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Harry Potter

y el Fabricante de Pociones

OBSERVACIONES: Los personajes de esta novela son propiedad


de J. K. Rowling, así como el logotipo de “Harry Potter”, fuentes, y
las cubiertas reeditadas tomadas de Harry Potter Wizard’s Collection y
Harry Potter Page to Screen: The Complete Filmmaking Journey, pertene-
cientes a Warner Bros Entertainment Inc.

ADVERTENCIA: Este libro contiene algunas escenas sexualmen-


te explícitas y lenguaje adulto que podría ser considerado ofensivo
para algunos lectores y no es recomendable para menores de edad.
El contenido de esta obra es ficción. Los nombres, personajes, luga-
res existentes (que no pertenezcan a J. K. Rowling) y situaciones
son ficticios. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o
muertas, empresas existentes, eventos o locales, es coincidencia y
fruto de la imaginación del autor.

©2013, Zafy.
©2013, Reeditación de cubiertas, edición y correcciones finales, revisión
y unificación de contenidos, y formato para e-book por Aless Ferrer.
©2009-2013, Todos los derechos reservados. Prohibida su venta.
Compartir o producir cualquier parte de este material (fic), ya sea de
cualquier forma o medio, sin la autorización expresa del autor, queda ba-
jo responsabilidad del lector.
Argumento
Luego de la segunda guerra contra Lord Voldemort,
los mortífagos están siendo juzgados. Draco se en-
cuentra en una de las celdas del Ministerio de Magia,
dispuesto a enfrentar y a pagar las consecuencias por
estar en el bando perdedor.
Harry se encuentra perdido entre los recuerdos de la
batalla, sintiendo que la libertad por la que tanto había
luchado, lo ahoga. Sin embargo, ahora que la calma ha
regresado, sentirá en su interior, sentimientos y emo-
ciones que antes no habían despertado.
Harry y Draco tendrán que salir adelante, encontrarse
a sí mismos, y luchar por lo que realmente quieren.
Poner a andar sus vidas les costará mucho, hacerlo jun-
tos aún más; pero descubrirán que en el mundo mági-
co no sólo se discrimina por el estatus de sangre…

Nota: Esta historia se desarrolla con los acontecimientos sucedidos in-


mediatamente después del capítulo 36 (El fallo del plan) de Harry Potter y
las Reliquias de la Muerte. Descartando totalmente el Epílogo del 7mo libro
en toda la trama de este fic.
Índice
Agradecimientos ............................................................................. 11

Prefacio ........................................................................................... 12

PRIMERA PARTE: VERANO

1 La condena a los mortífagos ...................................................... 16

2 Después de la guerra ................................................................. 41

3 Lo que se siente ser un mortífago en libertad ........................... 71

4 Verano en Australia ................................................................... 86

5 Una «salida» demasiado esperada ........................................... 107

6 El momento de la verdad ........................................................ 135

7 Yarik Forsyth ........................................................................... 177

SEGUNDA PARTE: EL ÚLTIMO AÑO

1 El viaje en tren ......................................................................... 241

2 El Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería........................... 282

3 Secretos revelados, secretos descubiertos ............................... 300

4 Lo que significa «un amigo» .................................................... 332

5 Pociones, quidditch y charlas .................................................. 376


6 Gryffindor contra Slytherin: la jugada de Ginny ..................... 436

7 Exámenes de fin de año .......................................................... 472

8 Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones........ 519

9 «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro» ........................ 563

10 Una desagradable campaña ..................................................... 607

11 Evaluaciones finales y vacaciones de pascua ........................... 689

12 «Adios…».................................................................................. 756

13 «Abrázame» ............................................................................. 791

14 Ginny ataca de nuevo .............................................................. 817

15 EXTASIS y exámenes de ingreso ........................................... 849

16 Momento de partir .................................................................. 917

TERCERA PARTE: CAMINOS

1 La Academia de Aurores del Ministerio Inglés ...................... 949

2 La Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor .............. 980

3 «Y a pesar de todo… tu recuerdo» ......................................... 1011

4 Comienzos ............................................................................. 1044

5 Un accidente muggle ............................................................. 1065

6 De venganzas y agradecimientos ........................................... 1096

7 El nuevo Rector ..................................................................... 1137


8 Una visita inesperada ............................................................. 1156

9 Tiempo de recuperación ....................................................... 1200

10 «¿Y qué pasará mañana?»...................................................... 1255

11 Para siempre: una promesa ................................................... 1307

12 Una nueva estrategia de ataque ............................................. 1343

13 Un nuevo antídoto ................................................................. 1377

14 Resentimientos que crecen… ................................................ 1423

15 … entre una gran cantidad de recuerdos ............................... 1465

16 El descubrimiento de un gran secreto ................................... 1508

Acerca del Autor........................................................................... 1577


Agradecimientos
Decirle gracias a todos por el apoyo y el cariño, creo que no hay palabras para
agradecerles el haberme acompañado por 63 capítulos a lo largo de las seis
partes en las que se divide esta historia, con todos los problemas que hubo en
el camino, por haberme tenido paciencia, por haber seguido leyendo pese a que
la novela se volvía demasiado triste, por permanecer leyendo pese a saber lo
larga que era la historia… En fin, nunca me cansaré de agradecerles por todo
a cada uno de ustedes.

Gracias de corazón a todos aquellos que fueron mis betas en el proceso de co-
rrección de esta historia. Les estaré agradecida eternamente.

Esta historia la tenía pensada desde mucho tiempo atrás, casi desde que pu-
bliqué el primer fic, sin embargo, no me animaba a escribirla, porque pensaba
que no estaba lista para ello, finalmente cogí valor y lo hice. Lo he llamado
“mi proyecto de tesis”. Y gracias a ustedes, ha valido la pena cada momento
que me tomó escribirla.

A todos los que vendrán después, muchas gracias también por leer algo tan
largo, y espero que la disfruten.

Un beso y un gran abrazo para todos…

Zafy.
Prefacio

“Cada quien es dueño de su propia muerte.


Era todavía demasiado joven para saber que la memoria del
corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y
que gracias a ese artificio logramos sobrellevar el pasado.
... y sólo entonces había comprendido que un hombre sabe
cuando empieza a envejecer porque empieza a parecerse a su
padre.
Otra cosa bien distinta habría sido la vida para ambos, de ha-
ber sabido a tiempo que era más difícil sortear las grandes ca-
tástrofes matrimoniales que las miserias minúsculas de cada
día. Pero si algo habían aprendido juntos era que la sabiduría
nos llega cuando no sirve para nada.
Le recordó que los débiles no entrarían jamás en el reino del
amor, que es un reino inclemente y mezquino…
…en la soledad del palacio aprendió a conocerlo, se conocieron
y descubrió con alborozo que los hijos no se quieren por ser hi-
jos sino por la amistad de la crianza.”
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ,
Extractos sacados de la novela El amor en los tiempos del cólera.
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

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La condena a los mortífagos

“Cada guerra es una destrucción del espíritu humano.”


Henry Miller, novelista estadounidense

20 de julio de 1998, celdas del Ministerio Inglés, construidas en las


mazmorras para albergar a la gran cantidad de mortífagos esperando
condena por su participación en el intento de Voldemort por tomar el
poder de la comunidad mágica…

S
u corazón latía a prisa, más a prisa de lo que jamás ha-
bía latido, el miedo que ahora lo embargaba era supe-
rior a cualquier otro que pudiera haber sentido. Ni si-
quiera cuando estaba cerca del Lord, o de la loca de su tía Bella ha-
bía sentido tanto pánico. Aquí estaba, con sólo dieciocho años, cerca
de enfrentar a un tribunal, sabiendo de antemano el resultado de
sus acciones, sabiendo de antemano que sería condenado. Su padre
no estaría allí para ayudarlo, Snape tampoco, nadie podría jamás de-
fenderlo más. Sintió como su cuerpo entero temblaba, los ojos em-
pezaron a picarle.
«No, llorar no, eso no», se dijo firmemente mientras levanta-
ba uno de sus brazos, más pesados ahora por las cadenas que lo su-
jetaban. Bajó su cabeza ligeramente hasta que el dorso de su mano

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

pudo al fin limpiar el par de lágrimas que pretendían escapar de sus


ojos.
«Llorar no es malo, lo hacemos porque sentimos, debemos agradecer
que aún podemos sentir» le dijo una voz en su cabeza, una voz que no
había escuchado en algún tiempo, y que extrañaba ese día más que
nunca.
Dio un suave suspiro.
—Yarik —dijo casi sin voz, pensando en cómo serían las co-
sas de diferentes si hubieran huido como tanto le había pedido, pe-
ro no, no lo habían hecho, y ahora estaba allí, en esa fría celda, espe-
rando.
Tomó una bocanada de aire, tratando de que el aire que lle-
gaba a sus pulmones le diera cierta tranquilidad. Observó alrededor
nuevamente, como había hecho tantas veces desde que estaba allí
encerrado; las paredes grises y sucias, aquellas rejas que lo separa-
ban de la libertad, su túnica de Hogwarts luciendo ahora peor que
lo que vestían los elfos en la Mansión.
No tenía un espejo cerca, pero no lo necesitaba para saber
cómo lucía. Agradecía no tenerlo para evitar verse, para evitar ver lo
derrotado que estaba: solo, sentado en medio de una mugrosa celda,
contando los días, las horas, los minutos que faltaban para que al-
guien entrara por la puerta y lo llevara ante aquel tribunal… aquel
tribunal que finalmente acabaría con él. Casi podía escuchar sus vo-
ces regocijándose, condenándolo a lo peor que un mago puede su-
frir: el beso del dementor.
Como ya había hecho muchas veces antes, maldijo el mo-
mento en el que Potter lo rescató de aquella sala en llamas, hubiera
sido mejor para él quedarse allí, dejar que las llamas lo consumie-
ran, como había pasado con Crabbe… su amigo Crabbe. No recor-
daba desde cuándo se conocían, tal vez de toda la vida, por eso no lo
recordaba. A pesar de la guerra y todo lo que había pasado, de algu-

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LIBRO I|Verano
[1] La condena a los mortífagos

na manera los había alejado y cambiado, estaba seguro que en el


fondo, sí seguían siendo los mismos niños que jugaban en la man-
sión mientras sus padres hablaban de negocios y sus madres toma-
ban el té en el jardín. La guerra había destruido eso, su amistad, su
unión… pero aún así pensó que tal vez por él si serían justificadas
las lágrimas.
Un ruido lo sacó de sus pensamientos, delante de él, dos au-
rores lo miraban sonriendo triunfantes.
—Malfoy, el más pequeño y rastrero de los mortífagos, al fin
es tu hora —dijo uno de ellos con un tono de burla en la voz a la
vez que las cadenas que sujetaban sus piernas y manos se soltaban.
Draco trató de no soltar un suspiro de alivio por verse al fin
libre de aquellas ataduras, en respuesta les dedicó la mejor mirada
de odio que pudo. Se puso de pie, y con aire digno caminó hacia
ellos.
—Pero mira qué niño… —murmuró el segundo auror.
—Espero que éste no grite tanto como su padre cuando
muera.
Draco sintió aquella información hacer un hoyo profundo en
su corazón; su padre ya había pasado el juicio, su padre ya había
muerto. Evitó mostrar algún sentimiento, mientras que sentía có-
mo sus piernas empezaban a temblar. Pronto sus pulmones se resis-
tirían a dejar entrar el aire, y su corazón seguiría latiendo demasiado
a prisa. Levantó aún más la cabeza y, con dignidad que ya no sentía,
caminó con pasos que quisieron parecer firmes. Los aurores lo sos-
tenían de cada brazo. El pasillo oscuro por el que había entrado al-
gún tiempo antes, ya ni siquiera era conciente de cuánto, se veía
ahora mucho más aterrador. Se obligó a seguir caminando, a en-
frentar al fin su destino.
Fue empujado con fuerza a través de una gran puerta, un
nuevo salón mucho más iluminado lo recibió, habían alrededor pe-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

queñas sillas, pero él no fue invitado a sentarse por lo que se quedó


de pie. Delante de él había otra puerta más, podía escuchar murmu-
llos y trató de entender algo de lo que se decía, pero le fue imposi-
ble. Uno de los aurores sostuvo una pequeña botella con un líquido
transparente y lo obligó a bebérsela. Veritaserum pensó Draco antes
de tragar aquel líquido.
—Ahora si dirás toda la verdad… —murmuró el auror que le
había dado a beber.
—No más mentiras, ni excusas, Malfoy —dijo con aire de
suficiencia el segundo auror, aunque aquel comentario tomó des-
prevenido a Draco no dejó que la sorpresa se reflejará en su rostro.
La puerta de pronto se abrió y el ruido en el otro salón se de-
tuvo, un muchacho pelirrojo y pecoso. «Weasley» pensó Draco, lo
miró un par de segundos antes de hacer un asentimiento hacia los
aurores que lo tomaron por los brazos y lo jalaron hacia el interior
de la nueva sala.
Draco se vio pronto sujeto a una silla, las cadenas que sujeta-
ban sus manos se ajustaron aún más, marcándole la piel, y por sus
piernas también reptaron un par de cadenas, haciendo que éstas se
pegaran aún más a las patas de la silla. Levantó la cabeza y observó a
un gran tribunal delante de él, todos vestían túnicas de color grana-
te…le sorprendió que la mayoría de ellos lo miraran con pena, sin-
tiendo lástima de él.
Compuso su mirada, no lo verían débil, ni ahora ni nunca,
así esos fueran los últimos minutos de su vida, aunque estuviera
aterrado, no les daría la satisfacción de contar que Draco Malfoy se
veía derrotado o muerto de miedo.
—¿Le dieron el Veritaserum? —preguntó el pelirrojo hacia
los aurores; ambos asintieron.
—Díganos su nombre —dijo la voz de uno de los magos.

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LIBRO I|Verano
[1] La condena a los mortífagos

Draco tuvo la sensación de que las palabras brotaban solas sin


que su mente participara en el proceso.
—Draco Lucius Malfoy.
—Bien, señor Draco Lucius Malfoy, ¿entiende usted que se
encuentra aquí para ser juzgado por haber participado en las filas de
Tom Marvolo Riddle 1, también conocido como Lord Voldemort —
el sonido de algunos suspiros y pequeños chillidos llenó la habita-
ción por escasos segundos, sin embargo el hombre continuó ha-
blando, ignorándolos—, por haber dejado, en junio de mil nove-
cientos noventa y seis, entrar a los mortífagos al Colegio Hogwarts
de Magia y Hechicería, participado en la planeación del asesinato
del exdirector Albus Dumbledore, y haber participado en la última
batalla tratando de ayudar a los seguidores de Voldemort? —dijo la
voz de un mago al que Draco por fin creyó reconocer como
Kingsley.
—Sí.
—¿Es usted culpable de todo lo mencionado anteriormente?
—preguntó nuevamente Kingsley.
—Sí.
—Bien señor Malfoy, tenemos testigos y pruebas de que su
participación en todas estas acciones fue de alguna manera… coac-
cionada por los hechos, que había una amenaza de muerte sobre su
familia y sobre usted mismo, ¿estos datos son correctos?
Draco no pudo evitar su asombro, ¿alguien había atestiguado
aquello? Eso era imposible, tal vez su padre, o su madre, tratando
de salvarlo habían confesado…
—Sí, así es —murmuró sin siquiera notar en qué momento
las palabras salieron de sus labios.

1
En la versión en inglés se llama Tom Marvolo Riddle, pero se cambió en la traducción al español
a Tom Sorvolo Ryddle para que funcionase el anagrama de “Soy Lord Voldemort”. En este fic se
usará el nombre original.

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—Usted no porta la marca en el brazo, ¿cuál es la razón para


aquello?
—El Lord sólo pone la marca en tu brazo si matas a alguien
en su nombre, yo nunca fui capaz de hacerlo. —Draco se asombra-
ba de sus propias respuestas, le era imposible controlarlas.
—¿Fue de alguna manera torturado por Voldemort para ha-
cerlo asesinar a alguien?
—Sí, en más de una ocasión.
—Entonces, usted nunca pudo asesinar a nadie, pese a las
torturas, ¿cuál fue la razón?
—No soy un asesino, no soy capaz de hacerlo.
Un nuevo murmullo llenó la sala, Kingsley levantó las ma-
nos pidiendo silencio antes de continuar hablando.
—¿Hubieron castigos posteriores a esos fallidos intentos de
asesinato?
—Sí.
—¿Cuáles eran exactamente esos castigos?
—Por lo general, la maldición cruciatus, aunque algunas ve-
ces usó hechizos que no conocía.
—¿Tuvo alguna consecuencia posterior a esos castigos?
—Sí, pasé algunos días en cama, debido a varios de los casti-
gos.
Interiormente Draco se maldecía por las respuestas dadas,
pero estaba resignado a que no habría nada que pudiera hacer al
respecto.
—Dumbledore le ofreció protección, a usted y a toda su fa-
milia, antes de que el grupo de mortífagos lo interrumpieran en la
torre de Astronomía de Hogwarts, en junio de mil novecientos no-
venta y seis, ¿usted iba a aceptar dicha ayuda?
—Sí —Draco no pudo evitar preguntarse cómo era que ellos
sabían aquello.

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LIBRO I|Verano
[1] La condena a los mortífagos

En esa torre sólo habían estado él y Dumbledore, nadie más


había oído aquello.
—Cuando Harry Potter fue capturado junto con Hermione
Granger y Ronald Weasley y llevado a la Mansión Malfoy, usted ne-
gó reconocerlos delante de sus padres y su Tía Bellatrix, ¿usted sa-
bía que se trataba de ellos?
—Sí, lo sabía desde el inicio.
—¿Por qué no los delató?
—Sí los delataba el Lord vendría y los asesinaría, lo menos
que quería era que el Lord volviera a casa a seguir torturándonos y
humillándonos…
—¿Durante la última batalla trató de capturar a Potter en la
sala de los menesteres?
—Sí.
—¿Luego qué ocurrió?
—Crabbe… —la garganta se le cerró de una manera conoci-
da y rogó por no ponerse a llorar delante de ellos—. Crable murió y
Potter me sacó del salón que se estaba incendiando.
—¿Por qué trató de atrapar a Potter? ¿Quería llevarlo donde
Riddle?
—Era la única forma en que me dejarían salir de la escuela y
abandonar la batalla, sólo quería que todo se detuviera y reunirme
con mis padres, temía por ellos y por cómo estaban.
—Luego de que Potter lo dejara en el pasillo, después del in-
cendio, ¿usted participó en la batalla?
—No.
—¿Por qué?
—Yo no quería participar ni estar allí, sólo quería ir a casa,
que todo terminara. —Draco notaba cómo sus palabras se notaban
ligeramente ahogadas, trató de tomar aire para calmarse un poco.
—¿Entonces qué fue lo que hizo?

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Zafy|HARRY POTTER
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—Traté de salir de la escuela, de escapar, no tenía varita ni


forma de defenderme y muchos de los mortífagos que estaban pe-
leando allí no me dejaron salir…
—¿Qué fue lo que ocurrió con su compañero sobreviviente,
Gregory Goyle 2?
—Él… —Draco trató de recordar, pero no podía, después de
haber sido salvados por Potter, había arrastrado el cuerpo de su
amigo hasta detrás de una de las columnas derribadas, en cuanto
despertó discutieron, reclamándole la muerte de Crable, y final-
mente se separaron, Goyle jurando vengarse de Potter y sus amigos
pese a que lo habían sacado del incendio, aunque Draco sabía que
en el fondo, Goyle creía que el único responsable de la muerte de
su amigo era Draco—. Él decidió participar en la batalla y nos sepa-
ramos —le dolió decirlo, le sonó a traición, pero no había nada que
pudiera hacer para evitar responder. Agachó la cabeza tratando de
no mirar más hacia el jurado.
—Señor Malfoy, díganos ahora los nombres de los mortífa-
gos que usted conocía, aquellos que usted sabía que llevaban la
marca y que trabajaban en nombre de Tom Riddle —pidió Kingsley,
mientras extraía un largo pergamino de una gran pila de documen-
tos amontonados uno sobre otro en precario equilibrio a un lado, y
lo miraba atentamente.
Draco tragó de nuevo antes de empezar a hablar. Comenzó
mencionando a su padre, a lo que Kingsley dijo que ya había sido
juzgado, continuó con Crable padre y Gregory Goyle y el padre de
éste, con Nott padre, y con todos los que alguna vez había visto en
la mansión aparecer convocados por la marca. A cada nombre que

2
En realidad, en Harry Potter y las Reliquia de la Muerte no se dice qué pasó con Goyle después del
incendio en la sala de menesteres, la siguiente vez que se menciona a Draco es cuando está tratan-
do de escapar en el vestíbulo, pero está solo; tampoco se lo menciona durante el último momento
en el comedor, o cuando están todos, libres de Voldemort, así que la autora supone que fue a pe-
lear a favor de Voldemort, y que por eso Draco (que sólo pensaba en escapar) se separó de él.

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LIBRO I|Verano
[1] La condena a los mortífagos

mencionaba Kingsley iba murmurando: «juzgado» o «muerto en ba-


talla».
Cuando Draco pensó en Theron Forsyth, el nombre del pa-
dre de Yarik, y Kingsley dijo «muerto en batalla», Draco no pudo
evitar sentir alivio en el pecho, al menos ese tipo sí estaba muerto,
no había salido bien librado.
Continuó hablando durante mucho rato más, durante un
tiempo que le pareció interminable, hasta que su mente pareció
quedar vacía, sin más nada que poder decir.
—Bien, creo que tenemos suficiente —dijo Kingsley, pare-
ciendo satisfecho y dirigiéndose a los demás magos—. No veo por
qué continuar con el interrogatorio, ya tenemos todo lo que que-
ríamos, a menos que alguien quiera agregar algo…
Hubo un murmullo de aceptación en la sala y Draco tomó
aire una vez más, el final estaba cerca.
Se preguntó si al ser absorbida su alma por el dementor, al
fin podría descansar y dejar de sentir, porque su cuerpo se converti-
ría en un cascarón vacío, carente de sentimientos… después de todo
aquello no se le antojaba tan malo, mientras no doliera más, todo
estaría bien. Levantó la cabeza y esperó la sentencia con la mirada
más digna que pudo.
—Señor Ministro —dijo la voz de una mujer regordeta y de
cabello blanco a un lado del tribunal—, yo sólo quiero decirles a
mis compañeros del Wizengamot que este chico sólo era un niño
cuando lo obligaron a formar parte de las filas de Voldemort y, por
lo que he escuchado, es más que obvio que tal como nos ha dicho
Potter, no debemos confundirlo con Lucius.
Draco no pudo evitar la mueca de sorpresa en su rostro, ¿de
qué estaban hablando? ¿Potter había ido allí, a hablar por él?
—Entiendo lo que dices, Irina —dijo otro mago al lado dere-
cho de Draco—, pero él ya era capaz de elegir ¿verdad?

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Zafy|HARRY POTTER
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—Oh vamos, Pierre —respondió la primera bruja a la que


Draco miraba ahora con más atención—, tú sabes que a los dieciséis
años no tienes muchas opciones.
—Más aún cuando tus padres pueden morir por tus decisio-
nes —aportó un tercer mago, más joven que los dos anteriores.
Draco seguía la conversación que mantenían los del tribunal giran-
do el rostro de un lado a otro, aún sin poder creer o entender qué
era lo que estaban discutiendo.
—Tal vez la decisión que debió tomar fue la de alejarse de
sus padres —casi gritó el mago al que habían llamado Pierre, Draco
no se pudo contener al escuchar las palabras que había dicho.
—¿Abandonar a mis padres? —gritó Draco mientras jalaba
las cadenas que le sujetaban los brazos tratando de ponerse de pie—
¿¡Quién podría traicionar a sus padres de esa manera!? —Sintió
cómo las cadenas le cortaban la piel de las muñecas, pero eso no le
importó—. ¡Si no lo hacía ellos morirían, ya le he dicho que yo no
soy un asesino!
Un murmullo mucho más fuerte surgió en la sala mientras
los aurores trataron de hacer que Draco se sentara correctamente.
—Silencio, por favor —dijo Kingsley mientras golpeaba la
mesa, poco a poco los demás magos se fueron quedando en silen-
cio.
—No soy un asesino, ni un traidor —siguió gritando Draco,
uno de los aurores le dio un golpe en el estómago y sintió como el
aire se le escapaba. Se dejó caer sobre la silla nuevamente, mientras
tomaba bocanadas de aire tratando de reponerse.
—¿Ven… eso es lo que quieren dejar en nuestras calles? —
dijo Pierre poniéndose de pie y señalándolo con un dedo—: A un
hombre, sí, un hombre, Irina, eso es lo que es, un hombre, no un
niño —continuó hablando y girando hacia la bruja para mirarla

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LIBRO I|Verano
[1] La condena a los mortífagos

acusadoramente—. Un hombre que no se sabe controlar, que a la


primera cosa que no le parece, reacciona de esa manera tan violenta.
—Yo también reaccionaría así si me dijeras que debía aban-
donar a mis padres para que murieran —dijo el mago más joven
poniéndose de pie—. Y no creo que golpear a los prisioneros esté
permitido tampoco —agregó molesto hacia los aurores, los cuales
dieron un par de pasos alejándose de Draco, con mirada avergonza-
da.
—Es por eso que los que son tan jóvenes como Bonaccord
no deberían formar parte del Wizengamot —dijo Pierre ahora hacia
Kingsley—, no tienen demasiada experiencia.
—Oh, vamos Pierre, el chico que venció a Voldemort apenas
cumplirá dieciocho en unos días, no soy tan joven en comparación
a él, aunque es todo un elogio viniendo de ti —dijo Bonaccord con
una sonrisa bastante burlona hacia Pierre.
—Además de irrespetuosos —murmuró Pierre con la cara
roja por la rabia, sus ojos oscuros y brillosos miraban alternadamen-
te a Bonaccord y a Kingsley, como esperando alguna respuesta o
disculpa.
—Bien, creo que esto es suficiente —dijo Kingsley ponién-
dose de pie—. Esto se está convirtiendo en un circo. —La sala ente-
ra se quedó en silencio, Kingsley les dio una mirada de aprobación
antes de tomar asiento y continuar hablando—. Ya hemos escucha-
do todo lo que teníamos que escuchar, ahora sólo debemos decidir,
no quiero más opiniones personales.
Draco sintió su corazón latirle con fuerza nuevamente, des-
pués de toda la discusión y de toda la algazara que se había armado,
había llegado el momento de su sentencia, aunque aún le daba
vueltas en la cabeza lo que había escuchado.
Que Potter había hablado con ellos, pero, ¿de qué? O ¿Por
qué?

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Reconoció que lo más probable era que, lamentablemente, se


iría a la tumba con esas preguntas.
—Dada la naturaleza de este caso, optaremos por votar en se-
creto, así que mi asistente, Percy, se encargará de hacer levitar la pe-
queña ánfora para sus votos —un murmullo de aceptación se escu-
chó mientras Percy caminaba hacia el frente con la pequeña copa,
muy parecida a la que usaron en el torneo de los tres magos—. Los
que estén a favor de la reinserción del joven Draco Malfoy a la co-
munidad mágica, bajo las normas y disposiciones ya conocidas, de-
ben dar su voto positivo; los que no estén de acuerdo con eso, y
deseen condenar a Draco Malfoy a cadena perpetua en la prisión de
Azkaban por su participación en las filas de Riddle, deben dar su
voto negativo.
Draco parpadeó y estuvo a punto de levantar la mano para
exigir una explicación, no había entre las opciones el ser condenado
al beso del dementor, aquello era peor de lo que podía esperar, lo
condenarían a toda una vida en prisión. Recordó cómo su padre ha-
bía vuelto de prisión, las pequeñas conversaciones que había podido
escuchar a escondidas entre sus padres sobre ese tema, sobre lo ho-
rrible que había sido todo, y Draco siempre intuyó que era mejor
estar muerto que tener que pasar el tiempo rodeado de dementores
y otros magos gritando y pidiendo la muerte. Tragó grueso mientras
veía como el ánfora levitaba de lugar en lugar por los 50 magos que
integraban el Wizengamot. El mago joven, al que habían llamado
Bonaccord, le dio una sonrisa cuando depositó su voto, pero Draco
estaba tan nervioso que no fue capaz de corresponder.
Pasaron algunos minutos, que a Draco le parecieron horas,
mientras Percy Weasley terminaba de hacer recorrer el ánfora para
luego pararse en el centro del salón, lo más alejado posible de Dra-
co, y empezar a contar los votos en voz alta para que estos se marca-
ran en medio del aire:

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LIBRO I|Verano
[1] La condena a los mortífagos

Sí, no, sí, sí, no, no, no, sí, sí, sí…
Draco tenía un nudo en el estómago mientras escuchaba el
conteo, cerró los ojos y trató de hacer que el zumbido de sus oídos
desapareciera, deberían considerar todo ese proceso como una tor-
tura, escuchar uno a uno los votos, la desesperante lentitud con que
el Weasley los hacía levitar hasta darles un lugar en la pizarra imagi-
naria en medio del tribunal, el sonido lejano de un reloj que recién
había notado, los suspiros y ruidos de pequeñas conversaciones en-
tre los miembros del Wizengamot… de haber tenido la libertad de
hacerlo, Draco se hubiera puesto de pie a gritar por la desespera-
ción, por la necesidad de saber...
Era su vida de la que estaban hablando, era su vida por lo que
estaban decidiendo, su vida, una vida que tal vez ya no existiría, que
ya no tendría, ¿qué alguna vez tuvo? Tal vez no, siempre ligado a lo
que sus padres querían, a lo que sus amigos y la sociedad querían, a
lo que el Señor Tenebroso y los mortífagos decidían, sí, tal vez, des-
pués de todo, no era su vida, era de todos ellos; perderla de pronto
no se volvió algo tan perturbador. Abrió los ojos justo para ver có-
mo Weasley levitaba el último de los votos hacia el lado que decía
“sí” en la pizarra, intentó hacer un conteo rápido, pero Weasley fue
más rápido.
—Tenemos veintiocho «síes» y veintidós «noes», señor Mi-
nistro.
Un gran murmullo y un alboroto se hizo en el tribunal nue-
vamente, mientras pequeños retazos de insultos como «mortífago»,
«tramposo», «asesino» llegaban a sus oídos, pero él no les prestaba
atención y miraba sin entender la pizarra: veintiocho a veintidós,
eso quería decir… ¿realmente eso quería decir…? Era tan bueno
que ni se atrevía a pensarlo.
—Señores —gritó Kingsley—, esto es inaceptable —la sala
entera quedó en silencio nuevamente, Draco la recorrió con la vista,

28
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

viendo como algunos lo miraban con el más temible de los odios,


otros sólo lo miraban inexpresivamente, Bonaccord y otro mago
más que estaba a su lado, le sonreían abiertamente. Apartó la vista,
sintiéndose ligeramente avergonzado, mientras Kingsley seguía ha-
blando.
—Ahora que hemos recuperado la compostura pasaremos a
usted, señor Malfoy. —Draco levantó la vista hacia el nuevo Minis-
tro, el cual le pareció bastante imponente.
—Sí, señor —dijo casi en un susurro, se sintió avergonzado
de su falta de confianza en la voz, pero pensó que dado el caso, lo
mejor era parecer humilde delante de todos esos que lo miraban
como si fuera la peor de las desgracias en persona.

–|– 

Draco se removió incómodo en la silla, mientras se apretaba


las manos. Decidió que era imposible seguir sentado, estaba dema-
siado nervioso, así que se puso de pie. Los dos aurores que lo vigi-
laban —que no eran los mismos que lo llevaron durante el juicio—
le dieron una mirada desconfiada, pero Draco los ignoró sabiendo
que no le podían decir nada por levantarse. Alzó la vista hacia el pe-
queño reloj que colgaba en una de las paredes cerca de la puerta,
marcaba las 10:50 AM. En diez minutos más alguien vendría por él,
y lo llevaría a la casa de su madre.
Se alisó innecesariamente la túnica oscura que su madre ha-
bía enviado para él esa misma mañana. En un principio, estuvo con-
tento por poder dejar de usar la mugrienta túnica de Hogwarts, su-
cia, rota, e incluso en algunas partes quemada, pero en cuanto se
puso la que le habían dado se sintió desalentado, estaba seguro que
ni siquiera los pobretones de los Weasley vestían algo de tan mala
calidad. Por lo que le había informado el ministro Kingsley durante

29
LIBRO I|Verano
[1] La condena a los mortífagos

el juicio, su fortuna: propiedades, empresas, acciones y cualquier


cosa que le pudo haber pertenecido a él o su familia, había sido ex-
propiado por el ministerio. Hasta que se enteró de eso, no había
creído que las cosas podían ser tan graves. Nunca se había plantea-
do la posibilidad de quedar sin oro, era extraño, se había imaginado
muerto en más de una ocasión, desmentorizado o encerrado de por
vida en Azkaban, pero jamás sin una fortuna con la que pudiera
comprar cualquier cosa o abrirle las puertas hacia una vida mejor.
Realmente estaba tan o más asustado que en su celda el día anterior,
ante la perspectiva de todo lo que podía pasar desde ese momento
en adelante.
Metió la mano dentro del bolsillo y sacó la copia del com-
promiso que había firmado después del juicio, en el cual se detalla-
ban todas las acciones que tenía prohibidas de realizar así como to-
das sus obligaciones.
Debía tenerlo siempre a mano, pues si es que había algún
cambio en la ley, o alguna información o citación que hacerle llegar,
lo harían por ese medio. Cuando la había firmado en el tribunal,
había estado en tal estado de shock que no había siquiera intentado
darle un vistazo, sólo había garabateado su nombre en cada parte
que le indicaron, para luego salir de allí, con el pergamino apretado
entre las manos rumbo a su celda.
No fue hasta después de un par de horas en que había per-
manecido sentado en aquella cama, que se dio cuenta que tenía algo
entre las manos, trató de leer lo que ponían allí, pero le fue imposi-
ble, todo estaba demasiado oscuro.
Sabía más o menos de que iba el compromiso, puesto que el
ministro había hecho hincapié en varios de los puntos, pero debía
ser honesto, su cabeza seguía dando vueltas mientras asentía como
si realmente estuviera prestando atención. Alisó un poco el perga-
mino con una mano y empezó a leer:

30
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

1.- Tiene la obligación de concluir sus estudios en el Colegio Hogwarts


de Magia y Hechicería. La intención del Ministerio es reinsertarlo en la so-
ciedad, y para tal, se necesita que esté completamente calificado como mago.
2.- En caso no contar con los medios necesarios para hacerlo, el Mi-
nisterio se encargará de solventar dichos gastos…

Draco dejó de leer.


El estómago le daba vueltas por la espera, y aquellos dos pri-
meros compromisos que había firmado le causaban un malestar
peor. ¿Cómo se suponía que debía volver a estudiar a un sitio don-
de era más que seguro que lo odiarían? Peor aún ahora que no tenía
dinero, ni nada que lo respaldara, ni siquiera sabía si Goyle estaría
allí para ayudarlo como antes… Se tomó un instante rememorando
que antes habían sido tres y que ahora Crable no estaría más con
ellos. Aún dolía.
Dobló nuevamente el contrato y lo metió en el bolsillo para
leerlo luego, cuando estuviera con su madre, lejos de aquel sitio.
Pasó las manos por su cabello, tratando de desenredarlo, aquella
mañana, antes de vestirse le habían permitido ducharse, en una su-
cia y media destruida ducha, que sólo contaba con agua tan helada
que se pasó la mayor parte del tiempo tiritando de frío, también le
habían dado un pequeño jabón y una raída toalla. Pese a ese intento
de ducha, se sentía bastante sucio e incómodo, no podía esperar
más tiempo para meterse en una tina con agua caliente y dejar que
su cuerpo descansase finalmente, tal vez por un par de días cuanto
menos.
Miró el reloj una vez más: 10:59; dio un suspiro, estaba he-
cho, ya había llegado la hora de salir. Se quedó de pie, mirando la
puerta con atención, como si de esa manera pudiera obligar a que
todo terminara más pronto.

31
LIBRO I|Verano
[1] La condena a los mortífagos

La puerta se abrió y una mujer bastante joven con una túnica


de color celeste, le dio una mirada de fastidio, detrás de ella ingresa-
ron un par de aurores.
—Señor Malfoy —dijo con cierto desprecio en la voz—, su
varita —agregó entregándole la varita que él creía ya perdida, estuvo
a punto de preguntar cómo la habían obtenido, pero la mujer siguió
hablando con voz imponente—: Los aurores harán un encanta-
miento de ubicación sobre ella y limpiarán todos los hechizos he-
chos hasta el momento.
Draco asintió y entregó la varita a los aurores, no sin tener
cierto sentimiento de pérdida, ahora que ya la había recuperado, por
tener que separarse tan rápido de ella nuevamente. Uno de ellos
murmuró unas cuantas palabras y un pequeño destello plateado
alumbró la varita por un momento, el otro también agitó su varita,
y de ella emergió una luz roja, ambos aurores asintieron complaci-
dos y se la entregaron de vuelta.
—En treinta días lo esperamos para la revisión, de acuerdo a
lo estipulado en su compromiso.
—Bien —respondió Draco mientras tomaba en sus manos
con cierta ansiedad, la varita nuevamente, la familiaridad y seguri-
dad que le dio ese acto lo hizo sonreír.
—Puede marcharse ahora, hay un traslador esperando afuera
para llevarlo con su madre —le dijo el segundo auror mientras se-
ñalaba la puerta que Draco había mirado con tanta insistencia.
—¿Mi madre no ha venido? —preguntó Draco, algo con-
fundido hacia la mujer que ya en ese momento le daba la espalda.
—¡Pobre, necesita a su mami! —dijo la mujer en tono bur-
lón hacia uno de los aurores que sonrió ampliamente, antes de gi-
rarse hacia Draco, que apretaba la varita más fuerte entre los dedos
tratando de dominar las ganas de responder con algún comentario
mordaz.

32
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Tras la puerta hay un traslador esperando por usted, señor


Malfoy —repitió la mujer pronunciando las últimas palabras con
mucho más desprecio que antes.
Draco suspiró, eso no era más que una pequeña probada de
lo que le esperaba a partir de ese momento, y lo sabía, no tenía más
opción que adaptarse o morir en el intento, y no estaba muy dis-
puesto a dejarse vencer.
«Un Malfoy no se deja vencer», se repitió una y otra vez
mientras caminaba hacia la puerta que le habían indicado, con la
frente en alto, de la manera en que sus padres le habían enseñado a
caminar.

–|– 

Esperaba —últimamente sólo esperaba—, era lo mejor que


podía hacer, lo único que podía hacer. Su utilidad había sido redu-
cida a nada en esta ocasión, no había absolutamente nada que pu-
diera hacer para ayudar a su familia, para ayudar a su hijo. Ya la
suerte estaba echada y esperaba, rogaba y suplicaba, por que esta
vez, la suerte si les sonriera.
Había sido la primera de los tres Malfoy en ser juzgada. Ella
en ese momento no lo sabía pero, el nuevamente publicado «El
Profeta», había echo toda una fiesta de ellos, incluso había instalado
un contador mágico para que los magos estuvieran al tanto de la
cantidad de días faltantes antes de “El gran juicio a la familia Mal-
foy”, que era como lo habían denominado. Realmente tuvo que dar
gracias de estar lo suficientemente aislada como para no enterarse
de eso, y de todas las demás cosas que se decían acerca de ellos, e
incluso de las apuestas que se hacían acerca de sus condenas, por-
que aquello habría terminado por destruir lo poco de cordura que
le quedaba, estando encerrada en ese sitio. En ese horrible sitio.

33
LIBRO I|Verano
[1] La condena a los mortífagos

La celda era completamente gris y apenas iluminada por la


luz de una lámpara en el pasillo. Encadenada de pies y manos a una
de las paredes, con la suficiente distancia para que se pudiera mover
alrededor de la celda, claro, si es que quería cargar con el peso que
las cadenas significaban. Le pareció un trato por demás injusto, no
tenía varita, no había nada que pudiera hacer dentro de esa celda.
Sabía que lo único que buscaban con eso era humillarlos. Hacerlos
sentir como la escoria que ahora representaban para la sociedad. Y
lo habían conseguido.
Todas aquellas noches se las pasó en vela, esperando, sollo-
zando en sus momentos de mayor debilidad, siempre pensando en
ellos, siempre pidiendo para que ellos estuvieran bien. Pensando en
Draco y lo cruel que había sido el destino condenando a un niño a
prisión por seguir los ideales de sus padres. Pensando en Lucius, y
casi resignada a que si había alguien que no escaparía con bien de
aquella situación sería él. Aún recordaba lo culpable que se había
sentido durante los últimos días, cuando habían obligado a Draco a
volver a la escuela, cuando no había podido hablar con él por última
vez, perdiendo la oportunidad de hacer las paces con su hijo. Tam-
bién recordaba aquel momento, durante la batalla final…



Narcissa se retorcía las manos y caminaba de un lado a otro, dete-


niéndose únicamente cuando desde el castillo se escuchaba una explosión, cada
una mucho más fuerte que la anterior. Entonces sólo susurraba sin atreverse a
mirar «¡Qué no sea Draco, Draco no!» antes de volver a caminar de un lado
a otro.
El sonido amortiguado de los pasos de Lucius la hizo girar rápida-
mente, vio a su esposo caminando con lentitud, cojeando ligeramente de una

34
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

pierna, con la túnica totalmente destrozada y con los golpes aún visibles del
último castigo del Lord.
Les había prohibido usar la magia para curarlo.
—¿Qué es lo que te ha dicho? —exigió alcanzando a Lucius y afe-
rrándose a su raída túnica—. ¿Parará pronto con esto?
Lucius negó suavemente con la cabeza, no siendo capaz de pronunciar
palabra alguna, el golpe que recibió en el rostro no le dolió tanto como el dolor
que sentía por no poder hacer nada por su hijo, simplemente agachó un poco
la cabeza, avergonzado.
—¡Tú tienes la culpa! —rugió Narcissa—. ¡Tú le metiste esas ideas
en la cabeza, le dijiste que obedecer al Lord sería lo correcto! —Narcissa se
alejó un par de pasos sintiéndose incapaz de permanecer cerca de él un ins-
tante más.
—Debo ir por Snape —farfulló Lucius luego de una nueva explo-
sión, y viendo como una de las torres del castillo se derrumbaba.
—¡Trae a mi hijo de vuelta! —exigió Narcissa cuando Lucius ya se
había dado la vuelta alejándose con pasos cansados, el hombre se detuvo un
momento pero no volteó, apenas hizo un asentimiento antes de alejarse com-
pletamente.
Narcissa siguió sus pasos hasta que lo perdió de vista, sabía que Lu-
cius estaba sufriendo, sabía que estaba arrepentido de muchas cosas, de la úl-
tima pelea que había tenido con Draco, y más aún, de haberlo metido en me-
dio de aquella batalla que parecía no tener fin, pero también sabía que si
Draco no volvía, que si Lucius no lo traía de vuelta sano y salvo… jamás se
lo perdonaría, y tampoco se lo perdonaría a sí misma, debió haber hecho que
Draco escapara, debió ayudarlo a huir con él, ahora ya era demasiado tarde…



La radio que, hasta entonces, sonaba muy suavemente con


una melodía melosa y hasta cierto punto exasperante, detuvo la

35
LIBRO I|Verano
[1] La condena a los mortífagos

transmisión y Narcissa se alejó de sus pensamientos mientras subía


mucho más el volumen, sabía lo que pasaría a continuación: había
estado escuchando esos reportes durante los últimos quince días,
los quince días que llevaba libre, mientras informaban acerca de las
condenas impuestas a los exmortífagos…
—En una decisión totalmente inaudita y contraria a todo lo que el
mundo mágico esperaba… —empezó a hablar con voz entusiasmada el
locutor—. Siendo ya las cuatro con treinta y cinco minutos de la tarde, el
Wizengamot levantó la sesión, dejando a Draco Malfoy, hijo de los conocidos
mortífagos Lucius y Narcissa Malfoy, en libertad…
Narcissa se dejó caer nuevamente sobre la silla de madera
donde había estado sentada desde aquella mañana, sabía, por las no-
ticias de la radio, que el juicio a Draco sería ese día. No la dejaban
acercarse al Ministerio, y mucho menos hacerle una visita a su hijo,
así que, al igual que había hecho durante el juicio de Lucius, no te-
nía más opción que esperar sentada en aquel lugar al que ahora de-
nominaba hogar, mientras otros decidían la vida de los dos hombres
que tanto amaba.
—Nos informan que tenemos algunos disturbios en el vestíbulo del
Ministerio… —informó la voz del hombre luego de un momento de
silencio—. Sí, así es, al parecer, muchos magos y brujas no están conformes
con el veredicto y han decidido mostrar su descontento plantándose en el vestí-
bulo… —El locutor parecía repetir lo que alguien más le informaba
en ese momento. Narcissa apretó los puños con fuerza, sintiendo
rabia de que toda esa gente quisiera condenar a un niño a algo tan
horrible como la prisión. A su niño—. Los aurores están dispersándolos,
repito, dicha manifestación está siendo ya dispersada, así que lo mejor será no
acercarse… —El locutor pareció quedarse sin palabras un momento
más. Narcissa contuvo el aliento. Si había algo que no iba a hacer,
sería alegrarse por la libertad de su hijo hasta que no lo tuviera en
casa, y esperaba que eso fuera muy pronto—. Bueno, sí señores, me di-

36
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

cen que el disturbio ha sido controlado rápidamente, el Ministro en persona al


parecer salió a pedir a la población que se retirara, y nos dará una conferencia
de prensa esta noche, no se preocupen, que la podrán escuchar como cada no-
ticia importante, en su radio confiable de siempre: TWR 3. Y antes de conti-
nuar con la transmisión, hagamos un conteo. Van siendo treinta y siete en to-
tal los mortífagos de alto rango que han sido juzgados, siendo Draco Malfoy el
segundo en ser liberado, la primera fue Narcissa Malfoy. Se corren rumores
de que fue el mismo Harry Potter el que abogó por ambos antes de que los jui-
cios dieran inicio, por algún tipo de deuda de vida, aunque como siempre su-
cede con «El gran salvador del mundo mágico», no nos han confirmado nada.
Hasta ahora la condena más corta impuesta por el Wizengamot ha sido a
Gregory Goyle, quien según muchos testigos, sí participó en la batalla final,
aunque no cuenta con la Marca en el brazo y no asesinó a nadie, fue conde-
nado a cuarenta años en la nueva prisión de alta seguridad de Azkaban. Las
condenas más altas han sido, como la comunidad mágica clamaba, pena de
muerte, la cual se ha aplicado ya a veinte de los treinta y siete mortífagos juz-
gados. Sigue siendo un giro muy interesante la liberación de Draco Malfoy, a
quien todos daban por condenado a cadena perpetua luego de saberse su parti-
cipación en el asesinato del director Albus Dumbledore. Al parecer el Wizen-
gamot parecer haber sido mucho más blando con él, recibiendo la misma con-
dena que los magos y brujas que formaban parte de las filas inferiores de Us-
tedes-saben-quien, dicho número asciende a cientos de magos. Sabemos que
los Malfoy no cuentan ya con nada de la riqueza que antes los caracterizaba,
y que los hacía tan influyentes, así que sólo nos queda confiar en que el criterio
del Wizengamot sea el adecuado y no estén cometiendo un error al dejar en las
calles a uno de los más jóvenes mortífagos, y no importa, a mi parecer, señores,
si es que lleva o no la marca en el brazo, es un mortífago y…
Narcissa decidió que había escuchado demasiado, su hijo ha-
bía sido liberado y eso era lo importante, lo único que importaba
ahora. Mejor sería ponerse a preparar todo para cuando llegara, sa-

3
The Wizard Radio. “La radio del mago” en español.

37
LIBRO I|Verano
[1] La condena a los mortífagos

bía que la vida sería dura de ahora en adelante, pero al menos tenía
a su hijo al lado y eso siempre sería un gran alivio.

–|– 

Draco no se había dado cuenta de cuánto tiempo llevaba en-


cerrado hasta un día antes, cuando leyó que en el compromiso que
había firmado, figuraba la fecha: 20 de julio de 1998. Él podría jurar
que llevaba años o quizá décadas recluido. Durante la primera se-
mana que permaneció en esa celda había intentado llevar la cuenta,
pero pronto desistió, pensó que era mejor no saber. Evitar un poco
más la desesperación.
Ahora, con el compromiso guardado en el bolsillo y la varita
en la mano, mientras se acercaba a aquella botella vacía de cerveza
de mantequilla, que era un traslador, para llegar a casa, con su ma-
dre, empezaba a pesarle sobre los hombros el tiempo que había
permanecido en la oscuridad; casi tres meses sin ver el verdadero
cielo, la luna o el sol, sin ver a sus padres… cambió su línea de pen-
samiento mientras se sujetaba con más fuerza de lo normal a la bo-
tella vacía, no quería pensar en sus padres aún, no sabía bien qué
era lo que había pasado con su padre, sólo que estaba muerto, pero
su madre estaba afuera, en algún lugar esperándolo, y eso era ya
bastante reconfortante, con eso bastaba por el momento.
—En diez segundos, Malfoy —dijo la voz aburrida de un au-
ror detrás de él.
Draco sólo asintió desinteresadamente, iniciando su propia
cuenta regresiva en la cabeza; sentía cómo el corazón se le agitaba y
cómo se le empezaba a hacer difícil respirar, apenas iba en siete en
su cabeza cuando la presión en su estómago aumentó significativa-
mente. Por lo que le pareció un tiempo demasiado largo, su cuerpo
fue presionado y jalado en todas direcciones, mientras, alrededor,

38
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

los colores y las luces cambiaban rápidamente. Sus oídos comenza-


ron a zumbarle, y de pronto pudo sentir al fin un piso bajo sus pies.
Sus piernas se flexionaron ligeramente para no caer, cuando por fin
se mantuvo en equilibrio, abrió los ojos, aunque no se había dado
cuenta que los tenía cerrados. Parpadeó un par de veces tratando de
acostumbrarse a la deslumbrante luz que iluminaba todo aquel si-
tio. Soltó la botella que había usado de traslador, ésta cayó al piso
haciendo un sonido grave y redundante, aunque no se rompió. Pero
eso no le interesaba a Draco, lo único que le importaba era la silueta
que tenía delante, la mujer que tenía enfrente, que lo miraba de
aquella manera que hacía que su corazón se entibiara y su confianza
creciera; la manera en que su madre lo miraba.
Narcissa apretó los labios ligeramente, viendo a su hijo mate-
rializarse delante de ella. Por un instante, no supo exactamente qué
hacer, sus músculos y miembros se habían petrificado y lo único
que atinaba a hacer era mirarlo, mirar cada golpe, cada cabello fuera
de lugar, lo delgado que se veía, los dedos y las manos lastimados, la
forma en que sujetaban con tanta fuerza la varita. Su mirada, su mi-
rada tan similar a la de Lucius, sus ojos y sus facciones, parecía lige-
ramente asustado, o tal vez sorprendido.
Sus movimientos fueron sincronizados. Ambos dieron un
par de pasos a través de la habitación y se reencontraron en un abra-
zo cálido y fuerte, un abrazo que hablaba de dolor, de arrepenti-
miento, de añoranza… Draco se dejó envolver en el calor de su
madre y pensó que sería genial quedarse allí para siempre, en un lu-
gar donde se sentía protegido, donde sabía que ya nada malo pasa-
ría. Sintió las lágrimas tibias de su madre desplazarse por su cuello
y, por primera vez desde que había estado encerrado, se permitió
seguir a su madre y llorar también. Llorar de felicidad por verla, de
pena por sus amigos caídos, por su padre, llorar por la incertidum-
bre del futuro, llorar por que al fin y al cabo, era un niño de apenas

39
LIBRO I|Verano
[1] La condena a los mortífagos

dieciocho años que había sido lanzado a un mundo hostil… llorar,


porque no sabía que más podía hacer.

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Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

2
Después de la guerra

“Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.”


Pablo Neruda (1904-1973), poeta chileno

3 de mayo de 1998, dormitorio de la casa de Gryffindor, Colegio


Hogwarts de Magia y Hechicería

H
arry no recordaba en realidad cuántas horas llevaba
despierto, o cuánto tiempo llevaba luchando cuan-
do, junto a Ron y Hermione. Abandonó la oficina
del profesor Dumbledore. Sintió que a cada paso que daba, las
piernas se le debilitaban más y más, que los párpados se le hacían
más pesados, y que el cansancio cubría su cuerpo completamente.
Vagamente recordaba haber llegado hasta lo que quedaba de
los dormitorios de chicos en la torre de Gryffindor y haber gruñido
una despedida hacia sus amigos mientras apoyaba la cabeza en la
almohada, ni siquiera prestó atención a la bandeja llena de empare-
dados y de jugo de calabaza que esperaba por él, simplemente cerró
los ojos e inmediatamente, fue absorbido hacia el mundo de los
sueños.
El sueño era grato, en el sueño él estaba feliz. Inconsciente-
mente recordó que llevaba mucho tiempo sin tener un sueño feliz,

41
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

uno que no hablara de guerra, de muertes o de dolor, y se decidió a


disfrutarlo al máximo: estaba soñando con su madre y su padre; los
tres estaban junto al lago, y era primavera, las flores llenaban de co-
lor el paisaje, mientras la luz del sol iluminaba todo de manera casi
irreal. El castillo se veía como si nunca hubiera pasado nada malo
en el, como si la guerra no hubiera existido. Él estaba sentado junto
a sus padres, conversando tranquilamente, como si fuera algo que
hicieran toda la vida, a lo lejos pudo ver a Remus y Sirius caminan-
do hacia ellos, aunque no parecían tener muchas ganas de alcanzar-
los.
Sirius tenía un brazo alrededor de Remus y ambos reían de
una manera que Harry jamás les había visto. En ese momento, su
madre levantó el brazo y acarició su mejilla, llamando su atención
nuevamente, Harry sonrió ante la mirada de su madre y en cuanto
ella abrió la boca para decir algo, sintió que alguien lo movía de
manera brusca, arrancándolo del maravilloso sueño que estaba te-
niendo en ese momento.
Parpadeó un par de veces, todavía un poco confundido y
adormilado. Delante de él, con los brazos en jarro y mirada nada
agradable, estaba Ginny. Harry trató de no enfadarse con ella, en el
fondo se sentía contento de que hubiera venido a buscarlo, tenía
que reconocer que la había extrañado bastante…
—Hola —murmuró Harry ahogando un bostezo, por la ven-
tana podía ver que el cielo ya estaba oscuro; se preguntó cuántas
horas habría dormido, pues recordaba que era de día al quedarse
dormido, y aunque ahora aparentemente era de noche, aún se sen-
tía demasiado cansado, casi como si no hubiera dormido más que
un par de minutos.
—¿Hola? —replicó Ginny. No parecía tan contenta como
esperaba. Harry vio que la cama de Ron seguía con los doseles ce-
rrados y supuso que tanto Ron como Hermione aún permanecían

42
LIBRO I|Verano
[2] Después de la guerra

en el interior durmiendo—. ¿Eso es lo único que vas a decir? —


continuó Ginny.
Harry la miró interrogantemente y pensó que seguro se de-
bía al cansancio que aún sentía, puesto que realmente no compren-
día por qué Ginny estaba tan enojada.
—Los chicos aún están durmiendo y yo…
—Ya —bufó Ginny—. Abajo todos te han estado esperando
durante horas. Yo te he estado esperando durante horas, no sabía-
mos a dónde habías ido o si te había pasado algo.
—Oh —Harry arrugó el ceño pensando que era un poco so-
bre protector que la gente creyera que le podía pasar algo, sobre to-
do ahora que Voldemort estaba muerto—, pues he estado aquí,
durmiendo… —sonrió hacia Ginny, mirándola ahora con más aten-
ción y tratando de desentramar el por qué de tanto enojo, aunque
no ayudaba que la chica siguiera con los brazos en jarra y esa mirada
fiera—. A decir verdad aún tengo sueño y pensé que ustedes tam-
bién estarían cansados.
—¿Dormir? —replicó Ginny, su ira no parecía disminuir—.
Te he estado esperando por casi diez meses, y tú prometiste que
luego de la guerra todo estaría bien, sin embargo, cuando ésta se
acaba, lo primero que haces es meterte a tu cama a dormir. ¿Qué
hay de mí? ¿Qué hay de tu promesa?
Harry empezó a molestarse realmente, apenas habían pasado
algunas horas de que todo hubiera terminado, y lo único que nece-
sitaba era dormir, descansar, aclarar su mente y tratar de asimilar
todo lo que había pasado. Esperaba que la gente lo comprendiera,
que al menos Ginny lo comprendiera. No necesitaba esa discusión
en ese momento. Suspiró tratando de calmarse y miró directamente
a los ojos café de Ginny, brillaban mucho, al igual que su rojo cabe-
llo.

43
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Escucha… hemos estado despiertos durante más de dos


días… y realmente estoy agotado, sé que tú y yo tenemos que ha-
blar, y mucho, no tienes idea de cuánto te he extrañado —extendió
la mano lo suficiente para acariciar el dorso de la mano de la chica,
sintiendo su cálida y suave piel, aunque ella no cedió en su postu-
ra—. ¿Por qué no te quedas conmigo y dormimos un rato primero?
Luego podremos hablar todo lo que quieras…
Ginny negó con la cabeza y se alejó un paso.
—Hay gente esperándote abajo.
—¿Gente?
—El Ministro, mis padres, los que quedan de la orden, auro-
res, reporteros… todos quieren hablar contigo —explicó Ginny.
—Bien… supongo que todos ellos tendrán que esperar —
respondió Harry encogiéndose de hombros y entercándose, si en
verdad estaban agradecidos porque había matado al cara de serpien-
te, lo mínimo que merecía era que le dejaran descansar en paz, y lo
iban a hacer por las buenas o por las malas.
—¿Esperar?
—Sí. Por ahora, lo único que quiero hacer es descansar —
extendió la mano nuevamente para alcanzar a la de Ginny, esperan-
do por alguna reacción que no apareció—. Lo siento… —
murmuró, vencido antes de apartarse y darle la espalda completa-
mente para arroparse y dormir, sabía que no necesitaría demasiado
esfuerzo para lograrlo, todos los músculos de su cuerpo, músculos
que ni siquiera sabía que existían, se quejaban y reclamaban envian-
do una gran cantidad de dolor y amodorramiento. Pasaron un par
de minutos, o eso le pareció a él, antes de sentir el peso de alguien
sobre su cama, abrió los ojos para ver a Ginny, que se acurrucaba a
su lado. Harry extendió los brazos gustoso para poder abrazarla, as-
pirando su aroma, suspiró contento.

44
LIBRO I|Verano
[2] Después de la guerra

–|– 

Al día siguiente, muy tarde ya, Harry había despertado. A su


lado ya no se encontraba Ginny, estaba solo en la cama, notó enton-
ces a sus amigos, Ron y Hermione, que conversaban en murmullos
sobre la cama del pelirrojo, con una gran bandeja de comida sobre
las piernas. Harry no se sentó aún, permaneció con los ojos fijos en
sus amigos, disfrutando de lo relajados y felices que se veían uno al
lado del otro, recordó, ahora con algo más de gracia, la forma en
que la noche de la batalla final —¿o era ya madrugada?— se habían
besado, parecía que había pasado demasiado tiempo desde enton-
ces… Podía sentir la luz del sol entrando por la ventana y calentan-
do la habitación de manera agradable, y entonces lo notó… ¿Cómo
no se había dado cuenta después de que Voldemort muriera? Tal
vez había estado demasiado aturdido y cansado para percibirlo, pero
ahora sí lo notaba, podía ver a sus amigos con total claridad, podía
ver sus rostros sonrientes, la comida en la bandeja, las paredes alre-
dedor, podía ver todo con total claridad, sin necesidad de los len-
tes…
—¿Harry? —llamó Hermione con voz casi temerosa, Ron
volteó para mirarlo con atención, Harry sonrió ligeramente antes de
sentarse por completo en la cama.
—Chicos… ¿Cuánto tiempo llevan despiertos?
—Apenas una hora… —Ron parecía un tanto aturdido.
—Hemos dormido por más de veinticuatro horas seguidas
—informó Hermione—, no puedo creer que hayamos dormido
tanto.
—Supongo que estábamos cansados —comentó Harry esti-
rándose, realmente se sentía bastante descansado.
—Kreacher nos ha traído la comida, dice que McGonagall
espera por nosotros, que cuando nos despertemos y estemos listos,

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

debemos ir a verla, tiene mucho que hablar con nosotros —


continuó hablando Hermione mientras Ron se metía otro panecillo
en la boca, disfrutando del sabor. Aquel gesto hizo que las tripas de
Harry rugieran sonoramente, haciendo que se sonrojara ligeramen-
te ante la mirada reprobatoria de Hermione.
—Lo siento… Creo que tengo hambre.
—Ven, hay comida para los tres —dijo Ron con la boca llena
y agitando una mano para que se acercara. Harry se quitó las mantas
de encima, notando que aún usaba parte de la ropa que había usado
un par de días antes, durante la última batalla. Aquel pensamiento
lo perturbó bastante. De pronto, las escenas de todos los que habían
muerto, de Fred, de Colin, de Tonks, de Remus… la imagen de los
cadáveres apilados a un lado del gran comedor, volvieron a su men-
te con fuerza, tembló ligeramente, deseando poderse arrancar todas
esas prendas que aún llevaban impregnado el olor de la batalla.
—Hay ropa limpia en el baño, Ron y yo ya nos hemos du-
chado… puedes hacer lo mismo si deseas —dijo Hermione luego
de un instante de silencio, Harry asintió sin mirarla, sabía que había
entendido lo que pasaba, seguro que a ellos les había pasado lo
mismo.

–|– 

La ducha le había tomado más tiempo del previsto.


Quería que el agua y el jabón se llevaran todos los recuerdos
de la guerra, la desesperación en la cara de sus compañeros… la
muerte.
Sus amigos parecieron entender su estado de ánimo, pues
durante la comida que compartieron, permanecieron en un tran-
quilo y pacífico silencio, apenas roto por comentarios triviales, co-
mo lo tarde que era, o lo mucho que habían podido descansar al fin.

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LIBRO I|Verano
[2] Después de la guerra

Los tres se encaminaron hacia la oficina de la profesora


McGonagall. Los pasillos estaban destruidos, había manchas de
sangre y paredes caídas; era lo que la guerra les había dejado, lo que
derrotar a Voldemort les había costado.
—Me alegro que los tres se encuentren mucho mejor —dijo
la profesora en cuanto los vio entrar a la oficina, aún lucía un poco
pálida y un cardenal en su mejilla demostraba su participación en la
batalla.
—Gracias —respondieron los tres a la vez, sentándose en las
sillas que la profesora les indicaba, mientras ella los miraba de una
manera diferente a las veces anteriores, había algo de orgullo en su
mirada. Harry recordó cuando había aplicado la maldición cruciatus
a uno de los hermanos Carrow por agredirla, y se sintió avergonza-
do por haber usado aquella maldición delante de la profesora.
La profesora McGonagall les informó acerca de todo lo que
había pasado durante ese día, de cómo los aurores estaban termi-
nando de encerrar a todos los mortífagos, y además, liberando pri-
sioneros escondidos en casas de muchos de esos mortífagos. Cómo
la comunidad mágica se estaba poniendo en pie para reponerse de
todas las perdidas y, con los ojos ligeramente húmedos, también les
informó acerca de los funerales que se realizarían al día siguiente,
cerca de donde se había enterrado al profesor Dumbledore, donde
se crearía un monumento a todos los caídos durante esa batalla y
durante la guerra.
Harry no quería escuchar todo aquello, su mente se puso en
blanco, tratando de alejar toda esa información, no la necesitaba
más, no quería saber más. Preferiría estar sordo y ausente de esa
reunión, y de cualquier otra que tuviera que ver con sepelios, ce-
menterios, monumentos y reconocimientos… de pronto, volver a
la cama del dormitorio de Gryffindor se le hacía más deseable que
nunca.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Después de pasar más de una hora escuchando a la profesora


McGonagall, y repitiendo que habían cosas que no podían contar
acerca de lo que había pasado realmente, ella los dejó ir, indicándo-
les que en el gran comedor, la familia Weasley los esperaba ya.
Harry caminó como en un sueño por los pasillos, junto a sus
dos amigos, hasta el gran comedor, donde la familia Weasley, los es-
peraban. Casi ni sintió los abrazos y palmadas de los demás miem-
bros de la familia, o el beso que Ginny le dio en la mejilla, notando
más que nunca la ausencia de Fred. George estaba a un lado de su
padre, luciendo ojeroso y cansado, ya no había ni una gota de la
chispa de antes en esos ojos, era como si estuviera incompleto, le
faltaba su otra mitad; le faltaba Fred.
La señora Weasley le abrazó y lloró en su hombro por bastan-
te rato, y él correspondió al abrazo, masajeando suavemente su es-
palda y buscando qué hacer o decir para sanar sus heridas y calmar
su dolor. Con mucha pena y frustración, se dio cuenta de que no
había nada que pudiera hacer. Había podido vencer a Voldemort tal
como todos esperaban, había sido la pieza clave para terminar con
una horrible guerra, incluso había dado su vida por eso y, sin em-
bargo, era incapaz de consolar de la manera adecuada a aquella mu-
jer que tanto había hecho por él. Se sintió mucho peor que antes.
Pese a las protestas de Ginny, Harry decidió quedarse en
Grimmauld Place. No soportaba estar en la escuela más tiempo, no
cuando cada rincón le recordaba tanto a todo lo que había pasado.
Aquel castillo había sido su hogar, su verdadero hogar, pero ahora,
por el momento, no era más que un lugar macabro del cual le gus-
taría escapar lo más de prisa posible.
Los demás miembros de la familia Weasley entendieron sus
deseos y no pusieron mayores reparos, comentaron que irían a visi-
tarlo lo más pronto posible, aunque aún les faltaba pasar uno de los
tragos más amargos, el entierro de Fred y de todos los demás caídos.

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LIBRO I|Verano
[2] Después de la guerra

–|– 

Aquella misma tarde, se había instalado junto a Ron y Her-


mione en Grimmauld Place. Kreacher había ido a ayudarlos y a
limpiar un poco, aunque en realidad, la casa lucía tal y como la ha-
bían dejado muchos meses atrás.
Hermione tenía una mirada extraña mientras juntaba y api-
laba los pergaminos que aún estaban sobre la mesa del comedor,
aquellos en los que habían urdido sus primeros planes para llegar al
ministerio y hacerse con el guardapelo de Slytherin que tenía Um-
bridge. Por sólo un instante, Harry se preguntó qué habría sido de
aquella mujer ahora que la guerra había terminado, luego de que
ella participara en los planes de Voldemort.
Harry y Ron decidieron compartir la misma habitación que
habían compartido durante su estancia en quinto año, y Hermione
se instaló en la habitación de al lado.
No cargaban con ninguna de sus pertenencias, apenas con
un par de mudas de ropa que la señora Weasley había dejado para
ellos, las demás cosas que tenían, habían sido dejadas en casa de
Fleur y Bill, quienes habían prometido pasar a dejarlas al día si-
guiente, luego del funeral.
Cuando Harry se dejó caer en la cama nuevamente, era muy
tarde, había estado recorriendo la casa, recordando cuando Remus
se había aparecido allí y habían discutido, aquello le hizo recordar al
pequeño Ted, de apenas menos de un mes de nacido, su ahijado, a
quien debía cuidar y apoyar de ahora en adelante, ahora que su pa-
dre… que ambos padres, habían muerto.
Otra de las cosas que de alguna manera lo había distraído du-
rante la tarde, era que Hermione notara la ausencia de sus gafas, él
también las extrañaba, y había intentado usarlas durante la reunión

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y el Fabricante de Pociones 1

con la profesora McGonagall, pero se dio cuenta de que sólo le da-


ñaban la vista, se sentía raro sin ellas, pero ya no las necesitaba más.
Había —bajo pedido de Hermione y para probar su teoría—
intentado hablar pársel, pero no había podido, entonces la chica ha-
bía dicho que recordaba uno de los libros del profesor Dumbledo-
re, en donde se explicaba que el objeto usado como Horcrux, de al-
guna manera quedaba dañado, y que entonces seguramente una vez
muerto Voldemort, Harry se había recuperado de aquel daño, es
decir, había recuperado la vista, y había perdido la parte de poderes
que Voldemort le había concedido: hablar pársel.
Harry no podía decir que extrañaría aquel don, estaba seguro
que era lo mejor, no quería tener ni un solo vestigio de Voldemort
—o de su alma— en su cuerpo. Nunca más.

–|– 

Los funerales se llevaron a cabo al mediodía. Ron, Hermione


y Harry habían aparecido en la entrada de Hogwarts, los tres lu-
ciendo sus túnicas oscuras y caminando en silencio a través de los
jardines.
Ron tomaba la mano de Hermione mientras la chica enros-
caba su brazo en el de Harry, y así se fueron acercando al gran gru-
po de sillas que estaban colocadas de la misma manera que durante
el entierro del profesor Dumbledore, sólo que esta vez había mucha
más cantidad de ellas, y mucha más gente también. Conforme se
acercaban, la gente empezaba a señalarlos y murmurar cosas. Harry
se sintió cada vez más incómodo. Incluso pensó en la idea de desa-
parecer de allí y refugiarse en su habitación una vez más. Hermione
presionó su mano un poco más fuerte contra su brazo, y le hizo le-
vantar la mirada, los castaños ojos de la chica trataron de infundirle
ánimos.

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LIBRO I|Verano
[2] Después de la guerra

Harry tomó una bocanada de aire y se apresuró a caminar


hasta donde los Weasley estaban esperando.
En cuanto llegaron, Ginny hizo una mueca de disgusto
mientras se movía lo más cerca posible de él, y tomaba su mano li-
bre. El contacto le pareció agradable y reconfortante, entrelazó sus
dedos con los de ella, y de pronto, se vio libre del agarre de Her-
mione mientras saludaba nuevamente a todos los Weasley, para lue-
go seguir hasta donde se encontraba Andrómeda, cargando un pe-
queño bebé, envuelto en una liviana manta celeste.
—Lo siento mucho —murmuró Harry, no sabiendo qué más
se podía decir en un momento así, la mujer levantó la vista y trató
de esbozar una sonrisa, aunque lo que apareció fue más una mueca.
Harry se agachó un poco más para apreciar al pequeño bebé, que
dormía en brazos de su abuela, completamente ajeno a todo lo que
estaba pasando, ignorante de que había perdido a sus padres sólo un
par de días antes.
—Mi hija y Remus hablaban mucho de ti, me contaron so-
bre su decisión de que fueras el padrino.
—Sí… Yo acepté, por supuesto —contestó Harry, deslizando
con temor un dedo sobre la mano cerrada del pequeño.
—Espero que vengas muy pronto entonces, Teddy necesitará
mucho de nosotros ahora que… —Andrómeda apretó los labios y
desvió la vista hacia el pequeño. Harry sabía que estaba conteniendo
las lágrimas, suavemente posó una mano sobre el hombro de la
mujer.
—Estaremos para él…
La mujer sólo asintió en silencio, incapaz de decir una pala-
bra más.
La ceremonia se inició sólo un momento después, el mismo
mago anciano que había llevado a cabo el entierro del profesor
Dumbledore, estuvo en frente. Ginny no soltó su mano en ningún

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

momento. De vez en cuando, Harry les lanzaba miradas a sus ami-


gos, Hermione lloraba, recostando la cabeza sobre uno de los hom-
bros de Ron, mientras que el chico, miraba todo de manera ausen-
te. Sabía que se estaba conteniendo, al igual que él, por no salir co-
rriendo, o por no quebrarse delante de toda esa multitud.
Después de terminada la ceremonia, y de que todos los ataú-
des blancos ardieran y se fundieran con la tierra, Harry se encontró
rodeado de muchos de los miembros de la Orden que habían so-
brevivido a la guerra, todos estaban aliviados y tenían deseos de feli-
citarlo, porque, al fin había logrado cumplir con la misión que
Dumbledore le había encomendado, aunque no quiso, aún así,
contarles de qué se trataba dicha misión.
Harry sí trató de explicarles acerca de la participación de
Snape en todo aquello, y de cómo él había sido uno de los grandes
responsables de la victoria. Los miembros de la Orden, incluyendo
al provisional ministro Kingsley lo miraban no muy convencidos.
Harry entendió que tendría que trabajar más duro para limpiar el
nombre del profesor; después de todo, se lo merecía, era uno de los
hombres más valientes que había conocido, y dejando de lado todo
lo personal, no sería justo que su nombre no quedara en alto y lim-
pio.
Incontinenti de aquella tarde, en la que había hablado con
demasiada gente, había vuelto junto con sus amigos a casa, y había
decidido encerrarse allí. De pronto, el salir a la calle y ver el mundo,
no le apetecía en lo más mínimo, prefería permanecer allí, en silen-
cio, en paz y calma.
Lo único que perturbaba esa ansiada paz era Ginny, que iba
todas las tardes a verlos. Hermione aprovechaba el momento para
desaparecer con Ron, dejándolos solos, en un inicio todo había es-
tado bien, Harry sentía alivio en los brazos de ella, en sus caricias y
sus besos, cada vez más osados, sin embargo, poco a poco, todo se

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LIBRO I|Verano
[2] Después de la guerra

volvió abrumante. Ginny le exigía abandonar ya su encierro, le co-


mentaba acerca de todas las ceremonias y celebraciones que se esta-
ban realizando en el mundo mágico, de la reconstrucción de la es-
cuela y de cómo todos clamaban para que «el Gran Salvador» hiciera
su aparición.
Harry se seguía negando a aquello, no quería saber nada de
lo que pasaba fuera de esa casa, de cómo la gente estaba siendo cap-
turada o rescatada, ni siquiera quería recibir ya El Profeta, sabía que
sus amigos sí lo leían, y que diariamente, llegaba una copia a casa,
pero él simplemente no estaba interesado.
La insistencia de Ginny era algo que cada vez lo ponía de
peor humor, y al final, con la única con la que pudo hablar de ello
había sido con Hermione, aprovechando que Ron había ido a visitar
a George.
—Lo que necesitas es un cambio de aire —le dijo Hermione
mientras guardaba todas sus cosas en el baúl de viaje—, salir de
aquí…
Harry bufó fastidiado y se sentó en la cama mirando a su
amiga con el ceño fruncido
—No me entiendes, tengo que convencer a Ginny de que
me deje de presionar para salir, y tú vienes y me pides lo mismo…
—No, no, Harry —Hermione se acercó a él, tomando sus
manos—. Me refería a salir de Londres, salir de Inglaterra, tomar
unas vacaciones o algo así… alejarte de todo esto.
—Oh…
—Tal vez Ginny pueda ir contigo —aventuró Hermione,
Harry negó rápidamente con la cabeza.
—Ella… no creo que sea buena idea —Harry suspiró pro-
fundamente, recordando lo fácil que era pelear con la chica últi-
mamente—. Yo sé que la extrañaba y pensaba en ella y en lo que
habíamos tenido antes, siempre lo hacía, pero ahora… ahora las co-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

sas son diferentes, y no como cuando estuvimos juntos en la escue-


la…
—Todos hemos pasado por una guerra… supongo que todos
hemos cambiado, especialmente tú, ahora eres diferente.
Harry evitó la mirada de la chica, sopesando sus palabras. Sí,
se sentía diferente, ya no había nadie persiguiéndolo o queriendo
matarlo, ya no había ninguna amenaza sobre sus amigos… pero aún
así, pese a que sabía que ya todo había terminado, y que era libre de
vivir, no quería, no podía hacerlo, se sentía culpable por hacerlo
cuando habían muchos que no lo harían, sólo deseaba estar ence-
rrado allí, quizá por el resto de su vida…

–|– 

Aquella noche, Ginny apareció nuevamente, se veía algo mo-


lesta cuando entró al salón para alcanzar a Harry, que leía, sentado
sobre la alfombra, uno de los pocos libros de quidditch que tenía.
—¿Hoy tampoco te apetece salir? —preguntó la chica sen-
tándose a un lado de él y quitándole el libro de las manos.
Harry se preguntó por qué para ellos dos era tan difícil pasar
el tiempo como Ron y Hermione, a veces, sólo sentados en algún
lugar, leyendo o escribiendo, sólo disfrutando de la presencia del
otro.
—No, y no insistas.
Ginny hizo un puchero y se inclinó hacia delante, Harry tu-
vo una mejor visión de su escote y sus pechos, mientras sentía las
manos de Ginny sobre sus brazos, jalándolo.
Harry suspiró profundamente, y completó el espacio que
quedaba entre ellos para besarla, lenta y suavemente, como tenía
costumbre hacerlo, mientras ella se apretaba cada vez más contra su
cuerpo. Podía sentir sus pechos apretando su propio pecho, y las

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LIBRO I|Verano
[2] Después de la guerra

piernas de ella presionando sus piernas, las sintió bastante peque-


ñas, era como si recién notara lo pequeña que era. No supo exacta-
mente en qué momento, pero pronto, una de las manos de Ginny
estaba sobre su miembro, presionando aún sobre la tela del panta-
lón, ahogó un pequeño grito sobre los labios de Ginny mientras re-
trocedía en la alfombra todo lo posible para alejarse.
Ginny soltó el aire enfadada y lo miró a los ojos, sus mejillas
estaban sonrojadas.
—No te excito.
—¿Cómo dices? —preguntó Harry sonrojándose también.
—Que no te excito, no soy lo suficientemente buena para
hacerlo —Ginny se cruzó de brazos y desvió la mirada. Harry rogó
por que no se pusiera a llorar.
—¿Ginny?
—No me digas nada, seguramente te gusta alguien más y por
eso yo no te excito.
—Pero, ¿acaso tú quieres…? —Harry dejó las palabras en el
aire, esperando que su novia continuara por él, se sentía tan incó-
modo hablando con ella de eso.
—Sí, por supuesto que quiero, eres tú el que noche tras no-
che me evita, no te gusta que te bese o que te toque, porque yo no
te gusto, porque seguramente te gusta alguien más. —Ginny se pu-
so en pie y acomodó sus ropas, sin mirarlo, ni una sola vez.
Harry permaneció sentado mirando a la chica, y lo bella que
estaba con el cabello suelto cayéndole sobre la espalda, sus labios
sonrojados y sus figura delineada bajo las ropas, sin embargo, ella
tenía razón, a él sólo le parecía que se veía bien, o linda, pero no era
algo que lo excitara…
—¿Vas a volver mañana? —preguntó cuando la chica ya esta-
ba cerca de la chimenea para regresar a su casa.
—¿Para qué lo haría?

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Para… conversar o pasar el tiempo juntos, podríamos… —


Harry se detuvo cuando vio la mueca de fastidio en el rostro de
Ginny, y observó, en silencio, cómo la chica desaparecía por medio
de la red flú, en cuanto lo hizo soltó un gran suspiro, y se dejó caer
completamente de espaldas. Había intentado permanecer comple-
tamente en blanco, no pensar en absolutamente nada, no preocu-
parse por más nada en el mundo. Sin embargo ahora estaba Ginny,
un problema que lo obligaba a meditar, y él no quería hacerlo, por-
que meditar implicaba recordar, y no estaba listo para hacerlo, aún
no.

–|– 

Luego de aquella tarde, Ginny no volvió a aparecer, habían


pasado unos cuantos días, y Harry no quería reconocer que se sen-
tía más a gusto sin la angustiante presencia de la chica.
Ron ya le había dicho que Ginny le mandaba decir que era
su turno de buscarla en la Madriguera, y aunque su amigo parecía
un poco enfadado por todo lo que estaba pasando, se medía de no
hacer ningún comentario, Harry intuía que Hermione tenía algo
que ver en el asunto.
Una de aquellas tardes, tres semanas después de que la gue-
rra hubiera terminado, Harry y Ron jugaban al ajedrez mágico,
mientras Hermione repasaba unos folletos sobre el sofá. Harry ha-
bía querido preguntar de qué se trataban, pero, imaginando que
eran lugares en los cuales estudiar, o carreras que seguir, no se ani-
maba a hacerlo, no quería iniciar una charla sobre el futuro tampo-
co, entonces fue cuando Ron soltó el comentario. Harry estuvo se-
guro que se le había escapado, y aunque ya se le habían escapado
antes comentarios referente a lo que pasaba afuera, éste si logró cap-
tar su atención, puesto que tenía una palabra clave: Malfoy.

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LIBRO I|Verano
[2] Después de la guerra

Harry levantó la vista rápidamente del tablero.


—¿Qué fue lo que dijiste?
—Lo siento —se apresuró a responder Ron, frunciendo el
ceño y mirando hacia Hermione que ya dejaba los folletos a un la-
do.
—No, lo digo en serio, ¿qué dijiste de los Malfoy?
—Oh, pues… —Ron dudó un instante antes de volver a ha-
blar—… que sería bueno que mañana en la noche escuchemos la
radio, porque darán la respuesta a la petición de Lucius Malfoy de
juzgarlos por separado y no como familia.
Harry se dejó caer completamente sobre la silla, y luego miró
a Hermione en busca de alguna explicación, como la chica no con-
testó, no le quedó más opción que preguntar en voz alta lo que
pensaba.
—¿Los Malfoy están detenidos? ¿Por qué están detenidos?
—Veras, tú no querías que nadie te hablara de esto, por eso
no lo hicimos… —empezó a explicar Hermione con voz nerviosa,
Harry se mordió un labio, sintiéndose de pronto culpable, le pare-
cía que sus amigos incluso le tenían terror.
—Lo sé, pero ahora sí quiero saber, por favor —dijo con voz
suave y tratando de sonreír hacia la chica, que sólo suspiró y asintió,
mucho más tranquila antes de comenzar su relato.
Harry se enfadó. Los Malfoy no habían sido del bando
bueno, no habían sido informantes ni mucho menos, sin embargo,
Narcissa Malfoy había sido clave para él al no delatarlo delante de
Voldemort en el bosque. Lucius Malfoy había estado angustiado por
su hijo, había sido golpeado, maltratado y humillado delante de su
familia, y en su propia casa, y Draco, pues… Draco no era más que
un chiquillo con miedo, que había sido obligado a realizar la mitad
de las cosas que había hecho, y aunque le costara admitirlo, si él
hubiera estado en la misma posición, hubiera hecho todo lo posible

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

por salvar a sus padres. No, definitivamente los Malfoy no eran


buenos, pero tampoco eran malos, y aún tenía una deuda con Nar-
cissa.
Escuchó atentamente todo el relato, los Malfoy volviendo a
casa después de la batalla, y los aurores esperando por ellos en la en-
trada de la mansión, listos para detenerlos, como actualmente esta-
ban en celdas separadas, y como el Wizengamot iba a decidir la tar-
de siguiente si el juicio que se realizaría sería a toda la familia en
conjunto, aquello, sobre todo porque los crímenes de Lucius, signi-
ficaban prácticamente la condena a muerte.
—¿A muerte? —chilló Harry interrumpiendo a Hermione.
—Lo sé, es tan retrógrada e injusto, pero nadie está en
desacuerdo… prefieren librarse de todos los peligros y posibilidades
de que esto se repita, y… —Hermione apartó la vista un instante—.
A veces creo que tienen razón, la severidad de los castigos harán
que menos gente desee levantarse en armas contra el Ministerio y la
comunidad mágica.
—¡Hermione! —protestó Harry hacia su amiga, no creyendo
haber escuchado correctamente.
—¡Dije a veces!
—Y entonces mañana se dirá qué pasará con ellos, si los juz-
gan separados, hay muchas probabilidades de que sólo Lucius sea
condenado a muerte —continuó explicando Ron, deteniendo el
inicio de la discusión—, y que la madre y el hurón sean condenados
a cadena perpetua en Azkaban.
—¿Cadena perpetua? —Harry resopló, su mente y su senti-
do de la justicia comenzando a trabajar nuevamente—. Eso es igual
que condenarlos a muerte.
—La gente está muy molesta —dijo Ron encogiéndose de
hombros—. Ellos nos tuvieron prisioneros en la mansión, su tía
torturó a Hermione y…

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LIBRO I|Verano
[2] Después de la guerra

—Primero —interrumpió Harry—, ellos no nos tuvieron


prisioneros en la mansión, fueron tal vez sólo Lucius y Bellatrix, no
Narcissa, y no Draco, éste ni siquiera nos quiso reconocer cuando
le preguntaron si se trataba de nosotros, y estoy seguro de que sabía
desde que entramos que éramos nosotros. Además, fue su tía, tú lo
has dicho, su tía, no ellos, la que lastimó a Hermione.
—Ya, pero…
—Y segundo —continuó hablando Harry con voz más fuer-
te—, fue Narcissa la que me salvó en el bosque, si ella no hubiera
mentido, Voldemort me hubiese matado allí mismo, estaba desar-
mado y completamente vulnerable.
—Pero lo hizo por su hijo, no por ti —interrumpió Ron.
—Sí, porque ella, al igual que Lucius, lo único que quería era
sacar a su hijo de allí, hace mucho que para ellos dejó de ser agrada-
ble estar en el bando de Voldemort, estaban allí por que no podían
escapar —continuó Harry—. Y tercero, Draco bajó la varita en la
torre de Astronomía, Draco no quería matar a Dumbledore, jamás
lo haría, sólo tenía miedo, miedo de que mataran a sus padres y lo
mataran a él.
Ron sólo negó con la cabeza y desvió su mirada, sin embar-
go, Hermione sí lo miraba fijamente y con una sonrisa de medio
lado. Harry frunció el ceño.
—¿Qué?
—Nada… —dijo ella encogiéndose de hombros—. ¿Quieres
que te cuente algo más sobre lo que está pasando afuera?
Harry no lo dudó ni por un segundo, se sentía como si hu-
biera despertado de un sueño, necesitaba información y saber qué
ocurría ahora con el mundo y con todos, recordó incluso a los
Dursley.

–|– 

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Zafy|HARRY POTTER
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A la mañana siguiente, ya se había puesto manos a la obra. A


diferencia de los días anteriores, se había levantado mucho más
temprano, se había dado una corta ducha y se había vestido para sa-
lir. En la cocina, Kreacher le sirvió una gran taza de café y unos em-
paredados, que gustoso comió mientras el elfo aún seguía a su alre-
dedor, parecía que después de todo lo ocurrido, sí harían buenas
migas. Luego de terminar de desayunar y pedirle a Kreacher que le
dijera a Ron y Hermione que había tenido que hacer unos encar-
gos, y que volvería para la noche, se dirigió hacia la chimenea para
usar la red flú y llegar al Ministerio, le pareció que aquel era el tema
más importante.
El vestíbulo del Ministerio estaba casi como lo recordaba,
aunque ya sin aquella fuente que habían destrozado en su quinto
año, le pareció que era mejor no tenerla. Había mucha más gente
alrededor, era como si de pronto, todo el mundo quisiera algo del
Ministerio. De alguna manera, empezó a sentirse sofocado, viendo
ir y venir a la gente de un lado a otro, con una mano acomodó su
cabello de manera que le cubriera la cicatriz, y maldijo no haber
traído consigo la capa de invisibilidad. Caminó varios pasos lenta-
mente, tratando de no llamar la atención, pero aquello resultó ape-
nas por un par de segundos, puesto que luego de que una joven
bruja gritara y lo señalara, todos los que estaban alrededor se dieron
cuenta que quién estaba allí, solo, en el vestíbulo del Ministerio y
sin ningún tipo de protección, no era otro más que Harry Potter.
Empezó a retroceder un par de pasos mientras la gente lo ro-
deaba, escuchaba sus voces, sus risas y sus palabras, algunos decían
«gracias», otros decían «héroe» o «salvador» y nuevamente «gracias».
Se sintió ahogado, de pronto el aire que había allí no era suficiente
para respirar, y el calor se estaba incrementando, las personas casi
no lo tocaban, pero aún así sentía como si lo estuvieran presionan-

60
LIBRO I|Verano
[2] Después de la guerra

do en todas direcciones. Tomó una bocanada de aire y trató de dar


un paso hacia el frente, pero no pudo, sus piernas no le contestaban,
mientras la muchedumbre seguía repitiendo palabras de agradeci-
miento y apretándose más en torno a él. Aquello le pareció que du-
ró por horas, aunque estuvo seguro que no fueron más que segun-
dos hasta que sintió un apretón en su hombro, levantó la vista para
ver a un auror, con la túnica azul, parado a un lado suyo, suspiró
aliviado mientras otro auror, uno más joven le sonreía.
—Bien señores, dejemos pasar al chico —dijo el auror joven,
y Harry giró para verlo, algo enfadado por haberlo llamado «chico»,
le faltaba poco para cumplir 18 años, ya no era un «chico».
—Vamos, vamos, que tenemos que pasar —dijo la voz del
otro auror, pero Harry no le prestó mucha atención, seguía miran-
do al auror más joven, tenía el cabello castaño claro, y unos ojos
azules bastante llamativos. Su piel, pálida y limpia, resaltaba más
aún su mirada, el hombre aparentemente se sintió observado, pues
desvió la mirada hacia Harry y le sonrió, su sonrisa parecía casi bri-
llar en medio del barullo.
Harry se sintió sonrojado y avergonzado, desvió la mirada y
empezó a sentir mucho más calor, sobre todo en la parte del hom-
bro donde el auror tenía puesta su mano.
Cuando por fin pudieron llegar hasta el elevador, ambos au-
rores lo soltaron, y Harry se sintió extrañamente incómodo por la
falta de contacto con el más joven.
—No debió aparecerse así, señor Potter —dijo la voz del
mayor, mientras las puertas se cerraban—. Debió avisar de su visita,
para que pudiéramos esperarlo, tenemos chimeneas para que la
gente importante se aparezca sin cruzar todo el vestíbulo.
—Lo siento, fue algo sin planear —se excusó Harry con una
media sonrisa, y evitando a toda costa ver al chico que aún perma-
necía a su otro lado, demasiado cerca para sentirlo, pero de alguna

61
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

manera, demasiado lejos para rozarlo siquiera. —Gracias por ayu-


darme.
—No hay problema —dijo la voz del auror joven, y Harry
tuvo que girar para mirarlo nuevamente, sentía sus mejillas quemar
por sólo su presencia, y no entendía qué demonios le estaba pasan-
do—. Mi nombre es Joseph Benoit —agregó, mientras extendía la
mano hacia Harry que se apresuró a contestar el saludo, la mano del
chico demoró en soltarlo un instante más de lo adecuado, mientras
Harry miraba nuevamente hacia sus ojos azules, y entendió que ese
chico le parecía… encantador, podría ser la palabra si no estuviera el
hecho de que lo hacía sentir igual o más nervioso que en una de las
citas con Cho—. Y mi compañero, Eloís Thompson.
—Mucho gusto, señor Potter —se apresuró el otro mago ex-
tendiendo la mano también.
—Harry… sólo díganme Harry —tartamudeó Harry, escu-
chando el chirriar de ascensor y luchando por entender qué demo-
nios le estaba pasando con Joseph.
—Supongo que viene a ver al Ministro —continuó hablando
Eloís.
—Sí, si es que no está muy ocupado…
Joseph soltó una pequeña carcajada, que a Harry, pese a todo,
le encantó.
—Nadie está lo suficientemente ocupado como para no reci-
bir a nuestro gran héroe.
—No soy un gran héroe —replicó Harry un poco enfadado,
pero aquel enfado se le pasó repentinamente cuando sintió la mano
de Joseph sobre su hombro nuevamente, quemándole y enviándole
sensaciones placenteras hacia el resto del cuerpo, sensaciones que
no había sentido antes y esperaba que el chico no se diera cuenta
del estado en el que estaba.

62
LIBRO I|Verano
[2] Después de la guerra

—Lo siento, no lo decía como burla, realmente te estamos


muy agradecidos por librarnos de ya-sabes-quién.
—Voldemort —corrigió Harry, más por costumbre que por
querer demostrar su “valor” al pronunciar el nombre—. Lo siento
—se apresuró a aclarar cuando sintió a ambos hombres estremecer-
se.
Ninguno dijo nada más durante el par de minutos que les
tomó abandonar el ascensor y caminar por los pasillos hasta una de
las oficinas, donde un letrero de metal sobre la puerta indicaba
«Ministro de Magia».
—Bien, supongo que se irá a casa por la chimenea del minis-
tro, así que mucho gusto, Harry —dijo Eloís extendiendo la mano,
Harry solo asintió.
—Sí, mucho gusto —dijo Joseph, extendiendo su mano ha-
cia él también, le encantó el tacto de la fuerte mano contra su piel,
no era tan cálida o cuidada como la de Ginny, pero le gustaba tam-
bién esa sensación.
Harry sólo asintió otra vez, y evitó mirarlo una vez más por
que sabía que se sonrojaría, aunque no entendía la razón, pero no
tenía tiempo para pensar en eso, primero debía arreglar un par de
cosas.
Tomó una bocanada de aire y entró a la antesala de la oficina
del Ministro, donde una joven y muy nerviosa asistente lo recibió y
le ofreció todo cuanto quisiera mientras lo guiaba hasta el fondo
donde estaba Kingsley esperándolo, de pie, y con una sonrisa.

–|– 

Tiempo después de haber pasado toda la mañana en el Mi-


nisterio, convenciendo no sólo a Kingsley si no que también al
Wizengamot al completo, se apareció en Privet Drive. Extrañamen-

63
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

te se sentía culpable por no haber pensado en los Dursley ni un ins-


tante desde que la guerra había terminado.
Caminó por la vereda de la Calle Magnolia hasta llegar fren-
te, a lo que había sido de alguna manera, su hogar, durante tantos
años. La casa estaba limpia y parecía muy acorde con las demás, no
parecía sufrir ningún desperfecto ni daño.
Por un instante, pensó en quedarse de pie allí, observando
hasta que alguno de los miembros de la familia saliera, pero luego
de un momento, decidió que aunque no quisiera hacerlo, lo mejor
era tocar la puerta.
El que abrió fue el tío Vernon, parecía un poco más delgado,
aunque aún se veía obeso, le dio una mirada molesta y gruñó algo
que sonó como «hola» antes de abrir completamente la puerta para
dejarlo pasar, y Harry lo hizo, sintiéndose extraño y fuera de lugar.
Escuchó a tía Petunia en la cocina, y decidió dirigirse allí, después
de todo, sólo quería estar seguro que ellos estuvieran bien, que nada
malo les hubiera pasado, no esperaba ningún trato espectacular.
—Tía Petunia —llamó suavemente. La mujer giró rápida-
mente, sobresaltada, por un instante pareció que su mirada brillaba,
pero tal vez no fue más que una ilusión, puesto que al instante si-
guiente estaba como siempre, con esa mirada de reproche que
siempre tenía reservada para él.
—Veo que has vuelto.
—Sí, pero sólo vine a saber si… si ustedes estaban bien —
explicó Harry mirando alrededor y sintiendo la ausencia de Dudley.
—Él ha salido con sus amigos, no volverá hasta muy tarde —
informó la mujer adivinando su duda.
—Bien… supongo que… —Harry miró alrededor, todo se
veía más o menos similar a como lo había dejado antes.
—Debiste avisarnos o comunicarte con nosotros en cuanto
todo acabó —reclamó la mujer interrumpiéndolo, el tío Vernon se

64
LIBRO I|Verano
[2] Después de la guerra

sentó en una de las bancas de la cocina, con una mirada que indica-
ba que había escuchado lo que vendría a continuación una gran
cantidad de veces.
—Lo lamento, yo no tuve…
—¿Estuviste herido? —interrumpió la mujer fríamente, Ha-
rry negó rápidamente con la cabeza—. ¿Aislado, imposibilitado de
hablar o moverte? —otra negación mas, tía Petunia agitó el cucha-
rón de madera que tenía en la mano, apuntándolo—. Entonces no
había razón para que no te comunicaras, supongo que pudiste usar
un teléfono, es más de lo que podían hacer ese grupo de… —hizo
un gesto, como reteniendo la palabra antes de continuar—. Esos
con los que nos enviaste.
—Yo… lo siento —repitió Harry no entendiendo del todo la
situación, se dio cuenta que no entendía casi nada de lo que pasaba
alrededor o consigo mismo. Hermione tenía razón, la guerra había
cambiado a todos.
—Bien, espero que así sea —concluyó la mujer cruzándose
de brazos. Harry sonrió suavemente, y luego de preguntar un poco
más por cómo se encontraban y si todo estaba bien, decidió volver a
casa, el sol se estaba poniendo y aún tenía que hablar con sus ami-
gos.

–|– 

El penúltimo paso de su planeado día era aclarar las cosas con


sus amigos, había visto ya los folletos que Hermione leía, no se tra-
taba de lugares donde estudiar, si no de formas de llegar a Australia.
Otro golpe más para Harry.
Hermione había hechizado a sus padres para que se marcha-
ran y la olvidaran, con la idea de traerlos de vuelta al terminar la
guerra, pero ya había pasado casi un mes y aún no hacía nada, com-

65
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

prendió que no actuaba porque no quería dejarlo solo, y eso lo hizo


sentir más culpable aún.
Cuando apareció en casa nuevamente, Hermione y Ron ya
estaban esperándolo para cenar, lucían curiosos acerca de lo que ha-
bía hecho durante el día, y cuando se los informó, Ron soltó una
pequeña queja acerca de haber ido a interceder por los Malfoy.
Harry sabía que Ron jamás llegaría a perdonarlos, y mucho
menos a entender lo que era tener una deuda de vida con Narcissa.
Harry no trató de ahondar más en el tema, sabía que era tiempo
perdido.
Cuando mencionó a los padres de Hermione, la mirada de
ella brilló, era casi como si estuviera esperando a que aquello pasara.
—Lamento no haberme preocupado antes… supongo que
partirás dentro de poco —dijo Harry aún bebiendo un poco de jugo
de calabaza.
—Bueno, en realidad lo haremos Ron y yo —explicó la chi-
ca—. Sólo que aún estamos terminando de ajustar los horarios, de-
bemos ir en traslador, pues el ministerio no está dejando salir a nin-
gún mago o bruja por medios muggle… ya sabes, por si alguien
quiere huir…
—Pero estoy seguro que si pedimos permiso, los dejaran par-
tir, es decir, ustedes no son mortífagos.
—Ya, pero sabemos que no te gusta que la gente se aprove-
che de tu popularidad… —se excusó Ron, y Harry sonrió agradeci-
damente.
—Yo creo que podemos intentar mañana comprar los boletos
aéreos —continuó Harry, Ron palideció rápidamente y Hermione
ahogó una risa.
—Les tiene miedo.
—No es cierto —se defendió rápidamente el chico, Harry
suspiró profundamente, y evitó reírse también de su amigo.

66
LIBRO I|Verano
[2] Después de la guerra

—¿Qué harás tú, Harry? —preguntó Hermione, y Harry se


encogió de hombros.
—No lo sé, no hay muchos lugares que conozca o a los que
me apetezca ir, después de todo creo que cruzamos todo el país du-
rante los últimos meses…
Ron se aclaró la garganta y miró hacia Hermione, que asintió
en respuesta.
—¿Recuerdas que te hablé del cambio de aire? —dijo la chi-
ca, con la voz un tanto más tímida que de costumbre.
—Sí, pero… —Harry dudó un instante, mirando a Ron, cul-
pablemente.
—Sé que Ginny ha estado un poco “rara” últimamente —
dijo el pelirrojo, Harry sólo asintió.
—Bueno, supongo que no te llama la atención ir solo a algún
viaje, y nosotros estaremos en Australia al menos un par de semanas
mientras ubicamos a mis padres… Tú eres muy bueno en eso de
resolver cosas, tal vez nos puedas ayudar y…
—¿Estás diciendo que quieres que vaya con ustedes a Austra-
lia? —interrumpió Harry.
—Sería divertido, una aventura más —dijo Ron con una
sonrisa.
—Pero pensé que ustedes querrían… ya saben, estar solos —
se sintió avergonzado ante el pensamiento de ser ahora el tercero de
la discordia.
—No se trata de eso —argumentó Ron—. Se trata de ir a
buscar a los padres de Hermione.
—Cierto, aún no sabemos en qué lugar se han instalado
exactamente. Sabemos que sí abandonaron el país, fui a casa la se-
mana pasada, junto con Ron, y vimos que ahora estaba siendo ocu-
pada por otra familia, pero aún no sé en qué parte exactamente de
Australia están.

67
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Si es que no les estorbo, supongo…


—Oh, vamos amigo, será divertido —pidió Ron y Harry
sonrió en respuesta. Una aventura más, eso era tal vez lo que nece-
sitaba junto a sus amigos y lejos de todo… lejos de Ginny, lo que le
recordaba su último paso planeado del día, aunque estaba tan feliz
con Ron y Hermione, riendo y haciendo planes, que decidió que
ella podía esperar.

–|– 

A la mañana siguiente, Harry se despertó más confundido


que de costumbre. Había tenido un sueño extraño, pero no uno de
los que acostumbraba tener antes. En éste estaba Joseph, el auror
que lo había acompañado en el Ministerio, ambos estaban solos en
algún lugar desconocido, era un lugar iluminado y no había nadie
más.
El auror le sonreía, de aquella manera que lo había hecho
sonrojarse, antes de acercarse lentamente a él y darle un beso, era
un beso extraño, mucho más agresivo que los que había compartido
con Ginny o Cho, pero se sentía muy bien. Cuando abrió los ojos,
tenía una gran erección y un sentimiento de irrealidad al saber que
esa erección no era por Ginny o alguna otra mujer, si no por un
hombre.
Decidió ir a la Madriguera mucho más temprano, después de
todo, aún quería visitar a Teddy y Andrómeda antes de terminar de
planear todo para el viaje.
Se apareció en la Madriguera y la señora Weasley lo obligó a
desayunar, pese a que él ya había desayunado. Cuando Ginny apa-
reció, parecía ligeramente sorprendida y contenta por la visita, pero
cuando finalmente ambos pudieron ir hacia el salón y le comentó
sus planes, el enojo volvió.

68
LIBRO I|Verano
[2] Después de la guerra

—¿Australia? —preguntó Ginny en voz alta con los brazos


cruzados y poniéndose de pie.
—Sí, allí están los padres de Hermione, y Ron y yo quere-
mos ir a verlos y ayudarla a traerlos de vuelta —explicó Harry tra-
tando de no alterarse.
—Estuviste con ellos durante casi un año, dijiste que cuando
todo terminará podríamos estar juntos, y lo único que haces es ale-
jarte de mí —siguió reprochando Ginny mientras caminaba de un
lado a otro de la habitación.
—Lo sé, pero es que hay cosas que aún debo hacer, y pensé
que tu las entenderías —replicó Harry.
—¿Cosas que hacer? —bufó Ginny—. Primero te encerraste
en Hogwarts por dos días enteros.
—Ginny… estaba cansado ¿de acuerdo?
—Luego, pese a que mi madre te dijo que podías venir aquí,
decidiste encerrarte en esa casa, con Ron y Hermione, pero sin mí.
—No creo que estemos listos para compartir casa, tú y yo só-
lo peleamos y…
—Te encerraste en esa casa, negándote a salir a ver todo lo
que estaba pasando, y yo lo soporté, por semanas, y cuando final-
mente decides hacerlo, ¿qué es lo que haces? Ir a tratar de liberar
mortífagos que no merecen…
—Sólo por los Malfoy, Narcissa me había ayudado… —
interrumpió Harry enfadándose, él le había contado ya a Ginny lo
que había pasado en el bosque con Narcissa, como Lucius parecía
asustado y la poca intención de Draco de matar a alguien.
—Los Malfoy no merecen nada de ti.
—Eso es algo que yo decidiré.
—Bien, claro, como todo, decidiste irte a buscar la forma de
matar a ya-sabes-quién tú solo, sin pensar en mí o pedir mi opi-
nión…

69
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ginny, tú sabes por qué lo hice…


—Ahora dices que te irás a Australia por quién sabe cuánto
tiempo…
—Hermione hizo mucho por mi… es que tú no lo entien-
des, no estuviste con nosotros durante ese tiempo.
—¡Exacto! —dijo Ginny deteniéndose delante de Harry para
mirarlo duramente—. No estuve allí porque no me lo permitiste, y
ahora no me permites ser parte de tu vida, parte de una de libertad
que deberías tener, ¿o es que acaso ya no me quieres en tu vida?
Harry se puso de pie, ya bastante harto de aquella conversa-
ción.
—Sí, tal vez es eso, tal vez necesito alejarme de ti.
—Alejarte de mí —dijo ella retrocediendo y mirándolo in-
crédula—. No nos vimos por casi un año…
—Y esto ahora no funciona… —dijo él mientras empezaba a
avanzar hasta la puerta de salida—. Lo mejor, creo yo, es darnos
más tiempo… lo siento, en verdad lo hago —agregó con cierta pena
antes de salir al jardín, pensando en cómo la imagen de Ginny le
había dado tantas fuerzas durante algunos días difíciles, y en cómo
ahora la notaba tan diferente…
«O tal vez fuiste tú él que cambió».
La explicación de Hermione resonaba en su cabeza una vez
más, ¿sería así? Ya no la querría como antes de la guerra.

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Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

3
Lo que se siente ser un mortífago en libertad

“Un hombre de carácter podrá ser derrotado, pero jamás destruido.”


Ernest Hemingway (1899-1961), escritor y periodista estadounidense

Condado mágico de Rútland, asociación de viviendas creada por el


Ministerio para agrupar a los mortífagos exonerados y liberados: casa
de Narcissa y Draco Malfoy, julio de 1998

L
as primeras horas de libertad, cuando había llegado a
aquella casa a la que ahora debía llamar hogar, se las
había pasado abrazado a su madre, y sin mucha ver-
güenza, llorando. Su madre también había llorado, ambos se habían
cobijado en los brazos del otro, y habían desfogado todo su dolor y
pena por la muerte de Lucius.
Su madre le había relatado en medio de sollozos, cómo Pot-
ter había, aparentemente, hablado con el Ministro y el Wizengamot,
abogando por ellos tres, sin embargo, el Wizengamot había sido in-
flexible ante la condena de Lucius, todos habían estado de acuerdo
en que no merecía una segunda oportunidad, ni mantenerse con
vida.
La ejecución había sido inmediatamente después del juicio.
Narcissa no lo había podido ver para despedirse. Y desde entonces

71
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

se la había pasado esperando por el juicio a Draco, rogando para


que esa vez fueran más blandos, más condescendientes.
Draco recordaba una de las últimas veces que había visto a su
padre, recordaba muy bien la mirada herida y decepcionada que le
había dado. Era algo que se llevaría hasta la tumba.
—Él no te odiaba, sólo estaba molesto… —había susurrado
Narcissa—. Cuando la batalla final terminó, y pudimos encontrarte
en el gran Comedor, él estaba tan feliz de verte, tan aliviado de que
nada te hubiera pasado…
—Pero nunca me perdonó —interrumpió Draco—, jamás
comprendió, y jamás dejó de pensar que yo no merecía su apelli-
do… que era una decepción para él.
Narcissa lo había abrazado con más fuerza aún, tratando de
calmar el dolor de aquellas revelaciones.
—Él y yo te amamos, eres lo más importante que hemos te-
nido… él tal vez no comprendió, pero nunca dejó de amarte.

–|– 

Draco tenía que adaptarse ahora a su nueva vida, o a su con-


dena, como la llamaba en realidad. Su madre le había repetido hasta
el cansancio que debía dar gracias de estar libre, de haber obtenido
esa segunda oportunidad, y que no debería desperdiciarla, que debía
demostrar que los Malfoy aún estaban en pie, pese a las adversida-
des.
Pero, ¿cómo demostrar eso en una posición como en la que
se encontraban? Los habían hacinado en aquel «nuevo barrio» crea-
do por el Ministerio con la esperanza de tenerlos a todos controla-
dos, rodeados de casas idénticas, y de magos y brujas rechazados por
la sociedad mágica. Draco había podido leer El Profeta aquella ma-
ñana, y había descubierto que la comunidad mágica denominaba a

72
LIBRO I|Verano
[3] Lo que se siente ser un mortífago en libertad

aquel lugar como «La Galera», y a Draco no dejó de parecerle ade-


cuado el nombre, porque un poco más tarde, cuando había salido a
ver qué era lo que había alrededor, impulsado por su madre, que
decía que sería bueno que le diera un poco de sol, había descubierto
que en cada esquina había un auror, con la túnica azul y el escudo
que los representaba, y con una varita en la mano, mirando hacia
todos lados de manera amenazadora. Había decidido que sólo sal-
dría lo necesario, no se le apetecía andar delante de esos aurores que
sólo tenían que encontrar una excusa, una muy pequeña excusa pa-
ra atacarlo o arrestarlo.
Bastaba verles las caras para saber que se morían de ganas por
hacerlo.
También descubrió que ahora era vecino de varios de aque-
llos chicos que habían aceptado ser colaboradores del Señor Oscu-
ro, y que sin embargo, no habían sido más que peones que se salva-
ron de milagro durante la guerra.
Todos ellos aún recordaban la posición que los Malfoy ha-
bían ocupado en el círculo de mortífagos, los recordaban por ser los
ejecutores de las maldiciones de castigo que el Lord ordenaba por
una misión mal ejecutada. Es decir, todos ellos ahora los odiaban.
La casa que tenían asignada era de un solo piso, con una pe-
queña sala de estar, donde se encontraba la chimenea, conectada a la
red flú y vigilada por el Ministerio, tenía una pequeña cocina, co-
nectada a un más pequeño comedor, y sólo dos habitaciones, una
era la que ocupaba Narcissa, y la otra, la que había sido destinada a
Draco.
Aquella habitación tenía las paredes completamente desnu-
das y blancas, sólo había un pequeño armario en donde no cabría ni
la centésima parte de las prendas que tenía en la mansión. Una me-
sa, una silla y una cama, eso era a todo lo que tenía derecho de aho-
ra en adelante, el baño lo tendría que compartir con su madre.

73
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

La pequeña casa tenía las paredes exteriores de un color me-


lón muy desagradable al gusto de Draco, y estaba junto a la casa de
los hermanos Browning, un chico y una chica de veintitrés y veinti-
cinco años respectivamente, que durante la guerra, habían servido
de mensajeros a los mortífagos. Draco recordaba vagamente haber
visto cómo su padre usaba la maldición cruciatus contra Dan, el
muchacho, por haber llegado demasiado tarde de una misión. Por la
mirada que le había dado el chico cuando se cruzaron la tarde des-
pués de la llegada de Draco al «vecindario», supo que él tampoco lo
había olvidado. Hizo una nota mental para mantenerse alejado de
ellos.
Otro de los temas que había entretenido a Draco durante
esos dos primeros días, había sido revisar a conciencia, qué era lo
que le esperaba ahora.
Sabía que debía cumplir con «Tareas de reconstrucción», es
decir, ayudar a reparar todo el mal que se había hecho durante la
guerra, y que la lechuza indicándole en que lugar debía realizar di-
cho castigo, llegaría en unos días más.
Además había leído con tranquilidad el contrato que había
firmado, en donde, además de obligarlo a regresar a la escuela y pre-
sentarse al Ministerio cada treinta días para una entrevista y revisión
de su varita, tenía una larga lista de hechizos que no podía realizar,
de hacerlo, un auror aparecería inmediatamente para llevarlo al Mi-
nisterio, detenido.
No podría cursar DCAO 4 en la escuela, y el curso de Estu-
dios Muggles era obligatorio ahora desde primer año. No podía
usar la Aparición, a menos que fuera acompañado de un auror.
Tampoco podía participar en reuniones con los demás magos o bru-
jas liberados y, por supuesto, la realización de maldiciones imper-
donables representaba el ingreso inmediato a Azkaban. Draco reso-
4
Siglas para referirse a la materia: Defensa Contra las Artes Oscuras.

74
LIBRO I|Verano
[3] Lo que se siente ser un mortífago en libertad

pló ante esta última cláusula, como si a alguien se le fuera a ocurrir


hacer una cosa así en la situación en que se encontraban.
Otra de las cosas que le molestaba, era que el Ministerio ha-
bía asignado una ridícula pensión a su madre, para mantenerla, al
haber quedado viuda. Aquella pensión era casi inexistente, y sabía
que su madre y él se las verían duras de ahora en adelante, más aún
estando él prohibido de trabajar, aunque ¿quién le daría un empleo
ahora de todos modos? Los Malfoy no eran más una familia influ-
yente, eran escoria y del peor tipo, eran exmortífagos, no importaba
que ninguno de ellos no llevara la marca en el brazo, siempre serían
señalados como mortífagos.
Sin embargo, su madre parecía a gusto, parecía dispuesta a
aceptar las migajas que les daba el Ministerio ahora que los había
despojado de toda su fortuna, de sus propiedades y, sobre todo, de
su honor. Draco no estaba muy conforme pero no había mucho
más que pudiera hacer, sólo sentarse allí y esperar a que la escuela
se iniciara para dejar de generar más gastos a la precaria economía
de su madre.

–|– 

Draco se acomodó un poco más la túnica oscura que lucía,


sabía que era una de segunda mano, en su mente bailaron todos los
comentarios desagradables que le había hecho en su momento a la
comadreja y sus hermanos respecto a su pobreza.
Todo era un castigo tan irónico, pensó antes de tomar un poco de
polvos flú y arrojarlos a la chimenea.
—A San Mungo —dijo con voz firme, siendo transportado
hasta la entrada del hospital, donde un grupo de aurores esperaba,
junto con otro grupo. Draco reconoció a algunos como miembros

75
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

de «La Galera», se preguntó si existirían más asociaciones de vivien-


das para mortífagos liberados, aparte de en la que vivía él.
—Malfoy, vaya, bienvenido —dijo la voz de un hombre, no
era tan mayor, pensó Draco, aunque con la túnica de auror y la vari-
ta en mano, sí lucía imponente.
—¿Dónde tengo que firmar? —preguntó Draco sin mirar
realmente a nadie a la cara, no quería provocar a nadie, y su madre
le había pedido que no se metiera en problemas.
—En esta lista —replicó otro hombre, pasándole una lista y
una pluma. Draco asintió y firmó para luego colocarse junto a los
demás magos y brujas que esperaban que les dieran luz verde para
empezar con el trabajo de reconstrucción de una de las alas del hos-
pital que había quedado destrozada tras un ataque de Voldemort.
Era la primera vez que hacía ese trabajo, en realidad era la
primera vez que hacía cualquier trabajo, su madre le había explica-
do ya el método, puesto que ella había realizado aquellas tareas des-
de hacía semanas, así que como ella le indicó, se quedó en silencio,
sin mirar a ningún sitio, a espera que los aurores le indicaran el área
de trabajo y los hechizos que debían realizar.
No pasaron más de diez minutos antes de que apareciera el
último de los condenados, Draco estuvo asombrado de ser el me-
nor de todo aquel grupo, y suspiró aliviado al no reconocer a nin-
guno de ellos, quizá con algo de suerte, ninguno de ellos le tendría
rencor y podría hacer su trabajo en paz. Claro que se había equivo-
cado.

–|– 

Estaba a punto de terminar los hechizos de pintura sobre una


de las últimas habitaciones que le había sido asignada, llevaba allí
más de seis horas y no dejaba de contar los minutos que le queda-

76
LIBRO I|Verano
[3] Lo que se siente ser un mortífago en libertad

ban antes de poder volver a casa con su madre, que ya lo esperaba


con un plato caliente de comida. Se sentía agotado y trataba de ale-
jar de su mente, el hecho de que tendría que volver al día siguiente,
y el siguiente, y así hasta que la escuela iniciara, no estaba acostum-
brado a trabajar, ni a ser mandado.
Había tanto a lo que acostumbrarse, pensó.
Sintió de pronto una corriente mágica en la espalda, giró so-
bresaltado para encontrarse mirando a un hombre de unos treinta y
tantos años, sus ojos eran negros y sonreía de manera burlona.
—Si eres el pequeño Malfoy ¿no? —dijo con voz baja, mi-
rando de reojo a los aurores que se encontraban en una esquina, se-
guro ansiosos por volver a casa también.
—Eso no te importa —replicó Draco girándose para conti-
nuar con su trabajo, pero en cuanto vio la pared, sintió que el alma
se le iba a los pies, y estuvo a punto de llorar de rabia; la pared que
hasta minutos antes había estado casi terminada, llevaba nuevamen-
te las manchas de tierra y pintura verde de antes, era como si no
hubiera hecho nada durante todo el día.
Apretó los dientes y se obligó a no voltear, a no gritar, ni
amenazar, simplemente, levantó una mano, deteniendo el movi-
miento de la varita sobre la pared y suspiró profundamente, sabien-
do que debía empezar de nuevo. Pero al parecer, a aquel hombre, su
reacción no le había satisfecho, puesto que se acercó a él y susurró
suavemente:
—No me importa si el Ministerio cree que ustedes merecen
una segunda oportunidad, yo no lo creo, no mereces siquiera respi-
rar de nuestro aire.
Draco se estremeció y se apartó un par de pasos más, el
hombre no se dio por vencido y se acercó nuevamente, mientras
Draco miraba hacia los otros aurores; si es que sabían lo que estaba
pasando, no les importaba en lo más mínimo.

77
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

—Tu padre atacó mi casa una vez, ¿sabes? Y mató a uno de


mis hermanos, ustedes los Malfoy y todos los mortífagos merecen
morir.
—Yo no soy mi padre —replicó rápidamente girando para
encararlo, y sobre todo para memorizar su rostro y agregarlo a la lis-
ta de todos los que odiaban a los Malfoy. Era una lista muy larga.
—Pero él no está y tú sí —contestó el hombre sonriendo y
dejando ver sus dientes amarillos y sucios. Draco se estremeció, y
antes de que pudiera decir algo más, la voz de otro hombre los inte-
rrumpió.
—Hey, ¿qué pasa Desai? ¿El pequeño mortífago te está mo-
lestando?
Draco se giró completamente para encontrarse con el auror
que había estado en el vestíbulo, mirándolo como si hubiese come-
tido un crimen.
—No, la verdad es que no, sólo le decía que tendrá que que-
darse más horas a terminar su trabajo, después de todo, ha estado
holgazaneando todo el tiempo.
El auror dio una mirada molesta hacia la pared, y luego hacia
Draco antes de negar con la cabeza.
—Algunos olvidan la posición en que se encuentran ahora.
—Pero yo… —intentó excusarse Draco, pero el auror no lo
dejó terminar.
—Tendrás que terminarlo esta noche, antes de volver a tu ca-
sa —dijo la última palabra con un tono de burla, que hizo que Dra-
co se sintiese más enfurecido aún—. No podemos retrazar el pro-
grama de reparaciones sólo por que no sabes hacer un hechizo ade-
cuado de pintura.
Y Draco se volvió a morder la lengua y apretar los puños an-
tes de girarse y empezar de nuevo con el trabajo. Escuchó como

78
LIBRO I|Verano
[3] Lo que se siente ser un mortífago en libertad

ambos hombres reían detrás de él, pero se contuvo de responder o


de gritar, y más aún, de llorar de vergüenza e impotencia.
Para cuando lo dejaron volver a casa, después de haber pasa-
do las siguientes cinco horas recibiendo más burlas y pullas de
aquellos dos, ya pasaba de medianoche, y sentía que en cualquier
momento se caería de lo cansado que se sentía, sin embargo, su
madre aún lo esperaba con aquel plato de comida caliente y con una
mirada comprensiva. Draco entendió que lo más probable era que
su madre hubiera pasado por eso o incluso que aún lo siguiera pa-
sando en cada trabajo que se le encargara.
También descubrió que aquel estofado de carne con patatas
que su madre había preparado, sabía mejor que muchas de los plati-
llos más finos o elaborados que había probado alguna vez en la
mansión.

–|– 

Para Draco, aquel primer incidente se repitió una y otra vez.


Llevaban ya casi un mes trabajando en aquella ala de San Mugo y
todas las veces había tenido que quedarse el doble de tiempo, y no
siempre se trataba de los mismos aurores, no, era como si todos se
hubieran puesto de acuerdo para tratarlo de esa manera, y no quería
ser egocéntrico, pero descubrió que, aunque a los demás los insul-
taban o molestaban, al único que lo hacían pasar así de mal era a él.
Aquella mañana le había tocado la visita al Ministerio, era la
primera de muchas visitas que tendría que realizar durante los si-
guientes cinco años, y descubrió que allí el trato era peor aún.
Había esperado en una pequeña y calurosa sala durante más
de dos horas, junto a muchos magos más que al igual que él, debían
ir a que revisaran sus varitas y les interrogaran acerca de lo que ha-
bían hecho durante el mes, es decir verificar que no hubieran hecho

79
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

ningún hechizo prohibido y que no se hubieran metido en proble-


mas.
Draco se había sorprendido de no conocer a ninguno de los
que estaban allí esperando, aunque aparentemente, y como le suce-
día ya a menudo, aquellos sí lo conocían y detestaban, o al menos
seguro que a su padre, pero al no estar Lucius a la vista para recibir
las miradas de odio y rencor, qué mejor dárselas al hijo.
Cuando por fin lo habían hecho pasar, Draco había cometido
el terrible error de comentarles que ya llegaba tarde a su trabajo
obligatorio, eso sólo había hecho que los aurores sonrieran con
ufanía y lo demoraran aún más, incluso preguntando estupideces
como qué era lo que había cenado los últimos días o si se había
puesto en contacto con algunos de sus viejos amigos.
Aquella última pregunta había generado en Draco una sensa-
ción de añoranza, más fuerte de lo normal, más fuerte que las no-
ches que estaba solo en su cama, sin poder dormir, recordando todo
lo que había sido y en lo que se había convertido. Claro que no ha-
bía contactado a sus amigos, uno estaba muerto y el otro en prisión,
los demás compañeros de Slytherin no eran amigos en verdad, so-
lamente habían sido compañeros de fiesta y diversión, y luego de la
desgracia en que había caído la familia Malfoy, no lo contactarían,
no se vería bien ni sería bueno para su reputación.
Cuando Draco pensaba en ellos, no los culpaba o los echaba
tanto de menos, sabía que si hubiera sido al revés, que si la familia
de los otros fuera la que estuviera en una posición difícil, él tampo-
co los contactaría; las apariencias ante todo.
Aquellas noches tristes también recordaba a alguien más; a
Yarik, incluso en algunas de esas noches de soledad, lo podía sentir a
su lado, acompañándolo y haciéndole creer que el mundo sí era un
buen lugar para vivir, que tenía una vida por la cual luchar… Él
también había muerto, al igual que Crable, sin disfrutar mucho más

80
LIBRO I|Verano
[3] Lo que se siente ser un mortífago en libertad

de aquella vida que tanto defendía y amaba. Definitivamente la vida


era una mierda.
Habían pasado ya cinco semanas desde que estaba “libre”, y
la vida seguía demostrándole que no iba a ganar, que esta vez los
Malfoy no se iban a salir con la suya, que nadie jamás olvidaría lo
que habían hecho, ni mucho menos se lo perdonarían.
Aquella tarde, en uno de los pequeños descansos que había
podido tener, había merodeado por los pasillos de las visitas, una
anciana muy delgada y pequeña, había estado a punto de resbalar en
el piso encerado y él, más por instinto que por otra cosa, la había le-
vitado con un movimiento de varita, para luego dejarla caer suave-
mente sobre una de las sillas laterales, en un principio la anciana
había sonreído, hasta descubrir que se trataba de un Malfoy, le había
dado una mirada no sólo de desprecio o rencor, si no de asco, puro
asco porque Draco había osado siquiera rozarla con su magia, gri-
tando que era un asesino, al igual que su padre y su madre y que los
tres merecían estar muertos. Draco había simplemente girado y re-
tornado a sus labores, tratando de no demostrar ninguna emoción,
aunque en su cabeza, las palabras de la anciana siguieron resonando
por mucho más tiempo.

–|– 

Regresó a casa, tal como ya era habitual, pasada la mediano-


che, su madre lucía cansada, pero aún lo esperaba para cenar, con
una sonrisa tranquilizadora; sin embargo, aquella noche Draco es-
taba demasiado enfurecido para siquiera sentir confort por las aten-
ciones de su madre, esta vez los aurores se habían pasado, ese tal Jo-
seph Benoit le había empujado, aparentemente, «sin querer», y ha-
bía arruinado la poción que estaba haciendo para surtir el ala de
emergencia del hospital, además había amenazado con cobrarle los

81
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

ingredientes desperdiciados, para luego recordarle que en realidad


no tenía oro ni forma de pagarlo.
Si había algo que Draco no podía tolerar era que le recorda-
ran que ahora era un pobretón más, mucho más pobre que los
Weasley, y por primera vez en semanas había protestado, gritado y
amenazado, lo que había significado una amenaza más; una que
agregar a la larga fila de amenazas que ya tenía encima.
Al final, había tenido que volver a hacer todo el trabajo, con
la voz de aquel tipo cerca, repitiendo una y otra vez lo condescen-
diente que era con él al no cobrarle nada. Lo peor era que Draco sa-
bía que tenía razón, no tenía oro propio y el de su madre no alcan-
zaría para pagar eso, a menos que se quedara el resto del mes sin
comer. Y eso que ya comían poco, podía ver cómo su madre, al
igual que él, había perdido peso. A veces tenía miedo de que su ma-
dre se fuera apagando poco a poco hasta extinguirse completamen-
te.
Entonces se quedaría solo, y eso sería algo que no podría
manejar.
—Te preparé espagueti —dijo Narcissa con voz cansada
mientras señalaba uno de los platos sobre la mesa, que conservaban
el calor por medio de un hechizo, uno de los pocos que tenían
permitidos ejecutar.
—Gracias. —Draco se sentó aún con el ceño fruncido, mi-
rando a su madre con preocupación—. No deberías quedarte espe-
rando, estás cansada.
—Siempre cenamos juntos, es una tradición y no voy a dejar
de hacerlo.
—Eso era antes —contestó Draco antes de tomar un gran
bocado del plato, su madre cocinaba bastante bien, y él siempre lle-
gaba tan hambriento…—. Cuando teníamos la Mansión y podía-
mos cenar a la hora adecuada.

82
LIBRO I|Verano
[3] Lo que se siente ser un mortífago en libertad

—El que no tengamos la Mansión no quiere decir que deje-


mos de ser una familia —criticó Narcissa apartando el plato que
apenas había empezado a comer y frunciendo el ceño.
—No dejes de comer —pidió Draco suavizando su expre-
sión—. Lo siento…
Narcissa le dio una mirada resentida pero continuó comien-
do en silencio, era la primera vez que Draco sentía el enfado de su
madre durante todo ese tiempo, pese a que muchas veces se la había
pasado quejando y lloriqueando, quizá su madre ya se estaba har-
tando.
—Esta tarde han llegado tus cosas para la escuela —anunció
Narcissa aún sentada mientras Draco levantaba los platos y cubier-
tos, había tenido que aprender a hacer hechizos de limpieza para
ayudar a su madre, puesto que no le gustaba que ella se llevara todo
el trabajo.
—¿Qué quieres decir con que los libros han llegado? —
preguntó Draco dejando los platos lavándose solos, mientras, se gi-
raba con los brazos cruzados—. Ni siquiera ha llegado la carta de
Hogwarts.
—Verás, Draco —Narcissa lucía realmente incómoda, lo cual
hizo que Draco se sintiera más desesperado—, Hogwarts no mandó
la carta directamente hasta aquí… fue al Ministerio y ellos evalua-
ron los cursos que llevarías este año, y además, enviaron los libros
en previsión de que pudieras comprar algo no adecuado.
Draco bufó pero no dijo nada, sólo se giró y terminó el he-
chizo de limpieza para empezar a hacerlo de manera manual, tener
las manos ocupadas tal vez podría menguar en algo su rabia. ¿Sería
posible que el Ministerio se metiera hasta en las cosas que debía lle-
var a la escuela? ¿Qué sería lo siguiente? ¿Una verificación de su
habitación para demostrar que no escondía al Lord debajo de la ca-
ma?

83
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

—Sé que todo esto a veces te supera —dijo Narcissa suave-


mente, había caminado en silencio y puesto ambas manos sobre los
hombros de Draco—, y no sabes lo que daría por que tu padre y yo
no te hubiéramos arrastrado hasta esto…
—No digas eso, madre, no lo hagas —interrumpió Draco
con los dientes apretados; cerró el grifo de agua y se giró, tratando
de recomponer su expresión, los ojos azules de Narcissa lo miraban
de manera arrepentida.
—Draco…
Draco se agachó un poco, pues ahora era más alto que su
madre, y le dio un beso en la frente.
—Estaré bien, sólo necesito dormir… —susurró antes de sa-
lir de la cocina y arrastrar los pies hasta su habitación.
Hasta su pequeña y ridícula habitación, pensó con fastidio. Sobre
la mesa encontró un gran paquete envuelto en papel marrón con
sellos del Ministerio de Magia inglés por todos lados, lo ignoró
completamente mientras se despojaba de su vieja y horrible túnica,
y se ponía la camiseta que usaba para dormir. Miró su reflejo en el
espejo, su rostro estaba más anguloso y su cabello ligeramente más
largo, pero sobre todo, se veía agotado, y no físicamente, si no de la
vida, de los insultos de los vecinos, de las miradas de burla de los
aurores que vigilaban las calles, y de las humillaciones en San Mun-
go, ¿qué tan malo sería Hogwarts?
Suspiró profundamente y deshizo el paquete de libros, todos
eran usados y viejos, era como si hubieran escogido lo peor para él.
No, lo más probable es que sí hubieran escogido lo peor para él.
Encontró que su lista de clases era reducida, no tenía Encan-
tamientos ni DCAO, al menos le habían dejado mantener Runas y
Pociones, y claro, Estudios Muggle. Cogió el libro de estudios mu-
ggle: «Un mundo diferente al nuestro ¿Cómo lo hacen los mug-
gles?», y se lo llevó a la cama. Bajo la luz de las antorchas comenzó a

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LIBRO I|Verano
[3] Lo que se siente ser un mortífago en libertad

leer, después de todo, más le valía adaptarse a ese mundo que tanto
había despreciado y aborrecido, porque estaba seguro que una vez
que Hogwarts terminara —si es que lograba terminarlo, claro—,
nadie en el mundo mágico le daría la oportunidad de trabajar o ha-
cer algo productivo. Y he aquí otra ironía del destino, ¿al fin el úl-
timo de los Malfoy extinguiría el gran apellido viviendo como un
pobre y tonto muggle?

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Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

4
Verano en Australia

“Las únicas respuestas interesantes son las que destruyen las preguntas.”
Susan Sontag (1933-2004), novelista y ensayista estadounidense

20 de julio de 1998, viaje desde Londres a Australia

E
ra la primera vez que Harry viajaba en avión. No ha-
bía sido difícil conseguir las autorizaciones del Minis-
terio de Magia para que los dejaran partir, después de
todo, se trataba de Harry Potter y sus amigos, los mismos que ha-
bían logrado que la guerra llegara a su fin.
Tras haber recibido mil y una recomendaciones de la señora
Weasley sobre mantenerse siempre juntos, y cuidarse mucho los
tres, habían por fin logrado subir al avión. Ginny no había ido a
despedirlo, no la había visto más desde aquella mañana en que ha-
bían terminado aquella relación que Harry no recordaba bien cuán-
do habían retomado.
Ron aún parecía ligeramente disgustado con Harry por eso,
aunque se había abstenido de hacer cualquier comentario, incluso
cuando Harry mismo se lo había contado aquella noche. En el fon-
do, esperaba que su amigo entendiera qué era lo que pasaba, al me-
nos con respecto a Ginny y su asfixiante noviazgo. Pero lo que más

86
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

preocupaba a Harry no era Ginny, o ninguna otra chica; por el


momento, su mente estaba demasiado ocupada tratando de enten-
der por qué había soñado varias veces con aquel auror que había
conocido días antes. Y sobre todo, por qué en todos los sueños lo
besaba y acariciaba para luego despertar con una tremenda erección,
que se encargaba de desfogar en la ducha, tratando de convencerse
de que definitivamente no le iban los chicos, o los hombres, que
todo tal vez era una etapa, una fase post trauma de la guerra.
Cuando subieron al avión, mientras esperaban que los demás
pasajeros abordaran, y la azafata les ofrecía bebidas y comida (esta-
ban en primera clase, por supuesto, Harry había insistido, después
de todo sería un viaje demasiado largo), Ron se la había pasado mo-
viéndose de un lado a otro, mirando por las ventanas y alrededor,
preguntando una y otra vez a Hermione acerca de la seguridad de
«aquella máquina», que era como lo llamaba él. Harry notó que
Hermione estaba al borde de la impaciencia, sin embargo, en cuan-
to el avión despegó, y luego de que Ron soltara una maldición por
la sensación, había caído profundamente dormido. Por la mirada de
satisfacción que tenía Hermione mientras leía aquel libro sobre
Australia que había conseguido, Harry supuso que Ron no se había
dormido por voluntad propia.
—¿Le dirás que lo has dormido? —preguntó Harry dejando
a un lado la revista muggle que leía y mirando seriamente a Her-
mione. Ron estaba en el asiento de en medio, roncando suavemen-
te.
—No sé de qué hablas.
—Por favor, Hermione…
—Bien, lo he dormido, pero es que si no, iba a tener algún
tipo de colapso nervioso —se excusó la chica, y Harry sonrió en
respuesta.
—Es cierto…

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LIBRO I|Verano
[4] Verano en Australia

—Y no se lo diremos, será mejor así, cuando volvamos estará


más tranquilo.
—Me alegra mucho poder hacer este viaje con ustedes, ¿sa-
bes? —comentó Harry después de un momento más de silencio.
—Supongo que será interesante hacer algo diferente a querer
destruir Horrocruxes y evitar que Voldemort te mate en el proceso
—dijo Hermione con una sonrisa que Harry retribuyó.
—Todo un cambio —Harry suspiró cansadamente—. Creo
que todo está cambiando muy de prisa… la comunidad mágica, no-
sotros…
—No lo pienses tanto —Hermione se adelantó un poco has-
ta tomar una de sus manos, Ron se removió incómodo por un ins-
tante para luego seguir durmiendo—, sólo, déjate llevar… el que las
cosas cambien no quiere decir que cambien para mal.
—Pero tampoco para bien, ya ves lo que pasa con Ginny y
conmigo, antes éramos felices, nos llevábamos bien y ahora…
—Ginny está muy afectada por todo lo que ha pasado, ella
estuvo con Tonks cuando… —Hermione bajó la mirada y suspiró
suavemente. Harry apretó un poco más la mano de la chica, tratan-
do de darle fuerzas.
—Quisiera que nunca más tuviéramos que pensar en todo lo
que pasó… en nada que tenga que ver con Voldemort o con la gue-
rra.
—Negarlo no lo va a desaparecer —afirmó Hermione—,
además es parte de lo que somos ahora, lo que somos y por qué lo
somos… es parte nuestra.
Harry hubiera deseado no ser parte de eso, no haber partici-
pado en ninguna guerra, no haber sido él “El Elegido”, pero Her-
mione tenía razón, negarlo no iba a hacer que desapareciera, y qui-
siera o no, tendría que pensar en eso, más de una vez, era algo que
cargarían de por vida.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

–|– 

Doce horas después, los tres podían por fin aterrizar en


Newcastle, pero como ni Ron ni él habían hecho antes ese tipo de
viajes, dejaron a Hermione —que parecía muy a gusto con la res-
ponsabilidad— encargarse de todo, y ellos se dedicaron a seguirla,
cargando las maletas al estilo muggle por la zona de aduanas, hasta
que finalmente, atravesaron el aeropuerto y llegaron a la salida.
Harry arrugó la vista por la luz, hacía sol, mucho más sol del
que recordara alguna vez.
—Ten —dijo Hermione pasándole unas gafas oscuras, que
Harry agradeció mientras se las ponía, recordando la familiar sensa-
ción de sus antiguas gafas.
—Aquí hace demasiado calor —murmuró Ron, Harry notó
que tanto él como Hermione también se habían puesto las gafas os-
curas.
—Es que aquí el clima es diferente al de Inglaterra, creo que
tardaremos unos cuantos días en acostumbrarnos, pero estará bien
—informó una acalorada Hermione mientras miraba a uno y otro
lado, como buscando algo en especial.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Harry, en realidad le
había dejado toda la planeación a la chica, él, por el momento, esta-
ba cansado de crear planes o llevar las riendas de cualquier situa-
ción.
—¡Oh! —señaló Hermione a una de las pizarras blancas que
los taxistas levantaban—. Esos somos nosotros.
Harry siguió con la mirada la dirección de la chica, un taxista
ya mayor, con gorra de chofer y camiseta blanca levantaba una piza-
rra pequeña que decía «Granger, Weasley, Potter».

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LIBRO I|Verano
[4] Verano en Australia

Harry y Ron se apresuraron a seguir a Hermione, cargando


aún las maletas hasta que el taxista se acercó lo suficiente para ayu-
darlos mientras saludaba de manera amable, Harry notó que su
pronunciación del inglés era ligeramente diferente, aunque no tan
notoria como con los americanos.
Los tres instalados en la parte trasera del taxi recorrieron por
más de media hora la ciudad, quedaron fascinados, admirando lo
diferente y brilloso que se veía todo a diferencia de Londres, el sol
hacía que la gente usara menos ropa y que incluso pareciera más
contenta, el cielo era de un azul bastante limpio, casi con ninguna
nube, y el olor a salitre y mar estaba muy presente.
Finalmente el taxista los dejó en la entrada de un pequeño
hotel llamado «Moonshadow», en medio de una gran avenida de
nombre Frederick Street. Harry prestó atención a todo el recorrido
y al nombre de las calles que cruzaron, sólo por si acaso. El peque-
ño hotel lucía como un edificio muy antiguo reconstruido, Harry
notó que se parecía a muchos de los edificios que había visto en
Londres cuando le habían permitido ir.
El interior era bastante ventilado, y las ventanas de la recep-
ción dejaban ver las calles y la gente pasar. Harry no prestó la más
mínima atención al recepcionista o al botones que los llevaba a sus
habitaciones, se sentía demasiado cansado y abrumado por todo el
viaje. Hermione les indicó que había pensado que lo mejor era que
cada uno tuviera su propia habitación, las tres estaban continuas en
el mismo pasillo, en el piso cinco.
Harry consultó el reloj de pared de su dormitorio y se encar-
gó de poner su reloj, aquel que había pertenecido en una época a
Fabián Prewetts, y que la señora Weasley le había regalado por su
cumpleaños número diecisiete, a la misma hora. Notó que tenía
más de 10 horas de diferencia, y esa era la razón por la cual, pese a
ser sólo mediodía, moría realmente de sueño.

90
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Consecuencias del jet lag como solían llamarlo los muggles.


Después de darse una ducha, se tendió sobre la cama, que-
dándose dormido rápidamente.
Volvió a soñar con aquel auror y esos besos y caricias que
tanto lo atormentaban y confundían.

–|– 

Lo despertó el sonido de la puerta siendo golpeada, instinti-


vamente se sentó de golpe con la varita en mano, parpadeando con-
fundido, la habitación estaba completamente a oscuras, y los soni-
dos de alguien llamando en la puerta persistían.
—¿Harry? —preguntó la voz de Hermione, y Harry soltó el
aire lentamente, preguntándose si es que en algún momento la pa-
ranoia le abandonaría de una vez por todas.
—Lo siento, estaba dormido —informó mientras abría la
puerta para dejar pasar a sus amigos, ambos parecían haber dormido
un poco también.
—Nosotros también —contestó Hermione sentándose en la
cama—, pero no debemos dormir más, de lo contrario no nos acos-
tumbraremos al cambio de horario —ahogó un bostezo. Ron aún
parecía somnoliento.
—Iremos a cenar —informó el pelirrojo—, apresúrate que ya
muero de hambre.
Los tres escondieron las varitas en la ropa muggle que lleva-
ban, y se lanzaron a la fresca noche, había mucha gente en las calles.
A los lados, muchos locales iluminados y llamativos hasta que
Hermione se decidió por uno que parecía del tipo rústico, se veía
agradable, y lo cierto es que a Harry no le interesaba mucho la esté-
tica del lugar, puesto que también estaba famélico.

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LIBRO I|Verano
[4] Verano en Australia

—Bien, según tengo entendido, mis padres deben haber


abierto un consultorio dental muy cerca de aquí, en Glebe Road,
creo que debemos ir primero a verlos antes de intentar revertir el
hechizo —comentó Hermione antes de dar un gran sorbo a su cer-
veza.
—¿Crees que haya alguna posibilidad de que te reconozcan?
—preguntó Ron.
—No lo sé, no lo creo, si llegaron hasta aquí, es porque el
hechizo funcionó a la perfección…
—¿Pero, que te vean, no activará algún recuerdo y hará que
todo vuelva a su mente o algo así?
—Ay Harry, creo que has estado leyendo demasiadas novelas
de ficción, no, lo que les hice fue una modificación de memoria,
me borré de cada uno de sus recuerdos y… —Hermione dio un
sorbo más a su vaso, Harry había olvidado lo delicado que era el
tema para ella, Ron le dio una mirada de reproche, mientras con
una mano acariciaba la de la chica.
—¿Tú crees que se enojen cuando les contemos lo que pasó?
—Es lo más probable —dijo Hermione con una sonrisa for-
zada—. Creo que me castigarán por mucho tiempo, al menos hasta
que vuelva a Hogwarts…
Ron bufó incrédulo.
—No lo harán, lo hiciste por su bien. De haber podido, yo
hubiera hecho lo mismo con mi familia, tal vez entonces… —Ron
se aclaró la garganta ligeramente y desvió la mirada, Harry se sintió
nuevamente culpable de toda la situación, de la muerte de Fred.
—¿Volverás a Hogwarts? —preguntó Harry luego de un
momento en que los tres se quedaron en silencio, y tratando de ali-
vianar un poco el ambiente.
—Debo hacerlo si es que quiero estudiar algo más, estoy tra-
tando de convencer a Ron de que lo haga también.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Por qué a mi no me has convencido? —preguntó Harry


medio molesto, aunque aliviado de que sus amigos no lucieran más
preocupados.
—Supuse que lo harías… es decir, aún quieres ser auror ¿no?
—Pues…
—Vamos, Hermione, no lo presiones… tal vez ya no desea
convertirse más en un auror, y no tiene que volver a la escuela —
aportó Ron con una sonrisa, Harry supuso que trataba de librarse
de la escuela también.
—No lo había pensado —respondió Harry honestamente,
pero ahora que sus amigos lo habían mencionado, pensó que tal vez
era momento de retomar aquellos pensamientos acerca del futuro
que antes creyó no tener, y que ya tenía entre manos.
—Estoy seguro de que si lo pides, el Ministerio te dejará ha-
cer el curso sin terminar la escuela, después de todo, está demostra-
do que das la talla.
—No, eso no. Si es que lo hago, será de la misma forma que
los demás.
—Yo sólo digo… —murmuró Ron.

–|– 

Al día siguiente una muy entusiasta Hermione lo levantó


bastante temprano, Harry aún se sentía un poco mareado debido a
los cambios de horarios, pero no pudiendo protestar, se metió a la
ducha y luego bajó a desayunar con sus amigos, Ron tenía cara de
tener sueño también.
En un inicio, habían decidido caminar hasta donde estaría el
consultorio de los Doctores Granger, pero luego de avanzar unas
cuatro calles, los tres decidieron que el clima era demasiado caliente
para ellos, y subieron a un taxi, que los dejó frente a un edificio de

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LIBRO I|Verano
[4] Verano en Australia

pequeños consultorios médicos. No fue muy difícil hallar el con-


sultorio que buscaban.
Hermione iba tomada de la mano de Ron, y miraba con ojos
brillosos a sus padres, entrar y salir o moverse alrededor de la pe-
queña sala de estar y los consultorios, tenían dos, uno para el señor
Granger y otro para la señora Granger, y aunque parecía que todo
estaba bien, Hermione tenía una mirada que le daba una mala cora-
zonada a Harry.
—¿Qué es, Hermione? —preguntó Harry no aguantando
más las dudas.
—Es que… —Hermione suspiró profundamente—. Parece
como si estuvieran peleados, así actuaban en casa cuando discutían,
como si no se vieran el uno al otro…
—Pero los padres discuten a veces, mis padres también lo
hacen.
—Ya… pero es que no esperaba encontrarlos peleados…
—Tal vez si deshaces el hechizo, podrán dejar de estarlo —
opinó Harry.
—Creo que lo mejor será seguirlos hasta casa, allí será más
simple.
—Bien, supongo que podemos usar la capa…
—¿Bromeas? —murmuró Ron—. Ya no cabemos los tres ba-
jo la capa… y de cualquier modo, hace demasiado calor.
Harry frunció el ceño y no comentó nada más, en silencio
los tres abandonaron su ubicación, desde donde se veía el consulto-
rio y la sala de espera, y se dispusieron a esperar, Harry esperaba
que los Granger fueran a casa a almorzar, puesto que realmente es-
taba aburriéndose haciendo de espía.
Para las cuatro de la tarde, la señora Granger salió del consul-
torio, ya sin la bata blanca y con una enorme cartera floreada, cerró
la puerta de su consultorio con llave y sin más, se dirigió a la salida.

94
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Ahora que hacemos? —preguntó Harry hacia Hermione.


—Supongo que seguirla a ella…
Los tres se encaminaron hacia la salida del edificio, siguiendo
a la señora Granger, lucía mucho más delgada que la última vez que
la habían visto, con sus sandalias y su falda blanca ancha, caminó
por lo que le pareció a Harry, una cantidad incalculable de calles
hasta que finalmente se detuvo en una parada de buses, los tres se
miraron confusos, y decidieron abordar el mismo bus que la seño-
ra. Hermione preguntó el importe a pagar al chofer, y luego los tres
se acomodaron en el asiento del final, Hermione no dejaba de estu-
diar a su madre con mirada crítica, analizando cada movimiento
que hacía.
Cuando al fin la mujer se bajó del bus, llegaron a lo que al
parecer era un pequeño condominio de casas frente al mar, eran to-
das pequeñas y blancas, bastante simpáticas y cálidas, los tres se
quedaron en la acera observando a la mujer entrar a una de ellas.
—Supongo que habrá que esperar a que papá llegue…
Pero el señor Granger no llegó, eran cerca de las once de la
noche cuando Ron hizo notar lo evidente.
—Tal vez tu papá no vendrá hoy…
—Imposible —dijo Hermione negando con la cabeza.
—Puede que… —Harry le dio una mirada de precaución a
Ron antes de continuar—. Que tú sabes, hayan peleado y él no lle-
gue a casa esta noche…
—No, papá jamás dejó de ir a dormir a casa, y ellos no solían
pelear, casi nunca.
Harry y Ron se miraron incapaces de encontrar qué hacer
mientras Hermione se sentaba en la acera observando fijamente ha-
cia la puerta blanca, como si de esa manera fuera a obtener sus res-
puestas.

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LIBRO I|Verano
[4] Verano en Australia

–|– 

Para la mañana siguiente, tenían un nuevo plan de trabajo, se


separaron en dos grupos, es decir Harry seguiría a la señora Gran-
ger, y Ron y Hermione al señor Granger, Harry estaba de acuerdo
con que sería más simple así, puesto que ya sabía donde vivía la
mujer y sólo debía asegurarse de que llegara a casa, aunque pensó
que después, podría hacer algunas averiguaciones alrededor, antes
de retornar al hotel.
Y así fue como a las seis de la tarde, bajo un cielo aún muy
luminoso, con unas gafas oscuras y una camiseta verde sin mangas,
estaba sentado en una de las banquetas que daban al mar, y frente a
la puerta de la blanca y pequeña casa de la señora Granger, viendo
cómo ella entraba y encendía las luces…
—¡Hey! ¡Lo siento! —dijo un chico casi inmediatamente
después de sentir un golpe en el brazo, que prácticamente lo había
botado del asiento, se giró para ver a un chico de cabellos rubios,
largos y sueltos, y de ojos claros que le sonreía, parecía ligeramente
avergonzado.
—Oh, no hay problema —murmuró Harry mientras se aga-
chaba a recoger las carpetas que habían caído al piso.
—Wow… ese acento —replicó el chico con demasiado áni-
mo mientras se arrodillaba delante de Harry, y recibía las carpetas
que éste le pasaba.
Harry se sintió de pronto, mucho más acalorado de lo que
había estado durante el día, podía sentir sus mejillas arder ligera-
mente por la insinuante voz de aquel chico.
—¿Mi acento?
—Sí… no eres de aquí ¿cierto? —afirmó el muchacho po-
niéndose en pie, y sin dejar de sonreír hacia Harry, que notó que
era ligeramente más alto que él, y muy musculoso y bronceado, o

96
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

eso parecía por la camiseta sin mangas y los pantalones cortos que
lucía.
—No, ¿tiene algo de malo mi acento?
—Al contrario… es inglés —replicó el chico con una mueca
que parecía paladear y disfrutar el que fuera inglés—. Es sólo que
me encanta la forma tan… —chasqueó la lengua como no encon-
trando qué definición usar—. Ya sabes… tan inglés.
—Oh —Harry arqueó una ceja, no sabiendo qué más decir, y
empezando a sentir más o menos la misma alteración que había
sentido al ver a aquel auror—. Tu acento es… ¿australiano?
El chico soltó una gran carcajada, una que hizo que la piel de
Harry se erizara. Una sensación muy agradable, decidió Harry.
—No, no soy australiano, mi nombre es Fabio, Fabio Jordao,
soy brasileño, pero estudio aquí, en la universidad de Newcastle, y
definitivamente, mi acento es pésimo.
—No creo que sea pésimo… sólo es diferente —alabó Harry
sentándose nuevamente en la misma banqueta.
A su lado, y sin invitación, Fabio también lo hizo.
—Gracias… creo, es que ustedes los ingleses, tienen una
forma de pronunciarlo todo…
Y Harry se quedó mirando por un instante los labios de
aquel chico, y la forma como pronunciaba cada palabra, se sobresal-
tó de lo que fuera que estaba sintiendo o deseando, y se alejó un
poco.
—Y… ¿Qué haces por aquí?
—Nada… Yo vivo allí —dijo, señalando una puerta a dos ca-
sas de diferencia de la que ocupaba la madre de Hermione—. Vivi-
mos varios chicos y chicas que vamos a la universidad… ¿Tú irás a
la universidad?
—No, sólo estoy de visita, con unos amigos… Sólo que ellos
no están por aquí en este momento.

97
LIBRO I|Verano
[4] Verano en Australia

—Oh… ¿Te has perdido?


—No, claro que no, tengo un mapa y todo… —Harry se sin-
tió estúpido y avergonzado ante esa afirmación—. Sólo estoy pa-
sando el rato… se está muy bien aquí.
—Te entiendo, yo me pasé los primeros días que llegué, sen-
tado frente al mar… es muy tranquilo.
—Sí, eso es —concordó Harry.
—¿Y te encontrarás pronto con tus amigos?
—No… creo que hasta en un par de horas. No me gusta
mucho andarlos siguiendo, se han vuelto novios hace poco… ya sa-
bes cómo es eso.
Fabio soltó una carcajada más, y negó con la cabeza.
—Bien, yo debo irme, tengo que dejar esto en casa y sacar
unos libros, pero si tus amigos están muy ocupados y quieres venir
a divertirte un poco, te puedo enseñar la parte nocturna de New-
castle, esa que no sale en las postales —Fabio le guiñó un ojo mien-
tras anotaba algo en una de las hojas sueltas de una de las carpetas.
Harry se sintió de pronto, un tanto intimidado y dejó de mirar. Un
instante después, Fabio lo tomaba de una mano y depositaba la nota
en su palma, demorándose, según le pareció a Harry, un poco más
de la cuenta en soltarlo.
—Claro… tal vez te llame…
—Hazlo, te divertirás. —Fabio se puso en pie sin dejar de
sonreír en ningún momento—. Te aseguro que te llevarías un grato
recuerdo de Australia —dijo, alejándose finalmente.
—Gracias.
Fabio se giró después de dar unos cuantos pasos más.
—Ah, no me has dicho tu nombre.
—Sí, Harry, Harry Potter. —Harry sintió que era genial po-
der pronunciar su nombre y presentarse sin ser reconocido como
«El Salvador del mundo mágico».

98
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ese acento… —murmuró Fabio una vez más, con una


sonrisa antes de girarse y alejarse.
Harry miró primero hacia la nota que aún tenía en la mano,
donde estaba escrito:
“Fabio Jordao, el chico que conociste frente al mar. 052-578679”
Y le fue imposible alejar la mirada del chico que ya estaba en
la puerta, entrando apresuradamente. Realmente había algo en su
forma de andar, en su cuerpo, en su sonrisa y sus ojos que hacían
que Harry se sintiera, tremendamente incómodo y anhelante a la
vez. Suspiró sabiendo que ahora, a la confusión por aquel auror se
le agregaría la confusión por aquel otro chico.

–|– 

Aquella noche cenaron tarde, sentados los tres en uno de los


restaurantes con mesas en la calle, mientras conversaban y planea-
ban su siguiente movimiento. Hermione y Ron habían seguido al
señor Granger hasta lo que al parecer era un bloque de departa-
mentos, en la entrada se leía «Granger», por lo que el que los padres
de Hermione no vivieran más juntos, quedó confirmado.
Hermione estaba muy alterada por aquel hecho, apenas y to-
có su comida o su bebida mientras repetía una y otra vez que todo
aquello era culpa suya, que de no haberlos hechizado, ambos esta-
rían en casa, juntos y no separados.
Harry y Ron se sintieron bastante cortos al momento de
consolarla, ninguno de los dos había pasado antes por una separa-
ción de padres, aunque sí le repitieron hasta el cansancio, que aque-
lla acción de Hermione bien pudo haberles salvado la vida.
—Tal vez cuando recuerden, estén juntos de nuevo —
aventuró Ron ya de camino al hotel, se les hacía más fácil caminar

99
LIBRO I|Verano
[4] Verano en Australia

las cinco calles que los separaba de su hotel, ahora con la brisa noc-
turna y el olor a mar.
—No lo sabremos… ¿Qué ocurre si uno de ellos no quiere
regresar más a Inglaterra?
—Hermione, eso es algo que no sabremos hasta que poda-
mos devolverles sus recuerdos.
—¿Y cómo haremos eso, Harry, si es que no podemos tener-
los en un solo sitio a los dos a la vez?
—Pues… podríamos engañarlos de alguna manera —opinó
Harry, obviando el tono mordaz de su amiga, recordándose que aún
se encontraba alterada por el descubrimiento de la separación de sus
padres.
—Sí, tal vez fingir que somos pacientes y encerrarlos y lue-
go…
—¡Ron, no voy a encerrar a mis padres!
—No creo que exista otra forma —defendió Harry mirando
a un Ron ligeramente sonrojado.
Para cuando llegaron al hotel, no se habían podido poner de
acuerdo en nada más, y luego de conversar un poco más en la habi-
tación de Harry, tanto Ron como Hermione se marcharon a des-
cansar.
Sin embargo, después de darse una ducha, Harry aún se sen-
tía intranquilo, y con curiosidad, curiosidad que no podía compartir
con sus amigos o con nadie más; luego de pensárselo mucho, se vis-
tió nuevamente, y cogió la varita y el mapa de la ciudad y se aventu-
ró a la oscura calle.

–|– 

Al principio, no encontró nada realmente excitante o extra-


ordinario, sin embargo, siguió andando, cruzándose con algunos

100
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

grupos de jóvenes que hablaban y reían en voz alta. Incontinenti de


cruzarse con varios de esos grupos, pensó que a donde ellos iban
podría ser un lugar divertido, así que decidió girar y seguirlos a una
distancia más o menos aceptable, lamentó no haber cargado con la
capa de invisibilidad, recordando que por más de dos años no la ha-
bía soltado jamás, sin embargo ya no estaba en guerra, ni en un lu-
gar peligroso. O al menos eso esperaba, cuando vio al grupo des-
cender por lo que parecían unas escalerillas que llevaban hasta el
mar.
Se detuvo, y observó que en la parte baja, había como una
especie de boulevard lleno de luces y gente entrando y saliendo,
aquel sitio no lo habían visto antes, tal vez porque no se habían
aventurado demasiado al turismo nocturno. O a ningún tipo de tu-
rismo. Acomodó un poco más su cabello y bajó con paso lento y
tranquilo, como si realmente supiera hacia donde se estaba diri-
giendo.
Bajo sus zapatillas, la arena se hundía, y tenía una visión mu-
cho más clara del mar azul y la brisa marina, avanzó unos cuantos
metros y se detuvo en uno de los locales que tenía un bar en la par-
te frontal, agradeciendo que no tuviera que entrar precisamente a
ninguno de aquellos sitios, se sentó en uno de los banquillos de
madera. Un chico guapo, y con exceso de bronceado le sonrió
mientras se acercaba con un trapo en la mano.
—Hola, ¿qué te doy?
—Hola… ¿Cerveza? —dudó Harry, recordando que en
realidad no sabía mucho acerca de qué se podía tomar en un bar. Su
corazón dio un tonto brinco al repetir «¡Estoy en un bar!» «¡Como
un adulto!» «¡En un bar!»
El chico le sonrió en respuesta, y se alejó para después regre-
sar con una botella de cerveza que abrió delante de él.
—Tres dólares.

101
LIBRO I|Verano
[4] Verano en Australia

Harry rebuscó en sus bolsillos hasta que encontró lo que al


parecer, si es que no recordaba mal las explicaciones de Hermione,
era un billete de cinco dólares australianos. Le dio el billete al chico,
que pareció conforme, y le entregó el cambio. Harry soltó un pe-
queño suspiro y se giró, sujetando su botella de cerveza en una
mano, y observando todo alrededor, la gente parecía pasarlo real-
mente bien allí, habían grupos de chicos y chicas con muy poca
cantidad de ropa, bailando; más al fondo, incluso podía ver una fo-
gata, y la música de los diversos locales opacaba el sonido de las
olas, las luces de colores parpadeaban como movidas por aquellos
ritmos que no conocía, pero que se le hacían bastante interesantes.
Se prometió buscar al día siguiente un poco más de información
acerca de aquella música.
Cuando iba por su tercera cerveza, y notaba su cabeza lige-
ramente más entumecida, una chica de cabello oscuro sujeto en una
cola alta, pasó cerca de él sonriendo de manera muy sugestiva, de-
masiado sugestiva, pensó Harry mientras la seguía con la mirada
hacia otro de los locales. Negó con la cabeza recordando de pronto
las palabras de Ginny: «yo no te excito», y cómo las dudas tras haber
visto a aquel auror, habían hecho que la frase se completara con un
«las mujeres no te excitan». Harry tuvo que admitir, tras ver a esa
chica, que las mujeres tal vez sí lo excitaban, pero no de la misma
forma que aquel auror o que aquel chico Fabio, que había conocido
esa tarde.
Fabio parecía el tipo de chico que estaría metido en uno de
esos locales a esas horas de la noche, pensó que sería una gran suer-
te encontrarlo allí.
Aunque luego de ver en su reloj que casi eran las dos de la
mañana, y notar lo absurda que era la idea de empezar a recorrer
todos aquellos bares en busca del chico, decidió que lo más reco-
mendable era, volver al hotel.

102
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Se despidió del chico de la barra, y luego caminó hacia las es-


caleras que lo llevaban a la parte alta de la ciudad. Encontró una pe-
queña calle en donde no parecía haber nadie, y se apareció en su
habitación, agradeciendo que el hotel no tuviera defensas anti apari-
ción al ser alojamientos para muggles, y que él no se hubiera escin-
dido, ya que no estaba realmente concentrado con aquella cantidad
de alcohol en su cabeza.
Se dejó caer sobre la cama, e inmediatamente cayó dormido.
Aquella noche no tuvo ningún sueño, o al menos no lo recordó.

–|– 

Los días siguientes se convirtieron en una tediosa rutina para


Harry, muy temprano en la mañana, él se aparecía delante de la casa
de la señora Granger, esta vez ya cubierto por su capa de invisibili-
dad, y se dedicaba a seguir a la mujer. Descubrió que todas las ma-
ñanas salía a correr bastante temprano por la playa, para luego, a las
ocho en punto, salir hacia el consultorio, en donde se encontraba
nuevamente con Ron y Hermione, que habían seguido al señor
Granger, después de eso se pasaban la mañana dando vueltas alre-
dedor, buscando algún tipo de información extra que los pudiera
ayudar, puesto que Hermione seguía algo reacia a encerrar a sus pa-
dres y hechizarlos.
Por las tardes, Harry regresaba siguiendo a la señora Granger
hasta la casa cerca de la playa, y se quedaba fuera espiando, pero no
sólo a la mujer, había descubierto también que a esa hora, Fabio pa-
saba cargando una gran cantidad de libros rumbo a su casa. En cada
ocasión que el chico pasaba, Harry se perdía admirando cada vez
con más entusiasmo su cuerpo y la forma en que caminaba. Aún
conservaba la nota que el chico le había dado, y cada vez que pensa-
ba en ella, se convencía de que Fabio había coqueteado de alguna

103
LIBRO I|Verano
[4] Verano en Australia

manera con él, y que tal vez llamarlo no era mala idea, tal vez nece-
sitaba despejar algunas dudas, y la única forma de hacerlo era com-
probando qué era lo que pasaría si aquellos sueños que tenía duran-
te las noches, se volvían realidad.
Además de eso, Harry tenía su propia rutina nocturna, pues
luego de que sus amigos se fueran a dormir, él tomaba una ducha y
volvía a salir rumbo a aquel boulevard marino, cada vez se internaba
más en él, desplazándose con más facilidad entre los bares y descu-
briendo que algunos de esos sitios eran discotecas. No se animó a
entrar a ninguna de ellas aún, sentía que no estaba listo. Pero una
noche en particular, volvió al hotel demasiado caliente y más anhe-
lante que nunca. Aquella noche había estado caminando por entre
los bares cuando había descubierto a un par de chicos, besándose
apasionada y descaradamente frente al mar, ambos sentados en la
arena, muy cerca al agua. En un principio, había pensado que se tra-
taba de una pareja cualquiera, e incluso había dejado de mirar sin-
tiéndose demasiado incómodo, pero cuando se fijó por segunda
vez, pudo ver que en realidad eran dos chicos, dos chicos muy jó-
venes, y la forma como se tocaban, hizo que algo vibrara en su pe-
cho. Aquella noche, en cuanto se apareció en el hotel, se despojó de
toda su ropa y se metió a la ducha, en un inicio había pensado en
una buena ducha fría, pero la necesidad era demasiado grande, y
terminó masturbándose y recordando no los rasgos suaves y delica-
dos de Ginny, o de alguna otra chica, si no aquella pareja en la playa.
Una vez sobre su cama, se prometió llamar al día siguiente a
Fabio, no sin antes hacer un par de averiguaciones en la biblioteca
que Hermione había descubierto.

–|– 

104
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Harry debía reconocer que, seguramente, a diferencia de


muchos adolescentes, él no tenía demasiada información respecto al
sexo. Había escuchado un par de conversaciones subidas de tono en
sexto año, sobre todo a los chicos de último curso, pero había esta-
do demasiado ocupado siguiendo a Malfoy, inquiriendo que
Slughorn le diera sus recuerdos, y escondiendo el libro de pociones
de Snape como para interesarse demasiado. Después de eso, toda su
vida se había enfocado en destruir Horrocruxes y matar a Volde-
mort, como para siquiera dedicarle más tiempo que el que una paja
ocasional requería. Pensó que tal vez, de haberse dedicado a pensar
en ello un poco más, las cosas con Ginny hubieran resultado mejor.
Aunque también cabía la posibilidad de que lo hubiera arruinado
incluso peor. Mejor era no averiguarlo. A pesar de todo, no debía
olvidar de que se trataba de la hermanita de su mejor amigo.
Así fue como, con toda la curiosidad recién floreciendo en él,
aprovechó que en la tarde debía seguir a la señora Granger para ale-
jarse de sus amigos, y llegar hasta la biblioteca. No se le ocurría un
mejor lugar para buscar, y estaba seguro que Hermione hubiese
pensado lo mismo.
Después de pagar una pequeña cantidad de dinero por un
carné que sabía, no usaría más de un par de veces, se internó en el
gran edificio y, un poco sonrojado y sofocado por el calor y la ver-
güenza, lo recorrió al completo hasta que encontró la sección de
«Educación Sexual».
Agradeció ser, aparentemente, el único con dudas de ese tipo
en aquel momento, pues la zona estaba completamente vacía. Reco-
rrió las estanterías, leyendo los diferentes títulos hasta que encontró
un par de libros bastante prometedores.
El primero era básicamente información.
Hablaban de enfermedades y embarazos no planificados, ha-
bían unas imágenes bastante aterradoras que efectivamente sirvie-

105
LIBRO I|Verano
[4] Verano en Australia

ron para que Harry tuviera en cuenta, todas y cada una de las reco-
mendaciones puestas allí.
El segundo libro era un poco más explícito, explicaba la ma-
nera como un hombre y una mujer podían “acoplarse” y hacerlo.
Harry quedó fascinado leyendo toda aquella información, pasó las
páginas con entusiasmo hasta que llegó al último capítulo, donde se
hablaba de sexo homosexual.
Tenía que admitir que pese a que había soñado con algunas
caricias con el auror, y con Fabio, y que tenía una vaga idea de cómo
se podía realizar; en teoría, toda la descripción del libro era franca-
mente fría, y lo hacía dudar de que aquello fuera posible en reali-
dad. Mencionaba el dolor y toda la cantidad de riesgos al hacerlo.
Aunque terminaba con un pequeño párrafo donde el autor admitía
no ser homofóbico, y que la tolerancia era algo que debía formar
parte de los valores de todas las personas.
Cuando Harry cerró finalmente el libro, se sintió inundado
de demasiada información, su cerebro ahora parecía poder graficar
mejor sus fantasías, las cuales, de una u otra manera se habían vuel-
to pavorosas también. ¿Si le iban los chicos, tenía que hacer aquellas
cosas dolorosas y peligrosas que mencionaban?
Salió de la biblioteca y se apareció delante de la casa de la se-
ñora Granger. Se sentó en la misma banca de siempre, cubierto con
su capa de invisibilidad, y se quedó pensando durante mucho más
rato, hasta que cerca de las seis de la tarde, como cada día, Fabio pa-
só caminando hacia su casa. El ver al muchacho, hizo que Harry
mandara al diablo sus miedos. Después de todo era un Gryffindor,
valiente y arriesgado, y necesitaba saber qué estaba pasando con él:
si era sólo una etapa de duda y crisis (uno de los libros que había
leído mencionaba que aquello le pasaba a muchos chicos y chicas),
o si era que en verdad se había equivocado durante mucho tiempo y
las chicas no eran lo que realmente le atraía.

106
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

5
Una «salida» demasiado esperada

“El que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla.”


Manuel Vicent, escritor español

Julio de 1998. Newcastle, Australia

A
quella noche vagó por los bares también, aunque sólo
tomó una cerveza y regresó temprano al hotel, se sen-
tía impaciente, puesto que a la mañana siguiente, lla-
maría a Fabio y aceptaría su invitación para que le demostrara lo
emocionante de la vida nocturna de aquella ciudad.
—Esta noche podremos hacerlo, entonces —dijo Hermione,
y Harry se giró bruscamente hacia ella, había estado repasando
mentalmente qué diría cuando el chico se pusiera al teléfono y no le
había prestado atención a su amiga.
—¿Cómo dices?
—Ay Harry, ¿estás bien? Últimamente andas tan distraído —
dijo Hermione sin un rastro de reproche. Harry se sonrojó pensan-
do en la posibilidad de que ella supiera. No estaba listo para que sus
amigos se pusieran al corriente de lo que le pasaba, ya que ni siquie-
ra él sabía qué era lo que le sucedía.

107
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Lo siento, estaba… —Harry negó con la cabeza, no se le


ocurría ninguna excusa diferente a «estaba pensando en cómo eli-
minar un Horrocrux», y sabía que aquella ya no podía ser una excu-
sa válida—. Olvídalo, mejor dime qué es lo que pasará esta noche.
—Hemos logrado que tanto papá como mamá, esta tarde se
queden un poco más tarde de la hora establecida, los encerraremos
y después revertiremos el hechizo —informó Hermione, parecía
más nerviosa de lo habitual.
—Oh, ¿cómo hemos logrado eso?
—Pedimos una cita —replicó Ron con mirada de «¡obvio!», y
Harry frunció el ceño.
—Supongo que no lo podemos retrasar más —admitió Ha-
rry desanimado, sabía que no sería esa noche la que podría ver a Fa-
bio, no sabía en realidad cómo acabaría todo… Aunque llamarlo y
quedar para el día siguiente no sería mala idea tampoco.
—No, y yo sé que tal vez te hubiera gustado llegar a casa an-
tes del viernes —dijo Hermione incómoda—, y lamento tanto que
no sea así… aunque si nos damos prisa, tal vez aún podamos llegar
y…
—¿El viernes? —interrumpió Harry algo confundido.
—Tu cumpleaños, amigo —dijo Ron mirándolo extrañado.
Harry definitivamente estaba distraído. Completamente.
—Oh —Harry miró a sus amigos, y luego se sintió realmen-
te tonto—, mi cumpleaños, casi lo había olvidado…
—¿En serio?
—Oigan, pero no pasa nada, no me molestaría quedarme
unos cuantos días más aquí —les dijo Harry con una sonrisa—, este
sitio me gusta.
«Al menos hasta que descubra qué demonios pasa conmigo,
si esto es un problema de identidad o si de verdad…» Detuvo su lí-
nea de pensamientos antes de parecer distraído una vez más.

108
LIBRO I|Verano
[5] Una «salida» demasiado esperada

—Tal vez podamos buscar algún bar o algo así para cele-
brar… ahora que tendrás dieciocho, supongo que nadie se negará a
venderte una cerveza 5 —dijo con entusiasmo Ron.
—¿Tengo que esperar a los dieciocho para que me vendan
una cerveza? —preguntó asombrado Harry, casi suelta una carcaja-
da, a él nunca le habían pedido que se identificara para venderle na-
da en los bares.
—En otros sitios es peor, tienes que esperar a los veintiuno
—informó Ron con tono lúgubre.
—Es que este es el mundo muggle, en el mágico ya eres ma-
yor de edad, pero aquí todavía no —confirmó Hermione. Y Harry
sólo asintió en respuesta, evitando con satisfacción, la sonrisa de su-
ficiencia en su rostro.

–|– 

Aquel día le fue bastante difícil desembarazarse de sus ami-


gos, puesto que andaban los tres juntos repasando las partes del
plan, y Hermione repasando los pasos del encantamiento que tenía
que realizar. Cuando finalmente se pudo escabullir a una cabina de
teléfono público, marcó el número y esperó durante lo que le pare-
ció una eternidad. Una chica, con un acento completamente dife-
rente al de Fabio, lo atendió. Harry ya sabía que en aquella casa vi-
vían varios estudiantes, así que en realidad no se asombró mucho
de que fuera una chica la que le contestara, aunque quedó algo de-
cepcionado cuando le dijo que Fabio no regresaría hasta las siete,

5
En algunas ciudades de Australia, se puede vender licor a los jóvenes de entre 18 a 21 años, por
lo general, bajo la supervisión de un adulto. En ciudades como Newcastle (160 km al norte de
Sidney y la 6ta ciudad más importante del continente australiano), los jóvenes de 18 años, libre-
mente pueden conseguir alcohol en cualquier discoteca o bar de la ciudad. La autora hace cuadrar
con la historia (con certeza) el permiso “sin la supervisión de adultos”, y permite que Harry tran-
site por aquellos sitios sin el menor problema para conseguir bebidas alcoholicas.

109
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

pues era su último día de exámenes. Aquella chica fue bastante


amable, y prometió darle el encargo a Fabio. Harry prometió que
llamaría aquella noche, aunque no estaba muy seguro de la hora…
Esperaba que realmente el chico se encontrara en casa la siguiente
vez.
Así que, un poco más desanimado, se dirigió con sus amigos
hacia el consultorio de los doctores Granger, esperando a que se
quedara completamente vacío para poder actuar.

–|– 

—¿No te has preguntado qué pasaría si aquí tienen algún ti-


po de hechizo de control para que los magos no hechicen a los mu-
ggles? —preguntó Harry mientras subían por el ascensor. Estaban
sólo los tres.
—Sí, me lo pregunté, mientras no lancemos ninguna imper-
donable o hechizos de magia negra, ellos no nos detectaran.
—¿Lo averiguaste? ¿Cuándo?
—Antes de venir, obviamente. Y tienen una lista mucho más
larga de magia oscura prohibida, muchos de esos hechizos ni si-
quiera los había escuchado…
—Oh… ¿Entonces estaremos a salvo y no rompemos ningu-
na regla? —preguntó Harry.
—No, en esta aventura creo que no haremos nada ilegal o
fuera de las normas —suspiró Hermione, y Harry estuvo seguro de
que, al igual que él, rememoraba algunas de sus aventuras saltándo-
se las normas por conseguir hacer el bien.
—Bueno, entonces… —Hermione suspiró cuando el ascen-
sor se abrió para dejarlos en el piso de consultorios dentales, Ron la
tomó de la mano y los tres se encaminaron en silencio hacia el lugar
que ya conocían.

110
LIBRO I|Verano
[5] Una «salida» demasiado esperada

Sólo había un hombre en la salita de espera, parecía tener un


poco más de treinta años y por la expresión que tenía, debía estar
padeciendo un terrible dolor.
Los tres se sentaron a esperar. Harry, por hacer algo, tomó
una de las revistas de la mesa del centro y la hojeó, mencionaban
muchos chismes acerca de personas que no conocía o que no había
escuchado antes, sobre rupturas amorosas, matrimonios, embara-
zos, incluso venta de alguna mansión. La foto de un muchacho de
cabellos rojos y cortos llamó su atención, aunque en realidad fue la
forma como el artículo estaba encabezado: «Derick ¿Realmente es
el hombre que todos esperaban?» Y a continuación, se mencionaba
que aquel hombre era el protagonista en una de las series más de
moda del país, y que aparentemente había sido pescado saliendo de
una de las discotecas de la zona gay de Newcastle, y que aquello
minaba su credibilidad en la serie, en donde representaba a un con-
quistador heterosexual empedernido. Harry frunció el ceño. ¿Qué
le importaba a esa gente si realmente aquel tipo era gay? Es decir,
aquello no era algo malo… ¿O sí? Sintió una oleada de pánico, y se
inclinó un poco hacia Ron, señalándole el artículo y esperando ver
en su rostro, despreocupación o algo que lo aliviara, pero no fue así.
Lo que vio fue, un ceño fruncido y una mirada de fastidio.
—Algunas costumbres muggles son realmente… ¡agh!
—¿Costumbres muggles? —preguntó en un susurro Harry
mientras veían la puerta del doctor Granger abriéndose para dejar
salir a una señora y una pequeña niña, y el hombre que esperaba
junto a ellos, entraba.
—Ya sabes, ese tema de los “gays” —dijo haciendo comillas
con los dedos en la última palabra.
—¿No los hay en el mundo mágico?
—Pues no, claro que no, es algo… no sé cómo decirlo, sim-
plemente no pasa.

111
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Claro que pasa, Harry. Es simplemente que ellos son más


intolerantes ante el tema, y los que son gays, se esconden para evitar
el repudio o las malas miradas de los demás, es lo mismo que pasa-
ba hace mucho tiempo en el mundo muggle, supongo que en eso
vamos muy retrasados —interrumpió Hermione. Harry pensó que
debió preguntar de frente a Hermione, ella siempre tenía la res-
puesta a todo. Increíblemente a eso también.
—No estamos retrasados —se defendió Ron—. Es algo que
no es normal… punto.
Hermione puso los ojos en blanco, e iba a contestar cuando
la puerta de uno de los consultorios se abrió, la señora Granger
emergió de él, seguida de una anciana que caminaba lentamente y
murmuraba hacia la mujer.
La señora Granger acompañó a la mujer hasta el ascensor, y
en cuanto volvió, se detuvo delante de los tres chicos, mirándolos
de manera muy similar a la que tenía Hermione cuando estaba a
punto de resolver algún acertijo demasiado complicado.
—Entonces ¿cuál de ustedes es Ronald Weasley?
Ron se sonrojó un poco y se puso en pie, con bastante lenti-
tud, al mismo tiempo que el doctor Granger abría la puerta para de-
jar ir al último paciente.
—Verá, doctora Granger… —balbuceó Ron bastante nervio-
so, o al menos era necesario parecerlo, dando tiempo a que el hom-
bre se retirara y los dejara completamente solos.
—Es que tiene pánico —informó Hermione poniéndose en
pie también, y tratando de ganar tiempo.
Harry esperó a que se dejaran de escuchar los pasos del
hombre en el pasillo para levantar la varita y murmurar un hechizo,
y hacer que la puerta se cerrara de golpe. El doctor Granger, que es-
taba a punto de meterse en su consultorio, escuchó el sonido y se
giró alarmado hacia ellos.

112
LIBRO I|Verano
[5] Una «salida» demasiado esperada

Ron se dejó caer en el sofá nuevamente mientras Hermione


empezaba a murmurar las palabras para deshacer el hechizo que les
había puesto a sus padres.
Ambos lucieron por un instante alarmados, hasta que la pri-
mera chispa de magia los rozó, entonces sus miradas se desenfoca-
ron y permanecieron laxos, y en silencio, por lo que a Harry le pa-
reció una eternidad, mientras Hermione seguía murmurando. Ella
parecía cada vez más acalorada, e incluso unas gotas de sudor resba-
laban por sus sienes, hasta que finalmente el último rayo de luz vio-
leta desapareció.
Después todo se quedó en silencio.

–|– 

—¿Tú crees que se enfaden mucho? —preguntó Ron mien-


tras se metía un par de patatas fritas a la boca.
—¿Más de lo que ya estaban? —preguntó Harry preocupado,
luego de un instante, los padres de Hermione habían, de alguna
manera, recobrado todos sus recuerdos, adicionados a que estaban
ahora en Australia. Cuando Hermione había explicado lo ocurrido,
ambos habían lucido muy enfadados. Finalmente Harry y Ron ha-
bían decidido dejarlos solos para que tuvieran un poco de privaci-
dad. Cuando se alejaron por el pasillo, aún podían escuchar los re-
gaños del señor Granger, a quien nunca antes habían escuchado le-
vantar la voz.
—¿Tú crees que…? Ya sabes… ¿Qué le prohíban volver a ca-
sa?
—No… es decir, la idea es que vuelvan los tres. Hermione
no se puede quedar aquí… tiene toda una vida allá —dijo tratando
de convencer a Ron, y también de convencerse a sí mismo.
No se imaginaba llegando a Londres sin su amiga.

113
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Era como llegar sin una parte de sí mismo.


—Aquí también hay un mundo mágico, y si ellos la obligan,
ella podría estudiar y vivir en ese sitio…
—¡Oh! Vamos Ron, no creo que puedan obligarla, ya es ma-
yor de edad y todo, ¿no?
Ron asintió suavemente, aunque no parecía haberse librado
completamente de la preocupación, y Harry tampoco, tenía que
admitirlo, pero decidió aprovechar el momento de descuido de su
amigo para excusarse con ir al baño y buscar un teléfono.
Le alegró encontrar uno al fondo, cerca de los baños. Y aleja-
do de miradas indiscretas, marcó nuevamente el número, que ya se
sabía de memoria y esperó pacientemente mientras al otro lado, la
línea replicaba una y otra vez.
—¿Diga? —dijo la voz, esta vez de un chico.
—Hola —Harry tomó una bocanada de aire, ¿por qué dia-
blos se tenía que sentir tan culpable y tonto al hacer algo así?—. Es-
toy buscando a Fabio.
—Creo que está en su habitación ¿quién lo llama?
—Harry… Harry Potter.
—Espérame un momento, iré a ver si está —dijo la voz de
aquel chico, y Harry escuchó cómo el teléfono era colocado sobre la
mesa. Al fondo, podía percibir algo de música a través de la bocina,
como si estuviera muy alejada, y también escuchaba algunas voces
de chicos y chicas.
Tamborileó con sus dedos sobre el teléfono, dando miradas
preocupadas hacia el pasillo que daba al salón, rogando para que
Ron no fuera a buscarlo.
—Hey ¿Harry? —preguntó la voz animada de Fabio desde el
otro lado de la línea.
Harry sintió como se ruborizaba, «esto es estúpido» se dijo,
recordando que en realidad Fabio no lo podía ver.

114
LIBRO I|Verano
[5] Una «salida» demasiado esperada

—Sí, hola Fabio ¿cómo has estado?


—Oh pues… —Fabio bufó suavemente—, exámenes… odio
los exámenes, pero al fin se han terminado, y ahora llegan las vaca-
ciones.
—Eso es genial.
—Y ahora dime, ¿deseas que te enseñe un poco más de la vi-
da nocturna de nuestra querida ciudad?
—Pues sí… pensaba que tal vez, si tenías algo de tiempo…
—¿Esta noche? —interrumpió Fabio, realmente sí parecía
muy animado con la idea.
—No, no esta noche no puedo —Harry instintivamente ha-
bía bajado el volumen de su voz—. ¿Qué te parece mañana en la
noche?
—¿Está todo bien?
—Claro que sí.
—Ah… es que me pareció… —Fabio pareció dudar un mo-
mento y luego habló nuevamente con aquella voz animada—. Si
gustas, te puedo ir a recoger a donde te estés quedando.
—Eh… No, mejor dime donde nos podemos encontrar…
¿Alrededor de las diez te parece bien?
—Ese acento tuyo es encantador… y muy convincente —rio
Fabio desde el otro lado de la línea, y Harry sintió sus mejillas arder
mucho más—. Trata de usar un taxi, es más seguro… ¿tienes dónde
anotar?
—Sí, espera un segundo —pidió Harry rebuscando en sus
bolsillos para sacar un bolígrafo, usó el otro lado del papel en blan-
co que Fabio le había dado para anotar la dirección y las instruccio-
nes que le daba.
—¿Lo tienes todo? —preguntó Fabio—. No quiero que te
vayas a perder.

115
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Harry estuvo a punto de replicar que era imposible que se


perdiera, no después de todo lo que había vivido, pero se contuvo.
—No me perderé, tengo buen sentido de la orientación —
dijo con una sonrisa.
«Claro, no de la sexual, pero eso es algo que pienso remediar
muy pronto», pensó medio divertido mientras Fabio se despedía.
—Te veo mañana entonces…
—Sí. Adiós.

–|– 

Hermione, acompañada de sus padres, los buscó cerca de las


once de la noche. Harry y Ron, inmediatamente después de comer,
se la habían pasado sentados delante del edificio de consultorios, sin
saber muy bien qué hacer, sólo esperar por su amiga.
—Hola chicos —saludó Hermione con voz irritada, Harry se
preguntó si es que ella también había estado gritando.
—¿Cómo están? —preguntó el señor Granger extendiendo
la mano hacia ellos mientras la señora Granger sólo hacía una ligera
inclinación de cabeza. Harry comprendió que ellos aún estaban
muy enfadados, y se preguntó qué tan enfadados estarían con ellos
dos, que después de todo, habían arrastrado a su hija a través de to-
do el país para destruir a Voldemort.
—Señores Granger… —murmuró Ron bastante sonrojado.
Hermione le envío una mirada fulminante.
—Por ahora, creo que lo mejor será ir a casa a descansar,
Hermione y nosotros tenemos muchas cosas más de que hablar y
que resolver —dijo cortante la señora Granger.
—Chicos, volvamos al hotel, debo recoger mis cosas —dijo
Hermione con voz apagada, Ron le dio una mirada de pánico a Ha-

116
LIBRO I|Verano
[5] Una «salida» demasiado esperada

rry, seguro recordando la posibilidad de que ella no volviese con


ellos a Inglaterra.
—Claro, vamos Ron —apresuró Harry, mientras más rápido
llegaran al hotel más pronto ella les podría decir qué sucedía.

–|– 

—Están furiosos… —masculló Hermione mientras agitaba


la varita de un lado a otro para recoger sus cosas y colocarlas dentro
de la pequeña maleta de viaje—. Ofendidos, defraudados… eso fue
lo que dijeron, defraudados.
—Lo siento —se disculpó Harry, no podía dejar de sentirse
culpable.
—No lo sientas, yo no lo hago, lo que hice fue lo correcto, y
ellos no me van a hacer cambiar de opinión.
—Pero… ¿Qué tal si ya no te dejan volver? Si te prohíben
acercarte a la magia o…
—Ron, no digas eso —dijo ella deteniendo todo el ajetreo y
acercándose al pelirrojo.
Harry miró la escena en silencio, sintiéndose un intruso en-
tre ellos.
—No me pueden prohibir hacer nada, soy mayor de edad,
solamente necesitan tiempo para asimilarlo…
—Iré a ver si ellos están bien —murmuró Harry, saliendo de
la habitación, y dejando a sus amigos abrazados.
Cuando llegó al vestíbulo, los señores Granger estaban sen-
tados en uno de los sofás de espera, cada uno a un extremo, y mi-
rando en direcciones opuestas. A Harry le recordó a una pelea de
niños.
—Ella bajará en un momento más —informó sentándose en
medio.

117
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Bien —dijo el hombre dándole una mirada desinteresada.


—Ella nos contó algunas cosas… —murmuró la señora
Granger después de un momento de silencio. Harry la miró confu-
samente, no sabía qué era lo que Hermione había dicho sobre lo
pasado—, dice que hubo una guerra, pero que ahora todo está en
calma, que nadie los molestará más.
—Es cierto, ahora todo está tranquilo, no hay peligro alguno.
—¿Pero por cuánto tiempo más? —increpó el señor Granger
en voz demasiado alta, varias de las personas que estaban cerca se
giraron a mirarlos.
—No creo que eso vuelva a suceder, ya está todo resuelto —
se justificó Harry—, y Hermione hizo mucho para que eso resulta-
se de esa manera, para que todos podamos estar tranquilos. No de-
berían enfadarse con ella, sólo estaba asustada por ustedes.
—Pues debió decirlo, pudimos haber salido del país juntos,
no tenía por qué participar en nada de eso… ella sólo es una niña
que…
—Papá —interrumpió Hermione, venía tomada de la mano
de Ron, que cargaba la pequeña maleta—, ya te dije que no se trata
de sentarse a esperar a que otros resuelvan lo que está mal.
—Vamos a casa, será mejor hablar allí —replicó el señor
Granger poniéndose en pie, su esposa y Harry lo imitaron.
—¿A cuál casa? ¿A la tuya o a la de mamá? —preguntó Her-
mione con la voz herida. Harry y Ron intercambiaron miradas
preocupadas.
—En mi casa, será mejor allí —concluyó la señora Granger
un tanto incómoda.

–|– 

118
LIBRO I|Verano
[5] Una «salida» demasiado esperada

Esa noche Harry se fue a dormir bastante tarde, él y Ron es-


tuvieron mucho rato más conversando acerca de todo lo que podía
pasar entre los padres de Hermione y ella, y si es que estarían tan
enfadados por haber sido engañados, y sobre todo, temerosos acerca
de la última guerra como para querer volver o permitir que su hija
volviera.
Aún no encontraba la forma de como escapar al día siguiente
para poder ir a la cita que tenía con Fabio… Trataba de no pensar
demasiado en lo que sucedería durante ese encuentro, puesto que
eso hacía que se sonrojara y que el corazón le latiera con fuerza. Era
más que obvio, aún para su torpe inocencia, que Fabio había estado
coqueteando con él y, sin embargo, eso no le había enfadado en ab-
soluto.
Sólo había incrementado su curiosidad.

–|– 

Ron y él se aparecieron debajo de la capa de invisibilidad, y


delante de la puerta de la señora Granger, eran más de las once de la
mañana y esperaban no interrumpir nada.
La que les abrió la puerta fue Hermione, que abrazó y besó a
Ron con bastante ímpetu para en seguida, abrazar a Harry.
—Chicos… les tengo que contar un montón de cosas.
Y así fue como los tres pasaron el resto del día, enterándose
de todo lo acontecido. Harry respiró aliviado al escuchar que final-
mente los padres de Hermione habían decidido volver a Inglaterra,
aunque necesitaban un par de semanas cuanto menos para dejar to-
do en orden, que aún estaban enfadados por lo que ella había he-
cho, pero que no había mucho que pudieran hacer para negarle
volver al mundo mágico, así que tenía su apoyo para retornar a la
escuela ese primero de septiembre.

119
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Y qué se supone que haremos durante dos semanas? —


preguntó Ron luego de que su rostro reflejara alivio al enterarse
que la chica volvería con ellos.
—Turismo —Hermione respondió encogiéndose de hom-
bros—. Yo tengo que ayudar a mis padres, pero podemos hacer algo
de turismo, hay muchas cosas que ver por aquí, y aún tenemos que
celebrar tu cumpleaños.
—Ah… cierto —Harry sonrió y pensó que era el mejor
momento de introducir a Fabio en la conversación, solo esperaba
que sus amigos no se mostraran escépticos o desconfiados—. Co-
nocí a un chico, un amigo, estos días que estuve aquí… espiando.
—Eso es genial —dijo Hermione—, tal vez le puedas decir
que se venga con nosotros a celebrar tu cumpleaños el viernes.
—Hoy lo veré, prometió enseñarme algunos sitios, se lo pre-
guntaré.
—¿Y por qué no lo mencionaste antes? —preguntó Ron ar-
queando una ceja—. ¿Desde cuándo quedaste con él?
—Pues… —Harry frunció el ceño, por lo general la descon-
fiada era Hermione, no Ron—… Ayer quedé con él, pero hemos
estado con la mente en otras cosas como para mencionarlo. ¿Cuál
es el problema?
—Me extraña que ahora tengas facilidad para hacer amigos.
—¿Crees que soy un antipático que no tiene posibilidad de
hacer amigos?
—Yo no he dicho eso.
—Ron, por favor —interrumpió Hermione apretando un
poco más su mano sobre la del chico—, es un amigo, estoy seguro
que si se tratara de una chica, Harry nos lo diría —agregó Hermio-
ne, dándole una mirada de advertencia a Harry.
«Así que eso era», pensó Harry con algo de alivio. Realmente
estaba muy confundido acerca de la reacción de Ron.

120
LIBRO I|Verano
[5] Una «salida» demasiado esperada

—Es un chico, vive aquí a unas cuantas casas, no se trata de


ninguna chica o una cita… —Algo en su cabeza resonó como acu-
sándolo de «mentiroso», pero no le prestó atención, después de to-
do, no estaba mintiendo del todo.
—Yo… claro, es un chico —murmuró Ron—. Estará bien si
viene con nosotros el viernes, tal vez él conozca un sitio donde ce-
lebrar.
—Le preguntaré —sonrió Harry.

–|– 

Cuando sus amigos se despidieron de él en la puerta del ho-


tel mientras él abordaba el taxi, estuvo contento de no sólo no ha-
ber escapado, sino de decirles la verdad (a medias, pero creía que
era mejor que una mentira completa), puesto que se veía que am-
bos estaban ansiosos de quedarse solos, y así, no estaría pensando en
la posibilidad de que ellos entraran a la habitación a buscarlo, y se
asustaran o preocuparan al no encontrarlo ahí.
El taxista le dio una mirada extraña cuando mencionó que
quería ir a «The Honey Lake», pero no hizo mayor comentario
mientras se alejaban más y más de cualquier sitio que Harry hubiera
visto en esos días en la ciudad. Recordó que ahora que Hermione
había arreglado las cosas con sus padres, y que todo estaba mejor,
tendrían tiempo para pasear y la ciudad se le hacía muy bonita. En
realidad, sí tenía ganas de conocer un poco más de todo ese sitio an-
tes de volver a casa y decidir qué hacer con su vida.
—Aquí es —dijo el chofer sacándolo de sus reflexiones—.
Son diez dólares.
—Sí, claro —Harry recordó los consejos de Fabio acerca de
que no dejara que el taxista le diera demasiadas vueltas para cobrarle
de más, y que no pagara más de doce dólares. Extendió el billete al

121
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

taxista, que lo siguió mirando de manera extraña, y estuvo a punto


de preguntar la razón cuando dos chicos muy atractivos pasaron de-
lante de ellos, iban tomados de la mano y bastante pegados el uno al
otro.
Harry tragó grueso y evitó la mirada del taxista mientras ba-
jaba del vehículo para ver que se encontraba en lo que parecía una
gran calle, de alguna manera, le recordaba al callejón Diagon, aun-
que a mayor escala, pues éste era mucho más ancho e iluminado,
lleno de locales a lo largo de las calles. Sólo que en estas calles no
vendían ingredientes o libros, y todos, aparentemente, se trataban
de discotecas y bares, pero lo que más llamó su atención era la gente
y las parejas. Podía estar equivocado, podía ser casualidad o que la
mente le estuviera jugando una mala pasada, pero aquel sitio estaba
atiborrado de gays.
—Pensé que no llegarías —dijo la voz de un chico poniéndo-
le una mano en el hombro. Harry saltó del susto y se giró rápida-
mente hacia Fabio, que sonreía de manera demasiado encantadora.
—Me asustaste.
—Lo siento, ¿de verdad te asusté? —preguntó con un pe-
queño ronroneo. Harry sintió como toda su piel se erizaba, y una
agradable sensación bailaba en su vientre.
—Sí… —Harry ensayó su mejor sonrisa—. Es que estaba
muy distraído mirando todo y no te sentí llegar.
—Te prometo que la siguiente vez si me sentirás llegar —
replicó el chico jalándolo de un brazo, y con una gran sonrisa im-
presa en su rostro. Harry lo miró un instante, sin entender el chiste
en sus palabras.
—Diablos, sí que eres un santo niño inglés —se quejó Fabio
porque Harry no entendía su broma mientras ambos empezaban a
andar por la calle ancha llena de discotecas, y de gente entrando y
saliendo.

122
LIBRO I|Verano
[5] Una «salida» demasiado esperada

—No soy niño —se quejó Harry, esperando que su voz no


hubiera salido demasiado afectada, puesto que su mirada se había
desviado hacia una pareja de chicos pegada contra una pared, se be-
saban de una manera que no pensaba posible, de una manera que
no había visto o sentido antes. Recordó a los dos chicos de la playa,
ellos estaban más lejos, y no había podido ver bien, pero ahora estos
chicos estaban a medio metro de ellos y se metían mano por cual-
quier sitio, como si se hubieran olvidado que estaban en medio de
la calle.
—¿No se ven cosas así en tu ciudad? —preguntó Fabio dete-
niendo el paso y mirando hacia el mismo punto que Harry.
—No…
—Bueno, estamos en el punto de reunión de todos los ho-
mosexuales de Newcastle, ¿qué esperabas?
Harry se giró hacia Fabio y lo vio sonreír, pensó que tal vez
lo correcto sería decirle que él no era gay, o que no estaba seguro,
porque por la forma en que Fabio actuaba, parecía convencido de
que Harry era un gay declarado.
—Yo no…
—¿Tú no? —interrumpió Fabio.
—Aún no estoy seguro. —Harry se maldijo, las mejillas le
ardían y las manos le sudaban bastante. Se sentía ridículo confesan-
do algo tan personal ante un extraño, sintiéndose sobre todo vulne-
rable.
—¿No estás seguro?
—No, no lo estoy. —Harry se cruzó de brazos y trató de mi-
rar a otro lado, quería esconder ante una máscara de enojo, lo in-
cómodo que se estaba sintiendo—. Si eso es tan grave para ti, puedo
volver al hotel…
Fabio lo observó por lo que le pareció una eternidad antes de
soltar un pequeño suspiro.

123
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Te diré qué, vamos a ese sitio de allá a tomar un trago y


conversamos un poco, luego de eso, si quieres podemos entrar a
una de las discotecas, tengo varios amigos esperando… —dijo Fabio
señalando el lado opuesto de la calle, y con una expresión muy
amable, que sólo hizo que Harry se sintiera peor, como un niño ex-
traviado siendo ayudado por un extraño.
—Si después decides que lo mejor es volver al hotel, no ha-
brá problema —continuó Fabio—, y podemos quedar para otro
día... o simplemente no quedar más.
Harry lo estudió un instante y se recordó que estaba allí en
busca de respuestas, y porque Fabio lo hacía sentir bien, de alguna
manera agradable, e irse a sólo diez minutos de llegar era algo de lo
que se arrepentiría después.
—Me gustaría un trago.
—Genial…
—Y gracias.

–|– 

Si había una cosa que Harry tenía que reconocer, era que le
ponía ver a los chicos en pareja, no le daba repulsión, no le daba as-
co, y más que sorprenderle o hacerle sentir incómodo, era algo que
le parecía natural y excitante.
—Así que, Harry, ¿cuántos años tienes?
Harry volvió su atención a Fabio, que estaba delante de él,
ambos estaban sentados en una mesa alta y alejados del centro, casi
en un rincón. Le pareció un lugar ideal para hablar, delante de ellos
tenían una copa de un licor que Harry no conocía, Fabio había or-
denado por ambos, y aún no se animaba a beber.
—Dieciocho… ¿Tú?
—Yo soy un poco más grande que tú, tengo veintitrés.

124
LIBRO I|Verano
[5] Una «salida» demasiado esperada

Harry frunció el ceño ligeramente y se llevó la copa a los la-


bios, el licor quemaba su garganta y su pecho, pero de una manera
agradable.
—No te lo tomes tan rápido —advirtió Fabio sujetando con
una mano la copa de Harry, y rozándolo con sus dedos.
Harry sintió que se sonrojaba nuevamente, pero luchó por
no apartar esa cálida mano que ahora acariciaba casi imperceptible-
mente sus dedos. Su corazón se iba acelerando, así como el calor de
su cuerpo entero. Después de lo que le pareció una eternidad, Fabio
volvió a hablar, y se obligó a mirarlo, aún sintiendo esas caricias tan
agradables.
—¿Por qué estás aquí?
—Yo… quería verte y… —se mordió el labio inferior nervio-
samente, y los dedos de Fabio se enredaron con los suyos; era un
gesto extraño, recordaba haber tomado de la mano a Ginny y a
Cho, incluso a Hermione alguna vez, pero nunca se había sentido
así de intenso.
—¿Quieres saber lo que es estar con un chico?
—Sí, pero también saber si soy…
—¿Gay?
—Ajá…
—¿Y por qué crees que lo eres?
—Tú crees que lo soy ¿verdad? —Harry no se dio cuenta,
pero su pulgar estaba ya acariciando y jugando sobre la mano de Fa-
bio—. Por eso te me acercaste en la playa y me diste tu número.
—Sí, yo creo que lo eres… y que eres muy lindo además.
—No quiero ser «lindo» —se quejó Harry, sonriendo a pesar
de todo por el cumplido—, pero… ¿Por qué creíste que lo era?
—No lo sé. —Fabio se encogió de hombros—. Es sólo algo
en el radar me dijo que lo eras.
—¿Radar?

125
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Sí, nuestro radar. Puedo reconocer a un gay en cualquier


sitio, así esté vestido de cura.
—Oh…
—¿Por qué estás tan confundido?
Y entonces Harry le contó lo que no le había contado a sus
amigos ni a nadie más, como le animaba poco el andarse besando o
toqueteando con Ginny, la forma como ese otro chico —no le
mencionó que era un auror, naturalmente— le había sonreído y le
había hecho fantasear por semanas, haciéndolo dudar mucho más, y
cómo Fabio tenía el mismo efecto en él. Se sintió mucho mejor en
cuanto lo hubo soltado todo, como dejar caer un gran peso. Ahora
se sentía mucho más ligero y libre.
Fabio le contó que era gay declarado desde los catorce años,
que su padre y hermanos no estaban muy contentos, pero que no se
metían con él, y que su madre lo apoyaba bastante. Que estaba allí
estudiando y disfrutando de toda la libertad que vivir lejos de la fa-
milia le daba. Que en Brasil tenía muchos amigos, no sólo gays,
sino de todos los tipos, y que tenía que recordar que nunca debía
dejar que nadie le dijera qué hacer, y que era o no correcto en ese
aspecto.
—Quien te quiera, quien sea, tu amigo o tu familia, debe
aceptarte como eres, no haces nada malo al ser gay.
—Aún no estoy seguro de serlo —murmuró Harry un tanto
conmovido por todo lo que Fabio le había comentado. Agradeció
haber conocido a alguien así, era justo lo que necesitaba.
Fabio sonrió ampliamente, y en solo un movimiento, elimi-
nó la distancia que los separaba, soltó la mano de Harry, y con am-
bas manos sujetó su rostro a la vez que sus labios se posaban sobre
los de Harry.
Harry abrió los ojos como platos durante un instante, viendo
los ojos cerrados de Fabio y sintiendo esos labios jugando sobre los

126
LIBRO I|Verano
[5] Una «salida» demasiado esperada

suyos, sus manos se sujetaron de los brazos de Fabio con fuerza, y


entonces se dejó llevar. La lengua de Fabio trató de entrar a su boca,
presionando suavemente, y Harry se lo permitió, entreabrió los la-
bios un poco más, y entonces, esa lengua experta entró a su boca y
la exploró con profundidad. Era muy diferente a los besos que ha-
bía dado antes, era cierto. Todo le resultaba más grande y más tosco,
pero a la vez se sentía tan correcto y perfecto, que no dejó de parti-
cipar en ello. La lengua de Fabio jugueteando con su propia lengua
lo apartó de cualquier análisis que podía estar haciendo en ese mo-
mento, y cuando esos dientes mordieron su labio, se escuchó a sí
mismo gemir; era la primera vez que gemía por el beso de alguien,
una corriente eléctrica le recorrió el cuerpo entero, enviando im-
pulsos de placer a su entrepierna, y sintió la vibración de un gemido
de Fabio en su propia boca, lo cual lo hizo suspirar.
Cuando Fabio lo soltó, permaneció con los ojos cerrados un
instante más, como saboreando un poco más aquel beso, podía estar
seguro que era el mejor beso que le habían dado en su vida.
—Si no fueras gay, no hubieras permitido que te besara —
informó Fabio con una gran sonrisa antes de dar un sorbo más a su
bebida.
Harry apartó la vista un momento antes de tomar su propia
copa y dar un trago largo, el alcohol quemando su pecho mientras
su mente analizaba a gran velocidad las palabras de Fabio. Tal vez
era cierto, tal vez sí era…
Se sonrojó mucho más, y su mente empezó a hacer un análi-
sis mucho más profundo. Aquella era una verdad de gran peso, un
gran descubrimiento, era cambiar completamente quién era, era
convertirse en otra persona, o… O tal vez era simplemente aceptar
quién era, aceptar que no se había reconocido a sí mismo porque no
había tenido tiempo para hacerlo, porque había tenido la cabeza en
otro lado, en otras preocupaciones.

127
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Demonios —masculló finalmente. No era idiota, aún re-


cordaba el comentario de Ron un par de días antes, y su cara de as-
co ante el actor gay, ¿Ron lo repudiaría por eso? ¿Cuántos más lo
harían? Hermione había dicho que aquello no era aceptado en la
comunidad mágica. ¿Y qué de sus padres? ¿Se sentirían decepcio-
nados por él y su comportamiento? De pronto se sintió cansado, y
apoyó los codos sobre la mesa y la cabeza entre las manos.
—Hey —Harry sintió los dedos de Fabio entre sus cabellos,
masajeando suavemente su cabeza, y aquello también se sintió muy
agradable, tuvo que reconocer—. No te aflijas, no es el fin del
mundo. Puedes ver a tu alrededor, todos son gays y no hay nadie
llorando por aquí ¿verdad?
—No estoy llorando —reclamó Harry con voz fuerte y enca-
rándolo, no estaba llorando, era cierto, pero no estaba seguro que
no fuera a llorar en algún momento, sobre todo, cuando todos se
alejaran de él por ser lo que era. Si bien era cierto que en el pasado
sus amigos habían estado allí cuando habían publicado mentiras so-
bre él, o cuando nadie le creía que Voldemort había vuelto, sabía
que esto sería diferente.
—Te lo dije hace un momento, es difícil, seguro que sí, pero
todos a los que les importas terminaran aceptándote.
Harry negó con la cabeza y terminó su bebida, en su mente
se producía una gran discusión sobre qué hacer ahora: ¿volver al
hotel y encerrarse hasta regresar a Londres y fingir que ese beso tan
maravilloso e incitante jamás había ocurrido? ¿O dejarse llevar una
vez más, y ver qué más podía ocurrir?
Fabio levantó una mano, y un camarero que sonrió hacia
Harry de manera insinuante, colocó un par de vasos más frente a
ellos, Harry sólo hizo un gesto de agradecimiento antes de dar un
largo sorbo a su vaso. Cuando lo dejó en la mesa, las manos de Fa-
bio se volvieron a colocar sobre las suyas, distrayéndolo de su porfía

128
LIBRO I|Verano
[5] Una «salida» demasiado esperada

mental, y recordándole lo agradable que eran todas esas sensaciones


que Fabio le provocaba.
—Si te quieres emborrachar, primero dime dónde te que-
das… así te puedo llevar de vuelta. —Fabio parecía estar bromean-
do, por el tono de su voz, pero Harry aún no estaba de humor para
reír de las bromas.
—No, no me emborracharé… —murmuró torpemente Ha-
rry, sentía cierto adormecimiento en su cabeza y sonrió tontamen-
te—. ¿Me besas una vez más? —preguntó enrojeciendo por la ver-
güenza de pedir algo así.
Fabio se acercó a él nuevamente, y sus labios casi se estaban
tocando, y entonces se apartó un poco.
—Los besos no se piden, sólo se dan —murmuró. Harry
sentía su tibio aliento sobre los labios y ansió más aún aquel beso,
asintió lentamente, incapaz de hacer que alguna frase coherente sa-
liera de su garganta, y entonces lo sintió: aquellos labios sobre los
suyos una vez más. Sólo que esta vez él estaba más deseoso de reci-
bir aquel beso. Una de sus manos aprisionó la nuca de Fabio, enre-
dando los dedos con la cabellera suelta, y lo atrajo más hacia su
cuerpo. Las manos de Fabio esta vez estaban en sus hombros, apre-
tando suavemente, y haciendo que su cuerpo vibrara mucho más
que la primera vez que lo había besado.
Su propia lengua se abrió paso esta vez hacia la boca del chi-
co, disfrutando de la mixtura del sabor a licor y de la rudeza del be-
so. Cuando finalmente se separaron, ambos jadeaban, y Harry sabía
que estaba demasiado excitado y sonrojado. Y justamente por eso,
más seguro de lo que quería hacer en ese momento, la mano de Fa-
bio le acarició la mejilla, y sus ojos claros brillaron más que antes.
—¿Aún podemos ir a esos sitios que me querías mostrar? —
preguntó tímidamente Harry.
—¿Estarás bien?

129
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Sí —afirmó Harry con la cabeza—, yo… creo que aún


tengo mucho que pensar… pero me quiero divertir hoy.
—¡Claro! —afirmó Fabio—. Después de todo, hoy es la pri-
mera vez que te besa un chico.
—¡Oh Calla! —chilló Harry dándole un empujón y sintién-
dose tonto por haberle confesado que no había tenido ninguna ex-
periencia con otro chico.
Fabio soltó una carcajada y le pasó un brazo por los hombros
para guiarlo hacia la calle, que estaba aún más llena de gente que
cuando entraron al bar, al principio Harry se sintió algo incómodo
andando de esa manera con Fabio, pero se fue relajando poco a po-
co al ver que en realidad, nadie les prestaba mayor atención y que
muchos actuaban de manera incluso más desinhibida que ellos.

–|– 

Él no sabía bailar, había quedado convencido en el baile de


cuarto año, delante de toda la escuela. Ni siquiera le había llamado
la atención en los más mínimo la música, sin embargo, este am-
biente era totalmente diferente, la semi oscuridad del sitio, la gran
cantidad de gente bailando alrededor, el sonido marcado de la mú-
sica sintonizado con los latidos de su corazón, y las manos de Fabio
en sus caderas, agitando ambos cuerpos al mismo ritmo, frotándose
cada vez más rápido y fuerte…
—¿Te gusta aquí? —preguntó Fabio sobre su oído, el aliento
caliente hizo que Harry sintiera un escalofrío en toda la espalda.
Asintió torpemente, esperando que esos labios volvieran a besarlo
una vez más.
Recordó las palabras que le dijo el chico en el bar, y sin pre-
guntar ni pedir, simplemente giró el rostro y atrapó con sus labios
los de Fabio, que correspondió al beso inmediatamente. Una lucha

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LIBRO I|Verano
[5] Una «salida» demasiado esperada

de lenguas y dientes se desató mientras sus manos jalaban a Fabio


contra su cuerpo.
Sentía unas manos apretando sus caderas, y un par de dedos
colándose en la cinturilla del pantalón, las manos calientes de Fabio
contra su piel lo hicieron gemir nuevamente, pegando más aún sus
cuerpos, sintiendo sus caderas y su erección rozar y apretarse contra
el muslo del chico, y algo igual de duro frotándose contra él.
Una de las manos de Fabio soltó su cadera y fue hacia su tra-
sero, apretando una nalga con bastante fuerza, y eso hizo que Harry
diera un respingo y se apartara, acalorado y sonrojado.
—¿Quieres que…?
—No —dijo rápidamente Harry, empezando a sentir cierto
pánico de que Fabio quisiera llegar más lejos aquella noche, un de-
bate en su interior entre hacer lo que su cuerpo deseaba y contener-
se, se había iniciado.
Fabio arqueó una ceja y le obsequió una media sonrisa.
—Iba decir ir por otro trago.
—Oh.
—Vamos —dijo Fabio tomándolo de la mano y jalándolo ha-
cia la mesa donde un grupo de chicos los esperaba.
Fabio se los había presentado a todos esa misma noche, eran
los amigos con los que generalmente salía de fiesta, todos eran aus-
tralianos excepto Fabio, se conocían de las discotecas y parecían un
grupo muy divertido, y Harry tenía que reconocer que no poseía
ese radar del que Fabio le había hablado, puesto que si se cruzaba a
cualquiera de esos chicos por la calle, no los reconocería como gays.
—Oh, el chico inglés volvió —dijo Ray, con una sonrisa ha-
cia Harry.
—Prefiero que me llamen Harry.
—¿Los ingleses no hablan divinamente? —preguntó Ray al
aire, y Harry se sintió un tanto sonrojado, nunca habría pensado

131
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

que su acento fuera tema de tanta conversación—. Y tiene unos


ojos… —y menos sus ojos, claro.
—Ray, ya deja de molestarlo… —murmuró otro de los chi-
cos, Kenneth, el cual Harry pensaba que era tremendamente atrac-
tivo, y parecía que el tipo estaba al tanto de eso, pues lo había visto
coquetear con más de un chico en el tiempo que llevaban allí—.
Nuestro nuevo amigo se puede enfadar —dijo con una sonrisa su-
gerente hacia Harry.
—¿Quieren ambos callarse? —dijo Fabio jalando de la cintu-
ra a Harry más cerca de él, casi sentándolo sobre él—. Van a espan-
tar a «MI» amigo y esa no es la idea.
—Mientras ustedes siguen discutiendo… creo que acabo de
encontrar al amor de mi vida —dijo Clark, otro de los chicos, con
un gesto dramático y poniéndose de pie—, o al menos al de esta
noche… —sonrió—. Nos vemos, muchachos… —para luego salir
rumbo a la pista de baile donde un chico alto y bastante bronceado,
y de ojos claros, lo miraba como queriéndolo devorar, en cuanto se
vieron, se pegaron y empezaron a bailar y besarse. Fabio suspiró
profundamente y negó con la cabeza.
Harry bebió una cerveza más en silencio, mientras los otros
tres chicos seguían platicando acerca de sus clases y de sus trabajos,
y riendo alegremente, disfrutando de la música, y cada vez más fas-
cinado de ver a los chicos besarse y tocarse. La mano de Fabio se-
guía sobre su cintura, y él no hacía nada por retirarla, se sentía de
alguna manera, confortable y correcta. Cuando terminó su segunda
cerveza, se puso en pie tomando la mano de Fabio.
—Vamos a seguir bailando —pidió, deseoso de sentir el
cuerpo de Fabio nuevamente sobre el suyo, y de tocarlo más.
Fabio sólo sonrió, y ambos se perdieron en medio de la pista
de baile, agitándose al ritmo de la música y pegando sus cuerpos ca-
da vez más, Harry apretaba sus manos contra la espalda de Fabio y

132
LIBRO I|Verano
[5] Una «salida» demasiado esperada

sentía sus músculos tensarse y apretarse, cuando los labios de Fabio


se acercaron a su cuello y lo besaron de aquella manera, sintió que
sus piernas temblaban, y que un nuevo calor lo invadía, una excita-
ción mayor, incluso a todas las que había sentido hasta el momento,
incluyendo los besos previos con Fabio, se apoderaba de él, y lo de-
jó continuar, dejó que esos labios siguieran lamiendo, chupando e
incluso mordiendo, mientras sus propias manos se hacían más osa-
das, y levantaban la ajustada camiseta y se colaban para sentir la piel
caliente. No pudo evitar soltar un profundo gemido cuando su
miembro se frotó contra el cuerpo de Fabio y esos dientes atraparon
el lóbulo de su oreja.
—Vamos fuera —propuso Fabio antes de besarlo de manera
necesitada.
Harry estaba demasiado excitado como para negarse a cual-
quier cosa que Fabio propusiera, y aunque sentía cierto temor, la
urgencia por calmar su excitación era mayor.
—Sí…
Ambos se tomaron de la mano y sin despedirse de los demás
amigos de Fabio caminaron hacia la salida. Harry sentía su corazón
acelerarse, y sintió removerse algo muy extraño en la boca del es-
tómago, como la sensación de caer en picada; sus piernas avanzaban
inseguras y su mano apretaba más aún la de Fabio.
Cuando llegaron a las puertas, Fabio volvió a besarlo, po-
niéndolo contra una de las paredes. Harry no se puso a pensar en
que estaban en medio de la calle, ni que estaba siendo exhibicionis-
ta, su mente sólo se ocupaba de esa boca devorándolo, de esas ma-
nos apretándolo con fuerza contra la pared y de su erección frotán-
dose indecentemente contra el cuerpo duro de Fabio.
—Harry… —gimió Fabio apartándose un poco de él, tan só-
lo unos centímetros. Harry no contestó, sólo estiró el cuello lo sufi-
ciente para volver a alcanzar sus labios y besarlo nuevamente, nece-

133
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

sitaba sentir esa boca, y que su cuerpo siguiera siendo presionado y


frotado…
—Harry… Espera… —Fabio se apartó un paso y Harry gru-
ñó en desacuerdo—. ¿Quieres…? ¿Quieres ir a mi casa? —jadeó
Fabio, y Harry asintió rápidamente, quería ir con Fabio a cualquier
lugar donde toda esa necesidad pudiera ser saciada, poco le impor-
taba de qué manera.
—Sí, donde tú quieras —afirmó jalando nuevamente a Fabio
para besarlo, recién había descubierto lo bien que se sentía besar a
alguien así, con esa desesperación y pasión que no habían desperta-
do en él Cho o Ginny…
—Harry —Fabio se alejó una vez más, y Harry frunció el ce-
ño, no entendía por qué Fabio ponía tantos reparos ahora—. ¿Estás
bien?
—¿Bien? —preguntó un tanto confundido.
—Es decir, ¿no estarás borracho?
—Claro que no.
—¿Y estás seguro de que quieres…?
—No —admitió Harry. Se acercó un poco más a Fabio y por
primera vez se dedicó a besar suavemente el cuello del chico. Fabio
soltó un pequeño suspiro—, pero quiero intentar.

134
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

6
El momento de la verdad

You've got to express what is taboo in you


and share your freak with the rest of us
cause it's a beautiful thing
Cancion: Sexual Revolution 6
Macy Gray, cantante estadounidense

A finales de julio de 1998. Newcastle, Australia

E
xtrañó como nunca usar magia, poder simplemente
transportarse de aquella calle hasta la casa de Fabio,
pero no podía hacerlo, puesto que Fabio era un mug-
gle y no podía usar magia delante de él, así que tuvo que soportar
los veinte minutos en el taxi hacia la casa frente a la playa. Aunque
en el camino se entretuvo bastante jugueteando con las manos de
Fabio y sintiendo sus caricias, algo discretas al encontrarse dentro
del vehículo,
Harry aún no sabía si su desfachatez se debía a que había to-
mado un poco de más, aunque no lo suficiente para no saber que
hacía, o a la confianza que Fabio, y el estar en un país extranjero, le

6
Revolución Sexual: Tienes que expresar lo que es tabú en ti // y compartir tu anormalidad con el
resto de nosotros // porque es una cosa hermosa…

135
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

daban, pero lo cierto era, que no le importaba mucho exponerse a


esa situación junto a otro chico dentro del taxi y delante del chofer.
Cuando por fin llegaron a la casa, Fabio le indicó que guar-
dara silencio, habían más compañeros que seguramente ya estaban
durmiendo, y no quería despertarlos.
Por dentro, la casa era bastante agradable, para el gusto de
Harry por lo menos. Había varios sofás y sillones, y un televisor a
uno de los lados y al otro pudo reconocer la cocina, con una gran
mesa redonda y muchas sillas.
Fabio lo tomó de la mano y lo jaló rumbo a las escaleras, en
silencio subieron por los peldaños alfombrados hasta llegar al se-
gundo piso, donde un pasillo se extendía hacia ambos extremos,
con varias puertas similares a cada lado. Fabio tiró de él hacia el lado
izquierdo, y a mitad del pasillo se detuvo.
—Aquí es —dijo, al tiempo que soltaba la mano de Harry y
buscaba las llaves en el bolsillo, cuando por fin abrió la puerta se hi-
zo a un lado para que Harry pudiera pasar primero.
Era una habitación pequeña, casi del mismo tamaño que la
que él había usado en Privet Drive. A un lado tenía un escritorio
lleno de libros, y con un ordenador, al otro, un gran armario, y en el
centro, junto a la ventana, una cama. Harry tragó grueso, y los lati-
dos de su corazón aumentaron la velocidad, como si recién fuera
consciente de lo que podría pasar allí.
Las manos de Fabio rodeando su cintura lo hicieron pegar a
un salto alarmado, sintió el aliento del chico sobre su nuca, y se es-
tremeció.
—No haremos nada que tú no quieras… si al fin sólo quie-
res dormir, estará bien —murmuró Fabio, y Harry sintió sus pier-
nas temblar, debatiéndose entre la necesidad y la sensatez. Asintió
torpemente mientras sentía las caderas de Fabio refregándose contra
él con un poco más de fuerza. Cuando los dientes de Fabio mordie-

136
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

ron su nuca, soltó un pequeño jadeo, y se dejó guiar sin ningún re-
paro hasta la cama, con esa lengua y dientes jugando y provocando
las más extrañas sensaciones en su cuerpo, y en su erección.
Fabio lo giró de pronto y lo besó con bastante ímpetu, abra-
zándolo y pegando sus cuerpos lo más posible, y Harry devolvió el
beso de igual manera, enredando sus dedos en la larga cabellera y
presionando la espalda. Casi no notó cómo, pero de pronto estaba
de espaldas sobre la cama. Fabio se sentó en su regazo, con las pier-
nas a los lados de sus caderas, y bajó la cadencia del beso hasta con-
vertirlo en una suave caricia. Harry reconoció que aquello se sentía
bien también.
—Sólo avísame cuando quieras que me detenga —murmuró
suavemente sobre sus labios antes de empezar a besar y morder len-
tamente su barbilla, bajando hasta su cuello. Harry asintió y usó las
manos para mantenerse equilibrado sobre la cama, mientras Fabio
seguía con su agradable exploración. Las preguntas sobre qué tan le-
jos podría dejar llegar a Fabio esa noche, se disolvieron poco a poco.
Las manos de Fabio se colaron dentro de su camiseta, y aca-
riciaron el torso, incontinenti de un instante, miró a Harry interro-
gativamente mientras levantaba las faldas de la camiseta. Harry le-
vantó las manos dándole permiso para continuar. Se sentía ligera-
mente expuesto y vulnerable, mostrándose de ese modo ante el chi-
co, y agradeció que no hubieran encendido las luces.
Sus manos acariciaron la espalda de Fabio mientras él, seguía
mordiendo ahora sus hombros y luego de un instante más, se ani-
mó a levantar la camisa por completo para dejarlo en igual condi-
ción. Fabio sonrió complacido mientras Harry lanzaba la camisa a la
misma esquina en que había caído la suya.
Entonces Harry se dio un momento para acariciar el torso
desnudo, era mucho más musculoso de lo que había imaginado.
Porque sí, debía reconocerse que lo había imaginado antes. Aún a

137
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

media luz pudo repasar con sus dedos, algo temblorosos, sus mar-
cados abdominales, maravillándose de tanta dureza y sintiéndose
mucho más pequeño y desnudo ante él. Sus manos acariciaron len-
tamente el pecho y se entretuvieron un poco más en una de las teti-
llas.
Fabio gimió y cerró los ojos en respuesta, y a Harry le agradó
poder ser el causante de aquello.
—¿Recuerdas que te dije que eras lindo? —preguntó Fabio
mientras lo empujaba completamente sobre la cama.
—No quiero ser lindo —se quejó Harry sin demasiado fasti-
dio, no podía sentir fastidio al tener toda esa cálida piel rozando
contra su torso desnudo.
—Es muy tarde, realmente lo eres. —Fabio lo volvió a besar
con fuerza, su lengua imponiéndose y recorriendo su boca, hacién-
dolo jadear y gemir cada vez más fuerte mientras sus erecciones,
aún presionadas por los pantalones, se frotaban cada vez más rápido
y duro.
En su necesidad de sentir más todavía, coló las manos entre
el pantalón y el trasero de Fabio, presionando con fuerza. Fabio gi-
mió y se apartó un poco, lo suficiente para desabotonar sus propios
pantalones y, de esa manera, permitir que las manos de Harry pu-
dieran llegar más lejos. Harry acunó las nalgas duras por completo y
entonces jadeó.
Jadeó por la excitación, por la anticipación, por tener a un
hombre sobre él, llegando mucho más lejos de lo que jamás había
llegado con nadie, y porque todo eso se sentía mejor de lo que había
imaginado o soñado alguna vez. Porque el gemido de Fabio sólo lo-
graba encenderlo más.
Fabio le dio una mirada más, mientras sus dedos tocaban el
botón del pantalón de Harry, como preguntando si le permitía
abrirlo.

138
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

—Sí, está bien —murmuró Harry, y escuchó claramente el


cierre de su pantalón bajando. Las manos de Fabio no se apartaron,
y acarició lentamente su erección de arriba abajo, sobre la tela del
bóxer—. ¡Oh! —Harry se arqueó y deseó que esa mano no se detu-
viera.
—Harry… —murmuró Fabio con anhelo antes de besarlo
una vez más, su mano siguió acariciando cada vez con más rapidez,
y de pronto, Harry no se dio cuenta cómo, esa mano ya no estaba
sobre la tela del bóxer si no sobre su erección, apretándola y soltán-
dola y haciendo que sus caderas se agitaran solas.
Las manos que aún apretaban las nalgas de Fabio, se aparta-
ron de ese sitio y buscaron explorar más hacia el frente. Apartó de
su mente cualquier duda acerca de qué era lo que estaba haciendo o
qué tan lejos esperaba llegar, mientras bajaba la ropa interior de Fa-
bio y se prendía del duro miembro. Acarició suavemente la punta,
con algo de temor, y la sintió húmeda, bajó aún más, sintiendo la
suave piel, y escuchó otro gemido de Fabio. Aquellos gemidos eran
suficiente recompensa, suficiente incentivo para seguir. Para sentir-
se más seguro de no estarlo haciendo tan mal.
Fabio se inclinó hacia él un poco más para besarlo profun-
damente, siguió masturbándolo con un ritmo suave mientras Harry
lo imitaba.
Aquello se sentía genial, pensó Harry, esa lengua tentando, aca-
riciando para luego retirarse y obligar a su propia lengua a invadir la
boca del otro chico, las suaves mordidas y los gemidos, las caricias.
Sí, todo se sentía genial.
De pronto, Fabio terminó el beso, y se apartó un poco de él,
aún sin soltar su erección y le sonrió de manera coqueta. Harry es-
tuvo a punto de preguntar el por qué de la lejanía cuando Fabio se
arrodilló completamente, y su cabeza quedó a la altura de su erec-
ción.

139
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Fabio? —murmuró cohibido por tener al brasileño estu-


diándolo tan detenidamente.
—Esto te va encantar —le aseguró antes de agacharse más, y
con la lengua, comenzar a recorrer su miembro completamente.
—¡Oh, Merlín! —casi gritó Harry, y se arrepintió inmedia-
tamente cuando Fabio levantó la vista y le dio una mirada curiosa,
de ser posible, se hubiera sonrojado incluso más, pero al parecer to-
da su sangre estaba ahora concentrada en un lugar distinto; en su
entrepierna. Levantó las caderas un poco, insinuándole que no se
detuviera, y Fabio pareció entender el mensaje, puesto que volvió a
lamer nuevamente. Harry apretó los labios y se obligó a apartar el
mundo mágico de su mente, antes de que Fabio pensara que se ha-
bía vuelto loco y no quisiera continuar.
La lengua de Fabio humedeció todo su miembro, e incluso
bajó un par de veces más hasta sus testículos, y Harry sólo podía ja-
dear y empujar, sintiéndose cada vez más necesitado. Cuando la bo-
ca de Fabio atrapó su miembro, Harry gritó con fuerza, apretando
con una mano las sábanas, y con la otra enredándose en el cabello
suelto y suave. Sus caderas se empujaron con más velocidad. Los
labios de Fabio presionaban de manera exquisita, y su lengua revo-
loteaba sobre la punta, y Harry estaba seguro de que no quedaba
mucho tiempo antes de que se corriera, pero entonces lo sintió, un
dedo moviéndose lentamente alrededor de su entrada, su cuerpo se
tensó inmediatamente, y sus manos jalaron con un poco más de
fuerza, el cabello del chico.
—Fabio… espera.
Pero él no se dio por aludido, chupó con mucha más fuerza y
eso fue suficiente para que Harry olvidara aquel travieso dedo, que
poco a poco se iba presionando más dentro de él. Se sentía extraño
y dolía un poco, pero todo eso era opacado por la forma en que esa
boca y esa lengua se movían sobre su erección.

140
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

Pudieron pasar segundos, tal vez horas, Harry no estaba se-


guro, simplemente sabía que estaba en el limbo, entre el placer que
esa boca le estaba brindando, y esos dedos, porque estaba seguro
que ahora eran más de uno, moviéndose con cierta dificultad en su
interior. Entonces Fabio chupó mucho más fuerte de lo que había
chupado hasta entonces, mientras esos dedos se movieron de una
manera extraña y… «¡Oh mierda!», algo en su interior envío chispa-
zos de placer hacia el resto de su cuerpo.
—¡Dios…! —Harry abrió completamente la boca tratando
de que el aire llegara a sus pulmones, si Fabio volvía a hacer eso, en-
tonces se correría. Estaba dispuesto a rogar que lo hiciera de nuevo,
ya no le parecían tan extraños y hasta denigrantes esos dedos en su
culo, cualquier cosa con tal de sentir esa misma sensación.
Y entonces Fabio apartó su boca, y se levantó un poco, mi-
rando hacia Harry, con los ojos ahora oscurecidos por el deseo.
—Harry… —hizo «eso» nuevamente con sus dedos y Harry
se arqueó apretando con las manos las sábanas—. Quiero… —la
forma en que esos dedos entraron y salieron de su interior, le die-
ron a entender claramente lo que quería—: ¿Tú…? ¿Tú quieres?
Su mente decía «di que no», pero su cuerpo prácticamente
suplicaba por más, por saber qué más se podía sentir, qué más se
podía hacer o qué más Fabio le podía hacer. Tomó una pequeña bo-
canada de aire, y cuando habló, su voz salió temblorosa. Vergonzan-
temente temblorosa.
—Sí, está bien —cerró la boca antes de empezar a pedir que
lo hiciera de manera amable. Se sintió ridículo, y apartó la mirada
hacia un lado, hacia la mesa de noche, donde Fabio se inclinaba para
sacar algo del cajón.
Cuando Harry reconoció que se trataba de un tubo de lubri-
cante y de un preservativo, se sintió más acalorado, y su corazón se
aceleró aún más.

141
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Se sintió extraño y ligeramente dolorido cuando esos dedos


finalmente salieron de su interior.
—¿Quieres darte la vuelta? —preguntó Fabio acercando sus
labios hacia él nuevamente.
—¿Tengo que hacerlo? —susurró Harry.
—No, no tienes que hacer nada que no quieras —pero era
difícil analizar qué era lo que realmente quería cuando esa erección
estaba golpeando contra su estómago. Grande, húmeda y dura. So-
bre todo grande, y eso sólo lo excitaba y atemorizaba en partes igua-
les.
—Prefiero… ya sabes, no voltearme. —Fabio le sonrió y vol-
vió a besarlo con fuerza. Mientras con una de sus manos acariciaba
sus caderas y sus muslos, Harry abrió las piernas un poco más, tra-
tando de hacerle sitio.
Fabio se apartó de él nuevamente, y se arrodilló completa-
mente; le dio una mirada analizadora y jaló de uno de los lados, una
de las almohadas.
—Vamos, levanta un poco —pidió señalando hacia las cade-
ras. Harry le dio una mirada interrogante, pero aún así, levantó las
caderas de la forma que el brasileño le indicaba.
Fabio colocó la almohada debajo de él.
—Será más fácil así —explicó—, aunque incluso sería más
fácil si te das la vuelta… —se acercó una vez más hacia él, y empezó
a repartir pequeños besos sobre la mejilla hasta llegar a la oreja,
mordiéndola suavemente—,… pero será como tú quieras… cuanto
tú quieras.
—Sí… —Harry se arqueó tratando de encontrar mayor con-
tacto con la piel caliente de Fabio, mientras sus manos presionaban
sus hombros.
Se sentía un tanto extraño con esa almohada levantándolo,
pero nada de aquello lograba alejar su deseo.

142
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

—Necesito… —Fabio se arrodilló completamente—. Voy a


poner un poco de esto —dijo, levantando y enseñándole el pequeño
tubo—, ya sabes donde…
—Ajá. —Harry hubiera preferido evitarse las explicaciones,
pero sólo asintió, tratando de relajarse, y apartar ideas como el dolor
y la posibilidad de salir lastimado, ideas que ahora recordaba del li-
bro que había leído en la biblioteca días antes.
Sintió el gel frío esparcirse por esa zona que había descubier-
to era demasiado sensible, pues un escalofrío le recorrió toda la es-
palda y no pudo evitar empezar a tensarse.
Fabio dejó caer el tubo a un lado y Harry lo vio morder el
empaque del preservativo. Alejó la mirada una vez más, ver todo
aquello lo ponía más nervioso. Las manos de Fabio sobre sus pier-
nas lo hicieron incluso sobresaltarse un poco.
—Si no te relajas esto resultará peor…
—¿Peor? —Bien, no quería que sonara a pánico pero estaba
seguro de que había chillado. Su excitación estaba bajando rápida-
mente, casi como huyendo conforme se acercaba el momento en
que… No aún no podía decirlo ni siquiera en su mente. ¿Y si aque-
llo era un terrible error? ¿Y si a él en realidad no le gustaban los
chicos y sólo estaba confundido?... Sus dudas terminaron cuando
Fabio se acercó nuevamente a él y lo besó de manera contundente,
de tal manera que Harry olvidó la mitad de sus dudas en tan sólo
ese par de segundos. Las que hablaban del dolor aún seguían allí. Y
se incrementaron cuando Fabio empujó sus piernas dobladas hasta
que las rodillas le llegaron al pecho.
—Estarás bien… —murmuró Fabio de rodillas entre sus
piernas.
Harry trató de no pensar en lo terriblemente expuesto que se
sentía, completamente abierto de piernas, y dejando a completa dis-
posición del otro chico todas sus partes jamás contempladas por na-

143
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

die más. De pronto, el darse la vuelta, no le parecía ya tan intimi-


dante…
Su línea de pensamiento se detuvo cuando nuevamente un
dedo se presionó contra su entrada, esta vez fue mucho más fácil
que resbalara gracias al lubricante, pero igual de incómodo. Sin
embargo, se obligó a respirar y relajarse, sabía que eso no era nada
en comparación a lo que vendría después…
No. Mala idea. Mejor era no seguir por allí tampoco.
Respiró profundamente mientras ahora, un segundo dedo se
introducía en él. Abrió los ojos, en realidad no se había dado cuenta
que los tenía cerrados. Fabio miraba hacia donde esos dedos se in-
troducían en su culo de manera ansiosa; su bronceada piel parecía
brillar en medio de la oscuridad, y realmente Harry tuvo que admi-
tir que lo deseaba. Que realmente deseaba a un hombre.
Fabio levantó la vista y sonrió suavemente.
—Voy a hacerlo ahora —lo dijo en voz baja, como temiendo
alterar a Harry o tal vez asustarlo.
Harry no dijo nada, solo asintió. Sabía que era inútil intentar
hablar, que su voz no saldría, o por lo menos, no de manera nor-
mal. Su mirada se desvió inconscientemente hacia la erección bri-
llosa por el lubricante y el preservativo, y tragó grueso. Cerró los
ojos y tomó una nueva bocanada de aire, mientras sentía la punta
presionando.
—Iré despacio y cuando quieras que pare… —murmuró Fa-
bio
Y entonces sí lo sintió; un pinchazo de dolor en su culo lo
hizo soltar un pequeño quejido, pero Fabio no se detuvo, empujó
un poco más todavía, y el dolor se incrementó.
Sentía como si lo estuvieran partiendo en dos, y eso, definiti-
vamente no estaba funcionando, el dolor se incrementaba a cada
instante.

144
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

—Respira… trata de —Fabio jadeó empujando un poco más,


y Harry estuvo tentado a pedirle que se callara, que dejara de tratar
de consolarlo, sin embargo, se obligó a hacerle caso y respiró pro-
fundamente, aunque eso no lo ayudó a que el dolor pasara.
—Espera… —pidió con un quejido.
Fabio se detuvo y se inclinó hacia delante, lo suficiente para
alcanzar sus labios, y entonces lo besó. Harry sintió la presión en
sus labios y trató de devolver el beso también, pero su mente aún
seguía demasiado ocupada en aquello que invadía su culo, que lo
quemaba y lastimaba, una suave mordida en su labio inferior lo hi-
zo jadear, y al parecer, Fabio decidió aprovechar el momento por
que se empujó completamente en él. El dolor creció aún más.
—¡Mierda! —sintió como si le hubieran sacado el aire por
completo, y demonios que dolía. Por su mente cruzaron los re-
cuerdos de los cruciatus que Voldemort le había lanzado en su cuar-
to año, y aún así, el dolor esta vez era de alguna manera peor.
—¡Ó, meu Deus! 7 —Fabio se levantó un poco, jadeaba y
respiraba entrecortadamente, tenía el ceño fruncido, como hacien-
do un gran esfuerzo—. Eres… estás tan caliente.
Harry quiso decirle que él estaba demasiado grande y dolo-
roso, pero pensó que no era lo que el otro chico quería escuchar en
un momento así. Una de las manos de Fabio se hizo de su miem-
bro, nada erecto ni animado a causa del dolor, y comenzó a mastur-
barlo a gran velocidad, Harry empezó a sentirse un poco más exci-
tado, pero el dolor aún continuaba allí, y Fabio parecía desesperado
por moverse, su rostro se estaba tornando cada vez más sonrojado,
y su frente se estaba llenando de arrugas.
—Fabio… puedes… —su voz parecía irreal. Toda la situa-
ción le parecía irreal.

7
¡Oh mi Dios! en portugués.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Lo siento… no puedo aguantar mucho más… —dijo antes


de salir lentamente, y empujarse nuevamente.
Otro pinchazo de dolor en su culo lo hizo jadear, sus dedos
se cerraron más en torno a las sábanas.
—No… —Fabio tomó una de sus manos y la llevó hacia su
miembro—. Acaríciate…
Y Harry así lo hizo, lentamente, tratando de sentirse excitado
mientras Fabio volvía a salir y entrar en él.
—Sé que duele… —jadeó Fabio, volviendo a embestir contra
él—. Sólo durará un poco más de tiempo y luego… —volvió a em-
bestir contra su culo, sólo que está vez llegó más adentro y algo en
su interior, similar a la sensación que había provocado con sus de-
dos antes pero multiplicado por diez, estalló en su interior. Una co-
rriente de placer recorrió todo su cuerpo, y su erección dio un pe-
queño tirón. Harry abrió los ojos aún más, y un gemido de satisfac-
ción escapó de sus labios—. Se pondrá mejor —concluyó Fabio con
una pequeña sonrisa.
—Haz eso… otra vez —pidió Harry entrecortadamente, y
Fabio volvió a hacerlo una vez más y la sensación fue igual, incluso
mejor, pensó Harry, mientras se masturbaba con más fuerza. Era
tan extraño, el dolor estaba allí, pero también el placer, era una
mezcla que jamás había concebido en su mente, pero que ahora lo
estaba llevando hasta el límite.
—Dios, Harry —gimió Fabio, sujetándolo con ambas manos
de las caderas, y levantándolo un poco más para embestir con más
fuerza incluso.
Y de allí en adelante, todo se descontroló en la mente de Ha-
rry, se escuchaba gemir, y escuchaba a Fabio gemir y murmurar en
un idioma que no entendía, mientras la temperatura de su cuerpo
iba en aumento y su erección se endurecía cada vez más. Quiso avi-
sar, pero lo único que consiguió fue emitir un ronco gemido mien-

146
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

tras se arqueaba y el líquido caliente de su propio placer caía sobre


su abdomen y piernas. Sintió a Fabio golpear un par de veces más
contra su culo antes de que también gimiera y se dejara caer.
Podía sentir el pecho agitado y la piel caliente y sudorosa so-
bre su propia piel, y se sintió extrañamente reconfortado y más rela-
jado de lo que se había sentido en su vida.
Cerró los ojos tratando de disfrutar de todas esas nuevas sen-
saciones, y no pasó mucho antes que Fabio se levantara, y apoyado
sobre sus brazos lo mirara atentamente. Harry se sintió observado y
abrió los ojos para encarar al chico. Ahora que todo había pasado,
empezaba a sentirse avergonzado por todo lo que había sucedido.
—¿Qué tal estuvo? —preguntó Fabio.
—Raro —contestó honestamente Harry.
—¿Raro como… desagradablemente raro? ¿O raro como
agradable y repetiblemente raro?
Harry soltó una pequeña carcajada.
—Estuvo bien… y repetible.
Fabio sonrió y lo besó una vez más, para luego alejarse nue-
vamente.
Harry lo sintió salir lentamente de su interior, y el dolor en
su culo pareció decidir volver mientras dejaba caer las piernas a los
lados. Sabía que tendría que moverse para ir a asearse, una ducha
sería lo adecuado, pero no estaba seguro de que el resto de su cuer-
po quisiera hacer caso a esa intención.
Giró el rostro lo suficiente para ver a Fabio arrojar algo hacia
la papelera, y luego estirarse hacia el mismo cajón de la mesa de no-
che. Sacó una pequeña caja de pañuelos desechables y se la extendió
a Harry, que sonrió en agradecimiento, al menos no tendría que
moverse aún para limpiarse.
El silencio se instauró entre ellos por bastante rato, y Harry
estuvo feliz de eso, no se sentía con energías para hablar más, los

147
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

ojos se le fueron cerrando poco a poco, y cuando casi estuvo a pun-


to de dormirse, la voz de Fabio lo trajo a la realidad.
—¿Te puedes quedar?
—De hecho —bostezó cubriéndose la boca con la mano—,
planeaba quedarme… no creo poder caminar hacia ningún lado por
ahora.
—Genial… —Fabio se pegó más a su cuerpo, y Harry sintió
la piel del brasileño contra su piel desnuda. Uno de los brazos de
Fabio se colocó sobre su abdomen.
—¿Fabio? —susurró Harry después de un momento más,
esperaba que el chico no se hubiera quedado dormido.
—Mmm.
—¿Siempre dolerá así?
—No, no tanto… —los dedos de Fabio comenzaron a trazar
pequeños círculos sobre su abdomen.
—Eso es bueno…
—Yo… —Fabio giró un poco más para ver a Harry al ros-
tro—. ¿Te lastimé mucho?
Harry frunció el ceño.
—No, no creo que me hayas lastimado.
Fabio sonrió hacia Harry nuevamente antes de dejarse caer
en la cama.
—Deberíamos dormir un poco. —Fabio bostezó—. Ya es
muy tarde.
—Sí. —Harry cerró los ojos nuevamente, y por lo cansado
que estaba, se quedó dormido casi inmediatamente.

–|– 

Escuchó a lo lejos un leve golpeteo en la puerta, sin embargo,


estaba tan cómodo durmiendo, que simplemente se giró hacia el

148
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

otro lado y trató de apartar cualquier retazo de realidad que se cola-


ra en su sueño.
Pero sintió el movimiento de la cama, y luego, los ruidos se
fueron acrecentando, hasta que no pudo evitar despertarse por
completo.
—¿Qué dices? Tal vez tu amigo te quiera acompañar… —
dijo la voz de una chica desde la puerta.
—Le preguntaré —esa era la voz de Fabio—, pero de todas
maneras, yo los alcanzo en un rato más…
—Bueno, les diré a los demás —dijo la voz de la chica. Harry
vio cómo Fabio, que usaba sólo unos bóxers celeste claro, cerraba la
puerta y se giraba hacia él.
—Hola —murmuró Harry sentándose, el dolor en su culo le
recordó que lo que había pasado la noche anterior, no había sido so-
lo un sueño húmedo. Realmente él y Fabio habían tenido sexo. Sus
mejillas se sonrojaron al recordarlo, y apartó la vista mientras Fabio
sonreía y regresaba a la cama.
—Buenos días… no quise que te despertaran. —Fabio se
deshizo de lo único que lo cubría, y Harry levantó la vista lo sufi-
ciente para verlo completamente desnudo delante de él. Un calor
de excitación recorrió su cuerpo, y se mordió el labio inferior dete-
niendo la vista en el miembro de Fabio.
—Está bien…
—¿Tendrás que llamar a tus amigos? —preguntó apartando
la sábana que Harry no recordaba estuviera allí la noche anterior, y
que ahora lo cubría. Lamentó que Fabio hiciera eso, puesto que
ahora podía ver claramente su cuerpo desnudo, y el inicio de su
erección, provocada únicamente por la visión de aquel cuerpo des-
nudo. Bien, si alguna vez pensó que tal vez estaba sólo confundido
sobre lo que sentía por los chicos, aquello le dejó todo más claro
aún.

149
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Como si hubiera forma de dejarlo más claro después de lo


pasado la noche anterior.
—Veo que alguien más ha despertado —sonrió Fabio arrodi-
llándose en la cama, muy cerca de Harry.
—Creo que… yo mejor… —No pudo terminar de balbucear
la respuesta que tenía planeada, pues los labios de Fabio se habían
posado ya sobre su hombro, y besaban de manera lenta mientras
una de sus manos bajaba por su pecho, hasta que llegó a su ahora
más despierta erección—. Mmm —Harry suspiró y cerró los ojos
disfrutando de las caricias.
Fabio lo empujó sobre la cama y se recostó sobre él, aún
masturbándolo con lentitud mientras su lengua recorría el cuello y
la clavícula.
Harry separó un poco más las piernas y coló sus manos entre
ambos, haciéndose de la erección de Fabio, que ya estaba comple-
tamente dura, y acariciándola al mismo ritmo, arqueando su cuerpo
y tratando de obtener más de esa piel y esas caricias.
Pronto todo se volvió más vertiginoso y necesitado, y sus ca-
deras se empujaron contra la mano del brasileño mientras él gemía
contra su cuello, una mordida bajo su clavícula lo hizo gemir más
fuerte, y entonces, sintió como su mano se empapaba de aquel lí-
quido caliente que debía ser el semen de Fabio, y como si eso fuera
suficiente, su propio orgasmo le sobrevino, apretando una mano
contra la espalda de Fabio, y gimiendo escandalosamente.
—Hola —repitió Fabio con una sonrisa antes de darle un li-
gero beso en la boca y dejarse caer a un lado, todavía agitado.
—Hola. —Su corazón aún latía con fuerza, y podía sentir los
últimos recorridos de placer en sus piernas.
—Creo que debemos tomar una ducha.
—Sí, es buena idea… —Harry sonrió pero no se movió, lo
cierto es que se encontraba demasiado cómodo para moverse aún.

150
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

—Mis amigos, los que viven aquí, irán a la playa a surfear


¿quieres venir con nosotros?
—Yo… no sé surfear…
—Oh.
—Y tengo que llamar… —Harry abrió los ojos como platos y
miró alarmado hacia todos lados, buscando algún reloj—. Demo-
nios, debería volver al hotel, mis amigos deben estar preocupados.
¿Qué hora es? —preguntó mientras se sentaba nuevamente, el do-
lor en el culo volvió a aparecer y Harry gruñó descontento.
—Apenas las siete de la mañana.
—¿Las siete? ¿No es demasiado temprano? —preguntó Ha-
rry suspirando de alivio. Por lo tarde que creía haberse dormido la
noche anterior, pensaba que ya era casi mediodía.
—No, estamos en vacaciones, y estando frente al mar debe-
mos aprovechar, porque en épocas de clases, casi nunca podemos
salir a surfear.
—Oh, bueno, Ron no se levantará hasta dentro de una hora.
—¿Tu amigo?
—Sí… creo que debería…
Fabio se giró de lado en la cama para mirarlo.
—¿Por qué no lo llamas desde aquí y le dices que tardaras un
poco más?
Harry sopesó la oferta por un momento más, lo cierto es que
no sabía cómo mirar a Ron a la cara ahora que había hecho lo que
había hecho, ahora que estaba convencido de que en verdad sí era
gay. El sentimiento de culpabilidad y remordimiento por decepcio-
nar a su amigo, y a muchos más, volvió.
—¿No te estoy presionando verdad? —preguntó Fabio sen-
tándose también.
—¿Eh? —Harry miró a Fabio, y por un instante no entendió
a qué se refería—. Ah… no, claro que no, solo pensaba en… Ron es

151
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

mi amigo desde que tenía once, su hermana y yo hemos sido no-


vios… Simplemente no sé… creo que será un tanto difícil decirle la
verdad.
—Si realmente es tu amigo, no te rechazará.
—¿Entonces puedo llamarlo desde aquí? —preguntó Harry
queriendo desviar el tema de conversación, y también el tema de su
mente, ya tendría tiempo de pensarlo, luego.
—Sí, y después podemos ir a la playa.
—No tengo ropa para la playa.
—Yo te presto alguna.
Harry sonrió.
—Sí, estaría bien, aunque creo que todo lo tuyo me quedará
grande…
—Oh, Vamos, Harry, no todo —dijo Fabio un tanto diverti-
do mientras saltaba de la cama y le lanzaba a Harry un par de panta-
lones de algodón.

–|– 

Ron pareció algo desconfiado, pero no puso muchos reparos


para las excusas que le daba Harry, y quedó en reunirse con él fren-
te a la casa de Hermione al atardecer.
Al parecer, Hermione debía ayudar a sus padres con los trá-
mites y algunos papeleos, y Ron se había ofrecido a acompañarla,
así que se sintió aliviado de no dejar a su amigo solo durante el res-
to del día.
Harry y Fabio desayunaron en el comedor de aquella casa de
estudiantes, luego de una larga y reparadora ducha. Harry aún se
sentía adolorido e incómodo, sobre todo al sentarse, pero Fabio ha-
bía prometido que todo eso desaparecería pronto, Harry estaba dis-
puesto a creerle.

152
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

—Oh… ¿Sigues aquí? —dijo una chica entrando al comedor.


Harry levantó la mirada al escuchar la voz, y se encontró con una
chica de piel pálida y cabellos muy oscuros hasta los hombros, pero
las puntas de los cabellos eran de color violáceo, un violeta bastante
llamativo, por un instante la imagen de Tonks y sus diversos cam-
bios de color de cabellos, inundaron su mente.
—Hola, Begonia, él es Harry —dijo Fabio antes de dar un
sorbo a su vaso de jugo de naranja.
—Ah… tú eres Harry —contestó la chica con una sonrisa
acercándose más a la mesa—. Hablé contigo por teléfono el otro
día.
—Sí, claro, reconozco tu voz. —Harry asintió sintiéndose un
poco cohibido, de pronto se dio cuenta de que ella y, probablemen-
te todos los que estaban allí, sabrían lo que Fabio y él habían hecho
durante la noche.
—¿Bajarás con nosotros a la playa?
—Sí, creo que sí.
—En un momento más… —ratificó Fabio, Begonia le son-
rió, y luego de servirse un vaso de jugo de naranja, salió.
—Les veré al rato entonces —dijo ya desde la salida.
—Ella lo sabe —murmuró Harry hacia Fabio, que solo ar-
queó una ceja—. Lo que pasó… es decir que tú y yo…
—¿Qué dormimos juntos? —preguntó Fabio.
—Sí, eso… y no deberías andar gritándolo.
—Oh, vamos Harry, no tenemos diez años, ni estamos en la
edad media para que sea un pecado o la gente se horrorice.
Harry sólo suspiró y bebió en silencio el resto de su jugo de
naranja.
—Anda, vamos anímate —le dijo Fabio mientras pasaba un
brazo alrededor de su hombro—. Te enseñaré a surfear.
—¿Tienes tu propia tabla?

153
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¡Pues, claro! Todos tienen su propia tabla.

–|– 

El resto de compañeros de casa de Fabio eran divertidos,


cuando finalmente llegaron a la playa, Harry luciendo un traje de
baño azul que Fabio le había prestado y que efectivamente, si le
quedaba bien, todos ya estaban metidos en el mar. Fabio lo tomó de
la mano, y Harry se sintió ligeramente tonto por eso, mientras Fa-
bio lo guiaba hacia el agua fresca, que se sentía bastante reconfor-
tante por el calor que empezaba a hacer.
Le presentó a los demás chicos y chicas en medio del agua y
luego lo subió a la tabla, estuvieron bastante rato jugando sobre las
olas, y aunque realmente no aprendió mucho acerca de surfear, sí
tenía que reconocer que se divirtió bastante.
—Mañana es mi cumpleaños —dijo Harry cuando Fabio y él
estaban junto a los demás en la orilla, simplemente dejando que el
sol los calentara.
—¿En serio?
—Sí… cumplo dieciocho.
Fabio arqueó una ceja y sonrió.
—Pensé que ya los habías cumplido.
Harry sonrió sabiéndose descubierto.
—Cierto… pero era casi lo mismo.
—Ya…
—Mis amigos y yo iremos a tomar algo… si quieres puedes
venir.
—¿No te incomodará?
—Bueno, no les diremos… es decir, ¿cómo amigos?
Fabio suspiró.

154
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

—Está bien, si es que no incomodo… además les puedo


mostrar un lugar para bailar que está genial.
—Pero ellos…
—Hétero… —interrumpió Fabio.

–|– 

Fue más fácil de lo que pensó, encarar a Ron y Hermione


aquella tarde, aún se sentía culpable por ocultarles una cosa así, pe-
ro sabía que no era el momento para decirles nada, Hermione toda-
vía estaba resolviendo las cosas con sus padres, y Ron… sabía que
con Ron las cosas serían mucho más complicadas.
Ambos se mostraron conformes con que Fabio los acompa-
ñase al día siguiente. Harry suponía que Ron quería cerciorarse de
que en realidad no estuviera saliendo con alguna otra chica.
Al día siguiente, Harry y Ron acompañaron a Hermione a
hacer algunas diligencias de sus padres. Los señores Granger aún
parecían un tanto enojados, y todavía seguían viviendo en casas se-
paradas, pero Hermione tenía esperanzas de que las cosas, poco a
poco, se arreglaran. Aún se sentía culpable por ser de alguna mane-
ra, la causante de la separación de ambos, puesto que al no estar ella
más en sus recuerdos, no tenían ya ninguna razón para tratar de
permanecer juntos.
Harry y Ron estuvieron en desacuerdo con ella, lo que ter-
minó en una pequeña discusión; al final Hermione cedió simple-
mente porque era cumpleaños de Harry y no quería malograrle el
día.
Harry se encontraba aún maravillado entre el recuerdo del
día anterior con Fabio y la certeza de que había llegado a los dieci-
ocho años vivo, lo cual era algo que no esperaba, sobre todo, duran-
te las últimas horas de la batalla final en Hogwarts.

155
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

En la tarde llamó a Fabio, que se ofreció a pasar por ellos, así


que a las ocho de la noche, después de cenar con Ron y Hermione,
y brindar por su cumpleaños, los tres esperaban ya listos en la puer-
ta del hotel, a que Fabio apareciera.
Harry no podía negar que estaba nervioso, y por varios moti-
vos: había pasado, como nunca antes, más de media hora tratando
de encontrar el atuendo adecuado para salir, además aún tenía cierto
temor de que sus amigos descubrieran que en realidad Fabio era al-
go más que un amigo.
—¡Harry!
Harry volteó para ver a Fabio, vestía unos pantalones vaque-
ros ajustados y una camiseta sin mangas, de color blanco, se veía
realmente bien, y no pudo evitar sonreír tontamente durante un
instante, antes de recordarse que sus amigos también estaban allí.
—Fabio, ellos son Ron y Hermione.
Ambos chicos saludaron educadamente a Fabio, y Harry
agradeció que el brasileño no hiciera ningún comentario acerca del
acento de ellos también.
Fabio los dirigió a una discoteca que quedaba a diez minutos
del hotel, era bastante grande y estaba llena de gente, la música que
sonaba era parecida a la de la discoteca a la que habían ido un par de
días antes, y Ron y Hermione se divirtieron bastante bailando y be-
biendo de copas multicolores, aunque Harry no podía negar que le
gustaba más el sitio anterior, allí al menos podría bailar con Fabio
libremente.
Ya pasaba de la medianoche cuando regresó a la mesa des-
pués de bailar con Hermione, Ron y Fabio se habían quedado solos
conversando, y no podía negar que estaba algo nervioso. Ron podía
apoyar mucho al mundo muggle, pero aún no comprendía muchas
cosas, como la forma correcta de decir algunas palabras, o el uso de
algunos objetos, y temía que quedara en evidencia frente a Fabio.

156
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

—Chicos… creo que ya debo irme —dijo Hermione, estaba


sonrojada, y realmente lucía apenada por tener que marcharse ya—.
Me quedo en casa de mis padres y ya saben, a veces son un poco es-
trictos —explicó hacia Fabio que asintió en respuesta.
—Claro… si quieren los acompañamos —dijo Fabio po-
niéndose de pie.
—No, está bien —murmuró Ron, seguro que deseaba des-
pedirse de Hermione a solas.
—Entonces, si quieren yo acompaño a Harry al hotel, así no
se regresa solo —ofreció Fabio.
—Esa sería buena idea —apoyó Hermione.
—No necesito que me acompañen —se quejó Harry, se sen-
tía ligeramente achispado por el alcohol, y cada vez le era más difícil
mantener la mirada alejada de Fabio, y el que hablaran de él como
un niño pequeño, sólo conseguía irritarlo más.
Los tres chicos voltearon a verlo con un gesto divertido
—Sí, gracias, Fabio —dijo Ron—, tú ve con él, y yo iré a de-
jar a Hermione a su casa.
—¿Luego podrás volver tu solo? —preguntó Fabio.
—Sí, sin problemas.

–|– 

Harry debió saber que Fabio no se ofreció a acompañarlo só-


lo para «cuidarlo». Cuando Ron y Hermione se despidieron y
subieron a un taxi, Fabio lo llevó hacia la zona de discotecas gay,
donde la fiesta parecía recién iniciar, la calle principal estaba com-
pletamente repleta de chicos y chicas, y parejas caminando, riendo e
incluso algunos discutiendo.
Entraron a la misma discoteca de la primera noche, y Harry
de pronto se sintió mucho más cómodo, mientras la música sonaba,

157
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

y sus cuerpos se agitaban, uno contra otro, frotándose, acariciándo-


se y acercándose cada vez más.
Después de media hora de estar bailando de esa manera, Ha-
rry tenía una gran erección, y necesitaba encontrar la forma de po-
nerle remedio a eso.
Fabio también estaba excitado, lo podía sentir, y aunque aún
había cierto dolor en su culo, en esos momentos estaba dispuesto a
que Fabio lo tomara nuevamente.
—¿Quieres que vayamos a tu hotel? —preguntó Fabio sobre
su oído, la ráfaga de aire caliente hizo que los bellos de su nuca se
erizaran y que apretara más fuerte el cuerpo del chico contra el su-
yo. Lo que daría por simplemente desaparecerlo y aparecerlo en
cualquier lugar, pero definitivamente no en el hotel, no se arriesga-
ría más de lo que ya se estaba arriesgando.
—¿No podemos ir a tu casa?
—Sí, yo lo decía por tu amigo, debe creer que ya llegaste al
hotel.
—Yo me encargo. —Harry le dio un beso más en los labios,
queriendo hacerle entender lo necesitado que estaba—. Vamos…

–|– 

Todo había sido mucho más fácil esta vez: el llegar a la casa
de estudiantes, subir a oscuras por las escaleras, desnudarse delante
de él, besarse y acariciarse, todo, hasta el momento en que Fabio le
pidió que lo penetrara. Harry no sabía mucho acerca de cómo fun-
cionaban las relaciones entre chicos, pero había pensado que Fabio
no era de aquellos que se dejaría «penetrar», y el que se lo pidiera le
pareció genial.
Así que ahora estaba allí, con un preservativo en una mano, y
el tubo de lubricante en la otra. Fabio se había dado la vuelta, y es-

158
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

taba sobre sus rodillas y manos, la visión del culo del brasileño lo
dejó sin aire por un momento.
—Vamos, Harry —lo apuró Fabio. Harry pasó suavemente
una mano por su húmeda espalda, y le dio un beso en la nuca antes
de ponerse el preservativo, (tal como había leído que se ponían,
porque nunca había usado uno en realidad) y luego, untando una
buena cantidad del frío liquido sobre sus manos, esparció el lubri-
cante entre las nalgas de Fabio, que siseó y pareció excitarse más.
—Yo nunca… —admitió Harry, aunque eso era algo que Fa-
bio ya sabía.
—Está bien… sólo… ¡Oh Dios! Estoy tan caliente…
Harry soltó una pequeña carcajada tonta, y con un dedo tan-
teó la entrada para luego empujar suavemente, realmente esperaba
no lastimar a Fabio, después de todo, el chico siempre había sido
muy amable con él.
—No, sólo hazlo.
—¿No necesitas…?
—No, en serio, Harry. —Fabio jadeó, y Harry vio cómo se
dejaba caer hacia delante, levantando más aún el culo, provocándole
incluso más.
—Voy —dijo con voz firme, mientras guiaba su propio
miembro sobre la entrada resbalosa de Fabio, empujó sólo un poco,
aún con algo de temor, pero la sensación de ser absorbido por algo
caliente y apretado... Jodidamente estrecho y caliente, concluyó, lo
hizo llegar hasta el fondo, hasta que sintió sus caderas chocando
con el culo de Fabio.
La sensación de estar siendo atrapado y apretado dentro de
ese cuerpo caliente, le quitó la respiración, temió correrse con sólo
eso, y se quedó completamente quieto, sujetando las caderas de Fa-
bio y tratando de respirar y de convencer a su cuerpo que no se po-
día correr con sólo eso.

159
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Síííííí —gimoteó Fabio.


—Esto es… ¡wow!
Fabio soltó una pequeña risita, y luego movió sus caderas
con movimientos circulares contra Harry.
—Vamos, Harry…
Y entonces Harry comenzó a moverse, lentamente al inicio,
tratando de dominar sus propios impulsos, pero el interio, tibio,
abriéndose y apretándolo cada vez que entraba, y la forma como la
espalda de Fabio se arqueaba, marcando cada uno de sus músculos,
pronto lo descontroló y embistió con fuerza una y otra vez mientras
escuchaba a Fabio gemir y pedir por más, hasta que una sensación
ya conocida hormigueó desde la punta de sus pies, concentrándose
en su entrepierna para luego estallar con un grito ahogado, y dejarse
caer contra la espalda húmeda y agitada de Fabio.
Fabio soltó un leve quejido, y un instante después, lo sintió
agitarse debajo de él. Se preguntó si el chico habría logrado eyacu-
lar. Se sintió ligeramente mal por no haber siquiera pensado en él
mientras alcanzaba su propio orgasmo. El cuerpo de Fabio cayó fi-
nalmente en la cama, y sobre él, Harry, aún jadeante.
—Gracias —murmuró Harry. Acarició uno de los costados
de Fabio y se levantó lentamente, las piernas le temblaban, y se sen-
tía extremadamente cansado.
—¿Gracias? —murmuró Fabio girando el rostro—. Me ven-
dría mejor un «ha estado fabuloso», o al menos un «lo he disfruta-
do».
—Claro que lo he disfrutado —dijo Harry rápidamente
mientras terminaba de deshacerse del condón, y lo arrojaba al bote
de basura. Fabio sonreía y Harry entendió que se trataba de una
broma, aún así, se acercó a él y le dio un beso más en los labios—.
De fábula.
—Yo también lo he disfrutado…

160
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

–|– 

Al día siguiente, Harry volvió al hotel bastante temprano, pa-


ra su alivio, Ron aún no parecía haber despertado ni notado su au-
sencia. Se metió en su propia cama y se dedicó a pensar, aquellos
eran los momentos que no le gustaban, los momentos de completa
soledad. Bueno, de soledad entre él y su conciencia. Aquella que le
cuestionaba cada cosa que hacía, y le recordaba que ser gay no era
algo normal ni correcto. No había tenido oportunidad de preguntar
más del tema a Hermione, pero con lo que había escuchado aquella
tarde en el consultorio, era suficiente, pues estaba claro que en el
mundo mágico, en Inglaterra al menos, no era algo siquiera acepta-
do. Y estaba también lo que Ron sentía antipatía por gente como él.
Harry suspiró profundamente, y se giró, completamente,
abrazando la almohada un poco más. La fase de negación, de pensar
que aquello sólo era una etapa pasajera y de dudas se estaba termi-
nando. Tenía que aceptar que en realidad, si era lo que era, y aun-
que al inicio le costaba siquiera pensarlo, ahora sí tenía valor para
admitirlo en su mente. Era gay, y lo más probable fuera que eso le
diera problemas a futuro. Un futuro en el que aún no había pensa-
do, pero que sabía, debía decidir una vez llegara a casa.
Por lo que Fabio le había explicado, en el mundo muggle, la
homosexualidad si bien no era una cosa como para ser alabada,
tampoco era algo muy extraño ya, cada vez se aprobaban más y más
las parejas del mismo sexo, e incluso, en algunos países los dejaban
unirse legalmente. Harry se había reído acerca de eso, no se imagi-
naba casado con ningún hombre, aunque Fabio replicó que eso era
porque nunca se había enamorado realmente de nadie.
El sonido de alguien tocando la puerta lo hizo sobresaltar.
—¿Sí?

161
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Harry… ¿Ya estás despierto? —era Ron, y Harry soltó un


suspiro de alivio, se preguntó cuánto tiempo más seguiría saltando
de esa manera, la guerra había terminado hacía casi tres meses, y
aún habían noches en que dormía en guardia, esperando para ser
atacado.
—Claro —dijo abriendo la puerta, Ron estaba ya listo y ves-
tido, y Harry se preguntó cuántas horas habría estado cavilando so-
bre su cama.
—¿Aún no te has duchado?
—No sabía que teníamos prisa.
—Sí, iremos a desayunar con Hermione, es más, llamó hace
sólo unos minutos y dijo que nos apresuráramos, que tenía noticias.

–|– 

Las noticias que Hermione tenía, eran que sus padres estaban
terminando de arreglar los papeleos para vender la casa de la playa y
traspasar los consultorios, y que además, los pasajes de vuelta a
Londres tenían ya fecha, sólo se quedarían allí 10 días más y luego
partirían.
A Harry la noticia no le agradó mucho. En Australia podía
hacer lo que quisiera, nadie estaba al pendiente de él, incluso sus
amigos parecían un poco más relajados, en cambio en Inglaterra, en
el mundo mágico, sería mucho más difícil pasar de ser inadvertido;
un problema más que agregar a su lista, entre las cuales estaba: qué
hacer con su futuro, y la forma como les diría a sus amigos acerca
de sus preferencias sexuales.
Fabio sólo dijo que era una pena que se fuera tan rápido, pe-
ro se ofreció de guía turístico para él y sus amigos, aprovechando
que él también estaba de vacaciones y que se podía dar el tiempo.

162
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

Tanto Harry como él, ya habían hablado antes al respecto,


sabían que cualquier cosa que pasara entre ellos era algo que termi-
naría en cuanto Harry volviera a casa.
«No somos novios ni nada parecido o exclusivo», habían sido las
palabras precisas de Fabio, y Harry había estado de acuerdo con él.
El brasileño era alguien que le gustaba, y con el cual experimentaba
cosas que no había hecho antes, era su primera vez, y nunca dejaría
de sentir cariño por él, pero sabía que no estaba enamorado de él, y
que no había un futuro más largo que el de aquellas vacaciones, así
que ambos habían decidido aprovechar y disfrutar ese corto tiempo.
Después de todo, descubrió que era más fácil lidiar con los chicos
que con las chicas.

–|– 

Los siguientes días pasaron mucho más rápido de lo que Ha-


rry hubiera deseado. Sus amigos y él fueron con Fabio hacia Black-
butt Reserve, una reserva llena de dunas y muchos animales, Her-
mione tomó un montón de fotos, muggles, a todas las aves y cangu-
ros que vieron. Ron parecía no tan contento por el exceso de calor
pero en el fondo, también se divirtió.
Unos días después fueron a hacer un picnic a las orillas del
lago Macquarie, donde Fabio les contó varios datos acerca del lugar,
sus amigos parecían cada vez más cómodos con él, y Harry no po-
día estar más que encantado, pues durante las noches, cuando sus
amigos se desaparecían por allí, él aprovechaba para hacer exacta-
mente lo mismo, recorriendo con Fabio los bares y lugares para bai-
lar, para luego terminar en casa de él, con largas y placenteras sesio-
nes de sexo.
Harry descubrió y aprendió muchas más cosas de Fabio, y no
sólo turísticas.

163
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Los padres de Hermione aún seguían enfadados, pero pare-


cían resignados a volver a Inglaterra, aunque el escepticismo por el
mundo mágico no se les iría muy pronto.
Harry había tenido tiempo de sobra para pensar en muchas
cosas, puesto que había tardes en que simplemente se tumbaba bajo
el sol, en la playa frente a la casa de los padres de Hermione, y con
sólo el sonido del mar y la suave brisa, se dedicaba a analizar qué
hacer más adelante.
Ya había decidido volver a estudiar, tal como le había sugeri-
do Hermione, quería entrar a la escuela de aurores, después de to-
do, era lo que había querido siempre, desde que supo qué eran los
aurores, y sabía que no le sería difícil hacerlo, pero quería terminar
la escuela y aprobar todas las pruebas requeridas, tal como los de-
más. Ron había dicho que también volvería, aunque no se veía muy
convencido. Harry sabía que en el fondo, solo lo hacía por estar con
Hermione, y tal vez con él también.
Esa era su última oportunidad de tener un año tranquilo, de
disfrutar el solamente ser estudiantes, y no preocuparse por nada
más que aprobar todas las materias y terminar con las tareas. Ahora
que ya todo había pasado, sería mucho más fácil, o eso esperaba al
menos.

–|– 

La noche previa a su partida a Londres Fabio los convenció


de ir por una copa, y los cuatro se arrumbaron hacia una discoteca
bastante atiborrada de gente, la oscuridad, recortada solo por las lu-
ces policromadas que se agitaban al ritmo de la música acelerada,
era precisa para que Harry pudiera juguetear un poco con Fabio por
debajo de la mesa, mientras sus amigos conversaban. Harry sabía
que aquella era la última noche que tendrían juntos y de alguna

164
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

manera, se había sentido un tanto desilusionado cuando Fabio había


invitado a sus amigos, pero luego de un par de tragos, el fastidio se
había convertido en deseo y excitación.
Cuando Hermione y Ron decidieron ir a bailar, finalmente
se quedaron solos.
—¿Te has enfadado porque les pedí que vinieran? —pre-
guntó Fabio, gritando sobre su oído, la mano de Harry aún estaba
sobre su pierna, subiendo y bajando de manera lenta, cada vez más
cerca de la entrepierna del chico.
—Un poco, pero no importa. —Harry subió su mano aún
más, y presionó contra el bulto en los pantalones de Fabio, rela-
miéndose mentalmente por la ansiedad de tenerlo desnudo y con
total libertad de tocarlo—. Luego, tú y yo nos escaparemos ¿verdad?
—Verdad —respondió Fabio, parecía un tanto acalorado—,
pero si sigues tocándome así, no creo que pueda aguantar hasta salir
de la discoteca.
—Oh, ¿en serio? —murmuró con una mirada divertida
mientras su mano se presionaba más fuerte aún sobre el miembro
cada vez más tieso. Dio una mirada hacia la pista de baile, y ubicó a
Ron y Hermione bastante lejos de ellos, era imposible que los vie-
ran.
—¡Harry!
Harry presionó mucho más fuerte el miembro y Fabio jadeó,
su mirada se tornó mucho más brillosa, como cuando estaban en su
habitación a solas, teniendo sexo.
Harry sabía que era puro deseo, y aquello lo hizo sentir bien,
el que alguien lo deseara de esa manera.
—Para… Si no lo haces…
—¿Qué? —preguntó con un deje de insolencia.
La mano de Fabio se cerró en torno a su muñeca con un po-
co más de fuerza.

165
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ve hacia el fondo, al lado izquierdo hay un lugar oscuro…


—Fabio se puso de pie y se alejó entre la gente. Harry lo vio irse
con la boca ligeramente abierta, y no creyendo aún lo que le había
dicho. ¿Un lugar oscuro? Él sólo lo había estado fastidiando, no
pensaba que en realidad Fabio quisiera continuar con eso en un lu-
gar así, en una discoteca hétero, donde sus amigos estaban peligro-
samente cerca.
Dio una mirada más hacia la pista de baile, sus amigos se-
guían allí bastante distraídos, se mordió el labio pensando qué ha-
cer, pero tenía tantas ganas de tocar a Fabio, incluso más siendo esa
su última noche, así que sin poner más dudas, se puso en pie y re-
corrió en la misma dirección que había caminado el chico, sortean-
do a mucha gente que bailaba y bebía; finalmente, cuando terminó
de atravesar la pista de baile, llegó a lo que parecía ser los baños, do-
bló a la izquierda como le había dicho Fabio, y lo encontró, apoya-
do contra la pared, y con los brazos cruzados, el cabello claro y suel-
to cayendo sobre su rostro, y aquella mirada de deseo que tanto le
ponía.
Fabio extendió una mano, y Harry la tomó para ser jalado
con fuerza. Sus labios se encontraron con los de Fabio, y ambos se
envolvieron en un beso desenfrenado mientras sus manos tocaban
con premura y urgencia, toda la piel posible.
—Fabio… no podemos… aquí no —jadeó Harry cuando los
labios de Fabio bajaron hacia su cuello.
—Tú me provocaste demasiado —murmuró Fabio mientras
sus manos lo jalaban más contra su cuerpo.
—Sí, pero podemos irnos… Ron y Hermione no se molesta-
ran.
—En un momento más —Fabio volvió a besarlo en los la-
bios, y Harry se derritió bajo las sensaciones, si Fabio le hubiera ba-
jado los pantalones y hubiera querido penetrarlo allí mismo, no hu-

166
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

biera puesto ningún reparo. Incluso ya se estaba planteando qué tan


difícil sería hacerlo en realidad, cuando un grito ahogado lo hizo
sobresaltarse. Instintivamente se alejó de Fabio a la vez que giraba
para encontrarse con una de las cosas que más temía:
Hermione estaba de pie, delante de ellos, con una mano se
cubría los labios, y sus ojos estaban muy abiertos. Parecía horrori-
zada.
—Hermione… —murmuró Harry dando un paso hacia ella,
que sólo negó con la cabeza.
—Lo siento… Yo…
—Hermione —repitió Harry—, déjame que te… —pero la
chica se dio la vuelta y desapareció rápidamente. Harry se quedó
mirando al espacio vacío durante un instante más.
—Lo lamento —dijo Fabio, poniéndole una mano en el
hombro, y su voz se oía realmente apenada—, no fue mi intensión
que…
—No te preocupes… en el fondo es mi culpa.
—¿Por qué no vas a intentar hablar con ella?
—No creo que… —Harry miró hacia Fabio un instante, y le
sonrió de la mejor manera que pudo—. Mejor volvamos a la mesa.
—¿Estás seguro que quieres que yo vuelva?
—Sí, vamos. —Harry caminó sin esperar a que Fabio le si-
guiera, y se sumergió nuevamente entre la gran cantidad de perso-
nas que bailaban alrededor. Cuando llegó a su mesa, Hermione aún
seguía sonrojada y respirando de manera acelerada, como cuando
estaba muy enojada.
—¡Harry! —Ron se puso en pie rápidamente—, que bien
que volviste. Hermione tiene que volver a casa y la voy a acompa-
ñar. ¿Crees que puedas volver solo?
Harry le dio una mirada más a Hermione, pero ella no lo en-
caró.

167
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Parecía más entretenida en el fondo del vaso vacío sobre la


mesa, delante de ella, que en mirarle.
—Claro, sin problemas.
—Bien, te veo en la mañana —dijo Ron mientras Hermione
ya se ponía en pie—. Hasta luego, Fabio —agregó, y Harry giró para
ver que Fabio sí lo había seguido y estaba a su lado, de pie, parecía
realmente incómodo.
—Hasta luego… supongo que no nos veremos ya, así que ha
sido un gusto conocerlos —dijo Fabio extendiendo su mano hacia
Ron que sonrió amablemente.
—Igualmente, ojala y nos podamos escribir alguna vez.
—Sí, estoy segura que Harry tiene su dirección —murmuró
Hermione, hizo un asentimiento y jaló a Ron de una mano—. Va-
mos, ya debo volver a casa.
Ron frunció el ceño y le dio una mirada de disculpa a Harry,
que sólo se encogió de hombros nervioso, antes de alejarse junto a
la chica, cuando ambos se apartaron lo suficiente, se dejó caer sobre
una de las sillas y suspiró derrotado. Era un descuidado y un in-
consciente, y Hermione lo había descubierto, y lo peor de todo era
que ella parecía defraudada.
—Harry… si quieres ir con ellos y hablar…
—No, ahora no quiero hablar con ellos, será peor… —Harry
tomó lo que quedaba de bebida en uno de los vasos, y durante un
largo rato se quedó en silencio, pensando en las mil y una formas de
hablar con Hermione, y temeroso de que la chica le dijera a Ron lo
que había visto.
A su lado, Fabio permaneció en silencio, simplemente acom-
pañándolo, y Harry lo agradeció sinceramente.
—¿Aún podemos ir a tu casa? —preguntó de pronto. Fabio
se volteó rápidamente hacia él, seguro que no se esperara que habla-
ra o que le propusiera eso.

168
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

—Me gustaría, es nuestra despedida, después de todo.

–|– 

Era su despedida, y Fabio había dicho que le haría algo espe-


cial. Después de llegar a la casa de estudiantes, ambos se habían me-
tido en la ducha y jugueteado por bastante rato para luego terminar
en la habitación del chico.
Y allí estaba ahora Harry, recostado contra su abdomen en las
blancas sábanas, y jadeando de anticipación mientras la lengua de
Fabio bajaba lentamente por su espalda, dando pequeñas mordidas
de vez en cuando y dejando un rastro húmedo a su paso. Harry
apretaba con fuerza las sábanas, y sus caderas se refregaban suave-
mente contra el colchón, mientras esa lengua seguía bajando más
aun, cuando mordió el final de su columna, soltó un gemido mu-
cho más fuerte. Las manos de Fabio le sujetaron las caderas para
que dejara de moverse, y estuvo a punto de protestar cuando esa
lengua bajó un poco más. Empezó a respirar incluso con más difi-
cultad, no queriendo imaginar qué tan abajo llegaría Fabio con sus
caricias. Cuando las manos de Fabio separaron sus nalgas suave-
mente, y esa lengua bajó más aún, justo hasta su entrada, se estre-
meció por completo.
—Diosdiosdios —Harry volteó la cabeza todo lo posible para
ver apenas la testa de Fabio entre sus piernas, entonces esa lengua,
se empujó un poco más, y se dejó caer entre las almohadas, jadean-
do sonoramente y levantando más las caderas.
—¿Esto te gusta? —murmuró Fabio mientras lo hacía apo-
yarse contra sus rodillas.
—¡Demonios, sí!
Fabio no contestó, su lengua volvió a juguetear contra su en-
trada, dando pequeñas lamidas y empujando suavemente, como

169
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

queriendo entrar en él. La sola idea lo hizo sentirse más excitado


incluso; una de sus manos bajó hasta hacerse de su miembro, ya
demasiado duro, y comenzó a masturbarse con rapidez. Fabio inte-
rrumpía sus caricias para luego darle alguna suave mordida o intro-
ducir uno de sus dedos para que acto seguido, esa lengua retomara
su trabajo, presionando y humedeciendo todo, haciéndolo sentirse
más y más necesitado.
—¡Fabio! —chilló empujando sus caderas aún más contra la
boca del chico—. Dios… Fabio, por favor.
—¿Qué quieres, Harry? —preguntó con voz grave Fabio
mientras un par de sus dedos se presionaban en su interior. Harry
empujó las caderas contra esos dedos, tratando de obtener mayor
placer.
—Sabes qué quiero —jadeó.
Fabio le dio un mordisco más en una de sus nalgas, y se ale-
jó un instante, sobre su hombro, Harry vio cómo se colocaba el
preservativo y esparcía un poco de lubricante en él.
—Vamos…
—Que impaciente que te nos has vuelto —le dijo algo diver-
tido, mientras lo tomaba de las caderas y lo levantaba un poco. Se
presionó dentro de él con bastante lentitud, y soltó un profundo
suspiro al tiempo que Harry gemía por la sensación de tenerlo en
su interior.
Harry se agitó contra las caderas del chico, instándolo a mo-
verse. Entonces Fabio comenzó a moverse contra él, una y otra vez,
con bastante fuerza. Los gemidos de ambos se mezclaron con el
ruido de sus cuerpos chocando, y el leve golpeteo de la cama; la
mano de Harry volvió hasta su propio miembro, y comenzó a mas-
turbarse con rapidez mientras pedía por más, y más, y Fabio lo
complacía hasta que al borde del paroxismo, ambos estallaron a la

170
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

vez en un fuerte orgasmo. Las piernas de Harry temblaron, y se de-


jó caer sobre la cama, con el cuerpo de Fabio encima.
—Ouch —murmuró Harry, Fabio mordisqueó un poco más
en su nuca, y se levantó saliendo de su interior para luego, dejarse
caer a un lado—. Dios, Fabio, eso ha estado fenomenal.
Fabio sonrió.
—Realmente sí eres un chico lindo —dijo acariciándole una
mejilla con cariño.
—Sabes que no me gusta que me digas eso. —Harry trató de
parecer resentido pero no podía conseguirlo sintiéndose tan relaja-
do.
—No te gusta, pero lo eres, Harry.

–|– 

A Harry no le gustaba despedirse, en realidad no había teni-


do muchas oportunidades de hacerlo, no es que hubiera tenido con
quien hacerlo, no de esa manera al menos. Al amanecer había abra-
zado a Fabio con fuerza, y le había dado un último beso. Fabio ha-
bía dicho que le extrañaría mucho, y Harry no podía negar que él
también lo extrañaría, le había cogido mucho cariño, habían pasado
dos semanas viéndose prácticamente todos los días, y tenido sexo
todas las noches, había descubierto sensaciones completamente
nuevas y fantásticas, y sobre todo, habían quedado muy resueltas
todas sus dudas y dilemas.
Poco antes de las siete de la mañana, había llegado a la puerta
del hotel, aún sosteniendo en una mano el papel con la dirección y
teléfono que Fabio le había dado, Harry le había entregado la direc-
ción de los Dursley, en Privet Drive, porque no conocía ninguna
otra dirección muggle donde le pudieran escribir, sin embargo, le
daba vueltas a la idea de hacer visible Grimmauld Place, tal vez de-

171
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

bía preguntarle a Hermione al respecto. Si es que ella volvía a diri-


girle la palabra, claro.
Terminó de preparar su equipaje lenta y metódicamente, du-
rante la noche anterior. Si bien era cierto que había logrado apartar
de su mente aquel sentimiento de culpa, ahora que estaba solo no
podía más que pensar en la expresión de Hermione. En lo horrori-
zada que se había mostrado al sorprenderlo en aquel baño. Tal vez
incluso defraudada. Y eso dolía, y mucho, que Hermione, su mejor
amiga, y a la cual quería como una hermana, lo mirara de esa mane-
ra, que sintiera repulsión por él era algo que le partía el corazón.
La incertidumbre de qué hacer o cómo actuar a partir de
ahora, cuando volviera a casa, lo carcomía, al menos hubiera desea-
do poder hablar con Ron y Hermione primero, confesarles lo que
sentía, lo que era, y no que ella se enterara de esa manera tan poco
apropiada. En realidad, él sabía que si le importaba la opinión de al-
guien, esa era la de Ron y Hermione, nadie más cabía en su peque-
ño mundo, ni siquiera Ginny o los demás Weasley, si Ron y Her-
mione permanecían a su lado, como siempre había sido, todo esta-
ría bien, pero sin ellos… No quería pensar en lo solo que se sentiría
sin ellos.
La puerta sonó suavemente y Harry frunció el ceño, por lo
general, Ron no era tan «delicado» al golpear.
—¿Sí? —dijo en voz alta.
—Harry… —Era Hermione y su voz no se escuchaba segu-
ra, el corazón de Harry comenzó a latir con extremada violencia
mientras cruzaba de tres zancadas el cuarto y abría la puerta—. ¿Po-
demos hablar? —preguntó ella antes de que Harry pudiera decir al-
go, estaba sonrojada y no lo miraba directamente a los ojos.
—Claro. —Harry se hizo a un lado y la dejó pasar, el que vi-
niera sola le hizo entender que no le había dicho nada a Ron. Toda-
vía.

172
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

—Veo que ya casi tienes todo listo —comentó ella sentándo-


se en la cama, junto a la maleta, y doblando un par de camisetas que
había dejado tiradas descuidadamente.
—Más o menos. —Harry la miró con atención, tratando de
adelantarse a lo que ella fuera a decir, listo para explicar las razones
por las cuales estaba haciendo lo que ella vio que estaba haciendo
con Fabio.
—Yo… —Hermione suspiró profundamente, y luego encaró
a Harry, sus mejillas estaban más sonrojadas que de costumbre, y su
postura era demasiado rígida—,… lamento haber salido corriendo
así…
—¿Qué? —Harry se adelantó un poco más hacia su amiga,
no comprendiendo bien sus palabras.
—Lamento haber reaccionado así, es solo que… me sor-
prendí tanto.
—Hermione, yo lo siento, no tenías por qué ver eso, ni yo
por qué comportarme así, no era el lugar adecuado y…
—Harry… —Hermione meneó la cabeza—, yo creo que te-
nemos una conversación pendiente… —Sus ojos comenzaron a
verse más brillosos, y Harry sabía que empezaría a llorar, se arrodi-
lló delante de ella y puso una mano sobre el hombro de la chica, in-
terrumpiéndola.
—Lo lamento, lamento haberte decepcionado de esta mane-
ra.
—No digas eso. —Hermione se limpió con el dorso de la
mano las lágrimas que ya empezaban a correr—. Yo sólo no pude…
estaba muy confundida en ese momento, pero no debí marcharme
de esa manera, dejando que creyeras que estaba enojada o decep-
cionada.
—¿No lo estás? —preguntó Harry con cierta sorpresa.

173
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Me sorprendí demasiado… yo nunca hubiera imaginado


que tú… Te vi en la escuela con Cho, y con Ginny, y te escuché de-
cir que Fleur era bonita y cosas así… nunca creí que fueras a…
—¿Ser gay? —preguntó Harry en un murmullo.
—¿Lo eres?
—Sí, lo soy, soy gay. —Harry se sorprendió de la tranquilidad
que le embargó al decir esas palabras delante de su amiga, y de lo
fácil que era admitirlo delante de ella.
—¿Y estás seguro? —Hermione le dio una mirada intensa—,
¿qué no es sólo una etapa de confusión o algo así?
Harry suspiró profundamente y negó con la cabeza.
—Tenía dudas desde hace algún tiempo… cuando vinimos
aquí y conocí a Fabio, pues… simplemente me di cuenta… —
Hermione se sonrojó un poco más y desvió la mirada, y Harry de-
tuvo sus palabras.
—Tenía algunas sospechas ¿sabes? —dijo ella luego de un
instante, parecía mucho más calmada—; sobre Fabio, sobre la forma
como desaparecían siempre, o cómo no te molestaba que Ron y yo
te dejáramos solo siempre… pensé que tal vez, había alguien más
allí, una chica que Fabio conocía, porque no podía imaginarme otra
cosa…
—Yo quería hablarlo con ustedes, en serio, pero no aquí, tú
tenías problemas con tus padres y no quería aumentarlo todo con
esto.
Hermione tomó una de las manos de Harry y sonrió por
primera vez desde que había entrado a la habitación.
—Yo en realidad venía a decirte que no importa lo que pase,
siempre serás mi amigo… que me perdones por haber actuado co-
mo una intolerante al salir corriendo de allí, no era mi intención
lastimarte u ofenderte.

174
LIBRO I|Verano
[6] El momento de la verdad

—Hermione —suspiró Harry con alivio. Hermione apretó


sus manos un poco más a las de Harry, y le sonrió con aquel gesto
de «ya olvídalo» que nunca le había causado tanto alivio y tranquili-
dad como en ese momento.
Ambos se quedaron en silencio un instante más, y luego
Hermione suspiró y habló:
—Harry, esto será muy difícil, ¿sabes lo intransigentes que
son en el mundo mágico con este tema?
—No, en realidad no…
—Estudiamos un poco sobre eso en la clase de Estudios Mu-
ggles y… —Hermione se detuvo al ver la expresión de pánico que
Harry había puesto, y apretó un poco más sus manos contra la de
Harry—. Tendremos tiempo de hablar de esto… de todo lo que
quieras, investigaré un poco más sobre el tema en cuanto volvamos
a casa.
—Tengo que decírselo a Ron, no quisiera que lo descubriera
por alguna otra estupidez mía…
—Ya veremos la forma de hacerlo. Todo estará bien, ya verás
—dijo ella suspirando profundamente. Harry creyó que más que
tratar de convencerlo a él, se trataba de convencer a sí misma, el
tono en el que le hablaba era como si se tratara de un niño que ha-
bía hecho una gran travesura y que ahora estaba en problemas.
—No pareces muy convencida.
—No, Harry, no lo estoy —admitió ella frunciendo el ce-
ño—. Tienes que entender que todo ha pasado muy rápido, aún es-
toy… acostumbrándome.
—Ya.
—Harry, sabes que te quiero. ¿Lo sabes, verdad? —Harry só-
lo asintió mirando a su amiga a los ojos—. Y pase lo que pase nunca
dejaré de quererte, eres mi mejor amigo.

175
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Harry agradeció las palabras de su amiga, y sonrió en respuesta,


Hermione le revolvió el cabello de manera cariñosa, y suspiró.
—Lo mejor será darnos prisa, apenas y tenemos tiempo de
desayunar y salir hacia el aeropuerto.

–|– 

Unas cuantas horas después, Harry miraba desde la ventani-


lla del avión cómo la ciudad se iba alejando lentamente. A su lado,
Ron dormitaba tranquilamente, Harry estaba seguro que Hermione
lo había vuelto a hechizar. Ella estaba a un par de asientos atrás, jun-
to a sus padres, conversando en murmullos.
El cielo era muy azul y el sol estaba en todo lo alto mientras
la ciudad se hacía cada vez más pequeña. Harry suspiró extrañando
ya a Fabio, y a toda la libertad que había tenido allí, y preparándose
mentalmente para encarar su vida en cuanto llegaran a casa. La gue-
rra había terminado y muchas de sus dudas estaban resueltas, ahora
le quedaba afrontar lo que llegara, y prepararse para el futuro.

176
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

7
Yarik Forsyth

Ahora te toca vivir,


ya habrá tiempo de morir,
hazte amigo de la adversidad,
o nunca serás feliz.
Canción: El Espíritu del Bosque II. (Outro)
Mago de Oz, banda de rock española

25 de Agosto de 1998, afueras del Condado mágico de Rútland, terri-


torio muggle

A
gosto casi había terminado, faltaban muy pocos días
para volver a la escuela y Draco no podía dejar de
sentirse miserable… Miserable era poco, tal vez ven-
cido, derrotado, humillado y acabado sería más adecuado. Tenía un
gran repertorio acerca de la forma como se sentía. Su madre, en
cambio, aún trataba de poner buena cara a todo lo que pasaba, le
acariciaba el cabello o le apretaba cariñosamente el hombro cuando
regresaba en las noches, agotado de ejecutar hechizos de reparación,
ahora en un poblado mágico en las afueras de Ottery St. Catchpole.
Se alegró de que al menos no lo hubieran mandado a reparar la ca-
sucha de los Weasley, ahí sí su humillación hubiera estado completa.
Sin embargo, esta vez, había corrido con suerte —algo muy extraño
177
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

para él en esos días— y le habían asignado la casa de una pareja de


ancianos que vivía a muchos metros y calles de los Weasley. No se
había cruzado con ninguno de los pelirrojos, y el trabajo había sido,
debía admitirlo, mejor que en San Mungo, cierto que aquellos an-
cianos lo miraban con desconfianza, no dejando de vigilarlo en nin-
gún instante, pero no le arruinaban lo avanzado, ni se quejaban de
él para nada. Ahora que la casa estaba terminada y faltaba sólo unos
días para el inicio de la escuela, el Ministerio le había comunicado
que su servicio obligatorio había culminado. Draco había casi grita-
do de emoción ante tan buena noticia, aunque se contuvo en mos-
trar siquiera una sonrisa hasta que estuvo a solas, junto a su madre.
Su madre aún tenía que seguir ayudando en la vivienda que
se había creado para acoger a todos los niños víctimas de la guerra,
al parecer, allí era donde había aprendido a cocinar, puesto que era
lo que hacía en ese lugar. Ella era muy poco comunicativa sobre lo
que hacía o el trato que le daban. Aunque varias veces Draco se en-
contró pensando en que no era que no fuera comunicativa, si no
que no era tan quejona y llorica con él mismo, que siempre que lle-
gaba a casa, maldecía su vida y refunfuñaba por los maltratos e in-
sultos, pero en realidad, no sabía qué más podía hacer.
Aquella tarde había descubierto otra cosa: siempre pensó que
el alimento que su madre preparaba, llegaba a su casa apareciendo
directamente de la tienda de comestibles, como en la mansión, pero
su madre lo había sacado de su error y le había pedido que esta vez
fuera él a hacer las compras, le había dado ropa muggle, (Draco se
había horrorizado por eso), un mapa, una lista y unos cuantos bille-
tes a los que ella llamaba «dinero», y que decía que valían en el
mundo muggle como el oro en el mágico. Incluso le había escrito
en el papel cuánto valía cada «libra», y cuánto dinero debía traer de
vuelta a casa. Draco, para no perder la costumbre, había protestado
y maldecido, pero su madre no había cedido, le había dicho que era

178
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

bueno que fuera, que recibiera un poco de sol porque estaba dema-
siado pálido y que prefería que aprendiera a moverse en el mundo
muggle, que tal vez pronto necesitara ampliar sus horizontes.
Draco sabía que estaba mal quejarse, que su madre no podía
hacer mucho por cambiar la situación, pero se sentía tan impotente
y tan sobrepasado por todo, que no sabía qué más hacer, nunca ha-
bía sabido que más hacer. Sus padres siempre habían estado allí para
escuchar sus quejas y tratar de resolver todos sus problemas, pero
ahora… Ahora todo era tan extrañamente diferente, tenía dieciocho
años y se suponía que debería saber qué diablos hacer, pero se sentía
tan perdido…
Caminó por donde su madre le indicó, bajo la mirada recelo-
sa de varios aurores y uno que otro vecino, y pronto se encontró en
aquel sitio que su madre mencionó como una parada de buses.
Draco había oído hablar del autobús noctámbulo alguna vez, aun-
que nunca había podido subir, los Malfoy no usaban ese tipo de
transportes, al menos así había sido antes. Así que ahora, con un
poco de ansiedad, estaba de pie, bajo la sombra de aquella parada
esperando, hasta que apareció avanzando lentamente por el camino,
un enorme autobús rojo de dos pisos. La puerta se abrió y el chofer
le dio una mirada interrogante.
—¿Subes o no?
—Sí —se apresuró a decir Draco mientras subía por las esca-
linatas, entregó la cantidad de dinero que su madre le había indica-
do y el chofer le dio un pequeño ticket de cartón. Draco se quedó
mirando el pequeño boleto por un instante más, y no fue hasta que
el autobús se puso en movimiento, que avanzó un par de pasos y
encontró un asiento vacío. Suspiró aún no creyendo estar usando
un medio de transporte, ropa y dinero muggle, y se dedicó a mirar
por la ventanilla y ver qué era lo que había fuera de su tan maravi-
lloso barrio.

179
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Las calles rectangulares y los edificios pintados de colores


claros lo entretuvieron durante bastante rato, hasta que el chofer
anunció su parada. Se puso en pie y bajó lo más rápido que pudo,
temiendo no tener el tiempo suficiente para apearse y luego perder-
se en ese extraño mundo.
Dio apenas un par de pasos antes de reparar en el enorme lu-
gar, definitivamente aquella era la tienda de comida más grande que
había visto, aunque dicha sea la verdad, nunca había estado en una
tienda de comestibles.
El lugar tenía todas las paredes frontales de cristal opaco, y la
gente entraba y salía empujando aquellos cochecitos metálicos que
su madre le había comentado. Miró más hacia arriba, y en letras na-
ranjas estaba escrito «Sainsbury's», Draco suspiró. Al menos, si esta-
ba en el lugar que debía estar, sólo necesitaba entrar, recoger los
comestibles que su madre había puesto en la lista, y después volver
a casa, de ser posible antes de que oscureciera…

–|– 

Caminó entre la gran hilera de estantes, reconociendo poco a


poco, cada cosa que su madre había indicado en la lista: le había es-
pecificado los nombres, las marcas, los colores y las medidas. La lis-
ta era bastante precisa y Draco lo agradeció, pues había demasiadas
cosas allí y se sentía desatinadamente confuso.
Recolectó todo lo que necesitaba en el pequeño carrito y ca-
minó hacia una de las cajas, delante de él habían un par de chicos
bastante guapos, ambos conversaban animadamente de la fiesta que
tendrían el siguiente fin de semana, y de los licores que llevarían,
parecían tan felices y relajados, que Draco no pudo dejar de sentir
un poco de envidia. Ellos eran aparentemente casi de su misma

180
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

edad, y tenían una vida feliz mientras él sólo era un exmortífago


condenado al repudio de su sociedad y a una vida desdichada.
Uno de los chicos giró y le dio una mirada coqueta, tanto
que Draco se sonrojó y apartó el rostro, pensando en qué tan mal se
vería si se alejaba hasta otra de las cajas… nadie lo había mirado así
en demasiado tiempo, sólo había alguien que le había obsequiado
esa mirada y había pasado casi un año desde entonces.
El chico le sonrió descaradamente y avanzó un poco más pa-
ra entregar sus productos a la muchacha que atendía la caja, Draco
soltó el aire suavemente, y aquellos ojos volvieron a mirarlo una vez
más, y finalmente, el chico el guiñó un ojo antes de alejarse con su
amigo por el pasillo hasta la salida. Draco aún tenía las mejillas son-
rojadas y la mente en otro lugar. En su habitación, en la mansión
Malfoy, en tiempos mejores.
—Hola, necesito que pongas los productos sobre la banda —
dijo la chica con voz atenta. Draco se giró hacia ella y le dio una mi-
rada interrogante—. Lo que vas a llevar, ponlo aquí —continuó la
chica, señalando el carrito y luego la banda larga.
—Sí, claro —murmuró Draco, colocando todo en el lugar
que la chica le indicaba, no eran tantas cosas, y lo hizo con rapidez.
—¿Pagarás con tarjeta o con efectivo?
—Tengo esto —dijo Draco sacando del bolsillo los billetes y
monedas que su madre le había dado.
—Claro —la chica sonrió una vez más. Era una chica bajita y
delgada, tenía el cabello oscuro sujeto en una cola y la piel bastante
bronceada, los ojos castaños y una sonrisa afable. Draco pensó que
color guinda del uniforme no le favorecía para nada.
—¿Tarjeta de afiliado?
Draco no comprendía qué era lo que eso podía significar, así
que negó con la cabeza.
—Sólo me dieron esto.

181
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Bien… —la chica empezó a pasar los productos, uno a


uno sobre su mostrador, haciendo que cada uno de ellos sonara con
un pequeño pitido al pasar, mientras en frente, la pequeña pantalla
iba indicando los precios. Draco jugueteó con las faldas de su cami-
seta, impaciente por regresar a casa, lejos de aquel extraño mundo,
mientras la chica seguía pasando los productos y colocándolos en
bolsas plásticas a un lado.
—Son cuarenta y siete libras y treinta y dos peniques.
—Ajá —dijo Draco dando una mirada más a la lista que su
madre había escrito y el total que debía gastar, luego abrió la mano y
empezó a sacar los billetes y monedas, tratando de calcular y recor-
dar las indicaciones de su madre, pero se le hacía demasiado com-
plicado, era tan diferente a calcular galeones, sickles y knuts.
—¿No eres de por aquí, verdad? —preguntó la chica con una
sonrisa más amplía.
—No, la verdad es que no —admitió Draco sabiendo que
aquello no era una mentira del todo, no pertenecía a aquel mundo
tan complicado.
—Yo te ayudo… este billete de aquí —dijo señalando hacia
uno de los billetes—, es de diez libras, y aquí tienes otro más, y lue-
go esas monedas son de dos libras… —Draco fue tomando con una
mano los billetes y monedas que la chica le señalaba, se sentía algo
tonto ante la situación, pero a decir verdad, no había mucho más
que pudiera hacer—, y mira, incluso te quedará algo de cambio.
Draco le dio una mirada desconfiada un instante antes de
asentir y entregarle los billetes y monedas, la chica tecleó un par de
veces más en la extraña máquina que empezó a hacer un sonido ex-
traño, y después soltó un boleto más, lo extendió hacia Draco junto
con unas monedas—. Muchas gracias por tu compra, espero que
vuelvas pronto.
—Ya, claro…

182
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

Draco metió las monedas en uno de sus bolsillos, junto con


el boleto que la chica le había entregado, y tomó las bolsas, dio un
par de pasos y luego giró hacia la chica que ya empezaba a pasar los
productos de una señora bastante mayor que había estado detrás de
él esperando.
—Gracias —dijo finalmente, y la chica se giró y le dio una
amplía sonrisa antes de continuar atendiendo a la anciana. Era la
primera vez que alguien lo trataba amablemente en mucho tiempo,
debía reconocerlo, y no estaba de más dar gracias por eso, aunque se
tratara de una simple muggle.

–|– 

Ya en el autobús, de regreso, su mente volvió a la mirada de


aquel chico. Había sido una mirada demasiado descarada, una que
sólo Yarik le había dado, y en sus momentos de soledad, nunca de-
lante de los demás. Nadie alrededor se había horrorizado por aque-
llo, y se preguntó si es que sería algo normal y corriente en el mun-
do muggle, que un chico te mirara de esa manera, sin miedo a ser
repudiado y rechazado. ¿Sería que los muggles no veían mal «eso»?
Aquello que en su mundo sí estaba condenado, aquello que había
hecho que su padre se sintiera decepcionado de él, aquello que ha-
bía provocado incluso aquel desenlace tan fatal.
Bajó en la misma parada donde poco más de una hora atrás
había iniciado su viaje, y cargando las bolsas con ambas manos, ca-
minó de regreso a Rútland. Los aurores seguían mirándolo de ma-
nera inquisitiva, pero a él no le importó mucho, su mente estaba
ahora extraviada en todos esos recuerdos que no había tocado en
meses, ocupado como estaba en alejar las pesadillas que lo acosaban
por las noches, recordando el incendio, y lo infortunada que era su
vida.

183
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¡Hey, alto allí! —dijo una voz autoritaria detrás de él, y


Draco detuvo el paso a sólo una calle de su casa, antes de voltear si-
quiera, ya sabía a quién pertenecía esa voz.
—¿Qué es lo que llevas allí, mortífago?
—Soy Draco Malfoy, no mortífago —replicó Draco apretan-
do con más fuerza las bolsas por la rabia—, y sólo llevo los víveres.
—Los aurores tenemos que revisar qué entra y sale de este
lugar, mortífago —dijo Desai, aquel auror que lo había molestado y
saboteado su trabajo la primera vez que había ido a hacer trabajo de
reconstrucción en San Mungo. Cada vez que se lo encontraba, tra-
taba de hacerlo enojar, sabía que esperaba que reaccionara de alguna
manera negativa. pero no le iba a dar el gusto, claro que no—. Aun-
que te vistas de muggle, aún seguirás siendo un simple y sucio mor-
tífago.
Draco apretó la mandíbula y se obligó a no contestar, bastó
llenar su mente con los recuerdos de aquella horrible celda para no
dejarse llevar por su carácter, mientras, Desai le quitaba una de las
bolsas de la mano y le daba una mirada al contenido.
—¿Así que habrá albóndigas para esta noche? ¿Tu madre las
prepara?
—Sí.
—Dame la otra bolsa —dijo mientras dejaba caer la primera
al piso, Draco tomó una bocanada de aire y extendió la mano entre-
gando la segunda bolsa y agachándose para recoger el contenido de
la primera. No había terminado de juntar todo lo que había caído al
piso cuando la segunda bolsa cayó haciendo un ruido sordo por las
latas que contenía.
—Ups… supongo que debes recoger todo esto antes que te
acuse de andar tirando basura en la calle.
Draco levantó la vista y le dio una mirada asesina antes de
arrodillarse por completo para seguir jalando todo lo que había caí-

184
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

do al piso, sentía la mirada del auror clavada en su nuca, y su cora-


zón latiendo con fuerza por la rabia. Cuando finalmente terminó,
se puso en pie y agradeció que su madre le prohibiera llevar la vari-
ta, estaba seguro de que no contendría mucho más tiempo las ganas
de hechizar a aquel idiota.
—Te estaré vigilando, mortífago —le dijo el hombre mien-
tras Draco se alejaba con pasos veloces y sin mirar atrás.
Escuchó la carcajada del hombre mientras abría la puerta y la
cerraba con fuerza, dando un portazo. Su madre, que estaba en el
sofá leyendo, se sobresaltó y le dio una mirada molesta.
—¿Qué es lo que pasa?
—Nada.
—Draco.
—Nada, no pasa nada, aquí está todo —dijo pasando de largo
hasta la cocina, y dejando sobre la mesa de mala manera, todo lo
que había traído y vaciando sus bolsillos, para dejar también el di-
nero y los boletos que le habían dado.
—Draco, ¿Qué es lo que ha pasado? —preguntó su madre,
ahora más preocupada.
—Nada, no ha pasado nada —repitió Draco con voz áspera
girándose para poder ir a su habitación, pero su madre lo sujetó de
un brazo y lo detuvo—. Estoy bien, sólo tuve un encuentro con
aquel idiota auror…
—No debes dejar que te molesten, no debes darles el gusto.
—No te preocupes, madre —replicó Draco jalando el brazo
con algo de fuerza para soltarse del agarre y poderse marchar a su
habitación. Cuando habló lo hizo sin mirarla—. He hecho lo único
que aparentemente podemos hacer ahora: bajar la cabeza.
—Draco, por favor. Debes entender que nuestra situación es
diferente, que ahora no podemos…

185
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¡Lo tengo claro, madre! —gritó Draco interrumpiéndola y


girándose para encarar a la mujer—. Somos la porquería del mundo
mágico, y debo vivir con eso, aunque bien me valdría haberme
quedado en Azkaban, al menos allí tendría más certeza de lo que…
No terminó de hablar. El golpe en el rostro lo interrumpió.
Su madre jamás le había golpeado, nunca. A lo mucho, le había gri-
tado alguna vez, pero jamás un golpe. Llevó la mano a la mejilla,
sintiéndola arder, un dolor más profundo que el que su piel sentía,
el dolor por que su madre lo había abofeteado.
—Escúchame bien, Draco —dijo Narcissa con mirada fiera,
distando de la mirada paciente que le había dado durante los últi-
mos meses—: esto es lo que hay y lo que tenemos, nos equivoca-
mos y perdimos, pero al menos estás en libertad, no te han conde-
nado a cadena perpetua a Azkaban como a muchos de los más cer-
canos al Lord, ni a la muerte como a tu padre. Tienes una oportu-
nidad y la vas a aprovechar, lo quieras o no. —Narcissa se cruzó de
brazos y suspiró profundamente—. Estoy más que harta de todas
tus quejas, tus lloriqueos y tus reclamos, es lo único que sabes ha-
cer, sentarte y compadecerte de ti mismo, sin mover ni un solo de-
do por salir adelante. Te he soportado mucho, pero no más, eres un
Malfoy, ¡por todos los demonios! Y eres mi hijo, y no te dejaré
abandonar y rendirte sin siquiera haber iniciado la lucha.
Narcissa no dijo nada más, simplemente salió de la cocina.
Draco escuchó cómo una puerta se cerraba con fuerza. Seguramen-
te se había encerrado en su habitación, y él permaneció allí durante
mucho rato más, con la mano en la mejilla donde su madre le había
golpeado y sintiéndose demasiado herido para moverse siquiera.

–|– 

186
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

Aquella noche no cenó, ni siquiera salió a ver si su madre


había preparado alguna cosa de cenar, y ella tampoco lo buscó.
Draco lo agradeció.
Aquel había sido un día horrible, recordando a Yarik, y ahora
con las palabras de su madre resonando en su cabeza.
Se acurrucó en la cama, con la habitación completamente a
oscuras, y se permitió recordar, recordar como en mucho tiempo
no había hecho. Hizo una revisión mental completa de su vida: lo
que había sido y lo que había pasado, entreteniéndose en Yarik, en
sus recuerdos de momentos felices… y también en los peores.

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Incontinenti de aparecer con Snape en las puertas de la Mansión, ha-


bía sido empujado y obligado a caminar entre algunos de los mortífagos en-
mascarados, su mente seguía dando demasiadas vueltas, y sus piernas y bra-
zos temblaban con demasiada violencia. Realmente Dumbledore había sido
asesinado. Lo había visto caer, y él no había tenido agallas suficientes para
cumplir su misión.
El vestíbulo estaba lleno de magos y brujas luciendo capas oscuras y
máscaras blancas, y en el centro, el mismo Lord Voldemort, aquel que le había
encomendaado la tarea de matar a Dumbledore si quería que su padre saliera
de la prisión de Azkaban y que su madre siguiera con vida, lo miraba de ma-
nera interrogante.
En cuanto recobró un poco el sentido común, agachó la cabeza y con-
tuvo el aliento, esperando el castigo.
—¿Está hecho, Severus? —preguntó con aquella voz susurrante que
hacía que su cuerpo se estremeciera de terror.
—Sí, mi Lord, Dumbledore ha sido asesinado.
—Dime, joven Malfoy, ¿ya tienes la marca en tu brazo?
Draco tragó grueso y levantó un poco más la vista.

187
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Pudo ver a su madre al fondo del salón, junto a su tía Bella, que pa-
recía tan feliz como si se encontrara en una gran fiesta, su madre le dio una
mirada intensa.
—No, mi Lord… yo no…
—No lo entiendo —interrumpió Voldemort, acercándose unos pasos
más hacia él, los demás magos y brujas se apartaron un poco, sólo Snape
permaneció a su lado—. Severus dice que el viejo está muerto, asesinado, sin
embargo tú, no tienes la marca. ¿Cómo es eso posible?
—Lo lamento, mi Lord —se excusó Draco, sentía sus piernas tem-
blar más que antes, y su voz no lograba salir firmemente.
—Si me permite… —empezó a hablar Snape, pero al parecer el
Lord pidió silencio, porque detuvo sus explicaciones.
Unos dedos fríos se posaron sobre su barbilla y le obligaron a levantar
la vista, sus ojos se encontraron con aquellos ojos rojos, y un instante después,
sintió su mente invadida. Ni siquiera recordó la forma como su tía le había
enseñado a bloquear sus recuerdos, y vio desfilando cada uno de sus planes fa-
llidos hasta el momento en que los otros mortífagos habían entrado en
Hogwarts, y la conversación con Dumbledore en la torre de Astronomía, para
culminar con la imagen de Snape lanzando la maldición asesina sobre el an-
ciano.
—Ya veo —dijo Voldemort soltando el rostro de Draco.
En cuanto pudo, apartó la mirada del hombre y dio un paso hacia
atrás con el terror invadiendo todo su cuerpo, pero no pudo escapar más que
eso. Un hechizo silencioso le dio de lleno en el pecho, y sintió como si todos
sus músculos y nervios fueran atravesados por cuchillos ardientes, sabía que
estaba gritando, retorciéndose en el piso delante de todos esos magos y brujas,
delante de su madre, pero no pudo evitarlo, el dolor era desmesuradamente
insoportable.
—Así que tal vez hubieras aceptado la oferta de aquel loco amante de
los muggles —murmuró el Lord mirando hacia Draco con desprecio.
Draco simplemente trató de alejarse.

188
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

Todavía tirado en el piso, arrastrándose como un animal herido res-


pondió:
—No, mi Lord… jamás intentaría…
—¡Mientes! —gritó Voldemort y nuevamente el hechizo martirizó su
cuerpo. Sus gritos se mezclaron con los gritos de Narcissa, que pedía clemen-
cia para su hijo, o al menos eso era lo que parecía entender antes de que todo
se volviera oscuro y el dolor se detuviera.

–|– 

Cuando volvió a abrir los ojos, tenía el cuerpo completamente adolori-


do, y un dolor de cabeza terrible. Sin mover ni un solo músculo, inspeccionó
la habitación donde se encontraba, y suspiró un tanto aliviado. Estaba en su
cama, en la Mansión.
—¿Draco? —la voz de su madre lo hizo girar con rapidez y emitió
un pequeño gruñido por el dolor—. Bebe esto, te ayudará con el dolor.
Draco sólo asintió en silencio y obedeció a su madre, en cuanto termi-
nó de beber el contenido del frasco se sintió mucho más aliviado, el dolor desa-
parecía rápidamente—. Lo preparó Severus, dice que con una dosis bastará
para que el dolor no vuelva.
—Gracias…
—Hemos convencido al Lord, mejor dicho, Severus lo ha convencido
de que Dumbledore te manipuló para que dudaras de tu lealtad, pero que to-
das tus acciones por tratar de cumplir con la misión bastan para demostrar del
lado de quien estás.
Draco suspiró profundamente, se sentía nuevamente cansado y se pre-
guntó cuánto tiempo llevaría en cama.
—¿Padre?
—Pronto, el Lord ha dicho que pronto lo sacará de prisión.
Esa noticia fue suficiente para Draco.

189
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Suspiró de alivio al saber que no había arruinado todo, y se acomodó


un poco más en la cama, cerrando los ojos y dejándose desplazar hacia el sue-
ño.

–|– 

Aquella noche, como todas las anteriores desde hacía más de tres se-
manas en que había vuelto a la Mansión, se levantó gritando y sudando frío,
la imagen de Dumbledore cayendo desde la torre lo atormentaba cada vez que
conseguía dormir. Su madre se había negado a darle pociones para dormir sin
sueño, argumentando que las pesadillas pronto terminarían y que no debía
hacerse adicto a ese tipo de pócimas siendo tan joven. Draco había querido
protestar, recordarle que no había sido considerado tan joven para que le en-
cargaran un asesinato, pero se había contenido, no quería mortificarla más.
Sabía que no podría dormir, nunca lograba conciliar el sueño luego de
despertar tras la pesadilla habitual. Miró hacia el reloj de mesa y vio que eran
ya las cuatro de la mañana, suspiró y se puso en pie, jaló una bata y salió de
su habitación, la mansión estaba completamente en silencio y a media luz.
Caminó lentamente, tratando de no hacer ruido y no llamar la aten-
ción; se sintió peor al recordar que ya ni siquiera podía vagar por su casa tran-
quilamente porque sentía que, desde que había vuelto de la escuela, ese ya no
era su hogar, estaba ahora invadido por muchos mortífagos, que entraban y
salían y disponían de las habitaciones como si se tratase de un hotel. El Lord
la había adoptado como cuartel, y no había nada que él o su madre pudieran
hacer al respecto.
Llegó a los jardines y siguió de largo, caminado entre los árboles hasta
que vio la figura de un chico, sentado sobre el húmedo pasto, fumando tran-
quilamente mientras veía hacia el cielo. Draco sabía de quien se trataba; era
Yarik Forsyth, había llegado con su padre un par de semanas antes desde
Bulgaria. También sabía que el chico no había ido a Hogwarts, si no a
Durmstrang, su padre era un servidor del Lord, y había venido con su hijo

190
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

para que ambos se enlistaran en sus filas. Hasta donde tenía entendido, Yarik
aún no portaba la marca, aunque el padre sí.
—¿No puedes dormir? —preguntó el chico girándose hacia él. Draco
se sintió de pronto extraño e incómodo por aquel par de ojos penetrantes que le
miraban, aún en la casi total oscuridad, y negó con la cabeza rápidamente.
—Ven entonces, yo tampoco puedo dormir…
Draco se sentó en silencio junto a Yarik, que aún seguía fumando con
lentitud, el humo del cigarro se elevaba hacia el cielo haciendo figuras extra-
ñas, se preguntó si es que su padre sabía que fumaba.
—¿Vienes siempre aquí a fumar? —fue lo único que se le ocurrió pre-
guntar.
—Y a pensar también —admitió el chico encogiéndose de hombros.
Draco sabía que era un par de años mayor que él, y las pocas veces que lo ha-
bía visto junto a su padre, había notado que no se sentía cómodo del todo.
Casi como si no le gustara estar allí.
—¿Por qué no puedes dormir?
—Pesadillas —admitió Draco. Yarik se giró hacia él con una mirada
interrogante, Draco nunca lo había visto tan de cerca y pudo ver mucho mejor
sus facciones, su piel clara alumbrada por la suave luz de luna, sus ojos azu-
les y su cabello oscuro suelto, cayendo sobre sus hombros. Su incomodidad cre-
ció mientras sentía sus mejillas arder al detener su mirada en sus labios rojos y
ligeramente carnosos—. Tengo siempre pesadillas, y luego no puedo volver a
dormir.
—Existen pociones soporíferas.
—Mi madre no quiere que las tome, dice que me puedo volver adicto
a ellas —confesó. Le gustaba poder hablar con alguien más que su madre,
puesto que nadie más en esa casa parecía prestarle atención, se sentía dema-
siado solo. Ni siquiera Goyle y Crable habían podido venir a visitarlo.
—En eso tiene razón. —Yarik sacó de su bolsillo una caja rectangular
y la extendió hacia Draco—. ¿Quieres uno?
—No, yo no fumo —declaró aunque de todas maneras la tomó.

191
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Un buen hábito —replicó Yarik, con una sonrisa que hizo que
Draco se sintiera incluso más nervioso.
—¿Y entonces tú por qué fumas?
—Porque es un mal hábito y porque eso molesta a mi padre.
Draco sonrió y jugueteó con la cajetilla que aún tenía entre las manos.
—¿Si quisiera probar me enseñarías?
—Mmm… —Yarik se acarició la mejilla en manera pensativa un
instante—. ¿Cuántos años tienes?
—Diecisiete.
—¿Seguro?
—Claro, los cumplí 8 unos días antes de venir aquí… —Draco recor-
dó entonces cómo es que había llegado allí, y todos los recuerdos y sus pesadi-
llas volvieron a su mente.
—¿Hiciste una fiesta?
—No… ni siquiera lo recordé… estaba ocupado en otras cosas… —
Draco detuvo su comentario, no quería hablar de más con un futuro mortífa-
go, no estaba en su naturaleza confiarse tanto de las personas.
—Imagino que a ti tampoco te agrada mucho —comentó entonces Ya-
rik, luego de que ambos se hubieran quedado en silencio por un momento—.
Sé que es tu casa, y que sin embargo no te dejan estar en las reuniones de pla-
neamiento.
—¿A ti sí?
—No, y supongo que por lo mismo que a ti, porque no estamos mar-
cados.
—Sí, por eso es.
Yarik se dejó caer sobre la hierba, lanzando a un lado lo que quedaba
del cigarro y suspiró profundamente.

8
Entiéndase que según la trayectoria de la historia en Harry Potter y el misterio del príncipe, el asesi-
nato de Dumbledore ocurrió en junio del 1997, pero no se especifica la fecha. Considerando que
el cumpleaños de Draco es el 5 de junio, la escritora del fic asume que lo más probable fue que
cuando Draco dejó entrar a los mortífagos a la escuela, ya era mayor de edad y por lo tanto, ya ha-
bía cumplido los 17 años.

192
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

—¿Tú crees que esto termine pronto? Me refiero a la guerra.


Draco le dio una mirada más, echado sobre la hierba, vistiendo un
pijama oscuro y con el cabello desordenado, algo en su pecho se agitó y esa
sensación lo asustó, apoyó las manos en el piso y se obligó a no recostarse junto
a él, no se vería correcto.
—Espero que sí…
—No pareces muy animado con la idea.
Draco se encogió de hombros y desvió la mirada hacia el cielo, ya casi
estaba amaneciendo.
Ambos permanecieron en silencio por un largo rato más, mirando ha-
cia el cielo cada vez más claro.
—Bueno… si es que mañana no puedes dormir, yo estoy aquí todas
las noches, tal vez y hasta me anime a enseñarte a fumar —le dijo Yarik sen-
tándose nuevamente y tomando la cajetilla que Draco había dejado sobre el
pasto.
—Claro —contestó Draco mientras veía al chico ponerse en pie y ale-
jarse hacia la mansión, y no pudo alejar su mirada de él hasta que se perdió
de vista. Suspiró profundamente y luego se dio un golpe en la cabeza.
—¿Qué demonios pasa contigo? —se reprochó mientras el cielo cla-
reaba completamente, lo que indicaba que debía volver a entrar a la Mansión.

–|– 

Pese a toda la confusión que el chico desataba en él, Draco había vuel-
to la noche siguiente, y la siguiente, y muchas otras más. Cada vez que se le-
vantaba después de tener la misma pesadilla, se encaminaba hacia el jardín,
donde encontraba al chico, sentado fumando; siempre le decía que estaba pen-
sando, y él le comentaba que había tenido pesadillas, pero ninguno se anima-
ba a profundizar más en esos temas. Sin embargo, sí hablaban de otros te-
mas: sobre cómo eran sus escuelas, y cómo era la casa de Yarik, en Bulgaria,
de cómo extrañaba a sus amigos…

193
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco había escuchado que estaba ya listo todo el plan para rescatar a
los prisioneros de Azkaban; entre ellos, su padre, y las pesadillas se habían
vuelto más siniestras. A veces Dumbledore caía desde la torre y él no entendía
por qué se acercaba al filo de la ventana de piedra para ver hacia abajo, pero
entonces, el cuerpo que estaba tirado en la hierba no era el del exdirector si no
el de su padre, la sensación de impotencia se apoderaba de él y se levantaba
además de gritando, llorando.
—¿Hoy podrías enseñarme? —preguntó sentándose junto a Yarik,
aún tenía el corazón agitado y está vez no era sólo por la presencia del chico,
si no también por la pesadilla que había tenido. Yarik siempre le decía que el
tabaco le ayudaba a relajarse y eso era lo que él necesitaba en ese preciso mo-
mento.
—Claro… Pero, ¿estás bien?
—Sí, lo estoy —dijo mientras sacaba uno de los cigarros, sus manos
temblaban y esperaba que Yarik no siguiera cuestionándolo.
—No, creo que no lo estás, estás pálido, y tiemblas.
—No, sólo… —sacó su varita y encendió el cigarro de la manera que
había visto a Yarik hacerlo, aspiró profundamente y el humo le escoció la gar-
ganta haciéndolo toser, casi podía sentir como se ahogaba mientras una de las
manos de Yarik golpeaba su espalda.
—Calma… trata de respirar —le dijo Yarik con voz demasiado sua-
ve. Draco recién notó lo cerca que estaba el chico de él, y cómo su aliento le
golpeaba la oreja mandándole sensaciones a su cuerpo que no había sentido
jamás, ni siquiera con Pansy.
Draco, pese a todo, trató de hacerle caso, tomó una gran bocanada de
aire y la garganta dejó de arderle, sentía sus ojos lagrimosos por el exceso de tos
y se los limpió rápidamente con el torso de la mano.
—¿Cómo se supone que esto te hace sentir más relajado? Es casi como
morir —dijo con voz rasposa.
Y entonces Yarik rio, y la carcajada que dio le gustó mucho a Draco,
porque era de alguna manera contagiosa, le calentaba el pecho y le hacía sentir

194
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

mejor, casi sin darse cuenta, él también estaba riendo, de la manera que no
había hecho en semanas, quizás en meses. Y era tan extraño hacerlo, casi po-
día estar seguro que ya había olvidado cómo reír y quería aprovechar al má-
ximo de la sensación en su vientre y lo relajado que se sentía, y rieron durante
mucho tiempo más.

