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Crecimiento de hongos y bacterias en el suelo con materiales vegetales de diferentes

Relaciones C / N
JohannesRousk&ErlandBa ̊a t̊ h
Department of Microbial Ecology, Lund University, Lund, Sweden

Resumen
El crecimiento fúngico (incorporación de acetato-inergosterol) y bacteriano (incorporación
de leucina / timidina) resultante de la adición de alfalfa (C / N = 15) y paja de cebada (C / N
= 75) se estudió en microcosmos del suelo durante 64 días. Se usaron enmiendas de nitrógeno
para compensar la diferencia de C / N entre los sustratos. El crecimiento de hongos aumentó
a un máximo después de 3 a 7 días, de cinco a ocho veces los controles, después de la adición
de paja, y de tres a cuatro veces los controles después de la adición de alfalfa. Después de
20-30 días, la tasa de crecimiento de hongos convergió con los controles, lo que resultó en
un crecimiento de hongos acumulativo dos o tres veces mayor que los controles después de
la adición de paja y aproximadamente un 20% más que los controles después de la adición
de alfalfa. La tasa de crecimiento bacteriano alcanzó tasas cinco veces mayores que los
controles después de la adición de alfalfa y dos veces mayor que la de los controles después
de la adición de paja después de 3 a 7 días. Se mantuvo elevado después de 64 días. El
crecimiento bacteriano acumulativo fue dos y cuatro veces mayor que el de los controles
después de la adición de paja y alfalfa, respectivamente. Se encontró una correlación negativa
entre la adición de N y el crecimiento bacteriano, mientras que el N estimulaba el crecimiento
de hongos. Por lo tanto, la relación C / N de las adiciones (sustrato y N adicional) no podría
explicar completamente los diferentes resultados con respecto al crecimiento de hongos y
bacterias. La respiración no siempre estuvo relacionada con el crecimiento combinado de los
microorganismos, haciendo hincapié en el requisito de una mejor comprensión de las
eficiencias de crecimiento de hongos y bacterias.

Introducción
Muchos factores influyen en la comunidad microbiana, desde la temperatura (Pietika ̈inen et
al., 2005) y la disponibilidad de agua (Fierer et al., 2003) hasta la química del suelo (Ba ̊a ̊th
& Anderson, 2003) y la composición de la basura o sustrato (Baldy et al., 1995; Bossuyt et
al., 2001).
Sin embargo, existe un conocimiento insuficiente sobre los factores que determinan la
importancia relativa de los principales grupos descomponedores durante el proceso de
descomposición (Mille-Lindblom y Tranvik, 2003). Las diferencias fundamentales entre
hongos y bacterias, como el crecimiento filamentoso y la mayor relación C / N de la biomasa
fúngica (De Ruiter et al., 1993; Six et al., 2006), sugieren que las contribuciones a la
descomposición por estos tipos de Los microorganismos variarán con los aspectos físicos y
químicos del sustrato.
Debido a que los grupos descomponedores apoyan su propia vía de descomposición en el
suelo, la producción de biomasa fúngica y bacteriana caerá en cascada a través de diferentes
canales del ecosistema terrestre (Hedlund et al., 2004; Moore et al., 2005).
También se piensa a menudo que los dos grupos de microorganismos en descomposición
tienen diferentes eficiencias en el secuestro de carbono en el suelo (Six et al., 2006).
Esto se basa en la hipótesis de un menor requerimiento de N de la biomasa fúngica, además
de su mayor eficiencia de crecimiento (Holland y Coleman, 1987, aunque recientemente

