Está en la página 1de 46

Archeologia Medievale

XXXVIII, 2011, pp. 137-181

José María Tejado Sebastián

CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE


DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA): UNA REALIDAD ‘POCO COMÚN’1

1. INTRODUCCIÓN poder llegar a construir abstracciones de más amplio


rango. Comenzar por lo local se presenta como una
Las investigaciones arqueológicas en la cabecera necesidad empírica.
del río Iregua han puesto de relieve la existencia de Es dentro de esa elaboración del contexto, donde
una red de castra de función exclusivamente militar. uno de los modelos de explicación que más nos con-
La excavación de uno de estos enclaves, ha permitido vence para interpretar dicho registro es el de la conflic-
datar su creación ex novo entre la segunda mitad del tividad social. Remarcamos el aspecto social porque,
siglo VII e inicios del siglo VIII (640-720). Tras una como bien es sabido, uno de los debates candentes que
brevísima ocupación, dentro de los mismos paráme- han existido (y del que todavía perviven reminiscen-
tros cronológicos, fue abandonado. cias) en la historiografía tardoantigua y altomedieval
Como se entiende, las interpretaciones que se peninsular es la presencia o no de un limes de carácter
pueden derivar de este registro deben ser, por necesi- militar en la zona norte de la Península Ibérica, con
dad, limitadas, pues se circunscriben a coordenadas el fin de contener los desórdenes que producirían
espacio-temporales muy particulares y definidas. los pueblos del norte (vascones, cántabros y astures
No obstante, y a pesar de tener siempre presente tal principalmente). Algunos estudiosos remarcarán que
premisa restrictiva, hemos querido realizar un marco la presencia de este yacimiento y de su red de castra
interpretativo que aspire a contextualizar lo más am- asociada es un magnífico ‘refrendo’ de la constatación
pliamente posible los datos observados. de su existencia. Sin embargo, modestamente, pensa-
Vamos a intentar entablar un diálogo entre lo mos que no es así.
particular (desde una escala muy local) y la estructura Intentaremos mostrar con registros arqueológicos
social, económica y política de la época (en escalas más y construcciones teoréticas basadas tanto en fuentes
amplias). El reto que se plantea no es sencillo, pues escritas como argumentos arqueológicos, que el aná-
veremos como en ocasiones resulta complejo obtener lisis de la conflictividad detectada para ese momento
inferencias estructurales a partir de registros arqueo- debe ser interpretado desde otra perspectiva de con-
lógicos coyunturales. No se trata de intentar llevar trol social, en clave interna, y no desde postulados
a cabo modelos de explicación maximalista desde que inciden en la construcción y etnogénesis de los
parámetros muy específicos y de reducida aplicación. pueblos. Participamos de la idea de que el análisis
El intento de plantear un marco más amplio que el de la sociedad en estos siglos medievales, no debe ser
local, se debe principalmente a la necesidad de contar articulado desde discursos que estudian este período
con un contexto socioeconómico, político, cultural…, desde el prisma de la modernidad, ni desde posturas
que ayude a explicar y comprender el registro arqueo- nacionalistas que aboguen por el nacimiento de tal o
lógico que se está analizando. Por otro lado, creemos cual nación (Wickham 2009, p. 3).
que la finalidad de cualquier investigación no debe Una de las líneas de investigación que recientemente
ser lo local y lo específico, pero que es el medio para tiene más predicamento tanto entre arqueólogos como
historiadores, es aquélla que pone énfasis en observar
las relaciones que se establecen entre las aristocracias
1
Este artículo es el resultado tanto de las investigaciones realizadas de ese momento con diferentes poderes sociales y
para la defensa de la Tesis Doctoral de quien subscribe (Universidad
de La Rioja, 12/03/2010), como de las interesantes aportaciones, su- políticos, entre ellos el regio. El difícil equilibrio en
gerencias e ideas que realizaron en el debate posterior los miembros esas relaciones (a veces mediante acuerdos y pactos,
del Tribunal: Santiago Castellanos, Javier García, Sauro Gelichi, Sonia a veces mediante episodios de enfrentamiento bélico),
Gutiérrez y Chris Wickham. A todos ellos, y a mis directores de Tesis
y amigos, Ignacio Álvarez y Juan Antonio Quirós, mis más sincero es el marco de análisis sobre el que se va a encuadrar
agradecimiento. Dicha Tesis Doctoral se puede consultar de manera el registro arqueológico que se va a mostrar en esta
íntegra y gratuita en formato electrónico (pdf) en Dialnet, a través contribución.
del Servicio de Publicaciones de la Biblioteca de la Universidad de La
Rioja: http://www.unirioja.es/servicios/sp/tesis/21890.shtml. Cualquier Pensamos que la ‘solución’ no pasa por buscar la
posible error es, obviamente, de mi absoluta responsabilidad. ‘re-solución’ del conflicto, pues éste parece ser perpe-

137
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

tuo, sino en analizar esa tensión espacial y temporal- asentamiento castral, creíamos que se desarrollaría
mente para contextualizar el registro que analicemos, en los estadios temporales de la Protohistoria, prin-
sea éste una muralla, un broche de cinturón liriforme, cipalmente de la II Edad del Hierro y no de la alta
o un códice del siglo VII. Que esa tensión existe, es, Edad Media como finalmente ha sido. Comenzados
en nuestra opinión, patente y manifiesto. A modo de los análisis desde postulados de la Prehistoria reciente
ejemplo, una de las materializaciones más gráficas de para el estudio de este territorio, éstos tuvieron que
esa situación de importante conflictividad se observará modificarse a medida que observamos que nuestras
en algunos yacimientos aquí analizados con la presen- premisas iniciales no se correspondían con el registro
cia física de hasta cuatro recintos amurallados y todo arqueológico detectado, al menos desde el punto de
su complejo sistema defensivo. Un análisis interno y vista cronológico, que no de metodología.
espacial de esas murallas nos marcará una pauta de Puede que alguien, visto este precedente que no
planificación, disposición y construcción basada en queremos esconder ni ocultar, sino todo lo contrario
modelos bizantinos… otro de los temas no menos dejar bien patente y manifiesto, considere que el traba-
calientes de la arqueología actual en relación con la jo que a continuación vamos a exponer se trata de una
arquitectura tardoantigua y altomedieval peninsular. intromisión desde otro campo profesional y por tanto
No obstante, antes de pasar a analizar directamente no tenga que ser tenido en la misma consideración que
el registro arqueológico, es necesario llevar a cabo un uno realizado por arqueólogos del área altomedieval.
marco general que encuadre algunas ideas imprescin- No nos corresponde a nosotros que juzguemos, obvia-
dibles para su correcta comprensión; como son los mente, la pertinencia o no de nuestro propio trabajo.
planteamientos y objetivos generales del estudio, el No obstante, sí podemos decir del resultado que, a pe-
propio concepto de castro, o una breve descripción sar de haber tenido que dedicar bastante más esfuerzo
del área de trabajo. del previsto inicialmente, al menos personalmente nos
ha enriquecido notablemente.
1.1 Planteamientos y objetivos: Estudio Desde nuestra perspectiva, pensamos que es in-
del objeto castro como elemento dialéctico teresante constatar las relaciones que se establecen
entre poblamiento y territorio por medio de dicho nodo castral entre el territorio
por un lado y la población por el otro. Hemos califi-
El estudio arqueológico que hemos desarrollado cado a esta relación como dialéctica. Pensamos que
en esta zona presenta dos tipos de condicionamientos en el contacto entre esas dos realidades (territorio y
previos principales; los científicos y los propiamente población), el castro adquiere esa materialidad como
personales. una importante forma de relación, sin ser la única, ni
El primer grupo de ellos nace del hecho de que el mucho menos. No entendemos esos dos elementos
conocimiento arqueológico en dicho territorio era como términos antagónicos dentro de una ortodoxa
prácticamente inexistente antes de comenzar con concepción materialista (Tesis: territorio y Antítesis:
nuestras investigaciones. Esto puede concebirse como población), sino, desde una perspectiva que ahonda
un problema, pues es dura y laboriosa la obtención en las raíces del propio término. Nos interesa más
de información empezando desde cero o, por otro la etimología filológica del término, es decir, como
lado, como una ventaja a la hora de comenzar con “técnica de la conversación”2. Es en ese ‘diálogo’ que
la sistematización de los datos observados y donde se establece entre la población con el territorio y vice-
no hay elementos anteriores que pudieran introducir versa, donde nos parece útil el rescate del significado
interferencias en las lecturas e interpretaciones del literal del término dialéctico.
registro arqueológico. Como decimos, no es en absoluto la única mani-
Los parámetros de tipo personal proceden de la festación dialéctica que se establece entre esos dos
vinculación de quien subscribe a un pueblo de esta elementos, ya que se producen otras manifestaciones
zona de alta montaña. Esta implicación, más que un igualmente valiosas e interesantes para captar esa
lastre, ha sido de gran ayuda a la hora de comprender conversación (civitas, villae, ecclesia, villula…). La
adecuadamente el contexto de cada yacimiento, el materialidad de la pluralidad y diversidad de la con-
importante punto del conocimiento de la toponimia versación mantenida, se refleja en esa variedad del re-
local, el acercamiento a los informantes y a los datos gistro arqueológico, donde una multiplicidad de tipos
que se les han solicitado durante la prospección, o de yacimientos nos indica, igualmente, una riqueza
durante el establecimiento de nexos con las entidades de conversaciones y diferentes diálogos entablados
locales para favorecer dichas investigaciones arqueo- entre el territorio y su población. Una manera más
lógicas. de gestionar dicha relación es, simplemente, a través
Así pues, y una vez mencionados los condiciona- del objeto castro. En nuestra concepción orgánica
mientos con los que partía la investigación, es hora entre diferentes espacios de un mismo territorio (ám-
de asumir sin ningún tipo de rubor, pero sí como un
interesante ejercicio de reflexión, que el estudio del 2
Del griego διαλεκτική (τέχνη): A través o por medio de la conver-
poblamiento de este territorio a través del tipo de sación (técnica).

138
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

bito urbano y rural), creemos que deben establecerse exitosas desde hace ya bastantes años a partir de una
grados de complementariedad para que el sistema perspectiva altomedieval, incluso con clasificaciones de
territorial funcione adecuadamente. Sin embargo, a los diferentes tipos de castros, basadas en parámetros
pesar de que sería extremadamente interesante poder como la localización, dimensiones, funciones… Sin
dedicar nuestros esfuerzos a analizar esos otros diálo- embargo, en la investigación arqueológica hispánica, a
gos fosilizados que nos permitiesen contextualizar el pesar de que se está avanzado a muy buen ritmo en los
sentido general de la conversación mantenida entre la últimos años, faltan todavía registros fiables para plan-
población y el territorio, es necesario ceñirse a un solo tear un sólido estado de la cuestión. Existe un artículo
elemento, pues de otro modo, nos perderíamos al no de síntesis que aborda la clasificación de los castros y
poder profundizar en ninguna de sus relaciones. castillos desde parámetros cronológicos y que puede
ser el revulsivo necesario para invertir esta situación
1.2 Problemática del concepto castrum: en el norte peninsular (Quirós 2011).
Edad del Hierro-alta Edad Media Algunas de las consecuencias más nefastas de esta
indefinición del tipo castro se observan en la praxis
Este punto es tan complejo que sólo él daría lugar arqueológica, como el ejemplo que hemos traído aquí a
a varias monografías completas. Es por ello que en colación en los inicios de nuestra propia investigación:
estas pocas líneas se pretende únicamente esbozar el se confunden frecuentemente los resultados de algunas
problema que conlleva su propia definición, no entrar prospecciones arqueológicas (sobre todo desde el pun-
en su análisis. La necesidad del planteamiento de esta to de vista de los análisis del territorio), los castros de
cuestión se infiere de la exigencia de intentar delimitar origen protohistórico de aquellos tardoantiguos, como
lo más posible el objeto de estudio, máxime cuando acertadamente observó Chris Wickham: «In northern
hemos visto los problemas, no sólo teóricos sino emi- Spain, we would need to distinguish these late Roman
nentemente prácticos, que comporta tal asunto. military castra from the castros of indigenous origin,
Si nos hiciésemos la pregunta ¿Qué es un castro?, which may represent quite different social structures
la cuestión pudiera llegar incluso a provocar hilaridad (see Ch. 4, nn. 189, 191); but at present there is no
por lo simple de la respuesta, o, lo que sería aún peor, way of doing this archaeologically or topographically»
por lo simple de la pregunta. Pero en cuanto nos lan- (Wickham 2005, p. 479, n. 102). Esta apreciación
zamos a intentar responderla, vemos que no resulta creemos que es una de las claves para poder com-
tan fácil como se aventuraba en un principio. ¿Qué prender la situación arqueológica y de interpretación
define a un castro? ¿Su extensión? ¿Su ocupación histórica del norte peninsular para este período.
cronológica? ¿Su cultura material? ¿Sus parámetros Mientras no sepamos solventar este problema, poco
defensivos? ¿Sus indicadores de asentamiento como se podrá avanzar en el análisis social, económico y
refugio poblacional? ¿Sus características de locali- político a través de los castros de época altomedieval,
zación topográfica muy determinada en el territorio ya que, como no puede ser de otro modo, unos castros
sobre el que se asienta? ¿Su planificación constructiva y otros materializan estructuras sociales distintas y las
o la falta de ella? ¿La ‘marginalidad periférica’ de su interferencias en sus lecturas son funestas.
localización? ¿Su visibilidad?… Una vez vista esta circunstancia, es hora de retomar
Podríamos argüir que si bien los parámetros seña- el hilo argumental y observar que, afortunadamente,
lados son características importantes, ningún rasgo la realidad del concepto castro es mucho más com-
de los mencionados es, por sí mismo y de manera pleja y rica de lo que en ocasiones nuestra limitada
exclusiva, definitorio de tal realidad castral. Con concepción arqueológica e histórica ve en él. Ni sólo
largas, meticulosas y profundas investigaciones, se existen castros de época protohistórica con suficiente
podría llegar a proponer una lista de variables que, de entidad (y por tanto, aquellos castros tardoantiguos
mejor o peor grado, satisficieran a una gran mayoría y altomedievales de cierta relevancia no deben ser
de los investigadores con la síntesis de una serie de sistemáticamente entendidos como ‘re-ocupaciones’
características que articulasen tal realidad. Al modo posteriores, como tradicionalmente considera una
de Martin Biddle con su célebre modelo de ciudad parte de la historiografía arqueológica hispana), ni
basado en doce puntos (Biddle 1976), alguien podría aquellos castros de esa ‘otra’ época tardoantigua
proponer otra casuística similar para el concepto de poseen únicamente funciones poblacionales. Vamos
castro. En el caso de la Península Ibérica y para los a intentar demostrar que, efectivamente existen cas-
castros de origen protohistórico, se han dado tenta- tros tardoantiguos de carácter militar y que surgen y
tivas de clasificación conforme a sus dimensiones, responden a un contexto muy determinado, que no
localización, etc. (Romero 2005). se pueden entender como ‘simples reocupaciones’ de
En otros ámbitos geográficos, como por ejemplo estructuras previas. Entre otras cosas, porque la red
el centroeuropeo (Ciglenecky 1987), el francés aquí detectada no se rige por tal premisa, ya que al
(Scheneider 2001, 2003, 2005) o el italiano (Brogio- menos, para el caso concreto del castro excavado, se
lo, Gelichi 1996; Mannoni, Murialdo 2001) entre constata que fue construido ex novo entre la segunda
otros muchos, se han realizado ensayos y tentativas mitad del siglo VII y principios del VIII.

139
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

fig. 1 – Localización del área de estudio. A) Mapa de la Península Ibérica con la capital y principales ciudades durante el siglo
VII. B) Mapa de la actual comunidad autónoma de La Rioja, con indicación de la zona de estudio.

fig. 2 – Mapa geológico de la Comunidad Autónoma de La Rioja. Año 2005. Gobierno de La Rioja.

1.3 Descripción física del área de estudio en la denominada comarca de los Cameros (fig. 1).
Es una región de alta montaña que se emplaza entre
La zona que se va a analizar es la cabecera del río dos unidades geográficas y socioeconómicas bien di-
Iregua, afluente del río Ebro. Se encuentra en la parte ferenciadas; la depresión del Valle del Ebro al Norte,
meridional de la Comunidad Autónoma de La Rioja, y la Meseta al Sur.

140
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

Limita al Sur, Este y Oeste con la provincia de Soria estudio de los dólmenes prehistóricos analizados en la
y el espacio de estudio forma parte de un importante zona camerana; López De Calle 1993), o hallazgos
conjunto montañoso denominado Sierra de Cebollera. e intervenciones aisladas de cronología altomedieval
El pico más alto de esta Sierra es “La Mesa”, con 2.168 en el bajo Iregua, en su zona de contacto con el valle
m.s.n.m. Junto con la Sierra de la Demanda (“San del Ebro (Taracena 1927; Espinosa 1993).
Lorenzo”, 2.262 m.s.n.m.) y el Macizo del Moncayo
(“Moncayo” 2.315 m.s.n.m.) configuran las cotas más 2.1 Criterios de intervención
altas del Sistema Ibérico.
Por todo ello, realizamos en su momento una
Esta Sierra de Cebollera, de una extensión de unos
prospección sistemática selectiva para detectar el
500 km² aproximadamente, posee una orografía
mayor número de casos del tipo castro. Para tal fin,
agreste y escarpada de origen glaciar, con fuertes
seleccionamos a priori algunos criterios como la ele-
pendientes y acentuados barrancos, como correspon-
vada visibilidad e intervisibilidad entre los cerros, la
de a los primeros tramos de arroyos y ríos de alta
utilización metodológica de la Toponimia, o de las
montaña.
fuentes orales3.
El sector camerano de la Cordillera Ibérica es una
Respecto al uso y abuso de la Toponimia cometi-
estructura alpina parcialmente arrasada o amesetada
do por parte de la Arqueología años atrás, hay que
que sufrió una inversión tectónica durante la compre-
decir que afortunadamente algunos arqueólogos
sión terciaria. Esto explica que nos encontremos cerros
han replanteado un panorama acertado en donde la
de morfología casi plana a cotas superiores a los 2.000
cordura científica y el sentido común son las direc-
m.s.n.m., como por ejemplo el cerro de “La Mesa”.
trices básicas (Zadora-Río 2001). No obstante, ello
La composición de las rocas de esta zona es de origen
hace que precisamente con la utilización conjunta de
sedimentario, concretamente de naturaleza tanto mari-
criterios arqueológicos fiables y datos toponímicos
na (mares poco profundos y costas) como continental
contrastados, los resultados sean satisfactorios, y es-
(lagos y ríos aluviales) (Mas et al. 2002).
pecialmente en las zonas de alta montaña (Fernández
Sintetizando, y sin entrar en mayores precisiones
Mier 2006). Esto se debe, entre otros motivos, a que
sobre la orogénesis de la zona y su posterior configu-
en este entorno montañoso, proclive a las evoluciones
ración morfológica, este proceso de orogenia alpina
lentas por su propia dinámica interna, se posibilita el
provocó la aparición de fallas y fracturas en superficie.
mantenimiento de la toponimia del lugar con leves
Un relieve muy parcelado e individualizado geológica-
modificaciones en muchos casos, o que justamente los
mente y que ha dado lugar a pequeñas áreas litológicas
cambios sean reveladores en otras ocasiones. La expre-
con escasa relación entre ellas (fig. 2). La posterior
sividad de términos como “El Castillo de los Monjes”,
actuación glaciar en el Cuaternario, acabó por con-
“Peña Castillo”, o “Los Castillejos”, hace que tenga
figurar y potenciar aún más un relieve escarpado de
que prestarse especial atención a la constatación de
fuertes desniveles. Así pues, es frecuente observar en
tales topónimos en la zona de estudio.
el territorio de estudio desplomes y cortados naturales
El relieve en esta zona es un aspecto que determina
de gran relevancia (vid. supra).
la ocupación del territorio de alta montaña en el que
Estas características hacen que la circulación por
nos encontramos. Aplicamos la expresión determinan-
el territorio, así como nuestras tareas de prospección
te a pesar de lo poco proclive que nos mostramos a casi
del mismo, se vea condicionada por este parámetro.
ningún tipo de determinismo. Sin embargo, creemos
Por tanto, el conocimiento de la zona y de sus vías de
que con este factor hay que hacer una excepción. El
comunicación (tanto principales como secundarias),
contexto del entorno lo explica. Una zona montañosa
resulta un aspecto fundamental. Ésta es una variable
presenta zonas de máxima visibilidad (cimas) junto
de gran importancia que desarrollaremos con mayor
a otras de visión muy limitada (valles). Esta variable
profundidad más adelante, sobre todo en relación al
debe ser tenida en cuenta a la hora de comprender
control de dichas vías de comunicación y, por ende,
algunas dinámicas de ocupación del territorio que
del territorio. Una comunicación que, por otro lado,
hemos detectado en la cabecera del río Iregua.
se dificulta enormemente en la época invernal por el
Si mantenemos el peso de este factor de la visibili-
elemento de la nieve, como es de esperar en una zona
dad se debe a que, a pesar de los avances tecnológicos
de alta montaña.

2. TOMA DE DATOS
3
Actualmente acabamos de finalizar la realización de la Carta
Como hemos mencionado con anterioridad, los Arqueológica del término municipal de Lumbreras de Cameros con el
fin de recopilar y completar aquellos datos de las zonas que faltan por
estudios arqueológicos de la zona del alto valle del prospectar. El término municipal de Lumbreras tiene una extensión de
Iregua eran prácticamente inexistentes antes de las 142,79 km², y está compuesto por tres núcleos habitados (Lumbreras,
investigaciones aquí mostradas. Existen períodos San Andrés y El Horcajo), así como por uno ya desaparecido (Pajares)
bajo las aguas del pantano homónimo. Hemos obtenido una gran
cronológicos con una elevada calidad de las investiga- cantidad de información de los habitantes de esta zona por medio de
ciones en la zona media del valle (como por ejemplo el entrevistas orales.

141
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

fig. 3 – Imagen panorámica donde se indica la localización de los yacimientos citados.

que se han desarrollado en la actualidad y de la enorme campo y a su sistematización informática. Las labo-
capacidad de transformación del paisaje de todo lo que res de toma de datos se centraron en la anotación de
rodea al ser humano en estos momentos, sigue siendo las coordenadas U.T.M. de su localización mediante
todavía muy costoso y en ocasiones no es rentable, G.P.S., la realización de fotografías digitales de los
energéticamente, la transformación del trazado de una mismos, la recogida y estudio de materiales de su-
vía de comunicación (ya sea mediante la elevación de perficie en el caso de observarlos, o el dibujo de unos
la misma o la perforación de las montañas que atravie- croquis de la planta de los yacimientos a escala 1:500.
se). El peso de este parámetro disminuye en las zonas En referencia a este último punto, estos bocetos que
llanas de los valles, pero en las zonas montañosas es aquí presentamos son extremadamente simples por el
todavía un aspecto clave a tener en cuenta. Tanto es así momento, casi podríamos calificarlos como esquemas,
que los yacimientos que aquí vamos a presentar, por debido tanto a la inaccesibilidad de algunos yacimien-
mantener este criterio de visibilidad, han sacrificado tos para la ascensión del equipo topográfico necesario
otros parámetros ‘vitales’ como la disponibilidad de para llevar a cabo un trabajo de calidad, como a las
agua, lo que nos está dando indicios inequívocos del limitaciones presupuestarias para buscar otro tipo de
carácter absolutamente prioritario que se le confería representación alternativa. El punto donde se tomaron
en el pasado a tal indicador. las coordenadas U.T.M. está representado en cada
croquis con un *.
2.2 Prospecciones: descripción de yacimientos Toda esta información se ha organizado mediante
y primeros resultados el uso de tecnología informática. En primer lugar se
volcaron los datos en el mapa de la zona con lo que
En el área de estudio perfilada se han detectado
se obtuvo una nube de puntos con su localización.
diversos yacimientos, de los que vamos a destacar por
Posteriormente, se informatizó el registro y se reali-
sus particularidades ocho, y que son:
zó un archivo multimedia de los mismos en donde,
– El Castillo de los Monjes por zonas, se pueden consultar sus coordenadas,
– Peña Yerre fotografías u otros detalles (materiales, dibujos, etc.).
– Peña Castillo Finalmente, los materiales cerámicos recogidos fueron
– Cerro 1664 estudiados, analizada químicamente su composición
– Los Castillejos (algunos minerales) y sistematizados en una base de
– Los Castillejos II datos creada al efecto.
– El Paso Estrecho
– Torre Fuerte de Lumbreras 2.2.1 “Peña Yerre” o “Peña Hierro”
Ellos conforman lo que hemos venido denomi- (X: 30529550E, Y: 4658713N, Z: 1716) (fig. 4)
nando red de castra y turris del alto valle del Iregua. En la cima del monte con el nombre mencionado
Su conocimiento actual se deriva de la utilización hemos localizado un castro que consta de cuatro recin-
de métodos exclusivamente prospectivos, salvo en el tos amurallados. Todo el cerro donde se encuentra el
primer caso, que pasaremos a analizar en profundidad castro supera los 1.700 m.s.n.m. No dispone de agua
más adelante (fig. 3). y su posibilidad de adquirirla se presenta como un
Una vez definidos y establecidos los criterios de ejercicio de elevado coste energético, tanto por la gran
intervención, procedimos al registro de los datos de distancia a la misma, como por la orografía agreste

142
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

fig. 4 – Croquis de la planta del


castro de “Peña Yerre”.

fig. 5 – Detalle de una parte del


lienzo del muro Este.

figg. 6-7 – Control del acceso y


piedras verticales de la segunda
línea defensiva.

