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‘Traduccién de Stella Mastrangelo LAS MUJERES Y LOS DERECHOS DEL HOMBRE feminismo y sufragio en francia, 1789-1944 joan wallach scott on JK] sisloveintiuno edtores «grupo editorial siglo veintiuno “oie weaves, ico “ilo wl waar, argantns Groce soa2t@ rnowsererecs GNM 1824, 112587 Beiowsees, on ioc wen, can seomusigondaies comme ‘wns eigeven com ar ‘ate de ptgina Ublioteca nueva ——_antropos sue 3 ose SS prion 288,00 Riotowowenm — BOOwere cows OROCT nero. et innveorodaoagnncem _sinwcbicieesrueses _wnaninoposestr com ‘Scot Joan Wallach Las mujerexylos derechos del hombre: eminismo y sufragio en Francia, 178951634 1° ed Buenos Aires: Siglo Veiniuno Eaitores, 2 ps 21x14 em. (Historia y cultura // Disigida por Lais Alberto Romero; 54) ‘Traducide por: Stella Mastrangelo // ISBN g78-98%-629-2485 1. Hisporia del Feminismo, 1 Stlla Mastrangelo, tra I. Titulo DD 305.42 ‘Tilo original: Only Parador to fr French Feminists andthe Rights of Man (© 1996, President and Fellows of Harvard College ‘© 2012, Siglo Veintuno Eaitores S.A Disco de eubiera: Pete ‘Ijebbes ISBN o7B-987-G2gr249-6 Impreso en Altuna Impresores SRL. / / Doblas 1968, Buenos Aires ‘enel mes de octubre de 2012 Hecho el depésito que marca la ley 11.783 Imprevo en Argentina // Made in Argentina Para Lizzie, Tony y Don 16 LAS MUJERES Y LOS DERECHOS DEL. HOMBRE computadoras para buscar informacién, siempre con inteligen- cia, paciencia y buen humor. La preparaci6n técnica del original, con todas sus complejidae des, fue obra de Meg Gilbert, secretaria extraordinaria, tanto por su paciencia como por la consistencia con que realiza su trabajo. Soy especialmente afortunada por tener familiares que han legado ser colegas inteligentes y buenos amigos. Son, a la vez, iis criticos mas severos y mis més firmes defensores. Ellos me hhan ayudado a reflexionar sobre muchos de los problemas que trato en este libro, a veces directamente y otras veces a través de conversaciones sobre ideas y libros que s6lo tenfan una relacién tangencial, 0 sobre cosas totalmente distintas. Les agradezco su presencia perdurable en mi vida y todo lo que me han dado. Este libro es para ellos. 1. Releer la historia del feminismo Los que olvidan releer se obligan a leer en todas partes la misma historia, ROLAND BARTHES Este libro es un intento de repensar la historia del fe- minismo a través del examen de las campatias realizadas por los derechos politicos de las mujeres en Francia entre 1789 y 1944, Mediante el andlisis de los escritos y los actos de distintas acti- vistas politicas feministas en diferentes momentos hist6ricos, he imtentado dar otra perspectiva al enfoque tipico de la historia del feminismo, heredado de las feminiscas del siglo XIX. Esas feminis- tas construyeron una historia comparable a las grandes historias evolucionistas de su época. Escribieron una historia teleol6gica de progreso acumulative hacia una meta siempre esquiva; una histo ria en que las mujeres inevitablemente encontraban centro de sf mismas los medios para luchar contra su exchusién de la politica emocritica; una historia en que la identificacién de las feminis- tas con acciones dispares y discontinuas de otras mujeres del pa- sado se convirtis en una tradicién hist6rica ordenada y continua, Diferentes generaciones han extrafdo de ahi lecciones morales adicionales, relacionadas con sus propios debates teéricos. Nites: tua version, a fines del siglo XX, es la insistencia en que todas las femninistas del pasado reclamaban ya sea la igualdad o la diferen- ‘ia, y que una de esas estrategias era -y todavia es més exitosa que la otra! Ese enfoque del siglo XIX nos impide analizar, o siquiera vis lumbrar, el aspecto negativo de la experiencia feminista: sus con- tradicciones insolubles, las obsesivas repeticiones que parecen 18 LAS MUJFRIS ¥ LOS DERECHOS DEL. HOMBRE condenar a cada generaci6n a vivir de nuevo los dilemas de sus predecesoras y su incapacidad para obtener una representacin igual para las mujeres, incluso después de aleanzar una meta tan largamente buscada como el voto. Una historia feminista que da por sentada la inevitabilidad del progreso, Ja autonomia de los agentes individuales y la necesicad de elegir entre la igualdad y la srencin ha reproducido ~sin cuestionarlos siquiera los mismos términos del discurso ideoldgico dentro del cual ha operado el feminismo. Lo que hace falta, en cambio, es distancia analitica Lo que me hizo comprender en profundidad mi sensaci6n de que era necesario wn enfoque distinto para la historia feminista fue una noticia de Francia publicada en et New York Times Cansa- do de constatar et néimero miniisculo de mujeres que ocupaban escaiios en la Asamblea Nacional (la proporci6n es inferior ala de cualquier otro pais de Europa y ha permanecido précticamente invariable entre 3% y 6%- desde que se concedié el voto a las mujeres en 1944), un grupo constituido mayoritariamente por mujeres insistié en que hubiera paridad de género en la Asam- blea. En demandas que ellas mismas reconocfan “algo ut6picas", pedian que se aprobara una ley que otorgara la mitad del total de bancas del Pariamento a mujeres, “La exclusién de las muje- res ha sido parte de la filosofia politica de Francia desde la Re= volucién”, dice Claude Servan-Schreiber, cuyo libro Aw pouvoir, toyennes! (\Al poder, ciucadanas!] es un manifiesto del grupo." “Las mujeres de mi generacién -tengo 55 afios- no tuvieron que luchar por el voto”, agrega, “pero no ha pasado nada desde el su fragio universal”, aprobado hace casi cincuenta afios. Yo agregaria que el movimiento actual es un intento, en una forma nueva, de enfremtar un problema que es anterior al sufragio y que Servan- Schreiber remonta, con precisién, a la gran revolucién democré tica de 1789. El dilema era cémo podian establecer las feministas el estatus de las mujeres como individuos auténomos autorrepresentativos, con derecho a ejercer plenamente todos los derechos politicos en una repiblica democratica Es decir, por qué ha sido tan dificil para las mujeres, durante tanto tiempo, materializar la promesa de la Revolucién (y de todas las repiiblicas después de ella) de biber- RELEER LA HISTORIA DEL EMINISMO 19 tad ¢ igualdad universales, de derechos politicos para todos? La respuesta exige algo mas que una crénica de las heroicas tuchas, las traiciones inmerecidas y los ervores estratégicos del feminis mo (aunque también esta versi6n nueva trae su parte de luchas y tsaiciones). Demanda algo mas que una historia interna del mo riento feminista tratado como algo tangencial ala eseena politica grande”, pero también algo distinto de Ta explicacién que s6lo remite a factores sociales 0 econdmicos anteriores 0 externos a la politica, o de las interpretaciones que los propios politicogasignan asus acciones. La nueva respuesta, por el contrario, requiere en tender las repeticiones y ls contflitos del ferninismo como sinto- ‘mas de las contradicciones en su discurso politico, lemas a los que apelaba y que a la ver desafiaba: el individualismo, los derechos individuales y la obligacién social, segtin el enfoque que los rep blicangs proponfan (y también algunos socialistas) para organizar las instituciones de la ciudadania democratica en Francia, Las feministas tenian conciencia de la indole repetitiva de sus acciones, incluso cuando escribian sus propias historias progre- sistas. En 1913, a psiquiatra y activsta social Madeleine Pelletier asociaba el surgimiento de los movimientos feministas a los turbu- Jentos sucesos revolucionarios del siglo XIX. Sin embargo, al igual que ServansSchreiber en 1993, remontaba sus origenes al wauma de la primera revolucién. Fue-entonces, decia, cuando el feminis- mo ‘aprendié a enunciar todos sus reclamos de derechos”? La leyitimidad de esos reclamos y su satisfaccién dependian de que se reconociera que la proclamacién de Ia revotucién de derechos para todos no era consistente con la negacién de la ciudadania a Jas mujeres. Pero lo que para las feminists era una contradicci6n evidente, no lo era para los legisladores, que repetidamente les rnegaron el voto en razén de ser diferentes de los hombres. ‘Asi, en Ia historia del feminismo, el tema de la repetici6n se ha vineulado con las inconsistencias e incongrnencias, y con fas dis ones acerca de Io que es contradictorio y lo que no lo ¢s. Sin embargo, la cuestién va mas all del conflicto entre el principio universal ya practica excluyente (conflicto que presumiblemente puede res6lverse), y se centra en el tema imposible ce tratar de Ja “diferencia sexual”. Cuando se legitim6 la exclusion haciendo 20 LAS MUJERES ¥ LOS DERECHOS DEL. HOMBRE referencia a Ia distinta biologia de los hombres y las mujeres, la “diferencia sexual” qued6 establecida no sélo como um hecho na- tural, sino como una base ontoldgica para Ia diferenciacién polt- tica y social. En la era de las revoluciones democraticas, “las muje- res" nacieron como exci -as producto del discurso de la diferencia sexual. El feminismo surgid, entonces, como protesta contra esa exclusién, y su objetivo era eliminar la “diferencia se- xual” en la politica, pero para ello debia expresar sus reclamos en nombre de “las mujeres” (que a nivel del discurso eran producto de la “diferencia sexual”) y, en la medida en que actuaba por “las mujeres”, terminaba reproduciendo la misma “diferencia sexual” ‘que querfa eliminar. Esa paradoja ~la necesidad de aceptar y de iferencia sexual"= fue la condicién rechazar al mismo tiempo la“ constitutiva del feminismo durante su larga historia En 1788, Olympe de Gouges, que més tarde se ganaria su lugar ‘en Ja historia del feminismo como autora de la Declaracién de los derechos de la mujer y de (a ciudadana (V791), reconoci de superar esa paradoja. En un largo tratado, en el que emula- bba a JeanJacques Rousseau, expuso su versién de la historia del contrato social, asf como una serie de observaciones acerca de la filosofia, Ia ciencia y la situacién actual del teatro, ademas de una lista de proposiciones para una reforma politica. En un tramo de- dicado a los efectos nocivos para la sociedad de la buisqueda de la ciencia y el conocimiento por parte de los artesanos y comercian- tes (empujados por su ambicién a querer escapar de su sitio y oft io acostumbrados, con peligro para el orden social), interrumpe su diatriba con el siguiente comentario: Si voy mis allé sobre este asunto, Hlegaré clemasiado lejos y me atraeré [a enemistad de Ios nuevos ricos, quienes, sin reflexionar sobre mis buenas ideas ni apreciar mis, buenas intenciones, me condenarén sin piedad como tuna mujer que sélo tiene paradojas para offecer, y no problemas ficiles de resolver Esa descripci6n final ~‘una mujer que s6lo tiene paradojas para ofrecer, y no problemas ficiles de resolver"— resume bien la situa- RELEUR LA HISTORIA DEL FEMINISMO 24 cién de Olynpe de Gouges y sus feministas contemporineas. Lo paradgjico no era solamente que las opiniones cle De Gouges sobre la ambicién social ban en contra de supuestos ampliamente con partidos sobre los