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Resumen - Resumen sobre los videos de la serie "Baby


human"
Aprendizaje y Desarrollo Infantil I (Universidad Autónoma de Madrid)

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Descargado por John Díaz Olivera (grupoblogspot21@gmail.com)
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APRENDIZAJE Y DESARROLLO INFANTIL I.

RESUMEN DE
LOS VIDEOS DE
LA SERIE
“BABY HUMAN”

Descargado por John Díaz Olivera (grupoblogspot21@gmail.com)


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 CAPÍTULO: CAMINAR

El ser humano es el que tarda más en desarrollarse, en madurar.


Durante los primeros 18 meses se produce un periodo de cambios, experimentación y exploración en el cual
adquiere nueva información y desarrolla capacidades motrices. Estas son, por el siguiente orden: sentarse, gatear y
posteriormente ponerse de pie, dominando así los movimientos en cada etapa, los cuales le permiten pasar de una a
otra y no retroceder.

Desde que nacemos, lo hacemos programados para el movimiento humano, porque los componentes básicos del
movimiento ya están incorporados en nosotros mismos, pero la manera de desarrollarlo depende de uno mismo y
del paso del tiempo. Cada movimiento que realizamos desde bebés abre nuevas vías a nuestro cerebro y sienta las
bases para el futuro desarrollo.

Lo que nos diferencia de los animales es que nosotros al nacer no somos capaces de ponernos de pie y andar por sí
solos. De ahí que necesitemos de tiempo y varias fases para adquirirlo.

Se habla del reflejo de marcha automática (talón-dedos, alternando las piernas). Con un poco de ayuda se consigue
realizar pequeños pasos utilizando de apoyo al adulto. Este reflejo aparece para después desaparecer y meses
siguientes aparecer de nuevo (se dice que por indicaciones que manda el cerebro). Aunque si no está presente y por
ejemplo metemos al bebé en agua, vemos como se activa ese reflejo de marcha automática como consecuencia de
la reacción que lleva a cabo el bebé al verse en semejante situación.
Se han utilizado varios experimentos, uno de ellos es el que se conoce como “cinta sin fin”. Se hizo para realizar
investigaciones sobre la desaparición de este reflejo de marcha automática.
Se llegó a la conclusión de que no desaparece sino que lo que ocurre es que las piernas del bebé pesan demasiado
para que sus músculos superen esa gravedad a esa edad, y aunque el reflejo de marcha está ahí al nacer, la
capacidad de controlar ese movimiento va muy por detrás cuando somos tan pequeños.

A los dos meses una de las mejores cosas que hacen los bebés es dar patadas, las cuales simulan el reflejo de
marcha pero desde otra posición. Es una actividad importante porque estimula y refuerza los músculos del bebé.
También se han realizado experimentos con bebés para probar este reflejo, en los cuales se le atan las cuerdas de un
móvil de su cuna a las piernas. Con esto se pretende analizar el movimiento de las piernas del bebé y ver el número
de patadas que da de manera involuntaria. Cuando las da, lógicamente el móvil se mueve, esto hace relacionar al
bebé que son sus patadas las que hacen que el móvil se mueva, de que esas patadas pueden ser muy útiles y por
tanto cada vez las realiza aún más fuertes para ver el movimiento del móvil.
Así el bebé también entiende que puede dirigir el movimiento de sus piernas y que por un instante puede controlar
su entorno, lo cual le gusta, porque le hace sentirse al mando del entorno que le rodea.

A los dos meses también quiere explorar este mundo que le rodea, es por ello que tiene que intentar darse la vuelta
cuando está situado boca abajo, ya que el peso de su cabeza es mayor que el de su cuerpo y no puede mantenerla
durante mucho tiempo en alto para ojear lo que hay a su alrededor.
Con ayuda puede participar en un mundo más amplio, el cual será suyo cuando logre darse la vuelta solo, es más,
será el propio bebé quien elija a dónde quiere dirigir su mirada y el qué desea ver, pero hasta que llegue ese
momento tendrá que conformarse con esto.
Con el paso de los meses ya tienen fortalecidas algo más las piernas. Esto le permite ir girando poco a poco y por
fin darse la vuelta por sí solo. Una vez conseguido esto, el propio bebé ya puede controlar la vista y se abre un
mundo completamente nuevo donde explorar y desarrollar sus capacidades.

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El bebé humano nace también con el reflejo de agarre, lo que le permite sujetar la mano del adulto pero no soltarla.
Antes de agarrar objetos con las manos lo hace incluso con los pies porque aún no tiene desarrollada la capacidad
de movimiento de las manos ya que requieren más acciones que la de las piernas y pies.
Tiempo después adquieren la capacidad de guiar con la mirada sobre el objeto que quieren y así lo consiguen
agarrar, alargando las manos hacia adelante poniendo la mirada fija sobre lo que quiere conseguir. El propio deseo
de conseguir lo que quiere hace que descubra nuevos movimientos. Con esto la actividad cerebral se estimula cada
vez más.

