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Marcos Novaro Historia de la Argentina 1955-2010 Kl are SS7Si > iglo veintiano editores argentina, sa. Gittcmala 4824 (craaqnur), Buenos Airs, Argentina ial veinthino editores, ea. doeNe Catolaet Agua a8, Delogacin Capoacén (04310), DE MEiCo “igle weintuno de eepahe ediores, 23. 7 Seteor Forests" Iy Tres Cantos (28760), Madi, Espana BacuNowo Thon de la Argentina, 1958-2010, - 1a ed.~Buenos Ares: Siglo Veintiane Raltores, 2010. Bie prsageib cm. (Bibliotecs Bésica de Historia /dirgida por Ehithtberte Romero) ISBN 978-987-520 1449 1 Historia Argentina. Tule cop of aicign a cuidado de Vamila Sevilla y Teresa Arjon © 2010, Sig Veintiuno Bditores SA. Disefio de colecein:tholén kant isoiio de euberta: Peter Tebbes seas 978-087-629-244-5 Impreso en Gralinor // Lamadsia 1576, Villa Balleter, fnelmes de noviembre de 2010 Hecho el depOsito que marca Is Ley 13.723 Imprese en Augeatina // Made in Argentiaa indice Intradueetén 4. La Revolucién Libertadora: el fracaso de la restauracién conservadora Untegrar o erecicar al percnismo? ¢Restablecer a orden social o Ia tbertad poltica? Dos rasgoe persistontec:igualdad social yoris de loitnides poltica, Lo que si camblé con la Libertador crs del estado y polaizacion de clases. La accion do la Resistencia y la reorganizaciin Gel sinccalomo, Las técticas de Perén y el racaso de l2 Consttuyents. La causa decisva del racasorla cision cel rackeaiome 2, Frondizi, entre la proscripeién y la integracién Elentusiasmo desarolista y los “factores de poder". Logros ‘econdmicosy asedio polio. Los compieos efectos sociales dels ‘modernizaclon: ios ojecutvos”y "es vila”. La cada ce Fron yo gobierno de deed Maria Guido 3. Arturo Ilia: un gobierno moderado en la escena de la revolucién Una tregue demasiado rig. a en funciones: una nueva version de polticas conocides. La lucha de ideas y el nuevo rol de la). La dota de Vandor y ol gobbe 4, La Revolucién Argentina: de la suma del poder ala impotencia COngania yal tempo econdenico, Levingstony e tempo soda Flaca y violencia, Lanusoe y tempo potion: un intent tarco do ccontener la reweita 13 29 5. De la “primavera de los pueblos” al imperio del terror La organizaci6n armada Montoneros y la Tendencla Revolu- clonaria del peronismo ocuparon durante et corto gobierno de Cémpora el centro de ia escena politica. Pero con el retiro de los militares a los cuarteles, se habia impuesto una nueva ley Ge hierro: las disputas de poder se resolverian de allf]en mas en el seno del peronisme, lo que en el contexte de debilidad ins- titucional imperante implicaba la puja violenta entre fae faccio- nes contrapuestas de! movimiento. En 1974, la muerte de Perén agravaria enormemente el vacio de poder, la pérdida de controt ‘sobre la economia y el choque de las fuerzas en pugna. V la pro- sidencia de Isabel s6lo aceleraria esta descomposicion de las Instituciones democriticas, con su aval explicito al terrorismo de ultracerecha y cada vez mas duros planes de ajuste, que de todos modos estuvieron lejos de contener la puja distributiva y Ja Inflaci6n. En este contoxto, mientras las guerrillas retomaban la accién armada creyendo que con ello podrian reabrir el pro- ceso revolucionario, los militares, contra lo que se habia pen- sado sélo tres afios atras, serian llamados por gran parte de la sociedad a ojercer una vez mas el poder y restablecer el orden Tarea que encararian las tres fuerzas con planes represivos ¥ refundacionales mucho mas ambiciosos que todos los intents dos hasta entonces. “Campora al gobierno, Perén al poder" (CAmpora se impuso en las elecciones con el 49.5% de los votos. Balbin, que ocup6 el segundo puesto con sélo el 21%, renunc ala segunda vuelta, Fue la gota que faltaba para que la salida electoral se convirtiera en una derrora absoluta para Lanusse y las Puerzas Ar- ‘madas. El Frente Justicialista de Liberacién con que el peronismo con- +120 Hotora 32 la Argentina, 1955-2010 currié a las urnas (reunfa al Movimiento de Integracién y Desarrollo de Frondizi, a los conservadores populares y a algunos democristianos y socialistas) no habfa levantado un programa revolucionario. Pero los discursos de Campora si lo hicieron, anticipando la entronizacion de un “poder popular” y ein de la opresién “mnilitar oligarquica”. En ea campajia tuvieron un protagonismo central la Juventud Peronista y la ‘organizacién Montoneros. Y ésta terminé de convertirse en un fend- meno de masas durante su transcurso: miles de jOvenes se agolparon bajo sus banderas en los actos piblicos y firmaron las fichas de afilia- cién con las que intentaria tallar en Ja interna del PJ. El poder que habla permitido al peronismo retomar el gobierno tras diecisiete aiios de proscripei6n, decia Montoneros, era el de la movilizacion popular canalizada y conducida por la guerrilla, Héctor Campore saluda e la muittud desde el balcén de la Casa de Gobierno, si dia de su asuncién, 25 de Mayo de 1978. Presidencia do la Nacion, Dela “primavera de los puss" limpatio ds teror 121 Eldia de la asunci6n, el 25 de mayo, esos miles de simpatizantes movili- zados humillaron a los militares en las callesy exigieron la liberacion de Jos presos politicos en una demostracién de fuerza que, al dia siguiente, fue legalizada por el Congreso cuando todas las bancadas votaron una amanistia irrestricta. En Ia asunci6n, la presencia de Salvador Allende, presidente chileno por el Frente Popular, y de su par cubano, parecié ratificar gue el peronismo gobernaria contra el orden constituido. Las urnas arrojaron otras lecciones: desde el llano, el peronismo ha- bia recuperacio la mayorta electoral que disfrutara en sus aos dorados, ¥, contra lo previsto, Ia extincién del desarrollismo (que, obligado a abandonar Ia sigla UCRI, se habia dividido en el MID y el Partido In- transigente) no beneficié a Ja UCR balbinista, que sumé menos votos gue antes de 1955 y no obtuvo ninguna gobernacién, sino a la fuerza hasta entonces proscripta. En suma, el escrutinio probs que s6lo Pe- r6n podia darle legitimidad electoral al ejercicio del gobierno. Aunque PrUnlo se veria que exw nu alcanicalss, y nunca habia aleanzado, para conquistar la democracia. La victoria del peronismo fue tan demoledora que impuso una nue- va ley de hierro a las disputas de poder: a partir de entonces, elas se resolverian en su seno, lo que, a falta de reglas de juego y consensos internos, significaba: en Ia puja abierta entre sus facciones. Cémpora fue rebasado por esta puja desde la puesta en fanciones de su gestion: el gabinete se integré de forma mas 6 menos equilibrada, con un buen niimero de peronistas tradicionales sin poder propio, los sindicatos re- dluidos en el Ministerio de Trabajo, Lopez Rega en Bienestar Social y la Tendencia Revolucionaria en Interior, Cancillerfa y Ia UBA. Pero la Tendencia tenia la iniciativa y quiso demostrarlo empleando los mis- ‘mos recursos que habia usado con los presos: ocupé una gran cantidad de reparticiones piiblicas, se atrincher6 y exigié el reconocimiento de los fancionarios que “la juventud movilizada” promovia y respaldaban “los fierros", impugnando a los que pretendian designar los ministros de cada érea. No hizo falta mas para que los bandos que circunstancial- mente habfan coincidido en el objetivo de reponer a Peron en el poder chocaran abiertamente. Bajo la Revolucién Argentina se habfan en- frentado, dentro y fuera del estado, distintos proyectos revolucionarios, mis 0 menos “nacionales” y “populares” segiin los casos. Ahora la lucha politica se ordené segiin otra I6gica: cada vez quedaba més en claro quienes eran los auténticos revohucionarios. Pero ello no les permitié ganar apoyo en los sectores cuyos intereses decfan defender. Al conta io, fueron aiskindose cada ver més de ellos en su enfrentamiento con 122 Histotla de fa Argentina, 1955-2070 ‘otro conjunto de actores, que répidamente olvidaron sus promesas de cambio para coordinar sus esfuerzos en direccion contraria, incluso a través de los medios contrarrevolucionarios mis extremos. Peron busc6, en principio a través de Cimpora, lanzar iniciativas moderadoras de estos conflictos: en el terreno econémico impulsé wn ‘pacto social para contener la puja distributiva y estabilizar la econo mia; en el politico, un pacto entre partidos orientado a promover lo que llam6 una “democracia integrada” y a crear consenso en torno a las reglas de juego. Este pacto politico, sellado en un abrazo historieo con Balbin (sintomaticamente, hasta entonces ni siquiera se conocian personalmente), implicé un compromiso interpartidario de defensa de Is instituciones que tenia dos claros destinatarios: los militares y Tas guervillas. En cuanto al “pacto social”, se tradujo en un compromiso firmado entre el ministro de Economia, José Ber Gelbard, Ia CGT y ia CGE (luego seria avalado por el resto de las entidades empresarias), que congelaba las paritarias por dos aiios, postergando la esperada re- cuperacién salarial, y daba prioridad a la hicha contra la inflacién (que habia egado ya al 58,5% en 1972 y en los primeros meses de 1973 se aceleré todavia més) por medio del simultaneo congelamiento de pre clos y