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—¿Sabes, Draco? —dijo Yarik con voz más seria, con la voz más se-
ria que le había escuchado hasta entonces—, no creo que esta guerra vaya a
acabar pronto.
—No, no lo hará —admitió Draco dejándose caer en la hierba y de-
dicándose a mirar al cielo oscuro.
Durante las mañanas casi nunca veía a Yarik, se la pasaba en la ha-
bitación de su madre o en la propia, queriéndose cruzar con la menor canti-
dad de mortífagos posibles, y menos aún con el Lord, porque todavía no esta-
ba claro que lo hubiera perdonado por no matar él mismo a Dumbledore, o
por considerar la alternativa de cambiar de bando, así que no quería arriesgar-
se a que decidieran castigarlo una vez más.
Sin embargo, las pocas veces que había visto a Yarik durante el día,
apenas y habían cruzado un asentimiento de cabeza; el chico permanecía
siempre junto a su padre y no parecía feliz de estar allí, tenía una mueca de
desagrado que desencajaba su rostro, pero durante la noche era otro, parecía
otro. Draco siempre se preguntó si Yarik estaba allí de alguna manera obliga-
do, igual que lo estaba él.
—¿Por qué quieres que la guerra termine pronto?
Yarik hizo una mueca de descontento y luego se dejó caer en la hierba,
junto a Draco, pero no se recostó por completo, se apoyó en un brazo y giró el
cuerpo, observándolo. Su rostro demasiado cerca, demasiado escrutador.
—Mientras más rápido termine, menos gente muerta y más rápido
estaré en casa y en paz…. ¿No extrañas acaso la paz?

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Paz? —Draco no había sido muy conciente de haber estado algu-


na vez en paz.
—Cuando no tenías que estar aquí, si no con tus amigos o en la es-
cuela, cuando sólo te preocupabas por cómo lograr pasar el examen de trans-
formaciones y no por cómo conseguir tener esa horrible marca en el brazo y
formar parte del ejército del Lord, o cómo hacer para que ese tal Potter sea
capturado…
—Paz —repitió Draco saboreando la palabra—. Paz…
Draco se giró un poco más, su rostro quedó más cerca de Yarik, pudo
ver sus labios rojos mucho más de cerca que nunca, y el deseo que le provoca-
ron hizo que su estómago diera una vuelta completa.
—Yo… sí, lo extraño, aunque el Lord ha estado presente en mi vida
y tras Potter desde hace muchos años.
—Pues espero que pronto lo capturen y domine al mundo y haga todo
lo que quiere hacer para que pueda irme de aquí —afirmó Yarik, su tono ha-
bía cambiado ligeramente.
Draco era conciente de que no era sólo su imaginación, ese rostro se es-
taba acercando más a él, que trataba de pegarse más al piso, como si eso gana-
ra distancia entre ambos. Distancia que no estaba seguro querer interponer
realmente, su corazón se estaba acelerando y sus manos apretaban el pasto por
la ansiedad.
—O tal vez quedarme aquí… pero ser libre —murmuró Yarik, y
Draco sólo hizo un asentimiento mientras sentía ya el tibio aliento sobre sus
labios, y por reflejo cerró los ojos un instante, instante en que los labios suaves
y calientes de Yarik se posaron sobre los suyos y presionaron apaciblemente.
Sintió cómo sus labios hormigueaban, y sus mejillas se calentaban y
cuando esa lengua recorrió su labio inferior de manera tan insinuante, su res-
piración se detuvo un instante. Instante en el que tomó conciencia de lo que
estaba pasando allí: estaba besando a un hombre. Sus manos se levantaron y
empujaron el cuerpo de Yarik hacia un lado, la sensación de vacío que quedó

196
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

en sus labios no le importó mientras se ponía en pie y respiraba entrecortada-


mente por el pánico: había besado a otro hombre.
«No», se corrigió. «Ese hombre me ha besado a mí».
No quiso admitirse que en realidad el beso le había gustado.
—¿Qué mierda crees que estás haciendo? —chilló Draco retrocedien-
do un paso más y mirando a un sonrojado Yarik.
—¿Nadie te había besado antes? —preguntó, pese al sonrojo, con
tono calmado, como si hablaran acerca del clima.
—Sí… pero… —Draco tartamudeó y se sintió estúpido, así que
apretó los labios tratando de aclarar en su mente lo que realmente le quería
decir—: Eres un chico y yo otro, no nos podemos besar.
—Oh… ya entiendo —Yarik suspiró profundamente y se dejó caer
en la hierba nuevamente.
—¿Qué? —Draco sabía que no debía seguir preguntando, que sim-
plemente debía salir de allí y llegar a su habitación, encerrarse y hacer de
cuenta que nada había pasado.
—Aún no te has dado cuenta… —Yarik sacó un cigarro más y lo en-
cendió. Draco se sintió tonto viendo hacia sus labios, y la manera que aprisio-
naban el cigarro antes de dejar escapar el humo—. Me gustas… y sé que te
gusto.
—Tú no puedes gustarme —Draco levantó la voz más de lo necesa-
rio—, eres un hombre y eso es totalmente asqueroso y repulsivo.
Yarik asintió suavemente.
—Me gustas, y no me importa parecer asqueroso y repulsivo, pensé
que era mutuo. —Yarik dio una calada más al cigarro antes de continuar—.
Ser lo que soy, es por lo que mi padre quiere que esté aquí, porque cree que así
me hará más «hombre», aunque claro, no entiende que esto no tiene nada que
ver con eso… Me gustan los hombres, y me gustas tú, y si no sientes lo mis-
mo, no pasa nada, no creas que intentaré violarte o algo por el estilo —las úl-
timas palabras habían sonado duras, parecía que realmente empezaba a ofen-
derse.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco entrecerró los ojos y no se dejó persuadir por el tono en la voz


de Yarik.
—Tu padre tiene razón, eso que haces no es correcto… no puedes ir
por allí besando a los hombres, es… ¡antinatural, por todos los demonios!
Se dio la vuelta y se encaminó a la mansión con pasos largos y rápi-
dos, apretando los puños y no queriendo admitir el hormigueo que aún sentía
en los labios.
Esperó a estar solo en su cuarto para poder repasar sus labios con un
dedo tímidamente mientras recordaba el beso… Aquel beso era de los mejores
que había tenido, porque ningún otro beso lo había agitado de esa manera,
pero estaba mal… muy mal.
—Es un chico y tú un chico, y eso simplemente no se hace —susurró
para sí mismo en la oscuridad.

–|– 

La siguiente noche no se despertó por una pesadilla, despertó con la


sensación de ser besado nuevamente sobre el pasto, como la madrugada ante-
rior, y lo peor de todo era que estaba excitado, completamente excitado y ca-
liente, como no lo había estado nunca.
Llevó, con algo de temor, la mano bajo el pijama hasta su erección, y
suspiró suavemente mientras se acariciaba lentamente al inicio, imaginando a
Pansy junto a él, en su cama y desnuda, pero conforme su mano ganaba velo-
cidad y su excitación crecía, la imagen de Pansy iba cambiando por otra mas,
por la de un chico de cabello oscuro, ojos azules y labios rojos. —Yarik —
murmuró inconscientemente y abrió los ojos de golpe, no creyendo que hubiera
dicho eso en realidad.
La sensación de placer recorrió su cuerpo entero y gimió suavemente
mientras se corría, sentía sus mejillas sonrojadas y su respiración agitada, pero
sobre todo, su corazón latiendo frenéticamente, realmente había fantaseado
con aquel chico.

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LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

Los días que siguieron los pasó entre acompañar a su madre, escuchar
los rumores y noticias acerca del cada vez más inminente rescate de Azkaban,
e ignorando y evitando cruzarse con Yarik, aunque debía admitir que en las
noches cuando estaba solo, había pensado en él y en aquel beso. En él y sus
palabras, y más de una vez había estado tentado a caminar en dirección hacia
el jardín nuevamente, y sentarse a su lado, no sabía realmente qué era lo que
buscaba, sólo que quería sentir lo que Yarik le hacía sentir.
La noche anterior al día del rescate de Azkaban no pudo más, sin tra-
tar de analizarlo o pensarlo mucho, se puso una bata encima y caminó hacia
los jardines, y luego, se encaminó hasta el lugar donde Yarik siempre se en-
contraba, un poco temeroso de no encontrarlo o por ser mal recibido. Final-
mente lo divisó, estaba sentado sobre la hierba, apagando un cigarro contra el
pasto. Su cabello oscuro se agitaba con la brisa, y Draco tuvo que reconocer
que estaba perdido…
—Has vuelto —dijo Yarik girándose completamente, tenía una son-
risa temerosa, casi como si no supiera qué esperar de ese encuentro. Draco
tampoco sabía qué esperar en realidad.
—Pensé que tal vez podrías darme un cigarro —dijo sentándose junto
a él en la hierba. Era una respuesta estúpida, lo sabía, pero su ingenio no es-
taba a la orden del día, aparentemente.
—Claro —Yarik alcanzó la cajetilla a Draco y le ayudó a encender el
cigarro con su propia varita. Draco sólo le sonrió en agradecimiento y ambos
se quedaron en silencio; Draco fumando lentamente y Yarik observando el
cielo y su rostro alternativamente.
—Tu padre esta dentro de esa prisión ¿verdad? —preguntó Yarik lue-
go de un momento más.
—Sí… mañana en la noche debe volver a casa, al fin.
—¿Por eso no puedes dormir? ¿Tienes miedo de que algo salga mal?
Draco bufó suavemente.
—No debería decirte esto —admitió, pero lo cierto es que no tenía a
quien más decírselo, a quien más revelarle sus temores, el contárselos a su ma-

199
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

dre solamente haría que se alterase más y sus amigos… sus amigos no habían
vuelto a comunicarse con él, pese a que sabía que las clases ya habían termi-
nado y estaban en sus casas—, pero… tengo miedo de demasiadas cosas.
—Oh… —Yarik le dio una mirada reconfortante y con, según le pa-
reció a Draco, algo de temor, colocó una mano sobre su brazo—. Yo puedo es-
cucharte… o sólo acompañarte… lo que quieras.
«Lo que quieras», había dicho Yarik, y Draco sólo podía mirar sus la-
bios rojos, y recordar el beso y la forma como el sólo recuerdo lo excitaba, tal
vez necesitaba besarlo de nuevo para poder aclararse y darse cuenta de que en
realidad no sentía nada por él, que sólo era la ausencia de cariño lo que lo
obligaba a pensar así.
—Lo que quiera —repitió mientras acercaba su rostro al de Yarik una
vez más, el chico parpadeó confuso un momento antes de cerrar los ojos y
acercarse también.
Sus labios se unieron una vez más, pero la sensación de asco o de es-
tar haciendo algo incorrecto no llegó, sólo la sensación de paz, de tranquilidad
y de excitación. Sus manos se aferraron a los brazos de Yarik mientras sentía
esa lengua nuevamente sobre su labio inferior, acariciándolo lentamente, ten-
tándolo; y no resistió la tentación mucho más tiempo, separó suavemente los
labios, y la sintió entrar en su interior mientras las manos de Yarik lo apreta-
ban por la cintura, y cuando esos dientes lo mordieron, gimió.
Ambos se separaron jadeantes, mirándose directamente a los ojos y con
cierto temor. Cuando Yarik levantó la mano y acarició su mejilla con tanto
cariño no pudo dejar de sentirse bien, de sentirse de alguna manera cuidado, y
era una sensación tan agradable en un momento como ese, que sinceramente
lo agradeció. Yarik dio una mirada alrededor, seguramente preocupado por si
alguien más pudiera verlos.
—No nos verán —lo tranquilizó Draco en un susurro, y Yarik son-
rió antes de acercarse a él y besarlo otra vez, su lengua invadiéndolo nueva-
mente, y esas manos empujándolo contra el pasto. Y Draco se dejó hacer, dejó
que Yarik le besara y lo recostara completamente contra la hierba, dejó que

200
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

esas manos vagaran por su pecho y abdomen, y que esos labios besaran su
cuello y su mandíbula, que mordieran su oreja. Cuando esos dedos empeza-
ron a desabotonar el pijama con el propósito de tocar más piel, quiso protestar,
pero lo único que consiguió fue gemir; gemir necesitadamente mientras su
propio cuerpo se arqueaba en busca de más contacto, de que esas manos abar-
caran toda la piel posible. La boca de Yarik se apartó un instante de su cuello,
y ya la extrañaba cuando sintió esa lengua delineando una de sus tetillas; gi-
mió y con una mano buscó hacerse del cabello del chico, sus dedos se enreda-
ron entre las finas y suaves hebras, y su espalda se arqueó cuando esa lengua
fue reemplazada por unos dientes, era una sensación intermedia entre el dolor
y el placer, y resultaba maravilloso.
Yarik llegó nuevamente a su altura y lo besó una vez más, pegando
sus cuerpos, mientras sus manos aún serpenteaban sobre su abdomen, y en-
tonces, esos dedos siguieron más abajo, hasta donde nadie le había tocado an-
tes. Su respiración se aceleró, y giró el rostro para terminar el beso.
—Espera… —jadeó.
—Shh…—Yarik le dio un beso en la frente mientras una de sus ma-
nos abarcaba ya por completo su erección y la presionaba suavemente, hacien-
do que se sintiera mucho más caliente aún—. No pasa nada…
—¡Oh demonios! —gimió Draco en el momento en que esa mano
comenzaba a subir y bajar sobre su miembro—. Demonios —repitió no que-
riendo pensar en que se trataba de un hombre el que estaba arrancando todas
esas sensaciones y gemidos. Que era un hombre el que lo estaba masturbando
y tocando de esa manera. Que era por un hombre por quien estaba reaccio-
nando así.
—Te ves tan sexy —dijo Yarik antes de atacar su cuello una vez más.
Esta vez todo era mucho más rudo, reconoció Draco. Las caricias, los besos e
incluso las mordidas, pero estaba bien, todo se sentía demasiado bien.
—Merlín —gimió apretando los dientes cuando esa mano ganó ma-
yor velocidad, sus caderas se levantaban automáticamente tratando de encon-
trar más contacto si fuera posible.

201
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Draco… —el aliento de Yarik golpeó contra su oreja y envío lati-


gazos de placer por toda su columna.
Draco no pudo contestar, simplemente lo miró implorante, mientras
sentía aquella mano acariciándolo.
—¿Podrías…? —la mano de Yarik se detuvo de pronto y Draco gi-
mió descontento, pero Yarik lo volvió a besar en los labios, dejando en el aire
la pregunta. Draco podía sentirlo moverse sobre él, podía sentir sus cuerpos
chocando, pero no se preocupaba de nada que no fueran esos labios sobre los
suyos, y la forma de hacer que su erección volviera a ser acariciada. La mano
de Yarik tomó una de sus manos y la jaló hacia abajo. Draco abrió los ojos y
emitió un chillido de sorpresa cuando se encontró sujetando el pene del chico,
ligeramente húmedo y completamente enhiesto.
—Sí…—suspiró Yarik suavemente, y miró a Draco a los ojos una
vez más. Draco simplemente se quedó quieto, esperando mientras sentía pul-
sar aquella erección entre sus dedos, cuando la mano de Yarik se cerró de nue-
vo sobre su erección y comenzó a moverse, cerró los ojos y gimió nuevamente,
su propia mano, casi inconcientemente, inició las caricias a la erección de Ya-
rik, ambos cuerpos se pegaron lo más posible mientras sus manos subían y
bajaban, y sus gemidos se entrecortaban y mezclaban con sus besos.
Cuando Draco sintió que el orgasmo le llegaba, y que era inminente,
mordió el labio inferior del chico con más fuerza de la necesaria. Yarik aceleró
el movimiento de sus caderas y de su mano, y de pronto, se encontró llori-
queando de placer, sintiendo cómo se derramaba en la mano del chico y cómo
su propia mano estaba empapada de un líquido caliente.
En cuanto había recobrado un poco la respiración y el sentido común,
se había puesto en pie, y apenas acomodándose la ropa un poco, había salido
corriendo de allí, demasiado espantado por lo que había pasado, por lo que
había hecho y había dejado que le hicieran; ni siquiera giró el rostro un ins-
tante para ver a Yarik, no dejó de correr hasta que llegó a su habitación y se
quitó la ropa para después meterse en la ducha, tratando de quitarse las señas
de su liberación y la de Yarik, mezcladas sobre su pecho y abdomen. Se quedó

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LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

allí por horas, esperando que el agua limpiara todo lo que había pasado, pero
cuando finalmente se dejó caer en la cama, se siguió sintiendo sucio, culpable,
un mal hijo y un impuro.

–|– 

La mañana siguiente se había levantado demasiado temprano, y su


madre había estado con él durante todo el día; le había preguntado si se en-
contraba bien más de una vez, y Draco había querido decirle lo que sentía, lo
que pensaba, pero sabía que solamente lograría horrorizarla, incluso más en
un día como ese.
Draco observó junto a su madre desde una esquina, cómo el grupo de
mortífagos que iban a rescatar a los que estaban prisioneros partían. Reconoció
a Yarik entre el grupo y sus miradas se cruzaron un instante, pero Draco
rompió el contacto, no podía seguir viendo esos ojos azules tristes y heridos, no
le gustaban así, tenía que reconocer que le gustaban cuando brillaban, cuando
eran felices.
Cuando el grupo desapareció, Draco se metió en su habitación y se
dedicó a observar la noche, pensando en su padre y en que pronto lo tendrían
en casa, en que tal vez él sí podría echar al Lord y todos los mortífagos, que
podría hacer que todo volviera a la normalidad, debía poder.
Aunque no todo volvería a la normalidad, no en su interior al menos,
lo sabía, porque ahora había algo más, una preocupación y un sentimiento
diferente al que había sentido nunca por nadie, y además, estaba esa sensación
de repudio hacia sí mismo por hacer algo así, por dejarse llevar por aquello
que era tan incorrecto y a la vez tan… correcto.

–|– 

203
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

La madrugada había sido rota por el sonido de mucha gente entrando


a la Mansión, él no se había dado cuenta en qué momento se había quedado
dormido, así que se sobresaltó por todo el alboroto.
Con el corazón en un puño bajó las escaleras corriendo, cuando llegó
al primer piso vio a su madre de pie, junto a las puertas que daban al salón
principal, ese al que ya no podía entrar porque era de uso exclusivo del Lord y
de sus mortífagos. Alrededor habían unos cuantos magos más, no todos esta-
ban encapuchados; mientras caminaba hacia su madre, buscó con la mirada a
Yarik, pero no se encontraba allí, se preguntó si es que finalmente habría po-
dido asesinar a alguien y portar la marca tenebrosa en el brazo, si en esta oca-
sión sí formaba parte de los verdaderos mortífagos.
—Tu padre está adentro —susurró Narcissa con voz suave—. Lo he
visto… está allí.
—¿Qué…?
Tenía la garganta demasiado seca, había esperado demasiado tiempo
que su padre volviera, y se sentía decepcionado de que en lugar de estar con
ellos, estuviera en una reunión de mortífagos.
—¿Qué te ha dicho? —consiguió preguntar finalmente.
—Nada —Narcissa apretó los labios un instante—. El Lord no ha
dejado que nadie se les acerque…
Draco asintió y se quedó de pie, junto a ella por lo que le pareció una
eternidad, un ruido a la izquierda lo hizo girar. De otra de las habitaciones
salía Yarik, no parecía muy contento, tenía la túnica chamuscada y una ex-
presión sombría. Quiso preguntarle qué había pasado, qué era lo que ocurría,
pero no se animó a moverse un centímetro del lado de su madre, y de esa
puerta que lo separaba de su padre. Yarik pasó de largo. Le dirigió una mira-
da indolente antes de salir por las puertas que lo llevaban a los jardines. Dra-
co suspiró imaginándoselo sentado en la hierba, fumando tranquilamente,
viendo la noche pasar, y se le apeteció tanto estar a su lado, sentarse junto a él
y dejar que el tiempo avanzara… sin pensar en nada más.

204
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

–|– 

El reencuentro con su padre se postergó hasta casi el amanecer. Cuan-


do las puertas se abrieron por primera vez, Draco sentía sus piernas y brazos
entumecidos por el tiempo que llevaba de pie allí, junto a su madre; contuvo
la respiración mientras todos salían, reconoció —bajo las túnicas raídas y los
rostros cansados— a varios de los amigos de su padre, a los que cayeron en el
Ministerio, y también vio a algunos nuevos, estaba seguro que muchos de ellos
no eran aún mortífagos, pero pensó que el Lord los había sacado de igual ma-
nera esperando que se enlistaran en sus filas. Después de todo, ¿cómo le niegas
la ayuda a alguien que te sacó de tan horrible lugar?
Las puertas se cerraron una vez más, y Lucius no había abandonado
la sala. Draco se giró interrogante hacia su madre que sólo negó con la cabeza.
—¿Por qué no le deja salir? —murmuró sabiendo que ahora habían
demasiados mortífagos alrededor como para querer llamar la atención.
—Hay que esperar, hijo —murmuró Narcissa apretando su brazo
suavemente, el contacto se sintió reconfortante, su madre siempre lograba ha-
cerlo sentir seguro y tranquilo.
—Cissy —dijo la voz de su tía Bellatrix a unos cuantos pasos de
ellos, ninguno de los dos había notado su presencia.
—Oh, Bella… —murmuró Narcissa apartándose de Draco y cami-
nando junto a su hermana, las vio conversar en murmullos, y el gesto en su
madre le indicaba que no estaba muy contenta, sin embargo asentía suave-
mente.
—Draco, querido —dijo Narcissa acercándose nuevamente a él—,
debo ir a organizar que todos estén cómodos. Al parecer, nuestros invitados se
quedarán por más tiempo del planeado.
Draco sabía que su madre estaba enojada, pero tenía que soportar,
añoró más que nada a su padre, y la esperanza de que su progenitor lo pudie-
ra ayudar, pronto se hizo más intensa en su pecho.
—¿Pero y mi Padre?

205
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Tú espera por él, Bella dice que no tardará en salir, yo me reuniré
con ustedes luego… —Narcissa pasó los dedos por el cabello de Draco, orde-
nando los mechones sueltos—,... llévalo a nuestra habitación en cuanto salga.
Draco sólo asintió en silencio y se quedó solo allí, de pie, junto a las
puertas de madera. A su alrededor veía a los hombres que habían sacado de
Azkaban, con las túnicas rotas y las miradas extraviadas, estaba seguro que
muchos de ellos incluso ya habían perdido la razón permanentemente, y espe-
raba que su padre no hubiera sucumbido a la locura también.
Entonces el primer grito llegó, incluso ahogado por las gruesas puertas
lo pudo escuchar, era su padre: su padre gritando. Pegó su cuerpo más a la
pared y apretó los puños, sintió como las uñas se le clavaban en la palma de
las manos, contuvo la respiración todo lo que pudo, obligándose a ser fuerte, a
comportarse de acuerdo a su estatus, no dejándose amilanar ni mostrar debili-
dad delante de todos ellos. Los gritos duraron lo que a Draco le pareció una
vida entera, y cuando finalmente Lucius salió, lo hizo caminando despacio, y
mirando alrededor, como buscando algo o a alguien. Tenía unos cardenales en
la mejilla, y el cabello sucio y enredado, la túnica gris estaba rota y vieja, sin
embargo sus ojos, sus ojos grises seguían igual que siempre. Eso fue lo que
Draco vio primero, sus ojos, y que no había cambiado, que debajo de esa capa
de suciedad y cansancio, su padre continuaba siendo su padre; Lucius Malfoy.
El reencuentro no fue tan agradable o cariñoso como Draco había an-
siado. Lucius le había dado una mirada seria, y Draco entendió que no ha-
blarían, no por ahora al menos, así que haciendo un gesto con la cabeza para
que lo siguiera, lo guió por las escaleras hasta las habitaciones principales,
hasta sus habitaciones.
Lucius había entrado en la recamara mirando todo con anhelo, luego
le había dado las primeras palabras a su hijo:
—Estoy cansado, déjame solo.
Draco no había protestado, ni le había manifestado lo decepcionado e
incluso herido que se había sentido por esa petición. Simplemente había asen-
tido y salido de la habitación.

206
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

Cuando Draco había cerrado silenciosamente la puerta del dormitorio


de sus padres, se había encontrado con Yarik una vez más, parecía como si lo
hubiera estado siguiendo. Sus mejillas se sonrojaron rápidamente, recordando
lo ocurrido la noche anterior, cuando ambos se habían besado y tocado de esa
manera tan inapropiada y a la vez tan… apropiada y agradable.
—¿Tu padre ya está mejor? —había preguntado con ese acento tan
áspero y extraño.
—Sí.
—Me alegra.
—¿No deberías estar durmiendo o algo por el estilo? —preguntó
Draco comenzando a caminar hacia su habitación, pese a que no era lo que
pretendía. Yarik lo siguió.
—Tú también deberías descansar, no te debes preocupar por tu padre,
creo que dormirá durante mucho tiempo…
—Debo ayudar a mi madre —respondió doblando por el pasillo en el
momento en que su madre caminaba hacia ellos.
—Claro, lo entiendo —murmuró suavemente Yarik antes de sonreír
hacia la mujer—. Señora Malfoy, buenos días.
—Oh, Buen día —dijo un poco extrañada porque aquel chico la sa-
ludara, por lo general pasaban de ser percibidos en ese lugar que ya no era
más su hogar.
—Mi padre está durmiendo, creo —explicó Draco sintiéndose cada
vez más incómodo y culpable. Allí estaba él en uno de los pasillos de la man-
sión, hablando con su madre, acerca de su padre junto a aquel chico…
—Será mejor que tú también vayas a descansar, hijo —dijo Narcis-
sa—, yo iré a ver a tu padre y a acompañarlo…
Draco apenas hizo un asentimiento y su madre se alejó con pasos ve-
loces por el pasillo, supuso que también estaba ansiosa por verlo y hablar con
él. A él le hubiera gustado también poder hablar con su padre…
—Draco… —Draco casi había olvidado que Yarik seguía junto a él.
—¿Qué?

207
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Quiero hablar contigo.


—Yo no quiero.
—¿Y qué es lo que quieres entonces? —preguntó Yarik avanzando
junto a él.
—Ir a la cama. —Por la ceja levantada del otro chico, Draco se dio
cuenta de que eso no sonó muy bien—. Me refiero a yo solo… es decir…
ahora quiero estar solo —demonios, tenía que sonar como un tonto niño asus-
tado delante de él.
—Claro… escucha, yo estaré como siempre en el jardín, para cuando
quieras venir —había dicho Yarik antes de alejarse por el pasillo. Draco se
había quedado de pie, viéndolo alejarse, las dos partes en su interior luchando
nuevamente, la razón y el deseo… Sentir esas manos otra vez, esos labios y
ese calor, pero era algo incorrecto, algo que no se debía hacer. Algo prohibido.

–|– 

Había dormido durante casi todo el día, y lo había despertado uno de


los elfos. Draco se había sentado en la cama, aún mareado y aturdido mien-
tras la criatura le informaba que sus padres deseaban hablar con él, que lo es-
peraban en su dormitorio. Aquello fue lo único que necesitó para despejarse
por completo. Se había puesto una bata encima, y antes de salir dio una mi-
rada más al jardín, el sol ya se estaba poniendo, pronto anochecería nueva-
mente.
Sus piernas le parecieron demasiado cortas mientras corría por los pa-
sillos. Se sorprendió al cruzarse con varios magos; mortífagos, que ahora pu-
lulaban por su casa con total libertad. Cuando llegó delante de la puerta de la
habitación de sus padres, tomó una bocanada de aire y se acomodó el cabello
antes de llamar. La suave voz de su madre le dio la autorización para pasar.
Su padre estaba sentado en un pequeño sofá, con una copa de whisky
en la mano y mirando hacia la ventana abierta.
—Padre —murmuró Draco caminando hacia él con algo de temor.

208
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

—Draco —respondió Lucius poniéndose en pie, extendió los brazos y


le dio un fuerte pero breve abrazo. Draco suspiró aliviado, su familia estaba
completa nuevamente, ahora sí estaban juntos, una vez más.
—Siéntate, hijo —pidió Narcissa mientras se sentaba en otro de los
sillones. Draco sólo asintió en silencio y obedeció, su padre le dio una mirada
penetrante, demasiado intensa, y por un momento tuvo miedo.
—Verás, Draco, las cosas han cambiado mucho… —empezó a ha-
blar su padre con voz monótona, no había casi ninguna emoción en ella.
Draco se quedó completamente quieto, escuchando todo lo que su padre le de-
cía: hablaba de desgracias, de vergüenza y humillación, de cómo ahora los
Malfoy debían servir al Lord de la manera más adecuada para tratar de recu-
perar el sitio perdido. Confesó ser el único culpable del infortunio de la fami-
lia, y que no lo culpaba a él por no haber podido cumplir con la misión en-
comendada, y que no se preocupara, que en el futuro habrían más oportuni-
dades para dejar en alto el nombre de los Malfoy una vez más.
También le dijo que aquellos invitados no se irían muy pronto, no to-
dos al menos. Muchos partirían a realizar las misiones que el Lord encargaría
ahora que ya estaba en el camino para llevar a cabo sus planes, pero que la
Mansión seguiría siendo ocupada por el Lord, que serviría de cuartel general.
Draco se había mordido la lengua para no protestar, aquel lugar era su hogar,
no un cuartel general.
—Aún no tenemos decidido que vuelvas a Hogwarts, eso se decidirá
pronto… no dependerá de mí o de tu madre, pero necesitas entender que de-
bes cumplir con cualquier cosa que te pidan hacer de ahora en adelante —
Lucius se inclinó hacia el frente y le dio una mirada más aguda—, no dejarte
engatusar ni engañar, y mucho menos creer en falsas expectativas de deshacerte
del compromiso que tenemos con el Lord, como pasó en la escuela, con el viejo
ese.
Draco sintió sus mejillas sonrojarse y apartó la mirada, su padre sa-
bía, sabía lo que había pasado en la torre.
—Padre, yo… —intentó excusarse con voz demasiado nerviosa.

209
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ahora eso no importa, ahora sé que harás lo correcto, que no volve-


rás a cometer ese error. ¿Cierto?
—No, padre —respondió rápidamente Draco, aunque no se anima-
ba a ver a su padre a la cara nuevamente, se preguntó si el castigo recibido la
madrugada anterior se debía a eso.
—Te creo —afirmó Lucius calmadamente—. Ahora, sobre la escuela,
si el Lord piensa que le servirás mejor en Hogwarts, así será, y si piensa que
es mejor que te quedes en casa, te quedarás…
Draco no se había planteado más volver a la escuela, recordaba haber-
le hablado a Yarik de ella, y no pudo dejar de sentir cierta pena, por más veces
que había menospreciado aquel lugar, se le hacía mucho más seguro y añoran-
te que nunca.
Aquella noche, Draco había salido bastante tarde de la habitación de
sus padres, entre las cosas que había percibido era que su padre, pese ha haber
dormido todo el día, aún parecía muy cansado, y que su madre no había son-
reído en ningún momento.
«Tiempos difíciles se avecinan… tendremos que demostrar que aún
valemos para estar al lado de Lord.»
Eso había dicho su padre y Draco no podía dejar de sentir odio hacia
ese «Gran Lord». Ése que le había ordenado asesinar y que luego lo había
castigado y maldecido… que había lastimado a su padre, aquel que había
usurpado su casa y humillado a su familia.
Se tendió sobre la cama y estuvo mirando al techo, dándole vueltas a
todo lo que su padre había dicho, no era siquiera libre de decidir si volver o no
a la escuela, tendría que esperar… Se sentía frustrado, cansado y harto, con
tan sólo diecisiete años se preguntó qué tan difícil sería desaparecer para siem-
pre del mundo.
La madrugada llegó, y él seguía allí, incapaz de hacer nada más que
mirar al techo, era lo único que podía hacer, la única libertad de la que disfru-
taba, aunque también podría caminar hacia el jardín y ver a Yarik. Yarik
siempre lo hacía sentir mejor, de una u otra manera…

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LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

–|– 

—Te he extrañado… pensé que no vendrías —dijo Yarik en cuanto


Draco se sentó a su lado.
—Sólo quiero un cigarrillo —mintió Draco, aunque en realidad no
sabía lo que quería o por qué estaba allí. O no quería admitir la verdad al
menos.
—Lo que quieras —respondió Yarik pasándole la cajetilla de cigarros
a Draco.
Encendió uno ya con un poco de experiencia, y dio una calada pro-
funda, el tabaco le llenó el pecho y le dejó un sabor extraño en la boca, casi el
mismo sabor que tenían los besos de Yarik…
—Escuché que tu padre está mucho mejor.
—Sí, lo está.
—¿Qué harán ahora?
—No lo sé y no quiero hablar de eso —contestó Draco con voz firme
y molesta, Yarik se encogió de hombros y no comentó nada en un par de mi-
nutos más.
—Mi padre salió herido, está muy molesto conmigo por eso, pretendía
que obtuviera la marca, pero no pude conseguirlo —su voz sonaba pausada,
casi calmada, pero había algo en el fondo, algo que sonaba roto. Draco giró
para verlo mejor mientras Yarik seguía hablando—. Me dijo que el Lord
pronto empezaría a castigar a los que no estemos a la altura… Yo no quise
que saliera herido, simplemente me quedé congelado ante la idea de matar a
alguien… no podría ¿sabes? Hacer que alguien que está aquí no esté más, que
desaparezca…
—Lo sé —murmuró Draco mirando la expresión perdida de Yarik,
la misma que él tenía durante el curso pasado, mientras se daba cuenta que no
había forma de que en verdad matara a alguien, incluso al vejete que tan mal
le caía, simplemente no podría—. Yo tampoco lo puedo hacer… —Draco

211
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

tomó una bocanada de aire y Yarik le dio una mirada confundida—. No lo


pude hacer, mejor dicho…
Relató la amenaza del Lord, lo perdido que se había sentido, acerca de
cómo se había sentido tan culpable al ver como sus intentos fallidos llegaban a
otras manos, como casi mata a un par de personas para terminar bajando la
varita en el último momento, como había sido imposible para él siquiera pen-
sar en la maldición asesina. Yarik lo había escuchado en silencio, sin pregun-
tas, sin interrumpirlo, simplemente allí a su lado. Draco se dio cuenta que era
la primera vez que contaba algo así. Nunca se lo había dicho a nadie, ni a su
madre ni a su padre, no con tantos detalles, no diciendo lo que realmente ha-
bía sentido.

–|– 

Aunque no volvieron a tener contacto más allá que el de dos amigos,


las madrugadas que pasaron en el jardín se volvieron como una tabla de sal-
vación en medio de esa horrible pesadilla que había proseguido al rescate de su
padre, los días se la pasaba aterrorizado, cumpliendo ordenes de todos los que
se pusieran delante, mientras su padre pasaba horas encerrado en reuniones
con mortífagos, para luego salir de la mansión y no volver hasta muy tarde.
Draco había querido preguntar qué era lo que hacía, qué era lo que el Lord le
encargaba, que su padre le contara, como antes, cuáles eran los planes, cuáles
eran los pasos a seguir, pero nada de eso ocurría. Su padre se había vuelto ca-
llado, osco; no hablaba nunca con él y ya rara vez lo veía junto a su madre.
La situación empeoró cuando le ordenaron matar una vez más y falló.
Recibió un par de cruciatus delante de todos, y los aguantó lo mejor que pudo,
prometiéndose que la siguiente vez sí lo haría. Pero la siguiente vez se presen-
tó, y volvió a fallar, y los castigos se incrementaron. Para la tercera vez, el cas-
tigo fue superior y estuvo encerrado en su habitación, en cama, convaleciente,
durante varios días, en esos momentos se dio cuenta de cuánto extrañaba a
Yarik y su simple conversación en el jardín.

212
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

La mirada de su padre se volvía mucho más adusta, y él sabía que lo


estaba decepcionando, pero simplemente no podía, no había forma de que la
varita dejara de temblar en su mano y pronunciara la maldición asesina. El
Lord parecía disfrutar con que Draco llegara sin la marca en el brazo, pues
desfogaba toda su frustración con él. Más de una vez deseó que realmente se le
pasara la mano y terminara con todo aquello de una buena vez. Aunque
nunca sucedió.
Yarik tampoco lo estaba pasando mejor, luego del fallido intento de su
padre por volverlo un mortífago completo, lo obligaba a salir con los demás,
buscando que pronto también volviera ya con la marca en el brazo, pero Yarik
ni siquiera hacía el intento de matar a nadie, se quedaba en pie, cruzado de
brazos con aire desafiante. Aquello sólo lograba enfurecer más a su padre y
aunque Yarik trataba de soportar valientemente cada uno de los castigos, Dra-
co sabía que cada vez estaba más agotado y triste.
Draco aún seguía pensando en los besos y caricias que había compar-
tido con él, pero se obligaba a mantener alejado ese episodio de su mente el
mayor tiempo posible, puesto que cada vez que lo rememoraba, se convencía
de que tal vez, en medio de toda esa situación, ya no era tan malo hacer lo
que deseaba hacer, pero incluso así, mantuvo su fuerza de voluntad hasta
aquella tarde…
Sabía que Potter había cumplido diecisiete años el día anterior. Tam-
bién sabía que algo pasaría, porque todos estaban de un lado para otro, frené-
ticos, trazando planes, revisando mapas y hablando en murmullos. Y enton-
ces, cerca del mediodía, todos se habían ido, incluyendo al Lord. La casa ha-
bía quedado casi completamente vacía, su madre, que le había dado la varita
a su padre, porque a éste el Lord se la había quitado, se encerró en su habita-
ción sin decir una palabra, y Draco se sintió ligeramente perdido, cuando en-
tonces Yarik apareció, caminando por el salón con total calma, como si no pa-
sara nada grave.
—¿Qué es lo que está pasando? —preguntó Draco en un susurro.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Yarik miró a ambos lados y negó suavemente, pero Draco sabía que
estaba mintiendo, que no estaba siendo honesto.
—¿Quieres ir a mi habitación? —preguntó Draco nuevamente. Ya-
rik arqueó una ceja y por primera vez, Draco no tuvo miedo de aquella mira-
da, simplemente se giró y caminó con total calma por el gran salón hasta las
escaleras, y de allí por los pasillos hacia su habitación. Sabía que Yarik lo es-
taba siguiendo, y conforme avanzaba, su corazón se agitaba con más fuerza,
esperaba poder conversar con él y que le contara qué era lo que estaba pasan-
do, pero la idea de estar a solas con el chico, en su habitación y con la casa casi
vacía, lo perturbaba también.
Cuando llegó a la puerta de su dormitorio, la abrió y entró, pero no la
cerró, espero durante muy poco tiempo hasta que Yarik apareció, mirando al-
rededor un tanto confundido. Draco levantó la mano y cerró la puerta con un
hechizo de protección que su padre le había enseñado.
—Tienes una habitación muy bonita —murmuró Yarik.
—¿Por qué hablas en susurros? —preguntó Draco, extrañado.
—Para que no nos escuchen…
—Nadie nos escuchara, esta habitación, al igual que la de mis padres
está insonorizada.
—Oh… entonces ¿Por qué me has traído aquí? —preguntó Yarik
con su timbre de voz normal y sentándose en la cama, pese a haber varios si-
llones donde pudiera haberse sentado, había elegido la cama, los sueños que
Draco había tenido en esa cama, pensando en él, volvieron a su mente y sin-
tió cómo se sonrojaba y acaloraba.
—Quería que me cuentes qué estaba pasando.
—Siéntate aquí y te cuento —pidió Yarik palmeando a un lado de la
cama, junto a él.
—Vamos, Draco —insistió al ver la resistencia del chico.
Draco caminó lentamente y se sentó completamente rígido a su lado,
esperando que le contara lo que estaba acontenciendo, y que después saliera de
allí, no se sentía cómodo con él a su lado, en la cama. Aunque en realidad no

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LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

era que no se sintiera cómodo, era que tenía miedo, miedo de lo que podía ha-
cer, miedo a lo que pudiera suceder.
—Hoy harán un gran ataque —le informó Yarik—. Atacaran al
Ministerio, y además la casa de alguien… Weasley; al parecer ese tal Potter
está allí.
—¿En la Madriguera?
—Sí, eso mismo, la Madriguera —dijo Yarik girándose hacia él—.
Eso es todo lo que sé… no me han dejado saber más.
—¿Y cómo es que nos hemos quedado aquí?
—No han llevado a ninguno de los novatos, dicen que no es el mo-
mento para cometer errores, no después de la última vez.
Draco recordaba esa última vez: había sido poco después de que su
padre fuera liberado, había atacado la casa de los parientes muggles de Potter,
y para variar el famoso niño-que-vivió se había escapado por los pelos. Yarik
había estado allí, muchos habían estado allí y contaron cómo al final se le es-
capó al mismo Lord, y sólo por poco.
—¿Crees que está vez…?
—¿Lo atraparan? —Yarik se encogió de hombros—. Ya sabes lo que
pienso acerca de eso.
Y Draco lo sabía.
A Yarik no le gustaba que la gente muriera, y no le gustaba la guerra,
estaba allí por que su padre lo tenía obligado y amenazado, por que quería
que se “enderezara” y se convirtiera en un verdadero hombre, pero, aunque
hubiera podido encerrar su cuerpo en aquella mansión y lo hubiera obligado a
luchar, no había logrado cambiar su modo de pensar. Detestaba la guerra y
detestaba hacer daño.
Draco se había quedado en silencio un rato más, pensando en Potter,
siempre lograba escaparse de todo, nunca salía más que lastimado o herido, y
se había enfrentado al Lord en más de una vez. Estaba casi seguro que esta
vez no sería la excepción. Aquel «frente rajada» tenía en algún sitio un ángel
que lo cuidaba demasiado bien.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Tú quieres que lo atrapen ¿verdad? —preguntó Yarik. Draco se


sobresaltó al darse cuenta de lo cerca que estaban, pero no hizo mucho por ale-
jarse.
—No lo sé… si mi padre lo hace las cosas podrían mejorar, pero…
—Tú no eres malo, Draco —interrumpió suavemente Yarik, exten-
diendo una mano para acariciar su mejilla. Draco tembló ligeramente ante la
tibia caricia, y cuando esos dedos recorrieron de la mejilla hasta su barbilla no
pudo evitar cerrar los ojos—. Estás en una posición tan injusta…
Draco quiso tener una respuesta a eso, contradecirle con que sí era ma-
lo, que había tratado de matar a alguien y en más de una ocasión, que había
torturado por órdenes del Lord, y que esas eran suficientes razones para ser
considerado como una «mala» persona, alguien en absoluto «bueno», pero no
pudo decirlo. Sin darse cuenta, aquellos tibios labios se posaron nuevamente
sobre los suyos, casi tímidamente al inicio, como pidiendo permiso para conti-
nuar, y Draco, que había fantaseado ya demasiadas veces con eso, no se resis-
tió, sus manos se sujetaron de la túnica de Yarik mientras lo atraía más hacia
él, sus labios se acariciaban de manera ruda, y esa lengua empujaba entre
ellos para poder entrar. Y Draco se lo permitió, dejó que esa lengua entrara en
su boca y lo estremeciera completamente; que esos dientes lo mordieran y que
esas manos recorrieran su cuerpo, su torso y jugaran con los botones de su os-
cura túnica.
Sabía que estaba siendo empujado contra la cama, y sabía lo que po-
día pasar, y sabía que tenía miedo y había una voz gritándole a la distancia
que estaba mal, terriblemente mal, pero decidió no hacerle caso, no por el
momento al menos.
Cuando sintió el cuerpo de Yarik sobre el suyo, jadeó suavemente a la
vez que el beso se rompía, pero Yarik no se detuvo. Sus labios empezaron a
mordisquear cualquier parte de su piel, mientras sus manos se encargaban de
deshacerse hasta del último botón de su túnica. Y Draco colaboró, hizo salir
volando los zapatos hacia un lado, y dejó que Yarik lo fuera desvistiendo poco

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LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

a poco, mientras él también besaba y mordisqueaba cualquier espacio de piel


libre que encontraba.
Aunque había intentado librar de su ropa a Yarik, las manos le tem-
blaban demasiado para poder sacar más que un par de botones. Finalmente
Yarik, aún besándolo, se había desnudado completamente y se había tendido
a su lado. Las caricias se detuvieron, simplemente lo había mirado intensa-
mente, acariciando su mejilla como al inicio. Draco estaba seguro que el chico
estaba esperando que se arrepintiera, pero él no lo hizo, y se acercó más a Ya-
rik. La piel caliente de Yarik apretándose contra su propia piel le transmitía
mucho más que calor, le transmitía una paz y seguridad que no sentía hacía
mucho tiempo, hacía demasiado tiempo; era como estar en un lugar alejado,
alejado de la Mansión, de sus padres y de las órdenes del Lord, alejado de la
guerra, alejado de cualquier realidad que no fueran él, Yarik y esa cama.
Los besos volvieron lentamente, con calma, con tranquilidad, como si
realmente dispusieran del resto de la vida para besarse, su piel entera era aca-
riciada de una u otra manera, ya fuera con esa lengua que recorría su pecho, o
con esas manos que se abrían paso entre sus piernas, acariciando, casi vene-
rando cada parte suya, haciéndolo sentir como no se había sentido en mucho
tiempo, haciéndolo sentir especial.
Cuando la boca de Yarik bajó mucho más, hasta su miembro, y lo
acogió, Draco sintió que podía morir de placer en cualquier momento, mien-
tras esa lengua seguía subiendo y bajando y esos labios succionando cada vez
más fuerte, enredó sus dedos en la oscura cabellera y levantó las caderas con
fuerza, embistiendo una y otra vez, hasta que sintió cómo todo su cuerpo se
tensaba sólo un instante antes de sentir todo el placer estallar en su pene, gi-
mió y lloriqueó mientras sentía a Yarik aún lamiendo.
Se desplomó contra la cama y sintió el cuerpo de Yarik subir nueva-
mente, parecía feliz, sonreía, y los ojos le brillaban de una manera que Draco
no había visto antes… Sus labios fueron atacados con la misma pasión que
poco antes, sintiendo esta vez su propio sabor mezclado con el de Yarik, y sus
pieles pegándose aún más. Podía sentir la erección del chico contra su pierna,

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

y cuando Yarik se apartó de él, y lo hizo girar un poco, jadeó: mitad miedo,
mitad excitación…
Yarik se dejó caer a su lado, lo sentía en su espalda, esa lengua ahora
estaba recorriendo sus hombros, y haciéndole sentir más nuevas y fantásticas
sensaciones, mientras sentía cómo esa dureza se frotaba entre sus nalgas… y
entonces tembló, el miedo volvió a él y la paz por el orgasmo lo abandonó.
—Shh… no tengas miedo —murmuró Yarik con voz suave y calma-
da sobre su oído. Draco sabía que lo podía empujar y que podía salir de allí,
que podía detener todo en el momento que quisiera, y ese era precisamente el
problema, sabía que en el fondo no quería detenerlo.
—Todo estará bien —continuó Yarik, alejándose apenas un instante
de su cuerpo. Draco giró la cabeza para verlo estirarse sobre la cama y rebus-
car en el piso hasta que se levantó con la varita en mano, sus ojos azules se
cruzaron con los grises de Draco, y sonrió suavemente, acercándose a él para
besarlo una vez más.
Cuando esos labios se alejaron, empezaron a morder su nuca. Draco
gimió y se arqueó ligeramente, apenas conciente de la varita que recorría su
espalda con lentitud, cuando esa varita se aventuró un poco más abajo, enton-
ces chilló y trató de apartarse, con una mano Yarik lo sujetó de las caderas y
sin apartar la varita de entre sus nalgas susurró algo que Draco no entendió,
pero sí sintió aquella viscosa frialdad justo allí, sobre su entrada.
—Yarik… —protestó con voz entrecortada, los temblores a su cuerpo
habían vuelto.
—Será más fácil así… —le dijo el chico pegándose nuevamente a él y
empujándole las piernas hacia adelante. Draco se dejó acomodar, no respondió
ni se giró siquiera, supuso que la varita había caído a algún lugar porque ya
no la sentía más en su cuerpo, ahora sólo sentía la piel del chico, y los besos, y
mordiscos sobre su nuca y aquella dureza entre sus nalgas. Por más que lo in-
tentó, no pudo relajarse por completo, cuando ese primer dedo entró en él cau-
sándole ardor y dolor, se mordió los labios tratando de no parecer un quejicas,
no delante de Yarik al menos.

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LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

Yarik siguió besándolo y susurrándole que no tuviera miedo, que todo


estaba bien y que pronto todo se sentiría mejor, cuando esos dedos abandona-
ron su interior, Draco estaba ya seguro de lo que seguiría y tomó una profun-
da bocanada de aire mientras sentía cierta presión en su entrada, y al inicio
estuvo bien, hasta que Yarik empujó.
Draco gruñó y se agarró con más fuerzas a las sábanas mientras sentía
cómo su interior era irrumpido bruscamente por algo demasiado grande y
grueso.
—Merlín, Draco… —gimió Yarik, empujándose contra él un poco
más, y Draco se preguntó si es que realmente todo ese suplicio tendría una re-
compensa.
—Espera… —pidió cuando las punzadas de dolor llegaron al límite
soportable para él—. ¡Merlín! para… para —se quejó entre chillidos.
Yarik finalmente, y para alivio de Draco, se detuvo; sintió cómo los
labios del chico volvían a su nuca y su cuello, besando y mordiendo. Parecía
más ansioso que antes, y en cierta forma, Draco lo entendía, sin embargo, el
dolor no había desaparecido del todo, aunque con esas mordeduras…
Yarik, al parecer, quiso aprovechar la oportunidad porque se empujó
nuevamente contra él. Draco sintió sus nalgas chocando contra la pelvis del
chico a la vez que emitía un gemido ronco y satisfecho.
Draco no se movió, ni siquiera podía dejar salir algún sonido de su
garganta, el dolor y la sorpresa le habían quitado el aire.
—Pasará pronto —le prometió Yarik con voz grave—, eres tan estre-
cho y caliente… no tienes idea de lo que se siente…
Y Draco estuvo a punto de decir que no, que definitivamente no tenía
ni idea y que se apartara de su culo, que aquello estaba resultando una muy
mala idea, pero no lo hizo, se limitó a respirar profundamente. Yarik pareció
tomar aquello como una invitación porque empezó a moverse lenta y nimia-
mente contra él. Draco lo sentía entrar y salir, y su interior ardiendo. Sus pu-
ños sujetaron con más fuerzas las sábanas, y estaba a punto de preguntar en
qué momento se suponía que eso se ponía mejor, cuando entonces, Yarik hizo

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

un extraño giro con su cadera (o al menos eso le pareció a él) y algo en su in-
terior vibró, y vibró con tal fuerza que lo hizo gritar y arquearse.
Yarik lo sujetó con más fuerza de la cadera y comenzó a golpear con
más velocidad, y Draco lo agradeció porque cada golpe era un latigazo de pla-
cer, un placer tal, que se imponía al dolor.
Su erección despertó nuevamente y se sintió cada vez más excitado;
incluso gimiendo y retorciéndose un poco. De pronto Yarik se detuvo y Draco
quiso protestar, pero no tuvo tiempo, las manos de Yarik lo empujaron sobre
la cama, dejándolo completamente boca abajo, lo sintió sentarse sobre él, y
luego esa presión otra vez, la primera sensación fue de escozor y algo de dolor,
pero luego todo mejoró de nuevo, mientras se empujaba hacia atrás para reci-
birlo mejor y lograba que su erección se rozara contra las sábanas, y los latiga-
zos de placer llenaban su cuerpo, mucho más intensos que antes.
Cerca de su oído podía escuchar la respiración agitada de Yarik, ha-
blando entrecortadamente en búlgaro. Draco no podía entender muy bien lo
que decía, y no se ocupaba de intentar traducirlo, estaba demasiado ocupado
gimiendo, empujándose y gritando, hasta que aquella sensación recorrió su
cuerpo por segunda vez en esa tarde, y apretando las sábanas, sintió cómo se
derramaba algo tibio entre sus piernas, y el cuerpo de Yarik cayendo sobre él,
le dio a entender que no había sido el único en llegar.
Se habían quedado quietos durante mucho rato. Yarik había salido de
su interior con lentitud, y el ardor y dolor habían vuelto, junto con la sensa-
ción de sentirse húmedo y sudado, sin embargo, no había tenido fuerzas sufi-
cientes para mover un dedo siquiera; incluso estaba seguro que había dormido
durante un rato, hasta que el sol se había ocultado por completo y la habita-
ción se había quedado a oscuras. No fue hasta que Yarik lo jaló nuevamente
hacia él y le dio un beso en los labios, que la realidad lo golpeó con fuerza; su
primera vez había sido con otro hombre, había dejado que lo tomaran, y lo
peor de todo era que no se arrepentía, que le había gustado y que, si Yarik le
decía que repitieran en ese momento, Draco hubiera aceptado, y de buena ga-
na.

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LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

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Cuando se dio cuenta, ya había amanecido, había pasado toda


la noche pensando y despierto, luchando con todos los sentimien-
tos que esos recuerdos le provocaban. Arrastrando los pies y agrade-
ciendo el no tener ya más trabajo que realizar, llegó hasta la cocina.
Sobre la mesa sólo había una nota de su madre:

Draco,
Tuve que salir a trabajar.
Tu madre.

Draco supo que su madre seguía enfadada, se había marcha-


do sin siquiera despedirse. Miró alrededor, y se dio cuenta que si
quería desayunar tendría que arreglárselas solo. Seguro que no era
tan difícil.
Sacó de uno de los estantes, el cartón de jugo y luego, antes
de realizar el hechizo, revisó, sólo por si acaso, si no estaba prohibi-
do realizar un hechizo congelante, suspiró aliviado al verificar que
no, y sirvió un enorme vaso de jugo, que luego enfrió con magia, de
otro de los estantes sacó una barra de pan y partió un pedazo, des-
pués se sentó en una de las sillas de la cocina y bebió con tranquili-
dad, las cortinas estaban abiertas, y podía ver el sol iluminando la
mañana, pero su mente aún seguía navegando entre los recuerdos…
sabía que no era bueno que siguiera recordando y pensando en eso,
sabía que le hacía daño, pero no podía dejar de hacerlo, Yarik una
vez le había dicho que las personas morían realmente cuando uno
las dejaba de recordar, y él no quería que Yarik muriera… no en sus
recuerdos al menos….

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

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La vida se había hecho medianamente soportable, aunque habían va-


rias cosas en contra; había estado esperanzado en que lo dejasen volver a la es-
cuela, lejos de casa, lejos del cuartel general de mortífagos en que se había con-
vertido su hogar, pero no había sido así. Se había quedado allí y no sólo como
un mero espectador, su padre lo había obligado a obedecer las ordenes del
Lord, torturando personas, magos y brujas que Draco dudaba fueran una real
amenaza.
Los castigos por no poder asesinar volvieron con fuerza, cada vez más
duros, pero aún así era posible que lo hiciera.
El Lord le había quitado la varita a su padre, hace mucho tiempo que
lo había hecho, delante de todos, de manera humillante, y aunque en un
inicio lo dejaba ir de misión con los demás mortífagos usando la varita de
Narcissa, de pronto lo confinó a la mansión, y eso sólo hacía que el mal carác-
ter de Lucius empeorara, ya nunca sonreía o tenía una mirada reconfortante
para él, las pocas veces que lo veía, parecía enojado, furioso.
Draco en realidad había estado rehuyendo su mirada, al igual que la
de su madre, o la de su tía, la de cualquiera que pudiera intuir que había algo
diferente en él.
Luego de la primera vez que estuviera con Yarik, ambos habían des-
pertado de madrugada, sobresaltados por los ruidos del exterior, los mortífagos
y el Lord habían regresado. Apurados y sin decir mucho en realidad, se vistie-
ron y salieron lo más sigilosamente que pudieron hasta unirse al grupo, su
padre se veía agotado, y en cuanto lo había mirado a los ojos había sentido su
corazón desbocarse por la culpa, y sus mejillas arder por la vergüenza.
Poco a poco, había sido más simple para él manejarlo, pero aún tenía
ese sentimiento de traición cada vez que veía a su padre a la cara, ese senti-
miento de culpabilidad, porque le estaba mintiendo, porque estaba haciendo
algo muy incorrecto.

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LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

Una de las pocas cosas que le alegró los días ese tiempo ocurrió cuando
fue enviado junto con Yarik a hacer la guardia en una calle muggle bastante
pobre y fea, pero por primera vez en su vida, no le importó a dónde lo man-
daban o si el lugar no era adecuado para él, porque podía desaparecer de lo
asfixiante que se había vuelto la Mansión y respirar un aire distinto, no uno
donde debían ir a matar, simplemente tenían que esperar y espiar, y eso era
bastante bueno, más aún con Yarik…
Claro que fueron más aspirantes novatos a mortífagos a cuidar aquel
lugar, Draco sabía por su madre, que era la casa de los Black, en donde creían
que Potter y sus amigos se refugiaban, y habían estado allí por horas, viendo
la gente pasar, examinando con atención el espacio inexistente entre el número
11 y 13 de esa calle, pero nada había ocurrido. Yarik y él conversaron mucho
aquella tarde, siempre tratando de guardar todas las distancias adecuadas con
todos esos novatos cerca, y finalmente cuando volvió a casa con una respuesta
negativa, el Lord había decidido dar un ejemplo con ellos, y los había castiga-
do. Esta vez Draco no se giró a ver a sus padres, a buscar la fuerza que siem-
pre buscaba en ellos, esta vez se giró hacia Yarik y sus ojos azules, y aferrán-
dose a ellos aguantó uno de los muchos castigos que recibió durante ese año.
En el fondo, todo había resultado bien en ese tiempo, era capaz de
bloquear de su mente los castigos del Lord y la frialdad de su padre, porque
tenía algo más: a Yarik, que se escabullía a su habitación todas las noches, pa-
ra irse antes de que el sol saliera, aquellas noches se le hacían demasiado cor-
tas, insuficientes, y por lo tanto perentorias.
Yarik disparaba en su interior sentimientos hasta ese momento desco-
nocidos para él, disfrutaba dejarse amar en las madrugadas, fumar en silencio
durante largos ratos que no resultaban para nada aburridos, porque él estaba a
su lado, tumbado desnudo, mirando el techo y perdido en sus pensamientos y
aún así, en silencio, resultaba una compañía agradable. Le gustaba explorar
su cuerpo luego de terminar el segundo cigarrillo de la noche, y que Yarik se
dejara amar de vez en cuando, sobre todo cuando había visto cosas demasiado
desagradables durante el día, porque sentía que podía consolarlo, hacerlo olvi-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

dar de la misma manera en que él lo hacía olvidar. Le gustaba meterse en la


bañera con él y permanecer entre sus piernas, sumergido en el agua y descan-
sando contra su pecho hasta casi quedarse dormido, le gustaba Yarik y todo lo
que su presencia significaba. Excepto por el miedo a ser descubiertos. Durante
los días apenas y se cruzaban, mientras menos lo hicieran, mejor. Ambos eran
concientes del peligro que corrían en un lugar plagado de mortífagos y un ma-
go tenebroso que defendía la sangre pura. Y el que dos magos de sangre pura
anduviesen retozando en las noches, era una de las afrentas más altas que po-
día haber. En el fondo, Draco no se preocupaba por el futuro, sabía que era
muy probable que ninguno de los dos llegase con vida para ver siquiera el fi-
nal de la guerra. Y había acertado, en parte…

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Draco suspiró profundamente mientras terminaba de enjua-


gar el vaso que había usado, tal vez sería buena idea intentar prepa-
rar algo de cenar más tarde, no sabía a que hora llegaría su madre,
pero sabía que tenía tiempo de sobra para planificar alguna cosa. Tal
vez de esa manera, ella dejaría de estar molesta con él. No quería
seguir peleado con ella, era lo único que le quedaba, ya ni siquiera
su padre estaba allí. Aunque su madre le había dicho que su padre si
lo había perdonado, él no podía estar seguro del todo. Recordaba
aquella mañana, luego de que la guerra terminó. Su padre estaba a
su lado en la mesa del Gran Comedor, pero no lo miraba siquiera,
registraba cada movimiento a su alrededor y parecía cavilar sobre
cuál era el siguiente paso a seguir. Draco había pensado que tendría
tiempo para hablar con él, para explicarse… pero claro, eso no había
sucedido.



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LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

Decían que uno debía tener cuidado con lo que pedía porque era posi-
ble que se realizase, y así había sido. Después de varios meses, Draco había
sido obligado a volver a la escuela. Al parecer, al Lord le parecía más adecua-
do que estuviera allí, junto con Crable y Goyle, a los que apenas había visto
unas cuantas veces en la Mansión, ambos se comportaron de manera un poco
displicente con él. Draco quiso creer que sólo era miedo por el lugar donde se
encontraban, cuando Crable consiguió hacer aparecer la marca tenebrosa en
su brazo, Draco sintió algo partirse en su interior. No había esperado que su
amigo tuviera las agallas de asesinar a nadie.
La noche anterior a su regreso a la escuela, Yarik lo había abrazado
muy fuerte y le había dicho que lo extrañaría, pero que se sentía aliviado de
que se fuera, que estaría más a salvo lejos de la Mansión. Draco sabía que era
cierto, que Yarik tenía razón, pero no por eso podía dejar de sentirse triste, Ya-
rik no estaría más en las noches para él, no sentiría su compañía, ni habla-
rían en susurros en la oscura habitación; se había acostumbrado tanto a su
presencia y a su cariño, que sabía que todo sería mucho más difícil a partir de
ese momento.
El regreso a la escuela no fue tan glorioso como había esperado. Crable
y Goyle permanecían a su lado, sin embargo, él podía sentir que algo había
cambiado entre ellos, ya no eran como antes…
Pansy seguía dando vueltas a su alrededor, y Draco se preguntó por
qué antes había disfrutado de su compañía, ahora sólo le causaba jaquecas y
aburrimiento.
Ella era tan empalagosa que Draco empezó a evitarla cada vez con
más descaro, sin embargo, ella no se rendía, siempre seguía allí, alrededor, va-
rias veces estuvo tentado a cuestionarla acerca de si estaba enterada que los
Malfoy no ocupaban más el lugar privilegiado al lado del Lord.
Las mañanas en la escuela, las esperaba con ansías, no por las clases
que tendría con los hermanos Carrow, ni porque tendría que ver e incluso
participar en los castigos a los rebeldes. Sino porque todas las mañanas una
lechuza marrón llegaba hasta su mesa con una carta de Yarik.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Él le decía que las escribía en las madrugadas, mientras fumaba en el


jardín y pensaba en él. Draco casi podía imaginarlo, sentado en el ya cada
vez más frío jardín, con la cajetilla de cigarros a un lado, y el oscuro cabello
suelto, ondeando al viento, cubierto por ese abrigo negro y contemplando la
noche. Siempre se ocupaba de hacerle saber que sus padres estaban bien y de
cómo había ido el día.
Algunas noches, Draco despertaba en mitad de la noche y se sentaba
en su cama, con una de esas cartas de Yarik entre las manos, releyéndola y ca-
si imaginando que estaba en el jardín junto a él.
Cuando las vacaciones de Navidad llegaron, le llegó además de la car-
ta de Yarik, una carta de su padre; lo instaba a organizar a los novatos que
aún estaban en la escuela para secuestrar a la chica Lovegood.
Él no había querido participar de aquello, pero no tenía muchas op-
ciones, así que junto a sus ahora compañeros en la causa, había trazado el
plan y de acuerdo a lo esperado, lo había conseguido, junto a los refuerzos que
aparecieron en la estación del tren habían logrado llevar a la chica a la Man-
sión. Draco nunca le había tomado mucha importancia durante la escuela,
sin embargo, no se había sentido capaz de mirarla a la cara durante el secues-
tro, se sentía demasiado protervo haciendo algo así, y aunque Yarik ya le ha-
bía explicado por qué tenían que secuestrarla. El hecho de que su padre —el
dueño de esa absurda revista llamada “El Quisquilloso”— estuviera apoyan-
do al famoso Potter, que ahora brillaba por su ausencia, no le parecía razón
suficiente para lastimarla.
Su mente había estado demasiado ocupada en ese tiempo, fingiendo
que todo estaba bien, que nada lo afectaba y que estaba orgulloso de ser un
próximo mortífago delante de sus compañeros de escuela, pero algunas veces
pensaba en Potter, en si realmente el-niño-que-vivió se había dado a la fuga y
había dejado el mundo mágico para que se jodiera. Draco tenía que admitir
que si él hubiera sido Potter, se hubiera largado mucho tiempo antes.
La primera noche, luego de que regresara de la escuela para las vaca-
ciones más tristes de navidad que había tenido en su vida, no había podido

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[7] Yarik Forsyth

ver a Yarik, no habría sido prudente, aunque claro, luego aprendería con mu-
cho dolor lo que realmente significaba el no ser prudente en una situación co-
mo esa.
La segunda noche en la mansión, Yarik había llegado a su habitación
pasada la medianoche, aquella noche se habían amado en silencio, entre pe-
queños jadeos y suaves caricias. Draco no sabía cómo había podido estar tanto
tiempo sin él.
Los días siguientes fueron como un retroceso en el tiempo, pasaban las
noches juntos y los días evitándose, pero Yarik había cambiado, su mirada era
cada vez más vacía, más temerosa, y sus convicciones de no apoyar la guerra
incluso más fuertes.
Draco nunca olvidaría aquella conversación. Ambos estaban tumba-
dos en la cama, completamente desnudos, Yarik se había dejado amar y Dra-
co se sentía demasiado adormilado ya, pero la voz y la seriedad de Yarik lo
habían traído de vuelta.
—Me iré.
—¿Ahora? —preguntó Draco un tanto confundido, aún faltaba mu-
cho para el amanecer.
—De la Mansión, escaparé, puedo ir hacia el mundo muggle, puedo
empezar de nuevo, lejos de todo este infierno…
—No puedes irte —había dicho Draco seriamente girándose hacia él,
aunque en realidad había querido decir «no puedes dejarme solo».
—Quiero que tú vengas conmigo, que nos vayamos juntos —Yarik
había sujetado sus manos con fuerza y le había dado una mirada intensa—,
estoy tan enamorado de ti, Draco, que no quiero que sigas en peligro, ni vi-
viendo de esta manera. Quiero que seamos libres.
—Yo… —Draco se había quedado sin palabras, sólo mirando hacia
el rostro pálido y cansado de Yarik, hacia sus ojos azules brillantes… Irse, que
fácil y bien sonaba, sólo irse, alejarse de todos, del Lord, de los mortífagos, de
sus padres… No, no podía alejarse de ellos—. Yo no creo que pueda… mis
padres, ellos podrían morir si lo hiciese.

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y el Fabricante de Pociones 1

—Ellos pueden venir con nosotros. —Yarik sonaba tan desespera-


do—. Además, no olvides que es por ellos que estás aquí, encerrado en tu pro-
pia casa. Estoy seguro que querrán que te libres de todo esto.
Draco negó con la cabeza, sus padres jamás le perdonarían que los
abandonase, menos para fugarse con otro tipo.
—No puedo… Yarik, esto terminara pronto… —mintió, aún seguía
pensando que no acabaría nunca, que ellos no podrían sobrevivir a eso.
Yarik había suspirado y lo había soltado, dejándose caer en la cama de
espaldas, encendió en silencio un cigarrillo más y fumó con demasiada parsi-
monia. Draco casi pudo ver cómo se iba haciendo más viejo, acabado por una
guerra que apenas iniciaba, y se dio cuenta de lo egoísta que podía ser algunas
veces.
—Escucha… —murmuró acariciando su brazo casi con venera-
ción—, lo siento… no tengo derecho a decirte qué hacer, pero si puedes irte,
debes hacerlo, debes irte y tratar de escapar, sólo si estás seguro de que lo conse-
guirás, no te preocupes por mi, mis padres y yo nos cuidaremos y nos encon-
traremos cuando todo esto termine…
Yarik no había contestado, había apagado el cigarrillo en silencio y se
había abrazado a él, cerrando los ojos y respirando calmadamente. Draco se
había quedado despierto el resto del tiempo, sólo mirándolo dormir y acari-
ciando apenas sus brazos o su cabello, pensando en cuánto tiempo más les
quedaría juntos, antes que Yarik se fuera…
Los días siguientes habían sido demasiado para Draco. El Lord había
vuelto a la mansión y lo obligó a retomar las torturas. Draco apenas y podía
contener el dolor en su pecho al verse nuevamente en la posición de torturador,
y muchas veces se preguntó si todo no se trataba de una prueba para ver en
qué punto se quebraba y lo mataban finalmente, por no ser un buen mortífa-
go, o aspirante a mortífago.
Por las noches Yarik trataba de convencerlo de que lo acompañara, de
que había esperanzas; que el mundo era muy grande para que nadie los bus-
case siquiera, y por más que Draco hubiera querido decir que sí, no podía

228
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

abandonar a sus padres, no en la posición en que se encontraban: prisioneros


en su propio hogar y en vergüenza. No podía agregar más ignominia a los
Malfoy.
Algunas noches incluso habían llorado juntos, Draco recordaba todo
eso como un sueño, abrazado a Yarik, sollozando de impotencia, harto de la
vida y de lo que tenía, pero incapaz de cambiarla. Yarik siempre lo consolaba.
A excepción de Mirtle la llorona y el entrometido de Potter, no había dejado
que nadie lo viera llorar, nadie debía saber lo débil que era en realidad, pero
con Yarik era diferente, él siempre le decía que llorar era bueno, y no lo mira-
ba con lástima, sólo le abrazaba y apretaba con fuerza, haciéndole saber que
estaba allí, para escucharlo, para consolarlo, e incluso para quedarse a su lado
aunque quisiera marcharse.
Hasta ahora Draco seguía sintiéndose culpable por no haber insistido
en que Yarik se marchara solo, en que se apresurara con su huída.
Todo había pasado el día después de navidad, a sólo unos pocos días
de tener que volver a la escuela. Por la manera en que todo había ocurrido,
Draco supo que debieron haber sido sospechosos durante mucho tiempo, que
de alguna manera se habían descuidado, y habían pagado ese descuido con
tanto dolor…
Draco estaba tendido en la cama, completamente desnudo. Yarik esta-
ba tendido a su lado, habían hecho el amor por primera vez en esa noche, y
Yarik lo acariciaba de manera lenta, susurrando cuánto lo quería, cuando la
puerta se había abierto de golpe. Ambos se habían sentado a una, ninguno
había sido tan listo para coger la varita a tiempo.
El grito de Lucius hizo que su corazón latiera con velocidad insana,
mientras las luces de las antorchas se encendían nuevamente. Draco se sintió
aterrado mientras Yarik jalaba una de las sábanas y los cubría a ambos, aun-
que era algo que no serviría de nada. Junto a su padre estaba de pie el padre
de Yarik, y detrás de ellos Narcissa.
Draco nunca había visto tanto asco o desprecio en la mirada de su pa-
dre como en ese momento.

229
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Tú, maldito desgraciado —susurró la voz del padre de Yarik con


ese acento tan marcado mientras avanzaba hasta la cama. Draco sintió a Ya-
rik pegarse más a su cuerpo aunque su mirada no reflejaba tanto terror como
el que sabía que estaba sintiendo.
—Padre…
—Draco, sal de esa cama inmediatamente —la voz de Lucius sonó
imponente mientras entraba a la habitación seguido de Narcissa, la puerta se
cerró rápidamente, y Draco supo que le había puesto el hechizo de seguridad
para que nadie más pudiera entrar o escuchar.
Draco le dio una mirada más a Yarik, pero él seguía mirando a su
padre, como si estuvieran enfrascados en una lucha de miradas.
—Que salgas de allí te he dicho.
—Escucha, padre no… —empezó a excusarse Draco, aunque no es-
taba seguro de lo que podría decir para calmar a su progenitor.
—No me llames padre —interrumpió Lucius con voz fría—. No
vuelvas a decirme padre, ningún hijo mío se revuelca en la cama con otro
hombre.
Draco sintió aquellas palabras mucho más dolorosas que los castigos
que el Lord alguna vez le había atizado, mucho peores. Hasta ahora dolían.
—Tú sólo has traído la vergüenza y la desgracia a nuestra familia, y
te he soportado en demasía —empezó a hablar el padre de Yarik nuevamente,
con voz fuerte y férrea—, pero no soportaré esto más tiempo, ni tus deprava-
ciones y desviaciones… nunca más.
—No tienes que hacerlo —dijo Yarik levantando más el rostro—,
nunca más tendrás que hacerlo.
Entonces Yarik apretó suavemente su mano contra el brazo de Draco,
sólo un instante antes de ponerse en pie y sin importar mostrarse desnudo de-
lante de los demás, y buscar su ropa alrededor, Draco supo que eso era una
despedida.
—Me iré de aquí y no volverás a saber de…

230
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

El padre de Yarik no había dejado que terminara de hablar, lo había


sujetado con fuerza de un brazo y lo había zarandeado hasta hacerlo caer al
suelo, Yarik apenas y había emitido un gemido de dolor.
—Déjelo, no lo golpee —se quejó Draco levantándose también, ha-
lando las sábanas alrededor de su cintura.
—Tú cállate, eres tan culpable como él, ambos son una vergüenza —
replicó el padre de Yarik hacia Draco mientras Yarik trataba de ponerse en
pie.
—No, no lo somos —respondió Yarik, y Draco estuvo seguro que di-
ría algo más, pero su padre fue mucho más rápido, con el rostro rojo de ira
apuntó hacia su hijo y lanzó un hechizo aturdidor. Yarik cayó al piso con un
golpe sordo, Draco corrió hacia él, trató de ver si estaba bien pero no pudo, su
propio padre lo había sujetado con fuerza de los brazos y lo había lanzado
contra una de las paredes, su espalda golpeó contra la fría pared mientras la
sábana que tenía en la cintura, cayó hacia el piso. Terminó desplomándose
hasta el suelo, enredándose con la sábana y, mirando con asombro y resenti-
miento hacia Lucius.
—Déjame… lo ha lastimado, ¿no lo ves? —se quejó poniéndose en
pie, tomando la sábana para cubrirse nuevamente y tratando de llegar a Yarik
una vez más, pero Lucius le volvió a interrumpir el paso.
—Es lo que merece, eso y más, al igual que tú —Lucius entrecerró los
ojos con rabia en su hijo—. ¿Cómo pudiste…? En nuestra casa, revolcándote
en la cama con ese… ese…
Draco agachó la mirada, se sentía tan sucio y culpable en ese momen-
to.
—Confío en que esto no saldrá de aquí —había dicho el padre de Ya-
rik hacia Lucius, que se había girado rápidamente.
—No, no debe salir de aquí. Yo corregiré a Draco y tú te encargarás
que ese muchacho no se le acerque más.
Draco dio una mirada de pánico hacia el cuerpo desmayado de Yarik,
que flotaba en el aire por un hechizo que su padre le había lanzado, y cubier-

231
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

to por una de las sábanas. El hombre hizo un asentimiento y caminó hacia la


puerta. Narcissa que sólo había permanecido de pie a un lado, observando to-
do en silencio, se hizo apartó y los dejó salir. Draco no olvidaría jamás ese
momento, la última vez que vio a Yarik, la primera vez que entendió lo que
era realmente perder a alguien.
—Padre… —pidió—, no dejes que se lo lleve, lo va a lastimar, no
sabes de lo que es capaz…
Draco no pudo seguir abogando por Yarik. Las manos de su padre se
apretaron en sus hombros y lo estrellaron contra la pared una vez más.
—Es lo que se merece, y lo que tú te mereces, ¡mal hijo! —gritó Lu-
cius agitándolo con fuerza. Draco sabía que podía defenderse, tal vez empu-
jarse, pero su cuerpo no le obedecía mientras su mente registraba cada una de
las palabras de su padre, su expresión de asco, de decepción…
—Lucius, suéltalo —ordenó Narcissa hablando por primera vez—.
Déjalo.
Lucius dio un paso hacia atrás, casi como si estuviera asombrado de lo
que había estado haciendo, y Draco se dejó caer en el piso nuevamente, dema-
siado cansado y adolorido, por primera vez levantó la vista hacia su madre,
mirándola con real atención; ella estaba llorando.
—Eres la vergüenza de nuestra familia —escupió Lucius mientras
Narcissa lo tomaba de un brazo, seguramente temerosa de que volviera a gol-
pearlo.
—No, déjalo… hay que dejarlo aquí, pronto podremos hablar.
—No, Narcissa, no hay nada de que hablar —gritó Lucius soltándo-
se de su esposa y caminando hacia la salida, sin mirar a su hijo. Al salir, dio
un fuerte portazo que resonó en los oídos de Draco por mucho más rato.
Draco y Narcissa se quedaron en silencio durante un momento más,
ella no dejaba de llorar y Draco de dar vueltas a todo lo que había sucedido.
—Madre… Yarik, por favor, su padre lo lastimará… por favor —
pidió Draco de pronto, desesperado, confiando en que su madre lo ayudaría,
que no permitiría que lo lastimaran.

232
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

Sin embargo Narcissa sólo negó con la cabeza.


—Lo siento, lo siento tanto, hijo.



Draco se abrazó con más fuerza, estaba sentado en el sofá,


durante el resto del día se había quedado sentado allí, mirando hacia
la nada y recordando…



Después de aquella noche, había sido confinado en su habitación. Tres


veces al día un elfo aparecía con una bandeja de comida, había intentado que
el elfo le diera información acerca de Yarik, o que le pidiera a su padre o a su
madre que vinieran, pero todo había sido en vano, el elfo no parecía autoriza-
do a ayudarlo.
Cuando salió de aquella habitación, fue el día que debía volver a la
escuela, o eso intuyó al despertar y encontrar el baúl ya listo al pie de su cama,
ni siquiera tenía conciencia de cuánto tiempo había pasado realmente, se ha-
bía pasado demasiado tiempo con la mente en blanco, mirando en las madru-
gadas hacia el jardín, tratando de encontrar a Yarik entre las sombras de los
árboles y dormitando durante el día, casi sin comer. No tenía deseos de nada
más.
Nadie lo llevó a la estación. Cuando partió, lo hizo por que un elfo le
dijo que debía hacerlo, ni su madre ni su padre estuvieron cerca para despe-
dirse. En la escuela, en su habitación en las mazmorras, no podía dejar de
pensar en Yarik, sabía que si estuviera bien lo habría contactado, habría tra-
tado de escribirle; en cambio, la ausencia total de noticias no podía más que
ser un mal augurio.
A partir de allí todo fue peor, la escuela, sus compañeros, la vida, todo.
Su mente sólo estaba en Yarik, en sus recuerdos y sus promesas, en su culpa-

233
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

bilidad por no haberlo convencido de que huyera solo, e incluso, cuando recor-
daba las palabras de su padre, se arrepentía de no haber huido con él.
Durante ese tiempo en la escuela, no había estudiado casi nada, sólo
lo justo para no llamar la atención y no ser castigado, o que no le comunica-
ran a sus padres su bajo rendimiento, en el tiempo libre no hablaba con na-
die, se encerraba en su cama y permanecía horas, leyendo y releyendo las car-
tas de Yarik, imaginando que aún seguía a su lado, que cuando volviera a la
mansión, estaría allí, esperando por él, aunque sabía que no sería así.
Cuando volvió nuevamente a la mansión para las siguientes vacacio-
nes, era conciente de su estado: estaba más delgado, pálido y con ojeras, ya que
por las noches apenas podía dormir.
Nuevamente fue encerrado en su habitación, hasta aquella tarde en
que su padre lo mandó llamar. Con el corazón en un puño, fue hacia una de
los salones. Su padre aún tenía esa mirada de desprecio, y Draco sabía que se
acercaba aquella conversación que tanto había temido…
Pero su madre los había interrumpido antes de que Lucius siquiera
dijera una palabra, argumentando que habían capturado a Potter.
En ese momento, algo se había agitado en su pecho, cuando su padre
le había hablado con ansiedad, instándolo a reconocer a Potter y sus amigos, y
claro que sabía que eran ellos, y su padre había hablado de la absolución, de
que todo estaría bien si eran ellos, y que serían perdonados, pero después todo
se había torcido cuando su tía había irrumpido en el salón…



–|– 

La casa había quedado completamente a oscuras, la tarde ha-


bía caído sin que él siquiera lo notara.
Draco olvidó sus deseos de preparar la cena para su madre,
caminando con lentitud llegó a su pequeña habitación y se dejó caer

234
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

en la cama, se cubrió con las sábanas, sintiendo demasiado frío para


estar en verano, y cerró los ojos, recordando cómo había decido
portarse bien nuevamente, poder hacer que su padre lo perdonase,
lo mirase nuevamente con cariño, y que incluso le dijera lo que ha-
bía pasado con Yarik. Si finalmente lo habían mandado de vuelta a
Bulgaria… aunque nunca lo había conseguido, aquella noche, en
que Potter escapó de la mansión, había perdido su varita en manos
del frente rajada, y su padre sólo había hecho un gesto de desapro-
bación, cuando todo hubo terminado, su madre lo envió a su habi-
tación nuevamente, y no había vuelto a salir hasta que volviera a la
escuela una vez más. Pero esa mañana, sí se había encontrado con
alguien en la mansión, justo antes de salir, su tía Bella estaba allí,
sentada, esperando por él…



—Draco… ya de vuelta a la escuela ¿eh?


—Sí, tía —Draco se sentía incómodo en su presencia, no entendía
cómo en el pasado le había podido coger tanto cariño.
—Espero que obedezcas las órdenes que te den… pronto el Lord se
levantará como único vencedor —su tía se puso en pie y Draco dio un paso
hacia atrás ante la mirada cada vez más maniática, malvada e inoculada—.
Tengo algo para ti.
Draco levantó la vista un instante, pero luego apartó la mirada, no
necesitaba a su tía hurgando en sus recuerdos, notó el movimiento que ella
hacía extendiendo la mano hacia él.
—Tu madre me ha pedido que te la diera… lo haría ella misma pero
todavía anda un poco ocupada cuidando de Lucius.
Draco le dio una mirada interrogante mientras tomaba la varita, re-
cordando vagamente cuando era pequeño y su madre le dejaba jugar con ella,
simulando que podía realizar grandes hechizos.

235
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿No lo sabías? Sí, he notado que últimamente te tienen demasiado


encerrado… Lucius pagó caro el dejar ir a Potter.
Draco tragó grueso imaginando los castigos del Lord, guardó la varita
en el bolsillo de la túnica y asintió suavemente.
—Debo irme.
—Claro, claro… —Bella se volvió a acomodar en el sillón y suspiró
profundamente—. Debes cuidarte mucho, quien sabe lo que te puede pasar si
te equivocas.
Draco sabía que había maldad en su voz, pero la tentación era gran-
de, ella sabía algo y quería que él se enterara.
—Nada me pasará.
—Por supuesto que no, además quien querría que acabes como Yarik,
¿cierto?
Draco sintió su corazón acelerarse con fuerza, no pudo evitar avanzar
hasta ella, mirándola de manera interrogante.
—Sí, ese pobre chico —negó Bella con la cabeza—, a veces los padres
deben ser estrictos con sus hijos… y cuando ya no se pueden corregir… —
Bella levantó la vista y sonrió con completa malignidad—, es mejor un hijo
muerto que un hijo que avergüence a la familia.
Draco sintió cómo el mundo le caía encima, mientras retrocedía len-
tamente, su tía soltó una pequeña carcajada y él no se pudo contener más, co-
rrió fuera de la habitación y fuera de la mansión, hacia los jardines, respiran-
do entrecortadamente, las palabras de su tía resonando en su cabeza una y
otra vez: «Muerto».



–|– 

Para su sorpresa, no le costó mucho trabajo averiguar que era


lo que había pasado. Se preguntó si aquello no sería obra de su pa-

236
LIBRO I|Verano
[7] Yarik Forsyth

dre, para hacerle ver lo que podía pasarle si es que persistía con su
comportamiento. En la escuela averiguó que Yarik había sido ence-
rrado en una de las mazmorras, aprovechando la ausencia del Lord,
el padre de Yarik lo había castigado duramente, con demasiada fuer-
za… su cuerpo no pudo soportarlo y al cabo de unos días, murió…
El padre de Yarik se había desecho del cuerpo, al parecer, lo había
enviado a Bulgaria y había proseguido con sus tareas de mortífago,
como si nunca hubiese tenido un hijo al cual llorar.
Durante interminables noches, las imágenes de un Yarik
siendo torturado y lastimado interrumpieron sus sueños, se pre-
guntaba qué era lo último que había pensado, o si realmente había
sufrido tanto como pensaba… hasta que poco a poco aprendió a re-
cordarlo de la manera que sabía que a Yarik le habría gustado ser re-
cordado, sonriente y feliz, hablando de todo el mundo que tenían
por delante, de sus ideales, fumando tranquilamente en el jardín, o
besándolo de manera lenta en su habitación, con el cabello suelto y
los labios demasiado rojos…
Draco sabía que no lo había superado, que Yarik era la vícti-
ma que más sentía de la guerra, y ni siquiera había querido luchar
en ella, ni siquiera había muerto a manos de los del otro bando, si
no en el sótano de su casa, pagando con sangre por ser como era, en
manos de su propio padre.
Entonces fue cuando al fin entendió, entendió lo que su ma-
dre quería que entendiera, él estaba vivo, allí, aún tenía una oportu-
nidad, una oportunidad que muchos no habían tenido, ni su padre,
ni Crabbe, o Goyle, mucho menos Yarik, y sobre todo por él, por
todo lo que le había dado, por sus deseos truncados de vivir, él de-
bía vivir.

237
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

1
El viaje en tren

“No todo lo ganado es una victoria, y no todo lo perdido es una derrota.”


Anónimo

1 de septiembre de 1998, del andén 9 ¾, en Londres, hacia Hogwarts

A
ún podía recordar la primera vez que había llegado a
la estación de King’s Cross, cuando no sabía siquiera
cómo llegar hasta el andén 9 ¾, cuando vio por pri-
mera vez a toda la familia Weasley, o cuando había apreciado el
enorme tren escarlata, con sus nubes de vapor, los gatos corriendo
por todos lados y el ulular de las lechuzas, la primera conversación
que había tenido con Ron, o lo entrometida que había resultado
Hermione en su primera impresión aquel día… Había tantos re-
cuerdos, demasiados recuerdos, opacados por los recientes, opaca-
dos por una guerra.
—Si no nos apresuramos, no encontraremos un vagón vacío
—les apresuró Hermione mientras cruzaban el camino hacia las es-
calinatas del tren, sacando a Harry de sus recuerdos y volviéndolo a
la realidad, aquella en donde todos se hacían a un lado y los mira-
ban de manera diferente a como los habían visto antes. Harry em-
pezó a creer que hubiera sido buena idea aceptar la transportación

241
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

por red flú que sugirió la profesora McGonagall, mejor dicho, la di-
rectora McGonagall.
—Vamos, compañero —dijo Ron apurándolo y fulminando
con la mirada, a un grupo de chicos de segundo año que los señala-
ban muy de cerca.
Cruzaron lo que les quedaba de camino y por fin pudieron
subir dentro del tren, los pasillos estaban algo saturados de estu-
diantes, pero no tanto como los años anteriores, tal vez sería por la
hora, esta vez Hermione se había encargado de que llegaran bastan-
te temprano, para evitar multitudes, esas habían sido sus palabras, y
había funcionado por lo menos, puesto que pudieron acomodarse
en uno de los vagones del final, sin tener que buscar demasiado.
Harry se sentó frente a Ron y Hermione, y miró por el cris-
tal, la cantidad de chicos y chicas que iban y venían de un lado a
otro, llamándose y saludándose, madres y padres abrazando a sus
hijos, niños pequeños llorando… Pegó más su rostro al cristal, por
un instante, le pareció ver una rubia cabellera serpenteando entre la
gran cantidad de gente, casi había creído ver a Malfoy, pero de
pronto ya había desaparecido. Probablemente era su imaginación.
—Este año será genial —empezó a decir Ron—. Estaremos
en el último curso, aún seguimos siendo prefectos y estoy seguro
que pronto te pedirán que capitanees al equipo de Quiditch, po-
dremos ganar la copa de las casas y…
—¿Estudiar? —interrumpió Hermione mientras ya sacaba
un libro, Harry estuvo seguro que ya estaba adelantando las clases, y
sonrió ante ese acto de cotidianeidad.
Desde aquella mañana, antes de regresar de Australia, Harry
y Hermione no habían vuelto a tocar el tema «gay», sin embargo,
ella había cumplido su promesa y le hacía llegar alguna información
acerca de cómo era todo en el mundo mágico. Básicamente leyes y
costumbres. Harry había estado muy desanimado por aquello du-

242
LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

rante varios días, hasta que finalmente había decidido que al fin y al
cabo, a él no le importaba lo que el mundo pudiera decir, total, el
mundo mágico no le había creído la mayoría de las veces, no tenía
por qué ganarse su aprobación, sólo la de una persona, la de su me-
jor amigo, al cual no había podido decirle nada. Y no por falta de
tiempo. Luego de sus «vacaciones» en Australia, estuvieron por más
de dos semanas viéndose casi todos los días, sin embargo, no había
podido coger el valor para decirle nada.
—¿Seguro que estás bien? —preguntó Ron de pronto.
—¿Eh?
—Qué si te pasa algo… pareces distraído.
Harry y Hermione intercambiaron miradas, y Harry pensó
que tal vez, el largo viaje hacia la escuela sería suficiente para confe-
sarle a Ron lo que le ocurría, además, Hermione estaba allí, ella
siempre lo podría controlar.
—Pues…
—¡Hola chicos! —la puerta del ferrocarril se abrió de pronto,
una muy guapa y arreglada Ginny entró sonriendo. Harry desvió la
mirada hacia el andén nuevamente, frustrado por la interrupción y
fastidiado por la presencia de ella. Ginny obvió el que Harry no la
saludara y se sentó a su lado, demasiado cerca para su gusto.



Harry apenas y había podido dormir un poco, se sentía todavía can-


sado y confundido por el cambio de horario, eran apenas las 4 de la tarde, pe-
ro tenía deseos de meterse en la cama, aunque, sentado en la sala con una ta-
za de té y un libro, hacía lo posible por no sucumbir al sueño, no aún al me-
nos.
La chimenea lanzó una llamarada verde, y un instante después,
Ginny estaba allí de pie y sonriendo de manera culpable.

243
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Hola —murmuró Harry. Realmente no tenía deseos de verla, y


menos en ese momento.
—¡Harry! —dijo ella caminando hacia él—. Mira que enterarme
que has vuelto por mi hermano, que desconsiderado.
—No sabía que tenía que avisarte —replicó Harry, el sueño y el do-
lor de cabeza lo tenían de mal humor.
—Harry —suspiró Ginny sentándose junto a él—, creo que ambos
podemos reconocer que nos excedimos un poco —colocó una mano en su pier-
na y le dio una mirada intensa. Harry se apartó apenas un poco.
—Pues…
—Te he extrañado un montón, y sé que tú también me debes haber
extrañado, creo que este tiempo que hemos pasado separados, nos ha dejado
pensar en lo que realmente importa, y lo que realmente importa para mí es
que te quiero.
—Ginny, no —dijo Harry poniéndose de pie y alejándose unos pasos
de ella.
—¿No?
—Pensé que había dejado en claro la última vez…
—La última vez estabas enfadado… y te comprendo, no tienes que
disculparte.
—No iba a disculparme —interrumpió Harry, la expresión de
Ginny cambió abruptamente, ya no sonreía más—. Decía que la última vez
dejé en claro que tú y yo ya no teníamos nada… que no puedo continuar con-
tigo.
—¿Ya no me quieres acaso? —preguntó poniéndose en pie, y Harry
rogó por que no se pusiera a llorar—. ¿Así de fácil me has olvidado?
—No es como que así de fácil, simplemente creo que esto no puede
funcionar entre nosotros… no quiero hacerte daño, y menos que te hagas ilu-
siones que no voy a poder cumplir.
—Yo creo que sí puede funcionar, ni siquiera le estás dando una opor-
tunidad —reclamó ella acercándose más hacia él—, yo no te he olvidado, he

244
LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

pensado cada día en ti, como lo hice durante todo el tiempo que desaparecis-
te…
—Lo siento —murmuró Harry, de no haberse tratado de la herma-
nita de Ron tal vez le hubiera dicho la verdadera razón, que en realidad no
tenía ningún interés en ella, y en ninguna de su género, pero sabía que era
muy probable que ella se lo contara a Ron y no quería que su amigo se ente-
rase de esa manera—. Creo que es mejor que te vayas.
—¿Hay alguien más? —preguntó arqueando una ceja—. ¿Has co-
nocido a otra chica, verdad?
—No —se apresuró a afirmar Harry, sabiendo que no mentía, en
parte. No había conocido a otra chica después de todo.
—No me engañas… estás cambiado… ¿Conociste a alguien allá?
—Ginny, en serio, no tengo que darte explicaciones ni nada….
—Oh, claro que sí, Harry, tienes que decirme qué demonios te pasa,
¿por qué de pronto ya no quieres nada conmigo?
Harry negó con la cabeza y le dio la espalda, mientras trataba de pen-
sar en la mejor forma de hacerla entender, los brazos de Ginny de pronto lo
apretaron, pudo sentir el cuerpo de la chica apretándose contra su espalda de
manera demasiado posesiva.
—Harry —murmuró ella suavemente—, te he extrañado… y mu-
cho, ahora que no hay nadie, podemos tener más tiempo para hacer cualquier
cosa que quieras…
—¡Eso no es lo que quiero! —dijo Harry apartándose, tal vez con
demasiada brusquedad.
Ginny entrecerró los ojos, tenía las mejillas coloradas.
—¿Y qué es lo que quieres? O mejor dicho ¿A quién es a quien quie-
res?
—Vete —pidió Harry—, sólo déjalo así, esto no va funcionar…
—No te rogaré, Harry, seguro que ahora que eres un gran héroe de
guerra el mundo estará a tus pies, pero yo no te rogaré.

245
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No quiero que me ruegues, ni que te me acerques o beses, ¡nada, no


quiero nada! —terminó gritando Harry.
Ginny hizo una mueca de fastidio y caminó con pasos largos hasta la
chimenea, desapareciendo por ella instantes después. Harry se cercioró de de-
jarla cerrada, no tenía ganas de recibir más visitas.
Desde aquella tarde no se habían vuelto a ver, pero a Harry le había
quedado el sabor amargo de aquella pelea, a veces no comprendía cómo era
que habían cambiado tanto…



—Será genial, estaremos todos en la misma clase —dijo


Ginny con alegría, dándole una mirada a Harry.
—Sí, ahora Hermione te hará estudiar a ti también —replicó
Ron con una sonrisa, aunque no dejaba de mirar de reojo a Harry.
Harry imaginó que lo más probable era que su amigo aún
tuviera el oculto deseo de verlos juntos.
«Ah, si Ron supiera…», pensó
—Supongo que ya tienes escogidas tus asignaturas —co-
mentó Hermione tratando de aligerar la conversación.
—No lo sé, ¿Harry tú que tomarás? —preguntó Ginny con
una sonrisa inocente hacia Harry.
—Creo que… iré a buscar algo afuera —dijo poniéndose en
pie.
—Pero, afuera está lleno —objetó Ron.
—No tardaré —respondió mientras abría la puerta del com-
partimiento sin mirar a Ginny o a ninguno de ellos.

–|– 

246
LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

Antes, ir a la escuela era divertido, lo recordaba claramente:


el día que debía partir, se levantaba extremadamente temprano, de-
masiado ansioso para seguir durmiendo, su madre y su padre desa-
yunaban con él, dejaban que comiera todos sus platos favoritos y le
daban las típicas recomendaciones «estudia mucho», «ayuda a Crab-
be y Goyle», «avísanos si vez alguna cosa que sea denunciable en el
consejo de padres…»
«Sin embargo, ahora las cosas son tan diferentes», pensó
mientras terminaba las tostadas con huevo frito que su madre le
había preparado, luego de aquella pelea, de aquel día en que se ha-
bía sumergido en el silencio, repasando su vida por completo, su
madre parecía haber olvidado su enojo, pues no hizo ningún recla-
mo más, y Draco se encargó de hacerle saber que había entendido
el mensaje, ya no quejándose más, e incluso ayudándola en todo lo
posible. Más aún los últimos días se entretuvo preparando pociones
para dejar abastecida a su madre durante su ausencia.
—Sé que ahora será más difícil, pero todo irá bien en la me-
dida que sepas pasar desapercibido…
—Lo sé.
—Y no dejes que te provoquen.
—No, no lo haré.
—Ni siquiera Potter y sus amigos.
—Potter —murmuró Draco con cierta rabia, recordando que
había leído un par de días antes en el profeta que el «Gran Salvador»
volvería a la escuela también. Se preguntó por qué simplemente no
usaba su gran fama y pasaba a la Academia de Aurores o a lo que
fuera que quisiera hacer… ¡Oh, Merlín! Ni siquiera se iba librar de
verle la cara durante todo el curso.
—No me meteré con nadie, no dejaré que nadie me moleste,
y me portaré bien, madre.

247
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Narcissa sonrió hacia él y pasó el brazo por la mesa para


apretarle la mano.
—Sí, estarás bien, lo estarás.
—No te preocupes, te escribiré esta noche… y todas las ve-
ces que quieras —en realidad se sentía culpable por dejarla sola
nuevamente, pero no había nada que pudiera hacer, el Ministerio le
exigía terminar sus estudios para convertirse en un mago producti-
vo.
Sí, claro, como si alguien fuera a darle un empleo…
Para llegar a la estación, había usado polvos flú, había insisti-
do en ir solo; sabía que su madre no sería bien vista por allí, y no
quería arriesgarse a que alguien le dijera algo, no podría soportarlo y
tendría que defenderla, y eso sólo significaba problemas, así que,
haciendo levitar su baúl con la varita, se encaminó hacia la plata-
forma, ansioso porque no sabía cuál era el alcance de la reacción de
los demás al verlo.
Cuando entró a la plataforma, y los chicos y padres dejaron
de hablar para mirarlo con obvia animadversión y con claras inten-
ciones de venganza, deseó tener una capa de invisibilidad, algo con
que cubrirse para realmente pasar de ser percibido. Aún era tem-
prano, había pensado que podía llegar a un vagón sin mucha gente
alrededor, pero estaba equivocado.
Sorteó unos cuantos grupos de magos y brujas, tratando de
no mirar a nadie realmente, pero sin bajar la cabeza, tenía en uno de
los bolsillos la varita, aunque sabía que no podía usarla en caso de
que alguien lo atacara, era reconfortante sentirla entre sus dedos.
Vio el tren escarlata, tal y como siempre, rodeado de vapor y con los
chicos subiendo y bajando por todos lados, y entonces tropezó, o
mejor dicho le lanzaron un hechizo zancadilla.
¡Oh, cuanto extrañaba usar esos hechizos ahora!
Resonó una gran carcajada.

248
LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

En realidad, eran mucha gente riéndose a su alrededor mien-


tras el se ponía en pie. Sintió sus mejillas sonrojadas de la rabia. No
tenía nada de gracioso, pero no les daría el gusto.
Alisó lo mejor que pudo su túnica, su horrible y ordinaria
túnica, y sin mirar a nadie siguió caminando. Una voz sonó entre la
multitud: «¡Mortífago!»
Y Draco no volteó, siguió avanzando con pasos lentos entre
la muchedumbre; mientras más gente gritaba y murmuraba, escu-
chó adjevitos como: «asesino», y «mentiroso», pero no era nada a lo
que no estuviera acostumbrado, finalmente agradeció el trabajo de
verano, por lo menos allí había aprendido a no dejar ver cuánto le
afectaba el ser insultado.
Cuando por fin pudo llegar a las escalinatas, subió al tren y
miró hacia los pasillos, los alumnos estaban caminando, entrando y
saliendo de los vagones, conforme avanzaba, muchos de ellos se
quedaban quietos, sólo observándolo. Comprendió que algunos
aún le tenían miedo, y eso no pudo dejar de reconfortarlo al menos
en algo.
Escuchó una carcajada, una carcajada que antes había detes-
tado, pero que ahora no se le hacía tan desagradable, con algo más
de tranquilidad abrió la puerta de uno de los vagones, dentro esta-
ban Blaise, Pansy, Millicent, Daphne y Theo, y Draco dio un suspi-
ro de alivio, al menos sus compañero seguían allí.
—Hola chicos —dijo con elegancia mientras entraba, pero
entonces Theo y Blaise se pusieron en pie, sus miradas no eran de
bienvenida.
—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Blaise.
—Pues… entrar, claro.
—No puedes entrar aquí —replicó Nott—. ¿Te has vuelto
completamente loco?

249
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Quién dice que no puedo entrar aquí? —Draco se cruzó


de brazos y les dio una mirada fiera y desafiante, aquella mirada que
antes los había intimidado. Esta vez no parecía funcionar.
—Mejor será que te vayas, y lo más pronto posible —dijo
Pansy poniéndose en pie también—. Rápido.
—¿Me están echando? ¿Con qué derecho?
—El que estés condenado y seas un mortífago no te da dere-
cho a arrastrarnos a nosotros también, ¿te das cuenta de lo que haría
para nuestra reputación el mostrarnos contigo?
—¿De que hablan?, nosotros somos compañeros de casa —
Draco tomó apenas una pequeña bocanada de aire y avanzó un par
de pasos más—, y justo ahora, me sentaré en este vagón.
Los demás chicos se dieron una mirada, y después empeza-
ron a mover sus baúles.
—Pues bien, puedes quedarte con el vagón, pero te diré un
par de cosas, ahora eres lo peor que puede haber como compañía,
debiste quedarte en casa, ayudando a tu madre, no quiero que te
nos acerques, ni que nos dirijas la palabra, ni nos mires siquiera…
—dijo Nott mientras hacía levitar un par de baúles.
—Sí, eres un mortífago para algunos, y para otros un traidor
—siseó Pansy muy cerca de él—. No creas que no se sabe que tu
madre traicionó a tu-ya-sabes-quien, por eso ella y tú están libres
¿no? Se vendieron.
Draco se acomodó lo mejor que pudo en el asiento, fingien-
do total indiferencia ante todas aquellas palabras.
—Sí, deberías andarte con cuidado… ahora sí que estás solo
—murmuró Millicent mientras salía detrás de los demás.
Cuando la puerta se cerró finalmente, Draco dejó escapar el
aire completamente, sintiéndose infortunado, ni siquiera los de su
casa querían estar con él, de sólo pensarlo, el año escolar que inicia-
ba, ya se le antojaba interminable.

250
LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

–|– 

Debió saber que salir no era buena idea, después de todo, ya


ni siquiera cargaba la mochila con la capa de invisibilidad, y por la
cantidad de alumnos que en ese momento se movían por el pasillo,
hubiera sido difícil avanzar cubierto por ella.
A su paso se encontró a varios de sus compañeros del E.D. 9,
todos quisieron saludarlo y comentarle lo contentos que estaban
porque volvieran a clases,
—Y entonces me dieron una nueva varita, el señor Ollivan-
der ya ha abierto nuevamente su tienda… aún no tiene tantas vari-
tas como antes pero… —le comentaba Seamus, pero Harry se dis-
trajo mirando hacia el fondo, donde un grupo de chicos salía con
todo y baúles, se preguntó si era que habían sido echados o algo pa-
recido. Aún a lo lejos, estuvo seguro de quiénes se trataban, de los
Slytherin de séptimo, aunque claro, faltaba su líder y los dos guar-
daespaldas. Se dio una patada mental, claro que sabía que Crabbe
había muerto… él lo había visto morir…
—¿Harry? —insistió Seamus, y Harry volteó a verlo interro-
gantemente.
—Lo siento, ¿qué decías?
—Que si el señor Ollivander te hizo una varita nueva a ti
también.
—No… yo recuperé la mía.
—Pensé que no se podía arreglar —replicó Seamus acari-
ciándose la barbilla.

9
Recordatorio: El Ejercito de Dumbledore (E.D.). Fue una asociación creada a partir de la inicia-
tiva de Hermione Granger como de respuesta a la política educativa de la profesora Dolores Um-
bridge, suma inquisidora del instituto en Harry Potter y la Orden del Fenix.

251
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Eh… —Harry dudó un momento, en realidad sólo Ron y


Hermione sabían que había reparado su varita—, usó el mismo nú-
cleo…
—Ah…
—Escucha… te veo luego, debo ir… —dijo Harry avanzando
hasta el vagón donde había visto a los Slytherin salir.
—Claro… aún usamos el mismo dormitorio —dijo Seamus
con una sonrisa.
Pero Harry no contestó, iba pensando en lo extraño que era
que todos abandonaran un vagón, ¿acaso en lugar de ser echados,
habían herido a alguien? ¿O tal vez una pelea?
Aminoró el paso conforme avanzaba, de pronto, el pasillo se
fue despejando cuando el tren comenzó a moverse, el sonido de la
chimenea del vagón llenó el ambiente, y sintió el ya tan conocido
balanceo, algunos aún lo miraban y sonreían, pero ya muy pocos,
todos estaban entrando a sus compartimientos.
Harry se inclinó ligeramente hacia delante, dando una rápida
mirada por el cristal, y lo vio: Malfoy estaba sentado, con las piernas
cruzadas y un libro entre las manos, parecía bastante concentrado.
Se agachó rápidamente y se preguntó si es que Malfoy había
decidido querer el vagón para el solo, y si había sacado a los demás.
Se le hacía extraño verlo solo, sin Crabbe o Goyle escoltándole, era
como si le faltara algo. Él no lo había visto desde la guerra, y tampo-
co había fotos recientes en los diarios. Un poco más envalentonado
porque el chico estaba completamente absorto en la lectura, se acer-
có al cristal nuevamente, parecía más delgado, o su rostro al menos,
el cabello le caía suelto sobre la frente y hasta los hombros, había
dejado ya la gomina y el cabello ordenado de lado. Su túnica no era
ni por asomo, tan elegante como las que solía llevar, y sus labios es-
taban apretados, como si estuviera enfadado. No se parecía ya casi
en nada al Draco Malfoy de la escuela, que era capaz de hacerlo

252
LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

enojar con solo un comentario, aunque apenas podía ver sus ojos,
estaba seguro que había desaparecido la mirada de superioridad y de
burla.
Draco dio un bufido y cerró el libro de golpe, eso hizo que
Harry se sobresaltara y se escondiera en el preciso momento en que
esos ojos grises volteaban a verlo.
Pensando en si es realmente Malfoy lo había visto o no, co-
rrió lo más a prisa que pudo hasta el vagón donde estaban sus ami-
gos, lamentando que hubieran escogido uno al otro extremo del
tren. Entró rápidamente abriendo y cerrando la puerta de golpe.
Ron y Hermione, que se estaban besando en ese preciso momento,
dieron un salto hacia atrás, alejándose como si quemaran.
—Lo siento —murmuró Harry dejándose caer en el asiento
de enfrente, y agradeciendo que Ginny no estuviera más ahí.
—¿Pasó algo? —preguntó Hermione, aún se veía sonrojada,
al igual que Ron. Harry trató de ignorar la incomodidad de haberlos
encontrado en medio de algo íntimo.
—Nada… estuve espiando —admitió Harry—, y vi a Malfoy,
eso es todo.
—Oh, no digas que el hurón te estaba molestando —
protestó Ron—. ¿Acaso ya no tiene suficientes advertencias?
—¿Advertencias?
—Sí, ya sabes, Harry —explicó Hermione—, se refiere a las
que le hizo el Ministerio, un sólo error e irá a Azkaban.
—Ah… —Harry recordaba aquello, lo había leído en “El
Profeta”, así como que retornaría a clases—. No, no estaba moles-
tando… Sólo lo estaba observando… se ve muy distinto.
—Claro, su padre está muerto y no tiene más oro… espero
que ahora aprenda algo de humildad —dijo Ron con una sonrisa
demasiado satisfecha para el gusto de Harry—, resulta cierto eso de
que a veces la vida da muchas vueltas…

253
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ron, no seas cruel, simplemente tiene lo que se merece,


pero no haremos una fiesta de eso, ni de ninguno de los castigados
por el Ministerio —regañó Hermione.
Harry simplemente negó con la cabeza, sus pensamientos re-
tornaron a la conversación pendiente con Ron, pero como le pasaba
siempre, fue incapaz de iniciarla durante todo el trayecto.

–|– 

¿Qué demonios se habían creído? Él no era un apestado, no


tenían ninguna autoridad ni derecho a decirle que no se sentara
junto a ellos, después de todo, tendrían que verle la cara durante
todo el curso, y más les valía acostumbrarse porque no se iba a ir.
No era como si tuviera otra opción tampoco. Estaba condenado a
permanecer allí y terminar el curso sin meterse en problemas.
Mientras leía sin prestar real atención al libro de runas, pensó
que en realidad, además del tiempo que pasó en la mansión la últi-
ma época, cuando Yarik ya se había ido, nunca había estado real-
mente solo, siempre Crabbe o Goyle estaban a su lado, no importa-
ra qué pasara… Claro, hasta que la guerra se desató y los fue per-
diendo poco a poco. Pero si no quería pensar en la guerra, ni en
aquella etapa de su vida, debía reconocer que nunca había hecho el
trayecto del tren al colegio solo. Jamás. Y no se sentía bien, se sentía
abandonado y derrotado.
Cerró el libro con fuerza, frustrado por sus pensamientos y
sentimientos, y notó el movimiento a un lado, justo en el momento
en que una cabellera despeinada desaparecía, y suspiró. Por un
momento pensó en ponerse de pie y molestar a Potter, pero sabía
que no tenía permitido hacerlo, levantarle siquiera la voz tal vez
significaría la entrada a Azkaban. Por otro lado, ¿por qué demonios
Potter estaba allí espiándolo? ¿Quería regodease de su victoria?,

254
LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

¿ver al pobre mortífago caído en desgracia? ¿O es qué acaso espera-


ba que le diera las gracias por haberlo salvado esas dos veces? «Tres
veces», se corrigió, puesto que también lo había salvado de Azkaban
al dar su testimonio. Pero si era así, podía esperar sentado. Nadie le
pidió que lo ayudara, incliso muchas veces pensaba si no era mejor
haber muerto en ese infierno, tal vez para ese momento estaría ya
reunido con Yarik, con su padre y con Crabbe, quizá…
La mirada azul de su madre apareció en su cabeza, la mirada
serena y confiada que le había dado cuando la mañana siguiente,
después de la gran discusión, había aparecido mucho más calmado
y decidido. La sonrisa aquella primera noche cuando había vuelto
luego de su juicio, si él hubiera muerto su madre ya no tendría a
nadie.
Dejó el libro sobre el asiento y se giró completamente hacia
la ventana, las manchas verdes le hacían ver que estaban atravesan-
do el campo, afuera todo estaba nublado y gris, mejor era entrete-
nerse en ese paisaje y no en recuerdos y pensamientos que no le lle-
varían a ninguna parte.

–|– 

Durante el resto del trayecto, se la pasó jugando ajedrez con


Ron, salvo en las interrupciones que hicieron sus compañeros para
pasar a saludarlo una vez más. Neville fue el primero en llegar, y no
se quedó mucho tiempo. Harry debía reconocer que se veía mucho
más cambiado, ya no parecía tan despistado como antes. Había re-
cibido las felicitaciones del Ministerio por ayudar durante la guerra
y defender sus ideales en tiempos adversos en la escuela, liderando
a un grupo de estudiantes contra los hermanos Carrow, Harry su-
puso que su abuela ahora si se sentía orgullosa de él.
Las gemelas Parvati también se pasaron por allí.

255
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Incluso Dennis Creevey, aunque ya no había esa chispa en su


mirada. Al parecer, aún no había superado la muerte de su her-
mano, Colin; decía estar feliz de retomar las clases.
Cuando finalmente el convoy se detuvo, Harry experimentó
cierta ansiedad por llegar al castillo, no había vuelto a pisarlo desde
que habían asistido a los funerales, sabía que lo habían reformado y
refaccionado, incrementado medidas de seguridad y renovado a al-
gunos profesores, pero no podía dejar de asociar ese lugar con las
muertes y con la guerra. Nuevamente se preguntó si era buena idea
volver.
Una mano sobre su hombro lo hizo girar. Hermione le ob-
sequió una pequeña sonrisa.
—Vamos, Harry, todo está bien.
—Sí, lo está.

–|– 

Esta vez, prefirió esperar a que la muchedumbre se alejara,


no quería que lo volvieran a empujar o hechizar, y mucho menos
enfrentarse a las miradas de odio y repulsión que le daban los de-
más. El sentimiento era mucho más fuerte al saber que ahora, in-
cluso sus propios compañeros de casa lo trataban como un paria, si
había algo de lo que había estado seguro durante todo ese tiempo,
era de que sus compañeros, los que en su época se decían amigos,
no lo alejarían, que tal vez sería un tanto incómodo al inicio, pero
no que su reacción fuera similar o peor que la del resto del mundo.
Cuando el murmullo en el pasillo se desvaneció, se puso en
pie y abrió la puerta del vagón. Haciendo levitar su baúl delante de
él, se encaminó hacia la salida. No había dado más que unos cuan-
tos pasos cuando los vio, el «Gran trío de oro» salía de otro de los
vagones, al parecer habían tenido la misma idea que él. La comadre-

256
LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

ja y la sangre sucia —debía recordar que esa palabra debería ser eli-
minada de su vocabulario antes que lo metiera en problemas— iban
tomados de la mano y Potter iba detrás. Se detuvo, esperando a que
ellos bajaran primero y evitarse el encuentro. Le sorprendió ver a la
nueva parejita junta, siempre creyó que sería con Potter con quien
se uniera la… sabelotodo (ese parecía un mejor sobrenombre), pero
al parecer, Potter estaba muy a gusto con el resultado.
En el último momento, Weasley giró hacia él y sus ojos se
encontraron, su mirada era de superioridad, de quien se sabía ven-
cedor. Y lo peor de todo era que estaba en lo cierto, Weasley había
sido el vencedor y él el perdedor.
Granger y Potter siguieron la mirada de Weasley, y por un
instante casi inexistente, sus ojos se detuvieron en los verdes de
Potter, había algo diferente en esa mirada, algo distinto, aunque no
supo identificar el qué. Pero el instante pasó y el trío bajó del tren.
Draco esperó todavía un poco más para luego finalmente bajar, tal
vez conseguiría sitio en uno de los carruajes de los alumnos más
pequeños.

–|– 

Sí, definitivamente cambiado, su pose y su mirada eran dife-


rentes, no eran de derrota, pero tampoco las de antes. Y seguía solo.
Se preguntó si era que al fin no lo habían dejado solo sus compañe-
ros. Después de todo era un exmortífago liberado, y muchas de las
familias de sus compañeros habían sido juzgadas y observadas, no
todos habían caído, pero sí muchos.
Para el viaje en carruaje, para descontento de Harry, Ginny se
les había vuelto a unir, junto con Luna, que como siempre, parecía
un poco fuera de lugar mientras narraba el viaje que su padre le ha-
bía prometido para navidad. Aunque Harry entendía al señor Love-

257
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

good, no podía dejar de sentirse extraño al oír hablar de él como si


nada hubiera pasado, como si él nunca los hubiera querido entregar
a los mortífagos.
«Era la vida de su hija la que estaba en juego», había defendi-
do Hermione, y Harry había respondido que muchos de los mortí-
fagos también estaban amenazados, y que sin embargo a ellos no se
les había dejado usar esa excusa. Por primera vez en mucho tiempo,
su amiga se había quedado sin respuestas.
Conforme se acercaban, él se iba alejando de la conversación,
mirando atentamente hacia las grandes rejas y el jardín del castillo,
parecía como si nada hubiera pasado allí, como si nunca hubieran
sido atacados por un grupo de dementores o como si jamás hubiera
visto a Hagrid siendo atacado y casi asesinado por los descendientes
de Aragog, o a Hermione salvando a Lavender Brown del horrible
ataque de Fenrir Greyback, como si ese lugar no hubiese sido testi-
go de mucho dolor, sangre y sufrimiento. Pero él sabía. Él sabía y
recordaba cada momento, cada segundo. No podía, por más que el
castillo pareciese nuevo, olvidarlo.

–|– 

Se sintió algo tonto cuando por fin pudo trepar a uno de los
últimos carruajes, en el interior habían dos niños y dos niñas, de se-
gundo año al parecer, por las insignias en las túnicas sabía que eran
Hufflepuff y lucían demasiado atemorizados para pedirle que se
buscara otro carruaje.
Se concentró en el camino, obviando las miradas de los chi-
cos, mientras el carruaje seguía avanzando lentamente hacia el casti-
llo, aquel que ahora aborrecía, puesto que de alguna manera, sería
su nueva prisión durante los siguientes nueve meses.

258
LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

En cuanto el carruaje se detuvo saltó fuera, sintiéndose con-


tento de librarse de aquel silencio tan incómodo. Vio cómo la ma-
yoría ya se encaminaba por el jardín hacia el castillo. Sólo por cos-
tumbre alisó su túnica una vez más, y avanzó unos cuantos pasos
hasta que sintió la fría y huesuda mano de alguien en su hombro.
Se giró con bastante rapidez, apartándose del toque para encontrar-
se cara a cara con Argus Filch, que lo miraba con los ojos entrece-
rrados.
—Malfoy —dijo el anciano dando un paso hacia él, a su alre-
dedor algunos de los compañeros se detuvieron para ver lo que pa-
saba—, esos no son modales.
—Tampoco ponerme una mano encima para detenerme —
Draco se cruzó de brazos y le lanzó una mirada retadora. Total no
estaba haciendo nada malo y el hombre no lo podía hechizar, era un
simple squib.
—La directora te espera en su oficina, desea que vayas allá
antes de ir al Gran Comedor, y me ha pedido que me asegure de
que llegues.
—¿Para qué quiere la directora verme? —preguntó Draco
bastante desconfiado. El hombre se encogió de hombros e hizo un
gesto con la cabeza, indicándole el camino hacia el castillo. A su al-
rededor, Draco escuchó los murmullos de los demás mientras fi-
nalmente seguía al conserje por el camino del jardín. Se preguntó
qué demonios podía haber hecho para ser citado tan temprano a la
oficina de la directora.

–|– 

Avanzó por el pasillo hasta el Gran Comedor, con sus cuatro


largas mesas, y la mesa al centro y elevada de los profesores, con el
techo encantado para simular el cielo, en ese momento oscuro y ya

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

salpicado de estrellas, y con el barullo propio del banquete de inicio


de curso, su mente aún navegando entre los malos y los buenos re-
cuerdos. Sus amigos jalaron de él hasta uno de los extremos de la
mesa, rápidamente fueron rodeados por sus demás compañeros.
—Pero si es nuestro grandioso Harry Potter —dijo una voz
ceremonial a un lado. Harry se giró para ver a Nick casi decapitado
flotando muy cerca de él—. Bienvenido.
—Oh gracias, ¿cómo está? —sonrió Harry.
—Aún muerto y casi decapitado —respondió el fantasma,
Harry apenas percibió un pequeño movimiento a un lado, Her-
mione dándole un golpe a Ron, seguro que para que se abstuviera
de hacer algún comentario propio de él.
—Pues… —Harry no sabía cómo responder a eso. ¿Qué
bien? O ¿Qué pena que aún siga muerto?
—Me alegra tanto que hayas vuelto… justo le estaba dicien-
do al Barón que definitivamente tu debías volver, era lo correcto,
después de todo.
Harry asintió distraídamente mientras buscaba con la mirada
al Barón Sanguinario, recordando la historia que se tejía detrás de él
y de la Dama Gris, una historia demasiado triste.
El fantasma se alejó nuevamente, saludando a los demás chi-
cos y chicas de la casa, y Harry se dio cuenta que todos estaban mu-
cho más animados que en otros años, tal vez porque aquel reen-
cuentro, después de varios meses de finalizada la guerra, era el
inicio de un tiempo de paz, de un tiempo normal por fin. Pudo ver
a Parvati, junto a Lavender, hablando en susurros, como era su cos-
tumbre, y más allá a Dennis Creevey conversando más animada-
mente con un par de chicas, que lo escuchaban atentamente. De-
lante de él, Seamus y Dean estaban juntos riendo, Neville y Ginny
también hablaban animadamente, inclinándose hacia Ron para reír
de alguna broma.

260
LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

Incluso Romilda Vane y Jimmy Peakes hablaban animada-


mente, todos lo hacían, todos excepto él.
—¿Harry? —murmuró Hermione hacia él, y Harry le son-
rió—. ¿Seguro que estás bien?
—Oh, vamos, claro que sí —dijo con una sonrisa casi since-
ra, debía estar bien, era lo que se esperaba de él, que ahora estuviera
bien e hiciera lo que pudiera para ser feliz, aunque claro, el ser gay y
aún vivir nadando entre los recuerdos de la última batalla, no era el
punto más cercano a la felicidad.

–|– 

Draco siguió de largo, apenas escuchando la batahola en el


Gran Comedor, y caminó detrás de Filch por las escaleras de már-
mol, ahora completamente limpias y nuevas, y por los pasillos repa-
rados hasta la puerta custodiada por una gárgola de piedra y de mi-
rada fiera.
—Albus Dumbledore —dijo Filch y la gárgola se movió ha-
cia un lado, dejando el espacio libre para ver el pasadizo en forma
de escalera de caracol que se movía solo—. Vamos muchacho, que
la directora no tiene toda la noche —lo apuró Filch, y Draco sim-
plemente entró, subiendo lentamente hasta quedar delante de una
puerta de madera. Antes de siquiera tocar, la voz de la directora se
hizo escuchar.
—Pase, señor Malfoy.
—Buenas noches —dijo Draco con toda la educación posible
mientras entraba a la oficina reparada, pudo ver a los cuadros de los
directores antiguos mirándolo atentamente, sobre todo, a un par: a
Albus Dumbledore y Severus Snape. Se preguntó cómo había sido
posible que ese cuadro estuviera allí, entre los ilustres directores.

261
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Tome asiento, esto no tardará mucho tiempo —le dijo la


profesora McGonagall, lucía su túnica oscura y su gorro ladeado,
con el cabello recogido, tal vez parecía un poco mayor y cansada,
pero en sus ojos podía ver la decisión y la fuerza que siempre había
tenido.
—Me dijo Filch que usted quería verme.
—El señor Filch —corrigió la profesora y Draco asintió, no
quería entrar en una discusión con la directora en su primer día.
—Sí, el señor Filch.
—Bien, verá, señor Malfoy, tenemos un pequeño problema
con usted —la profesora le dio una mirada penetrante y Draco se
sintió un tanto avergonzado, recordando los maltratos que la mujer
había sufrido durante el curso anterior.
—Yo no he hecho nada —se defendió.
—Como sabrá, el Ministerio nos ha impuesto su presencia,
como un ejemplo de que de alguna manera, algunos que han obra-
do mal pueden enderezar su camino —empezó a hablar con voz es-
tricta, ignorando su defensa—. Sin embargo, la escuela tiene un
consejo de padres, un consejo que no está muy contento con que, y
créame, no es mi opinión personal, un exmortífago esté junto a sus
hijos, incluso los de su casa, puesto que compartiría mayor tiempo
con ellos.
Draco se preguntó, con cierta esperanza, si lo enviarían de
vuelta a casa, no sería su culpa después de todo, eran ellos los que
no lo querían allí, el Ministerio no lo podría castigar por eso.
—Sin embargo, la ley es la ley y se debe cumplir —continuó
la profesora, y Draco trató de no mostrar su desilusión—, y por eso
hemos decidido hacer un par de cambios y concesiones con usted,
bajo la promesa de que se portará adecuadamente.
«Genial», pensó Draco, «otra promesa más. ¿Acaso también
tendré que firmar un compromiso o un contrato?»

262
LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

—¿De qué concesiones está usted hablando exactamente?


—Pues, permanecerá como miembro de la casa de Slytherin,
por supuesto, y los puntos que gane o pierda, pertenecerán a esa ca-
sa; sin embargo, es recomendable, por ahora, y casi me inclino a
pensar que durante el resto del curso, no comparta la sala común ni
las habitaciones con ellos.
—¿Y en dónde se supone que dormiré y estudiaré? —
preguntó Draco con voz más fastidiada de la que había pretendido.
—Hemos acondicionado un lugar para usted —la profesora
McGonagall se puso en pie—. Al terminar el banquete, busque al
señor Filch y él lo guiará, obviamente prefiero que ninguno de los
alumnos se entere de la ubicación de dicho lugar, y que se compor-
te de manera apropiada.
—Claro —Draco se puso en pie también, sabiendo que la
conversación había terminado, lo habían enviado a un lugar aislado,
para que tuviera el menor contacto con todos, aunque después del
recibimiento que le habían dado los de Slytherin, no podía dejar de
sentirse de alguna manera aliviado.
—Y no crea que esto lo hago por su seguridad, este es el
primer curso luego de la guerra, y no quiero que hayan problemas,
recuérdelo, señor Malfoy —dijo con voz estricta la mujer en el
momento que ya caminaba hacia la puerta.
—Por supuesto.
«¿Cómo osaría creer que es por protegerme a mí?» se dijo
con sarcasmo, siguiendo a la directora a la salida.

–|– 

Las conversaciones y risas fueron cesando poco a poco cuan-


do alguien más entró al gran comedor. Harry, al igual que sus ami-
gos se giró lo suficiente para ver a un paliducho y delgado Draco

263
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Malfoy caminar con toda la altanería que le caracterizaba, hasta la


mesa de Slytherin. A su paso, los demás chicos se quedaban en si-
lencio, solo observándolo, hasta que el mutismo fue roto por la voz
de un chico de quinto año, un Hufflepuff, que dijo en voz fuerte y
clara: «¡Mortífago!»
Eso bastó para que los demás alumnos comenzaran a gritar e
insultar también, pero Malfoy parecía completamente inmune a
esos adjetivos mientras llegaba a su mesa. Harry vio la dura mirada
que le dieron los demás chicos Slytherin antes de que Malfoy eli-
giera por fin sentarse en uno de los lados vacíos de la mesa, comple-
tamente solo, tal como había venido en el tren, tal como lo había
visto al llegar a Hogwarts.
Los prefectos se pusieron en pie, incluso Hermione y Ron
—con algo de resistencia— e instaron a los demás alumnos a com-
portarse y dejar de gritar e insultar. Harry se sentía un tanto fasti-
diado con toda la situación y lanzaba miradas de advertencias a sus
compañeros, y luego miraba a Malfoy, sentado con la espalda com-
pletamente recta y el cabello suelto, mirando hacia el frente y sin
ninguna expresión en su rostro, y aunque pareciera que no le afec-
taba en absoluto, Harry sabía que nadie era tan caradura como para
tolerar que el colegio en pleno lo insultara.
Y fue en ese momento que la profesora McGonagall entró al
Gran Comedor y entonces las voces finalmente cesaron. Harry la
había visto un par de semanas antes, cuando había ido a visitarlo a
Grimmauld Place, sin embargo, de pie, junto a la silla del centro,
delante de todos los alumnos, se veía mucho más imponente.
Detrás de ella fueron llegando los demás profesores, Harry
conocía a la mayoría, pero había varios rostros nuevos, se preguntó
cuál de ellos daría el curso de DCAO. Recordando los años anterio-
res y sus constantes cambios. Se suponía que la maldición que Vol-
demort había lanzado sobre el curso, había terminado, así que aquel

264
LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

nuevo profesor, no tendría por qué dejar la escuela al finalizar el


año.
—Buenas noches —empezó a decir la profesora McGonagall
con una sonrisa hacia los alumnos—, me da mucho gusto que todos
ustedes estén aquí este año, dispuestos a aprender y con deseos de
estudiar…
Harry escuchó el pequeño bufido que Ron soltó, y se giró en
el momento preciso en el que Hermione le daba una mirada de ad-
vertencia, algo divertido porque en realidad, algunas cosas nunca
cambiaban; se giró nuevamente para dedicarse a ver a los demás
alumnos, las mesas no lucían tan llenas como en años anteriores,
pero sí había una gran cantidad de chicos y chicas, con sus túnicas
oscuras y miradas anhelantes.
—Deben saber que los hechizos de protección han sido in-
crementados, así que pueden sentirse seguros dentro del castillo…
Su mirada se detuvo un instante en Malfoy nuevamente, se-
guía exactamente en la misma posición, mirando hacia la profesora
como si fuera el discurso más interesante que hubiera escuchado en
su vida, sus compañeros de casa, todos sentados lejos de él, no deja-
ban de lanzarle miradas de resentimiento. Harry se preguntó, como
se había preguntado ya antes, si en realidad sería seguro dejar que
Malfoy volviera a la escuela. El Ministerio había optado por eso, por
la reformación de los liberados, obligándolos a trabajar, y en el caso
de Malfoy (el único tan menor que ni había terminado la escuela)
estudiar, pero si esa era la forma en que los demás magos y brujas
recibían a aquellos «reformados», tal vez solamente crearían una
nueva ola de odios y rencores. Que difícil era todo aquello, no po-
dían apartarlos del mundo mágico, pero tampoco integrarlos…
—Como siempre, los toques de queda son inflexibles, el se-
ñor Filch estará vigilando junto a los prefectos, los pasillos, y el
alumno que sea encontrado fuera de la cama, será castigado y la casa

265
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

a la que pertenece perderá puntos —Harry volvió su atención hacia


el discurso de la profesora nuevamente, recordando las veces que él
había estado fuera de la cama en horas inapropiadas. Se preguntó si
ahora sería divertido hacerlo solo por hacerlo, no por tener que
descubrir nada maligno o tenebroso—,…el bosque prohibido sigue
siendo prohibido, hay muchas criaturas que viven allí y entrar en él
es arriesgar su vida inútilmente.
—Sobre todo con las hijas de Aragog —murmuró Ron que-
damente a su lado, y Harry asintió rápidamente, recordando no
precisamente la tarde en que, junto a Ron, se había escabullido en
el bosque en busca de respuestas, sino de Hagrid siendo atacado por
muchas de ellas. Pensó que tal vez así, incontinenti de aquella ho-
rrible experiencia, el semi gigante se habría curado de su rara afi-
ción; sin embargo, no había sido así, y aún le maravillaban todas
aquellas criaturas, incluso les había enseñado, un par de semanas
antes, todo su plan de estudios para los cursos que dictaría. Her-
mione le había ayudado un poco quitándole algunos temas dema-
siado peligrosos.
—Y antes de iniciar la ceremonia de sorteo, vamos a presen-
tar a nuestros nuevos profesores, que compartirán este curso con
nosotros.
Un pequeño murmullo llenó el salón apenas un instante an-
tes que la voz de la profesora se impusiera una vez más.
—A mi derecha tienen al profesor Cepheus Monroe, quien
nos hará el honor de compartir sus conocimientos en pociones —
un hombre bastante joven y con túnica azul, levantó la mano y son-
rió ampliamente, parecía bastante amable y Harry esperó que este
año, el curso de Pociones fuera mucho más simple que los anterio-
res.
—A su lado pueden ver al profesor Steven Cooper, que viene
desde Estados Unidos, donde también era profesor, él nos ayudará

266
LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

con Estudios Muggles —el hombre junto a Monroe hizo un ligero


asentimiento, era ya mayor y lucía una túnica oscura, parecía un
poco arrogante por la mirada que les estaba dando.
—A mi izquierda pueden ver al profesor Petrus Cummings
—un hombre de rictus serio, con mirada austera y de cabellos gri-
ses, algo rechoncho y bajo, hizo también un asentimiento. Harry
frunció el ceño, no parecía muy amable, lo más probable fuera que
se tratase del profesor de Defenza Contra las Artes Oscuras, en
donde debía esforzarse para alcanzar los EXTASIS 10—. Él será
nuestro nuevo profesor de Transformaciones, debido a que no po-
dré seguir ejerciendo dicha plaza, como ustedes comprenderán…
—un murmullo se extendió nuevamente por el salón, había dicho
Transformaciones, no DCAO. ¿Entonces quien…?
—Además, el profesor Cummings será el nuevo jefe de la ca-
sa Slytherin, confío en que se llevarán muy bien.
El profesor dio una mirada hacia la mesa de las serpientes, y
la recorrió lentamente, deteniéndose un momento más en Malfoy,
ahora solamente quedaba aquella mujer, junto a Cummings, era
bastante pequeña y delgada, con el ensortijado cabello oscuro ca-
yendo suelto sobre sus hombros, sus ojos color miel miraban hacia
los demás alumnos con una sonrisa que parecía incluso de diver-
sión.
—Y finalmente, tenemos a la nueva profesora de Defensa
Contra las Artes Oscuras, la señorita Lyra Loewenthal —volvió a
hablar la profesora McGonagall. El comedor quedó de pronto en si-
lencio, mientras la profesora Loewenthal hacía un ligero asenti-
miento.
—¿No es muy…? —empezó a preguntar Ron hacia Harry.

10
Para referencia. Los EXTASIS (Exámenes Terribles de Alta Sabiduría e Invocaciones Secretas).

267
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ron —advirtió Hermione, y Ron cerró la boca inmedia-


tamente, Harry volvió a fijar la mirada en la mujer, no habría espe-
rado que ella fuera el nuevo profesor de DCAO.
—Y el último anuncio antes de la selección: como compren-
derán, así como no puedo ejercer como profesora de transforma-
ciones, tampoco puedo ejercer como jefa de la casa Gryffindor, por
lo que hemos decidido dar esa función a la profesora Hooch, a
quien todos ustedes conocen y estoy segura, aprecian —los compa-
ñeros de Harry comenzaron a aplaudir bastante entusiasmados, e
incluso algunos se pusieron de pie mientras la mujer levantaba las
manos pidiéndoles silencio.
—Espero —dijo dirigiéndose ahora hacia los profesores—
que se sientan cómodos y como en casa, bienvenidos.
El aplauso estalló una vez más, hasta que las puertas del Gran
Comedor se abrieron. Hagrid, que les hizo un gesto de saludo a
Harry y sus amigos, caminaba con una pequeña almohada, y el
sombrero seleccionador colocado sobre ella, y presidiendo una larga
fila de niños y niñas pequeños, que miraban a todos lados y cami-
naban apretados unos contra otros. Realmente tuvo que darle la ra-
zón a Ron, cada vez parecían más pequeños, y asustados además, un
par de ellos señaló hacia Harry, Hermione y Ron con total desfa-
chatez mientras caminaban. Ron emitió un pequeño gruñido mien-
tras Harry desviaba la mirada.
—Directora, los nuevos alumnos —dijo Hagrid en voz alta
mientras colocaba el sombrero seleccionador sobre un taburete que
estaba al centro, delante de la mesa de profesores. Todos pudieron
apreciar que aún se veía un tanto chamuscado por el hechizo que le
había lanzado Voldemort en la batalla final. La profesora Hooch en-
tonces, se adelantó con una gran lista en la mano.
El comedor se sumió en un gran silencio, expectante mien-
tras la boca del sombrero se abría lentamente:

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LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

La guerra ha terminado
y el bien ha ganado
sin embargo una nueva lucha inicia
la de la reconstrucción
la de perdonar y olvidar
la de crear una sociedad en verdad pacífica
sin más distinciones o discriminaciones
Los Gryffindor con su valor
los Ravenclaw con su inteligencia
los Slytherin con su astucia y
los Hufflepuff con su dedicación
¿Podrán conseguirla?
¿Querrán conseguirla?
Ante todos ustedes un mundo nuevo
con la libertad y la tranquilidad
que la muerte de muchos ha costado
¿Sabrán cuidarlo?
¿Sabrán conservarlo?

Y de pronto la boca se cerró una vez más, por un instante to-


dos se quedaron en silencio, hasta que la directora McGonagall
empezó a aplaudir, imitada por los demás profesores, y luego por
los alumnos.
—¿Este año no estaba inspirado, eh? —preguntó Ron.
—Claro que lo estaba, lo que ha dicho es muy cierto —
reprochó Hermione.
—Oh, vamos, ya el mundo está en paz, ¿Qué más necesitan?
—Creo que tiene razón… —murmuró Harry, recordando a
Malfoy y pensando en los demás «reformados»—, no terminará
hasta que la gente deje de acusar y atacar.

269
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Oh, vamos, que nadie está atacando —dijo Ron y Her-


mione iba a replicar cuando la voz de la profesora Hooch se hizo
escuchar nuevamente.
—Ahora empezaremos con la selección, cuando diga su
nombre, por favor pasen al frente y siéntense en el taburete para
que el sombrero los pueda identificar en la casa a la que pertenece-
rán.
Los niños delante del sombrero parecieron apretarse más en-
tre ellos mientras la profesora extendía el largo pergamino, Harry
sintió simpatía por ellos, recordando su propia selección, la que le
parecía tan lejana ahora.
—Aczel, Lucas —un niño escuálido y de cabello oscuro dio
un paso al frente, parecía temblar ligeramente mientras la profesora
dejaba caer el sombrero sobre su cabeza.
—¡Ravenclaw!
El niño dio un pequeño salto y la profesora le quitó el som-
brero, mientras corría hacia la mesa que le indicaban, sus compañe-
ros de Ravenclaw gritaron y aplaudieron con fuerza.
—Bester, Aphra —un niña de cabellos largos y rubios sueltos
sobre su espalda, avanzó con pasos lentos y la mirada fija hacia el
frente.
—¡Slytherin! —gritó el sombrero apenas la hubo tocado. La
chica se puso en pie con la misma calma, y caminó hacia su mesa
mientras la mesa de Slytherin aplaudía y se ponían en pie.
Harry entonces se fijó en Malfoy una vez más, sentado allí,
mirando hacia el frente, las manos sobre la mesa, y la espalda recta,
parecía imperturbable, no había aplaudido ni mostrado mayor entu-
siasmo y su comportamiento lo intrigaba más y más.
—Chepstow, Julian —dijo la voz de Madame Hooch, pero
Harry apenas y la escuchó, seguía con la mirada en Malfoy, anali-
zando lo extraño de su comportamiento; reaccionó cuando sus

270
LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

compañeros comenzaron a aplaudir y vitorear a Chepstow, porque


pertenecía a Gryffindor.
La selección continuó, con las mesas gritando y animando
conforme ganaban nuevos compañeros.
—Green, Holly —otra niña más salio al frente.
—¡Hufflepuff!
—Herrick, Jenny —una niña bastante alta y con trenzas en el
cabello corrió hacia el sombrero.
—¡Gryffindor! —gritó el sombrero, y Harry se volvió a po-
ner de pie para aplaudir al igual que sus compañeros.
—Laffont, William —un muchacho bastante nervioso se
adelantó.
—¡Slytherin! —las demás mesas se quedaron en silencio
mientras el chico corría con entusiasmo hacia la mesa y se sentaba
junto a un par de chicos de tercero, al parecer eran sus familiares.
Anne Laskier fue sorteada para Ravenclaw, y Josephin Leigh
para Gryffindor. Le siguieron Ken Melcombe para Hufflepuff, y
Stuart Parry y Sara Rendall para Slytherin. Nicolas Salk fue elegido
para Gryffindor y Pierre Thorpe para Ravenclaw. Zillah Toledano,
para Gryffindor, y finalmente Leticia Viertel para Slytherin.
Harry notó que incluso los de primer año se aseguraban de
sentarse lo más alejado de Malfoy, que permanecía de la misma
forma que lo había visto antes. Al parecer, era una suerte que la me-
sa fuera tan grande y que no hubiera tantos alumnos durante ese
año. Suspiró aliviado cuando finalmente todo terminó, realmente
estaba hambriento y no podía esperar a que la cena se iniciara. A su
lado, Ron golpeteaba la mesa con los dedos, seguro que más ansioso
que él.
—A todos nuestros nuevos compañeros, bienvenidos, a la es-
cuela y a sus casas, en donde estoy segura, todos les harán sentir
bastante bien, y ahora sí, podemos dar por iniciado el año —la pro-

271
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

fesora McGonagall agitó la varita, y las mesas se llenaron de los pla-


tos para el banquete, los alumnos aplaudieron entusiasmados antes
de empezar a comer.
Ron y Harry comían en silencio, prácticamente devorando la
comida, mientras Hermione murmuraba y conversaba calmada-
mente con Ginny, por mucho rato más nadie dijo nada. Harry po-
día escuchar a los de primer año, a los nuevos cuchichear alegre-
mente.
—Y será fantástico que él esté en nuestra casa, ¿a que sí? —
dijo una niña, Harry estaba seguro de haber escuchado su apellido:
Herrick, inclinándose hacia otro niño; Chepstow.
—Sí, pero mi mamá dijo que a él no le gusta que lo moles-
ten, y que por eso nadie lo ha visto desde que ya-sabes-quien fue
derrotado.
—¿Tendrá todos esos poderes que dicen?
—No sé, pero mejor es no molestarlo, dicen que puede he-
chizar a todos con sólo pensarlo y…
Harry no fue el único que lo notó, pues el silencio se exten-
dió entre la mesa mientras Chepstow decía el último comentario,
ambos niños se giraron sonrojados hacia los más grandes. Harry ar-
queó una ceja y negó con la cabeza antes de regresar con su cena,
detestaba que hablaran de él, detestaba la popularidad, y antes, al
menos en Gryffindor, la había podido manejar más o menos bien,
pero ahora con los nuevos y la guerra terminada, sería mucho más
difícil.

–|– 

Draco trató de no parecer demasiado entusiasta mientras se


servía un poco más de puré y carne. No que no extrañara la comida
de su madre, pero no había querido aceptar el dinero para el carrito

272
LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

de golosinas que su madre le había querido dar aquella mañana. Ni


que hubiera servido de mucho; en cuanto la mujer de las golosinas
pasó por su vagón y lo vio, siguió de largo, como si no lo hubiera
visto. Así que allí estaba él, hambriento y tratando de no parecer un
muerto de hambre, escuchando las conversaciones divertidas de sus
demás compañeros y tratando de no verse incómodo por la forma
como todos lo estaban ignorando. Agradeció que ninguno de ellos
se metiera con él durante el resto del banquete.
Cuando todos estuvieron aparentemente satisfechos y los úl-
timos platos del postre desaparecieron, la profesora McGonagall se
puso en pie una vez más, las conversaciones cesaron inmediata-
mente.
—Ahora es tiempo de ir a descansar, mañana tenemos clases,
pero antes, reiteraré las recomendaciones que deben tener en cuen-
ta, por si acaso algunos se las perdieron: deben acatar los horarios de
toque de queda y obedecer a los profesores. Este año se volverá a
jugar la copa de Quiditch, aún no se han podido enviar las cartas
para escoger a los capitanes, pero éstas llegaran durante la siguiente
semana; dentro de tres semanas se iniciaran las pruebas, los de pri-
mer año no podrán participar en los equipos aún… —Draco bufó
fastidiado recordando cómo a Potter sí lo habían dejado jugar desde
su primer año—, ahora en orden por favor, sigan a los prefectos ha-
cia sus salas comunes… —la mirada de la profesora McGonagall se
detuvo en Draco un momento más, y por un instante, pensó que tal
vez la mujer podría decir algo que lo metiera en problemas o lo de-
jara en evidencia, algo del modo: «No se acerquen ni provoquen al
pobre exmortífago», pero no sucedió—. Buenas noches a todos.
Harry se puso en pie, y Ron y Hermione se adelantaron,
puesto que aún conservaban sus cargos de prefectos, para guiar a los
más pequeños hacia la torre. Harry se quedó relegado, junto a Ne-
ville, Dean y Seamus, que ya conversaban alegremente sobre la

273
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

temporada de quiditch. Ginny, junto a Lavender, y un par de chicas


que conocía de vista, también se les unieron, todos hablando tran-
quilamente mientras el comedor se iba vaciando poco a poco.
Cuando finalmente se decidieron a salir, Harry se fijó una
vez más en Malfoy, los de su casa ya se habían ido y él permanecía
sentado allí, con un codo sobre la mesa y el rostro apoyado de lado,
mirando hacia los alumnos de manera desinteresada, casi aburrido.
Le pareció extraño que no se uniera a sus compañeros o que se mo-
viera siquiera para llegar a su habitación.

–|– 

Esperó por lo que le pareció horas hasta que finalmente los


alumnos terminaron de salir; entonces Filch se acercó a él nueva-
mente.
—Malfoy, la directora me ha pedido que te enseñe tu habita-
ción.
Draco apenas hizo un asentimiento y se puso en pie, real-
mente moría de sueño y esperaba que el lugar no quedara muy le-
jos. Caminó detrás del hombre por los pasillos y se cruzaron con
varios grupos de alumnos más que iban de un lado a otro, algunos
volteaban a mirarlos de manera curiosa mientras se seguían alejan-
do. Subieron al tercer piso, en una zona donde, según sabía, habían
solamente aulas en desuso; por un momento temió que lo metieran
en un simple salón reformado, sólo por esconderlo en algún sitio.
Caminaron un poco más, hasta quedar delante del retrato de un
hada, una muy hermosa, rodeada de estrellas plateadas; en el fondo
sólo había oscuridad, resaltada incluso más por las estrellas. Draco
nunca la había visto antes.
—Bien, Malfoy, aquí es —el hombre señaló hacia el cua-
dro—. La contraseña es Paz.

274
LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

Draco levantó una ceja ante la mirada de burla del hombre, y


no dijo nada, simplemente miró hacia el hada, que sonreía de ma-
nera sosegada mientras su cabello rubio ondeaba alrededor. Notan-
do sobre el cuadro el letrero «El Hada Hermosa», pronunció con
voz firme:
—Paz.
El Hada le dio una sonrisa más cálida y el cuadro se volvió
más profundo, dejando ver un pequeño y oscuro pasillo. Draco ni
siquiera volteó para despedirse del hombre, sólo entró; en cuanto lo
hizo, las antorchas iluminaron el pasillo, y el lugar por el que había
entrado se solidificó, cerrando de esa manera la entrada. El pasillo
era una pequeña antesala de lo que era su habitación: una circular,
con paredes de color claro, sobre una de ellas había un estandarte de
Slytherin, y en el centro, una cómoda cama con doseles de color
verde oscuro; a un lado, un escritorio y una puerta que llevaba a un
baño. De alguna manera se parecía bastante a la habitación que ha-
bía compartido con los de su casa los años anteriores, pero no podía
dejar de obviar el que no era lo mismo, porque ahora se encontraba
solo.
Dio una mirada más alrededor, abriendo la puerta del baño:
una pequeña tina, y los servicios parecían bastante finos y adecua-
dos, el lugar, no lo podía negar, era amplio, y el gran escritorio a
uno de los lados, junto a un estante vacío, le dio a entender que tal
vez, la directora y los profesores preferirían que pasara la mayor
parte del tiempo allí, haciendo los deberes.
Se dio una ducha rápida y se cambió de túnica. No tenía mu-
chas ahora, y en cuanto dejó la túnica que había usado durante el
día sobre el piso, ésta se desvaneció, tal como ocurría en las habita-
ciones de Slytherin, para que los elfos las pudieran lavar. Agradeció
que los elfos de la escuela se encargaran aún de limpiarlas, puesto

275
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

que en casa su madre, ya le había enseñado los hechizos de lavado y


no le agradaba mucho realizarlos.
Aún algo somnoliento, se sentó en la silla de madera, delante
del escritorio, y tomó un trozo de pergamino y una pluma, y se de-
dicó unos minutos a escribirle a su madre, recordando su promesa.
Le dijo que se encontraba bien, vivo y a salvo —esperaba que
su madre no se molestara por la broma cruel— y que la selección
había estado tediosa, que había cenado bastante, y que ninguno de
sus compañeros se había metido con él, y que ahora estaba bastante
cansado y que se iría a dormir pronto.
Obvió contarle lo de la habitación separada, o de la frígida
manera que sus compañeros lo trataban, su madre no necesitaba sa-
ber eso.
Consultó su reloj una vez más y comprobó que aún tenía
tiempo de sobra para correr hacia la lechucería y volver. Esperó en-
contrar alguna lechuza que quisiera llevar su carta.

–|– 

«Todo ha vuelto a la normalidad», pensó mientras se dejaba


caer en aquellos cómodos y viejos muebles delante de la chimenea
junto a Ron y Hermione, a un lado podía ver a Neville, que aún
cargaba con el pobre de Trevor, y a Dean y Seamus conversando, las
chicas de séptimo habían hecho un pequeño grupo al otro extremo,
hablando entre risas tontas.
—¿Crees que te elijan para ser el capitán nuevamente? —
preguntó Ron.
—No lo sé… ni siquiera sé si querré el puesto. Ahora estoy
pensando en otras cosas…
—¿Otras cosas además del quiditch? —preguntó incrédulo
Ron.

276
LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

—Claro que hay más cosas —criticó Hermione—, ahora de-


bemos enfocarnos sobre lo que haremos más adelante, con el resto
de nuestras vidas…
—Yo ya tengo claro eso —dijo Ron algo serio, Harry y Her-
mione lo miraron asombrados.
—¿En serio?
—Sí, yo…—Ron arqueó una ceja un tanto enfadado—. ¿Por
qué les parece increíble?
—No hemos dicho eso —se defendió Hermione, y Harry
asintió rápidamente en apoyo a la respuesta de su amiga.
—Ya, como sea —Ron dio un profundo suspiro—, he estado
hablando con George… y hemos decidido que reiniciaremos el ne-
gocio de Sortilegios Weasley cuando termine el curso…
—Pensé que estaba en Rumania con Charlie —dijo Harry,
recordando la última vez que había escuchado sobre él.
—Sí, está allá tratando de tomarse todo con calma… dice que
aún se siente extraño por no tener a Fred al lado —la mirada de
Ron se ensombreció bastante, Harry tuvo que reconocer que, efec-
tivamente, era muy difícil imaginar al uno sin el otro… Pensó en lo
mal que lo debía estar pasando George ahora.
—Oh… —murmuró apenas Hermione.
—Pero volverá en unos cuantos meses más, cuando se sienta
bien, y luego iniciará el negocio nuevamente, yo prometí ayudarlo.
—Es una muy buena idea —comentó Hermione poniendo
sus manos sobre las de Ron y sonriendo cariñosamente.
—Será genial —le animó Harry con una sonrisa.
—Lo será, ya lo verán.

–|– 

277
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Al parecer, no había sido el único en decidir enviar una carta


a esa hora de la noche, cuando llegó a la lechucería, un par de Ra-
venclaw y un Hufflepuff ya estaban allí atando las cartas a las lechu-
zas, los chicos le lanzaron miradas de rencor que él ignoró lo mejor
que pudo mientras llamaba a una de las lechuzas de la escuela,
agradeciendo que no se negara a llevar la carta y extrañando a su efi-
ciente águila. Ni siquiera sabía qué había pasado al final con ella.
Cuando ya salía para regresar a su nueva habitación, los chi-
cos aún seguían en el pasillo, al parecer esperándolo. Trató de no
mostrarse temeroso o asombrado por eso, y siguió de largo.
—¿Le escribes a tu madre mortífaga? —preguntó uno de
ellos. Draco volteó un instante para verlo mejor, creyó recordar que
se apellidaba Whitby, menor que él. Ignoró su comentario y sólo lo
miró adusto y sucinto antes de seguir andando.
—¿El Ministerio sabe lo que escribes? —preguntó otro. Dra-
co escuchó sus voces demasiado cerca, supo que se estaban acer-
cando a él.
—¿No te han dicho que debes de tratarnos con respeto? —
atacó otro de ellos mientras lo tomaba de un hombro y lo hacía gi-
rar.
Draco se sobresaltó por el toque, y los miró con odio, reco-
noció a otro de ellos: Ackerley, un Ravenclaw también menor.
—Déjenme en paz.
—¡Huy sí! —canturreó el otro Ravenclaw al que no cono-
cía—. El mortífago pide que lo dejen en paz.
—Y claro, cree que todo es como antes, y que lo dejaremos
en paz —completó Whitby con befa.
—Váyanse a la mierda —respondió Draco antes de darse la
vuelta, o intentarlo al menos, puesto que un golpe en el pecho lo
hizo golpear contra la pared, y le hizo soltar un pequeño jadeo de
dolor.

278
LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

—Eso no es respeto, Malfoy —dijo el Ackerley con malicia


en la voz mientras se acercaba nuevamente hacia él.
Draco trató de adelantarse y correr, pero los otros dos chicos
ya estaban sobre él sosteniéndolo con fuerza.
—La casa de mis tíos fue atacada durante la guerra, y ellos
sufrieron mucho por culpa de ustedes —reclamó Ackerley para
luego darle un fuerte golpe en el estómago.
Draco trató de defenderse, pero subyugado como estaba, era
imposible, y debía ser honesto, a menos que hiciera uso de su vari-
ta, no sabía otra forma de defenderse, pelearse a los puños con
cualquiera de ellos sería una batalla perdida, los golpes siguieron vi-
niendo de parte del chico mientras sentía sus brazos entumecidos
por lo fuerte que lo sujetaban, cuando un nuevo golpe le dio de
lleno en el rostro, sintió el sabor de la sangre en su boca.
—Que te quede claro, Malfoy, puede que el Ministerio pien-
se que eres reformable, pero nosotros no olvidamos —dijo final-
mente el chico que Draco no conocía. Mientras lo dejaban caer al
suelo, levantó la vista de manera retadora hacia ellos, aún sintiendo
como un pequeño hilo de sangre resbalaban por su mentón.
—Ya se te quitarán las ganas, mortífago —dijo finalmente
Whitby antes de alejarse.
Draco se quedó tendido por un momento más, jadeando y
tratando de calmarse. Era genial, apenas llevaba medio día en el cas-
tillo y ya había sido atacado, la idea de salir lo menos posible de su
dormitorio le pareció más agradable que nunca.
Comprobó su reloj una vez más, ya faltaba poco para el to-
que de queda y no quería meterse en más problemas, así que reunió
todas las fuerzas que pudo, y se puso en pie. Arrastrando los pies y
sujetándose de las paredes, caminó lo más a prisa que pudo hasta su
habitación, cuatro pisos abajo.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

–|– 

Ya era un poco tarde, y él se sentía demasiado cansado para


continuar en la sala común así que, dejando a Ron y los demás aba-
jo, subió a su habitación y se puso el pijama. Estaba ordenando al-
gunas cosas en su baúl cuando vio el mapa del merodeador, hacía
mucho tiempo que no le daba una mirada. Sólo por pasar el rato, lo
llevó a la cama con él, y con su varita lo golpeó, se dedicó a estudiar
las zonas del colegio, viendo la gran cantidad de alumnos reunidos
en las salas comunes y a algunos en sus habitaciones; la directora
McGonagall estaba todavía en su despacho, y vio a Peeves flotar
cerca del baño de chicas del segundo piso. Su mirada se alzó un po-
co más, y entonces vio algo que le llamó la atención: Malfoy se mo-
vía de manera muy lenta en uno de los pasillos del tercer piso. Miró
hacia su reloj y vio que la hora del toque de queda había casi llega-
do, y Malfoy estaba muy lejos de su sala común. ¿Qué estaría ha-
ciendo Malfoy allí? Además, moviéndose de manera tan acompasa-
da… Entonces la etiqueta que decía Draco Malfoy se detuvo, y de
pronto desapareció. Harry parpadeó un par de veces no creyendo lo
que había visto, y buscó alrededor de los demás pasillos, pero ya no
estaba por ningún lado. Por un loco momento pensó en ponerse la
capa de invisibilidad e ir a investigar qué se traía Malfoy entre ma-
nos, pero recordó que ya no era su trabajo averiguar que hacían los
demás, incluyendo Malfoy, y que además, Malfoy merecía el bene-
ficio de la duda, estaba seguro que había aprendido la lección y que
no haría alguna cosa proterva. ¿Verdad?

–|– 

Después de pasar cerca de media hora en la tina de agua ca-


liente, se dejó caer en la cama, jadeando suavemente por el dolor en

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LIBRO II|El Último Año
[1] El viaje en tren

la espalda y los morados en el abdomen, por suerte había traído de


casa unas cuantas pociones, y los golpes en su rostro desaparecerían
al día siguiente, al menos no se vería tan apaleado como había resul-
tado.
Suspiró profundamente y trató de buscar una posición ade-
cuada para dormir, extrañó cómo no había pensado que echaría de
menos su dormitorio, ya no más el de la mansión, o el de la Sala
Común de Slytherin, sino aquel pequeño dormitorio en la casa de
su madre, en Rútland, pensó en ella y esperó que realmente se en-
contrara bien y que no se pasara la noche pensando en él.
Con un movimiento de varita, las luces de las antorchas baja-
ron hasta casi dejar todo en penumbras; jaló un poco más las man-
tas y trató de no pensar en lo desolado que se sentía en ese momen-
to.

281
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

2
El Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería

“El hombre que se levanta es aún más grande que el que no ha caído.”
Concepcion Arenal

2 de septiembre de 1998, Castillo de Hogwarts, primer día de clase

T
odavía se sentía todo irreal, realmente estaba sentado
junto a Ron y Hermione, desayunando antes de em-
pezar lo que sería su primer día de clases, sin mayo-
res preocupaciones más que, tal como se lo había repetido Hermio-
ne hasta el cansancio, aprobar con buenas calificaciones todas las
asignaturas para poder entrar a la escuela de aurores.
La profesora Hooch estaba al otro extremo de la gran mesa,
repartiendo horarios a los de primer año, parecía bastante contenta
con su nueva posición de jefa de casa mientras hablaba y daba indi-
caciones a todos los pequeños.
—Espero que las clases de herbología toquen hoy —dijo
Neville dejándose caer cerca de ellos, un par de chicas de quinto de
Ravenclaw que pasaron en ese momento, le sonrieron y saludaron
de manera coqueta. Neville apenas les hizo un ligero asentimiento,
más ocupado de continuar la conversación con sus amigos.

282
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Todavía quieres seguir estudiando herbología al salir de la


escuela? —preguntó Hermione, Ron sólo le dio una mirada atenta
mientras seguía masticando sus tostadas.
—Sí, claro que sí, mi abuela conoce un lugar en donde me
puedo especializar… antes no estaba muy de acuerdo pero ahora di-
ce que no hay problema, incluso me ayudará con la solicitud y todo
eso.
—Genial —Ron tomó un poco más de jugo de calabaza—.
George me ha dicho que debo estudiar a fondo herbología, que es
una parte importante del proceso al momento de crear dulces y
bromas.
—Yo te ayudo si quieres, me divierte enseñar a los demás —
admitió Neville. Harry no dejó de sorprenderse; si cuando se ha-
bían reencontrado durante la guerra, el chico ya parecía bastante se-
guro de sí mismo, ahora lo era mucho más, se le notaba en la mira-
da y en los gestos.
—Bien chicos, continúo con ustedes porque pronto tendrán
su primera clase —dijo la profesora Hooch acercándose a ellos.
—Déjame adivinar, Pociones con Slytherin —murmuró Ron
hacia Harry.
—Cierto… en eso la suerte nunca cambia —apoyó Harry
mientras la profesora llamaba primero a Neville, intercambiaron
unas cuantas palabras, parecía que lo que fuera que la profesora le
estuviera diciendo, lo estaba animando enormemente.
—Señorita Granger, si me hace el favor —llamó la profesora
Hooch, y Harry y Ron vieron ahora a Hermione platicar con ella,
aquello tomó un poco más de tiempo. Harry supuso que porque su
amiga quería tomar demasiadas lecciones nuevamente, tal vez y
hasta le daban un giratiempo de nuevo, aunque esperaba que no,
recordaba lo agobiada que había estado durante su tercer año.

283
LIBRO II|El Último Año
[2] El Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería

Luego de que la profesora terminara de hablar con ella,


Hermione se quedó conversando con Ginny animadamente mien-
tras la profesora siguió llamando a los demás alumnos, ahora los
que habían cursado sexto el año anterior, y que eran en teoría, un
curso menor que ellos, también estaban en séptimo, por lo que el
número de estudiantes en su curso se había incrementado, lo que
hizo que se demorara bastante tiempo.
—Te lo dije —resopló Ron sentándose junto a Harry nue-
vamente y con cara angustiada—: Pociones con Slytherin, en media
hora.
—Oh vamos, no puede ser tan malo… —dijo Harry ya un
tanto preocupado, ¿sería que se habían olvidado de él? O quizá sería
que había algún problema con los cursos que había escogido.
Cuando la profesora terminó de hablar con aquella chica que se
apellidaba Zelazny, que era compañera de dormitorio de Ginny, su-
po que definitivamente sí se habían olvidado de él.
—Señor Potter —llamó la profesora en el momento en que
él ya se levantaba para preguntarle qué era lo que pasaba.
—Profesora, ¿cuál es mi horario?
—Verá, señor Potter, al parecer, por las materias que ha ele-
gido y también por las referencias en su historial, vemos que aún
desea convertirse en auror al terminar el colegio.
—Sí, así es, si es que no hay ningún problema —Harry trató
de no impacientarse, mientras veía a sus demás compañeros ya po-
nerse en pie. Ron y Hermione le lanzaron miradas curiosas, y él só-
lo les hizo un gesto de despedida mientras la profesora seguía ha-
blando.
—Según me han informado, no es necesario que tenga que
seguir todas las clases que ha elegido, sabemos que es mucho traba-
jo y que tal vez aún necesite algo de tiempo para usted, después de
todo lo que ha pasado… —la profesora Hooch dio un pequeño

284
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

suspiro y continuó—,… además, en la Academia de Aurores, que


abrirá el nuevo curso en julio del año entrante, ya tiene una plaza
asegurada.
—¿Sin tener que dar ninguna prueba más? —preguntó algo
incrédulo.
—Por favor, señor Potter, usted no necesita dar más pruebas,
es más que obvio que está capacitado para iniciar la escuela de auro-
res en el momento que desee.
—Pero, profesora…
—Por eso lo he hecho esperar, para que pueda elegir cuáles
de las clases que decidió tomar descartaría.
—No quiero descartar ninguna.
—¿Ninguna dice?
—No, yo no quiero una plaza en la escuela de aurores, no de
esa manera al menos, quiero llevar los cursos y realizar las pruebas,
y si apruebo, genial, y si no, pues… ya veré, pero no quiero tratos
preferenciales.
La profesora Hooch arrugó el ceño por un momento, y lue-
go suspiró profundamente.
—Sabía que se negaría, pero al menos que no se diga que no
hice lo que me pidieron —extendió un pergamino hacia Harry—;
este curso sí que estará ocupado… me alegra que tenga tiempo, lo
necesitará.
—Gracias, profesora —respondió con una sonrisa mientras
tomaba su horario y le daba una mirada, sabía que este año tendría
mucho más tiempo para estudiar, para estar con sus amigos… para
tantas cosas.
—Y apresúrese, ya falta poco para que empiece la primera
hora y es en las mazmorras.
Harry miró al horario nuevamente.

285
LIBRO II|El Último Año
[2] El Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería

Ron tenía razón, las mañanas de los lunes y miércoles, les to-
caba Pociones con Slytherin 11.

–|– 

–|– 

Draco comió poco aquella mañana, aún se encontraba algo


adolorido, y no tenía tanto apetito. Había tomado un par de pocio-
nes para el dolor, pero no había querido malgastarlas todas, aún no
sabía cuándo conseguiría el tiempo para hacer más, y no se arriesga-
ría a necesitarlas y no tenerlas.
11
En Harry Potter y el misterio del príncipe se menciona que en la clase de pociones están todas las ca-
sas: Ravenclaw, Hufflepuff, Slytherin y Gryffindor, y Rowling los puso a todos juntos porque se
trataba de un grupo reducido (12 personas), pero como en la historia de el fabricante de pociones hay
casi el doble de alumnos en séptimo año, el curso se volvió a dividir en dos secciones, como esta-
ban antes: Slytherin/Gryffindor y Hufflepuff/Ravenclaw.

286
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Sus compañeros le dieron miradas curiosas en cuanto llegó


hasta la mesa, caminando con pasos lentos y tranquilos (aunque no
eran en realidad lentos por la tranquilidad, sino por el dolor en su
costado que aún persistía). Draco supuso que ellos estarían curiosos
acerca de dónde había pasado la noche. Estaba casi seguro que ni la
profesora McGonagall ni su nuevo jefe de casa se los habían dicho.
Cuando el profesor Cummings empezó a repartir los hora-
rios, casi había terminado de comer, así que sacó de la mochila el li-
bro de pociones y empezó a hojearlo, escuchando a medias cómo
los demás eran llamados; al poco rato, el alboroto que estaban ar-
mando los de primero lo distrajo, no podía concentrarse si hacían
tanta bulla. Con algo de fastidio, cerró el libro y se dedicó mejor a
observar alrededor, todos estaban muy ocupados hablando de las
clases que les tocaban o corriendo para recoger sus cosas y después
llegar a tiempo a la primera clase, su mirada se detuvo en la mesa de
Gryffindor.
Potter estaba allí, como siempre con la comadreja y Granger;
se preguntó si es que alguna vez se separaban para algo… Había al-
go extraño o diferente en Potter, la noche anterior también lo había
percibido, pero no estaba muy seguro de lo que era.
Lo estudió con un poco más de interés, y cuando Potter se
llevó la mano al puente de la nariz, lo descubrió. El cuatro ojos no
era más un cuatro ojos, eso era lo que había llamado su atención la
noche anterior, el color de sus ojos era más acentuado porque no
tenía aquellas ridículas gafas. Era interesante como nunca se había
dado cuenta que tenía los ojos de ese color verde tan extraño…
—Señor Malfoy —dijo la voz ronca de un hombre haciéndo-
lo sobresaltar. Levantó la vista para encontrarse con el profesor
Cummings, que lo miraba con el ceño fruncido.
—Lo siento, estaba distraído.

287
LIBRO II|El Último Año
[2] El Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería

—Tenga cuidado de que no lo pesquen así en clase, no tengo


intenciones de que mis alumnos pierdan puntos sólo por estar dis-
traídos —dijo con voz severa, Draco solo asintió rápidamente.
—Bien, hablaremos sobre su horario —continuó el hombre,
para sorpresa de Draco, sentándose junto a él—; estoy enterado de
lo delicada que es la situación con respecto a su situación, y por lo
que veo en su expediente, no tiene aún una carrera electiva.
—No, no he decidido todavía.
—Espero que lo haga pronto, puesto que pasada cierta canti-
dad de meses, es muy difícil que se pueda acoplar a alguna clase o
abandonar otras.
—Sí, profesor Cummings.
—Sé que no puede seguir Defensa Contra las Artes Oscuras,
y por lo que sé, no le preguntaron exactamente qué clases tomar.
—No, simplemente compraron todos los libros, menos los
de Defensa Contra las Artes Oscuras.
—Claro, claro —murmuró el hombre examinando unos
cuantos pergaminos que había dejado sobre la mesa—. Entonces,
primero deberá decirme que clases sí va a tomar.
—Pues… Pociones —comenzó Draco rápidamente, no po-
día dejar de sentirse algo impresionado por la forma como el hom-
bre lo estaba tratando, su mirada era rígida, pero no tenía esa mirada
de resentimiento y odio que los demás tenían. Se preguntó si había
sido uno de los pocos que había logrado salir del país a tiempo, an-
tes que la guerra se iniciara.
—Bien… veo que es muy bueno en eso, en Aritmancia,
también Herbología… —el profesor Cummings iba marcando al-
gunas cosas, y murmurando más para sí que para Draco—. ¿No hay
problema con tomar algunas de esas clases?
—No, ninguno.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Bien… Estudios Muggles por descontado —Draco se abs-


tuvo de hacer una mueca de fastidio—. ¿Adivinación?
—No, de ninguna manera —replicó rápidamente; el hombre
torció los labios hacia un lado y asintió.
—¿Astronomía? —Draco negó nuevamente con la cabeza,
no podría estar en la torre por mucho tiempo sin sufrir algún ata-
que de culpabilidad o pánico.
—Bueno, para casi cualquier carrera que elijas, luego tendrás
que seguir con Transformaciones y con Encantamientos.
—Claro.
—Entonces ya está —dijo extendiendo el pergamino hacia
Draco—. Y debo decir que llega tarde a la primera clase.
—Oh —murmuró Draco poniéndose en pie rápidamente.
—Trate de que no le quiten puntos y de ganar algunos —
recomendó el profesor Cummings poniéndose en pie también.
—Sí, sí, señor —murmuró Draco colgándose la mochila al
hombro y sujetando el pergamino con fuerza, el profesor se alejó y
él le echó otro vistazo al horario.
Tal como lo había imaginado, pociones con Gryffindor, y pa-
ra colmo llegaba ya tarde.

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LIBRO II|El Último Año
[2] El Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería

–|– 

–|– 

El aula de pociones, pese a seguir en las mazmorras y en el


mismo sitio que antes, no se parecía en nada al aula donde el profe-
sor Snape había dictado clases durante tanto tiempo, o incluso a
como la había mantenido el profesor Slughorn durante el sexto
año. Todo de alguna manera estaba más iluminado, los estantes pa-
recían haber sido renovados, incluso las mesas y sillas.
—Bueno, al menos hay menos Slytherin —comentó Ron
cuando entraron, mirando hacia la otra fila donde Nott y Zabinni
se acomodaban en una mesa. En la mesa detrás de ellos habían dos
chicos más, cuyos nombres no conocía.
Después de de ellos llegaron dos chicos más, de Gryffindor:
la chica de apellido Zelazny, conversando animadamente con otro

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

chico, si no se equivocaba, se apellidaba Vance. Ambos sonrieron


hacia Harry, Ron y Hermione mientras sacaban ya los libros y los
materiales.
—¿Por qué nunca nos pueden poner con Ravenclaw? —se
quejó Ron una vez más. Hermione puso los ojos en blanco, igno-
rándolo por completo, y Harry se dedicó a hojear su nuevo libro de
pociones avanzadas, se preguntó si el libro de Snape habría termi-
nado quemado en la sala de requerimientos.
—Muy bien —dijo la voz de un hombre saliendo por una de
las puertas del fondo, era el profesor Monroe, que tenía los cabellos
castaños sueltos sobre los hombros y lucía una túnica azul, sonreía
afectuosamente hacia ellos—, creo que ya estamos todos…
Alguien tocó la puerta suavemente y en seguida se abrió, se
trataba de Malfoy, que lucía sonrojado y un tanto agitado.
—¡Oh, genial! —masculló Ron dramáticamente mientras el
profesor y el resto de la clase miraban hacia el rubio.
—Señor, lo lamento, recién me dieron el horario —se excusó
Draco aún no muy convencido de entrar, recordando además, que
el profesor Cummings le había dicho que no perdiera puntos para
su casa.
—Claro, claro, pase y siéntese, recién estábamos por empe-
zar.
Draco soltó involuntariamente un suspiro de alivio y se dejó
caer en una de las mesas libres del fondo. Harry le dio una mirada
más, recordando que la noche anterior lo había visto desaparecer en
algún lugar del tercer piso, y la curiosidad acerca de qué era lo que
Malfoy podía estar haciendo en ese pasillo a esa hora, volvió.
—Bueno, ahora que sí ya estamos todos, o eso espero al me-
nos —continuó hablando el profesor, mirando hacia la puerta una
vez más—, vamos a empezar. Como ya saben, mi nombre es
Cepheus Monroe, y por este curso, que será el último de ustedes,

291
LIBRO II|El Último Año
[2] El Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería

seré su profesor de pociones, me pueden llamar profesor Monroe, y


espero que estudien y se diviertan tanto aprendiendo como yo en-
señándoles.
Harry arqueó una ceja incrédulo, y Hermione sonrió más
ampliamente mientras Ron se movía algo incómodo en su sitio.
Al fondo, Draco que ya había sacado su libro de pociones, le
dio una mirada mucho más interesada, le parecía raro que un profe-
sor hablara de esa manera.
—Pero bueno, como ustedes ya se conocen hace tanto tiem-
po, supongo que no necesitan presentarse —el profesor caminó ha-
cia el escritorio y levantó uno de los pergaminos—, sin embargo me
ayudaría saber sus nombres, así que pasaremos lista, sólo levanten la
mano cuando los llame.
Draco escuchó distraídamente mientras el profesor llamaba
uno a uno a los demás compañeros. Cuando pronunció su nombre,
Draco simplemente suspiró y levantó la mano; se sintió extraña-
mente bien al no descubrir ningún rastro de rencor en su mirada, el
profesor simplemente asintió y miró hacia el pergamino nueva-
mente. Tal vez había estado exagerando, pensó, tal vez si había gen-
te que lo odiaba o que lo quería fastidiar, pero no era «toda la gen-
te», sólo una parte de ella. Eso parecía mucho mejor.
—¿Potter? —escuchó cuando le llamaban y levantó la mano
casi avergonzado. El profesor se quedó mirándolo un instante, y le
sonrió antes de pasar al siguiente—. Pritchard, bien… Zabinni —
Blaise levantó la mano apenas un instante—, y por último Zelazny
—la chica que se sentaba detrás de ellos, levantó la mano y el profe-
sor dejó a un lado el pergamino y la pluma.
Draco golpeó algo, ansioso con el cuchillo para cortar espe-
cies sobre su escritorio, esperando para que la clase iniciara. Había
preparado algunas pociones en casa de su madre antes de partir ha-
cia el colegio, pero no era lo mismo que poder experimentar con las

292
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

que el libro contenía, esperaba que para esa clase, el profesor hiciera
algo más interesante que solamente hablar.
—Bien, al ser este séptimo año, año de EXTASIS, y cono-
ciendo las exigencias de sus profesores anteriores, debo suponer
que todos aquí tienen ya, un nivel bastante alto sobre la materia, así
que durante esta clase vamos a probarnos qué tan lejos podemos
llegar.
Harry frunció el ceño. No era tan malo en Pociones, él lo sa-
bía, después de todo, había aprobado los TIMOs 12, pero en el sexto
curso, había obtenido sus tan altas calificaciones gracias a un libro
que ya no tenía.
—Hoy haremos algo fácil, una poción curativa, la encontra-
ran muy útil en algún momento, y según el plan de estudios, de-
bemos realizar al menos, unas cuatro pociones de este tipo, así que
iniciaremos con una muy sencilla —continuó explicando el profe-
sor mientras agitaba su varita, en la pizarra negra aparecieron las
instrucciones escritas con tiza blanca.
Draco suspiró fastidiado, él ya sabía preparar esa poción, era
una muy simple, “Poción Pimentónica” para los resfriados. Con al-
go de lentitud, abrió su libro en la página que le indicaban y empe-
zó a leer las instrucciones y recomendaciones, esperando a que to-
dos los demás ya se hubieran recogido sus materiales para poder ir
sin tener que cruzarse con nadie.
Harry caminó cerca del escritorio de Malfoy, para llegar jun-
to a Ron y Hermione hasta el estante de ingredientes, lo miró por
un instante, pero Malfoy pareció no notarlo, o no darle importancia
alguna, seguía leyendo su libro, indiferente a todo alrededor.

–|– 
12
Para referencia. TIMO (Título Indispensable de Magia Ordinaria), también conocido como
MHB (Matrículas de Honor en Brujería).

293
LIBRO II|El Último Año
[2] El Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería

—Interesante método —dijo la voz del profesor detrás de él,


y Draco se sobresaltó ligeramente, puesto que estaba muy concen-
trado, y últimamente nadie se le acercaba de buena gana como para
relajase lo suficiente—. Lamento haberlo asustado, ¿se encuentra
bien?
—Claro, bien… lo lamento —respondió sonrojándose un
poco por lo paranoico que se estaba volviendo.
—¿Quién le enseñó esa forma de cortar el Asfódelo?
—Pues… —Draco agregó las raíces que había cortado al cal-
dero antes de que el momento para hacerlo pasase, y éste soltó un
suave vapor anaranjado—,… no lo sé, es sólo que descubrí que así
funcionan mejor.
—Muy bien, continúe, lo hace bastante bien —lo felicitó el
profesor con una sonrisa antes de alejarse hacia otros Slytherin que
estaban más adelante.

–|– 

La clase terminó al fin, sin gloria ni pena para él, Malfoy ha-
bía obtenido cinco puntos por la forma como había cortado unas
raíces (Harry no comprendía exactamente qué tenía eso de esplén-
dido, pero era el profesor él que ponía los puntos, así que no había
mucho que nadie pudiera decir). Y por suerte, él no había volado su
caldero, y su poción había sido bastante aceptable, no tanto como la
de Hermione, pero no se podía quejar.
Era ya casi la una de la tarde, y con el estómago rugiéndole y
la cabeza puesta en los deberes que ya tenía que empezar a hacer en
la noche, llegó al Gran Comedor, junto con sus dos inseparables
amigos.

294
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Los tres se sentaron en su esquina acostumbrada, y comenza-


ron a comer en silencio. Ginny apareció poco después y se sentó a
su lado, aunque intentó entablar conversación con él, Harry no le
hizo el menor caso; a su lado, Ron le dio una mirada sesgada, pero
aún así, no cambió su actitud hacia la chica. Al parecer, Ginny esta-
ba en plan de reconquista, y no le podría decir la razón por la cual,
aquello no iba a funcionar, no hasta que hablara con Ron primero.
Quizá debía darse prisa con eso también.

–|– 

Le habían otorgado cinco puntos, y además, el profesor le


había dicho que su poción parecía muy decente, pensó que era la
mejor forma de empezar el día, al menos sabía que su jefe de casa y
su profesor de pociones no lo tratarían mal, algo era mejor que na-
da, después de todo.
Con pasos lentos y elegantes, caminó hasta el Gran Comedor
y se sentó en el mismo rincón que había ocupado en la mañana, si
los demás no se le querían acercar, era problema de ellos, no se iba a
morir porque no le hablaran, después de todo, estar solo no estaba
tan mal.
Estaba a punto de engullir el primer pedazo de carne cuando
alguien pasó a su lado, corriendo a toda prisa, y al parecer, con la va-
rita en mano, porque el plato se arrastró por la mesa y antes que si-
quiera pudiera alcanzarlo, se estrelló contra el piso.
Draco frunció el ceño, aún con el tenedor en el aire, y miró
hacia su atacante: Paul Bryce, que lo miraba con befa desde el fondo
del salón, junto con un par de Gryffindor más. Draco creía también
recordar sus nombres pero no podía estar seguro, sentía las miradas
de todos alrededor, sabía que estaban esperando una respuesta; su
tan ansiada respuesta, un ataque, cualquier cosa que lo sacara de allí

295
LIBRO II|El Último Año
[2] El Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería

inmediatamente, pero ya podían coger una silla para esperar senta-


dos, porque no perdería la paciencia por un plato en el piso, y una
par de burlas. ¡Por, Merlín! Si había resistido cosas peores.

–|– 

—Parece que el hurón no pierde la oportunidad de meterse


en líos, ¿eh?
—Ron —advirtió Hermione a la vez que Harry negaba con
la cabeza.
—Ellos han pasado y le han tirado la comida, no ha sido él —
respondió Harry mientras aún seguía observando a Malfoy, un nue-
vo plato había aparecido delante del chico para reemplazar el que
había caído en el piso y había desaparecido, y se volvía a servir más
comida, giró nuevamente hacia Ron que ya empezaba a replicar.
—Sí, pero te apuesto a que algo les hizo antes, es decir… Es
Malfoy
—Vaya —murmuró Harry—, interesante deducción, es Mal-
foy, eso lo resuelve todo.
—Pues…
El sonido de un nuevo plato en el piso los hizo voltear, Mal-
foy al parecer, había sido fastidiado nuevamente. Harry entrecerró
los ojos y miró a los tres Gryffindor, que se movían rápidamente
hacia la mesa, un instante después, la directora y un par de profeso-
res aparecían para almorzar en la mesa de profesores.
—No deberían molestarlo —reprochó Hermione a los tres
chicos que se habían sentado cerca de ellos y reían con camarade-
ría—, va contra las normas.
—¡Oh, por favor!, después de todo lo que hizo —se defendió
Bryce con un deje de amargura en la voz.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Sí —apoyó Hawes—, tú no estuviste aquí el curso pasado,


no sabes lo que fue soportarlo.
—No debieron dejarlo salir, y mucho menos que volviera —
concluyó Vachss, dando una última mirada hacia donde Malfoy
comía apresuradamente y con el ceño ligeramente fruncido.
Harry no dijo nada, solo se quedó en silencio, dando vueltas
a lo que ellos le decían, y a su curiosidad por saber qué era lo que
Malfoy estaba haciendo o planeando volvió, se le hacía extraño que
lo molestaran e insultaran y que no hubiera una respuesta de su
parte.

–|– 

«Malditos idiotas», pensó Draco mientras cortaba con más


fuerza de la necesaria, la carne del tercer plato que se había servido,
esperó que esta vez sí pudiera comerlo sin que nadie lo fastidiase, al
menos ahora estaba allí la profesora McGonagall. «Maldétos imbe-
ciles», pensó nuevamente mientras trataba de recordar a alguno de
ellos, para saber si es que lo odiaban porque les había hecho algo
malo o sólo por la corriente de «Odien a los Malfoy, o a lo que que-
da de ellos».
Hizo además una nota mental, de ahora en adelante, trataría
de llegar un poco más tarde al comedor, lo suficiente como para
que algún profesor ya se encontrara allí; sonaba cobarde, sí claro
que sí, pero él no podía defenderse porque sería considerado un
ataque y tendría problemas, además no necesitaba probar su valor
ante nadie, sólo ser un poco más astuto, mientras menos oportuni-
dades de molestarlo les diera, mejor. Se llamaba supervivencia.

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LIBRO II|El Último Año
[2] El Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería

Cuando la clase de Herbología terminó, Harry salió junto a


Ron, Hermione y Ginny —que se les había unido en la misma me-
sa de trabajo para fastidio de Harry— y se encontró ya con los Huf-
flepuff y Slytherin que formaban una fila para entrar al invernadero.
Saludaron a Ernie Macmillan, que seguía tan pomposo como
siempre.
—Es una pena que no podamos seguir cursando pociones
juntos, realmente me perece que disfrutábamos mucho esa clase.
—Claro —respondió Ron, seguro que él no extrañaba para
nada a Ernie.
La profesora Sprout salió del invernadero en ese momento,
apurando a la clase que ya esperaba, y Ernie se despidió con un ges-
to con la mano antes de darse la vuelta y entrar con los demás com-
pañeros, los Slytherin les brindaron su típica mirada de superiori-
dad y al fondo, de último, iba Malfoy, que ni siquiera los miró
cuando pasó a su lado.

–|– 

Ya en la cama, con las cortinas cerradas y luego de haber


avanzado bastante con los deberes, Harry revisó su mapa nueva-
mente; a la hora de la cena, Malfoy había llegado tarde cuando in-
cluso varios se habían retirado a sus salas comunes, no lo molesta-
ron ni le dijeron nada, comió rápidamente y se marchó. Nueva-
mente sin intercambiar ninguna palabra o mirada con ninguno de
sus compañeros de clase. Con el mapa lo había buscado en la sala
común de Slytherin y en los dormitorios, pero no lo encontró allí,
así que siguió observando el resto del plano, pero nuevamente, co-
mo la noche anterior, parecía que se lo había tragado la tierra, o el
castillo.

298
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Aquella vena de curiosidad latía con fuerza, preguntándose


dónde demonios se podía haber metido Malfoy. Estaba seguro que
no en la sala de requerimientos, ya ni siquiera sabía si existía, y por
todo lo que había pasado en aquel lugar, sabía que Malfoy no la usa-
ría más.

–|– 

Draco bostezó suavemente, y se estiró todo lo que los golpes


y moretones en el estómago le permitían sin sentir dolor, echó una
mirada más a su pergamino sobre las pociones curativas y la impor-
tancia de aprenderlas, y le pareció que estaba todo correcto, sin em-
bargo, se hizo una nota mental para darle una revisada más al día si-
guiente.
Se metió al baño y se dio una ducha, recordando lo aburrida
y fastidiosa que había sido la última clase de la tarde, con los idiotas
Hufflepuff y sus pequeños insultos susurrados, cuando la profesora
estaba lo suficientemente lejos como para escucharlos. Él sólo que-
ría pasar inadvertido durante el resto del curso, pero si lo seguían
molestando de esa manera, tarde o temprano terminaría haciendo
algo tonto.
—No —se dijo con voz firme, ya metido en la cama, con las
antorchas a media luz—. No les puedo dar el gusto a ninguno de
ellos, y menos incluso, dejar a mi madre sola —se arropó un poco
mejor y suspiró suavemente—. No les daré el gusto.

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Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

3
Secretos revelados, secretos descubiertos

“La verdad tiene dos sabores: uno dulce, para el que la dice, y otro amargo,
para el que la oye.”
Francisco Rodríguez Marín (1855-1943), poeta, folclorista, paremiólogo,
lexicólogo y cervantista español

19 de septiembre de 1998, Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería,


en las inmediaciones del castillo

H
arry suspiró ligeramente aburrido. Estaba en la sala
común sentado junto a Ron y, para su mayor dis-
gusto, también junto a Ginny. La chica parecía dis-
puesta a probar su resistencia y su paciencia, puesto que desde que
habían iniciado las clases, no había hecho más que aparecerse siem-
pre que podía, sentándose junto a él en las materias que compar-
tían, en el comedor y en la sala común. Harry no le hablaba, y la ig-
noraba todo lo educadamente que podía. Sin embargo, con Ron
cerca, era difícil el responderle como deseaba, no que quisiera ser
mal educado o demasiado brusco con ella, pero habían cosas que
rebasaban los límites, y la mano de Ginny sobre su pierna en ese
momento definitivamente era demasiado.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Se puso en pie de un salto y le dio una mirada de disgusto a


la chica, mientras sentía que sus mejillas se calentaban más y más.
—Oye, ¿qué pasó? —preguntó Ron algo confundido, a su
lado, Hermione le dio una mirada de entendimiento.
—Nada… debo ir a mi habitación.
—Oh, ¿te olvidaste de algo para la tarea? —preguntó Ginny
con voz inocente, Harry le dio una mirada más severa aún.
—No, y no es asunto tuyo, en seguida regreso —siseó antes
de coger la mochila del piso y caminar con pasos rápidos hacia las
escaleras del dormitorio de chicos, podía sentir la mirada de Ron
clavada en su nuca, y esperaba, realmente, que Ginny no lo persi-
guiera y, sobre todo, que Ron no lo siguiera… Sabía que se enfada-
ría por hablarle de manera tan hosca a la chica, no obstante, eso ya
se parecía más a un caso de acoso que a un simple plan de recon-
quista.
Se dejó caer sobre la cama y suspiró. Por primera vez, desde
que había vuelto a la escuela, extrañó Australia, a Fabio y a los ami-
gos de este, allá todo había sido más fácil: era libre de hacer lo que
quería y no tenía que esconderse de nadie, pero aquí, ni siquiera le
podía decir a Ginny por qué tenía que dejarlo en paz, o a Ron por
qué estaba rechazando a su hermanita.
Sabía que era algo que tendría que hacer tarde o temprano, y
que debía darse prisa, el decírselo a Ron representaba terminar de
sacar el secreto de su organismo y el respirar en paz, si es que Ron
lo entendía, todo estaría en paz, si no lo hacía… bueno, al menos lo
habría intentado.

–|– 

Con una sonrisa de satisfacción, enrolló el pergamino de es-


tudios muggles, había sido una tarea enorme y le había llevado toda

301
LIBRO II|El Último Año
[3] Secretos revelados, secretos descubiertos

la tarde hacerlo, pero al fin había terminado y se sentía aliviado por


eso. Levantó la vista hacia un pergamino adherido en la pared frente
a su escritorio, y tachó la casilla que decía «Terminar con la estúpida ta-
rea de E.M. acerca de los artefactos eléctricos», la casilla quedó en blanco y
miró la siguiente: «Debes escribir a tu madre».
Bueno, al menos ahora le tocaba hacer algo más entretenido
que explicar por qué las cosas se calientan en esa cajita llamada mi-
croondas. Sacó del cajón otro pergamino más, y mojó la pluma, casi
se sabía de memoria las cosas que le debía decirle a su madre y las
cosas que no:
Tendría que mencionarle que en el castillo estaba empezando
a enfriar por el otoño, y que los árboles de los jardines estaban per-
diendo sus hojas, aunque no había paseado realmente por las parce-
las en todo ese tiempo, no se iba a arriesgar a que lo encontraran so-
lo por allí, y le atacaran como en los pasillos.
También le diría que los profesores eran —en su mayoría—
amables, y que sus calificaciones estaban muy bien, lo cual era ver-
dad a medias y, considerando la tranquilidad de su madre, mejor
que la verdad completa, puesto que los profesores Cummings y
Monroe eran bastante amables con él o, mejor dicho, justos, inclu-
so el profesor Monroe le había dado bastantes puntos por sus res-
puestas, los demás simplemente lo ignoraban en el mejor de los ca-
sos y otros, como el profesor Cooper, aprovechaban cada instante
para quitarle puntos, y tratarlo injustamente. Aún así, no les iba a
dar el gusto de reprobarlo o de sacar un «Desastroso» en los E.X.-
T.A.S.I.S., aunque no cursara nada después del colegio, no les brin-
daría el placer de señalarlo y que dijeran que no había podido si-
quiera aprobar.
Además, contarle que se estaba alimentando bien, claro, aho-
ra que había aprendido que debía llegar al comedor en el momento
en que los profesores estuvieran, comer a toda velocidad —casi tra-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

gar— y volver lo más rápido posible hacia su habitación, de esa ma-


nera nadie le lanzaba o tiraba la comida al suelo o molestaba, salvo
los pequeños insultos que le daban cuando pasaban cerca de él, pero
a esos, ya estaba acostumbrado.
Decirle que con sus compañeros todo iba bien, si obviaba
que no hablaba con nadie nunca, de ningún modo; sólo con los
profesores cuando tenía que contestar una pregunta, y muy rara vez
con el Barón Sanguinario, que lo saludaba de manera bastante cor-
tés. Eso se sentía raro, el no usar la voz para nada más que para ha-
blar con los profesores de vez en cuando, para hacer algunos útiles
hechizos y para contestar los ataques del pasillo, cuando no había
ninguna autoridad cerca. En esas dos semanas no había querido
contar la cantidad de ataques o golpes que había recibido, y se
asombraba bastante de que aún se mantuviera en control y no res-
pondiera a ningún idiota con una maldición, aunque ayudaba que
cada vez que estaba a punto de ceder y caer se recordaba: «no les da-
ré el gusto», y eso bastaba para que se calmara. Era un buen método
después de todo.
Leyó la carta a su madre una vez más y sonrió, sí, no había
nada que la fuera a preocupar, la guardó, esperaría todavía al lunes
en la tarde, cuando la mayoría tenía clases y él una hora libre para
mandarla, así no se cruzaría con muchos más en el pasillo.
Sólo para descansar un poco más, sacó de otro de los cajones,
las cartas que su madre le escribía. En la última le decía que tenía
un pequeño resfrío, pero que las pociones que había dejado en casa
le estaban haciendo bastante bien, que el trabajo en el auspicio para
ayudar a los caídos en la guerra le abarcaba todo el día, y que siem-
pre lo extrañaba, esperaba ya que llegara diciembre para que fuera a
casa, aunque fuera por unos días.
Draco esperaba que su madre no le estuviera mintiendo.

303
LIBRO II|El Último Año
[3] Secretos revelados, secretos descubiertos

Esperaba que de verdad estuviera bastante bien y sin proble-


mas. Realmente lo esperaba, aún se sentía culpable por dejarla sola
en casa.

–|– 

Harry se desperezó sobre la cama y, como ya era su costum-


bre, sacó el mapa del merodeador. Ron y Hermione seguían en la
sala común, Ginny había desaparecido por algún sitio, afuera ha-
bían ya muy pocos alumnos en los pasillos, casi todos estaban en
sus salas comunes o en sus habitaciones. Todos excepto Malfoy, cla-
ro; al cual, para variar no lograba ubicar en ningún sitio del castillo,
aunque tenía una leve sospecha de que estaba en el tercer piso, en
algún punto escondido y no descubierto por los merodeadores en
su época.
Durante la semana pasada Ginny les había contado que había
escuchado a las chicas Slytherin muy enojadas porque le habían da-
do una habitación propia a Malfoy, y por lo injusto que era aquello.
Aunque recordando varios comentarios de ataque e insultos hacia
Malfoy, le pareció que era la opción más saludable, después de todo,
había demasiados jóvenes enfadados con él como para que lo deja-
ran en paz. Era injusto, claro, debían dejarlo estudiar y participar de
la escuela como todos. Él no estaba allí porque quisiera, sino por
que el Ministerio lo había obligado. Muchas veces se preguntaba si
es el Ministerio no lo había enviado allí para hacerlo caer y poder
encontrar una excusa para meterlo finalmente en Azkaban como
prueba de que los «caídos» no se reforman. Sí es que era así, rogaba
por que Malfoy tuviera paciencia y no se derrumbara.
Lo había observado bastante durante esas dos últimas sema-
nas, sobre todo en clase de Pociones, donde le ganaba incluso a
Hermione, siempre con gesto serio, adusto y callado, su mirada fir-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

me, su cabeza en alto y sus pasos seguros. Siempre llegaba justo a


tiempo para entrar al aula y evitarse el tener que hacer la fila con los
demás fuera del aula, y era el primero en salir, prácticamente, co-
rriendo. Llegaba tarde a las comidas y comía con premura, mucho
más rápido que Ron incluso, para incontinenti, desaparecer y per-
derse en ese pasillo del tercer piso.
No hablaba con nadie, nunca lo vio intercambiar una palabra
con alguien que no fuera un profesor o el Barón Sanguinario. Los
demás compañeros sabían que su habitación estaba escondida en al-
gún lugar del castillo, pero Malfoy parecía bastante listo para evitar
que ellos la encontraran. Harry pensó que era lo mejor, no había
visto en vivo ninguno de los ataques, y Malfoy nunca parecía gol-
peado o herido (salvo algunos días cuando iba caminando mucho
más lento y pausado, pero sin ninguna marca o señal a la vista). In-
cluso los profesores no parecían estar en conocimiento de eso, pero
sabía que si alguno de los que lo molestaban, se enteraba de dónde
estaba su habitación, tal vez lo molestarían más.

–|– 

No le gustaban las cenas de los sábados, era más difícil que


los profesores cenaran con ellos, puesto que varios se iban a Hogs-
made y los dejaban solos, lo cual representaba definitivamente pro-
blemas. Rogando porque un maestro, aunque fuera el semi gigante,
estuviese en el Gran Comedor, avanzó con pasos firmes hacia las
escaleras, escuchando cómo ya los pasillos se llenaban de las voces
de los demás alumnos. Suspiró, rogando no encontrarse con nadie.
Aceleró el paso un poco más, y ya estaba cerca de las escaleras cuan-
do sintió el primer hechizo, directo en la espalda, trastabilló hacia
delante y se sujetó apenas con las puntas de los dedos de la baranda,
evitando caer.

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LIBRO II|El Último Año
[3] Secretos revelados, secretos descubiertos

—Hey Mortífago —llamó uno de ellos, Draco volteó lenta-


mente, tratando de recuperar la sosegada respiración, sabía de quien
era esa voz y no podía creer que lo estuviera molestando con eso,
cuando su padre había sido uno de los mortífagos condenados a ca-
dena perpetua en Azkaban.
—¿Qué quieren? —preguntó con los dientes apretados, el
dolor en su espalda se estaba esparciendo, haciendo que la piel le
ardiera.
—Sólo recordarte quién eres —replicó Nott con los brazos
cruzados, detrás de él, a sólo unos pasos por detrás estaban Zabini,
Gwynne, Baddock y White, los tres últimos menores.
—¿Y necesitas un ejército de guardaespaldas para hacerlo?
—¿Será que extrañar a tus dos gorilas hace que hables así,
Malfoy?
Draco sólo se encogió de hombros mientras las risas de los
chicos calaban profundo en su pecho, recordando a sus amigos.
—Pero claro, uno murió achicharrado y el otro está en Az-
kaban —dijo White con burla.
—Sí, donde deberían estar todos los mortífagos como tú —
continuó Baddock.
—Y es en donde están —replicó Draco no perdiendo el rit-
mo—. ¿No es así, Nott?
Nott se sonrojó y apretó los puños con fuerza.
—Al menos el mío está vivo.
Y eso sí dolió, su padre ya no estaba vivo, y dolía no poder
haberse despedido de él siquiera.
—Pero encerrado, volviéndose loco lentamente —el dolor en
la espalda iba desapareciendo ya—, prefiero a mi padre muerto que
sufriendo eso —mintió.
Gwynne dio un paso hacia delante al tiempo que Nott levan-
taba la varita, y Draco flexionaba las piernas muy suavemente, no

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

podía defenderse de ellos, pero podría evitar que le asestaran, o por


lo menos intentar.
—Oh, el niño mortífago, huérfano y pobre, sólo te está pro-
vocando —dijo hacia Nott—. Pero, ¿sabes qué, Malfoy? No necesi-
tas provocarnos, igual te daremos tu merecido.
Draco saltó hacia un lado a la vez que el rayo del hechizo de
Nott caía en el sitio donde había estado parado un instante antes,
pero no tuvo tiempo de alegrarse siquiera por haber esquivado uno
de los sortilegios, debía recordar que eran cinco contra uno, y claro,
como siempre, tenía todas las de perder.
El primer rayo le dio en la pierna, el dolor lacerante lo hizo
caer de rodillas, justo a tiempo puso las manos para evitar dar con el
rostro en el piso cuando el segundo rayo le asestó en un brazo, lue-
go de eso, todo fue confusión: sintió los rayos golpear su cuerpo y
por más que trató de moverse no lo consiguió, era como si de pron-
to algo lo hubiera inmovilizado (seguramente un hechizo), parpa-
deó hacia arriba en el momento en que Nott y Zabini se le acerca-
ban, y trató de darles su mejor mirada de desprecio mientras ellos
reían a carcajadas, y entonces sintió la magia. Una magia extraña y
diferente, rozándolo. Un rayo le dio a Nott en el pecho en el mo-
mento que Zabini le lanzaba algo que lo sumió poco a poco en la
oscuridad, lo último que vio fue el rostro de Zabini desencajado
por el asombro, antes de que todo se oscureciera completamente.

–|– 

—Hey, compañero —dijo Ron agitándolo un poco. Harry se


levantó sobresaltado, mirando hacia Ron con cierto enojo.
—Ya va siendo hora de cenar.
—Oh, claro —bostezó sonoramente y se dejó caer en la cama
de nuevo, no tenía tanta hambre después de todo.

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LIBRO II|El Último Año
[3] Secretos revelados, secretos descubiertos

—Vamos, Harry, no puedes dejar de comer o Hermione


vendrá y te obligará.
—No iba a dejar de comer —replicó Harry sentándose nue-
vamente.
—Entonces vamos, Hermione y Ginny están esperando aba-
jo.
—Oh —Harry frunció el ceño—… yo… ya los alcanzo, en
un rato más los veo en el Gran Comedor.
—Harry…
—En serio, Ron, debo ir al baño. Luego los alcanzo —mintió
poniéndose en pie. Ron pareció querer agregar algo más, pero luego
asintió en silencio y salió de la habitación.
Harry suspiró aliviado, al menos había evitado tener que ba-
jar con Ginny también, aunque igual estaría sentada en la mesa del
Gran Comedor junto a sus amigos.
Aún algo fastidiado, levantó el mapa que había permanecido
sobre la cama cuando él se había quedado dormido, mirando hacia
donde decía «Sala Común Gryffindor», los chicos seguían allí, segu-
ro que Ron aún las convencía de avanzar sin él.
Pues que pena, tendrían que esperarlo entonces.
Miró hacia el resto del mapa, paseando la vista distraídamen-
te por varios de los pisos hasta que lo vio: Malfoy estaba en el tercer
piso, caminando como siempre solo. Aparentemente, no se había
dado cuenta que por el otro lado del pasillo venía un gran grupo de
Slytherin.
Mantuvo la mirada fija en el lugar hasta que vio cómo aquel
grupo se detenía y Malfoy parecía no notarlo. Se preguntó si es que
lo atacarían o simplemente lo dejarían pasar. Golpeteó el piso con
un pie, bastante impaciente, se sentía extraño, sabía que lo más pro-
bable fuera que atacaran a Malfoy, el sentido común le decía que
debía hacer algo, aunque obviamente, se trataba de Malfoy.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Finalmente dio un bufido de impaciencia y corrió hacia el


baúl, sacando su capa de invisibilidad, no la había usado desde Aus-
tralia, se la puso sobre los hombros, recordando de pronto cuántas
aventuras había pasado junto a ella. Echó un vistazo al mapa, los
chicos seguían abajo, no tenía tiempo para ser sutil, así que simple-
mente desapareció por completo, y sosteniendo con una mano el
mapa y con la otra la varita y los bordes de la capa, salió corriendo,
bajó las escaleras de dos en dos y pasó junto a sus amigos en el
momento que Ginny decía algo como «pero yo puedo ir a decirle
que se apresure». El retrato estaba abierto, dejando pasar a un grupo
de segundo, y pronto estuvo corriendo por el pasillo, entrando en
uno de los atajos que tan bien conocía.
Había llegado justo a tiempo, o al menos no tan tarde, agita-
do y jadeante, aún con la capa de invisibilidad encima, lanzó un par
de hechizos, eso bastó para que todos ellos se alejaran asustados, de-
jando a un inconciente Draco Malfoy en el piso.
Caminó con pasos acelerados hasta él, y lo vio, tenía el rostro
un tanto tumefacto, y un hilo de sangre en la barbilla, su pecho
subía y bajaba rítmicamente. Dio una mirada al mapa, ya no había
nadie cerca, los Slytherin estaban casi llegando al Gran Comedor,
así que con algo de confianza, se sacó la capa de invisibilidad y la
puso sobre Malfoy, cubriéndolo completamente. No sabía por qué
lo hacía, no obstante, no le parecía justo que cinco chicos juntos
hubiesen atacado a Malfoy; tampoco que lo viesen a él levitando el
cuerpo inconciente de quien, en su época, había sido su enemigo en
la escuela.
Dudando un poco, avanzó por el pasillo del tercer piso hasta
la altura en donde le parecía haber visto a Malfoy desaparecer del
mapa, lo dejó caer suavemente sobre el suelo, mirando alrededor.
No había mucho que ver por allí que pudiera parecer una habita-
ción, había un par de armaduras y unos cuantos retratos, incluso

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LIBRO II|El Último Año
[3] Secretos revelados, secretos descubiertos

uno donde un gran rebaño avanzaba sin fin, haciendo ruido y llori-
queando.
—Bien, que no se diga que no lo intenté —dijo a la vez que
destapaba a Malfoy, le dio una mirada analítica, estaba mucho más
delgado que antes, aunque su piel no era ya tan cenicienta como
había estado en sexto año, apartó el cabello manchado de sangre de
la frente, ahora lo llevaba mucho más largo, y lo peinó un poco ha-
cia atrás.
Nunca había notado que Malfoy no era tan feo en realidad,
claro, nunca lo había podido ver de frente y tranquilo. Frunció el
ceño por su pensamiento tan inadecuado, y se puso en pie, se cu-
brió con la capa completamente y apuntó con su varita.
—Enervate.

–|– 

Draco sintió el golpe de magia y, como si saliera a la superfi-


cie, después de haber estado hundido en el agua durante demasiado
tiempo, dio una gran bocanada de aire antes de sentarse, emitió un
pequeño quejido por el dolor en una de sus costillas, y miró a am-
bos lados. ¿Cómo había llegado hasta allí?
Recordaba el ataque, y luego… algo derribó a Nott… Tal vez
esa parte había sido imaginación suya, no recordaba haberse puesto
en pie y avanzar tanto…
Se levantó con mucho esfuerzo y miró alrededor, no había
nadie cerca, sólo por precaución caminó hacia el final del pasillo e
inspeccionó la esquina, el pasaje estaba completamente vacío. Sus-
piró tomando fuerzas y corrió hacia la mitad del pasillo, donde el
cuadro de una hada muy hermosa lo miraba con cierta pena.
—Paz —dijo suavemente, el cuadro se hizo de pronto más
profundo y lo dejó pasar, se desplomó sobre el pasillo y trató de

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

controlar los temblores de su cuerpo mientras se preguntaba si aún


le quedaba poción para el dolor.
Se puso en pie nuevamente con esfuerzo, sus piernas tem-
blaban demasiado, dio unos cuantos pasos más y llegó hasta el es-
tante donde guardaba las pociones, trató de alcanzar uno de los fras-
cos, pero el dolor era aún muy intenso, y cayó al piso de nuevo, a
penas y pudo poner las manos para evitar golpearse el rostro, la os-
curidad volvió a envolverlo y no supo más.

–|– 

Afuera, en el pasillo, Harry miraba atentamente hacia el cua-


dro del hada, había descubierto la habitación y la contraseña de
Malfoy, de un Malfoy que parecía herido y cansado. Se preguntó si
no sería más adecuado entrar a preguntar si necesitaba ayuda o lle-
varlo a la enfermería.
Se quedó allí de pie durante un rato más.
—¿Señora Hada —preguntó con voz suave—, usted no sabrá
si Malfoy está bien?
El Hada sacudió la cabeza, agitando sus largos cabellos rubios
a ambos lados en señal de negación, y Harry resopló.
—Puede que se encuentre un poco mal, ya sabe, estaba heri-
do y… —Harry bufó, era obvio que el cuadro no le contestaría, tal
vez no tenía autorización para hablar. Por otro lado, él conocía la
contraseña, podría entrar si deseaba, pero la idea de encontrarse a
un Malfoy furioso en el interior lo detenía, después de todo, él no
sabía que Harry lo había llevado hasta allí.
Caminó alrededor del pasillo un rato más, y se cubrió nue-
vamente con la capa, recostándose contra la pared de enfrente y es-
perando, si Malfoy estaba bien, o medianamente bien, saldría por
sus propios pies a comer; de todas maneras tendría que cenar ¿no?

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LIBRO II|El Último Año
[3] Secretos revelados, secretos descubiertos

Se entretuvo mirando hacia el mapa del merodeador, en el


Gran Comedor ya estaban los atacantes de Malfoy, todos juntos en
la mesa de Slytherin. Vio también que Ron, Hermione y Ginny es-
taban sentados en su lugar habitual. Casi había olvidado que había
prometido a Ron el alcanzarlo, pero Malfoy aún no aparecía, y ya
estaba pasando demasiado tiempo.
Frunció el ceño y se decidió. Aún bajo la capa de invisibili-
dad, dándole primero una mirada al mapa, y cerciorándose que no
había nadie alrededor, se acercó al cuadro.
—Paz —susurró, y el cuadro se hizo de pronto más profun-
do. Harry avanzó por su interior hacia un pasillo iluminado por
unas cuantas antorchas, al fondo pudo ver lo que debía ser la habi-
tación de Malfoy; aún cubierto por la capa, y sin hacer mucho ruido
al caminar, avanzó hasta tener una vista completa de la habitación y
de Malfoy tirado junto a uno de los estantes.
Se sacó la capa a toda velocidad, dejándola tirada en uno de
los lados junto con el mapa y corrió hasta Malfoy, lo movió lenta-
mente, dejándolo completamente de espaldas, seguía inconsciente.
—¿Malfoy? —llamó con voz suave, agitándolo un poco. Un
ronco quejido fue la única repuesta. Lo hizo levitar con la varita
hasta la cama, y lo acomodó lo mejor que pudo, no sabiendo qué
hacer exactamente, podía llevarlo a la enfermería, seguramente Ma-
dame Pomfrey sabría qué hacer con él.
Dio una mirada más al estante, en una de las repisas superio-
res había una gran cantidad de frascos, muchos estaban llenos, mas
otros un tanto vacíos. Caminó hacia ellos y leyó las etiquetas, pare-
cían escritas a mano «Poción para el dolor de cabeza»; «Poción crece
huesos»; «Poción para el dolor de golpes»… Tomó ese frasco, y le
dio una mirada a contra luz, parecía estar en buen estado, y después
de todo, era en ese sitio donde Malfoy aparentemente se había des-
plomado.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Enervate —murmuró nuevamente hacia Malfoy, que abrió


los ojos un tanto asustado, y miró a ambos lados, parpadeó cuando
su mirada gris se encontró con la de Harry.
—¿Qué…? —el dolor en su costado se incrementó, y no pu-
do continuar preguntando qué demonios hacía Potter en su habita-
ción.
—Lo siento… —Harry se apresuró a enseñarle el frasco a
Malfoy—, no sé si esta es la que necesitas.
Draco frunció el ceño y tomó una gran cantidad de aire, lo
que le provocó un gran dolor en el costado.
—¿Qué mierda haces aquí?
—Bien, que tal si eso te lo digo después y primero me dices
qué poción darte, antes de que empeores…
Draco se sujetó con fuerza el lado izquierdo, bajo sus costi-
llas, y recordó en parte, que había intentado llegar a las pociones.
—Hay un… —estaba empezando a respirar con dificultad, y
mas le valía apresurarse, no se arriesgaría a que Potter lo llevara a la
enfermería, luego podría resolver todo lo demás—. Es uno lila… no
tiene nombre.
—Bien —Harry se giró nuevamente hacia el estante y lo en-
contró rápidamente, se lo acercó a Draco, y éste tomó el frasco con
manos temblorosas. Harry lo sujetó por la muñeca y le ayudó a des-
taparlo.
Draco a penas y estaba consciente de lo que pasaba alrededor,
o de que Potter era quien lo ayudaba, con dificultad se concentró en
que el líquido llegara a su boca. El sabor amargo de la poción lo hi-
zo hacer un gesto de asco antes de recostarse nuevamente, tardaría
aún un poco en hacer efecto.
—No… —giró el rostro apenas para tratar de enfocar a Pot-
ter, que se estaba convirtiendo ya en una mancha borrosa—… lla-
mes a nadie… en serio.

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LIBRO II|El Último Año
[3] Secretos revelados, secretos descubiertos

Harry asintió suavemente mientras los ojos de Draco se ce-


rraban de nuevo, sólo que esta vez, a diferencia de la anterior, cuan-
do lo había encontrado en el suelo, su respiración era mucho más
pausada y tranquila, quiso creer que aquello significaba que tal vez
la poción sí estaba surtiendo efecto.
Se quedó de pie allí, junto a la cama de Draco durante mu-
cho tiempo más, mirando hacia el chico que dormía tranquilamen-
te, y hacia el resto del lugar, en una de las paredes, la que quedaba
frente al escritorio, había una foto de la familia Malfoy, estaban Lu-
cius y Narcissa y, en el medio, Draco, los tres sonreían a la cámara
casi con la misma expresión de superioridad, luciendo sus elegantes
túnicas, el fondo era un jardín bastante amplio. Por la cara de Dra-
co, casi podía deducir que se trataba del cuarto año. Debajo de la fo-
tografía había un pergamino con un cuadro de días y obligaciones,
habían algunas cuantas cosas tachadas, como tareas y «escribir a ma-
dre».
Sobre el escritorio, una gran pila de pergaminos, todos orde-
nados junto a unas cuantas plumas y un tintero, todo parecía estar
en completo orden. El estante con pociones y unos cuantos libros.
Se balanceó sobre sus pies, no sabiendo qué más hacer, des-
pués de todo, ya le había dado la poción que necesitaba, y debía
confiar en que estuviera bien en cuanto despertara… lo más proba-
ble fuera que despertara hasta la mañana siguiente.
Le dio una última mirada a su rostro pacífico, su forma de
respirar acompasada, sí, definitivamente iba camino a la recupera-
ción así que no necesitaba más ayuda.
Echando un vistazo más alrededor, se puso la capa encima,
cogió el mapa del merodeador y se escabulló hacia el pasillo, verifi-
cando que no hubiera nadie cerca.

–|– 

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

La primera vez que abrió los ojos lo hizo apenas un instante,


parecía como si el cansancio se hubiera apoderado de su cuerpo y,
tomando el control con esfuerzo, pudo ver lo que le pareció un chi-
co de cabellos oscuros desaparecer antes de volver a caer dormido.

–|– 

Cuando llegó al Gran Comedor, la cena casi había termina-


do, en la mesa, sin embargo, aún estaban Hermione, Ron y —como
no— Ginny. Parecían un tanto enfadados.
—Hola, ¿siguen aquí? —preguntó Harry mientras se sentaba
y tomaba un pedazo de pan de la bandeja.
—Te serví esto por si no llegabas a tiempo —le dijo Ginny
con una pequeña sonrisa, aunque sus ojos le miraban con desazón.
—No debiste molestarte —replicó Harry tomando el plato y,
eliminando las zanahorias y apios, sinceramente no le gustaban, ha-
bía puesto más pan en su lugar.
—Pero lo hizo —objetó Ron de pronto, su voz seria y el co-
lor de sus mejillas le indicaban a Harry problemas—, así como no-
sotros te esperamos y lo mínimo que deberías hacer es agradecernos
por haberte esperado.
—Yo no les pedí que se quedaran hasta esta hora —contestó
Harry dejando a un lado el plato de comida, de pronto ya no sentía
tanta hambre.
—Harry, ¿pasó algo? ¿Por eso tardaste? —preguntó Hermio-
ne en un tono mas conciliador. Harry supo que estaba tratando de
hacer que se explicase.
La idea de decir «sí, me encontré a Malfoy malherido y lo es-
tuve cuidando», bailó por su cabeza un instante antes de alejarla de
un manotazo, sería ridículo y estúpido.

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LIBRO II|El Último Año
[3] Secretos revelados, secretos descubiertos

—Me entretuve hablando en el pasillo —mintió— y como


dije antes, nadie les pidió que me esperaran, después de todo, sólo
es la cena, no su casamiento —dijo poniéndose en pie, tal vez po-
dría ir a las cocinas más tarde y comer algo.
—Pero, Harry, no tienes que enfadarte —habló Ginny suje-
tándolo de un brazo. Por auto reflejo, Harry se soltó de manera
brusca de ella, al tiempo que Ron se ponía en pie.
—¡Oye! —gritó.
—Lo siento.
—No tienes ningún derecho a empujarla ni a tratarla de esa
manera.
—Lo lamento, pero ella tampoco tiene derecho de andar ja-
lando de mí como si fuera su mascota.
—Ron, por favor no te metas, esto es entre él y yo —pidió
Ginny poniéndose entre ambos.
—¿Qué es lo que te pasa? —preguntó Ron obviando el co-
mentario de su hermana—. ¿Qué tienes?
—Yo…
—Bueno, bueno —dijo la voz de la profesora Hooch mien-
tras caminaba hacia ellos con mirada crítica—. Es increíble, los úl-
timos que pensé que encontraría riñendo y causando desorden.
—Lo sentimos, profesora Hooch, sólo es un mal entendido
—se excusó Hermione con voz temblorosa. Ron agachó la cabeza al
igual que Ginny.
—Debería quitarles puntos por esto.
—No, profesora por favor, yo soy el responsable de todo, yo
lo inicie y…
—Esta es una llamada de atención —dijo la profesora inte-
rrumpiendo a Harry—, la próxima vez, aunque estén en mi casa,
deberé quitarles puntos, y si ya han terminado de cenar, lo mejor es

316
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

que vuelvan a su sala común y solucionen sus problemas de la ma-


nera adecuada y adulta que, estoy segura, son capaces.
—Sí, profesora —murmuraron los cuatro al unísono.

–|– 

La segunda vez que abrió los ojos, se sintió mejor, y se man-


tuvo conciente el suficiente tiempo para examinar el lugar donde se
encontraba, dio un suspiro de alivio al descubrir que estaba en su
habitación. El frasco vacío sobre la mesa le decía que había llegado
hasta las pociones y luego hacia la cama. Sin embargo, había algo en
toda la escena que no cuadraba, algo que se le escapaba, pero estaba
demasiado cansado para pensarlo siquiera. Bostezó y se estiró,
comprobando que los dolores iban desapareciendo. Cerró los ojos
una vez más, era una lástima que aquella noche no hubiera podido
ir a cenar, no le quedaba más que esperar hasta el desayuno. Y, con
ese último pensamiento, finalmente volvió a dormir.

–|– 

—Pero, Harry —llamó Ginny por… quizá enésima vez. Ha-


rry ya había dejado de contar hacía mucho.
—En serio, la profesora les quitará puntos y no quiero que
sea por mi culpa, sólo iré a las cocinas, creo que lo puedo hacer solo
—replicó; unos cuantos pasos detrás, Ron tenía los labios apretados
y Hermione parecía bastante incómoda.
—Antes íbamos juntos —Ginny hizo un pequeño puchero y
Harry estuvo tentado a darse de cabezazos contra la pared, el grupo
lo venía siguiendo desde que la profesora Hooch los mandara a su
sala común, y parecía no haber forma de librarse de ellos por las
buenas. Si tan sólo Ron no estuviera tan cerca.

317
LIBRO II|El Último Año
[3] Secretos revelados, secretos descubiertos

—Antes… pasado, Ginny —bajó un poco más la voz, espe-


ranzado en que Ron no entendiera lo siguiente—. Cuando estába-
mos juntos, pero eso ya se acabó.
Ginny frunció el ceño, y sus mejillas se sonrojaron más aún,
le dio una mirada ofendida y luego, salió corriendo hacia el lado
opuesto de las cocinas. Harry trató de no suspirar de alivio mientras
Ron se acercaba a él bastante molesto.
—¿Qué le dijiste?
—Nada.
—Salió llorando.
«Genial, lágrimas», pensó Harry cada vez más irritado.
—Mira, Ron, eso es algo entre ella y yo… pero aún así, no le
he dicho nada que ella no supiera, ni hecho nada que la ofendiera.
—Es mi hermana de la que estás hablando.
—Lo siento —murmuró Harry finalmente, como moraleja
tal vez podría escribir “qué es lo que sucede cuando te metes con la
hermana de tu mejor amigo”, no sólo pierdes la novia sino, tam-
bién, posiblemente al amigo.
—Deberías ir a buscarla.
—Ron, deja que ellos resuelvan sus problemas solos —
intervino por fin Hermione.
—Pero…
—En serio, Ron, es algo muy complicado… mejor me voy
—Harry no esperó ninguna otra respuesta, simplemente comenzó a
andar a prisa hacia las cocinas, rogando por que realmente no lo si-
guieran más.

–|– 

Las cocinas del castillo no habían cambiado en nada, salvo


por la presencia de Winky, que fue la primera en salir a su recibi-

318
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

miento. Estaba mucho más limpia y sobria que la última vez que la
había visto, no pudo dejar de asociar su recuerdo al de Dobby, ahora
enterrado en el jardín de la casa de playa de Bill y Fleur.
—El señor Potter luce hambriento, Winky será una buena el-
fina y le traerá lo que necesite —dijo a la vez que hacía una reveren-
cia tal que su nariz tocó en el piso.
—Hola Winky, me alegra ver que te encuentras mejor.
—Sí, señor Potter, señor, Winky se comporta bien, a Dobby
le gustaba que Winky se portara bien —sus inmensos ojos se veían
ligeramente húmedos.
—Sí, Winky, a Dobby le gusta que te portes bien —
respondió Harry con un pequeño nudo en la garganta, recordando
la fidelidad desmedida del elfo, y lo que su muerte había significado
para él.
—Yo traeré lo que el señor pida.
Harry le dio una mirada más a la elfina, apretando con los
puños el borde de su mandil, su mirada implorante, el hambre se le
había pasado, después de recordar a Dobby y la forma como había
muerto en sus brazos; por su culpa.
—Eh… no cené, mis amigos y yo, y quería algo que pudiera
llevar… ya sabes, sin que lo vean —dijo no sabiendo bien por qué,
y para darle algo que hacer a la elfina, así como para hacer que se
alejase de él el tiempo suficiente para calmar los recuerdos de Do-
bby.
—Oh, claro, claro —Winky casi dio un saltito de alegría an-
tes de alejarse entre las largas mesas a su alrededor murmurando
«Buscar comida para el señor Potter y sus amigos, ellos buenos, yo
buscaré comida».
Los demás elfos que habían permanecido en silencio y ex-
pectantes, comenzaron a moverse también. Cuando se dio cuenta
tenía entre las manos una gran canasta repleta de comida en canti-

319
LIBRO II|El Último Año
[3] Secretos revelados, secretos descubiertos

dades suficientes para alimentar a todo el E.D.. Y lo peor de todo


era que no sabía bien qué hacer con ella… O tal vez sí.

–|– 

Definitivamente sí se había perdido de algo muy importante,


pensó en cuanto abrió los ojos, puesto que el tener al frente rajada
sentado en su escritorio, comiendo un emparedado mientras leía lo
que al parecer era un viejo pergamino, no era un escenario común,
aunque su vida hubiera dado vueltas completamente, eso no era ni
remotamente posible.
—¿Qué mierda haces aquí? —preguntó con voz gélida a la
vez que se sentaba, agradeció que el dolor en la espalda no le hiciera
vacilar el tono de voz.
Harry levantó la mirada horrorizado, y escondió el mapa del
merodeador en el bolsillo de su túnica, no esperaba que Malfoy
despertara, esperaba poder comer en paz y luego dejar una buena
cantidad de comida para que el rubio se alimentara, y terminar con
aquella historia. Pero ahora Malfoy estaba despierto, pálido y mo-
lesto, sentado en la cama y mirándolo amenazadoramente. Aunque
claro, Harry sabía que Malfoy en realidad no lo podía atacar.
—Te pregunté ¿qué mierda haces aquí y qué estás escon-
diendo? —Draco apartó las sábanas que no recordaba haber usado
para cubrirse, y quiso sentarse, un leve mareo le hizo sentirse inclu-
so peor, y tuvo que sujetarse con fuerza para evitar caer y parecer
mucho más débil de lo que ya estaba.
—No deberías alterarte —le recomendó Harry poniéndose
en pie—. Yo… bueno, no tuve nada que ver, pero te encontré en el
pasillo… aquellos chicos te atacaron y entonces…
Draco, que aún permanecía con los ojos cerrados, llevó un
par de dedos a la frente y suspiró.

320
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ya… Nott, Zabini y los otros.


—Sí, ellos… y luego de eso te traje aquí porque pensé que
estarías bien, pero no fue así… y tú dijiste que no querías que Ma-
dame Pomfrey se enterara.
—¿No le habrás dicho a nadie, cierto?
—No.
—Bien.
—Te traje algo de comida… pensé que tardarías más en des-
pertar.
—¿Cómo demonios entraste aquí?
—Pues…
Draco abrió los ojos nuevamente, su mirada ya había recupe-
rado ese brillo de odio de antaño, y Harry dio un paso hacia atrás—.
¿Cómo supiste como entrar? ¿Alguien te dio la contraseña?
Harry analizó las opciones y optó por la más simple:
—Tú me la dijiste, cuando te recogí del piso, me la dijiste,
para que te dejara dentro.
—No lo recuerdo.
—¿Por qué no te quejas?
—¿Qué? —Draco se sentó nuevamente en la cama esta vez
mucho más lento, evitando así los mareos.
—Que por qué no los denuncias, es decir, eran cinco los que
te atacaban, y tú ni pío… estoy seguro que no es la primera vez que
pasa, y según recuerdo, tú no eras de los que se quedaba callado.
—Y tú sigues siendo tan entrometido como siempre, ¿a qué
sí? Apuesto a que ahora que no tienes a un señor tenebroso ron-
dándote, andas buscando nuevos retos para no perder la costumbre
de ser un héroe.
—Bien, es reconfortante saber que al menos no todo ha
cambiado, que aún puedo contar con tus insultos de niño creído y

321
LIBRO II|El Último Año
[3] Secretos revelados, secretos descubiertos

mimado —replicó Harry tomando la capa de la silla y un empare-


dado más de la canasta.
—No, no todo ha cambiado, tú sigues siendo un entrometi-
do con complejo de héroe —contra atacó Draco, recordaba que su
madre le había contado lo importante del testimonio de Potter en el
juicio, pero no podía dejar las viejas costumbres, no con Potter al
menos.
—Te di de beber la poción lila, porque es lo que me dijiste
que necesitabas y después te traje algo de comida, supuse que tarde
o temprano despertarías con hambre, además tienen un hechizo de
conservación para que no se eche a perder —explicó Harry obvian-
do el último comentario de Draco.
Draco dio una mirada a Potter y luego a la canasta, su estó-
mago rugió suavemente, definitivamente estaba famélico, pero al
menos esperaría a que Potter se marchara, si es que pensaba hacerlo
pronto, claro.
—Bien… supongo que debes estar esperando que te diga
gracias —masculló después de un momento, Harry se encogió de
hombros no sabiendo exactamente qué era lo que estaba esperando
allí de pie.
—Supongo que no se pueden pedir imposibles.
—No, creo que no.
—Sigo pensando que deberías quejarte.
—Y yo que debes meterte en tus propios asuntos.
Harry se encogió de hombros, no queriendo responder más
nada, y se giró para salir.
—¡Hey, Potter! —gritó Draco en el último instante cuando
Harry ya casi había desparecido por completo.
Harry volteó a mirarlo, expectante.
—Supongo que no…

322
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No, no le diré a nadie dónde está tu habitación, la contra-


seña y menos que has sido atacado.
—Bien —dijo Draco sintiendo cierto alivio.
—Bien —repitió Harry antes de girar y salir por completo,
una vez en el pasillo, se pasó la capa de invisibilidad por encima y
sacó el mapa, Flich estaba cerca del cuarto piso, debía buscar uno de
los atajos para llegar a su habitación sin ser visto…

–|– 

En cuanto Potter desapareció, Draco se dejó caer nuevamen-


te en la cama, se le hacía todo irreal, ¿Por qué demonios Potter tenía
que ayudarlo? Se había hecho la misma pregunta cuando había pen-
sado en el incendio, y poco después en el vestíbulo, las dos veces lo
había ayudado e incluso, también, en el juicio de su madre y de él.
Simplemente no comprendía por qué seguía ayudándolo. Para esta
ocasión llegó a la misma conclusión: porque era demasiado noble y
Gryffindor para dejar a alguien en aprietos, aunque fuera una ser-
piente, un Slytherin y exmortífago atacado.
Suspiró profundamente, y el dolor en su espalda le recordó
que aún no estaba del todo curado, pero que sí tenía hambre, así
que se sentó nuevamente sobre la cama y atrajo la canasta, habían
muchas cosas adentro, demasiadas… ¿Es qué acaso pensaba que era
un muerto de hambre o algo por el estilo? Tomó el primer sánd-
wich de pollo y apio, y le dio una gran mordida, sobre la mesa había
una jarra con jugo de calabaza, la cual convocó también. Realmente
sí tenía demasiada hambre, y por la cantidad de comida que había,
lo más probable era que no tuviera que bajar a desayunar al día si-
guiente, lo cual era perfecto, al menos podría recuperarse un poco
más de tiempo antes de enfrentar «Otro Maravilloso Día en la Glo-
riosa Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería».

323
LIBRO II|El Último Año
[3] Secretos revelados, secretos descubiertos

–|– 

Para cuando llegó a la sala común, ya había iniciado el toque


de queda y, al ser día sábado, la sala estaba repleta de alumnos, sobre
todo de los últimos años, todos riendo y conversando animadamen-
te, celebrando tan sólo que fuera sábado, incluso podía escuchar en
uno de los rincones el sonido inconfundible de una radio. Vaga-
mente recordó la música de las discotecas en Australia, y extrañó
más que nunca vivir ese tipo de libertad y tranquilidad. Se preguntó
qué tan difícil sería poder encontrar algo similar, cerca, en Londres.
—Harry —lo llamó Hermione apareciendo detrás de él, no
parecía muy a tono con la algarabía del salón.
—Hey.
—Ron te está buscando… mejor dicho esperando, en su
dormitorio.
—Oh.
—Está molesto —dijo ella bajando un poco más la voz y to-
mándolo de un brazo para llevarlo al inicio de la escalera de chi-
cos—. Tal vez sea el momento de tener aquella conversación, la que
tú prometiste tener con él.
—Pero, Hermione, no creo que…
—Sí, créelo, él no entiende, no te comprende y antes que se
haga malas ideas…
—¿Qué malas ideas se está haciendo?
Hermione desvió la mirada, lucía realmente apenada.
—¿Qué malas ideas exactamente se está haciendo, Hermio-
ne?
—Harry —dijo mirándolo nuevamente—, sólo habla con él,
dile lo que pasa en verdad… es más, si quieres yo puedo ir contigo
y apoyarte o echarte una mano con él…

324
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No —interrumpió Harry rápidamente—, yo creo que de-


bo hacerlo solo y… —dio una mirada alrededor, Ginny conversaba
tranquilamente con Seamus, Dean y Neville—. Mejor ahora.

–|– 

Comió lo suficiente para quedar completamente satisfecho y


tal vez un poco más que eso.
Se quedó tendido sobre la cama un buen rato hasta que deci-
dió poner un poco de orden en la habitación, tomó la canasta y le
hizo un sitio sobre el escritorio, junto a lo que quedaba de jugo de
calabaza, el frasco vacío de poción lo puso en el estante nuevamen-
te, esperaba poder preparar más poción en casa, durante las vaca-
ciones de navidad, aunque al paso que iba necesitándolas, lo más
probable fuera que a penas le duraran un par de meses más. Con
suerte, claro.
Incontinenti de dejar todo en orden, sintió nuevamente can-
sancio, miró hacia su reloj, recién era medianoche, él acostumbraba
quedarse hasta más tarde, pero la noche había estado demasiado aje-
treada, así que caminó hasta la ducha para darse un baño caliente
antes de meterse en la cama. Durante todo el tiempo, evitó pensar
en Potter y su visita, decidió dejarlo como un hecho aislado en el
cual no volvería a pensar, no valía la pena, no sucedería de nuevo.

–|– 

Su corazón latía con fuerza mientras subía las escaleras, al


fondo podía oír la algazara que sus compañeros hacían, y trató de
ignorarla, hasta que se detuvo delante de la puerta de su dormitorio.
Por un momento vaciló. ¿Qué le diría exactamente a Ron? ¿Qué
tan mal lo podía tomar? Tomó una bocanada de aire y se dio valor,

325
LIBRO II|El Último Año
[3] Secretos revelados, secretos descubiertos

después de todo, era un Gryffindor, y la valentía era un rasgo de su


casa, era hora de hacerlo presente y como Fabio le había dicho an-
tes: «Si realmente les importas lo aceptarán, tal vez tarden, pero lo harán».
Ron estaba sentado sobre su cama, con un libro entre las
manos (algo muy inusual en él), cuando Harry entró en la habita-
ción. Sus ojos azules se cruzaron con los de Harry, dejó lo que esta-
ba leyendo a un lado y se puso en pie.
—Te esperaba.
—Lo sé, Hermione me dijo.
Ron pareció tensarse un momento, y desvío la mirada hacia
el piso. Cuando habló, sus mejillas ya se habían coloreado, y tenía
apretados los puños.
—Sé que ahora eres mucho más importante y famoso que
antes, que eres un héroe de guerra…
—Todos lo somos.
—…y que las cosas han cambiado, que eres mucho más in-
fluyente que antes —continuó hablando Ron sin tomar en cuenta el
comentario de Harry—, pero no entiendo por qué… es decir, te
conozco, o pensaba que lo hacía, y no imaginé que te comportaras
de esa manera… Ginny te quiere, y lo sabes, fueron novios y ahora
que todo ha pasado, te comportas comos si ella ya no fuera digna de
ti, como si ella ya no fuera tan buena como para ser la novia de «el
Gran Salvador» —lo dijo rápido, y cuando terminó de hablar levan-
tó la vista, estaba molesto, seguramente era algo que se tenía guar-
dado desde hacía semanas.
—No… ¿De qué hablas? —preguntó Harry tratando de en-
contrar algún sentido a todo lo que Ron decía. ¿Qué Ginny no era
digna?
—Sabes a lo que me refiero.
—No, es decir, entiendo lo que dices, pero no es así. Yo ja-
más me he creído ni me creeré superior a nadie.

326
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Actúas como si así fuera.


—Escucha, hay algo que tengo que decirte, y es muy compli-
cado y delicado, y quisiera estar seguro que tengo tu completa aten-
ción, que al menos me escucharas…
Ron asintió con la cabeza.
—Escucho.
—Mejor nos sentamos —dijo a la vez que caminaba hasta la
cama de Ron, apartó lo que él había supuesto un libro y que no era
otra cosa que un álbum de fotografías, sin contenerse le dio una
ojeada, se trataba de las fotos de ellos en la escuela; había una donde
estaban los tres y Ginny, Harry la tenía abrazada por la cintura, y
ella sonreía a la cámara completamente feliz. Sintió cierta nostalgia
al ver aquella efigie, antes, al menos en ese aspecto, todo era mucho
más fácil.
—No sabía que tenías uno.
—Hermione lo hizo… me lo dio hace muy poco.
—Oh… —Harry lo cerró y se lo pasó a Ron, que lo dejó so-
bre la mesa de noche, para luego girar a encararlo una vez más—.
Ron, hay otra razón por la cual no puedo volver con Ginny, y no es
ni remotamente cercana a lo que tienes en la cabeza.
—Yo no te quiero obligar a volver con ella, pero es que ella
está poniendo tanto de su parte y tú…
—Aún no le he dicho a ella la razón verdadera por la cual no
puede pasar más nada entre ambos, primero quería decírtela a ti.
Ron abrió un poco más los ojos y Harry sintió cómo se son-
rojaba un poco.
«Bien, aquí va», se dijo, armándose de valor.
—Yo tenía ciertas dudas… cuando la guerra acabó y…
bueno, no estaba seguro de lo que me pasaba, y luego el viaje a Aus-
tralia fue tan revelador…

327
LIBRO II|El Último Año
[3] Secretos revelados, secretos descubiertos

—¿Estás enamorado de alguien más? ¿Es eso? ¿La conociste


en Australia?
—No, no es eso… Ron yo… —se pasó las manos por el ca-
bello, sentía que no podría, que no sería capaz.
—¿Tú qué?
—Yo… pues, no me gustan las chicas.
Ron arqueó una ceja, al parecer no comprendiendo nada.
—No creo que pueda enamorarme de Ginny o de ninguna
otra chica, me gustan… mejor dicho —suspiró derrotado, ir al
grano era lo mejor—: Yo soy gay.
Ron parpadeó un par de veces, abrió la boca ligeramente pe-
ro nada salió de allí, sólo se le quedó mirando un instante antes de
ponerse en pie con estrépito.
—¿Esa es tu excusa? No es gracioso, si no la quieres más, lo
puedes escupir, pero decir eso…
—No es una excusa —reclamó Harry poniéndose en pie
también.
—Tonterías, no tienes la menor idea de lo que estás diciendo,
estás loco.
—No, no lo estoy, créeme que sí sé de lo que hablo.
—¿Sabes de lo que hablas? —bufó Ron sacudiendo la cabe-
za—, ¿cómo puedes…? ¡Oh, por…! —de pronto Ron se interrum-
pió, y se dio la vuelta hacia Harry con el rostro más sonrojado que
antes—. ¡Lo hiciste! Oh, Demonios ¡Lo hiciste! —empezó a gritar.
Harry se encogió un poco más en su sitio, por un loco momento
pensó que Ron le asestaría un golpe.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—Estuviste con alguien ¿cierto? —Harry desvió la mirada
hacia el piso, sintiéndose sonrojar más aún, una cosa era contarle
aquello, y otra confesarle cómo había llegado a esa conclusión.

328
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¡Lo hiciste con… con un hombre! —gritó Ron entendien-


do el gesto—. ¡Mierda, Harry!
—Eso no… bueno sí, lo hice pero yo tenía dudas y sólo bus-
caba...
—Estuviste con Chang, y con Ginny… por todos los demo-
nios Harry, ¿cómo puedes creer que en verdad eres… eso?
—Eso es lo que soy, y no te estoy pidiendo permiso, Ron, no
te confundas —respondió con un poco más de coraje, no era nece-
sario que Ron hiciera tremenda escena.
—No, qué permiso vas a pedir, si es obvio que haces lo que
se te de la gana sin pensar en nadie más.
—¿En nadie más?
—En todo el mundo, en tus amigos, en Ginny… —Ron re-
trocedió unos pasos y sujetó su cabeza con las manos, parecía real-
mente afligido—. Demonios… ¡Mierda!
—Deja de decir eso.
—Tú eres el que debe dejar de decir eso.
—Es lo que soy —dijo Harry sentándose en la cama—, no
estoy enamorado de nadie más, ni engañé a Ginny en ningún mo-
mento, cuando estuve con ella la quise, y ahora no la quiero de esa
manera, ¿no pretenderás que esté con ella mintiéndole y finjiendo
sentir algo que no es, verdad?
—¿Se lo has dicho a ella?
—No, yo necesitaba que tú lo supieras primero.
Ron negó con la cabeza y encaró a Harry nuevamente.
—No se lo digas… yo creo que debes estar confundido, eso
debe ser —dijo avanzando hacia él, parecía mucho más calmado—:
el final de la guerra, tu casi muerte… todo eso te ha confundido…
—No… yo creo que no lo noté antes por que estaba dema-
siado abstraído en la guerra, pero hay cosas que definitivamente de-
bieron darme una luz en el pasado —explicó Harry mientras Ron

329
LIBRO II|El Último Año
[3] Secretos revelados, secretos descubiertos

se sentaba a su lado, casi parecía un padre a punto de explicarle a un


niño pequeño su error.
—Mira, entiendo, Ginny es demasiado posesiva… y última-
mente ella tampoco ha estado bien, no debes volver con ella, es lo
mejor, pero por qué no tratas de salir con alguien más, cualquier
chica estaría dispuesta a salir contigo, y verás como pronto te olvi-
das de todas esas locuras que tienes allí dentro de tu cabeza —dijo a
la vez que le despeinaba un poco más el cabello.
Harry apretó los labios tratando de contenerse, de no replicar
ante las palabras de Ron.
—No creo que esa sea la solución.
—Tú hazme caso, sal con una chica y bueno, no creo que
ninguna se niegue a nada contigo, después de todo, eres Harry Pot-
ter y…
—Basta… no sigas.
—Harry…
—No, Ron, no, escucha bien, no me gustan las chicas, y no
voy a salir con alguna para probar tu tonta teoría, si hay alguien que
sabe lo que está pasando soy yo, ¿no crees?
—No has estado con ninguna chica, no puedes saber qué te
gusta o no.
—Sé lo que me gusta y lo que prefiero.
—No, no lo sabes.
—Mira —dijo poniéndose de pie en un salto—, estuve con
un tipo, con el cual tuve sexo, él me penetró, yo lo penetré hasta el
cansancio, y de muchas formas que ni te imaginas —habló con voz
demasiado tosca—; y eso es algo que no me provoca ni antoja hacer
con una chica.
—No tienes que decirme eso… es… —tartamudeó Ron, pa-
recía en shock por las palabras de Harry.

330
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Asqueroso, nauseabundo, una vieja y desagradable cos-


tumbre muggle, lo que quieras llamarlo, pero es lo que hago y lo
que haré, nadie te pide que te enteres de los detalles, pero tampoco
que intervengas.
—Bien, es imposible hacerte entrar en razón —gritó Ron
poniéndose de pie y caminando hasta la puerta—. ¡Imposible!
—Tú eres el que no quiere entrar en razón —gritó Harry
cuando Ron ya cerraba la puerta.
Se dejó caer en su cama, respirando entrecortadamente, al
menos había salido mejor de lo que esperaba.
Ron no había dicho nada como que no le hablaría nunca más
en su vida, o que lo acusaría con la prensa o con los demás… hasta
Hermione había necesitado tiempo para asimilarlo, sería injusto de
su parte esperar que Ron asimilase algo tan complicado en tan sólo
un momento.
Agarrándose a ese último pensamiento, se metió a la cama.
Un poco antes de dormir recordó a Malfoy: solo y convaleciente en
su habitación. Esperaba que en verdad se encontrara mejor, esos
chicos le habían apaleado bastante… Pero Malfoy ya parecía acos-
tumbrado y, de alguna manera, hasta resignado a eso. Aunque por la
mirada que le había dado cuando lo había echado de su habitación,
supuso que seguramente estaría resignado a todo lo que le sucediera
ahora, pero no a Harry queriendo ayudarlo.

331
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

4
Lo que significa «un amigo»

“Comprender es el principio de aprobar.”


Baruch Benedict Spinoza (1632-1677), filósofo holandés, de ori-
gen judeoespañol.

15 de septiembre de 1998, Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería

D
urante el día siguiente, Ron se las había arreglado
para no cruzarse con él. Apenas y lo había visto a lo
lejos saliendo del Gran Comedor, y parecía real-
mente abatido. Por la tarde se sentó delante del lago, junto con el
mapa del merodeador y un libro, decidido a estar solo. Estaba de-
terminado a darle a Ron ese tiempo que necesitaba para que asimi-
lara las cosas… o al menos eso esperaba.
No había podido ubicar a Malfoy en toda la mañana. Supuso
que estaría bien; tenía comida y parecía mucho más repuesto cuan-
do lo había dejado. Al menos había tenido energía suficiente para
pelear.
Vio por el mapa que Hermione se acercaba a él, sin embargo
no se movió; espero en su sitio hasta que la chica llegó y se sentó a
su lado. Tenía una mirada de resignación.
—Hey… te estuve buscando.

332
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Estaba aquí… tenía la sensación de que era mejor apartar-


me un poco.
—Tal vez… —coincidió ella mientras miraba hacia el lago.
—¿Qué tan enojado está?
—No está enojado. Sólo que aún no entiende…
—¿No te habrás disgustado con él o sí? —interrumpió Harry
ligeramente angustiado.
—No, él sabe que estoy aquí, y que sé lo que pasa… —
Hermione se encogió de hombros ligeramente—. Se enfadó un po-
co porque yo lo supiera antes que él, pero ya se le pasó.
—Bien.
—Debes darle tiempo, Harry. Te dije que no sería fácil.
—Lo sé.
—Él te quiere, eres su mejor amigo; es sólo que algunas ve-
ces le cuesta aceptar ciertas cosas.
—Está bien.
—¿Tú como te sientes?
Harry sólo se encogió de hombros. En realidad, se sentía li-
geramente aturdido. Hermione puso una mano sobre su hombro y
Harry la encaró, ella le sonrió tímidamente.
—Dale tiempo, sólo eso.

–|– 

Aunque no lo admitiría en voz alta, agradeció que Potter le


hubiera traído tal cantidad de comida. No había tenido necesidad
de salir de su habitación durante todo el día, y había podido avanzar
con muchos de los deberes de la escuela. Aún sentía un pequeño
dolor en el costado, pero era soportable, así que decidió no emplear
ninguna poción más; tenía que guardarlas por si las necesitaba a fu-
turo, algo de lo cual estaba completamente seguro.

333
LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

Era cerca de las seis de la tarde cuando escuchó, perturbado-


ramente cerca, aunque no en la misma habitación, la voz de Potter.
Dio un salto por la interrupción a aquel silencio al que ya estaba
acostumbrado.
—¿Eh… Malfoy?
Draco gruñó suavemente y se quedó en silencio, tal vez así se
iría. Seguramente que regresaba a recordarle que lo había ayudado
una vez más. ¿Por qué Potter tenía que andar socorriéndolo siem-
pre?
«Ah… claro, porque es el único Gryffindor tan noble para
hacerlo», se respondió con cierta burla.
—¿Malfoy?
La voz sonaba mucho más fuerte, y suspiró profundamente
aún determinado en ignorarlo. Con lo que no contaba era con que
el Gryffindor fuera tan entrometido como para ingresar a la habita-
ción.
—¿Por qué no contestas? ¿No oyes que te llamaba?
—¡Mierda, Potter! —chilló Draco girándose completamente
para encarar a Harry—. ¿Quién te dijo que podías entrar?
—No contestabas, y pensé que podías haber enfermado una
vez más.
—No, no enfermé. Aunque quizá lo haga si sigues metién-
dote a mi habitación sin permiso.
—Pudiste contestar.
—No se me dio la gana.
—Ya, claro.
Draco se cruzó de brazos y le dio una gélida mirada.
—¿Qué es lo que quieres? ¿Que te de las gracias por lo de
anoche?
—No, es obvio que no sabes decir gracias, Malfoy —replicó
Harry enfadado antes de darse la vuelta y salir nuevamente al pasi-

334
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

llo. Antes de dirigirse a la habitación de Malfoy, había subido las es-


caleras hacia su propia habitación, aunque no tenía muchos deseos
de ir, y en el tercer piso se había acordado del rubio una vez más.
Pensó que no estaría mal sólo cerciorarse de que estuviera bien, pe-
ro claro, Malfoy, con todo seguía siendo el imbécil engreído de
siempre.
Caminó con pasos rápidos hasta la sala común. En un rincón
pudo ver a Ron, Hermione y Ginny conversando en susurros. Su
mirada se cruzó un instante con la de Ron antes de subir hasta su
habitación. Una vez dentro, se sentó en su cama y cerró las corti-
nas; realmente le apetecía que lo dejaran solo. No le daría la opción
a Ron para seguir discutiendo.
Esa noche no bajó a cenar. Permaneció metido en su cama
leyendo algunos folletos que había conseguido acerca de la escuela
de Aurores. Cuando estuvo ya cansado de leer, simplemente se ten-
dió sobre la cama y cerró los ojos; pese a no haber hecho nada du-
rante el día, se sintió terriblemente cansado y no le fue difícil que-
darse dormido al instante siguiente.

–|– 

Draco terminó con la redacción que habían dejado de tarea


para Transformaciones, y suspiró mientras tachaba la actividad aca-
bada de realizar de su agenda sobre la pared. Con satisfacción vio
que en verdad ya había terminado todos los trabajos pendientes, y
se sorprendió sobremanera por aquello, ya qué por lo general siem-
pre andaba con las justas de tiempo para terminar todo.
Claro que eso era antes, cuando tenía una vida, gente con
quien hablar, amigos… todo lo que ya no tenía ahora. Trató de no
dejarse abatir por aquellos malos pensamientos, y se comió el últi-
mo bollo que le quedaba en la canasta que Potter le había dejado.

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LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

Mientras lo saboreaba, recordó las palabras de Potter aquella noche:


«Es obvio que no sabes decir gracias». ¿Realmente esperaba que le agra-
deciera? No estaba en su naturaleza agradecer, no a Potter al menos,
eran enemigos desde los once años, y sí, tenía que reconocer que
había hecho mucho por él y por su madre, pero simplemente no se
veía extendiendo la mano —la misma que Potter había rechazado
en el tren tantos años atrás— y siendo agradecido. Era como perte-
necer a una realidad bizarra, una diferente de la vida normal. Aun-
que claro, si lo veía de esa manera, ya nada era como antes, ni re-
motamente normal, y tal vez, en esta nueva realidad, agradecer a
Potter no era tan reprochable. Negó con la cabeza y terminó de
guardar todos sus trabajos, alejando de su mente pensamientos tan
inútiles.

–|– 

Cuando había estado cursando su cuarto año, Ron no le ha-


bía dirigido la palabra durante mucho tiempo, es más, casi nadie lo
había hecho, y de alguna manera, se había acostumbrado a esa «so-
ledad forzada»; se había sentido compungido por aquella situación,
pero la había llevado lo mejor posible. Esta vez, él solo se había
arrastrado a esa soledad. Trataba de permanecer el menor tiempo
posible en la misma habitación que Ron, y por ende, de sus demás
compañeros. Se pasaba las horas libres en la biblioteca y en el lago,
esperando el momento en que Ron decidiera volver a hablarle, pero
ya había pasado más de una semana y nada sucedía.
Levantó la vista del libro para distraerse un poco y miró alre-
dedor. La biblioteca a esa hora estaba vacía, y sólo unos cuantos
alumnos de séptimo estaban estudiando. Una cabellera plateada
llamó su atención. Se trataba de Malfoy, que caminaba con lentitud
hacia Madame Pince con un libro entre las manos. Harry no era tan

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

experto en leer sus actitudes, pero el rostro rígido, la cachaza al ca-


minar, la forma como esos dedos presionaban contra el libro… al
parecer Malfoy había recibido otra golpiza. Realmente le extrañaba
que no protestara, eso no estaba en su naturaleza. Antes, se hubiera
quejado si alguien hubiera siquiera osado tropezarse por accidente
con él, sin embargo ahora, parecía empecinarse en quedarse callado
y dejar que las cosas pasaran.
«Tal vez no tiene otra opción», se dijo cuando lo vio caminar
hacia la salida mientras un par de chicos de Ravenclaw le daban
unas miradas burlonas. Después de todo, ¿Qué iba a decir? ¿Qué lo
atacaron sin provocación? ¿Qué sólo se defendía? Era obvio que le
creerían a cualquiera menos a Malfoy. Ron le había hablado de las
advertencias; si causaba problemas o se veía inmiscuido en algún
lío, lo más probable fuera que terminara encerrado, y por eso prefe-
ría callar, hacerse el valiente y no decir nada, en el fondo tenía bas-
tante lógica.
Cerró el libro de DCAO que estaba leyendo y sacó un per-
gamino en limpio, puso el mapa del merodeador sobre la mesa y,
mirando atentamente para que nadie más lo viera, empezó a estu-
diarlo y a escribir.

–|– 

Llegó a su habitación casi con las justas, y en cuanto lo hizo


se dejó caer sobre el piso, levantó la túnica y el pantalón y vio que el
corte en su pierna se había vuelto a abrir. Al parecer, tendría que
echarle más poción y esta vez evitar moverse, si no hubiera sido por
que necesitaba ese libro para terminar con la tarea de Herbología…
Apretando un poco la mandíbula, se puso en pie y se terminó
de quitar la ropa. Llevando sólo la ropa interior puesta, se tendió
sobre la cama y aplicó nuevamente un poco más de poción sobre la

337
LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

pierna rasgada. Sintió cómo la piel escocía gradualmente, lo que


significaba que estaba haciendo efecto, y cerró los ojos. Debía des-
cansar un poco, y dejar que la poción hiciera su trabajo antes de
moverse nuevamente.
—Malditos Gryffindor —masculló fastidiado por el ardor,
recordando a aquel grupo de idiotas que lo habían atacado durante
la mañana cuando iba hacia el desayuno: Lewis Vivekananda, Idries
Askew y Ginny Weasley. Se habían lucido de lo lindo con sus he-
chizos para herir y lastimar… y lo peor de todo era que le habían
hecho perder el desayuno. Lo bueno era que el resto del día no ten-
dría más clases. Slytherin iría a DCAO, pero como él tenía prohibi-
do tomar esa materia, podía quedarse allí hasta que se sintiera me-
jor, lo que probablemente sería hasta la noche.
De repente, su estómago hizo un rugido de descontento, y
extrañó la comida que Potter le había traído unas semanas atrás…

–|– 

Malfoy no había aparecido para el almuerzo. Sabía que aquel


día ya no tenía clases, pero igual se le hacía extraño no verlo, se pre-
guntó si realmente estaría demasiado herido.
Luego de terminar con la clase de DCAO —donde la profe-
sora Loewenthal insistía en que fuera él quien diera los ejemplos de
la forma correcta de realizar los hechizos de defensa (aquello real-
mente le fastidiaba)— y cenar, tomó sus cosas y caminó nuevamen-
te hacia las cocinas, esperando poder conseguir un poco de comida
y llevársela a Malfoy.
¿Por qué lo hacía? ¿Por qué se preocupaba de alguien que ni
siquiera le daría las gracias o una mirada de gratitud por lo menos?
No lo sabía. Tal vez porque se sentía solo, y en el fondo quería creer
que aún podía ayudar a alguien, o porque no tenía nada más que

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

hacer, y quería mantenerse alejado de su torre el mayor tiempo po-


sible.

–|– 

—¿Malfoy?
—Oh, mierda —murmuró Draco entre abriendo los ojos—.
Dime que estoy soñando —dijo mirando hacia Harry y no creyen-
do que el chico se hubiera colado en su habitación una vez más.
—¿Quieres soñar conmigo? —preguntó arqueando una ceja.
Draco frunció el ceño y se irguió un poco en la cama.
—Déjame adivinar. No encontraste una buena acción para el
día y pensaste que tal vez yo necesitaría una —trató de parecer
realmente enfadado y quiso evitar a toda costa encarar aquellos ojos
verdes que lo miraban de esa manera tan extraña… se podía decir
que era intensa. Debía ser la ausencia de gafas, eso era.
—Más o menos —respondió Harry sentándose en la silla
frente a la cama de Draco. No quería admitirlo, pero esperaba que
Malfoy no se diera cuenta pronto que estaba en ropa interior. Esa
era una imagen bastante perturbadora. Había pasado los últimos…
tal vez cinco minutos observándolo dormir, y por qué negarlo, mi-
rando atentamente su pálida piel y sus músculos ligeramente mar-
cados, su abdomen plano y su pecho que subía y bajaba lentamente,
sus piernas, largas y apenas con una pequeña pelusa casi invisible.
Había descubierto que Draco Malfoy, sobre una cama y desnudo,
era mucho más atractivo de lo que podía haber imaginado, y real-
mente, tratándose de Malfoy, ni siquiera lo hubiera imaginado…
debía recordarse que se trataba de él, Malfoy: no sólo el odioso
compañero de clases sino un heterosexual, uno de aquellos a los
que no se podía acercar.
Trató de alejar todo pensamiento irracional de su cabeza.

339
LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

Su reacción era el resultado de estar en abstinencia durante


tanto tiempo… Sí, eso debía ser.
Se había acostumbrado de una u otra forma a Fabio, y estar
encerrado allí, no era bueno para su salud mental, tal vez podría es-
capar pronto… al menos por un rato.
—Busca otro con quien hacerlo —Draco finalmente pareció
notar su desnudez porque rápidamente jaló una de las sábanas y se
cubrió completamente—, y deberías aprender a tocar antes de estar
entrando así sin más.
—Llamé, pero no contestaste.
—Estaba durmiendo.
—No bajaste a comer.
—¿Ahora me espías? —preguntó Draco mirando directa-
mente a Harry, y con un tono un tanto agresivo.
Harry suspiró profundamente, y desvió la mirada hacia el es-
critorio señalando una nueva canasta.
—Te lo traje porque supuse que no habías comido nada.
—¿Y eso te importa porque…?
—Porque no quiero que encuentren que te has muerto de
inanición o algo por el estilo, no en mi último año al menos —
Harry sonrió de una manera distinta a la que jamás había visto Dra-
co—. Pretendo romper con la tradición, ya sabes…
—Oh, que loable —bufó Draco mirándolo un poco irrita-
do—, pero no soy ningún muerto de hambre.
—No, aunque sí estás algo flaco.
—Idiota, encima te has dedicado a observarme.
—Tú eres el que estaba sobre la cama, exponiéndose.
—¡Estaba dormido! —automáticamente volvió a las sábanas
un poco más arriba—. ¡En mi propia habitación!
—Ya, como sea —Harry se encogió de hombros, disfrutando
de alguna manera, de la actitud de Malfoy y su intento por cubrir-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

se—. Ese corte que tienes allí esta muy feo, tal vez deberías dejar
que la enfermera te revise.
—Ni lo creas Potter, no lo haré, yo solo me puedo curar.
—¿Por qué no te quejas?
—¿Por qué no te metes en tus asuntos?
Harry apretó los labios un instante, y luego suspiró profun-
damente.
—Te traje esto —dijo entregándole un pergamino enrollado.
—¿Una carta de amor, Potter? —Harry palideció por un ins-
tante mientras Draco abría los ojos como plato, seguro de que lo
que acababa de decir no estaba ni a la sombra de lo correcto. Ni si-
quiera sabía por qué se le había ocurrido responder con semejante
estupidez.
—¿Qué cosa es? —su voz sonó más temblorosa que antes, y
Harry simplemente negó con la cabeza.
—Son atajos. Conozco muchos, demasiados, son para que
puedas ir por el castillo sin cruzarte con demasiada gente.
—Yo también conozco atajos —replicó Draco dejando el
pergamino sobre la cama.
—Sí, pero estos no, créeme —se puso en pie y se revolvió el
cabello—. Te servirán, en serio.
—Podría ser una trampa para que ustedes los leoncitos se
venguen de este protervo mortífago.
—Tú no eres un mortífago… malo —replicó Harry y Draco
bufó sonoramente—. Y además, los «leones» no atacamos en grupo
o ponemos trampas, Malfoy.
—¿Estás seguro de eso, Potter?
Algo en el tono de Malfoy, su ceja ligeramente levantada, la
palidez de su rostro, no supo bien el qué, pero algo lo hizo dudar.
Desvío la mirada hacia la pierna cubierta, y después de vuelta hacia
esos ojos grises.

341
LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

—¿Fueron… Gryffindors?
Draco sólo se encogió de hombros, pero no agachó la mira-
da; dejaría que el niño dudara de la nobleza de su casa, si es que no
estaba al tanto realmente, claro.
—No creo que… —Harry frunció el ceño dándose cuenta
que realmente no sería capaz de asegurar que sus compañeros, o no
todos al menos, cometieran un acto tan soez como el de molestar a
alguien que se sabe censurado de lanzar hechizos de defensa, y más
aún, que le atacaran entre más de uno—. Olvídalo…
—Claro, te andas metiendo en mi habitación… eso no es al-
go que se pueda olvidar, lamentablemente.
—Bien… —Harry no supo qué más decir, y simplemente
decidió que era el momento de regresar. No podía negar que aque-
lla discusión con Malfoy de alguna manera le había ayudado a dis-
traerse del problema principal, al menos por un rato.
—¿Y por qué ya no usas gafas? —preguntó curioso cuando
Harry ya se giraba para salir.
—¿Eh?
—Gafas… ya no te puedo decir cuatro ojos.
—Oh, las gafas —Harry se encogió de hombros, estaba can-
sado de responder a esa pregunta.
—Ajá.
—Una mañana desperté y ya no las necesitaba… aunque las
extraño algunas veces.
—¿No las necesitabas? Así sin más.
—Así sin más.
—Oh…
—Adiós, Malfoy —dijo finalmente saliendo. Al menos esta
vez no habían terminado peleando. No del todo, claro.

–|– 

342
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

La sala común estaba como cada viernes; llena de chicos de


los últimos años riendo y conversando en todos los rincones, algu-
na pareja haciéndose arrumacos en alguno de los sofás, y en el fon-
do, el sonido de alguna radio con música que no conocía. Más que
nunca deseó estar fuera del colegio, tal vez en Grimmauld Place, o
en cualquier lugar alejado de todos…
Varios de sus compañeros lo saludaron con las manos y lo
invitaron a unirse al grupo, sin embargo, no se sentía con ánimos.
Ron, que estaba junto a Neville, Dean, Seamus y Vance, no parecía
muy cómodo tampoco, a pesar que los demás chicos reían, decidió
hacer lo mismo que había estado haciendo durante las últimas dos
semanas: subió por las escaleras hasta su habitación y se metió en la
cama.

–|– 

Con un emparedado en la mano, se sentó sobre la cama con


bastante cuidado de no mover demasiado la pierna, y abrió el per-
gamino que Potter le había traído. Era una descripción bastante ela-
borada de muchos atajos que Draco ni siquiera había creído que
existían, incluso había uno que lo llevaba desde el segundo piso
hasta un pasadizo cercano a la puerta del Gran Comedor. Con una
pluma marcó ese como uno que debía investigar, junto con otro pa-
ra llegar a la biblioteca. Para las aulas donde tenía clases, era más
complicado, supo que tendría que salir mucho más temprano para
usarlos, en realidad no eran atajos propiamente dichos, solamente
lugares por los cuales moverse sin ser muy visto.
Aceptó que tal vez Potter no lo engañaría. Al parecer, el chico
no mataba ni una mosca, y por alguna extraña razón andaba solo.
Eso le pareció bastante raro. Lo había visto en clases, llegaba sin su

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LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

séquito de amigos a las aulas, y se iba de la misma manera. Ya no


hablaba con la comadreja, y sólo algunas veces con Granger o con la
Weasley. ¿Sería que sus amigos se habían hartado finalmente de él y
no lo querían más junto a ellos? No… Eso era algo improbable, se-
guramente Potter había hecho algo que sus amigos no toleraban, y
por eso aquel comportamiento. Pero ¿Qué demonios podría haber
hecho el perfecto y siempre bien portado héroe?
Negó con la cabeza.
—¿Por qué mierda estoy pensando en Potter? —dijo en voz
alta, y apartó el pergamino dejándolo a un lado, se estiró lo suficien-
te para llegar a la mesa de noche y sacó un atado de pergaminos.
Durante ese mes en la escuela, su madre le había escrito casi todos
los días, siempre preguntándole acerca de cómo se encontraba, si
comía o no, y si alguien lo estaba molestando o amenazando.
Draco había aprendido a responder a esas cartas con un «Ma-
dre, me encuentro bien, bastante atareado por los cursos» acompa-
ñado de «La comida aquí siempre ha sido buena, pero no puedo ne-
gar que extraño tu comida» y finalmente un «No soy el más popular
de la escuela, pero al menos nadie se mete conmigo, lo que hace
que pueda estudiar un poco más y obtener buenas calificaciones».
No tenía caso llorarle a su madre, después de todo, ella ya le había
hecho saber lo inútil que era eso, que de nada servía. Ahora sólo le
quedaba sujetarse a lo que viniera, y tratar de salir adelante por am-
bos.
Al menos sus calificaciones no eran despreciables. Seguro no
era tan bueno como Granger en Estudios Muggles, o como el idiota
de Longbottom en Herbología, pero los profesores, pese a que al-
gunos realmente lo deseaban, no podían reprobarlo, podían obviar
sus participaciones en clase, menospreciar sus prácticas, pero no re-
probarlo.
Le animaba estar aventajando a los demás en Pociones.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Agradecía infinitamente que no le hubieran negado esa clase,


era la que más disfrutaba en realidad; el profesor Monroe había ala-
bado varias veces su trabajo delante de los demás, y siempre obtenía
muy buenas notas en los ensayos, si seguía estudiando de esa mane-
ra, estaba seguro que obtendría unos muy buenos resultados al fina-
lizar el curso. Aunque claro, no podría hacer mucho con esos resul-
tados cuando se graduara. Sólo esperaba que el Ministerio lo autori-
zara a trabajar, y de esa manera ayudar a su madre con el oro para la
casa.
Se dejó caer sobre la cama nuevamente, abatido por la canti-
dad de problemas que tenía encima, como le sucedía cada vez que
pensaba en el futuro tan incierto que le esperaba, y permaneció
despierto, mirando hacia el techo durante casi todo el resto de la
noche.

–|– 

Tuvo un sueño muy extraño. Estaba caminando por uno de


los pasillos de la escuela, al parecer era de noche, porque las antor-
chas apenas e iluminaban el camino, cuando lo escuchó; un terrible
grito que lo asustó. Sobresaltado, corrió tratando de llegar hasta el
lugar de donde provenía el ruido, y cuando lo hizo, frenó en seco al
ver a Malfoy tendido en el suelo, bañado en sangre. En una mano
tenía el pergamino que le había entregado con los atajos del colegio,
y alrededor de Malfoy, había un grupo de chicos. Era extraño pero
no podía identificar sus rostros, aunque estaba seguro que los cono-
cía.
—¡Basta! —gritó con fuerza, pero nadie se giró, nadie hizo
ningún movimiento que demostrara que lo habían escuchado.
—¡Basta! —repitió con más fuerza mientras avanzaba más
hacia Malfoy. Intentó empujar a uno de los chicos, y entonces notó

345
LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

que no podía, que estaba rodeado con algún tipo de capa que lo cu-
bría totalmente y que actuaba también como un campo de reten-
ción, no podía empujar ni sacar las manos para defender a Malfoy
que jadeaba mientras se sujetaba el estómago con una mano empa-
pada de sangre. Su pálido rostro estaba bañado en sudor, y por un
momento, los ojos de Malfoy se conectaron con los de él, parecía
pedir ayuda, de alguna manera mucho más frágil e implorante de lo
que jamás lo había visto.
—Ahora que ya le hemos dado su merecido, vayamos por
Potter, él es otro de ellos —dijo la voz inconfundible de Ron, aun-
que no pudo ubicar su rostro. Los ojos de Malfoy brillaron más que
de costumbre, antes de que se dejara caer completamente sobre el
piso. El corazón de Harry golpeó con más fuerza y trató de acercar-
se a él, pero no podía, lo que fuera que lo cubría, lo tenía demasiado
controlado.
—¡A por Potter! —gritaron las voces de los demás, pero eso a
él no le importaba, sólo el que Malfoy estuviera en el suelo, casi
como si estuviera muerto…
Empezó a gritar con desesperación por no poderse quitar
aquello que lo rodeaba, sentía que sudaba y que su corazón latía ca-
da vez más rápido, se sentía claustrofóbico dentro de aquel manto
mientras se retorcía con fuerza hasta que tropezó y cayó contra el
frío piso…
Cuando abrió los ojos, estaba enredado entre sus propias sá-
banas, y en el piso de su habitación en la torre de Gryffindor. Sus
demás compañeros se habían puesto de pie y lo miraban preocupa-
dos. Una mano —la de Neville— lo ayudó a ponerse en pie.
—Harry, ¿qué pasó?
—Sólo una pesadilla —murmuró apenas. Pudo ver al fondo,
sentado sobre la cama, a Ron, parecía algo indeciso entre acercarse o
no.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Te duele algo? —preguntó esta vez Seamus.


Harry sólo negó con la cabeza antes de desviar la vista de
Ron y encarar a sus demás compañeros, todos en pijamas y mirán-
dolo con cierto… ¿terror?
—No pasa nada, tuve un mal sueño, sólo eso —dijo una vez
más y se metió en la cama—. Lamento haberlos despertado.
Sus amigos apenas e hicieron unos cuantos asentimientos y
se metieron nuevamente a sus propias camas. Ron seguía sentado
mirándolo por momentos, Harry no estaba seguro, pero sentía que
tal vez Ron le quería decir algo.
—En serio, estoy bien, no es nada de eso —aclaró hacia Ron
temiendo que el chico creyera que estaba soñando con Voldemort
nuevamente.
Ron sin embargo, no comentó ni hizo ningún gesto, sim-
plemente se volvió a arropar y cerró las cortinas de su cama. Harry
dio una mirada al reloj, eran ya las cuatro de la mañana. Aún se sen-
tía alterado, y se pasó mucho más rato mirando el techo y meditan-
do acerca de su sueño y lo que podía significar.

–|– 

Lamentó que Potter no tuviera un atajo para llegar a la lechu-


cería, pero al ser sábado y estar helando, hacía que al parecer, no
muchos alumnos tuvieran ganas de levantarse todavía, así que muy
temprano, caminando lentamente, y evitando forzar más de la
cuenta su pierna, avanzó por los pasillos para enviar la carta a su
madre.
En esta última le preguntaba si realmente todo estaba bien,
de pronto había amanecido con un sentimiento de preocupación,
estaban tan lejos, y no tenía la certeza de la situación en que su ma-
dre se encontraba.

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LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

No bajó a desayunar, tenía aún comida en la habitación, y se


encerró a estudiar nuevamente; era al fin lo único que hacía, estu-
diar y escapar de las venganzas que algunos de sus compañeros le
tenían preparadas.
Miró en su horario y recordó que el lunes siguiente le tocaba
la revisión de varita y entrevista con los «Grandiosos Aurores».
—Genial —resopló en voz alta. Realmente si había algo que
odiaba más que estar a merced de sus compañeros de escuela, era
estar a merced de los aurores, pues ellos, a diferencia de sus compa-
ñeros, eran magos calificados y autorizados para realizar cualquier
hechizo que se les antojase, y hacerlo correctamente además, y lo
peor de todo, ellos sí podían encerrarlo en Azkaban.

–|– 

Aunque no sabía bien la razón, durante todo el domingo no


había podido sacarse de la cabeza el sueño tan extraño que había te-
nido con Malfoy, y sobre todo las palabras de los atacantes. «Vayamos
por Potter, él es otro de ellos» ¿Otro de qué? Él no era un mortífago, era
lo único que se le ocurría que podía ser Malfoy, (o que podían pen-
sar que era, porque a él le constaba que no era un mortífago, no te-
nía la marca). ¿Un traidor tal vez? No, eso tampoco podía ser por-
que él no era un traidor, en todo caso, la que había engañado a Vol-
demort había sido Narcissa, no Draco. Definitivamente no tenía
ningún sentido. A menos que fuera simplemente una forma de
reaccionar ante el conocimiento de que Malfoy, estaba siendo mo-
lestado en exceso, y que lo más probable es que fuera también por
algunos compañeros de Gryffindor. Eso debía ser, simplemente un
sentimiento de culpa.
Cerró el libro que fingía leer cuando Hermione se acercó a
él, parecía un tanto preocupada.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Hola.
—Hola.
—¿Qué tal estás? —preguntó mirándolo de manera inquisi-
dora—. ¿Cómo te sientes?
Harry arqueó una ceja y giró rápidamente. Al otro lado de la
sala común, Ron y Ginny lo observaban, ambos al verse descubier-
tos retiraron la mirada, y Harry suspiró.
—Mira…
—No, mira tú —interrumpió Hermione—, el que Ron por
ahora no se adapte a… bueno, tú ya sabes a qué —Harry sólo le
sostuvo la mirada, algo resentido porque ni siquiera ella podía de-
cirlo en voz alta—, eso no quiere decir que no se preocupe por ti…
—Ya.
—Harry… ¿Qué soñaste anoche? ¿Tuviste una pesadilla?
Harry se sintió ligeramente culpable; sus amigos habían esta-
do pendientes de sus pesadillas durante años, y ahora que todo ha-
bía acabado, era lógico que se asustaran si era que el problema rein-
cidía.
—Sí —admitió—, pero no de ese tipo, lo juro, Hermione.
—No tienes que jurarlo… —replicó ella, parecía mucho más
tranquila.
—Soñé que golpeaban a alguien y que yo no podía detener-
lo…
—Oh…
—No tengo claro qué puede significar… fue algo muy ex-
traño.
—Tal vez… —Hermione se mordió el labio ligeramente,
como cuando trataba de decir algo con más delicadeza de la que
normalmente usaba.
—¿Sí?

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LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

—Tal vez ahora que… ya sabes, Voldemort no está… necesi-


tas tratar de ayudar a alguien más.
Harry resopló.
—No tengo complejo de héroe.
—¿Quién era esa persona a la que no podías ayudar?
—Nadie —dijo rápidamente Harry. No le había dicho nada a
Hermione de sus visitas a Malfoy, y prefería que permanecieran en
secreto.
—¿Nadie?
Harry se encogió de hombros.
—No lo sé…
—De pronto y ese nadie eres tú, al que inconscientemente
quieres ayudar, y crees no poder —resolvió ella finalmente.
—Pues…
—Pero al final, los sueños muestran nuestros miedos y an-
siedades… —murmuró más para ella que para Harry—. ¿Seguro
que no era Ron?
—No, definitivamente no era Ron.
—Bueno… —Hermione dio una mirada atrás, donde Ginny
y Ron permanecían aparentemente a la espera—. ¿Por qué no vie-
nes con nosotros?
Harry hizo un mohín.
—No quiero molestar e imponerles mi compañía, y además,
aún quiero terminar de leer esto —dijo alzando levemente el libro
que tenía entre las manos.
Hermione no objetó nada más, simplemente asintió y se pu-
so de pie para reunirse con Ron y Ginny. Los tres se enfrascaron en
una conversación entre cuchicheos, y Harry supuso que estaban
hablando de él; no le apetecía seguir allí, así que se fue de nuevo a
su habitación; aún era temprano, pero al parecer, últimamente se

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

estaba acostumbrando a acostarse temprano, al no tener ánimos de


hacer nada más, no había otra alternativa.

–|– 

—Buenas tardes, profesora McGonagall —saludó respetuo-


samente al entrar a la dirección. La profesora McGonagall que leía
en el escritorio, le hizo un ligero asentimiento, y le señaló la chi-
menea.
—Debo decir que espero que esté a tiempo para la siguiente
clase, de lo contrario, el profesor puede restarle puntos.
—Sí, profesora —Draco dio una mirada alrededor. El cuadro
de Dumbledore lo observaba en silencio, su mirada no parecía si-
quiera de acusación, y Snape… seguía allí con la misma mirada al-
tanera e impasible de siempre. Tomó una pequeña cantidad de pol-
vos flú, y antes de lanzarlos, alisó su túnica nuevamente, odiaba esas
visitas, realmente lo hacía.
—Al Ministerio de Magia, sección veintisiete D.

–|– 

Estaba acostumbrado a cruzárselo en el cambio de hora,


cuando él y sus compañeros salían del invernadero y Slytherin y
Hufflepuff llegaban, y le extrañó mucho no verlo. Durante la ma-
ñana, en la clase doble de Pociones, había estado allí sin parecer en-
fermo ni convaleciente, es más, incluso había ganado 10 puntos pa-
ra su casa por reconocer un antídoto a tiempo. Se preguntó si es
que no le habría pasado algo después del almuerzo, algo que lo las-
timara o dañara de alguna manera, y le impidiera asisitir a clases,
aunque claro, de ser así, ya la escuela entera lo sabría, y no había es-
cuchado ningún rumor.

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LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

—Hey —dijo Ginny enganchándose a su brazo—. ¿En qué


piensas tanto?
—Hola, Ginny —farfulló fastidiado tratando de ser amable y
soltarse un poco de su agarre, pero la chica no parecía dispuesta a
dejarlo ir.
—Te noté ausente durante la clase… ¿Sigues enojado con
Ron?
—Yo no estoy enojado con él, y sinceramente Ginny, eso es
algo entre él y yo.
—¡Ay, por favor! —suspiró ella negando con la cabeza, su ca-
bello rojo se agitó de un lado a otro dejando un olor a flores en el
aire—. Sé que Ron está enojado por nosotros… yo creo que si ve
que nos llevamos bien, entonces se le pasará el enojo… mira que ya
no es tan divertido hacer las tareas sin ti.
—Te repito, no es asunto tuyo… —se soltó finalmente del
agarre de la chica en el momento que Ron y Hermione los pasaban,
Ron le lanzó una mirada de advertencia, y Harry suspiró agotado.
—Si te comportas de esa manera, mi hermano seguirá mo-
lesto contigo.
—El que tu hermano esté molesto conmigo no tiene nada
que ver contigo, deja de creerte el ombligo del mundo y déjame en
paz por favor —Harry agarró con más fuerza la mochila, y esquivó
a los últimos alumnos de Hufflepuff que entraban ya al invernade-
ro. Malfoy no había aparecido.
Sin muchos deseos de cenar caminó hasta el tercer piso, pero
antes, hizo una parada en uno de los baños del segundo piso, y se
puso la capa de invisibilidad encima, cuando llegó a la tercera plan-
ta, ni siquiera se molestó en llamar. Simplemente susurró la contra-
seña y entró. La habitación, tan ordenada como siempre, estaba va-
cía. Se deshizo de su capa y por un momento se dirigió a sentarse
en la cama, pero pensó que eso sería algo que a Malfoy no le gusta-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

ría, así que optó por la silla frente al escritorio, miró alrededor y no
notó nada extraño, así que sacó el mapa de merodeador y empezó a
buscar los lugares donde Malfoy podía estar, pero no aparecía por
ningún lado.
Vio a Ron, Hermione y Ginny en la biblioteca, y se sintió de
pronto un poco abandonado. Aunque si era honesto, él tenía cierta
parte de culpa por su constante apatía, podría ir e imponer su com-
pañía, tensar las cosas hasta que Ron reaccionara y le dijera si acep-
taba que era gay o simplemente que la amistad se había terminado.
Y era eso a lo que realmente temía: a que Ron le dijera eso último,
que definitivamente no quisiera ser más su amigo, porque en la si-
tuación actual, si bien había mucha tensión, también era incierto.
Ron no se había negado por completo a ser su amigo.
Suspiró y pensó que lo mejor sería esperar a Malfoy, asegu-
rarse que nada malo le hubiese pasado, y luego, ir a su sala común.
Sacó de la mochila el libro de herbología y comenzó a estudiar so-
bre el escritorio de Malfoy, esperando que el chico no se tardara
realmente mucho en aparecer.

–|– 

Miró hacia el reloj por enésima vez en la tarde, sabía que ya


iba con retraso para la clase de Herbología, pese a la advertencia de
McGonagall, pero, como siempre, no había nada que pudiera hacer,
así que simplemente se mordió la lengua para no seguir reclaman-
do, y se dedicó a esperar.
Aproximadamente media hora antes, uno de los aurores, uno
al que no había visto antes, salió a llamar al siguiente entrevistado.
Draco había aprovechado para reclamar que tenía que volver a la es-
cuela pronto, que la profesora McGonagall había coordinado que la
hora de la visita fuera a las tres para que no faltara a clases. El auror

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LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

sólo se había encogido de hombros y había dicho que no habían re-


cibido ninguna comunicación de la profesora, que lo más probable
era que ésta nunca hubiera llegado, y que de todas maneras, eran los
aurores los que organizaban sus horarios, no los exmortífagos o los
maestros de estos.
Cuando lo dejaron pasar, ya eran más de las siete, se había
planteado el volver al colegio, pero sabía que los aurores se agarra-
rían de cualquier cosa o pequeño error para encerrarlo, y no les da-
ría el gusto. Así que cuatro horas después de la hora en que se su-
ponía tenía su inspección, por fin pudo entrar a la oficina de auro-
res.
Lo recibieron con la mirada hostil de siempre, las preguntas
estúpidas de rutina, la comprobación de varita, el esperar a que el
inepto auror llenara el formulario correctamente, y luego firmar.
Cuando terminó eran más de las ocho, incluso se estaba perdiendo
la cena.
Apretando los puños y caminando con pasos rápidos, usó la
red flú para volver a la escuela, cuando aterrizó en la oficina, la pro-
fesora McGonagall lo esperaba, aún sentada tras el escritorio, con
una gran pila de pergaminos y su clásica mirada severa.
—Señor Malfoy, llega usted tarde.
—Lo siento —masculló quitando el hollín de su túnica.
—¿Qué fue lo que pasó? Lo esperaba hace horas.
—Al parecer, creyeron que mi visita estaba programada para
las siete, no para las tres, y recién decidieron notificármelo a esa ho-
ra.
McGonagall frunció el ceño y asintió.
—Creo que tendré que hablar con ellos nuevamente. No
puedo permitir que se salte clases…
—No, en serio profesora —objetó Draco rápidamente, la
profesora frunció mucho más el ceño y asintió lentamente.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Si es lo que desea… aunque no entiendo…


—En serio, profesora, no es necesario que hable con ellos,
esto seguramente no se repetirá —ante la afirmación de cabeza de la
profesora McGonagall, Draco se sintió un tanto incómodo y ca-
rraspeó un poco—. Bueno… me voy a…
—Espere, señor Malfoy, aún tenemos un par de cosas que
hablar.
—¿Hablar?
—Si me hace el favor —pidió señalando una de las sillas de-
socupadas delante del escritorio—. Hay un par de temas que me
preocupan.
Draco asintió, y espero que Potter no se hubiera ido de la
lengua, y hubiera hablado del par de ataques que había sufrido, si lo
había hecho, no le importaría recibir después un castigo, realmente
lo machacaría.
—Estoy algo preocupada. Durante el tiempo que lleva aquí,
el Ministerio ha pensado que lo correcto sería restringir su correo…
—¿Restringir? —Draco se tensó un poco más—. No pueden
restringirme eso, sólo mi madre me escribe y ella…
—No, no me estoy dejando entender —lo interrumpió la
profesora—. Su correspondencia ya ha sido restringida, desde el
primer día —Draco abrió la boca para replicar, pero la profesora lo
ignoró completamente—. De no haberlo hecho, usted hubiera re-
cibido más cartas además de las de su madre, me refiero a cartas no
muy agradables de magos y brujas que aún siguen enojados con su
familia.
—Oh.
—Y como comprenderá, estoy preocupada porque en la es-
cuela aún hay muchos estudiantes hijos o familiares de personas
que han sufrido durante la guerra a causa de los mortífagos —la
profesora se adelantó un poco más y miró fijamente hacia Draco—.

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LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

Sé que no habla usted con ninguno de sus compañeros, que tan


pronto terminan las clases, sale con prontitud y no se detiene a si-
quiera saludar a nadie, y estuve pensando… ¿Ha recibido usted al-
gún tipo de maltrato en la escuela?
Draco la miró fijamente, y por un momento pensó en decir
que sí, en incluso denunciar y comenzar a dar nombres, en enseñar
el par de nuevas cicatrices que cargaba, y lo mucho que le costaba
ya encarar a todos ellos, pero se recordó que aquello de nada servi-
ría, que no había nada que la profesora pudiera hacer para ayudarlo,
que se debía sentir afortunado por tener un dormitorio para él solo,
y de esa manera evitar mayor contacto—. No, profesora, nadie me
ha amenazado ni atacado.
—¿Los profesores son justos con usted?
—Sí, también lo son.
La profesora McGonagall suspiró y negó con la cabeza.
—Bien, señor Malfoy, le creo. Ahora puede retirarse.
Draco asintió y se puso en pie, dispuesto a salir antes que la
profesora decidiera seguir haciendo más interpelaciones o indagan-
do y preguntándose además, si aquel interrogatorio se había debido
única y exclusivamente a esas cartas, o si realmente Potter había di-
cho algo más.
Cuando salió de la oficina de la directora, recordó uno de los
tantos atajos que Potter le había dado, en realidad no tenía apetito,
se sentía demasiado molesto para bajar a cenar, sobre todo a la hora
en que sabía no habría ningún profesor en el Gran Comedor, así
que simplemente caminó hasta su habitación.
Y cuando entró lo encontró. Con la cabeza sobre el escrito-
rio, el cabello desordenado sobre la frente y un libro a un lado, Ha-
rry Potter estaba durmiendo, sentado en la silla, delante de su escri-
torio, en su habitación. El muy inmiscuido se había colado de nue-
vo en «SU» habitación.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

–|– 

Harry dio un salto y buscó a ciegas la varita en el bolsillo de


la túnica cuando sintió un golpe en el hombro. Un golpe demasia-
do fuerte. Parpadeó asombrado cuando se dio cuenta de que se tra-
taba de Malfoy, de un Malfoy al parecer bastante enojado. Apartó
lentamente la mano del bolsillo de la túnica mientras se estiraba
completamente.
—Bien, Potter, te lo diré una vez más, a ver si está vez te
queda claro —dijo Draco con voz fría, ignorando la actitud tan
alarmada de Potter—: Está —dijo extendiendo las manos— es «MI»
habitación. Tú tienes la tuya en la sala común de Gryffindor, gracias
a Salazar, muy lejos de aquí.
—Oh —Harry se enderezó completamente sintiendo su es-
palda crujir por la posición en que se había quedado dormido.
—¿Qué hora es?
—No soy un reloj, Potter —respondió Draco cruzándose de
brazos.
—Ya, me quedé dormido.
—Me di cuenta.
—¿Dónde estuviste? —preguntó obviando el fastidio en la
voz de Draco y guardando el libro en la mochila—. No fuiste a la
última clase.
—Ese no es tu asunto.
Harry se pasó las manos por el cabello y se puso en pie.
—Entonces sí estás bien. Pensé que te podían haber atacado
o algo.
—¿Quieres dejar eso ya? —rezongó Draco sentándose en la
cama—. Y más te vale no decirle a nadie sobre eso.
—Todos lo saben, Malfoy.

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LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

—Me refiero a uno de los profesores, sobre todo a McGona-


gall, si le dices algo juro que me las pagarás.
—Ya, y cómo, ¿me harás cosquillas hasta matarme? —replicó
Harry colgando la mochila en su hombro, realmente empezaba a
molestarle la actitud de Malfoy.
—No necesito una varita para ponerte en tu lugar, hablas con
un mortífago, ¿lo olvidas acaso?
—Tú no eres un mortífago, Malfoy, podrás hacerte el malo y
los demás podrán creerte, pero yo sé que no lo eres.
—Potter, lárgate —gruñó Draco mirándolo con rabia.
—¿No me dirás si te pasó algo?
—No me pasó nada. ¿Estás contento? Ahora lárgate que ten-
go muchas cosas que hacer.
—¿Cenaste?
Draco puso los ojos en blanco y simplemente decidió igno-
rarlo, no creyendo la terquedad del chico, y sobre todo, no enten-
diendo la razón por la que Potter estaba tan interesado en él, y en lo
que le pasara.
—Si no has cenado puedo traerte algo… yo tampoco lo he
hecho y…
—¡Demonios, Potter! —gritó Draco poniéndose en pie—.
¿Qué mierda te pasa? ¿Por qué demonios andas tras de mí?
—No ando tras de ti. Sólo me preocupo porque no me pare-
ce justo que te ataquen y que no te quejes.
—Ese es mi maldito problema, no el tuyo, no seré tu nueva
obra de caridad.
Harry entrecerró los ojos, y estuvo a punto de replicar pero
decidió guardarse sus insultos, no necesitaba alterarlo más. Sim-
plemente se dio la vuelta y se cubrió con la capa de invisibilidad an-
tes de salir con pasos rápidos. Se sentía enojado y frustrado. ¿Tan
difícil era aceptar ayuda de vez en cuando para Malfoy?

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Zafy|HARRY POTTER
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–|– 

En cuanto escuchó el cuadro del Hada Hermosa cerrarse


nuevamente, lanzó una patada contra la cama, luego jaló las sábanas
con rabia hasta el piso, le siguieron algunos libros que volaron por
toda la habitación. Respirando entrecortadamente, se dejó caer al
piso. En su mente ya no estaba Potter si no la preocupación por lo
que la directora había dicho: estaba recibiendo amenazas que el
Ministerio no dejaba pasar. ¿Qué tal si su madre también las estaba
recibiendo y se lo estaba ocultando?
Pensando en que tenía que cerciorarse de eso, se puso en pie
y con letra temblorosa empezó a escribir, rápido y directo al punto;
le explicó que la profesora McGonagall le había dicho lo de las
amenazas, y quería saber si ella también estaba recibiendo ese tipo
de cartas, si había hablado con los aurores al respecto, y sobre todo,
si estaba siendo cuidadosa. Más que nunca maldijo tener que perte-
necer a esa prisión en que se había vuelto la escuela, y no poder
cuidar a su madre. La única familia que le quedaba.

–|– 

Harry entró en la sala común resoplando fastidiado, y se dejó


caer en uno de los sillones libres frente a la chimenea, tratando de
calmarse y siguiendo el movimiento de las llamas, pensando en
Malfoy y su terrible actitud, y en el sueño, empezaba a comprender.
Él no podía ayudar a Malfoy y eso le frustraba, era eso lo que lo ha-
cía sentir impotente, el no poder ayudar a alguien en algo tan sim-
ple como mantener a los demás alejados para que no lo maltrataran.
Pero no había nada que pudiera hacer si Malfoy no se dejaba ayu-
dar.

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LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

El sonido de la risa de unos chicos lo distrajo, eran carcajadas


bastante fuertes, y decidió prestar atención, sólo por alejar su mente
de Malfoy.
—Pero el idiota ni se defendió, simplemente nos miró con
desdén, como si así fuera a provocar algo, y entonces cayó de bruces
contra el primer escalón, hubieras visto su cara… —Harry recono-
ció al chico, se trataba de Maurice Hawes, era de séptimo y estaba
con él en casi todas sus clases, aunque pertenecía al grupo de Ginny,
alrededor estaban los otros chicos de la clase, riendo animadamente.
Una cosa amarga subió por su garganta, y se puso en pie con rapi-
dez, caminando hacia el grupo con pasos luengos y mirada furiosa.
—¿A quién le hicieron eso?
—Oh, hola Harry —saludó Ginny. Harry recién notó la pre-
sencia de la chica en el grupo—, sólo hablábamos de Malfoy…
—¿En serio? —preguntó apretando los dientes.
—Sí —respondió con orgullo Hawes—, el otro día nos lo
encontramos camino a la biblioteca y le dimos un poco de su propia
medicina.
—Es decir… tú y…
—Nosotros —contestaron a la vez otros dos chicos: Lusk y
Pennymon, sonriendo y con la mirada radiante, era como si espera-
ran que Harry los felicitara por aquello y seguramente el chico pen-
só que tal vez eso sería lo que haría.
—Vaya… ustedes tres ¿Eh? —dijo Harry apretando los pu-
ños, no recordaba haber visto a Malfoy después de que se hubiera
dado un golpe de ese tipo.
—Los felicito, han demostrado lo valientes que pueden ser
—los demás pusieron cara de desconcierto, incluyendo a Ginny—.
Atacando a un tipo que no se puede defender porque no se le per-
mite usar hechizos de defensa… y tres contra uno —Harry sonrío
un poco más tensamente, el sarcasmo impregnando en su voz—:

360
Zafy|HARRY POTTER
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¡Wow! Sí que han demostrado su valía. Gryffindor puede estar muy


orgulloso de ustedes.
Los chicos se quedaron mirándolo seriamente, casi como si
no pudieran creer que Harry les estuviera diciendo aquello.
Harry les observo molesto, después dio media vuelta y cami-
nó hacia su propia habitación, asqueado, por primera vez en su vida,
de pertenecer a esa casa.

–|– 

Agradeció no encontrarse con nadie importante de camino a


la lechucería, e incontinenti de cuando volvió a su habitación, se
dedicó a ordenar todo nuevamente, al menos eso alejó sus pensa-
mientos de todo lo malo que estaba ocurriendo, del temor de que a
su madre le pasara lo peor, y del desconcierto del comportamiento
de Potter.
Ya eran más de las once de la noche, y tenía hambre. Por un
momento lamentó no haber aceptado la oferta de Potter, pero des-
estimó rápidamente ese pensamiento por incoherente, y se dedicó a
avanzar con las tareas que tenía pendientes.

–|– 

Harry sintió a alguien acercarse a la cama, y abrió los ojos un


tanto sobresaltado. Delante de él estaba Ron, mirándolo seriamente.
—Hey…
Harry se sentó rápidamente, algo asustado y sorprendido por
que su amigo le hablara de nuevo.
—Hola…
—Escuché que te molestaste un poco allá abajo.
—Sí, algo así.

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LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

Ron asintió suavemente, y pareció dudar un momento antes


de sentarse en la cama junto a Harry.
—Escucha… yo sé que hay cosas que no entiendo y que tie-
nes derecho a estar enfadado conmigo pero… —Ron suspiró pro-
fundamente y desvió la mirada al piso—, lo que me dijiste es algo
que jamás me hubiera esperado, te conozco hace tanto tiempo, y
pensé que realmente éramos amigos, que nos conocíamos.
—Y lo hacemos, es decir, somos amigos —replicó Harry rá-
pidamente, esperando que Ron no lo negara.
—Lo somos —admitió Ron encarándolo nuevamente—. Só-
lo que esto es…
—¿Raro?
—Sí, raro y desconcertante…
—Lo lamento.
Ron se encogió de hombros.
—Hermione me explicó algunas cosas. Según ella, esto no es
algo que tú puedas elegir, dice que simplemente está en tu naturale-
za.
—Sí, es cierto.
—Y bueno, que esto es lo que eres… y que nada ha cambia-
do en ti… que sigues siendo el mismo, sólo que… —Ron sonrió
suavemente, parecía avergonzado—,… según ella, con gustos dife-
rentes.
Harry también sonrió.
—Con gustos diferentes… algo así… es una buena explica-
ción.
—Lamento haberme enojado.
—Yo no habértelo contado antes… es que todo era tan difí-
cil… aún lo es.
Ron asintió nuevamente, y ambos permanecieron en silencio
un momento más.

362
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Por qué te enojaste allá abajo?


—¿No te lo dijeron?
—No.
—Bueno, es sólo que ellos atacaron a Malfoy —Ron giró rá-
pidamente hacia Harry, y le dio una mirada preocupada—. Sé que
no soportas a Malfoy, pero no creo que sea justo que lo anden ata-
cando en grupo, y menos si él no se puede defender, es como atacar
a… ¡un muggle!
—¿Un muggle, eh? —Ron sonrío un poco más, y Harry se
puso tenso—. Sí, debe ser escalofriante para Malfoy convertirse en
una especie de muggle.
—¡Ron!
—Ya… entiendo que tus gustos hayan cambiado, pero no de-
fiendas a Malfoy también, hay cosas que si me serán imposibles de
comprender…
Harry dudó un instante, casi saboreando su reciente reconci-
liación con Ron.
—Bien, sólo dije que me pareció que no era tan valiente ha-
cerlo, no sólo a Malfoy, a cualquiera, eso es todo.
—¡Y no lo es! —ratificó rápidamente Ron—. Es sólo que me
pareció como… justicia divina que se haya convertido en una espe-
cie de muggle.
—Seguro que él no lo siente así.
—No, estoy seguro que no… no deberían atacarlo de esa
manera, es decir… no deberían hacerlo. No es correcto.
—No, no lo es —Harry no pudo negar que sintió cierto ali-
vio por las palabras de Ron, al menos podía estar seguro de que su
amigo no participaría en actos tan desalmados y cobardes como el
de atacar a alguien indefenso.
—Te traje algo de dulces, no bajaste a cenar —dijo Ron des-
pués de un momento. Harry sonrió agradecido, y pronto se enfras-

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LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

caron en una conversación acerca de las clases y los profesores


mientras ambos compartían los dulces que había traído Ron.

–|– 

La carta de su madre llegó el lunes a la hora del desayuno,


Draco la recibió con manos ansiosas, y casi rompe el pergamino al
desatarla mientras la lechuza aprovechaba para picotear de su plato.

Draco, querido mío:


No debes preocuparte, las amenazas no son la gran cosa,
hemos recibido tratos peores a esos… Pero si te deja tranquilo,
sólo han llegado un par a casa, nada de cuidado ni importan-
cia, y los aurores están al tanto, así que por favor sólo dedícate
a estudiar y a preocuparte por ti, yo estoy bien aquí.
Un beso, hijo.
Te quiere,
Tu madre

Draco bufó fastidiado dejando la carta a un lado, su madre le


estaba mintiendo, seguramente estaba siendo amenazada y nunca se
lo diría.
—¿Qué pasó Malfoy, te escribió tu amante desde el más allá
para decir que no vendrá a su cita? —habló una voz a sus espaldas.
Draco se giró rápidamente, las palabras aún resonando en su cabeza.
—¿Qué quieres?
Nott le sonrió de manera malévola, y se acercó más a él,
Draco retrocedió un poco en su asiento, se sentía ligeramente pro-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

tegido porque los profesores estaban cerca, aunque claro, Nott no


estaba haciendo nada más que hablarle.
—Mi madre me contó, hace poco me lo contó.
—No me importa lo que tu madre te cuente.
—¡Ja! —Nott se acercó un poco más a Draco, casi quedando
pegado a él—. ¿Dime una cosa, Malfoy, lo maricón se pega? Porque
si es así, mejor sería que no comieras cerca de nosotros.
—Idiota —respondió Draco empujando a Nott con fuerza,
el chico trastabilló hacia atrás un par de pasos, tenía la mirada más
furiosa aún.
—¿Qué creías? ¿Qué nadie se enteraría de aquel tipo? ¿De
cuáles son tus gustos?
—Y eso a ti qué te importa. ¿Estás celoso acaso? —replicó
con voz segura. La mesa entera, y los Hufflepuff que eran los que
estaban más cerca, miraban la escena con atención.
—Eres asqueroso, Malfoy.
—Mira…
—Señor Malfoy y señor Nott —llamó seriamente el profesor
Cummings. Estaba de pie, con el ceño fruncido y los brazos cruza-
dos—, a mi despacho, ambos, ya mismo.
—Pero, señor —protestó Nott mientras Draco metía la carta
de su madre en la mochila y se ponía en pie—. Malfoy es un busca
pleitos que no hace más que molestarnos y protestar.
—Esos problemas, señor Nott, los resolveremos en mi des-
pacho, y ahora muévase de una buena vez si no quiere que su casti-
go incremente —Draco estaba ya al lado del profesor, con la mochi-
la colgada del hombro y la cabeza en alto, el corazón latiéndole
fuerte y la respiración pesada, seguramente que Nott no se conten-
dría, y le diría a los demás lo de Yarik, les contaría todo lo que había
pasado. Seguro que algunos ya habían escuchado algo de lo que
Nott había dicho. Como si necesitara más problemas. Siguió a su

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LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

profesor hacia la salida del comedor, escuchó unos cuantos cuchi-


cheos y murmullos, pero no les prestó atención; casi al final, cuan-
do estaban por cruzar la puerta de salida, se cruzó con Potter que le
obsequió con una mirada inquietada, pero él ni se inmutó, tenía
otros problemas que resolver y la intromisión de Potter no era uno
de ellos por el momento. Nott los seguía, resoplando fastidiado, pe-
ro sin atreverse a insultar ni crear más problemas. Por el momento
al menos.

–|– 

Harry se dejó caer en un rincón de la mesa de Gryffindor, y


al instante Hermione y Ron lo alcanzaron; casi había olvidado que
Ron ya no estaba molesto con él.
—Me quedé dormido.
—Todos lo notamos… ¿Terminaste la composición para Po-
ciones?
—Sí, Hermione —respondió aburrido mientras se servía un
poco de cereal.
—¿Qué fue lo que pasó con Malfoy?
—No lo sabemos. Nott y él estaban discutiendo, Malfoy
empujó a Nott y el profesor Cummings se los llevó a su despacho
—informó Ron.
—Lo más probable es que los castigue por pelear —continuó
Hermione—, lo cual sería bastante justo, no es correcto que se es-
tén riñendo.
—Ya, pero tampoco que anden molestando a Malfoy y que
nadie haga nada por castigar a los culpables.
—Oh… —Hermione miró a Ron y suspiró, seguro que el
chico ya le había contado acerca de su conversación—. Creo que
tienes razón, el primer día de clases la gente le gritó cosas horribles,

366
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

y no creo que la situación haya cambiado mucho… pero es Malfoy


el que tiene que quejarse y acusar a los culpables, no es ya nuestro
asunto.
—Pues, ¿tú le creerías a Malfoy? —preguntó Harry—. Es
decir, si él viene y dice que un grupo de chicos lo atacó sin razón
aparente. ¿Tú le creerías? ¿O pensarías que en realidad, lo más pro-
bable es que Malfoy se hubiera buscado dicho ataque?
Hermione pareció dudar un segundo antes de hablar.
—Hay un dicho muggle; dice «Crea fama y échate a la ca-
ma.»
—¿A la cama de quien? —preguntó Ron, y Harry vio que
Hermione hacía lo posible por no poner los ojos en blanco.
—Quiere decir que la fama de Malfoy le precede. Nadie
creería cien por ciento en lo que dice, porque en el pasado ha sido
un quejumbroso llorón, sin contar el historial de su familia, es de-
cir, tiene mala fama y por eso no le creerían. Aunque ahora de ver-
dad se estuvieran comportando de manera agresiva con él, a menos
que encuentre la forma de demostrarlo, sería improbable que cre-
yeran su historia, y aunque encontrara la forma de probarlo, lo más
seguro es que los culpables alegaran que Malfoy, en algún momento
los maltrató… Claro que si recordamos lo que nos contaron los
chicos que pasó aquí el curso pasado… tendríamos que darles ra-
zón.
—¡Hermione! —protestó Harry—. Eso es tan incorrecto…
se supone que ahora el mundo debería estar en paz. ¿Te imaginas si
es están tratando así a todos los que fueron exonerados o liberados?
¿Cómo se supone que vamos a tratar que todo continúe bien si la
gente sigue resentida?
—Hubo mucha gente que murió, Harry —replicó Hermio-
ne con voz dura—, muchas familias destrozadas, apenas han pasado
unos meses. No puedes pedir que lo olviden tan pronto.

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LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

—Ella tiene razón, Harry —intervino Ron por primera vez,


su voz era más seria que antes, últimamente parecía tomárselo todo
con demasiada madurez—. Ni mis padres ni yo hemos podido ol-
vidar aún a Fred, y estoy seguro que Andrómeda tampoco ha podi-
do olvidar la muerte de su hija, e incluso tú la de Remus.
—Tardará, Harry, no puedes esperar que el mundo se abrace
y haga las paces de la noche a la mañana —apoyó Hermione, y Ha-
rry tuvo que darle razón, no era tan fácil, él aún no podía olvidar a
Remus, a Tonks o a Fred, incluso a todos esos chicos que murieron
en la escuela; pero también le parecía injusto que la gente quisiera
seguir con el ajusticiamiento, tampoco se encontraría paz de esa
manera.
—Muchachos —dijo Dean dejándose caer a un lado de ellos,
haciendo que su discusión, gracias a Merlín, terminara.
—No van a creer lo que nos acaba de contar Kevin Whitby
—dijo Seamus que se había sentado delante de ellos, junto con Ne-
ville, Ginny, Paul Bryce y Lewis Vivekananda, dos chicos de sépti-
mo también de Gryffindor.
—Sorpréndannos —dijo Ron con una sonrisa no tan sincera
mientras Parvati Patil y Sylvia Zelazny, se les unían al grupo.
—Pues Nott y Malfoy se han peleado porque Nott descubrió
un retorcido y asqueroso secreto —continuó Seamus.
—¿Secreto? —preguntó Parvati en un murmullo—. ¿Tiene
algo que ver con que sea un mortífago?
—Nah —dijo Seamus haciendo un aspaviento con la ma-
no—, es sólo que al parecer Malfoy tuvo un amante el curso pasado
y…
—Una amante, querrás decir —le corrigió Zelazny—, y eso
no tiene nada de extraño.
—No, no dijo una amante, dijo «UN» amante —aclaró
Dean—, eso es lo que dijo Nott.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Y entonces Malfoy se lanzó sobre Nott y lo empujó —


continuó Seamus.
—Pero Whitby nos dijo que entonces, Nott le dijo a Malfoy
algo como que si pensaba que nadie se enteraría de aquel tipo o de
sus gustos…
—Oh… —murmuró Ginny arrugando la nariz.
—Eso es… extraño —concluyó Neville.
—O sea, a Malfoy le gustan los chicos —razonó Vivekanan-
da.
Harry sintió cómo sus mejillas empezaban a calentarse y a
sus amigos incomodarse a su lado.
—Eso no es tan extraño —dijo Dean, que había crecido entre
muggles—, aunque claro, no me hubiera imaginado que Malfoy
fuera de esos.
—¿Cómo que no es extraño? —preguntó Bryce algo agita-
do—, es algo muy extraño, anormal y condenado.
—¿Por qué? —preguntó Dean con el ceño fruncido, no
comprendiendo a sus compañeros.
—Porque sí.
—Muy buen argumento, Bryce.
—Dean, lo que ocurre es que en el mundo mágico no se ve
bien eso —explicó Hermione con voz un tanto nerviosa. Harry aún
no podía moverse ni decir nada sin sentir que podía delatarse, ¿era
esa la forma como actuaban por un tema como ese? Sin contar los
miles de pensamientos que tenía hacia Malfoy en ese momento, ¿él
también era gay?
—Oh…
—En el mungo muggle no es tan repudiado como aquí —
explicó Hermione hacia los demás.
—Pues es una suerte no vivir allí —dijo Ginny resueltamen-
te—, al menos aquí todo es más sensato.

369
LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

Harry giró para ver a Ginny por un momento, y ella le son-


rió en respuesta, pero Harry sólo hizo una mueca de fastidio y se
puso en pie.
—Olvidé mi tarea de pociones —dijo con voz templada.
—¿Te acompaño a traerla? —preguntó Ginny solícita y po-
niéndose en pie, pero Harry sólo negó con la cabeza y siguió avan-
zando hacia la salida. Apenas y había tocado el desayuno, pero defi-
nitivamente se le había quitado el apetito, y agradeció que ni Ron ni
Hermione lo siguieran, no tenía ganas de hablar con ellos ni inter-
cambiar siquiera comentarios al respecto.

–|– 

—Que quede claro, señor Nott, que por ningún motivo


permitiré que se ataquen entre ustedes —reprendió Cummings pa-
seando de un lado al otro del despacho, caminaba con las manos en
la espalda, como si estuviera meditando, su tono de voz era bajo pe-
ro amenazante.
—Yo no lo ataqué, señor.
—Pero sí te le acercaste… cuando jamás lo haces, ni tu ni tus
compañeros, así que no debo ser un genio para deducir que aparen-
temente lo provocaste —Draco simplemente tenía la mirada inex-
presiva, y seguía el caminar del profesor de un lado a otro, nunca lo
había visto realmente molesto como en esta ocasión.
—Él empezó.
Cummings detuvo su caminata y enfocó a Nott con mirada
asesina.
—No le estoy preguntando ni pidiendo explicaciones. No
soy un imbécil. Sé muy bien lo que pasó, y ahora guarde silencio si
es que no quiere quedarse castigado durante las vacaciones de navi-
dad.

370
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Nott solo asintió y agachó la mirada. Draco pensó que el chi-


co realmente debía ser idiota, era más que notorio que Cummings
estaba cabreado con ellos, y lo mejor era no provocarlo más.
—En cuanto a usted, señor Malfoy, le pediré que controle un
poco su temperamento, los insultos no matan, así que no debe an-
dar empujando o respondiendo a ellos. —Draco arqueó una ceja y
estuvo a punto de replicar que aquello era más que un insulto, que
ninguno de ellos tenía derecho siquiera de mencionar a Yarik, que
todavía dolía que se lo recordaran, que le recordaran que estaba
muerto, pero se recordó que no debía, o mejor dicho, que no podía,
no necesitaba más problemas.
—Ambos estarán castigados, por separado, por supuesto, y la
próxima vez que los vea discutiendo, insultándose o golpeándose,
ambos terminaran en la oficina de la directora. No permitiré los
ataques ni discrepancias en mi casa, ¿les quedó claro?
—Sí, señor —replicaron ambos a una y en voz baja, y evitan-
do mirarlo a la cara.
—Bien Nott, tu ayudarás a la profesora Sprout durante las
siguientes dos semanas después de clases, tengo entendido que ne-
cesita trasplantar algunas cosas, y le vendrá bien tu ayuda.
—¿A Sprout?
—Eso he dicho, a la Profesora Sprout ¿Algún problema?
—Eh… no, no señor, claro que no —respondió rápidamente
y Draco sonrió internamente por el tono medroso que usó.
—Ahora largo de mi oficina antes que me arrepienta y el cas-
tigo aumente.
—Sí, señor —Nott hizo una ligera reverencia y salió sin si-
quiera mirar a Draco una sola vez, lo cual era un alivio.
—Ahora, señor Malfoy —continuó Cummings sentándose
tras su escritorio—, usted ayudará durante las siguientes dos sema-
nas al profesor Monroe, está preparando unas cuantas pociones para

371
LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

la enfermería, y además, me ha comentado sobre su gran talento pa-


ra realizarlas, así que supongo que no habrá problema.
Draco casi sonríe, ayudar al profesor Monroe no era un cas-
tigo, era genial.
—Claro, señor.
—Señor Malfoy, yo no estuve aquí durante la guerra, pero
conozco muy bien todo lo que tiene que ver con usted y su familia
—continuó hablando el profesor, la casi sonrisa se borró del rostro
de Draco, que apretó sus puños mas fuerte—, y también con su
sentencia y la de su madre… —el tono de voz cambió a uno más
comprensivo y calmado—. Simplemente te diré una cosa mucha-
cho, me parece que aún eres muy joven para tener que cargar con
todo esto, pero al parecer es justo, o eso argumenta el Ministerio, y
lo mejor que puedes hacer es afrontarlo como un hombre, y no de-
jarte vencer por cosas como los insultos de tus compañeros.
Draco sólo hizo un ligero asentimiento mientras el profesor
se estiraba sobre la silla, parecía ligeramente más relajado.
—No me gusta que hablen mal de mi casa —siguió hablando
el profesor—. Esto que le digo no es sólo para usted, es para benefi-
cio de mi casa también, no me agrada que todos nos anden señalan-
do como «magos oscuros» cuando ha habido tantos o más mortífa-
gos en todas las otras casas, y el comportamiento que presente ante
la escuela de una u otra manera influye en eso, así que no estoy dis-
puesto a que sigan mermando nuestra reputación, ¿nos estamos en-
tendiendo, señor Malfoy?
—Sí, sí, señor, entendido.
El profesor hizo un asentimiento y sacó un pergamino en el
cual garabateó un par de líneas, y Draco removió sus pies no sa-
biendo muy bien que hacer hasta que Cummings enrolló el perga-
mino y lo selló con un hechizo.

372
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Entrégale esto al profesor Monroe, y no quiero verte de


nuevo aquí por una pelea.
—No, señor —respondió Draco recogiendo la mochila del
piso y saliendo a pasos vertiginosos hacia la salida. Corrió por los
pasillos, obviando los atajos que Potter le había enseñado, ya la clase
debía haber iniciado y no había casi nadie alrededor que pudiera re-
presentar una amenaza, además que ya era tarde, no quería que lo
regañaran también por su retraso y además perder puntos.

–|– 

Cuando por fin alguien tocó a la puerta del aula, Harry no


pudo evitar voltear rápidamente.
—Adelante —dijo el profesor Monroe desde el escritorio
donde estaba terminando de anotar algo en un pergamino. La clase
había iniciado diez minutos atrás, y no quería admitir que ahora le
preocupaba más todavía el hecho de que Malfoy no apareciera, así
que cuando la rubia cabellera se asomó por la puerta, casi suelta un
suspiro de alivio, puesto que Nott había llegado casi a tiempo, re-
funfuñando y molesto y no entendía la razón para que Malfoy no lo
hiciera.
—Lo lamento, profesor Monroe —se empezó a excusar Dra-
co seriamente—, estuve en la oficina del profesor Cummings y…
—Pase, señor Malfoy —interrumpió el profesor levantando
la vista—. Sí, de algo me enteré.
Draco no se sentó en su acostumbrado sitio de al fondo, sino
que siguió avanzando hasta donde se encontraba el escritorio del
profesor.
—El profesor Cummings me pidió que le diera esto.
—Oh, bien, gracias —dijo recibiendo el pergamino enrolla-
do, levantó la vista al resto de la clase—. Vamos, muchachos, que

373
LIBRO II|El Último Año
[4] Lo que significa «un amigo»

esas pociones no se harán solas —y al instante todos se pusieron en


movimiento nuevamente, excepto Harry, que todavía miraba a Dra-
co de reojo, preguntándose demasiadas cosas.
—Bien, señor Malfoy, esta vez no le quitaré puntos, puede ir
a su sitio y empezar… —le dijo el profesor Monroe mientras leía el
pergamino—… y después de clases, le pediré que se quede unos
minutos más para coordinar su castigo.
—Claro, gracias, profesor —respondió Draco aliviado por no
haber perdido puntos y regresando a su sitio, en el camino se cruzó
con la verde mirada de Potter, que lo miraba de manera indescifra-
ble. Draco simplemente pasó de largo, no queriendo pensar en qué
demonios querría esta vez Potter.
Harry lo vio pasar, y entonces entendió, entendió el sueño,
«Vayamos por Potter, él es otro de ellos», entendió por qué había algo que
lo impulsaba de una manera a ayudar a Malfoy, y por qué se sentía
vagamente comprometido con velar por él; porque ambos eran
iguales, eran gays en un mundo que no los toleraba, por eso Malfoy
había empujado a Nott, porque le había recordado a un ex-amante,
porque seguramente lo había amenazado con hacer público aquel
secreto… Por primera vez se sintió identificado con Malfoy, y no le
pareció desagradable ni perturbador.
—¡Harry! —chilló Hermione a su lado—, solamente son
unas gotas de…
Pero fue muy tarde, su caldero explotó levantándose por los
aires y emanando un extraño vapor verdoso y apestoso, la clase en-
tera cuchicheó, y los Slytherin rieron con algo de burla mientras el
profesor Monroe agitaba su varita para detener el vaho. Harry ins-
tintivamente volteó hacia el sitio de Malfoy, esperando la risa de be-
fa que siempre había escuchado de él, pero está no llegó, Malfoy
simplemente torció el gesto y continuó preparando su poción como
si nada hubiera pasado, como si nada hubiera perturbado la clase.

374
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Un tanto herido por ser ignorado, Harry escuchó la gran cantidad


de llamadas de atención del profesor mientras le decía que tendría
que hacer la poción nuevamente, y sobre todo, poner más atención.

375
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

5
Pociones, quidditch y charlas

“La mejor manera de defenderse de los demás es no parecerse a ellos.”


Anónimo

Octubre de 1998, Hogwarts

H
arry apretó un poco más fuerte la tablilla entre las
manos y respiró profundamente, tratando de en-
contrar paciencia mientras el grupo de niñas reía
alrededor de él.
—Bien… ¿alguna de ustedes realmente desea volar en el
equipo? —preguntó apretando los dientes y tratando de parecer
realmente malo e intimidarlas. El grupo de niñas rio más fuerte, y
negó con la cabeza. Harry le dio una mirada implorante a Ron, que
reía divertido (según le había dicho, le resultaba gracioso que tantas
chicas ahora murieran por él, considerando sus «nuevos gustos»,
Harry se había abstenido de contestar simplemente porque en el
fondo, le agradaba que Ron diera cada vez, más muestras de aceptar
lo que era).
—Entonces vayan para allá —dijo Ginny con voz indignada y
mirando de mala manera a las chicas.

376
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ginny… por favor —pidió Harry mientras las chicas deja-


ban de reír y miraban un tanto atemorizadas a la pelirroja—, yo
puedo hacerme cargo de esto, te recuerdo que soy el capitán, y que
tú ni siquiera has realizado las pruebas, así que quédate junto con
los demás —habló en voz no muy alta para que solo ella lo pudiera
oír, y señalando las bancas donde estaban Ron y Hermione.
En respuesta, Ginny le lanzó una mirada exasperada, y agi-
tando su larga cabellera se alejó, sentándose junto a Ron y Hermio-
ne.
—Y ustedes vayan hacia ahí —dijo apuntando hacia el otro
lado de las bancas, donde un gran grupo de chicas y chicos descali-
ficados se había quedado mirando el resto de las pruebas. Tachó los
nombres de la lista y luego miró hacia la fila que quedaba, aún per-
manecía un gran número de personas por hacer la prueba, y con so-
lo mirarlos, sabía que casi ninguno era bueno. Maldijo nuevamente
que la profesora McGonagall lo hubiera convencido de aceptar la
capitanía del equipo, y pensó que aún pasarían horas antes de poder
llegar a su sala común, ducharse y cenar.

–|– 

Draco se apresuró a guardar todas sus cosas de cualquier ma-


nera en la mochila, el profesor Monroe lo esperaba luego de la ce-
na, y no quería llegar tarde al castigo, que en realidad no lo era, lle-
vaba ya una semana en detención y sinceramente, esperaba hacer
algo «malo» nuevamente para que lo hicieran quedarse más tiempo,
ya sólo le quedaba una semana.
El profesor Monroe había mostrado ser alguien muy amable,
y divertido además, le estaba ayudando a preparar una gran cantidad
de pociones y enseñándole algunos secretos y trucos, y permitién-
dole además experimentar, probando nuevos ingredientes, decía

377
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

que uno debía experimentar siempre para tratar de mejorar la fór-


mula en las pociones.
Habían además conversado durante todo el tiempo, el profe-
sor le había explicado que había estudiado un curso de pociones al
terminar el colegio, que había un centro de estudios bastante presti-
gioso en Londres, y que si quería hacer carrera en ese ramo debía
estudiar allí. Draco no había querido ser descortés, ni tampoco llo-
rarle, pero sabía que sería imposible que siguiera algún tipo de ca-
rrera después de la escuela.
Con la mochila colgada al hombro, caminó por los jardines y
escuchó la algarabía que venía de los campos de quidditch, desde
que había vuelto a la escuela, no había pasado por allí ni una sola
vez, y no pudo evitar la tentación de desviarse un poco a fin de po-
der ver qué era lo que pasaba, aunque fuera desde la distancia.
Sonrió con cierta burla viendo a Potter agitar los brazos para
hacer que un chico que colgaba de la escoba de manera imprudente
—seguro que tratando de imitar alguna maniobra suya— bajara. Al-
rededor había un montón de alumnos, se preguntó si realmente to-
dos estarían haciendo las pruebas, lo que explicaría la razón por la
cual, todos permanecían allí hasta esa hora.
Cuando había entrado a clase de Herbología, había escucha-
do que en sólo media hora más sería la audición para el equipo de
Gryffindor, capitaneado, cómo no, por Potter. Seguro que se las ve-
ría difíciles para intentar conseguir un buen equipo. Sintió algo de
nostalgia por no poder volar ya, ni siquiera tenía una escoba, la su-
ya, junto con todas las pertenencias de su familia, había sido deco-
misado por el Ministerio.
Incontinenti de observar por unos minutos más cómo el
muchacho bajaba finalmente, y Potter hacía subir a otro grupo más
de chicos, se encaminó hacia el Gran Comedor, mientras pensaba
en Potter y su comportamiento: la semana pasada, luego de la ad-

378
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

vertencia que le hiciera el profesor Cummings a Nott, no habían


vuelto a molestarlo, simplemente estaba en la fase en la que todos lo
ignoraban y, aunque se sentía solo, era preferible a ser insultado y
atacado, sin embargo, Potter había dejado en su habitación, en el
pasillo, una gran canasta de comida, él no había notado en qué
momento la había dejado allí, pero el viernes en la mañana había
aparecido de la nada, y sabía que había sido Potter porque nadie más
sabía la contraseña para entrar (y si alguien más la hubiera sabido
seguramente no le hubiera dejado una canasta con comida si no un
par de maldiciones).
Tenía que admitir que agradecía el gesto, puesto que ese día
—el viernes— sólo debía salir a la biblioteca y después, en la noche,
asistir al castigo, y gracias a la ayuda de Potter había podido mante-
nerse en su habitación, encerrado durante el resto del tiempo, estu-
diando y alejado de sus compañeros y de cualquier peligro. La pre-
gunta de por qué demonios Potter seguía comportándose de esa
manera, lo seguía persiguiendo, y estaba ya bastante tentado a pre-
guntárselo directamente.

–|– 

Eran más de las nueve de la noche cuando por fin pudo tener
a su equipo completo, al menos esperaba que fuera el adecuado:
Tenía a Ron en la portería nuevamente, el chico parecía haber con-
seguido mucha más confianza desde que terminara la guerra, pues-
to que no había titubeado ni fallado ni una sola atrapada, Ginny
Weasley, Leyna Rubrum; una chica bastante alta y de cabellos oscu-
ros sujetos en una trenza, que era de tercer año y que había demos-
trado ser bastante ágil con la escoba, y Rolando Vachss, un chico de
séptimo año, ambos quedaron como cazadores, y dos chicos, Ru-

379
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

perth Wilmot, de quinto año, bastante fornido y de cabellos rubios


y ojos claros, y Dorian Killigrew de cuarto año, como bateadores
Completamente agotado, pasó de la cena y se dirigió hacia su
sala común, cruzando varios de los pasadizos ocultos que conocía, a
fin de no encontrarse con nadie más, realmente estaba harto de tan-
ta popularidad y agobio.
Cuando cruzaba ya por el tercer piso, su mente voló hacia
Malfoy, desde la última vez que se habían visto y habían discutido,
no le había vuelto a hablar, aunque sí lo había observado muchas
veces, tratando de ver por qué no había notado antes que era gay.
Le había parecido curioso que fuera Draco el primer niño
mago con el que hubiera hablado tanto tiempo atrás, con solamente
once años y, ahora, también era el primer mago gay que conocía,
aunque no hubiera podido hablar con él al respecto. Dudaba mu-
cho que pudiera hacerlo en algún momento, pues el chico se mos-
traba arisco con él, y no quería molestarlo más de lo que ya lo esta-
ban incomodando.
El viernes anterior había aprovechado el tiempo libre y, cu-
bierto por la capa de invisibilidad, había entrado a su habitación a
dejar una nueva provisión de comida, ese día lo había visto dormir
sobre la cama, con el rostro apacible, casi como si no tuviera ningu-
na preocupación más en la vida. Nunca había notado lo atractivo
que era sin esa máscara de frialdad que siempre cargaba. Además
tenía curiosidad por ese «amante» del que había hablado Nott, que-
ría decir que había más magos dispuestos a intentar tener una rela-
ción en el mundo mágico, y eso de una u otra manera, lo reconfor-
taba.
Cuando llegó a su sala común, esta estaba completamente
vacía, supuso que todos ahora estarían en el Gran Comedor, feste-
jando por los que habían pasado a formar parte del equipo y conso-
lando a los que no. Subió a su habitación, dispuesto a tomar una

380
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

buena ducha y luego dormir, sintiendo sus músculos cansados y


sobre exigidos.
Aquella fue la primera noche que soñó con él.

–|– 

—Sí, esta está muy bien, tiene el color perfecto —dijo con
una sonrisa el profesor Monroe, poniendo a contra luz el frasco
transparente con la poción que Draco había terminado de prepa-
rar—, tiene la contextura adecuada y… —le acercó un poco más la
redoma a Draco para que observara—. ¿Ves esta parte de acá, la de
las burbujas?
—Ajá.
—Bien, no debe ser más de la quinta parte de la poción, si no
nos revelaría un exceso de…
—Glumbumble —se apresuró a contestar Draco.
—¡Exacto! —replicó el profesor Monroe expandiendo más
su sonrisa para después dejar el frasco sobre el escritorio—. Creo
que por hoy hemos terminado, mañana continuaremos.
—Bien —dijo Draco mientras empezaba a recoger sus cosas.
—Debo repetirte que realmente siento que tienes un don
innato para esto, es muy gratificante tener un tan buen alumno —
comentó el profesor sentándose detrás de su escritorio, hacía días
que había empezado a tutear a Draco durante los castigos, y a tratar-
lo con mucha más confianza—, no solo tienes la facilidad para ha-
cerlas, si no también la intuición para crearlas, estoy seguro que se-
rás un gran Fabricante de Pociones en el futuro.
—Gracias, señor —murmuró Draco colgándose la mochila
al hombro.