1
cuestionado por Thiet et al., 2006), y la menor biodegradabilidad de la célula fúngica. pared
en comparación con la bacteriana debido a la resistencia química a la descomposición (Martin
y Haider, 1979) y la protección contra la degradación a través de la interacción con otros
componentes de la matriz del suelo (Simpson et al., 2004).
Estas conjeturas se han utilizado para motivar el uso de la proporción de biomasa fúngica /
bacteriana como una medida de la calidad y sostenibilidad del suelo (por ejemplo, de Vries
et al., 2006).
Un problema asociado con este enfoque es la poca capacidad de muchas técnicas para
detectar cambios en la biomasa bacteriana en el denominador de la relación. Además, las
estimaciones de biomasa a menudo tienen una resolución insuficiente para detectar cambios
rápidos como resultado de cambios en la disponibilidad del sustrato. Además, en lugar de la
biomasa de diferentes grupos de microorganismos per se, es su tasa de producción de nueva
biomasa lo que es de interés en este contexto, ya que esto es lo que constituye la entrada a
los canales de energía de la red alimentaria del suelo.
En consecuencia, existe la necesidad de métodos sensibles que puedan determinar, o al menos
proporcionar buenas indicaciones de, las tasas de producción de bacterias y hongos durante
el proceso de descomposición. Una forma de lograr esto es rastrear los materiales vegetales
marcados con isótopos en diferentes proxies de biomasa (por ejemplo, McMahon et al., 2005;
Williams et al., 2006).
Un inconveniente potencial de esta técnica es que siempre requiere sustratos introducidos
para el crecimiento, cambiando necesariamente las condiciones in situ del suelo estudiado.
Las técnicas estándar para evaluar la actividad bacteriana in situ, que indican el crecimiento,
son las técnicas de incorporación de leucina (Leu) y timidina (TdR), que fueron diseñadas
originalmente para su uso en ambientes acuáticos (Fuhrman y Azam 1982; Kirchman et al.,
1985) y fueron luego se adaptó al suelo (Ba ̊a ̊th et al., 2001).
Una técnica correspondiente para evaluar la actividad y el crecimiento de hongos usando la
incorporación de acetato en ergosterol (ac-in-erg) también se originó en aplicaciones en
ambientes acuáticos (Newell y Fallon, 1991), y posteriormente se adaptó al suelo (Pennanen
et al., 1998; Ba ̊a ̊th et al., 2001; Rajapaksha et al., 2004).
Una fortaleza de las técnicas de incorporación de hongos y bacterias es que la adición de
trazas del marcador radiactivo, en combinación con la corta duración de las mediciones, no
influye en la tasa de crecimiento de los organismos estudiados.
También se informaron recientemente factores de conversión para calcular la producción de
biomasa fúngica en el suelo a partir de la incorporación de ac-er-er (Rousk & Ba ̊a ̊th, 2007).
La aplicación de la incorporación Leu o TdR en combinación con la técnica de incorporación
ac-in-erg debería permitir la evaluación de la producción de biomasa de bacterias y hongos
por separado, para determinar sus contribuciones al proceso de descomposición.
Se ha informado que la importancia relativa de la descomposición por hongos disminuye
después de la aplicación de fertilizante N (van Groenigen et al., 2007), mientras que se cree
que la materia orgánica con una alta relación C / N estimula la contribución de los hongos a
la descomposición (Henriksen & Breland, 1999; Thiet et al., 2006).
Sin embargo, todas estas conclusiones se basan en mediciones de biomasa de hongos y
bacterias, y no en mediciones directas de crecimiento. Aquí, se describe la producción de
biomasa fúngica y bacteriana después de la adición de dos sustratos naturales, alfalfa y paja
de cebada. Estos sustratos difieren en sus relaciones C / N, por lo que se predijo que influiría
en los dos grupos de microorganismos en descomposición de manera diferente. La paja de
cebada, con una relación C / N más alta, debería favorecer el crecimiento de hongos, mientras

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que la alfalfa, con una relación C / N más baja, debería favorecer el crecimiento bacteriano.
Para tratar de aislar los efectos de las proporciones de C y N, los sustratos se combinaron con
cuatro niveles de N, como NH4NO3, para compensar la diferencia original en las relaciones
C / N entre alfalfa y paja de cebada. Fue predicho que niveles crecientes de N correlacionarían
positivamente con el crecimiento bacteriano.

Materiales y métodos
Microcosmos
Una pradera tamizada (o2.8mm), suelo arenoso (contenido de agua = 28%, contenido de
materia orgánica = 17%, total C = 80.3mgg 1 tierra (dw), total N = 6.3mgg 1 tierra (dw), total
P = 7.0mgg Se usó 1 suelo (dw), pH (H2O) = 5.9). La alfalfa seca (C / N = 15) y la paja de
cebada (C / N = 75) se cortaron en tiras de 1 cm, se molieron con bolas, se tamizaron
(o0.25mm) y se aplicaron a muestras de suelo separadas a 2 mgCg 1 de suelo (d.w.). El
nitrógeno (NH4NO3) se aplicó seco en combinación con la enmienda apropiada del material
vegetal, a cuatro niveles, 0, 0.05, 0.10 y 0.15 mg N g 1 de suelo (d.w.). Agregar paja de
cebada en combinación con la adición intermedia de 0,10 mg de N dio como resultado la
misma relación C / N que la alfalfa sin N. Se incluyeron dos tratamientos de control, en los
que no se agregó sustrato y 0 y 0,15 mg de N g 1 de tierra ( dw) fueron añadidos, resultando
en 10 tratamientos, los cuales fueron duplicados. Veinte frascos que contenían 100 g de suelo
(w.w.) se incubaron así a temperatura ambiente (22 ° C) sin luz. El contenido de agua se
mantuvo constante y se tomaron muestras de suelo regularmente durante 64 días (en los días
1, 2, 4, 7, 14, 21, 30, 43 y 64).

