Explora Libros electrónicos
Categorías
Explora Audiolibros
Categorías
Explora Revistas
Categorías
Explora Documentos
Categorías
PROEMIO
37
LEONARDO BRUÑI
LIBRO PRIMERO
39
LEONARDO BRUÑI
40
DIÁLO GO A PIER PAOLO VERGERIO
44
DIÁL OG O A PIER PAOLO VERGERIO
42
DIÁLOGO A P1ER P A O L O VERGEÜ. IO
43
LEONARDO BRUÑI
49
LEONARDO BRUÑI
46
D I Á L O G O A P I E R PA OL O VER.GERIO
50
DIÁLOGO A PIER PAOLO VERGERIO
53
LEONARDO BRUÑI
54
DIÁLOGO A PIER PAOLO VERGERIO
55
LEONARDO BRUÑI
56
DIALOGO A PIE S PAOLO VERGERIO
los dos que acabo de mencionar eran más tolerantes que tú,
ya que cada uno de ellos se oponía a una sola persona y nin
guna de ellas era compatriota suyo; tú, en cambio, has lle
gado a tal enfrentamiento que has tratado, tú solo, de echar
abajo el prestigio de tres y, para colmo, los tres conciu
dadanos tuyos. La hora me impide emprender la defensa
de aquellos varones y protegerlos de tus improperios;
como ves, el día llega a su término. Temo, por ello, que nos
falte el tiempo para tratar este asunto, ya que será necesa
rio un discurso no breve para defenderlos. Y no porque sea
gran cosa o difícil responder a tus acusaciones, sino porque
tal cosa no puede hacerse bien sin añadir un elogio de su fi
gura, lo cual resulta sumamente arduo de llevar a cabo si se
pretende estar a la altura de la grandeza de sus méritos. Por
este motivo, retrasaré mi defensa hasta otro momento más
conveniente. Ahora, sin embargo, te diré algo: tú, Niccoló,
piensa lo que quieras de estos hombres, engrandécelos o
empequeñece su figura; en cuanto a mí, creo que les ador
naban muchas y excelentes artes y que eran dignos del nom
bre que se les atribuye por acuerdo universal. Y al mismo
tiempo, también sostengo, y siempre sostendré, que no hay
nada que sea tan provechoso para nuestros estudios como
el debate y que si en esta época han sufrido un declive, no
por ello se nos ha privado de la facultad de someterlos a
discusión. En consecuencia, no cesaré de exhortaros a que
os ejercitéis en ella con la mayor dedicación».
Cuando hubo dicho esto, nos pusimos todos en pie.
LIBRO II
Ai día siguiente, una vez que nos reunimos los que había
mos estado presentes el día anterior y después que se unie
ra a nosotros Pietro Sermini, joven infatigable y en extre-
DIÁ LOGO A PIEE PAOLO VERGERIO
59
LEONARDO BRUÑI
6o
DIÁL OG O A PIER PAOLO VERGERIO
61
LEONARDO BRUÑI
62
DIÁLO GO A PIER PAOLO VERGERIO
63
LEONARDO BRUÑI
64
DIÁLOGO A PIER PAOLO VERGERIO
65
LEONARDO BRUÑI
%x
fsucesos de la Antigüedad, sino también recientes; no solo
^relacionados con nuestra patria, sino también foráneos.
N o hay en Italia costumbre, ni montaña, ni río, ni familia
de cierto abolengo, ni hombre que haya realizado alguna
hazaña digna de recordarse que Dante no tenga presente y
no haya sido incluido oportunamente en su poema. Por
consiguiente, fóípie liacía ayer GoluccioS parangonando %
Dante con Homero y Virgilio no me desagrada enabsolu-*
to ya que no veo en los poemas de éstos nada que tenga,
c jn mucho, su contrapartida en este nuestro. Leed, os lo
ruego, esos versos, en los que pinta el amor, el odio, el
miedo y otras perturbaciones del ánimo; leed las descrip
ciones del tiempo, del movimiento de los cielos, del naci
miento y el ocaso de las estrellas, los cálculos matemáticos;
leed las exhortaciones, las invectivas, las consolaciones, y
después pensad qué podría expresar cualquier poeta con
16 of 31
66
DIÁLOGO A PIE R PAOLO VERGERIO
67
LEONARDO BRUÑI
68
DIÁLO GO A PIER PAOLO VERGERIO
69
LEONARDO BRUÑI
70
D I Á L O G O A P I E R P A O L O V E R G E R lO
7i
LEONARDO BRUÑI
72
DIÁL OG O A PIER PAOLO VERGERIO
73
LEONARDO BRUÑI
LO R ENZO VALLA
76
L AS E L E G A N C I A S
78
LAS E L E G A N C I A S
79
L O R E N Z O VALLA LAS E L E G A N C I A S
,del imperio, mas sí madre de las letras? Es decir, ¿hasta con mayor ligereza. Así pues, estos libros no contendrán
; cuándo permitiréis que la latinidad permanezca oprimida nada de lo que los restantes autores han tratado, al menos
i' por la barbarie? ¿Hasta cuándo asistiréis con ojos indife aquellos qug^nos han llegado hasta ahora. Y con esos bue
rentes y casi impíos a esta completa profanación? ¿Hasta nos augurios, demos comienzo a nuestra obra.