beneficios de la educacién y el progreso cientif= 0, sinoel hecho de que su posicién como mujer en la Francia revo ucionaria era producto de paradojas, y ella era consciente de eso. En aquella época, al igual que en esta, “paradoja” se usa casi siempre en un sentido no téenico. Téenicamente, los légicos la definen como una proposici6n irresoluble, que es vercladera y fal- sa al mismo tiempo. (El diccionario Le Peit Robert da como ejem- plo Ia afirmacién de un mentiroso: “Estoy mintiendo”.) En la teo- ria ret6rica y estética, Ia paradoja es un signo de la capacidad de equilibrar pensamientos y sentimientos complejamente contra dictorios y, por extensién, la ereatividad poética. El uso cortiente conserva vestigios del significado formal y estético, pero en la ma yoria de los casos utiliza “paradoja” para indicar wna opinién que desafia la ortodoxia dominant (literalmente, va en contra de la doxa), que es contraria @ la tradicién recibida. La paradoja marca tuna posicién que contrasta con la dominant, haciéndo énfasis en esa diferencia.” Los qué ponen en cixculacidn wn conjunto de verdades que desafiat las creencias ortodoxas, pero no las sustitu- yen, crean una situacién que de alguna manera corresponde a la definicién técnica de la paradoja Sin embargo, la historia del feminismo no es simplemente una historia de mujeres opositoras que expresan opiniones discrepan- tes. ¥ tampoco corresponde a la descripcién oximorénica de “mu- Jeres que reclaman los derechos de los hombres", Las paradojas a las que me refiero no son estrategias de oposicién, sino el propio elemento constitutive del feminismo. La historia del feminismo es la historia de mujeres que s6lo tienen paradojas para ofrecer, ‘ho porque ~como afirman los criticos mis6ginos- su capacidad de razonamiento sea deficiente 0 sui naturaleza findamentaimente contratia, ni porque el feminismo sea una corriente que atin no ha conseguido plantear bien su teoria y su priictica, sino porque, hist6ricamente, el feminismo occidental ha sido constiutide por Jas précticas discursivas dela politica democratica, que han hecho ‘equivalentes Ia individualidad y la masculinidad. 22. LAS MUJEIRES ¥ 105 DERECHOS DEL HOMBRE La palabra “individuo” tiene significados ambiguos, que estén presentes en sus diversos usos. Por un lado, el individuo es el pro- totipo abstracto de lo humano; por otro lado, el individuo ¢s un ser tinico, una persona distinta, diferente de las otras de ta s- pecie, La primera definicién era utilizada con frecuencia por la teoria politica como base para la afirmacién (hecha en Francia, por filésofos de la Ilustraci6n y politicos revolucionarios) de que habfa derechos humanos naturales y universales (@ la libertad, la propiedad, la felicidad) que daban a los hombres un comtin de- echo a los derechos politicos del eiudadano. Los filésofos revo Iucionarios hicieron det individualismo abstracto la base retérica de su repiblica, a pesar de que histéricamente las repablicas no se basaban en nociones tan incliyentes.* La segunda definicién, estaba presente cuando filésofos tan diferentes como Diderot y Rousseau articularon el concepto de mn ser Gnico y especificaron su unicidad por medio de su diferenciaci6n de otro. Ese otro pro- porcionaba las fronteras de Ia existencia del ser, sus cualidades y caracteristicas distintivas, como en ta entrada “individuo” de la Encyclopédie. Pedro es un hombre, Pablo es un hombre, pertenccen ala misma especie; sin embargo, se distinguen uno de ‘otro por diferencias numerables. Uno es apuesto, el ot%o ¢ feo; uno es culto, el ot%0 es ignorante, y cada uno de ellos es etimologicamente un individuo porque no es po sible dividirio en nuevos sujetos que tengan una existen- cia realmente independiente de él. La combinacién de sus rasgos es tal que, tomados en conjunto, no po aplicarse mas que a él! Esas diferencias no eran categéricas, y precisamente era su inter- minable variedad lo que distinguia a un individuo de otro. De acuerdo con esa definicién, lo que los seres humanos tenfan en comtin era su individualidad, el hecho de que cada persona fue- ra distinta de torlas las demés. Y fue a través de una relacién de contrasté como se establecié la individualidad. Esa nocién de in- dividuos radicalmente diferentes coexistia en una relaci6n tensa INISMO 23 con la idea politica det individuo abstracto, que buscaba articular alguna propiedad més esencial comiin a todos los humanos. En realidad, esa busqueda de una base comiin para la comuniclad politica era lo que hacia intolerable ese tipo de diferencia. Para los te6ricos politicos de la época de la Revolucion francesa, ¢1 individuo abstracto expresaba esa esencia comiin a toda la hu manidad. Sus derechos eran consideradas naturales porque (en palabras del marqués de Condorcet) “derivan de la naturaleza del hombre", definido como “un ser sensible [...] capaz dg, razonar y de tener ideas morales". Entender a todos los seres humanos como iguales en ese sentido requeria abstracr a los individuos de las posiciones sociales diferenciadoras atribuidas al nacimiento, 1a familia, Ia riqueza, la ocupacién, la propiedad y la religién." ‘También significaba tratarlos como incorpéreos, ignorando las caracteristicasfisicas diferenciadoras, como la fisonomfa, el color de piel y el sexo, Esa abstraccién posibilitaba plantear une igual- dad humana fundamental, un conjunto de rasgos universales, y abria ef camino para pensar en la igualdad politica, social e inclie s0 econémica, Si los seres humanos eran fundamentalmente igua- les, podfan ser concebidos como un solo individuo. El individuo abstracto era ese individuo singular." Pero precisamente porque era un tipo singular y porque se lo describia como poseedor de “cierto conjunto de caracteristicas y tendencias psicol6gicas invariantes”,!* el concepto abstracto del individuo también podia funcionar para excluir a los que se con- siderase que no posefan los rasgos requeridos. A fines del siglo XVIIL y comienzos del XIX, los psicélogos sensacionalistas desta ‘caban la base fsiolégica de la cognicién, y eso planteaba el pro- bblema de la diferencia."* Si se consideraba que los Stganos del ‘cuerpo eran Ia fuente de todas las impresiones y experiencias, entonces la piel en algunos casos y los érganos reproductives en otros pasaban a ser delimitadores cle la capacidad humana. Los psicélogos utilizaban esas diferencias orginicas para distinguir ‘entre los que representaban al individuo a través de su razon y su integridad moral (los hombres blancos) y aquellos (otros: las mujeres, ¢ inicialmente también los negros) euyas llamadas “ten dencias naturales” les impedian estar a Ia altura de ese prototipo. s-reeneerenernnnnnninmeeeenncnitnnsinesticll 24 LAS MUJERES ¥ LoS DERECHOS DEL HOMBRE Asi, el médico Pierre.Jean-Georges Cabanis sostuvo que todos los, seres humanos tenfan en comtin una sensibilidad visceral por el sufrimiento de otros y, por consiguiente, la capacidad de mora- .d, pero distinguia entre la profunda y deseable sensibitidad de los hombres y los sentimientos efimeros de las mujeres. Esas diferencias derivaban de la designaldad de sus érganos internos y determinaban sus papeles sociales. Los hombres eran, por nar turaleza, plenamente morales (y por lo tanto los mejores repre: sentantes de lo humano), mientras que las mujeres no tanto. Aquf tenemos, entonces, una de las contradicciones itiles, incluso necesatias, del concepto del individuo abstracto: articulado como base de un sistema de inclusién universal (contra las jerarquias y los privilegios de los regimenes monarquicos y aristocraticos), también podia ser usado como norma de exclusién, definiendo ‘como no individuos, 0 menos que individuos, a aquellos que eran diferentes de la figura singular det humano, Cuando el individualismo abstracto hacfa referencia a un ind- viduo prototipico, hacfa una generalizacién sobre todos los hu- manos y a la vez evocaba el concepto de la individualidad como uunicidad. Pero para concebir la unicidad de un individuo todavia se necesitaba una relacién de diferencia, ¢Qué era un individuo, después de todo, sino una unidad distinta? ¢Cémo distinguir su naturaleza unitaria sino limiténdola, diferenciindola de otras? De qué otra manera se podia alcanzar un sentido de la individuiae lidad, salvo mediante una relacién de contraste? Para decirlo de otro modo, la individualidad requeria, justamente, la diferencia que la idea del individuo humano prototipico intentaba negar. El concepto del individuo abstracto, dirigido a eliminar los pri- vilegios politicos, planteaba y a la vez ignoraba preguntas acerca del proceso de establecimiento de las fronteras de la individuali- dad, Pero ignorarlas no equivalia a resolverlas o eliminarlas, de modo que el prablema de la diferencia subsist. EI individuo abstracto, un tipo singular con caracteristicas especfficas, no ad- mit la existencia de variedades de individuos ni el papel del otro para asegurar la existencia de cualquier individu, Sin embargo, el concepto de individualidad también conllevaba un sentido de distincién y de diferenciacion. RELEER LA HISTORIA DEL FEMINISNO 25, Algunos tedricos de los derechos, como Gondorcet, sostavieron que la utilidad del individualismo abstracto para la definicién dle Ja participaci6n politica residia precisamente en esa deliberada ig- norancia de la diferencia: Serfa dificil probar que las mujeres son incapaces de ejercer los derechos de la ciudadania. Por qué los indi- viduos expuestos a los embarazos y otras indisposiciones pasajeras serian incapaces de gjercer clerechos que réitie ha sofiado con negar a las personas que sufren de gota todo el invierno o que se resfrfan con facilidad?" Las caracteristicas y las relaciones sociales de diferencia existian, Por supuesto, pero no habia-que tomarias en cuenta para deter- tninar la participacién politica formal. Condoreet reconocia que el concepto de igualdad politica era en si mismo paraddjico, ya gue necesariamente ignoraba las diferencias que al mismo tiempo debia reconocer para declararlas irrelevantes. Sin embargo, la posicién de Condorcet era minoricaria en la historia de la politica francesa. La forma mis tipica de manejar Ja individualidad y ta diferencia en la politica explicaba la dife- rencia en funcién del género, a veces idealizado en términos de una divisién funcional del trabajo reproductivo, y otras, como la expresién natural y por lo tanto incuestionable del deseo hete- rosexual.'” En ese enfoque, la infinita variedad de la diferencia entre yoy el otro quedaba reducida a una cuestiGn de diferencia sexual; masculinidad equivalia a individualidad, y femineidad, a alteridad, en una oposicién fija, jerarquica ¢ inmévil (nunca se vefa la masculinidad como el otro de la Femineidad). Entonces, el individuo politico era considerado tanto universal como hombre, mientras que la mujer no era un individuo, primero porque no cera idéntica al prototipo humano y después porque era el otro. que confirmaba la individuatidad del individuo (hombre)."