Por fin se consiguen sentar, adquiriendo equilibrio con ayuda de las manos y pies. Así pueden controlar lo que ven
y se empiezan a percibir como seres algo más independientes.

Durante el proceso de adquirir la capacidad de estar en vertical aprenden el valor de la perseverancia. Cuando
logran controlar su equilibrio estando sentados, el siguiente paso es controlar ese equilibrio a la hora de intentar
coger un objeto (cabeza, brazos, ojos y piernas. Ambos deben trabajar de manera conjunta).

Una vez dominado esto, se abren nuevas experiencias para el bebé en las cuales tiene que conseguir llegar a un
objeto situado en otras zonas, en el cual pone fija su mirada en el lugar en el que se encuentra, pero ya no le sirve
únicamente con alargar la mano para agarrarlo sino que tiene que ir más allá.
Gracias al fortalecimiento de sus articulaciones y a su perseverancia por lograr descubrir cosas nuevas, consigue
averiguar el modo de llegar hasta el objeto. Esto significa que comienza a gatear y con el gateo llega el momento de
mayor independencia para los bebés.

La mayor fuerza motriz en el aprendizaje son los movimientos activos del bebé, es decir, que cuanto más tiempo
estén en movimiento por sí mismos, más rápido adquirirán la noción de altura o peso porque habrán experimentado
por ellos solos.

Posteriormente utilizan objetos de apoyo para mantenerse en vertical, lo que le permite conseguir la posición
erguida a lo largo de los meses y adquirir la posición correcta para andar. Para adquirirlo totalmente necesitan
equilibrio, al igual que pasó cuando logran sentarse.

El último paso es lograr el acto exclusivamente humano, andar. Esto ocurre cuando el bebé se ve seguro de sí
mismo y sus articulaciones están fortalecidas, lo que le permite avanzar sin apoyos y con equilibrio.
Entienden que la verdadera finalidad de andar es llegar a un sitio.

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 CAPÍTULO: PENSAR

Se pensaba que la mente de los bebés era un caos absoluto, pero nacen con la capacidad de pensar, razonar,
observar, buscar la verdad y aprender del mundo y de sí mismos..
A lo largo de su vida aprende sobre números, objetos, causa-efecto e intenciones humanas. Operan como
científicos intuitivos.

Recién nacidos, responden a una serie de estímulos que aún carecen de significado para ellos. Sin embargo, ya
están inmersos en el mundo de dar sentido a todo lo que les rodea. Sin duda, al estímulo que más responden los
bebés es al rostro humano, a pesar de que aún su vista no está desarrollada y únicamente ve un contraste de luces y
sombras.

Se llevó a cabo un experimento con un bebé de 10 meses para averiguar cómo se desarrollan los 3 primeros meses
de vida. Fue denominado “reconocer las caras” y fue realizado por Daphne Maurer en Canadá. Consistía en
colocar al bebé frente a una lámina con dos imágenes, una de ellas tenía tres puntos, los cuales representaban con
gran certeza los elementos del rostro humano, mientras que en la de la izquierda los puntos estaban invertidos. El
bebé se había fijado en la que contenía los puntos del rostro humano. Para averiguar qué es lo que le atraía
realmente de la imagen le muestran una nueva lámina con dos imágenes distintas. En una de ellas se muestra la
imagen borrosa de una cara, mientras que en el otro solo se han representado los contrastes de luces y sombras de
los rasgos del rostro humano. En este caso el bebé prefiere mirar a este último, lo que quiere decir que no son los
rasgos los que atraen la mirada del bebé, sino las zonas de contraste creadas por esos rasgos (ojos, boca y el pelo de
la persona) a pesar de que aún no sabe lo que significa.
Este experimento se realiza con un bebé de 6 semanas. A diferencia del anterior, este se fija ya en la imagen que
representa el rostro humano. Lo que ha ocurrido en estas semanas de diferencia según los investigadores es, que
creen que es el momento en el que el cerebro superior del bebé sensible a los estímulos visuales se despierta. Al
mismo tiempo otras zonas del cerebro preparan al bebé para razonar y pensar. Esto es una de las características que
diferencian al ser humano de los animales.