tarifas, para aumentar Ia inversion e impulsar el crecimiento. Los sindicatos aceptaron a regafiadientes. EH ministro de Trabajo, que habia anticipado un reajuste de salarios del 100%, debié desdecirse y conven cera sus representados de que aceptaran un médico 20%. LT aaa La concertacién requeria condiciones que estaban ausentes El programa econémico del peronismo se inspraba en et que hablan aplicado los paises europeos a partir de los arias cincuenta: contener Is puja distributive y lever adelante polices de estimulo a la inversion y el consumo que permitieran un crecimiento sostenido y socialmente integrador. Pero las condiciones reinantes en la Argentina on los aftos sotenta diferian mucho de las de la Europa de posguerra. En primer lugar, se requerian tuertes organtzaciones sectorlales e instituciones piiblicas efcaces y ampliamente leghimadis. Dado que el acuerdo ependia de que los actores sectoriales limitaren sus dermandias Inmedietas conflando en mejorar su situscién futura, obviamente no ‘seria posible oi dentro de las organizaciones de intoreses que firmaban los acuerdos, 0 en otras que buscaran representar a jos mismos sactores, surgian voces que los rechazaban; y mucho menos si a 680 8° ela “pdnavera de los pueblos” alimperio del terror 123 ‘sumaba la desconfanza hacia el futuro @ consecusncia de la inestabil: dad politica 0 la persistencia del déficit pUbico. En esas conciciones, los ‘actores priorizarian la obtencién de satistacciones inmedistas, aunque jusran efmeras. Para disuadiros, el gobierno peroniste debia frenar en se60 la inflacién y hacer efectivas las penalidades contra quiones violaran el congelamiante de precios, Pero el contaxto politico convulsio- nado le impidid hacerlo, Y a es0 se Sums, desde octubre de 1979, el Impacto del alza internacionel del petrSloo eobre 16s precios interne y los insumos Impartadas. Los empresarios empezaron a reductr la producelén, previendo que, al fracasar el pacto, se sincevarfan los precios. A ralz de esto cayé la inversion y hubo desabastecimionto y mercado negro. Por lo tanto, crecleron las protestas ds las basss contra tas ctipulas que habian pactado frenaban los reciamos, acicateadas por los sactores combativos y de lequierda. A” Desde un comienzo estuvo claro que él principal obstaculo para el sito de las medidas moderadoras serian los conflictos internos del peronismo. Hecho que se pudo constatar ya en el tramite de algunas Jeyes esenciales, como las que debfan proveer recursos para eliminar el deficit: Ia Ley Agraria, que establecia cargas e incluso la expropiacién de las tierras improductivas, no generé tanta resistencia en los propie~ tarios rurales (que, de todos modos, gracias al aumento de la produe- cién y de los precios internacionales, tenfan momentaneamente asegu rada su rentabilidad) como en las bancadas oficiales, que impidieron su aprobacién. Estos problemas se manifestarian dramaticamente en ‘otro hecho, del que se habfa esperado la mas plena comuni6n: el re- greso definitive de Perén al pais, que se concretaria el 20 de junio. Los ‘Montoneros se prepararon para disputar con la CGT el protagonisino ‘en el acto masivo que daria marco al evento, y para el que se mont un escenario en las cercanfas del aeropuerto de Ezeiza. No contaban, ‘con que también deberian enfrentarse con las bandas de ultraderecha movilizadas por Lopez Rega y sus secuaces que, diferencia de la CCT, no tenian bases propias que oponer a las de la Tendencia, por lo que solo recurriende a las armas podrian controlar la movilizacién, o bien frustrarla, Y eso fue lo que sucedié: poco después de que aterrizara elavién que traia a Perén, empezaron los disparos entre las bandas parapoliciales y Montoneros. Los hombres de Lopez Rega ganaron la artida: generaron la estampida de la multitud desarmada, y en medio de la confusién secuestraron, torturaron y asesinaron a decenas de mi- litantes del bando contrario. 124 Historia cota Arwentin, 1955-2010 La movilizacién social habfa atravesado, desde el Cordobazo, go ciclo de expansi6n incorporando cada vez més ambitos y actores Pero desde Ia masacre de Ezeiza, suerte de reverso de los sucesos de 1969, el efecto combinado del temor y la desconfianza hacia los pro. yectos de cambio comenz6 a sentise en todos los terrenos. Los grupos cristianos ofrecen un buen ejemplo. Muchos sacerdotes, militantes de grupos catélicos y docentes y estudiantes de escuclas de esa confesion se habfan sumado a la Tendencia, inchiso a Montoneros. Pero desde que reformistas y revolucionarios empezaron a ser blanco de Ia ulteate recha peronista, la tenue frontera que lot habia conectado se eonvirti¢ | en una grieta marcada a sangre y fuego. Mientras que los reformictas volvieron sobre sus pasos y por temor 0 decepciéa se reconciliaron con las posiciones conscrvadoras y priorizaron la unidad y el orden de la sieucion, los mas comprometidos y combativos quedaron atrapados cn la logica de la gucrrillayy se fueron aislando cada ver mis de las bases, Por su parte, las posiciones integristas, minoritarias en principio en las Jerarquias, brindaron a los prelados conservadores, ahora ampliamente ‘mayoritarios, un refugio seguro y argumentos para enfrentar la ame- aza que creian tener ante si: la division de la iglesia por obra de la infiltracién subversiva. El fen6meno se repetiria en los sindicatos, en las instituciones piblicas y hasta en las aso jones barriales, ‘Asropusrto de Ezeiza, Atrio da Parén en noviembre da 1972, Archivo General de ta Nacién ‘on lap. 4 } (De la “primavera ue low pueblos" al Impari del trae 125 Bosquas de Ezelza, 20 de junio de 1973. Archivo General de la Nacién. son Peron en cl pais, no habia ya rar6n alguna para que no eercira ffeectamente el poder. El tempo de Cétopora se agot6 el 12 de ju fio pere ala oposcion de la Tendencia, Cémpora y nu vicepresdente ese son se renumcisy oe convocd a meray eleccones para e123 Terepllembre. Se inicié entonces una nueva puja en tomo a quién sompatariaa Peron en la forme, puja reveladora de los temores que Stee sobre su salud yde los disensos sobre como yen qué direccin te procesara su eventual suceiGn. pesidente de la Unién Civica Racial, el 14 de diciembre de 1979; también ‘estén presentes Vicente Solano Lima, del Partido Conservador y ex viee- presidente de Cémpora, y José Lopez Raga, seoretario privado de Pern y ‘minis de Bienestar Social. Secretaria de Prensa y Ditusibn de ta Nacion, 128 Historia dela Argentina, 1955-2010 La Tendencia propuso nuevamente a Ciimpora, los sindicatos a Rucet yunos pocos, mas prudentes, al lider radical Ricardo Balbin, con vistas a dar solidez y continuidad al acuerdo interpartidario, Tal vez Perén podria haber optado por este tiltimo, pero la situacién lo volvia un, modo casi seguro de entregar el poder a un no peronista ¢ incumplir su promesa de que su “tinico heredero seria el pueblo”. Como fuera, Ia fSrmula interpartidaria hall6 también demasiadas resistencias entre los peronistas y los radicales, y revel6 1a escasa comprensin de los riesgos que se corrfan, por lo que terminé sucediende lo peor: triunfo, Lopez Rega y se opt6 por Maria Estela Martinez, conocida ya como “Isabelita”. Perdn serfa electo junto a su esposa por nada menos que el 62% de los votes. Habia logrado finalmente su cometido: volver a la presidencia gracias a una voracion masiva, Pero en tiltima instancia deseubrirfa que también él, al igual que Lanusse, haba consumido demasiado tiempo en alcanzar la meta, y que ya no tendria el minimo necesario para esta Dilizar la situacién. El presidente Perén la vicopresidenta en el Teatro Colin, 25 de Mayo ce 1974, Archivo Clann Cerrado el ciclo signado por la limitacién de la soberanfa popular, no sucederfa nada parecido a la recomposicién de la legitimidad del orden politico sino mas bien lo contrario, De la “primavera detox pusblos” al impari Gel erro 127 La muerte de Pordn y el fin de la revolucién peronista Perén habia cambiado dristicamente de aliados en las semanas previas a Ja elecei6n: se recostaba ahora en los gremios para que, junto con Lopez Rega, lo ayudaran a controlar a Montoneros. En respuesta a su actitud, dos dias después de Ia hist6rica votacién un comando montonero ase~ sind a Rucci, Si hasta entonces habia existido alguna ambigtedad de Perén con respecto al uso de Ja violencia legal e ilegal contra la Tenden- cia, tras ese hecho dejé de haberla. En los meses posteriores permitis, {que los recursos estatales y los hombres de las fuerzas de seguridad y del Ejército nutrieran las bandas de ultraderecha. La mis poderosa de ellas, la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), liderada por su ministre de Bienestar Social José Lopez Rega, asesinaria entre fines de 1973 y comienzos de 1976 a cerea de un millar de militantes y dirigen- tes de izquierda. Montoneros, en represalia, intensificé sus operaciones armadas, aunque formalmente no levanté la tregua declarada en mayo. Cosa que si hizo el ERP, que Ia habia aceprado ticitamente: en enero de 1974 aracé un cuartel del Ejército en la localidad bonaerense de Azul Atentado que Perén aproveché para enviar al Gongreso una reforma del Cadigo Penal que castigaba