Ibiza. Björk definió su disco como «indulgente... es muy interno...
Es el tipo de álbum al que puedes recurrir después de un día realmente duro de
trabajo, y lo pones y es suave y dulce y alentador como una nana o una oración,
y te vas a la cama y te despiertas con una sonrisa». Un crítico remarcó que el dis-
co doble de Aphex Twin, Drukqs, tenía «una intención similar a la de Vespertine
de Björk, concretamente el uso de la última tecnología digital para evocar un
mundo de calor analógico en el que el ser humano, sus errores, su memoria y el
amor todavía cuentan para algo». En Exciter, Gahan ha realzado el compás y el
tono de las nuevas canciones de Gore. «Lo que he intentado hacer con mi voz
en estas canciones ha sido retornar a un paisaje más pequeño, amable y cercano
en el que todo va bien y te puedes sentir seguro» dijo, haciéndose eco, sin saber-
lo, de la descripción de Björk de Vespertine.
Extrañamente, una pista central del álbum es «The Dead of Night», que sue-
na fuera de lugar en la primera escucha. Sin embargo, a medida que la atmósfe-
ra y las canciones de Exciter se despliegan, se hace patente que «The Dead of
Night» proporciona deliberadamente un punto de referencia. Su carácter vil y
sórdido, confuso como por la acción de las drogas, destila los momentos más os-
curos de Depeche Mode en una canción, esta vez desde la perspectiva de un ob-
servador más que de un participante, casi un voyeur, porque no hay nada atrac-
tivo en la imaginería sin espíritu que se presenta. De acuerdo con lo que decía
Gore, la canción estaba inspirada en el ambiente de los clubs privados de Lon-
dres: «Era una escena verdaderamente triste. Había tres pisos. El de abajo era el
normal, en el segundo piso los VIP y en el tercero los VIP-VIP, que tenía una
estancia llamada La Habitación Roja. Te metías allí y todo el mundo estaba to-
mando drogas, porque allí estaba bien visto. Así que La Habitación Roja para mí
era “La Habitación de los Zombies”, porque todo el mundo hablaba rapidísimo,
o se quejaba sin decir nada y sólo miraba. Mientras estabas allí la gente de la ha-
bitación eran tus mejores amigos. Al día siguiente, si te encontrabas con cual-
quiera de ellos por la calle, ni siquiera te acordabas de su nombre».
En Exciter, a esta canción le sigue la magnífica instrumental «Lovetheme» y
después «Freelove», que empieza con estas íntimas líneas: «Si has estado escon-
diéndote del amor, puedo saber de dónde vienes», antes de romper el aturdi-
miento afirmando: «Abandona los sentimientos complejos, que no hay precio
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que pagar». Gahan ha sintonizado con esta sensibilidad en su propia vida, esfor-
zándose por lograr un escape personal de la frenética cultura moderna: «Me he
dado cuenta de que es necesario pararse en silencio y abandonar las prisas para
sentir verdaderamente lo que te está sucediendo. Y es difícil de conseguir cuan-
do estás ahí en un mundo donde todo es ruido blanco. Tampoco puedes hacerlo
en la Habitación de los Zombies, eso seguro. Pero sí puedes si te mantienes en
silencio y calmado. Sé que suena extraño, pero creo que lo sentí cuando nació mi
hija y la cogí en brazos. Sentí la vida. Y sentí el amor».
Por supuesto, todos los miembros de Depeche Mode se están acercando a la
madurez y están cambiando sus valores. Han abordado este proceso natural en
Exciter, con Gore dejando fluir una espiritualidad menos torturada, callada y más
escondida en el nuevo material. Recientemente, comentó el atractivo paisaje que
rodea su recién estrenada casa en California: «Me levanto cada día y veo la luz
del sol y espectaculares montañas, me siento más en contacto con Dios, sea lo
que sea».
Parecía haber algo en el ambiente, dado que un urbanita de treintaitantos
como Jarvis Cocker, de Pulp, también había empezado a escribir canciones so-
bre árboles (si bien es cierto que con un humor contaminado) y hasta el gurú
de la electrónica más fría, Gary Numan, de 43 años, expresó a la revista Mojo
su aprecio por los «increíbles atardeceres, son tan bonitos. El cielo entero se
vuelve púrpura y negro. Nunca había pensado que eso podía suceder en Ingla-
terra hasta que fui a vivir al campo. En invierno tienes esa luz, como si se hu-
biera encendido la bondad, es una luz que hace bien. La gente paga por ir a una
galería para contemplar ladrillos y ovejas troceadas y dice que es arte, pero uno
puede sentarse en su jardín y ver las cosas más alucinantes que hayas visto nun-
ca y que la gente da por hechas... la verdad es que me sorprenden. Muchas per-
sonas parecen haber perdido de vista la verdadera belleza. ¿Estoy sonando real-
mente viejo?».
El más reciente bicho raro del pop británico, Brian Molko, de Placebo, ofre-
ce un buen resumen de la evolución de Depeche Mode desde sus canciones ado-
lescentes sobre hacer del mundo un lugar mejor hasta un estado mental más ma-
duro y reflexivo. «Es un camino bastante interesante el que han recorrido.
Comenzaron siendo muy políticos y poco a poco se acercaron a sitios más sór-
didos, para acabar en un lugar lleno de espiritualidad. Han sabido reflejar per-
fectamente el cambio de enfoque que se produce en el alma de cada uno. Esto
me parece muy interesante.»
Sin embargo, Exciter es también un disco abstracto, bizarro, que se mueve en
sutiles contradicciones, en lo efímero y en la incertidumbre más que en cómodos
lugares comunes. «When the Body Speaks» juega con los opuestos, se trata de
una canción sobre el deseo cantada en un tono inocente que aporta un claro con-
traste frente a las acogedoras y redentoras atmósferas transmitidas generalmente
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por Gahan. Incluso el ritmo disco tan positivo de «I Feel Loved» llega después
de que Gahan haya expresado estos versos: «Es la noche oscura de mi alma / y
la tentación se está apoderando de mí». Confusión, conflicto, dolor, frustración
y engaños están en el interior de todas estas canciones, o en cómo Gore conclu-
ye la última canción del álbum, «Goodnight Lovers»: «Cuando has nacido para
amar / has nacido para sufrir».
El primer single de Exciter, la oscura y atmosférica «Dream On», se publicó el
23 de abril y subió al número 6 de las listas británicas. Exciter salió rápidamente,
un mes después, y lo más alto a que llegó en las listas fue al número 9, lo que fue
un poco decepcionante. Ello se debió sobre todo al poco tiempo que se mantuvo
en antena «Dream On» en Gran Bretaña. Según comentó Gahan: «Radio 1 ha
decidido que no somos relevantes. ¿No se supone que tienen que reflejar los gus-
tos del público? Es ridículo». Sin embargo, en el extranjero Exciter llegó a vender
más de 500.000 copias y alcanzó el disco de oro en Estados Unidos, mientras en
Europa llegaba a lo más alto en las listas de Alemania, Francia, Suecia, Grecia y
Bélgica.
El disco se distribuyó mundialmente con Virgin Records, después de un nue-
vo arreglo entre Depeche Mode y Mute. Miller confirmó que la banda y sus má-
nagers habían mirado otras opciones por primera vez en veinte años: «Cuando
firmamos este contrato, ellos no miraron mucho alrededor para ver qué otras
ofertas tenían. Así que no sé si de verdad estaban planteándose cambiar. De to-
das formas, seguimos estando muy unidos».