que no queden ya sino los restos de los cimientos? Alguno
^ de vosotros escribe libros de historia: eso es como residir
en Veyo. Otro traduce del griego: eso es como vivir en PREFACIO AL SEGUNDO LIBRO DE LAS ELEGANCIAS
Ardea. Otro compone oraciones, otro poemas: eso es de
fender el Capitolio y la ciudadela. Empresas ilustres, cier He tratado hasta aquí acerca del nombre y del verbo y del
to, y merecedoras de no pocos elogios, pero de este modo participio, que deriva de los dos anteriores. Ahora hablaré ,
no se expulsa al enemigo, no se libera a la patria. Camilo de las otras partes del discurso, de sus propiedades carac
es quien ha de ser imitado; el que, como dice Virgilio, de terísticas y después de los elementos que las componen.
vuelva las insignias a la patria, restableciéndola. Su valor Antes de proseguir, he de confesar que no faltará quien
sobrepasa tanto al de los demás que sin él no podrían sal juzgará despreciable esta disertación sin haberla leído o
varse los defensores del Capitolio, Ardea o Veyo. Así ocu haberla tenido siquiera en sus manos. Sin embargo, esos
rre ahora, y los restantes escritores se verán no poco soco no comprenden en absoluto lo que la Antigüedad ha dic
23 of 31
rridos por aquel que componga alguna cosa en latín. Yo, taminado lo que es digno de ser recordado, de manera que ¿
en lo que me toca, imitaré a Camilo. E l me da ejemplo: condenan a la misma Antigüedad, en parte por negligente,!
reuniré cuantas fuerzas tenga para formar un ejército al en parte por ignorante, por haber pasado por alto lo que,7
que guiaré contra el enemigo tan pronto como pueda; yo a mi parecer, en cambio, antaño se conservaba como tra-v
marcharé en primera fila para animaros. Luchemos, os lo dición. O peor, si aceptamos ambas faltas, entonces somos;i
ruego, en este honorabilísimo y bellísimo combate; y ha- ¡ objeto de reprobación tanto yo por enseñar banalidades y
gámoslo para rescatar a la patria de los enemigos, pero minucias que no merece la pena recordar, como los anti
también para ver. quién sobrepuja a Camilo en la batalla.* guos, en todo perfectos y expertos, por no haber sabido
Bien difícil resulta, es verdad, destacar como él destaca, en prever qué tenían que traspasar a las generaciones siguien
mi opinión el mayor de todos los generales, llamado con tes. Para responder a la primera objeción diré que no veo
toda justicia el segundo fundador de Roma desde Rómu- yo por qué habrían de considerar esta materia indigna de sí
lo. Esforcémosnos cuantos podamos en esta empresa, para César, que escribió sobre la analogía, o Mésala, que dedi
que al menos entre muchos consigamos lo que uno solo có. volúmenes enteros a cada una de las letras; o Varrón,
logró. Con todo, deberá llamarse legítima y verdadera que trató de cuestiones etimológicas muy particulares;
mente Camilo quien la lleve a cabo con éxito. De mí solo o Marcelo y Pompeyo, que estudiaron la lengua latina; o
puedo afirmar que, como no creo que llegue a alcanzar tal Aulio Gelio, que ejercía casi como censor público de las
meta, he escogido la parte más difícil y la región más árida letras y consideraba que había hecho una observación re
cdn el fin de impulsar a los demás a que persigan esta tarea levante, entre otros, a Cicerón porque le hizo notar que
8o
L O R E N Z O VALLA
82
L AS E L E G A N C I A S
ducto de oídas y no de la propia reflexión. Todo trastorna- | por uno solo, y añadiré con mayor audacia que. si se. qui
do, le pregunté: ^Reconozco esta elegancia, declaro que es . \ tara a las personas, juzgarías que Cicerón solo las había es
propiedad mía y puedo, acusarte de plagio». Entonces él, j| crito, hasta tal punto las palabras y las opiniones y el modo
■■aunque cortésmente, me contestó que yo era un mal padre j de decir son semejantes. Esto mismo resulta tanto más de
• que expulsaba del hogar a los hijos que había engendrado | admirar en los jurisconsultos, porque mientras aquellas vi
y educado, mientras que él por piedad y amistad hacía mí j vieron en la misma época y se formaron casi en los mismos
■í los había acogido bajo su techo y los educaba como suyos. j juegos y en la misma escuela, a éstos les separan siglos
;; Renuncié a enfadarme' comprendiendo que era mucho j unos de otros, aunque todos son posteriores a Cicerón, y
mayor la falta de mi negligencia que su coger aquello qae | de aquí que haya en ellos expresiones diferentes a las que
otros descuidaban. ¿Quién no verá, pues, que no es una | empleaba éste, incluyendo usos propios de Virgilio y de
i; deshonra que me ponga a escribir lo que yo he descubier- | Livio. N o obstante, de Servio Sulpicio y de Mucio Escé-
” to, lo que otros no consideran v e rg o n z o so robar para in- | vola no queda rastro, pero sí del otro Mucio más reciente.