Crecimiento bacterial
la tasa de crecimiento bacteriano se estimó utilizando las técnicas de incorporación de Leu y
TdR (Ba ̊a ̊th, 1992, 1994; Ba ̊a ̊th et al., 2001). Brevemente, se mezcló 1 g de suelo con 20
ml de agua y se trató en un agitador multivortex a máxima intensidad durante 3 minutos.
Después de esto, la centrifugación a baja velocidad a 1000 g durante 10 minutos creó una
suspensión bacteriana en el sobrenadante. Se transfirieron 1,5 ml de esta suspensión
bacteriana a tubos de microcentrifugación de 2 ml, donde 5 ml de cada precursor [14C] Leu
(1,85 MBq ml 1, 11,3 GBq mmol 1, Amersham) y [3H] TdR (37 MBq ml 1, 925 GBq mmol
1, Amersham) se añadieron a cada tubo, dando como resultado 130 nM [3H] TdR y 550nM
[14C] Leu en las suspensiones bacterianas. Después de una incubación de 2 h, el crecimiento
se terminó usando 75 ml de ácido tricloroacético al 100%. El lavado y la posterior medición
de la radiactividad se realizaron según lo descrito por Ba Baa th et al. (2001)

Crecimiento fúngico y biomasa


La tasa de crecimiento fúngico se evaluó utilizando el método ac-in-erg (Newell & Fallon,
1991) adaptado para el suelo (Ba ̊a ̊th, 2001). Brevemente, se transfirió 1 g de tierra a tubos
de ensayo en los que 0,025 ml de ácido 1,2- [14C] acético (sal de sodio, 2,04 GBq mmol 1,
7,4 MBq ml 1, Amersham), 0,475 ml de acetato sin marcar 1 mM (pH = 6) y se añadieron
1,5 ml de agua destilada, dando como resultado una concentración final de acetato de 0,22
mM. La suspensión de suelo resultante se incubó a temperatura ambiente (22ºC) durante 24
h, después de lo cual se añadió 1 ml de formalina al 5% para terminar el crecimiento. Los

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tubos de ensayo se centrifugaron a 1000 g durante 5 minutos, y el sobrenadante que contenía
acetato no incorporado se aspiró y se desechó. Luego se extrajo el ergosterol en el suelo en
5 ml de KOH al 10% en metanol, se sonicó durante 15 minutos, seguido de un tratamiento
térmico de 90 minutos a 701ºC y se dividió dos veces con 2 ml de ciclohexano. Las fases
combinadas de ciclohexano se evaporaron a sequedad a 40ºC bajo N2. Las muestras se
disolvieron luego en 200 ml de metanol, se calentaron a 401ºC durante 15 minutos, se
filtraron a través de un filtro de 0,45 mm y se analizaron usando HPLC y un detector de UV
(282 nm).
Se recogió el pico de ergosterol. La cantidad de radiactividad incorporada se determinó
usando un centelleador. Esto se usó como un indicador para el crecimiento de hongos, y la
cantidad total de ergosterol se usó como un indicador para la biomasa de hongos.

Actividad microbiana del suelo bruto

La respiración basal se midió transfiriendo 1 g de tierra a un vial de vidrio de 20 ml y


purgando con aire a presión. El vial se selló y se incubó durante 24 h, después de lo cual se
determinó la concentración de CO2 usando GC.

Composición de biomasa de la comunidad

El patrón de ácido graso fosfolípido (PLFA) se determinó utilizando 1 g de suelo según


Frostega ̊rd et al. (1993) Los PLFA elegidos para indicar la biomasa bacteriana fueron i15:
0, a15: 0, i16: 0 16: 1o9, 16: 1o7t, i17: 0, cy17: 0, 17: 0, 18: 1o7 y cy19: 0, mientras que 18:
0, mientras que 18: 0 Se utilizaron 2o6,9 para indicar hongos (Frostega r̊ d & Ba ̊a ̊th, 1996).
Las cantidades de los ácidos grasos se obtuvieron utilizando 19: 0 como patrón interno.

Estadísticas

Medidas repetidas (rm) -ANOVA se utilizó con el tiempo como medida repetida y los 10
tratamientos como factores fijos (n = 2).
El crecimiento acumulativo de hongos y bacterias, y la respiración acumulativa, se analizaron
utilizando ANOVA de una vía con los 10 tratamientos como factores fijos. Si los ANOVA
demostraron ser significativos (Po0.05), se realizaron contrastes planificados posteriores
entre sustratos y controles (n = 4), entre sustratos (n = 8) y entre N tratamientos. Los N
tratamientos se analizaron utilizando un contraste planificado diseñado como una regresión,
en el que una tendencia significativa significaría que la pendiente de la línea de regresión era
significativamente diferente de cero, al comparar el N con el tratamiento del sustrato (control,
alfalfa y paja) para aislar El efecto de la adición de N.