Tal vez perjudicado por una falta de inmediatez, los encantos de Exciter no
fueron apreciados por todos. «En Exciter el trío se muestra decididamente abs-
tracto —decía Los Angeles Times—. De las voces dolorosas y vulnerables de la
semi acústica “Dream On” a las meditativas líneas de guitarra de “Breathe”, las
texturas, la contemplación y la madurez lo son todo en Exciter. El núcleo duro de
los fans de Depeche Mode se abrazará a este nuevo estado de cosas, apreciando
su cuidada y atmosférica emoción. Otros mirarán con nostalgia al pasado, cuan-
do Depeche Mode se contentaban con hacer pop de usar y tirar.» La página de
internet Wall of Sound se quejaba: «No hay nada en Exciter que sea de verdad
excitante, tampoco decimos que sea un disco malo. Es simplemente uno más en
la carrera de Depeche Mode, casi una hora de tristes, oscuras e insidiosas cancio-
nes sobre los manidos temas de siempre, amor, muerte y dolor». Gareth Grundy,
de la revista Q, fue todavía más desdeñoso: «Como mucho, Exciter es superficial-
mente atractivo; un ejercicio de buen gusto que mezcla zumbidos contemporá-
neos con guitarras y baterías revueltas. La envoltura apacible creada por el pro-
ductor Mark Bell (Björk) se adapta bien a las voces recargadas de Dave Gahan y
a las arrogantes baladas del tipo “The Sweetest Condition”. Esta vez es Martin
Gore el que se ha quedado sin aliento. No hay adornos que escondan la pobre-
za de lo que ofrece». A pesar de todo, y como Rolling Stone puntualizó, Depeche
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meses más tarde «Goodnight Lovers», un cuarto single de los muchos que po-
dían haber elegido del CD.
Para los fans que se perdieron la gira de Exciter, ésta fue filmada y apareció
como DVD en mayo de 2002, con el nombre One Night in Paris. La grabación,
en el Palais Omnisport Paris Bercy, fue descrita por Sam Taylor, del The Obser-
ver, como: «En lo visual, un concierto perfectamente construido. El diseñador
del espectáculo, Anton Corbijn, empieza austero y minimalista con sólo unos
rectángulos hechos con fluorescentes y focos, pero va cambiando y creciendo su-
tilmente a medida que el concierto avanza. Hacia el final hay proyecciones de
unos vídeos muy acertados: “In Your Room” está reforzada por un pez que nada
en agua azul; con los primeros ritmos de batería entra un tiburón en el agua.Te
pasas toda la canción esperando a que se coma el pececito». Los rumores de una
posible ampliación de las fechas para 2002 se acabaron cuando se supo la noticia
de que la esposa de Martin Gore, Suzzane, estaba embarazada. El 27 de julio de
2002 dio a luz al tercer niño de la pareja, Calo Leon Gore.
Antes de eso, el 3 de abril, sólo unos pocos meses después de completar la gira
Exciter, Fad Gadget (cuyo verdadero nombre era Frank Tovery) murió de un
ataque al corazón en su casa de Londres. Daniel Miller fue uno de los primeros
en rendirle homenaje: «Frank fue el primer artista con el que trabajé en Mute;
es autor de unos discos muy especiales e influyentes y tenía un directo excepcio-
nal. Frank jugó un importante papel a la hora de implantar las bases de lo que la
discográfica sería los siguientes años».
La propia Mute estaba atravesando unos cambios significativos, y finalmente
Miller anunció que EMI había comprado la compañía por 23 millones de libras
(casi 35 millones de euros). Insistió en que su etiqueta mantendría una asombro-
sa cantidad de autonomía para seguir operando con independencia y que el nue-
vo arreglo aseguraba a Mute un nivel de estabilidad financiera del que nunca ha-
bían disfrutado antes. En una inusualmente franca entrevista en la revista
Erasure, Miller admitió que la compañía había atravesado problemas financieros
a finales de los noventa: «Llegamos a un punto de debilidad en el que estuvimos
a punto de tener que llegar a un acuerdo con cualquiera, lo que habría sido la
peor situación posible por no tener ninguna fuerza. Después tuvimos la suerte
del masivo éxito de Moby, que nos dejó en una posición de seguridad financiera
temporal que nos permitió llegar a un buen trato».
Mientras, Mute reveló que iban a lanzar una nueva filial llamada Toast Ha-
waii, creada por Andy Fletcher. Tomando el nombre del disco paródico de Fletch
de mediados de los ochenta, el nuevo sello publicó al dúo femenino de sintetiza-
dores Client, con un single en vinilo el verano de 2002. Formado por la antigua
cantante de Dubstar, Sarah Blackwood, y Kate Holmes, la esposa del antiguo jefe
de Creation, Alan McGee, su llamativa imagen con tacones rojos, camisas de
raya diplomática y faldas grises fue mucho más recordada que su discreto elec-
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catorce:
«Suffer Well»,
2002-2006
A pesar de ser reconocido cada vez más como un genial compositor, la pri-
mera grabación en solitario de Martin Gore en catorce años fue, igual que
Johnny Cash, una versión. Cuando sacó su interpretación del «Stardust» de Da-
vid Essex como single de apertura de su segundo disco en solitario, Counterfeit 2,
sonaba como una calmada canción que contaba las experiencias y excesos de De-
peche Mode, y parecía sacada de su controlada parcela de pop electrónico. La
canción pertenecía a la película de 1974 del mismo nombre, un cuento de un
cantante mesiánico llamado Jim Maclaine interpretado por Essex, que consigue
todo lo que se propone hasta que descubre que su vacía existencia está basada en
la avaricia, la corrupción y el autoengaño inducido por las drogas. Aunque Gore
reconoció más tarde que «“Stardust” resumía la soledad de la estrella de rock»,
negó que ésa fuera la razón que le llevó a grabarla. Desgraciadamente, el «Star-
dust» de Gore no consiguió repetir la entrada en el Top 10 del original, llegan-
do únicamente al número 29 en Alemania y al 44 en Gran Bretaña.
Gore grabó todo el material para Counterfeit 2 en su estudio casero de Santa
Bárbara, denominado «Electrical Ladyboy», que es como aparece en los créditos
del disco (una referencia de broma al Electric Ladyland de Nueva York, donde
Dave Gahan estaba grabando algo). Con la asistencia de los coproductores Paul
Freegard y Andrew Phillpott, preparó unas versiones de temas mucho más cono-
cidos que los elegidos para su primer Counterfeit, allá por 1989. Por ejemplo,
transformó el «Tiny Girls» de Iggy Pop en un tema lounge, como de hilo musi-
cal, mientras que el «Oh My Love» de John Lennon brilla con una nueva luz,
aunque la letra sigue describiendo maravillas cotidianas. La lírica «Candy Says»,
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Junkie XL en 2003, añadiendo las voces a «Reload», una canción en el disco del
DJ, JXL: A Broadcast From The Computer Hell Cabin). Fue más relevante la gira
mundial de 70 conciertos que emprendió el cantante de Depeche Mode en soli-
tario, junto con una banda en la que estaban Victor Indrizzo y Knox Chandler,
aunque este último dijo que «no era una situación como la que podrías encon-
trar en los camerino de Aerosmith; había algunos que no bebían y otros que be-
bían mucho». Empezaron en Zurich, Suiza, el 5 de junio de 2003, con el reper-
torio de Gahan engordado con algunos clásicos de Depeche Mode, porque,
como él decía acertadamente, «habría sido autoindulgente haber tocado sólo mis
temas propios». Estas canciones eran unas versiones rock y muy guitarreras de
«Walking in My Shoes», «I Feel You» y «Never Let Me Down Again», además
de una desnuda «Enjoy the Silence» en los bises. En lo que se refiere a los recin-
tos, fue un periplo alrededor del mundo de lo más variado. Incluía una aparición
en el festival de Glastonbury, actuaciones en clubs de Estados Unidos y otras en
grandes estadios en Europa y el antiguo bloque soviético. «Era muy diferente
para Dave tocar en Rusia o en Alemania —recuerda Chandler—, con la gente si-
guiéndole allá donde iba. Los llamaba “la ciénaga negra”, estaban esperándole a
las puertas de los hoteles todo el tiempo. Algunos días ni le apetecía salir del ho-
tel. Debo admitir que después de Europa, Estados Unidos fue una decepción.»