381
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

—Nos vemos mañana —dijo finalmente el hombre antes de


empezar a sacar los pergaminos con las tareas de los alumnos para
empezar a corregirlas.
—Hasta mañana, señor —se despidió Draco saliendo del au-
la con pasos aligerados, sabía que la mayoría debería estar en sus
habitaciones, considerando que estaba empezando a hacer frío y
que faltaba poco para el toque de queda.
Pese a eso, usó los atajos que Potter le había indicado, ya se
los sabía todos de memoria, aún maravillado por la cantidad de se-
cretos que ese castillo ofrecía, su mente voló hacia aquella sala de
menesteres, donde había descubierto el hueco por el cual colar a los
mortífagos, donde Crabbe había muerto…
Aquellos pensamientos no le trajeron nada agradable, llegó a
su habitación hecho polvo, el sentimiento de culpa por mantenerse
vivo y de alguna manera libre, a diferencia de Goyle y Crabbe, lo
llenó nuevamente, algunas veces le sucedía, sobre todo si dejaba de
concentrarse en los estudios y se dedicaba a dejar su mente volar,
entonces todo era terrible.
Dejó de lado la tarea de herbología junto a la carta a medio
escribir para su madre, y se metió en la cama, su mente proyectan-
do imágenes del pasado, recuerdos que aún resultaban demasiado
dolorosos, cuando finalmente se quedó dormido, revivió aquel úl-
timo encuentro con Yarik, la última navidad…

–|– 

Todo era igual, tener a Malfoy sujetando su cintura con fuer-


za, pegando todo su cuerpo a él, pero de alguna manera… diferente,
ahora podía percibir mejor sus músculos, sus piernas apretando li-
geramente contra las suyas, su pecho pegado a su espalda…

382
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Voló a través de la sala en llamas hacia la puerta abierta, y al


salir, chocó contra aquella pared, ambos cayeron uno sobre el otro y
Malfoy emitió un quejido ahogado mientras Harry se apoyaba so-
bre sus brazos para evitar aplastar al chico. Su mirada se detuvo en
él, Malfoy estaba debajo de él, pero ya no sucio y acalorado por el
incendio, si no que completamente sereno, como lo había visto
dormir en ese par de ocasiones; alrededor, ya no se escuchaban rui-
dos de batalla, no había nadie, la luz del sol entraba por una de las
ventanas, iluminando más aún el cabello plateado, Malfoy le man-
tuvo la mirada, esos ojos grises mirándolo fijamente, y esos labios
entreabiertos, tan tentadores, tan apetecibles…
Harry se inclinó un poco más hacia delante, sintiendo su
aliento tibio golpeándolo, incitándolo. Entonces lo hizo, lo besó
lentamente, reconociendo poco a poco su sabor y su suavidad, una
de las manos de Malfoy se apretó en su nuca y tiró de él más cerca
todavía, sus cuerpos tocándose poco a poco, con una de sus manos
acarició la cabellera rubia, era mucho más suave de lo que había es-
perado, entonces Malfoy gimió dentro de su boca y eso hizo que se
sintiera más excitado.
—¿Es esto lo que quieres? —preguntó con voz ahogada Mal-
foy apartándose de sus labios luego de un momento—. ¿Es lo que
quieres por ayudarme?
Harry abrió los ojos rápidamente para darse cuenta que esta-
ba solo, sobre su cama, en la torre de Gryffindor, a su alrededor to-
do estaba oscuro, era de madrugada, tenía el corazón agitado y, para
empeorarlo todo, una tremenda erección.
No dudó en llevarse una mano hacia abajo, hasta meterla
dentro del pantalón holgado de algodón, y empezó a acariciarse;
como las veces anteriores, su mente evocó el recuerdo de Fabio, la
forma como lo tocaba o como lo besaba, pero poco a poco, mientras
su mano ganaba velocidad y él se mordía los labios para no gritar, la

383
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

imagen cambió por un chico más rubio y mucho más pálido, los la-
bios rojos de Malfoy entreabiertos… ¿Es esto lo que quieres? Casi po-
día escuchar su voz susurrándole al oído, y como si eso fuera un de-
tonante, se corrió entre jadeos ahogados, rogando porque los demás
no lo escucharan.

–|– 

Despertó llorando, como hacía mucho tiempo no sucedía, tal


vez desde que había salido de prisión… su pecho se agitaba doloro-
samente mientras trataba de contener las lágrimas, sin éxito, lo ha-
bía soñado, había recordado la última vez que lo había visto, in-
consciente, cubierto por una sábana y levitando hacia fuera de su
habitación, hacia el castigo de su padre, para no volver jamás.
Se acurrucó un poco más en la cama y trató de recordar que
Yarik no querría verlo así, que no debía recordarlo con pena sino
con alegría, en el jardín de su exmansión, riendo y fumando, o en
los momentos íntimos que habían compartido, con todas sus locas
ganas de vivir y, nuevamente, esa promesa que le hizo a su recuerdo
unas semanas antes, en la casa de su madre, volvió a él: debía vivir y
superar todo por Yarik, por él, por Goyle, por Crabbe, e incluso por
su padre, por todos los que no estaban más.
Se sentó en la cama y maldijo no haber podido conseguir ci-
garro, luego de ser alejado de Yarik, había pensado más de una vez
en conseguirlos, pero se había abstenido sabiendo que eso solamen-
te lo haría sentir más nostálgico, sin embargo, en una noche como
esa, le parecían ideales, fumar un cigarrillo para calmarse, para apa-
ciguar su respiración, sus sentimientos. Tuvo que conformarse con
sentarse abrazado a sus rodillas, y esperar a que su propio cuerpo se
dominara… le tardó más tiempo del que había esperado, pero fun-
cionó.

384
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

–|– 

A la mañana siguiente, agradeció no tener clases a primera


hora, de esa manera no tendría que bajar temprano al Gran Come-
dor ni verlo, de alguna manera se sentía avergonzado por haber so-
ñado con él de esa manera, por haberlo imaginado mientras termi-
naba de desfogar las consecuencias del sueño, y culpable, sobre to-
do culpable por las palabras que Malfoy le daba en el sueño: «¿Esto
es lo que quieres?»
Y Harry se pasó buen rato sobre su cama, cuando la mañana
ya había llegado, preguntándose si realmente era eso lo que quería,
o si eso era lo que buscaba, pero mientras se duchaba y vestía para
salir a tomar un muy tardío desayuno, estuvo convencido cada vez
más de que no era así, que él no deseaba a Draco Malfoy sino a un
hombre, a cualquier hombre y, el enterarse de que Malfoy era gay,
lo había puesto entre la lista de posibilidades, lamentablemente esa
lista sólo se reducía a Malfoy y Fabio, y, considerando que Fabio se
encontraba a miles de kilómetros de distancia, únicamente quedaba
Malfoy, y esa era la respuesta a toda su dramática situación, que solo
había un nombre en su lista, porque no conocía a ningún otro que
tuviera su misma condición, entonces no era gusto, simple necesi-
dad.
Con una genuina sonrisa de satisfacción por haber resuelto
su dilema, y tener mucho más claro todo, Harry bajó a la sala co-
mún, donde Ron y Hermione conversaban sobre uno de los sofás,
bastante pegados el uno al otro y, no muy lejos de ellos, estaba el
grupo de Ginny, los que pertenecían al año de Ginny, pero que aho-
ra estaban en séptimo al igual que ellos.
Harry había hablado antes con ellos, incluso antes de que la
guerra estallara, y nunca le habían llamado tanto la atención, pero

385
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

ahora, después de escuchar que ellos también se dedicaban a moles-


tar a Malfoy, los miraba con más atención, tratando de descubrir si
es que tenían algún próximo movimiento, alguna nueva acción
contra el chico y buscar la manera de detenerlos. Y no lo hacía por-
que le gustara Malfoy, claro que no, era simple deber de justicia.
—Hey… pensé que no te levantabas —le saludó Ron aleján-
dose un poco de Hermione.
—No, nada más estaba muy cansado.
—Imagino que sí, ayer ni siquiera hiciste las tareas pendien-
tes, sé que estabas muy cansado por lo del quidditch pero debiste
hacer un esfuerzo, ahora estarás atrasado, y pronto tendremos exá-
menes… —amonestó Hermione.
Ron puso los ojos en blanco, pero como estaba un poco más
adelante que Hermione, ésta no se dio cuenta, Harry luchó con sus
ganas de refunfuñar.
—Los exámenes son en dos meses, el primer partido de
quidditch, sin embargo, será la segunda semana de noviembre, y re-
cién hemos podido juntar al equipo.
—No olvides tus prioridades.
—Ajá —respaldó Ron—, primero debemos darle una paliza a
las serpientes, luego podremos estudiar tranquilamente para los
exámenes.
—¡Ron! —reprochó Hermione.
—Al menos esta vez no tienen a Malfoy, a Crabbe ni a Goyle,
esos dos sí que bateaban… —continuó Ron pasándose una mano
por la cabeza, recordando seguramente algún golpe que debía haber
recibido cuando jugaban.
—Cierto —apoyó Harry.
Ron frunció el ceño y negó con la cabeza.
—Lo había olvidado —dijo en un susurro.
—¿Qué? —preguntó Hermione.

386
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Crabble murió en la sala de requerimientos y Goyle… —


explicó Ron, parecía algo avergonzado.
—Oh… —Hermione también cambió su expresión, recor-
dando.
—¿Malfoy no hará las pruebas? —preguntó Harry después
de un pequeño e incómodo silencio.
—No creo… son esta mañana, por cierto.
—Sí, lo sé —Harry se estiró un poco más, y recordó que aún
no había desayunado—. Yo los alcanzo en el aula de Estudios Mug-
gles —dijo poniéndose en pie.
—Claro… ¿hiciste la tarea, verdad?
—Por favor, Hermione, ¿cómo funcionan las estufas a gas?
—dijo con algo de burla.
—Pues a mí sí me pareció algo complicado —comentó Ron
con aire medio ofendido.
—No es para tanto, yo estoy segura de poder usar una cuan-
do sea el momento —intervino Ginny acercándose a ellos con una
sonrisa radiante.
—Genial —murmuró Hermione mirando hacia Harry de
manera extraña.
—Bueno… yo, los veo por allí —dijo Harry despidiéndose.
—¿Irás al Gran Comedor? —preguntó Ginny, como siem-
pre, prendiéndose de su brazo.
—Sí, no pude desayunar, así que almorzaré temprano.
—Yo te acompaño —propuso con una sonrisa. Harry le lan-
zó una mirada de auxilio a Ron y Hermione, que parecieron enten-
der su fastidio y se pusieron de pie casi a la misma vez.
—Genial, vamos —dijo Hermione con una sonrisa, Ginny
no pudo disimular su enfado, o no intentó hacerlo.
Mientras caminaban por el pasillo, Ginny se mantenía afe-
rrada a su brazo, para su hastío; aunque en algún punto, logró sol-

387
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

tarse de ella y ocupar las manos tratando de encontrar una cosa en


la mochila, haciéndose una nota mental de que debía hablar con ella
antes de que la semana terminara, ella aún quería que fueran no-
vios, y lo más justo sería que supiera que no tenía oportunidad al-
guna.

–|– 

La clase de Estudios Muggles estuvo un tanto trajinada, los


Ravenclaw, como en todas las otras clases, se la tomaban muy en se-
rio, interviniendo a cada instante para pedir aclaraciones que, mu-
chas veces, el profesor Cooper con toda su «loable sabiduría», no
podía contestar. En cambio, los Slytherin simplemente se quedaban
en silencio (al igual que Draco), y tomaban todas las notas necesa-
rias, para luego estudiarlas y aprobar la asignatura, pero no se desvi-
virían por ella.
Y, por ese motivo, teniendo hoy las pruebas de quidditch,
ninguno de ellos estaba realmente interesado en la clase o en las
preguntas que el profesor Cooper podía hacer sobre las estufas a gas
y sus ventajas y desventajas.
En cambio Draco, prestaba tanta atención como todas las
semanas, no le interesaba el quidditch, y aunque le hubiera intere-
sado, no había forma de que se convenciera de que bajar a ver las
pruebas y a sus compañeros volar fuera seguro.
El profesor Cooper al final terminó descontando veinte pun-
tos entre todos los Slytherin, por su falta de interés y de entusiasmo
en su clase, sólo Draco, sorprendentemente, obtuvo cinco puntos
por contestar correctamente qué era lo que hacía peligrosas a las es-
tufas a gas si es que no se tenía el debido cuidado. Cuando el profe-
sor Cooper se había acercado a él, y se lo había preguntado en ese
tono tan serio, estuvo a punto de soltar una carcajada por lo tonta

388
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

que resultaba la pregunta, era tan obvio que lo dijo desconfiando de


que pudiera haber alguna trampa en todo aquello, sin embargo, por
primera vez desde que las clases habían iniciado, el profesor Cooper
sonrió hacia él, le había otorgado cinco puntos e incluso dijo que
sus demás compañeros debían aprender de él, y preocuparse real-
mente por las clases y no por los deportes. De más está decir que
eso conllevó a que todos sus compañeros de Slytherin —a los cua-
les ya no le gustaba llamar compañeros de casa— lo miraron de
forma amenazadora. Se preguntó si ese era el plan del profesor
Cooper al final, hacer que sus compañeros se enojasen con él —que
había pasado más de una semana en total tranquilidad— y reinica-
sen con los ataques.
Solo para estar seguro, caminó rápidamente hacia su habita-
ción, y se encerró allí a terminar con la tarea de herbología mientras
sus demás compañeros corrían al campo de quidditch a realizar las
pruebas para el equipo, o a animar a los que las hacían. Este año, se-
gún había escuchado, habían elegido a un chico de quinto como ca-
pitán, un tal Leandro Cudney, apenas y lo conocía de vista, era muy
pequeño para haber intercambiado más que alguna palabra en el
tiempo que habían coincido en la escuela, y aunque Draco recibía el
trato que recibía de sus compañeros y se sentía tan solo y desplaza-
do, sinceramente esperaba que al menos le ganaran a Potter y su
equipo en el primer partido de la temporada. Claro que eso era solo
por costumbre, ya que ni siquiera iría a ver el partido (no estaba tan
loco por el quidditch).
No pudo negar, mientras consultaba un par de libros para su
composición, que recordaba con cierta nostalgia cuando podía jugar
en el equipo, las de veces que se divirtió haciéndolo, no era muy
bueno, lo sabía, pero al menos se divertía la mayoría del tiempo, ex-
cepto cuando jugaba contra Gryffindor, entonces ya era una cues-
tión de honor.

389
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

Extrañó las barras de sus compañeros… y su canción, se pre-


guntó si aún la usarían…

–|– 

Lo vio llegar y sentarse como siempre, y a pesar de hoy tener


la mesa completamente vacía y solo para él, en la misma esquina de
todos los días, tenía la mochila colgada en un solo hombro. Cuando
se sentó, la dejó a un lado y sacó un libro; con el ceño fruncido lo
abrió y empezó a leer mientras bebía de su copa, lo más probable,
jugo de calabaza, un plato apareció delante y se estiró lo suficiente
para servirse un poco de vegetales cocidos y pescado.
Empezó a comer con algo de rapidez, mientras su mirada
permanecía fija en el libro. Podía ver sus ojos moviéndose de un ex-
tremo al otro del libro, y sus labios formar una que otra palabra de
vez en cuando.
El cabello, ahora mas largo y suelto, le caía hacia los lados del
rostro, en cascadas; cuando se adelantó a recoger un poco más de
comida, un par de mechones cayeron más hacia el frente, con un
par de dedos los llevó hasta detrás de la oreja. Entonces su mirada
regresó al libro nuevamente, mientras con el tenedor balanceaba la
comida de un lado a otro, como si recitara algo suavemente, sus la-
bios moviéndose casi imperceptiblemente, pero de alguna manera,
llamando la atención sobre ellos, y las pestañas aleteando de arriba
abajo rítmicamente, como si estuvieran en un baile secreto…
—¿Harry? —Harry dio un salto alarmado sobre su asiento, y
tiró el vaso de jugo de calabaza que tenía en frente mientras Ginny,
con el ceño fruncido le pasaba una servilleta.
—Lo siento —murmuró Harry sintiendo sus mejillas arder,
dio con algo de temor una mirada al frente pero al parecer, Malfoy
no se había dado cuenta de nada. De que lo había estado observan-

390
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

do tan fijamente. Tan detenidamente. Con demasiada fascinación.


¿Por qué había hecho eso? En ese momento, Malfoy volvió a llevar
una exigua cantidad de comida con el tenedor hacia su boca, sus la-
bios se entreabrieron y a Harry le pareció recordar como si fuese al-
go vívido, el sabor de aquel beso.
—¡Por Merlín, Harry! Si no quieres que te hable solo dilo,
pero deja de ignorarme —reclamó Ginny en voz alta, demasiado al-
ta, ya que varios de sus compañeros, los que estaban sentados cerca
de ellos, incluyendo a Ron y Hermione, los miraron con bastante
curiosidad.
—Si sigues llamando la atención de esa manera, realmente
consideraré el no hablarte —respondió con voz molesta y siseante.
Estuvo casi seguro que nadie más lo escuchó. Ginny abrió la boca
para replicar, pero él se puso en pie bastante rápido—. Iré a cam-
biarme.
—¿Quieres que te acompañe? —preguntó tímidamente po-
niéndose en pie, justo en el momento que los alumnos de Slytherin
entraban al Gran Comedor, vitoreando a sus nuevos integrantes del
equipo de quidditch, todos pasaron lanzándoles miradas socarronas
mientras Ginny los fulminaba con la mirada, fastidiada.
Harry no contestó, simplemente se dio la vuelta y comenzó a
caminar hacia la salida, dejando a Ginny de pie, y alejándose del al-
boroto que ocasionaban los demás alumnos. Con la mente confun-
dida y el corazón un tanto desbocado, y sobre todo, repitiéndose
una vez más la misma pregunta:
«¿Qué mierda me está pasando?»

–|– 

Draco levantó la vista hacia el batahola, sus compañeros lle-


gaban ya de vuelta de las pruebas de quidditch, les dio una mirada

391
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

desinteresada, aunque analizando rápidamente a quiénes habían es-


cogido como integrantes, todo el equipo debía ser nuevo, igual que
en Gryffindor, o casi todo al menos.
De reojo, también vio a Potter salir con pasos largos, los pu-
ños apretados y dejando a la comadrejita junior parada en medio del
salón, se preguntó si es que acaso la parejita estaría peleada. No se
podía esperar nada menos de una persona que parecía tan mandona
y posesiva como la pelirroja, y Potter podría parecer alguien dema-
siado bueno y loable pero sabía que, tarde o temprano, se cansaría
de ser mangoneado.
Sin saber bien por qué, sonrió, con satisfacción, mientras
guardaba el libro en la mochila y se levantaba del asiento, al menos
había tenido un poco de paz durante el almuerzo, y de todas for-
mas, ya había terminado.
—Oye Malfoy —lo llamó la voz de un chico, Draco no la re-
conoció en primer momento, y honestamente, tampoco le prestó
mucha atención, terminó de cerrar la mochila y colgársela en el
hombro.
—Hey, idiota ¿qué no oyes que te hablan? —dijo la voz de
otro chico, pero él siguió sin darse por aludido, al parecer sus com-
pañeros estaban demasiado entusiasmados por haber armado al fin
el equipo de quidditch, que ni siquiera reparaban en que estaban en
el Gran Comedor, donde aún quedaban algunos profesores toman-
do el almuerzo. Caminó hacia la salida con los mismos pasos
acompasados y serenos que lo caracterizaban de siempre, aquellos
que querían dar a entender que le importaba muy poco que la gente
lo molestara, o lo que los demás pudieran pensar de él.
—¿Por qué no hiciste las pruebas este año? —preguntó la
voz del primer chico, esta vez Draco sí lo reconoció, se trataba de
Andrew Maddock, un chico que había estado un año por debajo de
él, claro, hasta este año. No recordaba haber hecho nada para mo-

392
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

lestarlo en el pasado, ni siquiera haberle dirigido la palabra más que


un par de veces.
—¡Oh, pero qué dices! —dijo otra de las voces, se trataba de
Zabini—. Si su papá ya no está para comprarle las escobas a los ju-
gadores ¿Cómo se supone que entrará al equipo entonces?
Draco se detuvo y tomó una bocanada de aire tratando de no
caer en la tentación de replicar, los oídos le zumbaban y apretaba los
puños con fuerza, luego de lo que pareció una eternidad, en la que
los demás Slytherin e incluso algunos Hufflepuff y Ravenclaw rie-
ron, encontró la calma suficiente para seguir caminando, sabía que
no lo atacarían ni le dirían mucho más, aún estaban los profesores
cerca, solo querían hacerlo caer, que reaccionara a las provocacio-
nes, y él no iba a caer en la trampa. Claro que no.

–|– 

«¿Por qué piensas de esa manera en él?»


Harry caminó hasta su habitación y se sacó con prisa, la túni-
ca manchada de jugo y la dejó caer a un lado de la cama, miró hacia
abajo, sus pantalones y camisa también estaban mojados.
«¿Por qué ahora imaginas sus labios?»
Había volcado todo el jodido vaso de jugo de calabaza enci-
ma, ahora tendría que cambiarse completamente.
«¿Saboreas ese beso que no existió más que en un puto sueño
caliente?»
Lo mejor sería tomar una ducha, al fin y al cabo, todavía te-
nía clases dobles de Transformaciones… y con Slytherin o, mejor
dicho, con Malfoy.
Negó con la cabeza, tratando de alejar todos aquellos tontos
pensamientos, solo porque había tenido un sueño demasiado hú-
medo con él, no era razón para que perdiera el control de sí mismo,

393
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

ya había soñado antes con el auror y con Fabio… Pero el auror no


era gay y Fabio no era mago, en cambio había algo realmente atra-
yente en la idea de un «Malfoy: mago y gay».
Sí, seguramente se debía haber golpeado muy fuerte la cabe-
za durante la última batalla, y las consecuencias se estaban dejando
ver recién ahora, porque no había otra forma de explicar por qué
demonios le estaba dando tantas vueltas al asunto.
—Como si siquiera hubiera alguna oportunidad —se dijo
con un bufido mientras empezaba a jabonarse dentro de la ducha.
«Aún recuerdas su cuerpo desnudo sobre la cama…»
Harry abrió los ojos de golpe, un poco del jabón que tenía en
el rostro le hizo arder los ojos, maldiciendo metió completamente
la cabeza dentro del chorro de agua, tratando de que de esa manera,
el agua se llevase todos los rastros de jabón, y de pasada, también la
imagen mental que acababa de tener, el recuerdo de Malfoy dur-
miendo en la cama, con su cuerpo delgado y fibroso, y su rostro
apacible…
Cuando cerró la ducha, se dio cuenta que había estado tan
metido en toda su lucha interna, que ni siquiera había cargado con
la ropa para vestirse, agradeció que sus compañeros todavía se en-
contraran almorzando o alejados de la habitación, y envuelto con
una toalla en las caderas, con el cabello húmedo y chorreando sobre
su espalda, caminó hacia la habitación.
Casi pegó un salto de susto sobre el piso al ver a la pelirroja
sentada sobre su cama.
—Harry —dijo ella con una sonrisa poniéndose de pie. Ha-
rry se sintió de pronto, más incómodo que nunca por la mirada de
la chica.
—Ginny, ¿qué haces aquí? —preguntó mientras sujetaba con
más fuerza la toalla sobre sus caderas y retrocedía lentamente hacia
el baño.

394
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Sabes?, últimamente actúas demasiado frío conmigo —


Ginny avanzó un par de pasos más hacia Harry.
—No es el momento, ni el lugar, y si me disculpas, todavía
tengo que cambiarme —respondió recobrando la firmeza en la voz
y caminando nuevamente hacia el interior de la habitación.
Ginny lo siguió y se sentó en la cama nuevamente con una
sonrisa radiante.
—En todo este tiempo que llevamos juntos, nunca te he vis-
to desnudo…
Harry se congeló por un instante, con la camisa en alto antes
de girar a verla.
—Primero, tú y yo no estamos juntos y, segundo, que no
tienes por qué verme desnudo. Deberías salir de aquí ya mismo, es-
to es incómodo.
—¡Oh, por favor Harry! —Ginny levantó una mano y la co-
locó suavemente sobre el abdomen del chico—. Ron no se tiene
que enterar de lo lejos que lleguemos ¿o sí?
—¿Quién dice que me preocupa Ron? —preguntó Harry
apartándose de la chica y jalando el resto de su ropa—, y ya te lo he
dicho, no estamos juntos, y volver es algo que no va pasar.
—¿Por qué actúas así? —preguntó Ginny con voz suave—.
¿Por qué no puedes volver a ser como antes? ¿Como antes de que la
guerra estallara? ¿Como cuando estábamos juntos?
—Lo siento —susurró Harry sin poder mirarla a la cara, sa-
bía que a veces se comportaba de manera demasiado agresiva, en el
fondo era el miedo a confesarle la verdad, a conocer su reacción.
Estaba comportándose como un cobarde.
—¿Qué hice mal? ¿Qué fue lo que me apartó de ti? —
insistió ella acercándose nuevamente—. ¿Qué puedo hacer…? Ha-
rry, yo te amo.

395
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

—Yo no te puedo amar, Ginny —masculló Harry con tono


resignado abrazando con algo de fuerza sus ropas—, no eres tú la
culpable, soy yo… no soy lo que crees, nunca podré corresponder a
ese sentimiento…
—Ni siquiera lo estás intentando. Ni siquiera tratas de hacer
que todo esté bien entre nosotros.
Harry negó con la cabeza y finalmente la encaró. Ginny tenía
los ojos brillosos y las mejillas sonrojadas, estaba a punto de llorar.
—¿Por qué…? —una lágrima resbaló por su mejilla y Harry
se sintió peor aún, mucho más que un cobarde, se sintió miserable
por provocar lágrimas en ella, por hacerla sufrir—. ¿No soy lo sufi-
cientemente buena para ti? ¿Qué más necesitas?
—No podría…
—Ya lo has hecho antes.
—No, no podría… Ginny yo… —tomó una bocanada de ai-
re y se trató de dar todo el valor posible, no había forma correcta de
decir aquello—… simplemente no puedo estar con ninguna mujer
porque… —No la podía ver a la cara, desvío la mirada fijándose en
una de las paredes del dormitorio—. Ginny, soy gay.
Se escuchó apenas un sonido ahogado antes de que aquella
mano diera directamente en su mejilla, pero incluso así no se mo-
vió, no la encaró.
—¡Eres un maldito mentiroso! —gritó ella con la voz atesta-
da de rabia. Sentía su mejilla arder pero no se animaba a mover un
solo músculo, el silencio se hizo mucho más intenso—. Cobarde —
continúo Ginny, parecía agitada—, no tienes derecho a mentirme
de esa manera… a pretender que voy a creer tremenda sandez.
—No es una mentira —murmuró, y finalmente la encaró,
por su rostro las lágrimas caían sin tregua alguna, sus mejillas son-
rojadas, sus labios apretados, conteniendo tal vez otro grito.

396
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Estás enamorado de alguien más —concluyó ella con voz


firme—, de otra mujer, y pretendes hacer que te olvide mintiendo
de esa manera tan… tan… ¡asquerosa!
—No es así.
—Pero escúchame bien, de mí no te vas a chasquear… no te
seguirás burlando —amenazó antes de dar la vuelta y salir con pasos
rápidos del dormitorio, agitando su larga cabellera roja de un lado a
otro, aquella que antes le había gustado tanto, aquella que olía de
manera adecuada… aquella que ahora no significaba ya nada.

–|– 

—Llega tarde, señor Potter —le reprendió Cummings en


cuanto Potter entró al aula, llevaba más de quince minutos de retra-
so y Draco levantó la mirada para verlo entrar, parecía molesto; ca-
minó hacia dentro del salón con los puños apretados, y a diferencia
de los otros días, no fue hacia adelante con sus demás compañeros
sino que se sentó en uno de los bancos del final, a la misma altura
de Draco.
—Lo siento, señor, no se repetirá.
—De todas maneras tiene cinco puntos menos, y espero un
poco más de respeto en el futuro.
—Sí, señor —murmuró con la mandíbula apretada. Draco
continuó mirándolo un instante más, sintiéndose de alguna manera,
curioso por su reacción. Más adelante, la comadreja, Granger y sus
demás compañeros le lanzaban miradas preocupadas, pero al pare-
cer, Potter no se dio por aludido, puesto que sacó la varita y la dejó
sobre la mesa para luego sacar el resto de sus útiles.
—Entonces, antes de que el señor Potter nos interrumpiera,
estábamos explicando la manera correcta de hacer la transformación
de agua en fuego… —continuó explicando el profesor, y Draco

397
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

volvió la mirada hacia el catedrático, prestando atención una vez


más, mientras el hombre explicaba el hechizo y convertía el agua
dentro de un tazón en una llamarada.
Harry le dio una mirada distraída al profesor, y luego se giró
para ver a Malfoy, no había sido su intención quedarse allí, a sola-
mente unos metros de él, pero como Malfoy siempre se sentaba al
final, y a él no le apetecía sentarse junto a sus amigos, no había te-
nido otra opción. Se alegró de haberlo hecho, pudo mirarlo un po-
co más de cerca, la forma como fruncía el ceño, como su rostro
cambiaba completamente mientras tomaba notas casi sin despegar
la vista del profesor… Entonces Malfoy se volteó hacia él, Harry
apenas y atinó a girar el rostro hacia el profesor nuevamente, mien-
tras fingía tomar notas, pero lo cierto era que estaba perdido, no sa-
bía en cuál de los 10 movimientos de varita que requería ese encan-
tamiento iba. Luego tendría que pedirle sus notas a Hermione.
Draco frunció el ceño en cuanto Potter se giró, tratando de
esconder el que lo había estado mirando de manera tan fija.
«Una nueva pregunta más que agregar al extraño comporta-
miento de Potter», se dijo antes de volver a prestar atención a
Cummings.
Harry se relajó un poco cuando Malfoy por fin dejó de pare-
cer perspicaz y se concentró nuevamente en el profesor. Durante el
resto de la clase, sólo Malfoy y Hermione pudieron completar el
hechizo, lo que hizo que los demás recibieran como tarea, además
de la explicación del hechizo, practicarlo.
En cuanto la campana sonó, Draco metió sus cosas en la mo-
chila, y antes de que siquiera el primer alumno se hubiera levanta-
do, él ya estaba en la puerta, listo para usar los atajos y llegar al Gran
Comedor.
Harry se quedó sentado observando todos los movimientos
de Malfoy, la fuerza con que apretaba con una mano el tirante de la

398
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

mochila, parecía tenso, casi a punto de saltar ante cualquier movi-


miento. Se preguntó si es que vivía así todos los días.

–|– 

Estaba disfrutando la semana, a pesar de todo, la disfrutaba


porque todas las noches bajaba hacia las mazmorras y pasaba más de
dos horas haciendo pociones, e incluso más de una vez se animó a
hacer algún experimento, con resultados bastante favorables para
solo ser un aficionado, según el profesor Monroe.
—Deberías poder estudiarlo, estoy seguro de que el mundo
mágico se perdería un gran maestro fabricante de pociones si es que
no lo haces —insistió el profesor mientras le acercaba una taza de
té. Era su último día de castigo y el profesor le había dicho que se
quedara un rato más, y él, gustoso de tener a alguien con quien ha-
blar, había aceptado.
—Supongo que el mundo tendrá que vivir sin mí —res-
pondió con una sonrisa mientras olía el té antes de darle una proba-
da.
—Estoy seguro que debe haber alguna forma… —murmuró
el profesor—. Sí, la debe haber…
Draco no comentó nada, no quería rebatir las reflexiones del
profesor, él sabía cuál era la respuesta, y la tenía aceptada y asimila-
da, en el fondo ya no dolía tanto… muy en el fondo.

–|– 

Cuando Harry les confesó a Ron y Hermione lo que había


pasado con Ginny, y la razón por la cual ella no le hablaba más (ob-
vió la parte en que estaba saliendo de la ducha cuando ella lo quiso
encarar), ambos tuvieron reacciones completamente diferentes:

399
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

Hermione dijo que aunque no era la manera adecuada de ha-


cerlo, en algún momento tendría que decírselo, que no podía seguir
ocultándolo más, no a ella al menos.
Ron en cambio, sí se molestó, le recordó que le había pedido
que no lo hiciera, que no hubiera querido que Ginny se enterara de
algo así. Harry se sintió de alguna manera herido por aquel recla-
mo.
Los siguientes días, Ron no le dejó de hablar, pero tampoco
fue tan divertido como antes. Hermione trataba de mediar la paz
entre ellos, y de alguna manera, todo estaba calmado, pero era una
avenencia tensa, demasiado tensa y agobiante, Harry ahora tenía
miedo de que Ginny le dijera a los demás lo que pasaba, la razón
por la cual, Harry y ella ya no seguían juntos.
Ginny no se sentaba más con ellos, no les hablaba más que lo
estrictamente necesario durante las clases, y siempre evitaba hablar
directamente con Harry, y él no podía decir que se sentía desolado
por eso; al contrario, al menos en esa parte, sí había tranquilidad en
medio de todos los acontecimientos que últimamente rondaban su
vida, y no sólo sus días, también sus noches, y sus sueños, porque
había vuelto a soñar con él, de maneras diferentes, algunas veces se
imaginaba caminando nuevamente hasta su habitación, y verlo
dormir solo con los bóxers puestos, sobre la cama, se imaginaba
acariciando con lentitud sus piernas, su pecho y su abdomen… y se
sentía culpable por hacerlo.

–|– 

La mañana del sábado Draco bajó con mucho pesar hasta el


Gran Comedor, lo hizo temprano, a fin de no encontrarse con mu-
cha gente. Esta semana Potter no le había llevado comida, y aunque
debería sentirse agradecido de por fin haberse librado de él, no po-

400
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

día negar que se sentía de alguna manera… desilusionado. Lo había


pescado mirándolo en clases, en más de una ocasión, y no podía
comprender qué era lo que pasaba. Había estado despierto desde
muy temprano el viernes para pescarlo cuando trajera la canasta con
comida, pero no había aparecido.
Sabía que la mañana del sábado Gryffindor tenía reservado
ya el campo de quidditch, en poco menos que un par de semanas
sería el partido de Slytherin contra Gryffindor, y ambos equipos
debían prepararse. Esa era la razón por la cual, no había mucha gen-
te desayunando en ninguna de las dos mesas, estaban viendo el en-
trenamiento y al «Grandioso Héroe Mágico» entrenar al próximo
equipo que ganaría la copa. Aunque claro, Draco todavía tenía espe-
ranzas de que este año la ganase Ravenclaw, o por último Huf-
flepuff, porque no sentía simpatía por los de su casa, pero bajo nin-
gún concepto eso haría que apoyara, aunque fuera mentalmente, a
Gryffindor.

–|– 

A las once en punto de la mañana Harry simplemente se


cansó y descendió hacia el pasto, montando en su escoba a una gran
velocidad, sus demás compañeros de equipo lo siguieron y rodea-
ron.
—Se acabó —gruñó mientras desmontaba.
—Pero solo hemos entrenado un par de horas —se quejó
Leyna casi haciendo un puchero.
—No es como si realmente todos ustedes lo estén intentan-
do —replicó Harry mirando con rabia nada disimulada hacia Ginny,
que en ese momento se cruzaba de brazos y le devolvía una mirada
desafiante y retadora.

401
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

—Harry… —empezó a argumentar Ron, entonces Harry lo


miró molesto y el chico pareció pensárselo mejor y callar.
—Separaré el campo para el lunes en la noche —continuó
Harry—, y espero que todos estén dispuestos a entrenar realmente
ese día, si no, usaré a los que tengo de reserva —hubo un leve
murmullo mientras se alejaba hacia el castillo, ni siquiera le apetecía
ir a ducharse al vestidor, no tenía deseos de hablar con ninguno de
ellos, ni siquiera con Ron.
Se sentía demasiado molesto y harto. Ginny se la había pasa-
do ignorando sus órdenes durante el entrenamiento, y no solo eso,
sino que además distrayendo a los demás con sus juegos en la esco-
ba y sus faltas, y Harry estaba tan tentado a decirle que se fuera, o a
llamarle la atención de manera más contundente, sin embargo, no
se animaba, temía que ella dijera algo inapropiado. Y quello, suma-
do al canturreo de los Slytherin que habían ido a ver el primer en-
trenamiento, lo habían llevado al límite. Pensó en qué lugar se po-
dría esconder para que los demás no lo encontraran, para que lo de-
jaran en paz al menos por un tiempo. Casi sin darse cuenta, sus pa-
sos lo llevaron a las cocinas.

–|– 

Sentado delante de su escritorio frunció el ceño, estaba escri-


biéndole a su madre, y no podía dejar de preocuparse por ella, le
volvía a preguntar en cada carta si estaba siendo amenazada, o si es
que no corría algún peligro, y aunque ya sabía de antemano la res-
puesta, no dejaba de preguntar. En el fondo, tenía una muy mala
corazonada al respecto, conocía a su madre, y le mentiría con tal de
mantenerlo tranquilo. A veces, a ella se le olvidaba que ya no era un
crío al que le podía decir que de verdad los duendes se llevaban a
los niños que no se comían todos sus vegetales. Una guerra servía

402
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

de experiencia, y sobre todo, sembraba cierta paranoia en uno, y


mucho más si es que se había perdido.
Resopló y tiró la pluma a un lado, irritado, no solía tirar cosas
pero se sentía tan impotente ante la situación, que ya no sabía qué
más hacer.
—Vaya, que carácter, ¿te peleas hasta con una pluma? —
preguntó la voz de Potter y Draco se sobresaltó y giró tan rápido
que casi cae de la silla.
—Mierda, Potter ¿Qué demonios haces?
—Esa boca, Malfoy, en serio no deberías hablar así —le re-
prochó Harry entrando completamente a la habitación, cargando
una canasta con comida en una mano, y en la otra la capa de invisi-
bilidad, tenía la mochila colgada al hombro. Había estado obser-
vando a Malfoy por varios minutos antes de animarse a hablar.
—Y tú no debes entrar sin avisar.
—Ya… mira —dijo levantando la canasta— traigo una ofren-
da de paz.
—Estás muy equivocado si piensas que me vas a comprar
con tus tontas canastas de comida.
—Comprar —bufó Harry dejando caer la canasta sobre el es-
critorio y sentándose sobre la cama, ya que Draco aún seguía sobre
la silla—. ¿Solo de eso sabes? ¿Cómo comprar gente?
Draco se cruzó de brazos y le dio una mirada adusta.
—Bien, escúpelo, dime qué quieres de mí para que te pueda
decir que no y acabemos con esto de una buena vez.
—¿Que qué quiero de ti? —preguntó Harry, no pudo dejar
de asociar las palabras de Malfoy con su sueño recurrente—. ¿Por
qué he de querer algo de ti?
—No creas que no me he dado cuenta, me miras en clase y
en el Comedor, y además, las semanas anteriores me trajiste comi-

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LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

da, es obvio que algo te traes entre manos, y sólo tratas de hacer que
me caigas bien para obtenerlo.
Harry suspiró profundamente y negó con la cabeza, no sabía
qué hacía allí, ni qué era lo que pretendía en realidad.
—Eso de caerte bien… imposible, creo, pero ya que lo dices,
podrías hacerme un par de favores.
—¡Ajá!
Harry no tomó en cuenta la interrupción de Malfoy y conti-
nuó:
—Préstame tu baño para tomar una ducha.
—¿Qué?
—Tu baño… —dijo Harry señalando hacia la puerta que lle-
vaba a los servicios—. Vengo de jugar quidditch y realmente apesto.
—Eso no es una novedad.
—Malfoy.
—¿Por qué no la tomas en tu dormitorio, o en los vestido-
res?
Harry desvió la mirada un instante.
—Porque no me apetece estar allí en este momento.
—Este castillo tiene cientos de duchas y quieres tomar una
justo aquí, en mi habitación —continuó Draco, entonces Harry se
puso de pie.
—Bien, ¿sabes qué? Olvídalo, quédate con tu ducha, tu habi-
tación, tu canasta de comida y tu mal humor —dijo caminando ha-
cia la salida.
Draco miró hacia la canasta y luego hacia Potter, hacia el úni-
co que de una u otra manera le hablaba y le trataba más o menos
con respeto, incluso con las peleas, pero eso era algo natural entre
ellos, era el único que de alguna manera, hacía que las cosas se sin-
tieran casi como antes.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Espera —pidió poniéndose en pie cuando Potter ya estaba


cerca de la entrada.
—¿Sí? —dijo Harry girando rápidamente.
Draco suspiró y asintió.
—Bien, puedes usar la ducha todo el tiempo que quieras.
—No lo hagas por obligación.
—No, no es por eso —murmuró Draco.
—No quiero que te sientas obligado… o que creas que de al-
guna manera te estoy cambiando las canastas de comida por eso, o
que...
—¡Qué no lo hago por eso! —gritó Draco, perdiendo la pa-
ciencia. ¿Qué esperaba, que le rogara acaso?
—Ya, ya, pero no te encrestes —se burló Harry retornando a
la habitación.
—Yo no me… encresto —repitió Draco no muy seguro de
esa palabra y arrugando un poco la nariz.
Potter solamente sonrió y se metió en el baño, no habían pa-
sado ni dos minutos antes de que la puerta se abriera nuevamente, y
Potter sacara la cabeza, haciendo que Draco, que ya estaba mirando
en el interior de la canasta, se sobresaltara nuevamente.
—Gracias —dijo sonriente antes de meterse de nuevo al ba-
ño.
—Ya… solo báñate, todo sea por no oler tus pestes —replicó
Draco aún algo sobresaltado. ¿Qué pensaba Potter, matarlo a base
de sobresaltos?
En el interior del baño, Harry se sintió un poco más cohibi-
do mientras se desprendía de su túnica de quidditch y de las botas.
¿Qué demonios estaba haciendo allí? No lo sabía, tal vez era sólo su
genuina curiosidad o el sentirse, de alguna manera, identificado con
él.
Trató de apartar todo pensamiento negativo de su cabeza.

405
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

Especialmente aquellos relacionados a Ginny y al desastroso


entrenamiento, mientras se metía en la ducha caliente, curioseando
entre los productos que habían allí para el cabello, destapó uno de
los frascos de shampoo y lo olfateó, tenía una aroma muy singu-
lar… no podría adivinar a qué olía, pero le pareció que olía bien.

–|– 

Draco terminó de enrollar la carta a su madre y la selló mági-


camente, después se dejó caer en la cama con el libro de herbología,
aprovechando para leer lo que tocaría el lunes, mientras escuchaba
el sonido del agua cayendo, trató de apartar la idea de que Potter es-
taba en ese momento en su baño, en su ducha, desnudo. Él había
dicho un par de favores, ¿habría alguna otra cosa más que quisiera
Potter? Cerró el libro con cansancio, sabía que no podría leer más
de dos líneas sin desconcentrarse con él allí.
Observó la canasta con una ceja levantada, Potter siempre
traía de aquellas galletas de avena que le gustaban, tal vez habría una
o dos por allí. Se levantó y miró hacia el interior de la canasta, con-
tenía lo mismo que las semanas pasadas, emparedados, pasteles y…
al fondo, casi al final de la canasta, las vio, un envase con galletas de
avena, estiró la mano tratando de no desordenar el resto, y sus de-
dos rozaron apenas el envase de plástico.
—¿No sería más fácil que sacaras todo primero? —preguntó
Harry saliendo del baño y viendo a Malfoy completamente inclina-
do sobre el cesto.
Draco soltó un pequeño gruñido y se apartó.
—Realmente estoy comprendiendo tu macabro plan —le di-
jo dejándose caer sobre la silla con toda la elegancia posible—: me
quieres matar de un susto.
Harry no lo pudo evitar y soltó una pequeña carcajada.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Claro… claro, Malfoy —respondió sentándose en la cama


aún con el cabello húmedo y mojando su espalda, y dejando que al-
gunas gotas cayeran sobre la piltra—. Sabía que eras lo suficiente-
mente listo para adivinarlo.
—¡Oh, no! y encima eso —negó Draco apretando los labios
y levantando la varita.
Harry se puso tenso de pronto, dejando la sonrisa congelada
en el rostro mientras Malfoy lo apuntaba con la varita, por un loco
instante deseó invocar su varita y defenderse, en el preciso momen-
to que Malfoy susurraba con una voz suave:
—Siccum —una ráfaga de aire tibio salió de la varita de Mal-
foy y recorrió su cabeza y su torso, dejando al instante su cabello ca-
si completamente seco, al igual que la túnica que se estaba ya em-
papando con las gotas de agua, e incluso secando las pequeñas gotas
que ya empezaban a caer sobre la cama—. Bien, eso está mucho
mejor, no quiero a un Potter chorreante sobre mi cama.
—¿Y entonces, qué tipo de Potter quieres sobre tu cama? —
preguntó distraídamente Harry mientras se pasaba las manos sobre
el cabello disfrutando de que ya estuviera seco. Malfoy se sonrojó
un poco, y aquello le pareció demasiado extraño, estaba casi seguro
de no haberlo visto sonrojado antes, supuso que el comentario no
debía haber sonado adecuado—. Es un buen hechizo… deberías
enseñarme a hacerlo.
Draco se mordió el labio inferior sintiéndose idiota por la
forma como Potter bromeaba, le parecía demasiado… ¿ambigua?
—Bien, ¿ese es el otro favor que querías?
—¿Por qué? ¿Solo tengo derecho a dos favores?
—No, tú dijiste que querías un par de favores, es decir dos.
—Oh, vamos Malfoy, esa fue solo una forma de hablar.
—Ah. ¿En serio? Pues es una forma incorrecta de hacerlo.

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LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

—Ya, que no es para tanto… además, muero de hambre —


respondió Harry mirando hacia la canasta.
—Recién es mediodía —se quejó Draco levantando la varita
y haciendo levitar la canasta hasta la cama, junto a Harry—. ¿No te
parece muy temprano para comer?
—Tuve entrenamiento, casi no desayune de todos modos —
comentó Harry sacando un emparedado de la canasta.
—Para eso está el Gran Comedor.
—Claro, para eso también está el Gran Comedor —Harry le
dio una mordida al emparedado—. Y entonces… ¿Qué estabas ha-
ciendo?
—Oh, ya sabes, lo de siempre —respondió Draco sintiéndo-
se un poco mas relajado, apoyó la espalda sobre la silla y puso sus
manos bajo su cabeza—; urdiendo planes para dominar al mundo y
limpiarlo de los impuros.
Harry le dio una mirada resentida y terminó de tragar lo que
tenía en la boca.
—Eso no es gracioso.
—Tampoco que estés aquí, y ya ves.
—No tenía a dónde más ir —admitió, dejando el sándwich
sobre el cesto de comida—, y te quería preguntar algo.
—Oh, así que eso era. ¿Y qué será?
—Pues… —Harry desvió la mirada.
«¿Qué le iba a preguntar? ¿Malfoy en verdad eres gay? ¿Hay
más magos gay? ¿Los conoces? ¿Existe una sociedad secreta de ma-
gos gay a los que me pueda afiliar?»
—¿Sí?
—Eh… ¿Estás bien? Es decir… ¿Te siguen molestando? —
preguntó finalmente, sabía que no sería capaz de formular la pre-
gunta que realmente quería hacer.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Potter, en serio, no es tu maldito asunto… Si es por la


deuda que tienes con mi madre…
—¡No es por eso! —interrumpió Harry.
—Olvídalo, ¿quieres? Ambos sabemos que al final de cuen-
tas, soy yo quien está en deuda contigo, y si quieres reclamar un pa-
go por eso…
—¡No quiero reclamar nada! —interrumpió Harry nueva-
mente poniéndose en pie—. Solamente quería saber si estabas bien,
no me parece justa la forma como se están dando las cosas, o como
te están tratando, eso es todo.
—Sí, es cierto, tal vez no es justo, tal vez debería estar ence-
rrado en Azkaban, o muerto como mi padre —contestó Draco po-
niéndose en pie también—, estoy seguro que eso es lo que la gente
encontraría justo.
—No me refería a eso.
—Potter, me confundes, nos odiamos desde que teníamos
once años, nunca, ni una sola vez has hecho algo para que seamos
amigos, o para mantener una conversación civilizada, y yo tampoco,
lo reconozco, así que no sé qué demonios estás haciendo aquí.
—Yo no te odié antes, ni te odio ahora… y el que no haya-
mos podido mantener una conversación civilizada en el pasado, no
quiere decir que ahora no podamos.
—¿Por qué lo haríamos? ¿Por qué dejarías a tu maravilloso
club de fans, y toda la adoración que tienes para hablar conmigo?
No quiero que me tengas lástima, no voy a permitir que la tengas.
—¡No te tengo lástima!
Draco no replicó nada más, simplemente se cruzó de brazos
y se volteó, dedicándose a mirar los frascos que había en el estante.
Potter lo confundía, hacía que se sintiera de alguna manera extraño,
no podía entender su fijación, su obsesión por saber si se encontra-
ba bien, Potter no hacía eso normalmente, no con él al menos.

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LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

—Escucha —suspiró Harry, sentándose nuevamente en la


cama—, simplemente siento que de alguna manera tú y yo hemos
cambiado… la guerra y todo lo que pasó nos cambió, y creo que
deberíamos darnos una oportunidad, no es justo que estés solo, y sí,
te he observado, y creo que a parte del Barón Sanguinario y los pro-
fesores, no hablas con nadie, y no creo que eso sea sano.
Draco se giró rápidamente con una mirada molesta. ¿Qué
insinuaba con eso de que no era sano?
—Ahora escúchame tú a mí, Potter…
—Y yo tampoco tengo mucha gente con la cual hablar, los
demás me tratan como si fuera un gran héroe, y eso me cansa… —
continuó Harry sin permitir que Draco terminara de recriminar.
—¿Y acaso no te estás comportando como un héroe ahora?
Tratando de ayudar al pobre hijo de mortífagos, caído en desgra-
cia…
—Eres tú el que se pone los adjetivos, no yo, yo sencillamen-
te veo a Draco Malfoy, alguien que ha recibido un trato injusto y
que se vio atrapado en una situación completamente inmanejable
para alguien de tan sólo dieciséis años, a otro chico que salió herido
en la guerra… a alguien que, de alguna manera, es como yo.
Draco se quedó en silencio, procesando las palabras de Pot-
ter, tratando de asimilarlas, de buscarles un rebate, algo que las hi-
ciera parecer mentira… pero no logró encontrar forma de refutar-
las.
Se sentó nuevamente en la silla, y por algún tiempo, ambos
permanecieron en silencio, sin nada que decirse, sin nada que agre-
gar, perdidos en sus propias elucubraciones, tal vez en sus propios
miedos y culpas.
—¿Por qué terminaste el entrenamiento temprano? —pre-
guntó de pronto Draco, cayendo en cuenta de que el equipo de
Gryffindor tenía la cancha hasta la una de la tarde, que era la hora

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

de almuerzo, y encontrando aquello, como una forma de aligerar


las cosas.
—Oh —Harry suspiró profundamente y se dejó caer com-
pletamente sobre la cama—. Realmente… creo que estamos perdi-
dos… podrás ver por fin a tu equipo ganarnos.
—Es una pena que no lo pueda ver —respondió Draco tra-
tando de no parecer herido por eso—, pero no creo que realmente
te dejes ganar la snitch así de fácil.
—Si fuera solamente un buscador contra otro, creo que ten-
dría opción, pero con el grupo que tengo…
—No seas dramático.
—¡Es que no coordinan! —se quejó Harry apoyando los co-
dos en la cama y levantándose para mirar a Draco, que ya había
conseguido sacar las galletas de avena, y sintiéndose tranquilo de
que al fin pudieran estar conversando como dos magos normales.
—Se la pasan bromeando… creen que ganaremos sólo por
justicia divina.
—Pues es definitivamente tu culpa —reprochó Draco dando
una mordida a la galleta, sin tratar de evitar el gesto de placer por
ello, realmente estaba sabrosa.
Harry iba a protestar, pero se encontró perdido en la expre-
sión de Malfoy, estaba seguro que incluso había empezado a babear.
—Deberías actuar un poco más… estricto, desde el inicio, ya
sabes: «¡Soy el jodido niño que venció al Lord, y si pude con él
puedo ponerlos en su sitio, así que ha obedecer!» —continuó Dra-
co, ajeno a los pensamientos de Harry.
Harry finalmente soltó una carcajada.
—¿Es eso lo que harías? —Draco sólo se encogió de hom-
bros.
—Usa tu poder.
—Ya…

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LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

—En serio… demuéstrales que eres el que manda, verás co-


mo todos obedecen.
Harry asintió en respuesta, aunque estaba seguro que aún así,
tal vez Ginny no obedecería, tal vez debería dejarla ir, sacarla del
equipo por el bien del grupo… Se asustó al darse cuenta que de una
manera (aunque a mucho menor escala, claro), estaba hablando
como Dumbledore en su juventud. «Todo sea por el bien mayor».
Incontinenti de ese pensamiento, Harry le pidió a Draco que
le enseñara el hechizo para convertir el agua en fuego.
Draco se burló de él, reprochándole el que sólo había dicho
un par de favores, y que ese era el tercero, pero finalmente accedió.
Pasaron varias horas más enfrascados en que practicar correc-
tamente el encantamiento, y cuando por fin lo consiguió, Draco le
enseñó el hechizo que estudiarían en un par de meses más, como
convertir el fuego en agua. Para cuando Harry finalmente decidió
que debía volver a su sala común, el sol se había ocultado, y se sen-
tía mucho más relajado y tranquilo, la compañía de Draco había si-
do de mucha ayuda, habían hablado y bromeado, y estudiado ade-
más. Definitivamente, había sido una muy buena tarde.

–|– 

Ya era más de medianoche cuando Draco finalmente se dejó


caer sobre la cama, cansado por la tarde de estudios pero, de alguna
manera, satisfecho. Potter tenía razón en algo, hacía mucho tiempo
que no hablaba con nadie de su edad, con alguien que no fuera un
profesor, los condenados aurores o su madre, y no se sentía tan mal,
al contrario, se sentía genial.

–|– 

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Harry —llamó Ron entrando a la habitación donde Harry


se había refugiado después de la cena, se había sentado en un lugar
más apartado y no había hablado con nadie, no se sentía con ganas
de encararlos aún.
—Sí —respondió Harry dejando a un lado la revista de quid-
ditch.
—¿Sigues enojado?
En respuesta Harry solo se encogió de hombros.
—Sé que tienes razón, hemos hablado, los del equipo, esta
tarde departimos, y hemos estado de acuerdo en tratar de poner
más seriedad a esto.
—Me alegra —dijo con voz firme—, porque no tendría repa-
ro en cambiarlos a todos si esto no funciona, tenemos solamente un
par de semanas para poder entrenar, y no tenemos tiempo para jue-
gos tontos.
—Lo sabemos, todos lo sabemos —argumentó Ron con un
tono de voz más alarmado—. Nos comportaremos.

–|– 

Durante el domingo, Harry se apareció nuevamente en la


habitación de Draco, lo encontró usando un pijama de algodón azul
y todavía un tanto adormilado, pero esta vez, no puso muchos repa-
ros en su presencia, lo dejó solo en la habitación mientras tomaba
una ducha, y luego compartieron un poco más de la comida que
Draco tenía.
Conversaron un poco acerca del quidditch y de los jugadores
que formaban el equipo de Slytherin, también de las clases y las ta-
reas pendientes. Harry se quejó sobre el trato que le daba la profe-
sora Loewenthal en las clases de DCAO, comprometiéndolo ser
siempre el primero en practicar los hechizos que enseñaba, o po-

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LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

niéndolo de ejemplo constantemente, incluso notaba cómo alguno


de los Hufflepuff lo miraban con cierto fastidio, y Draco dejó que
Harry le explicara algunas de las cosas que no lograba entender del
profesor Cooper, y que no se atrevía a preguntar en clase por miedo
al reproche y el ridículo, pues era bastante agresivo con respecto a la
forma aislada en que vivían los magos ingleses del mundo muggle.
Harry se sorprendió de ver lo adelantado que estaba Draco
en las tareas, e incluso acerca de cómo se tenía leídos y aprendidos
varios capítulos por delante en la mayoría de las clases, realmente sí
se lo estaba tomando muy en serio, por eso le pareció extraño que
le dijera que no continuaría con sus estudios al terminar el colegio,
en ese momento la expresión de Draco se había vuelto más som-
bría, y eso fue suficiente para que Harry cambiara el tema de con-
versación.

–|– 

El lunes en la mañana, ambos tenían clases de Pociones, y


cuando se encontraron en el corredor para entrar al salón, apenas y
se dirigieron una mirada; Harry sabía que Draco no quería dar más
de que hablar, simplemente permanecería con el perfil bajo, y el sa-
ludarlo no sería adecuado, no le encontraba realmente sentido a
aquello, pero respetó su decisión.
La clase estuvo bastante tranquila, y cuando el timbre de sa-
lida sonó, Draco metió las cosas de la manera más rápida que pudo
dentro de su mochila, apresurándose para llegar al comedor, sin
embargo, el profesor Monroe lo detuvo.
—Señor Malfoy, si me permite unas palabras.
Harry levantó la vista y le dio una mirada interrogante, Dra-
co solamente se encogió de hombros y se sentó nuevamente en la
mesa mientras los demás salían, se le hacía raro el tener a Potter

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

cerca y compartir esa especie de tregua que habían mantenido du-


rante el último fin de semana, cuando finalmente el salón quedó
vacío el profesor Monroe se acercó a Draco.
—Estuve hablando con la directora, referente a tu ayuda du-
rante las últimas dos semanas… —empezó el profesor—… sabe-
mos que todo fue por un castigo, pero lo cierto es que ya se acerca
diciembre, y con ello los resfriados, y creo que me vendría bien un
poco de ayuda, alguien que me eche una mano para preparar las po-
ciones, estoy seguro que eso te gusta, preparar pociones, y que tal
vez puedas usar la experiencia como una buena referencia por si
quieres estudiar en alguna universidad o instituto…
—¿Me pide que venga a seguir ayudándolo con las pociones?
—No sería todos los días, por supuesto, solo unas dos o tres
veces a la semana, en tu tiempo libre…
—Sería genial —aceptó Draco con una sonrisa—, me gusta-
ría mucho ayudarlo.
—Fantástico entonces… ¿Cuándo puedes empezar?
—Hoy mismo si desea, por mí está bien…
—Bien, ven esta noche y terminaremos de coordinar el resto
del horario —el profesor Monroe le dio una palmada en el hom-
bro—, ahora ve antes que sea más tarde, seguramente ya debes estar
hambriento.
—Sí, señor, gracias —murmuró Draco saliendo del aula. Lo
cierto era que habían comido tanto, Potter y él durante el fin de
semana, que no se sentía particularmente hambriento, así que no se
apresuró por llegar al Gran Comedor, caminó lentamente por los
pasillos, algo ansioso por contarle a su madre que ahora sería el
ayudante del profesor de Pociones.

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LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

Malfoy había tenido razón, todo era cuestión de actitud, de


imponerse ante ellos y recordarles quién era el jefe, el capitán. En-
trenaron duro y parejo durante la semana, intercalando el campo
con el equipo de Slytherin, incluso Ginny, quien aún no le hablaba,
parecía dispuesta a obedecer y practicar de la manera que se le pe-
día.
Para el final de la primera semana de entrenamientos, se sen-
tía realmente cansado, le dolía la mayoría de los músculos de su
cuerpo, pero se sentía satisfecho, al fin sentía que ahora sí tenía un
equipo de quidditch, uno realmente competitivo.
Debido a los entrenamientos y las tareas, no había podido
hablar con Draco durante el resto de la semana, así que ese viernes
en la noche, antes de ir a su sala común, después del entrenamien-
to, decidió hacer un pequeño desvío y realizar una visita a la habita-
ción del rubio.
Draco estaba en la silla de siempre, delante del escritorio, pe-
ro algo en su postura le preocupó, estaba ligeramente encorvado y
su espalda se agitaba rápidamente de arriba abajo.
—¿Malfoy?
—Potter, en verdad que tienes que aprender a llamar —res-
pondió Draco con la voz más firme que pudo articular mientras
apretaba un poco más el brazo, esperando que la poción empezara a
hacer efecto, pese a que no había aplicado la cantidad necesaria.
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Harry acercándose len-
tamente hacia el escritorio, Draco aún no lo encaraba.
—Vete, en serio… sólo… ahora no tengo tiempo para esto —
murmuró Draco apretando los ojos. ¿Por qué demonios tenía que
doler tanto?
—¿Estás lastimado?
—No, y déjame solo —replicó Draco girando apenas el ros-
tro, el cabello rubio le caía sobre la frente, húmedo, como si estu-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

viera empapado de sudor, y la semi oscuridad de la habitación no lo


dejaba ver su rostro con claridad. Algo se removió en el interior de
Harry al verlo de esa manera, pero pronto Draco le volvió a dar la
espalda, sin agregar nada más.
—Pero… si te han lastimado te puedo ayudar —continuó in-
sistiendo mientras caminaba lentamente hacia la silla, tratando de
no poner en sobreaviso al rubio,
—No, no puedes, ¡a menos que te largues! —gritó Draco un
instante antes de sentir a Potter detrás de él, cuando quiso reaccio-
nar ya era muy tarde. Potter estaba con la cabeza hacia delante, ob-
servando lo que él trataba de ocultar.
Harry abrió la boca, pero no fue capaz de emitir ningún so-
nido mientras miraba el brazo izquierdo de Malfoy: la blanca piel
estaba cortada en varias partes, era como si hubieran tomado un cu-
chillo y hubieran querido garabatear algo con él, pero por la forma
como las líneas rojas sangraban, Harry supo que no se trataba de un
cuchillo si no de un hechizo, uno muy lacerante. La sangre goteaba
a los lados del brazo, sobre todo, de la línea central, que era la que
parecía más profunda. Malfoy presionaba con fuerza su antebrazo
como una técnica muggle para evitar que la sangre saliera con mas
fuerza; sobre el escritorio había un pomo abierto con una sustancia
amarillenta y algunos restos de la misma poción en la piel del brazo,
pero parecía no surtir efecto, o que Malfoy no se daba abasto para
curarse y apretarse el brazo a la vez, que era lo más probable.
Draco se empujó un poco más contra la silla, no queriendo
ver la cara de horror en Potter y deseando esconderse lo más lejos
posible. En cuanto intentó levantarse, Potter lo sujetó de la muñeca
del brazo sangrante, mientras daba la vuelta para rodear la silla y lle-
gar frente a él; las miradas de ambos se encontraron, Draco trató de
jalar su brazo una vez más, pero Potter tenía las de ganar al no estar
herido, y no se lo permitió.

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LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

Harry jaló con una mano el frasco abierto con la sustancia


amarillenta y apestosa, y luego de darle una última mirada a Malfoy,
esperando que realmente no se marchara y lo dejara curar, soltó su
muñeca y hundió un par de dedos en el pote, la sustancia estaba
fresca.
Sintió el ardor característico de la pomada y se tensó mien-
tras apretaba con más fuerza su antebrazo, esperando que la sangre
se detuviera pronto, y que el ungüento por fin hiciera efecto. Mira-
ba atentamente los dedos de Potter, llenos de aquella sustancia, mo-
viéndose desde un extremo de la larga herida hasta el final, para
luego recorrer cada una de las pequeñas heridas que cruzaban la
contusión central. No pudo evitar darle una mirada a Potter, sus
ojos entrecerrados y mirando hacia la herida, los labios apretados, el
cabello cayéndole a los lados de la cara, y otra vez, la misma pregun-
ta: ¿Por qué Potter insistía en ser bueno con él?
Hacía mucho tiempo que no se sentía así de enfurecido, de-
bía reconocerlo, aun cuando había peleado con Ginny o cuando se
había enojado por la falta de participación de su equipo en las prác-
ticas, no, ni una sola vez se había sentido así de rabioso; tan sólo en
la guerra, tantos meses atrás. Casi estaba seguro que toda esa sensa-
ción de rabia e impotencia desaparecería cuando Voldemort murie-
ra, pero de qué había servido eso, ahora empezarían a cazar y mal-
tratar a los exmortífagos, a los que habían sido liberados, los que
habían demostrado ser manipulados, a las víctimas del otro bando,
y después… ¿Qué pasaría? Él ya estaba seguro de eso, estos exmor-
tífagos se cansarían de soportar todos estos ataques y tratarían de
obtener venganza… sería un círculo vicioso del cual ya nadie podría
escapar, siempre habría alguien sediento de venganza y alguien tra-
tado injustamente… Era tan inútil pretender que de verdad habría
paz.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Vio con cierto alivio cómo los hilos de sangre dejaban de caer
poco a poco, la contusión central estaba empezando a cerrarse, de-
jando una línea roja y torcida, las líneas que cruzaban la línea cen-
tral también comenzaron a cerrarse, Malfoy aún apretaba su brazo y
tenía aquella expresión de concentración, frunciendo el ceño y
apretando los labios.
Harry volvió a tomar la muñeca de Malfoy, y elevó un poco
más el brazo, mirando con atención cómo poco a poco la sanación
se completaba. Permanecieron en ese silencio extraño por mucho
más tiempo, sólo observando, hasta que todo el corte dejó de san-
grar completamente, entonces Malfoy se soltó el brazo y dio un pe-
queño suspiro, pero Harry no le soltó la muñeca, aún absorto en
sus pensamientos.
Draco se quedó quieto, la herida había dejado de escocer sólo
un poco, pero el dolor sí había desaparecido por completo, la sensa-
ción de la mano de Potter sobre su muñeca, aunque no lo quisiera
admitir por completo, era de alguna manera reconfortante, era co-
mo no sentirse desolado, y eso le agradó. Miró hacia el rostro del
ojiverdes, pero éste seguía con la mirada en su brazo, se preguntó
qué era lo que estaría pensando. Su mirada bajó hasta su túnica, aún
manchada de sangre, incluso algunas gotas habían caído al suelo,
tendría que limpiar todo más tarde, cuando se sintiera mejor, por lo
pronto, le apetecía descansar un poco, dormir y dejar que todo lo
terrible de esa noche pasara.
—Creo que… —murmuró Draco haciendo sobresaltar a
Potter ligeramente—… quiero descansar.
—Sí, claro, es lo que necesitas ahora —respondió Harry sol-
tando al fin su muñeca. Draco levantó un poco más el brazo y lo
observó con detenimiento durante un momento antes de ponerse
en pie, soltando un suave suspiro. Se desprendió de la túnica, y la
dejó caer al piso antes de caminar hacia la cama y sentarse en ella,

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[5] Pociones, quidditch y charlas

con los hombros hundidos y la mirada en el piso mientras se des-


prendía de los zapatos.
—Supongo que no me dirás qué pasó —dijo Harry al no ha-
ber más comentarios de parte de Malfoy.
—Supones bien.
Draco se dejó caer completamente en la cama; aún con el
resto del uniforme del colegio, la camisa blanca manchada, y sin
abrigarse o tirar de alguna manta, cerró los ojos.
—¿Quién lo hizo? —preguntó impaciente caminando hasta
la cama, pero Draco no dijo nada, ni siquiera pareció oírlo—. Mal-
foy, esto es más grave que tan sólo un par de insultos —continuó, el
rubio se acurrucó un poco más y siguió sin contestar—. ¡Deberías
quejarte! —gritó no aguantando más la falta de respuesta—. ¡Por
todos los demonios! ¿Cómo puedes quedarte tan tranquilo después
de esto?
Malfoy soltó un pequeño bufido y abrió los ojos para encarar
a Potter, se sorprendió de tenerlo tan cerca, pero trató de no demos-
trarlo.
—Cuando Umbridge te castigaba y te hacía escribir con esa
pluma, no te quejaste ¿cierto? Siempre te quedaste callado.
—Eso era diferente.
—No, no lo es. ¿Por qué no te quejabas? ¿Por qué no la de-
nunciabas?
—Era diferente —repitió Harry con tono fastidiado—. No le
iba a dar el gusto de quejarme, era una lucha privada entre ella y yo.
—Exacto. Es lo mismo, no me quejaré ni andaré lloriquean-
do, no ganaría nada salvo demostrarles debilidad y temor —explicó
Draco.
Potter se quedó en silencio, y pensó que con esa explicación
bastaría para que lo dejara tranquilo, a menos de momento, real-
mente se sentía agotado así que cerró los ojos y trató de dormir.

420
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Harry apretó los puños con fuerza, y quiso replicar que


aquello no era lo mismo, que él solo había obtenido un poco de do-
lor y unas cicatrices en la mano, que este tipo de ataques eran mu-
cho más peligrosos, pero la respiración acompasada de Malfoy le
indicó que tal vez el chico se había quedado dormido ya, y pensó
que sería injusto despertarlo. Aún así, no se movió de su sitio. Du-
rante mucho rato más, se la pasó mirando el rostro apacible de Mal-
foy y también su brazo, todavía con los restos de la pomada pero
cada vez más aliviado, aunque con algunas manchas rojas de sangre,
pruebas del ataque.

–|– 

Abrió los ojos con algo de pereza, se sentía todavía demasia-


do cansado y adormilado, el dolor en su brazo le recordó el ataque
y, pese a la oscuridad, le echo un pequeño vistazo, no se veía nada
por la falta de luz, pero al menos, sabía que ya no estaba sangrando,
tendría que aplicar un poco más de la poción al día siguiente, sin
embargo estaba bien, de todas formas ya se había curado.
Su mirada se desvió hacia la silla, la que normalmente estaba
hasta el fondo, pegada al escritorio y qué ahora estaba al lado de su
cama con alguien durmiendo en ella.
Tratando de no apoyar su brazo recientemente sanado, se
sentó con lentitud en la cama: era Potter, con la cabeza hacia un la-
do y los brazos cruzados, se había quedado dormido. Se dio tiempo
de observarlo, las antorchas estaban casi apagadas pero aún así, sus
reflejos le permitían ver el rostro del chico; lo miró con deteni-
miento: había cambiado bastante en los últimos meses, como si de
pronto hubiera dejado de ser un niño y se hubiera convertido en un
hombre, en uno muy atractivo, sobre todo, sin aquellas gafas, el ca-

421
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

bello aún parecía indomable, pero el que lo tuviera más largo disi-
mulaba bastante bien ese detalle.
Pensó en despertarlo y pedirle que se fuera, y sobre todo,
asegurarse de que no dijera nada, pero recordó la noche anterior, a
Potter ayudándolo a curarse, y no solo eso, su mente viajó hacia un
poco más atrás, sus atenciones y preocupaciones, incluso su ayuda
en el juicio, Potter había estado ayudándolo siempre, sin esperar, al
parecer, nada a cambio, y él no había tenido la decencia de si quiera
agradecerlo, o tan solo ser amable.
Se acercó un poco más a él y le dio un suave empujón. In-
mediatamente Potter saltó de la silla mirando a todos lados y tratan-
do de alcanzar su varita, supuso que era un reflejo aún conservado
de la guerra.
—Tranquilo, sólo soy yo.
—Oh —Harry se pasó una mano por el cabello y miró hacia
Malfoy atentamente, parecía mucho mejor, incluso había dejado de
estar tan pálido, o eso parecía en la oscuridad—. ¿Te sientes mejor?
—Sí —respondió Draco acomodándose en un extremo de la
cama, con la espalda totalmente apoyada en el colchón—. Mejor se-
rá que te tumbes aquí. Si sigues durmiendo en la silla, mañana
amanecerás con un terrible dolor de cuello, y no sé hacer masajes ni
tengo pociones para eso.
—¿En la cama? —preguntó Harry mirando hacia el espacio
vacío con algo de vergüenza.
—Pues… —Draco se sintió de pronto mucho más incómo-
do. ¿Acaso Potter habría prestado demasiada atención acerca de que
le gustaban los chicos y pensaba que eso era una invitación para algo
más?—. Es bastante grande para que quepamos los dos…
—Sí, lo es… —Harry avanzó un par de pasos, sabía que la
hora de dormir había pasado hacía horas atrás, y aunque también
sabía que podía volver a su habitación con ayuda de la capa, lo cier-

422
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

to era que no quería dejar solo a Malfoy, quería asegurarse de que


realmente estuviera bien—. Si es que no te importuno o ya sabes…
te fastidia.
Draco se encogió de hombros aún sintiéndose de alguna
manera incómodo.
—Ya te dije, si vas a dormir aquí, no quiero que mañana
amanezcas adolorido y luego me culpes.
—No te culparía —replicó Harry con una pequeña sonrisa
mientras se sentaba en la cama y se desprendía de las botas—. Ya
deben faltar pocas horas para el amanecer de todas maneras.
—Sí… es cierto —Draco cerró los ojos y sintió el movimien-
to de Harry sobre la cama, sintió como el colchón se hundía a su
lado, y luego un silencio bastante pesado. Podía sentirlo, aunque no
esuviera pegado a él, sí que podía sentirlo a su costado.
—Trata de seguir durmiendo, prometo no moverme dema-
siado.
—Está bien, no me molesta —Draco se cubrió la boca con
una mano y bostezó suavemente—. Potter… —dijo luego de un
momento más.
—… mmm.
—Yo… eh… —suspiró, realmente sí era difícil hacer ciertas
cosas—. Gracias.
—No importa —respondió Harry sin poder evitar sonreír,
de pronto sentía que habían roto una capa de hielo en su relación
con Malfoy.
—Por todo… no solo por esto —continuó Draco aún sin
abrir los ojos y recostado sobre su espalda—, por todo lo demás…
sé que en realidad debí agradecerte lo del juicio, y lo del incendio,
incluso lo de tus cestas de comida…
—Está bien, no lo hice para que te sintieras en deuda conmi-
go.

423
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

—¿Por qué lo hiciste entonces? —preguntó Draco aprove-


chando la oportunidad de por fin hablar de aquellos temas sin que
ninguno de los dos se sintiera tan presionado o incómodo.
—Lo hice porque era lo correcto, porque es lo correcto —
respondió rápidamente Harry cerrando finalmente los ojos y suspi-
rando de alguna manera aliviado.
—Que descanses —dijo Draco en un susurro, sentía que no
era necesario agregar nada más, ni rebatir su punto, ni continuar
con la charla.
—También tú.

–|– 

En algún momento de la madrugada debieron empezar a


moverse, puesto que cuando despertó las mantas habían caído al pi-
so, y sintió un cálido cuerpo pegado al suyo, las piernas enredadas
de alguna manera, demasiado íntima, una mano sobre su abdomen
que parecía en cierta forma protectora. Se movió un poco, sintién-
dose algo caluroso por el contacto, y entonces ese cuerpo se presio-
nó con más fuerza contra él, sintió en su pierna algo duro, una
erección, una erección que se refregó contra su pierna con un poco
más de fuerza, lo que envió señales de placer hacia su propia erec-
ción matutina. Entonces trató de quedarse quieto, respirando pro-
fundamente y recordándose que no era el momento ni el lugar para
sentir ese tipo de cosas. No pudo evitar llevar una mano, algo tem-
blorosa hacia la espalda del rubio, apenas rozándola con la punta de
los dedos, y al parecer eso fue suficiente para que Malfoy se desper-
tara, pues se movió un poco más y luego de lo que pareció un so-
bresalto, se alejó de él.
Draco se apartó de Potter lo más rápido que pudo, ¿en qué
momento se había abrazado a él? Sintió sus mejillas arder y su cora-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

zón latir con fuerza, al menos la vergüenza había hecho que su


erección desapareciera casi por completo.
—Y… ¿Dormiste bien? —preguntó Harry también un tanto
avergonzado, pero entendiendo en algo toda la situación, después
de todo, él también había disfrutado del abrazo.
Draco tosió un poco.
—Sí… bien, bien ¿tú?
Harry se estiró en la cama como un gato, al estirar los brazos
una porción de su abdomen quedó al descubierto y Draco se sor-
prendió a sí mismo mirándolo con demasiada atención.
—Mmm sí, también —dijo soltando un suspiro satisfecho.
Draco aprovechó el momento para ponerse en pie, se sintió
algo débil aún, sabía que era por haberse casi desangrado la noche
anterior.
—¿No deberías mejor descansar un poco más? —preguntó
Harry sentándose completamente en la cama.
—Necesito ir al baño —respondió Draco, caminando con
pasos lentos hasta la puerta del baño.
Harry no respondió, se terminó de levantar y se puso las bo-
tas y la túnica encima, luego tomó un pedazo de pergamino del es-
critorio de Malfoy y garabateó un «ya vuelvo» que dejó flotando so-
bre la cama gracias a un hechizo antes de salir rumbo a las cocinas,
moría de hambre, y lo mejor sería que Malfoy comiera un poco
también.

–|– 

Draco se demoró bastante tiempo en el baño, el silencio de la


habitación le indicaba que lo más probable fuera que Potter se hu-
biera vuelto a dormir. Miró con atención su brazo, ya no quedaba
más que unas cuantas líneas rosadas, y los rastros de sangre, pronto

425
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

no quedaría ni siquiera una cicatriz; contento con eso, se despren-


dió del resto de su ropa, todavía un poco asombrado de haber dor-
mido prácticamente vestido, aunque considerando la forma como
había despertado… había sido muy atinado.
Luego de ducharse y asegurarse de que todo resto de sangre y
poción abandonara su piel, se envolvió en un par de toallas, en ese
momento recordó que si quería cambiarse debía salir a la habita-
ción, donde estaba toda su ropa. Maldijo el no haber traído consigo
siquiera un par de pantalones, se sentía intimidado ante la perspec-
tiva de que Potter lo viera prácticamente desnudo. Se pasó un rato
mirando su reflejo en el espejo, sin animarse a salir y abrigarse, pese
al frío que empezaba a sentir. Peinó su cabello con los dedos, deján-
dolo caer hacia atrás, y suspiró un par de veces; cuando estuvo más
controlado, abrió la puerta tímidamente, para encontrarse la habita-
ción vacía.
Se sintió idiota por haberse preocupado tanto mientras saca-
ba del baúl un par de pantalones de algodón oscuro y una sudadera
abrigadora, por precaución se metió de nuevo al baño y allí se cam-
bió, cuando salió nuevamente, recién se percató de la nota flotando
sobre la cama, la tomó y leyó la escueta explicación de Potter, la de-
jó sobre la cama y se puso las medias, pero no los zapatos, caminó
descalzo hacia el escritorio, se sorprendió al ver que todo estaba ya
limpio, no habían manchas de sangre e incluso el frasco estaba ce-
rrado y colocado sobre el estante. Lo tomó y se aplicó una buena
cantidad sobre lo que quedaba de la herida, la piel le escoció y ardió
nuevamente, aunque sabía que era algo que pronto pasaría. Se dejó
caer en la yacija, observando el techo y pensando en lo ocurrido la
noche anterior. No en el moreno, sino en el ataque…
Se sentía tonto por no haber previsto que necesitaría aquel
libro para terminar con la tarea de pociones, por suerte, aún era ho-
rario de clases; Slytherin y Ravenclaw aún estaban en clases, y mu-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

chos Gryffindor en el entrenamiento de quidditch, así que no sería


un problema toparse con algún alumno con ganas de demostrar su
valentía molestándolo.
Pero se había equivocado, claro que sí.

Ya estaba cerca de la puerta de la biblioteca cuando sintió el agarre de


alguien sobre su brazo, trató de reaccionar, de soltarse, pero entonces otro par
de brazos más jalaron de él, hasta llevarlo a un pasillo cercano, vio que el
grupo que tenía enfrente estaba formado por Hufflepuff y Gryffindor, trató de
poner su mejor cara de «no me importa lo que hagan» mientras los chicos lo
miraban divertido. Creía reconocer el nombre de algunos de ellos, pero no es-
taba del todo seguro, después de todo, no les había puesto mayor atención an-
tes, ahora tendría que ponerlos en su famosa y larga lista de «Magos que
odian a los Malfoy».
—Cuéntanos mortífago, ¿qué haces por aquí tan solo?
Draco no contestó, se quedó de pie apretando los puños, acostumbrado
a que los insultos no le dolieran, pero sí preparándose para lo que vendría a
continuación.
—No te sientes abandonado ahora, que tu señor no puede convocarte
por esa horrible marca en el brazo —siguió otro de ellos, Draco lo reconoció,
era un Hufflepuff de séptimo año; Whitby.
—¿Nos enseñas tu marca? —preguntó el Gryffindor, estaba casi se-
guro que se apellidaba Lusk.
Draco no respondió tampoco. Se les quedó mirando desinteresada-
mente, esperando el siguiente movimiento, entonces el otro chico de Huf-
flepuff, del cual no sabía su apellido, lo sujetó por los hombros y lo empotró
contra la pared con fuerza, no pudo evitar el quejido que escapó de sus labios
por el golpe en seco mientras tanto, el cuarto chico: Sarisbury, le sujetó de la
muñeca izquierda y le levantó el brazo con brusquedad.
—Anda, Malfoy, no seas tímido, enséñanos tu marca.

427
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

Draco trató de soltarse y se retorcía bajo el peso del chico que lo apreta-
ba contra la pared, cuando lo sintió, algo gélido deslizándose sobre su manga,
se quedó completamente quieto mientras el cuchillo cortaba la tela y dejaba al
descubierto su brazo, completamente limpio.
—Debe haberse desaparecido cuando tu señor murió —ra-zonó con
algo de asco Whitby—. Será mejor dejarte un recordatorio de lo que tenías
allí, ya sabes, para que no lo extrañes tanto —continuó a la vez que levanta-
ba la varita, Sarisbury, que aún sostenía el cuchillo, se alejó un paso y miró
con fascinación mientras Whitby deslizaba la varita sobre su brazo.
—Disiectum —murmuró Whitby y sintió algo caliente abriéndole
la piel, enviando oleadas de dolor a todo su brazo, la varita hizo un recorrido
por todo lo largo de la piel expuesta—. ¡Oh, miren, sangre pura! —se burló
con una sonrisa y los demás soltaron carcajadas.
—Mejor apresúrate, Kevin —dijo el que pensaba que se apellidaba
Lusk, el chico Hufflepuff lo presionó con más fuerza contra la pared mientras
él sentía sus piernas temblar y se mordía la lengua para no gritar o quejarse.
—Ya, ya —replicó algo impaciente Whitby, al parecer frustrado por
qué le quitaran su diversión, posó la varita una vez más sobre el antebrazo, y
siguió murmurando el mismo hechizo mientras hacía ahora cortes a través de
todo su brazo, Draco sintió la sangre resbalando por su extremidad y una
mayor debilidad se apoderó de él, mientras los otros sólo sonreían.
—Ahí tienes —dijo con orgullo Sarisbury.
—Sí, para que no olvides que aunque no tengas la marca ahora, igual
estás marcado —apoyó el Hufflepuff soltándolo de pronto. Sus piernas se
tambalearon mucho más, y posó la mano que no tenía herida, en la pared,
tratando de encontrar fuerzas para no caer.
—Pero parece que te quitaron el don de hablar —canturreó Lusk.
—¿No hay insultos esta vez? —continuó Whitby—, con lo bien que
te salían antes.
Las nuevas risotadas del grupo lo hiceron levantar la vista y apretar
más fuerte los labios, los chicos le ofrecieron una mirada más de odio antes de

428
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

alejarse por el pasillo, conversando con voces animadas, como si regresaran de


ganar algún partido de quidditch o una gran batalla.
Hizo todo lo posible para presionar la herida con la manga de la tú-
nica, y con pasos tambaleantes regresó a su habitación, rogando por no caer en
ninguno de los pasillos y odiándose más que nunca por no poder hacer nada
para defenderse, para contestar a los insultos, para atacar tal y como se lo me-
recían ese grupo de cobardes.

—¿Malfoy? —preguntó Harry tímidamente en cuanto entró.


Malfoy seguía acostado en la cama, se notaba que se había cambiado
y duchado, pero por la forma como su pecho se movía, irregular-
mente, supo que lo más probable fuera que no estuviera dormido.
—Potter —suspiró Draco abriendo los ojos, casi ni había
creído el chico volvería después de todo.
—Traje comida.
—Genial —Draco se sentó en la cama mientras Harry dejaba
la canasta sobre el lecho; pareció dudar un instante más antes de
sentarse él también en la cama, dejando el cesto de comida entre
ambos.
—¿Ya te sientes mejor? —preguntó Harry sacando una jarra
(encantada para no derramarse dentro de la canasta) y un par de va-
sos—. Hay que aplicarte de nuevo esa cosa…
Draco sonrió ligeramente, algo en el tono de Potter le hizo
gracia, quizá la mueca al decir «esa cosa».
—Ya me siento mejor y me puse «esa cosa» hace un momen-
to, después de bañarme.
—Ah… ¿Y qué era esa cosa? —preguntó Harry pasando uno
de los vasos con jugo de calabaza a Malfoy—, es decir… ¿de dónde
salió?
—La hice yo, gracias —agradeció tomando el vaso que Potter
le daba y tomando un gran trago, realmente sí moría de sed—. La

429
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

hice yo —repitió—, es una combinación de murtlap, díctamo y algo


de dittany, junto con otras cosas, claro.
Harry frunció el ceño tratando de recordar el nombre de una
poción que se realizara con esas características mientras daba una
mordida a su emparedado; no era un buen alumno en Pociones, pe-
ro una de ese tipo que curaba las heridas tan bien, debería ser cono-
cida…
—No la conoces, Potter, la hice yo, no está en los libros.
—Ah… ¿En serio? —preguntó Harry—, es decir, ¿tú la
creaste?
—Ajá —Draco le dio una mordida a un sándwich y casi ce-
rró los ojos de placer por comer al fin, no había notado lo famélico
que estaba.
—Vaya, eso es… ¿Cómo puedes crear pociones?
Draco se encogió de hombros y mordió una vez más el em-
paredado.
—No lo sé… es decir, si lo sé, sé que propiedades tiene cada
planta, y las convino de la manera en que me parece que cada una
actuará a buen efecto dentro de una sola poción, lo hago desde hace
mucho.
—Supongo que debe ser un don.
—Nah, me gustan las pociones y experimentar con ellas, eso
es todo, así como a ti te puede gustar experimentar con jugadas de
quidditch o con hechizos… —Harry levantó la mirada y parecía de
pronto avergonzado, le tardó un instante más darse cuenta de que
Harry, de algún modo, se había sentido aludido por su comentario,
pero de mala manera, y no entendía la razón—. ¿Qué? ¿Qué pasa?
—Nada, es que yo estaba recordando que no me gusta expe-
rimentar con hechizos. —Harry dejó lo que quedaba de su segundo
emparedado sobre la cama.

430
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Sí? Qué raro. Realmente pensé que serías bueno en he-


chizos y que…
—Estaba experimentando cuando te herí en sexto año —in-
terrumpió Harry sintiendo sus mejillas arder.
—Oh —Draco casi había olvidado aquel incidente, tenía die-
ciséis años y estaba tan preocupado y sobrepasado por toda la situa-
ción; recordó haber deseado por un instante que realmente Potter sí
lo matara para que todo finalmente acabara—. Honestamente, no lo
sabía —se excusó al ver que Harry aún permanecía con la mirada
baja y un poco sonrojado.
—Lamento haberlo hecho, realmente no sabía qué hacía el
artificio, pensé que te pondría de cabeza o…
—Eso no importa —lo interrumpió Draco de pronto, no ne-
cesitando ni queriendo escuchar las cosas del pasado—. Olvídalo,
nada pasó, y punto.
—Sí que pasó —contradijo Harry y Draco negó con la cabe-
za.
—No, nada pasó.
—¿Te…? —Harry lo encaró una vez más, se sentía tan cul-
pable ahora que recordaba aquel incidente, de no haber sido por
Snape, tal vez sí se hubiera convertido en un asesino después de to-
do—. ¿Te quedaron marcas? Escuche que Snape dijo que…
—No, solo una par, nada grande, ya deja de martirizarte —
replicó Draco tratando de terminar con la conversación.
—¿Dónde?
—Potter, en serio, yo no te culpo, ni siquiera lo había recor-
dado hasta que…
—¿Dónde? —repitió Harry, y Malfoy suspiró profundamen-
te y pensó que tal vez, la única forma de acabar con eso era enseñár-
selas.

431
LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

—Bien, no es la gran cosa, ¿sabes? —dijo mientras se des-


prendía de la sudadera, dejando descubierto su torso. Harry ya lo
había visto antes desnudo y había visto más de un par de cicatrices,
pero no podía decir cuál era cuál. Draco levantó su brazo izquierdo,
aún luciendo la cicatriz del día anterior, y se giró lo suficiente para
que Harry pudiera ver dos líneas que eran más pálidas que el resto
de su piel, cruzando de arriba abajo cerca de su tetilla, no eran uni-
formes, una empezaba antes que la otra parecía como si un gato lo
hubiese arañado.
—Allí las tienes, ¿quieres ponerle tu nombre o algo así? —
preguntó medio en broma, tratando de aligerar el ambiente. Nada
lo habría preparado para lo que Potter hizo a continuación.

–|– 

Harry levantó la mano instintivamente y acercó los dedos


hacia las cicatrices, sintió el cuerpo de Malfoy tensarse antes de que
siquiera sus dedos tocaran la caliente piel.
Malfoy contuvo el aliento mientras él recorría con un par de
dedos las cicatrices, que estaban una al lado de la otra, se sentía ape-
nas una ligera profundidad en la piel. Malfoy tenía razón, no eran
grandes cicatrices, apenas si se notaban si uno no prestaba aten-
ción… Pero eran cicatrices, de todos modos era una huella que ha-
bía dejado en la piel del rubio por simplemente querer probar un
hechizo… Tal vez si hubiera hecho algo diferente a reaccionar al
ataque de Malfoy, si tan solo se hubiera detenido a hablar, a analizar
las palabras de Malfoy en ese momento: «Nadie puede ayudarme… no
puedo hacerlo… no saldrá bien… pero si no lo hago pronto… él dijo que me
mataría». Había sido tan evidente en ese momento… y él había sido
tan cerrado como para no pensar siquiera en prestar ayuda a Mal-
foy…

432
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Lo lamento.
—No tienes porqué, fue un duelo, ¿verdad? Simplemente
ganaste —replicó Draco con la voz más calmada que pudo mientras
sentía los dedos de Harry alejarse de su pecho, sintió frío en el lugar
en él que habían estado, y recordó la forma como habían desperta-
do esa mañana, y eso solo incrementó su confusión. Rápidamente
se puso la sudadera de vuelta.
—No debí hacerlo… si yo hubiera…
—Escucha, no fue tan grave ¿sabes? La enfermera me dio
una gran cantidad de dittany, y no quedó ninguna gran cicatriz, solo
este par que ni se notan y mucho menos duelen, ni siquiera recuer-
do tenerlas y además…
—Lamento no haber intentado ayudarte aquella tarde —in-
terrumpió Harry alejándose un poco más de Malfoy.
—¿Qué…?
—Tú… —Harry desvió la mirada, supuso que a Malfoy no
le gustaría recordar que había estado llorando delante de él—, es
decir, él te tenía amenazado, y yo pude ofrecerte algún tipo de ayu-
da, intentarlo siquiera… pero no lo hice, nos batimos en duelo, y
pese a saber que Voldemort te estaba obligando, no me paré ni un
momento a intentar ayudarte… a planteármelo siquiera.
—No había mucho que pudieras hacer, Potter —Draco lu-
chó por no sonar asustado ante la mención del nombre.
—Sí, pude intentarlo, debí hacerlo… ¿Tal vez tú hubieras
aceptado?
Draco se encogió de hombros, recordando aquella época y su
desesperación por no poder cumplir con la misión… su frustración,
pero por sobre todas las cosas, su miedo.
—No lo sé, no te puedo responder eso —contestó honesta-
mente.

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LIBRO II|El Último Año
[5] Pociones, quidditch y charlas

—Debí intentarlo —repitió, ambos miraban hacia el piso, y


se sentían incómodos, era una conversación que ninguno quería te-
ner, pero que Harry sabía que debían tener, entendió entonces por
qué se sentía tan atraído de ayudar a Malfoy, no sólo estaba el tema
«gay», también era porque, inconscientemente, sabía que en el pa-
sado había estado de alguna manera en sus manos (así como en las
de Dumbledore) ayudarlo, y ninguno de ellos lo habían hecho, lo
habían dejado de lado, superponiendo otras cosas al miedo que un
chico de dieciséis años puede sentir por tener que matar a alguien,
por ver amenazada su vida y la de sus padres…
—Lo hecho, hecho está, Potter —le dijo Malfoy luego de un
instante de silencio—. No sé si hubiera aceptado, y no sé si hubiera
funcionado, y no sirve de nada dar vueltas a los «hubieras» que no
se harán realidad.
—Lo sé, pero… lamento haberte lanzado ese maleficio.
—Déjalo —dijo Draco, y luego de un instante recordó—. Y
yo… supongo que debo lamentar haber intentado lanzarte la maldi-
ción cruciatus esa tarde.
Harry se encogió de hombros.
—No importa, no me diste…
—Por poco.
—Lo sé, pero no lo hiciste —insistió Harry levantando el
rostro para encarar a Draco, sonriéndole de manera afable, dándole
a entender que en verdad no era algo por lo que tuviera que discul-
parse, que todo estaba bien. Malfoy pareció congelarse por un ins-
tante antes de devolver la sonrisa también.
—Tú estabas allí ¿cierto? —preguntó de pronto Draco, ca-
yendo en cuenta de la pregunta que quería hacerle a Potter durante
el juicio, y viendo aquella como la mejor oportunidad—, en la to-
rre, de alguna manera tú…
—Con la capa.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ah…
Draco no dijo nada más, ni Harry.
Ambos se quedaron en silencio, entendiéndose de esa mane-
ra, taciturnos, comprendiendo lo que el uno sabía del otro, acep-
tándolo y asimilándolo. El silencio esta vez no fue denso ni pesado
como antes, sino reconfortante y de alguna manera, acogedor.
Y ambos lo apreciaron y disfrutaron.

435
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

6
Gryffindor contra Slytherin: la jugada de
Ginny

“La negación es un buen comienzo, la aceptación un excelente avance.”


Luis de landa

Noviembre de 1998, Hogwarts

A
unque Draco no lo quería admitir, se estaba acostum-
brando a tener a Potter alrededor, no lo veía todos los
días, ni conversaban en los pasillos, mucho menos se
sentaban juntos en las clases que tenían en el mismo horario, o en
la biblioteca, pero sí habían algunas noches en las que Potter se apa-
recía por su dormitorio, cada vez con una excusa diferente, un día
era para preguntar si tenía las notas de la clase de Pociones, otra para
que lo ayudase a practicar un encantamiento o para que le explicase
algún tema sobre la clase de Transformaciones y de paso, para pre-
guntar si quería ayuda con la clase de Estudios Muggles, y Draco,
en el fondo, sabía que no eran más que tontas excusas. Tontas excu-
sas que a él le agradaba recibir y aceptaba encantado. Así pasaban
mucho rato conversando, sobre sus días, sobre las clases, los profe-
sores, e incluso sobre comida y gustos. Pero nunca sobre la guerra.
Ya no más sobre la guerra.

436
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Potter había insistido una y muchas veces en que le dijera los


nombres de los que conformaban el grupo que lo había atacado la
última vez, pero Draco no había cedido, no quería tener más pro-
blemas, y sabía que quejarse solamente conseguiría que todo fuera
peor, y no estaba dispuesto a arriesgarse más.
Potter también había insistido con que fuera a ver el partido
de quidditch, pero Draco se había negado en redondo, no se senta-
ría en medio de las tribunas de Slytherin, ni en ninguna otra; aque-
llo sería tensar más el ambiente y no lo necesitaba, aunque en el
fondo, si le hubiera gustado ver el encuentro.
Resignado a que aquello no pasaría, Draco se había quedado
en su habitación, tratando de concentrarse en sus tareas pendientes
y no en que toda la escuela estaba fuera disfrutando del primer en-
cuentro, ya todo un clásico en Hogwarts: Gryffindor contra Slythe-
rin. Y entonces Potter, luciendo imponente con su túnica de quid-
ditch y la escoba en la mano —Draco nunca había sido conciente de
lo bien que ese atuendo hacía lucir a Potter hasta ese momento—
había aparecido, con su típica sincera sonrisa, y le había dado la so-
lución a su problema.
Y ahora estaba allí, junto a las gradas de Hufflepuff, de pie,
resguardado de la lluvia que ya empezaba a caer por el techo lateral
de las tribunas, y cubierto con la capa de invisibilidad que Potter le
había prestado.
«Pertenecía a mi padre y tiene un gran valor para mí, no solo
en oro, también sentimental», habían sido sus palabras mientras se
la entregaba, acompañado de un «quiero que veas como le gano a tu
equipo».
Draco se había reído de aquel comentario, y había estado
dispuesto a apostar por su propia casa, aunque se abstuvo porque no
tenía mucho que apostar. Sin embargo, sí se encargó de sonreírle
mucho a Potter, jurarle que le devolvería la capa en perfecto estado,

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LIBRO II|El Último Año
[6] Gryffindor contra Slytherin: la jugada de Ginny

y decirle lo agradecido que estaba. Se había sentido raro hacerlo,


aunque no tanto como se habría sentido semanas atrás, cuando ni
siquiera se hablaban. Tal vez él y Potter se estaban volviendo real-
mente amigos.
El sonido de los aplausos y gritos de las tribunas lo devolvíó a
la realidad. Desde su posición pudo ver a los integrantes del equipo
de Slytherin caminando hacia el centro del campo a la vez que el
equipo de Potter hacía lo propio. Madame Hooch ya los esperaba
en el centro, con la escoba en la mano y vestida con todos sus im-
plementos para arbitrar.
Draco recordaba haber escuchado algunas quejas entre los de
su casa en la mesa del comedor, por permitir que la profesora, que
era jefa de la casa de Gryffindor, arbitrara ese encuentro, pero los
reclamos no habían logrado que la sacaran del arbitraje de ese parti-
do. Si Draco hubiera estado en buenas relaciones con los de su casa,
hubiera hecho mucho más alboroto del que habían hecho sus com-
pañeros, hasta llegar a exasperar no sólo a los Gryffindor y a los
profesores, sino también al consejo de padres. Pero como las cosas
habían cambiado, y ya no se llevaban bien, se había limitado a escu-
char las quejas y guardar silencio.
Vio a Potter con la espalda completamente derecha y apre-
tando la escoba con la mano, tenía esa actitud tan desafiante que
siempre mostraba antes de un partido, era completamente diferente
a la actitud que normalmente tenía, era como si se tratara de dos
personas diferentes; recordaba esa mirada de decisión de cuando
jugaban al quidditch, y verdaderamente podía llegar a asustar.
La lluvia cayó con mucha más fuerza cuando Madame
Hooch dio un silbatazo y los dos capitanes extendieron las manos;
el capitán de Slytherin: Cudney, parecía mucho más nervioso y ten-
so de lo que debería estar cuando estrechó la mano de Potter, en-
tonces el resto del equipo montó en sus escobas, listos para jugar, e

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

incontinenti, quince escobas se elevaron por el cielo. Draco apretó


un poco más la capa sobre él mientras elevaba la mirada…

–|– 

La lluvia había empezado a caer con más ímpetu, sobrevoló


el campo en su totalidad, haciendo círculos y repartiendo su tiempo
entre mirar hacia sus compañeros y buscar la snitch, pudo ver a
Ron haciendo una buena parada y la voz del locutor, un chico de
Ravenclaw: Ralph Wickliff, resonó en el campo.
—Y Weasley hace una estupenda parada…
Dio una vuelta más al campo, llevaban ya casi media hora de
juego y la buscadora de Slytherin: Diana Chilton, una chica menu-
da y de tercer año, lo seguía muy de cerca. Sólo para tratar de des-
pistarla y ganar algo de tiempo, comenzó a hacer un descenso, sin
dejar de buscar en el aire y escuchando los comentarios del partido:
—Ginny Weasley recibe la quaffle, se la pasa a Vachss que a
su vez se la pasa a… oh, el bateador de Slytherin, Balfour le ha dado
con la bludger a Rubrum, que por suerte no ha recibido el golpe en
la cabeza…
Harry elevó la vista, Chilton lo seguía aún en su descenso,
aumentó la velocidad de su escoba, acercándose cada vez más hacia
el suelo…
—Rutgers de Slytherin tiene ahora la quaffle, se la pasa a
Twing, Twing se la devuelve a Rutgers, que la lanza sobre la porte-
ría, ¡y anota! Slytherin ochenta, Gryffindor setenta. El partido está
reñido, señores, el resultado aun es impensable.
Harry hizo un giro en último momento y levantó la escoba
hacia el lado izquierdo, las tribunas canturreaban pero él en realidad
no se preocupaba por escuchar de que se trataba, dio una mirada
más hacia la buscadora de Slytherin, viendo el momento en que la

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LIBRO II|El Último Año
[6] Gryffindor contra Slytherin: la jugada de Ginny

chica contenía casi con las justas su escoba para no dar contra el pi-
so, aprovechó aquella distracción para ganar más velocidad y llegar
hasta el otro lado del campo, donde Ron parecía un tanto abatido.
—La quaffle está nuevamente en manos de Gryffindor, Ru-
brum se la lanza a Vachss, quien parece tener la intención de lanzár-
sela a Weasley, pero al parecer cambia de idea y se la devuelve a Ru-
brum, que… ¡Oh, miren que excelente giro! Ha esquivado la blud-
ger y le lanza la quaffle a Weasley que ahora la lanza a la portería y
que excelente intento de Macauley, pero no ha sido suficiente,
¡Anotación para Gryffindor! Vamos ochenta a ochenta y los busca-
dores aún no parecen estar cerca de la snitch…
Harry se elevó un poco más, pasando junto a Killigrew, el ba-
teador de su equipo, que agitaba el bate de un lado a otro. Dio una
vuelta sobre sus cabezas, y entonces la vio, la pequeña snitch estaba
en el campo de Slytherin y su buscadora no lo había notado porque
volaba hacia él, si se movía rápidamente la pondría de sobre aviso y
definitivamente ella tenía mayor ventaja. Apretó los labios y con
una mano se apartó un mechón de cabello que había caído sobre su
frente antes de bajar nuevamente a toda velocidad, tal como pensó,
Chilton, la buscadora de Slytherin descendió también, pese a la dis-
tancia entre ambos, descendió inclinándose hacia el campo de
Slytherin, la chica parecía no tener en claro qué era lo que hacía,
salvo seguirlo, cuando ambos estuvieron lo bastante cerca del piso,
aprovechó para girar completamente la escoba, e inclinando su
cuerpo hacia delante, trató de imponer mayor velocidad a su escoba,
como una ráfaga de viento pasó volando sobre Chilton, aun podía
ver la snitch alejándose cada vez más del campo de Slytherin, pero
no dejaría que se le escapase, claro que no.
—Ruperth Wilmot le ha dado con la bludger a Vanders-
peigle, ¡Oh, Madame Hooch no ha decidido tomar eso como falta!
Cudney protesta…

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Harry dejó de escuchar, no le convenía que cobraran esa fal-


ta, porque tendría que detener su jugada; inclinó el cuerpo hacia
delante y dio una voltereta evitando una bludger lanzada por uno de
los bateadores de Slytherin, la snitch estaba cada vez más cerca…
—¡Potter ha visto la snitch! —gritó la voz del locutor—.
Chilton se lanza tras de él, está a solo unos metros. ¡Hey, cuidado
con esa bludger! Pero Potter la esquiva y…
Cerró la mano sobre la snitch sintiendo un tipo de emoción
y alegría que no sentía hacía mucho tiempo, escuchó el gemido de
descontento de la buscadora de Slytherin mientras giraba comple-
tamente y levantaba la mano en señal de victoria. Las tribunas esta-
llaron en aplausos y gritos mientras escuchaba a lo lejos el silbato de
Madame Hooch, dando por concluido el encuentro.
—Y esto se ha terminado, Gryffindor gana el primer partido
de la temporada, doscientos treinta a ochenta. Mejor suerte para la
siguiente, Slytherin.
Harry descendió rodeado de sus demás compañeros en me-
dio de gritos de alegría y una sensación de dicha magnifica, ni ha-
bían tocado el suelo cuando todos soltaron sus escobas y comenza-
ron a abrazarse y a dar saltos de felicidad mientras los gritos en las
tribunas se hacían más intensos, sintió sobre sus hombros un apre-
tón, y giró el rostro para ver a Ron sonriéndole extasiado.
—¡Genial!— dijo el pelirrojo y Harry asintió a la vez que
sentía a Killigrew tirando de su otro brazo y dando saltos emocio-
nado. Luego todo pasó muy rápido, en su campo de visión aparecie-
ron Leyna Rubrum y Ginny y, antes de siquiera notarlo, Ginny lo
estaba besando, apretando con sus manos su rostro para de alguna
manera obligarlo a quedarse quieto, escuchó a lo lejos un silbido
mientras que con sus propias manos, en una de ellas aún sostenien-
do la snitch, trataba de apartarla, pero la chica parecía decidida a no
soltarlo, y él realmente no quería dejarla mal parada delante de los

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LIBRO II|El Último Año
[6] Gryffindor contra Slytherin: la jugada de Ginny

demás, pero cuando esa lengua delineó sus labios y se empujó con-
tra su boca, no lo pudo resistir más y dio un fuerte empujón. Ginny
se apartó con una sonrisa radiante, y alrededor, sus demás compa-
ñeros comenzaron a silbar y aplaudir. Harry le lanzó una mirada de
desprecio, y se agachó a tomar su escoba, pese a las quejas y miradas
desconcertadas de los demás, se encaminó hacia los camerinos con
los puños cerrados con fuerza, rumiando su rabia y sin mirar a na-
die, ni seguir con la celebración.

–|– 

Se sintió extraño durante todo el partido, apretando los bor-


des de la capa entre las manos, debatiéndose entre apoyar al equipo
de Slytherin y las ganas que sentía que fuera Potter el que atrapara
finalmente la snitch.
Cuando definitivamente notó que Potter iba tras la snitch,
no pudo evitar sentirse contento, y casi se pone a gritar que echara
prisa, que Chilton le estaba ya pisando los talones; después todo es-
talló en alegría, gritos y festejos por todos lados, incluso por parte
de los Hufflepuff, pensó en aprovechar el momento de la algazara
general para marcharse, pero se quedó un poco más, observando a
Potter descender, rodeado por sus compañeros, un sentimiento de
envidia por no ser capaz de sentir la alegría de una victoria como
esa, se contraponía al orgullo y alegría de que Potter realmente ha-
bía ganado, después de todo lo que se había esforzado por entrenar
y crear las maniobras que habían llevado a su equipo a la victoria, lo
tenía merecido.
Cuando la comadreja junior se acercó a él y le dio un beso
delante de todos, la algarabía general subió mucho más, sin embar-
go, él no pudo entender por qué sintió algo extraño en su pecho,
era una sensación desagradable, ver a Potter refregándose contra

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

ella… Por un momento más, se quedó allí clavado en el piso, inca-


paz de moverse, su mirada fija en ellos.
«¿Qué demonios?», pensó antes de negar con la cabeza y ale-
jarse lo suficiente para quitarse la capa y correr hacia el castillo, su
corazón latiendo con mucha más fuerza de lo normal, su respira-
ción agitada, y no se detuvo hasta que llegó a su habitación, dejó la
capa sobre el suelo descuidadamente y se dejó caer sobre la cama,
su mente sólo le repetía una y otra vez la escena vista momentos
antes: Potter besándose con la comadreja junior, lo cual no era nada
extraño, ya en sexto habían sido novios, y creía que aún estaban
juntos de alguna manera, aunque no los hubiese visto juntos, o Po-
tter no lo hubiera mencionado siquiera, tal vez era por eso que se
sentía así, porque había pasado horas hablando con Potter y no la
había mencionado en absoluto. Aunque… era loa cosa más normal
del mundo, después de todo, Potter era un chico y ella una chica, y
eran novios. ¿Entonces por qué demonios tenía esa sensación tan
extraña en el pecho? ¿Por qué su corazón latía así de fuerte y un
odio mucho más fuerte del normal nacía hacia la pelirroja, hacia la
Weasley que andaba besando a Potter delante de todos? ¿Por qué?

–|– 

Llegó al camerino de quidditch y tomó el maletín de depor-


te, ni siquiera pensó en darse una ducha. Se sentía tan enojado y
avergonzado… ¿Por qué tenía que besarlo así delante de todos? So-
bre todo cuando él ya había sido honesto con ella, cuando ya le ha-
bía explicado que nada podría pasar entre ambos, cuando ella ya co-
nocía sus razones…
Lamentó haberle dado la capa de invisibilidad a Malfoy,
puesto que ahora tendría que caminar por los pasillos sin ningún ti-
po de camuflaje, apretó un poco más el agarre sobre su escoba y de-

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LIBRO II|El Último Año
[6] Gryffindor contra Slytherin: la jugada de Ginny

cidió que no estaba de humor para celebraciones, ni para siquiera


escucharlas desde su habitación tampoco, así que, con la escoba en
una mano, el maletín colgado al hombro, y la snitch aún aleteando
en la otra, y el uniforme mojado y sucio, caminó hacia el castillo,
pudo ver que aún sus compañeros no abandonaban el campo de
quidditch, y apresuró los pasos para no encontrarse con nadie.
Caminó hasta el tercer piso y llegó al cuadro de la Hermosa
Hada, susurró la contraseña y entró por el pasillo, esperaba que
Malfoy ya hubiera vuelto del partido, si no lo esperaría, después de
darse una ducha, claro.
En cuanto se acercó más a la habitación, sus pasos resonaron
con más fuerza, debido a sus botas y el mal humor que cargaba.
—¿Potter? —preguntó extrañado Malfoy aún sin verlo real-
mente.
—Hola —respondió Harry entrando por completo, encon-
trando a Malfoy sentado sobre la cama, tenía el cabello y las ropas
húmedas, así que supuso que sí había estado en el campo de quid-
ditch después de todo.
—¿Qué haces aquí?
—Pensaba en si es que me podías dejar usar tu baño para
tomar una ducha…
—¿Por qué no lo haces en el camerino, o junto a tu novia?
—escupió con irritación, se sintió sonrojar, y algo desconcertado
porque sus palabras habían sonado demasiado demandantes y re-
sentidas, desvió la mirada hacia otro punto que no fuera el rostro de
Potter, al menos hasta que dejara de sentir ese calor en el rostro.
—Pues… —Harry soltó el maletín y la escoba sobre el piso y
se cruzó de brazos, mirándolo confundido, pero se abstuvo de in-
tentar averiguar qué era lo que le pasaba a Malfoy ahora, el por qué
de su enfado, realmente él tampoco estaba de buen humor, y si
contestaba, lo único que conseguiría sería iniciar una pelea, y eso no

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

le apetecía, no con Malfoy al menos—. No me apetece estar allí


ahora… ¿Puedo? —preguntó señalando hacia la puerta del baño.
Draco asintió cruzándose de brazos también. Potter alzó la
mano y lanzó la snitch hacia Draco, que por reflejo la atrapó con
una mano; la pelotita dorada eleteando con vigor, recordó que había
pasado demasiado tiempo desde que había tenido una entre las ma-
nos.
—Juega con ella si quieres, no tardaré —dijo Harry tomando
el maletín nuevamente y metiéndose en el baño.
Draco suspiró cansadamente y se dejó caer sobre la cama una
vez más, soltó la snitch apenas un instante antes de volverla a tomar
entre los dedos, luego de un instante, volvió a repetirlo, dejándola
alejarse lo suficiente para poder tomarla sin tener que levantarse,
escuchaba el sonido de la ducha, y las dudas volvieron a su mente:
¿Por qué actuaba de esa manera? ¿Por qué?

–|– 

Harry se metió debajo del chorro de agua caliente y se quedó


quieto, sintiendo sus músculos relajarse poco a poco; se preguntó la
razón para que la voz de Malfoy sonara tan moleta… parecía hasta
celoso. Casi rio por lo absurdo de su conclusión, debía estar dema-
siado agotado como para pensar en cosas así, lo más probable fuera
que Malfoy estuviera enojado porque después de todo, Gryffindor
le había ganado a Slytherin.
Demoró bastante tiempo, el suficiente para dejar que la rabia
por la actitud de Ginny se alejara, no era justo, después de todo, ha-
cer pagar a Malfoy con su mal humor y rabia.
Cuando salió del baño, ya completamente calmado y vestido,
Malfoy aún seguía sobre la cama, lanzando la snitch al aire apenas
un instante para luego atraparla, se entretuvo mirándolo un mo-

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LIBRO II|El Último Año
[6] Gryffindor contra Slytherin: la jugada de Ginny

mento, el cabello rubio suelto, una pierna delgada doblada y la otra


extendida, los brazos y la blanca piel…
—¿Disfrutaste de tu baño? —preguntó Draco sin girarse a
mirar a Potter, aún confundido por sus propios sentimientos y reac-
ciones.
—Sí… gracias por prestarme el baño.
—Mientras lo devuelvas y no te lo lleves —replicó Draco
sentándose en la cama mientras Potter se acercaba a él.
—¿Quieres una rana de chocolate? —ofreció Harry y, con
toda la confianza que los últimos días junto a Malfoy le daban, se
sentó en la cama junto al rubio, que se movió un poco para darle si-
tio.
—¿Una rana de chocolate? —preguntó Draco algo descon-
fiado, de pronto recordó que no comía una tal vez desde hacía más
de un año—. ¡Rana de chocolate! —repitió con una sonrisa que a
Harry le pareció… ¿Adorable?
Harry levantó las cejas y asintió.
—Sí, tengo muchas… muchísimas. ¿Quieres?
—Ajá.
Harry se agachó para levantar su maletín, y de uno de los
bolsillos sacó una cajita con la imagen de una rana de chocolate en
el frente, la levantó hacia Malfoy, balanceándola de un lado a otro y
luego la puso entre ambos, la abrió y sacó una rana de chocolate,
aún envuelta en su envoltura plástica, y se la dio a Malfoy.
—Tu snitch —le dijo Draco devolviéndole la pelotita a Ha-
rry, pero éste negó con la cabeza.
—Quédatela —respondió Harry mientras ya abría su propio
empaque y extraía el chocolate.
—¿Qué? No, Potter, es tuya, la atrapaste…

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y el Fabricante de Pociones 1

—Sí, es mía —Harry mordió el chocolate con una expresión


tal de placer, que hizo que Draco se le quedara mirando embeleza-
do—, y se la regalo a quien quiera, y ese eres tú.
—¿No sería mejor que se la dieras a la Weasley? —picó Dra-
co luego de un instante, soltando la snitch para poder comer su
chocolate, la pequeña esferita dorada empezó a volar por la habita-
ción trazando círculos sobre sus cabezas.
—¿Por qué tendría que hacer eso? —preguntó Harry dejan-
do a un lado el cromo que venía en el chocolate (le había tocado
otra vez Ron), y sacando una nueva golosina
—Pues… es tu novia, a las novias les gusta que hagas eso,
que les regales cosas como la snitch que atrapaste —explicó Draco
sintiéndose hipócrita al darle recomendaciones de ese tipo. Levantó
el cromo hacia Harry para que lo pudiera ver, era uno de él y luego
lo dejó caer en la cama negando con la cabeza—. Merlín… a lo que
hemos llegado —bufó con tono afectado, Harry le sonrió también.
—Ya, no seas trágico, te pudo tocar el de Ron —dijo levan-
tando el cromo que él tenía, donde Ron sonreía hacia ellos.
—Cierto —aseguró Draco dando una mordida más a su cho-
colate.
—Cómo sea —continuó Harry sacando un par de dulces
más, y dejando uno junto a Malfoy—, la snitch es tuya.
—No, en serio, Weasley se enfadará si no se la devuelves —
«¡oh, genial, ahora aboga por ella!», pensó con fastidio.
—Ginny no es mi novia, Malfoy.
—Parecían novios en el campo de quidditch —explicó Draco
encogiéndose de hombros y feliz por que está vez le había tocado
Sacharissa Tugwood 13—. Genial, esta no la tenía antes… —después

13
Sacharissa Tugwood (1874 - 1966): Inventó la Poción Embellecedora. Descubrió las propieda-
des del pus de bubotubérculo que curan las espinillas. Sobre su lápida se puede leer: «Gracias a
Sacharissa Tugwood el mundo es un lugar más hermoso.» Fuente: El diccionario Org.

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LIBRO II|El Último Año
[6] Gryffindor contra Slytherin: la jugada de Ginny

recordó que ya no sabía dónde había ido a parar su gran colección


de cromos.
—¿En serio? —Harry se inclinó un poco más cerca de Mal-
foy para ver el cromo, sintiendo su agradable olor, realmente le gus-
taba sentir su olor—, yo en realidad ya no las colecciono…
—Yo tampoco, pero esta no la tenía en mi colección de antes
—murmuró Draco sintiendo subir un rubor sobre sus mejillas, le
sucedía cada vez que Potter se acercaba demasiado a él, y no encon-
traba la razón para aquello.
Harry se alejó nuevamente y por un momento, ambos per-
manecieron en silencio mientras comían.
—Potter, ¿te puedo preguntar algo?
—Claro.
—¿Por qué estás aquí?
—¿Quieres que me vaya?
—Yo no he dicho eso —se quejó Draco volteándose para en-
cararlo—, es que… no te quiero tirar flores pero, acabas de ganar
un partido y deberías estar en tu sala común, en la gran fiesta que
deben haber armado.
—No me apetece estar allí —respondió Harry arrugando la
nariz.
—Te has peleado con la Weasley, ¿es eso no? —insistió Draco
mientras alejaba un par de envolturas y se tendía completamente en
la cama, le sorprendió que a su lado, Potter lo imitara, tendiéndose
junto a él.
—Ella… —Harry cerró los ojos, se sentía tan agotado—, ella
y yo no somos novios, y se rehúsa a aceptarlo, no debió besarme en
el campo de quidditch.
—Vamos, ya han sido novios antes… ¿Por qué ahora te haces
el exquisito? —preguntó Draco obligándose a no mirarlo y tratando
de convencerse de que esa sonrisita en sus labios, y esa sensación

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

que tenía, no eran de alivio por la declaración de Potter, no, claro


que no, era por haber comido esos dulces que llevaba tiempo sin
probar, por el subidón de azúcar nada más...
—Es complicado… o no tanto en realidad —murmuró Ha-
rry, se giró un momento para ver el perfil de Malfoy, este instinti-
vamente se giró para verlo también, sus miradas se conectaron por
un instante, y Harry estuvo muy cerca de estirar la mano para acari-
ciar la mejilla y probar si en verdad esa piel era tan aterciopelada
como parecía, pero se obligó a detenerse—. Ella no me gusta, no de
la forma que yo le gusto —completó finalmente mirando hacia el
techo en lugar de al rostro de Draco.
—Oh —«auch, eso dolió ¿Por qué dolió?», se preguntó Dra-
co mientras entendía la respuesta de Potter—. Entonces te gusta al-
guien más…
Ante el silencio de Potter, Draco continuó:
—Pero no estás saliendo con nadie más… entonces ella no te
hace caso… ¿es eso? No creo que sea muy difícil para ti conquistar
a ninguna chica, solo dile que eres Harry Potter y que puedes matar
magos tenebrosos, seguro que eso la convence.
Harry sonrió suavemente, sabía que tal vez era el momento
oportuno para decirle que era en realidad gay, y que ninguna chica
le gustaba de ese modo, era la ocasión para hablar con Malfoy del
tema, para saber más acerca de la homosexualidad en el mundo má-
gico, para hacer que Malfoy también se confesara ante él, pero por
alguna extraña razón, se quedó en silencio.
—Fue una broma —comentó Draco luego de que Potter se
quedó en silencio por mucho más rato—; me refiero a lo de «dile
que eres Harry Potter y puedes matar magos tenebrosos».
—Lo sé, me causó gracia, es sólo que… eh, ¿Malfoy?
—¿Sí?
—No me gusta ninguna otra chica, en serio.

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LIBRO II|El Último Año
[6] Gryffindor contra Slytherin: la jugada de Ginny

—Ah… —Draco quedó desconcertado.


—¿Te molesta si yo…? —Harry bostezó muy a su pesar, so-
noramente.
—Ya, o sea que te aburro.
—No seas idiota.
—No lo soy, ese eres tú.
—Vaya, ¿en serio? Pues si hablas con un idiota, eres un idio-
ta.
—Eso es ridículo, hablo contigo porque no me queda de
otra.
—Sí, claro —se rindió Harry, se sentía demasiado agotado
para continuar una de sus famosas discusiones-no-discusiones, esas
que solían tener algunas veces para no perder la costumbre—… es
que he jugado un partido de quidditch, ¿sabes? Oh… y además ga-
né.
—Que engreído —bufó Draco aunque en broma.
—Y tengo sueño.
—Duerme un poco, prometo no dejar que ninguna de tus
admiradoras, especialmente la Weasley, entre a querer abusar de ti.
—Ja, ja, a veces hasta eres cómico —replicó Harry girándose
un poco para buscar una posición mas cómoda.
—Son mis dones naturales.
—Ya quisieras…

–|– 

Había inclinado la cabeza hacia un lado mientras esa lengua recorría


lentamente su garganta, estaba a punto de gritar que lo mordiera, que se apre-
surara, porque el ritmo que imponía era bastante lento y él estaba desesperado,
una mano se posó sobre su pecho desnudo, acariciando hasta llegar a su
miembro, acariciándolo con la misma lentitud que esa lengua en el cuello.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Mmm —gimió con fuerza mientras levantaba las caderas para ob-
tener más contacto, sintió el peso del otro chico sobre su cuerpo, sus pieles des-
nudas rozando, esa lengua fue reemplazada por unos dientes que mordis-
quearon con fuerza su cuello—. Oh… demonios sí —sus manos se apresura-
ron a acariciar la espalda, bajar hasta las redondas y firmes nalgas, sus miem-
bros erectos presionándose…
—¿Así te gusta? —murmuró una voz ronca y sensual en su oído. En
ese momento se dio cuenta de que tenía los ojos cerrados, cuando los abrió, se
encontró con esa mirada gris, los labios rojos, la piel pálida.
—Draco… —masculló, la mano del rubio aceleró sus caricias sobre
su miembro y no pudo evitar arquearse.
—Sí —siseó la voz de Draco sobre su oído—, es así como te gusta —
y entonces no pudo soportar más por las caricias que Malfoy le daba, se corrió
con un ronco gemido, apretando los ojos con fuerza mientras sentía todos sus
músculos temblar.

Y entonces se dio cuenta, estaba en su cama, en los dormito-


rios de Gryffindor, solo, y sin Malfoy, y había tenido un sueño de
aquellos que tenía recurrentemente con el rubio, y había liberado
su orgasmo sobre las sábanas.
Sintió sus mejillas arder y no quiso abrir las cortinas para ver
si alguien se había despertado con el ruido, tomó la varita y limpió
las sábanas y su pantalón de pijama, y después se puso la almohada
sobre la cabeza, realmente se sentía demasiado avergonzado por es-
tar teniendo esos sueños, cada vez más seguidos, cada vez más ca-
lientes… Cada vez despertaba más desconcertado y sintiéndose
culpable, después de los últimos días que habían pasado juntos,
sentía que de alguna manera se estaban haciendo amigos, y uno no
debía soñar con los amigos de ese modo … Estaba mal, debía dete-
nerse, sabía que Malfoy le gustaba un poco, sólo un poquito, pero
porque era atractivo, y porque era gay, y gracioso, porque lo trataba

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LIBRO II|El Último Año
[6] Gryffindor contra Slytherin: la jugada de Ginny

de manera diferente a sus demás compañeros, pero eso no quería


decir que tenía que tener sueños de ese tipo con él, era como si so-
ñara con Hermione. La sola idea le pareció hasta cierto punto im-
posible. Suspiró profundamente y apartó la almohada del rostro, se
giró completamente y trató de seguir durmiendo, aunque ya faltaba
poco tiempo para que amaneciera.

–|– 

La mañana del domingo, Draco no bajó a desayunar, aún le


quedaban dulces de la visita de Potter del día anterior y no se le ape-
tecía salir, aunque le hubiera gustado ver la cara de sus compañeros
de casa.
Durante la semana se la habían pasado diciendo cuánto le
ganarían a Potter, y ahora seguramente debían estar furiosos. Mejor
era no acercarse a ellos.
Dando una mordida a la rana de chocolate tomó un libro de
Aritmancia y se dejó caer sobre la cama para leer, el día apenas em-
pezaba, más tarde pensaba escribirle a su madre y preguntarle sobre
su salud y si estaba bien con todo lo demás, un par de días antes,
ella le había escrito diciendo que se encontraba un poco resfriada,
pero que seguía tomando las pociones que le había dejado y que le
estaban sentando muy bien.
Acomodó un grupo de almohadas contra el cabecero de la
cama y se dejó caer entre ellas, abriendo el libro y concentrándose
en la lectura. No habían pasado más de veinte minutos cuando es-
cuchó los pasos de alguien en el corredor. Levantó la vista para ver a
Potter.
—Esta no es una sala común, Potter —dijo un tanto extraña-
do por la presencia del chico y dejando el libro a un lado.

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Zafy|HARRY POTTER
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—Ya, Malfoy, ¿cuándo dejarás de fingir que te molesta mi


presencia? —replicó Harry caminando hacia la cama, cargaba con
una mochila y tenía esa mirada que Draco ya había aprendido a co-
nocer en tan poco tiempo, esa mirada de que algo le molestaba o
afectaba, y mucho.
—¿Quién dice que finjo? —respondió a pesar de todo mien-
tras se movía un poco, hacia un lado, para hacerle espacio en su ca-
ma.
—Mmm —Harry se sentó y abrió la mochila, sacó un par de
libros y El Profeta—, yo lo digo, creo que estoy en capacidad de de-
cir que te conozco, Malfoy —le dio una evaluadora mirada a Mal-
foy, se veía algo azorado por esa afirmación, y eso hacía que de al-
guna manera inexplicable, luciera mejor.
—Sólo no lo andes presumiendo —contestó Draco tomando
uno de los libros que Harry había sacado, y entonces Harry soltó
una carcajada que le pareció de lo más simpática.
—Bien, al menos eres capaz de hacer que ría —dijo luego de
un momento y pasándole la copia de El Profeta a Draco, que lo mi-
ró extrañado.
—Sí, creo que ahora que me he convertido en tu bufón per-
sonal, puedo morir en paz —murmuró arqueando una ceja ante el
titular de El Profeta—. Vaya…
—Sí, vaya —replicó Harry con un libro abierto pero sin leer
realmente su contenido.
Draco no contestó nada más, solo se dedicó a leer la portada:

“HARRY POTTER GANA EL PRIMER PARTIDO DE LA


TEMPORADA EN HOGWARTS Y LO CELEBRA CON SU NOVIA”

El día de ayer en la mañana se jugó el primer partido de


quidditch en el re abierto Colegio Hogwarts de Magia y Hechice-

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LIBRO II|El Último Año
[6] Gryffindor contra Slytherin: la jugada de Ginny

ría, el primer encuentro tuvo como rivales a las dos casas más
competitivas: Slytherin y Gryffindor, dando como resultado la
primera victoria para la casa de los Leones.
Según nuestros enviados, el partido fue sumamente emo-
cionante, y tuvieron a los espectadores al borde del asiento du-
rante todo el tiempo, sobre todo con las jugadas de Potter, quien
definitivamente se llevó el partido, haciéndose con la snitch a los
setenta minutos de juego.
El marcador final fue Gryffindor 230 y Slytherin 80; Pot-
ter junto con sus demás compañeros celebraron la victoria muy
emocionados, en una clara muestra de que el mundo mágico está
caminando correctamente otra vez.
El equipo de quidditch de Gryffindor también tiene como
integrante a la señorita Ginebra Weasley, quien todos saben, es la
novia oficial de Potter, incluso se dice que el muchacho es tan
aceptado por la familia de ella que no les importa que el chico
pase el verano y las vacaciones con ellos. Más de uno ve esa firme
relación como parte de la fuerza que tuvo el muchacho para ven-
cer a Tom Riddle y para lograr mantenerse en pie durante el
tiempo que vivió perseguido.
Sin dudas es una bella historia de amor que los demás
compañeros de la escuela pueden ver y compartir, varios compa-
ñeros nos han dicho lo bien que se ven uno junto al otro, cami-
nando por los pasillos tomados de la mano o estudiando en la bi-
blioteca. Incluso nos cuentan que después del partido, en las ce-
lebraciones de victoria sobre el campo de quidditch, ambos
compartieron un romántico beso y que el buscador estrella le re-
galó en prueba de su amor la snitch que había atrapado.”

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

En ese punto Draco elevó la vista hacia el techo, donde la pe-


lotita seguía dando vueltas, encantada para no bajar demasiado ni
salir de la habitación, giró hacia Harry que tenía una mueca total de
fastidio y continuó leyendo, solo le faltaba un párrafo después de
todo, si había aguantado leyendo todo lo anterior, que más daba
ahora.

“Hay algunos rumores que dicen que ambos están espe-


rando a acabar la escuela para poder hacer mucho más oficial su
unión; sí mis queridos lectores, precisamente lo que creen, al pa-
recer, ambos tienen planes de casarse muy pronto, aunque no es
muy seguro si la fecha será antes o después de que Potter curse
los estudios como Auror; al parecer está optando por la carrera y
esa es la razón por la cual volvió a la escuela, aunque también pa-
ra estar junto a su novia.
Los mantendremos al tanto de la vida de nuestro “Gran
Héroe", el cual todos sabemos, merece ser mucho más que feliz.

Dasha Ogden

—Vaya… ¿Me dejarás asistir a la boda? —preguntó con algo


de diversión, seguro que ayer aquel artículo no le habría hecho gra-
cia, pero Potter había argumentado que no le gustaba la comadreja
junior, y ninguna chica, y eso no paraba de reconfortarlo, aunque
no entendía muy bien la razón.
—No molestes.
—Oh, pero no te enfades —replicó Draco dejando caer el
diario al suelo—. No es tan grave, toda la escuela los vio besarse, es
lógico que crean esas cosas, pronto se olvidarán.

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LIBRO II|El Último Año
[6] Gryffindor contra Slytherin: la jugada de Ginny

—No me gusta que hablen de mí así, y además… ¡Ella no


tenía por qué besarme! ¿Cómo se enteraron de esto de todos mo-
dos?
—Pues… —Draco desvió la mirada recordando su época con
Rita Skeeter y lo fácil que había sido darle información errada sobre
Potter, había sido divertido en cierta forma.
—Ya… sólo fue una pregunta retórica —replicó Harry con
más calma hacia Draco que lo miraba demasiado abatido.
—Me sorprende que sepas el significado de retórico.
—Y a mí que realmente te plantees el responder a una de mis
preguntas, después de todo, siempre te niegas.
—En realidad, no pensaba responderte.
—Oh, es bueno saber que no pierdes la costumbre.
—Solo me preguntaba quién era esa tal Dasha Ogden, y si
había forma de ponerse en contacto con alguien dentro del colegio
para que le proporcione la información tan rápidamente, conside-
rando que el partido fue ayer…
—Oh, supongo que alguien pudo escribirle, ¿crees que de-
bería preguntarle?
—No tiene porque contestar… —Draco abrió su libro de
Aritmancia una vez más, y buscó la página donde se había queda-
do—, de todas maneras, ya está publicado y no hay mucho que
puedas hacer al respecto, supongo que con el tiempo o cuando em-
pieces a salir con otra chica, ellos se darán cuenta de que no eres ya
su novio.
Harry abrió la boca para replicar, viendo nuevamente la
oportunidad de decirle que no saldría con chicas nunca, de decirle
lo que era, pero luego la cerró de nuevo, desconocía de donde venía
tanta cobardía e inseguridad, no era normal en él.
—¿Qué? —preguntó Draco girando para verlo, Harry pare-
cía aún preocupado.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Eh… Transformaciones —dijo levantando el libro—, hay


algo que no comprendo en este concepto de dejar salir la magia del
objeto…
—Ah… —Draco suspiró, y por alguna razón creyó que se es-
taba perdiendo de algo, aunque no estaba seguro el qué—. De
acuerdo, saca la varita y te explico.

–|– 

Cuando Harry volvió a la Sala Común de Gryffindor, ya ha-


bía pasado la hora de la cena, en cuanto entró varios de sus compa-
ñeros le dieron miradas extrañadas y curiosas, él trató de evitarlas
todas y subió directo hasta su habitación, vagamente pensó que se
estaba volviendo cada vez más solitario y ermitaño, pero no le im-
portó mucho; mientras se metía en la ducha y se preparaba para
dormir, aunque era temprano, tenía planeado leer un poco hasta
que por fin el sueño lo venciera.
—¿Estás muy enfadado? —preguntó Hermione entrando a la
habitación. Harry había estado tan concentrado en su libro de
DCAO que ni siquiera la había sentido entrar.
—No.
—Por lo de El Profeta. Leí el artículo…
—También yo, y creo que el resto de la comunidad mágica
—replicó Harry dejando el libro a un lado y encarando a su amiga.
—Lo lamento.
—¿Por qué?
—Porque sé que te ha enfadado que Ginny te besara en el
campo, por eso no llegaste a la celebración, y ahora esto… parece
que al final, nunca te dejaran tranquilo.

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LIBRO II|El Último Año
[6] Gryffindor contra Slytherin: la jugada de Ginny

—No, nunca lo harán, pero no lo lamentes, después de todo,


tendré que aprender a que las cosas en ese aspecto no cambiarán, o
no rápidamente al menos.
—Investigué a Dasha Ogden, a la que escribió el artículo —
explicó Hermione.
—Ah.
—Es una reportera nueva, recién salió de Hogwarts hace dos
años; Ravenclaw, hizo sus estudios en Alemania y ha estado allí du-
rante la guerra, es la nueva adquisición de El Profeta, reemplazará a
Rita, parece que se perfila como la nueva levantadora de escándalos
del medio.
—¿Es animaga? ¿Cómo pudo obtener toda esa información?
Debió estar aquí durante el partido.
—No necesariamente, cualquiera pudo escribirle para con-
tarle…
—¿Cualquiera? —suspiró Harry—. ¿Sabes? No me importa
mucho, en verdad, eso solo fue la gota que derramó el vaso.
—También lamento lo de Ginny, ella está muy apenada, pen-
só que tal vez así te recuperaría, que de esa forma te darías cuenta
de que… ya sabes.
Harry rio displicentemente.
—Ya… que «así» me daría cuenta que no me gustan los chi-
cos y sí las chicas.
—Pues…
—Es ridículo, en serio que lo es.
—Ella aún está enamorada de ti, Harry —reprochó Hermio-
ne—, y está muy dolida, se siente de alguna manera traicionada, te
estuvo esperando durante meses.
—Lo sé, y no creas que no me siento mal por eso, pero no
puedo soportar que siga haciéndolo.
—¿Qué quieres decir?

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—La sacaré del equipo, mientras más lejos me mantenga de


ella, será mejor, no quiero más escenas.
—¡Pero, Harry!
—No, escucha, tú sabes que esto es difícil, que aún no he
admitido más que a ustedes que soy gay, y supongo que tarde o
temprano, el resto del mundo se tendrá que enterar… no me im-
porta mucho su opinión realmente, pero no estoy listo para enfren-
tarlo, aún no, y no quiero que Ginny me siga empujando a hacerlo.
—Ella no te está empujando a hacerlo.
—El diario dijo que somos novios, que nos casaremos.
¿Cómo crees que se vería que luego digan que no me casaré con
ella porque soy gay?
—Pensé que no te importaba lo que los demás pensaban.
—Me refería a los señores Weasley, a Andrómeda, a Tedy, a
ellos, no a todos los demás, sino a la gente que de verdad me im-
porta.
Hermione suspiró y miró hacia el otro lado, parecía dudar
un poco, y sus manos jugaban con el borde del cobertor
—¿Hay algo más?
—Sí… —Hermione tomó una bocanada de aire y luego miró
a Harry—. ¿Estás…? Cielos, esto es tan difícil a veces ¿estás viendo
a alguien ahora?
—¿Viendo a alguien?
—Ya sabes, como con Fabio, ¿estás con alguien ahora?
Por un instante la imagen de Malfoy se coló, pero la apartó
rápidamente, sentir algún tipo de identificación no era lo mismo
que salir con alguien.
—No, nadie ¿Por qué la pregunta?
—Porque nunca estás cerca… y te desapareces.
—Porque no soporto estar aquí, me desespera ver a todos al-
rededor, queriendo ahora ser amigos míos, y no puedes negar que

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LIBRO II|El Último Año
[6] Gryffindor contra Slytherin: la jugada de Ginny

no tengo razones de sobra para estar enojado con Ginny, prefiero


no acercarme y evitar una pelea. Ron con las justas me habla desde
que le dije la verdad… ahora está más enfadado por lo que pasó en
el campo de quidditch.
—Creo que él aún no se acostumbra…
—Ya, necesita más tiempo —replicó Harry con impaciencia.
—Harry…
—No, Hermione, no, simplemente no me pidas que perma-
nezca aquí si es que Ron y Ginny van a portarse así.
Hermione se quedó en silencio, sin mucho más que decir, y
Harry lo agradeció, no quería enfadarse con ella también.

–|– 

La noticia de que Harry Potter y Ginny Weasley andaban de


novios y que probablemente pronto se casarían, se extendió por to-
do el castillo, era el rumor de moda, algunos a favor, muchos en
contra, pero todos hablaban de eso. Draco, que por lo general no
tenía mucha llegada de aquellos chismes, ya que nadie le hablaba,
escuchó más de una vez los comentarios de sus compañeros.
Internamente sonreía, porque sabía que todo aquello era
mentira. Potter se lo había dicho, que no era novio de ella, que no
le gustaba siquiera, ni ella ni ninguna otra, por ahora.
Su mirada se desvió hacia Potter, estaba sentado delante, jun-
to a Granger y la comadreja, su espalda estaba rígida y no parecía
nada contento; recordó haber visto vagamente un artículo en El
Profeta esa mañana sobre cuáles serían los lugares ideales para Ha-
rry y Ginny para ir de luna de miel.
Potter estaba hastiado de toda esa situación, se lo decía cada
vez que llegaba a su habitación, seguía llegando sin avisar y con una
excusa diferente, pero Draco ya no lo recibía con fastidio o desgana,

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

después de aquella conversación que habían tenido una semana an-


tes, pareciera como si ambos hubieran hecho las paces al fin. No
habían vuelto a hablar del tema, ni de la guerra, ni del Lord, o de
sus padres, y en el fondo lo agradecía, mientras más rápido olvidara
toda aquella época sería mejor. Por el momento se dedicaban a ju-
gar snap explosivos, practicar hechizos o hacer tareas, Draco tenía la
sensación de que Potter quería pasar el menor tiempo posible en su
sala común, y que había encontrado su habitación como una espe-
cie de refugio.
El movimiento de la comadreja junior, que estaba sentada
detrás de Potter, llamó su atención, notó cómo se inclinaba lo justo
para lanzar un pergamino arrugado. Levantó una ceja con algo de
fastidio y se recordó que por mucho que hubieran hecho las paces,
él no tenía ningún derecho a preocuparse por lo que hacía Potter o
con quien hablaba, pero algo en esa chica le inspiraba tanta descon-
fianza que no podía evitarlo.
Flitwick levantó un poco más la voz, capturando su atención
mientras agitaba la varita delante de todos para explicarles un nuevo
movimiento. Se recordó que debía prestar atención si quería apro-
bar la materia y trató de no mirar más a Potter durante el resto de la
clase.

–|– 

¿Podemos hablar?
Solo eso decía la nota, y Harry negó con la cabeza mientras
movía la varita y hacía desaparecer el trozo de pergamino, escuchó
un pequeño bufido de parte de Ron, pero no se sintió afectado. Ron
aún estaba enfadado con él, la mayoría del equipo lo estaba, pero
realmente no le importaba, ya no. Estaban a sólo un par de meses
461
LIBRO II|El Último Año
[6] Gryffindor contra Slytherin: la jugada de Ginny

de haber iniciado la escuela y ya sentía ganas de largarse. Finalmente


había sacado a Ginny del equipo, argumentando comportamiento
inadecuado.
Recordaba la tarde en que había hablado con ella al respecto,
había habido gritos, lágrimas e incluso amenazas, pero no se dejó
amedrentar, lo cierto era que esperaba ganar la copa de quidditch,
ya que este era su último año, y no veía a Ginny como una opción
viable para lograrlo, no si la chica actuaba en el equipo de acuerdo a
su estado de humor, tratando de vengarse por su falta de atención
saboteando los entrenamientos, y mucho menos quería que lo besa-
ra delante de toda la escuela, si es que ganaban el siguiente partido.
Otra de las cosas que le enfadaba era que Ginny no había he-
cho nada para desmentir su noviazgo casi compromiso, simplemen-
te sonreía y dejaba que la gente lo siguiera creyendo, él por su parte,
estaba harto de tener que esquivar felicitaciones y muestras de afec-
to por decidirse a dar tan importante paso. Sólo le había dicho a
Dean, Seamus y Neville que aquello no era cierto, y sólo para que
lo dejaran en paz (Dean trataba de convencerlo de que casarse tan
pronto no era adecuado).
En esos momentos, cuando todos estaban demasiado pesados
con el tema, le daban ganas de gritar que nunca se casaría y mucho
menos con una mujer, pero se aguantaba las ganas, después de todo,
no estaba listo aún para afrontarlo. Se preguntó si realmente algún
día estaría listo. Hermione le había conseguido un libro bastante in-
teresante acerca de costumbres y creencias que mencionaba que no
había homosexuales en el mundo mágico, que se trataba de una en-
fermedad muggle y que los pocos magos y/o brujas que lo habían
padecido, habían terminado viviendo como muggles. Que la en-
fermedad era incurable. Harry había reído bastante con eso último.
Pese a que Hermione fruncía el ceño, ella había dicho que tal vez
era momento que la comunidad mágica diese un paso hacia delante

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

y aceptase algunos cambios. La mirada que Hermione tenía en sus


ojos aquella tarde, le había hecho rememorar la misma mirada que
tenía cuando hablaba de la P.E.D.D.O. 14, sintió un escalofrío de pa-
vor imaginando a su amiga hablando por los derechos de los gays en
el mundo mágico.

–|– 

Al finalizar la semana Draco tenía que ir nuevamente al Mi-


nisterio, a que hicieran la comprobación de varita y las estúpidas
preguntas de rutina que a los aurores les encantaba hacer. «¿Has
amenazado a alguien durante estos días? ¿Tienes contacto con algún
otro mortífago? ¿Algún plan para dominar la comunidad mágica?»
Al menos agradeció que esta vez le tocara un viernes, tenía
toda la tarde libre y no se perdería ninguna clase. Además, sabía que
Potter tenía entrenamiento en la tarde así que no se aparecería por
allí, no le había querido contar acerca de la revisión, se sentía dema-
siado avergonzado para hacerlo.
Durante esas dos semanas había tenido un par de encuentros
más, con Ravenclaw y Hufflepuff, nada grave, nada más que un par
de moratones y una túnica rota, pero Potter insistía en que le dijera
quienes eran los que le estaban torturando. Draco se negaba rotun-
damente a delatar, argumentaba que no necesitaba protección ni a
nadie que lo defendiera, en aquellas ocasiones casi siempre termi-
naban medios peleados, pero por alguna razón, Potter no se iba, y él
no continuaba la discusión, para finalmente actuar como si nada
hubiera pasado.
El lunes siguiente empezarían los exámenes y después podría
finalmente ir a casa a ver a su madre, le esperaban veinte días de va-

14
Para referencia, P.E.D.D.O.: Plataforma Élfica de Defensa de los Derechos Obreros. Fundada
por Hermione Granger.

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LIBRO II|El Último Año
[6] Gryffindor contra Slytherin: la jugada de Ginny

caciones que ya estaba saboreando, entusiasmado con poder salir de


ese sitio y con poder constatar con sus propios ojos si su madre se
encontraba realmente bien.
No quería ser presuntuoso, pero realmente los exámenes no
le preocupaban tanto, después de todo, sólo se la pasaba estudiando,
aunque había prometido ayudar a Potter con eso también.
Cerca de las cuatro de la tarde, caminó hacia el despacho de
la directora, para usar la chimenea e ir al Ministerio, está vez llevaba
la mochila, con un par de libros, no dejaría que le hicieran desper-
diciar quién sabía cuantas horas de estudio mientras los tontos au-
rores se tomaban «su tiempo» para entrevistarlo.
—¿Qué lleva en la mochila, señor Malfoy? —preguntó la
profesora McGonagall en cuanto lo vio entrar al despacho. Draco
estuvo muy tentado a decir «una bomba», como la que habían estu-
diado en la clase de Estudios Muggles, pero se contuvo.
—Un par de libros, profesora —dijo extendiendo la mochila
hacia la directora—. En la sala de espera realmente me aburro, y
pienso que puedo aprovechar el tiempo.
La profesora McGonagall levantó una ceja, un poco incrédu-
la antes de negar con la cabeza.
—Espero que esta vez no demoren tanto, estaré esperando
aquí para cuando vuelva.
—Sí, gracias —dijo mientras tomaba un puñado de polvos
flú, pero en el último momento se contuvo y giró para ver a la mu-
jer—. ¿Profesora?
—¿Sí?
—¿Han llegado más amenazas?
La profesora parecía reticente a querer dar una respuesta.
Draco le dio una mirada penetrante y finalmente soltó un suspiro.
—Me temo que sí, señor Malfoy, pero no es nada por qué
preocuparse, usted está seguro aquí.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿No hay manera de que me dejen verlas?


—Las tienen los aurores, creo que debería preguntarle a
ellos.
—Claro… Gracias —murmuró fastidiado, antes conseguiría
besar primero a un auror que conseguir que le dieran alguna in-
formación. Resignado, tiró los polvos flú en la chimenea y dijo:
—Al Ministerio de Magia, Sección veintisiete D.

–|– 

—Si tú no estás dispuesto a ganar la copa, deberías decírme-


lo, así buscó a alguien que si lo esté —gruñó Harry, al final del en-
trenamiento; sólo se habían quedado ellos dos en las duchas, cuan-
do Harry había salido envuelto en una toalla para cambiarse, Ron lo
esperaba ya completamente vestido en una de las bancas.
—Y justamente por eso, Ginny es muy buena cazadora, estoy
seguro que ganaríamos…
—Dolores de cabeza —interrumpió Harry—, eso es lo que
he ganado hasta ahora, sólo dolores de cabeza y preocupaciones.
—Estás siendo egoísta, solamente porque no la toleras…
—Porque es indisciplinada, desafiante y no me gusta su acti-
tud, y sí, estoy siendo egoísta, sacando a un miembro del equipo
por la tranquilidad del resto.
—Por «TÚ» tranquilidad —acusó Ron poniéndose de pie
mientras Harry se terminaba de poner las botas.
—Si es lo que crees, ¿para qué intento convencerte?
—Estás actuando irracionalmente, actúas cómo si lo que
Ginny sintiera estuviera mal o te ofendiera, es decir, tú tienes la
culpa de esto, fueron novios, ella estuvo siempre enamorada de ti y
ahora que supuestamente ya pueden estar juntos, no haces más que
tratarla de la peor manera.

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LIBRO II|El Último Año
[6] Gryffindor contra Slytherin: la jugada de Ginny

—No te metas, será tu hermana, y te entiendo, si actuaras


como un cabrón con Hermione también estaría enfadado, pero este
no es tu asunto, es entre Ginny y yo, y ella es la única responsable
de que yo actúe y la trate como lo hago.
—Claro —gritó Ron levantando la maleta de deporte—. Es
fácil para ti, tan simple, te levantas una mañana y dices «Ahora me
apetece ser gay, mandemos al diablo todo lo demás».
—No seas ridículo, Ron, y no ofendas.
—Vete a la mierda —replicó Ron saliendo del vestidor y de-
jándolo solo.

–|– 

No se había equivocado al imaginar que los aurores lo ten-


drían esperando par varias horas antes de llamarlo a la entrevista, ya
pasaban de las nueve de la noche cuando finalmente aquel auror
que él recordaba muy bien, porque había sido el primero que lo ha-
bía molestado durante su servicio en San Mungo, lo había llamado.
La entrevista fue igual de insoportable que la vez anterior, lo
único que lo consolaba era que al menos no lo volverían a fastidiar
hasta dentro de un mes, aunque claro, después de todo, tan sólo
eran treinta días, muy poco tiempo.
Cuando volvió al colegio ya eran las diez de la noche, y la di-
rectora aún seguía trabajando en algunos pergaminos con las antor-
chas a media luz.
—Veo que tenía razón en cuanto a los libros —le dijo a mo-
do de saludo mientras levantaba la vista hacia el chico.
—Al menos pude estudiar —dijo con voz cansada.
—Señor Malfoy, el profesor Monroe me ha contado acerca
de su ayuda durante la elaboración de pociones.
—Sí…

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Me alegra que haya encontrado algún tipo de actividad ex-


tra curricular en la escuela, estaba preocupada porque se la pasaba
encerrado en su habitación.
—Estaba estudiando.
—Me lo imagino por sus notas, aunque solamente han pasa-
do un par de meses se perfila como uno de los mejores estudiantes,
debo felicitarlo por eso.
—Gracias.
—Y también por el control que parece tener frente a los eh…
al mal accionar de algunos de sus compañeros, he escuchado que
aún lo insultan en los pasillos y que pese a eso, usted no ha atacado
ni caído en el juego de ninguno de ellos.
—No tiene sentido que lo haga, ¿verdad? —respondió espe-
rando que no dijera nada de ataques físicos o algo similar.
—Es muy cierto —suspiró la profesora McGonagall—, sé
que está es una situación muy difícil, y qué es mucho pedir para al-
guien que tan sólo tenga paciencia, pero es lo que le debo pedir, las
heridas de guerra aún están muy frescas y algunas personas todavía
no olvidan.
—Lo entiendo.
—Bien, buenas noches, señor Malfoy, si el señor Filch lo en-
cuentra en el pasillo dígale que tiene mi autorización para estar a
deshora, fuera de su habitación.
—Gracias, hasta luego, profesora.

–|– 

Harry dio una vuelta más en la cama, mirando hacia el techo,


donde la snitch revoloteaba con fuerza, aún bajo el encantamiento
para que no escapara ni descendiera mucho, estaba demasiado in-
tranquilo, por un momento había pensado en ir a buscar a la direc-

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LIBRO II|El Último Año
[6] Gryffindor contra Slytherin: la jugada de Ginny

tora e informarle de la desaparición de Malfoy, pero se le ocurrió


que tal vez Malfoy habría escapado de los límites del colegio por su
propio pie, y que alertar a los demás sería como acusarlo, pero ya
eran más de las diez de la noche y el toque de queda había pasado, y
Malfoy no aparecía.
«¿Será que le ha pasado algo?»
Había estado mirando durante mucho tiempo su mapa del
merodeador, cerciorándose que no apareciera por la sala común de
Slytherin o la enfermería.
Cerró los ojos y suspiró nuevamente, tratando de alejar de su
mente los malos pensamientos, cuando escuchó esa voz, arrastran-
do ligeramente las palabras, como en los viejos tiempos.
—Potter, esta es mi habitación, tú tienes la propia. ¿Por qué
no vas allí?
—¡Malfoy! —gritó Harry sentándose completamente y mi-
rando resentido al rubio que dejaba caer la mochila al piso y lo mi-
raba impasiblemente—. ¿Dónde estabas?
—Por allí.
—No, no es cierto, no estabas en la escuela, te busqué y no
te encontré.
—Potter, espero que tras siete años hayas descubierto que la
escuela es lo suficientemente grande como para que no puedas re-
gistrarla toda tú solito —replicó Draco con cansancio desprendién-
dose de la túnica y sentándose en la cama, dándole la espalda a Ha-
rry.
—Sí, sí puedo registrarla yo solo, y tú no estabas aquí…
—¿Tú puedes qué?
—Mira, te propongo un trato, si tú me dices dónde estabas,
yo te enseño cómo puedo ver toda la escuela.
—No es negociable, Potter.

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Zafy|HARRY POTTER
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—Al menos dime si te pasó algo —pidió un tanto decepcio-


nado, creyendo que el tentar a Malfoy haría que le revelara su para-
dero.
Draco se pasó una mano por el cabello, algo nervioso y sus-
piró.
—¿Te han dicho alguna vez que eres demasiado curioso?
—Muchas veces —replicó con una sonrisa.
Draco suspiró nuevamente y se dejó caer en la cama, real-
mente sí se sentía agotado; a su lado, Harry lo imitó. Draco pensó
que el estar tendido en una cama junto a Potter era algo que se les
estaba haciendo costumbre.
—Entonces… ¿Me lo dirás?
—Puede… Veamos qué ofreces —dijo girándose para mirar a
Potter, no se había dado cuenta que estaban tan cerca, y por un
momento, la mirada verde de Potter tan lindante de él, lo dejó sin
aliento, se giró nuevamente mirando hacia el techo, tratando de no
sonrojarse.
—Ya te dije, decirte cómo ver la escuela por completo y te
doy un dato más, sin moverme de aquí.
—Eso es imposible.
—Pruébalo.
Draco arrugó la nariz y suspiró.
—Bien, no es un gran secreto ni nada del otro mundo, y si
estuvieras un poco más al tanto del mundo que rescataste, lo sa-
brías, eres pésimo haciendo tratos… —entonces Draco le explicó
acerca de las visitas periódicas a la oficina de aurores, específica-
mente al área de control de exonerados.
—¿Pero por qué te demoraste tanto? —preguntó Harry aún
algo confundido, seguramente que Hermione le había explicado esa
parte de la condena pero no lo recordaba—. Estuve aquí desde las
siete.

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LIBRO II|El Último Año
[6] Gryffindor contra Slytherin: la jugada de Ginny

—Tenían muchas preguntas.


—¿Qué tipo de preguntas?
Draco soltó una carcajada amarga, una que Harry no le había
escuchado nunca, y qué le pareció de alguna manera… dolorosa.
—Todo lo qué te puedas imaginar, y hasta lo qué no.
—No entiendo…
—No es novedad —suspiró Draco, Harry le dio un pequeño
codazo que Draco ignoró—. Hacen preguntas estúpidas como: qué
cené, si hablo con mortífagos, si mi madre me escribe, si estudio, si
me bañé, si… no sé, cualquier cosa tonta y sosa que se te pueda
ocurrir.
—No es justo.
—Ya te dije que la vida no es justa, además no importa.
—Sí que importa, no hay ningún derecho de que te tengan
tantas horas escuchando sus tontas preguntas irrelevantes.
—Serás auror, Potter, en unos años más, posiblemente tú es-
tarás sentado allí haciendo esas mismas irrelevantes preguntas.
—No, no será así, si tengo que estar allí, no haré que la gente
pierda su tiempo.
—¿Y si te lo ordenan?
—No lo haré.
—Potter, si eres auror tienes que hacer lo que ellos te pidan.
—Entonces renunciaré.
Draco apretó los labios, tragándose sus reproches y desvió la
mirada hacia la alfombra. Potter se había cruzado de brazos en acti-
tud porfiada.
—Te toca —dijo luego de un momento, Potter le devolvió
una mirada confusa y Draco suspiró exasperado—, teníamos un tra-
to ¿recuerdas?

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Oh, cierto —recordó Harry sacando el arrugado perga-


mino de uno de sus bolsillos y sentándose nuevamente—: Te pre-
sento al Mapa del Merodeador —dijo con orgullo.
—¿Un trozo viejo de pergamino? —preguntó sentándose
también.
—Es más que eso —reprochó Harry al momento que sacaba
la varita y susurraba las palabras para activarlo. Draco quedó exta-
siado mirando cada rincón del mapa y de la escuela mientras Harry
le explicaba algunos pasajes secretos y lugares que Draco no había
visto antes.
Pasada la medianoche, Harry se quedó dormido nuevamente
en la cama de Draco, él, que aún seguía mirando el mapa, no tuvo
corazón para despertarlo, así que fue al baño a ponerse su pijama y
se dejó caer junto al ojiverdes; con su varita convocó un par de
mantas y cerró los ojos, pensando en lo raro que era que ahora pu-
diera dormir con Potter a su lado cómo si se tratara de dos grandes
amigos. Tal vez, tuvo que reconocer, era momento de admitir que
al fin y al cabo eso era Potter: su amigo.

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Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

7
Exámenes de fin de año

“Un beso legal nunca vale tanto como un beso robado.”


Guy de Maupassant (1850-1893), escritor francés

Diciembre de 1998; Hogwarts

D
espués de que Gryffindor le ganara a Slytherin, a fi-
nales de noviembre, Ravenclaw acabó con el equipo
de Hufflepuff bajo una copiosa lluvia que terminó
en tormenta. Y luego de eso, Gryffindor le ganó a Ravenclaw, en un
partido mucho más difícil del que Harry había esperado, y con el
clima en contra, y Slytherin, tal como ya esperaba, derrotó a Huf-
flepuff por un gran margen de puntos. Como después de eso, Gry-
ffindor no tenía ya ningún partido hasta febrero, se suspendieron
los entrenamientos, sobre todo porque en sólo una semana, empe-
zarían los primeros exámenes para a continuación, tener finalmente
tres semanas de vacaciones.
Ron aún estaba enfadado con Harry; por suerte los entrena-
mientos habían terminado, puesto que Jossy Green, una chica de
quinto año que había sido convocada como cazadora para reempla-
zar a Ginny, no la estaba pasando muy bien; tanto Ron como Ro-
lando Vachss y Leyna Rubrum se encargaban de recordarle a cada

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y el Fabricante de Pociones 1

momento que, según su opinión, Ginny era mucho mejor jugado-


ra, y no intentaban siquiera coordinar con la novata los ejercicios.
Pese a todo, Harry permaneció firme en su decisión y no volvió a
poner a la pelorroja en el equipo.
Lo que al inicio se había perfilado como un maravilloso año
en donde se dedicaría a estudiar y a tratar de ser sólo un chico nor-
mal, se estaba convirtiendo en un muy tortuoso período escolar. Las
cosas habían cambiado en tan sólo unas pocas semanas. Luego del
artículo de El Profeta, el señor y la señora Weasley le habían escrito
preguntando si aquello era o no cierto —aunque apostaban mucho
a que no lo era— porque si era cierto, se sentían ofendidos de no
haber sido comunicados previamente.
Harry escribió una carta para contestar a los Weasley, y se
adelantó y le envío una más a Andrómeda, previniendo que creyera
en aquella noticia que no era más que un chisme. Después de vol-
ver de Australia, había estrechado lazos con ella, y trataba de man-
tenerse siempre al corriente de Teddy y de la mujer, que ahora vivía
sola con el niño, por un momento había pensado en sugerir que vi-
sitara a Narcissa, pero recordó que llevaban demasiados años sin
hablarse y prefirió no profundizar en el tema.
Las cosas con Hermione estaban más o menos iguales: ella
seguía intentando que alguno de los dos (Ron o Harry) diera su
brazo a torcer, aunque con muy poco éxito. Ginny atravesaba etapas
diferentes, había días en que lo miraba con rabia y trataba de no to-
párselo durante las clases, mientras que había otros días en que se
acercaba a cada oportunidad, pidiéndole hablar y arreglar las cosas.
Harry trataba de mantenerse indiferente ante ella. Sus demás com-
pañeros lo trataban bien, aunque algunas veces, sobre todo los más
pequeños, se le quedaban mirando embobados, o le sonreían de
manera nerviosa; al inicio no le había fastidiado tanto, había estado
muy ocupado compartiendo tiempo con Ron y Hermione como

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[7] Exámenes de fin de año

para notarlo, pero ahora que andaba solo, las cosas eran diferentes,
notaba esas actitudes, las miradas de las chicas de quinto y sexto, in-
cluso escuchaba las historias al pasar: aquellos rumores sobre actos
heroicos, salpicados de actos fantásticos y épicos (como haber
irrumpido en Gringotts o haber huido de la mansión Malfoy, inclu-
so haber vencido a una pandilla de vampiros; y él solo).
Caminó hasta el tercer piso, como era ya su costumbre, y de-
lante del cuadro de La Hada Hermosa susurró la contraseña, entró
por el pasillo a la habitación de Malfoy quien estaba, como casi to-
das las noches, sentado sobre la silla, delante del escritorio estu-
diando.
—Hola, Malfoy.
Draco no se giró para verlo.
—Potter —dijo con voz cansada y continuó escribiendo. Ha-
rry ya acostumbrado a que no siempre lo recibiera con una sonrisa
y un gesto amable, dejó caer la mochila en la cama y sacó el libro de
Transformaciones, se sentó en la alfombra con las piernas cruzadas
y comenzó a leer; el silencio los envolvió, apenas y se escuchaba el
rasgueo de la pluma de Malfoy sobre el pergamino o el sonido que
hacía él mismo al pasar las páginas del libro. Estuvieron así por mu-
cho tiempo, compartiendo esa tranquilidad, hasta que Malfoy soltó
la pluma y levantó los brazos estirándose sobre la silla. Harry dejó
de prestar atención al libro para mirarlo: Malfoy pasó las manos tras
la cabeza y se estiró hacia atrás dejándole ver todo su perfil y su ca-
bello cayendo suavemente, una pequeña porción del abdomen se
dejó ver entre la camiseta y el pantalón y Harry suspiró.
Había aceptado que Malfoy le estaba gustando más de lo que
le podía gustar un amigo, era algo diferente a lo que había sentido
con Fabio, en Australia: con él todo habían sido fiestas, sexo y di-
versión, en cambio con Malfoy era distinto; disfrutaba de esos mo-
mentos de silencio, de practicar juntos un hechizo o de sus conver-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

saciones, ya muy entrada la noche, prácticamente a oscuras y en su-


surros. Aquel sentimiento lo hacía sonreír cada vez que lo veía, y
también le preocupaba, no le había dicho a Malfoy siquiera que era
gay, ¿cómo le iba a decir que le gustaba? O peor aún, que tal vez es-
taba enamorándose de él. Tenía el presentimiento además de que no
tenía ninguna oportunidad con él, Sabía que Malfoy estaba cómodo
a su lado porque tenía alguien con quien hablar y con quien com-
partir algunas mañanas del sábado, pero era solamente porque no
tenía más opción.
Draco cerró los ojos, sintiéndose realmente agotado, ya era
viernes y había estudiado lo mejor posible, aún le quedaba una se-
mana más antes de que lo exámenes iniciaran, y no quería darle a
ninguno de los profesores la más mínima oportunidad de reprobar-
lo. Incluso, con mucho pesar, había renunciado a ayudar al profesor
Monroe, quien se había mostrado muy comprensivo, aunque claro,
prometió que en enero, cuando volvieran de las vacaciones, lo ayu-
daría. Le había escrito a su madre, explicándole cómo iban las cosas,
y ella se había mostrado muy animada, le había dicho que no se
preocupara por los exámenes, que estaba segura que aprobaría sin
ningún problema. No le había contado a ella acerca de Potter y sus
constantes visitas porque era un tema que ni él mismo entendía, y
no que se estuviera quejando, para nada, en el fondo disfrutaba de
la compañía del chico, de sus chistes tontos y de su forma de ver las
cosas pero, poco a poco, se había dado cuenta que tantas noches
juntos, tantas conversaciones y prácticas de hechizos estaban deri-
vando en un gusto irracional. Sí, irracional porque no tenía nada de
racional que le gustara un heterosexual con el cual no tenía la más
mínima oportunidad. Y aunque la tuviera. ¿Qué conseguiría? ¿Un
par de buenas sesiones de sexo? Debía confesar que extrañaba estar
con alguien, sólo había estado con Yarik, con nadie más, y durante
mucho tiempo no había sentido siquiera deseos de estar con otro,

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LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

¿cómo tenerlos entre la guerra, la prisión y la escuela? Pero ahora, al


parecer, el tiempo había hecho que se relajara, puesto que nueva-
mente volvía a tener ese deseo, y su deseo se canalizaba únicamente
a través de un solo chico, de Harry-el-inalcanzable-heterosexual-
Potter.
—Hey —dijo Harry haciendo que Draco abriera los ojos
completamente, un tanto sobresaltado.
—¿Qué?
—Pensé que te habías quedado dormido.
—Solo descansaba, llevo todo el día en esta traducción de
runas y estoy agotado.
—¿Por qué no vas a la cama?
—Porque tú estás aquí y no me dormiré contigo delante, es
de muy mala educación.
—Ya te he visto dormir antes.
—Pero porque te quedaste a dormir y despertaste antes, o
porque entraste sin autorización, pero nunca porque yo lo haya ele-
gido así.
Harry puso los ojos en blanco y cerró el libro.
—No tienes que tener tantos modales, sólo se trata de mí
¿sabes?
—Los modales se practican siempre, Potter, aunque sola-
mente se trate de ti.
—De acuerdo… veo que hoy estás de mal genio.
—No, sólo cansado.
—Ah… ¿Qué tal te fue con el profesor Cummings? ¿De qué
te quería hablar? —preguntó Harry recordando que el jefe de
Slytherin había citado a Draco a su oficina.
—Oh —Draco se levantó y caminó hacia la cama, para dejar-
se caer en ella, giró lo suficiente para poder ver a Harry a la cara,
por un instante se perdió registrando sus rasgos una vez más, como

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y el Fabricante de Pociones 1

hacía cada vez con más frecuencia, hasta que se recordó que estaban
en medio de una charla—. Hablar sobre mi carrera para cuando sal-
ga de Hogwarts…
—Genial, seguro pronto Madame Hooch nos citará también
—replicó Harry—. ¿Qué escogiste? ¿Pociones? Creo que tienes fu-
turo con las curativas y…
—Potter, por supuesto que no escogí ninguna —gruñó Dra-
co interrumpiéndolo, había pasado parte de la tarde molesto por
eso, por no poder estudiar nada más al egresar de Hogwarts, por no
poder hacer nada de provecho que lo hiciera salir adelante, sacar a
su madre de aquel horrible sitio y convertirlos en la familia que
eran antes.
—Pero… ¿Por qué?
Draco le dio una mirada dura y no contestó, cerró los ojos.
—Malfoy, ¿no dijiste que era de mala educación hacer eso?
—reprochó Harry acercándose a la cama.
—Pero sólo se trata de ti, ¿no?
—¡Que descortés! —Harry de un salto se sentó en la cama,
muy cerca de Draco, haciéndolo dar un brinco por el asombro—.
No me lo dirás entonces.
—No tengo ganas de hablarlo.
—A veces hablar…
—… Ya, hace que te sientas mejor —completó Draco hos-
camente—, me lo has dicho más de una vez.
—Porque siempre te niegas a hablar.
—Porque no tengo que hablarte.
—Bien, no lo hagas —concluyó Harry echándose junto a
Malfoy—, pero tarde o temprano me lo dirás.
—Probablemente —admitió Draco, al final de cuentas, sabía
que eso era cierto.

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LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

—Porque siempre lo haces —continuó Harry, que ya se co-


nocía muy bien ese aspecto histriónico en Malfoy, sólo tenía que
seguir hablando y hablando y hablando hasta desesperarlo a tal pun-
to, que terminaba confesando que lo molestaba sólo para que se ca-
llara.
—Ajá.
—Y yo puedo seguir aquí, toda la noche, esperando a que te
atrevas a decirme qué ocurre, tal vez es por la reunión con el profe-
sor Cummings que estás de muy mal humor, tal vez te dijo que no
servías para la carrera que querías, aunque si se trataba de Pociones,
estoy seguro que sí sirves. Sin embargo, puedes haber pensado en
alguna otra carrera, quizá rompedor de maldiciones en Gringotts,
pero personalmente creo que los duendes no te caen bien… y ho-
nestamente, con el carácter que te gastas, no creo que tú tampoco
les simpatices mucho; no obstante, sí podrías hacer carrera allí, creo
que tienes el porte de banquero muggle, supongo que no debe dis-
tar mucho de…
—¡Demonios! —gritó Draco sentándose y con ambas manos
tapándose los oídos, Harry le dio una mirada inocente y Draco
frunció el ceño—. Eres imposible, ¿es qué no hay forma de que te
calles?
—Sí, claro que la hay —contestó Harry.
Draco se dejó caer en la cama nuevamente.
—Bien.
—Que me cuentes qué fue lo que pasó. ¿Por qué no quieres
tomar ninguna carrera?
Draco cerró los ojos y trató de hablar con claridad, sin mirar-
lo a la cara, ya sentía demasiada vergüenza todos los días por lo bajo
que había caído, no quería ver la mirada de Potter sintiendo pena
por él.
—¿Malfoy? —insistió Harry.

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—Porque para lo que tengo vocación es para Pociones, y el


lugar más económico que hay es un instituto público, pero no acep-
ta exmortífagos, ni exonerados, así que no es una opción viable.
—Oh, yo…
—Y luego está el otro sitio… “La Universidad Mágica de
Gunhilda de Gorsemoor 15 para Ciencias Naturales, Botánica y Po-
ciones”, en Londres, es una universidad privada, y es la más famosa
de Europa; vienen muchos estudiantes del exterior para realizar sus
estudios allí, es sumamente costosa, aunque por supuesto, la ense-
ñanza es de lo mejor…
Harry asintió y en un loco impulso, buscó con su mano so-
bre la cama la mano de Draco, que se sobresaltó al sentirlo, pero no
trató de apartarlo.
—Lo siento… no debí molestarte tanto para que me dijeras.
Draco soltó el aire suavemente, ninguno de los dos se mira-
ban a la cara, pero sentía sus mejillas arder y su corazón agitarse con
más fuerza, y estaba seguro que no era por la confesión que había
hecho, sino por esa mano que se sujetaba a la suya.
—Igual te lo hubiera dicho en algún momento.
—Tal vez haya una solución… podrías encontrar un empleo
y estudiar, o yo podría…
—Potter —Draco presionó un poco más sus dedos entre los
de Harry—, no quiero seguir hablando de esto, eso es algo que no
va a pasar.
—Yo…
—¿Por favor? —pidió Draco interrumpiéndolo, luego de un
instante escuchó a Harry suspirar.
—Bien.
15
Gunhilda de Gorsemoor (1556–1639): Fue una sanadora famosa por inventar una cura para la
Viruela de Dragón, nació en Gorsemoor y cuando murió el mundo mágico lloró con mucho pe-
sar su muerte. Tiene un cromo en las ranas de chocolate (Magos Famosos cromo #37) Fuente: El
diccionario Org.

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[7] Exámenes de fin de año

Ambos se quedaron en silencio, inconcientemente aún to-


mados de la mano y con los ojos cerrados durante mucho rato más.

–|– 

Cuando despertó, notó un cuerpo cálido enredado en él, sus


piernas se entrelazaban las unas a las otras, y sus pelvis se rozaban,
antes siquiera de tener completa conciencia de que había desperta-
do, ya sabía de quien se trataba. No era la primera vez que dormían
juntos, y siempre de una u otra manera terminaban igual, enreda-
dos, excitados y sobre todo, un poco avergonzados, eso era algo de
lo que nunca hablaban, el primero en despertar se apartaba lo más
rápido posible, no había confrontación ni encaramiento, pero esta
mañana Harry no quería alejarse, sus manos extrañamente aún es-
taban entrelazadas, tal como la noche anterior, cuando se habían
quedado en silencio, y luego, aparentemente dormidos.
Levantó el rostro unos centímetros, tratando de no moverse
y no sentirse más excitado contra el cuerpo del rubio, sólo quería
mirarlo, verlo dormir, y así lo hizo. Por mucho rato más, vio cómo
su pecho se elevaba y bajaba lentamente, cómo su respiración agita-
ba un par de mechones sobre su frente, su cabello rubio y delgado
se veía bastante suave, y se preguntó cómo se sentiría acariciarlo;
sus labios sonrojados exhalaban el aire lentamente. Harry había vis-
to un par de veces dormir a Fabio y a Ginny, y nunca había sentido
la cantidad de sentimientos que en este momento sentía; por uno
había sentido ansiedad, ganas de despertarlo para poder tocarlo y
besarlo, por la otra, en cierta forma, algo de ternura, como quien ve
una cosa muy bonita y desea apreciarla. En cambio con Malfoy, to-
dos los sentimientos se enredaban, y el solo pensar en ellos, lo deja-
ban agotado y confundido; quería dejarlo dormir, no perturbar su
sueño y su sociego, acariciar con sus dedos esa boca, conocer su sa-

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Zafy|HARRY POTTER
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bor y también fundirse en su cuerpo, cuidarlo y protegerlo, encar-


garse de que siempre sonriera, de que nunca más tuviera miedo o
penas, y todo eso lo asustaba, y le provocaba salir corriendo y es-
conderse, alejarse lo más posible para no tener la menor oportuni-
dad de dañarlo, de dañarse a sí mismo. Suspiró frustrado, como
tantas veces en que pensaba en Malfoy, sólo que está vez su resopli-
do trajo como consecuencia que Malfoy abriera los ojos, por un
instante pareció confundido hasta que sus ojos grises se encontra-
ron con los suyos, apenas duró un segundo antes que los ojos se
abrieran completamente y el cuerpo de Malfoy se lanzara hacia
atrás, casi cayendo de la cama.
—Mierda, Potter —chilló Draco sentándose completamente
y mirándolo asombrado, no pensó que despertarían de esa manera,
o al menos, no que se mirarían las caras en un momento como ese.
—¿Nunca puedes despertar de buen humor? —reprochó
Harry sentándose también y empezando a buscar sus cosas, lo me-
jor era que volviera a su dormitorio, y no mencionar o darle tiempo
a Malfoy a mencionar aquello.
—Sí, sólo que no lo hago cuando estás aquí… —quiso decir
«apretujando», y que no era mal humor precisamente, pero se abs-
tuvo—, mirándome e importunando.
—Ya, ya, eres un pequeño amargado.
—No soy pequeño —replicó Draco con un chillido que le
pareció indigno en cuanto salió de su boca, sintió sonrojarse un po-
co más mientras Potter aún recogía sus cosas del suelo—; soy más
grande que tú y definitivamente no soy amargado.
—Y quejicas además.
—¡Potter!
—Ya, ya, por el bien de mi integridad física, me marcharé,
además no quiero que alguien se dé cuenta que no he dormido en
los dormitorios.

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LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

—Como si fuera la primera vez —replicó Draco tendiéndose


en la cama nuevamente y mirando distraídamente a Potter, o mejor
dicho, apreciando sus movimientos.
—Sí, pero no quiero que me castiguen, lo último que necesi-
to es un castigo a puertas de los primeros exámenes.
—Tienes razón —suspiró Draco mientras veía a Harry ca-
minar hacia la salida, y se le ocurrió agregar—: Hey, Potter, si nece-
sitas que te ayude a estudiar o…
—Por supuesto, Malfoy —completó Harry con una sonrisa
de aquellas que le iluminaban el rostro y los ojos, de aquellas que
lograban hacer que Draco perdiera el aire—; nos vemos después.
—Sí, nos vemos… —susurró Draco. En cuanto Harry salió,
cerró los ojos una vez más, y en su mente flotó aquella sonrisa y ese
rostro durante mucho tiempo más hasta que se volvió a quedar
dormido.

–|– 

—Menos mal que de verdad no tienes a otra, y que no fue


por eso que me dejaste —dijo la voz de Ginny desde uno de los si-
llones de la sala común en el momento que Harry entraba silencio-
samente. Maldijo el haberse quitado la capa al instante de entrar a la
sala común y no haber verificado el mapa antes. Resignado se giró
para mirar a la chica que estaba en pijama, de brazos cruzados y mi-
rándolo acusadoramente.
—Ese no es tu asunto, pero no, no tengo a nadie más —
explicó sin acercarse más a ella.
—Por favor, no nos hagamos tontos —reprochó ella ponién-
dose en pie, Harry suspiró molesto y se apoyó en la baranda de la
escalera, presentía que la discusión tendría para rato—, es obvio que
no te pasaste la noche en la biblioteca leyendo, y la sala de los me-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

nesteres ya no existe, así que es seguro que te quedaste a dormir en


la cama de esa a la que no quieres que nadie conozca, y por la que
seguramente te enfadaste cuando te besé.
—Ginny, te lo dije, te lo diré y lo repetiré hasta el cansancio,
no hay ella, no puede haber una ella, porque no me gustan ellas —lo
dijo todo en casi un susurro—, y no estoy teniendo ningún novio
ni aventura de esas, y sobre todo, y esta es la parte que quiero que se
te grabe de una maldita vez en la cabeza: ¡No te importa!
—Pero a Hooch y a McGonagall les importará saber que su
niño dorado se escabulle en las noches y regresa al amanecer.
—Seguramente, eres libre de hacerlo, no me importa —
mintió Harry encogiéndose de hombros—; no me vas a chantajear
con eso.
La expresión de Ginny cambió a una de asombro, al parecer
sí había creído que con eso lo lograría chantajear.
—Pero… entonces ¿dónde vas? ¿Con quién…?
—Tengo sueño, hablamos otro día —le interrumpió Harry y
se dio la vuelta para seguir subiendo las escaleras, recordándose que
la próxima vez no se quitaría la capa y usaría el mapa del merodea-
dor.
Ginny se quedó de pie observando cómo Harry se marchaba,
y apretó los puños con fuerza, no la dejarían, y menos por otra tipa
que no se merecía siquiera una mirada de Harry, otra que segura-
mente se estaba aprovechando de él y de sus buenos sentimientos.
Harry no tenía derecho a amar a nadie que no fuera ella, lo había
prometido y debía cumplirlo.

–|– 

Estudiar con Malfoy era dos veces más difícil que con Her-
mione: al parecer, el chico se había estudiado todos los libros hasta

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LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

el final del curso, y tenía todo muy bien aprendido, con lo cual, co-
rregía a Harry a cada instante. Para cuando llegó la hora de mar-
charse, Harry se sentía enfadado y frustrado por haber quedado
como un inepto delante de Malfoy.
—¿Cuándo volverás? —preguntó Draco, tratando de no pa-
recer demasiado ansioso, de pie delante de Harry que le sonrió en
respuesta.
—Mañana. Todavía tengo mucho que estudiar y necesito ob-
tener buenas calificaciones para postular a la Academia de Aurores.
Draco apretó los labios un instante y luego asintió.
—Por supuesto, aunque de todas maneras, dudo que no en-
tres, eres muy bueno en los cursos que exigen.
—Gracias —respondió Harry dando un paso más hacia él y
poniendo una mano sobre el hombro de Draco, sintió cierto rego-
cijo al percibir a Malfoy saltar por el simple toque—, por ayudarme
a estudiar.
—No… —Draco casi se da una patada a sí mismo, sólo era
una mano sobre su hombro, ¡solo una mano sobre su hombro, por
todos los demonios! Su calor y nerviosismo estaban totalmente in-
justificados—… no lo agradezcas hasta que pasen los exámenes.
—O los EXTASIS —musitó Harry acercando un poco más
el rostro hacia Draco que, aún sin encararlo, solamente asintió de
manera un tanto nerviosa, eso lo hizo sonreír incluso más y se pre-
guntó qué pasaría si se inclinaba un poquito más de tal manera que
sus labios quedaran demasiado cerca y pudiera besarlo lentamen-
te…
—¿No te ibas? No querrás que te encuentren después del
toque de queda con todo y el mapa y la capa —reprochó Draco ale-
jándose de su agarre y tratando de no parecer nervioso.
Harry parpadeó un poco y luego asintió para salir corriendo.

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Zafy|HARRY POTTER
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Ya puesto en el pasillo, Harry se dejó caer sobre una de las


paredes, su corazón latiendo con fuerza y sintiéndose de alguna
manera frustrado, si tan sólo hubiera actuado más rápido, tal vez lo
habría podido besar y luego… ¿quién sabe lo qué habría pasado?
En su habitación, Draco, para reproche de toda la gala de
modales que le habían enseñado, se había dejado caer en el piso,
sobre la alfombra, y mirando al techo, mientras mentalmente se re-
petía una y otra vez:
—No me iba a besar, sólo era tu imaginación, los heterose-
xuales no besan chicos gays —y quería creer que ese sentimiento
que tenía no era decepción, no estaba decepcionado porque Potter
no lo besara, claro que no.

–|– 

—Harry —llamó su atención Hermione, en el gran comedor


durante el desayuno.
—Dime…
—¿Estás estudiando? —preguntó arqueando una ceja. Desde
que Harry había sacado a Ginny del equipo y Ron no le hablaba,
eran pocas las ocasiones en que ellos tenían la oportunidad de plati-
car—. No te he visto mucho por la sala común o la biblioteca.
—No me gusta estar allí por ahora.
—Harry… —Hermione suspiró y dio una mirada a sus de-
más compañeros que comían cuchicheando entre ellos—, lo siento.
Harry le dio una mirada confundida.
—¿Lo sientes? ¿Por qué?
—Porque prometí que te ayudaría y apoyaría, y ahora…
—Tú nunca has dejado de apoyarme, eres la única que lo ha-
ce, pese a todo, creo que siempre has estado allí…

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LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

Hermione se sonrojó y desvió la mirada hacia la entrada del


Gran Comedor donde Ron, junto a Dean y Neville, venía cami-
nando.
—No quiero que se peleen por mi culpa, mejor ve.
—No tiene derecho a enfadarse, y mucho menos si es que
estoy hablando contigo, a veces se le olvida que somos amigos, que
los tres lo somos.
Ron se acercó bastante hasta Hermione, como si esperara
que la chica se levantara y se acercara, pero eso no ocurrió, ella to-
mó un par de tostadas del plato de centro y continuó allí sentada,
comiendo plácidamente.
—Hermione, no quiero…
—Ya, Harry, ¡por Merlín!, no estamos haciendo nada malo, y
ya va siendo tiempo de que entre en razón —interrumpió Hermio-
ne—, además, no me has contestado a la primera pregunta.
—¿Cuál pregunta?
—¿Estás estudiando? —le dio una mirada crítica—. En una
semana comienzan los primeros exámenes y no quiero que reprue-
bes o que…
—Sí, he estudiado —contestó Harry cortando sus replicas—,
todo lo que vendrá en los exámenes, y seguiré estudiando, no te
preocupes…
—Lo hago, Harry, lo hago —suspiró Hermione mientras
Ron se sentaba más cerca de ellos, pero alejado por varios asientos,
dándoles miradas de reojo de vez en cuando, Harry se sintió incluso
peor—, pero si me dices que en verdad te estás preocupando y es-
tudiando…
—Aprobaré, no te preocupes por eso.
—Harry, tú… ¿estás…? Ya sabes… ¿saliendo con alguien?
—¿Otra vez con lo mismo? —reprochó Harry, Hermione se
sonrojó un poco y negó con la cabeza. Entonces Harry comprendió:

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Te lo dijo Ginny, ¿verdad?


—Hizo un pequeño berrinche al respecto, y ya que lo men-
cionas… fue lo que hizo que Ron se enfadara más, ella jura que se
trata de otra chica, y yo pues, creo que tal vez es otro chico —Harry
notó que de alguna manera, pese al esfuerzo que su amiga estaba
poniendo, aún le costaba hablar del asunto.
—Debí imaginar que no se quedaría callada… me la encon-
tré el otro día en la sala común y le dije que no era cierto.
—Pero no te creyó.
—No, no lo hizo —Harry suspiró y dejó de revolver la co-
mida sobre su plato—. No estoy saliendo con nadie —afirmó sa-
biendo que era verdad, le gustaba Malfoy, soñaba con él casi siem-
pre, y pasaban mucho tiempo juntos, pero definitivamente no esta-
ban saliendo.
—Supongo que… —Hermione dio una mirada hacia Ron,
apenas un instante antes de negar con la cabeza y mirar hacia Ha-
rry—. ¿Te he dicho ya que sólo necesita tiempo?
—Miles de veces Hermione, pero justo ahora no estoy de
humor para hablar de eso… —Harry levantó una mano pidiéndole
a su amiga que lo dejara continuar—, ni de Ginny; sé que ambos
están molestos, pero creo que quiero ser un poco egoísta y pensar
que esta vez no es mi culpa.
—Y no lo es, Harry, claro que no.

–|– 

Durante las clases de la mañana, Draco no se pudo concen-


trar por completo, incluso el profesor Flitwick le llamó la atención
duramente por no completar el encantamiento correctamente, lo
que hizo que los Slytherin y los Hufflepuff rieran sonoramente, pe-
ro su mente estaba muy distraída, dándole vueltas a Potter y lo que

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LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

había pasado la noche anterior, y lo mal que se había sentido duran-


te el desayuno cuando lo había visto cuchicheando de esa manera
tan íntima con Granger, la comadreja se había quedado alejado, mi-
rándolos fastidiado, y se preguntó si era que la verdadera razón por
la cual Potter estaba tan distante con sus amigos no sería que le es-
taba gustando Granger, y que la comadreja estaría enfadado por eso,
porque le estaba quitando a la novia. Cuando estaban en quinto
año, se había sorprendido de ver que Potter comenzaba a salir con
Chang, siempre creyó que se terminaría emparejando con Granger,
y en sexto, pese a todo lo que había pasado, también se encontró
asombrado de que Potter se hiciera novio de la comadreja junior,
ahora sin embargo, entendía un poco más, quizá Potter había estado
enamorado de Granger y no podía evitar tratar de quitársela a su
amigo. Algo no muy noble para tratarse de un Gryffindor.
«¡Demonios, estoy celoso!», concluyó aquella noche en su
habitación; celoso de ratificar que Potter era heterosexual y que ja-
más tendría ninguna oportunidad con él; y aunque ya antes había
notado eso, e incluso lo había aceptado, verlo confirmado, en reali-
dad era mucho más duro de lo que había esperado.
Decidió concentrarse en las lecciones de Estudios Muggles,
tal como venía haciendo durante el verano; había estudiado con es-
pecial atención todas las costumbres y aquellos extraños artefactos,
convencido de que en un futuro muy cercano, tendría que usarlos y
vivir en ese mundo, además, el profesor Cooper era un muy orgu-
lloso hijo de muggles que se empeñaba en repetirles una y mil veces
durante las clases, que la ignorancia sobre las cosas muggles era su
peor debilidad.
Trató de alejar su mente de Potter, y lo consiguió durante los
siguientes cuarenta y cinco minutos hasta que el susodicho apareció
nuevamente, como siempre entrando en su habitación sin siquiera
tocar.

488
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Hola, Malfoy, ¿qué tal ha ido tu día? —preguntó Harry


sentándose en la cama y abriendo la mochila.
Draco recordó al grupo de Ravenclaw que lo había estado in-
sultando durante el cambio de horas en la tarde, pero no lo men-
cionó, solamente se encogió de hombros y volvió a su lectura.
—Día difícil ¿eh? Yo tampoco he tenido uno muy bueno —
contó dejándose caer completamente sobre la piltra, con el libro de
Pociones en mano, dispuesto a estudiar y no reprobar.
—Supongo que Weasley se debe haber enfadado más aún —
murmuró después de un momento en que decidió que, definitiva-
mente con Potter sobre su cama, no había forma de que pudiera se-
guir estudiando. Cerró el libro con un suspiro cansado, y se giró
para ver al ojiverdes que lo miraba sorprendido.
—¿Por qué Ron estaría enfadado conmigo? O más disgusta-
do de lo que ya está en realidad —preguntó con cautela, no creyen-
do posible que Draco supiera realmente qué era lo que estaba pa-
sando.
—Pues, tratar de bajarle a la novia, si es que no se la bajaste
ya, no es algo que se le hace a los amigos… según recuerdo. Y aún
me acuerdo un poco sobre eso de las leyes de los amigos.
—¿Quién…? —Harry dejó el libro a un lado y se sentó, aún
sintiendo que todo era demasiado confuso—. No te entiendo… yo
no me he bajado a nadie.
—Pues en el comedor parecías muy interesado en Granger, y
Weasley no parecía muy contento.
—¿Ahora nos espías?
—¡Yo no espío! —reprochó Draco cruzándose de brazos—.
Solamente te digo lo que vi, ni que estuvieran en un lugar oculto,
estaban allí, en medio del Gran Comedor.
—Hermione y yo no tenemos nada, nunca se me ha pasado
siquiera por la cabeza tener algo con ella.

489
LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

—Yo sólo preguntaba —Draco sintió que se sonrojaba ante la


mirada intensa que le daba Potter, y decidió que estudiar o fingir
hacerlo, era lo mejor.
—¿Por qué?
—¿Eh?
—¿Por qué lo preguntabas?
—Sólo sana curiosidad.
—No creo que tu curiosidad sea sana.
—Pues gracias por lo que me toca, pero si era pura curiosi-
dad —«y celos», se agregó mentalmente, aunque rogó por no pare-
cer tan obvio.
—A veces eres extraño —murmuró Harry sin comprender
aún la situación, casi parecía como si Draco le estuviera echando la
bronca, como si fueran novios o algo parecido, y lo hubiera encon-
trado haciendo alguna cosa mala. Se sintió tonto por llegar a aquella
conclusión.
—Estoy seguro que tú lo eres más —contraatacó Draco no
queriendo dejar a Potter con la última palabra.
—Bien, entonces ambos lo somos —concluyó Harry—. ¿Po-
drías…? El lunes es el examen de Pociones y no entiendo…
Draco suspiró profundamente y luego cerró el libro una vez
más, cuando encaró a Potter, este sonreía casi tímidamente, y aque-
lla era una sonrisa que le gustaba ver.
—Claro —murmuró acercándose a la cama para ver de cuál
poción se trataba, y tratando de no imaginar todo lo que él le podría
hacer a Potter sobre esas sábanas.

–|– 

Draco tocó la puerta con suavidad, echó un vistazo hacia los


lados, Potter había insistido en acompañarlo, y ambos, cubiertos

490
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

con la capa de invisibilidad, habían cruzado el castillo para llegar


hasta las mazmorras, aquel paseo había puesto a prueba su fuerza de
voluntad, puesto que como ambos habían crecido considerable-
mente durante el último verano, tenían que ir muy pegados el uno
al otro durante todo el trayecto para que nadie los viera, lo que ter-
minó con un Draco bastante acalorado y por qué negarlo, excitado,
con el mero contacto de los brazos y piernas de Potter. Había dicho
que lo esperaría para después regresar a la habitación de Draco, y
que si le parecía bien, él escucharía de lo que la reunión había trata-
do.
Draco le había vuelto a repetir que era un curioso insufrible,
y Potter sólo había reído, como si sus insultos no le molestasen
más. En el fondo, Draco sabía que realmente ya no le molestaban
más, así como tampoco él buscaba herirlo con sus palabras.
—Adelante —dijo la voz del hombre desde el interior del
despacho y Draco suspiró y entró.

–|– 

Harry se sentó contra la pared, se dedicó a estudiar el mapa


del merodeador, fijándose primero en el despacho en el que Draco
había entrado, el profesor Monroe y Draco se mantenían a buena
distancia uno del otro. Sintiéndose un poco más relajado, su mirada
vagó por el resto del castillo, muchos de sus compañeros, incluyen-
do a Ron, Hermione y Ginny, estaban en la biblioteca, ya sólo que-
daba ese fin de semana antes de los exámenes y se suponía que él
también debería estar estudiando, pero la lechuza del profesor
Monroe pidiéndole a Malfoy que se reuniera con él, los había inte-
rrumpido.
Pese a que el chico había argumentado que podía ir solo y
regresar pronto, había creído necesario el acompañarlo, podría ser

491
LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

que sus compañeros estuvieran demasiado enfrascados en los pró-


ximos exámenes, pero la experiencia le había enseñado que no ha-
bía que subestimarlos, después de todo, ya había sido testigo de más
de un ataque de insultos, y aunque, por órdenes de Malfoy, no ha-
bía podido defenderlo delante de ellos, al menos podía velar por
evitar esos ataques, como venía haciendo desde varias semanas
atrás, tratando de estar cerca de los pasillos por los cuales Malfoy
transitaba o estando atento a cualquier rumor de un nuevo plan pa-
ra mortificar al chico.
Aún no encontraba la forma de decirle a Malfoy que era gay,
y más aún, que le gustaba, que se sentía cómodo con él, que disfru-
taba el tiempo juntos que pasaban, de una manera que no lo había
hecho o sentido antes, que le gustaría poder seguir pasando las no-
ches con él, que le encantaba despertar con él, que lo quería besar y
abrazar… que quería muchas más cosas. Tal vez pronto encontraría
la valentía necesaria para hacerlo, para confesarse, pero por lo pron-
to, sólo se limitaba a pasar el tiempo con él, a rozar sus manos acci-
dentalmente o a observarlo mientras el rubio estudiaba, ajeno a to-
do el remolino de sensaciones y sentimientos que causaba con su
sola presencia.

–|– 

—Toma asiento, por favor, Draco —pidió amablemente el


profesor Monroe mientras sacaba un grupo de pergaminos del es-
critorio.
—Gracias.
—Sé que deberías estar estudiando para los exámenes, y
créeme que esto no te quitará mucho tiempo —el profesor Monroe
le dio una mirada evaluativa y sonrió—; te he dicho muchas veces

492
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

ya del gran talento que tienes para las pociones, y más que para pre-
pararlas, para crearlas, un don muy cotizado en la actualidad.
—Sí, señor… me lo ha dicho antes.
—Y el profesor Cummings me comentó, muy preocupado,
debo admitir, que tú has decidido no seguir con esa ni con ninguna
otra carrera.
Draco se sonrojó ligeramente y desvió la mirada hacia el
grupo de pergaminos que el profesor había dejado sobre su escrito-
rio, pero estaban boca abajo así que no podía leer su contenido.
—Y eso es un tema que me preocupa a mí también… —
continuó.
—Profesor, yo… —Draco tomó una bocanada de aire y le-
vantó el rostro, recuperando el temple y el orgullo de antaño—…
yo simplemente no puedo.
—Sí, el profesor Cummings también me habló acerca de tus
problemas.
—Él no tenía por qué hacerlo —reprochó Draco.
—Pero lo hizo, porque él, al igual que yo, vemos en ti a al-
guien muy capaz, a alguien que realmente merece la oportunidad
de estudiar… no dejarte hacerlo es como privar al mundo de tu ta-
lento.
Draco soltó una carcajada tensa.
—El mundo no quiere saber nada acerca de mí o de mi ta-
lento.
—Me temo que difiero. Los creadores de pociones, los ver-
daderos creadores, son algo que no se ve muy seguido, y menos
ahora que está tan de moda querer ser auror, o inefable y todas esas
cosas.
—Yo no soy un creador, apenas y he logrado hacer un par de
pociones curativas o…

493
LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

—Exacto —interrumpió el profesor Monroe poniéndose en


pie, sonriente—, y sin estudios, sin ninguna guía, eso es de lo que
hablo, imagínate lo que lograrás hacer cuando seas un fabricante de
pociones formado y autorizado.
—Eso no pasará.
—Si es que tú no quieres que pase.
—Ya le dije que no tengo opción —reprochó Draco sintién-
dose cada vez mas molesto, ¿por qué no lo podían dejar en paz con
ese tema?
—¿Y si la tuvieras? ¿Si existiera esa posibilidad?
—No existe.
—Bien… —el profesor Monroe volvió a sentarse y tomó en-
tre las manos, el grupo de pergaminos que había dejado sobre el es-
critorio—. Dicen que las oportunidades se las crea uno, que no se
las encuentra al azar…
—Eso es un refrán muggle —replicó Draco, recordando esa
frase de la clase del profesor Cooper.
—Pues sí, lo es, pero en fin, no estamos aquí para hablar de
frases muggles. Todos los años la Universidad Mágica de Gunhilda
de Gorsemoor organiza un programa de becas, como comprenderás
es uno de los más solicitados de Europa, muchos alumnos de una
gran variedad de países postulan a ella; por preferencia, la universi-
dad prefiere tener estudiantes ingleses, por un tema de predilección
al talento nacional, y este año, como los anteriores, y pese a la pasa-
da guerra, la universidad ha vuelto a abrir la convocatoria…
—¿Una beca?
—Completa, incluye los cuatro años de carrera, la estadía en
el campus, alimentación, y los materiales, por supuesto que está de
más decir que para mantenerla cada año se hace una evaluación de
los progresos del alumno becado y que se debe mantener un nivel
aceptable de calificaciones y de conducta.

494
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Pero, profesor Monroe, yo… le agradezco que haya averi-


guado toda esa información, pero ellos no me darán una beca, no se
la darían a nadie con mis antecedentes.
—Es muy interesante que menciones eso, también lo hizo el
profesor Cummings, pero hace décadas que se instaló una forma de
calificación distinta… hubieron muchos casos de favoritismo, y por
esa razón se instauró la calificación anónima. Cuando tú te inscri-
bes, un código te es entregado, y ese mismo código es creado en los
expedientes del jurado, pero protegido por un hechizo non-côn-
frâctum, es decir que nadie, ni siquiera el jurado puede saber la iden-
tidad del aspirante hasta el día en que la beca ya esté otorgada, de
más está decir que el hechizo te impide revelar dicho código, no
hay forma de que sepan que eres tú.
—Non-cônfrâctum —repitió Draco tratando de memorizarlo y
buscarlo más tarde—. Pero… cuando se den cuenta, es decir, en ca-
so de que yo ganase, claro está, cuando se den cuenta que se trata de
mí, me la quitaran y…
—No, no, ellos no pueden hacer eso, tienen un contrato
vinculante, la universidad se toma muy en serio la participación de
alumnos de primera clase, tal como lo serías tú.
—Pero…
—Deja de decir eso, Draco —reprochó el profesor Monroe,
hablando con voz severa, era la primera vez que Draco lo escuchaba
de esa manera, y el asombro lo hizo permanecer en silencio. El pro-
fesor soltó un suspiro y se adelantó un poco hacia él—. Draco, no te
niegues a intentarlo; los peros y hubieras los podemos dejar para
después, en caso de que ocurran; mientras, debes concentrarte en
esto, en esta oportunidad, yo estoy convencido de que eres la per-
sona más calificada para esta beca, he revisado tu expediente, he re-
visado tu trabajo en clase, e incluso tu desempeño en otras materias

495
LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

afines, lo puedes lograr, si tan sólo dejas de buscar excusas para no


intentarlo.
Draco permaneció en silencio, analizando las palabras de su
profesor, finalmente, cuando se decidió a hablar, lo hizo con voz
ronca.
—¿Y… cuáles son los requisitos?
—Los tengo aquí, te piden un mínimo de tres cartas de parte
de profesores o personas influyentes que recomienden tu labor en
la escuela; en actividades extra curriculares o en la rama en la que te
desempeñarás. El profesor Cummings, la profesora McGonagall y
yo las estamos preparando, eso es algo por lo que ya no te debes
preocupar.
—Gracias.
—Lo demás son sencillamente evaluaciones, tu calificación
de TIMO y de EXTASIS, revisé tu expediente, y obtuviste el TI-
MO más alto en pociones, eso es fantástico, ahora debemos hacer
que obtengas un resultado similar en tus EXTASIS y los tendremos
comiendo de la mano…
—Señor, yo aún no sé… es decir, si estuviera solo, si no tu-
viera responsabilidades…
—¿Qué otra responsabilidad además de intentar salir adelan-
te puedes tener?
—Mi madre… ella.
—Ella estará bien, estoy seguro que si hablo con ella, estará
de acuerdo con nosotros en que esta es una oportunidad que no
puedes despreciar.
—No, por favor no hable con ella —negó ligeramente con la
cabeza —. Tan sólo entiéndame: una carrera de cuatro años implica
mucho tiempo y dedicación, y mi madre ahora trabaja para el Mi-
nisterio, el profesor Cummings ya le debe haber explicado, y con el
salario que le pagan mantiene la casa y… —agachó la mirada, no

496
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

había hablado con nadie de eso, ni siquiera con Potter—… no creo


que sea justo que todos los gastos se le hagan a ella…
—Estuve investigando un poco más acerca de tu familia —
interrumpió el profesor Monroe dejándose caer hacia atrás sobre la
silla una vez más—, me atrajo mucho saber más de una familia tan
imponente como la tuya…
Draco quiso corregirlo, una familia que antes fue imponente
y que ahora ya no era nada, pero se abstuvo y continuó escuchando
al profesor.
—Tengo entendido que los Malfoy vienen de Francia, fami-
lia descendiente de los primeros magos, una de las pocas que aún
conserva su totalidad de sangre pura, sin embargo, el árbol genealó-
gico se corta extrañamente en mil setecientos veinticinco, con el
señor Mared Malfoy, y luego hay un tiempo en blanco para des-
pués, en mil setecientos setenta, aparecer Humam Malfoy, como el
gran administrador de una renovada fortuna Malfoy.
—¿Renovada?
—Renovada… si así es, investigué con unos contactos en el
Ministerio Francés y ellos me explicaron la siguiente historia: A
inicios de mil setecientos, la familia Malfoy era la más poderosa de
Francia y varios países más de Europa, liderados por el patriarca, en
ese momento Zeno Malfoy, quien tuvo un único hijo; Mared Mal-
foy, se dice que este chico fue la desgracia de su familia. Cuando su
padre cayó enfermo de una extraña y desconocida enfermedad, Ma-
red no tuvo mejor idea que intentar crear nuevas fortunas, pero so-
lo consiguió perderlo todo, fue muy vergonzoso. Zeno Malfoy mu-
rió en medio de la gran crisis ocasionada por Mared, quien luego de
llegar a la pobreza absoluta…
—¿Cómo puede haber perdido toda la fortuna Malfoy? Es
decir, nadie puede acabar con una fortuna tan grande… —inte-
rrumpió Draco asombrado.

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LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

—Me inclinó a pensar que fue engañado, no creo que haya


sido un chico muy listo. Hacia mil setecientos veinticinco, él, junto
con su esposa y su único hijo, Humam Malfoy desaparecieron de
Francia. Muchos creyeron que habían muerto. Este chico, Humam
Malfoy, al parecer había heredado lo mejor de los genes de los Mal-
foy y era todo un genio, en cuanto cumplió los diecisiete años, se
prometió devolver a su familia el nombre y el honor que su padre
había perdido; y muchos años después, en los que sufrió y trabajó
arduamente tratando de sacar la mayor ventaja de los negocios y tra-
tos, pudo volver junto a sus padres y su esposa a Francia, con la
frente en alto y ganándose un lugar respetable nuevamente; desde
entonces la fortuna ha ido creciendo y creciendo y los Malfoy han
sido lo que son hasta ahora.
—Yo nunca había escuchado esa historia.
—No lo dudo, pero el tema aquí, Draco, es que yo sé que tú
sientes mucho orgullo por tu apellido, y quiero que sepas que no es
la primera vez que tú familia pierde el nombre y la posición, sólo se
necesita a alguien que sea capaz de recobrarlo todo, y siendo tú el
último de los Malfoy, debería inclinarme a pensar que de alguna
manera es tú responsabilidad.
—Vaya…
—Y claro, no necesariamente tienes que convertirte en Mi-
nistro, como en efecto consiguió varios años después de su retorno,
el señor Humam Malfoy; creo que hay muchas formas de levantar
la cabeza y prosperar… —levantó los pergaminos y se los entregó a
Draco, que recién notó cuánto temblaban sus manos cuando quiso
tomarlos—. Ésta es solo una de ellas, estudia todo lo que dice allí, y
luego podremos seguir con esta charla cuando tengas las cosas más
claras.
—Sí, sí, señor —dijo poniéndose de un salto en pie, y apre-
tando con fuerza los pergaminos.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Nos vemos en el examen el día lunes entonces.


—Gracias señor, buenas noches —se despidió Draco cami-
nando hacia la salida, con los pergaminos presionados contra su pe-
cho y con la cabeza demasiado llena de información.
Avanzó casi sin darse cuenta unos cuantos pasos por el pasi-
llo antes de sentir que «algo» tiraba de su brazo, por un momento
trató de soltarse.
—Hey, soy yo —susurró Harry, y Draco se relajó rápidamen-
te.
—Lo siento.
—No importa, volvamos a tu habitación —respondió Harry
abriendo la capa para dejarlo pasar, notó los pergaminos que Draco
traía y espero que en cuanto llegaran le contara de qué había tratado
la reunión, y sobre todo, por qué había tardado tanto.

–|– 

Tal como Harry esperaba en un inicio, Malfoy no le quiso


contar absolutamente nada de lo que había hablado con el profesor
Monroe, obediente al horario que tenían, se dedicó a estudiar
mientras Malfoy continuaba leyendo los pergaminos que había
traído de la oficina del profesor.
Draco repasaba una y otra vez aquellos documentos: estaba la
solicitud de beca, los compromisos y las cartas de los tres profeso-
res, el currículo de clases, imágenes de las instalaciones, e incluso
las actividades extra que podía tomar. Trataba de encontrar algo que
lo desalentara, alguna cosa que le dijera que era imposible continuar
con aquello, que no había forma de que lo aceptaran pero, a menos
que fallara en sus exámenes de admisión y en sus EXTASIS, no ha-
bía razón para que no lo consideraran, siempre existía la posibilidad
de que alguien más le ganara la beca, es decir, que existiera alguien

499
LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

mejor que él, si eso ocurría, sería simple justicia y no podría quejar-
se de discriminación.
Entrada la noche, cuando ya faltaba poco para el toque de
queda, Harry cerró el libro de pociones y se estiró sobre la cama de
manera gatuna y, según Draco, que lo estaba mirando en ese mo-
mento, de manera demasiado obscena y por ende, sexy.
—Estoy agotado —declaró Harry mirando hacia Draco que
sonrió.
—Es la falta de costumbre.
—No es cierto, siempre he estudiado.
—Claro —suspiró levantándose y llevando los pergaminos
hacia la cama. Harry se hizo a un lado para dejarlo sentarse, y Draco
se tendió a su lado, incontinenti de segundos le dio los pergaminos
para que los leyera.
Pasaron algunos minutos en los que Harry le dio una expedi-
ta leída a lo que estaba escrito, mirando de vez en cuando a Draco
que tenía la mirada clavada en el techo, siguiendo a la silenciosa sni-
tch que seguía pegada al techado, hasta que finalmente se decidió a
hablar.
—Esto es genial, podrás estudiar una profesión después de
todo.
—Sólo si es que gano la beca, aunque siendo honestos, aún
no me he decidido a siquiera intentarlo.
—¿Por qué?
—Porque no todo es tan simple, no quiero que mi madre es-
pere tanto tiempo, viviendo solo de lo que el Ministerio le da… una
limosna —agregó apretando los labios—, y atendiendo ese auspicio,
quisiera poder ganar oro desde ahora mismo, dejar de ser un pobre
exmortífago.
—Siempre he creído que eres demasiado duro contigo por
esto, hay cosas que no se pueden cambiar, lo que pasó en la guerra y

500
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

las consecuencias, es una de ellas. Tú mismo lo dijiste hace un


tiempo, no se puede hacer nada por reparar lo que está hecho, sin
embargo —levantó los pergaminos para que Draco los viera—, ésta
es una forma de hacer que todo mejore, claro que no es el camino
más corto, pero sí el más adecuado…
—Adecuado, ya…
—¿Qué es lo que piensas hacer al salir de la escuela? —cues-
tionó Harry con un tono de voz un poco más tosco—. ¿Qué pre-
tendes? ¿Ir y buscar cualquier empleo en el que te paguen una mi-
seria en oro y simplemente envejecer tratando de ahorrar y hacien-
do un trabajo que no te gusta?
—Puedo intentar en el mundo muggle, no me conocen allí.
—Pero tú tampoco lo conoces.
—Estudiamos a los muggles, Potter, creo que ya los conozco
un poco más.
—Tampoco lograrás nada si ni siquiera tienes una identifica-
ción o estudios, no existes para ellos.
—Pero es mejor eso a existir de esta forma para los magos.
—Es genial, estoy seguro que tus padres y toda la gran fami-
lia Malfoy estarán muy orgullosos de ti, apartándote y escapando en
lugar de luchar, sobre todo ahora, que tienes las armas para hacerlo
—Harry dejó caer sobre el pecho de Draco los pergaminos de for-
ma brusca, y se puso en pie.
—Yo no huyo.
—No sé quién eres, Malfoy, en serio —reprochó poniéndose
las botas y sin mirarlo a la cara—, pero pensé que eras alguien dife-
rente, alguien que no se dejaría humillar o hacer menos.
—No tengo opción —respondió Draco sentándose también.
—No, claro que no. Si es lo que tú dices, es lo que debe ser
—empezó a guardar sus libros en su mochila, tirándolos de forma
desordenada, todavía sin mirarlo.

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LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

—Mira, Potter…
—No, mira tú, Malfoy —interrumpió Harry colgándose la
mochila de un hombro y mirándolo esta vez a la cara, y muy dura-
mente—, desde que has vuelto a la escuela, no haces más que que-
rer pasar de ser percibido, te escondes aquí y te crees una especie de
víctima porque los de la escuela no te hablan o porque te insultan,
porque no puedes estudiar lo que quieres o porque ya no tienes las
cosas que tenías antes.
—¡Es así como son las cosas! ¿Qué crees? ¿Qué escogí vivir
de esta manera? ¿Qué alguien siquiera me preguntó alguna vez si es
que quería volver a la escuela?
—No, nadie lo hizo, lo reconozco, pero también debes ad-
mitir que te están dando una oportunidad, y que tú y tus lloriqueos
de: «¡Oh, soy un pobre exmortífago al que nadie quiere!» están re-
chazando la oportunidad de mejorar las cosas. Nada cambiará, no te
dejaran de insultar, ni te dejaran de atacar, y mucho menos sacarás a
tu madre de ese lugar, si no te decides de una maldita vez.
—Potter… —murmuró Draco sobrepasado por las palabras
del chico.
—Pensé que eras una persona diferente, alguien que no se
dejaría vencer, pero obviamente he estado equivocado, no eres más
que un tonto chiquillo llorón que no está haciendo más que pata-
lear, que no es capaz de hacer nada sin la dirección de su padre, y
sin toda su influencia y su riqueza, y aunque dije antes que no sen-
tía lástima por ti, en este momento lo hago; siento pena por ti, y
mucha.
Draco sintió que sus manos temblaban de rabia, y que su co-
razón se desbocaba, «¿pena había dicho?»
—¡¿Quién mierda te crees para hablarme así?! ¡¿Quién te ha
dicho a ti que puedes tenerme lástima?! ¡Yo no necesito tu lástima,
¿me oyes?!

502
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Harry se encogió de hombros y salió de la habitación sin de-


cir más nada. Antes de cruzar el cuadro de El Hada Hermosa escu-
chó los últimos gritos de Malfoy:
—¡Maldito Potter, no te atrevas a sentir pena por mí, no soy
nadie por quien se deba sentir lástima, tú y toda tu compasión se
pueden ir a la mierda y no volver más!
Cuando llegó al pasillo se puso la capa de invisibilidad enci-
ma y sonrió mientras se alejaba a su sala común.

–|– 

Los dedos acariciaban suavemente su cabellera, relajándolo mucho


más de lo que ya estaba, el agua, que se mantenía tibia gracias a un hechizo,
hacía que se sintiera adormilado, tal vez la última sesión de sexo había tenido
mucho que ver en eso…
—Te quiero…
—Mmm, yo también —respondió con voz suave.
—Draco, esta guerra nos terminará matando.
—No quiero hablar de eso, Yarik —respondió Draco sintiendo como
toda la relajación se apartaba, regresándolo al mundo real.
—Pero yo sí, es algo de lo que debemos hablar, siempre tratas de ne-
garte a conversarlo.
—No hay nada que podamos hacer por cambiar las cosas —afirmó
tratando de levantarse y salir de allí, los brazos de Yarik lo apretaron con más
fuerza, impidiéndole moverse.
—Sí lo podemos cambiar, podemos huir lejos, lejos de todo…
—¿Y si nos atrapan? ¿Y si algo sale mal? ¿Has pensado en eso algu-
na vez? ¿Qué haremos entonces?
—Volver a intentarlo —contestó Yarik con voz decidida antes de darle
un suave beso en el cuello—, y otra vez y otra más, y las que haga falta para
hacer que las cosas cambien.

503
LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

—Yarik… —suspiró Draco.


—No darnos por vencidos, eso es lo que haremos.

Draco abrió los ojos de golpe, llevaba mucho tiempo sin so-
ñar con él, sin recordar aquellas noches, y precisamente tenía que
ser esa noche en que había peleado con Potter.
Se sentó y miró alrededor, ya casi estaba amaneciendo; el re-
loj del escritorio indicaba las cinco y cuarenta y cinco de la mañana,
suspiró lentamente y miró nuevamente hacia los pergaminos que le
había entregado el profesor Monroe la noche anterior, aún estaban
sobre su cama; luego de que Potter se marchara, los había dejado
allí, mirándolos ocasionalmente como si se trataran de un peligro o
algo prohibido.
Potter, el muy imbécil, lo había llamado llorón, le había dicho
que sentía lástima por él. ¿Quién se había creído para sentir lástima
por él? Él no era un resignado, él podía hacer lo que quisiera, era un
Malfoy, sin fortuna, pero entero y capaz de conseguir salir adelante
sin la lástima de Potter.
De un salto se puso en pie y recogió todos los pergaminos
regados sobre la piltra y los llevó al escritorio, hacía algo de frío, así
que se puso una sudadera sobre el pijama y sacó la pluma y el tinte-
ro, ordenó los pergaminos hasta que encontró la primera página
que debía rellenar, y mojó la pluma en el tintero, leyendo con aten-
ción la primera línea:
“Escriba el nombre de la escuela a la que pertenece”.

–|– 

El domingo Harry no se apareció por la habitación de Mal-


foy, estaba seguro que el chico necesitaba tiempo para asimilar todo
lo que había pasado, luego podría ir; existía la posibilidad de que lo

504
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

mandara a rodar nuevamente, y que sus palabras no lo hayan hecho


reaccionar, pero confiaba en que después de todos estos meses, lo
conociera muy bien, y que el resultado fuera un Malfoy dispuesto a
probar que no era un engreído y desvalido, y que como consecuen-
cia, estuviera ya listo para presentarse a aplicar para esa beca.
Además aprovechó el tiempo para socializar con sus compa-
ñeros de habitación. Decidió que había estado demasiado apartado
de ellos cuando esa mañana vio a Neville regresar de quién sabía
dónde con una sonrisa satisfecha en la cara, ya había notado algunos
cambios en el chico luego de la guerra, su seguridad y madurez ha-
bían crecido enormemente, pero el que Dean comentara que segu-
ramente otra chica más había caído en sus redes, le hizo darse cuen-
ta de que su popularidad con las chicas también había aumentado,
no pudo más que sonreír y participar de las bromas que Seamus y
Dean le hacían mientras Neville alegaba que era un caballero y que
no diría con quién había pasado la noche.
Durante el desayuno, estuvo atento a la llegada de Malfoy
pero esta no se produjo, supuso que aún necesitaría tiempo, ade-
más, no eran extrañas sus ausencias por allí a esas horas, lo más
probable fuera que hubiera desayunado más temprano o que sim-
plemente no bajara en todo el día.
En la mesa del comedor, delante de él, estaban Neville,
Seamus, Dean junto a Idries Askew; Maurice Hawes y Oliver Lusk
que se reían a carcajadas de un chiste que contaba Elías Vance. Ha-
rry sonrió también, aunque se había perdido la broma y no pasó
mucho más rato antes de que las chicas se les uniera, todos forman-
do un gran grupo en el extremo de la mesa, si alguien había cues-
tionado su alejamiento durante las últimas semanas, nadie lo men-
cionó, puesto que nadie lo miraba de manera extraña.
—Bien —Neville tomó una gran bocanada de aire, aún rien-
do un poco—, creo que es tiempo de que me vaya a estudiar.

505
LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

—Oh, tenías que recordárnoslo —se quejó Askew.


—Cierto, al menos sólo durarán una semana, después tene-
mos tres largas semanas para descansar —suspiró Parvati.
—Aunque se pasarán rápidamente —opinó Sylvia.
—Es cierto, ¿todos ustedes irán a casa? —preguntó Harry
con interés, había estado tan ocupado estudiando, evitando a Ginny
y Ron y pasando tiempo con Malfoy, que ni siquiera había tenido
eso en cuenta.
Todos respondieron afirmativamente y con mucho entu-
siasmo, enfrascándose en una nueva conversación acerca de sus
planes y viajes. Harry los escuchó atentamente sin darle muchas
vueltas a sus propias vacaciones. Lo más probable fuera que se en-
cerrara en Grimmauld Place, saliera a ver a Teddy todas las tardes y
a Hermione ocasionalmente.
Ron, Hermione y Ginny se unieron un poco después. Her-
mione mencionó algo de haber estudiado un poco antes del desa-
yuno, y Ron y Ginny se unieron a la conversación rápidamente,
aunque ninguno ignoró a Harry, sí sintió las miradas nerviosas que
le daba Ron.
En la tarde, sentado en una de las mesas de la sala común,
repasaba para el examen de Herbología que sería en la tarde si-
guiente, ya convencido de que no había nada más que pudiera hacer
por Pociones.
Alguien se sentó a su lado, y él no levantó la vista, todavía
concentrado en el diagrama de las Coclearias y sus diversas partes;
un carraspeó lo hizo girar, para encontrarse con Ron mirándolo de
una manera extraña.
—Hola.
—Hola —respondió Harry precavidamente. ¿Desde cuándo
Ron había decidido hablarle nuevamente?
—¿Te interrumpo?

506
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—-Está bien, de todas formas ya estaba cansado de ver Co-


clearias.
—Ah, sí, yo también —respondió Ron encogiéndose de
hombros—, escucha… mi madre escribió y me dijo que segura-
mente querrías pasar las vacaciones en tu casa y visitando a tu ahija-
do, pero que le gustaría mucho que pasaras por la Madriguera en
navidad, para la cena.
—Oh…
—Ella, bueno, todos en casa saben que tú y Ginny no están
más juntos, y no están molestos por eso, ellos entienden que hay
cosas que no funcionan, aunque no les he dicho nada de… bueno,
tú sabes…
—¿De que soy gay?
Ron se sonrojó y miró a ambos lados buscando si alguien los
había escuchado.
—Eh… Sí, eso…
—Me pregunto si algún día lo podrás decir.
Ron apretó los labios un momento, mirándolo fijamente.
—Eres gay, lo entiendo —dijo en voz baja y temblorosa, por
un momento le recordó a cuando Ron se negaba a decir «Volde-
mort»—; como sea, no quiero que vayas a casa y te sientas incómo-
do por mi culpa, mis padres y mis hermanos te quieren. George es-
tará allí también y…
—Puedo decirle a tu madre que tengo planes con los mug-
gles si es lo que…
—¡No! —chilló Ron más fuerte de lo adecuado, varios
alumnos voltearon a mirarlo reprochadoramente, para esa hora de
la tarde, la sala común se había convertido casi en una biblioteca,
con todos estudiando—. No quise decir eso, quise decir que no
quiero seguir disgustado contigo, o mejor dicho, que no quiero que
tú sigas disgustado conmigo. Yo he hablado con Ginny, y ha prome-

507
LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

tido comportarse, le expliqué que hay cosas que no se pueden cam-


biar, y menos por un capricho suyo.
—Yo, pues…
—Sé que seguramente seguirás enfadado con nosotros, pero
es la primera navidad sin Fred, y mi madre me pidió tanto que te
insistiera…
—No tienes que insistir, por supuesto que iré… y la verdad
es que ya no estoy enfadado contigo.
—¿No lo estás?
—Ya no.
—Genial, te he extrañado amigo.
—También yo —confesó Harry y Ron sonrió ampliamente.
—Bien, debo ir a seguir estudiando si no la sargento en la
que se ha convertido mi novia se enfadará.
Harry soltó una pequeña risita y buscó con la mirada a Her-
mione que repasaba un libro, aunque parecía de alguna manera, an-
siosa.
—Suerte con eso.
—La necesitaré —musitó Ron y luego de ponerse en pie y
aún pareciendo nervioso, le dio una mirada más—. ¿Por qué no es-
tudias con nosotros? Como en los viejos tiempos.
—Como en los viejos tiempos —asintió Harry encantado, y
recogiendo la mochila y el libro para seguir a Ron hacia el otro lado
de la sala, Hermione levantó la vista y les sonrió ampliamente.

–|– 

La semana de exámenes inició tal y como él recordaba, con


algunos compañeros con los ojos rojos e irritados de no dormir por
estudiar apresuradamente lo que no habían aprendido durante esos
tres meses, algunos con exceso de cafeína en su sistema, saltando al

508
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

primer movimiento o ruido, otros repasando los libros, incluso en


la mesa del comedor durante el desayuno. Draco sin embargo, sabía
que había estudiado todo lo que había sido capaz de estudiar, que
ninguna lectura de último minuto lo ayudaría a sacar una mejor ca-
lificación, después de todo, se tenía aprendido el libro completo de
Pociones, también el de Herbología, que era el examen que le toca-
ba por la tarde.
Dio una mirada alrededor mientras degustaba su cuarta tos-
tada y vio a Potter entrando junto a Granger y la comadreja, tam-
bién como en los viejos tiempos, el trío de oro estaba junto de nue-
vo. Suspiró imperceptiblemente, apreciando la figura del moreno,
sus ojos verdes y brillantes, sus labios rojos, sus movimientos lentos
y felinos mientras caminaba hacia su mesa. En cuanto esos ojos lo
buscaron, el hizo un mohín de fastidio y se giró completamente,
aún estaba enfadado, en demasía. Potter se había creído mucho si
pensaba que tenía derecho a hablarle de esa manera a él; a Draco
Malfoy. ¡Ja!, ni en sus mejores sueños lo tendría.
Se bebió el contenido del vaso de jugo de calabaza, nada de
café esa mañana, necesitaba realizar una poción perfecta, y no falla-
ría por alteraciones nerviosas provocadas por la cafeína. Apenas
terminó de beber el contenido del vaso, se puso en pie y se dirigió
hacia el aula de Pociones, esperaba encontrar al profesor Monroe
sólo el tiempo necesario para decirle que había decidido intentar la
postulación a la beca y entregarle todos los formatos ya rellenados,
para que los pudiera enviar esa misma tarde.

–|– 

Harry apenas y bebió una taza de café, se sentía demasiado


ansioso y nervioso como para más. Más tarde tendría tiempo de
alimentarse, tal vez cuando los exámenes hubiesen terminado.

509
LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

Por lo general, no se ponía muy nervioso en cuanto a lo aca-


démico, no había tenido mucho tiempo de preocuparse completa-
mente por eso antes, pero ahora, sabiendo que tendría que postular
a la Escuela de Aurores y que debía obtener buenas calificaciones, y
considerando que el mantenerse con vida porque un mago tenebro-
so lo perseguía ya no era parte de sus problemas; sus prioridades
habían cambiado, y debía admitir que en el fondo, se alegraba de
sentirse así, porque se sentía normal, como un chico común y co-
rriente cuya única preocupación era la de aprobar los exámenes y
cumplir con las tareas.
«Y dejar de pensar en Malfoy de esa manera tan poco ade-
cuada», se dijo en cuanto vio al rubio con la frente en alto y cami-
nando a paso resuelto mientras abandonaba el Gran Comedor, se
preguntó si ya habría tomado una decisión con respecto a la beca.
—Deberías comer algo —regañó Hermione trayéndolo de
vuelta a la realidad.
—Sí, amigo —Ron tragó algo con rapidez antes de continuar
hablando—, necesitaras energía para el examen.
Hermione abrió la boca para replicar, pero Harry soltó una
pequeña carcajada.
—Tú solo buscas excusas para comer; no cambias.

–|– 

El profesor Monroe se mostró bastante complacido acerca de


la decisión de Draco, y no se atrevió a preguntar el por qué del
cambio tan repentino. Simplemente aseguró que enviaría los do-
cumentos a la universidad, y que en la copia que Draco guardaba,
aparecería un código de postulación en cuanto la solicitud fuera
aceptada.

510
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

El barullo de los demás compañeros hizo que Draco final-


mente se instalara en su mesa al final de la clase, Potter pasó a su la-
do y le dio una mirada nerviosa, pero Draco nuevamente fingió es-
tar más ocupado en ver hacia la pared opuesta que en prestarle
atención.
Cuando Potter finalmente se dejó caer en la silla, varios sitios
por delante de él, junto a la comadreja y Granger, Draco se permitió
darle una mirada más atenta.
—Buena suerte —murmuró apenas moviendo los labios, no
sabía de dónde había salido ese impulso, pero en el fondo, deseaba
que así fuera, que le fuera bien.
El profesor Monroe llamó al orden y les explicó que primero
tomarían un examen teórico y después uno práctico mientras apa-
recían los pergaminos con las preguntas sobre los escritorios. Draco
tomó una bocanada de aire y se concentró en la prueba y en nada
más.

–|– 

Para la hora del almuerzo, Harry había estado de acuerdo


con Ron, luego de terminar con el examen de Pociones, salió del
aula rugiendo por el hambre, y en cuanto se sentó en el Gran Co-
medor, comió casi sin hablar con nadie, estaba seguro que había he-
cho buen examen, y debía agradecérselo a Malfoy y a sus explica-
ciones durante todas esas tardes y noches que habían compartido.
—Merlín, debí suponer que esa no era la respuesta —mur-
muró Hermione a un lado, revisando el libro de Pociones, ni Harry
ni Ron se preocupaban de cotejar sus respuestas con las del libro, el
examen estaba ya presentado y no había nada que pudieran hacer
para remediarlo, sólo quedaba concentrarse en el siguiente examen.

511
LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

Distrajo su atención el ver entrar a Malfoy al Gran Comedor,


con esa actitud tan seria que tenía, no pudo evitar mirarlo cada cier-
to tiempo de reojo, analizando la manera tan pulcra en que comía o
bebía, en tan solo quince minutos ya se estaba poniendo de pie
nuevamente y alejándose, sabía que el examen de Malfoy no sería
hasta después que el suyo, así que lo más probable era que se fuera
a su habitación, donde pasaba el tiempo que no tenía clases.
El llamado de Hermione lo alejó nuevamente de sus fanta-
sías, la chica, bastante nerviosa como era habitual en ella, les metía
prisa para que fueran de una vez al invernadero.

–|– 

El examen de Herbología también había estado bastante


simple, al igual que el de Pociones, pensaba Draco mientras llegaba
a su habitación, ahora sólo debía darle una nueva repasada a Estu-
dios Muggles y a Transformaciones antes de ir a la cama.
En cuanto entró, no se sorprendió de encontrar a Potter so-
bre la cama, leyendo el libro de Transformaciones, se preguntó por
qué siempre Potter tenía que estar sobre la cama, aquella imagen no
era muy tranquilizadora, sobre todo cuando pretendía estar enfada-
do con él por tiempo indefinido.
—Malfoy —saludó Harry cerrando el libro y sonriendo hacia
Draco, que no cambió para nada su gesto de indiferencia mientras
dejaba la mochila en el piso y caminaba hacia el baño.
—Vamos, Malfoy… —pidió, antes de que el rubio diera un
portazo y se metiera en el baño. Harry suspiró nuevamente y se
tendió en la piltra, dispuesto a esperar.
Cuando salió nuevamente, se lamentó de ver a Potter aún en
la cama.

512
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

«¿Por qué tiene que ser tan jodidamente insistente?», se pre-


guntó mientras caminaba hacia el escritorio tirando de la mochila
hacia él para sacar el libro de Estudios Muggles y empezar a leer.
—¿Cómo te ha ido en los exámenes? No dudo que debes
haber sacado la nota más alta en Pociones —continuó balbuceando
Harry, a cambio sólo recibió silencio. Draco leía su libro sin inmu-
tarse siquiera, era como si no hubiera nadie más allí.
—Malfoy, en serio, ya para con todo esto —pidió sintiéndose
de pronto demasiado «arrastrado» por el juego del rubio, pero reci-
bió en respuesta silencio nuevamente.
—¿No te parece que estás siendo demasiado inmaduro? —
preguntó poniéndose en pie y metiendo el libro dentro de su mo-
chila—. Bien, si quieres permanecer sentado allí como si yo no es-
tuviera… —dudó un momento más, Malfoy seguía leyendo su li-
bro sin ninguna mueca de fastidio, pero tampoco de diversión,
realmente era muy bueno ignorando a los demás cuando se lo proponía, pen-
só—,… entonces quédate solo —completó molesto antes de salir
del lugar.
En cuanto Draco escuchó el sonido del cuadro de El Hada
Hermosa cerrarse, soltó el aire lentamente y se dejó caer comple-
tamente sobre la silla. si Potter hubiera seguido insistiendo habría
tenido que contestar, pero él sabía que si había algo que sacaba de
quicio al Gryffindor era que lo ignoraran, y en ignorar lo que pasa-
ba alrededor, o pretender ignorarlo, él era un maestro.

–|– 

Para el viernes en la tarde, los exámenes para Gryffindor ha-


bían terminado y Harry junto a sus demás compañeros de séptimo
se relajaban en la sala común, Seamus había conseguido colar una
buena cantidad de cerveza de mantequilla, y todos reían y suspira-

513
LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

ban aliviados junto al fuego, aunque Harry no estaba del todo en la


reunión, como le había pasado durante toda la semana, extrañaba a
Malfoy, se había asegurado de verlo cada mañana, de andar cerca de
los pasillos por donde él transitaba, en caso de que algún grupo de
alumnos lo quisiera molestar, y de revisar en el mapa que llegara a
salvo a su habitación cada noche, pero aún así, extrañaba sus char-
las, sus discusiones tontas y sus ratos de silencio. Sin contar que el
deseo por tocarlo, tal vez besarlo y ver qué pasaba después, se había
incrementado considerablemente con su ausencia.
Al día siguiente, el tren para la estación King’s Cross salía
temprano, si no arreglaba las cosas con él esa misma noche, luego
no tendría oportunidad hasta después de tres semanas. Además,
quería desearle que tuviera buenas vacaciones.
Auto convenciéndose de que era eso realmente lo que pla-
neaba hacer, terminó su cerveza y se puso en pie, aunque Ron y
Hermione le dieron miradas interrogantes, no preguntaron nada y
Harry lo agradeció mientras se metía a la habitación en busca de su
capa y su mapa, aún no estaba ni por asomo cerca del toque de que-
da, pero a veces era mejor ser invisible, sólo por si las dudas.

–|– 

A punta de varita empezó a guardar todo lo que había fuera


del baúl, la ropa fue doblada y depositada, y encima, los frascos va-
cíos de pociones flotaron y se acomodaron melifluamente, algunos
libros más fueron puestos a un lado, luego de cubrir los frascos con
un hechizo para impedir que se rompieran, guardó en un atado de
cintas, las cartas de su madre, junto con la copia de la solicitud para
la beca, en la cual, dicho sea de paso, todavía no aparecía el código
que indicaba que estaba en la lista de postulantes. Según el profesor
Monroe, aquello tardaba un mínimo de dos semanas, así que, pro

514
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

lo pronto, no era nada preocupante. Despúes dio una mirada hacia


el techo, la snitch que Potter le había obsequiado.
Potter no había vuelto a aparecer en su habitación luego de
que el lunes en la noche lo ignorara, y aunque debía sentirse alivia-
do, no podía dejar de sentirse, de alguna manera solo; aquel día no
había tenido ya exámenes, hubiera querido ir a casa esa misma ma-
ñana y no tener que pasar nuevamente por toda la tortura de subirse
a un carruaje de niños de primero o segundo, incapaces de moles-
tarlo por ser aún demasiado pequeños, y luego viajar durante horas
a solas en un vagón, en tensión y preparado para cualquier eventual
ataque, incluso durante ese día ni siquiera había pronunciado pala-
bra alguna, no había quien la escuchase, después de todo, él mismo
había logrado que Potter se fuera.
Suspiró profundamente y apuntó a la snitch.
—Finite Incantatem —la pequeña pelotita bajó revoloteando y
él se estiró para tratar de alcanzarla, pero esta hizo un giro extraño
hacia la salida, dio dos pasos para alcanzarla, pero una mano invisi-
ble apareció de la nada y la sujetó. Draco jadeó ante la inesperada
presencia durante un instante, antes de darse cuenta que debía tra-
tarse de Potter.
—No deberías dejarla escapar —murmuró Harry deshacién-
dose finalmente de la capa y sonriendo hacia Draco, que en res-
puesta le dio la misma mirada gélida de la vez anterior—. De acuer-
do, veo que seguimos en las mismas, yo habló y tú finges que no
estoy aquí —continuó Harry con tono ahíto antes de lanzar la sni-
tch hacia Malfoy, que la sujetó rápidamente y, luego de hechizarla
para que se quedara quieta, la metió en su baúl, dándole la espalda y
evitando tener más contacto con él.
—Malfoy, en serio, parecemos niños, pensé que con todo lo
que había pasado habíamos madurado al menos un poco —argu-
mentó Harry dando la vuelta a la cama para ver el rostro de Malfoy.

515
LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

—Yo no soy el que empezó esto, Potter —respondió Draco,


ya medio cansado de la insistencia del ojiverdes, pero sobre todo, y
aunque no se lo quisiera admitir, contento de poder, al menos dis-
cutir de nuevo con él.
—Oh, pero sí hablas, Malfoy, pensé que un gato te había
comido la lengua.
—¿Por qué un gato habría que comerme la lengua? —pre-
guntó Draco no muy familiarizado con aquella expresión muggle—
Los gatos no comen lenguas, y deberías dejar de decir tantas sande-
ces.
—Que irritable, verdaderamente Malfoy, algunas veces te ex-
cedes —regañó Harry caminando hasta quedar más cerca del rubio,
que entrecerró los ojos y apretó los labios.
—Aquí el único que se excede eres tú, Potter.
—Yo soy el que está aquí tratando de hacer las paces, y aun-
que esta vez no traje la canasta en señal de ofrenda de paz, mis in-
tenciones son las mismas.
—¿Para qué? ¿Para qué regresas aquí queriendo hacer las pa-
ses? ¿Para tener tu conciencia tranquila?
—Claro que no.
—O para sentirte el héroe una vez más y ayudar al chico que
no tiene amigos ni habla con nadie, a no sentirse tan solo.
—Malfoy no…
—No tienes derecho Potter, ninguno, ni a querer darme
consejos ni a hablarme como si fueras la gran cosa con tus estupide-
ces de: «Siento lastima por ti» y «deberías actuar como un Malfoy lo
haría». ¿Qué mierda sabes tú acerca de los Malfoy? ¿Qué sabes tú
de nuestro orgullo o nuestra historia? Yo te diré —continuó Draco
elevando cada vez más la voz y sintiéndose mucho mejor conforme
las palabras abandonaban su boca, y Potter se encogía más y más so-
bre su sitio—: nada, no sabes y una mierda, porque ni siquiera has

516
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

vivido en este mundo el tiempo necesario para considerarte un ma-


go completo. Para todos los demás serás un héroe pero para mí no
eres nada más que el tonto Gryffindor con aires de grandeza de
siempre, el mundo mágico te adorará y te besará el culo, pero eso es
algo que yo no haré porque… — sus palabras fueron cortadas por
un rápido e imprevisible movimiento de Potter.
Harry trató de enfocar su mente en otro sitio y no en esos la-
bios que se movían rabiosamente, en lo sexys que se veían así: mo-
viéndose furiosos. Trató de no fijarse en esos labios rojos y apeteci-
bles, en esos labios húmedos y mordibles, en esa boca… No pudo
continuar con su lucha interna, dio un paso al frente y antes de que
siquiera Malfoy pudiera notarlo, lo tomó con una mano de la nuca
y lo jaló contra sí, al tiempo que sus labios se encontraban por pri-
mera vez. Por un instante sintió la tensión en el cuerpo de Draco y
unas manos aferrándose contra su túnica, los labios laxos y la respi-
ración detenida, pero sólo duró un instante antes de que los labios
de Draco reaccionaran y participaran de la danza que se había des-
atado.
Comprobó que besarlo era mucho mejor de lo que había
imaginado durante tanto tiempo, que esos labios sabían a gloria y a
pecado, sabían a dulzura y también a amargura, eran una tan grande
contradicción de sabores y sensaciones que, por un momento, se
sintió mareado. Cuando su lengua se empujó entre los labios semi
abiertos y chocó contra los dientes, las manos que sujetaban su tú-
nica lo empujaron con fuerza, haciéndolo dar un paso hacia atrás, y
se quedó mirando perplejo a Draco que lucía sonrojado y jadeante,
con una mano sobre los labios y una mirada extraña.
Mierda, Potter, el heterosexual-Potter, lo estaba besando, sus labios
estaban sobre los suyos y su mano presionándolo, evitando que se
escapara, y esos labios eran tan invitadores, tan… reales y húmedos.
Y tan incorrectos. Era Potter, Harry Potter, el posible novio de al-

517
LIBRO II|El Último Año
[7] Exámenes de fin de año

guna chica, el esposo de alguna mujer, el héroe del mundo mágico.


Era Potter y no Yarik, al único chico que había besado en su vida, al
único que le había permitido besarlo de esa forma… Cuando esa
lengua quiso entrar en su boca, algo en él reaccionó y de un golpe
se alejó, sintió sus labios hormigueantes y descontentos por la inte-
rrupción. Casi sin darse cuenta, llevó un par de dedos hacia su labio
inferior, acariciándolo incrédulamente, Potter se había sonrojado y
una gran vergüenza se había instalado en su rostro.
—Yo…
—¿Qué demonios…?
—Sólo quería desearte felices vacaciones —dijo Harry al fin
con voz acelerada y demasiado aguda para su gusto, antes de salir
corriendo.
«Huyendo, sí, huyendo», se reprochó mientras llegaba al pa-
sillo y sin mirar atrás ni detenerse. siguió corriendo hasta su sala
común. Huyendo despavorido, tratando de convencerse de que era
mejor haberlo besado y huido que haberse quedado allí para escu-
char los reclamos que Draco seguramente le daría.
—¡Demonios y más demonios! —gritó pateando la cama an-
tes de meterse en ella, cerró los ojos, y las sensaciones del beso, del
maravilloso, perfecto e insuficiente beso, volvieron a su mente, el
sabor de esos labios, el calor de ese cuerpo. La rabia se convirtió en
un sentimiento distinto y desconocido. Mientras se arropaba un
poco más, sonrió rememorándolo una y otra vez.
Que importaba si el beso había durado muy poco, había váli-
do la pena poder disfrutar de ese sabor, mil veces mejor al que había
soñado tantas veces, aunque luego hubiera tenido que salir corrien-
do de esa manera, concluyó mientras se desplazaba poco a poco al
mundo de los sueños.

518
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

8
Vacaciones de navidad, descubrimientos y
aceptaciones

“Si no sueltas el pasado, ¡no ha pasado!”


Luís de Landa

Condado mágico de Rútland: Casa de Narcissa y Draco Malfoy


Grimmauld Place, Londres: Casa de Harry Potter
Navidades de 1998

D
urante todo el viaje en tren hacia casa, se la pasó
metido en su vagón, no se animaba a poner un pie
fuera y dejar que Draco lo viera, se sentía demasia-
do avergonzado, y no solo por haberlo besado. Siendo honestos, no
se arrepentía ni se arrepentiría de eso jamás, pero sí de haber salido
corriendo como un gato asustado, seguramente había quedado co-
mo un cobarde, y no estaba listo para ver aquello en la mirada de
Draco.
Ron y Hermione junto con varios de sus compañeros de
séptimo, incluyendo a Ginny, habían estado en el vagón, entrando y
saliendo constantemente, no dejándolo solo en ningún momento,
siempre riendo y comentando cosas acerca de los exámenes o del
siguiente partido de quidditch. Ginny parecía resignada a no volver

519
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

a jugar, pero ya no le lanzaba miradas de odio, simplemente se


mantenía callada y tranquila. Harry se sintió en ese momento tan
injusto, que estuvo muy cerca de pedirle que volviera al equipo. Por
suerte, el tren había llegado en ese momento a la estación King’s
Cross.
Los señores Weasley estaban allí para recibir a Ron y Ginny,
ambos se veían mejor que la última vez que los había visto. Sabía
que lo que había pasado sería algo que nunca superarían del todo,
pero el verlos recuperarse era un alivio. Abrazó a la señora Weasley
y le dio la mano al Señor Weasley, prometiéndoles que estaría en la
Madriguera para la cena de navidad.
Los padres de Hermione estaban también allí, conversaban
con los Weasley, y aún se veían algo incómodos por toda la situa-
ción. Harry supuso que no terminaban de asimilar todo lo que ha-
bía pasado; según Hermione, estaban intentando mantenerse jun-
tos, aunque ella misma había confesado que eso era algo que no
creía que fuera a ocurrir. Al parecer, ahora estaba aceptando mejor
el hecho que antes, cuando estaban en Australia. Con una sonrisa
recordó Australia y recordó que tendría que escribirle a Fabio… se
daría tiempo para mandarle aunque fuera, una postal por navidad.
La sorpresa del día fue Andrómeda, envuelta en un abrigo
verde Slytherin, y con un pequeño en brazos: Teddy, que tenía tan-
tos abrigos y bufandas encima, que Harry pensó que se terminaría
perdiendo en medio de todas esas telas. Harry sonrió encantado ha-
cia ellos, aún no creyendo que estuvieran allí, Andrómeda se man-
tenía a unos cuantos pasos de los Weasley, sin entablar conversación
alguna, y le sonreía con sincera alegría.
—Teddy y yo decidimos venir a saludarte, él te ha extrañado
estos meses, siempre le hablo de ti —saludó mientras extendía los
brazos con Teddy dando saltitos hacia Harry, que encantado lo car-
gó, ya había superado el pavor inicial de chinearlo hacía muchos

520
LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

meses, antes de salir de vacaciones a Australia, además quería regis-


trar cada cambio en él, Andrómeda le había escrito casi todas las
semanas acerca de lo mucho que estaba creciendo, pero Harry ne-
cesitaba verlo con sus propios ojos.
—Pronto estará caminando —comentó levantando al peque-
ño con los brazos mientras este soltaba una carcajada que hizo que
Harry sonriera en respuesta.
—O volando.
—-Será genial…
—Harry, querido —le llamó la señora Weasley, Harry giró
rápidamente y el pequeño sonrió hacia la señora.
—¿Sí, señora Weasley?
—¿Por qué no invitas a Andrómeda a la cena del día de navi-
dad?, estoy segura que le gustará venir, y así podrás jugar con Teddy.
—Yo, pues… —Harry le dio una mirada más a Andrómeda,
y recién notó que la mujer en verdad ahora estaba sola, sólo tenía a
Teddy y que lo más probable fuese que no tuviera con quien pasar
la navidad… No lo había pensado antes.
—Claro, Molly, será un placer —se adelantó Andrómeda con
una sonrisa hacia la mujer, y Harry sonrió aliviado mientras seguía
jugando con Teddy, pensó que lo mejor por lo pronto, antes incluso
de ir a Grinmauld Place, sería ir a dejar a Andrómeda y Teddy a ca-
sa, allí podrían conversar con más tranquilidad y aprovechar estar
más tiempo con el niño, una vez que le quitara todo lo que el pobre
llevaba encima.
Cuando estaban ya por abandonar el lugar, dio una última
mirada alrededor, pero no encontró la platinada cabellera que bus-
caba, supuso que Draco debía haber cruzado la estación a toda velo-
cidad, y que tal vez su madre no lo esperaría, puesto que tenía que
trabajar… En el fondo se sintió algo triste por no haberlo podido
ver una vez más.

521
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

–|– 

Harry y él estaban de nuevo en aquella habitación, y Harry lo besaba


como había sucedido aquella noche, pero esta vez él no se quedaba quieto, ni
lo empujaba, esta vez lo tomaba de la cintura y lo halaba más cerca, dejaba
que sus cuerpos se reconocieran, se apretaran el uno con el otro… sus propios
labios ya no se quedaban quietos, buscaban mas allá, iban por el cuello, por la
mandíbula, por cualquier lugar donde hubiera un trozo de piel para probar, y
sus manos ya no solo apretaban la cintura, bajaban más hasta acunar esas
nalgas firmes y redondas que había visto tantas veces a escondidas, deseando
conocer su real tacto… y ahora podría, podría tocarlo, sentirlo… Tal vez con
algo de suerte hundirse en él y…

—¡Draco!
Abrió los ojos alertado, el olor a café rondando, pese a que
afuera ya había empezado a nevar, él estaba sudando y…miró hacia
abajo, tenía una dolorosa erección.
—Draco, querido —volvió a llamar la voz de su madre.
—Ya desperté.
—Apresúrate entonces, te estoy esperando para desayunar —
esta vez su madre había empujado la puerta y asomado la cabeza,
Draco se sentó rápidamente y sintió sus mejillas arder con mayor
intensidad, y agradeció a todos los dioses de que la manta lo cubrie-
ra lo suficiente para que su madre no se diera cuenta de lo que pa-
saba.
—Yo… me baño y desayunamos.
—Bien —respondió Narcissa con una sonrisa antes de cerrar
la puerta.
Entonces Draco se dejó caer sobre la yacija, suspirando pro-
fundamente y cerrando los ojos, las escenas del sueño volvieron a

522
LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

su mente rápidamente, y antes de que se diera cuenta, su mano ya


estaba metida en su pijama, acariciando con prisa y fuerza su propio
miembro, sintió una corriente de placer recorrerle el cuerpo entero
y un murmullo ahogado:
—Harry —mientras se corría.
—Maldito Potter —gimió aún con la respiración agitada,
mientras se ponía en pie. Con un movimiento de varita, limpió la
cama, imaginando la cara de su madre si se encontrara con su libe-
ración esparcida entre las sábanas, y luego se metió en la ducha.
—Maldito Potter —repitió mientras se terminaba de bañar;
era su culpa. ¿Por qué demonios había tenido que besarlo? ¿Qué
podría significar eso? Y además… Para luego salir corriendo como
si… Como si—… Como si se arrepintiera de haber hecho algo tan
asqueroso —concluyó cuando ya se estaba vistiendo.
—Al fin, pensé que te levantarías temprano, siempre lo haces
—reprendió la voz de Narcissa desde la cocina, Draco sonrió hacia
su madre y le dio un beso en la frente, para después mirarla con
atención; aunque ya la noche anterior lo había hecho, pero enton-
ces, apenas y había tenido tiempo, puesto que su madre había llega-
do casi a la medianoche, y demasiado cansada para más que darle un
abrazo y un beso, pero el corto tiempo bastó para que pudiera regis-
trar los cambios en ella: ahora estaba un poco más delgada, y su piel
un poco más macilenta, aunque ella argumentaba que todo era
imaginación de Draco. Él sabía que no era así, que no estaba imagi-
nando cosas, estaba viendo la realidad y no podía negar que le asus-
taba, como todo lo que estaba pasando en su vida últimamente.
—Lo siento… Creo que estaba mucho más cansado de lo
que esperaba.
—Oh, está bien, supongo que debes estarlo… Por como
dormiste, definitivamente lo estabas —Narcissa tomó la mano de

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

su hijo y lo jaló hacia la mesa—. Ahora desayunemos y cuéntame


qué de nuevo hay en la escuela…
«A ver… Ataques, intentos de ajusticiamiento, trato injusto
de algunos maestros, postulé a una beca, me hice amigo de Potter,
me besó la noche antes de venir a casa y constantemente fantaseo
con llevármelo a la cama pese a que es, lamentablemente, hetero»,
se dijo con ironía, pero pensó que sería una respuesta inapropiada, y
que alteraría a su madre, por lo que sólo se encogió de hombros y le
dio un sorbo a la taza de café.
—Postulé para una beca…

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Los primeros días después de volver a Grimmauld Place los


pasó bastante tranquilo, relativamente hablando, claro, pues las le-
chuzas con felicitaciones por navidad llegaban de todas partes del
país, muchas de magos y brujas que no conocía, algunas tantas de
sus compañeros de escuela, del E.D. y ex integrantes del equipo de
quidditch que ahora ya no estudiaban con él. Incluso la descarada
de Rita Skeeter escribió, mencionando además su intención de ha-
cer una biografía acerca del increíble viaje que había liderado para
derrotar al mago más tenebroso de todos los tiempos. Harry quemó
esa carta rápidamente, asqueado, recordando lo que esa mujer había
publicado sobre Dumbledore. Pensó que tal vez podría hablar con
Hermione acerca de si es que era posible que en este maravilloso
mundo, recientemente liberado, no existirían leyes que le permitie-
ran un poco de vida privada.
Las demás tarjetas de felicitaciones las fue leyendo poco a
poco, conforme desayunaba o almorzaba, para después guardarlas
en un enorme baúl; sabía que no podría contestar a todas ellas, a
menos que se encerrara en su casa durante meses sin dedicarse a

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LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

nada más, pero no las echaría a la basura, era lo menos que podía
hacer.
Hermione le había dicho que sí era posible remover el he-
chizo que escondía a Grimmauld Place de los ojos muggles, pero
que sería extraño de alguna manera que de pronto apareciera una
casa allí, aunque había forma de manipular eso también. Harry es-
taba decidido a hacerlo de todas maneras, y ella había prometido
ayudarlo con el hechizo antes de regresar al castillo.
Entre la gran cantidad de tarjetas y notas que llegaron, solo
extrañó una, una que no llegó y que secretamente había estado es-
perando, una que debía provenir del Condado mágico de Rútland,
más precisamente de la casa de Draco, la número siete de la quinta
avenida.
Harry sabía exactamente dónde quedaba la casa de Draco,
tenía acceso a la información y tenía incluso la manera de llegar, pe-
ro pensó que llegar al medio de «La Galera», que era como le decían
a ese sitio, y tocar la puerta de los Malfoy, no sería algo adecuado,
sobre todo para Draco que siempre intentaba no llamar la atención,
tal como le había pedido en la escuela, que no se le acercara ni diera
muestras de hablarle, así que conteniendo, esta vez al menos, el ins-
tinto, decidió obedecer a Draco, y quedarse tranquilito y sin hacer
ningún movimiento, después de todo, en un par de semanas más
podría verlo de nuevo y escuchar el veredicto a su actuación, tal vez
Draco también estaba pensando en él, y extrañándolo, y cuando
volvieran a la escuela, todo sería más fácil entre ellos dos. Tal vez…

–|– 

Su mente se dividía entre la preocupación por la seguridad


de su madre y el proceder de Potter; había decidido, al igual que ha-
cía con sus estudios, dividir el tiempo equitativamente entre ambos,

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

durante el día, mientras su madre se iba a trabajar, él se encargaba


de revisar todo lo que tuviera a mano, agradeció por primera vez
que el lugar fuera tan pequeño y sin ninguno de los hechizos de
protección con que contaba la mansión Malfoy, allí, si su madre
hubiera querido esconder algo, lo hubiera logrado sin mucho pro-
blema y de por vida, en cambio en esta pequeña casa, la suerte juga-
ba a su favor.
Se trepó a una silla y sacó todo el contenido de los estantes,
en la cocina, revisando que no hubiera lugares ocultos entre las ca-
jas de galletas y café, continuó con la sala y el baño, pero no daba
con el lugar donde su madre escondía las cartas de amenazas. Pese a
que ella se lo había negado vía lechuza, cuando estaba en la escuela,
la segunda mañana en que estuvo allí, cuando se levantó lo sufi-
cientemente temprano, pudo ver la bandada de lechuzas que llega-
ron cargando muchos sobres de aspecto extraño. En ese momento
había preguntado por el contenido de aquella correspondencia, pe-
ro sólo había recibido en respuesta, un silencio seguido del movi-
miento de varita de su madre haciendo desaparecer los sobres. Pese
a su insistencia, su madre no le había querido hablar del asunto y se
sentía demasiado enojado y frustrado porque, pese a todo lo que
había pasado, aún se le tratase como a un niño.
—Un niño para unas cosas, y para otras no —murmuró con
rabia aquella mañana, dando un portazo al entrar a su habitación y
esperando a que su madre se marchara para iniciar con el registro
de la casa. El cual, después de cuatro días de ardua búsqueda, seguía
teniendo resultados negativos, cosa que lo que lo ponía de peor
humor…peor incluso del que se ponía cuando pensaba en Potter.
«Potter…», el segundo gran problema de sus navidades.
Por las tardes, luego de haber revisado sofás, mesas, estantes
y cajones, se dedicaba a hacer la cena, para su madre y para él, su
madre siempre llegaba alrededor de las ocho de la noche, aunque

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LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

había días en que podía tardar un poco más, pero eso no importaba,
Draco siempre la esperaba sentado en la mesa, leyendo un libro,
con los platos servidos y con un hechizo para que se conservasen
calientes.
Ambos cenaban y hablaban un poco, los últimos días sobre la
beca a la que Draco estaba postulando, y lo feliz que se sentía ella de
que hubiera decidido tomar el riesgo, de lo mucho que le encanta-
ría que fuera admitido, y sobre todo, de lo orgullosa que se sentía
por la forma como estaba llevando las cosas.
Para la noche, Draco se dejaba caer en la cama, en completa
oscuridad, y entonces, era el momento de Potter para aparecer en
sus pensamientos, con su jodida sonrisita y los recuerdos de aquel
maldito beso. ¿Qué hubiera pasado si en lugar de empujarlo lo hu-
biera dejado seguir? ¿Potter habría tenido sexo con él? ¿Lo habría
penetrado? ¿Potter se dejaría acaso penetrar? No lo creía, podría no
tener casi nada de experiencia con chicos, podía ser relativamente
nuevo en todo el tema de los gays y su mundo, pero sí estaba segu-
ro de algo: si Potter quería besarlo y tal vez llegar más allá, lo más
probable fuera que sólo sintiera su sexualidad tambalearse y quisiera
probar… No se dejaría sodomizar, sería demasiado «poco macho»
para que el gran vencedor del mundo mágico accediera.
Sintió un tirón de placer al imaginar lo que sería penetrar a
Potter, tenerlo a cuatro patas, agitándose y suplicando…su espalda
desnuda, y esas nalgas que había visto e imaginado tantos días…
Cerró los ojos y exhaló lentamente, lamentando que le tuvieran
prohibido usar los hechizos anti sonoros dentro de esa casa, una de
sus manos hizo un lento camino sobre la tela de su pijama y se coló
entre sus pantalones, sujetando con fuerza su erección, aquella a la
que ya estaba acostumbrado, saltara cada noche con tan sólo el re-
cuerdo de Potter besándolo, y que lo llevaba hasta el punto del or-
gasmo imaginando las mil y un cosas que le gustaría hacerle…

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

–|– 

Para la noche buena, Harry tenía varias cosas claras, la prime-


ra: que Draco no le escribiría. La segunda: que le entregaría sus re-
galos, sí, porque pese a todo, no se había podido resistir, y le había
comprado dos regalos a Draco; los cuales no enviaría vía lechuza
porque existía la posibilidad de que no llegasen o que los aurores
los examinaran antes y no llegaran en condiciones adecuadas. Y la
tercera: que necesitaba desesperada y urgentemente salir de casa, no
podía negar que la había pasado muy bien junto a Teddy y Andró-
meda, tampoco que no se entretenía cuando Ron se aparecía alguna
mañana a desayunar, pero el estar encerrado le estaba afectando en
demasía, cada vez que se dejaba caer en algún sofá para leer, su
mente volaba a Malfoy, y no sólo recordando el beso que se habían
dado, sino también, la forma como pasaban el tiempo juntos, sus
conversaciones y tontas peleas, estudiar, sus silencios… Nunca ha-
bía imaginado que extrañaría tanto los silencios de alguien como los
de Malfoy…
Se preguntaba constantemente qué era lo que el chico podría
estar haciendo, o pensando. Si acaso lo detestaba por haberlo besa-
do, después de todo, lo había empujado, pero la forma como esos
dedos acariciaron sus labios… Además, por un instante, uno pe-
queño e insuficiente, Malfoy había respondido. Tal vez solamente
lo había asustado, o asombrado.
Se puso en pie y decidió darse una ducha antes de aparecerse
donde los Weasley, al menos allí, rodeado de tanta gente, perdería
menos tiempo pensando en él.

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LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

En otra época, cuando todo era mejor… No, cuando todo era
diferente —se corrigió— …las cenas navideñas de los Malfoy era uno
de los eventos más esperados en diciembre. Se organizaban dos
grandes cenas, seguidas por dos fiestas elegantes, una el 25 de di-
ciembre y otra la noche del 31 de diciembre, de más está decir que
todo el que era alguien en el mundo mágico estaba allí: miembros
de Wizengamot, el Ministro de magia, jefes de Aurores, jefes de le-
gislación y permisos, los que ocupaban algún cargo en Gringotts, y
por supuesto, todos los amigos más cercanos de su padre (sangre
pura, desde luego) y sus familias. Los jóvenes generalmente termi-
naban escabulléndose hacia alguna de las salas anexas al gran salón,
mientras las esposas conversaban en las esquinas, luciendo una más
encantadora que la anterior, y los esposos cerraban tratos, condena-
ban empresas y generaban nuevos negocios.
Draco recordaba claramente cómo le gustaba liderar a todo el
grupo de chicos y chicas que asistían a aquellas fiestas, cómo disfru-
taba de presumir de su posición de «casi» dueño de la casa y abaste-
cer a todos de una buena cantidad de licor, le gustaba jugar al hom-
bre importante, imitando a su padre, y caminando de grupo en gru-
po, saludando y brindando, le encantaba tanto todo aquello… Aho-
ra veía hacia atrás y le parecía que había pasado demasiado tiempo,
que todo pertenecía a una vida diferente, una a la que él ya no per-
tenecía, a la que jamás podría volver… Y no estaba seguro de sentir
que en realidad la extrañaba… no del todo.
Las dos navidades anteriores no habían sido precisamente un
lecho de rosas, es más, está navidad era mucho mejor que aquellas
dos ocasiones, en la primera muriendo de miedo por cumplir con
una misión que le era imposible de cumplir, y la segunda… no ha-
bía sido del todo mala, aun con los mortífagos cerca, había estado
con Yarik, lo malo había llegado después… Recordó que en un par
de días más se cumpliría un año desde la última vez que lo había

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y el Fabricante de Pociones 1

visto, besado y amado…y tal vez unos cuantos más en que ya se


cumpliría un año de su muerte… Se preguntó si su madre sabría
realmente lo que habría pasado con el chico, aunque nunca se lo
había dicho, claro que en realidad nunca había preguntado…
—Madre —llamó Draco sobresaltando a Narcissa que leía
cerca de la chimenea, la mujer levantó la vista hacia Draco y sonrío
amablemente. Esa sonrisa hizo dudar a Draco, ¿realmente quería
hacer que su madre dejara de estar contenta? ¿Qué recordara cosas
poco agradables? ¿No era ya suficiente acaso?
—Dime, Draco, no te quedes en silencio —apuró Narcissa.
—No… yo, nada, olvídalo.
—Eso es descortés.
—Lo siento —se excusó Draco con un gesto avergonzado,
entonces su madre sonrió nuevamente.
—Vamos…sé que debes tener alguna duda y no te preocu-
pes, siéntete libre de hacerla cuando estés listo.
Draco inspiró profundamente y se puso en pie, su madre ce-
rró el libro que estaba leyendo y lo dejó a un lado, mirándolo com-
prensivamente mientras Draco se dejaba caer sobre la alfombra, a
sus pies.
—¿Qué es lo que te aflige ahora, hijo? —preguntó acarician-
do los cabellos del chico.
Draco no se había dado cuenta de cuánto había necesitado
esas caricias, aunque pudiera sonar demasiado infantil, las había ne-
cesitado durante la escuela, cada vez que se sentía solo y misera-
ble… Aunque Potter había ayudado a que las extrañara cada vez
menos, llenando de alguna manera el vacío que sentía.
—Madre…yo sé que no quieres recordar esto… Que mi pa-
dre y tú estaban enfadados por esto… pero necesito saber…
Narcisa frunció los labios, y por un instante detuvo las cari-
cias en la cabellera de su hijo, antes de soltar un suave suspiro.

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LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

—Tu padre no sabía lo que pasaría, ni yo tampoco, no se nos


ocurrió jamás que Forsyth pudiera desquiciarse tanto y…
—Él… —interrumpió Draco con voz raposa—, Yarik… ¿él
sufrió mucho?
—No lo sé realmente, hijo, en verdad no lo sabemos, pe-
ro…unos días después, cuando nos enteramos, ya era muy tarde.
—¿Fue en la mansión?
—Sí, en una de las mazmorras más apartadas, nadie se enteró
de nada, Lucius y yo supusimos que lo encerraría, así como había-
mos hecho contigo, no que lo lastimaría o torturaría…
—¿Cuándo?
—El veintinueve de diciembre… Nos enteramos porque
Forsyth pidió que lo ayudáramos a salir y sacar al chico de la man-
sión, el Lord no podía enterarse de lo que había ocurrido.
—Ustedes lo ayudaron —murmuró Draco aún incrédulo—,
ustedes sabían lo que había hecho y lo ayudaron a que se librara de
él —se apartó de las caricias de su madre y apretó los puños con
fuerza—. ¡Ustedes fueron sus cómplices!
—¡No, Draco! —negó su madre enérgicamente—, no te
confundas, jamás hubiéramos permitido que algo así pasara.
—Mi padre lo sabía, yo lo sé… Él sabía que lo lastimaría.
Ustedes… ustedes… —empezó a balbucear no sabiendo qué más
decir y con la respiración agitada.
—¿Qué se suponía que hiciéramos? —se quejó Narcissa po-
niéndose en pie y cruzándose de brazos—. ¿Dejarlos a su suerte en
la Mansión? ¿Dejar que el Lord se enterara? Ya habían muchos ru-
mores respecto a ustedes dos, no era algo que sólo nosotros supié-
ramos, y tú sabes perfectamente lo que habría ocurrido si el Lord se
hubiese llegado a enterar de eso.
—¡Pero de todos modos Yarik ya había sido asesinado!
—¡Pero tú no! ¿Es qué acaso puedes ser tan insensato?

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—¿Insensato? —replicó Draco poniéndose en pie también—


¿Insensato, dices? ¡Yo le quería! ¡Y él me quería a mí! Ustedes des-
truyeron lo único bueno que tenía en la vida.
—Lo lamento… en serio, hijo, yo sé que le tenías cariño… sé
que era una época tan difícil pero no podíamos permitir que algo
malo te pasara a ti… tu padre y yo nos sentimos muy culpables
por…
—¿Cariño? ¿Eso es lo que crees que era? ¿Sólo cariño? —
interrumpió Draco, Narcissa le dio una mirada analítica, y luego
negó con la cabeza.
—Lo siento, pero no queríamos que nada te pasara…
—Eso no importa ya, ¿verdad? Yarik está muerto.
—Pero tú no, ¿verdad? —contra atacó Narcissa—, tú aún si-
gues en pie, aquí, luchando, vivo.
Draco la miró en silencio un instante más, sabía que su ma-
dre tenía razón, pero el saber que sus padres, de alguna manera,
ayudaron a que el padre de Yarik se saliera con la suya, le enfurecía.
Sin decir más palabra, se encaminó a su cuarto y azotó la puerta, pa-
ra luego dejarse caer en la cama, al menos ahora tenía una fecha…
No habían sido muchos días de sufrimiento, y le dolía pensar que
mientras él estaba en su habitación, encerrado, Yarik había estado
unos pisos abajo…muriendo.

–|– 

El bullicio de los Weasley no era nada comparado a otras


épocas, la ausencia de Fred se sentía a cada instante. George, que es-
taba conversando con Ron y Hermione, se veía más recuperado que
la última vez que lo había visto, pero aún no había en su mirada esa
chispa que lo caracterizaba; se preguntó si es que alguna vez la vol-

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LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

vería a ver, si es que alguna vez las cosas serían más o menos como
antes. Él en el fondo sabía que no.
Bill, que junto a Fleur y Charlie estaban al otro lado del sa-
lón, parecían mucho más felices, y la señora Weasley aún se veía
muy delgada, pero sus mejillas estaban mucho menos pálidas…
—Ya sabes, Kingsley está muy preocupado al respecto, inclu-
so está elaborando toda una nueva organización… Tiene muchísi-
mas ideas y está metido hasta el cuello de trabajo, pero… —el señor
Weasley suspiró profundamente—, todo sea por evitar que las cosas
se nos vayan de las manos nuevamente…evitar que pasen todas las
cosas terribles que pasaron.
—Entiendo —murmuró Harry, aunque estaba tratando de
mantenerse al tanto de las noticias por los diarios, el señor Weasley
tenía las noticias de primera mano, aunque la señora Weasley le ha-
bía pedido que se retirara del trabajo, él aún quería quedarse un par
de años más, hasta que todo volviera a la normalidad…
—Él me pidió que te volviera a mencionar el tema de la Es-
cuela de Aurores, sabemos que te gustan las cosas derechas y que
prefieres no tener favoritismos, pero haría tan bien a la imagen del
Ministerio y a la comunidad mágica que te vieran listo para entrar al
cuerpo de aurores.
—Él sabe que no aceptaré eso.
—Aunque la guerra haya terminado, el miedo a que pronto
algún mago quiera alzarse como un nuevo Señor Oscuro existe…
El que sepan que ya hay alguien encargándose de cuidarlos, les dará
de algún modo, ese sosiego que aún no encuentran.
—Eso suena a súper héroe, los aurores de ahora los están
cuidando, tienen a Kingsley, que estoy seguro es el mejor para el
cargo…
—Sí, pero no pierdo nada preguntando y…

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Zafy|HARRY POTTER
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—Bueno, bueno —interrumpió la señora Weasley pasando


un brazo por los hombros de Harry y otro por los del señor Weas-
ley—, Arthur, te pedí que no lo molestaras, es casi navidad, después
de todo…
—No me molesta, señora Weasley —defendió rápidamente
Harry mientras el señor Weasley sonreía afectuosamente.
—No… ella tiene razón, no es momento.
—Sigo creyendo que mereces una vida más tranquila que la
de un auror… Aún recuerdo a la pobre Tonks, siempre durmiendo
poco, y en misiones…
—Señora Weasley —suspiró Harry—, no se preocupe por
eso…
La señora Weasley suspiró suavemente y luego asintió.
—Vamos mejor a cenar, querido, ya la mesa está puesta.
La cena fue agradable, Ginny se había sentado bastante lejos
de él, en cambio Ron y Hermione se habían sentado a uno de sus
lados y Charlie al otro, Charlie le comentaba que se quedaría ape-
nas hasta que el año terminara, que estaba muy bien en la reserva de
dragones, y que tal vez debería reconsiderar el ser auror y cambiarse
a cuidado de criaturas mágicas, ya que al parecer, manejaba muy
bien a los dragones.
—Sólo he visto a dos: uno casi me mata y al otro lo monta-
mos para escapar de Gringotts, no creo que eso cuente como para
saber dominarlos.
—Yo creo que sí debería contar… a mí me gustaría trabajar
en una reserva —reflexionó Ron al otro lado.
—Claro, lo más probable es que terminaras comiéndote a los
pobres dragones —ironizó Charlie, Harry, Hermione y Bill solta-
ron unas cuantas carcajadas.
—¡Ja, ja!, sí que gracioso —replicó Ron un tanto sonrojado.

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LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

—Podemos hacer unos caramelos en forma de dragón que te


hicieran botar fuego por la boca —dijo de pronto la voz de George
sobre las risas hacia Ron, todos se quedaron callados durante un
momento, desde que George había llegado con Charlie, no había
mencionado (en ningún momento) la tienda de bromas o sus nue-
vas ideas.
—¿Fuego por la boca? —respondió Ron algo dudoso—. ¿Eso
no es peligroso?
—No, que va… ¿No te enseñan nada en Pociones? —se
quejó George.
—Pues…
—Sí, Ron, recuerda, hay una poción para causar el efecto del
fuego… pero tendría que trabajarse un poco más para lograr hacer
lo que George pretende —opinó Hermione, Harry le dio una mi-
rada asombrada, por lo general ella no apoyaba ninguna de las ideas
de la tienda de bromas, pero supuso que al igual que él, le alegraba
tanto que George estuviera ya pensando un poco como antes, que
se lo dejó pasar.
—Sí… Cierto —contestó Ron, de pronto el silencio se que-
bró y todos continuaron conversando alegremente mientras Geor-
ge, que estaba delante de Ron, se adelantaba y seguía comentándole
cosas acerca de las variantes que podían hacer en la poción y los
efectos al mezclarla con chocolate y caramelo. A Harry no se le pasó
por alto la sonrisa de la señora Weasley, ni la mirada de alivio del se-
ñor Weasley, y por qué negarlo, él también suspiró de alguna mane-
ra aliviado, un paso cada vez más cerca de que todo mejorara.

–|– 

Pese a que era la mañana de navidad, y él sabía que proba-


blemente su madre lo estaría esperando en el comedor, no se le

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apetecía moverse de allí, y no se trataba sólo de un capricho, o un


nuevo ataque de depresión, simplemente no le placía moverse. En-
carar a la mujer que había sabido de la muerte de Yarik antes que él,
que no había sido capaz de decírselo siquiera, y en el fondo, sabía
que no era culpa de ella, que no era culpa de nadie más que del pa-
dre de Yarik, y tal vez suya propia, si hubieran escapado una de las
tantas veces que Yarik se lo pidió, tal vez, y solo tal vez, las cosas
pudieran ser diferentes.
Escuchó a su madre moverse por fuera del pasillo y se cubrió
aún más con el cobertor, pareció que su madre se detuvo en el pasi-
llo por un instante, y luego escuchó cómo sus pasos se alejaban; pa-
saron unos cuantos minutos y escuchó la puerta de la calle cerrarse.
Suspiró suavemente. Su madre lo había dejado solo, precisamente
esa mañana, la de navidad. La mezcla de alivio y soledad que lo em-
bargaba, lo estaban volviendo loco.

–|– 

Kreacher había aparecido aquella mañana, cuando Harry ba-


jaba hacia la cocina en busca de un chocolate caliente para refugiar-
se frente a la chimenea, frente al árbol de navidad que Hermione
había colocado allí días antes. El elfo parecía mucho más limpio y
seguía tratándolo amablemente, como cuando él y sus amigos ha-
bían estado refugiados allí, antes de partir a aquella misión suicida
rumbo al Ministerio.
—Feliz navidad, señor —dijo Kreacher con su ronca voz de
sapo, a la vez que hacía tronar sus dedos y las ollas se removían en
la cocina.
—¡Oh, hola, Kreacher! —Harry bostezó suavemente—. Fe-
liz navidad para ti también.
—El amo es muy amable en desearle feliz navidad a este elfo.

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[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

—No digas eso, claro que mereces que te feliciten.


—Kreacher le preparará el desayuno —replicó Kreacher con
un tono de voz más alegre.
—Gracias.
—Los regalos del amo están ya en la sala de estar, junto al ár-
bol, hay muchos regalos.
—¡Oh, no! —suspiró Harry mientras caminaba a la sala de
estar o lo más cerca que pudo de ella. Efectivamente, tal como
Kreacher le había dicho, había muchos, pero muchos regalos, la
gran cantidad de paquetes llegaban hasta la entrada de la sala de es-
tar—. No creo que pueda terminar con ellos hasta después de año
nuevo.
—Amo —llamó Kreacher cargando una bandeja con una taza
humeante y unas cuantas tostadas—, podemos clasificarlos para que
pueda abrir los más importantes primero.
—Buena idea —dijo Harry a la vez que tomaba la taza de
chocolate caliente. Kreacher hizo tronar los dedos y una gran bolsa
de lona apareció de la nada. Harry sabía que era una bolsa mágica,
con el mismo hechizo que Hermione había usado para moverse
durante el tiempo que escaparon de Voldemort, y con el mismo he-
chizo que había usado para el regalo de Draco. Dio un sorbo más a
su taza de chocolate y luego se sentó en el piso junto con Kreacher,
guardando la cantidad de regalos que habían llegado de personas
que no conocía, dejando sólo los regalos de sus amigos y conocidos.
Fue un largo día, y para la noche, en que se realizaba la gran cena de
navidad de los Weasley, realmente se sentía tan agotado que sola-
mente esperaba que terminara pronto para poderse ir a dormir.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Estaba ya oscureciendo cuando la puerta de la calle se volvió


a abrir; el sonido lo hizo sobresaltarse, sin embargo el susto le duró
apenas un instante, sabía que se trataba de su madre y retomó la lec-
tura de su libro de Transformaciones. No había salido de su habita-
ción durante todo el día, no tenía ánimos, menos si su madre no es-
taba cerca, así que se había quedado allí, haciendo lo único que pa-
recía saber hacer últimamente: Estudiar.
—Draco —Narcissa golpeó la puerta suavemente un par de
veces.
—¿Sí? —resopló Draco.
—¿Puedo pasar?
—Por supuesto —estuvo a punto de agregar que «no se
preocupara, que en esta ocasión no tenía a ningún chico escondido
allí», pero le pareció una broma demasiado cruel, incluso para él
mismo.
Narcissa abrió la puerta, y Draco le dio una mirada de saludo
antes de retomar la lectura de su libro mientras su madre se sentaba
junto a él.
—Este curso estás obteniendo muy buenas calificaciones.
—No hay otra cosa que pueda hacer, madre.
—Bien… Solo pienso que tal vez deberías intentar actuar un
poco más como un joven y menos como un adulto responsable.
—Soy un joven responsable —aclaró Draco dejando el libro
a un lado—. Y no me quejo.
—Pero tal vez… No sé… Los otros chicos salen, conocen
gente, se enamoran…y tú…
—No habrá una novia, madre —interrumpió Draco con voz
templada—, por si lo has olvidado…
—No, no lo he olvidado y… —Narcissa desvió la mirada un
instante, y Draco supo que era porque aquello que diría, le costaría

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mucho más de lo que había pensado—, tal vez te puedas enamorar


de un chico…
—Claro, porque ya sabemos dónde acaban los chicos de los
que me enamoro —atacó Draco aún sonrojado por haber recibido
de alguna manera, la autorización de su madre para enredarse con
otro chico, pero molesto todavía porque le había ocultado la infor-
mación de Yarik.
—Draco…
—Ya…lo siento, no debí decir eso —Draco se pegó un poco
más a su madre y dejó su cabeza descansar en el hombro de la mu-
jer, envolviéndose por el perfume que usaba, uno que él mismo ha-
bía preparado meses antes—. No quiero enamorarme de nadie…no
tengo tiempo para esas tonterías, en la escuela no conoceré a na-
die… —su mente se desvío un instante hacia Potter, pero descartó
el pensamiento rápidamente—, y lo importante aquí es ver la forma
de mejorar nuestra situación, luego tendré tiempo para lo demás…
—Quisiera creer que tu vida va ser simple, que de pronto el
mundo no pondrá mala cara ni condenará a los… homosexuales,
que olvidarán nuestro bando durante la guerra, las condenas y las
restricciones… Que tendrás una exitosa carrera y una pareja mara-
villosa y que todo será felicidad…
—Créelo, madre, tal vez sí suceda si lo deseamos de ver-
dad…
—Tal vez —Narcissa suspiró y con una mano apretó el brazo
de Draco, una forma de darle ánimos y fuerza—. Quería darte tus
regalos de navidad antes que la noche llegara…
—¿Regalos? —Draco se sentó completamente—. Madre, no
tenías que invertir ni un Knut partido en dos en mí, te lo dije antes
de llegar de la escuela, necesitamos ahorrar cuanto nos sea posible.
—Oh, sí, pero es sólo por esta vez, y son cosas que tú necesi-
tas de todas formas —Narcisa le hizo levantarse y lo llevó de la ma-

539
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

no a la sala. Draco la siguió en silencio, hasta que ambos se dejaron


caer sobre la alfombra, frente al pequeño árbol que Draco había
conjurado un par de días antes, habían sido un par de troncos vie-
jos, pero gracias a un hechizo que había leído en el libro de Trans-
formaciones, lo había podido convertir en un pequeño y luminoso
árbol de navidad. No era la gran cosa, pero siempre era mejor que
no tener nada.
—Primero abre el mío —pidió Draco tomando la caja en co-
lor rosa que estaba en el piso, sólo habían dos cajas de regalos… Re-
cordó vagamente unos años atrás cuando demoraba semanas en
terminar de abrir todos sus regalos.
—Pensé que habías dicho que no deberíamos gastar oro —
reprochó con una sonrisa Narcissa mientras deshacía el listón rojo.
—Sí, pero no es nada…es una pequeñez y la hice yo.
—Gracias, hijo —dijo Narcissa sacando los frascos de per-
fumes, jabones, champús y cremas que Draco había preparado.
—Son muy parecidos a los que comprabas antes en la tienda
de Madame Anthea 16, aunque muchos más baratos, debo agregar.
—Y me gustan más… —respondió Narcissa dejando la caja a
un lado—. Muchas gracias por hacerlos —agregó mientras le daba
un suave abrazo que Draco retribuyó alegremente.
—Ahora te toca a ti —Narcissa señaló el paquete verde con
cintas plateadas que aún quedaba junto al árbol—. Es una minu-
cia…
—En la que no debiste gastar oro —completó Draco jalando
la caja y rompiendo el papel. Dentro había un abrigo de color oscu-
ro. Draco lo sacó y elevó en el aire, era de su talla y se veía bastante
abrigador.

16
En Harry Potter y el Fabricante de Pociones, se refiere a la tienda de perfumes, fragancias y cuidados
del cuerpo ubicada en el del Callejón Diagon, Tienda de Madame Anthea. (Anthea: Nombre
griego que significa señora de las flores).

540
LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

—Hará mucho frío este invierno en Hogwarts y no quiero


que te congeles en el patio o algo así —le comentó su madre.
—Está muy bonito, gracias —agradeció Draco poniéndose
en pie para probárselo, él había tenido cientos de abrigos, de todas
los modelos y colores, y de calidades millones de veces mejores que
ese, pero eso no importaba, ya eso no le importaba ahora.
—Y tengo algo más —informó Narcissa sacando un sobre
del bolsillo de su túnica.
—¿Más? ¡Madre! —protestó Draco extendiendo la mano pa-
ra recibir el sobre—, no debiste gastar más oro…
—No gasté mucho, y es algo que creo que tú mereces… O
necesitas —Narcissa desvió la mirada hacia la chimenea, parecía un
tanto incómoda.
Draco dejó caer del sobre un par de cartones cuadrados, jun-
to con lo que al parecer era un mapa y un par de billetes de autobús,
como el que le habían dado en la mañana que había ido al super-
mercado.
—Ayer no te lo dije… No lo pensé oportuno y…creo que
sería justo que tuvieras un lugar donde ir…
—¿Cardiff? —interrumpió Draco viendo el lugar de llegada
de uno de los tickets de cartón cuadrados.
—Cardiff, en la ciudad de Cardiff, en la dirección que te in-
dico allí, hay un pequeño cementerio, es bastante humilde… Ese
fue el lugar donde…
—¿Yarik? —preguntó con la voz en un hilo, Narcissa sólo
asintió en respuesta—. Pensé… Dijeron que…
—No, su padre no podía llevarlo de vuelta a Bulgaria, repre-
sentaría demasiados problemas, entonces Lucius lo convenció de
enterrarlo allí… Que era lo mejor y…
—Cardiff…

541
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Mereces saberlo y mereces ir a visitarlo si deseas… Eso


que tienes allí es un pase para el autobús de aquí a Oakham, allí
mismo puedes tomar un tren que te dejará a solo unas calles del
cementerio… No será difícil, si es que realmente quieres hacer el
viaje…podrás estar aquí para la cena si es que sales temprano en la
mañana.
—Yo…
—Podrías ir el veintinueve, no te lo estoy imponiendo…pero
creo que ya ha llegado el momento de que hagas las paces con esa
parte de tu historia, siento de alguna manera que eso aún te ata al
pasado y que ya deberías dejarlo ir…
—Dejarlo ir… —susurró Draco mirando hacia toda la ruta
que su madre le había descrito.

–|– 

Hermione había ayudado a la señora Weasley a encantar el


jardín, dejándolo encerrado en algún tipo de cúpula mágica, habían
removido toda la nieve del piso y, en ese momento, se podía ver
como si se trataran de enormes ventanales, como la nieve caía en el
exterior, mientras que el interior estaba placidamente caliente, con
ayuda de algunos hechizos más.
En el centro había una gran mesa de madera larga y de color
bruno, Harry contó veinticinco sitios. Aquella era la primera navi-
dad después de la guerra, y los sobrevivientes de la Orden del Fénix
habían decidido obviar las invitaciones de las fiestas del Ministerio
para celebrarla juntos.
Reinaba un ambiente de festejo, y había muchos grupos pe-
queños conversando alegremente, con copas de bebidas multicolo-
res en las manos, Harry había traído a Kreacher para que ayudara a
la señora Weasley que, junto a Hermione, Ginny y Fleur habían or-

542
LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

ganizado el gran festín. Harry se había ofrecido a ayudar en un


inicio, pero había sido amablemente rechazado, así que ahora estaba
junto a Ron, Charlie y Bill, bebiendo de su copa de ponche en una
de las esquinas. Pudo ver en la entrada de la Madriguera a Ginny,
haciendo levitar unas bandejas de comida, no parecía muy contenta.
La noche anterior que había ido a cenar, también había estado con
mala cara y no le había dirigido ni una sola palabra. Harry no dejaba
de sentirse culpable por haberla lastimado de esa manera.
—George ha mejorado notablemente —dijo de pronto
Charlie señalando con su copa hacia otro de los rincones, George y
Angelina Jhonson, la que fuera novia de Fred durante mucho tiem-
po, conversaban en murmullos, ninguno parecía realmente feliz, y
Harry se preguntó si acaso estarían hablando de Fred y de cuanto lo
extrañaban.
—Sí, lo está —afirmó Ron—; esta mañana me despertó muy
temprano cargando un montón de pergaminos, estaba de alguna
manera, dinámico… pero me recordó tanto al antiguo George…
—La tienda le hará bien, lo distraerá —convino Harry.
—Lo sé —continuó Bill—, hemos hablado con mis padres, y
trataremos de ayudarlo en lo que sea posible, todos estaremos al
tanto de la tienda para no dejarlo solo, y por lo pronto se quedará a
vivir aquí en la Madriguera.
—En la reserva de Dragones se pasó las primeras semanas
encerrado, ni siquiera quería comer, realmente llegué a asustarme
—susurró Charlie, haciendo que todos tuvieran que pegarse más
para escuchar—, incluso más de una vez estuve tentado a llamar a
papá y a mamá para que me ayudaran…
—¡Harry! —dijo la voz de una mujer interrumpiéndolos,
Harry volteó rápidamente para ver a Andrómeda, que cargaba con
Teddy en brazos, el niño tenía el cabello de un simpático combina-
do rojo y verde, muy navideño.

543
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Andrómeda —saludó Harry con una sonrisa sincera, a la


vez que extendía los brazos para tomar a Teddy que se agitaba tra-
tando de saltar de los brazos de su abuela a los de Harry.
—Desde que llegamos está impaciente por estar contigo…
Espero que no te moleste.
—Claro que no —Harry tomó al niño en brazos y lo levantó
un poco, logrando que soltara una carcajada—, no sé si te acuerdas
de ellos —dijo señalando con la cabeza hacia los pelirrojos—, son
Bill, Charlie y Ron.
—Por supuesto que sí —respondió Andrómeda mientras
sonreía a los chicos—, además Nymphadora hablaba siempre de us-
tedes… Eran muy ambles con ella.
—Y ella con nosotros —respondió rápidamente Ron—,
siempre nos estaba haciendo reír.
—Sí… Ella era así —suspiró Andrómeda, el silencio se insta-
ló entre ellos por un instante antes de que el pequeño empezará a
balbucear, haciendo sonreír a Harry.
—Esta fiesta es muy encantadora…estoy viendo a varios
amigos de mi hija y su esposo… —sonrió Andrómeda hacia Ha-
rry—, pensaba en que si te podía dejar a Teddy durante un momen-
to mientras veo en qué puedo ayudar a Molly.
—Claro… Nosotros lo cuidaremos —dijo Bill mientras con
un dedo le trataba de encontrar las cosquillas a Teddy, que solo se
agitaba tratando de alejarlo.
—Nos vemos —dijo entonces Andrómeda alejándose hacia
la cocina, Teddy observó cómo su abuela se marchaba y por un
momento pareció que se iba a echar a llorar, lo que hizo que Harry
entrara en pánico, el niño estaba arrugando el ceño y volviéndose
cada vez más colorado, y entonces, Ron agitó su varita y la sombra
plateada de un pequeño león voló alrededor de ellos, lo que hizo
que Teddy sonriera y comenzara a aplaudir.

544
LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

Los cuatro se quedaron allí, dibujando figuras y chispas con


las varitas mientras Teddy reía a carcajadas y aplaudía…

–|– 

—No serías mal padre —comentó Ginny alcanzando a Ha-


rry en el momento que este se iba al baño, había dejado a Teddy
junto a Ron y Hermione que parecían bastante divertidos entrete-
niendo al pequeño.
—Hola, Ginny.
—¿Alguna vez lo has pensado? —continuó ella.
—¿El ser padre?
—Sí.
—Pues… No lo sé, nunca lo había meditado.
—Deberías —afirmó ella con una sonrisa que de pronto a
Harry le pareció un tanto siniestra—, los de tu… condición no
pueden tener hijos, ni casarse.
—Existe la adopción —replicó Harry—, y sí se pueden casar.
—No en nuestro mundo —contraatacó Ginny—; investigué,
no puedes adoptar ni casarte…
—El mundo cambia.
—No cuando se trata de corregir desviaciones en el compor-
tamiento.
Harry soltó una pequeña carcajada.
—¿Desviaciones en el comportamiento? ¿Es así como le di-
cen?
—No es sólo como le dicen, es lo que es, los aurores no
pueden ser lo que tú eres… —acusó ella cruzándose de brazos—,
no está bien visto, así que no hay ningún auror que haya admitido
algo así, algunos fueron descubiertos y expulsados…
Harry levantó una ceja y apretó los labios con fuerza.

545
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No me importa, Ginny, los tiempos cambian y si no, pues


que se jodan —dijo antes de darse la vuelta y dejar a la chica parada
en medio del camino. Sintió rabia por las palabras de la chica, y algo
de miedo porque en realidad, lo que ella había dicho era la pura
verdad.

–|– 

Harry bajó las escaleras nuevamente hacia el patio de la Ma-


driguera, se detuvo en la puerta dando un vistazo, ya muchos esta-
ban sentados en sus sitios, acomodados unos a lado de otros, estaba
la profesora McGonagall, junto con Aberforth Dumbledore, que
había aceptado la invitación después de mucha insistencia, junto a
ellos estaba Dedalus Diggle, que conversaba animadamente con
Ephias Doge, al lado de ellos estaba la abuela de Neville, nunca de-
jaría de recordar lo mucho que lo había sorprendido la mujer en la
última batalla, Neville en ese momento levantó una mano y lo sa-
ludó, apurándolo, Luna, que estaba a su lado, junto a su padre que
aún los miraba avergonzado, pese a que Ron, Hermione y él le ha-
bían dicho que lo perdonaban, lucía una túnica verde fluorescente,
bastante llamativa. Junto a ellos, Andrómeda trataba de que Teddy
se quedara quieto en la silla que habían encantado para que estuvie-
ra a la altura de la mesa, mientras Angelina le daba miradas diverti-
das al niño. Al pie de la mesa, junto a ellos estaba un sitio vacío, pa-
ra la señora Weasley, supuso Harry, al otro lado estaban todos los
Weasley, junto con Hermione, sus padres, Fleur y su pequeña her-
manita, que en realidad ya no era tan pequeña. Gabriel, además de
la nueva novia de Percy, era una chica de maneras tan pomposas
como el mismo Percy, Harry pensó que tal vez por eso se llevaban
tan bien.

546
LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

Harry finalmente se acomodó entre Ron y Charlie, con


quienes pasaba la mayor parte del tiempo conversando, una vez es-
tuvieron todos en la mesa, el señor Weasley se puso en pie, con la
copa en la mano y mirada solemne, todos los demás guardaron si-
lencio, esperando atentamente:
—Un brindis, propongo un brindis —dijo a la vez que le-
vantaba la copa, todos los demás lo imitaron y aguardaron expectan-
tes—: Por la paz, porque al fin ha llegado el tiempo por el que lu-
chamos tanto, el tiempo en que podemos descansar tranquilamente
porque sabemos que ya ningún mal nos persigue o asecha. Y tam-
bién por todos los que no pueden estar con nosotros en este mo-
mento, pero que nos miran desde el firmamento, por todos aque-
llos cuya vida de una u otra manera ayudó a que ahora estemos
aquí, todos juntos —el señor Weasley levantó la copa al cielo—.
Gracias —luego bajó la copa y la puso hacia delante—. Por una ver-
dadera y feliz navidad, felices fiestas a todos.
—Felices fiestas —replicaron todos levantando sus copas,
Harry tomó un sorbo del dulce vino de saúco, y por un instante re-
cordó a todos los que habían perdido en ese tiempo y tuvo que
agradecerles, tal como el señor Weasley había dicho, porque era por
todos ellos que estaban allí, en una pacífica y tranquila navidad, una
hogareña navidad, como nunca antes había vivido.

–|– 

La noche anterior al 29 de diciembre, Draco no pudo dor-


mir, se la pasó dando vueltas en su cama, por primera vez en todas
las vacaciones no pensó en Potter ni un momento, sólo en Yarik, en
sus recuerdos felices y en lo que compartieron; cuando vio que eran
ya cerca de las cinco de la mañana, no se aguantó más y se puso en
pie, se bañó con agua bastante caliente y se vistió con la ropa mug-

547
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

gle que su madre le había dado, en la mochila que usaba en la es-


cuela metió un par de libros, los boletos para el autobús y el tren, y
llegó a la cocina, no le sorprendió nada ver a su madre ya allí, traji-
nando de un lado para el otro.
—Buenos días.
—Hola, madre.
—Supuse que estarías ansioso.
—Un poco…
—Debes desayunar primero, ¿de acuerdo? —dijo mientras
dejaba delante de Draco una taza de café y un plato con panqués.
—Gracias. ¿Qué tal has dormido?
—De maravilla.
—¿Volverás temprano?
—Trataré… espero que cuando llegue ya estés aquí y que no
te metas en problemas.
—No lo haré, madre.
Narcissa asintió en silencio, y luego de comer, con gran es-
fuerzo por los nervios, todo lo que su madre le había servido, se pu-
so encima el abrigo largo que su madre le había dado por navidad y
los guantes oscuros, la bufanda verde de Slytherin, y caminó en
medio del silencio de la calle, hacia la parada de autobuses.
Se sentó a esperar por un rato a que llegara el ómnibus mien-
tras el cielo, bastante gris, presagiaba que tal vez en la noche nevaría
nuevamente, agradeció no haberse cruzado con nadie por el ca-
mino, y que los aurores que estaban de turno, lo hubieran dejado
pasar sin molestarlo.
Subió al bus y se encaminó al viaje más largo que había teni-
do que hacer hasta entonces en su vida, al estilo enteramente mug-
gle y solo.

–|– 

548
LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

Eran cerca de las once de la mañana cuando finalmente des-


pertó, con un terrible dolor de cabeza, las cortinas estaban cerradas,
dejando la habitación en una total oscuridad, el olor a cigarro y licor
aún bailando en su percepción, lo que hizo que sintiera una cosa
ácida y caliente subiéndole por la garganta. Se levantó de golpe, lu-
chando con los mareos ocasionados por su rápido movimiento y
corrió hasta el baño, donde vomitó todo el licor que había bebido la
noche anterior.
Abrió la llave del caño, se mojó la cara varias veces con agua
helada y miró su reflejo en el espejo: estaba totalmente pálido y su
cabello se pegaba a su rostro por el sudor y el agua.
—Así que esto es tener una resaca —suspiró—, definitiva-
mente no la quiero tener más —se dijo con voz más firme, la cabe-
za le dolía de una manera desconocida hasta entonces, y sus manos
temblaban.
Se arrastró de vuelta a la cama y se dejó caer en ella, pudo ver
en el piso regada la ropa que había usado la noche anterior, vaga-
mente recordó la forma como había llegado.
—Kreacher —llamó en un susurro.
—Buenos días, señor —croó Kreacher animadamente mien-
tras aparecía en medio de la habitación, el elfo hizo un pequeño
gesto de sorpresa mirando hacia las ropas tiradas y hacia el estado de
su amo.
—Shh… Kreacher, me duele la cabeza —reprendió Harry en
un susurro.
—Kreacher lo lamenta, señor —susurró el elfo haciendo una
reverencia—. ¿Qué es lo que desea el amo?
—¿Hay algo que me puedas traer para el dolor de cabeza…?
Me siento fatal.

549
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Kreacher le dio una mirada prudente y avanzó unos cuantos


pasos más hacia la cama donde Harry se había dejado caer nueva-
mente.
—El amo estuvo bebiendo anoche.
—Sí…y ya te he dicho que no me gusta eso de «amo» —
reprendió Harry.
—Kreacher lo lamenta, Kreacher siempre lo olvida, Kreacher
es un elfo malo…
—¡No! —chilló Harry sentándose rápidamente, lo que hizo
que la habitación girara con demasiada fuerza alrededor, volviendo
las náuseas mientras Kreacher intentaba darse de golpes contra la
mesa. Harry luchó contra todas aquellas horribles sensaciones, y
con manos temblorosas sujetó a Kreacher de los hombros—. No te
castigues…te lo prohíbo.
—Sí, señor, Kreacher obedece.
—Bien… —Harry puso una mano en su boca y corrió al ba-
ño nuevamente, había vomitado tanto que pensó que su estómago
quedaría completamente vacío ahora.
Cuando se arrastró nuevamente hacia la piltra, Kreacher ha-
bía desaparecido y Harry lamentó su ausencia, pero no lo llamó
más, cerró los ojos y empezó a recordar la noche anterior, realmen-
te había sido una locura completa, pero no podía arrepentirse del
todo:
Había estado aburrido en casa, como cada noche, buscando
alguna excusa para salir, hasta que finalmente se había decidido, ha-
bía ido hacia el centro de Londres y había descubierto un par de
discotecas, una de ellas, de ambiente gay, había quedado fascinado
por la idea de estar en su elemento nuevamente, había conocido a
unos cuantos chicos, bailado, bebido en exceso y claramente recor-
daba a aquel chico… «¿Jhon? ¿Jhosh?» Bueno, el nombre era lo de
menos, habían pasado un muy buen rato en la «zona oscura» de la

550
LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

discoteca. Cuando había salido con Fabio no había conocido un si-


tio así, era bastante excitante, un lugar donde sólo se iba a tener se-
xo, sin compromisos, sin preguntas ni problemas…y aquel chico,
rubio y bastante alto, había estado fantástico, aunque en realidad
había estado imaginando a Draco durante todo el tiempo que duró
el encuentro.
El ligero sonido de una aparición lo hizo abrir los ojos a la
vez que Kreacher aparecía con una copa humeante entre las manos.
—Señor, Kreacher ha traído su poción, debe beberla para
sentirse mejor.
—¿Qué es? —preguntó sentándose nuevamente, realmente
bebería cualquier cosa si incluía la promesa de que se sentiría mejor.
—Poción para la resaca, señor —Kreacher entregó la copa a
Harry, contrario a lo que pensaba estaba congelada y no caliente—.
El amo Orión la tomaba cuando tenía los mismos problemas que
usted.
—Oh —Harry cerró los ojos y se bebió el contenido de un
solo tirón, le supo amargo y frío, pero en cuanto pasó por su gar-
ganta, esa sensación de frescura se expandió por el resto de su cuer-
po, reconfortándolo—. Gracias… creo que ya me estoy sintiendo
mejor.
—Señor, si gusta puedo tener más preparado para esta noche,
o para cuando usted desee.
—No creo que vuelva a beber de esta manera —explicó Ha-
rry, no sabiendo bien en realidad por qué le daba explicaciones al el-
fo—, fue una completa insensatez.
—Cuando se encuentre mejor, puedo tener listo el almuer-
zo.
—Genial…y Kreacher —dijo Harry en el último momen-
to—, tal vez sí sea mejor tener a mano un poco de esa poción des-
pués de todo.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Lo que el señor ordene —respondió Kreacher haciendo


una reverencia antes de desaparecer.

–|– 

La mañana estaba fría, y se sentía muy cómodo en su asiento.


Como sabía que haría un recorrido largo, se había acomodado en
uno de los asientos del fondo, sacó su libro de Pociones y empezó a
leer, muy pronto varios de los pasajeros le daban miradas extraña-
das, que él en un inicio no supo reconocer muy bien, fue cuando ya
llevaba media hora de viaje que notó a una chica, que también leía,
pero su libro era de alguna manera, distinto al suyo, entonces cayó
en cuenta de que tal vez los libros que él leía llamaban la atención
de los demás; un tanto fastidiado por no poder leer, guardó todo en
la mochila y se dedicó a mirar por la ventana, notando recién el pai-
saje, le fueron atrayendo la cantidad de casas, edificios y lugares que
no conocía. Se entretuvo mirando a la gente, a los muggles, su for-
ma de andar y de vestir, realmente era un nuevo mundo allá afuera,
lejos de las fronteras mágicas.
Cuando el bus llegó a la parada que su madre le había indi-
cado, bajó en una estación llena de gente que caminaba de un lado
para otro, todos parecían llevar prisa y de alguna manera, lucían mal
humorados, el negro parecía ser el color de moda, puesto que todos
o casi todos llevaban abrigos largos, guantes y bufandas de ese color.
Sujetó con un poco más de fuerza, la mochila que colgaba de
un hombro y tomó una pequeña bocanada de aire, tratando de ubi-
car la estación que, según su madre le había indicado, estaba bastan-
te cerca de donde el bus lo dejaba.
Salió a la calle, la gente seguía yendo y viniendo quién sabe
de dónde y hacia dónde, el viento era mucho más frío que cuando
salió de casa, o eso le pareció a él, lo que hizo que cerrara más su

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LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

abrigo y ajustara su bufanda. Avanzó un par de metros y miró alre-


dedor, habían edificios enormes y pequeñas cafeterías, pero ningún
letrero que le indicara dónde estaba la estación, ¿sería posible que se
hubiera equivocado de parada?
Finalmente se decidió por un pequeño café que estaba en la
vereda de enfrente, seguramente que ellos podrían decirle si se ha-
bía equivocado o no. Al empujar la puerta de vidrio, una pequeña
campana anunció su entrada, el hombre tras el mostrador le sonrió
amablemente y Draco caminó hacia él.
—Buenos días, señor.
—Buen día, buen día —replicó el hombre con una sonrisa.
—Yo…disculpe, pero ¿podría decirme en que dirección se
encuentra la estación de trenes…? Debo partir hacia Cardiff y temo
haber bajado en la parada de buses equivocada.
—Oh…no te preocupes, no estás nada lejos, debes salir y
caminar hacia la izquierda tres calles, luego gira hacia la derecha, allí
está la estación, no te pierdes porque después de dos calles habrá un
letrero indicándote el camino.
—Gracias, señor —murmuró Draco sonriendo cordialmen-
te, no había tenido más que un par de salidas al mundo muggle y en
ambas ocasiones habían sido amables con él, tal vez, en realidad no
eran tan malos, tal cómo decía el profesor Cooper—, ha sido usted
muy amable.
—Cuando quieras, chico— replicó el hombre mientras ca-
minaba a una de las mesas donde una señora lo llamaba.
—¿Chico? —se dijo Draco mientras caminaba en la direc-
ción que le había indicado el hombre—. Qué raro nombre para
llamar a la gente.
Llegó a la estación sin ningún problema, tal como le había
dicho el hombre, no había sido muy difícil encontrarla, en el fondo
había un enorme panel con los nombres de las entradas y salidas y

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

los números de trenes, le tomó unos cuantos minutos ubicarse y


encontrar el tren que lo llevaba a Cardiff, y un poco más de tiempo
llegar hasta su plataforma de salida, no fue hasta que estuvo dentro
del convoy, sentado y cómodo, que suspiró aliviado, al menos ya es-
taba allí. Faltaba poco.
El viaje en tren demoró un poco más de tiempo que el del
autobús, está vez le importó muy poco que la gente le mirara, sacó
su libro de Encantamientos y pasó todo el camino leyendo, repa-
sando las clases que le tocarían en cuanto llegaran a la escuela y tra-
tando de memorizar los hechizos y movimientos.
Cuando llegó a la ciudad de Cardiff era ya pasado mediodía,
por suerte, su madre le había preparado un par de emparedados que
había comido en el tren, y no tenía hambre.
Salió de la estación con el mapa entre las manos, estaba a
unas siete calles del cementerio que su madre había mencionado,
incluso le había trazado el camino por el que debía seguir. Avanzó
por las calles, cruzándose con gente desconocida, un par de chicas
le sonrieron pero él las ignoró completamente y siguió avanzando
con el corazón latiéndole más fuerte aún, y estrujando entre las
manos enguantadas el mapa.
Llegó a lo que era una enorme reja, en lo alto se leía:

«Cementerio público de Cardiff»

Draco tomó una bocanada de aire, guardó el mapa y sacó el


último de los papeles que su madre le había dado, el nombre con
que lo habían enterrado; caminó hacia el interior del pequeño ce-
menterio, todo estaba cubierto por la tormenta de nieve pasada, pe-
ro las tumbas eran legibles aún, serpenteó por varias hileras hasta
que lo encontró. En una esquina, algo apartada, había una lápida
blanca y simple, con una inscripción en piedra:

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LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

KYARI YFTHORS
10-02-1978 * 29-12-1997

Draco dio una mirada a ambos lados, nadie más parecía estar
cerca, sacó la varita y susurró:
—Commutare —tal como su madre le había dicho, las letras
de la lápida bailaron por un instante antes de cambiar de posición,
finalmente se leyó:

YARIK FORSYTH
10-02-1978 * 29-12-1997

—Así está mejor —susurró Draco mientras se arrodillaba de-


lante de la lápida, seguía estando solo, así que con un hechizo lim-
pió la nieve que había alrededor de la tumba, sobre el piso aplicó un
hechizo impermeable y se sentó, con las piernas cruzadas mirando
fijamente hacia la tumba.
»Lamento no haberte traído flores, sé que en realidad no te
gustaban …también lamento no haber venido antes, no hubiera
podido, además que mi madre recién me ha dicho que estabas aquí
—comentó Draco acariciando con la mano aún enguantada, la
blanca lápida de piedra—, merecerías estar en un lugar mejor… —
negó con la cabeza—, merecerías estar vivo…creo que lo mereces
mucho más que otros…incluso que yo.
De la mochila sacó el paquete de cigarros que había conse-
guido un par de días antes.
»Te traje cigarrillos… no se me ocurría que más traer desde
que… —sus manos temblaron mientras encendía un cigarro, había
olvidado lo que se sentía fumar, no lo había vuelto a hacer desde
que Yarik había desaparecido de su vida—… desde aquella noche

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

no he vuelto a encender uno, siempre me han recordado mucho a


ti…
»Te extraño, ¿sabes? No tienes idea de cuánto…supongo que
desde donde estás debes ver todo más claramente, incluso mejor de
lo que yo lo veo, y debes saber que tenías razón, al final, la guerra
duró casi un año y finalmente perdimos… Bueno, el Lord perdió,
realmente Potter sí le ganó… mi amigo Crabbe murió en mi último
intento de contentarme con el Lord, y a Goyle le han dado cuarenta
años de condena por portar la marca… sólo quedé yo —dio una ca-
lada más al cigarrillo y el humo se elevó hacia el cielo, recordándole
la primera vez que había hablado con el chico—, me han hecho
volver a la escuela…y la vida apesta, durante mucho tiempo me
arrepentí de no haberme marchado contigo, de no haberte hecho
caso…pudimos tener una oportunidad…tú pudiste tener una opor-
tunidad, podríamos estar juntos, escondidos en algún rincón, feli-
ces…
»Averigüé que tu padre no salió vivo de la guerra, tú sabes
que no soy una buena persona, por eso no me siento mal al decirte
que me alegra que se haya muerto, que haya pagado por lo que hi-
zo…por lo que te hizo, por lo que me quitó.
Draco apagó el cigarro contra el suelo y con un movimiento
más de varita lo hizo desaparecer, luego suspiró profundamente, el
cielo estaba completamente anubarrado y gris, la perspectiva de una
tormenta de nieve se hacía cada vez más certera.
»Yo tengo que decirte… Creo que… he conocido a alguien…
bueno —sonrió de medio lado—, no lo he conocido, ya le conocía
y ahora lo he re-conocido, si no estuvieras allí, en el firmamento y
vieras todo, te apostaría lo que quisieras a que no adivinabas, pero
supongo que ya lo debes saber… Potter, el idiota de Potter, del que
hablamos tantas veces… —suspiró suavemente—, hasta hace poco,
nunca me había imaginado con nadie que no fueras tú, antes de que

556
LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

tu padre te arrancara de mi lado siempre imaginé que sólo podría


estar contigo, que no había forma de que me gustara o quisiera a
nadie más, y eso ha sido así hasta hace poco… Potter…yo no sé que
esperar de él, solamente que me agrada estar con él y que tengo
miedo de lo que vaya a suceder después —bufó—, no sé por qué
demonios te estoy contando estas cosas, ni siquiera sé si es que Po-
tter está pasando por alguna crisis o qué, pero pienso que po-
dría…ya sabes, podría pasar algo, y yo quiero que pase algo, al me-
nos para romper esta rutina y… ¡Ah!, no lo sé, ni siquiera sé si me
gusta o no, pero tal vez pase algo y quería decírtelo, necesitaba ha-
cerlo.
»Yarik, te he extrañado tanto —susurró luego de un momen-
to, acariciando nuevamente la tumba blanca—, has sido una perso-
na muy especial para mí y siempre, siempre, te tendré en mi cora-
zón… siempre recuerdo lo que me decías y prometo que haré que
valga la pena vivir, que no me dejaré vencer, que no dejaré que ga-
nen… Tengo en claro, y muy presentes todas tus palabras, todas tus
ganas de que las cosas mejoraran, de que fueramos libres… Gracias
—no se había dado cuenta de que estaba llorando, lágrimas silen-
ciosas bajando por sus mejillas—. Gracias por haberme amado, por
haberme mostrado lo que soy…por haberme dejado quererte, gra-
cias, mi amor.

–|– 

La noche de año nuevo, Harry, Ron y Hermione habían or-


ganizado una pequeña fiesta en el número doce de Grimmauld Pla-
ce, ahora visible ante el mundo muggle gracias a la ayuda de Her-
mione.
Bajo la premisa de «nosotros somos jóvenes y nos compor-
tamos como viejos», Harry había enviado una invitación a varios de

557
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

sus compañeros de clases, quiso invitar a Draco también, pero no


sabía si aquello sería una buena o una mala idea, sabía por descon-
tado que Draco no iría, y no quería que lo primero que viera días
después de haberlo besado y salido corriendo, fuera una invitación
para una fiesta a la cual no podría asistir.
Kreacher le había ayudado a organizar el evento, había con-
seguido bebidas muggles (las que había descubierto le gustaban más
que las mágicas), algo de comida y música, Hermione y Ron habían
ayudado con la decoración.
Así que allí estaba él, bebiendo su cuarta copa de vodka de la
noche, sonriendo hacia Neville que bailaba animadamente con Lu-
na, junto a ellos, Ginny y Michael Corner bailaban bastante pega-
dos el uno al otro, y más allá, Seamus, Dean, Ron, Idries Askew,
Maurice Hawes y Ralph Wickliff reían escandalosamente, se pre-
guntó si es que estarían jugando alguna cosa.
—Esto es fantástico —dijo una muy acalorada Hermione a
su lado.
—Sí, lo es…
—Realmente me sorprendiste —comentó la chica dando un
sorbo a su copa multicolores—, pensé que eras más de quedarte en
casa, ya sabes…
—Ya… —Harry sonrió hacia su amiga—, es solo que desde
que estuvimos en Australia me di cuenta que hemos estado tanto
tiempo encerrados… Hay muchos chicos allá afuera que realmente
la pasan bien, y no sólo me refiero a ir de fiestas…si no a muchas
cosas más que nosotros no hemos hecho y disfrutado por estar
ocupados tratando de defendernos de Voldemort… pienso que ya
que pudimos librarnos de él, debemos empezar a actuar como chi-
cos de verdad…
Hermione negó con la cabeza.
—Te has estado escabullendo demasiado sin nosotros.

558
LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

—No tanto…
—¿No tanto?
—Bueno, varias noches…pero igual, no creo que a Ron le
haga gracia acompañarme a donde voy.
—Oh… —la mirada de Hermione brilló con comprensión.
—Exacto…
—¡Harry! —gritó una muy animada Sylvia Zelazny desde el
otro lado del salón—. ¡Ven a bailar con nosotras!
—Vaya… Creo que debemos quitarle el alcohol a algunas —
resopló Hermione.
—Creo que deberías empezar por tu honorable novio —
respondió Harry empujándola con un hombro hacia el lado donde
Ron, junto a Seamus, Dean, Idries Askew, Maurice Hawes y Ralph
Wickliff levantaban los vasos y hablaban en voz demasiado al-
ta…parecían realmente ya pasados de copas.
—Ah… ¡Por Merlín! —se quejó Hermione alejándose de él
y caminando muy enojada hacia Ron.
—¡Harry! ¿Vienes o no? —le llamó está vez Eileen Rander,
Sylvia reía tontamente a su lado, Harry sonrió en respuesta y dejó a
un lado el vaso de vodka, no dejó de notar la mirada de odio que
Ginny le dio cuando cruzó la habitación hasta las chicas que lo es-
taban llamando.
El mejor momento fue cuando llegó la medianoche y Her-
mione, con ayuda de Terry Boot y Lisa Turpin, hizo estallar cientos
de juegos de luces, iluminando hasta el último rincón del salón e
incluso de las habitaciones continuas. Para ser la primera fiesta que
organizaba, Harry se sintió muy satisfecho y contento, y en el brin-
dis de medianoche no pudo evitar recordar a Draco nuevamente,
pensando en qué estaría haciendo y en que sólo faltaban ya tres días
más para verlo; no podía negarlo, por más que hubiera salido solo
durante todas esas noches, y por más chicos que hubiera conocido,

559
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

ninguno se comparaba, ni siquiera un poco, a lo que era pasar el


tiempo con Draco, riendo, discutiendo, estudiando o simplemente
estando uno al lado del otro, en silencio, en un apacible silencio. Y
así fue como, mientras todos levantaban las copas y brindaban, Ha-
rry lo tuvo claro al fin, no solo se trataba de que le gustara Draco,
no porque fuera el único mago gay que conociera, no porque le te-
nía ganas, o quería experimentar… No, no sólo por eso, sino por-
que se había enamorado de él, mucho más de lo que se había ena-
morado de Ginny o de lo que le había gustado Fabio. Sonrió ton-
tamente mientras sus amigos lo abrazaban y aplaudían…
«Ya solamente faltan tres días», se recordó con una sonrisa sa-
tisfecha, «sólo tres».

–|– 

A muchos kilómetros de allí, Draco brindaba junto a su ma-


dre, con un poco de vino que habían comprado; antes de cenar,
ambos sonrientes y alegres.
La actitud de Draco había cambiado abismalmente una vez
que regresara del cementerio, su madre había tenido razón, Yarik
había sido un capítulo en su vida que necesitaba cerrar, puesto que
de lo contrario, sería algo que arrastraría durante mucho tiempo, y
aunque no lo olvidaría, aquella tarde, mientras lloraba junto a la
tumba del que fuera su primer amor, lo había dejado ir, dejando en
su pecho una sensación completamente diferente, ya no había tanta
inquietud, solo paz.
—Es una pena que tengas que volver al colegio —comentó
Narcissa mientras ambos cenaban en la cocina.
—Si por mí fuera, me quedo en casa, o busco un em-
pleo…pero el Ministerio que «¡Oh, todo lo sabe y lo que no se lo

560
LIBRO II|El Último Año
[8] Vacaciones de navidad, descubrimientos y aceptaciones

inventa!» cree que para que pueda ser un buen mago ciudadano y
no un estorbo de la sociedad, debo terminar mi educación.
—Es lo que debes hacer, no lograrás nada si no terminas la
escuela.
—Lo sé.
—Y si consiguieses esa beca…
—Madre —Draco dejó los cubiertos sobre la mesa y se ade-
lantó hasta tomar las manos de su madre entre las suyas—, promé-
teme que estás a salvo, que no me mientes…que me puedo mar-
char tranquilo, que nadie te está amenazando.
—No digas tonterías, Draco —reclamó ella soltándose de su
agarre—. Nadie me amenaza, y no creas que soy una pobre y desva-
lida mujercita incapaz de defenderse, si es así como me ves, debo
decirte que te llevarás un gran chasco.
—¡Madre!
—Nada de madre —protestó Narcissa—, estoy harta de que
creas que tienes una responsabilidad conmigo, que debes cuidarme
como si yo fuera de cristal, pues te tengo una noticia, joven señor
Malfoy, he estado en una guerra, estuve rodeada de mortífagos y
conozco más hechizos de defensa y ataque de los que tú puedes si-
quiera imaginar, así que dedícate a estudiar, a ganar esa beca y a le-
vantar nuestro apellido nuevamente, que de mi seguridad me ocu-
po yo, no quiero que luego pongas eso de excusa para sacar malas
calificaciones o cosas así…
—Yo no haría eso, pero eres mi madre, te quiero, tengo dere-
cho a preocuparme…
—Yo también te quiero, hijo, y por eso te lo digo, ya deja de
pensar en fantasmas, nadie me amenaza ni me asusta, tú solo estu-
dia y haz algo con tu vida, que yo puedo sola, ¿me lo prometes?
¿Qué no te dejarás distraer por tonterías como estas?

561
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco suspiró, en el fondo conocía muy bien a su madre, sa-


bía que podía manipular todo de manera que le fuera conveniente,
como en esta ocasión, pero no había más que alegar, no discutiría
con ella más tiempo.
—Claro, madre, porque tú te puedes defender perfectamente
sola, y mi deber ahora es estudiar.
—Sí, así es —dijo ella con una sonrisa antes de servir un po-
co más de vino en la copa de Draco.
Aquella madrugada se había acostado más tarde que de cos-
tumbre, su madre y él se habían pasado varias horas conversando, y
no podía negar que se había divertido bastante.
Sin embargo ahora, viendo cómo el cielo aclaraba poco a po-
co, su mente recordó nuevamente aquel beso que Potter le había
dado.
Había estado demasiado confundido al respecto, pero final-
mente había llegado a una conclusión: Potter seguramente estaría
confundido, tal vez había escuchado los rumores sobre que él era
gay y había querido experimentar, no dudaba que mucha gente tu-
viera ese tipo de crisis algunas veces, pero eso no significaba que
Potter podía jugar con él, experimentar para luego largarse y lasti-
marlo. Tenía dos opciones: podía simplemente ignorar al moreno
por lo que quedaba del curso y olvidar aquel beso, o podría divertir-
se un poco también, después de todo, llevaba un año sin estar con
nadie, sin sentir a un cuerpo junto al suyo, y realmente lo necesita-
ba y, ¿quién sabe?, con un poco de suerte Potter podía ser mucho
más gay de lo que esperaba. Draco rio suavemente de su conclu-
sión, Potter podría no ser gay, pero podría ser divertido, mientras
tuviera en claro que aquello sólo fuera diversión, mientras no invo-
lucrara al corazón, todo saldría bien, no tenía por qué no salir bien,
¿cierto?

562
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

9
«Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

Los días negros quedaron atrás, pero los grises pronto llegarán,
y tengo miedo de que me dejes solo, en hielo sin arropar y sienta frío.
Canción: Días de Colores
Cifu & La Calaña Sound, ex banda española

3 de enero de 1999. Inicio del segundo semestre, Hogwarts

D
raco caminó por el pasillo del vagón, a su alrededor
los chicos y chicas se iban apartando poco a poco,
mientras hacía levitar su baúl hasta el último de los
vagones, tal como supuso, este estaba vacío, se metió dentro y cerró
la puerta, dejó el baúl en el compartimiento de arriba y sacó uno de
los libros para repasar las clases que le tocarían al día siguiente. Fue-
ra escuchaba cómo los alumnos se seguían moviendo de un lado a
otro, saludos y risas, vagamente se preguntó si acaso Potter estaba
por allí, rodeado de su séquito de seguidores, sobre todo, junto a
esa Weasley que siempre lo andaba persiguiendo. ¿Cuál sería la ra-
zón por la cual Potter no volvía con ella? ¿O se metía con cualquie-
ra de las que se le andaban regalando día a día? Tal vez la crisis de
identidad le estaba golpeando con fuerza… Eso debía ser.

563
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

–|– 

Harry suspiró aliviado cuando al fin pudo sentarse en su va-


gón, nuevamente recordó la idea de pedirle a la profesora McGona-
gall que le dejara usar la chimenea para aparecerse en la escuela,
puesto que el subir al tren y esquivar a todos los que querían hablar
con él, saludarlo o tan sólo sonreírle, representaba una gran canti-
dad de tiempo y paciencia y, debía ser honesto, ya se estaba hartan-
do un poco.
—Ron y yo debemos ir al vagón de los prefectos.
—Claro…
—Volveremos en un rato más, compañero —se excusó Ron
al tiempo que se ponía en pie y el tren comenzaba a avanzar. Harry
asintió desinteresadamente, a su lado, Neville, Luna, Seamus y
Dean se habían enfrascado en una conversación acerca del posible
viaje que el padre de Luna le había prometido para el verano, cuan-
do las clases finalizaran.
Harry los escuchaba a medias, cada vez más nervioso respec-
to a Draco y lo que pasaría luego, cuando llegaran a la escuela y él se
escabullera hacia su habitación, sabía que debía hacerlo esa misma
noche, no podría esperar más tiempo.
No había visto al rubio en el tren, ni en los vagones que ha-
bía cruzado, pero esperaba que estuviera por allí cerca, que se hu-
biera refugiado, tal como en el primer viaje, en un compartimiento
solo, y que nadie se metiera con él por lo que quedaba de trayecto.

–|– 

Draco estaba repasando con su varita los movimientos que


imponían el hechizo de transfiguración humana, no quería arries-
garse a hacer el encantamiento en el tren y luego ser castigado, así

564
LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

que sólo susurraba las palabras y memorizaba los movimientos,


cuando escuchó el sonido de un golpe, levantó la vista al tiempo
que la puerta, que él mismo había asegurado, se corría hacia un lado
con fuerza, al parecer alguien más no tenía temor de ser castigado.
—Pero si es el pequeño mortífago —canturreó Paul Bryce,
un chico de Gryffindor, junto a él estaba la Weasley, Maurice Ha-
wes, también de Gryffindor; un Ravenclaw, William Fagg, y Lytton
Ogden, un chico Hufflepuff, Draco pensó que solo faltaba un
Slytherin para que la profesora McGonagall se sintiese orgullosa de
la «unión de las casas».
Draco les dio una mirada desatendida y luego volvió a la lec-
tura de su libro, mientras los chicos un tanto desconcertados, se
metían un poco más a su vagón.
—Te estamos hablando Malfoy, o es que la pobreza también
te dejó sordo —le dijo Ginny levantando un poco más la varita, pe-
ro Draco permaneció en silencio, con todos los músculos en ten-
sión, preparado para cualquier ataque.
—Escuchamos una historia muy interesante —comentó
Fagg—, una sobre un pequeño mortífago que no sólo era un cobar-
de, si no también un maricón.
—Cierto —continuó Ogden—, uno que no debería tener
derecho ni a respirar siquiera.
—Eh, Malfoy, ¿es cierto que tu padre mató a tu amante? —
preguntó Bryce, Draco levantó el rostro y los miró con repudio,
una cosa era que se metieran con él, pero con su padre… y con Ya-
rik…
—¿Es cierto que por eso no llevas la marca? ¿Porque no se la
dan a los maricones? —preguntó ahora Ogden.
—¿O es también porque eres un cobarde? —siguió Ginny
con una sonrisa siniestra. Draco apretó los puños con fuerza y se
obligó a calmarse, a contar hasta diez muy lentamente, y dejar que

565
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

todo pasara, pronto se marcharían, no lo atacarían en dentro del fe-


rrocarril, sería una cosa demasiado estúpida.
—No, yo creo que es porque le gusta que le den por el culo
—dijo Fagg—. ¿Es lo que te gusta, no Malfoy?
—Sí… ser la perra de alguien —secundó Ogden, los demás
chicos rieron como si aquello se tratara de una gran broma, Draco
sentía cómo sus mejillas se iban sonrojando más y más y cómo la
mano con la que sostenía la varita temblaba, casi animándolo a que
atacara.
—Eso es algo que todos deben saber, la clase de gente que
eres… —agregó Ginny, Draco no sabía por qué, pero sentía tanto
resentimiento en su voz, que le inspiraba más temor que los demás
chicos.
—Sí, es algo que no debemos dejar pasar, que la gente sepa
con quien nos obligan a estudiar…
—El desperdicio que eres.
Draco se puso en pie rápidamente y antes de que pudiera tan
sólo decir una palabra, Ogden y Fagg estaban ya sobre él, sujetándo-
lo de los brazos, el libro había caído al piso y por más que intentaba
defenderse, lo tenían tan fuertemente sujetado que no podía mover
la muñeca para invocar cualquier conjuro.
—Veamos —dijo Ginny como si orquestara todo, agitando la
varita de un lado a otro—, un recordatorio… para que todos sepan
la porquería que eres…
—Apresúrate —apuró Bryce, que se había quedado junto a la
puerta y daba miradas hacia fuera—, creo que no tenemos mucho
tiempo…
Hawes le dio un golpe en el hombro a Ginny.
—Sólo hay que poner el nombre y salir corriendo, no que-
remos que nos vean.