Alrededor de las 8 semanas el mundo que le rodea adquiere un nuevo significado. Esto sucede a que cuantas más
cosas ve el bebé más desarrolla la capacidad de pensar. A los 2 meses empieza a relacionar todo entre sí. Se
descubre que el sonido de la voz y los movimientos que la acompañan están relacionados, y es aquí cuando
comienza a asociar vista y sonido, así como también empieza a distinguir el mundo de los objetos. Se inician en el
mundo de las 3 dimensiones (ver objetos que se mueven y otros están estáticos; ver que los que se mueven pasan
por delante de los que no; ver que existen bordes que separan un objeto de otro).

Se realizan experimentos para conocer si los bebés saben o no que los objetos en el momento en que desaparecen
de su vista, siguen aún existiendo o no. Uno de ellos es “permanencia de un objeto”, en el cual se sitúa al bebé
frente a un objeto tapado, después aparece por un lado y desaparece para aparecer en el otro. Tras varias
repeticiones el bebé sigue con la mirada el objeto, lo que da a entender que lo tiene en mente. Después se realiza lo
mismo pero con dos columnas separadas. El objeto aparece por una y el bebé espera que desaparezca por la misma
para aparecer de nuevo ahí, pero resulta que aparece por la otra, lo que hace que se quede confuso con la acción.
Esto quiere decir que sabe que sabe que están los objetos a pesar de no verse, incluso que permanecen en el tiempo.

Por otro lado, una vez adquirida la permanencia del objeto, los bebés tienen que ser capaces de buscar un objeto
oculto. Esto se adquiere una vez el bebé lleva a cabo una serie de fases. En primer lugar, retener la imagen del
objeto mientras desaparece; planificar dónde debe poner las manos para encontrarlo; poner en práctica su habilidad
para alcanzarlo; y por último organizarse, ya que el bebé es muy dado a perder el interés si encuentra otra
distracción. A los 8 meses ya es capaz de encontrar un objeto que se le muestre a pesar de ser tapado por otro.

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A medida que el bebé va descubriendo el mundo, empieza a formar categorías como debajo, delante, detrás y
dentro, y las aprenden de una en una. Al principio observando, pero posteriormente a través de la experimentación.
Cuando se enfrentan a más de una a la vez, como es el caso del experimento que se realizó denominado “ doble
obstrucción”, en el cual se ve que a los 9 meses aún no son capaces de unir dos leyes (no quiere decir que no las
entienda por separado), ya que se desliza por una rampa una pelota, la cual sigue con la mirada el bebé adivinando
perfectamente de qué lado va a caer. Pero cuando se juntan una barrera que impide que ruede más y una lámina en
frente del bebé que no permite ver más allá de ella, al lanzar la pelota el bebé sabe dónde cae pero al tener la
pantalla en frente reacciona desconcertada sin saber dónde buscar ya que algo se lo impide.

Posteriormente tienen que clasificar esas leyes en categorías. La habilidad para las matemáticas comienza según los
investigadores sobre los 6 meses, cuando se considera que los bebés pueden tener un concepto rudimentario de los
números.

Mediante los números y la acción de contar, los humanos organizan sus pensamientos sobre el mundo que les
rodea; clasificar y formar categorías ayuda también a este desarrollo.

Por otro lado, los seres humanos utilizamos herramientas con las manos. Una de las primeras es la cuchara, aunque
al principio cuesta un poco dominarla. Llevarse la comida a la boca es un proceso complicado, de ahí que no
extrañe el que se manchen tanto. Cuando ven dificultades, utilizan las manos, lo que les permite coger los trocitos
más pequeños.
Como digo, la cuchara es un elemento importante, de ahí que se realice un estudio sobre cómo va aprendiendo a
usarla el bebé. Se le denominó como su propio nombre indica “la cuchara”, y consistió en cambiar la orientación
de la cuchara en cada intento (una vez con el mango hacia la derecha y otra hacia la izquierda). Aquí se ve la
preferencia por la mano dominante, ya que en función de la orientación de la cuchara, es capaz de cogerla con
mayor o menor problema.

A los 18 meses ya son capaces de utilizar las herramientas que le rodean para resolver muchos de sus problemas
cotidianos, como por ejemplo usar una banqueta de plástico para alzarse por encima de la mesa y llegar a ella.

A muy corta edad el bebé entiende perfectamente los objetos. A los 18 meses suben y bajan las escaleras mientras
se agarran a algo firme ya que les da seguridad.