* Un breve relato procedente de las actas oficiales de la Conven- cién Nacional de 1794 ilustra cémo, con el propésito de definir la individuialidad que conferia la ciudadania politica, la diferencia eta vista como la diferencia sexual. Ese aiio, los revolucionarios 26 LAS MUJERES ¥ Los DERECHOS DEL HOMBRE (tratando de derrotar a los britinicos en el Caribe) abolieron ta csclavitud y otorgaron la ciudadania a los ex esclavos. (Los hom- bres de color libres habian obtenido todos los derechos en 1792.) Al proclamarse la emancipacién, los dos diputados de color de la Asamblea fueron hasta la tribuna y alli abrazaron al presidente y recibieron un beso presidencial. A continuacién, el diputado PierreJoseph Cambon (que ademés era miembro del Comité de Seguridad Piiblica) se dirigié a tos presentes: Una ciudadana [citoyennel de color que asiste regular mente a las sesiones de la Convencién sintié una alegrfa tan grande al vernos dar la libertad a todos sus hermanos, {que s¢ ha desmayado. (Aplausos.) Exijo que el hecho cconste en nuestras actas y que esa ciudadana sea admiti- dan lasesin y reciba por lo menos ese reconocimiento por sus virtudes civicas."” Se permitié a la mujer sentarse cerca del presidente durante el resto de la sesién y, al ocupar su lugar, enjugéndose los ojos lle~ nos de Kégrimas, fue saludada con vitores y aplausos, La “virtud civica” de la mujer consisti6 en expresar su gratitud hacia los le- gisladores, que habian actuado por ella al permitir que hombres de su raza la representaran. No es casual que Cambon haya elegi- do ese momento de inclusi6n fraternal para hacer de una mujer negra el signo del ingreso de los hombres negros a las filas de la ciudadania. La diferencia entre los hombres y las mujeres servia para erradicar las diferencias de color de piel y de raza entre los hombres, De esa manera y en esas circunstancias, se establecié Ja universalidad del individuo abstracto como una masculinidad Como veremos en los capitulos que siguen, la combinacién de la ciucadania con el género fue un tema persistente en el discurso politico francés, Rousseau ofrece un importante ejemplo, porque ‘sus formulaciones fueron utilizadas con frecuencia por los revolu- cionarios franceses posterfores. El escribi6 que es la conciencia de la diferencia sexual, experimentada como el desco de poser un. objeto amado, lo que distingu‘a a los hombres como él de los “sal- RELEER LA STISTORTA DEL FEMINISMO 27 vyajes", Ese deseo ers la base no s6lo del amor gentil entre el hom- bre y Ia mujer, sino de los celos y la discordia -politica- entre los hombres. Estos tienen que perseguir su deseo, sostenia Rousseau, mientras que las mujeres deben contener o redirigir los suyos en. interés de la armonia social” Y Rousseau est lejos de ser el dnico ejemplo. Mas de un siglo después, el socistogo Emile Durkheim, escribiendo en contra de lo que él consideraba el egoismo moral del individuo rousseauniano, insiste en que los lazos de amistad de “solidaridad”— habfan llegado a sustituir formas mag prinnit vas y calculadas de intercambio humano, Su modelo de amistad era la “sociedad conyugal”, porque se basa en una atraccién de diferencias fundamentales. Si las relaciones sociales dependieran de la semejanca, deca, no funcionarfan: Cuando Ia unién es resultado de la semejanza de dos imagenes, consiste en una aghutinaci6n. Las dos repre- sentaciones se hacen solidarias porque, siendo indjst tas, [...] se confiinden y pasan a ser una sola {...]. Porel contrario, en ef caso de la divsi6n del wabajo, estan Fue- ra el uno del otro y se vinculan s6lo porque son distintos Nilos sentimientos ni las Felaciones sociales que derivan de esos sentimientos son las mismas en los dos casos.” El tipo de atraccién por Is diferencia que Durkheim queria presentar como “solidaridad orgénica” tenfa su mejor ejemplo, segiin él, en la heterosexualidad, en Ia que no puede haber problema de similitud fundamental. "Precisamente porque cl la mujer son diferentes se buscan apasionadamente.” i P hombre Su atraccién, ademés, se basaba en el hecho de que sus diferen- cias “se necesitan reciprocamente para su mutuo disfrute” atracei6n apasionada por la diferencia restaba toda importancia =pero no perturbaba~ a las diferencias legalmente sancionadas de poder. EI *retiro de las mujeres de Ia politica’, que Durkheim consideraba un signo de civilizacién, era parte del nuevo sistema de divisién del wabajo. En la medida en que la ciudadani rimando éon la individualidad, se consideraba prerrogativa de los hombres. 28 LAS MUJERES Y LOS DERECHOS DEL. HOMIRE Acerca de la individualidad, no puede haber contraste mas mar cado que el que presenta el criminélogo italiano Cesare Lombro- so, ampliamente leido en Francia durante la II Repuiblica: “Todas Jas mujeres caen dentro de la misma categoria, mientras que cada, hombre ¢s un individuo por sf mismo; Ia fisonomfa de las prime ras se conforma a un estandar generalizado; lade los segundos es Anica en todos los casos". Las vatiaciones hist6ricas sobre estos temas, que se examinan en Jos préximos capftulos, son de vital importancia, porque sur- gen de epistemologias especificas ¢ historicamente distintas que cambiaron los significados del término “individuo". Definido en origen en oposicién a tos privilegios sociales y legales del feuda- lismo, en 1789 el concepto de individuo sirvi6 para afirmar que todos los hombres eran iguales ante la ley. Hacia fines del siglo XIX, algunos teéricos definfan al individuo, no en oposicién a lo social 0 2la sociedad, sino como su producto. Otros lo postulaban en contraposicién a la multitud, que habia sido creada por la de- mocracia de masas. Para los criticos de la democracia de masas, la racionalidad, la independencia y la autonomia eran atributos de la inteligencia y la educacién superiores; no eran prerrequisitos para la ciudtaciania ni productos de ella. Sin embargo, hacia 1944, fen Francia, la base comin de la individualidad, asf como de la ciudadania, era la masculinidad. Habia, pues, un tema persistente, evidente, en los intentos de re- formular las ideas acerca de la individualidad y la ciudadanfa: cl in- dividuo universal que ejereia los derechos politicos del “hombre” era ala vez abstracto y concreto; Ia diferencia con la mujer (ya fue- ra cuestién de deseo 0 de funcidn reproduetiva) fundamentaba al mismo tempo su tipicidad y las fronteras de su individualidad. Esta Gkima no slo era una prerrogativa masculina, sino que ademas cra definida racialmente, La superioridad del hombre occidental sobre sus semejantes “salvajes” residia en una individualidad alean- zada y expresada a través de la divisién social y afectiva del trabajo, formalizadas en la institucién del matrimonio monégamo. Gada ver que fiésofos y politicos proponian la “diferencia sexual” como explicacién de los Ifmites que ponfan a la universalidad de RELEER LA HISTORIA DEL FEMINISMO £9 los derechos individuales, aparecia el feminismo para seftalar las .consistencias. La palabra “mentira” resuena del principio al fin del sigio XIX, cuando las feministas denuncian a la Revolucién y alas repiiblicas I, Il UI] por traicionar los principios wniversales de libertad, igualdad y fraternidad, al negarles la ciudadania. Y no se limitaban a sefialar las inconsistencias, sino que trataban de corregirlas demostrando que también ellas eran individuos segiin los esidndares de su tiempo. Incluso la ley lo habfa reconocido, apuntaban, en varios puntos del derecho civil. Pero net podian cvitar “ni resolver el problema de su presunta diferencia sexual Las femninistas sostenfan, al mismo tiempo, la relevancia y la irre levancia de su sexo, la identidad de todos los individuos y la dife- rencia de las mujeres. Se negaban a ser mujeres en los términos ane Ia sociedad dictaba y, a la vez, hablaban en nombre de esis mujeres. Asf, los argumentos feministas penetraron y denuncia- ron las ambigitedades del concepto republicano de individu (su definici6n universal y su encarnacién masculina). De hecho, la agencia’ de las feministas consistfa precisamente fen eso: eran mujeres que “sélo tenian paradojas para ofrecer’. La valentfa y Ia inventiva de tas feministas individales, la fuerza subversiva y la significaci6n histérica de su vor cclectiva residfan. ~y atin residen- en el espectaculo perturbador que la parndoja presenta. Porque la identificactén y la exhibicidn de inconsisten- ias y ambigitedades ~de autocontradicciones dentro de una or- todoxia que niega denodadamente su existencia son ciertamente desestabilizadoras y a veces incluso transformacloras. Los sistemas ideolégico-politices como el republicanismo francés operan apo- yando la idea de que la coherencia es un requisito de la organi- zacién social y, después, afirmando que cumplen con el requisito de coherencia, Para hacerlo, niegan o reprimen cualquier contra dicci6n, parcialidad 0 incoherencia interna Asi, la produecién de la “diferencia sexual” fue tina manera de aleanvar la exes * Bi inglés, agncy, que se wsisa pasa eeferir a intencionatidad y acgign de lok actors, yan papel o protagumine como agentes Actives en los procesoshisGriens, en el marco de condiciones das (det) JO LAS MUJERES Y LOS DERECHOS DEL. HOMIE de las mujeres ~que de otro modo habria sido inconsistente- de las categorias de individuo y de ciudadano. Después de todo, pri- ‘mero los revolucionarios y después los republicanos habian basi do su gobierno en la idea de que todos los individuos humanos (cualesquiera que fuesen sus diferencias) estaban igualmente (y naturalmente) dotados de derechos, Las feministas aceptaban la insistencia republicana en la nece- sidad de coherencia y, precisamente porque compartian ese com promiso con la coherencia, sugerian que el sistema no cumplia ‘con sus propias reglas. Al desafiar y denunciar por hipécritae in- coherente a un republicanismo que enunciaba principios univer- salistas y excluia a las mujeres del pleno ¢jercicio de los derechos politicos, pero también al encarnar en sf mismas la dificultad de resolver las inconsistencias, las feministas mostraban de manera flagrante las Iineas de falla reprimidas de su sistema ideol6gico- politico, y asi abrian interrogantes sobre el diseiio original del sistema y la necesidad de repensarlo. Esa era ~y es- la fuerza y el peligro del feminismo, la raz6n de que provocara, a la vez, miedo ydesprecio™ Las estrategias feministas demostraron una capacidad casi so- brenatural para descubrir y explotar las ambigtiedades en los conceptos fundacionales de la filosofia, la politica y el sentido comtin, Esa capacidad, desde luego, no era nada sobrenatural, sino el resultado de estar ubicadas discursivamente en una con twadiccién y como una contradiccién. Las feministas enfrentaron Jos supuestos fundacionales de sus respectivas épocas en forma sumamente inquictante: no en su aspecto de certezas morales 0 ientificas, sino como intentos ambiguos y discutibles de imponer orden a la organizaci6n social humana. Establecieron el nexo en- tre esos conceptos y tt lucha por los derechos politicos, destacan- do las implicaciones contrarias en el uso comtin y haciendo que los