Gahan también dio algunos intensos conciertos en Gran Bretaña, por ejemplo
dos noches seguidas en el Shepherds Bush Empire de Londres, a los que acudie-
ron una importante cantidad de periodistas impresionados y receptivos. Alexis
Petridis, de The Guardian, puntuó con un cuatro sobre cinco el concierto y es-
cribió: «Mientras el público corea “Enjoy the Silence”, Gahan parece estar dis-
frutando del mejor momento de su vida». Gavin Martin se mostraba más posi-
tivo aún en el Independent: «Si lo que se proponía era hacer un llamamiento a sus
viejos compañeros, parece que lo ha conseguido... Cuando Depeche Mode vuel-
van a reunirse, el reparto de poder no será el mismo».
Andy Fletcher y la madre de Dave Gahan estuvieron en el concierto de Shep-
herds Bush y Alan Wilder hizo una de sus pocas excursiones fuera de Sussex para
verle actuar, con la gira ya más avanzada, en el Carling Hammersmith Apollo,
con capacidad para más de 3.000 personas y donde consiguió agotar las entradas.
Por su parte, Martin Gore acudió al concierto en el Teatro Wiltern de Los Án-
geles el 25 de agosto de 2003. «Fui a verle en su gira en solitario —explicó más
tarde—, y no fue tan extraño como yo pensaba. La gente creía que me iba a sen-
tar mal, pero no fue así.»
La campaña de Paper Monsters llegó a su fin con la publicación de un tercer
single, «Bottle Living / Hold On», que llegó al número 19 en Alemania y al
36 en Gran Bretaña, además de un DVD llamado Live Monsters en febrero de
2004. Fue exhibido en 30 pantallas de todo Estados Unidos, pero el concierto
de quince canciones grabado en el Olympia de París el junio pasado recibió
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No es Iggy Pop, es Dave Gahan en una actuación durante su primer tour en solitario, en 2003.
© Retna/Tim Auger
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una variada acogida tanto entre los críticos como entre los fans. The Guardian
fue el más positivo, mostrando que «el concierto, que incluye viejos temas de
los favoritos de Depeche Mode junto al nuevo material, es impactante e inten-
so. El taciturno y tatuado carisma de Gahan induce a chillar a las mujeres y a
los hombres a gritar con fervor». Akin Ojumu, del Observer, no quedó tan con-
vencido con esta figura de «contoneos a lo Iggy Pop» y le dio una puntuación
de dos y medio sobre cinco. También apareció un disco únicamente digital ca-
rente de mucho sentido y llamado Soundtrack To Live Monsters.
A pesar de que muchos fans disfrutaron con la gira, otros se empezaron a
enfadar con ciertos comentarios de Gahan aparecidos en los medios durante la
promoción del disco. Según lo expresado por Knox Chandler: «Aparecieron
algunos exaltados fans de Depeche Mode que no estaban contentos con algu-
nas de las cosas que Dave decía». En una serie de entrevistas, Gahan declaró
que ahora era «más mayor y más listo» y que se daba cuenta de que Depeche
Mode no funcionaría nunca más, como con las drogas; pareció ridiculizar a
Fletcher en la revista Q por su falta de facultades en el escenario y, cada vez
más, describía Depeche Mode como si sólo lo formaran él mismo y Gore. De
esa relación en particular, Gahan dijo que estaba enfadado con Martin, y se
quejó de la «atmósfera artificial existente en el estudio» siempre que Depeche
Mode se juntaba, lo que le resultaba «muy frustrante». También envió un ul-
timatum a Martin Gore a través de la revista Rolling Stone, en el que comentó:
«A no ser que acepte que él y yo entremos al estudio con un puñado de can-
ciones y nos apoyemos el uno al otro, no veo que haya razón para hacer otro
disco de Depeche Mode... ¿Y sabes qué? Llegados a este punto, ya no me im-
porta». Parecía cuestionarse si todavía quedaba algo de amistad entre los
miembros de la banda: «Ha habido tantas normas y regulaciones dentro del
grupo… Martin es el compositor, Dave el cantante y Fletch está por ahí, ani-
mando a Martin, aunque tampoco están tan unidos como antes». Andy Flet-
cher no pudo contener su enfado y declaró: «Dave está totalmente equivocado
en este tema, porque Martin y yo somos amigos, y de hecho, pensaba que Dave
también lo era. Ha dicho muchas cosas que nos han dejado atónitos, pero creo
que lo ha hecho para conseguir establecerse como artista en solitario, para de-
cir, “Hey, soy Dave Gahan y éste es mi disco”. Nos reuniremos a finales de año
(2004) y en ese momento Dave tendrá que contarnos qué le ha empujado a de-
cir todo esto». En cuanto a Martin Gore, se sintió ofendido por los comenta-
rios de Gahan sobre sus métodos de trabajo, especialmente cuando el cantan-
te alegó que estaba siendo «usado» por el resto como si fuera «un instrumento
más», describiendo Exciter como «un disco de Martin, pero con mi voz en él».
Y seguía: «A veces, Martin incluso me dice cómo tengo que cantar ciertas par-
tes». Gore se enfurecía cuando le acusaba de ser algo así como un «dictador
totalitario» y contratacó: «Ahora mismo, no sé qué nos deparará el futuro. Per-
Depeche Mode def. 26/1/07 10:26 Página 273
sonalmente, veo cada vez menos probable que vaya a haber un nuevo disco de
Depeche Mode. Siempre he sido optimista sobre la posibilidad de un nuevo
disco; cuando Dave y yo empezamos a trabajar en nuestros proyectos persona-
les, la idea era que hablaríamos sobre esta posiblidad a finales de año. Pero aho-
ra, con todo lo que oigo por todas partes, parece que ya no quiere formar par-
te de Depeche Mode, que no quiere mis canciones para nada. Bueno, si no
quiere seguir, que haga otra cosa». Gore también indicó que no habían estado
en contacto desde hacía bastante tiempo: «Dave no habla conmigo, habla con
la prensa».
Una vez terminada la campaña promocional de Gahan, llegó un período de
silencio en 2004 roto por la imprevista llegada de otro éxito de Depeche Mode
al Top 10 británico, esta vez con una remezcla del «Enjoy the Silence» que lle-
gó al número 7. Una semana más tarde, el disco Remixes 81-04 subió al núme-
ro 24. Contenía unas versiones revisadas con una lista impresionante de los co-
laboradores que les habían remezclado a lo largo de los años. Underworld,
Goldfrapp (con una brillante vuelta de tuerca a «Halo»), DJ Shadow, Meat Beat
Manifesto, Renegade Soundwave y Air. También coincidió que la versión de
«Personal Jesus» de Marilyn Manson fue un éxito en las listas del Reino Unido
en otoño de 2004, publicada para promocionar su compilación Lest We Forget.