duramente las “actividades subversivas” yrestablecia los métodos de Lanusse. También fueron prohibidas varias publicaciones de izquierda, Los funcionarios ligados a la Tendencia comenzaron a ser desplazados de sus puestos, En enero fue el turno del gobernador bonaerense, susti- nuido por un hombre de la CGT. En marzo le tocé al cordobés, expulsado. del cargo por un golpe policial. La ruptura era inevitable y se produjo el, 1 de mayo de 1974: en la concentraci6n realizada en Plaza de Mayo por €1 Dia del Trabajador, las banderas de Montoneros ocuparon un espacio, preeminente y sus consignas se impusieron sobre las demas voces: “Qué pasa general, que est Ileno de gorilas el gobierno popular?”, coreaban. Perén respondi6 con violencia, repudiando a “esos estipidos que gritan” yreivindicando el rol de la CGT, de modo que Montoneros se retir6 dela plaza y la dejé semivacia, El presidente aceleré entonces la remocién de fancionarios de ese sector. Pero mas urgente que eso, como expuso en su. discurso, era rcemplazar a Montoneros en su capacidad de movilizara Jas matas, o de frenarlas. Yese reemplazo solo podian ofrecerlo los gremios: Jos cauditlos de provincia, que contaban con bases electorales propias y por lo tanto con una legitimidad de masas que contraponer tanto a la iaquierda como a los sindicatos, no habfan egado a conformar un actor partidario cohesionado como para pesar en este terreno. 128 Historia del Argentina, 1955-2010 : ae me Thular de Grénloa, marteo 26 de septiembre de 1970, En pago por la contribueién que se le pedia ahora a la CGT, el go- bierno habia hecho votar en noviembre de 1978 una nueva Ley de Asociaciones Profesionales que reforzaba el poder de las conduccio- nes nacionales frente a las seccionales y las comisiones internas. Pero nada resulté suficiente porque otro hecho complicé Ia sintonia que se estaba buscando: el pacto social terminé de naufragar en esos meses, Los sindicatos habian hecho lo posible por respetarlo, pero desde que los precios comenzaron a descontrolarse (la inflaci6n fue s6lo del 4% en la segunda mitad de 1978, pero alcanzé el 24,4% en 1974) habfan sido desbordados por la presién de Ias bases, deseosas de “actualiza- ciones” salariales. Ello llev6 a la cartera laboral a usar cada ver mas fre- cucntemente la conciliacién obligatoria, Ylos jefes gremiales, viendo Ja oportunidad de lograr lo que se Jes habia negade en mayo de 1973, aumentaron el precio de su colaboracién: convocaron para el 12 de Junio de 1974 una concentracién masiva en Ia Plaza de Mayo, con la intencién de demostrar que el gobierno seguia controlando “Ia calle” y de plantearle al mismo tiempo sus postergadas demandas. Como fuera, su ingreso al selecto circulo de la toma de dlecisiones sélo les sirvié para comprobar de primera mano cmo se escapaba totalmente de control el encadenamiento de alzas salariales, inflacin y deterioro de los ingresos reales. De la ‘prenavera de los puebic" al mpero dl tercr 128 MT LT LE SF LY LER AFF AEA AFA La “teoria del coreo” Le equierda peronista debié recurrr a arguments forzados para justiticar las decisiones de Perén en su contra. Dejé asi en evidencla la problemstl- cea convivancia entre el mito y la realidad de su fideraza0, y lo difll que lo resultaba romper con &l sin aslarse de las basas peronistes. La “teoria Gel cerca" 96 u26, en este marco, para atribuirle a una conspiracién la responsabifdiad que no se queria cargar sobre las espaicas dal viejo ior. En algunos casos se culpaba al “entomo” y ala figura que fo controlaba, t"brup Lopez Rega’. En versiones atin més creativas se culpaba a la CIA yal imperialism, Puede decirse por tanto que la mnerte de Perén, el If de julio de 1974, ‘ocurrié en las peores condiciones: agrav6 inconteniblemente el vacfo de poder, la pérdida de convel sobre Ia ecunuunta y el choque de las fuerzas en pugna. Cortejo finebre del presidente Juan Domingo Per lm. 28 478, 2 do juko do 1974. ron, La Razin, afta DO, 190 Historia do la Argentine, 1885-2010 Isabel, su sucesora, carecfa de las capacidadés minimas para enfrentar estos problemas, aunque de todos modos obtuvo cierto respaldo de la dirigencia politica y sindical peronista, carente de una mejor alternativa y aterrorizada por Ia cercania del abismo. Circunstancia ésta que paso Gesapercibida para Montoneros, que dio por muerto al Pj y las instan- cias “formales” del movimiento y se lanz6 a disputar la conduccién de las masas acusando a Isabel de haber “traicionado” al general. Al mes siguiente Montoneros proclamé abiertamente el reinicio de la lucha armada y poco tiempo después anunci6 su regreso a la clandestinidad, Desde entonces se desplegs el recurso a la violencia sin limite alguno, Mientras tanto, inspirada por Lépez Rega, la presidents intent6 wansformarse en barrera contra el caos frente al resto de los actores y a opinién publica, congraciéndose en particular con quienes mis po- ian ayudarla 4 lograr esa conversi6n: las Fuerzas Armadas y Jos grandes ‘empresarios. De alli que no dudara en ignorar a la oposici6n radical y a los sectores representados por Gelbard y la CGE: era el precio a pax gar para poder ofrecer, a quienes deseaba como sus nuevos aliados, el ‘juste econSmico y el combate inclemente de la “infiltracién subversiva” ‘que tanto reclamaban, Las listas de condenados a muerte por la Triple A comenzaron a circular en Jos medios, Muchas de esas amenazas se cumplieron, sobre todo contra figuras que no pertenecian a la guerrilla sino que en su: momento hablan expresado expectativas mas compar- tidas de cambio: fue el caso del ex rector de Ia UBA Risieri Frondizi, el sacerdote tercermundista Carlos Mugica y el diputado de la Tendencia Rodolfo Ortega Pefia, Los cadaveres acribillados de intelectuales, artis- tas y sindicalistas combativos pretendian aleccionar a quienes en algtin, momento habian simpatizado con ellos y que, con cada dia que pasaba, nds se replegaban en la esfera privada y el silencio. TT TLE LE BT TL LA Purgas on la universidad Le ecucactén en general y las universidades en pertioular fueron blanco priviegiado del tertoriemo de derecha. Dosde 1966 fa via universitaria era considerada por unos y otros como “trnchera” de une batalla que la ‘excedia, Cuando Rodolfo Puiggrés asumié el rectorado de la UBA, ls rebautizé "Universidad Naclonal y Popular de Suenos Aires” @ impulsé las lamades “eatedras nacionales" sin mediar concursos ni ningéin oto tere acacémico, desplazando a profesores considerados derechist ‘liberales" o “cientiicistas". Meses despus, cuando Pardn asumi6 la Dea “primavera os oe pusbloealimperi det tector 184 presidancia de la nacién, Pulggrés fus reemplazade y las purgas se enseiiaron con ia izqulerda y beneficiaron a los peronistas ortodoxos, ccatélioos y ultranacionalistes. A partir de la asuncién de Isabel, esas ppurgas so transformaron en una generalizada y cada vez ras violenta persecucion de los “infitrados", i?” 1a presdentay su inspirador minisro encontraron in embargo, qe lavensign reinante eran propicia para que perdieran lo aye yor wecibides por herencia 0 crcunsancial necesida, como income: ‘Hente para que pudleran ganar otor mas acordes con ou bjetvor La relacion con los gremios fue el mejor cjemplo de ele El sndieaime cords terminar con lo que quedaba Gel Paco Soc, pero lo hit por ‘aaones opuesas a las del vere gubernamental a poco de morir Pe Yon, lon dialoguste dela CGT habian sido deopatados por quienes Priorizaban lon interes corporativasn toda cou, iderados por La enwo Miguel, quien, como sostene Lilana De Biz, en el eerilo de tm vandorismo ortodoxo recam6 lareapertra de las patria pars Content alas aces reduc la nflvencia dela equier de Somulees mente, en conjoneiGn con el gobierno, se dleron otros pos conereter tn est lkimo terreno: in influenca de In Tendencia del clasemo en toe sindiatos ditinay6 drasicamente. Los antiguos seferente de Ta “CGT de los Argentinos” -Ongaro, Tosco y Salamanca. perdiron em, tre mediados de 1074, principles de 197 el come! de sus grmiony buena parte de wus acfstas fueron expulbaos de las organtaciones Nopocor de elo eran vetimas de atentados de la Triple A. Las uct ges orlginadas por presion de lar bas disminoyeron notblemente Geude entonces, pero slo para dar paso a demandas bastante snilares, mmotortadas por ls pul TL LT AT AT BY A A a Las Tres A frente al sindicalismo combative Le seccional de la LOM de Vila Constitucién era un caso ernbleréti- (0 de sindicaismo combative y de la capacidad contastataria de los miltantes cbreros cuando contabsn con un entomo soctal moviizado, En 1974 hablan resistido con éxito un pian de despidos en la principal empresa de la ciudad, Asindar, gracias a la cohasién del actvismo gro Imialy i Solidaridad de los comerciantes, empleados y vecinos, Pero en marzo de 1975 las Tres A se tomaron revancha: “irumpen las fusrzas, de la Policia Federal con grupos parapoticiales y tomen todo el complejo 192 Historia de ia Argentina, 1956-2010 industria [..J detionen como a 800 © 400 compafieros [1 y hay una hhuslga que dura como dos mases por nuestra linertad [pero] los com Paeros tienen que vatver a la fébrica [..] las Tres A lamenazan a los activistas| sino