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Resultados
Crecimiento bacteriano
La tasa de crecimiento bacteriano medida con la incorporación de Leu disminuyó ligeramente
con el tiempo en los suelos de control. La adición de alfalfa resultó en una tasa de crecimiento
bacteriano cinco veces mayor que el nivel de control (P o 0.001), y un aumento dos veces
mayor que el nivel de control resultó de la adición de paja de cebada (Po0.001).
La tasa de crecimiento inducida por ambos sustratos alcanzó un máximo entre los días 3 y 7
(Fig. 1a). Luego, la tasa de crecimiento bacteriano disminuyó, más rápidamente en los suelos
que contienen alfalfa, pero se mantuvo en un nivel elevado, en comparación con las muestras
de control, durante los 64 días completos posteriores a la aplicación de ambos sustratos. El
crecimiento bacteriano en los suelos que contienen alfalfa se estabilizó a aproximadamente
3.5 veces los controles, y en los suelos que contienen paja de cebada a aproximadamente 2.5
veces los controles.
Las diferencias entre los sustratos permanecieron durante todo el período estudiado (P o
0.001). La adición de N tendió a inhibir las tasas de crecimiento bacteriano (P = 0.04).

El crecimiento bacteriano acumulativo (Fig. 2a), que indica la biomasa bacteriana total
producida, fue aproximadamente el doble que las muestras de control en el suelo que contiene
paja de cebada (P = 0.002), mientras que la adición de alfalfa resultó en una producción de
biomasa aproximadamente cuatro veces mayor (P o 0.001), con diferencias significativas
entre los sustratos (Po0.001). La adición de N resultó en la inhibición del crecimiento
bacteriano, donde la mayor adición de N disminuyó la producción de biomasa bacteriana en
aproximadamente un 10% en suelos que contienen alfalfa, en un 25% en suelos que contienen
paja de cebada y un 10% en los suelos de control, en comparación con los suelos en los que
no hay N había sido añadido.

Crecimiento de hongos
La tasa de crecimiento de hongos (Fig. 1b) fue estable en los suelos de control durante los 64
días del estudio. No se vio afectado en gran medida por la adición de paja de cebada durante
los primeros 2 días, después de lo cual aumentó a un máximo entre los días 4 y 7. Ambas
adiciones de N más altas combinadas con paja de cebada tuvieron tasas de crecimiento de
hongos que alcanzaron un máximo de aproximadamente 12 veces el valor de control (P o
0.001), mientras que el nivel más bajo y ninguna adición de N resultaron en un aumento de
aproximadamente ocho veces (P o 0.001).
La tasa de crecimiento fúngico inducida por ambos sustratos convergió con el valor de
control entre los días 20 y 30. La adición de alfalfa resultó en una respuesta más inmediata
(valores consistentemente más altos que los controles después de 1 día) pero menos
prominente en el crecimiento fúngico, alcanzando un pico más cercano al día 4 y alcanzando
un máximo de aproximadamente cuatro veces el nivel de control (P = 0.003), pero
convergiendo con el nivel de control antes (entre los días 10 y 20) que en el suelo que contiene
paja de cebada. Los efectos del N sobre la tasa de crecimiento fúngico fueron significativos
(P o 0.001), aunque menos pronunciados con la adición de alfalfa que con la adición de paja
de cebada.
Al final del experimento (día 64), los suelos que contenían paja de cebada tenían una tasa de
crecimiento de hongos 15% más alta (ns, P = 0.09), y los que contenían alfalfa tenían una
tasa de crecimiento de hongos 15% más baja (ns, P = 0.10) que el valor de control. La
diferencia entre los sustratos fue significativa (P o 0.001).

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La incorporación acumulativa de hongos ac-in-erg mostró una producción de biomasa
fúngica 2.5 veces mayor que los controles (P o 0.001) después de la adición de paja de cebada,
mientras que la adición de alfalfa resultó en un aumento del 20% (P = 0.04) con una diferencia
significativa entre los sustratos (P o 0.001). Hubo un claro efecto de la adición de N (P o
0.001) en que la adición más alta aumentó el crecimiento de hongos en un 35% en
combinación con la paja de cebada y en un 15% con la alfalfa, mientras que no hubo un
efecto discernible de N en los suelos de control.

