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La imagen es redundante, paradójica, casi obs- bytes de retratos, fotos familiares, suvenires
cena, una versión prosaica del aleph que Borges de viajes, reproducciones de obras maestras,
descubrió en el sótano de la calle Garay. Ten- anuncios publicitarios, instantáneas de la vida
dida sobre una parva colorida, una nena sonríe privada y la vida pública que hoy conviven en
mirando una foto, como quien palpa una gota el fárrago promiscuo de la red. Flickr contaba
minúscula en el océano de imágenes de la web. entonces con seis mil millones de fotos alma-
Es sólo una entre las novecientos cincuenta mil fo- cenadas (que hoy ya son ocho mil), la misma
tos que el holandés Erik Kessels desparramó en cantidad que recibía Facebook en un mes (hoy
una galería de Ámsterdam en octubre de 2011, ya son nueve mil). Todo ha sido fotografiado,
después de descargar e imprimir las imágenes a juzgar por el aumento exponencial del cau-
subidas a Flickr durante apenas veinticuatro dal, y se ha vuelto disponible y apropiable en
horas. El ejercicio desaforado de apropiación las redes de un archivo espectral. El aura ben-
era su módico intento de dar realidad material jaminiana, esa lejanía irrepetible que les daba
a los miles de mega- (giga-, tera-, peta- o exa-) a las imágenes su autenticidad y su autoridad,
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resultados sólo en español. “El mundo está lle- da y podría remontarse a Flaubert y a Benja-
no de textos más o menos interesantes y no min, a Duchamp y a Brecht, a Godard y a Bar-
quisiera agregar más”, escribe el poeta neoyor- thes, a Debord y al pop, hasta convertirse en
quino Kenneth Goldsmith, que predica con el piedra de toque del arte conceptual. Y aunque
ejemplo desviando el conocido aforismo del el apropiacionismo suele asociarse al pastiche
artista Douglas Huebler sobre el arte y las cosas ecléctico de los ochenta, abreva en tres inno-
del mundo. Es el lema de su “escritura no crea- vaciones capitales de las vanguardias históricas
tiva” que lo ha llevado a componer, por ejem- –el ready made, el montaje y el collage– y se-
plo, una “Trilogía de Nueva York” sin “crear” ría impensable hoy sin la explosión digital que
una sola palabra. En el segundo volumen, Tra- alentó nuevos caminos para la experimentación
ffic (2007), también Goldsmith intentó conge- formal. En las versiones contemporáneas, sin
lar el flujo imparable de la información diaria, embargo, ya no prima el puro juego de citas de
transcribiendo los reportes de tránsito de las marcas de estilo que derivó del “agotamiento”
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posmoderno, ni los muy transitados ejercicios tor y artista visual británico Christian Marclay,
de reenmarcado y relectura de la tradición que The Clock (2010), todo un signo de los tiempos.
siguen palideciendo a la sombra del “Pierre No sólo porque Marclay esculpió el tiempo del
Menard”, sino que se exploran nuevos usos cine con más de tres mil fragmentos de pelícu-
del ready made y el montaje que privilegian el las de todos los tiempos que en algún momen-
corte, la selección y la recontextualización de to muestran o insinúan un reloj, sino porque,
materiales muy variados para activar la aten- por increíble que parezca, The Clock es un reloj.