A pesar de todo, y aparte de su peculiar voz, Manson no aportó casi nada a la
canción.
Para alivio de sus fans, Depeche Mode finalmente dejaron a un lado sus di-
ferencias para reagruparse a finales de año, tal y como tenían previsto. Andy
Fletcher reveló a Q en una entrevista en diciembre de 2004 que todos habían
aceptado que Gahan participaría en la composición de las canciones para el si-
guiente disco. «Es curioso. Las canciones de Dave son realmente buenas. Unas
cuantas estarán en el álbum. Hace poco nos dijo que tenía doce canciones y nos
tocó nueve de ellas. Era como ver el festival de Eurovisión. Además, ha com-
puesto otras cinco desde entonces. Por su parte, Martin sólo tenía cinco pre-
paradas, así que ha tenido que ponerse a trabajar en serio. La semana pasada
me llamó Martin cuando estaba yo en un taxi en Grecia y me dijo que había
compuesto su mejor canción. Hasta me la cantó por teléfono». Gahan comen-
ta, en lo relativo a su participación en la composición: «Por el momento, creo
que Martin lo considera una amenaza. Espero que lo supere. Ya veremos. No
será aburrido. Incluso dijo “me gusta eso” de uno de mis nuevos temas. No
hubo nada más, pero por algo se empieza». Más tarde, Gore comentó: «Había
dos posibilidades, o aceptaba eso o no seguíamos con el grupo. No diría que
fue un ultimátum, pero era obvio para todos que si Dave no participaba pro-
bablemente no querría continuar». Alcanzaron un compromiso por el que
aceptaban tres canciones de Dave en el disco, en vez del reparto al 50% que se
había propuesto inicialmente. Más tarde, el cantante confesaría que nunca creyó
Depeche Mode def. 26/1/07 10:26 Página 274
que fueran a aceptar. Andy Fletcher declaró: «Tal vez Martin fue demasiado ge-
neroso con tres».
La grabación comenzó a principios de 2005 en Sound Design, Santa Bárba-
ra, con un nuevo equipo de producción encabezado por Ben Hillier, cuyos tra-
bajos más destacados hasta ese momento eran con The Doves y Blur (en el ex-
celente Think Tank de 2003). Fue una opción muy acertada a diferentes niveles.
Lo primero de todo, porque Hillier no era un productor especializado en elec-
trónica como Mark Bell, con el que trabajaron en Exciter. Si bien las voces de Ga-
han habían sido lo más destacado del disco anterior, para él había resultado difí-
cil partir de una situación en la que la mayoría de la música había sido creada
digitalmente en ordenador. Argumentó que cuando él no cantaba, había una fal-
ta de energía en el proyecto, y tal vez eso explique por qué describía Exciter como
un «disco de Martin». Después de todo, sólo con un rápido repaso a Exciter y
Counterfeit 2 se aprecia una clara conexión entre la sonoridad de los dos discos,
que están a años luz del Paper Monsters de Gahan. Esta ausencia de interacción
humana y la tendencia hacia la música generada por ordenador fue algo que Hi-
llier afrontó desde el primer momento: «Exciter se creó en gran medida en orde-
nadores. Esto es muy lento y aburrido para todos menos para el que lo está ma-
nejando. Quiero un elemento más directo, humano, inmediato. Por eso usamos
aparatos analógicos. Me gusta encontrar humanismo en la música. Creo que da
a la gente la posibilidad de relacionarse con ella, y esto es lo que faltaba en el an-
terior disco. Me parece un disco fantástico en cuanto a sonido e ideas. Brillante.
Pero no creo que sea un álbum particularmente bueno en la carrera de Depeche
Mode. Esa estructura libre es genial, y muchas de las canciones son buenísimas,
pero en mi opinión no muestra la potencia de la banda».
Durante la etapa inicial de la grabación en Santa Bárbara, Hillier creó de in-
mediato un clima en el que «todos venían con ideas», ya fueran tocar sintetiza-
dores antiquísimos, tocar la batería (Hillier solía probar ritmos él mismo), o ele-
gir otros instrumentos. De hecho, Andy Fletcher tocó el bajo en una de las
primeras canciones que grabaron, «A Pain that I’m Used to». Estos métodos y
actitudes recordaban a los de Flood en Violator y Songs of Faith and Devotion, y no
es una sorpresa descubrir que Flood y Hillier comparten los mismos gustos y que
el «chico nuevo» consultó al veterano de dos discos de Depeche Mode antes de
empezar a trabajar en el proyecto. «Ben es algo así como un protegido de Flood
—dijo Andy Fletcher—. Vienen del mismo sitio, tienen una mentalidad pareci-
da. Puede trabajar igual de bien con una banda de rock que con una electrónica,
lo mismo que sucede con Flood. No tiene su propio sonido, pero tiene la capa-
cidad de entender al instante de qué va la banda y hacia dónde quiere llevarla.»
Dave Gahan: «Ben es genial para arreglar los desencuentros que se producen en-
tre los miembros de una familia. Percibió muy pronto los papeles que nos había-
mos repartido y dijo que era ridículo. Necesitábamos a alguien que hiciera de di-
Depeche Mode def. 26/1/07 10:26 Página 275
rector. Pero era más como un profesor de arte, ya sabes, de esos que te dejarían
ir al patio a echarte un cigarrito».
La determinación de Hillier por hacer que todos en el estudio se mantuvie-
ran «ocupados y creativos» también supuso que fueran capaces de cumplir el pla-
zo del disco. Empezaron en febrero y terminaron el ocho de julio. «En realidad,
acabamos Playing the Angel —el nombre inicial del disco— dos días tarde, pero
nos fue bastante bien», decía riendo el productor con palpable alivio. Después de
todo, aunque Fletcher haya comentado recientemente que Depeche Mode se
plantearía volver a trabajar con Hillier en el futuro, el comienzo del proyecto es-
tuvo lleno de obstáculos que había que superar.
Hillier estaba familiarizado con algunos de los discos de Depeche Mode: «No
soy un fan, pero me encantaron Ultra y Violator» y admite que quedó impresio-
nado cuando escuchó las maquetas de Martin Gore, que incluían «The Darkest
Star», «Precious», «Free» y «A Pain that I’m Used to»: «Era difícil escucharlas
en frío. Mi primera impresión era que había mucho que trabajar en ellas. “Pre-
cious” era la excepción, porque estaba bastante terminada y era una canción so-
bresaliente. Pero una vez que las escuché todas unas cuantas veces me di cuenta
de que eran muy buenas, y me sentí lleno de confianza».
Hillier también recuerda que las maquetas «no eran particularmente rápidas.
No eran tan exuberantes como acabaron siendo.» Esto contradice la afirmación
de Gore de que hacer de pinchadiscos había influido en su manera de componer,
al subir el ritmo de sus canciones. Por el contrario, parece que en el primer mo-
mento, Gore seguía atrapado en los ritmos lentos que para muchos aficionados
habían arruinado Exciter. El programador Dave McCracken, que trabajaba jun-
to con Hillier en el disco (debe su fama a sus contribuciones en los discos en so-
litario de Ian Brown), dijo que el desconocimiento técnico de Gore había hecho
que todas sus demos tuvieran el mismo tempo. No se dio cuenta de que un pa-
rámetro del Logic estaba marcando la velocidad de todos sus proyectos. «Una
vez que se lo cambiamos vinieron las canciones más rápidas —recuerda riéndo-
se McCracken—. Es algo típico de Depeche Mode. Son punks electrónicos. No
son nada precisos con lo que hacen, lo que me resulta muy refrescante.»