desacuerdes sobre su significado trabajaran a favor de su cau sa. Asi, las feministas se negaron a aceptar la “naturaleza” como explicacién de la negacién de sus derechos cuando incluso entre los cientifices habia cudas acerca de cémo interpretar el mundo natural: zsu significado era transparente o estaba siempre sujeto a la imperfecta interpretacién humana? Y si para la ciencia la ex- ELE LA HISTORIA DEL FEMINISMO $1 plicacién, en el mejor de los casos, no era concluyente, gpor qué suponer que el géncro era la clave de todas las diferencias fisicas? A fines del siglo XVIIL, Olympe de Gouges tomé la incertidum: bre ele sus contempordneos sobre la facultad humana de la imagi- nacién como una licencia para pensar mas alld de las limitaciones de la politica revolucionaria y sostener en términos de debates de Ja Tustracidn sobre Ja relacién entre fa razdn y Ta imagina- cién- que posefa la capacidad (requisito de los ciudadanos) de representarse asf misma. En 1848, Jeanne Deroin encontrg en las ambigtiedades de la idea romantica del andrégino un argumento para la complementariedad y autonomfa absoluta de los sexos, Hubertine Auclert acepté la importancia de “lo social” tal como lo definian los politicos de Ia III Reptiblica y después defendis los derechos de las mujeres en términos del derecho de “Io so- ial" a ser sujeto, antes que objeto, de la politica gubernamental. Madeleine Pelletier, alrededor de 1900, abraz6 el individualismo Jy recogis su reclamo de trascender las categorfas homoge- neizadoras de la representacién social. Incluyé el género entre las categorias que negaban la unicidad de los individuos y exhorts a Jas mujeres a rechazar las representaciones femeninas con el fin de alcanzar la igualdad. : : Ninguna de esas estrategias logré un éxito completo, no solo porque no consiguieron el voto, sino también porque todas te- rnfan sus propias inconsistencias internas. En cada caso, aunque cen diferentes formas, la necesidad de hablar de “las mujeres” pro ucfa la “diferencia sexual”, y asf socavaba el intento de declararla irvelevante a los fines politicos ‘Como Io indican estos ejemplos (y como claboraremos en de- talle en los capitulos que siguen), las feministas formularon sus reclamos de derechos en términos de epistemologias muy dife- rentes, y sus argumentaciones deben ser lefdas de ese modo, y no como evidencia de una continua conciencia de la Mujer o la expe- jencia de las mujeres, La idea de un patrén de paradojas repetido conlleva un aura de intemporalidad, pero los conceptos que las feministas usaban tenian sus raices en su tiempo y, por iiltimo, slo puedert ser comprendidos en su especificidad. La historia cexplica no séto la variedad de posiciones que se encuentran en los 32 LAS MUJERES ¥ LOS DERECHOS DEL HOMBRE escritos feministas, sino también las diferentes maneras de conce- bir la identidad social c individual de la “mujer”. Jeanne Deroin, apoyandose en el romanticismo y en ef socialismo utdpico, ese bfa en éxtasis sobre una macire amorosa y espiritualmente pura, que, como la Virgen Maria, llevaba en sila redenci6n del mundo. Hubertine Auclert, aceptando los estindares de la Ill Reptiblica, aspiraba 2 las alturas del racionalismo cientifico y secular. A co- mienzos det siglo XX, Madeleine Pelletier utiliz6 las nuevas ense- jianzas psicol6gicas para refuar Ia idea de las diferencias sexwales naturales. Definié Ia femineiciad como “sexo psicolégico” y consi- deré que era la causa de la suborelinacién de las mujeres. Segtin ‘su punto de vista, jas mujeres emancipadas eran las que habian sabido “virilizarse”. La diferencia entre esas mujeres no reside en lo que cada una destacaba sino, mucho més profundamente, en la identidad mis- mma de cada una como feminista y de las mujeres euyos derechos defendfan. El sujeto del feminismo no fue constante; los términos de su representacién cambiaron, y en esos cambios encontramos no sélo la historia de las mujeres, sino también historias de la filo- sofia, la psicologia y la politica. La historia del feminismo puede entenderse como la interaccién de un patron de exclusi6n repetitive y una cambiante articulacién de sujetos. Los términos de exclusién producen repetidamente Ia “diferencia sexual” como una frontera natural yfija entre lo politi- ©0 y lo doméstico, o lo autorrepresentante y lo representado, 0 1o auténomo y lo dependiente. Pero los términos de exclusin tan bin son variables y contradictorios, se basan en epistemologias diferentes, y esa variabilidad y contradiccién dan come resultado concepciones fundamentalmente diferentes de las “mujeres” cu- yos derechos se reivindican. La repetida exclusion ce las mujeres de la politica generaba cier- to sentido de comunidad entre las feministas, aun cuando sus vi siones de quiénes eran ellas mismas y cSmo debian ser las n fuesen distinias, En realidad, la experiencia comiin de ser exc fe confundida en ocasiones con una visi6n compartida del signi- ficado de ser mujer. En consecuencia, la historias del feminismo, RELKER LA HISTORIA DEL_TEMIMISMO 93, sibien han prestado atencién a marcados desacuerdos sobre cues tiones de estrategia y de tfctica, a menudo han pasado por alto las diferencias on los conceptos de “mujer” y “feminista”, dando por sentado un significado evidente ¢ invariable para esos términos. Siguiendo las huellas de Denise Riley, quiero indagar en los términos “mujer” y “Teminista” a través de un examen cuidadoso de los diferentes modos en que han sido usados histéricamen- te Para ello, me he concentrado en cuatro feministas que re clamaron derechos politicos -especificamente, el voto para las mujeres en diferentes contextos revolucionarios o republicanos. Fue en momentos de revolucién o de transformacidn constitcio- nal que la cuestidn de los derechos politicos estuvo mis expuesta a la discusién, y fue bajo los gobiernos republicanos cuando se puldo rectamar Ia extension y tniversalidad del sutragio, Olympe de Gouges exigié que las mujeres fueran ciuctadanas igual que los hombres durante la Revolucidn francesa; Jeanne Deroin desafis a la Constitucién de la I Repitblica presentandose como candidata a un cargo legislativo en la lista demécrata-socialista en 1849; Hur bertine Auclert fue la primera en veclamar a la III Repiiblica que cumpliera su promesa de conceder los derechos a las mujeres; y Madeleine Pelletier’ hizo del voto la piedra angular de un plan para la emancipacién republicana de las mujeres, que incluia ade- mas el aborto como un derecho “absohuto” de dominio del propio cuerpo \Ninguna de esas mujeres era una filésofa profesional, y sus ni eles de educacién eran variados. Todas eran activistas politicas y escritoras que hablaban el lenguaje popular ¢ improvisaban ex trategias (a veces en soledad, y otras veces en asociacién con otras feministas) para impulsar sus rectamos de derechos. Lo intere- sante es cémo los formularon y en nombre de quién, asi como Ins formas en que fueron construidas como sujetos feministas y las diferencias entre elias, También es interesante indagar cémo, 4 discurso det indini- sus discursos universalistas, concretamente dualismo abstracto y del cieber y el derecho social, es permit concebirse.a s{ mismas como agentes politicos, a pesar de que esos mismos discursos negaban la agencia politica de las mujeres. ¥ lo mis llamativo es la especificidad historica de In agencia feminista 34 LAS MUJERES ¥ LOS DERECHOS DEL HOMIE yla incomparabilidad de las filosofias feministas bajo la similitud formal de la paradoja. Investigar estos temas requiere el tipo de lectura minuciosa y detallada que se concentra en los individuos, por idiosineriticos ‘que sean. Precisamente porque esas cuatro mujeres no eran ni ti picas~algunas tenfan una posicién decididamente minoritaria en -as “sus opiniones con, el espectro de ia politica feminista~ ni ti frecuencia se superponian o intersecaban las de otras femministas de su tiempo-, investigarlas en profundidad sus ideas, sus retéri- ‘cas ¢ invectivas, su ironia y lo escandaloso de sus acciones- puede ayudarnos a comprender los diversos problemas politicos y filos6- {cos histéricamente relacionados con la reclamacién de derechos politicos por parte de las feministas. Quienes busquen una narrativa biogréfica com nexos causales ‘entre experiencia personal y acci6n individual, no la encontrarén, ‘en este libro. Las experiencias de vida personales de esas mujeres suis relaciones con sus padres 0 maestros o amantes o hijos no ofrecen explicaciones suficientes de la politica feminista. La bio- sgrafia tiende a enfocar demasiado estrechamente las circunstan- ias de Jos individuos, reduciendo los pensamientos y las acciones a las historias de vida personales, dejando de lado las complejas, determinaciones de les (los medios sociales/eulturales por Jos cuales los sujetos se constituyeron). Ademés, et enfoque bic ‘grafico refuerza la idea de que la agencia es una expresion de la voluntad individual auténoma, antes que el efecto de un proce: 30 histéricamente definido que forma a los sujetos. La idea de la agencia como expresin de la voluntad individual no es una descripeién de la naturaleza humana (aunque con frecuencia se Io fuera), sino una concepcién espectfica en el ico, vinculada en realidad a muchas de las mismas ideas que negaban a las mujeres su individualidad, su autonomia, y sus derechos politicos. En lugar de suponer que la agencia surge de una voluntad humana innata, quicro entender el feminismo ‘en términos de los procesos discursivos -las epistemologias, las instituciones y las pricticas- que producen los sujetos politicos, {que hacen posible la agencia (en este caso, de las feministas) in- cluso cuando se la niega 0 prohibe.” RELEER LA HISTORIA DEL. FEMINISMO $5 No pienso en esas mujeres como heroinas ejemplares. De he- cho, pienso en ellas como lugares ~sitios o marcadores historicos~ en los que se produjeron enfrentamientos politicos y cultures, que €s posible examinar con cierto dezalle. Imaginar a una per- sona ~en este ¢aso una mujer= como un lugar no significa negar sa humanidad, sino mas bien reconocer los muchos Factores que constituyen sw agencia, las complejas y mii se constryé como actor histérico. Un hilo argumental de este libro es que la agencia ferpista es paradiéjica en su expresién. Eat constituida por los discurs verslistas del les maneras en que ividuatisino (con sus teorfas de los cerechos y ta ciudadania), que evocan Ia “diferencia sexual” para naturalizar la cexclusi6n de las mujeres. Un segundo argumento es que la agencia feminista tiene una historia; no es un conjunto fijo de comport mientos ni tampoco un atributo esencial de las mujeres, mas bien ‘es un efecto de ambigtiedades, inconsistencias y contradicciones dentro de determinadas epistemologias. Para exponer debidamen- te esos argumentos, tengo que escribir la historia del femihismo a través de la lectura de las paradojas historicamente especificas, que Jos sujetos feministas encarnan, realizan y denuncian, Leer en busca de paradojas requiere un tipo de lectura distinto del que los historiadores