f¡ cluir entre sus escritos?íP©í'consiguiente, he sido impelí- J Y no podemos juzgar cuáles fueron los primeros juriscon
do a componer esía obra no solo por el .consejo de grandes ,, l sultos elocuentes y cómo era su elocuencia, puesto que no
‘■hombres, sino también por necesidad.¡Ahora tomemos a | hemos leído nada de ellos. Sin embargo, en los que he ma
nuestro propósito. . | nejado no hay nada, en mi opinión, que deba añadirse o
quitarse, no tanto en lo que toca a la elocuencia, pues cier
tamente la materia no lo sufriría en exceso, como en la ele-
84
%
L O R E N Z O VALLA
86
LAS E L E G A N C I A S
87
L O R E N Z O VALLA
89
L O R E N Z O VALLA
9°
LAS E L E G A N C I A S
91
1i
. í
* L O R E N Z O VALLA j LAS E L E G A N C I A S
íbanza, pues te enseña a descubrir y a disponer, por así de- ! mejor orador? Aunque con frecuencia quiso disimularlo,
icirlo, los huesos y los nervios del discurso, y a adornarlo, o j ¿quién hay más solícito, más afanoso, más respetuoso con
¡sea a darle carne y colores; por último, te muestra cómo J el decir bier^¿Quién? Sin embargo, lo cierto es que lo.
enviarlo a la memoria y cómo pronunciarlo con elegancia, i ocultaba, pues cuando Rufino se lo reprocha en su sueño,
esto es, cómo respirar y gesticular. ¿Cómo creer que esto j le rechaza desdeñosamente y confiesa que lee continua
¿pueda dañar a nadie, salvo que deje de lado todo lo demás, j mente las obras de los gentiles; que también se deben leer.
'en especial la verdadera sabiduría y las virtudes, que eran f Afirma eso mismo en muchos otros lugares y, aunque no
precisamente los aspectos tenidos en cuenta por Jeróni- | lo confesara, estaría claro con solo leer la epístola a aquel
mo? ¿Llegaré a pensar alguna vez que la retórica puede in- j gran orador. Vete, pues, con el temor de ser culpable de
fligir tal daño? Ciertamente no más que la pintura, la es- ] una acusación hecha contra otro, cuando él no era culpa
cultura, el grabado y, para no salir de las artes liberales, t ble de la que se lanzó contra él, y no oses llevar a cabo lo
que la música. Y si de los que cantan, pintan y esculpen 1 que él no dudó en hacer rompiendo su promesa. A pesar
; bien, y de todas las restantes artes se deriva una gran utili- | de todo, no faltan quienes creen que Jerónimo aprendió ■'
dad y un gran ornamento para el culto divino, de tal modo | aquellas cosas en su infancia y que luego las conservó ■
que parecen haber nacido destinadas a este fin, con mucha f siempre en su memoria. ¡Oh ridículos hombres, carentes¿
mayor razón se podrá decir lo mismo de ¡a elocuencia. j de toda doctrina! ¡Que piensen que pudo aprender tan?:
29 of 31
Por tanto, la acusación contra Jerónimo no consistía j pronto tantas cosas y tanta ciencia que superaba a cual
' tanto en que era ciceroniano, sino más bien en que no I quier cristiano sin que se le olvidara durante un periodo
era cristiano, a pesar de que proclamaba tal condición de I tan largo cuando son rarísimos los que han podido reunir |
sí mismo; pero la falsedad de esta afirmación quedaba de ¡ la centésima parte de su saber y, además, el trabajo necesa- P
manifiesto cuando desdeñaba las Sagradas Escrituras. No ] rio para recordarlo no es menor, como dice el antiguo V;
censuramos el estudio del arte de la elocuencia, sino el es- ¡ dicho, que el que se requiere para obtenerlo! Más aún, 7
tudio excesivo, ya sea de esta o de otras artes, cuando es tal í ¿cuánto tiempo transcurrió entre el robo y la no restitu