143
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

del terreno que hay que solventar para conseguirla. Una vez traspasado este punto nos encontramos
Sus murallas y muros se disponen en aquellos tres con la siguiente muralla, la tercera. De característi-
laterales (todos salvo el cortado en la orientación S) cas constructivas similares a la primera y parte de
que no presentan defensa natural mediante cortados. la segunda, es decir, realizada mediante piedra local
Estos desplomes verticales naturales pueden llegar a de pequeño-mediano tamaño, sin labrar y trabada a
superar la impresionante cifra de 50 m de altura en seco. Presenta dos posibles entradas, una segura y la
algunos lugares (al S). otra (la que está más al Oeste) está muy derruida por
El cerro se compone de un sustrato de roca natural lo que su adscripción, por el momento, es dudosa.
muy sólida, que es la común de la zona; silicatos de Ésta, de confirmarse que es un acceso, presentaría un
base cuarcítica. En la zona Este que presenta un pe- sistema defensivo de ‘puerta en codo’, o en forma de
queño escarpe, pero que no es suficiente como medida “L”. El primer ingreso, no tiene una medida suple-
defensiva, los muros apoyan directamente sobre dicho toria de defensa en su entrada y se realiza mediante
resalte y se construyen encima del mismo (vid. fig. 5). una simple discontinuidad del muro. La disposición
La potencia arqueológica es mínima, no superando de la muralla se adapta a la morfología del terreno,
en el mejor de los casos, los 50 cm de profundidad. también ligeramente modificada. En el interior de este
Sólo en algunas zonas se observa un pequeño mantillo recinto se ha detectado la presencia de dos estructuras
de tierra que posibilita el desarrollo de vegetación circulares/elípticas de diferentes medidas. Para la cons-
arbórea. trucción de la mayor de ellas se ha utilizado un bloque
Este castro presenta cuatro líneas defensivas. La de grandes dimensiones (2×1×1 m). El paramento de
primera, que no aparece reflejada en el croquis por esta estructura tiene una altura de 1 m y una anchura
su lejanía respecto a la siguiente línea (150 m al N), de muro superior a los 60-80 cm.
consiste en un muro de piedra local trabada a seco La última línea de defensa es una muralla de téc-
de 1 m de altura aprox. por 2 de anchura. Presenta nicas constructivas similares a las descritas anterior-
numerosos derrumbes y su acceso es una simple dis- mente. En la parte central presenta dos accesos, que
continuidad del muro. En este espacio no se observan se encuentran a ambos lados de una pequeña zona
estructuras visibles en superficie. convexa de la muralla que permite controlarlos. En el
La segunda línea de defensa es una pequeña muralla acceso más al Este, se ha confirmado la presencia de
de forma almendrada que controla desde una terraza una estructura circular que junto con la disposición
superior, a más de 3 m de altura, el acceso al castro de otros bloques pétreos se interpreta que tendría
(fig. 6). Se podría decir que es un gran apéndice de funciones de control de la entrada. Existe además, otra
la muralla tercera. La parte más próxima a ésta se estructura elíptica de características morfológicas muy
construyó con piedras de mediano tamaño del lugar similares a las definidas para el recinto anterior. En
trabadas a seco, mientras que en su parte más al N ó esta parte del yacimiento, la más alta, se ha encontrado
externa, se ha realizado mediante la colocación verti- mineral de hierro en superficie.
cal de grandes piedras (fig. 7). Han sido depositadas, Como punto destacado hay que decir que las rela-
no hincadas, ya que el sustrato es rocoso. Su función ciones de visibilidad con el yacimiento de “El Castillo
de protección es patente. Esta medida supletoria de de los Monjes” así como con el resto del territorio
control del acceso ha sido perfectamente planificada circundante, son excepcionales. Hay que remarcar la
y ejecutada para adaptarse a la roca madre, que a su conexión que presenta con la parte baja del valle, en
vez también se modificó para presentar esa configura- concreto con el enclave de Viguera, que es el punto
ción. La simbiosis de adaptación entre los elementos de contacto con el valle del Ebro.
antrópicos y naturales va a ser una constante en todos
los yacimientos aquí presentados. 2.2.2 “Peña Castillo”
Por la complejidad de las estructuras del acceso (X: 30523675E, Y: 4668918N, Z: 1728)
(tanto en su configuración, como del parapeto de La localización de este yacimiento, vino motivada
piedras verticales en su parte alta), se puede considerar en gran medida por la toponimia del lugar. Es la parte
a este acceso la entrada principal a la zona ocupada alta de un cerro de 1.728 m.s.n.m. que presenta una
en el yacimiento. Para lanzar esta hipótesis nos basa- situación prominente respecto al relieve próximo y
mos en la información ya obtenida del castro de “El que posee unas características de visibilidad óptimas
Castillo de los Monjes”, en donde también se han para divisar y controlar el territorio tanto próximo
detectado complejidades estructurales en los accesos como lejano (fig. 8). Sus desplomes verticales superan
de las murallas que permiten la entrada a las partes los 30 m. Al igual que el caso anterior, no dispone de
habitadas del yacimiento (puerta en forma de “L”, o agua y la posibilidad de adquirirla hay que entenderla
acceso en corredor). No obstante, faltaría realizar una como un ejercicio costoso, tanto por la distancia a la
excavación arqueológica para ver si esas diferencias misma, como por lo escarpado del terreno hasta llegar
tienen un reflejo en la cultura material del yacimiento al vital líquido elemento.
y en qué medida, así como un estudio arquitectónico En su parte superior encontramos restos de muros.
de dichas estructuras. La mala conservación de los mismos, no permite ha-

144
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

fig. 8 – Vista oriental de la roca


sobre la que se asienta el yaci-
miento.

fig. 9 – Croquis de la planta de la


turris de “Peña Castillo”.

fig. 10 – Croquis de la planta del


castro “cerro 1664”.

145
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

cer observaciones relevantes sobre su altura u otras


características constructivas. Por la entidad de los
derrumbes se puede observar que estas estructuras
estarían construidas con mampuestos de pequeño
tamaño de piedra local trabada a seco, sin argamasa
(fig. 9). Estos mismos derrumbes nos dan la posibili-
dad de proponer la disposición de las estructuras que
vemos en el croquis y la anchura aproximada de los
mismos, que irían desde 1 m hasta superar los 3 m
en un brazo del acceso. Como hemos dicho, la mala
conservación de los paramentos impide sacar más
información al respecto, pero todo parece indicar
que este yacimiento no presentaría una estructura
compactada, sino una disposición de muros que, a
modo de parapetos, podrían servir como medidas de
protección y resguardo antes los vientos dominantes
fig. 11 – Aparejo ciclópeo utilizado en una parte de la muralla.
y demás inclemencias meteorológicas por un lado,
así como eficiente medida de control sobre el acceso
por otro. Esto se infiere de la disposición en forma
de “L” de los muros que se erigen en el acceso que da servido para denominarlo de esta manera, ya que
paso a la zona con hallazgos cerámicos sobre la roca. de momento desconocemos su nombre (si es que lo
No se debe descartar que pudieran presentar algún tiene). Está muy cercano al cerro de “Peña Castillo”,
tipo de estructuras lígneas complementarias y que, descrito previamente.
obviamente, por el momento no lo podemos apuntar De naturaleza amesetada y en gran parte de su
mientras no se realicen otro tipo de intervenciones superficie con la roca natural al descubierto, presenta
arqueológicas. un único muro que lo circunda en el lateral N-NO
Resulta llamativa la abundante aparición de cerá- (fig. 10). Éste es el único flanco que no presenta un
micas en superficie en un lugar tan abrupto como el cortado natural inaccesible. El resto del cerro presenta
descrito. La aparición de más de medio centenar de unos desplomes verticales entre los 5, hasta los 10 m
fragmentos se explica por las labores de animales sal- de altura. Igual que los casos ya descritos, no presenta
vajes, concretamente de jabalíes, que en busca de raíces agua y hay que descender del cerro para obtenerla de
y alimento han sacado a la superficie estas cerámicas. alguno de los manantiales del entorno.
Teniendo en cuenta que se trata de materiales de super- Las características formales de los paramentos son
ficie, no lo olvidemos, y por tanto cualquier precisión semejantes a las descritas en los otros yacimientos;
cronológica hay que encuadrarla en su justa medida, pequeños mampuestos de roca del lugar, trabada a
lo cierto es que el horizonte cronológico cultural al seco y cimentados directamente sobre la roca natural.
que apuntan indefectiblemente todas estas cerámicas, El alzado que presenta actualmente no llega a 1 m de
es el altomedieval. Incluso se han recuperado nume- altura. Su conservación es deficiente y el derrumbe
rosos fragmentos de cerámica de pasta gris clara, con que se observa es de un volumen considerable. Una
desgrasante de esquisto que por sus características particularidad que merece la pena destacar, se refiere
de composición de pasta, se asemejan mucho a las a los paramentos constructivos detectados en algunas
analizadas física y químicamente en el castro de “El zonas concretas de la muralla, que fueron realizados
Castillo de los Monjes” y fechadas entre la segunda con bloques que en ocasiones llegan al metro cúbico.
mitad del siglo VII e inicios del s. VIII. La detección de la utilización de esos aparejos cicló-
La entidad de estos restos estructurales (muy infe- peos ha sido comprobada en los castros de “El Castillo
rior a los detectados en otros yacimientos), así como de los Monjes”, “Peña Yerre” o “Los Castillejos”,
la limitada extensión de la superficie habitable de la entre otros.
que se dispone encima de la roca (poco más de 600 Presenta otras características comunes con los yaci-
m²), hace que nos decantemos por su adscripción mientos detectados, como la constatación de pequeñas
funcional a una turris o puesto de vigilancia con un cantidades de mineral de hierro en su superficie, o la
cierto grado de obras de fortificación, antes bien que existencia de una estructura circular de piedra dentro
a un imposible castro. La visibilidad desde este punto del recinto. Adosada al interior de la muralla se ob-
es abrumadora. serva una estructura de notables dimensiones. En el
exterior, se perfila una estructura añadida en forma
2.2.3 “Cerro 1664” de “L”, que en esta ocasión se encuentra a bastante
(X: 30524299E, Y: 4659632N, Z: 1657) distancia del acceso (fig. 11).
Esta loma tiene una altitud de 1.664 m.s.n.m. A pesar de no haber podido recoger ningún material
según el Mapa Topográfico Nacional. Ello nos ha arqueológico en superficie, por las características for-

146
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

fig. 12 – Croquis de la
planta del castro de “Los
Castillejos”.

fig. 13 – Aparejo cicló-


peo utilizado en la parte
central de la muralla.

males analizadas, así como por la disposición idónea Volvemos a remarcar que esto es una hipótesis de
respecto al cercano yacimiento de “Peña Castillo”, trabajo que sólo se podrá concretar en un sentido u
ponemos este yacimiento “cerro 1664” en relación otro tras las pertinentes intervenciones arqueológicas
directa con el de “Peña Castillo”. La visibilidad entre de mayor calado.
ambos es excelente. La hipótesis de trabajo que ba-
rajamos es que en este yacimiento podrían residir los 2.2.4 “Los Castillejos”
escasos efectivos necesarios para realizar los cambios (X: 30530143E, Y: 4662004N, Z: 1229)
y relevos en los trabajos de observación y vigilancia Este yacimiento presenta una sola muralla que
llevados a cabo en la cercana turris de “Peña Castillo”. circunda su lateral Sur, que es aquel que no tiene de

147
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

manera natural unos cortados verticales y zonas muy


inclinadas de imposible acceso (fig. 12).
Esta muralla no se encuentra completa en toda su
extensión, presentando numerosos tramos interrumpi-
dos por discontinuidades. Algunos puntos donde falta
el tramo de muralla pueden ser explicados debido a
que existen zonas de enormes piedras, de decenas de
toneladas, que imposibilitan el acceso al interior por
esos puntos concretos por lo que pueden ser enten-
didos como lugares donde se ha ahorrado el enorme
gasto energético que supone la construcción de dicha
muralla. Por el contrario, la zona más occidental de
la muralla parece haber sufrido importantes pérdidas,
consecuencia de diferentes actividades antrópicas
posteriores. Las labores de reforestación con maqui-
naria pesada (tipo bulldozer) en esta zona de bosque
pudieron haber sido las responsables.
Este hecho dificulta saber si el castro presentaba
una única entrada o por el contrario había más en su fig. 14 – Croquis de la planta del puesto de vigilancia de “Los
zona central, que en ese caso desconocemos cuantas Castillejos II”.
eran (¿2?) y si presentaban medidas supletorias de
defensa. Lo que sí parece claro tras las tareas de pros-
pección es que presenta un acceso en su parte oriental.
En éste, como medida extra de defensa se ha construi-
do un pequeño codo en forma de “L”, de apenas 1,5
m y a su vez un acceso en corredor con un desarrollo
aproximado de casi unos 3 m de longitud.
El aparejo y las técnicas constructivas utilizadas son
las mismas que en los casos anteriores. Piedra local
cuarcítica de mediano tamaño, sin labra y trabada
a seco. El grosor de la muralla tiene de media 1,5
m aprox., presentando también en algunos puntos
concretos, aparejo ciclópeo. No se han recuperado
materiales y tampoco tiene disponibilidad de agua en
su interior (fig. 13).
2.2.5 “Los Castillejos II”
(X: 30529586E, Y: 4662631N, Z: 1186) (fig. 14)
La estructura aquí detectada se erige en la parte
más alta de un farallón rocoso inaccesible por dos
de sus lados (N y E). Sus muros están construidos
con piedra local de pequeño tamaño, sin desbastar,
y tienen un grosor medio de 1 m, en ocasiones infe-
rior. Su superficie es de unos 70 m² aprox. Su alzado
máximo no sobrepasa en la actualidad los 60 cm. El
muro presenta discontinuidad en su parte oriental, fig. 15 – Croquis de la planta del probable puesto de vigilancia
por lo que presuponemos que en esa zona estaría de “El Paso Estrecho”.
ubicado el acceso.
No se ha recuperado ningún tipo de material
arqueológico ni en el interior, ni en la zona exterior mente podríamos calificarla como una turris4 y, por
más próxima. Este punto tampoco dispone de agua el contrario, hace que nos inclinemos a pensar en que
permanente, aunque sí existe la posibilidad de abas- se trataría exclusivamente de un puesto de vigilancia,
tecerse (salvo en verano) de la cercana laguna alpina
de “La Nava”. 4
No obstante, es necesario y urgente plantear un sólido estado de
Su acceso es relativamente fácil desde las orienta- la cuestión para poder llegar a conceptualizar adecuadamente qué es
ciones S y O. Así pues, esto unido a que no presenta una torre, una torre de transmisión de señales, o un puesto de vigilan-
ningún otro tipo de construcciones defensivas, o su cia, ya que para la época altomedieval hispana está insuficientemente
tratado. Se puede ver un análisis y estudio particular de alguno de estos
reducidísima extensión y entidad, hace que difícil- elementos concretos para la época andalusí en Martí 2008.

148
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

sin ninguna otra función de defensa. Por su cercanía y torre, y que contienen «fragmentos cerámicos comunes
disposición al castro de “Los Castillejos”, nos induce grises» (ibid.). Estos enterramientos correspondientes
a pensar que este punto de vigilancia estaría en rela- según el autor a época medieval y que asigna al siglo
ción directa con él, pudiendo residir en el castro los XII sin ningún tipo de análisis de datación o de estudio
individuos que tendrían que relevar periódicamente de de la tipología cerámica o de otro material5.
dichas tareas de vigilancia. Se trata de una hipótesis No ha sido posible revisar los materiales de dicha
de trabajo similar a la planteada para los yacimientos intervención, pero existen indicios para pensar que
de “Peña Castillo” y del “cerro 1664”. algunas cerámicas catalogadas como comunes, en
realidad pudieran pertenecer a estadios cronológicos
2.2.6 “El Paso Estrecho” altomedievales. Como decimos esta hipótesis no se
(X: 30530313E, Y: 4662348N, Z: 1077) podrá desmentir o certificar mientras no se consulten
Como indica su topónimo, la localización de este dichos materiales o se realicen nuevas intervenciones
enclave responde a cuestiones geográficas. En este arqueológicas en el interior de la torre.
punto en concreto el río Lumbreras se ve obligado La conexión visual que presenta el lugar donde
a fluir por un angosto paso natural. La vía de co- está enclavada esta torre es tal, que desde ese punto
municación que actualmente discurre por el valle se observan todos los yacimientos aquí presentados
del Iregua, la carretera Nacional 111, se encuentra a salvo dos; “Peña Castillo” y el “cerro 1664”. Con
unos 60 m de distancia, pasando por el único espacio todos los demás, se establecen unas nítidas relaciones
posible para transitar por esta zona. En lo alto de uno visuales. La centralidad espacial de este enclave y su
de los laterales del cortado de roca (10 m aprox.), se jerarquía superior respecto al número de contactos
encuentra lo que con bastante probabilidad parece ser visuales, choca aún más si tenemos presente que este
otro puesto de vigilancia (fig. 15). elemento es una torre y que castros como “El Castillo
La estructura detectada se configura por medio de de los Monjes”, o “Los Castillejos” no presentan ni
una serie de grandes bloques de piedra, que en ocasio- con mucho tales índices de visibilidad. Por seguir con
nes sobrepasan los 5 m de largo, por 3 m de ancho. Es- los dos ejemplos traídos aquí a colación; a pesar de
tos bloques se disponen alrededor del contorno de las encontrarse estos dos castros espacialmente cerca, no
paredes de piedra oriental y occidental que configuran existe relación visual entre ellos y, sólo por medio de
el espigón sobre el río. No se conserva un cerramiento dicho enclave, en el caso de que existiera en época
por sus flancos Norte ni Sur. Tampoco se han recupe- altomedieval (como así suponemos), se podría trans-
rado materiales arqueológicos en superficie. mitir visualmente, en caso necesario, algún tipo de
La particularidad de este enclave reside en que en señal de manera rápida entre uno y otro. Parece un
este caso, su ubicación no es la de una cumbre con tanto ‘extraño’ que dicha variable de la visibilidad y
altas cotas de visibilidad, si no que, por el contrario, su conexión, tan importante en todos los yacimientos
se encuentra contiguo al río. Ello hace que tenga muy como hemos visto, se descuidase entre los dos castros
cerca el recurso del agua, otra peculiaridad de este en- mencionados. Por tanto, desde argumentos lógicos
clave. Sí presenta conexión visual con el yacimiento de parece probable que existiera un puesto de vigilancia
“Los Castillejos”, así como con el próximo que vamos o torre anterior a la que actualmente se conserva.
a describir, “La Torre Fuerte de Lumbreras”. La afirmación de la presencia de una torre anterior
en este punto, sin datos arqueológicos que lo avalen,
2.2.7 “Torre Fuerte de Lumbreras” pudiera dar la impresión de ser un argumento rebus-
(X: 30530916E, Y: 4661700N, Z: 1212) cado y demasiado ad hoc. Sin embargo, podemos
El yacimiento se encuentra en lo alto de un desfila- afirmar que en el único yacimiento en el que hemos
dero de hasta 60 m de altura en algunos puntos (SO). excavado arqueológicamente, como vamos a ver a
No tiene agua en su cima. La actual vía de comunica- continuación en “El Castillo de los Monjes”, la estrati-
ción trascurre a los pies del cortado. La factura de la grafía nos demuestras que se ha vuelto a recuperar un
torre que se conserva es de inicios del siglo XIV (Moya espacio ‘estratégico’ precisamente en la primera mitad
et al. 1992). No se ha detectado en superficie cerámica del siglo XIV, como lo demuestran varios hallazgos
de indudable filiación altomedieval (fig. 16). numismáticos. Esto, así como otros ejemplos de cas-
Existe un informe arqueológico como consecuencia tillos y puntos fortificados en el bajo valle del Iregua
de la intervención arqueológica realizada en 1998 en el en época altomedieval y con importantes obras de
interior de la torre (Navarro 1998). En él se recogen fortificación a inicios del siglo XIV (p. ej., castillo de
los resultados de dos catas con una superficie de 5 m².
El análisis de los materiales recuperados (cerámicas
pintadas a peine con motivos de semicírculos concén- 5
«Este tipo de enterramientos presta una cronología amplia. Se
tricos) constatan una ocupación celtibérica, que se trata de enterramientos de rito cristiano, es decir posteriores al dominio
centra en un «momento impreciso del siglo II a.C. al islámico. Podemos encajar perfectamente estos enterramientos en el
siglo XII, anteriores a la construcción de la Torre Fuerte y posiblemen-
I a.C.» (ibid., p. 3). Además, se registra la presencia de te en relación con una construcción religiosa de época románica no
cinco enterramientos previos a la construcción de la localizada» (ibid., p. 11).

149
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

fig. 16 – Planta, secciones y alzado de la “Torre Fuerte de Lumbreras” (Reinares 2009, pp. 479-489).

fig. 17 – A) MDT del yacimiento y su zona más próxima. B) Fotografía aérea (Realizada por S. Sinovas, 2003).

fig. 18 – Planta
del yacimiento
con detalle de los
sectores excava-
dos e indicación
de las cuatro mu-
rallas.