Tan pronto como Hillier descubrió lo que quería hacer con las maquetas de
Martin Gore, tuvo que hacer frente a otro desafío: «Antes incluso de que yo es-
tuviera involucrado, habían decidido que el disco incluiría tres temas de Dave
Gahan. En un primer momento debo admitir que no estaba seguro de si acaba-
ríamos el disco. Al principio, la relación entre Dave, Martin y Fletch era tensa.
Podríamos haber llegado fácilmente al punto en que si no hubiera funcionado y
no hubiéramos dado forma al disco enseguida, no sé si lo habrían superado. Por
ejemplo, sabía que podía haber situaciones en las que se hubieran negado a tra-
bajar en las canciones del otro. Podría haber sido un desastre, pero se portaron
de maravilla. Querían darse otra oportunidad».
Depeche Mode def. 26/1/07 10:26 Página 276
No sólo eso, sino que Hillier está convencido de que tener dos compositores
en el grupo les ha revivido. «Sin duda hay una nueva competencia entre Dave y
Martin, pero esto ha hecho que Martin componga mejores canciones. En cuan-
to se puso a trabajar en temas de Dave, también se puso a componer canciones
nuevas como “John the Revelator”, “Damaged People” y “Lilian”. Creo que es-
tán completamente reforzados.»
Hillier estaba impresionado por el coraje de Gahan al componer: «Dave ha-
bía escrito un montón de canciones, más de veinte, de diferente calidad, lo que
es de esperar de cualquier compositor que te da tantas a elegir. Era muy valien-
te, sólo me decía: “Bueno, ahí tienes, elige las que quieras”. Creo que Dave es
muy bueno, está aprendiendo como escritor. Hay que tener agallas para saltar al
ruedo con Martin. Mucha gente no se atrevería a hacerlo, porque Martin es uno
de los mejores compositores vivos. Dave sólo puede mejorar. El material que me
ofreció era bastante mejor que el de su disco en solitario».
Hillier describe las maquetas de Gahan, compuestas junto con dos ayudantes
de toda la vida de Depeche Mode, Andrew Phillpott (que coprodujo el disco
Counterfeit 2 de Gore) y Christian Eigner (que tocaba la batería con el grupo en
los directos), como «muy en la línea de su disco en solitario, aunque con un so-
nido electrónico más duro y muy avanzado. Para ser unas maquetas, tenían ex-
cesiva producción. Las tuvimos que ir desnudando para empezar desde el prin-
cipio, lo que nos dio mucha libertad».
Como muestra, Hillier describe la manera en que abordaron la primera
canción de Gahan en la que trabajaron, «I Want It All», cuyo nombre original
era «Everything»: «Martin y Dave McCracken rebosaban de ideas. Querían
cambiar algún acorde y Martin trajo la línea de guitarra para el estribillo, lo
que le dio un toque muy exótico. Había más riqueza tonal». Hillier afirma:
«Dave estaba muy emocionado con los cambios. Se mostró muy abierto una
vez que aceptó la idea. Quiero decir que percibió lo fantástico que era tener
trabajando en su material a uno de los mejores compositores del mundo». Esta
opinión es apoyada por el programador Dave McCracken: «Cuando Martin
llegó y nos enseño ese estribillo loco para esa canción, Dave estaba gritando y
animando: “¡Vamos, a por ello!”. Dave estaba muy dispuesto y dando el máxi-
mo todo el tiempo, mientras Martin estaba sentado, tranquilo, haciendo estas
maravillas».
El enfoque de Gahan hacia sus maquetas también tenía un efecto creativo.
«En el último disco parece que Martin no quería cambiar muchas cosas de sus
demos —dice Hillier—. Esto posiblemente explica por qué el disco terminó
como terminó. Esta vez las cosas eran muy distintas. Dave había dejado que
Martin hiciera cambios radicales en sus canciones, así que éste no podría negar-
se y mostrarse afectado con sus demos, lo que supuso que también tuvimos mu-
cha libertad para trabajar con el material de Martin.»
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Gahan, Gore y «Fletch» en la presentación americana de su álbum Playing the Angel, publicado en
otoño de 2005. © Retna/Rahav Seger
Anton Corbijn describió su escenario para el tour 2005-06 como «retro-moderno», a pesar de que
respiraba más bien un look futurista, más cercano a la ciencia-ficción. © Retna/James Palmer
Depeche Mode def. 26/1/07 10:26 Página 282
«The Sinner in Me», «Precious» y «The Darkest Star»; para Kitty Empire, del
Observer, «Nothing Is Impossible» es «la mejor canción del disco», una opinión
compartida por el Observer Music Monthly; Lisa Verrico, en The Times, se fijó en
la «genial» «Suffer Well», mientras «John the Revelator» fue señalada como la
más destacada en muchas reseñas, incluida una muy negativa firmada por Craig
McLean en Word. Era casi la única voz en la prensa británica que satirizaba Pla-
ying the Angel por ser «un disco muy duro, que seguro que te arruina el día ten-
gas el humor que tengas... Es muy pedante». Sin embargo, la Rolling Stone ame-
ricana se hizo eco de este punto de vista, quejándose de que la fórmula «sigue
siendo la misma... horribles sintetizadores y voces portentosas, se mantienen fir-
mes, como siempre». Mientras tanto, la publicación estadounidense Entertain-
ment Weekly lo consideró como un buen retorno, pero viciado: «Playing the An-
gel se convierte en su disco más accesible y confiado en más de una década, con
éxitos que no habíamos oído desde el Violator de 1990. Pero ahora vienen las
malas noticias: el disco también contiene unos bajones ñoños, con baladas so-
poríferas y autoindulgentes que demuestran que la banda no está del todo en
forma».
Para el momento en que el disco llegó a las tiendas, la mayoría de las citas de
su gira mundial habían agotado las entradas, con nuevas fechas y nuevos concier-
tos añadidos a cada rato. El primer fin de semana que salieron a la venta se ago-
taron todas las entradas para los catorce conciertos en Alemania. Como resulta-
do, añadieron conciertos en Hamburgo y Múnich, además de un concierto
adicional en el LTU Arena de Dusseldorf, con capacidad para 50.000 personas.
En España se vendieron todas las entradas el primer día para los conciertos en el
Palau Sant Jordi de Barcelona, para 18.000 personas, y en el Palacio de los De-
portes de Madrid, con aforo para 16.000, por lo que añadieron un día más a cada
ciudad. Después de dar un concierto de calentamiento en el Bowery Ballroom
de Nueva York, la gira mundial estaba a punto de empezar en el Bank Atlantic
Center de Fort Lauderdale, Florida, el 2 de noviembre de 2005. Sin embargo, el
concierto fue cancelado debido a los cortes de luz y al toque de queda que siguió
al devastador huracán Wilma. Por lo tanto, el tour dio comienzo el día siguien-
te en el St. Pete Times Forum de San Petersburgo, Florida. El escenario retro-
futurista diseñado por Anton Corbijn impresionó a los fans, con los teclados es-
condidos dentro de cápsulas intergalácticas, la esfera gris gigante colgando en el
lado izquierdo de la escena y pantallas de vídeo en las que la mayoría del tiempo
aparecía la banda tocando. El cambio más llamativo respecto al repertorio de Es-
tados Unidos en la gira de 2001 era el ritmo, más acelerado. Al empuje inicial de
«A Pain that I’m Used to» le seguía la fuerza de «John the Revelator», «A Ques-
tion of Time» y «Suffer Well», a pesar de que la lenta «I Want It All» fue la es-
cogida frente a otra canción de Gahan, «Nothing’s Impossible». Del Exciter sólo
aparece «Goodnight Lovers», para cerrar el concierto.