Actividad bruta

La tasa de respiración después de la aplicación de alfalfa (Fig. 1c) aumentó inmediatamente,


alcanzando un máximo de aproximadamente seis veces el nivel de control (P o 0.001) entre
los días 2 y 4, después de lo cual disminuyó rápidamente y convergió con el nivel de control
alrededor de los días 14 y 21. La tasa de respiración después de la adición de paja de cebada
también aumentó inmediatamente, pero a un ritmo más lento, alcanzando un máximo de
aproximadamente 3.5 veces los controles (P o 0.001) alrededor de los días 4 a 14, después de
lo cual comenzó a converger hacia el valor de control después de 20-30 días. No se
observaron efectos de la adición de N en la tasa de respiración. La respiración acumulativa
(Fig. 2c) mostró claramente que hubo efectos de sustrato después de la adición de paja de
cebada (P = 0.002) y alfalfa (P o 0.001), ambos duplicaron la respiración acumulativa en
comparación con los controles pero no se distinguieron entre sí. No hubo un patrón claro en
el resultado de la adición de N, aunque la respiración acumulativa más alta se observó sin
adición de N.

Biomasa y composición comunitaria

La biomasa fúngica (estimada a partir del contenido de ergosterol) fue estimulada por ambos
sustratos y aumentada durante los primeros 14 días a aproximadamente el doble del nivel de
control después de la alfalfa (P o 0.001) y tres veces después de la adición de paja de cebada
(P o 0.001), con distintos diferencias entre los sustratos (P = 0.008, Fig. 4a). Después del día
21, se observó una lenta disminución de la biomasa fúngica en todos los tratamientos. No se
pudieron discernir efectos de la adición de N (datos no mostrados).

El indicador PLFA de biomasa fúngica, 18: 2o6,9, coincidió en general con la respuesta
fúngica inducida por la paja obtenida usando ergosterol (Fig. 4b), con aumento de la biomasa
fúngica durante las primeras 2 semanas, que comenzó a disminuir después de la tercera.
semana. Las muestras de suelo que contienen alfalfa tuvieron que omitirse del análisis porque
el material de la planta de alfalfa contenía altos niveles de 18: 2o6,9, y la contribución y
descomposición de este PLFA de la alfalfa confundió su aumento debido al crecimiento de
hongos. La biomasa bacteriana medida usando indicadores PLFA no reveló un cambio
marcado con el tiempo (Fig. 4c), aunque se detectaron diferencias sistemáticas entre la
adición de alfalfa (valor medio 101 nmol g 1 suelo) y los controles (valor medio 84 nmol g
1 suelo) (P = 0.002), y entre muestras de suelo de paja de alfalfa y cebada (esta última con
una media de 88 nmol g 1 de suelo) (P = 0.005). La adición de N no afectó la biomasa
bacteriana determinada por los indicadores bacterianos de PLFA (datos no mostrados).

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Fig. 1. Tasas de crecimiento bacteriano (a) y fúngico (b), y la tasa de respiración (c), después
de la enmienda con el material vegetal. El crecimiento bacteriano y fúngico se estimó como
la incorporación de leucina y ac-in-erg, respectivamente. Se añadió alfalfa (B) o paja de
cebada (&), 2 mg C g 1 de suelo, en el momento cero. No se agregó material vegetal a los
controles (). Un tamaño de símbolo creciente indica un nivel creciente de enmienda de N (0,
0.05, 0.10 y 0.15 mg de N g 1 de suelo, y con solo dos niveles en los controles). Las barras
de error son 2 SE basadas en ANOVA en cada día por separado.

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Fig. 2. Crecimiento bacteriano (a) y fúngico (b) acumulativo, y la respiración acumulativa
(c), después de la enmienda con el material vegetal. El crecimiento bacteriano y fúngico se
estimó como la incorporación de leucina y ac-in-erg, respectivamente. Para los símbolos,
consulte la Fig. 1. Las barras de error son 2 SE basadas en ANOVA en el día 64.

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Fig. 3. Relación entre las incorporaciones bacterianas de leucina y timidina después de la
enmienda con material vegetal. Para los símbolos, consulte la Fig. 1. Se proporcionan valores
medios para todas las adiciones de N ya que el efecto de N no fue significativo. Las barras
de error indican 1 SE.

Discusión
Se predijo que la adición de paja de cebada beneficiaría más el crecimiento de hongos que la
adición de alfalfa y viceversa, porque se esperaba que el material vegetal con una alta relación
C / N favoreciera el crecimiento de hongos (Bossuyt et al., 2001; Six et al., 2006) .
Los resultados actuales respaldaron el resultado de esta predicción. Sin embargo, la relación
C / N no pareció explicar completamente la diferencia entre los tratamientos de paja de
cebada y alfalfa. Agregar N (como NH4NO3) para compensar, e incluso reemplazar, la
diferencia en las proporciones de N en los dos sustratos no resultó en los mismos efectos de
los dos sustratos en el crecimiento de hongos y bacterias. En cambio, el efecto de N adicional
fue menor en comparación con la diferencia entre los sustratos, lo que indica que la relación
C / N de los sustratos no fue el factor canónico que explica las diferencias observadas. Si la
relación C / N no explica los diferentes efectos de los materiales vegetales, parece probable
que la composición química inherente de los sustratos, incluida la solubilidad y
disponibilidad de varios compuestos para hongos y bacterias, contribuya a la explicación.