acostumbran hacer. Estamos habituados a leer buscando el choque de posiciones opuestas (las mujeres contra los politicos liberales, por ejemplo), pero no las tensiones ¢ incompatibilidades internas (dentro del feminismo, del indivi- Auualismo liberal, de conceptes como el de libertad, esferas sepa radas o individuo), de las quie esos choques son a fa vez sintorna y causa, Leer on esa forma técnicamente deconstructiva no fun- ciona cémodamente con la narrativa lineal ni con ka teleologia, dado que tiende a socavar las historias que establecen la verdad 0 lainevitabilidad de determinadas vsiones del mundo, eliminando lamencién de conflictos y poder dentro de ellas ‘Sin embargo, el resultado vale la pena. Porque ignorat la irveso- Jucién que implican la paradoja, a contradiccién y la ambigitedad ¢s perder de vista el potencial subversive del feminisino y de lx agencia de las fe istas. Precisamente porque encarna la pare 36 LAS MUJERES Y LOS DERECHOS DEL. HOMME doja, el feminismo ha sido trivializado o relegado ala marginali- dad por quienes buscan proteger las bases de cualquier statu quo que representen.” Esa proteccidn implica negar la contradiccién, hhaciéndola invisible y desplazando el origen del problema hacia quienes lo seiialan. Asi, las paradojas feministas con frecuencia, han sido interpretadas como producto de sus propias confusio- nes, y luego esa interpretacién ha pasado a ser la justficacién de la continuacién de ta exchusidn. Repetidamente, los reclamos de tuna implementacién coherente del principio de igualdad univer- sal concitaron la respuesta de que las fetninistas no eran razona- bles sino peligrosamente incoherentes (la acusacién de que eran. “mujeres masculinas” u “hombres fermeninos" ~una combinacién, imposible- expresaba el sentido de la incoherencia como anor malidad). Olympe de Gouges fue guillotinada por los jacobinos debido a sus excesos de imaginacién. Jeanne Deroin fue ridicu- lizada por querer poner ef mundo patas arriba. A Hubertine Au clert se la compar6 con Medusa y se la considers “afectada por la locura o la histeria; una enfermedad que fa hace ver a los hom= bres como sus iguales”, segtin informé la policia en 1880." En la décadla de 1920, Madeleine Pelletier fue considerada por los pro natalistas como una fuente de desorganizacién moral y, hacia el fin de sus dias, fue rechuida en un manicomio, Las paradojas que las feministas planteaban no eran totalmente creadas por ellas, seramos injustos con Ia historia del feminismo si lo ignorésemos. Al escribir la historia del feminismo como si Ia cuestion fuera simplemente elegir Ia estrategia correcta igual dad o diferencia-, estarfamos implicando que una u otra de esas opciones estaba efectivamente disponible, que el cierre o la re: soluci6n era y €s, en definitiva, alcanzable, Pero la historia del feminismo no es una historia de las opciones disponibles 0 de la cleccién sin constricciones de un plan triunfador, sino més bien Ia historia de mujeres -y algunos hombres- que hicharon repeti damente con la dificultad radical de resolver los dilemas que en- frentaban (cualquiera que haya sido el éxito obtenido en el logro de reformas especificas). Una historia del feminismo centrada en ¢s0s problemas, que presta atencidn a los origenes y a las operaciones de la parado- RELEER 1A HISTORIA DEL. PEMENISMO $7 ja, no solo establece la significacion hist6rica del feminismo, sino que se opone a esas historias de la democracia ~en Francia o en ‘cualquier otro lugar~ que atribuyen exclusiones anteriores a falas técnicas pasajeras de um sistema perfectible, en continua expan- sion y pluralista, y que toman la extensién del voto fuera de sus contextos histéricos necesariamente relativizantes, como un indi- cador consistente de la ausencia de desigualdades en la sociedad, La historia del femninismo que este libro offece se plantea como tuna critica de ese enfoque convencional de la historiagy, de la ideologia que suscribe. No niego que el feminismo -por lo menos cuando reclamaba derechos para las mujeres- haya sido produc do por el discurso del incividuatismo liberal, ni que dependiera del liberalismo para su existencia; no haba alternativa, y todavia no la hay. Lo que pretencio destacar es fa naturaleza fundamental- mente irresoluble, aunque cambiante, ce una relacién conflictiva duradera, Bl feminismo no fue un signo de las operaciones be nignas y progresistas del individualismo liberal, sino ms bien un sintoma de sus contradicciones constitutivas. Esas contradicciones pueden haber sido desplazadasa otras esferas por reformas como 1 voto, perono desaparecieron, y por esa razén tampoco dezapa- Histricamente, el feminismo ha sido una préctica ica com pleja, de modo que su historia no tiene por qué serlo menos. En realidad, es por esa préctica critica que la historia del feministo pasa a ser parte del proyecto sobre el cual eseribe; es en sf misma historia feminista 206 LAS MUJERES V LOS DERECHOS DEL HOMBRE, feminismo. (Como no ha terminado el bachillerato, se inscribe cen la Ecole Pratique des Hautes Etudes, “que no requiere dipio- ‘mas”.)* Pelletier relata esto de pasada y no explica por qué Ma rie queria escribir sobre historia; sin embargo, parece plausible conjeturar que el doctorado de Marie era un equivalente ~para la politica de su propio titulo de médico ~para las ciencias~. Estar blecia sus credenciales como activista y estucliosa del movimiento (€n realidad sus estuclios eran una forma de activismo) yle perm- tia escribir su legado y su inspiracién a generaciones futuras, asf como rescribir esa historia en sus propios términos. Si para Pelle- tier Ia ciencia era la clave del futuro de la sociedad, para Marie la historia era una manera de conformar los términos del feminismo enel presente y en el fu En la novela de Pelletier, Marie desarrolla una ilustre carrera ‘como politica socialista en Alemania, donde las mujeres ya tenfan cl voto ylo usaban para mejorar la vida de las mujeres, finalmen- te muere en forma trégica en Berlin, en el apogeo de su carrera, como transetinte inocente atrapada en un tiroteo entre revolucio- ratios y soldados del gobierno, Su viejo amigo Charles Saladier, militante socialista que la habia acompaiado a Alemania y alli se habfa convertido en su secretario, regresa a Paris y busca consuelo entre sus antiguas amistades. Caroline Kauffmann, que zhora era luna médium espirtista, canaliza un mensaje de Maric. Al ofr la voz de la muerta, Saladier huye aterrorizado, Pelletier presenta la escena en forma cémica, pero el mensaje de Marie, representado =mal- por Kauffmann como la vor auténtica de ta heroina difun- ta, parece tener una funcién mis seria en la novela: “Es Marie. No estoy muerta, nadie muere. Veo el mundo nuevo que se acerca ‘Trabajen, trabajen, marchen hacia Ia wz por encima de las tum- bbas, el mundo nuevo se acerca”."* Pronunciada por el presente y para sus propios fines, la vor de la historia seviala hacia el futuro, La historia del feminismo, como Ja entendia Pelletier, era exactamente eso: un linaje imaginario de mujeres rebeldes, uno de los recursos que era preciso constituir cen su transformacién de mujeres sometidas a sujetos feministas. Ver la historia del feminismo como més 0 menos que eso serfa, & sus ojos, negar su vitalidad y su propésito perdurable. . a . : 6. Ciudadanas pero no individuos El voto y después Las mujeres francesas obtuvieron el derecho a vorar el 21 de abril de 1944, EI Comité de Liberacién Nacional, presidi- do por el general Charles de Gaulle ¢ instalado en Argel, simple- mente anuncié la extensién del derecho a las mujeres como parte de una ordenanza que fijaba los términos en que se restablecerfa el gobierno republicano, Segtin una fuente, la proclamacién fue acogida sin entusiasmo ni oposicién:"™ en la Francia posterior a Vichy, las voces de los senadores que habian bloqueado los pro- yectos sobre el sufragio, por lo menos desde 1919, permanecicron silenciosas.®® Asi, el sufragio femenino fue inscripto en la Cons- titucién de la TV Reptblica, adoptada en 1946. En su Preimbulo, se reafirmaba la Declazaci6n de Derechos de 1789 yal final, figu- raba una frase que habria alegrado a Olympe de Gouges: “La ley garantiza 2 las mujeres derechos iguales @ los de los hombres en todas las esferas”, Los detalles se exponfan en el articulo 4, que afirmnaba que “to- dos los ciudadanos y las personas de nacionalidad francesa, de ambos sexos [...], pueden votar bajo condiciones determinadas por la ley". De Gaulle observé en sus memorias que “esa tre- ‘menda reforma [...] puso fin a controversias que habfan durado cincuenta aiios’.*” ¥ Louise Weiss, la feminista que habia librado Ja tiltima batalla por el derecho de las mujeres a vorar en la década de 1930, antes de que estallara la guerra, compartié el sentimien- to del general: El acceso de las mujeres en todo el mundo a un estatus civil iguat al de los hombres es sin duda el fenémeno co- lectivo mas importante de la primera mitad de este siglo. 208 LAS MUJERFS Y LOS DERECHOS DEL. HOMDRE, ‘Todavfa no conocemos todas sus consecuencias, pero ime alegro de haber hecho mi parte para ello." Igual que en 1848, un gobierno provisional, watando de imponer l orden republicano en un caos politico, concedié el sufragio universal con el fin de legitimar su posicién como representante _ del pucblo soberano. David Thomson, historiador de la politica francesa, describe asi la sensacién del momento: Los esfuerzos por establecer tenues y ms bien ficticios hilos de continuidad cedieron ante una teorfa reconoce damente jacobina; la de que debe haber elecciones ge- nerales que expresen la “voluntad general” nacional del pueblo soberano, La tradicién revolucionaria renacid, y Ja IV Repiiblica, en lugar de ser formalmente una con- tinuacién de la TI Repiblica, debfa surgir de un gran acto creativo de voluntad nacional, ejercido a través del sufragio fibre universal.” A diferencia de 1848, sin embargo, ahora el sufragio universal in- clufa la ciudadania para las mujeres, Exe cambio se ha explicado como un intento calculado de Charles de Gaulle y sus asociados para excluir fa victoria comu- ta en el nuevo gobierno, que se temia. Como se pensaba que las mujeres eran mas conservadoras que los hombres, se esperaba, que contrarrestaran la influencia que Ia iaquierda habia ganado durante la resistencia.