Depeche Mode def.:Bob Dylan Juventud FILMAR FIN 03/03/11 13:07 Página 283
you very much, good night», en lugar de la anterior frase. Después de este
malentendido, la gira sudamericana finalizaría en Buenos Aires. A fines de oc-
tubre de 2009, en Oberhausen, Alemania, comenzaría la tercera parte de la
gira, que acabaría a mediados de diciembre en Manchester, Inglaterra. En
enero de 2010, el grupo comenzó la cuarta parte de la gira europea en Berlín
y acabando en Düsseldorf, ambos en Alemania. El 17 de febrero, en un con-
cierto benéfico en el Royal Albert Hall en Londres, Alan Wilder subió al es-
cenario con Martin Gore a tocar el piano durante la interpretación de «So-
mebody», al cabo de la cual se dieron un abrazo, y al salir del escenario se
abrazó también con Andrew Fletcher. Fue la primera vez que Wilder tocó con
la banda en más de 15 años desde su salida del grupo en 1995. Hablando acer-
ca del evento, Wilder dijo que estuvo «feliz de aceptar» la propuesta de Ga-
han de unirse al grupo en el escenario y también dijo que «habían tardado de-
masiado en realizar una reunión de este tipo». Para concluir la gira, durante
el verano de 2010, se incluyeron cinco conciertos que anteriormente habían
sido cancelados por la enfermedad de Gahan. Al final de la extensa gira Tour
of the Universe, la banda publicó un dvd cuyas imágenes están extraídas de los
dos conciertos llevados a cabo en Barcelona. Tal y como Daniel Miller co-
menta: «Depeche Mode desafían la ley de la gravedad. Más aún, redefinen la
ley de la gravedad».
Depeche Mode def. 26/1/07 10:26 Página 285
Discografía
SINGLES
Discografía 287
ÁLBUMES
27/9/1982
Speak & Spell
New Life/I Sometimes Wish I Was Dead/Puppets/Boys Say Go!/Nodisco/
What’s Your Name?/Photographic/Tora! Tora! Tora!/Big Muff/Any Second
Now Voices/Just Can’t Get Enough
27/9/1982
A Broken Frame
Life in Silence/ My Secret Garden/Monument/Nothing to Fear/See You/Sate-
llite/The Meaning of Love/A Photograph of You/Shouldn’t Have Done That/
The Sun & The Rainfall
22/8/1983
Construction Time Again
Love, in Itself/More than a Party/Pipeline/Everything Counts/Two Minute
Warning/Shame/The Landscape is Changing/Told You So/And Then.../Every-
thing Counts Reprise
24/9/1984
Some Great Reward
Something to Do/Lie to Me/People Are People/It doesn’t Matter/Stories of
Old/Somebody/Master and Servant/If You Want/Blasphemous Rumours
15/10/1985
The Singles 81-85
Dreaming of Me/New Life/Just Can’t Get Enough/See You/The Meaning of
Love/Leave in Silence/Get the Balance Right!/Everything Counts/Love, in It-
self/People Are People/Master and Servant/Blasphemous Rumours/Some-
body/Shake the Disease/It’s Called A Heart
17/3/1986
Black Celebration
Black Celebration/Fly on the Windscreen Final/A Question of Lust/Some-
times/It doesn’t Matter Two/A Question of Time/Stripped/Here Is the House/
World Full of Nothing/Dressed in Black/New Dress
Depeche Mode def. 26/1/07 10:26 Página 288
28/9/1987
Music for the Masses
Never Let Me Down Again/The Things You Said/Strangelove/Sacred/Little
15/Behind the Wheel/I Want You Now/To Have and To Hold/Nothing/Pimpf/
Mission Impossible
13/3/1989
101
Pimpf/Behind the Wheel/Strangelove/Something to Do/Blasphemous Ru-
mours/Stripped/Somebody/Things You Said/Black Celebration/Shake the Disea-
se/Pleasure Little Treasure/People Are People/A Question of Time/Never Let
Me Down Again/Master and Servant/Just Can’t Get Enough/Everything Counts
19/3/1990
Violator
World in my Eyes/Sweetest Perfection/Personal Jesus/Halo/Waiting for the
Night/Enjoy the Silence/Crucifix/Policy of Truth/Blue Dress/Interlude No.3/
Clean
22/3/1993
Songs of Faith and Devotion
I Feel You/Walking in My Shoes/Condemnation/Mercy in You/Judas/In Your
Room/Get Right with Me/Rush/One Caress/Higher Love
6/12/1993
Songs of Faith and Devotion Live
I Feel You/Walking in My Shoes/Condemnation/Mercy in You/Judas/In Your
Room/Get Right with Me/One Caress/Higher Love
14/4/1997
Ultra
Barrel of a Gun/The Love Thieves/Home/It’s No Good/Uselink/Useless/Sister
of Night/Jazz Thieves/Freestate/The Bottom Line/Insight
28/9/1998
The Singles 86-98
Stripped/A Question of Lust/A Question of Time/Strangelove/Never Let Me
Down Again/Behind the Wheel/Personal Jesus/Enjoy the Silence/Policy of
Truth/World in my Eyes/I Feel You/Walking in My Shoes/Condemnation/In
Your Room/Barrel of a Gun/It’s No Good/Home/Useless/Only When I Lose
Myself/Little 15/Everything Counts (Live)
Depeche Mode def.:Bob Dylan Juventud FILMAR FIN 03/03/11 13:07 Página 289
Discografía 289
14/5/2001
Exciter
Dream On/Shine/The Sweetest Condition/When the Body Speaks/The Death
of Night/Lovetheme/Freelove/Comatose/I Feel Loved/Breathe/Easy Tiger/I
Am You/Goodnight Lovers
25/19/2004
Remixes 81-04
Never Let Me Down Again (Split Mix)/Policy of Truth (Capitol Mix)/Shout (Rio
Remix)/Home (Air ‘Around The Golf’ Remix)/Strangelove (Blind Remix)/Rush
(Spiritual Guidance Mix)/I Feel You (Afghan Surgery Mix)/Barrel of a Gun (Un-
derworld Hard Mix)/Route 66 (Beatmasters Mix)/Freelove (DJ Muggs)/I Feel
Loved (Chamber’s Remix)/Just Can’t Enough (Schizo Mix)/Personal Jesus
(Pump Mix)/World in my Eyes (Mode To Joy)/Get the Balance Right! (Combi-
nation Mix)/Everything Counts (Absolute Mix)/Breathing in Fumes/Painkiller
(Kill The Pain-DJ Shadow Vs Depeche Mode)/Useless (The Kruder +
Dorfmeister Session™)/In Your Room (The Jeep Rock Mix)/Dream On (Dave