Sin embargo, es posible que la relación C / N efectiva de los materiales vegetales disponibles
para los descomponedores no esté regulada de la manera prevista. La matriz fragmentada del
suelo podría haber separado el material vegetal particulado y el N agregado, haciendo que la
manipulación experimental del sustrato C / N atio usando enmiendas de nitrógeno sea
inadecuada. Un enfoque alternativo en el futuro sería la aplicación de una gama de materiales
vegetales de diferentes relaciones C / N.

Los efectos de la adición de N fueron contrarios a lo previsto, ya que el aumento de la adición


de N inhibió el crecimiento bacteriano y estimuló el crecimiento de hongos. La estimulación

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del crecimiento fúngico (p. Ej., Bardgett et al., 1999) y la inhibición del crecimiento
bacteriano después de la adición de N (p. Ej., Demoling et al., 2007), sin embargo, se han
informado anteriormente. El aumento en el crecimiento de hongos resultante del aumento de
la cantidad de N probablemente se debió a la mitigación de la limitación por la escasez de N
inducida por el alto contenido de C de los materiales vegetales, especialmente en el caso de
la adición de paja de cebada (Fig. 1b). Henriksen y Breland (1999) también aplicaron paja al
suelo con concentraciones crecientes de N y, de acuerdo con los resultados actuales,
observaron un marcado efecto positivo de N en la producción de biomasa fúngica, mientras
que la producción de biomasa bacteriana no se vio afectada en gran medida por N.

Una posible explicación para la inhibición de N del crecimiento bacteriano podría ser un
efecto negativo sobre el pH mediante la adición de NH4NO3, reportado previamente en un
suelo forestal (Alde ́n et al., 2001). Sin embargo, no encontraron una disminución similar en
el pH después de la adición de N en un suelo de pastizales similar al utilizado aquí. Otra
explicación podría ser inducir interacciones competitivas. Si agregar N alivia la limitación
del crecimiento fúngico, es posible que el potencial competitivo de la comunidad fúngica
aumente en relación con el de la comunidad bacteriana, lo que resulta en una disminución en
el crecimiento bacteriano. Mille-Lindblom y Tranvik (2003) estudiaron la interacción entre
el crecimiento de hongos y bacterias en el material vegetal sumergido. Descubrieron que la
presencia de bacterias inhibía el crecimiento de hongos. La tasa de crecimiento bacteriano
hacia el final del presente experimento fue más elevada después de la aplicación de alfalfa
en comparación con la paja (Fig. 1a), mientras que el patrón opuesto era cierto para el
crecimiento de hongos (Fig. 1b).
Es posible que este patrón también sea el resultado de una interacción competitiva donde, en
este caso, un mayor crecimiento bacteriano inhibió el crecimiento de hongos. Esta interacción
negativa se ha demostrado previamente en hábitats acuáticos (Mille-Lindblom y Tranvik,
2003) y en el suelo con antibióticos bacterianos (J. Rousk, E. Ba ̊a ̊th, A. Bahr, L. Alde ́n-
Demoling, datos no publicados) .

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Fig. 4. La biomasa fúngica determinada usando ergosterol (a) y el indicador PLFA 18: 2o6,9
(b) y la biomasa bacteriana calculada como la suma de los marcadores bacterianos PLFA:
i15: 0, a15: 0, i16: 0 16 : 1o9, 16: 1o7t, i17: 0, cy17: 0, 17: 0, 18: 1o7 y cy19: 0 (c) después
de la enmienda con material vegetal. Los resultados obtenidos de las muestras que contienen
alfalfa se excluyeron de (b) debido a las grandes cantidades de PLFA 18: 2o6,9 en el sustrato.
Para los símbolos, consulte la Fig. 1. Los valores medios se dan para todas las adiciones de
N ya que el efecto de N no fue significativo. Las barras de error indican 1 SE.