renunciaban les iban @ matar [..] después empezaron a ‘matar compafieros" Las citas estan tomadas de Alberto Piccinini, testimonio al Archivo de Historia Oral. a No fue necesario que pasara mucho tiempo, por tanto, para que el equi voce entendimiento entre Isabel ylos sindicalistas se evaporara. Gelled habia renunciado en octubre. Sa sicesor aprobs un ineremento de ex Jarios que autorizé tasladar alos precios, buscando congraciarse tanto = con empresarios como con gremialistas, con lo cual se descontolaron Jas restantes variables: tipo de cambio, tarfas y demas precios. Las pre. jones de la GGT erecieron y el rittna infiacionario se aceleré. En tuajo de 1975, Isabel y Lopez Rega quisieron dar un golpe de timén y nose braron ministro de Economia a Celestino Rodsigo, quien adopts una terapia de shock para imponer un ajuste mas duro y colocar alos gre. smios ala defensiva. La devaluacién esta ver fue del 100%, el aumento de tarifas atin mayor y la suba de lor salarios muy inferior. Las protestas sindicales se desbordaron: la reacctén espontinea de las bases tome dlesprevenida incluso a la OGT, que, con el pais ya paralizado, decidis Mamar a una huelga general de 48 horas. Todavia sobrevivia una capa. cidad de contestacion que el gobierno habia pasado por alto. Debide a ello to que volver sobre sus patos y acceder a reabrir las pavitaras, Su ‘ltima esperanza era que los empresatios aydaran a sostener una pol tica orientada a favorecerlos. Pero las patronales frmaton aumnentoe de hnasta el 200%, seguras de poder transferirlos inmediatamuente alos pre. ‘ios. Cuando Isabel advirtié la trampa en que habia caido, ya era tarde Amunci6 que no aceptaria esos acnerdos, pero la movilizacion sindical volvié a torcerle el brazo: com la Plaza de Mayo repleta de obreros, do Di6 desprenderse de Rodrigo y de Loper Rega y rendirse ante la OGT. Corrfa el mes de julio de 1975, Isabel pidié licencia por cinco semi ‘nas, La presidencia provisional fue asumida por ftalo Litder, titular del Senado y representante del ala moderada del justcialsmo. Las espe- ranzas de muchos dirigentes peronistas radicales se cenuraron en que Isabel no recomara sus fanciones y con este fin se presentaron varios pedidos de juicio politico, Se baraj6 tambien la posibilidad de formar un gobierno civicomilitar de emergencia o adclantar las cleccioncs. De la “primavera ds los rucbie" al mporo de tenor 138 Pero las probabilidades de encontrar una salida institucional no eran muchas: habia que resolver problemas cada vez mas acuciantes y persis: sian los disensos entre facciones partidarias y entre éstasylossindicatos Los gremios se habfan adueiado del poder cuando Isabel termino de pperderlo: asf lo revelé Ia designacién en Economia de Antonio Cafiero, quien, tas un efimero ¢ inadvertido intento de reeditar el pacto social, seresigné a administrar la escalada de salarios, precios, tarifasy tipo de cambio con Ja expectativa de ganar tiempo. En octubre, cuando Isabel volvi6 de su retiro, la mayoria de los peronistas (en particulat los “ver- tcalistas") prefiri6 que retomara sus fanciones, La presidenta intents tuna ver mis, con un nuevo ministro de Economia, cjecutar el ajuste necesario para seducir a empresarios y militares. Pero las medidas fie. ron ineuficientes para detener la inflacién, aun cuando permiticron «que los salarios siguieran perdiiendo la carrera contra ella. La espiral de descomposicién de la autoridad gubernamental era ya incontenible. Y précttcamente todos los protagonistas se ocuparon de adoptar las posi ones que crefan mas convenientes para esperar el golpe. Eldescenso al infierno Entre marzo de 1975 y marzo de 1976 la inflacion fue del 566,3%. Se esperaba, por lo tanto, que en cualquier momento estallara la hiperin- faci6n y se produjera la total extincién de la moneda, El déficit publico en 1975 también batié todos los récords: alcanz6-el 12,6% del PBI. El desempleo supers el 6% a fines de ese afio, otro maximo histérico. Con las reservas précticamente agotadas, el pait estaba a punto de dejar de Pagar su deuda externa. Todos estos eran patentes indicadores de la extincién de Ia autoridad del estado sobre la vida econémica y los com ortamientos sectoriales: los actores levaban al extremo la defensa de sus intereses inmediatos o buscaban sacar ventaja circunstancial de la situacion, y en conjunto producian un ereciente perjuicio colectivo. La Politica tendfa asi a extinguirse como espacio institucional de conviven- ia y mostraba su crude rostro como imposicién violenta de unos sobre otros. Para probarlo, también el uso de Ia fuerza termind de escapar al control estaral, o al menos a toda regulacin legal: en diciembre de 1975 se contabilizaron 62 muertes violentas por razones politicas, en. enero ascendieron a 89 y llegaron a 105 en febrero; la mayoria eran ca- daveres que aparecian por las maianas acribillados en zonas periféricas de las principales ciudades del pais. 104 Historia dels Argontina, 1986-2010 En este contexto, no es para asombrarse que, contra lo que se habia pensado s6lo tres alios atras, los militares fueran lamados a retomar el poder. Gonvocatoria ésta que no supondrfa una mera reedicién del rol que habjan cumplido en el pasado, ya que implicé un grado extremo de autonomia military de cesién de soberania por parte de Ia sociedad, El llamado a que pusieran orden, por los medios que fueran, supuso. tuna auténtica “carta blanca” para actuar, por un tiempo indefinido, en defensa de un "bien comsn’” igualmente indefinido. Los jefes militares lo entendieron muy bien y dejaron correr el tiempo hasta que ese con senso se consolidara y borrara de Ja memoria el no tan lejano momen to en que habian fracasado y habfan sido expulsados del gobierno, de mala manera, por esa misma sociedad, Por suptesto que este consenso a favor del golpe militar no tuvo Ia misma intensidad ni tampoco el mismo contenido para las distintas ea ppas sociales y grupos de opinion. Como puso en evidencia el episodio de las paritarias de 1975, la gran burguesta financiera, industrial y te- rrateniente, que desde 1973 habia estado a Ia defensiva, hizo uso de Ia inflaci6n ~cuyas reglas conocia mejor que nadie~ para abortar todos Jos intentos de ordenamiento econémico que pudieran implicar la per- manencia del peronismo y de los “politicos populistas” cn el gobierno, Habia llegado la ocasin de Ja revancha y no la dejaria pasar: esperaba imponer sus preferencias econémicas, y también politicas, y terminar con el populismo, al que responsabilizaba de todos los males, aunque no ‘estaba muy claro qué medidas especificas eran necesarias para combatir- 10. ¥, por eso mismo, se volvi6 mas importante el aspecto represivo de su puesta: lo primero era asegurar el triunfo de la contrarrevolucién. ‘Muchos otros actores terminarian coincidiendo circunstancialmente con esta posicién, Y hacia el final, incluso las bases del peronismo lo hicieron. La marcha acelerada hacia la hiperinflacidn equivalia a una ‘muerte anunciada para los empresarios y comerciantes pequeiios y me- dianos. No muy distintos temores agobiaban a los gremios, que en su breve paso por el vértice gubernamental habian advertido que ya no podian competir con el alza de precios y que por lo tanto sus medios de accién sectorial y politica iban camino a agotarse. De todo aquello s6lo podian esperar grandes males: ser barridos por la izquierda sindical 0 por la implosion de} peronismo, en ambos casos con riesgo de muerte para el modelo sindical. De allf que para los sindicalistas, y también para muchos politicos peronistas, permitir que Isabel sigaiera adminis trando hasta el final esa muerte lenta no tenia mayor atractivo. :No era mejor que los militares se hicieran cargo? ola "primavera de le pueblos a inpeto de ror 198 1Ni siquiera quienes aspiraban a convertir la debacle gubernamental en ocasi6n para un nuevo y definitive avance revolucionario estuvieron en contra de que eso sucediera. Porque hacian un célculo inverso al de Jos gremialistas: rememorando la situaci6n vivida entre 1972 y 1973, ex timaban que, ante una mayor represién abierta yuna mids directa expo- sicién de los militares, més ficil les resultaria contraponer a dos bandos inconciliables, pueblo y antipueblo, y alentar a las masas a seguiclos. La intensificaci6n de sus acciones armadas entre 1975 y principios de 1976 se fandd en esta logica: la guerrilla estaba convencida de que el breve imterregno democratico habia sido una fuente de equivoces y esperaba que Jas cosas volvieran a verse clarasy a favorecerla, No tuvo en cuenta la narcada diferencia existente entre la etapa de auge de la movilizacion social y la que ahora se vivia: Ja sociedad no dejaba de retraerse; la gran mayoria favorecia por temor © decepci6n una salida conservadora que asegurara un minimo orden; el peronismo habia dejado de ser el gran articulador de la contestaci6n y las promesas de cambio; y, contra lo que e1ERP y Montoneros crefan de si mismos, ellos no podian sustituirlo. La intensificacin de las acciones armadas respondia a la conviccién de que se aproximaba la batalla decisiva. Pero, si es que habia habido alguna, ya habia quedado atrasy los revolucionarios la habian perdido. Pete a su creciente aislamiento politico, todavia encontrarian miles de militantes dispuestos a participar de acciones destinadas a golpear simultineamente a las fuerzas represivas ya los “enemigos politicos y de clase": ataques a bases militares, secuestros y asesinator de empresarios, sindicalistas y politicos, “ajusticiamiento” de oficiales militares y de las fuerzas de seguridad, etc, A comienzos de 1976, las muertes en su haber sumaban 576. Mientras imaginaban que con ellas arrinconaban a sus ‘enemigos y alentaban a las masas a acompafiarlos en el “salto cualitativo” foonro, profundizaban su descrédito y reforzaban en amplios sectores la conviccién de que era necesario terminar de wna vez con esa izquierda violenta e incorregible, Agotaron asf la solidaridad que se habfan gana- Go en Ia etapa previa, mientras perdian a sus militantes mas valiosos, ya que muchas de sus operaciones fueron resonantes fracasos militares. DLT LIE LE LEN a aaa La Gitima batalla de la guerilla argentina Elataque a Mante Chingolo, en ciciemiore de 1975, fue la vitima batalla de la quettila argentina, y se concreté a sabiendas de que al Ejéralto| conceta al detalle ol plan do ataque. 