™ Sin embargo, ese tipo de especulaciones, siexistieron, no constituyen mas que una parte de la explicacién. Més importante atin era que, hacia 194, la definicién de de- ‘mocracia se habfa ampliaco para incluir la democracia sexual cn. forma de voto para las mujeres-. La concesién del sufragio feme- nino permitié al nuevo gobierno distinguirse tanto del régimen de Vichy como de la III Repiiblica, Muchos entre ellos De Gaulle~ ccreian que las debilidades de la Il Reptiblica habfan conducido asu muerte, a manos de Pétain, y Ia ciudadanta para las mujeres ‘era una de las formas de scialar el fin de una reptiblica obsoleta y el advenimiento de otra més moderna, (En realidad, como se CIUDADANAS PERO NO INDIVIDUOS 209 comprobé después, en sustancia habfa tan poca diferencia entre ambas que la concesi6n del voto fue uno de los pocos contrastes notables.) demas, el sufragio femenino alineé a Francia ~cuyas credenciales democriticas habian queclado manchadas por el go- bierno de Vichy~ com las demas democracias occicientales, que en su mayorfa habfan reconocido mucho antes los derechos politicos de las mujeres. Describiendo los comités de mujeres organizados por las fucr- as de la Francia Libre en 1942 en Londres, con cl fin de pyzparar tuna legislacion que asegurara una mejor situacién para “la fami- lia, las mujeres y los nifios”, un partidario destacaba la importan- cia del contexto internacional: Esos comités mantenian contacto con organizaciones sic rilares extranjeras o internacionales, a fin de que, ever tualmente, Francia pudiera ser restaurada a su debido Tugar, en e508 aspectos, en el plano internacional: El voto para las mujeres en Francia en 1944 puso asi al pais a 1a par de Tas otras democracias occidentales. Ademés, conceder derechos a ls mujeres fue una nianera de resolver prdcticay sim boticamente las diferencias politicas nacionales, La consagracién del voto femenino eliminé tmno de los conflic- tos que habian asediado a la repiiblica anterior. En especial en los atios posteriores ala Primera Guerra Mundial, la Camara de Dipu- tados envié periddicamente un proyecto de ley sobre el sufragio al Senado, donde siempre era derrotado. El gobierno provisional ahora ponfa fin a uno de los conflictos entre los dos cuerpos legis- lativos, en una vigorosa afirmacién de la unidad nacional. ‘Simbélicamente, el voto para las mujeres significaba la diso- lucién de toda diferencia, Su inclusién como ciudadanas, s corporaci6n al cuerpo politico, era un gesto de reconciliacién nacional, terminando con divisiones entre radicales, soctalisas, comunistas y catélicos, entre los que habjan Iuchado en la resis- tencia, los miembros de los consejos del movimiento Francia Li bre, incluso entre stibditos coloniales y sus gobernantes, y entre mujeres y hombres, Todos eran declarados iguales, y su igualdad 210 LAS MUJERES Y LOS DERECHOS DEL. HOMURE se basaba en que todos eran miembros de la nacién. Sobre todo durante la vida del gobierno provisional, antes de que se tomara efectivamente la decisiGn de crear una nueva repiblica -en un referéndum en abril de 1945~, la poblacién debfa ser una nacién unificacla, cuyo gobierno representara su nica vor y voluntad, De Gaulle recit6 repetidamente ese mensaje, primero desde Londres y después desde Argelia: “Los franceses tenemos un solo pais [...]. Francia cs y seguird siendo una e indivisible” En 1848, la unidad se habfa alcanzado declarando irtelevantes las diferencias de clase para el gjercicio de los derechos politicos (se afirmaba que, con el sufragio universal masculino, “ya no habfa proletarios en Francia"); en 1944, la fusién de los sexos en una sola ciudadania Ilevaba 2 cabo por lo menos parte de la ret6rica de la unificacién politica nacional. Contemplando retrospectivamente esas circunstancias, en que los dirigentes del gobiemo Uegaron a la conclusién de que conce- der derechos a las mujeres contribuiria al interés nacional, Louise Weiss planteaba, en su caracteristica forma petulante, una pre- ‘gunia sobre la agencia femenina.* “zHabrian obtenido las mu res sus derechos politicos en ese momento sin la dura lucha que yo encabecé?” ¥ su respuesta fue concluyente: “Si [...], gracias a Jas contingencias internacionales”.** Entre otras razones, estimé que ya no era posible, en un mundo en que las demas democra- cias habian concedido la ciudadanfa a las mujeres, que Franci afirmara ser una democracia sin permitir que las mujeres votaran, Aunque también insistié en la importancia de la lucha fem ta para defini la accién de De Gaulle no como el regalo de un principe benévoto ~0 interesado-, sino como la respuesta a “una aspiracién”, Weiss hizo una analogia con el desembarco de las tropas esta- dounicenses ¢ inglesas en Normandia: sin la participacién de los luchadores de Ia resistencia, Francia igual habria sido liberada, pero el hecho habria sido s6lo una victoria estratégica impuesta «desc afuera. Con la patticipacién del maguis, el desembarco pasé ser de alguna manera ejemplar —Ia idea no esta expresada con claridad- de la forma en que ella pensaba que la historia debia CIUDADANAS PERO NO INDI funcionar, de su creencia en la necesidad moral de participacién. de los oprimidos, de su concepeién del proceso de la politica democratica.™® Segiin Weiss, sin Ia lucha feminista, las mujeres habrian sido s6lo recipientes pasivas de sus derechos, mientras que con esa lucha podia verse que habfan ganado activamente su emancipaci6n.” Weiss entendia su propio papel, y mas ampliamente el tema de la agencia femenina, dentro del discurso del individualismo, del que hablata también Pelletier. Aunque politicamente éataban een distintas posiciones -Pelletier era socialista y Weiss, radical-, Weiss crefa, al igual que Pelletier, que “individuos de la elite” po- dian provocar cambios, y definié sus propias acciones en esos tér- minos."* El titulo de sus memorias, Gombats pour ls femmes, capta parte de ese sentimiento de superioridad, asi como su abserva- cin acerca de que muchas de sus antiguas colaboradoras esta ban “estupefactas” por su decisién de movilizarse por el voto. “{EL hecho de que yo} dejara el influyente [periédico] Europe nowvelle para dedicarme a las infelices mujeres carentes de todo derecho, y por lo tanto de toda importancia, les parecia una extrafia locu- ra" Aqui, Weiss entiende que su paso al feminismo, asi como las actividades que llews a cabo en su nombre, incluyé una serie de estrategias personalinente determinadas. Para ella, la historia se puso en movimiento impulsada sobre todo por su voluntad in- dividual, Sin embargo, una historia diferente sobre Weiss servira como un efectivo sumario y conclusi6n para este libro. Es un rela to en que el feminismo es constituido por la exelusién de las mu- Jjeres de la politica y por la represi6n de la diferencia sexual como tema politico; en que el feminismo después constituye Ia agencia de las feministas, que “tranca la maquinaria teérica” del discurso politico republicano, denunciando sus limitaciones e impidiendo su funcionamiento.*” Weiss no habia militado en circulos feministas antes de 1934; cen cambio, habia trabajado en el movimiento por la paz, como editora de la revista Ewrupe noweelle, que después de la Primera Guerra Mundial buse6 sustiuir el conflicto betico por la media- cidn en la politica internacional, Explicaba entonces su pasaje al feminismo como una estrategia politica: silos politicos hubieran 212 LAS MUJERES Y LOS DERECHOS DET. HOMBRE. tend que conguisar ls voos de as voto de las mujeres ln ereenia deg ells prefeian Ia par hari niga en tos bomber parc guerra (Lapropis Wis no acepaba a dentin de ts mujeres cone pe en exencialista ; mo, pero estaba dispuesta a sosten Ja *hip6tesis” con el fin de ganar ade} aa a ante ganar adeptos para “mi apostolado por es asumi I posiein de mujer en forma deliberada y sub- ersiva, es decir e present6 como portavez de un grupo om el aque no se habia identifcado antes. Pero, una vex exablcida la Wentitcacién,wiliz6 sx propio caso para sefalar as imitaciones Gel univer que Ia replica proclamaba, Vista a waves de la lente del ferinismo, la incongruencia de su situaci6n legaba politicos formales. i Brn En i acndn de 1803 opin tote de rmijesen sombre dela potecion dla sepon Sans 1s fers de pene sons ne fe a mo devota(orlieced op cacaneen sien iaeitirparsiial feministas.) Durante el Frente Popular, salié a la cil nme to ene prs polos eae nifesaciones y marchas;imitando a ls sufragstasinglesas, ella y Yolo ur certs had con en decontaoe ‘nous par jor a ede spe eee Reconocia 7 "sgo de agravar la inestabilidad poli- econ inser n dnhscage So in dans pee prt mse pg te rofesionales que habian empezado a temer por su futuro."""5 cho in capataien pod dentharaeinea or rera, forece asd mors pe a en que era esencial s ae eee CIUDADANAS PERO NO INDIVIDUOS 213 clegir el momento apropiado para lograr el progreso de Ia causa, Era indispensable denunciar y explotar la “incompetencia del go- bierno” y “la petrificacidn” de las instituciones republicanas, y la forma de hacerlo cra enfocando el uso y abuso del voto, insistien- do en cl sufragio para las mujeres." ‘Weiss estaba particularmente orgullosa le impacto de st cam paiia en el Consejo de Estado, supremo tribunal administrative de Ja nacidn: sentia que habfa ganado el reconocimiento oficial de la Justicia de st causa por parte de los hombres cuya tarea cqpsistia ‘en concitiar los prineipios y la préctica de la ley. En mayo de 1935, mientras Pierre Laval, aliado de los fascistas italianos, negociaba con Stalin un acuerdo que desaté el caos entre los raclicales fran- ceses, los socialistas y los comunisias, Weiss ditigié una campaia de protesta en el Decimoctavo Distrito por wn puesto en ef com cejo municipal de Paris, Recluté a miembros de su organizacion, La Femme Nowvelle, para que se sentaran a las puertas de los Tugares de votacidn y repartieran listas no oficiales, que debian ser ‘colocadas en cajas dé sombreros. (Después los resultados’ fueron amunciados a la prensa -Weiss tenia un agudo sentido de la nece- sidad de puiblicidad-,como una victoria de las mujeres candidatas y como expresién de-apoyo a log derechos de las ntujeres.) Como tra previsible, algunos hombres colocaron por evvor las papeletas eministas en las urnas oficiales, pero nego fueron anuladas en el recuento. Weiss sostuvo que In elecci6n era invalida porque no se habfan contado todos los votos emitidlos y lev6 cl caso primero a Ja prefectura del departamento de Seine y después al Consejo de Estado." Este rechavé st apelacién pero, al mismo tiempo, reconocié Jos méritos det caso y la “contradiccidn formal” que Weiss denun- ciaba: Ia ley francesa era esefita, no consuctiidinaria, admitian, ¥ no habia ninguna ley escrita que impidiera a kas mujeres votar. La ley existente daba por sentada la universalidad de los dere- chos y la capacidad de los ciudadanos para ejerccrlos; por Io tan- to, no hacia falta ninguna ley para permitir votar a las mujeres. “Por el contrario, scrfa necesario que el Parlamento aprobara una ley para prohibirles expresamente que ejercieran ese derecho.” Como la Legislatura no habia aprobado ninguna ley de ese tipo, 21g LAS MUJERES Y LOS DERECHOS DEL HOMERE “Iogicamente {...] las mujeres tienen derecho a votar en todas las elecciones", admitia el Consejo. Pero no llegé a concederles el voto por interpretar que la exclusion era la intencién =por im- plicacisn ilogica~ de los legisladores, aunque también reconocié que esa solucidn era inadecuada, al sugerir que el voto se hallaba limitado por “el estado de la legislaci6n existente”. El relator se- fal6 explicitamente que la insercién de esa frase era un Hamado al cambio legislativo EI Consejo no habfa hecho a un lado el caso de Weiss como una simple locura, sino que habia admitido sus méritos. ¥ Weiss, evidentemente, considers que ese éxito suyo habia sido un factor legal y conceptual fundamental en la conquista del voto. Es posible que Ia decisién del Consejo haya sido un signo de Ja mayor apertura de algunos republicanos a la “democracia se- xual”, tanto como del brillante razonamiento de Weiss, pero para ‘nuestros fines la cuestiGn de ese tipo de causalidad es irrelevante. Lo interesante es la insistencia de Weiss, una vez que se puso el manto feininista, en denunciar y corregir las insuficiencias de! dis- curso politico republicano. Esa atencidn a las contradicciones no, se originé con ella, sino que era la marca distintiva del feminismo. Lo mismo ocurvia con la dificultad que encontraba para decla- rarse una “mujer” igual a las otras, cuya emancipacién perseguia. Para ella, la categoria no guardaba relacién con el sexo sino con la exclusién politica, En sus memorias oscila constantemente entre verse a si misma como una mujer sin derechos y como alguien ~no mujer social ¢ intelectualmente superior 2 esas pobres mujeres ignorantes cuya causa habia abrazado, Sin embargo, hablar desde una posicién de “mujer”, por muy calificada que fuese la referen- cia, necesariamente evocaba su diferencia de los hombres, a los ‘que era social e intelectualmente igual en Ios altos circulos diplo- ‘maticos en que se movia. La reaccién de wna de sus colegas frente a la campaiia que ini- i6 destaca la dificultad que enfrentaban las feministas, no s6lo ante todo para expresar su posicién, sino para corregir la historia ‘escrita. Los que habfan vivido los turbulentos aftos de lucha en las, calles, de la década de 1930, insistfan particularmente en la anti- gua preferencia republicana por los votos sobre las balas, Por esa CIUDADANAS PERO NO INDIVIDUOS 215, ya26n, la militancia de las feministas haba inquietado a un colega de Weiss, Mare Rucart, Miembro del gabinete de Léon Blumen 1935 y més tarde cel Comité de Liberacién Nacional de De-Gau- Tle, Rucart dijo a Weiss muchos aitos después cusnto to habjan irritado sus manifestaciones feministas en Tas calles. “El derecho yotar elimina el derecho a la insurreccién, Madame {...}. 2No ha leido usted a Victor Hugo?” : : a respuesta de Weiss asombrd a Rucat: “Si, mi queride minis tro. Pero, digame, :tenfamos nosotras entonces derecho a votar?”. Ella sefiala que *Rucart qued6 aténito, Politicamente, € s6l6 po- fa pensar como un hombre” A oes atibua ol laps de Rucara. a ceendia de que las mor jeres no tenian lugar en la esfera politica, pero es igualmente probable ~dado que fue miembro del gobierno que concedié el voto que, tna vez que las mujeres fueron incorporadas al elec: torado, le haya parecido que siempre hab(an estado alli. Resolver tuna de las contradicciones del republicanismo significaba borrar el hecho de que habia existido. Ademas, en la mente de Rucart, Ja militancia feminista todavia tenfa la tacha de irracionalidad aque sus opositores le habjan endilgado para desacreditarla~es0 Jjustificaba su indignacion cuando habl6 con Weiss muchos alton después-; en cambio, el republicanismo seguia intacto, un siste- rma tan coherente en su pasado como habja llegado a ser para él nn el presente. d oT ents tlesfnerpretaciones oie, os hstoradores sen ten la tentacién de corregir la historiografia tratando el feminismo ‘como una especie de heroica resistencia ata injustcia, y ubicando sa resistencia en la voluntad de mujeres individwales. A lo largo de este libro, sostengo que el problema es mucho mas compli ‘cado. El feminismo no fue una reacciin al republicanismo, sino tuno de sus efectos, producido por afirmaciones contradictorias acerca de los derechos universales de los individuos, por un lado, y por las exclusiones atribuidas a “ta diferencia sexual”, por ot. El feminismo es la expresién paradéjica de esa contradiccién en su esfuerzo tanto por lograr el reconocimiento de la “diferencia sexual” conto por declararla irrelevante. Esa paradoja es lo que constituye Ia agencia ferinista. Las feministas fueron mujeres que 216 LAS MUJERES ¥ LOS DERECHOS DEI. HOMBRE “tenian sélo paradojas para ofrecer”, ss términos fundamentalmente diferentes, La importancia hist6rica del feminismo y la validaci6n de la agencia feminista, por lo tanto, no dependen de si podemos esta- blecer, 0 no, que fueron las feministas las que finalmente consi- sguieron el voto ~aunque puede afirmarse que sus acciones contri: buyeron al proceso: mas bien es en el marco de los cambiantes discursos del individualismo, al sefialar insistentemente las insufi- Ciencias del universalismo republicano, que el feminismo hizo su trabajo crftico y debe encontrar su historia, ‘embargo, lo hicieron en. Para las feministas, la obtencién del voto fue motivo de celebra- i6n, pero no termind con la situacién de sojuzgamiento de las mujeres, lo que poco después Simone de Beauvoir calificaria de “segundo sexo”, Una vez mds, ¢s itil considerar la experiencia de Louise Weiss. No auiguraba nada bueno para la realizacién de sus esperanzas aunque, a la langa, su carrera politica sin duda fue la de una mujer liberada-. Weiss, que se habia incorporado al Partido Radical inmediatamente después del anuncio del voto, se vio muy pronto desengaiiada por Georges Bidault en relacién con ‘su esperanza de alcanzar un ugar en e] nuevo gobierno. Bidault la consults en nombre de De Gaulle para pedirle nombres de mujeres que pudicran ser incluidas cuando se organizara la Asam- blea Constituyente ~que debia redactar una nueva Constitucién Cuando propuso el suyo, Bidault le explicé que ella no era el tipo de mujer en el que estaban pensando: “{Usted! [...] No, usted no, @ ningiin precio. jNo queremos incluir a mujetes tan meritorias que nos avergiiencent”, Ella recuerda que rio con amargura y le recomendé una setie de viudas cuyos “difuntos maridos les ha- bian dejado nombres notorios".** Como lo indica la elecci6n de viudas para esas primeras eleccio- nes, los que redactaron el decreto que concedié Ia ciudadania a las mujeres querian seguir considerandolas miembros de familias © de colectividadtes con intereses particulares que defender. Ybus- caban minimizar la significacién del nuevo derecho de las mujeres 2 participar en las elecciones, que después de todo no eran més que ejercicios periédicos cuyos efectos no habia por qué extender CIUDADANAS PERO NO INDIVIDLOS 217 a otras areas de la vida. Con todo, la ciudadania traia consigo la promesa de la individualidad, sino su realizaci6n inmediata, y asf abria Ja puerta a una mayor participacion politica de las mujeres. Cualesquiera que fuesen las intenciones de los legisladores, con €l voto las mujeres pasaron a ser sujetos politicos. Irdnicamente, la posesién de derechos contrastaba, mds que su carencia, con la continuada dependencia social y psicoldgica de tas mujeres." En ugar de eliminar el problema general de la diferencia sexual, el yoto atrajo mucho més atencién sobre él. S Es por eso que Et segundo sexode Simone de Beauvoir es relevan- te. Escribiendo en 1949, la autora hacfa referencia a los derechos politicos que las feministas habian buseado como “abstractos" y “tedricos” (el uso de esos términos parece implicar “meramen- tc"). La ciudadania habfa hecho a las mujeres igtales a 1os hor bres como sujetos ante la ley en un sentido formal, de procedi micnto, pero no les habia otorgado la autonomia, ni social, ni ‘econémica, ni subjetiva. El problema no era la igualdad sustantiva aunque De Beauvoir también se preocupaba por conquistarla-, sino simplemente que las mujeres no habjan pasado del estatus de individuos abstracios al de “sujetos soberanos", seres auténomos, ‘en plena posesién dé si mismos! En ese sentido, el voto era solo una victoria parcial El perfodo que estamos atravesando es un periodo de transicién; este mundo, que siempre ha pertenecido a los hombres, todavia se halla en sus manos; sobreviven ‘en gran parte las instituciones y los valores de la civiiza- cin patriarcal. Los derechos abstractos estan muy lejos de ser en todas partes integralmente reconocidos a la mujer [...]. Yacabamos de decir que los derechos abs. tractos jamés han bastado para asegurar a la mujer una aprehensién concreta del mundo: entre ambos sexos, todavia no existe hoy una verdadera igualdad.™" De Beauvoir sostenia que las mujeres nunca alcanzarian el esta- tus de individuos plenamente aut6nomos mientras siguieran fun- cionando como los “otros” de los hombres. Las mujeres eran Ta 218 LAS MUJERES ¥ LOS DERECHOS DEL HOMBRE, proyecci6n mitica de las esperanzas y los temores de los hombres, Ja confirmaci6n de su virilidad y su soberania, Si bien Ia libertad econdmica era un ingrediente esencial de su emancipacién la imensién concreta que debia acompatiar los derechos te6ricos-, cen titima instancia el problema era existencial: slo los hombres podfan alcanzar la autocreacién a través de la trascendencia de las condiciones de su existencia, La mujer estaba condenada a la vida de la inmaneneia; confinada a la repeticién interminable de las funciones femeninas generales, le estaba negada la libertad de vivir “individual y especificamente- como quisiera." La ventaja de que goza el hombre [...] es que su voca- In como ser humano no se contrapone de ninguna ‘manera a su destino como macho. A través de la iden- tificacién del falo con la trascendencia, resulta que sus. triunfos sociales y espirituales lo dotan de una presencia viril. No estd dividido. Mientras que ala mujer se le exige que, para realizar su fermincidad, se haga objeto y presa, lo que significa que debe renunciar a sus aspiraciones de ser tn sujeto soberano.*# De Beauvoir pensaba que la marca distintiva del ser humano era actuar como un sujeto soberano, elegir ladivecci6n de su vida. En. consecuencia, a las mujeres se les estaba negando la expresién de su humanidad esencial. Para ella, la diferencia sexual era un fené- nieno secundario, cultaral, no biol6gico. No negaba la universa- lidad -la igualdad de la humanidad, y no desapareceria cuando ‘esa igualdad fuera reconocida o—como ella deci “restaurada”, Los que hablan tanto de “igualdad en ta dlferenc’ cscribia al final de Et segundo sexo no pueden negarse a conciencia a concederme la posibilidad de la existen- cia de diferencias en la igualdad {...J. Sila sociedad de- vuelve a la mujer su individualidad soberana, no por eso destruira el poder del abrazo amoroso de conmover el CIUDADANAS PERO NO INDIVIDUOS 219 sos pensamientos marcan a Simone de Beauvoir como una file sofa existencialista y la ubican del lado de la “igualdad” en los de- bates de “igualdad contra diferencia” de las feministas contempo- rrineas, pero también nos dicen algo sobre el efecto del voto sobre el feminismo.