566
LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

—Ya… ya, que ganas de arruinarle la diversión a una, aunque


ciertamente, con un Malfoy mudo no se puede hacer mucho —
clavó la varita en la garganta de Draco, que se obligó a no bajar la
mirada, no ante ella—. ¿Qué pasó, a los de tu clase se les desaparece
la voz o qué?
«¡Huy, sí, pero qué ingeniosa!», pensó Draco, aunque se abs-
tuvo de contestar, no quería provocarlos más.
—Alguien está caminando por el pasillo —informó Bryce al-
go agitado, Draco pensó que para ser un Gryffindor era demasiado
cobarde—… mierda, creo que es Potter.
—¡Oh, genial!, no creo que él se ofenda porque molestamos
a este pequeño mortífago, después de todo, siempre ha sido un
problema para él —opinó Ogden empujando con su peso el cuerpo
de Draco un poco más contra la pared. Draco podía sentir cómo la
piel de sus brazos era lastimada por tanta presión.
—No, no, Harry no puede vernos —alertó Ginny rápida-
mente mientras levantaba la varita—. ¡Scriptum! —gritó a la vez que
una luz celeste clara emanaba de su varita, Draco cerró los ojos y gi-
ró el rostro instintivamente, sintió la ráfaga de magia pasando sobre
él pero no lo tocó, no sintió ningún dolor, nada. Abrió los ojos un
poco temeroso a la vez que los dos chicos lo soltaban y dejaban caer
en el piso.
—Apresúrense, está hablando con unos chicos en la puerta
de un vagón aquí cerca —apuró Bryce, también conocedor del hu-
mor de Harry en cuanto a molestar a Malfoy.
—No creo que venga hasta aquí —comentó Fagg—, no hay
nada que ver.
—Aunque sí que leer —se burló Hawes mientras jalaba a
Ginny, los cinco chicos salieron corriendo dejando a Draco agitado
y sin la menor idea de lo que había sucedido.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Con algo de temor se levantó y sacudió su túnica, las manos


aún le temblaban, pero al menos no había sido más que un peque-
ño cruce de insultos, nada grave, se giró llevado por la curiosidad,
hacia la pared donde la Weasley había estado apuntando, y soltó un
jadeo de susto al ver que en letras rojas, flotando, encendiendo y
apagándose había un letrero:
«Malfoy es un maricón».
—Maldita idiota —gritó Draco frustrado mientras agitaba la
varita para tratar de deshacer el hechizo, pero nada de lo que hacía
funcionaba, las letras seguían allí bailando y centelleando. Se cubrió
el rostro con las manos, frustrado por no poder deshacer aquel he-
chizo, y tarde se dio cuenta de que se había olvidado cerrar la puerta
nuevamente, y de los murmullos a su alrededor, estos se habían
vuelto risas un poco más sonoras.
Levantó el rostro para ver a muchos de sus compañeros en la
puerta, leyendo y riendo, señalándolo y murmurando.
—Maricón —gritó uno de ellos, y de pronto, como si se tra-
tara de una señal, todos empezaron a gritar lo mismo, las voces de
todos ellos repitiendo a coro una y otra vez: ¡Maricón! ¡Maricón!
¡Maricón!... lo hizo sentirse peor de lo que se había sentido alguna
vez, pese a ello, levantó más el rostro, enderezó la espalda y les ob-
sequió con una mirada gélida, se adelantó lo suficiente para cerrar la
puerta a la vez que los gritos continuaban como un orfeón ende-
moniado. Un pie en la puerta le impidió cerrarla, empujó con más
fuerza, tratando de alejar a todos ellos de allí, de que lo dejaran so-
lo… pero parecía imposible.
—¡Hey! —gritó Harry sobre las voces de los demás chicos—.
¿Qué demonios están haciendo?
La cantaleta se detuvo abruptamente, y Draco aprovechó el
momento para empujar al chico que le bloqueaba la puerta y cerrar-
la con fuerza, impuso nuevamente varios hechizos de seguridad y se

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LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

sentó en el piso, de espaldas al letrero que aún brillaba, iluminando


ligeramente el compartimiento.
Escuchó como los que estaban afuera se iban yendo, en me-
dio de protestas y algunas risas, y suspiró ligeramente aliviado, sin-
ceramente pensó que no sería tan difícil el hechizarlos a todos, in-
cluso el cruciatus pasó por su mente, sobre todo a la Weasley… qui-
tarle de la cara aquella sonrisita de suficiencia… Como si ella hu-
biera sido la que hubiera ganado al final la guerra.
—Malfoy —llamó Harry suavemente, había estado cerca,
conversando con Hannah Abbott, Susan Bones y Justin Finch-
Fletchley en uno de los compartimentos cercanos cuando había
empezado a escuchar los insultos, no sabía a lo que se referían en
realidad hasta que, junto a los chicos, salió del vagón y escuchó que
alguien había escrito en el compartimiento de Malfoy «Maricón».
No le importó que la gente notara que era inaudito que defendiera
al chico, pero no deberían molestarlo, sabía que sólo le querían
provocar y esperaba que Draco no cayera en la trampa.
—Largo.
—Malfoy… anda, soy yo… abre.
—¡No! —gritó Draco más enojado incluso, su encuentro
con Potter no sería así, lo había imaginado muchas veces, y ninguna
de ellas lo incluía a él molesto y con un estúpido letrero flotando
sobre ellos.
—Pero…
—Déjame solo, ¡por todos los demonios!, ¡largo!
—Yo solo quiero ayudarte y…
—No necesito a un héroe, anda búscate una nueva obra de
caridad, aquí ya no hay nada que hacer.
—Malfoy —suspiró Harry notando cómo algunos alumnos
sacaban las cabezas por los vagones para mirarlo—. Anda… que to-
dos están mirando, déjame entrar.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No, y no es mi culpa que te miren, eres tú el que no se


quiere largar.
A Draco le pareció escuchar un golpe en la puerta, y después
silencio. Suspiró aliviado de que al menos Potter lo dejara en paz
por el momento; miró hacia el cartel que parecía una voz acusadora,
y apretó los labios, tratando de recordar algunos hechizos que pu-
dieran eliminarlo.

–|– 

Harry volvió a su vagón bastante enfadado, en cuanto abrió


la puerta encontró a Ginny, junto a Luna y Neville. Ginny parecía
muy contenta por algo, pero su sonrisa se congeló al tiempo que
miraba a Harry.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Harry cruzándose de
brazos.
—Nada —se apresuró a contestar Ginny mirando a Luna y
Neville, un tanto preocupada.
—¿Nada? —replicó Harry incrédulo, una idea formándose
en su cabeza.
—No, nada, Harry, que yo recuerde no tengo por qué darte
explicaciones de las cosas que hago o de las que río… tú lo dejaste
en claro —respondió Ginny poniéndose en pie y pareciendo bas-
tante herida en su orgullo.
Harry arqueó una ceja y se hizo a un lado para dejarla pasar,
sin comentar nada más, ya averiguaría qué era lo que había pasado.
—Entiendo que te moleste —dijo Luna de pronto, sacándolo
de sus pensamientos.
—¿Qué quieres decir?
—Me refiero a que insulten a los demás… así no debería ser,
se supone que habría paz.

570
LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

—Pues sí, claro que me enfurece —respondió Harry no


comprendiendo si Luna se refería a que molestaran a Malfoy o a
que molestasen de «esa» forma a Malfoy, Neville, a un lado asintió
comprensivamente.
—Terminó la guerra de los sangres pura por querer librar al
mundo mágico de los mestizos, ¿ahora qué seguirá? ¿Los exmortí-
fagos en busca de venganza?
—¿O los heterosexuales tratando de erradicar a los homose-
xuales? —continuó Luna, Neville se giró a mirarla tan rápido que
por un momento Harry temió que se hubiera lesionado alguna vér-
tebra del cuello, Harry solo contuvo el aire.
—No creo que…
—Vamos, Neville —interrumpió ella—, tú también los escu-
chaste, es porque aparentemente le gustan los chicos.
—Porque es un mortífago —arguyó Neville.
—Porque es uno al que le gustan los chicos —aclaró ella.
—Yo creo que es porque lo creen un mortífago —habló fi-
nalmente Harry—, y que su punto débil, o cómo hacerlo sentir mal
es diciendo que le gustan los chicos, pero sinceramente…
—Pues, Harry tiene razón —sonrió Neville de alguna mane-
ra aliviado, y Harry se preguntó que creencias tendría su compañe-
ro acerca de ese tema.
—…no creo que alguien lo hubiera visto realmente con un
chico como para que puedan dar fe de que le van los hombres…
todo es un rumor —continuó Harry.
—Sí, cierto —asintió Neville—, y en cuarto curso yo lo vi
besándose con Parkinson, entonces no puede ser eso que ellos di-
cen.
—Homosexual —reprendió Luna—, gay. Y que lo hayas vis-
to con una chica no implica que no lo sea… a los catorce años creo
que aún andamos confundidos… incluso a nuestra edad —Luna

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

sonrió hacia Harry, como si fueran cómplices en ese asunto. Harry


tragó grueso y se obligó a pensar que tal vez Luna lo creía su aliado
porque pensaba igual que ella—. Algunos no lo tienen claro aún.
—¿Qué es lo que no puedes tener claro? —preguntó Nevi-
lle, sus mejillas ligeramente sonrojadas—, es todo muy claro desde
que naces.
—No, no lo es —contradijo Harry.
—Sí que lo es —siguió Neville—. Si eres chico entonces te
casarás con una chica, y si eres una chica con un chico, no hay más
vuelta que darle.
—Pero… —empezó Luna, pero la puerta se abrió, Hermione
bastante sonrojada y Ron, por la expresión en su rostro, un tanto
enojado, entraron.
—Chicos —murmuró Ron dejándose caer a un lado de Ha-
rry, Harry entendió que lo más probable fuese que estuvieran pe-
leados porque pese a haber sitio al lado de Ron, Hermione se fue
hacia el otro lado del vagón, junto a Neville.
—¿De qué hablaban? —preguntó Hermione con voz fría y
aburrida—. Espero que no hayamos interrumpido nada serio.
—No, sólo hablábamos de Malfoy —explicó Luna con claras
intenciones de continuar la discusión.
—¡Oh por Merlín! —protestó Ron—. ¿Aquí también?
—Ron, no seas tan dramático —reclamó Hermione mirán-
dolo molesta.
—No soy dramático.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Harry hacia su amiga.
—Que Malfoy se ha encerrado en su vagón y se rehúsa a
abrir la puerta —Hermione se cruzó de brazos—, incluso han ido
los prefectos de Slytherin y ha dicho que no saldrá ni abrirá la puer-
ta y que si quieren entrar tendrán que tumbarla.
—Eso no parece muy difícil —razonó Harry.

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LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

—No… pero es que no puedes hacer esas cosas en el tren,


están prohibidas, y siendo prefecto no puedes romper las reglas.
—Pero evidentemente alguien lo ha hecho —protestó Ron—
y nosotros no podemos dejar que Malfoy se salga con la suya. ¡Nos
está manipulando!
—Tal vez no quiere que entren porque le han hecho algo y
no desea que lo vean. ¿Lo has pensado, Ron? —reclamó Harry ha-
cia su amigo.
—Si es por ese estúpido letrero…
—¿Estúpido? —interrumpió Hermione—, es una ofensa en
toda regla, y debería dejar que lo veamos y decirnos quién lo ha he-
cho.
—Claro… para que luego castiguen a los culpables ¿No? —
continuó Harry, cada vez más molesto, aunque sin saber muy bien
la razón.
—Por supuesto.
—Y para que después los culpables se venguen de él con más
ganas.
—Pues…
—Así empiezan las guerras —intervino Luna.
—Cierto —apoyó Neville.
—Acabamos de terminar una y seguimos con otra, me pre-
gunto si es que alguna vez de verdad la gente estará en paz, si es que
lo desean sinceramente, o es que necesitamos andar peleando y ata-
cándonos mutuamente como si fuera un estado normal de vida —
continuó Luna con un suspiro y mirando hacia la ventana.
—No creo que a nadie le guste eso de la guerra —susurró
Neville.
—Y no creo que Malfoy haga lo correcto en esconderse y no
acusar a los culpables, antes no tenía ningún reparo en hacerlo —
opinó tercamente Hermione.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Las cosas cambian, y sigo pensando que deberíamos entrar


al vagón, que nos diga quién le ha hecho eso… después de todo es
un ataque —comentó Ron.
—No lo hará, de todas formas no conseguiría nada, ha sido
atacado durante todo el curso… ¿Por qué se interesan justo ahora?
—preguntó Harry con voz fastidiada.
—Pues… lo otro eran rumores y…
—No eran rumores, Hermione, yo lo he visto, no lo eran y
no conseguirá nada quejándose o denunciando a nadie, lo más pro-
bable es que la gente crea que él, de una manera u otra, se lo mere-
cía, que se lo buscó.
—Pues es Malfoy… seguro que sí se lo buscó, pero…
—¡Luna tiene razón! —explotó Harry interrumpiendo a Ron
y poniéndose en pie de pronto, haciendo que todos se sobresalta-
ran—, esto iniciará una nueva guerra, o al menos no habrá paz, y yo
ya estoy realmente harto de un mundo tan… intolerante como este.
Jaló la mochila y salió del vagón golpeando la puerta, sin-
tiendo tanta rabia como hacía mucho tiempo no sentía, y era más
que el querer defender a Malfoy, era simplemente que se sentía in-
dignado, él podría ser el que estuviera encerrado en su vagón con
un letrero que le acusara de «Maricón», sintiéndose humillado, pese
a no tener por qué avergonzarse de lo que era. Se sintió hastiado.

–|– 

Draco abrió los ojos sobresaltado, no había notado en qué


momento se había quedado dormido, le sorprendió mucho el ha-
berlo hecho con toda la rabia y la frustración que sentía, miró hacia
arriba casi sin ninguna esperanza, y no se sorprendió de que el car-
tel siguiera brillando todavía. Lo más probable fuera que no desapa-
recería nunca.

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LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

El que todo estuviera en silencio y la quietud en el tren, le


indicaba que lo más probable fuera que ya hubieran llegado a su
destino, seguramente llevaba mucho tiempo durmiendo, puesto
que aparentemente, los otros alumnos ya se habían ido, no se escu-
chaba el habitual ajetreo que se producía cuando todos tiraban de
sus baúles por los pasillos.
—Fantástico —murmuró—, ahora me he quedado solo y
tendré que andar hasta la escuela…
El sonido de alguien tocando a la puerta lo hizo sobresaltar,
se puso en pie y acomodó sus túnicas, no tenía mucho sentido que
se siguiera negando a abrir la puerta, pues igual tendría que salir de
allí e ir al castillo. Los golpes en la puerta se repitieron y Draco sus-
piró.
—¿Quién es? —al menos quería estar listo, no era lo mismo
tratar con sus compañeros que con los prefectos, o con Potter…
—Señor Malfoy, soy la directora, y le ordeno que abra la
puerta en este instante —dijo la voz firme de la profesora McGona-
gall.
—Genial… —Draco se acomodó el cabello hacia atrás, y con
un movimiento de varita la puerta quedó abierta. Draco enderezó la
espalda y levantó el rostro, desafiando a la mujer con la mirada,
aunque no lo demostró, se alegró de que no hubiera nadie más con
ella, se preguntó nuevamente cuánto tiempo podía llevar durmien-
do para que ya no hubiera absolutamente nadie cerca.
—Buenas tardes, señor Malfoy, me comentaron acerca del
pequeño problema que tuvo durante el viaje —dijo la directora en-
trando al compartimiento y cerrando la puerta, su ceño fruncido
ante las letras escarlatas que bailaban como un claro recordatorio de
la razón por la que estaba allí.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No fue muy pequeño, pero ya sabe usted lo que yo pienso


de delatar a los demás, así que espero que desde ya, tenga en claro
que no le diré qué fue lo que pasó o quién lo hizo.
—Por supuesto… —la profesora le dio una mirada interro-
gante a Draco y luego al cartel.
—Y tampoco diré si eso es cierto o no.
—No, por supuesto que yo no lo esperaba —la profesora pa-
reció de pronto retomar su mirada severa, y con un movimiento de
varita el letrero desapareció—, pero sigo insistiendo en que usted
está equivocado si es que piensa que callando logrará que las cosas
mejoren.
—Yo no creo eso, profesora —se defendió Draco mientras
con la varita apuntaba al baúl para que bajara—, simplemente utili-
zo la mejor de las opciones: quedarme callado para que las cosas no
empeoren.
—Bien… no puedo discutirle eso —aceptó la profesora—,
por lo pronto sé que tiene prohibido el uso de la aparición, pero los
carruajes ya han partido hacia la escuela, y me temo que usted se ha
retrazado, así que si me permite, por esta vez nos apareceremos, no
creo que haya ningún inconveniente, puesto que está usted en
compañía de un maestro y eso alejará suspicacias —explicó la mujer
a la vez que extendía el brazo para que Draco lo tomara, pero este
negó con la cabeza y dio un par de pasos hacia atrás, solo por si las
dudas.
—Discúlpeme profesora —dijo Draco todo lo respetuoso
que pudo, no dejándose de asombrar de que quisiera ser cortés con
aquella mujer—, pero el Ministerio me lo ha prohibido, a menos
que se trate de un auror, y yo no dudo de su autoridad, pero de
ellos sí, y no quiero terminar en Azkaban por esto.

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LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

—¿Entonces cómo planea ir hasta la escuela? —preguntó al-


go indignada la profesora—, y créame que no iría a prisión por apa-
recerse conmigo. ¿Qué tal si esto fuera una emergencia?
—No nos arriesguemos, por favor, profesora —pidió Draco
suavemente—. Yo puedo… caminar… ¡eso es! caminar hasta los
límites de la escuela, o esperar a que me envíe un carruaje, me que-
daré en la estación esperando.
—Supongo que puedo arreglar eso —masculló la profesora
de mal humor—, pero tendré que intercambiar algunas palabras
con los aurores que lo entrevistan, no puede ser que hayan sembra-
do en usted ideas tan descabelladas como esas.
—¡No! —replicó Draco a la vez que levantaba las manos—,
eso no… profesora, por favor, si quiere que no me meta en pro-
blemas, sólo… sólo no haga nada…
La profesora le dio una mirada más y luego negó con la cabe-
za.
—En veinte minutos más creo que puedo enviar a un carrua-
je, espere en la estación, que el tren ya debe volver a Londres.
—Sí, profesora, gracias —respondió Draco un tanto aliviado,
y en cuanto la profesora abrió la puerta y salió, se dejó caer sobre el
asiento. Por un instante, casi inexistente le pareció ver un pedazo de
zapato en el aire, y eso le hizo recordar a cierto Gryffindor que ha-
bía espiado en su vagón al inicio del sexto curso, y más le valía a
Potter el haber abandonado las viejas costumbres porque sincera-
mente no estaba de humor para soportarle esas intrusiones.

–|– 

Harry apareció minutos después en los límites de la escuela,


donde los últimos alumnos terminaban de descargar sus baúles,
Hermione y Ron lo esperaban a un lado de las rejas, con los brazos

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

cruzados y mirando hacia todos lados, pensó que en el fondo, no


había sido justo con ellos, después de todo, ellos no habían insulta-
do ni hechizado a Malfoy.
Caminó hacia ellos.
—Chicos.
—Allí estás —dijo Hermione con un suspiro.
—¿Dónde estabas? —preguntó Ron—, te busqué por todos
lados y no aparecías.
—Pensé que la etapa en la que pasaban pendientes de mí y de
lo que hacía se había terminado.
—No lo creo, Harry —respondió Hermione con un poco de
mejor humor mientras Ron hacía levitar los tres baúles—, es impo-
sible que dejes de una u otra forma de meterte en líos.
—Sí… y no queremos perdernos la diversión —continuó
Ron pasando un brazo por su hombro, Harry sonrió por sentirse
tan «normal» entre sus amigos, porque ellos no lo hubieran conde-
nado al fin, por no encontrarse solo.
Vio cómo la profesora hablaba con Hagrid, y el semi gigante
asentía para luego tomar un carruaje, Harry supuso que iría por
Malfoy y suspiró aliviado. No le había gustado la idea de dejarlo so-
lo en la estación, pero estaba seguro de que el rubio sospechaba,
puesto que más de una vez, extendió las manos tratando de alcanzar
algo invisible. Finalmente lo había dejado en las afueras de la esta-
ción, sentado bajo un pórtico de madera que lo resguardaba del frío
y del viento. Hubiera deseado poder quedarse con él por más tiem-
po, pero temía ser descubierto y después complicar aún más las co-
sas. En el poco tiempo que había tratado con él, se había aprendido
sus reacciones, y sabía que cuando estaba así de molesto, lo mejor
era dejarlo solo, para que le diera el aire y se tranquilizara.
Además ya había obtenido lo que quería, se había cerciorado
de que Draco estaba bien, que no le habían golpeado, ni hechizado,

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LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

ni hecho ningún daño físico, había visto el cártel que todos habían
comentado —el cual le pareció ciertamente vergonzoso y humillan-
te— y además, había escuchado de la boca del propio Draco, la
forma en cómo hablaba de los ataques, negándose a acusar a los
culpables… Pero eso no significaba que él no podía ir en busca de
los malhechores por su cuenta… después de todo, no sólo se trataba
de Malfoy, sino de que empezaran a respetar a aquellos que eran
«maricones».
Durante la cena, Malfoy no apareció, varios alumnos se la
pasaron revisando la puerta del Gran Comedor, como verificando si
hacía acto de presencia o no, Harry estaba seguro que muchos
creían que tal vez con aquella broma tan estúpida lo harían volver a
casa. Pero Malfoy no podía volver a casa, tenía que terminar la es-
cuela por mandato del Ministerio, y realmente tenía esperanzas de
que el rubio tomara en serio el competir por esa beca, tal vez luego
le podría comentar qué había decidido al respecto.
Casi no probó comida, y en cuanto le fue permitido, se puso
en pie y salió corriendo a su habitación, una vez puesto allí, sacó el
mapa, la capa, y uno de los regalos de Draco, tendría todavía que ir
por el otro, y se sentía ya demasiado impaciente, por un momento
se preguntó si sería buen momento hacerle la visita, puesto que
Malfoy parecía realmente enfadado cuando lo había dejado en la es-
tación, pero pudo más su deseo por verlo que cualquier otro razo-
namiento.

–|– 

Draco se dejó caer sobre la cama, había tomado una larga y


reparadora ducha, de esas que te dejan adormecido y de alguna ma-
nera aliviado, la rabia había desaparecido y ahora sólo sentía cansan-
cio y ganas de dormir profundamente, tal vez hasta junio, cuando el

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

curso acabara. Sabía que no tenía tanta suerte en realidad así que
decidió aprovechar las pocas horas que le quedaban para volver a
clases para dormir.
Se acurrucó en su cobertor y suspiró cerrando los ojos, las
luces se fueron apagando hasta dejar la habitación en penumbras.
Estaba ya a punto de quedarse dormido cuando escuchó aquel so-
nido… como el de un ave chillando. Se sentó de golpe, con la varita
en la mano y escrutando en la oscuridad, las antorchas se fueron
encendiendo poco a poco hasta dejar ver, flotando en el aire, una
jaula con una lechuza, que seguía ululando, dentro. Frunció el ce-
ño, tratando de calmar los latidos de su corazón por el susto, sabía
de quién se trataba, sólo había una persona en el colegio que tenía
una capa de invisibilidad y la contraseña para entrar.
—No fue gracioso, Potter —se quejó saliendo de la cama,
maldiciendo el tener que levantarse, pues hacía bastante frío.
—La idea no era ser gracioso, era algo más bien como instin-
to de supervivencia… ya sabes, por si pretendías lanzarme un he-
chizo —respondió Harry desprendiéndose de la capa de invisibili-
dad y tratando de no retener su mirada demasiado en esos rojos la-
bios que ya había probado y ahora ansiaba.
—Como si pudiera hacerlo —bufó Draco, en el fondo no
podía negar que se moría de ganas de verlo, estaba confirmado por
la forma como todo el sueño y el mal humor se habían desplazado
hacia un lugar desconocido, y ahora sólo atinaba a mirar su rostro y
sus ojos… sus labios apetecibles… .
«Recuérdate, sin involucrar sentimientos», se recordó mien-
tras Potter dejaba caer la mochila en la cama y dejaba la jaula en el
otro lado de la habitación, sobre el piso.
—Supongo que tienes algo de razón —razonó Harry—,
¿Qué tal estuvieron tus vacaciones?

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LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

—Bien, creo… no fueron la gran cosa —Draco se sentó en la


cama y Harry lo imitó, uno al lado del otro, sintiendo como el aire
se hacía más pesado, como sus cuerpos se alteraban tan solo con la
presencia del otro.
—Yo… te tengo regalos —anunció Harry con una sonrisa gi-
rando hacia Draco y contento de no escuchar ningún reclamo por
lo que había pasado la última vez que se habían visto.
—¿Regalos?
—Sí, por Navidad, ya sabes.
—Ya pasó navidad.
—Pero no te los podía mandar a tu casa… temí que no llega-
ran, enteros…
—Yo no te compré nada.
—No tenías que hacerlo —Harry se giró para sacar un pa-
quete cuadrado y de tamaño considerable de la mochila—. Espero
que te sirvan…
—Potter, en serio, yo no lo puedo aceptar… no es… es decir,
no debiste hacerlo —dijo Draco algo inseguro mirando hacia el pa-
quete forrado con papel rojo y cintas plateadas.
—Ya sé que no tenía que hacerlo —protestó Harry dejando
el regalo sobre las piernas de Draco y poniéndose en pie—, quería
hacerlo, así que se un buen chico y ábrelo.
—Yo no soy un buen chico —se quejó Draco frunciendo el
ceño pero no resistiendo la tentación de abrirlo. Se deshizo del pa-
pel en cuestión de segundos mientras Harry metía la mano dentro
de la jaula y le daba un par de dulces al ave que los miraba interro-
gantemente.
Draco abrió la caja y descubrió en el interior una especie de
bolso, lo había visto en algunos chicos durante su viaje al cemente-
rio, y le habían parecido simpáticos.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Es un morral, uno muggle, pero tiene un par de hechizos


—explicó Harry apoyándose contra la pared, junto a la jaula de la
lechuza, y cruzándose de brazos.
—¿Hechizos? ¿Son legales? —preguntó Draco levantando el
morral de color negro, parecía de algún tipo de cuero y en el frente
tenía bordadas también en color oscuro, «D.M.»
—Por supuesto que sí, ¿cuándo he hecho yo algo ilegal?
—Pues…
—Sí, tienes razón —interrumpió Harry—, olvídalo. Bueno,
primero: ese morral tiene un hechizo de agrandamiento, me lo en-
señó Hermione, puedes meter todo el contenido de tu baúl allí y
cabrá, sin pesar demasiado… es porque siempre estás cargando con
la mochila y todas tus cosas, y he visto como cuando… —Harry hi-
zo un mohín y se desordenó el cabello, sintiéndose bastante incó-
modo.
—¿Cuándo me molestan?
—Sí… eso, la mochila te estorba… además, cuando vayas a la
universidad… —Harry le dio una sonrisa sincera—. ¡Por qué irás!
Pues, bueno también te puede servir…
—Gracias… —contestó Draco aún apreciando el morral y no
sabiendo qué más decir.
—Tiene un hechizo más —Draco entrecerró los ojos hacia
Harry—. Sí, verás… es de seguridad, solo tú podrás sacar las cosas
que guardes allí, no creo que haya pasado, pero no quiero que te
anden decomisando o quitando las cosas… Si alguien mete las ma-
nos dentro…
Los ojos de Draco se iluminaron y sonrió.
—¿Un hechizo malvado, Potter?
—Nah… solo se les llenaran las manos de furúnculos… de
esos espantosamente dolorosos y horribles.
—Oh, vaya, Potter, cuanta maldad…

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LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

—Ya… que el hechizo lo hice yo solo, y lo busqué mucho


tiempo.
—Espero que unos cuantos intenten meter las manos allí —
dijo Draco abriendo el morral y metiendo la mano en el interior, no
sin algo de temor, suspiró aliviado cuando vio que nada malo le
ocurría a él—. ¿Tú no querrás probarlo para ver si funciona real-
mente?
—Oh… ¡que gracioso! —replicó Harry sarcástico.
—¿Por qué lo haces? Traerme un regalo…
Harry se encogió de hombros y se sintió sonrojar poco a po-
co, tenía miles de formas de responder a eso, pero no atinaba a nin-
guna—. Pues… porque quiero… porque yo…
Draco suspiró, dejó a un lado el morral, viendo en el sonrojo
y la incomodidad de Potter, su oportunidad, y se puso en pie cami-
nando hacia el chico. El moreno se interrumpió en cuanto lo vio
moverse y cada vez se sonrojaba más y más, definitivamente, una
nueva y fascinante faceta que explorar del chico.
—¿Tú qué, Potter? —preguntó en un murmullo a solo cen-
tímetros de él.
Harry retuvo el aliento un instante ante la cercanía, y todo lo
que ella lo hacía sentir, y no resistiéndolo más, extendió los brazos y
jaló a Draco con fuerza hacia él, y luego lo besó con algo de temor,
recordando el primer beso que se habían dado y la forma como ha-
bía reaccionado, pero la lengua de Malfoy acariciando su labio infe-
rior, definitivamente le daba a entender que esta vez las cosas serían
diferentes.
Con sus manos sujetó la cintura de Harry y lo empujó contra
la pared, apretujándolo con su cuerpo, sintiendo sus músculos y su
respiración agitada, las manos de Harry acariciándole la espalda en-
viaban impulsos de placer por toda su columna, realmente había ol-
vidado lo bien que se sentía que alguien lo acariciara de esa manera.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Empujó sus caderas hacia delante, refregándose contra la du-


reza de Malfoy, mucho más notoria a través de la delgada tela del
pijama, mientras la lengua del rubio dominaba su boca; cuando se
empujó con más fuerza, un gemido ahogado retumbo entre ambas
bocas, sus manos bajaron un poco más hasta donde la columna del
rubio terminaba, no muy seguro de continuar.
Sí, definitivamente ese placer era algo que había extrañado,
Potter era muy bueno besando, y la forma como se agitaba contra él
le dejaba en claro que tal vez se había equivocado, no había estado
nunca con un chico inexperto —no había estado nunca con nadie
más que Yarik— pero recordaba cómo se había sentido él las prime-
ras veces que Yarik lo había tocado, y definitivamente, no había ac-
tuado con tanta experiencia. Dio un fuerte mordisco en su labio in-
ferior y empezó a hacer un camino de besos por la mandíbula y el
cuello, deleitándose de los gemidos que el moreno trataba de con-
tener, mientras ambas caderas se friccionaban una contra otra.
—Malfoy… Draco —gimió Harry sintiendo esos dientes so-
bre su cuello, y las manos del rubio acariciando su pecho aún sobre
la túnica.
—…mmm… ¿Sí, Potter? —preguntó llegando hasta su oído,
medio esperando ser detenido en cualquier momento, aunque du-
daba que realmente lo hiciera.
—Oh… yo… demonios —exhaló Harry cuando esos dientes
mordieron el lóbulo de su oreja, sus manos cobraron vida propia y
bajaron hasta las nalgas de Draco, apretándolas contra sus caderas
con más fuerzas.
—Sí… —gimió Draco volviendo a besar por la mejilla hasta
llegar a sus labios nuevamente, cada vez más convencido de que
Potter no era ningún inexperto.
El ulular de la lechuza lo hizo girar.

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LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

—Espera… —masculló Harry mientras las manos de Draco


empezaban a desabotonar la túnica, sin prestarle mayor atención.
—No pasa nada… —le tranquilizó Draco decidido a no de-
tenerse ahora que había empezado, y siguiendo besando el cuello de
Harry, abriendo por completo al fin la túnica, dejando ver la suda-
dera roja y los pantalones vaqueros. Rápidamente coló las manos
dentro de la sudadera, acariciando la calida piel de Harry mientras
éste, hacía lo propio con él, sus manos colándose por su pantalón,
con algo de timidez.
Esta vez fue él quien lo besó en el cuello, quien lo mordió y
lamió todo lo posible mientras las manos de Draco abandonaban
sus caricias en el pecho para empezar a hacerlo desprenderse de la
túnica. Y Harry se dejó hacer, dejó que las manos de Draco le quita-
ran la túnica y levantó los brazos para deshacerse de la sudadera y la
camiseta, ambas cayeron sobre la jaula de la lechuza, cubriéndola
casi completamente. Harry se sintió mucho más aliviado de que el
animal no los viera, pero todo pensamiento coherente desapareció
de su mente cuando la lengua de Malfoy comenzó a bajar por su
pecho, lenta y tortuosamente. Cuando los dientes atraparon una de
sus tetillas y mordieron, empezó a gemir con más fuerza, mientras
con una mano acariciaba la larga y suave cabellera rubia, había fan-
taseado con acariciarla durante mucho tiempo y era incluso más
suave de lo que había imaginado antes.
Mientras seguía mordiendo y lamiendo alternativamente
ambas tetillas, sus manos bajaron hasta los pantalones, con un par
de movimientos pudo deshacerse del botón y comenzar a bajar la
cremallera. Potter seguía sin oponer resistencia y aunque aquello le
hacía pensar en sus conclusiones acerca de la inexperiencia del chi-
co, no se detuvo. Sus besos comenzaron a descender más y más por
el plano abdomen, mordiendo sobre el ombligo y consiguiendo que
el ojiverdes jalara un poco más de su cabello y se arqueara, clara se-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

ñal de que iba por buen camino. Se arrodilló en el piso y clavó sus
ojos en los oscurecidos y dilatados ojos esmeralda mientras con sus
manos, y de un solo tirón, bajaba los pantalones y los bóxers hasta
las rodillas; delante de él, se irguió el miembro enhiesto de Potter;
era considerablemente grande y brillaba por una gota de presemen
en la punta. Con una mano acarició la mata de cabellos oscuros que
lo rodeaba, y Potter en respuesta empujó las caderas, dándole a en-
tender cuál era su necesidad. Miró nuevamente hacia él, maravi-
llándose de lo bien que lucía con la mejillas sonrojadas y el cabello
más desordenado que nunca, antes de dar una larga lamida.
—¡Oh… sí… sí! —gimió Harry empujándose hacia delante,
ansioso por qué Draco hiciera algo pronto, la humedad de la lengua
de Draco recorriéndolo de arriba abajo sólo lograba ponerlo más ca-
liente. Cuando esa boca rodeó su miembro, no pudo evitar el grito
de placer que se escapó de su garganta; mientras sujetaba nueva-
mente la cabellera plateada, dio una mirada hacia abajo, hacia Draco
desapareciendo entre sus piernas…
Con la lengua presionó la gruesa vena mientras sus labios
apretaban con un poco más de fuerza, sus manos acariciando los
muslos internos y los testículos, sintiendo como Harry se ponía
más y más duro a cada instante, y sintiéndose completamente com-
placido de lograr aquello, de ser él el responsable de esos gritos y
jadeos, de hacer que el chico repitiera su nombre y se agitara.
Cuando una de sus manos acarició un poco más atrás de los
testículos, Potter abrió un poco más las piernas, lo que le dio opor-
tunidad a acariciar con un dedo la fruncida entrada, el cuerpo de
Harry se estremeció nuevamente.
—¡Merlín! —gritó Harry dejando caer la cabeza completa-
mente hacia atrás y golpeándose contra la pared, aunque el dolor
fue insignificante en medio de todas las otras sensaciones que Dra-
co le proporcionaba—. Draco… por favor…

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[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

—¿Por favor? —preguntó Draco soltándolo y poniéndose en


pie—. ¿Por favor qué?
—Oh… Dios —lloriqueó Harry halando a Draco nueva-
mente para besarlo, sus labios estaban mucho más rojos y apeteci-
bles, y se deleitó dominando el beso mientras su erección se frotaba
contra la de Malfoy, aún bajo la tela del pijama, se sentía raro, y has-
ta rasposo, pero no le importó, mientras ese placer no se detuvie-
ra… pero se detuvo.
Draco lo sujetó de las caderas y con bastante fuerza se apartó
de él, girándolo completamente y dejándolo contra la pared. Harry
tuvo que poner sus manos para no golpearse el rostro, y emitió un
pequeño grito de sorpresa que se convirtió en un gemido cuando
empezó a morderlo en la nuca, mientras pegaba más su cuerpo a él
y se refregaba contra sus nalgas.
—Vamos… quítate la ropa —jadeó Harry girando el rostro lo
suficiente para verlo de reojo.
—¿Hasta en esto eres un mandón? —preguntó Draco con
voz agitada mientras soltaba las caderas de Harry, y sin despegarse
por completo de él, hacía volar la camiseta del pijama a un lado,
buscó con la mirada la varita y la encontró sobre su mesa de noche.
—Es que… demonios… esto es demasiado… te necesito ya
—Harry demostró sus palabras empujando las caderas hacia atrás y
refregándose contra la dureza de Malfoy, el rubio exhaló un gemido
ahogado.
—Accio varita —llamó a su varita y ésta voló por los aires has-
ta su mano, volvió a besar el cuello y los hombros de Harry, sin-
tiéndolo deshacerse debajo de su toque. En medio de toda la agita-
ción, pensó que aquella pared sería un lugar muy incómodo des-
pués de todo, así que pasó una de sus manos por enfrente, presio-
nando el abdomen de Harry y lo alejó de la pared.
—Draco… ¿Qué?

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Zafy|HARRY POTTER
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—Shh… ven —pidió empujándolo contra el escritorio, Ha-


rry agradeció que no hubiera ningún pergamino o tintero suelto, y
con una mano tiró al piso el par de libros que estaban allí, justo a
tiempo, puesto que Draco lo empujó un poco más, haciendo que su
pecho diera contra la fría madera.
Draco recorrió con su varita la columna de Harry, mientras
que con la otra presionaba un poco más su espalda, manteniéndolo
contra la mesa.
—Aún traes ropa —se quejó agitado Harry.
—No por mucho —aseguró Draco desprendiéndose final-
mente del pantalón y lanzándolo con un pie lejos, fue a dar también
sobre la jaula de la pobre lechuza. Cuando se inclinó hacia delante,
su miembro erecto se refregó contra las nalgas de Harry, haciendo
que este se agitará y retorciera.
—Draco… —Harry se tensó ligeramente cuando sintió las
caderas de Draco apartarse, y en su lugar, la varita se posicionó en
su entrada—. Espera… ¿Qué demonios estás haciendo? —trató de
levantarse pero uno de los brazos de Draco lo tenía presionado con-
tra la mesa.
—Te preparó… necesito aplicar un hechizo lubricante y…
—¿Un qué? —preguntó Harry con voz algo alarmada y mi-
rando hacia atrás, para ver el rostro sonrojado de Draco, y esa mira-
da… ¡Dios! Esa mirada era capaz de convencerlo de hacer cualquier cosa que
le pidiera.
—Son hechizos de seguridad… Confía en mi… ¿Lo harás?
—¿Cómo de protección? —preguntó Harry con voz ansiosa,
pensando en los condones que traía en el bolsillo de la mochila.
—Ajá, confía en mí, ¿de acuerdo? —susurro Draco sobre su
oído antes de dar una mordida más en la oreja, logrando que Harry
se agitara nuevamente.

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[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

—Sí… —se rindió Harry—. Pero… —detuvo sus cuestio-


namientos cuando sintió algo frío y resbaloso en su entrada, similar
al lubricante, pero sabía que Draco no tenía ningún frasco cerca, y
supuso que de eso se trataban aquellos hechizos.
Draco dejó caer la varita a un lado y se inclinó hacia delante,
empezando a besar nuevamente los hombros y el cuello de Harry,
mientras con una mano se colaba entre sus nalgas, separándolas. In-
trodujo un dedo lentamente, poco a poco, sintiéndose de pronto
ansioso de poder estar ya en aquel estrecho y cálido lugar, mordió
con más fuerza mientras Harry se seguía arqueando y gimiendo.
—Me matarás —reclamó Harry.
—¿Quieres que pare? —preguntó precavido Draco dete-
niéndose.
—¡No! —gimió Harry, empujando sus caderas contra ese
dedo.
—Pensé que… —jadeó Draco volviendo a ponerse en mo-
vimiento.
—Sólo… ¡Oh Demonios! —gritó cuando el segundo dedo
entró en él rozando apenas su próstata—, sólo hazlo, ¡por un de-
monio!
—Creo que después tendremos que hablar acerca de esa acti-
tud tan mandona —se quejó Draco antes de dar una larga lamida
por la columna de Harry, haciendo que se arqueara más y que sus
caderas se empujaran contra ese par de dedos. Se levantó comple-
tamente, y con una mano se aferró a la cadera de Harry y con la otra
guió su miembro hacia la entrada del chico, se empujó lentamente,
saboreando y disfrutando cada segundo que demoraba en entrar, la
forma como ese cuerpo cálido y estrecho lo iba acogiendo poco a
poco, la forma como los músculos de la espalda de Harry se marca-
ban.

589
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Estás bien? —preguntó apretando los dientes por el con-


trol que necesitaba mantener.
—Oh… sí —exhaló Harry suavemente, sentía cierta inco-
modidad, pero no importaba, el que Draco estuviera allí, con él,
bastaba para alejarla; se mordió los labios y tomó una profunda bo-
canada de aire mientras sentía a Draco jadear sobre su espalda, su
aliento golpeando contra su sudada piel, enviándole pequeños es-
pasmos de placer por toda la columna.
—Morgana bendita —suspiró Draco—. Harry… necesito…
lo siento —murmuró un tanto apenado e irguiéndose nuevamente,
se afianzó con ambas manos en las caderas de Harry y comenzó a
empujar con fuerza y rapidez… llevaba demasiado tiempo sin hacer
aquello, y temía que su cuerpo no se pudiera contener mucho más
tiempo.
—Ah… —Harry levantó un poco más las caderas, y enton-
ces, Draco acertó a su próstata, haciéndolo gritar mucho más fuerte.
—¿Bien? —preguntó Draco apenas, sin detenerse en sus
movimientos.
Harry lloriqueó nuevamente, y una de sus manos serpenteó
hasta abajo, hasta que se pudo hacer de su erección, y comenzó a
masturbarse casi al mismo veloz ritmo que Draco le estaba impo-
niendo.
—Sí… así, no… no te detengas —pidió.
—No… no lo haré —Draco se inclinó hacia delante nueva-
mente, empezó a morder y lamer uno de los hombros de Harry
mientras que sentía cómo el interior del chico lo apretaba cada vez
con más fuerza—. Merlín, Harry eres tan… ¡Oh Dios!
—Sí… justo ahí, Draco —no le importó que su voz sonara
ahogada o necesitada mientras Draco se empujaba contra él con
tanta fuerza que el escritorio chirriaba, y sentía su piel resbalosa por
el sudor, frotándose contra la madera.

590
LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

—Harry… ¿Estás…? —Draco se detuvo un instante, con-


ciente de que estaba cada vez más cerca del punto sin retorno—.
¿Cerca?
—Demonios sí… no pares ahora.
Y entonces Draco soltó una de las caderas de Harry y su
mano fue hacia delante, alcanzando la de Harry, y lo ayudó a acari-
ciarse mientras se empujaba con fuerza y ya sin ningún ritmo, cada
vez más rápido, cada vez más fuerte…
Harry sintió cómo un hormigueo recorría su espalda mien-
tras los dedos de sus pies, aún dentro de los zapatos, se arqueaban
sin que los pudiera controlar.
—Draco… —gimió mientras los dedos de Draco se entrela-
zaban con los suyos más fuerte, y lo acariciaba tan enérgicamente
que lindaba con el dolor.
—Oh… sísísí —gritó Draco dando una embestida tan fuerte,
que la mesa hizo un ruido seco, cómo si se estuviera arrastrando
sobre el piso de piedra.
—¡Draco! —gritó Harry a la vez que sentía algo cálido en su
interior y se derramaba entre sus dedos y los de Draco.
Draco se dejó caer hacia delante, con la mejilla apoyada sobre
la espalda de Harry, respirando entrecortadamente y riendo suave-
mente, se sentía tan ido, y aquello era fantástico.
Harry no se movió; aunque Draco lo estaba aplastando, se
sentía a gusto con el cuerpo cálido del chico envolviéndolo, sin-
tiendo su corazón acelerado y su respiración agitada, acrecentando
los espasmos de placer que aún le quedaban por el orgasmo.
Pasaron un tiempo más en silencio, respirando irregular-
mente, y dejando que sus corazones y los espasmos de sus múscu-
los se calmaran poco a poco.
—¿Podríamos…? —preguntó Harry con voz algo rasposa—,
ya sabes… ¿Ir a la cama?

591
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco soltó un pequeño suspiro.


—No lo sé… yo estoy cómodo aquí —respondió acariciando
uno de los lados de Harry, lo que hizo que el chico se estremeciera
y soltara una carcajada nerviosa.
—No… Draco, no… —se quejó Harry tratando de ahogar
las risas y apartar la mano de Draco.
—¿Así que cosquillas? —se burló Draco mientras se levanta-
ba completamente y salía del interior del chico.
—Sí, y no son agradables.
—Ese es tu punto de vista —opinó Draco mientras lo levan-
taba y hacía girar. Harry casi cae por el obstáculo de los pantalones y
zapatos aún medio puestos.
Pese a eso, sonrió, y con una mano lo sujetó de la nuca y lo
jaló para besarlo nuevamente, ambos se alejaron jadeando nueva-
mente y se miraron a los ojos.
—Cama —ordenó Draco tirando de Harry hacia la piltra.
Harry se sintió estúpido dando pequeños pasos con los pan-
talones hasta sus tobillos, en cuanto Draco lo empujó contra la ca-
ma, se sentó y se deshizo de los zapatos, calcetines y pantalones, ha-
ciéndolos volar hacia un lado, dejándolos en un bulto.
Draco se estiró en la cama, mirando hacia el techo, y dema-
siado relajado, en cuanto Harry se dejó caer a su lado, giró lo sufi-
ciente para mirarlo a la cara.
—Haré un hechizo de limpieza —anunció Draco, y Harry
sólo asintió en respuesta, no completamente seguro de lo que eso
significaba.
Draco invocó a su varita y la agitó sobre ambos, una tibia bri-
sa los envolvió y lo hizo sentir mucho más fresco.
—Gracias… —dijo Harry, que ya se había empezado a sentir
pegajoso por su propia liberación y la de Draco, y girándose para
ver al rubio—, eso se sintió bastante bien.

592
LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

—Por supuesto… tú también te sentiste muy bien.


—¡Me refería al hechizo!
—Oh… ¿En serio?
—Lo otro también estuvo genial.
—Lo sé —replicó Draco con una sonrisa.
—Presumido —rezongó Harry, y Draco sólo soltó una pe-
queña carcajada; luego de que ambos se quedaran en silencio un ra-
to más, Draco se animó a hablar.
—Harry… —Draco acarició con una mano las caderas de
Harry suavemente, mirándolo a los ojos—, no es la primera vez que
haces algo como esto, ¿cierto?
Harry se encogió de hombros y desvío la mirada.
—¿Es eso un problema?
—¡No! —se apresuró a aclarar Draco—, claro que no, es solo
que…
—Pensabas que yo…
—Que tú… —Draco suspiró suavemente.
—¿Qué pensabas? —le insistió Harry.
—Pues… ¿honestamente? —preguntó hacia Harry que asin-
tió—: Que pasabas por algún tipo de crisis de identidad sexual.
Harry no respondió, en lugar de eso soltó una carcajada que
hizo que Draco se sonrojara sintiéndose algo tonto por lo equivo-
cado que había estado.
—¡Vamos! —protestó Draco.
—Lo siento… supongo que no fui muy obvio…
—No, no pensé que realmente fueras…
—¿Gay?
—Sí, eso.
—Oh… —Harry cerró los ojos y suspiró—. Tampoco es la
primera vez que tú lo haces.

593
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Eso es algo que ya sabías —Draco le dio una última caricia


a la cadera de Harry y apartó la mano, dejándose caer de espaldas
completamente, con los ojos cerrados—. Es más, creo que todos en
la escuela lo saben.
—¿Entonces es cierto? —preguntó Harry, y con algo de titu-
beo colocó una mano sobre el abdomen de Draco, no muy seguro
de que preguntar sobre aquello fuera adecuado.
—Tendría que saber qué es exactamente lo que dicen… —
sujetó con su mano la de Harry y entrelazó los dedos, también se
sentía bien ese tipo de contacto.
—Pues… que eres gay.
—Lo admito.
—¿En serio? No me había dado cuenta —replicó divertido
Harry.
—Si no te has dado cuenta, todavía lo puedo repetir hasta
que te quede claro —Draco presionó con un poco más de fuerza
sus dedos, y se movió contra el cuerpo de Harry haciendo que este
jadee ligeramente—. Es más, puedo repetir dentro de poco.
—Ya… —Harry soltó una pequeña risita—, creo que yo
también… —y no quiso preguntar más acerca de que si era cierto
que había tenido un amante el año pasado y que Lucius lo había
matado, no quería arruinar el momento con eso.
Ambos se quedaron en silencio nuevamente un rato más,
sintiendo irreal aquella situación, hasta que la temperatura de la ha-
bitación comenzó a descender.
—¿Te molesta si jalo una manta…? —preguntó Harry—, es
que realmente empiezo a morir de frío.
—Exagerado —replicó Draco mientras se sentaba lo sufi-
ciente para jalar la manta que había caído al piso, y los abrigaba a los
dos—. ¿Mejor?
—Al menos no contraeré una pulmonía.

594
LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

—¡Ja! Realmente sí que eres exagerado —se burló Draco ha-


lando a Harry un poco más cerca, sus pieles tocándose, sus piernas
entrelazadas, y ambos envolviéndose entre las sábanas. Draco sentía
la mejilla caliente de Harry sobre su hombro, y su respiración suave
contra la piel de su pecho… no podía negar que era realmente agra-
dable.
—Te extrañé durante estas vacaciones —susurró Harry ya
bastante adormilado.
Draco acarició con una mano el cabello de Harry y no con-
testó nada, simplemente cerró los ojos y dejó que el sueño lo ven-
ciera, sintiendo la tranquila y acompasada respiración de Harry,
como el mejor arrullo.

–|– 

El sonido de un ulular lo despertó, tuvo un pequeño déjà vu


respecto a la forma en que había despertado antes, con algunas cla-
ras diferencias, como por ejemplo, el cuerpo desnudo de Potter a su
lado. Aún no podía creer que aquello hubiera pasado. El ave ululó
con más fuerza y eso terminó de despertarlo, y ya que lo habían
despertado, entonces que Potter también lo hiciera…
Harry se sentó de golpe, un tanto alertado por el movimiento
a su alrededor.
—Tranquilo, Potter, soy yo.
—Ah… Draco —suspiró Harry dándole una mirada aver-
gonzada, debería dejar de saltar cada vez que lo despertaban.
—Tu pajarraco esta chillando —se quejó Draco poniendo
una almohada en el respaldo de la cama y acomodándose mejor,
con los brazos cruzados y mirada fastidiada.
Entonces Harry recién recordó a la pobre lechuza.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Oh… Bueno, primero, que es una lechuza, no un pajarra-


co, ellas no chillan, ululan y por último, no es mía, sino tuya —
explicó Harry levantándose de la cama y maldiciendo el frío que
hacía para poder destapar la jaula de la lechuza, que había quedado
cubierta por toda la ropa.
Draco arqueó una ceja, pero le importaba muy poco la pobre
lechuza a la que había insultado, y a la que Potter había ido a conso-
lar, su mirada estaba fija en aquel cuerpo desnudo, en los muscu-
losos brazos, las torneadas piernas y ese culo de infarto que era mil
veces mejor de lo que recordaba, y eso que lo había visto recientemente.
—Pobre… debe estar asustada, no debimos cubrirla —
comentó Harry mirando hacia Draco, dándose cuenta de la mirada
que le daba el rubio, siendo recién conciente de su total desnudez,
sonrió con algo de suficiencia cuando Draco se sonrojó ligeramen-
te—. Anda… ven a ayudarme con tu lechuza —pidió.
—¿Mía? —preguntó Draco luego de un instante más y po-
niéndose de pie también mientras Harry dejaba ver al fin al pobre
animal. El que Harry lo mirara de esa manera, lo hizo sentir mejor,
al menos no era el único que babeaba.
—Sí… —trató de controlarse Harry por no saltar sobre Dra-
co nuevamente, recordando que tenía pendiente todavía, entregarle
ese regalo—,… dije que te había comprado unos regalos de navi-
dad… pero nos quedamos en el primero — explicó Harry con una
sonrisa más amplia y ladina mientras se hacía a un lado para que
Draco pudiera ver a la lechuza.
—¿Me compraste una lechuza?
—Sí, y no tiene nombre aún.
—¿Por qué me compraste una lechuza? —preguntó Draco
agachándose lo suficiente para poder meter los dedos entre la jaula,
la lechuza lo picoteó muy suavemente, casi como si lo reconociera.

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LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

—Pues… tú no tienes una, y creo que a veces las lechuzas de


la escuela pueden estar muy atosigadas o se pueden perder rumbo a
tu casa y…
—¿No tiene nombre? —preguntó Draco mirando hacia Ha-
rry nuevamente.
—No.
—Pobre… debiste habérmela dado primero, la hubiera deja-
do en la lechucería en vez de dejarla aquí, mirando.
—Escuchando sería la palabra más adecuada —corrigió Ha-
rry jalando a Draco de ambos brazos para obligarlo a volver a la ca-
ma—, y no creo que hubiera aguantado el ir hasta la lechucería y
volver.
—Sí… ya descubrí que eres demasiado impaciente —picó
Draco antes de hundir su nariz en el hueco entre el hombro y el
cuello de Harry, aspirando profundamente, disfrutando de su olor.
—Mmm… Draco… —suspiró Harry apretando con más
fuerza el cuerpo del rubio y dejándose caer sobre la piltra, con Dra-
co sobre él—. Draco… si no te detienes…
—Tú no quieres que me detenga —acusó Draco dando un
par de lamidas sobre el cuello antes de comenzar a repartir peque-
ños besos y suaves mordidas—. ¿O acaso quieres que me detenga?
—No… no te detengas —pidió Harry abriendo las piernas y
dándole más espacio al cuerpo desnudo de Draco, ambos miem-
bros, semi erectos comenzaron a presionarse.
—Para que veas que puedo ser buena persona algunas veces,
te haré caso —le respondió Draco entre besos y mordiscos por el
cuello y hombros.
—Que… bondadoso —opinó Harry empujando sus caderas
con más velocidad contra las de Draco, sus penes ya completamente
enhiestos frotándose—. ¡Dios! Eres tan jodidamente caliente…

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Mmm —Draco se acercó a su boca y contestó al halago


con un beso.
Un beso que hizo que Harry olvidara hasta que era un mago,
mientras esa lengua dominaba su boca, esos dientes presionaban de
la manera justa sus labios, y esas manos acariciaban tanta piel a la
vez que le parecía incluso imposible.
—¿Listo? —preguntó Draco apartándose de los labios del
chico, que permanecía aún con los ojos cerrados y las manos sobre
su espalda, apretando con cierta fuerza.
Harry estuvo a punto de contestar «¡para lo que quieras!», pe-
ro se contuvo, y apenas asintió mientras apoyaba los talones en la
cama, vagamente se preguntó si era que el rubio también se dejaría
tomar en algún momento. La lengua de Draco sobre una de sus te-
tillas lo alejó de aquellos pensamientos, mientras su espalda se ar-
queaba y soltaba un ronco gemido.
—Draco… vamos… el hechizo ese, ¡hazlo!
Draco abandonó sus caricias y se arrodilló entre las piernas,
negando con la cabeza y soltando una suave risita.
—Verdaderamente sí que eres mandón.
—Tú tienes la culpa —reclamó Harry mientras doblaba las
piernas y las empujaba contra su pecho, ofreciéndose completa-
mente a él.
Draco levantó la varita y la posicionó contra la entrada de
Potter por segunda vez en la noche, alucinado por la maravillosa vi-
sión que era tenerlo completamente abierto y entregado a él, y en-
tonces, las palabras del chico sonaron en su cabeza con algo más de
insistencia—. Un momento…
—¡No! —lloriqueó Harry—, dime que no eres de los que les
gusta hacer rogar… —Harry clavó su mirada en la de Draco, Por-
que rogaría… «suplicaría… incluso más de lo que ya he hecho hasta

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LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

ahora», pensó aunque no lo dijo en voz alta, la mirada de Draco, de


alguna manera ya no parecía tan entusiasmada.
—Potter… me confundes —dijo dejando caer la varita a un
lado, y sentándose sobre sus talones, y luchando contra la necesidad
de mandar al diablo sus dudas y clavarse nuevamente en el interior
caliente y acogedor del chico.
Harry, convencido de que algo serio se avecinaba, estiró sus
piernas y se sentó sobre la cama también, sus piernas rozando la piel
cálida de las piernas de Draco.
—¿Por qué te confundo? Te dije que sí era gay… que no te-
nía ninguna crisis…
—Exacto —Draco inclinó la cara hacia un lado mirándolo
interrogativamente—: si eres gay, si lo has hecho antes y aparente-
mente tienes algo de experiencia… —Draco levantó una mano pi-
diéndole silencio a Harry, que ya abría la boca para replicar—… no
te lo reprocho, no seas tonto… es sólo que no entiendo. ¿Cómo
puedes haber estado antes con otros y no conocer esos hechizos?
¿Porque no los conocías o sí?
—Pues… —Harry pasó una mano por su cabello, bastante
nervioso y encogió más sus piernas—… yo no he estado con nin-
gún otro mago.
—No has estado con ningún otro… —Draco abrió más los
ojos y enderezó su cabeza, mirando a Harry acusadoramente—.
¡Oh, mierda…!
—¡¿Qué?! —preguntó confundido Harry mientras Draco
parecía retroceder poco a poco en la cama—. ¿Qué te pasa?
—Mierda, mierda, mierda —masculló Draco poniéndose en
pie y cruzándose de brazos.
—Malfoy, ¿qué demonios te pasa? Me estás asustando —
reclamó Harry arrodillándose sobre la cama para quedar a la misma

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

altura de Draco, evidentemente la excitación de momentos antes se


había desvanecido.
—Sí —Draco lo señaló con un dedo—, asustado, así es como
deberías estar. Te has acostado con… ¡con muggles!
—¡No me jodas! —gritó Harry sentándose sobre la cama y
buscando con la mirada sus ropas—. ¡Eres tan…!
—¿Qué no te joda? ¡Merlín bendito, Potter! ¿Tienes idea
de…?
—Pensé que te habías detenido con eso de la discriminación
contra los muggles, sobre todo, después de todo lo que pasó… ¡In-
cluso pensabas vivir entre ellos!
—Y aún lo pienso, pero no me acostaré con ellos. ¿No sabes
lo peligroso que es acaso? ¿El riesgo que representa?
Harry se detuvo en medio del movimiento de recoger sus
pantalones y le dio a Malfoy una mirada preocupada.
—¿Riesgo? Los estás discriminando…
—No —se apresuró a aclarar Draco mientras se acercaba al
baúl y comenzaba a rebuscar entre sus cosas—. Yo… no me caen
bien, ¿de acuerdo?, tal vez algunos sí, pero aún pienso igual que an-
tes sobre muchas cosas de ellos, pero esto no es discriminación, es
la pura verdad.
—¿De qué…? —empezó a preguntar Harry a la vez que
Draco levantaba el libro de «Estudios Muggles: ¿Qué hay al otro la-
do?», y se sentaba en la cama, con una mano palmeó un lugar a su
lado.
—Ven aquí… tenemos que hablar.
—¿Hablar? —preguntó Harry dejándose caer junto a Draco
mientras este avanzaba las hojas hasta el último capítulo.
—Aquí está escrito, yo no lo he inventado —señaló una pá-
gina, casi al final, sobre recomendaciones que hay que tener al tratar
con los muggles.

600
LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

—¿Esto no es…?
—No, ¿quieres dejar de una vez por todas de decir discrimi-
nación? Aquí nadie discrimina. ¿De acuerdo? Sólo lee.
Harry asintió y se dedicó a leer:

Últimas recomendaciones antes de empezar su aven-


tura por el mundo muggle

Como ya es sabido la constitución biológica de los muggles difiere de la


de los magos en varios aspectos, por ejemplo, la gente muggle no es capaz ni
será capaz de resistir a ninguna de las enfermedades mágicas comunes, tal es
así que, por ejemplo, la viruela de Dragón o incluso un simple resfriado má-
gico, que entre magos puede ser curado con un par de pociones, en los muggles
puede ocasionar la muerte. Como referencia se puede ver el segundo tomo de
esta colección, donde se explica las diversas epidemias que han sido desatadas
en el mundo muggle porque algunos magos (sin intención, se espera) los ex-
pusieron a diversas enfermedades nuestras.
También hay que hacer hincapié en que, aunque nuestro sistema in-
munológico está protegido por la magia contra la mayoría de las bacterias y vi-
rus muggles (de allí que los niños magos nacidos de muggles siempre muestren
un historial médico muy sano), siempre y cuando los magos se encuentren con
buena salud, hay en la actualidad ciertas enfermedades «modernas» para las
que al parecer, no estamos preparados.
La mayoría de ellas son de índole sexual, que se pueden evitar to-
mando las precauciones muggles convencionales, aunque muchas de ellas tie-
nen solución con algunas pociones y hechizos, lamentablemente existen varias
para las cuales estamos tan o más indefensos que los mismos muggles: el sín-
drome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), por mencionar la más im-
portante y peligrosa y para la cual no existe cura ni mágica ni muggle. Ade-
más, también se han encontrado ciertas variantes de la gripe que complican

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

mucho la salud del mago, pero casi todo es tratable (en la medida que haya
prontitud de aplicar el tratamiento adecuado).
Si va a visitar o vivir en algún lugar muggle alejado de su localidad,
sería conveniente que averiguara sobre las enfermedades locales y pociones pre-
visoras, (los muggles lo llaman vacunas) para evitar complicaciones desagra-
dables…

Harry levantó la vista hacia un pálido Draco, que lo miraba


ansioso, en realidad parecía que estaba a punto de pegarle.
—Escucha…
—Tú te acostaste con muggles…
—Este libro exagera y además…
—¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Porque no preguntaste…
Draco abrió la boca para replicar pero Harry lo interrumpió:
—De acuerdo, no hablamos casi nada antes de eso —explicó
Harry dejando caer el libro sobre el suelo y sujetando con sus ma-
nos, los brazos de Draco, que parecía a punto de entrar en shock.
—No…
—¡Cálmate, ¿quieres?! —levantó la voz mientras presionaba
con un poco más de fuerza los brazos del chico para evitar que se
marchara—. Sí, los muggles, igual que supongo los magos, tienen
esa clase de enfermedades, pero para evitar eso ellos se protegen…
algo que dicho sea de paso, no hiciste tú, así que no me llames
irresponsable si…
—¡Sí nos protegimos! El hechizo que te apliqué…
—¿Entonces por qué te alteras tanto?
—Porque allí dice que… En el libro hablaban de enfermeda-
des mortales y desagradables y…
—Ok, ok, escucha, ¿sí? —Draco asintió suavemente miran-
do a Harry con un poco más de confianza y tal vez hasta esperanza,

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LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

entendiendo que posiblemente estaba exagerando un poco, sólo un


poco—. En el mundo muggle la gente se cuida, lo tienen claro y no
se arriesgan, al menos la mayoría, yo no me arriesgaría ni jugaría
con mi vida, leí un poco antes de hacer cualquier cosa, ¿sabes? Y
debo reconocer que no sé cómo funciona aquí en el mundo mági-
co… pero confié, y confío en que tú sí sabías, y que no pondrías en
riesgo tu vida, así como tú debes confiar en que yo tampoco lo ha-
ría, ¿verdad?
Draco asintió nuevamente y soltó un suspiro de alivio.
—O sea… así como nuestros hechizos lubricantes y de pro-
tección… ¿los muggles tienen algo parecido?
—Sí —asintió Harry.
—¿Y tú los usaste?
—Todo el tiempo… y te los puedo explicar… todos los que
quieras, y tú me explicaras los tuyos…
—Bien —Draco sonrió casi tímidamente y se inclinó hacia
Harry para besarlo de una manera más lenta y calmada que antes,
pero de igual forma, Harry sentía que se derretía bajo ese toque,
suspiró dentro del beso, y pasó sus brazos alrededor del cuello de
Draco mientras éste tiraba de él más hacia sí por la cintura, sus pie-
les tocándose nuevamente.
Harry agradeció que al menos ya se encontraran desnudos,
puesto que cuando Draco lo dejó caer sobre la cama nuevamente, la
excitación anterior había vuelto, con mucha más intensidad.
—Draco… ¿podrías… apurarte? —pidió, la lengua de Draco
desplazándose sobre su pene le hizo olvidar lo humillante que era
rogar, y levantar las caderas con más fuerza—. No aguantaré mu-
cho…
—Tampoco yo —admitió Draco arrodillándose entre sus
piernas una vez más, Harry volvió a encoger las piernas contra su
pecho mientras sentía la punta de la varita presionándose contra su

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

entrada, apenas escuchó el suave murmullo de Draco, y la sensa-


ción de frío en su interior, antes de que la punta del resbaladizo
miembro del rubio se refregara un poco contra él.
—Mmm síííííí —gimió sintiendo a Draco en su interior por
segunda vez en la noche.
—¡Ah…Merlín! —suspiró Draco sujetándose de las piernas
de Harry por un momento para luego dejarse caer completamente
hacia delante, para poder besar a Harry, sus labios se enredaron y
sus lenguas comenzaron a batallar para tratar de obtener el control
mientras sus caderas comenzaron a agitarse con velocidad contra el
interior de Harry.
Harry lo sujetó de los hombros y presionó sus dedos con
fuerza, levantando un poco más las caderas hasta que lo sintió, la
respuesta de su cuerpo fue un espasmo junto a un grito de placer
absoluto.
—Sí… más rápido.
—Sí… lo que quieras —replicó Draco levantándose y suje-
tando las piernas de Harry una vez más, embistiendo con fuerza,
haciendo que el cuerpo del chico se agitara y vibrara en cada enves-
tida, y por ende, que su placer creciera,
Harry se sujetó con una mano de las sábanas y con la otra
comenzó a masturbarse con necesidad mientras Draco le levantaba
las piernas y seguía embistiendo, hasta que lo sintió temblar y gi-
motear, mientras algo cálido se escurría en su interior, la sola sensa-
ción provocó que su placer llegara al máximo, y liberó su orgasmo
en su propia mano mientras Draco le soltaba las piernas y se dejaba
caer sobre él, respirando entrecortadamente.
Sintió las manos de Harry presionando su espalda, acaricián-
dolo de manera tranquilizadora mientras sus corazones parecían
haberse sincronizado y latían casi al mismo ritmo; por mucho rato

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LIBRO II|El Último Año
[9] «Inicio de un semestre… inicio de lo nuestro»

más, ninguno de los dos dijo nada hasta que el suave ulular de la le-
chuza los trajo de nuevo a la realidad.
—Oh… demonios —gimió Harry mientras Draco salía de su
interior y se dejaba caer a un lado.
—Vamos, Potter, que no estuvo mal.
—No, sí estuvo genial, lo digo por la pobre ave… nos termi-
nará demandando por querer pervertirla o algo así…
Draco soltó una pequeña carcajada y se apoyó en un codo pa-
ra levantarse lo suficiente para poder ver al animal que los miraba
atentamente.
—Sí… creo que ha quedado traumada.
—Ni lo digas, no quiero que termine yendo a sex’s shop 17 en
lugar de a dejar las cartas a tu madre.
—¿Sex’s… qué?
—Oh… ya te contaré, te encantarán... aunque no he podido
ir a ninguna en realidad, pero he leído de ellas.
—Pues… sí me lo explicas luego.
—Hecho. Y ¿qué nombre le pondrás? —preguntó dándole
una mirada complacida a Draco que miraba al ave de manera más
analítica.
—Alba.
—¿Alba? —preguntó un poco decepcionado—, ¿Nada mági-
co, el nombre de alguna constelación desconocida? ¿O de algo más
impresionante que solo «Alba»?
Draco se dejó caer sobre la cama y giró para ver a Harry.
—¿Sabes que tipo de lechuza es?
—Pues no… yo solo la vi y me pareció agradable como para
ti y…
17
Sex Shop: anglicismo que en español se traduce como «tienda del sexo». Este nombre se utiliza
para designar a un establecimiento donde se venden revistas y películas pornográficas, lencería
erótica, juguetes sexuales, productos para practicar el sexo seguro (como los condones) y otros ar-
tículos relacionados con el sexo. Fuente: Wikipedia.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Estoy seguro que Hagrid estaría ofendido… aunque para


lo que nos enseñó…
—Oye… —reclamó Harry dándole un golpe en el brazo.
—Ya, ya, Potter, que aún no hemos llegado al sadomaso-
quismo.
—Idiota.
—Obviaré eso —replicó Draco con una mirada petulante,
disfrutando en realidad de la sonrisa de Harry—. Esa lechuza es una
«Lechuza de campanarios», su nombre científico es Tyto Alba, así
que por eso se llamará Alba, porque es su nombre.
—Oh… pues me gusta.
—No quepo en mí de alegría —contestó Draco poniendo los
ojos en blanco; en lugar de recibir el golpe que esperaba, recibió un
suave beso en los labios.
—Aún tenemos cosas que hablar…
—Lo sé…
—¿Podrías? Ya sabes, ese hechizo de limpieza… empieza a
sentirse… —arrugó la nariz un poco, explicando de esa manera su
punto.
—Sí, te entiendo —dijo Draco levantando la varita y lim-
piándolos a ambos, después, ambos se abrazaron y acurrucaron bajo
el cobertor.
—Me quedaré aquí… Lo quieras o no.
—Ya que se le hace —contestó Draco sonriendo relajada-
mente, mientras Harry se pegaba más a su cuerpo, y sí, definitiva-
mente se sentía más que genial.

606
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

10
Una desagradable campaña

And it's so cold, yeah it's so cold. // What...is...this feeling called love? // Why me? Why you? Why
here? Why now? // It doesn't make no sense. No. // It's not convenient. No. It doesn't fit my plans.
No. // It's something I don't understand. Oh. //
(F.E.E.L.I.N.G. C.A. double L.E.D. L.O.V.E.)
And as I stand and cross the room // I feel as if my whole life has been leading to this one moment. //
And as I touch your shoulder tonight. // This room has become, the centre of the entire universe.
Canción: F.E.E.L.I.N.G. C.A.L.L.E.D. L.O.V.E. 18
Pulp, grupo de rock inglés

4 de enero de 1999, Hogwarts

-¿
Dónde demonios estabas? —preguntó Ron con los
dientes apretados mientras Harry entraba a la habi-
tación. Sabía que iba tarde, se había quedado des-
pierto con Draco hasta muy tarde, compartiendo información
«gay», y ambos se habían quedado dormidos hasta demasiado tarde,
al menos ya se había duchado.

18
Sentimiento Llamado Amor: Y hace tanto frío, sí, hace tanto frío. // ¿Qué…es... este sentimiento
llamado amor? // ¿Porqué yo? ¿Porqué tú? ¿Por qué aquí? ¿Por qué ahora? //No tiene sentido.
No. // No es conveniente. No. // No está en mis planes. No. // Es algo que no entiendo. Oh. //
(S.E.N.T.I.M.I.E.N.T.O. doble L.A.M.A.D.O.A.M.O.R) // Y mientras me levanto y cruzo la ha-
bitación siento como si mi vida entera me hubiera llevado a este momento. // Y mientras toco tu
hombro esta noche. // Esta habitación se ha convertido en el centro de todo el universo.

607
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Casi había olvidado que Ron o Hermione podrían haber no-


tado su ausencia.
—Este no es el momento —contestó Harry jalando su uni-
forme del baúl y entrando al cuarto de baño para cambiarse, lo hizo
bastante rápido, y con las justas pasó una mano por su cabello, esta-
ba ya muy largo y se preguntó distraídamente si no sería buena idea
dejarlo crecer más. Cuando salió con la ropa entre las manos y el
uniforme de Gryffindor puesto, Ron aún lo esperaba, con los bra-
zos cruzados, junto a su cama.
—No has contestado.
—Vamos, Ron…
—No, no me digas «vamos, Ron». ¿Dónde demonios has es-
tado?
—Por allí, pensé que habíamos quedado en qué no tenía que
darles explicaciones.
—Y yo en que tratarías de ser cuidadoso y sobre todo, discre-
to.
—¿Discreto?
—No creas que soy un tonto, sé que anoche debiste quedar-
te con alguien, como lo has estado haciendo desde hace tiempo.
—Pensé que esto ya era tema superado —reprochó Harry
metiendo de cualquier manera los libros para sus clase del día.
—¿No te das cuenta que eres un personaje público? ¿Sabes
lo que harían algunos si se enteraran de tus escapadas…? ¿De las
cosas que te gustan?
—De que soy gay, ¡por un demonio, no es tan difícil decirlo!
—¡Bien, gay! —gritó Ron—. ¿No te das cuenta de lo que ha-
rían con esa información?
—Me tiene sin cuidado.
—Pues deberías tenerlo, no quiero que te estén chantajean-
do, ni que aparezcas en El Profeta.

608
LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

—¿Qué si eso pasara? ¿Dejarías de hablarme de nuevo acaso?


—reclamó Harry colgándose la mochila al hombro para salir, la
mano de Ron sobre su hombro lo detuvo.
—No quiero que te sigan molestando, que ahora que todo
está bien, encuentren la forma de fastidiarte el momento… ya lo
sabes, la Academia de Aurores y todo eso.
Harry se sintió ligeramente culpable por haberle hablado a
Ron de esa manera, en el fondo sabía que tenía razón, no lo deja-
rían entrar a la Academia de Aurores, y si bien era cierto que no le
importaba lo que los demás pensaran, sabía que no estaba listo aún
para afrontarlo—. Lo siento… sí, estoy siendo cuidadoso.
—Bien… —Ron pareció dudar un momento y luego le dio
una mirada culpable—. ¿Con quién…?
—No te lo puedo decir —interrumpió Harry—, prometí no
hacerlo, y él tampoco lo hará.
Ron pareció un poco decepcionado, pero eso duró apenas un
instante antes de encogerse de hombros y sonreír.
—Vamos, ya es tarde y Hermione está esperándonos.
—Oh, Hermione… ¿Ella sabe que no…?
—No, claro que no, compañero —contestó Ron, parecía
muy orgulloso de sí mismo—, es nuestro secreto —y Harry le son-
rió sinceramente agradecido.

–|– 

Caminó por los pasillos, como hacía demasiado no lo hacía,


con total calma y tranquilidad, relajado, recordando los momentos
que había pasado la noche anterior con Harry, era mucho mejor de
lo que había esperado.
Había creído encontrarse con un inexperto y nervioso Potter,
que tal vez lo detuviera antes de haber iniciado algo siquiera, y se

609
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

había dado con la sorpresa de un muy experimentado y satisfaciente


chico, definitivamente Potter lo asombraba.
Habían hablado hasta muy entrada la madrugada, en susu-
rros, tal como habían hecho antes, algunas noches en que el chico
se había quedado a dormir con él. Y en la mañana había despertado
con una muy ardiente y ávida boca rodeando su miembro, una fela-
ción espectacular, definitivamente lo mejor para empezar el día.
Desayunó rápidamente, puesto que ya iba tarde para Pocio-
nes, casi no prestó atención a los murmullos o conversaciones de
los chicos de su casa, su mirada estuvo atenta a que Harry llegara al
Gran Comedor y cuando así lo hizo, junto a la comadreja, sintió
que su corazón se aceleraba ligeramente.
Harry también le dio una mirada, apenas un instante antes de
continuar el camino con su amigo, eso fue suficiente para Draco, y
se puso en pie para llegar temprano a la clase del profesor Monroe,
tenía que comentarle, después de todo, que el código había apareci-
do esa mañana en su solicitud, aún no se lo había podido decir a
Harry, pero el chico había prometido pasarse por su habitación en la
noche, después de la cena, y Draco esperaba ansioso aquel momen-
to.

–|– 

Cuando Harry llegó a la clase de Pociones, Draco ya estaba


dentro, sentado al final, en su mesa habitual, junto al profesor
Monroe. Ambos hablaban muy jovialmente. Por un instante, un
pequeño pinchazo de celos, uno que no había tenido antes, mayor
incluso al que había sentido alguna vez por Ginny cuando la había
visto con Dean, se instaló en su pecho. No pudo dejar de enviarle
miradas resentidas a Draco cada cierto tiempo, para ver si éste nota-
ba su incomodidad, pero no fue así aparentemente. Los demás

610
LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

alumnos llegaron al aula y el profesor pasó al frente, listo para dar


inicio a la clase.
Durante ésta, Harry se convenció de que estaba pensando
tonterías, y que era absurda cualquier idea de celos, que lo más pro-
bable fuera que Draco estuviera discutiendo con el profesor sobre la
beca, la noche anterior hubiera querido conversar con Draco acerca
de eso, pero habían hablado de otras tantas cosas y la noche se les
había hecho demasiado corta. Definitivamente esa noche tendría
que hablarlo.
La clase de Pociones estuvo bastante simple, a no ser que
fuera por las miradas de Potter, tendría que preguntarle el por qué
más tarde; por lo pronto, se dedicó a prestar atención, realizar su
poción (obtuvo la mejor calificación y unos puntos para su casa).
Luego, en la clase de Herbología, se preocupó en esquivar los insul-
tos y tontos intentos de molestarlo con hechizos y cuidar de que los
idiotas Hufflepuff no hechizaran su planta. Para la hora de la cena
se encontraba agotado y famélico, pero en cuanto vio a Potter cru-
zar el Gran Comedor una vez más, el hambre se fue al demonio,
siendo reemplazada por la ansiedad de verlo de nuevo.
Mientras caminaba a su habitación, meditó acerca de por qué
se sentía de esa manera con él; antes de regresar de vacaciones, y
quizá durante el primer segundo del primer beso que se habían da-
do la noche anterior, estaba seguro de que se trataba de conseguir a
alguien con quien tener sexo, alguien que estuviera dispuesto a es-
tar con él, por diversión y salud mental, sin sentimientos, sin em-
bargo, a tan sólo veinticuatro horas, empezaba a sentirse un tanto
mareado por todo lo que estaba sintiendo.
Decidido a tratar de controlar mejor sus pensamientos, y evi-
tar que Potter lo alterara tanto, se sentó tras su escritorio y empezó
con la tarea de Pociones, en espera del ojiverdes, tratando de con-

611
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

vencerse de que en realidad, no sentía nada extraordinario, sólo an-


siedad por calmar su deseo sexual.

–|– 

El día había sido largo, y es que le costaba un poco agarrar el


ritmo de las clases luego de las vacaciones que había tenido, en
donde había andado de fiesta demasiadas veces, sin contar que la
noche anterior se había desvelado, y el solo pensar en la enorme
cantidad de deberes que tenía, le hacía sentir ligeramente sobrepa-
sado. En momentos como esos, se preguntaba si realmente podría
seguirle el paso a los tres años de carrera que le quedaban por estu-
diar 19 y si no sería más simple tan sólo tomar el camino fácil e ir a
ocupar una plaza inmediatamente.
Bostezó sonoramente ganándose una mirada de reproche por
parte de Hermione, y una de advertencia de Ron, quien le había
guardado el secreto de su escapada la noche anterior. Los tres esta-
ban en la biblioteca, al igual que la mayoría de sus compañeros. Es-
taba tan cansado que no notó la mirada suspicaz de Ginny.
—Creo que iré a descansar —anunció después de un mo-
mento más.
—Apenas son las siete y treinta —dijo algo incrédula Her-
mione.
—¿Y?
—¿Y, qué no es muy temprano para dormir? —preguntó ella
taladrándolo con la mirada, como si tratara de descubrir la verdad
con sólo verle a los ojos. Harry desvió la mirada, sólo por si acaso su
amiga hubiera estado aprendiendo a usar Legeremancia, y se puso
en pie.

19
La carrera de Aurores tiene una duración de tres años. Fuente: El diccionario Org.

612
LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

—No dormiré… debo hacer unas cosas y me quedaré en mi


habitación, no es mi culpa que las clases hayan sido tan pesadas —
acusó Harry.
—¡Deben serlo! —exclamó Hermione con aquella mirada de
maniática que ponía últimamente, era como en los TIMOs, pero
multiplicado por mil—. Tenemos ya los EXTASIS encima.
—Claro —murmuró Harry colgándose la mochila al hom-
bro—. Los EXTASIS, y luego la evaluación para la Academia de Au-
rores y a continuación, tres largos años de entrenamientos, clases,
estudios, más exámenes —suspiró hacia Ron y Hermione que lo
veían con las cejas levantadas—, a veces creo que no terminará
nunca…
—Eh… Harry, creo que tienes razón —dijo Hermione con
un tono de preocupación en su voz—, será mejor que vayas a des-
cansar un poco.
Harry le sonrió en respuesta antes de darse la vuelta y cami-
nar hacia la salida, le pareció escuchar a Hermione murmurar algo
como «estrés».
Minutos despúes, entro a la habitación de Draco, y sin avisar
siquiera, encontrándose con el rubio, para variar, sentado en el es-
critorio estudiando.
—Me pregunto si algunas veces harás algo más que estudiar
—dijo a modo de saludo mientras dejaba la mochila sobre el piso.
Draco se giró un tanto sobresaltado, pero suspiró aliviado y sonrió.
—Ocasionalmente también tengo sexo.
—Oh —lamentó Harry falsamente mientras se acercaba al
escritorio y Draco hacía girar su silla por completo—, deberíamos
cambiar eso de «ocasionalmente».
—Cierto —afirmó Draco mientras Harry se sentaba sobre él,
con las piernas a los lados—, deberíamos hacerlo, urgentemente.

613
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Podemos empezar inmediatamente —continuó Harry


mientras hundía su nariz en el cuello de Draco, con una de sus ma-
nos se aferró al respaldar de la silla y con la otra empezó a desabo-
tonar la túnica de la escuela que aún llevaba puesta Draco.
—Potter, verdaderamente eres un insaciable —susurró Dra-
co mientras con ambas manos presionaba las nalgas de Harry, res-
tregándolo contra sí; el roce, junto con las pequeñas mordidas que
Harry le estaba dando en su cuello, estaban catapultándolo hacia el
placer rápidamente.
—Espero que Alba se haya quedado en la lechucería esta no-
che —murmuró Harry logrando abrir casi por completo la túnica
de Draco y pasando sus manos por la tela de la camisa delgada que
todavía cubría su pecho.
—Esa pobre ave —suspiró Draco atacando el cuello de Harry
y agitando sus caderas un poco más—, debe haber quedado trastor-
nada de por vida.
—Sí… —murmuró Harry dejando caer la cabeza hacia un
lado, dándole más acceso a su cuello.
—Sobre todo, después de tus gritos —continuó Draco—,
aunque claro, eran comprensibles, después de todo, se trataba de
mí.
—Eres un presumido —se quejó Harry alejándose de Draco
y poniéndose en pie con los brazos cruzados.
Draco bufó un tanto incrédulo y se puso en pie también.
—Oh, ¿no me digas que verdaderamente te has ofendido por
el comentario?
Harry desvió la mirada y retrocedió unos cuantos pasos más.
Draco, cada vez más alertado caminó hacia él.
—¡Vamos, Harry, no seas un bebé!
Entonces Harry estiró sus brazos lo suficiente para tomarlo
por los hombros y lo jaló.

614
LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

Incontinenti lo giró y tiró sobre la cama, y con una sonrisa en


los labios, se sentó a horcajadas sobre el.
—La verdad es que quería hacerlo en la cama, conociéndote,
lo hubiéramos terminado haciendo sobre la silla.
—¿Conociéndome? —se burló Draco acariciando con las
puntas de los dedos las piernas de Harry—. Bueno, tal vez…
—Y definitivamente no soy un bebé —continuó antes de
darle un beso en los labios, Draco aceptó complacido la intromisión
de esa lengua en el interior de su boca, y hasta pareció ronronear
cuando atrapó con sus dientes el labio inferior.
—No, definitivamente no lo eres —estuvo de acuerdo Draco
mientras sus manos subían por los muslos de Harry, y los labios del
moreno se revoloteaban por su cuello y mandíbula, suspiró con-
forme mientras sus manos se encargaban ahora de deshacer los bo-
tones de la túnica de Harry y sus caderas se seguían refregando cada
vez más rápido y con más urgencia.
—Draco… verdaderamente me gustas tanto —dijo Harry
dándole una lamida en la parte de atrás de la oreja, lo que hizo que
Draco gimiera más fuerte mientras casi con desesperación, tiraba de
la túnica de Harry hacia abajo.
—Quítatela —ordenó mientras se sentaba y se deshacía de su
propia túnica, y de la camisa que llevaba debajo. Harry le sonrió
ampliamente, y también se terminó de deshacer de su túnica.
Ambos con el torso desnudo, se abrazaron y besaron con
bastante ansiedad, rodando por la cama hasta que Draco se colocó
sobre él, arrodillado entre sus piernas. Se encargó de desabotonar el
pantalón y bajar el cierre. Harry levantó las caderas ayudándolo a
que le pudiera quitar las prendas.
Sintió las uñas de Draco arañando la piel de sus caderas
mientras los pantalones y bóxer bajaban hasta sus tobillos.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Oh no, está vez no me dejarás solo con los pantalones aba-
jo —reclamó Harry sentándose completamente y empujando un
poco a Draco para poder deshacerse de los zapatos y medias.
—Lo dices como si te quejaras —replicó con una sonrisa
Draco mientras se ponía de pie y se desprendía de su propia ropa,
Harry ya desnudo se tendió en la cama una vez más, y le dio una
mirada lasciva.
—Sin quejas —confesó Harry mientras su mirada se paseaba
sobre el cuerpo ya desnudo de Draco.
—¿Ninguna? —preguntó Draco gateando sobre la piltra ha-
cia Harry.
—Nop… definitivamente ninguna —sonrió Harry jalando a
Draco sobre él para besarlo y dejar que sus pieles se tocasen.
Draco se acomodó sobre él y abandonó sus labios para em-
pezar a recorrer con su lengua el cuello y los hombros de Harry,
que suspiraba y acariciaba su espalda suavemente.
—Voltéate —ordenó sobre sus labios mientras se levantaba
un poco para darle sitio.
Harry se giró y trató de arrodillarse, pero la mano de Draco
sobre su espalda, lo empujó nuevamente sobre el colchón; sintió
todo el peso de Draco sobre él, y la erección del chico rozando la
parte baja de su espalda.
—Draco… —murmuró alzando un poco más las caderas.
—Oh, demonios sí que eres un insaciable impaciente…
¿Qué se supone que voy a hacer contigo?
—¿Complacerme? —preguntó Harry girando el rostro hacia
un lado, Draco se inclinó hacia él y lo besó mientras sus manos le
acariciaban los costados lentamente; Harry jadeó sintiéndose cada
vez más excitado y fascinado de todo lo que las caricias del rubio
podían provocar en él. Cierto que no le había dicho a Draco que es-
taba o creía estar enamorado de él, aunque en momentos como es-

616
LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

tos, en que sentía que se derretía completamente bajo sus caricias,


se convencía más y más de que sí, definitivamente, sí estaba enamo-
rado de él.
Pensó que luego tendría tiempo para deliberar sobre cómo y
cuándo decírselo.
Draco se apartó del beso, y con una mano acarició su cabelle-
ra, apartando el cabello hacia un lado para luego morderle la nuca,
había descubierto que si había una forma eficaz de hacer que Harry
se retorciera y gritara con fuerza, esa era mordiendo allí, y eso era
sólo en un par de sesiones, ¿qué más podría descubrir después?
—¡Oh, demonios! —gritó Harry revolviéndose en la cama y
aferrándose con fuerza a las sábanas.
La boca de Draco se apartó de la nuca luego de dar una larga
lamida, y bajó por los hombros y después por la espalda, por la co-
lumna, dando ocasionales mordiscos y besos, mientras Harry se re-
fregaba contra el colchón y gemía sonoramente, Draco bajó hasta el
final de la espalda y retrocedió un poco.
—Draco…
—Levanta —le dijo mientras tomaba con sus manos las cade-
ras y las alzaba un poco, Harry obedeció, y aún apoyando el pecho
sobre la cama, sintió los dedos de Draco toqueteando cerca de su
entrada suavemente, mientras unos labios ahora daban suaves besos
sobre sus nalgas.
—¡Merlín! ¡Draco! —gritó cuando Draco le dio una mordi-
da en una de las nalgas.
Draco soltó una pequeña risita antes de apartarse tan solo un
instante mientras tomaba la varita de la mesa de noche, y con ella
recorría la espalda de Harry, jugueteando y poniéndolo más deses-
perado.
—Realmente, Potter —murmuró medio arrastrando las pa-
labras, lo cual le pareció a Harry mucho más excitante—, sí que

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

eres muy caliente —dijo a la vez que la varita llegaba hasta su entra-
da y la presionaba un poco.
—Y tú un abusivo cabrón—reclamó Harry—. ¿Quieres dejar
de torturarme de esa manera y… —jadeó cuando sintió aquella fría
y extraña sensación en su culo, Draco había vuelto a hacer el hechi-
zo lubricante.
—¿Decías? —preguntó Draco dejando la varita a un lado y
acariciando con un dedo sobre la entrada—. ¿Qué decías, Potter? —
volvió a interrogar mientras empujaba un poco ese dedo en el inte-
rior del chico. Las caderas de Harry se removieron hacia atrás.
—¡Dios! —resopló Harry levantando el rostro para ver a
Draco, que tenía la mirada fija en su trasero—. ¡Vamos!
—Lo que ordene el héroe —dijo con un suspiro mientras
tomaba con ambas manos, las caderas de Harry, y se posicionaba
mejor entre sus piernas; se inclinó hacia delante y dio un par de
mordiscos en la espalda, logrando que el ojiverdes se arqueara, y
que su entrada se frotara más contra su ya muy necesitada erección.
De un solo empujón se hundió en él, aferrándose con fuerza a sus
caderas mientras Harry emitía un gemido ahogado contra las sába-
nas y él contenía el aliento.
—Ohhhh —gruñó Harry girando sus caderas contra la pelvis
de Draco que lo sujetó con más fuerza.
—Caliente y apretado —murmuró Draco—. ¿Puedo…?
—¡Por favor! —gritó Harry, y entonces Draco se empezó a
mover, tal como la vez anterior, con bastante fuerza y rapidez contra
él. Harry levantó las caderas un poco más, tratando de ajustarse a las
embestidas de Draco mientras se aferraba a las sábanas tratando de
no ir hacia delante.
—Harry… dime —pidió Draco entre jadeos.
—Más… más abajo —murmuró levantando el rostro para
ver a Draco con el cabello pegoteado por el sudor en la frente y las

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

mejillas sonrojadas, sus miradas se encontraron y se mantuvieron


unidas, entonces Draco rozó su próstata y Harry no pudo evitar ce-
rrar los ojos y hundir la cara entre las almohadas mientras gritaba.
—¿Sí…?
—Demonios —jadeó Harry con voz más ronca—. Demo-
nios… sigue.
Draco no contestó, y se siguió empujando contra él una y
otra vez, mientras Harry gemía cada vez mas sonoramente; su mi-
rada fija en la forma como la espalda del chico se arqueaba, marcan-
do unos cuantos músculos, como ésta se iba perlando de pequeñas
gotas de sudor…
—Harry… —gimió sabiéndose ya demasiado cerca del final.
La mano de Draco se hizo un camino hacia delante y sujetó
su erección, Harry lo agradeció porque no podría acariciarse a sí
mismo sin irse hacia delante. La mano de Draco empezó a mastur-
barlo con rapidez mientras él se empujaba hacia atrás para recibirlo,
completamente coordinados, cada vez acelerando más el ritmo, has-
ta que sintió que no podría más, que sus nalgas chocaban con fuer-
za contra la pelvis de Draco y que el chico lloriqueaba y gruñía co-
sas ininteligibles.
El interior de Harry se contraía cada vez más, apresándolo y
haciéndolo sentir a cada instante más desesperado, casi no fue con-
ciente de la caliente sustancia entre sus dedos mientras cerraba los
ojos y apretaba con la mano libre las caderas de Harry.
—¡Oh… Harry! —gritó finalmente, mientras en su cuerpo,
cada uno de sus músculos se contraía, arrancándole sensaciones de
placer.
Dejó su cuerpo caer hacia delante completamente, con Dra-
co encima, aplastándolo, mientras sus piernas empezaban a sentirse
un tanto resentidas; suspiró profundamente mientras Draco empe-
zaba a repartir pequeños besos sobre su nuca y hombros.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Vaya…
—Sí… vaya…

–|– 

Por primera vez en mucho tiempo, Draco sonreía. Y no de


una manera fingida para demostrarle a los demás que estaba bien,
aunque no lo estuviera, o sólo un instante, por alguna broma de
Harry. No, ahora él realmente sonreía durante todo el tiempo. El
que sus compañeros lo molestaran ya no influía en su estado de
humor, ni el que cada vez tuviera más tareas que realizar, o que su
carga de estudiante se viera afectada por la cantidad de libros que el
profesor Monroe le daba para prepararlo para las evaluaciones que
tendría que rendir para la beca, e incluso, la presión por la llegada
cada vez más cercana de los EXTASIS. Nada lograba desanimarlo,
habían pasado ya dos semanas desde que todo con Harry había em-
pezado, y cada vez se sentía más feliz al respecto.
Cada día esperaba impaciente la noche para que Harry llega-
ra a su dormitorio, no sólo para meterse en la cama, cosa que pasaba
al final cada día, sino también para hablar con él, para estudiar jun-
tos, para compartir tiempos en silencio, para actuar como si el
mundo afuera de esas cuatro paredes, no existiera, y todo fuera per-
fecto… casi lo era.
Su madre le escribía cada dos días, aunque la primera carta
que Alba trajo de vuelta fue una interrogante acerca del ave. Draco
le había escrito comentándole que era una de la escuela, pero que
parecía que esta lechuza le había cogido cariño, ya que lo obedecía
en todo. Draco no creía que su madre se fuera a tragar semejante
cuento, pero para su sorpresa, no preguntó ni objetó más acerca de
la eficaz ave. Y efectivamente, Alba era una lechuza mucho más efi-
ciente y veloz que las de la escuela, aunque Harry seguía alegando

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

que el animal los miraba extraño, y que debía tener algún trauma…
aquella broma, por más escuchada que fuera, siempre hacía que
Draco soltara una carcajada, siempre le recordaba la primera vez
que habían estado juntos.
Harry había sonreído, y sus ojos habían brillado de una ma-
nera maravillosa cuando le había confesado que sí se había inscrito
en el concurso para la beca. Durante varias noches, Harry permane-
cía en silencio, a su lado, apenas acariciando su pierna o simple-
mente dejando que sus brazos se rozaran, mientras él estudiaba los
pesados libros de Pociones. Por lo general Harry usaba ese tiempo
para estudiar los libros de Defensa Contra las Artes Oscuras, que
era el curso en el que necesitaba mayores calificaciones para postu-
lar a una vacante en la Academia de Aurores. Draco siempre le decía
que no debía preocuparse, que si había algo seguro, era que podría
entrar a la academia, Harry siempre le sonreía en respuesta argu-
mentando que no quería que nadie le diera nada por ser solo «Ha-
rry Potter», sino por sus propios méritos. Draco lo comprendía y no
dejaba de sentirse orgulloso por él.
Draco también agradecía que el siguiente partido de quid-
ditch del equipo de Harry contra Hufflepuff, aún estuviera a más
de un mes de distancia, y que los entrenamientos se dieran única-
mente una vez a la semana, pues eso les dejaba más tiempo para pa-
sarlo juntos. Durante esas dos semanas, Harry lo había «instruido»
en todo lo que se refería al mundo sexual muggle, o, según decía
Harry, en lo poco que había podido conocer. Draco había reído
mucho cuando había visto las bolsitas de plástico a la que los mug-
gles llamaban condones, y había hecho un gesto de desagrado ante
aquel frasquito de lubricante, no se lo había dicho, pero también se
había sentido un poco tímido al descubrir las historias de Harry en
los clubes nocturnos de Australia y de Londres. Harry había prome-
tido llevarlo allí cuando estuvieran de vacaciones, y aunque no sabía

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

qué explicación le daría a su madre para desaparecer durante toda


una noche (Harry había dejado en claro, que no le permitiría sim-
plemente escaparse y preocupar a su madre), había aceptado encan-
tado, ansioso por ver aquella parte muggle de la cual los libros no
enseñaban, y que le parecía hasta cierto punto irreal, un lugar don-
de todos los que fueran gays, se pudieran juntar y disfrutar libre-
mente… en momentos como esos, realmente empezaba a agradarle
el mundo muggle.
Él no le había hablado aún de Yarik, no sabía la razón, tal vez
no se sentía listo o seguro para hacerlo, pese a todo lo que estaba
sintiendo, todavía tenía cierto temor a abrir su corazón a Harry,
miedo a ser lastimado… No sabía de dónde venía esa desconfianza,
aunque lo más probable fuera que más que nada, era el miedo a re-
conocer y dejar que aquello que empezaba a sentir por Harry, cre-
ciera y que luego, cuando tuviera que dejarlo, aquella separación
doliera, doliera de una manera que él ya había experimentado y que
no quería volver a pasar. Porque por más de bien que la pasaran, era
conciente de que aquello, en algún momento tendría que acabar;
pronto sus caminos se separarían y eso dificultaría una relación ya
de por sí complicada, por todo lo que representaba ante una socie-
dad intolerante respecto a su comportamiento, preferencias o gus-
tos. Harry parecía algo más expresivo al respecto, siempre diciéndo-
le lo mucho que le gustaba, lo muy feliz que era pasando el tiempo
con él o haciendo planes para que se vieran en vacaciones, aunque
aún faltaran un par de meses. Algunas veces, Draco se sentía pre-
sionado por aquello, porque empezaba a sospechar que tal vez Ha-
rry, sí iba más en serio con él, pero no había querido afrontarlo, no
hasta aquella tarde de domingo, después de estar tres semanas jun-
tos…
Como era domingo, Harry se había quedado desde el sábado
a pasar el día con él, y ambos la habían pasado bastante bien. Ha-

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

bían adelantado todas sus tareas y habían pasado mucho rato en la


cama, hasta que Harry lo dijo finalmente…
Draco lo besó con fuerza mientras se empujaba una vez más
en su interior.
—Merlín bendito —jadeó—, eres fantástico.
—Sí, Draco… oh, así…
—Tan caliente… —gimió mientras una de sus manos pelliz-
caba la tetilla de Harry, que se arqueó deliciosamente, lo que lo hizo
sentirse más cerca incluso del orgasmo.
—Mmm… Draco yo…
—Oh, Harry no tienes ni idea de… —su mano bajó hasta la
erección de Harry y la presionó con fuerza antes de tomarla entre
los dedos—… lo bien que luces… —empezó a masturbarlo con ra-
pidez, Harry se arqueó y pareció a punto de decir algo, pero fue un
gemido lo que escapó de sus labios—... cuánto me gustas así… —se
inclinó y le dio una mordida en el hombro mientras su liberación le
sobrevenía—. ¡Harry!
Harry apretó un poco más sus piernas en torno a las caderas
de Draco, y se arqueó de manera increíble, sintiendo la sustancia
caliente derramarse en su interior y sus propios músculos contra-
yéndose hasta el orgasmo.
—¡Dios, Draco, te quiero! —gritó mientras con sus manos
se aferraba a su espalda, Draco se quedó completamente quieto, los
espasmos del orgasmo alejándose y su corazón latiendo con fuerza,
ya no sólo por el esfuerzo.
Harry se soltó de Draco y se dejó caer sobre la cama mientras
sentía a Draco, en completo silencio, salir de su interior y tenderse
a su lado. Sus mejillas le quemaban más a cada instante, y era inca-
paz de voltear a mirar al rubio, aquello de lo que ya estaba comple-
tamente seguro, se le había escapado, había estado a punto de sol-
tarlo más de una vez, y no sólo aquella tarde, sino muchas otras ve-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

ces, no sólo en medio de una fantástica sesión de sexo, sino también


cuando conversaban y Draco le explicaba las cosas que no entendía
de Pociones, de esa manera tan suya que tenía, o cuando se queda-
ban en silencio, apenas rozándose con las manos, tendidos sobre la
cama, en cada uno de los momentos que compartían juntos, y ahora
que lo había hecho, sabía que tal vez había metido la pata.
—Draco —dijo al fin cuando el silencio fue demasiado den-
so.
—Mmm.
—Yo… —se giró para verlo, Draco tenía los ojos cerrados,
aunque la forma como sus manos sujetaban las sábanas, le daban a
entender que no estaba realmente descansando o relajado. Se pre-
guntó qué tanto se podría haber enfadado o asustado el rubio por lo
que había confesado.
—Lo siento…
—¿Lo sientes? —preguntó Draco abriendo los ojos y girán-
dose para ver a Harry con enojo.
—Sí…
—Será mejor que te vayas —dijo sentándose en la cama y
buscando con la mirada sus ropas, como siempre habían quedado
tiradas por todos lados—, tus amigos te deben estar esperando.
—¿Me estás echando? —preguntó Harry con asombro
mientras se sentaba también y tomaba su varita de la mesa de no-
che; con un solo movimiento, los limpió a ambos de la forma que
Draco le había enseñado semanas atrás.
—Ya casi es hora de la cena de todos modos y… —Draco
suspiró y miró hacia Harry, que ya se estaba poniendo los pantalo-
nes—, preferiría estar solo ahora.
—Claro —bufó Harry un poco más enfadado mientras cogía
la túnica y se la ponía encima, Draco desvió la mirada y no dijo na-
da más.

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

—No es un pecado, ¿sabes? ni nada de lo que me tenga que


avergonzar o disculpar —atacó mientras metía los libros en su mo-
chila.
—Yo no he pedido que te disculpes —respondió Draco to-
mando su pantalón de pijama.
—Pero actúas como si te hubiera ofendido, como si lo que
hubiera dicho fuera algún insulto.
—Yo no he dicho que lo fuera, no tenías que decirlo, eso es
todo.
—¿Por qué no?
—Porque no.
—Vaya, sí que eres muy elocuente cuando te lo propones.
—Harry, no quiero discutir contigo… por favor, solo… solo
déjalo así.
—¿Qué lo deje así? —reclamó Harry acercándose a Draco y
mirándolo enojado—. ¿Qué quieres? ¿Qué venga en las noches, me
deje joder por ti y no diga nada más?
—Yo no he dicho eso... ¿Por qué insistes en poner en mi bo-
ca, palabras que nunca dije?
—¡Porque no sé que más hacer! —se quejó Harry—. Porque
no me dices nada… ¿Es esto lo que quieres? ¿Que no te diga nada,
que no te diga lo que puedo estar sintiendo? ¿Que sea tu muñeca
inflable para que me jodas cada noche?
—Primero, que no sé qué es eso de una «muñeca inflable», y
no lo quiero saber tampoco, pero escucha, tú y yo la pasamos bien,
me gustas y mucho… pero date cuenta que esto: el decir que me
quieres, es demasiado.
—No lo es para mí, te quiero —levantó más el rostro—. Sí,
te quiero —repitió—, y ya sentía algo por ti desde antes de navidad,
por eso te besé y pensé que tú también lo sentías… que por lo me-
nos era algo más que solo diversión para ti.

625
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Y lo es, pero…
—Ya… olvídalo.
—¡Harry! —llamó Draco al ver que el chico se daba la vuelta
para salir.
—No… yo lo siento, no debí creer o suponer cosas, debí de-
círtelas desde el inicio…
—¿Por qué tienes que reaccionar así? Yo pensé que la pasá-
bamos bien, que estaba bien así.
—Lo estaba pero me estoy enamorando de ti, es más, ya es-
toy enamorado de ti y no quiero que termines lastimándome más.
—¡Yo no te lastimaría!
—Ya lo haces, Draco —suspiró Harry, y levantó una mano
para pedirle a Draco que lo dejara terminar, puesto que el chico ya
se apuraba a contestar—. No te exijo que me quieras, ni que finjas
hacerlo, pero si esto sólo es diversión y sexo para ti, entonces ter-
minarás lastimándome… y no porque no me quieras, si no porque
te molesta que yo lo haga.
Draco desvió la vista, su corazón acelerado, sintiendo más
frío a cada instante, y Harry alejándose hasta perderse por el pasillo
y desaparecer.
Cuando se quedó solo, se dejó caer nuevamente en la cama y
se cubrió con los cobertores hasta la cabeza, las palabras de Harry
dando vueltas en su cabeza, pero sobre ellas, mucho más dolorosa,
la mirada de Harry, triste y decepcionada… Había pensado que era
mejor no involucrarse demasiado, no abrir su corazón hacia él por-
que después sería mucho más doloroso el verlo partir. Mejor era no
enamorarse para no sufrir, pero ahora, se había dado cuenta de que
en realidad ya era tarde, que estaba enamorado de él, no había otra
explicación para que aquello doliera tanto…

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

Caminó rápidamente hasta su sala común, pensando en Dra-


co, en lo maravilloso que había sido todo, hasta que tuvo que abrir
su bocota y malograr las cosas. Pero ¿qué podía hacer? Aquel sen-
timiento estaba creciendo cada vez más en él, y tarde o temprano,
tendría que salir a la luz y mejor era temprano, cuando —al menos
eso esperaba él— aún pudiera evitar enamorarse más, y por conse-
cuencia, sufrir más, más de lo que ya estaba sufriendo en ese mo-
mento…
—Harry —saludó Hermione levantando la mano para llamar
su atención, la chica estaba sentada frente a la chimenea con un
gran libro de derechos en el mundo mágico, y a su lado, Ron que lo
miraba de manera suspicaz. Ron no había insistido en preguntar
qué era lo que hacía Harry o a dónde se escabullía cada noche; ha-
bía sido su cómplice durante todo ese tiempo y realmente lo agra-
decía, agradecía que Ron aceptara quien era y que no lo tratara dife-
rente, que tratara de ayudarlo de la manera que los amigos hacen.
—Hola —dijo recomponiendo su sonrisa lo mejor posible
mientras se sentaba junto a ellos—. ¿Qué hacen?
—Estudiando —respondió Ron con una mueca—, porque ya
sólo faltan tres meses, una semana, cuatro días —levantó su muñeca
para ver el reloj— y doce horas para los EXTASIS.
—¡Ron! —se quejó Hermione sonrojándose un poco, Harry
soltó una pequeña carcajada.
—¡Pero es lo que tú me has dicho!
—No te burles —increpó Hermione dándole un golpe en el
brazo a su novio.
—Ya… no peleen —pidió Harry mientras tomaba el libro
que Hermione había dejado a un lado—. ¿En verdad estás decidida
a esto no?

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Sí —respondió ella con orgullo—. El mundo mágico ne-


cesita que las leyes sean mejores y si el camino es el derecho mági-
co, pues allí estaré.
—Por la defensa de todas las criaturas indefensas —recitó
Ron.
—Sí, así es —contestó ella seriamente—, y no sólo de las
criaturas indefensas… también de los magos y brujas, para que no
hayan más discriminaciones.
—Hermione —suspiró Harry, ella ya se los había dicho un
par de semanas antes; al parecer, el que Harry fuera gay la había he-
cho investigar sobre el asunto a conciencia, y había quedado des-
agradablemente sorprendida cuando había descubierto que los ma-
gos tenían prohibido el ser gays, el casarse, el adoptar bebés y que
incluso, si un mago era despedido de su empleo por ser homose-
xual, no tenía derecho a reclamar, puesto que su comportamiento
era visto como inapropiado y como una justificación suficiente para
ser apartado. Harry no podía negar que había quedado aterrado por
toda esa información, y a la vez conmovido porque su amiga quisie-
ra buscar la forma de hacer que la vida le fuera más fácil, aunque
realmente lo veía muy difícil.
—Y entonces —dijo Hermione—. ¿Terminaste la composi-
ción para Pociones? —preguntó tratando de cambiar de tema, no le
gustaba ver cómo Harry se preocupaba por el futuro incierto en
cuanto al tema de la homosexualidad.
—Sí —Harry sacó de la mochila la tarea de Pociones, corre-
gida y enseñada por Draco, y se la tendió a la chica, que empezó a
leerla con una sonrisa complacida. Harry se dejó caer sobre el sillón
completamente, tratando de no lucir demasiado abatido y esperan-
do poder irse pronto a la cama, no tenía deseos siquiera de cenar.

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

Habían pasado ya tres días desde que Harry se había marcha-


do enfadado, y Draco se la había pasado observándolo cuando creía
que nadie más lo veía, y esperando por él cada noche, al cabo de la
tercera noche, concluyó que Harry no volvería, no a menos que él
hiciera algo y aunque en un inicio había estado dispuesto a dejar
que la pena pasara por el bien de ambos, se había dado cuenta que
aquella pena no pasaría, y que sería testarudo y tonto el apartarse de
Harry cuando lo que más quería era tenerlo cerca. No quería pen-
sar acerca de lo que podía pasar después, de lo que sería o podía ser
un futuro en una relación así, pero tampoco quería pensar en lo que
sería seguir teniendo a Harry tan cerca, dentro del castillo y tan le-
jos a la vez.
Así que esa mañana, antes de ir a desayunar, enrolló el per-
gamino que había escrito la noche anterior, con sólo unas cuantas
palabras, y había salido rumbo a la lechucería; por suerte, debido
sobre todo a la hora, no se había cruzado con ningún compañero en
busca de hacerse el valiente enfrentando al mortífago que paseaba
solo por las inmediaciones del colegio.
Llamó a Alba, la cual acudió rápidamente, y después de acari-
ciarla un rato, le ató el mensaje. Draco sabía que su lechuza era una
bastante común, excepto por la mancha blanca que tenía en el pe-
cho y el rostro, pero no era reconocible y lo agradeció, lo menos
que quería era dejarse en evidencia delante de toda la escuela.
Alba ululó suavemente y extendió sus alas para volar. Draco
la vio salir por uno de los ventanales antes de correr hacia el Gran
Comedor, donde el desayuno ya empezaba, esperaba poder desayu-
nar un poco, y ver a Harry un momento antes de regresar a su habi-
tación, puesto que ese día tenía la mañana libre.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Harry entró al Gran Comedor mientras bostezaba, se sentía


cansado, llevaba días sin dormir, luchando con la idea de ir a ver a
Draco, de dejar que las cosas siguieran como estaban, y esperar a
que pronto Draco empezara a sentir sentimientos por él. Sabía que
Draco lo había estado observando pero, empecinado en su argu-
mento, no le había hecho el más mínimo caso, pensando en tensar
las cosas hasta el punto en que Draco mismo decidiera que lo que-
ría de vuelta, pero aquello no había funcionado, todo lo contrario,
lo único que lograba era sentirse más desesperado por volver.
Se sentó en su lugar acostumbrado, junto con Ron y Her-
mione. Delante de ellos se sentaron Dean, Seamus y Neville, le ex-
trañó que Ginny, junto con todo el grupo con que se juntaba últi-
mamente: Paul Bryce, Maurice Hawes, Sylvia Zelazny, Oliver Lusk
y Edgar Pennymon, no anduvieran cerca, la chica había pasado del
acoso inicial y de las miradas de odio a ignorarlo completamente.
Harry sospechaba que no era su último movimiento, y que pronto
haría algo más, pero estaba demasiado ocupado pensando en Draco,
en cumplir con las tareas y en los entrenamientos de quidditch,
como para meditarlo demasiado. Sin embargo, luego de haber escu-
chado la conversación antes de las vacaciones, donde los chicos
reían por haber molestado a Draco, sospechaba que seguramente
estarían detrás de uno u otro ataque más. Harry realmente esperaba
que no tuvieran nada que ver con aquella ocasión en que Draco ha-
bía vuelto sangrando a su habitación, o con el incidente del Expreso
de Hogwarts.
—Realmente espero que el profesor Flitwick no sea muy
demandante hoy, aún estoy muy cansado.
—No seas exagerado, Ron —replicó Hermione—, y si estás
cansado es porque no te diste el tiempo suficiente para terminar

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

con la tarea de Defensa Contra las Artes Oscuras, y anoche te que-


daste hasta muy tarde. Si hasta Harry tiene al día los deberes.
—Gracias por lo que me toca —se quejó Harry antes de dar-
le, sin mucho apetito realmente, una mordida a su tostada—, ahora
sé que cuando necesite que me levanten la moral, puedo contar
contigo.
—¡No lo decía por eso! —se defendió Hermione—. Es sólo
que desde hace un tiempo que te tomas los estudios más en serio
y… —el alboroto que se formó cerca de la entrada del comedor la
interrumpió, los tres giraron a la vez para ver cómo Draco Malfoy
era rodeado por una luz roja y sobre él, bailando en el aire, se for-
maban unas letras, el colegio entero empezó a reír mientras Malfoy
retrocedía poco a poco.
Maldita había tenido que ser su suerte, pensó Draco mien-
tras empezaba a retroceder, no lo podía evitar, podía sentir sus meji-
llas calentarse más a cada instante, apretó los puños con fuerza
mientras miraba al pequeño grupo de la Weasley, que estaban casi
frente a él, los conocía demasiado bien como para no saber que ha-
bían sido ellos los que habían lanzado el hechizo, podía sentir la
magia rondándolo y no se atrevía a levantar la cabeza para ver lo que
ocurría sobre él, considerando la falta de imaginación de aquel gru-
po de pacotilla, probablemente diría lo mismo que en el tren.
Harry se puso en pie, frunciendo el ceño y sacando la varita,
sintió a Ron y Hermione a su lado mientras comenzaba a avanzar
hacia Draco, que no lo miraba a él, sino a un punto a su izquierda,
mientras sobre el chico se iba formando una sola palabra, en color
fucsia, esplendente y escandaloso:
«Maricón».
—Harry —susurró Hermione jalándolo de una manga,
mientras él trataba de levantar la varita.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco levantó más el rostro y tomó una imperceptible boca-


nada de aire, tratando de darse un poco más de valor antes de vol-
tear y caminar hacia la salida del Gran Comedor, a su alrededor, sus
demás compañeros empezaron a señalarlo, reír e incluso hacer ges-
tos de fastidio y de asco; casi en las puertas, se cruzó con los Slythe-
rin: Blaise, Pansy y Nott, que lo miraron con lástima, lástima que
sólo logró hacer que algo mucho más amargo y terrible subiera por
su garganta. Nadie debía sentir lástima por él, él era un Malfoy y los
Malfoy no daban pena.
—¡Silencio! —gritó la voz de la profesora McGonagall sobre
el sonido de las voces de los demás alumnos mientras Harry por fin
se había logrado separar del agarre de Hermione, y trataba de apun-
tar a Malfoy, que en ese momento ya estaba cerca de la puerta, si se
seguía alejando, le sería imposible tratar de quitar aquel estúpido le-
trero.
—¡Silencio he dicho! —repitió la profesora y la mayoría de
los alumnos se calmó y, haciendo mucho ruido, poco a poco fueron
retomando sus lugares en las mesas de sus casas. La profesora
McGonagall se había puesto de pie delante de la mesa de profesores
y los miraba muy enfadada, Harry supo que no sería correcto que
fuera tras Malfoy, y que lo mejor era que esperara a que el alboroto
terminara.
—Todos siéntense —continuó hablando la profesora, miran-
do hacia el grupo que permanecía cerca de la puerta, mientras Dra-
co desaparecía completamente de su vista tras las puertas del Gran
Comedor; en cuanto el rubio las cruzó, estas se cerraron con fuer-
za, causando un sonido sordo—. ¡Inmediatamente! —apuró la pro-
fesora a los últimos estudiantes que se movían de manera lenta y a
regañadientes a sus sitios.
Ginny apareció al otro extremo de la mesa, junto con aquel
grupo de amigos, todos sonreían de manera satisfecha, las dudas

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

asaltaron a Harry nuevamente, tal vez debería ocuparse un poco


más de investigar qué tanto estaban molestando a Draco.
—Esto es inaudito —empezó a decir la profesora hacia los
alumnos—, que quede claro que no permitiremos un comporta-
miento tan desagradable como este, nadie tiene ningún derecho a
molestar, ni insultar al señor Malfoy, ni a ningún otro compañero o
compañera de esa manera, y el que sea encontrado realizando este
tipo de actos, será expulsado inmediatamente, sin derecho a recon-
sideraciones.
El Gran Comedor quedó sumido en un gran silencio, uno
muy pesado y culpable, mientras Harry seguía pensando en Draco y
lo mal que se debía sentir, y lo mucho que le hubiera gustado ir a
abrazarlo y acompañarlo en ese momento.
—Por ahora, nadie saldrá de aquí hasta que empiecen las cla-
ses, y espero no tener que volver a dar este tipo de advertencias —
dijo finalmente la profesora antes de darse la vuelta y desaparecer
por una de las puertas laterales que usaban los maestros, Harry
realmente esperó que fuera a ver a Draco y le quitara el hechizo.
Poco a poco, los murmullos comenzaron a escucharse mien-
tras las lechuzas matutinas venían volando sobre el techo.
—Esto es intolerable —se quejó Hermione.
—Sí, mira que llamarnos la atención a todos por lo que le hi-
cieron al hurón.
—¡Ron! —reclamaron a la vez Harry y Hermione, el chico
enrojeció y miró hacia Harry culpablemente.
—No me refería a que esté bien que lo molesten por eso…
ya sabes, pero…
—Por ser gay —interrumpió Harry.
—Sí, por ser gay… yo no he dicho que esté de acuerdo por-
que lo molesten, es sólo que se trata de Malfoy, y después de lo que
estuvo haciendo por aquí los últimos dos cursos, pues algunos si-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

guen enfadados, pero no todos lo molestamos, y la directora nos


grita como si…
—Harry —interrumpió Hermione apuntando hacia la mesa
delante de Harry, parecía un tanto confundida, Harry giró para ver a
Alba frente a él con una pata extendida.
—Hey, bonita, ¿qué haces aquí? —preguntó Harry dándole
una pequeña caricia en la cabeza antes de desatar el mensaje que
cargaba, algo sorprendido por la presencia del ave, suponía que
Draco no podría haber localizado a su lechuza y enviado la nota tan
rápidamente, a menos que la hubiera tenido en su habitación. Un
poco más ansioso, le dio unas cuantas migas de su tostada al ave,
que extendió las alas y salió volando junto con las demás lechuzas
mientras él, por fin desenrollaba la nota…
—¿Sabes de quién es? —preguntó Ron un tanto curioso y
levantando la cabeza para tratar de ver, Harry la cubrió inmediata-
mente, molesto por la interrupción de su amigo, apenas y había dis-
tinguido la tinta azul y la letra alargada de Draco.
—Sí, sé de quién es.
—Oh —suspiró Ron antes de servirse un poco más de jugo
de calabaza mientras Hermione lo miraba inquisitivamente.
—Hermione —llamó Ron distrayéndola de Harry—. ¿Me
explicas de nuevo el hechizo de convertir la brisa en pequeños re-
molinos de viento?
Hermione sonrió casi extasiada mientras asentía y empezaba
a explicar el complicado hechizo de 12 movimientos a Ron, que pa-
recía realmente harto de escucharlo.
Harry sonrió agradecido hacia su amigo, por distraer a la chi-
ca para que pudiera leer su nota tranquilamente.
El pergamino era bastante pequeño y sólo tenía escritas unas
cuantas palabras, pero las suficientes para hacer que Harry sintiera

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

su corazón latir con más fuerza, y una sonrisa se instalara en su ros-


tro.

Lo siento.
Estoy dispuesto a hablar.

–|– 

—Me temo, señor Malfoy que esta vez le exigiré que me di-
ga los nombres de las personas que le han hecho esto.
Draco negó con la cabeza, estaba sentado sobre su cama; la
profesora había removido al fin el hechizo, y él estaba agradecido
por eso, puesto que según la lista de hechizos prohibidos, el hechi-
zo que necesitaba para librarse de aquel letrero estaba fuera de su
alcance, sin embargo, no planeaba delatar a nadie.
—No vi quien fue, profesora, en ese momento mucha gente
entraba y salía del Gran Comedor.
—Señor Malfoy —suspiró la profesora McGonagall—, su
actitud deja mucho que desear —Draco desvió la mirada hacia la al-
fombra, apartando de su mente el fastidio y la humillación y pre-
guntándose si finalmente Harry habría recibido la nota.
—Bien, en vista de su terquedad, sólo me queda advertirle
que trate de ir con más cuidado, y que en caso de que yo descubra
quiénes son los culpables, los expulsaré del colegio.
—Sólo logrará que tengan más ganas de fastidiarme —se
quejó Draco.
—No, señor Malfoy, lograremos que empiecen a madurar y
que tengan un poco más de respeto —Draco no estuvo de acuerdo,
pero no argumentó nada más.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Creo que sería adecuado que esta tarde falte a sus clases,
hablaré con el profesor Flitwick para que lo justifique y le envíe las
tareas a realizar…
—¿Tengo que hacerlo?
—Por supuesto que no, no le obligaría a faltar, sólo es una
recomendación, eso es todo.
—De acuerdo, me lo pensaré —Draco afirmó con la cabeza,
claro que no faltaría a clases, no se escondería, no les daría el gusto
de eso, sólo necesitaba calmarse completamente para poder soportar
las burlas que recibiría en la tarde.
La profesora McGonagall le dio una mirada más, y asintió al-
go cansada antes de salir y dejarlo solo, Draco se dejó caer sobre la
cama y cerró los ojos, tratando de tranquilizarse, recordó que contar
en otra época le ayudaba, así que en casi un murmullo comenzó:
—Cien dragones, noventa y nueve dragones, noventa y ocho
dragones….

–|– 

La clase de la mañana se le hizo eterna, nunca antes le pare-


ció tan aburrida y parsimoniosa una clase del profesor Flitwick. En
cuanto la campana sonó, metió sus libros a la mochila y se apresuró
a caminar junto con sus compañeros por el pasillo hacia el Gran
Comedor, no tenía demasiado apetito, y pensó que podría comer
un poco para que sus amigos no lo cuestionaran antes de escabullir-
se hacia las habitaciones de Draco. Casi y se lo podía imaginar en su
dormitorio: solo y rumiando su rabia y su frustración por no poder
poner las cosas en orden, y por no poder poner a todos esos que lo
molestaban en su sitio, como antes, aunque fuera a punta de tram-
pas sucias o por su influencia, ahora ya no podía, y Harry sabía que
eso, de una manera u otra, siempre lo hacía sentir miserable, ya lo

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

había visto antes, esa mirada de furia e impotencia, de no poder re-


clamar con el mismo derecho de antes.
Sólo le dio unos cuantos bocados al puré de papas y estofado,
se bebió rápidamente el contenido de su vaso de jugo de calabaza, y
después se puso en pie, colgándose la mochila al hombro para po-
der irse.
—¿Harry? —preguntó Hermione mirándolo extrañadamen-
te.
—Debo ir al baño… los alcanzo luego —se disculpó mien-
tras salía, no dándole opción a sus amigos a replicar.
Corrió por los pasillos usando algunos de los atajos que re-
cordaba, hasta que llegó al tercer piso. Sin detenerse a mirar si al-
guien estaba cerca o no, murmuró la contraseña y La Hermosa Ha-
da lo dejó pasar.
Su corazón latiendo agitadamente por haber corrido y por la
ansiedad de verlo, sin embargo, se obligó a caminar lentamente por
el pasillo, en cuanto llegó a la habitación se sorprendió al encontrar-
la vacía.

–|– 

Alguna vez había leído que si dejas ver cuánto te afecta y


cuánto te duele, entonces ya habrías perdido la mitad de la batalla, y
Draco lo entendía bien, hoy mucho más que nunca.
Cuando ya casi fue la hora del almuerzo, se puso en pie, to-
mó una ducha y se cambió de ropa, se peinó de la mejor manera
posible, y luego, cogió el morral con las cosas para la clase de En-
cantamientos y salió de su habitación, con la frente en alto y una
sonrisa cínica que no ensayaba desde hacía mucho tiempo.
Usó algunos de los atajos que Harry le había enseñado, y en
el primer piso se cruzó con varios chicos que iban o venían del

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Gran Comedor, varios lo señalaron, otros soltaron carcajadas, y


muchos soltaron discretamente insultos. Draco los miraba a la cara
con desprecio y altanería antes de continuar caminando.
Cuando finalmente llegó al Gran Comedor, se sintió un po-
co decepcionado porque Harry no se encontrara allí, pero eso no lo
detuvo. Se acomodó en su mesa, en el lugar que venía ocupando
desde el inicio del curso, y con total calma comenzó a almorzar, sus
compañeros de Slytherin lo miraban y le lanzaban pequeños insul-
tos, Draco supuso que la profesora McGonagall habría amenazado a
todos muy seriamente para que los insultos se hicieran mucho más
solapadamente.
—Poco hombre —murmuró Pansy hacia él, a su lado Theo-
dore Nott y Blaise Zabini rieron estúpidamente, Draco sonrió con
presunción.
—Eso no es lo que me han dicho —contestó antes de darle
un sorbo a su vaso de jugo de calabaza y luego guiñarle un ojo, los
tres pararon de reír y se sonrojaron violentamente ante el «coque-
teo» de Draco. Internamente Draco se preguntó si es que tal vez
usar el tema «gay» no podría ser algo a favor para que lo dejaran en
paz, por un rato al menos.

–|– 

Harry le dio una mirada a la habitación a la que estaba tan


acostumbrado y que no había podido ver en días, todo parecía en
orden, el escritorio y los estantes así como el baño. Preocupado se
sentó sobre la alfombra, sacó el mapa del merodeador y lo tocó con
la varita, cuando las líneas negras se entrecruzaron, mostrando toda
la distribución de Hogwarts, revisó primero lo más cercano al tercer
piso, frunció el ceño cuando una motita que decía «Ginebra Weas-
ley» se movía con pasos rápidos hacia las escaleras que daban al se-

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

gundo piso. ¿Acaso había sido tan descuidado cómo para que la chi-
ca lo hubiese seguido, y él no se hubiese dado ni cuenta?
—No —concluyó finalmente, él habría notado si alguien
hubiera ido detrás de él, sólo se trataba de una coincidencia, Ginny
no lo había visto entrar a la habitación de Draco, considerando que
en realidad nadie, excepto él y los profesores, sabían que esa era la
habitación que ocupaba ahora el chico.
Descartó todos aquellos pensamientos que le parecieron va-
nos, y continuó mirando para finalmente encontrar a Draco en el
Gran Comedor. Soltó un suspiro de fastidio y recogió sus cosas pa-
ra correr nuevamente hacia el Gran Comedor, consultó su reloj, ya
faltaba muy poco para que las clases empezaran, esperó realmente
poder llegar a verlo al menos un instante.

–|– 

Ginny apretó los puños con fuerza mientras iba bajando las
escaleras pisando con mucha más energía de la necesaria. ¿Qué de-
monios era ese sitio donde Harry se metía? Nunca antes lo había
visto y era un lugar con contraseña, porque Harry había murmura-
do algo antes de entrar, algo que había sonado como «Paz». Pero
aquel sitio no era la entrada a ninguna de las salas comunes… Algo
le daba mala espina, y le decía que debía vigilar con más atención a
Harry, tal vez, al fin había descubierto el sitio donde el chico se
ocultaba tanto últimamente, era cuestión de continuar siguiéndole
la pista, pronto encontraría algo a que aferrarse.

–|– 

Draco se puso en pie y alisó su túnica innecesariamente, lue-


go tomó el morral que Harry le había regalado y se lo colgó cruza-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

do, Harry había tenido mucha razón, podía cargar todo lo que qui-
siera y parecía que no llevara nada, era muy práctico y le serviría
mucho… Se preguntó la razón de su ausencia, y nuevamente, si Al-
ba habría podido cumplir con el recado y entregarle la nota. Miró
innecesariamente una vez más hacia la mesa de Gryffindor, aunque
sabía de antemano que Harry no estaba allí.
«Bien», se dijo, «si Harry la recibió o si la tomó en cuenta, es
algo que averiguaremos en la noche, no tiene caso seguir pensando
en eso, no por ahora al menos».
Con la misma actitud con la que había llegado al Gran Co-
medor, salió rumbo hacia la clase de Encantamientos, tratando de
enfocar ahora su mente en el capítulo que el profesor Flitwick les
había dejado a leer.

–|– 

Cuando Harry llegó al Gran Comedor, casi choca con


Ginny, que le dio una mirada exasperada y siguió caminando hacia
donde los demás chicos de su grupo ya la esperaban. Harry tomó
una bocanada de aire convenciéndose de que si Ginny supiera algo,
ya lo hubiera dicho o al menos ya se lo hubiera reclamado.
Se dejó caer junto a Ron que conversaba con Hermione.
—Independientemente de que sea Malfoy, me parece bien
que no se deje molestar ni menguar por esos que le andan mandan-
do ese tipo de insultos —dijo Hermione con voz decidida.
—Pero me recuerda mucho al Malfoy de la escuela, ya sabes,
el que parecía una patada en el cu… —Ron se sonrojó violenta-
mente ante la mirada de advertencia que Hermione le dio, y giró
hacia Harry—. ¿Listo para la clase de Defensa Contra las Artes Os-
curas?

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

—Sí —respondió Harry levantando una ceja mientras Her-


mione fruncía el ceño—. ¿Qué es todo eso de Malfoy?
—Que ha venido a almorzar, y pese a que la profesora
McGonagall había dicho que no lo molestaran de esa manera, va-
rios lo han hecho…
—Discretamente —intervino Ron.
—Pero Malfoy sólo los miró con desprecio… como cuando
nos miraba antes de la guerra, ya no parecía más reservado ni nada
de eso…
—Sí —continuó Ron—, es como si el antiguo Malfoy hubie-
ra vuelto.
—Y digo que está bien que no se deje maltratar por ellos, no
sabemos si en verdad es o no gay, como dicen, pero no importa, ser
homosexual no es un insulto, y no se debe dejar…
—Y yo digo que el que Malfoy haya vuelto a ser el de antes,
o al menos a mirar como antes, tal vez implique que retome sus
malas costumbres…
—Ay, por favor, Ron, voy a hacer de cuenta que no estás di-
ciendo tremendas barbaridades —reprochó Harry.
—Pero…
—Ya, lo mejor es dejarlo, tenemos que llegar a la sala de
DCAO de todas maneras —resolvió Hermione concluyendo la dis-
cusión y poniéndose de pie, Harry y Ron la imitaron y salieron del
Gran Comedor.
Harry aún se sentía nervioso por Draco, y lamentaba no ha-
berse quedado en el Gran Comedor para verlo, la descripción de
sus amigos lo dejaba con sentimientos encontrados; por un lado se
sentía bien de que Draco no estuviera deprimido en su habitación,
pero por el otro, se preocupaba de que se metiera en más problemas
o provocara más a los demás, sobre todo, si era que volvía a com-
portarse como antes.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Aunque en un inicio se sentía un tanto resentido con Ron,


durante la clase ambos estuvieron practicando juntos los hechizos
que la profesora Loewenthal les indicaba, y pronto la tensión desa-
pareció.
No podía ya dejar de contar el tiempo para poder subir hacia
la habitación de Draco, poder verlo y escucharlo, asegurarse de que
estuviera bien, y tener aquella conversación que Draco había pro-
metido en su nota.

–|– 

Pese a no sentir muchas ganas de cenar, no dejaría de ir al


comedor, no más el Draco que se escondía y se sentía temeroso por
ellos, si bien era cierto que no pensaba andar paseándose por los pa-
sillos innecesariamente, ni delatar a los que lo molestaban, y no ha-
bía mucho que pudiera hacer para defenderse, esconder la cabeza
bajo la arena no sería más una opción.
Se acomodó en su sitio acostumbrado y sacó el libro de
Transformaciones, comenzó a leer el siguiente capítulo, aunque ya
se lo tenía estudiado, pero tenía ciertas dudas, y tal vez, con la clase
de hoy sería más fácil comprenderlo.
Sintió cómo todos se movían alrededor, y los retazos de al-
gunas conversaciones de sus compañeros de mesa llegaban hasta él,
pero todo parecía encontrarse en relativa paz; suspiró muy suave-
mente, obligándose a concentrar en la lectura y a despojarse de ese
miedo que se estaba volviendo hasta cierto punto, enfermizo.
Escuchó su voz a lo lejos y no pudo evitar levantar la vista,
venía caminando, hablaba haciendo aspavientos con las manos y
gesticulando mucho, claro indicador de que posiblemente estaba
muy enfadado o fastidiado, aunque no seguramente con sus ami-
gos, que sólo lo miraban y asentían. Hubo un momento, uno muy

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

pequeño, en que sus miradas se cruzaron, y Harry se quedó conge-


lado, con una mano en el aire y una palabra a la mitad, y entonces le
sonrió y Draco le respondió la sonrisa un instante antes de retomar
su lectura y que él continuara con su discusión, aquello no había
podido durar más que un par de segundos, pero eso había sido sufi-
ciente para que Draco entendiera que Harry sí había recibido su
nota, y que definitivamente, sí iría más tarde a verlo.
Mantuvo la sonrisa amplia, que nada tenía que ver con el ca-
pítulo que estaba leyendo acerca de cómo transfigurar estatuas y ob-
jetos inanimados en objetos animados.

–|– 

En su primera clase, la profesora Lyra Loewenthal había de-


mostrado y dejado claro un par de cosas: la primera era que, bajo su
encantadora imagen, no se escondía una mujer delicada ni mucho
menos, sino todo lo contrario, era un contrincante al cual temer, las
chicas la admiraban mucho por eso, por la forma como podía siem-
pre lucir tan bien y encantadora, y a la vez, atacar y defenderse in-
cluso con cierta gracia. Ella les había contado que había seguido es-
tudios en muchos lugares del mundo, especializándose en todo lo
que se refiere a las maldiciones y las formas de combatirlas, y que
aquel era un tema que le apasionaba. Los chicos, contrariamente a
las chicas, se sentían mucho más intimidados por ella, sobre todo, al
momento de poner en práctica algún hechizo de ataque o de defen-
sa, ¿cómo intentar hechizar a aquella hermosa mujer de ojos azules
y cabello negro ensortijado que caía sobre los hombros de manera
encantadora? Pese a saber que ella era una experta, no podían hacer-
lo, Harry y Ron argumentaban que parte de su defensa se basaba en
que ella sabía que era bella e intimidante, y que usaba aquello a su
favor. Hermione nunca los contradijo.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

La segunda cosa que había dejado en claro, había sido que era
una admiradora más del famoso muchacho-que-vivió-y-venció
(porque Harry tenía ya muy en claro —y agradecía que la comuni-
dad mágica también— de que ya no era más un niño), y que no te-
nía ningún reparo en demostrarlo y admitirlo delante de todos los
demás.
Harry no podía negar que estaba ya acostumbrado a que la
gente hiciera eso con él, que lo miraran fijamente, que le agradecie-
ran su participación en la destrucción de Voldemort o que le pro-
metieran cualquier cosa que pudiera desear, estaba acostumbrado,
sí, pero no por eso contento o tranquilo con ese comportamiento.
Había considerado la escuela como un lugar seguro, un lugar
donde, si bien era cierto, varios compañeros (especialmente los de
primero y segundo año) estarían alborotados a su alrededor, la gran
mayoría no lo estaría porque ya lo conocían y lo habían conocido de
antes, y en cuanto al comportamiento de los profesores, ellos siem-
pre lo habían tratado como si se tratase de un muchacho más, en
cambio, la profesora Loewenthal, siempre hacía lo posible por
mencionar que él era un «Gran estudiante», «Él que mató a ya-
saben-quien» (no era capaz de mencionar su nombre), «El próximo
jefe de aurores», y una sarta más de alabanzas y adulaciones que ya
ni quería recordar.
Siempre lo llamaba a hacer la primera demostración de un
hechizo nuevo delante de la clase, aduciendo que lo más probable
fuera que ya lo conociera y dominara a la perfección, y que incluso,
ni siquiera necesitase cursar el último año de la escuela.
Efectivamente, durante esas clases, Harry deseaba no llevar
ese curso, puesto que por más que estuviera aprendiendo muchas
cosas, y que la profesora fuera buena enseñándolas y practicándolas,
no soportaba cuando la gente a su alrededor era tan laudatoria.

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

Y justamente aquella tarde, cuando había estado más que


nunca impaciente por que la clase terminase, y pudiese ir a buscar a
Draco, a la profesora se le había ocurrido la fantástica idea de un
grupo de apoyo para los que estaban más atrasados en el curso. Ha-
rry, Ron, Hermione y la mayoría de los que habían formado el E.D.
en su época, apenas y se sintieron interesados, en cambio habían
muchos más que si parecían apreciar la idea, sobre todo, estando ya
(Hermione había pegado en su dormitorio un calendario que le re-
cordaba la cantidad exacta de días cada mañana) a solamente tres
meses y algunos días de los EXTASIS; el tener que estudiar, era algo
que iba haciéndose más y más real. Harry miraba distraídamente la
escena en la que todos se ponían de acuerdo para reunirse una vez
por semana, los sábados en la noche, después de la hora de cena,
hasta la hora del toque de queda. Escuchó cómo todos entusiasma-
dos se inscribían en una lista, y cómo la profesora les indicaba que
estarían también los alumnos de Ravenclaw y de Slytherin, y que
era la mejor forma de fomentar la unión entre compañeros de la
que tanto se hablaba últimamente. Hermione a su lado, simple-
mente leía del libro de DCAO y Ron lo jalaba de una manga para
llamar su atención hacia un pergamino donde iniciaba un juego de
«ahorcado», cuando la profesora llamó al orden y entonces lo dijo:
—Y por supuesto que sería un gran honor que Harry nos
ayudara con este taller, estoy segura que le hará recordar viejos
tiempos —Harry había levantado la mirada lentamente hacia la pro-
fesora, y luego hacia sus demás compañeros, todos mirándolo son-
rientes.
—Yo… no puedo, tengo entrenamiento de quidditch —se
disculpó rápidamente, recordando las excusas que usaba antes para
librarse del profesor Slughorn y el Club Slug.
—Oh… pero estoy segura que a tus compañeros de equipo
no les importará mover un día el entrenamiento a cambio de que

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

los ayudes a mejorar en un curso —continuó la profesora sin dejar


de sonreír. Harry escuchó un suave bufido y se giró para ver a
Ginny que tenía la cabeza inclinada a un lado y secreteaba con Syl-
via Zelazny, que asentía frenéticamente.
—Pues… no creo que sea justo que… —intentó explicarse
Harry nuevamente, cada vez más conciente de las miradas que los
Hufflepuff le daban, e incluso algunos de su propia casa, sobre to-
dos los que eran del curso anterior a ellos.
—Claro que comprendemos si es que estás tan ocupado co-
mo para no tener tiempo de compartir tus conocimientos de «Gran
Salvador» con nosotros —interrumpió la voz resentida de un chico
desde el fondo del aula, todos se giraron a verlo, incluyendo a Ha-
rry. El chico que había hablado, que se sentaba al fondo del salón y
aparentemente era un año menor que Harry, se veía sonrojado, y
hasta cierto punto acalorado, pero no por eso bajó la mirada, sus
ojos castaños mirándolo fijamente, retándolo…
—Por favor, señor Ackerley, le voy a pedir que se reserve sus
opiniones si es que no quiere que lo saque de la lista para el taller o
le reste puntos —reprochó la profesora Loewenthal, pero el chico
no la miraba a ella, seguía mirando a Harry de manera desafiante, y
Harry se sentía cada vez más sonrojado e incómodo por aquella mi-
rada—. Si Harry tiene problemas con el horario, nosotros no lo po-
demos obligar, después de todo, cuando uno pide un favor…
Harry giró rápidamente hacia la profesora sintiendo su estó-
mago dar vueltas y sus mejillas aún ardientes.
—Lo haré —interrumpió con voz firme—, ya veré cómo
cambiar el entrenamiento, no hay problema.
—¡Fantástico! —exclamó la profesora dando un par de pal-
madas que hicieron que su túnica azul cielo se agitara suavemente
al igual que sus rizos oscuros, mientras sonreía complacida.

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

El timbre sonó y Harry metió todo a la mochila mientras


Ron y Hermione lo miraban de manera extraña. A última hora se
giró para buscar a aquel chico nuevamente, pero éste parecía haber
salido mucho más rápido que ellos, y eso sí que era extraño, puesto
que cuando cruzaron la puerta del salón sin despedirse de la profe-
sora siquiera, fueron de los primeros en salir, dejando en el aula a
casi todos sus compañeros recién recolectando sus cosas.
—¡No puedo creer que haya hecho eso! —renegó Harry con
los dientes apretados conforme caminaban hacia el Gran Come-
dor—, ¡es tan injusto!
—Pudiste decir que no, o mejor dicho, seguir diciendo que
no… —opinó Ron con voz algo tensa.
—Claro, con todos mirándome de esa manera —se quejó
Harry—; casi podía escuchar a todos protestando de la misma ma-
nera que lo hizo ese chico…
—Ackerley —informó Hermione.
—Sí, él, supongo que todos los demás pensaban igual, y él
fue el único en atreverse a decirlo en voz alta.
—De todos modos, no tenía ningún derecho a decir algo así
—opinó Ron y Hermione asintió.
—No importa, ahora tendré que ocupar los sábados en la
noche en ayudar a la profesora Loewenthal en aquel taller en lugar
de estudiar o hacer cual… —Harry sintió que alguien lo observaba,
levantó la mirada para darse cuenta de que ya habían entrado al
Gran Comedor, y que era Draco quien lo miraba fijamente, la son-
risa afloró sin que la pudiera detener, apenas un instante antes de
que Hermione carraspeara y aquello lo volviera a la realidad.
—¿Harry? —preguntó Ron.
—Lo siento —murmuró Harry, caminando hacia su mesa—,
aún estoy muy enfadado.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Supongo que podrás ajustar tu horario y ver aquello como


parte de tus repasos para los EXTASIS —continuó Hermione.
—Supongo.
—Y de todas maneras, no hay mucho más que puedas hacer,
ya aceptaste, no te puedes escabullir como hacías con el profesor
Slughorn.
Harry suspiró profundamente, y se sentó a la mesa, sus ami-
gos se sentaron a un lado, y por mucho rato más se mantuvieron en
silencio. Al parecer, sus amigos pensaban que todavía estaba dema-
siado disgustado para continuar la charla, aunque en realidad, Harry
estaba rememorando aquella sonrisa tan… sincera, como aquellas
que había descubierto en Draco las últimas semanas.

–|– 

Draco llegó a su habitación y se sentó delante del escritorio


para poder ponerse a trabajar en los deberes, al día siguiente tendría
visita al Ministerio, y esperaba adelantar un poco las tareas, previ-
niendo el tiempo que le harían perder los estúpidos aurores… Ha-
rry se convertiría en auror, en el mejor seguramente. ¿Qué se supo-
nía que pasaría con ellos? Si admitía que lo quería, si ambos perma-
necían juntos… ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que la carrera de
Harry se interpusiera entre ellos? Sabía que había magos homo que
al final terminaban casándose y teniendo una familia para evitar los
comentarios inapropiados, probablemente manteniendo una doble
vida lejos de la luz pública, y Harry, más aún siendo auror y una fi-
gura pública, tendría que mantener aquella imagen. ¿Qué ocurriría
entonces? ¿Harry finalmente se casaría con la comadreja junior o
con alguna otra, y mantendría una doble vida con él? ¿Acaso Draco
estaba dispuesto a ser el amante de alguien casado?

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

Se dio cuenta que permanecía en la misma página después de


treinta minutos, apenas y se había podido concentrar durante todo
ese tiempo, su mente demasiado enfrascada en el futuro… él ya de
por sí tenía un futuro incierto, no sabía qué sucedería, ni siquiera a
la semana siguiente, ¿por qué preocuparse por lo que fuera a pasar
luego con Harry? ¿Para qué malgastar de esa manera el tiempo?
Después de todo, el sentimiento estaba allí, Harry estaba allí, dis-
puesto para él, y el futuro, pues…
En ese momento, el sonido de alguien entrando a su habita-
ción lo hizo ponerse en pie rápidamente, un instante después apa-
reció Harry, con una muy tímida sonrisa…
«Y el futuro… pues tal vez nunca llegue, así que, ¿qué más
da?», concluyó mientras sonreía también hacia Harry.
—Hola —saludó Harry entrando un poco más en la habita-
ción, de pronto se sentía un tanto cohibido y nervioso, más de lo
que se había sentido antes, más de lo que se había sentido la prime-
ra vez, después de las vacaciones de navidad.
—¿Cómo has estado? —preguntó Draco dando un par de
pasos hacia él.
—Supongo que bien…
Draco asintió.
—Yo… te he extrañado —admitió, sintió sus mejillas calen-
tarse un poco por la confesión.
—También yo… —convino Harry, caminando hacia él y re-
duciendo el espacio que los separaba, sintiéndose cada vez más ali-
viado.
—Escucha —suspiró Draco mientras ponía una mano en el
hombro de Harry, disfrutando de tenerlo tan cerca nuevamente y
dispuesto a no dejarlo ir hasta que fuera el momento, hasta que el
futuro y la vida los alcanzara y no les dejara más opción—. Lo que
voy a decir, no lo hago porque sienta la necesidad de tenerte aquí

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

sólo por no sentirme solo, quiero que lo tengas claro —dijo mirán-
dolo a los ojos.
—Lo sé —confirmó Harry con un asentimiento mientras
posaba una de sus manos en la cintura del rubio.
Draco sonrió un poco y se obligó seguir hablando, a confe-
sarse ante él:
—Yo también siento algo por ti, más que un gusto o costum-
bre de tenerte alrededor, sé que debí decirlo esa noche, no actuar de
esa manera… y no intentaré justificarme, Harry, tal vez lo que pasó
sirvió para esclarecer un poco mi cabeza, y darme cuenta de que…
yo también te quiero —Draco recordaba haberle dicho a Yarik más
de una vez que lo quería, incluso haber pensado que no podría que-
rer a nadie más de esa manera, pero se había equivocado, con Harry
sentía eso y mucho más incluso.
—Draco —suspiró Harry inclinándose hacia delante, sus la-
bios casi rozándose—, te quiero —murmuró antes de besarlo de
manera lenta; sus labios acariciándose, sus alientos mezclándose…
Sintió la mano de Draco jalándolo un poco más, y afianzó su agarre
en la cintura con ambas manos para que sus cuerpos se pegaran más
todavía, mientras esa lengua pugnaba por entrar en su boca y Harry
le dio el libre acceso, permitiéndole explorar todo su interior, su
propia lengua acariciándola, disfrutando del sabor de Draco, el sa-
bor que tanto había extrañado y necesitado durante todos esos días
de separación.
Y entonces gimió, con desesperación, con anhelo y con feli-
cidad, demasiadas sensaciones acumulándose en su pecho, su gemi-
do se ahogó entre las bocas de ambos, pero sintió cómo la piel de la
nuca de Harry, la cual acariciaba lentamente, se erizaba por comple-
to. Sus labios se apartaron de los de Harry, dejándolos rojos e hin-
chados, besados, mordidos y provocadores, la mirada verde clavada
en él con cierto tono de impaciencia y deseo. Harry se inclinó hacia

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

él nuevamente y con su lengua comenzó a lamer lentamente su


cuello, sintió cómo una de las manos que lo tenían apresado por la
cintura, bajaba hasta su cadera, apretándola con más fuerza de la ne-
cesaria, haciéndole sentir cómo sus ya crecientes erecciones se fro-
taban, enviando sensaciones de placer por toda su espalda. Esos la-
bios volvieron sobre su boca, besándolo de manera contundente y
dominante, y entonces entendió que esta vez él no estaría al mando,
y la idea no le importó, no dudó ni un momento mientras enrosca-
ba sus brazos alrededor del cuello de Harry y se dejaba besar, mor-
der, y hacer todo lo que Harry quisiera hacerle.
Abandonó sus labios una vez más, para luego repartir besos
en cualquier parte donde tuviera piel disponible mientras lo iba
empujando poco a poco hacia la cama. Draco se dejaba guiar y res-
piraba entrecortadamente, su piel estaba tibia, y se sentía casi tan
deliciosa como sus labios, pero eran definitivamente esos labios los
que le encantaban más.
Volvió a besarlo, de pie junto a la cama mientras sus manos
se encargaban de quitarle la túnica y desvestirlo poco a poco, Draco
hacía lo mismo con él. Se formó un enredo de brazos, piernas y
prendas, cada uno tratando de apresurarse, hambrientos el uno del
otro, y entre más besos y algunas sonrisas cómplices, finalmente
Harry pudo empujarlo contra la piltra, sintiendo con mucha más
intensidad toda la piel de Draco bajo él, toda aquella caliente y an-
siosa piel fundiéndose con la suya.
Draco se arqueó ligeramente, sus dedos se agarraron con más
fuerza de la espalda de Harry mientras el movimiento lograba que
su ya por demás despierta erección, se friccionara contra la de Ha-
rry, que soltó un gemido contenido.
—Dios, Draco —gruñó Harry levantando el rostro para ver-
lo a los ojos nuevamente, Draco le sonrió de manera insinuante
mientras se arqueaba de esa manera una vez más, provocando sen-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

saciones de placer viajando por su espalda mientras otro gemido es-


capó de los labios de Draco.
Con una mano, Harry sujetó una de las caderas de Draco,
mientras con la otra se apoyaba sobre la cama, su lengua serpentea-
ba por el cuello, bajando un poco hasta la clavícula, las caderas de
Draco luchando por levantarse, por conseguir más contacto, y el
chico exhalando gemidos cada vez más sonoros. Cuando llegó al
pecho y lamió una de las tetillas, las manos de Draco se soltaron de
su espalda y dieron contra el colchón mientras se retorcía; para el
segundo lengüetazo, Harry vio con fascinación cómo las manos de
Draco se sujetaban de las sábanas con mucho más que desespera-
ción mientras su cuerpo se seguía agitando y emitía un gemido mu-
cho más poderoso. La sensación de dominar el cuerpo de Draco de
esa manera, de ser capaz de reducirlo a ese estado, de poder hacerlo
gemir, de ser él el causante de aquellas sensasiones, fue sublime.
Draco se dejó caer completamente hacia atrás, dejando que
Harry vagara por su cuerpo como mejor le pareciera, en medio de
un instante de lucidez se preguntó por qué no había dejado a Harry
antes hacer aquello… Tal vez porque nunca lo había pedido, tal vez
Harry había estado esperando a que él lo ofreciera… Su línea de
pensamiento se interrumpió cuando una lengua recorrió la unión
de su cadera y su pierna, haciéndolo jadear mucho más fuerte. Le-
vantó el rostro un poco para ver a Harry, con el cabello oscuro suel-
to y más alborotado que de costumbre, le miraba de una manera di-
ferente, mucho más intensa que antes, cerró los ojos cuando la
mano de Harry se hizo con su miembro y lo comenzó a acariciar
muy lentamente, casi de manera venerante.
—Draco… —murmuró Harry, su voz salió extrañamente
ronca. Draco abrió los ojos, ahora más oscurecidos por el placer,
meneando las caderas lentamente, tratando de hacer que las caricias
fueran mucho más rápidas.

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

—Si planeas… torturarme como venganza… —masculló


Draco con voz agitada, estiró una mano hasta alcanzar el pecho de
Harry, y lo acarició de manera cariñosa, como tratando de conven-
cerlo de que se moviera más rápido.
Harry negó con la cabeza.
—Eso tendrá que esperar… yo no… —Harry había aprendi-
do la teoría para hacer los hechizos lubricantes y de limpieza. Draco
se los había enseñado semanas atrás, pero no estaba del todo seguro
de poder hacerlos correctamente, y además temía por Draco en va-
rios aspectos.
—Oh… —suspiró Draco, luchando contra la necesidad de
empezar a empujarse contra esa mano con más fuerza, solo un poco
más para poder terminar con la tortura… todos esos días había ex-
trañado tanto a Harry…—. Ven —pidió finalmente jalándolo hacia
él. La mano de Harry detuvo sus caricias, y sus cuerpos se acopla-
ron de manera veloz.
Harry se dejó halar y se dejó besar, sus manos recorriendo
los costados del otro cuerpo, sintiendo nuevamente toda su piel en
contacto.
—Creo que… —suspiró Harry antes de volver a besarlo.
—Sí…
—No, creo que… debemos calmarnos.
—Oh, Potter, no seas aguafiestas —se quejó Draco mientras
agitaba las caderas contra las de Harry, que emitió un gemido más
de placer, aunque un instante después lo sujetó con ambas manos
por las caderas para evitar que se siguiera moviendo, y se levantó un
poco para poder mirarlo seriamente a la cara.
—Draco… espera —pidió antes de besarlo nuevamente, sen-
tía su corazón latiendo con fuerza y una imperiosa necesidad de
hundirse en Draco, pero quería ir despacio, debían ir despacio. Una
de sus manos soltó las caderas, y con movimientos lentos bajó hasta

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

la erección de Draco, sus dedos se cerraron en torno a ella y la apre-


tó un poco mientras Draco se alejaba de sus labios y gemía nueva-
mente. Con sus labios fue dando pequeños besos y mordiscos por
la mandíbula, bajando poco a poco por el cuello y la clavícula—.
Quiero que lo hagamos despacio —pidió antes de inclinarse lo sufi-
ciente para soplar sobre la erección de Draco.
—Despacio… ¡Oh mi Dios! —gimió Draco ante la sensa-
ción.
—Sí, poco a poco —continuó Harry antes de dar una muy
lenta lamida sobre la punta de la erección.
—Sí… —murmuró Draco y una de sus manos acarició la ca-
bellera de Harry, enredando sus dedos entre lo cabellos negros.
Cuando el moreno finalmente lo tomó con su boca, no pudo evitar
el apretar aquellos cabellos con más fuerza, mientras se arqueaba un
poco y trataba de no mover sus caderas hacia arriba—. ¡SÍ! —gritó
más fuerte.
Harry se esmeró bastante, presionando con su lengua la
gruesa vena, mientras con una de sus manos sujetaba la base del pe-
ne, apretando los labios y subiendo y bajando a un ritmo que sabía,
era tortuoso, mientras sentía el cuerpo de Draco agitarse debajo de
él, y emitir lloriqueos y pequeños gemidos. Por lo general era Dra-
co el que llevaba el control de la situación, y eran pocas las ocasio-
nes en que había podido disfrutar aunque fuera un poco, de su
cuerpo, y estaba dispuesto a aprovecharlo al máximo. Una de sus
manos bajó hasta los testículos, acariciándolos con lentitud y suavi-
dad, mientras, Draco parecía cada vez más descontrolado y se agita-
ba contra él, llegando hasta su garganta.
Draco trató de relajarse mientras esa mano seguía acariciando
cada vez más abajo. Draco pareció entender hacia dónde se dirigía,
porque dobló y abrió un poco más las piernas, dándole más acceso a
ese dedo que ya empezaba a presionarse muy suavemente.

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

—Harry… —gimió Draco mientras sentía la lengua de Ha-


rry empujándose contra su miembro, las corrientes de placer domi-
nándolo casi por completo—. ¡Harry! —advirtió una vez más—,
para…
Harry levantó el rostro apartándose de la erección de Draco,
ahora brillante por la saliva y sonrojada por la excitación.
—¿En serio quieres que me detenga? —preguntó con voz
demasiado ronca.
—No… —gimoteó Draco, el dedo de Harry aún permanecía
en su entrada, y se empujó un poco más, apenas y entrando un exi-
guo milímetro.
Harry sonrió de manera lujuriosa, y se inclinó nuevamente
sobre la erección de Draco, tomándola con la boca y chupándola
con fuerza.
—Si no paras… ya no podré… —empezó a tratar de explicar
Draco mientras jalaba un poco más el cabello de Harry, que parecía
no querer detenerse. Y no lo hizo, chupó con tanta fuerza y veloci-
dad mientras ese dedo se seguía empujando en su interior, cada vez
más adentro, que no lo pudo soportar más y empujando sus caderas
con fuerza, empezó a gimotear mientras su liberación explotaba.
Pese a tener algo de experiencia, era la primera vez que Harry
sentía aquel sabor, era algo amargo, pero no por eso dejó de tragar-
lo, chupando y moviéndose hasta que sintió cómo el cuerpo de
Draco se relajaba completamente, sólo entonces apartó el miembro
de su boca y lamió algunas gotas que habían escapado y caído sobre
la piel blanca de las caderas, mientras Draco lo miraba con una
mezcla de satisfacción y admiración.
—Eres delicioso —declaró finalmente subiendo hasta quedar
a su altura para poder besarlo.
Draco tiró de él más hacia sí, mientras sentía el duro miem-
bro de Harry sobre su pierna, golpeteándolo y recordándole que

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

todavía no habían terminado, ese dedo aún se sentía en su interior,


aunque ahora era un poco más molesto que antes, recordó entonces
cuánto tiempo llevaba sin dejar que nadie lo poseyera, entendió el
por qué Harry quería ir tan lento.
—Harry —dijo apartándose del beso un poco para mirarlo a
los ojos—. Te quiero…
—Y yo —afirmó Harry antes de volver a besarlo, hasta que
ambos quedaron sin aliento. Harry se apartó nuevamente y buscó
con la mirada la varita, seguramente había quedado perdida entre la
ruma de ropa que quedaba a un lado de la cama—. ¿Puedo…? —
pidió haciendo girar el dedo en el interior de Draco apenas un po-
co, Draco jadeó.
—Sí… está bien —respondió, y Harry le sonrió de manera
más tierna mientras se apartaba un poco.
—Accio Varita —llamó hacia el tumulto de ropa, y entre toda
esa confusión, la varita salió disparada hacia su mano. Draco lo mi-
ró fijamente mientras serpenteaba un poco por la cama y abría aún
más las piernas, ofreciéndose para él.
La forma como Harry pasó la mirada por su cuerpo, lo hizo
sentir tímido y a la vez excitado nuevamente, podía sentir el deseo
en él, y el sentirse deseado de esa manera, le hizo sentir algo extraño
en el estómago.
—No he hecho estos hechizos antes… no de verdad —
admitió Harry, aunque sabía que era algo de lo que Draco ya estaba
al tanto, mientras levantaba una de las piernas de Draco y le daba un
par de suaves besos en el muslo interior—. Tú sólo dime si lo voy
haciendo bien.
—Mmm —suspiró Draco sintiendo como esos simples be-
sos enviaban oleadas de placer a su entrepierna—. Hazlo —ordenó.
Harry se inclinó un poco hacia delante y presionó la varita
suavemente contra la fruncida y rosada entrada, su propia erección

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

siendo casi dolorosa por la necesidad, y murmuró los hechizos que


Draco le había enseñado, sintió el cuerpo de Draco agitarse y escu-
chó un suave murmullo.
—¡Oh…! —Draco casi había olvidado ya cómo se sentía
aquello, aquella frialdad en su interior, el sentirse húmedo y ansio-
so—. Eso… eso está bien.
—Bien —exhaló Harry antes de levantarle la otra pierna y
apoyar ambas contra su pecho. Draco cerró los ojos y sujetó con
fuerza las sábanas, sintió un poco de temor recordando nuevamente
que eso debería doler, debería doler tanto como aquella primera
vez; apretó los ojos, preparado para sentir el dolor, pero los abrió de
golpe cuando lo que sintió fueron unos suaves labios sobre su pan-
torrilla, que estaba a la altura de los labios de Harry.
—¿Harry?
—Shh —siseó Harry antes de besarlo nuevamente en la pan-
torrilla de manera tierna mientras uno de sus dedos se empujaba
dentro de él, resbalando con mayor facilidad por el hechizo lubri-
cante, sintió a Draco tensarse debajo de él—. ¿Alguna vez…? —
preguntó entre beso y beso, sintiendo como podía entrar cada vez
con más facilidad en su interior.
—Sí… —admitió Draco empezando a respirar acalorada-
mente, tratando de encontrar más contacto con ese dedo que había
dejado de ser fastidioso y comenzaba a volverse placentero—. Pero
hace mucho…
Harry asintió suavemente, y Draco vio cómo la roja lengua
de Harry lamía su piel, la escena le resultó realmente erótica, su
miembro dio un pequeño salto de ansiedad, un segundo dedo se
empujó en su interior, causándole fastidio nuevamente, mientras
Harry lo seguía sujetando por las piernas y besándolo.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Harry se sentía abrumado, deseoso por entrar ya a ese cuerpo


que parecía tan caliente y estrecho, sus dedos se empujaron con más
rapidez en el interior de Draco, haciéndolo jadear y gimotear.
—Draco… ¿ahora? —preguntó no pudiendo soportar más
tiempo su necesidad de poseerlo.
Draco abrió los ojos una vez más, ni siquiera había notado
que los tenía cerrados, concentrado en la amalgama de sensaciones,
asintió rápidamente y entonces Harry retiró sus dedos, dejándole
una sensación extraña, un poco de dolor y de necesidad.
Harry soltó sus piernas y jaló una almohada de la cabecera,
Draco entendiendo lo que quería hacer, levantó las caderas un poco
para permitir que Harry colocara la almohada bajo su cuerpo, se
sintió mucho más expuesto que antes, con las piernas abiertas y el
culo levantado, pero no le importó demasiado mientras sentía la
piel de Harry cubriendo su cuerpo.
Harry guió con una mano su erección hasta la entrada de
Draco, y presionó sólo un poco, sintió el cuerpo de Draco tensarse
debajo de él y se forzó a recordar que debía calmarse e ir despacio,
se adelantó un poco más, y besó a Draco con fuerza, mordiendo sus
labios y succionando su lengua, hasta que lo sintió relajado una vez
más, entonces empujó nuevamente, aún sin abandonar el beso.
Draco se sujetó con más fuerza a los brazos de Harry mien-
tras sentía aquel latigazo de dolor que ya sabía que experimentaría,
se obligó a tratar de relajarse y de corresponder el beso de Harry,
aunque lo hizo a medias, mientras sentía cómo todo su interior se
iba abriendo poco a poco, Harry empujando en él con lentitud y
con calma.
—¡Merlín, Draco! —gimoteó Harry apartándose finalmente
del beso, y no conteniéndose más, sus caderas se empujaron con
fuerza y se sintió completamente dentro de esa cavidad caliente y
húmeda—. Eres tan… ¡Demonios!

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

Draco no respondió, tomó una bocanada de aire mientras su


cuerpo se iba acostumbrando a aquella intromisión, el cuerpo de
Harry sobre él le daba un peso reconfortante, y los pequeños besos
que estaba repartiendo sobre sus mejillas y mandíbula, lo hacían
sentir de alguna manera, consolado y querido.
—Harry… —suspiró agitando un poco sus caderas, lo cual
pareció activar algo en el moreno, que se levantó apenas un poco
antes de empezar a moverse, entrando y saliendo lentamente de él,
una sensación de ardor y dolor en cada embestida, pero se mordió
la lengua para no quejarse.
—Draco… Draco… —gimió Harry apoyando las palmas de
las manos contra la cama, y elevando el cuerpo un poco más para
ver el rostro de Draco; sonrojado y con el cabello pegoteado sobre
la frente—. ¿Estás bien?
—Eh… sí —medio mintió Draco, aún no completamente
acostumbrado a Harry en su interior, pero innegablemente sintién-
dose mejor a cada instante. Una de sus manos subieron hasta el pe-
cho de Harry y acariciaron una tetilla antes de pellizcarla; Harry se
arqueó gritando algo ininteligible antes de levantarse aún más. En
un solo movimiento, Harry estaba completamente arrodillado so-
bre la piltra y había pasado los brazos bajo las rodillas de Draco, se
empujó con fuerza, y entonces rozó su próstata. Draco se arqueó y
gimoteó sin ningún tipo de vergüenza—. ¡Por Salazar bendito!
—Eres… Oh, Draco —Harry volvió a empujarse contra él
con fuerza, disfrutando de verlo arquearse y mover la cabeza de un
lado a otro, mordiéndose los labios y apretando las manos en torno
a sus brazos.
—Sí, Harry… demonios. Sí —gritó Draco cuando Harry
empezó a embestirlo con más fuerza, podía sentir cómo su cuerpo
se deslizaba por la cama mientras Harry entraba y golpeaba justo en
su próstata antes de salir casi por completo para volver a entrar; con

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

las justas y pudo poner una mano sobre su cabeza, sujetándose con-
tra el cabecero de la cama para evitar golpearse mientras la otra se
hacía de su ahora muy despierta erección, acariciándose a un ritmo
veloz y errático, sabía que estaba muy cerca, que no podría durar
mucho más tiempo.
Harry se sujetó a las caderas de Draco, presionando la pálida
piel con sus dedos y afianzándose más, continuó empujándose,
perdido entre todo ese calor y esa estrechez, vio a Draco acaricián-
dose y entonces el interior del chico comenzó a apretarlo cada vez
más.
—Draco… ahora… córrete ahora —pidió entre jadeos.
Draco abrió los ojos hacia Harry, y sus miradas se conectaron
mientras sus cuerpos se rendían al placer, unas cuantas caricias más
y se liberó con fuerza, a la misma vez que sentía a Harry descargán-
dose en su interior, los gritos de ambos llenaron la habitación.
Harry se dejó caer hacia delante, aún sin salir del interior de
Draco, respirando agitadamente y temblando por el placer, sentía el
pecho de Draco subir y bajar rápidamente y una mano acariciándole
la espalda de manera cariñosa.
Draco trató de calmar su respiración, la piel húmeda y ca-
liente de Harry bajo sus manos se sentía bastante bien, se sentía re-
lajado y cansado, cerró los ojos apenas un momento, mientras sen-
tía el tibio aliento de Harry sobre su cuello.
Ambos se quedaron en silencio y Harry no podía estar segu-
ro de no haber dormido al menos un par de minutos, pero cuando
su erección terminó de encogerse casi por completo, con algo de
pesar, tuvo que salir de él, lo sintió jadear suavemente. Le dio un
beso en la comisura de los labios y se apartó completamente, ten-
diéndose a un lado de la cama mientras Draco retiraba la almohada
y la dejaba caer al suelo. Harry convocó los hechizos de limpieza,
una brisa tibia y agradable los rodeó, y al instante siguiente, ambos

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

se giraron y se abrazaron, con los rostros bastante cerca y las piernas


enredadas.
—¿Estás bien? —preguntó apartándole un par de mechones
de la cara.
—Genial —admitió Draco, aunque después tuviera que ha-
cer el hechizo curativo.
Harry suspiró algo aliviado.
—Estaba un poco nervioso… no sabía si tú antes… ya sabes,
o si te podía lastimar…
—Ciertamente hacía demasiado tiempo que no hacía algo así
—admitió Draco sintiéndose sonrojar. Harry había compartido con
él casi todas sus historias, sobre todo las de ese tal Fabio, pero Draco
no estaba acostumbrado a contar sus cosas, y no le había dicho nada
respecto a su propia experiencia, y Harry no había preguntado mu-
cho, seguramente esperando una negativa.
—¿Y… querrás repetirlo?
Draco soltó una pequeña risita.
—Pero no esta noche… o mañana, al menos hasta que el he-
chizo curativo funcione… realmente me has recordado que hace
demasiado tiempo que no lo hago así.
—¿Mucho tiempo? —preguntó Harry con voz que a Draco
le pareció un poco más tímida.
—Mucho tiempo —suspiró Draco, cerró los ojos sintiendo
la mirada de Harry sobre él, seguro esperando algún tipo de confi-
dencia, pero él aún guardó silencio.
Pasaron un tiempo más en silencio. Harry casi se estaba que-
dando dormido nuevamente cuando sintió el cuerpo de Draco ale-
jarse de él. Abrió los ojos un tanto preocupado, para ver a Draco es-
tirado a su lado, con la mirada en el techo; parecía más serio que
antes, y se preguntó si era que habría pasado algo en el lapso que al
parecer, había quedado en estado de semi inconciencia.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco giró el rostro para ver a Harry, que lo miraba de ma-


nera interrogante, suspiró suavemente y tomó una de sus manos
entrelazando los dedos, decidido ya a contarle un poco más, a con-
tarle de Yarik, no le había hablado jamás a nadie de él, apenas a su
madre un poco.
—Se llamaba Yarik, Yarik Forsyth… —empezó a relatar en
un susurro.
Durante mucho rato, Harry se dedicó a escuchar en silencio
el relato de Draco, la forma como había conocido a aquel chico ex-
tranjero, lo difícil que habían estado las cosas en la mansión por esa
época, lo asustado que había estado al permanecer en la misma casa
que el Lord, y la forma como Yarik había sido una especie de salva-
vidas en todo ese tiempo, cómo ambos se habían estado viendo a
escondidas durante mucho tiempo, que el ser gay entre los mortífa-
gos, era tan grave como ser hijo de muggles, y la horrible forma en
que habían sido descubiertos, lo furioso que había estado Lucius
con eso y la crueldad del padre de Yarik; lo culpable que se había
sentido, y que se sentía todavía, por no haber huido con él cuando
se lo había pedido…
Draco lo contaba todo en voz baja, se podía leer la tristeza en
su mirada y ésta incrementó cuando le narró la forma como Bella-
trix le había dicho que Yarik había muerto, la desesperación cuando
lo había confirmado… Una extraña sensación de celos llegó a su
pecho, aquel chico había sido el primer amor de Draco, alguien a
quien había amado e idealizado, alguien que estaba dispuesto a de-
jar todo por él, alguien que había muerto, era imposible que pudie-
ra luchar contra él y su recuerdo…
Casi al final del relato, Draco se giró un poco más hasta que-
dar cara a cara con Harry, y le dio un beso lento y pausado, sabo-
reando sus labios y juntando sus cuerpos; cuando se apartaron,
Draco le acarició la mejilla antes de continuar contándole que su

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

madre le había dicho en navidad dónde se encontraba Yarik ente-


rrado, y el viaje que había tenido que hacer para visitar su tumba.
—¿Fuiste hasta allá? —preguntó Harry asombrado, cierto era
que Draco le había dicho en más de una ocasión que lo más proba-
ble fuera que a la primera oportunidad se iría vivir al mundo mug-
gle, pero no se lo imaginaba viajando solo tan lejos.
—Sí, fue algo por demás interesante… —Draco suspiró y se
recostó completamente sobre su espalda, mirando el techo nueva-
mente—, creo que lo necesitaba, era como cerrar un ciclo, una par-
te de mi vida…
—Lo entiendo…
—Aquella tarde le dije adiós finalmente… me despedí de él
como debía hacerlo.
Harry asintió en silencio y apretó un poco más fuerte la
mano que aún tenía entrelazada con Draco, varias sensaciones ex-
trañas bailando en su pecho mientras dejaba caer su cabeza en el
hombro del chico, que se apresuró a abrazarlo con el brazo que te-
nía libre.
—Gracias…
—¿Por qué?
—Por contármelo, dijiste que no se lo habías dicho a nadie.
—No, a nadie, ni mi madre se sabe la historia completa…
eso es porque yo confío en ti, Harry —admitió.
—Lamento que eso haya pasado… que haya terminado así.
—Yo también, él era… era una gran persona, Harry, tenía
tantas ganas de vivir… —Draco soltó un nuevo suspiro y se inclinó
para besar a Harry en la cabeza—. No sé lo que hubiera pasado si
hubiera huido con él, si nos habrían atrapado o si lo habríamos con-
seguido…

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Una vez me dijiste que no sirve de nada dar vueltas a los


«hubieras» que no se harán realidad; que no podemos hacer nada
con los «hubiera».
—Cierto… no podemos, sólo podemos aceptar el presente, y
en este presente yo… yo te quiero, Harry.
Harry levantó el rostro hacia Draco y sonrió.
—También yo —dijo antes de besarlo.

–|– 

Cuando Harry despertó, todo estaba en penumbras, observó


a Draco dormir por un par de minutos, le gustaba verlo así, tan se-
reno y tranquilo, acarició suavemente sus brazos hasta que el chico
abrió los ojos un tanto asustado.
—Oh… Harry, creo que nos quedamos dormidos.
—Sí… ya debo irme.
—¿Qué hora es? —preguntó sentándose.
—Aún de madrugada.
—Ah… —Draco se dejó caer en la cama y se giró a un lado
para ver cómo Harry comenzaba a vestirse, lamentando que tuviera
que irse nuevamente.
—¿Te veré esta noche? —preguntó Harry mientras se ponía
las botas.
—Ah… esta noche —Draco bostezó cubriéndose la boca con
una mano—, casi lo había olvidado, tengo revisión en el Ministerio
en la tarde… no estoy seguro de la hora en que vuelva.
—¿Te puedo esperar aquí?
Draco sonrió.
—Como si alguna vez hubieras pedido permiso para espe-
rarme, o tan siquiera entrar aquí.

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

—Y cómo si a ti realmente te molestara eso —respondió Ha-


rry inclinándose hacia Draco para darle un beso, pero este lo jaló y
lo hizo caer sobre él.
—Ciertamente… aún podrías quedarte más tiempo…
—Mmm —Harry se apoyó en ambos brazos y lo besó con
lentitud, sentía el cuerpo de Draco desnudo debajo de él, separado
apenas por los cobertores y su propia ropa.
Draco sintió una de las manos de Harry tratando de hacerse
sitio debajo del cobertor, y se apartó del beso para verlo a los ojos,
ambos se sonrieron mientras Harry se levantaba un poco y Draco
lograba apartar los cobertores, el frío del lugar le congelo la piel
apenas un momento, hasta que Harry se volvió a recostar sobre él,
entre sus piernas, la sensación de su piel contra la áspera ropa de
Harry era extraña, dura y brusca pero no se sentía tan mal.
—Draco… —jadeó Harry mientras sus labios repartían pe-
queños besos sobre la mandíbula, las manos de Draco tratando de
desprenderlo de la túnica, sus cuerpos arqueándose y tratando de
encontrar más contacto.
—Vamos —pidió Draco, cansado de luchar contra los boto-
nes de la túnica de Harry—. Quítate esto…
—Pensé que necesitarías más tiempo para recuperarte —picó
Harry mientras se sentaba a un lado de la cama y comenzaba a des-
prenderse de sus botas, Draco se sentó detrás de él y lo abrazó ter-
minando de desabotonar la túnica.
—Esta vez no te dejaré hacer el trabajo a ti —informó Draco
soplándole suavemente sobre la nuca y sintiendo la piel de Harry
estremeciéndose.
—Eso ya lo veremos —le respondió Harry, libre de sus ropas
en aquel momento, y empujándolo contra la cama nuevamente.
Draco se arqueó ante la sensación de la tibia piel de Harry
contra la suya y a la dureza de su miembro contra su abdomen.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Harry se dedicó a besarlo un poco más, en los labios y el cue-


llo, mientras sentía las manos de Draco aferradas a sus hombros,
presionando mientras pequeños gemidos escapaban de sus labios.
—Harry… —jadeó desconcertado cuando Harry se apartó de
él de pronto, en un instante lo vio con la varita levantada mientras
se acomodaba sobre él, con las piernas a los lados.
Harry invocó el hechizo lubricante sobre él mismo ante la
mirada ansiosa y un tanto asombrada de Draco, era la primera vez
que intentaba hacerlo sobre él mismo, y se estremeció ante la sensa-
ción. Maniobró lo suficiente hasta sentir la erección de Draco en su
entrada, la sujetó con una mano y poco a poco la fue guiando hacia
su interior, mientras cerraba los ojos y siseaba por la molestia ini-
cial, escuchó el gemido ahogado de Draco mientras éste lo sostenía
por las caderas.
—¡Harry!
—Mmm. Sí, Oh, Draco —jadeó Harry empezando a mover-
se lentamente.
—Eres tan sexy —gimió ahogadamente Draco tomando con
más fuerza a Harry de las caderas y ayudándolo a levantarse y hun-
dirse con más resolución; levantó un poco más el rostro y Harry se
acercó a él, y se besaron con fuerza mientras la velocidad iba en
aumento.
Harry se apartó del beso y se arqueó, demasiado cerca ya del
final, empezó a subir y bajar con presteza, los músculos de sus pier-
nas protestando por el esfuerzo pero no por eso deteniéndose. Sin-
tió la mano de Draco en su erección, y gimió mucho más fuerte,
bastaron sólo unos cuantos toques de su novio para sentir cómo el
placer le recorría el cuerpo entero, a la vez que terminaba con un
ronco gemido, manchando con su esencia su abdomen y el pecho
de Draco. Las manos de Draco sobre su espalda lo jalaron hacia

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

abajo, pegándolo a su agitado pecho mientras lo escuchaba gemir y


sentía un líquido caliente invadiendo su interior.
Draco le dio un beso en el hombro mientras sentía como sa-
lía del interior de Harry, y éste se acomodaba sobre él, ambos dis-
frutando de las tibiezas de sus pieles y aún respirando agitadamente.
Mucho rato después, Harry finalmente se volvió a vestir, lis-
to para marcharse.
—Trata de dormir un poco más hoy, aprovecha que no tienes
clases —le recomendó a Draco en un susurro, dándole un beso en
los labios.
—Claro… que te vaya bien, nos vemos en la noche.
Draco observó en silencio como Harry se perdía por el pasi-
llo y luego suspiró contento, cerrando los ojos y tratando de dor-
mirse nuevamente.

–|– 

Caminó por el pasillo, junto con el mapa del merodeador en


la mano y cubierto por la capa de invisibilidad, sonriendo de mane-
ra tonta. Se sentía realmente feliz por haber hecho las paces con
Draco, porque le había dicho que le quería, que confiaba en él y lo
había demostrado contándole aquella historia, seguramente el que
Draco y ese chico, Yarik, habían estado juntos se había filtrado en
algún momento, puesto que Draco le había dicho que sólo había
estado con él antes, y no encontraba otra razón para que lo molesta-
ran con eso de ser «gay». Seguramente el padre de Nott debió ha-
bérselo dicho a su hijo en algún momento.
Se metió en la sala común, y en total silencio caminó hasta
su habitación, se puso el pijama y se metió en la cama; aún era de
madrugada y podía seguir durmiendo, además no quería que sus
compañeros supieran que había pasado parte de la noche fuera nue-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

vamente, no quería que creyeran que se saltaba las normas sólo por
llamarse Harry Potter.

–|– 

Draco se estiró sobre la cama y se puso en pie rápidamente,


le esperaba un día largo, siempre era un día largo cuando le tocaba
revisión en el Ministerio… El solo hecho de pensar que aún le
quedaban años de esa mierda, hacía que se sintiera derrotado. Pero
decidido (como cada mañana cuando se levantaba, últimamente) a
no dejarse ver vencido o afectado siquiera, por cualquiera de las co-
sas que les dijeran o hicieran, se vistió y salió para desayunar.
El pasillo del tercer piso, normalmente desierto, sobre todo a
esas horas de la mañana, estaba atiborrado de alumnos que miraban
hacia las paredes y reían o murmuraban. Por lo general Draco no
era curioso, no con ellos al menos y nunca se detenía a escuchar los
chismes o las últimas noticias, pero cuando en el segundo piso se
encontró con más chicos riendo, y ahora señalándolo, pensó que tal
vez era momento de averiguar qué era lo que pasaba.
Apartó a un par de chicos de segundo año, unos Hufflepuff
que le temían más que odiarle, y vio la imagen en movimiento de
una fotografía suya, era un cartel, uno en rosa muy encendido, con
los bordes casi centellando, frunció el ceño y apretó los labios
mientras releía una vez más la leyenda debajo de su fotografía:
«No permitamos que los promiscuos y enfermos invadan Hogwarts,
hay uno de ellos entre nosotros… no le bastó con ser mortífago, meter mortífa-
gos en la escuela, ser el responsable del asesinato del director Dumbledore y
tratar de entregar a Harry Potter y sus amigos durante la última batalla, tam-
bién es un cochino y asqueroso marica».
Tragó duró y sintió sus manos temblando de impotencia, por
primera vez en mucho tiempo reaccionó, levantó los brazos lo sufi-

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

ciente para tratar de sacar el cartel colgado en la pared pero éste pa-
recía estar adherido con algún hechizo, puesto que le era imposible
despegarlo, la imagen de sí mismo, con el gesto desdeñoso, le de-
volvía la mirada.
Escuchó alrededor los murmullos de todos los demás, las ri-
sas, las voces susurradas… empezó a sentir nauseas, no sólo por el
cartel, sino porque todo lo que decía era más o menos verdad, hacía
mucho tiempo que había dejado de sentir esa culpa en su pecho,
que la había relegado a un lugar olvidado de su mente y ahora…
ahora había vuelto con fuerza…
Retrocedió un paso, el mareo intensificándose junto con la
sensación de nauseas, sintió como si caminara en una especie de
colchón demasiado blando, sus piernas tambaleándose sin tener
ningún tipo de control; a su alrededor, los alumnos se apartaban pa-
ra dejarlo pasar, sabía que le decían cosas, que le gritaban acusacio-
nes, pero no era capaz de comprenderlas, agradecía de alguna ma-
nera, que el zumbido en sus oídos fuera tan fuerte como para no
dejarlo oír, trató de mirar siempre al frente, de no parecer tan de-
sesperado y culpable y, sabía que no lo estaba haciendo del todo
bien, mientras, alrededor los carteles con su fotografía y aquella de-
claración, empapelaban los pasillos.
Le costó más trabajo del necesario subir las escaleras, y ape-
nas y se fijó que nadie lo siguiera mientras se alejaba por el pasillo
desierto hacia su habitación, supo que susurró la contraseña, no
porque se escuchara, sino porque El Hada Hermosa lo dejó pasar;
una vez estuvo dentro corrió hacia el baño, chocando con las pare-
des del pasillo. Dentro del baño, arrodillado sobre el servicio, vomi-
tó.
Cuando por fin pudo levantarse del piso del baño, se miró al
espejo y decidió que su imagen era lo último que necesitaba ver, no
en ese momento, se echó un poco de agua fría en el rostro y en el

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

cabello, y luego se dejó caer lentamente, apoyado en la puerta ce-


rrada, las palabras de aquel letrero resonando en su mente como
una clara inculpación, mucho peor que la que sintió que enfrentaba
durante el juicio frente al Wizengamot.

–|– 

—Harry —dijo una voz que lo trajo a la realidad, abrió los


ojos sintiéndose un poco confundido, pudo ver la habitación ya
iluminada por la luz del día, y supo que se había quedado dormido.
Se sentó de golpe, pero Ron lo sujetó de un brazo.
—Lo siento… en un momento estoy listo para ir a desayunar
—se excusó rápidamente, tratando de soltarse del agarre de Ron,
vio con extrañeza cómo sus demás compañeros de habitación esta-
ban sentados sobre la cama con miradas indescifrables.
—Espera… no te apures, igual no podemos salir de aquí —
explicó Ron sentándose junto a él.
—¿No podemos salir de aquí? —preguntó Harry arqueando
una ceja.
—No… realmente sí que te quedaste dormido —murmuró
Dean con un tono suspicaz—, ¿será porque te acostaste muy tarde
anoche?
—Pues… sí, la verdad que sí, pero ¿a qué viene eso?
Dean iba abrir la boca para replicar, pero Ron lo interrum-
pió:
—No seas ridículo, Harry no ha hecho eso.
—¿Hecho qué? —preguntó Harry ignorando a los demás y
mirando hacia Ron.
—Han aparecido carteles por toda la escuela, menos en las
salas comunes…
—¿Carteles?

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

—Feos carteles —continuó Ron—, ya sabes que el hurón no


es de mis favoritos, pero lo que dicen…
—¿Qué…? —Harry se levantó de la cama finalmente, bus-
cando alrededor sus cosas para poder vestirse e ir a ver a Draco.
—No puedes salir —le recordó Neville—, nadie puede, toda
la escuela está, por así decirlo, detenida.
—¿Cómo que no puedo salir?
—Es que McGonagall y los demás profesores están haciendo
una requisa, revisando varitas y dormitorios, nadie puede bajar ni
siquiera a la sala común… —le explicó Ron dejándose caer comple-
tamente de espaldas sobre la cama de Harry—, alguien ha insultado
a Malfoy por el tema —su voz sonó algo forzada—, por eso de que
dicen que es homosexual… y que además es un exmortífago, y que
ayudó al asesinato de Dumbledore, y los profesores están muy mo-
lestos y quieren saber quiénes son los culpables para poder castigar-
los, las clases se han suspendido hasta que terminen de hacer las in-
vestigaciones.
—¿Investigaciones? —Harry se sentó en la cama, junto a
Ron nuevamente, con la mochila en la mano y mirando desconcer-
tado a sus compañeros.
—Sí, es que como no es la primera vez que lo molestan, y la
directora dijo que la próxima vez que alguien lo insultara de esa
manera lo expulsaría del colegio, pues, está buscando a los respon-
sables —confirmó Seamus— y mientras eso ocurre, nos tendrán
encerrados.
—¿Me pregunto si es legal hacer esto? —preguntó Neville.
—Después de ver las leyes del mundo mágico y su poca tole-
rancia para el tema gay, no lo dudo, es más, no me sorprendería que
pronto sacaran hogueras y empezaran a quemar a todos los que son
o tienen aspecto de ser gays —replicó Dean con tono herido.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No te lo tomes tan a pecho —le recomendó Seamus lle-


gando hasta su cama y pasándole un brazo por los hombros—,
mientras no hayamos sido nosotros los que hemos hecho todo eso,
no hay problema, sólo nos queda tratar de disfrutar la mañana libre.
Dean refunfuñó sonoramente y negó con la cabeza, librán-
dose del agarre de su amigo y cruzándose de brazos, algo en su acti-
tud hizo que Harry se sintiera más confundido aún.
—¿Por qué estás actuando así? —preguntó Neville arquean-
do una ceja—. Estás de muy mal humor últimamente.
—Es por el tema “gay” —informó Seamus haciendo comillas
con sus dedos—. Desde que en el Expreso de Hogwarts alguien es-
cribió que Malfoy era homo, anda así.
—Dean… —empezó Harry, no sabiendo muy bien qué de-
cir, el chico levantó la mirada hacia él, sus ojos relampagueando con
furia.
—En el mundo muggle no es malo ser gay, eso de andar per-
siguiéndolos con antorchas pasó hace mucho, y realmente es insul-
tante que aquí la gente aún lo vea como algo ofensivo o desagrada-
ble —declaró el chico poniéndose en pie—. Mi hermano mayor lo
es, y si alguno de ustedes tiene un solo comentario agresivo contra
los gays, de manera indirecta, es como si insultaran a mi hermano, y
eso es algo que no les voy a permitir —concluyó mirando desafian-
te ahora a todos a su alrededor. Neville se sonrojó y desvío la mira-
da, Seamus tenía la boca ligeramente abierta, parecía haberse que-
dado sin palabras, mientras que Ron y Harry simplemente asintie-
ron.
—Nosotros no hemos dicho nada contra los gay —informó
Ron.
—No, nunca los hemos insultado —apoyó Harry sintiéndo-
se muy hipócrita.

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

—Y mucho menos planeamos insultar a tu hermano —


susurró Neville, aunque no lo miró a la cara.
—Son… —Seamus parecía tratar de encontrar las palabras
correctas—,… es sólo que no todos pueden estar de acuerdo conti-
go, son costumbres mágicas…
—¡Y una mierda! —gritó Dean caminando hacia el cuarto de
baño para luego dar un portazo, los otros cuatro chicos se quedaron
mirándose en silencio, no sabiendo qué más agregar.
Pasaron demasiado rato en silencio; cuando Dean volvió, el
silencio se hizo mucho más pesado. Sin nada más que hacer, Harry
sacó un libro de la mochila y se sentó junto a Ron, ambos apoyados
en la cabecera de la cama.
Por más que trataba de poner atención al libro de DCAO,
Harry no podía concentrarse en otra cosa que no fuera Draco, no
sabía si realmente había llegado a ver los carteles o no, y estaba im-
paciente porque la profesora McGonagall o algún otro maestro, lle-
gara y los revisara de una vez, para así poder escabullirse rumbo a la
habitación del chico, y asegurarse de que en realidad todo estaba
bien.

–|– 

—¡Entonces expúlseme! —gritó Draco sintiéndose cada vez


peor, tenía frío y sabía que nada tenía que ver con el clima.
—Sabe usted muy bien que eso no es posible, no ha hecho
nada malo para que lo saque de la escuela y déjeme recordarle, por
más cruel que parezca, que si lo expulso, usted irá a parar a Az-
kaban, por incumplimiento de su compromiso —explicó la profe-
sora McGonagall con voz firme.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco simplemente apartó la vista, estaba ya hastiado de esa


conversación, hubiera deseado continuar en su habitación, encerra-
do y solo.
—Mira, muchacho —dijo el profesor Cummings, que per-
manecía de pie y con las manos en la espalda—, no quiero ser duro,
pero tengo entendido de que tu madre sólo te tiene a ti; si es que
eres capaz de abandonarla a su suerte y no preocuparte por lo que
sufrirá, si tú llegases a ser encarcelado…
—¡Yo no he dicho eso! —gritó nuevamente Draco.
—Entonces hable de una buena vez, no podemos dejar a to-
dos los estudiantes encerrados durante el resto del día, ¿quiénes son
los que lo molestan? —preguntó nuevamente la profesora Mc-
Gonagall.
—Todos —admitió Draco.
—¿Todos? —preguntó Cummings, parecía perplejo.
—Todos… menos los de primer y segundo año… luego, to-
da la escuela, así que por mi y los puede dejar encerrados el tiempo
que quiera —pensó en Harry por un momento, esperando que no
se le ocurriera hacer alguna locura como romper el toque de queda
y salir en su búsqueda.
La profesora McGonagall le dio una mirada de reproche y
negó con la cabeza.
—Vaya a su habitación, señor Malfoy, un elfo le llevará pron-
to el desayuno, y la chimenea estará libre a las dos de la tarde para
que pueda ir al Ministerio.
—Gracias —murmuró Draco poniéndose en pie y agrade-
ciendo que al fin la reunión hubiera terminado, claro que tenía una
idea de quién podría ser la responsable de esos carteles, parecía ser
que a cierta comadreja junior le gustaba andar haciendo letreros,
pero no era tiempo de vengarse de ella, no conseguiría nada con
eso, solo convertirse en un soplón…

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

Tal vez algún día, cuando las cosas fueran diferentes, podría
ver su venganza hecha realidad.

–|– 

Cerca de las once de la mañana, finalmente la profesora


Hooch apareció en la habitación de los chicos.
—Bien, muchachos, estoy segura que ninguno de ustedes
tiene nada que ver al respecto pero… órdenes son órdenes, así que
de pie y entréguenme sus varitas.
Harry fue el primero en ponerse de pie, prácticamente sal-
tando de la cama para terminar con toda aquella estupidez de una
buena vez y poder ir a buscar a Draco. Extendió la mano con la va-
rita hacia la profesora que le sonrió de manera orgullosa.
—Muy bien, Potter, tú siempre eres un buen ejemplo para
tus compañeros —Ron puso los ojos en blanco mientras Neville,
Seamus y Dean levantaban una ceja casi de manera similar.
—Es que tengo que terminar con una tarea y necesitaba un
libro de la biblioteca, y encerrado aquí me estoy retrazando, con to-
do lo que tenemos que estudiar —explicó Harry mientras Madame
Hooch agitaba su varita sobre la de Harry, de esté salieron varios le-
treros, Harry suspiró aliviado de que la profesora no se preguntara
nada acerca del hechizo lubricante que había hecho esa misma ma-
ñana.
—Oh, es una pena, Potter —dijo devolviéndole la varita y
tomando la de Ron—, de todas maneras nadie saldrá, al parecer,
Malfoy no quiere decir quién lo molesta, o mejor dicho, ha culpado
a toda la escuela… la directora está reunida en este momento con el
consejo de padres.
—¿Nadie saldrá? —preguntó Seamus inseguro, mientras en-
tregaba su varita. Harry le dio una mirada a la profesora y luego otra

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

a la puerta, se preguntó si tendrían algún tipo de hechizo para pes-


car a los que salieran, después de todo, nadie se tenía que enterar….
—No, me temo que no, y lo siento mucho, porque tenía en-
tendido que tenían entrenamiento de quidditch está noche…
—¡Qué mala suerte! —murmuró Ron dejándose caer en la
cama junto a Harry.
—Lamentablemente justos pagan por pecadores… ¿Así es
cómo dice el dicho muggle, no? —preguntó con una sonrisa hacia
Harry, que sólo asintió desinteresadamente, después de todo, en un
par de horas más, Draco tendría que ir al Ministerio y no podría ya
verlo hasta la noche. Supuso que si algo le hubiera pasado, ya se
hubieran enterado, esa clase de rumores eran de los que se expan-
dían rápidamente.
—¿Y qué haremos a la hora del almuerzo? ¿O de la cena? —
se quejó Ron, como recién notando aquella incomodidad.
—Lo más probable es que a la hora del almuerzo, los elfos
traigan la comida, aunque sinceramente, espero que para la cena
puedan ya todos ir al Gran Comedor…
—Pero… ¿Por qué no podemos ir ahora, o al menos salir
fuera de las habitaciones? —se quejó Harry casi vencido a que no le
dieran ninguna respuesta.
La profesora Hooch dio una mirada a los chicos y luego a
Harry, antes de suspirar profundamente.
—No debería decirles esto, pero yo los conozco, chicos, so-
bre todo a ti Potter, y se que eres derecho, que no harías nada como
eso… y espero que lo que les diga no salga de aquí.
—Claro —dijo Harry tratando de disimular su entusiasmo.
—Lo que ocurre es que los carteles están por toda la escuela,
por el comedor, por las aulas… no sabemos cuántos chicos pueden
estar implicados, y la profesora McGonagall no desea que nadie los
vea… bueno, que nadie más los vea, y están retirándolos; al parecer,

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

usaron un hechizo muy diferente, porque no los pueden sacar to-


dos juntos, sólo uno por uno, por esa razón, mientras investigamos
a los alumnos nadie debe salir, nadie necesita mirar eso de nuevo.
—¿Es muy…? —Harry tragó y se sonrojó ligeramente—.
¿Insultante?
Madame Hooch se encogió de hombros.
—Pues… lo cierto es que si el señor Malfoy tiene ese tipo
de… eh «desviaciones», debería tratar de curarse lo más pronto po-
sible, creo que ya tiene suficientes problemas como para aumentar-
los con esto.
Harry apretó los puños con fuerza, algo hirviendo en su san-
gre.
—Madame Hooch, ¿está usted insinuando…? —comenzó
Dean, al parecer tan alterado como Harry, pero la mujer pareció no
entender el fastidio de los chicos porque interrumpió a Dean en
medio de su explosión.
—… bueno, aún me queda los dormitorios de las chicas…
así que quédense aquí tranquilos hasta más tarde —dijo girando y
saliendo por la puerta, todos la miraron perplejos.
—¿Qué se ha creído?— rumió Dean.
—Sí —apoyó Harry, la rabia aún haciendo que sus mejillas le
quemaran—. Es discriminación.
—Lo dicen porque ustedes han crecido en el mundo muggle
—opinó Neville mientras se dejaba caer en la cama y sacaba una re-
vista de quidditch—, seguramente en su mundo se ve bien, y es
aceptado pero aquí no, después de todo, ¿nadie los obliga a quedar-
se en este lado, no? —dijo encogiéndose de hombros.
Harry abrió la boca para replicar, pero Ron lo jaló de una
manga y meneó la cabeza.
—Olvídalo — le murmuró mientras ambos se sentaban en la
cama con los libros de DCAO.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Harry suspiró y miró resentido hacia Neville una vez más


antes de tratar de concentrarse en estudiar,; luego, en la noche po-
dría escaparse para ver a Draco, pero por ahora, lo único que podía
hacer era tratar de distraerse…

–|– 

Draco arrastró los pies hacia la oficina de la directora, maldi-


ciendo que encima de todo tuviera aquella visita al Ministerio, era
irónico como cada vez que encontraba la forma de sentirse mejor y
de sonreír, siempre lograban de una u otra manera, recordarle que
no tenía derecho a ser feliz, a andar tranquilo ni nada parecido.
Tocó la puerta del despacho de la directora, al menos había
disfrutado viendo a Filch trepado sobre las escaleras tratando de
despegar los carteles… Seguramente que la directora lo ayudaría
pronto.
—Señor Malfoy, la chimenea ya está lista para que pueda par-
tir —informó la directora casi sin levantar la vista, mientras firmaba
un pergamino, sobre el escritorio se apilaban varias columnas más
de lo que al parecer eran pergaminos idénticos, tal vez un comuni-
cado.
—Gracias.
—Aún no hemos hallado a los responsables, pero espero que
para cuando vuelva está noche, tengamos el asunto resuelto.
—Hasta luego —dijo Draco ignorando completamente el
comentario, lo cierto era que dudaba mucho de que pudieran en-
contrarlos, nadie se expondría a hacer algo así y dejarse en eviden-
cia, era demasiado arriesgado.
—Al Ministerio de Magia Inglés, sección veintisiete D.
Aterrizó nuevamente en la sala de espera del Ministerio, de la
mochila sacó el libro de «Pociones y Creaciones» que el profesor

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

Monroe le había dado, un pergamino y una pluma. Se instaló en la


sala de espera, utilizando más de una silla, dispuesto a seguir estu-
diando, sabía que tenía para largo en aquel sitio, y no permitiría que
eso interfiriera con su itinerario. Había pasado varias tardes libres
con el profesor Monroe, repasando las aplicaciones de los diferentes
ingredientes para pociones, estudiando y probando todo lo que po-
dría ser evaluado en sus calificaciones para la beca y aunque el pro-
fesor Monroe siempre le daba ánimos y le decía que iba muy bien,
él siempre se esforzaba por estudiar más duro. La beca se estaba
convirtiendo en una obsesión y él trataría de ganarla.

–|– 

Pasaban de las diez de la noche cuando los profesores les in-


formaron que debían ir a sus salas comunes, todos los Gryffindor
estuvieron allí reunidos, al igual que, según imaginaron, los de las
demás casas. Un instante después, los comunicados aparecieron,
volando a través de puertas y ventanas, uno para cada estudiante de
la escuela, en donde se les informaba que el fin de semana estarían
castigados, toda la escuela pagaría las consecuencias de aquel acto
(Hermione se había horrorizado e intentado protestar por aquello),
y que hasta que los responsables se manifestaran, la temporada de
quidditch, así como los entrenamientos y los paseos a Hogsmade,
estarían suspendidos, y que a la directora no le importaba mucho si
el castigo se extendía hasta el fin del curso. En ese punto, la mayoría
de los alumnos comenzaron a protestar y reclamar, aunque en
realidad, la profesora Hooch no les hizo mucho caso.
Pasaba de la medianoche cuando Harry, junto a sus demás
compañeros, simplemente se cansó de hablar del tema y se fue a su
habitación nuevamente. Harry sabía que no podía irse en ese mo-
mento a buscar a Draco, pero no podía dejar de estar preocupado

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

por él, así que, cerca de las dos de la mañana, cuando todos los de-
más ya estaban dormidos, Harry tomó su mapa, su capa y su mo-
chila y se escabulló de la torre de Gryffindor.
Por el camino, revisando el mapa de los merodeadores, pudo
ver que ya ningún maestro hacía guardia, incluso Filch estaba en su
despacho, completamente quieto. Agradeció que el recorrido se le
hiciera tan simple, y rápidamente llegó hasta el tercer piso, delante
del cuadro de El Hada Hermosa susurró la contraseña y se escabu-
lló en el mayor silencio posible.
La habitación estaba en penumbras, Draco estaba acurrucado
sobre la cama, hacia un lado. Con cuidado de no hacer demasiado
ruido, se desprendió de la capa, dejó la mochila y el mapa en el piso,
y se metió dentro de la cama; no había terminado de echarse cuan-
do unos brazos lo jalaron con fuerza. Draco se había dado vuelta
rápidamente y ahora lo oprimía contra el colchón, parecía un tanto
agitado.
—Draco —medio chilló Harry por el susto.
—Demonios… —murmuró Draco antes de inclinarse hasta
darle un beso en los labios, uno muy suave en comparación a la
fuerza que estaba usando para tenerlo sujeto de los brazos—. Pensé
que no llegarías nunca…
—Fue difícil escabullirme, nos han tenido encerrados todo el
día… —explicó Harry mientras Draco liberaba sus brazos y co-
menzaba a desabotonarle el pijama.
—¿Te has escapado?
—Sí.
—¿No te meterás en problemas por eso? —preguntó mien-
tras lo hacía sentarse para poder terminar de sacar la camisa.
—No importa, tenía que verte y saber si…

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

—Olvídalo —interrumpió Draco mientas sus manos bajaban


ahora hasta la cinturilla del pantalón—. Vamos, sácatelos —pidió ja-
lando los pantalones de un lado.
—¿No habrán preliminares está vez? —preguntó divertido
Harry mientras levantaba las caderas, y con ayuda de sus piernas se
libraba del pantalón, sintiendo recién la cálida piel de Draco sobre
él, al parecer, lo había estado esperando desnudo.
—No son necesarios…
—Sí, ya veo —le murmuró Harry acercándose a su oído
mientras con una mano bajaba por una de las nalgas de Draco y la
apretaba con cierta fuerza—. Eres un ansioso.
—Y tú un vicioso —replicó Draco antes de besarlo una vez
más.
—Yo creo que tú eres más vicioso.
—Pero así nos entendemos bien —objetó Draco empujando
sus caderas sobre el cuerpo de Harry, ambas erecciones se frotaron,
provocando en ambos pequeños gemidos de placer.
—¡Oh, sí! —gimió Harry en respuesta—. Así nos entende-
mos…

–|– 

Después de que el colegio fuera empapelado con aquellos


carteles, las cosas no mejoraron, puesto que dos días después,
McGonagall tuvo que enfrentarse a un gran titular de El Profeta
donde se decía que, al parecer, Malfoy estaba creando problemas y
teniendo un comportamiento moralmente inadecuado, y que la di-
rectora había actuado injustamente al castigar a toda la escuela y
proteger al exmortífago en una práctica por demás condenable. Lo
cual acarreó tener al consejo de padres, y a muchos otros padres so-
bre ella nuevamente, exigiéndole que aprovechara la oportunidad y

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

se librara de Malfoy de una buena vez, que la conducta del chico


dejaba mucho que desear, y que sus hijos se veían en alarmante pe-
ligro estando cerca de él, o que al menos, levantara el castigo a la es-
cuela. Para orgullo de Harry, y aunque no le gustaba estar castigado,
pensaba que era lo más justo, la profesora no cedió ni un poco, y fi-
nalmente, el castigo empezó a aplicarse, los partidos de quidditch,
entrenamientos y salidas a Hogsmade fueron cancelados hasta que
alguien asumiera la responsabilidad, pero todos sabían que nadie lo
haría, puesto que sería como ponerse la soga al cuello, porque signi-
ficaba la expulsión.
Harry y Draco trataron de aprovechar esa situación al máxi-
mo, sobre todo Harry, que ahora que ya no había temporada de
quidditch, ni entrenamientos, ni visitas a Hogsmade, ya sólo tenía
que dividir su tiempo entre las clases, estudiar, su apoyo al club de
DCAO y sobre todo, a lo que más le gustaba, pasar tiempo con
Draco.
Draco por otro lado, no se las había visto tan bien, la escuela
entera estaba ahora resentida con él por el castigo, sin contar el res-
to de la gente que leía los diarios, en donde durante varios días se
habló acerca de su homosexualidad y los peligros que conllevaba,
las cartas de gente molesta con él no se hicieron esperar, sin embar-
go, la directora se encargó de interceptar esas cartas, a modo que al
menos el Gran Comedor no se viera lleno de lechuzas cada maña-
na. Además, le era difícil ir por los pasillos sin recibir al menos un
hechizo zancadillas, y cada vez que regresaba con un golpe o un
corte nuevo, Harry y él discutían acerca de acusar a los culpables,
hasta que finalmente, Harry entendía que Draco no hablaría, y se
rendía; o al menos eso esperaba Draco, lo último que quería era que
Harry se pusiera a investigar o buscar responsables.
Harry en realidad sí se esmeró por buscar a los responsables,
Hermione y Ron no parecían muy animados ante la idea, pero aún

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

así lo ayudaron, aunque todo fue en vano, nadie tenía la más míni-
ma idea de quién o quiénes habían podido ser los responsables; in-
cluso, sin comentarle a Ron y a Hermione, se dedicó a espiar a
Ginny, pero la chica parecía no estar haciendo nada malo. Sabía que
la escuela entera estaba ahora enfurecida por lo que pasaba con
Draco, y sería imposible tratar de detener todos los insultos y he-
chizos que le lanzaban a su novio. Sabía de lo difícil que era la si-
tuación para Draco, y por eso, muchas veces, simplemente se daba
por vencido y dejaba de interrogarlo, aunque se sintiera tan enfada-
do por todo aquello.
Para Draco, otra de las cosas malas que había acarreado esa
situación, había sido la presencia de su madre en la escuela al ano-
checer de la primera plana de El Profeta. Draco se había sorprendi-
do cuando había sido llamado a la dirección y allí había encontrado
a su madre, tal vez era la situación en sí, o lo nervioso que se sentía,
pero le parecía que su madre tenía un aspecto mucho más delgado
que la última vez que la había visto, y lucía más cansada que antes.
Aquella conversación había durado horas: su madre estaba
furiosa con él por ocultar todo lo que le pasaba en la escuela, Draco
le había reclamado contra atacando con que le ocultara lo de las
amenazas, y le había asegurado que no era un niñito llorón y que-
jumbroso, y que podía manejar la situación él solo. Por suerte, la
profesora McGonagall los había dejado solos en cuanto habían em-
pezado a discutir, y para cuando por fin su madre se había marcha-
do a casa, más o menos tranquila, o al menos eso esperaba Draco, ya
era de madrugada.
Esa noche, Harry había esperado a Draco en su habitación,
ambos se abrazaron en un silencio reconfortante y se quedaron
dormidos. Draco se sintió de alguna manera protegido y consolado
sin siquiera decirse una palabra, tan solo con el abrazo de Harry, re-

683
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

conoció que sus sentimientos hacia el chico estaban creciendo cada


vez más y eso lo asustaba.
La mitad del equipo de quidditch no le dirigía la palabra a
Harry, puesto que le habían pedido que abogara por la temporada
delante de la directora, y que moviera sus influencias, lo cual había
hecho enojar a Harry en demasía, se negaba a usar o que usaran lo
que había pasado para un beneficio tan tonto. Ron no argumentó
nada, ni se quejó, pero Harry estuvo seguro que durante varios días
pudo leer resentimiento en su mirada, aunque poco a poco desapa-
reció.
Debido a la falta de excusas y más tiempo libre, Hermione
comenzó a sospechar que Harry estaba saliendo o viéndose con al-
guien, no necesitaba ser adivina para saber que obviamente se trata-
ba de un chico, y una tarde, poco antes de los exámenes del final del
semestre, lo encaró en su habitación, aprovechando que todos los
demás estaban ya en la cena.
—Yo solo digo que debes tener cuidado… no sabes si ese
chico le dirá a alguien qué es lo que pasa.
—No lo hará. Por favor, Hermione, creo que ya demostré
que de alguna manera sí sé lo que hago.
—Nadie dice que no lo haces, sólo que debes ser cuidadoso,
si quieres entrar a la Academia de Aurores y seguir con tu vida sin
ser un marginado, no debes meterte con cualquiera.
—Él no es un cualquiera y además, si somos tan odiados y
marginados, ¿por qué crees que el querría hablar?, sería condenarse
también.
—Tal vez por fama, u oro, no lo sé, sólo te pido que tengas
cuidado, que no hagas mucho galimatías de esto.
—¿Y qué tal si yo decido decirlo? Esto ya no es el siglo pasa-
do, la gente no debería horrorizarse, y sobre todo, yo no debería
avergonzarme u ocultarme.

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

—No, no deberías, pero no puedes pedir que el mundo


cambie sólo por tus gustos, si es que estás preparado para enfrentar
todo lo que puede llegar por esa declaración, hazlo, ya sabes que
Ron y yo te apoyaremos, pero te has preguntado si ese chico está
dispuesto a salir del armario… ¿Sí realmente haría eso, auto conde-
narse?
Harry no había sabido qué responder a aquello, aunque casi
estaba seguro que la respuesta era no, Draco no lo haría, no necesi-
taba más problemas o embrollos, y él mismo no estaba dispuesto a
crear más odio hacia Draco por eso… aunque en verdad, nunca le
había preguntado.

–|– 

Draco repasaba una vez más las propiedades del Eléboro, tra-
tando de memorizar cada uno de sus efectos, y anotando los posi-
bles resultados en mezclas en pociones para dormir, cuando Harry
entró a su habitación como casi cada noche, apenas y levantó una
mano indicándole a Harry que lo había escuchado llegar pero que
por el momento, no estaba del todo disponible.
—Hola —murmuró de todas maneras Harry, que ya conocía
más o menos el comportamiento de Draco cuando estaba estudian-
do, tendiéndose en la cama y jalando uno de los libros de la mochi-
la, estaban ya a sólo unos días del inicio de los exámenes de medio
curso, le consolaba a medias el que luego tuvieran vacaciones, ya
que sería tiempo libre, pero tiempo libre sin Draco.
—Hola —respondió Draco sin despegar la vista del perga-
mino.
Ambos se quedaron en silencio, cada uno inmerso en su
propio estudio, era algo que solían hacer bastante, hasta que final-
mente Draco se estiró sobre la silla y suspiró satisfecho.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Ya has terminado? —preguntó Harry levantando la vista


del libro, Draco era el que más estudiaba de los dos, así que a él no
le importaba moverse al ritmo del rubio en ese aspecto.
—Sí —Draco se puso en pie y caminó hasta la cama—, ahora
soy todo tuyo.
—Genial —masculló no pareciendo muy animado.
—¿Mal día? —preguntó Draco un tanto confundido por la
falta de entusiasmo de Harry, mientras se sentaba a su lado en la
cama.
—Estaba pensando… —empezó Harry dejando el libro a un
lado.
—¡Oh, Merlín nos libre! —interrumpió Draco poniendo los
ojos en blanco.
—¡Estoy hablando en serio! —se quejó Harry jalando una
almohada y tirándosela sobre el estómago a Draco, que sonrió un
poco avergonzado.
—Ya… lo siento, sigue.
—Estaba pensando —recalcó Harry entonando con fastidio
las palabras— en qué es lo que pasará luego, con nosotros…
—¿Luego? —Draco dejó la almohada y miró hacia Harry
con preocupación—. ¿A qué te refieres?
—A que… pues, ahora que estamos aquí, nos vemos todo el
tiempo, pero a escondidas, y aunque lo disfruto mucho y tú ya sa-
bes lo que yo siento por ti, en unos meses la escuela terminara… y
¿entonces qué haremos?
—¿Quieres terminar ahora con esto? —preguntó Draco po-
niéndose en pie, rápidamente las manos de Harry lo sujetaron por
los brazos y tiraron de él hacia la cama nuevamente.
—¡No! —replicó Harry con fuerza—, no me estás enten-
diendo, es todo lo contrario… quiero que sigamos fuera de la es-

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LIBRO II|El Último Año
[10] Una desagradable campaña

cuela… siempre —la última palabra la dijo muy bajito, casi con te-
mor.
—Pero… ¿Por qué te preocupas por eso ahora? —Draco no
quiso detenerse a pensar en ese «siempre», no estaba listo para aque-
llo aún.
—No sé… por todo lo que ha pasado, es sólo que quisiera
que algún día podamos dejar de andar escondiéndonos, y que nadie
nos condene por lo que sentimos…
Draco suspiró profundamente y haló a Harry hacia él, con el
cuerpo del chico sujeto, se dejó caer en la cama, ambos abrazados y
mirándose a la cara.
—No sé que vaya a pasar en el futuro… ni mucho menos
me atreveré a intentar adivinarlo, pero sabes que la gente como no-
sotros no tiene cabida aquí, que si quieres vivir una vida «normal-
mente gay», lo debes hacer como muggle, y creo que eso no entona
con tus planes a futuro, como por ejemplo, la escuela de Aurores,
no podrás entrar si dices que eres homosexual.
—Lo sé.
—Harry, no lo pienses, no te preocupes del futuro, no vale la
pena hacerlo, ya te lo he dicho antes, no existe, así que no te esfuer-
ces en eso, sólo en lo que hay ahora, en este momento, ya luego se
verá, conforme pase el tiempo se verá.
—¿Tú no te asustas de eso? De no saber qué nos puede pasar
ahora…
—No, creo que me asusto de muchas cosas, pero no de eso,
la mayor parte de lo que va a pasar no está en mis manos, no hay
nada que pueda hacer.
—El futuro y el destino no están escritos, Draco.
—Pero tampoco los puedes leer como para saber qué pasará
y preocuparte por eso o prevenirlo, solamente puedes ponerte có-

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y el Fabricante de Pociones 1

modo y disfrutar de los buenos ratos, y sujetarte con fuerza y apre-


tar los dientes para pasar los malos.
—Eso sonó muy…
—Ya… desaborido.
—¡No! —corrigió Harry acercándose a Draco un poco
más—. Sonó muy bien… deberías ser escritor.
Draco soltó una pequeña carcajada.
—Claro, es mucho más rentable que ser fabricante de pocio-
nes.
—Tonto.
—¿Y mira quién lo dice?
—Ya cállate —reclamó Harry empujando a Draco sobre la
cama, olvidando sus pesares y disfrutando, tal como el rubio le de-
cía del ahora, de tener a Draco en su vida en ese momento.
—Cállame —y entonces Harry lo besó, de manera deman-
dante y posesiva, callándolo y dando por terminada la discusión, al
menos por ahora.

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Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

11
Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

“La discriminación es la única arma que tienen los mediocres para sobresalir.”
Guillermo Gapel

Marzo, 1999: Hogwarts

L
a semana de exámenes siempre ponía tensos a todos.
Harry, tras siete cursos, ya estaba acostumbrado a
aquello, conocía muy bien a sus amigos y compañe-
ros, y sabía a qué atenerse, después de todo, él también estaba ner-
vioso. Eran las últimas evaluaciones antes de los EXTASIS y era la
forma de saber qué tanto más necesitaba estudiar.
Como siempre, Hermione devoraba libros hasta muy entra-
da la noche, más de una vez se la encontró en la sala común, junto a
Ron, cuando volvía de ver a Draco, ellos apenas y le daban una son-
risa a modo de saludo antes de continuar leyendo; Harry sabía que
si Ron estaba allí estudiando tanto, era por instancia de Hermione,
y eso en el fondo, le parecía correcto; después de todo, a él le suce-
día algo parecido, pasaba las noches repasando con Draco los libros
para el examen del día siguiente, y al final, ambos terminaban tan
cansados que apenas y tenían energías para darse unos cuantos be-
sos de despedida.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Los demás chicos comenzaron a visitar más seguido la bi-


blioteca y a alejarse de Draco. Al menos Harry disfrutaba de eso, a
veces se cansaba de tener que ir por ahí, vigilando el mapa del me-
rodeador para saber quienes se le acercaban a Draco con intensiones
de molestarlo.
Draco por otro lado, esperaba a que Harry se marchara para,
pese a haberle prometido que descansaría, levantarse nuevamente y
continuar estudiando. Los exámenes para entrar a La Universidad
Mágica de Gunhilda de Gorsemoor serían sólo unos días después
de los EXTASIS, y por más que lo intentara y que tuviera un hora-
rio con ayuda del profesor Monroe, sentía que aún iba demasiado
atrasado, y que no se podía permitir fallar, ahora menos que nunca,
ahora que ya no sólo era un exmortífago odiado si no un exmortífa-
go y un homosexual detestado, sabía que sus posibilidades de so-
brevivir fuera serían nulas si no hacía algo más que terminar la es-
cuela.
Su madre le repetía en las cartas que no se presionara dema-
siado con el tema, que estudiara y diera lo mejor de sí, pero Draco
simplemente no podía evitarlo. Para la semana de exámenes, le es-
cribió a su madre explicándole que durante unos días no le podría
contestar a las cartas, para que no se preocupara o se pusiera para-
noica.
Disfrutaba estar con Harry, incluso en esos días de máxima
tensión, donde Harry se pasaba las noches paseando por la habita-
ción con algún libro en mano y leyendo entre murmullos mientras
él trataba de memorizar, sentado tras su escritorio, algún dato que
no recordaba, para luego, cerca del toque de queda, besarse y abra-
zarse un poco, y al día siguiente, cuando se cruzaban en algún pasi-
llo o compartían algún examen, sonreírse de manera discreta y
cómplice, y de ese modo desearse suerte.

690
LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

Además estaba disfrutando la paz que lo rodeaba por ser épo-


ca de exámenes; nadie, o casi nadie lo molestaba o reparaba en su
presencia, todos siempre corriendo de un aula a otra o hacia la bi-
blioteca. Sólo la comadreja junior, junto con su grupito, seguía mo-
lestándolo e insultándolo cuando se lo cruzaba. De todo corazón
Draco deseó que cuanto menos todos ellos reprobaran sus exáme-
nes.
Para el jueves, después de su último examen; el de Encanta-
mientos, Draco debía reconocer que estaba realmente agotado y ni
siquiera se molestó en ir a cenar. Harry le había dicho que esa no-
che celebrarían el fin de los exámenes con una fiesta en la sala co-
mún, y que no bajaría a cenar, así que no había forma de que el chi-
co se preocupase por él si no lo veía en el comedor. Draco supuso
que todos estarían celebrando el inicio de las vacaciones, dos sema-
nas de tranquilidad, lejos de estudios y de la escuela. Draco encon-
traba esas vacaciones muy extrañas, por un lado se sentía contento
de poder ir a ver con sus propios ojos el estado de su madre, pero
por otro, significaban dos semanas, que le parecían enormes, sin ver
a Harry, tal vez ni siquiera cartearse, puesto que aún no estaban del
todo convencidos de que el Ministerio no estuviera interfiriendo su
correspondencia, y no querían arriesgarse.
Pese al cansancio, se las ingenió para meterse en la ducha y
darse un buen baño caliente; sus músculos se relajaron mucho más,
y pese a que fuera aún estaba lloviendo y corriendo viento helado,
se puso solo los bóxer y se metió a la cama, podría dormir al menos
un par de horas a lo que llegaba Harry, eso le bastaría para recuperar
energías.

–|– 

691
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Lo cierto era que no se estaba divirtiendo ni sintiéndose me-


dianamente cómodo en aquel lugar, pero aun así decidió, por el
bien del compañerismo, (ese era el termino que había empleado
Hermione) quedarse y brindar al menos un par de veces, la chica le
había dicho, y tenía razón, de que lo más probable fuera que se die-
ran cuenta de que no había bajado a la fiesta; en cambio, si se mez-
claba por allí y conversaba un poco, nadie se daría cuenta de se ha-
bía escapada. Sólo por eso estaba brindando con su tercera cerveza
de mantequilla, junto a Ron, Neville, Seamus, Dean, Rolando Va-
chss, Paul Bryce, Lewis Vivekananda y Maurice Hawes, sus compa-
ñeros de curso, pese a casi no hablar con la mayoría de ellos.
Lamentó cada instante que demoró, puesto que realmente
extrañaba a Draco, y aunque había sido el mismo Draco el que lo
había animado a quedarse en la fiesta cuanto deseara, la verdad era
que deseaba estar con él. Durante los últimos días se habían limita-
do bastante, y Harry en el fondo lo agradecía, agradecía que Draco
fuera así, que pese a verse casi todos los días, no fuera demasiado
absorbente, que le diera su propio espacio para estudiar y para ocu-
parse de las cosas importantes, postergando, al igual que él, el estar
más juntos para cuando hubiera tiempo. Vagamente, y casi como si
de otra vida se tratara, recordó la época en la que había sido novio
de Ginny, y cómo Hermione le llamaba la atención por distraerla en
épocas de exámenes, cuando lo cierto era que era ella la que pensa-
ba que estudiar no era tan importante como pasar el tiempo conver-
sando y besándose junto al lago. Sonrió irónicamente, ¿quién hu-
biera dicho que esa timidez y esa sensación tan extraña al besarla no
era otra cosa que un aviso de que tal vez no le gustaba ella tanto
como creía?
Aprovechó que varias de las chicas decidieron sacar a los chi-
cos a bailar para tomar su mochila y escapar, la sala estaba muy llena
de gente como para usar la capa de invisibilidad, pero igual la lleva-

692
LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

ba dentro de la mochila, ya casi era medianoche y seguramente los


maestros patrullarían los pasillos en busca de alumnos demasiado
entusiasmados con el fin de los exámenes para saltarse las reglas y
castigarlos, y él no quería ser castigado.
Cuando por fin pudo salir al pasillo, vio a un par de parejitas
escondidas entre las columnas, realmente no reconoció de quiénes
se trataba y tampoco hizo el intento de averiguarlo, con cuidado
avanzó hasta terminar el pasillo y después, mirando a ambos lados
para asegurarse de que no hubiera nadie espiando, se puso la capa
de invisibilidad encima y comenzó a andar por los pasillos. Cuando
llegó a las escaleras del quinto piso, recién sacó el mapa, mejor era
asegurarse de que nadie estuviera patrullando los pisos de abajo.

–|– 

Ginny dio un resoplido de fastidio, había perdido de vista a


Harry.
—¿Pasa algo? —preguntó casi jadeando Oliver Lusk, con
quien se había estado besando tras una columna, o bueno, al menos
el chico la había estado besando mientras ella miraba con atención a
la salida de la sala común; sospechaba que Harry, tarde o temprano
saldría de allí e iría a ese tercer piso a hacer quién sabe qué y con
quién sabe quién.
—No, ya quiero volver —respondió la chica, sabía que a esa
hora sería imposible seguirlo, sobre todo, con el mapita ese, pero al
menos cada vez comprobaba que Harry no podía mantenerse aleja-
do de lo que sea que hubiese allí.
—¡Oh, Vamos! —reclamó Lusk, mientras empezaba a dar
unos pequeños besos en el cuello—, si la estamos pasando bien.
Ginny hizo una mueca de descontento y empujó con fuerza
al chico.

693
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Otro día, hoy ya me aburrí —dijo con voz fastidiada mien-


tras entraba nuevamente a la sala común, rumiando su frustración
por no poder conseguir nada de Harry, ni siquiera que le hablara.

–|– 

Harry casi corrió los últimos metros hasta llegar al cuadro de


El Hada Hermosa, aún bajo la capa, susurró la contraseña y el cua-
dro lo dejó pasar. En medio pasillo se deshizo de la capa y de la tú-
nica, casi tropezando por el apuro.
—¡Al fin libres! —exclamó con ánimo—. Se acabaron los
exámenes y el… —no continuó hablando, su voz se apagó en cuan-
to vio a Draco sobre la cama, medio destapado, y profundamente
dormido. Tan dormido que ni lo había sentido entrar.
—¿Te has quedado dormido? —preguntó inútilmente mien-
tras se desprendía de la camiseta y caminaba junto a la cama, lo ob-
servó un rato más dormir. Draco por lo general era alguien con el
sueño muy ligero, si no despertaba tras tanto alboroto era porque
definitivamente sí estaba muy cansado.
—Bien, tal vez yo también necesite descansar, ha sido una
semana espantosamente larga y ocupada —continuó con su monó-
logo mientras se terminaba de sacar la ropa, y sólo con la ropa inte-
rior, se colaba debajo de los cobertores. El calor de la piltra lo en-
volvió rápidamente, se pegó a la piel tibia de Draco y lo abrazó por
detrás, automáticamente el otro chico lo jaló con un brazo y Harry
estuvo seguro que lo escuchó suspirar complacidamente. Acomodó
su cabeza junto a la de Draco y embargado por el aroma de su com-
pañero, rápidamente también se quedó dormido.

–|– 

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

Despertó sintiendo el calor de alguien más a su espalda, la


piel tibia de alguien contra su piel, y se sintió bastante agradable,
tanto que no le provocaba moverse ni tan siquiera un poco. El bra-
zo de Harry seguía sobre su abdomen, tomándolo de manera pose-
siva, mientras sentía la respiración pausada y sosegada del chico,
probablemente aún durmiendo.
Levantó la cabeza lo suficiente para poder ver el reloj, eran
cerca de las siete de la mañana; seguramente Harry había llegado y
lo había encontrado dormido. Era una lástima, casi era su última
noche antes de vacaciones, pero al menos ahora podrían aprovechar
el tiempo perdido.
Se giró muy despacio, tratando de no moverse demasiado,
hasta quedar frente a él, lucía bastante tranquilo e indefenso cuando
dormía, con un dedo casi tímidamente acarició la mejilla, y bajó po-
co a poco hasta la barbilla, para después subir a los labios. Le encan-
taban esos labios, eran lo suficientemente carnosos como para ser
mordidos y besados hasta el cansancio y un poco más, suficiente-
mente rojos para ser apetecibles y dulces, con un sabor único, uno
que, estaba seguro, no sería jamás posible de encontrar en otra boca.
Se inclinó lo suficiente para depositar un casto beso, apenas
un roce antes de, con sus manos, seguir explorando hacia abajo,
acariciando uno de los hombros, y bajando hasta el pecho. Harry se
removió un poco, pero Draco continuó; con su pulgar e índice
atrapó una de las tetillas y la pellizcó un poco, Harry soltó el aire
suavemente mientras sus dedos ahora bajaban un poco más, por el
plano abdomen hasta la cinturilla del bóxer. Harry exhaló profun-
damente y entre abrió los ojos mientras él acariciaba ya, con toda la
palma, la semi erección que se escondía tras la ropa interior.
—Draco —murmuró Harry haciendo que Draco enfocara su
vista en él.
—Buenos días.

695
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Hola… —Harry empujó un poco sus caderas contra la


mano que Draco tenía sobre su entrepierna, instándolo a seguir, a
darse un poco más de prisa.
—Lamento haberme quedado dormido anoche —comentó
Draco mientras ponía un poco más de movimiento en su mano, e
inclinándose para dejar un pequeño beso sobre la clavícula de Ha-
rry.
—Mmm —Harry suspiró y dejó caer su espalda completa-
mente sobre la cama, mientras Draco se acomodaba a su lado—. Es-
tá bien… yo también estaba cansado.
—Bueno… ahora tenemos un poco de tiempo, hoy no hay
clases.
—No, no las hay —convino Harry mientras la mano de Dra-
co se colaba finalmente por la ropa interior—. Dios, Draco, no sa-
bes lo que te he extrañado.
—Pero si me has visto todos los días —replicó en forma
inocente Draco, mientras se arrodillaba sobre la cama y tiraba los
cobertores a un lado.
—Sabes… sabes de lo que hablo —Harry levantó sus caderas
para lograr más contacto con la mano de Draco mientras sentía
cierto aire frío sobre su piel por haber sido destapado tan rápida-
mente.
—Eres un pervertido insaciable.
—Siempre me dices lo mismo, pero no veo que te moleste
—Harry apoyó los codos sobre la cama y se levantó un poco para
ver a Draco a la cara, el chico se inclinó hacia él y le obsequió con
un beso en los labios, cuando ambos se separaron, estaban ya agita-
dos y más excitados.
—Yo también te he extrañado —afirmó Draco mientras reti-
raba la mano del interior de la ropa de Harry y se deshacía de sus

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

propios bóxer. Harry lo imitó, y en un par de segundos ambos ya


estaban desnudos sobre la cama.
De pronto, el deseo y la excitación se apoderó de ambos, se
vieron apenas un instante a los ojos antes de abrazarse y comenzarse
a besar con fuerza y hasta cierta rudeza, ambos ansiosos por tocar
cualquier espacio libre de piel, rodaron por la cama, hasta que fi-
nalmente Draco quedó arriba nuevamente, entre las piernas de Ha-
rry, sus miembros enhiestos y necesitados friccionándose con fuer-
za, sus brazos sujetando los hombros de Harry mientras sentía sus
uñas clavándose sobre su espalda.
Harry se arqueó por las sensaciones de placer, y trató de ace-
lerar el ritmo de sus caderas contra las de Draco, ambos gimiendo y
besándose en cualquier lugar que tuvieran a su alcance.
Draco lo apretó un poco más y aceleró el ritmo de su cadera;
en cuestión de segundos, ambos se estaban moviendo a una, en sin-
cronía, encontrando más y más placer a cada instante, cada vez más
cerca…
—Harry… yo… —jadeó Draco tratando de avisarle que ya
no podría detenerse, y Harry pareció comprenderlo porque lo suje-
tó con más fuerza de la espalda y enroscó una de sus piernas alrede-
dor de su cadera, haciendo que el contacto fuera mucho más cer-
cano.
—Dios, sí, Draco, sí —empezó a gritar Harry, sintiendo la
dureza de Draco, húmeda, resbalar contra su propia erección y el
vertiginoso placer del orgasmo llegando.
Draco escondió la cabeza en el cuello de Harry, y le dio una
pequeña mordida mientras gruñía su propio orgasmo y sentía el
cuerpo de Harry agitarse debajo del suyo.
Ambos aún temblando y jadeando, se quedaron abrazados, y
muy pegados el uno al otro, sintiéndose húmedos y felices.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

–|– 

Harry agitó su cabeza un poco, salpicando la alfombra con el


agua que caía de su cabello, Draco, sentado en la cama, vistiendo
únicamente los pantalones del pijama, le lanzó una mirada reproba-
toria.
—Estás mojando todo.
—Vamos, no eres tú quien lo limpia.
—Tampoco tú —Draco desvió la mirada hacia el pecho de
Harry, donde unas cuantas gotitas de agua resbalaban lentamente,
tragó saliva con dificultad, mandando al diablo todo su fastidio.
—Ya… no seas tan quisquilloso.
—Ven —le llamó levantando una mano, Harry le sonrió y se
acercó hasta el borde de la cama.
—¿Ya no te molesta que moje tu alfombra? —preguntó con
voz casi inocente mientras Draco deshacía el agarre de la toalla, que
estaba en la cintura de Harry, y la dejaba caer al piso, teniéndolo
completamente desnudo delante de él.
—Creo que puedo soportarlo —respondió mientras tomaba
con una mano el miembro de Harry, y empezaba a acariciarlo muy
lentamente, se inclinó hacia delante lo suficiente para, con la len-
gua, atrapar una gotita de agua que resbalaba por el abdomen.
—¡Draco! —gimió Harry mientras con una mano se sostenía
del hombro del chico—. Pero si acabamos de…
—¡Oh, vamos! —pidió Draco lamiendo nuevamente cerca
del ombligo de Harry—. No te veré en dos semanas…
—Draco… —Harry apretó un poco más el hombro del chi-
co, que levantó la vista hacia él, sus ojos grises oscurecidos por la
excitación—. Espera…
—¿Qué espere? —protestó Draco suavemente, arqueando
una ceja a la vez que su mano apresuraba las caricias sobre el cada

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

vez más endurecido miembro—. ¿Estás seguro que quieres que es-
pere?
—No… pero… —Harry se mordió el labio inferior por las
caricias de Draco, lo tenía sujeto con una mano de una de las nalgas
y lo jaló más hacia él—… hay algo que quería preguntarte…
—Pregunta —instó Draco mientras se inclinaba nuevamen-
te, y con su lengua comenzaba a rondar el ombligo.
—Demonios —jadeó Harry—. Draco… yo… no quiero de-
jar de verte en vacaciones.
—Mmm… tampoco yo, te voy a extrañar.
—Quiero que vengas conmigo, al menos unos días —recitó
de un solo tirón, era algo que había pensado mucho la noche ante-
rior, no tendría nada de malo hacerlo, después de todo, dos semanas
eran demasiado tiempo.
—¿Qué? —preguntó Draco con un deje de horror en la voz
mientras se apartaba completamente de Harry y lo miraba a la cara.
Harry se inclinó y recogió la toalla para sentarse al lado de
Draco, tal vez debió haber esperado a terminar eso que habían em-
pezado antes de proponérselo.
—Que quiero que vengas conmigo, unos días al menos.
—Pero… ¿Cómo…?
—Dos semanas es mucho tiempo, se me hace muy cuesta
arriba no verte tanto tiempo.
—A mí también, pero… Harry —Draco suspiró y encaró al
chico, que lo miraba de manera hasta ilusionada, pensó Draco—,
pensé que habíamos quedado de acuerdo en que no deberíamos de-
jar que los demás se enteraran de esto, que por tu carrera, lo mejor
era guardar esto en secreto y…
—Ya sé lo que dije, y no te he pedido que vayamos al callejón
Diagón, yo pensaba en un pequeño viaje, ya sabes, unas cuantas
ciudades muggles.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Muggles?
—Sí, tú dices que posiblemente vivas un poco entre mug-
gles, y qué mejor forma de adaptarte y practicar todo lo que el pro-
fesor Cooper enseña que estando un poco rodeado de ellos.
—Pensé que te quedarías en casa durante las vacaciones.
—Ya, pero la pasaré fatal, y me aburriré y…
—¿Y tal vez te vayas de fiesta nuevamente? —algo en su pe-
cho se removió ante la sola idea que había abandonado sus labios
sin siquiera procesarla. Harry le había contado que durante las vaca-
ciones de navidad, había encontrado un par de discotecas gay, y
Draco no era idiota como para no saber qué era lo que le gustaba de
esos sitios, pese a que no comprendía bien cómo funcionaban.
—Yo no he dicho eso —se defendió rápidamente Harry—,
no haría algo como eso, no ahora que… que te quiero.
—Ya.
—Draco, escucha, te divertirás, podemos ir en autobús y en
tren, y conocer un poco más de Inglaterra, lo cierto es que yo casi
no conozco el país, y me gustaría recorrerlo contigo.
—Pero…
—Y sí no aceptas, no importa, me hacía ilusión que pudié-
ramos hacer algo así, que vieras que afuera, en el mundo muggle, el
que tú y yo nos veamos como pareja, no es algo de lo que mucha
gente se horrorice, pero si no puedes, pues… —Harry se encogió
de hombros—, ya te dije, no importa. Puedes escaparte al menos un
día a verme…
—Harry… —Draco se sintió mal de repente, por ver la de-
silusión en los verdes ojos—,… yo… ¿De cuántos días hablamos?
—No lo sé, supongo que quieres estar con tu madre, así que
tú dime —respondió Harry con un poco más de ánimo.
—Ella trabaja en las mañanas, así que supongo que me pue-
do escapar un día y…

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

—¡Oh, no! ¡Eso ni lo pienses! —interrumpió Harry.


—¿Eh?
—Ya te lo he dicho antes, no te puedes escapar, sabes lo que
tu madre se asustaría si haces algo como eso, pensaría que te han se-
cuestrado o que te pudo haber pasado algo y…
—Tú fuiste el que dijo escapar en primer lugar —le recordó
Draco.
—Sí, pero no fue en el sentido literal de que realmente te es-
caparas, sino como que te dieras el tiempo de hacerlo.
—Ah… Pero mi madre no me dejará…
—¿No? —otra vez el tono de desilusión en su voz.
—Bueno, podría preguntarle, en realidad me mandó solo
hasta Cardiff, no creo que se preocupe si le digo que viajaré un po-
co más…
—¿Le dirás que conmigo?
—Quiero que no se preocupe, no que crea que he perdido la
razón.
—¡Oye!
—Ya, pero Harry… —Draco sabía que aunque lograra con-
vencer a su madre, aún existía otro problema—, yo creo que no…
es decir, me encantaría viajar contigo y todo eso pero…
—¡Ah, no! —interrumpió Harry rápidamente, adivinando
sus pensamientos—; el viaje igual lo iba a hacer de todas maneras, y
no es cuestión de oro, no lo veas como un favor… es como darme
un regalo… deja que te invite.
—Los Malfoy no están acostumbrados a…
—Ya, no me interesan los Malfoy, sólo mi novio, ese rubieci-
to estirado y sabiondo, ¿lo conoces? Se llama Draco… y que me de
el gusto de invitarlo a acompañarme.
—¡Yo no soy un rubiecito estirado!

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Sí, claro, anda… acompáñame, míralo como mi regalo de


navidad.
—Ah… —Draco suspiró profundamente y se dejó caer en la
cama, no le agradaba la idea de ir viajando con Harry sin tener un
Knut partido por la mitad en que apoyarse, pero tampoco la idea de
no ver a Harry tantos días—. Sabía que tarde o temprano me lo co-
brarías…
—¿Qué?
—El regalo de navidad.
—Anda, Draco que solo… —Draco lo jaló para recostarlo
junto a él, interrumpiéndolo.
—Sólo bromeaba. Bien, hagamos un trato. Sí, voy contigo, si
es que mi madre no se opone, pero cuando sea un famoso fabrican-
te de pociones, me dejaras comprarte un costoso e inútil regalo.
—Lo que quieras, con tal que vengas…
—Lo que quiera, ¿eh? —susurró Draco mientras tiraba del
cuerpo de Harry hacia él.
—Lo que quieras… —contestó Harry, mientras sentía las
manos de Draco deshaciéndose de la toalla nuevamente y dejándola
caer al piso.

–|– 

La mañana del sábado, mucho más temprano que de cos-


tumbre, se despidieron sabiendo que se verían, si todo salía bien, el
martes siguiente; aún así les pareció que era demasiado tiempo para
ambos, acostumbrados a verse todos los días.
Harry vio a Draco entrar en uno de los vagones del final del
tren, sabía que viajaba solo, y que lo más probable fuese que no sa-
liera hasta que el viaje hubiera llegado a su fin.

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

Pese a que Draco le había dicho una y mil veces que no que-
ría que se involucrara o lo ayudara en lo que respectaba a su seguri-
dad, no se pudo contener y aprovechando que aún habían bastantes
alumnos en el pasillo, caminó hasta la altura de la puerta del vagón
de Draco y convocó un hechizo de protección, uno que sellaba la
puerta del vagón y que Draco estaba prohibido de hacer, sonrió sa-
tisfecho antes de volver a su propio vagón, donde Hermione, Ron,
Neville y Luna ya lo esperaban.
Durante el viaje, varios de sus compañeros se acercaron a ha-
blar con él sobre los planes para las vacaciones, los exámenes y sus
planes a futuro. Harry sentía que ya había mantenido esa conversa-
ción muchas veces, con todo el mundo, que ahora parecían dema-
siado interesados en su vida y sus planes.
Se guardó muy bien lo que haría durante las vacaciones, no
quería ni necesitaban que la noticia se colara por algún lado, y que
luego hubiera periodistas cerca, sabía, por el señor Weasley, que el
Ministerio había prohibido que los periodistas y fotógrafos se acer-
caran a la estación del tren, so pena de encarcelamiento y multa,
protegiendo, no sólo a Harry sino también a los demás alumnos,
que no necesitaban tanta barahúnda cerca.
Aunque estuvo conversando durante mucho rato con Ron y
Hermione, que sí sabían de sus planes para viajar «solo» durante al-
gunos días, Harry no hizo más que aburrirse y desear que pronto
llegara el martes, y sobre todo, que la madre de Draco no se opusie-
ra a dejarlo ir con él. Lamentó más de una vez el haber presionado a
Draco para que pidiera permiso y no se escapara.

–|– 

Draco se removió en su asiento incómodamente, tratando de


relajarse, sabía que alguien había sellado la puerta para no dejarlo

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

salir, había sentido la magia rodear su espacio y creía saber que se


trataba de Harry, casi estaba seguro de reconocer su magia, pero no
podía estar totalmente seguro, después de todo, no habían sido mu-
chas las ocasiones en que había sentido esa magia sobre él.
Tratando de confiar en que se trataba de Harry y no de algún
idiota que deseara dejarlo encerrado hasta que las vacaciones termi-
naran, trató de avanzar un poco más con los estudios para la prueba
que le tomarían para su beca. Justo el sábado, luego de que Harry se
hubiera marchado, su solicitud había brillado, y cuando había ido a
ver lo que ocurría, esta tenía parte del temario que debería estudiar
para rendir los exámenes. Ya el profesor Monroe le había dicho que
eso ocurriría, pero pensar en que aquella gran cantidad de cosas no
era más que la primera parte de lo que tendría que estudiar, lo puso
más nervioso incluso.

–|– 

Antes de bajar del tren caminó contra la corriente de alum-


nos y desencantó el vagón de Draco. Este viaje, además de tedioso y
aburrido, había sido bastante tranquilo, puesto que nadie había mo-
lestado ni insultado a Draco, y mucho menos creado alboroto.
En la estación del tren, donde cargaba a un cada vez más
grande Teddy Lupín, y conversaba con Andrómeda, que había ido a
pedirle que fuera a su casa a tomar el té y tal vez cenar, vio a Draco
pasar, levitando el baúl y mirando de mala manera a todo el que se
cruzaba en el camino. Hubo un pequeño instante en que su mirada
gris se cruzó con la de él, y luego posó los ojos en el pequeño niño
que sostenía, antes de desviarse y continuar alejándose hacia el ser-
vicio de chimeneas recientemente instalado. Harry hubiera deseado
sonreírle, darle ánimos, decirle que en tan sólo unos días se verían,

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

más que nada para convencerse a sí mismo de eso, pero por supues-
to que no había podido.
—¿Entonces que dices? Haré esa tarta de manzana que tanto
te gusta —dijo Andrómeda entusiasmada.
—Por supuesto.

–|– 

Draco, querido:
Hay unas cuantas cosas para que puedas comer mientras
regreso, estaré en casa alrededor de las ocho,
Te he extrañado
Tu madre.

Draco dejó la nota a un lado y sacó su libro de «Ingredientes:


dónde usarlos, cómo usarlos y lo que NO debes hacer con ellos», y
se sirvió un poco de té y unas cuantas galletas, dispuesto a esperar
por su madre y aprovechar el tiempo a solas, aún tenía mucho que
estudiar, y si iba con Harry, probablemente no tendría mucho tiem-
po para hacerlo.
Cerca de medianoche escuchó la puerta de la calle abrirse, un
tanto sobresaltado porque había estado demasiado abstraído en su
lectura, se apresuró a la sala, donde su madre ya colgaba el abrigo
oscuro y gastado y le sonreía de manera amorosa.
—¡Draco! —saludó Narcissa con entusiasmo—. Lamento
haber tardado tanto…
—No importa —respondió Draco dándole un suave abrazo.
Ambos se quedaron pegados el uno al otro por un tiempo más, para
después, aún sin soltarse del todo, caminar hacia el interior de la sa-
la de estar, donde la chimenea ya ardía suavemente.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Mírate… estás tan grande ya —suspiró Narcissa observan-


do a su hijo con más atención de la que Draco hubiese querido—.
Eres ya todo un hombre…
—Madre… ya déjalo, que no he crecido nada… ¿Tú estás
bien?
Narcissa suspiró y negó con la cabeza.
—Sí, has crecido, mucho más de lo que creciste durante la
guerra, y no me refiero sólo a lo físico, algo en tu mirada… en ti me
dice que estás mucho mayor que antes…
Draco no objetó más nada, y se pasó el resto de la noche jun-
to a su madre, con una taza de té, delante de la chimenea, conver-
sando de la escuela, y de sus futuros exámenes para la beca, y de lo
avanzado que estaba en sus estudios, ninguno de los dos prefirió to-
car el tema de las amenazas, del titular de El Profeta ni ningún otro
asunto de ese tipo.
Cuando en la madrugada, Draco finalmente se quedó dor-
mido, lo hizo sonriendo, complacido de haber podido pasar tanto
tiempo junto a su madre.

–|– 

Harry, pese a que Ron y Hermione le habían hecho compa-


ñía, e incluso habían intentado adelantar algunos de los deberes du-
rante esos días, se había pasado el tiempo bastante inquieto, a la es-
pera de que llegara al fin el martes, y poder encontrarse con Draco
nuevamente.
Por un lado se sentía un poco frustrado, puesto que ahora
que era un adulto, y libre porque la guerra ya había terminado, y
porque, pese a que sabía que había gente aún pendiente de él, ahora
que podía hacer lo que le diera en gana, literalmente, tenía que mo-

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

verse al son que Draco marcara, y tendrían que ocultarse del mun-
do mágico.
Por otro lado se sentía extraño sin ver a Draco tantos días, in-
completo; no había pasado desde que se habían peleado, poco antes
de que Draco admitiera que también lo quería, y esos días al menos
había estado ocupado en la escuela y cuestionando sus sentimien-
tos, lo suficiente para no sumirse en la letanía que se sentía en ese
momento.

–|– 

El primer día de vacaciones, Draco se levantó temprano,


muy temprano, y preparó, lo mejor que pudo, el desayuno para su
madre. Cuando Narcissa se levantó y caminó hacia la cocina, Draco
ya la esperaba con una muy apetecible taza de humeante café, una
gran pila de tostadas y una bandeja con huevos revueltos y tocino.
—¿Draco? —preguntó, Narcissa, no dejando de estar asom-
brada, mientras se sentaba a la mesa.
—Buenos días, madre, he hecho el desayuno.
—Eso veo.
—Lamento lo de los huevos, sinceramente quería que fueran
fritos, como te gustan, pero… —Draco negó con la cabeza y miró
con irritación hacia la estufa una vez más, la había estado mirando
de esa manera desde varios minutos antes, desde que había estro-
peado su perfecto desayuno.
—No digas tonterías —sonrió Narcissa—, ya es suficiente
con que hayas logrado utilizarla y que el pobre artefacto haya sobre-
vivido.
—Por poco —corroboró Draco mientras se sentaba a la mesa
también.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Entonces… has arriesgado la integridad de la pobre estufa


y te has levantado temprano en tu primer día de vacaciones por-
que… —comenzó Narcissa mirando a su hijo fija y evaluativamen-
te.
—Porque… —Draco se sirvió un poco de café y miró hacia
su madre fijamente—, hay algo que debo decirte.
Narcissa asintió firmemente y entrelazó los dedos de las ma-
nos, que tenía puestas sobre la mesa.
—Dímelo entonces.
—Bien, pues… ¿recuerdas que tú dijiste que debería tratar
de ser un chico normal y bueno… hacer las cosas que hacen los
chicos de mi edad?
—Vagamente.
—He decidido que saldré unos días de viaje.
—Saldrás unos días de viaje —repitió Narcissa con voz mo-
nocorde.
—Solo serán cinco días, volveré para mi inspección del Mi-
nisterio, y me quedaré el resto de las vacaciones, no será la gran co-
sa.
—Draco —Narcissa suspiró profundamente y parecía querer
calibrar bien sus palabras antes de hablar—, no quiero ser yo quien
te recuerde esto, pero ahora no estamos en el momento de simple-
mente salir de viaje sólo porque a ti se te antoja.
—¡Lo sé! —se apuró a aclarar Draco—. Pero… tengo este
amigo, que insistió en que fuera con él y…
—¿Amigo? —interrumpió Narcissa, se veía cada vez más
tensa y Draco supuso que las cosas no serían tan simples como ha-
bía pensado.
—Sí, él insistió mucho en que fuera y yo realmente quiero
ir… es decir, hace mucho que no salgo a ningún lugar que no sea…

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

—¿Qué clase de amigo? —Narcissa levantó una ceja y Draco


se sintió sonrojar ante la realidad, su madre sabía que era algo más
que un amigo—. ¿Es acaso ese tipo de amigos al que no le quieres
llamar… novio?
—Pues…
—Draco, mira hijo, no sé si sea buena idea… ¿Dónde lo co-
nociste? Es decir… ¿es un sangre pura? ¿Qué hay de su familia?
—No, no, madre, no —empezó a aclarar Draco, rogando a
Merlín que en verdad no tuviera que decirle a su madre que se tra-
taba de Harry—, él es… bueno sí, es más que un amigo, es de la es-
cuela, lo conozco desde los once años, y su familia no tiene nada
que ver en el asunto, y menos si es o no un sangre pura.
—No lo decía por eso —aclaró Narcissa—, pero, Draco,
¿qué tal si se trata de una broma? ¿O una venganza? Hay mucha
gente que aún nos quiere hacer daño… no quiero que te expongas a
eso.
—Él no haría algo así, madre, él es… —Draco se detuvo, de-
cir que era alguien noble y bueno, era lo mismo que decir Gryffin-
dor, suspiró profundamente antes de continuar—… si él hubiera
querido lastimarme, hace mucho tiempo atrás que lo habría conse-
guido, pero no lo ha hecho, es mi amigo… o empezó como mi
amigo, y desde entonces me ha ayudado mucho.
Narcissa apretó los labios y desvío la mirada.
—Supongo que no me dirás de quién se trata.
—No, no puedo.
—Entonces, te piensas ir, cinco días sin decir a dónde ni con
quién.
—Madre —Draco exhaló lentamente y se puso en pie—.
¿Sabes qué? Pensaba que escabullirme sería mucho más simple, pe-
ro no, él, sí madre, él, tenía que insistir, «dile a tu madre… se preo-
cupara, no se merece que te portes así», y ¿para qué? ¿Para qué al fi-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

nal me arruines todo porque no me dejas hacer lo mismo que tú


me aconsejaste que hiciera?, ¿que tratara de comportarme como un
chico normal?
—Draco, no es necesario que grites ni te comportes de esa
manera —contraatacó Narcissa poniéndose en pie también—, sólo
temo por tu seguridad, pero también confío en ti y en que tienes la
suficiente cabeza para saber lo que haces…
—Pues gracias —rezongó Draco.
—¡Draco! No me obligues a recordarte que soy tu madre y a
quien le debes respeto —increpó Narcissa viéndose mucho más se-
vera, un pequeño recuerdo de su madre dándole una bofetada apa-
reció en su mente, y Draco asintió, derrotado.
—Lo siento.
—Bien, me alegra. Como te iba diciendo, confío en ti, y su-
pongo que tienes toda la razón del mundo en querer ser un chico
normal, pero, si te dejo ir debes prometer que escribirás al menos
dos cartas durante esos cinco días —Narcissa levantó una mano pa-
ra interrumpir a Draco que ya empezaba a protestar—. No te pido
un reporte, sólo una nota donde me digas que estás bien.
—¡Lo haré! —casi gritó Draco sonriendo—. Por supuesto,
gracias, madre.

–|– 

3 de marzo del 1999. Estación de Oakham.

Draco había dejado a Alba en la lechucería de la escuela,


puesto que no había querido tener que darle explicaciones a su ma-
dre también sobre el origen de la lechuza, si además le tendría que
decir que se iría de viaje; así que en realidad Harry no sabía a cien-
cia cierta si Draco había o no conseguido la aprobación de su ma-

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

dre, por lo que, el martes, tal cómo habían acordado, usó un trasla-
dor que lo llevó desde Grimmauld Place hasta un pequeño callejón
en Oakham que, según Hermione, se usaba para aparición y desa-
parición de magos, y siguiendo las instrucciones de Draco, esperó
sentado en la parada de autobuses.
Cargaba una pequeña mochila y vestía de muggle, con un
abrigo de color verde oscuro, unos pantalones vaqueros y sus viejas
zapatillas. Miraba de un lado a otro, viendo la gran cantidad de
vehículos que llegaban y partían, cada vez que escuchaba los frenos
de uno de los buses y las puertas abrirse, levantaba el rostro, espe-
ranzado, para luego darse cuenta que Draco no llegaba aún. ¿Y qué
haría si la madre de Draco no lo dejaba salir? No creía que Narcissa
pudiera ser una mujer tan intransigente, aunque después del escán-
dalo de El Profeta, y de enterarse de lo mucho que molestaban a
Draco, no le sorprendería que quisiera protegerlo… Tal vez él
mismo podría ir a hablar con ella, después de todo, la misma madre
de Draco lo había mandado solo, a cruzar una buena distancia para
llegar a un cementerio, ¿por qué no lo dejaría divertirse un poco...?
Un nuevo sonido de frenos y una puerta abriéndose resonó
en la estación, escuchándose sobre la cantidad de gente que en ese
momento se movía alrededor, sólo que está vez Harry no levantó la
mirada, estaba demasiado absorto, planificando la mejor manera de
decirle a Narcissa que él podía cuidar de Draco, que no dejaría que
lo molestasen, y que les permitiese divertirse un poco. Alguien se
sentó a su lado y Harry se volteó asustado, a la vez que una mano se
colocaba sobre su pierna. Los ojos verdes de Harry se cruzaron con
los grises de Draco, que le sonrió bastante contento.
—¡Pensé que no llegabas!
—Y yo —contestó Draco mirando alrededor, se le hacía ex-
traño estar sentado junto a Harry en el mundo muggle, y aún temía

711
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

que alguien lo estuviera observando —tuve un retrazo al salir, y


pensé que te habrías marchado sin mí.
—Yo no me iría sin ti —se defendió Harry rápidamente.
—Gracias.
—Anda, vamos que primero quiero que almorcemos.
—No son ni la una —se quejó Draco poniéndose de pie jun-
to a Harry.
—Sí, pero no sabemos cuánto demoraremos en llegar y me-
jor será comer algo antes… y además, yo no desayuné —confesó fi-
nalmente.
—¿Por qué no lo hiciste? Eso es malo.
—Ya, tú te saltas comidas todo el tiempo y nadie te dice nada.
—Tú lo haces —acusó Draco—, y más de la cuenta, debo
admitir.
—¡Oh, y ahora te quejas!
—No me quejo, vamos que debes meter algo a ese estómago
tuyo antes que empiece a rugir.
—Mi estómago no ruge.
—Sí, sí lo hace —rebatió Draco sonriendo—, mira, en esa
cafetería de allá, hay un señor que se portó muy amable conmigo, y
me indicó por donde seguir cuando vine la primera vez, podemos
comer algo allí.
—Genial.

–|– 

Cuando había cumplido once años, antes de ingresar a


Hogwarts, su padre los había llevado a él y a su madre a un viaje por
Egipto. Habían paseado por todas las pirámides y lugares mágicos
del lugar, incluso su padre le había permitido entrar a los sitios más
peligrosos y oscuros, sobornando a los vigilantes y aduciendo que

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

Draco ya no era más un niño pequeño, y que podía resistir todo


eso. Draco recordaba esas como una de sus mejores vacaciones,
puesto que había sentido mucha emoción al escuchar sobre las
maldiciones y la magia negra que cubría la mayoría de las tumbas, y
el miedo que sentía en algunos de los sitios más tenebrosos.
Después de eso, cuando había tenido catorce años, su madre
y él habían pasado un mes en Francia, aquellas vacaciones también
le habían encantado, había conocido todo el barrio mágico de Paris,
de Dijon y de Toulouse, había paseado por los campos Elisios y co-
nocido a muchas de las familias aristocráticas de Francia, había asis-
tido a una cantidad excesiva de fiestas y cenas, y consideró aquellas
como las segundas mejores vacaciones de su vida.
Las terceras mejores vacaciones de su vida habían sido cuan-
do, al finalizar el segundo curso, su padre y su madre lo habían lle-
vado a pasear por casi toda Europa, recordaba haber visto una gran
cantidad de ciudades y pueblos mágicos, de ruinas y de templos que
le fascinaron, haber escuchado muchos idiomas desconocidos y
descubierto libros asombrosos sobre la magia de cada país.
Sin embargo, ninguna se comparaba a ir sentado en un tren
muggle junto a Harry, en busca de algún rumbo interesante. Draco
se había sorprendido cuando, después de almorzar, ambos habían
ido a la estación de trenes y Harry, contrario a lo que Draco pensa-
ba, había revelado que en realidad no tenía ningún lugar seguro al
cual ir, así que ambos optaron por tomar el tren que tuviera la par-
tida más próxima, que iba hasta Chester. ¿Qué había allí? Ninguno
de los dos tenía mucha idea, pero mientras más se alejaran de Lon-
dres y de Rútland, sería mejor.
—¿Por qué te retrasaste al llegar? —preguntó de pronto Ha-
rry, Draco no le había dado ninguna explicación más acerca de su
demora, sin embargo, sí le había dicho que al final, su madre le ha-
bía dejado ir desde el día siguiente en que llegó a casa.

713
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ah… es por el culpa del imbécil de Desai —le confesó


Draco, ambos iban muy pegados el uno al otro en los asientos del
fondo, el tren estaba casi vacío, pero aún así, ninguno de los dos se
aventuraba a hacer nada más, aunque ambos estuvieran deseosos de
abrazarse y besarse.
—¿Desai? —preguntó Harry extrañado, no conocía a ningún
Desai.
—Es un tonto auror que vigila ocasionalmente «La Galera», y
le gusta hacer notar su presencia.
—¿Te molesta mucho?
—No es para tanto, sólo que me atrasó…
—Los aurores no deberían molestar a la gente, ese no es su
trabajo —criticó Harry y Draco se abstuvo de comentar más al res-
pecto, no le gustaba tanto cuando Harry se ponía en el plan de hé-
roe, y tampoco recordar que Harry pronto se convertiría en uno de
esos aurores.
—Mejor cuéntame sobre ese niño que cargabas en King’s
Cross, parecías muy contento con él.
—Claro, él es Teddy, te hablé de él…
—Cierto, el hijo de Lupín.
—Ese mismo, ha crecido un montón desde diciembre.
—Parece que te van bien los niños.
Harry se encogió de hombros, las palabras de Ginny durante
la navidad pasada volvieron a su cabeza.
—Algo…
—¿No te gusta hablar de él?
—Sí, por supuesto que sí… —Harry suspiró casi impercep-
tiblemente y sonrió hacia Draco—, él debe ser familia tuya, algo así
como un sobrino.

714
LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

—Lo sé, aunque mi madre nunca habla de Andrómeda, no


estoy seguro que sepa de la existencia del niño… Tal vez le deba
preguntar…

–|– 

Para cuando llegaron a Chester, ya casi había oscurecido, se


la habían pasado todo el tiempo conversando animadamente, dis-
frutando el estar lejos de la escuela, de las presiones de las tareas y
los exámenes, de los toques de queda y sobre todo, de miradas in-
discretas.
Harry había propuesto buscar un hotel y alquilar una habita-
ción, Draco se había sentido cohibido de pensar siquiera en cruzar
el umbral de un hotel con Harry, aunque el chico había admitido
que eso no era extraño ni raro, y que si tanta vergüenza le daba, po-
dían pedir una habitación con camas dobles.
Draco había sentido entonces un pequeño retorcijón de celos
al imaginar a Harry como un experto en eso de pedir habitaciones
para los chicos, pero se contuvo de hacer ningún comentario mien-
tras ambos iban caminando por Nicholas St. después de todo, no
quería arruinar el viaje por tonterías como esas.
La ciudad era bastante agradable, Draco y él se entretuvieron
bastante mirando las construcciones y edificios, incluso pasearon
cerca del río Dee, hasta que finalmente Harry ubicó un pequeño
hotel, muy cerca del centro comercial, llamado «Liberty», era una
casa antigua de tres pisos, de paredes claras, parecía victoriana y
Draco había dicho que le gustaba mucho.
En el interior los recibió una señora entrada en años, que les
sonrío amablemente y les dio varios folletos sobre lo que podían
encontrar en la ciudad durante su estadía.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco casi no levantó la mirada, y casi podía estar seguro que


un sonrojo se había instalado en su rostro mientras observaba cómo
Harry llenaba los registros de entrada y pagaba, la señora les entregó
una llave y les dijo que su habitación quedaba en la segunda planta.
El piso y las escaleras eran de madera muy brillosa, había
cuadros antiguos colgados en las paredes y lámparas que ilumina-
ban todo suavemente.
—¿Te gusta? —preguntó Harry en cuanto cerraron la puerta
de la habitación, era una habitación amplia y bastante iluminada,
con un gran ventanal y una cama muy grande en el centro.
—Sí —respondió Draco rápidamente—, está muy bien.
—¿Qué tal si nos damos un baño y después salimos a algún
bar o club? —propuso Harry mientras dejaba la mochila sobre el
piso y se acercaba a Draco que parecía ligeramente tenso—. O si
prefieres podemos darnos un baño y quedarnos un rato más aquí.
Draco levantó la mirada hacia Harry, recordó entonces lo an-
sioso que había estado de poder tocarlo y besarlo durante todo el
día, lo mucho que había extrañado ese contacto entre ambos. Con
una mano le acarició la mejilla muy suavemente, mandando al dia-
blo sus vergüenzas por encontrarse en un lugar muggle, y también
sus dudas sobre por qué Harry parecía tan experto en eso de conse-
guir habitaciones.
Harry suspiró y recorrió la pequeña distancia que lo separaba
de los labios de Draco y lo besó, suavemente al inicio, rozándolo
con sus labios, pasando sus manos por el cuello de Draco y pegán-
dolo más a él. Las manos de Draco se colocaron rápidamente en su
cintura y lo apretó con un poco más de fuerza, conforme el beso se
iba haciendo más y más demandante.
Al final, ambos terminaron de quitarse la ropa entre besos y
caricias, diciéndose cuánto se habían extrañado y necesitado esos
pocos días mientras caminaban a trompicones hasta la ducha, el

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

agua caliente llenó de vapor la habitación mientras las manos jabo-


nosas de Draco recorrían la espalda de Harry, y sus labios besaban
los hombros y cuello.
Harry, que tenía ambas manos apoyadas contra la pared, se
arqueaba conforme las manos de Draco bajaban más y más al sur.
—Draco… ¿podrías…? —pidió ya demasiado ansioso.
—Pronto… quiero disfrutar esto —murmuró Draco sobre
su oreja mientras una de sus manos iba hacia adelante, por el plano
vientre y entreteniéndose un poco con los bellos oscuros, hasta por
fin hacerse de la erección de Harry, que soltó un sonoro gemido.
—Oh, sí, Draco.
—¿No crees que nos puedan oír? —preguntó de pronto
Draco murmurando sobre su oído, una idea que recién se le había
ocurrido, en la escuela no importaba cuanto ruido hicieran, sabía
que nadie los escucharía, pero allí la situación era diferente.
—No importa —replicó Harry agitando sus caderas contra la
mano de Draco, realmente necesitaba que se diera más prisa.
—Sí, sí importa —Draco intentó apartarse un poco pero Ha-
rry lo sujetó por una de las muñecas, reteniéndolo.
—De acuerdo —masculló un poco molesto, realmente nece-
sitaba la atención de Draco en ese momento—. Accio varita —llamó
en voz más alta, soltando a Draco y levantando la mano, en unos
cuantos segundos la varita volaba hacia ellos, Harry la alcanzó al
vuelo y la agitó sobre ellos—. Silencius —un pequeño rayo celeste
rodeó la habitación un instante antes de desaparecer.
—Gracias —Draco se inclinó hacia delante y le dio un par de
besos en la nuca mientras su mano volvía a tomar la erección de
Harry y la suya se refregaba cada vez más profundamente entre las
nalgas del moreno.
—¡Merlín, que también te he extrañado!

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Vamos, hazlo, hazlo ya —pidió Harry empujando más sus


caderas contra Draco.
—Ya… ya va —jadeó Draco apenas conteniéndose por em-
pujar de una vez por todas y poder entrar en él. Se apartó lo sufi-
ciente para tomar la varita que Harry había dejado caer y murmuró
los hechizos de protección y lubricantes, mientras Harry se arquea-
ba más y más, y por qué negarlo, según Draco, se veía a cada instan-
te más apetecible.
—Eso no era necesario —se quejó Harry por la demora sin-
tiendo al fin la punta resbalosa del miembro de Draco entre sus
nalgas, sobre su entrada.
—Sí, sí lo era, no querría lastimarte…
—Mmm…
—Oh, sí —masculló Draco empujando rápidamente en el
interior de Harry, toda la húmeda estrechez del chico lo absorbió y
sobrecogió.
—Sí… Draco —gimió Harry dejando caer la cabeza sobre el
hombro del rubio, que se inclinó hacia él y le dio un beso descui-
dado, antes de empezar a moverse, saliendo casi por completo para
luego entrar nuevamente.
En algún punto que Harry no había notado siquiera, se había
inclinado más hacia delante, y Draco lo había jalado de tal manera
que ahora estaba doblado, sujetándose inestablemente con las ma-
nos húmedas de la resbaladiza pared de mayólicas mientras Draco
embestía con fuerza una y otra vez, ambos gimiendo cada vez más
alto.
—Draco… necesito —pidió Harry con voz ahogada, no po-
día soltar la pared porque si no, probablemente se iría hacia delante
y terminarían ambos en el suelo.
—Harry… eres tan deliciosamente… —una de las manos de
Draco soltó sus caderas y pasó hacia delante, haciéndose de su dura

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

y goteante erección, bastaron apenas unas cuantas caricias para que


lograra llegar al clímax.
—Dios… sí —gritó Harry arqueándose, la manera como el
interior de Harry lo aprisionó lo catapultó hacia su propio orgasmo.
Embistió un par de veces más antes de rendirse al placer.
Ambos se dejaron caer sobre el piso de cerámica, húmedo
por el agua que aún caía, jadeando y con una sonrisa en el rostro,
entrelazaron las manos y se quedaron en silencio por un rato más,
sólo disfrutando de estar juntos, de poder pasar ese tiempo a solas.

–|– 

Ginny avanzó por la amplia y transitada avenida, usando


aquella ropa muggle y mirando con cierta desconfianza alrededor,
no era que detestara a los muggles, tal vez algunas de sus costum-
bres, pero esa sensación de alerta era ya un estado casi natural en
ella cada vez que se encontraba en un ambiente desconocido y ex-
traño, como lo era en ese momento St. John’s Wood Road, en Lon-
dres.
Llegó hasta lo que al parecer era un edificio abandonado, de
paredes grises, teñidas por la contaminación de los autos. Tal como
le habían indicado, y mirando a ambos lados para cerciorarse de que
nadie la estuviera espiando, sacó la varita y tocó el intercomunica-
dor que decía «Ainsworth»; durante un instante nada ocurrió y se
sintió un poco decepcionada, tal vez todo había sido un mal dato.
Un momento después, cuando ya se giraba para regresar a casa, sin-
tió el golpe de magia, fue cálido y casi imperceptible, pero ella lo
sintió, en el lugar donde antes había una etiqueta pálida que decía
«Ainsworth» ahora había una luz dorada, demasiado dorada para lo
gris que resultaba aquella calle. Ginny miró de reojo a ambos lados,
pero como siempre ocurría, los muggles parecían mucho más in-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

teresados en seguir caminando, que en notar pequeñas demostra-


ciones de magia.
—Dime, Ginebra Weasley. ¿Qué podemos hacer por ti? —
dijo una voz masculina que provenía, posiblemente de la pared.
Ginny arqueó una ceja y contestó con voz monótona, la frase que
Amy Buckminster, una amiga de Ravenclaw, le había indicado.
—Soy yo la que quiere hacer algo por los demás, por la so-
ciedad, ayudarlos a hacer algo por la sociedad.
—¿Y qué puede ser eso?
—Ayudarlos a enderezar a todos aquellos que han caído en el
camino equivocado.
Un tenso silencio más, para luego escuchar el sonido de una
puerta metálica abriéndose, Ginny tomó una bocanada de aire y tra-
tó de parecer serena y calmada conforme se internaba en el edificio.

–|– 

Pasaron mucho rato más, ambos tendidos desnudos sobre la


cama, acariciándose cariñosamente, conversando en susurros sobre
cosas poco importantes, riendo suavemente, escuchándose.
Cuando ya era muy tarde, finalmente decidieron salir, de to-
das maneras tenían que cenar. Encontraron un restaurante pequeño
a solo unas cuantas calles de su hotel, la gente parecía amable y la
mesera, una morena delgada y bastante guapa, les sonreía cada vez
que les llevaba algún plato o bebida.
Draco no recordaba la última vez que se había podido apare-
cer por algún sitio sin que la gente lo mirara mal, o lo insultara, o
peor aún, lo atacara, así que el estar allí, no importaba ya que fuera
en un lugar muggle, con gente que parecía simpática, fue un cam-
bio de aire que no había notado cuánto necesitaba.

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

—¡A las discotecas! —le pidió Harry tal vez por enésima vez
durante esa noche, en un inicio Draco se había negado, Harry le
había explicado lo que eran las discotecas, y Draco lo entendía muy
bien, era como los salones de baile del mundo mágico, pero Harry
hablaba de discotecas donde solamente iban chicos y chicas gay, y
eso (no que lo avergonzara), lo intimidaba. Sin embargo Harry po-
nía aquella carita de cachorrito suplicando, y cada vez se le hacía
mucho más difícil el negarse.
—Sólo si prometes…
—¡Lo que quieras! —interrumpió Harry entusiastamente.
—¡Aún no sabes lo que te pediré!
—No importa… cualquier cosa… ¿pero vamos a bailar un
poco?
—Vamos, pero no bailaré… no entiendo bien qué es eso que
dicen que bailan y…
—Está bien, no te obligaré a bailar —prometió Harry dándo-
le el último sorbo a su vaso de cerveza.
—Y no te irás con nadie que no sea yo.
Harry abrió los ojos sorprendido, y dejó el vaso en la mesa
con demasiada lentitud, su mirada estudiando a Draco con una
mezcla de asombro y confusión.
—Yo no me iría con nadie que no fueras tú. ¿Cómo se te
ocurre decir tremenda estupidez?
Draco entrecerró los ojos, no le gustaba que le dijeran que
decía estupideces.
—Me has contado qué pasa en las discotecas… como por
ejemplo en las vacaciones de navidad, y no quiero…
—Eso era diferente, no estaba contigo en ese momento, aho-
ra lo estoy, no me iría por allí para acostarme con cualquiera, yo…
Draco, tú y yo estamos juntos, no se supone que los que están jun-
tos hagan eso.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco desvío la vista hacia su vaso vacío, y jugueteó con sus


dedos sobre la mesa.
—Lo siento… pareces tan seguro en todo esto, y siento que
tal vez yo no pueda encajar en un mundo así, que eso no será sufi-
ciente para ti, y que al final… ya sabes, te aburras.
—Repito: ¿Cómo diablos se te ocurre decir tremenda estu-
pidez? —replicó Harry con una sonrisa más calmada y alcanzando
con una mano, las manos de Draco. Draco dio un respingo y miró
alrededor, sintiéndose cada vez más cohibido, pero la fuerza con
que Harry lo sujetaba no le permitió el apartarse—. Te quiero Dra-
co, eso no tiene nada que ver con que encajes o no, yo no me voy a
aburrir de ti y punto.
Draco, como cada vez que Harry le daba ese tipo de respues-
tas, no pudo más que sonreír (muy a pesar suyo) de manera estúpi-
da y asentir.
—Yo también te quiero…
—Entonces vamos a divertirnos un poco, que para eso vini-
mos —sonrió Harry apretando ligeramente su mano contra las de
Draco antes de soltarlo.

–|– 

“La venganza está próxima”

Narcissa leyó la amenaza una vez más antes de lanzar el per-


gamino hacia la chimenea, era uno de las decenas de amenazas que
había recibido durante los últimos meses, se podía decir que ya es-
taba acostumbrada a ellas, que ya no le afectaban, pero no, muy a su
pesar, aún le perturbaban, y no por el temor a que algo pudiera ocu-
rrirle, después de todo, ella había tomado sus propias decisiones, se

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

había equivocado y había perdido, ahora tenía que aprender a vivir


con ello, pero estaba Draco…
Draco, que no había sido del todo consultado al momento de
elegir un bando, que había sido arrastrado por ella y por Lucius ha-
cia el lado incorrecto, y que ahora estaba pagando injustamente esas
consecuencias. Draco, que ya había sufrido bastante con la pérdida
de aquel chico, con la pérdida de Crable y Goyle, de su padre, había
sufrido demasiado como para permitirse dejarlo ahora solo, aban-
donado a su suerte.
Narcissa suspiró tristemente y se dejó caer en el viejo sofá,
mirando distraídamente hacia las llamas. El corazón le dolía al saber
que Draco pagaba por sus culpas, el corazón le dolía de sólo pensar
en que podría llegar el momento en que su hijo se tendría que que-
dar solo.

–|– 

Finalmente encontraron un lugar agradable, The grove’s pub


a orillas del río Dee. La construcción era una de las más modernas
que había por allí, en la parte de afuera, apenas y se podía escuchar
el sonido lejano de una música acelerada, en la puerta, grupos de
chicos y chicas, conversando entre risas y el humo del cigarro.
Harry sujetó con un poco más de fuerza la mano de Draco y
tiró de él hacia la entrada. Draco movía los pies y se dejaba llevar,
estaba muy ocupado mirando hacia un par de chicos que se besaban
al centro de uno de los grupos, cómo para preocuparse realmente
por el lugar a donde Harry lo arrastraba.
Draco nunca había visto a dos chicos besarse. Se había besa-
do con Yarik, se había besado con Harry, pero nunca había visto a
dos extraños hacerlo, y menos imaginado que aquella escena le re-
sultase realmente candente.

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Zafy|HARRY POTTER
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—Vamos, que luego el que se va poner celoso aquí voy a ser


yo —se quejó Harry halando un poco más a Draco.
—¡Pero se están besando! —comentó con casi euforia—. ¡En
medio de la calle, delante de esa gente!
—Sí, y yo también te puedo besar si es que de esa manera lo-
gro que tu atención regrese a mí —continuó quejándose Harry ti-
rando de Draco hacia él hasta tenerlo abrazado.
—¿Lo harías? —preguntó Draco enfocando su mirada en los
ojos verdes de Harry, en su rostro y sus labios.
—¿Besarte en la calle? —murmuró Harry pegándose más a
él—. ¿Delante de todos…?
—Sí… no te avergonzaría el… —no concluyó, los labios de
Harry estaban sobre él, besándolo de manera dominante, su lengua
recorriendo todo el interior de su boca durante un instante antes de
que sus dientes mordieran el labio inferior tirando suavemente de
ellos.
Cuando Harry se apartó Draco permaneció quieto, con los
ojos más abiertos, sonrojado y jadeando ligeramente, le gustaba sa-
ber que podía ocasionar eso en él, que podía dejarlo sin palabras
(cosa que era muy difícil por lo general), que podía dejarlo sin
aliento.
—¿Ahora si podemos entrar?
Draco sólo asintió torpemente, Harry volvió a jalarlo hacia la
entrada; sentía sus mejillas quemar, Harry le había besado, delante
de toda esa gente, en medio de la calle, y bueno, claro que sabía que
nadie los había visto o que, después de la forma como algunas pare-
jas parecían devorarse contra una pared cercana, su beso no era un
gran espectáculo, pero ¡demonios que se había sentido muy bien!

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

Las escaleras eran de cemento, de asfalto antiguo y gastado,


las paredes parecían haber adoptado el mismo color del exterior.
Ginny concluyó que era un sitio demasiado deprimente. Cuando
llegó al tercer piso, casi estaba arrepentida de haber ido, de haberse
dejado convencer para ir. No tuvo que llamar a la puerta, esta se
abrió sola, revelando una estancia mucho más agradable, una que
nada tenía que ver con todo el exterior.
—¡Pasa! —exclamó con alegría Amy Buckminster, que había
prácticamente corrido hacia la puerta, sus cabellos negros y lacios
agitándose de un lado a otro y sus ojos azules brillando—. Pensé
que ya no llegarías.
—Fue un poco difícil escapar de mamá —admitió Ginny en-
trando a la agradable sala. Era una muy grande, parecía hecha de
madera, incluyendo el lustroso piso, a un lado una chimenea ardía
suavemente, y al otro lado había una gran mesa con botellas de cer-
veza de mantequilla, hidromiel y otros licores que no conocía, jun-
to a una gran cantidad de emparedados y pasteles. En el fondo, sen-
tado en una silla de respaldo alto y con muchos ornatos sobre la
madera, un chico de tal vez unos 25 años la observaba atentamente.
Ginny dejó de oír la voz de su amiga mientras aquellos ojos verdes
la estudiaban con todo el descaro del mundo. Pensó que eran unos
ojos bonitos, aunque no tan bonitos como los de Harry. El recuerdo
del chico nuevamente le hizo sentir aquel sabor amargo de traición
en la boca, y arrugó el ceño.
—Vamos que Tony quiere hablar contigo primero, antes de
iniciar la reunión —le apuró Amy. Ginny asintió mirando ahora ha-
cia las demás personas en la habitación, habían cerca de veinte, en-
tre chicos y chicas, no todos eran tan jóvenes como ella, habían un
par de señoras ya mayores y un anciano, todos parecían conocerse
entre ellos, y hablaban en pequeños murmullos. Ninguno le prestó

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

mayor importancia mientras ambas avanzaban hasta el lugar donde


Tony estaba sentado.
Tony Schafer era el jefe de aquella pequeña congregación, de
la cual Ginny se había enterado gracias a Amy y a Donna, la herma-
na mayor de Amy. Según les había dicho la chica, aquel grupo tenía
ya muchos años formado, y sólo había interrumpido sus acciones
debido a la guerra, ahora, más de un año después, y tras la guerra,
habían descubierto lamentablemente que la cantidad de miembros
habían mermado, muchos habían muerto, otros escapado y sin in-
tenciones de volver aún al país; sin embargo, ellos estaban allí, dis-
puestos a retomar sus acciones de antaño y a buscar el apoyo de más
personas dispuestas a ayudarlos y a mejorar el mundo mágico.
—Ginebra Weasley —saludó Tony con aire ceremonioso,
poniéndose en pie y extendiendo la mano hacia ella. Amy sonrió de
manera sosa hacia el hombre mientras Ginny le correspondía al sa-
ludo extendiendo su mano.
—Prefiero Ginny —aclaró la chica.
—Ginny —repitió Tony como saboreando el nombre—, si
eso está bien para ti, no hay problema. Toma asiento, vamos a tener
una pequeña charla —indicó señalando un par de sofás a un lado
que la chica no había notado en un inicio.
Ginny miró hacia Amy, que sólo se encogió de hombros an-
tes de alejarse y finalmente se sentó donde el hombre le indicaba,
Tony se alejó hasta la mesa y tomó un par de copas de un licor que
Ginny no conocí,a y luego se sentó a su lado.
—Así que, según me dicen Donna y Amy, estás dispuesta a
ayudarnos…
—Sí, quiero ayudar a limpiar el mundo de toda esa gente…
—hizo una pequeña mueca de asco—… torcida.
—Es un deber que tenemos todos los que nos consideremos
magos decentes —convino el hombre antes de darle un sorbo a su

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

bebida. Ginny lo imitó. El licor era dulce, pero quemaba por su


garganta. Trató de no hacer ningún gesto de desagrado—, aún así,
me pareces bastante joven. ¿Cuántos años tienes?, ¿dieciséis, dieci-
siete? —continuó el hombre.
—Cumpliré dieciocho en agosto —aclaró rápidamente Gi-
nny, una de las cosas que detestaba era que se le considerara «dema-
siado menor».
—Diecisiete entonces… —suspiró Tony—. Me han contado
que eso no te detiene al momento de querer hacer justicia.
—¿A qué te refieres?
—Oh, pues, ha llegado hasta nosotros tu protagonismo en el
último incidente en Hogwarts, el relacionado con cierto mortífa-
go…
—Malfoy —Ginny escupió el nombre con todo el odio que
pudo—; debería estar en Azkaban cuanto menos, muerto si es que
realmente existiera la justicia, muerto como su padre y muerto co-
mo todos los de su tipo, que no hacen otra cosa más que ensuciar la
mente de los demás.
Tony arqueó una ceja, pero no comentó nada, esperó porque
ella siguiera hablando.
—Y seguiremos con eso, porque supongo que debes saber
que no fue algo que hiciese yo sola, tuve ayuda… mucha ayuda, hay
muchos de la escuela que no están de acuerdo con compartir el
mismo techo que ese tipo de gente, y aunque no podemos hacer
mucho, no dejaremos de recordarles lo reprobatorio y repugnante
de su comportamiento.
—Me parece que encajarás perfectamente aquí entonces —
concluyó Tony con una sonrisa antes de terminar el contenido de
su copa. Ginny suspiró suavemente, aliviada porque la dejaran que-
darse después de todo.

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y el Fabricante de Pociones 1

–|– 

Aunque Harry ya se lo había explicado, no había imaginado


nada parecido, y lo cierto era que lo estaba disfrutando y bastante.
Tenía sujeto a Harry con una mano por la cadera mientras el mo-
reno pasaba un brazo por su cuello, ambos estaban muy pegados el
uno al otro, agitándose al ritmo de la música estridente y acelerada.
A su alrededor, cientos de cuerpos agitándose de la misma manera,
chicos lindos que sin ningún tipo de inhibiciones, se meneaban y
refregaban los unos contra los otros.
Harry se inclinó hacia delante y comenzó a lamer muy len-
tamente bajo la oreja de Draco, haciendo un camino hasta su claví-
cula, aún oculta bajo la camiseta, sintió el cuerpo de Draco estre-
mecerse y sus caderas pegarse más a él. La erección de Draco, pre-
sente desde varias canciones atrás, pareció mucho más necesitada
que antes. Mordió el cuello de Draco, atrapando la delicada piel en-
tre sus dientes antes de soltarla, dejando al parecer una pequeña
marca enrojecida. Draco gimió más fuerte y lo sujetó con ambas
manos apretándolo, lo más que le fuese posible contra su cuerpo.
Draco sabía que Harry lo quería volver loco, ese debía ser el
plan, y lo estaba consiguiendo. Miró alrededor, preguntándose si al-
guno de los presentes estaría observándolos, todos parecían dema-
siado concentrados en sus asuntos y —para qué hacerse el de la vis-
ta gorda— en los pantalones de otros, así que, pese a sentirse de al-
guna manera «timorato», soltó las caderas de Harry un instante,
mientras esa lengua seguía haciendo cosas demasiado calientes aho-
ra sobre su oído, y metió una de las manos por la cinturilla del pan-
talón de Harry, lamentando que usara uno tan ajustado que no le
dejara poder abarcar más piel. Sintió el aire caliente del jadeo de
Harry sobre su oreja y no pudo evitar emitir el pequeño gemido
que se le escapó. Harry se apartó complacido y le atizó un beso en

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

los labios, sus lenguas encontrándose, tratando de dominarse, de


acariciarse; una mano, bastante experta, se coló por la cinturilla de
su pantalón y su bóxer, y los dedos calientes de Harry tocando la
punta de su erección, acariciando la hendidura, tratando de abarcar
mucho más.
—Vámonos —pidió Draco apartándose finalmente del beso
y jadeando, ya no le importaba nada de lo que pasaba alrededor, na-
da ni nadie, sólo la necesidad imperiosa de poseer a Harry lo más
pronto posible.
—Sí… vamos —Harry sintió la mano de Draco abandonar
su pantalón, y se sintió mucho más frío y necesitado; lamentó no
poder simplemente desaparecerse de la discoteca con Draco, pero al
menos estaban a sólo unas cuantas calles del hotel.
El aire frío de la madrugada le dio de lleno en el rostro en
cuanto salieron, haciéndolo sentirse tal vez un poco más ebrio, pero
no tanto como para olvidar su necesidad primaria: joder a Harry.
Harry lo tomó de una mano, complacido por las miradas que
le daba Draco y tirando de él, ambos corrieron por las calles vacías y
desiertas, pararon en algunas esquinas, esperando a que pasara al-
gún auto a velocidad mientras se besaban nuevamente, hasta que fi-
nalmente pudieron llegar al hotel, ambos sonrojados y jadeantes, y
no pararon de correr hasta que la puerta de la habitación se cerrara
tras ellos. Harry apenas y pudo colocar los hechizos silenciosos an-
tes de que Draco se lanzara sobre él.

–|– 

Mientras tanto, a muchos kilómetros de allí, en la Madrigue-


ra, Ginny leía a la luz de las velas el libro que Tony le había entre-
gado, era un libro antiguo, donde se hablaba de las desviaciones del
comportamiento de algunos magos y (Ginny jamás lo habría imagi-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

nado) algunas brujas, métodos de curación y de reinserción a la so-


ciedad.
También hablaba de algunos magos que en el pasado habían
tratado de lograr que la comunidad mágica tomara represalias con-
tra ese tipo de comportamiento, presentando leyes contra todos
aquellos que se hacían llamar homosexuales, leyes que iban desde la
prisión, el internamiento en hospitales psiquiátricos, hasta la expul-
sión del mundo mágico, quitándoles la varita para que no pudieran
entrar en áreas mágicas. Por desgracia, e incompetencia, tal como
decía el libro, todas esas leyes habían quedado desestimadas.
Aquel libro había sido escrito por Nicholas Schafer, padre de
Tony y uno de los fundadores del grupo anti comportamiento ho-
mosexual, al parecer era un hombre muy admirado y había muerto
durante la guerra, ahora Tony ocupaba su lugar, los demás miem-
bros que quedaban parecían de acuerdo con esa situación, y todos
parecían admirarlo. En el fondo, Ginny pensaba que Tony era un
tanto pomposo, pero también que era alguien muy inteligente, y
sobre todo, que tenía razón, y el grupo que había formado no podía
estar más en lo correcto, necesitaba tomar medidas, gente como
Malfoy y otros tantos homosexuales estaban contaminando a los
demás, como a Harry, que era un buen chico hasta hace poco. Ne-
cesitaba hacer que Harry abriera los ojos, que reaccionara y que se
diera cuenta que ese tipo de gente estaba equivocada, que su com-
portamiento era asqueroso y denigrante, que no era lo que se podía
esperar de él, y una vez que Harry reaccionara, podrían volver jun-
tos, casarse y finalmente tener la vida que había imaginado: una ca-
sita en el campo, Harry probablemente siendo jefe de los aurores, y
ella trabajando a medio tiempo en cualquier sitio para entretenerse
y cuidando de la casa y de los niños… casi los podía ver, dos niños y
una niña, … y todos serían felices, una familia normal y feliz…

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

–|– 

La mañana llegó y la pálida luz de la ventana iluminó la habi-


tación, ambos cuerpos desnudos se apretaron más el uno contra el
otro, suspirando entre sueños, no hicieron nada por levantarse o
moverse hasta muy entrada la mañana.
—Tengo que escribir a mi madre —murmuró Draco rom-
piendo finalmente el silencio, el día anterior había estado preocu-
pado por eso, cuando había accedido a escribirle a su madre, no ha-
bía caído en cuenta de que estarían en un lugar muggle, y que no
sería posible hacerlo.
—¿Escribirle? —preguntó Harry con los ojos cerrados, esta-
ba demasiado cansado y cómodo para siquiera querer abrir los ojos.
—Se lo prometí, le dije que le enviaría dos cartas… Me dejó
venir con esa condición, cree que pueden haberme engañado y que
esto se trate sólo una trampa.
Harry bufó suavemente y se removió un poco, pegándose un
poco más al cuerpo de Draco.
—Claro… una trampa.
—Ya, que mi madre sólo se preocupa, peor ahora que sabe lo
de los carteles en la escuela y todo eso…
—Y tiene razón —Harry bostezó y luego, con mucho pesar,
se sentó—. ¿Por qué no le escribes ahora? Yo iré a darme una du-
cha, y cuando salga podré aparecer en casa y mandar a Alba para que
lleve el mensaje a tu madre.
—Alba está en la escuela —le recordó Draco.
—Cierto —Harry se acercó y le dio un beso de saludo en los
labios a Draco—, bien, escribe la nota e iré a la lechucería del calle-
jón Diagon y la mandaré.
—Tomará toda la mañana…

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Mmm… también es cierto, probablemente demoraré mu-


cho en entrar… ya, entonces iré a Hogsmade.
—Lamento que tengas que hacer todo esto… es mi culpa por
prometer cosas que no sabía si iba a poder cumplir…
—No digas tonterías, no es la gran cosa —finalmente se puso
en pie, Draco lo miró evaluativamente, y eso hizo que Harry son-
riera—. Anda, escribe que me daré una ducha y después podré ir a
dejar la nota a tu madre mientras tú te cambias…
—Gracias —dijo Draco sentándose sobre la cama también—,
y luego podremos desayunar, realmente ya muero de hambre.
—Y yo —se apresuró a afirmar Harry mientras se metía al
cuarto de baño.
Draco se puso en pie rápidamente y buscó entre sus cosas un
trozo de pergamino y una pluma, y escribió rápidamente:

Hola Madre,
Aquí estoy reportándome, como te dije, todo está muy bien y no
hay de qué preocuparse… Te veré en unos cuantos días.
Por cierto, estoy en el lado muggle y me ha sido muy difícil hacer
que esta nota te llegue… ha tomado demasiadas molestias y tal vez no
pueda escribir hasta mi regreso, pero debes confiar en que todo va bien y
en que nadie me ha tendido ninguna trampa, ni nada de lo que te preocu-
paba.
Además que me la estoy pasando genial, ya te contaré a mi regre-
so…
Un beso
Draco.

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

—Pensé que solo sería un «Hola madre, aún estoy vivo» —se
burló Harry saliendo de la ducha envuelto en una toalla, aún moja-
do y agitándose el cabello con los dedos,
—Sí, esa era la intención, pero no pude evitarlo. ¡Y ya deja de
mojarme! —se quejó medio en broma porque Harry no se apartaba
de él—, siempre me andas queriendo usar de toalla.
—Uy, que carácter —se burló Harry meneando la cabeza de
un lado a otro y salpicando de agua todo a su alrededor.
—¡Potter! —gritó Draco saltando de la cama y alejándose.
—¡Malfoy! —remedó Harry con burla—. Anda, ya deja de
ser tan amargadito y métete a la ducha mientras yo me visto y envío
esto…
—De acuerdo —Draco se acercó a Harry y le dio un beso en
los labios—. ¡Y yo no soy amargadito, oyes! —le recalcó dándole
una nalgada y alejándose rápidamente.
—¡Hey!
—Ahora iré a ducharme —habló Draco sin dejar de sonreír
mientras cerraba la puerta del baño.
Harry sólo negó con la cabeza y comenzó a sacar su ropa para
vestirse mientras escuchaba el agua caer en el baño. Draco por lo
general era de aquellos que demoraban un montón en el baño, así
que no dudó que tendría tiempo suficiente para vestirse, salir a la
calle, aparecerse en Hogsmade y volver, antes de que Draco estuvie-
ra completamente listo.

–|– 

Ginny corrió escaleras abajo, cogió el abrigo del perchero y


salió corriendo, apenas y escuchó el grito de su madre.
—Ginny, ¿dónde vas?

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Con Amy —gritó fastidiada. Salió al jardín y tras avanzar


unos cuantos metros fuera del alcance de la vista de su madre, se
desapareció para aparecer nuevamente en Londres. Había otra
reunión del grupo de Tony.

–|– 

Cuando Harry volvió a la habitación, Draco ya estaba vestido


y listo, jugaba con el control remoto de la televisión, y tenía una
media sonrisa en el rostro mientras miraba unas caricaturas antiguas
de Micky Mouse.
—Vaya… Draco Malfoy viendo caricaturas —dijo cuando
Draco volteó hacia él por el sonido que había hecho al aparecerse.
—¿Y eso es gracioso? —preguntó Draco mirando nueva-
mente a la televisión.
—Pues sí —Harry se sentó a su lado en la cama, mirando ha-
cia la pantalla—, se supone que esto es para niños.
—¿Niños?
—Niños pequeños.
—¿Qué tan pequeños?
—Muy pequeños, creo que esos que no saben leer y escri-
bir…
—¿En serio? ¿Tú mirabas esto cuando eras pequeño y no sa-
bías leer ni escribir?
—No, yo no, pero recuerdo que mi primo Dudley veía esto
durante mucho tiempo, sobre todo, en las mañanas.
—¿Él no sabía leer ni escribir?
—Dudo mucho que lo haya aprendido en realidad…
—A veces eres malo —concluyó Draco apagando la televi-
sión. Conocía la historia de Harry y los Dursley, él mismo se la ha-
bía contado semanas atrás y no quería traerla a colación.

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

—Pero ¡Por Dios! Si ya hasta sabes apagar la televisión tú so-


lito —ironizó Harry.
—Ah… hoy estás con ganas de molestar ¿eh?
—Nah, sólo un poco…

–|– 

Ginny estaba contenta, estaba mucho más que contenta.


Tony les estaba enseñando la mejor manera de hacer encantamien-
tos de propaganda sin dejar rastros de magia, incluso en la varita,
según comentaba, eran unos encantamientos que usaban antes para
advertir a los «desviados», que era la manera como llamaban a cual-
quier mago o bruja homosexual. Eso era bueno, puesto que la vez
anterior, para los carteles y letreros contra Malfoy, había tenido que
usar aquellas varitas que había rescatado de la batalla final y, al no
ser para ella o sus amigos, habían resultado algo ineficientes, de-
mandando el doble del tiempo que pensaba que necesitaba. Menos
mal que nadie sabía que ella tenía esas varitas, y que se le había ocu-
rrido usarlas, puesto que no se había imaginado que al día siguiente,
a la profesora McGonagall se le ocurriría revisar a todo el estudian-
tado. Era inaudito como hasta la directora salía en defensa de Mal-
foy, en lugar de mandarlo a su casa o hacer que los aurores se lo lle-
vasen.
Según les comentaba Tony, los aurores no se metían mucho
con ellos, puesto que también pensaban de la misma manera; sin
embargo, tenían que hacer su trabajo, y para evitar que tuvieran que
pasar una noche en las celdas del Ministerio o que se crearan un
historial criminal de ellos, tomaban siempre ese tipo de proteccio-
nes.
—Mi padre, que en paz descanse —comenzó a hablar Tony
llamando la atención de todos e indicándoles de esa manera, que el

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

entrenamiento había terminado—, ha luchado por esta causa du-


rante toda su vida, y en su memoria, es mi deber continuar con su
labor. Estoy harto de que la sociedad no se de cuenta del peligro
que representan todos estos desviados, la forma cómo van destru-
yendo la sociedad, los principios fundamentales de la familia, de to-
do lo que es correcto.
Un murmullo de aprobación se extendió por la habitación,
dos magos de mediana edad que estaban al otro lado, comenzaron a
aplaudir y luego, el aplauso se extendió por el resto de la habitación.
Tony aguardó en silencio hasta que todos se tranquilizaron nueva-
mente.
—Ha llegado el momento de manifestarnos de una forma
más agresiva, de una manera clara, hacer entender a todos ellos, que
este mundo no es al que pertenecen, que sus desviaciones no son
bienvenidas, hacer entender a la sociedad mágica, que tienen un
grupo de personas que se preocupan por ella, un grupo de personas
que hará lo que sea necesario para procurar una vida digna, y sobre
todo, sana. Yo los invito a todos ustedes a que tomen este papel, a
que junto a mí, insten a los demás a ponerse alertas, a que juntos
castiguemos y alejemos a todos esos desviados, a que juntos mejo-
remos nuestro mundo.
Ginny, junto a Amy y Donna, aplaudió efusivamente, segura
de que sería posible lograrlo, hacer que los «desviados» tomaran
conciencia de sus malos actos, que castigarían a los que no estuvie-
ran de acuerdo en curarse, y sobre todo, de que de esa manera en-
contraría la forma de hacer que Harry entrara en razón. Tony le
sonrió ampliamente y le guiñó un ojo, la chica sonrió en respuesta
coquetamente.

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

Luego de recorrer infinidad de calles, pasear por el puente


del río Dee y tomarse una gran cantidad de fotografías muggles con
la cámara que Harry había comprado temprano esa mañana, ambos
almorzaron algo que Draco no conocía muy bien, pero que al final
le gustó: pizza.
Realmente era interesante esa manera de comerla con las
manos, y los gestos que hacía Harry al llevarse un trozo a la boca,
eran de alguna manera incitantes, y bien, podía que fuera, sólo a su
parecer, un pedazo de pan con mucho queso y salsa de tomate en-
cima, pero definitivamente, habían cosas muggles que sí le encanta-
ban, y pondría esa como una de ellas en su lista.
Para el atardecer, ambos recogieron sus cosas del hotel y de-
cidieron partir más hacia el norte, hacia Liverpool. Harry decía que
una de las bandas más famosas del mundo, se había formado e ini-
ciado allí. Puso una expresión muy graciosa cuando Draco le dijo
que no sabía nada acerca de The Beatles.
Ambos abordaron el tren y se acomodaron en uno de los
asientos traseros, se pasaron el camino conversando animadamente
y jugando con la cámara de Harry, quien le prometió darle una co-
pia de cada una de las fotografías que tomaran durante el viaje.
Liverpool fue igual de emocionante que Chester: se alojaron
en un pequeño hotel, cerca del centro, pasearon por su infinidad de
calles, vieron sus edificios antiguos y algunos lugares turísticos, y en
la noche, fueron a beber a un bar. Draco miraba, con bastante inte-
rés, aquello que los muggles llamaban fútbol, pensando que si se
practicara sobre una escoba, sería mucho más divertido.
La segunda noche que estuvieron allí, fueron a bailar nue-
vamente. Draco comprendió por qué a Harry le gustaban tanto esos
sitios, y no pudo más que admitir que a él también le gustaba ir a
bailar a clubes y discotecas, si con eso conseguía la excusa de poder
abrazar, besar y tocar a Harry de esa manera, al ritmo de la música.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Cuando amaneció el tercer día que permanecieron en Liver-


pool, ambos lucían un poco más sombríos, y nada tenía que ver con
lo tarde que se habían dormido la noche anterior, sino más bien con
el hecho de que ese era su último día juntos, puesto que luego del
desayuno y de pasear un poco, ambos tendrían que tomar un tren
que los llevaría de vuelta a Oakham, donde finalmente se separa-
rían: Draco volviendo vía ómnibus a Rútland, y Harry por apari-
ción en Grimmauld Place. En realidad, Harry podía aparecerse des-
de Liverpool a su casa, pero no quería apartarse tan pronto de Dra-
co.
—Esto es ridículo —bufó Draco sentándose junto a Harry,
que arqueó una ceja interrogantemente—; es decir, nos veremos el
viernes, dentro de cinco días, no es la gran cosa, ¿sabes? De todas
maneras, ya casi estábamos resignados a no vernos dos semanas, así
que ese tiempo no es mucho.
—No, no lo es —admitió Harry pasando un brazo sobre sus
hombros—, pero igual te extrañaré —dijo antes de darle un beso en
los labios.
Draco, casi acostumbrado a que nadie les dijera nada por ha-
cer aquello, correspondió al beso un instante para después apartar-
se, sonriente.
—Creo que nos estamos volviendo muy sosos.
Harry soltó una carcajada y tiró de Draco más cerca de él.
—No sé que trauma tienes con la gente insulsa, pero tú y yo
no lo somos.
—Tienes razón —admitió Draco—; tú te estás volviendo
muy cursi.
—Ja, ja y ja —replicó Harry con sarcasmo—. Y no me estoy
volviendo cursi, y si tú te volvieras la persona más melindrosa del
mundo, igual seguiría enamorado de ti.
—¿Ves? —señaló Draco hacia Harry con burla—. Soso.

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

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Después de ver a Draco abordar el autobús que lo llevaría a


casa, Harry caminó hasta el callejón donde se había aparecido varios
días atrás para aparecerse en su casa.
En cuanto entró, Kreacher apareció, haciendo una gran reve-
rencia y le saludó:
—Señor Potter, bienvenido a casa.
—Gracias Kreacher, ¿todo bien por aquí?
—La señorita Weasley vino a buscarlo hace un par de días, le
informé, tal como me había pedido que hiciera con cualquiera que
viniera, que usted había salido de viaje y que volvería para el final
de las vacaciones.
—Bien… —dijo antes de dar un bostezo, se encontraba real-
mente cansado, aunque apenas eran las seis de la tarde—. Creo que
iré a tomar una ducha y luego a dormir…
—Le prepararé el baño, señor.
Media hora después, Harry se dejó caer en la cama, sonrien-
do mientras recordaba lo bien que lo había pasado con Draco aque-
llos días, y esperando ansioso el retorno a la escuela para poder se-
guir viéndolo.

–|– 

Ginny caminaba de un lado a otro por su habitación, refun-


fuñando molesta. No podía creer que Harry se fuera de viaje solo,
puede que el chico estuviera acostumbrado a andar solo, pero esa
historia de que simplemente había dicho que visitaría algunas ciu-
dades por su cuenta, sin ninguna compañía, era algo que no se
creía; lo más probable fuera que Harry estuviera saliendo con al-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

guien, lo que hacía más probable que ese alguien estuviera en la es-
cuela también, y tuviera algo que ver con ese misterioso tercer piso
donde Harry había entrado y donde, según ella creía, el chico pasa-
ba la mayoría del tiempo que no estaba en la sala común.
Tomó uno de los libros que Tony le había entregado y co-
menzó a hojearlo. Estaba furiosa y necesitaba descargar su furia con
alguien; además que tenía que pensar en la forma de empezar a po-
ner en práctica las recomendaciones que Tony le había dado con
respecto al colegio.
Sí, se juntaría con su grupo de amigos, y les hablaría de la
asociación, tal vez podrían montar otro número contra Malfoy, para
que los demás vieran lo que ocurría con las personas que eran des-
viadas, para que sirviera de lección, al menos con eso, Harry de una
manera indirecta tendría también un poco de medicina.

–|– 

Draco bajó en la parada de autobuses, sintiéndose contento


por el tiempo pasado con Harry, y ansioso por poder ver a su ma-
dre, aún no se sentía del todo seguro respecto a las amenazas, y pese
a que durante las últimas vacaciones, no había podido encontrar
ninguna prueba de ellas, estaba seguro que éstas continuaban lle-
gando.
—Pero si es el pequeño mortífago —dijo una voz detrás de
él. Con algo de cansancio, Draco se giró para encarar a Gamaliel
Rushdie, otro de los aurores con presunciones de dios justiciero—.
¿Qué, ya se te olvidó saludar?
—¿Qué quieres, Rushdie? —contestó Draco a la defensiva.
—Ya sabes, lo de rutina —dijo el hombre acercándose a él,
Draco era de su misma estatura, y el hombre era mucho más gordo,

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

tenía el cabello rubio, pero en algunas partes, mucho más blanco


que en otras, y lo usaba bastante corto—. ¿Qué llevas en la bolsa?
—Libros.
—Libros… —el hombro bufó y jaló el morral de Draco,
abriéndolo con demasiada brusquedad para luego tirar al piso todo
el contenido, Draco se alegró de no cargar nada más que libros.
Previniendo que los aurores lo registraran, no había guardado ni
traído nada del viaje, e incluso su ropa se la había llevado Harry.
Aunque sí lamentó que el hombre no hubiera metido las manos
dentro, hubiera sido una buena oportunidad para ver en acción el
hechizo de Harry, claro que no le diría a Harry que podían evitar
dicha trampa simplemente vaciando el morral.
—Libros —repitió Draco con fastidio.
—Sí, había olvidado que algunos mortífagos aún tienen de-
recho a estudiar… aunque sinceramente no sé para qué.
—Y no es tu asunto saber para qué—murmuró Draco aga-
chándose a recoger las cosas del suelo, metiendo todo de cualquier
manera en el morral.
—Y dime, mortífago. ¿Es cierto lo qué dicen? —preguntó el
hombre levantándolo de un brazo y haciéndolo jadear por el sus-
to—. ¿Qué te gusta que te den por el culo?
—No me molestes —replicó Draco cansado, podía sentir sus
mejillas ardiendo, pero aún así se las apañó para soltarse del hombre
y dar unos pasos hacia atrás.
Rushdie soltó una carcajada.
—Oh, sí, mortífago y maricón… que más prueba de que no
te deberían dejar andar por la calle.
Draco entrecerró los ojos y retrocedió un par de pasos, por
más que quisiera, ya se había arriesgado demasiado contestando de
esa manera, y no podía seguir tentando su suerte.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Bien, corre donde tu madre, a que te consuele maricón —


gritó por último Rushdie. Draco no necesitó que se lo dijeran dos
veces, y con pasos rápidos, siguió avanzando por las cuatro calles
que lo separaban ya de su casa, con el corazón acelerado y con la ra-
bia consumiéndolo por los insultos y el maltrato.
Sin embargo, en cuanto entró y encontró a su madre sentada
en el sofá, leyendo plácidamente, se obligó a calmarse; ya una vez su
madre lo había reprendido por dejarse molestar por los insultos, y
no quería que otro llamado de atención se repitiera.
Narcissa levantó la vista hacia Draco y sonrió contenta y ali-
viada de que al fin Draco hubiera vuelto, y con bien.
—Hola, hijo.
—Madre.
—Te he preparado la cena, vamos —dijo antes de acercarse a
él y darle un beso en la frente.
Draco sonrió y se dejó guiar a la cocina, donde su madre ya
tenía todo preparado. Draco no le mencionó que era Harry con el
que había salido, pero sí le contó casi todo lo que había visto y co-
nocido, y lo bien que lo había pasado. Narcissa lo escuchó atenta-
mente, asintiendo e interrumpiendo sólo cuando no comprendía
alguna cosa muggle.
Cuando finalmente pudo dejarse caer en su cama, ya era de
madrugada y estaba realmente agotado.

–|– 

El resto de vacaciones las pasó demasiado aburrido, se entre-


tuvo visitando a Andrómeda y Teddy durante las tardes y estudian-
do durante las mañanas y las noches. El siguiente trimestre sería el
final, sería donde presentarían los EXTASIS y los exámenes para la
Academia de Aurores, y necesitaba concentrarse en eso.

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

Hermione y Ron se dejaron caer por su casa algunas maña-


nas, desayunaban juntos y conversaban un poco acerca de cómo los
padres de Hermione se estaban llevando, o de los nuevos planes de
George para la tienda.
Tal como había esperado, Ginny apareció el día anterior al
regreso a clases, parecía mucho más calmada que las últimas veces
que había venido, pero Harry no dejaba de sentirse incómodo en su
presencia.
—¿Y por dónde estuviste entonces? —preguntó Ginny pa-
sando su cabello hacia atrás, un olor a hierbas frescas y madera se
instaló en el ambiente, y Harry sólo se encogió de hombros,
—Ya sabes, por algunos sitios, no quería quedarme aquí solo.
—Pudiste ir a verme… yo siempre estaré allí para cualquier
cosa que desees.
—Gracias, pero estoy bien, y justo ahora planeaba ir a visitar
a Andrómeda y Teddy, no sabía que vendrías —mintió.
—Bien… supongo que ahora me estás echando —replicó
Ginny poniéndose en pie y con la mirada ofendida.
Harry simplemente se encogió de hombros pero no dijo na-
da para contradecirla.
—Supongo que te veré en la estación —dijo ella finalmente.
—Supongo.
Ginny usó la red flú para llegar a su casa, pero apenas estuvo
un instante allí, no le importó que Harry no le hiciera mucho caso,
después de todo, no tenía demasiado tiempo, y aún tenía que llegar
a Londres.
Tomó del perchero el abrigo blanco y sacó la pequeña másca-
ra que guardaba en uno de los bolsillos. Salió de la casa, su madre
estaba visitando a George y ayudándolo con algunos hechizos de
limpieza en el apartamento que quedaba sobre la tienda, probable-
mente pronto se mudaría allí, aunque no estaban del todo seguros

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

de dejarlo solo, y su padre estaba en el trabajo, así que nadie notaría


su ausencia. Había dejado una nota donde decía que estaría con
Amy, y que se quedaría a cenar con ella, así que supuso que no sería
demasiado complicado efectuar la primera parte del plan.
Salió hacia el jardín, el viento frío soplaba con fuerza, agitán-
dole los cabellos. Miró a ambos lados innecesariamente, y luego se
apareció cerca de la estación King’s Cross.

–|– 

El día anterior había sido un desastre, los aurores ahora no


sólo le preguntaban las estupideces habituales, si no que también
habían optado por preguntarle sobre si era o no gay, y una sarta de
tonterías que prefería no recordar.
Sin embargo, esta mañana había despertado contento, ya de-
bía volver a la escuela y a su rutina conocida con Harry, al menos
eso hacía que valiera la pena estar allí. Además ya llegaban los EX-
TASIS y los exámenes de admisión, era como si llegara al final de
un camino, al punto en que su futuro se decidiría.
El sonido de alguien llamando a la puerta hizo que su madre
y él levantaran la vista un tanto asombrados, nadie nunca tocaba su
puerta ni los buscaba.
—¿Esperas a alguien? —preguntó Narcissa, y Draco negó
rápidamente, Harry no sería capaz de venir y tocar la puerta. O al
menos eso esperaba.
Los sonidos en la puerta se repitieron.
—Un momento, por favor —respondió Narcissa poniéndose
en pie, y junto a Draco, caminó hasta la puerta.
—¿Señora Malfoy? —dijo la voz de una mujer, y Draco re-
conoció a la voz de su profesora, frunció el ceño un tanto preocu-
pado mientras su madre abría la puerta para dejar ver a la profesora

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

McGonagall, enfundada en su abrigo de cuadros escoceses y mi-


rándolos de manera extraña.
—Lamento llegar de sorpresa —saludó la profesora haciendo
un pequeño asentimiento—, pero necesitaba hablar con ustedes an-
tes de que Draco partiera al colegio.
—Claro, pase profesora —invitó Narcissa mirando a su hijo
con preocupación.
—¿Ha sucedido algo malo? —preguntó Draco sentándose en
el sillón delante de la profesora.
—¿Desea que le sirva un té o algo de beber? —preguntó
Narcissa, no dejando opción a que la profesora contestara.
—No, señora Malfoy, estoy bien, gracias… —la profesora
McGonagall exhaló profundamente y luego miró hacia Draco, un
instante antes de empezar a hablar—. Creemos que sería conve-
niente que Draco no utilice el Expreso de Hogwarts para volver a la
escuela esta vez, pensamos que tal vez sería más apropiado usar la
chimenea.
—¿La chimenea? —preguntó la señora Malfoy.
—Sí, no es recomendable que viaje por ese medio, al menos
por ahora… Su chimenea está conectada con la de mi despacho, así
que en una hora más o menos Draco se podrá trasladar a la escuela.
—¿Por qué? —preguntó Draco, escéptico—. ¿Qué es lo que
ha pasado ahora?
—Nada que deba preocuparte —Draco arqueó una ceja y la
profesora McGonagall desvió la mirada hacia Narcissa—, un grupo,
creemos que de chicos probablemente de la escuela, han estado ha-
ciendo desbarajustes en el andén, hemos removido la mayoría de
hechizos y carteles, pero será mejor que, para evitar mayores pro-
blemas, Draco no utilice el tren… Espero que usted comprenda,
señora Malfoy, que lo hacemos por la seguridad de Draco.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Por supuesto, en lugar de castigar a todos esos mocosos


malcriados, prefiere esconder a mi hijo de la vista pública —replicó
Narcissa con voz gélida.
—Draco sabe muy bien de mi interés por castigar a los cul-
pables, señora Malfoy, y si no lo he hecho, ha sido más que por la
negativa de Draco a hablar —aclaró la profesora sin alterarse, Narci-
ssa entrecerró los ojos hacia Draco que se encogió en su sitio.
—Escucha, madre, está bien, de todas maneras, es mucho
más rápido y cómodo, prefiero la red flú.
—¿Qué quiere decir con qué es tu culpa que no se sepa
quienes son los responsables?
—No quiero hablar de eso ahora —masculló Draco, cruzán-
dose de brazos y sintiéndose algo intimidado por mantener esa con-
versación con su madre, delante de la profesora.
—Bien —suspiró la profesora McGonagall poniéndose en
pie, y al parecer, entendiendo la incomodidad de Draco—, enton-
ces, señor Malfoy, lo veré en una hora en mi despacho.
—Sí, profesora —respondió rápidamente Draco mientras se
ponía en pie, Narcissa lo imitó, despidiéndose de la profesora.
Cuando Draco cerró la puerta, se giró con una mirada cautelosa.
—Creo que iré a terminar de guardar unos libros…
—Draco…
—Escucha, madre, de nada sirve que les diga quiénes me
molestan. Para empezar, tendrían a una cantidad muy grande de
alumnos en la lista, y no creo que todos estén involucrados en ese
asunto de los carteles, y segundo: de qué me serviría, no soy alguien
popular ya de por sí, y convertirme en un soplón no ayudará.
—Puede que tengas razón…
—La tengo, no debes temer, al fin sólo faltan tres meses, ya
he soportado mucho tiempo allí como para ahora darles el gusto —

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

Draco se aproximó a ella y le dio un beso en la frente—. Estaré


bien. Lo prometo.
Narcissa asintió y Draco comenzó a caminar hasta su habita-
ción, pero la voz de su madre lo detuvo en medio camino.
—Ese chico… —Draco volteó con una mirada sorprendi-
da—. Ese chico ¿te cuida? Es decir… ¿Te trata bien?
—Sí, madre, lo hace, él… él me quiere y yo a él —admitió
sonrojándose un poco, no acostumbrado a hablar de su vida perso-
nal con su madre, o con nadie.
—Bien… ve a terminar de empacar entonces.
—Claro.

–|– 

Harry caminó junto a Ron y Hermione, que habían pasado


por él minutos antes, por la estación de King’s Cross, notando que
en el lado muggle habían demasiados magos y brujas, más de lo
normal, no les era difícil identificarlos, y un sentimiento de apren-
sión se apoderó de su pecho conforme cruzaban la entrada mágica.
Cuando llegaron a la plataforma 9 ¾, Harry vio que había
mucha gente arremolinada sobre el andén. Hermione y Ron le die-
ron miradas preocupadas y los tres se apresuraron hacia el sitio,
apenas necesitaron esquivar un par de personas para poder ver el
inmenso dibujo que había pintado sobre el tren escarlata.
Hermione se tapó la boca con una mano y sintió a Ron ten-
sarse a su lado. Harry sólo pudo quedarse de pie allí, conteniendo el
aliento mientras la imagen de Draco Malfoy ardiendo entre llamas y
gritando se repetía una y otra vez, debajo una leyenda:
“Todos los desviados serán quemados y castigados”.
—¿Quién…? —jadeó Hermione finalmente.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Supongo que los mismos que pusieron los carteles en la


escuela… —murmuró Harry mirando alrededor, ya casi eran las
once de la mañana, hora de partir a la escuela, muchos alumnos, sin
dejar de mirar el dibujo, avanzaban hacia las escalinatas del tren.
—Vamos, no debemos estar mirando estás estupideces —dijo
de pronto Ron con voz firme, tanto que sorprendió a Harry y a
Hermione.
—Sí, Harry, Ron tiene razón, el quedarnos mirando es darles
el gusto a los que hicieron esta canallada.
Harry asintió suavemente, pero no pudo dejar de mirar aquel
horrible dibujo. Draco ardiendo en llamas y gritando, el recuerdo
del incendio en la sala de los menesteres se mezcló con aquella
imagen.
Arrastró los pies hasta el interior del vagón, casi sin notar en
qué momento se había finalmente instalado en uno de los compar-
timientos, Luna y Neville entraron unos instantes después, comen-
tando aquel horrible dibujo, pero Harry no les hacía caso, no podía
más que pensar en Draco, en si había visto o no realmente ese dibu-
jo y en cómo se sentiría.
—Y dicen que Malfoy no ha subido al tren —dijo Neville,
capturando al fin la atención de Harry.
—¿Quién podría hacerlo con ese horrible dibujo sobre el
tren? —preguntó Luna, y Hermione asintió dándole la razón.
—¿Malfoy no ha llegado? —preguntó Harry tratando de pa-
recer asombrado y no asustado.
—No, eso dicen —respondió Luna encogiéndose de hom-
bros.
—De todas maneras, si ha subido ya lo sabremos —dijo Ron
poniéndose en pie—, nos toca ronda.
—Cierto —afirmó Hermione, que junto a Ron salió del
compartimiento, pese a que luego llegaron Seamus y Dean, Harry

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

se la pasó en silencio el resto del viaje, mirando cómo el paisaje iba


cambiando poco a poco y cómo la tarde iba cayendo, le fue imposi-
ble sacar de su mente la escena de Draco y el dibujo del tren.

–|– 

—Bien, ya lo tengo todo —dijo Draco jalando el baúl hacia la


sala.
—En todo caso, si es que olvidas algo, me avisas y te lo envío
al colegio, ¿bien?
—Claro…
—Draco, cuídate mucho, por favor —pidió Narcissa acomo-
dándole la corbata de la escuela y alisando su túnica.
—Y tú también, madre, aún sigo pensando que esas amena-
zas existen, y no quiero que nada malo te pase.
—No seas tan alarmista, no hay amenazas y nada me pasa-
rá… ahora ve —Narcissa sonrió hacia su hijo y le dio un beso en
cada mejilla—, enséñales que no te dejas amedrentar por un par de
cartelitos tontos.
—Por supuesto, madre —Draco dio un paso hacia el frente y
miró hacia el fuego de la chimenea, en el último instante se giró y
abrazó a su madre.
—No debes preocuparte por mí, estaré bien.
—Lo sé —suspiró Narcissa dentro del abrazo—. Y no lo ol-
vides, tanto tu padre como yo realmente te amamos, por encima de
todos los problemas o sobre cualquier cosa.
—Yo también —contestó Draco alejándose finalmente de la
mujer, le obsequió una sonrisa más y luego se metió a la chime-
nea—: A Hogwarts.
Narcissa vio a su hijo desaparecer entre una llamarada de
fuego verde y suspiró cansada, realmente extrañaba tenerlo en casa,

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

después de todo lo que había pasado, y todo lo que aún estaba pa-
sando, no había día en que no se preocupara por él. Sinceramente
esperó que ese chico del que le había hablado realmente le quisiera,
que no le hiciera sufrir, no se merecía más sufrimiento.

–|– 

Draco apareció en el despacho de la directora, que levantó la


vista hacia Draco y sonrió suavemente.
—Me alegra que llegara, puede ir a su habitación, supongo
que quiere poner en orden sus cosas.
—Así es, gracias —respondió Draco haciendo una inclina-
ción con la cabeza, distraídamente miró hacia los cuadros de los di-
rectores, Dumbledore le sonrió suavemente y Snape le hizo una re-
verencia. Draco, por primera vez, se atrevió a responder a esos salu-
dos antes de salir de la oficina de la directora. Disfrutó tener el cas-
tillo casi para el solo, caminando con lentitud por los pasillos, mi-
rando los cuadros y las armaduras, llevaba mucho tiempo corriendo
de un lado a otro y no lo había visto con ese detenimiento, tal vez
no tendría otra oportunidad luego.
Llegó al tercer piso y susurró la contraseña a El Hada Her-
mosa; una vez dentro, se sintió extrañamente en casa, dejó el baúl a
un lado y comenzó a sacar los libros para ponerse a estudiar, espe-
rando a que el día transcurriera y que Harry pronto llegara, esperó
que no estuviera preocupado por él y que al menos no haya tenido
que ver nada desagradable.

–|– 

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

Después de llegar a la estación, Harry, junto a Ron y Her-


mione, tomaron uno de los primeros carruajes hacia la escuela, de-
jando atrás a casi todos sus amigos.
—Escucha, Harry —dijo Hermione luego de un largo silen-
cio—, sé que esto te debe estar afectando, pero no debes permitir
que eso pase… es decir, ellos sólo lo molestan porque es Malfoy, no
porque sea gay.
Harry supuso que su amiga aprovechaba el que nadie más es-
tuviera en el carruaje para poder hablar con algo de libertad.
—No creo que sea así de simple.
—Ella tiene razón, si se tratara de ti o de cualquier otro, no
harían nada malo, pero como es Malfoy…
—Pienso que, así se tratara de alguien más, el sentimiento de
repulsión existe… sinceramente, no sé que hago aquí tratando de
planear un futuro y una carrera, no podré vivir todo el tiempo fin-
giendo ser algo que no soy —se sinceró Harry.
—¡Y no tendrás que hacerlo! —se apresuró a aclarar Her-
mione—. La sociedad no se puede mostrar tan intolerante e intran-
sigente ante esto… tarde o temprano tendrán que…
—Tal vez no estoy dispuesto a esperar a que ellos acepten al-
go que yo pienso que es normal —interrumpió Harry cruzándose
de brazos y mirando por una de las ventanas, tratando de hacerles
entender que por su lado, la discusión había terminado.
Tanto Ron como Hermione intercambiaron miradas preocu-
padas, y no comentaron más durante el resto del camino.

–|– 

Draco esperó a que los demás alumnos estuvieran en el Gran


Comedor para entrar, a su paso muchos se quedaban callados y
otros tantos cuchicheaban suavemente, no hubo insultos ni repro-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

ches mientras se sentaba a la mesa. Levantó la vista y sonrió lo sufi-


ciente para que Harry, que parecía más agobiado que de costumbre,
estuviera tranquilo. Se preguntó qué era lo que le podría haber pa-
sado para que se viera así de pálido y enfermo.
La profesora McGonagall se puso de pie, llamando su aten-
ción y la de los demás estudiantes, dispuesta a iniciar un discurso
antes de la cena.
Escuchó por alrededor de quince minutos cómo la profesora
explicaba que los castigos impuestos continuarían definitivamente
hasta el final del curso, y cómo se sentía muy decepcionada de la
comunidad mágica por el tipo de agresiones en el tren, y que se
sentiría mucho más decepcionada si se enteraba que algún alumno
había tenido algo que ver en el asunto.
Draco rezongó un tanto fastidiado, por supuesto que tenía
que ver con los alumnos de la escuela, casi estaba seguro de quién o
quiénes habían sido, miró distraídamente hacia la comadrejita ju-
nior que sonreía complacida. Sí, definitivamente estaba seguro de
quiénes habían sido.