En esta edad también se enfrentan a entender a los demás, saben sus propias intenciones pero no conocen las de los
demás. Para averiguar en qué momento del desarrollo del bebé, entiende qué prefieren los demás, se hizo un
experimento en el cual se le daba a elegir al bebé dos comidas y elige una. Después el adulto le muestra lo que
prefiere él, que es lo contrario a su elección. A continuación el adulto le pide al niño/a que le ofrezca un poco de la
comida, no le dice cual, simplemente le muestra la bandeja con las dos comidas y extiende la mano. La respuesta
del niño es darle lo que él prefería, a pesar de haber visto que el adulto escogía lo contrario.
Sin embargo, al realizarse con un niño de un par de meses más, la respuesta obtenida es contraria, es decir, sí
entiende que puedan discrepar en gustos. Por tanto, el paso del tiempo entre uno y otro hace que adquiera la
capacidad de entender a los demás.
A los 2 años exploran el mundo de los sentidos, aprenden sobre los demás y se esfuerzan por entenderles y pueden
desarrollar sus propias capacidades creativas. Se plantean las grandes preguntas que rondan a todo ser humano
durante su existencia: ¿quién soy? ¿cómo se que existo?. Esto aumenta su entendimiento y les conducen a descubrir
los secretos del mundo. Es lo que se conoce como “consciencia”, lo cual explorará durante el resto de su vida.

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 CAPÍTULO: HABLAR

De todos los seres vivos solo uno tiene la capacidad de comunicarse mediante la palabra, y ese es el bebé humano.
De ahí que se diga que nacemos para hablar.

Los dos primeros años son un viaje lleno de exploración y alegría, pero incluso antes de poder pronunciar una
palabra, el bebé ya se entretiene a través de la experimentación que lleva a cabo con su comunicación, mediante
ruidos, balbuceos, gestos… Es decir, escuchar e imitar hasta que por fin domine la capacidad de articular palabras
completas.

El proceso de aprendizaje de la adquisición del habla comienza mucho antes de que el bebé llegue al mundo. El
feto experimenta todo tipo de sensaciones en el útero de la madre bajo un entorno idóneo en el cual desarrolla el
sentido del oído. Esto le permite estar en contacto con la lengua a pesar de aún no estar en el mundo y por supuesto
de no dominarla. A las 24 semanas el oído interno del feto se ha desarrollado y ya puede oír sonidos, como por
ejemplo el sonido del latido del corazón de la madre y los sonidos del mundo exterior, incluso el más fuerte de
todos y hasta la voz de la madre.

En los meses siguientes el feto se familiariza con las voces de ambos progenitores y esto es el principio de una
comunicación constante entre el bebé y el mundo exterior. El bebé llega al mundo preparado para comunicarse y al
principio la mejor forma es llorar, y con ello obtiene una respuesta inmediata. Llorar es un acto involuntario que
muestra angustia. El bebé todavía no puede emitir otros sonidos debido al tamaño tan pequeño de su boca, la
lengua grande y a esta edad su laringe está muy arriba para evitar que se ahogue, pero aunque los lloros son
involuntarios su madre responde. Es la primera forma para los bebés de saber que los sonidos que emiten son un
medio de comunicación y que cuando lloran alguien les escucha. La voz de la madre les tranquiliza de inmediato.

La investigación muestra que desde los primeros días de vida los bebés prefieren la voz humana a cualquier otro
sonido, pero lo sorprendente es lo habituados que están al lenguaje.

Se realizó un experimento a cargo de Darwin Muir llamado “cara inmóvil” en el que la madre se sienta frente a su
hijo y le habla. El bebé atiende y sonríe pero cuando la madre deja su cara inmóvil el bebé emite todos los sonidos
posibles en busca de comunicarse con la madre y cuando ve que no obtiene respuesta se siente frustrado. Se
concluyó que la razón por la que el bebé se disgustaba era porque la madre había roto el canal de comunicación sin
avisar.

En el experimento llamado “cara al revés” en el cual el bebé se sienta delante de una televisión en la cual se
proyecta la imagen de la madre. Mientras ésta mantiene comunicación con el bebé, éste sonríe, pero de repente la
imagen se da la vuelta y queda boca abajo la cara de la madre, lo que provoca en el bebé que deje de sonreír y se
impacienta, porque ya no reconoce la cara de la madre.

Otro de los tres experimentos realizados se denomina “cara alegre-triste” y consiste en poner al bebé junto al
televisor y proyectar una imagen alegre con voz alegre, lo que hace que el bebé sonría, después la cara que ve en la
pantalla cambia y pasa a ser triste con una voz triste también, lo que hace al bebé dejar de sonreír. A continuación
la cara que ve muestra alegría pero va acompañada por una voz triste, lo cual desconcierta al bebé. Se concluyó de
que a una edad muy temprana las emociones se expresan con la cara y la voz y que ambas deben mostrar el mismo
estado de ánimo.

El último experimento se llama “mirada fija”, el cual consiste en mantener la mirada fija con el bebé, pero después
cambia la mirada únicamente. El bebé hace todo por llamar la atención de la madre pero al ver que no es así se
enfada. Se concluyó que algo tan pequeño como los ojos juega un papel fundamental.