* Porque ella, como todas las feministas, debe ser leida en los términos de los discursos politicos y filos6ficos concre- tos de su época. En su easo, los contextos discursivos funclamen- tales son el existencialismo y el voto, la idea del sujeto soberano yy su existencia legal para las mujeres. Porque el voto, en lugar de resolver la tensi6n enize el individuo abstracto indiferenciado y el ser individual definido por la diferencia, intensificé el conflicto ambos. En el pasado, esa tensibn se habia resuelto aparentemente con- siderando ambos individuos como masculinos, pero esa resolu cin dejé de funcionar cuando las mujeres fueron admitidas en las filas de Jos individuos abstractos. Ahora, la afirmacién de las, mujeres de ser sujetos soberanos estaba respaldada por su nuevo cestatus de ciudadanas. La referencia de De Beauvoir a *rentinciar” a esa aspiracidn se referia no sélo a vulnerar su humanidad intrin- seca sino a violar Ia ley. : Segiin ella, 1a adquisicién del voto no habia restelto el proble- ma de la subordinacién de las mujeres, pero sf habfa desplazado el foco de la contradicci6n. La cuestin ya no nfan derechos; cuando se convirtieron en sujetos legales pudieron decir que los principios del republicanismo liberal eran verdade- ramente universales, El problema de los derechos sustantivos, por supuesto, subsistfa; asi como habia ocurrido con el sufragio uni- versal masculino, las limitaciones de los derechos formales para corregir las inequidacles cle poder social y econémico se hicieron ‘iis evidentes. Con derechos politicos, las mujeres podian Tevar sus demandas al terreno legisiativo -y lo hicieron, seitalando fa contradicci6n entre la promesa de igualdad y su realizacion. Pero, en opinién de De Beauvoir, la tensidn real estaba en otra parte: la mujer “esté frente al hombre, no como sujeto, sino como lun objeto paradéjicamente dotado de subjetividad; ella se ve a si misma simultineamente como yo y como oir, na contradiccin gue tiene consecuencias muy extrafias’.* Meditando sobre ese ra silas mujeres te- 220 LAS MUJURES V LOS DERECHOS DEL HOMURE dilema, Simone de Beauvoir se preguntaba qué harfa falta para lograr Ia “metamorfosis interior” necesaria para que fas mujeres fueran representadas como individuos ptenamente autnomos, “Pero, galcanza con cambiar las leyes, las instituciones, las costum- bres, 1a opinién piiblica y todo el contexto social para que los hombres y las mujeres lleguen a ser verdaderamente iguales?” La respuesta de De Beauvoir es cautelosa. Por un lado, pensaba que esos cambios eran una condicién pre- via necesaria para la verdadera igualdad y gradualmente levarian alla, pero, por otro lado, creia que su realizacién requeria de las mujeres el tipo de extensién trascendente que su posicién como objetos impedia. “No es cuestién de abolir en la mujer las miserias ylas contingencias de la condicién humana, sino de darle los me- ios para trascenderlas.” Segtin su anilisis, esa tensién replicaba algunas de las tensiones sobre la causalidad y el materialismo inherentes al encuentro del existencialismo con el marxismo, También sefialaba un contexto ‘nuevo para las criticas feministas, una consecuencia directa del voto. Cuando las mujeres se convirtieron en ciudadanas, el indi- viduo abstracto parecia haberse pluralizado; en realidad, en el mejor de los casos se hrabfa vuelto neutro, aunque probablemente seria mas exacto decir que seguia siendo masculino. Las mujeres fueron subsumidas en a categoria, declaradas una versiGn del hombre para el fin de ¢jercer el voto. Kso tuvo el efec to de negar o cludir transitoriamente la cuesti6n que la diferencia sexual habia planteado por tanto tiempo para las definiciones del individuo abstracto, Pero, en tos términos de De Beauvoir, la solu ion era “tedrica”, no real, porque no tenfa ningtin efecto sobre el proceso yo/otro por el cual se construian los indivicuos diferen- ciados. Ese proceso ejemplificaba Ia diferencia sexual, no como pluralismo ~puesto que todavia se consideraba que el individuo cera un tipo singular. sino como jerarquia, Cuando las mujeres pasaron a ser ciudadanas, pudieron ser representadas como indi viduos (abstractos), pero zcémo podian ser representadas como mujeres? El feminismo posterior al sufragio se construy6 en el espacio de ‘una paradoja: estaba la igualdad declaracta entre hornbres y muje- CiUDADANAS PERO NO INDIVIDUOS 223 res bajo el signo de la ciudadanfa (o el individuo abstracto) y, por otro lado, la masculinidad exclusivista del sujeto individual. De ‘wa lado estaba la presunia igualdad que derivaba de la posesién garantizada por la ley de los derechos universales y, del otro lado, In desigualdad derivada de los presuntos hechos naturales de la diferencia sexual. A partir de esa inconsistencia ~entre los signi- ficados politico y psicolégico de “individuo"~ podemos entender no solo las dificultades de De Beauvoir de producir un programa definitivo para aleanzar Ja igualdad, sino también los conflictos: do la historia mas reciente del feminism. as tivales han adoptado un lado u otro de la oposicién entre el individuo abstracto ~que ctienta a las mujeres ‘gual que a los hombres- y el individuo definico mediante la di- ferencia sexual ~que insisie en su desigualdad radial. Las que, siguiendo a Simone de Beawoir -Elisabeth Badinter es la mis re- ciente representante-, son partidarias de Ia igualdad estén de par te del individuo abstracto. Insisten en que la diferencia sexual es irrelevante frente a los derechos humanos communes retonoci- dos por los principios universales de la ley demoerstica liberal. Las partidarias de la diferencia sostienen que la diferencia sexual 63 el producto inevitable de la individuacién y que el individuo abstracto no sélo reprime una diferencia que no es posible su perar, sino que ademas perpetiia la opresién de las mujeres, al tomar la masculinidad como norma, (“zigual a quién? ~pregunta Luce Irigaray, discutiendo con las feministas que aspiran a la iden- tificacién con el 'masculino genérico'= Eso me parece un error bastante ingento, puesto que ellas [las mujeres] todavfa carecen de to necesario para definir su propia identicad sociocultural.” En owas palabras, las mujeres siguen siendo imposibles de repre: sentar en sus propios términos.) EI objetivo de las Hamadas feministas de la diferencia es tras- trocar el proceso que objetifica a las mujeres, a fin de constituir sujetos masculinos individuales, haciendo de la diferencia de las mujeres la base para represencar una subjetividad femenina No ha sido mi propésito tomar partido en esas controversias, sino seialar que, por muy apasionadas que sean, no sefalan un 222 LAS MUJERES ¥ LOS DERECHOS DEL HOMBRE, defecto del feminismo ~lo que Theodore Zeldin, citando las me- morias de Louise Weiss, llamé “el costado pera de los movimien- tos feministas"-.*™ Mas bien, Ia aparente necesidad de elegir la igualdad ola diferencia que no puede ser satisfecha con ninguna de las alternativas- es sintomatica de la dificultad que la cia sexual plantea para las concepciones singulares del individuo. En la medida en que el feminismo se construye en relacién para- déjica con esa concepcién singular del individuo, inevitablemen- te reproduce los términos de su propia construccién. Una relectura de la historia del feminismo no puede resolver sus paradojas; ser irresoluble es parte de la naturaleza de la pa- radoja. Sin embargo, el estudio de esas paradojas introduce una complejidad necesaria en el relato hist6rico. Yo he puesto el foco en Ia historia del feminismo, pero la utilidad del enfoque va més alld del feminismo, al estudio de la historia en general. Insiste en la especificidad de las paradojas y las contradicciones que produ- cen sus propias negaciones y, por consiguiente, en la historicidad de lo que parecen ser expresiones culturales y politicas recurren- tes, Asi la existencia del feminismo —o de los movimientos de tra- bajadores o de socialistas o de antirracistas, para mencionar s6lo algunos otros ejemplos posibles- no se explica como una resisten- cia a tun machismo -0 capitalismo 0 racismo- intemporal, 0 a los limites fijos de la teorfa poltica liberal. Mas bien, el feminismo-0 el sindicalismo 0 el socialismo o el antirracismo- se produce, de maneras diferentes en diferentes momentos, en puntos histérica mente especificos de contradiccién discursiva. Los movimientos politicos surgen en puntos de contradiccién dificil, a veces irre- solubles. ¥ el objeto del estudio histdrico ¢s iluminar la especi dad de esas producciones. La historia del feminismo ha sido un instrumento importante y complejo, conscientemente utilizado para los fines de la politi ‘ca feminista. Mi propésito ha sido dialogar con esa historia a fin de enfrentar una scrie de cuestiones dificiles, planteadas por los debates aparentemente interminables y con frecuencia acalora- dos, entre las feministas, sobre igualdad y diferencia. Asi como ‘ocurria con las feministas del pasado, mi pensamiento ha tomado forma en un contexto discursivo que yo no controlo por completo (GIUDADANAS PERO NO INDIVIDUOS. 225 ~¥ que otros tendrén que analizar-, pero también me he basado conscientemente en ias teorias referentes a la diferencia, la para doja y la formacién discursiva de Tos sujetos." Esas teorfas me han proporcionado una comprensién distinta de las razones de la intratabilidad de los dilemas que las feminis- tas han enfrentado y de las respuestas necesariamente paradéjicas que siguen teniendo. Pero no han resuelto, ni pueden resolver, los dilemas, ni siquiera hacerlos menos intratables. De hecho, en €1 caso del feminismo, el problema central ~igualdad contra dife- rencia~ es imposible de resolver tal como esta planteado. Pero ges posible plantearlo de otro modo? ¢Habria feminismo sin el discur- so de los derechos individuales que reprime la diferencia sexual? reo que no. Puede haber una politica feminista que explote esa tensién sin esperar resolverla de manera definitiva? Creo que si, y el objetivo de este libro ha sido sostener que las ferninistas vienen hhaciéndolo hace por lo menos dos siglos. Si mis respuestas a esas preguntas finales son todavia tentativas “creo que no”, “creo que sf" es porque intentan provocar él deba- te, no agotarlo. Bsa discusién no s6lo es necesaria para mantener un movimiento vigoroso, tanto académico como politico, sino que es inevitable, HiStéricamente, las feministas haan tenido que cenfrentar problemas que son centrales en la organizacién ideolé- ica de sus sociedades y que, por lo tanto, no suclen ser vistos ni considerados como problemas, Frente a desafios de esta enverga- dura, no hay ni puede haber una solucién segura ni tinica, de ahi Ia inevitabilidad del debate permanente. Someter nuestras propias paradojas aun escrutinio eritico cons tituye una forma de apreciar la enormidad de los problemas que Iran enfrentado las ferinistas, la creatividad con que lo han he= choy la necesidad de generar formas de pensar que no insistan en Ja resolucién de las oposiciones. Después de todo, fe el impulso con que se buscaba esa resolucién lo que hizo de la “diferencia sexual” un problema imposible de tratar para las teorias de Ia re presentacién politica. ¥ fue a través de una critica de esas teorfas, que intentaba desterrar el problema de la diferencia sexual ex- cluyendo a fas mujeres, que el feminismo encontré su inestable raz6n de ser.

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