150
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

Castañares de las Cuevas, Moya et al. 1992, pp. 111 en la zona en numerosos lugares, como ya hemos
y 114), nos hace pensar que pautas de organización manifestado. Su configuración escarpada responde
territorial durante el siglo XIV, tienen un refrendo a diferentes procesos geomorfológicos, al acusado
arqueológico similar en la manera de articular el glaciarismo que sufrió la zona, así como, finalmente,
espacio en época altomedieval, en este caso mediante a la acción erosiva de ríos y arroyos de alta montaña
la refortificación de algunos lugares concretos: las (fig. 17).
clausuras del valle del Iregua, tanto en su parte baja Esto último cobra especial relevancia en el caso
como alta. Esta actuación debió de afectar de manera concreto de estudio. El “arroyo de Los Monjes” por
muy significativa al punto donde se encuentra la torre su flanco Oeste y el “río Lumbreras” por su lado Este,
que estamos aquí analizando. han cortado el poderoso cabalgamiento rocoso de la
zona que presenta un fuerte buzamiento Sur-Norte.
2.2.8 A modo de síntesis: patrones comunes Esta modelación a través de la erosión fluvial ha he-
Tal y como hemos visto, existen diferencias y parti- cho que el cerro del yacimiento quede prácticamente
cularidades en cada uno de los yacimientos analizados. aislado y con unas pendientes del terreno muy fuer-
Sin embargo, nos interesa especialmente poner de tes, con una media de un 10-15% aprox. llegando
relieve los puntos en común. De manera muy sintética, frecuentemente a producir paredes verticales. Su
algunas de esas características son6: visibilidad es muy elevada, sobre todo hacia la zona
A) Presencia muy marcada de parámetros de visibi- del valle del “río Lumbreras”. Presenta únicamente
lidad. contacto visual con los yacimientos de “Peña Yerre” y
B) Ausencia de agua en los enclaves y alrededores la “Torre Fuerte de Lumbreras”. No dispone de agua
más cercanos. en su interior, teniendo que adquirirla de los cursos
C) Localización sobre escarpes rocosos muy acusados arriba mencionados.
(desde 5 hasta 60 m). Este abrupto espigón presenta cortados entre 5 y
D) Presencia de estructuras pétreas en aquellas zonas hasta los 15 m en todo su perímetro salvo en su zona
que no tienen escarpes de entidad suficiente. norte, donde se localizan las cuatro líneas de defensa.
D.1) Dichas estructuras apoyan directamente sobre Dichas murallas son los elementos principales y que
la roca natural. como observaremos configuran el castro. La extensión
* Salvo en el primer muro del castro de “Peña Yerre” del yacimiento es de 7.939 m². Se realizaron excava-
y los dos primeros de “El Castillo de los Monjes”. ciones arqueológicas en casi una veintena de sectores
D.2) Técnica: Paramentos construidos “a seco”, sin del yacimiento entre las campañas de verano de 2003
argamasa. y 2004. En ellas participaron 29 personas entre los
D.3) Aparejo ciclópeo en algunos puntos de las mu- equipos de excavación y documentación geométrica.
rallas de los castros. La extensión total de esos sectores excavados fue de
E) Presencia de al menos una estructura circular (o 573 m², concentrándose en las áreas habitadas del
semicircular) pétrea en el interior de los recintos de castro, es decir, las dos últimas, y especialmente en la
los castros (excepto en “Los Castillejos”). No en el superior, con una extensión de 197 m². Ello supone,
caso de turris o puestos de vigilancia. excluyendo las zonas donde aflora la roca madre, que
F) Presencia de mineral de hierro en superficie al se ha excavado el 75% de la superficie susceptible de
interior de los castros. No en puestos de vigilancia excavación de este último recinto, por lo que entende-
y turris. mos que los datos son representativos (fig. 18).
G) Escasa potencia de sustrato térreo en todos ellos. La descripción detallada de las labores realizadas
en cada sector y que aquí vamos a omitir, se encuentra
2.3 Excavaciones arqueológicas en el castro ampliamente desarrollada en la propia Tesis Doctoral
de “El Castillo de los Monjes” mencionada al inicio. Por intentar sintetizar al máxi-
mo y en aras de plantear un marco que clarifique el
2.3.1 Localización y descripción panorama general de este yacimiento, en primer lugar
El castro de “El Castillo de los Monjes” se encuen- abordaremos brevemente la secuencia estratigráfica
tra situado en lo alto de un promontorio rocoso. Sus del mismo. A renglón seguido, analizaremos los ele-
coordenadas U.T.M. son: X: 3531013E, Y: 4660433N, mentos muebles (materiales) e inmuebles (murallas)
Z: 1312. detectados. Finalmente, y centrados siempre en la
La ubicación de este yacimiento responde, en ocupación altomedieval, se comentarán las actividades
primer lugar, a la morfología terrestre ya que precisa- que hemos podido detectar para esa época.
mente en este punto aflora un potente estrato de roca
natural. Los cabalgamientos rocosos están presentes 2.3.2 Secuencia estratigráfica
Se han detectado tres fases de ocupación; al-
tomedieval (ss. VII-VIII), bajomedieval (s. XIV) y
6
Estos parámetros son compartidos por el yacimiento de “El
Castillo de los Monjes”, que lo estudiaremos en profundidad a con- contemporánea (ss. XIX-XX). En este trabajo nos
tinuación. ocuparemos exclusivamente de la primera. Por tanto,

151
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

fig. 19 – Diagrama de fases de ocupación y de actividades del yacimiento.

y como hemos mencionado al inicio, su creación ex capital a la hora de, no sólo poder fechar con precisión
novo hay que datarla entre la segunda mitad del siglo algunas unidades estratigráficas, si no, lo que es tanto
VII e inicios del siglo VIII (640-720). Tras una bre- o aún más interesante, poder detectar por medio de la
vísima ocupación, dentro de los mismos parámetros localización precisa de los hallazgos, diferentes espa-
cronológicos, fue abandonado pacíficamente. No se cios y vincular con determinadas actividades que de
han detectado unidades estratigráficas de incendio ni otra manera hubiera sido muy complejo. Para ello ha
de destrucción (fig. 19). sido de gran ayuda la construcción de un multimedia
Lo primero que llama la atención en cuanto a en el que se registró la localización de los hallazgos
cuestiones estratigráficas se refiere, es lo limitado de más significativos. Antes de comentar algunas de las
la potencia estratigráfica. Omitiendo de esta lectura actividades registradas en ese período altomedieval,
las amplias zonas donde aflora la roca madre, los es necesario detenerse brevemente en el estudio de los
espesores de las unidades estratigráficas en las que se materiales por un lado, así como de las estructuras
han recuperado los hallazgos arqueológicos, oscilan observadas por otro.
entre los 5 y los 25 centímetros. Además, en la práctica
totalidad de los casos, se han recuperado en la parte 2.3.3 Estudio de materiales
más superficial, incluso con bastantes piezas relevantes Las características físicas del material recuperado
entrelazadas entre las raíces de los céspedes o nada han imposibilitado realizar dataciones por medio de
más quitarlos. Posteriormente, han aparecido estratos métodos como el 14C (no se ha recuperado materia
naturales que han llegado en zonas muy puntuales a orgánica) o la termoluminiscencia (por la contamina-
una profundidad máxima de 1 m. ción superficial).
Ello aporta indicios interesantes respecto al mo- Uno de los indicadores que más sorprende al ana-
mento de abandono, así como de la propia dinámica lizar toda la cultura material de este yacimiento, es el
postdeposicional sufrida, que ha sido muy limitada. escaso peso de los materiales cerámicos recuperados y,
La práctica totalidad de los hallazgos arqueológicos se por el contrario, la inversa y significativa importancia
han recuperado in situ, es decir en su propia localiza- que adquiere el registro arqueológico metálico.
ción tras su abandono, sin remociones posteriores.
Las ocupaciones siguientes a la época altomedie- 2.3.3.1 Cerámica
val apenas han afectado al registro material anterior. Las cerámicas recuperadas fueron todas realizadas
Creemos que este hecho se puede explicar tanto por a torno lento. Son formas cerradas, presentando las
lo limitado de algunas ocupaciones (s. XIV), como por ollas el marcado perfil en ‘s’ y cuyos labios presentan
la naturaleza de las mismas, con escasa remoción de pico. La única decoración que presenta una ollita en
tierras (ss. XIX-XX). Este aspecto ha sido un punto el arranque del cuello, es de incisión ‘a peine’. Sus

152
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

cocciones han sido reductoras y los colores de las medio de fluorescencia de rayos X. Sin embargo, los
pastas son grises, negruzcos o pardos. Tras su analítica objetos de carácter ornamental que adquieren aquí
fisicoquímica, se confirma que han sido realizadas mayor relevancia son los broches de cinturón lirifor-
con pastas que contienen desgrasantes locales y con mes (fig. 21).
concentraciones de sílice muy elevadas, lo que es Se han recuperado un total de seis ejemplares, algu-
típico de las rocas de la zona (cuarzo, feldespatos y nos completos, incluso con aguja y eje de charnela en
silicatos) (fig. 20). hierro, y de otros sólo se ha conservado la hebilla ó la
Todos estos parámetros son comunes para las cuen- placa. Todos ellos se han encontrado en unidades es-
cas del Ebro (Hernández, Bienes 2004), del Duero tratigráficas no alteradas y perfectamente delimitadas
(Larrén et al. 2004), así como en el territorio del y aisladas. Tres de ellos han sido realizados en bronce
País Vasco (Solaun 2005): el característico perfil en cuaternario con una fina decoración cincelada en frío
“s” y las formas cerradas, la cocción reductora (algo en su superficie. Los otros tres presentan la base de la
menos patente en los contextos del valle del Ebro), su placa en hierro, observándose en dos de ellos labores
elaboración a torneta, motivos decorativos a bandas, de damasquinado en plata con aleación de latón, algo
producciones locales… constatado para esta época sólo en otro ejemplar en
Sin entrar en detalle acerca de las disquisiciones la Península Ibérica (Montero 1996).
que pudieran surgir por las variaciones que presen- Los broches de cinturón han sido objeto de intensos
tan el conjunto de cerámicas aquí mostrado con los estudios desde época muy temprana y desde múltiples
territorios mencionados o del resto de la península, ámbitos; artístico, arqueológico, metalúrgico… Del
lo cierto es que resulta necesario llamar la atención más de medio centenar de trabajos utilizados, y en
sobre dos aspectos; concreto para este período que estamos estudiando,
– La significativa escasez de un material como el destacamos principalmente los trabajos de Gisela
cerámico, ‘fósil director’ de infinidad de registros Ripoll (Ripoll 1998, 2001, entre otros).
arqueológicos de yacimientos cuyo patrón principal El estudio tipológico ha mostrado una total cohe-
es el de asentamiento poblacional o cuando menos rencia interna y sincronía entre los diferentes tipos de
estable. broches recuperados (A, H1, E-C y damasquinados)
– Teniendo en cuenta dicha carencia de formas cerámi- dentro del Nivel V (Ripoll 1998, p. 133, y 2001, p.
cas, la presencia del elemento botella. Recordamos la 70), y que hay que encuadrar entre el 640 y el 720
falta total de agua en el cerro. Esta forma se constata EC (Era Común).
de manera muy significativa en algunos yacimientos El análisis en detalle de todos estos broches nos
con cronología tardoantigua o altomedieval, con llevaría a la realización de otro artículo específico
elevados índices de visibilidad como “El Cristo de que publicaremos más adelante y que aquí no es
San Esteban” (Zamora) o el de “Navasangil” (Ávila) cuestión de desarrollar. Respecto al primer tipo, el A,
(Larrén et al. 2003, pp. 280-299). Aunque no lo sa- únicamente decir que se trata de piezas peninsulares
bemos con certeza, presuponemos que precisamente que imitan prototipos hispalenses. Sus decoraciones se
por su elevado índice de visibilidad, estos yacimientos encuentran en un elevado grado de esquematización,
tendrían escasez de agua en su interior. A estos yaci- como se puede observar en los campos distal y central
mientos se les ha atribuido una posible función de de la pieza más completa, en los que se representan
control territorial, incluso de carácter militar (Nuño, prótomos de grifos (Ripoll 1986, p. 63; Gutiérrez
Domínguez 2001). Lloret 1996, pp. 211-212). Según los especialistas, se
acepta la fecha de la primera mitad del siglo VII para
2.3.3.2 Metales
la llegada de los tipos originarios importados, mientras
Centrándonos en los productos finales y sin en- que las imitaciones hispanas abarcarían el resto del
trar por el momento en las actividades metalúrgicas siglo VII e inicios del siglo VIII (Ripoll 1986, p. 62;
confirmadas en el yacimiento, lo cierto es que se han Gutiérrez Lloret 1996, pp. 212) (fig. 22).
detectado bastantes objetos metálicos, siendo algunos La influencia bizantina en estos broches ha sido
de los más notables; el cuchillo de un solo filo típico siempre puesta de relieve. En este caso no vamos a
de este período, asas torsas espiriliformes, punzones reincidir en tal apreciación, sino que, únicamente
y perforadores, clavos y escarpias, hebilla de correaje quisiéramos mencionar la simbología de las aves
de caballería en forma de ocho, o bronces calados dentro del contexto de los broches de cinturón, y
junto a dos anillos de bronce. Todos estos materiales específicamente dentro de las jerarquías militares.
han sido profusamente estudiados y analizados7. De Tal y como ha señalado Daim; «Apparently, the belt
algunos de ellos se tiene su composición química por placed a more prominent role in the eastern part of
the Mediterranean region than has been assumed hin-
therto […] In Bizantium was probably part of certain
7
Para consultar sus dibujos y fotografías, estudios tipológicos, forms of official dress […] It seems very likely that it
comparaciones con otros ejemplares, tablas de composiciones, etc.,
remitimos nuevamente a la consulta de la Tesis Doctoral (pp. 340- played a role in military hierarchy» (Daim 2001, pp.
361). 151-152).

153
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

fig. 20 – Formas cerámicas aparecidas. Ollas y botella.

La posibilidad de aquilatar y reafirmar este arco


cronológico que proponemos para el contexto to-
réutico del yacimiento que aquí analizamos se debe
también, entre otros motivos, a la presencia de los
broches de cinturón damasquinados, que según algu-
nos autores apuntan indefectiblemente a momentos
posteriores a la segunda mitad del siglo VII (Palol
1959; Palol, Ripoll 1988; Ripoll 1998; Pérez
Rodríguez 1999). En la Península Ibérica, que no-
sotros tengamos constancia, sólo se han recuperado
por el momento doce ejemplares de este tipo (Pérez
Rodríguez 1999; Serna, Valle, Hierro 2005), más
los dos inéditos que aquí presentamos. Tal y como se
desprende de su distribución, se puede decir que están
ampliamente difundidos por el territorio sobre el que
se asentó el reino de Toledo8.
Si observamos los lugares y yacimientos de apari-
ción de estas piezas, es significativo remarcar que la
preponderancia absoluta de los contextos funerarios
vista para los broches de cinturón liriformes, ceda paso
a aquellos hallazgos de broches liriformes damasqui-
nados realizados en asentamientos fortificados; castro
del “Alto de Yecla”, “Monte Cildá”, o los propios de
“El Castillo de los Monjes”. Incidiremos más adelante
en este interesante aspecto así como en la ausencia de
armamento dentro de este castro.
Por otro lado, si el material predominante en los
ejemplares de tipo A era el bronce ternario y cuater-

8
“Cueva de los Goros”, Huerto de Arriba (Álava), “Alto de Yecla”,
S. Domingo de Silos (Burgos), “Cortijo de los Llanos”, Nueva Carteya
(Córdoba), “Loja” (Granada), “Daganzo de Arriba” (Madrid), “Las
Eras”, Peñarrubia (Málaga), “Monte Cildá”, Olleros de Pisuerga (Pa-
lencia), “Cueva de las Penas”, Piélagos (Cantabria), “La Cañadilla”,
fig. 21: Conjunto de broches recuperados en el yacimiento Torre de Peñafiel (Valladolid), Colección Mateu (Museo de Barcelona),
(640-720). “El Castillo de los Monjes”, Lumbreras (La Rioja).

154
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

22 23
fig. 22-23 – 22. Prótomos de grifos esquematizados. Tipo A; 23. Disposición y detalle de la placa decorativa.

nario empleándose el hierro en contadas ocasiones


(como en los ejes de charnelas), en el conjunto de
los broches de cinturón damasquinados el empleo
de hierro como base de las placas sobre las que se
realizarán las labores de damasquinado parece ser
mayoritario. En el caso que aquí nos ocupa, la mitad
del las placas del yacimiento, es decir tres, están ela-
boradas con hierro.
Esta técnica del damasquinado era conocida en
la Península Ibérica desde hacía muchos siglos, pero
hacía tiempo que se había perdido. Se apunta la po-
sibilidad de que llegase de nuevo a territorio hispano
por medio de los productos merovingios y aquitanos
(Palol, Ripoll 1988, pp. 260-261), que junto a los
ya vistos bizantinos y mediterráneos, compondrían
un amplio abanico de cultura material disponible
en el momento. El mundo merovingio era un exce-
lente conocedor de esta técnica durante el siglo VII.
Previamente hay noticias de esa tradición; la Notitia
Dignitatum proporciona abundante información so-
bre los artesanos – barbaricarii – que trabajaban con
el empleo de esta técnica de damasquinado (Lemiere,
Pilet 1982, p. 233). Por lo que parece desprenderse de
otros estudios, los temas ornamentales utilizados y el
empleo de hierro en los broches de cinturón liriformes
damasquinados en la Península Ibérica, reflejan una
influencia de los artistas burgundios, por lo que los
especialistas en el tema hablan de un doble canal de
influencia merovingia-burgundia en lo referente al tra-
bajo damasquinado sobre placas de hierro (Leredde,
Périn 1980, pp. 83-87 y antes Salin, France-Lanord
1946, pp. 219-224).
Antes de concluir este apartado, un detalle que
queremos resaltar es el de la aparición de una pequeña
placa decorativa de latón con unos trazos que indican
la presencia de un monograma. No se encuentra en
buen estado de conservación, por lo que es imposible
intuir el símbolo, monograma, o grafías que contenía,
fig. 24 – Tabla del Nivel V de Ripoll y detalle del broche citado lo que no le resta un ápice del interés que posee. Sabe-
con monograma (Ripoll 2001, p. 70, fig. 4). mos que su disposición original es la que se observa

155
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

en los dibujos y fotografías, pues dejó una nítida talle9, las polémicas cuestiones acerca de la filiación
impronta en la superficie de la placa del cinturón etnogenética de estos objetos que no compartimos en
damasquinado que decoraba (fig. 23). absoluto, o las redes de distribución de estos broches,
Esta disposición es un tanto particular ya que entre otras. Pero como hemos dicho, no hay espacio
la zona proximal de estas imitaciones hispanas del aquí para poder desarrollar todo esto con el grado de
tipo A de “broches liriformes” ‘tardíos’ presenta la detalle y la extensión necesaria.
unificación de la decoración en un solo campo, y no
tienen dos, como los broches de simetría más ortodoxa 2.3.4 Análisis arquitectónico
(prototipos hispalenses). Sin embargo, la disposición Los elementos más relevantes y que configuran la
es casi siempre en desarrollo vertical a la placa y no propia estructura del castro son, sin lugar a dudas,
horizontal como es este caso. Pensamos que esta pe- sus cuatro murallas (fig. 25).
culiaridad se debe a la función de esta plaquita, ser Se han llevado a cabo análisis de todas ellas, reali-
leída o al menos vista, y ello debe hacerse de manera zando plantas, secciones y alzados, especialmente de
horizontal. Si se presentase en la canónica disposición las tres primeras. Únicamente mostraremos, a modo
vertical, no podría ser observada y reconocida ade- de ejemplo, los diferentes dibujos de la muralla 1, ya
cuadamente al primer golpe de vista. Es por ello que que es la mejor conservada y donde más nítidamente
pensamos que tuviera que contener un monograma o se observan las características constructivas que que-
símbolos fácilmente reconocibles por quien observara remos resaltar (figg. 26-27).
el broche de cinturón. Las murallas se localizan únicamente en la orien-
Esta ‘excepcionalidad’ del hallazgo no lo es tanto tación Norte del castro, y no por todo su perímetro.
si observamos nuevamente el Nivel V que propone Ello se debe a que solamente por esa ubicación se
Gisela Ripoll. En él se constata que existe una pieza puede acceder al cerro. Construir muralla en todo su
un tanto particular con brazos en forma de cruz y que contorno hubiera sido un enorme derroche de traba-
presenta una serie de incisiones en la base del hebijón jo infructuoso, pues los cortados naturales ya hacen
que conforman un monograma (fig. 24). inaccesible el castro por tres de sus lados.
Si atendemos a la interpretación del significado Si entramos en el análisis pormenorizado de las
de estos monogramas, así como de posibles zonas de características de cada muralla, podemos afirmar
influencia en la toréutica hispanovisigoda, hay que que existen dos tipos distintos de murallas. Por un
volver nuevamente los ojos hacia la órbita bizantina lado, estarían las murallas 1 y 2, que delimitan el área
y concretamente al ámbito del exarcado italiano, que habitada del castro. Y por otro lado, las murallas 3 y
contiene ejemplos bien estudiados y analizados. 4 que servirían como antemurallas defensivas conce-
En el mundo sociopolítico bizantino italiano el bidas para frenar y obstaculizar el acceso imprevisto
aspecto de la autorepresentación y de su asociación a y rápido hasta la zona habitada.
elementos de poder, es una variable clave para com- Las diferencias entre un tipo de murallas y otras se
prender en su justa dimensión algunos patrones que pueden resumir en:
rigen dicha sociedad. Estos procesos de autorepresen- – Disposición orográfica
tación a través de monogramas en ladrillos han sido Rectilínea (M4 y M3), y sinuosa (M2 y M1), con las
observados en las figuras de los obispos (Volpe 2002). murallas adaptadas a las curvas de nivel.
Tal comportamiento no sólo se detecta en el ejercicio – Cimentación
de representación en elementos de construcción, sino Asentadas sobre estratos arenosos naturales (M4 y
que también se rastrea en infinidad de objetos metá- M3) y cimentadas firmemente sobre la roca natural
licos de carácter suntuario y de exhibición, como por (M2 y M1), buscada ex profeso.
ejemplo monedas, cruces o hebillas de plata y oro – Dimensiones: altura y grosor
(Giostra 2007). La altura de M4 y M3 tiene una media de 1 m, mien-
Sin poder apuntar nada más por el momento tras que M2 y M1 sobrepasan los 2 m, llegando en
debido a lo incipiente del estado de investigación en algunos puntos que se asientan sobre el banco de
este aspecto, al menos sí se ha sugerido por parte de piedra cortado hasta los 4 m. Los derrumbes, que
algunos investigadores que este comportamiento de
autorepresentación por medio de monogramas pudie-
ra darse dentro de los círculos de las altas jerarquías
9
No obstante, algunos contextos definidos y cerrados que presentan
la posibilidad de realizar análisis radiocarbónicos están confirmando
militares bizantinas (magister militum) que pretendían plenamente las cronologías que aquí se barajan. Como por ejemplo el
instalarse y estabilizarse socialmente en aquellos estudio de una hebilla liriforme aparecida en el yacimiento de “Aistra”,
territorios en los que residían habitualmente (Volpe ocultada junto a un depósito que contenía semillas de trigo, fechada
(con dos sigmas de calibración) hacia la mitad del siglo VII (Quirós
2007, Zanini 2007). 2011b, p. 38), o en el interesante lote de cinco broches de cinturón
Faltarían muchos aspectos que analizar sobre la recuperados en el yacimiento de “Cueva de las Penas” (Piélagos), donde
toréutica vista en este yacimiento, como por ejemplo el homogéneo grupo de broches liriformes, incluso con la presencia
de uno damasquinado, cuenta con 4 dataciones por C 14 AMS que
la cuestión de la definición cronológica y algunos sitúan este yacimiento en la transición entre los siglos VII y VIII (Serna,
problemas que habría que entrar a estudiar en de- Valle, Hierro 2005).

156
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

fig. 25 – Localización de
los sectores analizados en
las murallas.

fig. 26 – A) Planta y B) sección de la muralla 1.

fig. 27 – A) Alzado interior y B) exterior de la muralla 1.

157
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

existen en algunos puntos de las murallas y que no ya esgrimidas. Por otro lado, una pequeña guarnición
son muy significativos, no han sido alterados y se militar como la residente en este castro, no creemos
observa todavía el volumen de piedra que existiría que tuviera una gran cantidad de reses más allá de las
originalmente. pocas que les sirvieran como alimento cotidiano. No
– Presencia/ausencia de accesos con defensas suple- parece técnicamente muy operativo tener que despla-
torias zarse, rápidamente en su caso, de un lugar a otro con
Los accesos de M4 y M3 son simples discontinuidades el ritmo lento que impone un rebaño de ganado. Sí se
del muro, mientras que M2 y M1, presentan un acceso ha detectado un lugar dentro del área habitada donde
de puerta en codo (o puerta en “L”) y un acceso en probablemente pernoctaría algún tipo de animal, po-
corredor respectivamente. siblemente caballos, y seguramente para el transporte,
– Técnicas constructivas o de personas o también de mercancías.
Todas ellas encaminadas a dar mayor estabilidad y De la construcción conjunta y simultánea de las
firmeza a las murallas de las áreas habitadas. cuatro murallas se infieren varias cuestiones, en es-
En M2 y M1 se observa la utilización de grandes blo- pecial una que creemos muy relevante; la necesidad
ques ciclópeos en los alzados exteriores, que servirían de la elaboración de un plan previo que organice
para poder soportar el propio peso de la muralla sobre mentalmente primero qué se quiere construir, cómo
el plano inclinado en el que se asientan. hacerlo, disponer de los conocimientos y medios para
Mayor cuidado en M2 y M1, como por ejemplo en llevarlo a cabo y finalmente coordinarlo y ejecutarlo.
la estabilización mediante calzos y realización de des- Cuestiones nada baladíes, sobre todo si pensamos que
agües para evitar el colapso y derrumbe de la muralla. se reducen drásticamente los actores capaces de llevar
Con el mismo fin se evita taponar las grietas naturales a cabo esta empresa en la manera propuesta. Para
de la roca y facilitar así la salida del agua. apoyar estas importantes cuestiones vamos a observar
Todos estos detalles se omiten en las murallas M4 y algunas acciones y actividades que nos certifican la
M3. existencia de esa planificación previa de las obras de
– Grado de conservación construcción del castro.
Una consecuencia directa de todo lo anteriormente 2.3.5 Actividades de la ocupación altomedieval
expuesto se verifica en que el grado de conservación
de las murallas M4 y M3 es muy inferior al de M2 2.3.5.1 Planificación de la obra: extracción
y M1, que se encuentran en muy buen estado en la de bloques y retalles
mayor parte de su recorrido. Tal y como ya hemos comentado, en este yacimien-
Las contundentes diferencias en todos estos pará- to se ha podido detectar el apoyo directo sobre la roca
metros no se pueden interpretar como consecuencia madre de los bloques que conforman los cimientos
de la construcción en diferentes momentos, ya que de las murallas 1 y 2. Son las murallas que mayor
fueron construidas en el mismo periodo de tiempo. Por envergadura presentan y que más cuidadas están en
el contrario, creemos que deben ser entendidas como sus detalles, no sólo técnico-constructivos, sino tam-
características que responden a diferentes concepcio- bién conceptuales. Para realizar estas murallas no se
nes funcionales de unas murallas y otras. realizaron trincheras de cimentación que buscasen
Esta hipótesis se ha visto confirmada por el regis- la roca natural. Una cuestión nada trivial cuando se
tro arqueológico material, en donde el 99% de los cuidan tanto otros aspectos, sobre todo aquellos refe-
hallazgos de todo el yacimiento han sido recuperados rentes a la estabilidad y consistencia de las murallas.
en el interior de los recintos de las murallas M1 y M2. Es decir, que la roca madre afloraba en el momento
Ello, unido a las importantes diferencias constructivas de la construcción de éstas.
observadas en las murallas, nos lleva a pensar que esos Este hecho, junto a otros aspectos significativos
recintos eran las zonas habitadas del castro, mientras como es la aparición de una gran parte de la cultura
que los espacios que delimitan las murallas M3 y M4 material directamente sobre la roca madre, nos lleva a
eran espacios vacíos. Utilizamos ese controvertido pensar que tanto en el momento de construcción como
adjetivo sabiendo lo problemático que ha resultado en el de uso, muchas zonas de este castrum presenta-
en la historiografía altomedieval actual su uso. Sin ban una superficie casi completamente desnuda, no
embargo, consideramos que estos espacios deberían sólo de vegetación, sino de un mínimo estrato terro-
permanecer vacíos, que es muy distinto a que no so. Creemos que ello es consecuencia de las propias
tuvieran un uso. Su uso era, precisamente, tener sufi- labores de extracción de piedra.
ciente espacio limpio de vegetación y animales que no Estas tareas de aprovisionamiento de piedras se
entorpecieran la visión de la llegada de personas hasta realizaron en los mismos lugares donde se iban a cons-
las zonas habitadas del castro. Con ello se pretendía truir las murallas, como no podía ser de otro modo,
tener tiempo suficiente de reacción ante la posible puesto que subir por fuertes pendientes bloques de
llegada por sorpresa de algunos individuos. varias toneladas, hubiese resultado una tarea impo-
No contemplamos la utilización de estos espacios sible y absurda viendo la disponibilidad in situ de la
como lugares para estabular el ganado por las razones materia prima. Las piedras con las que están hechas