6 lider del ERP, Mario Santucho, 198 Historia dela Azgentina, 1985-2010 ‘estim6 que aun un frecaso militar oroveeria un iunfo police: demostraria la capacidad de movlizacién y la voluntad de lucha de fos guerrero, forzaria alas Fuerzas Armadas y de Seguridad a emprender una represién abierta en zonas urbanas, y polarizaria la escena poltica. “Cincuenta y pico de muertos... muchos cuadtas politicos, aunque] $6 supo que esta ba entregada,[..J 9 reivindiaé como un éxto poltico’, recuerda Eduardo ‘Anguita (Aechivo de Historia Oral) El mismo Santucho expresaria ain més ‘laramente este temerario optimismo al producirse 6! galpe: a través del 6rgano de prensa de! ERP, 1 Combatienta, lanz6 una convocetoria que ho tenfa posiblidad alguna de prosperar: “Argentinos, a las armas. Un rio de sangre separaré a los miltares del pueblo argentino. El gobiemo miftar no tiene posiblldades de derrotar al movimiento de masas |..J da comion- 20.2 Un proceso de guerra civil abierta que significa un salto cualtatvo en ‘el desarrollo de nuestra lucha revolucionara’ Las citas de Roberto Santucho estan tomadas de Ly Cambaviente, num. 210, 80 de marzo de 1978. Fue asi que, aunque Montoneros y el ERP ocupaban el centro de la atencion con sus acciones espectaculares, su capacidad de incidir en el proceso politico decayé rapidamente. Su tragico error, fruto en alguna medida de una interpretacién exageradamente favorable de sus &xitos anteriores, resultarfa funcional a la maduracién del consenso contra- rrevolucionario en el campo militar, que hacia marzo de 1976 provey alos mandos el sustento necesario para poner en marcha un proyecto politico refundacional de amplisimos alcances. En poco mis de tres afios, junto a los cambios en el consenso exter- no, se habia producido una mutacién radical en los consensos inter- ‘nos de las Fuerzas Armadas. Aquel “se van / se van /y nunca volveran” de marzo de 1973 habia calado hondo en las filas, pero en direccio- nes bien distintas, Lanusse y su sector habian extraido del fracaso de la Revolucién Argentina la ensefanza de que involucrarse directa y prolongadamente en el manejo de Ja cosa publica era algo que los militares no podian ni debian volver a intentar. De ello resultarfa una actitad “profesionalista y prescindente”, Oro sector, el que en su mo- mento haba acompafiado a Levingston, y que con él triunfo de Cam- pora Ileg6 a controlar el Ejército, extrajo conclusiones opuestas: las politicas liberales y represivas habfan Ievado al fracaso a la revolucion anunciada en 1966, revolucin que todavia estaba pendiente y que s6lo triunfaria si lograba ser auténticamente nacional y popular. De ola "primavera de los pueblo" al moat del teror 157 alli que se promoviera un acercamiento a la Tendeneia (del que naci6 ‘el Operative Dorrego: un plan de actividades conjuntas de militares y ‘Montoneros en villas de emergencia) para restaiar las heridas abler- tasdescle 1955 entre “pueblo y ejército”. Pero esta idea fue tan efimera como el propio Gampora. Desde su caida habia tomado el control del Bjército, y de la Armada por intermedio de Emilio Eduardo Massera, un integrismo nacionalista que también pretendja hacer participar a las fuerzas en cl mucvo experimento peronista, pero de la mano de su ala derecha. fsta, obviamente, no era una posicién compartida por el grueso de la oficialidad. En ella comenz6 a madurar, por lo tanto, bajo el formato del “profesionalismo prescindente” pero con tun dnimo cada ver mas alejado del que le habia dado Lanusse, una nueva version de Ia tesis de “los guardianes tiltimos del orden”, que en cierto modo replicaba Ia evolucion que habian vivido los azules desde el comunicado 150 hasta el proyecto autoritario de Onganfa, pero en vona variante mucho mis radicalizada: las fuarzas xerian prreacindentes yno se involucrarfan en la politica civil, pero sélo mientras la nacién no corriera el riesgo de caer en manos de los “subversivos”. O hasta que parecicra que ello era factible. En ese caso, habria Hegado el mo- mento de una intervencién militar mucho més intensa que todas las anteriores: una que no se limitaria a ‘poner orden” nia excluir a un sector civil “desviaco” del ejercicio del poder politico, y ni siquiera a cambiar esta o aquella politica para “acelerar el desarrollo”, sino que curarfa al cuerpo de la naci6n, enfermo de piesa cabeza, inyectandole por Ia fuerza el antidoto contra sus males. sta fue Ia postura que adopts e] Ejército cuando Isabel designé para conducirlo a Jorge Rafael Videla, una figura hasta entonces au- ténticamente prescindente de la vida politica, incluso de los conflictos internos, y que debido a lo primero hizo pensar al Rjecutivo que no s¢ plegaria a las conjuras golpistas, y debido a lo segundo persuadié a sus colegas uniformados de que Io haria sin animo de favorecer a ninguna facci6n interna en particular, y con el solo fin de asegurar la unidad de accién de las Fuerzas Armadas. Era facil advertir la coincidencia entre la idea que iba imponiéndose en los cuarteles y el diagnéstico que simultineamente habia madura- do en los circulos empresarios, eclestasticos y politicos conservadores. Reflejo del hecho de que esas elites experimentaban en conjuntoy en carne propia la crisis de gobernabilidad y Ia amenaza guerrillera. 1198 Hatori de a Argentina, 1955-2010 La presidenta Maria Estela Martinez de Perén, junto al general Jorge: Rafael Videla y al almirante Emito Eduardo Massora, titulsres dal Ejarcito y de la Armada, respectivaments. Ciarin, 12 de septiembre de 1975. ‘Tal-ver la novedad mis significativa de este consenso contrarrevolucio- nario en las Fuerzas Armadas fue que se debilitaron las inclinaciones “nacidas en los afos treinta y hasta entonces muy extendidas~ a favor del proteccionismo industrial y el estatismo. Estos dos principios ln bian inspirado todavia a la Revolucién Argentina, que le dio cierta con tinuidad a las politicas aplicadas por el peronismo y el desarrollismo. Pero ahora, en desmedro de la tesis que asociaba desarrollo y seguri- dad, gané crédito la idea ~que ya estaba Hevando a Ja prictica Augus- to Pinochet en Chile tas el golpe contra Allende de 1973- de que el progreso se conquistaria, junto con el orden, cuando se eliminaran las, regulaciones al comercio, a las relaciones laborales y a la cireulacién de capitales, y las responsabilidades del estado se limitaran a administear Jjusticia y dar seguridad y estabilidad a la moneda, Dota “primavera do los pusbloe”alimpsrio del tert 199 MIME FF EE A SS El. auge del modelo neoliberal en el mundo y su impacto en la regién |A mediaces de los afas setenta, el estabiishment Ibrecambista local y sus ahora rumerosos ¥ entusiastas seguidores en los cuarteles encon- traron eustento, para las enélas refundacionalss que pretencian poner on préctica en el estado y la economia, en los dlscursos que habian ‘ganado prestisio poltico y acadiémico en el mundo decarrotado. Se tiataba de pronuniciamientos contrarios al Estado de Bienestar, al que 99 considerata al angen de los miitiples problemas que asolaban & las democracias y las economias capitalistes: sobrecarga de demands, inflacion, inestabilided creciente y supuesta debllidad ante el avance ‘mundéal del comunismo, Para combatilos era necesavio implementar reformas “Iiberaizacioras” que limitaran las reas do injorencia ostatal y iojaran en manos de los marcados Ia distribucién de recursos y ‘oportunidades en la sociedad. i” Ep el cato argentino, esta visién neoliberal permitié reinterpretar el largo ciclo de inestabilidad y fracaso de los sucesivos experimentos mi- Jitares como el fruto de una persistente incapacidad para reflotar un ‘orden econémico previo, estable y exitoso, caracterizado por Ia debili- dad de los sindicatos, por la fortaleza de las relaciones de autoridad en todos los ambitos y por una “democracia limitada”. Toda la historia del siglo XX argentino podia verse, desde el escenario que ofrecta la crisis de 1976, como una saga de frustraciones que de todos modos habfan abonado el terrene para que, en su hora mas trégica y decisiva, hiciera eclosi6n un espiritu de renacimiento, una auténtica “comunién nacio- nal” que arrancaria de cuajo los problemas y recuperarfa las tradiciones ypoliticas que nos habian hecho grandes como nacién. Con todo, este proyecto neoliberal distaba de ser hegeménico. No contaba siquiera con apoyos civiles y militares consistentes y coexistia, con los remanentes de otros proyectos no del todo abandonados: el de- sarrollista autoritario que pretendia emular a Brasil, el ordenancista libe- ral que imaginaba abriete més 0 menos ripidamente a la participaci6n de los partidos, ¢ incluso el corporativo integrista que sofiaba con tomar revancha del fracaso de 1969. La convivencia entre ellos no fue para nada sencilla, y se complicé ain mis en un sistema institucional que militarizé por completo la administracién del estado y, al hacerlo, trasla- 6 los disensos internos a todas las reas y niveles de la gestion pablica. 