ción dispersa del espectador o el lector, ado- Cuando el espectador entra en la sala y en la
cenado o paralizado por el flujo narcótico de pantalla para Nicole Kidman en Ojos bien cerrados
la información. Si los medios de masas rigen de Stanley Kubrick son las 7:29 p.m., comprueba
la configuración de las estructuras temporales que son exactamente las 7:29 p.m. en su reloj. Y
de la cultura contemporánea, si hay un tiempo aunque no hay escena que no le recuerde que
“producido” que mina el tiempo individual, la el tiempo pasa, pierde la noción del tiempo en
apropiación busca hoy crear nuevas máquinas los pliegues de los fragmentos, ya no por efecto
del tiempo, que puedan recomponer la expe- de la cualidad onírica del cine en la sala oscura,
riencia temporal y espacial a voluntad. Podría- ni por las trampas del género que lo atan a la
mos llamarla “apropiación 2.0”, para nombrar butaca, ni por los haces de tiempos variados
nuevos artefactos estéticos que, como la Web que el recuerdo de las películas convocan, ni
2.0, invitan a la participación y mediante cons- por la edad cambiante de los actores, ni por el
tricciones voluntarias extrañan las constriccio- tempo propio de cada director, ni tampoco por
nes codificadas del tiempo mediático, desbara- las elipsis, los fastforwards y los flashbacks, sino
tan los relojes tiránicos del consumo e incluso por un mecanismo más indescifrable que com-
los códigos de participación pautada de la Web bina todos esos efectos, recrea lo ya visto, lo
2.0. La apropiación 2.0 quiere invertir la direc- acerca y luego lo distancia, lo monta en breves
ción unívoca del flujo de información, fijarlo y secuencias nuevas o frases sueltas escritas con
recomponerlo con la libertad que dan el mon- la sintaxis conocida y lo desmonta con saltos
taje, el azar y la elección. Quiere transformar inesperados, hasta volverlo una materia difu-
el tiempo perdido del consumo disciplinado en sa que es el puro presente del tiempo real, la
experiencia estética del tiempo recuperado. hora en que el espectador consulta mecánica-
mente su propio reloj y se levanta para acudir a
El tiempo, precisamente, es el gran protagonis- una cita que la experiencia extraña de eso que
ta del video de veinticuatro horas del composi- lleva viendo desde hace ¿cuánto? ¿tres horas?
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¿cuatro? casi lo ha hecho olvidar. No es casual 21st Century Portrait (2006), una película que
que The Clock, que hipnotiza a los públicos de refuncionaliza el formato más codificado y
París, Nueva York, Tokio o Jerusalén desde su masivo de la cultura contemporánea –la trans-
estreno en el White Cube de Londres, sea obra misión televisiva de un partido de fútbol– para
de un turntablista, capaz de crear sonidos nue- componer un film-retrato de noventa minutos
vos con viejos vinilos y componer un cuarteto que también es signo de los tiempos. Diecisiete
“original” en cuatro pantallas (Video Quartet, cámaras sincronizadas registraron un partido
2002) con clips musicales de películas. La se- del Real Madrid con el Villarreal el 23 de abril
lección y el afinadísimo montaje visual y sono- de 2005 en Madrid, pero el montaje de Gor-
ro de los miles de fragmentos (un proceso que don y Parreno abandona los rituales del juego
llevó más de tres años y la colaboración de seis tras los primeros clips de la transmisión y sólo
asistentes en la búsqueda), la composición es- acompaña al legendario media punta argelino
crupulosa de cada hora con el rigor maníaco de Zenadine Zidane. Pocas secuencias lo exclu-
un capítulo de novela de Robbe-Grillet, sólo yen durante los noventa minutos de rigor y
fueron posibles gracias a la tecnología digital el partido, de hecho, transcurre en el fuera de
y el archivo ampliado de una historia del cine campo. Sólo lo intuimos en las reacciones de
global. Experimento de apropiación extremo, Zidane, para que podamos concentrarnos en lo
The Clock ha encontrado sin embargo su modo que nunca antes habíamos visto: el decurso su-
de conservar un halo del aura de la obra ori- doroso de un jugador absorto en su tarea, des-
ginal: no cabe en un dvd y sólo se exhibe en provisto del packaging customizado de la ce-
museos con un programa sincronizado en micro- lebridad futbolística, rescatado de la reducción
segundos, del que existen apenas seis copias. Y a simple marioneta que imponen las conven-
aunque el artefacto de Marclay celebra el cine, ciones narrativas de la transmisión directa. Por
mima los mecanismos del suspenso, se nutre de obra de una apropiación inédita, los noventa