que no permite hacer mejores cosas. No se acusa a ningún j ción de lo robado? ¿De qué sirve prohibir a los otros que
otro, solo a Jerónimo; de todos modos, a los demás se les í roben, si muestras abiertamente tu robo? Si no debemos
§' ha censurado con reproches semejantes. No obstante, la ; aprender a ser elocuentes, no es menos cierto que debe
! misma medicina no es adecuada para todos, pues a uno le f mos hacer uso de la elocuencia en el caso de que la haya
: conviene una cosa, a los demás otra diferente, ni siempre I mos aprendido. ¿Cómo es que Jerónimo se sirve de cono- -
ni en las mismas circunstancias se puede permitir o prohi- í nuo del testimonio de los gentiles? Si no es lícito leerlos,
bír a todos lo mismo. N i aquel mismo se atrevió a prohibir ¡ sin duda menos lo será exhibir su conocimiento, y si trata
la retórica a los otros; al contrario, alabó a muchos, ante- i ra de disuadimos de que leamos a los gentiles—lo que no
- f
riores a él y contemporáneos suyos, por su elocuencia. | hace—■, creo que habría que fijarse más en lo que él hace
vPeró'¡¿qúéínecesidad:;hay¿deextendersemás ?,i¿ Quién-; I que en lo que dice á otros que hagan; aunque, en realidad, j,
hay más elocuente que Jerónimo?, ¿quién hay que sea f dice y hace siempre lo mismo. Así, después de haber ali- _
92 ¡ 93
L O R E N Z O VALLA
, ■l
í: méntadQ::Su:.rierna;.'edad;:con. d;sáludab!e^'aIÍm.éntoVde|lá^
'■£Sagradas-'Escrit£ras^:y-deíhaberse for talecido-en aquella;
?;‘;cicncía' que •antes;había‘-.despr.e'ciadp;gestando ya--.fuera-de...
^eH grq^YQ lpó'aileerX fuera -para adoptar .
;v^élociiéncia;bípara;coiidena^iis:falsé£iades'deínostxandp;::..
í j:'qué,opiniones cranyerda deras. .Esp;irüsmo:jiic.Ierpn:todos
'■los’{dpmas:Padresj^griegos.iyUatiiios: Hilario; Ambrosio*'-'
S AggstíiijiEactando^BasiHo, Gregorio, Grisóstomo y tañ
aros otros que en todas las épocas engastaron las piedras
[■¡preciosas de la divina palabra en el oro y la plata de la elo-
v cuencia sin que abandonaran una ciencia por la otra.
S A mi parecer, si se emprende la escritura de textos teo
lógicos, poco importa si se hace uso de algún otro conoci-
¡■.miento o no, pues nada aportan éstos al conjunto. Mas a
ífquien es un ignorante de la elocuencia, a ése lo considero
;.í^l todq indigno de hablar de teología. Y sin duda solo ■
¡ (giienes son elocuentes, como aquellos que he enumerado,
i-SSjn pilares de la iglesia, incluso sí te remontas hasta los
¿¿Apóstoles, entre los que me parece que Pablo no sobresa
l e por ninguna otra cosa sino por su elocuencia. Por tanto,
?tú verás sí ella te lleva a la conclusión contraria.':No solo/ ■
-'ñoídeijQisei: •;obijeto-'de-:reproche- -estudiar"' elocuencia, ^smcg-¿
(todo.lo contrario;,lo:n uc.debe censurarse: es no: estudiarla..^-
Yo trato de contribuir a su defensa cuanto puedo, ya que es
el niás importante de mis propósitos. Sin embargo, no es-
■' cribo sobre ella, sino acerca de la elegancia de la lengua
latina, desde la cual se accede a la elocuencia misma. De
hecho, quien no sea elocuente no habrá de ser castigado
■ mientras no haya podido lograrlo; sí, en cambio, quien
//haya evitado el esfuerzo por conseguirlo. Quien no sepa
Jí hablar con elegancia y sin embargo pone por escrito sus
í-| pensamientos, en especial los teológicos, carece-'xic ver-
^ güenza y, si afirma hacerlo a propósito, de razón. Aunque
no hay nadie que no quiera expresarse con elegancia y flm-
LAS E L E G A N C I A S
95 í
L O R E N Z O VALLA ■
i i. ■ 7 : ' . .
■i
.■1<
j
■I
¿ 7 •
96
v