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Hay que tener en cuenta que el bebé tiene una capacidad innata asombrosa para aprender cualquier idioma, de
hecho se convierten en especialistas en un idioma vinculado a una cultura concreta. Para conocer el motivo de ello,
se llevó a cabo un experimento con un bebé de 6 meses a manos de Janet Werken denominado “ba-dá”. Consiste
en colocar al bebé delante de un juguete colorido para llamar su atención mientras de fondo se escucha dos sonidos
en una cinta, uno es “ba” y el otro es “da”. Cuando suena el segundo, aparece un conejito iluminado y cuando
suena el primero desaparece. Posteriormente cuando vuelve a sonar el segundo, incluso antes de que se ilumine el
conejito, el bebé ya gira la mirada hacia donde está situado. Esto significa que empieza a asociar los sonidos con
los objetos que le rodean y a distinguirlos, de ahí que se diga que a esta edad de 6 meses sea un oyente universal.

Este mismo experimento se realiza con un bebé de 10 meses el cual nunca ha oído hablar en el idioma que ponen
los sonidos “ba-da”. De ahí que al escucharlos muestre más interés por el juguete que por ellos. Esto llevó a la
conclusión de que a los 10 meses el bebé deja de ser el oyente universal y ya no diferencia todos los sonidos que se
le muestran.

No es que pierda su capacidad de distinguir sonidos de otro idioma, sino que el cerebro va clasificando el caótico
mundo de los sonidos y selecciona los de su idioma, comienza a filtrar sonidos que el bebé no escucha en su
entorno. Esto hace que el bebé sea incapaz de distinguir sonidos de otros idiomas.

Según un experimento que realiza Patricia Kuhl llamado “exposición al mandarín”, se leen a niños entre 9 y 10
meses cuentos en Mandarín, y aunque nunca halla escuchado este idioma, se mantiene atento sin perder detalle.
Unas sesiones después realiza de nuevo el experimento y permite ver que al haber escuchado Mandarín durante el
período sensible del bebé, que es cuando la mayoría de los cerebros de los niños empieza a filtrar sonidos que
forman parte de su lengua materna, un niño que crece con más de un idioma puede aprender los sonidos de ambas
lenguas, pero es la capacidad para producir sonidos lo que estimula la siguiente etapa hasta llegar al habla.

Se habla también sobre la manera y tono que tenemos los adultos para comunicarnos con los bebés. Esto es lo que
se conoce como “habla infantil o idioma infantil”. Se caracteriza fundamentalmente por el uso de un tono cantarín,
la voz más aguda y también por el uso de oraciones reducidas a frases cortas.

Al exagerar su madre las palabras alargando las vocales, el bebé de 5 meses va haciéndose un mapa acústico de su
idioma materno y, repitiendo las palabras, su madre ayuda al bebé a aprenderlas enfatizando las más importantes
que tienen significado. A los 9 meses se produce el balbuceo, en el cual tiene lugar la asociación de sonidos y boca,
que es cuando la madre pronuncia su nombre y el bebé escucha y comprende. La imitación y la repetición son la
clave para aprender un idioma. Señalar representa un gran paso mental para el bebé, y sobre todo para los niños con
problemas de audición, el acto de señalar va estrechamente unido a la comunicación. Esto se conoce como
“lenguaje de signos”.

A los 12 meses han aprendido a interpretar expresiones faciales y gestos. Y después del año se lleva a cabo la
pronunciación de palabras completas. Alrededor de los 18 meses el niño cuenta con un vocabulario activo entre 50
y 100 palabras pero entienden mucho más de lo que saben decir. Casi el 70% de las palabras son nombres de cosas
que conocen de su vida diaria. Asocian sonidos con palabras y luego con significados. Después tiene lugar la
explosión del lenguaje, que es la forma decisiva para aprender los nombres que tienen las cosas. Luego, mencionan
mini frases de dos palabras aisladas. La imaginación florece cuando el lenguaje llega a los juegos, su mundo
interior se vuelve visible.

Por último, a los 24 meses suelen usar unas 300 palabras aproximadamente y entienden unas 1000.

Se da el momento crítico para aprender un idioma y a la hora de acostarse es cuando los niños ponen en práctica lo
aprendido durante el día repitiéndolo antes de dormir. Aquí se da la relación Sonido – Balbucear – Articular.

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 CAPÍTULO: SENTIR.