1140 Historia dela Argentina, 1956-2010 (Oua conclusion que los militares de 1976 extrajeron de los fracasos de sus antecesores fue que no debia delegarse el poder gubernamental en, un jefe retirade ni mucho menos en politicos 0 tenicos civiles, sino que los uniformados debian ejercerlo directa y orgénicamente trasladando Ia cadena de mandos y la “comuntén de objetivos de las tres Fuerzas Ar- madas” a la gestion de gobierno. Porque se suponia que los uniformados en actividad, debido a su control de los medios armados, eran los tinicos capaces de imponer autoridad y eran también los finicas garantes con- flables de los objetivos refundacionales. Ast volvieron a atribuirse una supuesta inmunidad contra los virus del desorden y el eardcter faccioso que asolaban al pais, Atibucién que coincidié con lafe ciega de muchos civiles, despnés de los tres afios de inestablidad que habjan desdibujado el recuerdo de los anteriores tropezones castrenses, Lo cierto es que, salvo en el "plan antisubversivo” ~concebido y puesto en marcha antes de la toma del poder y avalado monoliticamente por los, altos mandos da las tres Mer2as~, en todos lor demés aauntos el programa de gobiemo del Proceso de Reorganizacién Nacional inaugurado por €l golpe de estado del 24 de marzo de 1976 tenia tanto de radical como de vago y genérico. Hecho que no se resolvi6 sino que se agrav6 con cl ticmpo. Sus metas, en particular las institucionales y las econémicas, eran tan ambiciosas como ambiguas. En este sentido, saltan a la vista Ins diferencias con las dictaduras iniciadas en 1964 en Brasil y en 1973 en. Chile: aqui no hubo cohesién programatica inicial ni tampoco disciplina ylliderango militar para contener y procesar Jos desacuerdas. 24 de marzo ce 1976. De la “primavera de lo puebio’ al Imero dol terror 1461 Part colmo, Ia cohesién lograda en torno al plan antisubversivo fue cualquier cosa menos wna plataforma para construir una autoridad es- ‘atal reglada y cohesionada. La creencia de estar protagonizando una *eruzada contra el demonio”, y su correlato de indiferencia a las reglas, dal derecho, con que se concebfa el combate contra los “subversivos” y sus cOmplices o simpatizantes, subordinaban y condicionaban la forma de asumir él rol castrense, y por extensién el modo en que se concebian todos Jos demas asuntos. Como ya dijimos, para los militares la deca dencia argentina demostraba a las claras que In sociedad estaba enfer- ‘ma, El factor patogeno eran unos actores que actuaban como virus y no sélo eran incorregiblemente malignos sino que habfan perdido toda condicién humana. Por esa raz6n debfan ser extirpados, para que él mal xno se propagara, La destruccién purificadora y el disciplinamiento por el terror adquirieron, en consecuencia, fines mucho mas extensos que los hasta entonces otorgados a Ia'represiGn. Dado que ya no se trataba simplemente de imponer nuevas reglas de jnega sinn de cambiar 9 Jos actoresy eliminar a muchos de ellos, el instrumento adecuado no era un estado regido por el derecho, ni siquiera por uno muy represivo. El esta do debia subordinarse a las necesidades de Ia contrarrevolucién 0, como, se decia entonces, de la “refundaci6n de la reptblica”, y s6lo volveria a ser confiable como instrumento del orden una ver alcanzada esta puri- ficadora empresa destructiva, Se entiende entonces que el régimen de 1976 pergefiara una relaci6n con el aparato piblico y la sociedad en Ia que se reservaba por largo tempo un margen muy amplio de arbitrarie- dad: el poder se ejerceria a través del estado, pero también por encima ypor debajo de él 9. Menemismo y reformas de mercado La crisis econémica y el empobrecimiento de amplios sectores do la poblaci6n, que fueron agravandose a lo largo de la déca- da de los ochenta y se agudizaron con la hiperinflacién, dieron aliento nuevamente a los planteos antiestatistas, tanto entre los, ‘ompresarios como en Ia opinién piiblica, incluso de sectors bbajos. Consciente de ello y de la necesidad de ganar apoyos ‘ompresariales y oxtornos para controlar la situacién, Mone abancioné sus promesas de campafia de corte populista y puso ‘en marcha un profundo y acelerado plan de reformas de mer ‘cad, en linea con Io que hacian otros paises de la region, asi ‘come los que estaban abandonando el comunisme en Europa dol Este. De todos modos, transcurririan dos afios de ensayos, y errores hasta que Menem y su ministro Cavallo dieron con un programa antiinflacionario duradero: la Convertibilidad. Desde ‘entonces, el alineamiento del peronismo detras del presidente se fortaleci, y ello no sélo le permitiria ganar las elecciones, provinciales y legislativas de 1991 y 1993, sino también habili- tar eu roeleceién a través do una reforma constitucional. Las consecuencias de la hiperinflacién: ‘una desigualdad aguda y persistente El caos econémico desatado a comienzos de 1989, corona- do con sucesivos picos hiperinflacionarios a lo largo de ese aiio y el siguiente (el alza de precios anual totalizaria el 3079,5% y el 2314% respectivamente), destruyé Ia moneda como medio de intercambio y de regulacién de la economia. Con ello, las transformaciones sociales y econémicas iniciadas en 1981 terminaron de cuajar desbordando las, fragiles barreras que la politica democritica venia oponiéndoles desde 1988. Lo hicieron a través de un largo ciclo de shocks que agudiz6 la £206 Hctvia do ta Argentina, 1955-2010 incertidumbre-y-el,empobrecimiento antes de:que fuera posible esta. bilizar un nuevo orden. En cuanto a éste, si bien estaria signado por desigualdades de recursos y condiciones “ya dadas”, estructurales, ha. ‘brfa de significar al menos la recuperaci6n de un marco de normalidad ‘capaz de contener el terror econémico. Los datos confirman que en Ia Argentina, mas que en ningiin otro pais de la regién, los afios ochenta fueron “una década perdida": el PBL per cépita disminuyé entre 1981 y 1990 a un promedio del 2,1% anual; a deuda externa pas6 a representar el 70% del PBI y era atin mayor si se contabilizaba 1a 'acumulada con los jubilados, los contratistas y los proveedores del estado°El empleo formal practicamente no habfa cte- cido’en. esos‘dier aiios, y'si tomamos'en cuentaque el empleo pablico sthabia aumentado y mucho, advertiremos la dimensién de la cafda en el sector privado! Tambigi habfa crecid6.el empleo informal, un 2,8% anual;lo-queayuda‘a’entender que el promedio de las rermuneraciones Iabosales bajara/alrededor de un’ 30%5ven' Ia décaila La pobress, que habia retrocedido al 16,1% en el mejor momento del Austral, ascends, a 33,6% en 1987 y al 47,4% en octubre: de 1989 (porcentaje que repre- sentaba alrededor de 20-000 000-de personas). ‘Esta inequidad-material iba acompafiada abora de una profunda de- sigualacién simbélica, y-envalguna:medida también politica. Los secto- res populares aigentinos -vieron debilitarse Jos canales a través de los que actuaban colectivamente en 'defensa de sud intereses, Se instalé la idea de que ‘la sociedad! era:desigual por naturaleza-y-que ello obede- faa “la-fuerza de las cosas"-una perspectiva que Menem abonaria al afirmar que “pobres hitbo siempre”. “Esta "fuerza de las cosas" ineluia ¢l reconocimiento'si no"de-un derecho;:como en:tiempos del Proce 80, al menos si de una capacidad superior para influir en los asuntos colectivos, a aquellos actores que con su éxito habfan demostrado ser més habiles que el comin de la gente,’y tener la raz6n de su lado. La crisis y el empobrecimiento colectivo dieron ugar asf.a una valoracion exaltada de quienes no Jos eufrian: los ricos, los empresarios, los inver sores, en suma, los “exitosos” (tan es asf que las encuestas de opinion realizadas por Mora y Araujo entre 1990 y 1998 mostraban a los duefios! del capital al tope'de las adhesiones, por encima de las instivuciones, a! iglesia o los periodistas). Se complet6, de este modo, el pasaje de layi~ sion critica de la “patria financiera” que la opinién piiblica yla dirigen- cia politica habjan compartide durante la wansici6n, hacia una vision ‘puesta, segtin la cual los empresarios eran los tinicos modelos de éxito: en un paie signado por el fracaso. Por lo tanto, habia que aprender de ‘Menerismo y reforms de meresdo:2e7 .ellos, seguitlos y obedecerlos para dejar atras la decadencia. La politica democratica debia hacer entonces exactamente lo contrario de lo que habfa intentado en sus comienzos: debia permitir que esos intereses predominantes condujeran a los demas, débiles y desorientados, por la senda del progreso. DT MY ME LE LE A LD EF A aaa be Errol de los oraprosarios y el “pacte productive” ‘Acesta exaltacién Yel rol de los grandes empresarios no 8516 contribu: vyeron las usinas de pensamiento pro mercado, que heblan ido ganando ‘espacio en los mediios de comunicacién pubscos y privades (periodistas ‘como el ya mencionado Mariano Grondona o Bemardo Neustadt 88 vvolieron activos voooros dol goblemo de Menem). Los aotores politicos y sindicales que acsptaron la conveniencia de un "acusrdo productvista” ((ecnrriamns la postura de Triaca al respecte) también aportaron lo ouyo. ‘Armando Cavalier, crigente de fos empleados da comercio y prominente figura de Les 15, lo expliod poco antes de la asuncion del nuavo gobbler no: “El traspaso (do! 50% del ingreso dol sector asslariad desde 1976) lexst, pero ahora hay que lograr inversiones y terminar oon Jos enter: tammiontos (..] que los empresarios tengan seguridades para invert [.) @bfirla economia [..]