158
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

las murallas son de la misma naturaleza que la roca obedecen a criterios de control territorial, parece lógico
madre, ya que son extraídas del propio lugar donde pensar que, dentro de otra escala más pequeña, el pro-
luego se construirá y habitará el castro. pio control interno dentro del asentamiento será una
No obstante, incluso transportar estos grandes de las directrices básicas que configuren al mismo. De
bloques unos pocos metros se torna una tarea de un hecho, es esta variable la que explica gran parte de la
esfuerzo titánico. De ahí que, como obviamente no articulación de las estructuras murarias y sus accesos,
iban a ser transportados pendiente arriba, conside- un punto clave en el estudio de este yacimiento.
ramos que se ideó una planificación conjunta de las Analizando en detalle el recorrido principal
tareas extractivas y de organización del transporte propuesto, hay que decir que el acceso de la cuarta
del material dentro del propio yacimiento. Consis- muralla se realizó por el lugar más accesible. Ello se
tiría en ir extrayendo la piedra e ir desplazándola observa en las curvas de nivel, muy juntas en su parte
hacia los lugares previstos para realizar las murallas, más occidental que presenta una fortísima inclinación
desde la parte más alta del yacimiento hasta la parte del terreno, llegando a la verticalidad en algunos pun-
más baja. Esta tarea de arrastre no se realizó de una tos, precisamente en aquéllos menos visibles desde las
manera indiferenciada, ya que no se transportó todo posiciones principales del castro. Una vez traspasado
el material desde la parte más alta al resto de puntos el umbral del acceso, el banco de piedra dejado sin
del yacimiento. Se realizó mediante una parcelación extraer en su lado occidental, condiciona a continuar
de las áreas para así facilitar las tareas de distribución recto, alejándose del lado que presenta unas menores
y transporte del pesado material (fig. 28). cotas de control visual desde los puntos del castro
De estas potentes actividades de desmonte del ce- que hemos considerado como idóneos para realizar
rro se conservan todavía numerosos testigos de roca funciones de vigilancia.
que no fueron extraídos. Presentan una altura media Al llegar al acceso de la tercera muralla, contro-
de aproximadamente 1 m, la misma que tienen los lado desde la posición dominante de la muralla 2, se
bloques ciclópeos en los cimientos de las murallas. Si conduce al visitante hacia el lado más oriental. Ello
estas labores pudieron desarrollarse, se debe sin nin- se vuelve a conseguir dejando sin extraer la roca en
guna duda a la naturaleza de la roca del lugar, que se otro banco de piedra. Este retalle va desde el mismo
fractura longitudinalmente en diaclasas naturales. acceso hasta la muralla 2.
No podemos cerrar este interesante apartado sin Si continuamos el recorrido, la persona que desee
apuntar la cuestión de los numerosos retalles en la llegar al acceso de la muralla 2 debe exponerse durante
roca detectados por todo el yacimiento. Han quedado todo el recorrido que presenta esta puerta en “L”. Una
también como ‘testigos’ (en negativo) de la organiza- vez traspasado el umbral tiene que circular, obligato-
ción conjunta del espacio. Curiosamente, se observa riamente, al lado del cuerpo de guardia que custodia
que las tareas de desmonte se realizaron con especial ese acceso. La construcción de este pequeño cuerpo
cuidado en los lugares cercanos donde se ubicarían de guardia circular es fundamental para el control
más tarde los accesos. Ello se hizo deteniendo en interno del área habitada del yacimiento, tanto por la
algunos casos la sustracción de piedra para dirigir la custodia que realiza del recorrido principal, como de
circulación interna, o en otras ocasiones realizando los posibles recorridos secundarios. Está realizado en
retalles que encauzasen dicho flujo de personas. Con piedra, única estructura construida con este material
ello se pretendía que se tuviera que transitar necesa- al interior de las murallas.
riamente por cada uno de los cuatro accesos y por Después de hacer un pequeño zig-zag, para penetrar
un recorrido predefinido que se regía por criterios de dentro del último recinto necesariamente debe hacer-
seguridad. Esta acción no podría entenderse si no se se por el sitio indicado, ya que el resto es, o muralla
presupone la existencia de una planificación previa impenetrable o cortado de roca de gran altura. Este
a la propia construcción, y que estaría estrictamente acceso del último recinto, llamado ‘de corredor’ por
definida por parámetros tales como dónde colocar las su disposición, presenta unas características defensivas
murallas, sus accesos, sus zonas de abastecimiento de óptimas ya que la estrecha anchura que tiene (1,5 m)
piedra, los retalles en la roca para gestionar el flujo de no da margen para poder realizar maniobras seguras
personas por donde se hubiese preestablecido… Por de ataque, puesto que como decimos, el potente cor-
tanto, creemos que merece una atención especial. tado natural se encuentra muy cercano.
Sólo tras este periplo, se puede acceder a la parte
2.3.5.2 Circulación y tránsito interno: creación alta del castro, la más importante, espacialmente ha-
de estructuras de control blando. Demasiadas preocupaciones, gastos de energía
Para observar este hecho de sincronización entre y recursos como para intentar no ver parámetros
las tareas de construcción del castro y la planificación defensivos en las motivaciones de su construcción.
previa de la circulación por el interior del mismo, vea- No obstante, con esto creemos que no se ha aca-
mos la propuesta de circulación planteada (fig. 29). bado la lectura del tránsito dentro del castro. Por el
Si tal y como pretendemos demostrar, las causas y contrario, este planteamiento de circulación planteado
orígenes de un castro como el que estamos analizando es perfectamente compatible con los que hemos lla-

159
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

fig. 28 – Propuesta de áreas de


extracción de bloques y retalles
de la roca.

fig. 29 – Propuesta de circulación


del recorrido principal y secun-
darios. En círculo indicación del
cuerpo de guardia.

fig. 30 – Estructuras de habita-


ción detectadas fig. 31A) Foto-
grafía de una escoria fracturada
de morfología plano-cóncava.
B) Detalle de la disposición de la
wüstita dendrítica (blanca).

160
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

mado recorridos secundarios. Estas otras propuestas el cuerpo de guardia como lugar habitacional, pues en-
de circulación interna presentan un punto neurálgico tendemos que su concepción corresponde a una obra
cercano al cuerpo de guardia. Desde ahí se puede lle- propiamente inserta dentro del programa defensivo
gar rápidamente por su distancia poco más o menos del castro (en este caso para el control del tránsito de
equidistante, tanto a la marcada curva de la muralla 2 personas) y no como un lugar de habitación.
que hemos situado como lugar preferente de observa- 2.3.5.4 Actividades metalúrgicas
ción y vigilancia en general y de control del acceso de
la muralla 3 en particular, al área de habitación más Todos los indicadores analizados confirman inde-
occidental, o incluso a la zona del cortado lateral para fectiblemente una explotación minero-metalúrgica ha-
el abastecimiento de agua más cercano. cia niveles de autoabastecimiento de hierro por parte
de la guarnición militar asentada en este castro.
2.3.5.3 Construcción de estructuras de habitación Lo más significativo de su constatación arqueoló-
Tras las actividades de excavación realizadas hasta gica es la localización específica de los procesos de
la fecha, sólo hemos detectado dos estructuras de ha- fundición. Ello se infiere tanto por el tipo de estruc-
bitación. Una de ellas se encontraría en la parte más turas aparecidas, como por los depósitos de escorias
alta del castro, exenta, ocupando la parte central del e incluso productos intermedios como pequeños lin-
mismo, de forma elíptica y con una superficie aproxi- gotes de hierro o ‘lupias’. Por tanto, se puede asegurar
mada de unos 50 m². La otra es una estructura de que las actividades de reducción, fundición y forja se
forma longitudinal, adosada al interior de la muralla realizarían exclusivamente en la parte más alta del
2 y con una superficie, también aproximada, de unos cerro. Un lugar, por otra parte, donde los vientos do-
70 m² (fig. 30). minantes facilitarían la dispersión de los humos que
Las razones para afirmar que tales espacios funcio- producían tales actividades.
naron como lugares de habitación, son argumentos Únicamente procesos como el triturado de mineral,
de tipo estratigráfico y de interpretación del contexto que no produce humos (y que dificultarían tanto la
arqueológico: presencia de hoyo de poste en suelo de vida cotidiana del castro como su función de vigilan-
tierra batida, nivelación del depósito de aterrazamien- cia) se podrían desarrollar en otras zonas, como por
to, cimentación con grandes bloques usados a modo de ejemplo en el área anexa a la estructura de habitación
contención de ese relleno, ausencia de escorias frente 2, muy cercana a un espacio de residencia habitual.
a la masiva presencia en apenas unos metros (estruc- Esta contigüidad facilitaría tal tarea en momentos de
tura de habitación 1)… o la detección y registro de ‘ocio’, o de liberación de otras cargas a realizar en
materiales de ornamento civil con una clara y nítida el castro (vigilancia, acarreo de agua, de madera, de
disposición longitudinal en la parte interior de la mu- alimentos, etc.). Se han recuperado varios trituradores
ralla 2 (en la estructura de habitación 2). Al exterior líticos son evidentes signos de desgaste en esa zona, así
del espacio donde se ubicaban ambas estructuras, se como machacadores en la parte alta del castro.
localizaron hallazgos que mostraban la realización Desde el punto de vista del estudio de los ma-
de tareas metalúrgicas, de triturado de mineral fuera teriales, los resultados y analíticas a las que se ha
de la estructura 2, y de reducción y forja en la zona sometido a las escorias y lupias revelan aspectos a
próxima a la estructura elíptica 1. tener en cuenta. Tanto la morfología plano-cóncava
Dichas estructuras de habitación debieron ser cons- de algunas escorias, como el análisis de su estructura
truidas con materiales perecederos, fundamentalmente mediante microscopio electrónico de barrido (MEB),
vegetales que ofrecía el entorno más cercano. Es por y todo ello unido al inquietante hecho de no observar
ello que apenas nos han quedado indicios de su mor- estructuras fornáceas de entidad que explicasen la
fología, algunos indirectos como la distribución de los presencia de las escorias, nos indican que, con toda
objetos dentro de tales estructuras. seguridad el proceso de reducción del hierro en época
Este panorama cambia respecto al cuerpo de altomedieval, en este castro, debió de haberse llevado
guardia, cuyo zócalo se realiza en piedra, incluso con a cabo mediante la técnica de los ‘hornos en hoyo’ u
grandes bloques ciclópeos. Esta diferencia, así como ‘hornos-cuenco’ (fig. 31).
sus reducidas dimensiones (15 m²), nos lleva a consi- La presencia de restos de fundición de hierro en
derar que el cuerpo de guardia presenta una concep- innumerables yacimientos altomedievales, no sólo
ción diferente a la de los otros dos espacios referidos. peninsulares (Bohigas 2001; Gutiérrez González
Pensamos que este cuerpo de guardia fue realizado a 2003) si no también europeos (Pagès et al. 2005; Vol-
la par que las obras de construcción de las murallas, pe, Felice, Turchaino 2005; De Siena et al. 2006;
mientras que las estructuras de habitación fueron Tizzoni, Cucini, Ruffa 2006) no es algo nuevo. Sin
hechas inmediatamente después de construir todo embargo, el registro aquí conservado permite afirmar
el complejo defensivo. Esta distinción en el registro que esas estructuras que en ocasiones se denominan
arquitectónico pensamos que se debe a un reflejo de ‘hornos-cubeta’ (focolari-fossa en italiano), son el
la concepción también diferente que regía para cada método utilizado, al menos en esta ocasión, para la
uno de estos espacios. Es por ello que hemos omitido producción de hierro a pequeña escala. Este método

161
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

fig. 31 – A) Fotografía de una escoria fracturada de morfología plano-cóncava; B) Detalle de la disposición de la wüstita den-
drítica (blanca)

no produce escorias de sangrado y ello es problemático áreas habitadas. El elemento que mejor define estas
(o cuando menos muy curioso) desde el punto de vista precisiones cronotipológicas son los broches de cintu-
de la producción siderúrgica. Hemos analizado varios rón recuperados, ya que la cerámica, a pesar de estar
detalles interesantes de este aspecto (morfología, carbo- también presente, en este caso es menos significativa y
nes utilizados, triturado posterior para liberar el hierro aporta una menor precisión. Todos los broches halla-
del interior de las escorias y conseguir una utilización dos apuntan, sin excepción, a estadios que comienzan a
más eficiente de los recursos minerales, forja, etc.) en partir de la segunda mitad del siglo VII y que finalizan
los que lamentablemente no podemos detenernos. en las primeras décadas del siglo VIII EC.
2.3.5.5 Abandono El segundo de los puntos a los que hemos hecho
referencia es el abandono no violento de este castro.
Respecto a la última actividad de esta fase altome- Tal y como verificamos en el registro arqueológico
dieval, cabe decir que interpretamos que se dio una detectado, la localización de los objetos en los lugares
ocupación muy breve de este castro y que el abandono de utilización aporta una visión bastante fiable de la
se produjo de una forma no violenta. Todo esto se conservación de su estratigrafía. No se observan pro-
infiere a partir de varios indicios. cesos postdeposicionales serios que afecten a su conte-
El primero de los aspectos comentados, el breve nido, ni a su conservación, que es bastante aceptable.
lapso de tiempo en que fue ocupada esta fortificación, Por tanto, si no se observan niveles de destrucción es
se deduce de la escasa potencia y sencillez estratigráfi- porque, con toda seguridad, no existieron.
ca registrada por todo el yacimiento. Una ocupación Hemos deducido que las estructuras habitacionales,
más prolongada en el tiempo, produciría, sin duda, por lo menos, tuvieron que contener grandes canti-
procesos deposicionales y postdeposicionales más dades de material inflamable. Contendrían tanto las
complejos. Se configuraría una secuencia estratigráfica maderas que articulan las estructuras (postes, vigas,
con la superposición de más UU.EE., se alterarían soportes, etc.), como el material arbustivo o de ramajes
unidades previas, se observarían reparaciones o re- que tuvo que emplearse para las cubiertas de estas
facciones que modificarían el registro de las murallas estructuras o de sus lienzos parietales. La no presencia
y otras estructuras. Nada, absolutamente nada, de de carbones o cenizas en un registro estratigráfico tan
esa complejidad se observa en lo que se ha actuado bien conservado, reiteramos, indica el abandono del
en este yacimiento. castro, no su destrucción.
Un argumento de peso que afirma este hecho es La recuperación de la cultura mueble en sus pre-
la homogeneidad de la cultura material recuperada. visibles lugares de uso también es un síntoma muy
No se observan posibles ‘evoluciones’ desde estadios acusado acerca de su abandono no violento. Sin
cronológicos anteriores, o posibles pervivencias mate- embargo, un punto muy interesante que se queda sin
riales hacia estadios posteriores. La férrea uniformidad resolver y para el que no encontramos respuestas ple-
de la cultura material que se constata en el registro namente satisfactorias es la localización de las hebillas
arqueológico es común en toda la extensión de las mencionadas en sus lugares de uso.

162
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

Yacimientos del entorno un poco más amplio del to interpretativo. Tanto desde el punto de vista más
analizado, como por ejemplo en el cercano yacimiento extensivo en las tareas de prospección, como en una
de ‘Contrebia Leukade’ (Aguilar del río Alhama, La escala más reducida tras un estudio intensivo de la
Rioja), encuentran registros arqueológicos en los que información obtenida de las campañas de excavación,
se localizan ocultaciones de varios de estos broches de hay que admitir que los datos arqueológicos recu-
cronología muy similar. Esto sí que podría analizarse perados no son los que comúnmente denominamos
desde parámetros de inestabilidad social en el abando- como usuales.
no del asentamiento. Tales actuaciones se comprenden Por tanto, dado el carácter parcial y limitado del
mejor si se entiende que las personas que los ocultaron registro arqueológico que poseemos para llevar a
esperaban que no fueran vistos esos depósitos y poder cabo esta tarea, cualquier hipótesis interpretativa de
recuperarlos en algún otro momento. Sin embargo, los hechos, aunque sólo sea planteada de una manera
en el caso que estamos analizando no se observa un posible o como mero esbozo, podría ser errónea o
comportamiento similar. ¿La razón? No la sabemos. equívoca con altas dosis de probabilidad. Sin embargo,
Una de las hipótesis que podrían plantearse, plausi- creemos que ello no invalida el trabajo anterior, pues
ble, pero sin ningún fundamento empírico de base que consideramos que el registro arqueológico sobre el que
la sustente, es que este registro arqueológico pudiera se asienta fue obtenido metodológicamente de manera
responder a un abandono precipitado del enclave, no rigurosa, pudiendo admitir múltiples y variadas inter-
por alteraciones sociales de primer orden, sino por la pretaciones sin verse resentida la fiabilidad de dicho
movilización de carácter militar y el desplazamiento registro arqueológico.
de toda la pequeña guarnición a otro lugar.
En ese otro punto la guarnición pudo recibir una 3.1 Sobre poliorcética militar bizantina
información de importancia capital como para no
poder volver ni siquiera al castro de ‘El Castillo de los Lo primero que habría que analizar con deteni-
Monjes’, se partió urgentemente hacia otro lugar y no miento es el propio concepto de fortificación. Existen
se volvió nunca más al asentamiento. Ello explicaría tendencias que remarcan e inciden en el peso de los
otro hecho también ‘inexplicable’; la no aparición de aspectos más materiales de la defensa propiamente
armamento en un asentamiento de carácter militar. física y otras que, por otro lado, remarcan las cues-
En una movilización militar hacia otro punto, es pre- tiones simbólicas e ideológicas que representa una
visible que los individuos se lleven su indumentaria fortificación o un conjunto de ellas. No es momento
militar (ello conlleva su armamento), y que dejen de entrar en los pormenores de ambas visiones, pero
aquella vestimenta menos apta para esas labores, es lo cierto es que si participamos de ambas líneas de
decir aquella otra más civil. En este marco sí tendría trabajo a la hora de interpretar una fortificación, no
cabida que, precisamente unas piezas de vestimenta es por el intento de ser diplomáticamente correctos,
y ornamento como los broches recuperados, incluso si no porque pensamos que sendas visiones son com-
damasquinados en plata, fueran ‘abandonados’. plementarias y no excluyentes. Aquí, no obstante, nos
Apuntamos la idea de que, dentro de este marco centraremos en las cuestiones más materiales de las
interpretativo, debería realizarse un desplazamiento fortificaciones, dejando al margen su análisis simbó-
hacia otro punto ya que, de otro modo, si los milita- lico-conceptual.
res conociesen en el mismo castro que no volverían Entrando en materia, y desde una óptica plenamen-
a ese lugar, se llevarían algunas piezas valiosas de su te arqueológica, hay que decir que los vínculos que se
vestimenta, o si sospechaban que volverían al castro han establecido entre la arquitectura militar tardorro-
tras un breve período de tiempo, cuando menos las mana en la Península Ibérica y la órbita bizantina no
ocultarían aunque fuese de una manera rápida o poco son nuevos. Existen trabajos que ya apuntaban esos
cuidada. nexos e influencias desde una época muy temprana
Como decimos se trata de un razonamiento com- (Olmo 1986, entre otros). Investigaciones como las
pletamente hipotético y perfectamente refutable, lo de D. Pringle, J. Durliat, y N. Duval sobre las fortifi-
que no significa que no sea lógico. Únicamente vemos caciones justinianeas en el Norte de África en la dé-
que una explicación de este tipo puede poner en re- cada de los ochenta del siglo pasado se incorporaron
lación varios hechos aparentemente ‘inexplicables’, al discurso historiográfico hispano sin tener mucho
pero que, aunque nosotros no seamos capaces de éxito. A pesar de constatar que algunos yacimientos
desentrañar tal relación, seguro que la poseen. hispanos importantes en época altomedieval podrían
contener algunos principios de ‘bizantineidad’ en sus
3. INTERPRETACIÓN DE LOS DATOS fortificaciones (Recópolis, Tolmo de Minateda, Begas-
tri,…), no ha sido una línea de trabajo preferente en
Tal y como hemos comentado al inicio del trabajo, la investigación arqueológica peninsular. No obstante,
la ‘singularidad’ del registro arqueológico detectado a pesar de los esfuerzos que en la actualidad se están
en el alto valle del Iregua, es una variable que hay que realizando para solventar dicha situación en todo el
tener muy presente a la hora de proponer un contex- ámbito mediterráneo, es cierto que en cuestiones ar-

163
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

queológicas de poliorcética militar bizantina todavía la presencia masiva de la roca, resultaría muy difícil
queda mucho por hacer (Haldon 1999, p. 6). llevar a cabo una división interna con otra muralla, y
Las características poliorcéticas bizantinas se ana- probablemente no estaríamos observando un sistema
lizaron en dichos trabajos desde una óptica formal cuádruple de defensa. Es por ello que pensamos que
releyendo los propios tratados bizantinos específicos este elemento rocoso, presente no sólo en estos castros,
sobre el tema, como De Re Strategica, o el Strategikon, sino en todas las instalaciones y asentamientos que
que describían con todo lujo de detalles cómo debía hemos detectado en prospección, es un elemento clave
planificarse una construcción militar, su disposición en la configuración defensiva de este asentamiento en
canónica, sus elementos, etc. Autores como D. Pringle, concreto y del modelo propuesto de organización y
volvieron a remarcar como el sistema de fortificación control del territorio del alto Iregua.
en el siglo VI estaba basado en un sistema de triple No obstante y como se puede comprobar, el siste-
defensa: «Sixth-century fortification systems were ma esbozado en la poliorcética bizantina no sólo está
based, in theory at least, on a triple line of defence presente de una manera fiel, si no que se adapta (se
[Diehl 1896, pp. 145-146]. First a masonry wall realiza un muro, en lugar de un foso) e incluso se de-
[…]. Before the wall ran two further lines of defence, sarrolla (cuádruple sistema defensivo en vez de triple)
a προτείχισμα, or outer wall, and directly in front of it para el caso que estamos analizando. Además de poder
a ditch (τάφρος)» (Pringle 1981, p. 147). comprender ahora la estructura de las murallas en su
Este sistema de murallas, antemurallas y foso, tenía justa dimensión, existen más datos que apoyan esta
que ser adaptado a las características del lugar, a los influencia de las técnicas poliorcéticas bizantinas en
materiales disponibles, o a la situación estratégica, dicha construcción castral de época visigoda.
como por ejemplo mediante la colocación de diferen- Si observamos con más detalle algunos aspectos
tes obstáculos delante de la proteichisma: «It is not constructivos, vemos que resulta también muy intere-
altogether certain whether the stakes were intended sante la recomendación bizantina que exhorta sobre
as a kind of προτείχισμα, a revetment for the ditch, a la idoneidad de colocar las piedras de mayor tamaño
chevaux-de-frise in front of it or an obstacle within en la parte inferior de la muralla, por su parte exte-
it. The last seems more likely, however, since the use rior, tal y como comenta nuevamente Pringle: «Since
of pointed stakes for this purpose is described, for the facing blocks usually consist of spolia, the height
foueae, in the Strategicon of the emperor Maurice» of the courses is liable to vary even within the same
(ibid., p. 149). stretch of walling, depending on whatever happened
Este modelo de defensa propuesto, es el código de to be available to the builders. Larger stones tend
lectura que creemos que tiene cabida para la com- to be concentrated at the base of the wall, however,
prensión adecuada de las estructuras detectadas en smaller ones higher up. This evidently made for grea-
“El Castillo de los Monjes”, así como del castro de ter solidity and ease of construction. It was, besides,
“Peña Yerre” (sin excavar). Este sistema teórico plan- in line with accepted military practice, for the de Re
teado debe adaptarse a las condiciones del entorno Strategica advises that the lower seven cubits (3.31 m)
(naturales, sociales, económicas, etc.). Ello explica be constructed with large blocks of stone employed
que el modélico procedimiento reflejado en las fuen- as headers» (ibid., p. 134).
tes clásicas y que hemos visto a través de la lectura La cuestión de concentrar las piedras más grandes
de Pringle, tenga que acomodarse a las condiciones en la base de la muralla es un punto crucial para confe-
geológicas del terreno donde se asentarán estos castros rirle solidez, como se observa en la muralla 1 del castro
cameranos. de “El Castillo de los Monjes”. Incluso se constata el
En los casos concretos mencionados, el duro y uni- comportamiento de reservar las piedras de mayores
forme sustrato rocoso, presente en toda la superficie dimensiones para su lado externo, sirviendo de esta
del cerro donde se planteará instalar el castro, hace manera como elementos que sustentan el peso de la
que en lugar de realizar un foso delante de la protei- propia muralla. La cimentación de la muralla, y de es-
chisma (3ª muralla), lo que resultaría muy costoso, tos bloques en particular, será un aspecto que se tratará
se prefiera realizar otro muro (4ª muralla) que lleve con esmero, llegando a ser calzados individualmente
a cabo esa función de obstaculización del tránsito y de una manera muy cuidadosa. Ello ha hecho que su
a su vez canalizar la circulación de personas por un conservación a día de hoy sea óptima. Como hemos
punto concreto que esté bien vigilado desde el área dicho, este detalle se descuidó en las murallas tercera
habitada del castro. y cuarta, y su resultado ha sido la gran inestabilidad
La presencia de este sustrato rocoso, que resulta que ha sufrido y su estado más deteriorado.
un claro inconveniente para la realización de un foso, Un punto que adquiere un peso muy relevante es
se torna como un punto muy favorable para la cons- la cuestión de los escarpes y defensas naturales. La
trucción de este primer obstáculo amurallado, para adaptación a la topografía del terreno y su aprove-
cuya realización debe disponerse de abundante roca. chamiento defensivo es una constante. Esta variable es
Lo mismo puede decirse de las dos áreas habitadas del indefectiblemente prioritaria en todos los yacimientos
castro, que presentan dos murallas de gran entidad. Sin que hemos detectado en el alto valle del Iregua. La