De todos los seres vivos, solo una especie tiene la capacidad de expresar sentimientos, y esta es la especie humana.
Durante los 2 primeros años de vida se experimenta una especie de montaña rusa con las emociones, de las cuales
destacan la sorpresa, la ira, la alegría o la frustración entre otras, y posteriormente se experimentan otras que son
más complejas como es el caso de la vergüenza y el orgullo. Dependiendo del temperamento que posea cada niño y
de la ayuda que reciba por parte de los que le rodean, se enfrentará a cada una de estas emociones de una
determinada manera o de otra.

Las expresiones que refleja un recién nacido se limitan a gruñidos y caras involuntarias que pone. Pese a que sus
sentidos a esta edad son confusos y la comunicación entre ambas es simple, responde a las caricias de la madre y
disfruta de ellas.

En el primer mes de vida del bebé, una sonrisa es solo un acto reflejo aunque los padres quieran que responda
inmediatamente a sus estímulos, a esta corta edad la sonrisa nace de forma inconsciente. Con el paso del tiempo, el
bebé podrá sentir y expresar una amplia gama de emociones que durante su vida irá perfeccionando poco a poco. El
primer contacto con la forma de expresar y sentir se establece con la madre, sobre todo al sentirse seguro y querido
por ella.

Poco después del primer mes, el bebé empieza a esbozar una leve sonrisa, sobre todo si se está divirtiendo con las
figuras de apego, lo cual hace que el adulto se vea atraído por él e interactúe con él más aún. Las primeras
interacciones del bebé con personas de su entorno queridas son muy importantes para que aprenda a sonreír y que
se lleve a cabo un desarrollo emocional saludable, ya que si no existiese esa figura cercana con quien entablar
relación, el bebé tardaría mucho más tiempo en sonreír.

A los tres meses hay un cambio en el desarrollo del bebé puesto que ya se desenvuelven mejor a la hora de
expresarse, digamos que ya están más adaptados al mundo. Empieza a usar los gritos y ruidos como medio de
expresión. También a esta edad aparece lo que se conoce como “sonrisa social”, con las comisuras hacia arriba y
una arruga alrededor de los ojos. Este tipo de sonrisa es una especie de invitación al juego que le hace el bebé al
adulto, una respuesta a sus actos. Es una nueva etapa tanto para el bebé como para la madre, lo que favorecerá
también la socialización del niño. Es el momento de que el bebé conozca nuevos entornos y para ello hay que
sacarle más de paseo o realizar visitas donde el niño interactúe de algún modo con lo que le rodea.

Una investigación muestra que incluso un niño de tres meses tiene un repertorio de emociones limitado pero único.
Para ello se llevó a cabo una experimentación donde los investigadores querían saber cuáles son las primeras
emociones que puede expresar el bebé. En este experimento, se coloca al bebé sentado en frente de una pantalla y
en su muñeca atada una cinta que conduce a ese monitor. Si el bebé tira de la cinta enciende la pantalla y aparece
algo interesante. Al principio el bebé ignora la imagen que se muestra en la pantalla pero en seguida lo ve y se da
cuenta de que es él quien controla todo y sigue tirando de la cinta. A continuación los investigadores separan la
cinta del monitor. El bebé tira y no ocurre nada, por lo que expresa su sentimiento de frustración.
La investigación permite saber que a la edad de tres meses el bebé ya expresa emociones como la sorpresa, la ira o
la frustración, las cuales se irán fatizando según crezca.

A los cuatro meses, pese a que el vocabulario emocional es muy limitado, no hay problemas para que el bebé
exprese sus sentimientos. Hay distintos tipos de llanto dado que el bebé tiene que llorar porque es la única forma
que tiene de comunicar sus distintos estados de ánimo (hambre, cansancio…). El llanto de angustia es muy
característico a esta edad. Las madres a su vez, se acostumbran al llanto de sus hijos y saben cómo responder a esas
necesidades.

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El bebé llega al mundo con la capacidad de expresar y sentir muchas emociones, al principio su repertorio se limita
a las emociones básicas de alegría, sorpresa, frustración e ira. A una corta edad ya saben reconocer emociones en
otros, cada interacción con el mundo exterior obtiene una respuesta emocional pero no todos los niños reaccionan
igual. Los psicólogos están muy convencidos de que la naturaleza de la respuesta emocional dependen de un
aspecto básico del carácter del bebé.
Las emociones son el primer lenguaje de la infancia, el primer lenguaje con el que padres e hijos se comunican
antes de que el bebé hable, pero la intensidad de esas emociones depende de la naturaleza de cada bebé.