}o esenciel es nacer un alianza eon jos empresarios [.1] silos no ponen la plata ef peronismo en el gobierno lava a pasar uy mat” Las cltas de Armando Cavaleri estan tomadas de Vicente Palermo y Marcos Novsro, Poltica y podr en a! gablesno de Menem, Busnes Aires, Nore, 1906. Elempobrecimiento simbélico y politico signifies la rupmara de lazos de pertenencia a instituciones y organizaciones (a sindicatos y obras socia- les, pero también a la escuela y el hospital piiblico, al sistema previsional, ala vecindad en un barrio consolidado, etc.), el deterioro de los bienesy servicios alos que se accedia cuando esa pertenencia no se habia perdido, del todo, y el debilitamiento de la capacidad de defender estos u otros derechos. Amplios sectores medios también se vieron afectados por ello, al perder sus ingresos 0 su pequeiio capital, © cuando sus hijos, en par ticular si eran profesionales, vieron evaporarse el suefio de una carrera meritocritica que les permitiera conciliar voeacién y progreso material. De alli que mies emigraran: sumados a los que habia expulsado Ta ante- 228 Historia de la Argentina, 1955-2010 rior crisis en el final de la dictadura, hacia 1990 unos 600 000 argentinos vivian en el exterior y la mayoria de ellos ya no regresaria La clausura, 2 causa de la hiperinflacin, de los canales 2 wavés de Jos cuales los grupos sociales defendfan sus intereses, abarcé incluso ‘a muchos empresarios. La cafda abrupta del consumo, la ruptura de las cadenas de pagos y la imposibilidad de predecir minimamente el foturo Hevaron a la quiebra, 0 al menos a suspender sus actividades, ‘a miles de empresas, Solo escaparon al derrumbe aquellos capitalistas que dolarizaron sus activos, es decir, que se comportaron como puros ‘especuladores cambiarios, lo que significé extremar las pricticas que cada vez mas actores venian incorporando desde hacia afios. Yes que la hiper no implicé simplemente “un poco més de inflacién”, No fue un ritmo mas intenso de un fendmeno ya conocido, sine una situacién enteramente nueva. Muchos de los mecanismos empleados por los distintos actores para eludir los costos del proceso inflacionario (indexar contratos en el caso de los proveedores del estadey los empre- sarios en general; diversificar lo m4s posible las inversiones; reducir los plazos de las paritarias en el caso de los gremios, etc.), 0 incluso para sacarle provecho, perdieron de pronto efectividad. De allf que algunos grupos que habian sido “poderosos" en el régimen de alta inflacion se contaran ahora entre las principales vietimas. Tal fue el caso de los asalariados comprendidos por las paritarias, que vivian del ingreso que recibian afin de mesy que lo vieron reducirse a pocas decenas de déla- res, mientras que los trabajadores informales, en tiempos normales mis expuestos al alza de precios, se defendfan mejor, porque sus ingresos eran diarios. En un sentido mas general, Ia sociedad en su conjunto asf como el sector piiblico vieron incrementarse aceleradamente los costos que pa~ ‘gaban por la inestabilidad, sin poder hallar mecanismos adecuados para reservar sus derechos y condiciones de vida. Y se formé entonces un nuevo consenso: era preciso frenar la inflaci6n a toda costa, aun cuando cello afectara intereses particulares y derechos hasta entonces legitimos, ‘en pos del bien comin. El acuerdo a favor del “stam quo", que habia frenado los intentos reformistas de Alfonsin y alentado politicas dirigidas a revivir el sistema econémico que mal o bien habia funcionado hasta los afios setenta, fue sustituldo con la hfper por un consenso de fuga, favora- ble a realizar “los cambios que fueran necesarios” para dejar atras la situa ign que se vivia. Fsta mueva perspectiva de todos modos no emparej6 las desigualdades en términos de los recursos que separaban a los distintos actores y que siguieron profundizandose en el caos hiperinflacionario. | | | | | i | | Manemisiro y reforms de mercado 229 DME LT ELLE AAS a a La nueva pobreza Tal como expican Gabriel Kessler y Alberto Minayin os lamados “nuevos ppobres" provenian de las clases medias y conservaban algunos de sus rasgos (nivel de edycacién, nimoro de hijos, zonas de reeldoncia) pero se pparecian al resto deYos pobres en los ingresos, al esgo de desempleo, fa falta de cobertura de salud, eto. Poaian haber llegado a esa situacién por ln derumbe, en cuyo caso tenciran graves ditcultads para adaptaroe & la nueva situaciin, 0 por una cata escaioneda, y entonoss su suerte ‘Poca inscrbiree en is historia social o experimentarse como un hecho asi “naturel. Segtin los casos, desartolaban cistintas estrategias para intentar reverti su situaci6n: por ejemplo, el ingreso al mercado laboral de uoves intograntess dla familia 0 el incromento de las horas de trebejo de ‘quienes ya estaban en 61. En general, perdian conflanza en los canales hasta entonoes considerados seguros para el ascenso soci, como la eduracién. ¥ exparimentaban agudamente la inseguridad: cualquior traspié podia significar una catéstiofe. El fantasma de fa “desaparicién de la clase media” estuvo asociado a esos cambios. Otro rasgo bastante cffuncid, senalado por Kessier y Sika Sigal, fue la “autoineulpacién’ atribuirse & si mismos, y ¢ la sociedad, los "ertores" que los habxian conducido a esa situacién, a” Por un lado, si bien los que perdian o veian tambalear su posicién pro- venfan de todas las capas sociales, no todos lo sufiian en la miema me- dida. En los sectores altos abundaron los que, dolarizando su capital, salieron ganando. Por otro lado, entre los que més perdieron, en tér~ minos materiales y también simb6licos, se contaron sin duda los traba- jadores del sector priblico, que no sélo vieron extinguirse sus ingresos sino su misma razén de ser, dado que aparecieron ante el resto de la sociedad como “parte del problema’, Reducir gasto péblico, eliminar la estabilidad det empleo en el estado y otros derechos laborales, liquidar empresas, entidades y Areas de Ia administracién piblica eran metas cuyo cumplimiento implicaba costos masivos para todos ellos. Metas que no sélo parecian justas para sectores mediios y altos sino también para muchos pobres, sobre todo entre la masa de trabajadores infor- males que no disfrutaban de esos beneficios y los consideraban ahora injustificados. Gon todo, mas alla de estas diferencias, la incertidumbre unifies a toda Ia sociedad en un campo de pérdidas y de temores del que bused 290 Hietora do la Argantine, 1086-2010 desesperadamente escapar. El consenso de fuga fue, por ello, autén. ticamente nacional. Hasta los especuladores, para poder disfrutar as Jas ventajas obtenidas, dependian de que en algtin- momento voviers 4 haber un minimo orden. De alli que esa necesidad comin contuvier, el deseo angustioso de que se restableciera la antoridad publica en tog intercambios econémicos y en la vida cotidiana, En ningun de esos te. rrenos estaba claro qué medidas en concreto habia que tomar. Pero se imponia una orientacién: la que propiciaba las lamadas “reformas de mercado” y la reducci6n de la intervencién del estado. Esta tendencis se afirmaba por contraste con los fracasados planes que habian inten. tado preservar las protecciones, regulaciones y empresas piiblicas hasta entonces (las encuestas de mediados de 1989 mostraban que un 60% de la opinion compartia estas ideas pro mercado), y en sintonfa con Io que ensefiaba el contexto internacional y regional La crisis argentina fue, en este sentido, todo lo oportuna que po dian desear las visiones neoliberales, y les aseguré nin triunfo mucho mas amplio e inapelable que el de 1976. Los ejemplos de Chile y, mas recientemente, Bolivia, mostraban que las reformas de mercado perm’. ‘fan poner fin a ciclos agudos de inestabilidad y hacer crecer las econo. ‘maias. Los contracjemplos eran Perd, donde las nacionelizaciones antes