La biomasa fúngica medida tanto con ergosterol como con el indicador PLFA 18: 2o6,9 dio
resultados similares y corroboró la imagen presentada por el crecimiento fúngico (como lo
demuestra la incorporación ac-in-erg). Por lo tanto, hubo grandes cambios en la biomasa
fúngica a lo largo del experimento. La biomasa bacteriana, por otro lado, permaneció estática
durante todo el experimento. Una explicación para la biomasa bacteriana en gran medida
inmutable podría ser que las bacterias estudiadas aquí consistían en una gran proporción de
células muertas inactivas o recalcitrantes.
Si este fuera el caso, la proporción activa, que habría reaccionado durante el período del
estudio, podría haber sido tan pequeña en relación con la porción grande e inactiva que su
variación fue enmascarada por la variación técnica aleatoria resultante de medir la parte
inactiva. Esto haría imposible resolver el patrón de cambio en la porción más pequeña y
activa de la biomasa bacteriana que era de interés. En contraste, la estimación de la biomasa
fúngica cambió radicalmente durante el período estudiado, lo que indica que el cambio en la
biomasa fúngica es grande en relación con el nivel establecido originalmente en el suelo.

Otra explicación de los resultados puede ser problemas asociados con el uso de PLFA para
estimar la biomasa de hongos y bacterias. Se ha informado que los indicadores bacterianos
de PLFA son menos sensibles que los indicadores fúngicos después de las perturbaciones
ambientales (Griffiths et al., 1999; Ho ̈gberg et al., 2003, 2007), y aunque parte de esta

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variación puede explicarse por cambios en la comunidad composición, podría sugerir
diferentes entregas de estos indicadores.
Por lo tanto, se debe tener precaución cuando se usan PLFA para comparar diferentes grupos
de microorganismos.

Una tercera explicación para la dinámica contrastante de la biomasa fúngica y bacteriana


podría ser el alcance de la depredación. La preparación del sistema de microcosmos
(tamizado y otro manejo del suelo) fue más probable que se haya seleccionado contra
depredadores más grandes, como los ácaros y los colembolanos, que son en su mayoría
fungívoros, en comparación con los protozoos más pequeños, que son bacterívoros. Se ha
demostrado en sistemas acuáticos que un cambio en la producción de biomasa bacteriana
solo es detectable si se eliminan los depredadores (Cotner et al., 1997). También se han
encontrado aumentos rápidos en los depredadores bacterianos en el suelo tratado para
aumentar el crecimiento bacteriano (Saetre y Stark, 2005; Christensen et al., 2007).
En consecuencia, los aumentos en el crecimiento bacteriano podrían haber resultado en
aumentos en la biomasa de depredadores bacterianos, o viceversa, con biomasa bacteriana
inalterada.
Estas ambigüedades se eluden por completo mediante una medición directa del crecimiento
de hongos y bacterias, como las técnicas de incorporación TdR o Leu y ac-in-erg. Esto
también se ha demostrado en hábitats acuáticos donde la adición de nutrientes aumentó las
tasas de crecimiento bacteriano (medido mediante la incorporación de TdR), con una biomasa
bacteriana sin cambios y una mayor biomasa de depredadores bacterianos (Cotner et al.,
1997).

Si bien tanto el crecimiento de hongos como las tasas de respiración convergieron hacia las
de los controles durante el experimento, lo que indica el agotamiento del recurso de material
vegetal agregado, la tasa de crecimiento bacteriano se mantuvo elevada incluso después de
64 días. También se encontró un aumento persistente en las incorporaciones de TdR y Leu
después de una adición de glucosa (Vinten et al., 2002) e incluso 5 meses después de la
fumigación de un suelo, cuando las tasas de respiración habían vuelto a los valores de control
(Griffiths et al., 2000). Una posible explicación para el recambio más alto y continuo de la
biomasa bacteriana podría ser la depredación que estimula la producción de nueva biomasa
bacteriana (Ingham et al., 1985).

Los datos de incorporación de Leu y TdR se correlacionaron estrechamente, lo que indica


que los cambios en la estructura de la comunidad, con bacterias que varían en su capacidad
para incorporar Leu o TdR (Bloem y Bolhuis, 2006), no pudieron explicar las diferencias en
los resultados al agregar los diferentes sustratos. Sin embargo, hubo diferencias sistemáticas
en la relación de incorporación de Leu / TdR a lo largo del tiempo, con proporciones
crecientes después de la adición de sustrato (Fig. 3). Se ha encontrado previamente que la
relación de incorporación Leu / TdR se correlaciona positivamente con una mayor actividad
metabólica, tanto en sistemas acuáticos (Longnecker et al., 2006) como en el suelo
(recalculado de Vinten et al., 2002). Esto indica que la relación de incorporación de Leu /
TdR podría usarse como un método alternativo para evaluar la actividad metabólica de las
bacterias en los hábitats naturales.