la expresividad del rostro y el interés visual de minutos se expanden y se contraen en las ele-
imágenes y secuencias, no es la obra de un ci- gantes marchas y contramarchas del jugador,
néfilo; es una composición casi abstracta hecha hasta ofrecernos la percepción extrañada de un
de pura sincronicidad, que deja al espectador hombre reconcentrado en la inmediatez pedes-
arrobado ante las muchas horas enlatadas en los tre de un presente en el que el futuro del juego
setenta años de historia del cine y el espectácu- se decide en microsegundos. Solo, tenso, apa-
lo del tiempo que pasa. El tiempo escrupulosa- rentemente aislado del público, Zidane ataca o
mente cronometrado se pierde frente a la pan- espera, se seca el sudor, escupe, amasa el pasto
talla y se recupera para los usos más insospecha- con el botín, raramente habla y sólo sonríe una
dos: la indagación del presente, la memoria, la vez, imperceptiblemente expuesto a la mirada
duración, el control, la ficción, la narratividad, de millones de espectadores. El tiempo, tam-
la rutina reglada de la vida cotidiana. bién aquí, es el gran protagonista de un relato
En su megaformato de veinticuatro horas, el deliberadamente sometido a la tiranía del cro-
tour de force de Marclay recuerda 24 Hours Psy- nómetro (Zidane levanta la vista de tanto en
cho (1993), la exasperante versión ralentizada tanto y mira el tiempo que lleva el partido en
del clásico de Hitchcock con que el escocés el cartel indicador) y por eso mismo prodigio-
Douglas Gordon diseccionó hasta el absurdo samente abierto, sin aparentes mediaciones, al
los mecanismos del suspenso cinematográ- azar de lo inesperado: expulsado poco antes del
fico. Pero la sintonía es mayor con una obra final, Zidane se retira del juego con el aplauso
más reciente de Gordon en colaboración con del público después de una falta imperdonable.
Philippe Parreno, la extraordinaria Zidane, A Inmersos en el campo más espectacularizado
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Kodama), el breve texto de Borges del mis- mutaciones son más lentas. Después de déca-
mo título, como en el resto del libro, es sólo das de una literatura obstinadamente excéntri-
el triple disparador de un artefacto complejo y ca que desde Macedonio, Borges, Cortázar y
vivísimo, performático, un tríptico hecho de Puig hasta Lamborghini, Piglia o Aira, buscó
“recorridos” virtuales y reales de “monumen- nuevos atajos a lo real y cultivó el gusto por
tos” contemporáneos , que incluyen un viaje el experimento, la narrativa argentina descu-
“psicogooglegeográfico” por la ruta del céle- bre hoy las bondades del mainstream (la cele-
bre paseo de Robert Smithson por Passaic, una brada aclimatación local de la narrativa sureña
expedición de vigilancia radiológica en torno a norteamericana y otras variantes ya clásicas del
una central nuclear y hasta una “revisita” al re- realismo es sólo un ejemplo), aunque también
corrido ficcional por una isla desierta de Ana, sintoniza otras frecuencias, abiertas al paisaje
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otros libros; sigue siendo esa la tarea de la crí- ción machacona, le da estructura, ritmo poéti-
tica frente a las formas nuevas. Detengámonos co, variación serial y sentido al conjunto: una
por ejemplo en el último Katchadjian, editado serie cacofónica de dichos que resuenan como
en formato digital por Blatt & Ríos a fines de detrito verbal de la vida pública argentina en
2012. La cadena del desánimo no sólo brilla con la 2012. También le da una ética o, mejor dicho,
chispa conceptual del procedimiento sino con una falta de ética que es su protocolo poético.
los efectos de lectura de un dispositivo poético Si al mal periodismo se le recrimina “sacar una
con el que Katchadjian recupera casi un año de frase de contexto”, la descontextualización es
tiempo invertido en la lectura de los diarios, aquí la ley que rige: un recorte deliberado de
en una colección mínimamente compuesta de los dichos, que los desfamiliariza conserván-
citas de citas de cuatro matutinos, seguidas de dolos intactos y al mismo tiempo los vuelve
los nombres, títulos o cargos de los que hablan otros en la economía casi aforística. A primera
tomados de los mismos diarios, y ordenadas vista la lectura podría resultar tediosa, pero no.
cronológicamente. Eso es todo. “Este libro, ar- John Cage recurría a un koan zen para explicar
mado con restos de La Nación, Clarín, Página efectos análogos: “Si algo resulta aburrido tras
12 y Perfil”, se aclara en el prólogo, “es un epi- dos minutos, pruébalo durante cuatro minutos.