164
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

preocupación que sistemáticamente muestran todos necesaria para este tipo de defensa es muy superior
los autores de los tratados de poliorcética bizantina a los efectivos de los que se disponen en esa época.
por este punto en concreto, de recurrir en primer lugar Para ello se recurre al control de ciertos puntos de
a las defensas naturales y después a las construcciones paso obligado para poder circular por el territorio; las
antrópicas para suplir las carencias de las primeras, clausurae. La fortificación de estos puntos se observa
se deriva de la necesidad de una optimización de los principalmente en los sistemas montañosos, como
recursos, y que procede fundamentalmente de la es- por ejemplo en el episodio del paso de los Pirineos
casez de efectivos militares. Esta característica no es de Wamba y la rebelión del dux Paulo (673), en la
exclusiva del ámbito hispano. Como bien apuntó hace zona de los Apeninos bajo control bizantino, o en
años Ravegnani: «…sono indice di una prassi edilizia los Alpes orientales (Christie 1991). Este modelo
che si inquadra in una precisa visione strategica. Nulla de fortificación y control de desfiladeros y pasos
in sostanza è lasciato al caso o all’improvvisazione e, obligados se desarrolla de manera muy notable en el
in questo come in altri campi, la programmazione e ámbito bizantino como se puede ver en los tratados
la cura dei particolari tendono a supplire le carenze mencionados u otras fuentes como en el laudatorio De
di diverso genere. Si tratta d’altronde di un aspetto Aedificis de Procopio, que a su vez beben de tratados
caratteristico della mentalità bizantina, tesa alla pun- clásicos como Poliorcética, de ‘Eneas el Táctico’ del
tuale regolazione teorica di tutte le forme di ativittá. siglo IV AEC (Antes de la Era Común).
[…] Alla scarsitá di effettivi e alle carenze endemiche Todas esas fuentes inciden en numerosos detalles
dell’esercito, che sono una costante della prima età de la construcción de las fortalezas y que son de
bizantina, i teorici del VI secolo contrappongono in enorme interés para el caso concreto que nos ocupa,
sostanza un impiego razionale degli uomini e delle como por ejemplo la creación de un cuerpo de guardia
strutture teso a sfruttare al massimo la potenzialità (φυλακτήριον) que controle los accesos y puertas de los
difensiva a disposizione» (Ravegnani 1983, pp. 47- asentamientos para evitar ser sorprendidos (Strate-
48). Este hecho afectará de manera muy notable a la gikon, IX, 3, Filón de Bizancio, V), la conservación del
forma de construir los castros, concebir los espacios agua en recipientes mediante su aireación y utilización
dentro de los mismos y, en una escala más amplia, a la de vinagre (Strategikon, X, 4), o la disposición de los
propia gestión del territorio sobre el que se asientan. accesos en laterales izquierdos que obligasen a los
El aprovechamiento racional de las defensas na- posibles atacantes a dejar su flanco derecho despro-
turales que se tienen en la zona, hará que con el mí- tegido10 (Poliorcética, I, 2, Garlan 1974).
nimo de personas, se pretenda tener bajo control un No obstante, antes de concluir este apartado que-
territorio relativamente amplio, como en este caso el remos llamar la atención sobre un punto particular;
camerano. Es por ello que ahora se comprenda mejor la transmisión de señales. Éstas pueden darse entre
la causa de tan cuidada planificación en las obras de los diferentes componentes de una guardia o entre
construcción del castro que hemos analizado aquí en diferentes asentamientos. Es un punto que se trata con
detalle. Potenciando las cualidades defensivas de ese mucha profusión en los diferentes tratados mencio-
lugar mediante una meticulosa y planificada cons- nados: «… se debe dar a la guardia la señal de partir
trucción, se pueden optimizar los limitados recursos y ocupar sus puestos. En mi tratado Sobre la prepa-
militares para tener bajo control, cuando menos visual, ración de la guerra se explica de manera exhaustiva
una zona determinada. Este comportamiento de efec- cómo es menester llevar a cabo todo ello y cómo hay
tividad en cuanto a la gestión de los escasos ‘recursos que enarbolar las antorchas» (Poliorcética, Libro 1,
humanos’ (aunque para ello tenga que emplearse un cap. VII, Vela, Martín 1991, pp. 43 y 44) Y para la
elevado gasto energético en la construcción de los comunicación entre diferentes puestos: «Si la invasión
asentamientos), explica buena parte de los registros del territorio no resulta fácil y, por el contrario, la vías
constructivos analizados en este castro y en las obras de acceso son escasas y estrechas, hay que emplazar a
defensivas vistas en el resto de yacimientos detectados las tropas en los pasos, tras haberlas preparado con
en la prospección del alto Iregua. De otro modo, es antelación, siguiendo la distribución prescrita, para
difícil explicar el porqué de la desmesura y exceso resistir a los atacantes que tienen la intención de di-
en muchas de las construcciones observadas dentro rigirse a la ciudad, estacionando, además, vigías con
del entorno físico y del contexto social, económico y señales de fuego que estén al corriente de la suerte de
político en el que se construyeron. unos y otros, a fin de que los destacamentos puedan
Derivado de lo anterior, esa escasez de efectivos ayudarse mutuamente, caso de necesitarlo» (ibid., p.
militares tiene una repercusión directa en el plan- 70). Obviamente, este fuego se situará «en un lugar
teamiento de gestión del territorio donde se asientan bien visible» (ibid., p. 101). Así pues, consideramos
dichos enclaves. El control de ese territorio se realiza que el empleo del fuego tuvo que tener un papel desta-
en profundidad, no de una manera lineal. El clásico
limes romano, como línea militar infranqueable, no 10
Es el flanco con el que se ataca, pues se sostiene el arma ofen-
puede ser desarrollado, ni siquiera planteado, entre siva con la mano derecha y el escudo para la defensa con el brazo
otros motivos porque la movilización de militares izquierdo.

165
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

cado en la configuración del sistema de comunicación estructuras habitacionales detectadas. Sin embargo,
que se planificó para el intercambio de información existe otra arquitectura, la que llevan a cabo las elites
(en caso de necesidad) en la red de castra y turris sociales. La manera en que se representa esta clase
detectadas en el alto Iregua. social tanto entre los miembros de su mismo nivel,
Ponemos esta red castral en relación al control terri- como hacia el resto de actores sociales, es muy varia-
torial más allá de la comarca camerana. El yacimiento da e interesante. Numerosos autores han afrontado
de “El Castillo de los Monjes” no posee conexión desde diferentes perspectivas y por medio de diferentes
visual con otras zonas, como el importante paso de objetos de estudio los mecanismos por los cuales estos
Viguera donde se establece la clausura de la zona baja aristócratas reafirmaban su estatus ante los suyos y
del Iregua. Pero sí tiene dicha relación visual, y muy ante el resto de la sociedad (Ellis 1991; Wickham
buena, con el otro castro detectado de “Peña Yerre”, y 2005; Chavarría 2007; Zanini 2007).
éste a su vez sí tiene un contacto visual excelente con Los objetos de estudio de esta arqueología cen-
Viguera y otros puntos destacados tanto del entorno trada en las escalas sociales más elevadas han sido
inmediato como más lejano. predominantemente construcciones arquitectónicas,
Por tanto, mediante una red de asentamientos dis- con edificios muy definidos y cuyos máximos expo-
tribuidos por el alto Iregua, pensamos que se podría nentes han sido las iglesias (Utrero 2009). Por otro
transmitir señales rápidamente a la zona baja del lado, en la actualidad se está observando que las
Iregua y a otros territorios eminentemente más pobla- ‘típicas’ villas romanas, están deparando no ya unas
dos que el alto Iregua, como por ejemplo el valle del ocupaciones cronológicas tardoantiguas conocidas
Ebro. Para apoyar tal hipótesis, está la distribución desde hace tiempo, sino propiamente un dinamismo
de esta red de castra, que explica mejor su existencia (incluso con la creación de algunas de ellas ex novo en
bajo estos parámetros, como por ejemplo podemos dichos períodos, como el complejo de Pla de Nadal),
observar en un pasaje de Eneas: «Si no se cuenta con inimaginable hace apenas una década.
unos emplazamientos desde los que se puedan enviar Lo cierto es que estos edificios se encuentran prefe-
señales a la ciudad, [los guardias] deben situarse en rentemente en entornos rurales. Esta apreciación del
diferentes puntos puestos en transmisión para que entorno de estudio es interesante para conocer el re-
hagan llegar a la ciudad las señales recibidas. Los gistro al que nos enfrentamos, pues los espacios donde
guardias diurnos han de ser veloces para que puedan preponderantemente desde época romana llevaban a
llegar enseguida y comunicar el mensaje desde la ma- cabo las aristocracias estas autorepresentaciones del
yor distancia posible, en aquellas circunstancias en poder eran en las ciudades. En época altomedieval,
las que no sea posible transmitir las señales pero sea algo pasa en el entorno rural… y, por necesidad, en
imprescindible que alguno de ellos lleve el mensaje» el urbano.
(ibid., p. 42). Sin embargo, hay que ser precavidos en cuanto a la
Esta hipótesis de trabajo que barajamos aquí entra naturaleza del registro arqueológico que disponemos
de lleno en el debate actual que se establece para este en la actualidad. Paradójicamente, tras la aprobación
tipo de instalaciones turris y castros con pequeñísi- de la Ley de Patrimonio Histórico Español 16/85
mas guarniciones militares encargadas de trasmitir algunas de las intervenciones de arqueología de urgen-
señales (Martí 2008). No obstante, para toda esta cia realizadas en el ámbito rural han aportado unos
problemática de la transmisión de señales en época estadios de investigación muy interesantes (ver por
tardoantigua y altomedieval en la Península Ibérica, ejemplo trabajos de Alfonso Vigil en la Comunidad
hace falta mucha más investigación y registros ar- de Madrid), mientras que en el entorno urbano se han
queológicos de calidad que refuten o consoliden dicha obtenido desiguales resultados.
línea de trabajo. Las ciudades en este período son, siguen siendo, im-
portantes centros de articulación y gestión territorial.
3.2 Arquitectura del siglo VII En el territorio al norte de la red de castra analizada
en la Península Ibérica; un debate candente en este trabajo, se encuentra el valle del Ebro con
importantes núcleos de población; Calahorra, Alfaro,
Sin ánimo de polemizar, lo cierto es que si lo o la misma Zaragoza. Estos núcleos, civitates, serían
que hemos puesto de relieve hasta este momento lo puntos vertebradores sobre los que pivotaría la orga-
consideramos adecuado, entonces no nos queda más nización territorial de esta zona. En otras zonas penin-
remedio que esbozar brevemente cómo se encuadra sulares, ciudades como Toledo, Zaragoza, Tarragona,
el registro aquí observado dentro del marco de la Barcino, Mérida, Sevilla, Córdoba, Cartagena o Braga
arquitectura del siglo VII, uno de los campos más fruc- articularían el territorio en el que se asentaban.
tíferos y controvertidos del panorama arqueológico En la gestión del territorio es indiscutible que estas
altomedieval peninsular en los últimos años. ciudades mantenían un papel principal, pero creemos
La cuestión de la arquitectura doméstica dentro del que no hay que perder de vista que las estructuras
castro ya ha sido mencionada en el análisis interno castrales también deben ser tomadas como puntos
del castro de “El Castillo de los Monjes”, a raíz de las clave de organización territorial (Castellanos, Viso

166
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

2005). Se observa que dentro de esa realidad castral, el marco sobre el que trabajar en relación al cambio
existe una variada casuística de tipos de castros que, de flujos e inversiones en el aspecto constructivo de
por el momento y para ser operativos, diferenciaremos las aristocracias del siglo VII. Una reorientación de
entre poblacionales y militares. Si bien estos últimos inversión que deja lejos las peyorativas calificaciones
no contienen recursos poblacionales potentes, no es como crisis, desestructuración, caos… y busca nuevas
menos cierto que pudieron (tuvieron que) contribuir fórmulas con términos como transformación, reorga-
a configurar el panorama poblacional peninsular, nización, modificación de canales de flujos… Todo ello
bien por su ejercicio coercitivo directo (creemos que nos lleva a plantear nuevas concepciones espaciales,
sería su función menos activa), bien implícitamente buscar diferentes sistemas de organización espacial y,
por otros mecanismos de afirmación simbólica y psi- cómo no, observar que ello deriva en nuevas formas
cológica como por el hecho de constatar su presencia de ocupación del territorio (de tipo castral militar,
en un territorio. Sin entrar por el momento en la in- residencial, etc.).
teresante repercusión social y política que supuso la Hacemos esta llamada de atención pues nos parece
instalación de estos castros, lo cierto es que si existió importante destacar que no compartimos la visión
un interés de los potentes por articular los diferentes catastrofista del siglo VII que tiene una parte de la
territorios, tuvo que tener un reflejo en los edificios historiografía altomedieval hispana, pues, a pesar
que se construyeron en ese siglo VII. Es aquí donde de que es cierto que existen cruciales cambios, ello
empieza a surgir la problemática. no significa que tengan que ser necesariamente a
Tradicionalmente una parte de la historiografía peor. Dentro de esa dinámica de transformación,
arqueológica e histórica considera que el siglo VII es se observan signos de nuevo impulso. Sí, utilizamos
el siglo de ‘la crisis’. Ello se observa en su registro ar- calificativos como nuevo empuje o nuevo impulso en
queológico (fundamentalmente cerámico) que denota contra de la tradicional ‘caída libre’ que preconizan
la ruptura de unas redes comerciales a larga distancia algunas teorías. Una creación ex novo de una red
presentes hasta ese momento, los núcleos urbanos se castral la entendemos así, como un nuevo impulso,
‘ruralizan’ y se reduce drásticamente su población, las dinámico, de transformación, de que algo se mueve
aristocracias, fuertemente militarizadas, se ‘retiran’ a en las estructuras socioeconómicas del lugar en ese
lugares menos activos políticamente hablando, la pre- momento. Se trata de una inversión energética y de
sencia de aristocracias cristianas configurarán nuevos recursos y, por tanto, tiene que tener una lectura, con
espacios de poder, etc. sus motivaciones e intereses, que no tienen porqué
Estos pilares que hemos mencionado, son algunos ser similares a los vistos hasta ese momento. Un
de los que se consideran puntos básicos para explicar importantísimo registro como el detectado en Pla de
la realidad socieconómica del momento. Militariza- Nadal debe ser interpretado en parámetros de nueva
ción, ‘barbarización’, cristianización o ‘ruralización’ actividad constructiva, lo que parece ser que choca
son topoi muy comunes en diferentes artículos pero con algunas teorías y planteamientos.
que luego pocas monografías arqueológicas se en- Esas ‘re-estructuraciones’ constructivas de me-
cargan de analizar en profundidad. Ello se debe, en diados del siglo VII que se observan en algunos cas-
gran parte, a que las residencias de las aristocracias tros, como por ejemplo la fortificación de “Tedeja”
tardoantiguas y otras manifestaciones arquitectónicas, (Lecanda 2002), o la actividad que se observa en ya-
son consideradas como de ‘difícil detección’ y se cree cimientos como el “Puig de les Muralles” de Puig Rom
complicado poder analizar adecuadamente cualquier (Palol 2004), “Sant Juliá de Ramis” (García, Vivó
vestigio de la presencia aristocrática en los restos 2003; Burch et al. 2006), o “La Carisa” (Camino,
arquitectónicos en los siglos VI-VII. Esa visión tradi- Estrada, Viniegra 2007) entre otros muchos, deben
cional, denominada en ocasiones ‘catastrofista’, parece ser interpretadas como estadios activos de planifica-
que comienza a cambiar, y en la actualidad no parece ción, de reorganización territorial mediante pautas y
tener excesivo predicamento entre la historiografía esquemas castrales, de movimientos de fichas dentro
actual más avanzada: «Las líneas de investigación del tablero que tenían encima de la mesa los diferentes
actuales tienden a matizar esta visión y se inclinan a actores que podían jugar esa partida; las aristocracias
considerar que, más que de un abandono de los centros y el ámbito regio. Entendemos que resulta un tanto
urbanos, se debería hablar de reestructuraciones de arriesgado este planteamiento y no es que nos motive
carácter administrativo que derivaron en cambios en especialmente el generar más polémica a la ya de por
los cargos y en los intereses de las elites que dejan de sí ajetreada arquitectura del siglo VII en la Península
invertir sus beneficios en las estructuras urbanas y los Ibérica. Pero si seguimos con el argumento lógico
orientan hacia la construcción y embellecimiento de que aquí defendemos, la creación ex novo de esta
edificios de culto cristiano, hacia la construcción de red castral (junto a los argumentos expuestos y que
fortificaciones, y de sus propias residencias urbanas y empiezan a asomar en cada vez más yacimientos de
rurales» (Chavarría 2004-2005, p. 189). la Península Ibérica), no podemos interpretarla como
Este cambio de perspectiva nos parece acertado y un episodio de la clásica crisis del siglo VII, sino más
es el que consideramos más adecuado para plantear bien al contrario, el cambio del siglo VII.

167
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

Esa revitalización constructiva tiene, además del dar’ las dataciones de todo un conjunto de edificios
problema planteado, otras vertientes no menos enjun- (fundamentalmente iglesias) a estadios posteriores, en
diosas; su propio análisis interno. En el estudio de esta ocasiones de varios siglos, para que encajen dentro
temática existe actualmente una encendida discusión del marco propuesto. Tras la necesaria renovación
(todavía aún mayor que la anterior), que se centra en comentada, el nuevo modelo planteado no conven-
sus orígenes y sus cronologías. ce a muchos autores y algunos se muestran desde
Sin ser el único representante, al menos es uno de circunspectos, a reticentes o incluso contrarios a tal
sus máximos exponentes por ser un gran especialista planteamiento.
en la materia: Luís Caballero lleva años e infinidad Como se puede observar es una temática tan amplia
de trabajos en los que expone su teoría sobre el arte que desborda con mucho los límites, no ya de este
prerrománico, visigodo y las importantes influencias subapartado, sino de este trabajo en general. Una
omeyas en éste. En tales investigaciones se interroga problemática compleja y que requerirá de muchos
acerca de si existe un arte ‘visigodo’, y si no sería más años de estudios y de excavaciones con registros sis-
pertinente hablar de arte prerrománico al observar temáticos y fiables sobre los que comenzar a trabajar
las influencias omeyas en sus construcciones. En una para observar por dónde se encaminan los pasos de
recentísima monografía de 2009 que coordina junto a esta difícil cuestión planteada.
Pedro Mateos y Mª Ángeles Utrero; El siglo VII frente Sin embargo, todas estas consideraciones sobre la
al siglo VII: Arquitectura, se presenta un completo y arquitectura del siglo VII, que pudieran parecer un
actualizado estado de la cuestión (Caballero, Ma- tanto fuera de lugar en el discurso de este artículo,
teos, Utrero 2009), aunque el verdadero debate ya se creemos que adquieren especial pertinencia al intentar
planteó en el año 2000, con la monografía Visigodos expandir algunas apreciaciones sobre la posible in-
y Omeyas, coordinado también por él (Caballero, fluencia islámica hacia las construcciones militares:
Mateos 2000). L. Caballero: «Ha dado [se refiere a la apreciación
En primer lugar hay que reconocer que el estado de J. Souto sobre la arquitectura militar altomedieval]
de la investigación del ‘arte hispanovisigodo’ en que con una línea de investigación como es la arquitectura
se encontraba antes de su profunda revisión estaba militar, que estaba abandonada. Juan Zozaya en sus
muy necesitado de una actualización y modificación últimos trabajos llama la atención en este sentido, que
de algunos postulados muy obsoletos, cuando no probablemente se puede buscar una línea de contraste
directamente caducos e inservibles muchos de ellos. en la arquitectura militar islámica, que pudo servir
Esa revisión fue un gran avance. Fijar un punto de para la penetración de estas soluciones» (Caballero,
partida sobre el que comenzar a trabajar no es una Mateos, Utrero 2009, p. 36011).
tarea fácil, pues es necesario un laborioso y profundo Sin entrar a analizar los interesantes estudios de
trabajo para analizar la documentación precedente Juan Zozaya sobre las fortificaciones andalusíes
(textual y arqueológica) sobre la que sintetizar y aislar (Zozaya 2001), lo cierto es que si se pretende esta-
los problemas que hay que afrontar. El salto cualita- blecer desde el nuevo modelo propuesto un debate
tivo que se produjo en el estado de la Arqueología de en el ámbito de la arquitectura militar del siglo VII,
la Arquitectura Tardoantigua y en el estado del Arte tenemos que tomar, irremediablemente, una postura,
Hispanovisigodo, fue indudable, como reconocen aunque tenga que ser muy cautelosa visto lo escaso
todos los autores, incluso hasta los más reacios que del registro arqueológico suficientemente trabajado
no participan de la argumentación que propugna Luís en la Península Ibérica.
Caballero. Creemos que existen, al menos en el caso del alto
Sin embargo, lo que genera bastantes más dudas Iregua, argumentos contundentes para observar níti-
en una gran parte de los arqueólogos dedicados a la damente la influencia bizantina en las fortificaciones
alta Edad Media peninsular, es otra parte de la pro- de la segunda mitad del siglo VII que hemos analizado.
puesta que realiza dicho autor, en donde el arte y la No consideraríamos apropiado que se propusiera ads-
arquitectura hispanovisigoda tardoantigua se reducen cribir la construcción de la red castral que aquí hemos
drásticamente hasta su práctica desaparición. Basán- visto al influjo islámico, porque como hemos visto no
dose en nuevas e importantes dataciones como las hay ni un solo argumento para ello; ni cultura mate-
realizadas en la iglesia de Melque (Toledo), propone rial, ni arquitectónico, ni distribución espacial, etc.
unos procesos productivos post-visigodos de clara Sin embargo, no podemos olvidar que este análisis
influencia islámica encargada de contextualizar las de la arquitectura militar posromana desde postulados
producciones arquitectónicas que ‘tradicionalmente’ de sus influencias bizantinas se trata de una línea in-
se habían datado en fechas avanzadas del siglo VII. Y cipiente, y por tanto, las afirmaciones o conclusiones
esto ya empezó a generar un sano debate en la inves- preliminares no pueden ser sino pequeños detalles
tigación arqueológica y que todavía pervive. dentro de un gran marco, mucho más amplio. No
Dicho planteamiento significa un giro copernicano
en la concepción del arte y la arquitectura hispanovi-
sigoda del momento. Se trata de ‘arrastrar’ o ‘trasla- 11
El subrayado es nuestro.