–|– 

Harry se debatía entre la ansiedad de ver a Draco y el deseo


de mandar todo al diablo; se preguntó si en la escuela habían más
chicos y chicas en su misma posición, incapaces de decir lo que
pensaban o sentían por miedo a las críticas, y si era que no estarían
siendo afectados, tal como le pasaba a él, por esos carteles y amena-
zas.
Llegó a su habitación y metió en la mochila la capa de invisi-
bilidad y el mapa, aunque no estaba seguro de necesitarlos del todo,
mejor era ser provisorio.

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

Bajó las escaleras y salió hacia el pasillo, en el camino Ron y


Hermione le dieron miradas comprensivas; supuso que de alguna
manera, entendían qué era lo que le estaba pasando.
Caminó sin prestar mucha atención al camino hasta el tercer
piso, y luego hasta el cuadro de El Hada Hermosa. No notó que
una mirada castaña lo seguía atentamente desde una de las esquinas
del pasillo.
Entró con pasos lentos y encontró a Draco, como siempre,
estudiando tras el escritorio.
—Hola —saludó antes de acercarse.
Draco se giró para mirarlo con atención, parecía tan cansado.
Se puso en pie y le dio un suave beso en los labios antes de abrazar-
lo.
—¿Qué es lo que te ha pasado? —preguntó en un murmullo
aún sin soltarlo.
—Nada —suspiró Harry—, creo que la realidad golpeando
con fuerza, eso es todo.
Draco se apartó de él un paso, y le dio una mirada evaluado-
ra.
— ¿La realidad? ¿Es por lo que pasó en el tren?
—¿Tú lo viste? —preguntó un poco alarmado Harry.
Draco negó con la cabeza.
—La profesora McGonagall se pasó está mañana por casa, y
me hizo venir por red flú, aunque comentó algo al respecto… no sé
si saldrá mañana en los titulares de los diarios.
—Mejor que no lo veas —comentó Harry jalando a Draco
hacia la cama—. ¿Puedo quedarme a dormir está noche?
—¿Cuándo has pedido permiso para quedarte? —preguntó
Draco arqueando una ceja—, tú puedes hacer lo que quieras aquí…
—se inclinó hacia delante y besó a Harry al pie de la cama, pero el

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

beso, que prometía ponerse mejor, fue interrumpido por el propio


Harry, que se apartó, aún luciendo demasiado apagado.
—Me refería en verdad a dormir… sólo dormir si es que…
—Claro —se apresuró a contestar Draco viendo a Harry ale-
jarse. Lo vio desnudarse hasta quedar solamente en ropa interior y
después meterse en la cama.
—Sé que seguramente tienes todo un gran horario de estu-
dios hecho y todo eso pero, ¿qué tal si está noche lo dejas de lado y
te metes aquí conmigo?
Draco miró hacia Harry, que ya tenía los ojos cerrados, y lue-
go hacia el escritorio donde el libro de «Pociones Curativas y Mági-
cos Ingredientes» permanecía abierto.
—Lo que quieras —aceptó finalmente quitándose la ropa y
apagando las luces, apenas eran las nueve de la noche, nunca dor-
mía tan temprano, y Harry tampoco.
En cuanto se hubo metido a la cama, Harry se abrazó a él,
apoyando la cabeza en su pecho y respirando suavemente. Draco se
dedicó a acariciar la oscura cabellera por mucho rato, perdido en sus
pensamientos y dudas, hasta que no pudo soportarlo más.
—Harry… ¿Aún estás despierto?
—Sí.
—¿Qué es lo que te ha pasado?
—Ya te dije…
—No, no me vengas con eso de «la realidad me ha golpeado»
ni ninguna de esas patrañas —reclamó Draco apartándose y hacien-
do que Harry lo mirara.
Harry suspiró cansadamente y luego desvió la mirada.
—Nada, en serio… sólo necesito descansar un poco, tenerte
cerca para sentirme mejor.

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LIBRO II|El Último Año
[11] Evaluaciones finales y vacaciones de pascua

—¿Es por lo del tren verdad? —preguntó acercándose nue-


vamente a Harry—, no pudieron sacar todos los «desbarajustes» que
hicieron, y viste algo que no te gustó.
—Algo así.
—Vamos, Harry, tú no eres así, siempre me dices todo lo que
te pasa —pidió con un susurro, acariciando con una mano la mejilla
de Harry.
—Nada… es sólo que hoy me sentí sobrepasado por eso,
mañana estaré mejor, sólo quiero dormir un poco a tu lado.
Draco negó con la cabeza, se acercó a Harry y le dio un casto
beso en los labios, lento y pausado; cuando se separaron, se abrazó a
él y ambos permanecieron en silencio hasta que finalmente se que-
daron completamente dormidos.

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Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

12
«Adios…»

En gotas de alma voy // navegando hacia el final,


no dudes que al mirar // hacia tu interior, me podrás hallar.
No llores más por mí, // siempre estoy cerca de ti.
Te esperaré en la luz, // allí donde no, no existe el dolor.
Canción: Es Hora de Marchar
Mago de Oz, banda española de rock

16 de marzo, 1999, Hogwarts

E
n la mañana, al siguiente día de regresar a la escuela,
Harry despertó de mejor ánimo. Draco y él hicieron
el amor de manera lenta y cariñosa.
Draco no entendía muy bien qué pudo haber alterado tanto a
Harry para que se pusiera de esa manera, pero lo entendía en mu-
chos aspectos, y sabía que en un momento así, lo que más necesita-
ba era cariño y sentirse querido, y Draco se esmeró por hacerlo sen-
tir de esa manera.
Para cuando Harry tuvo que marcharse a sacar sus cosas para
las clases del día, lucía mucho mejor, mucho más Harry y menos
como esa persona desconocida que había llegado la noche anterior,
eso hizo que Draco se sintiera mejor y menos preocupado.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Cuando llegó al Gran Comedor, vio a muchos alumnos co-


mentando tras las páginas de El Profeta, estuvo muy atento hasta
que finalmente unos niños de primero, dejaron olvidada una edi-
ción sobre la mesa; la invocó con su varita, dispuesto a averiguar
cuál era el pábulo de tanto cotilleo. En la primera plana se hablaba
de unos carteles que habían aparecido en el Expreso de Hogwarts, y
cómo los profesores habían intentado quitar todos antes de la llega-
da de los estudiantes, aunque no todos habían logrado ser removi-
dos. Según el diario, había una imagen en las páginas centrales y
Draco no dudó en verla, evitó soltar un jadeo cuando vio su foto
ardiendo en llamas y luego la leyenda debajo. Instintivamente le-
vantó la mirada hacia Harry, pero en ese momento parecía demasia-
do ocupado conversando con Weasley y Granger. Aprovechó la dis-
tracción del ojiverdes para meter el diario en el morral, prometién-
dose no decirle a Harry nada acerca de que había visto la perturba-
dora efigie, y pensando en que tendría que escribirle a su madre esa
noche. Probablemente ella también había visto el diario, y no quería
que estuviera alterada o preocupada.
Harry giró hacia él y le dio una mirada interrogante, Draco
sonrió casi imperceptiblemente y se puso en pie, necesitaba llegar a
clases de todas maneras.

–|– 

«Las cosas empiezan a marchar mejor», pensó Harry un poco


más contento, Draco y él seguían estudiando todas las noches y las
horas que tenían libres; preparándose con bastante ahínco para las
pruebas que tendrían que rendir en poco tiempo. Su pequeño ata-
que o crisis había desaparecido la mañana siguiente de haberse ini-
ciado, después pensó que había sido tonto dejarse llevar por aque-
llo, finalmente, tal como le había dicho Hermione, era lo que los

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LIBRO II|El Último Año
[12] «Adios…»

demás esperaban, que la gente «desviada», que era como le llama-


ban, se contuviera y arrepintiera y por supuesto, aunque él aún no
había admitido nada en público, no estaba dispuesto a que ese gru-
po de fanáticos lo intimidara ni mucho menos.
Draco no le mencionó o preguntó nada más respecto a ese
tema, y Harry lo agradeció. No estaba seguro si al final, Draco había
o no visto aquella imagen, pero si no la había visto, no quería ser él
quien se lo contara. Además tenían ya demasiadas cosas encima con
los trabajos de la escuela, estudiar y su apoyo como instructor al
grupo de DCAO, como para preocuparse de algo que no valía la
pena.
—Ya es tarde —dijo Draco poniéndose en pie y cerrando los
libros, Harry le sonrió en respuesta.
—No tan tarde.
—No, pero estoy agotado… no sé que haremos las últimas
semanas antes de que empiecen todas las evaluaciones.
—Supongo que estudiar más —contestó Harry metiendo el
libro de Herbología en la mochila.
—Quisiera que los exámenes fueran ahora mismo, así nos li-
bramos de todas estas tensiones.
—Hay otras formas de librarnos de tensiones, yo conozco un
par —afirmó Harry con una sonrisa que Draco ya conocía muy
bien.
—¡Ay, Potter!, eres realmente un maniático del sexo —se
quejó Draco sentándose en la cama junto a Harry.
—¿Quién dijo algo de sexo? —preguntó con inocencia Ha-
rry.
Draco negó con la cabeza y lo jaló para besarlo con ansiedad,
ambos abrazados se dejaron caer sobre la piltra, entre caricias y más
besos, disfrutando de la noche antes de que tuvieran que separarse.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

–|– 

—Ron… ¿No notas a Ginny algo extraña últimamente? —


preguntó Hermione de pronto. Ron levantó la vista un tanto sobre-
saltado y luego miró alrededor de la sala común, su hermanita no
estaba por ningún lado.
—¿Extraña? ¿A qué te refieres?
—No sé… ya nunca anda por aquí… está sacando bajas no-
tas.
—Honestamente, no creo que quiera estar cerca de Harry y
por eso nos evita, pero no creo que sus notas sean malas…
—Pienso que deberías hablar con ella, anda muy distraída,
no sería nada bueno que repruebe sus EXTASIS.
Ron suspiró cansado, pero asintió.
—Ella tiene mal carácter y probablemente se enfadará, pero
lo haré.

–|– 

Cuatro pisos más abajo, en un aula en desuso y protegida por


hechizos silenciadores, Ginny miraba a sus demás compañeros; ha-
bía logrado reunir ya a quince y se sentía bastante orgullosa por
aquello.
—Es nuestro deber actuar, actuar para lograr una sociedad
mejor —recitó con voz firme, repitiendo las palabras de Tony—,
somos muchos los preocupados porque este sea un lugar sano y co-
rrecto, y no sólo la escuela, sino todo lo demás…y si todos nos
unimos y ponemos un poco de nuestra parte, pronto se dejará escu-
char nuestro mensaje, pronto se podrá empezar a sanar a todos
aquellos que han caído en ese terrible mal que sólo degrada a la fa-
milia y la sociedad.

759
LIBRO II|El Último Año
[12] «Adios…»

—Sí —apoyó Amy con una sonrisa—, es el momento de ha-


cer que nos escuchen, que sepan que lo que hacen está mal, y que
los más sensatos se decidan a ser curados y a cambiar… a no dejarse
llevar por toda esa sarta de «desviados».
El grupo de chicos y chicas aplaudieron con energía, en un
inicio sólo eran cinco, Ginny, Amy, Maurice Hawes, William Fagg y
Lytton Ogden, pero ahora, gracias al trabajo en equipo que todos
ellos estaban haciendo, habían podido reclutar más gente para la or-
ganización, lamentaron que no hubieran ya permisos para Hogs-
made, puesto que tendrían que esperar a que el curso acabara para
poder reunirse con Tony nuevamente, aunque eso no dejaba cerra-
da la posibilidad de que mientras tanto, pudieran actuar por su
cuenta dentro de la escuela.

–|– 

3 de abril de 1999, condado mágico de Rútland, casa de Narcissa y


Draco Malfoy, 5:00 A.M.

Narcissa abrió los ojos ligeramente alertada, llevaba semanas


de esa manera, desde que las amenazas que llegaban a su casa, se
hacían más intensas y abundantes. En un inicio, había acudido a los
aurores, pero, casi como ya lo esperaba, estos no le habían hecho el
mínimo caso, incluso recordó a aquella chica diciéndole que al final
de cuentas, era lo que se merecía por traidora. ¿De qué había servi-
do traicionar a su bando si finalmente iba resultar perjudicada?
Desde entonces, el dormir y andar sola significaba andar en un es-
tado de alerta permanente, siempre saltando por los pequeños rui-
dos y pasos a su alrededor. El sonido se repitió una vez más, esta vez
estaba segura de que no estaba imaginando cosas, en verdad había
alguien moviéndose fuera.

760
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Tomó una bocanada de aire y agarró la varita de la mesa de


noche, se puso en pie, jaló el albornoz que estaba sobre la silla y se
lo puso descuidadamente mientras sentía los pasos acercarse aún
más.
Levantó la varita con la mano derecha, y con la izquierda jaló
el pomo de la puerta, tratando de sorprender a su invasor, aunque
no fue lo suficientemente rápida, el primer hombre se lanzó sobre
ella haciéndola caer al piso, presionando su cuerpo contra el suelo y
apresando rápidamente sus muñecas.
Narcissa soltó un grito que, rápidamente, fue ahogado por la
mano sobre su boca de un segundo hombre. Abrió los ojos horrori-
zada, habían al menos cinco personas allí dentro, ninguno cubría su
rostro como hacían los mortífagos de antiguo, descubrió que cono-
cía a un par, eran un par de magos más jóvenes que ella, que habían
pertenecido a las filas inferiores del Lord, ella no había tenido idea
de lo que había pasado con ellos, siempre supuso que estaban en al-
guno de los otros condados mágicos creados por el Ministro.
—Hay que darse prisa —apuró la voz de otro chico. Narcis-
sa, pese al agarre, se giró un poco para ver al chico Browning, el
menor de los dos hermanos que vivían al lado de su casa, Draco le
había comentado alguna vez de lo mal que Lucius había actuado
con ellos en el pasado.
Un estremecimiento de terror recorrió su espalda recordan-
do a Draco… No podía dejarlo solo, no ahora que la necesitaba tan-
to… No después de que Lucius había fallado como padre y los ha-
bía abandonado antes de tiempo, no podía ella también hacerle sen-
tir ese dolor, ese sufrimiento, dejarlo completamente solo.
—Ahora, señora Malfoy —dijo con voz rasposa el mago que
le tapaba la boca con bastante fuerza—, vamos a terminar de una
vez por todas con esto…con los traidores que son los responsables

761
LIBRO II|El Último Año
[12] «Adios…»

de que todos nosotros estemos ahora sufriendo las consecuencias,


cuando pudimos habernos alzado como vencedores.
—Apresúrate —repitió Browning impacientemente, Narcis-
sa volvió a mirarlo, a implorar con su mirada, si hubiera tenido po-
sibilidades de hablar hubiera rogado, no importaba la humillación
con tal de no hacer pasar más sufrimiento a Draco…
«¡Oh, Draco, mi pobre niño!», pensó con pena, unas lágrimas
comenzaron a resbalar por sus mejillas, a pesar de que trataba de
contenerlas.
Otro mago, que había permanecido en silencio, de pie junto
a ellos, se inclinó hacia ella, Narcissa lo conocía también, se trataba
de Wren, otro mortífago de baja calaña, Narcissa recordaba vaga-
mente haberlo visto discutiendo con Lucius y Nott en más de una
ocasión.
—Este es el mejor espectáculo, la grandiosa señora Malfoy a
nuestros pies…llorando ¿Acaso le provoca rogar, señora? ¿Rogar a
la plebe de magos no dignos de alcanzar la confianza del Lord? Si
no fuera por culpa de usted…
Narcissa trató de forcejear una vez más, pero el primer mago
que había saltado sobre ella, la tenía sujeta tan fuerte que casi podía
sentir la piel de sus muñecas lacerándose, el peso del mago aumen-
tó sobre su tórax, arrebatándole el aire.
—Ni lo intente, pensé que era una mujer lista, que sabría
que no tienen ninguna oportunidad contra cinco de nosotros —le
recriminó el mago, presionando más fuerte aún sobre sus muñecas,
no pudo evitar el gemido de dolor que escapó de sus labios y que se
ahogó contra la mano que presionaba fuertemente su rostro contra
el piso.
—Arriba —ordenó Wren, rápidamente los dos magos que la
tenían sujeta, se las ingeniaron para levantarla del piso y sacudirla
un poco.

762
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

El primer golpe fue estremecedor. Cuando el mago que la


sujetaba, y que era mucho más grande y fuerte de lo que parecía, la
levantó casi en vilo y la lanzó hacia uno de los lados, Narcissa emi-
tió un quejido mientras su espalda golpeaba estrepitosamente con-
tra la pared, para luego resbalar contra el suelo, como si se tratase de
una muñeca de trapo. Levantó la vista, ahora empañada, hacia los
hombres que se acercaban a ella nuevamente, instintivamente se
encogió en su sitio.
—Aléjense —pidió con voz ahogada y tratando de respirar,
pero el aire parecía no querer llegar a sus pulmones.
—Puede gritar todo lo que quiera…nadie vendrá —advirtió
Browning—, es cambio de turno, los aurores no estarán cerca al
menos en unos cuantos minutos, y para entonces, ya habremos
terminado aquí.
—¡No se atrevan! —gritó recuperando poco a poco las fuer-
zas, pero no le sirvió de mucho, el mismo mago que la había lanza-
do al suelo un momento antes la levantó de nuevo, sujetándola por
los hombros y agitándola contra la pared una vez más. Narcissa sin-
tió sus músculos resentirse por los golpes, y cómo un dolor agudo y
profundo se instalaba en su brazo tan solo un momento antes de
escuchar el sonido de un hueso romperse.
—Acabemos con esto de una buena vez —ordenó Wren con
voz que parecía aburrida. Narcissa, imposibilitada de movimiento
por el dolor y el agarre del mago que la tenía sujeta contra la pared,
vio con terror el brillo de un cuchillo plateado. Levantó la vista ha-
cia el hombre, implorando.
—¡No! —exhaló a la vez que sentía la fría hoja sobre la piel
de su garganta, casi ni sintió el corte, pero sí la tibia sangre que co-
menzaba a caer en torrentes sobre su pecho y el resto de su cuerpo.
—¡Vamos, Vamos! —apuró Browning, mientras halaba a otro
de los magos que había permanecido en silencio.

763
LIBRO II|El Último Año
[12] «Adios…»

Narcissa aún fue conciente de su cuerpo cayendo y golpean-


do el frío piso. Cayó de lado, su rostro golpeando al suelo, pero no
sintió dolor alguno, pudo ver las botas oscuras de los magos aleján-
dose antes de que la oscuridad comenzara a nublar sus sentidos.
Por un instante, casi estuvo segura de escuchar la voz de
Draco, llamándola, diciéndole que todo estaba bien, que todo sal-
dría bien… y se aferró a esa voz y a ese recuerdo mientras se hundía
cada vez más profundamente en aquella atrayente e irresistible os-
curidad.

–|– 

3 de abril de 1999, dormitorio de “El Hada Hermosa”, Colegio


Hogwarts, madrugada

Draco abrió los ojos sobresaltado, le costaba respirar y su co-


razón latía con fuerza. A su lado, Harry se sentó rápidamente, mi-
rando alrededor para luego reparar en él.
—¿Draco? —preguntó Harry un tanto asustado sujetándolo
por los brazos para hacerlo girar lo suficiente y encararlo. Draco es-
taba pálido y parecía desorientado.
—¿Draco? —repitió.
Draco negó con la cabeza y miró a Harry.
—Creo que…tuve una pesadilla.
—¿Qué tipo de pesadilla?
—No lo sé —susurró Draco tratando de recordar, pero le fue
imposible—, no puedo recordar.
—No te preocupes…no debe haber sido nada —le consoló
Harry jalándolo para abrazarlo. Draco pareció un poco perdido por
un instante, antes de corresponder al abrazo.

764
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Es raro… es como si de pronto… —Draco tragó y trató de


tomar una profunda bocanada de aire—… me siento extraño.
—Tal vez sea la presión por las clases, ya te he dicho cientos
de veces que te presionas demasiado.
—No… —Draco se alejó del abrazo y miró hacia Harry
nuevamente—. Tal vez sí sea eso —suspiró profundamente.
—Anda, vamos, tratemos de dormir un poco más, ya casi está
amaneciendo.
—Sí —Draco se dejó caer en la cama y se abrazó a Harry, pe-
ro la incertidumbre y el miedo no se alejaron de él por mucho rato,
y mientras escuchaba la respiración pausada y calmada de Harry, no
podía dejar de intentar recordar qué era lo que había podido estar
soñando para sentirse tan abrumado, aunque no lo consiguió.

–|– 

Tal vez el cuerpo sin vida de Narcissa Malfoy no hubiese si-


do descubierto pronto si no hubiera sido por el aviso muggle: un
trozo de madera vieja y corriente, pintada con letras negras, que ha-
bía aparecido sobre su puerta esa mañana.

Aquí yace una traidora

Los aurores del turno de la mañana, sin embargo, demoraron


un par de horas más en reparar en dicho letrero, hasta que Villiers,
un auror de unos treinta años de edad que recién empezaba a hacer
las guardias en ese condado mágico, caminó por todo lo largo de la
calle, reconociendo el terreno y asegurándose de que todo estuviera
en orden.
En un inicio, no había comprendido muy bien de qué se tra-
taba ese anuncio, y había caminado con pasos decididos hacia la ca-

765
LIBRO II|El Último Año
[12] «Adios…»

sa, pensando en llamar la atención de la persona que vivía allí. En


cuanto tocó la puerta, esta se abrió sola, la cerradura estaba destro-
zada, como si la hubiesen golpeado. Dudando entre pedir refuerzos
o continuar, se detuvo en la puerta, mirando hacia la sala vacía. Fi-
nalmente se decidió por continuar avanzando.
—Auror del Ministerio de Magia —informó de acuerdo al
reglamento—. ¿Hay alguien aquí?
No hubo repuesta, sólo un pesado silencio. Caminó con len-
titud a través de la sala, y llegó a la cocina que se encontraba tam-
bién vacía, frunció el ceño, preocupado.
—¿Se encuentra alguien en casa? —preguntó con voz más
fuerte, pero nuevamente el silencio fue la respuesta.
Avanzó hacia la primera habitación, estaba vacía, dejó la
puerta abierta y caminó unos cuantos pasos más, hacia la segunda
habitación, empujó la puerta con cautela y la vio: el cuerpo de una
mujer golpeada, vistiendo una bata blanca y rodeada por un gran
charco de sangre, lo miraba inexpresivamente.
—Demonios —susurró antes de dar media vuelta e ir a lla-
mar a sus compañeros.

–|– 

La profesora McGonagall avanzó por el pasillo rumbo a su


oficina, caminaba con premura, seguida del conserje, el señor Filch,
que le había indicado que dos aurores esperaban por ella. El hom-
bre no había podido averiguar la razón de la visita, al parecer, los
aurores habían informado que solo hablarían con la directora.
Dio la vuelta al último pasillo y los vio, ambos luciendo sus
túnicas azules del uniforme oficial, y conversando en murmullos.
—Buenas tardes, caballeros —saludó la profesora dándoles el
alcance.

766
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Buenas tardes, directora McGonagall, mi nombre es Ro-


bert Spinrad, mi compañero: Dennis Mitchell —saludó uno de los
hombres.
—Mucho gusto —replicó Mitchell.
—Bien… supongo que el asunto que los trae necesitará algo
de privacidad —dijo mientras indicaba la gárgola—, Albus Dum-
bledore —susurró, y la gárgola se movió dejándolos pasar.
—Verá, señora directora, lamentablemente estamos aquí por
un tema delicado —empezó Spinrad una vez los tres hubieran to-
mado asiento dentro de la oficina de la directora.
—¿Alguno de mis alumnos está en problemas?
—No lo creo, aunque el asunto sí implica a uno de sus estu-
diantes…
—Pues hable de una vez, mientras más a prisa hable, más rá-
pido solucionaremos este problema.
—No es un problema solucionable, señora —explicó Mit-
chell, al que se le daba mejor dar malas noticias—: esta mañana ha
habido un asesinato.
—¿Un asesinato? —preguntó con voz alarmada la profesora.
—Así es, en uno de los condados mágicos creados para el
control de exonerados, en el de Rútland.
La profesora McGonagall no necesitó que le dijeran más, so-
lo tenía un estudiante que vivía en ese condado.

–|– 

—¡Harry! —se quejó Draco soltando una pequeña carcajada,


muy a su pesar.
—¿Qué? Yo no tengo la culpa de que… —Harry se agachó
justo a tiempo mientras una de las almohadas volaba directamente
hacia su cara—… que te cruces en el camino de —Harry agitó la

767
LIBRO II|El Último Año
[12] «Adios…»

varita, lanzando otra de las almohadas contra Draco, que la esquivó


apenas con las justas—… mis almohadas.
—Esto es estúpido —resolvió Draco cruzándose de brazos.
Harry le dio una mirada resentida, y Draco aprovechó el
momento para que otra almohada volara, está vez dándole a Harry
en la cara, quien la sujetó con las manos y la lanzó al modo muggle
contra Draco.
—Eres un tramposo —le reprendió Harry mientras no per-
día el tiempo y hacía volar una almohada más contra el chico, que
está vez no la pudo esquivar.
—Oh, vamos, no puedes esperar que todos jueguen limpio
—protestó Draco sonriendo y lanzando la almohada nuevamente
contra Harry—, además, si bien recuerdo, dijiste guerra de almoha-
das, no de almohadas contra nosotros.
—Ya, pero eso fue antes de que… —Harry lanzó la almohada
nuevamente contra Draco, que saltó a un lado—… tú empezaras.
—Fue un pequeño error de cálculo, anda déjalo ya —pidió
Draco caminando hacia él.
—Pero me estaba divirtiendo —se quejó Harry.
—Conozco otras formas de divertirnos y distraernos de la ta-
rea —le susurró Draco llegando ya a su altura, ambos habían pasado
todo el día estudiando y haciendo los deberes hasta que Harry había
declarado que se sentía al borde de morir por aburrimiento y que
necesitaba un receso, para segundos después, empezar a jugar con
los almohadones, haciendo que estos chocaran unos contra otros.
Draco no se había podido quedar mucho tiempo observando, y ha-
bía decidido participar, convirtiéndose, incontinenti, en una guerra
de almohadas.
—No sé para que me visto los sábados si siempre terminas
quitándome la ropa —masculló Harry levantando los brazos para
que Draco le quitara la sudadera que llevaba puesta.

768
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Porque no podría concentrarme teniéndote desnudo sobre


mi cama —le contestó Draco dando pequeños besos sobre la claví-
cula y el pecho.
—Sí… —Harry se sujetó de los hombros de Draco y suspiró
profundamente—. Yo tampoco me podría concentrar de esa mane-
ra…
—¿Ves? Tengo razón —Draco se levantó y empujó con fuer-
za a Harry sobre la cama, antes de sentarse sobre él, empezando a
besarlo en los labios mientras que con sus manos acariciaba los cos-
tados del torso desnudo, sentía las manos de Harry colándose bajo
su sudadera y acariciando la espalda.
—Draco… —Harry dejó caer la cabeza hacia atrás, dejando
que la lengua del chico, ahora jugara sobre su cuello, cuando lo es-
cuchó: una campana… Nunca había escuchado una campana allí.
—Draco —repitió levantando un poco el rostro y alejando,
no sin pesar, a Draco de su cuello—, escucho una campana.
—¿Una campana? ¿La frase no es «Oigo campanas»? —
preguntó divertido Draco—, no me imagino lo que escucharas en-
tonces cuando… —se interrumpió escuchando ahora claramente el
sonido de la campana.
—Te lo dije, ¿escuchas?
—Sí —Draco se puso en pie y caminó hacia el pasillo, donde
la campana se hacía más sonora. Harry iba detrás de él, ambos se
dieron una mirada interrogante cuando la campana sonó nueva-
mente.
—¿Hay alguien allí? —preguntó Draco, preocupado.
—Señor Malfoy —llamó la voz severa de la profesora
McGonagall, ambos dieron un salto sobre el piso y se miraron asus-
tados—, es realmente importante que hable con usted, ¿me permite
pasar?

769
LIBRO II|El Último Año
[12] «Adios…»

—Yo… —Draco le hizo un ademán a Harry para que se


ocultara en la habitación—… sí, sí, en un minuto —dijo tratando
de parecer calmado, miró hacia el interior de la habitación donde
Harry escondía sus libros, pateándolos de manera tosca, bajo la ca-
ma, para luego desaparecer bajo la capa de invisibilidad. Draco pen-
só que habría sido más simple esconderse en el baño, pero no quiso
retrazar más el ingreso de la directora, ni hacerla sospechar.
—Puede pasar, profesora —anunció Draco finalmente cami-
nando hacia el cuadro de entrada, que se desvaneció dejando entrar
no solo a la profesora McGonagall, sino también al profesor Cum-
mings.
Draco les dio una mirada preocupada, cada vez más descon-
certado, en todo el tiempo que llevaba de clases, el jefe de su casa, el
profesor Cummings, no había ido ni una sola vez a su habitación, y
supuso que algo muy malo debería estar pasando para que los dos
estuvieran allí.
—Buenas tardes, señor Malfoy —le saludó el profesor Cu-
mmings luciendo su túnica verde oscura y el cabello gris sujeto en
una cola debajo de la nuca. Draco había hablado con él en más de
una ocasión, y aunque por lo general parecía una persona de mal
carácter, no lo era tanto, y nunca jamás había visto la mirada que
ahora traía grabada en sus ojos, parecía mucho más serio que antes.
—Señor Malfoy —dijo la profesora McGonagall llamando la
atención de Draco y poniendo una mano sobre su hombro—, pre-
fiero que entremos, tenemos que hablar de un asunto muy impor-
tante.
—¿Ha pasado algo? —preguntó Draco un poco asustado por
el trato tan cariñoso y fuera de lo común de su profesora. Miró al-
ternativamente a ambos profesores, pero ninguno se animó a decir
nada.
—¿Qué es?

770
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Adentro, señor Malfoy —pidió finalmente Cummings


caminando con pasos luengos hasta el interior de la habitación, tan-
to Draco como la profesora McGonagall lo siguieron en silencio.
—¿Bien? —preguntó Draco cruzándose de brazos en cuanto
los tres estuvieron dentro del dormitorio.
—Será mejor que tome asiento —señaló la profesora hacia la
cama—, por favor —agregó viendo el gesto de fastidio de Draco,
que finalmente accedió y se sentó al borde de la cama, aún con los
brazos cruzados y mirándolos de manera desafiante.
Harry instintivamente se movió, aún bajo la capa de invisibi-
lidad, y se paró a un lado de Draco, algo le decía que lo que le iban a
decir no sería agradable.
Draco sentía su corazón cada vez más agitado, de pronto el
recuerdo de haber despertado aquella mañana, despavorido y ansio-
so… aquella pesadilla que no podía recordar, todo iba tomando una
forma siniestra.
—Verá, señor Malfoy, es muy triste para mí tener que infor-
mar esto —empezó la profesora McGonagall. Draco clavó los ojos
en ella, implorando, aunque no sabía todavía por qué. Sintió una ti-
bia y casi inexistente mano sobre su hombro, entendió que Harry
estaba allí y eso lo hizo sentirse un poco reconfortado—, esta ma-
ñana, casi al amanecer aparentemente, se cree que un grupo de ma-
gos entró a la casa de su madre y… —la profesora detuvo su relato,
su expresión había cambiado totalmente, no se veía más severa o es-
tricta, sino triste—… la atacaron.
—Ella… —Draco tragó y agachó la mirada, apoyó los codos
en las rodillas y enterró la cabeza entre las manos, podía sentir, aho-
ra mucho más fuerte, la presión de la mano de Harry sobre su
hombro, pero el zumbido que se había instalado en su cabeza era
mucho más fuerte que todo lo demás—. ¿Ella salió muy herida? —
preguntó finalmente sin levantar la cabeza.

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LIBRO II|El Último Año
[12] «Adios…»

La mirada que intercambiaron el profesor Cummings y la


profesora McGonagall le dio a entender a Harry que era mucho
más grave que eso, y realmente lo sintió mucho por Draco, y por
Narcissa. Presionó sus dedos en el hombro delgado de Draco con
mucha más fuerza, como alertándolo de alguna manera para lo que
seguía.
—Lamentablemente… —empezó el profesor Cummings a
explicar mientras Draco levantaba la mirada, sus ojos grises se veían
mucho más brillantes que minutos antes.
—¿Salió muy lastimada? —insistió Draco, el agarre de Harry
aumentó un poco y la profesora McGonagall tomó una gran boca-
nada de aire. Cuando la mujer abrió la boca para responder, el cora-
zón de Draco ya lo sabía, de alguna manera lo había sabido desde
temprano y no había querido darse cuenta de eso.
—Lo siento, señor… Draco —se corrigió en el último mo-
mento—, realmente lo lamento, ella era una gran mujer y sé de la
falta que te hará…
Draco apretó los labios y la miró fijamente durante un ins-
tante antes de desviar la mirada hacia el piso, su corazón latiendo a
más velocidad aún, el miedo, la falta de aire, el terror y el temblor
de su cuerpo, todo lo que le había despertado aquella mañana vol-
vió multiplicado por mil, el agarre de Harry sobre su hombro no
era suficiente, nada era suficiente para contenerlo, para detener la
cantidad de terribles sensaciones que estaba sufriendo en ese mo-
mento.
—Hijo —dijo Cummings poniéndose en cuclillas delante de
Draco para estar a su altura, aunque Draco no levantó la mirada—,
no hay nada que podamos hacer o decir para aliviarte, pero, ten pre-
sente que estaremos aquí, tanto la directora como yo para que pue-
das hablar o para cualquier cosa que necesites, y que te pueda ayu-
dar.

772
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco negó con la cabeza imperceptiblemente, se iba sin-


tiendo a cada instante más solo, recordó la última vez que la había
visto, ella le había sonreído y él la había abrazado. ¡Cuánto daría por
abrazarla ahora! Abrazarla y no soltarla nunca.
—¿Sufrió? —su voz salió ahogada, rasposa—. ¿Ella sufrió
mucho?
—Tenemos entendido que no…lo hicieron con métodos
muggles —explicó la profesora McGonagall con voz temblorosa.
—¿Cuándo puedo ir a verla? A organizar todo… —Draco
permanecía con la cabeza baja, no podía mirarlos, no podía dejar
que lo miraran, sabía que en cualquier momento, todo lo que esta-
ba sintiendo se desbordaría y que después no podría parar.
—El cuerpo de aurores está haciendo las investigaciones per-
tinentes dentro de su casa y…el día de mañana puede usted ir al
área de aurores a llenar el papeleo y luego…luego puede organizar
todo lo necesario —explicó la profesora McGonagall aún mante-
niendo ese tono tembloroso.
—Por descontado que está usted exonerado de las clases de
los siguientes días, sabemos que no hay nadie más que se pueda en-
cargar de todos esos trámites —apoyó el profesor Cummings.
—No, no hay nadie más —respondió Draco, era más un
comentario para él que para los profesores, era el reconocimiento
de la verdad, de la realidad. No había ya nadie más—. ¿Ya me puedo
quedar solo?
—Claro que sí, señor Malfoy —respondió la profesora
McGonagall—, un elfo le traerá algo de comer más tarde…
—No será necesario, no tengo hambre —declinó Draco.
Harry sintió ganas de de decirle a los dos profesores que se
fueran, que ya era suficiente, que necesitaban dejarlo solo para po-
der abrazarlo y ayudarlo.

773
LIBRO II|El Último Año
[12] «Adios…»

—Bien —la profesora McGonagall soltó un suspiro más—,


de todas maneras lo haré. Lo espero el día de mañana en mi oficina
para acompañarlo y ayudarlo en todo lo que haga falta.
Draco no contestó. Permaneció con la cabeza escondida en-
tre las manos, respirando pesadamente y sin moverse. Sintió la
palmada que le dio el profesor Cummings en la espalda, y un ins-
tante después, escuchó el cuadro de El Hada Hermosa cerrarse, pe-
ro aún así no se movió, ni cuando sintió a Harry deshacerse de la
capa de invisibilidad y pararse a su lado. No podía moverse, no po-
día respirar, ni llorar, no podía hacer nada, así como finalmente no
había podido hacer nada por ayudar a su madre.
—Draco… —llamó Harry tímidamente, ahora que los profe-
sores se habían ido, no sabía exactamente qué hacer, Draco perma-
necía en silencio, sentado al pie de la cama, sin moverse, sin reac-
cionar, sin mostrar ningún indicio siquiera de que estaba escuchan-
do lo que decía.
—… lo siento —agregó en un murmullo y atinó a hacer lo
único que creía que podía hacer. Se sentó sobre la cama, detrás de
Draco y pasó un brazo algo tembloroso hacia adelante, por el ab-
domen del chico, apoyando su cabeza en la rígida espalda.
—Lo lamento mucho —siguió murmurando, pasando el
otro brazo por adelante y abrazándolo completamente.
Draco escuchó las palabras de Harry y soltó un suave suspi-
ro, pero sencillamente esas palabras, ni ninguna otra, jamás podrían
hacerlo sentirse siquiera una milésima mejor. Simplemente se que-
dó allí, sintiendo el calor de Harry envolviéndolo, y su respiración
acompasada sobre la nuca mientras recordaba los últimos minutos
junto a su madre; la forma como él le había advertido acerca de las
amenazas y la forma como ella se las había negado, la forma como
ella le había dicho que lo quería mucho, su mirada que parecía sa-
berlo todo, incluso lo que él no quería que supiera…todo lo que su

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

madre significaba y había significado en su vida… no la vería más,


no la escucharía, no le prepararía más la comida y compartirían una
cena humilde pero agradable, conversando de tonterías y riendo…
No habría más mamá…nunca más. La conclusión lo hizo estreme-
cerse, apretó con más fuerza sus dedos entre sus cabellos, sintiendo
incluso dolor, pero no le importó, no le importaba nada ya en reali-
dad.
Y Harry permaneció en silencio, abrazado a él, sin decir na-
da, sin hacer nada, ambos quietos hasta que la tarde llegó a su fin y
la oscuridad inundó la habitación, las antorchas permanecieron
apagadas y Draco permaneció quieto por lo que quedó de la noche;
Harry, apoyado en su espalda, no sabía si estaba llorando o tal vez
durmiendo, no sabía por cuánto tiempo más podían permanecer
así, pero sí sabía que no se podía mover de allí, no podía soltar a
Draco…

–|– 

—Draco —llamó Harry suavemente, era ya de madrugada,


en unas cuantas horas se tendrían que levantar y Draco tendría que
ir al Ministerio. Harry pensó que sería necesario que descansara al
menos un par de horas—. Draco —llamó nuevamente separándose
del abrazo y moviéndose para verlo a la cara.
Draco levantó la vista hacia Harry y con una mano acarició
suavemente su mejilla, quiso decirle cuánto le quería, cuánto le
agradecía que estuviera allí, que no lo hubiera dejado solo, pero se
contuvo, simplemente asintió lentamente.
—Hay que dormir un poco.
—Sí…pero tal vez debas comer algo —comentó Harry seña-
lando a un lado de la habitación donde había aparecido una bandeja

775
LIBRO II|El Último Año
[12] «Adios…»

con comida. Draco negó suavemente con la cabeza, subió las pier-
nas hacia la cama y se arrastró hacia dentro.
—Dormiré —informó recostándose completamente sobre el
lecho y cerrando los ojos, estaba seguro de haber dormido algo
cuando había estado sentado, pero los ojos le pesaban y se sentía tan
cansado.
—Bien…yo estaré aquí —le dijo Harry tendiéndose a su lado
y tomándolo de una mano; unos instantes después, Draco se acercó
más a él, abrazándolo completamente.
Rodeado del aroma y el calor de Harry, Draco cerró los ojos
tratando de dormir, pensando en lo fuerte que debería lucir en unas
cuantas horas, delante de todos, y en lo mucho que tendría que ha-
cer. Cuando por fin pudo dormir, tuvo sueños en donde su madre
aparecía y desaparecía, donde él la buscaba una y otra vez, llamán-
dola y pidiéndole que apareciera, y cuando lo hacía, era para verla
finalmente marcharse, junto a Lucius, a un lugar al que él no podía
llegar.
Cuando abrió los ojos, los sintió ligeramente húmedos, se
preguntó si habría estado llorando durante sus sueños. Harry toda-
vía dormía a su lado, completamente quieto y rodeándolo con sus
brazos. Tomó una pequeña bocanada de aire y con el dorso de la
mano terminó de limpiarse los ojos antes de ponerse en pie.
Harry abrió los ojos y rápidamente se sentó, como siempre
que lo despertaban de improviso, sus ojos verdes se detuvieron en
Draco, que ya estaba de pie, camino al baño.
—Lamento haberte despertado —comentó Draco en voz ba-
ja.
—¿Cómo… —Harry se sentía tan inútil—… Cómo te sien-
tes?
«¿Cómo me siento?», se preguntó Draco y no supo qué con-
testarse, no sabía cómo se sentía, o que debía sentir…sólo la idea de

776
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

su madre, ya no esperándolo más a que llegara a casa…el no hablar-


le más…era como si de pronto se encontrara vacío.
—No lo sé —contestó honestamente.
—¿Necesitas que te traiga algo? Cualquier cosa…
—No… me daré un baño y luego…luego tengo que ver a la
profesora McGonagall y hacer los… —su voz se atascó, y sabía que
no podía decirlo en voz alta sin quebrarse.
—-De acuerdo yo te esperaré aquí —respondió finalmente
Harry levantándose también. Draco le dio una mirada, pero no dijo
nada más antes de meterse en el baño. Harry, mientras escuchaba la
ducha abierta, se encargó de recoger todas sus cosas que la noche
anterior habían quedado bajo la cama, así como de ordenar algunas
de las de Draco.
Draco apenas y era conciente de sus movimientos o sus ac-
tos, terminó de ducharse y se vistió lo mejor que pudo, luego,
acompañado de Harry, llegó hasta la puerta de la directora, en don-
de se despidieron, pese a que Harry lo quería acompañar, Draco sa-
bía que eso no sería posible, así que subió solo y entró a la oficina
de la directora.
El resto del día transcurrió también como en un sueño, no se
enteró de casi nada, firmó una gran cantidad de pergaminos y de
cosas que no entendía. Lo llevaron a la casa de su madre, donde le
mostraron cómo había quedado el lugar, fue incapaz de permanecer
más de medio minuto en la habitación de su madre, manchada de
sangre…de su sangre, mientras el auror les explicaba la forma en
que la habían asesinado.
Le enseñaron el cartel que habían dejado en la puerta de la
casa y Draco sintió la amargura subiendo por su pecho… Traidora,
eso era lo que había sido, eso era lo que había hecho, los había trai-
cionado y había salvado a Harry para después morir de esa manera
tan…cruel.

777
LIBRO II|El Último Año
[12] «Adios…»

Luego lo dejaron entrar a su dormitorio, por si tenía algunos


objetos personales que retirar, puesto que esa casa que le corres-
pondía a Narcissa, ya no le correspondía a Draco porque él se que-
daba en la escuela.
Draco paseó desinteresadamente por la pequeña habitación,
recogiendo algunos libros y frascos, abrió los cajones sólo por hacer
algo más con las manos, y en el último cajón de su cómoda lo en-
contró: una pequeña caja de madera de color verde, era bastante
sencilla.
Frunció el ceño; esa caja no estaba allí cuando había partido a
la escuela semanas antes. La cargó junto con sus demás cosas, espe-
rando poder abrirla al llegar a la escuela. De la habitación de su ma-
dre solamente rescató un gancho plateado de cabello, uno que había
visto a su madre usar constantemente y un par de fotografías, una
familiar de cuando él tenía menos de diez años y otra donde sólo
aparecían su madre y su padre, ambos bastante jóvenes. Draco pen-
só que tal vez había sido tomada antes de que sus padres se casaran.
La profesora McGonagall, tal como le había prometido,
permaneció a su lado casi todo el día, excepto el momento en el que
tuvo que ir a reconocer el cuerpo de su madre. La profesora protes-
tó, dijo que ya todos sabían que se trataba de ella, y que mostrarle el
cadáver a su hijo era una cosa cruel, pero los aurores no la escucha-
ron, argumentaron que se trataba de la ley, y que no tenían más op-
ción que cumplirla.
Ese fue el momento en que Draco se dio cuenta de todo. El
momento en que entendió que era realidad, que en verdad eso es-
taba pasando; cuando entró a aquel frió lugar, lleno de camillas cu-
biertas por fundas blancas, y un hombre lo guió hasta el fondo. So-
bre la camilla, cubierta completamente por una de esas sábanas
blancas, estaba el cuerpo sin vida de una mujer. Draco se sostuvo
del borde de la camilla cuando el hombre levantó la cubierta lenta-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

mente, vio el corte en su cuello, vio el golpe en su rostro, su cabello


rubio, desordenado y puesto de cualquier manera hacia atrás… Su
madre… la que había sido su madre yacía inmóvil y sin vida en esa
camilla, de donde no se levantaría más.
Sabe que asintió y contestó a las preguntas porque lo dejaron
salir, sabe que caminó de vuelta por el camino correcto porque fi-
nalmente se encontró nuevamente junto a su profesora; pero no era
conciente, era como si todo alrededor fuera blando e inestable, se
movía como un cuerpo sin voluntad, como un autómata, dejándose
llevar a donde le indicaban y haciendo lo que le pedían, pero sin en-
terase de más nada.
Ya estaba oscuro cuando volvió a la escuela. La profesora le
había dicho que ya todo había concluido, que podrían efectuar el
entierro al siguiente día, pero que él les tendría que indicar dónde.
Draco había dado el nombre del único cementerio que conocía, en
donde estaba Yarik, porque el de la Mansión, en donde todos los
Malfoy y sus esposas eran enterrados, ya no le pertenecía, ya nada le
pertenecía.
Caminando a su habitación entendió que en realidad esa
guerra sí le había quitado todo…y no sólo todo lo material, también
algo más: su familia, sus amigos, Yarik, todo, se lo había llevado to-
do y lo habían dejado solo y abandonado.
Entró a su habitación, los ojos le picaban y sabía que en cual-
quier momento podría romper a llorar, pero no quiso, apretó los
puños y tragó duro, tratando de deshacer el nudo que se había ins-
talado en su garganta, no lloraría…porque sabía que si en algún
momento empezaba, no terminaría jamás…tenía tanto porqué llo-
rar…y a su madre no le gustaba verlo llorar.
Harry estaba sentado tras el escritorio, parecía preocupado,
incluso afligido. Se puso en pie en cuanto sintió a Draco entrar.
—Hola…

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LIBRO II|El Último Año
[12] «Adios…»

—Hola —contestó Draco con voz gélida y pausada—. ¿Has


estado aquí todo el día?
—Sí… quería asegurarme que llegaras bien y… ¿Cómo es-
tás? —preguntó nuevamente.
—¿Podría?...es decir yo… —Draco se desabotonó la túnica
poco a poco y le dio una mirada extraña a Harry—. Yo necesito es-
tar solo ahora.
—¿Solo?
—Por favor… sólo…déjame un rato solo.
Harry le dio una mirada preocupada, la voz de Draco se es-
cuchaba tan calmada, pero tan carente de emoción, tan vacía…
—No sé si saea una buena idea… ¿Has comido algo el día de
hoy?
Draco suspiró profundamente y simplemente se dio la vuelta
y se metió al baño, no quería repetirle a Harry que necesitaba estar
solo, simplemente esperaba que lo comprendiera…que lo entendie-
ra.
Harry se quedó de pie, en medio de la habitación, en silen-
cio, indeciso, hasta que finalmente decidió darle gusto a Draco, sa-
bía que estaba siendo de alguna manera egoísta y sobre protector;
Draco necesitaba estar solo, asimilar algunas cosas y probablemente
no lo haría si lo tenía cerca dando vueltas. Con algo de pesar reco-
gió sus cosas, se puso la capa de invisibilidad y se alejó por el pasillo,
saliendo finalmente de la habitación.

–|– 

Cuando llegó a su sala común, se encontró con Ginny y un


gran grupo de chicos Gryffindor, todos hablando en susurros, sintió
una espina de desconfianza ante toda aquella escena, pero no tenía
cabeza para preocuparse por ellos en ese momento. Caminó de lar-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

go, hasta donde sus amigos estaban sentados, en una de las esqui-
nas, leyendo en silencio.
—¡Harry! —saludó Hermione un tanto enfadada—. ¿Dónde
has estado todo el día?
—Ocupado…
—¿Has leído El Profeta? —preguntó Ron.
—No —admitió Harry, recién dándose cuenta de que pro-
bablemente allí habría algo de información respecto a Narcissa, a su
asesinato—. ¿Lo tienen aquí?
—Sí —Hermione metió la mano a su mochila, y un mo-
mento después sacaba el diario y lo ponía delante de Harry, el titu-
lar bailando delante de él era cualquier cosa menos lo que esperaba:

“Mundiales de Quidditch comenzarán a realizarse en tan sólo


unos meses”

—¿Mundiales de Quidditch? —preguntó Harry arqueando


una ceja.
—Sí, compañero —contestó Ron con una enorme sonrisa—,
será genial…aunque será en Alemania, pero creo que si juntamos
algo de oro desde ahora…y ajustamos horarios, claro, podremos
ir…
—¿Mundiales de Quidditch? —repitió Harry incrédulo.
—¿Qué otra noticia esperabas?
—No lo sé… —Harry se encogió de hombros y se dejó caer
sobre la silla, su mente viajando hacia Draco nuevamente, pregun-
tándose si se encontraría bien, y si verdaderamente lo que necesita-
ba era estar solo.

–|– 

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LIBRO II|El Último Año
[12] «Adios…»

Después de tomar un baño caliente, decidió ordenar todo lo


que había traído de la casa de su madre. Vació el morral sobre la
cama y empezó a guardar los frascos y libros, caminando lentamen-
te una y otra vez por la habitación, sentía que era correcto mante-
nerse en movimiento, eso retrazaría el momento en que debía de-
tenerse a pensar.
Le dio varias vueltas a la cajita verde que había traído de la
casa de su madre, era bastante simple, sin adornos, ni siquiera una
«M» o alguna otra inicial o grabado, solo madera verde. Después de
un momento más de indecisión la abrió.
Dentro habían solo unas cuantas cosas: un anillo de oro, del-
gado, con pequeñas piedras verdes incrustadas en todo el rededor,
Draco lo conocía, era el anillo de matrimonio de su madre, ese ani-
llo estaba unido por una cadena a otro más, uno del mismo tipo y
material, pero con una sola piedra incrustada, también lo conocía,
era el de su padre. Extrañamente nunca le había preguntado a su
madre por qué ya no usaba el anillo que le había visto puesto du-
rante casi toda su vida, incluso había pensado que el Ministerio se
lo habría confiscado al igual que sus demás pertenencias.
Encontró además, un pequeño relicario de lo que al parecer
era plata, no tuvo problemas en abrirlo, en el interior había una foto
de Draco, una de cuando tenía once años e iba a partir al colegio,
recordaba muy bien cuando se la habían tomado, estaba tan ansioso
por irse ya a la escuela que no se quedaba quieto ante la paciente
cámara del fotógrafo, que esa mañana tomó al menos una docena
de fotografías antes de que sus padres quedaran conformes. Decidió
que aquel relicario lo pondría junto a su madre al día siguiente, al
fin y al cabo, si ella lo había guardado era porque lo apreciaba mu-
cho, sería de alguna manera, una forma de acompañarla.
También había una pequeña bolsa de tela oscura, en su inte-
rior había algo de oro, seguramente lo que su madre guardaba tan

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

solícita y cuidadosamente en caso de tener alguna emergencia. Ni


siquiera lo contó o le prestó demasiada atención, dejándolo de lado
para continuar mirando lo demás: una gran cantidad de fotos. Al-
gunas eran de Narcissa junto a sus hermanas o sus padres, en algu-
nos lugares que él lamentablemente no conocía o recordaba. Otras
tantas de Draco de pequeño, en algunas solo, en otras junto a uno
de sus padres o junto a los dos. Draco acarició casi con reverencia
cada una de ellas, su madre y su padre lucían tan jóvenes y felices…
Se entretuvo más tiempo observando una fotografía navideña en la
que ellos tres estaban junto al árbol, uno muy grande e iluminado,
en ella, Draco no tenía más de ocho años, no recordaba haberse de-
jado tomar esa foto. Siguió con los ojos los movimientos de los tres,
su padre tomando la mano de Narcissa, mientras Draco levantaba el
rostro para verlos con un brillo en los ojos antes de sonreír a la cá-
mara. Aquella había sido una época tan feliz, cuando era niño,
cuando su familia estaba completa y ahora, ahora no existía más esa
familia, ahora no existía más nada que él. Ahora estaba solo.
«Solo», se dijo. Esa era la forma a como debería acostumbrar-
se a andar. Solo. Sin su madre, sin su padre. Ya no quedaba nada de los
Malfoy, excepto él. Alguien había juzgado y condenado a su padre a
muerte, y alguien había irrumpido la casa de su madre y la había
asesinado.
Recordó con algo de rabia, apretando los puños entre las sá-
banas, que habían asesinos sueltos por allí, asesinos de su madre,
gente que había decidido tomar la justicia por su cuenta, y que lo
habían obligado a quedarse solo.
Los aurores habían dicho que nada se podía hacer, que pro-
bablemente se trataba de un grupo aislado de mortífagos no captu-
rados en busca de venganza y justicia. Que al no usar magia, no ha-
bían dejado ningún rastro para seguirlos, pero que si en algún mo-
mento tenían la oportunidad y los atrapaban, los condenarían por

783
LIBRO II|El Último Año
[12] «Adios…»

ese acto. Draco sabía que era un embuste, que no se esforzarían, así
existiese otra manera de conseguir rastros y pruebas, ellos no lo ha-
rían, porque simplemente se trataba de una mortífaga más que ha-
bía muerto, asesinada por su propia gente, una menos de la cual
cuidar.
Negó con la cabeza y apretó los dientes, esperando que la
poción para dormir hiciera efecto en él, a su madre no le gustaba
que las tomara, pero no podía hacer otra cosa, no había forma de
que pudiera continuar despierto, luchando con sus propios pensa-
mientos, recuerdos y deseos de venganza, sentía que de un momen-
to a otro podría volverse loco, prefería el dormir sin sueños.

–|– 

El día lunes, Draco no bajó a desayunar. Harry casi esperaba


eso, sabía que le habían dado unos cuantos días libres, y lo más pro-
bable fuera que Draco aún necesitase tiempo para reponerse. Aun-
que había estado tentado a ir antes del desayuno a verlo, se había
contenido, cada vez más convencido de que Draco sabía lo que ha-
cía, y lo que necesitaba, y no queriendo imponerle su presencia,
pensando que la noche sería más oportuna para visitarlo.
—¡Oh, Dios! —exclamó Hermione en voz alta, dejando el
diario sobre la mesa. Harry había comprobado que en el titular no
había nada acerca de la muerte de Narcissa y supuso que finalmente
los aurores simplemente habían escondido el hecho.
—¿Qué te pasa? —preguntó alarmado Ron—, de pronto me
recuerdas a… —negó con la cabeza y Harry supo que Ron pensaba
en esa época en que los tres leían el diario buscando saber quién
más había muerto.
—Es Narcissa, aquí dice que la han asesinado —señaló Her-
mione girando el diario hacia sus amigos. Efectivamente, en una

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

pequeña columna al borde de la página cinco, sin ninguna imagen,


se podía leer:

“Mortífaga Narcissa Malfoy fue encontrada ayer muerta en su casa,


en el condado mágico para mortífagos liberados: Rútland”

La mañana del día de ayer se encontró el cuerpo de la que


fuera una de las mortífagas más importantes del círculo de Ridd-
le y que luego, según tenemos algunas referencias de su juicio,
ayudara a Harry Potter a burlar a Riddle. Se dice que esta ayuda
fue importante y decisiva para el chico de oro, y que esa fue bá-
sicamente la razón tanto de su liberación como la de su hijo.
El entierro se realizará el día de hoy, aunque la familia, (en
este caso, solo un miembro queda con vida: el controvertido Dra-
co Malfoy, de dieciocho años, uno de los mortífagos más jóvenes)
no ha dado declaraciones ni ha indicado el lugar en que el cuer-
po será sepultado.
Los aurores nos dijeron que seguirán investigando acerca
de este extraño crimen.

Ron y Harry, casi a la misma vez, giraron para ver hacia la


mesa de Slytherin, sólo para constatar una vez más que Draco no se
encontraba allí.
—Pobre…la han asesinado —comentó Hermione, tomando
nuevamente el diario—. No se lo merecía.
—Ella no tendría por qué estar allí en primer lugar —opinó
Harry poniéndose en pie.
—¿Adónde vas? —preguntó Ron.
—A buscar a la profesora McGonagall, ella debe saber dónde
será el entierro.

785
LIBRO II|El Último Año
[12] «Adios…»

—No creo que el hurón…


—¡Ron! Por favor, que su madre acaba de morir —protestó
Hermione, Ron se puso colorado y cerró la boca—. Y creo que Ron
tiene razón, Harry, después de todo no creo que Malfoy encuentre
agradable que aparezcas por allí.
—No me importa eso —replicó Harry encogiéndose de
hombros —. Y no se lo comenten a nadie.
Ron y Hermione negaron con la cabeza y vieron a Harry ale-
jarse.
—No creo que Malfoy lo deje estar en el sepelio de su madre
—susurró Ron.
—Tampoco yo, pero si Harry quiere intentarlo es su proble-
ma… De verdad me da pena que la hayan matado, ahora Draco no
tiene a nadie más.
Ron asintió, compartiendo la opinión de su novia.

–|– 

Corrió por los pasillos hasta la gárgola de piedra, agitado y


con un pinchazo en el costado por la velocidad a la que había corri-
do, y se inclinó hacia delante, susurrando la contraseña.
—Albus Dumbledore.
La gárgola de piedra se movió y él subió rápidamente la ram-
pa hasta la puerta de la oficina de la directora, tocando con bastante
impaciencia.
—Pero, ¿qué es lo que pasa? —preguntó la profesora Mc-
Gonagall abriendo la puerta contrariada y molesta, y luciendo real-
mente asombrada de tener a Harry delante.
—Profesora, hola —jadeó Harry—, necesito hablar con us-
ted.
—Pues hable de una vez, estoy a punto de salir y…

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Lo sé —Harry se enderezó completamente—, necesito


que me diga dónde sepultarán a Narcissa Malfoy para poder asistir.
—No creo que sea adecuado, señor Potter. Se ha cuidado de
no dar mayor información al respecto, no quiero que ese entierro
íntimo se convierta en una rueda de prensa.
—Iré bajo la capa, si es que eso la deja tranquila, pero por fa-
vor…
—Señor Potter, eso es algo que sólo le corresponde decidir al
señor Malfoy y él ya salió hacia el lugar…debo alcanzarlo en tan só-
lo un instante, y me está retrazando.
—Iré bajo la capa —repitió Harry empezando a perder la pa-
ciencia—, él no notará mi presencia, nadie lo hará. Por favor, usted
sabe que Narcissa…
La profesora apretó más los labios pero finalmente asintió
—Póngase la capa y le prohíbo sacársela o acercarse al señor
Malfoy, ya le he dicho que no quiero que se convierta en una rueda
de prensa, y menos importunar al muchacho en un momento así.
—No, no me portaré mal —prometió Harry entrando a la
oficina y sacando de la mochila la capa, si a la profesora McGonagall
le pareció extraño que Harry, junto a sus libros, tuviera también la
capa, no dijo ni hizo ningún gesto para expresarlo. Harry dejó la
mochila en la oficina de la directora y junto a ella, escondido ya bajo
su capa de invisibilidad, tomó un traslador que los llevó a un gran
parque. O eso parecía al inicio.

–|– 

Draco suspiró nuevamente, lucía una túnica negra, sin cor-


bata ni mucha ornamentación, sólo una túnica negra simple, su ca-
bello estaba como siempre, suelto, y se agitaba con el viento de la

787
LIBRO II|El Último Año
[12] «Adios…»

mañana; pequeñas gotas empezaban a caer, anunciando que tal vez


en unas horas más llovería.
Miraba fijamente hacia el ataúd negro que estaba flotando en
el aire, sobre un hueco profundo en la tierra.
Levantó la vista, los ojos grises, fríos y serenos observaron a
la profesora McGonagall, que había aparecido instantes antes, avan-
zar hacia él.
—Señor Malfoy…
—¿Por qué demoró tanto? —preguntó Draco algo extrañado,
la profesora iba detrás de él, que había tenido que tomar un trasla-
dor junto a un auror para no romper con el reglamento. El auror
estaba en el fondo, observando las tumbas y paseando para darle al-
go de privacidad y vigilar el lugar. Draco pensó que mientras más
lejos estuviera, mejor.
Harry caminó lentamente, apartándose de la profesora Mc-
Gonagall y acercándose a Draco, ignoraba la razón por la cual el
chico no le había dicho nada acerca de que la ceremonia sería esa
mañana, pero sí sabía que no podía dejarlo solo en eso, por mucho
que se lo pidiera.
—Una demora sin importancia…creo que ya podríamos
empezar…
—El oficiador está allá —señaló Draco hacia la espalda de la
mujer donde un hombre muy entrado en años fumaba de una pipa
y miraba hacia el cielo distraídamente, lucía una túnica azul oscura.
La profesora McGonagall asintió rápidamente y se alejó ca-
minando hacia el hombre.
Harry aprovechó el momento para terminar de pararse junto
a Draco y tomarle la mano.
—¿Qué demonios? —chilló Draco mirando asustado hacia la
nada.

788
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Draco —saludó Harry apretando más su mano a la de


Draco, que ya no trató de soltarse—. ¿Por qué no me dijiste nada de
que el entierro sería hoy?
—Ya te dije que quería estar solo —contestó Draco mirando
hacia la profesora que hablaba con el anciano, ambos lo hacían en
susurros, sin mirarlo a él.
—Bien, puede que lo hayas dicho pero no es lo que necesi-
tas, y menos en este momento.
—Pero, Harry…
—No, Draco, yo me quedaré y estaré aquí quieto, sin decir
ni hacer nada, sólo a tu lado.
Draco giró nuevamente hacia la nada y asintió, no insistió en
que Harry soltara su mano, pasó ambas manos hacia atrás para que
nadie notara lo extraño que se veía sin una mano, cubierta por la
capa de invisibilidad, y así se quedaron ambos de pie, mientras el
anciano llegaba junto a la profesora McGonagall.
—Creo que estamos todos ya —dijo el anciano mirando a
Draco con algo de, según creyó Harry, lástima.
El funeral se inició, pero Draco sólo podía prestar atención al
féretro negro y a la tibieza de la mano de Harry sobre la suya. No
prestó realmente interés a lo que el hombre decía, comprendía bien
el mensaje y la situación…su madre se había ido, y se había ido para
siempre. Su familia, todo lo que había conocido antes, había termi-
nado de esa manera: su padre muerto, ahora su madre muerta y
él… no sabía ya qué sería de él.
Cuando el ataúd comenzó a descender, Harry lo sintió tem-
blar, apretó mucho más fuerte su mano y lamentó estar bajo la capa
de invisibilidad y no poder abrazarlo y sostenerlo como seguramen-
te necesitaba.
Draco se contuvo, y se las arregló para frenar las lágrimas que
ya estaban por salir, mientras la tierra cubría el cajón y mientras la

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LIBRO II|El Último Año
[12] «Adios…»

blanca lápida aparecía, trazando con letras curvas y bellas, el nom-


bre de su madre.
Se quedó de pie allí mucho rato más, sólo mirándola, y sin
animarse a moverse, a dejarla sola en verdad. Hasta que finalmente
el auror le advirtió que debía volver. Sólo entonces vio que la profe-
sora McGonagall seguía allí, delante de él, y que el anciano mago se
había marchado ya.
—Creo que iré yo delante —informó la profesora McGona-
gall mirando hacia ambos lados, Draco supuso que buscaba a Harry.
Apretó suavemente su mano y luego lo sintió alejarse, sintió frío y
soledad por la ausencia pero no dijo nada, simplemente vio a la pro-
fesora tomar el traslador y desaparecer.
—Ahora tú —indicó el auror extendiendo la pequeña caja de
chocolates vacía que hacía de traslador. Draco negó con la cabeza y
retrocedió un paso.
—Solo un minuto —pidió mientras se agachaba y recogía un
pequeño puño de tierra, soltó un pequeño suspiro. Las ganas de llo-
rar imponiéndose nuevamente a su autodominio. Cerró los ojos y
la recordó una vez más: su sonrisa y sus palabras, la forma como le
había dicho que lo quería. Apretó con fuerza la pequeña cantidad de
tierra entre sus dedos y dijo casi sin voz:
—Adiós, madre.

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Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

13
«Abrázame»

Take away the pain, inside my soul // And I'm afraid, so all alone
Take away the pain, that burning in my soul
Cause I'm afraid that I'll be all alone // So just hold me, hold me, hold me…
Canción: Hold On To My Heart 20
WASP, banda estadounidense de heavy metal

Abril de 1999, Hogwarts

H
arry entendía que Draco necesitaba tiempo, que
había sido un golpe demasiado fuerte y duro la
muerte de su madre, y que no había nada que pu-
diera hacer para ayudarlo a que doliera menos, sólo estar allí para
apoyarlo a pasar el tramo.
Sin embargo, tres semanas después, empezaba a sospechar
que Draco no iba camino a ninguna recuperación.
Draco estaba taciturno y parco todo el tiempo, apenas e in-
tercambiaba unas cuantas palabras con él por las noches o cuando
tenía que explicarle alguna cosa a Harry sobre las clases, y entonces
lo hacía con poco ánimo, no lo había visto sonreír en días, y nada de
20
Abraza mi corazón: Llévate el dolor, dentro de mi alma // Y tengo miedo, y estoy solo // Llévate el
dolor, esta ardiendo mi alma // Porque tengo miedo de llegar a estar solo // Así que solo abrázame,
abrázame, abrázame…

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

lo que dijera o hiciera parecía cambiar el estado melancólico y re-


traído en que se encontraba.
Tampoco se enfadaba, Harry podía pasearse a su alrededor
haciendo toda el bullicio que le fuera posible, o picarlo de una y mil
maneras y Draco no reaccionaba, simplemente era como si de
pronto, cualquier rastro de emoción, ya fuera bueno o malo, hubie-
ra desaparecido con la muerte de su madre.
Seguía con su estricto horario de clases y estudios, incluso
desde la misma tarde del funeral: no había faltado a ninguna clase,
ni había bajado sus calificaciones, aunque sí se dejaba ver menos en
el Gran Comedor, saltándose sobre todo, los desayunos. Seguía sin
responder a los insultos de sus compañeros, aunque no volvieron a
aparecer pancartas ni carteles insultándolo por ser gay; no obstante,
una semana antes, circularon unos cuantos volantes que tenían una
leyenda muy parecida a la del Expreso de Hogwarts, los profesores
habían decomisado todos esos panfletos, pero, al igual que en los
casos anteriores, no habían dado con el culpable.
Por las noches, antes de volver a la torre de Gryffindor (por-
que Draco argumentaba que por el momento no deseaba que Harry
se quedara a dormir en su habitación, ni siquiera los fines de sema-
na), Harry besaba a Draco de forma afectuoso, cariñosa y consola-
dora, aunque Draco siempre terminaba apartándose de él.
Durante las siguientes semanas el comportamiento se repitió,
Draco no quería incluso algunas veces que lo besara de despedida,
ni de saludo, que lo abrazase, y menos que le insinuase siquiera, el
ir a la cama, siempre argumentaba que estaba cansado o que no es-
taba de humor, ni siquiera para dejarse abrazar.
Harry empezó a creer que realmente estaba perdiendo a
Draco, que se estaba sumergiendo en las pantanosas aguas de la de-
presión y el abandono, y él no quería dejarlo hundirse en aquel po-
zo de sufrimiento y dolor, no quería dejarlo ir tan fácil…

792
LIBRO II|El Último Año
[12] «Abrázame»

—¿Y qué tal si este fin de semana nos escapamos a Hogsma-


de? —preguntó Harry aquella noche, sólo por preguntar e iniciar
una conversación en el silencio que se le estaba haciendo demasiado
denso y pesado—, sería divertido.
—No puedo, sabes que arriesgo más que el que me expulsen
de la escuela —respondió monótonamente Draco, sin levantar la
vista del simulacro de examen que le había prestado el profesor
Monroe—, pero si estás aburrido tal vez puedas hacerlo con tus
amigos, después de todo, te pasas todo el tiempo encerrado aquí.
—No estoy encerrado… me gusta estar aquí —contestó Ha-
rry sentándose sobre la cama. Draco sólo se encogió de hombros—.
En todo caso, la idea era hacerlo contigo… no con ellos.
—No se me apetece, y es peligroso.
—Pienso que estás demasiado tiempo metido aquí, que tal
vez necesitas algo de diversión.
—No tengo tiempo para andar divirtiéndome, Harry —
reprochó Draco con el ceño fruncido—, y he pasado metido aquí
todo el curso, sólo quedan dos meses.
—Sabes a lo que me refiero.
—Lo cierto es que no.
—¿Podrías…? —Harry se acercó al escritorio y puso una
mano sobre el pergamino que Draco leía—. ¿Podrías al menos mi-
rarme cuando te hable?
Draco suspiró cansadamente y levantó la vista hacia Harry.
—Es un comportamiento muy maduro el tuyo, la verdad.
—No me vengas con esas —se quejó Harry.
—Bien, ¿entonces qué es lo que quieres que te diga? Mien-
tras más rápido me lo digas más rápido te complazco, y podré regre-
sar a algo importante, como estudiar.
—¿Es decir que lo que yo haga o tenga que decir no es im-
portante?

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Harry, en serio no es el momento, estoy ocupado, si algo


te molesta dilo de una vez, si no, déjame estudiar.
—Estudiar, estudiar y estudiar, es lo único que sabes hacer.
—Te recuerdo que es lo único que puedo hacer. Cuando te
hiciste mi amigo era lo que hacía, no he cambiado en absoluto, y
discúlpame por no tener el tiempo suficiente para idolatrar un poco
tu ego, pero realmente hay que ponernos prioridades.
—Tú siempre has sido una de mis prioridades —replicó Ha-
rry—, pero aparentemente las tuyas han cambiado.
—Mi prioridad siempre ha sido estudiar y sacar esa beca, así
que no te hagas el ofendido, tú fuiste uno de los primeros en de-
cirme que debía intentar conseguirla, y eso hago, lo intento, así que
si me permites, quita tu mano y déjame continuar.
—¿Es que acaso ya no me quieres?
—¿Qué tiene que ver eso aquí?
—Sólo contesta.
—Claro que te quiero, pero ahora, en este instante estoy un
tanto ocupado.
—¿Y cuándo dejarás de estarlo?
—Mira, Harry…
—No, mira tú, Draco —interrumpió Harry apartándose del
escritorio finalmente y recogiendo sus cosas de la cama—. Entiendo
por lo que estás pasando, entiendo lo mal que te puedes sentir por
lo de tu madre, pero estás tan… —Harry se detuvo y miró a Draco
a los ojos, a aquellos ojos grises que ya no brillaban como antes—…
tan distinto, no eres tú, eres una versión sin emoción del Draco al
que yo quiero.
—No me digas que sabes lo que siento, porque no lo haces,
Harry, no sabes lo que es tener una madre y luego perderla, y yo soy
así, si no soy la maravillosa versión que imaginabas, pues allí está la
puerta, eres libre de irte, nada ni nadie te detiene.

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LIBRO II|El Último Año
[12] «Abrázame»

—Sé lo que es perder a alguien, perdí mucha gente durante


la guerra —reclamó Harry enfadándose más aún por el comentario
sobre su madre.
—¡No es lo mismo! —gritó Draco poniéndose en pie.
—No, claro que no, pero… —Harry tomó una bocanada de
aire y dejó sus cosas sobre la cama nuevamente—. Draco, no lo es-
tás manejando bien… te conozco, estás reprimiendo todo lo que
sientes y eso tampoco está bien, te hará daño.
—¡Qué sabrás tú de lo que me hace o no daño!
—Lo sé porque te quiero, porque te conozco… simplemente
lo sé… estás aquí encerrado y no me refiero a la habitación, sino a
tu mente, tus sentimientos, los has encerrado todos queriendo apa-
rentar que las cosas están bien cuando no es así… y entiendo que
estés triste pero no sirve de nada lo que estás haciendo.
—No hables de lo que no sabes —siseó Draco caminando
hacia el lado opuesto de Harry, sintiendo su pequeña realidad tam-
baleándose, sintiendo que los muros que con esfuerzo había levan-
tado alrededor de su pena, se iban destruyendo, y no podía permi-
tírselo, mostrarse débil, dejarse llevar por el dolor…
—Ya te he dicho que sí lo sé —Harry avanzó un par de pasos
hacia Draco, viendo en él algo diferente, viendo la pena aflorar
nuevamente—; tu madre, Narcissa, estoy seguro que era una buena
mujer y que te quería y…
—¡Cállate! —gritó de pronto Draco pegándose más a la pa-
red como si así se pudiera alejar de las palabras de Harry—. ¡No
hables de ella! No te atrevas…
—Draco…
—¡No! Te he dicho que te calles, que me dejes solo, no quie-
ro escucharte.
—Tu madre no querría verte así… ella querría verte…

795
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¡Qué no hables te he dicho! —chilló Draco avanzando y


empujando a Harry para salir de la habitación, no se había permiti-
do pensar en ella porque dolía, y mucho, no podría soportarlo, así
como tampoco podía soportar a Harry hablando de ella, a nadie
mencionándola—. ¡Déjame en paz! —las manos de Harry lo sujeta-
ron por los brazos evitándole escapar de él.
—¡No! Escucha, sé lo que haces, el querer apartarla de tu
mente no hará que deje de doler… —dijo Harry al final con voz
calmada, Draco temblaba suavemente y sabía que en cualquier
momento terminaría de derrumbarse.
—¡Deja de decir que lo sabes todo! —gritó Draco tratando
de soltarse del agarre de Harry—, de decir que sabes lo que pienso,
o siento, o lo que ella querría, no eres nadie para darte esas liberta-
des.
—¡Soy quien te quiere! —también gritó Harry agitándolo un
poco, ya que Draco seguía forcejeando—. ¡Soy tu amigo, y más que
eso; tu novio y te conozco, Draco!
—¡Vete a la mierda! ¡Suéltame! —finalmente Harry cedió,
ambos se dieron una mirada resentida, y entonces, Draco echó a co-
rrer hacia el pasillo, Harry se quedó de pie, mirándolo irse sin saber
qué más hacer, sin saber si seguirlo o si esperarlo. Draco había, de
alguna manera, reaccionado, pero no de la manera que él hubiera
querido.
Finalmente sacó su mapa del merodeador y lo vio corriendo
escaleras arriba. Nadie se cruzaba en su camino, lo cual era bueno,
lo último que necesitaba era que Draco se metiera en una confron-
tación. Lo vio llegar al sexto piso y después entrar a uno de los ba-
ños, la mota de Myrtle la llorona apareció instantáneamente.
Harry se sentó sobre la cama a esperar…

–|– 

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LIBRO II|El Último Año
[12] «Abrázame»

Corrió, necesitaba alejarse, alejarse de Harry, de sus palabras,


de las cosas que le decía, del nombre de su madre…
No supo cómo, cuando se dio cuenta ya estaba en los baños
del sexto piso, esos que había visitado bastante durante los dos cur-
sos pasados, aunque aquella fantasma no había aparecido durante su
último curso, supuso que ella sabría que ahora era un mortífago y
estaría enfadada…
—Has vuelto —dijo la voz chillona de la espectro, Draco la
enfocó a través del espejo roto sobre el lavabo, casi había estado es-
perando a que apareciera.
—Hola.
—¿Por qué no habías venido antes? Pensé que vendrías…
pero todos ustedes son iguales, no les interesa visitar a una simple
fantasma.
Draco hizo una mohín de descontento.
—He estado muy ocupado, por si no te has enterado, ya no
me es muy simple andar por la escuela.
La fantasma pareció desaparecer por el piso y Draco arqueó
una ceja, un instante después salía por la tubería del lavabo que
Draco tenía enfrente, haciéndolo sobresaltar y retroceder un par de
pasos.
—Lo he escuchado todo —comentó ella sonriendo y jugan-
do con su cabello—, todo lo que dicen de ti, todo lo que pasó…
—Sabes entonces por qué no he venido.
—¿Y cómo es que ahora estás aquí?
—No lo sé… yo solo llegué hasta aquí —respondió Draco
encogiéndose de hombros, su respiración estaba ya más calmada,
aunque no se sentía con ánimos de volver todavía a su habitación.
—Aún estás triste… me pregunto si es que alguna vez te po-
dré ver sonriendo… ¿Alguna vez me dejarás verte sonreír? —

797
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

preguntó acercándose más a él. Draco, acostumbrado a su trato, no


se alejó, sólo negó con la cabeza.
—No lo creo… no creo tener más razones para sonreír.
—Uno de los fantasmas me contó lo de tus padres… fue trá-
gico… la muerte siempre lo es.
—Lo es —contestó fríamente.
—¿Por eso estás triste ahora?
—Tal vez… tal vez sea ya mi estado natural…
Myrtle soltó una carcajada escandalosa y atravesó el cuerpo
de Draco, para pararse detrás, mirándolo por el reflejo del espejo
sucio y roto. Draco sintió un estremecimiento en el cuerpo por eso,
pero aún así no se movió.
—Tú y la dama gris podrían hacer una perfecta pareja, ella
también es triste.
Draco bufó.
—No lo creo… primero, tendría que morir aquí y luego ser
un fantasma…
—Te observé, ¿sabes?
—¿Qué?
—El curso pasado, cuando te alejabas de los demás y venías
aquí, te observé…
—¿Por qué nunca me hablaste?
—No lo sé… estaba enfadada… escuché lo de los mortífagos
que infiltraste en el colegio, sin embargo, más de una vez estuve
tentada a hablarte porque no parecías tan malo como decían… pa-
recías demasiado triste, aunque ahora lo pareces más.
—Sí… supongo que debo parecerlo.
—¿Te despediste de ella?
—¿De quién?
—De tu madre… ella fue la que murió, ¿cierto? ¿Te despe-
diste de ella?

798
LIBRO II|El Último Año
[12] «Abrázame»

Draco se encogió de hombros.


—No lo sé… no podría saberlo, ella estaba sola en casa
cuando pasó y yo… —su voz se quebró, por primera vez, desde que
le habían dicho que su madre había muerto, sintió las ganas de llo-
rar con una inusitada necesidad.
—Yo estaba aquí cuando morí… mis padres estaban lejos,
ellos también se sintieron culpables por dejarme aquí y estar tan le-
jos... creo que hasta el final de sus días se sintieron así.
—Ellos… —su voz sonó ahogada—… ellos no podrían ha-
berlo adivinado, ni evitado, creo…
—Cierto —convino Myrtle mirándolo a través del espejo y
asintiendo—, creo que se le dice: «Así es la vida».
Draco asintió torpemente, entendiendo lo que ella le quería
dar a entender y se giró hacia Myrtle.
—Debo… quiero irme.
—Claro… trata de venir más seguido, tal vez uno de estos
días me sorprendes y hasta sonríes.
Draco no contestó, simplemente hizo el camino de vuelta a
su dormitorio con pasos lentos, como si las piernas le pesaran, co-
mo si todo el cuerpo le pesara y los pasillos se volvieran aplastantes,
acercándose cada vez más a él, asfixiándolo.
Cruzó el retrato de El Hada Hermosa y siguió hasta su dor-
mitorio, donde Harry estaba sentado, con las piernas cruzadas, so-
bre la cama.
Harry le miró evaluativamente: mucho más pálido de lo que
había salido minutos antes, parecía tan perdido.
—¿Estás…? —empezó a preguntar.
—No —interrumpió Draco, adivinando su pregunta—. No
lo estoy.
—Lo siento… yo creo que…

799
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco sólo negó con la cabeza y se aproximó a la cama. Sen-


tándose a un lado y desprendiéndose de sus zapatos, se dejó caer a a
la par del ojiverde. Harry lo miraba preocupadamente, cuando las
antorchas se apagaron poco a poco, Harry intuyó que tal vez se de-
bería quedar.
Draco se encogió un poco más en su cama, agradeció la os-
curidad, mientras su pecho se llenaba de aquellos sentimientos tan
siniestros que había estado evitando durante las semanas pasadas; el
cuerpo de Harry pegándose a él, un brazo atrayéndolo, el aroma…
todo le supo tan bien… tan correcto.
Se dio la vuelta y dejó caer su cabeza en el pecho de Harry,
escuchando su corazón latir a un ritmo pausado y tranquilo, sin-
tiendo su respiración como una ráfaga de aire caliente sobre su ca-
beza, sintiendo sus manos apretándolo, dándole fuerzas… entonces
cayó la primera lágrima, casi con temor, la primera que soltaba por
su madre, por aquella madre que no vería más. Sus manos se aferra-
ron más a la túnica de Harry, y no se pudo contener. Lo que había
estado evitando durante las últimas tres semanas, llegó; las lágrimas
empezaron a caer sin tregua, ahogándolo, haciéndolo sentir triste y
miserable.
Harry sintió el cuerpo de Draco agitarse poco a poco, tem-
blando, y escuchó sus sollozos, le dio un beso en la cabeza y lo pegó
más hacia sí, con una mano acariciándole la espalda consoladora-
mente.
—Dios, es tan injusto —masculló Draco ahogándose con sus
lágrimas, pero sin atreverse a levantar la cara—, es tan injusto… ella
no lo merecía, Harry, no lo merecía.
—No, no lo merecía… —convino Harry con la voz ligera-
mente ahogada por tener a Draco llorando junto a él y por no en-
contrar la forma de hacerlo dejar de sufrir.

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LIBRO II|El Último Año
[12] «Abrázame»

—La extraño… tanto… —Draco enterró su cabeza más en el


pecho de Harry, envolviéndose más con su aroma, las lágrimas pa-
recían que no iban a detenerse nunca.
—Draco… —suspiró Harry, sintiendo a Draco llorar, sin-
tiendo su pecho mojarse por las tibias lágrimas del rubio, y no pu-
diendo hacer más nada que abrazarlo y acompañarlo.
Draco no supo cuánto lloró, ni cuánto tiempo más estuvo
así, hasta que poco a poco se fue deslizando hasta el mundo de los
sueños, uno donde no había tanto dolor, donde no se sentía tan solo
ni abandonado.
Harry se quedó despierto toda la noche, acariciando la rubia
cabellera y sintiéndolo llorar, sintiéndolo dormir y seguir sollozan-
do en sueños, y Harry siguió allí, consolándolo, hasta que la maña-
na llegó, gradualmente…

–|– 

Ginny se cruzó de brazos y resopló fastidiada mientras veía a


Ron y Neville bajar conversando y riendo.
—¿Dónde está Harry? —preguntó hacia su hermano.
—No lo sé, supongo que salió temprano….
—No, no lo hizo, porque lo estoy esperando desde hace mu-
cho rato y no lo he visto salir.
—Tal vez pasó la noche fuera —comentó Neville desintere-
sadamente mientras sacaba las notas para la clase de Encantamien-
tos.
—¿Fuera? —preguntó Ginny con voz chillona—. ¿Fuera?
¿Con otra persona?
Neville levantó la mirada a la vez que Ron le daba un codazo
en el brazo.

801
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Qué? —preguntó Neville hacia Ginny con mirada ino-


cente—, Harry ha dicho que tú y él ya no están juntos y pensé…
—¿Eso es lo que ha dicho? —preguntó enfadada Ginny.
—Ginny tú sabes que…
—¡Cállate, Ron! Harry y yo sólo pasamos un mal momento,
pero no quiere decir que no estemos juntos… él y yo fuimos he-
chos para estar juntos.
Neville hizo un mohín y negó con la cabeza.
—Pues Harry ya bajó a desayunar.
—Pero dijiste que…
—¿Lo dije? —preguntó Neville, Ron nunca lo había visto
actuar de esa manera, mintiendo descaradamente y sin ruborizarse,
convirtiéndose de alguna manera en aliado de Harry—. No lo re-
cuerdo.
Ginny entrecerró los ojos y simplemente se dio la vuelta,
caminando con pasos largos fuera de la sala común.
—¡Diantres! —exclamó Neville—, espero que la chica con la
que Harry se anda escapando sea más linda que Ginny…
—¡Oye! —protestó Ron—, es mi hermana.
—Lo siento, pero con ese carácter, no me sorprende que Ha-
rry haya buscado a una chica más dulce… no parece de los que se
dejan dominar y esas cosas…
Ron sólo desvío la vista y se encogió de hombros.
—Anda, mejor vamos ya a desayunar.

–|– 

Ginny caminó apretando los puños, furiosa, claro que no era


una idiota, si había alguien con quien Harry se escabullía, era con
un chico, no con una chica, ninguna mujer debería significar com-

802
LIBRO II|El Último Año
[12] «Abrázame»

petencia para ella, después de todo, era una de las mas bellas de la
escuela y lo sabía.
Ahora tenía que descubrir de quién se trataba, ¿qué otro chi-
co había por allí que pareciera enfermo y desviado?, ¿quién más po-
dría haber caído en ese tipo de trampas y engaños? Tal vez había lle-
gado el momento de buscar e investigar a todos los que les parecían
sospechosos, como ese tal Stewart Ackerley que no perdía oportu-
nidad para acercarse a Harry y conversar con él, tal vez era él…
aunque en un inicio se mostró un tanto enfadado cuando Harry no
quiso ayudar con el taller de DCAO…
—¡Ginny! —llamó efusivamente Sylvia Zelazny, la chica no
le caía del todo bien, sobre todo, después de la fiesta de año nuevo
de Harry, donde había estado bailando y coqueteando con él a des-
caro, pero al final era una ayuda más; además estaba junto a Amy, lo
que le dio una idea… Ya era hora de hacerle recordar a alguien lo
desdichada que era su vida.
—Chicas, justamente estaba pensando en ustedes.
—¿En nosotras? —preguntó Amy—. ¿Acaso tienes algún
plan?

–|– 

Draco sujetó con un poco más de fuerza el morral mientras


caminaba con pasos rápidos por el pasillo, tratando de recordar los
nombres de las hierbas más conocidas en África y sus usos, era uno
de los tópicos seguros para los exámenes, cada vez más cercanos, de
la beca, y llevaba días estudiándolas y repitiéndoselas mentalmente,
pero siempre olvidaba o se enredaba con el último nombre: Cytis-
sus scoparius. Estaba tan concentrado en eso, que no sintió los pa-
sos alrededor hasta que fue demasiado tarde. No se había acordado

803
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

de que estaba en uno de los pocos pasillos públicos que tenía que
cruzar y que debería ir más alerta.
—Pero si es nada más y nada menos que el mortífago mari-
cón de Draco Malfoy —dijo Maurice Hawes levantando la varita.
Draco les dio una mirada desdeñosa y se cruzó de brazos, si
le querían atacar, que se dieran prisa, ya iba tarde para el desayuno y
luego tenía que ir a la biblioteca.
—Pero, Maurice —dijo Ginny con aquella voz venenosa de
la que, según pensaba Draco, hacía uso últimamente—, te faltó
agregarle huérfano.
Draco bufó fastidiado.
—¿En serio? ¿Me han detenido para repetirme los dos úni-
cos insultos que se saben y además agregar uno tan original como
huérfano?
—Cállate, imbécil —dijo Lytton Ogden acercando su varita
peligrosamente al rostro de Draco.
—Claro, imbécil, también es muy ingenioso —ironizó Dra-
co. Pero no pudo seguir sonriendo mucho rato más, un golpe le dio
de lleno en el rostro, haciéndolo retroceder un par de pasos.
—También pensamos en recordarte la escoria que eres ahora
—dijo con los dientes apretados William Fagg, que era el que lo ha-
bía golpeado.
—¿Saben lo que creo? —preguntó Ginny teatralmente
mientras indicaba a Fagg y a Ogden que sujetaran a Draco contra la
pared. Draco trató de soltarse y defenderse pero la fuerza de esos
dos chicos era mayor—, que en el fondo, te alegra que hayan mata-
do a tu madre, después de todo, tu Señor no llegó a ganar por ella,
¿no es así?
—Estúpida comadreja… —trató de responder Draco pero
Maurice le dio un nuevo golpe que lo hizo callar, la fuerza del golpe
hizo que su cabeza diera contra la pared y que incluso rebotara.

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LIBRO II|El Último Año
[12] «Abrázame»

—No la insultes. ¿Cuándo entenderás que tu época de andar


zahiriendo a la gente se ha terminado, que ya no tienes ningún de-
recho…
—Son un grupo de cobardes —escupió Draco con furia.
—Sí, claro, igual que tú y tus amiguitos… —participó
Ginny—. ¿Qué pasó con ellos, por cierto? ¡Oh, sí! Uno está en Az-
kaban, encerrado por muchos años, y no creo que cuando salga… si
es que algún día llega a salir, claro, te quiera seguir protegiendo, y el
otro… me pregunto si sus cenizas aún estarán regadas en la sala de
los menesteres…
—… O igual que tus padres, uno muerto por la justicia y la
otra asesinada justamente por ser una traidora, ustedes los Malfoy sí
que son un protervo de sangre, ¿no? —continuó William Fagg.
—Vete a la mierda —gritó Draco tratando de soltarse—, to-
dos ustedes no le llegan ni a los tobillos a los Malfoy, ni a mis ami-
gos.
—Pero todos esos están muertos, Malfoy, y tú, es como si lo
estuvieras… y nosotros, ¡Oh, sangres impuras que no le llegan a los
tobillos a los Malfoy y sus amigos! —se burló Ginny—, estamos vi-
vos, vencimos, ¿y qué crees?, hacemos con los Malfoy, o mejor di-
cho contigo, lo que se nos da la gana.
Ginny agitó su varita y Draco sintió un frío recorrerle el pe-
cho, miró hacia abajo y pudo ver cómo una gran cantidad de sangre
manchaba su túnica. En ese momento los dos chicos que lo soste-
nían lo soltaron y lo dejaron caer al piso.
—Ginny —reclamó Amy un tanto asustada.
—Ah, no se morirá, ¿no has escuchado que hierba mala nun-
ca muere? —Ginny se inclinó hacia delante y miró irónicamente a
Draco—, pues esta hierba es de lo peor, ¿qué otro defecto podría
tener un humano? Así que no te hagas problemas y vamos ya, que
se nos pasa la hora del desayuno.

805
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco apoyó las manos en el piso y vio las pequeñas gotas de


sangre caer mientras escuchaba a la Weasley y los demás alejarse.
Tomó una bocanada de aire y levantó la mirada cuando escuchó un
pequeño murmullo, algunos alumnos habían llegado caminando
por el pasillo y lo miraban con los ojos como platos. Cerró los ojos
un instante, estaba en el segundo nivel, no era tan difícil, simple-
mente tenía que subir un piso, solo uno y ya estaría, no era la gran
cosa.
Apretó los puños y se decidió.
Se puso de pie, usando la pared como soporte y esperó un
instante a que los mareos remitieran antes de empezar a andar con
pasos temblorosos, a un lado pudo ver un chico; Graham Pritchard,
un Slytherin, que se adelantó un paso, pero sus otros compañeros
lo detuvieron. Ante la mirada de muchos de sus compañeros, avan-
zó hasta terminar el pasillo, pero no siguió hasta las escaleras, no era
tonto, no pretendía que lo siguieran, y así demorara mucho más
tiempo, no los llevaría directamente hasta su habitación.
Entró por uno de los atajos que Harry le había descrito y
avanzó con pasos lentos, con una mano sujetando su pecho, sabía
que la herida no era tan profunda, sólo desenfrenadamente san-
grante, tenía una poción para heridas como esas en su dormitorio.
Empezó a preguntarse si era que no sería buena idea empezar a car-
gar las pociones en su morral, sólo para evitarse el tener que andar
tanto cada vez que alguien lo atacaba.

–|– 

—Vayan ustedes —dijo Ginny fastidiada, molestar a Malfoy


se sentía bien, pero el placer no le duraba tanto, y además, aún tenía
en mente averiguar quién era con el que Harry se veía.

806
LIBRO II|El Último Año
[12] «Abrázame»

—Pero dijiste… —protestó Sylvia—. Oliver te estará espe-


rando y…
—Ah… Pues si Oliver quiere esperar es su problema, no
tengo apetito, los alcanzo en clases —interrumpió Ginny caminan-
do en sentido contrario a sus amigos, que sólo negaron con la cabe-
za.
—A veces pienso que se cree demasiado —murmuró Amy.
Sylvia y Lytton asintieron.

–|– 

Cuando por fin llegó al tercer piso le pareció que había pasa-
do una eternidad entera, y que además, en el ínterin, había perdido
la mitad de la sangre de su cuerpo; por suerte podía hacer un en-
cantamiento de limpieza y lo iba realizando conforme avanzaba y
unas gotas caían al piso, tampoco se trataba de andar demostrando
que se desangró por todo el pasillo, ni mucho menos; aunque sin
realizar ese hechizo hubiera llegado mucho más rápido.
Como siempre y por previsión, dio una mirada a ambos la-
dos antes de susurrar la contraseña, el cuadro de El Hada Hermosa
se desvaneció y lo dejó pasar.
Debió haber mirado detrás también, tras una enorme co-
lumna, unos ojos castaños, abiertos más de la cuenta, lo observaron,
atónita.

–|– 

Ginny no había tenido intenciones de seguir a Malfoy. ¿De


qué le serviría saber dónde se escondía? Esa no era su prioridad, ya
que molestarlo sólo era su pasatiempo y su forma de desfogar la ra-
bia que Harry le causaba.

807
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Sus intenciones era saber qué demonios hacía Harry y con


quién, por eso había llegado al tercer piso una vez más, había en-
contrado esa columna bastante útil para esconderse. Neville había
dicho que Harry no había llegado a dormir, con algo de suerte Ha-
rry seguiría allí y ella podría averiguar algo más al respecto, alguna
cosa útil que le diera una pista de cómo conseguir que Harry cam-
biara, pero nada en el mundo la había preparado para eso. ¿Por qué
Malfoy entraba a ese sitio?
Decidió que la información era demasiado buena como para
dejarla pasar, y se quedó plantada allí, esperando, y vaya que su es-
pera dio frutos.

–|– 

Harry había llegado al Gran Comedor hacía mucho rato, ya


casi estaba terminando de desayunar cuando llegaron Ron y Nevi-
lle, ninguno le preguntó dónde había podido pasar la noche, ni que
Ginny había estado preguntando por él, y los tres, junto a Hermio-
ne y Dean, empezaron una conversación acerca de los exámenes y
de las clases que pronto se volverían solo de repaso. Al parecer, las
actividades extra curriculares y el Mundial de Quidditch eran los
únicos temas que se tocaban en el castillo.
Harry estaba medianamente feliz, puesto que Draco había
estado mejor en la mañana, mucho más tranquilo tras llorar toda la
noche, y aunque no le gustaba ver llorar a Draco, (ni a nadie) no
podía negar que sabía que eso era lo que su novio necesitaba, no
había llorado por la muerte de su madre y necesitaba sacar esa pena
de su sistema.
Y justo cuando Hermione hacía una descripción gráfica de la
reacción de los hechizos de seguridad contra los que osaran copiar

808
LIBRO II|El Último Año
[12] «Abrázame»

durante los EXTASIS, entraron tres niños pequeños de Gryffindor,


que Harry ya conocía de sobra, lucían pálidos y asustados.
—Pero había mucha sangre —exclamó la niña, Harry recor-
daba que se llamaba Jenny Herrick, de primer año, los otros dos ni-
ños negaban con la cabeza. En cuanto la palabra sangre salió en la
conversación, Harry se obligó a prestarles atención.
—Pero es malo, eso me dijo mi papá, que era malo y si es
malo supongo que está bien —comentó Nicolas Salk, otro niño
más que Harry conocía porque junto con el tercer niño, Julian
Chepstow, le habían pedido una de las primeras noches de clases,
rojos como tomates y con voz temblorosa, que les dejara ver su pa-
tronus. Harry había reído mucho por aquello.
—Ya… pero igual, Jenny tiene razón, seguro se desangrara
antes de subir al quinto piso, con Madame Pomfrey.
Harry que ya apenas escuchaba lo que Hermione y Dean
comentaban, se puso en pie y caminó hacia los pequeños, que se
sobresaltaron al verlo, Jenny agitó las pestañas y le sonrió «coque-
tamente» mientras un rubor se instalaba en sus mejillas.
—Niños —saludó Harry acercándose más a ellos, Ron y
Hermione le dieron miradas suspicaces pero no se acercaron a tra-
tar de averiguar qué era lo que pasaba. Y Harry lo agradeció—. ¿Al-
guien hirió a alguna persona?
—Sí, pero era alguien malo, papá me lo dijo —afirmó Nico-
las con una sonrisa orgullosa, Harry se mordió la lengua para no
decirle nada aún.
—¿Y a quién fue?
—Al mortífago… —contestó está vez Julian.
—Pero aún así no es justo… —interrumpió Jenny—,… vi
que sangraba.

809
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Harry, que ya tenía el corazón acelerado y estaba asustado, la


miró fijamente, la chica se sonrojó mucho más todavía, y soltó una
risita—. ¿Viste quién lo hirió?
—No —respondió ella agachando la cabeza—, sólo lo vi ale-
jándose por el pasillo, supongo que a la enfermería…
Harry se puso en pie, sabía muy bien que a menos que que-
dara inconciente, Draco no iría ni permitiría que nadie lo llevara a
la enfermería. Tomó su mochila y antes de salir, miró a los tres ni-
ños nuevamente, lo miraban de manera demasiado embelezada. A
regañadientes Harry se acercó nuevamente a ellos.
—Escuchen, no le digan a nadie esto que han visto, o que yo
les he preguntado… ¿de acuerdo?
Los tres niños asintieron lentamente y Harry les sonrió en
respuesta, cuando ya se había dado la vuelta, Nicolas volvió a ha-
blar.
—¿Nos dejaras ver tu patronus pronto de nuevo?
—¿Por favor? —completó de manera suplicante Julian, Ha-
rry vio de reojo cómo Ron, Hermione, Neville y los demás lo mi-
raban y reían, y se sintió ligeramente avergonzado, pero no tenía
mucho tiempo para eso, así que simplemente asintió y abandonó el
Gran Comedor con pasos sosegados, para luego, una vez en el pasi-
llo, empezar a correr rumbo al tercer piso.
Tras una columna, Ginny vio a Harry llegar hasta el mismo
cuadro por el que Malfoy había entrado y lo vio cometer un terrible
error, casi gritó la contraseña, seguramente por la desesperación. El
cuadro que aparecía allí se desvaneció, de la misma manera que se
había desvanecido con Malfoy, y Harry entró corriendo.
Ginny apretó los labios y miró con odio a aquel sitio, había
sido demasiado tonta como para no sumar dos más dos; Malfoy era
un pobre mortífago arrepentido, cuya madre había ayudado a Ha-
rry, y además era… eso, y Harry le había dicho que no podían estar

810
LIBRO II|El Último Año
[12] «Abrázame»

juntos porque creía que era eso, al parecer, Malfoy había jugado muy
bien sus cartas, pero ella podía jugar las suyas también.

–|– 

Draco se sentó en la silla detrás del escritorio, con las pocio-


nes que necesitaba enfrente, se abrió la túnica y la camisa para ver el
corte que cruzaba su pecho. Suspiró cansado.
—Solamente quedan poco más de dos meses —se dijo tra-
tando de convencerse, de sentirse de alguna manera mejor, ya no
quedaba mucho para que el curso terminara, y los ataques que su-
fría también, si había soportado tanto, podría aguantar un poco más.
La sangre seguía cayendo cuando por fin se pudo liberar de la
camisa y empezó a aplicar una de las pociones, otra de su creación,
el flujo de sangre fue disminuyendo poco a poco, y Draco esperaba
a que terminara de fluir para aplicar la siguiente poción, aquella que
curaría todo rápidamente y que lo dejaría sin cicatrices, o al menos
eso esperaba. No le agradaba la idea de terminar con el cuerpo co-
mo un mapa, lleno de líneas.
Escuchó los pasos apurados de alguien en el pasillo y suspiró,
ya se le hacía extraño que Harry no llegara todavía.
—Draco —suspiró Harry en el momento que Draco giraba
para verlo.
—No es nada.
—Déjame ver.
—¿Por qué siempre haces esto? —preguntó fastidiado Dra-
co, aunque sin ninguna intención de detenerlo realmente, sabía que
no podía detenerlo después de todo.
—¡Demonios! —gruñó Harry mirando más de cerca el corte
en el pecho, las manchas de sangre sobre la camisa que estaba en el
piso y sobre la piel pálida de Draco.

811
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No es para tanto… ya casi está curada, y en un momento


más pondré la pomada para que cicatrice bien.
—¿Quién fue?
—Harry…
—No, en serio Draco, ya estoy cansándome de esto, de verte
lastimado o insultado, y que no haya ni un solo culpable… si no los
quieres acusar con la directora, bien, pero me lo puedes decir a mí,
después de todo soy tu novio, creo que tengo algo de derecho.
—Ayúdame a aplicar esta, vamos —respondió Draco obvian-
do el comentario de Harry y señalando a otra de las pociones.
—Draco —advirtió Harry mientras destapaba el frasco y co-
menzaba a colocarla sobre la herida, en una forma, lamentablemen-
te, ya demasiada conocida para él—, no te hagas el que no escucha
lo que estoy diciendo.
—¡Sí te escucho! —protestó Draco, apretando los puños un
poco por el ardor y el picor de la poción sobre su piel, y pensando
en reformar la fórmula para agregarle algún tipo de anestésico,
mentalmente fue recordando la lista de plantas e ingredientes con
esas cualidades.
—Pero no me dices nada.
—¿Y qué harás si te digo de quiénes se trata? —le increpó
Draco—. ¿Tienes algún magnifico plan para hacer que esto se de-
tenga?
—Pues no, pero…
—No, Harry, lo único que conseguirías, además de hacer
que me molesten con muchas más ganas, es ponerte en evidencia
delante de ellos, que sospechen que andas defendiendo a un exmor-
tífago y además maricón… ¿Cómo crees que quedarías con eso de-
lante del Consejo de Aurores?
—Tú no eres un exmortífago.
—Sabes muy bien cuál es el punto.

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LIBRO II|El Último Año
[12] «Abrázame»

—Me desespera no poder hacer nada para ayudarte, no es


justo, realmente no lo es, no tienen derecho… ninguno lo tiene.
—¡Ya lo haces! —gritó Draco—. El ayudarme —aclaró en
voz más baja—, estando a mi lado, eso es suficiente; además no
creas que no sé que me vigilas con el mapita ese y apartas a los gru-
pos que crees me pueden molestar.
—Pero aparentemente no es suficiente, ¿verdad? —preguntó
Harry señalando hacia la herida del pecho de Draco.
—Lo es para mí.
—No para mí —replicó Harry.
Draco negó con la cabeza y se puso en pie mientras Harry
terminaba de cerrar los frascos de poción que habían usado.
—La vida no es justa, ya determinamos y aceptamos eso hace
mucho tiempo. Yo tampoco he sido una gran persona en el pasado
como para no comprender en el fondo, qué es lo que hacen… Creo
que si hubiera sido al revés, ellos la estarían pasándolo peor aún.
—No te creo —respondió Harry acercándose a Draco—. Sé
que puedes haberte equivocado en el pasado, pero no sabes ni pue-
des asegurar nada de lo que podrías hacer o no en un futuro que no
existe, las cosas son así: Voldemort perdió, y a ti te tocó una parte
injusta, y nada les da derecho a tratarte de esta manera, ¿cómo de-
monios se supone que podremos hablar de tener paz al fin, si es
que aún hay mortífagos tratando de vengarse o tontos alumnos que
creen que tienen el derecho de martirizarte cuando ya no les estás
haciendo mal alguno?
Draco soltó una pequeña carcajada tensa, tratando de blo-
quear de su mente el tema de mortífagos sueltos, esos que habían
asesinado a su madre.
Harry pareció notar de todas formas su error al mencionar-
los, porque con un poco de timidez agregó:
—Lo siento… no quise mencionar…

813
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco se encogió de hombros y negó con la cabeza.


—Pides demasiado, no existe eso de justicia, ni eso de paz…
nunca la ha habido, si no fue contra los sangre muggle, lo fue con-
tra los homosexuales, contra los hombres lobo, contra los magos de
otros países o contra los duendes… Somos una especie guerrera, de
esa que le gusta autodestruirse.
—No, yo no pertenezco a ese tipo de «especie», y tú tampoco
—Harry se sentó nuevamente en la silla mientras veía a Draco ten-
derse sobre la cama.
—¿Y entonces qué vas a hacer? —preguntó Draco mirando
hacia el techo—, te digo los nombres, ¿y entonces? ¿Qué harás?
—Pues…
—¿Buscar venganza? ¿Decirles que no lo hagan más? ¿Qué?
—No lo sé, Draco —replicó Harry con voz áspera y ponién-
dose de pie. Draco giró un poco para verlo mejor—; simplemente,
no lo sé. ¿Estás contento?
—Cualquier acción o cosa que hagas sólo lograra, de una u
otra manera, empeorar las cosas, ya sea que se la lleven más contra
mí, que se la empiecen a llevar contra ti, o peor aún, que se empie-
cen a tomar bandos, sin darte cuenta siquiera, tendrás una nueva
guerra.
—Prefiero intentarlo a quedarme en silencio sufriendo las
consecuencias.
—Las consecuencias las sufro yo, no tú, Harry —recalcó
Draco apoyándose en sus codos para levantarse un poco a pesar del
escozor en el pecho—. Y el que yo no haga nada, también es una
forma de respuesta, simplemente no les daré el gusto ni me pondré
a su altura, es tan simple como eso, no más.
—Te quiero, y por supuesto que lo que te hacen a ti, me hace
sufrir y me preocupa… pensé que ese tema lo teníamos claro.

814
LIBRO II|El Último Año
[12] «Abrázame»

—Vamos, Harry, tú andas por allí, con todo el mundo besán-


dote los pies, adulándote e idolatrándote, y eso no tiene nada que
ver con que me quieras o no, sé que es así, que me quieres, pero no
te puedes poner en mi lugar…
Harry apretó los labios y suspiró fastidiado, Draco, que ya lo
conocía bastante bien, sabía que se estaba comiendo las ganas de
continuar discutiendo e incluso de gritar, y se lo agradeció, porque
él tampoco estaba de humor para continuar con aquella conversa-
ción.
—¿En cuánto tiempo más hará efecto esa cosa?
—Una hora más… he tomado una poción reponedora tam-
bién, sólo debo descansar un poco…
—¿Irás a la biblioteca después?
—Sí… cuando ya todos estén en clases.
—Si quieres te traigo algo al mediodía para que no tengas
que bajar al Gran Comedor.
—No, no me quedaré encerrado aquí, y de todas formas ten-
go clases en la tarde.
—Bueno… —Harry se balanceó un poco sobre sus talones y
vio a Draco dejarse caer completamente sobre la cama nuevamen-
te—, te veré en la noche, entonces…
—Sí, en la noche —afirmó Draco ya con los ojos cerrados, ni
siquiera esperaba que Harry se acercara a él, esas discusiones siem-
pre acababan así, y lo mejor era tomar esa distancia entre ambos pa-
ra evitar discutir mucho más fuerte o decirse cosas desagradable.
Harry salió de la habitación de Draco con el ceño fruncido y
los puños apretados, furioso consigo mismo por no poder proteger
a Draco de la manera adecuada, furioso con Draco por no querer
hablar, y furioso con el resto del mundo por no querer llevar las co-
sas en paz, por siempre buscar una razón para discutir, para atacar…

815
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Ginny lo observó en silencio, sabía que tenía que vigilar un


poco más antes de hacer algo, aún tenía tiempo, aún podía hacer al-
go por Harry, apartarlo del mortífago y llevarlo a la senda correcta
nuevamente.

816
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

14
Ginny ataca de nuevo

“El enemigo sólo empieza a ser temible cuando empieza a tener razón.”
Jacinto Benavente (1866-1954), dramaturgo, director, guionista y
productor de cine español

Abril de 1999, Hogwarts

D
espués de lo sucedido con el ataque, Harry vio a
Draco caminando con aquellos pasos seguros y, de
alguna manera, altaneros dentro del Gran Come-
dor. Prestó atención en si alguien se acercaba a molestarlo pero nada
ocurrió, seguramente porque los profesores estaban allí cerca y na-
die se atrevería a molestar. Pese a eso, lo siguió a través del mapa pa-
ra asegurarse de que llegara con bien a su aula de Encantamientos
mientras él, junto a Ron, Hermione, Ginny y Sylvia, las cuales se
habían auto invitado a caminar junto a ellos, llegaban al aula de De-
fensa Contra las Artes Oscuras.
Comprobó con alivio cómo Draco entraba al aula de Encan-
tamientos y cómo se sentaba al fondo, lejos de todos los demás, y
por alguna razón, no dejó de observarlo hasta que la profesora
Loewenthal los mandó al orden para empezar con la clase.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

–|– 

El aula estaba en silencio, agradeció al menos no tener clases


de Transformaciones o ninguna donde tuviera que verle la cara a la
Weasley y su pandilla, la había visto conversando junto a Harry en
la hora del almuerzo. En el fondo, le enervaba que ella anduviera
tan pegada al chico, y lo peor de todo era que no podía decir nada,
puesto que no quería darle ninguna pista de quién o quiénes lo es-
taban molestando. Además, en el fondo, dudaba que Harry lo ante-
pusiera a los Weasley, los que según le había dicho eran como su
familia, y lo defendiera a él, sobre todo, con lo mal que él se había
portado con ellos en el pasado.
La clase estuvo más o menos tranquila, varios de sus compa-
ñeros de Slytherin, sobre todo, ese chico, Pritchard, lo miraban de
reojo. Draco no sabía si porque planeaban algo contra él o porque le
tenían pena. Ninguna de las dos opciones le gustó en absoluto, y
trató de concentrarse en la clase y dejar de lado a Harry, los Weasley
y planes macabros contra él (además que pensaba que se estaba vol-
viendo paranoico).
Cuando la clase acabó, fue de nuevo al Gran Comedor, vio a
Harry entrando con sus amigos de siempre y con alguien más, un
chico Hufflepuff; y lo recordaba bien: Ackerley, uno de esos a los
que le gustaba molestarlo en grupitos.
«¿Qué se supone que está haciendo con Harry? ¿Caminando
junto a él y mirándolo de esa manera tan poco inocente?»
Y Harry que permanecía junto a él, explicando alguna cosa.
Conocía bien a Harry y sus gestos, la forma como sus manos se
movían o la forma de gesticular, seguro que le estaba explicando
sobre cómo defenderse de algun maleficio. Si no recordaba mal ése
era el chico que había hecho avergonzar a Harry en medio de la cla-
se cuando tuvo que aceptar ayudar al grupo de DCAO. Interesante

818
LIBRO II|El Último Año
[14] Ginny ataca de nuevo

que Harry siempre termine perdonando y haciéndose amigo de la


gente que en algún momento lo trató mal.
Harry sintió la mirada fija de alguien sobre él. Levantó el ros-
tro y vio a Draco mirándolo de aquella manera tan extraña, quedó
congelado en su sitio, haciendo lo único que podía hacer, sonreír.
Draco pareció responder el gesto por un instante, pero la voz de
Ackerley lo obligó a girarse hacia él y romper el contacto con el ru-
bio. Se consoló pensando que luego de la cena podrían verse y ha-
blar un poco más, mientras terminaba de explicarle a Ackerley có-
mo realizar un escudo protector sobre algo o alguien que no fuera
uno mismo.

–|– 

Apenas y probó bocado antes de salir a prisas del Gran Co-


medor; una vez en su habitación, se desprendió de la túnica y de la
camisa que llevaba debajo, y observó la línea rosada sobre su pecho,
demoraría un poco más en sanar y desaparecer, frunció el ceño ante
su imagen, le parecía que estaba un poco más delgado, y eso suma-
do a la horrible marca en el pecho, le daban un aspecto poco agra-
dable, o eso pensaba él. Con un par de dedos comenzó a untar la
poción sobre el pecho, cuando escuchó los pasos de Harry reso-
nando en el pasillo.
Harry entró a la habitación, y por alguna extraña razón, nin-
guno de los dos fue capaz de decir nada, simplemente se quedaron
de pie, mirándose durante un instante hasta que ambos a la vez
avanzaron la distancia que los separaba y se encontraron en medio
de la habitación, sus brazos y manos enredándose en el torso del
otro, sus labios encontrándose y reconociéndose, era como si no se
hubieran visto en días, quizá meses.

819
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco se apoderó de la boca de Harry con fuerza, su lengua


explorando el interior cálido y disfrutando ese sabor tan particular
mientras lo sentía gemir y apretarse más a él. La tela de su ropa se
sentía extraña sobre su piel, y aún sin romper el beso, comenzó a
desabotonarle la túnica, mientras Harry ayudaba y se sacaba la cor-
bata y desabotonaba la camisa.
En algún momento, esos labios habían abandonado su boca,
en algún momento, la túnica, la corbata y la camisa habían caído
hacia el piso, y él había cerrado los ojos y dejado caer la cabeza a un
lado mientras sentía los dientes de Draco clavándose en su clavícu-
la, una mezcla de dolor, placer y anticipación bailando en su pecho.
Sujetó con más fuerza la cintura de Draco y lo pegó a él, sus erec-
ciones se frotaron haciendo que el rubio dejara de morderlo y emi-
tiera un gemido, el primero que le escuchaba desde hacía mucho
tiempo.
—Draco… Dios, Draco, no sabes lo que te he extrañado —
dijo Harry empezando a morder y besar la pálida piel del cuello
mientras sus manos iban hacia delante y se encargaban de deshacer-
se del cinturón y abrir el pantalón.
—Lo siento… —suspiró Draco dejándose hacer mientras
sentía las manos de Harry en el interior de sus pantalones, acari-
ciando uno de los huesos de sus caderas.
—¿Por qué lo sientes? —preguntó extrañado Harry levan-
tando el rostro para ver a Draco, ya agitado y sonrojado. Le encan-
taba tener a Draco de esa forma.
—Por haberte hecho a un lado tanto tiempo —contestó Dra-
co antes de lanzarse sobre los labios de Harry nuevamente, sin darle
oportunidad de contestar y empujándolo poco a poco hacia la cama.
Harry se dejó empujar sobre la piltra, y dejó que Draco, be-
sando y acariciando, lo fuera despojando de lo poco de ropa que le
quedaba. Observó anhelante a Draco deshacerse de los zapatos, las

820
LIBRO II|El Último Año
[14] Ginny ataca de nuevo

medias y los pantalones, cuando los bóxer salieron volando hacia


alguna esquina, no pudo apartar la vista de la roja y brillante erec-
ción, casi tan necesitada y lista como la suya, inconcientemente lle-
vó una mano a su propia erección y comenzó a acariciarse lenta-
mente, mientras Draco se acercaba a la cama con esa mirada depre-
dadora que tanto le ponía.
—No lo harás solo, Potter —reclamó Draco algo divertido
mientras bruscamente apartaba la mano de Harry de su erección.
—Draco… —se medió quejó Harry sintiendo la piel cálida
de Draco sobre él—. Mira que hace mucho que no…
—Mmm… eso me sonó a queja.
—¡No! —se apuró en aclarar Harry—, no es una queja, es
solo que… —y Draco no lo dejó terminar, lo besó nuevamente, con
ímpetu, de aquella manera que dejaba en claro quién dirigiría las
cosas esa noche, y Harry se dejó encantado, mientras esa lengua ex-
ploraba cada rincón de su boca, mientras esos dientes aprisionaban
sus labios hasta el límite entre el dolor y el placer.
—Te ves increíble —confesó Draco apartándose de Harry,
que sólo gimoteó y alzó las caderas en busca de más contacto, sus
manos se apretaron más fuerte alrededor de sus brazos y Draco
sonrío—, y sigues siendo igual de impaciente.
—Te culpo a ti —contestó Harry sintiendo las manos de
Draco, con tortuosa lentitud, acariciar su pecho y abdomen.
—¿A mí?
—Tú… eres tan malo que te gusta tenerme así, a punto de
volverme loco.
—Oh, ¿ahora me acusas de ser protervo? —preguntó Draco
con una sonrisa de aquellas que no auguraban nada bueno, una de
aquellas que Harry no había visto en semanas, y que estaba feliz de
ver, de ver que Draco estaba volviendo a ser el de antes.
—Pues…

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¡Ay, Potter!… no sabes en lo que te metes —susurró Draco


acercándose a sus labios, apenas rozándolos. Harry levantó el rostro
en busca de un beso que no le fue otorgado. Draco lo soltó y se le-
vantó de la cama, mientras Harry se sentaba y lo observaba atenta-
mente.
—Vamos, Draco… ¿Qué haces?
—¡Ajá! —sonrió Draco triunfante mientras levantaba la cor-
bata del uniforme de Slytherin en alto. Harry abrió los ojos sor-
prendido e instintivamente retrocedió en la cama.
—¿Draco, qué…?
—Dime una cosa, Harry —interrumpió Draco con voz baja
y excitante mientras gateaba sobre la piltra hacia Harry—. ¿Alguna
vez alguien te ha atado?
—No —masculló Harry mirando a Draco fijamente, a sus
ojos oscurecidos por el anhelante placer, a su boca roja por haberlo
besado con tanta fuerza, a sus mejillas sonrojadas y su cabello albo-
rotado—, jamás dejaría que alguien me amarre… es que…
—¿Y no confías lo suficiente en mí para dejarme hacerlo? —
preguntó atrapándolo al fin por los brazos, sintió la piel de Harry
estremecerse bajo su toque y sonrió ampliamente mientras se acer-
caba al cuello y con su lengua empezaba a recorrerlo lentamente.
—Yo… —Harry cerró los ojos e inclinó el rostro hacia un la-
do, dándole más espacio a Draco para que jugara con su lengua en
aquellas partes de su cuello que lograban estremecerlo de esa mane-
ra tan deliciosa—… sí —aceptó finalmente.
—¿Sí? —susurró Draco soplando sobre la húmeda piel del
cuello—, no quiero… obligarte —dijo dando otra lamida, esta vez
llegando hasta la oreja.
—Yo… yo quiero.
—No quiero que creas que te presiono tampoco —susurró
sobre su oreja, antes de atrapar entre los dientes el lóbulo, Harry

822
LIBRO II|El Último Año
[14] Ginny ataca de nuevo

gimió y se retorció mucho más, sus manos sujetándolo, apretándo-


lo.
—Demonios, ¡sólo hazlo! —pidió Harry cada vez más impa-
ciente… A Draco siempre le gustaba ponerlo así de ansioso—.
¡Amárrame!
—Sólo tenías que pedirlo amablemente, ¿sabes? —se burló
Draco apartándose de Harry y empujándolo contra la cama, Harry
se dejó recostar y dejó que, entre más besos y caricias, Draco le le-
vantara los brazos y lo sujetara a una de las columnas de la cama.
Percibió un tanto extraña la sensación de la tela de la corbata sobre
sus muñecas apretujándolo, instintivamente intentó tirar los brazos
hacia abajo pero le fue imposible. Draco estaba arrodillado entre sus
piernas, mirando satisfecho su trabajo. Y se sintió vulnerable, vul-
nerable y dominado, a libre disposición de Draco y aquello, no pu-
do negarlo, le encantó.
Draco le obsequió con una sonrisa ladina, apreciando lo que
era tener a Harry amarrado a su cama de esa manera, con las piernas
abiertas, ofreciéndose totalmente a él, la sensación de poder que lo
invadió, rivalizando con la desbordante sensación de felicidad al sa-
berse merecedor de la confianza de Harry, de ser la persona en la
que Harry confiaba para hacer algo así.
Se inclinó hacia delante y le dio un beso en la frente, en me-
dio de la cicatriz, su piel entrando en contacto con la tibia piel de
Harry.
—Te quiero —murmuró haciendo un camino de besos, por
los ojos y bajando hasta los labios.
—Te quiero —retribuyó Harry sintiendo esos labios ahora
descendiendo más, por el cuello y por el pecho. Luchó con la nece-
sidad de acariciar también la piel de Draco, de enredar sus dedos en
los cabellos largos y rubios, tiró inconcientemente nuevamente de
sus manos y una sensación de ardor en sus muñecas lo detuvo.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Harry… —sopló Draco dentro del ombligo de Harry lue-


go de haber introducido la lengua, le encantó la forma como las ca-
deras de Harry se levantaron y el grito que soltó—. Sí… eres deli-
cioso —murmuró antes de seguir bajando con la lengua, siguiendo
el sendero hacia la mata de vellos oscuros.
—Oh… por favor… —gimoteó Harry levantando las caderas
para hacerle notar su más que lista erección.
Draco pasó con su lengua sobre el hueso que sobresalía de la
cadera de Harry y siguió bajando, repartiendo besos y lamidas a to-
da la pierna y al muslo interno para después hacer lo mismo con la
otra pierna, obviando por completo la erección de Harry, desespe-
rándolo y disfrutando de tenerlo así, jadeando, tratando de mover
las caderas y arqueándose, a su completa merced.
Harry, pese a la tensión en los hombros por la acción, levantó
el rostro hacia Draco para ver la cabeza del chico entre sus piernas,
sus manos acariciando sus muslos, sus piernas y sus caderas. Draco
pareció percibir su mirada, puesto que se detuvo y levantó el rostro,
ambos se miraron un instante y entonces, Draco le dio esa media
sonrisa que tanto le encantaba, antes de inclinarse hacia su erección
y sin ningún tipo de advertencia, metérsela en la boca por comple-
to. Harry soltó un gruñido ante la sensación, y se dejó caer hacia
atrás.
Draco lo recibió por completo en la boca, tratando de aco-
modarse mientras las caderas de Harry comenzaban a empujarse
contra él, jugueteando con su lengua, y en algunas ocasiones inclu-
so con sus dientes, cosa que parecía poner a Harry mucho más ca-
liente.
Chupó y lamió cada vez más fuerte mientras sus manos se
entretenían acariciando los testículos y rozando insinuantemente
más atrás, la pequeña entrada. Sintió a Harry removerse con mayor
fuerza, la erección del moreno cada vez más dura dentro de su bo-

824
LIBRO II|El Último Año
[14] Ginny ataca de nuevo

ca, llenándose de líquido preseminal, y los gritos de Harry inun-


dando la habitación.
—Draco… ¡Oh, Merlín! Draco —empezó a balbucear Harry
tratando de llamar la atención de Draco, tratando de detenerlo
mientras esa boca húmeda lo ponía al límite.
Pero Draco no le hizo caso, y dejó que Harry se hundiera
mucho más profundo en su boca, tratando de relajar su garganta y
respirar, sus dedos presionando con un poco más de fuerza los tes-
tículos, y entonces lo sintió: el cuerpo de Harry tensarse y su erec-
ción poniéndose imposiblemente más dura, un gemido largo y pro-
fundo mientras su boca se llenaba de un líquido caliente y de sabor
un tanto amargo y especiado. Lo tragó todo, o todo lo que pudo,
mientras daba las últimas lamidas y sentía a Harry resoplando y agi-
tarse debajo de él.
—Dios, Draco… te advertí… —se disculpó Harry sintiendo
a Draco subir nuevamente.
—Y te escuché —respondió Draco antes de darle un beso,
aprisionando el cuerpo de Harry contra el colchón y con sus manos
acariciando sus costados, sus propias caderas estrujándose suave-
mente contra la piel de Harry, su erección demasiado dura ya, sin-
tiendo cierto alivio por el contacto.
—Mmm —suspiró Harry, conciente de la necesidad de Dra-
co—. Puedes…
—Por supuesto que lo haré —replicó Draco rápidamente, y
alejándose un poco de Harry para invocar la varita, en cuanto la tu-
vo entre las manos, la paseó por el pecho y el abdomen de Harry,
que respiraba entrecortadamente aún, levantando las piernas un po-
co para darle más acceso.
Harry sintió la peculiar frialdad y humedad del hechizo lu-
bricante y se mordió un labio, sintiéndose nuevamente excitado y
ansioso porque Draco continuase.

825
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco le dio un beso más en la boca antes de arrodillarse


completamente en la cama y empujar las piernas de Harry contra su
pecho para luego hacerle girar la cadera por completo.
—Esta vista realmente es impresionante, Harry… —mur-
muró inclinándose un poco hacia delante mientras Harry lo miraba
atentamente. Con los dedos de una mano separó un poco las nalgas
y se entretuvo acariciando y tanteando cerca de la entrada por un
rato, mientras que con la otra se hacía de la semi erección (húmeda
por el orgasmo anterior) de Harry y comenzaba a masajearla lenta-
mente.
—Sí… Draco, un poco más rápido —pidió Harry sintiéndo-
se extraño en esa posición, con los brazos sujetos hacia arriba, el
cuerpo doblado y todavía un poco húmedo, y enajenado por el or-
gasmo anterior.
—Mi pequeño pervertido —le reprochó Draco divertido
mientras un dedo se introducía lentamente hacia el interior. Harry
se agitó y gimió suavemente, mientras el rubio metía y sacaba ese
dedo con lentitud, esperando a que Harry se adaptara poco a poco,
llevaban varias semanas sin hacerlo y no quería lastimarlo.
—Soy todo lo que quieras, sólo no te detengas —contestó
Harry levantando a duras penas el rostro un instante, antes de vol-
ver a dejarse caer cuando un segundo dedo se unió al primero y
empezaron a prepararlo con más fuerza y rapidez.
—Todo lo que quiera, ¿eh? —dijo con una sonrisa Draco,
apartando finalmente ambos dedos del interior de Harry y reno-
vando el hechizo lubricante sobre él mismo antes de empujar las
caderas de Harry un poco más, y hacerse un sitio para entrar.
—Lo que quieras.
—Dime si quieres que me detenga, ¿de acuerdo? —Draco se
empujó un poco en el interior de Harry, sintiendo la resistencia del
cuerpo y el calor que poco a poco lo envolvía.

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LIBRO II|El Último Año
[14] Ginny ataca de nuevo

—¿Bromeas? —respondió Harry apretando los dientes por la


ligera incomodidad, sentía a Draco abrirse camino poco a poco en
su interior.
—N… No —suspiró Draco retirándose un poco y empu-
jando nuevamente, el interior de Harry recibiéndolo casi por com-
pleto. Levantó la vista hacia el moreno, con las mejillas rojas y los
labios ligeramente apretados—. ¿Paro?
—Ni se te ocurra.
Y Draco salió una vez más y se empujó, quedando está vez
por completo en el interior de Harry, el calor y la humedad rodean-
do su carne lo hicieron sentirse mucho más excitado aún, sin em-
bargo, se tomó un momento para calmarse y para dejar que Harry
se relajara por completo.
—Eres tan caliente… y tan… ¡Oh, por todos los dioses, Ha-
rry! No podré soportar mucho esto.
Harry agitó sus caderas en respuesta y Draco comenzó a mo-
verse lentamente al inicio, buscando la comodidad de Harry, que
gemía y se retorcía debajo de él; con una mano buscó su erección y
comenzó a masturbarlo, hasta que estuvo completamente excitado,
entonces empezó a moverse con más rapidez y fuerza, saliendo casi
por completo para entrar nuevamente.
—Draco… —gimió Harry entrecortadamente, la incomodi-
dad había sido superada, y ahora sólo sentía placer cada vez que
Draco entraba en él. Sintió la mano del rubio soltarlo de la cadera y
soltar su erección un instante antes de ser reacomodado, está vez
casi sobre las rodillas de Draco, dándole un ángulo completamente
diferente, un ángulo mucho más placentero, en cuanto Draco rozó
su próstata, soltó un grito agudo, y hasta cierto punto vergonzoso.
—¿Mejor?
—Sí, demonios, sí —contestó Harry entre gemidos, sus ma-
nos tiraron con más fuerza, tratando de soltarse, de poder tocarse,

827
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

pero las ataduras no cedieron ni un centímetro. Draco pareció adi-


vinar sus deseos porque pronto, una mano había vuelto a mastur-
barlo, está vez a un ritmo mucho más rápido y desesperado.
Ambos se agitaron, uno contra otro, cada vez más fuerte, gri-
tando y gimiendo sus nombres hasta qué, el primero en llegar fue
Draco, con un sonido gutural y apretando tanto la piel de las cade-
ras de Harry que hasta le dejó marcas; sin embargo, los espasmos y
la sensación de paz absoluta, no le impidieron seguir acariciando a
Harry, sólo un par de caricias más bastaron para que él también se
corriera, con un ronco gemido.
Harry dejó caer las piernas a los lados, y Draco se dejó caer
sobre él, ambos respirando agitadamente, disfrutando de la soltura
de sus músculos y de la sensación de dulce paz que había en el am-
biente.
Draco dio un par de besos más sobre el pecho y se apartó,
con algo de pesar, de Harry para soltarlo por fin.
—Por mí y te tengo atado a mi cama siempre… pero creo
que sospecharían de tu desaparición.
Harry soltó una pequeña carcajada y envolvió a Draco entre
sus brazos, ambos recostados sobre la cama.
—Tal vez me puedas tener atado a tu cama durante mucho
tiempo… durante días enteros; cuando terminen las clases nadie
notaría mi ausencia.
Draco le dio un beso en el pecho y prefirió evitar el tema, el
qué harían después de la escuela era algo de lo que no habían ha-
blado mucho, o casi nada, y no era algo que le apetecía hacer en ese
momento.
—¿Estás bien?
—De fábula.
—¿Te…? Ya sabes, ¿Te lastimé, o te duele?
—Dolor, un poco… nada que vaya a matarme.

828
LIBRO II|El Último Año
[14] Ginny ataca de nuevo

—Te enseñaré el hechizo.


—Oh, sí el hechizo… —suspiró Harry recordando que Dra-
co le había hablado de él la primera vez que había estado arriba—.
Cuánto me hubiera gustado saberlo antes…
—Me imagino que sí —Draco suspiró y cerró los ojos, aún
era temprano y era jueves, un día en que no se quedaban a dormir
juntos, sin embargo, le provocó descansar aunque fuera un poco
con Harry, se sentía agotado.
—¿Tú…? —Harry acarició con una mano el cabello rubio—.
Tú debes estar agotado… ¿podríamos dormir un poco?
—Ya estoy durmiendo —replicó Draco con sorna, pero se le-
vantó un poco para darle un beso en el pecho a Harry antes de vol-
ver a cerrar los ojos, Harry no habló más, y poco a poco, se fue
quedando dormido.
Para cuando salió, eran ya cerca de las once de la noche, casi
a tiempo para llegar a su sala común antes del toque de queda, Dra-
co y él se habían quedado dormidos por un rato, y luego hecho al-
gunos avances en las tareas, sabiendo que el fin de semana tendrían
que emplear más tiempo en estudiar, pero contento por la noche
que había pasado.
Avanzó satisfecho por los pasillos, como todavía era tem-
prano, no se preocupó por ponerse la capa de invisibilidad, y tan
concentrado iba en poder llegar a su cama y dormir que no se dio
cuenta de los ojos castaños que, desde la misma columna, seguían
vigilándolos.

–|– 

La semana siguiente llegaron los formularios y solicitudes de


todos los que postulaban a diferentes escuelas y universidades, hu-
bo un gran revuelo en la sala común de Gryffindor, la profesora

829
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Hooch los reunió en pequeños grupos de alumnos, de acuerdo a las


carreras que finalmente habían escogido para ayudarlos a llenar sus
solicitudes. Hermione repasó unas diez veces su solicitud para en-
trar a «La Escuela de leyes Barberus Bragge» (según descubrió Ha-
rry, la escuela de leyes más conocida y prestigiosa de Inglaterra má-
gica) antes de entregarla.
Descubrió también que, además de él, Elías Vance, un chico
un año menor que él, que también cursaba el séptimo año quería
postular a la Escuela de Aurores.
El formulario no fue tan complicado de llenar como había
esperado, y después de eso, sólo les quedaba esperar la fecha del
examen, que según la profesora Hooch, sería la semana siguiente a
los EXTASIS.
Esa semana, Draco también descubrió que en su formulario
para la beca aparecía ya la fecha para su examen teórico-práctico: el
10 de Junio.
Harry lo miró entre divertido e impaciente mientras Draco
replanteaba todo su horario de estudio, el profesor Monroe además
se ofreció a ayudarlo a practicar las diferentes pociones que apare-
cían en la lista de posibles preguntas, así que, ambos tuvieron que
ajustar aún mucho más sus tiempos, viéndose cada vez menos, pero
ambos sabían que era algo inevitable, que a tan sólo dos meses de
los EXTASIS no se podían descuidar con los estudios.
Para su siguiente entrevista en el Ministerio, Draco preguntó
a la profesora McGonagall y a los aurores si había alguna noticia so-
bre el ataque a su madre, pero nadie le supo dar razón al respecto;
en el fondo, él sabía que aquel misterio tal vez nunca sería revelado,
y menos con las pocas intensiones de los aurores por resolverlo.
Draco consultó a su reloj una vez más, eran cerca de las diez
de la noche y Harry aún no aparecía. Por lo general los sábados Ha-
rry llegaba alrededor de las nueve, luego de ayudar al grupo de es-

830
LIBRO II|El Último Año
[14] Ginny ataca de nuevo

tudio de DCAO, y juntos, se quedaban estudiando hasta casi la me-


dianoche. Harry se quedaba con él esas noches y, después de estu-
diar, disfrutaban de un tiempo juntos, sin embargo el que Harry no
apareciera, le parecía extraño y, por qué negarlo, ponía cierta des-
confianza en él, sobre todo, porque no podía hacer mucho más que
esperarlo en su habitación, prácticamente encerrado.
Minutos después Harry apareció agitado, entrando casi co-
rriendo por el pasillo. Draco se giró y le dio una mirada que quiso
parecer desinteresada antes de continuar repasando el libro de
Transformaciones.
—Se me hizo tarde —explicó Harry un poco agitado aún, y
dejando caer la mochila en el suelo.
—Eso veo.
—Empezaré con mis tareas —comentó Harry acercándose a
Draco y removiéndole el cabello, lo cual era algo por lo que Draco
siempre protestaba, sin embargo, esta vez ni se inmutó, lo cual le
dio la señal a Harry de que algo pasaba. Rodeó el escritorio y se in-
clinó para darle un beso en los labios, uno que no fue tan entusias-
tamente recibido como había esperado.
—Ve a estudiar, aún me quedan un par de horas más con es-
to.
—¿Qué sucede?
—Tengo que estudiar, Harry, eso es lo que pasa.
Harry frunció el ceño.
—Ya lo sé, y yo también, pero por lo general parece que te
alegra verme, en cambio hoy…
—¿Qué te demoró tanto? —interrumpió Draco cerrando el
libro de golpe, Harry dio un respingo por el gesto tan rudo—. ¿Por
qué tan tarde?

831
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—La profesora Loewenthal insistió en que me quedara a


ayudar a Stewart Ackerley a practicar el patronus, es que no lo con-
seguía y ya ves, todos están volando con el tiempo.
—Claro… Ackerley, ¿no es el mismo chico que siempre te
anda pidiendo ayuda con los hechizos de defensa?
—Sí, ese mismo —contestó Harry cada vez más extrañado.
—¿Y qué más te ha pedido ese chico? —preguntó Draco
convencido de que no podría seguir estudiando, estaba demasiado
desconcentrado, y además ansioso de Harry, habían pasado muy
pocas noches juntos, ya no podían entretenerse tanto como antes.
Se puso en pie y tomó a Harry de los hombros, acercándolo más a
él.
—¿Qué más? —parpadeó Harry asombrado por la actitud de
Draco.
—Sí, ya sabes, qué más, siempre lo he visto rondándote, in-
cluso en el Gran Comedor un par de veces… —Draco se inclinó
hacia delante y le dio un beso en los labios, uno fuerte y demandan-
te, dejándole en claro lo que necesitaba en ese momento, y sobre
todo, que no aceptaría un no como respuesta.
Harry se dejó besar encantado, aunque con la mente un poco
confusa; las manos de Draco comenzaron a desvestirlo con avidez,
tirando de su túnica con algo de brusquedad mientras lo iba mor-
diendo cada vez más fuerte en el cuello.
—¿Draco? —jadeó Harry sujetándolo por los hombros.
—Shh —Draco se inclinó y lo volvió a besar con fuerza,
mordiendo está vez su labio inferior. Harry presionó con más ím-
petu sus hombros y lo trató de apartar.
—Espera… —Draco se apartó de él y le dio una mirada re-
sentida—. ¿Por qué estás enfadado? No me gusta hacerlo así, como
una forma de que te desfogues… y peor no conociendo la razón.

832
LIBRO II|El Último Año
[14] Ginny ataca de nuevo

—¿No te gusta hacerlo así? —reclamó Draco—. ¿Acaso crees


que te uso para desfogar mis broncas?
—Por lo general no, pero hoy estás enfadado, dime por qué
—pidió Harry avanzando hacia él—. ¿Te han molestado de nuevo?
—No.
—Bien, entonces… ¿Hay algo en ese libro que no entiendas
y…? —Harry se detuvo ante la ceja levantada de Draco—, claro, no
hay casi nada que tú no puedas entender…
—No, casi nada.
—Presumido… —Harry lo rodeó con sus brazos y lo jaló
para darle un abrazo—, entonces… estás enfadado porque llegué
tarde.
—Algo así —admitió Draco dejándose abrazar, sintiendo
ahora su rabia como algo ligeramente ridículo.
—¿O porque me demoré por ayudar a Ackerley? —tentó
Harry, sintió a Draco ponerse tenso bajo su abrazo y removerse un
poco, sin embargo, no lo soltó—. Oh, Draco, no me digas que en
verdad estás celoso.
—Yo no estoy celoso, no tengo porqué estarlo… ¿o sí?
—Por supuesto que no, no seas tonto.
—Yo, Potter, no soy tonto. He visto a ese chico darte vueltas
y estar pegado a ti como una babosa, razones no me faltarían.
—Pues acabas de admitir que sí estás celoso.
—No lo hice.
—Lo que sea, Ackerley no es gay, y no me interesa en lo más
mínimo.
—Por supuesto que lo es, ¿no ves cómo te mira? El tipo te
idolatra y babea por ti.
—No creo que tú seas muy experto en eso de reconocer chi-
cos gays, no me descubriste a mí.
—Eso era diferente.

833
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Harry se apartó de él para mirarlo a la cara finalmente, se sin-


tió poderoso al ver a Draco sonrojado, por lo general, fuera del se-
xo, Draco no se sonrojaba casi nunca.
—Draco…
—No molestes, Potter —se quejó Draco sabiéndose sonro-
jado y sintiéndose tonto y vulnerable ante la mirada de Harry. Trató
de apartarse del ojiverdes, pero éste no se lo permitió.
—Lo siento, no te digo nada, sólo que no tienes por qué sen-
tirte así, y no digo celos —advirtió ante la mirada enfadada de Dra-
co—, sino a lo que sea que estés pensando o sintiendo —claro que
Harry entendía que eran celos, pero si Draco no quería reconocer-
los como tal, no podría obligarlo, porque Draco era demasiado ter-
co para algunas cosas—. No creo que Ackerley sea gay, y si lo fuera,
pues no tiene nada que ver, a mí solamente me gusta un mago gay,
y es rubio, sabiondo y muy guapo…
—Ja, ja, que cómico.
—Y además lo quiero, y mucho… —Harry le dio un beso en
la frente y sintió a Draco suspirar bajo su beso.
—Yo también te quiero…
—Y además —continuó Harry con una sonrisa, y apartándo-
se finalmente de él por un instante para luego jalarlo de la mano ha-
cia la cama—, hay algo que quiero preguntarte, o mejor dicho, de lo
que quiero que hablemos… desde hace días que le doy vueltas a es-
to y pienso que es el momento oportuno.
—Pero… tenemos que estudiar —se quejó Draco algo preo-
cupado y ya sabiendo más o menos por dónde iba la conversación,
aquella que no quería tener en realidad.
—Estabas dispuesto a aplazar tus estudios por tener sexo.
¿No lo puedes hacer porque quiero hablar contigo un par de minu-
tos?
Draco suspiró vencido y asintió.

834
LIBRO II|El Último Año
[14] Ginny ataca de nuevo

—Lo siento, dime.


—Cuando acabe la escuela, sé que la beca a la que postulas
incluye un lugar en el campus, la Academia de Aurores también es
un internado, sin embargo, tenemos algo así como dos fines de se-
mana al mes para ir a casa, y me gustaría que durante esos fines de
semana… o mejor dicho, me gustaría y me sentiría mucho más
tranquilo si tú te quedaras en casa en lugar de en la universidad, o
que al menos pasaras los fines de semana que yo tengo libres allí.
—¿Es muy complicado, no crees? —preguntó Draco pare-
ciendo desconcertado.
—No, no lo es —Harry frunció el ceño y se cruzó de bra-
zos—, sería vivir juntos pese a los internados, intentarlo al menos,
acomodar nuestros horarios; ya sabes, como una pareja.
—Aún no me han dado la beca, Harry.
—Pero te la darán, y luego, cuando terminemos la escuela,
podremos pasar al menos dos semanas en casa, decidiendo cómo
acomodarnos. Sé que requerirá mucha coordinación y que nos ve-
remos poco, pero lo prefiero a no verte nunca y…
—¿Qué pasará si alguno de tus amigos apareciera por allí de
improviso? —preguntó Draco interrumpiéndolo—, o Andrómeda y
Teddy.
—Mis amigos saben que soy gay, y además se los diría, les
contaría acerca de nosotros.
—Harry… —Draco suspiró y tomó las manos de Harry, mi-
rándolo a los ojos—, te quiero, y por eso no dejaré que te precipites,
aún nos queda mucho camino por recorrer, y el imponernos un ho-
rario tan ajustado, el decirle a tus amigos y todo eso, pues, es dema-
siado.
—No lo es. Yo pensé que luego de la escuela seguiríamos
juntos y sólo quería… —Harry se detuvo y se soltó de Draco brus-

835
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

camente, al fin comprendiendo—, tú no pensabas seguir con esto


después de la escuela.
—¡Yo no he dicho eso! —se defendió rápidamente Draco
volviendo a tomarlo por las manos.
—¿Entonces que estás diciendo Draco?, porque por Dios
que no te entiendo.
—Tenemos los exámenes y las pruebas de admisión encima,
no nos apresuremos, luego tendremos un par de semanas libres,
podremos hablar y ver qué hacer. Eso es lo que creo que debería-
mos hacer.
—¿Lo pensaras al menos? —preguntó Harry, parecía mucho
más esperanzado—. ¿Entre todo lo que estudias, te darás un tiempo
para pensarlo?
—Sí, lo pensaremos juntos, no te apresures ni te enfades, só-
lo que no es el momento para hablar de esto… ¿de acuerdo?
Harry asintió lentamente, en el fondo algo descorazonado
por la respuesta de Draco.
—De acuerdo.
Draco le sonrió y le dio un beso en los labios antes de poner-
se en pie.
—Bien, ahora a estudiar, que tenemos un horario que cum-
plir.
—Pero… —se empezó a quejar Harry, Draco giró y levantó
una ceja —pensé que habías dicho que no te podías concentrar y…
—Sí, pero ahora sí puedo y ya te dije, hay que seguir con la
agenda, de nada servirán tus maravillosos planes si es que no pasa-
mos las pruebas.
—Claro, sargento —se burló Harry sacando la lengua hacia
Draco y levantándose para tomar su mochila y empezar con las ta-
reas.

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LIBRO II|El Último Año
[14] Ginny ataca de nuevo

—¿Sargento? —Draco ladeó la cabeza y frunció el ceño—.


Eso no está en el libro de Estudios Muggles.
—Es… ¿Te lo explico después?
—De acuerdo —aceptó Draco, sentándose nuevamente tras
su escritorio para empezar a repasar el libro de Transformaciones
que había dejado de lado, aunque no completamente concentrado,
dándole vueltas a la conversación que había tenido con Harry y tra-
tando de decidir qué hacer.

–|– 

Los días siguieron pasando, cada vez los alumnos estaban,


sobre todo los de séptimo, más estresados y preocupados por los
exámenes, algunos como Ron, que no postularían a las universida-
des o escuelas eran los más relajados, aunque Hermione se encar-
gaba de que Ron de todas maneras se preocupara y estudiara tanto
como ella.
Harry se juntaba con ellos casi todas las noches, luego de pa-
sar tiempo con Draco, a repasar algunas cosas e intercambiar notas
y conceptos. Hermione decía que estaba muy orgullosa de lo mu-
cho que estudiaba y de lo bien que estaba manejando las tareas y
clases. Insinuó más de una vez si, aquello se debía más que nada a
aquel chico misterioso con el que estaba saliendo. Harry respondía
orgullosamente que sí, que «su chico» era muy estudioso, y casi tan
mandón como ella, y más de una vez estuvo tentado a decirles que
se trataba de Draco, pensando que tal vez sus amigos no se lo toma-
rían tan mal sabiendo la buena influencia que estaba surtiendo el
rubio en él, sin embargo, se desanimaba a última hora, puesto que
Draco aún no le había dado ninguna respuesta sobre su propuesta, y
no quería apresurarse y crear problemas en su relación con él.

837
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Durante uno de esos días, se desató una gran discusión en la


sala común, entre Ron y Ginny, el primero le increpaba a su her-
mana el haber descuidado tanto las clases, puesto que la chica se la
pasaba más tiempo fuera de la sala común, haciendo quién sabe qué
y con quienes, y eso era algo que desagradaba a Ron y a sus padres,
que ya habían recibido noticias de sus malas calificaciones. Her-
mione y Harry observaron desde una de las esquinas más alejadas la
discusión:
—Ron tiene razón, ella lo sabe —comentó Hermione mi-
rando de reojo a los hermanos.
—Pero también ella en que ya es grande y que es su proble-
ma…
—Sí, pero parece que está entretenida en otras cosas en lugar
de hacer las tareas…
—Tal vez en molestar a Malfoy —tentó Harry—. He escu-
chado a su grupo reír mucho de cómo lo molestan.
—No lo creo —negó Hermione con la cabeza—, Ginny no
andaría por allí molestando a Malfoy, no es de su estilo. Además,
según tengo entendido, los ataques han cesado, ya no han vuelto a
aparecer esos letreros tan horribles.
Harry resopló molesto, recordando cómo dos noches antes
había visto a Draco lastimado por un golpe, y claro, como siempre,
Draco se había negado a darle los nombres de los atacantes.
—Me refería a los ataques verbales y los golpes.
—Oh, esos son cuentos. Si alguien atacara a Malfoy ya se sa-
bría, al final Malfoy, queriéndose hacer la víctima, hubiera hablado.
Harry frunció el ceño y se cruzó de brazos, conteniéndose
por no contestar.
—Y además, creo que la culpa de la distracción de Ginny es
Oliver Lusk, ellos han estado viéndose mucho últimamente.

838
LIBRO II|El Último Año
[14] Ginny ataca de nuevo

—¿En serio? —preguntó Harry algo esperanzado—. ¿Son


novios?
—Así parece. Aunque yo que tú no me alegraría mucho, ya
ves que en el pasado ella ya salió con alguien para causarte celos.
—Era diferente, y eso parece que pasó hace siglos, espero
que haya madurado un poco al menos.
—Creo que todos lo hicimos, pero hay cosas que no cam-
bian.
En ese momento, Ginny dio un último grito hacia Ron y
caminó hacia fuera de la sala común. Ron, sonrojado y con los pu-
ños apretados, caminó hasta ellos y se dejó caer en una silla junto a
Harry.
—¡Mujeres!
—¡Ron! —se quejó Hermione mirándolo ofendida.
—¿Qué? Son tercas y obstinadas y…
—Mejor calla, compañero, no quiero ver una pelea más esta
noche.
Ron pareció reparar recién en Hermione y en que era mujer,
y se irguió completamente.
—Lo siento, no lo decía por ti, sino por todas las demás mu-
jeres.
Hermione negó con la cabeza y le pasó un libro de Estudios
Muggles.
—Mejor sigue repasando «los peligros de integrarte a la co-
munidad muggle sin estar completamente protegido» y toda esa sar-
ta de tonterías que nos enseñan.
—No creo que lo sean —murmuró Ron hacia Harry, que
negó con la cabeza, recordando a Draco y su miedo por lo que ese
libro decía.
—Pues, pienso que sí… exageran.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

–|– 

A sólo dos semanas ya para los EXTASIS, Draco caminaba


molesto hacia la biblioteca. Por lo general, no se dejaba ver por el
castillo los sábados en la noche, pero la escuela parecía estar total-
mente concentrada en los estudios, y los libros escaseaban, tenía
que pedirlos por adelantado y comprometerse a entregarlos en de-
terminadas horas, así que cargando un par de textos de runas anti-
guas, se dirigía hacia la biblioteca para devolverlos, de acuerdo a lo
prometido, y a recoger uno más de herbología, cuando sintió el
primer empujón, trastabilló hacia delante y los libros salieron vo-
lando; mientras se giraba, esperó que realmente los libros no se
maltrataran, Madame Prince era demasiado quisquillosa con eso.
—Malfoy —dijo Nott con una sonrisa burlona—, tanto
tiempo sin verte. ¿Dónde te has estado escondiendo?
—Piérdete —contestó Draco, viendo que con Nott venían
además Zabini y Malcolm Baddock. Casi estaba listo para lo que
pasaría a continuación.
Nott hizo una seña a los otros chicos, y pronto, ellos lo tu-
vieron sujeto por los brazos. Draco trató de patear y defenderse, pe-
ro el primer golpe en el rostro le hizo dar contra la pared y lo dejó
medio mareado.
—Esto es para recordarte lo que eres —dijo Zabini soltándo-
lo, Draco fue a dar contra el piso y se aovilló rápidamente, tratando
de protegerse el rostro, ya conocía a ese grupo, se divertían dándole
de golpes por un rato, y luego de insultarlo se iban felices.
—Sí, no te creas que la gente se está olvidando de que eres
un mortífago —agregó Malcolm Baddock antes de lanzar una pata-
da sobre sus costillas.
—Y maricón además —completó Nott, los golpes se repitie-
ron y Draco trató de no soltar ni un solo sonido hasta que final-

840
LIBRO II|El Último Año
[14] Ginny ataca de nuevo

mente los chicos, después de seguir diciéndole maricón y mortífa-


go, se aburrieron y se fueron riendo.
Le costó algo de trabajo sentarse y calmar el temblor en sus
músculos por los golpes, cuando finalmente lo hizo, pudo levantar-
se, recoger los libros y apretando los dientes por el dolor, llegar a la
biblioteca y entregarlos; para su suerte, los libros no habían sufrido
ningún desperfecto, aunque la bibliotecaria le dio una mirada preo-
cupada al ver la forma en que caminaba y el estado en el que traía el
uniforme.
Regresó hasta su habitación arrastrando los pies y pensando
que al menos no tendría ya, que salir de allí hasta el lunes, y que
además era sábado, y que Harry se quedaría a pasar la noche con él.
Ese fue el momento que Ginny escogió para finalmente po-
ner en marcha su pequeño y, según ella pensaba, magnífico plan: la
confrontación, aprovechando que la profesora Loewenthal se entre-
tendría mucho más tiempo del normal al plantear los repasos de
hechizos, y que Harry demoraría en llegar.
Conocía ya de memoria toda su rutina, y estaba enfadada
porque, por la rutina de Harry, sobre todo quedándose a dormir
con Malfoy los fines de semana, era obvio que Ron y Hermione sa-
bían de sus escapadas, y no hacían nada por detenerlo, era como
una traición, una más sobre la de Harry, hacia ella.
Miró a ambos lados del pasillo un momento, y luego acomo-
dándose la túnica, caminó hacia el cuadro de El Hada Hermosa y
susurró:
—Paz.

–|– 

Draco levantó la mirada cuando sintió los pasos en el pasillo,


esperando ver aparecer a Harry, sin embargo, se sobresaltó cuando

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

en lugar de eso, sus ojos se encontraron con la pequeña y menuda


figura de Ginny Weasley, que lo miraba de esa forma tan común en
ella últimamente, como si se creyera superior. No parecía nada sor-
prendida de encontrarlo allí.
—Weasley… ¿quién te dejó entrar aquí? —preguntó Draco
algo confuso poniéndose de pie, el dolor en el lado derecho lo hizo
sentir una pequeña arcada, apenas y había tenido tiempo de llegar
hasta la habitación y dejarse caer sobre la silla, tratando de apartar
un poco el dolor que se producía al moverse, sin embargo, su orgu-
llo lo hizo levantar el rostro y mirarla de manera desafiante.
—Harry, por supuesto, él me dijo cómo entrar —respondió
ella mientras inspeccionaba el lugar con mirada de asco, sus ojos se
detuvieron sobre todo en la cama, hizo un mohín de descontento y
se cruzó de brazos mirando a Draco atentamente—, pero ¿quién di-
ría cómo terminarían las cosas, no?
—Las cosas no han terminado —le dijo Draco apretando los
dientes.
—Creo que para ti sí, pero no es de tu futuro inexistente de
lo que te quiero hablar, es de Harry.
Draco sintió sus músculos tensarse, en parte por el dolor que
le causaba estar de pie, y también por el hecho de que la exnovia del
que era ahora su novio, estuviera delante, es decir que sabía lo que
pasaba, que sabía acerca de Harry y él, y no sabía cómo sería eso po-
sible, pero no le preguntaría, no le daría el gusto.
—Tú y yo no tenemos absolutamente nada de que hablar,
mucho menos de Potter y su futuro.
—¡Oh vamos! —sonrió Ginny mientras tiraba su cabello ha-
cia atrás, dejando en el ambiente un olor a madera y hierbas que a
Draco le pareció desagradable—. ¿Realmente crees que no lo sé?
¿Qué él no me lo contó nunca? Es decir, soy su novia y esas cosas
no se ocultan —explicó con aire de superioridad.

842
LIBRO II|El Último Año
[14] Ginny ataca de nuevo

Draco arqueó una ceja y medio sonrío, rivalizando la actitud


petulante de Ginny.
—¿Su novia? ¿En serio? Sí, he visto eso en El Profeta…. —
caminó hasta el otro lado de la habitación y se apoyó en la pared,
logrando mitigar el dolor un poco al menos—, aunque lo cierto es
que no lo creo, hay cosas que se notan a leguas… y por último, si-
gue sin ser asunto mío.
—Bueno… si es que pretendes hacerte el que no sabe de qué
estoy hablando, es tu problema, igual te diré lo que vine a decirte —
contestó ella acercándose a él. Draco se apretó un poco más contra
la pared, lamentando el haberse movido tanto y esperando que la
conversación terminara antes de que el dolor le ganase la batalla.
—Si el escucharte hará que finalmente te largues…
—Soy una persona comprensiva, Malfoy, entiendo que Ha-
rry pudiera sentir cierta lástima por ti, entiendo que él haya querido
experimentar todo lo que dice que ha experimentado conti-
go…total, si te le regalas de esa manera, no puedo esperar que se
niegue, después de la guerra y todo lo que vivió, no le puedo culpar,
y siempre lo he alentado a que haga todo lo que quiera, pero el año
escolar ya termina, y debes entender que has sido la diversión del
curso para Harry, así que si sabes sumar dos más dos, puedes saber
que este jueguito ya ha llegado al final, él tiene un futuro, una ca-
rrera que seguir, una familia que formar y...
—Y supongo que la formara contigo, ¿no? —interrumpió
Draco sonriendo presuntuoso—, aunque claro, para eso primero
debes ser novia de Harry, o si quiera parecer un tanto atractiva o
elegible para él, y según sé yo, eso no va pasar.
Ginny sonrió.
—¿Cómo crees que entré aquí?, ¿o qué sé lo que hay entre
ustedes?, Malfoy; para ser un Slytherin, creo que estas perdiendo
facultades. Harry y yo hemos estado tal vez alejados, pero no hemos

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Zafy|HARRY POTTER
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terminado jamás, todavía pasa demasiadas horas en mi cama, él me


habló de ti desde el inicio, y se lo permití porque soy una novia
comprensiva, aunque claro, entiendo que no quieras dejarlo, es de-
cir… él es tan bueno en tantos aspectos… —suspiró profundamen-
te, como si recordara algo muy agradable—… un amante muy en-
tregado, ¿no?… pero tu tiempo con él ha terminado, así que ve ha-
ciéndote a la idea —ella se dio la vuelta y caminó hacia la salida,
Draco sin embargo, la detuvo con sus palabras:
—Tú no significas nada para Harry, él ni siquiera se ha acos-
tado contigo, ¿cierto? No puedes lograr eso en él, por mucho que te
le andes ofreciendo.
Ginny se giró con la mirada centellante y las mejillas un tan-
to coloradas, Draco se sintió mucho mejor en tenerla en ese estado.
—Harry siente pena por ti, es lo único que puedes lograr en
él, lástima… y sí, tal vez lo convenciste con toda esa patraña del ni-
ño obligado y amenazado por Voldemort, pero Harry tenía un plan
de vida, ¿sabes?, el tenerte como… amante —Ginny imprimió la
mayor cantidad de desprecio en la última palabra— sólo lograra que
su vida se arruine, sabes que él no tiene mucho oro ya, como para
mantenerte, si es que eso es lo que buscas, no me extrañaría con tus
costumbres de ser un niño rico y mimado, pero Harry gastó casi
todo lo que tenía durante los meses que estuvo tras Voldemort, tie-
ne lo necesario para poder estudiar en la Academia de Aurores, y
luego, cuando empiece a trabajar se casará conmigo. ¿Ves, tú no es-
tas incluido en ninguno de sus planes? Nunca lo estuviste.
Draco sonrió con petulancia.
—No te equivoques, Weasley, yo no necesito que nadie me
mantenga, a diferencia tuya, no ando buscando ser la esposa de un
héroe. Harry no es un niño, ha probado que sabe muy bien lo que
hace, no necesita de tu intervención, ni de tus magníficos planes a
futuro.

844
LIBRO II|El Último Año
[14] Ginny ataca de nuevo

—La Academia de Aurores no lo recibirá si llegasen a saber


que él es… si él admite tener una relación con otro hombre, ni si-
quiera si pretende que sólo son amigos; amigo de un exmortífago,
por más libre que hayas quedado.
—Ya veo, tienes miedo de que finalmente decida que no le
importan los demás, y se establezca por ejemplo… ¿conmigo? De
que todas esas noticias que andas colando a El Profeta se desmien-
tan con una noticia de ese tipo… que quedes como la pobre niña
que no pudo mantener al «Gran Héroe» a su lado, la pobre a la que
se lo quitó un mortífago —sonrió Draco con suficiencia.
Ginny le dedicó una mirada de odio antes de contestar.
—No, lo que temo es que arruine todo su futuro y su vida,
sabes perfectamente que el mundo no acepta a los que son de tu…
clase, homosexuales —hizo una mueca de asco ante el término an-
tes de continuar—. Harry no podrá siquiera llegar a Auror, lo cual
es uno de sus más grandes sueños, y ¿por qué?, por un cretino
egoísta como tú, estoy segura de que pronto te aburrirás y te desha-
rás de él, pero entonces, ya será muy tarde para Harry…
Draco bufó.
—No me hagas reír, no quieras hacerme creer que eres una
exnovia tolerante y engañada, no eres más que una arpía que pre-
tende conseguir a Harry a cualquier precio, aunque déjame decirte
que Harry ya ha cambiado un poco sus gustos.
—No es que haya cambiado sus gustos, es que está enfermo,
al igual que tú. Yo podría curarlo y ayudarlo a ser una persona nor-
mal, a diferencia tuya, yo sólo busco su bien, ¿no crees que ya ha
sufrido lo suficiente en esta vida como para tener que seguir ha-
ciéndolo por alguien como tú? —contestó ella dirigiéndose a la sa-
lida nuevamente—, y el que yo permita que ande jugando contigo
por allí, no quiere decir que te lo dejaré permanentemente.
Draco arqueó una ceja.

845
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No es una mascota de la que hablas, y tú no le permites


nada… —replicó Draco, Ginny se giró furiosa—, tal vez deberías
preguntarle directamente por qué le da tanto asco acercarse a ti y no
a mí.
Ginny no contestó, simplemente se dio la vuelta y pronto sus
pasos se dejaron de oír en el pasillo, y luego de un momento más,
Draco se dejó caer, resbalando por la pared, hasta quedar sentado en
el piso, el dolor en su costado era mucho más fuerte y le costaba
respirar, sin embargo, pese a que sabía que debía moverse, no en-
contraba las fuerzas para hacerlo, su mente no podía dejar de dar
vueltas a las palabras de Ginny. ¿Realmente estaba siendo demasia-
do egoísta con Harry, arruinándole su brillante futuro? ¿Poniendo
en riesgo una felicidad que el chico merecía después de todo lo que
había pasado?

–|– 

Cuando Harry llegó una hora después, encontró a Draco


sentado sobre la cama, con un par de libros abiertos y leyendo aten-
tamente.
—Lamento la tardanza —dijo en cuanto entró, acercándose a
darle un beso.
—Está bien, supongo que tanto entrenamiento te servirá al
momento de tu evaluación para la Academia de Aurores.
—Sí… eso espero yo también —Harry se sentó a uno de los
lados de Draco, y sacó un libro de pociones para leer mientras Dra-
co terminaba con sus estudios.
No pasaron más de quince minutos antes de que Draco deja-
ra los libros de lado y se lanzara sobre él, besándolo con fuerza y de-
sesperación.

846
LIBRO II|El Último Año
[14] Ginny ataca de nuevo

Cuando Harry logró despojarlo de su camisa, vio con lástima


y furia, que tenía un gran golpe en el pecho, sin embargo, no co-
mentó nada, simplemente lo siguió besando y acariciando como si
nada hubiera pasado. Aquella noche, Draco se dejó amar y Harry
aceptó gustoso el pedido, besándolo y acariciándolo, no dejando ni
un solo rincón de su cuerpo sin explorar, amándolo poco a poco,
con calma, con mucho cariño, con esa delicadeza que hacía a Draco
estremecerse hasta los huesos, por lo que significaba, por los senti-
mientos que implicaba.
Finalmente, ambos se dejaron caer sobre la cama, agitados y
satisfechos, envolviéndose automáticamente en un cercano abrazo,
y permaneciendo en silencio durante mucho rato. Hasta que fue
Draco, todavía demasiado pensativo acerca de la visita de Ginny, el
que habló:
—Harry… ¿Te puedo preguntar algo?
—Si es por la lección de pociones, no estoy de humor —
replicó Harry sin abrir los ojos.
—No, no, no es eso —Draco suspiró y se acomodó un poco
más sobre el pecho de Harry—. Si por alguna extraña razón del
destino, no pudieras ser auror… ¿Qué es lo que harías?
—¿Por qué no podría ser auror?
—No lo sé… es sólo una suposición. Anda, contesta.
—Pues… no lo sé, no lo he pensado nunca.
—¿No tienes un plan alternativo?
—¿Tú sí?
—Pues…
—Ya, obvio que sí, eres Draco Malfoy, no me sorprendería
que tuvieras hasta tres planes alternativos —lo interrumpió Harry
con voz divertida mientras le acariciaba lentamente la espalda.
—¿Y bien?

847
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Supongo que me gustaría enseñar… creo que lo puedo


hacer bien.
—¿Defensa Contra las Artes Oscuras?
—Pociones definitivamente no.
—Pobres niños, no se merecerían algo así, sin contar al pobre
Snape, retorciéndose en su tumba.
—Ya, que no es para tanto… creo.
—Ya, lo siento, maestro entonces… —suspiró Draco imagi-
nando que si no le permitían ser auror, menos le permitirían ser
profesor. Harry no notó su mirada triste, sólo lo sintió abrazarse a él
con más fuerza, mientras las luces iban bajando poco a poco.
—¿No seguirás estudiando?
—Esta noche no, quiero estar contigo, sólo eso.
—Oh… pues, genial —contestó Harry un tanto confundido,
pero disfrutando de la perspectiva de seguir abrazados y disfrutando
de la noche.
Draco se quedó despierto mucho rato más, disfrutando el
aroma de Harry, su calor y el estar entre sus brazos, de sus suaves
caricias, de todo lo que Harry era y significaba, simplemente de te-
nerlo allí en ese momento. Ya había tomado su decisión.

848
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

15
EXTASIS y exámenes de ingreso

Ahora es cuando empieza tu camino,


la experiencia única y fascinante
en la que tendrás que tomar decisiones
y pasar por duras pruebas: tu vida.
Canción: Finis Terra
Mago de Oz, banda española de rock

29 de mayo de 1999, Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería

¿
Cómo es que el tiempo se les había pasado tan rápido?
No lo sabía, pero de pronto se encontraron a sólo un par
de días de empezar con los EXTASIS, y luego seguirían
los exámenes de ingreso a los lugares en los que querían estudiar
sus carreras profesionales.
Las últimas semanas se habían vuelto una rutina de estudios,
nervios y poco conversar. Harry pasaba mucho más tiempo con sus
amigos, preparándose para los exámenes, y Draco agradecía aquello,
puesto que él también necesitaba concentrarse mucho para superar
las pruebas que se le aproximaban.
Y así, de pronto, llegó el último fin de semana antes de las
pruebas, Harry había dicho que prefería pasar con él el fin de sema-
na, no importaba si estudiando, y Draco había aceptado, puesto que
849
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

ya le quedaba muy poco tiempo antes de que la escuela finalizara y


tuviera que afrontar algunas otras cosas.
—Hermione, Ron y yo los hemos visto llegar —anunció Ha-
rry entrando a la habitación. Draco, que en ese momento practicaba
el encantamiento de extinguir el fuego y convertirlo en un pequeño
tornado, simplemente asintió en respuesta, tratando de no perder la
concentración.
—Son los mismos que llegaron para los TIMOs, aunque lu-
cen más viejos incluso —continuó Harry dejando la mochila sobre
el piso y sentándose sobre la cama con las piernas cruzadas, miran-
do atentamente a Draco y al pequeño remolino de viento que se
elevaba hacia el techo.
—Es imposible que luzcan más viejos —replicó Draco luego
de soltar un suspiro y que el pequeño tornado desapareciera.
—Pues sí, lucen más viejos.
Draco se había acercado a él y le había dado un suave beso en
los labios antes de sentarse a su lado. Aquel sábado, Harry había lle-
gado poco antes del toque de queda, después de, a diferencia de
otros sábados en que llegaba mucho más temprano, haber estado
estudiando con sus compañeros de casa.
—¿Qué tal te fue hoy?
—Bien… yo creo que como tú dices, ya no hay más nada
que pueda memorizar o que pueda caber en mi cabeza.
—No es difícil de imaginar.
Harry le dio un suave empujón y negó con la cabeza.
—¿Ya has terminado?
—Sí… creo que ya lo tengo… si es que toman eso en el
examen práctico, y no hay nadie por allí distrayéndome, lo lograré
—contestó Draco.
—Yo no te distraeré —comentó Harry recordando la evalua-
ción de TIMOs cuando se había examinado para el curso de

850
LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

DCAO y Draco había estado cerca, por alguna razón había roto su
concentración, aunque se contuvo en preguntarle el por qué.
—Mmm… Si apareces por allí, trataré de no distraerme, no
te preocupes —le respondió Draco antes de tenderse en la cama y
tirar de Harry hacía él—. Estoy agotado…
—Y aún no iniciamos los exámenes —Harry entrelazó sus
dedos con los de Draco y cerró los ojos.
—Y después vendrán las pruebas para la Academia Aurores.
—Y las de la universidad —suspiró Harry. De sólo pensarlo
se sentía abrumado.
—En serio me sorprende que no haya nadie con un grave ca-
so de ataques de nervios o algo por el estilo.
—¡Pues claro que los hay! —aclaró Harry—. Wickliff y Vi-
vekananda ya han sido internados ayer en la enfermería, aunque es-
tarán bien para el lunes.
—¿En serio?
—Sí, y seguramente que más de un Slytherin debe estar por
allí también.
—Es probable… —Draco soltó un pequeño bostezo.
—También yo estoy agotado —declaró Harry.
—Anda, ya no hablemos de los exámenes y todo eso, mejor
tomemos un baño juntos y vamos a dormir —propuso Draco le-
vantándose y jalando a Harry de una mano.

–|– 

El lunes se iniciaron los EXTASIS, el primero fue el de Po-


ciones; pasaron un par de horas con la prueba teórica.
Harry al entrar al Gran Comedor, acondicionado para la
prueba, y acompañado de sus amigos, le había sonreído disimula-
damente, deseándole de esa manera suerte.

851
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco, mientras preparaba el tintero y la pluma, y esperaba


ansiosamente que todo empezara para que terminara pronto, tam-
bién le había deseado suerte a Harry, mirándolo de reojo mientras
el chico preparaba sus útiles.
No podía decir que había estado simple, aunque había tenido
a un gran maestro: Draco; pero sí podía decir que lo había hecho
bien, había recordado muchas de las cosas que Draco le había obli-
gado a repetir hasta el cansancio, y mucho más las correcciones, en
medio de risas que Draco le había hecho, según él, de errores de-
masiado tontos. No temía por Draco, si había algo de lo que estaba
seguro era de que Draco se llevaría la mejor nota, mejor incluso
que la de Hermione que había estado escribiendo en el pergamino
de la evaluación hasta el último segundo, cuando los pergaminos
habían salido volando solos hasta las manos del examinador.
Todos los alumnos salieron a tropel del Gran Comedor, la
mayoría con cara pálida y hasta de susto, habían sido demasiadas
preguntas, algunas trampas en las que esperaba no hubiera caído
Harry, pero él había contestado a todo, y ahora sólo le quedaba la
parte práctica en la tarde, incontinenti del almuerzo… No se sentía
con estómago suficiente para almorzar, los nervios le estaban ga-
nando la partida. Recordó los casos de ataques de nervios que Harry
le había contado que había visto durante la última semana, sobre
todo, el de esa chica, la exnovia de la comadreja: Brown, que había
terminado casi incendiando los muebles de la sala común. Estaba
seguro que nada como eso le pasaría a él. O al menos eso esperaba.
Harry caminó junto a Ron y Hermione, y tras ellos Zelazny
y Vance, todos en silencio, rumbo a los jardines, era un día agrada-
ble y Ron había propuesto que el aire libre les haría bien, al menos
hasta que fuera hora de ir a almorzar.
Se sorprendió de ver a lo lejos a Draco, que casi nunca cami-
naba por los jardines del colegio, sólo lo hacía cuando tenía que

852
LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

cruzarlos para ir a clase de Herbología, y en esas ocasiones, andaba a


pasos veloces y con mirada atenta. Esta vez parecía estar simple-
mente paseando, vio que se mantuvo alejado de los Slytherin, hasta
que finalmente pareció encontrar un lugar tranquilo donde sentar-
se. Harry permaneció mirándolo atentamente, para ver si alguien se
acercaba a molestarlo, casi suelta una risa nerviosa al verlo sacar un
libro. Acababan de pasar ya una prueba, una complicada que los ha-
bía dejado agotados, y él aún quería estudiar. A veces Draco lo so-
brepasaba. Realmente lo hacía.
—¿Estás bien? —preguntó Ron siguiendo su mirada, lo cual
hizo que Harry se sonrojara al ser descubierto mirando a Draco.
—Sí, claro que sí.
—Te entiendo, parece que sólo se dedica a estudiar —co-
mentó Hermione—, aunque es la primera vez que lo veo al aire li-
bre, siempre está encerrado.
—¿Qué tal les fue en el examen? —preguntó Ginny llegando
en ese momento junto a Oliver Lusk.
Ron les lanzó una mirada enfadada y se encogió de hombros,
y Harry aprovechó el momento para mirar hacia Draco nuevamen-
te, que extrañamente en ese momento, también lo miraba. Pero no
pudo observarlo más de medio segundo antes de sentir los brazos
de Ginny rodeándolo por detrás.
—¡Ginny! —reclamó Harry soltándose bruscamente, a su la-
do Ginny soltó una carcajada, y Lusk le dio una mirada tensa.
—Ya, ya, lo siento. ¡Qué carácter! —se quejó Ginny aleján-
dose de Harry pero permaneciendo sentada. Lusk, en silencio, se
sentó a su lado—. Sólo quería saber qué tal te había ido, pero pare-
cías… distraído.
—Estoy cansado.
—Todos lo estamos —apoyó Hermione.

853
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Sí, y tú deberías estar ya estudiando para la prueba de esta


noche —le recordó Ron con voz seria. Ginny, que sí cursaba Astro-
nomía, debía presentar su EXTASIS esa noche, en la torre.
—Ay, a veces eres demasiado aguafiestas.
Hermione le dio una mirada de exasperación, y luego negó
suavemente con la cabeza mientras sacaba el libro de Pociones, Ha-
rry casi podía apostar que iba a revisar en cuáles preguntas se había
equivocado. Por suerte, ella ya había perdido la costumbre de que-
rer hacerlos participar en ese ritual. Seguramente porque ambos le
habían dejado en claro demasiadas veces que no les interesaba en lo
absoluto.
Draco sonrió complacido al ver la escena, la comadreja ju-
nior se equivocaba completamente si pensaba que presionando y
lanzándose sobre Harry conseguiría al menos llamar en algo su
atención. No positivamente al menos. Y le sorprendía que ella, que
había estado junto a él, como amiga o novia, o lo que fuera durante
tanto tiempo, no lo conociera lo suficiente como para saberlo, no lo
conociera tanto como él lo había podido conocer en ese corto tiem-
po. Draco soltó un suave suspiro. Aquel corto e insuficiente tiempo
que ya llegaba a su fin.
Decidió no pensar en eso, quería disfrutar del tibio y casi
inexistente sol, no había podido sentarse en esos jardines en todo el
curso, y por alguna razón, le apetecía hacerlo esa mañana, tal vez era
que ya se estaba despidiendo del castillo poco a poco. Después de
todo, ya no lo odiaba tanto como antes.

–|– 

La tarde había sido más complicada, el examen había consis-


tido en preparar una poción curativa y un antídoto, uno de esos que
siempre lograba marearlo por tratar de recordar todos los pasos y el

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LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

orden en que debía seguirlos, por suerte, su caldero no había explo-


tado, y al terminar ambas pociones, habían obtenido el color y la
textura adecuada. Habían tenido tres horas para realizar ambos pro-
cesos, el tiempo casi justo, con tan sólo unos quince minutos de ex-
cedente, algunos alumnos no habían llegado a tiempo con la segun-
da poción, aunque Harry no pudo evitar sonreír cuando, faltando
aún algunos minutos, el primero en terminar la prueba había sido
Draco, entregando sus pociones con cierto aire de autosuficiencia,
para después abandonar el Gran Comedor. De regreso a la salida, le
había guiñado un ojo, cosa que lo había distraído un poco, pero por
suerte, no lo suficiente para dañar su prueba. Y pensar que era él el
preocupado de distraer a Draco.
Draco caminó contento hasta su habitación, el castillo estaba
sumido en una paz absoluta. Los de quinto año estaban en sus TI-
MOs y los demás dando los exámenes finales, así que no tuvo nin-
guna complicación en llegar a su dormitorio, darse una larga ducha
y esperar por Harry, mientras estudiaba, por supuesto.
Cuando Harry apareció, media hora después, con una linda
sonrisa, dejó de lado el libro que estaba leyendo, y ambos se entre-
tuvieron un buen rato entre besos y relatos sobre cómo les había
ido durante las pruebas.
De acuerdo a lo que tenían planeado, Harry había vuelto
temprano a su sala común, aún tenían que estudiar y descansar, la
semana recién se iniciaba.
Cuando Draco se quedó a solas, no pudo evitar sacar del baúl
una de las fotografías muggles que Harry le había dado, una donde
no había movimiento, pero que le gustaba bastante, donde estaban
los dos sentados en las afueras de uno de los restaurantes donde ha-
bían comido durante su viaje. Draco sonrío ante el recuerdo, y la
dejó apoyada contra una pila de libros mientras continuaba estu-
diando.

855
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

–|– 

Los días se volvieron un eterno sobresalto, el martes tuvieron


la prueba de Herbología y la de Estudios Muggles, ambas eran teó-
ricas y bastante extensas. Harry se preguntó si el poner tantas pre-
guntas y tan poco tiempo era algún tipo de placer creado por los
examinadores. Aún así, estuvo seguro de que hizo un buen trabajo
con ambas y, según le contó Draco aquella noche, él también estaba
satisfecho con sus respuestas.
El miércoles fue un día más complicado, puesto que tenían
un examen teórico por la mañana y uno práctico por la tarde, Harry
estuvo tan agotado aquella noche, que casi le rogó a Draco que lo
dejara quedarse a dormir. Draco asintió de buena gana y luego de
repasar un poco más para el examen del día siguiente (¡Harry no
podía creer la capacidad del chico para estudiar tanto!), ambos se
durmieron abrazados, demasiado agotados y agobiados para nada
más que un beso de buenas noche.
El jueves, Draco fue empujado mientras se examinaba, por
Nott, quien en ese momento pasaba para dar su prueba práctica.
Harry vio todo desde su propio puesto, donde luchaba por
no perder la concentración y manejar correctamente la llama que,
según le había pedido el examinador, se debía mover de un lado a
otro sin apagarse. Estaba listo para protestar y defender a Draco
cuando fue el mismo examinador del chico quién se puso en pie y
ordenó sacar a Nott del lugar, desaprobándolo por mal comporta-
miento.
Draco tenía los puños apretados cuando el fuego que se esta-
ba convirtiendo ya en el pequeño tornado, volvió a su forma origi-
nal por culpa del imbécil de Nott, le dio una mirada casi amenaza-

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LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

dora al pobre anciano que en ese momento lo examinaba, que sólo


negó con la cabeza.
—Supongo que lo puede hacer mejor si es que nadie tropie-
za con usted.
—Sí, por supuesto, es un hechizo que domino a la perfec-
ción —respondió con los dientes apretados, tanto que lo había prac-
ticado para que luego lo sabotearan de esa manera. El anciano asin-
tió y, con algo de esfuerzo, se puso en pie y caminó hacia el otro
examinador, que al parecer, no había notado nada de lo ocurrido.
Draco no pudo negar que sintió un regocijo en el pecho cuando vio
que Nott se iba, rojo, furioso y sin haber presentado su prueba.
—Bien… demuéstreme qué tal le va con este hechizo enton-
ces.
Y Draco sonrió, feliz porque alguien no dijera que se merecía
ese empujón, sino que le diera la oportunidad de demostrar lo que
sabía, y con la varita conjuró el fuego y lo convirtió en un pequeño
tornado que se elevó y, contento como estaba, lo hizo transformarse
en una pequeña nube gris, que terminó dejando caer unas cuantas
gotas de agua antes de transfigurarla de nuevo en fuego.
—Muy interesante dominio y manejo —murmuró el hom-
bre anotando en uno de los pergaminos—. Lo felicito.
Draco salió contento del aula, hambriento y cansado, sí, por
el esfuerzo del hechizo, pero contento por el resultado y cuando,
luego de la cena, Harry lo alcanzó en su habitación y lo abrazó y lo
llenó de besos y de caricias, se sintió casi completamente feliz.
Harry había estado atento a que Nott pretendiera algún tipo
de venganza contra Draco, pero al parecer, la reprimenda del profe-
sor Cummings había logrado disipar cualquier idea que tuviera, y
aunque miraba de manera amenazante a Draco, no se metió con él
por el resto de la semana.

857
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

El jueves, el examen de Encantamientos fue bastante agota-


dor también, pero estuvo seguro que logró un buen resultado, al
igual que Ron y Hermione; aunque su amigo estaba un tanto enfa-
dado porque Ginny no parecía ir tomando en serio los exámenes,
estaba seguro que no conseguiría casi ningún EXTASIS.
El viernes en la mañana, Harry tenía el examen práctico de
Defensa Contra las Artes Oscuras, y por la tarde, Draco tendría el
de Runas y Aritmancia. Después de eso, por fin estarían libres,
aunque claro, sabía que no debían relajarse, en sólo unos cuantos
días Draco tendría que ir a la Universidad para presentar sus prue-
bas, y un par de días después de eso, él tendría que ir a la Academia
de Aurores a rendir el examen de admisión, pero ambos habían es-
tudiado tanto, y se habían restringido de tal modo que sabía que se
merecían ese pequeño descanso, aunque fuera sólo esa noche.
Además, celebrarían algo especial.
Cuando Draco llegó, agotado y aún algo confundido con sus
respuestas en el examen de Runas, se sorprendió al encontrar la ha-
bitación a media luz, Harry lo esperaba de pie, con una encantadora
sonrisa, en el centro había una pequeña mesa y dos sillas que no sa-
bía de dónde habían salido, y un par de platos cubiertos y unas
cuantas botellas de cerveza de mantequilla.
—Harry, ¿qué…?
—Hola, te estaba esperando —interrumpió Harry caminan-
do hasta él y ayudándolo a desprenderse del morral y la túnica.
—¿Tú has preparado esto?
—Pues… hechicé algunas cosas para convertirlas en sillas y
mesas, y los elfos me ayudaron con la comida, claro. ¿Realmente no
esperabas que olvidara tu cumpleaños cierto?
—¿Mi cumpleaños? —preguntó Draco ligeramente sorpren-
dido.
—Es mañana, pero podemos empezar a celebrar hoy…

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LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

Draco soltó una pequeña carcajada.


—Mi cumpleaños…. ¿Cómo pude haber olvidado mi cum-
pleaños?
—Son cosas de la edad —se burló Harry revolviéndole el ca-
bello, recibió en respuesta un golpe en el brazo.
—No te hagas, que sólo nos llevamos poco menos de dos
meses.
—Ya, pero yo sigo teniendo dieciocho y tú ya diecinueve…
¡Estás viejo!
Draco entrecerró los ojos, queriendo parecer enfadado.
—¿Y se supone que esto es para que la pasemos bien? ¿O es-
tarás toda la noche recordándome lo bebito que eres y lo grande
que soy yo?
—Ay, que resentido eres —se burló Harry a pesar de todo,
antes de darle un beso en los labios que Draco recibió a medias, aún
pareciendo enfadado.
—Y tú sigues siendo un bebé.
—Ya, anda, métete a la ducha, y cuando salgas, quiero que
olvides todo lo de los EXTASIS, admisiones o lo que sea.
—Trato hecho —contestó Draco sonriente mientras entraba
al cuarto de baño.
Realmente no podía creer que había olvidado su cumplea-
ños, su madre siempre se encargaba de mandarle cartas por antici-
pado, comentándole todo lo que harían cuando llegara a casa luego
de terminar la escuela.
El día de su cumpleaños, su padre le enviaba una carta
deseándole feliz cumpleaños y prometiéndole muchos regalos a su
regreso… Y aquellas cartas ya no llegarían más. Trató de dejar de la-
do todo el dolor y el sentimiento de vacío que el recuerdo de su
madre, su padre y su vida pasada le causaba. Por el contrario, se tra-
tó de convencer de que estaba bien ahora, que al menos, cuando

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

había salido de la prisión, no esperaba ser una milésima de feliz de


lo que era en ese momento con Harry.

–|– 

La sala común de Gryffindor, al igual que seguramente las


otras salas de las otras casas de la escuela, esa noche estaba comple-
tamente llena y eufórica, los de primero, segundo, tercero, cuarto y
sexto año celebraban el haber por fin terminado los exámenes fina-
les y el casi fin de curso, los de quinto curso respiraban tranquilos
por haber finalmente superado tan aterradora prueba como lo era
los TIMOs, y los de séptimo, no sólo festejaban el haber terminado
con los EXTASIS, sino también con la escuela.
Habían varios estudiantes bailando al centro de la sala co-
mún, animados por un viejo tocadiscos que había conseguido
Dean, otros tantos jugaban cartas o conversaban animadamente en
pequeños grupos, algunos bebiendo cervezas de mantequilla (sobre
todo los más chicos) y otros Whisky de fuego o Hidromiel, traídos
del bar de madame Rosmerta. Se podía percibir en el ambiente una
total algarabía, atrás quedaron los ataques de nervios y las rabietas
por no poder llegar a memorizar todo lo necesario para algún exa-
men.
Ron y Hermione se habían quedado en una esquina, senta-
dos en un pequeño sofá, las piernas de Hermione sobre las de Ron,
ambos tomando sus botellas de cerveza de mantequilla en silenciosa
complicidad, observando cómo todos alrededor festejaban y extra-
ñando a Harry, que había desaparecido, aunque ambos ya podían
imaginar que seguramente estaría celebrando, a su manera, el fin
del curso y de la escuela.
Ron soltó una pequeña carcajada ante una broma que había
hecho Seamus al otro lado del salón, y Hermione torció el gesto.

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LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

—Los de séptimo no deberían estar tan contentos y celebrar,


aún hay muchos que postularán a las universidades e institutos y
tenemos sólo unos cuantos días para prepararnos.
—Lo sé, y todos ellos, al igual que Harry, lo saben, pero al
menos por una noche que festejen y respiren aliviados de que al fin
acabaron los exámenes, después de todo, después tendrán que po-
nerse a ello nuevamente.
—Pues…
—Además es divertido estar aquí juntos haciendo algo dife-
rente a estudiar, ¿no crees? —preguntó Ron jalando a Hermione un
poco más cerca.
—Claro que lo es…
—Y debes tener en cuenta que no recuerdo haber tenido un
fin de curso normal, mucho menos haber festejado, así que es algo
bueno…
Hermione suspiró suavemente, recordando los fines de cur-
sos anteriores, tras la muerte de Cedric, o de Sirius, o del director,
definitivamente no recordaba haber concluido un curso tan tran-
quilamente como ahora.
—Es cierto… creo que nunca lo hemos celebrado ni nada…
—Entonces ya deja de estarte preocupando por todo, y mejor
sólo disfruta un poco —recomendó Ron acercándose para darle un
beso que Hermione recibió con gusto, después de todo, sí había al-
go que le gustaba más que estudiar (aunque no muchos lo pudieran
creer), era besar y abrazar a Ron.
Desde uno de los sofás del medio de la sala, con el ceño
fruncido y cara de pocos amigos, Ginny observaba a su hermano y
su «cuñada», (ambos ahora alias «los traidores que sabían que Harry
estaba mal y que no hacían más que cubrirlo y ser su tapadera») y
bufó fastidiada.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Cualquiera diría que no te agrada que estén juntos —le di-


jo Oliver levantando uno de los brazos de la chica y dando peque-
ños besos que pretendían ser cariñosos. Ginny pensaba que Oliver
era demasiado pegajoso, casi hasta el exceso, y no le gustaba que es-
tuviera todo el tiempo allí, sobre ella, aunque claro, si se hubiese
tratado de Harry, no habría opuesto mayor resistencia, pero como
no se trataba de él, simplemente le dio un manotazo fastidiado y se
apartó un poco en el sofá.
—Ah… podrías dejar de babearme el brazo —se quejó con
voz alta, demasiada alta, considerando la cantidad de compañeros
que estaban cerca de ellos, y voltearon a mirarlos entre curiosos y
divertidos.
—La otra noche no te quejabas tanto —replicó Oliver con
los dientes apretados y acercándose a Ginny lo suficiente para que
nadie más los escuchara, cierto que la chica le gustaba, era una de
las más bonitas de la escuela, sin embargo, su carácter a veces logra-
ba desesperarlo hasta niveles insospechados.
—Era distinto.
—¿Por qué? ¿Por qué Potter sí había estado cerca para verlo?
—No digas tonterías.
—No me lo negarás, es decir, Potter para variar, ha desapare-
cido, y cada vez que eso ocurre, tú te pones de muy mal humor, si
es que no sales a perseguirlo.
—Cállate, no hables de lo que no sabes —le gruñó Ginny
con los ojos chispeantes, Oliver negó con la cabeza.
—No, no sé qué es lo que te pasa o qué es lo que piensas o
quieres, pero a mí no me usas más que para andar sacándole celos a
Potter, pensé que eso se te pasaría en algún momento, pero ahora
me he dado cuenta que estás enferma… eso no se te va pasar nunca,
con razón Potter se largó y no qui…

862
LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

Una fuerte bofetada interrumpió su discurso, Oliver se puso


una mano en la mejilla mientras miraba a Ginny ofendido y dolido.
—¡Te dije que no hablaras de lo que no sabías! —gritó la chi-
ca poniéndose en pie, la sala entera los observaba fijamente. De
reojo, Oliver se dio cuenta de que Ron ya se disponía a ponerse en
pie y defender a su ofendida hermanita, lo que le hizo permanecer
sentado y en silencio, después de todo, Ron era casi un gigante en
comparación a él, y había escuchado suficientes historias sobre lo
rudo que podía llegar a ser. Ginny realmente no valía la buena can-
tidad de golpes que le podía dar.
Ginny apretó los puños, sintiéndose avergonzada ante la mi-
rada de toda la sala común, y sin saber que más hacer, dio la vuelta y
corrió hacia la salida, una vez en el pasillo rompió a llorar, no por
Oliver ni por su pelea, o por la humillación, sino por Harry y por
su ausencia, porque ella sabía, podía estar mucho más que segura,
de que el chico se encontraba en aquel cuartucho de mala muerte
junto a Malfoy, en lugar de estar con ella, como era lo correcto.

–|– 

La cena con Harry fue agradable y se prolongó durante mu-


cho tiempo, ambos riendo y conversando, de todo y de nada, trata-
ron de no mencionar la escuela, los exámenes pasados, ni de los que
vendrían. Draco se sintió tranquilo de que Harry tampoco quisiera
hablar del futuro.
Ambos terminaron en la cama.
Harry lo besó en los labios y lo hizo girar completamente so-
bre el lecho, Draco apoyó las manos sobre la almohada y la cabeza
entre ellas, disfrutando ahora de esa lengua que bajaba por sus
hombros, de esos labios besándolo tan lentamente. Pronto esa len-
gua empezó a recorrer su espalda, bajando poco a poco, demorán-

863
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

dose en dejar pequeñas mordidas que sólo lograban excitarlo más, si


es que eso era posible. Draco agitaba las caderas suavemente contra
el colchón, disfrutando del placer mezclado entre las caricias de
Harry y el roce de su pene contra la sábana. Las manos de Harry ba-
jaron hasta su trasero, masajeándolo y acariciándolo, mientras la
lengua seguía recorriendo hasta la zona lumbar de su columna.
—Levanta —pidió Harry con voz ronca, nunca le había he-
cho eso a Draco, ni a nadie, pero en ese momento era algo que
realmente le apetecía, y esperaba que a Draco también.
Draco dobló las rodillas y levantó las caderas, sintió a Harry
moviéndose detrás de él y quiso girar para ver qué era lo que estaba
haciendo, cuando las manos de Harry separaron sus nalgas, un es-
tremecimiento de anticipación recorrió su cuerpo, pero jamás ha-
bría estado preparado para lo que siguió. Primero sintió los labios
de Harry sobre una de sus nalgas, moviéndose cada vez más cerca
del centro, su cálido aliento golpeando su culo y haciendo que todo
se sintiera magníficamente irreal.
—¿Ha… Harry? —balbuceó cuando esa lengua se acercó
mucho más a su entrada. Pero Harry no respondió. Esa lengua se
presionó suavemente contra su entrada, y Draco dejó caer su pecho
hacia delante, enterrando el rostro entre las almohadas mientras
soltaba un grito muy poco digno.
—¿Quieres que siga? —preguntó Harry sin apartarse mucho
de donde estaba.
El aliento de Harry golpeando contra su culo, ahora húme-
do, lo hizo sacudirse y lo único que pudo hacer al intentar contes-
tar, fue gemir nuevamente.
—¿Draco…? —le picó Harry sintiendo toda la piel del rubio
estremecerse.
—Mierda, sí —contestó finalmente Draco apretando con
más fuerza las sábanas, la lengua de Harry volvió a presionarse con-

864
LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

tra su entrada, para luego lamer alrededor, mientras él continuaba


deshaciéndose contra las sábanas.
Harry se esmeró, lamiendo, chupando, mordiendo y acari-
ciando mientras Draco seguía retorciéndose y gimiendo cosas inin-
teligibles. Cuando sus caderas se empezaron a empujar con bastante
fuerza contra su boca, decidió que definitivamente, Draco ya estaba
listo, sin contar lo listo que estaba él mismo; su erección era ya, do-
lorosa por la ansiedad de hundirse en él.
Finalmente dio un último mordisco, y luego se irguió com-
pletamente, arrodillándose entre las piernas de Draco, quien aún
temblaba dócilmente debajo de él. Convocó su varita y presionó
suavemente contra la entrada.
—Draco… voy a penetrarte —anunció innecesariamente.
—Más te vale —replicó Draco levantando el rostro hacia Ha-
rry, sus ojos verdes, oscurecidos por el placer, lo miraron fijo antes
de inclinarse y darle, de la mejor manera que pudo, un beso descui-
dado—. Harry… —gimió suavemente Draco cuando Harry se
apartó nuevamente, sujetando sus caderas con algo de fuerza.
—No tienes idea de cómo me pones… —le dijo Harry con
voz ahogada antes de presionarse contra él. Draco empujó y apoyó
con más fuerza las manos sobre la cama, sintiendo a Harry entrar
en él finalmente, ambos se quedaron quietos un instante, tratando
de calmar la intensidad de aquella sensación.
—Mmm —masculló Draco girando un poco sus caderas
contra Harry, que comprendió el mensaje y comenzó a moverse,
entrando y saliendo con movimientos rápidos y enérgicos. Ambos
estaban demasiado excitados y demasiado ansiosos.
—Dios, Draco… Draco —gruñó Harry soltando una de las
caderas de Draco y pasando la mano por su abdomen.
—Sí… Harry… por favor… sí, sigue —empezó a pedir Dra-
co, arqueando cada vez más la espalda cuando Harry rozaba su

865
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

próstata, esa mano sobre su miembro lo hizo soltar un jadeo mucho


más sonoro.
La habitación se llenó del sonido de sus cuerpos chocando
con fuerza, de sus gemidos y jadeos, de palabras sueltas y sin senti-
do, hasta que ambos, a la vez, estallaron en un violento orgasmo.
Las piernas de Draco, que temblaban debido al placer, no soporta-
ron más cuando Harry se dejó caer sobre él, y ambos dieron contra
el colchón, agitados y sin poder siquiera pensar o moverse.
En el pasillo, a unos cuantos metros de ellos, Ginny se mor-
dió los labios mientras las lágrimas caían por su rostro. Apoyada en
la pared, se sintió asqueada por lo que había escuchado, su inten-
ción había sido ir a ver si Harry estaba allí, encararlo tal vez, pero no
estaba preparada para lo que había encontrado. La rabia y la ver-
güenza inundaron su pecho y, tratando de no hacer ningún ruido,
se dio la vuelta y caminó de regreso al pasillo del tercer piso. Un
nuevo sentimiento se sumó a los que ya tenía, ahora no sólo era el
amor que sentía por Harry, sino también el odio hacia Malfoy por
conseguir de Harry todo lo que ella jamás había podido conseguir,
por lograr que Harry gritara de esa manera, por lograr que Harry lo
deseara de esa forma.
Esa noche, finalmente acostada en su cama, en la torre de
Gryffindor, decidió que no importaba si le tomaba una vida entera,
se vengaría de Draco Malfoy, lo haría pagar por haber hecho que
Harry se convirtiera en eso.

–|– 

Harry observó el cuerpo dormido de Draco a su lado, cu-


bierto a medias por una delgada sábana, el reloj marcaba ya las doce
de la noche, oficialmente era el cumpleaños de Draco. Recordó
como cuando niño se quedaba despierto el día anterior a su cum-

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LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

pleaños hasta la medianoche, esperando impaciente por saludos y


felicitaciones que nunca llegaban. ¿Cuánto tiempo había pasado ya
desde aquello?, casi le parecía una vida completamente diferente,
una que parecía no ser suya.
Con cuidado de no despertar a Draco, se levantó de la cama
y caminó hasta el escritorio, allí oculto había una caja pequeña, con
un movimiento, sacó el pequeño pastel que había dentro y le colocó
una vela mágica que se encendió en cuanto entró en contacto con el
pastel.
Se sentó nuevamente en la cama, con las piernas cruzadas y
con una mano agitó suavemente a Draco, que abrió los ojos con pe-
reza.
—¿Harry… qué? —murmuró Draco entreabriendo los ojos
y fijándose en el pequeño pastel de chocolate con una vela encendi-
da.
—Ya es tu cumpleaños —anunció Harry con una sonrisa.
Draco se sentó y sonrió ante el pastel, nunca antes había ce-
lebrado su cumpleaños a esa hora, y ese gesto de Harry, de querer
celebrar su cumpleaños, lo hizo sentirse eufórico.
—¿Ya lo es?
—Sip, medianoche, Draco, es hora de que pidas un deseo —
le dijo Harry acercándole más el pastel.
Draco se mordió un labio.
«Que él sea feliz, que tenga esa oportunidad de ser… sim-
plemente feliz», pensó antes de soplar la vela que se apagó rápida-
mente, la habitación quedó en penumbras nuevamente por un ins-
tante, antes de que la vela se encendiera otra vez y se elevara hacia el
techo. Ambos levantaron la vista, y la pequeña vela se convirtió en
pequeñas luces plateadas que cayeron sobre ellos y llenaron el lugar
de una luz mágica.

867
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Feliz cumpleaños —le felicitó Harry dejando el pastel so-


bre la cama y jalándolo para darle un beso que Draco aceptó gusto-
so. Cuando se separaron, algunas luces plateadas aún brillaban y
bailaban en la habitación.

–|– 

Martes 8 de junio, Colegio Hogwarts

El fin de semana se les pasó en un abrir y cerrar de ojos. Dra-


co y Harry aprovecharon para recuperar todo el tiempo que no ha-
bían podido estar juntos durante las dos últimas semanas, conver-
sando y riendo, haciendo el amor y durmiendo abrazados.
Cuando el lunes llegó, ambos volvieron a preocuparse, al
igual que sus demás compañeros, puesto que el martes se entrega-
rían los resultados de los EXTASIS, y a partir del miércoles, los
alumnos tenían ya permiso para salir del colegio a aplicar para las
diferentes pruebas que tendrían que rendir en los lugares en donde
quisieran estudiar para hacer carrera.
Draco se dedicó a preparar, según el parecer de Harry, cien-
tos de pociones en tan solo un día; mientras, Hermione leía cuanto
libro podía, puesto que su examen era el día viernes en la mañana.
Harry por su lado, se la pasó practicando hechizos, tanto de protec-
ción como de ataque, el único relajado era Ron, que se entretenía
leyendo revistas de quidditch y observando a sus demás compañe-
ros volver a la estresante rutina de estudios y sobresaltos. Apenas y
notó la ausencia de Ginny en la sala común o a las horas de la co-
mida, tenía demasiadas cosas en la cabeza como para darse cuenta
de que la chica no andaba cerca de él últimamente.
El día martes en la mañana, después del desayuno (que casi
ninguno de ellos pudo tomar por los nervios), todos los de séptimo

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LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

año fueron reunidos en el Gran Comedor, que esta vez no lucía las
carpetas individuales, sino las acostumbradas cuatro largas mesas.
Los examinadores, junto a la directora McGonagall, aparecieron
minutos después, logrando con su sola presencia, que los murmu-
llos nerviosos desaparecieran.
—Ante todo, quiero felicitar a todos ustedes por haber llega-
do hasta aquí, déjenme decirles que he quedado gratamente sor-
prendida por la mayoría de los resultados —empezó a hablar la pro-
fesora McGonagall de pie delante de la audiencia.
Draco tamborileaba nervioso sobre la mesa, un par de veces
miró de reojo a Harry, que parecía también nervioso, jugueteando
con una pluma entre los dedos; a su lado, Weasley y Granger esta-
ban quietos y silenciosos, muchos asientos más lejos, la comadreja
junior miraba todo con aire ausente, como si prácticamente estuvie-
ra obligada a estar allí.
Harry finalmente quebró la pluma entre sus dedos, y Ron le
dio un suave codazo para que se quedara quieto de una vez por to-
das. Suspiró suavemente y su mirada se encontró con la de Draco,
que le dio una breve, muy breve sonrisa, que intentó contestar an-
tes de que la voz de la profesora McGonagall le llamara nuevamente
la atención.
—Y como no es mi intensión tenerlos aquí más tiempo espe-
rando, y mucho menos en ascuas, pasaremos a repartir los resulta-
dos inmediatamente.
Una de las examinadoras, una bruja muy anciana que les ha-
bía tomado el examen de Herbología, se puso en pie con algo de
trabajo y agitó su varita sobre la mesa; una gran cantidad de amari-
llentos sobres apareció delante de ella, algunos alumnos jadearon y
otros elevaron la cabeza un poco más, como si de esa manera pudie-
ran ver los resultados.

869
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Todos suyos, profesora McGonagall —anunció la mujer


antes de sentarse nuevamente. La profesora McGonagall asintió y
sacó la varita. Haciendo un pequeño movimiento con la mano, lo
sobres empezaron a elevarse de la mesa. Los alumnos soltaron un
pequeño «¡Oh!» mientras los sobres comenzaron a volar sobre sus
cabezas, mezclándose entre ellos, hasta que finalmente, uno a uno
fueron cayendo delante de cada estudiante, con su nombre escrito
en el amarillento pergamino, algunos los tomaron con rapidez,
otros permanecieron quietos, observándolos como si se tratara de
algún peligroso bicho.
—Por fin —exclamó Ron tomando el suyo y abriéndolo
apresuradamente, destrozando el sobre y dejando ver un grueso
grupo de pergaminos. Harry y Hermione lo miraban atentamente
mientras el desdoblaba el grupo de pergaminos, pero antes de leer
algo siquiera, se giró hacia su novia e hizo una mueca de impacien-
cia.
—¡Vamos, Hermione! —exclamó dejando sobre la mesa sus
resultados y tomando los de la chica, levantándolos delante de su
rostro—. Anda… no creo que tú seas una de las que se tenga que
preocupar por esto…
Hermione negó con la cabeza y tomó el sobre, pero no lo
abrió. Harry tomó el suyo también y lo miró atentamente, leyendo
unas decenas de veces su nombre.
—Como les dije, no es mi intención tenerlos aquí mucho
tiempo, no en contra de su voluntad al menos, así que los que
deseen un poco más de intimidad para poder revisar sus resultados,
o simplemente quieran ir a festejar por allí, pueden retirarse —les
siguió hablando la profesora McGonagall, haciéndose escuchar so-
bre las pequeñas conversaciones de los alumnos. Como si se tratara
de un hechizo, casi todos los alumnos se pusieron de pie a la vez,

870
LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

ocasionando un terrible sonido de bancas arrastrándose contra el pi-


so. Los grupos comenzaron a salir rápidamente del Gran Comedor.
—Harry, ¿vienes? —le preguntó Hermione, ya de pie toma-
da de la mano de Ron.
—No… yo creo que…
—Oh, de acuerdo… supongo que quieres… —balbuceó
Ron y Harry asintió rápidamente, tratando de no seguir con la mi-
rada a Draco, que ya caminaba hacia la salida, junto con los demás.
—Pero luego nos buscas y nos lo cuentas, ¿de acuerdo? —le
sonrió Hermione.
—Claro…

–|– 

Draco se apresuró a llegar a su habitación, apretando el sobre


con una mano, Harry le había dicho que no se preocupara, que se-
guramente obtendría buenas calificaciones en todo, pero Draco ne-
cesitaba más que eso, mucho más si es que quería llegar a ser un
buen candidato para la beca.
Dejó el sobre encima de la cama y se quitó la túnica de la es-
cuela, quedando solamente en una camiseta y unos pantalones os-
curos, deseó, como ocurría últimamente, tener un cigarro a mano
para poder calmar sus nervios, mientras esperaba a Harry. Esperaba
que no demorara demasiado.

–|– 

Harry esperó a que la mayoría de sus compañeros se marcha-


ra para poder salir rumbo al tercer piso, en su camino, se encontró
varios grupos de chicos que no habían podido esperar más, y habían
abierto sus resultados en medio de los pasillos, habían grupos feste-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

jando, riendo, y lamentablemente algunos con mirada apesadum-


brada. Saludó apenas con una inclinación de cabeza al grupo de
Ackerley, que sonreía bastante satisfecho y le levantó el pulgar en
señal de victoria, antes de empezar a correr hacia el segundo piso y
luego al tercero.
Cuando llegó a las habitaciones de Draco, lo encontró para-
do con la espalda apoyada en la pared y los brazos cruzados, tenía el
ceño fruncido, y el cabello rubio le caía a los lados y sobre la frente,
mientras miraba amenazadoramente el sobre, que estaba encima de
la cama.
—¿Impaciente? —preguntó a modo de saludo.
—Para nada —mintió Draco.
—Ya, sí claro —se burló Harry, entregándole su propio sobre
al rubio y tomando de la cama el que tenía el nombre de Draco.
—Bien… supongo que a… —Draco no terminó de contarle
su plan de abrir los sobres a la de tres, puesto que Harry había
abierto ya su sobre y sacado el grupo de pergaminos que había en el
interior.
—Oh, vamos, qué debes estar tan ansioso como yo —se jus-
tificó Harry con una sonrisa mirando la expresión enfadada de Dra-
co.
—Lo que sea —contestó Draco abriendo también el sobre de
Harry.
Ambos casi a la vez se sentaron sobre la alfombra, uno delan-
te del otro, el primero en reaccionar fue Draco.
—Empieza.
Harry asintió y terminó de desdoblar los pergaminos, abrió
un poco los ojos sorprendido cuando en la primera línea, después
del nombre de Draco, en donde decía ubicación en la calificación,
estaba escrito en color verde «Número Uno», seguido de un «Feli-
citaciones»

872
LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

—¿Qué? —preguntó Draco mirando a Harry y frunciendo el


ceño.
—Empiezo —respondió Harry queriéndose guardar aquello
para después, quizá para el final. Se aclaró la garganta:
—Pociones… —Harry levantó la mirada hacia Draco, que
parecía impaciente y a punto de darle un golpe o algo por el estilo,
así que decidió mejor no arriesgarse más—: Extraordinario.
Draco no pudo evitar la sonrisa que afloró a sus labios.
—¿En serio?
—Te felicito —dijo inclinándose para darle un beso.
—Ahora yo —continuó Draco—. Pociones: Supera las ex-
pectativas —leyó con cierta pena en la voz.
—Genial.
—¿Genial? Pero no has obtenido la más alta nota.
—Ya… pero con eso me basta… no creo que muchos hayan
podido obtener esa nota.
—Pero…
—Mejor seguimos —comentó Harry, en realidad sí se sentía
contento con esa y con sus demás notas, sabía que en cuanto a Po-
ciones, no podría sacar un Extraordinario como Draco, después de
todo, ese no era su campo y si Draco se hubiera examinado en De-
fensa Contra las Artes Oscuras, probablemente hubiera obtenido
una nota más baja que él, pero se abstuvo de comentárselo.
Al final Harry obtuvo un «Extraordinario» en Defensa Con-
tra las Artes Oscuras, Transformaciones, Estudios Muggles y En-
cantamientos, y un «Supera las expectativas» en Herbología, además
del de Pociones. Mientras que Draco obtuvo un «Extraordinario»
en Herbología, Pociones, Runas, Aritmancia, Encantamientos y
Transformaciones, se mostró ligeramente enfadado (lo cual le con-
firmó a Harry que Draco definitivamente era demasiado competiti-
vo) con un «Supera las expectativas» en Estudios Muggles.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¡Oh, ya calla! —reclamó Harry empujándolo contra la al-


fombra y dándole un posesivo beso en los labios para terminar el
monólogo en el que Draco se había enfrascado acerca de lo injustos
que habían sido con él en Estudios Muggles.
Draco se dejó besar encantado, mandando de paseo todos sus
sentimientos de frustración por aquella calificación, las manos de
Harry lo acariciaron lentamente a los costados antes de concluir con
el beso.
Harry permaneció sobre él un momento más y luego se le-
vantó un poco, acomodándose para sentarse a horcajadas sobre él.
—Esto es genial, obtuvimos todos los EXTASIS —le dijo
Harry con una sonrisa.
—Sí, seis 21 EXTASIS, ahora no habrá dudas de que en ver-
dad te mereces estar en la Academia de Aurores.
—O de que tú eres el indicado para esa beca —contestó Ha-
rry estirando un brazo para jalar el grupo de pergaminos que había
dejado sobre la alfombra, recordando que aún le faltaba decirle lo
de su primer lugar.
—Aún falta el examen y…
—No creo que te lo nieguen, verdaderamente eres un jodido
genio, ¿no?
—¿Cómo dices? —preguntó Draco apoyándose sobre sus
codos y mirando a Harry con más atención.
—Ahora tendré que soportar los berrinches de Hermione
durante meses… o tal vez años.
—¡Harry! —casi chilló Draco.

21
Aclaratoria: Harry se examinó 6 EXTASIS, a diferencia de Draco, que se examinó en 7. El lector
podría encontrarse con una pequeña variante acerca de una materia extra que Draco tomó, y que
no aparece en su horario de clases en el capítulo 2 del Libro II. La explicación a esto es que Draco
anexó una clase más a su itinerario, la de Runas. Seguramente siendo ésta ocupada, en algún espa-
cio entre las horas libres que tenía en su agenda de clases. Sin embargo, a lo largo de los capítulos
del segundo libro, se hace referencia acerca de ambas materias: Runas y Aritmancia.

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LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

—Oh, ¿no te lo dije? —preguntó Harry pareciendo inocente


mientras levantaba los brazos para evitar que Draco le quitara el
pergamino de las manos, ambos se revolvieron en una lucha por
obtener el pergamino.
—No seas infantil y dámelo de una vez.
—Pensé que estábamos leyendo las notas —replicó Harry
con sorna mientras presionaba a Draco contra la alfombra nueva-
mente.
—¡Harry!
—Ya, ya, que carácter… pensé que habías dicho que para ser
fabricante de pociones requerías tener paciencia y no… —Harry se
removió nuevamente evitando un golpe de Draco—, no la estás te-
niendo.
—Dame los malditos pergaminos de una vez —reclamó
Draco resoplando.
—El primer lugar de la clase —informó Harry simplemente,
dejando al fin caer los pergaminos sobre Draco, que lo miró con los
ojos abiertos como plato. Harry creyó que era una expresión muy
cómica y lamentó no tener a mano una cámara para capturarla y
luego mostrársela.
Draco miró hacia Harry y luego hacia los pergaminos sobre
su pecho y finalmente a Harry de vuelta, que ya se apartaba un poco
para dejarlo sentarse.
—¿Draco? —tanteó Harry—. ¿Has escuchado lo que te dije?
—Sí —contestó en un susurro mientras tomaba los perga-
minos con manos temblorosas, y efectivamente, allí escrito estaba
lo que Harry le decía. Y él simplemente no lo podía creer, sabía que
no podría obtener un mal lugar, puesto que esa nota era un prome-
dio de sus EXTASIS y sus demás exámenes, incluidos sus TIMOs,
pero jamás pensó que le ganaría a Granger, a la sabelotodo Gran-
ger—. Es cierto —murmuró.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Claro que lo es, si te lo dije —replicó Harry mientras to-


maba sus propios pergaminos para leerlos, en donde decía «lugar de
ubicación» estaba escrito: «Número ocho», y se sintió realmente
contento con eso.
—Tú lo sabías —acusó Draco dejando los pergaminos a un
lado.
—¿Qué?
—Que tenía el primer lugar, lo supiste en cuanto viste las
notas y no me lo dijiste —medio le reclamó Draco.
—Pero entonces no habría sido así de divertido —contestó
Harry con total desfachatez.
—Ya te enseñaré yo lo que es divertido —le advirtió Draco
lanzándose sobre él para apresarlo contra la alfombra.

–|– 

—¿Número dos? —repitió Hermione incrédula por quizá


centésima vez, Ron ya había perdido la cuenta.
—Pero es muy buen puesto y has obtenido todos los EXTA-
SIS.
—Pero… ¿Número dos? —balbuceó Hermione dejando los
pergaminos a un lado, y Ron estuvo casi seguro que se echaría a llo-
rar, lo cual lo asustó.
—Sabes que no está nada mal.
—Yo quería el primer puesto.
—Hermione… —suspiró Ron sabiendo que esa conversa-
ción no terminaría tan pronto como habría deseado.
Hermione negó con la cabeza.
—Es que… ¿Número dos? —preguntó una vez más y Ron
puso los ojos en blanco.

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LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

–|– 

10 de junio de 1999. Evaluaciones de Admisión

El jueves, Harry llegó temprano al dormitorio de Draco, es-


perando poder encontrarlo todavía dormido y poder despertarlo,
pero claro, Draco ya estaba despierto, bañado y listo, repasando las
cosas que llevaba en el morral. Se sorprendió de ver a un somno-
liento Harry todavía en pijamas, entrar a su habitación:
—¡Harry! —dijo sobresalto en cuánto lo vio.
—Me encanta cómo te emocionas cuando me ves —se burló
Harry mientras se acercaba a Draco y le daba un suave beso en la
boca, para luego dejarse caer sobre la cama, realmente tenía mucho
sueño.
—¿Qué haces aquí? ¿Pasó algo malo?
—Qué va a pasar… —bostezó—, nada, sólo quería desearte
suerte.
—Lo hiciste anoche… —Draco dejó el morral de lado, con-
vencido de que definitivamente después de revisarlo cerca de diez
veces, debería ya tener todo lo necesario y que no dejaba nada im-
portante.
—Pero también quería hacerlo hoy…
—Espero que no de la misma manera en que lo hiciste ayer,
en un rato me debo ir a desayunar y luego a tomar una chimenea.
—Qué gracioso —se quejó Harry sentándose para encarar a
Draco—. Lo cierto es que no podía dormir… estaba un poco tenso.
¿Tú dormiste?
—Sólo un poco, tampoco estaba muy tranquilo que digamos
—admitió Draco. Ambos se quedaron en silencio un rato más, pe-
gando sus cuerpos lo más posible, hasta que Draco suspiró sabiendo
que debía ponerse en marcha.

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Zafy|HARRY POTTER
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—Que todo salga bien —le deseó Harry mientras lo obser-


vaba acomodar el morral y la túnica.
—Y tú pórtate bien… y ve a tu cama a dormir un poco, te ves
fatal.
—Yo también te quiero, gracias —replicó Harry acercándose
a Draco y dándole un beso suave en los labios—. Suerte.
Draco se mordió el labio inferior, cosa que hacía cada vez
que estaba ligeramente alterado, y asintió antes de salir de su habita-
ción hacia el Gran Comedor.
Eran pocos los alumnos que se encontraban despiertos tan
temprano, puesto que la mayoría aprovechaba esas últimas dos se-
manas de repasos para descansar hasta más tarde, finalmente sólo
una decena de chicos, de todas las casas, se encontraban desayunan-
do, únicamente los que ese día tendrían alguna prueba de admisión.
Draco se preguntó cuántos de ellos postularían a la universidad
donde él postulaba, y si acaso, alguno habría solicitado la misma be-
ca que él, aunque el profesor Monroe le había dicho que estaba casi
seguro de que nadie más de la escuela había postulado a ella.
Tomó un poco de jugo de calabaza, mirando distraídamente
hacia Graham Pritchard y Lafcadio White, que se encontraban en el
otro extremo de la mesa conversando en tensos murmullos, sabía
que Pritchard podía postular a la carrera de Pociones, puesto que
había llevado el curso con él, pero White no. Tomó una tostada del
plato y la observó con detenimiento excesivo, evaluando si era ade-
cuado o no comerla, cuando una voz conocida lo hizo girar, un tan-
to sobresaltado. Definitivamente sus nervios estaban a flor de piel
ese día.
—Sí, definitivamente deberás comerla, junto con el resto del
desayuno —recomendó el profesor Monroe a modo de saludo
mientras se sentaba junto a él. Tanto Pritchard como White le die-
ron miradas interrogantes, pero a Draco no le importó.

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LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

—Buen día, profesor.


—Vamos, desayuna.
—No creo que mi estómago esté en condiciones de probar
nada más —murmuró Draco dejando la tostada sobre el plato.
—Pues tendrás que hacer un esfuerzo —le reprochó el pro-
fesor acercándole más el plato. Draco tomó a regañadientes una tos-
tada y comenzó a comer—. No queremos que caigas inconciente
por falta de alimento en medio de un caldero.
—No… eso no daría buena imagen —convino Draco con
una sonrisa nerviosa.
—Y no debes preocuparte, con tus calificaciones y tu talento,
ellos te rogaran para que te quedes a estudiar en la universidad.
Draco soltó una pequeña carcajada y negó con la cabeza.
—Bueno fuera.
—Y será, ya verás —le contestó el profesor señalando otra
tostada más con la mano—, apresúrate que ya falta poco.
Draco sintió nuevamente el peso en su estómago ante la
perspectiva de tener tan poco tiempo antes de las evaluaciones que
le esperaban, sin embargo, asintió y le dio una mordida a otra tosta-
da, masticando frenéticamente. El profesor le sonrió y le dio una
palmada en el hombro antes de alejarse.
Quince minutos después, apareció la profesora Hooch con
un grupo de trasladores, todos los pocos alumnos que estaban allí se
pusieron en pie rápidamente, algunos como Pritchard no se acerca-
ron a la profesora, sino que se quedaron a un lado, observando a la
mayoría tomando los trasladores que la profesora iba entregando, y
preparándolos para la partida. Draco vio que algunos estaban páli-
dos y otros hasta verdes. Se preguntó qué aspecto tendría él mismo,
y si era que todo el proceso no habría sido creado por algún sádico
metodista con gustos extraños por ver a chicos y chicas aterroriza-
dos.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco, a diferencia de sus compañeros, no podía usar un


traslador, tal vez hubiera podido pedir permiso al Ministerio en su
última visita, pero lo más probable fuera que no sólo se hubieran
regocijado diciéndole que no, sino que también hubieran encontra-
do la forma de fastidiarlo el día de la prueba. Por eso la profesora
McGonagall, que cada vez se mostraba más amable con él, le ofre-
ció usar la chimenea para llegar, un medio legal y válido que no le
representaría problema alguno. Así que, con pasos rápidos y algo
ansioso, se dirigió a la oficina de la directora McGonagall, le dijo la
contraseña a la Gárgola de piedra, y tocó suavemente la puerta. In-
mediatamente una voz ya conocida lo invitó a pasar.
—Señor Malfoy, buenos días.
—Buenos días —Draco avanzó hasta la chimenea sin querer
detenerse más tiempo.
—Que tenga mucha suerte —dijo la profesora en el momen-
to que Draco ya arrojaba los polvos flú a la chimenea.
—A La Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor,
área de Admisión quinientos cinco —recitó Draco con voz más
firme de la que esperaba, y se metió a la chimenea, le dedicó una
sonrisa de agradecimiento a la profesora mientras desaparecía.

–|– 

Harry volvió a su habitación, demasiado cansado como para


bajar a desayunar todavía, además aún usaba el pijama bajo la capa
de invisibilidad.
Entró a la habitación en silencio, y dejó la capa dentro del
baúl antes de deslizarse hacia la cama, sus demás compañeros, ex-
cepto Neville, que también postulaba a La Universidad Mágica de
Gunhilda de Gorsemoor, pero para la facultad de Herbología, se-
guían durmiendo, y él se dispuso a hacer lo mismo, envolviéndose

880
LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

con su cobertor y pensando en Draco y en lo bien que le iría. Su


mente se estaba alejando de la realidad rápidamente cuando, de
pronto, un brazo bastante rudo lo agitó de un lado a otro. Por ins-
tinto, y como no sucedía ya hacía mucho tiempo, se sentó de golpe
en la cama con la varita apuntando hacia un hombre desconocido.
—Aléjate —siseó Harry apartando los cobertores y sin bajar
la varita, a su alrededor Ron, Seamus y Dean se habían sentado en
su cama y los miraban confusos.
—Bien, Harry Potter —respondió el hombre enderezándose
completamente y sin inmutarse ante la mirada amenazadora o la va-
rita en alto de Harry—, mi nombre es Shaw, Auror Ménor del Mi-
nisterio y he venido por ti para la prueba de admisión.*
—¿Qué? —preguntó Harry aún sin bajar la varita, Ron,
Dean y Seamus ya estaban de pie alrededor de ellos mirándolos ca-
da vez más asombrados—. Mi prueba es todavía el…
—Un auror necesita estar preparado siempre —informó el
hombre con voz monótona—, y el momento es ahora, tienes exac-
tamente tres minutos para tomar lo que necesites y salir conmigo, si
no lo tienes todo en tres minutos, de todas maneras me iré, con o
sin ti.

–|– 

—Pero… ¿Por qué vienen así? —preguntó un tanto descon-


fiado Ron, acercándose más al hombre mientras Harry comenzaba
a caminar hasta su baúl, aún dudando acerca de qué era lo que se
suponía que debía hacer o llevar.
—No le damos explicaciones a civiles. Y ya le quedan sola-
mente dos minutos y medio —respondió el hombre, su mirada y su
porte eran imponentes y ni siquiera había tenido que sacar la varita
para intimidar a los cuatro chicos.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Iré a buscar a algún maestro… alguno debe saber —in-


formó Dean saliendo por la puerta de la habitación con pasos rápi-
dos.
Harry no les hizo caso, tomó lo primero que encontró, se
puso las medias lo más rápido que pudo, y sin ningún tipo de ver-
güenza (no tenía tiempo para eso) se sacó los pantalones del pijama
delante del auror, y se puso la ropa interior y el pantalón vaquero,
no terminó de abotonarlo y se sacó la camisa del pijama poniéndose
una camiseta encima, para incontinenti ponerse las botas, apenas
había metido el pie en la segunda bota cuando el hombre se giró.
—Tiempo de irnos —anunció el auror y comenzó a caminar
hacia la salida casi como si estuviera marchando, Harry práctica-
mente corrió detrás de él.
—¡Harry! —llamó Ron justo antes de que cruzaran la puerta,
Harry volteó rápidamente hacia su amigo que le lanzó una sudadera
y le sonrió—. Suerte.
—Gracias —balbuceó Harry mientras terminaba de aboto-
narse los pantalones y rogaba por llegar a algún lugar donde poder
amarrar sus agujetas antes de caer vergonzosamente.
Bajaron las escaleras al mismo ritmo veloz, Ron y Seamus
iban detrás de ellos con pasos más lentos; en la sala común, varios
alumnos ya despiertos los miraban asombrados y hasta asustados.
Cuando estaban ya por cruzar el retrato de la Dama Gorda, Harry
escuchó los pasos estrepitosos de alguien más bajando las escaleras,
volteó sin dejar de caminar y vio a Elías Vance caminando pálido y a
pasos rápidos junto a un hombre con la insignia de aurores en el
pecho y un porte similar a Shaw. Vance parecía que hubiera tenido
menos tiempo para vestirse, puesto que aun traía la camisa del pi-
jama bajó una casaca que parecía de tela deportiva, en una mano
cargaba una camiseta gris y en la otra, al igual que Harry llevaba la
varita.

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LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

El auror que acompañaba a Vance los alcanzó rápidamente, y


siguieron avanzando por el pasillo fuera de la sala común, sin em-
bargo, ninguno de ellos intercambió palabra alguna, por lo que Ha-
rry y Vance solamente se dieron miradas interrogantes y no se atre-
vieron a decir nada. Cerca de las escaleras que llevaban a los pisos
inferiores se les unieron tres aurores más, cada uno traía a un Ra-
venclaw detrás de él. Harry reconoció a Anthony Goldstein, Lisa
Turpin y Ralph Wickliff. Le sorprendió ver a tres Ravenclaw que-
riendo estudiar para auror cuando en su casa sólo eran dos. Tal vez
si Ron no hubiese prometido ayudar a George, también estaría ca-
minando junto a ellos.
Los tres Ravenclaw parecían haber sido sacados de su sala
común de la misma manera abrupta que ellos, sólo Wickliff no car-
gaba la varita en la mano, y Lisa Turpin, que lucía unos pantalones
vaqueros y una camiseta muy ajustada dejando ver su hermosa figu-
ra, hacía lo posible por sujetarse el largo cabello castaño claro en
una cola sin perder el paso y sin soltar la varita.
Los cinco bajaron las escaleras en silencio, varios compañeros
de la escuela se cruzaron con ellos y se los quedaban mirando sor-
prendidos.
Cuando llegaron al vestíbulo, cuatro aurores más se les unie-
ron, dos seguidos de dos chicos de Slytherin; los que habían estado
con él en Pociones: Malcolm Baddock y Graham Pritchard y los
otros dos seguidos por dos chicas de Hufflepuff, Laura Madley y
Rose Zeller, las recordaba de sus clases de DCAO, y ambas eran
bastante buenas. Incluso los dos chicos Slytherin parecían algo ate-
morizados, y el grupo completo intercambió miradas ansiosas
mientras seguían caminando tras el grupo de aurores, al parecer,
rumbo a los jardines. Harry no pudo evitar soltar un suave suspiro
de alivio cuando vio a la profesora McGonagall en el exterior, tal

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

vez ella les diría que se habían equivocado de fecha, que el examen
aún era en dos días.
—Bien, me alegra que hayan podido ubicar a todos sus aspi-
rantes —asintió la profesora en cuanto el grupo la alcanzó. Allí mu-
rieron las esperanzas de Harry de que todo aquello fuera sólo un
error y supo que no tendría más tiempo para preparase.
Demonios, si ni siquiera había podido ducharse o desayunar.
—Gracias por su ayuda, directora —respondió uno de los
aurores, parecía mayor que el resto.
—Espero que estén de vuelta para la cena —respondió la
profesora mirando a los alumnos a la cara, se detuvo en Harry y
asintió casi imperceptiblemente antes de dar unos cuantos pasos ha-
cia atrás, y levantar la varita para susurrar algunas palabras que nadie
entendió ni escuchó claramente.
—A la de tres, todos tomen el traslador con el auror que los
ha escoltado —informó el hombre girándose y levantando una bo-
tella cerveza de mantequilla vacía y acercándose a uno de los chicos
de Slytherin, todos los demás aurores voltearon hacia sus «escolta-
dos». Shaw sacó del bolsillo lo que al parecer era lo que quedaba de
una vieja taza de loza blanca, y la acercó lo suficiente para que Ha-
rry lo tocara.
—Uno, dos y tres —dijo el auror con voz firme, y Harry, al
igual que todos sus compañeros, se aferró al traslador que le ofre-
cían. La sensación de vacío y de algo jalando su cuerpo en miles de
direcciones fue inmediata, y antes de siquiera darse cuenta, Harry
ya estaba fuera del colegio; listo para dar su prueba para la Academia
de Aurores.

–|– 

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LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

Draco salió de la chimenea y limpió los restos de hollín de su


túnica mientras avanzaba con pasos rápidos dentro del gran salón.
Únicamente había un escritorio al fondo, con una bruja mayor y
con cara de estar realmente aburrida. La mujer abrió un poco los
ojos sorprendida, seguramente reconociéndolo, pero Draco, como
ya estaba acostumbrado, fingió no darse cuenta, y sacó del morral el
formulario para ingresar.
—Buenos días —saludó con voz firme dejando el formulario
sobre el escritorio de madera—, este es mi formulario de ingreso y
mi número de solicitud.
La bruja le dio una mirada de fastidio, y luego tomó los per-
gaminos que Draco le había entregado para leerlos, asintió y se los
devolvió.
—Su puerta es la número cincuenta y siete.
—¿Cincuenta y siete? —preguntó algo preocupado Draco—.
¿Es decir que hay cincuenta y siete postulantes?
—Ciento sesenta y siete en realidad, y te recomiendo que
entres de una vez, puesto que hay más chicos esperando por entrar
y sólo pueden hacerlo de uno en uno.**
—De acuerdo, gracias —murmuró Draco caminando hacia
el lado que la bruja le había indicado, era un pasillo atiborrado de
puertas oscuras, cada una tenía un número grabado sobre la made-
ra. Llegó al número 57, y no pudo evitar tomar una bocanada de ai-
re antes de empujar la puerta.
Entró en lo que al parecer era un aula vacía, en el centro ha-
bía una mesa y una silla, y al fondo otra mesa, una larga, con varios
calderos y utensilios.
—Por favor, tome asiento y espere a que se le indique que las
pruebas están iniciando —dijo la voz de un mago adulto desde al-
gún punto de la habitación.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Buenos días? —respondió Draco mirando a todos lados y


tratando de encontrar a la persona que se encontraba allí, aunque el
cuarto estaba muy iluminado como para que alguien se escondiese.
—Por favor, tome asiento y espere a que se le indique que las
pruebas están iniciando —repitió la voz, y Draco entendió que pro-
bablemente se trataba de un hechizo repetitivo.
Dejó el morral colgado de un lado de la silla y se sentó en
ella, mirando distraídamente hacia todos lados, tratando de sobre
todo, registrar los utensilios sobre la mesa de trabajo, y deducir qué
poción le pedirían preparar.
Notó un gran reloj en el fondo del aula, indicándole que
eran ya las ocho de la mañana. No pasaron más de cinco minutos
antes de que la voz nuevamente hablara:
—Aspirante número cincuenta y siete, necesitamos que sa-
qué una pluma y un tintero para la prueba escrita que iniciará en
tres minutos.
Draco asintió torpemente y comenzó a sacar las cosas que le
habían pedido de su morral.
—Está por demás advertir que La Universidad Mágica Gun-
hilda de Gorsemoor tiene una gran cantidad de hechizos para ase-
gurarse de que los alumnos no hacen trampas, y que el ser sorpren-
dido realizando un fraude significará la cancelación de su solicitud.
¿Entiende eso?
—Sí —contestó Draco impaciente y jugando con una de sus
plumas entre los dedos, había sacado un par más sólo por si acaso.
—Tiene tres horas para concluir con la prueba —informó la
voz monocorde nuevamente, al tiempo que una gran pila de per-
gaminos aparecía sobre el escritorio delante de él. Draco tragó grue-
so y miró hacia el reloj que ya marcaba las ocho y diez y luego hacia
el grupo de pergaminos, estaba seguro que allí había más de cien
preguntas.

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LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

Cerró los ojos un instante y se relajó lo mejor que pudo, re-


cordándose que él era el mejor alumno de su clase, que había leído
una cantidad importante de libros, y que estaba realmente prepara-
do para esa prueba. Tomó el primer pergamino y comenzó a leer la
primera pregunta:
«Mencione el nombre de al menos tres plantas africanas que pueden
ser usadas como antídoto contra la mayoría de los venenos».
Draco sonrió, existían siete y él las recordaba todas.

–|– 

Aparecieron en lo que al parecer era un enorme campo, tal


vez de las mismas dimensiones del campo en que se había realizado
el último Mundial de Quidditch. Harry se sintió sorprendido de
encontrar allí una gran cantidad de «aspirantes», además de ellos, y
todos acompañados por aurores.
—Si quieres ponerte eso, este es el momento —le indicó el
auror Shaw en un susurro. Harry asintió rápidamente y se puso la
sudadera encima, estaba corriendo bastante frío, y algo le decía que
tal vez necesitaría las manos libres y no ocupadas cargando la suda-
dera, aprovechó la confusión de aurores apareciendo junto con chi-
cas y chicos para agacharse y terminar de amarrar sus agujetas, sus
demás compañeros aprovecharon para terminar, también, de aco-
modarse la ropa. Vance aprovechó para sacarse la camisa del pijama,
dejándola tirada a un lado, y ponerse la camiseta.
—¿Qué crees que pasará ahora? —preguntó a su lado, en un
murmullo casi inaudible sobre los sonidos de apariciones alrededor,
Lisa Turpin.
Harry se encogió de hombros pero no contestó nada, no es-
taba de humor para iniciar una conversación con nadie, se sentía
engañado por la forma como habían sido traídos. El auror que

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

acompañaba a Lisa le lanzó una mirada de advertencia y la chica no


comentó nada más.
Pasaron algunos minutos, aunque a Harry le pareció una
eternidad, hasta que apareció el último grupo de chicos. Varios me-
tros delante de ellos, surgió lo que al parecer era un pequeño altillo
con una larga mesa y varias sillas detrás, en el centro había una silla
más alta que las demás, con adornos sobre los reposa brazos e inclu-
so se veía más cómoda que las otras. A Harry le pareció una especie
de trono y no le gustó en absoluto. Como si esa hubiera sido la voz
de mando, todos los aurores se apartaron hacia el frente y se forma-
ron en una larga fila, de espaldas a la mesa y adoptando una postura
rígida. Harry intentó contarlos, llegaban a más de cincuenta, lo que
le hizo mirar alrededor, y recién ser conciente de la gran cantidad
de chicos y chicas que había allí. Se preguntó de dónde podrían ha-
ber aparecido los demás, sólo eran diez de Hogwarts, al resto no los
conocía. Nuevamente, como había ocurrido en el Mundial de
Quidditch, se percató de lo poco que conocía del mundo mágico y
lo mucho que daba por sentado, como que ellos, en Hogwarts, eran
los únicos magos jóvenes.
Un auror bastante mayor apareció delante de la fila de auro-
res que se habían formado, y miró al gran grupo de chicos desorde-
nados. Se apuntó con la varita a la garganta y luego habló con voz
potente y fuerte.
—En orden quiero que formen cuatro columnas, tienen un
minuto para hacerlo.
Un desorden mayor se generó mientras todos se removían
tratando de formar las cuatro columnas indicadas y procurando no
quedar al frente. Finalmente Harry logró formarse detrás de Vance
y delante de Baddock y Pritchard en el centro de la tercera colum-
na.

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LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

—Orden he dicho —reclamó la voz del auror—. No esta-


mos en un día de campo, los que no estén formados y en orden en
diez segundos serán expulsados de la prueba.
Aquella amenaza pareció ser suficiente porque los que que-
daban al fondo, rápidamente se acomodaron, y todo el campo que-
dó en completo silencio. El auror hizo un asentimiento y se quedó
de pie, contemplándolos durante un momento más, hasta que los
ruidos de apariciones en el altillo llamaron la atención de los chicos.
Los aurores permanecieron en silencio, como si aquello no les hu-
biera sorprendido.
Un hombre alto y corpulento, completamente calvo y de
ojos claros, se apareció delante de la silla más alta. A su izquierda y a
su derecha fueron ocupados los demás sitios por varios magos y
brujas, todos lucían en el pecho una insignia que Harry reconoció
como de «Instructores». La tensión fue creciendo más entre los as-
pirantes conforme el hombre miraba fijamente hacia ellos. Harry
trató de quedarse lo más quieto posible e ir repitiendo en su mente
los hechizos que había aprendido y practicado durante los últimos
días.
—Todos ustedes han obtenido los EXTASIS y las notas nece-
sarias para estar aquí, y seguro que están muy orgullositos por tener
las calificaciones necesarias para ser un auror; pues les diré algo,
¡eso no nos basta! ¡Sus notas no son nada comparado a lo que real-
mente se necesita para ser auror! Si creen que con ser listos ya te-
nían asegurado su ingreso, estaban muy equivocados, aún falta que
nos prueben que realmente tienen madera de aurores —habló el
hombre calvo y grande, con los ojos claros centelleando hasta de
manera siniestra—; y este día, ustedes nos demostraran si merecen
o no permanecer aquí.

–|– 

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y el Fabricante de Pociones 1

Draco levantó el rostro hacia el reloj, habían pasado ya dos


horas completas y él sentía que realmente no avanzaba con las pre-
guntas, le parecía que nunca podría terminar de contestar todo, que
probablemente la tinta se le acabaría antes de poder llegar al final.
Aunque al menos, no había dudado más que en algunas cuantas
perguntas y no había dejado sin contestar ninguna. No se había
equivocado al pensar que eran más de cien preguntas, iba ya por la
ciento nueve.
Inclinó su cabeza hacia un lado y hacia el otro, sintiendo la
tensión sobre los hombros y el cuello. Extrañó a Harry, él sabía dar
buenos masajes y quitar la tensión… Resopló y negó con la cabeza,
debía dejar de pensar en Harry y lo cómodo que seguramente esta-
ba en su cama, en la sala común, mientras él tenía que estar allí re-
solviendo un sin fin de preguntas. Mojó la pluma en el tintero y
continuó con la siguiente pregunta:
«Mencione usted la forma en que se debe tratar a los huevos de ash-
winders 22, la forma en que se debe emplear como ingredientes para pociones, y
cuáles son las pociones que se pueden realizar con ellos (mencione al menos
tres)».

–|– 
22
La ashwinder nace cuando se deja arder un fuego mágico demasiado tiempo sin controlarlo.
Son serpientes delgadas, de color verde pálido y con ojos de un rojo resplandeciente; surgen de las
brasas de un hogar sin vigilar, y se alejan deslizándose hacia las sobras de la morada en la que se
encuentran; dejan tras de sí un rastro de cenizas. La ashwinder vive solamente una hora. Durante
ese plazo busca un lugar oscuro y cerrado donde poner sus huevos, y después se desintegra en
forma de polvo. Los huevos de la ashwinder son de color rojo brillante e irradian un calor intenso.
Prenden fuego a una casa en cuestión de minutos, a menos que se los encuentre y congele con un
encantamiento adecuado. Cualquier mago que se dé cuenta de que una o más ashwinders están
sueltas por la casa, debe seguir su rastro inmediatamente y localizar el nido de huevos de cada una
de ellas. Una vez congelados, los huevos tienen propiedades muy valiosas como ingredientes para
pociones amorosas, y pueden ingerirse como remedio para accesos de fiebre. Las ashwinders se
encuentran por todo el mundo. Fuentes: Animales fantásticos y dónde encontrarlos, J. K. Rowling.

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LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

Un rayo salió volando y Harry, lo esquivó casi con las justas,


sintiendo cómo la magia le rozaba apenas por centímetros la meji-
lla, se agachó lo suficiente para que aquel precario muro lo cubriera,
y avanzó hacia la esquina, donde un chico ya estaba refugiado.
—¡Hey! Tú eres Potter —dijo el chico en voz bastante alta
en cuanto se acercó—, aunque no usas las gafas… ¿Ya no usas gafas?
Harry rodó los ojos pero no le respondió, ni siquiera le miró,
levantó un poco la cabeza para ver si el camino estaba libre, era un
ejercicio que, según el hombre que les había hablado al inicio de la
mañana, deberían terminar antes del mediodía, sólo los que logra-
ban llegar hasta el otro lado del campo podrían continuar con la
evaluación de la tarde. Todos los chicos, asombrados y algunos con
cara de susto, habían sido esparcidos de cualquier manera alrededor
del campo y, un instante después, Harry se había quedado boquia-
bierto viendo cómo los aurores que estaban alrededor del campo,
creaban una ciudadela inmensa, separándolos a todos por paredes y
construcciones extrañas. Todo no dejaba de parecerle demasiado pa-
recido a lo que había sido el laberinto durante el Torneo de los Tres
Magos, esperaba que esta vez nada malo ocurriera.
—Pensé que no harías la prueba, que entrarías de frente a la
Academia —continuó hablando el chico. Harry continuó ignorán-
dolo, mientras estudiaba lo que tenía delante, un camino angosto y
pedregoso, y alrededor, los muros altos desde donde podían caer
cualquier cantidad de hechizos aturdidores. Tendría que correr una
buena distancia antes de poder refugiarse en la siguiente esquina, si
es que no había ningún auror oculto allí. Frunció el ceño, si tuviera
su capa sería muy simple pasar, pero no sería justo para los demás
aspirantes… Era extraño andar haciendo esas cosas sin Ron ni
Hermione o su capa, en el pasado ellos siempre habían sido los que
lo habían ayudado, en cambio, ahora estaba solo, completamente

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y el Fabricante de Pociones 1

solo. Se preguntó si era que acaso en el pasado solamente había te-


nido suerte y demasiada ayuda. Posiblemente no era realmente tan
bueno como esperaba.
—Bien, si no te apetece hablar… —murmuró el chico con
voz resentida, Harry soltó un bufido y giró para verlo, tendría tam-
bién dieciocho años, tenía el cabello castaño y la piel bronceada, era
un tanto atractivo, su rostro tenía cierto aire de niño.
—No es que no quiera hablar, pero, por si no lo has notado,
tenemos que pasar hasta el otro lado y sólo nos queda… —Harry
levantó la muñeca pensando encontrar su reloj, pero éste no estaba,
claro, no había tenido tiempo de ponérselo esa mañana—. Maldi-
ción —masculló mirando hacia el cielo como si así lograra descu-
brir la hora.
—Son las once —le informó el chico enseñándole el reloj de
pulsera, parecía uno muy fino.
Harry quiso preguntarle si era que acaso dormía con el reloj
puesto, pero se abstuvo, habían cosas más importantes en qué pen-
sar por el momento.
—Únicamente tenemos una hora para llegar al otro lado y
estamos aún algo lejos.
—Bueno, eso es cierto —respondió el chico con voz ausente.
—Sí, lo es —comentó Harry mirándolo extrañado.
—Saldré de una vez, iré hacia esa esquina —señaló hacia la
esquina izquierda—, y te diré si hay alguien a la derecha para que
puedas llegar.
—Yo… —Harry lo miró más confundido aún, después de
que los aurores los esparcieran por el campo, nadie se había juntado
con nadie, todos habían corrido lo más rápido posible a refugiarse,
mientras los primeros hechizos aturdidores caían. Habían prometi-
do que sólo serían ese tipo de hechizos y que nadie saldría herido;
además, que les habían dado la facilidad de poder lanzar también

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LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

hechizos para aturdir a los aurores que se ponían en su camino. Ha-


rry había visto a una chica bastante alta, intentar darle a uno de los
aurores y fallar en el intento. El auror que había sido blanco de ese
ataque, había soltado una pequeña carcajada por el fallido intento.
—De acuerdo, aquí voy —resolvió el chico sin esperar res-
puesta alguna de Harry, se apoyó sobre sus rodillas y manos y co-
menzó a gatear hasta el límite del muro, dio una mirada larga y lue-
go, sin previo aviso, se levantó y echó a correr. Harry levantó la ca-
beza para verlo esquivar un par de hechizos y después refugiarse en
la esquina que había indicado.
Parecía agitado y levantó el pulgar hacia Harry indicándole
que el camino estaba despejado hasta allí. Harry tomó una bocanada
de aire y sin pensarlo dos veces, empezó a correr mirando hacia
arriba y hacia atrás, esquivó también unos cuantos hechizos antes
de pegar la espalda contra la esquina del lado derecho.
—¿Por dónde crees que sea ahora? —le preguntó el chico
mirando a todos lados con la varita en alto.
—Espera —murmuró Harry antes de poner la varita en la
palma extendida—. Oriéntame —la punta de la varita se movió hacia
su izquierda y, tras recordar la ubicación del estrado, señaló hacia la
derecha.
—¿Un hechizo brújula? —le preguntó el chico.
—Sí, es por este lado…
—De acuerdo —el chico se movió hasta quedar a su lado,
aún parecía agitado.
—Vaya prueba, ¿no? —murmuró Harry mientras un chico
más caía cerca de ellos, aturdido por un hechizo; notaron que una
cruz en color verde luminoso se grababa en su camiseta.
—Siempre lo hacen así —afirmó el chico mirando hacia el
lado opuesto al que lo hacía Harry—, creo que si seguimos juntos
podríamos lograrlo, sería como tener ojos en la espalda.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Sólo faltarían dos más para tener ojos a los lados también
—medio bromeó Harry.
—Ya… es que me he separado de mis amigos, con ellos te-
níamos toda una estrategia… ya sabes, juntos llegaríamos a la meta.
—¿Tus amigos? ¿Estrategia? ¿Cómo es qué…? —Harry de-
tuvo sus preguntas, y de improviso tomó al chico por la camiseta y
lo jaló corriendo hacia la derecha, el chico tardó tal vez medio se-
gundo en reaccionar antes de seguirlo, un grupo de hechizos atur-
didores cayeron en el lugar donde antes habían estado.
—Lo siento… me distraje —comentó un tanto culpable el
chico mientras corría junto a Harry, ambos ahora mirando a ambos
lados mientras se iban internando en lo que al parecer era una cua-
dra llenas de enfiladas casas muggles de estilo victoriano, techos de
teja muy altos, algunas de ladrillo y ventanales de cetas y arcados,
eran bastante bonitas.
—¿Cómo es que sabes todo esto de las pruebas? —jadeó Ha-
rry mientras indicaba al chico meterse a uno de los lados, entre lo
que al parecer eran dos casas. Recordó que al final, la profesora
Hooch no había podido conseguir más información acerca de cómo
se desarrollaban las pruebas.
—Yo soy Chandler, Christopher Chandler —dijo con una
media sonrisa—, mi padre llegó a ser Auror Adalid, se retiró hace
un par de años, justo antes de que la guerra se iniciara.
—Oh… —Harry se guardó el comentario sobre si acaso
aquello no era algún tipo de trampa.
—Puedes decirme Chris, todos lo hacen —continuó el chico
mientras sacaba la cabeza del callejón un instante—. Mi padre y los
de mis amigos, siempre nos han contado cosas asombrosas de sus
entrenamientos y sus pruebas, desde hace una semana que dormi-
mos preparados por si nos venían a buscar.
—¿Tus amigos?

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LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

—Sí… ya los conocerás, te caerán bien.


—¿Y todos son hijos de aurores?
—Sí, todos. Hey, tuvimos suerte, al tío de Dashiell lo obliga-
ron a tomar la prueba bajo el mar… y no le gustaba mucho nadar, y
menos las criaturas marinas…
—¿Dashiell?
—Otro amigo.
Harry quiso preguntar más cosas, seguro que esos chicos sa-
brían lo que pasaría luego, no obstante, lo cierto era que lo que pa-
saría después sería algo que no podría averiguar si no se daba prisa.
—Christopher, vamos a salir, y esta vez no paremos, tú por el
lado izquierdo y yo por el derecho. ¿De acuerdo?
—Por supuesto… pero prefiero Chris, sólo mi padre me
llama Christopher…
—Lo siento, Chris.
—De acuerdo —Chris tomó una bocanada de aire, y Harry
lo imitó—, vamos a salir de este sitio de una vez.
Harry asintió y ambos echaron a correr nuevamente. Alrede-
dor, los hechizos aturdidores caían cada vez más seguidos, un par de
veces Chris tiró de Harry para apartarlo de alguno, y Harry hizo lo
propio por Chris unas cuantas veces más.
—Creo que debemos entrar en uno de esos pasajes y seguir
más a la derecha —jadeó Chris sin detenerse.
—Sí —asintió Harry creando un campo de protección sobre
ambos, justo cuando un hechizo ya le venía encima. No había teni-
do tiempo de saltar.
—Gracias.
—Vamos —lo jaló Harry con prisas por el callejón, esta vez
no se detuvieron a tomar aire y conversar, pararon un instante a dar
una mirada a ambos lados, un par de chicas y un chico cruzaron, a

895
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

la carrera, cerca de ellos. Harry los siguió con la mirada, justo cuan-
do al chico finalmente lo alcanzaba uno de los hechizos aturdidores.
—¿Y si vamos más a la derecha? Aquí los hechizos caen co-
mo la lluvia —propuso Harry.
—Podría ser… ¿pero qué pasa si nos alejamos demasiado?
—No creo que eso suceda, pero podremos voltear en alguno
de los callejones de más adelante —razonó Harry.
—Cierto.
Corrieron y está vez comenzaron a lanzar hechizos aturdido-
res hacia cualquier sitio, puesto que cada vez más aurores parecían
cerca y dispuestos a aturdirlos. Harry se alegró, ya que eso era sín-
toma de que en verdad se estaban acercando a la salida y únicamen-
te les quedaban unos minutos.
—Espero que no se lastimen —le dijo Harry a Chris viendo
cómo un auror era alcanzado por uno de los hechizos que había
lanzado, mientras corrían cruzando otro callejón más, y volviendo a
la senda original, las casas poco a poco dejaban de parecer lindas y
se iban convirtiendo en grises, espeluznantes y viejas.
—Nah… son aurores, están acostumbrados.
—¡Abajo! —gritó Harry jalando a Chris y lanzándose sobre
el piso. Un chico moreno y una chica de cabellos rubios volaron
cerca de ellos, victimas del hechizo aturdidor.
—Gracias de nuevo —masculló Chris—, ya hemos llegado al
final, creo…
—Espero que sí —comentó Harry, ambos se pusieron en pie.
Al final del camino había un enorme edificio gris, con las puertas
abiertas, el interior se veía completamente oscuro, sin embargo ha-
bía una pequeña ranura de luz que resplandecía. Saltaron una vez
más, esquivando otra cantidad hechizos aturdidores.
—¿Tú qué crees? —preguntó Chris entornando los ojos y
mirando con atención el fondo.

896
LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

—Puede ser una trampa.


—Si lo es, estamos perdidos. Faltan sólo diez minutos para el
mediodía, no tenemos tiempo de volver por todo lo recorrido a
buscar otra salida.
—¿Nos la jugamos? —preguntó Harry levantando un poco
más la varita. Chris asintió rápidamente y ambos se pegaron lo más
cerca posible, y con las varitas en alto empezaron a caminar hacia el
interior.
Escucharon algunos gritos en el exterior, giraron un instante
para ver un par de rayos aturdidores sobre un chico más. No deja-
ron que eso los distrajera y siguieron avanzando más y más. Harry
estaba preocupado, no le gustaba para nada el asunto, todo se estaba
tornando más y más oscuro, nadie los había atacado todavía, y la
franja iluminada estaba cada vez más cerca.
—Lumus —murmuró Chris, a su lado Harry lo imitó; las va-
ritas apenas iluminaron el camino un poco, un ruido a la derecha
los hizo sobresaltarse y girar rápidamente para notar que ya se ha-
bían alejado bastante de la entrada, el ruido se repitió y Harry levan-
tó la varita un poco más.
—Lumus máxima —un gran rayo de luz iluminó el lugar
unos cuantos segundos, ambos miraron a todos lados tratando de
ubicar de dónde salía el sonido; un instante después, varios hechi-
zos aturdidores cayeron hacia ellos. Ambos saltaron hacia lados
opuestos, quedando sobre el piso y jadeando sorprendidos.
—Lumus máxima —repitió Chris mientras se ponía de pie.
Harry sólo invocó el hechizo de iluminación y también se
puso de pie, alcanzando a Chris.
—Démonos prisa —masculló Chris, Harry notó que su voz
ya no parecía tan jovial como antes, supuso que él también estaría
asustado.

897
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Por el resto del camino, intercaladamente, continuaron con-


vocando el «lumus máxima» y evitando más hechizos aturdidores
hasta que estos dejaron de caer.
Se detuvieron nuevamente, a unos cuantos metros de la
puerta, como dándose valor para seguir, Chris fue el primero en
avanzar, Harry lo siguió inmediatamente; cuando ya estaba por to-
car la puerta para empujarla, Harry lo detuvo por la muñeca.
—No —susurró.
—Pero…
—Puede estar hechizada.
—Oh…
—A la de tres lanzas un Expelliarmus, ¿Bien?
—Bien.
—Uno, dos y… ¡tres! ¡Bombarda! —gritó con fuerza Harry y
un rayo rojo salió de su varita y dio contra la puerta haciéndola vo-
lar hacia atrás, a la vez que el Expelliarmus de Chris daba contra lo
que había fuera, que en realidad no era más que el verde campo
iluminado por el sol del mediodía. Ambos se miraron asombrados y
caminaron despacio hacia la salida, el sol les pareció demasiado bri-
llante y parpadearon unas cuantas veces mientras un auror se acer-
caba y les daba un número.
—Siete —dijo Chris con una sonrisa—. ¿No está mal, no?
—Yo tengo el seis —comentó Harry mirando hacia el núme-
ro de plástico que tenía.
—Bien… se puede considerar que llegaste antes, ya que ti-
raste la puerta —asintió Chris y no parecía enfadado por eso.
—¿Pero qué significa?
—Es nuestro número de llegada.
—Ah…
—Vayan a sentarse junto con los demás —les ordenó otro de
los aurores—, pueden beber un poco de agua y descansar.

898
LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

Harry asintió, sin embargo, no se alejó mucho, sólo unos


cuantos pasos antes de girar y apreciar que toda la construcción te-
nía puertas de hierro, similares a la que ellos habían derribado, y es-
tas se iban abriendo, y de ellas salían los aspirantes, algunos en gru-
po, algunos solos.
—Genial —dijo finalmente, recién asimilando que había su-
perado la primera parte.
—Vamos, que muero de sed —le llamó Chris, y Harry lo si-
guió hacia las bancas donde tres chicos y dos chicas tomaban agua y
parecían aliviados, les dieron una inclinación de cabeza a modo de
saludo mientras se sentaban en silencio a observar cómo los demás
iban llegando.

–|– 

Draco llegó a la pregunta doscientos diecisiete antes de que


la misma voz monótona que había hablado al inicio de la mañana
volviera a hacerse oír:
—Por favor, colocar su firma mágica al costado de la última
pregunta —Draco dio un salto en el asiento por la intromisión.
—¡Rayos! —murmuró viendo aún la gran cantidad de per-
gaminos que le quedaba por resolver. Pero es que hubiera sido im-
posible que llegara a resolverlos todos, incluso más cuando daban la
impresión de ir aumentando conforme él avanzaba.
—En exactamente un minuto la prueba será retirada, debe
tener la firma mágica impresa para que pueda pasar a la siguiente
etapa.
Draco suspiró y firmó de la manera que le indicaban, junto a
la pregunta doscientos diecisiete que era la última que había podido
responder. Recogió los pergaminos que tenía ya resueltos y trató de

899
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

darles una mirada más. Un instante después los pergaminos brilla-


ron y desaparecieron de la misma manera como habían aparecido.
—Gracias por aplicar la prueba —continuó hablando la
voz—, en un instante llegará el almuerzo, y en una hora continua-
remos con la prueba práctica. Tiene un baño a su lado izquierdo y
no está autorizado a salir de la habitación.
—¡Genial! Es como estar en la escuela —masculló Draco de-
jándose caer completamente sobre la silla y cerrando los ojos, sentía
como si hubiesen tomado su cerebro y lo hubiesen exprimido hasta
sacarle la última gota. Nunca se había sentido mentalmente tan
cansado.

–|– 

—Y todos apostaban a que tú no necesitarías pasar las prue-


bas, es más, el padre de Violet, que es auror Prior, dijo que el jefe de
aurores y el Ministro mismo te habían ofrecido el ingreso a la Aca-
demia e incluso el trabajo de auror sin tener que estudiar —hablaba
Chris entusiasmado, pero en susurros, mientras bebían una gran
botella de agua cada uno. Harry sospechaba que era un chico dema-
siado parlanchín.
—No… bueno sí, pero no acepté, no sería justo.
Chris sonrió de medio lado.
—Entonces en serio no eres un insufrible creído —parecía
aliviado.
—¿Quién piensa que soy…? —empezó a preguntar Harry
cuando los siguientes chicos salieron de la prueba armando algazara
y vitoreándose, luego de recibir su número caminaron directamente
hacia ellos.
Eran tres chicos y una chica, uno de ellos, un chico rubio,
con el cabello sujeto en una cola tras la nuca, bronceado, con los

900
LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

ojos de color claro, bastante alto y robusto, caminaba en el centro


con gesto furioso, e iba por delante de los demás, como si fuera el
líder. Detrás de él, casi como si lo escoltaran, iban dos chicos, no
tan grandes como el primero, pero sí bastante altos, uno con cabello
negro azabache bastante corto, y el otro con el cabello castaño claro.
Y junto a ellos, una chica delgada y pálida, con el cabello negro lacio
y suelto. Conforme avanzaba, Harry se dio cuenta que tenía algu-
nos mechones color cárdeno mezclados con los de color negro.
—¡Dashiell! —exclamó Chris poniéndose en pie e ignorando
por completo la pregunta de Harry.
—Chris. ¿Dónde demonios has estado? —preguntó el chico,
y Harry notó que tenía una voz ronca y grave, y de alguna manera,
amenazadora—. ¿Por qué te separaste?
—No me separé, me separaron. Además, no es cómo si
realmente me hubieran estado buscando —reprochó Chris cruzán-
dose de brazos y mirando al chico de cabello oscuro.
—Pues no, yo les dije que nos apresuramos —respondió el
chico de cabellos oscuros—, que al fin si te perdías no era nuestra
culpa.
—Lo imaginé —murmuró Chris y parecía resentido. Harry
observaba en silencio a los chicos, ellos debían ser el grupo de ami-
gos del que le había hablado Chris, los que eran hijos de aurores.
No podía negar que se veían realmente imponentes, aunque para
nada simpáticos.
—Y a final de cuentas, nos encontramos con que has llegado
antes… ¿Cómo es que llegaste primero? —preguntó la chica con
voz engreída.
—Oh… pues, cruzamos el campo, como todos.
—¿Con quién? —preguntó ahora el de cabello castaño mi-
rando a los chicos ya sentados descansando, su mirada se detuvo en
Harry por un momento.

901
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Con Harry, Harry Potter —explicó Chris con demasiado


entusiasmo, por las miradas que dieron los otros chicos, Harry es-
tuvo a punto de pedirle a Chris que se callara.
—¿Potter? —murmuró el chico grande mirando hacia Harry
al tiempo que Chris se volteaba para señalarlo—. ¿Así que en ver-
dad vino a la prueba?
Harry se sintió un poco extraño ante ellos, sin embargo,
Chris pareció no notar esa incomodidad mientras les decía a sus
amigos que se acercaran más. Harry, resignado, se puso en pie.
—Harry, ellos son los chicos de los que te hablé —le presen-
tó Chris con orgullo—. Dashiell McDowell —el chico rubio con
pinta de líder hizo una ligera inclinación de cabeza—. Sebastian
Leighton —el chico de cabello negro y mirada hostil hizo una mue-
ca que Harry tomó como un saludo también—. Brian Selick —dijo
por el otro chico, el de cabello castaño—, y Violet DiNovi.
—¿Qué tal? —dijo la chica dándole una mirada penetrante e
intensa.
—Hola, yo soy Harry Potter.
—Lo sabemos —masculló Dashiell—. Vamos, Chris, aún te-
nemos que prepararnos para la prueba de la tarde.
—Pero…
—Sí, apresúrate —casi ordenó Sebastian, Violet le dio una
mirada más a Harry, luego los cuatro se giraron y caminaron hacia
el lado más alejado de las bancas.
Chris le dio una mirada de disculpa a Harry, y después corrió
tras ellos. Harry, aliviado de que al fin se hubiesen ido, se dejó caer
en la banca y continuó bebiendo de su botella de agua, mirando a
los que seguían apareciendo.
—No les hagas caso —dijo la voz de un chico a su lado. Ha-
rry se giró para ver a un chico de cabellos rojizos que le sonreía

902
LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

amablemente, parecía sincero—, todos ellos son hijos de aurores,


de aurores Prior 23… son un grupo cerrado.
—¿Grupo cerrado?
—Sí, ya sabes, consideran que porque sus padres, tíos y her-
manos son aurores, y han ocupado una buena posición, ellos ya tie-
nen el derecho de estar aquí… sucede todo el tiempo.
—¿Entonces tú no eres hijo de aurores?
—Más o menos…
—Oh…
—Mi madre era auror, llegó solamente a ser auror ménor,
murió cuando yo nací, así que no la conocí. Mi padre no estaba
muy entusiasmado con que quiera ingresar —el chico sonrió—, es
más, creo que se sentiría feliz si no lo lograra.
—Pues… que mal.
—No, se le pasará pronto… Por cierto, soy Joel Zimmer-
man.
—Encantado, yo soy Harry Potter.
—Sí, supongo que ya debes estar cansado de oírlo, pero ya lo
sabía, todos lo saben, aunque ya no uses las gafas y todo eso…
—Genial —masculló Harry mal humorado, aunque después
de eso, Joel le empezó a contar la forma como había salido del cam-
po, y Harry se entretuvo contándole la odisea que Chris y él habían
pasado en la prueba. Por ratos le daba miradas al grupo de Chris, al
otro lado, el chico parecía estar un tanto aburrido e indiferente
mientras los otros cuatro hablaban enérgica y aceleradamente.

–|– 

23
Ver al final de este capítulo, en la página 905, para conocer el Glosario de Rangos de Aurores del
Ministerio Inglés y notas extendidas adicionales.

903
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Apenas y probó algo de alimento, aunque lo intentó, recor-


dando las recomendaciones del profesor Monroe, pero la ansiedad
le ganaba la partida. Esperaba que el tiempo pasara rápido para que
de una vez por todas, concluyeran las evaluaciones y así pudiera
volver a la escuela, a torturar a Harry hasta que sus pruebas llegaran,
y también para poder abrazarlo, besarlo y amarlo una y otra vez,
hasta la extenuación total, ya que solamente le quedaba unos cuan-
tos días más.
Al pasar la hora exacta, la misma voz monótona que le habló
en la mañana, le profirió nuevamente:
—El almuerzo ha concluido —el plato casi intacto que tenía
delante, así como la jarra de zumo de calabaza, desaparecieron in-
mediatamente, dejando el escritorio completamente vacío. Draco
tomó una bocanada de aire, preparándose para seguir—. Debe ir a
la mesa de trabajo, donde encontrará doce ingredientes y el nombre
de tres pociones, las cuales deberá fabricar en el orden que a usted
le sea más sencillo de elaborar —Draco se puso en pie hacia la mesa
de trabajo donde efectivamente, los ingredientes comenzaban a apa-
recer—. Además, deberá concluir la prueba con una cuarta poción
de su creación, o una ya conocida, a la cual usted le pueda hacer al-
guna mejoría no patentada con uno de los ingredientes dispuestos.
Draco miró hacia la larga fila de ingredientes y hacia el per-
gamino donde estaban ya escritos los nombres de las pociones.
Sonrió, sintiéndose en su elemento y agradeció al profesor Monroe
la cantidad de libros que le había obligado a leer, y la cantidad de
pociones que le había hecho hacer. Encendió el caldero y comenzó
a trabajar.

–|– 

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LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

Después de que salieran treinta y siete, de los sesenta que


habían ingresado al campo, ni Joel ni Harry sabían qué esperar para
la tarde. Los aurores les habían dado unos emparedados y los habían
hecho esperar. A Harry le supo mal ver a los chicos que no habían
conseguido pasar la prueba el campo, regresar a casa con una gran
“X” verde en el pecho, de los chicos de Hogwarts sólo cinco habían
logrado pasar la prueba: Vance, Lisa Turpin, Anthony Goldstein,
Malcolm Baddock y Graham Pritchard.
Todos se unieron a Harry y a Joel, incluso los dos chicos
Slytherin, quienes en un inicio parecían un tanto cohibidos, pero
que luego empezaron a ser más participativos. Harry no sabía si
creer que se estaba poniendo paranoico, sin embargo, le daba la
sensación que Dashiell y su grupo no dejaban de lanzarles miradas
de cuando en cuando, y no unas muy agradables.
Le sorprendió que lo que siguiera fuera un examen médico,
un gran grupo de medimagos los entrevistó uno por uno, revisando
sus historiales de salud. El sanador que lo atendió, lo miró medio
sorprendido por la cantidad de lesiones que figuraban en su histo-
rial. Aunque también le dijo que parecía en perfecta salud para es-
tudiar. No vieron si al final sacaron a alguien más por reprobar los
requisitos de los medimagos.
Cuando toda aquella evaluación médica terminó, los llevaron
a una gran sala donde los hicieron sentar, y luego los empezaron a
llamar por grupos, indicándoles hacer diversos hechizos, sobre to-
do, de ataque y defensa. Aquello fue simple, bastante sencillo en
realidad, sobre todo porque había practicado demasiado, no sólo en
el colegio, sino durante la guerra e incluso antes de eso. Observó,
con algo de asombro, la rapidez de algunos de sus próximos com-
pañeros aspirantes, sobre todo a Dashiell y a Violet. También pasó
algunos momentos recordando a Draco y preguntándose qué tal le
estaría yendo en el examen, y si acaso habría ya vuelto al castillo, y

905
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

si no estaría preocupado por él, ni siquiera le habían dado tiempo


de dejar una nota.
Cuando el sol estaba a punto de ocultarse, los hicieron entrar
de uno en uno a una sala más pequeña, en donde únicamente había
una mesa larga al fondo, con el mismo jurado encabezado por el
mago calvo; lo primero que vio al entrar no fue al estrado, sino al
dementor flotando cerca de él. Harry sabía que los dementores no
podían estar allí porque ya no trabajaban con el Ministerio, y aun-
que la frialdad en la piel y los recuerdos de gritos lejanos empeza-
ron a embotarle los sentidos, se las arregló para conjurar un ridiculus
que lo alejó y espantó. Los examinadores sonrieron complacidos
ante aquello, y después le pidieron que hiciera un patronus y algunos
hechizos más; le preguntaron si practicaba, había practicado o algu-
na vez se había sentido tentado a practicar artes oscuras, a lo que
Harry casi suelta una carcajada, pero se las arregló bastante bien
como para negarlo con actitud madura. Después, uno de los magos
comenzó a hacerle preguntas acerca de su vida y a plantearle situa-
ciones hipotéticas, y la forma cómo las resolvería. Harry trató de
contestar a todo con la mayor rapidez y seguridad posible.
Al final de esa entrevista, le dieron un certificado de partici-
pación en el examen y le anunciaron que los resultados estarían en
dos días y que, de ser admitido, en ellos se le indicaría todo lo nece-
sario para poder instalarse en la Academia de Aurores. Pusieron un
traslador en su mano y lo mandaron de vuelta al campo.
Harry no se pudo despedir de Joel, puesto que salía por una
puerta diferente a la que había entrado, pero sinceramente, esperó
que hubiera podido ingresar. En el campo había varios chicos y chi-
cas desapareciendo casi a la vez, algunos parecían aliviados, aunque
muchos aún se lucían asustados. Harry no sabía cómo sentirse en
ese momento.

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LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

Cuando activó el traslador, apareció en los límites de la es-


cuela, a unos cuantos metros de la reja donde un no muy feliz Filch
esperaba. Le abrió la reja y lo dejó pasar sin hacer ninguna pregunta,
ya era de noche y los jardines estaban oscuros, en el vestíbulo podía
oír los sonidos de sus demás compañeros cenando, y aunque real-
mente moría de hambre, decidió ir a investigar si Draco había vuel-
to del examen. Sus amigos y la cena podían esperar.

–|– 

Apagó el caldero, y con un hechizo pasó el contenido de la


poción creada con díctamo en el vial que le habían dado. Había es-
crito un pequeño pergamino con la explicación, los pasos y el pro-
ceso de la poción, así como su uso. Realmente esperaba que esa po-
ción bastara para probar su capacidad. Lo cierto era que no tenía
mucho tiempo para más.
En cuanto cerró el frasquito y lo puso sobre la mesa, la mis-
ma voz que ya hasta había extrañado, volvió a hablar:
—Gracias por participar en el programa selectivo para la beca
de la facultad de Pociones para la carrera de Fabricación de Pocio-
nes. La salida se hará en orden de llegada, le pedimos tomar asiento
y esperar a ser llamado por su número de ingreso.
—¡Claro! —contestó sarcásticamente Draco mientras se de-
jaba caer sobre una de las sillas y hundía el rostro entre las manos
apoyadas sobre la mesa. ¿En qué momento descabellado se le había
ocurrido postular a una beca en un sitio tan exigente como ese? Es-
taba tan agotado que sería posible que se quedara dormido en ese
cuarto, puesto que no creía tener fuerzas suficientes para volver si-
quiera a su habitación desde la oficina de la directora.
Esperaba además que Harry estuviera ya allí.

907
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

No con ganas de practicar para sus pruebas, sino con ganas


de comer algo e ir rápidamente a la cama.
—Número cincuenta y siete —llamó la voz hablando una
vez más.
Draco suspiró profundamente y luego levantó el rostro, dio
una última mirada más al aula, antes de ponerse en pie y colgarse el
morral cruzado sobre el pecho.
—Bien, la suerte está echada —dijo en voz alta.
—Así es, pero le deseamos suerte —respondió la voz que lo
había acompañado aquel día, lo que hizo que Draco frunciera el ce-
ño, pero un instante después sonrío, ya demasiado vencido por sus
nervios.
—Gracias.

–|– 

Llegó a la habitación de Draco y la encontró vacía. No le


sorprendió del todo, sabía que sus pruebas durarían todo el día. Sin
perder tiempo, se fue hacia el Gran Comedor; cuando llegó, mu-
chos le dieron miradas interrogantes y sorprendidas. Vio a Vance ya
sentado en la mesa de Gryffindor, rodeado de varios de sus compa-
ñeros y hablando en susurros emocionados.
—¡Harry! —exclamó Hermione poniéndose de pie al notar
su presencia, Ron inmediatamente se puso en pie también. Ginny y
Sylvia Zelazny elevaron la vista para verlo, aunque ninguna de ellas
se levantó. Dean y Seamus también alzaron el rostro hacia él y le sa-
ludaron, levantando los pulgares en señal de victoria.
—Hola, chicos —masculló Harry sentándose junto a Ron, lo
más alejado posible de Ginny y devolviéndole la sonrisa a Dean y
Seamus.
—¿Y? ¿Qué tal ha ido? —preguntó Ron con voz ansiosa.

908
LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

—Supongo que bien… es decir, nos darán los resultados en


dos días, pero superé la prueba que nos hicieron…
—Estoy segura que te aceptarán —comentó Hermione
mientras le servía un vaso de jugo de calabaza.
—Eso espero —Harry le dio un largo trago al zumo de cala-
baza y luego dejó el vaso sobre la mesa—. Iré a descansar… —
masculló tratando de que sólo Ron y Hermione lo escucharan.
—Claro… —replicó Ron frunciendo el ceño, cada vez pare-
cía más fastidiado por el tiempo que Harry pasaba con aquel chico,
y Harry lo notaba también, pero simplemente no podía evitarlo.
—Pero estaré aquí mañana en la mañana para desayunar con
ustedes, y darte ánimos, Hermione —se apresuró a aclarar Harry.
—Gracias —dijo la chica, parecía haberse puesto de pronto
tensa.
—Y tenías que recordárselo —suspiró Ron medio en burla
medio en serio—, después de todo lo que me ha costado hacer que
alejara eso de su mente.
—¿Y cómo hiciste que se le olvidara eso? —preguntó Harry
fastidiando a sus amigos.
Ron se puso colorado y Hermione frunció el ceño.
—Pues…
—¡Oh, ya no molestes y vete! —replicó Hermione inte-
rrumpiendo a Ron. Harry soltó una pequeña carcajada.
—Pero que carácter —dijo poniéndose de pie—. Ya nos ve-
mos.
Había acordado con Draco esperarlo a que volviera de la
prueba, así que caminó a las cocinas donde Winky le preparó sus ya
conocidas canastas de comida, y luego llegó hasta las habitaciones
de Draco.
No cargaba consigo el mapa del merodeador ni la capa, pero
esperó no necesitarlas, no planeaba salir de allí hasta la mañana si-

909
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

guiente, cuando tuviera que ir con Ron y Hermione para desearle


suerte a la chica, que ese día tomaba sus pruebas de admisión.
En cuanto dejó el cesto sobre el escritorio de Draco y se sen-
tó en la cama, advirtió en lo cansado que estaba, y por supuesto que
debería estarlo, después del día que había tenido que pasar. Se des-
prendió de la ropa y se metió al baño, esperaba poder tomar una
ducha y descansar un poco, antes que Draco regresara.

–|– 

—¿Qué tal le ha ido, señor Malfoy? —preguntó la directora


en cuanto Draco apareció por su red flú.
—Espero que bien, aunque estoy agotado… hicieron dema-
siadas preguntas.
—No lo dudo… Pero el profesor Monroe tiene fe ciega en
que lo hará estupendamente.
—En unos cuantos días más lo sabremos.
La directora asintió suavemente y volvió la vista hacia los
pergaminos, sin embargo, Draco no se movió.
—¿Hay algo más que pueda hacer por usted? —preguntó
luego de un momento de sentir al chico de pie frente a ella.
—Sí… se trata de la graduación… —empezó a explicar Dra-
co, sintiéndose ligeramente culpable por lo que estaba a punto de
decir y pedir.

–|– 

Ginny escuchó el relato de Vance acerca de cómo había sido


la prueba para la escuela de aurores, sintió un extraño sentimiento
de rabia al escuchar que Harry había hecho buenas migas con un
chico con el que había terminado de recorrer aquel campo que de-

910
LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

bían atravesar, y también acerca del otro chico con el que había es-
tado conversando parte de la tarde. Se preguntó si sería posible que
Harry no estuviera tomando en serio a Malfoy, y estuviera coque-
teando por allí con otros. Aunque, siendo aspirantes a aurores, du-
daba mucho que pudieran caer en ese tipo de degradación en la que
Harry estaba envuelto, pero claro, si Harry, que era un chico bueno,
todo un héroe, había caído, ¿por qué los demás no? Pensó que ten-
dría que vigilar mucho más a Harry, y lo que hacía, aunque esa no-
che ya se le había escapado, casi estaba segura de dónde podía estar.
—Sylvia —llamó en un susurro a su amiga—, vamos, tene-
mos que escribirle a Dasha 24.
Sylvia asintió un tanto fastidiada por tener que salir de aquel
sitio tan cómodo, pero finalmente la siguió hasta la habitación para
empezar a redactar una nueva carta a la periodista.

–|– 

Draco se sentía agotado, y de pronto, triste. Todo iba siendo


mucho más real, el curso acababa, eso significaba que muchas cosas
más concluirían, y durante las últimas semanas había podido evitar
pensar en ello, estudiando para sus exámenes y pasando tiempo con
Harry. Sin embargo, ahora que todo eso había pasado, su mente pa-
recía mucho más dispuesta a traer el tema a colación una y otra vez.
Cuando llegó a su habitación, esperó encontrar a Harry co-
mo cada noche cuando volvía de sus clases extra de Pociones, prac-
ticando algún tipo de hechizo, pero le sorprendió encontrar al oji-
verdes tendido sobre la cama, apenas cubierto por una toalla y dor-
mido.

24
Dasha Ogden: Periodista de «El Profeta» que escribe todas las historias acerca de Ginny y Ha-
rry. La nota se hace hasta este momento para aclarar el nivel de confianza que tienen las amigas de
Ginny con la reportera y para revelar la fuente de información de la enigmática periodista.

911
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Interesante recibimiento —murmuró dejando caer el mo-


rral al piso y tomando un emparedado de la canasta de comida. Que
Harry lo disculpara mucho por no esperarlo para comer, pero se
sentía famélico.
Se sentó en la silla y observó al moreno sobre su cama, cu-
bierto apenas por la toalla, su pecho subiendo y bajando, sus labios
entreabiertos, y sus cabellos cubriendo su frente y parte de sus ojos.
¿Cómo había llegado a sentir tantas cosas por él? Y peor aún: ¿Có-
mo Harry había correspondido a esos sentimientos? Era algo que
no se explicaba, pero viéndolo allí, dormido y sosegado, se conven-
ció de que definitivamente, si había alguien que merecía ser feliz,
llevar una vida normal, ese era Harry.

–|– 

Harry parpadeó algo confuso ante el ruido y miró hacia Dra-


co, quien estaba sentado sobre la silla, leyendo un libro, parecía re-
cién salido de la ducha, con su pijama oscuro y el cabello húmedo.
—¿Draco?
—Y allí está nuestro señor dormilón —se burló Draco ce-
rrando el libro y caminando hasta la cama para sentarse junto a Ha-
rry.
—Lo lamento, no se supone que deberías encontrarme dor-
mido.
—Ha sido muy interesante, te diré —comentó Draco mien-
tras una mano acariciaba muy lentamente la pierna descubierta de
Harry.
—¿Me observaste mientras dormía? —preguntó Harry sua-
vemente sintiendo cómo su piel se estremecía por el ligero toque de
Draco.

912
LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

—Pues… —Draco se acercó lo suficiente para darle un beso


en el cuello—… es mi habitación y estabas en mi cama… casi des-
nudo, ¿qué más se supone que podía hacer?
—¿Despertarme? —preguntó Harry dejando caer la cabeza a
un lado y cerrando los ojos.
—¿Y perderme la maravillosa vista?
—Draco… espera —pidió Harry cuando las manos de Draco
ya hacían un camino por su pecho.
—¡Oh, vamos! —susurró sobre su oído—. No te hagas el di-
fícil.
—Sabes que no me haría el difícil jamás —protestó Harry,
Draco hizo un entusiasta gesto afirmativo que Harry decidió ob-
viar—; quiero saber cómo te fue en las pruebas, y tengo algo más
que contarte.
—Ah… —suspiró Draco soltando a Harry y recostándose de
lado sobre la cama, Harry lo imitó, quedando frente a frente, sus
manos acariciando suavemente el otro cuerpo, pero dispuestos a
conversar, por el momento—. Las pruebas… Nunca había respon-
dido a tantas preguntas. ¿Qué me tienes que contar?
—Te lo digo si prometes luego contarme todo lo que pasó en
tu prueba.
—Harry, es aburrido, un examen y… —Draco detuvo sus
protestas ante la ceja levantada de Harry—. De acuerdo, lo prome-
to, pero dime qué es lo que me tienes que contar y por qué estabas
durmiendo cuando te encontré, en lugar de estarte preparando para
tu prueba.
Harry le sonrió obviando el tono de reproche de Draco.
—Accio certificado —dijo luego de tomar la varita que había
dejado sobre la mesa de noche y agitarla suavemente. Un trozo de
pergamino voló hasta sus manos ante la mirada atenta de Draco.

913
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Qué es eso? —preguntó Draco mientras Harry extendía


el pergamino para que Draco lo pudiera leer.

“CERTIFICADO DE PARTICIPACIÓN EN EL EXAMEN


DE ADMISIÓN A LA ACADEMIA DE AURORES DEL
MINISTERIO INGLÉS PARA LA PROMOCIÓN 2003”

—¿Qué? —Draco le dio una mirada interrogante a Harry y


luego volvió a leer—, pensé que tus pruebas eran en dos días más.
—También yo —afirmó Harry con la cabeza—. Anda, ahora
cuéntame qué tal te fue en el examen y yo te digo cómo los aurores
nos secuestraron está mañana.
—¡¿Los secuestraron?! —exclamó Draco asustado.
—Sí… y no hay historia si no me cuentas —replicó Harry.
Draco entrecerró los ojos y Harry sonrió de aquella manera
que hacía que se derritiera.
—No pasó nada interesante… —empezó a relatar resignado
y a prisa, esperando ansioso que Harry le contara que había pasado.

914
LIBRO II|El Último Año
[15] EXTASIS y exámenes de ingreso

*Notas importantes:

Las notas a continuación, son creación de la autora del fic, se ha decidido colo-
carlas al final de este capítulo debido a la extensión de las referencias, y para explicar un
poco, algunos de los términos que aparecieron durante el capítulo respecto a los auro-
res, y que servirán para futuras aclaratorias:

Glosario de Rango de los Aurores del Ministerio Inglés:

Aspirante a Auror: Título con que los estudiantes para auror son llamados: Aspirante
de primer año, de segundo año y tercer año.

Auror Novel: Grado con el que los formados salen de la Academia de Aurores, el
tiempo mínimo para ocupar esa posición es de un año y medio, en el cual, pueden in-
vestigar delitos menores como el uso indebido de magia delante de muggles, sin ningu-
na consecuencia mayor a una noche en San Mungo, robos menores y reyertas domésti-
cas, además de encargarse de vigilar determinados lugares. Tienen horarios y puestos ro-
tativos y pueden ser llamados al servicio en cualquier momento, aunque estén de des-
canso.

Aurores Guarda: Pertenecen al área de seguridad del Ministerio. El Auror Guarda se


encarga de planear estrategias de protección y previsión: desde custodiar la prisión de
Azkaban, el Ministerio, las celdas del Ministerio, los condados mágicos creados para los
exonerados, hasta los eventos deportivos y delegaciones importantes. Los Aurores Novel
pasan por esta área de todas maneras, en su primer año. Algunos Aurores Guarda pue-
den ascender a Auror Prior o Auror Ménor, dependiendo de sus talentos. Trabajan co-
mo un solo grupo, a diferencia de los aurores que pertenecen al Área de investigación de
delitos contra la Comunidad Mágica del Ministerio.

Aurores Prior: Pertenecen al Área de investigación de delitos contra la Comunidad


Mágica del Ministerio. Son los de mayor rango, capacidad mágica y experiencia. Son los
jefes de los Aurores Menores (aurores ménor), y de acuerdo a sus cualidades, se especia-
lizan en asesinatos, robos, secuestros, misterios no resueltos y desapariciones.

Aurores Ménor: Bajo el mando de los Aurores Prior, generalmente son tres o cuatro
aurores ménor, los que apoyan a uno de rango Prior en investigaciones de mayor cali-
bre. Un Auror Ménor puede permanecer en ese puesto durante toda su carrera si no
destaca más para conseguir su propia flota de trabajo, todos los aurores Prior y Ménor
son competitivos con los Guarda, se creen con rangos superiores a estos.

915
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Aurores Adalid: Trabajan directamente con el jefe de Aurores, se encargan de coordi-


nar el trabajo de los aurores Guarda y aurores Prior, siendo los que distribuyen el traba-
jo y a quienes se les deba dar las explicaciones e informes de cada caso. Se encargan
también de asignar a los aurores Novel, tras el tiempo que consideran adecuado, para
ocupar un lugar permanente, ya sea en el departamento de Aurores Prior o Aurores
Guarda. Manejan un poco más las leyes y derechos mágicos, así como el manejo de in-
formación hacia la prensa, y se les pide autorización para poder actuar en cateos, toma
de domicilios, detenciones e interrogatorios con Veritaserum en casos especiales. Son
los encargados de registrar, guardar y archivar la documentación de cada uno de los ca-
sos. El trabajo de un auror Adalid es realizado, sobre todo, detrás de un escritorio.

Jefe de Aurores: El jefe de más alto rango. Trabaja directamente con los Aurores Ada-
lid (aurores detrás del escritorio) y tiene a su cargo toda la coordinación del área de au-
rores, hasta de los noveles. Para llegar a ser jefe de aurores no es necesario ser Auror
Adalid, aunque son pocos los casos que se dan de un jefe que no haya ocupado dicha
posición.

Director de la Academia de Aurores: Por lo general, es un auror Adalid o Prior ya


retirado. Se encarga de seleccionar a los profesores y realizar el plan de estudio junto
con el Jefe de Aurores.

Consejo de Aurores: Esta conformado por el Jefe de Aurores, un Auror Adalid (gene-
ralmente el Adalid mano derecha del jefe de aurores), los Aurores Prior, y el Director de
la Academia de Aurores (auror retirado).

**Nota Aclaratoria:

Respecto a la gran cantidad de estudiantes contra los que compiten Harry y


Draco durante sus pruebas, la autora del fic aclara que sería imposible que la comunidad
mágica fuera solamente conformada por los estudiantes de Hogwarts, puesto que sería
una población muy pequeña para la gran cantidad de cargos y puestos que existen en el
Ministerio, para la numerosa cantidad de tiendas y demás sitios que se muestran. Se
menciona en Harry Potter y la piedra filosofal, que cuando un mago o bruja nace, tiene ya
asegurado un lugar en Hogwarts, pero eso no quiere decir que necesariamente tengan
que asistir allí. Draco menciona que pudo asistir al Instituto Durmstrang en lugar de al
Colegio Hogwarts, así que para este fic asumiremos que muchos chicos no asistieron a
Hogwarts y recibieron otro tipo de educación (escolarización en el hogar), he allí el por
qué de tantos chicos que no fueron estudiantes de Hogwarts, revelados en el capítulo 15
del libro II, y de quienes se conocerá más información adelante en la historia.

916
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

16
Momento de partir

“En las grandes crisis, el corazón se rompe o se curte.”


Honoré de Balzac (1799-1850), escritor francés.

11 de junio de 1999, Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería

A
la mañana siguiente, Draco se sintió un poco enfada-
do cuando Harry lo despertó tan temprano, aunque
sabía que no había sido su intención hacerlo en reali-
dad, y se sintió algo desplazado cuando le anunció que tendría que
ir a acompañar a la sabelotodo a desayunar antes de que partiera
rumbo a sus pruebas de admisión a la Escuela de Leyes, y que des-
pués pasaría la mañana con Ron.
Draco no había encontrado ningún argumento para protes-
tar.
No podía decirle «oye, son nuestros últimos momentos jun-
tos» ni nada por el estilo, así que, luego de gruñir un poco, le deseó
suerte.
Lo último que quería era discutir con él.
Finalmente Harry le había dado un beso en los labios y le
había prometido volver para la tarde, no sin antes darle una mirada
escéptica.

917
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco se hizo el desentendido y se volvió a meter en la cama,


cubriéndose con las mantas hasta el rostro, y no volvió a asomarse
hasta que escuchó los pasos de Harry saliendo de la habitación.
Después de un rato más de dar vueltas en la cama, se con-
venció de que no podría seguir durmiendo, así que desayunó parte
de lo que había quedado de la noche anterior y se sentó tras el escri-
torio, ahora que tenía al fin unos días libres, realmente libres, sólo a
la espera de los resultados, no sabía muy bien qué hacer con toda
esa cantidad de tiempo muerto, sobre todo si Harry se iba a buscar a
sus amigos y lo dejaba solo, así que decidió empezar con el proyecto
que el profesor Monroe le había recomendado un tiempo atrás.
Sacó de uno de los cajones, la gran cantidad de pergaminos
que tenía en donde tomaba notas y escribía desordenadamente sus
variaciones y modificaciones a las pociones convencionales, y un
par más que había creado, y de otro cajón sacó un grueso libro de
tapa marrón que por dentro estaba en blanco, y comenzó a hacer
anotaciones, ordenando todos sus apuntes.

–|– 

Harry llegó a la puerta del Gran Comedor casi al mismo


tiempo que Ron y Hermione, los tres entraron juntos y se sentaron
a desayunar en su sitio habitual. Hermione lucía mucho más pálida
y desvaída de lo que nunca la había visto, y entre Ron y él trataron
de animarla, aunque no lo consiguieron muy bien, puesto que
cuando Madame Hooch apareció en el Gran Comedor con los tras-
ladores para los alumnos que se examinarían ese día, Hermione dio
un salto en su asiento.
—Lo harás bien, ya lo sabes —le dijo Ron acariciando su es-
palda y dándole un suave beso en los labios.
—Sí, no te preocupes, ya sabes que eres la mejor.

918
LIBRO II|El Último Año
[16] Momento de partir

—La segunda —masculló Hermione, pero Harry la ignoró y


le dio un beso en la mejilla, la chica se puso en pie y tomó una pro-
funda bocanada de aire antes de ir hacia Madame Hooch, que ya la
llamaba. Ambos vieron cómo la chica desaparecía junto con la gran
cantidad de alumnos que postulaban a esa universidad.
—¿Y qué te apetece hacer ahora? —preguntó Ron luego de
un rato más de silencio entre ambos. Parecía un poco ansioso, quizá
temeroso de que Harry le anunciara que volvería con aquel miste-
rioso chico.
—¿Qué tal jugar al ajedrez mágico en los jardines? Hace
mucho que no lo hacemos —contestó Harry, y Ron pareció satisfe-
cho con la respuesta.
Después de ir a su habitación y sacar el juego, ambos se diri-
gieron hacia los jardines, donde ya muchos alumnos pasaban el
tiempo que ahora tenían libre, a espera de los resultados a sus diver-
sas pruebas, y de retornar al fin a casa.
—Creo que nunca hemos terminado un curso tan bien —
comentó Ron luego de un rato.
—No, definitivamente esta vez rompimos la tradición, aun-
que no quisiera apresurarme y echar a perder la buena racha.
—Nah —dijo Ron agitando la mano—, ya no hay Volde-
mort, ni Malfoy, ni Carrows, ni nadie que nos moleste.
—No digas eso de Malfoy, él no te ha molestado en todo el
curso y no olvides lo que le pasó a Narcissa.
Ron negó con la cabeza, su mirada se tornó seria.
—A veces me pareces tan distinto, en sexto te la pasaste per-
siguiéndolo, casi lo matas con un maleficio…
—Eso es algo que no quiero recordar —interrumpió Harry.
—Ya, lo siento… —Ron se encogió de hombros—. Decía
que no te entiendo, nunca te has llevado particularmente bien con
él, ni siquiera tolerabas verlo en un pasillo sin que empezaran a pe-

919
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

lear, y aún así, el año pasado lo salvaste de la abrasada sala de los


menesteres, y también en el vestíbulo.
—Y tú lo golpeaste —reprochó Harry.
—Se lo merecía, lloriqueando por querer salir de aquí des-
pués de que había querido atraparte en la sala de requerimientos, y
de que casi nos matan con esos fuegos endemoniados…
—Demoníacos —corrigió Harry—, y ese fue Crabbe, quien
creo que ya pagó las consecuencias de eso, no fue Malfoy, tal vez, él
sólo tenía miedo y quería salir de Hogwarts lo más rápido posible.
No creo que haya tenido demasiadas opciones durante la guerra,
¿sabes?
—Ya… ya me lo has dicho, pero no puedo dejar de pensar
que obtuvo lo que se merecía, adoraba a Voldemort y todo lo que
representaba, y eso le estalló en la cara, era justo lo que merecía.
—Tal vez, pero creo que ya aprendió la lección y que no ne-
cesita que se sigan metiendo con él.
—Oh, vamos.
—Sí, Ron, aún se meten con él, aunque te hagas el que no te
das cuenta —continuó reprochando Harry—, siguen insultándolo,
haciéndole llegar carteles insultantes, amenazándolo y hechizándolo
en los pasillos.
—¡Oh por Merlín! —gimió Ron pareciendo abatido—, lo si-
gues espiando.
—¿Qué? —Harry se dio cuenta tarde de que tal vez había
hablado demasiado—. No… es decir, sólo un poco, ya sabes, no me
parece justo y no quiero que se pasen.
—Mejor olvídalo, aún no me has contado si todo lo que dice
Vance sobre las pruebas para auror son ciertas.
Harry sintió que no necesitaba pelear con Ron, tarde o tem-
prano tendría que hablar de Draco con él, y esperaba que entendie-
ra, aunque claro, primero Draco tendría que darle la respuesta a su

920
LIBRO II|El Último Año
[16] Momento de partir

propuesta, aquella respuesta que había evitado darle durante tantos


días.
—Habían como cincuenta chicos… —empezó a relatar Ha-
rry ante la mirada atenta de Ron, ambos dejaron de lado el ajedrez y
se enfrascaron en una larga conversación, como aquellas que ya no
tenían muy a menudo, acerca de todo lo que había pasado el día an-
terior, las pruebas en la Academia de Aurores y los chicos que había
conocido.

–|– 

18 de junio de 1999, Hogwarts

La semana terminó y todos los alumnos de séptimo habían


realizado sus pruebas para las distintas universidades, academias y
escuelas a las que habían postulado, las clases se habían suspendido
por completo al fin, y todos se preparaban para marchar a casa unos
cuantos días después. Los de séptimo aún esperaban los resultados
de sus exámenes, estos, dependiendo del lugar al que solicitaban,
podían llegar antes o después que otros.
El primer resultado que llegó a ellos fue el de Hermione,
siendo admitida en La Escuela de Leyes Barberus Bragge; al parecer,
había ocupado uno de los primeros puestos en la evaluación. Ron y
Harry evitaron hacer comentarios acerca de las quejas de la chica
por nuevamente no obtener el primer lugar, y lo celebraron brin-
dando con cervezas de mantequilla en la sala común esa noche,
conversando hasta muy tarde.
Draco sabía, por su profesor Monroe, que los resultados de
la beca eran uno de los últimos que se entregaban en el circuito de
solicitudes, debido a la gran cantidad de pruebas que tenían que re-
solver y la cantidad de postulantes que se presentaban, así que ya es-

921
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

taba resignado a esperar casi pacientemente. Mientras tanto, se en-


tretenía en su habitación terminando de ordenar todo dentro de su
baúl, el cual pensaba al final meter dentro del morral que Harry le
había dado para de esa manera poder moverse mucho más resuelto,
aunque todavía no tenía en claro hacia dónde debía moverse.
Aquella tarde le tocaba una entrevista más con el área de au-
rores, en un inicio, cuando recién había salido de prisión, había
pensado que tarde o temprano se tendría que acostumbrar a todo
eso, sin embargo, casi un año después, aún seguía sin estar acos-
tumbrado al tiempo que le hacían perder, o a las preguntas que le
hacían cada vez que iba.
Cuando volvió a su habitación, ya estaba todo oscuro, era de
noche y un poco tarde. Ingresó a su dormitorio y se encontró con
Harry sentado sobre la cama, con las piernas cruzadas a lo indio, y
mirándolo atentamente, no le sorprendía que Harry estuviera allí, él
siempre lo esperaba, lo que le preocupaba, más que sorprendía, era
aquella mirada que Harry le obsequiaba.
—¿Ha pasado algo? —preguntó un tanto alarmado mientras
se acercaba a Harry, que no contestó inmediatamente, sino que, en
sólo un movimiento, lo tomó de los brazos y tiró de él, teniéndolo
sobre la cama, para luego subirse encima.
—¡Harry! —chilló Draco por la sorpresa mientras sentía el
cuerpo de Harry en completo contacto con el suyo.
—Ingresé —contestó Harry con una sonrisa antes de lanzar-
se sobre sus labios, besándolo con ímpetu y con fuerza, Draco se
dejó hacer, guardándose las felicitaciones para más tarde. Sabía que
Harry estaba, después de todo, demasiado ansioso como para escu-
charlas.
Las cartas de ingreso para la Academia de Aurores habían lle-
gado aquella tarde, mientras Draco estaba aún en el Ministerio. Ha-
rry, pese a querer esperar por Draco para mostrarle el abultado so-

922
LIBRO II|El Último Año
[16] Momento de partir

bre, no había podido dejar de abrirlo ante las insistencias de sus


amigos. Una vez que brindaron y celebraron, se apresuró para lle-
gar a la habitación de su novio, ansioso por darle la noticia.

–|– 

—¿No se supone que debería estar aquí? —preguntó Ginny


con voz enfadada en medio de la sala común. Hermione resopló y
Ron se puso en pie.
—No, no tiene por qué estar aquí —respondió Ron alcan-
zando a su hermana y hablándole en voz baja pero amenazante—. Y
deja de hacer tanto alboroto.
—Claro, para que nadie note su ausencia, para que nadie se
de cuenta que ha estado saliendo todas las noches los últimos me-
ses, ¡par de encubridores! —bufó Ginny. Se encontraban aún en la
celebración que se había organizado esa tarde, Vance también había
logrado ingresar a la Academia de Aurores, y algunos continuaban
celebrando su ingreso, y Ginny, esperanzada, esperaba por Harry,
dispuesta a ver si podía lograr algo con él—. Ustedes saben que an-
da con ese…
—No, no lo sabemos y Ginny, ya déjalo —interrumpió Ron,
parecía a cada momento más enojado mientras Hermione miraba
preocupada hacia la chica—, entiendo que es difícil para ti, pero hay
cosas que no se pueden cambiar y no puedes obtener todo lo que
deseas siempre.
—Esto sí se puede cambiar —casi gritó Ginny, Ron la sujetó
de un brazo con fuerza.
—¡Ron! —protestó Hermione, levantándose y jalando a Ron
del otro brazo.
—¿Qué harás? ¿Me golpearás? Sabes que digo la verdad, es
una enfermedad, una desviación, y se puede arreglar, él es un en-

923
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

fermo que no se da cuenta de que lo que hace es asqueroso, pero


podemos…
Ginny no terminó de hablar, una bofetada en la mejilla la in-
terrumpió. Ron la soltó inmediatamente mientras miraba a su novia
con asombro. Ginny puso la mano sobre la mejilla lastimada y miró
a Hermione con rabia.
—No te atrevas —habló Hermione con voz entrecortada, va-
rios chicos de la sala común detuvieron sus charlas para mirar la es-
cena—, no te atrevas a decir nada más de él, nunca más. ¿Me oyes?
Nunca más. No lo mereces y no eres lo que él quiere, no hay nada
que arreglar con él. Grábatelo en tu pequeña cabeza.
Ginny entrecerró los ojos y soltó su mejilla, dejando ver lo
roja que estaba por el golpe, lanzó su cabello hacia atrás con aire de
superioridad.
—Tampoco será tuyo —replicó con voz venenosa—, no
creas que no me doy cuenta, la forma cómo lo miras, lo cuidas y te
haces pasar por su mejor amiga, desde siempre… claro, debes sen-
tirte feliz al creer que me has sacado del camino, pero…
—¡Suficiente! —interrumpió Ron en voz alta—. Basta, no
tienes ni la más mínima idea de lo que dices.
—O tú de lo que pasa aquí.
Hermione estuvo a punto de protestar pero Ron la tomó de
la mano, haciéndola desistir.
—Quédate con tus amarguras y tus complejos —dijo final-
mente Ron—, y que te aprovechen, tal vez sea lo único que te haga
compañía al final.
Ron jaló suavemente a Hermione, decidido a salir de ese si-
tio, ambos agitados y enfurecidos.
Ginny permaneció en pie, con los puños apretados, escu-
chando cómo todos a su alrededor comenzaban a farfullar, su men-
te recordando las palabra de Ron.

924
LIBRO II|El Último Año
[16] Momento de partir

«Por supuesto que me lo quedaré, ni Hermione ni el mortí-


fago podrán apartarlo de mi lado».

–|– 

—Lo lamento, Ron —se disculpó Hermione en cuanto am-


bos entraron a una de las aulas en desuso—, no debí, lo siento, sé
que no debí, pero…
—Déjalo —interrumpió Ron pasando un brazo sobre los
hombros de la chica y jalándola para que se recostara contra él—,
ella se pasó, está muy afectada por esto, pero ahora que la escuela
termine, tendrá otras cosas en que pensar y se le pasará.
—A veces creo… —Hermione se detuvo, como tratando de
meditar lo que diría a continuación—, siento que su aversión es
demasiada… que en cualquier momento, podría hacer algo que no
tenga remedio…
—No —negó Ron dándole un beso sobre la cabeza—, ella
sólo está herida, pero sabes que no es una mala persona, que no ha-
ría nada protervo contra Harry.
Hermione se guardó la opinión al respecto, no quería que
Ron se enfadara más.
—No se lo cuentes a Harry… él se sentirá culpable por esto.
—No se lo diremos, no vale la pena que lo sepa, y como te
digo, pronto Ginny olvidará, y todo pasará…

–|– 

Los últimos días en el colegio los pasaron celebrando, prime-


ro el ingreso de Harry a la Academia de Aurores: pasaron toda la
noche haciendo el amor y conversando de todas las cosas emocio-
nantes que le esperaban a Harry de ahora en adelante, de lo crueles

925
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

que parecían los instructores, y de los hijos de aurores con aire de


superioridad.
Al día siguiente, después de pasar la mañana en la cama, de-
cidieron que debían alimentarse de alguna manera, así que Harry
fue en busca del desayuno que prácticamente sería almuerzo, por la
hora, mientras Draco lo esperaba en la habitación.
Harry demoró mucho más de lo que Draco había imaginado,
aunque cuando regresó, cargaba una gran cantidad de cosas, y pare-
cía realmente molesto.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Draco algo preocupado.
—Nada —resopló Harry lazando el diario sobre la piltra.
Draco arqueó una ceja y se apresuró a tomar El Profeta, don-
de un gran titular, con la fotografía de Harry, llamó su atención.
—Acabo de tener una gran discusión con Ginny —comentó
Harry a pesar de todo.
Draco leía lo más rápido posible el artículo, aunque no lo hi-
zo a conciencia, puesto que Harry, paseando de un lado a otro de la
habitación, como hacía cuando estaba realmente enfadado, comen-
zó a relatarle acerca de la gran discusión que había tenido con
Ginny sobre lo que salía escrito en El Profeta: un gran titular anun-
ciaba su ingreso a la Academia de Aurores. Aunque no era eso lo
que lo había molestado, sino el que comentaran que su novia, casi
esposa, Ginny, le había organizado una tremenda fiesta en la sala
común, donde, según fuentes no reveladas, habían bailado juntos
hasta muy entrada la noche, viéndose, según las dichosas fuentes no
reveladas, muy enamorados y cariñosos. Harry le había reprochado
a Ginny que de alguna manera ella debía tener algo que ver en el
asunto, que no podía ser posible que el diario ese averigüase o in-
ventase tantas cosas de él. Entonces Ginny, le había gritado y man-
dado al diablo delante de todos, diciéndole que si tanto le molesta-
ba, fuera él mismo y le dijera a los de El Profeta que no eran novios,

926
LIBRO II|El Último Año
[16] Momento de partir

pero que se atuviera a las consecuencias y a lo que ella podría decir


si era que ese medio de comunicación la contactaba y le preguntaba
por qué ya no eran más novios. Harry se sentía no sólo furioso, sino
que hasta un tanto chantajeado.
—Vamos, ella no haría algo así —le tranquilizó Draco mi-
rándolo atentamente. Realmente esperó que ella no fuese capaz de
hacer una cosa como esa.
—Lo sé —replicó Harry.
—¿Entonces?
—Pues que… Estoy seguro que ella es la que pone esos titu-
lares, ¿cómo se supone que quedaré si después digo que soy gay?
Pensaran que la usé de tapadera.
—Nadie va creer eso —suspiró Draco—. Además, no impor-
ta lo que crean, ¿no?
Harry no respondió, simplemente bufó, y continuó andando
de un lado al otro con los puños apretados, rumiando su rabia con-
tra la tal Dasha Ogden, contra Ginny, y contra el mundo entero.
Draco no estaba dispuesto a desperdiciar el día en medio de
una discusión inútil, y como Harry parecía no estar dispuesto a
calmarse, usó algo de su encanto y su dominio sobre el chico; co-
menzó a besarlo y empujarlo contra la cama, y después de unas
cuantas protestas, finalmente Harry comenzó a colaborar.
Fue rápido y fuerte, bastante intenso, mucho más intenso
que otras veces, ambos se enredaron en mordiscos, besos y caricias
rudas, para cuando finalmente ambos se dejaron caer sobre la cama,
agitados y sonrojados por el orgasmo, el titular de El Profeta y la
discusión con Ginny, eran un recuerdo demasiado lejano.
Finalmente ambos se quedaron en la cama, compartiendo el
«gran botín», una canasta llena de comida y emparedados, e incluso
un poco de hidromiel que Harry orgullosamente declaró haber ro-

927
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

bado a un muy resaqueado Seamus. Draco disfrutó de la bebida,


llevaba demasiado tiempo sin probarla.

–|– 

Dos días después, durante el almuerzo, una gran bandada de


aves, las cuales Draco no conocía el nombre, fueron dejando sobres
delante de varios estudiantes. Algunos eran sobres pequeños y del-
gados; otros, como el que tenía Draco en frente, eran muy grandes
y abultados. Draco observó en silencio, la carta que había quedado
sobre su mesa. A su alrededor, sus compañeros de casa se lo queda-
ron mirando con asombro y algunos, como Zabini y Nott que tam-
bién habían postulado a esa universidad —aunque no a la beca, y
además a diferentes carreras— y habían recibido unos sobres bas-
tante delgados, con odio y resentimiento.
Con manos algo temblorosas metió el sobre en el bolsillo de
la túnica, y luego bebió un poco más de jugo de calabaza antes de
ponerse en pie. En su camino hacia la salida pudo ver a Harry son-
riendo suavemente, y era de esas sonrisas de orgullo que siempre
lograban calentar su pecho de una manera muy especial.

–|– 

Harry casi no perdió tiempo en ponerse en pie y abandonar a


sus amigos y el Gran Comedor, su corazón estaba un tanto agitado
por la prisa que puso en correr por los pasillos para llegar a la habi-
tación de Draco. Cuando entró, lo encontró nuevamente apoyado
contra la pared, como cuando se habían reunido para abrir los re-
sultados de los EXTASIS, su mirada era extraña, con el cabello ru-
bio cubriendo parte de sus ojos y mirando seriamente hacia el sobre
que estaba encima de la cama.

928
LIBRO II|El Último Año
[16] Momento de partir

—Sabes lo que significa —dijo Harry en cuanto entró. Draco


asintió rápidamente, aún sin mirarlo—. ¿Entonces por qué no lo
has abierto?
—Quería que tú lo hicieras —contestó Draco recién miran-
do a Harry—, me gustaría que lo hicieras —completó y se guardó el
comentario de que quería ver su sonrisa, esa que ponía cuando pa-
saba algo bueno, esa que lo hacía sentir más enamorado aún.
—Bueno… pero ven siéntate conmigo —le llamó Harry
mientras se sentaba sobre la cama. Draco suspiró mirando hacia la
cama, últimamente se veía recordando cada rincón de su dormito-
rio y todo lo que había pasado con Harry… y si esa cama pudiera
hablar alguna vez…
—De acuerdo… —se sentó junto a él y esperó a que Harry
abriera con extremada lentitud el sobre. Harry tenía razón, él estaba
casi seguro de lo que ese sobre decía, pero no se lo podía creer, no si
era que Harry no se lo confirmaba.
—¿Y bien? —preguntó Draco impaciente mientras Harry
dejaba caer una gran cantidad de folletos y pergaminos sobre la ca-
ma, y se quedaba con uno extremadamente corto y pequeño.
—Dice… ¿Quieres que te lo lea? —preguntó Harry mirán-
dolo con falsa inocencia, si había algo que disfrutaba, era sacar de
sus casillas al impaciente Draco Malfoy.
—¿Tú qué crees?
—Pues… —Harry se acarició la barbilla, pareciendo pensati-
vo.
—Ya, no me molestes, sólo lee el condenado pergamino.
—Podrías enmarcarlo…
—Harry…
—Ya, ya, si lo digo siempre, tienes un carácter…
—¡Potter!

929
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¡Ya va! —replicó Harry—. Si hasta usas mi apellido, que


poca paciencia —continuó burlándose ante la mirada amenazante
de Draco, mientras se ponía en pie y se alejaba unos cuantos pasos
de él, sólo por precaución. Se aclaró la garganta un poco y comenzó
a leer.

Estimado Señor aspirante número 57-1123:

Tenemos el agrado de informarle que ha superado usted con éxi-


to las pruebas y los requisitos para acceder a la beca para la facultad
de Pociones para la carrera de Fabricante de Pociones (cobertura com-
pleta) en nuestra universidad.
Cabe mencionar, que ha obtenido usted, una de las calificaciones
más altas en mucho tiempo, en cuanto a los concursos que realizamos
para otorgar esta beca, y que estamos gratamente sorprendidos por eso,
desde ya, deseamos que inicie su educación con nosotros, donde sabemos
que podrá lograr grandes cosas.
Por favor, tomar en cuenta toda la información anexa para que
pueda instalarse en nuestra universidad, comenzando el periodo univer-
sotario dentro dos semanas.

Atentamente

Cassandra Davenant
Rectora

930
LIBRO II|El Último Año
[16] Momento de partir

Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor


—¡Dios, Draco! te felicito —lo felicitó con aquella sonrisa
que Draco adoraba, y acercándose a la cama nuevamente.
—Gracias….
—Sabía que lo harías. ¿No te lo dije acaso? —continuó ha-
blando Harry emocionado y entregándole el pergamino para que
Draco lo leyera, no parecía tan efusivo o contento, y eso de alguna
manera le extrañó.
—Sí, hasta el cansancio —murmuró Draco. Después de ha-
ber estado esperando y estudiando tanto por eso, el que sucediera
parecía algo… no creíble.
—Oh… ¿Estás en shock? —preguntó Harry dejándose caer a
su lado y golpeándole el brazo suavemente para ver si así reacciona-
ba.
—¿Shock?
—Ya sabes… te has quedado mudo y no… —Draco se ade-
lantó y le dio un beso en los labios interrumpiéndolo.
—No, no estoy en shock —admitió Draco luego de soltar-
lo—. Sólo… alucinado.
—Que término tan… profesional —picó Harry acomodán-
dose sobre la cama y entregándole el resto de documentos que ha-
bía en el sobre. Sabía que allí estaría toda la información que necesi-
taba conocer Draco antes de llegar a la universidad, él había recibi-
do una gran cantidad de pergaminos y folletos de ese tipo cuando
su carta de ingreso había llegado.
—Vaya… sí que se lo toman en serio —comentó Draco exa-
minando el croquis de las habitaciones—: aquí dice que en la facul-
tad de Pociones, cada alumno interno tiene su propia habitación, la
cual está insonorizada y con hechizos contra espía básicos, aunque

931
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

cada alumno puede agregar los sortilegios que crean convenientes


para evitar mayores problemas.
—¿Hechizos anti espía? ¿Problemas? —preguntó Harry le-
vantando la vista de un folleto que mostraba los jardines del cam-
pus.
—Ya sabes, «él me robó la idea» y cosas así.
—Ah… pues me alegra que puedas tener tu propio dormito-
rio, me sentiré más tranquilo si sé que tienes tu propio espacio,
además, en Grimmauld Place hay un montón de espacio donde
puedes montar todo un laboratorio sin que nadie espíe ni nada.
Puedes hacer todas tus pruebas allí y puedes ir todos los días si
quieres.
Draco desvió la mirada y sintió su corazón latiendo de prisa,
intentando postergar el exponer la «perfidia» de su decisión, se
mordió el labio inferior y después, tratando de parecer bromista,
respondió:
—Estás siendo envidioso, al menos yo tendré mi propia ha-
bitación.
—No… —Harry entrecerró los ojos, era cierto, en la Aca-
demia de Aurores los alumnos compartían los dormitorios, como
en la habitación de Gryffindor.
—… no me lo recuerdes.
—La pasarás bien —sonrió Draco.
—Ya… mejor sigue leyendo esto, hablan de las clases y hora-
rios —pidió Harry extendiendo otro pergamino.
Draco asintió rápidamente, contento por que el tema hubiera
pasado y de que no tuviera que soltar alguna mentira.

–|– 

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LIBRO II|El Último Año
[16] Momento de partir

Los alumnos de primero a sexto año marcharon al día si-


guiente, el castillo quedó extrañamente vacío, ocupado ahora úni-
camente por los estudiantes de séptimo, que esperarían un día más
para la ceremonia de graduación antes de volver a casa.
Harry pasó la mañana con Hermione y Ron, recorriendo el
castillo y recordando muchas anécdotas, no todas tan buenas en
realidad, pero anécdotas que formaban parte de sus vidas y de lo
que eran ahora, momentos que los habían hecho crecer y madurar.
Aunque algunas con dolor. Demasiado dolor.
Obviaron la sala de los menesteres y la torre de Astronomía,
no necesitaban rememorar aquello, era algo que llevaría grabado
profundamente por siempre.
Cuando la noche previa a la graduación llegó, Harry se esca-
bulló a las habitaciones de Draco, pero no se quedaron allí por mu-
cho tiempo. Harry había notado que Draco casi no había abando-
nado el dormitorio los pasados días más que para comer, así que le
ofreció dar un paseo, bajo la capa de invisibilidad, por el castillo.
Draco aceptó gustoso y ambos recorrieron varios pasillos y salones,
así como los jardines y el lago, contándose anécdotas que habían vi-
vido de manera separada durante esos siete años, obviaron todo lo
que se refería a la guerra o el curso durante la guerra. Ambos rieron
de cosas chistosas que les habían pasado, y casi al final del paseo,
Draco le pidió que buscara a Myrtle la Llorona en el mapa, Harry
sabía de la «amistad» que Draco tenía con ella, y en silencio la buscó
hasta que la encontró: flotando en el baño del segundo piso.
Harry se quedó de pie fuera, con la capa puesta y revisando
el mapa del merodeador, aunque ya había constatado que nadie más
estaba cerca; al parecer, los profesores, viendo que solo se quedaban
los alumnos de séptimo año en la escuela, no se preocuparon por
hacer guardias.

933
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

–|– 

—Hola —saludó Draco entrando a los baños con pasos len-


tos, tratando de encontrar en la semi oscuridad a aquella fantasma
dramática y con gafas.
—¿Draco? —chilló una voz apareciendo de pronto y traspa-
sándolo, Draco evitó hacer una mueca por el frío que le había deja-
do en la piel.
—Hola —repitió el chico girándose a verla.
—Vaya… el muy ingrato se ha acordado de mí —rezongó
ella moviéndose de un lado a otro entre los lavabos. Draco suspiró y
sonrió.
—He estado ocupado nuevamente, pero para que veas que
no siempre soy así de desagradecido, he venido a despedirme de ti.
Myrtle detuvo sus movimientos y se le quedó mirando de
manera asombrada, incluso inclinó la cabeza hacia un lado. Draco
se preguntó si acaso era la primera vez que venían a despedirse de
ella.
—¿Me tirarás alguna cosa encima? —preguntó entrecerran-
do los ojos, lista para empezar a berrear y lloriquear como tenía por
costumbre.
—No, claro que no —aclaró Draco rápidamente—. ¿Acaso
alguien te tira cosas encima?
—¡Por supuesto! —gritó ella metiéndose por una de las tu-
berías y saliendo por el otro lado—. ¡Vienen a burlarse de mí, por-
que creen que estar muerta es divertido!
—Yo no creo que lo sea —suspiró Draco—, y he venido…
—¿A mostrarme tu sonrisa? —preguntó ella acercándose a
él. Draco puso los ojos en blanco y sonrió.

934
LIBRO II|El Último Año
[16] Momento de partir

—También, creo… estoy dando un paseo, ya sabes, mañana


me iré y quería despedirme de ti, de la manera correcta —explicó el
chico.
Myrtle se quedó quieta un instante y luego negó con la cabe-
za.
—Ya no le podrás hacer compañía a la dama triste, ya no estás
triste.
Draco soltó una carcajada.
—Supongo que debe ser difícil satisfacerte, antes te quejabas
porque estaba triste y ahora porque estoy alegre…
—¿Qué puedo saber yo de satisfacciones? —lloriqueó ella
empezando a volar alrededor de Draco—. Si sólo soy un fantasma
del que nadie se acuerda… al que todos insultan y molestan…
—Te comprendo… —contestó Draco interrumpiéndola,
Myrtle se detuvo mirándolo seriamente—,… el que todos te insul-
ten y molesten —aclaró.
—Escuché que mañana era la graduación —comentó des-
pués de un momento de silencio, aunque no por eso había dejado
de dar vueltas alrededor.
—Sí… así es. Adiós, Myrtle —se despidió Draco avanzando
hacia la salida, se ahorró el decirle que esperaba que tuviera suerte,
eso sería un comentario que ella consideraría cruel.
Myrtle dejó de hacer bataola y habló con voz más calmada,
con la voz más sosegada que Draco le había escuchado nunca:
—Adiós, Draco, me gustó verte sonreír.
Draco volteó y le sonrió en respuesta antes de salir. Escuchó,
mientras se cubría con la capa junto a Harry, cómo la fantasma em-
pezaba a hacer alboroto dentro del baño.
Era pasada medianoche cuando ambos por fin regresaron a la
habitación, un extraño silencio se había instalado entre los dos

935
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

mientras se quitaban la ropa y se metían en la cama. Harry podía


sentir la tensión en el ambiente.
—Harry —suspiró Draco suavemente, haciendo que Harry
girara lo suficiente para verlo—, tengo que decirte algo.
—De acuerdo —contestó Harry con voz demasiado tensa.
—Mañana, cuando sea la ceremonia de graduación, yo no es-
taré presente…
—¡¿Qué?! Pero tienes uno de los premios… sin contar la
mención que hará la directora por haber conseguido la beca y…
—No necesito una ceremonia de graduación, sentarme entre
todos mis compañeros, aquellos que no me hablan ni toleran, ni
todo lo que puede pasar cuando suba al estrado a recibir mis diplo-
mas.
—¿Y qué harás entonces?
—Nada.
—Pero… ¿y después?
Draco suspiró nuevamente y se giró un poco más, jalando a
Harry con sus manos para tenerlo más cerca—. No pienses en eso,
Harry, ahora no, mañana veremos.
—Draco… aún no me has contestado… ¿Qué pasará luego
con nosotros?
—Te quiero —dijo Draco evadiendo su pregunta una vez
más, antes de darle un beso en los labios—, todo estará bien… ma-
ñana lo veremos. Confía en mí, ¿de acuerdo?
—Sí —contestó Harry suavemente—, yo confío en ti, pe-
ro… —una de las manos de Draco acarició su cadera de manera
lenta y cariñosa, mientras sus labios volvían a besarlo, interrum-
piéndolo. Harry olvidó sus dudas y temores y se entregó comple-
tamente a ese beso, a las caricias de Draco, y a la forma como su
propio cuerpo se estremecía conforme las muestras de cariño y
afecto ganaban mayor efusión.

936
LIBRO II|El Último Año
[16] Momento de partir

Por lo general, en la cama Draco era muy agresivo y eso le


encantaba, la forma cómo sacudía todo su mundo, cómo era capaz
de hacerlo gritar y estremecerse hasta casi la inconciencia, sin em-
bargo aquella noche, mientras Draco se acomodaba sobre su cuerpo
y lo besaba de aquella manera, supo que algo estaba cambiando, que
algo iba a pasar, aunque aún no quería darse cuenta del qué.
Draco besó cada centímetro de piel que pudo, adoró con sus
manos, lengua y labios todo el cuerpo de Harry, sintiéndolo temblar
y gimotear, diciéndole cuánto le quería una y otra vez, le parecía
necesario que Harry entendiera eso: que le quería, y demasiado, y
que lo que haría sería justamente por eso.
Cuando Draco entró en él, ambos se quedaron completa-
mente quietos, Harry envolviendo con sus piernas las caderas de
Draco, mirándose a los ojos y sintiendo demasiadas emociones a la
vez.
Draco se inclinó y lo besó.
—Te quiero, Harry… te quiero —murmuró sobre sus labios
antes de empezar a moverse, lentamente, disfrutando de cada se-
gundo juntos, pidiendo que eso no terminase jamás, que el mo-
mento fuera eterno, aunque sabía que no sería así, que no había
forma de prolongar aquello más.
Harry se arqueaba y gemía mientras Draco golpeaba una y
otra vez contra su próstata, su propia erección estaba atrapada entre
ambos cuerpos y la fricción era deliciosa.
—Draco… Draco no…
—Shh… Harry… —Draco detuvo sus embestidas un mo-
mento y comenzó a besar a Harry en el rostro, en los ojos, en las
mejillas y en la frente—… te quiero… no olvides eso… te quiero.
—También yo… Draco, no sabes cuánto… no tienes ni idea
—masculló Harry en el momento que Draco comenzaba a moverse
nuevamente, sentía su pecho llenó de emociones y de temor, algo le

937
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

alertaba acerca del comportamiento de Draco durante esa noche,


pero nuevamente la excitación, el placer, y la gran gama de senti-
mientos que se entremezclaban, lo alejó de esos pensamientos.
Draco siguió aumentando la velocidad, los susurros y pala-
bras cariñosas fueron reemplazadas por gemidos y gritos desespera-
dos, Harry clavó las uñas en la espalda de Draco mientras éste lo
presionaba con fuerza contra la cama hasta que ambos, casi a la vez,
terminaron en un fuerte orgasmo, aferrándose el uno al otro y lla-
mándose por sus nombres.
Y así, abrazados y desnudos, ambos se quedaron finalmente
dormidos.

–|– 

Cuando la mañana llegó, lo despertó el suave ulular de una


lechuza. Parpadeó un par de veces confuso, la cama se sentía vacía y
fría, no recordaba haber vuelto la noche anterior a su habitación en
la torre de Gryffindor. La lechuza ululó una vez más, y de pronto,
como si todo encajara al fin, se dio cuenta que no, que no había
vuelto a su cama en la torre de Gryffindor, que estaba en la cama de
Draco y que estaba solo.
Se sentó de golpe, mirando alrededor, desde días atrás los li-
bros y frascos que Draco guardaba en los estantes habían desapare-
cido, sin embargo, el que la foto familiar de los Malfoy, así como el
baúl del chico hubiesen desaparecido, le dio la temida confirmación
de que Draco se había marchado.
La lechuza ululó una vez más y Harry la miró con atención,
era Alba, dentro de la jaula en que la había traído. Con el corazón
agitado y temblando ligeramente se puso en pie y caminó hacia el
baño; tal como esperaba, estaba vacío. Regresó a la habitación, repa-
rando recién en que su capa de invisibilidad estaba doblada sobre el

938
LIBRO II|El Último Año
[16] Momento de partir

escritorio, junto con un sobre que tenía su nombre escrito con pul-
cra y alargada letra. Lo miró durante un momento, y luego se ten-
dió en la cama sin tomarlo. No quería leerlo, quería pensar que
Draco sólo había salido un momento, que después volvería, que no
se había ido y lo había dejado. Que Draco no había sido capaz de
hacerle eso. Cerró los ojos y trató de tranquilizarse, luego de unos
minutos descubrió que no podría hacerlo. Se sentó nuevamente y
se vistió, mirando de reojo a la carta, y a Alba que al parecer, com-
prendía sus sentimientos, y se quedó en silencio.
Cuando estuvo completamente vestido, dio vueltas alrededor
de la habitación sin animarse a tomar el sobre aún, porque sabía que
hacerlo era, de alguna manera, empezar a aceptar que Draco se ha-
bía marchado.
Pasó la mañana encerrado allí, demasiado aturdido para hacer
algo más que permanecer sentado en la alfombra, mirando hacia la
nada y pensando en Draco. Tratando de convencerse una vez más
de que Draco no podía ser capaz de abandonarlo de esa manera.
Cerca del mediodía, sabía que ya debía salir, que tenía que preparar-
se para la ceremonia, y que no podría dar ninguna excusa para no
acudir.
Tomó una bocanada de aire y se puso de pie, guardó sus co-
sas en la mochila, y con una mano temblorosa, tomó la carta de
Draco, la guardó en el bolsillo y después tomó la jaula, dio una úl-
tima mirada a la ahora vacía habitación y suspiró.
—Adiós, Draco.