fenómeno de mi lectura matutina diaria entre Si sigue siendo aburrido, durante ocho. Lue-
el lunes 12 de marzo y el jueves 6 de diciembre go dieciséis. Luego treinta y dos. Finalmente
de 2012”. No se trata aquí de la intervención uno descubre que no es en absoluto aburrido,
de ningún texto canónico –recreaciones con- sino muy entretenido”. Como en el reloj de
ceptuales que en la repetición podrían haberse Marclay, el lector juega en La cadena… con
agotado–, ni tampoco del remix de los nuevos la memoria, recuerda haber leído algunos de
repertorios textuales de e-mails, chats, Face- los dichos, descubre otros, viaja en el tiempo
book o Twitter –epifenómenos de otras trans- de las referencias. Pero también arma sus pro-
formaciones que todavía no han alumbrado pias series, contrasta unos con otros, sonríe, se
nuevas formas literarias–, sino del recurso clá- consterna, descubre la ironía dramática que les
sico a la selección y el montaje, que deja al lec- dio el paso del tiempo e intenta infructuosa-
tor casi a solas frente a la catarata de más de un mente descifrar la lógica que los reúne, mien-
millar de citas. Todo ha sido apropiado, inclu- tras se entrega al mecanismo y sigue leyendo.
so el título –un latiguillo del kirchnerismo–, y Porque, ¿qué lee Katchadjian? O, mejor dicho,
por lo tanto, más allá del breve prólogo, “dijo” ¿qué lee en lo que ya leímos? ¿Qué recorta?
es la única palabra del autor que, en la repeti- Desfilan en el conjunto dichos de la presidenta,
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del jefe de Gobierno porteño, de otras figuras sicas de la historia del cine, sino sobre todo
del kirchnerismo y de la oposición, pero tam- con momentos “banales y sencillos, pero vi-
bién de la política internacional, de científi- sualmente interesantes”, Katchadjian monta su
cos, investigadores, periodistas, intelectuales, popurrí-argentino-2012 con un coro de voces
prelados, deportistas, actores, vedettes y mo- afinadas, desafinadas, falsetes, bufidos y tar-
delitos. Algunos refieren a debates políticos y tamudeos, que a menudo sólo brillan por su
sucesos sonados de 2012: Malvinas, el viaje de insulsez aforística (“El campo es la gente”, dijo
empresarios a Angola, el golpe que derrocó al el jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri),
presidente Lugo, la masacre de Aurora, la vi- su involuntario absurdo (“Queremos libros
sita de la presidenta a universidades de Estados circulares, cuadrados, blancos”, dijo el minis-
Unidos, los cacerolazos, la Fragata Libertad tro de Cultura porteño Hernán Lombardi),
retenida en Ghana y, por supuesto, la dilatada por el efecto irrisorio de la síntesis (“Si me
puesta en vigencia de la Ley de Medios que, en tirás la basura, por lo menos pagame por el
un uso peculiar de la apropiación, le da al libro tratamiento”, dijo la presidenta Cristina Fer-
un final. La serie se cierra un día antes del pla- nández de Kirchner), o por el color verbal de
zo decisivo para la implementación de la ley, el la mezcla de registros (“no se estila bardear a
7d, fecha que en su misma fórmula y durante estudiantes”, dijo la intelectual Beatriz Sarlo).
muchos meses significó para el gobierno y la Pero hay también hallazgos surrealistas (“Al
oposición un posible fin o un nuevo comien- cerrar la caja, el sándwich está caliente y crea
zo; un final anunciado para el lector, que sin un poco de vapor que contrae el pan”, dijo
embargo encauza el tiempo y lo tensa con una Hope Bagozzi, directora de Marketing de
especie de suspenso, y hasta le da a la espera McDonald’s en Canadá), guerras verbales de
un leve tinte apocalíptico cuando una nube modelitos que cuesta creer que se hayan pu-
tóxica inunda el centro de Buenos Aires pre- blicado en letras de molde y hasta momentos
cisamente el 6 de diciembre. Pero Katchadjian metaficcionales que, con y sin ironía, ilumi-
no recorta dichos que “narran” esos sucesos; nan el conjunto (“Nosotros no hacemos pro-
las referencias (¿la historia?) están, como en paganda, damos información”, dijo el perio-
el film de Gordon y Parreno, en el fuera de dista y conductor Jorge Lanata; “Los límites
campo, y el lector lee otra cosa que, así recor- de mi lenguaje son los límites de mi mundo”,
tada y ampliada, está y no está en el partido dijo el filósofo Ludwig Wittgenstein). Y hay
televisado por los diarios. Como Marclay, que por supuesto un catálogo variado de nombres
no sólo compone su reloj con secuencias clá- propios (las mayúsculas destellan en la pantalla
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con el poder de los nombres), aunque los de “Cristina” y “Mau- Imágenes. Erik Kessels, The Photography In
ricio” reaparezcan una y otra vez como familiares ritornelos. “En Abundance (Foam, Ámsterdam, 2011), p.1; Chris-
contraste con lo que ocurría en el marco original de estas citas”, tian Marclay, The Clock, 2010, pp. 2, 3, 6, 7 y 8;
Douglas Gordon y Philippe Parreno, Zidane, A
se dice también en el prólogo, “este libro no está hecho para con-
21st Century Portrait, 2006, pp. 8 y 9.