168
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

podemos caer en posiciones maximalistas de intentar ya clásico limes del norte. Generalmente se confunde
hacer extensible a todo un sistema la particularidad de su origen militar con cuestiones violentas de índole
lo aquí observado. Lo mismo que tampoco se debiera etnogenética, cuando creemos que no son conceptos
pretender que la realidad arqueológica puesta de relie- equivalentes, ni mucho menos.
ve tenga que ser adaptada a ese nuevo modelo plan- Lo cierto es que a pesar de lo ‘apasionado’ del tema
teado de influencias islámicas. La variedad y riqueza (más que apasionante), intentaremos no profundizar
de la arquitectura altomedieval, y más concretamente en dicho problema por dos motivos principales, a
del siglo VII, debe ser comprendida como un ejercicio saber: Consideramos que no es un parámetro prin-
de heterogeneidad, que precisamente prospera por la cipal en el contexto del alto Iregua para comprender
multiplicidad de factores que entran en juego. Ob- el desarrollo de las estructuras castrales detectadas.
servar diferencias y contextos arquitectónicos nuevos Y por otro lado, personalmente creemos que indagar
siempre tienen que ser entendido, en nuestra opinión, en las sempiternas diferenciaciones etnogenéticas e
como algo positivo y enriquecedor. igualmente irresolutas, no es la línea de trabajo más
Esta influencia bizantina en la arquitectura militar adecuada para desentrañar el contexto socioeconómi-
hispana de los castra del siglo VII es una ‘novedad’ a co altomedieval peninsular. Si a todo ello le añadimos
medias; es decir, arqueológicamente hemos menciona- los componentes decimonónicos de construcción de
do como algunas disposiciones de ciudades importan- identidades y de nacionalidades de diferente signo,
tes como Recópolis, Begastri o el Tolmo de Minateda, el análisis de este concepto con un mínimo de tran-
presentan características que apuntan hacia esas in- quilidad académica no es que sea complicado, sino
fluencias, como por ejemplo en sus obras defensivas prácticamente imposible.
y en los sistemas supletorios de los accesos. Parece Entrando directamente en materia, hay que decir
más ‘difícil de detectar’ en las estructuras castrales. que la construcción histórica que más impacto y que
Sin embargo, creemos que en algunos casos pudieran más sólida se ha mostrado en el desarrollo del limes
observarse de manera nítida. No obstante, la falta de hispanicus del norte peninsular fue, sin duda, la de
estudios sistemáticos sobre este tipo de ocupación del Abilio Barbero y Marcelo Vigil (Barbero, Vigil 1974
territorio mediante castros de tipo militar no permite y 1978). Algunas aportaciones destacadas posteriores
mayores precisiones, por el momento. pueden ser, entre otras, las obras de Luis A. García Mo-
reno (García Moreno 1989 y 2001), en un intento de
3.3 ¿Un limes…? actualización de las mismas con desarrollo puntual de
algunos aspectos (como por ejemplo algunas cuestio-
En primer lugar, el elemento que hay que poner nes militares), en ocasiones desde postulados de aná-
encima de la mesa de debate es el concepto de limes. lisis etnicistas que no compartimos. Como sabemos,
La presencia de un limes en el norte de la Península el análisis de la sociedad tardoantigua y altomedieval
Ibérica para contener los ‘desórdenes’ de los pueblos peninsular desde la metodología del materialismo
del norte como vascones, cántabros y astures, es mo- histórico que realizaron Barbero y Vigil, produjo un
tivo suficiente para generar importantes tensiones y impacto de tal magnitud que todavía a día de hoy se
controversias entre diferentes escuelas historiográficas pueden observar ecos de sus planteamientos.
peninsulares. No entramos aquí en la presencia o no Efectivamente, la visión anterior que imperaba
de otras líneas militares de defensa como por ejemplo sobre procesos tan importantes como la ‘Reconquis-
el limes greco-gótico del sudeste. ta’ fue notable y certeramente modificada con esta
Si abordamos dicha realidad no se trata por el aportación. El nuevo modelo que se proponía para
peso preeminente que le otorgamos a tal elemento amplias zonas del norte peninsular, era el de la ‘orga-
en nuestra investigación, si no para dejar patente nización tribal’. Cántabros, vascones o astures eran así
nuestra posición. Una concepción que manifestamos pueblos que habían permanecido ‘inalterados’ desde
contraria a la puesta en relación del registro arqueo- tiempos prerromanos. Tópicos como la ‘ferocidad’
lógico detectado en el alto valle del Iregua con dicho y ‘rusticidad’ de estos pueblos debido a la inaccesi-
constructo de limes. No consideramos adecuada dicha bilidad de las zonas abruptas y montañosas donde
ecuación por diferentes motivos, tanto funcionales, habitaban explicaban tal interpretación. Ello hizo que,
como inherentes al propio contexto de comprensión con la presencia de los ‘hispanovisigodos’, surgieran
histórico-arqueológica. problemas similares a los tenidos siglos antes con los
Los castros militares también existen. Constatar la romanos. El carácter ‘indomable’ e ‘independentista’
presencia de dichos castros puede asociarse por parte de los habitantes de tales territorios generaría patrones
de algunos autores, creemos que erróneamente, a la de comportamiento similares. Una estructura social
verificación de un limes. Hacemos rápidamente esta muy distinta entre ambas esferas, daría como conse-
afirmación, abordando el problema, porque estamos cuencia frecuentes luchas entre vascones (de estructura
seguros de que, muy a nuestro pesar, casi seguro habrá social gentilicia y tribal) con los hispanovisigodos,
tendencias que indefectiblemente relacionen la insta- mucho más ‘civilizados’ (de estructura centralizada)
lación de una red de castros de función militar con el y los francos (de características similares a las vistas

169
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

en los hispanovisigodos). Las fuentes escritas fueron es así, que su funcionalidad tiene que ser destacada
interpretadas en tal sentido y, así vistas, parecían por encima de todo, ya que entendemos que ese tipo
confirmar los duros enfrentamientos entre ambos de castros cumplen una función exclusivamente estra-
pueblos, desde Leovigildo hasta el final del reino de tégica y no poblacional, con lo que, su disposición en
Toledo y especialmente a partir de la segunda mitad el territorio es crucial para comprender su origen.
del siglo VII. La localización del castro de ‘El Castillo de los Mon-
Según este planteamiento, para este constante y con- jes’ dentro de una red más amplia de vigilancia y aviso,
tinuo enfrentamiento étnico, como si de un perpetuo se explica en referencia al control del paso que existe
‘enemigo’ se tratase que perdura durante siglos a pesar en esa zona, en esa clausura, controlando una vía de
de los importantísimos cambios sociales, económicos y comunicación que conectaría el valle del Ebro con la
políticos en una esfera y otra, se diseñó y planificó por Meseta castellana y que en ese punto, necesariamente,
parte de la monarquía hispanovisigoda un complejo debería pasar por el desfiladero sobre el que se erige. Su
sistema defensivo; una línea de fortificaciones, a modo efectividad y única validez es en ese punto y no otro.
de frontera militar o limes, poblada con militares para No se entiende que la pequeña guarnición allí
contener la presión que esos pueblos hacían en sus castramentada12 saliera de su posición defensiva, tan
continuas correrías y actos de bandolerismo y pillaje privilegiada, para combatir en campo abierto. Las
por el valle del Ebro y otras zonas del norte. condiciones defensivas que poseía el castro proporcio-
Esos destacamentos militares, funcionarían a su vez naban ventajas tácticas enormes y todas ellas desapa-
como centros fiscalizadores, pues sus jefes militares recerían si los militares allí instalados luchaban fuera
(dux) serían los encargados de recaudar los impuestos de él, con lo que el enorme esfuerzo desarrollado en la
(Barbero, Vigil 1974, p. 122 y ss.). En referencia a construcción de este castro y de toda la red se vendría
esta fiscalización, y al pago de las tropas, se organizó abajo. No parece una actuación muy inteligente, y es
un sistema de cecas que acuñaban en oro, que, preci- del todo extraña o contraria al registro arqueológico
samente, se encontraban en esa zona fronteriza (ibid.). detectado. Los patrones de aprovechamiento táctico
Por último, un aspecto asociado a esa diferenciación de cualquier elemento en la defensa de este enclave
entre ambas estructuras sociales era su manifestación es la máxima que se repite en el yacimiento analiza-
religiosa. Se interpretó que elementos de cristianiza- do en detalle y lo que también parece norma en los
ción como los episodios ascéticos (por ejemplo el de yacimientos analizados superficialmente en la red de
San Millán), desarrollados en cuevas, conformarían castra detectada.
otro elemento más de ‘resistencia’ al elemento tribal. Las recomendaciones que se observan en los trata-
Mediante esos procesos religiosos se llevaría a cabo dos de poliorcética militar bizantina que influyen tan
un proceso de difusión del cristianismo en ámbitos de poderosamente en la construcción de esta red, son
influencia pagana, muy en consonancia con la estruc- contrarias a ese planteamiento estratégico de combate
tura tribal que se afirmaba para estos grupos vascones, fuera del castro. Un asentamiento militar fácilmente
cántabros y astures (ibid., pp. 188-192). defendible y que en caso de conflicto multiplicaría
Bien, pues una vez expuesta la síntesis de su sólida exponencialmente la defensa de las personas que se
y bien trabada teoría explicativa, ¿Quién no se deja- encontraban dentro del él, se tornaría en una relación
ría persuadir por la pertinencia de este modelo para 1/1 en caso de que salieran fuera del mismo. Pensamos
contextualizar el registro arqueológico de la cabecera que no tiene sentido plantear que se combatiese a 60 ó
del alto Iregua que aquí presentamos? Si hacemos un 100 kilómetros y luego se regresara a este castro. Es un
breve repaso, vemos que importantes parámetros de comportamiento ilógico que no encajara en el registro
los analizados para la red detectada en este territorio tan bien planificado que hemos visto aquí. La función
son ‘coincidentes’; carácter militar de la fortificación, del castro y su red se centraría en controlar ese paso
aspectos cronológicos, localización en el norte penin- y no abandonarlo, salvo en invierno u orden expresa,
sular, relativamente cercana a la zona ‘vascona’ (o pues eran militares y podrían ser movilizados.
donde previsiblemente se supone que debería estar Por tanto, consideramos que su ubicación en ese
instalada la población vascona), etc. punto responde al deseo, necesidad, de controlar ese
Sin embargo, creemos que se nos escapa un ‘pe- paso, desde posiciones fácilmente defendibles y con
queño detalle’; la disposición de este castro y de su una cantidad mínima de recursos militares. ¿Medio
red asociada no resulta efectiva contra los ataques, centenar de militares, como mucho, reuniendo los
razzias, actos de bandidaje y pillaje, expediciones efectivos de varios castra allí asentados, podría repeler
sorpresa… de los vascones en el valle del Ebro. Por el ataque de los ‘temibles vascones’ por pocos que estos
tanto, el modelo propuesto de limes, en dichas claves fueran, en campo abierto?
interpretativas, no sirve.
Este ‘detalle’ de su efectividad pudiera parecer un
aspecto secundario o anecdótico, sobre todo teniendo
12
“Incastellamento” es un término que no se podría aplicar aquí
si no fuera mediante una profunda adaptación del término que lle-
en cuenta que muchos de los otros parámetros coinci- varía a una nueva reformulación y por tanto una nueva definición
den con el modelo propuesto… pero creemos que no conceptual.

170
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

Parece lógico que, de haberse planteado un en- y rápidamente, les sería mucho más fácil tomar los
frentamiento entre los militares allí asentados con castra que ocupan sus enemigos, ya que los soldados
los grupos de vascones, se hubiese dado en la vega que van a la lucha con celeridad salen victoriosos. Por
del Ebro, que era donde se producían los incidentes. ello piensa que una vez que hayan sido doblegados los
Porque si no, el marco de trabajo que se presenta es vascones se ha de emprender sin demora el camino
aún más surrealista: ¿Algún investigador propondrá para dominar la sublevación» (Pérez Sánchez 1989,
que los grupos vascones se internarían por el angosto p. 147).
valle del Iregua (pasando primero por la clausura de Tras analizar con detenimiento la arenga que hace
Viguera) hasta la cabecera del río para combatir allí el rey a los nobles del ejército que ha convocado14;
a una pequeña guarnición militar ‘visigoda’? ¿Con el ¿qué es lo que se trasluce que preocupa verdadera-
fin de…? ¿Volverse otra vez al valle del Ebro? ¿Ins- mente al rey, el problema vascón o la revuelta del
talarse en esa red de castros? ¿Atacar la Meseta? Son aristócrata traidor Paulo que puede hacerle perder la
preguntas tan absurdas que no nos caben en la cabeza provincia Narbonense? Pues como se observa, ‘sor-
ni siquiera posibles respuestas contrafactuales. prendentemente’ la conjura transpirenaica, con mucha
Es por todo ello que consideramos altamente im- diferencia respecto al problema vascón.
probable que el marco para contextualizar la red de En el plano de lectura realizado, entendemos que el
castra detectada tenga que ser puesta en relación con caso vascón ha sido una oportunidad excepcional, en
el problema vascón y su supuesto limes. el doble sentido del término; por su naturaleza no coti-
La argumentación que aquí hemos planteado pu- diana, de excepcionalidad, y a su vez muy provechosa
diera ser aplicable a otros castra con posible función para los intereses del rey, una afortunada ‘casualidad’.
militar localizados en lugares como Pirineos orientales, La ocasión es idónea, pues sin el episodio vascón
Sistema Central peninsular, o en algunas zonas de la previo los esfuerzos del rey para intentar reunir un
Meseta Norte; ¿peligro vascón?… ¿en Gerona, pon- ejército potente hacia su causa hubieran sido enorme-
gamos por caso? Detengámonos por un momento en mente más complejos y los resultados, probablemente,
este último ejemplo, del que se conserva una fuente menos satisfactorios. Una buena estrategia del rey en
documental de primer orden, la Historia Wambae, este caso, la de buscar la ‘excusa’ vascona (que no
de Julián de Toledo. En ella se narran los hechos negamos que se produjeran altercados y conflictos)
que acontecieron precisamente en la segunda mitad para reunir un ejército con el que ir rápidamente a los
del siglo VII y cuenta el episodio de la lucha del rey Pirineos. La excepcionalidad del problema vascón le
Wamba con los vascones y la sublevación de la ciudad ha dado a Wamba la oportunidad de reunir un ejército
de Nîmes. El rey, preocupado por la estabilidad de para enfrentarse a Paulo. Una movilización hacia lo
toda la provincia Narbonense, manda a su dux Paulo ‘vascón’, sin la cual creemos que no hubiese sido tan
para sofocar la rebelión (año 673). El problema surge fácil doblegar el verdadero problema: la sublevación
cuando el propio Paulo traiciona los intereses del rey de los aristócratas de la Narbonense.
y se convierte en cabecilla de dicha revuelta. Como se observa en todo este entramado, el papel
Tras doblegar y someter rápidamente a los vasco- de los castra de los pasos de montaña pirenaicos que
nes, el rey marcha sin demora con el ejército reunido se mencionan es de una importancia crucial. El rey
para intentar solucionar el gran problema que existía comprende, sin ningún género de dudas, que es capi-
en la provincia transpirenaica13: «Todo ello se hace tal controlar los pasos montañosos antes de intentar
notar en la arenga de Wamba a los primates palatii, llevar a cabo el asalto a Nîmes. Son la llave para el
rechazando cualquier tardanza en la marcha pues, posterior control territorial y, por ende, político, de la
como él mismo dice, si se avanzase sin detenciones zona. Además, en estos episodios bélicos, la cuestión
del control de suministros y una retaguardia bien
abastecida es un pilar básico en cualquier episodio
13
Los doblegó en siete días. Muy poco tiempo para ser considerado
de estrategia militar.
un problema de máximo orden del reino. Si los vascones hubieran sido El control de dichos castra fue la clave para el pos-
relativamente ‘feroces’, como nos repiten incansablemente las fuentes terior control del territorio, como las propias fuentes
(regias) que eran, creemos que la lucha se hubiese prolongado mucho ponen de relieve. El rey dividió el ejército en tres
más. Los vascones depusieron las armas, entregaron rehenes y dieron
tributos al rey, acordando la paz tras siete días de combate. Esta actitud secciones, y realizó un ataque en conjunto, masivo y
vascona parece muy inteligente a la vez que poco feroz. Wamba, además
no entró en los desfiladeros de la zona, sino que hizo que el ejército lu-
chase en campo abierto (patentes campos). Una vez que fueron vencidos
estos vascones, marchó por Calahorra y Huesca rápidamente hacia las 14
«Dum ira animos urget in hostem, nulla nos debet retardatio
Gallias: «Adquod dictum incalescunt animi omnium exoptanque fieri inpedire; quin potius, si fieri possit sine intermissione proficiscendi
quae iubentur. Max cum omni exercitu Vasconiae partes ingreditur, susceptum iter aggredi, multo facillime poterunt hostium nostrorum
ubi per septem dies quaqua versa per patentes campos depraedatio castra subuerti. Nam, ut quidam sapiens ait: ira praesens ualet, dilata
et hostilitas castrorum domorumque incensio tam valide acta est, ut languescit. Non igitur opus est retro verti militem, quem inpiger
Vascones ipsi, animorum feritate deposita, datis obsidibus, vitam sibi accessus, belligerandi facit esse victorem. Directo ergo itinere nos
dari pacemque largiri non tam precibus quam muneribus exoptarent, frustrare non opus est. Abhinc ergo Vasconibus cladem inlaturi
directum iter in Gallias profecturus accedit, per Calagurrem et Oscam accedamus, deinde ad seditiosum nomen extinguendum protinus
civitates transitum faciens» (HW, 10). festinemus» (HW, 9).

171
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

rápido, para que fuera efectivo, pues las probabilida-


des de que estuviesen intercomunicados estos castra
de los pasos montañosos era muy elevada, como se
deduce de la estrategia empleada por Wamba para
someterlos15.
Después de estas observaciones sobre la impor-
tancia de los castra en el control del territorio más
cercano (en este caso concreto con el ejemplo de la
Narbonense), creemos probada la conexión entre
castra militares, control territorial y sometimiento
político, donde los actores principales sobre los que
utilizar ese elemento de represión interna no son los
vascones y otros pueblos ‘rebeldes’ del norte, sino los
aristócratas díscolos de cada momento, cada lugar y
cada situación particular.
Si en el caso concreto de la revuelta del dux Pau- fig. 32 – Área de estudio del trabajo (Castellanos, Martín
lo contra el rey Wamba, el punto crucial de todo el Viso 2005, p. 3. fig. 1). En recuadro la zona aquí analizada.
episodio es el control de los castros asentados sobre
los pasos de montaña de los Pirineos, parece entonces
que la relevancia de estos castros sí es importante,
que el resultado de la desestructuración del imperio
pero con otra óptica de lectura, no etnogenética sino
romano occidental protagonizó el ascenso de unas
socioeconómica.
elites locales que llegaron a tener un cierto grado de
3.4 Castros militares y conflictividad social: ‘autonomía’, en algunas ocasiones muy acentuado.
dos elementos relacionados Durante todo este largo proceso, que los autores con-
textualizan entre el siglo V y el X, se llevaron a cabo
Afortunadamente existen trabajos recientes que una serie de relaciones y complejas interacciones entre
abordan la problemática del análisis castral en la este poder local (de raigambre eminentemente rural),
Península Ibérica desde perspectivas socioeconómicas y el poder centralizado capitalizado en la figura del
muy interesantes. De todos los trabajos existentes, nos monarca. Dicha relación, observando las esferas de
vamos a detener especialmente en uno ya que consi- poder de cada ámbito, produjo infinidad de tensiones
deramos que en él han confluido los intereses de dos y conflictos. La resolución de dichos conflictos fue
de los investigadores que más y mejor han analizado variada; en ocasiones se trató de integrar esas elites
por un lado la realidad castral tardoantigua peninsu- en el aparato regio o, por el contrario, se produjeron
lar y por otro la óptima lectura que se ha hecho de episodios violentos.
las aristocracias en territorio hispano (Castellanos, Una vez analizada mediante este modelo inter-
Martín Viso 2005). El marco espacial del trabajo ha pretativo la tensión entre ambas esferas de poder,
sido el norte-noroeste peninsular (fig. 32). los autores proponen una clave de lectura en la que
Por intentar resumir algo esta excelente aportación, estos poderes aristocráticos se articularían a través
vamos a centrarnos en las conclusiones a las que han de castros fortificados y asentamientos en altura,
llegado estos investigadores, que vienen a incidir en como pueden ser los de “Tedeja”, “Castro Ventosa”,
“Monte Cildá”, “Peña Amaya”… Para ello aportan el
refrendo arqueológico de materiales importados (que
15
«Dehinc, electis ducibus, in tres turmas exercitum dividit, ita ut
obviamente debe ser asociado a grupos de relevancia
una pars ad castrum Libiae, quod est Cirritaniae caput, pertenderet, social), cecas, pizarras de época visigoda o incluso
secunda per Ausonensem civitatem Perinei media peteret, tertia per la presencia de sedes episcopales. Dentro de una
viam publicam iuxta ora maritima graderetur…» (HW, 10). «Ubi dinámica plenamente coherente, tanto internamente,
duobus diebus exercitu repausato, per tres ut dictum est, divisiones
exercitus Pirinei montis, dorsa ordinavit castrasque Pireneica, quae como contextualizada en parámetros externos más
vocantur Caucoliberi, Bulturaria et Castrum Libiae, mirabili victoriae amplios, esta interpretación tiene una clara y sólida
triumpho cepit atque perdomuit, multa in his castris auri argentique formulación.
inveniens, quae copiosis exercitibus in praedam cessit. Nam in castrum
quod vocatur Clausuras, missis ante se exercitibus, per duces duos No obstante, vemos que el registro arqueológico
inruptio facta est. Ibi quoque Ranosindus, Hildigisus cum cetero que hemos detectado en el alto Iregua no ‘encaja’ den-
agmine perfidorum, qui ad defensionem castri ipsius confluxerant, tro del modelo que los autores plantean. Podríamos
capiuntur sicque, devinctis post tergum manibus, principi praesentantur.
Wittiminus tamen unus ex coniuratis, qui se in Sordoniam constiutus decir que, si bien el patrón de tensión social detectada
cluserat, nostros inrupisse persentiens, statim aufugiit et tantae cladis entre las aristocracias16 y el ámbito regio lo compar-
nuntium Paulo in Narbonam perlaturus accesit. Quae res granditer
tyrannum pauidum reddirit. Princeps vero religiosus, praedictorum
castrorum subiugato exercitu, in plana post transitum Pirinei montis
descendens, duobus tantum diebus exercitum ad unum congregaturus 16
Sería interesante definir como habría que calificar estas aristocra-
expectat» (HW, 11). cias; locales, locales-regionales… pero no es éste lugar para ello.