–|– 

No fue fácil, no había esperado que lo fuera, pero no pensó


que doliera tanto. En medio de la madrugada, tal como tenía ya

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

planeado, se levantó y se vistió en silencio, observando el cuerpo


desnudo de Harry enredado entre las sábanas.
¡Dios! Cuánto lo iba a extrañar. Cuánto iba a extrañar todo aquello.
No queriendo alargar más el momento, tomó la capa de invi-
sibilidad que Harry había dejado a un lado, y se escurrió por el pasi-
llo. El castillo lucía lóbrego y frío a esas horas, sin embargo no se
dejó amilanar, y llegó a la lechucería. Alba estaba allí, terminando de
comer lo que había cazado, la llamó, y luego de acariciarla un rato y
recomendarle que cuidara mucho a Harry y decirle cuánto la iba a
extrañar, la metió en la jaula, para después volver a su habitación.
Pronto amanecería, el tiempo se estaba terminando.
Miró a Harry una vez más, y la opresión en su pecho fue
mucho más fuerte, por un instante estuvo a punto de mandar todo
al diablo, de quedarse al lado de Harry y ver hasta dónde los llevaba
su situación, pero las palabras de Ginny y la certeza de que Harry
merecía ser feliz, lo convencieron de que estaba haciendo lo correc-
to. Tal vez Harry podría finalmente conocer a una chica agradable y
formar una familia, como era lo esperado, o tal vez conocer a otro
chico, revolucionar el mundo mágico mostrándose abiertamente
gay y tal vez lo aceptarían y lo dejarían en paz, pero nada de eso
ocurriría si de su mano aparecía un exmortífago; un Malfoy. El fu-
turo era muy incierto, lo sabía, pero sí tenía una cosa en claro: junto
a él, Harry no tendría futuro alguno, y él no podría vivir sabiendo
que era el causante de aquello, sabiendo que podría arruinarle la vi-
da a Harry de esa manera.
Dejó la carta que había escrito para Harry, en el escritorio, y
se acercó a él para darle un último beso, apenas un roce de sus la-
bios antes de apartarse y afirmar con la cabeza. Así tenía que ser, era
lo mejor y lo sabía, algunas veces ser impasible era correcto. Y esta
era una de esas circunstancias que ameritaban tal comportamiento.

940
LIBRO II|El Último Año
[16] Momento de partir

No se entretuvo a mirar más la habitación, no podría hacerlo


sin sentirse peor aún. Mientras caminaba por los pasillos hasta la
oficina de la directora, el sol salió, iluminando los pasillos y calen-
tándole un poco la piel. Incluso así no se sintió siquiera un poco
mejor.
Él ya había hablado con la profesora McGonagall, y ella lo
estaba esperando cuando tocó la puerta de su despacho.
—¿Está seguro de que no se quiere quedar a la graduación?
—preguntó la profesora McGonagall viendo al chico.
—No, yo creo que ya ha sido suficiente de esto para mí —
admitió—. Además, tengo algunas cosas que hacer.
—Lo entiendo —suspiró la profesora. Draco dio una mirada
alrededor, los cuadros de los directores estaban durmiendo, o al
menos fingían hacerlo, miró a Dumbledore, y suspiró sintiéndose
culpable, siempre se sentiría culpable al recordarlo o ver alguna
imagen suya.
—Gracias, por todo —dijo Draco luego de un momento más
de silencio.
—Sus diplomas —respondió la profesora McGonagall ex-
tendiendo un par de rollos de pergamino—, déjeme decirle que ha
obtenido muy buenas calificaciones, y que estoy segura que será un
gran profesional. Sé que las cosas no serán fáciles para usted, pero
creo que ha demostrado que no es de los que se dejan vencer, since-
ramente espero que de ahora en adelante, todo marche muy bien.
Cuídese mucho, señor Malfoy.
Draco sonrió a medias y asintió.
—Que le vaya bien a usted también, profesora —avanzó has-
ta la chimenea, guardando los pergaminos sin siquiera mirarlos en
el morral, y tomó un poco de polvos flú—. Al Caldero Chorreante
—dio un paso al frente y giró, hizo una reverencia hacia la profeso-
ra y lo último que vio fue el rostro de Albus Dumbledore en el

941
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

cuadro, guiñándole un ojo y sonriendo, apenas quietamente. Era la


primera vez que lo veía despierto, y aquella sonrisa que antes,
cuando estaba vivo el anciano, había despreciado, esta vez le supo a
comprensión y entendimiento. Cuando llegó al Caldero Chorrean-
te se sintió en paz consigo mismo, al menos en cuanto a Dumble-
dore se refería.

–|– 

Harry se sentía aturdido, había dejado a Alba en su habita-


ción y se había reunido con sus compañeros en el Gran Comedor
simplemente porque no quería seguir solo, no por ahora al menos.
Después del almuerzo (apenas y tocó el suyo), todos emocionados
volvieron a la sala común a terminar de prepararse para la ceremo-
nia que empezaría en un par de horas más, las chicas fueron las
primeras en subir a los dormitorios ante las burlas de los chicos,
ellos estuvieron jugando snap explosivos y ajedrez hasta que sólo
faltaba ya media hora para que todo iniciara, entonces empezaron a
retirarse a sus habitaciones. Evitó responder las preguntas de Ron
acerca de la nueva lechuza y se vistió apresuradamente. Guardó la
carta de Draco en su bolsillo nuevamente, sabiéndose aún incapaz
de leerla, y junto a Ron y Dean bajaron ya listos para la ceremonia.
—¿Harry? —preguntó Ron de pronto mientras ellos espera-
ban por Hermione en la sala común.
—Lo siento, ¿qué decías? —respondió Harry dejando de
acomodar los botones de su túnica y mirando a su amigo que pare-
cía un tanto preocupado.
—¿Qué es lo que pasa?
—Nada —negó Harry con la cabeza—, ya sabes, la gradua-
ción… se siente raro.

942
LIBRO II|El Último Año
[16] Momento de partir

Ron entrecerró los ojos y puso una expresión de «a mí no me


engañas», pero para suerte de Harry, no preguntó nada más.

–|– 

La ceremonia se realizó en los jardines, la directora tuvo que


reforzar varios encantamientos para que los periodistas y fotógrafos
no se acercaran al castillo, incluso algunos habían intentado tomar
fotografías desde el cielo, montados en escobas, todos ansiosos por
captar el momento en que Harry Potter se graduaba al fin.
Harry escuchó apenas las palabras de la directora y de algu-
nos maestros, mientras sentía el peso de la carta de Draco en el bol-
sillo de su túnica de gala. Ron parecía ligeramente aburrido mien-
tras Hermione miraba con ojos brillosos todo lo que pasaba. Subió
a recibir su diploma y el premio por servicios a la escuela casi sin
darse cuenta, era como si todo fuera irreal, como si nada fuera cier-
to.
Un silencio prolongado se expandió cuando la profesora
mencionó que el mejor alumno de la promoción había sido Draco
Malfoy, y que lamentablemente, no había podido asistir a la cere-
monia. Harry sintió el dolor de su ausencia una vez más, y metió la
mano en el bolsillo para palpar la carta pendiente por leer. La profe-
sora también dijo que Draco había sido el ganador de la beca para la
carrera de Fabricantes de Pociones en la Universidad de Gunhilda
de Gorsemoor, y que la escuela estaba muy orgullosa de él. Como
era de esperarse, ninguno de sus compañeros aplaudió, pero al me-
nos tampoco se escucharon gritos ni insultos. Incontinenti de in-
comodidad que imperó en aquel momento, nombró a Hermione;
tanto él como Ron se pusieron en pie y comenzaron a aplaudir con
fuerza, mientras una sonrojada Hermione subía al estrado, dándoles
miradas de advertencia, pero eso no los detuvo y continuaron gri-

943
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

tando y aplaudiendo hasta el final, en el fondo, Harry estaba feliz


por su mejor amiga y porque ella había obtenido el segundo lugar.
Además ella no parecía ya tan molesta por aquello cuando
tomó su diploma y sonrió a las cámaras y a sus padres.
Cuando la ceremonia terminó, los Weasley, junto con An-
drómeda y Teddy, se unieron a ellos. Ginny parecía un poco enfa-
dada y no trató de entablar conversación con nadie, según había sa-
bido por Ron, ella se había ganado una reprimenda muy grande de
sus padres por no haber conseguido más que un par de EXTASIS, y
no haber postulado a ninguna universidad ni academia.
Después de tomarse una cantidad innecesariamente grande
de fotografías con Ron, con Hermione y el resto de sus compañe-
ros, Harry se refugió en los brazos de Teddy, lo cargó y lo hizo jugar
un buen rato, tratando de contagiarse de la alegría del pequeño, que
reía de cada mueca o juego que le hacía, hasta que el sol ya casi se
ocultaba. Entonces, mientras los planes de extender la celebración
se iban formando, él se escabulló hasta el jardín, alegando que que-
ría ir a la tumba de Dumbledore antes de marcharse. Ron y Her-
mione le dieron miradas inseguras, y él agregó que era algo que
quería hacer solo. Suspiró aliviado cuando sus amigos no insistie-
ron en acompañarlo.
Caminó por el jardín y llegó hasta el lago, recordó haber es-
tado la noche anterior allí, junto a Draco, soltando locas teorías
acerca de la naturaleza del Calamar gigante, aquel reciente recuerdo
dolía demasiado. Negó con la cabeza, sabiendo que no debía dete-
nerse allí, y siguió de largo hasta donde la tumba blanca se erguía.
Se sentó con las piernas cruzadas sobre la hierba algo húme-
da, y acarició la tumba un instante antes de suspirar. Metió la mano
en el bolsillo de su túnica y sacó la carta de Draco. Sabía que era al-
go que tenia que hacer, aunque ese acto implicara aceptar que real-
mente Draco se había ido: leer las razones por las cuales Draco le

944
LIBRO II|El Último Año
[16] Momento de partir

había hecho algo así, haberse marchado sin siquiera despedirse…


sin decirle nada. El cielo oscureció rápidamente, y algunas estrellas
aparecieron mientras rompía el sello de la carta y extraía su conte-
nido…

945
.
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

1
La Academia de Aurores del Ministerio
Inglés

Monochrome floors, monochrome walls, // Only absence near me,


nothing but silence around me. // Monochrome flat, monochrome life,
Only absence near me, // Nothing but silence around me
Canción: Monochromo 25
Yann Tiersen, músico y compositor francés

Agosto de 2000, Academia de Aurores del Ministerio Inglés, Londres.


14 meses después de Hogwarts

H
arry aplicó el hechizo desvanecedor en él, se sintió
ligeramente orgulloso por poder hacerlo ya sin
pronunciar palabra alguna, a su alrededor vio cómo
sus compañeros desaparecían al igual que él esperaba haberlo he-
cho.
El silencio se instauró en el salón mientras el profesor de
ocultación, Hulme, paseaba lentamente por el medio, mirando con
atención cada rincón.

25
Monocromo: Pisos monocromos, paredes monocromas, // Sólo ausencias cerca de mí, // Nada
salvo el silencio rodeándome. // Sombreros monocromos, vida monocroma, // Sólo ausencias cer-
ca de mí, // Nada salvo el silencio rodeándome.

949
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Harry, por instinto apretó un poco más la varita y se tensó,


esperando atentamente el posible ataque.
Al profesor Hulme le gustaba torturarlos de esa manera, po-
día permanecer largos minutos en silencio, tan sólo observando lo
que deberían ser paredes vacías y que en realidad eran alumnos
ocultos y en tensión, algunas veces lanzaba un hechizo a la nada,
que hacía que todos reaccionaran y se movieran rápidamente, lo
cual provocaba que los estudiantes menos eficientes delataran su
disfraz. Otras veces, simplemente aguardaba, mirando sin mirar a
todos, hasta que alguno sucumbía ante la tensión y se delataba. Ha-
rry sinceramente esperaba que eso no ocurriera esa tarde, era vier-
nes, viernes libre, el segundo viernes del mes, en que podrían salir e
ir a casa y no volver hasta el domingo en la tarde, y aquella era la úl-
tima clase, si alguien fallaba, todos se quedarían mucho más tiempo
practicando hasta que el profesor Hulme estuviera conforme.
—¿Hoy les toca libre? —preguntó el profesor Hulme con la
varita en alto. Era un mago de piel atezada y de imponente estatura,
a Harry le recordaba un poco a Kingsley, aunque este sí tenía cabe-
llo, un hirsuto y alborotado cabello afro que sujetaba con una coleta
cuando le tocaba dictar clases—. Muy apurados por partir… ¿Qué
me dice, señor Ryszard? —murmuró a la vez que apuntaba con la
varita hacia una esquina aparentemente vacía.
Harry contuvo la respiración al igual que, estaba seguro, to-
dos sus compañeros. Edwin Ryszard era un chico de diecinueve
años, bastante delgado y de cabello oscuro, pero lo que más le ca-
racterizaba era lo rápido que se podía poner nervioso, no sería la
primera vez que los nervios lo delataran y echara a perder un ejerci-
cio.
—¿Nos estamos controlando más esta tarde? —continuó el
profesor girándose bruscamente hacia la otra pared—. Ya veremos.

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LIBRO III|Caminos
[1] La Academia de Aurores del Ministerio Inglés

No había terminado de decir las palabras cuando un rayo gri-


sáceo salió de su varita, automáticamente Harry salió corriendo ha-
cia un lado, tratando de que sus pasos no se escucharan, sintió el
roce de alguien contra su brazo y se quedó completamente quieto
mientras Hulme giraba alrededor del aula con una sonrisa satisfe-
cha.
—De acuerdo, en serio deben estar ansiosos por salir —
suspiró—. Aparezcan —ordenó.
Un murmullo de alivio recorrió el salón mientras todos reti-
raban los hechizos de ocultamiento, Harry advirtió que con quien
había chocado no era otro que Chris, que le sonrió aliviado. Harry
trató de devolver la sonrisa antes de que el profesor, con un sólo
movimiento de su varita, hiciera aparecer los pupitres individuales
que habían sido removidos para el ejercicio.
—Por un momento pensé que el tonto de Ryszard nos ma-
lograría la práctica —comentó Violet sentándose en su asiento junto
a Harry.
—No le digas tonto —reprochó Harry, tratando de poner
mala cara ante la chica. Si al terminar la escuela pensaba que al me-
nos los problemas con las mujeres se habían terminado, se había
equivocado de cabo a rabo, porque existía Violet DiNovi.
Violet puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.
—Demasiado noble para ser aspirante a auror.
Harry agradeció que en ese momento el profesor los llamara
al orden una vez más, para no tener que contestarle, sintió la mirada
de Dashiell en su nuca y trató de ignorarlo. Durante ese año en la
Academia de aurores, había descubierto que Dashiell era el insufri-
ble hijo de un auror muy importante, y que él, al igual que sus ami-
gos, había estudiado toda la educación mágica en casa, con un tutor,
también que se creía el mejor prospecto para auror, e imaginaba lle-
gar a ser jefe de auror tan sólo por derecho, en menos de diez años.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Y que además era novio de Violet, la cual, poco después de entrar a


la Academia de Aurores, lo había dejado. El constante coqueteo de
Violet con Harry daba pie a los rumores de que la chica había aban-
donado a Dashiell por Harry. Y por supuesto, ahora Dashiell pasó
de no soportar a Harry a detestarlo. Al menos aquello tenía su lado
bueno, pensaba Harry, por lo menos ahora no tenía que esquivar las
absurdas y aburridas conversaciones de Dashiell y su grupito de:
«Oh, somos los mejores futuros aurores del universo».
—Muy bien, chicos y chicas —habló el profesor con voz
calmada desde el fondo—, ahora que creo que ya lo tenemos domi-
nado, tendremos que pasar a algo más importante, a partir de la si-
guiente semana empezaremos a practicar en el campo, así que quie-
ro que todos estudien un poco las teorías y practiquen sus hechizos.
Y ahora, para que vean lo generoso que puedo ser algunas veces,
¡lárguense de aquí! Antes que mi vena bondadosa desaparezca.
Ninguno necesitó que se lo dijeran dos veces, y antes de que
el profesor decidiera que mejor era seguir torturándolos, todos sa-
lieron prácticamente corriendo del aula.
Logró colarse entre Joel y Edwin, que conversaban anima-
damente con Norman, otro chico con el que compartía habitación,
dejando de esta manera a Violet atrás y sola en el pasillo.
—Yo no estaba en ninguna de las dos esquinas —iba dicien-
do Edwin—, creo que lo dijo sólo por molestar, no creo que haya
podido ubicarme.
—Pues yo creo que vi un borde de tu túnica —lo molestó
Norman, a lo que Edwin negó con la cabeza.
—Pues esta vez yo no pude ver a ninguno —contradijo Ha-
rry.
—Sí —apoyó Joel—, además, si Hulme nos dijo que pasa-
remos a campo, es porque ya no vio a nadie, ¿recuerdan que lo dijo

952
LIBRO III|Caminos
[1] La Academia de Aurores del Ministerio Inglés

al inicio del semestre? Que pasaríamos al campo cuando estuviera


satisfecho.
—Menos mal, si seguimos ocultándonos en las paredes de
ese salón, pronto todos nos pondremos más blancos que un vampi-
ro —comentó Harry, los cuatro rieron por el comentario mientras
llegaban a las escaleras.
—¡Muchachos! —llamó la voz de Posey, otro chico de su
curso acercándose a ellos.
Harry puso los ojos en blanco mentalmente, aunque sonrió y
esperó al igual que sus amigos.
—¿Que hay Posey? —preguntó Joel animadamente, aunque
todos sabían para qué Posey se les acercaba, Posey era el autonom-
brado organizador de las reuniones de camaradería de los viernes
libres.
—Un sitio nuevo y esperando por ser visitado.
—¿Dónde? —preguntó Edwin.
—Todos en media hora en Abercorn Place —informó el chi-
co con una sonrisa.
—¿El mismo método? —preguntó Norman.
—Por supuesto —les respondió en voz alta el chico, mientras
se giraba y caminaba para hablar con el grupo de Dashiell.
Harry suspiró aburrido mientras subía las escaleras junto a
sus amigos hacia su habitación, aquellas reuniones la mayoría del
tiempo lo aburrían, pero sabía que no podía faltar, porque si lo ha-
cía, algunos se resentirían y la tomarían contra él, acusándole de
darse demasiadas ínfulas y luego, en los ejercicios en el campo, pa-
garía por ello, ya lo había visto antes, en los primeros meses, en un
chico cuyo nombre no podía recordar muy bien, pero que había si-
do finalmente expulsado.
Cuando entró a su habitación, encontró sobre su cama a Al-
ba, con una carta sujeta a la pata y mirando todo con atención.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Hola, Alba —saludó Harry acariciándole la cabeza y sen-


tándose en la cama para poder desatar la carta.
—No te entretengas mucho, tenemos media hora —advirtió
Frances Simak, otro de los chicos con que compartía habitación, re-
cién llegando y dejando la mochila sobre la cama.
—Ya… —masculló Harry mientras leía la carta de Hermione
donde le anunciaba que el domingo habría un almuerzo en la Ma-
driguera y que esperaba que fuera. Harry puso el pergamino sobre
la piltra y con sólo un par de movimientos de varita, utilizó lo que
ya estaba escrito para anunciar que asistiría. Le gustaba particular-
mente ese hechizo, aunque sólo se podía hacer con cartas muy cor-
tas, puesto que le servía cuando no tenía pluma y tinta a mano, o
cuando no tenía demasiado tiempo para escribir, como en este caso;
y porque era un hechizo que se limitaba a formar nuevas palabras,
únicamente con las letras que disponía la carta.
—He escuchado —empezó Joel parándose delante de Harry
mientras Alba ya emprendía el vuelo de regreso— que Violet piensa
lanzarse sobre ti esta noche.
—Pues perderá su tiempo.
—Ay, Harry, a veces no te entendemos —comentó Edwin
mientras terminaba de reducir la mochila y la metía en el bolsillo
del pantalón muggle que lucía—. Violet es la chica más linda de la
Academia, y tú no le das la más mínima atención.
—Pues el que sea la más bonita no significa que me tiene
que gustar —respondió Harry mientras se quitaba la túnica del uni-
forme y se empezaba a vestir a lo muggle, puesto que sabía que
irían a un lugar no mágico; era lo mejor para evitar problemas como
el que habían tenido luego de las fiestas de año nuevo, cuando un
par de chicos y chicas de la Academia, se habían emborrachado y
armado cierto desbarajuste en uno de los bares de una avenida má-
gica. Por supuesto que aquellos también habían sido expulsados, el

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LIBRO III|Caminos
[1] La Academia de Aurores del Ministerio Inglés

director había creído que de esa forma podría detener el ambiente


juerguero entre sus alumnos, pero se había equivocado; ellos sim-
plemente se habían trasladado al mundo muggle.
—Ya, dejen de hostigar al chico —interrumpió Norman—,
hay chicas mucho más fáciles de manejar que Violet, ustedes saben
lo engreída e imposible que puede llegar a ser.
—Pero que no te escuche Dashiell —contestó Simak, ya ves-
tido mientras Harry terminaba de colocarse la camiseta.
—Cierto, luego los retará a un duelo para defender el honor
de la pobre damisela —apoyó Harry.
—Y la damisela le dirá que se vaya a freír espárragos —
completó Joel, recordando una salida en donde un chico había esta-
do coqueteando con Violet, y la forma como Dashiell había saltado
para según él, protegerla, pero Violet había sabido poner en su lugar
al pretendiente y a Dashiell con sólo un par de palabras.
Los cinco volvieron a reír, y una vez constataron que no se
les quedaba nada importante, salieron del dormitorio, esta vez
rumbo a la salida.
Bajaron las escaleras con cautela y con las varitas en alto,
conversando en voz baja acerca de lo que harían durante el fin de
semana, pero siempre mirando a todos lados.
El primer rayo cayó cerca de ellos y todos, ya por instinto, se
pegaron a las paredes, incluso Joel se mimetizó con ella, el chillido
de un chico detrás de ellos les dio el aviso de que el peligro aparen-
temente había pasado. Con suspiros de alivio, se separaron de las
paredes, Harry le dio una mirada al chico que había caído; era uno
del nuevo curso que apenas había iniciado hacía un mes, parecía al-
go desconcertado mientras se sentaba, sujetándose la cabeza y mi-
rando a ambos lados, era la primera “X” que tenía en el uniforme.
—Con tres de esas en un mes, te expulsan —le advirtió Ed-
win.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Gracias —murmuró el chico poniéndose en pie, le dio una


mirada a Harry y luego a los demás, hizo un asentimiento y salió
corriendo en dirección opuesta.
—Oh, los nuevos —suspiró Simak.
—No seas tan presuntuoso, apenas estamos en segundo —
reprochó Edwin mirando a ambos lados del pasillo.
—Al menos él tiene quién le avise, nosotros ni eso —recordó
Harry—. ¿Recuerdan a esa chica que recibió como cuatro de esos
antes de que nos enteráramos siquiera que lo harían?
—Vagamente —murmuró Joel—. ¿Un bajita y guapa?
Harry se encogió de hombros.
—Eso creo pero… Oh —se interrumpió y se tiró al piso,
Edwin cayó sobre él, y a un lado, Joel y Norman cayeron también.
—Se lo están tomando en serio hoy, ¿no? —jadeó Edwin un
tanto agitado y poniéndose en pie—. Lo siento —dijo hacia Harry
que sólo asintió mientras se ponía en pie.
—Nos atacan tanto que un día nos volveremos paranoicos en
lugar de buenos aurores —se quejó Joel en voz alta.
—Ya sabes, «alerta permanente» 26 —remedó Harry a su tutor.
Le había sorprendido de sobremanera que el primer día, cuando
llegaron a instalarse, fueran atacados más de una vez en los pasillos,
después se enteraron que aquello era una más de las formas de en-
trenamiento que tenían que pasar, la idea, según su tutor, era per-
manecer constantemente atentos y alertas. Harry siempre había
querido preguntarle si era que no había conocido a Ojo loco Mody.
Al menos, tras más de un año, ya habían aprendido a evitar casi to-
dos los ataques, aunque algunas veces, el esquivarlos los hacía llegar
tarde a clases o retrazar sus salidas. Por lo menos Harry se podía jac-

26
Entiendase que el trato que reciben los aspirantes en la Academia de Aurores, al ser magos y
brujas en preparación y constantemente evaluados por los encargados de la formación, se deduce a
que son tratados duramente durante su entrenamiento, aunque sin llegar al trato militar.

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LIBRO III|Caminos
[1] La Academia de Aurores del Ministerio Inglés

tar de ser uno de los pocos sin haber recibido un solo hechizo hasta
el momento.
Por fin llegaron a las puertas de salida. Sus demás compañe-
ros ya estaban haciendo una fila para poder egresar del edificio en
orden, después de un año de entrenamientos, ya solo quedaban
veintiuno de ellos, y estaban seguros que el número seguiría bajan-
do en los dos años que aún les quedaba por estudiar.
Al inicio de la fila, Harry divisó a Violet, que estaba junto a
Dashiell, Chris y los demás hijos de aurores, ninguno de ellos ha-
bían sido expulsado hasta ahora, y pese al rompimiento de Violet
con Dashiell, siempre andaban juntos. Como si la hubiera llamado
con el pensamiento, Violet volteó en ese momento hacia Harry, que
inmediatamente se giró y pretendió decirle algo a Edwin, que soltó
una carcajada.
—A veces creo que le tienes miedo a las mujeres.
—Esto… si conocieras a las que yo he conocido les tendrías
miedo —comentó Harry recordando a Ginny y sus intentos de
acercamiento cada vez que iba a la Madriguera, suspiró fastidiado
recordando que el domingo probablemente se encontraría con ella
nuevamente.
Finalmente Ginny había sido fichada para jugar con las
«Holyhead Harpies», y de incontinenti había comenzado a salir con
uno de los empresarios que patrocinaba al equipo; aunque el no-
viazgo no había durado más de unos tres meses, la chica había deja-
do en claro que Harry y ella ya no eran novios. Harry había estado
con el alma en un hilo durante esa época de titulares escandalosos,
puesto que temía que Ginny finalmente revelara cuál era la verda-
dera razón para que no continuaran. Para alivio de Harry, aquello
no había pasado, y luego de que la chica terminara con aquel hom-
bre, había vuelto al ataque, tratando de acercarse cada vez en que
lamentablemente coincidían en algún lugar.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

La fila avanzó rápidamente, cuando Harry por fin llegó a las


puertas, los dos hombres de seguridad pasaron su varita alrededor y
le pidieron su identificación, después de constatar que verdadera-
mente tenía pase libre, lo dejaron salir. El aire fresco de agosto le
dio en el rostro mientras cruzaba los jardines junto a sus amigos
hasta llegar a las grandes rejas. La Academia se encontraba en lo que
al parecer era una fábrica abandonada en Mews Street, era una calle
solitaria y sombría donde ni siquiera pasaban muchos automóviles,
vio a varios de sus compañeros desapareciendo, seguramente hacia
Abercorn Place.
—Vamos —apuró Norman mientras caminaba hacia un lado
del edificio. Harry y los otros lo siguieron, y mirando a todos lados
para constatar que ningún muggle los veía, fueron desapareciendo
uno a uno hacia el lugar acordado.

–|– 

Abercorn Place era una de las calles que daba a un gran bou-
levard de discotecas y bares, en el lado oeste de Londres, era una
zona completamente muggle, sin embargo, había un gran campo
abandonado y oculto que servía para aparecerse y desaparecerse, o al
menos, ese era el uso que le daban los chicos.
Harry apareció y se lanzó a un lado antes de desaparecer y
aparecer una vez más, en esta ocasión unos cuantos metros más
cerca de la salida, volvió a hacerlo una vez más, apenas y vio a varios
de sus compañeros apareciendo y desapareciendo, contó rápida-
mente cuántos habían allí: dieciocho, así que volvió a desaparecerse.
Aquel era un juego al que les gustaba jugar cada vez que salían, era
aparecer y desaparecer dentro de aquel perímetro, moviéndose de
un lado a otro hasta que los veintiuno estuvieran completos; el úl-
timo en notar que los veintiuno ya estaban allí, es decir, el último

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LIBRO III|Caminos
[1] La Academia de Aurores del Ministerio Inglés

en aparecer y desaparecer, era el que pagaba la primera ronda, está


vez le tocó a Richard Dick, un chico de cabello oscuro y corto, y de
voz bronca y profunda, aunque, por lo que Harry había podido ha-
blar con él, era un chico bastante noble. Se sonrojó ligeramente al
saberse perdedor y asintió derrotado a que invitaría la primera ron-
da.
Todos formaron un gran grupo y caminaron en la ya oscura
calle hacia el boulevard Abercorn que, pese a ser tan temprano, ya
tenía gente circulando. Posey encabezó la caravana mientras Harry
y su grupo se quedaba al centro, Dick y Emma Wilkie se les unie-
ron, contándoles acerca de cómo habían visto a un chico de prime-
ro ser expulsado en uno de los pasillos por plétora de hechizos.
Finalmente Posey los llevó a un bar que Harry no había visto
antes, era bastante oscuro y el interior parecía hecho completamen-
te de madera, la forma circular de las paredes le daba la sensación de
estar en un gran tonel de madera.
El mozo, en cuanto los vio, les acondicionó una enorme me-
sa al final del local, la mesa redonda fue rápidamente ocupada, y
una ronda de whisky y cerveza fue pagada por un avergonzado
Dick. Tal como ya tenían por costumbre, levantaron los tragos de
Whisky, y luego de juntar los vasos, todos dieron un sorbo largo,
bebiendo todo el contenido. ¿De dónde había salido aquel ritual? Harry
no lo recordaba, parecía algo que él y sus compañeros hacía desde
siempre, el entrenamiento y la vida en común había logrado eso, los
había compenetrado tanto en algunas cosas, que algunas veces casi
no podía recordar en qué momento se volvieron tan unidos… Dio
un sorbo a su botella de cerveza y se perdió en los recuerdos de
aquella noche: dos meses después de haber empezado las clases,
cuando en realidad apenas y hablaba un poco con sus compañeros
de habitación, y ocasionalmente (siempre que Dashiell no estuviera
cerca para reprochárselo) con Chris. Su tutor había tenido la mag-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

nifica idea de encerrarlos a todos juntos en una horripilante cabaña


de madera, demasiado pequeña para mantenerlos a todos muy pe-
gados, en medio de la nada, y al principio, todos, desconcertados, se
habían quedado allí, de pie, mirándose sin saber qué hacer, o que
no hacer para no ser expulsados, cuando los truenos y rayos empe-
zaron a caer junto con la voz del tutor indicándoles que debían salir
de ese sitio, y llegar al edificio que se encontraba a trescientos me-
tros de allí y que debían hacerlo todos juntos, que si dejaban a uno
solo atrás, todos serían expulsados, en ese momento fue cuando
empezaron a trabajar como un equipo.
En realidad, les había tomado media madrugada coordinar y
compatibilizar, pero finalmente, cuando todos a la vez, como una
gran columna, esquivaron hechizos y encantamientos, y llegaron
hasta el edificio, habían por fin roto el hielo. Desde ese momento,
todo se volvió más agradable, claro que había bastante competición
entre ellos por ser el mejor, y que habían sacado a muchos desde
entonces, pero los que fueron quedando, si bien no siempre se lle-
vaban bien y tenían sus problemas, a la hora de las prácticas de
campo, no se podía obviar la gran coordinación que habían conse-
guido.
Miró alrededor estudiando el lugar con más atención, y par-
ticipando a medias, de la conversación que se había formado cerca
de él acerca de los hechizos de sigilo y rastreo que tendrían que
memorizar para la semana siguiente, mientras se dejaba envolver
por la melodía que en ese momento sonaba, conocía al grupo: «Oa-
sis», le gustaban algunas de sus canciones, y comenzó a repetir la le-
tra mentalmente mientras una segunda cerveza era depositada en
frente, y las risas de sus compañeros empezaban a ir en aumento;
sin embargo, pese al licor y el ambiente, no se sentía del todo có-
modo, aquella tarde era una de esas que tenía a veces en qué, pese a
estar rodeado de sus compañeros, de estar estudiando algo que

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LIBRO III|Caminos
[1] La Academia de Aurores del Ministerio Inglés

realmente lo apasionaba, y saber que pronto vería a sus amigos y a


Teddy y Andrómeda, se sentía terriblemente solo.

–|– 

Durante el resto de la noche, sus compañeros bailaron y be-


bieron animadamente, mientras, él logró con éxito esquivar a Vio-
let, la cual terminó marchándose molesta; un instante después, lue-
go de darle una mirada de animadversión, Dashiell desapareció tras
la chica.
Era cerca de medianoche cuando finalmente, sus demás ami-
gos empezaron a partir, unos en parejas, otros solos; algunos más se
quedaron en el bar, los que habían podido entablar conversación
con alguna chica. Harry levantó la mano y se despidió de Joel, que
conversaba con una chica rubia bastante guapa, antes de salir del bar
y caminar por el boulevard, sentía su mente un poco abotagada por
el par las cervezas que había tomado, pero aún no quería llegar a ca-
sa, así que llegó al final del boulevard, y luego de constatar que na-
die más lo seguía o miraba, se desapareció para aparecer en el este
de Londres, en Carey Street, una calle llena también de discotecas y
bares, pero de otro tipo, del tipo al que pertenecía.
Caminó entre la cantidad de chicos hasta llegar a «Madonna
Club», un lugar bastante concurrido y al que le gustaba ir por la
música y las bebidas, aunque en esta ocasión no tenía muchos de-
seos de disfrutar de eso, sino de otro tipo de placeres. Se metió rá-
pidamente hasta el centro de la pista y comenzó a bailar, agitándose
al ritmo de la música acelerada, y dejando que las luces y el humo
lo marearan incluso más; luego de un largo rato, divisó a lo lejos a
un chico rubio y alto, que lo observaba de una manera que él ya co-
nocía, se agitó un poco más y sonrió insinuantemente, un instante
después, aquel rubio de ojos verdes lo estaba tomando por las cade-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

ras y pegándolo a su cuerpo, siguieron moviéndose al ritmo de la


música, devorándose con la mirada hasta que Harry fue el que dio
el primer paso, acercándose un poco más a él y besando suavemente
su cuello…
Media canción después, Harry era empujado con rudeza
contra la pared del cuarto oscuro de aquella discoteca, los gemidos
de los chicos alrededor se mezclaba con la música acelerada del ex-
terior que, junto a la oscuridad del lugar, le daban un perfecto am-
biente para lo que buscaba. El desconocido rubio mordió su cuello
con agresividad mientras Harry se arqueaba y desabotonaba sus
jeans, en tan solo un par de movimientos, ambos quedaron con los
pantalones abajo. La sesión de sexo fue rápida, dura e impersonal,
justo lo que Harry necesitaba, ambos terminaron jadeando, el peso
del chico sobre su espalda de alguna manera lo hacía sentir recon-
fortado, aunque claro, tal como había empezado había acabado, y
luego de que el chico se recuperara, se había vestido, le había dado
un beso en los labios y se había ido. Harry, ya vestido, miró alrede-
dor, y sabiendo que todos estaban demasiado ocupados para reparar
en él, se desapareció para llegar hasta el vestíbulo de su casa, en
Grimmauld place.
La oscuridad de la casa lo recibió, la sensación de soledad
creció mientras subía las escaleras y se desvestía para meterse en la
ducha.
Una vez estuvo limpio y algo más despejado, se dejó caer en
la cama, cerró los ojos y trató de dormir, pero no pudo, después de
dar varias vueltas en la cama, se convenció de que definitivamente
no podría dormirse rápidamente. Sacó de la mesa de noche un so-
bre, y tomó de la mesa el cenicero y los cigarros, fumar era algo que
hacía únicamente cuando se sentía demasiado tenso y ansioso, o
demasiado angustiado, y aquella era una de esas ocasiones. Abrió las
grandes ventanas, dejando que el aire de la madrugada llenara la ha-

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LIBRO III|Caminos
[1] La Academia de Aurores del Ministerio Inglés

bitación, observó el cielo por un largo tiempo, su mente vagando en


recuerdos y anhelos. Abrió el sobre, la carta de Draco salió a la vista
y volvió a leerla, tal como había hecho miles de veces, tratando de
entender y comprender, pero nunca había podido…

Harry,

Sé que te preguntarás por qué, y la respuesta la sabes, te la dije


anoche y te la he dicho cientos de veces, porque te quiero y justamente por
eso no puedo condenarte a una vida junto a mí. Ambos somos muy jóvenes
aún como para apostar por algo que puede estallarnos en la cara.
Como auror no puedes estar conmigo, y como miembro de la socie-
dad mágica tampoco; y no hay nada a lo que yo tema más, que a arrui-
nar tu vida y tu futuro, porque es algo que no mereces. No es un asunto
de lástima o cobardía, sino simplemente el ideal de ver a la persona que
quiero feliz y libre de problemas…

Harry detuvo su lectura allí, no quería seguir leyendo ya, si-


guió fumando en silencio, mirando hacia el cielo cada vez más claro
y preguntándose, como muchas otras noches, qué sería de la vida de
Draco, si estaría bien y sobre todo, si estaría realizando todo lo que
deseaba, si era feliz…

–|– 

Harry dio vueltas en su cama, era ya pasado del mediodía y


sabía que debía ponerse en pie, sin embargo, aún estaba muy cansa-
do por la noche anterior y las dos semanas de clases y guardias. Dio

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

una vuelta más y se cubrió con las mantas los ojos, para evitar el
molesto brillo solar que se colaba por la ventana.
Y funcionó al menos un par de minutos, antes que un fuerte
¡crac! lo despertará nuevamente.
—El amo dijo que tenía que obligarlo a levantarse antes de la
una de la tarde para que pudiera ir a ver a Teddy y luego salir en la
noche —informó Kreacher con voz de sapo, para el ánimo de Ha-
rry, extremadamente chillona.
—Déjame dormir.
—¿El amo necesita de nuevo la poción para el dolor de cabe-
za luego de las fiestas?
—No, el «amo» necesita descansar —reprochó Harry tirando
a un lado el cobertor con algo de enfado. Se había rendido en su
afán porque el elfo le dejara de tratar sin ese molesto adjetivo.
—Pero el amo dijo que debía obligarlo a despertar y levantar-
se antes de la una de la tarde para que pudiera ir a casa de Teddy y
luego salir en la noche —repitió el elfo.
—Lo recuerdo… y ahora lo lamento. ¿En qué demonios es-
taba pensando? —dijo sentándose y cruzándose de brazos, el elfo
sonrió complacido.
—Usted dijo que era muy importante que no dejara de visi-
tar a Teddy porque sólo lo puede ver cada dos semanas, y que por
eso quería que lo despertara antes de la una y…
—De acuerdo —interrumpió Harry tratando de no sonar
demasiado agresivo y poniéndose en pie—. Me ducharé y desayu-
naré abajo y luego iré a ver a Teddy.
—De acuerdo, amo, Kreacher preparará el desayuno —con
un ligero crac el elfo desapareció. Harry le dio una mirada a la cama
y luego negó con la cabeza, después de todo, la pereza y las ganas de
seguir durmiendo se habían esfumado.

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–|– 

Los fines de semana libres de Harry, tenían casi ya una rutina


establecida: los viernes, que era la noche en que los dejaban salir,
iba con los chicos de la academia a tomar una copa, por lo general
eso se extendía hasta la medianoche; dependiendo de su humor po-
día partir de frente a casa, continuar con los más animados hasta
más tarde o perderse en algunas de las discotecas de ambiente que
conocía, luego, cualquiera hubiera sido el caso, al día siguiente se
levantaba antes de la una de la tarde, (gracias a Kreacher solamente)
y después de desayunar, pasaba la tarde con Teddy y Andrómeda.
Algunas noches, se iba con Ron y Hermione, e incluso con algunos
excompañeros de Hogwarts a tomar una copa en algún bar mágico,
otras veces prefería irse solo de fiesta a las discotecas de ambiente,
incluso ya tenía varios amigos muggles y gays en esos sitios… dis-
frutaba mucho de su compañía. El domingo podía pasarla dur-
miendo durante toda la mañana o levantarse temprano, de acuerdo
a los planes que hubiera hecho —quidditch con los amigos, al-
muerzo en la Madriguera, compras con Hermione y Ron, visitar a
George… las alternativas eran innumerables— para luego, regresar
a casa cerca de las cuatro y preparar todo para marchar a la Acade-
mia nuevamente, cansado y con la firme idea de que el próximo fin
de semana libre, dejaría de lado algunas cosas para poder descansar
en serio, que era lo que se suponía que debía hacer.
Aquel domingo le tocaba almuerzo en la Madriguera, no es-
taba particularmente emocionado por eso, pero no podía negarse
tampoco, no tenía cara para hacerlo. Se levantó sintiéndose conde-
nadamente enfermo, Kreacher rápidamente le trajo una de las po-
ciones «para el dolor de cabeza después de las fiestas» como le de-
nominaba el elfo (Harry casi podía imaginar a Draco dándole un
golpe en la cabeza por andar cambiando el nombre a las cosas). La

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

noche anterior se había excedido, lo sabía, sabía que no podía con-


tinuar emborrachándose y haciendo sólo Dios sabe qué cada noche
libre que tenía, pero eso siempre era mejor que pensar… que re-
cordar, al menos la inconciencia a la que lo llevaba el alcohol era
mucho más manejable.
Luego de darse una ducha y que la poción lo dejara como
nuevo, pensó en desayunar algo mientras hojeaba El Profeta, no
había ninguna noticia interesante ni nada que llamara su atención…
Ya casi se ponía en pie cuando reparó en un pequeño cuadro al final
de la penúltima página, era casi insignificante, sin embargo las letras
«MACH» lo hicieron leer con atención el artículo.

“AVISO SOBRE INFUNDIO A UN POSIBLE HOMOSEXUAL”

El día sábado la tienda de Ibrahim Schmidt (58), ubicada


en el callejón Diagon, y que se dedica a la venta de artículos de
deportes, amaneció con las paredes manchadas, y escrito con pin-
tura mágica de larga duración, decía:

«Aquí vive un homo»

Alrededor del callejón Diagon se encontraron panfletos de


la cada vez más conocida MACH (Magos Asociados en Contra de
la Homosexualidad), instando a los vecinos y amigos del señor
Schmidt, a que lo ayuden a iniciar un tratamiento de cura contra
la terrible desviación que lo aqueja. Los aurores no tienen nin-
gún indicio acerca del o los culpables de las pintas, aunque sí di-
jeron que la MACH no estaba involucrada en el vandalismo. El
señor Schmidt, soltero y que vive en un departamento sobre su

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LIBRO III|Caminos
[1] La Academia de Aurores del Ministerio Inglés

tienda desde hace más de treinta años, no quiso dar ninguna de-
claración.

Harry frunció el ceño y recortó el pequeño recuadro, antes


de ir hacia la Madriguera volvió a su habitación, y de uno de los ca-
jones sacó un pequeño libro de recortes, era una colección extraña,
no había ni una sola fotografía, sólo pequeñas noticias, tan peque-
ñas como la que acababa de leer e incluso más pequeñas aún, en to-
das se mencionaba a la MACH, que al parecer cada día, durante el
último año y medio, iba tomando más fuerza y más notoriedad.
Había encontrado una vez uno de sus volantes, donde hablaban
acerca de que ser homosexual era una enfermedad curable, y que
sólo dependía de que mago o bruja afectado empezara el tratamien-
to, que era como una adicción que podía evitarse. Aquellas palabras
le recordaron a Ron, y a aquella ocasión en que le había confesado
sobre su inclinación, y aunque su amigo nunca más había vuelto a
hacer un comentario desagradable respecto a sus gustos, Harry
imaginó que aquello era algo que la mayoría de magos —sobre todo
los sangre pura— creían.
Algo le decía que ese movimiento, al cual El Profeta ni los
Aurores tomaban en serio, era algo de temer, y a lo cual tener cui-
dado, ojala y estuviera equivocado.
El día estaba bastante despejado, y pensó que tal vez era me-
jor dar un paseo para despejarse antes de llegar a la Madriguera. Del
armario sacó su chaqueta de cuero negra y un casco, y luego, de en-
cima de la mesa de noche, tomó unas llaves.
—Kreacher —llamó cuando ya estaba cerca de la puerta que
daba al pequeño garaje que había construido muchos meses antes.
—El amo llama.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Si es que Hermione o Ron aparecen por la red flú, diles


que llegaré en una hora aproximadamente a su casa, que iré en mo-
to.
—¿El amo usará esa cosa nuevamente?
—Sí —contestó Harry saliendo ya, escuchó a Kreacher mas-
cullar algo como «Máquina infernal», pero se contuvo de contestar,
era hasta de cierta forma irónica la relación que podía tener ahora
con ese elfo.
Se puso el casco y montó en la moto.
¿Por qué le atraían las motos? Supuso que tenía algo que ver con
el poder de volar en escoba, y con el recuerdo de él, de niño y vo-
lando en una de ellas, o porque la primera vez que había volado,
había sido cuando, siendo sólo un bebé, fue llevado por Hagrid en
la moto de su finado padrino Sirius, a casa de sus tíos… En reali-
dad, no lo sabía a ciencia cierta. Pero uno de los primeros fines de
semana libres, había simplemente ido a una de las tiendas muggles
y había adquirido una, luego había pasado al menos un mes estu-
diando los distintos hechizos, encantamientos y sortilegios, hasta
que había podido convertirla en una moto mágica. Al menos eso le
había distraído y entretenido durante un tiempo.
El sonido ensordecedor de la moto siendo encendida llenó el
garaje, y un instante después, la puerta se abrió. Salió hacia la ciu-
dad, manejando con cierta cautela hasta poder estar ya en la autopis-
ta, en donde en realidad, aceleró a una mayor velocidad a la que el
pobre vehículo podía soportar. Le gustaba esa sensación, el viento
golpeándolo, ese sentimiento de adrenalina, de saber que un solo
error podría ser fatal; avanzó hasta que se supo solo, hasta que ya no
divisaba ningún auto, y entonces presionó el botón que la convertía
en invisible, para luego elevarse sobre el cielo azul. En la Academia
de Aurores tenían un curso que se llamaba persecución, y uno de
los tópicos era la persecución en escoba. Harry suponía que sería lo

968
LIBRO III|Caminos
[1] La Academia de Aurores del Ministerio Inglés

mismo con la moto, sólo que la escoba no se podía hacer invisible y


la moto sí.
Se preguntó si cuando ejerciera, podría usarla para sus perse-
cuciones, y si el Ministerio la aceptaría. Dio unas cuantas volteretas
en el aire, disfrutando de la altura y la velocidad, antes de dirigirse
hacia La Madriguera.

–|– 

Harry dejó «aquel trasto», como lo denominaba la señora


Weasley, cerca del armario de las escobas, y con la chaqueta y el cas-
co en una mano, se acercó a la puerta de la cocina, no había siquiera
extendido la mano para abrirla cuando ésta se abrió y una muy gua-
pa Ginny Weasley salió por ella.
—¡Harry! —saludó con una sonrisa amplia, Harry suspiró
profundamente y se recordó que si estaba allí era por los señores
Weasley, por George y por Ron y Hermione.
—Hola Ginny.
—¿Qué tal las clases? ¿Defendiendo el primer lugar?
—Tercero en realidad —aclaró Harry, recordando a Dashiell
y cómo le había ganando en la última prueba de camuflaje, aunque
sinceramente, esperaba no dejársela tan fácil este semestre.
—Inmerecido, por supuesto —respondió Ginny haciendo
que su cabello se balanceara hacia atrás, un agradable olor inundó el
ambiente.
—No, lo cierto es que fue justo, y sé aceptar lo que es justo
—Harry apretó un poco más el casco contra su pecho y avanzó—.
Iré a saludar a los demás.
—Claro… yo te veo al rato —informó ella saliendo. Harry
arqueó una ceja cuando la vio desaparecer cerca de los límites del

969
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

jardín, era raro, por lo general ella permanecía allí, no importaba su


estado de animo, siempre estaba en los almuerzos.
—Al menos es un alivio —reconoció mientras entraba a la
cocina; la señora Weasley, como era su costumbre estaba allí, agi-
tando la varita de un lado a otro mientras toda la comida se prepa-
raba con movimientos que asemejaban a una gran orquesta.
—Harry, querido… Pensé que no llegabas —saludó acercán-
dose y dándole un gran abrazo—. Seguramente has estado volando
en esa máquina tuya.
—Motocicleta.
—Sí, eso… Pero déjame verte —la señora Weasley se apartó
un par de pasos y negó con la cabeza—. ¿Qué te dan en ese sitio?
¿Músculos en el jugo? Ni siquiera puedo decir que estás flacucho…
no como antes, ciertamente…
—Pero igual estoy famélico.
—¡Y debes estarlo! —dijo con alegría, como si encontrara a
que sujetarse—, con lo mucho que te hacen ejercitar y estudiar…
debes alimentarte para mantenerte así de fuerte.
Harry asintió rápidamente, y luego de sonreír, caminó hacia
la sala. En el camino se detuvo frente a un espejo de cuerpo com-
pleto que había allí, y observó su reflejo como hacía tiempo no lo
hacía; cierto que había ganado peso, o músculos propiamente di-
cho, al menos, no se estaba poniendo como Joel o Norman que pa-
recían compuestos únicamente de músculos, todo se debía a la gran
pasión de su tutor: Jules Weber, por hacerlos entrenar de mañana,
de tarde y de noche, sin importar la nieve, la lluvia y los tornados.
Incluso recordaba haber pasado más de un medio día de pleno ve-
rano corriendo en círculos. Alejó su mente de todo lo agotador que
que le resultaba el entrenamiento, y entró a la sala.
—Ahí estás —se quejó Ron poniéndose de pie—, Kreacher
dijo que tardarías en llegar.

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LIBRO III|Caminos
[1] La Academia de Aurores del Ministerio Inglés

—Hola.
—Seguro que llegaste volando —reprochó Hermione alcan-
zándolo también, mientras Ron le estrechaba la mano.
—¿Cómo si no?
—¿Red flú? —contestó Ron.
—¿Aparición? —dijo Hermione a la vez.
—Aburrido —contestó Harry haciendo una mueca.
—¿A qué nos dejarás dar una vuelta en ella? —preguntó
George uniéndose a la conversación, el señor Weasley desde el fon-
do asintió rápidamente.
—Por supuesto… si es que las señoras les conceden permiso
—se burló Harry dando un paso hacia atrás sólo por si acaso.
—¡Ja! —soltó George—. Tú y yo somos dichosos, Harry, sin
mujer que nos regente como a los otros… —miró a Ron de manera
socarrona.
—¡Yo no tengo mujer que me gobierne! —protestó Ron.
—¡Ron! —se quejó Hermione a la vez que George hablaba.
—Al que le quede el guante que se lo chante, nadie habló de
ti, hermanito.
Harry soltó una carcajada mientras Ron enrojecía aún más, y
Hermione resoplaba fastidiada, pronto los cuatro se enfrascaron en
una larga conversación acerca de lo que estaban haciendo cada uno
por esos días; de las nuevas bromas que tenían preparadas para la
tienda y de la posibilidad de abrir más sucursales en los condados
mágicos que se estaban creando alrededor del Reino Unido. Aque-
lla era otra consecuencia de la guerra, la gente prefería ahora vivir
junta, comunidades mágicas similares a la de Hogsmade se creaban
por varios lugares, todas protegidas con hechizos y contraseñas. «Es
un lugar mucho más seguro» rezaba el anuncio de venta de casas de
uno de esos sitios.

971
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—En serio que creo que todo eso es un retroceso, aislarse no


hará que algún loco no quiera alzarse y controlar el mundo mágico
—opinó Hermione.
—Pero la última vez, la gente estaba muy separada, disper-
sa… al final tal vez hubiera sido mucho más sencillo defenderse si
todos estaban unidos —opinó George, siempre había resentimiento
en su voz cuando hablaban de la guerra.
—Pudieron mantenerse juntos sin vivir juntos —protestó
Hermione.
—Chicos —llamó el señor Weasley haciendo levitar una
bandeja con ponche color rosa—, les doy el ponche si es que cam-
bian el tema de conversación.
Los chicos sonrieron, incluso George mientras tomaban sus
copas y daban una probada, a Harry le gustaba mucho el sabor dul-
zón mezclado con el licor amargo, y aún más, que el tema cambia-
ra, no le agradaba tampoco hablar de la guerra.
Ginny no apareció el resto de la tarde. Harry se divirtió mu-
cho conversando con Ron y Hermione, más de un año después, pe-
se a los amigos que había hecho en la Academia de Aurores, no po-
día negar que los extrañaba, extrañaba el compartir las clases y los
deberes con ellos, sus teorías acerca de muchas cosas. Los extrañaba
aunque no tanto como extrañaba a Draco.
Cuando ya faltaba poco para que Harry tuviera que volver, se
refugiaron en el jardín, los tres se sentaron sobre el césped, Harry
encendió un cigarro y se dejó caer sobre la hierba, a su lado sus
amigos lo imitaron.
—No deberías fumar, no sólo fumas tú, también lo hacemos
nosotros.
—Hermione, en serio, nos vemos una vez al mes, no creo
que sea un gran daño.
—Pero sí para ti.

972
LIBRO III|Caminos
[1] La Academia de Aurores del Ministerio Inglés

—Ya, déjalo, Hermione, mejor que nos cuente cómo le va


con esa tal Violeta…
—Violet, Ron —corrigió Harry. Harry les había contado
acerca de ella y de la forma como siempre quería salir con él; en el
fondo, Harry no dudaba de que Ron estuviera esperanzado con que
finalmente aceptara y dejaran de gustarle los chicos—. Y no va nada,
ella está alrededor y yo la ignoro, pronto se le pasará.
—No lo creo, tal vez está obsesionada contigo… ya sabes, si
sales con ella tal vez se le quite el querer andar contigo.
—Cierto —convino Ron con Hermione—, tal vez descubra
lo aburrido que eres y te deje en paz.
—Yo no soy aburrido —se quejó Harry viendo cómo el hu-
mo se elevaba hacia el cielo—. Ron, ese señor Schmidt, su tienda
estaba cerca de Sortilegios Weasley, ¿cierto?
—¿Viste la noticia? —preguntó Hermione.
—Salió hoy, aunque no era tan grande, creo que la vi de
suerte.
—Schmidt está furioso, no ha abierto ayer ni hoy, y no quie-
re salir de su casa, los aurores estuvieron allí un momento nada
más, y ya te imaginas, la gente pasa y mira de forma extraña el lu-
gar… Creo que definitivamente tendrá que mudarse, si es que
quiere comerciar de nuevo… ya sabes, la gente no tolera mucho ese
tipo de escándalos.
Harry frunció el ceño.
—¿No hay sospechosos? ¿Los interrogaron para ver si al-
guien había visto algo?
—Sabes que no, Harry, que como las veces anteriores, nadie
se preocupa… —Hermione pareció dudar un momento antes de
meter la mano en el bolsillo de la túnica y sacar un volante color
anaranjado chillón y pasárselo.

973
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Cada vez están más subidos…. Está vez hablan de hacer


justicia… de eliminar a los malos ejemplos…
Harry leyó atentamente el nuevo y horrible volante.
—¿Puedo quedármelo?
—Claro… —Hermione suspiró profundamente—. Averigüé
sobre ese movimiento, nunca se le han conocido líderes y durante
los últimos veinticinco años, sus acciones se han limitado a pintar
en las casas de personas homosexuales… No repartían volantes,
aunque sí dejaban el nombre de su asociación sobre las paredes…
—En teoría —comentó Ron— no están haciendo más de lo
que hacían antes.
—Ya, claro —bufó Harry—, pero ahora el señor Schmidt
tendrá que cambiar de lugar o resignarse a que la gente ya no le
compre, al igual que esa bruja que vivía con, supuestamente, una
amiga en las afueras de Hogsmade, se tuvieron que mudar porque
mucha gente ya no le quería hablar o atender en las tiendas.
—Harry… ese no es ni será tu caso —le consoló Hermione.
—Lo que sea, sólo quería saber si el señor Schmidt estaba fi-
nalmente bien…
—Lo está, aunque ya sabes, no sabemos qué más vaya a pasar,
a mí me parece que estos, se lo toman más en serio que los de an-
tes…
—Pueden ser los mismos —contradijo Harry.
—No, si lo fueran, no estarían siendo más agresivos… ade-
más, tras veinticinco años de campaña, yo supongo que algunos ya
deben haber…
—¿Muerto? —aventuró Harry interrumpiendo a Hermione.
—Sí, algo así.
—En fin… me esperan dos semanas de torturas en la glorio-
sa Academia de Aurores —dijo Harry arrojando la colilla de cigarro

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LIBRO III|Caminos
[1] La Academia de Aurores del Ministerio Inglés

y sentándose completamente. Ron y Hermione lo imitaron y le die-


ron miradas preocupadas, Harry arqueó una ceja.
—¿Qué?
—Harry… —empezó Hermione, Ron parecía ligeramente
incómodo, y miraba hacia el pasto como si fuera la cosa más intere-
sante del mundo—… yo… es decir, nosotros estamos preocupados
por ti.
—Oh, no me vengan con eso de nuevo, ya me ven, estoy
sano, y estudiando y todo…
—Sí, pero no creas que no sabemos de tus escapadas y…
—No puedo llevarlos conmigo todo el tiempo, tengo dere-
cho a hacer lo que se me venga en gana, y no siempre eso los inclu-
ye a ustedes.
—Pero tampoco significa que te emborraches todos los fines
de semana que tienes libres —criticó Hermione cruzándose de bra-
zos.
—Yo no hago eso —mintió Harry.
—Harry —habló Ron por primera vez, todavía lucía muy in-
cómodo—, lo sabemos, lo que haces, cómo te vas todo el tiempo
que puedes de fiesta, las condiciones en que regresas… en serio,
compañero.
—¡No me llames compañero! —se quejó Harry—, y menos
si es que me han estado espiando.
—¡Esto es por tu bien! —protestó Hermione, Harry se puso
en pie apretando los puños.
—¡Es por tu bien! ¡Es por tu bien! Estoy hasta las narices de
que todos asuman cosas sólo porque creen que es por mi bien.
—Cálmate.
—No me calmo nada, Hermione. No tienen derecho, ya no,
haré con mi vida lo que me plazca y no tienen ninguna autoridad
para opinar siquiera. Nadie la tiene.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Ni siquiera ese chico con el que estuviste en Hogwarts?


—preguntó Hermione; luego de la graduación Harry les había di-
cho que habían terminado, que era lo mejor para ambos no tener
que preocuparse de una relación clandestina, y aunque lo había
contado como si no le diera la mayor importancia, Hermione sabía
que no era así, y que ese tema aún dolía.
—Calla, ¿quieres? —replicó Harry con voz aguda mientras
se colocaba la chaqueta.
—No le hables así —protestó Ron y Harry resopló pero no
dijo más.
—Estoy segura de que a él no le gustaría saber que andas ha-
ciendo lo que haces, y sí, te reclamamos, y con derecho, porque
temo… tememos por ti, porque estás haciendo demasiadas tonte-
rías y luego…
—Ya déjenme en paz.
—Escucha, Harry —comenzó Ron—, nosotros entendemos
que…
—No entienden nada, y no se atrevan a usarlo a él como algo
que hará que cambie y deje de hacer lo que a mí me gusta, y si no
tienen nada amable que decir, me largo de aquí.
—Pero, Harry…
Harry escuchó la voz de Hermione, pero no le hizo caso,
simplemente subió a su moto y se elevó antes incluso de activar el
hechizo de invisibilidad, aunque ya iba apurado, no aceleró mucho
más el paso, mientras la voz de Hermione le repetía una y otra vez
«si era que acaso a él le gustaría ver lo que hacía…» ¿Le gustaría a Draco
saber que andaba comportándose de esa manera? La respuesta, por
supuesto, era que no, pero Draco no estaba allí para verlo ni recla-
marle, ni hacer ninguna otra cosa, porque Draco se había ido, había
terminado con él sin darle opción a reclamo, ni siquiera a despedir-
se… Draco simplemente lo había dejado sin importarle sus senti-

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LIBRO III|Caminos
[1] La Academia de Aurores del Ministerio Inglés

mientos, y por lo tanto, había perdido el derecho a opinar sobre su


vida.

–|– 

—No creo que haya sido la mejor manera —suspiró Ron


sentándose nuevamente en el césped, mirando a Harry alejarse por
el cielo un instante, hasta que la moto se perdió en el horizonte.
—Lo sé… lo lamento, no debimos reclamarle lo de su com-
portamiento —apoyó Hermione.
Ron se guardó el decir que en realidad, sólo ella le había
cuestionado acerca de su comportamiento.
—¿Qué haremos ahora?
—Esperar supongo…
—Ya hemos esperado mucho. ¿Que tal si el siguiente en ser
señalado es él? ¿Que tal si aparece en su casa la pintura de los de la
MACH…? Harry no nos lo perdonaría —dijo Ron reflexivo.
—Si la MACH quisiera, ya hubiera puesto la pintura, y lo
hubiera señalado, tienen pruebas suficientes para hacerlo… creo
que si nos han enviado esas fotos, es porque en realidad no quieren
hacerlo…
—¿Quieren curarlo dices? —preguntó Ron algo escéptico.
—¿Para qué más lo harían? Es decir… mandar las fotos no
parece estar dentro de su comportamiento normal…
—Aún está la posibilidad del chantaje.
—Se las hubieran mandado a Harry, no a nosotros.
—Saben que Harry no aceptaría un chantaje, que diría que
no le importa que el mundo se entere… ya sabes lo tozudo que
puede llegar a ser, y que no es partidario de andar acatando lo que
los demás quieren que haga.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Pero tampoco nos han pedido dinero… —Hermione re-


flexionó acerca de las fotografías mágicas que habían llegado las úl-
timas dos semanas, fotos donde Harry salía y entraba de las discote-
cas y bares de ambiente gay, bailando y besándose, y haciendo mu-
cho más con diferentes chicos, era un seguimiento que había dura-
do mucho tiempo—. En la primera decían que ese no era el com-
portamiento de un héroe de guerra, ni de un futuro auror…
—Y en la segunda, que si nosotros fuéramos sus amigos de
verdad, no permitiríamos que hiciera esas cosas… —continuó Ron.
—Creo que tienes razón, quieren que deje de hacerlo, no lo
quieren exponer.
—Debimos decírselo, Hermione…
—Ahora ya es tarde, en poco más de una hora marchará nue-
vamente a la Academia, y no serviría de nada preocuparlo en este
momento, encerrado allí no hay mucho que pueda hacer.
—Podríamos decir, en caso de que las fotos salgan a la luz,
que son trucadas, que no son ciertas —replicó Ron con ánimo.
—No, él no lo permitirá, ya de por sí no se siente cómodo
fingiéndose lo que no es delante de todos los de la Academia… Es
más, lo expulsarían de la academia en primer lugar.
Ron se frotó la frente con una mano y frunció el ceño.
—Él detesta que le escondamos las cosas…
—Pero es porque nos preocupamos por él…
—También detesta eso.
—Le escribiré para juntarnos el siguiente sábado que tenga
libre, en la mañana, y le enseñaremos todo —resolvió Hermione.
—Se enfadará.
—Pues es su culpa por andar rebotando de bar en bar cada
fin de semana, y por no cuidarse siquiera un poco para no ser des-
cubierto —replicó Hermione cruzada de brazos—, una cosa es que

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LIBRO III|Caminos
[1] La Academia de Aurores del Ministerio Inglés

sea gay, y otra, que ande con todos esos chicos con los que sale en
las fotos.
—Ya… —Ron no quería discutir al respecto, no otra vez al
menos.
—Hola, chicos —dijo Ginny apareciendo en ese momento
en el límite del jardín; desde que la escuela había terminado, ella y
Hermione habían pasado a una relación amable, aunque ya nunca
más habían vuelto a ser confidentes.
—Hola, te perdiste el almuerzo —comentó Ron, feliz de que
su hermanita llegara, y de esa manera interrumpiera la discusión
con Hermione.
—Sí, tenía cosas que hacer. ¿Harry ya se fue?
—Sí, hace muy poco… tenía que volver a la Academia… —
respondió Hermione, aún preocupada por las fotos y sobre cómo
proceder al respecto.
—Cierto… la Academia, ¿le encanta eso de ser auror no?
—Ajá…
—Que bueno —comentó la chica con una sonrisa, luego hi-
zo un ligero asentimiento y entró a la casa. A Hermione le supo mal
el tono de voz en la pelirroja, pero evitó hacer comentarios, después
de todo, Ginny había hecho las paces con Ron, y se comportaba
mejor, pero aún así… algo en ella le provocaba un deje de descon-
fianza.

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Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

2
La Universidad Mágica de Gunhilda de
Gorsemoor

“Si mis labios no pueden decirte que te amo, quiero que mi corazón lo repi-
ta cuantas veces yo respire.”
Angela González

Agosto de 2000. Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor,


Londres. 14 meses después de Hogwarts

D
raco meneó la cabeza negativamente viendo el color
de su poción, no se suponía que debía quedar de
ese color. Constató con manos frenéticas sus apun-
tes para verificar el efecto de cada uno de los ingredientes que había
utilizado, tratando de encontrar el error.
—Cinco minutos más —anunció el profesor Dauenhauer,
que se encargaba de dictar la clase de Creaciones, y Draco apuró
aún más sus revisiones hasta que encontró lo que había pasado: ha-
bía añadido una cantidad muy pequeña de Cupressus lusitanica.
Frunció el ceño y en un pergamino en blanco comenzó a hacer va-
rios cálculos, verificando si acaso era posible añadir todavía la canti-
dad faltante; luego de unos segundos, suspiró aliviado al saber que
era posible arreglarla, y agregó un poco más de aquella planta, des-

980
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

pués de mover la cantidad de veces establecida en el sentido de las


manecillas del reloj la poción, por fin adquirió el color violáceo ne-
cesario.
—Tiempo —dijo el profesor Dauenhauer mientras agitaba
su varita, todas las hornillas se apagaron, los alumnos rápidamente
empezaron a vaciar el contenido en los viales que debían presentar.
Draco escribió su nombre en la etiqueta y en la explicación de la
realización de aquella poción, para luego, dejarlo sobre la mesa de
trabajo. Un instante después, el profesor hacía levitar todo hacia su
escritorio.
El profesor Dauenhauer era un hombre bastante mayor y pa-
recía demasiado estricto, durante su primer año, Draco había escu-
chado hablar de él bastante: que era una inminencia en cuanto a la
creación de pociones se refería, pero que como todos los genios, era
un poco excéntrico y loco; aquella era su primera clase con él, la
primera clase del segundo año, y Draco debía reconocer que el tipo
daba un poco de miedo, aunque no parecía para nada loco, todavía
no al menos.
El timbre de cambio de hora resonó muy fuerte, y todos se
pusieron en pie rápidamente, metiendo las cosas en las mochilas y
morrales.
—Para nuestra siguiente clase, quiero que hagan una lista de
sus ingredientes favoritos para experimentar, las razones de su favo-
ritismo, y al menos tres pociones que hayan podido crear con ellos.
Cuatro ingredientes por alumno —ordenó el profesor sentándose
tras su escritorio mientras las pizarras alrededor del salón iban lim-
piándose. Draco escribió aquello con letra precisada, antes de ter-
minar de meter el pergamino en el morral y junto a sus compañe-
ros, salir del aula hacia el transitado pasillo.
La universidad era un lugar bastante amplio, y se dictaban di-
ferentes carreras además de Pociones, lo que hacía que hubiera una

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LIBRO III|Caminos
[2] La Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor

gran cantidad de alumnos; se había encontrado con algunos excom-


pañeros de Hogwarts, pero la gran mayoría eran chicos extranjeros
o chicos que habían asistido a otras escuelas o habían seguido su
educación por medio de tutores. Eso no quitaba que no supieran
quién era él, aunque el comportamiento y el trato hacia él era com-
pletamente diferente al de Hogwarts.
—Hey, Draco —llamó la voz de una chica, alcanzándolo en
el pasillo del tercer piso—, espérame.
—Hola Jocelyn —murmuró Draco sin dejar de caminar, la
chica imitó su ritmo y caminó junto a él.
—No te vi anoche…
—Es que regresé tarde del trabajo.
—Me lo imagino, pero deberías al menos haber tomado un
par de días libres, todas las vacaciones te las has pasado trabajando
—reprochó suavemente la chica.
—Qué se va a hacer… —Draco miró su horario para consta-
tar una vez más el salón de clases que le tocaba esta vez—. Voy hacia
«Pociones Aromáticas» con Covarrubias. ¿Qué te ha tocado a ti?
Jocelyn sacó el pergamino de su horario y leyó rápidamente:
—«Plantas Muggles» segundo curso, con Eugenides, en el
cuarto piso.
—Ah… lo conozco, nos enseñó «Plantas Peligrosas» el curso
pasado; lo tengo los viernes este semestre.
—El curso pasado yo llevé esto con la profesora Byron, pero
ya se retiró…
—Sí, creo que escuché algo al respecto, pero te caerá bien
Eugenides, es muy amable.
—¿Te veo a la hora del almuerzo? —preguntó la chica con
una sonrisa.
—Supongo, ¿en la cafetería de Botánica?
—Por supuesto.

982
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco se detuvo delante del aula que le tocaba, mientras Jo-


celyn se despedía de él con una señal, para luego caminar hacia las
escaleras que la llevarían al cuarto piso. Draco la observó marcharse
antes de entrar a su salón; como ya era su costumbre, se sentó en el
primera pupitre del lado izquierdo, y comenzó a sacar sus pergami-
nos, tinta y pluma para la clase, sus demás compañeros fueron en-
trando, algunos lo saludaban con un asentimiento de cabeza y otros
simplemente lo ignoraban. Draco había descubierto que, por más
exmortífago que fuera, ser el mejor alumno le daba ciertas ventajas,
como el que muchos de ellos hubieran tenido que recurrir a él para
pedir ayuda a la hora de estudiar para los exámenes, entonces Draco
había descubierto una nueva forma de lucrar: enseñando e incluso
algunas veces haciendo tareas. El oro le venía bien, puesto que con
en el trabajo de medio tiempo que tenía, apenas y podía sacar lo jus-
to para mantenerse, y no estaba para rechazar ofertas.
Pese a que los compañeros no lo molestaban, tampoco enta-
blaban amistad con él, sólo se le acercaban si era que necesitaban al-
gún tipo de ayuda, y sólo el tiempo estrictamente necesario, y Dra-
co estaba conforme con eso, puesto que en realidad no tenía tiempo
ni ánimos para socializar con nadie.
Jocelyn era un caso aparte, ambos habían coincidido en la
clase de Botánica del primer semestre, ella tampoco hablaba con ca-
si nadie, y un día, a la hora del almuerzo, durante la segunda sema-
na de clases, se había sentado en la mesa que él ocupaba solo; aun-
que al inicio, Draco había sido desconfiado con respecto a ella, fi-
nalmente se habían hecho amigos, aunque no se veían más que en-
tre clases y en algunos almuerzos, la pasaban bastante bien, conver-
sando básicamente sobre las clases y los profesores. Ella nunca le
mencionó nada acerca de la guerra o de los bandos, y Draco lo
agradeció.

983
LIBRO III|Caminos
[2] La Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor

Draco sacó también el libro de Pociones Aromáticas que era


una clase nueva que tomaría, y comenzó a repasarlo mientras escu-
chaba alrededor a sus demás compañeros riendo y conversando. De
pronto, alguien se dejó caer a su lado; en esta clase, a diferencia de
la mayoría de las clases, los pupitres eran para dos estudiantes, pero
por regla general, nadie se sentaba junto a Draco, que extrañado le-
vantó la vista para ver al inoportuno visitante.
—Hola —dijo un chico con un acento bastante rústico, pero
sin embargo sonriendo.
—¿Qué quieres?
El chico frunció el ceño.
—¿Aprender?
—¿Cómo?
—Ya sabes, es una universidad, estamos aquí para aprender…
—Eso ya lo sé —replicó Draco cada vez más molesto—, me
refiero a qué quieres aquí, sentándote en mi sitio.
—Oh… ¿Es que está ocupado?
—Sí, por mí.
—Tú sólo puedes ocupar un lugar, no dos.
—Pero hay sitios libres en otros lados.
—Pero a mí me gusta sentarme en el frente, y no hay otro si-
tio libre en el frente —replicó el chico comenzando a sacar sus co-
sas. Draco, acostumbrado a andar solo, sintió su espacio personal
invadido.
—¿En serio te quedarás aquí?
—Claro, ¿por qué no?
—¿Porque yo no quiero? —contestó Draco arqueando una
ceja de manera amenazante.
—Ja, sí claro, su eminencia —se burló el chico—. Por cierto,
mi nombre es Gael, Gael Eytinge, recién inicio aquí este año.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Eso es obvio —replicó Draco con los dientes apretados y


dándole una mirada más al chico. Efectivamente nunca lo había vis-
to antes; tenía una forma de vestir bastante extraña, el cabello casta-
ño peinado de manera desordenada y bastante corto, en la muñeca
llevaba una pulsera oscura que parecía una correa de cuero, y un
pendiente pequeño en la oreja izquierda.
—¿No me dirás tu nombre? —preguntó el chico sin inmu-
tarse ante el tono y la agresividad de Draco.
—¿También es algo que tengo que hacer?
—Oh, ¿un mal día? Es una lástima, sobre todo porque recién
inicia, y con esa actitud terminarás terriblemente enfermo al con-
cluir la jornada.
—Era un buen día hasta que llegaste a invadir mi asiento.
Gael puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.
—¡Pero que infantil!
—¿Perdón?
—Claro que te perdono, ¿cuál es tu nombre?
—Yo no… —empezó a responder Draco cada vez más
enojado, pero en ese momento el profesor Covarrubias, un mago
bastante joven y entusiasta, entró al aula haciendo que todos detu-
vieran sus conversaciones.
Draco apretó los puños y se concentró en poner atención a la
clase y no dejarse distraer por los comentarios y los movimientos
del chico que tenía al lado, finalmente pudo tomar notas, e incluso
hacer algunas buenas preguntas sobre el contenido de la clase; para
cuando ésta terminó, ya tenía una tarea más que hacer, y un poco de
apetito, puesto que ya era hora de almuerzo.
—Entonces, Draco —dijo Gael, que había por fin averiguado
su nombre por la lista del profesor—. ¿Vamos a almorzar?
Draco le obsequió con una mirada molesta y se puso en pie.

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LIBRO III|Caminos
[2] La Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor

—No, gracias —respondió secamente antes de salir del aula


con pasos rápidos, dejando a Gael desconcertado de pie, solo en el
salón de clases.

–|– 

—Y entonces, el muy igualado ha venido hasta mi pupitre y


se ha sentado a mi lado, no había forma de que se fuera —se quejó
Draco con Jocelyn, que apretaba los labios para no reír—, y no te
rías, que sabes que no me gusta compartir asiento con nadie.
—Eso debe ser un trauma del hijo único —comentó la chica
con befa—, y no veo nada de malo con que hagas amigos, a veces
creo que si no fuera por mí, serías un ermitaño.
—Al menos tendría tranquilidad.
—-Draco…
—Y no soy un eremita, sólo escojo con quién socializar y con
quién no.
—Dime una cosa, ese chico, Gael… ¿Cómo era?
—¿A qué te refieres?
—Ya sabes, ¿cómo lucía?, ¿tenía un pendiente en la oreja y el
cabello peinado de manera rara?
Draco arqueó una ceja.
—¿Cómo sabes…?
—Ajá, aquí estabas —dijo la voz del chico detrás de él. Draco
cerró los ojos y Jocelyn soltó una pequeña carcajada mientras Gael
se sentaba con toda frescura junto a Draco.
—Así que tú eres Gael.
—Sip, ese soy yo —respondió el chico con una sonrisa—,
aunque yo no sé quién eres tú.
—Jocelyn, amiga de Draco.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Vaya, debe ser todo un logro con el carácter que se gasta —


se burló Gael, Draco volteó a mirarlo con desprecio.
—Y si tanto te molesta, ¿por qué demonios estás sentado
aquí?
—¡Draco! —reprochó Jocelyn, aunque Gael pareció no in-
mutarse por el comentario.
—Porque no conozco a nadie más. Soy estudiante nuevo,
¿sabes? —explicó ahora hacia la chica—, me mudé hace sólo un par
de días, tengo una media beca para «Fabricación de Perfumes»
—¿En serio? Draco será fabricante de pociones curativas y
medicinales.
—Vaya, son todos unos capos los que pueden llegar a ese ni-
vel.
—¿Y de dónde viniste? —preguntó Jocelyn. Draco se obligó
a contar lentamente hasta cien mientras comía y escuchaba al chico
relatar que venía de Philadelphia, de una universidad de la comuni-
dad mágica, y que había obtenido esa beca, y que por eso había de-
jado su casa para estudiar aquí, ya que era una universidad muy co-
nocida. Que se estaba quedando en los dormitorios y que el día an-
terior había estado por el callejón Diagon, aunque mencionó que el
lugar no le había gustado tanto como esperaba.
Para las clases de la tarde, Draco pensó que finalmente se ha-
bía librado de él, pero en la última clase, se lo encontró una vez
más. Draco se preguntó si era que no se trataría de algún tipo de
acosador, mientras Gael se sentaba nuevamente a su lado.

–|– 

—Los dormitorios de la Universidad de Philadelphia no eran


tan grandes como estos, ¿sabes? —comentó con voz alegre Gael
mientras ambos caminaban rumbo a los dormitorios, los cuales

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LIBRO III|Caminos
[2] La Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor

quedaban en un edificio diferente a los que usaban para dictar cla-


ses. Aunque Draco no estaba de acuerdo con el término caminaban,
puesto que él caminaba y Gael lo seguía.
—No me digas —murmuró.
—Sí, y luego estaba el tener que compartir las habitaciones
—Gael hizo una mueca que muy a su pesar, a Draco le pareció gra-
ciosa—, eso era realmente desagradable e incómodo.
—Ya.
—¿Y qué se supone que harás en este momento?
—Ir a mi habitación —respondió empujando las puertas de
vidrio de acceso al edificio, no tuvo la suerte de que le dieran en la
cara a Gael, como tenía previsto.
—Perfecto —continuó Gael—, la mía está en el último piso,
no sé por qué han tenido que mandarme tan arriba, pero al menos,
como te dije, es una para mí solito.
—Demonios —masculló Draco presionando con extremada
fuerza el botón del ascensor, como si de esa manera pudiera hacerlo
llegar más rápido, o desaparecer el parloteo de Gael.
—Y además, tienen los ascensores, en los dormitorios de no-
sotros eran sólo cuatro pisos, pero no había ascensor y uno tenía
que subir y bajar las escaleras, a lo menos, cuatro veces al día —la
puerta de uno de los ascensores se abrió, unos cinco chicos salieron
y Draco pudo entrar, lamentablemente, y pese a sus deseos, las
puertas tampoco se cerraron en la cara de Gael, que se acomodó a
su lado—, sin contar lo llenas que estaban muchas veces las escale-
ras, más de una vez caí porque alguien me empujó… —Gael hizo
una extraño mohín y miró hacia el panel de botones multicolores
de enfrente—. Bueno, eso no tiene importancia.
Draco se encogió de hombros, verdaderamente no tenía gran
importancia. No para él al menos.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¡Hey! —exclamó mirando hacia Draco con los ojos ra-


diantes—. ¡Pero si estamos en el mismo piso!
—No quepo en mí mismo de la emoción —farfulló Draco
presionando con un par de dedos su sien, eran apenas las seis de la
tarde, tenía ya tres tareas que realizar, ir al trabajo, y además, a un
loco parlanchín al costado. ¿Podría la vida ser más cruel?
—Será genial, nos podemos juntar para hacer las tareas…
¿planeas hacer hoy la tarea de plantas aromáticas? Yo entendí casi
todo pero… —en ese momento su voz fue interrumpida por la voz
del ascensor casi llegando al piso siete, el último piso de los dormi-
torios.
—Y no olviden que el próximo sábado empiezan las inscripciones pa-
ra participar en el equipo de quidditch de las diferentes facultades. ¡Vamos,
inscríbanse y jueguen por su facultad! Aún nos quedan seis meses y podemos
participar del campeonato inter-universidades.
—¿Esa mujer se la pasa todo el día hablando? —preguntó
con algo de impaciencia Gael mientras seguía a Draco por el largo
pasillo de piso albo resplandeciente y puertas negras a los costados.
Por primera vez en todo el día, Draco se sintió de acuerdo con
Gael.
—Sí, y es peor durante los exámenes, diciendo cosas como
que no olvides tus plumas y calderos, o que no aceptes tomar tóni-
cos mentales porque lo que no aprendiste en el curso, no lo apren-
derás ahora, que te resignes.
—¡Ouch!, eso es cruel
—He visto chicos y chicas salir llorando de esos elevadores
—afirmó Draco deteniéndose en la puerta de su dormitorio, la pe-
núltima del lado izquierdo, antes de llegar a las escaleras que lleva-
ban a la azotea, a donde él casi nunca subía.
—Vaya, ¿ésta es tu habitación?

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LIBRO III|Caminos
[2] La Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor

—No, por lo general me paso a saludar a las puertas antes de


ir a la mía —replicó Draco. El momento en que Gael y él habían
estado de acuerdo terminó. Levantó la varita y susurró—. Heracles
—y la puerta se abrió con un pequeño chasquido.
—Mi habitación está al lado —afirmó Gael, por primera vez
parecía algo indeciso en si entrar o no, Draco puso los ojos en blan-
co, ¿por qué demonios ese chico tenía que estar tan cerca de él?
—Me lo imaginaba, bien, supongo que no hay otro remedio
—suspiró Draco—, te veré mañana —entró a su habitación y sin
esperar respuesta alguna, cerró la puerta con fuerza.
Su habitación era pequeña, más pequeña que la que había te-
nido en Hogwarts en el último año, pero no por eso menos funcio-
nal: a un lado, junto a la pared que tenía la ventana con vista a los
jardines interiores y los laboratorios de Herbología, estaba la cama,
le había gustado mucho porque en verano podía descorrer las corti-
nas y ver la luna antes de dormir, era cursi, lo sabía, pero esos eran
los momentos en que más pensaba en Harry, y se preguntaba si aca-
so él no estaba también recostado mirando hacia el cielo. Después
de la forma como se había marchado, dudaba mucho de que lo que
hiciera en esos momentos el ojiverdes, fuera pensar en él, pero sí lo
podía imaginar mirando al cielo y pensando en cualquier cosa que
lo entretuviera.
Al otro lado de la habitación, estaba la puerta del reducido
cuarto de baño: una ducha pequeña en donde cabía con las justas,
un excusado y un lavabo, todo en blanco, siempre limpio y brilloso.
Junto a la puerta de entrada al dormitorio, había un enorme estante
que ya tenía bastantes libros: la primera parte era una colección de
plantas de Oceanía que le había regalado el profesor Monroe cuan-
do aquella noche, luego de recibir los resultados de sus pruebas y
haber celebrado con Harry, había ido a darle la buena noticia y a
agradecerle por toda la ayuda, el profesor lo había sorprendido dán-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

dole una gran caja con una colección bastante fina de libros, argu-
mentando que estaba tan seguro de su ingreso que hasta ya le había
tenido el regalo preparado desde semanas atrás. Otro grupo de li-
bros lo conformaban textos y tomos que el profesor Monroe tam-
bién le había enviado de su, según el profesor mismo, no muy leja-
na época de estudiante en la misma universidad, esos habían llegado
vía lechuza cuando había iniciado su segundo semestre, y otro tanto
habían sido adquiridos con algo de esfuerzo por él mismo, la mayo-
ría eran de segunda e incluso tercera mano, recordó que la primera
vez que compró un libro usado, prometió no burlarse más de los
Weasley y sus cosas usadas o sus pobrezas.
Al lado de la cama estaba el escritorio, aún con los pergami-
nos y los libros que había estado repasando la noche anterior, delan-
te del escritorio estaba la foto de los Malfoy, la misma que había lle-
vado a la escuela y que era la que más le gustaba de sus padres y él.
Dejó el morral sobre la silla y abrió uno de los cajones del lado iz-
quierdo; dentro, sólo había una cosa: una fotografía muggle de él y
Harry, sonriendo en aquel tren, durante el viaje que habían hecho
en vacaciones. Sonrió, como cada vez que la veía, y luego se puso
manos a la obra, todavía tenía que bañarse y cambiarse de ropa para
ir al trabajo.

–|– 

Cerca de las siete de la noche, se terminó de acomodar la ro-


pa muggle, sacó casi todos los libros y cosas que llevaba en el mo-
rral, y metió la camiseta de tipo polo morada y la gorra, se colgó el
morral de lado y verificó su aspecto en el pequeño espejo del baño
antes de salir de la habitación. En los pasillos, mientras cerraba su
puerta nuevamente con el hechizo, vio a un par de compañeros que
salían del ascensor, ambos le dieron un asentimiento de cabeza a

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LIBRO III|Caminos
[2] La Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor

modo de saludo, y Draco contestó de la misma manera. No había


dado más de dos pasos cuando una voz lamentablemente conocida
lo llamó:
—¿Te vas de fiesta? —preguntó Gael apoyado en el marco de
la puerta de su habitación, los dos chicos que en ese momento esta-
ban ya parados frente a la puerta de una de las habitaciones, los mi-
raron de manera extraña, casi como esperando la confirmación de
Draco.
—¡Claro! —contestó Draco de manera sarcástica—, el pri-
mer día de clases, y para más señas, un lunes, me voy de juerga, a
una muy salvaje y alocada, y terminará hasta el amanecer.
Gael entrecerró los ojos y pareció, por primera vez desde que
conociera a Draco, un tanto enfadado.
—Ya entendí.
—Demos gracias a Merlín —suspiró Draco mientras cami-
naba ya hacia el elevador. Una vez dentro miró hacia el pasillo; Gael
aún seguía allí de pie, con los brazos cruzados y mirándolo de ma-
nera extraña, Draco arqueó una ceja interrogante, e iba a preguntar
qué demonios le miraba tanto, pero en ese momento, el ascensor se
cerró.
Durante el camino de siete pisos hacia abajo, el elevador se
abrió unas cuantas veces, y los aburrió a todos los que lo abordaban,
con anuncios sobre la normativa para sacar los libros de la bibliote-
ca; sin embargo Draco, no podía dejar de pensar en esa mirada y
preguntarse si era que acaso se había pasado de la raya.
Llegó al fin a la salida del edificio, y caminó con pasos rápi-
dos y decididos hasta las grandes puertas de salida, los guardias de
seguridad que tocaban en ese turno —que gracias a Merlín y todas
las deidades, no eran aurores— le dieron un asentimiento de cabeza
mientras él les enseñaba el carnet con la autorización para salir por
motivos de trabajo. Ya los conocía de memoria, no se podía decir

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

que eran grandes amigos, pero al menos, se saludaban e intercam-


biaban comentarios acerca del clima y cosas por el estilo.
Una vez puso un pie fuera de las inmediaciones de la univer-
sidad, se terminó el silencio mágico creado para el edificio, y el bu-
llicio de la ciudad lo envolvió, metió las manos dentro de los bolsi-
llos del pantalón vaquero, y caminó con pasos luengos y aligerados,
las tres calles que lo separaban de la siguiente estación de autobuses.
Una vez llegado a la parada de autobuses, esperó paciente-
mente los cinco minutos que tardaría en llegar la línea que lo lleva-
ría al lugar donde trabajaba.
Como ya estaba acostumbrado, pagó las monedas al chofer y
se refugió en el último asiento; sacó uno de los libros, (encantado
para que pareciese un libro muggle más) y se puso a leer parte de lo
que le tocaría en las clases del día siguiente mientras el ómnibus
traqueteaba lentamente por las calles ya oscuras de Londres.

–|– 

El lugar donde trabajaba medio tiempo no era otro que una


de las tiendas del supermercado Sainsbury's, el primer contacto que
había tenido con el mundo muggle luego de la guerra, había sido
cuando su madre lo había mandado a comprar las provisiones a ese
sitio, recordaba que la chica que lo había atendido era bastante
amable, y por casualidades de la vida, él había logrado obtener un
empleo de medio tiempo en la misma cadena, aunque claro, nunca
había vuelto a ver a aquella chica.
—Hola, Draco —saludó el guardia que custodiaba la puerta
trasera del lugar con una sonrisa afable y cordial mientras abría la
enorme puerta metálica.
—Hola, Phill —respondió Draco sonriendo mientras exten-
día el carné al lector de la puerta para que marcara su llegada.

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LIBRO III|Caminos
[2] La Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor

—Perpetua está de muy malas pulgas hoy —le informó casi


en un susurro.
—¡Diablos!
—Lo mismo dijo la pobre de Mary Sue —contó Phill man-
teniendo en susurros la voz.
—¿Por qué?
—Se olvidó de cobrar una oferta o algo así, y la gritó delante
de toda la tienda.
—¡Ouch!
—Eso dijo Jane —replicó con una sonrisa el hombre, y Dra-
co negó con la cabeza—. Así que date por advertido y no llames su
atención.
—Me haré invisible —respondió Draco.
¿Cómo es que podía simpatizarle a aquel hombre? No lo sabía, por
lo general no le caía bien a nadie, y nadie le caía bien, sin embargo
con Phill, el conversar era bastante sencillo y fluido, y había surgido
desde el primer día. De alguna manera, aquel hombre le recordaba
a Crable y Goyle, por el tamaño y la musculatura.
—Sería genial que lo hicieras.
—Te veo en el descanso —sonrió Draco entrando por fin a la
parte trasera de la tienda, esperando encontrarse con el hombre dos
horas después, justo a la hora del cigarro.
—Si es que ya sabes quién no te grita —agregó Phill antes de
cerrar la puerta.
—Nah —se burló Draco entrando por el angosto pasillo ha-
cia los camarines de chicos. Dentro ya habían dos chicos más ter-
minando de guardar sus cosas. Ambos le hicieron asentimientos de
saludo mientras salían por fin.
Se sacó el morral y abrió el casillero que encontró libre, in-
continenti de dejar todo dentro, se sacó la camiseta para ponerse la
camisa del uniforme cuando escuchó un murmullo, como música

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

amortiguada y lejana, sin duda era Axel y su endemoniado discman.


Draco siempre se había preguntado si era que al final Axel, no po-
dría quedarse sordo de escuchar eso tanto tiempo y tan fuerte.
—Pero si es el gran Draco —saludó Axel entrando y sacán-
dose los audífonos con aire teatral.
Draco, con la camisa morada en la mano y el torso desnudo,
se giró para mirar a Axel durante un instante, antes de retomar sus
prisas por terminar de vestirse.
—¿Qué hay?
—Pues eso depende de ti, siempre lo he dicho —contestó el
chico acercándose a Draco.
Draco tenía que admitirse que sí le gustaba Axel, tenía el ca-
bello oscuro y largo, sujeto con una coleta, un aro en la oreja, siem-
pre andaba con apretadas camisetas oscuras de bandas de rock y
pantalones vaqueros desgastados y rotos que le daban un aire de
chico desenfadado, tenía esa sonrisa bastante simple y llana, y sobre
todo eso aun, era gay y le tenía ganas. Pero Draco, por alguna razón
se sentía extraño, corto y cohibido ante la sola idea de estar con al-
guien más, aunque algunas veces se había encontrado a sí mismo
fantaseando primero con Axel antes de que la imagen se transfor-
mara en Harry, cuando necesitaba desfogar toda ese energía sexual
que tenía dentro.
—Ya vamos llegando tarde —comentó Draco pasando por al-
to la respuesta de Axel y abrochando apresuradamente la camisa del
uniforme, el que Axel tuviera unos músculos de infarto, y que
además, lo mirara de esa manera, no ayudaba mucho a su confianza.
—Draco —suspiró Axel, que ya estaba sin camiseta y acer-
cándose a Draco por detrás con cautela—… Draco —repitió.
—Mmm —contestó Draco obviando que el chico estaba de-
trás de él, y que casi podía sentir su piel arder. ¿Cómo Axel había po-
dido descubrir que él era gay? Ese era otro de los misterios de su vida.

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LIBRO III|Caminos
[2] La Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor

Desde el primer día que se habían visto, unos cuantos meses atrás,
Axel se le había acercado e insinuado, y a Draco le había gustado la
idea de gustarle a alguien más, por supuesto, pero se preguntó si era
que no traería algún tipo de cartel que dijera «Soy Gay».
—¿En serio no me dejarías? —Draco se sintió estremecer,
como hacía tiempo no lo hacía, ante el calor tan cercano del otro
cuerpo—. ¿Ni una sola vez?
—No… —tomó una bocanada de aire—,… no creo que sea
buena idea —y dicho eso, se escabulló por uno de los lados del casi-
llero, dejando a Axel de pie, sin camiseta, luciendo sus maravillosos
músculos y una sonrisa rara.
—¡Y yo sigo pensando que sí es una buena idea! —escuchó
que gritó Axel cuando él ya estaba a punto de llegar a la puerta de
metal que separaba la tienda en sí, de los camerinos, y por primera
vez en seis meses que llevaba de conocer al chico, él también pensó
que no sería mala idea después de todo.

–|– 

Su trabajo en la tienda era bastante sencillo, demasiado senci-


llo en realidad, pero él no pensaba hacer una carrera dentro del
mundo de los supermercados, así que en realidad, no le avergonza-
ba hacer lo que hacía desde hace más de un año: sólo empaquetar
los productos de los clientes en bolsas de papel, correr a través de la
tienda en busca de algún precio, o a pesar algún producto a última
hora.
—Malfoy, ve con Mary Sue —ordenó la voz extremadamen-
te firme y hasta cierto punto amargada de Perpetua. Era una mujer
escueta, bastante mayor, de tez pálida, cabello oscuro, siempre suje-
to en un moño, y algo escuálida; se decía que había estado casada
una vez, hace ya muchos años atrás, y que no tenía hijos, y que

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

además, había iniciado siendo cajera en el supermercado para des-


pués convertirse —tras muchos años de esfuerzo y trabajo arduo,
según decía la misma Perpetua— en la administradora. Draco pen-
saba que era una vieja frustrada que disfrutaba de gritar a las chicas
lindas como Mary Sue, y a muchas de las otras cajeras para, de esa
manera, descargar en algo, la amargura que sentía por haberse que-
dado en aquel sitio que no le gustaba. Aunque claro, era algo que
Draco pensaba, y no lo decía en voz alta.
—Buenas noches, señora, por supuesto —respondió Draco,
con toda la amabilidad que pudo. Como siempre, la mujer le sonrió
y asintió. Draco sabía cómo tratarla; cuando recién había empezado
a trabajar allí, al inicio de su primer año en la universidad, ella le
había gritado un par de veces, en realidad, no eran la gran cosa
comparado a los reclamos de Lord Voldemort o de los mismos au-
rores, así que no se había sentido realmente herido; luego de eso
había sido más cuidadoso, sobre todo, en su forma de tratarla, y
descubrió que a Perpetua le gustaba que los chicos la trataran bien.
Si tú le sonreías al momento de ingresar, y a menos que crearas una
catástrofe dentro de la tienda, ella no te reñiría. Claro que eso sólo se aplicaba
a los chicos, las chicas eran las que llevaban las de perder siempre. Al menos
eso pensó Draco viendo a Mary Su, con los ojos ligeramente rojos y
húmedos, y la nariz colorada, como si hubiera llorado por horas. En
cuanto llegó hasta su sitio, ella hizo una mueca triste, y Draco le
sonrió en respuesta.
—Ya me lo contaron.
—Genial —replicó la chica—, ahora todos lo sabrán.
—Como si existiese forma de que todos no se enteraran des-
pués de como grita… —murmuró Draco con los labios apretados,
acomodando las bolsas que serían usadas en su turno, y dándole la
espalda a Perpetua, que ya comenzaba a pasear por las cajas, aprove-
chando el momento de tranquilidad. Draco sabía que ese era el

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[2] La Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor

momento que precedía a la gran avalancha de clientes. Miró el re-


loj: ocho y media de la noche, a esa hora parecía que toda la gente
que salía de las oficinas y tiendas, llegaban deseosos de adquirir to-
dos los comestibles posibles para llevarlos a su casa, como si el
mundo se fuese a acabar a la mañana siguiente.
—Cierto… por suerte, a fin de año podré irme —susurró
Mary Sue con una sonrisa un poco más cálida.
—¿Irte?
—Me gradúo, ¿recuerdas? Haremos una fiesta y todo.
—Cierto —Draco recordó haber escuchado algo al respec-
to—. A mí me falta mucho aún.
—Estás entre los favoritos, no te dirán nada.
—Pero eso no garantiza que me guste estar aquí.
—Y a quién sí —murmuró la voz de Jéremie, otro de los chi-
cos que ayudaba en la caja del costado.
—Te dije que gruñirle no era buena idea —reprochó Mary
Sue, y Draco levantó una ceja confundido.
—¿Le gruñiste?
Jéremie se encogió de hombros y sonrió de manera desinhi-
bida.
—No es mi culpa, escuché que andaba de mal humor… el
instinto me dijo que gruñera —contestó con voz fiera. A Jéremie le
encantaban las historias de licántropos y vampiros, aunque Draco
siempre reía de algunas de las cosas que escribían sobre ellos en el
mundo muggle.
—Ya… paren eso y quédense en sus sitios —chilló Nancy,
otra de las cajeras, la del lado, en donde Jéremie debería estar. Dra-
co y Jéremie giraron para ver a Perpetua avanzando hacia ellos, a la
vez que unos clientes empezaban ya a llegar a las cajas. Draco, al
igual que Jéremie, sonrió amablemente, y empezaron a meter los

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productos dentro de las bolsas, ante la mirada atenta y complacida


de la administradora.

–|– 

Draco trabajaba en el supermercado a medio tiempo los lu-


nes miércoles y viernes, desde las ocho y media de la noche hasta
las doce y media. Los sábados y domingos entraba al mediodía y se
quedaba hasta las ocho de la noche. ¿De dónde sacaba Draco el
tiempo que necesitaba para estudiar y hacer las tareas? Hasta mu-
chos años después, siempre se lo preguntó. Y eso que durante ese
primer año, y parte del segundo, estuvo mucho más holgado de
tiempo y necesidades que los que le siguieron.
Cuando cruzó la puerta de entrada de la Universidad, estaba
de guardia Edmond, un mago rubio y bien entrado en años, Draco
sabía que ya le quedaba poco tiempo para jubilarse, quizá por eso
era tan amargado.
El hombre abrió la puerta con gesto enfadado, y extendió la
mano para que Draco le mostrara el carnet de ingreso a la universi-
dad; por lo general el toque de queda era a medianoche, pero había
muchos alumnos que tenían permitido el ingreso a diversas horas
de la madrugada dependiendo de sus trabajos.
—Ya, pasa, Malfoy —y sí, Edmond era uno de aquellos que
aún rumiaba la culpabilidad de la familia Malfoy en la guerra. La
primera noche en que Draco había salido a trabajar, Edmond no lo
había dejado entrar durante mucho rato, alegando que debía revisar
muy minuciosamente, si aquel no era un carnet falsificado, y si ver-
daderamente tenía permiso para estar fuera tan tarde, o siquiera pa-
ra estar en la universidad.
Sintió las puertas de metal cerrarse tras él, y sin dar ya una
mirada más al anciano, enrumbó el largo camino por los jardines

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[2] La Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor

hacia su dormitorio. Como cada lunes, se encontró en las puertas


del ascensor con Tessa, estudiante ahora de último año de Botánica
Avanzada, se encontraba con ella siempre a esa hora en el ascensor,
y aunque en un inicio se habían mantenido en silencio, poco a poco
fueron entablando una conversación que inició con «Hey, tú eres
un Malfoy ¿no? ¿Ese de los malos?» que continuó con un gruñido
de Draco y luego, la siguiente noche, la chica simplemente lo salu-
dó. Draco, por cortesía respondió al saludo, y poco a poco, quién
sabe cómo, la relación se fue tornando bastante amistosa.
—Te esperaba. Apuesto a que Edmond quería verificar si de
verdad eras alumno de la universidad —le dijo Tessa a modo de sa-
ludo.
—Algo así —Draco, muy a pesar suyo, bostezó mientras las
puertas del ascensor ya se abrían para dejarlos pasar.
—Oh, sí, recuerdo eso de tener sueño… —fastidió Tessa.
—Que sensación más desagradable…
—Ni que lo digas, aunque ahora que lo pienso… ¿Tú eres
un fabricante de pociones, verdad?
—Estudiante para fabricante de…
—… Ya, todo el mundo sabe que eres desde ya, un fabricante
—le interrumpió Tessa mientras el ascensor seguía subiendo lenta-
mente—, entonces hazte una poción para no dormir.
—Ya hice de esas, para los exámenes del ciclo pasado, es más,
recuerdo que tú compraste algunas…
—Mmm, cierto.
—Y recordarás los terribles efectos secundarios.
—También es cierto, ¿por qué no puedes hacer algo que no
te deje como resaqueado después de una juerga de tres días?
Draco arqueó una ceja, no se imaginaba lo que era estar resa-
quedo luego de una juerga de tres días, y dudaba mucho querer
averiguarlo.

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y el Fabricante de Pociones 1

—Pues… supongo que tal vez en algún momento podré me-


jorarla, pero no es una prioridad…
—No, que va, de todas maneras creo que tanto tú como yo
ya nos acostumbramos a eso de dormir solamente cinco horas al
día.
—Cuatro en realidad —informó Draco—; estoy tomando
demasiadas materias este semestre.
Tessa negó con la cabeza.
—Un día de estos te enfermarás.
—Nah —Draco puso los ojos en blanco cuando la voz del
ascensor empezó a comentar lo importante que era que desayuna-
sen y tomasen todas sus comidas a su hora.
—Tal vez, una poción para dormirla —se burló la chica
cuando las puertas del elevador se abrieron para que ella bajara en el
piso cinco.
—Se necesitaría un hechizo, más bien —comentó Draco, y
levantó la mano para despedirse de Tessa.
—Quién sabe… tal vez sea mi regalo de despedida —dijo
ella, ya caminando por el pasillo.
Cuando llegó a su propio piso, se encontró con, ¡Oh, que no-
vedad!: Gael, que bajaba las escaleras que daban al techo, un ligero
olor a humo de cigarro lo precedía.
—Ya es tarde.
—Sí, lo es —convino Draco antes de entrar a su habitación,
cerrando la puerta para dejar a Gael fuera nuevamente.
Se metió a la ducha y se dio un rápido y tibio baño; una vez
en pijamas, se sentó tras el escritorio, frente a la primera tarea que
tenía que hacer y suspiró.
—Este creo que será un largo, pero muy largo semestre…

–|– 

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LIBRO III|Caminos
[2] La Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor

Aquella noche de sábado, cuando salió del trabajo, lo encon-


tró en la esquina, tal como habían acordado, apoyado en la pared,
con los brazos cruzados y luciendo mucho más sexy de lo que re-
cordaba, tal vez sólo eran las ganas que le tenía, y que habían creci-
do durante las dos últimas semanas, desde que pensó en qué tal vez
hacer aquello no era tan mala idea, lo que lo hizo apreciarlo mucho
mejor.
—Hola… pensé que no vendrías —saludó Axel con una son-
risa amplia mientras dejaba caer el cigarrillo al piso y lo aplastaba
con la bota.
—Te dije que sí lo haría.
—¿Quieres un trago?
—¿Un trago? —preguntó Draco un tanto confundido, pensó
que sería algo mucho más rápido, para quitarse los deseos de enci-
ma y luego poder volver a su dormitorio a continuar estudiando.
—¿Apurado?
—Un poco… tengo que volver a la universidad y…
—Entonces, ¿qué tal un trago en mi departamento?
—Suena bien —aceptó Draco, y entonces Axel, comenzó a
caminar y le indicó a Draco que le siguiera. Draco sabía que el chi-
co vivía relativamente cerca, que tenía un departamento que sus pa-
dres mantenían a cambio de que sacara muy buenas notas en la Es-
cuela de Economía, y que el trabajo de medio tiempo era para po-
der darse algunos gustos que sus padres no querían solventar.
—¿Perpetua le gritó a alguien hoy?
—No… aunque creo que tenía ganas de molestar a cualquie-
ra, pero nadie le dio razón.
—Oh, una noche histórica.
—Algo así —murmuró Draco metiendo las manos en los
bolsillos, el camino se le estaba haciendo largo e incómodo, empezó

1002
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

a cuestionarse si era qué en realidad iba a hacer aquello. Mental-


mente comenzó a recordar todo lo que Harry le había explicado
acerca de los preservativos y el lubricante.
—¿Estás bien? Te has puesto un poco pálido.
—Sí, bien… —Draco frunció el ceño y se sintió enrojecer li-
geramente—, es sólo que me preguntaba si es que en casa ten-
drías… ya sabes, preservativos —dijo casi en un susurro, Axel son-
rió, y Draco se sintió más avergonzado aún.
—Directo al grano, ¿eh? Sí, chico precavido, tengo todo lo
básico… y aún más …
Tal vez fue el tono insinuante en que lo dijo, pero de pronto,
algo vibró en su interior, deseo; puro deseo por el sexo.
—Perfecto —dijo con voz demasiado ronca.
Cuando llegaron al departamento, Axel sacó una botella de
vodka y lo sirvió en dos vasos pequeños, Draco nunca había proba-
do esa bebida, pero se las apañó para no hacer gestos mientras el al-
cohol quemaba su garganta; para el segundo trago, se sintió mucho
más relajado. Los besos y las caricias iniciaron casi sin darse cuenta,
pronto ambos estaban con casi nada de ropa, tirados sobre la alfom-
bra, besándose y devorándose de manera más que ansiosa. Cuando
Axel lo volteó y comenzó a jugar entre sus nalgas con los dedos, ja-
deó fuerte, estuvo tentado a comentarle que fuera un poco más
despacio, que aquello era algo que no hacía desde mucho tiempo
atrás, y nunca con alguien que apenas conocía, pero se contuvo,
acostumbrado a no andar revelando sus secretos ante los demás.
El sexo fue rudo y liberador, luego del dolor inicial, cuando
su cuerpo finalmente se adaptó, pudo disfrutarlo plenamente, y pa-
ra cuando su orgasmo explotó, lo hizo acariciándose rudamente con
una mano, mientras que con la otra se equilibraba para no caer en el
suelo, mientras Axel embestía con fuerza contra él por detrás, gol-
peando una y otra vez en su próstata.

1003
LIBRO III|Caminos
[2] La Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor

Ambos se dejaron caer sobre la alfombra, agitados y transpi-


rando, Draco vio de reojo cómo Axel se deshacía del preservativo y
lo hacía volar hacia un pequeño bote de basura que había en la es-
quina. Cuando le sonrió, tuvo el terrible deseo de invocar un he-
chizo de limpieza y luego desaparecerse, pero se contuvo recordan-
do que, de hacerlo, después no podría aplicarle un Obliviate, porque
aquel hechizo saldría en su varita en la siguiente visita al Ministerio.
—Me gustaría que te quedarás —comentó Axel mientras
Draco se ponía de pie y comenzaba a recolectar su ropa, tratando de
no hacer ningún gesto de fastidio por el dolor que había ahora en su
culo.
—Debo volver a la universidad…
—Cierto… la misteriosa universidad.
—Ajá.
—Podríamos… ya sabes, ¿repetirlo? —por primera vez desde
que Draco lo conocía, parecía inseguro.
—Pensé que habías dicho que sólo una vez —respondió
Draco abrazándose a su ropa y buscando con la mirada el baño.
—Es la puerta del fondo —adivinó Axel sentándose sobre la
alfombra y dándole una buena vista de toda su anatomía a Draco—.
Y ha estado muy bueno como para no repetirlo.
—No busco ningún tipo de relación que incluya repetición
—se apresuró a aclarar Draco.
—Tampoco yo… pero, ¿al menos una vez más?
Draco caminó hacia la puerta que Axel le había señalado, pe-
ro antes de entrar se giró, Axel lo seguía observando fijamente, y se
sintió demasiado desnudo ante él.
—Tal vez… pero si tienes claro desde el principio lo que esto
es.
Axel sonrió feliz.
—Sí, lo tengo claro.

1004
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Cuando regresó aquella noche a su habitación, casi al tope de


su toque de queda permitido, se metió directamente a la ducha, y
después comenzó a estudiar, por primera vez en más de un año, no
abrió el cajón para ver la foto de Harry y él juntos, tampoco pudo
avanzar mucho con sus tareas, un sentimiento extraño de culpabili-
dad parecía atragantarse en su garganta.

–|– 

Las semanas transcurrieron mucho más rápido de lo que ha-


bía esperado, y antes de darse cuenta, ya estaban en las primeras
evaluaciones. Draco, como era su costumbre, ya tenía todo o casi
todo aprendido, sin embargo, eso no hacía que dejara de estudiar.
La universidad contaba con una gran biblioteca que tenía un ala
anexa al aire libre, que era donde a Jocelyn le gustaba estudiar. To-
mó los libros que necesitaba de uno de los estantes, y sorteando si-
llas, alumnos y mochilas, finalmente pudo llegar a la parte externa
de la biblioteca. Tal vez era el haber estado tanto tiempo recluido en
su habitación en Hogwarts, y en la misma universidad, pero había
algo que realmente lo hacía sentir bien al sentarse al aire libre, con
el olor de las hierbas y el sol iluminado todo alrededor.
—Llegaste. ¿Qué tal todo?
—Bien… he tenido que salir a Londres a llamar a mi jefa y
explicarle que no iré esta semana por los exámenes.
—Vaya… siempre me sorprenderá… ¿no es por suplir que te
deje faltar?
—No —susurró Draco empezando a hojear el primer libro
sobre plantas Americanas—, es tiempo que recuperaré durante los
fines de semana y fiestas, es lo bueno que tiene que trabajemos co-
mo estudiantes… está en el contrato, ella me facilita el tiempo que
yo necesite para cumplir con los estudios, por suerte no todos te-

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LIBRO III|Caminos
[2] La Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor

nemos exámenes en las mismas épocas, y luego cuando alguien más


necesite el tiempo libre para estudiar yo lo podré reemplazar.
—Ah, el mundo muggle y sus reglas…
—También hay eso en el mundo mágico, en Estados Unidos
al menos lo había —informó Gael uniéndose a la conversación.
Draco puso los ojos en blanco y Jocelyn sonrió radiante, por alguna
razón Jocelyn siempre sonreía cuando Gael llegaba, y Draco pensó
durante mucho tiempo, que la razón era que a Jocelyn le podía gus-
tar Gael. Esa idea siempre le hacía bastante gracia.
—Aquí también —corroboró Jocelyn, luego le dio una mira-
da de disculpa a Draco—, aunque es más difícil conseguir esos em-
pleos… por eso Draco va al mundo muggle.
Draco se encogió de hombros y trató de concentrarse en la
lectura de su libro, agradecido en cierta forma, por la media mentira
de Jocelyn, lo cierto era que no debía ser tan difícil conseguir un
empleo de medio tiempo, con horarios mucho más simples y flexi-
bles, y con muchas más facilidades porque, por ejemplo, podías
usar la red flú para llegar, y ahorrar el tiempo de transporte, e inclu-
so con muchos más beneficios, sólo que ninguno de esos empleos
estaban destinados al exmortífago maricón (era lo que el último
mago que lo había entrevistado le había dicho cuando había querido
postular a un empleo de medio tiempo en la lechucería cercana al
campus). Jocelyn estaba al tanto de eso y de varias cosas más, aun-
que nunca las mencionaba ni las comentaba, y Draco lo agradecía
porque a él tampoco le agradaba conversarlas, pese a la poca comu-
nicación en ese aspecto, ella siempre permanecía a su lado, acom-
pañándolo y dándole ideas o ayudándolo (como en la venta de po-
ciones que habían hecho al final del semestre pasado). En el fondo,
Draco no entendía bien por qué la chica —al igual que Gael, ahora
que lo pensaba— había querido ser su amiga, con todos esos ante-
cedentes y problemas, suponía que tendría algo que ver con el he-

1006
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

cho de que ella tampoco hablara con muchos a su alrededor. En


más de una ocasión había escuchado que incluso había rechazado
citas con algunos interesantes prospectos.
—Sí, parece que aquí todo es más difícil —suspiró Gael.
—¿Con ganas de volver a casa? —preguntó Draco no sin es-
conder su ansiedad.
—Aunque las tuviera no podría —refunfuñó Gael y luego
levantó un libro y se escondió tras él, durante el resto de la tarde no
dijo nada más, algunas veces Jocelyn le daba miradas preocupadas y
luego miradas de reproche a Draco, que se encogía de hombros y se
hacía el desentendido. No tenía tiempo para analizar los problemas
emocionales de su amigo obligado, ni siquiera pensaba en los de Jo-
celyn… es más, no tenía tiempo ni para pensar en los suyos pro-
pios; es decir, en Axel y lo que fuera que estuviese pasando con
ellos. Al terminar los exámenes —resolvió— al menos se haría car-
go de eso.

–|– 

Además de saberse el número telefónico del supermercado,


también se sabía el de Axel, era la única persona, además de a su jefa
a donde eventualmente había tenido que llamar. Después de dos
semanas, cuando los exámenes terminaron y Draco ya tendría que
volver a la tienda a trabajar, decidió llamarlo.
Luego de una conversación un tanto tensa e incómoda con el
chico, acordaron encontrarse en el apartamento de Axel en una ho-
ra, antes del trabajo.
Apareció a la hora acordada y tocó suavemente la puerta. Un
algo molesto Axel le invitó a pasar. Draco entendía su fastidio, no se
había aparecido en más de dos semanas y no le importaba mucho
en realidad que el chico estuviera molesto con él, pero tarde o tem-

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LIBRO III|Caminos
[2] La Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor

prano, se lo habría tenido que encontrar en el supermercado y no


necesitaba tener problemas allí. Luego de unas semanas de encon-
trarse y follar cada sábado y algún día de semana, Draco simple-
mente había decidido pasar a otra cosa, aunque claro, debía ser sen-
sato y admitir que al menos debió avisarle de su decisión a Axel.
—No has ido por la tienda —comentó Axel sirviendo dos
copas de Vodka y tendiéndole una a Draco.
—Tenía exámenes… los recuperaré en fiestas.
—Ah, exámenes. Es interesante como todos o casi todos lo
sabían.
—Se lo dije a Perpetua, ella tenía que saber el porqué de mi
ausencia, los demás simplemente lo intuyeron por la época, no te-
nía por qué contárselo a nadie más.
—¿Ni a mí?
—No recuerdo que dijéramos que tendría que darte explica-
ciones de mis ausencias —comentó Draco dejando la copa sobre la
mesa y acercándose a Axel lentamente.
—Al menos pudiste mencionar que no llegarías en tanto
tiempo, sabes que no tengo siquiera donde llamarte o buscarte,
nunca me quieres decir nada más de ti…
—No necesitas saber nada más de mí —murmuró Draco. En
el fondo sabía que lo que hacía estaba mal, pero no se detuvo. Con
una mano atrapó la cintura de Axel y lo jaló hacia él y luego lo besó,
con rudeza y fuerza, de la misma manera que eran todos sus en-
cuentros, los pocos que habían tenido, y que esa noche terminarían.
Axel no se resistió y rápidamente ambos se encaminaron a la habi-
tación entre besos y caricias.
Draco lo volteó contra la cama y se metió entre sus piernas,
en sus pocos encuentros, luego de esa primera vez, Axel siempre se
había dejado dominar, y eso estaba mejor para el gusto de Draco,
poder tener el control al menos en ese sitio. Escuchó a Axel llori-

1008
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

quear y gemir, y eso lo hizo aumentar su velocidad y fuerza. Más de


una vez se preguntó por qué si quería que eso acabara, entonces se
estaba acostando con él. Lo atribuyó todo al simple deseo sexual y la
larga abstinencia mientras le mordía la espalda y lo masturbaba con
rapidez hasta que finalmente Draco se corrió con un grito ahogado,
seguido por Axel, que colapsó sobre la cama. Draco no esperó a si-
quiera reponerse del orgasmo antes de ponerse en pie, desechar el
preservativo y juntar sus cosas para después meterse al baño.
Cuando salió, ya duchado y arreglado, Axel estaba tendido en
la cama, mirando el techo de manera ausente.
—Escucha… —empezó a hablar, pero Axel lo interrumpió.
—¿No querrías siquiera intentarlo? —preguntó sin mirarlo a
la cara—, el ser novios de verdad —aclaró—. Antes no querías acos-
tarte conmigo y te convencí de que lo hicieras. ¿Por qué no puedo
convencerte de ser novios?
—No, yo… es complicado, pero no puedes convencerme…
es más, ya no volveré a venir.
Alex se mordió el labio inferior y finalmente giró para verlo a
la cara.
—Lo sé… que no volverás —aclaró el chico—, aunque no
creo que sea tan complicado; simplemente no quieres tratar.
—Tal vez es eso —aceptó Draco—. Lo siento…
—No importa, ya lo tenía aceptado, aunque también muchas
ganas de que fueras mi novio en verdad.
Draco no supo qué contestar a eso, ser novio de alguien…
sonaba tan raro si el nombre de Harry no estaba implicado en una
relación de novios.
—Te veré en la tienda…
—Estaré allí hasta fin de mes —informó Axel mirando al te-
cho nuevamente—. Y no, no lo hago por ti —agregó en el momen-
to que Draco empezaba a protestar—, ya empezaré el cuarto año y

1009
LIBRO III|Caminos
[2] La Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor

mi padre me puede conseguir un lugar para practicar, será mucho


mejor para mi carrera.
Draco sabía que era probable que estuviera mintiendo y se
sintió peor aún.
—Que tengas suerte.
Axel no contestó y Draco finalmente salió del apartamento
para luego llegar a la tienda a trabajar, esa noche saldría tarde y espe-
raba que el trabajo le apartara la mente de lo culpable que se sentía.
—Después de todo —se dijo con ironía— se supone que soy
alguien malo, ¿no? —intentó convencerse, pero no, sabía que no lo
era, o no lo podía ser por mucho que lo intentara, no de esa manera
al menos. Luego de pasar mucho tiempo pensando en eso, decidió
evitar el tipo de relaciones como la que había tenido con Axel, sobre
todo porque a él no le gustaría que nadie lastimara (conciente o in-
conscientemente) de esa manera a Harry. Se dijo que recordaría eso
la siguiente vez.

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Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

3
«Y a pesar de todo… tu recuerdo»

Hay días que no podría nunca explicar // Momentos para olvidar, oh oh!
Hay días que la ilusión me vuelve a matar // Y salgo por las noches para caminar
Y al cabo de unas horas me doy cuenta que es en vano...
Y que no volverás // Que no volverás…
Canción: Mar de Gente
Coti, cantante y compositor argentino

Noviembre de 2000. Academia de Aurores del Ministerio Inglés, Lon-


dres

H
arry detestaba hacer guardias, eran parte de su en-
trenamiento, lo sabía, y no había lugar a réplicas o
protestas (no si quería ser auror, claro), además que
era una parte importante de su calificación: la disciplina, pero sim-
plemente las odiaba.
Estaba de pie, fuera de uno de los edificios ficticios del cam-
po de entrenamiento, sólo a los aurores que estaban en tercer año
los hacían hacer guardias en lugares reales, a los demás los tenían en
aquellos edificios creados para entrenar, casi nunca pasaba nada,
aunque algunas veces, los profesores decidían ponerlos a prueba y
creaban desde un gran atentado terrorista, hasta alguien queriendo
colarse en el interior de una vivienda.
1011
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Harry deseó que algo pasara pronto, que de alguna manera


fuera interrumpido y obligado a moverse, pensar y actuar; que algo
ocurriera y lo apartara de ese tedioso letargo. Que cualquier cosa lo
hiciera pensar en algo diferente.
Porque por eso odiaba las guardias, porque estar de pie, con
cuatro horas libres, no hacía más que dejar que su mente regresara a
pensar en Draco. Y él no quería pensar en Draco, quería pensar en
cualquier otra cosa, como en la pelea con Ron y Hermione por
ejemplo: desde esa vez en la Madriguera, ambos le habían escrito y
pedido que se juntaran, habían pedido disculpas incluso, pero Ha-
rry no había dado su brazo a torcer, se habían excedido al reclamarle
metiendo a Draco en toda su situación, en lo que él querría o no que
hiciera, incluso le había advertido a Kreacher no dejarlos entrar a la
casa, y había cerrado el acceso por chimenea y por aparición. Ade-
más, no pasaba en casa el tiempo suficiente para que ellos lo encon-
traran, menos ahora que había descubierto aquellos magos gays. Esa
era una suerte, era mucho más simple andar con ellos, no tenía que
cuidarse de que la magia o algún término inapropiado escaparan de
sus labios. Era un ambiente mucho más entretenido, incluso que
algunas discotecas muggles.
Pero su mente, pese a querer recordar lo intenso del último
fin de semana junto a ellos, volvía a Draco, y a pensar en que con él
las cosas eran mucho más intensas, que tras varios meses de estar
juntos casi todos los días, ni una sola vez se había sentido hostigado
o harto, como solía sucederle con algunos amantes, cuando estaba
con ellos por segunda o tercera vez. Porque Draco era diferente, él
siempre había sido diferente. Harry sabía, pese a que no estaban
juntos y a que tal vez nunca más lo estarían, que Draco era ese chi-
co especial del que una vez Fabio le había hablado, aquel con quien
querría compartir su vida, el único que se quedaría en su corazón.
Draco era el amor de su vida. Y admitírselo dolía, dolía y mucho,

1012
LIBRO III|Caminos
[3] «Y a pesar de todo… tu recuerdo»

porque Draco no estaba cerca para decírselo, para simplemente mi-


rarlo o sentarse a su lado y tomar su mano… Draco no estaba y punto.
Resolvió finalmente.
Por eso le gustó la Academia de Aurores desde que llegó,
porque los tenían siempre en constante alerta, incluso cuando iban
por los pasillos, los tenían entrenando en el campo o las aulas, estu-
diando complicadas estrategias y para cuando la noche llegaba, esta-
ba tan agotado que apenas y le daba tiempo para algo más que llegar
a su dormitorio y tenderse en la cama.
Harry amaba aquello, simplemente porque todo eso hacía
imposible que pudiera pensar en Draco más de un par de minutos
al día, tal vez en las comidas (que ya de por si eran bastante rápidas),
preguntándose si era que el rubio se estaría alimentando bien, por-
que Draco siempre tendía a dejar de comer sin mayores problemas,
y si aún comía solo, o si había encontrado ya compañía y amigos.
No le gustaba la idea de que Draco estuviera solo y sin nadie con
quien hablar, le recordaba al Draco que había llegado a Hogwarts
luego de la guerra, a un Draco que no era el Draco que él amaba. Y,
aunque claro, por más que deseaba de corazón que las cosas fueran
buenas y que Draco tuviera amigos, e incluso alguien que le hiciera
compañía por las noches, no podía apartar los celos que acompaña-
ban a esos otros sentimientos…
Un ruido a su derecha lo hizo girar.
—¡Genial! —masculló.
Había dos personas tratando de entrar por uno de los lados,
al menos esa noche tendría algo de acción y no se ahogaría con sus
propios pensamientos.

–|– 

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Noviembre de 2000, Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor,


Londres

Draco ya tenía una rutina establecida, la tenía desde el inicio


de la universidad, y sólo había sido alterada por su amistad con Jo-
celyn, y luego con la llegada —casi impuesta— de Gael a su peque-
ño grupo. Por eso cuando ese lunes Jocelyn les informó a Draco y a
Gael —que seguía apareciendo siempre y al cual Draco ya estaba
habituado— que se iría de la universidad; la noticia le supo mal,
porque eso significaba que las cosas cambiarían, de alguna manera,
en su ritmo de vida ya establecido.
Era la hora del almuerzo y los tres estaban en el comedor de
la facultad de Pociones. Jocelyn, simplemente soltó la noticia sin
más, Draco ni siquiera sabía que existiera esa posibilidad.
—El maestro Dahl es uno de los más famosos que hay y sólo
acepta unos cuantos estudiantes, es una oportunidad que no podré
rechazar… ¡Estoy tan emocionada!.
—Bien por ti, supongo —felicitó Gael sonriendo honesta-
mente—, aunque no sé quién es ese tal Dahl.
—Es un investigador botánico muy famoso y muy anciano,
algunos dicen que está medio loco, y sólo acepta a unos cuantos es-
tudiantes durante el año para que trabajen en sus invernaderos, pe-
ro esta es una oportunidad mucho más valiosa que el ser su apren-
diz; durante los dos siguientes años va ha realizar un viaje a lo largo
de toda África, en busca de plantas y de investigarlas, serán dos años
de arduo trabajo… eso es lo que dice la carta de aceptación —
explicó Jocelyn mirando a Draco de manera interrogante, el rubio
no había dicho nada desde que ella había soltado la noticia—. De la
universidad sólo iremos tres y algunos más de otros sitios, al final
seremos como quince estudiantes de todo Europa… es muy bueno.

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LIBRO III|Caminos
[3] «Y a pesar de todo… tu recuerdo»

—¿Dos años? —susurró Draco por fin—. ¿En África no se


comen a la gente?
Gael soltó una carcajada y Jocelyn lo miró enfadada.
—Sabes perfectamente que no, y que muchas de las plantas
que usas como ingredientes vienen de allí.
—Ay, Draco —suspiró Gael pasando, con toda la confianza
que Draco no pensaba haberle dado, un brazo alrededor de sus
hombros—, tan sólo dile que la extrañarás, no te inventes tonterías
como esas.
—Yo no me invento nada —se quejó apartando el brazo de
Gael de un manotazo, y luego mirando a Jocelyn con enfado—, y sé
perfectamente de dónde vienen mis ingredientes, gracias.
—De acuerdo, Draco —replicó Jocelyn con los labios frun-
cidos. Gael reconoció que era la primera vez, durante todo ese
tiempo, que veía a la chica enfadada.
—¿Y quién más va entonces? —preguntó Draco fingiendo
poco interés mientras bebía de su refresco, se le había quitado el
hambre por completo.
—Longbottom y Talevh.
—Así que el tonto de Longbottom —suspiró Draco, al otro
no lo conocía.
—Ni tan tonto, tiene muy buenas calificaciones, es un chico
muy inteligente y está siguiendo Herbología
—Siempre hacía explotar los calderos, casi era una compe-
tencia para ver si era él o Po… —se detuvo y frunció el ceño, no
quería pensar en Harry en ese preciso momento—. Bien… ¿Cuán-
do te marcharás?
—¿Hacía volar los calderos?
—Sí.
—Vaya, nadie lo diría, con lo meticuloso que es al trabajar
con las plantas.

1015
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No se puede comparar eso con el trabajar con pociones —


defendió Draco, Jocelyn iba a replicar pero Gael habló antes que
ella.
—En mi escuela era muy gracioso si alguien hacía volar los
calderos, más de una vez tuvimos que evacuar el salón de clases pa-
ra evitar morir envenenados, y festejábamos porque la clase se ter-
minaba antes de tiempo… Creo que alguna vez lo hicimos a propó-
sito —comentó Gael.
—Nosotros también tuvimos que evacuar el aula un par de
veces —contestó Draco.
—Yo estudié en casa, y nunca volé nada —explicó Jocelyn.
—Era divertido —suspiró Gael, y Draco, ahora que lo recor-
daba, estuvo de acuerdo con que sí, de alguna manera sí era diverti-
do.
—Me marcharé después de fin de mes —dijo ella luego de
un rato más de silencio.
—Oh…
—Y los voy a extrañar, aunque prometo escribir —agregó
sonriendo tristemente.
—Aún quedan un par de semanas… —comentó Draco tra-
tando de hacerle entender que no era el momento para ponerse
sentimental.
—Y tendremos que hacerte una despedida —dijo Gael, Dra-
co lo miró de mala manera, Jocelyn era «SU» amiga, no de Gael,
Gael sólo era un entrometido, si había alguien de quien se tenía que
despedir era de él, no de Gael.
—Por supuesto… —el timbre que anunciaba el inicio de las
clases de la tarde, resonó mucho más fuerte de lo normal (o eso le
pareció a los tres), rompiendo el momento.

1016
LIBRO III|Caminos
[3] «Y a pesar de todo… tu recuerdo»

—Nos vemos en la cena —dijo Draco poniéndose en pie,


cuando Gael se paró y se puso a su lado, recordó que tenía clases
junto a él, y se sintió mucho más irritado.
—De acuerdo —aceptó Jocelyn recogiendo sus cosas tam-
bién, los tres caminaron hasta la salida del comedor, donde se sepa-
raron para continuar con las clases de la tarde.

–|– 

5 de diciembre de 2000. Escuela de Aurores del Ministerio Ingles,


Londres

Harry cayó con un golpe seco contra el pasto y emitió un pe-


queño quejido, eso sí que había dolido, se había olvidado que los de
segundo año ya no tenían derecho a las mayas de protección. Per-
maneció inmóvil un momento más, con los ojos cerrados y sintien-
do un dolor en el costado cada vez que respiraba, inmediatamente
supo que debía tener una costilla rota. Recién le enseñarían a «auto
curarse» en el semestre siguiente, así que no le quedó de otra que
esperar hasta que escuchó a sus demás compañeros aterrizando y
acercándose.
—¡Te dije que te agacharas! —reclamó bastante agitada Ma-
rielle Kerr, una chica pálida y menuda, no hablaba mucho con ella
en clases, aunque recordaba que habían bailado un par de veces, era
una muy buena estudiante.
—¿En serio?—jadeó Harry, le costaba hablar y respirar por
las punzadas de dolor—, pensé que dijiste hacia arriba.
—Idiota —reclamó Elías Vance llegando hasta él también.
—No es gracioso, pudiste matarte —replicó la chica mirán-
dolo con más interés, buscando heridas.

1017
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Mis amigos —masculló Harry cerrando los ojos por una


pinchazo de dolor particularmente fuerte—, ¿qué haría sin ustedes?
—¿Aburrirte mientras esperas que vengan con ayuda? —picó
Joel. Harry quiso sonreír pero el dolor se estaba incrementando.
—¡Muy bien, Potter! —gritó aún sobre su escoba y desde lo
alto el profesor Vibbard—, has hecho que tu clase sea acreedora de
unas horas más de práctica, es obvio que aún no tienen la coordina-
ción necesaria —Harry quiso protestar, pero el dolor iba en aumen-
to, se preguntó si bastaría con quedar inconciente para que lo lleva-
ran finalmente a la enfermería.
—¡Genial! —masculló Dashiell.
—¡Sí, viva el héroe! —secundó Sebastian Leighton. Harry
quiso no sentirse tan mal como para poder protestar, o al menos ce-
rrarles la boca como ya había hecho en otras ocasiones.
—Pobre, se nota que se ha lastimado bastante… —escuchó
que decía Violet, y se sintió aliviado de escuchar su voz tan lejos.
—Y ahora —continuó el profesor obviando el comentario de
los chicos —se supone que son aurores, ¿qué demonios hacen
viendo a un compañero caído? ¿No deberían llevarlo a la enferme-
ría? —cuestionó el profesor, Harry lo podía sentir volando sobre él
por las sombras que causaba. Sintió un murmullo nervioso y varias
manos tratando de levantarlo. Se obligó a abrir los ojos.
—Vamos, compañero —dijo Anthony Goldstein finalmente,
tocándole el hombro, Harry asintió y se dejó levitar, odiaba que lo
levitaran, sólo lo había permitido en primer año cuando practicaban
cómo levantar compañeros caídos del campo de batalla o de un ata-
que; recordó que por esa época se golpeó demasiadas veces la cabe-
za y las piernas. Edwin Ryszard se colocó rápidamente a su lado.
—Bien… supongo que lo hiciste a propósito para descansar
un poco en la enfermería mientras que nosotros tenemos que dar
vueltas persiguiendo y esquivando hechizos —bromeó Edwin.

1018
LIBRO III|Caminos
[3] «Y a pesar de todo… tu recuerdo»

Harry cerró los ojos nuevamente, confiando en que Golds-


tein no lo golpearía con nada, justo en el momento en que el cielo
gris y nebuloso cambiaba por el blanco del edificio.
—Todo fue parte de un muy elaborado plan —contestó a pe-
sar de todo Harry.
—Tú siempre pensando en tus compañeros —comentó
Goldstein, uniéndose a la broma, pero mirando a todos lados; el
camino a la enfermería, que era uno diferente a cualquier otro lugar
del edificio, estaba libre de hechizos y ataques, sin embargo, a nin-
guno de ellos se le quitaba la manía de estar atentos a cualquier cosa
que pudiera pasar.
—Lo lamento —admitió Harry una vez entraron a la enfer-
mería y lo dejaron sobre una cama—, Vibbard los tendrá horas en-
trenando.
—Nos tendrá, dirás —corrigió Amber Truax entrando en ese
momento, Harry quiso girar el rostro para verla, pero entonces un
mareo lo detuvo—, Vibbard me mandó a decirle a la enfermera que
cure a Potter y que lo haga volver al campo, y que ustedes dos tam-
bién vuelvan… —la chica hizo una mueca de descontento—, que
no quiere que se pierdan la diversión.
—¡Bravo! —replicó Edwin.
—A ver… sólo hay un herido. ¿Por qué todos ustedes siguen
aquí? —preguntó la enfermera de turno, una mujer grande y rubia,
ya bastante mayor. Durante su tiempo de estudiante para auror, Ha-
rry había ido a parar a la enfermería apenas unas cuatro o cinco ve-
ces, y siempre había visto enfermeras diferentes, por eso no se había
molestado en aprender sus nombres, y porque las mujeres no pare-
cían tan amables como Madame Pomfrey.
—Sí, señora —dijeron sus amigos a la vez, Amber le dio una
mirada de ánimo, y luego miró hacia la mujer.
—Dice el profesor Vibbard que lo cure y lo envíe de vuelta.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—De acuerdo, ahora fuera —ordenó la mujer cerrando un


biombo alrededor de la cama de Harry, que suspiró esperando ya, el
proceso de sanación. Sabía que sólo eran costillas rotas, una vez Joel
había caído durante una guardia y se había roto las costillas, y de la
misma manera que a él, lo habían mandado a que se curase y vol-
viera al campo, Joel contó que la enfermera hizo un hechizo muy
doloroso, y luego le había dado una poción para el dolor, y que du-
rante el resto de la noche se había sentido fatal. Ya podía imaginar lo
que le esperaría fuera en el campo, sólo esperaba que no empezara a
llover, a pesar de lo gris y oscuro que se percibía el cielo.
—Bien, costillas cuatro y cinco rotas —informó la mujer—.
Te haré un hechizo reparador, y luego te daré una poción y podrás
volver a tu clase.
—Genial —dijo apretando los dientes al sentir un doloroso
calor en su pecho mientras la mujer empezaba a aplicar los hechi-
zos.

–|– 

5 de diciembre de 2000, Universidad Mágica de Gunhilda de Gorse-


moor

Las dos semanas que faltaban para que Jocelyn se marchara,


pasaron mucho más rápido de lo que había esperado, y sin darse
cuenta, se encontraban a sólo veinticuatro horas de que Jocelyn tu-
viera que partir.
Gael y él ayudaron a Jocelyn a terminar de empacar los libros
y demás cosas que no llevaría al viaje y que enviaría a casa, pasaron
toda la tarde en la habitación de la chica alistándolo todo, y cuando
la noche llegó, Gael sacó un par de botellas de vino.

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LIBRO III|Caminos
[3] «Y a pesar de todo… tu recuerdo»

Pese a que había empezado a llover y estaba haciendo mucho


frío, los tres fueron al techo. Draco había estado allí apenas un par
de veces, generalmente estaba lleno de estudiantes fumando —en
las habitaciones había hechizos que se activaban si alguien fumaba,
puesto que estaba prohibido— o conversando, pero esa noche, la
lluvia había mantenido a todos, lejos. Se refugiaron debajo de un
pequeño techo en el que apenas cabían los tres, apretujados entre
mantas, con las botellas de vino, un vaso y una cajetilla de cigarros.
Draco estaba impresionado de que Gael cargara todas esas cosas
consigo, se dio cuenta que en verdad no lo conocía tanto. Draco se
abstuvo también de comentar que definitivamente aquella no era la
mejor manera de disfrutar de una botella de vino, aunque tras el
primer trago de licor, un agradable calor lo invadió, y no le importó
tanto la forma como estaban bebiendo.
Conversaron de todo y de nada, de pequeñas anécdotas de la
universidad, de todo lo que la chica esperaba hacer en África, y todo
lo que esperaba aprender una vez iniciaran con la expedición. Jo-
celyn prometió demasiadas veces escribir y Draco y Gael, prometie-
ron responder aquellas cartas. Cuando la segunda botella de vino ya
iba por la mitad, Gael lucía un simpático color rosáceo en las meji-
llas, y parecía tener demasiado sueño; sin darse cuenta siquiera, de
pronto estaba dormido, con la cabeza sobre el hombro de Jocelyn.
—Ahora habrá que bajarlo hasta su habitación… y ni siquiera
sabemos cuál es la contraseña.
—Seguro que ha de ser Draco o algo por el estilo —se burló
Jocelyn, y Draco arqueó una ceja interrogante pero ignoró el absur-
do comentario.
—Tendremos que despertarlo, después de todo, no podemos
jugar con las contraseñas, porque sino vendrá uno de los guardianes
y estaremos los tres en problemas.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ya… tienes razón —Jocelyn suspiró y tomó un cigarrillo,


encendiéndolo con su varita, a su lado, Draco la imitó, se sentía
bien la sensación de ligereza que el vino le daba, junto con el sabor
del tabaco; delante de ellos, la lluvia seguía cayendo con fuerza,
Draco se preguntó si Harry estaría ya en su dormitorio o si tendría
que entrenar con ese horrible clima, esperaba que no.
—Deberías ser mucho más amable con él —dijo de pronto
Jocelyn interrumpiendo las reflexiones de Draco.
—¿Con quién?
—Sabes con quién —frunció el ceño Jocelyn haciendo un
gesto hacia Gael, que seguía durmiendo—, es un buen chico y no te
ha hecho nada malo.
—Es un entrometido.
—No tiene más amigos, en cierta forma es como tú.
—Yo no tengo opción, no muchos quieren ser mis amigos…
y en el fondo está bien, sinceramente no tengo mucho tiempo libre.
—Lo sé… sin embargo, te hiciste mi amigo, y Gael tampoco
tiene amigos, lo has notado, sólo anda con nosotros.
—Pero él podría tener más amigos si quisiera, si no estuviera
siempre con nosotros.
—Sólo digo que seas amable con él, no tiene más amigos y
no los va conseguir —reprochó Jocelyn con voz más dura—.
¿Nunca lo has notado verdad? —susurró finalmente.
—¿Notar? ¿Qué tendría que notar?
Jocelyn se quedó callada un momento, como debatiendo
mentalmente si era correcto o no hablar, y cuando lo hizo, su tono
era completamente diferente, mucho más serio.
—Me pregunto si… ¿Alguna vez te has preguntado por qué
me hice tu amiga?
—¿Instinto suicida? —intentó bromear Draco, la agradable
sensación del licor empezó a desaparecer poco a poco mientras su

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LIBRO III|Caminos
[3] «Y a pesar de todo… tu recuerdo»

cuerpo se ponía en tensión. Jocelyn, que estaba pegada a él, se giró


un poco, moviendo el cuerpo de Gael, que parecía inconciente más
que dormido, hasta dejarlo contra la pared, y antes de que Draco se
diera cuenta, lo tenía sujeto por el rostro con ambas manos. Draco
jadeó sorprendido, y los labios de la chica se pegaron a los suyos,
frotándose en lo que se podría llamar un muy torpe beso. Draco
entró en pánico y retrocedió rápidamente hasta que pudo apartarse
de ella, mirándola asombrado.
—¿Por qué…? —jadeó apenas, no encontrando que más ha-
cer o decir.
—No soportas que una mujer te bese, ¿cierto? —preguntó
ella encendiendo un cigarro más con toda la calma del mundo, co-
mo si un instante antes no lo hubiera besado a la fuerza. Gael se
removió un poco contra la pared, pero no despertó.
—Eso es…
—Yo no soporto que un chico me bese —explicó ella con re-
solución, su mirada se volvió mucho más decidida que antes—, ha-
blo de besos de verdad…
—No te gusta que los chicos te besen —resolvió Draco en
voz baja, Jocelyn negó suavemente con la cabeza, y desvió la mirada
hacia la lluvia mientras Draco seguía sacando sus conclusiones.
—Por lo general, si me hago amiga de algún chico, éste espe-
ra que tarde o temprano pase algo, no siempre, claro, pero existe
una gran posibilidad de que pase, entonces dejan de ser mis amigos
—continuó la chica luego de que Draco se quedara en silencio du-
rante demasiado tiempo—, y aunque parezca mentira, no me llevo
muy bien con casi ninguna chica… Bueno, con algunas sí, pero no
siempre… En cambio contigo… contigo es más fácil porque sé que
nunca me mirarás como los demás chicos miran a una mujer.
—Eres… Entonces tú… —Draco no podía terminar de hil-
vanar la frase, demasiado asombrado aún.

1023
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Vaya genio eres, ¿eh? —suspiró Jocelyn y Draco frunció el


ceño.
—Pudiste decírmelo en lugar de besarme a la fuerza.
—Entonces no habría sido tan divertido. Debiste ver tu cara.
—No fue gracioso para mí.
—Tómalo como mi regalo de despedida.
Draco negó con la cabeza y tomó otro cigarrillo más, dejó
que la vocecita que le decía que «estaba fumando demasiado» y que
se parecía a la de Harry, siguiera gritando, y la ignoró por completo.
—Gay…
—Al fin —suspiró Jocelyn levantando el vaso con el líquido
marrón—, te ha costado.
—No lo sabía… nunca me lo había imaginado, pensé que
simplemente te llevabas mal con la gente… aunque era extraño
porque no eres tan cascarrabias ni rara ni nada… Lo cierto es que
no me lo pregunté realmente…
—Sí, ya me di cuenta que te cuesta darte cuenta de esas co-
sas… Debes tener dañado el sentido de la percepción o algo… Creo
que eres el único gay que no es capaz de identificar a los demás.
—Sí, no eres la primera que me lo dice —aceptó Draco re-
cordando a Harry, y la cantidad de veces que se lo había dicho—,
además, no se supone que funcione sólo con los chicos… en mi ca-
so, digo.
—Bueno… yo supe que eras gay con solo verte.
—En realidad no recuerdo haberte admitido eso —masculló
Draco, recién cayendo en cuenta de que en realidad no lo había he-
cho.
—Cómo si lo necesitaras…
—Supongo que el rumor te llegó.
—Nah, basta con verte.

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LIBRO III|Caminos
[3] «Y a pesar de todo… tu recuerdo»

—¿Tus padres lo saben? —preguntó Draco desviando el te-


ma, no le agradaba mucho hablar de lo gay que lucía. No que se
avergonzara, sólo no le gustaba hablarlo.
—Mamá lo sabe, papá lo sospecha… supongo que es cues-
tión de tiempo.
—Oh…
—No te preocupes mucho, mi mamá no está enojada ni na-
da por el estilo, sólo le preocupa lo que la gente puede hacer o decir
por mi condición… ya sabes, con esos locos de la MACH dando la-
ta y todo eso.
—Cierto… esos se lo están tomando cada vez más en serio
—comentó Draco recordando las noticias que habían leído en El
Profeta.
—No me quería ir sin decírtelo, sentía que era necesario que
lo tuvieras en claro… no sé en verdad por qué, pero era lo que sen-
tía.
—Ya… supongo que debo darte las gracias…
—Y no te olvides lo que te he dicho de Gael, no lo apartes,
¿sí?
Draco puso los ojos en blanco.
—Cómo si eso fuera posible. Además, lo más probable es
que ahora que no estás, se aparte, siempre he creído que le gustas
un poco.
—¡Ay, Draco! —suspiró Jocelyn pasándole el vaso vacío a
Draco para que se sirviera lo último que quedaba de vino en la bo-
tella—. Te lo acabo de decir y aún no te das cuenta.
Draco la miró interrogantemente y luego miró hacia Gael, de
pronto algo hizo conexión en su mente.
—¿Gael es gay?
Por primera vez, desde que se conocían, Jocelyn le dio un
golpe en la nuca.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¡Merlín, al fin!

–|– 

Y finalmente sí llovió, y mucho. Harry se sujetaba a su esco-


ba con fuerza, tratando de pasar por alto los dolores en el pecho y la
cabeza, mientras la lluvia lo empapaba y trataba de divisar a sus
compañeros, los habían dividido en dos grupos, unos con chalecos
verdes y otros con chalecos rojos, era una práctica de persecución, y
los rojos (a los cuales pertenecía Harry) tenían que huir, y en el
proceso, dejar en inactividad a los verdes.
Esquivó unos cuantos hechizos, bajando y subiendo varias
veces, movimiento que sólo hacía que se sintiese incluso más ma-
reado, y por fin, después de lo que le pareció una eternidad, escu-
chó a lo lejos, la voz de Géraldine Lawley, que era la capitana de su
equipo, gritando:
—Abajo… Potter, Pritchard, Zimmerman, a tierra.
—Que original —masculló Harry de mal humor mientras
descendía tratando de no chocar con nadie. Se sorprendió lo alto
que había estado; a su lado, Graham Pritchard, Joel y Lisa, aterriza-
ron donde ya Géraldine, Edwin, Amber, Goldstein, Vance y Nor-
man (el resto de su equipo), los esperaban.
—Todos juntos —gritó Vibbard haciendo señas para que la
clase completa se juntase. Harry, a pesar de todo, caminó bastante
lento, sujetándose con una mano las costillas y con la otra la escoba,
rogando para que por fin lo dejaran llegar a su cama, y dormir, y
preguntándose si no se podría tildar de inhumano lo que le hacían.
—¿Te sientes bien? —preguntó Violet parándose a su lado.
Harry sólo negó con la cabeza, sintiéndose demasiado cansado para
siquiera rechazarla—, ¿quieres que te ayude con la escoba?

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LIBRO III|Caminos
[3] «Y a pesar de todo… tu recuerdo»

—No… yo puedo —respondió al momento que captaba la


mirada de Simak, que en tan sólo dos pasos, estaba a su lado y le
ayudaba con la escoba.
—Me alegra que ya ninguno haya caído de la escoba —
ironizó el profesor mirando hacia Harry con algo de burla—, ahora
pueden ir a cenar, y no se olviden de que el martes siguiente conti-
nuaremos, pero con algunos cambios, vamos a ver qué tal lo hacen
sin luces.
—¡Huy! No quepo en mí mismo de la emoción —susurró
Joel llegando hasta Harry, y apartando a Violet de manera poco
amigable.
—Sí… en total oscuridad —continuó Simak cuando el pro-
fesor ya entraba al edificio.
—Vamos —pidió Harry cerrando los ojos un instante, espe-
rando que la punzada de dolor remitiera, se preguntó si era que la
enfermera realmente lo había curado, porque por lo mal que aún se
sentía, casi podría jurar que no.
—Toma un poco más de la poción para el dolor —le reco-
mendó Joel, y Harry empezó a buscar el frasco entre sus bolsillos,
cuando lo encontró, dio un largo trago, arriba había sido muy difícil
tomar la poción mientras esquivaba hechizos, luchaba contra el
viento y la lluvia, y trataba de no caer de la escoba nuevamente—.
Supongo que aún sigue sabiendo a mierda.
—Peor —confirmó Harry haciendo una contorsión, los tres
caminaron hasta el vestíbulo del edificio y se hicieron un hechizo
de secado para después seguir caminando por los pasillos, sus com-
pañeros iban delante o detrás de ellos en pequeños grupos, todos
demasiado cansados como para hacer algún comentario o bromear.
Cuando Harry finalmente llegó a su habitación, encontró a
Alba sobre la cama, la ignoró por completo; tiró sus cosas al piso, y
se metió al baño para tomar una ducha caliente.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No puedes ir a cenar en pijama —dijo Edwin mirando a


Harry salir del baño en pijamas.
—No iré, esto duele como rayos, sólo quiero acostarme y
dormir —informó Harry mientras se dejaba caer sobre la cama y
Alba ululaba suavemente.
—Yo tengo unas galletas —informó Norman empezando a
buscar entre los cajones de su mesa de noche.
—No importa…
—No deberías dejar de comer —contradijo Norman lanzán-
dole un paquete de galletas. Harry levantó el brazo por instinto para
atraparlo, y se mordió la lengua para no gritar del dolor que le causó
dicho movimiento. Se sintió tonto, no debería haber levantado el
brazo de esa manera.
—Atiende a tu lechuza antes de que te duermas… sino no
nos dejará dormir a nosotros —pidió Simak ya saliendo de la habi-
tación.
—Gracias, Norman —dijo Harry en último momento hacia
el chico y levantando un poco las galletas.
Norman sólo se encogió de hombros, y junto con Edwin y
Joel salieron de la habitación, dejándolo solo. Harry miró hacia Al-
ba una vez más.
—Te dije que te quedaras en casa —regañó mientras la le-
chuza, haciendo equilibrio, extendía una pata hacia Harry—. ¿Te
has ido con el par de traidores y encima les traes las cartas?
La lechuza volvió a ulular mientras Harry se hacía por fin de
la carta.
—Draco estaría muy decepcionado de ti, es más, estaría fu-
rioso porque anduvieses haciéndole los mandados a ellos —Alba
ululó una vez más, y luego de darle un picoteó en el dedo, extendió
las alas y salió volando. Harry la vio alejarse, y se preguntó si Draco

1028
LIBRO III|Caminos
[3] «Y a pesar de todo… tu recuerdo»

se acordaría de la pobre lechuza trastornada, y si aún reiría de aque-


lla noche al volver de las vacaciones de navidad.
Dejó la carta de sus amigos sin abrir sobre la mesa de noche,
junto a las galletas que Norman le había dado, y se apretujó bajo las
mantas; con un movimiento de varita, las luces bajaron hasta casi
dejar todo a oscuras, y la ventana por la que Alba había salido, se ce-
rró, dejándolo todo en silencio. Se durmió escuchando la lluvia
caer, y pensando en Draco y en aquella primera vez, una noche de
invierno, cuando las vacaciones de navidad habían terminado.

–|– 

Gael abrazó a Jocelyn una vez más mientras ella se enjuagaba


las lágrimas. Draco, no muy acostumbrado a expresar sus senti-
mientos, simplemente se mantuvo a un lado. Cuando los chicos se
separaron, Jocelyn le sonrió tristemente para luego lanzarse a sus
brazos.
—Pórtense bien, ambos —le dijo Jocelyn, aún sin soltarlo—,
y no olvides lo que te dije.
—Y tú cuídate, sigo creyendo que allí se comen a la gente.
Jocelyn se separó de él y soltó una carcajada nerviosa.
—Oh, eres tan tonto.
—Hasta anoche era un genio —replicó Draco sonriendo
apretadamente, no queriendo admitir cuánta falta le haría su amiga
de ahora en adelante.
—Sólo en algunas cosas… —Jocelyn los miró una vez más, y
luego se colgó la mochila al hombro, dio una mirada más al edificio
y suspiró—. Bien, supongo que esto es todo… Adiós.
—Adiós no —aclaró Gael—, sólo hasta pronto, así es como
se debe decir.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Entonces hasta pronto —corrigió ella, y dio la vuelta para


cruzar el jardín y salir de la universidad, Draco y Gael se quedaron
en el umbral del edificio mirando cómo su amiga se alejaba, hasta
que se perdió en la gaceta de salida.
—Ahora sólo quedamos nosotros —suspiró Gael, y Draco
sintió cierta timidez en su voz, las palabras de Jocelyn bailaron en
su mente.
—Sí, sólo los dos —aceptó.

–|– 

15 de diciembre de 2000. Academia de Aurores del Ministerio Ingles,


Londres

Las clases aquellas dos semanas fueron realmente cargadas y


agresivas, los entrenamientos, aprovechando la temporada de lluvia
y nieve, se hacían al aire libre, forzándolos al máximo de su resis-
tencia. Por las noches, apenas y eran capaces de murmurar un par
de cosas mientras comían todo lo que podían, antes de arrastrarse
hasta la cama.
El viernes en la tarde, cuando al fin les dieron libre, por pri-
mera vez en más de un año, todos, de mutuo acuerdo, decidieron
que lo mejor era ir a descansar, puesto que las siguientes dos sema-
nas prometían ser, cuánto menos, igual a las pasadas.
Harry había finalmente contestado a la carta de Ron y Her-
mione, más por cansancio que por ganas de hacer las paces con
ellos, y aquel viernes en la noche, cuando apareció en Grimmauld
Place, levantó las protecciones para que sus amigos pudieran apare-
cer.
Lo hicieron cerca de las nueve de la noche, lucían un tanto
avergonzados, y cargaban una enorme caja de pizza y un par de bo-

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LIBRO III|Caminos
[3] «Y a pesar de todo… tu recuerdo»

tellas de vino, se sentaron, incómodos y sin hablar demasiado, de-


lante de la chimenea, sobre la alfombra, y comieron en silencio,
hasta que, una vez la pizza se hubo terminado, Hermione sacó del
bolsillo de la túnica un gran sobre y se lo pasó a Harry.
Harry la miró interrogante antes de abrir el sobre y extraer su
contenido; había al menos, dos docenas de fotografías, todas mági-
cas y tomadas durante casi todas sus salidas a los bares y discotecas
gay. Sintió que se sonrojaba mientras veía su propia imagen besán-
dose y haciendo mucho más con un sin fin de chicos. Su primer
instinto fue reclamarles a sus amigos su osadía, no sólo espiarlo sino
que fotografiarlo, y encima, enseñarle las pruebas de su falta; pero
entonces, las notas, hechas con letras recortadas del diario, le caye-
ron como un baldazo de agua fría:

«Ese no es el comportamiento adecuado de un héroe de guerra»,


«Sí fueran sus amigos evitarían que cayera en tremendas aberraciones»,
«El tiempo de hacer que reaccione se acaba».

Finalmente Harry pudo levantar la vista hacia sus amigos,


Ron parecía entretenido con el tramado de la alfombra, y Hermio-
ne lo miraba culpablemente.
—Lo siento —dijo la chica.
—¿Desde hace cuánto que lo tienen?
—Desde hace algún tiempo…
—¿Y recién me lo dicen?
—No sabíamos qué hacer… sabíamos que te enfadarías y…
—Por supuesto que me enfadaría —la interrumpió Harry.
—Lo cierto es que desde hace mucho que tiendes a tener un
comportamiento extraño —intervino Ron—, muchas veces no sa-
bemos ya a qué atenernos contigo.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿A qué atenerse? —murmuró Harry dejando las fotos a un


lado y buscando un cigarro en los bolsillos de su túnica.
—Sí, eso mismo, a veces parece como si de pronto, ya no
fueras el Harry que conocíamos y…
—La guerra nos cambió a todos, Hermione, tú misma lo di-
jiste.
—No, Harry, no sólo es la guerra, luego de eso, durante la
escuela y después de eso incluso; a veces eres como el Harry de
siempre, y otras veces eres tan rudo, desidioso y poco comunicati-
vo, a veces parece que no te importa nada de lo que pasa alrededor,
y otras pareces tan triste…
—Yo no… —Harry negó con la cabeza, no tenía deseos de
discutir eso con ellos en ese momento, y se obligó a concentrarse
en lo que realmente era importante—. ¿Son los de la MACH?
—Estoy casi segura…
—Aunque creemos que lo único que quieren es advertirnos
—intervino Ron.
—Sí, si hubieran querido, ya te hubieran delatado.
—Pudieron decírmelo, hace mucho.
—Tratamos… pero, la última vez te enojaste demasiado, nos
equivocamos en la forma de cómo hacerlo, pero sí queríamos ha-
cerlo.
Harry suspiró profundamente y se frotó con una mano la
frente, justo ahora era cuando menos problemas necesitaba, tenía
demasiado que aprender y practicar en la Academia, como para vivir
a sobre saltos. De pronto se sintió mareado, aturdido, y hasta cierto
punto, perdido…
—Escucha, creo que podemos manejarlo, Harry.
—¿Cómo, Hermione?, ¿crees que de verdad se pueda arre-
glar? Alguien allá afuera, si no es que muchos, saben que soy gay, y

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LIBRO III|Caminos
[3] «Y a pesar de todo… tu recuerdo»

saben lo que hacen, y en cualquier momento lo podrán publicar o


decir.
—Calmándote un poco…
—No me pidas eso, Ron, ninguno de los dos entiende…
—¡Por Dios Santo! —exclamó Hermione poniéndose en pie
y mirando hacia Harry de manera enfadada—. ¿Ves a lo qué me re-
fiero? El Harry que yo conozco no estaría retorciéndose de miedo
sin saber qué hacer, estaría pensando en maneras de solucionar todo
y no lamentándose.
—¡Yo no me lamento!
—¿No? ¿Y cómo le llamas a eso?
Harry entrecerró los ojos y no supo qué contestar, realmente
sí estaba lamentándose; encendió un cigarro más ante la mirada
ofendida de Hermione, y se quedó en silencio, analizando las posi-
bilidades: revelar que era gay antes de que las fotos salieran sería lo
más sensato, adelantarse al movimiento de los de la MACH, sin
embargo, eso significaría no acabar la Academia e iniciar una batalla
que aún no quería iniciar. Sólo quedaba una opción…
—Ellos aún me siguen.
—Eso creo… tienen fotos tuyas desde hace tiempo, deben
saber todos tus movimientos y rutinas.
—Entonces ellos esperaran a que mañana yo salga de nue-
vo… ¿Verdad?
—Pues… —Ron frunció el ceño—. ¿Harry qué vas a hacer?
—Simplemente demostrarles con quién se están metiendo.
Vamos, creo que necesitaré su ayuda de todas maneras —dijo apa-
gando el cigarro con fuerza contra el cenicero y poniéndose en pie.
Hermione sonrió complacida, al fin un Harry que sí conocía,
o eso creía.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Harry tomó una pequeña bocanada de aire mientras cruzaba


la puerta de la discoteca. El vigilante, que ya lo conocía, le guiñó un
ojo y le sonrió. Harry respondió al saludo a medias, sintiéndose
demasiado nervioso, detrás de él, Ron y Hermione, transfigurados y
luciendo como dos chicos más, lo siguieron.
Como cada sábado, la discoteca estaba reventando de gente,
al inicio el plan había sido muy simple, pero ahora que estaba allí,
rodeado de tanta gente, pensó que tal vez no sería tan simple como
esperaba.
De acuerdo a lo planeado, Ron y Hermione se quedaron en
la barra, mirando atentamente a todos lados, mientras Harry, como
era su costumbre, se metía entre la multitud que se agitaba al ritmo
de la música acelerada.
Se encontró con un par de chicos con los que solía bailar y
quedar y comenzaron a menearse, aunque trataba de actuar de la
manera más normal posible, no podía dejar de estar atento a todo lo
que había alrededor, era un poco difícil hacer vigía en aquel lugar
debido a las luces y el humo, pero confiaba en que el hechizo de
rastreo de magia que le había enseñado a Hermione, funcionase
mejor que su propio reconocimiento visual.
Del otro lado de la discoteca, tanto Ron como Hermione
rastreaban a la multitud, tratando de encontrar algún punto de ma-
gia, tal como Harry les había indicado, y pasaron mucho tiempo
mirando, mucho más que asombrados, hacia toda esa multitud de
chicos, que se besaban, que bailaban y se tocaban hasta que por fin,
muy cerca de Harry, un pequeño punto brilló.
—¡Lo tenemos! —casi gritó Ron corriendo hacia donde el
punto alumbraba; le costó esquivar a tantos chicos, y se sintió algo
extraño entre tantos cuerpos agitándose al mismo ritmo, sentía a
Hermione detrás de él, empujándolo para que se apresurara.

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LIBRO III|Caminos
[3] «Y a pesar de todo… tu recuerdo»

Hermione le dio una mirada a Harry, que en ese momento


se besaba ya con uno de los chicos, y negó con la cabeza, buen mo-
mento para distraerse, pensó fastidiada.
—Vamos… antes que desaparezca.
Harry levantó la vista y no vio a sus amigos en la barra, miró
alrededor hasta que distinguió a Ron avanzando hacia el centro,
cerca de donde él estaba, se despegó de los dos chicos con una son-
risa de disculpa, pero aún no se movió más, esperó hasta que Ron
se detuviera, frente a un chico de largo cabello oscuro y facciones
andróginas, una vez Ron lo tuvo sujeto de un brazo y Hermione
del otro, los alcanzó.
—Ni siquiera lo intentes —advirtió Ron con voz dura apre-
tando más fuerte uno de los brazos del chico—, tenemos el edificio
repleto no sólo de hechizos anti desaparición, sino también, de mu-
chos amigos impacientes por ponerte una mano encima.
—Suéltenme, no sé de que están hablando… no sé que son
hechizos —jadeó el chico.
—¿Y esto se llama? —preguntó Hermione jalando la peque-
ña cámara de una mano.
—Solamente es una cámara —el chico se retorció y Ron
apretó más fuerte su agarre, le pareció extraño que fuera tan débil,
pero no por eso se detuvo.
—Sé como romper huesos, y causar mucho dolor, así que
quieto.
—Ajá —murmuró Hermione sacando de un bolsillo oculto
en la pierna, una varita—. ¿También sabes cómo se llama?
—Déjenme —jadeó el chico—, yo también tengo amigos y
vendrán a ayudarme en cualquier momento, así que si saben lo
que…
—Pues no veo a tus amigos cerca —lo interrumpió Harry
con mirada fiera, parecía mucho más imponente que antes, incluso

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Ron y Hermione se estremecieron ante su presencia. El chico ja-


deó, y por un momento pareció quedar inmovilizado, pero un ins-
tante después, trató de escapar con más insistencia.
Harry se acercó a él y echó un vistazo alrededor antes de pe-
garse a su cuerpo; con la varita escondida en la camiseta, lanzó un
hechizo no verbal de inmovilidad, el chico quedó completamente
quieto, con los ojos muy abiertos.
De acuerdo a lo planeado, lo llevaron a través de la discoteca
hacia la puerta trasera, que daba a un callejón. El chico se mantenía
conciente cuando revisaron todo el contenido de sus bolsillos, en-
contraron varios rollos de cámara, entre nuevos y usados, así como
algunas fotos de Harry, ninguna identificación ni ninguna pista so-
bre quién era, o algo que lo uniera a la MACH.
Hermione incineró todos los rollos e incluso la cámara, antes
de que Harry deshiciera el hechizo. En cuanto lo hizo, la chica dio
un paso atrás, mientras veía a Harry estrellar con fuerza el cuerpo
del chico contra la piedra, Harry era más alto así que, sosteniéndolo
de la camisa, lo tuvo en alto mientras gritaba:
—Escúchame bien, y espero que pases este mensaje a todos
tus compañeros, a mí nadie me dice qué hacer, ustedes pueden
pensar lo que quieran, y es su problema, así como es el mío saber
con quién me meto —Harry agitó el cuerpo del chico contra la pa-
red una vez más, antes de darle un derechazo que se estrelló contra
uno de los pómulos. El chico jadeó mientras que con las manos tra-
taba de soltarse—. No sé si es que se les ha olvidado, pero soy Ha-
rry Potter, pude acabar con Voldemort cuando ningún otro mago o
bruja pudo hacerlo, pude entrar en Gringots y robar algo de una de
sus cámaras más secretas, sin contar todo lo demás, así que no me
provoquen…
—Lo que haces está mal —respondió agitado el chico, escu-
piendo un poco de sangre al hablar.

1036
LIBRO III|Caminos
[3] «Y a pesar de todo… tu recuerdo»

—Es mi puto problema —replicó Harry, y lo agitó una vez


más, está vez presionándolo contra la pared con mucha más fuerza,
incluso sintió un par de costillas rompiéndose, pero eso no le im-
portó mucho— El que publiquen o no esas fotografías, no me hará
cambiar de idea, pero eso si te digo… si pude hacer todo lo que hi-
ce, créeme que puedo encontrar a cada uno de ustedes y destruir-
los, y de maneras que ni se imaginan. ¿Te ha quedado claro el men-
saje?
—¿Estás amenazándome?
—¿No te quedó claro acaso? —preguntó Harry con voz géli-
da y levantándolo incluso más del piso y zarandeándolo—. ¿No fui
lo suficientemente específico? ¡Contesta!
—Sí —jadeó el chico.
—No te escuché.
—¡Sí! ¡Sí, sólo suéltame, maldita sea!
—Que malos modales —se burló Harry soltándolo y deján-
dolo caer al piso, el chico soltó un gemido lastimero y elevó la mi-
rada hacia Harry.
—Levanta el hechizo antidesaparición —ordenó Harry hacia
Ron, que hizo un asentimiento y con un movimiento de varita des-
apareció el campo de protección.
—Y ahora vete antes que cambie de opinión y quiera man-
darles un mensaje mucho más claro.
El chico miró hacia Ron y Hermione, los cuales parecían dos
chicos muggles comunes y corrientes y luego hacia Harry de vuelta,
como si pareciera demasiado asombrado y asustado por lo que había
pasado.
—Ya escuchaste —dijo Harry haciéndole un ademán a Her-
mione, la chica le lanzó la varita al chico y rápidamente éste desapa-
reció.

1037
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Con eso tendrá, vamos —murmuró Harry avanzando


nuevamente hacia la discoteca, al cabo de un instante se dio cuenta
que ni Ron ni Hermione lo seguían, y se giró preocupado, sus ami-
gos seguían allí de pie, mirando hacia el punto donde el chico había
desaparecido.
—¿Chicos?
—Harry… Creo que te pasaste —murmuró Hermione enca-
rándolo finalmente. Harry leyó en su mirada y en la de Ron: páni-
co.
—Dijimos que lo asustaríamos —se excusó Harry con voz
más calmada.
—Lo hiciste… —confirmó Ron.
—Miren, sólo fue actuación… no hablaba en serio, ¿lo sa-
ben, verdad?
Y aunque Ron y Hermione asintieron, no parecían demasia-
do convencidos.

–|– 

El muchacho se apareció cayendo en una sala bastante amplia


y apenas iluminada. Con un último estremecimiento de dolor, la
transformación se inició, sus formas de hombre fueron cambiando
poco a poco, y el cabello oscuro fue reemplazado por una larga ca-
bellera pelirroja: Ginny jadeaba y se sujetaba uno de los lados, segu-
ra de que a lo menos, le habían roto una costilla.
—Te atraparon, ¿no? —preguntó una voz desde la oscuridad.
—Demonios…
—Ginny, Ginny —murmuró Tony poniéndose en pie y en-
cendiendo las luces, soltó un pequeño grito cuando vio el estado de
la chica, tenía un par de golpes en el rostro y el labio partido—.
Malditos bastardos…

1038
LIBRO III|Caminos
[3] «Y a pesar de todo… tu recuerdo»

—Necesito… llama a Sylvia… necesito que me curen an-


tes… —trató de tomar una bocanada de aire, pero el dolor era de-
masiado intenso—. Curarme… —pudo decir al fin.
—Iré por ella, y luego por quien quiera que te haya hecho
esto, y le daré su merecido.
—¡No! —Ginny hizo lo posible por encarar al hombre, so-
breponiéndose al dolor—. Ahora no necesito una venganza.
—¿A quién estabas siguiendo?
—A nadie.
—¿Y nadie te ha destrozado así?
—Me metí a un bar gay, ¿de acuerdo? Quería ver si encon-
traba a alguien y luego…
En ese momento una de las puertas se abrió, y Sylvia, junto a
un par de chicas más, entraron corriendo.
—Ginny, ¿estás…?
—Vamos —las apuró Tony—, hay que curarla, la han dejado
muy mal herida.
Una de las chicas rápidamente la levitó, y entre todos, la lle-
varon a la pequeña enfermería improvisada para casos de emergen-
cia.
Ginny fue recostada en la camilla mientras un hombre ma-
yor se acercaba y empezaba a murmurar hechizos curativos.
—No es nada, Tony, en verdad… no me di cuenta de que un
grupo de muggles me estaba siguiendo… —explicó Ginny con los
dientes apretados ante la mirada adusta del hombre que la curaba.
—De acuerdo —suspiró Tony luego de un momento—, de-
bes ser más cuidadosa, te he dicho que no vayas en busca de desvia-
dos sola, son muy peligrosos.
Ginny asintió y cerró los ojos, sintiéndose tranquila. Tony
cumpliría su promesa y no buscaría venganza, después de todo, no
era eso lo que buscaba, sino hacer que el chico volviera al lado co-

1039
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

rrecto, ese plan había fallado, pero ya encontraría otra forma… más
aún con la ayuda de la MACH.

–|– 

La primera reunión de excompañeros de la escuela, se llevó a


cabo al día siguiente. Ron y Hermione se habían quedado con Ha-
rry aquella noche, y al día siguiente habían pasado la mañana jun-
tos, buscando un regalo que llevar a Neville, la razón por la cual la
reunión se llevaba a cabo era porque el chico saldría de viaje por dos
años.
Harry se sintió contento de reunirse con varios de sus com-
pañeros de la escuela, todos, pese a que sólo había pasado poco más
de un año, se veían diferentes, mucho más grandes, como si casi
fueran adultos.
Vance también estaba allí. Le pareció extraño que Ginny no
llegara, pese a que habían varios de sus amigos más cercanos, luego
de saludar a todos, se quedó junto a Neville, Ron, Dean y Seamus,
recordando viejos tiempos y riendo, ayudados por el licor y la mú-
sica.
Y todo estaba bien, se sentía tranquilo y feliz; después de to-
do, dudaba que los de la MACH siguieran enviando cartas a sus
amigos o siguiéndolo siquiera. Sabía que cuando quería, podía ser
realmente malo, y la noche anterior lo había sido. Escuchaba a me-
dias los relatos de Neville acerca de cómo había tenido que quedar-
se en la universidad dos semanas más de lo esperado para terminar
con unos exámenes, y cómo ansiaba poder ya, alcanzar al grupo de
estudio en África, de lo maravilloso del viaje que emprendería con
aquel profesor Dahl, que parecía muy famoso… hasta que el nom-
bre de Draco surgió, y entonces fue cuando Harry puso real aten-
ción.

1040
LIBRO III|Caminos
[3] «Y a pesar de todo… tu recuerdo»

—Es una chica extraña… casi no habla con nadie —comentó


Neville—, sólo con Malfoy y otro chico más…
—¿Malfoy? —preguntó Dean algo suspicaz—. ¿Draco Mal-
foy?
—Sí, ya no queda otro Malfoy, ¿verdad? —Harry sintió cier-
tos deseos de golpear a Neville por ese comentario, pero se contu-
vo—, tiene una beca, ¿lo olvidas? McGonagall lo dijo el día de la
graduación.
—¡Oh! —suspiró Seamus—, ese día andábamos muy borra-
chos, siempre quedaré sorprendido por cómo pudiste subir hasta el
estrado sin tropezar —dijo hacia Dean que frunció el ceño.
—Tú estabas más borracho que yo —replicó y luego miró
hacia Harry—, creo que tú y Neville eran los únicos sobrios.
—Ni tanto —contestó Harry impaciente—. Así que Malfoy
sigue allí…
—Sí, aunque el tipo no habla con nadie, sólo con esta chica,
Jocelyn y con otro chico más… es un americano, los tres son un
grupo muy cerrado…
—¿Quién querría ser amigo de él después de todo? —co-
mentó Ron pareciendo muy poco interesado por la conversación.
—Bueno, Malfoy será lo que será, pero no hay duda de que
es un puto crack en cuanto a pociones… tiene el primer lugar de la
clase, uno de los promedios más altos de los últimos cien años, se-
gún dicen, y además, se da el tiempo de trabajar… —Harry sintió
que algo cálido se extendía en su pecho, y luchó contra sus ganas de
sonreír de orgullo—, un par de veces he comprado sus pociones, a
esta chica, Jocelyn… son tan buenas que la universidad entera está
al pendiente de comprarlas, sobre todo, las que te mantienen des-
pierto en épocas de exámenes, esas siempre se acaban primero…
—Yo no bebería nada preparado por él —interrumpió
Seamus.

1041
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ya… eso dices porque no estás allí, y no lo has visto traba-


jar… en serio que dicen que es bueno.
—¿Y ese otro chico que dices? El americano… ¿También es
fabricante de pociones? —preguntó Ron.
—Ah, no, ese es perfumista o algo así… no sé bien qué estu-
dia, siempre anda con Malfoy… ya saben —dijo sonrojándose lige-
ramente y mirando con culpa a Dean, recordando, seguramente, la
discusión que habían tenido sobre el «tema tabú» en la escuela.
—Dices que… —murmuró Harry, de pronto la calidez y el
orgullo iban desapareciendo.
—No me consta, es lo que dicen… aunque ya sabes como
van esos rumores… ese chico siempre está con Draco, de arriba
abajo, acompañados a veces por Jocelyn, y ya sabes, ambos son…
gays.
—Oh… —Harry de pronto sintió que toda la habitación se
hacía mucho más asfixiante, pese a eso permaneció allí de pie, fin-
giendo prestar atención mientras se recordaba una y otra vez que él
había deseado eso, que Draco no estuviera solo, que tuviera algo de
compañía. Aunque su mente se lo repetía una y otra vez, su corazón
no dejaba de doler.
Aquella tarde, antes de volver a la Academia de Aurores, no
pudo evitar dar una vuelta cerca de la universidad de Draco, más de
una vez había estado tentado de entrar, buscarlo y pedirle explica-
ciones, o de rogarle que volviera, dependiendo de su estado de
ánimo, aunque nunca se había sentido como esa tarde.
Estuvo mucho rato fuera, escondido bajo su capa de invisibi-
lidad, viendo el edificio que parecía vacío y deshabitado y sabiendo
que dentro, Draco ya no estaba solo, y preguntándose si era que
acaso… era eso lo que Draco había buscado cuando se había mar-
chado esa noche… alejarse de él para conseguir otro tipo de vida
más simple. Harry sabía que las cosas entre ellos hubieran sido mu-

1042
LIBRO III|Caminos
[3] «Y a pesar de todo… tu recuerdo»

cho más complicadas por la Academia, por tener que mantenerse


internado, sin contar el que no podrían admitir su relación abierta-
mente, hasta al menos terminar la carrera. Draco ahora estaba con
un chico que aparentemente era tan listo como él, que compartía
muchas más cosas en común, alguien que no era un famoso héroe,
que no le traería tantos problemas como se los hubiera traído él.
Finalmente tuvo que regresar, sintiéndose mucho más solo y
destrozado que antes… pero con la decisión de empezar a hacer un
real esfuerzo por olvidar a Draco…
Por aquella época fue que conoció a Noah.

1043
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

4
Comienzos

Cómo negar qué pienso en ti, y que sigues presente


aunque estés ausente, sin saber yo más de ti
aunque estoy pretendiendo olvidarte, para más recordarte
aunque muera yo a destiempo por pensar tanto en ti.
Canción: Aún No Te Olvido
Ricardo Arjona, cantante y compositor guatemalteco

Enero de 2001

E
l tiempo pasaba muy rápido. Draco cada vez se sentía
mucho más saturado; pese a eso, mantenía su palabra
y de no tratar mal a Gael. Siempre se sentaban juntos
en las clases que compartían, que no eran más que tres, y en las ho-
ras de las comidas; en el fondo, Draco debía reconocer que el chico
le caía bien, era bastante listo, y tenía en claro que estaban allí para
estudiar, y no se distraía de eso con facilidad.
Pese a que Draco sabía que Gael era gay, y que Gael sabía que
él también lo era, no habían tenido aquella charla. Algunas veces se
sentía tentado a iniciarla, pero luego se arrepentía, después de todo,
no cambiaba nada que Gael supiera que él sabía, y si quería que se
enterase, debía salir de él mismo.

1044
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Jocelyn les había escrito a cada uno cada dos semanas. En la


última carta, comentaba que se estaban adentrado a un lugar con la
Tribu Zenete, y que probablemente no podría escribir en mucho
tiempo. Ella, pese a la falta de algunos servicios y de algunas inco-
modidades, decía sentirse en la gloria; que efectivamente, el maes-
tro Dahl parecía ser alguien muy extraño, pero que era un genio del
cual ella aprendía cada día. Pese a extrañarla, y mucho, Draco siem-
pre le decía en sus cartas de respuesta, que estaba feliz por ella y que
se sentía feliz de que estuviera realizando lo que quería.
En su trabajo, las cosas iban igual que siempre: Perpetua le
gritaba casi siempre a alguna de las chicas y casi nunca se metía con
él; Axel ya se había marchado y no había vuelto a verlo, sabía, por
algunos compañeros, que había regresado de momento a Glasgow,
donde vivían sus padres, y Draco aún pensaba en él de vez en cuan-
do.
Sin embargo, aquella noche de sábado, las cosas fueron algo
diferentes para Draco; había vuelto del trabajo pasada la mediano-
che, no se dio cuenta hasta que estuvo en su puerta, que había un
«bulto» esperándolo, se agachó para verlo bien: era Gael, envuelto
en una manta y con un muy fuerte olor a licor, a licor barato, podría
apostar Draco.
Suspiró fastidiado, y luego lo agitó con fuerza, mirando a
ambos lados. Era una suerte que nadie lo hubiera encontrado allí,
de lo contrario estaría en problemas. Pero… ¿Por qué en lugar de ir
a su habitación había tenido que ir allí?
—Gael… vamos, para hombre.
Pero Gael no quería despertar. Resignado murmuró la con-
traseña y, mirando hacia ambos lados del pasillo, atrastró a Gael,
cómo si fuera un peso muerto, por el piso hasta el centro de la habi-
tación, cuando giró para cerrar y asegurar la puerta, el chico pareció
al fin despertar.

1045
LIBRO III|Caminos
[4] Comienzos

—¡Hola! —saludó con voz demasiado chillona, Draco levan-


tó una ceja interrogantemente; un minuto antes estaba inconsciente
y ahora parecía demasiado efusivo.
—¿Quieres callarte? Nos van a oír, y no necesitamos eso.
—Ya… tú siempre tan remilgado —se quejó Gael deshacién-
dose de la manta y tratando de ponerse en pie, perdió el equilibrio
inmediatamente y dio contra el piso. Draco en realidad no hizo
ningún intento por evitarle la caída, estaba con los brazos cruzados,
apoyado contra la puerta y bastante enfadado, tener a un borracho
en su habitación no era algo que entrara en sus planes.
—Gael… si ya puedes hablar, tal vez puedas volver a tu dor-
mitorio.
—Yo te esperaba —murmuró Gael arrastrando las palabras, y
al parecer, resignado ya, a que no pudiera ponerse en pie—. Quiero
hablar contigo.
—¿Con quién has estado bebiendo?
—Solo… yo siempre ando solo ¿Por qué? ¿Te pondrás celo-
so? —Gael se apoyó sobre las manos y comenzó a moverse hacia
Draco. Draco soltó un bufido y, rindiéndose a que tendría que
aguantarlo y que no se iría, se acercó a él y se sentó en el piso, de-
lante de él, con las piernas cruzadas al estilo indio.
—No… no estaría celoso, sólo preocupado.
—Ya…
—¿Qué es lo que te pasa? ¿Qué necesitas decirme?
—Draco… ¿En verdad nunca te das cuenta, cierto?
Draco suspiró profundamente y luego, casi sin darse cuenta,
tomó la mano de Gael, que pareció contener el aire.
—¿Estás seguro que quieres mantener está conversación jus-
to ahora?
—Lo sabes… —susurró Gael y bajó la cabeza, Draco recordó
una vez más las palabras de Jocelyn, además que tenía que admitir

1046
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

que el chico ahora le caía mejor, lo consideraba casi un amigo, aun-


que a veces parloteaba demasiado a su alrededor.
—Hey… podemos hablarlo por la mañana, no hay problema
—dijo mientras con una mano le levantaba el rostro, Gael parecía,
si es que era posible, más sonrojado e incómodo.
—No quiero hablarlo por la mañana —musitó Gael antes de
sujetar la mano de Draco y jalarlo para darle un torpe beso en los
labios, Draco retrocedió un poco sobre su sitio, y lo miró entre
asombrado y divertido. Al parecer, hacía que la gente ebria lo qui-
siera besar.
—No hagas tonterías.
—No son tonterías, tú me gustas, siempre ha sido así —Gael
se lanzó hacia delante y trató torpemente de besar a Draco una vez
más, este lo sujetó de los hombros y lo empujó suavemente, sabía
que en realidad Gael estaba actuando de esa manera, por estar bajo
los efectos del alcohol.
—Gael…
—Acuéstate conmigo —pidió el chico—, por favor, sólo hoy
si es que quieres, pero…
—No —respondió Draco un poco más serio, una cosa era
burlarse de que Gael quisiera besarlo y otra muy diferente aprove-
charse de que el chico estuviera tan borracho e imprudente.
—Por favor —jadeó Gael—, me portaré bien… haré lo que
quieras si…
—¡Cállate! —gritó Draco sintiéndose más que asqueado por
las palabras de su amigo, no podía creer que le hubiera dicho aque-
llo—. No digas estupideces, ¿quieres?
Y entonces Gael comenzó a llorar. Draco detestaba que la
gente llorara, detestaba llorar, escuchar sollozos, hacer llorar, detes-
taba todo lo que tuviera que ver con lágrimas y llantos.

1047
LIBRO III|Caminos
[4] Comienzos

—No soy bueno para ti… ni siquiera puedo convencerte de


esta manera… —lloriqueó Gael.
—Claro que eres muy bueno, pero créeme que mañana te
arrepentirás de esto —aún dudando Draco palmeó un par de veces
el hombro de Gael, que se agitaba aún llorando.
—No lo haré… tú me gustas… por favor, Draco… —Gael
levantó la mirada y Draco vio toda la confusión y el dolor que había
allí, y sintió algo pesado en el estómago, acarició la mejilla suave-
mente un instante antes de suspirar profundamente.
—Anda ven, vamos —pidió poniéndose en pie y tendiéndole
una mano. Gael tomó su mano y Draco tiró de él para ponerlo en
pie, el chico apenas y podía mantener el equilibrio mientras Draco
lo jalaba lentamente hacia la cama.
—De verdad me gustas, Draco —continuó Gael, su nariz y
mejillas rojas y sus ojos ligeramente hinchados, Draco asintió y co-
menzó a quitarle la túnica clara y manchada, desabotonándola con
lentitud, hasta el último botón para luego, dejarla caer contra el pi-
so, no se sorprendió al ver que Gael no llevaba nada más que la ropa
interior debajo.
—Ven… —susurró suavemente sentándolo sobre la cama pa-
ra quitarle las botas de cuero y las medias, dejó todo a un lado y le-
vantó la vista, Gael lo observaba atentamente, y no pudo resistir el
impulso de depositar un suave beso en una de sus rodillas y luego,
arrodillándose entre sus piernas, uno más en los labios, un beso
suave, apacible y tranquilo. Gael suspiró cuando Draco se separó y
lo hizo recostar sobre la cama.
Draco dejó a Gael sobre la piltra y luego se apartó un poco,
ante la mirada atenta del chico se sacó el abrigo del cual no se había
podido desprender, luego la chompa y la camiseta, se sentó en la
cama, dándole la espalda a Gael, y se deshizo de los zapatos y las
medias, para después sacarse los pantalones, sintió las manos tem-

1048
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

blorosas de Gael sobre su espalda y cerró los ojos un instante, dis-


frutando de ese toque que algunas veces extrañaba demasiado. Fi-
nalmente, con un movimiento de varita, bajó las luces hasta que la
habitación quedó a oscuras y se metió en la cama, sólo en bóxers,
jaló las mantas y los cubrió a ambos. Quedando frente a frente con
Gael, podía sentir el olor a licor, sentir el calor del cuerpo del chico
y ver sus ojos azules brillosos.
Con una mano temblorosa, Gael acarició la piel de su cadera
y Draco jadeó suavemente antes de acercarse y darle un beso más.
—Gael… —susurró pasando una mano por la cintura del
chico y pegándolo un poco más a él—, cierra los ojos… trata de
descansar.
—Pero…
—Si mañana aún estás seguro de esto, lo haremos… pero no
me pidas que me aproveche de ti así… —le dio un beso en la meji-
lla y lo rodeó completamente, sintió la respiración agitada de Gael
por un rato más, pero el chico ya no contestó, y en unos cuantos
minutos más se quedó dormido.
Draco lo soltó y lo observó dormir por un rato, hasta que su-
po que realmente ya no despertaría. Sabía que si lo metía en la ca-
ma, se quedaría dormido y al fin tendría algo de paz. Pronto él tam-
bién se quedó dormido, sintiendo el cuerpo caliente de Gael contra
su propia piel, en algún momento de la madrugada empezó a soñar
con Harry y las veces en que se quedaban dormidos juntos, incluso
cuando no eran nada más que amigos.

–|– 

Una noche, varios meses atrás, Harry había estado tonteando


en una discoteca con un chico bastante apuesto, y el chico había es-
tado respondiendo a sus juegos, hasta que finalmente, ambos se di-

1049
LIBRO III|Caminos
[4] Comienzos

rigieron al baño, contrario a lo que Harry deseaba en ese momento,


no se metieron a uno de los cubículos, sino que el chico lo llevó
hasta el fondo, hacia la pared donde estaba el secador de manos, y
luego miró a ambos lados. En ese momento, Harry empezó a entrar
en pánico y trató de zafarse del agarre del chico, pero éste lo presio-
nó mucho más fuerte contra la pared.

–|– 

—Tranquilo, Harry, no es nada de eso —le tranquilizó el chi-


co con voz suave, Harry se quedó quieto un momento, asombrado
porque ese chico supiera su nombre, y sintió la magia fluir antes de
que la pared en donde estaba apoyado desapareciera; trastabilló ha-
cia atrás, y si no fuera por el agarre del hombre, hubiera caído irre-
mediablemente contra el piso.
Se encontró sujeto por la cintura y en un ambiente a media
luz, era una especie de bar, había algunas mesas de madera con
lamparillas azules en el centro, y una pista de baile con unos cuan-
tos hombres bailando de manera más que sensual. Harry miró todo
asombrado y luego miró hacia el chico que aún lo tenía sujeto de la
cintura.
—¿Qué demonios…?
—Vamos, te invito a un trago —le propuso el chico jalándolo
con suavidad hacia una de las mesas del fondo. Harry miró alrede-
dor a las parejas de chicos y chicas, algunos sentados en las mesas
conversando, otros besándose y toqueteándose. Al fin se acomoda-
ron en una mesa pequeña de uno de los rincones; en cuanto se sen-
taron, la luz azul parpadeó un par de veces y luego se apagó un po-
co, dejando todo a media luz, un muchacho bastante guapo y de ca-
bellos rubios sujetos en una coleta, se acercó a su mesa.

1050
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Dos whiskys de fuego—pidió el chico pidiendo con la mi-


rada su confirmación. Harry asintió de mala gana, ya seguro de que
aquel era un lugar mágico, podía sentir la magia en el ambiente y el
pedido del tipo de bebidas no hacía más que confirmarlo, se tensó
completamente pensando en que había arruinado todo, y que sería
muy difícil salir de ese embrollo.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Harry con mirada fie-
ra y no esperando al ataque del otro.
—Por lo pronto, un trago decente, no es por nada pero real-
mente detesto las bebidas muggles, al menos las que sirven allí.
—Sabes de lo que hablo.
En ese momento, un par de vasos con whiky de fuego apare-
cieron delante de ellos; el hombre sacó de los bolsillos un par de
monedas que dejó sobre la mesa y estas desaparecieron rápidamen-
te. Levantó su vaso en señal de brindis hacia Harry, y luego dio un
largo trago a su bebida. Harry permaneció con los brazos cruzados,
expectante y sin tomar de su copa.
—Bien, parece que te lo tomas en serio —resopló el hom-
bre—; mi nombre es Mikel Hayman, y creo que ya te has dado
cuenta de que soy un mago.
—¿Por qué no vas de frente al punto?
—A eso voy, si es que me dejaras hablar… —Mikel suspiró y
luego encendió un cigarro—, supongo que también te has dado
cuenta de que este es un sitio de ambiente gay… pero mágico, es
decir todos los que estamos aquí somos magos y gays.
—Creo que quedó claro con eso de que es un sitio gay pero
mágico.
—Sí, ya había escuchado acerca de tu mal humor —dio una
larga calada al cigarro y luego miró fijamente a Harry, que aún per-
manecía con los brazos cruzados—. Esto no es un chantaje, ni nada
por el estilo, estoy comenzando a ofenderme.

1051
LIBRO III|Caminos
[4] Comienzos

—Si me dices exactamente qué hacemos aquí y qué preten-


des, entonces no te ofendería.
—Pues, llevarte a la cama, por supuesto —replicó el chico
con la mayor frescura del mundo. Harry se obligó a no sentirse
ofendido por el comentario, después de todo, lo había encontrado
de esa manera, ambos habían entrado al baño para eso—, pero tam-
bién mostrarte que hay algo más que esas discotecas muggles para
nosotros.
—¿Estás loco? —masculló Harry adelantándose un poco más
en su asiento—, no sé tú pero yo no confiaría en ninguno de los
que está aquí, y tal vez tú no seas muy conocido, pero yo sí, y no
me arriesgaré a que alguno decida hablar de más.
—No lo harán por varias razones —explicó Mikel mante-
niendo el tono calmado—. Primero: porque tendrían que admitir
que han estado en un lugar así para poder haberte visto, y es obvio
que si has estado en un lugar así, si es que conoces de su existencia,
es porque te has visto en algún tipo de relación homosexual.
—Bueno… puedes decir que entraste siguiendo a alguien o
para investigar.
Mikel negó con la cabeza.
—Además que este sitio tiene un hechizo protector, seas o
no gay, no puedes salir de aquí y decir a quién has visto, a menos
que esa persona quiera que lo sepan.
—No entiendo…
—Si sales de aquí y tratas de decir que me has visto aquí, o
describir lo que he estado haciendo, tu lengua se trabará, no podrás
decirlo, jamás, ni escribirlo, nada, sólo puedes hablar de los que es-
tán aquí con los que están aquí.
—¿Es un juramento o algo así? ¿Es que acaso eso no es ilegal
si se hace sin autorización?
—¿Piensas denunciarnos? ¿Arrestarnos tal vez?

1052
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No, yo no… —Harry frunció el ceño y tomó al fin un tra-


go de su bebida—. Sólo preguntaba, es decir, que de alguna manera
he hecho un juramento por el que no me preguntaron.
—Si no deseas volver nada te obliga, pero nosotros nos cui-
damos entre nosotros, aunque no nos conocemos todos, nos cui-
damos y protegemos porque nadie más, ni siquiera los aurores —le
dio una mirada de reproche a Harry— nos van a proteger.
—Es decir… Todos aquí son gays…
—Yo siempre dije que tu inteligencia estaba subvaluada.
Harry arqueó una ceja y le dio una mirada ofendida antes de
prender un cigarrillo y mirar alrededor, por varias de las paredes
aparecían más y más grupos de chicos y chicas, todos lucían bastan-
te contentos y animados.
—¿Cómo hago para entrar aquí?
—Hay una lista de discotecas muggles desde donde puedes
tener acceso, no sólo a este sino a varios, muchos sitios más, yo te la
puedo facilitar, el Ministerio no tiene controlados estos portales,
por lo que no encontrarás una referencia de ellos en las listas actua-
lizadas de entradas y salidas mágicas…
—Asombroso…
—Es sólo un poco de imaginación.
—¿Y desde cuándo es que esto existe?
—No lo sé en verdad —contestó Mikel arrugando un poco
la nariz—, lo cierto es que cuando tenía dieciocho, un chico me tra-
jo aquí, él tampoco sabía a ciencia cierta cuánto tiempo llevaban los
portales abiertos…
—¿Y estás seguro que nadie podrá delatarnos jamás?
—Sí, créeme, al inicio lo intenté muchas veces, pero nunca
pude decir nada a nadie, yo también era algo escéptico, temía por
mí, ya sabes, como tú.

1053
LIBRO III|Caminos
[4] Comienzos

—No es que no les quiera creer, pero ahora hay muchas co-
sas… ya sabes, los de la MACH y todo eso, cualquiera dudaría…
—Esos desgraciados… últimamente se están pasando, desde
que Tony Schafer ocupó el lugar de su padre, las cosas se están des-
controlando un poco.
—¿Quién?
—Tony Schafer, su padre fue el fundador de la MACH, di-
cen que antes daban algunos problemas, pero no tantos como aho-
ra, esta vez se la están tomando en serio.
—¿Los conoces?
—Debería, ¿no te han enseñado en esa Academia que uno
debe mantener vigilados a sus enemigos?
—Pero nadie sabe quiénes son ellos, solo dicen la MACH y
ya… ¿Cómo saber quién la encabeza y todo eso?
—Cosas que se aprenden, cosas que se escuchan… ya lo ve-
rás con el tiempo supongo…
Ambos se quedaron en silencio, disfrutando de la música y el
ambiente, hasta que Harry estuvo ya complacido, le gustaba ese lu-
gar y le gustaba la idea de tener gente alrededor, no muggles, sino
magos y brujas, que se sentían igual que él; de alguna manera, el si-
tio y el rumbo que estaba tomando la noche, lo hacían sentir mu-
cho más seguro.
—¿Y tú a que te dedicas? Es decir, ya sabes quién soy yo… ¿Y
tú?
—Yo soy medimago.
—Vaya…
—Sí… eso mismo dije el día que me gradué, no lo podía
creer —sonrió Mikel—, pero vamos a bailar un poco, ¿qué dices?
Además que quiero presentarte a mis amigos.
Harry terminó de beber de un trago lo que le quedaba de li-
cor en el vaso, y junto al chico, se encaminó al centro de la pista de

1054
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

baile, donde un grupo de chicos, que luego descubrió eran amigos


de Mikel, ya se agitaban al compás de una música desconocida.
Aquella había sido la primera discoteca mágica de ambiente
que había descubierto, luego, poco a poco junto con Mikel y varios
de sus amigos, fue conociendo muchos más sitios, era agradable
sentir que no estaba solo en ese aspecto, que había mucha, pero
mucha más gente que también quería vivir su vida sin que nadie la
molestara. Algunos le daban miradas de reojo, y no podía negar que
era uno de los más codiciados de las discotecas. Pensó que básica-
mente debido a su reputación, aunque Mikel y sus nuevos amigos
nunca lo hicieron sentirse de esa manera.
Se había agregado con bastante facilidad al grupo de Mikel, le
agradaban ellos porque era gente muy divertida, pese a que todos
trabajaban o estudiaban durante el día, y todos parecían bastante
ocupados, por las noches siempre estaban dispuestos a buscar fies-
tas, ya fuera en lugares muggles o mágicos, con Mikel había estado
tan sólo un par de veces, y había sido bueno, por supuesto, le había
gustado aprender un par de hechizos interesantes, y el poder librar-
se de los preservativos y los lubricantes, pero sólo un par de veces, y
ahora, algún tiempo después, aunque habían coqueteos y demás,
ambos sabían que su momento de estar en la cama juntos había
terminado.
En una de esas salidas, mientras reía de las bromas de Mikel
y de Ethan, un chico menor que Mikel, y que estudiaba en la mis-
ma escuela de leyes que Hermione, fue que conoció a Noah Garth,
amigo ya conocido del grupo.
Noah era un chico de veintidós años, el menor de cinco
hermanos, de familia rusa, su padre le pagaban todos sus estrambó-
ticos gastos, siempre y cuando se mantuviera alejado de Rusia y de
los escándalos que le estaba costando la reputación. Noah conocía a
Mikel y a los demás de uno de sus diversos viajes a Londres, y esta

1055
LIBRO III|Caminos
[4] Comienzos

vez planeaba quedarse mucho más tiempo, al menos unos meses


mientras meditaba qué más podría hacer con su vida, además de
viajar y pasarla bien de fiesta en fiesta.
Harry congenió con él inmediatamente, era desinhibido y
bastante abierto, tenía una sonrisa fácil y contaba historias magnifi-
cas acerca de los cientos de lugares alrededor del mundo donde ha-
bía estado. Conocía el nombre de Harry apenas y de oído, pero no
le interesaba mucho averiguar sobre Harry «El Héroe» sino más
bien sobre Harry, el muchacho que estudiaba la —según pensaba
Noah— increíble carrera de Auror. De lo único que casi no hablaba
era de su familia o sus hermanos.
Por su lado, Harry trataba de mantener su promesa de co-
menzar a olvidar a Draco, y pasaba el tiempo esforzándose de sobre
manera en la Academia, superando a Dashiell y a Lisa Turpin, que
eran los mejores estudiantes. Durante los fines de semana libres, iba
siempre a visitar a Andrómeda y a Teddy, la mujer le contaba todos
los maravillosos adelantos que su ahijado estaba realizando, o de las
salidas que organizaba junto a la señora Weasley, para siempre ter-
minar la tarde preguntándole si ya había conseguido una novia. Más
de una vez estuvo tentado a decirle la verdad, pero temía que luego
no lo dejara ver a Teddy.
Los fines de semana, ya no iba más a las discotecas muggles,
le pareció buena idea para evitar que lo siguieran espiando, por lo
general se reunía en alguno de los bares mágicos con Mikel y su
grupo, y por supuesto con Noah, quien parecía querer alargar aún
más el tiempo de estadía.
Harry sólo veía a Noah en las noches de sábado, en que se
encontraban para tomar algo y bailar y luego, si no encontraba al-
gún otro prospecto interesante, se iban al hotel del chico, donde pa-
saban las madrugadas. Antes del amanecer, Harry siempre se iba a
casa y Noah parecía complacido con aquella relación que se estaba

1056
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

alargando por tres meses ya; por eso le pareció extraño ese jueves,
antes de su salida, recibir una nota del chico, pidiéndole encontrar-
se en las afueras de un gran centro comercial en la parte más exclu-
siva de Londres. Después de meditarlo demasiado, aceptó estar allí
el viernes alrededor de las nueve de la noche, una vez hubiera cum-
plido con el casi infaltable ritual con sus compañeros de academia.
Llegó vestido de muggle. Noah ya lo esperaba de pie, junto a
una de las enormes fuentes, contrario a su carácter habitual se veía
algo tenso, se saludaron con un pequeño abrazo antes de que el chi-
co le propusiera ir a una pizzería cercana que tenía muy buena
reputación.
Como siempre, rieron y conversaron bastante, pese a lo in-
tranquilo que se sentía Harry, disfrutó la noche, hasta que la cena
terminó y ambos ordenaron una botella más de vino, fue entonces
que Noah se puso serio. Pese a estar en un lugar público, no le im-
portó tomar la mano de Harry para capturar por completo su aten-
ción.
—Te quiero —dijo simplemente, como si eso explicara todo.
Al menos explicaba gran parte de lo que estaba pasando. Harry se
soltó inmediatamente y retrocedió un poco en su silla.
—Yo…
—Y sé que seguramente tú no sientes lo mismo… aunque sé
que te gusto, de alguna manera te gusto.
—Sí, claro que me gustas pero no es lo mismo que…
—¿Sabes qué leo en tu mirada? ¿Sabes qué es lo que he no-
tado cada vez que te he visto? —interrumpió Noah con voz calma-
da—. Desde la primera vez, siempre supe que estabas triste, que al-
guien de alguna manera te había lastimado… te había roto el cora-
zón, y también sé que aún le quieres.
—Noah, escucha…

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LIBRO III|Caminos
[4] Comienzos

—Y aún así te quiero… pese a que sé que aún no olvidas a


esa otra persona pero, y no quiero que te enfades con esto que voy a
decir, pero esa persona no está aquí, no es justo que sigas triste por
alguien que ya se fue.
—Sabes que yo no te quiero, no de esa forma… me caes bien
y la pasamos genial juntos, pero no necesito tener una relación en
este momento y… —empezó a excusarse Harry no sabiendo bien
qué podía decir, y tratando de alejar a Draco de sus pensamientos.
—Sé que necesitas de alguien que te cuide y te quiera, todos
lo necesitamos en algún momento, y yo quiero ser esa persona para
ti, no te exijo que me cuentes nada que no quieras contarme, o que
me des una respuesta en este momento pero… Realmente me gus-
taría tener una oportunidad para demostrarte que no es tan difícil
olvidar.
—Pero… tú dijiste que te gustaba viajar, que te la pasas via-
jando, y eso tampoco es lo ideal para una relación, en caso de que
esta existiera.
Noah sonrió hacia Harry con algo más de ternura.
—No me iría, por supuesto que no, no si tú estás aquí para
mí…
—Yo no quiero que cambies tus planes o tu forma de vida
por mí.
—No lo hago por ti —reprochó Noah antes de darle un sor-
bo a la última copa de vino que le quedaba—, lo hago por mí, por-
que yo te quiero.
Harry levantó la mano y ordenó la cuenta, no sabiendo aún
qué poder responder a eso, no había olvidado a Draco, claro que
no, pero sentía que tampoco lo olvidaría, y Noah lo sabía, sabía que
existía alguien más en su corazón, y a pesar de todo quería tratar,
quería intentar cosas que Draco no había querido intentar, es más,
Draco había salido adelante sin él, e incluso tenía un novio (reco-

1058
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

nocer aquello aún dolía demasiado), y tal vez lo correcto era que él
también lo intentara; después de todo, no estaría jugando con los
sentimientos de nadie, no si lo dejaba todo claro desde el principio.
Se sintió demasiado agotado de pensar, mientras caminaba
junto a Noah lentamente y fumando hacia el hotel del chico. Deseó
tener a Hermione cerca para que le diera un consejo, incluso a Mi-
kel, él siempre parecía mucho más centrado que los demás, y segu-
ro sería bueno dando consejos.
Se detuvieron en la entrada del hotel, Noah lo miraba expec-
tante, su cabello castaño se agitaba con el frío viento y sus mejillas
estaban sonrojadas. Harry le dio una mirada al cielo, supo que
pronto empezaría a nevar, y de pronto le provocó tener alguien a
quien abrazarse delante de la chimenea mientras la nieve iba lle-
nando las calles, alguien que lo esperase en casa o que le escribiera
entre semana para contarle algo más que la siguiente gran fiesta que
se organizaría. Deseó tener alguien que llenara el lugar que Draco,
su amigo y su amante, había dejado vacante. Pensó que no necesita-
ba más consejos ni más preguntas, Noah le ofrecía parte de lo que
él necesitaba y debía tomarlo, debía darse esa oportunidad.
—Esta noche podemos ir a mi casa —le propuso mientras
tomaba su mano y lo jalaba un poco, alejándolo de la entrada del
hotel—, pasar la noche allí.
—Sí, sería muy agradable —contestó Noah, la mirada azul
brillando mucho más que antes, y una sonrisa radiante en su rostro,
que Harry no había visto en el pasado. Se sintió mucho más recon-
fortado con su respuesta mientras ambos caminaban lentamente
por la calle, apretujándose en sus abrigos y guantes, pegados el uno
al otro, camino «a casa».

–|– 

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LIBRO III|Caminos
[4] Comienzos

La mañana siguiente a «La Gran Borrachera», que era la for-


ma como Draco la denominaba, Gael había despertado cerca del
mediodía, con un terrible dolor de cabeza y unas horribles ganas de
vomitar; se puso en pie de un salto, lo que hizo que su mareo in-
crementara, y corrió lo más rápido posible hasta el baño, donde
vomitó, según le pareció, hasta algunos órganos vitales, luego regre-
só arrastrándose hasta la cama, y se cubrió completamente con las
mantas durante un momento, hasta que unas gentiles manos lo
destaparon un poco. Abrió los ojos como plato cuando se dio cuen-
ta de que se trataba de Draco, que le extendía un vial con una po-
ción celeste. Gael sabía que era una poción para la resaca.
—Bebe esto, te hará bien… aunque debería dejarte sufrir un
poco más por beber de esa manera…
Gael asintió en silencio y, sintiéndose cada vez más enfermo,
tomó el contenido completo del vial para luego dejarse caer en la
cama con lentitud, los mareos fueron remitiendo poco a poco.
—¿Qué haces aquí? —preguntó un tanto preocupado, em-
pezando a notar cosas; como que sólo estaba en ropa interior, ade-
más, no recordaba que Draco hubiera llegado a su habitación, úni-
camente recordaba haber estado bebiendo solo en la terraza, rodea-
do de parejitas que se hacían arrumacos, y lo desdichado que se ha-
bía sentido en ese momento.
¿Dónde entraba Draco en toda la ecuación?
—¿Por qué no miras mejor? —preguntó en respuesta Draco,
sentándose nuevamente tras el escritorio y volviendo a sus tareas;
en sólo un par de horas tendría que estar en la tienda, y la noche an-
terior había desperdiciado el tiempo con Gael y su borrachera con
declaración de amor incluida, aunque claro, no mencionaría aque-
llo.
—Oh, mierda —susurró Gael mirando alrededor, ese no era
su dormitorio, la poción estaba haciendo un gran y expeditivo efec-

1060
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

to, y de pronto, varias escenas de recuerdos recortados llenaron su


mente—. Oh, mierda —murmuró una vez más recordando ahora
la parte de: «acuéstate conmigo» y «me gustas…», deseó que el fragmen-
to del llanto fuera sólo parte de su imaginación. Sus mejillas se ca-
lentaron, y supo que estaba más sonrojado de lo que jamás había es-
tado en su vida, aún así, se obligó a mirar a Draco, que parecía de-
masiado distraído con la tarea.
Tal vez sí era parte de su imaginación y sólo había fantaseado
confesándose ante Draco. Unas últimas palabras volvieron de pron-
to a su mente.
«Si mañana aún estás seguro de esto, lo haremos… pero no me pidas
que me aproveche de ti así…»
—¿Ya te ubicaste? —preguntó Draco sin mirarlo.
—Demasiado.
—Sí, demasiado alcohol, ¿en qué demonios pensabas? Pu-
dieron descubrirte y sancionarte, más aún si es tienes media beca.
No debes jugar con los estudios, te creí más responsable.
—Yo… —Gael tomó una bocanada de aire y se destapó com-
pletamente. Draco arqueó una ceja, esperando el comentario, o que
el chico volviera nuevamente corriendo hacia el baño, pero por el
color de sus mejillas, no parecía que quisiera volver a vomitar. Gael
se puso en pie y buscó entre la pila de ropa su varita, y se volvió a
meter al baño.
—¿No hay baño en tu habitación? No quiero ser rudo, pero
en serio, ya voy atrasado con esto y… —se detuvo cuando Gael sa-
lió nuevamente del baño, lucía mucho mejor, como si acabara de
tomar una ducha, aunque no había escuchado el agua caer—.
Bueno, creo que definitivamente esa poción te hizo bien.
—Lo recuerdo —contestó Gael acercándose hacia el escrito-
rio—, recuerdo que te dije que me gustabas y…

1061
LIBRO III|Caminos
[4] Comienzos

—Estabas borracho, no sabías lo que decías —interrumpió


Draco pegándose un poco más contra la silla y alejándose del avance
de Gael.
—Y tú dijiste que si hoy, luego de que se me quitara la borra-
chera, aún estaba seguro de querer hacerlo, entonces lo haríamos,
pero que no te podías aprovechar en ese momento.
—Gael…
—Yo estoy seguro —por fin su voz pareció mucho más tími-
da. Draco negó con la cabeza y se puso en pie, jalando a Gael hacia
la cama una vez más.
—Escucha…
—No, no empieces con «escucha» es así como empiezas
cuando… cuando vas a terminar con alguien o a desilusionarlo.
—Pero, Gael, tú eres mi amigo, el único que tengo por estos
días, y me gusta tu compañía, creo que la pasamos bien… ¿No te
das cuenta de lo que estarías a punto de arruinar por una calentura
o un gusto que no tiene ni pies ni cabeza?
—Es más que un gusto… Yo también disfruto contigo, y es
por eso justamente… Yo… —Gael jadeó y se cubrió el rostro con
las manos, Draco temió porque nuevamente se pusiera a llorar.
—Lo siento… no puedo… —Draco tomó una bocanada de
aire antes de retirar con delicadeza las manos del rostro de Gael pa-
ra que lo pudiera ver—. Yo quiero a alguien más.
—Tú no sales con nadie —rebatió Gael—, no tendrías tiem-
po.
—No, no salgo con él, yo lo quiero, y ahora no estamos jun-
tos, tal vez nunca podremos estarlo… —Draco suspiró, nunca había
hablado de Harry con nadie, ni siquiera con Jocelyn—. No puedo
estar contigo por eso, porque quiero a otra persona… No sería co-
rrecto…
—Lo siento… —murmuró Gael.

1062
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No digas eso, el que lo siente soy yo, eres un chico mara-
villoso, sólo que yo no puedo…
—Lo siento por ustedes, por ti y el otro chico… no sé que
pudo haber pasado o por qué terminaron, pero siento tu tristeza…
—Era lo mejor —contó Draco no creyendo aún que estuvie-
ra hablando con él de eso—, él tenía que seguir adelante… aprove-
char sus oportunidades, no lo hubiera logrado si seguía conmigo.
—Pero, ¿qué hay de lo que tú sientes…? Es decir, aún le
quieres y él…
—Él es ahora feliz, eso espero; está haciendo lo que le gusta
hacer, sin tener que preocuparse por el qué dirán los demás… Así
es mejor.
Gael se inclinó un poco hacia él y le tomó una mano, apre-
tándola con fuerza, como queriendo darle ánimos mientras suspira-
ba profundamente.
Draco siempre consideró esa mañana como el verdadero
comienzo de su amistad con Gael, pese a que sabía que Gael podía
sentir algo por él, no lo alejó, al contrario, empezó a confiar un po-
co más en él.
Poco a poco fueron compartiendo las historias acerca de sus
familias, de su vida y de sus amores; Draco le contó acerca de Axel y
lo mal que se había sentido por, de alguna manera, haberlo utiliza-
do, y que se había prometido no hacerlo nunca más, aunque no le
contó de Yarik, y menos de Harry, no volvió a mencionarlo más en
sus charlas, puesto que el recordarlo ya de por sí, dolía, el decirlo en
voz alta era demasiado para él.
Gael le habló sobre aquel chico que lo había ilusionado y se
había acostado con él, el primero de quien realmente se había ena-
morado, y cómo al día siguiente lo había humillado delante de su
universidad, cómo le había dicho que todo no se trataba más que de
un reto, una apuesta que había hecho con sus amigos para saber qué

1063
LIBRO III|Caminos
[4] Comienzos

tan fácil era llevarlo a la cama. Desde ese momento, estar allí fue
todo un infierno, pero sus padres, quienes gracias a ese incidente se
habían enterado de su homosexualidad, y con los cuales había pe-
leado, no podían pagar un traslado a otro lado, por eso empezó a es-
tudiar mucho más fuerte y con más determinación, hasta lograr la
media beca en Londres, para poner mar entre él y todos esos horri-
bles recuerdos.
Pese a que Gael no volvió a insinuarle siquiera el querer te-
ner algo con él, muchas veces Draco se encontraba cuestionándose
acerca de lo fácil que sería tener algún tipo de relación con él, de lo
mucho que necesitaba en algunas noches a alguien a su lado, que lo
abrazase y acariciase, que reemplazara el vacío que Harry había de-
jado, pero inmediatamente abandonaba esas ideas al recordarse que
Gael era un chico demasiado especial y bueno como para ser usado
de esa manera; estaba desarrollando hacia él un cariño muy especial,
y justamente por eso se abstenía de tomar lo que sabía le sería fá-
cilmente entregado.
Gael también le contó acerca de su primera visita al callejón
Diagon, un día antes de conocerse en clases, y le mostró los folletos
que había encontrado de la MACH, dijo que por eso ese sitio no le
gustaba. Draco, que nunca iba a ningún lugar mágico público, salvo
la oficina de aurores para su chequeo mensual, no había visto esos
folletos, aunque sí había leído algo en El Profeta. Se sintió un tanto
inquieto al recordar que había gente que no sólo repudiaba a los
homosexuales, sino que ahora además se la tomaba más en serio
contra ellos. Recordó que Harry era muy asiduo a los bares y disco-
tecas, no sabía si seguía siéndolo, pero esperó que por su propio
bien estuviera siendo precavido.

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Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

5
Un accidente muggle

En cuanto puede se me escapa // Del aire cuelgan mis suspiros... y es


así de simple, así de grande // es algo que... no consigo no querer
Y no me cabe más paciencia // estoy cansado de morderme el corazón, no puedo más
si es el destino el que me rompa a estas alturas, // que me parta de una vez
Canción: Si Puedo Volverte A Ver (Duo con Benny Ibarra)
Miguel Bosé, cantante y actor español

Londres, desde mayo hasta julio de 2001

H
arry aplicó un hechizo de calentamiento sobre él y
sobre Larissa Abrain, una de sus compañeras de
clase, ambos estaban de pie, dentro de la ciudadela
creada para entrenamientos, y pese a que afuera ya casi era primave-
ra, el lugar seguía helado.
—Me pregunto —empezó a decir Larissa castañeando los
dientes y sosteniendo con fuerza la varita— si todos ellos se junta-
rán en el salón de torturas a planear cómo castigarnos empleando el
mayor dolor posible.
—Sí, es muy probable —masculló Harry casi pudiendo ima-
ginar a todos los profesores frente a la chimenea y con una copa de
whisky, deliberando sobre cuál ejercicio los torturaría con más efi-
ciencia.
1065
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

—Vienen —alertó una voz que los hizo girar. Harry y Larissa
vieron que se trataba de Chris, que estaba parado a unos metros de
distancia, también delante de otro edificio ficticio; el frío había he-
cho que sus labios se pusieran ligeramente azules. Harry se pregun-
tó si era que él también tenía los labios azules, pero no se animó a
hacer la pregunta en voz alta.
—De acuerdo —respondió Larissa y giró rápidamente hacia
el otro lado—. Vienen —alertó tratando de no ser demasiado bulli-
ciosa. La voz de Posey le respondió que estaba de acuerdo. Segura-
mente el chico seguiría pasando el mensaje, no les daría mucho
tiempo, pero al menos permitiría que los superiores los encontraran
parados correctamente y sin hablar.
—¿Crees que los expulsen?
—Sí —replicó Larissa con los dientes apretados.
—Aún tienes frío.
—Ya… ya se pasara —Larissa agitó el cuerpo de una manera
que a Harry le hubiera parecido graciosa, si no estuvieran en esa si-
tuación—. Son un par de estúpidos, no debieron emborracharse y
mucho menos pelearse.
—Y no sé por qué nosotros tenemos que pagar por eso, es
decir, fueron ellos los que se la montaron en la sala de estrategias,
yo no los ayudé.
Larissa iba a replicar, pero la voz de su tutor la detuvo.
—Todos, a la salida inmediatamente —ordenó con voz firme
y molesta el profesor O'Neill.
—Al fin —dijo Harry hacia Larissa sin emitir sonido alguno,
ella sonrió asintiendo, y ambos se encaminaron hacia la salida; en el
camino se les unieron Chris, Emma y Edwin, ninguno habló,
cuando por fin pudieron salir, notaron que habían pasado toda la
tarde allí, y que el sol ya se estaba ocultando, el cielo tenía una gran

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LIBRO III|Caminos
[5] Un accidente muggle

cantidad de colores, el aire era fresco, nada comparado al frío que


habían sentido en el interior de la ciudadela de prácticas.
Se sorprendieron al ver que de la misma ciudadela salían los
chicos de primer año también. No sabían que habían estado en el
mismo lugar que ellos. Todos parecían asustados y bastante conge-
lados mientras su instructor les ordenaba formar a una distancia
bastante alejada de donde se encontraba la clase de Harry.
—Formados —ordenó el instructor O'Neill, que estaba de-
lante de ellos, su mirada era furiosa, Harry no vio por ningún lado a
Malcolm Baddock ni al chico de primer año con el que se decía,
había estado bebiendo en la sala de estrategias para luego terminar
en una pelea, tampoco a Simak que era el que los había encontrado
y tratado de separar.
Violet se formó delante de él, junto a Dashiell, Leighton, Se-
lick y Chris, en su posición ya habitual, mientras Harry se quedó
atrás, junto a Joel, Edwin, Lisa y Vance. Nadie se animaba a respirar
demasiado fuerte siquiera, nunca habían visto a O'Neill tan moles-
to, ni siquiera la vez en que unos chicos habían sido descubiertos
causando alboroto en un bar durante su primer año. Sus ojos oscu-
ros relampagueaban y parecía que en cualquier momento podría
dar un golpe, por los apretados que estaban sus nudillos; sus meji-
llas estaban pálidas y los miraba uno a uno, como si se tratara de
una bestia escogiendo a su presa. El estómago se le encogió, y luchó
por no moverse o parpadear.
—El director Moore desea tener unas palabras con ustedes
—dijo finalmente con aquella voz tan dura que usaba—, y luego no
crean que se libran de esta, luego ustedes y yo tenemos una charla
pendiente —O'Neill caminó hasta pararse junto a Violet en el pre-
ciso momento en que Moore, el director, hacía acto de presencia.
Durante los casi dos años que ya llevaba allí, el director Moore no
les había dirigido la palabra ni una sola vez, la autoridad presente

1067
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

más alta que alguien hubiera podido presenciar en caso de un pro-


blema, era el instructor o incluso el subdirector y coordinador, pero
jamás Moore, supuso que algo realmente grave había pasado si era
que sería el mismísimo director el que les hablaría.
Moore era un hombre alto, completamente calvo, y pese a las
arrugas de su rostro, parecía como un viejo tronco, firme y derecho,
se notaba aún la fortaleza de sus músculos con sólo verlo caminar.
El hombre se paró delante de ellos, y con un ligero movimiento de
muñeca, una tarima apareció de la nada; el hombre subió alargando
el silencio y la expectativa. Cuando se giró para verlos, su mirada
frenética y encrespada intimidó a todos, incluso, pensó Harry, a su
instructor O'Neill.
—Esta Academia tiene cientos de años —empezó a hablar el
hombre con voz firme—, y todos los que se han graduado, han sido
hombres y mujeres de intachable comportamiento, orgullosos de la
Academia donde se formaron, orgullosos de ser aurores y además,
capaces de hacer sentir orgullosa a esta institución por tenerlos en-
tre sus alumnos, entre sus frutos. Sin embargo, nosotros no pode-
mos decir eso de ustedes, no podemos garantizar que tenemos un
grupo de futuros aurores, porque ustedes no se comportan como
tales. No. ¡Ustedes piensan que esto es un campamento, un lugar
donde pueden divertirse! ¡Pues de ahora en adelante, se acabó la
mano blanda con todos ustedes!
»Tanto los alumnos de primer como de segundo año, se en-
cuentran castigados hasta terminar del curso, que será dentro de dos
meses y medio: el diecinueve de julio; hasta entonces, ningún
alumno, bajo ningún concepto y sin ninguna excepción, abandona-
ra la Academia. Se agregará un turno más de entrenamientos noc-
turnos, y también dos turnos los fines de semana, además de la
obligación de estar preparados para cualquier práctica o simulación
en la madrugada.

1068
LIBRO III|Caminos
[5] Un accidente muggle

»Por demás está decir que aquellos compañeros que fueron


implicados en tan vergonzoso comportamiento, han sido expulsa-
dos, sin derecho a recomendación, y que cualquiera que infrinja al
menos una pequeña norma, será expulsado también. No quiero
volver a escuchar acerca de ningún problema con ustedes, y espero
no tener que volver a hablarles porque sería para expulsarlos, y
créanme, aunque el Ministerio presione porque pronto le entregue
un nuevo grupo de aurores, no me importaría el expulsarlos a todos
ustedes y empezar de nuevo. No nos arriesgaremos a dar al mundo
mágico, un grupo de ineptos y vulgares aurores que no serán capa-
ces de realizar su trabajo de la manera adecuada.
Y dicho aquello, el hombre se giró y bajó del estrado, cami-
nando con pasos firmes y molestos hacia el interior de los edificios.
Harry sentía sus mejillas sonrojadas y se preguntó si se notaría mu-
cho, y si era que sus demás compañeros se sentían igual de aver-
gonzados y aborchonados que él en aquel momento. No le parecía
justo, ellos no habían sido los que estaban de fiesta en el aula de Es-
trategias, ni los que habían incumplido con los reglamentos de la
academia.
¿Por qué los tenían que castigar a ellos? Y de paso, con un escar-
miento tan severo como el de prohibirles las salidas, eso sería como
ser prisionero. Ya casi podía leer —menos mal que no había telé-
fono en la Academia, y no le permitían usar la red flú para hablar
con el chico— la sarta de reclamos que le enviaría Noah. Pero sus
problemas con él era un tema en el cual no debía pensar de mo-
mento, por lo pronto, debía concentrarse sólo en vigilar que no lo
expulsasen.
El instructor de los alumnos de primer año se acercó hasta el
profesor O'Neill e intercambiaron lo que al parecer eran tensas pa-
labras, ante el aire contenido de los estudiantes de primero y se-
gundo, hasta que finalmente se alejaron.

1069
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

Harry vio de reojo cómo el instructor de primero, cuyo


nombre no sabía, daba la orden y los enviaba después hacia dentro
del edificio, esperó que al menos a ellos les dejaran descansar tam-
bién, llevaban toda la tarde expuestos al frío de la ciudadela de prác-
ticas.
—Deben ir a su habitación y prepararse para la cena, luego
de eso, tendrán que venir de vuelta al campo. Iniciaremos con las
prácticas nocturnas —y dicho eso, el hombre dio media vuelta y
caminó con pasos rápidos hacia el interior del edificio.
Todos se miraron de manera interrogante antes de empezar a
caminar, tratando de no hacer ningún ruido, hasta el interior del
edificio; al menos los dejarían tomar una ducha caliente y probar
algo de comida antes de continuar con el entrenamiento.
En el pasillo del cuarto piso, se cruzaron con el grupo de los
alumnos de primer año, ellos incluso eran un grupo mayor en nú-
mero que el de Harry, aunque sabía que no por mucho, en el pri-
mer semestre había sido cuando más chicos y chicas habían deser-
tado y habían sido expulsados. Pese a que por lo general, los de
primer año los miraban con respeto y hasta cierta adoración, en esta
ocasión les dieron miradas hostiles y de reproche. Era como si ellos
pensaran que los de segundo tenían la culpa de lo ocurrido.
Cuando por fin llegaron a sus habitaciones, se encontraron
con Simak, luciendo su túnica y el cabello mojado, estaba aplicando
un hechizo de calentamiento sobre sus ropas. Parecía un poco enfa-
dado.
—No hay agua caliente… no la habrá, creo —informó tiri-
tando ligeramente.
—¿Por qué no usaste un hechizo de calentamiento en el
agua? —preguntó un tanto brusco Edwin, como si el que Simak no
lo hubiese hecho, implicase una prueba de que tal vez el director
Moore tuviera razón.

1070
LIBRO III|Caminos
[5] Un accidente muggle

—¿Crees que no lo hice? No se puede… Anda, congélate el


culo mientras tratas de invocarlos.
—No me jodas, Simak —replicó Edwin.
—Ya paren —se metió Joel entre ellos, que ya parecían dis-
puestos a pelearse; a Harry le parecía raro, no que fueran los mejo-
res amigos del mundo, pero nunca los había visto tan agresivos—.
¡Por Merlín! Acaban de expulsar a dos estudiantes por pelearse y
ahora todos estamos castigados hasta que el semestre termine. ¿Qué
quieren?, ¿qué nos quedemos encerrados hasta que finalicemos la
carrera?
Edwin y Simak se dieron una mirada más de amenaza, pero
luego se apartaron. Simak continuó ordenando sus cosas en silencio
mientras Edwin se metía al baño, los demás se miraban un tanto
preocupados.
—Vamos, tenemos que cenar antes de que encuentren la
forma de torturarnos —dijo Norman hacia Harry metiéndole pri-
sas. El grito ahogado de Edwin los hizo correr a todos hacia el baño,
donde Edwin desnudo y dentro de una de las regaderas, tiritaba de
frío.
—Puta agua de mierda —masculló con los dientes apretados,
y Harry arqueó una ceja, por lo general Edwin no se expresaba de
esa manera.
—Se los dije —murmuró Simak, que se había acercado a
ellos sin que se dieran cuenta. Edwin le dio una mirada molesta y
apretó los dientes mientras terminaba de bañarse. Norman, Joel y
Harry se dieron una mirada de valor antes de desprenderse de su
ropa y meterse a las regaderas vacías.
Harry comprendió el por qué del grito (y de las palabrotas)
de su amigo, y el baño se llenó de una sarta de insultos hacia el agua
helada. Pensó que su cuerpo se acostumbraría al frío, pero cuando

1071
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

su ducha —una de las más cortas que jamás había tomado— termi-
nó, aún tiritaba de frío y sus uñas estaban azules.
Se aplicaron hechizos de calentamiento entre ellos, y bajaron
en silencio hacia el comedor; por la cara que tenían sus compañe-
ros, comprendieron que no eran los únicos a los que el agua se les
había congelado.
Se sentó junto a Norman, Simak, Joel, Edwin y rápidamente
se les unió Lisa, Larissa y Amber, ninguno habló ni mencionó nada.
De reojo vio cómo Violet junto a Dashiell, Chris, Sebastián y Brian
comentaban en murmullos algo, mirando hacia su mesa. Supuso
que tal vez querían preguntarle a Simak qué era lo que había pasado
en la sala de Estrategias. Harry también sentía curiosidad, pero por
la actitud de Simak, parecía que nadie se enteraría, no muy pronto
al menos. Se preguntó si era que no lo habrían sancionado por al-
guna estúpida razón, y si esa era la razón de su mal humor.
Luego de la cena fueron llevados al campo, donde estuvieron
practicando los ejercicios de rastreo hasta muy entrada la madruga-
da.
El profesor O'Neill aún parecía demasiado furioso, y junto
con el profesor Hulme, Vibrad y Conklin, se encargaron de plan-
tear mil y un escenarios y prácticas. En uno de sus vuelos pudo ver
al otro lado del campo, a los de primer año sobrevolando y reali-
zando ejercicios que él recordaba haber hecho en su primer año. Se
veían realmente agotados, y se preguntó si no estarían esperando a
que alguien cayese de la escoba por puro cansancio para dar por
concluido el ejercicio.
—Cuidado, Potter —escuchó la voz de Dick y se agachó jus-
to al tiempo que un rayo azul pasaba en donde unos momentos an-
tes había estado su cabeza, sobrevoló hacia donde Dick estaba, junto
a Emma.
—Gracias.

1072
LIBRO III|Caminos
[5] Un accidente muggle

—Me las das luego, no te distraigas… —resopló Dick aleján-


dose.
Ya casi estaba amaneciendo cuando se metieron a las camas,
ninguno pensó siquiera en pasar por la ducha, tenían tan sólo unas
cuantas horas para dormir antes de tener que asistir a la primera cla-
se de la mañana, Simak seguía de muy mal humor, y todos los de-
más demasiado agotados para siquiera preguntar alguna cosa.
«Estos tres meses serán demasiado largos», suspiró Harry an-
tes de quedarse completamente dormido.

–|– 

Draco se sentía cansado, demasiado cansado. Las clases ha-


bían aumentado de ritmo, y sentía que trataba de meter tanta in-
formación dentro de su cabeza, que ésta pronto estallaría. Gael es-
taba en similar situación: ambos pasaban el tiempo libre en la bi-
blioteca estudiando o en algún laboratorio preparando pociones y
presentando prácticas. Sentía que el tiempo se iba volando, y antes
de darse cuenta, le llegaron los primeros pedidos para fabricar po-
ciones para el estrés, para estudiar mejor y para no dormir. Los
exámenes de mitad del semestre estaban ya cerca, lo cual significaba
mucho más trabajo aún.
—Yo te puedo ayudar —opinó Gael mirando la lista de po-
ciones pendientes por preparar que Draco tenía sobre la cama.
—No quiero que me demanden por envenenamiento, no
quedaría bien en mi registro —comentó Draco en broma, puesto
que Gael lo ayudaba usualmente con las pociones, le gustaba por-
que tenía mucha paciencia y meticulosidad para hacerlas.
—¡Yo no envenenaría a nadie! —protestó Gael, y Draco sim-
plemente negó con la cabeza, maldiciendo el tener que ir precisa-
mente esa tarde al Ministerio, a la sección de aurores para su visita

1073
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

mensual, pensó, con cierta ironía que ya tan solo le faltaba dos años
de visitas obligatorias. Se metió al baño a terminar de cambiarse,
mientras Gael se quedaba en la habitación.
Como era ya su costumbre, Gael fue hacia el escritorio, y
dando una última mirada a la puerta cerrada, abrió el cajón del lado
izquierdo, una vez lo había abierto mientras buscaba una pluma y
había encontrado allí la foto del chico del que seguramente Draco
hablaba cuando decía que quería a alguien más.
Era guapo, no podía negarlo; algo desaliñado tal vez, lo que
contrastaba mucho con la imagen de Draco, pero la forma como se
miraban, revelaba que realmente sí se querían. El rostro del chico se
le hacía ligeramente conocido, pero no sabía de dónde, estaba segu-
ro que no lo había visto en el campus, tal vez en el callejón Diagon.
Draco no le había dicho nada más acerca del chico o la razón por la
cual, ya no podían estar juntos. Y le daba envidia y algo de celos que
ese chico, pese a no estar cerca de Draco, al menos ya por más de
un año, fuera el merecedor de su fidelidad; y que él, que estaba tan
cerca, no pudiera obtener siquiera un poco de cariño y consuelo.
Draco se lo había dejado en claro, no lo harían porque estaba mal,
porque no quería lastimarlo y porque eran amigos, mejores amigos,
había dicho, y generalmente eso le bastaba. Pero había veces en que
sentía y quería más, aunque Draco se hiciera el que no se daba
cuenta.
—Iré a conseguir los ingredientes que faltan para esto —
explicó hacia Draco en el momento que salía del baño ya vestido—,
cuando vuelvas, ven a mi habitación y podremos empezar con las
más simples.
—Me parece bien, pero llegaré casi de madrugada, tengo tra-
bajo.
—Cierto.

1074
LIBRO III|Caminos
[5] Un accidente muggle

—No te preocupes, mañana puedo empezar. De todas mane-


ras, hoy adelantaré tareas.
—No te quedes hasta muy tarde —recomendó Gael mien-
tras ambos salían por el pasillo hacia la salida.
—Sí, mamá —se burló Draco y Gael suspiró fastidiado.
—Lo digo por tu bien.
—De acuerdo.
—Tal vez… —tentó ya pasando por la caseta de seguridad
para que ambos pudieran salir, uno a comprar al callejón Diagon, y
el otro hacia el Ministerio—, yo te pueda esperar esta noche para
ayudarte…
—No, no te preocupes, yo puedo solo —comentó Draco
guardando la identificación dentro del morral, no prestando aten-
ción real a las palabras de su amigo. Sintió la mano de Gael sobre el
hombro, y levantó la vista interrogante
—Te veo después —dijo el chico a modo de despedida antes
de darle un ligero apretón y girarse para caminar hacia el lado
opuesto al que Draco tenía que ir. Draco sólo se encogió de hom-
bros y se apresuró hacia la parada de buses.

–|– 

Cuando por fin pudo salir del Ministerio, echaba más humo
que una chimenea; estaba mucho más furioso de lo que había esta-
do en largo tiempo, le habían tocado Desai y Benoit, esos dos le te-
nían manía y siempre aprovechaban todas las oportunidades para
burlarse de él y perjudicarlo. Cuando salió, eran ya las diez de la
noche, debía estar en el trabajo desde las ocho, así que, sintiéndose
avergonzado, llamó a su jefa explicándole que se sentía muy enfer-
mo y que apenas había podido llegar al teléfono, y que al día si-
guiente estaría allí puntual. Perpetua le había dado un largo discurso

1075
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

acerca de lo necesario y correcto que era que cumpliera con al me-


nos avisar temprano, y que le descontaría ese día de trabajo.
Por lo menos ahora tendría tiempo de adelantar las pociones
ya pedidas. Calculó que Gael aún estaría despierto, y fue directo a
su dormitorio, tocó la puerta suavemente, para no molestar al resto
de los inquilinos del pasillo, y Gael le dio una mirada asombrada
cuando finalmente abrió.
—¿Qué pasó? —preguntó extrañado, había esperado sentirlo
llegar cerca de medianoche.
—Estúpidos aurores —masculló Draco.
—Oh… —Gael sabía sobre las visitas de Draco al Ministerio,
y lo poco que le gustaba hablar de ellas, así que no comentó nada y
lo invitó a pasar mientras sacaba de uno de los cajones, una bolsa
con una gran cantidad de ingredientes, y se la pasaba a Draco—.
Podremos adelantar pociones.
—Sí, podremos… ¿Vamos a mi habitación? Allí tengo el res-
to.
—Claro —Gael sacó un par de libros y algunos implementos
más, y ambos caminaron en silencio hasta el dormitorio de Draco.
Trabajaron hasta muy entrada la madrugada. Finalmente
cuando apagaron el último caldero, Gael sentía que los ojos se le ce-
rraban solos, Draco, a su lado, bostezaba y tenía los ojos rojos del
esfuerzo y el cansancio.
—Sólo necesitamos dejar la poción antiestrés descansar hasta
mañana al anochecer y tendremos todo listo —informó Draco des-
prendiéndose de su túnica.
—Y mañana tenemos clases —Gael recogió un par de libros
y se acercó a Draco, que ya estaba sentado sobre la cama desanu-
dándose las zapatillas. Sin pensarlo demasiado, se arrodilló delante
de él, y Draco levantó la mirada un tanto alertado.

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LIBRO III|Caminos
[5] Un accidente muggle

—Gael… —advirtió seriamente, pero Gael no se dio por


aludido, y con una mano temblorosa, acarició la mejilla de Draco
suavemente; la mirada que le dio no era ni remotamente parecida a
la que le daba al chico de la fotografía, nunca había visto en Draco
esa mirada o esa sonrisa, la forma como sus ojos brillaban… ni
cuando sacaba una excelente nota o lograba algún proyecto muy di-
fícil, esa mirada jamás había aparecido en su rostro en todo el tiem-
po que lo conocía, sintió algo quebrándose en su pecho. Entendió,
finalmente, que no había forma en que pudiera competir con él, y
que tal vez debería dejar de intentarlo.
—Eres un gran chico, ¿sabes? No dejes que nadie te haga
creer lo contrario —susurró antes de acercarse y darle un beso en la
mejilla. Draco cerró los ojos y asintió suavemente, no sabiendo de
dónde venía aquello, pero no queriendo alargar más la situación.
Finalmente Gael se puso en pie y suspiró.
—Antes de irte a desayunar mañana, toca a mi puerta, algo
me dice que me quedaré dormido —comentó ya casi en la salida.
—Claro, también haré de tu reloj despertador —replicó Dra-
co, Gael le guiñó un ojo y salió.
Draco finalmente se desprendió del resto de su ropa y se pu-
so el pijama, caminó hacia el escritorio y sacó la fotografía de Harry
y él, la miró un largo instante y sonrió antes de meterse a la cama.
Se quedó dormido inmediatamente, realmente sí estaba agotado.

–|– 

Aquellos siguientes tres meses, efectivamente se sintieron


largos y agotadores, incluso más que el tiempo que había pasado
junto a sus amigos durante la guerra. Tal vez la diferencia estaba en
que en ese entonces, no había tenido opción y él se guiaba por lo
que pensaba que debía hacer en ese momento, y en cambio ahora,

1077
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

tenía que obedecer las órdenes de su instructor y de sus maestros,


que estaban dispuestos a sacarles hasta las últimas fuerzas cada día.
Aunque claro, siempre había una opción: renunciar. Y nunca antes
se había planteado el renunciar a nada antes, pero había algunas no-
ches en que simplemente no podía evitar pensar que todo sería mu-
cho más sencillo sí admitía que no podía más y abandonaba, y no
era el único que había pensado así, después de un mes de ser some-
tidos a ese ritmo de entrenamiento, hubo la primera renuncia: Ma-
rielle Kerr, seguida dos semanas después por Richard Dick. Emma
Wilkie, que era la novia de Richard, les había dicho que el chico ha-
bía aceptado un empleo en la destilería de su padre, donde hacían
licores. Y durante varios días, la chica se vio triste y apática, aunque
según les había comentado Géraldine, se sentía aliviada porque Ri-
chard simplemente no podía soportar más el estar allí.
Los pormenores de lo ocurrido en aquel salón entre Mal-
colm Baddock y el chico de primer año, no se conocieron hasta casi
dos meses después de ser castigados, cuando finalmente Simak de-
cidió contar lo ocurrido, aunque sólo a sus compañeros de habita-
ción: ocurrió una noche, entre susurros y con las luces apagadas.
Harry y los demás habían quedado más que asombrados de escu-
char que en verdad, ambos chicos habían estado bebiendo durante
toda la noche y que para el amanecer, el chico de primero, que ha-
bía invitado a Baddock, lo había querido besar, o tal vez mucho
más, pero Baddock era mucho más alto y fuerte que él y lo había
golpeado, y lo habría terminado matando si Simak no hubiese lle-
gado a tiempo. También contó cómo luego Baddock lo había queri-
do obligar a guardar silencio, a no buscar ayuda ni delatarlo, pero
Simak no había podido evitarlo, se sentía culpable por haber trai-
cionado a uno de sus compañeros, pero el chico de primero estaba
muy herido, inconsciente, y había mucha sangre alrededor. Bad-
dock había jurado vengarse si lo delataba, pero Simak simplemente

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LIBRO III|Caminos
[5] Un accidente muggle

no pudo encubrirlo. Finalmente, el chico de primero había queda-


do con algunas lesiones graves, y ambos habían sido expulsados.
Los comentarios entre los compañeros de habitación corrieron en-
tre que Baddock era un idiota por aceptar una invitación para tomar
estando en clases hasta que el chico de primero se lo tenía bien me-
recido por tener esas «desviaciones», y más aún por intentar forzar a
otros a hacerlo. Harry tenía sus dudas acerca de lo que podía real-
mente haber pasado, recordó a Baddock en la escuela, era uno más
de los que había reído de los insultos a Draco. Casi estuvo seguro
que ese chico de primero había caído en una trampa de Baddock,
una que le estalló en la cara al propio Baddock.
El tiempo libre que tenía (casi nulo) no le daba tiempo para
seguir analizando aquel hecho, y se dedicó mejor a responder las
cartas de Andrómeda, Hermione y Ron, y sobre todo, de Noah.
Sus amigos y allegados habían tenido diversas reacciones so-
bre el castigo:
Andrómeda había dicho que sabía lo que era estar allí por su
hija, y que no tirara la toalla, que tres meses se pasaban de manera
rápida, y que al final, estaría agradecido por todo lo aprendido. Ha-
rry no dudaba en que al final aprendería mucho y que tres meses
podían pasar relativamente rápido, aunque se negaba a creer que en
algún momento de su vida agradecería ese tiempo que permanece-
ría encerrado.
Hermione se había mostrado indignada, le había escrito una
larga carta donde le explicaba que ellos tenían derecho a protestar y
a reclamar porque aquella no había sido su falta, y que no se dejaran
amilanar por las ínfulas de poder de aquellos directores e instructo-
res. Harry quemó esa carta lo más rápido posible, no necesitaba que
cayera en manos extrañas o peligrosas.
Ron había sido más el amigo que esperaba; había llenado la
carta diciendo lo mucho que lo lamentaba, lo malos que podían ser

1079
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

los aurores algunas veces, y prometiéndole que en cuanto saliera,


ambos irían a volar en escoba y a pasar un buen rato con un par de
cervezas.
Y Noah… Noah no había comprendido nada, y por primera
vez desde que lo conocía, le instó a usar su nombre y su fama para
que lo dejaran salir al menos una vez al mes a verlo; incluso dijo
que podía sobornar a algunos de los vigilantes para que lo dejaran
escapar. Cada tres días le llegaban cartas de él, diciéndole cuánto le
extrañaba y cuánto ansiaba su regreso.
Harry finalmente le había dicho que se podía quedar en
Grimmauld Place poco tiempo después de que el chico le hubiera
dicho que le quería, y al principio, todo había sido bastante bueno,
los desayunos en la cama, levantarse hasta tarde junto a un cuerpo
tibio, las conversaciones frente a la chimenea, incluso el ir a hacer
las compras… Pero pronto, mucho más pronto de lo que Harry ha-
bía pensado, todo empezó a parecer una rutina demasiado agobian-
te, y eso que se veían únicamente dos fines de semana al mes. No se
había animado a contárselo a Mikel ni a los demás porque todos
ellos parecieron muy contentos cuando les contaron que ahora eran
novios, formales, exclusivos, y todo el protocolo que requería el ser
una pareja. Así que el estar encerrado, y por ende, imposibilitado de
ver a Noah durante tres meses, le supo a un descanso, aunque sus
cartas no daban tregua y si dejaba de contestar alguna, la siguiente
llegaba mucho más exigente; algunas veces, en casa, habían discuti-
do, básicamente, según decía Noah, por la falta de interés de Harry
en la relación, y durante esos tres meses en que permanecieron car-
teándose, aquel reclamo aparecía al menos una vez a la semana. Ha-
rry estaba ya convencido de que se había equivocado al aceptar a
Noah de esa manera, que esa no era la mejor forma de olvidar… Tal
vez al salir de la academia pudiera decirle eso a Noah, pedirle que
fueran amigos nuevamente, la pasaban muy bien como amigos.

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LIBRO III|Caminos
[5] Un accidente muggle

Sin embargo, cuando salió al fin de la Academia, terminando


el primer semestre de su segundo año, no fue directo a casa. Deci-
dió pasar primero por un bar mágico donde se encontró a Mikel,
que lucía un tanto cansado pero feliz de verlo de vuelta. Intercam-
biaron algunas noticias; Mikel le comentó que Noah había estado
pasando el tiempo con ellos, contando lo triste que estaba por su
ausencia, Harry le contó lo que había pasado, y ambos mantuvieron
una larga conversación sobre el modo de cómo los heterosexuales
trataban a los gays, y cómo siempre les querían echar la culpa de to-
do, hasta que de pronto, Harry no supo cómo, la conversación de-
rivó en el caso de un paciente que había llegado aquella tarde, y que
había causado cierta trapatiesta en el hospital: Draco Malfoy.

–|– 

Gael ya se sabía los horarios de Draco de memoria, siempre


le parecía admirable la capacidad del chico para organizarse y cum-
plir con el trabajo, la universidad, sus auditorías en el Ministerio e
incluso la venta de algunas pociones por encargo. Trataba de estar
siempre cerca, ayudándolo en todo lo posible, sobre todo, en con-
seguir ingredientes, puesto que a Draco no le gustaba ir al callejón
Diagon ni a ningún otro sitio mágico. En más de una ocasión, Gael
le había dicho que necesitaba salir más, mostrarse ante el mundo,
pero el chico siempre se negaba en redondo argumentando que te-
nía cosas mucho más serias e importantes qué hacer que tratar de
socializar con un mundo que no le quería. Fue por eso que en
aquella tarde de julio, en que Draco debía volver a las seis de la tar-
de y no apareció, intuyó que algo extraño podía estar pasando. Es-
peró a que la clase de la noche, a la que Draco debía asistir, termina-
ra para salir en busca de su amigo.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

Conocía la dirección donde quedaba el supermercado en el


que Draco trabajaba, lo había acompañado un par de veces y, a dife-
rencia de Draco, él sí tenía licencia para aparecerse, así que obvió la
parte del autobús y en un instante apareció a unas cuantas calles del
lugar.
Avanzó con pasos rápidos, pero a tan sólo dos calles, supo
que algo andaba terriblemente mal: había varios camiones de bom-
beros y ambulancias muggles llegando y saliendo, una gran cantidad
de gente rodeando la calle en donde la tienda quedaba, y una gran
humareda saliendo del sitio. Corrió lo más a prisa que pudo hasta
llegar lo más cerca posible del establecimiento; a través de la barri-
cada formada por cintas amarillas y algunos policías, pudo averiguar
que, al parecer, una fuga de gas había hecho volar la tienda, que ha-
bía una decena de muertos y muchos heridos, y que por suerte, ya
nadie quedaba dentro del local, aparentemente. Finalmente, le die-
ron la dirección de un par de hospitales a donde habían sido trasla-
dados los heridos, y de la morgue donde los muertos habían sido
llevados. Negándose a pensar en esa última opción, tomó un taxi
hasta el primer hospital que le habían mencionado, había una gran
cantidad de familiares y amigos preguntando por los pacientes, y
esperó por más de media hora hasta que alguien le confirmó que en
ese hospital no había ningún Draco Malfoy registrado.
Con el pánico mucho más latente en su corazón, llegó hasta
el segundo hospital, donde tuvo que esperar otra más de media ho-
ra, hasta que una regordeta y malhumorada enfermera, ubicó en el
ordenador que Draco Malfoy había sido recogido por sus parientes
y trasladado a una clínica privada.
Gael sabía que Draco no tenía parientes ni amigos, y después
de pensarlo un momento, cayó en cuenta de que lo más probable
fuera que los aurores lo hubieran ido a buscar y trasladado a San
Mungo, por el tema del secreto mágico.

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LIBRO III|Caminos
[5] Un accidente muggle

Le fue difícil averiguar dónde quedaba el hospital San Mun-


go, tuvo que volver a la universidad y buscar en los libros de infor-
mación hasta que encontró la manera de ingresar al lugar.
Por fin en el lugar, empezó a preguntar por Draco y por su
estado, las enfermeras lo mandaron de piso en piso hasta que final-
mente, una le dijo que estaba en el área de Aurores y detenidos.
Gael no entendió la razón por la cual, el rubio podría estar deteni-
do, pero no se quedó a preguntar, y corrió lo más rápido posible
hasta que dio con la habitación de Draco, en el último piso. Era un
pasillo largo y blanco, clínico como todos los hospitales; en la puer-
ta había un par de hombres con cara de pocos amigos. Tuvo que
someterse al pequeño interrogatorio de los hombres, sabía que ellos
conocían la historia de Draco, y que no podía argumentar ser nin-
gún pariente lejano, así que dijo la verdad, que era su amigo y que
al menos quería saber su estado. Los aurores, que ahora lo miraban
de manera mucho más desconfiada, lo hicieron esperar durante
mucho rato más en las afueras de la habitación, hasta que una en-
fermera salió, cargando unos cuantos frascos de pociones vacías.
La mujer sí era amable y no se negó a darle información, e
incluso lo dejó entrar, pese a la mirada molesta de los dos hombres
de la puerta, aduciendo que el paciente necesitaba que alguien lo
cuidara, y que si los aurores no lo iban a hacer, al menos deberían
dejar que Gael lo hiciera.
Gael entró a la habitación mientras la enfermera le terminaba
de contar que Draco se encontraba fuera de peligro, que sus pul-
mones habían sido ya limpiados del humo que había aspirado, y
que las heridas habían sido sanadas, que dormiría al menos unas
doce horas más, hasta que todos sus órganos se encontraran funcio-
nando en condiciones óptimas, y que si deseaba, podía pasar la no-
che allí. Gael no necesitó que se lo repitieran, y se acomodó en un
pequeño sofá, delante de la cama de Draco, observándolo dormir.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

Su rostro parecía mucho más pálido que antes. Sin embargo, el que
su pecho subiera y bajara a un ritmo constante, y que los hechizos
alrededor le indicaran que todo estaba funcionando bastante bien,
lo hicieron sentirse aliviado. Inspeccionó el cuerpo de su amigo: te-
nía las manos y los dedos rojos e hinchados, como si se hubiera
quemado, una sábana blanca delgada lo cubría hasta el pecho, don-
de se veían unos cuantos arañones y cortes.
—¿Qué fue lo que te pasó? —susurró inútilmente hacia la
nada.

–|– 

Harry trató de no aparentar preocupación mientras Mikel le


contaba que había ocurrido una explosión en un supermercado
muggle, y que al parecer, Draco había estado allí. Que había queda-
do un poco herido, y que había respirado mucho humo, que los au-
rores lo habían sacado del hospital muggle y lo habían llevado a San
Mungo, pero al área de detenidos, porque sospechaban que él podía
haber creado la explosión.
—¿Por qué harían algo así? —preguntó Harry tratando de
entender el razonamiento de los aurores.
—Al parecer, usó un hechizo en el lugar, pero honestamente,
creo que lo debe haber hecho para salir de allí, cualquiera lo haría.
No sé mucho al respecto; yo entiendo que ese chico es hijo de Lu-
cius Malfoy, y que es un exmortífago, aunque Butler, la medibruja
que lo atendió, aseguró que no llevaba la marca… aunque claro, es-
te tema lo debes entender tú mejor que yo… supongo que cuando
aquel-que-no-debe-ser-nombrado murió, la marca desapareció.
—No, Malfoy no tenía la marca… nunca la recibió —co-
mentó Harry—. ¿Entonces él está bien aunque detenido?

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LIBRO III|Caminos
[5] Un accidente muggle

—Lo interrogaran mañana que despierte, según sé, hay dos


aurores custodiándolo… Ya sabes, en el séptimo piso se creó un ala
para aurores y detenidos, es curioso que ambos vayan al mismo si-
tio…
—¿En serio? No lo sabía —contestó Harry tomando en
cuenta la información de Mikel, y desde ya, planeando cómo esca-
bullirse por San Mungo; necesitaba ver a Draco, asegurarse de que
en verdad estaba bien, que no estaba mal herido y luego… luego se-
guir de cerca lo que ocurriera con él, no creía que Draco pudiera
volar un sitio muggle a propósito… pero…—. ¿Qué hacía Draco
Malfoy en un supermercado muggle?
—Traía un uniforme, dicen que allí trabaja, aunque no lo
imagino trabajando allí…
—¿Trabajar?
—Lo sé, suena raro, pero no creo que estuviera haciendo na-
da malo, es decir, está bajo libertad de prueba, y dicen que ha hecho
algunas cosas protervas en el pasado, pero Malfoy fue el que obtuvo
la beca de fabricante de pociones de La Universidad Mágica de
Gunhilda de Gorsemoor, supongo que debe ser muy capaz e inteli-
gente para haber podido llegar a obtenerla, conozco a varios que
postularon para esa beca, y no se acercaron siquiera un poco a ga-
nar, no creo que quiera arriesgar el futuro que puede obtener con
ese título por tonterías como esas.
—Sí, la obtuvo en el último año de la escuela.
—¿Estudiaste con él? Debe tener tu edad.
—Ajá… Escucha Mikel, ya debo ir a casa… ¿nos vemos ma-
ñana?
—Claro, anda y consuela a Noah, que está más que impa-
ciente por verte. Mándale saludos.
—Ya… Claro, nos vemos.

1085
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

Harry salió con prisas del lugar, sólo una idea en la cabeza:
ver a Draco y asegurarse de que estaba bien.

–|– 

Gael escuchó el sonido de alguien tocando la puerta, frunció


el ceño por la interrupción y miró hacia Draco, que aún seguía
durmiendo profundamente.
No contestó, se levantó y caminó hasta la puerta y la abrió de
un solo tirón, fuera estaban los dos aurores conversando junto a
una bruja de mediana edad, Gael la conocía, la había visto un par de
veces, era Dora Williams, asistente social de la universidad, lucía
una túnica clara y el cabello, que por lo general estaba recogido en
un moño, suelto sobre los hombros, supuso que la habían pillado
fuera de la universidad.
—Señor, Eytinge, interesante encontrarlo aquí —dijo la mu-
jer en cuanto Gael cerró la puerta para darle tranquilidad a Draco.
—Buenas noches, señora Williams. Estoy cuidando a Draco,
él y yo somos amigos…
La señora levantó una ceja y le dio una mirada fastidiada an-
tes de asentir y volver hacia los aurores.
—Como les decía, Draco Malfoy es estudiante modelo, y
tiene permiso para trabajar en ese sitio, incluso tengo su horario de
trabajo y esta tarde le tocaba estar allí hasta las cinco, así que no veo
la razón para que lo tengan detenido, este tipo de publicidad le hace
mucho daño a la Universidad, sobre todo porque ustedes no tienen
ninguna prueba de que el chico haya volado ese supermercado.
Gael, que por un instante se había sentido aliviado de que la
mujer defendiera a su amigo, se enfureció mucho.
—¿Creen que él voló la tienda esa?

1086
LIBRO III|Caminos
[5] Un accidente muggle

Uno de los aurores le dio una mirada de desdén mientras


que el otro lo ignoró y se dirigió a la señora.
—Pues no es nuestra culpa que le den becas de estudios a
mortífagos, estaba en la escena del crimen, rodeado de muggles, a
los que antes decía aborrecer, y el Ministerio tiene derecho a sospe-
char.
—Tal vez a sospechar, pero no a comunicarlo a la prensa, no
crea que somos tontos, señor…
—Ramsden —se identificó uno de los aurores.
—Señor, Ramsden, tenemos contactos y sabemos que de al-
guna extraña manera, la noticia se ha colado al diario El Profeta y al
Inglaterra Mágica Hoy, y supongo que algunos otros más.
—Ellos deben informar, ¿no? Que un mortífago ha vuelto a
las andadas, para que la comunidad lo sepa.
—Él no es un mortífago, es un alumno de nuestra universi-
dad, y no tienen por qué tenerlo detenido —defendió la mujer.
Gael supo, por su tono de voz, que estaba perdiendo la pa-
ciencia.
—Sí, él sólo trabaja allí para poder pagar sus gastos, ya que
ustedes le arrebataron todo lo que su familia tenía, ¿por qué no lo
pueden dejar en paz? —intervino Gael.
—Ese no es tu asunto —contestó el segundo auror. Gael
abrió la boca para replicar, pero en ese momento una enfermera
caminó hacia ellos y se paró delante de la puerta de la habitación.
—Lo siento, debo revisar al paciente —dijo con voz monó-
tona, ninguno de ellos le prestó atención, Gael se hizo a un lado y la
dejó pasar antes de continuar con sus réplicas.

–|– 

1087
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

La enfermera entró a la habitación y se quedó de pie muy


quieta, mirando hacia la ventana. Un instante después, Harry salía
debajo de la capa de invisibilidad, le dio una mirada de disculpa a la
enfermera.
—Lo siento, sé que no debería hacerlo… —negó con la ca-
beza, la mujer no podía entender lo que decía, no bajo el hechizo.
Pensó que las personas que estaban afuera aún demorarían
mucho más en regresar, parecían en medio de una discusión, se
preguntó quienés serían y qué tendría que ver con Draco, al cual no
se había animado a ver aún, no con la enfermera allí. Levantó la va-
rita y le ordenó con el pensamiento que volviera a la estación de en-
fermeras, donde la había encontrado, la mujer ni siquiera parpadeó,
y pronto estuvo saliendo de la habitación, dejando a Harry solo, con
Draco.
Harry caminó con algo de temor en la habitación oscura,
ahora viendo lo que no había querido ver al entrar: el cuerpo de
Draco sobre la cama, cubierto apenas con una sábana blanca, y ro-
deado de hechizos y frascos de pociones. Dejó caer la capa en el pi-
so, y avanzó hasta la piltra, lamentaba que las luces estuvieran tan
bajas como para no poder apreciar lo suficiente a Draco, pero luego
de no haberlo visto por dos años, aquello bastaba.
Con un dedo tembloroso acarició la mejilla, su piel seguía
tan suave como antes, aunque su cabello parecía más corto, sus la-
bios estaban apenas rosados, en el pecho había un par de cortes y
golpes, los brazos tenían hematomas en varios puntos, supuso que
por la forma como lo habían jalado para sacarlo de aquel incendio.
Recordó entonces, la forma como en la última batalla lo había saca-
do de aquel incendio en la sala de menesteres, y se preguntó si Dra-
co no había rememorado aquel terrible momento que no le gustaba
recordar, esperó que no, que lo hubieran sacado antes de que se
asustara demasiado.

1088
LIBRO III|Caminos
[5] Un accidente muggle

Con sus dedos acarició el hombro y siguió bajando, pensan-


do en lo mucho que extrañaba esa piel, y lamentando no poder ver-
lo a los ojos, no poder escucharlo. Draco siempre tenía algo que de-
cir, nunca se quedaba quieto hasta conseguir la última palabra; son-
rió un poco por ese recuerdo. Sus dedos llegaron a la muñeca y lue-
go hasta los dedos, hinchados y con ampollas, supuso entonces que
tal vez había tenido que agarrar o empujar algo muy caliente para
poder salir de aquel sitio.
Suspiró profundamente y miró todo lo que pudo ver, empa-
pándose de su imagen: de cómo su pecho subía y bajaba con respi-
raciones acompasadas, de cómo su rostro parecía tan sereno, y de la
forma cómo sus labios dejaban escapar el aire lentamente… Un
ruido a la izquierda lo hizo girar con rapidez, levantando la varita en
posición de ataque, soltó un jadeo cuando descubrió que en la
puerta ahora cerrada, estaba uno de los chicos que había visto afuera
discutiendo, y que además lo miraba de manera amenazante.

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La enfermera salió unos instantes después, mientras la señora


Williams seguía diciéndole a los aurores que si no quitaban el título
de «Detenido» al señor Malfoy, entonces la rectora de la universi-
dad, la señora Cassandra Davenant, tendría que ir en persona a que-
jarse con el jefe de aurores por un tratamiento tan inadecuado.
Ninguno de los aurores se inmutó siquiera ante la amenaza,
y finalmente, la señora Williams dijo que no podía hablar con per-
sonas tan intransigentes e irracionales, y se marchó dejándole a Gael
una tarjeta para que pudiera localizarla en su casa en cualquier mo-
mento, por si algo llegaba a cambiar en la situación de Draco, o si
era que tenía algún problema, y advirtiéndole que no debía hablar
con ningún periodista.

1089
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

—Y tú, niño, si vas a cuidar a tu… amiguito, mejor métete de


una vez, antes que nos desanimemos —le dijo uno de los aurores,
Gael no necesitó que se lo repitieran y comprendió al fin, en toda
su extensión, por qué Draco detestaba tanto a esos hombres, real-
mente eran despreciables.
Entró a la habitación tratando de no hacer sonido alguno, y
en cuanto cerró la puerta y giró, vio a un chico extraño sobre el
cuerpo de Draco.
—¿Qué quieres? ¿Ni siquiera van a esperar a que despierte
para interrogarlo? —preguntó a la defensiva, importándole muy po-
co que el chico le apuntara con una varita, y caminando hasta la
cama de Draco dispuesto a hacer que ese extraño sacara las manos
de encima de su amigo.
—¿Quién eres tú? —preguntó Harry bajando la varita pero
no apartando la mano que tenía sobre el brazo de Draco.
—Tú eres el que no debe estar aquí, así que… —Gael se de-
tuvo abruptamente y abrió los ojos sorprendido. Tenía el cabello
mas largo, y parecía mucho más fornido que antes pero… sí, estaba
seguro que se trataba de él. ¿Qué demonios quería ese chico con su ami-
go? Ya lo había dejado solo demasiado tiempo, no podía permitir
que ahora regresara, no cuando Draco tenía una vida demasiado
trajinada y sin sobrante de tiempo para exnovios con sentimientos
de culpa.
—Lo siento, no quería molestar, ¿no sabes quien soy? —
preguntó Harry cambiando el tono a uno más calmado.
—¿Por qué habría de saberlo? —preguntó Gael cruzándose
de brazos—, y suelta a Draco.
—No eres de por aquí, ¿cierto? —cuestionó Harry obviando
la orden del chico, pero maquinando ya, que probablemente ese era
el «novio» del que Neville había hablado; y maldición, era demasia-

1090
LIBRO III|Caminos
[5] Un accidente muggle

do lindo y guapo, y eso sólo lo hacía sentir mucho más furioso y


posesivo—. Lo digo por tu acento.
—Y tú no deberías estar aquí, así que si no quieres que llame
a los estúpidos aurores de afuera…
—De acuerdo, mi nombre es Harry Potter, soy amigo de
Draco y…
—¿Potter? —interrumpió Gael—. ¿Potter el que mató a Vol-
demort?
—Definitivamente no eres de por aquí, muy pocos se ani-
man a decir ese nombre, a Draco no le gusta hacerlo…
—No lo sé, no hablamos de eso —Gael sintió un retortijón
más, el chico del que Draco estaba enamorado, al que decía querer
y por el que decía, valía la pena cualquier sacrificio, no era otro más
que Harry Potter, empezaba a entender un poco, la razón por la
cual no estaban juntos, seguramente Potter no podía dejarse ver con
Draco, menos con todos los antecedentes que el rubio cargaba en-
cima, seguro que sería una muy mala imagen para «El Gran Héroe».
—¿Él está bien? —preguntó Harry, sintiéndose amenazado
por la mirada apática que le daba el chico, incluso se había vuelto
mucho más ruda.
—Sí, lo está, y lo estará más si es que lo dejas en paz, él no
necesita que vengas a verlo o a darle migajas de tu tiempo.
—Yo no le quiero dar migajas de nada… Hablas demasiado
sin estar enterado de nada, ¿sabes?
—¿Y tú sabes que es a mi novio al que estás tocando? Y eso
no me gusta para nada. —Bien, había mentido, pero no soportaba
estar delante de él, no después de saber que era el Grandioso Harry
Potter, el que había abandonado a su amigo.
Harry lo miró fijamente un instante, y luego miró hacia Dra-
co. Novio, había dicho novio, ese chico había conseguido que Draco
se mantuviera a su lado, había logrado… lo que él no había podido

1091
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

lograr. Retrocedió un paso y luego otro, alejándose de la cama y sin-


tiendo que se alejaba de Draco también, como una confirmación de
que lo había perdido, quizá ya para siempre.
—No sabía que él y tú…
—Desde hace casi un año —mentía descaradamente, lo sa-
bía, pero qué importaba ya, no dejaría que ese chico se acercara a
Draco, le diera esperanzas y luego lo lastimara.
—Claro —asintió Harry—. ¿Cuándo le darán de alta? —
preguntó queriendo obtener toda la información posible para volver
a casa tranquilo—. ¿No tiene heridas graves?
—Tuvo un corte grande a la altura del hígado, no saben si
porque calló contra algo al momento de la explosión, o si porque se
lastimó al querer salir, respiró mucho humo, pero ambos proble-
mas ya han sido solucionados; realizó un hechizo, un aguamenti,
aunque puede haber sido más de uno, con esos aurores nunca se
sabe —masculló eso último mirando a la puerta con enojo—. Ma-
ñana en la tarde despertará, y podrá volver a casa en un par de días
más… Él no te necesita, y si eso era todo lo que querías saber…
—Yo… —Harry se alejó por completo de la cama de Draco y
caminó hasta donde había dejado la capa de invisibilidad, la tomó
entre las manos y miró hacia Draco y hacia Gael de manera alterna-
tiva—. Supongo que… —resopló, y de pronto, se sintió demasiado
cansado, como si todo el peso del mundo cayera sobre sus hombros
e hiciera que la espalda le pesara y las piernas se le doblaran. Pese a
la mirada de rabia de Gael, se acercó hasta Draco y le dio una última
mirada, se agachó y le dio un beso en la frente antes de retroceder y
ponerse la capa sobre los hombros.
—¿Así es cómo entraste? —preguntó Gael asombrado por-
que el chico tuviera una capa de invisibilidad, sabía que eran muy
escasas y caras.
—Más o menos… No me dijiste tu nombre.

1092
LIBRO III|Caminos
[5] Un accidente muggle

—Gael, me llamo Gael Eytinge, no te mentiré y te diré que


me da gusto conocerte…
—¿Draco te ha hablado de mí? —esa pregunta, sabía Harry,
era sólo con deseos de alimentar más su dolor.
—Sé que lo conoces, creo que de la escuela, ¿acaso había algo
más que decir de ti?
Y sí, dolió que Draco no lo hubiese mencionado, que ni si-
quiera haya admitido su existencia o la relación que tuvieron. ¿Qué
si había algo más que decir de él? Él podría llenar libros enteros de
cosas que decir acerca de Draco, de los sentimientos que lo ligaban
a él… deseó tener un cigarro a la mano, o tal vez un trago de
whisky, eso le haría bien. Se forzó a hablar con tranquilidad, pese al
nudo que se le estaba formando en la garganta:
—Me iré si es que abres la puerta por alguna razón, y así no
sospecharán que se abrió sola…
—Encantado —respondió Gael aliviado de que al fin, Potter
decidiera irse.
—Y, Gael —agregó en el último momento, quitándose la ca-
pa de encima una vez más—, no le digas que estuve aquí, no quiero
importunarlo…
—De acuerdo.
Harry sacó del bolsillo una tarjeta y la encantó para que apa-
reciera su dirección y la forma cómo llegar.
—Si alguna vez… si pasa algo y Draco necesita ayuda…
cualquier tipo de ayuda…
—No la necesitará —interrumpió Gael con voz cortante, ne-
gándose a recibir la tarjeta de manos de Harry.
—Uno nunca sabe… si le pasara algo y yo pudiera hacer
cualquier cosa… incluso si tú necesitaras ayuda…
Gael puso los ojos en blanco, ansioso porque Potter se larga-
ra de una buena vez.

1093
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones

Tomó de mala gana, la tarjeta, y se la metió en el bolsillo,


pensando en quemarla a la primera oportunidad.
—De más está decirte que lo cuides mucho, ¿verdad?
—Sí, está de más.
Harry no contestó nada y se metió nuevamente bajo la capa,
Gael abrió la puerta y salió al pasillo, esperando el tiempo suficiente
para que Potter saliera.
—Hey, ¿ahora qué pasa? —preguntó Ramsden con voz fasti-
diada.
—¿Por casualidad no irán por café? —preguntó Gael con voz
falsamente amable, un gruñido fue la respuesta de ambos hom-
bres—. De acuerdo, yo solamente preguntaba —dijo antes de vol-
ver a meterse en la habitación.
Permaneció el resto de la noche despierto, recordando con
detalle la conversación con Potter y jugueteando con la tarjeta, leyó
la dirección muchas veces, incluso el pequeño mapa de cómo llegar.
Cuando el sol salió, guardó la tarjeta en el bolsillo, y pese a sus ini-
ciales intenciones de quemarla, no lo hizo, sin imaginarse que esa
tarjeta le ayudaría en algún momento, tiempo después.

–|– 

Harry salió de San Mungo envuelto en una nube de incredu-


lidad, por haber visto a Draco después de tanto tiempo, por la situa-
ción en la que lo había visto, y por Gael, por ese chico lindo y pose-
sivo al que Draco dejaba que lo llamase novio.
Pese a saber que Noah posiblemente lo esperaba desde mu-
chas horas antes, no volvió inmediatamente a casa, estuvo en los ba-
res muggles, bebiendo en exceso, recordando y sintiéndose más mi-
serable a cada momento. Ya el cielo clareaba cuando el barman de
uno de esos bares, lo puso en un taxi rumbo a Grimmauld Place.

1094
LIBRO III|Caminos
[5] Un accidente muggle

Intentó abrir la puerta un par de veces, hasta que Kreacher


apareció y la abrió mágicamente, en el inicio de las escaleras estaba
Noah, mirándolo acusadoramente, y Harry no pudo hacer nada
más que derrumbarse a sus pies y empezar a sollozar un momento
antes de quedarse dormido.
Claro que esa última parte no la recordaba, ni Noah se la ha-
ría recordar jamás, aunque sí era un recuerdo que Noah tendría
muy presente, sobre todo, la forma como su Harry llamaba a ese tal
Draco. Tendría que investigar un poco más sobre él en el futuro.
Seguramente ese era el chico del que Harry había estado enamora-
do. Aunque por la forma como regresó aquella noche, Noah empe-
zó a sospechar que aún estaba demasiado enamorado de él, que pese
a todos sus esfuerzos, no lograría que Harry lo olvidara.

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Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

6
De venganzas y agradecimientos

“Nunca son tan peligrosos los hombres como cuando se vengan de los crí-
menes que ellos han cometido.”
Sándor Márai (1900-1989), escritor húngaro.

Inglaterra, julio de 2001

E
l sol le dio de lleno en el rostro, y Harry gruñó fasti-
diado antes de girarse completamente y cubrirse con
la manta. Un dolor de cabeza amenazó con aparecer, y
suspiró tratando de alejarlo, pero ya era demasiado tarde; un dolor,
lamentablemente demasiado conocido, empezó en sus sienes, mar-
tillando en su cabeza. Sintió el cuerpo pesado. Abrió los ojos con
lentitud, parpadeando un par de veces, hasta que pudo enfocar la
vista en la puerta del baño. Del baño de su habitación. No recorda-
ba cómo había llegado allí, ni siquiera en cuantos bares y sitios ha-
bía estado la noche anterior.
«Al menos», pensó, «esta vez he llegado hasta mi propia habi-
tación y no a la de un desconocido».
—Veo que el niño ya se despertó —dijo la voz (excesivamen-
te chillona para esa hora de la mañana y para esa situación) de
Noah.

1096
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Harry gruñó nuevamente y se cubrió el rostro con las sába-


nas. Seguramente lo que seguiría sería una sarta de reclamos y pro-
testas por no haber llegado la noche anterior a la hora pactada.
—Tengo poción antiresaca. Vamos, beberla, te hará bien —
recomendó Noah, aún usando ese tono ahíto y acercándose a la
cama. Había estado toda la mañana despierto, tratando de resolver
el siguiente paso a seguir.
—Eso estaría bien —contestó Harry vencido por el dolor de
cabeza y destapándose, Noah le extendió el pequeño vial, que bebió
rápidamente, tratando de contener las ganas de vomitar por el des-
agradable sabor y el exceso de alcohol.
—Duerme un poco más, cuando quieras desayunar me avi-
sas.
—Gracias —suspiró Harry, aliviado por haber evitado la dis-
cusión, por el momento al menos.
Cerró los ojos y sintió cómo la habitación se oscurecía, segu-
ramente Noah había cerrado las cortinas. Lo siguiente que escuchó
fue el sonido de la puerta cerrarse y luego sólo silencio. Silencio pe-
sado y abrumante. Silencio que hacía que sus pensamientos y re-
cuerdos afloraran mucho más rápido, mucho más claros.
El rostro enojado del lindo novio de Draco; sus palabras, la
imagen de Draco sobre la cama. El saber que definitivamente ahora
sí lo había perdido; siempre había tenido la idea, la remota y tal vez
alocada idea de que algún día, por alguna casualidad de la vida, se
encontrarían y que entonces, ambos ya no serían un par de jóvenes
con mucho por vivir, sino dos personas que entendían que debían
estar juntas. Era lo que Draco había dicho en su carta… era lo que
él había creído. Lo que había querido creer.
Convencido de que no podría seguir durmiendo, salió de la
cama y abrió la puerta del armario. Cuando Noah se había mudado,
había tenido que esconder unas cuantas cosas, todas en una caja de

1097
LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

madera oscura, en el fondo del armario, sólo Harry la podía ver o


sacar. Y esa mañana, después de mucho tiempo lo hizo.
Se sentó en la cama y vació el contenido: una gran pila de fo-
tos, un par de notas, y un pergamino mucho más largo y arrugado.
Sus manos fueron directo a ese pergamino, a la carta de Draco…

…Sé que ahora crees que soy cruel, que solo estoy escapando, pe-
ro no es así, supongo que soy un poco cobarde, pero prefiero serlo a da-
ñarte. A arruinarte.
Quién sabe, este mundo no es tan ancho como dicen y nos queda
mucho tiempo de vida, algún día, en algún momento tal vez, tú y yo nos
crucemos, y tal vez en ese momento, las cosas sean diferentes, y entonces,
tú y yo podríamos retomar esto… tal vez.
O tal vez no, pero lo importante aquí, Harry, es que en nuestro
momento, durante estos últimos meses en que estuvimos juntos, fuimos fe-
lices, y eso es lo que quiero que recuerdes de mí, no las peleas o esta carta
siquiera, sino, que tú y yo tuvimos un tiempo, que lo disfrutamos, que te
quise y me quisiste, aunque ahora las cosas no puedan funcionar más…
aunque ese tiempo de compartir haya llegado a su fin. Quiero que lo en-
tiendas…

—Pues no —dijo Harry sin animarse a continuar leyendo,


arrugando la carta y metiéndola violentamente en la caja de madera,
encima colocó de forma descuidad los demás recuerdos—. No lo
entiendo, Draco, no lo comprendo. Debiste saber que no lo haría,
que no sabía que había un tiempo limite para nosotros… tú sabías
que te quería… que te quiero… Debiste… ¡Debiste saberlo, maldi-
ta sea! — exclamó con furia y apretando los puños un instante para
calmarse. Tomó una profunda bocanada de aire y su mirada se de-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

tuvo en una foto de Draco: sentado en la parte de afuera de un res-


taurante. Harry recordó lo mucho que habían reído aquella tarde,
antes de tomarle la foto. En un inicio, Draco se había negado a de-
jarse fotografiar, aduciendo que no se le veía bien bajo el sol, pese a
las protestas del chico, Harry había logrado tomar la foto y había
quedado bastante bien, con un Draco sonriente a pesar de todo, el
viento agitando un poco su cabello, y con sus ropas muggles que lo
hacían ver tan sexy. Draco sí se veía muy bien bajo el sol, Draco sal-
dría muy bien en cualquier retrato, sin importar el lugar o momen-
to. Acarició con un par de dedos la imagen del Draco sonriente, re-
cordando lo bien que se había sentido durante ese viaje, lo mucho
que habían compartido…
Sacudió enérgicamente la cabeza, intentando sacar esos pen-
samientos, y guardó nuevamente la caja en el armario, se sintió mu-
cho más cansado y se metió a la cama, cubriéndose completamente
con la sábana; con la mente en Draco, y pensando en qué estaría
haciendo el chico en ese momento, y en si era que acaso ya había
despertado, se durmió.
Cuando un par de horas más tarde Noah entró a la habita-
ción, encontró a Harry aún durmiendo, no parecía del todo relaja-
do, pero al menos seguía descansando, después de como había lle-
gado la noche anterior, no le extrañaba para nada aquello.
Aquel día Harry no se levantó, permaneció metido en su
cama, en medio de un sueño ligero, recordando a Draco; aún en la
noche, cuando Noah se metió en la cama desnudo y se abrazó a él,
no pudo dejar de pensar en él, fingió dormir por el resto de la ma-
drugada, ignorando las sutiles insinuaciones de su amante, y cuando
el sol salió una vez más y sintió a Noah alejarse, siguió allí, metido
en la cama. De pronto levantarse y hacer algo más que estar allí,
(hundido entre un mar de evocaciones sobre lo que había sido su
pasado con Draco) no le apetecía para nada.

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LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

–|– 

Había estado bromeando con Jéremie y Nancy respecto a la fiesta que


harían el sábado por el cumpleaños de Javier, un chico que trabajaba en al-
macén desde hacía varios años, se rumoreaba que podría ascender muy pron-
to.
—En serio, chicos, estudiaré —decía Draco en voz queda mientras la
cajera, una chica nueva, le cobraba a una clienta una gran cantidad de golosi-
nas.
—Y además de estudiar para obtener el premio Nóbel de Química,
¿no haces nada más? —le bromeó Jéremie, que estudiaba Administración de
Negocios Internacionales o algo por el estilo, Draco no estaba muy seguro,
aunque sí de que el chico se lo había dicho antes.
Draco gruñó suavemente por la broma, y terminó de meter los choco-
lates y galletas en las bolsas plásticas, él por lo general no asistía a las fiestas
que organizaban, siempre decía que tenía que estudiar y que no contaba con
tiempo libre, aunque sí había ido a unas cuantas, sobre todo de los que mejor
le caían, y aún así, no las había disfrutado tanto: se dedicaba a anclarse en
una esquina con una botella de cerveza en la mano, que no acabaría hasta ca-
si la hora de marchar, conversar con todos los que se le acercaban, y negarse a
bailar; antes de medianoche por lo general, ya arrumbaba a casa. Javier era
siempre amable con él, varias veces habían compartido el tiempo de descanso,
y le había ayudado cuando recién había empezado a trabajar, sobre todo con
los nombres y la ubicación de las cosas dentro de la tienda. Sí, tal vez no se-
ría mala idea dejarse ver por allí aunque sea un rato, siempre podría
excusarse diciendo lo lejos que quedaba su dormitorio o lo mucho que tenía
que estudiar.
La señora cargando dos bolsas llenas de dulces abandonó la caja, y a
continuación, un anciano un poco gruñón empezó a meterle prisas a la chica
nueva. Draco abrió la boca para decirle a Jéremie que tal vez sí iría a la fiesta

1100
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

por un rato, cuando una luz potente iluminó uno de los lados de la tienda, no
tuvo tiempo a preguntar qué era lo que pasaba, ni siquiera de pensarlo, antes
de que su cuerpo fuera impulsado hacia atrás con fuerza. Le pareció —e in-
cluso en el futuro no estuvo del todo seguro— de haber escuchado el sonido de
una explosión, sintió un ardor en el estómago y bajó la mirada, sintiéndose
atontado, para darse cuenta de que se había chocado con uno de los parantes
donde estaban los números de atención para despachos, y que se había lasti-
mado. Emitió un pequeño «¡Ouh!» antes de levantar la vista, de pronto todo
estaba lleno de un humo negro, mucho más negro de lo que jamás había pen-
sado que el humo podía ser, y luego siguieron los gritos… los gritos de gente,
de gente que él conocía y gente que él no conocía… pedidos de auxilio, de so-
corro. Draco sólo tuvo una idea en la cabeza. Debía salir de ese sitio. Y lo
más pronto posible.
Un gran calor llenó la habitación y Draco entendió: estaban en un
incendio, instintivamente miró hacia arriba, pero no había nadie volando en
una escoba para salvarlo. Ahora no había nadie allí para sacarlo. Con toda la
fuerza que pudo, se impulsó del mueble metálico donde había caído, apenas y
fue conciente del dolor de sus manos, sólo de que estaba ahora en la sección de
verduras, bastante alejado de donde la caja en que ayudaba quedaba.
El fuego fue mucho más notorio conforme quería avanzar, y la maldi-
ta cortina de humo no lo dejaba ver nada; sin siquiera pensarlo, sacó la varita
del bolsillo oculto de su pantalón y susurró con voz ahogada:
—¡Aguamenti! —invocando el hechizo una y otra vez, tratando de
abrirse camino entre las llamas que parecían llenar todo el lugar. No supo
cuánto tiempo estuvo así: apartando llamaradas y dando tumbos, tratando de
llegar a alguna de las salidas. Sintió que algunas personas lo empujaban, y
trató de mantener el paso, pese a que chocó y tropezó un par de veces hasta
que no pudo mantenerse más en pie y cayó nuevamente; el piso húmedo ofre-
cía cierto alivio sobre sus manos quemadas, se dio cuenta de que posiblemente
esos aparatos que arrojaban agua en caso de fuego, sobre los que le habían ha-
blado en una de las charlas de seguridad que le habían obligado a oír, estaban

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LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

funcionando. Sintió cierto alivio. Esas cosas se suponía que apagaban el fue-
go, ¿cierto? Pronto todo estaría mojado y húmedo, y no habría más fuego, pe-
ro no resultó así. El tiempo se le hizo interminable mientras trataba de tomar
cortas bocanadas de aire por el ardor que ese humo causaba en su nariz y su
garganta cada que respiraba. La cabeza comenzaba a darle vueltas, no podía
ver más allá de una gran pila de bolsas plásticas coloridas, de alguna golosina,
como las que llevó esa señora, pensó. Lanzó un Aguamenti más hacia
uno de los lados, y sin saber bien el porqué guardó la varita de la mejor ma-
nera que pudo dentro del bolsillo de su pantalón, queriendo convencerse de
que pronto el fuego se extinguiría gracias a esos aparatos muggles que roceaban
agua.
Escuchó más gritos, más llantos y llamados, su cuerpo no se quería
mover ya, el humo enturbiaba sus sentidos, a lo lejos se hacía oír el sonido de
una sirena, y más agua sobre su espalda, el «rasguño» del abdomen le ardió
un poco cuando se encogió ligeramente por la sensación húmeda en su espal-
da, y se preguntó si no se había hecho daño real. Pese a toda la situación, se
dio la vuelta completamente, apoyando su espalda sobre el piso, y antes de po-
der colocar una mano sobre la herida y palparla, sintió cómo un par de manos
fuertes se cerraban sobre sus brazos, y sí, causaban cierto dolor, pero no impor-
taba mucho mientras existiera la posibilidad de que de esa manera se alejase
de aquel aire irrespirable.
Cuando fue puesto de pie, una voz masculina le habló:
—¿Puedes caminar?
Draco parpadeó un par de veces, tratando de que los ojos no le ardie-
ran, delante de él había un hombre extraño, vestido de amarillo y cubierto
completamente.
—¡Hey! No te duermas —sintió que le decían mientras sus pies eran
arrastrados hacia algún lugar.
—¿Harry? —preguntó Draco con lo último de aliento que le queda-
ba, antes de que la oscuridad le sumiera en la inconciencia…

1102
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco abrió los ojos asustado, tratando de respirar y tomar


todo el aire puro posible, una mano sobre su hombro intentó tran-
quilizarlo mientras escuchaba la suave voz de Gael:
—Tranquilo, ya pasó, ya pasó.
Draco inspiró profundamente y asintió tratando de ubicarse:
techo blanco, cama blanda, Gael a su lado, el sonido de hechizos de
monitoreo, habitación a media luz; estaba hospitalizado, en un lu-
gar mágico, desde luego. San Mungo.
—Hubo un incendio —explicó hacia Gael girándose lenta-
mente a verlo, su rostro estaba algo pálido, y las ojeras le indicaban
que no había dormido mucho. Se preguntó cuánto tiempo llevaría
ya en ese lugar.
—En realidad fue una explosión —corrigió Gael alejándose
lo suficiente para servir un vaso con agua. Puso una pajilla y se lo
acercó a los labios aún demasiado pálidos de Draco.
Draco bebió como si de pronto se diera cuenta de que tenía
demasiada sed y el agua se fuera a acabar, hasta que terminó tosien-
do. Gael apartó el vaso y le ayudó a sentarse un poco para que de
esa manera pudiera respirar mejor.
—En un momento más llegará la medibruja que te está aten-
diendo, tienen un hechizo de rastreo sobre los pacientes, ¿sabías? —
comentó Gael ayudando a Draco a echarse nuevamente.
—Una explosión… —murmuró Draco—. Había fuego y no
se veía nada…
—Pero ya pasó, ya estás aquí, estoy contigo, estás a salvo.
Draco asintió suavemente. Claro, ya iba recordando un poco
más. En ese momento, una medibruja entró a la habitación, detrás
de ella dos aurores. Draco puso los ojos en blanco, pese al dolor de
cabeza que aquello le provocó. Genial, pensó, ahora tendría que li-
diar también con los aurores.

1103
LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

–|– 

Noah entró a la habitación haciendo más batahola de lo ne-


cesario, frunció el ceño al ver a Harry todavía metido en la cama,
con las sábanas hasta el cuello. Era ya el tercer día de vacaciones, de
sus tan esperadas vacaciones, y Harry no se había levantado de esa
cama, más que ir al baño y recoger El Profeta. Miró la bandeja so-
bre la mesa, el vaso de jugo de nueces sólo tenía un par de sorbos
menos, todo lo demás estaba intacto, igual que el día anterior, o el
anterior a este. El Profeta estaba tirado sobre el suelo, Noah se aga-
chó a recogerlo, seguía haciendo toda la bulla posible, pero Harry
parecía, o no escuchar, o no interesarse demasiado.
El diario estaba partido por la mitad en el centro, donde un
artículo llenaba casi ambas páginas:

"Draco Malfoy es dejado en libertad luego de no poder compro-


barse su participación en la explosión de una tienda muggle"

Draco Malfoy. ¿Ese era el Draco del que hablaba Harry? ¿Por
el que había llorado y al que había llamado aquella noche? Por lo
general, Noah no leía el diario, no le interesaba lo que pasaba en el
mundo, nada que no fuera las fiestas de las noches, los buenos res-
taurantes, o Harry, le daban curiosidad. Esta vez, sin embargo, pen-
só que era mejor estar al tanto. Dobló el par de páginas que habla-
ban de ese chico, y luego acomodó el resto sobre el escritorio. Le-
vantó la varita y ejecutó un hechizo de limpieza sobre Harry, que
gruñó y se movió un poco antes de quedar nuevamente dormido.
No intentó abrir las cortinas, sería inútil porque en cuanto lo hicie-
ra, Harry recobraría la fuerza supuestamente perdida y las cerraría
de nuevo, antes de volver a dormirse. ¿Qué demonios le había he-

1104
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

cho aquel chico que lo había dejado en ese estado?, se preguntó


Noah mientras bajaba las escaleras.
—Kreacher —llamó con voz fastidiada.
—El señor Noah debe recordar que no puede ordenarle a
Kreacher —masculló la voz del elfo apareciendo a varios escalones
de él. Noah odiaba ese elfo, siempre lo miraba feo y hacía ruidos
escandalosos cuando quería acercarse a Harry en la cocina o en el
comedor, que era donde más andaba. No entendía por qué Harry
no le daba simplemente la prenda y lo mandaba a la calle.
—Ya… vivo aquí por mucho tiempo, pero aún así, no soy tu
amo.
—El amo es el señor Harry Potter —croó el elfo.
—Pues el señor Harry Potter no tomará su desayuno otra
vez, será mejor que saques esa bandeja de allí y que no te esfuerces
por llevarle nada de almuerzo, no creo que coma tampoco.
Kreacher incrementó su mirada de aversión.
—El señor Noah debe recordar que soy un buen elfo y que
sé exactamente en qué momento llevar o no llevar la comida al
amo. El amo está tomando el jugo de nueces en este momento, no
sería correcto quitarle la comida, más aún ahora que está enfermo
—y dicho eso, desapareció.
Noah bufó fastidiado e inconcientemente levantó la vista ha-
cia donde estaba la habitación. Dudando un poco, subió las escale-
ras nuevamente y abrió la puerta despacio, efectivamente el vaso de
jugo de nueces tenía un poco menos de contenido.
—Maldito elfo «me lo sé todo» —masculló mientras camina-
ba refunfuñado hacia la sala y se dejaba caer en uno de los sofás vie-
jos y gastados que Harry se negaba a cambiar.
Extendió el diario y continuó leyendo:

1105
LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

El exmortífago, conocido como el mortífago más joven re-


clutado, que fuese puesto bajo libertad vigilada, al igual que su
madre, en julio de 1998, estuvo en medio de lo que al parecer se
trató de una explosión de gas (es un tipo de combustible que se
usa para crear fuego) en una tienda muggle.
En un inicio, los bomberos muggles (encargados de apagar
incendios) sacaron a Draco Malfoy, que se encontraba inconcien-
te y con un par de heridas menores, del interior del local junto
con los demás trabajadores. En el momento en que era trasladado,
un grupo de aurores apareció en el lugar al recibir la referencia
de una manifestación mágica, y tras indagar sobre el paradero de
Malfoy, lo pudieron sacar del hospital muggle al que fue derivado
y lo llevaron a San Mungo, donde fue internado en el ala de de-
tenidos del Ministerio, recibiendo todo el tratamiento necesario
para su mejoría.
De acuerdo a la declaración de la rectora de la Universi-
dad Mágica de Gunhilda De Gorsemoor, la señora Cassandra Da-
venant, Draco Malfoy es uno de sus alumnos becados, con la sub-
vención de “Fabricación de Pociones”, una de las más difíciles de
obtener, y que se dan una vez cada dos años. Según la directora,
Draco Malfoy es uno de sus alumnos modelos, obteniendo siem-
pre los mejores resultados y uno de los promedios más altos en los
últimos cien años. «No nos fijamos en su pasado o sus costumbres,
sólo en su capacidad para desarrollar y crear pociones, y en ese
sentido, Draco Malfoy es uno de los mejores» fueron las palabras
de la rectora, que ocupará el cargo sólo unos meses más, puesto
que luego de una vida dedicada a la enseñanza, ha decidido reti-
rarse. La directora también comentó que Draco Malfoy trabaja en
aquella tienda muggle para poder solventar algunos gastos que la
beca universitaria no puede cubrir. Estos datos fueron corrobo-
1106
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

rados por el Ministerio, que la tarde de ayer no tuvo más remedio


que dejar libre a Malfoy, que ya está nuevamente en el dormitorio
de su universidad, recuperándose de algunas heridas sin consi-
deración.
Este sería el primer problema serio en el que se ve envuel-
to el exmortífago luego de su juicio en 1998, donde tanto él como
su madre, sorprendieron a la opinión pública quedando en liber-
tad. Su madre, Narcissa Malfoy, fue hallada muerta en abril de
1999, se dice que fue una venganza por parte de algunos mortí-
fagos, ya que se corrió el rumor de que la razón por la que tanto
ella como su hijo quedaron libres de cargos, fue porque Narcissa
Malfoy ayudó en el último momento de la guerra a Harry Potter.
Cabe recordar que la condicional de libertad de Draco
Malfoy puede ser removida en caso de que incurra en algún deli-
to.
Nos parece demasiada casualidad que un exmortífago esté
en el interior de una tienda muggle (a quienes desprecia) en el
momento de una explosión, y pese a que los aurores informen
que no hay pruebas de delito, es obligación de este diario mos-
trarse escéptico.
Sin embargo, este no es el primer escándalo en el que se ve
envuelto el exmortífago, hay que recordar que hace un par de
años, cuando aún cursaba el séptimo año en El Colegio Hogwarts
de Magia y Hechicería, se descubrió que algunos alumnos esta-
ban en contra de su presencia debido a desviaciones en su com-
portamiento. Se rumora que es homosexual y que además tiene
una vida muy disipada, no importándole mostrarse en público
cometiendo tales actos, como cuando salió del hospital acompa-
ñado de un muchacho extranjero y estudiante de la misma uni-
versidad, del que se piensa, puede ser uno de sus amantes…
1107
LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

Noah dejó el diario a un lado y suspiró cansadamente, la foto


mostraba a un chico pálido y rubio, junto a otro de cabellos casta-
ños, además había una imagen de Draco en la escuela, seguramente
de dieciséis o diecisiete años, tenía que reconocer que era bastante
apuesto, aunque la última foto lo mostraba enfermo y algo débil.
Casi estaba seguro de que la historia de Harry con ese… exmortífa-
go, como le llamaban, había empezado en la escuela, ¿pero cuándo
habría acabado? Y sobre todo, ¿por qué?
No se imaginaba a Harry siendo amigo de un tipo con com-
portamientos protervos. En la segunda página se mostraba una lista
de delitos que incluía la participación en el asesinato del director de
esa escuela, Albus Dumbledore. Draco Malfoy era al parecer, al-
guien malo. Harry en realidad no podía siquiera sentirse atraído por
él, sería extraño, contrario a todo lo que Harry solía predicar; sien-
do un futuro auror y el salvador del mundo mágico. Definitiva-
mente tenía que investigar un poco más.

–|– 

Draco dejó a un lado el diario y frunció el ceño mientras


Gael le extendía un frasco de poción que le habían dado en San
Mungo.
—No quiero tomar eso ahora —gruñó.
—No se trata de lo que quieras sino de lo que debas —
regañó Gael—, y debes tomar esto, no querrás atrasarte más en las
clases.
—No lo haré —declaró poniéndose en pie, Gael se puso a su
lado con los brazos en jarra.
—¡Ah, no! —dijo con voz autoritaria, una que Draco no le
había conocido hasta que había caído enfermo—. No te levantarás,

1108
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

dijeron por lo menos una semana de reposo, y que tomaras las po-
ciones, no estás haciendo ni una cosa ni la otra.
—Primero: esas pociones son una porquería, lo sé con solo
olerlas, y segundo: no pienso quedarme aquí sentado mientras el
mundo se sigue moviendo y mi puntaje sigue bajando.
—Pero la señora Davenant dijo que tus faltas estarían justifi-
cadas.
—No me quedaré en cama, Gael, y por si se te olvida, yo no
tengo porqué obedecerte —concluyó con voz gélida mientras ca-
minaba hacia el armario y sacaba lo que necesitaba para vestirse.
—Estás siendo un inconsciente.
—Y tú hablando sin sentido —replicó metiéndose en el baño
con un sonoro portazo.
Gael en el fondo lo comprendía, seguramente estaría furioso
por lo que El Profeta había escrito sobre él, cosas que Gael ni si-
quiera había imaginado: su madre asesinada, él siendo molestado en
la escuela… además ese Harry Potter, a quien la madre de Draco
había ayudado a escapar, y al parecer, Potter lo había ayudado a salir
de la prisión. ¿Sería así cómo se hicieron amigos? ¿Sería que Potter
buscaba cobrar el favor? ¿O tal vez Draco buscaba mostrarse agra-
decido? Frunció el ceño y levantó la vista a la puerta cerrada.
«No», pensó, «Draco no es ese tipo de personas… además
que en la fotografía que guardaba, se les veía felices, ese brillo en los
ojos de Draco no era fingido, ni de agradecimiento… era de alguien
enamorado».
Había pensado en más de una ocasión, el decirle que Potter
había ido a verlo, pero siempre se arrepentía, temeroso de su reac-
ción al saber que prácticamente lo había echado y que además le
había mentido. Aparte de que durante ese par de días, los aurores
habían estado imposibles, molestando a Draco con preguntas todo
el tiempo… Seguramente todo eso era lo que le tenía de tan mal

1109
LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

humor. Suspiró resignado. A él le tocaba aguantarle el mal genio


mientras que Potter estaría pasándola bien, disfrutando de una vida
sin problemas ni escándalos, siendo el gran héroe que todos espera-
ban que fuera.

–|– 

Draco dejó que el agua caliente cayera por un buen rato,


mientras observaba su reflejo en el espejo, había una cicatriz en uno
de los lados de su abdomen, los medimagos no habían considerado
adecuado darle ninguna poción para evitar la cicatriz. Seguramente
podría intentar usar algo después, aunque dudaba que tuviera todo
el efecto deseado, los golpes en sus brazos y pecho casi habían desa-
parecido, aunque aún se levantaba en las noches buscando algo de
aire, como si de pronto no pudiera respirar, como cuando estaba
dentro del incendio… Luego del incendio en la sala de requeri-
mientos de Hogwarts, no había tenido tiempo de asustarse, había
tenido otros problemas más serios, sin embargo ahora, en sus pesa-
dillas, no podía dejar de mezclar ambos recuerdos, dando como re-
sultado terribles escenas en las que veía a sus amigos rodeados de
fuego y gritando, podía ver la imagen de Harry volando sobre ellos,
y cuando extendía la mano para alcanzarlo, él pasaba de largo…
como si no lo viera o escuchara… como si ya no existiera. Tal vez
era eso: un recordatorio de que lo que antes fue no sería más.

–|– 

Eran ya las cuatro de la tarde cuando Noah subió nuevamen-


te a la habitación, ésta seguía a oscuras y Harry metido en la cama.
—Harry —llamó, ya harto de estar solo en la casa sin poder
acercarse a su novio. Pero no hubo respuesta alguna—. Escucha, no

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

sé qué demonios te podrá haber pasado para dejarme plantado la


noche en que se suponía nos encontraríamos después de tanto
tiempo, ni por qué llegaste en ese estado, pero ya me harté de estar
aquí dando vueltas como un arrimado mientras el niño duerme la
mona más grande de la historia.
—Tal vez deberías irte —respondió Harry girándose comple-
tamente, Noah fue conciente de que era la primera vez que lo veía
despierto en todos esos días.
—¿Cómo dices?
—Que tal vez deberías irte —el rostro de Harry se mostraba
pálido, y esos ojos verdes que tanto le gustaban, por lo mucho que
brillaban y expresaban, se veían ahora tristes, desolados.
—Yo no quiero irme…
—Y yo no me levantaré, así que o te adaptas o te vas —
resolvió Harry antes de meterse entre las sábanas nuevamente, sabía
que estaba siendo cruel y muy injusto tratando de esa manera a
Noah, que no tenía la culpa de nada de lo que pasaba, pero sim-
plemente no podía evitarlo, estaba harto de ser amable con el mun-
do, tratar de sonreír y engañarse diciendo que todo estaba bien y
que era feliz. Tal vez sería la mejor forma de hacer que Noah se ale-
jara al fin de él. En ese momento tenía en claro que había sido un
gran error el haber pretendido tener una relación con él o con cual-
quier otra persona.
—Lo siento —suspiró Noah, con algo más de temor, quería
hacerlo reaccionar, no que lo mandara a su casa—, yo sólo quería…
lo siento, estaré en la biblioteca o por allí —salió con los puños
apretados, maldiciendo aún más a ese tal Draco Malfoy y a cual-
quier cosa del pasado de Harry que lo hiciera ponerse de esa mane-
ra, ese no era el Harry divertido que tanto le gustaba, aquel que es-
taba en la cama de Harry ahora, no era más que un mal impostor.

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LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

–|– 

—Tenemos una gran lista. ¿Por qué tenemos que empezar


con Malfoy? —preguntó Tony mientras hojeaba la cantidad de per-
gaminos que los chicos de investigación de la MACH le habían en-
tregado.
—Porque es un desviado y además mortífago.
—No peleamos contra mortífagos, querida —replicó Tony
con voz melosa acercándose un poco más a ella—, esa era otra gue-
rra, la de tu maravilloso Harry Potter.
—No es por eso —se defendió Ginny ante la mirada descon-
fiada de Tony—, él es malo y además un desviado. No veo la razón
para no ajusticiarlo.
—Si me permites, Ginny… —interrumpió Donna con voz
algo petulante, en un inicio Donna y Ginny se habían llevado muy
bien, hasta que Tony había dejado a Donna por Ginny, entonces ella
la había empezado a tratar con más hostilidad, aunque por Ginny y
se lo regalaba. Tony era demasiado pomposo y algunas veces hasta
ridículo, pero su posición de jefe, y por ende, ella como favorita, le
abría una gran cantidad de puertas.
—Por supuesto, Donna —respondió Tony sonriendo encan-
tadoramente, Donna frunció el ceño mientras Ginny ponía los ojos
en blanco, el resto de los presentes en la reunión permanecieron en
silencio, siempre era interesante ver una «lucha de poder» entre la
ex y la actual amante de Tony.
—Draco Malfoy acaba de estar en un incendio muggle, la di-
rectora de esa universidad le tiró flores diciendo que es un gran es-
tudiante y una sarta más de cosas… que trabaja para vivir, que sólo
se dedica a estudiar y portarse bien; casi lo pone como un ejemplo.
No sería recomendable atacarlo en este momento porque primero,
tendríamos que llegar hasta la universidad, y si bien tenemos algu-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

nos infiltrados y alumnos colaboradores, ninguno tan cercano para


tener el acceso a su dormitorio, y quién sabe, tal vez y le hacemos
un favor al cretino y sólo ayudamos a que su imagen de niño aban-
donado mejore, supongo que hay gente que aun está de su parte…
simplemente no nos conviene.
—Donna tiene razón —aportó Didier, un chico mayor que
ellos, que por lo general era bastante gracioso.
—De acuerdo —sonrió Ginny de la mejor manera que pudo,
Malfoy siempre se le escapaba por los pelos, pero llegaría el día en
que no habrían más excusas, y que tuviera que pagar sus aberracio-
nes.
—Entonces podemos continuar con la lista que tenemos —
comentó Tony con voz satisfecha—, veamos quién es el siguiente
de la lista y qué podemos hacer con él…

–|– 

—Me alegra mucho que ya esté por aquí, señor Malfoy —


saludó el profesor Dauenhauer en cuanto entró al aula y vio a Dra-
co en su sitio habitual.
—Gracias, señor.
—Pensé que lo habían exonerado de las clases por lo menos
una semana más.
—Sí, pero no me puedo mantener alejado de aquí por más
de dos días, además traigo una idea.
—¿Una idea?
—Una poción, para irritación de la garganta… ya sabe, por la
intoxicación del humo —conforme lo fue diciendo, se fue sintien-
do menos decidido.
—Ah, ya veo…
—Es que las pociones que probé necesitan algo más y creí…

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LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

—Por supuesto, espero que me pueda comentar más al res-


pecto después de la clase, conociendo su capacidad, estoy seguro de
que será muy interesante.
—Claro, gracias, señor.
Conforme fueron llegando sus compañeros, lo fueron salu-
dando, incluso los que no le hablaban normalmente o los que le
caían mal. Fue interesante descubrir que casi asfixiarte en un incen-
dio hace que, de alguna manera, te vuelvas más popular.
La clase fue bastante tranquila, y lo hubiera sido más si no
fuera por el pequeño dolor de cabeza que no quería dejarlo en paz.
Luego de que todos salieran, el profesor Dauenhauer y él habían
conversado un poco, y le había dado algunos datos extra que reque-
ría para su poción; en el último momento, el profesor Dauenhauer
le dijo que tal vez era hora de que empezara a patentar sus pociones.
Draco anotó que tendría que darse tiempo de averiguar cómo se
hacía eso.
Al salir del salón de clases, Gael, con una mirada de reproche
ya lo esperaba, dispuesto a llevarlo a su habitación, pero Draco tenía
ya otros planes, debía ir a averiguar sobre los otros que habían esta-
do en el incendio, saber qué había pasado con sus compañeros, El
Profeta no había dado ninguna referencia acerca de aquello, pese a
que lo acusaban de haber causado aquel incendio, no habían especi-
ficado las víctimas ni heridos.
Finalmente Draco salió de la universidad junto a un refun-
fuñón Gael, y ambos se encaminaron a la estación de buses. Draco
se sentía contento de ser ahora muy capaz de moverse en ese en-
tramado de líneas y rutas con bastante soltura, mucho más que
Gael, que miraba todo con algo de desconfianza.
La primera parada fue al Hospital Central de Londres, donde
Perpetua aún permanecía internada; después de preguntar un poco,
pudieron dar con su habitación. En ella habían un par de chicas ca-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

jeras del supermercado, que habían logrado escapar casi sin ninguna
lesión, en cambio Perpetua tenía una mano quemada, que requeri-
ría operación y algo de tratamiento, pero fuera de eso y de una li-
cencia por algunos meses, la mujer se encontraba muy bien, incluso
le sonrío a Draco al saber que estaba fuera de peligro.
Luego de eso averiguaron que Javier, el chico del almacén,
había fallecido, junto con cinco compañeros más, todos ellos habían
estado en el fondo cuando la fuga de gas se inició; al parecer, nin-
guno lo había notado y continuaron con su trabajo, una chispa oca-
sionó que el local entero volara.
Se quedó hasta muy tarde conversando con Jéremie, que te-
nía varias quemaduras y cortadas, y aún permanecía internado.
Cuando ya estaban por irse, entró Axel. Los demás, que ya lo ha-
bían visto desde casi el mismo día del incendio, no se sorprendie-
ron mucho al verlo. Axel pareció aliviado de encontrarlo allí, y lo
saludó con mucho entusiasmo, comentándole que estaba muy
preocupado porque nadie sabía qué había pasado realmente con él.
Saludó de muy mala gana a Gael, que no entendía la razón de tal
aversión, y luego charlaron por un rato más, Axel contándole que
ahora se había trasladado a la ciudad donde vivían sus padres, y que
había pedido unos días libres en el trabajo de medio tiempo que te-
nía allí, para poder venir a Londres a visitar a sus antiguos compa-
ñeros de trabajo.
Ya era cerca de las diez cuando Gael lo convenció —con ayu-
da de los compañeros de Draco— para que volvieran a la universi-
dad.
Draco recibió una carta de la empresa donde le daban un
mes de licencia pagada, y donde decían que luego de eso, estarían
encantados de tenerlo nuevamente entre el personal de la misma
tienda, la cual, según le dijeron porque no le apeteció ir a verla, ya
estaba empezando a ser reconstruida.

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LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

—Ese chico, Axel… es muy apuesto —comentó Gael mien-


tras Draco se preparaba para dormir.
—Ajá.
—Y parecía muy interesado en tu salud.
—Y en la de todos —Draco se terminó de poner el pijama y
salió a la habitación. Gael estaba sentado tras su escritorio leyendo
un libro.
—Anda ya, dímelo.
—¿Qué quieres que te diga?
—Que te acostaste con él.
—¿Por qué habría de decirte algo así?
—Porque soy tu amigo.
—Ya, pero no mi paño de lágrimas ni mi colchón.
Gael arrugó la nariz.
—Te juntas con muchos muggles, sobre todo con ese Axel,
por cómo me miraba, juraría que si pudiera matarme con la mirada,
ya estaríamos en mi funeral.
—Mira si eres exagerado —se burló Draco—. Lo más proba-
ble es que no le cayeras bien… como a casi nadie.
—A ti te caigo bien.
—Mmm… bueno, eso es rebatible.
—Ya, ¿no me lo contarás entonces?
—¿Qué cosa?
—Si estuviste con él.
—Ah… —suspiró exasperado Draco—. Ese es el chico del
que te conté aquella vez, con el que había salido…
—Oh… —Gael no comentó más nada, recordaba la historia,
Draco le había dicho que ese chico era por el que había decidido no
salir con nadie, porque no quería lastimar a nadie más, porque no le
gustaría que Él, o sea, el grandioso Harry Potter, saliera lastimado
de esa manera.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Gael esperó a que Draco se quedara dormido, y pasó mucho


rato observando su semblante y comparándolo con el de la fotogra-
fía que escondía en el cajón, eran tan distintos esos dos Draco…
Recordó la foto en El Profeta, en la que salía con un uniforme esco-
lar, esa también era otra cara.
¿Cuántas caras y cuántos cambios más le haría la vida sufrir a
Draco antes de dejarlo en paz y ser feliz?

–|– 

La primera carta fue de Andrómeda, preguntando si se en-


contraba bien, y extrañada por su ausencia; le comentó que Teddy,
que ya hablaba, había preguntado por él, y si iría pronto a visitarlos.
Harry había contestado que todo estaba bien, pero que tenía algu-
nas cosas de las cuales ocuparse primero, y que pronto iría a salu-
darlos.
Hermione y Ron fueron los siguientes, a ellos prometió ver-
los el fin de semana siguiente. Aunque en verdad pensaba seguir
poniendo excusas hasta que estas se agotaran o sus amigos enten-
dieran que no quería verlos.
Noah, que pese a todo, no se había marchado ni parecía dis-
puesto a hacerlo, pasaba las noches con él, siempre acercándose e
insinuándose, pero Harry lo rechazaba, simplemente no se le anto-
jaba eso siquiera.
Habían pasado ya siete días desde que las vacaciones inicia-
ran, cuando una lechuza que no conocía llegó a Grimmauld Place,
la carta iba dirigida a Harry, y por lo visto tenía instrucciones de no
entregarla a nadie que no fuera él, por lo que Noah tuvo que llevar-
le la lechuza a la cama. Harry se extrañó mucho al verla, el sobre
pequeño tenía escrito:

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LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

Harry Potter,
Número 12 de Grimmauld Place.

Y debajo el símbolo de los aurores, algo más alertado abrió el


sobre para ver que era una carta de Posey, era una nota muy peque-
ña y parecía haber sido escrita y duplicada.
Fue entonces que Harry, ante el asombro de Noah, se puso
en pie, se metió al baño, se dio una ducha, y vestido con ropa mug-
gle subió a su moto y se fue, dejando desconcertado y hasta cierto
punto enfadado a Noah, que curioso por saber qué demonios había
logrado lo que él no había podido conseguir en varios días, tomó la
nota para leerla, pero no pudo hacerlo, en cuanto sus dedos tocaron
el pergamino, éste se deshizo en sus manos, convirtiéndose en una
gran ráfaga de humo que se desvaneció dejando en el aire:
«Chismoso»
Noah pasó el resto de la tarde y la noche bastante enojado,
mientras esperaba a que Harry volviera a casa.

–|– 

Había algo que la Academia de Aurores les había enseñado,


que les había dejado muy bien grabado; y eso era que los aurores
son tu familia, tus compañeros son parte de ti y por ende, si algo
malo le pasa a uno de ellos, es deber de los demás ayudarlo y defen-
derlo. Harry pensaba en eso mientras avanzaba con velocidad por la
carretera, subido en su moto, no había querido volar, el punto de
reunión era bastante cercano a Londres, y la sensación de asfalto ba-
jo las ruedas, junto con el viento en la cara, lo hacía sentir cada vez
más despejado.
Siguió los letreros de la carretera, en realidad había visto el
pueblo al que iba, en el mapa más de una vez, después de todo, era

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

también parte de su entrenamiento aprenderse los mapas del Reino


Unido, tanto muggle como mágico; y además, Simak ya había
mencionado y señalado Shortlands muchísimas veces, un pequeño
pueblo tranquilo y callado entre los condados de Londres y Oxford.
Le tomó más de una hora llegar, manejando a toda velocidad
por las autopistas, seguramente que rompiendo más de una de las
leyes de conducir, pero realmente no le importaba mucho, sabía
que podía haber ido por la red flú, o en escoba, pero Posey había si-
do muy claro, «Al modo muggle» eso significaba todo muggle. Y
aunque cada vez más preocupado y extrañado, había cumplido con
lo pedido, sólo esperaba que no fuera otra de las tretas que usaba
Posey para divertirse u organizar una fiesta, aunque si hubiera sido
así, no hubiera utilizado el símbolo de los aurores, eso era lo único
que lo había hecho salir de la cama, que eso significaba que alguno
de sus compañeros estaba en problemas. Simak probablemente, por
el lugar de reunión.
Se inclinó más hacia delante y forzó el acelerador, quemando
las llantas en el asfalto, detrás de él un automóvil le tocó la bocina,
cuando finalmente lo pasó, las ventanillas bajaron, Harry pudo ver a
Chris junto a Amber, y en el asiento trasero a Larissa. Los tres los
saludaron con las manos en alto; en el fondo se escuchaba una mú-
sica con muchos sonidos de guitarras amplificadas, en un compás
muy fuerte, agresivo y acelerado. Harry pensó que no sería tampo-
co mala idea tener un auto, después de todo, podría serle de utilidad
en el futuro, sobre todo para trasladarse cuando nevara o lloviera
demasiado fuerte.
La entrada al pueblo era un gran arco de piedra antigua, las
calles, adornadas con muchas farolas, eran anchas y adoquinadas, y
todas las casas eran blancas o de colores cálidos y suaves, con un
jardín en frente y puertas de madera en tono marrón como entrada.
Le recordó un poco a Little Whinging, y no le dio pena interrumpir

1119
LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

la tranquilidad del atardecer con el sonido de su moto. Recordó las


instrucciones que Posey había puesto en la nota, cuatro calles hacia de-
lante contando desde el inicio del pueblo, luego dos a la izquierda, en el se-
gundo callejón hay una pared de ladrillos rojos viejos al fondo, luego murmu-
rar «Circinus».
Advirtió inmediatamente que el callejón era mágico, puesto
que pudo entrar con su motocicleta sin problemas, se sorprendió al
ver a alguien más delante de él, como el callejón estaba oscuro, le
costó algo de trabajo reconocer a Joel, que también llegaba en moto.
—¿Sabes qué es lo que está pasando? —preguntó un poco
fastidiado Joel mientras le daba la mano a Harry.
—Negativo, solamente recibí la carta de Posey.
—Más le vale que no sea otra de sus tontas fiestas, porque
realmente estaba muy ocupado cuando la carta llegó.
Harry sonrió, le pareció una extraña y ajena sensación hacer-
lo:
—¿Cómo se llama ella?
—Brittany —masculló Joel levantando la varita y apuntando
al muro, Harry, por seguridad y sobre todo costumbre, levantó la
varita y se puso en posición de ataque, sólo por si acaso.
—Circinus —dijo Joel, una luz verdosa inundó el muro un
momento antes de hacerlo desaparecer, dejando ver en el interior,
un gran camino de piedras grises y redondas, Joel y Harry se dieron
una mirada de entendimiento y luego, subieron a sus motos y em-
pezaron a avanzar, esta vez con mucha más cautela, puesto que no
sabían a qué atenerse en un lugar mágico.
—Nunca estuve aquí… ¿Sabes donde queda la casa de Si-
mak? —preguntó Harry sobre el sonido de los motores.
—Lo dice todo el tiempo, Harry, «si alguna vez van a
Shortlands, vayan a casa, al fondo a la derecha, la rosada de tres pisos en la
colina» —reprochó Joel. Harry frunció el ceño, no lo recordaba,

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

aunque no siempre les prestaba atención a sus amigos, a veces sim-


plemente se distraía.
El sonido de más autos los hizo girar, habían avanzado un
buen tramo por el camino rocoso, a los lados había casas mucho
más grandes que las muggles, con jardines amplios y, Harry supuso,
llenos de gnomos odiosos y malcriados. Detrás de él, reconoció el
automóvil de Chris, y más atrás, un auto deportivo de color púrpu-
ra. Harry no tenía que ser tan intuitivo como para adivinar que era
Violet, ¿por qué tenía que tener todo en colores cárdenos? O viole-
ta, como ella le llamaba, definitivamente era una obsesión, concluyó.
Joel soltó una pequeña carcajada y aceleró, dejando atrás a
Harry por un instante, antes de que reaccionara y acelerara también,
ambos corrieron a mayor velocidad hacia el final de la ancha calle,
luego giraron, tal como Joel había dicho, a la derecha, en todo lo al-
to había una casa de tres pisos, no era tan amplia, pero sí se veía im-
ponente sobre la colina, un par de chicas asomaron por uno de los
lados de las últimas casas antes del camino hacia la casa de Simak, y
les sonrieron de manera coqueta. Joel, como siempre, respondió
con una sonrisa encantadora, mientras Harry simplemente avanzó
más a prisa, llevándole la delantera a Joel por el pequeño camino de
tierra hacia la colina.
No demoraron mucho en poder ver la entrada de la casa
donde Posey, junto con muchos más de sus compañeros, hablaban,
junto a ellos también había dos chicas bastante simpáticas, le extra-
ñó no ver a Simak, siendo esa su casa.
—Hay que esperar a los demás —informó Posey en cuanto
Harry y Joel dejaron las motocicletas junto a los demás vehículos y
caminaron para reunirse con ellos.
—¿Es algo malo? —preguntó Joel mirando hacia las chicas
que acompañaban a Posey.

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LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

—Ella es Corina, la hermana de Simak —dijo indicándole a


la chica rubia de ojos azules bastante simpática, que apenas hizo un
pequeño asentimiento, no parecía nada contenta de estar allí—, y
ella es Patricia, la novia de Simak —continuó mientras los demás
coches llegaban.
Pronto estuvieron todos formando un gran círculo alrededor
de Posey, Corina y Patricia, en la puerta de la entrada de la casa de
Simak, Patricia y Corina seguían mirándolos de manera indescifra-
ble.
—Alguien atacó a Simak —simplemente informó Posey, un
murmullo de incredulidad se extendió por el grupo.
—¿Qué quiere decir exactamente atacó? —preguntó Da-
shiell con aire de superioridad, junto a él, Sebastian Leighton y
Brian Selick asintieron cruzándose de brazos, como apoyando su
interrogante.
—Fue cuando regresaba de la academia —informó Corina—.
él llegaría en la noche, pero no lo hizo, y él nunca deja de venir
porque sabe que nuestros padres se preocupan, entonces como no
venía, salí a buscarlo, estaba cerca de aquí, al parecer había apareci-
do en la entrada del pueblo y había decidido caminar hasta la casa…
lo encontré en uno de los lados del camino… inconsciente.
—¿Le asaltaron? —preguntó Edwin con una ceja levantada—
¿Por qué no los detuvo? No es por nada, pero todos aquí sabemos
que podemos detener a alguien si es que nos quieren atacar.
—Tal vez no era uno solo… —razonó Harry—. ¿Le robaron
algo? —inquirió hacia las dos chicas.
—No —respondió Corina—. Todas sus cosas y su oro esta-
ban completos, sólo… sólo lo golpearon y…
—Le echaron una maldición —interrumpió Posey antes de
que la chica comenzara a llorar—. Simak y yo supuestamente sal-
dríamos ayer a ver una tienda de tatuajes, por eso vine… y lo he vis-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

to, aún está inconsciente, tiene muchos golpes y cortes, pero se está
poniendo púrpura, los medimagos dicen que no saben qué hacer
con él, que no entienden por qué cada vez se pone más y más púr-
pura, le han dado diversas pociones y hechizos, han detectado una
maldición… ¿Qué más hace además de mantenerlo púrpura e in-
consciente?, no lo sabemos bien, pero obviamente no es nada
bueno.
—¿Quién le lanzaría una maldición? ¿Tenía enemigos? —
preguntó Violet hacia las dos chicas, que negaron rápidamente con
la cabeza.
—Sí, sí que tenía —contradijo Norman, que había permane-
cido callado y con una extraña expresión en el rostro durante todo
el tiempo.
—¿Enemigos? ¿De qué hablas? —preguntó Patricia, parecía
cada vez más asustada.
—¿Ya lo han olvidado? —preguntó hacia Joel, Harry y Ed-
win—, lo que nos contó sobre Baddock
—Él no… —Edwin frunció el ceño—… ¿él lo haría?
—Pues… si ya no está en la academia… —razonó Joel.
—Además, recuerden que él no quería que nadie se enterara,
que Baddock estuvo muy enfadado porque Simak fue por ayuda y
porque no lo auxilió para encubrir lo que había pasado —continuó
Harry.
—Y luego de eso, Simak tuvo que decirles lo que había pasa-
do… delatándolo —Edwin se alborotó un poco el cabello, suspi-
rando frustrado.
—Y por eso lo expulsaron —completó Joel.
—Interesante deducción —intervino Sebastian con el ceño
fruncido—, si tan solo supiéramos de qué demonios están hablan-
do.

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LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

Los chicos se miraron y luego asintieron, era algo que Simak


les había revelado confidencialmente, pero si era cierto que Bad-
dock lo había lastimado, mejor era contar lo que había pasado de
una vez, sería un buen inicio para buscar al responsable.
Fue Edwin el que les narró toda la historia, los demás escu-
charon asombrados cuál había sido la verdad de lo que había pasado
entre ese chico de primero y Baddock.
Harry fingió no ver los rostros de desaprobación ni de asco
conforme iban entendiendo que el chico de primero, al parecer era
homosexual.
—Pero Baddock no tenía ningún derecho a golpearlo —dijo
Amber con rabia—, si es que ese chico de primero era… como di-
cen ustedes, le gustaban otros chicos, Baddock no tenía porqué
aceptar su invitación y punto.
—Yo creo que fue al revés —comentó Harry—, tal vez Bad-
dock quería darle una lección y lo llevó con engaños a ese salón —
la mitad del grupo asintió, aunque algunos se mostraron escépticos.
—El tema es que tenemos a un posible culpable —concluyó
Posey sobre la voz de los demás que ya estaban comentando la in-
formación recientemente revelada.
—¿Qué haremos ahora? —preguntó Chris, que aún perma-
necía al lado de Larissa y Amber, a Harry le gustó no verlo pegado a
Dashiell como ocurría todo el tiempo.
—Pues, es simple —comentó Pritchard—, alguien ha lasti-
mado a Simak, debemos ir, buscarlo y hacer que remueva la maldi-
ción.
—Cierto —apoyó Goldstein—, hacer que nos diga qué le ha
hecho, y luego entregarlo a los aurores, es un delito y estoy seguro
que le espera una buena condena.
—¿A los aurores? Aún no tenemos permiso de hacer arrestos
—se quejó Larissa.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Por qué no resolvemos luego lo que haremos con él?


