Está en la página 1de 2

REPÚBLICA DE WEIMAR (ALEMANIA)

La República de Weimar  fue el régimen político y el periodo histórico que tuvo lugar
en Alemania tras su derrota, al término de la Primera Guerra Mundial y se extendió entre los
años 1919 y 1933. El nombre de República de Weimar procede de la ciudad homónima, Weimar,
donde se reunió la Asamblea Nacional constituyente y se proclamó la nueva constitución en  1919.
Luego, en 1933, la República de Weimar concluye, tras el triunfo de Adolf Hitler y las reformas
llevadas a cabo por los nacionalsocialistas que instauraron una dictadura totalitaria, el llamado
Tercer Reich.

Tras la derrota sufrida por Alemania durante la Primera Guerra Mundial, extinto el imperio y


sumida la nación germana en una terrible crisis económica, todavía tendría que enfrentar enormes
cambios sociales y políticos durante los primeros años del siglo XX.

En noviembre de 1918, Guillermo II, emperador de Alemania se vio obligado a abdicar dejando
sin liderazgo a una golpeada nación. Dos meses después, en la ciudad de Weimar, tuvo lugar una
asamblea nacional constituyente para celebrar elecciones, en las que se decidió, perdido el
imperio; fundar la República de Weimar, con la idea de constituir la primera democracia
parlamentaria germana. En febrero, la asamblea eligió a Friedrich Ebert para ocupar el cargo de
presidente de la república.

La naciente república estuvo constituida por una mayoría parlamentaria de tendencia


socialdemócrata, con presencia del Partido Democrático Alemán y el Partido Centralista. Con todo,
la república de Weimar era una nación muy frágil en términos políticos, enfrentándose a
grandes dificultades económicas propias de una posguerra.

Pese a ser, de manera oficial, una democracia, la república de Weimar heredó las viejas formas
monárquicas, tal es así que, el cargo del gobernante era: Presidente del Imperio (Reich) con
facultades propias de un emperador. Con todo, la joven república estaba condenada al fracaso
cuando, medio año después, tuvo que enfrentar la firma del Tratado de Versalles.

Tras la firma del tratado, Alemania se vio restringida en todo sentido, con buena parte de sus
territorios perdidos, deudas de guerra y estrictas prohibiciones respecto a su política exterior.
Todo ello contribuyó a exacerbar el espíritu nacionalista de los alemanes que se sentían
humillados tras la firma de dichos acuerdos.

En 1925, la situación cambió y Alemania, ya más recuperada en el plano económico, comenzó a


ser tratada de manera igualitaria en el campo de la política internacional. En  1926, la república de
Weimar fue aceptada como miembro de la Sociedad de las Naciones, antecesora de la actual ONU.
Esta década fue particularmente brillante para la república: las artes, la ciencia y la cultura
alcanzaron un punto altísimo.

Estados Unidos había a apoyado financieramente la reconstrucción alemana durante los años


veinte, pero esta ayuda llegó a su fin cuando en 1929 Norteamérica vivió una de las peores crisis
económicas de su historia (El Crack del ´29). El golpe repercutió en el mundo y particularmente en
la frágil república de Weimar.
Los años del fin se acercaban: en marzo de 1930, los del partido socialdemócrata, encabezaron
el último gobierno mayoritario y tuvieron una disputa con los demás partidos, que no lograban
llegar a acuerdos en temas de empleo. Estos desacuerdos fueron la causa del desmoronamiento
político. Tras la ruptura de la unión partidista, le sucedió en el poder un gobierno burgués que
sostuvo en el poder al mariscal Paul von Hindenburg, como presidente del Reich.

En septiembre de 1930, el  parlamento tuvo elecciones y sorpresivamente el partido


nacionalsocialista  fue uno de los que más votaciones obtuvieron. Su guía, un oscuro pero
carismático líder llamado Adolf Hitler se había popularizado atrayendo las simpatías de la clase
trabajadora y cierta ala burguesa a la que le gustaban sus radicalismos de derecha. Hitler se
presentó a sí mismo y a su partido, como la única alternativa a los “peligros” del marxismo.

La estrategia tendría resultados: en las votaciones de 1932, los nazis obtuvieron la mayoría en el


Parlamento y el ala conservadora logró convencer a Hindenburg, segundo presidente de la
República, de darle la cancillería al ya políticamente poderoso Hitler. Heindenburg cedió,
creyendo que con un parlamento multipartidista, Hitler estaría controlado. El 30 de enero de
1933 se nombró cancillera a Hitler, quien al poco tiempo cambió su título por el Führer
(conductor) del Tercer Imperio, acabando con la efímera República de Weimar.

También podría gustarte