172
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

timos plenamente, punto por punto, la iniciativa de Este aspecto de la iniciativa de su construcción,
construcción de los castros que hemos analizado en que puede carecer de importancia en algunas cuestio-
el espacio riojano… pensamos que es distinta. No nes, como por ejemplo en el hecho de que la tensión
consideramos que sean lecturas excluyentes, sino social queda atrapada y materializada en ese registro
complementarias. Podríamos entender que ambas arqueológico (murallas y sistemas defensivos) y de esa
dinámicas responden a dos caras de una misma mo- manera queda constatada, sí tiene relevancia para la
neda. Veamos cómo. cuestión de la dirección del flujo de la tensión y del
La iniciativa de construir o ‘re-construir’ un castro conflicto. Dependiendo de la situación social y política
(o planificar una red de castra, aunque no sea lo mis- del momento, y del poder que planifica y ejecuta la
mo, ni mucho menos) materializa claramente desde construcción de estos castra, la lectura puede ser una
nuestra óptica de lectura una cosa patente y palmaria: u otra, defensiva u ofensiva. No es lo mismo que, por
la tensión social del momento. No tenemos dudas de ejemplo, un castro poblacional sufra importantísimas
que el registro arqueológico que hemos analizado debe refacciones y remodelaciones en la segunda mitad del
ser encauzado dentro de esos contextos de fricción siglo VII en donde la iniciativa de las aristocracias
social que caracterizan una parte de la Antigüedad regionales pueda ser patente, a que el ámbito regio
Tardía. Nosotros aquí estamos muy limitados y úni- ordene la construcción ex novo de unos castra mi-
camente podemos analizar un pequeño segmento del litares. La lectura es distinta, pues la posición de un
siglo VII y no podemos realizar análisis de longue grupo social aristocrático o del ámbito regio dentro
durée, por lo circunscrito del registro arqueológico del marco del conflicto planteado, también varía.
que poseemos. Es preciso encuadrar y aquilatar lo más posible las
Por nuestra parte, no nos consideramos en con- secuencias ocupacionales de estos castros, para poder
diciones de afirmar cómo se articulaban los castros, contextualizar lo más posible el marco de interpreta-
por ejemplo en el siglo V en otras zonas del norte ción. Siguiendo las indicaciones de Gian Pietro Brogio-
peninsular, o si había conexiones entre algunos cas- lo y Sauro Gelichi (Brogiolo, Gelichi 1996), esto se
tros con ocupación militar y el sugerente motivo de consigue de una manera óptima en aquéllos yacimien-
la annona militaris (Fernández Ochoa, Morillo tos que presentan ocupaciones de muy breve duración
2006). No sabemos tampoco qué ocurría en los pro- y en los que la lectura estratigráfica es relativamente
cesos de fortificación del siglo X y, si se puede hablar sencilla, como hemos tenido nosotros la fortuna de
o no de incastellamento (con todas las adaptaciones, observar en el castro que aquí estamos analizando.
modificaciones, rectificaciones o directamente refor- Los castra de carácter militar presentan una fortísima
mulaciones que deban ser hechas para el caso hispa- dependencia de directrices políticas coyunturales. Se
no). No dudamos de que los análisis que presentan dan cambios momentáneos, alianzas personales con
los autores para espacios como el reino suevo y parte diferentes grupos aristocráticos del momento, cambios
del espacio ocupado por el reino hispanovisigodo son en la geopolítica del reino (desde el ‘simple’ cambio de
pertinentes17. un rey, a la traslación de zonas de importancia capital
Lo que únicamente podemos decir (que es muy para la estabilidad del reino, por ejemplo del valle
poco), es que en un ‘punto intermedio’ entre el valle del Guadalquivir al valle del Ebro durante el siglo
del Ebro y la Meseta castellana, en pleno corazón del VII). Todo ello hace que construcciones puntuales
Sistema Ibérico, se ideó, planificó y construyó una red y abandonos rápidos predominen en las secuencias
de castra de carácter militar a partir de la segunda estratigráficas de esos castra de carácter militar, que
mitad del siglo VII, y donde todos los parámetros como decimos, son buenos termómetros para medir
(internos y externos) indican una directiva del poder la temperatura de la tensión social del momento y de
central antes que local. sus cambios de dirección y flujos.
Estamos de acuerdo en la componente y presencia Por tanto, y simplificando, podemos decir que,
militar de algunos castros que apuntan y analizan los por el momento, existen grosso modo en territorio
autores, pero en cuanto al origen de dichas estruc- peninsular para mediados del siglo VII dos tipos de
turas observamos comportamientos diferentes entre estructuras castrales; los castros de carácter pobla-
la dimensión local de algunos castros observados en cional en donde la lectura de análisis social debe ser
la Meseta, y lo detectado en el alto valle del Iregua, distinta a los castra de carácter militar, con funciones
que interpretamos como una estructura de origen
regio18.
sources. But the makeup of these forces depended on the participation
of the magnates and the involvement of areas under the control of
local aristocrats. Julian of Toledo’s narration of Wamba’s campaign
17
O puedan serlo (no seremos nosotros quien lo juzgue, ni mucho against the revolt of Paul (673) is an excellent example of the way these
menos), pues en algunos castros importantísimos del norte peninsular, matters functioned in practice, and at the same time, of disfunctions
faltan excavaciones sistemáticas que aclaren aspectos capitales y básicos and tensions. Once again in the make-up and operation of the army
como su secuencia cronológica y la funcionalidad de esos castros. we find channels of political articulation between centre and periphery
18
«The king was the military supremo; an exercitus existed; mili- which explain both the existence of the power of the regnum, but also
tary command structures and organization are detailed in the official its limits» (Castellanos, Martín Viso 2005, p. 18).

173
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

estratégicas de control y gestión del territorio muy siglo VII. Ello no significa, como hemos visto, que no
precisas y concretas para lo que en ocasiones podrían conlleve implicaciones socioeconómicas interesantes,
operar conjuntamente en red. pero que deben ser encuadradas en su justa medida.
Ambos tipos conviven perfectamente y sin ningún Nos hemos enfrentado a una realidad que no co-
tipo de incompatibilidad. En el primer tipo de castro nocíamos, y ello ha producido diferentes resultados.
analizado, el poblacional, entendemos (siempre a Por un lado estamos notablemente satisfechos con el
priori) que el carácter regio tendría más dificulta- análisis arqueológico, procesado de datos y tratamien-
des para poder vertebrar un territorio y en donde to de los mismos, que nos ha permitido afrontar la
las aristocracias locales y regionales pensamos que segunda parte interpretativa con bases sólidas sobre
jugarían un papel de primer orden. Por el contrario, las que asentarnos. Sin embargo, y por otro lado,
en los castra de carácter militar vemos que el factor nuestros limitados conocimientos sobre la realidad
del poder regio sí tendría más relevancia a la hora socioeconómica en el período altomedieval, así como
de gestionar estratégicamente amplios territorios la falta de contextos arqueológicos en la Península
mediante la inversión de recursos en puntos donde Ibérica similares con los que poder realizar análisis
la construcción de fortificaciones militares supusiera comparativos, ha hecho que en ocasiones no nos en-
grandes beneficios en términos de estabilidad social y contrásemos tan afianzados en algunos aspectos del
control territorial (control de clausuras que, sistemá- proceloso ámbito de la interpretación. No obstante, tal
ticamente, se dan en pasos montañosos o accidentes y como se ha dicho, una interpretación equivocada no
geográficos relevantes). resta ni un ápice a la naturaleza y entidad de los datos
En este grupo de castra con componentes estratégi- recuperados, que se muestran tercos, más tozudos de
cos y de defensa Santiago Castellanos e Iñaki Martín los que en ocasiones nos hubiera ‘gustado’.
Viso han observado algunos casos de estructuras Como hemos visto a lo largo de todo el trabajo,
castrales (“Tedeja” o “Monte Cildá”, entre otros) que contextualizar nos parece la piedra angular de cual-
ponen en relación con grupos aristocráticos. Sin pen- quier tipo de investigación histórica y arqueológica.
sar que esa adscripción pudiera ser errónea, de ser así Es por ello que el análisis profundo y multivariable
entendida y cierta tal asociación, no significaría sino del territorio del alto Iregua, nos resultaba un pilar
una complementariedad de las potentes fuerzas que básico por el que era recomendable comenzar. Y ello
luchan en estadios tardoantiguos y altomediavales en por dos razones. La primera se debe a que el desco-
este espacio del norte peninsular por tener un control nocimiento arqueológico de esta zona era total. Mala
territorial que les asegure un control y dominio social base sobre la que comenzar a construir un edificio
equiparable, pues hemos visto que ambos parámetros, empírico e interpretativo. Buena oportunidad para
territorio y poder, se asocian indefectiblemente en comenzar desde cero. El método que adoptamos para
este período cronológico. Un conflicto entre la órbita intentar modificar ese parámetro fue la prospección
aristocrática y la regia que genera yacimientos muy arqueológica selectiva, utilizando para ello criterios
diferentes y, aquello que pudiera ser incluso más rele- toponímicos, etnográficos y sobre todo topográficos
vante, modelos de gestión territorial distintos, algunos y geográficos de visibilidad. Los resultados fueron, en
de ellos sólo explicables desde ámbitos supralocales. nuestra opinión, satisfactorios, pues además de otra
serie de hallazgos, enclaves y yacimientos, se detectó
4. A MODO DE CONCLUSIONES, una red de castra y turris con importantes relaciones
REFLEXIONES E HIPÓTESIS DE TRABAJO visuales entre sí y con el castro de “El Castillo de los
Monjes”, como hemos tenido ocasión de comprobar
El registro arqueológico detectado en el alto valle en la descripción que hemos realizado supra.
del Iregua nos ha resultado tremendamente sugerente La selección de este último yacimiento para la
y porqué no admitirlo, novedoso. En su contexto está investigación arqueológica en profundidad, vino
su entidad y relevancia. A través de él hemos intentado, motivada por circunstancias tanto puntuales que
con mayor o peor fortuna, entablar un diálogo entre apremiaban la actuación en ese yacimiento, como por
lo coyuntural de la escala más local y lo estructural una serie de necesidades científicas, pues a priori, su
de una escala superior. La parcialidad de los datos estudio arqueológico parecía muy interesante, como
aquí recogidos en ningún modo puede ser tomada luego así resultó.
como postura máxima o modelo de gestión territorial De los trabajos en este enclave, podemos destacar
predominante en el panorama peninsular. Del mismo algunos resultados interesantes, centrados en primer
modo que hasta hace poco se pensaba que la presencia lugar en el estudio de su cultura material mueble e
(y por tanto importancia) de estos castros militares era inmueble.
mínima o directamente nula, caeríamos en el mismo Uno de los puntos capitales de dicho registro se
error, pero de signo contrario, si intentásemos dar centraba en conocer en profundidad la realidad de los
una preponderancia excesiva a este tipo de ocupación procesos metalúrgicos acaecidos en ese yacimiento.
del territorio, que sinceramente pensamos no sería la La importancia de aclarar este aspecto residía en dos
norma generalizada en el panorama peninsular del parámetros, a saber:

174
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

En primer lugar, era perentorio averiguar a qué específica como una época de retracción en cuestiones
tipo de actividad metalúrgica nos enfrentábamos, si de explotaciones mineras y metalúrgicas, hay indicios
doméstica y de autoabastecimiento o, por el contra- que sugieren que se produjo un avance en la difusión
rio, a esquemas productivos de mayores dimensiones. y dominio generalizado de las técnicas metalúrgicas
Esta última posibilidad se planteaba por la asociación y siderúrgicas, presentes en infinidad de territorios
de actividades férricas no sólo en este yacimiento, y enclaves de la Península Ibérica. La explotación
sino en otros castra detectados en el entorno más del hierro no es minoritaria y se contrae respecto a
cercano, como el de “Peña Yerre” (Peña Hierro), con períodos como el romano, sino distinta, masiva igual-
lo que podría pensarse en un posible hilo conductor mente, pero dispersa en innumerables y pequeñísimas
de aprovechamiento del mineral de hierro. Por otro explotaciones. La utilización generalizada del hierro
lado, se daba el hecho de que en otras zonas europeas, en esta época así lo pone de manifiesto. De algún lugar
como la Toscana, se había detectado una interesante tuvo que salir el hierro que se utilizaba.
vertebración territorial aristocrática en esos mismos Continuando con el análisis del material mueble,
estadios altomedievales de raigambre eminentemente hay que decir que el registro cerámico recuperado
minerometalúrgica (Francovich, Wickham 1994). en el yacimiento, ‘sorprendentemente’, es de una
Tras el estudio en profundidad del proceso geomor- entidad mínima, sobre todo si lo comparamos con el
fológico, metalogenético y mineralógico del territorio, igualmente sorprendente material metálico. Así pues,
así como estudios arqueometalúrgicos realizados a el análisis del ‘fósil director’ ha cambiado, y en lugar
escorias y lupias de hierro recuperadas en contextos de ser el tradicional cerámico, ha sido el estudio en
arqueológicos, junto a los análisis fisicoquímicos profundidad del conjunto de broches de cinturón
llevados a cabo en muestras de mineral, se ha podido liriformes lo que nos ha permitido aquilatar las pre-
concluir que, sin duda, se trataban de procesos de cisiones cronológicas de los contextos en los que se
autoabasatecimiento de hierro de las personas asen- han recuperado.
tadas en el castro. Todo ello posibilitó que se tuviera En esta ocasión, su estudio ha deparado novedades
que descartar la funcionalidad del aprovechamiento de menor trascendencia que en el arqueometalúrgico
y gestión del hierro dentro del territorio como causa ya visto. Un campo como el de la toréutica hispano-
de su origen. Una duda resuelta importante, como se visigoda del siglo VII que presenta, afortunadamente,
puede comprender. estudios tipológicos y arqueométricos muy desarro-
En segundo término, la investigación arqueome- llados. Ello nos ha permitido observar la gran unifor-
talúrgica altomedieval peninsular necesita de más midad de los contextos arqueológicos, perfectamente
trabajos al respecto. Consideramos que los estudios definidos, cerrados y muy homogéneos, sin disfun-
arqueometalúrgicos realizados sobre el registro ar- ciones, intrusiones o caracteres anómalos, al menos
queológico de este yacimiento en particular son un aparentemente y con los datos de los que disponemos
pequeño aporte (si bien es cierto que muy modesto) en la actualidad. La conclusión de todo ello ha sido
para la investigación sobre estos procesos siderúrgicos que se ha podido fechar la construcción ex novo de
altomedievales. Se observa como trabajos en el sur de este castro y su abandono, tras un brevísimo período
Francia y otros muchos más en toda Italia, presentan de ocupación, entre el 640-720 EC.
niveles de profundización más avanzados que los que Por otra parte, el estudio arqueometalúrgico de
se encuentran en el territorio español. Todos ellos mar- estas piezas nos ha permitido observar que por su com-
can pautas, mayoritariamente, de aprovechamiento de posición se puede afirmar que no fueron realizadas
hierro en escalas reducidas dentro de innumerables con los minerales de cobre más cercanos del entorno,
yacimientos de pequeñas-medianas dimensiones. lo que nos remite a una esfera supralocal. Esto es muy
No obstante, la reconstrucción hipotética de los distinto al marcado horizonte local tanto de las pocas
procesos de fundición y reducción de mineral no está cerámicas analizadas, como de las tareas y labores
del todo clara en estos estadios cronológicos. Mirando relacionadas con el aprovechamiento del hierro, con
en etapas anteriores, como la protohistórica que pare- lo que se deriva la presencia de, por lo menos, un
ce haber solventado esta cuestión hace ya unos cuantos intercambio regional (aunque sea minoritario) entre
años, se ha realizado una propuesta de reducción y la zona de producción y la zona de destino. Zona de
fundición de mineral triturado y mezclado con car- intercambio final que no tenía porqué ser este espacio
bón vegetal de alta potencia calórica (más un posible riojano, pues no se puede perder de vista que los obje-
reactivo) en ‘hornos en hoyo’. Un aspecto anecdótico tos aquí recuperados no tuvieron porqué ser adquiri-
si se quiere pero que nos parece tremendamente su- dos necesariamente en esta zona montañosa, sino, por
gerente, entre otras cosas para explicar, por ejemplo, ejemplo, portados por el contingente de personas que
la ausencia de minas y de ‘grandes explotaciones’ poblaron este castro y que previsiblemente vendrían
mineras, pues la explotación del hierro en esta época de otros lugares. Siguiendo a la máxima especialista
visigoda era eminentemente local. Ello nos indica que, en esta materia (Ripoll 1998), se ha propuesto la
contrariamente a lo que se pensaba de ese período, posibilidad de conexiones en la producción con el
caracterizado generalmente en parte de la literatura ámbito bético, uno de los mayores centros productores

175
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

de estos objetos en este período y con el que algunos tros arqueológicos castrales peninsulares y europeos
broches recuperados en este castro comparten rasgos (italianos básicamente) realizado en la Tesis Doctoral y
estilísticos. aquí no reflejado por falta de espacio, nos atrevemos a
Técnicamente se encuentran curiosidades como es plantear el origen regio de esta red de castra militares
el hecho de la utilización conjunta de latón y plata para controlar y gestionar adecuadamente un territo-
en una misma aleación, que por el momento es el se- rio como es la cabecera del valle del Iregua. Este valle
gundo caso detectado en época altomedieval en todo funcionaría como un importante nexo de unión (sin
el territorio peninsular. Las influencias estilísticas y ser el único) entre la Meseta y el valle del Ebro, dos
morfológicas (como la utilización del hierro en las espacios geopolítica, social y económicamente muy
placas de los broches damasquinados), hablan de una importantes en este período.
rica y variada confluencia cultural, que van desde las La comunicación y nexos de unión (y control) entre
influencias bizantinas, hasta las burgundias y mero- ambos territorios y esferas de poder se consideraron
vingias, y que aportan una caleidoscópica visión de un pilar básico para la estabilidad del rey (que no del
conjunto. reino). Por ello, parámetros de fuerte personalización
Sin embargo, si tenemos que destacar un aspecto en las relaciones políticas de ese momento, hacen ne-
del estudio de la cultura material de este yacimiento cesario intentar profundizar algo más en el contexto
(sin despreciar en absoluto los ya vistos) es, sin duda político del final del reino visigodo de Toledo. De
alguna, el estudio arquitectónico del sistema defensi- otra manera, sin ese marcado componente personal,
vo presente en este yacimiento. Tras el análisis de las probablemente no hubiese hecho falta seguir profun-
fuentes poliorcéticas bizantinas, en las que se observa dizando hasta el punto de pretender aquilatar más el
casi punto por punto la aplicación de los modelos de ordenante directo de este sistema castral e intentar
defensa militar bizantina adaptada al territorio en el comprender algo mejor el contexto de creación de
que se asienta este castro y su red de castra y turris esta red militar.
asociada, se confirma, en nuestra opinión rotunda- Tras varios argumentos, fundamentalmente histó-
mente, su clara funcionalidad militar. ricos, se observa que las relaciones existentes entre los
La construcción de la ‘proteichisma’ o antemuro reyes de ese momento y las aristocracias eran bastante
defensivo es un importante referente de defensa que no tensas y de difícil equilibrio, pues ambos se necesitaban
puede ser pasado por alto. Lo mismo que la disposición y a la vez eran antagónicos. El análisis de la situación
especial de sus accesos, o el análisis de sus paramentos política del momento a través de las fuentes hagio-
que nos muestran la utilización de aparejo ciclópeo gráficas (Vita Sancti Aemiliani), fuentes conciliares y
en su parte inferior y exterior para dar estabilidad y legislativas (Concilio VIII de Toledo y Liber Iudicum
consistencia a las murallas, medidas de drenaje de las de 654, entre otros), o de carácter histórico como los
murallas, etc. Todo ello nos habla de una cuidada y documentos epistolares (cartas del obispo Braulio) nos
planificada ejecución de las obras que nos aporta un delinea un marco de las activas, fuertes y contunden-
referente claramente bizantino, como se pueden com- tes discrepancias (aunque no por ello dejen de ser en
probar en sus fuentes; De Re Strategica (Anónimo), ocasiones veladas) entre parte del ámbito aristocrático
De Aedificis (Procopio), Strategikon (Mauricio). Éstos potente del reino y la corte del rey.
aportan igualmente infinidad de otros datos, como los Por todo ello, pensamos que la datación que aporta
relativos a la obtención y conservación del agua en el registro arqueológico pudiera aquilatarse más desde
estos enclaves, la utilización de un código de señales un punto de vista histórico, y mientras no se realicen
entre diferentes puestos de vigilancia, o la disposición más excavaciones que aporten nuevos datos, o nuevas
de algunas estructuras de hábitat adosadas al interior dataciones arqueométricas al registro ya obtenido en
de la muralla realizadas con materiales perecederos y el alto Iregua con métodos que están revolucionando
que hemos podido constatar arqueológicamente en el la datación de ciertos materiales (como por ejemplo
castro excavado. Como hemos analizado, la consta- la rehidroxilación de la cerámica), pensamos que el
tación de estos influjos bizantinos en la arquitectura análisis de la estructura socioeconómica de la sociedad
militar del siglo VII contiene una cierta problemática hispanovisigoda del momento y su contextualización
en el debate actual sobre la presencia de los influjos política, nos indican un período entre el 654 y el 680
omeyas o bizantinos, en la arquitectura peninsular EC extremadamente idóneo para la construcción de
del siglo VII. esta red castral.
Ahora bien, una vez afirmada su categorización En todo el tablero de tensiones ofrecido en la mitad
como red de castra de carácter militar, surge la si- del siglo VII, la conflictividad más destacada ha sido,
guiente pregunta; ¿Quién la construye y para qué? de largo, la constatada entre el rey y algunos aris-
Después de observar la problemática del concepto tócratas. ¿Ello significa que fuera el único conflicto
castro, analizar el registro de un yacimiento, su dis- presente en la sociedad? Ni mucho menos. Una de las
tribución espacial interna, su localización puntual contradicciones sociales y económicas más fuertes e
en una clausura, o el análisis de su contexto en un importantes de este período se desprende de su fuerte
territorio comarcal más amplio así como otros regis- jerarquización social. La inmensa parte de la pobla-

176
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

ción (entre los que destacan los campesinos como Sin embargo, modestamente, creemos que la posible
productores de los territorios en los que se asientan), resolución a este conflicto se halla en la propia formu-
era la encargada de generar la producción sobre cuya lación teórica. La presencia militar en esta zona norte
plusvalía se establecían las tensiones entre esas elites de la península, no debe ser asociada a la conflictividad
sociales. Sin base productiva, no hay plusvalía que con los vascones, problema relativamente anecdótico
detentar ni que gestionar. en los quebraderos de cabeza del rey, por más que
Sin embargo, en pocas ocasiones se incide con nos ‘exhiban’ insistentemente lo contrario las fuentes
profundidad sobre este hecho palpable y, en cambio, escritas (fundamentalmente de origen regio).
el debate centra su atención en otro tipo de luchas, La presencia militar creemos que sí existió (como
mucho menos estructurales y sin embargo de gran hemos constatado) y que debe ser puesta en relación
repercusión historiográfica. Nos referimos a las tan con procesos de estabilización y control social por
traídas y llevadas cuestiones etnogenéticas de los pue- parte del poder central en determinadas zonas. Esos
blos. La ‘problemática’ de los vascones y los pueblos procesos de estabilización se relacionan directamente
del norte y sus episodios esporádicos de violencia y con la problemática aristocracia del momento y de sus
rapiña por el valle del Ebro durante todo el siglo VII, poderosos recursos, capaces (ellos sí) de subvertir la
parecen ser el centro de atención de gran cantidad de política de un área importante del reino (como el valle
investigaciones peninsulares. Posturas antagónicas del Ebro) y a su vez de la propia posición del rey.
sobre la interpretación histórica de esos hechos han Hemos argumentado en su lugar cómo la disposi-
producido conflictivas disputas siempre irresolutas ción territorial del castro analizado aquí en detalle,
e irresolubles. Entre otras cosas (dejando aparte no sirve y no sería efectiva contra unos supuestos
condicionamientos políticos de uno u otro signo), ‘ataques vascones’. La única función del castro, por
porque personalmente creemos que ocupan un lugar la que fue construido, fue la de controlar la clausura
secundario en la problemática socieconómica del o desfiladero que se establece en este punto y por
reino de Toledo. donde tendría que pasar una vía de comunicación que
El argumento tan traído por unos y otros de do- unía el valle del Ebro con la Meseta. Manteniendo
muit vascones y tan presente en las fuentes escritas, ese punto asegurado, junto a la clausura que se da en
ha sido el eje sobre el que se basan dichos conflictos. Viguera (casi 40 km aguas abajo), se conseguiría crear
Analizando comportamientos de algunos reyes sobre un espacio seguro en una zona montañosa muy apta
estos episodios de revueltas, vemos que la cuestión para episodios de acentuada inseguridad. La relación
vascona adquiere un peso secundario respecto a los entre ambos puntos se realizaría mediante diferentes
levantamientos de algunos aristócratas del momento señales (por ejemplo humo o fuego), pues se establece
(como por ejemplo el episodio del dux Paulo respecto contacto visual a través de la red de castra creada.
a Wamba en 673, o años antes la revuelta de Froya El interés del rey que ordenó la construcción de esa
de 653 en el valle del Ebro durante el reinado de Re- red castral para controlar territorialmente esa zona,
cesvinto), esos sí verdaderos quebraderos de cabeza era muy elevado, y no dudó en emplear abundantes
de los monarcas de turno. recursos para mantener asegurada la comunicación
Es más, pensamos que la utilización de ese elemento entre la Meseta y el valle del Ebro por ese espacio. Ese
vascón por parte de los poderes regio y aristocrático, control territorial era la base de un control social y
era una pieza que cada uno movía convenientemente por ende económico del valle del Ebro, una zona muy
dependiendo de la jugada del ‘contrario’. Por parte del importante. Para ello utilizó un modelo de gestión
rey le servía para conseguir aglutinar ejércitos (que territorial basado en parámetros de organización del
de otro modo difícilmente podría haber reunido) e ir territorio claramente bizantinos (como la conocida
rápidamente a sofocar las revueltas aristocráticas, y ‘defensa’ en profundidad de un territorio, en vez de
por parte aristocrática esos elementos vascones son la defensa lineal) y con referentes y fosilizaciones ma-
utilizados momentánea y puntualmente como impor- teriales en el registro arqueológico y arquitectónico,
tante fuerza de apoyo en los episodios de disturbios como el complejo sistema defensivo detectado en el
que ellos mismos encabezan. yacimiento de “El Castillo de los Monjes”.
La cuestión radica en que parte del registro arqueo- Esto, ¿Qué nos sugiere? ¿Se podría decir que el claro
lógico de ese período marca pautas indefectiblemente componente bizantino aplicado en ese lugar es muestra
militares. Ello da pie a algunos investigadores para de una ‘bizantinización’ más profunda, una bizanti-
afirmar que podría tener visos de veracidad la preocu- nización social, que afecta a los comportamientos y
pación regia por ese problema vascón y cuya materia- conductas de esa época? Creemos que esto puede ser,
lización era la construcción de un limes militar para si no afirmado categóricamente, al menos sí intuido
contener esos tribales pueblos del norte, ‘incivilizados’ o sugerido por varios indicios observados.
(argumento clásico utilizado desde época romana). Esa La utilización de modelos de gestión territorial
teoría, formulada de manera más nítida en la década bizantinos implica un cambio sustancial y profundo
de 1970, produjo un gran revuelo historiográfico en respecto a la situación anterior. Esto es notablemente
el ámbito peninsular. distinto a las modas o gustos estéticos de influencia