Ahora lo importante es ubicarlo, necesitamos separarnos en grupos
y…
—Si me permites, Posey, creo que siendo yo el que tiene me-
jor calificación en Rastreo, debería ser yo quien coordine esto —
interrumpió Dashiell con voz altanera, a su lado Sebastian, Brian e
incluso Violet asintieron.
—Pues yo creo que lo debemos ponerlo a votación —opinó
Larissa con una ceja levantada, todos los demás asintieron.
Al final, sólo Dashiell, Sebastian, Brian y Violet votaron por-
que fuera Dashiell el que coordinara todo, Harry se extrañó que
Chris, que siempre hacía lo que los de su grupo le decían que hicie-
ra, hubiera votado en contra. Tal vez se habían peleado o algo por el
estilo.
Rápidamente se organizaron en grupos para ir hacia los sitios
donde Baddock podía estar, lo harían todo a la manera muggle para
evitar que los rastrearan, si es que pasaba algo. Harry fue junto a
Posey, Joel y Norman hacia la casa del chico, tenían la teoría de que
siendo el último lugar donde buscarían, él estaría allí escondido.
Baddock vivía en el condado de Staffs, y ya era de noche
cuando finalmente partieron. Por lo general Harry no manejaba
grandes distancias de noche, pero no se opuso a hacerlo junto a sus
compañeros; Posey tenía una camioneta antigua, pero hechizada pa-
ra correr a gran velocidad, Joel y Norman iban en motos, y hacían
pequeñas carreras con Harry, aprovechando que no había nadie en
la autopista. Habían decidido no ir a visitar todavía a Simak, no ha-
bía mucho que pudieran hacer allí, en cambio, sí podían ir a buscar
al responsable del incidente y arreglarlo.
Harry se sintió contento de tener algo en la mente que lo ale-
jara de Draco y el recuerdo de aquel chico, Gael. Le gustaba ver
cómo —pese a que no todos se llevaban bien, y pese a las constantes

1125
LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

peleas que podía haber entre ellos— el grupo que habían creado se
mantenía unido, si era cuestión de defender a uno de ellos, eran to-
dos contra el mundo.
Ya era muy de madrugada, y el aire, pese a ser verano, estaba
húmedo y algo frío cuando llegaron a Staffs, una ciudad bastante
grande. Pritchard conocía la dirección y se las había dado para que
lo fueran a buscar allí (mientras los demás iban a casa de una tía que
tenía, y que vivía en Herefs), y a algunos lugares más, casas de ami-
gos y bares que le gustaba frecuentar.
A diferencia de Simak, Baddock no vivía en una ciudadela
mágica, sólo en una zona boscosa y alejada de la ciudad, así que tu-
vieron que atravesar toda la ciudad para por fin llegar hasta el lado
norte, donde la urbe terminaba con un grupo de casas pequeñas y
viejas, y luego recorrer el camino que llevaba hacia el bosque.
Ahora avanzaban más lento, mucho más despacio y sin ha-
cerse bromas entre ellos, atentos a cualquier cosa que pudiera haber
allí, y es que los bosques, por más inofensivos que parecieran, de
noche no dejan de verse de alguna manera, tenebrosos y tétricos.
Las luces de las motos y de la camioneta de Posey iluminaban ape-
nas el camino, y a Harry le pareció que pasaron horas hasta que pu-
dieron llegar a una casa blanca y grande, le recordaba de alguna ma-
nera a la Mansión Malfoy, sólo que en más pequeña.
—Hechizos antidesaparición —murmuró Joel, y los demás
asintieron y levantaron las varitas, Harry, cada vez que lograba hacer
ese hechizo en silencio, sonreía, pues le había costado demasiado
aprenderlo a hacer no verbalmente.
Dejaron los vehículos escondidos unos cuantos metros de-
trás y avanzaron sigilosamente, la casa debía tener al menos un par
de hechizos de seguridad, y debían estar atentos a que ninguno les
diera o alertara a los ocupantes.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Lograron pasar la reja del jardín y luego Posey lanzó un


«Homenum Revelio», dejando ver sólo a dos personas en la parte su-
perior y una más en la inferior. Era extraño que alguien estuviera en
la parte inferior cuando las habitaciones aparentemente quedaban
en la parte de arriba, no les fue necesario pensar mucho para darse
cuenta que alguien, en el primer piso, no podía dormir y que tal vez
estaría planeando escapar.
—Hay que abrir la puerta y entrar, él esta allí —masculló
Joel, Posey asintió.
—¿No sería eso allanamiento o algo así? —preguntó Harry
tratando de recordar las clases de Derecho Mágico que les habían
dado.
—Sólo si nos descubren, o acusan —se burló Posey, Harry
puso los ojos en blanco y estuvo a punto de replicar cuando de im-
proviso la puerta se abrió y un par de hechizos fueron lanzados ha-
cia ellos. Por estar conversando no habían notado cómo una de las
marcas azules del encantamiento homenum revelio había estado mo-
viéndose.

–|– 

Draco abrió los ojos mientras buscaba más aire, nuevamente


una pesadilla lo había despertado, dejándole una opresión en el pe-
cho, una muy extraña, esta vez parecía que fuera Harry el que esta-
ba en peligro y no él. Luego de repetirse varias veces que tenía que
calmarse, se dejó caer en la cama nuevamente, con los ojos cerra-
dos. Pasó mucho rato en esa posición, hasta que se convenció de
que definitivamente no podría dormir otra vez. Suspiró vencido y
se puso en pie, el reloj indicaba apenas la 4:30, al menos podría
avanzar con la idea de su poción para limpiar el tizne del organismo
de personas expuestas a una gran cantidad de humo.

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LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

–|– 

Harry se lanzó contra el piso y levantó la cabeza un poco, el


hechizo le había dado a Posey, que ahora estaba tendido inconscien-
te a su lado, Joel se había lanzado hacia uno de los lados y también
levantaba la varita contra Baddock, que estaba en el umbral de la
puerta, su silueta se veía imponente desde la posición de Harry.
—Supongo que esto confirma nuestra teoría —comentó Joel
con algo de sorna, Baddock lo miró furioso y levantó la varita para
lanzar un hechizo, aunque nunca llegó a realizarlo, porque antes de
terminar de pronunciarlo, Harry le había lanzado un petrificus totalus,
haciéndolo caer estrepitosamente como una tabla en el piso.
—Posey está inconsciente —explicó Harry poniéndose en
pie mientras Joel caminaba hacia Baddock.
—Bueno, éste también, y mejor será llevarlo antes de que
llamemos más la atención.
—Siempre fue muy malo en Planeación —comentó Harry
dándole una mirada de reojo a Baddock antes de inclinarse hacia
Posey—. Enervate.
Posey abrió los ojos asustado y se sentó rápidamente, levan-
tando la varita, Harry le puso la mano en el hombro para tranquili-
zarlo.
—Ya no es necesario, lo tenemos.
—Demonios… ¿Me aturdió?
—En tu defensa diremos que ninguno lo vio venir.
—Pues… gracias, supongo.
—Ya, luego siguen dándose las gracias, vamos —pidió Joel
haciendo levitar el cuerpo de Baddock, que permanecía con los ojos
abiertos y una expresión de terror.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Tendrás que llevarlo en tu auto —comentó Harry bajando


por el camino hasta la altura donde habían dejado las motos y la
camioneta.
—Será un placer… ¿lo podemos atar al techo? —preguntó
con expresión de gusto Posey.
—Nos encantaría, pero llamaríamos mucho la atención, en
el asiento de atrás estará bien.
—Oh, de acuerdo —suspiró con desilusión.
Los tres terminaron de acomodar a Baddock en la parte tra-
sera de la camioneta y arrumbaron hacia Berkshire, el lugar donde
la casa de Dashiell se encontraba, según había dicho el chico, era el
lugar ideal para poder realizar el plan que tenían en mente una vez
consiguieran encontrar a Baddock.
Ya estaba amaneciendo y el cielo tenía diversos colores, se sen-
tía agradable andar en la calle a esa hora, pensó Harry, y observó, más
que divertido, cómo Posey aceleraba y frenaba constantemente, se
imaginó el cuerpo inmóvil y petrificado de Baddock golpeando una
y otra vez los asientos.

–|– 

Harry, desde que había terminado la escuela, e incluso desde


que la guerra había acabado, ya los tenía acostumbrados a periodos
de tiempo de ausencia, a desaparecer, a no contestar cartas y a ence-
rrarse en sí mismo, sin embargo, creían que no era correcto dejarlo
tanto tiempo solo, sobre todo porque durante los últimos tres me-
ses había estado escribiéndoles acerca de lo mucho que ansiaba ver-
los; a ellos, a Teddy y a Andrómeda, y sin embargo no había hecho
más que poner excusas para aplazar ese ansiado reencuentro desde
que supuestamente habían terminado las clases, así que Ron y
Hermione, sin esperar más una comunicación de su amigo, usaron

1129
LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

la red flú y aparecieron en la sala de Grimmauld Place, cuál fue su


sorpresa al no encontrar a Harry, sino a Noah, que parecía estar más
al tanto de Harry que ellos.

–|– 

La casa de Dashiell era bastante grande e iluminada por la luz


de la mañana, condujeron por el sendero y llegaron a la parte de
atrás, en el momento en que Dashiell, Violet, Sebastian y Brian apa-
recían, ya estaban allí Chris, Amber y Larissa, que lucían desalenta-
dos al no haber tenido suerte buscando a Baddock, así que el grupo
de Harry fue recibido con bastante entusiasmo.
—Mis padres no están, así que nadie nos molestará —in-
formó Dashiell con sus modales suntuosos mientras guiaba a todos
sus compañeros al interior de la casa—. En la planta alta, tenemos
una sala de prácticas donde podremos encargarnos de todo.
Hacer hablar a Baddock no fue muy difícil. Dashiell, como
buen hijo de auror que era, tenía una gran cantidad de Veritaserum
en el cuarto de pociones, y al no ser ese un interrogatorio legal y no
ser ellos aún aurores calificados, no hubo problemas con dárselo a
beber, o al menos es lo que ellos argumentarían si en algún mo-
mento los descubrían.
Baddock confesó estar enfadado con Simak por haberlo dela-
tado delante de un superior y haber causado su expulsión, también
contó que él le había puesto la trampa a aquel chico, invitándolo a
tomar un poco de licor en la sala de entrenamientos, porque sabía
ya, de antemano, que el chico era gay, y eso era algo que le repug-
naba, que tenía la idea de acabar con todos los homosexuales que se
le pusieran delante y que esa era una obligación que todos debían
tener. Harry se sintió de pronto un poco enfermo, escuchando el

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

odio visceral y la rabia contenida con que hablaba Baddock de los


homosexuales, y de los castigos que estos merecían.
Confesó también, el nombre de la maldición que le había
aplicado a Simak, los chicos se sorprendieron al saber que esa mal-
dición lograba destruir poco a poco el tejido interno de la persona y
que lo hacía de manera tan discreta, que era indetectable hasta que
ya era demasiado tarde.
Chris junto a Edwin y Norman partieron rápidamente hacia
San Mungo, ya con el contramaleficio y esperando que no fuera
demasiado tarde.
Por su lado, Pritchard y Emma se encargaron de hacer que
Baddock firmara la declaración donde admitía su culpabilidad y pa-
ra más credibilidad aún, Amber y Vance se encargaron de embote-
llar el recuerdo del ataque como prueba.
Sebastian se comunicó con un tío que tenía en el cuerpo de
aurores y que estaba de turno aquella mañana, y le informó que en
cuarenta y cinco minutos, en el callejón de entrada de personal del
Ministerio, dejarían un paquete para él, y por supuesto, que mane-
jara todo con total discreción.
Esta vez usaron la magia para llegar a Londres, una gran co-
mitiva de autos, motos y escobas volaron por el cielo de la mañana
hacia Londres, hasta el callejón de ingreso al Ministerio, donde de-
jaron a un todavía atontado Baddock, sujeto por sogas mágicas, con
una declaración de culpabilidad firmada en el pecho y una botella
conteniendo el recuerdo, atada a la muñeca.
Observaron desde el cielo cómo el tío de Sebastian salía, jun-
to a dos aurores más y metían al chico al Ministerio. Habían blo-
queado los recuerdos de Baddock, de tal forma que al final no pu-
diera identificar quiénes eran los que lo habían dejado en ese estado
y lo habían obligado a confesar.

1131
LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

Una vez llegaron a San Mungo, les dijeron que el contrama-


leficio había sido realizado a tiempo, y que aunque todavía tenía
que pasar varias semanas en cama, Simak se pondría bien.
Luego de discutir con los medimagos y las enfermeras, logra-
ron colarse todos a la habitación. Simak parecía adormilado, pero
pese a eso, les dio las gracias por haberlo ayudado, fue una mañana
interesante, todos reunidos, riendo y conversando acerca de la bús-
queda de Baddock, de todo lo que había pasado durante las últimas
horas. Cerca del mediodía, cuando trajeron el almuerzo de Simak,
fue que notaron que ellos no habían comido nada desde la noche
anterior.
—Bueno, Hulme al menos estará feliz —dijo Norman
mientras todos salían hacia Londres Muggle en busca de algo que
almorzar.
—¿Él, feliz? —se burló Edwin.
—Claro, tres meses teniéndonos en un régimen estricto ha
tenido sus resultados… llevamos demasiado tiempo sin comer y sin
quejarnos, sin contar que toda la misión fue un éxito.
—¡Es cierto! —aplaudió Larissa con una gran sonrisa.
—Todo lo que yo digo siempre es cierto —replicó Norman
pasándole un brazo por los hombros, la chica puso los ojos en blan-
co aunque no se desprendió de él.
—Me refiero a que es nuestra primera misión real…
—Esto hay que celebrarlo —exclamó Posey desde varias filas
adelante y los chicos aplaudieron, Harry, después de muchos días
sin hacerlo, sonrió ampliamente, el sol del mediodía le daba en el
rostro y los brazos, haciéndole sentir una calidez reconfortante, y
realmente sí se sintió con ganas de celebrar un poco.

–|– 

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No es tan difícil, e incluso averigüé que puedes usar un


pseudónimo, para evitar cualquier tipo de problemas… —explicó
Gael. Él y Draco estaban en uno de los jardines de la universidad,
sentados en el pasto, disfrutando del sol y del aire fresco, a Draco le
provocaba mucha dicha estar allí, le parecía mucho más reconfor-
tante que estar en su habitación; habían varios estudiantes cerca, en
parejas o grupos, algunos alumnos que pasaban por allí, los miraban
con reproche, pero Draco, ya acostumbrado a que lo miraran de to-
das las maneras posibles, no le daba importancia.
—Pseudónimos…
—Sí, ya sabes, como «Rey de las pociones» o «Grandioso po-
cionista».
—Esas son marcas de pociones.
—De acuerdo, ¿y dónde crees que patentas esas marcas? No
son muchos los que están registrados con pseudónimos en realidad,
ya sabes, a la mayoría les gusta usar su verdadero nombre para ob-
tener más fama.
—Lo supongo… aunque en definitiva, no sería mi caso.
—Si tienes un par de alternativas, puedo ir a verificar maña-
na si están libres, e incluso si te animas, podemos registrar tu pseu-
dónimo de una vez, para que nadie te lo utilice —comentó Gael
obviando el comentario de Draco y tratando de animarlo.
—Aún no estoy seguro… además sólo tengo un nombre en
la cabeza, aunque probablemente ya está tomado.
—O tal vez no, ¿qué nombre?
Draco frunció el ceño y se estiró sobre el pasto, dejando que
el sol le diera de lleno en el rostro, dudó un momento más antes de
decir:
—El Fabricante de Pociones.
—Es común…

1133
LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

—Es lo que soy, no común, me refiero a Fabricante de Po-


ciones, y soy único, así que soy «El Fabricante de Pociones».
—Vaya, que modesto.
—Sólo reconozco mi talento.
Gael puso los ojos en blanco y se tendió junto a Draco.
—Debe estar tomado, pero averiguaré y te diré, de todas
formas, hay que patentar esa primera poción oficial tuya cuanto an-
tes.
Draco asintió, y por un momento más se quedaron en silen-
cio, tumbados el uno al lado del otro, hasta que Draco se animó a
hablar:
—Gracias, Gael.
—No es nada, es decir, puedo usar la red flú para llegar y…
—No —corrigió Draco apoyándose en un codo para mirar a
su amigo—, me refiero a gracias por todo, sé que he estado algo
imposible estos últimos días y que no tenías porqué aguantarme, o
perderte las clases acompañándome en San Mungo…
—Ni lo menciones, para eso son los amigos, ¿cierto?
Draco sonrió honestamente.
—Gracias —repitió—, por ser mi amigo.

–|– 

El almuerzo se convirtió en cena, y para cuando Harry llegó


a casa, ya eran más de las diez de la noche; había estado bebiendo y
bailando con sus compañeros de la Academia, demasiado entusias-
mados por haber completado un gran trabajo juntos en tan poco
tiempo, y además, por haber ayudado a Simak a curarse.
Pensó encontrarse con un Noah furioso, al pie de las escale-
ras, o mejor aún, con una nota de despedida y la casa vacía, pero

1134
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

nunca con las risas en el salón, y eran inconfundibles: una era de


Hermione y la otra de Noah.
Avanzó despacio y asomó la cabeza, Ron, Hermione y Noah
estaban sobre los sofás, conversando y riendo amigablemente. ¿Se-
ría una alucinación por el exceso de alcohol?
—Allí estás —exclamó Noah notando su presencia y levan-
tándose para saludarlo, Ron y Hermione también se pusieron de
pie.
—¿Qué es lo que está pasando? —preguntó Harry confuso
mientras entraba a la sala de estar.
—Tus amigos han venido, justo les decía que habías tenido
cosas que hacer, temas relacionados con la Academia, y aparente-
mente, medio secretos, y que por eso habías faltado a tus promesas
de ir a visitarlos, pero que en cuanto llegaras te pondrías al corriente
—explicó Noah con una sonrisa tensa hacia Harry antes de alcan-
zarlo y darle un suave beso en los labios a modo de saludo, en ese
momento Harry se sintió agradecido de que Noah lo hubiera cu-
bierto y no delatado.
—¿Por qué no nos habías contado nada acerca de Noah, Ha-
rry? —reprochó Hermione—, es muy amable, nos ha soportado to-
da la tarde.
—Oh, vamos Hermi, no digas eso —dijo Noah con una son-
risa alegre, Harry notó cómo Ron puso los ojos en blanco e intuyó
que a él no le parecía tan agradable como a su novia.
—Ron, Hermione, lo siento, debí escribirles, pero no pu-
de… estuve, como dice Noah en medio de algo…
—Está bien —desestimó Ron dándole una palmada en el
hombro—, te perdonamos siempre y cuando prometas venir a volar
conmigo mañana, tengo el día libre.
—Por supuesto —sonrió Harry, los cuatro se acomodaron
nuevamente en la sala de estar y Kreacher se encargó de abastecer-

1135
LIBRO III|Caminos
[6] De venganzas y agradecimientos

los de comida y bebidas hasta muy entrada la madrugada, mientras


ellos reían y conversaban animadamente, Noah no perdió la opor-
tunidad para tomar la mano de Harry y ratificar su posición de no-
vio.
Aquella madrugada, después de que sus amigos se fueran,
Harry se dejó besar y llevar a la cama por Noah, sabía, en su inte-
rior sabía, que debía dejarlo, terminar con esa relación, pero el mie-
do a sentirse solo, a no tener a alguien a su lado, que lo abrigase por
las mañanas, a que el recuerdo de Draco invadiera todo y lo termi-
nara ahogando… sí, ese miedo pudo más, y no dijo más nada al res-
pecto, ambos hicieron un acuerdo tácito de no mencionar los últi-
mos días, y siguieron como si nada hubiera pasado.

1136
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

7
El nuevo Rector

“Cuando un hombre se asoma al abismo, se encuentra solo, y en ese mo-


mento es cuando se forma su carácter, y es eso lo que evita que caiga al abismo.”
De la película «Wall Street» (1987)
Director: Oliver Stone

Londres, a finales de agosto de 2001

D
raco llegó a su habitación y cerró la puerta con fuer-
za. No le importó molestar a medio piso con tre-
mendo bullicio; una vez estuvo dentro, pateó el bo-
te de basura, los libreros, provocando que varios de los pesados to-
mos dieran contra el piso, y golpeó la mesa con tal fuerza que el tin-
tero y varios pergaminos, que eran su tarea de Ingredientes Acuáti-
cos de Oceanía, quedaran esparcidos por todos lados para finalmen-
te, dejarse caer sobre la alfombra, resoplando con fuerza y sintiendo
su corazón agitado por tanta ira. Estaba furioso, mucho más que fu-
rioso. Ya intuía que las cosas no podía resultar tan fácil como hasta
ahora, que el nombramiento de Pierre Colburn 27 como nuevo di-

27
Pierre Colburn. Para los que no se acuerdan muy bien de este personaje, es el que dio más pro-
blemas durante el juicio de Draco, argumentando que «no se trataba de un niño sino de un hom-
bre y que como tal, debía ser condenado a Azkaban, a cadena perpetua cuanto menos».

1137
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

rector de la universidad le traería problemas, aunque no creyó que


tantos.
El sonido de alguien tocando la puerta lo hizo girar y mirar
con enojo hacia la entrada; si era alguno de sus compañeros para
quejarse por el alboroto, más le valía alejarse. No estaba de humor
para parecer amigable. El sonido se repitió con más insistencia y
Draco decidió que lo mejor era callar a quien fuera que quisiera
importunarlo en un momento como ese.
Se puso en pie, rumiando de rabia, y abrió la puerta de un ti-
rón, obsequiando una mirada amenazante a su desatinado visitante:
se trataba de Gael. Parecía más serio que de costumbre y, ya como
tenía acostumbrado, sin pedir permiso entró, levantó la silla que
también había caído al piso y se sentó detrás del escritorio, dándole
una mirada de reproche al ver el estado de la siempre pulcra habita-
ción de Draco.
—Este no es un buen momento —murmuró Draco deján-
dose caer nuevamente en la alfombra, necesitaba pensar, idear un
plan, y rápido.
—Ya lo sé, todos lo saben… lo de la beca y Colburn.
—Genial.
—¿No hay nada que se pueda hacer? En primer lugar, ¿por
qué te la ha quitado? Es decir, no ha quitado ninguna más, yo aún
tengo mi media beca.
—Bien por ti, no creo que le quite nada a nadie más, éste,
me parece, es un tema personal.
—¿Personal?
—Forma parte del Wizengamot, formaba parte del jurado…
—Draco frunció el ceño y deseó tener un cigarrillo a la mano para
calmarse—, ya te lo conté… lo leíste en el diario.
—Ah…

1138
LIBRO III|Caminos
[7] El nuevo Rector

—Como sea, él fue uno de los que votó en contra de que me


dejaran en libertad, incluso habló para tratar de convencerlos de
que no era sensato dejar a alguien como yo libre.
—Pero eso fue antes, hace años, ahora es diferente, no puede
venir y quitarte la beca sólo porque votó porque te dejaran en pri-
sión. Es injusto.
—No me digas, que novedad.
—Bien, así no ganamos nada —exclamó Gael con energía,
tratando de quitar de Draco el tono de resignación con que habla-
ba—. Lo primero que debemos hacer es revisar el reglamento y el
contrato mágico que firmaste cuando te dieron la beca y…
—Ya lo hice, dice que la universidad puede remover mi beca
en caso de que crea conveniente hacerlo, sobre todo, si me he por-
tado mal o bajado mis calificaciones.
—¡Pero no has hecho ni uno ni lo otro! —gritó Gael, sin-
tiéndose también furioso por aquella injusticia.
—Eso no lo sé… Me ha mandado llamar, esta noche debo ir
a su oficina.
—¿Crees que querrá negociar?
—No tengo nada con qué negociar, supongo que sólo se
querrá jactar de lo que puede hacer, y de cómo yo no puedo hacer
nada para evitarlo.
—Mierda… ¿Qué haremos ahora?
—No lo sé… déjame pensar… —contestó Draco masajeán-
dose las sienes, un dolor de cabeza había empezado a taladrarle, y
sabía que no se iría muy pronto.

–|– 

En el condado de York shire, en el hogar de William Lam-


port (28), aparecieron pintas informando acerca del comporta-

1139
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

miento homosexual del chico; esta vez, además del llamado de


atención, también aparecieron fotografías que muestran a Lam-
port junto a otros chicos en lo que al parecer son clubes muggles,
donde ese tipo de gente se junta, y comportándose de una mane-
ra inapropiada.
Los vecinos están muy enfadados, y le han pedido a Lam-
port que abandone el condado por su mal comportamiento y mal
ejemplo hacia los más jóvenes; hubo rumores de violencia de par-
te de los vecinos hacia Lamport, aunque no es algo que hayamos
podido comprobar…

Harry dejó a un lado el diario y suspiró cansado, cada vez


eran más seguidos los ataques a la gente homosexual, era obvio que
ese tal Tony Schafer se la estaba tomando mucho más en serio, y no
podía dejar de preguntarse en qué momento serían descubiertos él
y sus amigos.
—Hay que apurarnos —dijo Noah bajando las escaleras ya
listo—, tengo muchas ganas de bailar.
—Ya…
Se aparecieron en una de las discotecas gay mágicas, donde
Mikel, Ethan y Lucka ya los esperaban, los chicos parecían preocu-
pados, conversando en murmullos, y no notaron su presencia hasta
que Harry y Noah estuvieron al lado de la mesa.
Luego de los saludos de costumbre, Noah se sentó muy pe-
gado a Harry, y ambos ordenaron sus bebidas.
—¿Por qué esas caras? —preguntó Noah tratando de aligerar
el ambiente.
—Ingresaron a Lamport esta tarde en el hospital —explicó
Mikel.
—¿Entonces sí lo atacaron? —preguntó interesado Harry.

1140
LIBRO III|Caminos
[7] El nuevo Rector

—No —negó Mikel con la cabeza—. O no lo sé en verdad…


Se suicidó, no pudimos hacer nada por él… simplemente… cuando
llegó ya era tarde.
—¿Quién es Lamport? —preguntó Noah dándole un sorbo a
su bebida multicolor. Harry puso los ojos en blanco, eso era lo de-
testaba de Noah, su falta absoluta de preocupación acerca del mun-
do en el que vivía.
—Un chico que fue delatado por la MACH el día de ayer,
salió en El Profeta —explicó de mala gana Lucka.
—Oh…
—¿Están seguros que se suicidó? Es decir… pudo haber sido,
ya sabes un ataque disfrazado y…
—Sí, Harry, se suicidó, no sería extraño que lo hiciera, des-
pués de todo lo que debe haber tenido que soportar y escuchar…
dejó una nota y todo, pidiendo perdón a su familia…
—Esto no puede continuar… es decir ¿qué van a hacer?,
¿delatarnos a todos y luego qué? —preguntó Harry cada vez más
fastidiado por la situación.
—Luego la sociedad nos cerrará las puertas aún más, y harán
que los que no han sido delatados se asusten y no se atrevan a salir
siquiera por miedo a ser delatados también… que tengan miedo de
ser gays.
—Eso es absurdo, Ethan —replicó Noah—, no pueden en-
contrar a todos los gays de la comunidad mágica, somos demasiados
—dijo abarcando con ambas manos el lugar que ya se encontraba
bastante lleno, aunque no tanto como otros días, y no con el aire
tan festivo de siempre.
—Tendremos que defendernos —razonó Harry.
—Para hacerlo tendrías que admitir que eres gay, y créeme
que muchos no lo harán, perderíamos demasiado… —suspiró Lu-
cka.

1141
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Es sólo un tonto movimiento que pronto se cansará de


molestar —dijo Noah con algo de aburrimiento.
—No lo creo… es decir, llevan más de dos años con esto, al
menos ese tal Tony, y su padre estuvo desde mucho antes, se están
volviendo cada vez más agresivos… esta vez pusieron fotos del chi-
co con otros chicos…
—Eso es porque Lamport, lamentablemente se descuidó
demasiado —criticó Lucka con el ceño fruncido hacia Ethan que
era el que había hablado.
—A mí una vez me siguieron, tenían fotos mías —les contó
Harry—, y tuve que atrapar al que las tomaba y darle una golpiza…
—¿Tenían fotos tuyas? —preguntó preocupado Mikel.
—Sí, no sé qué pretendían, es decir, les mandaban fotografías
y notas a mis amigos, pero luego atrapé al que me seguía y lo puse
en su sitio…
—¿Ves?, y nada más te pasó, no se preocupen, todo estará
bien, se cansarán pronto de jugar a atrapar gays, y pasaran a querer
salvar alguna especie en extinción —resolvió Noah con una sonrisa
y encogiéndose de hombros.
Harry no quedó muy convencido, pero no quería seguir dis-
cutiendo con sus amigos. Mikel se veía decaído y preocupado, y el
continuar con el tema, sólo le haría peor. Aunque pensó que tal vez
ese grupo, sí era algo que tendrían que tomar más en serio.

–|– 

Draco tomó una profunda bocanada de aire antes de tocar


educadamente la puerta de la oficina de la dirección de la universi-
dad, ahora ocupada por Pierre Colburn, le sorprendió que lo hubie-
ra citado a esa hora, y que ninguna de las asistentes que normal-
mente pululaban por allí, se encontraran cerca.

1142
LIBRO III|Caminos
[7] El nuevo Rector

Iba preparado para ser insultado, para ser tratado de manera


prepotente o cualquiera de sus variantes. Después del juicio, había
pasado mucho tiempo de alguna manera «aturdido» respecto a lo
ocurrido, y ni siquiera recordaba exactamente todo lo que había di-
cho o pasado allí, pero de algo sí se acordaba, y era de la cara de Pie-
rre Colburn diciendo que él era un hombre, no un niño y que de-
bió haber abandonado a sus padres y no ceder a las presiones del
Lord, que merecía un castigo, pasar el resto de su vida en Azkaban.
—Adelante —indicó la voz del hombre, y Draco se sintió
tentado a escapar, a dar la vuelta y salir de allí; después de todo, sa-
bía que no había forma que le devolvieran esa beca, o que obtuviera
cualquier tipo de beneficio o ayuda, sabía que estaba entrando a la
jaula del león, y que lo más sensato era salir antes de recibir un zar-
pazo, pero no lo hizo, se obligó a abrir la puerta y caminar hacia el
interior de la costosa oficina.
La oficina era elegante, Draco nunca había estado allí antes,
un alfombrado de color azul oscuro cubría todo el piso, las paredes
estaban completamente ocupadas por estantes y libreros llenos de
gruesos volúmenes, en el fondo, detrás del gran escritorio de roble,
se veía una gran cantidad de fotografías grupales; cada una con una
inscripción el la parte inferior que indicaba el año de la promoción,
y allí, sobre un suntuoso sillón de cuero oscuro, con mirada altane-
ra y una gran sonrisa, se encontraba Pierre Colburn; su cabello,
ahora más blanco, recogido en una coleta por detrás de la nuca, y
luciendo una aterciopelada túnica oscura de finos bordados.
—Buenas tardes, señor Colburn —saludó Draco con toda la
cortesía posible.
—Señor Malfoy, verdaderamente todo un placer verlo —
correspondió el hombre con una sonrisa que a Draco no le gustó,
mientras señalaba una de las sillas delante del escritorio.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco se sentó al borde de la silla, cada vez más incómodo


por el ambiente, y jugando con una de las mangas de su túnica para
tener algo que hacer con las manos, y no lucir más nervioso de lo
que ya estaba.
—Usted… usted me mandó a llamar.
—Así es, al parecer tenemos un tema pendiente… —
Colburn se inclinó hacia atrás y agitó una mano distraídamente,
una botella de licor y dos vasos, sobre una bandeja, aterrizaron so-
bre el escritorio—, pero no se sienta usted tan formal, sírvase una
copa.
—Gracias… pero no bebo —mintió descaradamente, si había
algo que sabía que no debía hacer jamás de los jamases, era aceptar
bebidas o comidas de los demás, de gente que apenas conocía o que
podían odiarlo siquiera un poco, habían mil y una forma de escon-
der veneno en cualquier lugar—. Es porque aún estoy tomando
unas pociones… ya sabe, por lo de la explosión…
—Claro… la explosión —pese a la negativa de Draco, Col-
burn sirvió en ambos vasos un poco del licor de líquido ambarino,
y dio un largo trago a uno de los vasos—, justamente eso es de lo
que necesitamos hablar.
»La beca completa le fue otorgada hace dos años, este sería ya
su tercer año, y todos sabemos de las buenas calificaciones que ha
conseguido… brillante e inesperado diría yo —dio un sorbo más a
su copa, saboreando el licor, aunque Draco no sabía si en verdad sa-
boreaba la bebida o el tenerlo allí y poderle decir esas cosas—, sin
embargo, hay un punto en el contrato de esta beca: usted debe pre-
servar un comportamiento intachable durante su estadía en la uni-
versidad y lamentablemente no ha sido así, por lo que hemos deci-
dido retirar su beca, pensé que lo correcto es que tuviera una expli-
cación directa.

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LIBRO III|Caminos
[7] El nuevo Rector

—Disculpe, pero, ¿en qué momento no he tenido un com-


portamiento intachable? Yo no he hecho nada malo —se quejó
Draco, sus manos presionaron con más fuerza la tela de la túnica.
—Hubieron titulares en julio acerca de una explosión en la
cual estuvo usted implicado —explicó con voz calmada, como si la
respuesta fuera obvia.
—Yo no estuve implicado en ninguna explosión, yo trabajaba
allí, no fue mi culpa que eso volara y menos que los diarios decidie-
ran hacer un escándalo de ese suceso.
—Bueno, en cierta forma sí que lo es, usted es un mortífago,
ha dedicado varios años a atacar muggles y nacidos de muggles, no
es nada extraño que decida volver a las andadas, y aunque así no
fuera, su reputación lo precede y hace que los demás piensen de esa
manera, provocando un escándalo tan grande, que la universidad se
pudo verse seriamente afectada al dejar en tela de juicio las razones
por las cuales estamos dándole una beca a un mortífago.
—No soy un mortífago —replicó Draco con los dientes
apretados.
—Eso no es lo que está en duda aquí, señor Malfoy, lo que
estoy haciendo aquí es explicarle la razón por la cual la universidad
no continuará solventando sus gastos, es más, no tenemos muy cla-
ro aún la forma cómo consiguió esta beca en primer lugar…
—Dando un examen, señor, como todos los demás aspiran-
tes, estoy seguro que podrá ver las referencias al respecto en alguno
de los archivos —interrumpió Draco furioso, todo era tan injusto…
—Pero, señor Malfoy… Draco —dijo el hombre dejando el
vaso a un lado e inclinándose hacia delante—, no todo está perdi-
do… aún tienes algunas opciones, puedes pagar tu matrícula antes
de que las clases empiecen y continuar con tus estudios, no sería
justo que te marcharas precisamente ahora que sólo te faltan dos
años para que termines la carrera.

1145
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Supongo que no tendré opción a una apelación de esta de-


cisión —preguntó Draco, estaba seguro, inútilmente.
—Es una interesante pregunta —el hombre se puso de pie y
le dio la vuelta al escritorio, ante la atenta mirada de Draco—. En
realidad, siempre existe una forma de conseguir lo que uno quie-
re… ¿Ves a todos esos chicos y chicas?, ellos tenían suerte, tenían a
alguien que los cuidaba, padres y madres que les daban educación,
estoy seguro que todos ellos ahora tienen todo lo que desean…
como estoy seguro tú deseas…
—Pues… —de pronto tenía la garganta seca, estaba mirando
tan atentamente la imagen que el hombre le señalaba, de los chicos
y chicas de promociones anteriores sonrientes a la cámara, que no
se había dado cuenta de la mano sobre su hombro, se tensó com-
pletamente mientras esos dedos como garras, se clavaban más en su
hombro.
—He escuchado cosas de ti —continuó hablando, su voz ca-
da vez más ronca, más grave y, según pensó Draco, más repugnan-
te—. Sé de tus gustos… te entiendo, comprendo lo que eres… de
haberlo sabido cuando estabas en ese juicio, ¿te acuerdas?, cuando
tenías apenas dieciocho años…
—Yo... yo no…
—Aunque claro, ya no se puede hacer nada por el pasado,
¿verdad? Sólo mirar al futuro… ¿Cuál será tu futuro? Sé que en la
tienda donde trabajas, esa que voló, te pueden dar un empleo a
tiempo completo… mira, quién sabe, con unos años más y podrás
ser jefe de algo… estoy seguro que tienen ese tipo de puestos… no
estaría mal, nadie creería que llegarías tan lejos luego de todo lo que
te pasó… salvándote de Azkaban y un sinfín de tragedias… —
Draco trató de moverse un poco, el corazón le latía a toda veloci-
dad, incapaz de creer lo que estaba escuchando, lo que estaba pa-
sando; la mano que estaba sobre su hombro apretó con más fuerza,

1146
LIBRO III|Caminos
[7] El nuevo Rector

y por un momento, Draco pensó que el hombre lo había congelado


en esa silla—. Pero, claro, tú eres un muchacho inteligente, y ambi-
cioso además. Lo sé, y esas son cualidades muy interesantes en un
chico apuesto como tú, un sangre pura y aún tan joven… —fue en-
tonces que la otra mano del hombre se deslizó por su mejilla, los
dedos nudosos y arrugados se sintieron agresivos sobre su piel, co-
mo si la quemaran y dañaran, como si la ultrajaran… y eso fue lo
que necesitó para que sus piernas y su cuerpo entero reaccionaran
de una vez por todas.
Draco dio un salto, empujando la silla hacia atrás, y al an-
ciano en el proceso; retrocedió varios pasos, pese a que no había he-
cho un gran esfuerzo, se sentía agitado y le costaba respirar, si tan
sólo su corazón dejara de bombear con esa fuerza.
—¿Qué demonios es lo que pretende? —pudo preguntar tra-
tando de no dejar ver su pánico, porque era eso lo que sentía: páni-
co.
—Oh, vamos —respondió el hombre completamente sereno
mientras volvía nuevamente a su silla tras el escritorio—, sabes muy
bien lo que pretendo, no te hagas la víctima virginal delante de mí,
todos saben lo bien que te la montas con ese otro chico… y lo bien
que te la has pasado antes… así que sólo te digo que seas práctico.
¿Quieres tu beca? Yo estoy dispuesto a cambiar de opinión respecto
a la beca si es que tú consideras tener un trato más amigable conmi-
go.
Draco apretó los puños y entrecerró los ojos.
—Yo no soy una puta, ni suya ni de nadie.
Colburn se encogió de hombros y sonrió.
—Eso dices ahora. ¿Qué harás en la calle? Porque es allí
donde terminarás, en la calle. Y lo único que te servirá, serán esa ca-
rita bonita y ese culo, así que tú eliges dónde los pones a trabajar, si

1147
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

aquí, para conseguir un futuro mejor, o allá fuera; quién sabe en


qué acabarás...
—Váyase a la mierda, usted y su puta beca, no la necesito pa-
ra hacer lo que quiero hacer, porque igual lo haré y créame, no será
vendiéndome, como seguramente usted llegó a su puesto. Real-
mente es patético —espetó.
Draco se dio la vuelta, sentía sus piernas temblar, y que todo
a su alrededor se movía lentamente, escuchó la carcajada del hom-
bre, pero no se detuvo a seguir discutiendo, no había nada más que
discutir, debía salir de ese sitio antes de que las ganas de vomitar le
ganaran y quedara como un pobre idiota asustado delante de él.
Corrió hacia el pasillo y bajó dando saltos por las escaleras,
en la primera planta se cruzó con varias personas que no conocía,
supuso que eran los que trabajaban en la parte administrativa, y no
se detuvo hasta que salió del edificio y la frescura de los jardines le
invadió las fosas nasales, siguió caminando a pasos rápidos, dándole
la vuelta al edificio hasta llegar a los jardines menos frecuentados,
una vez allí, se dejó caer sobre el pasto, con los puños aplastando la
verde hierba, tratando de regular sus respiraciones, tratando de que
su mente se aclarara, de que todo dejara de dar vueltas, y que sus
músculos dejaran de temblar. No había llegado tan lejos ni esforza-
do tanto como para dejar que un mal nacido hijo de puta, saliera de
la nada ahora, y le quitara la oportunidad, por supuesto que no.

–|– 

La noticia del suicidio de Lamport no fue publicada en el


diario. Harry buscó en las noticias varios días, pero no encontró na-
da. Aún así, condujo hasta la casa del chico, donde vivía solo desde
hacía un par de años. Sabía que tal vez se estaba obsesionando con
el asunto, pero pese a lo que dijeran los demás, no pensaba la

1148
LIBRO III|Caminos
[7] El nuevo Rector

MACH que fueran sólo un grupo de fanáticos que pronto se abu-


rrirían y buscarían otras cosas que hacer, y eso era lo que más coraje
le daba, que nadie a su alrededor parecía querer tomarlos en serio.
Llegó a Yorkshire cuando ya era la tarde, antes de entrar a la
ciudad se había transfigurado para no llamar la atención, puesto que
Lamport vivía en una zona mágica, no le fue difícil hallarla y entrar.
La casa de Lamport quedaba al final de una estrecha y silen-
ciosa calle, la parte de afuera parecía haber sido de color blanco, pe-
ro ahora estaba casi completamente cubierta de color anaranjado,
con letras en color negro y un par de grandes fotografías. Harry se
sintió enfermo al identificar en una de las fotografías, uno de los
clubes muggle donde solía ir hasta el año pasado, lo más probable
fuera que se hubiera cruzado con Lamport al menos una vez, y que
el chico rondara el mismo círculo que él. En las fotos mágicas, se le
veía desde diferentes ángulos, bailando, y besando a otro chico (un
muggle supuso) en los clubes oscuros y llenos de humo.
Las pintas no decían nada diferente a otras veces: decían que
Lamport atravesaba una terrible desviación, una enfermedad ver-
gonzosa pero curable, y que era deber de toda la sociedad mágica
hacer que se enmendase. Se preguntó si era que había algunos ami-
gos o padres que ya habían intentado curar a sus seres queridos de
esa manera, y sobre todo, cuál sería el tratamiento que usaban. Algo
le decía que no debía ser muy agradable.
Miró a ambos lados, parecía no haber nadie cerca, lo cual era
extraño para ser vacaciones de verano. Pese a la escena, decidió en-
trar, dejando la moto en el patio trasero. Ingresó con la varita en al-
to, quería rastrear al menos si habían sido empleadas algún tipo de
maldiciones o hechizos especiales, nunca había podido ver de cerca
ninguno de los escenarios donde las pintas de la MACH habían
aparecido. Y algo le decía que los aurores no se tomaban muy ense-
rio aquello tampoco.

1149
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

La cocina, por donde entró, era pequeña y cálida, con una


blanca mesa de madera al centro, él conocía casas y departamentos
de amigos realmente fiesteros y despreocupados, que se la pasaban
de discoteca en discoteca y teniendo mucho sexo casual, tanto con
magos como con muggles, y ninguno tenía una casa así de… hogare-
ña podría ser la palabra, pensó.
Avanzó un poco más hacia la sala, pero no tuvo tiempo de
lanzar el hechizo de rastreo de magia antes que una voz lo alertara y
lo hiciera girar, con la varita en alto, en posición de ataque, como
era ya su costumbre.
—¿Qué quieres aquí? —preguntó un chico con voz tensa y
la varita en alto. Tenía el cabello oscuro y suelto hasta los hombros,
y vistiendo una camiseta y unos pantalones vaqueros negros, a Ha-
rry le pareció conocerlo de algún lugar, pero no estaba muy seguro
de dónde—. ¿No crees que ya fue suficiente lo que le han hecho?
¿Qué más quieren? ¿Quemarán su casa también?
—¿Qué? No… espera yo no… —Harry ladeó un poco la ca-
beza, reconociéndolo al fin—. Tú eres el chico de la fotografía, de la
fotografía que está fuera donde… — Harry se interrumpió a media
oración, comprendiendo finalmente—. ¡Oh… lo siento!
—¿Qué sientes? —increpó el chico aún con la varita en alto,
Harry vio en sus ojos oscuros mucho dolor, sus manos temblaban
ligeramente, y se sintió incluso peor que cuando había llegado a
aquel sitio.
—Soy gay —dijo; decir la verdad fue lo primero que se le
ocurrió—. Y también… también estudio para auror… ¿tú eres…?
—Mago —contestó el chico con rapidez.
—Lo lamento, yo… he estado siguiendo la información de
El Profeta acerca de los de la MACH, y un amigo que trabaja en
San Mungo me dijo lo que había pasado y pensé que tal vez, no sé,

1150
LIBRO III|Caminos
[7] El nuevo Rector

ese chico había… ya sabes, que no lo había hecho él sino que lo ha-
bían atacado… y como nadie más quiere investigar y preocuparse…
—¿Y quién te crees tú? ¿El puto-niño-que-vivió o algo así
para ir haciéndola de héroe?
Harry se sintió sonrojar, y agradeció ser ya, tan bueno en
transformaciones como para no dejar ver ni un solo rastro de su
rostro verdadero, es decir, del puto-niño-que-vivió.
—No… yo sólo estaba preocupado, lo siento, verdaderamen-
te lo hago, me iré.
—No, lo siento… yo lo siento —masculló de pronto el chico
bajando la varita y retrocediendo unos pasos, su voz parecía mucho
más quebrada y condolida. Harry se dio cuenta que estaba a punto
de llorar, y aunque por lo general no era bueno lidiando con las lá-
grimas, en ese momento no le importó en realidad hacerlo—. No
debí ser tan maleducado contigo, pero es que toda esta gente…
ellos tienen la culpa de que William…
—Lo sé… por eso quería investigar, porque parece que nadie
quiere darse cuenta de que esto está creciendo cada vez más, y que
pronto, ya no sólo serán insultos. Empezaron insultándolos, dela-
tándolos delante de los vecinos, y ahora ponen fotos, cada vez sus
frases son más injuriosas, pronto simplemente nos atacaran y caza-
ran como antes hacían los mortífagos durante la guerra con Volde-
mort.
—No digas ese nombre —chilló el chico, estaba con los bra-
zos cruzados y recostado contra la pared, su cuerpo entero se había
estremecido al escuchar las palabras de Harry.
—Lo siento.
—Él no era malo. William —aclaró—, él no era mala perso-
na, ¿sabes? Me refiero a que no andaba todo el tiempo de fiestas, ni
era promiscuo, ni… ni se portaba mal, no era infiel, era bueno
conmigo; siempre llamaba a sus padres, cada jueves en la noche por

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

medio de la red flú; le escribía a su hermana pequeña cada sábado


en la mañana, nunca faltó al trabajo, ni… ni hacía nada inapropiado,
no se lo merecía, realmente no se lo merecía… y yo… ahora yo…
—Hey… —Harry dudó un instante antes de alcanzarlo y
poner una mano sobre el hombro del chico, que pareció sorprendi-
do por un instante antes de lanzarse a los brazos de Harry y comen-
zar a llorar a moco tendido. Harry sólo atinó a acariciarle la espalda
lentamente, sintiendo su camiseta empaparse por las lágrimas.
—Estabamos juntos desde los diecinueve, juntos descubri-
mos un montón de cosas, era mi amigo, mi mejor amigo, mi aman-
te… y ahora… ¿Qué se supone que voy a hacer sin él?
—No… no lo sé, tal vez pensar en qué le hubiera gustado a
él que hicieras, ya sabes, no le hubiera gustado que permanecieras
encerrado… o que te deprimieras…
El chico negó con la cabeza y se pegó más a él, Harry se pre-
guntó si acaso se había estado conteniendo para no llorar la pérdida;
de pronto, le recordó a Draco y la forma como había actuado cuan-
do su madre había muerto. Poco a poco, de alguna manera, fueron
descendiendo hasta el piso, hasta que quedaron sentados y abraza-
dos, el chico aún llorando fuertemente.
—A él no le gustaba que llorara, decía que no lo soportaba, y
he tratado… de verdad que he tratado, pero no puedo… ya no pue-
do.
—Estoy seguro que esta vez está bien llorarlo, para dejarlo ir.
Harry nunca había vivido una cosa así. Pasó el resto de la tar-
de, y parte de la noche, abrazado a aquel extraño que lloraba por
aquel chico de veintiocho años, al cual le gustaba el quidditch y era
fanático de los Falmouth Falcons, de los cuales no se perdía ningún
partido, que había estudiado en casa, aunque le hubiera encantado
ir a Hogwarts y ser de Ravenclaw, que disfrutaba del mar y de pasar
tiempo leyendo; un total desconocido al que ya no podría conocer,

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LIBRO III|Caminos
[7] El nuevo Rector

un chico que ya no podría descubrir nada nuevo, ni siquiera besar a


su novio por última vez, porque no había soportado la presión,
porque sus padres lo habían desterrado, y sus vecinos lo habían in-
sultado y echado… Tuvo la extraña sensación de estar reviviendo de
alguna manera la guerra, ya no eran sangres muggles los asesinados,
ahora el motivo eran los homosexuales, esta vez corrían peligro sus
nuevos amigos, e incluso Draco y su novio.
Finalmente, pudo buscar hechizos y rastros mágicos en la ca-
sa antes de marcharse, pero se sintió desalentado al no encontrar
ninguna pista que lo ayudara. Aunque sí le prometió al chico que si
en algún momento encontraba algo, le avisaría.

–|– 

Draco dejó caer la caja de cartón en el polvoriento piso, la-


mentando no haber aprendido a hacer los hechizos de limpieza,
aunque claro, nunca era tarde para aprender, pero sería luego,
cuando tuviera energías y ánimos suficientes…
Miró alrededor con los labios apretados. Si bien era cierto
que la habitación que había conseguido era más grande que la que
tenía en la universidad, no era ni la cuarta parte de bonita.
—Esta es la última —informó detrás de él Gael, dejando caer
otra caja más que levantó polvo en el piso—. ¿Sabes?, yo podría ha-
cer un par de hechizos de limpieza.
—¿Tú podrías?
—Lo aprendí a los quince.
—¿En la escuela te hacían limpiar? —preguntó extrañado
Draco.
—¡Claro que no! —reprochó Gael sacando la varita para em-
pezar a limpiar el lugar—. En Estados Unidos no tenemos interna-
dos, tienes que regresar a casa cada tarde… en el fondo, resulta di-

1153
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

vertido, tenemos unos autobuses que vuelan por el cielo y… —


Gael suspiró viendo el poco interés de Draco—. En fin, mamá me
hacía limpiar mi habitación todo el tiempo, decía ser mi madre y no
mi sirvienta o algo así.
—Ah…
—¿Quién diría que algún día realmente me serviría haber
aprendido a limpiar?
—Yo sólo aprendí a preparar el desayuno.
—Es fácil, lo del hechizo, mi hermano incluso lo hace desde
que cumplió los doce.
—¿Les dejan hacer magia a esa edad? ¿En casa, sin controlar-
los?
—Sí… para eso están mamá y papá.
—Cierto —suspiró Draco. De pronto extrañó a sus padres
como hacía mucho tiempo no lo hacía.
Avanzó por la habitación y se paró delante de la pequeña
ventana, viendo hacia la oscura y fea calle, no tenía deseos de seguir
viendo hacia el interior de ese cuarto, que era hasta cierto punto
claustrofóbico; aunque esperaba acostumbrarse pronto, más le valía
hacerlo porque en realidad no tenía de dónde más escoger, todo ha-
bía pasado demasiado rápido como para siquiera buscar un lugar
mejor. Además, sabía que no se podía dar el lujo de escoger algo
mejor que ese sitio.
Recordó con cierta tristeza, que desde su habitación en la
universidad, se podían ver los jardines, sin ningún ruido que altera-
ra la calma, en cambio aquí, los motores de los automóviles pasando
sonaban estrepitosamente.
—Hey, todo está bien, sólo es un bache más en el camino —
le consoló Gael llegando a su lado y pasándole un brazo por los
hombros.

1154
LIBRO III|Caminos
[7] El nuevo Rector

Draco se recostó suavemente contra él y asintió poco con-


vencido.
—Sí, sólo un bache más.

1155
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

8
Una visita inesperada

“La intolerancia puede ser definida aproximadamente como la indignación


de los hombres que no tienen opiniones.”
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), escritor británico

Diciembre de 2001

H
arry escuchó el sonido insistente en su bolsillo y
suspiró cansado. A su lado Joel, Emma y Amber
soltaron risitas burlonas, mientras Simak, Edwin y
Larissa comenzaron a silbar, ya sólo ellos quedaban en el pub; esta-
ban celebrando el inicio de las vacaciones de navidad, los demás ya
se habían ido a casa, pero Harry no tenía muchos ánimos de irse to-
davía.
—Parece que esa chica es realmente insistente, deberías pre-
sentárnosla, definitivamente creo que está dispuesta a quedarse
contigo pase lo que pase —se mofó Joel hacia Harry, que sólo negó
con la cabeza y sacó el pequeño aparato del bolsillo, maldiciendo,
como cada vez que sonaba, a Lucka por haberse puesto a experi-
mentar en su trabajo con esos teléfonos móviles, logrando crear una
versión mejorada para magos, y a Noah por querer siempre hablar
con él.

1156
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Presionó la tecla de apagado, y pronto el teléfono dejó de so-


nar al fin.
—No entiendo —comentó Emma—, si a mí un chico me
corta el teléfono cada vez que llamo, por más héroe que sea, no lo
seguiría llamando.
—No todos piensan así —masculló Harry antes de darle un
sorbo largo a su vaso de whisky. Se sentía ya, un tanto ebrio, pero
no le apetecía llegar a casa, casi nunca le apetecía hacerlo, no con
Noah recriminándolo todo el tiempo; ¿en qué momento había de-
jado que todo se saliera así de control? Ni siquiera servía para ayu-
dar a olvidar a Draco, sino que todo lo contrario. Pero tal como de-
cían sus amigos, Noah no pensaba darse por vencido, habían discu-
tido millones de veces, y Harry esperaba que fuera el chico el que
terminara con él, no quería hacerlo él mismo, le daba vergüenza; la
sensación de haberlo usado y desechado, y aunque en su interior
sabía que eso era lo que estaba haciendo, el admitirlo lo haría sen-
tirse peor.
—Anda, ya déjala y vamos a bailar —pidió Amber jalándolo
de un brazo y Harry se dejó llevar, no le representaba mucho es-
fuerzo bailar con las chicas, sobre todo Amber, Larissa y Emma, que
eran sus amigas más cercanas en la Academia, siempre recordaba
con risas lo tonto que se había sentido en el baile de la escuela, la
primera vez que había bailado con una chica, aunque claro, aquello
era completamente diferente; sabía que aún le sería imposible man-
tener el ritmo en un baile de salón, sin contar lo aburrido que sería.
—Ella se enfadará aún más —comentó la chica sobre el soni-
do alto de la música.
—No importa, es algo complicado, ya olvídalo.
—Bien… si así lo quieres… pero deberías dejar de ser tan
cabrón y aclarar las cosas con ella.
—Uy, esa boquita, Amber —se burló Harry.

1157
LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

—Ya, son ustedes y sus influencias masculinas.


Harry se rio del comentario, y pronto sus demás amigos es-
taban ya en la pista de baile.
Bebieron y bailaron hasta muy entrada la madrugada. Cuan-
do por fin Joel se puso tan borracho que Edwin lo tuvo que llevar
cargado y las chicas, que por lo general no bebían casi nada, dijeron
que se aparecerían en sus casas. Harry se quedó solo, pero no fue
directo a casa, se apareció por una de las discotecas mágicas de am-
biente; había un DJ, le decían T. J., Harry no sabía su real nombre,
nunca se lo había preguntado, no le interesaba en verdad, era un
chico bastante guapo, rubio y de ojos claros, y siempre estaba dis-
puesto luego de su hora de salida para irse con Harry.
La música sonaba fuerte, pero ya quedaba muy poca gente en
el local. En cuanto entró, lo vio y le sonrió. T. J. levantó una mano
dándole a entender que lo había visto, y al poco rato estuvo junto a
él, fueron al departamento del chico, que quedaba a sólo un par de
calles de allí. Todo fue rápido y rudo, como le gustaba a Harry úl-
timamente, mientras menos ternura hubiera, mientras más lejos lo
hicieran llegar, era mejor, menos recuerdos y menos dolor.
Cuando apareció en su casa, era ya cerca del mediodía. Noah
estaba allí, con el almuerzo preparado y una sonrisa en los labios,
esa tarde no hubo reclamos ni peleas. Harry odió eso, prefería las
peleas, los gritos, la posibilidad de que por fin el chico se hartara de
él y lo dejara…

–|– 

—Diecisiete galeones más de las pociones para el resfriado


—contó Gael mientras Draco tomaba notas en uno de los libros de
cuentas que tenía.
—Esa fue todo un éxito este mes.

1158
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Y aún no acaba, creo que deberíamos preparar más.


—Lo haré la semana que viene, ya viene navidad y tendré al-
go de tiempo libre.
—El tiempo libre lo podrías usar para algo diferente —
comentó Gael mirando críticamente a Draco, se veía mucho más
delgado y ya extrañamente sonreía, obsesionado como estaba en
mantenerse en la universidad y los dos empleos de medio tiempo,
más la fabricación y venta de pociones.
—¿Cuánto salió por la poción antidepresión? —preguntó
Draco ignorando por completo a Gael, no necesitaba distraerse, ha-
bría tiempo, mucho tiempo tal vez, pero después; ya solamente le
quedaba un año y medio en la universidad, tomaría clases durante
las vacaciones para avanzar créditos y poder trabajar más horas du-
rante el ciclo regular, no podía distraerse con nada por el momento.
—Quince galeones, creo que con esto completas la matrícula
de enero.
—Sí… aunque aún podemos juntar más, faltan las pociones
antiresaca, esas saldrán luego de la navidad…
—Yo…
—Sí, no lo he olvidado —interrumpió Draco sacando un
grupo de monedas del montón y entregándoselas a Gael—, tú parte
por la preparación, sabes que en cuánto pueda te daré más…
—No, no es eso, es que… ¿Qué harás para navidad?
—Nada, supongo que lo de siempre, me quedaré en la habi-
tación, aún tengo mucho que estudiar… Aunque si quieres, puedes
venir, tal vez podamos comprar una botella de vino y pasarla con-
versando…
—Yo… Mis padres me han mandado el oro para que pueda ir
a visitarlos, volveré antes de año nuevo.
—Oh —Draco frunció el ceño y luego anotó algo más en el
libro de cuentas—. Es genial, espero que te diviertas, sé lo mucho

1159
LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

que los extrañas y me alegra que las cosas aparentemente mejoren


con ellos.
—Pero tú te quedarás solo y…
—Anda, no seas dramático, estoy acostumbrado a estar solo.
—Eso no quiere decir que sea correcto.
—Correcto o no, estaré bien. Además, prométeme que te di-
vertirás mucho, y que si ves a ese idiota que te molestaba en la uni-
versidad, le darás una patada en el culo.
—Claro… —sonrió Gael, aunque no muy entusiasmado por
dejar a Draco solo, se sentía de alguna manera, culpable por aban-
donarlo así.

–|– 

Mikel le comentó a Harry al día siguiente, cuando se encon-


traron en el bar de costumbre, junto a Noah, Ethan y Lucka, que
había otra chica más que había ingresado a San Mungo, había últi-
mamente una ola de enfermedades entre la comunidad gay, aunque
nadie se explicaba el porqué, puesto que los que sobrevivían, que
eran muy pocos, no recordaban haber comido o tomado nada ex-
traño, ni haber sido atacados, aunque algunos medimagos le acha-
caban la culpa a un comportamiento promiscuo y poco honorable.
Mikel, que seguía de cerca varios de esos casos, sabía que no era
cierto, era más bien como un envenenamiento, uno que iba aca-
bando rápidamente con las defensas del cuerpo, para seguir con la
magia y finalmente desencadenar en el colapso del organismo; ha-
bían podido salvar a varios, pero no a muchos, aunque ya tenían
una forma de curarlos: limpiando su organismo, la mayoría de las
veces se demoraban demasiado tiempo en llegar a San Mungo,
cuando ya era demasiado tarde.

1160
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Tenía una novia —comentó Mikel con aire triste, los últi-
mos meses su normalmente animoso carácter había descendido
hasta verse siempre deprimido o cansado. En el fondo, Harry lo en-
tendía, él tampoco podía estar muy tranquilo. Habían chicos y chi-
cas muriendo, desconfianza creciendo entre los gays y la comuni-
dad mágica, los diarios, e incluso los aurores se negaban a entender
que se trataba de un caso de exterminación, la MACH seguía po-
niendo letreros delatores en muchos sitios, arruinando vidas y pro-
vocando más problemas aún, incluso no dudaban que fueran ellos
mismos los que habían encontrado la forma de infiltrar, de alguna
manera, el veneno para ir aniquilándolos poco a poco.
—¿Ella no estaba enferma? —preguntó Lucka antes de darle
una calada al cigarro.
—No, tampoco sabía qué era lo que le pasaba a su novia, ella
es enfermera privada, no la había visto durante tres días porque te-
nía que cuidar a un paciente, le extrañó que no contestara una de
sus cartas, pero no lo suficiente como para preocuparse, al parecer
era algo típico entre ellas… cuando llegó a casa, la encontró incons-
ciente, con manchas en los brazos y las piernas y sudando frío, se
espantó, puesto que no conocía ninguna enfermedad que pudiera
causarle esos síntomas, y la llevó a San Mungo, pero ya era tarde…
los padres de la chica también estaban allí, los tres lloraban juntos…
ni siquiera la rechazaban, eran felices, no hacían nada malo…
—Oh, Mikel —suspiró Ethan pasándole un brazo alrededor
de los hombros y dándoles una mirada de advertencia a Harry y
Noah, que significaba no más alcohol para Mikel por el momen-
to—. No puedes seguir así, tú sabes bien que no debes involucrarte
tanto.
—Sí, nada ganas así —contribuyó Harry, Noah a su lado bos-
tezó, visiblemente aburrido, y Harry le dio una mirada de reproche.

1161
LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

—Ya… —Mikel se soltó de Ethan y medio sonrió—, no te


quieras aprovechar de mí porque crees que estoy medio borracho.
—Ay, cariño, como si necesitara emborracharte —contestó
Ethan en tono burlón, en realidad no eran más que buenos amigos,
aunque les gustaba bromear de esa manera.
—Anda, Harry, esa canción me gusta, vamos a bailar, ¿sí? —
pidió Noah en cuanto la música se puso más animada, Harry asin-
tió de mala gana y se dejó jalar hasta el centro de la pista donde va-
rios chicos, ya habituados a verlo por allí, le pasaron la voz; aquello
siempre hacía enojar a Noah, pero más, aún la mirada que T. J. le
dio a «su novio».
Harry le sonrió a T. J., y lamentó haberse dejado convencer
por Noah para salir, esa noche al menos estaba muy cansado por
haber pasado toda la tarde jugando con Teddy y conversando con
Andrómeda.
—Te acostaste con él, ¿cierto? —reprochó Noah con voz
molesta, girando a Harry con brusquedad hacia un lado para que
dejara de estar a la vista del DJ, Harry sólo le dio una mirada indo-
lente, ni siquiera intentando negar su culpa, después de todo, no era
la primera vez que tenían ese tipo de discusiones—. Eres increíble,
¿no hay forma acaso de que puedas…?
—No hagas escenas, ¿quieres? —bufó Harry dejando de bai-
lar, Noah cruzó los brazos y le dio una mirada ofendida.
—¿No te basto? ¿Qué más quieres?
—No es eso… Noah, mejor vamos a casa, no tengo ganas de
discutir delante de todos.
—Claro, si yo fuera él, no te andarías tirando a todo lo que se
mueve, ¿verdad? Pues te diré algo: por más que se parezca a él, no
lo es, tu comportamiento da hasta pena.
Harry le dio una mirada displicente, no entendiendo de
dónde Noah había sacado «él».

1162
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿De qué estás hablando? —preguntó amenazante tomán-


dolo de un brazo y acercándolo más a él.
—Sabes muy bien de que hablo, y suéltame —respondió
Noah con los dientes apretados.
—Deja de decir tonterías —siseó Harry sin soltarlo.
—El que hace tonterías eres tú, metiéndote con cualquiera
que se te cruza por el camino como si fueras…
—¡Basta! —gritó Harry furioso, sabía que los reclamos de
Noah eran valederos, pero no podía decir que sentía realmente cul-
pa por serle infiel; por lo general, eran en Draco en quien pensaba
cuando el remordimiento lo invadía.
—¿No te gusta escuchar la verdad? —preguntó a pesar de
todo Noah.
Harry iba a replicar, pero Mikel y Lucka llegaron en ese
momento para tratar de calmarlos. La noche terminó con Noah
marchando a casa furioso y Harry quedándose hasta el amanecer
junto a los demás, emborrachándose y, como ocurría siempre, sin-
tiéndose solo y miserable.

–|– 

Gael viajaría por traslador, por lo cual le tomaría aproxima-


damente media hora llegar a casa, y otra media hora regresar, pese a
la insistencia de sus padres y de Draco, quería regresar el veintiocho
en la madrugada, aduciendo que tenía muchas pociones que prepa-
rar y mucho en que ayudar, y que no le apetecía estar más tiempo
en casa.
La tienda de discos donde trabajaba Draco, cerraba ese día
veinticuatro, en nochebuena, muy entrada la noche, esperando
compradores desesperados de última hora. Draco tenía que recono-
cer que se divertía allí, trabajaba junto a Evelyn, una extraña chica

1163
LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

de cabellos multicolores, millones de aretes por todos lados, y ta-


tuajes adornando su piel, era tan sólo un año menor que Draco, y
decía que no tenía deseos de estudiar, lo que ganaba se lo gastaba
asistiendo a conciertos y haciéndose más tatuajes, cada vez que sus
jefes —los señores Jackson— salían, aprovechaba para poner la mú-
sica mucho más alta y cantar a voz en cuello. Draco se había acos-
tumbrado a escuchar todos esos grupos muggles, y tenía que admi-
tir que le agradaban, y mucho.
Llegó a casa casi a medianoche, había una gran tormenta de
nieve, y lamentó más que nunca no poder aparecerse directamente
en la habitación. Así que, entumido por el frío, se metió en la ducha
caliente y permaneció allí por largo rato, hasta que sus mejillas se
sonrojaron por el calor. Mientras caminaba hacia el escritorio, cogió
una caja de galletas y un cartón de jugo, se sorprendió de encontrar
una caja pequeña de chocolates, leyó la nota, eran de Gael, deseán-
dole una feliz navidad, le pareció extraño que lo hiciera, después de
todo, Gael sabía que no sería una navidad feliz.
Sacó los pergaminos en los que estaba trabajando, tratando
de patentar su tercera poción; le había costado mucho patentar las
dos anteriores (una para cicatrices y otra para limpiar el organismo
del humo de los incendios), pero aún así, no se detendría, mientras
más pociones propias tuviera, sería mucho más fácil labrarse un
camino; además de que no podía prescindir del oro que le daban
por usar su poción en los hospitales como San Mungo, no era mu-
cho aún, puesto que no era realmente conocido, pero sabía que ese
era el inicio. Además que le había servido para pagar una gran parte
de la matrícula. Finalmente el pseudónimo de «El Fabricante de Po-
ciones» no había estado tomado, ante el asombro de Gael, y Draco
lo había adoptado feliz.
Era ya muy de madrugada cuando, sin darse cuenta, se había
acabado más de la mitad de la caja de chocolates que le había dejado

1164
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Gael, y se sintió de pronto, mucho más cansado que de costumbre,


supuso que era el haber estado trabajando en exceso durante las úl-
timas dos semanas, y recordándose que el día siguiente sería feriado
y tendría todo el día para continuar, se tendió en la cama. Se quedó
dormido inmediatamente, aunque en un sueño intranquilo.

–|– 

Las navidades para Harry se habían vuelto algo diferentes:


pasaba nochebuena en la Madriguera, donde también iban Andró-
meda y Teddy, todos se quedaban allí a dormir, y al día siguiente
compartían un gran desayuno, mientras conversaban y comentaban
los regalos que habían recibido ese año; tal como los años anterio-
res, Kreacher se encargaba de mantener los regalos de Harry en
Grimmauld Place, y luego enviarlos a una asociación benéfica,
puesto que no dejaban de llenar el salón con cajas multicolores de
personas que no conocía.
Cuando bajó a desayunar, Ginny ya estaba allí. Harry no la
había visto la noche anterior, lo cual era bueno, estaban en la etapa
en que Ginny quería ser amable con él para tratar de arrinconarlo,
porque sabía que Harry no le diría nada desagradable delante de sus
padres.
—Me alegra que estés muy contenta, hermanita —saludó
George sentándose junto a ella.
—Gracias, me alegra que tú también.
—Pues, este año hemos vendido más que el año anterior.
—Y el año siguiente venderemos aún más —informó Ron
bajando de la mano de Hermione y acomodándose junto a Harry.
—Que bien —sonrió Ginny—, quizá este año yo también
gane algo más.

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LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

—¿En el quidditch? —preguntó Bill, que ya estaba en la me-


sa junto a una muy embarazada Fleur.
—Sí, algo así —asintió Ginny. A Harry, no sabía por qué, esa
sonrisa le provocó un ligero temor, aunque trató de alejar cualquier
pensamiento negativo, y dedicarse a disfrutar del desayuno antes de
tener que partir a casa.

–|– 

Draco se removió en la cama, sintiendo demasiado frío, esta-


ba seguro de haber encendido la calefacción y de usar todos los co-
bertores que tenía sobre él, y pese a eso, el frío no se iba, ni siquiera
tenía energías para levantarse y revisar si era que la ventana se había
abierto durante la madrugada o algo por el estilo. Pronto la incon-
ciencia lo invadió…

–|– 

Después de desayunar y acompañar a Andrómeda y Teddy a


casa, Harry se apareció en Grinmauld Place, donde seguramente ya
Noah, que había tenido que ir a casa para la cena que ofrecía su pa-
dre la noche anterior, y por lo cual parecía realmente agradecido de
que el chico marchara de vuelta a Londres casi inmediatamente, ya
lo esperaba. Pese a las constantes peleas, Noah no parecía claudicar
en su deseo de permanecer junto a él, y en cuanto a Harry, debía re-
conocer, había días en que se sentía aliviado de poder abrazarlo y
dormirse en sus brazos, aunque no fuera a él al que imaginaba
cuando eso ocurría.
Cuando llegó, lo esperaba en el sofá, leyendo una revista de
quidditch, ambos se besaron y se abrazaron y pasaron el resto de la

1166
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

tarde allí, a la espera de la noche para poder ir al departamento de


Ethan, que daría una gran fiesta por Navidad.

–|– 

Ginny apareció en el gran salón de reuniones donde ya ha-


bían bastantes magos y brujas. En su calidad de novia del líder, ca-
minó con pasos altivos, saludando con la cabeza a todos hasta llegar
donde Tony.
—Ya estarás contenta —comentó Tony luego de darle un be-
so en los labios.
—¿Contenta?
—Por supuesto, ayer se dejó el paquete en casa de Malfoy…
bueno, en el lugar ese en el que vive… es increíble como puede ha-
ber caído tan bajo.
—Es un mortífago y un desviado, qué más se puede esperar
de él. ¿Entonces dejaron el paquete?
—Sí, para esta hora, si todo ha funcionado de la manera pla-
neada, debe estar cayendo en la inconsciencia, ese chico con el que
sale no estará en el país hasta dentro de varios días. Melissa, la de
transportes mágicos, dijo que había ido a Estados Unidos.
—Sí regresa, podemos continuar con él también.
—Mmm… puede ser, aunque pienso que deberíamos cen-
trarnos en otros…
—Pero…
—¿Qué tal el desayuno con tus padres? ¿Se molestaron
cuando no llegaste a casa anoche?
—Nah, les dije que tenía entrenamiento y que estaba agota-
da.
—Me pregunto cuándo me darás el placer de conocer a tus
progenitores…

1167
LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

—Aún es muy pronto —respondió Ginny con una sonrisa


tensa, no tenía la menor intención de llevar a Tony con sus padres,
por supuesto; en cuanto Harry comprendiera lo riesgoso que era
ser homosexual y volviera con ella, despacharía a Tony y toda aque-
lla agrupación.
Tony le dio una mirada desconfiada, que Ginny ignoró de la
mejor manera posible antes de iniciar la reunión de la tarde, con los
planes a seguir para la siguiente semana.

–|– 

—No te ves muy contento, ¿no recibiste lo que esperabas es-


ta navidad? —preguntó Lucka saliendo al balcón y sentándose junto
a Harry, Noah estaba dentro, bailando con unos amigos, mientras
Mikel conversaba animadamente con un chico que Ethan le había
presentado.
—Sólo pensaba… —comentó Harry dándole una calada al
cigarro, no mentía, si pensaba: en Draco, como siempre, sólo que
con un sentimiento diferente en el pecho, algo que parecía ansie-
dad, tal vez preocupación…
—Pues… deberías dejar de hacerlo, se nota que te hace daño
—bromeó Lucka, y Harry sonrió de la broma.
—En realidad recordaba… navidades pasadas… —o lo que
pasó con Draco luego de las navidades en el último año de la escue-
la.
—Noah dice que pronto dejarás el internado.
—Ni tanto, aunque en septiembre podré vivir en casa y asis-
tir medio turno a clases y medio turno a prácticas en el Ministe-
rio… parece mentira, como si fuera ayer cuando Dra… —Harry se
interrumpió y frunció el ceño, aquel tampoco era un recuerdo en el

1168
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

que le gustaría perderse una noche como esa—. Cuando di mi


examen de admisión.
—¿En serio? ¿Con un amigo o algo así?
—No… nada de eso… recordaba a… a un chico, pero na-
da… ya déjalo, mejor vamos adentro antes de que Noah piense que
también trato de acostarme contigo.
—Razón no le ha de faltar —reprochó Lucka.
Harry no respondió, sintió un ligero calor sobre sus mejillas,
sabía que estaba actuando de mala manera y que incluso sus amigos,
que eran tan liberales, lo desaprobaban.
—Deberías dejarlo —continuó Lucka tomándolo de un bra-
zo para impedir que Harry regresara a la fiesta—; a Noah, le haces
daño, y sé que es un chico demasiado posesivo y que a veces nos sa-
ca de quicio a todos, pero no merece que lo lastimes, Harry.
—Yo… he tratado, Lucka, en serio, pero…
—Pero tal vez no has tratado con la suficiente energía, está
claro que humillándolo y engañándolo no conseguirás que se vaya.
Harry asintió, y juntos entraron a la sala nuevamente, en
menos de medio minuto Noah ya estaba prendido a su brazo,
achispado por el licor y con ganas de bailar. Harry lo entretuvo un
rato hasta que lo convenció de volver a casa, no se sentía de humor
para continuar en la fiesta.

–|– 

Gael debería tomar el traslador el veintiocho en la madruga-


da, pero una discusión con su padre y una cancelación de última
hora, lo hicieron poder regresar el veintiséis en la mañana, antes de
ir a la universidad, donde seguía viviendo, decidió pasar por la casa
de Draco, para darle un par de recuerdos que le había traído y saber
cómo estaba.

1169
LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

En cuanto entró a la habitación sintió mucho calor, la cale-


facción estaba al máximo y en la cama, cubierto hasta la cabeza, es-
taba Draco, supuso que dormido. Le extrañó que estuviera dur-
miendo a esa hora de la mañana, por lo general Draco estaba en pie
antes de las seis de la mañana, y no creía que su amigo hubiera sali-
do de fiesta o algo por el estilo. En cuanto trató de despertarlo supo
que algo andaba mal: Draco sudaba a chorros y estaba muy febril,
pese a que lo zarandeó y lo llamó muchas veces, no dio señales de
escucharlo; preocupado, intentó con un hechizo revitalizador, pero
nada ocurrió, de los estantes sacó una poción para la fiebre, pero fue
imposible hacérsela beber. A lo único que atinó fue a ponerle com-
presas frías sobre la frente, notó que el chico temblara como si tu-
viera demasiado frío, lo cual era extraño, puesto que debería tener
calor por la temperatura que imperaba en la habitación.
Entonces entró en pánico, algo muy peligroso le ocurría a
Draco, y no sabía qué podía hacer para ayudarlo, no tenía oro para
llamar a un medimago —ni siquiera conocía a uno— y sabía que en
San Mungo, por ser un exmortífago, no podían admitir a Draco,
desesperado buscó entre los cajones para ver si encontraba el oro
que su amigo guardaba, supuso que estaría bien tomarlo para buscar
la forma de curarlo, pero tampoco encontró nada. Draco lo guarda-
ba en algún lugar secreto, ya que el lugar muggle donde vivía era
muy peligroso, y más de una vez habían entrado a robar a los otros
departamentos.
Desesperado, intentó despertar a Draco nuevamente, pero
nada funcionaba, hasta que recordó…

–|– 

La mañana había sido terrible, sin contar el sentimiento de


angustia que tenía encima, había meditado mucho sobre lo que Lu-

1170
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

cka le había dicho la noche anterior, y finalmente le había dicho a


Noah que lo mejor era separarse, que lo lamentaba pero que él no
era la persona que Noah merecía, que por más que lo había inten-
tado durante tanto tiempo, no podía seguir engañándose ni enga-
ñándolo, que lo estaba lastimando, que no había forma en que lo
quisiera de la manera que hubiera deseado; y sobre todo, que había
tomado su decisión y que nada lo haría cambiar de opinión.
Fue una larga pelea, hubieron gritos, lágrimas y reclamos de
parte de Noah, por la falta de intención de Harry, por la forma có-
mo siempre lo estaba engañando o prefería irse de fiesta con sus
amigos a estar juntos, por la forma tan poco cariñosa en que lo tra-
taba, incluso por lo poco que hacían el amor.
Harry soportó todo en silencio, sabiendo que todo era su
culpa, y que se merecía hasta el último reclamo. Se había compor-
tado de manera egoísta, sembrando en Noah esperanzas que desde
un inicio sabía que no podría llenar; había tenido a Noah a un cos-
tado como un muñeco al cual abrazar por las noches y con el cual
calentarse en las mañanas frías, sabía que le había hecho daño, tal
como Lucka le había recriminado la noche anterior.
Habían terminado en la sala, frente a la chimenea, Harry
sentado sobre el sofá, mirando por la ventana cómo la nieve conti-
nuaba cayendo, no había parado desde la noche anterior, una gran
tormenta de navidad, según la prensa, y escuchando ya casi sin es-
cuchar las palabras de Noah, que caminaba de un lado a otro, pro-
nunciando deseos de intentar mejorar, de tratar de ser una pareja
mejor, una pareja unida, que eso sólo era un obstáculo más que
tendrían que pasar.
—Noah… lo siento, en verdad lo hago, no sabes cuánto la-
mento haber malogrado nuestra amistad, y en verdad quisiera que
fuéramos amigos en el futuro, pero ahora yo…

1171
LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

—Harry… por favor, tú sabes muy bien que no superarás eso


si es que no lo intentas, y en verdad no lo estás intentando.
—No sé de que hablas, la otra noche también lo dijiste.
¿Qué es lo qué crees que sabes, Noah? ¿Qué has estado averiguan-
do? —preguntó ahora más enfadado Harry.
—No creas que soy un idiota que no se da cuenta de… —el
sonido del timbre, el timbre muggle, que extrañamente sonaba en
esa casa, los interrumpió. Noah miró con el ceño fruncido hacia la
entrada de la casa, como si de esa manera pudiera alejar a quien fue-
ra que había osado interrumpir su discusión.
Harry miró hacia la puerta y luego hacia Noah, que tenía las
mejillas coloradas por la rabia.
—No me has contestado, ¿de dónde has sacado tú eso de ese
«alguien» —preguntó ignorando el llamado del timbre.
—No necesito ser adivino, es más… —el timbre, está vez
mucho más largo e insistente, lo interrumpió—. ¿Esperabas a al-
guien? —le preguntó finalmente Noah.
—Si alguien viniera a visitarme, usaría la red flú, sobre todo
con este frío, ¿no crees? —le reprochó Harry caminando ya hacia la
puerta, era extraño que alguien lo visitara sin avisar, más aún al mo-
do muggle, e incluso más con tremenda nevada cayendo fuera.
—Pero entonces que descortés aparecer así sin invitación…
—criticó Noah con tono ácido mientras acompañaba a Harry hacia
la puerta.
—Tal vez es alguna emergencia, ¿lo has pensado? —le repro-
chó Harry mientras abría la puerta. Delante de él, con el abrigo
empapado y lleno de nieve, con un gorro de lana oscuro que le cu-
bría hasta las orejas, y una mirada preocupada, estaba aquel chico,
aunque tuviera el rostro prácticamente cubierto por la bufanda y el
gorro, Harry no olvidaría esa cara, había tenido sueños, o mejor di-
cho pesadillas, con él, con él y Draco juntos.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Hola —saludó Gael sintiéndose un poco tonto ahora por


haber recurrido al chico que supuestamente había dañado tanto a
Draco.
—¿Qué…?
—Oh, por todos los demonios, Harry. ¿Otro amante? —
gruñó Noah mirando a Gael con aire de superioridad.
—¿Amante? —preguntó Gael dando inconscientemente un
paso hacia atrás.
—Cállate, Noah —reprochó Harry sin mirarlo—. ¿Qué es lo
que pasa? —preguntó más suavemente hacia Gael.
—Yo… lamentó venir así de pronto, pero…
—Sí, es de muy mala educación, ¿verdad? —interrumpió
Noah cada vez más enojado, no sabía quién era ese tipo ni por qué
venía a buscar tan desesperadamente a Harry.
—Noah, por favor… —suspiró Harry con aire cansado antes
de dirigirse nuevamente a Gael—, lo siento, pasa, te congelarás allí
—se hizo a un lado, empujando a Noah en el proceso, para permitir
que Gael pasara, sentía demasiado frío, puesto que había abierto la
puerta usando sólo un pantalón vaquero y una sudadera que no lo
abrigaba tanto.
—Gracias —Gael pasó y se desprendió del gorro y la bufan-
da, sentía la mirada de odio que el tal Noah le clavaba, y se pregun-
tó por qué Potter, si quería cuidar tanto su imagen de héroe correc-
to, estaba con un chico que evidentemente era su novio o amante,
tan despreocupadamente.
—¿Le ha pasado algo? —preguntó Harry mientras Gael ter-
minaba de desprenderse la bufanda y sintiéndose cada vez más im-
paciente, él le había dado la dirección a Gael, le había dicho que si
necesitaban algo, viniera, y aunque muchas veces pensó que el chi-
co simplemente había desechado su tarjeta, el tenerlo delante le in-
dicaba que algo malo estaba pasando.

1173
LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

—Sí, es Draco, él esta muy mal, no sabía a quién más recu-


rrir… no sé qué es lo que tiene, lo encontré en su habitación, tiene
fiebres altas y…
—Podrías tratar con San Mungo —interrumpió Noah, con
los brazos cruzados, ahora que el chico se había descubierto el ros-
tro y que había mencionado a ese tal Draco, sabía de quién se trata-
ba: era el chico que había salido en el diario junto a la foto de Dra-
co, él que decían era su novio, y aunque no entendía cómo Harry
podía hablar tan tranquilamente con aquel tipo, a él no le hacía gra-
cia que Harry se acercara a Draco.
Gael se dedicó a mirar con desprecio al chico que constan-
temente le interrumpía.
—Él no puede ir a San Mungo, no lo admiten allí —explicó
molesto hacia Noah—. Potter, lamento haberte molestado… —se
giró para salir, sabiendo que se había equivocado de cabo a rabo
buscando ayuda allí, tal vez podría tratar con la señora que emplea-
ba a Draco en la tienda de discos, podría pedirle que le prestara un
poco de dinero y luego tratar de encontrar algún medimago. La
mano de Harry cerrándose alrededor de su brazo lo detuvo, tuvo
que reconocer que el chico era bastante fuerte.
—No, no te vayas, espérame un momento e iré contigo, ten-
go un amigo que lo puede atender.
—No, Harry, ni se te ocurra que me dejarás solo hoy para ir
a salvar a Draco —le reprochó Noah. Harry resopló con verdadero
fastidio—. Tú y yo estábamos en el medio de algo, ¿o ya lo olvidas-
te?
—Gael, lo siento, sólo tardaré un minuto espérame en la sala
de estar, la chimenea te hará bien —le dijo Harry señalándole la en-
trada a la sala de estar, donde minutos antes había estado discutien-
do con Noah.

1174
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Gael le dio una mirada desconfiada a Harry y a Noah, pero


finalmente accedió, era lo único que tenía por el momento para
ayudar a Draco, tan sólo esperaba que no se demorara mucho, no le
había agradado para nada haber dejado a su amigo solo en aquel de-
partamento. Entró a la pequeña sala y dejó que el calor de la chime-
nea lo reconfortara mientras esperaba y se repetía una y otra vez que
todo estaría bien, que Potter lo ayudaría, que conocía a alguien que
podría curar a Draco.

–|– 

—Noah, no tienes ningún derecho a maltratar a mis amigos


de esa manera —le recriminó Harry con voz fría en cuanto la puer-
ta de la cocina se cerró tras él.
—Él no es tu amigo, es amigo de Draco.
—Ese no es tu asunto. Además, ¿qué sabes tú de Draco?
—Lo suficiente como para decirte que no irás a verlo, ese de
allí es su novio —dijo señalando hacia la puerta—, ¿es qué acaso te
piensas humillar más? ¿Acaso no es suficiente cómo lo lloras cada
vez que te emborrachas o cómo lo llamas cuando duermes? ¿Ahora
también irás a salvarle el culo sólo porque el novio no sabe cómo
hacerlo?
Harry se quedó en silencio, sus mejillas sonrojadas, sus ma-
nos temblando de rabia, incrédulo de que Noah supiera tanto, in-
crédulo y avergonzado de todo lo que le había dicho.
—No iras a verlo, él ya no es tu responsabilidad, lo dejó de
ser el día que se separaron, y hasta donde yo sé, fue él, ¿verdad? El
que te dejó fue él… no tienes porqué siquiera preocuparte, dale al-
go de oro si es que deseas hacer una obra de caridad —continuó
hablando Noah con voz firme.

1175
LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

—Él… Draco, es… no puedo dejarlo solo, no puedo cru-


zarme de brazos mientras…
—Lo que pasa es que no toleras dejar pasar la oportunidad de
salvarlo, ¿verdad? De ser su héroe nuevamente, ya lo salvaste de
Azkaban una vez, y ahora pretendes curarlo para que tenga que es-
tarte agradecido…
—No hables de lo que no sabes, no se trata de ser el héroe de
nadie, sabes que detesto ser eso…
—No, no al momento de poder conseguir los favores de
Draco. ¿Qué harás? ¿Quitarás a Gael del camino? ¿Le quitarás al
novio? ¿O simplemente jugarás con ellos como juegas con todos los
que se te ponen por delante? —Noah avanzó unos cuantos pasos
hasta Harry y lo tomó de los hombros—. Es momento de que dejes
de preocuparte por él, preocúpate por lo verdaderamente importan-
te, por nosotros, por nuestra relación, por mí y por ti, yo nunca te
dejaría ni lastimaría de la misma manera en que él te lastimó, nunca
lo haría…
—Tú no sabes de lo que hablas… en verdad que no lo sabes,
ni tienes porqué saberlo.
—¿Qué crees que no sé? Es un mortífago y un asesino, y te
abandonó. No necesito saber nada más.
—Cállate —siseó Harry sintiéndose de pronto muy ofendido
y soltándose del agarre de Noah, insultar a Draco era como insul-
tarlo a él—. No te atrevas a decir nada de él, porque no tienes ni
idea, ni la más mínima.
—Harry… —Noah vio en la mirada de Harry tanta rabia,
como nunca antes había visto, y dio un paso hacia atrás, conciente
ya de que esta vez había traspasado los límites, que la tortilla se le
había volteado.
—Saldré, con Gael, no sé a que hora vuelva, pero cuando re-
grese, no quiero verte aquí…

1176
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Pero, Harry… no puedes…


—Sí, Noah, sí puedo, te lo traté de explicar esta mañana, te
hago daño porque no te puedo querer de la manera en que sí, lo
admito, amo a Draco —Harry dio la vuelta y salió de la cocina, sin
esperar respuesta de Noah.

–|– 

La tormenta estaba cada vez peor, la nieve había llenado las


calles y les era difícil avanzar, sintiendo cómo las botas se hundían
en la nieve y el frío les calaba los huesos; pese a eso, se mantuvieron
firmes, caminando lentamente las cuatro calles que Gael les había
informado, los separaba de su destino.
Harry se había sorprendido mucho por el lugar al que habían
ido a parar, no comprendía qué demonios hacían allí, en esa calle
muggle: Wooler Street, un lugar fútil, nada agradable. Según tenía
entendido, Draco vivía en la Universidad, tenía una beca, era allí
donde debía vivir y no en aquella zona… pensó en dejar las preguntas
para después; mientras tanto, miraba todo con actitud desdeñosa.
Mikel, por el que habían ido al salir de Grinmauld Place, le daba
miradas nerviosas, como preguntando en qué demonios lo había
metido, y él trataba de tranquilizarlo con la mirada, aunque en uno
de los bolsillos tenía la varita fuertemente sujeta; muggles o no, no
podía bajar la guardia.
La calle era lúgubre, angosta, con casas de madera a los lados,
que parecían crujir y berrear conforme la nieve seguía cayendo.
Gael, que caminaba con la soltura del que siempre anda por allí, le
señaló una pequeña entrada casi al final de la cuadra. Por la nieve y
el frío, Harry no había podido preguntar mucho más acerca de
Draco, sólo sabía que estaba con fiebre y que parecía estar profun-
damente dormido, o tal vez hasta inconciente. Tampoco sabía si

1177
LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

aquel sitio era donde vivía Gael, o por qué Draco no era llevado a la
enfermería de la universidad.
Se detuvieron, al fin, frente a un edificio alto y gris, la puerta
era de vidrio, aunque un poco sucia y opaca, Gael la empujó y ésta
cedió rápidamente, Harry y Mikel se apresuraron a entrar para des-
cubrir las paredes celestes y las largas escaleras de madera a ambos
lados.
—Lo siento, queda aún un largo tramo por subir… es en el
último piso —se disculpó Gael sin detenerse, y encaminándose ha-
cia las escaleras del lado derecho. Harry lo siguió en silencio, mi-
rando hacia arriba, hacia la gran espiral, y tratando de calcular cuán-
tos pisos más tendrían que subir.
—El Ministerio aún no le deja usar aparición, y este sitio es
completamente muggle, no creo que haya más magos viviendo
aquí… —explicó Gael un tanto agitado, ya cerca de lo que Harry
esperaba, fuera el último piso, el quinto. El llanto de un bebé lo hi-
zo sobresaltar, mirando hacia una de las puertas cerradas, le parecía
increíble que hubiera bebés allí.
—¿Por qué aquí? En un lugar muggle, ¿por qué no está en la
universidad?
Gael al fin dobló hacia un oscuro pasillo y se encogió de
hombros.
—Creo que tal vez sería mejor si él te cuenta esa parte… no
es que quiera ser descortés o misterioso, es sólo que a él no le gus-
ta…
—Entiendo, no hay problema —interrumpió Harry mirando
cada vez más ansioso la puerta delante de la que Gael se había dete-
nido, también era vieja y de madera oscura, similar a todas las de ese
piso. El chico abrió con su propia llave y Harry trató de no pensar
en el significado de eso: tal vez ellos estaban viviendo juntos, ambos
juntos en ese lugar de mala muerte, pese a que Draco se había ne-

1178
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

gado a vivir con él en Grinmauld Place, un lugar millones de veces


mejor. ¿Sería que quería más a ese chico de lo que lo había querido
a él? ¿Sería por eso?
—Lamento que todo esté tan desordenado, pero es que no
tenemos espacio para poner las pociones y hacer las pruebas, y por
lo general, Draco trata de mantenerlo en orden, pero… la última
semana hemos estado vendiendo mucho, seguro tenía planeado
limpiar hoy…
—¿Él limpia? —frunció el ceño Harry.
—Ya, el que tú no limpies no quiere decir que los demás no
lo hagan —dijo Mikel con una sonrisa que demostraba cierto alivio
mientras se desprendía de su abrigo.
—Yo no… —Harry se detuvo a mitad de su réplica, viendo
ahora el cuerpo acurrucado sobre la cama; se preguntó por qué cada
vez que se encontraba con Draco, debía ser en una situación como
aquella: con el rubio en estado enclenque y tendido sobre alguna
yacija. Avanzó lentamente, casi con reverencia hacia el centro de la
habitación, donde se encontraba la cama, era conciente del sonido
de sus botas contra el piso, e incluso del susurro de la tela de su
abrigo frotándose mientras avanzaba a una velocidad que le parecía
excesivamente lenta. Antes de que él llegara a la cama, ya Mikel es-
taba junto a Draco y le palpaba la frente. Harry vio lo pálido que es-
taba, mucho más que la última vez que lo había visto, su frente es-
taba perlada de sudor y tenía el ceño fruncido, como cuando tenía
una pesadilla.
—¿Desde cuándo está así? —preguntó rápidamente Mikel,
descubriéndolo por completo. Harry y Gael soltaron un jadeo casi a
la misma vez, y Mikel le dio una mirada exasperada—. ¿Cuánto?
—No lo sé… el domingo que me fui en la noche, él estaba
muy bien, y recién he llegado esta mañana y lo he encontrado así…
pero… pero no tenía esas marcas y no…

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LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

Harry lo fulminó con la mirada, y luego miró nuevamente el


cuerpo de Draco, estaba más delgado de lo que jamás lo había visto,
además unas pequeñas ronchas rojas estaban apareciendo a la altura
de sus muñecas.
—Mierda —masculló Mikel levantando las muñecas del chi-
co y luego, sin preguntar siquiera, le levantó una de las piernas, los
tobillos empezaban a presentar las mismas manchas—. Harry… te-
nemos un problema.
—No me digas —replicó Harry, no importándole que Gael
estuviera cerca, tomó una de las manos de Draco, se sorprendió de
lo heladas que estaban.
—Eh… Gael —dijo Mikel dirigiéndose hacia el chico—,
abrígalo y ya no le pongas más compresas de agua fría.
—Pero…
—¿Qué pasa Mikel? —Harry miró a su amigo cada vez más
asustado.
—Necesito un cigarro, en un momento entramos —Gael le
dio una mirada de terror a Harry, que sólo negó con la cabeza.
—Estoy seguro que no es nada —mintió mientras seguía a
Mikel hacia el pasillo, sabía que no podía ser así, de lo contrario,
Mikel no se pondría de esa manera.
—Harry… mierda —masculló Mikel encendiendo un ciga-
rrillo y caminando nerviosamente por el pasillo.
—¿Qué demonios te pasa?
—Primero: es Malfoy, no me dijiste que se trataba de Malfoy.
—¿Y eso en qué lo cambia? —contestó Harry cruzándose de
brazos y mirando enojado a su amigo, negándose a creer que Mikel
no lo ayudara sólo por tratarse de Draco.
—En nada, si es que crees que por eso no trataré de ayudar,
pero al menos debiste decirme en qué nos metíamos, no sabía que

1180
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

lo conocieses, es decir, que fueses su amigo, incluso recuerdo ha-


berte hablado de él y nunca dijiste nada.
—No tenía nada que decir.
—Ya… siento que me has engañado, pero ese no es el pro-
blema, el problema es que está infectado.
—¿Qué?
—Infectado, como lo escuchas, infectado con el veneno. En
San Mungo tienen algunas pociones, pero no son para venta, sólo
para uso interno, y están custodiadas, tendríamos que llevar a Draco
allí.
—Pero…
—Pero no tiene derecho a ser atendido —completó Mikel—;
lo sé, ¿por qué crees que estoy tan alterado?
—Puedo entrar y sacar la poción… bajo mi responsabilidad,
sé como entrar, tengo métodos…
—No estoy seguro siquiera de que pueda haber disponibles,
o dónde están, te dije que el hospital está tratando de mantener to-
do estrictamente privado.
—Yo puedo prepararla —dijo Gael abriendo la puerta de gol-
pe, tanto Mikel y Harry voltearon sobresaltados—. Sólo díganme
qué es lo que él tiene. ¿Qué eso de que está infectado?
—¿No te han enseñado a no escuchar conversaciones ajenas?
—increpó Harry.
—Estoy preocupado por él, no puedes pretender que no in-
tente averiguar lo que ustedes quieren ocultar —reprochó Gael—,
más aún si es que yo puedo ayudar.
—¿También eres fabricante de pociones? —preguntó Mikel
ignorando por completo la discusión entre Harry y Gael.
—No, bueno, no las creo, pero sé prepararlas, preparo mu-
chas con Draco últimamente, aunque debería preocuparme más de
la fabricación de fragancias y perfumes.

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LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

—Eso nos sirve —dijo hacia Harry con un gesto de alivio—.


Mira, necesito ir por unos apuntes que tengo en casa, y luego pasar
a buscar los ingredientes… espero que el lugar donde siempre
compro esté abierto, con esto de darles la semana libre por fiestas…
—Yo conozco un sitio que no cierra —comentó Gael—, pe-
ro… Eh, ¿cuánto oro crees que necesitemos para esa poción?
Mikel le dio una mirada interrogante a Harry, que negó con
la cabeza y se metió a la habitación.
—Eso no es problema, ya lo veremos luego, primero hay que
apurarnos con esto.
Harry entró a la habitación, y esta vez sí caminó con pasos
rápidos hasta la cama, tomó una de las manos frías de Draco entre
las suyas, y se quedó allí de pie, sintiéndose impotente y sin saber
qué hacer, era tan horrible esa sensación…
—Gael y yo iremos juntos, espero volver pronto, me dice
que aquí podemos hacer la poción… no demoraremos pero man-
tente alerta por si te llamo.
—Pero, ¿y Draco? ¿Acaso no lo harás despertar o algo? —
preguntó Harry mirando a Mikel y pasando por alto la mirada re-
sentida de Gael.
—No hay nada que le pueda dar, no hasta que terminemos la
poción, tenemos suerte, está recién empezando, un día más y la si-
tuación sería peor, sólo tenemos que tener la poción y estará bien…
ya verás —le dio una palmada en el hombro y una mirada que sig-
nificaba «que más le valía explicar luego qué era lo que estaba pa-
sando, que no se tragaba el cuento de “Draco es solo un amigo”».
—Pórtate bien y no le hagas nada —recomendó Gael casi en
la puerta.
—Ya, claro, porque pienso montármela con él en cuanto us-
tedes se larguen —replicó Harry ácidamente.
—¡Oye!

1182
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Oh, no —suspiró Mikel jalando a Gael de un brazo—.


¿En serio es una historia de ese tipo? ¿Qué tal si se baten a duelo
luego, cuando Draco esté curado y despierto para verlo.
Harry y Gael se dieron una mirada más, pero no replicaron,
hasta que Mikel lo apuró para marcharse.
Harry se quedó solo con Draco, que temblaba y sudaba, revi-
sando a cada instante sus muñecas, y viendo cómo las manchas ro-
jas iban apareciendo poco a poco.

–|– 

—¿No sabes cómo Draco pudo enfermar? —preguntó Mikel


cuando ambos llegaron hasta el callejón desde donde Mikel los apa-
recería en su departamento—. ¿Tal vez salió a comer con alguien?
¿A beber quizá?
—No… él por lo general no come fuera, es decir, y no lo
apoyo, pero a parte del comedor de la universidad, no come en nin-
gún otro sitio; y por lo general, en casa come galletas y jugos, no
acepta nada de extraños… es un tanto paranoico la verdad, ni sale
de fiestas, ni hace nada mas que trabajar y estudiar.
—Paranoico, todos deberíamos serlo en estos tiempos —
suspiró Mikel ofreciéndole un brazo a Gael para que se pudieran
aparecer.
El departamento de Mikel quedaba en uno de los lugares
más exclusivos de Londres Muggle, en lo alto de un edificio, desde
donde se podía apreciar una gran vista, aunque Gael no se entretu-
vo mucho observando los alrededores, sino retorciéndose las manos
nerviosamente mientras observaba al chico ir de un lado a otro re-
colectando pergaminos.
—Dices que no sale, ¿no hace nada?

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LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

—Trabaja y estudia, es todo, e incluso en el trabajo, no an-


da… ya sabes, no sale con nadie.
—No lo dudo, Harry debería aprender un poco de él —
masculló sacando una mochila y metiendo un caldero grande en
ella.
—Tenemos calderos, todo lo necesario.
—Ya lo sé, pero nunca está de más —Mikel se colgó la mo-
chila a la espalda y le extendió nuevamente el brazo a Gael para des-
aparecer.
—¿Dijiste qué Potter tiene qué aprender de Draco? —
preguntó en el último minuto, pero ya la sensación de estarse
transportando lo invadió, y se pegó lo más posible a Mikel para no
caer.

–|– 

Harry recorría con la mirada todo el lugar; la pequeña esqui-


na donde un par de hornillas y unos calderos descansaban, el gran
estante de madera lleno de frascos e ingredientes, los libros en el pi-
so, haciendo columnas que llegaban hasta la altura del escritorio.
Casi podía imaginar a Draco allí: sentado estudiando y frunciendo
el ceño hasta muy entrada la madrugada, lanzando las plumas cuan-
do no comprendía algún raro término, aquello siempre le había re-
sultado algo gracioso. Vio el cenicero sobre el escritorio, y supuso
que ahora también fumaba… una pequeña caja a un lado de éste le
llamó la atención, sabía que estaba mal curiosear entre las cosas de
Draco, pero lo cierto era que aún quedaba pendiente investigar có-
mo era que Draco se había infectado y enfermado.
—Lo siento, ¿de acuerdo? —murmuró hacia Draco, cómo si
él lo pudiera oír—, no es que quiera andar de chismoso… ya sabes

1184
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

que soy curioso por naturaleza, y además, necesito saber cómo de-
monios fue que… ya sabes, te pusiste así de mal.
Harry miró el escritorio, había muchos pergaminos en des-
orden, reconoció la letra de Draco, algo más pequeña y tal vez apu-
rada, pero era su letra, eran notas de efectos de algunos ingredien-
tes; lo cierto era que no entendía casi nada al respecto. Dejó eso de
lado y se centró en la cajita que estaba a un costado, y que había
llamado su atención en primer lugar: una caja dorada y de madera
delgada, la conocía porque era uno de los chocolates de la empresa
«Delicatus», lo sabía porque Ron y George habían comentado du-
rante las fiestas que habían hecho un acuerdo con la dueña, una pe-
queña bruja de casi cien años, para que les vendiera su chocolate en
grandes proporciones y a un buen precio, para poder usarlo en las
diferentes opciones de broma que habían creado para el año si-
guiente. Según había leído en El Profeta, era uno de los dulces más
comprados y regalados durante esas navidades, aunque la caja dora-
da, la versión de lujo, era la menos comercializada, le pareció extra-
ño que se dieran el lujo de comer ese tipo de chocolates (a diez ga-
leones la caja), cuando vivían en un lugar tan deplorable.
Aún quedaban un par de chocolates dentro, pensó en que
pese a todo, sería un desperdicio el dejar que se echaran a perder, así
que buscó entre los pergaminos la pequeña tapita para cerrar la caja.
Cuando la encontró, descubrió que tenía una tarjeta pegada:

Pasa feliz Navidad.

Gael

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LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

—Vaya, sí que es el rey del romance, ¿no? —dijo sarcástica-


mente hacia Draco tapando la cajita y dejándola en su sitio; rápida-
mente, luego de dar una mirada más al lugar, se sentó sobre la ca-
ma, junto a Draco, y tomó sus manos, y allí se quedó, contemplán-
dolo hasta que media hora después Mikel y Gael, conversando
acerca de pociones e ingredientes, entraron a la habitación.

–|– 

Mikel estaba asombrado, él conocía algunos lugares donde


conseguir ingredientes a última hora, pero nunca un lugar tan sur-
tido y grande como «La Hierba Verde», que era la tienda a donde
Gael lo había llevado tras comprobar que los boticarios que él co-
nocía estaban cerrados; estaba en las afueras de Londres, y verdade-
ramente parecía clandestino, los atendió una bruja mayor, que pare-
cía estar medio sorda, sin embargo era bastante amable y atenta, una
vez tuvieron todo comprado, salieron nuevamente rumbo al depar-
tamento de Draco.
—Yo escuché acerca de Malfoy, hace unos años —comentó
Mikel mientras caminaban las cuatro calles que tenían que recorrer,
ya que no podían aparecerse directamente en el departamento—,
dicen que tiene uno de los promedios más altos de los últimos
años.
—De los últimos cien años —aclaró Gael con orgullo.
—¿Por qué ya no está allí entonces?
—Cosas que pasan… Yo lo llamo un bache más, aunque sé
que en realidad es una gran injusticia, él… él es un genio, en serio,
y no lo digo porque sea mi amigo, lo es y muchos lo saben, y creo
que eso les da envidia, que a pesar de todo lo malo que se dice de él,
sí es bueno en algo y puede hacer cosas grandiosas.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Vaya, envidio a Draco, cualquiera quisiera tener un amigo


como tú —sonrió Mikel, y Gael se sintió sonrojar ligeramente por
el tono y la mirada del chico, pero por suerte, ya estaban muy cerca
del edificio, así que no le fue difícil cambiar el tema de conversa-
ción. Cuando entraron, Potter se había sentado en la cama de Draco
y le sostenía las manos, parecía realmente preocupado, pero eso no
hacía que su aversión hacia él disminuyera.
—Así no se va curar.
—Ni empeorar, y no le estoy haciendo nada, sólo cuidándolo
—replicó rápidamente Harry.
—Ah, que genial, estoy seguro que será entretenido tenerlos
por aquí estos días —resopló Mikel mientras dejaba la mochila en
el piso y comenzaban a sacar todas las cosas que habían traído.
Harry se mordió la lengua para no replicar, recordando que
en verdad Mikel le estaba haciendo un favor, y continuó observan-
do a Draco en silencio y sin decir nada más, mientras escuchaba
cómo Mikel y Gael preparaban la poción.

–|– 

Un par de horas después, Mikel vació el contenido del calde-


ro en un pequeño vial, e hizo, con mucho esfuerzo y ayuda de Ha-
rry y Gael, que Draco tragara la poción. Revisó nuevamente las
manchas en las muñecas, y con la varita hizo varios hechizos de re-
conocimiento más, hasta que afirmó suavemente con la cabeza.
—Aún permanecerá inconsciente, puede tardar muchas ho-
ras más —informó hacia Gael y Harry, que ahora permanecían sen-
tados cada uno a un lado de la cama.
—¿Cuánto tiempo más? —preguntó Harry ganándole la pa-
labra a Gael.

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LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

—Puede ser hasta mañana en la noche, les recomiendo que


descansen un poco… esto aún tiene para rato.
—Yo me quedaré cuidándolo —se apresuró a hablar Gael.
—Y yo —dijo Harry a la vez.
Mikel puso los ojos en blanco y sonrió de medio lado mien-
tras recogía algunas cosas que había traído de casa y las ponía dentro
de la mochila.
—Que bien que tenga tantos interesados en cuidarlo. Tengo
que irme, tengo guardia en San Mungo.
—Claro… —suspiró Gael sin dejar de mirar a Draco—, y
muchas gracias…
—Sí, gracias —se apresuró a apoyar Harry.
Cuando Mikel se despidió de ellos, dejándoles en claro que
podrían ir a buscarlo a San Mungo si es que la fiebre o las manchas
aumentaban, ambos se quedaron en silencio, contemplando el
cuerpo dormido de Draco.
Gael sentía ganas de decirle a Harry la verdad: que en reali-
dad no era ni había sido novio de Draco, seguramente era algo que
se descubriría pronto, en cuanto Draco despertara, y también era
seguro que ambos chicos se enfadaran con él por eso, pero simple-
mente no cogía el valor para hacerlo.
—¿Crees que hayan sido los de la MACH? —preguntó fi-
nalmente Gael, harto del prolongado silencio.
—Sí, ellos están haciendo esto ahora, no sólo pintan casas y
publican fotos, ahora sus ataques son de este tipo.
—Mikel me dijo que varias personas habían muerto así…
—Al parecer, los tienen vigilados, no me extrañaría nada que
en este momento estuvieran vigilándonos.
—No entiendo… ¿Por qué lo hacen? En mi país no hay mu-
cho problema con que seas homo, es decir, algunos se oponen y te

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

miran raro, pero no es la gran cosa, en cambio aquí, desprecian a los


gays, les llaman desviados, lo he leído en El Profeta.
—Así es aquí —contestó Harry encogiéndose de hombros y
sintiéndose mal por vivir en una sociedad tan intransigente.
—Lo sé, Draco me lo ha dicho muchas veces… sólo que no
me acostumbro.
—Ya… Gael, ¿cuándo ibas a volver? Es decir… tú no estabas
aquí en navidad, lo cual no entiendo bien… pero dijiste que volvis-
te hoy en la mañana, ¿ese era tu plan desde el inicio?
—No… yo tuve que volver antes, en realidad debía volver
mañana…
—Entiendo… entonces ellos sabían, de alguna manera, que
dejarías a Draco solo durante la navidad —aquello lo dijo en tono
de reproche. Gael se sonrojó ligeramente, pero a Harry no le im-
portaba causarle incomodidades—. Y calcularon mal, puesto que
llegaste a tiempo…
—Yo tenía que ver a mis padres y…
—Eso no importa, el tema es Draco, la mayoría de los que
han sido infectados lo han sido durante periodos en los que se que-
darían solos, de tal modo que cuando los encuentran, ya fuese de-
masiado tarde para hacer algo…
—¿Tarde?
—¿No te lo dijo Mikel?
—Para salvarlos… —masculló Gael no queriendo creer que
eso le hubiera podido pasar a Draco.
—Ajá, muchos han muerto así, en San Mungo, y creemos
que en otros sitios también, magos y brujas que no llegan al hospi-
tal… o que cuando los encuentran ya…
—El Profeta no ha dicho nada al respecto, ni ningún otro
diario… ¿cómo pueden ocultar algo así?

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LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

—Causaría histeria, la gente se volvería loca; además, o tie-


nen a alguien infiltrado en el diario, que detiene las noticias, o sim-
plemente no les interesa, no es muy difícil de creer, después de la
forma como nos tratan… —Harry suspiró profundamente y no
pudo evitar acariciar la mano de Draco, las manchas rojas estaban
desapareciendo gradualmente, clara señal de que la infección estaba
cediendo.
A Gael le asombró que Harry se nombrara entre los gays con
tanta soltura, como algo natural y asumido, distaba mucho de las
ideas que tenía acerca de él.
—Es como si nos estuvieran exterminando silenciosamen-
te… —caviló Gael.
—Eso es lo que hacen, y muchos ni siquiera están preveni-
dos al respecto. No hay información y no podemos pararnos en una
esquina a repartir volantes porque ni siquiera sabemos los modos
en que lo hacen.
—Debe ser una poción ingerida, no es un hechizo.
—Pero ¿cómo saber de qué manera llega a ellos? Si es así,
nadie comerá nada para evitar enfermar.
—Cuando Draco despierte, podremos preguntarle qué fue lo
que comió… aunque como ya dije, él nunca come nada de nadie.
—¿Se lo has dicho a alguien más? —preguntó Harry.
—A Mikel —respondió—; que Draco es un poco paranoico,
que nunca acepta nada de nadie, ni siquiera de los muggles, a veces
me asusta, pero sé que en el fondo es porque tiene miedo, aunque
nunca lo quiera admitir, y lo entiendo. Esos condenados aurores lo
tratan como si fuera una basura… ni siquiera puede estar en la uni-
versidad —Gael soltó un pequeño chillido de exasperación y se pu-
so en pie, caminando hacia la estrecha ventana.
Harry lo observó por un rato en silencio, antes de atreverse a
hablar, el chico parecía tan preocupado por Draco…

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Él las ha pasado muy negras en el pasado, no sé si alguna


vez te contó algo, pero no ha tenido una buena vida desde después
de lo que pasó en la guerra, y sé que es ambicioso, y que no le im-
porta sacrificar… —Harry recordó la forma como Draco lo había
dejado, y tuvo un retorcijón en el pecho—. Hay mucho que no sé
de él ahora, supongo que si no está en la universidad es porque al-
guien hizo algo injusto y lo sacaron.
—Aún va a la universidad, aunque realmente creo que lo
puede dejar y no pasaría nada, creo que es pura obstinación lo que
lo mantiene allí.
—Él no lo dejaría, quiere ser un fabricante de pociones, no
dejará de lado su sueño, menos después de todo lo que le ha pasa-
do.
—Él ya es un fabricante de pociones, es «El Fabricante de
Pociones» —aclaró Gael—. Patentamos su nombre y un par de po-
ciones, y sé que puede seguir solo, sin ayuda de la universidad y un
título, gana algo de dinero vendiéndolas, ¿sabes? Las hace por en-
cargo, nadie sabe su real nombre, sólo su pseudónimo y que es un
excelente fabricante… incluso estaba trabajando en una nueva
cuando lo dejé… —Gael giró hacia el escritorio de Draco y miró
hacia los pergaminos, había avanzado bastante en el tiempo que se
había ausentado, le llamó la atención la cajita dorada.
—¿Las vende? Eso es genial… me alegra tanto escuchar
eso…
—¿Esto es tuyo? —preguntó Gael hacia Harry levantando la
caja dorada.
Harry arqueó una ceja, confundido.
—Es tuyo, es tu grandioso regalo por navidad.
—¿De qué hablas? Yo no regalo chocolates —exclamó en
forma ofendida, y dejó caer la caja sobre el escritorio nuevamente.

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LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

—Espera, ¿no es tuyo? Tiene tu nombre —Harry se puso en


pie y volteó la tarjeta donde estaba escrito el mensaje, Gael lo leyó y
empalideció de pronto.
—Yo no mandé eso, no lo hice. Tiene mi nombre pero no fui
yo. Ni siquiera es mi letra.
—Entonces creo que al fin tenemos una prueba de lo que los
está envenenando —suspiró Harry.
—¿Una prueba? No entiendo ¿Acaso no saben ya qué es lo
que les hace daño?
—Hasta donde sé, no.
—¿Entonces qué demonios le hemos dado a Draco? Si no es
el antídoto…
—Cálmate, quieres —protestó Harry dejando la cajita de la-
do y encarando a Gael—. Es una poción regeneradora, mezclada
con una drenadora y no sé que más, pensé que Mikel te lo habría
explicado, al fin y al cabo, ustedes entienden de eso, sólo sé que lo
que hace es limpiar el organismo y regenerar los órganos dañados,
por eso que demora tanto en actuar, ellos no han podido obtener
nada para analizar aún.
—Entonces… esto es… —Gael le dio una mirada a Draco y
luego a la caja de dulces—. Hay que esperar a que despierte, luego
hablaremos con él, estoy seguro que podrá sacar algo analizando es-
tos dulces.
—Deberíamos llevarlo a San Mungo. Los dulces, digo, para
que los analicen y…
—Claro, con lo interesados que están por salvarle la vida a
los homosexuales —reprochó Gael cruzándose de brazos.
Harry no respondió, creyó que en el fondo, Gael tenía razón;
después de todo, ni siquiera querían atender a los que llegaban así
de enfermos.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Ambos se quedaron un rato más en silencio, caminando de


un lado a otro de la habitación, hasta que la madrugada llegó y los
dos estuvieron demasiado cansados para seguir en pie, y uno a cada
lado de la cama, recostados sobre el colchón, se quedaron dormi-
dos.

–|– 

—¿Crees que salga en los diarios? —preguntó Ginny aún


abrazada a Tony y envuelta entre las sábanas.
—¿Qué cosa? Es probable que si le pedimos a Dasha que
publiquen lo que quieras, pueda lograrlo…
—Lo de Malfoy, ya sabes, que murió.
—Aún no ha muerto —replicó Tony con voz cansada, real-
mente estaba harto de escuchar hablar a la pelirroja de Malfoy, no
entendía la fijación de la chica por él, parecía superior incluso a la
que sentía por los desviados, o por Potter.
—Pero lo estará, mañana cuando llegue su amiguito, no
quedará más que un cadáver al que llorar, no sería mala idea que
apareciera en los diarios, podrían decir que es una enfermedad que
padecen los desviados, en el mundo muggle también las hay, servi-
ría de lección.
Tony suspiró profundamente y negó con la cabeza.
—Aún es muy temprano para pensar en esas cosas, prefiero
dormir otro poco.
Ginny no contestó, pero no pudo continuar durmiendo, casi
saboreaba el leer la noticia en el diario, el último de los Malfoy
muerto; el fin de una familia de mortífagos y el final de un desviado
que había inducido a Harry a ese mundo tan espantoso.

–|– 

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LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

El sonido de algo golpeando lo hizo brincar de un sobresalto,


delante de él, Gael parecía también alertado, el sonido se repitió una
vez más, y descubrieron que era la puerta; que alguien llamaba a la
puerta.
—Va —contestó Gael estirándose pesadamente y caminando
hacia la entrada, mientras Harry se dedicaba a mirar a Draco, el co-
lor estaba regresando a sus mejillas y ya no sudaba, sí, definitiva-
mente era una gran mejoría.
—Pero que buenos cuidadores —se buró Mikel en cuanto
Gael lo dejó entrar, y mirando a Harry con reproche—, así que am-
bos se quedaron dormidos.
—Lo siento… estuvimos despiertos hasta muy entrada la
madrugada… —se excusó Harry.
—Ya, veamos qué tal le va a Draco esta mañana —Mikel sacó
la varita y empezó a realizar hechizos sobre el cuerpo de Draco, he-
chizos que emitían diversas luces de colores y vapores, hasta que fi-
nalmente sonrió, con cierto alivio.
—Ha mejorado… ¿verdad? —dijo Harry un tanto impacien-
te.
—Sí, lo ha hecho y bastante, eso es bueno, pronto despertará,
no le podrán dar de comer nada sólido en unos cuantos días, pero
estoy seguro que estará bien, la infección ya ha abandonado su
cuerpo por completo —tanto Gael como Harry sonrieron aliviados,
mientras se dejaban caer en las sillas nuevamente.
—¿Cuánto más crees que demore en despertar? —preguntó
Gael.
—Al menos será en la tarde, si no es en la noche —Mikel
bostezó, y entonces Harry recordó que había tenido guardia duran-
te la noche—. Yo iré a dormir, de nada sirve un medimago cansa-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

do… volveré en la tarde, creo que si calculo bien, para la hora en


que despierte.
—Gracia, Mikel, no sé cómo puedo darte las gracias —dijo
Harry rápidamente.
—Sí, realmente lo has salvado, sin ti no sé que hubiéramos
hecho.
—Es parte del juramento que hacemos al graduarnos —
sonrió Mikel—, y por lo pronto, en la mochila hay unos empareda-
dos, no queremos que ahora ustedes se enfermen…
Luego de darle las gracias, Gael se apresuró a sacar las cosas
que el chico le indicaba, y a preparar algo de café mientras Harry
seguía observando a Draco.
Mikel tenía que admitir que nunca había visto a Harry mirar
a alguien con tanta devoción, entendió sobre los fantasmas del pa-
sado a los que tanto le temía Noah, esos fantasmas se llamaban
Draco. Se preguntó nuevamente cuál sería la historia de esos dos, y
sobre todo, si era que Draco tendría esa misma mirada para Harry.
—Por cierto, Lucka llamó —le dijo a Harry casi en un susu-
rro—. Noah está con él.
—Que bueno, que no esté solo, ya sabes…
—Me contó lo que pasó, que rompieron.
—Sí, bueno, era algo que tarde o temprano pasaría.
Mikel negó con la cabeza.
—Cierto… es decir, al principio todos estábamos contentos
con que decidieran tomarse más en serio lo suyo, pero al final, sólo
estaban lastimándose constantemente…
—Lo sé… —suspiró Harry.
—Sin embargo, no que critique lo que haces, pero no sé si es
buena idea que permanezcas aquí.
—¿De qué hablas?

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LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

—Noah también le contó sobre lo que tú sentías por Dra-


co… Aunque claro, eso era algo que ya había adivinado después de
ayer, pero…
—No tenía derecho a decir nada.
—Está dolido, Harry, cualquiera en su lugar lo estaría…
además yo sólo quiero pedirte que tengas cuidado, no quiero que…
ya sabes, te lleves una desilusión.
Harry no respondió. Claro que Mikel tenía razón, él estaba
allí, esperando a que Draco despertara para poder verlo, hablar con
él… pero, ¿y qué pasaría luego? ¿Qué tal si Draco ya no quería ha-
blarle? Si ya no sentía siquiera algo de cariño por él. Era evidente
que ahora estaba con Gael, y parecía una relación mucho más esta-
ble que la que él tenía con Noah; llevaban además, mucho tiempo
juntos…
—Aquí tienes —ofreció Gael interrumpiendo sus pensa-
mientos y pasándole una gran taza con humeante café, que Harry
recibió distraídamente.
—Gracias…
—Bien, vuelvo más tarde, cualquier cosa, Harry tiene mi
número de móvil, y Gael, puedes aparecer en mi casa, sin proble-
mas.
—¿Qué cosa es un móvil? —preguntó Gael en cuanto Mikel
se fue.

–|– 

Las horas se hicieron largas, aunque hablaron mucho, Harry


le explicó cómo funcionaban los móviles, y le dejó jugar con el suyo
por un rato, también hablaron de lo que estudiaban, Harry no pudo
negar que sintió cierto alivio cuando descubrió que Gael aún vivía
en los dormitorios de la universidad, aunque se negó a explicarle

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

porqué Draco vivía allí. Se sintió extraño al escuchar que, aunque


en un inicio la intención de Gael era volver a casa, ahora tenía pla-
neado quedarse más tiempo en Inglaterra, tal vez hacer una carrera
profesional allí.
Gael sabía un poco más de la vida de Harry; confesó que tras
esa visita, había estudiado un poco acerca de él, y que sabía que es-
tudiaba para auror, que había vencido a ese tal Voldemort —a Harry
le encantaba que alguien dijera su nombre sin estremecerse o tem-
blar de miedo— y también que, obviamente, ni siquiera existía el
más leve rumor acerca de su verdadera orientación sexual.
Se turnaron para ir a fumar, y Gael, diciendo que conocía un
lugar cercano, fue por la comida, mientras Harry se quedaba junto a
Draco, cuidándolo.
Draco, a cada momento respiraba mucho mejor, el color en
su piel estaba completamente restablecido, y las manchas habían
desaparecido, ahora sólo faltaba que despertara.
Mikel apareció cerca de las seis de la tarde, trayendo cigarros
y un par de recipientes con comida china, los tres se sentaron alre-
dedor de Draco, hablando en susurros de cosas casi sin importancia,
pero sin dejar de mirarlo atentamente. Harry se sentía a cada instan-
te más ansioso, toda la preocupación había vuelto, se suponía que
Draco debía ya haber despertado, que debía estar bien, pero no lo
había hecho y, pese a que Mikel parecía tranquilo, él no podía estar-
lo.
Gael escuchaba atentamente todo lo que Mikel le contaba
acerca de San Mungo, de los casos extraños que había atendido, y
hasta cierto punto le causaba gracia algunas de las cosas que decía,
sentía la mirada inquisitiva de Potter sobre él. Se preguntó, como
tantas otras veces, si no era el mejor momento para decirle la ver-
dad, después de todo, Potter sí parecía verdaderamente preocupado
por Draco, y no le había hecho ya casi ningún reproche ni comen-

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LIBRO III|Caminos
[8] Una visita inesperada

tario fastidiado. Abrió la boca para confesar al fin, cuando Draco se


movió un poco sobre la cama, los tres se pusieron en pie y se acer-
caron aún más, mientras Draco abría poco a poco los ojos.
Sentía que la cabeza le pesaba y un sabor amargo y desagra-
dable en la boca, las piernas y los brazos los sentía ligeros, casi como
si no estuvieran allí, escuchó voces, pero se sentía demasiado atur-
dido como para identificarlas. Trató de moverse un poco, quería
pedir agua, cualquier cosa que le aliviara la resequedad en la gargan-
ta y por fin, luego de lo que le pareció un gran esfuerzo, pudo abrir
los ojos, aunque no pudo ver nada en claro, sólo manchas y luces,
moviéndose de un lado a otro. No tuvo tiempo de asustarse, mien-
tras parpadeaba rápidamente tratando de aclararse, sintió en los la-
bios algo húmedo, y sin pararse a pensar en qué podía ser, bebió to-
do el líquido que pudo, hasta que terminó tosiendo.
Escuchó su nombre, esta vez más claramente, pero no le pa-
reció correcto, esa voz, la de Harry no era una que pudiera estar allí,
no a menos que estuviera soñando. Como pudo, se trató de sentar,
mientras la tos se iba terminando, unas manos lo ayudaron, y sintió
algo blando bajo su espalda; cuando por fin pudo enfocar la vista,
vio a tres hombres a su alrededor: Gael, un desconocido y…
—¡Demonios! ¿Estoy soñando? —masculló con voz ronca
mirando hacia Harry, era Harry, estaba seguro, esos ojos verdes, ese
rostro… ese era su Harry.
—¿Aún sigues soñando conmigo? —preguntó Harry sin-
tiendo su corazón latir con demasiada fuerza por poder ver final-
mente a esos ojos grises que tanto había extrañado; ambos se que-
daron mirándose en silencio.
Como siempre le ocurría cuando Harry estaba cerca, el resto
del mundo despareció, no le importaba ya que Gael o ese otro
hombre estuvieran allí, o que no supiera qué era lo que pasaba, sólo

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

que Harry estaba delante de él, mirándolo de aquella manera…


como antes, como en otra época.
—Harry —susurró al fin con una sonrisa en los labios.
La sonrisa de Harry se ensanchó al escuchar esa voz pronun-
ciar nuevamente su nombre, al poder ver esa expresión de alegria,
de mirar a esos ojos como nubes de tormenta, y ese rostro cincelado
que había extrañado tanto.
A un lado, Gael y Mikel los miraban en silencio, cada uno
meditando que jamás, nunca antes, habían visto a sus amigos son-
reír de aquella manera.

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Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

9
Tiempo de recuperación

Cada dos minutos trato de olvidar todos los momentos que pasamos…
Cada dos minutos una eternidad, // cada dos minutos sin tocar tus manos…
Cada dos minutos pierdo la razón, me abandona la ilusión, me tropiezo y me caigo
Cada dos minutos recuperación me despierta en el salón y me levanto despacio…
Canción: Cada Dos Minutos (Vivir al revés)
Despistaos, banda de rock española

Londres, diciembre de 2001

D
urante mucho tiempo había fantaseado con lo que
haría, si era que alguna vez lo veía nuevamente, con
qué sería lo que le diría, con cómo actuaría delante
de él. Su mente, a lo largo de esos más de dos años, había creado di-
versos escenarios y diversas reacciones; a veces se enfurecía y pen-
saba en todas las explicaciones que le pediría, otras, se lanzaba sobre
él y lo obligaría a darse cuenta del terrible error que había sido
abandonarlo, y lo fantástico que sería volver a estar juntos, pero en
ninguno de esos escenarios ficticios —y eso que había tenido tiem-
po de sobra para crearlos— se imaginó una escena como esta: con
Mikel pasando hechizos sobre Draco para verificar su mejoría, con
Gael, el novio de Draco, mirando preocupado la escena, y con él,
sin saber qué decir y mucho menos hacer, de pie, a un lado de la
1200
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

cama y sin poder quitarle la mirada de encima. Se sentía tan tonto;


tonto porque no había sido capaz de decir nada después del «¿Aún
sueñas conmigo?», hasta allí había alcanzado su inspiración, y era
realmente desesperante.
Draco sabía que debía concentrarse en algo más que en ver a
Harry, pero, había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo
había visto, y ahora le provocaba recorrer con la mirada cada centí-
metro de su cuerpo, estudiar su rostro, sus gestos, y apreciar todos
los cambios que se habían producido en él, empaparse de su imagen
y de su presencia. Un hechizo que le provocó más frío que los ante-
riores, lo hizo estremecer un poco y volver a la realidad; aquella en
la que debía averiguar, a pesar de que la presencia de Harry se sin-
tiera genial, ¿qué era lo que había pasado? ¿Por qué Harry y ese ex-
traño estaban allí, y por qué él estaba en cama? Rindiéndose al he-
cho de que tendría que apartar la mirada de Harry, se giró hacia
Gael con mirada interrogante, aunque el chico habló antes de que
él pudiera decir nada:
—Vaya, ahora que le prestas atención al resto de los mortales
—masculló Gael.
—Gael, ¿qué está pasando? —preguntó Draco evitando hacer
un mohín por el fastidio que estaba provocando aquel hechizo so-
bre él, y haciendo caso omiso al reclamo de su amigo.
—Fuiste infectado —informó Gael con seriedad.
—Infectado —repitió Draco arqueando una ceja; le pareció,
tuvo que reconocer interesante el término, e inconscientemente
apretó y soltó los dedos de su mano derecha. Se obligó una vez más
a no girar hacia donde Harry estaba, y a prestar más atención a Gael
y al medimago desconocido.
—En realidad, no estamos seguros de que el término sea in-
fectado, sin embargo, es una descripción muy cercana —aclaró Mi-

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LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

kel terminando el examen y sonriendo—. Y debo agregar que has


tenido mucha suerte, te recuperarás muy pronto.
—Gael, en palabras claras… y no quiero toda una historia,
sólo que contestes a mi pregunta: ¿Qué fue lo que pasó?
Gael frunció el ceño y lo miró enfadado. Harry se preguntó
si era que normalmente peleaban, y si era correcto que esa idea sólo
lograra animarlo incluso más.
—Pues… cuando llegué estabas enfermo, no sabía que hacer,
y no reaccionabas, entonces yo… —Gael le dio una mirada a Harry
y luego pareció más avergonzado—. Yo… no encontraba el oro para
llamar a algún medimago, dicho sea de paso, no conocemos a nin-
guno y eso es peligroso, mira lo que pasó, si no fuera por Potter
que…
—Gael —siseó Draco, mirando cada vez más enojado a Gael,
¿Por qué demonios había tenido que ir a buscar a Harry? Peor aún,
¿cómo demonios sabía Gael acerca de Harry?
—Lo siento… Potter y Mikel —Gael señaló a Mikel, que hi-
zo una pequeña reverencia, aunque Draco no contestó— vinieron,
y entonces me comentaron que ya habían visto casos como el tuyo
en San Mungo, y que al parecer, es un tipo de envenenamiento, al-
go que están haciendo esos de la MACH, pero que tú tienes mucha
suerte porque llegué a tiempo para detener la… infección.
Draco se sintió ligeramente mareado por la gran cantidad de
datos; primero: Gael conocía la existencia de Harry, y además sabía
cómo encontrarlo, segundo: él había sido, de alguna manera, enve-
nenado, porque eso no era una infección, sino un envenenamiento
en toda regla, aparentemente. Entonces Gael, no teniendo qué más
hacer, había ido por Harry y por ese tal Mikel, que miraba hacia
Harry y Gael con una gran sonrisa, y lo había curado. Le dio una
mirada más a Harry, que parecía de pronto algo más fastidiado, an-
tes de dejarse caer un poco más entre las almohadas. Se preguntó si

1202
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

el sentirse así de aletargado sería sólo por haber estado enfermo o


tendría que ver con la presencia de Harry y todo lo que Gael le ha-
bía dicho.
—¿Qué hora es? —preguntó finalmente.
—Hora de que descanses —respondió Gael abrigándolo con
las mantas nuevamente.
—Me refiero a la hora de verdad.
—Casi medianoche —informó Mikel mirando a su reloj de
pulsera—. Y ya debo irme, Harry y Gael tienen las pociones que
debes tomar, y los horarios. Mañana estaré en la mañana por aquí
de todas maneras, para verificar que todo marche en orden.
—No creo que sea necesario que…
—Ah, los pacientes, siempre creyendo cosas; de todas mane-
ras vendré —interrumpió Mikel sin parecer enojarse—. Nos vemos
chicos, traten de no matarse antes de que vuelva, y sobre todo, no
olviden las pociones de Draco.
—Gracias —dijo Draco en último momento, cuando Mikel
ya estaba listo para salir—, por curarme.
—No hay nada que agradecer —sonrió amablemente Mikel
hacia él.
En cuanto Mikel salió de la habitación, se hizo un pesado si-
lencio, tanto Harry como Draco tenían las miradas bajas, y Gael se
sentía cada vez más asustado, sabía que en cualquier momento las
cosas estallarían, tal vez era mejor confesar ahora, antes de que todo
fuera peor.
—Yo…
—Lamento todo este problema —interrumpió Draco a Gael,
pero sin mirar a Harry realmente. ¿Aún estaría enfadado por haberlo de-
jado de esa manera? El que estuviera allí no garantizaba que no lo es-
tuviera. Harry no dejaría a alguien en desgracia, ni siquiera a él, es-
taba en su naturaleza Gryffindor, por más enojado o resentido que

1203
LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

estuviera—. En cuánto pueda ponerme en pie, veré la forma de pa-


garte todo esto…
—No es necesario que me paguen —replicó Harry rápida-
mente mirando hacia Draco—. Tú sabes… sabes que yo…
—De todas maneras debo pagarte, no quiero que… es decir,
Gael no tenía por qué buscarte ni… ni nada. —Bien, mirarlo a la
cara y perderse en sus ojos era algo que le provocaba hacer ahora
más que nunca. ¿Cómo había sido tan frío como para alejarse de él
y soportar su ausencia durante tanto tiempo?
—Sí, sí debió, le dije que lo hiciera. Además, pudiste haber
muerto, ¿sabes? —respondió Harry con voz modulada, no muy se-
guro de cómo sentirse por las palabras de Draco.
—Supongo que te deberé la vida una vez más —replicó Dra-
co con algo de hostilidad, no quería causarle problemas a Harry,
quería además demostrarle que era capaz de salir adelante solo, que
no era una damisela en peligro. ¿Por qué nunca conseguía eso?
—No, a mí no —reprochó Harry cruzándose de brazos y
sintiéndose enfadado por ese último comentario. ¿Por qué Draco te-
nía que ser tan complicado, tan testarudo? Sobre todo, con eso de andar
debiéndole favores a la gente, ¿qué le costaba simplemente aceptar
la ayuda y sonreír?—. Agrádeselo a tu novio, al fin de cuentas, fue él
quien me vino a buscar y ayudó a Mikel a preparar las pociones —
su voz sonó terriblemente resentida, sobre todo al pronunciar «no-
vio».
Gael se sintió enrojecer, y deseó sinceramente haber apren-
dido c{omo hacerse invisible, cuando la mirada curiosa de Draco
decayó sobre él.
—¿Mi novio? —preguntó Draco con una ceja levantada y esa
mirada, demonios, esa mirada de «estás en serios problemas y más te
vale correr por tu vida».

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Yo… Escucha Draco, ¿por qué no te calmas, sí? No te sul-


fures ahora, mira que estás convaleciente y…
—¡Ja! —bufó Harry triunfal, entendiendo al fin, el alivio en
su pecho fue magnifico—. Ya no es tu novio.
—He allí el asunto que no entiendo. ¿Por qué crees que es o
ha sido mi novio? —preguntó medio confundido Draco hacia Ha-
rry.
—¿Por qué no se lo preguntas a Gael?
—Escuchen, ¿por qué no voy a conseguir algo de comida?
Draco necesita comer algo, eso dijo Mikel, y cuando termine de
comer, y esté más tranquilo podremos hablar los tres, ¿sí? —
interrumpió Gael, irrumpiendo la pregunta que ya empezaba a ha-
cer Draco, y caminando hacia la puerta.
—Pero… —protestó Draco.
—Ya vuelvo —gritó Gael dando un portazo al salir y deján-
dolos solos.

–|– 

Ginny, junto a Martin, Amy y Donna, aparecieron en medio


de la fría noche, enfundados en sus blancos abrigos y caminaron
pegados entre ellos, las varias calles que los separaban de su destino,
para detenerse finalmente en la acera de enfrente de un viejo edifi-
cio.
—¿Qué haremos ahora? —preguntó Amy con los dientes
castañeándole por el frío—. ¿Esperar una carroza fúnebre?
—No seas ridícula —reprochó Ginny con voz fastidiada—,
debe pasar algo; aurores, medimagos o el tonto de su amigo co-
rriendo… —señaló hacia la puerta del edificio, donde Gael salía
precipitadamente mientras se terminaba de poner la bufanda. Se
alejó por la esquina y luego dobló a la derecha, perdiéndose de vista.

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LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

—¿Ahora ya nos podemos ir? —resopló Donna mientras


prendía un cigarro, previamente hechizado para que los pequeños
rastros de nieve que caían, no lo mojaran.
—Esa no es prueba de que verdaderamente está muerto —
meditó Ginny.
—Pero tal vez está a punto de estarlo —respondió Martin.
—Sigo creyendo que es mala idea, no nos conviene estar cer-
ca de las víctimas, por casualidad alguien nos puede ver y todos es-
taremos en problemas, más aún en un sitio como éste, no tendría-
mos excusas para andar en un lugar tan… peligroso y decadente.
—Amy tiene razón, Ginny, lo mejor será volver. Tony se
puede preocupar, y aún tenemos que continuar con las listas y las
investigaciones.
Ginny miró hacia el edificio con el ceño fruncido, y luego a
su reloj; pasaba de la medianoche. Si el muchacho ese había llegado
a la hora prevista, no había forma de que pudiera hacer nada, por
más que fuera a buscar al mismísimo Harry.
—De acuerdo… tienen razón, ese ya debe estar por morir.
Donna suspiró aliviada, y Amy asintió rápidamente mientras
los cuatro volvían a caminar las calles necesarias para poderse desa-
parecer. Martín iba detrás, mirando con atención a ambos lados.
Tony le había encargado que cuidara a las chicas, sobre todo a
Ginny, que cada vez parecía más obsesionada con Malfoy.

–|– 

Draco y Harry permanecieron un rato más en silencio, cada


uno mirando hacia un lado diferente de la habitación, meditando,
calculando qué decir, cómo actuar.
Fue Draco el primero en hablar:
—Gael no es mi novio —sintió salir su voz algo ronca.

1206
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No me tienes que dar explicaciones —replicó Harry con


voz aparentemente calmada, realmente se sentía de alguna manera,
mucho más que aliviado de que Gael no fuese su novio, aunque en
el fondo, pensaba en todas las otras explicaciones que Draco le de-
bía.
—Pero quiero… —Draco tomó una pequeña bocanada de
aire mirando a Harry a la cara, le dolió lo indiferente que parecía a
pesar de todo—. Yo no he tenido…
—Comiste esos chocolates, ¿cierto? —preguntó caminando
hacia el escritorio para levantar la pequeña caja dorada e interrum-
piendo cualquier cosa que Draco le quisiera decir, de pronto el pá-
nico por lo que Draco le pudiera explicar, lo llenó.
—Harry… —suspiró Draco apenado, sintiendo la resistencia
del chico a escucharlo.
—¿Los comiste? —inquirió Harry aún con la cajita en alto y
con voz firme.
—Creo que sí, no estoy seguro… —Draco frunció el ceño y
se obligó a pensar en algo diferente a tener a Harry tan cerca y tan
lejos a la vez—. No lo recuerdo muy bien…
—Sí, es uno de los efectos, por eso al final no saben cómo es
que los infectan.
—¿Estás trabajando en eso? Pensé que aún te quedaba poco
más de un semestre para graduarte.
—Sí, aún me queda un semestre y medio para graduarme —
ratificó Harry—. Mikel, el medimago, él ha visto varios casos en
San Mungo, y no sabe qué es lo que los puede estar provocando. Yo
he ido a ver algunos de los lugares donde viven los que fueron in-
fectados, pero no he encontrado ningún rastro mágico… Ni siquie-
ra en donde dejan los letreros e insultos, ellos al parecer, se saben
proteger muy bien.
—No sale nada de eso en los diarios.

1207
LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

—Ya sabes cómo son, ocultan todo eso porque no les interesa
en realidad, el punto es que tal vez estos chocolates tengan la po-
ción, o lo que fuera que hace que se enfermen. ¿Recuerdas de dón-
de salieron?
—Ahora que lo pienso, no… lo siento.
—Según la tarjeta, son de Gael.
—¡Gael no me envenenaría! —protestó inmediatamente
Draco. Harry apretó los labios un poco, fastidiado por la defensa de
Draco para con Gael, y negó con la cabeza.
—Yo no he dicho eso. Gael me dijo que no los había envia-
do, así que por eso deducimos que alguien, de alguna manera, hizo
que estos chocolates llegaran a ti, es más que obvio que fueron los
que te causaron la enfermedad.
—Ah… Lo siento… no quise…
—Está bien —interrumpió Harry encogiéndose de hombros.
—Creo que podría… —Draco apartó los cobertores para po-
nerse en pie, pero antes de siquiera intentar bajar de la cama, Harry
ya estaba a su lado, sujetándolo por un brazo y mirándolo repro-
chadoramente. Su corazón se disparó, y sintió su piel hormiguear
en el punto en el que Harry lo sujetaba.
—Draco, debes descansar —consiguió decir, luchando con la
necesidad de estirar la otra mano y jalarlo completamente contra él.
—Yo… —Que genial, el momento preciso para quedarse sin
palabras—. Iba… ya sabes al baño.
—Oh… —Harry todavía no lo soltaba, y no tenía deseos de
hacerlo aún, tal vez ya nunca.
En ese momento la puerta se abrió y ambos se sobresaltaron,
Harry lo soltó rápidamente y dio un paso hacia atrás. Draco aprove-
chó el momento para terminar de levantarse, tuvo que sostenerse
de la cama para no caer.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No deberías levantarte —reprochó Gael dejando una gran


cantidad de bolsas sobre la mesa e ignorando completamente el que
ambos hubieran saltado por su presencia, inequívoca reacción de
que había interrumpido algo.
—Necesito ir al baño, ¿acaso no puedo? —protestó Draco
sacudiendo sus piernas suavemente. Se sentían aún un tanto entu-
mecidas, como si hubiera estado mucho, demasiado tiempo en ca-
ma.
—Tómatelo con calma, estuviste inconsciente por quién sa-
be cuánto tiempo —recomendó Harry mirándolo con atención y
listo para sostenerlo en caso cayera.
—Sólo fue un día —rebatió Draco caminando lentamente ya
hacia el baño, le costaba un poco hacerlo, aunque recordaba vaga-
mente haber estado la noche anterior con mareos y una extraña
sensación.
—Hoy es veintisiete, mejor dicho veintiocho —corrigió
Gael, Draco volteó rápidamente, demasiado rápido para lo débil
que estaba, y estuvo a punto de caer si no hubiese sido por los bra-
zos de Harry que lo sostuvieron.
—Debes ir más lento —susurró Harry, apretando un poco
más fuerte el cuerpo de Draco, reparó en lo delgado que éste estaba,
y estuvo casi seguro de que lo sintió suspirar quedamente. Un ca-
rraspeo a sus espaldas lo hizo alejarse nuevamente de él.
—Gracias… —respondió Draco con voz que le pareció de-
masiado baja, antes de terminar su camino hacia el baño.
—Aún está convaleciente, y no creo que sea buena idea que
andes rondándolo y dándole falsas esperanzas, no fue eso por lo que
te busqué —reprochó Gael con los brazos cruzados y mirando acu-
sadoramente a Harry en cuanto la puerta del baño se cerró.

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LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

—Yo no lo rondo ni le doy falsas esperanzas —replicó Ha-


rry—. Y no intentes decirme siquiera qué es lo bueno o malo para
él, novio embustero.
Gael abrió la boca para protestar, pero en ese momento ya la
puerta del baño se abría de nuevo; Draco caminó lentamente a tra-
vés de la habitación y decidió que, por una vez, haría caso y se que-
daría en cama un rato más—. ¿Dijiste veintiocho? No puede ser…
ayer era veinticuatro.
—¿No recuerdas desde el veinticuatro?
—No… o sí, desde la madrugada del veinticinco tal vez… no
estoy seguro.
—Esa poción te tuvo inconsciente demasiado tiempo —
observó Harry recibiendo una cajita de comida china de manos de
Gael, aunque no comió aún.
—Inconsciencia… interesante —suspiró Draco mientras re-
cibía un envase con sopa caliente. Él detestaba la sopa—. ¿En ver-
dad debo tomar esto?
—¡Oh, vamos! —protestaron Gael y Harry a la vez, antes de
mirarse preocupados, Draco puso los ojos en blanco.
—Genial, ahora hasta hacen eco.
—Ya tomate la sopa, ¿quieres? Que tuve que ir lejos a conse-
guirla —masculló Gael sentándose al otro lado de la cama. La con-
versación terminó allí, los tres en silencio continuaron comiendo,
ya no sabiendo qué más decirse y sintiéndose incómodos.

–|– 

—¿Recuerdas que una vez te dije que me encantaban los ojos


de Harry? —preguntó Mikel, estaba en la sala del apartamento de
Lucka, en una mano tenía un cigarrillo encendido y frente a él, en
la mesa pequeña, una copa de vino con liquido rojo.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Estoy seguro que fue más de una vez, junto con su encan-
tadora y sencilla sonrisa —replicó Lucka bebiendo de su vino.
—Pues no creerás hasta qué punto pueden brillar cuando es-
tá contento en verdad.
—¿Por ese chico que fueron a curar?
—Ajá… Draco Malfoy, ¿te suena?
—El mortífago del que tanto habla Noah. Pensé que era una
gran mentira de Harry para apartarlo.
—Oh, no, nada de eso, él existe; ya está fuera de peligro, cla-
ro, pero hubieras visto la forma como Harry lo miraba, la sonrisa
que ambos se dieron…
—¿No estás exagerando?
—No, por supuesto que no, es en serio, realmente creo que
esos dos se aman… se aman de amarse en verdad, no como un sim-
ple gusto.
—Se aman de amarse en verdad… interesante definición.
—Oh, no molestes —bufó Mikel—. Esto es en serio.
—Ya… entonces el chico está fuera de peligro.
—Sí, Harry está allí ahora, no sé cuántos días más pretenda
quedarse, pero no parecía querer irse, aunque está también ese otro
chico, Gael; creo que le gusta Draco… que son novios o algo así.
—Ah… ¿Y cómo Harry va lidiar con eso? Ya sabes cómo es.
—No tengo idea —suspiró Mikel antes de darle un sorbo
más a su copa de vino—, pero ya te dije, Harry parecía dispuesto a
quedarse.
Detrás de la puerta que daba al pasillo, Noah se acurrucaba
más en la esquina, escuchando las palabras de sus amigos y sintien-
do cómo éstas le destrozaban el alma y el corazón. Al final, no había
podido contra el recuerdo de Draco. Draco había ganado.

–|– 

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LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

Gael sintió que alguien lo agitaba toscamente, y se sentó so-


bresaltado para encontrarse con la mirada esmeralda, refulgente y
furiosa de Harry.
—¿Qué…?
—Shh… afuera, ahora —ordenó Harry mientras le indicaba
la puerta que daba al pasillo. Gael le dio una mirada a Draco, dor-
mido sobre la cama, y luego se puso en pie, notó que ya era de día,
no recordaba en qué momento se habían quedado dormidos.
Harry cerró la puerta en silencio, tratando de que Draco no
notara su ausencia, y se giró hacia Gael.
—Ahora sí me dirás por qué demonios me mentiste —in-
crepó.
—Yo… Yo no tengo por qué darte ninguna explicación —
respondió Gael tratando de parecer calmado, realmente la mirada
de ese chico sí que intimidaba.
—Esa no es la respuesta que esperaba.
—No estás en un interrogatorio, aurorsito.
—No me gusta que me mientan.
—Y a mí que lastimen a Draco.
—Yo nunca lo lastimaría, me acusas sin tener la más mínima
idea de…
—¿Me dirás que no lo lastimaste antes? —interrumpió
Gael—. ¿Qué no le hiciste daño?
—¿Eso es lo que él te ha dicho? —preguntó Harry con voz
más suave, con voz dolida.
—No es difícil para mi deducirlo, Draco dijo que haría de
todo para que fueras feliz, y supongo que eso fue lo que le dijiste
cuando lo dejaste, ¿no es cierto? Que era para el bien de ambos o
alguna idiotez como esa.
Harry miró hacia la puerta cerrada y luego hacia Gael.

1212
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Se sentía de pronto dolido, herido, casi como cuando había


despertado esa mañana y había descubierto que Draco no estaba. El
recuerdo de aquella mañana lo sacudió completamente.
—Deberías investigar mejor— dijo con voz rasposa—; fue
Draco el que me dijo toda esa sarta de estupideces, o mejor dicho,
ni siquiera me las dijo… simplemente me las escribió.
Y dicho eso, escuetamente se dio la vuelta y caminó por el
pasillo hacia la salida; Gael lo observó con la boca abierta, no cre-
yendo lo que escuchaba, no creyendo que Draco hubiera sido el
que se había alejado. Había visto la foto de ellos juntos, la forma
como Draco la guardaba y la miraba cuando pensaba que nadie lo
estaba observando. ¿Acaso era verdad?
—Potter… espera —llamó, pero Harry no se detuvo, desde
una de las barandas lo vio seguir bajando, alejándose y desapare-
ciendo.

–|– 

Draco abrió los ojos un tanto extrañado por la oscuridad en


el lugar, pudo ver las cortinas cerradas, probablemente ya eran más
de las seis de la mañana, hora en que acostumbraba levantarse.
Le pareció extraño estar solo, e incluso estuvo tentado a pen-
sar que todo lo que había pasado la noche anterior, con Harry cerca,
había sido parte de un sueño, pero el grupo de frascos sobre la mesa
de noche, le dio a entender que aquello no había sido parte de nin-
gún sueño… Sonrió.
«Aún sigo soñando con Harry», se dijo, recordando lo que
Harry le había dicho cuando había preguntado qué hacía él allí.
Miró hacia la puerta del baño, y se preguntó si era que Harry
seguiría en el departamento, y si ahora Gael se habría ido y tendría
algo más de tiempo para hablar con él; sobre todo, ahora que no es-

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LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

taba aturdido ni mareado, y que ya entendía casi todo lo que había


pasado. Se preguntó qué estaría pensando Harry en este momento, si era
que acaso había alguna oportunidad de volver a ser amigos, si Harry
y él podrían verse más seguido, también quería saber cómo le había
ido en la Academia, y qué cosas había hecho… Había tantas cosas
que le quería preguntar, que le quería contar, por las cuales se que-
ría disculpar.
La puerta del departamento se abrió, y Draco se giró con una
sonrisa en los labios, la cual desapareció en el momento que se dio
cuenta que eran Gael, junto a ese tal Mikel, los que entraban.
—Hola, Draco —saludó Mikel sonriendo muy amablemen-
te—; veo que hoy tienes mucho mejor semblante… es un alivio.
—Hola —contestó Draco mirando hacia Gael, que parecía
un tanto avergonzado por la forma como metía las manos en los
bolsillos—. Yo creo que para la tarde podré levantarme… de todas
maneras, tengo cosas que hacer —comentó hacia Mikel que ya em-
pezaba a murmurar hechizos sobre su cuerpo.
—Sería mejor que no, claro, nadie te lo impide, pero… —
Mikel hizo un asentimiento y luego se sentó junto a Draco en la
cama—. Esta poción, veneno, o como deseemos llamarlo, lo que
hace es eliminar de tu cuerpo las defensas biológicas, y luego elimi-
nar las defensas mágicas, mientras va deteriorando tus órganos; al
final, el paciente muere por una infección generalizada. Estuviste
relativamente cerca. Por lo que vimos, la infección no se había pro-
pagado del todo, y pudimos frenarla a tiempo, no tuviste más que
desgaste de las defensas biológicas, apenas un poco de las mágicas, y
como llegamos a tiempo, no avanzó y por eso te recuperaste relati-
vamente rápido. Sin embargo, no hay que abusar, recordemos que
de todas maneras, permaneciste enfermo e inconsciente.
—Eliminación de defensas… —masculló Draco acariciando
con una mano su barbilla—. ¿Han pensado que tal vez…? —Gael

1214
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

hizo un ligero movimiento negando con la cabeza, y Draco arqueó


una ceja antes de levantar la varita que tenía en la mesa de noche e
invocar la pequeña libreta y la lapicera que usaba cuando estaba
demasiado apurado.
—¿Has pensado en algo? Gael me dijo que tú eras «El Fabri-
cante de Pociones», hemos probado en San Mungo tu poción para
limpiar el organismo del humo y es realmente buena…
—¿En serio? Gracias —contestó Draco sintiéndose mejor
por el reconocimiento, aunque no le gustaba que Gael fuera reve-
lando aquella información por todos lados.
—Sí, son geniales. Por otro lado, con respecto al veneno…
los creadores de pociones de San Mungo aún no dan con lo que
puede ser, cuando han intentado estudiar a los afectados, resulta ser
demasiado tarde, y tienen encima demasiadas cosas, entre deterioro
de órganos y demás problemas, como para dar con alguna solución.
—No lo sé… pero no me huele ya siquiera a veneno. ¿No
hay nada escrito sobre esto?
—No… no tienen tiempo para hacerlo.
—Ajá…
—Bien, espero en verdad que puedas pensar en algo… hoy
tengo turno en la mañana para trabajar. Gael, ya sabes, puedes ir a
buscarme al hospital, no hay problema —dijo con una sonrisa hacia
Gael, y Draco arqueó una ceja nuevamente, era su imaginación o
Mikel le estaba sonriendo al chico, y aún había más: ¿Gael se había
sonrojado? Vaya, eso sí que era divertido.
—Gracias… por todo, incluyendo por venir hasta acá —agra-
deció nuevamente Draco cuando Mikel ya estaba cerca de la puerta.
—Y nuevamente, no es nada, encantado.
—Cualquier cosa, yo te busco —dijo Gael mientras lo veía
marcharse.

1215
LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

—¿Y Harry? —preguntó Draco en cuanto estuvieron solos, y


mientras seguía apuntando unos cuantos datos más en la libreta,
hubo un silencio que lo hizo levantar la vista—. ¿Pasó algo? ¿Ha-
rry…? —preguntó un poco más inquieto.
—Él… él se fue.

–|– 

Teddy atravesó el jardín, encantado con un hechizo para que


la nieve no cayera en él y estuviera a una temperatura agradable, con
un dragón de peluche en una mano y persiguiendo la pequeña sni-
tch, hechizada para que no volara muy lejos ni tan rápido, mientras
Harry, sentado junto a Andrómeda, lo veía correr. Era realmente
gracioso porque podía hacer su cabello cambiar de color conforme
corría y gritaba emocionado.
—¡Mira, Harry! —gritó lanzándose sobre la snitch con todo
el cuerpo y cayendo sobre el pasto—. La tengo como tú cuando ju-
gaste con Ron.
—Sí… así fue —ratificó Harry poniéndose en pie y corrien-
do para levantar a su ahijado del piso; ahora, a sus casi cuatro años,
era bastante más grande y hablador que antes, pero a Harry le diver-
tía sobre todo, el poder levantarlo con una mano y hacerlo protes-
tar.
—Ya bájame —resopló Teddy mientras Harry lo levantaba en
alto—. Ya soy grande, ya sé caminar… mi abuela me enseñó.
—Vaya que sí te enseñó —respondió Harry antes de darle un
par de vueltas, sabía que a Teddy en el fondo le gustaba eso, aunque
se hiciera el que era muy grande para ello.
—Ya… Harry… voy a vomitar —el rostro de Teddy se puso
azul, y Harry soltó una pequeña carcajada dejándolo en el piso.

1216
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Eres un pequeño tramposo —le regañó Harry mientras le


desordenaba el cabello—, cuando uno va vomitar se pone verde, no
azul.
—Ese era verde —protestó Teddy zafándose finalmente del
agarre de Harry.
—Era azul —corrigió Andrómeda sonriendo hacia Teddy,
que ya corría hacia el otro lado del jardín.
—¿Azul? —gritó Teddy no muy interesado en realidad, y es-
perando porque Harry hechizara nuevamente la snitch.
Harry volvió a tocar la alada pelotita dorada con la varita y la
hizo volar hasta donde Teddy y su dragón de peluche estaban, pron-
to el juego empezó de nuevo: Teddy persiguiendo la snitch mien-
tras él se sentaba junto a Andrómeda.
—Tendremos que repasar los colores nuevamente —suspiró
Andrómeda mientras extendía un vaso de jugo de calabaza hacia
Harry, que aceptó con una suave sonrisa.
—Me gusta mucho verlo correr, es increíble la vitalidad que
pueden tener algunas veces —comentó observando a Teddy saltar
un par de plantas pequeñas con el pobre muñeco rebotando contra
el piso; aquel había sido el primer regalo que Harry le había dado,
cuando apenas tenía un par de meses, lo había visto en una tienda
muggle y lo había comprado para el niño. Andrómeda había dicho
que era muy pequeño como para jugar con eso, sin embargo, poco
tiempo después, Teddy no podía dormir sin el muñeco a su lado.
—A veces tienen demasiada vitalidad —dijo Andrómeda algo
más divertida—, algún día, cuando tengas tus hijos, verás a que me
refiero con demasiada vitalidad.
—Sí —Harry miró distraídamente a Teddy, pensando en sus
hijos… Cuando tuviera sus hijos… ¿Cuándo podría tener hijos? Sería tan
complicado… se sintió un poco desanimado por pensar en ello, sin
contar aquel otro tema: Draco… Harry se había marchado de su ca-

1217
LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

sa y había salido a la calle sin saber qué hacer, de pronto sintiendo la


urgente necesidad de alejarse de él; del dolor que sintió al recordar
que años atrás lo había abandonado sin nada más que una horrible
carta justificadora. ¿No sería acaso sensato esperar que ocurriera lo
mismo si es que volvía a acercarse a él? ¿Acaso no había aprendido
ya la lección? Además, ¿qué se suponía que debía pasar a continua-
ción?, ¿decirle que lo quería, pedirle que volviera? ¿Esperar que él
le pidiera perdón?... Todo era tan complicado y doloroso…
—¿Acaso son problemas del corazón? —preguntó Andró-
meda poniéndole una mano en la espalda, Harry se sobresaltó por
el toque, ni siquiera había escuchado la pregunta.
—¿Cómo dices?
—Sé que no te gusta que la gente asuma cosas contigo, pero
en verdad, cualquiera pensaría que después de todo lo que has pa-
sado, los problemas con una chica serían pan comido.
—No es… —Andrómeda sonrió tratando de parecer com-
prensiva y Harry suspiró vencido, sabía que no podía retenerlo más
tiempo en su interior, porque probablemente estallaría—. Nadie
sabe mucho sobre esto… ni siquiera Ron y Hermione… eh… —
¿Draco se enfadaría si se refiriera a él como una «ella»?—… noso-
tros estuvimos juntos hace tiempo, pero luego… simplemente se
alejó, dijo que era lo mejor, y que eso haría que las cosas fueran más
simples para mí… ya sabes, que no quería causarme problemas…
ni…
—Harry, ya casi la tengo —interrumpió Teddy dando un
gran salto y agitando el peluche de un lado a otro hasta que logró
darle a la pequeña snitch, que salio impulsada hacia adelante, y por
un instante se quedó quieta antes de retomar su huida; Harry y An-
drómeda sonrieron hacia el niño, que soltó un grito guerrero y con-
tinuó persiguiéndola, ya sin prestar mayor atención a los adultos.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Yo… vi a esta persona hace poco —continuó Harry, no


queriendo ya detenerse, deseando sacar todo de su interior—, in-
cluso pensé que tenía un novio pero no era así... y me sentí conten-
to por eso, pero cuando se fue, hace ya tiempo, sólo se fue, no dijo
nada, me dejó una tonta carta y nada más, y ahora…
—Y ahora ya no sabes si volver a acercarte a ella o dejarlo pa-
sar…
—Algo así, sería tonto esperar que… que las cosas fueran
como antes, y siempre estará esa espina de que se fue sin decirme
mucho el porqué, pero… —Harry resopló—. ¡Qué complicado que
es todo!
—A veces, en esto de las relaciones, las cosas son más com-
plicadas de lo que uno espera…
—Supongo, es… —Harry bufó negando con la cabeza—.
Simplemente no sé qué hacer. Por un lado, quiero volver a verle, a
hablarle y que al menos seamos amigos, pero por otro…
—Aún sientes algo por ella, ¿verdad? ¿Después de tanto
tiempo?
Harry sólo se encogió de hombros, Andrómeda asintió com-
prensivamente sin forzarlo a una respuesta. Ambos permanecieron
en silencio por un momento más, escuchando las risas de Teddy,
hasta que Andrómeda habló nuevamente, haciendo sobresaltar a
Harry:
—El abuelo de Teddy, Ted, él y yo tuvimos una relación muy
extraña, ¿sabes? Él era hijo de muggles y yo pues, toda una sangre
pura, afanada por socializar con muchos otros sangre puras de fami-
lias extremadamente ricas, y con ascendencias bastante importan-
tes… ya te imaginás cómo era aquello, escoger al mejor partido, eso
de estarse enamorando era para los magos y brujas de menor cate-
goría… sin embargo, allí estaba yo, una jovencita casi comprometi-
da que no podía dejar de ir a comprar a la librería en la que Ted tra-

1219
LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

bajaba, me gustaba mucho, me gustó desde el primer día que lo vi,


tenía una sonrisa tan sincera y siempre conseguía hacerme reír… —
Andrómeda suspiró suavemente y miró hacia un punto indefinido
del cielo.
»Creo que lo que más me gustaba, era que no le tenía tanto
pavor a mi familia, o al nombre que representaba, ni me trataba
como los demás, con tanta hipocresía llena de modales y sonrisas
falsas. La primera vez que me invitó a salir, me negué por supuesto,
pero eso no lo detuvo, y siguió insistiendo. No fue hasta el quinto
intento en que acepté ir con él a tomar el té, supuse que ir a tomar
un simple té no estaría mal después de todo, pero nunca pensé que
me llevaría a un sitio como al que me llevó, no es que fuera un mal
sitio, era una adorable cafetería en las afueras de Preston, yo nunca
había ido tan lejos sola, sin mis hermanas; además, ya sabes, yo
acostumbrada en esa época a frecuentar los lugares más exclusivos,
no uno tan humilde como ese, me sorprendió que él no pretendiera
halagarme llevándome a un sitio caro y suntuoso, o aparentando co-
sas, que fuera tan honesto desde el inicio… y la pasé tan bien con él
aquella primera vez, que no dudé en aceptarle más invitaciones. Por
supuesto que me escapaba de casa para poder verlo —Andrómeda
soltó una pequeña carcajada—. Aún recuerdo cómo bajaba en esco-
ba por la ventana de mi habitación, no era muy buena sobre una es-
coba, y además, estaba el miedo de que me pillaran… mi padre era
muy estricto, incluso más que mi madre…
»Luego de unas cuantas citas más, él me besó… —Andró-
meda hizo una pequeña pausa, mirando hacia Teddy, y Harry no se
animó a decir nada hasta que ella decidió continuar—. Con eso me
di cuenta, con horror, de que estaba enamorada de él, me asusté y
me desaparecí, dejé de contestar sus cartas, de visitar los lugares
donde sabía que me lo podía cruzar, y de salir de casa incluso, pero
él era tan insistente… Un día, mientras paseaba con mis hermanas

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

por el callejón Diagon, se apareció de pronto, y pese a las malas mi-


radas que le daba Bellatrix, y a las de desdén que le daba Narcissa,
no se movió hasta que accedí hablar con él; ya te imaginarás toda la
escena… yo muerta de miedo, y además nerviosa, a Ted, a quien
había tratado de olvidar y al que estaba evitando, no le había impor-
tado nada, ni mis hermanas ni nadie con tal de poder hablar conmi-
go… Antes, en medio del callejón Diagon, cerca de Twilfitt y Tat-
ting, había una hermosa fuente de piedra, me dio mucha pena
cuando la derribaron durante la primera guerra… En fin, al pie de
esa fuente, delante de mis hermanas y en medio de la calle, Ted se
puso de rodillas y me pidió que me casara con él. Ese no era el pro-
tocolo correcto, primero el novio debía hablar con el padre y espe-
rar que él consintiera para luego hablarle a la novia… sé que hacen
las cosas diferentes ahora, pero en esa época era así…
—¿Y le dijiste que sí?
—Sí, le dije que sí, aunque luego Bellatrix dijo que no, que
era inaudito, que él era un osado por atreverse a siquiera dirigirme
la palabra, y me sacó a trompicones de allí, en cuanto llegamos a ca-
sa se lo dijo a mis padres, ellos se pusieron furiosos cuando les con-
fesé que en verdad sí había salido con él antes, y claro, que estaba
enamorada de él.
—¿Te prohibieron verlo, cierto? —preguntó Harry cada vez
más interesado, había escuchado muy poco (o casi nada) de la histo-
ria de Andrómeda.
—Por supuesto, y que saliera a la calle o mencionara a cual-
quiera mis locas ideas de casarme con un hijo de muggles; yo pro-
testé, les dije que era un gran chico y que debían darle la oportuni-
dad, aunque en el fondo sólo pensaba en la forma de escapar para
poder verlo pronto.
—¿Fue muy difícil escapar? Porque sé que, desde luego,
nunca te dieron su aprobación…

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LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

—Fue difícil, sí, y tras varios intentos lo conseguí… aunque


no sabía exactamente qué era lo que iba a hacer después, escapar…
¿Y luego qué? ¿Qué haríamos? ¿Cómo viviríamos? Una vez que lo-
gré salir, me empecé a sentir un poco aterrada por lo que podría pa-
sar, pero pese a eso, fui en su busca. Ted me recibió en su casa,
donde aún vivían sus padres, el vivir en la casa del novio, de esa
manera, era una falta muy grave en aquellos tiempos, mis padres se
enfurecieron más aún, y decidieron lanzar un ultimátum: o me
quedaba con Ted y dejaba de ser una Black y todo lo bueno a lo que
estaba acostumbrada, con la amenaza de que sería muy infeliz al la-
do de él porque no me sabría dar la vida que yo esperaba; o volvía a
casa, y me comportaba de la manera que ellos esperaban, y se olvi-
daban de todo aquel desagradable asunto.
—Ted se debe haber sentido muy feliz cuando lo escogiste.
—No… al principio no sabía qué hacer, pese a todo, yo que-
ría… o quiero a mis hermanas, sé que tú las conociste, y sé que sa-
bes todo lo que Bella hizo, pero en esa época de guerra, ellas ya no
eran como antes… no las justifico, sobre todo a Bella, sólo yo…
quería a la antigua Bella, a la que no estaba carcomida por la ambi-
ción de poder y su amor enfermizo hacia Voldemort; y a Narcissa…
ella creo que al final, hizo lo que pensó que era bueno para su espo-
so y su hijo, no creo que haya sido tan mala en el fondo…
—No… —Harry sintió una leve opresión en el pecho, Nar-
cissa, la madre de Draco, la que lo había salvado de morir en manos
de Voldemort, la mujer preocupada por su hijo, por quien Draco
había llorado tanto, no podía ser mala en absoluto—. Ella… tú sa-
bes, me salvó, y yo sé que no era una mala bruja.
Andrómeda asintió y se arregló el oscuro cabello hacia atrás,
en un claro síntoma de nerviosismo, según sabía Harry.
—En fin… pasaron varios días en los que no sabía qué hacer,
y no tanto por el miedo a quedarme sin oro o un gran nombre, esas

1222
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

cosas eran las que menos me preocupaban en realidad; además la


familia de Ted era muy amable y yo había descubierto que la pasaba
mejor en su casa, ayudando a sus hermanas y a su madre, de lo que
me la pasaba en muchas de las aburridas reuniones para tomar té
con la gente de la más alta sociedad mágica; sin embargo, el que mis
hermanas no me volvieran a hablar, el que mi madre y mi padre de-
jaran de verme como su hija… Yo no tenía muchos amigos, o mejor
dicho ninguno a excepción de Ted y su familia, los demás eran me-
ros conocidos, gente que no me ayudaría, que sólo buscaba su inte-
rés propio. Mis hermanas en cambio, habían sido mis confidentes,
y sentía que me estaba quedando sola.
—Pero al final escogiste quedarte con Ted y fuiste feliz… tu-
viste la fortaleza para anteponer lo que sentías por él a todos los
otros problemas e inconvenientes —declaró Harry, pensando en
Draco y en su egoísta decisión, pero se sorprendió de la respuesta
que le dio Andrómeda:
—No —negó con la cabeza—, no fue así de fácil, te dije que
tuvimos una relación muy complicada… Yo lloraba y Ted me veía y
me decía que me amaba y que todo estaría bien, que me entendía si
quería regresar a mi casa, que no me obligaría a hacer algo que yo
no quería hacer o que me causara tanto dolor… y estuve a punto de
aceptar quedarme con él, es más, ya lo tenía pensado cuando… el
lugar en el que trabajaba Ted fue atacado, sólo un herido: Ted.
—¿Fue durante la primera guerra con Voldemort? —pre-
guntó Harry.
—No, en esa época no habían más que rumores sobre Vol-
demort, y no necesité mucha intuición para saber que era mi fami-
lia la responsable del ataque… Ted nunca me culpó ni me increpó
nada, aunque estuvo internado unos días, pero su familia sí. Deja-
ron de hablarme, y le dijeron a Ted que era una locura que me

1223
LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

mantuviera a su lado, que lo correcto era que me fuera a casa, que


no era el tipo de mujer que el merecía…
—¡Harry! —gritó Teddy interrumpiendo el relato, Andró-
meda y Harry aplaudieron cuando el niño volvió corriendo, con las
mejillas sonrojadas, con la snitch en una mano, agitándola feliz.
—Ya es hora de entrar, Teddy —informó Andrómeda po-
niéndose en pie, Teddy hizo un puchero y miró a Harry imploran-
te, aunque no funcionó. Harry sabía muy bien que si Andrómeda
decía que había que entrar, no había nada que pudiera objetar.
—Vamos, es hora de almorzar, ¿no tienes acaso hambre?
—¿Luego podremos seguir jugando? —preguntó hacia Ha-
rry, que asintió tranquilamente.
—Entonces sí —sonrió el niño, conforme, mientras tomaba
la mano de Harry y lo guiaba hacia el comedor.

–|– 

Se tapó mucho más con la cobija. A su lado, en la mesa de


noche, estaba la libreta y la lapicera en la que había empezado a to-
mar notas sobre el efecto de la poción que estaba infectando a tan-
tos; ya no le interesaba tanto, simplemente había perdido las ganas
de hacerlo, se sentía mucho más cansado y decaído que cuando se
había despertado, y pensó que tal vez tomar una poción para dormir
sería buena idea.
—¿Te duele algo? —preguntó Gael con voz culpable, Draco
no contestó, cerró los ojos y suspiró suavemente. Había estado así
desde que Gael le había dicho que Harry se había ido, y que no ha-
bía dicho cuándo iba volver. O si era que iba a volver algún día.
Draco intuyó que no. Que Harry no volvería, que después de todo,
sí seguía enfadado con él, o peor aún, que ya lo había olvidado, que

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

había hecho su buena acción del día, y se había marchado a salvar a


algún otro chico que necesitase de su ayuda.
—Draco… sé que no estás durmiendo lo suficiente… si es
que necesitas…
—Sólo quiero descansar un rato —contestó finalmente con
voz rasposa, la noche anterior se había ilusionado, demasiado, con
la forma como Harry le sonreía, por la forma como le hablaba, por
lo que había sentido cuando lo había tocado. Sabía que tenía que
pedir disculpas, tal vez perdón, y hasta había pensado que Harry
podía sentir algo por él aún, quién sabe, con algo de tiempo, al me-
nos ser amigos de nuevo, como antes… Era increíble que querién-
dolo tanto, sintiera que se podía conformar con tan poco, pero aho-
ra… estaba solo nuevamente, Harry no le había dado la oportuni-
dad de decirle siquiera cuánto lo había extrañado, mucho menos
cuánto era que necesitaba su presencia y sus palabras, cuánto lo ne-
cesitaba a él; sus discusiones, sus charlas, su simple compañía…
Nunca antes el haber dejado a Harry en el pasado, le pesó tanto
como en ese momento.
Gael permaneció sentado a un lado, leyendo uno de los li-
bros para las clases que iniciarían la siguiente semana, sintiéndose
completamente culpable de muchas cosas, dándole vueltas a las pa-
labras de Harry, no debía haberlo molestado tanto, menos increpar-
le cosas de las que, tal como le había recordado Potter, no estaba se-
guro, ni siquiera tenía el más mínimo conocimiento, simplemente
había asumido cosas. No soportaba ver a Draco así. Sabía que no
era por que se sintiese mal, cuando en la mañana había entrado con
Mikel, Draco lucía bastante bien, y bastante animado, pero fue en-
terarse de que Harry se había ido e incontinenti para que cayera en
ese letargo. Ni siquiera le había pedido las explicaciones sobre por
que le había dicho a Harry que eran novios, o de dónde lo conocía.
¿Qué se suponía que debía hacer ahora para poder ayudar a su ami-

1225
LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

go?, a quien, debía admitirlo, no había visto sonreír, o que los ojos
le brillasen de esa manera antes, nunca. Solamente cuando Harry
estaba cerca.

–|– 

Comer con Teddy y Andrómeda siempre era una gran expe-


riencia: Andrómeda trataba de enseñarle a Teddy los modales sobre
la mesa y Teddy se la pasaba dejando caer la comida y quejándose de
las verduras, la mayoría de las veces Harry las desaparecía cuando
Andrómeda no se daba cuenta, aunque más de una vez había sido
pillado y regañado, en esas ocasiones, Teddy sonreía cómplicemente
y dejaba de quejarse para no recibir una reprendida similar.
Luego de que Teddy fuera a dormir la siesta, Harry y An-
drómeda se acomodaron en la pequeña sala de estar, con una copa
de vino cada uno. Harry se sentía un poco más relajado ahora, escu-
char a Andrómeda, hablar y compartir las risas de Teddy, lo ayuda-
ban siempre. Además, ahora se sentía un tanto curioso con respecto
a lo que había pasado entre Ted y ella:
—¿Qué pasó luego? —preguntó suavemente—. Digo, si qui-
sieras contarme…
Andrómeda sonrió y asintió, le dio un sorbo a su copa antes
de contestar:
—¿Dónde me había quedado…? Ah, sí, el ataque. En adelan-
te, las cosas ya no fueron nada bien… fue como a la semana de que
Ted estuviera ya en casa, notó lo infeliz que yo era, con su familia
ignorándome y tratándome desidiosamente, y con mi familia en-
viando lechuzas y elfos para repetirme una y otra vez que el tiempo
de decidir terminaba.
—¿Entonces…?

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Entonces —suspiró Andrómeda—. Ted hizo lo último que


yo esperaba que hiciera: terminó conmigo, rompió nuestro com-
promiso, incluso empacó mis cosas, y él mismo avisó a Narcissa pa-
ra que mandara un carruaje. Recuerdo tan bien la escena. Él dicién-
dome que lo mejor para mí era volver porque no soportaba verme
infeliz, y yo en la puerta de su casa, con el baúl a un costado, mi-
rando con el corazón destrozado el carruaje y no queriendo creer
que todo hubiera terminado de esa manera. En cuánto volví a casa,
mis padres actuaron como si nada hubiera ocurrido, y continuaron
con la selección de un esposo, yo me pasaba los días enteros ence-
rrada en mi habitación, no lograba comprender por qué Ted había
hecho tal cosa, habíamos llegado tan lejos y sin embargo, al final,
había sido él mismo quien terminó con todo.
—Lo lamento… supongo que había una excusa para eso.
—Oh, sí, claro que la había… Ted simplemente pensó que
me arruinaba la vida manteniéndome a su lado, su familia no me
quería ya, mi familia tampoco, yo estaba sola… me costó mucho
entenderlo, pero en ese momento, por mucho que yo lo amara, tal
vez no estaba lista para soportar todo eso… A veces es así.
—¿Entonces cómo fue que… ya sabes, que volvieron a estar
juntos?
Andrómeda sonrío.
—Pasó mucho tiempo antes que eso sucediese. Mi padre ha-
bía logrado un compromiso ventajoso, con un francés… Popescu,
Pierre Popescu, un conde muy famoso por esa época… Viviríamos
en Francia, naturalmente, lejos de Londres, yo tomé la noticia como
todo en esos días, sin el mayor entusiasmo; había perdido a Ted,
nada me importaba realmente. Se hizo una gran publicidad sobre la
boda, una de las más grandes que se realizaría, miles de invita-
dos…mucho oro invertido… —Andrómeda agitó una mano qui-
tándole importancia al asunto—. Ya te imaginas toda la suntuosidad

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LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

y grandilocuencia de esa época. No fue hasta unos días antes de la


boda en que Ted volvió a buscarme. Había pasado ya más de un
año, y aún así, no tenía deseos de salir ni hacer nada, pero tenía que
preparar todo para la boda, ya sabes, escoger invitaciones, lo que se
serviría durante el banquete, el vestido, etcétera… Fue en una de
esas salidas en que Ted apareció, recuerdo tan bien su aspecto, cada
pequeño detalle… Yo estaba furiosa. Apareció en uno de los vesti-
dores de una muy exclusiva casa de modas de esa época… supongo
que me había estado siguiendo por días, y al fin pudo colarse allí.
En cuanto lo vi, me enoje mucho y le pedí que se marchara… yo lo
quería, lo amaba, incluso más que antes, pero habían cosas que pen-
saba que no se podían solucionar, heridas que no se podían sanar,
eso pensaba hasta que dijo que me amaba; entonces todo fue tan…
Era increíble cómo con sólo escuchar esas palabras, pude borrar to-
do el dolor que sentía.
—¿Y qué hicieron entonces…? ¿Es decir, lo perdonaste allí
mismo?
—Sí, pese a mi enojo, mi fuerza de voluntad flaqueó a tan
solo unos segundos de mirarlo, y se derrumbó cuando dijo que me
amaba.
—Vaya…
—Nos escapamos en ese momento, simplemente desapare-
cimos de allí, esa misma noche encontramos un lugar donde casar-
nos y lo hicimos, mi familia estaba furiosa, pero un lazo mágico de
matrimonio ya nos unía, no había nada que pudieran hacer, no supe
más de ellos después de eso. Y su familia… le costó trabajo, pero al
final, nos terminamos llevando bastante bien.
—No puedo creerlo, ¿así no más? Sin pensarlo mucho ni
nada…
—No había mucho qué pensar, querido. Él me amaba, yo lo
amaba…

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Pero después de todo lo que había pasado? De que te ha-


bía dejado ir…
—Nadie es perfecto, estás muy equivocado si piensas encon-
trar a una persona perfecta. No sería humana. A veces creemos estar
haciendo lo correcto y nos equivocamos, fallamos y algunas veces
esos errores son irreparables, otras tantas, sin embargo, tenemos la
suerte de poder enmendarlos y al final conseguir ser felices.
—Supongo que lo que me dices es que debo abrirme a la po-
sibilidad de que algo más pase, que pueda… perdonar.
—No lo sé, no sé cuál es la historia o las razones por las cua-
les ella te pudo dejar, o cuánto daño pudo causarte realmente, pero
sí sé que cuando estamos enamorados, buscamos lo mejor para la
otra persona, así eso signifique sacrificarnos, perder cosas importan-
tes para nosotros; tú lo debes entender, tu madre se sacrificó por ti
porque te amaba… Y tal vez ella hizo lo mismo. O tal vez no, tal
vez simplemente usó eso como excusa para alejarse, no hay forma
de que yo lo sepa, y ni siquiera estoy segura de que tú lo tengas en
claro.
—Yo… sólo me dejó una carta —dijo Harry con voz ausen-
te—. Ni siquiera me lo dijo a la cara… no me dio la opción de de-
fenderme, de darle mis razones para…
—¿Aún la extrañas, no? —preguntó Andrómeda con voz
suave.
Harry simplemente asintió en respuesta, y le dio un largo
trago a su copa de vino.
—¿Y ella parecía feliz de verte?
—No estoy seguro… todo fue raro, pero me sonrió —res-
pondió sonriendo un poco más hacia Andrómeda—. Sí, creo que
en el fondo le gustó verme.
—Allí tienes tu respuesta entonces —concluyó Andrómeda
con alegría—. Nadie dice que te lances nuevamente a una relación

1229
LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

con ella, o que quieras que las cosas sean como antes, pero al me-
nos, sí que trates de darte la oportunidad de ver qué pasa, de redes-
cubrir si aún la quieres y si ella te quiere. Pienso que por alguna ra-
zón se cruzó nuevamente en tu camino, tal vez eso quiere decir al-
go.
—Tal vez…

–|– 

Gael fumaba un cigarro apoyado contra una de las paredes de


entrada al edificio donde Draco vivía. Había intentado durante todo
el día hacer que Draco reaccionara, que dijera algo más pero había
sido inútil. Había tomado las pociones en las horas acordadas y ha-
bía probado algo de comida, pero nada más, y se sentía cada vez más
miserable, la idea de ir a rogarle a Potter que volviera, parecía a cada
instante la más adecuada, sin embargo, luego de la discusión de la
mañana, no cogía el valor para hacerlo. Lo más probable fuera que
Potter se negara en redondo, que dijera que ya había cumplido, que
había ayudado a Draco y punto, que no quería saber más nada. Y lo
peor era que Gael le daba, en cierta forma, la razón.
—¿El paciente? —preguntó Mikel delante de él. Gael se so-
bresaltó, ni siquiera había notado su presencia.
—Hola… Está arriba, durmiendo.
—Ya veo, está bien sentirse algo cansado, ha sido un gran
desgaste de energías y de magia.
—Ha tomado sus pociones y parece estar bien…
—¿Harry está arriba?
—No, él se fue está mañana, antes que tú llegaras y no ha
vuelto.
—¿En serio? Que extraño, pensé encontrarlo aquí…
—No, y tal vez no vuelva.

1230
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Oh, ¿se peleó con Draco? —preguntó sinceramente preo-


cupado y Gael negó agachando la cabeza, sintiéndose culpable nue-
vamente.
—Discutió conmigo… creo que metí la pata.
Mikel frunció el ceño y miró hacia lo alto del edificio, como
si así pudiera constatar el estado de Draco para luego mirar a Gael,
fumando lentamente y con cara de cachorrito apaleado.
—Escucha, he tenido un terrible día, ¿no quieres acompa-
ñarme a tomar una copa? Estoy seguro que debe haber un sitio por
aquí… creo que a ti también te haría bien.
—Yo…
—Será sólo un momento.
Gael miró hacia arriba también. Draco dormía, tal como ha-
bía hecho durante todo el día, era muy probable que ni siquiera no-
tara su ausencia, y Mikel tenía razón, una copa no le haría daño.
—De acuerdo.

–|– 

Harry abrigó un poco más a Teddy y se quedó observándolo


por un rato, cuando dormía realmente parecía un pequeño ángel,
aunque despierto fuera un pequeño terremoto. Le gustaba pasar
días enteros con él, trataba de hacerlo siempre que podía, y se ale-
graba de haberlo hecho, la paz que le infundía era realmente increí-
ble.
—Espero que puedas venir pronto… a él le encanta que ven-
gas, a mí también me agrada.
—Claro que lo haré —respondió Harry poniéndose de pie
para salir de la habitación del niño, Andrómeda lo siguió en silencio
hasta la entrada.
—Ya sabes, esta es tu casa.

1231
LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

—Gracias… por todo —dijo dándole un beso en la mejilla a


la mujer.
Harry salió al jardín, por lo general los fines de semana y las
vacaciones a esa hora de la noche volvía a casa y se daba un baño pa-
ra luego, junto a Noah algunas veces, otras solo, ir a algún bar o
discoteca y pasarla bien. Esa noche apareció en su casa, y Noah ya
no estaba, tal como había esperado, se metió en la ducha, tomó un
rápido baño, y se vistió para salir, esta vez llevaría la moto, y no iría
a ninguna discoteca, sino a Wooler Street

–|– 

Era viernes, así que tal como esperaban, el bar estaba reven-
tando de gente; lograron hacerse de una mesa en una de las esqui-
nas, y pronto ambos tenían una cerveza delante. Gael se sentía un
poco extraño allí, no solía salir, no tenía muchos amigos para hacer-
lo, sólo a Draco, quien no salía a ningún lado. Recordó que cuando
vivía en Estados Unidos solía salir más seguido… sentía que ese
tiempo ya era muy lejano.
—Entonces… supongo que Harry se enfadó porque…
—No he dicho por qué se enfadó —contestó Gael dándole
un sorbo a su vaso de cerveza.
—Pues, si no me lo quieres contar no hay problema, parecía
como si necesitaras hablar —Mikel se encogió de hombros y le de-
dicó una pequeña sonrisa. Gael se removió algo incómodo en su
asiento, lo cierto era que sí necesitaba hablar con alguien, por lo ge-
neral era Draco quien lo escuchaba, aunque esta vez no creía que el
rubio estuviera de humor para hacerlo. Se aclaró la garganta un po-
co antes de hablar:
—Se molestó porque le hice creer que era el novio de Draco
y luego lo acusé de lastimarlo.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ah… interesante…
—Más que eso… no creo que vuelva, y Draco está como ido
por eso, desde que le dije que no sabía cuándo regresaría… he ca-
gado todo en proporciones astronómicas —declaró antes de darle
un sorbo a su bebida.
—Vaya concepto.
—Es en serio. Draco se enfurecerá cuando descubra que Pot-
ter se fue por mi culpa, aunque parecía enfadado cuando supo que
lo había traído —suspiró profundamente y le dio otro trago largo a
su bebida—. No tienes idea de lo feo que se pone cuando se
enoja… Da miedo.
Mikel sonrió comprensivamente.
—Harry también, es mejor no conocerlo enojado.
—Pues yo ya conozco a ambos. Y sí, Potter también da mie-
do.
—Nah —desestimó Mike, agitó una mano restándole im-
portancia—, en el fondo es un buen chico. No haría nada realmen-
te malo. Ya sabes, es muy noble y todo eso, aunque no lo quiera
admitir.
—Y Draco no es mala persona, ni alguien cruel, aunque los
demás no lo quieran notar…
—Ah… sí, el asunto de ser mortífago, supongo que algo de
eso tiene que ver con que ya no viva en el campus.
—Sí… algo, aunque no lo sé bien, creo que sí, el director es
parte del Wizengamot, Draco dijo que era de los que se oponía a
dejarlo libre… ya sabes, durante ese juicio.
—Supongo que la gente no sabe perdonar… o tolerar ciertas
cosas, y también que si Harry es su amigo es porque conoce verda-
deramente a Draco y no cree que sea una persona con intenciones
protervas.
—¡Y no lo es!

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LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

—¿A ti te gusta, no? —preguntó Mikel tras escuchar la pro-


testa de Gael, que se sonrojó ligeramente y apartó la mirada.
—No —negó rápidamente Gael, aunque no estaba muy se-
guro de estar diciendo la verdad del todo, lo cierto era que lo que
sentía por Draco aún era algo confuso para él—, él es mi mejor
amigo y justamente por eso, porque le quiero, no deseo que nadie
le haga sufrir…
Por un instante Mikel se quedó en silencio, analizando la
respuesta y la actitud de Gael. Se inclinó un poco hacia delante para
acercarse más al chico:
—Harry también es mi amigo y aquí entre nos, creo que ya
entendí cuál es la razón por la que es tan emocionalmente inesta-
ble… creo que tu amigo tiene que ver, lo supe en cuanto se vie-
ron… esa forma de mirarse… ¡wow!
—Te entiendo, Draco casi nunca sonríe, y jamás de esa ma-
nera… —confesó Gael sin prestar real atención a Mikel y recordan-
do la noche anterior, cuando Draco había despertado.
—Espero que Harry vuelva, puedo ir a buscarlo, hacerlo en-
trar en razón…
—No creo… Potter dijo que Draco… que en el pasado, Dra-
co ya lo había lastimado, creo que en realidad se fue por eso…
—¿Eso dijo?
—Ajá.
—Noah, el chico con el que Harry salía, dijo que él estaba
herido, que aún quería a alguien más, ese es Draco, sin duda algu-
na.
—Creo que lo conocí, estaba en casa de Potter, es un chico
muy desagradable.
—Por lo general no lo es, aunque sí muy despistado… le ad-
vertí que estar con Harry era mala idea, se notaba que no funciona-
ría desde el inicio, pero no entendió.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Ya no están juntos?


—No… no lo están… —Mikel suspiró y levantó una mano
para que la camarera les trajera más cerveza—. ¿Y ustedes general-
mente por dónde andan? No los he visto antes en ninguna de las
discotecas.
—Draco no sale mucho, ya te conté.
—Ya, pero, ¿y tú?
—Pues… ya te dije, no salgo mucho porque Draco…
—De verdad te debe gustar Draco —concluyó Mikel con
voz seria.
—No, en serio no me gusta… es sólo mi amigo, y siempre
he pensado que sería buena idea que saliera más.
—Entonces tienes que juntarte un día con nosotros —dijo
Mikel un poco más animado y tratando de animar a Gael. Lo cierto
era que se veía mucho más lindo cuando sonreía que cuando estaba
triste—. Es más, podemos convencer a Draco, y si no, no importa,
es decir no necesariamente tienen que andar todo el tiempo juntos,
¿verdad? —preguntó arqueando una ceja.
—Pues no…
—¿Ves? Será divertido entonces.
Gael sonrió y desvió la mirada un poco, sintiéndose extra-
ñamente abochornado por la sonrisa que le daba el chico.

–|– 

Harry dejó la moto en un lado de la calle, aplicó todos los


hechizos de seguridad anti muggles que se conocía y desabotonan-
do la casaca de cuero, subió las escaleras con relativa tranquilidad,
en una mano cargaba una gran bolsa de comestibles: jugo de calaba-
za embotellado y emparedados, aún recordaba cuáles eran los favo-
ritos de Draco.

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LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

Tocó la puerta suavemente, pero al cabo de un rato, no hubo


ninguna respuesta, volvió a intentarlo y nada pasó; un tanto más
preocupado, miró a ambos lados del pasillo y escuchó los ruidos de
la mujer con el bebé nuevamente antes de sacar la varita y usar un
par de hechizos hasta que la puerta emitió un pequeño crack y se
abrió.
Dentro todo estaba a oscuras y en silencio, no era un cuarto
tan grande como para no tener una vista panorámica de lo que ha-
bía allí con tan sólo una mirada: Draco estaba acurrucado en la ca-
ma, y Gael había desaparecido.
«Eso es bueno», pensó Harry mientras cerraba la puerta con
cuidado para no hacer mucho ruido, y dejaba las bolsas sobre la me-
sa del escritorio, en cuanto se volteó hacia la cama de Draco, descu-
brió que el chico ya estaba despierto, sentado y mirándolo curiosa-
mente.
—Hola.
—Volviste —dijo Draco lamentando no haberse arreglado un
poco más, seguramente tendría los ojos hinchados y el cabello he-
cho un desastre por haber pasado el día entero en la cama.
—Claro… y traje comida —señaló las bolsas sobre la mesa.
Draco sonrió, recordando a Harry y sus canastas de comida,
las cuales usaba como bandera de la paz, se preguntó si era lo mis-
mo ahora, un símbolo de tregua entre ambos.
—Genial… ahora tengo un poco de hambre.
—¿En serio? ¿Te has sentido bien? ¿Has tomado todas las
pociones que Mikel te dijo?
—Sí, señor, pero justo ahora tengo hambre —protestó apar-
tando los cobertores para ponerse en pie y ayudar a Harry.
—Bien, podemos comer ahora, pero no te levantes aún, ayer
casi caes y no quiero que te debilites o enfermes…

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Me pregunto si algún día dejarás de cuidar de mí de esa


manera —suspiró tapándose nuevamente y acomodando las al-
mohadas para sentarse más cómodamente.
—No, creo que nunca… —murmuró Harry sacando los
emparedados y el jugo de las bolsas, no muy seguro de que Draco
lo hubiera escuchado, ni siquiera estaba seguro de querer ser escu-
chado por Draco.
Pero Draco sí lo escuchó, y sonrió; siendo honestos, él no
querría jamás dejar de ser cuidado por Harry de esa manera.

–|– 

Una hora después, Gael y Mikel llegaron a la habitación, en-


contraron a Harry y a Draco, ambos con las piernas cruzadas a lo
indio, sentados sobre la cama, conversando animadamente, Draco
tomaba notas nuevamente en aquella libreta, mientras Harry habla-
ba y hablaba.
—Vaya, ¿entrevistando al gran héroe? —preguntó Mikel,
Draco y Harry, metidos en su conversación no los habían advertido
al llegar.
—Que gracioso —masculló Harry.
—No, lo cierto es que yo trato de trabajar en algo mientras
Harry habla, como de costumbre, en exceso, tratando de distraerme
—replicó Draco sin levantar la vista de la libreta.
—Y en el fondo le encanta, pero se hace el que no —com-
plementó Harry apartándose rápidamente de la cama, justo antes
que una almohada llegara hasta el sitio donde antes había estado
sentado.
—Potter —siseó Draco.
—Malfoy… —replicó Harry burlón.

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LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

—Bien, ya todos sabemos nuestros apellidos, que tal si ahora


revisamos a Draco y nos aseguramos de que verdaderamente está
bien —masculló Gael, con los brazos cruzados, algo achispado por
las cervezas que había tomado antes y por qué negarlo, algo celoso
de la forma como ellos dos se llevaban. Harry lo miró fijamente y se
sintió sonrojar.
—¿Por qué tú y Gael no van fuera un momento? Necesito
algo de privacidad —pidió Mikel.
—Claro.
Harry y Gael salieron en silencio y se pararon uno a cada la-
do del pasillo. Pronto Harry sacó un cigarro y comenzó a fumar
lentamente, esperando a que Mikel terminara y pensando en la
forma de deshacerse de Gael para poder seguir hablando con Draco
como momentos antes; Harry había decidido que por lo pronto, no
estaría capacitado de pedir explicaciones sobre lo que había pasado
antes, sobre la forma como Draco lo había dejado, no creía estar lis-
to para escucharlo, y se sintió tranquilo de que Draco, al parecer,
opinara igual, puesto que rápidamente se habían enfrascado en una
charla completamente diferente a esa. Harry le había hablado de lo
que habían averiguado de la poción y sus efectos, incluso de los
chocolates que pensaban estaban envenenados, mientras Draco
anotaba cosas, aunque sinceramente esperaba que pronto la conver-
sación se dirigiera a algo más personal, se moría de ganas de contar-
le a Draco millones de cosas, y de que Draco le contara cosas tam-
bién. Era increíble conversar con él de esa manera, como cuando
eran solamente amigos y compartían las noches en la habitación de
«El Hada Hermosa», casi como si el tiempo no hubiera pasado. Ca-
si.
—Escucha —dijo Gael de pronto, su voz sonaba un poco ex-
traña, Harry giró un poco el rostro para verlo con expresión aburri-
da—; lamento lo de la mañana, tienes razón, no debí pensar o asu-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

mir cosas… que en verdad no me incumben —continuó a pesar de


la expresión desidiosa de Harry.
—De acuerdo.
—Y escuché cuando dijiste que Draco era el que… ya sa-
bes… pero…
—Tú lo has dicho, no te incumbe —interrumpió Harry fría-
mente, apartando la mirada.
—Pero, quisiera que no te fueras, yo creo que no deberías ir-
te…
Harry no contestó nada, siguió mirando a través de los ven-
tanales hacia la oscura noche, hasta que Mikel les dijo que podían
pasar nuevamente.

–|– 

El resto de la noche transcurrió en un silencio un tanto pesa-


do, Draco supuso que tendría que ver con el hecho de que Harry y
Gael parecieran no soportarse.
Pese a todo, el primero en declarar que se marchaba fue Ha-
rry, Draco percibió la mirada alertada de Gael mientras el chico to-
maba algunas de sus cosas para irse, contándoles que tenía la moto-
cicleta afuera y que había tenido un día demasiado largo, y que es-
taba cansado.
—No olvides hacer todo lo que Mikel te ha pedido que ha-
gas —recomendó Harry mirando hacia Draco, y ya listo para mar-
charse.
—Por supuesto —contestó Draco un poco tenso.
—De acuerdo —Harry bostezó y sonrió suavemente—, lo
siento, jugar con Teddy todo el día siempre me deja agotado.
—Claro…

1239
LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

—Mañana vendré —declaró cuando estaba ya junto a la


puerta, su mirada se dirigió hacia Gael a modo de advertencia, y
luego hacia Draco, que ya sonreía—, si es que no te molesta… ya
sabes…
—¡Para nada!, es decir… me encantaría que vinieras —com-
pletó Draco empezando a sentir lo que parecía un sonrojo. Espera-
ba no sonrojarse realmente, no delante de Gael al menos.
—A mí también me encantaría —contestó Harry antes de
ampliar su sonrisa—, te veré mañana.
—Genial.
En cuanto la puerta se cerró, la sonrisa del rostro de Draco
desapareció, y su mirada se enfocó en Gael, que no se había movido
de su lugar; era inútil, lo sabía, si escapaba en ese momento, Draco
hallaría la forma de encontrarlo y entonces todo sería peor.
—Escucha… —empezó a explicar Gael con las manos en al-
to mientras Draco cruzaba los brazos y fruncía el ceño.
—Exacto, es lo que quiero, escuchar qué demonios pasó.
—¿Recuerdas cuándo hubo la explosión en el supermerca-
do? —preguntó suavemente Gael, lo mejor era contar la historia
desde el inicio.
—¿La explosión? Gael, por favor, no empieces a dar vueltas,
¿qué tiene que ver Harry con eso?
—Mucho —se apresuró a aclarar Gael—. Fue allí cuando lo
conocí… él fue a verte a San Mungo, se coló a tu habitación mien-
tras yo hablaba con los aurores y…
—¿Estuvo en San Mungo? ¿Cómo es que no lo vi? ¿Cómo
pudiste no decirme? —reclamó Draco furioso.
—Estabas inconciente… él… —Gael negó con la cabeza y se
puso en pie caminando hacia la ventana para ver la calle, blanca por
la nieve, y notando que la moto de Potter ya había desaparecido—.

1240
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Yo pensé… ¡lo lamento! Tú tienes la culpa de todo —increpó gi-


rándose para mirar a Draco nuevamente.
—¿Yo tengo la culpa? Ah, no, ni creas que cambiarás los pa-
peles, no es mi culpa, definitivamente.
—Cuando me contaste de ese chico… del que querías y…
—Yo no he dicho que Harry fuera ese chico —advirtió Dra-
co con voz baja y amenazante.
—Yo lo sé, ¿de acuerdo? He visto su fotografía en tu cajón…
sé que se trata de él y yo pensé… por la forma como hablaste de él,
por las cosas que me dijiste aquella vez, creí… asumí que él te había
dejado, y que por eso aún lo querías y…
—¡Merlín, Gael! —exclamó Draco pasándose una mano por
el cabello y deseando tener un cigarro a mano.
—Cuando él fue a San Mungo y lo encontré tan cerca de ti,
pensé… —Gael se contuvo de decirle que se había sentido un poco
celoso—… le dije que no se acercara a ti, pensé que él te había las-
timado antes, y le dije que eras mi novio para que se apartara… para
que no te molestara más…
—No tenías derecho a decirle eso… Él se lo creyó, ¿sabes?
—Lo sé; de todas formas, me dio su tarjeta, me dijo que lo
buscara si llegaba a pasarte algo malo… Yo sólo la acepté por li-
brarme de él, no pensaba usarla jamás, ni menos decirte nada, por-
que pensé que te estaba protegiendo y…
—Gael —suspiró Draco—, no debiste… no tenías dere-
cho… las cosas que pasaron entre él y yo…
—Lo sé, Potter me lo dijo… yo… —Gael se giró hacia la
ventana nuevamente, pensando en qué decir.
—¿Él te lo dijo? ¿Qué fue lo que te dijo exactamente? —pre-
guntó ansioso Draco, y olvidando por el momento su rabia contra
Gael.

1241
LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

—Yo le dije que simplemente no quería que te lastimase co-


mo en el pasado —Draco negó con la cabeza y se dejó caer sobre las
almohadas, escuchando el relato de Gael—, y él me dijo que no ha-
bía sido así… que tú eras el que había decidido que no debían estar
más juntos…
—Ya veo… —Y Draco tenía que ser honesto, se sentía de-
cepcionado, había esperado que Harry le confesase algo más a Gael,
algo como que tal vez ahora quería estar con él nuevamente, que
aún sentía algo por él y que por eso no lo lastimaría, pero no fue así.
—¿En verdad tú lo dejaste? —preguntó Gael en voz baja.
—¿No te dijo nada más? —preguntó Draco pese a todo.
—Sí, que no me metiera en asuntos que no me concernían
—masculló Gael torciendo el gesto—. Y no me has contestado.
—No tengo por qué hacerlo.
—Ya lo has hecho —suspiró Gael—, contestarme —aclaró—.
No puedo creer que lo hayas dejado tú…
—Es algo complicado…
—Como sea, él ya sabe que no soy tu novio y que nunca lo
fui —aquella declaración sonó amarga, pensó Draco, pero no inte-
rrumpió a Gael—, y parece que no quiere perderte de vista de nue-
vo… ha dicho que volverá mañana.
—Sí… eso ha dicho —suspiró Draco mirando hacia la puerta
por donde Harry había salido, y pensando en que aquella noche no
podría dormir dándole vueltas a todo lo que Gael le había dicho.
—Mira —dijo Gael luego de un momento más de silencio, y
caminando hacia la cama donde Draco seguía recostado y mirando
hacia el otro lado de la habitación—, pensé… eres mi mejor amigo,
¿de acuerdo? —declaró sentándose junto a Draco que giró al fin el
rostro para verlo—. En verdad lo eres y no quería… no me gusta
que la gente te maltrate, me pareció que ya era demasiado que tu-
vieras que soportar a los aurores y a todos los que se creen con au-

1242
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

toridad moral para juzgarte, como para dejar que tu ex, quien por
cierto no me cae tan bien, te lastime. Sólo pensaba que estaba ha-
ciendo lo correcto, y sé que puedes estar enfadado conmigo, tienes
derecho, pero sólo quería cuidar de ti.
—No necesito que nadie cuide de mí, Gael —contestó Dra-
co con voz calmada, parte de su rabia hacia el chico había desapare-
cido tras la última declaración—, sabes que yo también te conside-
raba mi amigo, y por eso justamente creí que sabrías que no me
gusta que asuman cosas respecto a mí, el decirle eso a Harry fue
una atribución que nadie te dio.
—Lo comprendo… entenderé si es que quieres que me vaya,
y también si es que no quieres hablarme de nuevo —contestó Gael
asintiendo suavemente—, pero que sepas que lo hice porque pensé
que era lo mejor para ti.
—Lo mejor para mí —repitió Draco recordándose que esa
misma excusa había usado él para dejar a Harry, porque era lo me-
jor para él. Se sentía feo cuando la gente hacía cosas creyendo que
era lo mejor para uno y sin siquiera preguntar.
Gael le dio una mirada nerviosa y luego suspiró vencido,
cuando se puso en pie, dispuesto a marcharse, la mano de Draco se
cerró alrededor de su muñeca y lo detuvo.
—Supongo que… —dijo Draco con voz calmada—, de todas
maneras voy a necesitar quien me ayude con las pociones, ahora
que empiecen las clases tendremos mucho trabajo.
Gael sonrió un tanto aliviado y asintió:
—Sí, y ya sabes, el oro extra nunca cae mal.
—Cierto —aceptó Draco soltándolo al fin.
Gael se removió indeciso sobre su sitio, hasta que negó con
la cabeza y se lanzó a los brazos de Draco, dándole un abrazo.
—Gracias, de verdad, nunca más haré nada como eso —
suspiró aliviado.

1243
LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

—Ya, ya… —respondió Draco palmeándole la espalda un


tanto confundido, Gael, si bien era cierto se abrazaba a él algunas
veces, nunca lo había abrazado de esa forma—, que me voy a arre-
pentir.
Gael soltó una pequeña carcajada y se apartó de él.
—En el fondo, yo sé que me quieres —declaró ufanamente
mientras se alejaba y tomaba su abrigo del perchero.
—Eso aún está en discusión —rebatió Draco a pesar de to-
do—. ¿Te vas ya a la Universidad?
—Sí, y mañana me daré una vuelta, probablemente por la
tarde o la noche. Potter ha dicho que vendría, después de todo.
—En realidad no dijo la hora —comentó Draco frunciendo
el ceño y cayendo recién en cuenta de eso.
—Como sea, tengo algunas cosas que hacer, así que no ven-
dré hasta tarde, descansa, toma todo lo que Mikel te indicó y no ha-
gas ningún esfuerzo, ¿de acuerdo?
—Cada vez que caigo enfermo, te vuelves un mandón —
reprochó Draco acomodándose mejor en la cama.
—Ya sabes la solución —picó Gael desde la puerta, listo para
salir—, deja de enfermar —dijo con una sonrisa antes de abrir la
puerta para salir.
—Serás —bufó Draco, quedándose solo al fin.
Pese a las indicaciones que le habían dado Mikel, Gael y Ha-
rry, se puso en pie y aseguró la puerta para luego emplear los hechi-
zos de limpieza que su amigo le había enseñado, dejando todo más
presentable para el día siguiente. Después de todo, Harry había
prometido que vendría.

–|– 

1244
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Y Harry había mantenido su promesa de volver, no sólo al


día siguiente, sino también los que siguieron a ese, por lo general
iba un momento en la mañana a saludar y luego salía a visitar a
Teddy y Andrómeda o a Hermione y Ron, o a ver a algunos de sus
otros amigos, en las tardes volvía nuevamente y se quedaba junto a
Draco hasta el anochecer. Incluso nochevieja la pasó allí, junto a
Gael y Draco, brindando con un poco de champagne y unas cuantas
cervezas de mantequilla antes de, bastante apenado, declarar que
tenía que asistir a la casa de los Weasley para la celebración de año
nuevo. Draco lo alentó comprensivamente, agradeciendo que hu-
biese decidido estar allí al menos hasta medianoche.
Draco pasaba las mañanas y las tardes estudiando la muestra
de la poción que tenían dentro los chocolates, Gael lo ayudaba al-
gunas veces, cuando no desaparecía argumentando que tenía que
hacer algunas cosas misteriosas, y otras, lo acompañaba Harry, estu-
diando y simplemente quedándose allí, en silencio, o conversando
durante los descansos para comer, recordándole los horarios para
tomar las pociones revitalizantes y recomendándole que no se es-
forzara demasiado para que se aliviara pronto.
Gael tenía que reconocer que no había visto a su amigo son-
reír tanto en todo el tiempo que lo conocía, como en esos días en
que Potter andaba cerca, y, aunque aún se sentía un tanto desplaza-
do y celoso, trataba de no interferir mucho; sin embargo, el miedo a
que ahora Draco estuviese creándose esperanzas que no serían co-
rrespondidas, ya que había sido él quien había abandonado a Potter,
lo hacían dudar de que aquella nueva rutina fuera lo mejor.
Por su lado, Harry tenía que admitir que retomar aquella ru-
tina fue muy fácil, era como un déjà vu de la época de escuela,
cuando ambos se refugiaban en la habitación de Draco a estudiar y
conversar, y luego a amarse y a quererse… era fácil, porque estar
con Draco era simple, podían hablar como dos viejos amigos que se

1245
LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

encontraban después de años, como si nunca hubieran perdido la


confianza y familiaridad, y a la vez difícil, como cuando antes Harry
había descubierto que le gustaba Draco y quería besarlo, amarlo y
que lo amase, cuando la curiosidad por saber cómo sería hacerlo,
turbaba sus noches y sus tardes, haciéndolo perderse en sus pensa-
mientos… sólo que esta vez, él ya sabía, sabía a qué sabían sus besos
y su piel, sabía lo que eran sus caricias, conocía cada parte de la piel
y del cuerpo de Draco, dónde volverlo loco, dónde hacerlo suplicar
por más; y además era conciente de que Draco también lo sabía.
Sabía, conocía y extrañaba todo eso.
—¿Pasa algo? —preguntó Draco frunciendo el ceño hacia
Harry, que lo miraba fijamente.
—No —respondió Harry rápidamente apartando la mirada
hacia el libro que se suponía debería estar leyendo—. Es decir, pen-
saba… en las clases —mintió.
—Oh, ¿algún tema complicado?
—No… leyes mágicas y muggles, ya sabes, no puedes hechi-
zar a un muggle porque te miró feo, o no puedes usar el imperius en
los magos para convencerlos de que se dejen detener.
Draco suspiró dramáticamente.
—A dónde llegaremos con tantas restricciones.
—Tonto —se burló Harry cerrando el libro, Draco sólo negó
con la cabeza en respuesta, también sonreía divertido—. ¿Cómo vas
con eso?
—Bien… he logrado aislar dieciséis de los dieciocho compo-
nentes que creo que son los que contiene, y aún sigo maravillado…
el genio que hizo esto debe haber dejado alguna pista de su firma
por algún lado, aunque no lo encuentro —explicó con ese aire pro-
fesional que Harry le había descubierto poco días después de que
Draco despertara, cuando estuvo en condiciones de ponerse en pie;
tenía un certificado médico (falso, por supuesto, pero necesario)

1246
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

para no ir a los lugares muggles donde trabajaba por una semana, y


Draco usaba ese tiempo en tratar de averiguar qué era lo que causa-
ba tanto daño en aquella poción, contento por tener al menos un
par de muestras en los chocolates que no había comido y viendo la
situación como un gran reto que no podía desaprovechar.
—¿Firma? ¿Cómo una Z del Zorro? —preguntó Harry, no
entendía la mitad, o quizá ya ni la cuarta parte de las cosas que Dra-
co le contaba sobre esa pócima, pero le gustaba ese aire tan maduro
cuando explicaba las cosas, y que combinaba a la perfección con el
brillo de sus ojos y el ¡Wow! Que salía de sus labios cuando encon-
traba algo que, según él decía, era fascinante.
—¿Si se llama Zorro por qué no escribe Zorro en lugar de
una Z?
—Porque es su firma y sería difícil con… —Harry negó con
la cabeza y agitó una mano—. Olvídalo, no te debería estar distra-
yendo, además, ya no tienes mucho tiempo para terminar con
eso…
—Tiempo, tiempo, ojala pudiera conseguir más tiempo, en
tres días debo volver al trabajo.
—Hablando de eso…
—¿Cuándo empiezan tus clases? —preguntó Draco dejando
ya de lado los hechizos y pociones que realizaba, y que de todas
maneras, podría continuar más tarde.
—El domingo en la tarde —Harry parecía realmente apena-
do.
—Bueno… —Y Draco se sintió un tanto confundido, o me-
jor dicho decepcionado… ¿eso quería decir que Harry se iría pasado ma-
ñana a estudiar y no volvería? Sabía que tenía libre dos fines de semana
al mes, pero supuso que ese tiempo ya estaría agendado, con tantos
amigos y su ahijado. Simplemente no había espacio para él en esa
agenda.

1247
LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

¿Y acaso él tenía tiempo para Harry? Con dos trabajos y la


universidad.
—Yo… —Harry cerró el libro convencido de que no podía
seguir fingiendo que estudiaba y mirando a Draco que también lo
miraba atentamente—. Hoy ya es viernes, y sé que te sientes todavía
un poco débil, pero…
—No —interrumpió Draco rápidamente—. Son exageracio-
nes de Mikel, no estoy débil ni mucho menos.
Harry le sonrió suavemente, parecía mucho más relajado.
—Había pensado quizás en salir, dar una vuelta… antes de
que terminen mis vacaciones.
—Oh… —Draco se sintió apenado. La última semana, Ha-
rry había pasado casi todo el tiempo allí, saliendo sólo para visitar a
Teddy y a los Weasley o para conseguir comida. Había sido muy
egoísta al no darse cuenta de que Harry tal vez necesitaba estar con
sus amigos, o incluso hacer otras cosas, cualquiera de las cosas que
acostumbraba hacer por esos tiempos.
—Lo siento —suspiró Draco—. Entiendo que quieras salir,
debí haberme dado cuenta antes, es decir… estás de vacaciones y…
Harry frunció el ceño, Draco no le había comprendido.
—Contigo, tonto, quiero salir contigo —interrumpió exas-
perado. Draco le dio una mirada interrogante y Harry sintió que se
sonrojaba violentamente, oh, sí, extrañaba la forma en que Draco
lograba descontrolarlo y hacerlo sonrojar—. Me refiero a que… de
todas maneras, tú necesitas respirar aires diferentes y en lugar de
traer la cena, podemos ir fuera…
—Ah… ¿Hoy?
—Igual tendrás que comer… podemos ir en mi moto.
—Moto —suspiró Draco poniéndose de pie y sacando una
camiseta y unos pantalones vaqueros del armario para poder vestir-
se en el baño—. Ese artefacto que hace tanto ruido al llegar, claro.

1248
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Se metió en el baño sin esperar respuesta por parte de Harry,


su corazón latiendo demasiado a prisa de pronto, se preguntó si es
que era nerviosismo o alguna anomalía con su cuerpo.
Se puso la camiseta de mangas largas y los pantalones vaque-
ros, aplicó un hechizo de calentamiento en la camiseta y observó su
reflejo en el espejo, lo hacía mucho más seguido que antes, desde
que Harry había vuelto a aparecer; acomodó el cabello con los de-
dos mientras pensaba y se repetía, tal como había hecho en los úl-
timos días:
«Harry ahora es tu amigo, quiere ser sólo tu amigo, y tienes
suerte de que lo sea después de que lo dejaste de esa manera».
No quedó muy satisfecho con su aspecto, casi nunca lo esta-
ba, pero no había mucho que pudiera hacer. Cuando salió del baño,
Harry lucía ligeramente agitado, en una mano sostenía la chamarra
de cuero que tanto le gustaba usar, y en otra la mochila con los li-
bros y revistas que había traído.
—Estaba ordenando todo… siempre que vengo dejo cosas ti-
radas por todos lados y… —empezó a balbucear mientras termina-
ba de meter todo en la mochila, estar con Draco seguía alterándolo,
mucho más que en el pasado.
—Sí, tienes esa muy mala costumbre —se burló Draco
mientras recogía un par de revistas del piso.
Una vez todo estuvo dentro de la mochila, Harry la dejó a
un lado de la cama, para llevársela al regresar al departamento. Dra-
co se puso el abrigo oscuro que su madre le había regalado en la úl-
tima navidad que habían pasado juntos, y Harry se colocó la casaca
de cuero, y ambos bajaron en un extraño silencio las escaleras.
Se sentía raro, pensó Draco. Después de todo, Harry había pa-
sado la última semana en su dormitorio, y antes ya había sido así, en
la escuela, pero mostrarse los dos en la calle era algo que no habían
hecho mucho, apenas una vez, durante las vacaciones de pascua.

1249
LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

—¿Alguna vez te has subido a una? —preguntó Harry mien-


tras desactivaba los hechizos de seguridad. Draco miró a la inmensa
(realmente le parecía inmensa) moto y negó con la cabeza, las había
visto pasar muchas veces, y nunca le habían llamado la atención, só-
lo volteaba a verlas porque producían un estremecedor ruido. De
haber imaginado que Harry tenía, una probablemente hubiera pres-
tado más atención.
—¿Esto no es peligroso?
Harry rodó los ojos mientras le pasaba un casco a Draco.
—Seguridad ante todo— dijo divertido mientras se montaba
en la moto—. Tú vas detrás.
—Pero… ¿Esto no es peligroso? —repitió la pregunta Draco,
poniéndose el casco oscuro y montando de la misma manera que
Harry, sus ideas de lo peligroso que podía ser el ir a velocidad por
medio de la ciudad en un vehículo de ese tipo, desaparecieron
cuando se dio cuenta de que tenía que abrazarse a Harry; desde
aquella vez en que casi cae en su habitación, no habían vuelto a to-
carse, y el solo pensar en que pasaría al menos medio minuto abra-
zado a él…
—Draco, en verdad, no es peligroso, es como cuando volabas
en escoba, sólo que en lugar de volar, ruedas, créeme que sé mane-
jar esta cosa y… —las manos de Draco en su cintura lo interrum-
pieron, sus manos apretándolo y la increíble necesidad de recostar
su cuerpo hacia atrás, hacia el cuerpo de Draco, de que esos brazos
lo envolvieran de manera mucho más íntima.
—¿Manejas hace mucho? —preguntó Draco por preguntar,
por alejar de su mente la idea de presionarse a Harry mucho más
fuerte, de que sus manos se colaran bajo la casaca de cuero y toda
esa ropa que escondía esa piel que, él sabía, se sentiría tibia y agra-
dable.

1250
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Dos años… ningún accidente. Además, tiene algunos he-


chizos de proximidad y todo eso. Vamos, estarás bien —consiguió
decir Harry antes de encender la moto y pisar el acelerador, provo-
cando que Draco se aferrara mucho más fuerte a él y que la moto
ronroneara.
Draco se sujetó con fuerza, y finalmente, Harry hizo avanzar
la moto; se movieron en un inicio con cautela por las primeras ca-
lles, y Draco pensó que eso de andar en moto no era tan peligroso
como creía, hasta que, una vez salieron a Rodney Road, una vía de
alta velocidad, Harry se inclinó un poco más hacia delante y empe-
zó a correr. Draco no quería pensar en cuánto estaría marcando el
velocímetro o en cómo pasaban y sorteaban autos con, según creía
él, demasiada imprudencia, así que simplemente se pegó lo más que
pudo a Harry, apoyando su cabeza en la espalda del chico, y trató de
disfrutar el paseo, aunque le fue muy difícil y le pareció intermina-
ble, hasta que finalmente Harry decidió entrar por una calle que no
conocía, y la velocidad bajó considerablemente hasta que se detu-
vieron por completo.
En cuanto la moto se detuvo, Harry sintió a Draco alejándo-
se por completo, y de un salto estaba ya en la acera, sacándose el
casco. Se veía un poco más pálido y pensó en si era que el viaje, al
final de cuentas, no había sido mala idea.
—¿Estás bien?
—Bien —resopló Draco.
—Oh —dijo Harry con una sonrisa divertida mientras se
deshacía de su casco y miraba a ambos lados, cerciorándose de que
no hubieran muggles para poner los hechizos de seguridad.
—¿Oh, qué?
—Que te has asustado —contestó Harry con una sonrisa, al
parecer de Draco, demasiado ufana.
—No, no lo he hecho.

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LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

—Sí, sí lo has hecho. Te da miedo.


—En lo absoluto, Potter —contraatacó Draco cruzándose de
brazos y arrastrando las palabras, no se había dado cuenta que ex-
trañaba eso de arrastrar las palabras hasta ese momento—. Es algo
que no asusta, y muy simple de comprender por qué: yo podría ha-
cerlo con los ojos cerrados.
—Claro, y estrellarte con lo primero que se te cruce.
—Fue sólo una expresión, me refería a que…
—Ya, Malfoy —dijo cantando su apellido de manera soca-
rrona—. Si quieres, un día de estos te enseño a conducirla, y ya ve-
remos qué tan bueno eres.
—Como siempre, mejor que tú —declaró Draco siguiendo a
Harry hacia la entrada de lo que parecía un muy pequeño y modes-
to restaurante.
—Ya… vamos mejor, realmente estoy hambriento —contes-
tó Harry empujando la puerta de cristal, el ambiente cálido los en-
volvió rápidamente, mientras ambos se acomodaban en una de las
mesas del medio.
Draco observó todo con atención, las mesas de madera de
aspecto rústico, al igual que las sillas y la barra del fondo, las lámpa-
ras colgadas del techo, dejando todo a media luz… Era un sitio muy
acogedor.
—¿Cómo es que conoces este sitio? —preguntó mientras un
hombre muy atento les entregaba un par de enormes cartas del me-
nú.
—Ah… no sé, un día andaba por aquí, tenía hambre y entré.
—¿Y sueles hacer eso?
—¿Qué cosa?
—Andar por ahí, sin nada más que hacer…
—En vacaciones, normalmente. Por lo general, los fines de
semana libres ya tengo planes.

1252
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ah…
—Aquí sirven una carne muy buena —le comentó Harry
sonriendo amablemente.
Pronto ambos tenían un plato de comida delante y una gran
jarra de limonada, se pasaron mucho rato conversando y contándo-
se más cosas aún, más de lo que les había pasado. Draco le habló de
Jocelyn y de algunos de sus compañeros de trabajo, tanto del su-
permercado como de la extraña chica de la tienda de discos, y Harry
le contó mil y una aventuras que había tenido durante su educación
en la Academia de Aurores. No fue hasta que notaron que estaban
solos, y que llegaba la hora del cierre del restaurante, que dejaron de
hablar.
El camino de regreso fue tranquilo, Draco se sentía mucho
más confiado en la moto, y tuvo menos sobresaltos, pese a que Ha-
rry manejó mucho más raudo, ya que no habían muchos autos en
las calles, debido a lo tarde que era.
Cuando ambos subieron a la habitación de Draco, éste estu-
vo tentado en pedirle a Harry que se quedara, argumentando que
era muy tarde para regresar solo a casa por las avenidas vacías y soli-
tarias, pero ese fue el momento en el que Harry decidió comentarle
que se iría volando a casa para llegar mucho más rápido.
Se despidieron con una sonrisa, y Harry con la promesa de
volver al día siguiente y tal vez salir nuevamente.
Luego de ver por la ventana —escondido tras la cortina—
cómo Harry arrancaba la moto y se elevaba hacia el cielo, Draco se
metió en la cama, sintiéndose más confundido y feliz. Confundido
porque aún no sabía qué hacer con respecto a Harry, con los deseos
que sentía por él, con los sentimientos que tenía hacia él; y feliz
porque lo tenía de vuelta, en calidad de amigo, pero allí estaba, ha-
blando como antes, contándose miles de cosas, casi como al
inicio… Realmente sabía que no podía pedir más.

1253
LIBRO III|Caminos
[9] Tiempo de recuperación

–|– 

Kreacher apareció en la sala mientras Harry dejaba la casaca


de cuero sobre el perchero.
—El amo ha vuelto.
—Sí… me daré un baño y me iré a dormir, estoy muerto de
agotamiento. ¿Todo bien por casa?
—Sí, señor, todo bien, ninguna llamada, ninguna visita, nin-
guna alerta de la red flú.
—Genial. Escucha, cuando estabas en Hogwarts, preparaban
unas galletas de avena, yo llevaba bastante de las cocinas en el últi-
mo año. ¿Las recuerdas?
—Sí, Kreacher las recuerda, por supuesto.
—Genial, prepara unas para mañana por favor, saldré cerca
de las once, una gran canasta, ¿de acuerdo?
—¿El señor no saldrá esta noche? Kreacher ya tiene prepara-
da la poción para el día siguiente de las fiestas.
Harry bostezó y se estiró sin ningún recato mientras negaba
con la cabeza.
—No, Kreacher, me voy a dormir. Hasta mañana.
Kreacher hizo una reverencia y observó a su amo subiendo
las escaleras con cansancio, no comprendiendo qué era lo que pasa-
ba, no había noche libre en que su amo no saliera hasta el amanecer,
sobre todo, estando en vacaciones, pero éstas casi ya acababan y lle-
vaba días sin hacerlo. El elfo se encogió de hombros. Seguramente
era debido a la ausencia de ese tal Noah. Desde que él se había ido,
el amo no había vuelto a salir ni a volver enfermo o triste. Mejor
así. No le agradaba para nada ese mago, y prefería a su amo sonrien-
te y sano.

1254
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

10
«¿Y qué pasará mañana?»

Tonight you're mine completely


You give your love so sweetly
Tonight the light of love is in your eyes
Will you love me tomorrow?
Canción: Will You Still Love Me Tomorrow? 28
Amy Whinhouse (1983-2011), fue cantante y compositora británica

Londres, enero y febrero de 2002

G
ael bostezó escandalosamente por cuarta, tal vez
quinta vez en la mañana, era temprano, pero no tan-
to, y Draco no se explicaba el porqué.
Después de la conversación que habían tenido acerca de Ha-
rry y las disculpas de Gael por haber mentido, las cosas entre ellos
habían vuelto a ser casi como antes, con excepción de las prolonga-
das ausencias de Gael. En un inicio, imaginó que se debía al querer
dejarlo solo, con Harry, durante más tiempo, pero, el llegar muerto
de sueño era un claro indicativo de que en realidad, algo más estaba
pasando allí.

28
¿Me seguirás amando mañana?: Esta noche eres completamente mío // tú me das tu amor tan dul-
cemente // esta noche, la luz de la amor está en tus ojos // ¿me amarás mañana?

1255
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Gael, si no vas a prestar atención, arruinarás el ensayo y no


tenemos muchos de estos ingredientes como para equivocarnos de
esa manera —regañó Draco mientras agitaba la varita para que las
raíces de Xylosma se fueran moliendo mientras lo miraba repro-
chadoramente.
—Lo siento —se disculpó Gael—, sí estoy poniendo aten-
ción, no arruinaría algo tan importante.
—Ya…
—¡En serio! —protestó al ver la mirada incrédula de Draco.
—Dije que ya.
—¿Estás enfadado? —preguntó suavemente Gael observando
a su amigo.
—Sí, porque no he dormido durante varios días, tratando de
resolver el contenido de esta fórmula, y no quiero que se arruine.
—¡Qué no se arruinará! No soy tan inconsciente.
—¿Puedo preguntar por qué estás tan cansado y distraído? —
preguntó luego de un momento de silencio, su tono parecía indife-
rente, mientras lo miraba de reojo, pero realmente estaba preocu-
pado. No era el comportamiento habitual de su amigo.
—Puedes… pero eso no garantiza que te lo contaré —con-
testó Gael, dándole una de las respuestas que solía darle Draco
cuando hablaban de un tema que no quería tocar.
—Que original —suspiró Draco, bajando la intensidad al
fuego del caldero—. Escucha… no te diré que no me importa lo
que haces, porque sí me importa, pero no por fiscalizarte ni nada
por el estilo, sólo quiero que tengas cuidado, ¿de acuerdo? Harry y
Mikel hablan de un ataque mucho más hostil a los homosexuales,
del que sale en los diarios, y no quiero que te metas en líos o que te
lastimen.
—No… —Gael negó con la cabeza, y se preguntó si era que
Draco se habría dado cuenta, aunque lo más probable fuera que si

1256
LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

Draco supiera algo, sería porque Harry se lo hubiera dicho, y de


haber sido así, entonces se lo hubiera dicho de frente. No, Draco
no sabía—. No tienes de qué preocuparte, créeme que aprendí bien
la lección en casa, y tendré mucho cuidado.
—De acuerdo. Sigamos, Harry llegará cerca del mediodía y
quiero terminar con esto cuanto antes.
—¿Te das cuenta que sería tu tercera poción? —preguntó
Gael no queriendo molestar a Draco con el tema de Harry, última-
mente era casi imposible llegar a casa de Draco y no encontrarse
con el chico merodeando por el departamento. Gael se preguntaba,
al igual que Mikel, y también ese tal Ethan, cuándo sería que las co-
sas terminarían por pasar entre ellos.
—Recién la tercera —aclaró Draco—. Se necesita mucho
más para ser alguien de nombre reconocido, así que hay que darnos
prisa, además, tú sabes que no soy muy solidario que digamos, pero
si es por darle un buen golpe al cretino que creó semejante barbari-
dad, mientras más pronto le paremos la mano, mejor.
—Sí, señor —replicó Gael con voz firme mientras continua-
ba trabajando. Estaban allí desde las ocho de la mañana, y la poción
iba muy avanzada ya, faltaba poco para tenerla lista, luego el pro-
blema sería probarla en casos reales, aunque tal vez Mikel podría
ayudar con eso.
Durante las siguientes dos horas, Draco trabajó en silencio,
en un silencio ya habitual para Gael, que trabajaba con él normal-
mente. Draco exigía concentración, eso significaba que ya no le ha-
blaran ni molestaran, apenas y lo mínimo para pasarle alguna cosa o
consultar algo importante.
Cuando la poción se puso de un color rosa chillón, Draco
frunció el ceño y con un par de dedos presionó su frente. Gael dio
un paso hacia tras y ladeó la cabeza, confundido.

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y el Fabricante de Pociones 1

—No lo entiendo… —murmuró Draco agitando la varita


sobre la poción, invocando un hechizo en voz baja, una nube de
vapor turquesa subió desde la poción hasta afuera, mostrando una
gran cantidad de ingredientes y el orden en que habían sido aplica-
dos. Draco la observó en silencio, sin moverse, completamente ab-
sorto en el análisis.
—Tal vez al final deba ser rosa —masculló Gael esperando
no tener la culpa de que la poción saliera diferente a lo esperado.
—No lo sé… —Draco había encontrado en la poción enve-
nenadora, una gran cantidad de ingredientes que no conocía muy
bien, y que no eran europeos; se había sorprendido por eso, puesto
que significaba que los que la estuvieran fabricando, de alguna ma-
nera tendrían que haber traído las cosas de fuera, y sobre todo, lo
más importante, que el fabricante de esa poción (si es que no era
una pócima antigua y copiada) quería ponerle las cosas difíciles a
quien intentara encontrar el antídoto.
Tal vez era alguien que había estudiado fuera, o incluso que
no fuera inglés. Aunque sabía que los aurores no se interesarían en
lo más mínimo por eso, de igual forma lo tenía anotado en su diario
de notas. Estaba seguro que tarde o temprano esa información le
ayudaría.
—Pienso que hay que probarla, el color que dedujiste fue
eso, una simple deducción, tal vez te equivocaste en ese detalle.
—O tal vez nos equivocamos en la fabricación —suspiró
Draco volviendo a leer sus notas, comparándolas con lo que el he-
chizo indicaba.
—Vamos, Draco, tente algo de fe.
—Me la tengo, Gael, es sólo que también soy realista —mur-
muró Draco mirando hacia sus notas, todo parecía estar en orden.
Tal vez Gael sí tenía razón. El primer punto para ver si tu poción estaba
correcta era el color, pero no siempre quería decir que estuviera incorrecta si no

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[10] «¿Y qué pasará mañana?»

salía del color que esperabas, eso se los repetía el profesor Dauenhauer
una y otra vez.
—De acuerdo, haré el hechizo de prueba —decidió Draco
luego de ver que nada parecía estar fuera de lugar, excepto ese ex-
tremadamente escandaloso color rosa.
—Sabes… aún sigo pensando en probarla en nosotros mis-
mos, bueno, en mí mismo, no creo que sea recomendable que en-
fermes de nuevo y…
—Y ya te he dicho que no, Gael —interrumpió Draco apar-
tando todos los apuntes del escritorio y dejándolos caer sobre la silla
para tener la mesa desocupada.
—Ya lo hemos hecho antes.
—Claro, poción para no dejar cicatrices, para no dormir, para
limpiar el organismo, nada de eso era letal, ¿qué tal si no sale bien y
luego pasa algo más grave?
—Pero Mikel puede…
—No me perdonaría que te pasara algo por un error mío.
—Gracias —contestó Gael mirándolo, según pensó Draco,
conmovido.
—Si pudiera tomarla yo lo haría —continuó Draco más cal-
madamente, era cierto que antes probaban las pociones en ellos, y
que está vez, si pudiera, no dudaría en probarla en él mismo, pero
no en Gael, no podría cargar con que algo malo le pasara a su amigo
por un error en su trabajo—, pero como he sufrido sus efectos hace
muy poco, la prueba no sería provechosa… la probaremos de la
manera teórica y luego se la daremos a Mikel para que la pueda ad-
ministrar en los pacientes que ingresen… si es que puede, sino ya
buscaremos la forma.
—Sí querrá, está desesperado por no poder ayudar a todos
los que ingresan al hospital, dice que cada día son más y… —Gael
se detuvo ante la mirada escrutadora de Draco y sintió sonrojarse.

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Draco negó con la cabeza y luego hizo levitar el caldero con-


tenedor de la poción para la cura hasta el escritorio. Gael trató de
ponerse al corriente y pasó al escritorio el pequeño frasco que con-
tenía la muestra que Draco había podido aislar.
—Debemos usar sólo un poco —informó Draco mirando fi-
jamente los movimientos de Gael y pensando en hablar con Harry
de eso más tarde. Si ese amigo suyo, Mikel, se estaba metiendo con
Gael, más le valía hacerlo con cuidado porque si lo lastimaba tan so-
lo un poco, tendría a un exmortífago furioso con el cual lidiar. No
soportaba que lastimaran a nadie, menos a Gael.
—Sí —Gael acercó un frasco vacío y lo llenó con la poción
de Draco, una vez tuvo ambos frascos frente a frente, se sentó en la
cama de piernas cruzadas, con una libreta en la mano para tomar
apuntes; generalmente Draco podía solo, pero algunas veces estaba
él tomando apuntes también, sólo por si a Draco se le pasaba algo
por alto. Además, moría de curiosidad por ver cómo su amigo con-
seguía vencer al homofóbico ese, y tan sólo en una semana y media.
—¿Listo? —preguntó Draco levantando la varita y ya sin mi-
rar a Gael, ni a nada más que ambos frascos de pociones delante de
él.
—Adelante, el inicio de un gran éxito.
—Siempre eres tan cursi —se burló Draco antes de agitar la
varita y aislarse del mundo.
A Gael le encantaba hacer eso, o ver hacer eso, mejor dicho,
mucho más que probar las pociones en su propio cuerpo; era la si-
mulación del trabajo de la poción, pocos podían hacerla, se requería
de una gran concentración y de mucho dominio; se enseñaba en la
universidad durante el tercer año, y los profesores no exigían que
los alumnos la pudieran hacer, pero sí que manejaran toda la infor-
mación al respecto, pasos a seguir, hechizos que se podían conjurar,
campos de protección y aislamiento que se debían crear... Gael no

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[10] «¿Y qué pasará mañana?»

podía hacerla, siempre terminaba distrayéndose por algo, pese a que


Draco le había intentado enseñar muchas veces. En cambio Draco,
cuando Gael lo conoció en segundo año, ya la manejaba y a la per-
fección, decía haber aprendido solo, de los libros, y Gael le creía,
Draco era así.
La poción venenosa tenía un color gris enfermizo, uno de los
peores colores para pociones, según le había explicado Draco, y se
extendió saliendo como un gran vapor gris hasta flotar sobre la ca-
beza de Draco; inmediatamente, bajo otro movimiento de la varita
del chico, el antídoto: la poción rosa, se elevó convertida en vapor
de un color mucho más chillón aún. Ambos vahos permanecieron
flotando uno frente a otro durante algún rato.
Gael se movió incómodo mientras veía a Draco mover los
labios casi imperceptiblemente, seguramente indicando el inicio de
la segunda parte de la simulación. Pronto, el vapor gris empezó a
tomar una forma, humana y pequeña, como la silueta de un cuerpo;
algo negro comenzó a crecer desde el medio, desde donde estaría el
estómago, Gael anotó innecesariamente ese dato, puesto que Draco
ya le había dicho que estaba casi seguro que el ataque no empezaba
en la sangre, como creían los pocionistas de San Mungo, sino en el
estómago.
El cuerpo de vapor gris fue tornándose cada vez más oscuro,
siempre predominando la oscuridad del abdomen, y Gael se pre-
guntó si era que había algún problema con la poción, pero no po-
dría hacer la pregunta directamente hacia Draco, porque no lo es-
cucharía, y además no podía distraerlo.
Unos minutos después, Draco agitó la varita, y una segunda
silueta de vapor gris se formó en lo alto de la habitación, Gael no
comprendía mucho qué era lo que su amigo estaba probando ahora,
así que se dedicó a tomar más notas, todas las que pudiera para lue-
go poder conversarlo con él.

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Pasó algún tiempo más mientras veía cómo la sombra negra,


que representaba el efecto negativo de la poción, iba creciendo so-
bre ambas siluetas hasta que la poción rosa comenzó a cubrirlas a
ambas, apenas traslúcida, tan diáfana que parecía no causar ningún
efecto sobre toda esa oscuridad.
—Hey, ¿Qué pasa? —preguntó una voz a su lado, Gael se
sobresaltó y se cubrió la boca con las manos innecesariamente, igual
había soltado un gritito. Miró primero hacia Draco que parecía no
haber notado nada y luego hacia Harry, antes de soltar un suspiro
profundo.
—Demonios, me asustaste. ¿Cómo entraste?
—Soy estudiante para auror, tengo mis métodos, toqué varias
veces y nada… —respondió Harry no perdiendo de vista a Draco y
no entendiendo qué era lo que estaba pasando.
—Insonorizamos la habitación, Draco dijo que llegarías antes
del mediodía pero…
—Son más de las doce —explicó Harry dejando una enorme
canasta a un lado de la cama y sentándose junto a Gael, que ya había
recuperado su libreta y miraba nuevamente hacia las proyecciones
de Draco, donde la sombra rosa ya había cubierto completamente la
sombra negra del abdomen de la segunda silueta gris, y ahora rayos
delgados y rosas, se extendían hacia los brazos y piernas, la primera
sombra proyectada aún no lograba ser dominada por la poción.
—¿Qué es lo que está pasando? —preguntó nuevamente, en
un susurro esta vez, entendiendo de alguna manera, que no debía
hacer mucha bulla.
—Draco simula el efecto de la poción y el antídoto, es un
proceso que parece que nos tomará mucho más tiempo del que
planeó, así que te sugiero que tomes una revista y te quedes en si-
lencio, no querrás ver a Draco furioso por interrumpir o distraerlo
en el proceso.

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—Ya lo he visto molesto antes, no es la gran cosa —refun-


fuñó Harry, sintiéndose un poco excluido.
—Ya… sólo guarda silencio, luego te explicamos cómo fun-
ciona todo, ¿sí? —replicó Gael.
Harry se cruzó de brazos y no le contestó, en lugar de eso
miró hacia Draco nuevamente, parecía estar completamente ajeno a
todo lo que pasaba alrededor; agitando la varita de un lado a otro y
con los labios apretados, la mirada fija en esas siluetas grises; pensó
que era una buena oportunidad para poder mirar a Draco sin que
nadie lo interrumpiese. Apoyó la espalda en el cabecero y se dedicó
a observar: su cabello rubio, ahora no tan largo como antes, pero sí
lo suficiente para caer sobre su frente, esa mirada y ese rostro que
había descubierto, ese que ponía cuando estaba concentrado, serio y
sexy; sus brazos tensados hacia los lados, sus piernas, ocultas bajo el
ancho pantalón que, sin embargo, se ajustaba a la altura de las cade-
ras, justo donde la espalda terminaba y se iniciaba la curvatura de
sus nalgas… Podía estar más delgado, sí, pero no menos sexy, estaba
mucho más sexy y excitante que en la escuela incluso, pensó Harry.
Finalmente la sombra rosa consiguió acabar con todo el va-
por gris de la segunda silueta, y Draco soltó un jadeo apenas audible
mientras ponía atención a la primera silueta, la que había dejado
más tiempo bajo el efecto de la poción, el antídoto rosa estaba ya
dominando la oscuridad y el veneno, pero de manera mucho más
pausada. Era como una carrera, la poción rosa tenía que llegar antes
de que la negra se apoderara de todo. Luego de un rato más, en que
Draco registró la forma como trabajaba el veneno, finalmente fun-
cionó; la sombra rosa se apoderó del cuerpo gris y el veneno se des-
vaneció por completo.
Agitó la varita una vez más, y tanto la muestra del antídoto
como la del veneno, volvieron dentro de los frascos, mientras él
soltaba un suspiro de alivio mucho más audible y se giraba hacia

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Gael, se sentía sumamente cansado. Se sorprendió al ver a Harry,


sentado junto a Gael en su cama.
—Hola —saludó lentamente.
—Hola —respondió Harry con una sonrisa—. Eso ha sido
impresionante.
—¿Desde qué…?
—…Demasiado tiempo —interrumpió Gael—. Tengo las
notas, ¿ves que al fin sí funcionó?
—Sí —asintió Draco, tomando un par de pergaminos de la
silla y comenzando a escribir rápidamente, pese a que se sentía aún
algo agotado por el trabajo realizado—. Hay que tener cuidado con
los tiempos, aunque según veo, podemos hacer que funcione inclu-
so hasta cuatro días después de tomada, cinco si es que el paciente
tiene buena salud.
—¿Funcionó? ¿Eso era la poción que creo que era? —pre-
guntó Harry mirando hacia Draco.
—Ajá —masculló Draco, ocupado en anotar un par de datos
más—. La recuperación puede demorar hasta una semana, pero
funciona hasta varios días después de tomar el veneno, además no
deja daños en el sistema inmunológico y no deja al paciente débil…
no como la poción drenadora que están usando ahora y… —en ese
momento levantó la vista hacia Harry, que lo miraba de esa manera,
con ese brillo en los ojos y con esa sonrisa, como cuando habían es-
tado en la escuela y había recibido la carta de aprobación de su beca.
Con orgullo, con ese orgullo que hacía que el corazón se le enco-
giera y el estómago le diera mil vueltas.
—Te felicito —dijo Harry sin dejar de sonreír.
—Gracias —pudo contestar Draco luchando con todas sus
fuerzas con ese impulso de saltarle encima y besarlo hasta la sacie-
dad.

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[10] «¿Y qué pasará mañana?»

—¿También notaste cómo protegía los órganos vitales? —


preguntó Gael sin darse cuenta de lo que pasaba, revisando sus no-
tas.
—Eh… sí —respondió Draco apartando la mirada de Harry
con mucho pesar y volviendo a sus notas—. El veneno está hecho
para hacer sufrir, el corazón es lo último que toca, sin embargo, si el
veneno llega hasta allí, no creo que la poción pueda hacer mucho
ya.
—¿Dolor?
—No, gracias —suspiró Harry, Draco y Gael levantaron la
vista hacia él, Gael como si recién recordara la presencia de Harry, y
Draco confundido. Hasta que Gael entendió la broma y soltó una
pequeña carcajada, seguida por la de Draco.
—De acuerdo… nos falta sólo un poco… Lo siento —se dis-
culpó Draco—, además dijiste que llegarías como al mediodía y…
—se interrumpió al ver el reloj de pared, que marcaba poco más de
las cuatro y media—. Rayos, lo siento, no me di cuenta que fuera
tan tarde… si quieres podemos ir a comer como habías dicho o…
—Está bien, en serio —contestó Harry, y luego recordó la
canasta con galletas de avena que le había traído. Como tenía ham-
bre y supuso que Draco y Gael también, creyó buena idea hacerla
aparecer en ese momento. Se agachó hacia un lado y se levantó en-
tregándole el gran cesto a Draco—. Si me invitas una, estaremos a
mano.
—¡No puede ser! —exclamó Draco soltando a un lado el
pergamino y metiendo las manos en la canasta, obteniendo un gran
atado de galletas—. Son… ¿son esas?
—Sí, esas mismas —contestó Harry mientras tomaba una
que Draco le ofrecía, Gael hizo lo mismo, no tan animado. Harry
ya estaba acostumbrado a la actitud de Gael, así que no le dio mayor
importancia y se centró en la expresión de absoluto placer que hizo

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Draco al dar la primera mordida, sintió cómo la garganta se le seca-


ba al ver ese gesto de nuevo, y apartó la mirada para no parecer tan
evidente.
—Gracias… son… —Draco le dio otro mordisco a la galleta
antes de explicarle a Gael—. Estas galletas las preparaban en la es-
cuela, eran mis favoritas, no las probaba desde hacía más de dos
años.
—Son buenas —admitió reticente Gael—. ¿Podemos conti-
nuar? Tengo… tengo que salir luego, a hacer un par de cosas y no
quiero retrazarme.
—Claro, lo siento —respondió Draco mientras continuaba
explicando los efectos de la poción y comparando notas con Gael.
Harry se quedó en silencio, simplemente observando la es-
cena, y comprendiendo a medias lo que decían, mientras comía de
las galletas que Draco había dejado en el centro de la cama para que
todos las compartieran.

–|– 

—No está muerto —informó Sam en cuánto entró a la sala


de reuniones, traía un archivo enorme y lo agitaba de un lado al
otro. Ginny, que estaba en ese momento de pie junto a Tony, frun-
ció el ceño confundida, mientras Tony se interrumpía y giraba a ver
al hombre.
Sam Byrds era un mago bajito, de unos cincuenta años, que
poseía una tienda de venta de ingredientes para pociones en uno de
los cruces del callejón Diagon, su participación era muy importante,
puesto que los ayudaba a traer los ingredientes que requerían para
poder seguir adelante con su limpieza de homosexuales. Parecía
agitado y resoplaba furiosamente mientras avanzaba las filas de chi-

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LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

cos y chicas reunidos allí, hasta llegar a la altura del altillo, donde
Tony ya se inclinaba para poder recibir lo que el hombre traía.
—Lo han visto, en la calle, merodeando con ese tal Gael cer-
ca de «La Hierba Verde». No está muerto, esa es la razón por la cual
El Profeta no ha publicado nada aún.
—Ya veo… ¿Existe la posibilidad de que no haya tomado la
poción? —preguntó Tony hacia Wilson Garfunkel, que permanecía
sentado a un lado del altillo, con un libro bastante gordo, sobre
plantas mágicas en Oceanía, entre las manos.
—Si no está muerto, no tomó la poción —respondió el
hombre sin interés y con aquel acento extraño que Ginny no tole-
raba—. Ninguna de mis pociones falla, o ha fallado por sí sola, aún
no la ha tomado.
—¿Podemos mandar otro grupo para que deje una nueva po-
ción? —preguntó Ginny hacia Tony, que negó con la cabeza.
—No, mejor encarguémonos de otro caso. Malfoy, si es que
no ha tomado la poción aún, lo hará pronto, y si no, ya se verá en el
futuro.
Ginny quiso objetar, pero sabía que no sería conveniente, te-
nía casi el manejo de media organización, no necesitaba perder su
dominio ahora, tenía planes a futuro y no podía estropearlos por ser
impaciente.
—Bien, como iba diciendo —dijo Halifax, un hombre de
apenas treinta años, bastante alto y fornido, con el cabello oscuro y
extremadamente corto, que había estado hablando antes de la llega-
da de Sam—, hay un tipo: Baddock, está por salir de prisión en un
par de meses más, está en el lado de baja seguridad.
—¿Por qué nos importa un exprisionero? —interrumpió
Ginny mientras miraba aburrida al hombre. Sabía que era un auror,
un Auror Guarda, dedicado a Azkaban durante los últimos tres
años.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Es un ex estudiante de la Academia de Aurores, le tendie-


ron una trampa: un chico gay lo emborrachó y quiso propasarse
con él, ahora busca venganza, le han arruinado la vida, sólo pregun-
ta qué puede hacer él por nosotros.
—Un ex alumno para auror, ¿eh? ¿De qué año?
—Segundo, Tony, tú sabes lo difícil que es llegar a ese punto.
—No tanto si es que Potter sigue allí —masculló Tony, y
Ginny se contuvo nuevamente por dar algún comentario. Claro
que Harry debía estar allí, y pronto terminaría y sería uno de los
mejores, era lo correcto, lo que se esperaba de él, después de todo.
—¿Por qué no lo entrevistamos cuando salga? —opinó Do-
nna, sentada en la parta baja del altillo—. Así sabremos si nos es útil
o no. Después de todo, un humano, cegado sólo por el deseo de
venganza, tiende a ser menos inteligente —dijo con voz, al parecer
de Ginny, ligeramente burlona, mirando hacia ella que sólo endure-
ció sus facciones un poco más, no queriendo demostrar que ese
comentario la fastidiaba.
—Bien, eso me parece bien, ¿tú que dices? —preguntó Tony
hacia Ginny, que rápidamente asintió con la cabeza.
—Donna tiene razón. Primero veamos que ofrece, y si nos
puede servir o no.

–|– 

Salieron de la casa de Draco cuando el cielo, ya de por si gris


y nebuloso por el invierno, se ponía más y más oscuro. Gael sonrió
divertido al ver la expresión de terror en el rostro de Draco debido a
la motocicleta, y los despidió con una mano mientras se alejaban,
antes de caminar en dirección opuesta.
Por el frío de la noche, ambos iban realmente abrigados y
habían convocado hechizos para calentarse. Al igual que las noches

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LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

anteriores, Draco dejó su cabeza descansar de lado sobre el hombro


de Harry, mientras avanzaban por la carretera, envolviéndose en re-
cuerdos de tiempos mejores, en tiempos de cuando estaban juntos.
Pararon en el mismo restaurante de la primera noche, y
pronto ambos se refugiaron en el interior. Pese a haber hablado so-
bre muchas cosas durante los últimos días, había un tema que para
Harry no quedaba del todo claro:
—Entonces… —dijo con un poco más de seriedad. Seriedad
que hizo que Draco se pusiera alerta—… ¿me contarás por fin, qué
haces viviendo en ese sitio en lugar de la universidad?
—Oh, es que amo el vecindario —se burló Draco antes de
darle un trago a su cerveza; la ceja levantada de Harry le indicó que
no estaba realmente de humor para recibir bromas. Suspiró pesa-
damente, le había contado a Gael y a Jocelyn que la beca había sido
removida por el nuevo director, basándose en el pequeño escándalo
que se había armado tras la explosión del centro comercial, y eso
también le dijo a Harry, sólo que casi había olvidado que Harry, a
pesar del tiempo, lo seguía conociendo como nadie.
—¿Estás seguro que sólo eso fue lo que pasó? —preguntó
inquisitivamente Harry, no creyendo del todo esa explicación.
—Sí… por supuesto, al menos es lo que ese tipo me dijo.
—No creo que… es decir, sería un loco si basara en sola-
mente eso su decisión.
—Pues tal vez lo sea —resolvió Draco con voz algo dura, lo
que le indicó a Harry que no debía insistir más.
—Eso es injusto, se la tomó contigo, estoy seguro que hay
una forma de protestar o de apelar —agregó pese a todo.
—No, es su decisión, no hay nada que se pueda hacer, y
francamente, Harry, no me apetece seguir hablando de eso… Va-
mos, estoy bien, no me va mal, tengo trabajo y me alcanza para pa-

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Zafy|HARRY POTTER
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gar la universidad, para comprar los ingredientes, hacer pociones, y


aún me queda un poco de oro extra.
—Yo podría… ya sabes, prestarte algo de oro para que no tu-
vieras que trabajar tanto y…
—De ninguna manera —interrumpió Draco con voz fir-
me—. No permitiré que me mantengas.
—Podrías devolvérmelo en cuanto termines la Universidad
y… —la dura mirada que le dio Draco, le dio a entender que esa no
sería una solución viable.
—Yo puedo solo, Harry —dijo Draco, no quería ser el man-
tenido de Harry, ni que le prestara oro, hasta ahora había podido
hacerlo sin ayuda de nadie y el orgullo, por más que quisiera a Ha-
rry, no le permitiría aceptar una cosa como esa.
—De acuerdo —suspiró Harry resignado, y luego de un
momento de silencio agregó—: ¿Y si yo me encargo? Aún tengo
contactos, sería muy simple.
—No, no lo sería, sería ponerte en evidencia, más de la que
ya te has puesto, dicho sea de paso, con todos esos amigos que tie-
nes… cualquiera podría hablar y delatarte.
—No lo harán, Draco. Es un tema diferente. Además, hacer
pagar una injusticia, no tiene nada que ver con el tema de que sea-
mos amigos. Está mal que te traten así.
Draco no contestó, pensando en el término «amigos»; aún
dolía pensar que eran sólo amigos y que era por su culpa.
Harry jugueteó con su comida.
Sabía que había algo más allí, y que probablemente Draco no
lo contaría fácilmente; sin embargo, esa era su última noche de va-
caciones, al día siguiente tendría que volver a la Academia, y no lo
vería al menos en dos semanas, no quería desperdiciar la noche de
esa manera.

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LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

—En dos semanas, si ninguno de mis compañeros hace nada


estúpido, estaré fuera nuevamente —dijo Harry, tratando de parecer
casual.
—Lo sé… Me imagino que extrañarás las clases y a tus com-
pañeros.
—Un poco… hay momentos en que me pregunto qué de-
monios hago allí.
Draco soltó una pequeña carcajada, más relajado y agrade-
ciendo de que el momento incómodo hubiera terminado.
—Te entiendo… a mí también me pasa, sobre todo en época
de exámenes, es cuando más pociones vendemos, y aún así, tengo
que estudiar y trabajar. Supongo que al final, valdrá la pena.
—Debe valerlo… o eso espero —respondió Harry fruncien-
do el ceño.
—Yo volveré al trabajo el martes, y el miércoles recién ini-
cian las clases en la universidad, así que aún podré terminar con la
poción. Tal vez puedas hablar con Mikel para que la pruebe cuando
crea necesario.
—Cierto… Mikel se mostró muy interesado por la poción,
casi lo había olvidado, quería juntarse contigo un día de estos para
hablar… Es más, ¿qué tal mañana? Almorzaríamos todos juntos,
con Gael y Mikel, y podrían charlar.
—Genial. Dicho sea de paso, hay un tema del que te quería
hablar, respecto a Mikel.
—¿Es malo? —preguntó extrañado mientras sacaba el móvil
del bolsillo del pantalón.
—No lo sé, llámalo primero y luego te digo.
Harry llamó a Mikel, que le preguntó dónde demonios esta-
ba, y le contó que todos habían quedado para ir a «Octans» en un
rato más, y que por supuesto, todos lo extrañaban y deseaban que
fuera. Harry miraba de reojo a Draco, que comía silenciosamente y

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simplemente dijo que no sería posible. Aunque en el fondo le hu-


biera encantado ir con Draco, no estaba seguro de que fuera bueno
para su salud.
Además, le daba cierto temor encontrarse con Noah, o con
algunos de sus otros amigos, y que Draco se llevara una muy mala
impresión de él o de ellos.
—En el apartamento de Mikel, mañana, ¿qué tal si paso por
ti a eso de la una? —propuso una vez cortó la comunicación del te-
léfono.
—No hay problema —Draco terminó su botella de cerveza y
se inclinó hacia delante—. ¿Mikel está saliendo con Gael?
—Eh… ¿Qué? —preguntó un poco descolocado Harry,
viendo la preocupación en la mirada de Draco, y sintiendo algo pe-
sado en el corazón, su mente repitiéndole que la preocupación de
Draco no eran más que celos.
—Me escuchaste, ¿están saliendo? ¿O quedando para joder?
O como quiera que le llames.
—No lo sé —replicó Harry a la defensiva—. ¿Por qué no le
preguntas a Gael si tanto te preocupa?
—Porque no me lo diría, por eso te lo preguntó a ti —res-
pondió Draco rápidamente y sin dejar de mirar a Harry.
—Pues ya te contesté, no lo sé.
—¿Te has enfadado? —preguntó Draco un tanto alarmado y
hablando en susurros.
—No. Y no es mi problema conocer lo que hacen o dejan de
hacer, Mikel o Gael.
—Pero para mí, sí lo es. No quiero que lastimen a Gael, él
nunca sale con nadie, es decir, en casa, en Estados Unidos, tuvo una
mala experiencia, y aquí no ha estado con nadie, y no quiero que
Mikel lo use y luego lo deseche.

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LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

—¿Por qué crees que Mikel podría hacer algo así? —repro-
chó Harry, la rabia subiendo por su garganta—. No todos usan a la
gente y después la botan.
Draco se sonrojó. Sintió su respiración agitarse y se quedó
sin palabras, con una mano presionando fuertemente el borde de la
mesa; he allí el primer reclamo de Harry, después de tantos días, es-
taba allí, y aunque había pensado mucho en lo que respondería, no
podía, no podía enfrentar esa mirada de reproche, esa mirada doli-
da.
—Creo que… —farfulló Harry levantando la mano para que
le trajeran la cuenta—. Lo siento, creo que debemos volver, ya es
tarde de todas formas.
Draco asintió, pensando en que apenas eran las nueve de la
noche, hizo el intento de pagar esta vez la cuenta, pero Harry no lo
dejó, como no quería provocar una discusión más simplemente, lo
dejó hacer, y pronto ambos estaban en las afueras del restaurante,
caminando hacia la moto. Finalmente no se pudo contener más:
—Harry… Lo siento, no te enfades ahora conmigo.
—No estoy enfadado.
—Lo estás, te conozco y sé que lo estás.
—No, Draco, no me conoces, porque no me has visto desde
hace más de dos años. Y no estoy enfadado. Si quieres que tu ami-
guito no se ande enredando con nadie, ve y díselo a él. Yo no soy
colchón de nadie para ir reconociendo quién se acuesta con quién.
—Yo no he dicho eso —respondió Draco, a la vez que ponía
una mano en el hombro de Harry para hacerlo girar y que lo enca-
rara, pero Harry lo empujó y se dio la vuelta rápidamente, su mira-
da era irascible.
—¡Y no me toques! No lo hagas —siseó cada vez más furio-
so. Era justo lo que necesitaba, que Draco le pidiera andar cuidando
a Gael. ¡Por todos los demonios!

1273
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Harry… No… escucha, tenemos que hablar y…


—No, sube a la moto para que podamos irnos.
—No tienes que llevarme, sé perfectamente cómo regresar a
casa yo solo —declaró porfiadamente y cruzándose de brazos.
—No lo harás, es tarde y está a punto de nevar, así que sube a
la moto.
—No me puedes obligar.
—En verdad sí puedo, y no lo quiero hacer, así que sube y
deja de llamar la atención.
A regañadientes, viendo la gente que los miraba de manera
curiosa, Draco subió a la moto, delante de él, Harry lo imitó; se sin-
tió incómodo abrazándose a él mientras avanzaban por la autopista,
dándole vueltas a qué hacer o decir para que Harry dejara de estar
disgustado con él.
Harry corrió a mucha más velocidad de lo necesario, sentía a
Draco tenso detrás del él, pero no le importó, el correr era algo que
lo calmaba.
El dolor por saber de las preocupaciones de Draco por Gael,
aún estaban allí, pero la ira y la rabia fueron desapareciendo con-
forme avanzaban, hasta que finalmente llegaron a la calle donde
Draco vivía.
Solamente sobreparó la moto, no se detuvo por completo,
Draco bajó lentamente y se puso a su altura, mirándolo con esa ex-
presión que normalmente podía hacer su corazón derretirse, pero
su corazón estaba demasiado ocupado procesando aún el dolor co-
mo para derretirse por él.
—Escucha —dijo Draco lentamente—, lamento esto, no
quiero que acabemos la noche peleados ni mucho menos.
—No lo estamos —contestó Harry fríamente—, mañana a la
una estaré por aquí; ya sabes, escuchas la moto y bajas.
—Pero…

1274
LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

—Te veo mañana —interrumpió haciendo sonar un poco


más la moto antes de marcharse, dejando a Draco de pie, bajo el
frío cielo y mirándolo dolido.

–|– 

Llegó a casa y caminó hacia su habitación.


Por un momento estuvo tentado a vestirse y salir rumbo al
sitio donde sus amigos la estaban pasando tan bien, pero al final de-
cidió que no, que no necesitaba distraerse en ese momento, quería
silencio y tranquilidad, no encontrar un cuerpo atractivo en el cual
desfogar toda su frustración. Además, de alguna manera, desde que
Draco había vuelto a aparecer, se sentía como un traidor cuando tan
sólo pensaba en eso.
Se sirvió una copa de whisky, subió las escaleras y se sentó
frente a la ventana abierta, que tenía un hechizo que evitaba que el
aire frío se colara hacia el interior de la habitación. Encendió un ci-
garro y miró a las estrellas por largo rato, hasta que finalmente aga-
rró valor para poder leer la carta de Draco nuevamente. Llevaba re-
gular tiempo sin hacerlo.

…Quiero que te conviertas en un gran auror, que disfrutes de la


vida, y que siempre sonrías, que recuerdes que yo te quiero. Lo hago, y
mucho, aunque ahora deba apartarme para verte realizar cosas importan-
tes, para verte brillar a lo lejos, me conformo con eso, y espero que no in-
tentes buscarme, que no intentes hacer esto más difícil porque, aunque he
cometido muchos errores en mi vida, sé que este no lo es, que esto es co-
rrecto y lo mejor.
Ninguno de los dos podría ser feliz si continuamos con esto…

1275
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

No me busques, no me extrañes, y si es posible para ti, en algún


momento olvidar, no lo resentiré, al contrario, me sentiré aliviado.

Draco.

Harry dejó caer la carta al piso y se quedó mirando hacia la


nada, recordando los momentos que antes había vivido con Draco:
el viaje que habían hecho juntos en vacaciones, las noches que
compartían en la habitación de la escuela, los secretos susurrados en
la oscuridad. No había forma de que pudiera ser feliz sin él, lo ha-
bía intentado por dos años y no lo había conseguido, nunca había
sido, ni una décima de feliz, como con ese corto tiempo, y si ahora
las cosas eran diferentes y no podían ser como antes, sabía que al
menos durante los últimos días, había sido feliz con eso, con Draco
a su lado, conversando y contándose cosas, compartiendo el tiempo
juntos, y si eso era lo único que podía obtener de él, sería suficiente,
tendría que ser suficiente.

–|– 

Draco dio vueltas en su habitación, no le parecía tan pequeña


y claustrofóbica desde que se había mudado allí; sobre la cama, el
morral con las notas y apuntes y un par de muestras de la poción, ya
estaba listo. Había avisado a Gael por red flú alquilada en un local
mágico cercano esa misma mañana de la reunión, y luego había
vuelto a su habitación a esperar impaciente, porque en realidad, pe-
se a que Harry había dicho que llegaría, no estaba completamente
seguro de que fuera así.
El reloj apenas marcaba las doce y media. Se sentó tras el es-
critorio y encendió un cigarro mientras trataba de concentrarse en

1276
LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

la lectura de uno de los libros de la universidad, aunque su atención


estaba en la calle y en el sonido de los pocos autos pasando, espe-
rando que el ronroneo de la moto se dejará escuchar, hasta que al
final, faltando pocos minutos para la una, lo escuchó. Asomó la cara
por la ventana para estar seguro de no haberse equivocado, y sintió
su corazón acelerándose cuando vio a Harry en la acera, sobre la
moto; también miraba a su ventana y lo saludó con una mano. Po-
dría haber sido la distancia, pero juró que lo había visto sonreír.
Apresurado, salió y bajó hasta el tercer piso, antes de recordar que
debía llevar el morral.
Finalmente, cuando llegó a la acera, lo hizo resoplando por
todo lo que había tenido que correr bajando.
—Hola. ¿Estás bien? —preguntó extrañado Harry.
—Hola… si, fan…tástico —respondió, algo confundido por
la nueva actitud de Harry, parecía que ya no estaba enfadado, sino
tranquilo, como en los últimos días.
—Bien. Vamos, que Mikel vive lejos de aquí.
—¿Alguna vez has pensado en usar el autobús, o un auto al
menos? —preguntó mientras se abrazaba a él, contento de que las
cosas parecieran estar bien entre ellos nuevamente.
—No sería divertido, aunque sí he pensado en comprar un
auto, tal vez de aquí a dos semanas, cuando tenga descanso, me
puedas acompañar a ver algunos.
—Oh, demonios —se burló Draco, aunque no pudo evitar el
alivio al escuchar que Harry planeaba verlo durante su descanso—.
Será uno de esos autos pequeños y muy veloces, ¿cierto?
—Por supuesto, ¿qué esperabas? —contestó Harry mientras
hacía arrancar la moto.
Draco sólo puso los ojos en blanco, y se aferró a Harry lo
mejor que pudo para emprender el viaje.

1277
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

–|– 

El departamento de Mikel quedaba en el este de Londres, en


una de las zonas más exclusivas del distrito de Marylebone, un gran
edificio en Gloucester Place. Aparcaron la moto en uno de los esta-
cionamientos de la calle, y un portero bastante rígido y entonado les
abrió la puerta, ambos subieron por el ascensor hasta el cuarto piso,
donde había un pequeño pasillo de pisos blancos y lustrosos, y pa-
redes de un celeste muy claro, sólo habían dos puertas. Pronto Ha-
rry llamó a la del apartamento A.
Draco le lanzó una mirada acusadora a Gael en cuanto les
abrió la puerta, el chico parecía un tanto nervioso, sin embargo, los
saludó y los hizo pasar.
Dentro, un par de chicos que no conocía, los saludaron ami-
gablemente. Draco se preguntó si era que Harry o Gael no les ha-
bían hablado ya de él antes.
—Harry, hasta que al fin nos permites verte —dijo Lucka ex-
tendiendo la mano para saludarlo.
—Las discotecas andan muy aburridas sin ti, amigo —con-
tinuó Ethan.
—Que escandalosos —masculló Harry, no quería que Draco
se enterara de la cantidad de cosas que había hecho durante ese
tiempo, al menos, no de que había andado de discoteca en discoteca
durante casi todas las noches—. Él es Draco, Draco Malfoy.
—Hola —respondió Draco cortésmente extendiendo la ma-
no para saludarlos.
—Hola, nos han hablado de ti. Yo soy Lucka y él es Ethan.
—Sí, realmente esperamos que ya estés mejor.
—Sí, lo estoy… —murmuró Draco sintiéndose raro entre
tanta amabilidad.

1278
LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

—Hola chicos, lamento la demora. El almuerzo estará listo


pronto —saludó Mikel saliendo por una puerta blanca del fondo.
—No hay problema, no había tráfico, así que llegamos rápi-
do.
—Oh… ¿Te trajo en esa moto suya? —preguntó hacia Dra-
co, que asintió con pesar—. Déjalo, le gusta presumir de lo rápido
que puede ir.
—Yo te ayudo con lo que te falta —se apuró a decir Gael,
yendo rápidamente hacia Mikel.
—Una vez, Harry y yo casi chocamos en esa moto —comen-
tó el chico que le habían presentado como Ethan.
—¿En serio? —preguntó Draco, ahora más interesado en sa-
ber a cuántos chicos Harry andaba subiendo en aquel artefacto del
demonio.
—Eso no es cierto —protestó Harry, jalando a Draco para
sentarse en uno de los sofás, el contacto se sintió tan familiar y tan
cotidiano, que Draco no protestó ni se sobresaltó; los cuatro se sen-
taron en los sofás, mientras unas copas de vino flotaban lentamente
hacia ellos.
—Sí, sí, señor, así fue —se quejó Ethan—. Fue una tarde en
que habíamos salido a volar con Mikel, Lucka y… —la mirada que
le dio Harry fue suficiente como para no mencionar a Noah—…
bueno, entonces Harry quería, creo, batir algún record de veloci-
dad, y corrimos por la autopista del oeste; en un principio todo iba
bien, siempre y cuando no me soltara, claro —dijo soltando una
carcajada, que secundó Lucka y que Draco trató de imitar—. En-
tonces un camión apareció de la nada, creo que el chofer había per-
dido el control, no nos dio por poco, y patinamos sobre el cemento
durante, lo que a mí me pareció una eternidad. Harry al fin aplicó
un hechizo para frenar sin salir volando…

1279
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No fue una eternidad —corrigió hacia Draco—. Y no fue


mi culpa… en todo caso, nadie salió herido ni nada por el estilo.
—No, que va, sólo me llevé un susto de muerte.
—Al menos ya no sube a las motos —le dijo Lucka a Draco,
como si fuera una confidencia.
—Draco no se anda quejando, no es tan lloricas como tú —
reprochó Harry, Draco soltó una pequeña carcajada.
—Ya… pero porque no me queda de otra, espero que con el
auto te vaya mejor.
Pronto los cuatro se entretuvieron en una charla acerca de
los autos y la velocidad y varios temas más, hasta que el almuerzo
estuvo listo.
Draco se sorprendió de lo bien que le caían esos chicos;
además del hecho de que Gael parecía conocerlos ya un poco más.
No fue hasta después del almuerzo, que las cosas se enseriaron un
poco, cada uno con una copa de vino en la mano, volvieron a la sala,
donde Draco, con cierto orgullo, expuso los efectos de la poción
venenosa que estaba siendo aplicada a los gays, y de los efectos se-
cundarios de las pociones drenadoras que ahora estaban usando en
San Mungo, para luego mostrarles su creación; junto con Gael, ex-
plicó cómo funcionaba la pócima y qué ingredientes necesitaban.
—Eso es genial, podremos probarla en los pacientes que in-
gresen —dijo Mikel mirando a contra luz uno de los frascos rosa-
dos que Draco le había entregado—. ¿Por qué es tan rosada?
—No lo sé… es decir, debería ser más clara, en teoría, pero
no siempre las pociones actúan de acuerdo a la teoría.
—¿Pero ya está probada? —preguntó Lucka tomando otro de
los frascos.
—Sí. Draco hizo un simulador.
—¿De pociones? —preguntó Mikel hacia Draco.
—Ajá.

1280
LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

—¿Pero… no estás apenas en tercero?


—Sí, claro que lo estoy.
—Increíble. Hay muchos de los fabricantes que trabajan en
San Mungo que no pueden hacerlo.
Draco trató de no mirar a Harry fijamente, pues sería capaz
de perderse en su mirada de orgullo una vez más.
—Seguro que allí puedes conseguir trabajo —comentó Gael.
Draco y Mikel negaron a la vez, y él no preguntó el porqué.
Draco no supo cómo, pero de pronto, de ser sólo el creador
de esa poción, pasó a formar parte de «el equipo», como lo denomi-
naba Ethan. Al parecer, ellos seguían de mucho más cerca lo que
pasaba con la MACH y con la comunidad gay mágica, pese a que
no habían obtenido resultados positivos aún, querían mantenerse al
tanto para poder ayudar en lo que fuese necesario; le dieron un te-
léfono móvil mágico, para que pudiera usarlo incluso dentro de la
universidad, y para que lo pudieran contactar en caso necesitaran
más poción o cualquier tipo de ayuda. Draco ya no se sorprendió
tanto de que Gael también tuviera uno.
—No es mucho lo que podemos hacer, entre ser discretos y
mantenernos ocultos para no ser blanco de la MACH, pero al me-
nos tratamos de mantenernos al corriente, y ayudar en lo que se
pueda —le explicó Lucka.
—Sí, la misma sociedad nos mantiene aislados, y esa es la ra-
zón por la cual, la MACH puede atacarnos tanto, creemos que
pronto empezaran con ataques más peligrosos —continuó Mikel.
—Esperamos que tú quieras ayudarnos, sabemos que tienes
un horario muy apretado, pero de vez en cuando, esperamos poder
contactarte.
—Claro… está bien —comentó Draco, mirando con curio-
sidad el pequeño aparato.

1281
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Los usamos sólo entre nosotros —le comentó Harry—, es


mucho más simple que tener lechuzas de un lado a otro. Aunque
no lo puedo tener durante las clases, en ese caso, una lechuza basta-
rá.
—Sí, son más rápidos además —comentó Lucka con una
sonrisa orgullosa. Draco había escuchado cómo el chico había mo-
dificado aquellos artefactos muggles para que tuvieran mucho más
funciones y funcionaran en algunos lugares mágicos, y pensó que se
trataba de alguien verdaderamente muy listo.
Draco sonrió en respuesta, aunque se sintió un tanto decep-
cionado de no poder comunicarse con Harry por ese medio durante
las siguientes semanas en que ya empezaban las clases.

–|– 

Lamentó que tuviera que irse tan rápido. Realmente la estaba


pasando genial con Draco y los demás conversando animadamente,
pero por más famoso héroe de guerra que fuera, había algo que no
podía hacer, y eso era llegar tarde a la Academia. Sobre todo, si no
quería permanecer tres meses más, encerrado entre esas paredes, y
ahora, con la posibilidad de ver a Draco de cuándo en cuándo al
menos, era una circunstancia que no soportaría.
Retomaron el camino a baja velocidad. Harry disfrutando de
tener a Draco sujeto a él de esa manera, y tratando de alargar el
tiempo, aunque sabía que eso era imposible.
Frenaron frente a su casa, el cielo seguía gris, aunque podía
jurar ver un pequeño destello del sol queriendo asomarse en medio
de lo que aún debería ser invierno.
—Bien… —dijo Harry jugueteando con sus llaves, mientras
Draco aún permanecía de pie frente a él.

1282
LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

—Gracias… la pasé bien —respondió Draco—. Supongo


que debes volver ya…
—Sí, son un poco estrictos con eso de llegar puntuales.
—Lo imagino… —Draco acomodó mejor su morral, sólo
por hacer algo con las manos—. Creo que nos veremos por allí en
algún momento…
—Ajá, yo vendré a verte en mis días libres, tal vez podamos
salir a comer o tomar algo… Si es que estás de acuerdo, claro.
—Por supuesto —respondió Draco rápidamente.
—Hasta luego entonces… —masculló Harry sonriendo un
poco más.
—Hasta pronto —se despidió Draco, algo le decía que no era
posible que se alejase de Harry tan fácilmente, no cuando su cuerpo
entero pedía a gritos que se quedara junto a él, que acariciara su
mejilla y lo besara… el sonido de la moto arrancando lo trajo de
vuelta a la realidad.
—Cuídate mucho —agregó Harry, agitando una mano y ace-
lerando, apenas llegó a la esquina antes de dar la vuelta, Draco, aún
permanecía de pie en la acera, observándolo.
—¿Qué pasó? —preguntó Draco caminando hacia la moto
que aún se acercaba.
—¿Te puedo escribir? —preguntó Harry en voz alta para que
se le escuchara sobre el sonido de la moto.
—¿Con Alba?
—Sí, dicho sea de paso, sigue siendo tuya.
—Oh, pobre lechuza traumada…
—Creo que ya está recuperada….
—Aún podemos seguir compartiéndola, no creo que tenga
lugar en casa para cuidarla apropiadamente —contestó Draco, evo-
cando al ave y lo mucho que le gustaba.
—De acuerdo, te entiendo… ¿Puedo escribirte entonces?

1283
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¡Claro que puedes! —replicó Draco con una amplia sonri-


sa, imitada por la de Harry, que asintió y dio la vuelta nuevamente.
Draco lo observó hasta que dio la vuelta en una esquina antes de
subir nuevamente a su habitación. Se sentía mucho más contento y
tranquilo.

–|– 

Aún el cielo estaba claro cuando desapareció de su casa y apa-


reció en el callejón cercano a Mews Street, un instante después, an-
tes de salir del callejón, Emma y Amber aparecieron sonrientes.
—Vaya, hoy has llegado temprano —le dijo Amber.
—Yo siempre llego temprano —se quejó Harry mientras les
señalaba la salida para comenzar a avanzar hacia la Academia. Harry
no entendía por qué no les permitían usar la gran cantidad de chi-
meneas que había en el edificio, para regresar por ellas, en lugar de
aparecerse por las cercanías y caminar hasta allí.
—Me pregunto qué nuevos planes tendrán para nosotros es-
te mes —preguntó Larissa con una sonrisa nerviosa, divisando las
grandes rejas de entrada.
—Pues… cada vez somos menos. Si continúan así, no ten-
drán ninguna promoción que entregar al Ministerio —informó Ha-
rry.
—Bueno, siempre los tendrán a ellos —señaló Amber a Da-
shiell, Sebastián, Brian, y por supuesto, Violet, que bajaban cami-
nando por la calle contraria, con las cabezas en alto y apenas mur-
murando—. Sí. Son el ejemplo de lo que es un auror —masculló
Amber.
—No sean así, que saben que son muy buenos en el fondo
—dijo de pronto Joel, saltando sobre la espalda de Harry y haciendo
que trastabillase hacia delante.

1284
LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

—¡Demonios, Joel!
—Sí, muy buenos debajo de toda la arrogancia —completó
Simak, con una sonrisa burlona hacia el grupo de Dashiell—. Por
cierto Harry, andas muy descuidado.
—No te diste cuenta que te saltaría encima —recriminó Joel
pasándole un brazo sobre los hombros y apartándolo un poco de las
dos chicas—. ¿Qué diría Vleck si te viera?
—Oh, ya déjenlo en paz, y compórtense —protestó Larissa,
Harry sólo negó con la cabeza, sin intentar siquiera soltarse del aga-
rre de sus amigos.
—Déjalos, ya veremos en los ejercicios quién está distraído y
quién no.
—¡Y Potter ha hablado! —exclamó con burla Simak, Harry y
los demás continuaron riendo y bromeando hasta el momento de
registrarse en la puerta, en donde mejor era no reír, es más, mejor
era no demostrar ninguna emoción y pasar lo más a prisa posible.
Cuando estuvieron en el jardín, casi chocan con el grupo de
Dashiell, que miraban hacia cierto punto lejano. Harry, al igual que
los demás, miraron en la misma dirección, y se quedó en silencio
viendo el gran lago de aguas negras que se extendía ahora en uno de
los lados.
—¿Qué…? —preguntó Posey, al parecer recién llegando jun-
to a Vance y Pritchard.
—Un lago —dijo Brian con voz petulante.
—Vaya, volviste más observador de las vacaciones —mascu-
lló Goldstein, a lo que Brian sólo resopló en respuesta. Harry se gi-
ró para darse cuenta de que mientras habían estado mirando absor-
tos el lago, sus demás compañeros estaban ya allí, la clase completa
observando en silencio la enorme charca.
—¿No creerán…? —empezó a preguntar Geraldine con voz
que demostraba temor.

1285
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Nadie respondió, y luego de un momento más, siguieron


avanzando hacia los dormitorios, en completo silencio.

–|– 

Draco miró por la ventana, empezaba toda una semana llena


de tempestades y tormentas de nieve, según había dicho el tipo del
clima que comentaba en la radio, y que a su jefa de la tienda de dis-
cos, le gustaba poner por las noches. Recordó entonces la carta que
Harry le había enviado el día anterior; cerca de la medianoche, Alba
había tocado a su ventana. Draco se sintió contento de verla, la aca-
rició y alimentó luego de desatar la carta de Harry. Cuando le había
dicho que le escribiría, no pensó que lo sería así de rápido.
Aunque no era mucho lo que decía, para Draco era suficien-
te:

Hola Draco,

Te cuento la última maravillosa idea de nuestros queridos profeso-


res, un lago en mitad de los jardines, practicaremos persecución, encubri-
miento y hechizos bajo el agua.
Espero que tú estés bien.

Harry.

—Sí no espabilas, pronto volarás algo —susurró Gael a su


oído, haciéndolo sobresaltar.
—Qué cómico, sobre todo porque estamos en una clase de
Evolución de las Plantas, donde nada vuela.
—Ya… pero llevas así toda a mañana, ¿qué te pasa?

1286
LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

—Nada.
—Claro, nada; y apuesto a que ese nada tiene algo que ver
con Potter.
—No molestes.
—Sí… es Potter, ¿verdad? —susurró más bajo aún, evitando
que el profesor los escuchara.
—No-mo-les-tes —respondió con los dientes apretados, y
Gael sonrió con sorna.
—Ah… Potter —suspiró Gael, Draco no se contuvo y le dio
un golpe en la cabeza.
—¡Hey!
—Ya cállate, que no me dejas escuchar —recriminó cada vez
más molesto, logrando finalmente callar a Gael y perdiéndose en
sus pensamientos sobre lo que el pobre de Harry estaría haciendo
en ese momento.

–|– 

Una vez, cuando había estado en cuarto curso, había temido


meterse al Lago Negro porque estaba lleno de criaturas que no co-
nocía, que no sabía si eran buenas o malas, o si eran agresivas o
amigables, porque tenían a sus amigos sumergidos y tenía solamen-
te una hora para rescatarlos, porque casi no sabía nadar. Durante el
año de búsqueda de los horrocruxes, cuando había seguido al patro-
nus de Snape, se había sumergido en esa pequeña laguna helada para
recoger la espada, y aunque el agua estaba tan fría que sentía como
si su piel y sus pulmones fueran acuchillados por mil navajas afila-
das al mismo tiempo, estaba seguro de que si no hubiera sido por el
horrocrux, que de alguna manera tiraba de él hacia abajo, tal vez
hubiera podido entrar, sacar la espada y luego salir a flote.

1287
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Pero esta tarde, justo cuando ya empezaban a caer los inicios


de una nevada, sentía que ninguna de esas experiencias valían para
darle el valor de entrar a ese lago oscuro y tenebroso. Era el primer
ejercicio dentro del lago, lo usarían al menos por medio semestre, y
ya se le hacía demasiado cuesta arriba pensar en tres meses más de
prácticas, y eso que no habían iniciado aún la primera.
—Demonios —masculló Simak detrás de él—, está nevando.
—Que observador —dijo Joel, que se abrazaba a sí mismo
temblando de frío. Harry pensó que se veía mucho más aterrado de
lo que jamás lo había visto.
—¿Cuál es el objetivo de todo esto? —preguntó inútilmente
Norman.
Harry sólo negó con la cabeza, recordando la nota de Draco.
Había llegado cerca de las seis de la mañana, en el fondo, le había
hecho reír, casi podía imaginar el tono burlón de Draco al decir
aquello en voz alta. No entendía muy bien por qué había tenido el
impulso de escribirle apenas se enteró de la forma de entrenamien-
to para esos días, pero sí estaba feliz de recibir una respuesta tan
pronto.

Harry…

Sí son aurores capacitados.., ¿Por qué no usan un hechizo de ca-


lentamiento? Hasta yo sé hacer algunos, tal vez te los pueda enseñar
cuando regreses.
Por cierto, parece que nevará, eso dicen las noticias muggles, evita
estar tanto en ese lago, no vayas a pescar una neumonía o un fuerte res-
frío.
Yo estoy bien, vuelvo hoy a estudiar y trabajar, estaré atento por
cualquier cosa que pueda necesitar Mikel o cualquiera de tus amigos.
1288
LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

Que tengas suerte.

Draco.

—¡Potter, que no tenemos todo el día! —gritó la voz del pro-


fesor Vibrad. Harry dio un respingo y pensó que fue lo mejor estar
distraído, pues de un salto se metió al lago sin sopesarlo mucho; el
agua estaba tan o más helada que aquella madrugada en el Bosque
de Dean, aunque con el hechizo de aletas que había aprendido ha-
cer pudo avanzar lo suficientemente rápido para llegar al otro ex-
tremo en un respetable tiempo; luego de eso, se formó junto con
sus demás compañeros de clase, aplicando uno de los hechizos que
Draco le había mencionado en la carta, y maldiciendo el frío y la
nieve que empezaba a caer.

–|– 

Draco se reintegró rápidamente al ritmo que tenía antes, con


la diferencia de que ahora tenía a Alba apareciendo cada dos o tres
días, con mensajes cortos de Harry, por lo general cerca de la me-
dianoche; las cartas eran breves, apenas contándole cosas como que
le había ganado a cierto chico demasiado creído en una prueba, o
que se aburría a mares haciendo las guardias porque no había nin-
gún ataque o simulación de ataque.
Draco no comprendía cómo podía realmente gustarle aque-
llo a Harry; lo mantenían despierto toda una madrugada cuidando
de un inexistente edificio, lo metían al frío lago para recoger tontos
cofres vacíos o para aprender a camuflarse en el agua y perseguir de
esa manera mejor. Como si en verdad fueran a perseguir a alguien
bajo el agua helada, o como si no fueran capaces de usar hechizos
de calentamiento para evitar morir de hipotermia.
1289
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Además de contestar a cada carta de Harry a las seis de la


mañana del día siguiente, ahora también tenía que dividir su tiempo
con Mikel, quien le llamaba de vez en cuando para poder juntarse y
darle los informes de cómo iba la poción en algunos pacientes que
habían aceptado probarla fuera del servicio del hospital, y hasta aho-
ra, no había tenido más que resultados positivos. La primera vez
que habían probado la poción, había sido en una chica de dieciocho
años que había decidido huir de su casa junto a su novia (otra mu-
chacha de diecinueve años), pero antes de que eso ocurriera, miste-
riosamente la chica había caído enferma; los padres, aterrados con
las consecuencias de la enfermedad, no habían dudado en aceptar la
propuesta de Mikel, que les había explicado las pocas posibilidades
de curar a su hija con la poción de San Mungo y la mucha fe que le
tenía al nuevo antídoto.
Draco se había pasado aquella madrugada despierto, espe-
rando a que Mikel le diera una respuesta sobre el estado de la chica
y sobre cómo había ido todo el proceso de regeneración en la chica;
fue Gael quien apareció en su casa para decirle que todo estaba bien
y que la chica se había salvado. Es más, que los padres querían co-
nocer al que estaba fabricando esa poción «milagrosa». Draco, ob-
viamente ya acostumbrado al rechazo de la gente, se negó en re-
dondo, y al final, Mikel les tuvo que explicar que no podían revelar
su identidad, pero que se hacía llamar «El Fabricante de Pociones».
A Draco le gustó eso, un pseudónimo diferente a Mortífago. Harry
le había escrito felicitándolo y diciendo lo contento que estaba por
él.
Gael era otro que había cambiado un poco. Draco no estaba
muy seguro de lo qué hacía, pero no era tonto, y estaba casi seguro
de que lo más probable fuera que tuviera que ver con Mikel, aun-
que no se animaba a volver a tocar el tema con Harry, menos por
carta, no quería echar a perder las cosas de nuevo, pero sí estaba

1290
LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

preocupado porque no quería que nadie lastimara a Gael como ha-


bía pasado anteriormente.

–|– 

Entre más cartas, pruebas, clases y ejercicios, las dos semanas


que a Harry le parecían, iban a ser interminables, finalmente termi-
naron con una clase especialmente severa con la profesora Conklin,
sobre disfraces, muggles y mágicos. La mujer estaba empeñada en
hacerlos cambiar de apariencia mucho más rápido de lo que un
parpadeo dura, o al menos, esa había sido la consigna al inicio de la
clase. Por supuesto que no había llegado tan lejos, sobre todo, al
momento de transformar la ropa que tenían puesta, o el rostro sin
un espejo a la mano, pero al menos sí podía reconocer que lo estaba
haciendo bastante rápido.
Cuando aquella noche salió de la Academia, junto a sus de-
más compañeros, se sintió impaciente, mucho más impaciente de lo
normal, tenía que ir con ellos, no podía faltar a esa reunión, lo sa-
bía, pero realmente moría, y sí, se sentía tonto y ridículo, pero era
cierto, moría de ganas por ver a Draco.
Durante todo el tiempo estuvo un poco tenso, bebió un par
de cervezas y bailó un poco con Emma y con Larissa; cerca de las
diez, que era la hora en que sabía, Draco volvía a casa esa noche, se
levantó y, sorprendiendo a la mayoría, ya que siempre era de los que
se quedaba hasta casi el final, se marchó. Salió a la calle, el viento
corría frío, aunque ya no había amenaza de tormenta de nieve, llegó
a uno de los callejones para luego desaparecerse, rumbo al aparta-
mento de Draco.

–|– 

1291
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Llegó resoplando por el frío. Tiró el morral al piso y corrió a


darse una ducha caliente, luego de eso se sentó a estudiar. En su úl-
tima carta, Harry le había dicho que trataría de pasarse esa noche a
saludar. Trataría. No había certeza en que lo hiciera y Draco se repi-
tió durante todo el día, que existía la posibilidad de que Harry fi-
nalmente no llegara, que tal vez se entretuviera bastante con sus
amigos, lo suficiente para no llegar esa noche, y que si era así, no
pasaba nada, que aún podrían verse el sábado, o el domingo, y sobre
todo, que Harry no tenía ninguna obligación de visitarlo.
Pese al nerviosismo, logró concentrarse en el texto que leía.
Mientras tomaba notas en un viejo pergamino, se sobresaltó cuando
alguien tocó a su puerta. No había escuchado llegar a la moto de
Harry, así que no podía estar seguro de quién se trataba.
No pudo evitar la sonrisa cuando vio que no era otro más
que Harry.
—Hola —saludó el moreno, entrando a la habitación, con
una bolsa en la mano y la mochila colgada al hombro—. ¿Te inte-
rrumpo? —preguntó mirando hacia la lámpara encendida sobre el
escritorio.
—No… claro que no, ya terminé.
—Fantástico… Traje algunas cosas, pensé que tal vez podía-
mos comer algo y tomar unas cervezas… afuera hace mucho frío.
—Claro, no hay problema —aceptó, recibiendo la bolsa que
Harry le entregaba—. Supongo que lo último que quieres ahora es
sentir frío, sobre todo, después de dos semanas de haber pasado
sumergido en ese lago…
—Ah —suspiró Harry dejando la mochila caer al piso y sen-
tándose sobre la cama—. Definitivamente se pasan los días pensan-
do la mejor manera de torturarnos.
—¿Nadie renunció? —preguntó recordando la historia que
Harry le había contado sobre los tres meses de detención.

1292
LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

—No… después de todo, ya estamos a sólo un semestre de


acabar la carrera, no creo que nadie más abandone, por más helada
que el agua esté.
Se pasaron el resto de la noche conversando y riendo, be-
biendo las cervezas que Harry había traído, hasta muy entrada la
madrugada, en que ambos reían sonoramente acerca de alguna
broma estúpida.
En algún momento de la noche, Harry se había dejado caer
en la cama, y poco rato después, Draco lo había imitado y, uno jun-
to al otro, aún conversando en susurros, finalmente se quedaron
dormidos.

–|– 

—¿Noah tampoco está? —preguntó esa mañana de sábado


Hermione a Kreacher, ella y Ron habían ido a ver a Harry para invi-
tarlo a desayunar, ya que el chico se dejaba ver cada vez menos.
—No, él ya no vive aquí desde hace mucho —informó el el-
fo, parecía muy contento al respecto. Ron, no podía negarlo, tam-
bién él estaba contento. Noah no le dejaba de caer mal, siempre tra-
tando de acaparar a Harry, de andarlo tocando a cada instante delan-
te de ellos, y de pasar el mayor tiempo posible a su lado, sin contar
las peleas que sabían que tenían siempre.
—¿Harry y él han roto? —preguntó Hermione mirando al-
rededor, como si Noah o Harry fueran a aparecer en cualquier
momento.
—No lo sé, el amo no informa a Kreacher de esas cosas o le
autoriza a andar divulgándolas.
—Supongo que tampoco sabes a qué hora volverá… —sus-
piró Ron, obviando el tono resentido que había usado el elfo.

1293
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No, tampoco. El amo no ha llegado anoche, y hoy en la


mañana tampoco se ha comunicado conmigo.
—Vamos, Ron, seguramente está entretenido con sus ami-
gos…
—Claro… con sus otros amigos —masculló Ron siguiendo a
su novia por la red flú, tendrían que visitarle después.

–|– 

Harry abrió los ojos lentamente, con la clara sensación de


una caricia en su mejilla, sin embargo, se decepcionó mucho cuan-
do se encontró solo en la cama, sin Draco.
Se sentó y observó el lugar con atención, ya no quedaba nin-
gún rastro de la comida o las latas de cerveza de la noche anterior, y
tampoco de Draco. El reloj de pared le decía que eran cerca de las
diez de la mañana; entonces recordó que Draco trabajaba ese día, en
realidad Draco trabajaba todos los días.
Se puso en pie y recogió sus cosas, pero antes de salir, descu-
brió una nota pegada a la puerta.

Harry,

Gracias por lo de anoche, la pasé realmente bien, esta mañana te-


nía turno temprano en el supermercado y no quería despertarte, supuse que
estarías cansado.
Pásala bien,

Draco.

1294
LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

Harry arrancó la nota de la pared y la guardó en el bolsillo


del pantalón. Decidió volver a casa, tendría que ducharse y desayu-
nar algo antes de poder ir a visitar a Teddy, tal vez sería buena idea ir
a ver a Ron luego, hacía muchos días que no sabía nada de él.
Dio una mirada más a la habitación, y se encaminó a la calle,
donde había mucha más gente transitando de un lado a otro. Le
costó mucho trabajo poder desaparecerse sin ser visto por alguno de
los muchos muggles que pasaban por allí.

–|– 

Draco se reprendió por enésima vez en la mañana, no podía


seguir así, pensando en Harry y en lo bien que se veía, en lo mucho
que extrañaba besarlo y acariciarlo, en hacerlo suyo, si tuviera la
oportunidad de hacerlo una vez más, bastaría para que fuera feliz
por el resto de su vida, pero sabía que no, que todo era demasiado
complicado, que por ahora, Harry aún estaba dolido con él, se le
notaba, sobre todo, en aquel reclamo en el restaurante un par de
semanas antes.
Había pasado cerca de media hora observándolo dormir, aca-
riciando casi con temor sus mejillas, su nariz y sus labios, repasando
con lentitud la cicatriz de su frente, y recordando cada centímetro
de piel, hasta que había tenido que levantarse e irse a trabajar.
Dudaba que lo pudiera ver durante el resto del fin de sema-
na, pero al menos habían tenido una noche para ellos, y eso bastaba
por el momento.

–|– 

Sin embargo, aquella noche, cuando regresó a casa cerca de


la medianoche, totalmente agotado, Harry ya lo esperaba dentro,

1295
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

luego de disculparse por haber forzado la puerta, y con una gran


sonrisa dibujada en su rostro, le dijo que había traído la cena que,
según le contó, había preparado Kreacher, su elfo doméstico. Inclu-
so había traído una pequeña mesa y dos pequeñas sillas para colocar
en el centro, para que pudieran comer.
Draco le reprochó sus malas costumbres de andar entrando a
sitios que no eran suyos, tal y como en la escuela, y pronto ambos
estuvieron riendo, recordando cosas y hablando de cosas nuevas.
Harry le contó de su visita a Andrómeda y de Teddy, de Ron y de
Hermione, y más cosas de la Academia de Aurores.
Tal como había pasado la noche anterior, se quedaron hasta
muy tarde conversando y Harry, una vez más se quedó a dormir
allí. A la mañana siguiente, Draco no entraba a trabajar hasta la tar-
de, así que pudieron desayunar en una cafetería cercana, para luego
encontrarse con Mikel, Gael, Ethan y Lucka, que andaban muy
contentos por el éxito de la poción de Draco, aunque un tanto mo-
lestos porque cada vez eran más los afectados por ese envenena-
miento, y ni la prensa ni las autoridades parecían querer tomar ma-
yor interés.
Draco, que era más despistado para esas cosas, no notaba los
movimientos sutiles o las formas en que Mikel y Gael se trataban,
mucho más íntimos que antes, sin embargo Harry sí, parecía que
entre ellos había algo más que sexo y diversión. Harry nunca había
visto a ninguno de los «amigos con beneficio» de Mikel actuar de
esa manera, y no podía negar que le extrañaba y preocupaba. Pese a
la discusión que había tenido con Draco por aquello, antes de irse,
se llevó a Mikel a un costado.
—¿Qué es lo que estás haciendo? —preguntó en voz baja,
observando a Draco, Ethan, Lucka y Gael, que habían formado un
círculo y conversaban tranquilamente a unos cuantos metros de
ellos.

1296
LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

—¿Hablando contigo?
—Sabes a lo que me refiero —aclaró apuntando con la cabe-
za a Gael.
—Ah… Pensé que el que te gustaba era Draco.
—No… —Harry parpadeó y miró a Mikel asombrado.
—Todos lo saben, se nota —explicó encogiéndose de hom-
bros.
—Ya… y también se nota que hay algo entre tú y Gael.
—Y si se nota, ¿para qué preguntas?
—Porque te conozco… y no digo que esté mal, es decir, sería
hipócrita decirlo, pero no creo que sea buena idea que te enredes
tanto con él.
Mikel sonrió.
—¿Me conoces? Es decir que crees que…
—Gael pues… se está haciendo ilusiones, es algo que todos
pueden ver, y no quiero que luego esté sufriendo.
—Esas son ideas de tu Draco.
—No es mi Draco —se quejó Harry en voz un poco más al-
ta, los otros chicos voltearon a verlos y Draco le lanzó una mirada
interrogante mientras Mikel sonreía complacido—. Escucha…
—No, escucha tú —le interrumpió Mikel bajando la voz
nuevamente—, Gael no es un niño, ya es un adulto y sabe lo que
hace y lo que no hace, y es su problema, nadie está jugando con na-
die si es lo que te preocupa, las cosas claras desde el comienzo, si
me conoces, sabrás que es así.
Harry suspiró, claro que sabía que era así. Mikel era directo y
no ocultaba malas intenciones, y sobre todo, era honesto al mo-
mento de meterse con alguien, sólo esperaba que Gael lo tuviera
claro también.
Draco fue el primero en despedirse de ellos, alegando que
tenía que entrar a trabajar en muy poco tiempo, luego siguió Harry,

1297
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

que argumentó que tenía que ir a preparar algunas cosas para la


Academia, después Lucka y Ethan, que sabían que hacían «mal
cuarto», se marcharon rápidamente, prometiendo encontrarse más
tarde para tomar una copa; hasta que sólo quedaron en mitad de la
calle, Gael y Mikel.
—¿Te apetece ir a mi casa? —preguntó Mikel mientras ca-
minaban sin rumbo fijo por la calle.
—¿A esta hora? —preguntó un tanto extrañado Gael, pen-
sando en que luego tendría que quedarse hasta mucho más tarde
para terminar con algunas tareas, si es que aceptaba la invitación de
Mikel.
—-Ajá, tal vez luego podamos ir juntos para encontrarnos
con Lucka y Ethan —respondió Mikel encogiéndose de hombros.
—Claro —sonrió Gael, y Mikel le devolvió la sonrisa mien-
tras señalaba hacia un pequeño callejón a unos cuantos metros.
En cuanto se aparecieron en el departamento de Mikel, éste
empujó a Gael contra una pared y comenzó a besarlo con fuerza;
Gael, acostumbrado y, por qué negarlo, más que ansioso, respondió
al beso con igual intensidad, las manos de ambos se metían entre
los abrigos y las ropas, tratando de quitar todos aquellos obstáculos
de su camino.
—Vamos a mi habitación —susurró Mikel sobre sus labios
con voz ronca.
Gael asintió y se dejó jalar de una mano por el camino que se
conocía ya de memoria. Una vez en la habitación, las prendas vola-
ron por todos lados hasta que ambos cayeron desnudos sobre la
cama, besándose y acariciándose con prisa y con necesidad.
Mucho tiempo después, Gael se dejó caer vencido sobre el
colchón, mientras sentía a Mikel salir de su interior y depositar un
beso en su espalda para luego acomodarse a su lado.

1298
LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

—Vaya… eso ha estado genial —resopló Mikel mientras bus-


caba la varita que había quedado tirada sobre la cama y convocaba
un cenicero y un cigarro.
—Sí que lo ha estado —suspiró Gael, dándole un beso en los
labios antes de girarse por completo y pasar las manos bajo la cabe-
za, sonriendo relajadamente.
Por un momento más, ambos se quedaron en silencio, Mikel
fumando y Gael observando el techo; recordó que la primera vez
que Mikel lo había besado, sabía a tabaco y a menta, desde entonces
no podía ver a nadie fumando sin recordar ese primer beso, en las
afueras de una discoteca muggle, a los pocos días de conocerlo, la
primera vez que lo llevó a conocer los sitios donde los magos y bru-
jas gays se juntaban para pasarla bien.
Se giró hacia un lado y le quitó el cigarro a Mikel para luego
dar una calada, mientras el medimago acariciaba su pierna con algo
parecido al cariño, aunque Gael podía estar seguro que no era cari-
ño, no era lo que habían acordado en un inicio. Al principio se ha-
bía sorprendido de la honestidad de él, de decirle que lo que busca-
ba era pasarla bien, que le gustaba y que pensaba que ambos podían
tener buenos momentos juntos, pero nada más; y luego del shock
inicial, Gael había aceptado gustoso, también le gustaba Mikel,
aunque no estuviera muy claro en sus sentimientos respecto a Dra-
co, sabía que debía empezar a salir más. Después de todo, no se po-
día pasar la vida estudiando solamente.
—¿Qué fue lo que te dijo Potter? —preguntó finalmente
Gael, rompiendo el cómodo silencio que había entre ellos.
—Ah… —Mikel suspiró y se giró un poco más para encarar
al chico—, me preguntó si es que tú y yo estábamos quedando.
—¿En serio? —preguntó Gael frunciendo el ceño, no le ha-
cía gracia que precisamente Potter, el que decía que no le gustaba
que se metieran en su vida, estuviera indagando sobre la suya.

1299
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Sí, aunque creo que más bien lo hizo porque Draco se lo


pidió —comentó Mikel sin dejar de mirar a Gael atentamente, este
se sonrojó un poco y desvió la mirada.
—¿Tú crees que fue Draco quien le dijo que preguntara?
—Ajá… —Mikel se dejó caer de espaldas sobre la cama nue-
vamente—. ¿Aún te gusta, no? —preguntó en un murmullo, no sa-
biendo bien por qué.
—¿Draco? No… claro que no, ya te dije, él es… sólo mi
amigo, mi mejor amigo —respondió Gael sin mirarlo a la cara.
—Ah…
—Y olvídalo, ni Potter, ni Draco tenían por qué preguntar —
concluyó Gael girándose hacia Mikel nuevamente.
Mikel le dio una mirada extraña, y un instante después se
abalanzó sobre él, atrapando su cuerpo contra el colchón.
—Creo que fue suficiente descanso —murmuró Mikel con
voz ronca antes de comenzar a besar a Gael, que se abrazó a él con
más fuerza.
—Sí —respondió agitado Gael, en cuanto Mikel se apartó de
sus labios y comenzaba a besar su cuello con bastante rudeza—. Su-
ficiente descanso…

–|– 

Después de ese fin de semana, Harry tuvo que volver a la


Academia, donde las clases eran cada vez más exigentes y difíciles, y
los horarios más restringidos, se la pasaba extrañando a Draco y
contando los días que faltaban para los descansos y poder verlo al
fin. Se carteaban, incluso algunos días seguidos, contándose peque-
ñas cosas, deseándose suerte en exámenes y pruebas, para luego en-
contrarse el segundo viernes del mes, luego de que las clases termi-
naran, algunas veces se quedaban en casa de Draco, otras iban don-

1300
LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

de Mikel, que aún no soltaba prenda sobre lo que ocurría con Gael,
e incluso iban a algunos bares y restaurantes. Así fueron pasando
dos meses más, en los que los amigos de Harry, casi apostaban a
cuándo las cosas terminarían de pasar, ya que se notaba que Harry y
Draco no podrían pasar mucho más tiempo sin ponerse las manos
encima.
Ambos tenían que admitirse que el deseo entre ellos se hacía
mucho más palpable conforme el tiempo pasaba, cada reencuentro
luego de las dos semanas obligadas de separación, parecía más in-
tenso, hasta que aquella noche, Draco no se pudo resistir más:
Draco le había estado explicando los alcances de la poción y
la idea de Mikel de poner algún tipo de aviso donde pudieran ad-
vertirles sobre el envenenamiento masivo del cual estaban siendo
víctimas, y Harry había estado escuchándolo a medias, perdido en
su voz y sus movimientos, hasta que de pronto, Draco notó la falta
de atención.
—¡Harry! —protestó cerrando un libro de golpe, Harry se
sobresaltó y lo miró culpablemente.
—Lo siento, ¿qué decías?
—Nada.
—Vamos.
—Nada, en serio, déjalo, no importa.
—Anda… no seas inmaduro.
—No soy inmaduro, Potter —dijo arrastrando las palabras y
poniéndose de pie, luchando contra la idea de saltar sobre Harry y
besarlo y amarlo hasta que no pudieran más—. Y ya es tarde… ma-
ñana tengo que trabajar.
—Ya… —Harry se sentía ligeramente decepcionado y frus-
trado, una parte de su mente, la que le gustaba mirar a Draco a to-
das horas y en todo momento, le decía que era el momento, que
podía tener lo que quería, que Draco accedería; sin embargo, estaba

1301
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

la otra mitad, la sensata, la que le decía que tuviera cuidado, que


una vez ya le había roto el corazón, y que en realidad nunca había
podido reponerse, que le recordaba a qué se arriesgaba si intentaba
cualquier cosa. Lentamente se puso en pie y comenzó a recoger sus
cosas de la cama, recordando que ya era hora de irse.
Draco frunció el ceño y se acercó a Harry, posando una
mano sobre su hombro para detener sus frenéticos movimientos
por recolectar libros y revistas.
—¿Estás seguro que no te dieron un mal golpe en la acade-
mia? Andas distraído —observó Draco, sinceramente preocupado.
Harry se sonrojó, no se había percatado de la cercanía de
Draco, de esa mano sobre su hombro, de ese aroma… de tantos re-
cuerdos cercanos.
—Yo…
Draco ladeó la cabeza, apreciando el sonrojo de Harry, sus
labios rojos, sus brillantes ojos verdes… y no, no pudo más, lo jaló
con fuerza por la cintura con la otra mano, a la vez que sus labios se
pegaban a los del chico, en un beso necesitado y ansioso, lleno de
deseo.
Harry cerró los ojos al cálido contacto, maravillándose de
que el sabor de los labios de Draco fuera el mismo, de que ese beso
fuera exactamente igual a los besos del pasado, a los besos de
Hogwarts… así que bebió de sus besos; apoyó una mano sobre el
hombro de Draco y suspiró suavemente, casi rendido por comple-
to, cuando un pensamiento, un recuerdo poco adecuado, llegó a su
mente… una mañana, una cama vacía y sólo una carta de despedida.
Abruptamente rompió el beso y se lanzó hacia atrás, alejándose to-
do lo posible de Draco, que lo miraba un poco agitado y de manera
indescifrable.

1302
LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

—Harry… yo —Draco sintió cómo la sangre le subía al ros-


tro, había besado a Harry y, por un instante o quizá dos, había sabo-
reado lo que eran sus labios una vez más, antes de ser rechazado.
—¿Por qué lo has hecho? —preguntó en un murmullo, mi-
rando dolida y acusadoramente a Draco.
—Yo pensé… lo siento, lo lamento, no volveré a hacerlo si es
lo que quieres… sólo… lo hice sin pensar —se disculpó contraria-
do, quería acercarse a él nuevamente, abrazarlo y pedirle perdón,
pero sobre todo, pedirle que no se marchara.
—¿No pensaste? —farfulló Harry, Draco tuvo la sensación
de que estaba mucho más molesto que ofendido—. ¿No pensaste
en lo que eso significaba?
—No entiendo…
—En lo que significaba que me besaras —aclaró Harry, la fu-
ria ahora creciendo en su interior. Draco sabía, debía saber lo que
sentía por él, y ya una vez en el pasado había destrozado su corazón
y se había marchado sin pensar en él y en esos sentimientos, ¿y aho-
ra, qué pretendía?, ¿hacer lo mismo?
—Tú… es decir me gusta estar contigo y extraño…
—¿Qué? ¿Joder conmigo?
—¡No! Yo no he dicho eso —aclaró Draco rápidamente—.
Yo te quiero… ya sabes, como antes —confesó.
—¿Y cuánto duraría está vez? —increpó Harry.
—¿Qué?
—Ya sabes, esta vez cuánto duraría, ¿unos meses más hasta
que termine mi carrera? ¿Un año hasta que tú termines la tuya?
¿Cuánto Draco? No es difícil para un genio como tú contestar a
eso.
—Yo… no puedo contestar eso…
—¿No puedes, o no quieres?
—Harry… escucha…

1303
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¡No! —negó rápidamente Harry—. No quiero escucharlo,


no quiero oírte decir que me quieres o que te gusto siquiera, no si
no eres conciente de todo el daño que me puedes causar al hacerlo.
—Yo no… Yo no haría nada para hacerte daño —protestó
Draco inseguro.
—Ya lo has hecho antes… ¿qué te detendría ahora de lasti-
marme?
—Nunca ha sido mi intensión hacerlo —declaró Draco ca-
minando un par de pasos hacia Harry, pero se detuvo cuando éste
retrocedió rápidamente, alejándose más de él.
—Te fuiste —susurró Harry en voz baja y dolida—, me de-
jaste sin siquiera preguntar si estaba de acuerdo.
—Fue por tu bien —aclaró rápidamente Draco—. Porque no
quería que te vieras envuelto en…
—Mentiroso —interrumpió Harry sin levantar más la voz—,
fue por tu propio bien, porque no tenías el valor de apostar por no-
sotros, en arriesgarte… tomaste el camino fácil.
—¿Fácil? —increpó Draco, cariacontecido porque Harry no
entendiera que no había sido simple para él, que no comprendiera
que cada día que se habían mantenido lejos, había sido doloroso—.
¿Crees que fue fácil el irme y apartarte de mí? ¿El no verte o abra-
zarte… el no escucharte?
—Aparentemente no te costó mucho, ¿verdad? Simplemente
te largaste…
—¡No fue así! —protestó Draco.
—¡Claro que lo fue!
—Harry… —suspiró Draco tratando de calmarse—, yo te
quiero, en serio que lo hago, y entiendo que puedes estar furioso
por lo que pasó antes, y que no quieras tener ya nada conmigo aho-
ra, pero, tal vez…

1304
LIBRO III|Caminos
[10] «¿Y qué pasará mañana?»

—¿Tal vez? Tal vez qué, Draco —interrumpió Harry agitado.


Su mente repitiéndole una y otra vez que saliera de allí, que ya ha-
bía sufrido suficiente, mientras su cuerpo luchaba por no lanzarse a
sus brazos, por besarlo y creerle, como le había creído antes, cuan-
do estaban en la escuela.
—Podríamos… —Draco dio una patada al piso y resopló fas-
tidiado, sintiendo que perdía miserablemente ante los reclamos de
Harry—. Escucha, podríamos intentar...
—Intentar —bufó Harry—. Aún no me has contestado…
¿Hasta cuándo? ¿Intentarlo hasta cuándo?
—¡Hasta cuándo, hasta cuándo, Harry, por todos los demo-
nios, no puedo contestar eso, no puedo decirte hasta cuándo!
Harry negó con la cabeza y apretó los labios, parecía mucho
más triste que antes, mucho más inseguro.
—Sí puedes… pero no lo harás, porque no sabes sentir, no
sabes lo que yo siento por ti, dices que lo haces, que me quieres,
pero no es así…
—¡Por supuesto que sé lo que sientes y que te quiero!
Harry negó nuevamente con la cabeza, encarándolo final-
mente:
—Si lo sabes, si verdaderamente te has puesto a pensar en
eso, sabrías cuánto me dolió que te marcharas de esa manera, cuánto
luché por no ir a buscarte, por tratar de recomponerme, de sonreír-
le a todo el mundo y decirles que estaba bien cuando por dentro,
sentía que me caía a pedazos, sabrías que lo que hiciste, me supo a
traición, a la peor de todas, y sobre todo, sabrías que no podría so-
portar una vez más eso, el dejarme estar a tu lado para luego mar-
charte solamente porque crees que es lo correcto. Así que te pre-
gunto una vez más: ¿Hasta cuándo?
Y Draco no supo qué contestar, se quedó de pie, observando
a Harry, procesando sus palabras, sintiéndose cada vez más culpa-

1305
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

ble, más cruel y miserable, imaginando a Harry sufriendo, sufrien-


do por algo que él mismo había provocado… ¿Acaso era justo que
arrastrara a Harry a eso nuevamente? ¿Acaso podía contestar esa
pregunta?
Harry se mordió el labio, reprimiendo las ganas de llorar, de
gritar y de destrozar todo, sabiéndose perdedor, sabiendo que no
encontraría allí la respuesta que deseaba y, peor aún, que tal vez
Draco nunca se la daría. No dijo nada, simplemente se dio la vuelta
y salió, sin mirar atrás, sin mirar a Draco. Bajó las escaleras con pa-
sos irregulares, de pronto se sentía mareado y cansado; las piernas le
temblaban y pensaba que en cualquier momento podría caer, la idea
no lo dejaba de animar, caer inconsciente significaba alejarse del do-
lor, del sufrimiento, y sobre todo, de la verdad.
Fuera, en la calle, corría un viento gélido, esa noche había
llevado su motocicleta, incluso había pensado en que tal vez sería
una buena noche para enseñarle por fin a Draco a conducirla. Pero
eso no sucedería, nada con Draco sucedería. Se montó sobre la mo-
to y se sujetó al manubrio, sin embargo, le fue imposible arrancar, y
allí se quedó, sintiendo el viento helado golpear su rostro y llevarse
las lágrimas que —ni siquiera había notado— estaba derramando.
Por primera vez en mucho tiempo estaba llorando, por Draco, llo-
rando como no lo había hecho antes, como no lo había hecho
cuando éste lo dejó…

1306
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

11
Para siempre: una promesa

Then one day // from my infinite sadness you came and brought me love again
Now I know // That no matter what ever befalls I'll never let you go
I will hold you close, night and day
Because love is the saddest thing when it goes away
Canción: Once I Loved 29
Astrud Gilberto, cantante brasileña de bossa nova, samba y jazz

Londres, Febrero de 2002

H
arry se había ido, había cruzado la puerta y se había
marchado, y tal vez nunca volvería, todo porque él
no había sido capaz de darle lo que pedía. Lo que
deseaba y necesitaba; una simple respuesta que ayudara a sanar to-
das las heridas que él mismo había provocado en el pasado. Una so-
la respuesta: el estar nuevamente al lado de Harry dependía de una
sola respuesta.
No se movió. Permaneció allí, mirando el espacio vacío que
era el lugar donde Harry había estado minutos antes, mirando lo
que sería su futuro: un lugar vacío, un espacio sin ningún encanto
29
Una vez amé: Entonces un día // Desde mi infinita tristeza viniste y me trajiste de nuevo el amor
// Ahora sé // que no importa lo que suceda nunca, nunca te permitiré marchar // Voy a abrazarte,
día y noche // Porque el amor es la cosa más triste cuando se va…

1307
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

ni sentimiento, un espacio lúgubre, donde nada ni nadie encajaría


sino era Harry.
Lo había perdido…
«No», se corrigió; «lo he alejado, apartado de mi vida por se-
gunda vez…» Él siempre estaba haciendo enojar a Harry, a Harry
que siempre estaba allí, tal como estuvo la primera vez para él, en-
tregándose a él, sin reservas y sin condición, dedicándose a él, y en-
tonces, lo había apartado; no quería verlo sufrir, no importaba lo
que él sufriera y ahora… ¿ahora no había visto las consecuencias de
eso? ¿No lo estaba haciendo sufrir ahora? ¿No estaba acaso sufrien-
do él?
«¿Hasta cuándo?» había preguntado Harry. ¿Hasta cuándo lo
amaría? ¿Hasta cuándo sería lo más importante de su vida? Su to-
do… su punto de retorno, su norte, su hogar…
Entonces supo la respuesta… entonces entendió. Entendió y
tuvo miedo, porque supo qué era lo que estaba perdiendo.
Tenía que encontrarlo.
Ese fue su pensamiento inmediato. Tenía que encontrarlo y
decírselo, averiguar si no era ya demasiado tarde, si era que lo había
perdido ya, definitivamente.
Grinmauld Place quedaba a una hora en autobús, y ya era
más de medianoche, pero no le importó; sólo tenía una idea en la
mente: buscar a Harry y decírselo.
Cogió al vuelo el abrigo oscuro del perchero y salió dando
un portazo. Mientras corría por las escaleras, sentía su corazón des-
bocarse, latiendo apresuradamente.
Tenía que encontrarlo.
El pánico lo llenó por completo, mucho más que tantos años
atrás, cuando su padre lo había encontrado con Yarik y lo alejaron
de su lado. Más incluso que cuando estuvo encerrado en esa celda,
esperando por sentencia. Esto era mucho más grande, mucho más

1308
LIBRO III|Caminos
[11] Para siempre: una promesa

importante. Tenía que hallarlo y pedir perdón, rogar si fuese nece-


sario. Tenía que decírselo. Tenía que responder a su pregunta.
Saltó las últimas gradas al primer piso, y el gélido viento que
se colaba por la puerta abierta de la calle, le dio de lleno en la cara,
haciéndole recordar que quizá debió haber tomado también la bu-
fanda y los guantes, pero no le importó, el frío no era importante.
Sólo Harry. Sólo Harry y encontrarlo.
A sólo unos pasos de la salida se detuvo en seco, viendo en la
oscura noche la motocicleta aparcada, tal como Harry la había deja-
do horas antes, cuando había llegado. Suspiró aliviado cuando vio
que Harry estaba sobre ella, completamente quieto. Tomó una úl-
tima bocanada de aire antes de acercarse lentamente.
Sus pasos resonaban sobre el pavimento, pero aún así, Harry
no se movió, no pareció darse cuenta de su presencia. Estaba allí,
mirando hacia el frente y con los dedos crispados sobre el manu-
brio. Con algo de temor levantó una mano y le acarició la cabeza,
sus dedos enredándose en el largo cabello oscuro. Fue entonces que
Harry reaccionó y se giró para mirarlo, parecía completamente ven-
cido, con los ojos un poco rojos y húmedos. Él nunca había visto
esa expresión en su rostro, ni lo había visto llorar, lo había visto de
muchas maneras, pero jamás de esa forma. El solo pensamiento de
hacerlo sufrir hasta ese extremo, lo hizo sentir peor. Harry no le di-
jo nada, clavó sus ojos en él, su mirada era interrogante, ansiosa y
quizá hasta de súplica.
Harry se quedó quieto y conteniendo el aire, esperando que
Draco dijera algo, cualquier cosa que lo alejara un poco del terrible
hoyo oscuro en el que se estaba sumergiendo, cualquier cosa que
ayudara a que sus heridas sanaran…
—Para siempre —dijo con voz ronca, mientras se inclinaba
un poco más, lo suficiente para que sus rostros quedaran a la misma

1309
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

altura—. Si me lo permites, me quedaré contigo para siempre —


repitió en un susurro.
Harry suspiró suavemente, aquellos dedos en su cabeza aca-
riciándolo de manera tierna, como antes… pero a la vez diferentes,
la mirada y las palabras, todo era diferente ahora. Fue él esta vez el
que acortó la poca distancia entre ellos, el que lo besó, despacio y
lentamente; saboreando sus labios, saboreando sus palabras, disfru-
tando de ese para siempre. Creyendo en ese para siempre.
Las farolas apenas iluminaban la silueta de ambos; Draco in-
clinado hacia adelante, con una mano sosteniéndose de la manivela,
entrelazando sus dedos con los de Harry, mientras su otra mano
acariciaba los cabellos de la nuca, sus labios, danzando de manera
conocida, anhelada y familiar. De manera correcta.
Les costó separarse, pero cuando lo hicieron, ambos se mira-
ron a los ojos, no necesitaban decirse mucho más, no por ahora al
menos; Harry confiaba en él, en ese para siempre, y Draco creía
firmemente en que así sería, en que lo que sentía por Harry, defini-
tivamente sería para siempre. Ni siquiera la muerte podría acabar
con eso. Nada podría. Era demasiado fuerte. Demasiado grandioso.
Y era suyo, suyo y de Harry. Un sentimiento poderoso, único, y de
ellos solamente.
Draco lo tomó de la mano, recién notando lo fría que estaba,
y pensando en el tiempo que Harry había pasado allí, bajo el viento
helado, y lo instó a levantarse.
—Vamos… hace frío —le dijo mientras lo llevaba al interior
del edificio.
Harry se aferró a esa mano tibia y siguió a Draco, caminando
casi como en un sueño, casi como en sus miles de sueños, donde se
encontraba con Draco y, tras mil y una situaciones, siempre regre-
saban juntos, tomados de la mano, juntos, justo como ahora, como
en ese momento, como en esa realidad.

1310
LIBRO III|Caminos
[11] Para siempre: una promesa

Porque debía ser real. Ningún sueño podría igualar a eso.


Apretó sus dedos contra los de Draco y éste volteó y le son-
rió, Harry devolvió la sonrisa de la misma manera. No era un sue-
ño, Draco había vuelto, había dicho que sería por siempre… como
debía ser.

–|– 

Henry Astley, de veintiún años, caminaba de regreso a casa,


había cumplido su turno de ocho horas de trabajo en una pastelería
cercana; le gustaba mucho su empleo, trabajaba decorando los pas-
teles que vendían, y aquella noche había tenido que dejar listo un
pastel de bodas, blanco y grande, con la cantidad suficiente de deco-
rados para parecer sutil. Había sido un diseño propio y estaba feliz
de que aquella señorita muggle lo eligiera, era el primer diseño que
elegían de los que él había propuesto.
Se apretujó un poco más en el abrigo oscuro, el viento hela-
do de febrero le daba de lleno en la cara y se reprochó no haber to-
mado el autobús para ir a casa, pensando que no haría tanto frío en
realidad.
Cuando llegó a la esquina de la calle donde vivía, vio a un par
de sujetos extraños caminando en dirección contraría, hacia él.
Henry estaba acostumbrado, de más joven, a que algunos lo moles-
taran, ya fuera en la escuela privada a la que había asistido en prima-
ria, o en la institución en la que sus padres le habían hecho estudiar
su educación mágica, todos sabían que era gay, y aquello siempre
había sido razón suficiente para ser sometido a burlas, insultos y
bromas desagradables, y por ese tipo de cosas es que podía presen-
tir, casi intuir, cuando un par de idiotas homofóbicos se acercaban.
Aunque iba vestido de muggle (el mundo muggle era lo mejor para
vivir si querías vivir en paz y ser gay), no dejaba algunas costum-

1311
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

bres, y en el bolsillo de su abrigo, con la mano enguantada, aferró


su varita. Sabía que era ilegal que hiciera magia delante de los mug-
gles, pero era un tema de supervivencia, un par de buenos trucos lo
habían salvado antes y esperaba que ahora también.
Estaba equivocado.
Conforme se acercaron descubrió que no se trataban de dos
hombres, sino de un hombre y una mujer. Soltó un pequeño suspi-
ro de alivio, las mujeres no eran agresivas en ese sentido, o al menos
no había visto ninguna hasta ese momento, y se relajó completa-
mente; pensó que todo estaba bien mientras la chica y el chico pa-
saban de largo, uno a cada lado, se reprochó que a veces era dema-
siado paranoico con ciertas cosas.
No vio venir el primer golpe.
Un golpe en la espalda, uno muy doloroso, lo hizo gritar con
fuerza mientras sentía como si su piel se abriera y quemara. El se-
gundo hechizo, porque para ese momento ya estaba seguro que se
trataba de un hechizo, lo hizo dar de espaldas contra el suelo, se ar-
queó gritando por el ardor del cemento contra la herida abierta; un
tercer hechizo le dio de llenó en el pecho, apenas pudo distinguir
un mechón de cabello rojo antes de perder el conocimiento.
Ginny y Caleb, un muy animoso nuevo miembro de la
MACH, llegaron hasta la esquina, y con un par de movimientos de
varita, levantaron el campo de protección que evitaba que los veci-
nos escucharan los gritos, y desaparecieron. No rumbo al cuartel,
sino rumbo al departamento del chico.
—¡Eso ha sido genial! —exclamó el chico casi dando saltos
de emoción.
—Y se pondrá mejor —apoyó Ginny sirviéndose una copa de
vino de la mesita bar que había en un extremo, había estado allí ya
al menos una decena de veces y conocía el lugar de memoria.