Clarke Acosutic Version)/It’s No Good (Speedy J Mix)/Master and Servant (An
ON-Usound Science Fiction Dance Hall Classic)/Enjoy the Silence (Timo Maas
Extended Remix)
17/10/2005
Playing the Angel
A Pain that I’m Used to/John the Revelator/Suffer Well/The Sinner in Me/Pre-
cious/Macro/I Want It All/Nothing’s Impossible/Introspectre/Damaged Peo-
ple/Lilian/The Darkest Star
20/04/2009
Sounds of the universe
In Chains/Hole to Feed/Wrong/Fragile Tension/Little Soul/In Simpathy/
Peace/Come Back/Spacewalker/Perfect/Miles Away-The Truth is/ Jezebel/
Corrupt
Depeche Mode def. 26/1/07 10:26 Página 290
Depeche Mode def. 26/1/07 10:26 Página 291
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Índice de nombres
«Dreaming of Me», 7, 35, 37, 42, 43, Freegard, Paul, 247, 263
45, 107, 285, 287 «Freelove», 254, 257, 259, 286, 289
Drummond, Bill, 74 French Look, The, 20, 21
Du Noyer, Paul, 44, 292 Fryer, John, 64
Duerden, Nick, 242 futurismo, 20, 29
Duran Duran, 12, 28, 41, 74, 102, 241
Dylan, Bob, 90, 94, 135, 264, 268 Gahan, Jack, 15, 132, 134, 139, 160, 166
Gahan, Jennifer, 13, 245, 292
Egan, Rusty, 24, 42 Gahan, Joanne, 24, 52, 60, 64, 103, 104,
Eigner, Christian, 259, 276 127, 130, 156, 163, 165, 211
Einsturzende Neubauten, 73, 88, 93 Gahan, Stella, 247
Electric Lady (estudios), 223, 248, 251, Gahan, Teresa véase Conway, Teresa
267 Garden Studios, 71
Elfenbaum, Marc, 205 Gascogne’s, 162
Ellis, Mark «Flood», 9, 113, 146 Gay Times, 129, 293
«Enjoy the Silence», 14, 15, 148, 152, Generation-X, 23
153, 156, 257, 259, 270, 273, 286, Genetic Studios, 106
288, 289 «Get the Balance Right!», 69, 85, 144,
Eno, Brian, 30, 180, 264 285, 287, 289
Erasure, 132, 178 Gill, John, 70, 292
Essex, David, 263 Gillespie, Bobby, 204
Evening Echo, 36 Goldfrapp, 273, 278
«Everything Counts», 82, 83, 101, 119, «Goodnight Lovers», 13, 256, 257, 260,
142, 198, 221, 285-289 282, 286, 289
Exciter, 13, 248, 253-257, 259, 260, 264, Gordeno, Peter, 259
266, 272, 274, 275, 278, 282, 289 Gore, Suzanne, 161
Gore, Viva Lee, 161, 278
Face, The, 63, 144, 145, 292 «The Great Outdoors», 69, 285
Fad Gadget, 31-34, 43, 44, 73, 88, 220, Griffin, Brian, 9, 53, 65, 83, 240
259, 260 Grundy, Gareth, 256, 292
Fadele, Dele, 235, 236, 292 Guardian, The, 158, 238, 259, 264, 269,
Fanger, J. D., 9, 125 270, 272, 292
Favor, Colin, 31 Guillaume Tell (estudio), 124, 194
Ferris, Neil, 49, 59, 62, 63, 70
Fletcher, Grainne, 19, 106, 161, 185, 202 Halliday, Toni, 162
Fletcher, Megan, 161 «Halo», 155, 156, 273, 286, 288
Flores, Joseph, 202, 204 Hannigan, Steafan, 178
«Fly on the Windscreen», 14, 115, 286, «Happiest Girl», 151, 286
287 Harrison, Andrew, 180, 292
Foxx, John, 9, 25, 71, 74, 76, 94, 117, Harron, Mary, 48
143, 145, 221 Harvey, Mick, 88
Frankie Goes to Hollywood, 91, 110, Hawtin, Ritchie, 238
113 Headley, Tony, 62
Depeche Mode def. 26/1/07 10:26 Página 298
«Headstar», 239, 286 «Just Can’t Get Enough», 14, 48, 49,
Heath, Chris, 115 52, 54, 57, 63, 66, 90, 130, 134, 139,
«Higher Love», 180, 199, 286, 288 144, 239, 285, 287, 288
Hillier, Ben, 9, 274, 279
«Home», 234-236, 238, 286, 288, 289 Kelly, Danny, 133, 292
Hoon, Shannon, 227 Kerslade, Kevin, 195
Hopwood, Kerry, 221 Kervorkian, François, 152, 156
Horn, Trevor, 110 Kessler, Jonathan, 9, 119, 125, 140, 186,
Howard, Roland, 88 188, 212, 226, 227, 266
Human League, 20, 28, 33, 46-48, 52, Knuckles, Frankie, 144
106, 119, 144, 155, 257 Kraftwerk, 20, 24, 28-30, 35, 43, 52, 54,
Hussey, Wayne, 9, 161 57, 71, 72, 90, 144, 152, 154, 257,
Hutter, Ralf, 35, 52, 72 279, 280, 291
«Ice Machine», 21, 35, 43, 285
«I Feel Loved», 248, 256, 257, 286, Ladytron, 14, 15, 257, 269
289 «The Landscape is Changing», 7, 69,
«I Feel You», 14, 163, 172, 178-180, 82, 83, 287
270, 278, 286, 288, 289 «The Late Show with David
«If You Want», 93, 287 Letterman», 259
Indrizzo, Victor, 266, 270 «Leave in Silence», 7, 57, 65, 66, 82,
«Insight», 222, 288, 292 285, 287
Intercord, 63, 243 Le Blanc, Keith, 234
«In Your Room», 171, 200, 260, 286, Le Bon, Simion, 48
288, 289 Le Cont, Jacques, 298
«It doesn’t Matter», 88, 97, 115, 285, Lennon, John, 263, 264
287 Lester, Paul, 155, 156, 292
«It doesn’t Matter Two», 115, 285, 287 Levy, Eleanor, 97, 292
«It’s Called A Heart», 106, 107, 114, Lewis, Georgia, 259
285, 287 Liebezeit, Jaki, 234
«It’s No Good», 234, 235, 237, 286, «Lie to Me», 88, 97, 144, 287
288, 289 Life, 65
«I Want You Now», 288 Linnard, Steven, 23
«Little 15», 129, 140, 288
John, Elton, 94 Live Aid, 102
Johnson, Howard, 240 Live Monsters, 270
Johnston, Ian, 88 Los Angeles Times, 237, 256, 292, 293
Jones, Gareth, 9, 71, 74-76, 78, 81, 92, «Love in Itself», 85, 86
97, 108, 113, 123, 221, 229, 247, «Loverman», 264, 265
248, 249, 253 «Lovetheme», 254, 289
Jones, Mick, 203 «The Love Thieves», 236, 288
Jones, Ross, 238, 292 Lydon, John, 23
«Judas», 178, 288 Lyon, Steve, 9, 152, 183, 194
Jungle, The, 89 Maconie, Stuart, 106, 292
Depeche Mode def. 26/1/07 10:26 Página 299
Numan, Gary, 9, 20, 21, 24, 32, 38, 52, Pop, Iggy, 53, 79, 139, 252, 263, 272
75, 134, 144, 145, 190, 234, 237, Powell, Peter, 43, 62
255, 291 «Precious», 275, 278, 279, 282, 286,
289
Oakey, Phil, 47 Presley, Priscilla, 152
Observer, The, 243, 260, 272, 282 Primal Scream, 203, 204, 205, 207
O’Dowd, George, véase también Boy Puk (estudios), 127, 148, 149, 151
George, 23
O’Hagan, Sean, 115, 292 Q (revista), 11, 14, 15, 199, 221, 236,