festejadas habfan Ilevado al colapso, y Venezuela, donde un politico de origen populista intenté un ajuste en 1999, pero la falta de apoyo, de su partido lo hizo caer y empeoré la sitacién, Todo ello sobre el telon de fondo del surgimiento de los tigres asiaticos ~paradigma de las ‘economias abiertas que crecian a ritmo acelerado- y la crisis del bloque soviético ~que, si bien no estaba claro dénde acabarfa, ya permitia ‘au gurar un triunfo universal del capitalismo-. EI neoliberalismo contaba ‘ahora a su favor, ademas, con la enorme gravitaci6n aleanzada por los {lujos financicros que en los afios setenta recién despuntaban, y cuya orientacion hacia un pais u otro dependia de los criterios establecidos por el Consenso de Washington: moneda estable y competitiva, superé- vit fiscal, apertura comercial, privatizaciones, ete. Dos afios al flo del abismo Mientras desarrollaba una campafia cargada de promesas populistas y nacionalisias ("salariazo”, “revolucin productiva”, “reducci6n del 50% de los impuestos", “recuperacin de las Malvinas a cualquier preci ‘etc.), Menem ya habia iniciado un giro a favor de las politicas econémi enemisme yates mercado 234 caspropiciadas por sus adversarios. A la vez que tendia puentes con los grupos econémicos, transmité a los gobiernos de los pafses centrales alos organismos financieros internacionales su voluntad de *honrar Jas obligaciones del pais” e incorpors a su entomno a economistasafines juesps gestos, como Guido Di Tella y Domingo Cavallo. Pero una cosa erxmarcar ¢l rumbo y otra, muy distinta, recorrer el camino. Entre junay otra transcurririan dos largos aios yvarios intentos frustrados. La fextensa duracion y el alto costo que tavo este ciclo de “ensayo y error" obedecieron a la gravedad de los problemas heredados, pero tambign a tas tensiones que atravesaban al peronismo yal propio Fjecutivo respec- toide las medidas concretas a tomar, el modelo a construir en reempla- zo del regulado y protegido que la hiper habia terminado de liquidar,y con qué aliados politicos y sectoriales hacerlo. Lograr que el peronismo to acompafiara fue parte esencial del desafio del nuevo gobierno. La sgravedad de la crisis fue uno de sus principales argumentos, como asi- Inismo ¢1 hecho e ser Menem un lider doblemente legitimado: por sa tziynfo en las internas y por haberle devuelto al Pf el gusto de la victoria cen elecciones presidencies. ‘Su primer intento para enfrentar la crisis fue entregar el manejo de Economia a los grandes grupos locales, para que pusieran sus medlios yano a favor de la especulacién, sino de la recomposicién del orden. Esta estrategia llevé al extremo Ja pauta incorporada por el gobierno radical con el Plan Primavera. Y, como entonces, pronto se compro- bé que esa colaboraci6n era necesaria pero no suficiente: hacfa falta ‘una autoridad estatal imparcial, autoridad que no podia surgir de la mera interaccién entre intereses particulares, por mas poderosos que ellos fueran. Lo cierto es que, contra Ia lectura que muchos hacfan de Ja hiper como fruto de una conspiracién empresarial (un “golpe de mercado’, segiin algunos radicales), cabe sefalar que, ante todo, fue el resultado de una extrema debilidad del estado nacional. Esa debilidad se prolongé durante los primeros tiempos de Menem. Et mecanismo escogido por él para este primer intento fue designara un directivo del grupo Bunge y Born al frente del Ministerio de Econo- ria, No era Ja primera vez que el peronisme colocaba a un empresario en ese puesto: ello se correspondia con una visi6n “expresiva” de la gestion de gobierno, que se confirmé con la entrega de la cartera de ‘Trabajo a Triaca y la de Bducacién a una figura cercana a la curia. La novedad en este caso era que B&B representaba mejor que nadie el an- tiperonisino més acérrimo: el propio Perén lo habia identificado como prototipo de los “vendepatria”. El gesto estaba dirigido precisamente a 292 restora de la Argentina, 1955-2010 ditwir esa oposicion y convencer a los duefios del capital de que la vo: Iuntad de cambio era profunda e incluia una revision inclemente de iy propia historia del peronismo. En el mismo sentido, durante esta etapa Menem dedicd grandes esfuerzos a formular un nutevo relato sobre ol origen de los problemas del pai, que ubicé en 1980; pero no tanto por Jos golpes militares, como cteyera Alfonsin, sino porque, como sostr viera el Proceso, en esa década se habfa abandonado el mercado para abrazar el intervencionismo extatal y el proteccionismo, La edad de ‘oro peronista quedaba asf subsimida en el largo ciclo de la decadencia nacional, Eate giro interpretativo se reforz6 ademis con otros gestos, ‘como el abrazo del presidente con el almirante Isaac Rojas adalid de ly Revolucion Libertadora~ y la incorporacién de Alvaro Alsogaray como ascsor presidencial, que seria seguida porla de muchos dirigentes dem. partido, la UCeDe, el preferido del mundo de los negocios, en puestos clave del gobierno. FLT RT AT YE A AD Ba Actualizar el peronismo. ‘Menem reseata de Pardn pracisamenta aquallo que lo habia enfrentado a los peronistas, el intento de atraer inversiones extranjeras oon las conoe- slones petrolerss y la voluntad de contoner las prosiones sindlcalee para aumentar las inversiones: “Hasta 1952 estabamos acostumoracios & vir casi sin rabaiar[.] gracias a la énoca de vacass gordas que atravesaba el pals [..] Ese afto Perén mismo vis los rigores de fa ors [.] durante el segundo goblemo peronista se comi6 pan naga [..J haciamos cola porque habia desabastecimiento [..] Nacfe se animé a tomar el toro por las astes y por eso vino el funasto golpe ds 1955". De este modo el golps se achacaba, més que al antiperonismo, alos proplos paronistas que no habian sabido comprender un esfuerzo que ahora Menem retorneba. Deal que, desde su perspectiva, el “gio” no impilcare “abandonar el peroriemo" Sino “actuelizaro". © mejor, “hacer verdadero peronisma"; el perarésmo de Perén y no el de quisnes “ee quederon en el 45", Las cltas estén tomadas de Marcos Novaro, Argentina en el fn ce silo, Buenos Aires, Paid6s, 2009. ‘Los legisladores peronistas votaron dos leyes fundamentales para iniciar los cambios: la de Reforma del Estado y la de Emergencia Econémica, que delegaban en el Ejecutivo la decisién de privatizar pricticamente Menemismo y efornae de mercado 233 todas las empresas estatales, suspencer derechos laborales, renegox la deuda externa e interna, eliminar barreras comerciales, etc. A partir de ese momento Menem pudo gobernar emitiendo decretos avalados por dichas leyes (sumarfa mas de 400 en los afios siguientes). Se avanz6 ‘entonces con las primeras privatizaciones, las de ENTel y Aerolineas Ar- sgentinas, a las que pronto se sumaron las concesiones de ramales ferro- viarios y rutas. La mecanica aplicada le permitié al gobierno compatibi. lizar sus necesidades fiscales con los intereses de los grupos nacionales y de los acreedores: las empresas se entregarian a consorcios compuestos por algiin gran inversor local, un tenedor de titulos de la deuda externa yun prestador privado con experiencia en el sector. Los contratistas y los grandes clientes de empresas pblicas, acostumbrados a beneficiarse con sus bajas tarifas y sus sobrevaluados contratos, podrfan wansformar- se ahora en sus propietarios 0 concesionarios. El estado, por sa parte, se cocuparia de la regularizacién de la deuda externa, tendria dinero para cerrar sus cuentas y se desvincularfa de una prestacién de servicios que ya no podia financiar. Ademis, atrayendo los capitales fagados (que sumaban ya alrededor de 75 000 millones de délares), reanimaria la inversin y simultaneamente ganarfa nuevos aliados. Las operaciones se hicieron a gran velocidad y con fuerte injerencia de los empresarios interesados. De allf que la regulacién ptblica de los servicios y Ia introduccién de reglas de competencia hayan sido tan débiles 0 pricticamente inexistentes. Sacrificar estos factores era com patible con una vision del capitalisino exitoso que, tanto del lado em- presarial como del gubernamental, preferfa achicar el estado antes que recrear su poder regulatorio, y estaba més atenta a crear oportunidades de negocios que a fortalecer las reglas de la competencia, Todo ello, en. conjunto, condicioné los resultados obtenidos. Los intereses y las urgencias del gobierno y de los empresarios se ‘complementaron, a su vez, con la necesidad de hacer concesiones a los, gremios afectados: ellos recibirian una parte de Jas acciones de las com- paiifas y habria planes de retiro para los cesanteados. La perspectiva de que los nuevos titulares de las empresas invirtieran en elias y las sacaran del pozo en que se encontraban terminé de convencer a los sindicalis- ‘5, aunque no a todos: en aquellos casos en que el miimero de cesantias fue muy alto, como en los trenes, o en los gremios conducides por el uubaldinismo y algunas seccionales de telefonicos, las protestas fueron intensas. Yel’gobierno tardé en doblegarlas. Para lograrlo conté con él relative aislamiento que padecian los opo- sitores. Ya desde antes de asumir, Menem habia watado de apartar

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