177
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

bizantina que se pueda observar en, por ejemplo, por- ello que pensamos que la corte regia sería un ámbito
tar un broche de cinturón liriforme a la cintura, que donde las decisiones que adoptase el rey podrían verse
ha podido ser hecho a varios cientos de kilómetros influidas en gran medida por esquemas y parámetros
y cuyos avatares han podido ser múltiples hasta que de origen oriental.
configura el depósito arqueológico. La aplicación de No podemos olvidar que el espejo de la Península
ese modelo de gestión territorial en ese momento y en Ibérica ha sido sistemáticamente (desde la protohistoria,
ese lugar, perfectamente contextualizado, pensamos hasta el siglo XV con el ‘descubrimiento’ de América)
que tiene una jugosa lectura desde el punto de vista su lateralidad oriental. Cualquier avance o desarrollo
ideológico, sociológico y conductual. social en la zona oriental sería atentamente observado
Tradicionalmente se ha considerado que los reyes de por las elites hispanas. Hay que poner de relieve que el
este último período del reino visigodo de Toledo eran imperio bizantino gozaba en esos momentos de gran
fuertes y poderosos. Algunos indicadores textuales, respeto y admiración en toda la órbita mediterránea.
con gran desarrollo en ceremoniales complejos y ela- Hay que observar que algunas disposiciones y com-
borados, así parecen indicarlo y refrendarlo. Para una portamientos que desarrollaban con cierto éxito los
parte muy concreta de la historiografía española, ello se emperadores bizantinos (especialmente con Justiniano),
derivaba de su posición de poder centralizado consoli- creemos que no debieron de pasar por alto a los ojos de
dado y férreo control del reino. Esa imagen construida los monarcas visigodos del siglo VII. Éstos intentarían
se utilizó claramente con fines políticos desde el siglo conseguir mediante la adopción de algunos patrones
XIX, en el proceso de edificación del estado moderno de comportamiento social, cultural y administrativo,
de España y hasta la llegada de la democracia. Un argu- la ansiada prosperidad y estabilidad… de su reinado,
mento traído en infinidad de ocasiones con motivo de que no de su reino. Detalle importante.
respaldar dicha interpretación, era el conocido influjo En el otro lado de la moneda, pensamos que el in-
del ámbito bizantino en el reino en esa época. Sin saber tento de estabilización social se produjera, no significa
muy bien en qué consistía, se quedaba en esa parte más que se consiguiera. Que se detecte que se intentó, no
superficial y estilística de algunos rasgos, como ciertos implica el éxito de la empresa, por supuesto. Vemos
objetos de cultura material (coronas votivas o broches que la contundencia del registro arqueológico nos
de cinturón) o comportamientos y cultura inmaterial habla de una profunda y radical diversidad evolutiva
(unción regia), sin analizar en profundidad las estructu- en las diferentes regiones de la Península Ibérica y no
ras socioeconómicas del momento o el modo de gestión puede ser nunca soslayada. Y el parámetro que siste-
territorial, por ejemplo. máticamente aparece es, sin duda, el local.
Esa imagen tan compacta y homogénea que se pre- Un posible ejemplo de ese intento fallido se puede
tendía ofrecer, no encajaba muy bien, ni con parte de observar en la brevísima ocupación de ‘El Castillo
los hechos históricos (que hablaban de una situación de los Monjes’. Una verdadera estabilización social
conflictiva constante y profunda, lejos de cualquier hubiese implicado una ocupación más continuada de
situación social controlada), ni con los datos arqueo- este yacimiento, pero no fue así. La secuencia estrati-
lógicos (que mostraban una diversidad y heterogenei- gráfica es ‘sorprendentemente’ simple, consecuencia de
dad de cultura material muy dispar). Ello servía a la una ocupación extremadamente breve. Pero entonces
postura política contraria para afirmar lo erróneo de cabe preguntarse ¿Por qué? ¿A qué pudo deberse
tal interpretación y tirar por tierra cualquier atisbo tal actuación? Ciertamente parece bastante extraño
de centralización política, donde el influjo bizantino que tras la concepción, planificación e importante
presentaba un peso destacado. Ambos esquemas se inversión de recursos en esta zona, se abandonase
incardinaron dentro de modelos nacionalistas de igualmente rápido.
interpretación de la política de un signo y otro (cen- La explicación catrastrofista del hecho con el
tralizador y disgregador), con lo que el debate aún sempiterno y caduco hito del 711 es muy simple,
se hizo más difícil, complejo y obtuso. ¿Qué hacer extremadamente sencilla, y en nuestra opinión no
ante esta dicotomía? Puede parecer poco original por nos convence satisfactoriamente pues no vemos que
nuestra parte, pero el contexto más plausible y que encaje con otras problemáticas asociadas. ¿La llegada
más nos convence es que parte de las dos realidades de contingentes foráneos transformó radicalmente no
son interesantes y parte deben ser matizadas. sólo el espectro político, sino también el socioeco-
Pensamos que pudo darse tal influencia bizantina nómico? Sin negar el hecho del evidente cambio
en la sociedad del siglo VII en diversos ámbitos, desde político producido, no pensamos que ello explique
los más superficiales como los estéticos (que no por la diversidad del registro arqueológico en el mismo
ello deben ser minusvalorados), hasta más profundos momento de la llegada de los musulmanes e incluso
como en comportamientos de gestión territorial. Una mucho antes. Se observa que el tempo de los cambios
bizantinización social que afectaría en diferente grado políticos es mucho más rápido y veloz que el cambio
a unas clases y otras de la sociedad, siendo menos acu- social y económico. Si la diversidad se observaba en
sado su influjo ‘directo’, en las clases más bajas y más los inicios del siglo VIII es porque existía previamente
alto conforme se subía en la jerarquía social. Es por esa gran heterogeneidad regional.

178
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

Pensamos que la figura del rey hispanovisigodo de Burch et al. 2006 = Burch J., García G., Nolla J., Palahí L.,
finales del siglo VII utilizó algunos recursos y herra- Sagrera, M., Sureda M., Vivó D., Miquel I., Excavacions
arqueologiques a la muntanya de Sant Julià de Ramis, 2,
mientas del ámbito oriental para afianzar su figura, El Castellum, Girona.
no tanto la de su reino. A través de ellas es posible que Caballero L., Mateos P., 2000, Visigodos y Omeyas. Un
pretendiera conseguir altas cotas de estabilidad social debate entre la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media,
que le aportaran un reinado largo y provechoso. Ello «Anejos de AEspA», XXIII, Madrid.
denota, precisamente, la fuerte diversidad regional del Caballero L., Mateos P., Utrero Mª A. (eds.), 2009, El siglo
momento. La concepción estatal creemos que no se ob- VII frente al siglo VII: Arquitectura, «Anejos de AEspA»,
serva ni en la visión que nos ha querido transmitir una LI, Madrid.
parte de la historiografía, ni en las propias fuentes, en Camino J., Estrada R., Viniegra Y., 2007, A propósito de las
fortificaciones lineales ástures de El Homón de Faro (La
las que se basan precisamente esa postura. Esas fuentes Carisa) y El Muro (La Mesa), «Territorio, Sociedad y Poder:
regias (ley militar de Wamba, por ejemplo) repiten en revista de estudios medievales», 2, pp. 53-64.
ocasiones la utilitas publica como argumento y refrendo Castellanos S., Martín Viso I., 2005, The local articula-
de unión. Una unión que el rey pensamos pretendía que tion of central power in the north of the Iberian Peninsula
fuera en torno a su persona y sus directrices, no desde (500-1000): «Early Medieval Europe», 13 (I), Oxford, pp.
posturas del bien común para el resto del ‘estado’ y de 1-42.
su sociedad. Un discurso tomado de fuentes clásicas en Chavarría A., 2004-2005, Romanos y visigodos en el valle del
Duero (siglos V-VIII), «Lancia», 6, pp. 187-204.
torno al bien común, pero que luego vemos que articula
Chavarría A., 2007, El final de la villae en Hispania (siglos
en beneficio más propio y personalista. IV-VII d.C.), Bibliothèque de L’Antiquité Tardive, 7, Tur-
Ejemplos de esa personalización de las relaciones hnout.
entre el rey y altos dignatarios en torno a él, podemos Christie N., 1991, The Alps as a frontier (A.D. 168-774),
verlo en el ejemplo del rey Recesvinto con el obispo «Journal of Roman Archaeology», 4, pp. 410-430.
Braulio de Zaragoza. No se observan maniobras de Ciglenecki S., 1987, Höhenbefestigungen aus der zeit vom 3.
acercamiento institucional (por ejemplo, exacciones bis 6 jh. im Ostalperraum, Ljubljana.
fiscales para una civitas y su territorio, incentivos para Daim F., 2001, Byzantine belts and Avar birds. Diplomacy, trade
desarrollar o mejorar algún sector productivo…), sino and cultural transfer in the eight century, in W. Pohl, I.
Wood, H. Reimitz (eds.), The transformation of Frontiers.
estrictamente personales. Aplicar un modelo de afian- From Late Antiquity to the Carolingians, pp. 143-188.
zamiento ‘estatal’ sin existir una verdadera concepción De Siena et al. 2006 = De Siena A., De Venuto G., Gianni-
estatal produce un intento, como no podía ser de otro chedda E., Lapadula E., 2006, L’insediamento dell’eremita
modo, fallido. (Stigliano, MT) tra Tardoantico e Medioevo. Dati prelimi-
La importancia de las relaciones personales jugó una nari, «Archeologia Medievale», XXXIII, pp. 343-358.
mala pasada en ese desarrollo estatal, que pensamos que Ellis S., 1991, Power, Architecture and decor: How the Late
no era el interés principal del ámbito regio al utilizar Roman Aristocrat Appeared to his Guests, in E.K. Gazda
(ed.), Roman Art in the private Sphere, New Perspectives on
esas herramientas, diseñadas para otros fines. Es más, the Architecture and Décor of the Domus, Villa and Insula,
pensamos que las preferencias de inversión regia en unas Ann Arbor, pp. 117-134.
zonas geopolíticamente importantes, en detrimento de Espinosa U., 1993, La iglesia de Las Tapias (Albelda) en la
otras que no lo eran tanto, podrían acrecentar aún más arquitectura religiosa rural de época visigoda, III Semana de
tales disfunciones y diferencias en el territorio hispano. Estudios Medievales (Nájera, 3-7 agosto 1992), Logroño,
Una personalización de la política que nos está indican- pp. 267-276.
do, si no procesos de protofeudalización, sí al menos Fernández Ochoa C., Morillo Cerdán, A., 2006, El ejército
romano en el norte peninsular durante el bajo Imperio a
que el marco para que se fuera desarrollando en siglos través del registro arqueológico, in U. Espinosa, S. Caste-
posteriores estaba ya planteado. Un problema que direc- llanos (eds.), Comunidades locales y dinámicas de poder
tamente nos llevaría a conflictos y problemáticas de la en el norte de la Península Ibérica durante la Antigüedad
plena Edad Media y que no es éste lugar para discutir. Tardía, Logroño, pp. 217-235.
Fernández-Mier M., 2006, La toponimia como fuente
para la historia rural: la territorialidad de la aldea feudal,
BIBLIOGRAFÍA «Territorio, sociedad y poder: revista de estudios medieva-
les», 1, pp. 35-52.
Barbero A., Vigil M., 1974, Sobre los orígenes sociales de la Francovich R., Wickham C., 1994, Uno scavo archeologico
Reconquista, Barcelona. ed il problema dello sviluppo dell signoria territoriale:
Barbero A., Vigil M., 1978, La formación del feudalismo en Rocca San Silvestro e i rapporti di produzione minerari,
la Península Ibérica, Barcelona. «Archeologia Medievale», XXI, pp. 7-30.
Biddle M., 1976, Towns, in D.M. Wilson (ed.), The archaeo- Garlan Y., 1974, Recherches de poliorcétique grecque, Bibliothè-
logy of Anglo-Saxon England, Cambridge, pp. 99-150. que des Ecoles françaises d’Athènes et de Rome, 223, Paris.
Bohigas R., 2001, Evidencias de actividad siderúrgica alto- García Jiménez, G., Vivó i Codina D., 2003, Sant Julià
medieval en Cantabria: los hornos del castillo de Camargo de Ramis y Puig Rom: Dos ejemplos de yacimientos con
(Cantabria), in Camargo. Historia y Patrimonio, Santander, armamento y equipamiento militar visigodo en el noreste
pp. 197-210. peninsular, «Gladius», XXIII, pp. 161-190.
Brogiolo G.P., Gelichi S., 1996, Nuove ricerche sui castelli García Moreno L.A., 1989, Historia de España Visigoda,
altomedievali in Italia settentrionale, Firenze (reed. 2005). Madrid.

179
JOSÉ MARÍA TEJADO SEBASTIÁN

García Moreno L.A., 2001, La construcción de Europa, Pagès et al. 2005 = Pagès G., Schenider L., Fluzin Ph., Le
Madrid. travail du fer dans l’etablissement perché tardo-antique
Giostra C., 2007, Luoghi e segni della morte in età longobar- du Roc de Pampelune (Argelliers, Hérault): l’apport des
da: tradizione e transizione nelle pratiche dell’aristocrazia, analyses métallographiques, «ArcheoSciences, Revue
«Documenti di Archeologia», 44, pp. 311-344. d’Archéométrie», 29, pp. 107-116.
Gutiérrez González J.A., 2003, Peñaferruz (Gijón): El Palol P. de, 1959, Bronces con decoración damasquinada
castillo de Curiel y su territorio, Gijón. en época visigoda, V Congreso Nacional de Arqueología
Gutiérrez Lloret, S., 1996, La Cora de Tudmîr. De la An- (Zaragoza 1957), Zaragoza, pp. 292-305.
tigüedad tardía al mundo islámico. Poblamiento y cultura Palol P. de, 2004, El castrum de Puig de les Muralles de Puig Rom
material, Collection de la Casa de Velázquez, 57, Madrid. (Roses, Alt Empordà), Sèrie Monogràfica, 22, Gerona.
Haldon J., 1999, Warfare, State and Society in the Bizantine Palol P. de, Ripoll G., 1988, Los godos en el occidente euro-
World, 565-1204, Londres. peo: ostrogodos y visigodos en los siglos V-VIII, Madrid.
Hernández J.A., Bienes J.J., 2004, Cerámicas hispano- Pérez Rodríguez F., 1999, Un broche de cinturón damasqui-
visigodas y de tradición en el Valle Medio del Ebro, in nado, de época visigoda procedente de Monte Cildá (Olleros
L. Caballero, P. Mateos y M. Retuerce (eds.), Cerámicas de Pisuerga, Palencia), «Sautuola», 6, pp. 453-456.
tardorromanas y altomedievales en la Península Ibérica. Pérez Sánchez D., 1989, El ejército en la sociedad visigoda,
Ruptura y continuidad, Madrid, pp. 307-320. Salamanca.
Larrén et al. 2004 = Larrén H., Blanco J.F., Villanueva O., Pringle D., 1981, The defence of Byzantine Africa from Justi-
Caballero J., Domínguez A., Nuño J., Sanz Fco. J., nian to the Arab conquest. An account of the military history
Marcos G., J., Martín M. A. y Misiego J., Ensayo de and archaeology of the African provinces in the sixth and
sistematización de la cerámica tardoantigua en la Cuenca del seventh century, BAR International Series, 99, Oxford.
Duero, in L. Caballero, P. Mateos y M. Retuerce (eds.), Quirós J.A., 2011a, Castles and villages of the Early Middle
Cerámicas tardorromanas y altomedievales en la Península Ages in northwest of Spain, in J. Baker, S. Brookes, D.
Ibérica. Ruptura y continuidad, Madrid, pp. 273-306. Parsons, A. Reynolds (eds) Landscapes of Defence in the
Lecanda J.A., 2002, Arquitectura militar tardorromana en Viking Age. Turnhout (en prensa).
el norte de España: La fortaleza de Tedeja (Trespaderne, Quirós J.A. (ed.), 2011b, Los paisajes altomedievales en el
Burgos) un ejemplo de recinto no urbano y no campamental, País Vasco, 500-900. De la desarticulación territorial a la
«Gladius», Anejos 5, pp. 683-692. emergencia de los condados, in J.A. Quirós (ed.), Vasconia
Lemière J., Pilet Ch., 1982, La damasquinure mérovingienne en la Alta Edad Media, 450-1000. Poderes y comunidades
en Basse Normandie aux Vème et VIème siècles, in Mélanges rurales en el Norte Peninsular, Doc. Arqueologia Medieval,
d’Archéologie et d’Histoire Médiévales en l’Honneur du Do- Vitoria, pp. 29-54.
yen Michel de Boüard, Mémoires et Documents publiés par Ravegnani G., 1983, Castelli e città fortificate nel VI secolo,
la Société de l’École de Chartes, XXVII, Ginebra-Paris. Ravenna.
Leredde H., Périn P., 1980, Plaques-boucles mérovingien- Reinares O., 2006, La Torre Fuerte de Lumbreras, in Castillos
nes de fer damasquiné dans le Nord-Est de la France, in Medievales de La Rioja. Base documental para su plan de
Analyse des objets archéologiques. Méthodes statistiques protección, Gobierno de La Rioja, Logroño, pp. 478-489.
d’interprétation, Dossier de l’archéologie, 42, pp. 83-87. Ripoll G., 1986, Bronces romanos, visigodos y medievales
López De Calle C., 1993, Los sepulcros megalíticos de Ca- en el Museo Arqueológico Nacional, «Boletín del Museo
meros (La Rioja), Tesis Doctoral, Universidad de Zaragoza, Arqueológico Nacional», XIV, pp. 55-82.
Zaragoza. Ripoll G., 1998, Toréutica de la Bética (siglos VI y VII d.C.),
Mannoni T., Murialdo G., 2001, Sant’Antonino: un inse- Barcelona.
diamento nella liguria bizantina, Bordiguera. Ripoll G., 2001, Problemas cronológicos de los adornos
Martí R. (ed.), 2008, Fars de l’islam. Antigues alimares d’al- personales hispánicos (finales del siglo V - inicios del siglo
Andalus, Barcelona. VIII), in J. Arce, P. Delogu (eds.), Visigoti e Longobardi,
Mas et al. 2002 = Mas R., Benito M.I., Arribas J., Serrano Firenze, pp. 57-77.
A., Guimera J. y Alonso A., Alonso-Azcarate J., La Romero F., 2005, Los castros sorianos, in A. Jimeno (ed.),
Cuenca de Cameros (Cordillera Ibérica Noroeste): desde la Tras la estela de Numancia, Soria, pp. 89-96.
extensión finijurásica-eocretácica a la inversión contractiva Salin E., France-Lanord, A., 1946, Traditions et arts méro-
terciaria. Implicaciones en la exploración de hidrocarburos, vingiens, «Gallia», IV, pp. 219-224.
«Zubía», nº extraordinario 14, pp. 9-64.
Scheneider L., 2001, Oppida et castra tardo-antiques. A
Montero I., 1996, Aleación de plata y latón en época visigoda, propos des établissements de hauteaur de Gaule médite-
«Acontia. Revista de Arqueología», 2, pp. 81-84. rranéenne, in P. Ouzoulias et. al. (eds.), Les campagnes
Moya et al. 1992 = Moya J.G., Arrúe B., Ruiz-Navarro J., de la Gaule à la fin de làntiquité, Actes du colloque AGER
Castillos y fortalezas de La Rioja, Logroño. IV (Montpellier, 11-14 mars 1998), Antibes, pp. 433-448.
Navarro Fco. J., 1998, Peritación arqueológica de la Torre Scheneider L., 2003, Nouvelles recherches sur les habitats
Fuerte de la Ermita de Nuestra Señora de la Torre. Lum- de hauteur de la fin de l’Antiquité du haut Moyen Age
breras (Logroño), Informe Técnico, no publicado. dans le sud-est de la France. Le cas du Roc de Pampelune
Nuño J., Domínguez A., 2001, Aspectos militares del castro à Argelliers (Hérault), «Les Nouvelles de l’Archéologie»,
del Cristo de San Esteban, en Muelas del Pan (Zamora). Un 92, pp. 9-16.
asentamiento en la frontera suevo-visigoda, in C. Ferreira Scheneider L., 2005, Cité, castrum et «pays»: espace et
(ed.), Mil Anos de Fortificações na Península Ibérica e no territoires en Gaule méditerranéenne durant le haut Moyen
Magreb (500-1500), Lisboa, pp. 105-120. Age. L’exemple de la cité de Nîmes et du pagus de Mage-
Olmo L., 1986, Problemática de las fortificaciones altome- lone (V-XIe s.), in P. Cressier (ed.), Le château et la ville.
dievales (siglos (VI-VIII) a raíz de los últimos hallazgos Espaces et réseaux (VIe-XIIIe siècle), Actas del coloquio
arqueológicos, I Congreso de Arqueología Medieval Espa- (Casa de Velázquez, septiembre de 2002), «Castrum», 8,
ñola (Huesca 1985), II, Zaragoza, pp. 13-23. Madrid, pp. 29-69.

180
CASTROS MILITARES ALTOMEDIEVALES EN EL ALTO VALLE DEL IREGUA (LA RIOJA, ESPAÑA)

Serna M.L., Valle A., Hierro J.A., 2005, Broches de cinturón Volpe G., 2007, Il ruolo dei vescovi nei processi di trasfor-
hispanovisigodos y otros materiales tardoantiguos de la mazione del paesaggio urbano e rurale, «Documenti di
Cueva de Las Penas (Mortera, Piélagos), «Sautuola», 11, Archeologia», 44, pp. 85-106.
pp. 247-277. Volpe G., De Felice G., Turchiano M., 2005, Faragola
Solaun J.L., 2005, La cerámica medieval en el País Vasco. (Ascoli Satriano). Una residenza aristocratica tardoantica
(siglos VIII-XIII), Vitoria. e un “villaggio” altomedievale nella Valle del Carapelle.
Taracena B., 1927, Excavaciones en las provincias de Soria y Primi dati, in G. Volpe, M. Turchiano (eds.), Paessaggi e
Logroño, «Memorias de la Junta Superior de Excavaciones insediamenti ruarali in Italia Meridionale fra Tardoantico
y Antigüedades», 103, Madrid. e Altomedioevo, Atti del Primo Seminario sul Tardoantico
Tizzoni M., Cucini C., Ruffa M. (eds.), 2006, Alle origini e l’Altomedioevo in Italia Meridionale (Foggia, 12-14 feb-
della siderurgia lecchese. Ricerche archeometallurgiche ai braio 2004), Bari, pp. 265-297.
piani d’Erna. Materiali, I, Lecco. Wickham C., 2005, Framing the Early Middle Ages. Europe
Toledo J. de, 1910, Historia Wambae, edición de W. Levison, and the Mediterranean 400-800. Oxford.
Monumenta Germaniae Historica (MGM), SRM, V, Han- Wickham C., 2009, The Inheritance of Rome. Illuminating de
nover, pp. 500-535. Dark Ages. 400-1000, New York.
Utrero Mª A., 2009, Las iglesias cruciformes del siglo VII en Zadora Río E., 2001, Archeologie et toponymie: le divor-
la Península Ibérica. Novedades y problemas cronológicos ce, «Les petits cahiers d’Anatole», 8, Tours. Disponible
y morfológicos de un tipo arquitectónico, in Caballero, en <http://citeres.univ-tours.fr/doc/lat/pecada/F2_8.pdf>
Mateos, Utrero 2009, pp. 133-154. [Consulta 2 de Marzo de 2008].
Vela J., Martín F.co., 1991, Eneas el Táctico. Poliorcética. Zanini E., 2007, Archeologia dello status sociale nell’Italia
Polieno. Estratagemas, Madrid. bizantina: tracce, segni e modelli interpretativi, Documenti
Volpe G., 2002, Il mattone di Iohannis. San Giusto (Lucera, di Archeologia, 44, Mantova, pp. 23-46.
Puglia), in J.M. Carrié y R. Lizzi (eds.), Human sapit. Zozaya J. 2001, Fortificaciones tempranas en al-Andalus (ss.
Études d’Antiquité Tardive offertes à Lellia Cracco Ru- VIII-X), in C. Ferreira (ed.), Mil Anos de Fortificações
ggini, Bibliothèque de L’Antiquité Tardive, 3, Turnhout, na Península Ibérica e no Magreb (500-1500), Lisboa, pp.
pp. 79-93. 45-58.

181

También podría gustarte