«Oh My Love», 263, 264 240, 242, 256, 261, 264, 266, 269,
Oldham, James, 235, 292 272, 273, 280, 291, 292
OMD, 9, 48, 52, 101, 137, 241, 261 Quantick, David, 98, 181, 292
«One Caress», 178, 195, 279, 286, 288
«Only When I Lose Myself», 239, 240, Radcliffe, Eric, 42, 64
265, 286, 288 Record Mirror, 29, 49, 53, 97, 134, 292
Orridge, Genesis P., 71 Redman, Paul, 21
Redskins, The, 84
Page, Betty, 38, 43, 292 Remixes, 81-04, 273, 289
«Painkiller», 238, 286, 289 Renegade Soundwave, 146, 273
Paper Monsters, 265, 268-270, 274, 279 Rental, Robert, 31
Parkes, Taylor, 198, 292 Reznor, Trent, 31, 179
Parkin, Molly, 25 Rice, Boyd, 31, 33, 34, 36, 73
Peel, John, 117 Richardson, Clive, 119, 178
Pennebaker, D. A., 12, 135, 136, 140, Rimmer, Dave, 236, 292
141 Risiko, 88
«People Are People», 7, 14, 17, 90, 91, Rolling Stone, 191, 236, 256, 272, 282,
101, 102, 119, 278, 285, 287, 288 292
Perry, Andrew, 203 Rose, Axl, 139
«Personal Jesus», 14, 147, 152, 153, Rough Trade, 30-33, 43
156, 188, 261, 273, 286, 288, 289 «Rush», 178, 180, 199, 286, 288, 289
Petridis, Alexis, 259, 270, 292 Rushent, Martin, 47, 106
Pet Shop Boys, 101, 237
Phillpott, Andrew, 263, 276 «Sacred», 130, 286, 288
«Photographic», 14, 21, 27, 35, 37, 45, sampleo digital, 14, 75, 110, 111
53, 54, 285, 287 Saunderson, Kevin, 143, 144
Piering, Scott, 32 Savage, Jon, 143, 291
«Pipeline», 76, 77, 83, 287 Schmidt, Craig, 158, 292
Plan, The, 19 School Bullies, The, 21
Playing the Angel, 13-15, 275, 277, 278, «See You», 18, 56, 58, 60, 65, 82, 285,
280, 282, 289 287
«Pleasure, Little Treasure», 127, 286 Select, 180, 199, 203, 236, 292
«Policy of Truth», 151, 155, 157, 286, Sessa, Hepzibah, 190, 207, 216
288, 289 Sessa, Paris, 216
Depeche Mode def. 26/1/07 10:26 Página 301
«(Set Me Free) Remotivate Me», 94, Sparks, 9, 17, 101, 131, 132, 162
285 Speak and Spell, 48, 51-54, 57, 59, 60, 65,
Sexist Boys, 161 67, 83, 86
Shadow, DJ, 116, 238, 273, 289 Spiers, Jane, 98, 116
«Shake the Disease», 102, 107, 114, Spin, 155, 292
265, 285, 287, 288 Spirit, 190
«Shame», 84, 285, 287 Spiritualized, 189, 190
Sherwood, Adrian, 91 SPK, 73
«Shine», 248, 257, 289 «Stardust», 96, 263, 265
«Shouldn’t Have Done», 65, 287 Stein, Seymour, 43, 57, 70
Silicon Teens, 32, 33, 39, 41, 42, 47, 220 Stent, Mark «Spike», 179
Simenon, Tim, 9, 126, 143, 220, 233, Stevo (Steve Pearce), 9, 28, 29, 33-35,
236, 239, 241, 266 37, 38, 51, 220
Sinclair, David, 134, 236, 292 «Stories of Old», 88, 287
Sire Records, 51 Strange, Steve, 24, 25, 42, 46, 48
«Sister of Night», 222-224, 234, 235, «Strangelove», 126, 144, 221, 286, 288,
288 289
Sisters of Mercy, 192 «Stripped», 11, 112-114, 134, 146, 239,
Skinner, Richard, 43, 45 285, 286, 287, 288
Smash Hits, 50, 99, 115, 119, 292 «Suffer Well», 8, 14, 263, 277, 279, 282,
Smashing Pumpkins, 14, 179, 239 289
Smith, Andrew, 198, 292 Sumner, Bernard, 157
Smith, Robert, 120 Sunday Times, 25, 269, 292
Smith, Samantha, 178, 188, 194 Sunie, 49
Snow, Mat, 84, 292 «Surrender», 239, 286
Soft Cell, 20, 34, 35, 37, 46, 48, 64, 144, Sutherland, Steve, 45, 66, 115, 119, 292
146, 257 The Singles, 81-85, 106, 217, 240, 287
Solanas, Jane, 130, 292 The Singles, 86>98, 239, 240, 288, 291
Solid Studio, 78 «The Sweetest Condition», 256, 289
Some Bizzare, 20, 33, 34, 35, 37, 38, 51, «Sweetest Perfection», 155, 265, 288
71, 79 Sweeting, Adam, 134, 158, 292
«Somebody», 88, 93, 96, 99, 285, 287, 288 Swindell, Anne, 18, 80
Some Great Reward, 87, 89, 92, 93, 97-
99, 107, 109, 115, 287, 291 Taylor, Sam, 243, 260
«Sometimes», 115, 287 tecno, 31, 32, 143-146, 154, 172, 199,
Songs of Faith and Devotion, 163, 167, 238, 248, 257, 261
177, 178, 180, 183, 198, 200, 234, Tenaglia, Danny, 257
236, 237, 245, 250, 269, 274, 278, Tennant, Neil, 99, 292
279, 288 Terry, Todd, 144
Sounds, 29, 38, 39, 43, 53, 66, 70, 97, Test Department, 90
130, 140, 155, 158, 292 The The, 34, 37
Soundtrack To Live Monsters, 272 «The Things You Said», 13, 129, 279,
Spandau Ballet, 26, 28, 44, 51, 62, 91 288
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Led Zeppelin
Stephen Davis
Stephen Davis, autor de excelentes biografías sobre figuras tan
legendarias como Bob Marley, Rolling Stones o Aerosmith, uelve
a la carga para ofrecernos una narración trepidante de uno de los
momentos más turbios de la historia del rock. Además de las
muchas leyendas que circulaban sobre Led Zeppelin, había algo
más siniestro que los vicios nocturnos de una banda de rock.
Led Zeppelin era la banda más grande del mundo y representaba
la explosión del negocio discográfico como su principal artífice.
Había algo mágico, sobrenatural, en la ascensión al poder de
este grupo.
Ramones
Dick Porter
En plena época álgida del rock progresivo surge una banda que
creó un estilo propio y que sería el modelo del futuro punk rock:
Ramones. Una banda creada originalmente por cuatro indivi-
duos que incorporaba elementos del rock’n’roll de los años cin-
cuenta, el surf rock de los sesenta y el garage punk, además de
influencias notables de Ronettes, los Beatles, los Stooges y los
New York Dolls.
Duros, ruidosos, acelerados y volcánicos –tal y como los ca-
lifica Robert Christgau–, Ramones hacían canciones cortas y di-
rectas que iban sobre esnifar pegamento o dar palizas a
mocosos. Su irrupción puso al panorama musical de la época
contra las cuerdas.
Sid Vicious
Alan Parker