Para saber a qué edad los niños pueden entender las emociones de otros y si la de los padres son más fáciles de
interpretar que las de los otros, se llevó a cabo una investigación cuyo nombre es “reconocer emociones”. En ella
colocan a los bebés frente a dos pantallas, se les muestra una serie de hombres y mujeres, algunos son sus padres y
otros desconocidos. En un monitor la expresión es alegre y en el otro es triste. Por el altavoz el bebé escucha una
voz alegre o triste. Uno de los bebés con el que se realizó esta investigación tenía doce semanas, al principio miraba
de un lado hacia el otro cuando sonaba una voz alegre de su madre, pero finalmente fija su mirada sobre el monitor
que contiene la cara alegre de su madre y esboza una sonrisa, lo cual quiere decir que sí es capaz de reconocer las
emociones en el rostro. Sin embargo con su padre no es capaz de asociar la cara con la voz.
A las quince semanas pasa lo mismo, con la diferencia de que al mostrarle otra cara que no es conocida sí que sabe
interpretar esa emoción aunque no se trate de su madre.
En torno a los dieciocho semanas sí que relacionan la voz triste de su padre con su cara. Esto llevó a que los
investigadores concluyeran que el bebé aprende a interpretar las emociones de su madre alrededor de las doce
semanas, mientras que las de otras mujeres unas semanas después, y las de su padre y otros hombres mucho tiempo
después. Creen que puede deberse a que las mujeres expresan emociones de forma más clara que los hombres.

El carácter del bebé influye mucho en la intensidad con la que transmiten sus emociones. No a todos los niños les
atraen las mismas cosas ni muestran el mismo interés por ellas, de ahí que frente a una misma situación, diferentes
bebés reaccionen de maneras completamente opuestas o distintas. Los investigadores concluyeron que únicamente
cuando el bebé es consciente de sus logros y fracasos aparecen las emociones del orgullo y la vergüenza.

A modo de resumen se podría concluir diciendo que el viaje emocional del bebé comienza en los primeros
momentos de vida y dura toda ella. La evolución de ese viaje tiene mucho que ver con lo que le rodea. Los
investigadores han concluido diciendo que cada niño llega al mundo con un carácter propio pero el temperamento
no es un destino, sino que también entra en juego la forma en que un adulto ayuda a un niño a superar momentos
difíciles le enseña a enfrentarse a las dificultades.
A los dieciocho meses aproximadamente el bebé se reconoce por primera vez y aparecen emociones más complejas
como la vergüenza, el bochorno y el orgullo, las cuales se añaden a las ya nombradas anteriormente junto con el
amor, sentimiento fundamental y el más importante de todos que se da durante toda su vida.

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 CAPÍTULO: RELACIONARSE

El bebé humano llega a un mundo de interacción social.


Los primeros afectos sientan las bases de las futuras relaciones, desde la amistad hasta la intimidad del amor, pero
para integrarse en el mundo social hay que cumplir una serie de requisitos como el compartir vínculos emocionales,
la cooperación, desarrollar un sentido de individualidad así como aprender a ser varón o hembra.

El bebé no nace en solitario sino que desde el momento de su nacimiento forma ya parte de la raza humana y la
finalidad en su vida es encontrar su sitio en ella. No es un camino fácil porque para lograrlo tendrá que conocerse,
cooperar y desenvolverse en los conflictos, pero no lo hará solo, le guiarán aquellos que quiere y en quienes confía.
La primera persona que guiará este proceso será su madre, quien ejerce una fuerte protección sobre el bebé tan solo
con una muestra de cariño como puede ser el abrazo para transmitirle esa confianza, lo cual crea el vínculo afectivo
entre madre e hijo y provoca que el bebé de el primer paso para relacionarse con otros.
El bebé también se vincula con toda aquella persona que responda a sus necesidades de forma regular.
Uno de los momentos que permite entablar esa relación y ese vínculo afectivo es el baño del bebé, en el que se los
padres disfrutan del pequeño mientras le hablan y es algo tan íntimo que comparten juntos que esos cuidados
refuerzan el vínculo. Estos vínculos con personas adultas a quien quiere le permite al bebé que a lo largo de su vida
cree relaciones sociales sanas y consiga ser un ser social feliz.

Se ha llevado a cabo un estudio entre madre e hijo/a para saber hasta qué punto el vínculo está relacionado con lo
que los investigadores han llamado “sincronicidad”. Ambos están conectados a una máquina de electro
encefalogramas que controlará si muestran la misma respuesta ante un estímulo emocional. La música es un
estímulo que desde antes de nacer ya produce en el bebé una reacción emocional a ella. El primer fragmento
mostrado es de Vivaldi, de la cual se ha demostrado que causa alegría en la mayoría de adultos. Cuando los
investigadores analizan el ritmo cardíaco y la actividad eléctrica ven que el bebé refleja la misma respuesta que su
madre ante la música. El siguiente fragmento es de Pedro y el Lobo que en principio despierta la sensación de
miedo. Se muestra también el mismo nivel de intensidad ante ese estímulo y aunque el bebé muestra más emoción
que la madre, la intensidad de su respuesta es la misma, lo cual significa que hay sincronicidad entre ellas, que a su
vez predice que existe un buen vínculo entre ambas, lo que favorecerá a que el bebé tenga una vida social sana
cuando crezca.