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La tasa de respiración no se pudo traducir directamente a la respuesta de crecimiento fúngico
o bacteriano durante la descomposición de los dos sustratos. Una explicación para esto es,
por supuesto, que los hongos y las bacterias contribuyeron a la respiración total en diferentes
grados durante diferentes momentos y con diferentes sustratos durante el experimento. La
respiración aumentada inmediatamente inducida por la adición de alfalfa se correspondía
bien con el rápido crecimiento bacteriano inducido por el mismo sustrato. El retraso del pico
de respiración inducido por la paja de cebada correspondió a la respuesta fúngica retrasada y
más lenta a este sustrato. El considerable efecto de la adición de alfalfa sobre el crecimiento
bacteriano, en comparación con la adición de paja de cebada, no se reflejó en las mediciones
de respiración.
Esto podría explicarse por el patrón opuesto de crecimientos de hongos y bacterias,
presumiblemente resultando en aproximadamente la misma tasa de respiración después de la
adición de ambos materiales vegetales, la evolución de CO2 derivada principalmente de
hongos en la aplicación de paja y principalmente de bacterias en la aplicación de alfalfa. Sin
embargo, a menos que el vínculo entre la evolución del CO2 y el crecimiento del
descomponedor se derive de forma complementaria de ambos grupos descomponedores al
principio del experimento a derivarse completamente de hongos (nivelación y convergencia
con el nivel de control) más adelante, sin embargo, hay un desajuste en el falta de respuesta
respiratoria a largo plazo cuando se encontró un crecimiento bacteriano continuamente
mejorado. Por lo tanto, la tasa de respiración no pudo resolverse por completo en
crecimientos fúngicos o bacterianos o una combinación de ellos.

Las técnicas de incorporación utilizadas para ambos tipos de organismos en descomposición


son una medida de la producción de nueva biomasa, mientras que la respiración mide la
cantidad de material orgánico que se metaboliza, independientemente de si está asociado con
el crecimiento o no. La relación entre estos es la eficiencia de crecimiento [crecimiento /
(crecimiento1respiración)]. Aunque se menciona en la literatura, la eficiencia de crecimiento
de los microorganismos del suelo no se ha estudiado ampliamente y solo ocasionalmente se
ha informado en el suelo (Holland y Coleman, 1987; Thiet et al., 2006). Six y col. (2006)
proporcionaron una revisión exhaustiva de los datos disponibles en diferentes hábitats,
enfatizando también la escasez de informes en los suelos, el conocimiento limitado de los
factores de control y la dinámica desconocida de la eficiencia del crecimiento.
Los estudios sobre la eficiencia del crecimiento bacteriano en los sistemas acuáticos indican
que se rige por muchos factores, p. tasa de crecimiento per se o el factor o factores que limitan
el crecimiento (Eiler et al., 2003; del Giorgio et al., 2006), y también varía
considerablemente, con informes de valores que van del 1% al 85% (Payne y Wiebe, 1978;
del Giorgio y Cole, 1998).
También hay informes de metabolismo de los desechos (es decir, disminución de la
eficiencia) debido a eventos de rehumectación (Fierer et al., 2003), sustancias limitantes
distintas al carbono (Weintraub y Schimel, 2003) y disminución de la eficiencia del
crecimiento debido al estrés (Schimel et al. ., 2007). Además, existe un conocimiento
limitado de las diferencias en la eficiencia del crecimiento entre hongos y bacterias (Six et
al., 2006). Los resultados actuales, que muestran discrepancias entre el crecimiento
microbiano y la respiración durante la descomposición de los materiales vegetales, enfatizan
la importancia de determinar la eficiencia del crecimiento en el suelo. La combinación de
mediciones de respiración con estimaciones de crecimiento microbiano, donde esta última

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puede convertirse en producción de biomasa (por ejemplo, Rousk & Ba ̊a ̊th, 2007),
proporcionará un medio para lograr este objetivo.

En conclusión, los autores pudieron demostrar que el crecimiento de hongos y bacterias


respondía de manera diferente a la enmienda de la alfalfa y la paja de cebada, las bacterias
se beneficiaron más que los hongos de la alfalfa y viceversa después de la paja de cebada.
Agregar mineral N para compensar las diferentes relaciones C / N de los sustratos no eliminó
su diferencia de impacto. En cambio, la adición de mineral N estimuló el crecimiento de
hongos, mientras que el crecimiento bacteriano fue inhibido. La contribución cambiante de
los descomponedores fúngicos y bacterianos no se reflejó en la respiración, enfatizando la
necesidad de comprender mejor la dinámica de la eficiencia del crecimiento. La estimación
del crecimiento fúngico y bacteriano permitió una alta sensibilidad y especificidad
resolviendo la dinámica de los dos grupos descomponedores, sin encontrar problemas de
interpretación utilizando estimaciones de masa biológica.

Reconocimiento
Este estudio fue financiado por una beca del Consejo de Investigación Sueco (VR) para E.B.

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