vencer a nadie de nada, y sin embargo pienso que podría resul-
tar útil”. Y efectivamente es así: la voz del autor se borra en las
citas y en la esforzada antielocuencia del montaje. Pero también Lecturas. Algunas lecturas que acompañan o
las voces de cada cual acaban por desvanecerse en el mecanismo se citan en el artículo: David Joselit, After Art
(Princeton, Princeton University Press, 2013);
que, como el reloj de Marclay, le da un carácter abstracto al con-
Boris Groys, Google: Words Beyond Grammar (N°
junto, una atmósfera, un rumor alegórico. “El procedimiento de
046, Ostfildern, documenta 13, Hatje Cantz
montaje”, escribe Benjamin Buchloh, “pone en marcha todos los Verlag, 2012); Kenneth Goldsmith, Uncreative
principios alegóricos: la apropiación y el vaciamiento del sentido, Writing (Nueva York y Chichester, Columbia
la fragmentación y la yuxtaposición dialéctica de fragmentos, y la University Press, 2011); David Evans (ed.),
separación del significado y significante”. Y Hal Foster: “Los ar- Appropiation (Cambridge, ma, The mit Press,
chivos privados cuestionan los públicos: pueden entenderse como 2009); Marjorie Perloff, Unoriginal Genius: Poetry
órdenes perversos que quieren alterar el orden simbólico en toda by Other Means in the New Century (Chicago,
su extensión”. La cadena del desánimo alegoriza el progresivo vacia- University of Chicago Press, 2010); Nicolas
Bourriaud, Postproducción (Buenos Aires, Adriana
miento de sentido al que durante un año nos sometió la retórica
Hidalgo, 2004); Eloy Fernández Porta, Homo
de una batalla mediática por la hegemonía de los medios, hasta un
Sampler (Barcelona, Anagrama, 2008); Agustín
supuesto día d en que, para bien o para mal, algo cambiaría. Nada Fernández Mallo, El hacedor (de Borges), Remake
cambió demasiado desde entonces y la batalla retórica continúa. (Madrid, Alfaguara, 2011); Charly Gradin, www.
En “La balada de los esqueletos”, un poema de Allen Ginsberg peronismo.net46.net; Juan José Mendoza, Escrituras
que, confiesa Katchadjian en el prólogo, junto con Falsos pareados past (Buenos Aires, Bahía Blanca, 17 grises, 2011);
de Alejandro Rubio y Rayar de Ezequiel Alemian, lo acompa- Pablo Katchadjian, La cadena del desánimo
ñó en La cadena del desánimo, se lee: “Dijo el esqueleto Medios / (Buenos Aires, Blatt & Ríos, 2012); Hal Foster,
Creedme a mí / Dijo el esqueleto Teleadicto / ¿Qué me preocu- “An Archival Impulse” (October 110, otoño 2004);
pa? / Dijo el esqueleto tv / Comed bocados de sonidos / Dijo Benjamin Buchloh, “Allegorical Procedures:
Appropiation and Montage in Contemporary Art”,
el esqueleto Noticiero / Es todo Buenas Noches”. Ya fue dicho y
Artforum N° 21, 1 (septiembre de 1982).
está en la web. Sólo hace falta cortarlo y pegarlo, o concebir una
forma que lo diga hoy y aquí a su manera, para “uso” de otros
lectores. H
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