A los ocho meses el bebé está vinculado a su madre pero todo cambia puesto que aparece un nuevo repertorio en el
bebé, lo que se conoce como “ansiedad por separación” y es una reacción que surge en todos los niños en torno a
esta edad y son un síntoma del desarrollo que llega con el gateo. Hay momentos en los que la madre desea tomarse
un tiempo para sí misma y estar sola y el bebé no la deja, quiere acapararla. Durante los siguientes meses, se
volverá más independiente gracias al gateo y tendrá miedo de perder a su madre. A esta edad tienen un sentido
limitado del tiempo y la memoria, no sabe cuándo, ni siquiera si la madre volverá.

Para averiguar cuánto tiempo dura la ansiedad por separación, a qué edad desaparece y cuáles son los síntomas de
un vínculo insano, los investigadores llevaron a cabo un experimento con una niña de 14 meses cuya finalidad fue
reactivar su comportamiento afectivo a través de una serie de encuentros y desencuentros. A esta edad las personas
desconocidas ponen nervioso al bebé, de ahí que la niña no estuviera cómoda con la presencia de la investigadora,
aunque poco a poco fue jugando con ella. En la segunda fase de la investigación la madre debe salir de la
habitación, lo que produce en la niña que la siga con la mirada e intente alcanzarla pero al no conseguirlo llore y no
se deje ser consolado por nadie. Sin embargo esto mismo se realiza con un niño de 17 meses y se ve que a
diferencia del anterior, ha superado esa ansiedad por separación, aunque cuando le dejan solo en el cuarto se enfada
puesto que se ve abandonado.

Descargado por John Díaz Olivera (grupoblogspot21@gmail.com)


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Por otro lado, mientras que estudiaban si los niños comprendían el concepto de la escala, los investigadores
descubrieron un fenómeno importante que implicaba la conciencia de uno mismo, un paso clave para convertirse en
un ser social. Para ello llevan a una niña de dos años y medio a jugar en una habitación llena de juguetes grandes. A
esta edad tiene ya conciencia de sí misma y toca todos los juguetes. Los investigadores querían saber qué pasaría si
le cambiaran los juguetes de tamaño real por unos idénticos pero en miniatura y cómo se relacionaría con ellos. A
continuación la niña se da cuenta de que hay algo distinto, pero esto no influye en su trato con los juguetes. Un
ejemplo claro es que ignorando el tamaño del coche intenta meterse dentro.
Se concluyó que a esta edad el sentido de la escala del bebé es tan frágil que a veces sus emociones anulan la
percepción de sí mismos, pero la de su “yo físico” incluye uno de los aspectos más importantes de convertirse en
un ser social, y ese es el género.

A la mitad del segundo año de vida reconoce quién es, lo cual es un paso fundamental para aprender a vivir con los
demás. Con la conciencia de sí mismo tiene lugar el mundo del género. Conocer si eres chico o chica forma parte
del ámbito del quién eres. Para saber a qué edad perciben los niños si son varón o hembra se realizó un experimento
en el que al bebé se le ponía un sonido con voz femenina y se le mostraban dos imágenes, una de un hombre y otra
de una mujer. Querían saber a cuál de ellas miraría y resultó ser que el bebé asociaba ambas voces con sus caras.
De ahí que se concluyera con que a los 9 meses en bebé ya sabe que hay dos géneros distintos.

Por otro lado hay que destacar que aprender a controlar los impulsos vitales para la socialización es importantísimo
junto con el autocontrol de comportamientos del bebé. Los investigadores han concluido diciendo que el
autocontrol aparece en edades distintas y depende también de la madurez de cada uno, pero el género también
interviene. Las niñas aprenden a autocontrolarse antes que los niños.

La cooperación intencionada es una habilidad social única de los seres humanos que se desarrolla profundamente a
los 24 meses y en la que se logra un entendimiento de algunos principios fundamentales que hacen que la sociedad
funcione. Aprender a relacionarse con otra persona es el primer paso para convertirse en un ser social. A los 3 años
participar en el círculo social es más fácil.

Se podría concluir diciendo que al bebé le encanta ser bondadoso con la madre, para devolverle en parte los
cuidados que ella mostró por él de pequeño. Así como también le gusta compartir tareas adultas con los
progenitores, y así aprenden en el hogar el valor del compañerismo y trabajo en equipo.

Descargado por John Díaz Olivera (grupoblogspot21@gmail.com)

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