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LIBRO III|Caminos
[11] Para siempre: una promesa

—No entiendo por qué Tony no aprueba esto, es lo mejor


que podemos hacer —comentó el chico sacando una cerveza del
pequeño bar.
—Lo hará con el tiempo… más aún cuando vea lo efectivos
que son… —Ginny dejó la copa de vino sobre la mesa pequeña y
caminó lentamente hacia Caleb; había encontrado en él, una buena
válvula de escape para su relación aburrida y monótona con Tony.
Caleb era un amante mucho más apasionado, y un hombre mucho
más manipulable, además de que prometía mantener en secreto sus
encuentros. E conclusión era alguien conveniente para la mayoría
de sus planes.
—¿Tienes un poco de tiempo? —susurró Caleb dejando la
cerveza a un lado y acariciando lentamente el cabello suelto de
Ginny.
—El suficiente… además, atacar de esa manera… limpiar el
mundo de esas escorias, siempre me pone de muy buen humor.

–|– 

La tibia piel de Draco se sentía reconfortante y acogedora so-


bre la suya. Harry se dejó llevar por el cariñoso beso en los labios,
mientras sentía su piel estremecerse por las suaves caricias de Draco
sobre su cuerpo, recordando cuánto había extrañado eso, ser suyo,
ser de él de esa manera, la forma tan particular que tenía Draco de
revolver su mundo.
Draco abandonó sus labios y empezó a besar sus mejillas, su
cuello, bajando lentamente, lamiendo el hueso de la clavícula, reco-
rriendo cada pedazo de piel, cada centímetro. No quería dejar un
solo rincón sin besar o adorar, sin recordar.
Harry gimió suavemente cuando esos dientes mordieron una
de sus tetillas, arqueándose y presionando un poco más los dedos

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

en los hombros de Draco, que no se detuvo y siguió torturándolo


de esa manera un rato más, hasta que decidió hacer lo mismo con la
otra tetilla; sus manos bajando lentamente ahora por las caderas,
presionándolas y soltándolas, y logrando hacerlo sentir ansioso,
mucho más ansioso a cada momento.
—Draco… —pidió Harry casi en un susurro con su voz an-
siosa, mientras levantaba un poco más las caderas, tratando de que
su erección entrara en contacto con algo, con cualquier parte del
rubio para así aliviar su gran excitación.
—Despacio… —pidió Draco subiendo nuevamente hasta sus
labios—. Tenemos toda la noche…
—Pero… —Harry fue interrumpido por otro beso, de esos
que lograban poner su mundo al revés y olvidar hasta su nombre.
Draco, complacido por el estado en el que aún podía tener a
Harry, bajó nuevamente, su lengua trazando pequeños caminos por
el pecho y el abdomen, recorriendo el cuerpo que tanto amaba, y
reconociendo los cambios realizados en todo ese tiempo: Harry
ahora era mucho más musculoso, su pecho y su abdomen estaban
mucho más marcados que antes, incluso sus brazos eran mucho
más gruesos y fuertes, recorrió con un par de dedos algo tembloro-
sos, el dibujo del dragón que había descubierto sobre el lado iz-
quierdo de su pecho, asombrándose de encontrar un tatuaje en su
piel… sus manos bajaron hasta las fuertes piernas, recorriéndolas
con lentitud… El Harry del pasado le encantaba, pero éste le fasci-
naba. Dio un mordisco en el hueso que une la cadera con la pierna,
y Harry se agitó debajo de él, gimiendo mucho más alto.
Harry sintió las manos de Draco sobre sus muñecas, estiran-
do sus brazos hacia arriba, mientras ese cuerpo, cada vez más ca-
liente, subía mordiendo y besando, y se preguntó si era que uno
podría morir de ansiedad de esa manera, necesitaba a Draco con ur-
gencia, con la urgencia que dos años de ausencia te pueden dar, y

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LIBRO III|Caminos
[11] Para siempre: una promesa

Draco no parecía dispuesto a apresurarse. Gimoteó pidiendo mayor


velocidad, agitando sus caderas contra Draco, buscando mayor pla-
cer.
—Quiero probar todo de ti —masculló Draco antes de mor-
der suavemente la parte interna del codo de Harry, que siguió gi-
miendo, cada vez más alto—. Todo… —susurró mordiendo el otro
codo, y Harry se derritió bajo ese toque, bajo esa lengua que conti-
nuaba jugando sobre su piel, bajo esos labios y esos dientes… gi-
miendo y pidiendo más, perdido en todas las sensaciones que Dra-
co causaba, las cuales, aunque nunca lo hubiera imaginado, eran
muchísimo más intensas que en el pasado…

–|– 

La noche de hoy fue ingresado en la sala de emergencia un chico de


veintiún años presentando golpes y signos de haber sido hechizado, sin
embargo, lo que más llamó la atención de los medimagos fue las grandes
cortadas en la espalda; creadas con un hechizo, según creyeron algunos
expertos, de magia negra, ya que las heridas no podían cerrarse, se inten-
taron muchos hechizos, incluso los que bordeaban lo ilegal, también pocio-
nes de todo tipo, ni siquiera congelar el cuerpo sirvió para detener la gran
hemorragia, en menos de dos horas (un tiempo excesivamente largo si se
trata de un paciente desangrándose) murió, hasta el último momento per-
maneció inconciente, aunque registramos que sí sentía dolor provocado por
los hechizos.
La espalda del paciente presentaba laceraciones, con bordes irregu-
lares, como si hubieran utilizado un cuchillo caliente para abrir la piel. Lo
escrito en la espalda no tiene relevancia con el caso, ya que no es eso lo
que al final acabó con la vida del paciente, sino el hechizo aplicado.
El paciente en cuestión vivía en una zona muggle de departamen-
tos, no tenía mucho contacto con su familia o sociedad mágica desde varios
meses atrás. Se desconoce la razón del ataque.

1315
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Gael levantó la vista del documento y miró hacia Mikel, que


estaba sentado en el suelo, al pie del balcón, con las ventanas abier-
tas pese al frío que hacía fuera, fumando y mirando hacia la nada.
—¿Las palabras que…?
—La palabra —interrumpió Mikel—: Gay.
—¿Son ellos verdad? Los de la MACH.
—¿Quién más?
—Lo siento… —masculló Gael dejando el informe que Mi-
kel había traído del hospital, en la cama, y caminando descalzo hasta
sentarse junto a él. Con algo de timidez, pasó un brazo alrededor
del hombro del chico y apretó un poco. Mikel soltó un pequeño
suspiro y se apoyó completamente en él, ambos permanecieron en
silencio, fumando y mirando hacia la oscura noche.
Aquella fue la primera vez, luego de tres meses, en que se
juntaron y que no terminaron en la cama, sólo se quedaron allí,
Gael sosteniendo a Mikel, tratando de reconfortarlo, y Mikel pen-
sando en que tal vez se estaba enamorando un poco de ese Gael tan
comprensivo y preocupado. De ese Gael que podía hacerlo sentir
mejor con tan sólo su compañía y su silencio.

–|– 

Las piernas de Harry rodeaban la cintura de Draco, apresán-


dola, y con los talones presionando y exigiendo más velocidad, sus
manos estaban ancladas a los hombros, aferrándose a la carne de la
mejor manera posible, tirando de él hacia sí para que no hubiese el
más mínimo espacio entre ellos, para que sus pieles se unieran, co-
mo siempre debía ser, y no se separasen más.
Draco empujó una vez más con fuerza, sus piernas temblan-
do, apoyado con una mano sobre la cama y con uno de sus brazos

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LIBRO III|Caminos
[11] Para siempre: una promesa

sujetando a Harry en el aire, abrazándolo, mientras un nuevo es-


tremecimiento le llenaba el cuerpo, los labios de Harry estaban
ahora sobre su hombro, mordiendo y lamiendo de manera desespe-
rada mientras sentía en su abdomen, la erección de Harry, húmeda,
endurecerse más ante cada roce; no se detuvo, siguió embistiendo,
deleitándose de la forma como Harry se sujetaba y gemía, por la
forma como ambos perdían el control de esa manera.
Harry presionó con más fuerza sus dientes contra la piel de
Draco, y ahogó un grito al tiempo que sentía que estaba siendo ca-
tapultado hacia el placer absoluto; Draco golpeando en su interior,
cada vez más rápido, cada vez más dentro, y la imperiosa necesidad
de no apartarse de él, de seguir prendido y adherido a él.
—Dios… —masculló Harry sintiendo esa corriente de placer
iniciar en sus testículos y en la planta de sus pies.
—Sí… Harry —gimió Draco levantando un poco más a Ha-
rry, sintiendo cómo el interior del chico lo apretaba y envolvía cada
vez más—. Dioses… no…
—Te quiero… —declaró Harry con voz ahogada y escon-
diendo su cabeza en el cuello de Draco, aspirando profundamente
el olor tan particular de su cabello y de su piel, ese que sólo podía
sentir cuando estaban allí, juntos haciendo el amor, esa mezcla de
Draco y sexo, ese almizcle tan perfecto…
—Oh… —Draco se sintió perder en las palabras, en la sensa-
ción de Harry atrapándolo, en el cosquilleo en su cuello y, por la
fuerza del orgasmo que ya llegaba, no pudo sostenerse más de la
cama y se dejó caer, abrazando con fuerza a Harry a la vez que em-
bestía una vez más; el placer recorriendo cada una de sus termina-
ciones nerviosas—. Te amo… Harry…
La respuesta a esa confesión se ahogó en su garganta, mien-
tras su cuerpo se arqueaba una vez más, su erección apretada entre
ambos cuerpos expulsando con fuerza su semilla, sintió a Draco en-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

trar una vez más con fuerza en él, haciéndolo estremecer aún más,
y un líquido caliente derramándose en su interior.
—Sí… te amo —repitió Draco enterrando su cabeza en el
hombro de Harry y respirando agitadamente, temblando.
Las piernas de Harry cayeron a los lados, resentidas y tem-
blorosas, sus dedos acariciaron lentamente la espalda sudorosa
mientras trataba de recuperar el aliento, con los ojos cerrados, dis-
frutando del placer que aún se expandía por su cuerpo, del recon-
fortante peso de Draco sobre él, y de la tibieza de su piel…
—Yo también te amo, Draco —respondió al fin Harry con
voz ahogada.

–|– 

—¿No te parece muy tarde para llegar? —preguntó una voz


desde la puerta, haciéndola sobresaltar. Ginny se giró y miró hacia
Tony con el ceño fruncido.
—Tuve cosas que hacer —respondió con firmeza y recor-
dándose una vez más que Tony era la mejor forma de vengarse de
Malfoy y hacer recuperar la cordura a Harry, y que sólo por eso lo
aguantaba.
—¿Cosas cómo atacar a alguien? —le reprochó Tony ya de
pie y tomándola de un brazo.
—Yo no he atacado a nadie —protestó Ginny tratando de
soltarse.
—Oh, por favor, las letras en la espalda; tiene tu firma, cari-
ño.
—¿Y si sabes que he sido yo para qué preguntas?
—Para estar seguro, te he dicho mil veces que no debes ac-
tuar sola.
—No dije que fuera en nombre de la MACH.

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LIBRO III|Caminos
[11] Para siempre: una promesa

—Pero es lo mismo, tú eres parte de nosotros, cualquier cosa


que hagas será en nombre de la MACH.
—No seas tan exagerado —resopló Ginny, soltándose brus-
camente de Tony y tratando de pasar hacia el otro lado del salón.
Tony la sujetó con más fuerza.
—Estoy hablando en serio —replicó, perdiendo ya todo ras-
tro de moderación y con los dientes apretados, sus dedos sobre la
piel del brazo de Ginny se sintieron mucho más fuertes todavía.
—Me estás lastimando —se quejó Ginny mientras trataba de
soltarse.
—Y tú deshonrando a la MACH —continuó Tony sin soltar-
la ni dar muestras de querer hacerlo.
—Tony…
—Tenemos un problema, en realidad por eso te esperaba,
habrá una reunión al amanecer, y necesito que todos estén aquí, así
que ve con Donna, Amy y Janeth a enviar los avisos, ya luego habla-
remos tú y yo —finalmente Tony la soltó y caminó hacia el otro la-
do del salón, dándole la espalda; la curiosidad pudo más que el do-
lor de su brazo o la amenaza de la última declaración.
—¿Qué es lo que ha pasado?
—Creo que si tú quieres actuar sola y tener tus secretos, yo
tengo derecho a tener los míos —comentó Tony de vuelta con la
voz pomposa.
Ginny se mordió un labio maldiciendo la discusión que ha-
bían tenido, puesto que ahora le sería más difícil tener información
de primera mano.
—Oh, vamos, Tony —susurró la chica acercándose lenta-
mente a él, ella sabía cómo manejarlo, o al menos eso esperaba.
—Ve con las otras chicas, te enteraras en unas horas, al ama-
necer —replicó Tony esquivando sus caricias.
—Pero…

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ahora no tengo tiempo para esto, Ginny, en serio —in-


terrumpió Tony saliendo finalmente hacia la puerta lateral; en cuan-
to la abrió, Ginny vio apenas por un instante al profesor Wilson
Garfunkel, junto a sus dos asistentes, no parecían nada contentos.
La puerta se cerró con un sonido sordo y Ginny suspiró frustrada,
tendría que encontrar la forma de hacer las paces con Tony pronto,
él era su mejor fuente de información, no podía apartarse de él y
perder eso.

–|– 

Una paz plena invadió el cuerpo de Harry. Cerró los ojos y


pudo haberse quedado dormido de no ser por la sensación de Dra-
co saliendo de su interior, y luego esos labios sobre su cuello nue-
vamente.
—Mmm —gimió quedamente mientras esos labios seguían
acariciando los puntos exactos.
—¿Estás bien? Creo que te he dejado inconsciente —co-
mentó Draco, medio en burla medio en serio; sintiéndose aún
asombrado de la intensidad del momento que acababan de compar-
tir, y no creyendo del todo, que Harry estuviera allí, a su lado, de
esa manera tan íntima.
—¿Te has vuelto un presumido acaso? —preguntó Harry
con voz cansada, pero siguiéndole en algo la broma a Draco, que
seguía jugando con su lengua sobre su piel.
—Nah, simplemente digo la verdad… ¿Sabes? Hay algo que
extrañaba mucho… —murmuró con voz suave y soplando sobre el
húmedo cuello de Harry, sintiendo cómo toda su piel se erizaba y
disfrutando de esa caricia.
—¿Algo además de esto? —preguntó Harry volviendo a aca-
riciar con sus manos, la espalda de Draco, y cerrando las piernas un

1320
LIBRO III|Caminos
[11] Para siempre: una promesa

poco más, entorno a las caderas del chico. Sintiéndose mucho más
recuperado del orgasmo anterior y deseando más aún. Sólo espera-
ba que Draco captara el mensaje.
—Sí —Draco le dio un beso en los labios y sus manos baja-
ron lentamente por el torso desnudo. Harry suspiró suavemente, y
entonces, sus dedos se clavaron sobre el hueso de la cadera y pre-
sionaron de una manera que él ya conocía. Harry se retorció de risa,
mientras trataba de separarlo de su cuerpo—. Extrañaba lo fácil que
es hacerte cosquillas —declaró Draco con voz entrecortada sobre
las carcajadas de Harry.
—No seas… cabrón —resopló Harry, mientras Draco insis-
tía con el tema de las cosquillas, hasta que encontró la fuerza de vo-
luntad suficiente para dominar su propia fuerza y, aún entre carca-
jadas (suyas y de Draco), presionó más fuerte sus piernas alrededor
de las caderas del rubio.
—Vamos, que es divertido… —siguió burlándose Draco an-
tes de sentirlo; Harry lo atrapó con sus piernas, con fuerza, con
mucha más fuerza de la que creía podía tener, y antes de darse
cuenta, su cuerpo estaba siendo empujado a un lado y su espalda
daba contra el colchón, abrió los ojos sorprendido ante la mirada
brillante de Harry.
—Ahora soy mucho más fuerte, Malfoy —retó Harry to-
mando con sus manos, las muñecas de Draco y llevándolas a cada
lado de su cuerpo, presionándolas sobre el colchón.
Y Draco tenía que admitir que era cierto; cuando iban en la
escuela, podía decirse que estaban casi igualados, sin embargo él ya
había registrado esos «pequeños grandes cambios», esos que había
notado desde la primera vez que lo había vuelto a ver y que había
confirmado mientras lo desvestía y amaba. Harry ahora era mucho
más musculoso y fuerte que en la escuela, muchísimo más, y tenía
todos los músculos marcados de una manera que a Draco se le an-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

tojaba sexy, sobre todo cuando lo tenía bajo su cuerpo, retorciéndo-


se y gimiendo para él. Su mirada se detuvo en el dragón tatuado so-
bre el lado izquierdo, ese que había descubierto poco antes, mien-
tras desnudaba a Harry. Lo había asombrado, puesto que no imagi-
naba que fuera del tipo al que le gustaran los tatuajes, pero había es-
tado demasiado ocupado amándolo como para cuestionarlo sobre
eso.
—Y distinto —dijo finalmente Draco, su boca secándose de
pronto, su cuerpo casi rogando que Harry le demostrase lo fuerte
que era ahora.
—¿Y te gusta lo que ves?— preguntó Harry en voz baja.
—Imposible que no —respondió Draco, inconscientemente
pasándose la lengua sobre los labios, ansiando demostrarle cuánto le
gustaba ahora, el agarre en sus muñecas se aflojó un poco, y aprove-
chó para librar una mano y acariciarle lentamente el pecho. Harry
cerró los ojos y suspiró mientras sentía esos dedos detenerse en el
dragón tatuado sobre su piel.
Entonces Harry lo besó, con urgencia y con renovada ansie-
dad, su lengua invadiendo su boca, recorriéndola completamente,
sus dientes mordiéndole los labios, hasta que un gemido se perdió
entre las bocas de ambos; cuando Harry se apartó de él, lo dejó de-
seoso de más, de tener esa boca así para siempre, besándolo y mor-
diéndolo, imponiéndose y marcándolo. No pasó mucho más tiem-
po antes de sentir esos labios, ahora bajando tentativamente sobre
su cuello, mordiéndolo con fuerza, Draco dejó caer la cabeza a un
lado y permitió que Harry lo siguiera mordisqueando de esa mane-
ra que lindaba con el dolor y el placer, mientras las manos del mo-
reno ahora bajaban aún más, pellizcando sus tetillas y bajando por el
abdomen.
Harry enredó sus dedos en la mata de vello rubio, y luego
bajó hasta la renovada erección de Draco, acariciando el miembro

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LIBRO III|Caminos
[11] Para siempre: una promesa

con una mano, lentamente, mientras su lengua seguía bajando poco


a poco por el torso, y él retrocedía un poco; finalmente se sentó
completamente y disfrutó de ver a Draco sonrojado, con la frente
perlada de sudor, con el cabello desordenado y pegoteado sobre los
lados del rostro, los labios hinchados y rojos, y respirando agitada-
mente, su mano se afianzó más sobre la erección, y la acarició con
mucho más fuerza. Draco se arqueó y gimió apretando sus manos
entre las sábanas.
—Harry —gimió Draco cuando esa mano ganó mayor velo-
cidad; respirando entrecortadamente levantó la vista, la mirada in-
tensa de Harry parecía poder ver más allá de lo físico, era como si
desnudara su alma, y se sintió intimidado por ello.
—Te deseo tanto… —susurró Harry apretando un poco más
la base del miembro de Draco, antes de soltarlo y retroceder un po-
co más en la cama.
—Y yo… —afirmó Draco levantando las caderas para indi-
carle a Harry que no se detuviera; sin embargo, las caricias se inte-
rrumpieron por completo, las manos de Harry sobre sus piernas le
indicaron que se girara, y él así lo hizo.
Harry recorrió poco a poco, con besos húmedos, la espalda
de Draco, besándola y adorándola, mientras lo sentía agitarse debajo
de él; sus manos acariciaron las nalgas, y lo sintió estremecerse, gi-
miendo mucho más fuerte. Sus besos bajaron incluso más, por la
columna, hasta la ligera elevación de las caderas; entonces mordió
con fuerza y las caderas de Draco se levantaron, mientras el chico
gemía algo que no alcanzaba a entender, sus dedos fueron separan-
do las nalgas mientras se colocaba un poco más detrás.
Draco sintió las ligeras mordidas sobre sus nalgas mientras
un par de dedos presionaban en su entrada suavemente, apenas
ejerciendo un poco de presión y sin entrar aún, levantó más las ca-
deras, y antes de darse cuenta, ya estaba sobre sus rodillas, con el

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

pecho sobre la cama y sujetándose de las sábanas. Realmente, había


extrañado ser de Harry de esa manera.
Harry extendió la mano, y usando un hechizo no verbal,
atrajo la varita que estaba tirada sobre el suelo; con una mano acari-
ció el muslo de Draco, antes de presionar la punta de la varita en su
interior.
La sensación del hechizo lubricante le hizo apretar un poco
su interior, gimoteando mientras una ráfaga de ansiedad lo llenaba.
Deseaba tanto que Harry se apresurara.
Harry presionó un dedo en su interior, deleitándose de la es-
trechez y lo caliente que se sentía. Con la otra mano acarició los tes-
tículos mientras besaba distraídamente la espalda baja, hasta que
Draco, gimiendo, empezó a empujarse contra ese dedo, haciendo
que su propia erección diese un tirón más de premura.
Se sentía abierto y expuesto, deliciosamente expuesto y
abierto, ansioso y listo.
—Harry… por favor sólo… —un giro en los dedos de Harry,
combinado con una mordida sobre su nalga derecha, lo hizo ar-
quearse y gemir—. ¡Ah…Merlín!
—¿Listo?
—Tú… —otra mordida más y Draco perdió por un instante
la ilación—…. ¿tú qué crees?
—Que sigues siendo un ansioso.
—Culpa tuya —rebatió Draco. Los dedos abandonaron su
interior y eso lo hizo sentir repentinamente vacío.
Harry convocó un hechizo lubricante sobre su propio
miembro y se acarició un poco apenas, sabiéndose demasiado exci-
tado, mientras que con la otra mano jalaba a Draco un poco por las
caderas.
Draco se giró para ver a Harry; sobre la cama, apoyado sobre
sus talones, y retrocedió un poco, acomodándose de la misma ma-

1324
LIBRO III|Caminos
[11] Para siempre: una promesa

nera, quedando en el regazo de Harry; las manos sobre su cadera lo


guiaron hasta que pudo sentir la punta de la erección de Harry re-
fregándose contra su entrada, ambos gimieron de anticipación.
Entonces Draco se empujó, tan lentamente como pudo, sin-
tiendo su interior ardiendo por la intromisión, mientras las manos
sobre sus caderas presionaban mucho más fuerte. Cuando por fin
lo tuvo completamente dentro, ambos se quedaron quietos. Sentía
el cálido aliento de Harry sobre su cuello, resoplando, mientras su
cuerpo se iba acostumbrando un poco más a sentir a Harry en su
interior.
—¿Estás…? —Harry le dio un beso más en hombro antes
de, con su lengua, lamer el cuello expuesto, Draco jadeó y se ar-
queó un poco—. ¿Puedo moverme…?
—Demonios, sí —suspiró Draco, sintió las manos de Harry
guiarlo hacia arriba y empujarlo hacia abajo una vez más, mientras
Harry volvía a su hombro, sólo que esta vez ya no besándolo sino
mordiéndolo, provocando que todas sus sensaciones se dispararan.
Pronto se encontró a él mismo levantándose y empujándose sobre
Harry con fuerza, mientras éste levantaba las caderas para darle el
encuentro.
—Estás tan estrecho… Dioses, tan increíblemente caliente…
—gimoteó Harry empujando a Draco hacia adelante. Draco, enten-
diendo el cambio que Harry quería, apoyó las manos y rodillas so-
bre la cama, con Harry aún en su interior.
—Mmm…. Harry —gimió cuando el moreno empezó a
embestir con un poco más de fuerza, apretó un poco más las sába-
nas y levantó las caderas, tratando de hacer que Harry por fin rozara
su próstata.
—Draco… no tienes idea de… ¡Oh, Dios! —gruñó Harry
enderezándose completamente y cerrando los ojos, sus caderas em-
pujándose en diferentes ángulos.

1325
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Y entonces, Draco abrió los ojos de golpe, y un grito muy


fuerte y escandaloso escapó de sus labios, a la vez que su espalda se
arqueaba completamente, un tirón en su erección y un gran placer
estallando en el interior de su cuerpo.
—¡Sí, Draco! —gimió Harry empujándose nuevamente con-
tra él, los chillidos y la forma como Draco se retorcía y empujaba
contra él eran realmente calientes, excitantes, y más que suficientes
para catapultarlo hacia un nuevo orgasmo.
—Harry… ¡Oh, mágica mierda! Por todos los dioses, no pa-
res —consiguió mascullar Draco entre gemidos, el sonido de sus
cuerpos chocando, la cama chirriando, y los resoplidos de ambos
llenaron la habitación. Draco dejó caer su cuerpo contra el colchón,
una de sus manos serpenteando hasta su erección, caliente y pul-
sante, lista para llegar al final.
—Draco… eres tan… perfecto —resopló soltando una de las
caderas de Draco y buscando en el frente, alcanzar la erección del
rubio; sus manos se entrelazaron con las de Draco, y ambos co-
menzaron a masturbarlo mientras la velocidad de sus embestidas
aumentaba aún más.
—Harry… no podré —el placer lo hacía arquearse y empu-
jarse sin ningún control—. Ya no…
—Yo… yo tampoco —gimoteó Harry.
Draco estaba perdiendo el control hasta de sus propios mo-
vimientos, la mano de Harry apretó un poco más su erección y bas-
taron un par de caricias solamente para sentir cómo el orgasmo lle-
gaba, fue apenas conciente de Harry derramándose en su interior, y
de sus dientes sobre su espalda mientras lloriqueaba y apretaba las
sábanas con una mano.
Harry apoyó la cabeza sobre la espalda de Draco, resoplando,
y con una enorme sonrisa de satisfacción en la cara, sintiendo el
cuerpo de Draco aún agitándose debajo del suyo.

1326
LIBRO III|Caminos
[11] Para siempre: una promesa

—Harry… —suspiró Draco vencido ya por la fuerza de los


espasmos en sus músculos, y dejándose caer con Harry sobre él.
—Draco… —replicó Harry, dándole un par de mordiscos en
la nuca antes de apoyarse con las manos sobre el colchón y salir de
él con lentitud. Draco emitió un pequeño gemido y se giró para en-
cararlo.
—Verdaderamente… te quiero —suspiró Draco, apartando
un par de mechones oscuros del atractivo rostro de Harry y pasán-
dolo por detrás de la oreja—. Te amo.
—¿Verdaderamente lo haces? —preguntó Harry atrapando
esa mano y llevándola hasta sus labios para luego darle un beso ca-
riñoso.
—Lo hago… he sido tan tonto… lo lamento, creo que no sé
por dónde empezar a disculparme… —Draco se acercó más a él,
sus piernas entrelazándose y sus respiraciones mezclándose. Draco
era conciente de que no le alcanzaría la vida para pedir perdón por
haberlo dejado antes, por haberlo abandonado sin siquiera darle op-
ción a replica, y aunque muchas veces se había reprochado por ser
el causante de su propio sufrimiento, ahora era conciente del gran
dolor que había provocado en Harry, y aquello era peor que su pro-
pio sufrimiento—. Perdóname, yo sólo quería…
—Dijiste… —interrumpió Harry negando con la cabeza,
dándole a entender que no quería recordar más aquello, era dema-
siado doloroso para hacerlo; prefería centrarse en el presente, y en
el futuro, ese futuro que incluía a Draco en su vida. Cerró los ojos y
trató de dominar un poco sus propias emociones—. Dijiste que
ahora sería…
—Para siempre —completó Draco con seguridad, acarician-
do con una mano lentamente la mejilla de Harry, que asintió, sus
labios apretándose suavemente.
—Para siempre…

1327
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Si me lo permites.
—¿Cómo crees que no podría permitírtelo?
Draco no respondió. No quería pensar en la posibilidad de
que Harry no se lo permitiera. Lo besó lentamente, sellando de esa
manera su silenciosa promesa, la mano de Harry sobre su cadera se
presionó un poco más; cuando por fin se separaron ambos se mira-
ban con un gran entendimiento, no necesitaban más disculpas, ni
más promesas, ya tenían lo que necesitaban, lo que querían. Ya se
tenían el uno al otro.

–|– 

Como casi nunca ocurría, esta vez había una gran cantidad
de magos y brujas, de todas las edades, reunidos en el salón. Por lo
general se trataba con grupos pequeños, sin embargo, el que se hu-
biese llamado a todos, hacía que Ginny sintiera que algo importante
—y no necesariamente bueno— estuviera pasando. Le había dicho
a Donna y Amy, que Tony le había prohibido decirles qué era lo
que pasaba, para así salvar lo mal que se vería que no tuviera en ab-
soluto, información al respecto. Ahora esperaba, sobre la tarima,
sentada junto a Donna, la llegada de Tony, mientras todos los asis-
tentes parloteaban alegremente.
Finalmente Tony apareció unos minutos después, lucía serio,
mucho más serio de lo que Ginny lo había visto en el pasado; venía
seguido del profesor Garfunkel y sus dos ayudantes, que también
lucían una expresión grave y hasta enfadada. Finalmente todos to-
maron sus posiciones en la tarima. Tony se puso a su lado y no le
dirigió siquiera una mirada mientras la sala se quedaba en silencio.
—Buenos días —empezó Tony, a pesar de todo, usando
aquel tono ampuloso—, gracias a todos por venir tan temprano y
con tan poca anticipación. Lamentamos haberlos hecho venir así de

1328
LIBRO III|Caminos
[11] Para siempre: una promesa

rápido, pero era realmente importante darles unos cuantos alcances


de lo que hemos descubierto anoche.
Ginny suspiró ansiosa mientras el profesor Garfunkel se re-
movía inquieto en su asiento.
—Como todos ustedes saben, desarrollamos una poción para
ir eliminando a aquellos miembros inadecuados de la sociedad,
aquellos que deshonran la naturaleza humana, y hemos estado tra-
bajando en ello durante más de un año y con mucho éxito… hasta
hace poco —un murmullo preocupado llenó la sala, pero Tony no
se detuvo y continuó hablando—. Hemos descubierto que uno de
ellos, un mortífago, para colmos, ha encontrado la manera de inver-
tir el proceso, la forma cómo lo ha conseguido, aún es un misterio,
aunque tenemos algunas sospechas… —un murmullo mayor llenó
la sala. Tony levantó las manos pidiendo silencio.
—Tenemos sospechas de que pronto podrían rastrearnos, si
es que han logrado la poción que el profesor Garfunkel nos dice,
pueden poco a poco ir llegando hasta nosotros… y todos sabemos
que no queremos eso, no aún al menos, queremos mantener priva-
cidad sobre nuestras identidades, así que trataremos de no usar la
poción, a menos que sea un caso de emergencia extrema; mientras
tanto, buscaremos otra forma de continuar con nuestra tarea de
limpieza.
—¿Pero entonces que haremos? No podemos dejar que esos
asquerosos se salgan con la suya… —protestó una bruja anciana
desde el final del salón.
—No, no podemos —convino Tony—, pero tampoco debe-
mos exponernos, no aún al menos…
—¿Por qué no somos más directos y los atacamos de frente?
—opinó Caleb, que estaba en una de las filas de adelante.
—Tenemos que tener cuidado, no es tan simple, la sociedad
no entiende nuestra dedicada labor —explicó Tony.

1329
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Podemos hacerlo, es decir, es más fácil evitar que rastreen


hechizos que pociones —continuó alegando Caleb de la manera en
que Ginny le había enseñado. La chica no pudo evitar una pequeña
sonrisa, se sentía mucho más a gusto atacando de esa manera que
sembrando pociones y esperando a que estas surtieran efecto, y si
las pociones ya no eran seguras, tendrían que empezar con los he-
chizos.
—Podríamos, pero no simplemente por atacar, podrían des-
cubrirnos. Si lo hacemos será de una manera mucho más planeada
—contestó Tony, Ginny sabía que estaba cediendo.
—Pero aún tenemos posibilidades de mejorar la poción —se
quejó el profesor Garfunkel.
—Estoy segura de que sí —intervino Ginny antes de dejar a
Tony hablar—. ¿Pero cuánto tiempo nos tomará y sobre todo, cuán-
to nos costará?
—Unas semanas… no lo sé —replicó el hombre, parecía ca-
da vez más enojado—, pero no habrá precio, esto es una cuestión de
honor, nadie puede desbaratar mi poción.
Ginny puso los ojos en blanco por los comentarios y el orgu-
llo herido del hombre, mientras la sala rompía en murmullos nue-
vamente.
—De acuerdo —se hizo escuchar la voz de Tony, todos se si-
lenciaron nuevamente—; vamos a planear qué hacer, lo que que-
ríamos era que supieran por qué nos deteníamos en la repartición
de pociones. Planearemos la estrategia de ataques mientras el profe-
sor Garfunkel termina de mejorar la poción, y en cuanto tengamos
todo listo, convocaremos una nueva reunión.
La sala asintió, parecían abatidos. Ginny sonrió sin ningún
tipo de recato, ya estaba, sería mucho más fácil aplicar hechizos
ahora. Con algo de suerte, se podría encontrar con Malfoy y podría
atraparlo. Con suerte, quién sabe lo que podría pasar.

1330
LIBRO III|Caminos
[11] Para siempre: una promesa

–|– 

Lo despertó la sensación de unos labios recorriendo su cue-


llo, suave y lentamente, mientras una mano se abría paso bajo las
sábanas hasta su semi erección, y una cálida piel abrigaba su espalda;
gimió suavemente cuando esos labios mordieron un poco más fuer-
te.
—Me preguntaba a qué hora te levantarías —susurró Draco
en su oído.
—Pues… ya me desperté —suspiró Harry, permanecía con
los ojos cerrados y comenzó a empujarse contra la recién descubier-
ta erección de Draco.
—Eso veo —respondió Draco apretando un poco más su
mano contra la erección de Harry y sintiendo la suya enterrarse en-
tre las cálidas nalgas del moreno, el deseo de empujarse apoderán-
dose de él.
—Realmente… ¡Oh, sigue! —gimió cuando Draco empezó a
poner mayor velocidad en sus caricias—. Realmente eres insaciable.
—Nuevamente… tu culpa —Draco soltó a Harry, que gimió
desconforme y maniobró lo suficiente para hacerse de la varita.
—Draco…
—Shh… no seas protestón —regañó, haciéndolo poner de
lado nuevamente, con su varita presionando en su entrada, mientras
se sostenía con una mano del colchón.
—Yo no… —se detuvo cuando sintió el hechizo lubricante
trabajando en su interior. Se arqueó y con una mano atrapó la pier-
na de Draco, jalándolo hacia él.
—Te amo… —susurró Draco dejando la varita a un lado y
empujando contra la entrada de Harry, de un solo golpe se sintió
completamente absorbido por esa estrechez tan cálida.

1331
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—…mmm sí… sí —suspiró Harry apretando más aún la


mano contra la pierna de Draco y dejando caer la cabeza un poco
más atrás, sintiendo el cálido aliento de Draco contra su cuello.
—¡Merlín!… —gimió Draco moviéndose de adelante hacia
atrás nuevamente. En respuesta, Harry se agitó contra él y gimió
nuevamente—. ¿Así…? ¿Así está bien?
—Sí… ¡Oh, Draco! Sí —Harry se apretó un poco más contra
Draco, sintiendo cómo entraba y salía lentamente de él, en cada
ocasión golpeando su próstata de manera lenta y excitante, sabía
que si Draco aumentaba la velocidad, en tan sólo un instante se
terminaría corriendo, sobre todo con los besos que Draco le daba
en el cuello y hombro.
—Adoro cada centímetro de ti… ¿sabes?
—Draco…
Draco se elevó un poco más, apoyando una mano sobre la
cama, y su otra mano soltó la cadera de Harry para luego ir más ha-
cia adelante, hacia la erección roja y húmeda, apresándola con fuer-
za y masajeándola rápidamente.
—Draco… por favor… —pidió Harry aunque no estaba
realmente seguro de lo que pedía. Draco, en respuesta, agitó sus ca-
deras con mucho más fuerza, mientras esa mano se movía más y
más rápido.
—Adoro besarte… que estés aquí —susurró sobre su oído, la
mano de Harry sobre su pierna se clavaba en su piel, dejándole se-
guramente huellas, mientras el interior de Harry se apretaba más y
más, y su erección se endurecía hasta lo imposible entre sus manos.
—Draco… yo… ¡mierda! —masculló finalmente, viniéndose
entre los dedos de Draco, cerrando los ojos y dejándose caer sobre
el colchón, sintiendo a Draco lloriquear y correrse en su interior.
Draco se abrazó a él con fuerza, sintiendo su piel estremecer-
se y su cuerpo agitarse; hundió su nariz entre el cuello y el hombro

1332
LIBRO III|Caminos
[11] Para siempre: una promesa

de Harry, y suspiró profundamente, llenándose de su olor, de sus


suspiros, de la forma como su cuerpo encajaba perfectamente con el
de él, como sus pieles adheridas por el sudor, no se querían despe-
gar.
—Te amo —dijo Harry con voz queda, aún sin soltar la pier-
na de Draco.
—Y yo, mucho.

–|– 

Gael abrió los ojos y se estiró suavemente sobre la cama, sin-


tiéndose un poco adolorido por haber pasado casi toda la noche
sentado contra la pared y abrazado a Mikel. Le extrañó no encon-
trarlo en la cama, se sentó de golpe, y entonces, se dio cuenta de
que Mikel estaba nuevamente sentado en el piso, junto al balcón,
pero está vez no miraba hacia la nada, miraba hacia él.
—¿Estás bien? —preguntó Gael con algo de cautela, desde
que lo había conocido, había comprendido lo fácil que era de alte-
rarse y de entristecerse, sobre todo cuando se trataba de ver pacien-
tes y gente herida, aunque nunca lo había visto tan devastado como
la noche anterior; en el fondo, tenía que admitir que estaba incluso
un tanto asustado.
—Bien —respondió Mikel con un pequeño suspiro, antes de
ponerse en pie y caminar hacia la cama—. Te veía dormir.
—Eso es algo… extraño, ¿no crees? —preguntó mientras se
hacía a un lado para dejarlo sentarse junto a él.
—No del todo… —Mikel se metió en la cama junto a Gael,
y entrelazó una mano con la de él—. No del todo después de haber
descubierto algo interesante…
—¿Interesante?

1333
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Interesante —ratificó Mikel antes de darle un profundo


beso a Gael.
Gael se sujetó del brazo de Mikel, y se deshizo bajo el beso
tan imponente que Mikel le estaba dando.
Cuando por fin se separaron, Gael lo miró interrogantemen-
te, pero Mikel no dijo nada más, simplemente lo empujó sobre la
cama y lo besó nuevamente; Gael no entendía qué podía haber des-
cubierto Mikel, pero los labios tibios sobre los suyos y esas manos
despojándolo de lo poco que le quedaba de ropa, fueron suficiente
para alejarlo de esos pensamientos, al menos de momento.
Mucho rato después, mientras Gael observaba a Mikel dor-
mir, pensó en que sería bueno ir preparando algo de desayunar,
puesto que el medimago tendría que entrar a trabajar pasado el me-
diodía, y no era bueno que fuera comiendo apresuradamente; ade-
más de que eso lo ponía de muy mal humor… fue entonces que
frunció el ceño y se dio cuenta de algo:
En un inicio, cuando habían empezado a quedar, supuso que
sus salidas se limitarían a tres o cuatro citas, unos tragos y mucho
sexo; sin embargo, tres meses después, se dio cuenta de que pasaba
casi todo el tiempo libre que tenía en la universidad, en el departa-
mento de Mikel. Ya no sólo entre sus sábanas, sino también cenan-
do, conversando, desayunando, haciendo las compras juntos… in-
cluso Mikel le había dicho que podía llevar sus libros y estudiar allí,
con tal de que se quedara un rato más. Gael no se había dado cuenta
hasta ese momento; su vida había cambiado radicalmente, a veces
no veía a Draco más que en la universidad, o cuando tenía que ayu-
darlo a preparar las pociones para la venta.
Su vida ahora giraba en torno a Mikel, al Mikel que le había
advertido desde el inicio que sería una relación a corto plazo, un ro-
llito para disfrutar hasta la saciedad y luego, si se podía, ser buenos
amigos.

1334
LIBRO III|Caminos
[11] Para siempre: una promesa

Pero él, Gael, había descubierto esa mañana de domingo,


mientras la pálida luz de invierno entraba por la ventana, alum-
brando apenas la habitación, mientras Mikel dormitaba desnudo a
un lado, que tal vez, o mejor dicho que era muy probable, que hu-
biera roto esa regla, que se estuviera empezando a enamorar de Mi-
kel, de quien sabía que no debía enamorarse, de quien sabía que no
se enamoraría de él.
Un miedo aterrador se apoderó de él y se puso en pie de un
salto, Mikel se removió sobre la cama, pero no despertó; algo más
aliviado, Gael se puso en movimiento y recogió sus ropas del suelo,
así como los libros y todo lo que en algún momento había podido
traer y dejar allí. Se vistió rápidamente y caminó hasta la sala, sonrió
tontamente recordando que en realidad no tenía que salir corrien-
do, que incluso Mikel había modificado sus protecciones para de-
jarlo aparecerse en caso de que él llegara y no hubiera nadie en casa.
Suspiró y le dio una última mirada al lugar, antes de aparecerse en
un callejón a varias calles de la universidad; tenía que estudiar,
pronto vendrían los exámenes y tendría la mente ocupada, no le se-
ría tan difícil olvidar lo bien que se sentía estar con él, lo buen y de-
dicado amante que era, lo ingenioso de sus comentarios, ni lo bien
que olía. Superaría aquello y luego, tal vez, después de un tiempo,
cuando las circunstancias hicieran que se tuvieran que ver, no sería
tan incómodo hacerlo.

–|– 

—Es domingo —informó Draco, luego de que ambos per-


manecieran en la cama en silencio, acariciándose lentamente.
—Lo sé… ¿A qué hora entras a trabajar?
—A las dos —Draco suspiró, empezando a sopesar las posi-
bilidades de quedarse con Harry y no ir a trabajar.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Yo a las cuatro —Harry se removió un poco en la cama, y


pegó su cabeza al pecho de Draco, disfrutando de escuchar los lati-
dos rítmicos de su corazón y de sentir su aroma. Aroma de Draco…
¿qué más necesitaba para ser feliz?
—No quiero moverme de aquí. Nunca —comentó Draco
acariciando el cabello (ahora más largo) de Harry.
—Eventualmente, tendremos que hacerlo, ¿sabes? —respon-
dió Harry dando un beso sobre el pecho de Draco.
—Eventualmente… pero no quiere decir inmediatamente.
—Quiere decir pronto.
—Pronto… Aún tenemos tiempo.
Cuando por fin salieron a la calle, era ya cerca de la una, am-
bos morían de hambre, así que se montaron en la moto y Harry
condujo hasta las cercanías del supermercado donde Draco trabaja-
ba esa tarde; buscaron un pequeño restaurante a sólo un par de ca-
lles, y ambos disfrutaron de un pequeño gran almuerzo, riendo y
conversando.
Draco lamentó que no podría ver a Harry en dos semanas
más; si antes se le habían hecho largas esas dos semanas, ahora le
parecían mucho más difíciles de soportar incluso.
—En unos meses, cuando termine este semestre, ya no esta-
ré internado —le consoló Harry—. Estaré en casa. Y aunque tenga
horarios complicados, será más fácil.
Draco suspiró suavemente.
—Pronto serás un auror.
—Sí… Y esa no es razón para que pienses siquiera por un
momento en dejarme —advirtió Harry, medio en serio, medio en
broma. Draco se inclinó hacia delante, mirándolo con el ceño frun-
cido.
—No he pensado dejarte, te lo prometí, ¿verdad? —Harry
asintió—. No podría hacerlo, nunca más —declaró con seriedad.

1336
LIBRO III|Caminos
[11] Para siempre: una promesa

—Yo tampoco podría dejarte… —contestó Harry, apretando


un poco su mano sobre la de Draco.
Draco suspiró.
—Sólo pensaba en que será complicado… ya sabes, por lo de
los aurores y eso…
—Todo estará bien, Draco. No arruines el momento pen-
sando en eso.
Draco sonrió, dándole la razón a Harry, no debía preocupar-
se por esas cosas, no por ahora al menos.
—Así que… ¿ahora te gustan los tatuajes?
—Ah… el dragón —suspiró Harry con una sonrisa, ya se le
hacía extraño que el rubio no preguntara por aquel pequeño deta-
lle—. Es que… tenemos cierta teoría, en la Academia y…
—¿Teoría?
—Nos gustan los tatuajes —afirmó finalmente Harry.
—¿Les gustan los tatuajes? ¿A quiénes les gustan los tatuajes?
—preguntó sintiéndose de pronto, un tanto desplazado.
—A mi promoción… es… —Harry se sonrojó un poco,
cuando se lo había hecho, un año atrás, junto con sus otros compa-
ñeros, le había parecido una idea bastante razonable, sin embargo
ahora, al explicarla en voz alta… le parecía, hasta cierto punto, estú-
pida.
—¡Oh, por Dios! —resopló Draco—. Dime que no te lo hi-
cieron mientras estabas borracho o algo así.
—¡No! ¿Cómo crees?
—Ah… ¿entonces?
—¿Prometes no reírte?
—Me conoces, sabes que si es algo tonto, reiré.
—Pues entonces no te digo nada —Draco arqueó una ceja y
se encogió de hombros, y Harry suspiró fastidiado—. De acuerdo,
es sólo que decimos que si alguna vez nos llegase a pasar algo, ya

1337
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

sabes, una misión fallada y tras ello… nos llegasen a matar o desfi-
guran, podrán reconocernos por nuestros tatuajes.
—Eso es… —Draco palideció ligeramente, ¿no había posibi-
lidades de que cosas así pasaran, cierto? Es decir, ya no estaban en
guerra… nunca había pensado en la posibilidad de Harry herido o
muerto en una misión.
—Es tonto, lo sé —Harry se asombró del cambio en Draco,
esperaba una burla, no que se quedara sin palabras—. No parecía
tan tonto cuando fuimos el año pasado, un gran grupo a hacérnoslo.
—¿Y qué…? —tonto se sentía él, no tenía que preocuparse
de que a Harry le pasara algo. Simplemente no sería así, no estaban
ya en guerra, nada tenía por qué pasar—. ¿Qué dragón es?
—Un Hébrido Negro —Harry miró fijamente a Draco, que
parecía aún ausente y siguió hablando—, son los más agresivos…
—Sí, lo sé… ¿Por qué un dragón?
—Porque… pues, tuve que enfrentar uno en El Torneo de
los Tres Magos y en Gringotts…
—Ah… esa historia —suspiró Draco interrumpiéndolo—,
escuché algo al respecto, pero me pareció simplemente no creíble,
no te imagino sobre un dragón escapando con… —se detuvo al ver
la expresión de Harry—. ¿En verdad…?
—Sí —respondió Harry con voz firme, nunca antes Draco le
había preguntado sobre ese episodio, aunque se sintió ligeramente
ofendido de que Draco pensara que no era capaz de ese tipo de co-
sas—. Por supuesto que sí, escapamos de Gringotts montados sobre
el lomo de un dragón, un Ironbelly Ucraniano 30 ciego, que de al-
guna manera, nos salvó de morir hechos pedacitos por un grupo de
enfurecidos duendes.
30
Se tiene conocimiento del tipo de dragón que el trío montó para escapar de Gringotts, gracias a
la película Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, parte 2; en donde Ron menciona la raza del dra-
gón que custodiaba la bóveda de Bellatrix Lastrange, puesto que en el libro no se menciona la raza
a la que pertenece. Conoce más sobre el Irombelly, leyendo Animales fantásticos y dónde encontrarlos.

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LIBRO III|Caminos
[11] Para siempre: una promesa

—O sea, ¿tú, Granger y Weasley montaron un Irombelly


Ucraniano y salieron volando de Gringotts?
—No fue tan simple como lo dices, pero sí, esa es la idea…
—Vaya… nunca le di mucho crédito… aunque ahora que te
conozco mejor, no creo que sea tan imposible. ¿Así que por eso te
tatuaste un dragón en el pecho?
—Y por ti —agregó ligeramente más envalentonado.
—¿Por mí?
—Tú nombre también significa Dragón, ¿no es así?
—Sí, pero…
—Y tatuarme Draco en el pecho, les haría sospechar…
—¿En serio? ¿Por mí? —preguntó asombrado.
—Por ti, como todo lo que hago, siempre lo hago pensando
de una u otra manera en ti.
—Harry… —dijo Draco, sonrojándose un poco y no sabien-
do qué agregar a esa confesión.
Cerca de las dos de la tarde, ambos salieron del restaurante y
Harry se ofreció a caminar con él las cuatro calles que le faltaban
para llegar a su trabajo. Draco, un tanto más cohibido ahora, te-
niendo a varios de sus compañeros cerca, aceptó de buena gana, pe-
ro caminó con la mirada gacha, mientras Harry le repetía que le es-
cribiría en la noche y que se verían en dos semanas.
—Por esa puerta entro —comentó Draco, señalando a unos
metros la puerta custodiada por Phill—; él es Phill, el guardia de
seguridad que te comenté que le asusta a todos.
—Tiene como… ¿En verdad es así de musculoso? —pre-
guntó mirando de reojo a los brazos, cubiertos por la camiseta del-
gada (pese al frío que hacía) del hombre; era simplemente inmenso.
—Parece… no se me ocurriría buscarle la bronca…
—Ni a mí —convino Harry antes de mirar nuevamente a
Draco; aún no se había ido y ya sentía que era injusto que no pudie-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

ra verlo en dos semanas, después de todo el tiempo que habían te-


nido de separación—. Te voy a extrañar.
—Y yo, pero serán sólo dos semanas… y nos escribiremos.
—Te amo —Harry se acercó a Draco y lo tomó de los hom-
bros, sintió cómo su cuerpo se tensaba, pero no se detuvo, y siguió
acercándose a él.
—Harry… espera estamos en… —no pudo continuar, los la-
bios de Harry callaron los suyos, se resistió al beso durante segura-
mente un segundo, tal vez menos, antes de que sus brazos rodearan
la cintura de Harry y lo pegaran a su cuerpo, sus lenguas uniéndose
y separándose, persiguiéndose y pidiendo más.
Cuando por fin se apartó, Harry sonrió, Draco estaba sonro-
jado y acalorado.
—Me encanta cuando te sonrojas.
—Tonto —bufó Draco—. Estamos en la calle.
—Ya lo sé —Harry lo jaló y le dio un casto beso, apenas un
roce de sus labios—; y te ves increíblemente encantador así de abo-
chornado y sonrojado.
—Idiota —replicó Draco acomodando su abrigo, sólo por
hacer algo con las manos, rehusándose a girar y ver hacia la puerta
de su trabajo. Seguramente Phill (y algún otro compañero de traba-
jo) había visto la escena.
—Pese a tu escaso sentido del romanticismo, te amo —de-
claró Harry en voz más alta, con una amplia sonrisa. Draco no se
resistió mucho más.
—Yo también —se abrazó a él y le dio un beso en la meji-
lla—. Cuídate, no dejes que ese tal Dashiell te gane o que te casti-
guen.
—Y tú duerme un poco, no te quedes hasta tan tarde estu-
diando.
—Ese sí que es un gran consejo.

1340
LIBRO III|Caminos
[11] Para siempre: una promesa

—Te veré en dos semanas —dijo finalmente Harry, apretan-


do su mano suavemente antes de darse la vuelta.
Draco lo observó alejarse, hasta que Harry giró nuevamente
y le sonrió; sólo entonces se permitió voltear y caminar hacia la
puerta de entrada a su trabajo.
Draco sabía que la sonrisa tonta que debía tener en el rostro,
no se le quitaría en mucho tiempo. Decidió que eso no le importa-
ba, mientras caminaba hacia la puerta custodiada por Phill, que pa-
recía extrañamente serio.
—¿Qué tal, Draco?
—Hola Phill…
—Veo que tuviste un buen fin de semana.
—Algo así…
—Lo digo por el chupetón que traes en el cuello —comentó
el hombre con una ceja levantada. Draco llevó automáticamente la
mano al cuello para descubrir que estaba cubierta por la bufanda,
mientras Phill rompía en carcajadas.
—Serás…
—Ya… es divertido, si hasta te vino a dejar al trabajo y todo.
—Phill —advirtió Draco.
—¿Qué? En tanto tiempo que te conozco, no te he conocido
a nadie, así que ahora que ya te lo conozco, debo aprovechar.
—Debo entrar a trabajar —replicó Draco con voz triunfante.
—Pero aún nos queda el receso y la salida… y toda la semana
—Phill finalmente se hizo a un lado y lo dejó pasar.
Draco resopló fastidiado, y por fin pudo entrar, no había da-
do un par de pasos cuando la voz de Phill volvió a oírse, haciéndolo
girar.
—Y Draco… En verdad te felicito, parece un buen chico.
La sonrisa se le amplió, debería poder hacer algo contra esos
ataques de sonrojo y sonrisas bobas.

1341
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Lo es —respondió a pesar de todo, antes de entrar a los


vestidores.

1342
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

12
Una nueva estrategia de ataque

“Es posible tener que librar una batalla más de una vez para ganarla.”
Margaret Thatcher (1925-2013), política y primera ministra británica

Londres, abril de 2002

R
on no podía decir que le hubiese resultado simple
entender el comportamiento o los gustos de Harry,
sobre todo cuando recién se había enterado de ello.
Incluso, cuando Harry había estado con ese novio: Noah. Había te-
nido que aprender a comprender y entender, y al fin lo había hecho,
porque se trataba de su amigo, porque lo quería, y si había algo que
tenía en claro, algo que Hermione se había encargado de recalcarle
durante mucho tiempo, era que él, como amigo y como simple ser
humano, sólo debía pensar en una cosa: tolerancia. Y aceptar lo que
Harry era, y admitir que así era feliz. Él había aprendido que ella
tenía razón, por supuesto, incluso pensaba que el mundo sería mu-
cho más simple si la gente empezara a regirse por ese simple princi-
pio; por eso, esa mañana, mientras miraba el nuevo volante que al
parecer, esa organización de la lucha en contra de los homosexuales
había esparcido por el callejón Diagon, sintió asco y repugnancia de
los que se creían con suficiente derecho a juzgar y condenar:

1343
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

“Eliminar a un homosexual es preservar la sociedad”

Si conoces algún mago o bruja que se comporte de manera


inadecuada, es tu obligación, como parte de esta sociedad, encar-
garte de él o ella; convertirlo en algo provechoso para la comuni-
dad o simplemente eliminarlo de ésta; invitándolo a abandonarla.
Y no lo decimos solamente nosotros. Hay magos y brujas
realmente interesados en preservar nuestro mundo y ellos nos
ofrecen una gran cantidad de conclusiones en base a estudios rea-
lizados que arrojan resultados realmente espeluznantes:
Las personas (adultos y jóvenes) con prácticas homosexua-
les son más propensas a padecer enfermedades mentales (depre-
sión, ansiedad, trastornos de conducta), al abuso de drogas y a ex-
perimentar tendencias suicidas.
La violencia entre parejas homosexuales es de dos a tres ve-
ces más frecuente que entre las heterosexuales.
Las uniones homosexuales son significativamente más pro-
pensas a romperse que las heterosexuales.
La duración media de las relaciones homosexuales es de
dos a tres años. ¿Sabías qué los homosexuales tienen una media
de treinta y nueve relaciones con distintas personas a lo largo de
su vida?
Entonces, ¿acaso debemos permitir que la sociedad caiga
en esta clase de decadencia?, que pronto nuestros hijos, hermanos
pequeños y amigos se vean envueltos en ese tipo de comporta-
miento tan inadecuado, tan dañino y destructivo.
Si dejamos que los homosexuales sigan invadiendo nuestra
sociedad de esta manera, pronto no quedaran niños que criar, y
entonces nos extinguiremos; tal vez este es uno de los fines de esas
mentes retorcidas, ya que ellos no pueden procrear ni cuidar ni-
ños, desean acabar con cualquier rastro de integridad familiar y

1344
LIBRO III|Caminos
[12] Una nueva estrategia de ataque

moral social de esta sociedad, que se está dejando pisotear en lu-


gar de salir a imponer el uso de las buenas costumbres.
Por eso te llamamos a ti, mago o bruja responsable, a actuar
por defensa propia, si encuentras a alguna persona con tenden-
cias homosexuales, denúncialo, desenmascáralo, para que pueda
recuperarse y pueda integrar una sociedad limpia y digna. Esto es
una guerra civil, si no tomamos cartas en el asunto, pronto ellos
habrán terminado con nosotros.

MACH. 31

Ron arrugó el papel y luego, con ayuda de su varita, le pren-


dió fuego, no se lo había enseñado a Hermione, pero estaba seguro
que tarde o temprano, uno de esos panfletos llegaría hasta sus ma-
nos, y se preguntó cuánta gente más lo estaría leyendo, y si era que
acaso Harry, y todos los demás chicos y chicas gays, no estarían en
grave peligro.

–|– 

Draco ya se había acostumbrado a que Gael pasara menos


tiempo con él, no podía decir que no lo resentía, o que no extraña-
ba a su amigo, claro que lo hacía, pero también lo comprendía.
Harry le había dicho que, efectivamente, Mikel y Gael esta-
ban saliendo, pero que no era algo serio, y que además, Gael era
mayor para saber qué hacía; que Mikel no era deshonesto y que
ambos sabían en qué se metían.
Tal vez por la forma como Harry se lo había explicado, o
porque en el fondo, le encontró mucha lógica a aquello, había deci-

31
Lo escrito al inicio en el volante que lee Ron, es algo que, lamentablemente, la autora de este fic
encontró en Internet. Sobre grupos anti gays.

1345
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

dido mantenerse al margen, hasta que fuera su amigo el que le con-


tara cualquier cosa que quisiera contarle.
Sin embargo, luego de un tiempo de ausencias, Gael había
vuelto a aparecer por su casa más seguido, aunque no podía decir
que era el mismo de siempre. Algo en él se había apagado. No que
el chico anduviera llorando o quejándose, pero Draco podía reco-
nocer que algo le estaba pasando; probablemente algo malo que tu-
viera que ver con Mikel. No era que quisiera meterse en asuntos
que no le competían, pero realmente le preocupaba la salud mental
de su amigo. Había algo en Gael o en el cariño que sentía por él,
que le hacía sentir la necesidad de protegerlo, de no dejar que nadie
lo lastimase, Gael no merecía que lo hiriesen o dañasen. No tuvo
que indagar mucho más, antes de que los amigos de Mikel se co-
municaran con él. Fue entonces que descubrió qué era lo que pasa-
ba y, aún no entendía cómo, había aceptado ayudar para que las co-
sas se solucionaran, o para intentarlo al menos.
Aquella noche Gael había llegado temprano, luego de hacer
algunas compras en el callejón Diagon, y Draco puso en marcha su
pequeño plan, esperando que esta vez sí funcionara:
—Tal vez Mikel sepa algo más, ya sabes, si han llegado más
casos al hospital o algo —comentó Draco, mientras le daba una mi-
rada más al volante que Gael había traído del callejón Diagon aque-
lla noche.
—Tal vez, pero está de turno corrido o algo así… no lo sé en
verdad —mintió Gael, claro que se conocía el horario de Mikel al
derecho y al revés, aún lo podía recordar pese a que había pasado ya
más de un mes desde que había salido huyendo de su departamen-
to, y además, tenía que admitir que se sentía un poco desconcertado
de que el chico ni siquiera lo hubiese llamado, pero también pensa-
ba que tal vez era lo mejor, lo más probable fuera que Mikel no sin-
tiera nada por él.

1346
LIBRO III|Caminos
[12] Una nueva estrategia de ataque

—Claro que sabes —protestó Draco dejando por fin el folle-


to a un lado y mirando a su amigo con reproche—, no te hagas, no
creas que soy tonto.
—Pues, el que seas un genio…
—¿Por qué todos insisten en que soy un genio? —inte-
rrumpió Draco, harto en verdad de que pensaran que lo era; el que
se lo dijeran, lo hacía sentir demasiado presionado.
—Acabas de terminar el semestre con el promedio general
más alto en los últimos doscientos veintitrés años, ya no cien, sino
¡doscientos veintitrés! Creo que algo de genio has de tener —recor-
dó Gael, agradecido de que el tema cambiara, o al menos eso creía
él; no había hablado con Draco al respecto, a veces quería hacerlo,
pero se sentía demasiado patético como para expresar en voz alta lo
que sentía. Incluso algunas veces, se sentía demasiado patético por
pensarlo siquiera.
—Ya… no es la gran cosa, solo estudié —Draco miró casi au-
tomáticamente a la carta que Harry le había mandado la noche an-
terior, diciéndole que celebrarían en una semana más, cuando sus
clases hubieran terminado—. Y no creas que me he olvidado. ¿Qué
pasa con Mikel? Él también parece extraño… ¿Se han peleado? —
tentó Draco.
—¿Por qué habríamos de pelear? Ni que fueramos pareja.
—No me insultes, Gael, no soy así de despistado; además
que todos saben que ustedes se acuestan.
—Acostábamos —corrigió Gael automáticamente y sin po-
der evitar la mueca de fastidio en su rostro—. Y ya no lo hacemos
más, y por el momento es mejor así.
—¿Él te lastimó? —preguntó alarmado, pensando en que tal
vez las cosas no eran como imaginaba—; porque si lo hizo…

1347
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Nadie lastimó a nadie, Draco; simplemente lo hemos de-


jado, y ya para, ¿de acuerdo? Que no dejas que me concentre, y
cuando malogre está poción, no habrá quién te aguante.
Draco frunció el ceño y no dijo nada más, tomó su libro,
aquel en donde anotaba todas las pociones que iba creando, junto
con los ingredientes y explicaciones, y volvió a repasar la poción
que había elaborado contra la pócima venenosa de los de la MACH,
la primera que lo había hecho sentir realmente útil; porque había
ayudado a muchos otros a salvarse de una muerte segura. Extraña-
mente, y para alivio de todos, un mes antes, los casos que llegaban
con ese envenenamiento se habían detenido, lo que quería decir
que los de la MACH habían cesado en su acometida. Al parecer,
porque de alguna manera se habían enterado de la poción antídoto,
y sabían que aquello ya no funcionaría. Durante ese tiempo, la
MACH no había vuelto a dar señales de vida, pero ahora esparcían
volantes; le pareció muy extraño que tuvieran ese cambio de estra-
tegia, no parecía lo lógico: pasar de matar sin ningún miramiento, a
simplemente esparcir volantes. Negó con la cabeza y miró hacia su
reloj, constatando que ya estaba en hora y que no tenía más tiempo
para pensar en ellos por el momento:
—Necesito salir —declaró firmemente Draco, levantándose
y cogiendo el abrigo.
—¿Dónde vas? Potter dijo que no andes solo por las calles y
que…
—Oh, por Merlín. ¿Ahora le haces caso a Harry? Pensé que
no te caía bien, es más, ni siquiera te gusta estar cerca cuándo él an-
da por aquí.
—Eso no tiene nada que ver, además sí me cae bien, y tiene
razón, no puedes andar solo por las calles, ya una vez fuiste atacado
por ellos. ¿Qué tal si está vez te lanzan un hechizo?
Draco puso los ojos en blanco.

1348
LIBRO III|Caminos
[12] Una nueva estrategia de ataque

—Mira, es muy tarde, no creo que alguien esté por las calles
y…
—Pero justamente ese es el mejor momento para atacar.
—Voy a salir, cierras todo cuando salgas.
—¿Tanto demorarás?
—Sí
—Pero…
Draco se detuvo con una mano sobre la puerta y giró para
ver a Gael interrogantemente, Gael dio una mirada a lo que le que-
daba de la poción y luego a Draco antes de suspirar sonoramente y
aplicar un hechizo de congelamiento sobre la poción.
—Iré contigo, no quiero que Potter luego crea que no tomas
en serio sus recomendaciones.
—Gael, no tienes que…
—¡Qué voy contigo y punto! —interrumpió Gael poniéndo-
se el abrigo, por eso no notó la sonrisa satisfecha de Draco.

–|– 

Harry se sumergió en el agua helada y sintió una pesada pre-


sión en sus pulmones, como si estos se contrajeran por el frío y la
falta de aire; aún así no se detuvo, ya estaba acostumbrado de todas
maneras, y pataleando con fuerza, bajó un poco más. Apenas podía
ver algo en las aguas oscuras, pero, por el hechizo que había aplica-
do con la varita, sabía que debía bajar unos cuantos metros todavía;
miró a ambos lados por si alguno de sus compañeros estaba cerca,
pero no encontró nada alrededor.
Después de un momento, unas corrientes de agua a la dere-
cha llamaron su atención. Pudo ver, aún en la oscuridad, el cabello
morado de Violet, iba con alguien más, aunque le era imposible
percibir de quién se trataba.

1349
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Agradeció que por lo menos no hubieran criaturas del agua


allí, y pataleó con mucha más fuerza, sentía el agua sobre su piel
como cuchillos, arañándolo y lastimándolo; cuando por fin pudo
llegar al fondo, encontró las cajas doradas, cada una tenía un nom-
bre, no le fue difícil ubicar la suya, y agitando la varita, invocó un
hechizo no verbal, impulsándose hacia arriba con la caja entre los
brazos. El agua ahora lastimaba su rostro, y lamentó ya no usar len-
tes para proteger sus ojos, hasta que sintió cómo rompía la tensión
del agua y el aire frío le daba de lleno, tomó una profunda bocanada
de aire mientras escuchaba un silbato a lo lejos.
—Bien, Potter, el primero —informó la voz de la profesora
Driscol, Harry dio una mirada alrededor, aún flotando y apoyando
los brazos sobre su caja, el lago oscuro parecía silencioso, aunque
eso duró apenas un instante; pronto sus compañero fueron apare-
ciendo uno a uno, la profesora les iba indicando sus lugares en la
prueba. Dashiell y Sebastian, acostumbrados a ser los primeros, die-
ron bufidos de fastidio cuando se enteraron que estaban en quinto y
sexto lugar.
—Al menos, ya casi se termina —dijo Joel nadando hacia él,
tenía los labios muy azules y tiritaba fuertemente—. En estos mo-
mentos, quisiera haberle hecho caso a mi papá.
—Hay que salir —comentó Harry también tiritando—. Y sí,
definitivamente debiste hacerle caso a tu papá —agregó en el último
momento, salpicando un poco de agua hacia Joel.
—Condenado hijo de…
—Cuida tu boca —le interrumpió Simak, saltándole encima
por detrás, Joel se hundió pataleando mientras Simak y Harry co-
menzaban a carcajearse.
—Ya, ustedes tres, fuera del agua a menos que les encante
tanto como para quedarse el resto de la noche —reprendió la profe-
sora Driscol.

1350
LIBRO III|Caminos
[12] Una nueva estrategia de ataque

Harry y sus compañeros salieron del agua, aún entre risas,


era uno de los últimos exámenes de medio semestre, uno menos
que rendir, y se sentían relajados de que al fin hubiera pasado.
—Bien… todos pueden ir a sus habitaciones, conmigo han
terminado hasta la otra semana —informó la profesora una vez to-
dos estuvieron en la orilla reunidos, pegados unos contra otros y,
pese a los hechizos de calentamiento, aún tiritando de frío; no nece-
sitaban que se los repitieran, y corrieron rumbo a los dormitorios.
Harry entró tras Simak y Edwin, que venían hablando de un
par de chicas que habían conocido la semana pasada, y a las cuales
esperaban ver nuevamente la siguiente semana, en su salida.
—Hey, tu lechuza —avisó Edwin señalándole la cama, donde
Alba estaba parada con una carta en el pico. Harry sonrió y caminó
hasta ella, aún tiritaba un poco, pese a que habían llegado corriendo,
y deseaba poder tomar una ducha caliente, pero no le importó rele-
gar aquello, y cogió el sobre, sentándose sobre la cama, impaciente
por leer la carta.
—Realmente quién lo hubiera dicho… tú que decías que no
querías novias ni líos de falda —bromeó Simak negando con la ca-
beza.
—Esto es diferente —murmuró Harry mientras leía la carta
de Draco, donde le contaba que tanto Gael como Mikel seguían ra-
ros, y que Lucka y Ethan lo habían contactado para pedirle ayuda
con un «macabro plan», y que aunque a él no le gustaba andar ha-
ciéndola de cupido, sería divertido sólo por molestar a Gael de la
misma manera que él se había entrometido en el pasado. Harry sa-
bía que en verdad lo hacía por Gael, pero Draco jamás admitiría
eso, así que disfrazaba su preocupación con una pequeña venganza.
Ellos habían tenido una pequeña charla al respecto la última vez
que se habían visto, Draco le había dado a entender que sí sentía ca-
riño por Gael, pero como si se tratase de un hermano, o algo pare-

1351
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

cido, ya que nunca había tenido hermanos, pero que no había habi-
do —ni habría— nada romántico entre ellos nunca; y Harry le ha-
bía creído, por supuesto. Sin embargo, en el fondo, pensaba que tal
vez Gael sí había sentido, o incluso sentía algo por Draco, aunque
no lo dijo en voz alta, no le pareció correcto hacerlo; además de que
probablemente no ganaría más que problemas. Sonrió esperando
que las cosas salieran bien, y que pronto, Mikel volviera a ser un
poco más como antes, puesto que según sabía por Ethan o Lucka, o
los otros chicos, Mikel no había vuelto a las discotecas, ni a salir con
ellos. Al parecer, últimamente no hacía otra cosa más que trabajar, y
luego se iba a casa a encerrarse.

–|– 

—Draco… no me engañas, estamos yendo al departamento


de Mikel, ¿no es así? —preguntó finalmente Gael.
—Yo nunca te dije que no iríamos allí —comentó Draco en-
cogiéndose de hombros y avanzando por la exclusiva avenida, en-
vuelto en su abrigo oscuro.
—Tampoco dijiste que lo haríamos.
—No preguntaste, fuiste tú el que insistió en venir, yo te dije
que te quedaras.
—Pero… Ya es tarde, ¿qué vienes a hacer aquí?
—Recoger unas cosas, tenía que venir, y a esta hora Mikel es-
tá en casa.
—Ah… —Gael metió las manos en sus bolsillos y suspiró
tratando de detener los latidos de su corazón. Una parte de él sal-
tando porque vería a Mikel de nuevo, otra diciéndole que mejor se
diera la vuelta y se fuera a su dormitorio.
—No tienes que subir, si es que te incomoda…
—No me incomoda —se defendió rápidamente Gael.

1352
LIBRO III|Caminos
[12] Una nueva estrategia de ataque

—Entonces, no habrá problema.


—Tal vez… tal vez le incomode a él, ya sabes, puedo esperar
afuera de todas formas —justificó Gael luego de un momento más.
—¡Pero está helando!
—No es para tanto —dijo Gael encogiéndose de hombros,
ambos habían llegado a la puerta del edificio de Mikel, e incons-
cientemente levantó la mirada hacia la ventana del quinto piso, las
luces estaban apagadas, probablemente estaba en su habitación.
—Al menos espera dentro del vestíbulo, no quiero encontrar
un adoquín cuando baje.
Gael puso los ojos en blanco y asintió, Draco tenía razón, ha-
cía demasiado frío y no perdía nada esperando dentro, después de
todo, no era como si realmente fuera hasta su departamento y lo
viera a la cara.
Ambos entraron al vestíbulo, y Gael se acomodó en uno de
los lujosos sillones, mientras Draco llamaba al ascensor. Le pareció
extraño que el conserje no se encontrara en su lugar habitual, pero
no comentó nada al respecto, mientras más pronto se marcharan,
sería mejor.
—No tardaré —comentó Draco, y Gael asintió distraída-
mente mientras se cruzaba de brazos y miraba todo a su alrededor,
de manera ausente.
Draco subió por el elevador hasta el piso donde Mikel vivía,
en el pasillo ya estaban esperándolo Ethan y Lucka, los tres se salu-
daron con un leve asentimiento.
—Espero que esto no tarde, debo volver a casa a terminar
con esa poción —se quejó Draco, Ethan negó con la cabeza.
—No, verás como todo sale de acuerdo al plan.
—Manos a la obra —suspiró Lucka, los otros dos chicos se
dieron una mirada de entendimiento, y entonces Lucka tocó la
puerta con fuerza. En menos de un minuto Mikel, luciendo un tan-

1353
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

to despeinado y desacomodado, les abrió. Draco arqueó una ceja


esperando realmente no haber interrumpido nada, aunque por lo
que sabía por Ethan y Lucka, Mikel había dejado de salir con otros
chicos, alegando mucho trabajo.
—Chicos… Draco. ¿Qué pasa? —preguntó Mikel mirándolo
de uno en uno con el ceño fruncido. Había tenido guardias durante
dos días seguidos, y justo ahora sólo deseaba dormir.
—Es Gael —informó Ethan con voz alterada, que a Draco le
pareció muy creíble—, fue… atacado y no sabemos…
—¿Atacado? —todo el resentimiento que tenía hasta ese mo-
mento hacia Gael, desapareció siendo reemplazado por el pánico—.
¿Dónde? ¿Cómo está?
—Está abajo —continuó Lucka, con voz asustada también.
—Abajo. ¿Por qué está abajo? ¿Por qué no lo han llevado a
San Mungo? —protestó Mikel mientras salía, detrás de él iban Lu-
cka, Ethan y Draco, que hasta ese momento no había abierto la boca
para opinar.
Bajaron en el ascensor, mientras Mikel golpeteaba el botón
que decía primer piso y preguntaba sobre las circunstancias en las
que Gael había sido atacado; Ethan, que aparentemente era al que
mejor se le daba eso de actuar, le dijo que no sabían lo que había pa-
sado en realidad, pero que era urgente que lo viera, mientras tanto,
Lucka y Draco se daban miradas nerviosas.
Cuando el ascensor por fin se detuvo, Mikel corrió hacia
afuera, Ethan corrió también, pero hacia la puerta de salida, y Lucka
hizo lo mismo, corriendo hacia la salida de emergencia. Draco se
quedó con los brazos cruzados, apoyado en la puerta del ascensor.
Esta era la cuarta vez que habían intentado juntarlos a los dos en un
mismo sitio, pero nunca habían podido lograrlo, así que finalmente
intentaron con el plan, según Draco, más tonto de todos; sólo espe-
raba que con todo lo tonto que pareciera aquella locura, funcionara.

1354
LIBRO III|Caminos
[12] Una nueva estrategia de ataque

Gael se puso en pie, alarmado por el ruido de pasos corrien-


do y puertas cerrándose, y giró para ver a Mikel, que primero corría
hacia él y luego se quedaba de pie, con la cabeza hacia un lado y mi-
rándolo de manera confusa.
—No estás herido…
—No —replicó Gael mirando hacia Mikel y luego hacia los
demás chicos—. ¿Debería estarlo?
—Sí. Digo no. Ellos… —Mikel giró a ver a los tres chicos y
negó con la cabeza—. Fue una muy mala broma —concluyó y se
dio vuelta para regresar por donde había salido. Gael, que sólo había
confirmado cuánto le gustaba y cuánto lo extrañaba, apretó los pu-
ños viéndolo alejarse, pero no hizo nada por detenerlo.
—No es una broma —informó Ethan con voz firme.
—No tengo ganas de esto, chicos, en serio, llevo casi cuaren-
ta y ocho horas sin dormir, así que…
—Él te extraña —declaró Draco con voz firme. Mikel giró el
rostro tan rápido hacia él, que pensó que tal vez se había lastimado,
mirándolo fijamente. Gael enrojeció más de lo que jamás lo había
visto Draco.
—¡Draco! —chilló Gael, retrocediendo un par de pasos y
mirando hacia su amigo.
—Y Mikel también te extraña —delató ahora Lucka, Gael se
giró para mirarlo, el sonrojo en sus mejillas le hacía sentir mucho
más calor del que debía sentir en esa época del año.
—Lucka —protestó esta vez Mikel.
—Así que si Gael extraña a Mikel y Mikel extraña a Gael, no
entiendo por qué diablos estamos aquí, perdiendo el tiempo, cuan-
do deberían estar arriba pasándola genial —medio bromeó Ethan.
Nadie dijo nada, y el primero en hablar al final fue Gael, con
voz tímida; Mikel, que se rehusaba a verlo, tuvo que girarse cuando
escuchó la pregunta.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Es eso cierto? ¿Lo que ellos dicen es verdad?


—Y eso a ti que te importa —replicó Mikel, con voz heri-
da—. No es tu asunto.
—La idea no es que peleen —advirtió Lucka mirando hacia
Draco, que sólo se encogió de hombros; Gael no le había dicho
mucho respecto a qué era lo que pasaba con Mikel, ni mucho me-
nos por qué ya no pasaba nada entre ellos, así que no podía enten-
der qué era lo que sucedía.
—Si no quieren que nos peleemos, entonces déjennos en paz
—replicó Gael mucho más molesto de lo que jamás lo habían vis-
to—; sobre todo tú, Draco, que dices que no te gusta que la gente
se meta en tus asuntos y no haces más que entrometerte en los
míos.
—El que tú no seas tan listo como para entrometerte de la
manera más adecuada en mis asuntos, no es mi problema, y ese no
es el punto aquí, sino, que arregles todo de una vez con Mikel, en
serio, estoy harto de esto.
—Pues no lo mires si es que estás harto —protestó Mikel an-
tes de que Gael pudiera abrir la boca—. No sé quién te crees, pero
actúas como la mamá de los pollitos con él, y Gael ya está lo sufi-
cientemente grandecito para saber lo que hace, no necesita que lo
andes protegiendo.
—¿En serio? Pues veo que tú lo está haciendo fantástico —
bufó Draco, sintiéndose realmente atacado. «¿Mamá de los pollitos?
¡Que idiota!» Encima que iba y trataba de ayudarlo a volver con
Gael…
—¡Draco, basta! —atacó de nuevo Gael—. Y Mikel, no es
necesario que me defiendas, que ya lo hago yo muy bien sin ayuda.
—Pues, no lo estás haciendo muy bien tú solo… —comentó
Lucka encendiendo un cigarro, pese al letrero que decía no fumar.

1356
LIBRO III|Caminos
[12] Una nueva estrategia de ataque

—¡Cállate! —replicaron Mikel y Gael a la vez, Lucka arqueó


una ceja y miró hacia Draco, que sólo negó con la cabeza. Realmen-
te toda esa situación era muy extraña para él.
—Bien, vámonos, Gael —dijo Draco finalmente apartándose
de las puertas del ascensor—. Es obvio que no debes estar aquí.
—Pero…
—Sí, lo sentimos Mikel —se disculpó Ethan apartándose de
la puerta del vestíbulo también—. Sólo queríamos ayudar, pero es
mejor así.
—No me digan qué hacer —protestó Mikel mirando a Dra-
co que ya tomaba a Gael de un brazo. Draco sintió mucha agresivi-
dad en esa mirada, pero aún así, no soltó a su amigo.
—Sí, Draco, a mí tampoco me digas qué hacer —se defendió
Gael.
—Gael, no seas terco, es obvio que no siente nada por ti, no
pierdas más el tiempo aquí, ¿sí?
Gael iba a replicar, pero un brazo lo jaló arrancándolo del la-
do de Draco, era Mikel que miraba furioso hacia Draco y Ethan.
—No tienen derecho a hacer todo esto —reprochó furioso
hacia sus amigos y Draco.
—Mikel, suéltame —protestó Gael mientras Mikel lo jalaba
hacia el ascensor, Draco se cruzó de brazos y los miró serio, ahora
indeciso entre dejar a Gael con ese chico o protestar para llevarlo de
vuelta a casa.
—No, tú y yo hablaremos, sin esta banda de viejas coma-
dronas —informó Mikel, la puerta del ascensor se abrió y tiró de
Gael hacia dentro.
Lo último que escucharon fue la protesta de Gael antes de
que las puertas se cerraran, entonces Ethan y Lucka soltaron una
carcajada.

1357
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Con eso tendrán —dijo Lucka apagando el cigarro y desa-


pareciéndolo del suelo.
—Bueno, eso espero… no parecían muy cómodos el uno
con el otro —comentó Draco mirando nuevamente hacia el ascen-
sor, los números marcaban ya el quinto piso.
—Estarán bien… ya verás —le tranquilizó Ethan—. Vamos,
te llevo a casa, a Harry no le gusta que andes afuera solo, tan tarde.
Draco puso los ojos en blanco, pero no protestó mientras los
tres salían de edificio y se subían al auto del chico. Miró por última
vez la ventana del departamento de Mikel, las luces continuaban
apagadas.

–|– 

Gael se cruzó de brazos mientras el ascensor subía lentamen-


te por los cinco pisos, a su lado Mikel parecía incómodo también, y
cuando habló, su voz sonaba tensa.
—Lo siento… no sé qué se creen para andar entrometiéndo-
se en esto.
—Sí, Draco me escuchará también —convino Gael.
—Desde mi casa podrás llegar a la universidad por la red flú.
—Gracias… —aceptó Gael, un tanto decepcionado.
Entraron al departamento en silencio, Mikel no prendió las
luces, Gael, que ya se conocía el sitio de memoria, caminó hasta la
chimenea detrás de él.
Por un momento más, se quedaron en silencio, mirando
ambos hacia la chimenea encendida, hasta que finalmente Gael no
soportó más el silencio y la tensión:
—¿En verdad…? —Mikel se sobresaltó por la interrupción
del silencio y se giró a mirar a Gael—. Yo… ¿Tú me extrañas?
Mikel negó con la cabeza.

1358
LIBRO III|Caminos
[12] Una nueva estrategia de ataque

—Eso no importa, ¿o sí?


—Supongo que no —respondió Gael, mordiéndose el labio
inferior y sintiéndose demasiado tonto como para no poder expre-
sar lo que quería en ese momento—, ¿o sí?
Mikel soltó un pequeño suspiro.
—¿A ti realmente te importa eso? —preguntó con voz sua-
ve—. ¿El que te extrañe…?
Gael dudó un segundo antes de asentir en silencio, sintiendo
sus mejillas encenderse un poco. Se preguntó cuánto tiempo más
tendría que pasarse sonrojando durante esa noche.
—¿Por qué te fuiste así entonces? —preguntó Mikel usando
el mismo tono de voz bajo y suave.
—Yo creo que… esa mañana descubrí que… —y sintió cómo
se sonrojaba más aún, pero decidió que debía decir lo que sentía,
decirlo de una vez por todas—: Descubrí que me gustabas, más que
antes, que podía enamorarme de ti y no quería, porque habíamos
dicho que… —sus explicaciones fueron interrumpidas por los la-
bios de Mikel sobre los suyos, abrió los ojos con asombro un ins-
tante antes de cerrarlos por completo y abrazarse al chico, besándo-
se con desesperación, mordiéndose y saboreándose.
—¿Por qué no lo dijiste? ¿Por qué no me dijiste qué pasaba?
—preguntó Mikel rompiendo el beso, aún abrazados el uno al otro.
—Porque tú dijiste… —otro beso lo silenció, esta vez fue él
quien se apartó—. ¿Cómo quieres que te conteste si… si no me de-
jas?
—Eres un tonto —dijo Mikel sonriendo y entendiendo al
fin—. Gran tonto.
—Ya… ¿y esa es la forma en la qué esperas que me quede
contigo esta noche?
—¿Qué tengo que hacer para que te quedes entonces? —
preguntó Mikel besando el cuello de Gael.

1359
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Podrías contestar mi pregunta primero —suspiró Gael,


buscando la forma de sacar la camiseta que Mikel traía puesta.
—¿Quieres que te lo diga? —se burló Mikel comenzando a
desabotonar el abrigo de Gael—. ¿Necesitas más pruebas?
—Mikel… —gimió Gael sintiendo las manos calidas de Mi-
kel sobre su abdomen, abriéndose paso entre el abrigo y su camise-
ta.
—No sé qué siento por ti —declaró besando ahora sus meji-
llas—, pero es probable que termine enamorado de ti, si es que no
lo estoy ya.
—Yo… Lamento haberme ido, pensé…
—Lo sé… te lo iba a decir, ¿sabes? —Mikel por fin pudo sa-
car el abrigo y lo hizo caer al piso, sus manos apretaron la espalda de
Gael y lo abrazó mucho más fuerte—; que quería… que lo que sen-
tía por ti había pasado de un gusto… que era mucho más… que es-
taba listo para intentar tener algo de exclusividad entre nosotros.
—Oh, yo no lo sabía.
—… y pensé que te fuiste porque te habías dado cuenta y no
sentías lo mismo que yo.
—Ah, verdaderamente sí que somos tontos…
—¿Lo somos? —susurró Mikel besando nuevamente su cue-
llo.
Gael soltó una pequeña risita antes de contestar.
—Yo… quiero quedarme…
—Nada me haría más feliz ahora.

–|– 

—Tenemos ya todo listo para el primer titular —informó


Tony, entrando con una sonrisa a la habitación. Ginny permanecía
en cama, con una almohada en la espalda y con la pierna vendada,

1360
LIBRO III|Caminos
[12] Una nueva estrategia de ataque

había sufrido un aparatoso accidente durante el último partido de


las eliminatorias, y debía descansar al menos dos semanas antes de
reintegrarse al equipo, aunque ella dudaba mucho que lo hiciera, la
MACH le ocupaba gran parte del tiempo y por eso su rendimiento
dentro del equipo de quidditch había bajado bastante, era preferible
que renunciase a que la sacaran.
—Genial, ¿será primera plana?
—Por supuesto… El profesor Garfunkel ya tienen todo listo,
esta noche irá con Baddock e infiltraran las pociones. Para pasado
mañana, El Profeta tendrá su exclusiva, y la comunidad se enterará
del peligro que corren conviviendo con esos desviados.
—Fantástico… Quisiera poder estar allí para echarles una
mano, no me gusta estar aquí sin hacer nada.
—Oh, vamos cariño, tal vez puedas aprovechar el tiempo en
pensar en mi proposición.
—Tony, aún soy muy joven para casarme —rebatió ella tra-
tando de ganar tiempo respecto a la dichosa propuesta.
—Él nunca te pedirá en matrimonio, ¿cuándo lo entenderás?
—¿Y tú cuando entenderás que ya no siento nada por él? —
mintió Ginny—. Es más, hace mucho tiempo que no lo veo, ni si-
quiera va a casa de mis padres.
—No me engañas, Ginny, pero desde ya te digo que si no
tomas una decisión pronto, yo retiraré mi oferta, eres una chica
preciosa, pero no la única en el mundo.

–|– 

Baddock odiaba a los homosexuales, detestaba la forma como


andaban juntos, como no les importaba lo que los demás pensaran,
odiaba toda esa libertad de la que tanto presumían, es más, por cul-
pa de uno de ellos era que había sido expulsado de la Academia. Y

1361
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

era tan injusto, él sólo le había querido dar lo que se merecía, no


había sido su culpa que el chico fuera tan débil o que Simak llegara
en el momento menos adecuado. Sin embargo, la mala suerte no
había acabado allí para él, los de la Academia, sus antiguos excom-
pañeros, habían causado que tuviera que pasar una temporada en
Azkaban, y planeaba vengarse de todos, poco a poco, aunque su po-
sición en la MACH también era un buen inicio, al menos empeza-
ría limpiando un poco la comunidad mágica, como decía Tony,
aunque él más bien pensaba que la definición exacta sería: dándole
su merecido a los libertinos esos.
Tenían una lista, una larga lista, creada por la información
que todos los miembros de la MACH habían facilitado, y la misión
empezaba esa noche, no era muy complicada en realidad. Tenía un
gran grupo de chicos y chicas listos para ayudarlos.
Aparecieron en Dundee, cerca de la ciudad, pero no iban ha-
cia allá, sino un poco más hacia al norte, hacia la cabaña de un par
de magos; ambos tenían alrededor de sesenta años, habían vivido
allí durante más de cuarenta años, y todos sus vecinos sabían que
eran pareja, que estaban juntos, (Baddock no concebía el termino
de pareja entre ellos). Junto a él, apareció Amy y otro mago más, un
tal Martín, todos luciendo túnicas oscuras, con una gran «M» bor-
dada en color amarillo.
El campo estaba silencioso, y nadie se cruzó en su camino
conforme fueron avanzando por la oscuridad; llegaron a las puertas
de la cabaña, era una bastante pequeña, pensó Baddock, la puerta
tenía apenas seguridad y les fue bastante sencillo colarse en el inte-
rior, bastó sólo unos minutos para haber realizado correctamente el
hechizo y luego obligarlos a tomar las pociones y luego, después de
alejarse una cantidad prudente de metros, desaparecieron rumbo a
Ben Nevis, donde los esperaba unas cuatro paradas más, sobre todo,
la de la casa de Stair, había llegado el momento en que le pagara lo

1362
LIBRO III|Caminos
[12] Una nueva estrategia de ataque

que había hecho antes, sabía que sería una larga madrugada, pero
realmente valía la pena.

–|– 

Harry dejó caer el periódico sobre la mesa del desayuno, un


sabor amargo trepando por su garganta; estaba seguro de que pron-
to vomitaría. Tomó una bocanada de aire tratando de controlarse
mientras sus compañeros lo miraban extrañados; se puso en pie,
importándole muy poco el que todos lo miraran, y volvió a su habi-
tación, necesitaba despejarse y revisar a conciencia ese artículo, cer-
ciorarse…

“GRAN VIRUS DESCONOCIDO ATACA A HOMOSEXUALES”

La práctica homosexual, una desviación del mundo muggle


que ha afectado a alguno de los miembros de la sociedad mágica,
está cobrando las primeras victimas, en lo que se cree es un vi-
rus fulminante que ataca a todas las personas con esta desvia-
ción.
Según nos informó San Mungo, durante la madrugada lle-
garon más de cuarenta casos de personas afectadas por lo que al
parecer es, una enfermedad demasiado complicada; los síntomas
son la inconciencia, seguida por la gran cantidad de escaras y he-
ridas y luego un sangrado provocado por estas lesiones. Ningún
paciente pudo sobrevivir, mientras, en San Mungo se siguen ha-
ciendo pruebas con pociones para los casos que siguen llegando,
e incluso barajando las posibilidades de contagio.
El tiempo de vida de ese virus en el cuerpo de un mago o
bruja no es determinado aún, pero una vez los síntomas se mani-

1363
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

fiestan, el paciente puede morir hasta en cuatro horas, depen-


diendo de su nivel de protección mágica.
La MACH, asociación social sin fines de lucro, bastante
preocupada por la conservación de las buenas maneras y la erra-
dicación de este comportamiento inadecuado, encabezada por su
líder, Tony Schafer nos comenta al respecto:
“En el mundo muggle, esta mala práctica es desaprobada
por muchos países, sin contar de la gran cantidad de enfermeda-
des que pueden padecer a causa de esto, era lógico esperar que
tarde o temprano, este descontrol tuviera replicas en nuestro
mundo, es decir, somos magos y estamos protegidos contra casi
todas las pestes muggles, sin embargo, muchos han abusado de
esa buena protección, simplemente las buenas costumbres y el
comportamiento adecuado habrían evitado que toda esta epide-
mia se inicie"
En las páginas tres y cuatro tenemos una lista de las per-
sonas que fallecieron por esta extraña enfermedad en San Mungo
y también de los casos reportados a los aurores, gente que no tuvo
posibilidades de llegar al centro de atención. La pregunta es:
¿cuántos más caerán antes de que esta gente entienda que debe
pedir ayuda y corregirse antes de encontrar la muerte y provocar
la muerte a más personas?
El director de San Mungo, Marcel McGinnis, no ha dado
una declaración oficial aún, aunque su departamento de prensa
declaró la existencia de estos casos, y que están a la búsqueda de
la cura.

Dasha Ogden

1364
LIBRO III|Caminos
[12] Una nueva estrategia de ataque

Harry reconocía el nombre, era la misma periodista que du-


rante mucho tiempo había estado publicando cosas acerca de él y
Ginny, luego le había perdido el rastro, y ahora aparecía nuevamen-
te en una portada.
Sin perder más tiempo pasó a las páginas donde se daba los
nombres y las edades de las personas que habían muerto la noche
anterior, era una lista enorme, frenéticamente recorrió las páginas,
se asombró de encontrar el nombre de Jhon Stair. Le sonaba de al-
gún sitio aquel nombre, y tuvo que pensar un poco antes de recor-
dar que se trataba de ese chico de primero que había sido expulsado
hace un tiempo, por la pelea con Baddock. No encontró el nombre
de ningún conocido más, ni de ninguno de sus amigos o de Draco.
Sin embargo, eso no le dio paz, el que sus nombres no estuviera
allí, no significaba que nada malo les hubiera pasado o que estaban a
salvo.
El estómago le empezó a dar vueltas, si el titular había apare-
cido, luego de que la muerte de tantos otros no fuera mencionada,
era porque esta vez la MACH se había esforzado lo suficiente para
hacerse conocida, significaba que empezaba una nueva etapa, que
esta vez serían mucho más agresivos que antes. No podía negar que
sentía pánico, ya no era una cuestión de ser delatado ante el mundo,
era una cuestión de vida o muerte. Casi como si se tratase de una
nueva guerra.
Las ganas de vomitar le ganaron y corrió al baño. El poco
desayuno que había podido tomar, fue devuelto y se sintió mareado
y enfermo.
Le costó trabajo regresar a la habitación, pero cuando lo hizo,
escuchó el golpeteo de algo sobre la ventana, abrió a toda prisa para
que Alba pudiera entrar, con una nota sobre el pico. Casi se la
arrancó ante el ulular ofendido del animal.

1365
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Estoy bien. Estaré bien, tendré cuidado, no te preocupes.

D.

Harry negó con la cabeza. Draco era algunas veces particu-


larmente práctico, pero no pudo negar que se sintió aliviado, al me-
nos estaba bien. Pronto, en unos días más que pudiera salir de des-
canso, tendría que hablar con él acerca de la seguridad, los de la
MACH sabían donde estaba su casa, y si no lo habían atacado había
sido por pura suerte, pero no pensaba arriesgarse a que pasara nue-
vamente.

D:

Me alegra saberlo. Por favor, si existe la manera de que te quedes en


otro sitio, hasta el viernes en la noche que salgo, hazlo, ellos de todas for-
mas ya saben dónde vives.
Cuídate por favor.

H.

–|– 

Draco llegó al apartamento de Mikel casi corriendo desde la


estación de buses, le importaba muy poco ya las clases o los traba-
jos; después de leer El Profeta, estaba a punto de escribirle a Harry
cuando el móvil mágico sonó. Era Mikel, parecía alterado y le pedía
que llegara lo más pronto posible a su casa, que había algo impor-
tante que debía ver, así que luego de garabatear una simple nota pa-

1366
LIBRO III|Caminos
[12] Una nueva estrategia de ataque

ra Harry y mandar a Alba, había salido de su casa rumbo a la zona


donde Mikel vivía.
Gael le abrió la puerta, él y Draco no habían hablado desde el
encuentro en el vestíbulo; por alguna extraña razón, no habían
coincidido en esos pocos días, aunque Draco, gracias a Ethan, sabía
que en realidad, las cosas habían salido bastante bien.
—Hola —saludó lentamente Draco, mirando a su amigo con
algo de preocupación.
—Hola, Draco, te estábamos esperando, me alegra que estés
bien —respondió Gael, su voz no sonaba molesta y Draco suspiró
internamente de alivio.
Dentro ya estaban Mikel, Ethan, Lucka y unos cuantos chi-
cos más que él no conocía. Draco miró extrañado hacia esas perso-
nas, no parecían muy amables, sobre todo, un chico de cabello cas-
taño y ojos azules, parecía como si su presencia lo enfadara.
—Draco, al fin. Por un momento pensé que te había pasado
algo —dijo Mikel poniéndose en pie y extendiendo la mano hacia
él, como si unos días antes no se hubieran gritado. Draco corres-
pondió al saludo, sintiéndose cada vez más cohibido por la presen-
cia de esos chicos que no conocía.
—Vine lo más a prisa que pude. ¿Es cierto? ¿Es un virus?
—No lo sabemos —explicó Mikel invitándolo a sentarse—,
logré conseguir unas muestras, no fue agradable hacerlo… todo fue
una locura anoche… No pudimos salvar a nadie.
—Yo examiné una de las muestras —comentó Gael sentán-
dose junto a Mikel, a Draco no se le pasó por alto cómo entrelaza-
ron las manos—; no puede ser un virus, por varias razones… ten-
drías que verlo. Es asombroso, destructivo y aterradoramente
asombroso.
—Queremos que lo examines —explicó Ethan, Draco nunca
lo había visto tan serio.

1367
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Claro, por supuesto… puedo llevarlo a casa y…


—No —interrumpió Mikel—; es mejor no salir, he aplicado
hechizos antidesaparición y de seguridad en todo el edificio, lo me-
jor es no mostrarse, sobre todo tú, ellos saben donde vives.
—Pero…
—Tenemos aquí todo lo necesario —apoyó Gael.
Draco gruñó en respuesta, preguntándose si era que Harry
no les había escrito a ellos también para que lo vigilaran, estaba a
punto de formular la pregunta en voz alta, cuando la voz de uno de
los chicos lo interrumpió:
—¿En serio tú hiciste la primera poción? —preguntó de
pronto uno de los chicos que no conocía; Draco le dio una mirada
interrogante a Mikel, que asintió sutilmente.
—Sí —respondió mientras se ponía de pie, listo para empe-
zar a trabajar en el nuevo veneno.
—Gracias —suspiró el chico, para sorpresa de todos, abra-
zándose a él. Draco, perplejo y asombrado, apenas atinó a palmearle
la espalda un par de veces, hasta que el chico se apartó—. Gracias —
repitió—, no me dijeron quién había sido, pero salvaste mi vida.
Draco se sonrojó, nadie nunca le había dado las gracias de esa
manera.
—No… no tienes que agradecerme.

–|– 

Le fue difícil concentrarse en las clases, y en el pasillo, un


hechizo le dio en el pecho, por primera vez en dos años y medio,
tuvo que pasear el resto del día con una brillante X verde en el pe-
cho, sus amigos lo habían molestado al inicio, pero tras ver que Ha-
rry no estaba realmente de humor para bromas, cesaron en sus in-
tentos de tomarle el pelo y trataron de no acercarse mucho a él. Ha-

1368
LIBRO III|Caminos
[12] Una nueva estrategia de ataque

rry lo agradeció, estaba en completa tensión, su mente ocupada en


Draco y en rogar que nada malo le ocurriera.
En la noche, cerca de medianoche, cuando recién pudo vol-
ver a su habitación, dos lechuzas ya lo esperaban, una era Alba y la
otra era la lechuza de Hermione. Primero leyó la carta que traía Al-
ba:

H:

Estoy bien, te lo repito porque sé lo maniático que eres con eso de


preocuparte…

Harry bufó fastidiado, ¿maniático? Estaban exterminando


gente afuera y él lo consideraba maniático.

… he estado todo el día en el departamento de Mikel, con varios


magos que no conocía, pero que decían conocerte, junto a Gael, hemos es-
tado viendo el “virus” que dicen que está atacando a los homosexuales,
pero como creo que ya te imaginaras, no se trata de ningún virus ni mucho
menos, es una nueva poción, creo que del mismo fabricante que hizo la
primera.
Mikel ha insistido en que me quede aquí, hoy no he ido a la Uni-
versidad ni al trabajo, aunque no puedo pasarme más tiempo encerrado,
tendré cuidado, pero si no me han atacado hasta este momento, es porque
por alguna razón no lo quieren hacer, después de todo, tienes razón, ellos
saben donde vivo.
Prométeme que tratarás de estar tranquilo, nos veremos en unos
cuantos días,

1369
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Te extraño…

D.

Harry se sintió aliviado al saber que Draco estaba donde Mi-


kel, aunque no mucho de que al día siguiente saliera nuevamente,
pero tenía razón, si no lo habían atacado el primer día, sería porque
de alguna manera creían conveniente no hacerlo.
La segunda lechuza esperaba ansiosa, así que Harry supuso
que Hermione esperaba alguna respuesta. Tomó la carta y la abrió
rápidamente:

Harry:

Que terrible es todo esto, hemos leído “El Profeta” y toda la sarta de
tonterías que dice, es decir, eso no puede ser un virus… tal vez es obra de esos de
la Mach, y nos preocupa que se la tomen contra los gays de esa manera tan
agresiva.
Queríamos pedirte que tuvieras cuidado, sabes que ya entendimos que
no te gusta que te digamos qué hacer, pero por esta vez, considerando los hechos,
debes entendernos, no queremos que nada malo te pase, espero que el viernes que
salgas de clases vayas a casa y trates de no llamar mucho la atención. Segu-
ramente los aurores ya están trabajando en alguna forma de solucionar esto.
Un beso y un abrazo.

Ron y Hermione.

1370
LIBRO III|Caminos
[12] Una nueva estrategia de ataque

Harry respondió rápidamente a ambas cartas, y luego mandó


de regreso las lechuzas, pese a que debía sentirse un poco más ali-
viado por lo que Draco le contaba, no pudo dormir el resto de la
noche.

–|– 

Era ya de madrugada, varios de los chicos que habían estado


allí durante el día, trayendo noticias e información, se habían mar-
chado. Finalmente, se habían quedado Ethan, Lucka, Mikel, Gael y
ese chico extraño que lo miraba a cada rato.
Draco trabajaba en el estudio de Mikel, con la puerta abierta,
examinando las muestras y haciendo pruebas, realmente Gael había
tenido razón al decir que era una malévola y proterva combinación,
y estaba ya seguro de que se trataba del mismo fabricante anterior
debido a los ingredientes, era como su firma y también como un re-
to. Antes, cuando había creado la primera poción, los ataques ha-
bían cesado días después, seguramente ellos sabían que ya no po-
dían atacar de esa manera, que eso sólo sería beneficioso para Dra-
co, y ahora habían creado una nueva poción, mucho peor que la an-
terior, sería muchísimo más complicado encontrar un antídoto, so-
bre todo, por la cantidad de ingredientes no locales.
A Draco le gustaba trabajar en silencio y de preferencia solo,
sin embargo, no le pareció cortés cerrar la puerta del estudio, desde
donde podía ver al grupo de Mikel hablando en susurros; Draco
había estado antes allí, con Harry en algunas ocaciones, y solo en
otras, y por lo general, ellos eran un grupo bastante ruidoso. Sin
embargo, ahora se podía sentir la tensión y la preocupación en el
ambiente.
Suspiró y miró hacia la muestra nuevamente antes de tomar
un par de apuntes, cuando levantó la vista, se sobresaltó al notar a

1371
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

aquel chico que no conocía (y que no se había presentado cuando


había llegado), de pie, frente a él.
—¿Te asusté?
—Estaba concentrado, no te escuché llegar… —Draco sentía
hostilidad en esa mirada, y dejó de trabajar para prestarle total aten-
ción.
—Tenía muchas ganas de conocerte… ¿No sabes quién soy?
Draco le dio una mirada más profunda, tratando de recordar,
pero no había nada que le indicara que lo conocía.
—Lo siento… no.
—Lo imaginé. Soy Noah, Noah Garth.
—Mucho gusto, yo soy Draco Malfoy.
—Sí, he escuchado de ti —Noah sonrió y Draco lo miró es-
perando la explicación de esa sonrisa—. Harry no te lo ha dicho,
¿cierto?
—¿Conoces a Harry?
—Muchos conocen a Harry.
—Claro, me refiero a que no sabía que eran amigos…
—Mmm… más que eso, se puede decir —dijo con tono in-
sinuante, con un tono insinuante que a Draco no le gustó para na-
da—; vivía conmigo, en su casa, ya sabes, en Grinmauld Place…
—Oh —la mente de Draco empezó a trabajar con velocidad,
Harry no le había dicho nada de aquello, de que había estado vi-
viendo con alguien, eso era mucho más de lo que se esperaba, no
era tonto y conocía a Harry lo suficiente como para saber que no se
quedaría en casa tranquilo en las noches durante su separación, no
tenía ningún derecho a cuestionarle o reprocharle nada de lo que
hubiese sucedido antes, y no había querido interrogarlo al respecto,
pero el qué hubiera vivido con alguien, que hubiera tenido una re-
lación así de seria, sí era algo que se tenía que mencionar. ¿Ver-
dad?—. Harry y yo no hablamos mucho del pasado.

1372
LIBRO III|Caminos
[12] Una nueva estrategia de ataque

—Lo supongo… con ese pasado.


—El pasado es eso precisamente, pasado, y lo que Harry haya
hecho antes, no es de mi incumbencia.
—Entiendo… yo también pensaba así. Es mejor, cerrar los
ojos a eso, tratar de pensar que se acostumbrará a estar sólo con una
persona.
Draco frunció el ceño, sintiéndose superado por aquel co-
mentario.
—Justo ahora necesito un poco de concentración en esto —
dijo con voz gélida—. Lamento no poder seguir hablando contigo.
—Claro… Estaré por aquí estos días, por si te apetece ha-
blar… —le dijo Noah ya saliendo de la habitación.
Desde esa noche, Draco cerró la puerta del estudio, no con
llave, y Mikel o Gael o cualquier otro podía pasar en el momento
que quisieran, claro, pero no soportaba ver a ese tal Noah, con su
mirada de autosuficiencia paseando por la sala, delante de él.

–|– 

“57 MUERTOS MÁS DURANTE LA NOCHE DE AYER”

San Mungo aún no logra dar con una solución para la te-
rrible enfermedad que parece estar atacando únicamente a aque-
llos llamados homosexuales. La MACH hace un llamado a la so-
ciedad, a que desistan de esas prácticas y traten de reformarse,
puesto que al parecer, no existe cura para este mal…

Harry dejó de leer el diario, ya había perdido la cuenta de


cuántos más habían muerto durante los pasados tres días, al menos
ese día ya le tocaba salida, podría ver a Draco y saber un poco más
de lo que Mikel estaba averiguando, incluso tenía entendido que

1373
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Ethan y Lucka estaban haciendo algunas investigaciones para tratar


de encontrar un patrón en las muertes, aunque lo veía muy difícil,
puesto que las muertes abarcaban todo el Reino Unido.
Estaba además intranquilo por Draco; quería creer que se
trataba de que estaba demasiado preocupado y trabajando ardua-
mente para conseguir dar con la poción, puesto que había dejado de
ir a la universidad y al trabajo para concentrarse completamente en
eso, sin embargo, la frialdad en sus tres cartas anteriores, lo había
dejado ansioso. Leyó nuevamente la última que había llegado esa
mañana:

Hola,

Todo sigue igual, sigo buscando algún tipo de antídoto con las
muestras que Mikel consigue, pero aún no hay suerte.

D.

Faltaban sólo unos minutos para que iniciara sus clases de la


mañana, así que se apresuró a contestar.

Hola D.

Espero que pronto lo consigas, esta tarde saldré, ya sabes… te al-


canzaré en casa de Mikel, te extraño mucho.
Te amo.

H.

1374
LIBRO III|Caminos
[12] Una nueva estrategia de ataque

–|– 

Draco le dio una mirada a la carta de Harry y la dejó a un la-


do antes de proseguir mezclando ingredientes. Tenía abiertos sobre
la mesa y algunas sillas, varios pesados tomos que habían traído de
la universidad y que Mikel le había conseguido de la biblioteca de
San Mungo, tanto él como Gael, apenas habían podido dormir unas
cuantas horas y empezaban a sentirse realmente frustrados y agota-
dos.
—¿Por qué no tomas un descanso? —sugirió Mikel entrando
al estudio con una taza de té humeante, Draco vio al fondo, en el
salón, a Noah que hablaba con Gael y Ethan y negó con la cabeza.
—Aún no consigo nada, no puedo descansar ahora.
—Vamos…
—En serio, gracias, pero si no continúo, perderé la ilación.
—Harry viene esta tarde… supongo que te sentirás mejor
por verlo.
—Ajá.
—Escucha —dijo cerrando la puerta suavemente—, no dejes
que te moleste, ¿de acuerdo? Es un tema delicado y complicado,
pero en el fondo, es muy buena persona y es nuestro amigo, y ha
cometido algunos errores, pero créeme, es inofensivo.
—No sé de qué hablas —respondió Draco, recibiendo la taza
de té y aspirando el aroma, realmente le vendría bien algo caliente.
—De Noah, por supuesto.
—No sé qué podría afectarme de él —comentó desinteresa-
damente, dejando la taza sobre el escritorio y buscando un cigarro,
sabía que estaba fumando demasiado, pero ese era su menor pro-
blema en ese momento.

1375
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Lucka vendrá en una hora con los ingredientes que pediste


—le dijo Mikel, cambiando el tema completamente, ya Gael le ha-
bía advertido lo poco comunicativo que estaba Draco.
—Perfecto, justo a tiempo para que Gael y yo podamos pro-
barlos.

–|– 

Las clases se le hicieron interminablemente largas, durante el


día había estado bastante distraído y había recibido más de un lla-
mado de atención; por suerte, no había recibido ningún castigo. Pa-
ra la tarde, cuando ya todos se disponían a marchar, Posey vino a
indicarles el lugar de la reunión, Harry les dijo que un amigo suyo
estaba en problemas y que no podría ir, aunque lo miraron de ma-
nera curiosa, nadie comentó ni preguntó nada más, y cuando llegó
la hora de salida, se apareció en una de las calles solitarias cercanas a
la casa de Mikel. Caminó con pasos acelerados hasta por fin llegar al
apartamento del chico. Ya era prácticamente de noche, y su único
deseo era poder abrazar a Draco, constatar que verdaderamente es-
taba bien y darle ánimos, decirle lo inteligente que era y que estaba
seguro de que podría crear cuanto antídoto necesitara.
Cuando Noah, con una gran sonrisa, le abrió la puerta del
departamento de Mikel, Harry lo entendió.
Entendió al fin, la razón por la cual Draco estaba tan frío con
él.

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Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

13
Un nuevo antídoto

“Quién salva una vida, salva al mundo entero.”


De la película “La Lista de Schindler” (1993)
Director: Steven Spielberg

Londres, Abril de 2002


Harry! —chilló Noah lanzándose a sus brazos y pre-
sionándolo con fuerza. Harry se quedó quieto un
instante, preguntándose qué haría el chico allí, antes
de darle un par de palmadas en la espalda. De reojo vio al fondo, la
puerta del estudio abierta y a Draco con un vial en la mano, trató de
sonreírle pero la puerta se cerró abruptamente, causando un sonido
sordo. Noah pareció satisfecho y se apartó, sin dejar de sonreír—.
¿Cómo has estado?
—Bien… supongo —respondió—. ¿Qué haces aquí?
—Pues… ayudar, o estar para lo que se necesite, ya sabes, ya
no es seguro andar por ningún lado en este momento —contestó
Noah aún sin dejar de sonreír.
—Ah…
—El que hayamos terminado —empezó Noah con voz más
suave y confidente—, no quiere decir que no seamos amigos.

1377
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ya… supongo que me alegra que estés bien —dijo entran-


do finalmente del todo al apartamento. Gael y Mikel lo saludaron
con entusiasmo, mientras dejaba sus cosas sobre uno de los sofás.
—Nos alegra tanto que hayas llegado —dijo Gael, parecía
realmente preocupado y cansado—, debes sacarlo de allí, hemos es-
tado trabajando mucho, pero pienso que no llegamos a nada, que
necesitamos tomarnos un receso, se lo dije y me hizo salir… lleva
días encerrado, se está obsesionando, si es que no lo está ya.
—Me imagino que sí, esto es tan complicado —suspiró Ha-
rry.
—Lucka y Ethan estuvieron por aquí y trajeron unos cuantos
ingredientes, pero no creo que por dejar de intentar una noche, va-
ya a pasar nada… al contrario, tal vez necesita despejarse, pensar en
otra cosa —le contó Mikel mientras encendía un cigarro y Gael se
sentaba a su lado.
—Veré qué puedo hacer.
—Yo que tú voy, con la varita en alto, está un poco agresivo,
¿sabes? —comentó Noah dejándose caer en uno de los muebles.
Harry quiso replicar que Draco no era agresivo, pero pensó que por
lo pronto, necesitaba verlo y saber qué era lo que Noah le había di-
cho. Por la mirada de satisfacción del chico, imaginó que Draco es-
taría mucho más que molesto. Sabía que debía haberle hablado de
Noah antes.

–|– 

Draco agregó el último ingrediente, pero la poción pareció


descontenta con ese último aditamento y empezó a burbujear.
—Mierda —masculló mientras agitaba la varita para congelar
el proceso, todo era culpa de Harry, de Harry y ese idiota de Noah.
No, decidió, ambos eran idiotas. Si no lo hubieran distraído con ese

1378
LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

saludo tan caluroso y bullicioso, se hubiera dado cuenta de que el


cuerno pulverizado de graphorn no se podía agregar hasta que la
poción estuviera completamente fría.
Suspiró fastidiado, lamentando haber echado a Gael fuera del
estudio, tal vez él le hubiera advertido del error antes de cometerlo;
y con un solo pase de varita, desapareció el contenido del caldero
para reemplazarlo por otro poco que tenía preparado. El mechero
ardió nuevamente, y Draco continuó mezclando y agitando con la
varita, esperando que llegara a hervir cuando escuchó un par de
golpes suaves en la puerta.
Seguramente Harry no sabía que la puerta estaba abierta. Se
sintió tentado a cerrarla con seguro, pero no quería causar ninguna
escena, no una mayor al menos; pese a todo, no contestó y los gol-
pes continuaron por un momento más, antes de que la puerta se
abriera. Draco levantó la vista hacia Harry un instante antes de con-
tinuar removiendo.
—Hola —saludó Harry entrando con precaución y cerrando
la puerta tras él.
—Hola.
—¿Cómo va todo?
—¿Cómo te parece que va?
—Creo que no muy bien… —contestó Harry, Draco no dio
signos de querer continuar con la conversación, y se sintió un tanto
cohibido por la actitud del rubio, se aclaró la garganta un poco antes
de continuar—. Estaba pensando en que tal vez te haría bien ir a
comer algo, ya sabes, salir, despejarte un poco y…
—Estoy ocupado, Harry —interrumpió Draco, deteniendo
el fuego de la hornilla y buscando un poco más de cuernos de
graphorn molidos.
—Lo sé, pero…

1379
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ahora no —le cortó Draco, aplicando un hechizo de en-


friamiento en el caldero, esperaba que Harry captara el mensaje y se
marchara, pero no lo hizo.
Harry se sentó en el piso, ya que no quedaba ningún otro lu-
gar dónde hacerlo porque todas las sillas estaban ocupadas por li-
bros y frascos.
—Draco…
—¡Qué estoy ocupado, Harry! —interrumpió nuevamente
Draco, esta vez de manera más agresiva, mientras vertía el último
ingrediente, la poción tomó un color rojizo y soltó unas cuantas vo-
lutas plateadas. Draco asintió conforme y suspiró mientras pasaba el
contenido a un recipiente más pequeño. Le dio una mirada distraí-
da a Harry, que parecía realmente apenado, pero no por eso men-
guó su fastidio, se dio la vuelta y le dio la espalda, necesitaba con-
centrarse un poco, así que tomó una profunda bocanada de aire an-
tes de elevar la muestra que Mikel le había traído, no era lo ideal
para hacer hechizos de simulación, pero no tenía más opción.
Harry esperó en silencio mientras veía el hechizo que Draco
practicaba, pero al parecer no salió de acuerdo a lo esperado, puesto
que en tan sólo unos minutos, la poción de Draco se tornó negra y
empezó a apestar.
—¡Mierda y mierda! —chilló Draco agitando la varita con
rabia, todo lo que había preparado de esa poción desapareció, inclu-
yendo el mal olor, mientras él respiraba agitado y se masajeaba con
un par de dedos la frente.
—Vamos, es mejor salir un poco y…
—¡Qué no quiero salir! ¿No entiendes, Potter? —le increpó
mirándolo furioso.
—No es mi culpa que no haya salido bien —se quejó sua-
vemente Harry, sabiendo que afuera, todos probablemente ya ha-
brían escuchado los gritos—; y no debes gritar, afuera hay gente.

1380
LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

—Ya… tus amigos, ¿por qué no vas a conversar con Noah y


me dejas en paz? —le preguntó Draco mientras levantaba un pesa-
do volumen de una de las sillas y comenzaba a hojearlo frenética-
mente, sólo por hacer algo con las manos y luchando con la tenta-
ción de no lanzárselo en la cara a Harry.
—Porque a quién extraño es a ti, no a mis amigos.
—Estoy seguro de que Noah te puede entretener —masculló
aún sin mirar a Harry—, ve a recordar viejos tiempos con él, tal vez
a dar una vuelta por tu casa, ya sabes, para que vea si todo está como
antes, como cuando vivía allí.
Harry se quedó completamente quieto, mirando hacia Draco
y sintiéndose de pronto un poco avergonzado.
—¿Pensaste que no me enteraría? —continuó increpando
Draco.
—No es justo que me reproches eso —se quejó Harry po-
niéndose en pie y al fin caminando hacia Draco—. Eso fue cuando
no estaba contigo, y ambos sabemos por qué no estaba contigo.
—¡Vete a la mierda, Potter! —contestó Draco sintiéndose do-
lido por ese reproche, dando un paso hacia atrás y cerrando final-
mente el libro, causando una pequeña polvareda. Harry sin embar-
go, no se apartó.
—Sé que estás frustrado y que…
—No sabes nada, así que cállate.
—¿Quieres dejar de interrumpirme? Y ya qué estamos, de
gritarme así. Yo no te he hecho nada.
—Déjame solo, en serio Harry, no estoy de humor y si no
quieres pelear…
—Ah, de acuerdo, fantástico, ¿nos tenemos que mover de
acuerdo a tu humor? ¿Me avisarás cuando estés de mejor genio?
¿Espero en casa a que me envíes una lechuza?

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No. Te puedes ir con tus amiguitos, ya sabes, con los que


normalmente te dedicabas a joder; mientras tanto, no me interesa
ni un poco —contraatacó Draco, mirándolo furioso por la respuesta
de Harry.
Harry apretó los puños y su mirada se volvió más frenética y
furibunda. Draco sabía que estaba enfadado y que había pasado el
límite, pero realmente no le importaba; llevaba tres días pensando
en todo lo que Noah le había dicho, dándole demasiadas vueltas a
todo lo que Harry parecía haber hecho cuando habían estado sepa-
rados, sumado a la frustración de no poder encontrar un antídoto
contra la mierda esa que estaba matando a tanta gente.
—Se acabó —resolvió Harry con los dientes apretados y casi
en un susurro.
—¿Se acabó? —repitió Draco con algo de burla en la voz, las
manos de Harry se cerraron en torno a sus brazos y antes de poder
siquiera protestar o reaccionar, sus labios estaban siendo firmemen-
te presionados, una lengua pugnaba por entrar, pero él no le dio ac-
ceso y finalmente pudo girar el rostro, librándose del beso—. ¿Qué
demonios? No puedes besarme a la fuerza.
—Y tú tampoco tratarme así, vamos —contestó Harry, más
molesto aún porque Draco ni siquiera se hubiera dejado besar. Ya le
parecía que aquella sería una muy larga y difícil discusión.
—No.
—Vamos —insistió Harry jalando a Draco—. Necesitamos
hablar, y tú necesitas apartarte de aquí, antes que vueles algo con tu
mal humor.
—Yo no vuelo cosas, jamás lo he hecho y…
—Genial, vamos a que me cuentes eso y más.
—No. No quiero.
—No me importa, es por tu bien. Yo también sé hacer cosas
por tu bien y sin preguntarte.

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LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

Antes de que Draco pudiera responder, Harry lo jaló de un


brazo y abrió la puerta del estudio, extrañamente ya no había nadie
en la sala. Draco supuso que estarían en la cocina o en una de las
habitaciones para darles algo de privacidad; sólo por si lo estaban
mirando, no trató de forcejear y se dejó arrastrar hasta la chimenea.
Harry tomó una gran cantidad de polvos flú y la lanzó al fue-
go. Sin soltar a Draco, los metió a la chimenea y gritó con voz clara:
—A Grinmauld Place.

–|– 

—Doscientos veintisiete, y esta noche mandaremos más


emisarios a administrar la poción —informó Tony mirando hacia
los pergaminos. Estaba en la mesa de reuniones, junto a él, Ginny
ya un poco recuperada, el profesor Garfunkel y sus dos asistentes,
que parecían bastante satisfechos, tomaban notas de la cantidad de
muertos.
—Ese tal «Fabricante de Pociones» no lo logrará esta vez —
comentó el profesor Garfunkel con los labios apretados.
—Podemos acabar con él de la misma manera que con los
demás —opinó Ginny, el profesor Garfunkel y Tony se dieron una
mirada de entendimiento.
—Será luego, queremos probar que tan lejos podemos llegar
con esta variante.
—Pero, Tony…
—Luego, cuando el chico quede completamente enterado de
que es un mediocre creador de pociones, podremos acabar con él
—interrumpió el profesor Garfunkel con rabia en la voz—; yo
mismo me haré cargo de él.
—Y después dices que yo estoy obsesionada —se burló Gi-
nny en voz baja hacia Tony, que sólo se encogió de hombros.

1383
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Para algunos, la ofensa es muy grande si le ganan en el la-


do profesional.
—No me ha ganado, encontró un antídoto una vez, pero es-
toy seguro que fue de suerte, suerte de principiante, no sucederá de
nuevo.
—De acuerdo —masculló Tony—, ahora mejor preocupé-
monos por cómo vamos con las donaciones y las compras que ne-
cesitamos para la fabricación de más poción.
Ginny asintió, aunque su mente estaba muy lejos de allí, es-
taba pensando en Malfoy y en si en verdad estaría buscando un an-
tídoto. La vez anterior lo había conseguido y luego, seguramente,
había tenido ayuda de algunos más para poder entregar esos antído-
tos en el momento adecuado. Eso quería decir que Malfoy ya debía
tener su propio grupo, gente que estaba trabajando para ir en contra
de ellos, un grupo de desviados más. Si no fuera porque sabía que
Harry estaba internado en la Academia, hasta podría apostar que
Harry tendría algo que ver, aunque lo dudaba mucho. Había segui-
do a Harry antes, luego de la escuela y por alguna razón, Malfoy se
había apartado. Bueno… Tal vez debería dejar de preocuparse en
atacar a Malfoy, tal cómo estaban las cosas, tarde o temprano sería
eliminado, junto con todos los demás.

–|– 

Casi nunca Draco había compartido un viaje por medios de


polvos flú, su cuerpo se pegó al de Harry y trató de no moverse
mucho, puesto que siempre terminaba mareado, y peor aún con la
rabia que sentía en ese momento. ¿Pero quién se creía Potter para an-
darlo jaloneando y metiendo donde se le diera la gana? ¿Acaso no veía que es-
taba ocupado? Tenía que encontrar ese antídoto, y pronto. Había mu-
cha gente muriendo y la poción estaba hecha de una manera dema-

1384
LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

siado complicada, era todo un reto que no pensaba perder. Y enci-


ma, tenía que lidiar con el fantástico, guapo, millonario y arrogante
ex novio de Harry; peor aún, no sólo era un exnovio, era el que ha-
bía vivido con Harry durante algún tiempo, con el que había com-
partido su casa, alguien que había llegado a un nivel mucho más ín-
timo que él.
Sabía que estaba siendo injusto, que en la escuela Harry le
había pedido eso justamente y que él se había negado, pero eso no
quería decir que Harry tenía que ir a buscar a otro para reemplazar-
lo, ¿verdad? Se contestó que no, que Harry no tenía por qué ir a
buscar un reemplazo de él. No de esa manera al menos.
Cayeron con un golpe sordo sobre el piso de piedra. Draco
se sintió disgustado. Por lo general, sabía caer de pie, pero por la
forma en que Harry lo sostenía de un brazo, ambos habían caído
mal.
—Lo siento —masculló Harry soltándolo y sentándose com-
pletamente en el piso.
—Deberías hacerlo, estaba muy ocupado como para seguir
tus juegos de…
—¡No! —interrumpió Harry mirando a Draco, que ya se
acomodaba sobre el piso también, sobándose un brazo—. Lamento
que cayéramos, no lo domino muy bien si voy acompañado de al-
guien más.
—¡Genial! ¡Fantástico! Al menos, sé que no has metido a
muchas personas por la red flú aquí —dijo Draco poniéndose en
pie y sí, sabía que los celos injustificados le estaban ganando, que
estaba siendo infantil, que estaba hablando por lo herido que se
sentía de que Harry ocultara aquello, pero no le importó. Estaba
molesto, irritado, frustrado y celoso, y gran parte de la culpa era de
Harry, así que, más le valía aguantarse.
—¿Qué se supone que significa eso?

1385
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¡El amo ha vuelto a casa! —saludó una voz chillona en el


momento que Draco abría la boca para replicar. Ambos se giraron
sobresaltados, Draco vio a un elfo viejo y pequeño de pie a unos
metros de ellos.
—Hola Kreacher. ¿Cómo está todo? —preguntó Harry lo
más amable que pudo en aquella situación, después de todo, el elfo
no tenía la culpa de sus peleas con Draco.
—Bien, señor Potter, nadie ha llamado, enviado lechuza ni
contactado por la red flú.
—Genial, escucha, cerraré la red flú y redoblaré los hechizos
de seguridad, por si acaso pasase algo, y Draco y yo nos quedaremos
a cenar.
—Oh, un sangre pura —masculló Kreacher mirando con,
según pensó Harry, demasiada adoración a Draco. Se preguntó si
era que el elfo no había vuelto a sus antiguos prejuicios, pero luego
recordó que el elfo conoció a algunos miembros de la familia Mal-
foy anteriormente, y que incluso, hacía varios años atrás, cuando
cursaba su sexto año en Hogwarts, Harry le había encomendado,
junto a Dobbie, la tarea de vigilar a Draco, y Kreacher le había di-
cho que hubiera preferido ser el sirviente de un sangre pura como
Draco, y no suyo. Por supuesto, las cosas habían cambiado mucho
en su relación con el elfo desde entonces—. Kreacher estará con-
tento de atender al señor Malfoy… Sí, Kreacher estará muy conten-
to.
Draco frunció el ceño, llevaba muchos años sin ver a un elfo,
y casi no recordaba lo candongos que podían llegar a ser. Por prime-
ra vez en todo ese tiempo, se preguntó qué habría pasado con los
elfos de su mansión.
—Potter, no me quedaré —advirtió firmemente hacia Harry.
—Sí lo harás. Kreacher, eso es todo, queremos estar solos,
avísanos cuando la cena esté lista.

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LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

—Claro, amo —respondió el elfo mirando hacia Draco una


vez más antes de desaparecer.
—Creo que Kreacher se ha enamorado de ti —comentó Ha-
rry, tratando de sonar chistoso para aligerar el ambiente, pero claro,
cuando Draco estaba molesto, no había nada que pudiera aligerar el
ambiente.
—Deja de decir estupideces y déjame salir.
—No recuerdo que fueras tan agresivo, no has hecho más
que insultarme desde que llegué a casa de Mikel —se quejó Harry
mientras agitaba la varita para cerrar la chimenea, luego podría ver
de qué manera incrementar los hechizos de seguridad sobre la casa.
—Sí, aparentemente hay mucho que desconocemos el uno
del otro —se defendió Draco sentándose en el sofá, convencido ya
de que por lo menos por red Flú no podría salir.
—Bien, hagamos algo, tú me dices qué maldita cosa te ha en-
fadado tanto, en lugar de mandar todos esos comentarios con doble
sentido que no comprendo, y yo te doy una explicación al respecto
—propuso Harry sentándose en el suelo, delante de Draco, con las
piernas cruzadas.
Draco fijó la mirada en él por un momento, antes de suspirar
y dejarse caer hacia atrás, harto de pelear y de sentirse tan rabioso y
frustrado… pero insistía: toda la culpa la tenía Harry.
—Vivías aquí con Noah —declaró mirando alrededor y repa-
rando recién en la estancia, era la primera vez que estaba allí, puesto
que antes, por el estrecho horario que tenían, no habían salido de
su habitación; se veía agradable, y en otra ocasión habría alabado la
decoración, pero no estaba con ánimos para eso.
No fue un reproche, o Harry no lo sintió así al menos. Se
dio cuenta de lo dolida que sonaba la voz de Draco, de lo herido
que sonaba al decirlo. Se puso de rodillas y se pegó más al rubio,
para que sus rostros quedasen casi a la misma altura.

1387
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ya te dije en casa de Mikel que… —Harry se detuvo ante


la mirada de advertencia que le dio Draco, y suspiró resignado—.
Sí, vivía aquí con Noah.
—Y no me lo habías dicho.
—No pensé que fuera necesario decirlo. Ya te dije, eso fue
antes, cuando no estábamos juntos y…
—Ya, y ambos sabemos por qué no lo estábamos, ya me lo
has dicho.
—No quise decirlo así.
—No, aparentemente no quisiste decirme muchas cosas —
resopló Draco y se cruzó de brazos, Harry estaba apoyado sobre sus
rodillas, mirándolo fijamente, parecía hasta triste.
—Draco…
—No se trata de lo qué hubieras hecho o no —admitió Dra-
co con la misma voz fría—. se trata de que no me lo dijiste; pensé
que… que al menos me contarías un detalle tan importante como
ese.
—Noah no tenía derecho a decirte nada. ¿Qué fue lo que te
dijo?
—Nada que yo no imaginara, realmente —contestó Draco,
no queriendo profundizar en todos los pensamientos que había te-
nido respecto a las pocas palabras que había intercambiado con el
chico—. Ni nada por lo que creo, deba molestarme… es decir, no
ere el único que ha estado con alguien más en este tiempo —de-
claró encogiéndose de hombros.
—¿Tú…? —Harry negó con la cabeza. Draco y él habían ha-
blado bastante de sus vidas, de las cosas que habían hecho, y sabía
que si algo no había tenido Draco había sido tiempo como para ir
en busca de aventuras de una noche. Trató de reprimir los celos que
bullían en su interior porque alguien más hubiera estado con Dra-
co.

1388
LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

Recordando que él no se había comportado como un santo


ni mucho menos, una idea llegó a su mente.
—Dijiste que Gael y tú…
—Por supuesto que no —interrumpió Draco en voz más alta
—no he dicho que haya sido él, y si es que te interesa saberlo,
pues… fue un chico del supermercado —se sonrojó un poco ante la
expresión de incredulidad que le dio Harry—. Ya no trabaja allí
desde hace tiempo —agregó pese a todo.
Harry se guardó el comentario de lo increíble que le parecía
que Draco se hubiera relacionado de esa manera con un muggle, y
suspiró apesadumbrado, no queriendo pensar más en aquel asunto.
Draco le dio una mirada desafiante, casi invitándolo a que le repro-
chara cualquier cosa, pero Harry no lo hizo, sabía que no tenía nada
que reprocharle. Colocó una mano sobre la rodilla de Draco con al-
go de cautela, casi esperando que ésta fuera apartada de un manota-
zo, y se sintió más aliviado de que no fuera así.
—Escucha, sé que debí decírtelo, pero no lo hice porque es-
taba muy avergonzado…
—¿Avergonzado? El tipo se ve muy guapo, Harry, y amable,
se nota que tiene una posición acomodada, es amigo de tus ami-
gos… es ideal para ti. ¿Por qué tendrías que estar avergonzado? —
preguntó Draco y se guardó el último comentario que tenía en
mente: «Él no es un exmortífago que te causará problemas, como
yo».
—No, no avergonzado de Noah, avergonzado de mí mismo,
yo… me porté tan mal, tenía vergüenza de decirte algo así.
—¿Tú te portaste mal? —preguntó Draco ligeramente asom-
brado. Harry no era un mar de virtudes, pero no lo imaginaba por-
tándose mal.
—Sí, tenía miedo de que si te enterabas de ese tipo de cosas,
entonces tal vez decidirías que no era bueno estar conmigo y…

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Qué es exactamente a lo que te refieres cuando dices que


te portaste mal?
—Pues… engañé a Noah la mayoría del tiempo —Harry sin-
tió sus mejillas sonrojadas, pero se obligó a continuar hablando—.
Muchas veces, sobre todo los viernes que tenía libres, no venía a
dormir, peleábamos todo el tiempo, lo usé… para olvidarte —las
últimas palabras parecieron apenas un murmullo que Draco con las
justas escuchó.
—¿Lo usaste? —Y él que había estado preocupado porque
alguien lastimara a Harry, cuando había sido él quien se había por-
tado de esa manera… Había engañado a Noah… ¿eso quería decir
que podía engañarlo a él también?
—Él vivió aquí hasta después de navidad… —Draco frunció
el ceño y Harry entendió su pregunta—. Sí, exactamente hasta el
día en que vino Gael pidiendo ayuda por el asunto de tu envene-
namiento… pero yo ya quería terminar con él, sólo que él se rehu-
saba a dejarme, y cuando vino Gael, simplemente le dije que se lar-
gara…
—¡Harry! —reprochó Draco, no entendiendo de dónde salía
ese comportamiento tan protervo y mezquino, el Harry que él co-
nocía no actuaba así. Y ese era tal vez el problema, él no conocía a
este Harry, este Harry que engañaba, utilizaba y luego desechaba.
—No me siento orgulloso de mi comportamiento —se de-
fendió Harry—, al contrario, me siento avergonzado por haber ac-
tuado de esa manera, por eso no te lo decía, no quería ver esa expre-
sión en tu rostro… que creyeras que yo…
—¿Qué has cambiado? Porque lo has hecho, Harry.
—¡No! —gritó Harry apretándose un poco más hacia las ro-
dillas de Draco—. No he cambiado, soy el Harry de siempre y…
—Ninguno de nosotros es igual que en la escuela, Harry, to-
dos hemos cambiado, así debe ser, uno cambia siempre.

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LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

—Pero… Yo no… Escucha, yo no te haría eso, yo no te en-


gañaría, yo te amo, ¿lo sabes, verdad?
Draco suspiró profundamente, y por fin se animó a entrela-
zar una mano con la de Harry.
—Sé que me amas. Y sabes que yo también lo hago, sola-
mente que no me gustó saber ese dato por Noah y no por ti.
—Y lo siento… de verdad lo hago, pero no quería que…
—Ya, que pensara que también me podías engañar a mí.
—¿Y me crees? —susurró Harry presionando un poco más
sus dedos contra los de Draco.
Draco pensó en bromear con él un poco, pero su voz estaba
tan llena de pánico e inseguridad, que no se animó a hacerlo.
—Sí, sí te creo, tonto.
Harry sonrió casi de manera triunfante y Draco puso los ojos
en blanco.
—¿Entonces ya no estás enojado?
—No… no debí enojarme así —aceptó Draco sonriendo
también—. Y ahora que estamos bien, ¿puedo volver al laboratorio?
—No —contestó Harry subiendo al sofá y sentándose sobre
él, con una pierna a cada lado.
—Oh… ¿Quieres sexo de reconciliación? —preguntó Draco
medio burlón y abarcando con sus manos, los glúteos de Harry y
presionándolos.
—Mmm… lo pensaré —respondió Harry, soltando una pe-
queña risita—. Pero en realidad te iba a decir que primero tomare-
mos una copa, después cenaremos y luego tendremos sexo, sexo
salvaje —aclaró pasando sus manos por el pecho de Draco—, y ma-
ñana volverás al laboratorio ya descansado…
—Vaya, toda una agenda planeada —suspiró Draco soltando
los glúteos de Harry, y llevando las manos a la cintura del chico,
presionándolo contra él—, pero y, ¿qué hay de mi opinión? Yo tam-

1391
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

bién te he extrañado, y mucho, pero hay cosas que debo terminar.


Como ese maldito antídoto por ejemplo.
—Ese maldito antídoto, y no te enojes, de nuevo… —pidió
Harry y le dio un beso en la mejilla ante la mirada de enojo que
Draco le dio—… no te ha salido en cuatro días y estás bloqueado y
frustrado, necesitas descansar, mañana en la mañana, cuando regre-
ses, saldrá al fin, ya lo verás. Te estás exigiendo demasiado y es mi
deber evitar que te vuelvas un científico pocionista loco.
—Yo no me volveré un científico pocionista loco —replicó
Draco, Harry arqueó una ceja y sonrío.
—No, porque yo lo evitaré.
—Te has vuelto muy presuntuoso, Potter —suspiró Draco
apretando un poco más a Harry, el tenerlo así se sentía muy bien y
se dio cuenta que en realidad sí que lo había extrañado muchísimo.
Harry no respondió, se inclinó un poco más hacia él y le dio
un beso en los labios, uno tímido al inicio, sus labios acariciando
suavemente, chupando y soltándolo, hasta que fue Draco quien
suspiró y abrió un poco la boca, invitando a Harry a profundizar
más el beso, sus lenguas se encontraron rápidamente.
Una de las manos de Draco soltó la cintura de Harry y co-
menzó a acariciarlo en la espalda lentamente, hacia arriba y hacia
abajo, excitándose más a cada instante; le mordió el labio inferior y
este gimió, refregando un poco más sus caderas contra las de Draco,
haciendo que fuera ahora él quien gimiera por la sensación de pla-
cer.
—Creo que pasaremos de frente al sexo —susurró Draco en-
trecortadamente, mientras ahora comenzaba a repartir pequeños
besos sobre la mandíbula, bajando hasta el cuello.
—Ajá… —Harry dejó caer la cabeza a un lado y refregó las
caderas un poco más, sintiendo su erección ya presionando dentro
de su ropa interior y el claro bulto en los pantalones de Draco, dio

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LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

una mirada a la entrada de la sala y se las ingenió para sacar la varita


del abrigo—. Espera… espera un poco —pidió entre gemidos, Dra-
co gruñó y lo miró interrogante. Harry levantó la varita y susurró
algo que Draco no entendió, y la puerta que daba al resto de la casa,
se cerró con un sonido fuerte.
—Kreacher… no quiero que aparezca justo ahora —explicó
innecesariamente, mientras Draco volvía a besarlo en el cuello.
—Buena idea… un elfo apareciendo, realmente no sería ex-
citante.
—No…. ¡Oh, Dios! Draco no sabes lo que te he extrañado
—jadeó Harry buscando con cierta desesperación las faldas de la
camiseta de Draco para poder sacarla.
—Y yo… dos semanas, ¡demonios! —contestó Draco bus-
cando también deshacerse del abrigo de Harry.
—Es mucho tiempo.
—Demasiado —convino Draco logrando al fin deshacerse de
los botones del abrigo de Harry y metiendo una mano dentro del
graván oscuro, el contacto con la tibia piel de Harry, le supo a glo-
ria, mientras, Harry se pegaba nuevamente a él, refregándose y
mostrándole cuán excitado estaba.
—Demasiado —repitió Harry antes de coger de nuevo la va-
rita que había caído sobre el sofá, Draco le dio una mirada interro-
gante en el momento en que él levantaba la astilla; sintió una gran
ráfaga de aire caliente sobre su piel; cuando bajó la mirada ya no te-
nía ropa. Demonios, ni siquiera tenía puestas las botas.
—¡Harry!
—Lo siento —jadeó Harry bajando una mano hasta la erec-
ción de Draco y mordiéndole el hombro suavemente a la vez que
comenzaba a acariciarla—. No podía esperar más…

1393
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¡Oh! Eres un… un impaciente —protestó Draco buscando


colar su mano entre su cuerpo y el de Harry, sintiendo su erección
pulsante y húmeda.
—Te necesito… tanto…
—Harry… —Draco empezó a subir y bajar con su mano,
tratando de igualar el ritmo, mientras procuraba morder o besar
cualquier parte de piel a su alcance, los dientes de Harry se sentían
más y más fuertes, enviándole sensaciones de placer directo a su en-
tre pierna.
—Te necesito ahora —declaró Harry apartándose del cuerpo
de Draco y levantando las caderas.
—¿Qué…?
—Ahora… por favor —pidió Harry convocando el hechizo
lubricante sobre el miembro de Draco, que jadeó y se arqueó un
poco ante la sensación del frío gel sobre su caliente piel; antes de
darse cuenta de lo que pasaba, Harry estaba ya montado sobre él.
—Harry… —jadeó en el momento en que el moreno se de-
jaba caer sobre su erección; el calor y la estreches, apretándolo y
succionándolo, fueron demasiados, y tuvo que cerrar los ojos; sus
manos, sobre las caderas de Harry, se presionaron con más fuerza
mientras trataba de controlarse.
—¡Merlín bendito! —gimió Harry por la mezcla de dolor y
placer, mientras sentía todo su interior ardiendo por la irrupción, se
abrazó mucho más fuerte a Draco, sintiendo su miembro presiona-
do entre ambos abdómenes. Por un momento sólo se escuchó la
respiración agitada de ambos.
—¿Estás…? —preguntó Draco acariciándole ahora, con una
mano la espalda, luchando con la necesidad de comenzar a moverse
contra él.
—Bien —masculló Harry elevándose y dejándose caer com-
pletamente, de tal manera que su próstata era rozada, emitió un

1394
LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

gemido ahogado, y Draco pronto lo sujetó de ambas caderas, ayu-


dándolo a levantarse una vez más.
—Harry, eres tan caliente —le dijo Draco mordiendo su cue-
llo mientras Harry se elevaba y bajaba una vez más y Draco levanta-
ba las caderas para darle el encuentro.
—Mmm… sí, Draco, así —gimoteó Harry, perdiendo ya el
completo control de su cuerpo y agitándose cada vez más fuerte,
subiendo y bajando, escuchando cómo el mueble chirriaba contra el
piso de piedra, su erección cada vez más dura y húmeda atrapada
entre ambos, siendo masajeada a la misma velocidad que sus em-
bestidas.
Draco apretó más fuerte las manos sobre las caderas de Ha-
rry, y usando sus piernas como apoyo, lo levantó para girarlo contra
el sofá; Harry abrió los ojos sorprendido sólo un instante, entonces
Draco retomó el ritmo, embistiendo con fuerza contra él, con mu-
cha más fuerza y desesperación; cerró las piernas entorno a la cintu-
ra de Draco y se arqueó por el placer, mientras con una mano co-
menzaba a masturbarse.
—Harry… no puedo… ya no… —gimoteó Draco, apoyado
con los pies en el suelo e irguiéndose completamente.
—Sí… sigue así… —pudo contestar Harry sintiendo cómo
el placer se incrementaba más y más, un placer que inició en sus
testículos y se extendió por todo su cuerpo, presionó con más fuer-
za las piernas alrededor de la cintura de Draco mientras levantaba
las caderas para recibirlo mejor, el orgasmo lo alcanzó tan sólo unas
cuantas embestidas después, gritando y arqueándose contra el mue-
ble.
Draco cerró los ojos y apretó un poco más los dedos sobre la
piel de Harry, mientras sentía su miembro apretado hasta lo impo-
sible, y una ola de placer lo recorría por completo. Agitado y sudo-
roso, se dejó caer sobre el pecho y abdomen manchado de Harry,

1395
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

sintiendo el cuerpo de su novio aún agitarse por los espasmos del


orgasmo.

–|– 

Lo deja inconsciente
Ataca directamente la sangre.
Anula su magia.
La víctima no puede protegerse.
Anula su sistema inmunológico.
Sus defensas no pueden reaccionar ante el ataque.
Inmoviliza.
Abre heridas.
Desangrado.
Lo deja inconsciente…
Ataca directamente sobre la sangre…

Draco abrió los ojos de golpe, estaban ya en la cama, ambos


habían cenado y bebido un poco de vino antes de acostarse nueva-
mente, el cuerpo tibio de Harry se apretujaba contra él, bajo los co-
bertores, mientras su mente, en medio del limbo entre el estar des-
pierto y dormido, seguía funcionando, repitiendo los conceptos que
habían obtenido de las muestras de los pacientes que habían sido
afectados.
—Es una poción de varios tiempos —dijo con voz segura—.
¡No es un antídoto, son seis!
—¿Qué? —preguntó Harry abriendo los ojos perezosamente
y levantando el rostro hacia Draco.
—Son seis antídotos —repitió con orgullo—. Seis, Harry, no
uno, sino seis… ¡Oh, demonios! He sido tan tonto.

1396
LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

—Probablemente te daría la razón si entendiera… —Draco


se apartó de él con fuerza y se puso en pie, Harry se sentó sintién-
dose algo ofendido—. ¡Oye!
—No hay tiempo… necesito volver —anunció mientras le-
vantaba del piso los pantalones, y se los ponía y buscaba con la mi-
rada el resto de la ropa.
—¿Volver? Son las… —Harry le dio una mirada al reloj de la
mesa y negó con la cabeza—. Son las tres… creo que apenas hemos
dormido.
—Ya… sólo conecta la red flú para que pueda volver.
—Pero…
—Por favor —pidió mientras se ponía la camiseta y se senta-
ba en la cama para ponerse las medias y las botas—. Sólo conecta la
red flú, esta vez creo que lo tengo.
Harry bostezó nuevamente y se sentó, buscando con la mi-
rada algo qué ponerse, finalmente cogió unos pantalones vaqueros y
una sudadera, se puso las medias y tomó un par de botas con una
mano.
—Iré contigo —anunció ante la mirada interrogante que
Draco le daba, ya de pie, completamente vestido y apoyado contra
el marco de la puerta.
—No te preocupes… trabajaré por largo rato y…
—Te acompaño, vamos, tal vez entienda al fin de qué estás
hablando.
Draco puso los ojos en blanco, pero no dijo nada, en el pasi-
llo, camino a las escaleras, tomó una de las manos de Harry y entre-
lazó los dedos, agradeciéndole silenciosamente que lo quisiera
acompañar, y Harry le devolvió la sonrisa.

–|– 

1397
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Mikel frunció el ceño levemente, y su mente le dijo que no,


que debía tratarse de algún tipo de sueño, sin embargo, el ruido se
repitió una vez más, a su lado Gael se giró y jaló los cobertores, des-
tapándolo completamente y provocando que el frío se colara en su
piel desnuda y lo terminara de despertar; convenciéndose de que
definitivamente el sonido que escuchaba era real.
Agitó con una mano a Gael para despertarlo. Cuando lo hizo,
el chico lo miró ofendido.
—Vamos, Mikel, acabamos de hacerlo… al menos déjame
descansar hasta… —abrió los ojos sorprendido cuando el medima-
go cubrió su boca con una mano mientras que con la otra le indica-
ba silencio.
—Hay alguien… están haciendo ruido —masculló Mikel,
Gael asintió convencido, y pronto ambos se pusieron la ropa inte-
rior, tomaron sus varitas y caminaron lentamente hacia la sala, tra-
tando de no hacer ningún ruido.
Vieron sólo una luz encendida: la del estudio. Ambos se die-
ron miradas interrogantes antes de seguir avanzando. La puerta es-
taba entreabierta y se escuchaba movimiento en el interior. Gael
empujó la puerta con lentitud mientras Mikel levantaba la varita en
posición de ataque.
—¿Qué demonios? —exclamó Mikel viendo a Draco, com-
pletamente desaliñado, mezclando unos ingredientes.
—Hola —saludó Draco levantando la mirada y sonriendo
avergonzadamente—, lo siento, traté de no hacer ruido y…
—¿No deberías estar con Harry, jodiendo o algo por el esti-
lo? —se quejó Gael, Draco abrió la boca para replicar por su falta de
tacto, pero Harry, que llegaba en ese momento, se le adelantó.
—Eso ya lo hicimos, y mucho, pero ahora dice algo de seis
antídotos, la verdad es que no entiendo muy bien, pero él cree que
es la solución. Por cierto, tomé un poco de tu café —dijo lo último

1398
LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

hacia Mikel mientras se abría paso entre ambos y entraba soste-


niendo en cada mano, una taza de humeante y oloroso café.
—Estoy seguro de que no necesitaban tantos detalles, Harry
—se quejó Draco, recibiendo igual con una sonrisa agradecida, la
taza de café que el chico le entregaba.
—¿Seis?
—Seis —ratificó Draco hacia Gael, que era el que había he-
cho la pregunta.
—¿Cómo? … ¿Necesitas ayuda?
—Sí, por supuesto, pero sólo si prometes vestirte, no es por
nada, pero esos calzoncillos…
Gael enrojeció y Mikel y Harry soltaron una pequeña carca-
jada.
—Oh, váyanse a la mierda —masculló Gael saliendo del es-
tudio, Mikel negó con la cabeza.
—Ya volvemos en un momento para ayudar —dijo antes de
salir.
—Eres cruel —le reprochó Harry sentándose sobre el piso y
apoyado en una pared, disfrutando del olor de su café y de ver a
Draco trabajando con entusiasmo.
—Él empezó —se justificó Draco encogiéndose de hombros
y con una sonrisa en el rostro; le dio un sorbo a su taza de café antes
de ponerse a trabajar.

–|– 

El departamento de Mikel se había vuelto un pequeño centro


de trabajo, Lucka y Ethan, que tampoco estaban asistiendo a clases o
al trabajo, se movían por todos lados, buscando información y tra-
yendo datos nuevos, consiguiendo ingredientes y contactando gen-
te.

1399
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Desde temprano también apareció Noah, metiendo la cabeza


en el estudio. Draco le dio una mirada desinteresada y se obligó a
concentrarse y no mirar hacia Harry, que le lanzó una mirada re-
sentida al chico antes de volver su atención a la lectura de los libros
de la Academia.
Harry estaba aprovechando el tiempo para estudiar un poco
más, se sentía a gusto allí; escuchando a Draco intercambiar ideas y
opiniones con Gael, la forma frenética como Draco escribía, el ras-
gueo de su pluma contra el pergamino, incluso sus resoplidos y bu-
fidos cuando un dato fallaba, en realidad era muy interesante verlo
trabajar.
Dedujo que era su amor por Draco lo que hacía que fuera
así, nunca había encontrado sexy ni atrayente antes la fabricación de
pociones.
—Harry —llamó Draco de pronto, haciéndolo levantar la
vista de su libro.
—¿Pasó algo?
—Sólo que son las once y Teddy te debe estar esperando…
—Ah… —Harry miró hacia el reloj de pared y suspiró, no se
había dado cuenta de que el tiempo había pasado tan rápido, sin
embargo, no quería irse y dejar a Draco solo. Sobre todo, estando
Noah tan cerca.
—Tardaré todavía varias horas, piensa en que luego no po-
drás ver a Teddy en dos semanas más —insistió Draco.
Harry suspiró y luego le dio la razón a Draco, ni siquiera ha-
bía contactado con Andrómeda para excusarse; probablemente la
mujer tendría ya preparado el almuerzo.
—Supongo que estará bien…
—Claro, ve y diviértete, te hará bien.
—Pero si… ya sabes, si sale la poción, ¿tratarás de avisarme?
Alba sabe cómo encontrarme.

1400
LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

—De acuerdo —convino Draco dando la vuelta al escritorio


para alcanzar a Harry. Se dieron un beso lento y corto, roto por el
bufido de Gael.
—Lo que hay que ver.
Draco y Harry sonrieron y se dieron un beso más, antes de
que Harry recogiera sus cosas y saliera del estudio; en el fondo, sen-
tado sobre uno de los sillones y conversando con un chico que ha-
bía venido a contarles de la muerte de una pareja de chicos en Esco-
cia, estaba Noah, que miró fijamente hacia Draco. Draco podía ver
la rabia en esos ojos azules y no lo soportó, sonrió con suficiencia y
luego cerró de un golpe la puerta.
Cierto que Harry le había explicado todo, y que tenía mucha
razón, pero ese chico… No dejaba de parecerle desagradable.

–|– 

Teddy saltó sobre él con fuerza, Harry lo atrapó en el aire y le


dio un par de vueltas antes de dejarlo en el piso.
—¡Harry! Tienes que ver el nuevo juguete que tengo, me lo
dio la señora Weasley —dijo mientras jalaba a Harry hacia el inte-
rior de la casa. Andrómeda negó con la cabeza, sonriendo mientras
Harry se dejaba arrastrar.
En el jardín, había una muy pequeña escoba que flotaba ape-
nas a medio metro del piso, lo suficiente, pensó Harry, para Teddy,
que era aún muy pequeño.
—¿Una escoba?
—¡Y Vuela! ¡Vuela de verdad!
—¿En serio?
—Sí, abuela ha dicho que podía enseñarte cómo vuela.
—Entonces enséñame —pidió Harry mientras se sentaba en
una de las bancas del jardín.

1401
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Inmediatamente después, Andrómeda se unió a él, con una


jarra de jugo de calabaza y dos vasos.
—Fue idea de Arthur —comentó, mientras ambos miraban
al niño volar en círculos por el jardín—, tiene un encantamiento,
no se elevará más, gracias a Merlín.
—Tal vez uno de estos fines de semana, los pueda llevar a ver
algún juego de quidditch, estoy seguro que les gustaría.
—Puedes ir con él si deseas, lo cierto es que a mí, el quid-
ditch nunca me llamó la atención —respondió Andrómeda.
—¿En serio? Es decir… ¿puedo llevarlo yo solo?
—Claro, ¿por qué no? Eres su padrino, ¿verdad?
—Vaya… sería genial, luego lo podría llevar a tomar un hela-
do y… a pasear un poco, si no te molesta —continuó Harry, real-
mente ilusionado ante la idea de pasar una tarde fuera con el niño.
—Para nada, diviértanse un rato juntos, les hará bien a am-
bos.
—Genial.
—¡Harry mira! —gritó Teddy—. Sin manos…
Harry soltó una carcajada.
—Enano, ten cuidado, puedes caerte.
—No soy enano, el medimago dijo que soy un niño muy al-
to —resopló Teddy sosteniéndose con las justas del mango para no
perder el equilibrio.
—Pero aún no me llegas ni a la cintura, así que sigues siendo
enano.
—¡No soy enano! —chilló mientras daba una patada para
que la escoba se elevara nuevamente.
Andrómeda rio.
—Me ha tenido todo el día desde ayer, con eso de que el
medimago le dijo que era grande para su edad…

1402
LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

—¿Todo va bien por acá? Ningún problema… ¿Nada extra-


ño?
—¿Qué problema puedo tener, Harry? —preguntó Andró-
meda mirándolo preocupada.
—Ninguno, por supuesto, es sólo curiosidad, me preocupa
que estén todo el tiempo solos…
—No lo estamos, Molly viene seguido, incluso Hermione y
Ron, que por cierto dicen que no te dejas ver muy seguido última-
mente.
—He estado ocupado —se excusó apartando la mirada.
—Ahora que lo pienso, te veo un poco cansado… aunque…
de una manera diferente a otras veces.
—No… es la Academia, las clases son más exigentes y…
—¿Es por esa chica, verdad? —interrumpió con una sonrisa
en los labios.
—Algo así… seguí tus consejos —respondió Harry tratando
de no sentirse culpable por no aclarar el mal entendido, y mirando
hacia Teddy que intentaba nuevamente el volar sin manos, la escoba
parecía tener algún tipo de hechizo que frenaba cuando intentaba
hacer algo así, y frenó abruptamente, pero Teddy no cayó al piso.
—Pues que bueno, es decir, siempre te he visto solo, ni si-
quiera te he conocido una novia luego de Ginny, pensé que te que-
darías solo por siempre…
—Que extremista, apenas tengo veintiún años.
—Cuando yo tenía veintiún años ya esperaba a Nymphadora
—comentó Andrómeda con una sonrisa mirando distraídamente
hacia Teddy.
—No creo que… es decir, aún soy muy joven…
—Claro que lo eres, aquellos eran otros tiempos, lo entiendo
—le tranquilizó Andrómeda—, pero… ¿No me dirás que no te ha-
ce ilusión la idea? Es decir, eres fantástico con los niños.

1403
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Sí, por supuesto, pero no ahora —respondió Harry dándo-


le un sorbo a su vaso de jugo de manzana, mirando distraídamente
hacia Teddy e imaginando lo que sería tener un bebé, aunque sabía
que estaba demasiado lejos de ello, tal vez nunca lo conseguiría…
tal vez…

–|– 

—No puedes hacerlo —negó en redondo Gael, Mikel a su


lado de brazos cruzados asintió dándole la razón a su novio.
—Pero ya lo has visto, al parecer funcionó con el hechizo de
simulación, y muchas veces, y en todas las fases —se defendió Dra-
co.
—Y eso no quiere decir que vaya a funcionar en realidad, es
decir, de acuerdo, hay un alto grado de probabilidades, pero, ¿qué
tal si no? ¿Qué tal si te has equivocado? —objetó Mikel.
—Podemos probarla en un paciente —continúo Gael.
—No es seguro hacerlo —opinó Draco.
—Antes ya lo hicimos, y funcionó —contradijo Gael.
—Era diferente, teníamos una muestra real del veneno, en
cambio ahora, sólo tenemos una muestra ya consumida, sin contar
que los efectos son peores; si esperamos a esta noche, veremos al
menos cincuenta muertos más, como anoche, no estamos hablando
de una sola vida… cada noche son cincuenta o sesenta menos, si
podemos evitarlo, esta noche habremos hecho un gran logro.
—Me niego —dijo Mikel firmemente—, y estoy seguro de
que cuando Harry regrese y se entere de lo que pretendes…
—¿Por qué habría de enterarse? —gruñó Draco—, sé que es
tu amigo, pero esto no es cuestión de amistad… además, Harry no
decide lo que yo puedo o no puedo hacer.

1404
LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

—No, no es cuestión de amistad, es cuestión de tener cordu-


ra. ¿Cómo demonios pretendes que te dejemos probar eso?
—Bien. Si no lo hacen ustedes, encontraré a alguien más que
lo haga —resolvió recogiendo la muestra de la poción y la muestra
del antídoto.
—Draco, no, por todos los demonios —gritó Gael sujetán-
dolo de un brazo mientras Mikel levantaba la varita para que la
puerta del estudio se cerrara de golpe.
Draco frunció el ceño y se soltó de Gael, mirándolo enfada-
do, ¿acaso no entendían que era importante probarla antes? Y sí,
confiaba en lo que había hecho, y en que todo saldría bien, aunque
también tenía un poco de miedo, pero no se le ocurría otra forma;
no soportaba la idea de hacer que las cosas empeoraran para los pa-
cientes enfermos por no haber probado apropiadamente la poción,
ni esperar una noche más y leer al día siguiente cuántos no lo ha-
bían logrado.
—Escucha, de acuerdo, Harry no tiene nada que ver en esto,
y no digo que le tengas que pedir permiso a nadie… pero hacerlo es
demasiado arriesgado —dijo Mikel tratando de sonar más calmado.
—No sabemos qué tanto dolor siente el paciente, sólo que el
antídoto funcionará, no hay riesgo —objetó Draco.
—Sí que lo hay, el que mueras, pero a quién le importa,
¿verdad? —rezongó Gael apartándose de él unos pasos, enojado y
sintiéndose impotente por no poder convencer a Draco, estaba se-
guro de que Harry podría, si tan sólo supiera dónde quedaba la casa
de esa tal Andrómeda y Teddy. Mikel levantó una ceja, mirando de
manera extraña hacia Gael por su declaración, pero no comentó na-
da.
Draco miró hacia los chicos y se cruzó de brazos, con mucha
cautela, escondiendo la mano que contenía el frasco con la muestra,
y moviéndola lentamente para poder quitarle la tapa.

1405
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Escuchen… lo único que me falta saber es qué es lo que


siente el paciente, saber qué tan mala es por dentro, y no me refiero
a un tema clínico, yo he visto lo que esta poción contiene, y créan-
me que tiene cosas que te pueden causar mucho dolor, necesito re-
gistrar todo eso, y no me confío solamente de los pacientes que lo-
gremos salvar, si es que aún quedan pacientes para salvar luego de
esta noche. A este paso, me sorprende que no hayan acabado con
todos nosotros ya. Además, repito, no tenemos una muestra com-
pletamente limpia para estar cien por ciento seguros antes de lan-
zarla a San Mungo, podríamos curar gente, pero de manera inade-
cuada y dolorosa… —la tapa del frasco salió al fin, y tomó una pro-
funda bocanada de aire, una parte de su mente, con voz muy simi-
lar a la de Harry, gritándole que se detuviera, que no necesitaba lle-
gar tan lejos para investigar, que debía sentirse contento con lo que
había obtenido, pero pudo más su lado ansioso y profesional por
saber más y estar seguro de que estaba en lo correcto y, antes de que
Gael o Mikel pudieran reaccionar, susurró—: Impregno —mientras
con sus manos destrozaba el cristal, el líquido oscuro, ayudado por
el hechizo, se clavó en su palma, produciendo un corte limpio, sin-
tió inmediatamente el veneno actuando sobre su cuerpo mientras, a
lo que le pareció una gran distancia, escuchaba las voces de Gael y
Mikel, aunque le fue un tanto difícil entender lo que decían, su
mente se sintió de pronto embotada; aunque sí sintió claramente la
fuerza con la que sus rodillas dieron contra el suelo, y luego cómo
el resto de su cuerpo chocó también contra el piso, sus manos no
habían reaccionado de acuerdo a lo que él había ordenado y no pu-
dieron amortiguar la caída.
Sintió un par de manos girándolo con rapidez y abrió los
ojos asustado, sus manos, sus labios, su lengua, sus piernas, su
cuerpo entero se sentía pesado, las manos de Gael sobre sus brazos

1406
LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

se sintieron, sin embargo, como latigazos de dolor, pero la voz no le


salió cuando quiso gritar y quejarse.
—Mierda, Draco —jadeó Mikel buscando un frasco más de
la poción que habían creado sobre el escritorio, puesto que el frasco
que Draco había sostenido en un inicio, se había quebrado con la
caída.
—Apresúrate —pidió Gael, y Draco deseó poder decirle que
dejara de apretar sus brazos y que dejara de gritar, era como si todos
sus sentidos se multiplicaran a mil, escuchaba y miraba y sentía to-
do alrededor con realidad aumentada, el ajetreo sobre el escritorio,
los latidos de su corazón aumentando, la respiración de Gael… To-
do demasiado intenso y fuerte, cada sentido demasiado potente y
aterrador… Realmente era aterrador.
—Vamos —dijo Mikel mientras agitaba la varita y hacía levi-
tar su cuerpo. Draco incluso sintió el roce de la magia sobre su es-
palda como un feroz escozor, y sobre todo, la imposibilidad de que-
jarse, de decir que se detuvieran, que no siguieran tocándolo o ha-
ciendo ningún movimiento. Se vio de pronto, trasladado por la sala,
veía únicamente el techo y escuchaba los murmullos de Noah y
otro chico más, preguntándose qué demonios había pasado. El te-
cho cambió de color y pronto su espalda fue azotada —o eso sintió
él— contra el colchón, un olor a pino llenó la habitación, pero tam-
poco era agradable. Manipulación de sentidos, concluyó aún tratan-
do de usar la cabeza fría sobre el terrible pánico y la agonía que lo
habían invadido. No lo lograría, lo sabía, había metido la pata.
—Hay que sacarle la camiseta para que esté más cómodo y
así ver si es que el veneno avanza —explicó Gael mientras tironeaba
de su camiseta, cada uno de los dedos de Gael contra su piel, se sen-
tían como hierros ardientes, un grito se ahogaba en su pecho, pero
él sabía que no saldría, aquella era una tortura, una horrible tortura.

1407
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Sintió un aire gélido contra su pecho y brazos, una sensación extra-


ña que contrastaba con la de quemaduras, pero igual o peor.
—Pásame el cuchillo… No se me ocurre otra forma de… —
jadeó Gael, deseando haber prestado un poco más de atención por
si Draco había explicado la forma de aplicar la pócima.
Draco quiso moverse, sabiendo lo horrible y doloroso que
sería eso, quiso decirle del hechizo, del mismo que había usado para
el veneno, quiso rogar porque no le clavaran un cuchillo en la
mano, no cuando él estaba en aquel estado, aunque quizá ese dolor
provocaría por fin su inconciencia, la mayoría de pacientes estaban
inconscientes la mayoría del tiempo antes de morir… Morir, mierda,
iba a morir por tonto, por un error estúpido. Pero eso no era lo peor, iba a
dejar a Harry solo, lo iba a abandonar una vez más. Sintió que todo
se iba oscureciendo a su alrededor, luchó con fuerzas por mantener
los ojos abiertos…
—¡No! El cuchillo no —exclamó Mikel en el momento en
que Gael le levantaba una mano—; hay un hechizo… ¡Demonios!
Gael miró hacia Mikel y luego hacia Draco, que ya había ce-
rrado los ojos, apretó su mano con un poco más de fuerza.
—Draco, despierta, vamos, quédate aquí.
Draco quiso replicar que estaba allí, que lo soltara, que no
gritara; también que callaran a los dos chicos detrás de la puerta, y
sobre todo, que se apresuraran a aplicar el antídoto. No estaba in-
consciente, únicamente lo parecía, seguramente Mikel podría decir-
lo en cualquier momento, pero no lo estaba, hubiera dado cualquier
cosa por estarlo. Pero no lo estaba.
—Impregno —susurró Mikel a la vez que agitaba el antídoto
contra el brazo derecho de Draco, el lado en el que la poción había
entrado. Draco sintió ahora la mezcla de frío y calor en su interior;
la lucha entre cuchillos calientes abriéndose paso por sus venas, y su

1408
LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

piel contra la refrescante sensación del antídoto sanando, regene-


rando, revitalizando, reparando celulas…
No supo cuánto más estuvo así. Le parecieron años, siglos,
tratando de gritar de dolor, de removerse, de pedir ayuda, de decir
cuánto lamentaba haber hecho tremenda estupidez. Escuchaba aún
con demasiada intensidad, los pasos de alguien alrededor en el cuar-
to y la respiración agitada de otra persona más al lado opuesto,
murmullos y palabras sueltas en el pasillo y rogó nuevamente por
caer inconsciente; hasta que escuchó la inconfundible voz de Harry
y deseó poder mirarlo, seguro de que eso le daría fuerzas, trató de
imaginarse su mirada cálida, su sonrisa, pero no pudo, era como si
ese pedazo de su memoria hubiese sido arrancado de su mente.
—¿Quién demonios…?
—Fue el solo —interrumpió Mikel sujetándolo de un brazo
para evitar que siguiera avanzando hacia la cama, donde un pálido
Draco sudaba, con unas cuantas pequeñas heridas sobre el pecho y
el brazo derecho.
—¡¿Qué?! —jadeó incrédulamente Harry, había vuelto tem-
prano de donde Andrómeda, en parte preocupado por cómo le iría
a Draco y por si era que necesitaba ayuda; en cuanto había entrado
al departamento de Mikel, Noah y Joseph, un amigo más, lo habían
mirado asustados. Noah sólo le había señalado con una mano tem-
blorosa la habitación principal, había corrido hacia allá para encon-
trarse con ese espectáculo.
—Él… nosotros no quisimos dejar que lo hiciera, no nos
dimos cuenta cómo… —masculló Gael sin apartar la vista de Dra-
co.
—No…
—Dijo que necesitaba saber más del veneno y sus efectos,
que el antídoto era seguro; incluso realizó algunos simulacros, pa-
recía funcionar muy bien, pero aún así, nosotros no íbamos a dejar

1409
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

que lo hiciera, forcejeamos y de pronto, en un descuido… él sim-


plemente… ¡Demonios! Ni siquiera sabemos si está funcionando…
Harry caminó lentamente hacia la cama, sintiendo sus pier-
nas temblar en cada paso. Se dejó caer a un lado y pasó una mano
temblorosa por la frente sudada, apartando el cabello del rostro, se
sentía caliente, demasiado caliente.
—Debe haber algo que le puedan dar… —dijo con voz su-
plicante hacia Mikel, que negó con la cabeza.
—Le dimos el antídoto… yo he visto algunos casos, lleva
más de una hora así, en otras circunstancias ya hubiera empezado a
sangrar y…
—El antídoto puede estar haciendo efecto —comentó Gael,
parecía como si se estuviera tratando de convencer a él mismo.
Draco sintió la mano de Harry sobre su frente y trató de chi-
llar, aquello se sentía como una gran presión sobre él, como si le
quisiera aplastar el cráneo hasta destrozarlo. Nunca pensó que al-
guna vez trataría de rechazar una simple caricia de Harry. Escuchó
su respiración agitada, casi hasta podía oír su corazón latir con fuer-
za, escuchó la desesperación en su voz y se sintió peor, había pro-
metido no hacerlo sufrir más, sin embargo, no había cumplido,
probablemente moriría y lo dejaría solo.
Harry se quedó mirando fijamente el cuerpo de Draco, no
parecía sufrir, esperó que no lo hiciera, mientras su mente se repetía
una y otra vez que todo funcionaría, que tenía que funcionar, que
tenía que ser así, que Draco no sería capaz de abandonarlo, no otra
vez.
Fueron dos horas muy largas para todos.
Draco sintiendo su cuerpo luchar, siendo conciente por pri-
mera vez de la sangre recorriendo sus venas, de su corazón bom-
beando, de sus pulmones aspirando y expulsando el aire mientras
las sensaciones de ardor y escozor iban desapareciendo poco a poco,

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LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

dejando a su paso finalmente, una frescura tan necesitada como cu-


rativa.
Harry, Gael y Mikel permanecieron allí, caminando de un
lado a otro, mirando el cuerpo de Draco, tocando su frente y viendo
cómo las cortadas pequeñas desaparecían sin dejar marca alguna,
cómo las manchas de sangre se iban secando.
Finalmente, Draco sintió una gran oleada de aire entrar a sus
pulmones con fuerza, a la vez que los ruidos se apagaban, que todo
dejaba de doler, de rechinar en sus oídos, su cuerpo volvió a la
normalidad de un solo golpe, como un gran impulso de energía, no
supo cómo, pero su cuerpo se tensó por completo, sintiendo una
gran euforia recorriendo todo su organismo, y se sentó de golpe, a
la vez que abría los ojos y respiraba profundamente, casi como si
hubiera contenido el aire durante mucho tiempo.
La reacción de Draco los tomó por sorpresa, los tres miraron
con los ojos abiertos y conteniendo el aliento mientras Draco apo-
yaba las manos en el colchón y tomaba grandes bocanadas de aire.
Por un instante, ninguno se movió, mirando con temor a Draco,
que tardó un poco más en levantar la vista.
—Dios mío —jadeó finalmente Gael, tapándose la boca con
una mano.
—Draco… ¿estás…? —tanteó Mikel sin atreverse a formular
completa la pregunta.
—Bien —respondió Draco con voz ronca, mirando hacia
Harry, que no se había movido ni dicho nada, sus ojos verdes pasa-
ron del alivio a la rabia absoluta, una superior a todas las que había
visto antes, una que lo atemorizaba más de lo que jamás había ima-
ginado siquiera—. Estoy bien… Harry en serio no… —no terminó
de hablar, Harry dio tres pasos largos hacia él e hizo lo que Draco
jamás había imaginado que podía hacer: le dio un puñetazo, un
fuerte puñetazo que le partió el labio y que lo hizo voltear el rostro.

1411
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Ni siquiera reaccionó para tocarse la cara o a levantar la vista de


vuelta; sintió algo tibio bajando de su boca y paladeó el sabor meta-
lico de su propia sangre.
—Hijo de puta —siseó Harry con rabia, antes de darse la
vuelta, abrir la puerta con fuerza y salir de la habitación con grandes
pasos, y sin cruzar mirada o palabra alguna con Noah o Joseph, que
aún esperaban cerca de la puerta.
Se metió a la chimenea y gritó:
—Doce de Grinmauld Place.
En cuanto Harry cayó en el frío piso de la sala, no se preocu-
pó por levantarse, simplemente se aovilló un poco más, abrazándo-
se con fuerza, y comenzó a sollozar, por el miedo de perderlo, por
la rabia que sentía, por la culpabilidad de haberlo golpeado… Eran
demasiadas emociones en su pecho como para seguir conteniéndo-
las.

–|– 

Draco sentía su quijada adolorida.


Era la única sensación que percibía su cuerpo en ese mo-
mento, todo lo demás parecía haber quedado anulado, sólo el calor
y el ardor en su mandíbula y el pequeño hilo de sangre cayendo de
sus labios, que limpió con el dorso de su mano. Era la muestra in-
confundible de su vergüenza, de la vergüenza que sentía y, aunque
no podía creer que fuera de esa manera, la vergüenza no era porque
Harry le hubiera dado una puñetazo o insultado delante de Gael y
de Mikel, porque hubiera osado ponerle una mano encima; era
porque había leído en los ojos de Harry cuánto lo había hecho su-
frir en el tiempo que había pasado bajo los efectos de la poción,
porque Harry estaba furioso por su insensatez y desatino, decepcio-

1412
LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

nado por su proceder, porque Harry tenía razón, era un hijo de puta
inconsciente.
—Draco —llamó suavemente Gael acercándose a él con len-
titud, miró a Mikel interrogantemente, y este se encogió de hom-
bros—. Necesitas… ¿Necesitas que te traiga algo?
Draco suspiró, sabía que su labio estaba amoratado, y que si
levantaba el rostro, Gael y Mikel verían su estado.
—Si quieres te podemos dejar solo un momento o ir… ya
sabes, por Harry… —masculló Mikel con inusitada timidez, nunca
había visto a Harry actuar así, ni siquiera en las constantes peleas
que Noah y él habían protagonizado anteriormente.
—No —resolvió Draco al fin levantando la vista y tratando
de controlarse—. Necesito… dos favores; una pluma y un perga-
mino, y que vayan por Alba. Necesito enviar un mensaje y además,
tomar unas notas.
—Pero… —Gael le puso las manos sobre el pecho, evitando
que se moviera, en el momento en que el ya se intentaba levantar.
—¿Qué?
—Supongo que te debes sentir bien, y quieres ir tras Harry,
pero… ¿no deberías descansar al menos un momento?
—No —respondió Draco empujando las manos de Gael con
algo de fuerza—. No iré tras Harry y no necesito descansar, debo
agregarle algo a la poción original, y calibrarla para un efecto más
del veneno, uno que no habíamos tomado en cuenta… La tendré
lista en sólo una hora y luego la podremos llevar a San Mungo para
que estén listos para esta noche.
—Debemos patentarla —opinó Gael ayudando a Draco fi-
nalmente a ponerse en pie mientras Mikel le alcanzaba una camise-
ta. En la puerta, Noah y Joseph lo miraban con una mezcla de te-
rror y admiración.

1413
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Sí, esa es buena idea, creo que podemos poner la idea en


marcha… en una hora a lo mucho, ya tengo toda la documentación
lista.
—¿Cuánta cantidad de poción tenemos para… —Mikel, que
había corrido a sostener el brazo de Draco para ayudarlo a caminar,
se detuvo abruptamente cuando Draco tiró de su brazo y lo miró
enfurecido.
—No estoy inválido y en serio, después de lo que he pasado,
no hay nada que me agrade más que estar de pie y caminando.
—¿Pasado? ¿Tú…? ¿Se siente dolor? —preguntó temeroso
Gael, caminando a su lado, listo para sostenerlo en caso de que el
chico cayera.
—No lo pienses, vamos que tenemos que ponernos a esto —
contestó Draco tratando de controlar los pequeños temblores de su
cuerpo, se sentía un poco débil, como si hubiera sido sometido a un
excesivo esfuerzo, pero se mantuvo lo más firme que pudo hasta
que llegó al estudio; se apoyó en la mesa en el momento en que Al-
ba llegaba volando. Gael y Mikel lo seguían mirando con esa mirada
tan extraña, y quiso pedirles que no lo hicieran, que no lo miraran
como si es que hubiera muerto y resucitado, no lo había hecho, ca-
si, casi había muerto, o eso había sentido, pero estaba bien y necesi-
taba tener la mente un poco despejada al menos para poder comple-
tar el trabajo.
—Sería bueno hacerte un examen… ya sabes, para verificar
que estás realmente sano y…
—¿Lo puedes hacer mientras tomo notas?
—Claro —contestó Mikel mirándolo asombrado, realmente
había pensado que tendría que pelear un poco para poder obligarlo
a examinarse.
Draco asintió, tomó un pergamino y humedeció la pluma en
el tintero. Por un segundo o dos, se quedó quieto, pensando qué

1414
LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

decir, qué escribir, cómo demostrarle a Harry que estaba arrepenti-


do y que le daría el tiempo y el espacio suficiente para que lo per-
donara…
Finalmente suspiró y escribió una única palabra, luego ató el
pergamino en la pata de Alba.
—Vamos, lechuza traumada, ya sabes a donde —pidió mien-
tras Gael abría la ventana para dejarla salir. Draco observó cómo el
ave se alejaba un poco, hasta que sintió la primera corriente de ma-
gia correr por su espalda, se giró sobresaltado.
—Lo siento, necesito asegurarme —masculló Mikel, Draco
gruñó y se puso a escribir frenéticamente en los pergaminos, rela-
tando los síntomas y uno de los efectos del veneno que no habían
tomado en cuenta, a causa de no haber recibido antes ningún testi-
monio.
Draco trató de moverse lo menos posible para no estropear el
examen que Mikel realizaba, mientras calculaba las cantidades que
requeriría de ingredientes extra.
—Pásame es frasco de allí y ese otro —señaló hacia uno de
los estantes y hacia otra de las sillas.
—¿Eléboro y ópalo? ¿Prepararás un Filtro de la Paz?
—No, aunque algo por el estilo —explicó Draco comenzan-
do a mezclar y sopesando el hecho de que pronto empezaría a nece-
sitar su propio laboratorio, quizá en unos meses más…
—Demonios… ¿No estabas inconciente? —preguntó Mikel
mirando hacia sus notas.
—No. No lo estaba —comentó Draco apretando un poco los
labios, aún podía recordar exactamente cada uno de los dolores que
había sentido, y sobre ellos, el pánico y la agonía. Extrañamente, el
lado de la cara donde Harry lo había golpeado, empezó a arderle,
como un recordatorio de su estupidez.

1415
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Pero… Tú dijiste que quedaban inconscientes —acusó


Gael hacia Mikel, que miró hacia Draco con cierto pánico mientras
terminaba de leer las notas puestas en el pergamino.
—Ellos parecían inconcientes, tú parecías inconciente.
—Lo sé. Creo que está poción es peor aún que la anterior,
durante la anterior no me sentía ni una milésima de mal que con
esta….
Noah se cruzó de brazos, apoyado en el marco de la puerta, y
junto a él estaba Joseph, el segundo mirando embelesado todo el
despliegue que se armaba dentro del estudio y la forma como los
tres chicos trabajaban frenéticamente, mientras Noah resoplaba
frustrado. ¿Cómo se suponía que podría rivalizar con ese tal Draco?
No encontraría la forma de igualar las cosas que él hacía jamás.
Ladeó la cabeza observando la concentración con que Draco
trabajaba, sus manos parecían muy seguras de lo que hacían y sus
ojos grises parecían completamente fríos e inalcanzables, como si
estuviera en otra dimensión, en un plano superior y lejano al de los
demás, ¿qué se suponía que Harry podía ver en alguien así? Harry
no era serio, ni tan preocupado por los estudios como ese chico, es
más, desde que había vuelto a verlo, no se le había visto más por los
clubes ni bares… ¿Qué demonios tenía Malfoy que podía «domar»
a Harry?
Pensó en Harry por un momento más, en lo enfadado que se
había visto al salir, aunque ninguno había podido escuchar lo que
ocurría dentro de la habitación, lo más probable fuera que hubieran
terminado peleando… Cuando Harry peleaba con él, por lo general
se iba a buscar a otro. La mirada de Draco se detuvo en él por una
milésima de segundo, antes de murmurarle algo al oído a Gael.
—Lo siento, chicos, Draco hará el hechizo de simulación,
cerraremos la puerta por un rato —parecía atento, y hasta un tanto
abochornado, mientras caminaba hacia ellos lentamente.

1416
LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

—Se cree mucho con eso de que crea pociones —bufó Noah
en voz fuerte, Joseph negó con la cabeza, ambos alejándose del es-
tudio para darle la tranquilidad solicitada a Draco.
—Supongo que necesita tranquilidad…
Noah pensó que si Draco necesitaba tranquilidad, segura-
mente Harry necesitaba consuelo; antes de que decidiese ir algún
bar o club podría alcanzarlo y quién sabe… tal vez con un poco de
suerte comenzar a recordar viejos tiempos.
—Al número doce de Grinmauld Place —recitó con voz se-
gura entrando a la chimenea. Se sintió tonto cuando luego de un
instante chocó con una fuerte muralla de magia y resbaló sobre el
piso de Mikel nuevamente; se levantó furioso, limpiando el hollín
de sus pantalones costosos y resoplando, se percató un poco tarde
de la mirada de Draco, que desde la puerta lo observaba, sus ojos
grises lo miraban con suficiencia, incluso, pensó Noah, con burla.
Luego de cerciorarse de que Noah no había logrado entrar a
casa de Harry (habían puesto las protecciones esa madrugada antes
de salir, incluso él tendría que ir en tren si quería llegar esa noche),
se metió nuevamente en el estudio. Noah iba muy listo si creía que
le dejaría así de libre el camino para acercarse a Harry, y no que no
confiara en Harry, pero Noah seguía dándole muy mala espina.

–|– 

Perdóname.

Harry leyó la nota y acarició la cabeza de Alba, mientras se


sentaba mejor en el piso, sus piernas y sus brazos se sentían un poco
entumecidos y sentía su rostro ligeramente hinchado, no sabía
cuánto tiempo llevaba tirado en el suelo, pero sentía que era el mo-
mento de levantarse.

1417
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Alba ululó suavemente y Harry negó con la cabeza.


—No, pequeña, hoy no habrá respuesta —le dijo mientras
tendía un brazo para que la lechuza se posara en el. Subió en silen-
cio por las escaleras; Alba, una vez en el segundo piso, extendió las
alas y voló hasta un perchero que había en el pasillo donde le gusta-
ba pasar el rato, mirando por la ventana. Harry no le prestó mayor
atención mientras se despojaba de la ropa y se metía en la cama. Su
cama aún olía a Draco, y era realmente reconfortante poder sentir
su aroma. Aún estaba enfadado, enfadado era poco, podían definirlo
como rabioso, enfurecido; por la falta completa de criterio de Dra-
co, por haberlos tenido en ascuas durante más de dos horas, por ha-
ber hecho semejante idiotez, aún no comprendía por qué podría
haber hecho algo así, sin razón ni motivo, excepto que la vida le
importaba tan poco que no le interesaba jugar con ella, sin impor-
tarle a quién lastimara con tal de obtener un logro más.
Cerró los ojos, se sentía extrañamente cansado, agotado, tras
haber estado llorando en el piso de la sala, ahora parecía como si el
sueño y el letargo lo hubiesen invadido; de la mesa cogió la peque-
ña nota y la volvió a leer:

Perdóname.

Qué fácil sonaba, pensó Harry con amargura: «Hey, Harry, ol-
vida las últimas dos horas y treinta y siete minutos que pasaste con
el alma en un hilo pensando que me moriría porque se me ocurrió
querer saber qué pasaba cuando tomabas un desconocido veneno.»
Sí, claro, Harry podía ser muy comprensivo en muchas cosas, pero
ese miedo que había sentido, no se lo perdonaría tan fácil.
La habitación se quedó a oscuras, se apretujó aún más dentro
de sus cobertores y rápidamente se quedó dormido.

1418
LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

–|– 

Ya comenzaba a amanecer y Gael y Draco, junto con Noah,


Lucka y Ethan, estaban sentados en la sala del departamento, frente
a ellos, ocupando la mesa del centro, una gran cantidad de tazas de
café y ceniceros rebalsando de colillas de cigarro; incluso Draco po-
día ver una gran capa de humo que se levantaba sobre sus cabezas,
todos con los ojos irritados y los cuerpos cansados. Draco estaba se-
guro de haber dormido un poco durante la madrugada, aunque no
lo suficiente; sus músculos seguían pareciéndole un poco entume-
cidos y cansados y seguramente requeriría pronto dormir larga y
profundamente, pero, al igual que sus «amigos», necesitaba estar al
tanto de las noticias que Mikel les iba dando sobre los efectos de la
pócima y no podría dormir hasta que al menos el chico volviera del
turno de la madrugada.
No fue muy fácil coordinar todo; primero Gael tuvo que co-
rrer hacia el Ministerio y atrapar al funcionario amigo de Ethan para
que le diera una patente de último minuto de esa poción, mientras
Mikel hablaba con el jefe de investigaciones y el jefe de control de
epidemias de San Mungo, convenciéndolos de probar la nueva po-
ción. Al inicio no se vieron muy seguros de querer probar algo des-
conocido, aunque Mikel, pensándolo con la cabeza fría, no com-
prendía su negativa, ¿qué era lo peor que hubiera podido pasar?
¿Qué los pacientes murieran?; si eso ya estaba pasando, entonces no
había nada peor que temer. No fue hasta que Gael llegó con la pa-
tente —literalmente, sin que la tinta se hubiera secado— que ellos
aceptaron tomar en cuenta la poción, cuando leyeron que el que la
había creado efectivamente era «El Fabricante de Pociones», estuvie-
ron mucho más convencidos de revisar a fondo el gran manuscrito
de los estudios de Draco.

1419
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco hubiera deseado que Harry estuviera allí, con él,


cuando Mikel les dijo que había llegado una mujer de mediana
edad, con los claros síntomas de haber sido envenenada y que le
aplicarían el antídoto que habían creado, o cuando empezaron a lle-
gar más casos y varios medimagos tuvieron que trasladarse hacia las
casas porque no había forma de traer a tantos pacientes hasta el
hospital. Por suerte, Draco había dejado en claro que no era conta-
gioso, puesto que en un inicio, muchos medimagos temían por al-
gún contagio (un rumor más propagado por la MACH); deseó que
Harry estuviera sentado a su lado, tomando su mano mientras espe-
raban a que pasaran las tres horas necesarias para que la poción fun-
cionase, y poder abrazarlo y suspirar aliviado mientras llegaban los
informes de los primeros pacientes despertando. Le hubiera encan-
tado, pero Harry no estaba allí, no había contestado a la lechuza, ni
había aparecido y temía intentar meterse por la red flú porque tal
vez Noah no sería el único bloqueado para entrar.
Ya estaba lúcido cuando alguien lo agitó, era Mikel, Draco
parpadeó confundido. ¿En qué momento se había quedado dormido? Se
enderezó lo más rápido que pudo, pero un pequeño mareo en la
cabeza lo hizo caer nuevamente.
—Lo siento —se disculpó Mikel—, pensé que mejor era que
durmieras en la cama…la del cuarto de invitados, en lugar del sofá.
—No —Draco se estiró, el mareo ya había remitido, pero la
espalda todavía le dolía bastante, no debía haberse dormido allí—.
Debo salir…
—No creo que sea buena idea… ¿Irás a…?
—Tengo cosas que hacer —respondió Draco cortante, no le
gustaba que los demás se enteren de las cosas que hacía o pensaba.
—De acuerdo… aunque deberías llevar un abrigo, pronto
anochecerá y no sería bueno para…

1420
LIBRO III|Caminos
[13] Un nuevo antídoto

—¿Anochecerá? —interrumpió Draco, mirando hacia el re-


loj que se encontraba sobre una de las mesas del lado de los libre-
ros, y sintió que el alma se le iba a los pies—. Cinco de la tarde…
—Te tratamos de despertar antes, pero no querías moverte, y
Gael dijo que no te agradaría que te levitara y llevara a la cama, así
que te dejamos aquí, pero ya se está haciendo tarde y pensé que te
haría daño seguir durmiendo en el sofá, y sin haber probado ali-
mento durante todo el día además, así que aproveché que Gael ha
salido a comprar comida, para despertarte sin que él deje de zahe-
rirme.
—¿Gael no está? —preguntó extrañado Draco, desde que
había llegado allí, casi cinco o seis días atrás, ya hasta había perdido
la ilación de eso incluso, Gael siempre había estado cerca.
—Nosotros también nos dormimos…
—Ya… Y supongo que no llegó ninguna lechuza mientras
dormía —preguntó sin ánimo y dejándose caer sobre el sofá. Harry
entraba a la academia a las cuatro, ya eran más de las cinco. Harry se
había ido, por dos semanas a estudiar, y no había podido verlo ni
pedirle perdón en persona. De pronto se sintió mucho más enfer-
mo.
—Lo siento —contestó Mikel en voz baja.
Gael apareció minutos después, con una gran cantidad de
bolsas, resoplando un poco y diciendo que la calle estaba más calu-
rosa de lo que pensaba.
—¡Me alegra que al fin estés despierto! —dijo hacia Draco,
sentándose junto a él y mirándolo fijamente, como queriendo veri-
ficar si realmente estaba bien.
—Pues yo preferiría que me hubieran despertado más tem-
prano —se siguió quejando Draco, había olvidado cuánto le gustaba
quejarse.

1421
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ya… no seas quisquilloso, date un baño y luego podremos


cenar y celebrar.
—No tengo ganas de cenar ni de celebrar —resopló Draco
poniéndose en pie y caminando hacia la habitación donde dormía, o
debería dormir, realmente necesitaba un baño, no era posible que
no se hubiera duchado desde la noche anterior.
—Oh, sí que celebraremos… aunque Harry haya tenido que
volver a la academia, luego podrás celebrar con él —dijo Mikel,
mientras Draco lo ignoraba y seguía avanzando por el pasillo, no
queriendo pensar aún en que faltarán dos semanas para que pudiera
ver a Harry, y lo mucho que le dolía que se hubiera marchado
enojado—; después de todo, no todos los días obtienes los titulares.
—¿Titulares? —preguntó Draco girándose rápidamente y
mirando hacia Mikel, que estaba junto a Gael, ambos sonreían am-
pliamente.

1422
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

14
Resentimientos que crecen…

“El odio es la venganza de un cobarde intimidado.”


George Bernard Shaw (1856-1950), escritor irlandés.

Londres, abril de 2002

H
arry se dejó abrazar por Joel y Simak, mientras los
tres, cargando sus pesadas mochilas, caminaban ha-
cia la entrada de la academia; ya estaba acostum-
brado a sonreír aunque no se sintiera con muchas ganas de hacerlo,
así que no le costó trabajo el parecer contento y animado mientras
los tres seguían avanzando, escuchando acerca de la chica encanta-
dora que Joel había conocido el fin de semana en uno de los bares
más exclusivos de Londres Mágico.
En la entrada, luego de la revisión habitual, se encontraron
con Violet, que venía extrañamente sola, sin el grupo de siempre, y
para fastidio de Harry, se les unió durante el tramo hacia los dormi-
torios, parloteando acerca de lo bien que la habían pasado el viernes
y lo triste que se había puesto porque él no había ido con ellos, trató
de sacarle información acerca de los motivos sobre su ausencia, pe-
ro, aunque sabía cómo sonreír y fingir ante los demás, no estaba de
humor para pretender corresponder al coqueteo de la chica.

1423
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Así que se limitó a ignorarla por el resto del camino.


—Esa chica con la que sales debe estar muy buena… para
que ignores a Violet —le dijo Simak en cuanto llegaron a su habita-
ción.
—Violet no está tan buena —opinó Harry pensando en que
su definición de “buena” distaba mucho de pechos grandes y cintu-
ras estrechas, es más, sería bueno y no buena, ¡y claro que Draco es-
taba bueno!; medio loco e imprudente por hacer las cosas que ha-
cía, pero más que bueno al fin y al cabo. Suspiró cansado. No se
había acercado a la casa de Mikel ni había tratado de contactarlo du-
rante el domingo, esperando que Draco fuera el que lo buscara, in-
cluso había abierto la chimenea en cuanto había despertado, pero
nada había pasado después de esa nota, sabía que tal vez debía ha-
berla contestado, decirle que ya no estaba tan enfadado y que ade-
más, sentía mucho el haberlo insultado y golpeado, aunque en el
fondo, esperaba que Draco mostrara más interés; tal vez estaba muy
ocupado con la poción y la fabricación de más dosis, sobre todo,
luego del gran titular de Londres Hoy y de El Profeta.
—Sí que lo está —dijo Joel, sacándolo de sus elucubracio-
nes—, aunque claro, hay mejores y menos problemáticas, sobre to-
do si consideras que su ex te partiría la cara de enterarse que te has
metido con ella.
—Buen punto, una razón más para no andar siquiera ha-
blándole, al fin de cuentas, no dice nada productivo; si no está ha-
blando de fiestas, habla de su tío el auror, la verdad que hasta me
aburre…
—¿Quién te aburre? —preguntó Norman entrando a la ha-
bitación.
—Violet —respondieron a la vez Simak y Joel. Norman soltó
una carcajada.

1424
LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

—Me la encontré abajo, dice que Harry parece preocupa-


do…
—Sí, por mantenerla alejada —bufó Harry, deshaciéndose de
la camiseta y las botas para meterse a tomar un baño antes de la ce-
na. Se preguntó una vez más si era que no sería buena idea el escri-
birle a Draco.

–|– 

“FABRICANTE DE POCIONES AL RESCATE”

Tras la terrible infección que aquejaba a los homosexuales


del mundo mágico, la madrugada de ayer se pudieron contar al
fin con los primeros pacientes recuperados y salvados de tan, se-
gún nos explican, terrible agonía.
Al parecer, el mundo mágico tiene un nuevo aliado en
cuanto a la fabricación de pociones se refiere. Por normas del Mi-
nisterio, un fabricante de pociones puede mantener oculta su
identidad por diversas razones, ajenas a nuestra comprensión,
como es el caso de este sujeto: se hace llamar “El Fabricante de
Pociones”, registrado como estudiante aún no graduado, pero
que ya tiene en su haber cuatro pociones originales patentadas,
la tercera de ellas fue al parecer, una para ayudar a los efectos de
un veneno similar al que aqueja ahora a los homosexuales, pero
que no había sido comunicado a la población; y la cuarta es la
que ha logrado detener el avance de víctimas, la madrugada pa-
sada. De cincuenta y cuatro casos tratados la madrugada anterior,
todos lograron sobrevivir; ahora estos pacientes están mucho más
que agradecidos con este interesante sujeto.

1425
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Se dice que, según la MACH, la homosexualidad puede ser


tratada y no es un estado natural, sino una mala costumbre, y
que este tipo de afecciones son comunes por su comportamiento
tan promiscuo, sin embargo, lo que se creía hasta la noche de
ayer era una infección causada por un virus es, según los estudios
y notas entregadas por “El Fabricante de Pociones", un veneno
administrado con toda la premeditación del caso.
En las páginas 4 y 5 se puede encontrar un gran informe
acerca de los síntomas y los pasos que el veneno sigue para aca-
bar con la vida del mago o bruja envenenado, así como la forma
en que la poción actúa, incluso, luego de comprobar que el afec-
tado sufría increíbles y horribles dolores durante todo el tiempo
que duraba el veneno en el organismo, nuestro fabricante ha in-
cluido algunos ingredientes que ayudan a soportar ese dolor…

Tony dejó sobre la mesa el diario, con el ceño fruncido y mi-


rando con enojo al profesor Garfunkel, antes de tomar el segundo
diario.

“SALVAN 54 VIDAS DURANTE LA MADRUGADA”

Una novedosa poción, creada por un chico que aún no


termina la universidad y que se hace llamar “El Fabricante de
Pociones", logra anular los efectos del veneno que estaba siendo
aplicado a la población que sufre de homosexualidad…

—Ese mocoso… —masculló el profesor Garfunkel, Ginny


trató de no lucir muy satisfecha de sí misma, ojala y ahora pudieran
por fin tomarse las cosas en serio y deshacerse de Malfoy mientras
ella se abocaba a reconquistar a Harry.

1426
LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

—Lo cierto es que hemos invertido mucho oro en las dos


pociones que nos dio, y en ambos casos todo ha sido desbaratado
demasiado pronto —comentó Tony con voz seria mientras dejaba el
segundo diario sobre la mesa, Ginny se puso en alerta, ese tono…
—No han sido desbaratados lo suficientemente rápido, pues-
to que creo que hemos contado muchas víctimas —se defendió el
profesor—. Y podemos seguir investigando…
—Creo que ya no necesitamos más investigaciones, no para
luego ser detenidos por este desviado, tiene usted que aceptar que el
chico es muy listo, apenas tuvo cuatro días para encontrar el antído-
to.
—Exijo que se haga una investigación, esta poción era dife-
rente, nos tomó meses idearla, dejar todo cubierto y no era un solo
antídoto el que debía hallar, ni siquiera sabemos cómo consiguió
averiguar qué causaba ese tipo de dolor… Alguien está vendiendo
nuestros secretos.
—No creo que nadie aquí venda nada —opinó Ginny apo-
yando a Tony—. Simplemente lo logró superar, una vez más.
—No, podemos seguir…
—No vamos a requerir más pociones, estoy harto de las po-
ciones. Por lo pronto tendremos que desaparecer un poco, no po-
demos arriesgarnos a que aten cabos y lleguen a nosotros.
—Pero Tony, no dejaremos de…
—No lo haremos, Ginny, por supuesto que no —interrum-
pió Tony —debemos tomar otras medidas… Atacaremos directa-
mente, es hora de que el mundo entre ya en razón, y si no lo hacen
por las buenas, lo harán por las malas; pero hay que hacerlo de ma-
nera inteligente.
Ginny sonrió contenta, al fin un poco más de acción.

–|– 

1427
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Mikel, Gael y Draco bebían cómodamente sentados en los


sillones de la sala del apartamento de Mikel, después de lo que ha-
bía sido una excesiva pero bien recibida comida. Por suerte, ya na-
die más había ido por ahí esa noche, y los tres pudieron conversar
un poco más relajados, aunque Draco no se sentía del todo cómo-
do, aún su mente estaba demasiado ocupada pensando en Harry y
en lo lejos que se sentía de él.
Draco les había relatado durante la comida cómo se había
sentido con la poción y los pormenores de los ingredientes, le agra-
daba que tanto Gael como Mikel pudieran seguir su conversación.
—Lo cierto es que el jefe me está mirando muy raro desde
que empezaron los ataques a gays —comentó Mikel tomando un
nuevo sorbo de su copa de vino.
—¿Raro?
—Se lo huele… ya sabes, mi obsesión, tanto la primera vez
como esta, por tratar de encontrar quién haga las curas, y por seguir
los casos de cerca…
—Ah… ¿Él no sabes que tú…?
—No —Draco juró percibir algo de vergüenza en su voz—.
No me permitirían seguir si se enteran.
—Lo cual es injusto —aportó Gael, que lucía ligeramente
ebrio. Draco quiso advertirle, pero desistió ante la presencia de su
novio, ahora era Mikel el que se tendría que encargar de un borra-
cho Gael, si es que pasaba de copas, claro—; se llama discrimina-
ción, en mi país no permiten que haya discriminación.
—Ah… sí —suspiró Mikel—, el país de las oportunidades,
¿no?
—Por supuesto —dijo Gael levantando la copa para brindar.
—¿En verdad te echarían sólo por ser gay?

1428
LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

—Sí, está catalogado como comportamiento inadecuado y


peligroso.
—¿Peligroso? —jadeó Draco—. ¿Cómo demonios va a ser
peligroso? Entiendo que tienen ideas muy cerradas por nuestro
comportamiento, pero… ¿peligroso?, es decir, eres gay, no un vio-
lador, o un asesino.
—Expliquémoslo al resto del mundo —resopló Mikel y Dra-
co leyó la amargura en sus palabras, él lo comprendía muy bien…
demasiado bien, lamentablemente.
—No sería mala idea —aportó Gael, de pronto más serio—,
los grandes cambios empiezan con un solo paso, así que quién sabe,
tal vez seamos nosotros los que demos ese pequeño paso.
—Creo que ya bebiste demasiado, cariño —bromeó Mikel
quitándole la copa de la mano y dándole un profundo beso. Draco
se obligó a no mirar y a no pensar en lo ansioso que estaba de darle
un beso así a Harry.
—Gael tiene razón —opinó Draco en cuanto sus amigos se
separaron—. Es decir, la MACH está provocando que la gente se fi-
je más en los gays; si siguen atacándonos de esa manera, la gente
empezara a notar que es injusto y que no hay nada protervo o amo-
ral en nosotros.
—O pueden darles la razón y querer quemarnos vivos…
Nunca debes subestimar la reacción de las masas —dijo Mikel.
—Pueden quemar vivos a los de la MACH, que dicho sea de
paso, se la están llevando muy tranquilos; es obvio que ellos han si-
do los culpables en ambos casos, sin contar los diversos ataques de
los que nadie habla, y nadie les dice nada, ni siquiera lo insinúan, o
investigan, y no es justo.
—¿Saben? Nosotros, los gay estamos muy separados, es de-
cir, nos conocemos porque nos escondimos en la misma discoteca o
cosas así, pero estamos muy apartados, todos ocultándose para evi-

1429
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

tar ser dañados… deberíamos crear algún tipo de lugar para apoyar-
nos, salir y hacerles frente a todos esos magos puritanos, y dejarles
en claro que no apestamos —razonó Gael, Draco y Mikel negaron
con la cabeza y sonrieron antes de que Mikel se pusiera en pie y
arrastrara a Gael con él a la habitación, argumentando que efecti-
vamente, ya había tomado demasiado.
Sin saberlo, ese fue el primer pensamiento de algo mucho
más grande, aunque les tomó mucho llegar a ese punto…

–|– 

—¡Legeremens!
Harry se lanzó al piso antes de que el hechizo siquiera lo ro-
zara, y se quedó respirando agitadamente, apoyando las manos y
piernas en el suelo, atemorizado de que alguien pudiera ver su
mente, pero era algo que tendría que pasar eventualmente si es que
quería pasar la nueva asignatura. Había sido tan descuidado como
para no revisar que ahora le tocaba estudiar esos temas que tan poco
le gustaban.
—¿Harry? —preguntó Edwin que era con el que estaba prac-
ticando, el profesor Van Vleck le dio una mirada preocupada mien-
tras se acercaba a ellos.
—Lo siento… —jadeó Harry poniéndose en pie y mirando
hacia el profesor.
—A ver, Potter, ¿o eres realmente patético con esto o es que
no estás intentándolo a conciencia? —preguntó el profesor con el
ceño fruncido.
—No puedo… es decir, ¿puedo hablar con usted a solas? —
preguntó, todavía un tanto agitado. Frente a él, Edwin le dio una
mirada interrogante.

1430
LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

Van Vleck arqueó una ceja pero igual le permitió salir del au-
la. En el pasillo, Harry tomó una profunda bocanada de aire antes
de hablar, esperando que el mentir se le diera mejor por estas épo-
cas.
—Hay cosas que no puedo dejar que vean… cosas privadas
—explicó levantando una ceja, esperando que el profesor captara el
mensaje.
—¿Privadas? Potter, a menos que hayas cometido un cri-
men…
—¡No! Me refiero a cosas de la guerra y de Voldemort —y
de Draco y todos los demás, pensó preocupado.
—Ah.
—Hice promesas, y hay cosas que no he revelado y que no
puedo revelar…
—De todas maneras, necesitas pasar la asignatura, Potter —
dijo el profesor con mirada un poco más profesional—. Estoy segu-
ro que nadie revelará las cosas que vea, y que las personas a las que
hiciste las promesas entenderán que…
—No puedo, es muy complicado de explicar.
—Si no apruebas, no podrás pasar el semestre —rebatió el
profesor cruzándose de brazos, Harry resopló, tratando de encon-
trar alguna salida.
—El examen es en tres semanas, prometo estar listo, pero no
puedo practicar aquí.
—Es muy osado de tu parte creer que cambiaremos las reglas
por ti.
—Nunca he pedido que las cambien por mí, sólo es una
concesión, de todas maneras haré el examen, y si no lo hago bien,
me podrá reprobar.
El profesor Van Vleck pareció meditarlo por un momento,
hasta que finalmente asintió, no sin parecer enfadado.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—De acuerdo, pero tomarás notas y verás cómo se realizan


las prácticas.

–|– 

La tarde siguiente, luego de las clases, Draco por fin volvió a


su habitación, todo estaba tal como lo había dejado y se sintió un
poco raro estando tan solo nuevamente, después de haber estado
una semana en casa de Mikel, rodeado de chicos que iban y venían.
Durante la noche, Mikel se puso en contacto con él nueva-
mente; San Mungo tenía una oferta que hacer y querían conocerlo,
pero Draco seguía creyendo necesario no revelar su nombre, no ne-
cesitaba tener problemas, ni menos que la gente se fijase en él, que
supieran que el exmortífago ahora fabricaba pociones.
Mikel se notó comprensivo con él, pese a que no estaba de
acuerdo con su actitud, y luego de conversar durante mucho rato,
decidieron que él mismo se encargaría de representarlo.
A la mañana siguiente, el chico trajo consigo una carta con
una oferta por demás interesante. Draco lamentó nuevamente no
tener a Harry a su lado, y en su lugar se sentó con Gael, que era el
que lo ayudaba a fabricar las pociones, a estudiar la propuesta; entre
los dos prepararon la respuesta con la contra oferta, y antes del ano-
checer, enviaron una lechuza al jefe de investigación de San Mun-
go, pidiendo más oro y asegurando tener los primeros lotes en el
tiempo especificado.
«No solo se trata de hacer pociones para la gripe o para la alergia,
también nos piden investigar y nos aseguran participación en los casos extra-
ños», le había escrito Draco a Harry esa noche, luego de enviar la
contrapropuesta a San Mungo y de que Gael se marchara.
También le había pedido perdón una vez más por haber pro-
bado el veneno, y aunque él seguía pensando que tenía un punto

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LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

válido, no lo mencionó, pues no quería iniciar una discusión a dis-


tancia. Le contó también cómo el sábado en la madrugada, todos se
quedaron despiertos comprobando los efectos del antídoto en los
pacientes, y cómo él había estado en pie hasta después del amane-
cer, con la firme idea de buscarlo, pero que comprendiera que co-
mo tenía que emprender el viaje en tren, por no poder aparecerse,
había querido esperar un par de horas más, y que se había quedado
dormido, que se sentía muy culpable y muy mal por no haberlo vis-
to antes de que se fuera a la Academia de Aurores, y que ya lo ex-
trañaba en demasía.
Cuando se durmió esa noche, después de terminar de dia-
gramar cuál sería su método de trabajo y calcular sus horarios si era
que San Mungo aceptaba la oferta, se sentía inquieto y nervioso, es-
perando por la respuesta de Harry; nunca habría pensado que ellos
dos se pelearían de esa manera; sobre todo, por la forma en como
Harry siempre trataba de llevar la fiesta en paz, incluso en la escue-
la, siempre daba su brazo a torcer y él dejaba las cosas pasar, de tal
manera que una discusión no duraba más de un par de horas, nunca
creyó que ellos tendrían tiempos en los que se pelearían hasta el
punto de no hablarse por varios días.

–|– 

Pese a todo sonrió. No podía negar que el recibir la carta de


Draco lo había hecho sentir mucho mejor, sobre todo después de lo
malo que había ido el día, siendo mirado de mala manera por sus
compañeros, específicamente por el grupo de Dashiell, que se bur-
laban de él por tener miedo y no querer intentar siquiera que al-
guien invadiera en su mente con legeremancia.
«¿Qué pasa, Potter, miedo de que vean que en realidad no
fuiste tan heroico durante la guerra?», había preguntado Sebastián

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

con sorna, aquella tarde luego de las clases, cuando ya todos iban
hacia el comedor. Joel y Edwin, que lo acompañaban en ese mo-
mento, lo habían sujetado para detenerlo, puesto que Harry se sen-
tía demasiado irritado como para desperdiciar la oportunidad de
romperle la cara al tipo.
Miró hacia el cielo. Le gustaba las noches en esa época del
año, puesto que podía ya ver algunas estrellas en el cielo, y el clima
no era tan frío como para ponerlo azul y congelarle el trasero, tenía
consigo la carta de Draco, que había llegado poco antes de que tu-
viera que ir a cumplir con su guardia, así que, siendo presa de la cu-
riosidad, la había leído durante los primeros minutos de su turno,
turno que no terminaría hasta dentro de tres horas. Al menos po-
dría dormir un poco, y ya en la mañana se encargaría de contestarle.
Para su total aburrimiento, la guardia pasó sin ninguna nove-
dad, ningún ejercicio ni nada que interrumpiera el estar allí, de pie,
vigilando un tonto e imaginario edificio. Le dio la razón a Draco
cuando decía que le parecían ridículos y un tanto crueles muchos
de los ejercicios que eran obligados a realizar.
A las tres de la mañana, Chris, con los ojos irritados y boste-
zando sin ningún tipo de pudor, llegó a reemplazarlo, apenas inter-
cambiaron un ligero saludo antes de que Harry caminara hacia su
dormitorio. De regreso se encontró con Joel y Violet, que tampoco
parecían tener muchas ganas de hablar.
Cayó inmediatamente en la cama, sabiendo que le quedaban
menos de tres horas para descansar antes que empezaran las clases
del día siguiente. Desde uno de los escritorios, Alba lo miraba re-
prochadoramente.
—Lo siento, bonita —dijo en voz baja hacia el ave—; maña-
na contestaré…
Pero a la mañana siguiente se quedó dormido. Él y sus demás
compañeros fueron despertados por Simak, que regresaba de las

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LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

guardias, apenas tuvieron tiempo de meterse en las duchas y salir


corriendo hacia las clases; se perdieron incluso el desayuno, y sintió
su estómago rugiendo de hambre mientras el profesor Hulme les
llamaba la atención por su pobre desempeño, dejándoles un castigo
para la noche, después de las clases, y haciéndolos demorar en el
campo hasta que apenas tuvieron tiempo de entrar al comedor y
tomar un par de bollos antes de correr hacia la siguiente clase.
Aquella tarde les tocaba la asignatura de Rastreo, la cual fue tan
desastrosa como la de Ocultación. La profesora Driscol también los
hacía entrenar en el campo, haciéndolos seguir rastros de magia y
de desapariciones, pero les fue muy difícil no confundir los rastros
de «los delincuentes» con los de sus propios compañeros de grupo,
así que varias veces, Harry se encontró alcanzando a Pritchard o a
Emma en lugar de a Dashiell o Elías Vance, que eran a los que te-
nían que perseguir; se ganaron un discurso más acerca del pobre
desempeño que estaban realizando y de lo muy malos aurores que
serían si no podían identificar el rastro de la gente de su propio
equipo; los hizo practicar hasta que el sol se ocultó y un buen rato
más después de eso.
Finalmente ella los dejó ir cuando el profesor Hulme fue por
ellos para hacerles cumplir su castigo; cuando por fin tuvieron
permiso para irse a la cama, Harry ya tenía que ir a cumplir su
guardia de esa noche, y al llegar a la habitación, a las tres de la ma-
ñana, notó que Alba ya se había marchado.
Sintiéndose culpable y sumamente cansado, se quedó dor-
mido, reprochándose el no haberle escrito a Draco temprano; sólo
esperaba que Draco lo entendiera cuando pudiera al fin escribirle.

–|– 

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco levantó la vista al escuchar el aleteó ya conocido de


Alba, y trató de no parecer desilusionado delante de Gael, que tra-
bajaba con él esa noche.
—¿No trajo carta? —preguntó a pesar de todo Gael. Draco
negó con la cabeza.
—No tenía que hacerlo, es decir… no esperaba ninguna —
respondió mientras le daba algunos dulces al ave que ululaba sua-
vemente.
—Oh… ¿Harry y tú no…?
—Estaremos bien… —murmuró Draco acariciando la cabe-
za del ave un momento—, estaremos bien… hay que continuar tra-
bajando, apenas tenemos ya, ocho días para completar este lote.
Gael asintió y continuó cortando los ingredientes que Draco
le indicaba, mientras él agitaba la varita sobre el caldero; distraída-
mente dio una mirada alrededor, su habitación nunca le había pare-
cido tan pequeña como hasta ese día, cuando habían logrado conse-
guir los últimos ingredientes que necesitaban para ponerse a traba-
jar, habían pilas de cajas alrededor de todas las paredes, y libros
abiertos descuidadamente sobre ellos, incluso la cama estaba con
cosas encima.
—Este lugar es un desorden completo —suspiró Draco le-
vantando más el fuego de la hornilla.
—No hay donde meter nada más… —se excusó Gael levan-
tando la vista—. Al final, tendrás que conseguir un lugar más gran-
de si es que quieres seguir con esto.
—¡Claro que quiero seguir con esto! —reprochó Draco con
el ceño fruncido—. No es un pasatiempo, lo sabes bien.
—Yo no he dicho eso —se defendió Gael, pensando en que
la ausencia de Harry, ponía a su amigo de muy mal humor—. Ade-
más, necesitarás dejar al menos un par de clase en la universidad, si
es que quieres tener más tiempo libre, recuerda que aún tienes que

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LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

revisar la carta que te mandaron del Salón de Madame Primper-


nelle.
—Dijimos que nos lo tomaremos con calma, ahora todos es-
tán escribiendo porque saben de la poción que hicimos y…
—Hiciste.
—¿Cómo dices? —preguntó Draco un poco desconcertado
por la interrupción.
—Tú hiciste la poción, siempre hablas de esto como si nos
escribieran a los dos, o como si los dos creáramos las pociones, pero
lo cierto es que eres sólo tú el que lo hace.
—No es cierto, Gael, tú y yo somos un equipo —respondió
Draco sintiéndose un tanto dolido de que Gael no comprendiera
toda la ayuda que le brindaba, de que no entendiera que en realidad
eran ambos los que estaban logrando todas esas cosas—, tú me ayu-
daste a analizar las muestras de esta última poción, también creas las
pociones de perfumes y todo el proceso de mercadeo que te gusta
hacer para venderlas, me ayudaste a conseguir clientes cuando Jo-
celyn se fue, y siempre me estás apoyando…
—Ya, pero tú me pagas por eso, es como un empleo, y aún
así, sin ti de nada serviría que consiguiera a toda la comunidad má-
gica como cliente.
Draco dejó de remover el caldero y suspiró profundamente
antes de caminar hasta Gael y mirarlo fijamente, Gael se encogió un
poco en su sitio por la mirada tan intensa que le daba su amigo.
—Tú y yo no somos empleador y trabajador, sino socios, y
creo que ahora, que estamos empezando en serio, debemos dejarlo
en claro.
—Pero yo… yo no soy fabricante de pociones curativas, sino
de perfumes y demás, yo sólo te ayudo mientras termino de estu-
diar…
—¿Y luego qué harás? ¿Lo has pensado? ¿Regresarás a casa?

1437
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Pues… no, en verdad no estoy muy seguro…


—Vamos, por aquí tengo un par de cervezas —dijo Draco
mirando alrededor, estaba seguro de haber traído unas cuantas de su
última compra; finalmente las ubicó sobre un estante de libros y ja-
ló a Gael con él hacia el centro de la habitación, el único lugar que
estaba libre, y ambos se sentaron a tomar un descanso, uno mereci-
do, siendo ya cerca de medianoche, y después de haber estado tra-
bajando desde la tarde.
—A ver —empezó Draco luego de darle un sorbo a su cerve-
za—, sé que no tienen mucho tiempo juntos, y no quiero presionar
nada, pero, Mikel está aquí, ¿lo dejarás al finalizar las clases?
—¡No! —protestó Gael rápidamente—. Él… —desvió la mi-
rada hacia una columna de cajas en precario equilibrio, antes de se-
guir hablando, lo hizo en un susurro—: él dice que se está enamo-
rando de mí…
—Eso es genial, ¿tú no sientes lo mismo?
—Yo… yo ya estoy enamorado de él.
—¿En serio?
Gael se encogió de hombros y no contestó en mucho rato,
tanto que Draco pensó que no diría nada más, y estaba dispuesto a
hablar de la sociedad, aprovechando que el chico tenía muchas más
razones para quedarse en Londres.
—Él me ha dicho que puedo vivir con él durante las vacacio-
nes… cómo si ya casi no viviéramos juntos; es decir, siempre estoy
en su apartamento… casi nunca me quedo a dormir en el dormito-
rio, pero debo conservar el dormitorio por la media beca…
—Sí, lo cierto es que tú y él pasan mucho tiempo juntos en
su casa.
—Tú y Harry también, cuando él está de permiso, siempre
está alrededor de ti… es más, Mikel dice que no lo ha visto aparecer

1438
LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

en una discoteca desde diciembre… tú realmente lo tienes muy


ocupado.
—Pues… yo no le he dicho que no puede ir a ningún lado
—se quejó Draco tratando de convencerse de que él definitivamen-
te no acaparaba el tiempo de la gente...
—No he dicho eso, supongo que se extrañan, como no se
ven en lapsos de dos semanas consecutivas…
—En un par de meses terminará eso, y él ya no tendrá que
quedarse internado en ese sitio.
—Será genial, ¿sabes? Al inicio pensé que era un héroe muy
subidito, que se alucinaba demasiado, no me caía para nada bien y
no me parecía adecuado para ti…
—Sí, parece que es la imagen que proyecta normalmente…
—¿En serio? ¿A ti también te lo pareció cuando lo conociste?
Draco no pudo evitar soltar una carcajada, Gael lo miró con
una gran interrogación en el rostro, y le costó mucho reponer la
compostura antes de hablar de manera que él chico lo entendiera:
—Harry y yo nos habíamos «odiado a muerte» desde que nos
conocimos, cuando teníamos once años, en la escuela era muy co-
mún vernos peleando en los pasillos y alrededores… es más, cuan-
do pude entrar al equipo de quidditch, lo hice para hacerle la com-
petencia… siempre andábamos pendientes el uno del otro para ver
de qué manera pelear o refregarnos alguna victoria en la cara, inclu-
so estuvimos en bandos separados durante la guerra, una vez casi le
lanzó una imperdonable.
—Merlín, ¿una imperdonable, Draco?
—Ya, dije casi y… bueno, de eso no me gusta hablar —dijo
poniéndose más serio de pronto, Gael simplemente siguió sonrien-
do, y tratando de aligerar la conversación preguntó:
—Entonces… ¿También pensabas que era un tipo creído?

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—E insufrible, con ganas de hacerse siempre el héroe… un


San Potter…
—Jajaja, San Potter…
—Ya, pero no se lo digas, no creo que a él le cause gracia
ahora.
—¿Y él también te insultaba?
—Demasiado —suspiró Draco dramáticamente—. Supongo
que ambos cambiamos en algún punto, recién nos conocimos
realmente en el último año…
Ambos se quedaron en silencio por un rato más, meditando,
hasta que Draco volvió a hablar:
—Como sea, creo que no quieres volver a casa ahora, y ya te
he dicho que sin tu ayuda no hubiera llegado ni a la mitad de lo que
he llegado ahora; es más, si no fuera por ti, estaría muerto…
—No, fue Mikel el que te ayudó.
—Porque tú lo trajiste y ese no es el punto; después de todo,
te propongo unirnos, no sólo tenemos que hacer pociones curati-
vas, podemos seguir haciendo las pociones de perfumes y todas esas
cosas que te gusta hacer, a mí se me dan más o menos bien, aunque
me aburren un poco…
—¿Hacías perfumes también?
—Sólo para mi madre, pero los copiaba, no sé en realidad
crearlos —Draco hizo una mueca de descontento—, no puedo ima-
ginar mezclar olores, sustancias aromáticas y todo eso que haces…
—Oh… —Gael frunció el ceño, algo desconcertado, cierto
que antes habían vendido perfumes y toda una serie de productos
creados por él, y que Draco se había limitado a seguir sus instruc-
ciones para prepararlos, pero realmente creía que Draco no se in-
miscuía por no molestarlo, no porque no supiera realmente crear
ese tipo de pociones.

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LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

—Anda, ¿qué dices?, tú y yo en una sociedad, no sería co-


rrecto, ahora que estamos despegando, abocarnos a un solo tipo de
pociones. Nos irá bien, ya verás, y además tendrás una excusa para
quedarte, así Mikel no se alucinará mucho.
Gael soltó una pequeña carcajada.
—Que Mikel no te oiga.
—Ya…
—Supongo que… —Gael jugueteó con un par de dedos so-
bre el borde de la botella antes de asentir—… sería genial, es decir,
podríamos hacer muchas más cosas, y podemos conseguir más
clientes…
—¿Entonces tenemos un trato? —preguntó Draco exten-
diendo la mano.
—Tenemos un trato —respondió Gael aceptando el apretón
de manos.

–|– 

—Dicen que ha conseguido un par de contratos importantes


para San Mungo, varias de las tiendas de pociones lo están tratando
de contactar para que trabaje para ellos, ya sabes, creaciones únicas y
exclusivas —comentó Ginny hacia el profesor Garfunkel, ambos
estaban en el laboratorio de la MACH, donde el profesor, que había
conseguido una muestra de la poción de Draco, intentaba verificar
los ingredientes que había usado para el antídoto.
—Sólo es suerte, está aprovechándose de haberle atinado a
esta poción —rumió señalando hacia el caldero— para hacer algo de
oro, por el sitio en donde vive seguro que lo necesita. No sé por
qué Tony no hace algo bueno de una vez y lo elimina.
—Porque es muy cuidadoso, y además, de alguna manera ha
incrementado las protecciones de su casa, intentamos entrar hace

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

unas noches y no se pudo —explicó Ginny paseando la vista por los


estantes llenos de pociones en frascos pequeños, todo el lote que se
había quedado del veneno—. Además creemos que no es allí donde
trabaja, no lo hemos visto durante varios días.
—No se puede mudar, el contacto en el Ministerio dice que
su dirección sigue siendo la misma y que no han encontrado rastros
de magia inadecuada en su última visita.
—Tal vez podamos averiguar cuándo es su siguiente visita y
atraparlo en el camino —sugirió Ginny descuidadamente.
—Tony no lo aprobaría.
—Es que él no entiende en realidad lo que es que a uno le
ganen en su propio terreno… que un novato derrote a un gran pro-
fesor con más de treinta años de experiencia.
—No… él no lo comprende —estuvo de acuerdo el profesor
Garfunkel.

–|– 

No fue sino hasta el quinto día, el viernes, que Harry al fin


pudo escribirle a Draco. Alba había vuelto aquella noche, justo
cuando Harry terminaba de redactar la carta, mirándolo de manera
acusadora.
—Ya, lo sé —suspiró Harry mientras ataba la carta en la pata
de Alba—, y seguro que debe estar enfadado… ¿No le puedes decir
algo cómo que tuve que escapar para poder escribirle? ¿Qué me en-
contraste medio muerto de cansancio y que aún así, junté lo último
que me quedaba de fuerzas para poder contestarle? —Alba ladeó la
cabeza hacia un lado. Seguramente, pensó Harry, que el ave se pre-
guntaba si era que no se había vuelto loco de remate o algo por el
estilo.

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LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

—¡Hey, Harry!, Hulme te está buscando —dijo Joel, entran-


do a la habitación, justo cuando Harry miraba cómo Alba se perdía
en el cielo de la madrugada.
—¿A estás horas? ¿Para qué me busca?
—Ni idea, pero mejor apresúrate, ya sabes como se pone de
mal humor cuando lo hacen esperar, y a mí me toca guardia en el
primer turno, así que…
—Ya, de acuerdo —suspiró Harry tomando su abrigo de la
silla, sólo por si había hecho algo malo de lo que aún no se enteraba
y lo mandaban castigado a los jardines.
Corrió por los pasillos (le encantaba que allí, a diferencia de
en la escuela, donde ya hubiera sido sancionado, sí se pudiera co-
rrer).
Esquivó un par de hechizos sencillos y luego por fin pudo
estar delante de la puerta de su instructor.
—Adelante —dijo el hombre con voz firme. Harry, innecesa-
riamente, trató de acomodar su cabello y su túnica antes de pasar, el
profesor estaba sentado tras su escritorio, con una gran ruma de
pergaminos, no parecía nada contento.
—Señor, me dijeron que me buscaba —saludó Harry parán-
dose delante del hombre y tratando de parecer lo menos culpable
posible.
—Tengo dos temas que tratar contigo, Potter —contestó el
hombre mientras terminaba de firmar un pergamino, el silencio se
extendió por un momento más, hasta que al parecer, terminó con lo
que estaba haciendo, y agitó la varita de tal forma que los pergami-
nos desaparecieron. Incontinenti de que el escritorio estuvo de-
socupado, finalmente Hulme levantó la vista hacia él y frunció el
ceño.
—Será mejor que te sientes.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

«¿Sentarse?», pensó Harry casi con horror, nadie jamás, jamás


de los jamases te invitaba a sentarte, a menos que pasara algo extre-
madamente grave.
—Claro, señor, gracias.
—Verás, Potter, sabes muy bien que no soy partidario de los
tratos especiales, ni las concesiones, no importa si se trata del gran-
dioso niño-que-vivió-y-venció-a-Voldemort…
—Lo sé, señor.
—Sin embargo, esta semana parece ser tu semana.
—¿Mi semana?
—El instructor Van Vleck ha hablado conmigo y me ha co-
mentado el problema que tienes en clase con las lecciones de
Oclumancia y Legeremancia.
—Señor, como ya le expliqué al instructor Van Vleck, hay co-
sas que no puedo revelar, y no pedí ningún trato especial, sólo que
deje que yo me encargue de aprender por mi cuenta, para de esa
forma, evitar ese tipo de situaciones… asisto a todas sus clases, y da-
ré el examen en la fecha programada.
—Sí, eso me ha dicho, aunque no parece muy satisfecho, lo
acepta y entiende… supongo que también yo —no parecía muy
animado por aquella última declaración—. Pero bueno, hablábamos
de trato especial…
—Yo no pido trato especial, señor.
—El Ministro ha hablado con el director. Al parecer, pronto
será la fecha conmemorativa de la caída de Voldemort y este año,
después de dos años de mantener la celebración en una ceremonia
pequeña e íntima, se ha decidido que es momento de dar un re im-
pulso a la sociedad, considerando todas las cosas desagradables que
han venido ocurriendo estos días con la epidemia de los desviados
esos… —Harry se sintió enrojecer ligeramente y agradeció más que
nunca que aceptaran no someterlo a los entrenamientos de Oclu-

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LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

mancia—, y como es algo lógico, se requiere de tu presencia en ese


acto, así que podremos darte ese día de asueto, para que puedas
cumplir con tales compromisos; por supuesto que deberás asistir al
evento y luego volver a la Academia, sin ninguna otra parada.
El profesor Hulme parecía un poco enfadado, pensó Harry, y
supuso que no le habría hecho gracia que le dieran el día libre a un
alumno suyo sin tomar en cuenta su opinión.
Además, debía ser honesto, los años anteriores, casi había pa-
sado por alto aquella «conmemoración», él nunca había tenido nada
que celebrar ese día, nunca celebraría aquello como una gran victo-
ria, ni siquiera como una victoria más, ese día hubo muchas derro-
tas, en ambos bandos, fue la madrugada más horrible y espantosa
que vivió en su vida, perdió a grandes amigos, y definitivamente, no
sería un momento de celebración nunca en su vida, así pasasen mu-
chos años más.
—Supongo que tiene razón en eso de la semana de las con-
cesiones —comentó Harry tratando de parecer sosegado, pero el re-
cordar la guerra, en ese momento, no le había sentado bien—. Yo
no tengo el más mínimo deseo de participar en esa celebración —
trató de no mostrar todo el resentimiento por la simple idea de ce-
lebrar algo así.
Hulme negó con la cabeza suavemente.
—En realidad, el director está muy interesado en que asistas,
ya sabes, luciendo el uniforme de gala de la Academia.
—No pueden obligarme, es decir, esa ceremonia o lo que
sea, es algo que no me interesa y algo en lo que definitivamente no
quiero participar.
—Como todo en esta academia, Potter, no es un pedido ni
una pregunta, sino una orden, así que prepárate para que la semana
que viene, y puedas ir posar para las fotos junto al Ministro.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No iré, señor —negó Harry con voz más firme, y está vez
no le importaba usar sus influencias de héroe de guerra para salirse
con la suya.
—Irás, Potter y ahora márchate antes de que te castigue por
desacato y además, te haga practicar con tus compañeros Ocluman-
cia y Legeremancia, como debería ser.
Harry apretó con más fuerza los puños, y estaba seguro de
que estaba lastimándose, clavándose las uñas tan profundamente
sobre las palmas, pero no le importó mucho.
—Permiso, señor —dijo mientras salía de la oficina. En el
camino se cruzó con el grupo de Dashiell, que para variar parecían
con ganas de burlarse un poco de él. Al menos Chris, que durante
el último semestre parecía al fin tomar algo de distancia de ellos, no
estaba cerca.
Harry los ignoró, lo menos que necesitaba era un castigo
más, y lamentó haber enviado la carta a Draco, podría haberle con-
tado el «acontecimiento de última hora» también, seguro que no lo
podría ayudar, pero al menos sería reconfortante escribírselo, él sí lo
entendería.

–|– 

Y entonces finalmente llegó, Draco tuvo que controlarse to-


do lo posible para que Gael no notara la ansiedad reflejada en sus
manos temblorosas mientras desataba la carta. Ni siquiera le dio
una palmadita de cariño a Alba, ni mucho menos un dulce; ante la
mirada herida de la pobre ave, que se sentía mucho más que maltra-
tada en las últimas semanas, farfulló una excusa hacia Gael y salió
de la habitación, tomando su abrigo en el proceso; se sentó en las
escaleras y sacó un cigarro, que encendió con uno de esos encende-
dores que tanta gracia le causaban, suspiró profundamente mientras

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LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

desenrollaba la carta que tanto —¡demonios!, debía admitirlo—


había esperado con excesiva ansiedad y temor en partes iguales.

Hola D.

Seguro estás un poco enfadado… A qué sí, lo puedo sentir hasta


aquí… dirás que disfruto con evitarte e ignorarte, pero no es cierto… no es
un plan mío de venganza el no haber contestado tus cartas, y tenerte sin
saber nada de mí, pero he tenido unos días horribles en la Academia, y de
verdad que me he estado durmiendo, como mínimo, a las tres de la maña-
na para luego ser despertado a las seis, sin contar los serios problemas que
estoy teniendo con algunas clases… y no es que quiera excusarme, pero en
serio, no he podido escribirte antes… ya sé que en el fondo te gusta que te
cuente estas cosas para que luego me puedas sacar en cara lo tonto que es,
según tú, que estudie esto… pero en fin. Honestamente, tú sabes muy bien
que no es que me guste andarme quejando, y que además, sobre todas las
cosas, siempre te voy a preferir a ti como confidente, muy por encima de
los demás…

Draco dio una calada profunda al cigarro, y no pudo evitar


sonreír, sintiéndose un poco tonto; cinco días sin noticias de Harry
y había creído que era porque simplemente no lo había querido
perdonar, porque de pronto ya no quería saber nada de él, pero no,
el pobre estaba atrancado en muchos problemas, y no había tenido
tiempo de responder…

… Antes de seguir con esta carta, tengo que decirte que lamento mu-
cho la forma como reaccioné… ya sabes, cuando despertaste… no debí ha-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

berte golpeado, lo siento, no sabes lo avergonzado que me siento por ello;


pero aún así, no entiendo, ni entenderé nunca, ese comportamiento tuyo,
el que no valores tu vida de esa manera, poniéndola en riesgo por un mo-
tivo que me parece hasta tonto.
Pero no quiero pelear, creo que ya es suficiente con que no nos po-
damos ver durante dos semanas como para encima, pasarnos los días es-
cribiéndonos reproches. He comprendido que tú tienes un punto de vista y
yo otro, y sería imposible que ambos coincidiéramos siempre, aunque tal
vez podríamos intentar en el futuro hablar un poco, antes de hacer alguna
cosa extrema… Pero bueno, dije que no quería pelear, ni entrar en asuntos
demasiado serios, así que mejor te hago oficiales mis felicitaciones (supon-
go que ya tendré tiempo de dártelas personalmente y por supuesto que ten-
dremos tiempo de celebrar), pero no creas que me he olvidado o me hago el
que no sé, me alegra muchísimo lo del contrato y lo de los titulares tam-
bién. Estoy sumamente orgulloso de ti, y sí, Mikel me escribió contándome
los pormenores de la poción y lo bien que había funcionado, no creas que
simplemente no me importó ni nada de eso, yo siempre supe que tú podrías
lograrlo…

Pasó mucho rato leyendo y releyendo la carta de Harry.


Cuando por fin se levantó, tenía el trasero y las piernas entumeci-
dos por haber estado sobre le frío piso durante tanto tiempo. Abrió
la puerta en el momento en que Gael ya se ponía el abrigo para salir,
seguramente debía tener una sonrisa inconfundible en el rostro,
puesto que Gael soltó una risita burlona y le dio un golpe en el
hombro al pasar.
—No ensucies mucho las sábanas con eso esta noche —se
mofó, logrando que Draco lo mirara incluso asombrado; Gael y sus

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LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

comentarios subidos de tono eran cada vez mucho más frecuentes,


empezó a creer que realmente Mikel era muy mala influencia para
su amigo.
—Idiota.
—Ya… te veo mañana, socio.
—Mañana tengo cita en el Ministerio, después del mediodía.
—Pero puedo ir contigo.
—No creo que sea buena idea… te quedarás esperando afue-
ra y…
—Ajá, entonces te veo luego de las clases de la mañana, en la
salida del jardín de los robles —interrumpió Gael ignorando por
completo a Draco y saliendo finalmente. Draco arqueó una ceja y
después lo dejó pasar, aún tenía un par de horas más de trabajo que
hacer antes de poderse ir a dormir.

–|– 

Las clases se ponían cada vez más difíciles, parecía que los
profesores estuvieran empecinados con tratar de llevarlos hasta el
cansancio extremo. Hubo varias pruebas sorpresa, entrenamientos a
medianoche y al amanecer, pasó días incluso sin probar alimento,
apenas pudiendo llegar a su cama a dormir para luego volver a des-
pertar, sólo unas horas después a seguir entrenando. Sabía que esta-
ban ya en la recta final del semestre, y después, o al menos eso espe-
raba, todo sería más simple, cuando el internado culminara y por
fin pudiera entrenarse en serio, participando en reales guardias. No
era una cosa que lo consolara mucho, pero tenía que encontrar algo
que le hiciera creer que ya estaba cerca.
Draco le había contestado la misma noche en que Harry le
había escrito después de días sin hacerlo, diciéndole que entendía
que estuviera ocupado, que él mismo lo estaba, y que no podía re-

1449
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

procharle el tiempo de espera, que estaba encantado de que la carta


al fin hubiera llegado, y luego empezó a contarle cómo iban las co-
sas por allá, como iban avanzando con los pedidos de las pociones y
los varios contratos más que tenían por firmar, incluso le contó que
tendría que dejar definitivamente sus trabajos muggles para poder
seguir el ritmo. Harry ya tenía un par de ideas más, imaginaba la
habitación de Draco abarrotada de pociones e ingredientes, y pensó
que tal vez sería el mejor momento para pedir nuevamente lo que
en la escuela le había sido negado, esperaba que esta vez Draco no
se opusiera, y mucho menos que se marchara…
—Señor Potter —llamó la asistente del director, una bruja de
mediana edad con la que había cruzado saludo apenas un par de ve-
ces, aunque en ambas ocasiones, ella lo había mirado sonrojándose
y riendo tontamente; a Harry le recordaba mucho a las chicas que
querían hacer la audición para el equipo de quidditch de cuando es-
taba en la escuela—, la chimenea está lista y el Ministro lo está es-
perando.
—Gracias —agradeció Harry con una sonrisa afable mientras
se metía a la chimenea—. Oficina del Ministro, Ministerio de Ma-
gia, tercera planta —dijo con voz firme, mientras veía desaparecer la
antesala de la oficina del director y caía, por suerte con algo de gra-
cia, en la oficina de Kingsley, al que no veía desde hacía más de un
año, no en persona al menos, puesto que su fotografía siempre apa-
recía en los diarios.
—Harry —saludó el hombre extendiendo una mano para sa-
ludarlo.
—Hola… ¿Cómo estás? —preguntó recién registrando sus
cambios: tenía una mirada cansada, alrededor de los ojos ya se for-
maban las primeras marcas de arrugas, e incluso su caminar era un
poco más pausado, realmente pensó que ese trabajo debía agotarlo
mucho.

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LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

—Bien… Un poco sorprendido de que hayas pedido esta


reunión…
—Sí, acerca de eso…
—Espera, mejor nos sentamos, te ofrezco una copa. ¿Qué
dices?
—Claro… —Harry se sentó en uno de los sillones delante de
la chimenea, de espaldas al gran escritorio de la oficina, Kingsley rá-
pidamente estuvo delante de él, con dos vasos largos de hidro-
miel—. Gracias.
—Supongo que quieres hablarme de la ceremonia.
—Sí —suspiró Harry antes de levantar el vaso hacia Kingsley,
que le hacía un gesto con la mano en señal de brindis.
—Entonces, dime…
—Iré directo al punto. No quiero participar.
—¿No quieres? Pero sin tu ayuda y participación no ten-
dríamos nada que celebrar.
—Yo no tengo nada que celebrar… en esa fecha, murió Re-
mus, su esposa, y Fred, y… Y Colin, sólo por mencionar a algunos.
—Se hizo un monumento a los caídos el año pasado, y creo
que nadie piensa olvidar todas las vidas entregadas para esta victoria,
pero la sociedad celebra con entusiasmo la fecha en que finalmente
dejaron de temer a Voldemort y encarcelaron a los mortífagos, tú
deberías hacer lo mismo.
—No quiero entrar en una discusión sobre lo que siento o
debería sentir, sólo te diré que no hay forma que yo pueda estar allí,
delante de todos, en pie y fingiendo que tengo algo que celebrar;
además, tengo clases.
—El director ya ha dado su permiso…
—Por favor… mira, dices que es por mí que pueden celebrar
esto, y nunca he recibido ningún favor ni he usado eso para conse-
guir absolutamente nada, sin embargo, esta vez debo apelar a que

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

me concedas esto, a que por ser quien soy, se me permita al menos


decidir qué es lo que quiero hacer al respecto.
—Y eso es no asistir —suspiró Kingsley dejando su vaso me-
dio lleno de licor sobre la mesa de centro.
—Lo siento…
—La gente estará desilusionada, esperaban poder verte, e in-
cluso un discurso de tu parte…
Harry sonrió forzadamente.
—Nunca he vivido queriendo complacer a la gente… esa
misma gente, debo recordarte, creía que Dumbledore y yo estába-
mos locos cuando dijimos que Voldemort había regresado.
—No debes guardar resentimiento, Harry, aquellos tiempos
fueron muy difíciles para todos, nadie sabía qué creer y muchos
prefirieron permanecer creyendo que el terror no podía volver…
—Pero volvió, todos pagamos las consecuencias de eso y no
deseo recordarlo, estoy bien así, los años anteriores la pasé en la
Academia, estudiando, alejando mi mente de todo lo que sucedió
en la guerra, y este año no quiero que sea diferente…
—Harry… —Kingsley se removió incómodo en su asiento—
¿No hay forma de hacerte cambiar de idea?
—No, lo lamento, pero no.
Kingsley permaneció en silencio y con la mirada baja un ins-
tante más, antes de asentir apesadumbradamente:
—Bien, aún tenemos tiempo de cambiar el anuncio de tu
participación, hablaré con los diarios en un momento más.
—Gracias —dijo Harry con una sonrisa más amable. Inter-
namente suspiró aliviado, al menos no tendría que exponerse a me-
dio mundo ese día.

–|– 

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LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

—Y dice que estuvo seis meses internada en la jungla, convi-


viendo con una tribu cuyo nombre no puedo recordar… que tienen
costumbres muy extrañas y que además son muy amables, sobre
todo con las mujeres; que el profesor Dahl no está tan mal humo-
rado como cuando iniciaron el viaje hacia esa zona, que han encon-
trado muchas nuevas especies… incluso dijo que te trataría de en-
viar una copia de sus manuscritos, que seguramente te interesaría
usarlos como ingredientes.
—Genial, cuando termine esto, podré leer la carta —dijo
Draco refiriéndose a la carta que Jocelyn les había mandado, Gael le
contó que como Jocelyn no tenía en claro dónde Draco se quedaba,
y que además no tenía mucho tiempo libre, había escrito una sola
gran carta para ambos, que había llegado esa mañana. Draco aún no
la había podido leer, pero Gael sí, y se la había contado durante todo
el trayecto hacia el Ministerio.
—Sí, menos mal que escribió. Empezaba a creer en tu teoría
de que allí se comían a la gente, y que por eso no daba señales de
vida.
Draco soltó una sonora carcajada, recordando lo obstinado
que había estado cuando su amiga había dicho que se marcharía a
África.
—Dijo que tardaría más o menos ese tiempo en escribir, que
no sabía si encontraría la forma de contactarse con nosotros a donde
iba.
—Cierto, pero eso no quita que nos preocupemos, ¿verdad?
—rebatió Gael—. ¿Le has escrito acerca de Harry?
—¿Y tú de Mikel?
—No… ella cree que… —Draco lo vio de reojo y lo notó
enrojecer ligeramente—, ya sabes, que me sigues gustando y que
quizá ha pasado algo…
—¿De dónde ha sacado eso?

1453
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No sé…
—Gael…
—Le conté que te había dicho que me gustabas, ya sabes…
todo ese bochornoso episodio del cual no nos gusta hablar.
—¿Y no le dijiste lo que yo te había dicho?
—Sí… claro que se lo dije, pero ella dijo que era cuestión de
tiempo…
—Ya… creo que ahora podríamos aprovechar y ponerla al
tanto de las últimas… —Draco no pudo terminar de hablar, un rayo
rojo le dio directo en el brazo, ambos ya estaban en el callejón que
llevaba a la nueva entrada del Ministerio.
Gael saltó sobre él, tirándolo al piso a la vez que levantaba la
varita y gritaba:
—Protego inimicum —un campo de magia bastante sólido se
materializó delante de ellos mientras un nuevo rayo caía pero era
rechazado.
—¿Qué mierda…? —masculló Draco, tratando de quitarse a
Gael de encima, mientras veía sorprendido a un pequeño grupo de
magos aparecer; vestían con túnicas blancas, límpidas y refulgentes
que brillaban bajo la luz del incipiente sol de mediodía.
—Tú campo no aguantará mucho más —comentó uno de
ellos, bastante alto y musculoso, hacia Gael, que apretó más fuerte
la varita entre los dedos, Draco supo que estaba haciendo un gran
esfuerzo para poder mantener el campo de protección y se sintió
peor al saber que él, en realidad, no era capaz de crear un campo así,
llevaba años sin practicarlo, y además lo tenía prohibido.
—Él quizá no, pero nosotros sí —intervino de pronto un
chico, a Draco le costó un poco ubicarlo, pero se trataba de Joseph,
uno de los chicos que estaba en el departamento de Mikel. Junto a
él estaban Lucka y un par de chicos más que no conocía.

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LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

—Lárguense, desviados de mierda, este no es su asunto —di-


jo otro de los magos vestidos de blanco, en el momento en el que el
campo de protección de Gael caía completamente.
—No te metas con nuestros amigos —bramó uno de los
magos que Draco no conocía, pero no se demoró en tratar de averi-
guar de quién se trataba; se puso en pie lentamente, sacando la vari-
ta con una mano y tratando de levantar a Gael con la otra.
—¡A ellos! —gritó el mago grande que parecía ser el líder.
Empezó una gran ráfaga de hechizos, los rayos de colores volaban
por todos lados mientras Draco sentía que era empujado sobre el
piso nuevamente. Levantó la vista apenas para ver a uno de los ma-
gos que no conocía y que lo protegía con su cuerpo.
—Tranquilo, no queremos que nada te pase —le tranquilizó
sobre el ruido de los gritos.
A Draco le pareció que pasaba una eternidad, aunque en
realidad no pasaron más que unos minutos antes de que un gran
grupo de aurores apareciera por uno de los lados del callejón; en-
tonces los magos vestidos de blanco desaparecieron inmediatamen-
te, antes de que los aurores siquiera preguntaran qué era lo que pa-
saba.
Gael tiró de Draco en el momento en que el mago que tenía
encima se levantaba, y lo hizo correr hacia el lado opuesto del calle-
jón, mientras los otros chicos empezaban a rodear a los aurores y
hablar todos a la vez, según supuso Draco, tratando de confundirlos
para que no lo vieran.
Una vez estuvieron a un par de calles de allí, ambos reso-
plando y agitados, recién se detuvieron.
—¿Qué demonios fue eso? —preguntó Draco presionando
con su mano el estómago, sentía punzadas por lo rápido que habían
corrido.
—Un ataque.

1455
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ya sé que fue un ataque, pero, ¿cómo demonios sabes ha-


cer ese hechizo de protección? ¿Y quiénes eran esos otros chicos?
—De la MACH, supongo.
—Me refiero a los que nos ayudaron.
—¿Transeúntes preocupados?
—¡Gael, no me tomes por tonto, que no lo soy! —bramó
Draco, mirando hacia su reloj, ya iba con el tiempo justo para llegar
al Ministerio.
Gael notó su preocupación y negó con la cabeza.
—Primero vamos a que cumplas la cita, no necesitamos más
problemas; después te lo cuento.
—Pero…
—Te lo cuento luego, en serio, vamos.
Draco aceptó a regañadientes. Si no iba al Ministerio, a su ci-
ta mensual con los condenados aurores, ellos lo encerrarían, y con
mucho gusto además.
—Pero luego me lo cuentas, no creas que te vas a escapar.
Gael puso los ojos en blanco.
—Lo sé…

–|– 

Ginny, que revisaba las cuentas que debían presentar a la


gente que los apoyaba económicamente en la organización, levantó
la vista sorprendida ante la aparición repentina del grupo de Bad-
dock y el profesor Garfunkel, todos parecían sucios y además furio-
sos.
—Esos malditos… —farfulló Caleb, mientras se miraba un
corte que parecía profundo en el brazo derecho.
—¿No lo consiguieron entonces? —preguntó Ginny po-
niéndose en pie, Caleb le dio una mirada resentida por no pregun-

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LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

tar si se encontraban bien, considerando el estado en el que habían


llegado, pero ella lo ignoró completamente y se dirigió a Baddock,
que tenía un feo moretón en el pómulo izquierdo.
—No, ¿recuerdas que te dije que sus protecciones habían
aumentado en ese cuartucho de mala muerte?
—Ajá…
—Ahora anda también protegido, por un grupo, no pudimos
siquiera darle con un hechizo —informó Baddock con fastidio.
—Demonios. ¿Un grupo lo protege? ¿Quiénes? —preguntó
Ginny sintiéndose cada vez más rabiosa.
—No lo sé, no los había visto antes… pero parecían un poco
entrenados, no tanto, pero sí un tanto, los aurores llegaron casi in-
mediatamente y tuvimos que huir.
—Deben ser los que lo ayudan a conseguir información —
meditó el profesor Garfunkel mientras se observaba un golpe en el
brazo.
—Pero, ¡hey, estamos bien!, por si te interesa —reprochó
Caleb no aguantando más el ser ignorado por la chica.
—Pero no consiguieron atacarlo —gritó Ginny con furia.
—Y usaron el nombre de la MACH —dijo Tony con el ceño
fruncido, ninguno de ellos había notado en qué momento había en-
trado a la habitación, parecía realmente enfadado, pensó Ginny,
mientras instintivamente retrocedía unos cuantos pasos; los demás
parecían también algo asustados, sin embargo, se mantuvieron fir-
mes en su sitio, tratando de no mostrar el más mínimo miedo.

–|– 

La visita al Ministerio fue larga y tediosa, como siempre, sólo


que esta vez, además de la impaciencia habitual, se sentía turbado
por lo que había pasado antes, por haber estado en un callejón a

1457
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

punto de ser atacado, y por la forma en cómo Gael y otros más, que
se suponía no deberían estar allí, lo había ayudado. Por donde lo
viera, aquello tenía la firma de Potter por todos lados, y si había algo
que realmente detestaba, era ese aire de salvador que Potter se em-
peñaba en mostrar.
Finalmente, cuando salió del Ministerio, Gael estaba fuera,
junto a él, Mikel; ambos conversaban en murmullos y, según pensó
Draco, demasiado cerca el uno del otro como para no llamar la
atención. Caminó con pasos rápidos y firmes hasta donde ellos es-
taban, y se aclaró la garganta ruidosamente, ambos saltaron casi al
instante mientras Draco, con el ceño fruncido, los miraba cada vez
más enojado.
—Pensé que tardarías más —dijo Gael, al parecer de Draco,
tratando de parecer calmado, aunque fallando miserablemente en el
intento.
—Y yo que nadie nos atacaría caminando hacia el Ministerio,
pero, ¿ya ves? No siempre obtenemos lo que queremos. ¿Mikel,
qué haces aquí?
—Gael me llamó para decirme lo que había pasado, vine para
verificar que estuvieran bien.
—¿Y para luego decírselo a Harry? —preguntó Draco.
—¿Por qué no vamos por una copa? Creo que nos vendría
bien a todos —contestó Mikel calmadamente, ignorando comple-
tamente su pregunta.
Draco se quiso negar, pero luego recordó que aún estaba en
las afueras del Ministerio, frente a la mirada de muchos curiosos, y
que además, definitivamente un trago, uno fuerte, le haría bien.
Fueron en el auto de Mikel hacia un lugar que Draco no co-
nocía, cerca del centro de Londres, aunque Gael sí parecía tener
una noción de donde se encontraban y hacia dónde iban, No habla-
ron absolutamente de nada durante el viaje en auto. Draco iba en el

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LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

asiento de atrás, mirando por la ventanilla hacia las calles y las per-
sonas que caminaban por allí; ya era casi la hora del ocaso y el cielo
estaba tomando un color entre anaranjado y rosáceo que iluminaba
algunas ventanas, dándole tonos irreales y etéreos. No fue sino has-
ta que el auto se detuvo, que supo que habían llegado a su destino,
—Supongo que hay algo que me quieren decir —medio son-
rió Draco luego de que el camarero dejara un pequeño vaso de
whisky y otro de cerveza sobre la mesa, Mikael y Gael bebían lo
mismo, y parecían de pronto ya no muy dispuestos a hablar.
—Supongo que ya te lo debes estar imaginando…
—Harry les dijo que me vigilaran, ¿verdad?
—No, bueno, la palabra no es vigilar, y definitivamente no
fue Harry.
—¿Cómo dices?
—Es que… No te lo queríamos decir, no necesitábamos que
te alteraras o que Harry se pusiera en plan súper protector o algo
así… ya sabes que suele ponerse extremista cuando se trata de ti…
—empezó a explicar Mikel.
—Harry no es extremista —lo defendió Draco, aunque en el
fondo estaba de acuerdo con Mikel, Harry solía ser la mayoría del
tiempo, en temas de seguridad que no tuvieran relación con él
mismo, extremista.
—Lo que sea, no vinimos a hablar sobre el comportamiento
de Harry —dijo Gael pareciendo un poco más seguro después de
haber bebido de un solo trago, el pequeño vaso de whisky.
—No, vinimos a que me expliquen qué demonios pasó…
—Hace unos días, luego de que San Mungo ofreciera el con-
trato, algunas de tus pociones y una copia de tus manuscritos fue-
ron robados de uno de los laboratorios.
—¿Robados?
—No queríamos preocuparte —se excusó Gael rápidamente.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Sí, robados —continuó Mikel, ignorando por completo a


Gael—, alguien entró y se los llevó, los tenían inventariados y no
fue sino hasta el final del día en que se dieron cuenta del desfalco.
—¿Pero quién se los llevó? ¿Por qué lo harían? No le estaban
negando las pociones a nadie, ¿verdad?
—¡Claro que no! —respondió rápidamente Mikel—. Pero
no sabemos quién se los llevó, aunque sí que fue alguien del mismo
personal de San Mungo, puesto que los almacenes tienen alarmas
para detectar extraños; si alguien entró y la alarma no sonó, fue
porque era alguien con acceso al lugar.
—O era alguien muy rápido —opinó Gael.
—El tema es que nos es muy fácil imaginar que cualquiera
que haya sido, lo hizo con el deseo de investigar más sobre tu antí-
doto… Seguro para saber cómo lo hiciste.
—¿Quieren decir que posiblemente se lo vendió a los de la
MACH? No tendría sentido... —meditó Draco tomando casi in-
conciente la segunda cerveza que el camarero ponía delante—. ¿Pa-
ra qué querrían una poción que ya deben saber cómo hacer?
—Nadie dice que sepan cómo hacer el antídoto —contestó
Mikael con el ceño fruncido.
—Nadie hace una poción sin saber el antídoto —corrigió
Draco.
—No necesariamente… —opinó Gael encendiendo un ciga-
rrillo—, si no tienes la menor intensión de que la fórmula sea re-
versible…
—Pero para hacer los experimentos y pruebas…
—Tú no siempre necesitas una persona para probar… —dijo
Mikel hacia Draco.
—Claro… pero porque él sabe hacer el hechizo de simula-
ción —contestó en su lugar Gael—, pero la mayoría no lo saben ha-
cer, y tienen que hacer el antídoto a la par de la poción…

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LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

—Le dan mucho crédito a ese hechizo de simulación —se


defendió Draco—, muchos deben saber hacerlo.
—En San Mungo nadie, y no te hagas el humilde, que no te
queda, sabes muy bien que es un gran logro.
—Ya… de todas formas, no tiene mucho sentido…
—Lo tenga o no, pensamos que la MACH tuvo que ver en
esto, y además, supusimos que si la MACH pudo robar un antídoto
de San Mungo, puede averiguar en el Ministerio quién es El Fabri-
cante de Pociones…
—Y entonces tratarían de vengarse, aún no creo que olviden
que tampoco pudieron contigo con la primera poción en navidad,
seguro que ya te tenían en la mira por esa época, y ahora deben es-
tar más enfadados aún —reflexionó Gael.
—Y por eso pensamos que lo mejor era cuidarte un poco, vi-
ves solo, aislado del mundo mágico, y sabemos que no puedes de-
fenderte debido a las restricciones que te impuso el Ministerio —
Mikel parecía realmente apenado por mencionar aquello, el tono
del rostro de Gael comenzó a sonrojarse, seguramente que él le ha-
bía contado acerca de sus limitaciones en cuanto al uso de su varita.
—¿Y han estado vigilándome?
—Y otra vez, qué no es vigilándote —protestó Mikel.
—Cuidándote —apoyó Gael—; no queríamos que nada ma-
lo te pasara, y de no haberlo hecho ahora, estarías herido o…
—Ya, no lo pienses —masculló Draco dándole un gran sorbo
a su vaso medio lleno de cerveza.
—¡Pero es verdad!
—¿Harry no lo sabe?
—No, no se lo hemos dicho, él está en la academia todo el
tiempo, se preocuparía y no conseguiríamos nada bueno teniéndolo
preocupado por ti.
—No se lo mencionen.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Pero, Draco… —empezó a protestar Gael.


—Gracias, en serio chicos —interrumpió Draco—, a todos,
por haberme ayudado, pero ya lo han dicho, Harry no gana nada
sabiéndolo.
—No deberías ocultárselo —opinó Mikel.
—No lo haré, sólo no se lo diremos ahora, más adelante… ya
se verá.
—Aún así, estaremos cerca —advirtió Mikel.
—Cómo si pudiera hacer algo para evitarlo —suspiró Draco.

–|– 

El primer golpe no lo vio llegar, un golpe en la mejilla la tiró


al piso, los demás ya habían salido, echados por Tony, que parecía
mucho más que furioso. Ginny jadeó en el suelo, con una mano
sujetándose la mejilla, mientras las lágrimas comenzaban a caer rá-
pidamente sin que las pudiera detener. Tony no perdió el ritmo, la
sujetó de ambos brazos y la levantó para luego estrellarla contra una
pared.
—Estoy podridamente harto de esto, Ginny —gritó el hom-
bre levantándola nuevamente y empujándola contra la pared.
Ginny sentía cómo sus brazos se entumecían por el dolor y
cómo sus pies perdían contacto con el piso de piedra.
—Tú y tus estúpidas venganzas contra ese tal Malfoy, siem-
pre he tenido curiosidad por saber qué es lo que te hizo Malfoy que
lo quieres ver muerto tanto como volver con el idiota de Potter.
—Tony… por favor —jadeó temblando ligeramente la peli-
rroja, un golpe en el rostro le hizo dar la cabeza contra la pared, sin-
tió algo tibio bajando de su boca y paladeó el sabor de su propia
sangre mientras trataba de seguir respirando sin ahogarse con sus
propias lágrimas.

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LIBRO III|Caminos
[14] Resentimientos que crecen…

—Por favor nada, pones en riesgo esta institución y ridiculi-


zas mi autoridad delante de todos.
—Lo siento…
—Y claro que lo vas a sentir —recriminó Tony azotándola
una vez más contra la pared para luego soltarla.
Ginny sintió su espalda resbalar contra la fría pared hasta que
finalmente tocó el suelo, emitió un quejido ahogado por el dolor.
—Te prohíbo que vuelvas a acercarte a Malfoy, nos encarga-
remos de él, como de los demás, pero a su debido tiempo, ahora
hay ya rumores de que estamos detrás de los ataques, sobre todo
después del informe de ese estúpido desviado, matarlo ahora sería
darle la razón, y si atacamos lo haremos a matar, no de esa manera
tan poco inteligente.
Tony se puso en cuclillas y con un par de dedos tomó a
Ginny del mentón, obligándola a que levantara la mirada.
—¿Estamos claros en esto, querida?
Ginny no contestó, podía sentir su rostro hincharse en los
lugares donde Tony la había vapuleado, los ojos verdes de Tony
mostraban fiereza y rabia, y ella sabía que no tenía oportunidad de
objetar nada ni seguir discutiendo, lentamente asintió.
—No te oigo —insistió Tony presionando más fuerte sus
dedos sobre el mentón de Ginny—. ¿Estamos claros?
—Sí —casi gritó Ginny por el dolor.
Horas después, acostada en su cama, sola, en la base de ope-
raciones de la MACH, Ginny lloraba con rabia, por la paliza que
Tony le había dado y por la impotencia de no haber podido acabar
con Malfoy. Se sentía tan frustrada, humillada y furiosa… Culpan-
do, como siempre, desde que sus desgracias comenzaron, a Draco
Malfoy.
Ahora tenía que tener cuidado, la MACH era un centro de
información y de ingresos que no podía despreciar, tendría que

1463
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

aguardar el momento oportuno, quedarse quieta hasta que fuera se-


guro eliminar al mortifago.

1464
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

15
… entre una gran cantidad de recuerdos

“Amor, cuántos caminos hasta llegar a un beso, ¡qué soledad errante hasta
tu compañía!”
Pablo Neruda (1904-1973), poeta chileno

Londres, mayo de 2002

D:

En la esquina de Temple Place y Victoria Emb Ankment, a las 10


de la noche…
Sabes que te extraño.

H.

D
raco suspiró mirando alrededor, estaba en el lugar
que Harry le había indicado. Como era una zona
que él no conocía muy bien, había tenido que to-
mar el metro —cosa que él detestaba, se sentía demasiado encerra-
do en esos subterráneos llenos de gente— y un autobús para llegar,
y lo había hecho con mucha anticipación; así que mientras espera-

1465
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

ba, se dedicó a caminar de un lado a otro, observando a la gente que


pasaba. Había convencido a Gael y Mikel de que lo dejaran ir solo;
después de todo, no había forma en que alguien supiera a dónde se
dirigía, y luego estaría con Harry, así que no habría problema.
Se obligó a no seguir mirando hacia su reloj, y se dedicó a
mirar el River Thames, hasta que sintió unas manos en su cintura;
su primer impulso fue retroceder y tratar de zafarse a la vez que se
volteaba, pero lo recibieron unos ojos brillantes y burlones.
—Ese es mi chico, siempre a la defensiva —se burló Harry,
que había, después de salir de la Academia, ido con los chicos al bar
por un par de cervezas, para luego aparecer en su casa y dejar sus
cosas, darse una ducha veloz (en momentos como esos, agradecía
que en la academia le hubieran enseñado lo realmente rápido que
podían ejecutarse actividades como bañarse y vestirse, cuando era
necesario), coger su moto, y llegar casi a tiempo, apenas unos mi-
nutos pasados de las diez.
—Tonto, te pude haber golpeado —protestó Draco sonrien-
do, feliz por la presencia de Harry; al fin, después de dos semanas
que le habían parecido demasiado largas y cansadas.
—Claro… tú con tus bracitos que sólo están acostumbrados
a cargar pequeños calderos —continuó bromeando Harry.
—Aún te puedo ganar en muchas cosas, Potter —contestó
Draco arrastrando las palabras. Harry no dijo más nada, jaló a Draco
y le dio un beso suave en los labios antes de abrazarlo.
Como le solía pasar cuando estaban en público, Draco abrió
los ojos sorprendido y se tensó un instante antes de que los labios
de Harry le hicieran perder nociones y vergüenzas, y correspondió
al beso para luego abrazarse fuerte a él, aspirando su aroma y disfru-
tando de su calor.
—Cómo te he extrañado —suspiró con la nariz enterrada en
el largo y suelto cabello de Harry.

1466
LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

—Y yo…

–|– 

—¿Entonces dejará de jugar? —preguntó Hermione hacia


George y Ron, que estaban en la tienda de bromas del callejón Dia-
gon, ya cerrando después de un buen día de ventas.
—Eso es lo que ha dicho —comentó Ron mientras termina-
ba de hacer algunas anotaciones en el libro de cuentas.
—Pero no preguntes por qué, ni nada —aconsejó George
inmediatamente después—; mamá le ha preguntado por carta, pero
ella ni siquiera parece dispuesta a contestar.
—Pero… ¿Tu papá tampoco ha podido averiguar nada? —
continuó preguntando Hermione.
—No… ya sabes, se ha vuelto muy extraña, ahora ni siquiera
sabemos dónde vive, en el complejo para deportistas de las Holyhe-
ad Harpies ya no, definitivamente —explicó Ron cerrando al fin, el
libro de cuentas y estirándose escandalosamente sobre la silla.
—Tal vez tenga problemas… —masculló Hermione mirando
con reproche a Ron, que la ignoró completamente.
—No pienses eso, sólo necesita tiempo, tal vez la botaron del
equipo y no lo quiere decir, yo tampoco lo querría decir si sucedie-
ra, además, ella ya está grande, es un adulto y todo eso —comentó
George, ya cogiendo su abrigo.
—¿Vas a salir? —preguntó Ron, poniéndose en pie.
—Sí, le prometí a Angelina que hoy la invitaría a cenar.
—Ah… ¿No pasas mucho tiempo con Angelina? —se burló
Ron dándole un ligero codazo.
—Sólo somos amigos —contestó George sin mucho hu-
mor—. Traten de no hacer mucho escándalo, no quiero que luego

1467
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

los vecinos se quejen por el bullicio —picó justo antes de jalar la


puerta para salir.
—¡George! —gritó Ron horrorizado, sonrojándose violen-
tamente, mientras Hermione sólo le lanzaba una mirada asesina,
una carcajada fue la despedida de su hermano mientras los dos se
quedaban al fin solos.
—No le hagas caso —aconsejó Hermione tomando la mano
de su novio para llamar su atención.
—Es un idiota —dijo Ron aún sonrojado, Hermione le son-
rió cariñosamente mientras ambos subían hacia el segundo piso,
donde quedaba el departamento que George y Ron compartían.
—¿Has sabido algo de Harry? —preguntó Hermione, mien-
tras comenzaba a buscar en los estantes, algunas cosas para preparar
algo de comer, y Ron abría una botella de vino y buscaba las copas.
—No desde la semana pasada, pero sé que tiene mucho que
hacer, incluso le escribió a Andrómeda diciendo que no podría visi-
tar a Teddy hasta el domingo al mediodía y sólo un momento; al
parecer, no dispone de más tiempo libre este fin de semana.
—Oh… ¿No sabes qué será? —preguntó Hermione frun-
ciendo el ceño, Harry ni siquiera le había escrito a ella y sentía que
habían pasado meses desde la última vez que lo había visto.
—No, pero mi padre me comentó que Kingsley había dicho
que Harry tenía que asistir a la ceremonia esa que quieren hacer pa-
ra celebrar la caída de tú-ya-sabes-quién y que Harry se había nega-
do completamente, al final, tuvieron que sacar su nombre de la lista
de invitados y héroes de guerra.
—Pobre Kingsley, a ese paso ya no tendrá quién quiera ir a su
ceremonia —razonó Hermione, tanto ella como Ron habían recha-
zado también dichas invitaciones, al igual que Harry, no se les ape-
tecía siquiera recordar ese día.

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LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

—No entiendo cómo cree que de verdad participaríamos en


algo así.
—¿Sabes? Tal vez Harry se está encerrando por eso… ya sa-
bes, malos recuerdos y todo eso…
—No, él ya no lo hace —contestó Ron, sirviendo el vino y
alcanzándole una copa a su novia.
—¿Estás seguro? —preguntó Hermione, quién creía que ca-
da día que pasaba conocía menos a su amigo.
Ron no pudo decirle que lo estaba, con Harry ya no estaba
seguro de casi nada.

–|– 

Pese a la necesidad, se obligaron a separarse, Draco podía ju-


rar que llevaba horas abrazado a Harry, y aún así, le pareció un
tiempo insuficiente; se dieron una sonrisa abochornada por ese
comportamiento y rápidamente se pusieron en movimiento.
—Traje mi moto —comentó Harry dirigiéndolo hacia el sitio
donde había dejado aparcado el vehículo.
Draco suspiró, fingidamente resignado. Lo cierto era que ya
le encontraba cierto gusto al artefacto aquel.
—¿Te dio tiempo para ir a tu casa a traerla?
—Sí —Harry le pasó un casco oscuro, que rápidamente Dra-
co se colocó mientras Harry ya montaba en la moto—. Quería que
fuéramos a comer a un sitio que conozco, y andar en el autobús nos
tomaría tiempo.
—¿A dónde iremos? —preguntó Draco mientras se abrazaba
a Harry y sentía el rugido de la moto encendida; apretó un poco
más los brazos en torno a la cintura del chico, y pegó su pecho a la
ancha y fuerte espalda, suspirando imperceptiblemente, ¡Dios, cuán-
to lo había extrañado!

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No es la gran cosa, sólo que me apetecía comer allí —


contestó Harry antes de hacer avanzar la moto.
La motocicleta se movía entre los autos a gran velocidad,
pronto salieron hasta una autopista; la brisa era mucho más helada,
pese a la casaca que Draco tenía puesta, podía sentir el viento colar-
se y enfriarle la piel.
No anduvieron mucho más tiempo antes de detenerse en
una especie de boulevard lleno de luces y establecimientos, la músi-
ca sonaba estrepitosamente en sus oídos, mezclándose con el ruido
de la gente al reír y conversar mientras pasaban por la angosta calle.
Harry aparcó la moto en un extremo, y luego de darle un li-
gero apretón al brazo de Draco, se despegó de él. Entraron a un pe-
queño restaurante de luces refulgentes y variopintas mesas de colo-
res chillones, una música muy movida y alborozada sonaba desde el
fondo.
—¿Pizza? —preguntó Draco en cuanto una chica sonriente
les trajo el menú.
—Pizza —suspiró Harry—, he pensado en pizza durante va-
rios días…
—Definitivamente la Academia de Aurores te pone raro —
comentó Draco.
—Cierto —aceptó Harry—, es que apenas y he podido co-
mer algo decente en estos días…
—Y son unos explotadores —reprochó Draco.
—Además, recordaba el día que fuimos a comer pizza, ¿te
acuerdas?
—¿Cómo no? Fue divertido… parece que hubiera sido hace
siglos —comentó Draco, rememorando su viaje de vacaciones de
pascua, cuando aún estaban en la escuela.
—A veces pienso que sí, que fue hace siglos —suspiró Harry.

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LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

Draco se entretuvo leyendo las variedades de pizzas y pastas


que servían allí, no recordaba que hubiera tantas, cuando entonces,
sintió la mano de Harry tomando la suya y apretándola con algo de
fuerza. Elevó la mirada, preocupado y sorprendido, para encontrar-
se con la verde e intensa mirada de Harry.
—¿Estás bien? —preguntó suavemente mientras dejaba el
menú a un lado, para prestarle total atención a Harry.
—Yo… no deseo arruinar el momento, y sé que nos dijimos
esto por carta, pero realmente quiero que sepas que lamento mucho
la forma como… no debí golpearte, ni mucho menos insultarte…
—Oh…
—Lo siento —aseguró Harry con voz firme—, lo hice sin
pensar, estaba tan molesto y… es ago que no volveré a hacer, ¿me
crees, verdad?
—Harry —suspiró Draco entrelazando sus dedos con los de
Harry y mirándolo seriamente—, yo te creo… y sé que estabas mo-
lesto —negó con la cabeza—; durante estos días en que no pudimos
comunicarnos, pensé en lo qué se sentiría si hubiera estado en tu
lugar, Mikel me contó lo feo que se vio todo… cómo pensaron que
yo… —se encogió de hombros, no quería mencionarlo en voz al-
ta—, y luego recordé lo horrible que fue cuando me enteré final-
mente de que Yarik había muerto, y realmente lamento haberte he-
cho pasar por algo así —declaró lo que no había sido capaz de poner
por carta—. Supongo que al menos debí decirte qué era lo que iba a
hacer… supuse que te opondrías, por eso no te lo comenté.
—Por supuesto que me opondría, a nadie en su sano juicio
se le ocurre andar probando pócimas que no necesita en ese mo-
mento —contestó Harry.
—Nosotros probamos la mayoría de las pociones que hace-
mos —le corrigió Draco arqueando una ceja—, y no es que estemos
locos o algo por el estilo.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Eso es debatible —rebatió Harry frunciendo el ceño.


—Claro, como yo creo que pasarse horas en un lago conge-
lándome el culo para sacar una caja vacía que sólo tiene mi nombre
puesto, es algo tonto e inútil —respondió Draco, endureciendo la
mirada, intentó soltarse de la mano de Harry, pero éste lo apretó
con más fuerza.
—Esto es estúpido —decidió Harry, agarrando más fuerte la
mano de Draco y mirándolo a los ojos.
—Pues… —Draco estaba ya dispuesto a dar una respuesta
respecto a cuál de los dos era en realidad el estúpido, pero se contu-
vo, después de todo, la idea no era pelear.
—Entiendo esto: a mí no se me ocurriría andar probando
pociones, ni siquiera para la alergia, si es que no es realmente nece-
sario que las tome, pero para ti es algo corriente y normal; sin em-
bargo, piensas que el entrenamiento que hacemos en la Academia
es absurdo, y yo discrepo de eso, sé que parece inútil, pero también
sé que es algo que me servirá en el futuro, algo que es necesario que
aprenda, y esa es la forma de hacerlo. Tenemos dos puntos de vista
diferentes; ahora tenemos que aprender a vivir con ello.
Draco bajó la mirada un momento, y luego suspiró lenta-
mente, volviendo a juguetear con sus dedos entre los de Harry.
—De acuerdo… es decir, tienes razón; lo lamento, haber
probado la poción sin decirte nada, y prometo que si alguna vez
tengo que hacer algo así de nuevo, te lo diré.
—¿No me dirás que nunca más probaras algo así de peligro-
so? —preguntó Harry ofendido.
—Sabes, he pensado en que eso de ser auror es mucho más
peligroso de lo que yo creía —contestó Draco, descolocando com-
pletamente a Harry, que no esperaba esa declaración—. Quiero de-
cir, tendría que estar esperando noticias sobre si la misión a la que

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LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

te asignaran, salió bien, si no te hirieron o lastimaron, si no te deja-


ron irreconocible o algo por el estilo, todo el tiempo…
—Pero… —Harry inclinó la cabeza hacia un lado—, es lo
que yo quiero hacer… es lo que escogí como trabajo, y puede que
sea un poco peligroso pero…
—¿Poco? —interrumpió Draco—. Poco peligroso es cuidar
dragones, tú irás tras los malos todo el tiempo; si alguno llega a
atraparte, a lanzarte un hechizo… ellos no están de juegos, ellos ti-
ran a matar.
—¡Y yo soy bueno en lo que hago! —rebatió Harry rápida-
mente, medio ofendido porque Draco pensara que lo podían atra-
par fácilmente.
—También yo, Harry —contestó Draco con voz más calma-
da, llegando al punto al que quería llegar.
—De acuerdo —suspiró Harry suavemente— ya entendí…
Pero, ¿no hay forma de que no pruebes en otra cosa en lugar de en
ti mismo, las pociones…?
—Podría decirte que no, ¿sabes?, que no lo haré más, que
encontraré otra manera o lo que sea con tal de que no te alteres, pa-
ra que estés tranquilo y esta conversación termine, pero no lo haré,
no te mentiré ni ocultaré cosas, así que no, no dejaré de trabajar de
la manera en que trabajo normalmente, pero prometo no probar
nada tan peligroso como lo último, a menos que sea de vital impor-
tancia, y antes de hacerlo te lo diré y te daré todas las explicaciones
del caso.
Harry agachó la cabeza un poco, meditando acerca de lo que
Draco le decía. Supo que su novio tenía razón, después de todo,
¿cuántas veces se había lanzado él hacia el peligro sin pensar en los
demás? Y peor aún, si llegaba a ser auror ménor o mejor incluso,
auror prior, ¿no tendría que participar él en esas misiones que Dra-
co consideraba peligrosas? ¿No sería injusto que le pidiera a Draco

1473
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

dejar de hacer esas cosas cuando él se exponía al peligro mucho


más?
—Creo que aún nos queda un poco más qué saber el uno del
otro —dijo al fin sonriendo tímidamente.
—Y eso es interesante, ¿verdad? —sonrió Draco, suspirando
contento de que aquel incómodo y pesado momento hubiera ter-
minado.
—Mucho, ¿pedimos ya la comida? Muero de hambre.
Draco soltó una carcajada y negó con la cabeza, soltando la
mano de Harry y tomando nuevamente su menú.
—No me sorprende, en ese sitio te matan de hambre.
—Cierto —aceptó Harry viendo también ya en su menú.
Al final pidieron una enorme pizza con muchos ingredientes
para ambos, y una gran jarra de cerveza fría para cada uno. Ambos
se enfrascaron rápidamente en las noticias de las dos semanas que
habían pasado, en cómo Draco finalmente había renunciado a sus
dos trabajos muggles, y lo feliz que había estado cuando al día si-
guiente de renunciar al supermercado, en su último día oficial de
trabajo, sus compañeros le habían hecho una pequeña despedida,
con pastel incluido, hasta Perpetua se había manifestado triste por
su pronta ausencia. Los señores Jackson, los dueños de la tienda de
discos y Evelyn, le habían dado una hermosa tarjeta de despedida
cargada de muy buenos deseos. Draco tuvo que admitir que nunca
pensó que se encariñaría tanto con ellos y que extrañaría aquellos
empleos, pero que sabía que no podía tener más tiempo para seguir
trabajando si era que quería tomar en serio el proyecto de la Fábrica
que estaba montando con Gael. Harry le habló de casi todo lo ocu-
rrido durante las clases, guardándose por el momento, el tema de
las clases de Oclumancia y Legeremancia que no había podido se-
guir.

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LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

No fue hasta que Draco terminó de devorar el último trozo,


que Harry pareció ponerse más serio, pidió dos enormes jarras más
de cerveza y luego suspiró sintiéndose algo nervioso.
—¿No se supone que no debes beber tanto si vas a conducir?
—le preguntó Draco con un ligero tono de reproche.
—Ni que fuera una gran cantidad, además no habrá proble-
mas, esta noche regresaremos volando.
—¿Volando?
—Hace mucho que no lo haces, ¿cierto?
—Años, casi he olvidado cómo se siente, aunque no creo que
sea lo mismo en una moto, abrazado a ti. ¿Estás seguro que no es
irresponsable hacerlo?
—Nah… tiene un hechizo de ubicación, me llevará a casa,
así que no te alteres tanto…
—Yo no me altero.
—No, que va —se burló Harry y Draco frunció el ceño.
—Potter…
—Ya, lo siento… —Harry retomó el tono serio nuevamen-
te—. Escucha, hay algo en lo que he estado pensando…
—¿Sí?
—Yo creo que tal vez en tu habitación, las cosas deben estar
un poco apretadas, con tantos ingredientes y cosas…
—Sí —suspiró Draco—, realmente creo que falta poco para
que termine sacando la cama…
—Y entonces yo… en mi casa hay mucho espacio, en la parte
baja, el lo que debería ser el sótano, tiene unas mazmorras que están
en desuso y que si las arreglamos serían un laboratorio estupendo…
—¿Quieres que haga las pociones en tu casa?
—No. Bueno, sí, pero en realidad quisiera… —Harry jugue-
teó con el borde de su vaso sin animarse a levantar la vista, repitién-

1475
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

dose una vez más de que si Draco le decía que no, no debía resen-
tirse—; quisiera que vivieras allí, conmigo.
—Oh… yo… —A Draco la proposición le había tomado por
sorpresa, no esperaba que Harry le pidiera vivir con él tan pronto,
sobre todo, luego de la discusión pasada o de lo que había pasado en
la escuela.
—Sé que llevamos juntos poco tiempo… otra vez… —
empezó a explicar rápidamente el ojiverdes, y casi sin respirar y sin
mirarlo realmente a la cara—… y que no estaría en casa más que
dos veces al mes, pero sólo sería por los siguientes meses, luego es-
taría siempre por ahí, y es más seguro, ya sabes, entraron una vez a
tu casa y te envenenaron, y me sorprende que no lo hayan intenta-
do un nuevo ataque, así que me sentiría menos preocupado si sé
que te quedas allí, la casa tiene muchas protecciones, incluso podría
hacerla inmarcable una vez más, ya sabes, para que nadie la encuentre
y todo eso… Gael y tú estarían más cómodos trabajando en un sitio
más amplio, sería más fácil para almacenar cosas y… —la mano de
Draco deteniendo el movimiento de sus manos sobre el borde del
vaso lo hizo detenerse y levantar la mirada.
—Harry —dijo con voz, muy a su pesar, temblorosa.
—No tienes que contestar ahora mismo, puedes tomarte el
tiempo que quieras para pensarlo, y cuando estés listo… pues ya sa-
bes que…
—Harry —reiteró con voz más firme—. ¿Estás seguro de es-
to? ¿De qué estaremos bien así?, ¿qué estamos listos para vivir jun-
tos?
—¡Claro que lo estoy! Pero no te quiero presionar porque…
—De acuerdo, si tú estás seguro yo también lo estoy.
—… te puedo dar acceso para que entres cuando quieras, y
vayas viendo si te adaptarías a vivir allí y…

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LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

—He dicho que de acuerdo —recalcó Draco, presionando su


mano más fuerte sobre las de Harry.
—… además está Kreacher, creo que te adora o algo así y…
—Harry dejó de balbucear, se detuvo al ver la mirada y la sonrisa de
Draco, procesando al fin sus palabras—. ¿Has dicho que…?
—Que de acuerdo, que si tú estás seguro, entonces quiero
hacerlo —Draco asintió con la cabeza para dar más énfasis a su res-
puesta, esperando que ahora Harry sí lo entendiera.
—¿En serio? —preguntó Harry queriendo cerciorarse de que
no estaba entendiendo mal.
—Ajá… ya sabes, Kreacher me adora —se burló Draco, Ha-
rry le dio un golpe muy suave sobre la mano.
—Tonto.
—Vamos, no te pongas celoso, es solo un elfo —siguió bur-
lándose Draco, soltando a Harry y dando un sorbo a su cerveza.
—Eso que dices es asqueroso —protestó Harry aunque son-
riendo.
—Sí, tienes razón…
—Entonces… ¿Cuándo te mudarás?
—Espero que no esperes que esta misma noche.
—Pues, no, esta noche no… aunque espero que sí te quedes
hoy, y mañana, si es que puedes, claro
—Dalo por hecho —contestó Draco rápidamente; de todas
formas, ya había dejado el trabajo adelantado y a Gael encargándose
de los pendientes para poder pasar todo el tiempo posible con Ha-
rry.
Harry levantó la mano para pedir la cuenta, mientras Draco
terminaba el contenido de su vaso y lo miraba fijamente.
—¿Qué? —preguntó Harry, notando la mirada de su novio.
—¿Por qué ya no vas a bailar?
—¿Cómo dices?

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—A bailar, o a las discotecas, con tus amigos, como antes.


—Ah… —Harry frunció el ceño no entendiendo a qué venía
esa pregunta de pronto, extrañaba salir a divertirse un poco, sí, pero
no tanto como extrañaba a Draco.
—No recuerdo que hayas dicho haber ido una sola vez desde
diciembre que apareciste en mi casa.
Harry se encogió de hombros en el momento que la camare-
ra trajo la cuenta.
—No lo sé… no me ha provocado, creo.
—Déjame pagar esta vez.
—Pero…
—Déjame, Harry, nunca me dejas pagar nada.
Harry cedió y Draco dejó unos cuantos billetes muggles so-
bre la mesa antes de salir con Harry del lugar.
—Lo único que digo es que si quieres salir alguna vez con
tus amigos… ir de discotecas, como hacías antes, puedes hacerlo, es
más, debes hacerlo, no quiero que dejes de hacer las cosas que te
gustan sólo por mí —continuó Draco una vez ambos estuvieron ya
caminando hacia la moto aparcada.
—No es eso… Ahora estoy muy ocupado, y el ir a bailar o
salir con mis amigos a tomar unas copas, no es tan importante para
mí como lo es estar contigo —explicó Harry mientras le pasaba el
casco a Draco.
—Pero…
—Apenas y disponemos de cuatro días al mes para vernos,
no los quiero despercidiar con mis amigos, quiero disfrutarlos con-
tigo…
—Yo también quiero pasar el tiempo contigo —respondió
Draco—, pero no quiero acapararte ni nada de eso… es más, si aho-
ra quisieras ir y…
—No, esta noche no, está noche necesito pedirte algo.

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LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

—¿Además de que me mude contigo? —preguntó dejando


de lado el tema del poco tiempo que Harry pasaba ahora con sus
amigos, y centrándose en la nueva petición de su novio.
—Sí —Harry trepó a la moto y Draco lo imitó abrazándose a
él—. Esta noche y mañana, y hasta el domingo si es necesario, nece-
sito que me enseñes Oclumancia y Legeremancia.
Draco abrió los ojos como plato y no supo qué decir; la moto
de Harry rugió, y ya por puro instinto, Draco se sujetó a él con más
fuerza; avanzaron por la avenida que habían llegado, saliendo a la
carretera mientras Draco le seguía dando vueltas al asunto de: cómo
demonios Harry sabía que él sabía Oclumancia y Legeremancia.

–|– 

Aquel verano había sido espantoso, no tanto como el verano en el que


volvió a casa luego de fallar con su misión, pero sí había sido uno de los peores
veranos de su vida, se había sentido rabioso, furioso, y sobre todo, zaherido y
humillado.
Su padre estaba preso en Azkaban, arruinado. Su reputación, el
nombre de su familia, todo estaba arruinado, se habían convertido en una
burla para los demás, en un ejemplo de lo que les podía pasar a los mortífa-
gos, y peor aún, todo había sido por culpa de Potter. De Potter y el viejo «co-
me caramelos de limón».
El Lord no había tardado en comunicarse con él, en decirle cuál era el
precio para que su padre quedara en libertad y para que se pudiera convertir
en un mortífago.
Honestamente, no le pareció tan complicado cuando se lo dijeron; el
resentimiento que tenía hacia cualquiera del lado de Potter era tal, que hubie-
ra aceptado si le hubiesen pedido que matara al mismísimo Potter también.

1479
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Sin embargo, conforme los días iban pasando, la rabia de alguna ma-
nera, conseguía desplazarse poco a poco, dejando en su lugar un terrible sen-
timiento de pánico, de ansiedad y de terror.
Fue cuando ya faltaba cerca de un mes para regresar a la escuela; su
madre había estado alrededor de él, poniéndolo más nervioso, repitiéndole una
y otra vez que no tenía que hacerlo, que debería haber otra forma de lograrlo,
que alguien más podría hacer el trabajo por él, pero Draco no había querido
escuchar, no podía hacerlo, sabía que aquella era su responsabilidad, ahora
que su padre no estaba, él era la cabeza de familia, y era su responsabilidad
cuidar de su madre y también lograr que su padre saliera libre. Entonces su
madre, ya resignada a que Draco no cedería, o que no tenía escapatoria, había
hablado con Bellatrix.
En un inicio su tía Bella le había caído bastante bien, odiaba a Potter,
a Dumbledore y adoraba con una inusitada devoción al Lord, compartían las
mismas ideas de la pureza de la sangre y de lo importante que era limpiar de
una vez por todas el mundo mágico, devolver a los sangre sucia a su lugar, le-
jos de su comunidad; ser mago era algo que no cualquiera debía ser y era el
momento, junto al Lord, de conseguirlo.
Durante varios días, ante la atenta mirada de su madre (ella parecía
querer tener vigilada a su tía Bella todo el tiempo, aunque Draco no se expli-
caba la razón), su tía le enseñó a cómo proteger su mente de las miradas im-
prudentes, cómo evitar que entraran en su cabeza, en caso de que Dumbledore
o algún otro, quisiera ver sus pensamientos y sus planes, sabía que el vejete era
un experto en la materia y no querían correr ningún riesgo, lo último que ne-
cesitaban era que lo expulsaran del colegio, o peor aún, que lo enviaran a Az-
kaban junto a su padre. También le enseñó Legeremancia, decía que era un
arma muy útil y que en cualquier momento la podía necesitar.
Practicaron mucho, su tía parecía muy entusiasta en querer entrenar-
lo, siempre le decía que sería un gran mortífago, que con un poco de persisten-
cia, sobre todo, luego de realizar tan importante misión, sería uno de los que
ocuparía el círculo de honor del Lord. Y Draco le creyó, durante un tiempo se

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LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

entusiasmó ante la idea, antes de que las amenazas del Lord comenzaran a
ser tan persistentes, antes de que se diera cuenta de que había demasiado en
juego, antes de comprender lo malvado, protervo y perverso que podía llegar a
ser el Lord, y lo terrible que podía ser el asesinar a alguien.
Cuando el verano terminó, era capaz de proteger su mente y someter
las mentes de los demás, había incluso visto la mente de su tía Bella, lo cual
había sido una visión demasiado perturbadora, una mezcla de oscuridad y
celdas grises combinada con muertes, sangre y algo de locura. Quizá fue allí
que su tía empezó a desagradarle un poco, comprendiendo al fin, el porqué su
madre no los quería dejar solos. Pero tenía la mente tan ocupada en idear una
forma de cumplir con su misión, que dejó de lado los sentimientos hacia Be-
llatrix.

Desde que la guerra había terminado, e incluso antes, desde


que Yarik había estado a su lado, había dejado de practicarla, no es-
taba seguro de qué tan eficiente podía ser ahora, ese era uno de los
usos de la magia que habría preferido olvidar, junto con las imper-
donables y los hechizos de tortura que aprendió por esos días. Sin
embargo, ahora Harry lo había hecho recordar, y peor aún, le pedía
que se los enseñara…
Esta vez entraron por el garaje. En cuanto la puerta se abrió,
las luces se encendieron y el ronroneo del motor de la moto de Ha-
rry se detuvo, llenando todo el lugar de un vacío silencio. Tan tenso
como estaba, prácticamente saltó de la moto en el momento que
pudo, quitándose el casco lo más rápido posible y buscando la puer-
ta de acceso hacia la casa; cuando por fin la ubicó, Draco caminó
hacia ella, pero la mano de Harry sobre su brazo lo detuvo.
—¿Pasa algo?
—No.
—Draco, escucha… si no quieres, ya sabes, enseñarme… —
empezó a explicar Harry, había pensado en Draco como su tabla de

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

salvación, nunca habría pensado que el chico se negaría, aunque


claro, no pensaba obligarlo.
—¿Cómo lo sabes?
—¿Qué?
—Que cómo lo sabes. Que sé hacer eso, ¿cómo lo sabes?
Por un instante Harry lo miró confundido, hasta que recor-
dó; lo sabía porque lo había espiado, pero nunca se lo había dicho,
nunca le había contado aquello.
Se sintió enrojecer ligeramente mientras lo soltaba, Draco ya
no parecía muy dispuesto a irse, y se cruzó de brazos, mirándolo fi-
jamente y esperando una explicación.
—Yo… —Harry miró desesperado hacia la puerta—. Te lo
contaré, pero mejor entremos y pongámonos cómodos. ¿Te parece?
Draco resopló, pero aún así siguió a Harry hasta la cocina,
inmediatamente Kreacher apareció con un ligero «¡crac!».
—El amo ha regresado —saludó haciendo una reverencia,
miró hacia Draco y sonrió—; el señor Malfoy también.
—Hola, Kreacher —dijeron los dos a la vez, lo cual le causó,
pese a todo, algo de gracia a Draco.
—¿Desean los señores que les sirva algo?
—Té estaría bien —pidió Harry mirando interrogante hacia
Draco, que asintió suavemente mientras se sentaba en una de las
bancas de madera. Harry lo hizo delante de él, algo lejos, le pareció
a Draco, pero se abstuvo de hacer algún comentario al respecto.
Durante un par de minutos permanecieron en silencio,
mientras, Kreacher hacía levitar todo el servicio de té, una tetera
humeante y un pequeño plato con galletas de avena. Draco se abs-
tuvo de saltar sobre ellas, por lo menos por un rato, hasta que Harry
le explicara todo.
—¿Necesita algo más el amo? —croó el elfo

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LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

—No… o bueno… sí, Kreacher, escucha, Draco vivirá pron-


to aquí, conmigo, quiero que lo trates bien y que lo ayudes en todo
lo que puedas, ¿de acuerdo?
Harry estuvo seguro de que Kreacher se estaba conteniendo
para dar saltitos mientras asentía enérgicamente, mirando hacia
Draco con ojos brillantes.
—Sí, Kreacher obedecerá al señor Malfoy también, Kreacher
estará feliz de servir a un Malfoy.
Draco arqueó una ceja hacia Harry, que sólo se encogió de
hombros, mientras Kreacher hacía una última gran reverencia y
desaparecía; el silencio se extendió nuevamente, roto únicamente
por Harry poniéndole azúcar a su taza de té.
—¿Y bien? —preguntó Draco no conteniéndose más.
—Lo siento —contestó Harry rápidamente y anticipándose a
cualquier discusión—. Yo… lo lamento, fue hace mucho, cuando
estábamos en sexto, la noche de la fiesta de Slughorn, ¿la recuerdas?
—¿La fiesta de Slughorn? —preguntó Draco en voz baja—.
Pero yo no fui a la… Ah… —dijo recordando finalmente—; me
atraparon en el pasillo y Snape me llevó a su despacho…
—En esa época, yo sabía que tramabas algo y te seguí, lo ha-
bía hecho antes, y esa noche también te seguí, usaba la capa de invi-
sibilidad y quería saber qué planeabas, creía que estabas confabula-
do con Snape, y escuché su conversación, o parte de ella…
—Escuchaste cuando él quiso meterse en mi mente… escu-
chaste que lo bloqueé —suspiró Draco, comprendiendo al fin.
—Sí. Lo hice, y pensé que ya te lo había contado… Este se-
mestre nos están obligando a practicar esas artes, pero por varias ra-
zones, no puedo dejar que nadie vea mis recuerdos… por Volde-
mort y por…
—Y porque eres gay, tu secreto dejaría de serlo —continuó
Draco, concluyendo por él.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Pensé que tú podrías enseñarme, he hablado con el profe-


sor, y ha accedido a que no practique con mis compañeros, lo cual
de por sí, ya me da muchos dolores de cabeza; pero de todas mane-
ras, debo hacer el examen en unos días, y si no lo apruebo, no me
graduaré.
—Entiendo.
—Pero no te quiero obligar… es decir, entenderé si me dices
que no puedes, y no preguntaré la razón, creo que Hermione me
puede ayudar a estudiar…
—¿Y qué pasará si ella me ve en tus recuerdos? —preguntó
Draco un poco más relajado, aunque ahora tomando en cuenta algo
que no había considerado últimamente. Los otros amigos de Harry.
Harry apartó la mirada un instante, pareciendo entretenido
en analizar las diversas formas de las galletas de avena, no sabiendo
qué responder a eso.
Se había acostumbrado a mantener cierta distancia con sus
amigos en cuanto a con quienes se acostaba, sus amigos sólo habían
conocido a Noah, y porque habían llegado en el momento menos
adecuado; sin embargo Draco… a él no lo podía ocultar, por mu-
chas razones, porque era a quien amaba en verdad y porque era
quien se mudaría con él. Tal vez no lo podría ocultar del mundo
tampoco. Esas eran cosas en las que definitivamente no había pen-
sado antes.
—Harry —llamó Draco—, no te estoy pidiendo que le digas
de lo nuestro a nadie, sólo que consideres lo que puede pasar.
—Lo sé, lo siento…
—Deja de decir lo siento, siempre te andas disculpando —
protestó Draco.
—Es que tienes razón en que mis amigos deben saber sobre
esto…

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LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

—¿Te sientes listo para hacerlo? —preguntó Draco adelan-


tándose un poco en su asiento, esperaba que Harry respondiera que
no, porque honestamente, él no se sentía listo.
—Pues… —Harry no sabía qué contestar a eso aún.
—Practicaré contigo, no quiero que repruebes —interrum-
pió Draco, viendo la confusión en el rostro de su novio y queriendo
concentrarse en algo más importante, de momento.
—¿De verdad lo harás?
—Ajá… Pero hay algo que no hemos tomado en cuenta —
dijo Draco, un poco menos animado, se le había olvidado por com-
pleto—, no puedo usar mi varita… aún tengo la visita obligada al
Ministerio y…
—Ah… eso —Harry sonrió comprensivamente hacia Draco,
que incluso se había sonrojado un poco—. Pues, una de las cosas
que ya me enseñaron a hacer en la academia, es el hechizo de lim-
pieza que le hacen a tu varita cada vez que la visita termina.
—¿De verdad lo sabes hacer? —preguntó asombrado Draco.
—Sí, claro que sé.
—¿Y por qué no me lo dijiste antes? —se quejó Draco pen-
sando en las cosas que podía hacer si era que Harry limpiaba su va-
rita, claro, no podría aparecerse o cosas así, pero sería de gran ayuda.
—No lo preguntaste… sinceramente no había pensado en
que sabía hacerlo, hasta que pensé en pedirte que me ayudaras con
esto…
—Entonces no habrá problemas con que te ayude —decidió
Draco al fin.
—Pero escucha —advirtió Harry—, cuando limpias una vari-
ta, drenas todos los hechizos realizados por ésta, es decir, la limpias
por completo; por eso creo que tendrás que hacer algunos hechizos
para que los aurores no noten nada diferente.
—Entendido, no hay problema.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Genial. Entonces…
—¿Deseas empezar justo ahora? —preguntó Draco dándole
una mordida a una de las galletas de avena.
—Pues… sólo tenemos hasta el domingo en la mañana pa-
ra… —Harry no terminó de hablar, antes de siquiera notarlo, Dra-
co había levantado la varita contra él.
—Legeremens —Draco sintió el poder del hechizo bajar por
su brazo y extenderse por su varita; rápidamente llegaron a su men-
te imágenes claras y nítidas, como una película en marcha rápida,
muchos fotogramas de Harry, siendo pequeño, corriendo para ale-
jarse de otro niño, uno regordete y rubio, un perro enorme de tres
cabezas, ladrando, una mujer siendo inflada y elevándose por el cie-
lo, un perro gigante y negro, parecido a un Grim, mirándolo fija-
mente…
Seguido de otra serie de recuerdos: Lupín abrazándose a
Black, su padrino muerto, una sala a media luz en algún lugar anti-
guo, gente gritando, Black cayendo hacia atrás, hacia lo que parecía
ser una puerta en forma de arco con un velo enorme y etéreo…
Luego más fotogramas: lo que al parecer era la oficina del director
destrozada, rabia fluyendo desde algún lugar, una tienda de acampar
antigua, con nieve alrededor, un ciervo plateado corriendo…
Harry se sujetó del borde de la mesa y luchó lo mejor que
pudo, hasta que finalmente, sin saber cómo, cayó hacia un lado,
dándose de rodillas contra el piso, su corazón agitado y su mente
aún confundida entre tantos recuerdos.
—¡Harry! —chilló Draco poniéndose en pie y corriendo a su
lado, con algo de temor lo tomó de un brazo para ayudarlo a levan-
tarse. Harry se tensó un instante antes de levantar la vista, parecía
algo enojado.
—No me avisaste —masculló sentándose nuevamente en la
banca. Draco se sentó a su lado, parecía preocupado, aunque él se

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LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

sentía demasiado humillado por haberse mostrado así de débil ante


él.
—Quería ver qué tan rápido podías sacarme de tu mente —
se excusó bastante avergonzado, no le había gustado hurgar en sus
recuerdos, se sentía como un invitado no grato.
—No me digas.
—Lo siento… si quieres que te enseñe… tendré que ver esas
cosas y…
—¿Y qué piensas?
—¿Qué? —preguntó Draco confundido, no sabía si le pre-
guntaba acerca de los recuerdos que acababa de presenciar.
—De mis defensas, ¿qué piensas de ellas?
—¿Honestamente? —Harry asintió con la cabeza y Draco
suspiró—: son un asco, necesitas practicar un montón.
—Gracias —rumió Harry poniéndose de pie. Draco lo miró
atónito. ¿Se había enfadado con él?
—¿Adónde vas?
—Vamos —corrigió Harry tomándolo de un brazo e instán-
dolo a seguirlo—, a las mazmorras, tengo una sala de entrenamien-
tos allí, para practicar, sólo tengo hasta el domingo, ¿recuerdas?

–|– 

La imagen de un Harry algo más joven, en algún tipo de bar


con muchas luces de colores, un chico bastante apuesto acercándo-
se a él y besándolo de manera incitante, un gemido ahogado entre
las dos bocas… « Si no fueras gay, no hubieras permitido que te besara…»
Draco se sintió empujado, literalmente, hacia atrás en el
momento en que la imagen de Harry se desvanecía; parpadeó tra-
tando de ubicarse, mientras veía a Harry al otro extremo del cuarto
de prácticas mirándolo preocupado.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Él era Fabio? —preguntó Draco sin querer darle impor-


tancia al asunto y tratando de sonar calmado.
Harry, agitado, con la cabeza dándole vueltas y cansado, asin-
tió torpemente.
—Lamento que hayas visto eso…
—No tienes porqué… Era muy guapo y mayor que tú.
—Sólo un poco mayor…
—Escucha, ¿por qué no tomamos un pequeño descanso?
Creo que ambos lo necesitamos —propuso Draco caminando hacia
Harry, era ya muy de madrugada y ambos habían practicado por ho-
ras.
—Preferiría que no, pero si tú quieres descansar…
Draco negó con la cabeza y cerró los ojos un instante, con-
venciéndose a sí mismo de que no estaba tan cansado todavía.
—Sigamos entonces… Legeremens…
Esta vez Harry estuvo mucho más preparado, sintió la fuerza
de la magia de Draco queriendo penetrar en su mente, pero apretó
un poco más los puños y luchó con todas sus fuerzas contra el he-
chizo, hasta que no pudo más…
La imagen de Harry, con una oscura túnica de gala, sentado
bajo un cielo que se oscurecía cada vez más, delante de él una tum-
ba blanca, Draco la conocía, era la tumba de Albus Dumbledore; las
manos de Harry temblaban y un gran dolor lo embargaba, tardó so-
lo un instante más en darse cuenta de que Harry leía la carta que él
le había dejado…
Está vez no esperó a que Harry lo expulsara, sino que se
apartó, mirando hacia Harry con culpabilidad.
Harry, un poco más sonrojado, apartó la mirada y se sentó
sobre el piso, con las piernas cruzadas.
—Lo siento.

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LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

—Está bien, creo que cada vez lo domino mejor… sabía que
verías mis recuerdos cuando…
—No —interrumpió Draco sentándose junto a él—, lamen-
to haberte hecho eso, haberte causado tanto dolor.
Harry negó con la cabeza, negándose a ver a Draco, el dolor
de aquel día había vuelto, y se sentía avergonzado de que Draco lo
viera.
—Ya estás aquí… estamos juntos.
—Pero igual lo siento —Draco acarició con un par de dedos,
la mejilla de Harry—. Siempre lo lamentaré.
—No lo hagas —dijo rápidamente Harry girando hacia él—;
ya no… quién sabe, tal vez necesitábamos crecer un poco más antes
de seguir juntos…
—No… ese tiempo, todo el que estuviste lejos de mí, no hi-
ce más que reprocharme lo que había hecho. No sabes cuántas no-
ches me dediqué a pensar en si lo que había hecho era o no correc-
to, en si realmente estarías bien…
—Draco… —suspiró Harry mientras se abrazaba a él.
—Te amo… sabes que ahora es diferente, ya no temo más, ya
no me alejaré de ti —continuó Draco, sintiendo que Harry necesi-
taba escuchar esas palabras en ese momento, y dejando pequeños
besos en la porción de piel a su disposición.
—Lo sé —afirmó Harry antes de separarse un poco para be-
sarlo—. Lo sé… —dijo nuevamente separándose apenas del beso.
Las manos de ambos, ansiosas, se encontraron a medio ca-
mino, tratando de tocarse lo más posible, mientras sus labios se-
guían danzando juntos, tratando de obtener el control, sus lenguas
persiguiéndose y presionándose la una con la otra, pronto ambos
estaban ya en el piso, la camiseta de Harry estaba fuera de su panta-
lón y las manos de Draco exploraban toda esa piel tibia mientras

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Harry enredaba sus dedos en el cabello de Draco, y se dejaba besar


y acariciar.
Draco se apartó apenas lo necesario para desprender a Harry
de su camiseta y desprenderse él mismo de su sudadera; ambos, con
el torso desnudo, se abrazaron nuevamente sobre el piso, el contac-
to de sus pieles los hizo exhalar un suspiro de alivio; Draco no se
entretuvo mucho besando el cuello, y rápidamente bajó hacia el pe-
cho, dejando un reguero de saliva, pasando primero con su lengua,
circundando los pezones para luego morderlos y dar un especial be-
so al dragón tatuado al lado izquierdo, Harry se agitaba y retorcía
bajo sus toques de esa manera que a él tanto le encantaba, siguió ba-
jando aún más, hasta la cintura de los pantalones, y entonces, se de-
tuvo nuevamente, para arrodillarse a un lado y comenzar a desha-
cerse de ellos. Harry levantó las caderas para dejar que Draco remo-
viera, tanto los pantalones como la ropa interior, bajando todo hasta
los tobillos.
—¿Por qué siempre tienes que traer botas? —protestó Draco
medio divertido mientras se inclinaba un poco para poder desatar-
las.
—Son… son más cómodas para… —Harry resopló fastidia-
do por el estorbo, y agitó la varita rápidamente—. Mejor.
—¡Harry! —chilló Draco quedando desnudo, su ropa había
desaparecido junto con los pantalones y las botas de Harry.
—Anda, ven y no seas tan protestón —dijo Harry divertido,
jalando a Draco de un brazo para que subiera nuevamente. Draco
aceptó gustoso, sus cuerpos, ahora completamente desnudos, entra-
ron en contacto, sus erecciones rozándose con el suave movimiento
que ambos hacían, arrancándoles suspiros y pequeños gemidos.
Fue Harry quien se apartó está vez, empujando a Draco a un
lado para luego gatear hacia abajo, acostándose en sentido contrario
al chico y apreciando la rosada y húmeda erección de su amante.

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LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

Antes de siquiera pensar en metérsela a la boca, sintió las manos de


Draco sobre su cadera, y una húmeda boca alrededor de su pene,
gimió fuerte por la sorpresa y se aferró a una de las piernas de Dra-
co, antes de inclinarse para poderlo tomar con su boca.
Draco sentía la lengua de Harry jugar alrededor de su pene,
esa boca apretando sólo lo suficiente, subiendo y bajando acompa-
ñado del aire que daban los gemidos ahogados de Harry, y hacién-
dolo sentir mucho más excitado a cada momento, su propia boca
moviéndose vertiginosa, ansiosa y deseosa de más, una de sus ma-
nos acariciando los testículos y tanteando suavemente la entrada, el
cuerpo de Harry estremeciéndose mucho más, hasta que Harry se
apartó de él, con un gemido profundo y ahogado.
—Draco… si no me jodes ahora mismo…
Draco, a pesar de todo, sonrió con malicia y se inclinó nue-
vamente sobre Harry, relegando su placer por un momento, y con-
centrándose en el de Harry, que gimió y se retorció ante sus aten-
ciones.
—Draco… no… mira que… —el moreno trató de sujetarse
de algo, pero el piso no tenía nada de que agarrarse, y Draco se ha-
bía alejado lo suficiente para quedar de rodillas entre sus piernas, se
sentía demasiado cerca del punto sin retorno ya—… Voy a…
—¿Qué te lo impide? —preguntó apartándose de la erección
de Harry apenas un momento, asegurándose de que su aliento, un
suave céfiro calido, golpease el glande al hablar, mientras una de sus
manos se colaba bajo los testículos, y presionaba un poco más hacia
el interior de la entrada de Harry.
—¡Oh, mi Dios! —lloriqueó Harry cuando esa boca se vol-
vió a hacer de su erección, el dedo en su interior giró de manera
que Draco ya sabía, lograba excitarlo; y entonces perdió cualquier
noción de control, sus caderas se agitaron contra la boca de Draco
con bastante brusquedad, mientras sentía el placer recorriéndole

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

toda la espalda. Gritó profundamente mientras se descargaba com-


pletamente en la boca de Draco, que siguió lamiendo y chupando
por un momento más, antes de apartarse, con una sonrisa engreída
y una mirada brillosa.
Draco sonreía complacido, si había algo que disfrutaba era
proporcionar placer a Harry, saber que Harry gemía por y para él,
sólo para él, saber que podía descontrolarlo… sentirse al mando.
—Te advertí —jadeó Harry con voz entrecortada mientras ja-
laba a Draco sobre él.
—Y te escuché —replicó Draco antes de besarlo en la boca,
podía sentir su ya más que necesitada erección contra la cadera de
Harry, e hizo un gran esfuerzo por no comenzar a refregarse mien-
tras lo seguía besando con lentitud; las manos del moreno pronto se
aferraron a su espalda, y sintió una de las piernas de Harry levantar-
se y agarrarse a sus caderas.
—Draco… —suspiró Harry inclinando la cabeza a un lado
mientras el chico volvía a besarlo y morderlo, sintiendo su deseo
renacer con fuerza.
—¿Tan rápido? —preguntó medio divertido Draco, sintien-
do la renacida erección de Harry contra su abdomen.
—¿Qué esperabas? Han sido dos semanas muy largas.
Draco soltó una pequeña carcajada mientras se apartaba por
completo de él.
—Voltéate —pidió y Harry lo obedeció al instante, quedando
sobre sus manos y rodillas.
Draco, de rodillas, detrás de Harry, acarició con lentitud la
espalda, sintiéndolo estremecerse por el toque, se inclinó hacia de-
lante y sintió su pene entre las nalgas calientes del moreno, y a Ha-
rry empujarse contra él, mientras ambos soltaban un pequeño ge-
mido. Entonces comenzó a besar, lentamente, bajando por la nuca
hacia la columna, con sus manos sujetando las caderas de Harry y

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LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

sintiéndolo gemir mucho más fuerte conforme iba descendiendo.


Con una de sus manos se hizo de los testículos y los acunó, mien-
tras su lengua llegaba al final de la espalda, deteniéndose justo en la
zona lumbar.
—Oh, Draco —lloriqueó Harry, dejando caer su cuerpo ha-
cia delante y levantando más las caderas.
—Me excitas tanto —jadeó Draco, sentándose sobre sus
piernas y pasando la lengua un poco más abajo, la forma como Ha-
rry se removió por esa mera caricia, hizo que su erección diera un
tirón de ansiedad.
—¡Merlín! —empezó a híperventilar Harry mientras sentía
la lengua de Draco pasando nuevamente sobre su entrada, apretó
los puños y escondió la cabeza entre los brazos, tratando de conte-
nerse, de no acariciarse a sí mismo.
—No… —suspiró Draco, soplando sobre la ahora húmeda
piel alrededor de la entrada de Harry—, no te detengas… sigue gri-
tando… me gusta escucharte gemir así —pidió con voz ronca y an-
siosa; un instante después, su lengua se presionaba nuevamente so-
bre la entrada, apenas insinuando una penetración, fue recompen-
sado con una gran sarta de gemidos y lloriqueos de parte de Harry.
—Me vas… me vas a volver loco —protestó el ojiverdes,
empujando sus caderas ya sin ningún tipo de pudor contra el rostro
de Draco, esa lengua jugueteando sobre y dentro de él.
Draco acarició con una mano el muslo interno de la pierna
de Harry, y subió un poco más hasta hacerse, con algo de dificultad,
del hinchado y húmedo miembro, lo apretó un poco y Harry gritó
mucho más fuerte, entonces, satisfecho con el estado en que lo ha-
bía dejado, se apartó, tomando la varita y presionándola rápidamen-
te sobre la rosada entrada de Harry.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Sí… demonios… sí —jadeó Harry empujándose un poco


más contra la varita y sintiendo el efecto del hechizo lubricante en
su interior.
—No tienes idea de lo caliente que te ves así —le dijo Draco
con voz ronca y necesidata, mientras se pegaba más a él y con una
mano guiaba su miembro hacia la entrada de Harry—. Tan jodida-
mente caliente —reiteró empujándose un poco en el interior.
—Por favor… te necesito —pidió Harry levantándose y apo-
yándose con las manos en el piso.
Draco no respondió, se empujó fuerte contra él, todo el ca-
liente y estrecho pasaje de Harry apretándolo y absorbiéndolo.
—Ahh… —lloriqueó quedándose completamente quieto por
la intensidad de las sensaciones, su gemido hizo eco al de Harry.
—Muévete —demandó Harry—. Muévete.
—Dios —masculló Draco irguiéndose por completo y apre-
tando las caderas de Harry con fuerza, salió casi por completo de él
para luego volverse a empujar, la espalda de Harry se arqueó de
manera deliciosa.
—Sí… Draco… sí —gimió Harry empujándose contra Dra-
co mientras este volvía a empujar contra él. Pronto, lo único que se
escuchaba, era el sonido de sus cuerpos chocando, con un ritmo rá-
pido, y sus gemidos y gritos, cada vez más altos.
—Harry… —Draco pasó una mano al frente y sujetó la erec-
ción de Harry, moviendo su mano de abajo hacia arriba, tratando de
concentrarse en no perderse en el orgasmo eminente.
—Mmm… no puedo… ya no… —Harry se dejó caer un po-
co más hacia delante, descansando sobre sus codos y bajando la ca-
beza lo suficiente para ver la mano veloz de Draco acariciándolo
apenas un instante antes de cerrar los ojos, mientras una punzada
de placer le nacía en los testículos y subía rápidamente por su
miembro—. ¡Draco!

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LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

—¡Sí! ¡Oh, sí! —gritó Draco con fuerza agitándose por últi-
ma vez contra Harry, dejando escapar toda su semilla en el interior
del chico, mientras su mano era bañada por aquel líquido caliente,
que salía disparado en hilos plateados, manchando el piso y también
el pecho de Harry.
—Oh, Dios, eso ha sido genial —suspiró Harry dejándose
caer sobre el piso, que ahora parecía mucho más frío.
—Tú puedes llamarme Draco —replicó el rubio dándole un
perezoso beso en la nuca y tratando de normalizar su respiración.
—¡Oh, que original! —se burló Harry, hablando con voz en-
trecortada.
—Lo sé —Draco se apoyó sobre sus manos y salió lentamen-
te de Harry, para luego, dejarse caer a un lado; su pecho subiendo y
bajando a gran velocidad aún, de reojo vio a Harry voltearse tam-
bién, su pecho brillaba por la mezclade sudor y semen.
Harry, aún demasiado cansado, tanteó sobre el piso hasta en-
contrar la mano de Draco, y entrelazó los dedos, suspirando feliz.

–|– 

No fue hasta el sábado en la tarde, luego de entrenar desde


muy temprano, en que Harry pudo al fin, bloquear por completo a
Draco.
Draco se sintió aliviado, aunque no se lo dijera a Harry; pri-
mero porque pensaba que no les alcanzaría el tiempo para concluir
con las prácticas, y segundo porque no le gustaba ver los recuerdos
de Harry, y es que muchos de ellos eran de Voldemort: de la noche
que asesinó a Cedric, o de la forma como había querido poseerlo en
el Ministerio la noche que murió Sirius, otros eran recuerdos muy
íntimos, uno de Harry y Ron abrazados, Ron llorando por algo,
momentos de la batalla final. Aunque también estaban el otro tipo

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

de recuerdos que no le gustaban, como Harry con ese Noah, o con


algún otro chico, incluso con Mikel. Tras ese recuerdo, Harry le
había querido explicar que eso era pasado y que ahora eran buenos
amigos, Draco le creyó, no tenía sentido ponerse celoso por efigies
del pasado, aunque no podía negar que sí le molestaban un poco.
—Ahora falta el que practiques legeremancia —dijo Draco
sentándose en el piso junto a Harry, que parecía agotado—. Pero si
gustas podemos descansar un poco…
—No, está bien, necesito terminar con esto rápido, casi no
queda tiempo —contestó Harry antes de inclinarse y darle un beso
en los labios.
Draco se apartó con una sonrisa.
—Oh, no, señor, ni lo piense —reprochó mientras se ponía
en pie y jalaba a Harry para que hiciera lo mismo—, anoche hiciste
exactamente lo mismo y ya viste cómo terminó.
—Pero pensé que la habías pasado bien anoche —respondió
Harry con un puchero.
—Sí, pero ahora vas a entrenar —advirtió Draco, divertido
mientras levantaba la varita para protegerse—. ¿Sabes ya hacer el
hechizo?
—Sé la teoría —contestó Harry con voz más seria y levan-
tando la varita también, Draco hizo un ligero asentimiento y enton-
ces Harry apuntó hacia él:
—Legeremens.

–|– 

En un inicio, Draco había podido bloquear los ataques de


Harry, débiles aún por la falta de práctica, y durante el resto de la
tarde y noche del sábado, Harry se sintió frustrado por no poder
desarmar las defensas de Draco, pero el domingo en la mañana, con

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LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

el tiempo corriendo en contra, se dedicó a entrenar con mucha más


fuerza, hasta que finalmente lo consiguió.
La primera imagen que pudo obtener fue la de Draco en el
entierro de su madre, pero esta vez visto desde la perspectiva del
chico, sintiendo toda la pena y la rabia, el sentimiento de quedarse
solo… de no tener más nada en el mundo. Sin familia.
Desde ese momento, Draco había estado taciturno y más ca-
llado, pero aún así levantando sus defensas contra Harry, recordan-
do como hacía mucho tiempo no hacía, esa etapa de su vida, cuan-
do su madre se había ido.
La mañana transcurrió de esa manera, con Harry sintiéndose
culpable por hacer que Draco recordara cosas malas de su vida: vio
a Yarik y vio la escena de cuando Lucius los había encontrado jun-
tos, sintió el pánico de Draco, la ansiedad por información, la forma
como todo su interior se quebró cuando su tía Bellatrix le había di-
cho que Yarik estaba muerto, las amenazas y castigos del Lord, la
ansiedad en las celdas del Ministerio…
—Creo que ya es suficiente —opinó finalmente Harry, luego
de presenciar la explosión muggle del supermercado donde había
trabajado Draco.
—Estoy bien… no es nada que tú ya no supieras —protestó
Draco, mientras agitaba la muñeca distraídamente por hacer algo
con las manos, algo perturbado por tantos recuerdos.
—Lo sé, pero no me gusta… ya sabes, mirar…
—Vamos, ya falta poco para la una, una última vez antes de
que te vayas —lo animó, a pesar de todo, Draco.
Harry suspiró pesadamente, y estuvo a punto de negarse, pe-
ro no lo hizo, sabía que si lo hacía, Draco se ofendería, pensando
que le tenía pena o lástima. Finalmente apuntó la varita hacia Draco
y susurró el hechizo; esta vez las defensas de Draco lo detuvieron
con más insistencia, pero Harry no se dejó empujar fuera, e impuso

1497
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

mucha más fuerza en el hechizo, hasta que de pronto, se encontró


mirando la escena de Draco sentado en una silla, en una lujosa ofi-
cina, un hombre mayor, que se le hacía conocido estaba tras él…
—En realidad, siempre existe una forma de conseguir lo que uno
quiere… ¿Ves a todos esos chicos y chicas?, ellos tenían suerte, tenían a al-
guien que los cuidaba, padres y madres que les daban educación, estoy seguro
que todos ellos ahora tienen todo lo que desean… como estoy seguro tú
deseas…
—Pues… —sintió el asombro de Draco ante la mano sobre
su hombro, su garganta seca, su corazón acelerándose.
—He escuchado cosas de ti —continuó hablando el hombre con
voz ronca y sugerente, y muy cerca de Draco—. Sé de tus gustos… te
entiendo, comprendo lo que eres… de haberlo sabido cuando estabas en ese
juicio, ¿te acuerdas?, cuando tenías apenas dieciocho años…
—Yo... yo no…
—Aunque claro, ya no se puede hacer nada por el pasado, ¿verdad?
Sólo mirar al futuro… ¿Cuál será tu futuro? Sé que en la tienda donde tra-
bajas, esa que voló, te pueden dar un empleo a tiempo completo… mira,
quién sabe, con unos años más y podrás ser jefe de algo… estoy seguro que
tienen ese tipo de puestos… no estaría mal, nadie creería que llegarías tan le-
jos luego de todo lo que te pasó… salvándote de Azkaban y un sinfín de tra-
gedias… —el corazón de Draco se disparó, y sus músculos luchaban
por moverse, mientras el hombre continuaba hablando y presio-
nando una mano sobre su tembloroso hombro—. Pero, claro, tú eres
un muchacho inteligente, y ambicioso además. Lo sé, y esas son cualidades
muy interesantes en un chico apuesto como tú, un sangre pura y aún tan jo-
ven… —fue entonces que la otra mano del hombre se deslizó por la
pálida mejilla, acariciándolo con algo de tosquedad, Draco dio un
salto, empujando la silla y el hombre finalmente se alejó de él, el
pánico era incluso mayor.

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LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

—¿Qué demonios es lo que pretende? —su voz sonaba agitada,


entrecortada.
—Oh, vamos —dijo el hombre, con descarado y completo so-
siego, mientras volvía nuevamente a su silla tras el escritorio—. Sa-
bes muy bien lo que pretendo, no te hagas la víctima virginal delante de mí,
todos saben lo bien que te la montas con ese otro chico… y lo bien que te la
has pasado antes… así que sólo te digo que seas práctico. ¿Quieres tu beca? Yo
estoy dispuesto a cambiar de opinión respecto a la beca si es que tú consideras
tener un trato más amigable conmigo.
Draco sintió su sangre hervir por la rabia contenida.
—Yo no soy una puta, ni suya ni de nadie.
El hombre sonrió encogiéndose de hombros.
—Eso dices ahora. ¿Qué harás en la calle? Porque es allí donde ter-
minarás, en la calle. Y lo único que te servirá, serán esa carita bonita y ese cu-
lo, así que tú eliges dónde los pones a trabajar, si aquí, para conseguir un fu-
turo mejor, o allá fuera; quién sabe en qué acabarás...
—Suficiente —rugió Draco dejándose caer en el piso agota-
do, sus mejillas sonrojadas, no había querido que Harry viera ese
pensamiento, jamás, era demasiado humillante.
Harry respiraba entrecortadamente por el esfuerzo de haber-
se mantenido en el recuerdo, pese a lo mucho que Draco empujaba
por sacarlo de allí, miró hacia él: sobre el piso y con la cabeza gacha,
y una ola de ira que no sentía desde hace mucho tiempo, subió por
su pecho.
—Lo mataré —declaró apretando los puños.
—¡No! —gritó Draco levantando la vista al fin, sus mejillas
aún sonrojadas y respirando aceleradamente.
Harry vio la vergüenza en aquellos ojos grises, aunque no
entendía la razón, Draco no era el que tenía que estar avergonzado.
—Él… ¿él te hizo algo? —preguntó tratando de parecer más
comprensivo, no quería asustar a Draco, y quería conseguir toda la

1499
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

información posible. Se arrodilló delante de Draco y lo miró a los


ojos—. ¿Qué pasó después?
—Nada pasó después, Harry, en verdad, lo mandé a la mier-
da y salí de allí…
—¿Fue por eso que te quitaron la beca?
—Déjalo, eso ya pasó —dijo Draco tratando de parecer cal-
mado y poniéndose en pie—. Debes bañarte para ir a ver a Teddy.
—Draco… —llamó Harry alcanzándolo—; espera… No…
¿Estás seguro que nada más pasó?
Draco entrecerró los ojos y cerró los puños con fuerza.
—Si estás pensando que yo me acosté con el imbécil de Col-
burn…
—¡No! —interrumpió Harry rápidamente, registrando men-
talmente el nombre para investigar luego—. Jamás se me ha pasado
eso por la cabeza, pero ese hombre… me asustó, parecía tan… as-
queroso, y te tocó y…
—Sé lo que pasó, gracias —replicó Draco—. Y no, no pasó
nada más, me mudé de la universidad, y muy a su pesar, me matri-
culé y sigo estudiando allí, así que no se salió con la suya. ¿Lo pue-
des dejar ya? Eso es algo que nadie sabe y de lo que no quiero ha-
blar —dijo, para luego salir rápidamente del cuarto de prácticas.
Harry se quedó un rato más allí, ese hijo de puta había que-
rido chantajear a Draco, había intentado comprarlo, había querido
que se acostara con él a cambio de mantenerle la beca, era un tipo
repugnante, y por más que Draco dijera que lo dejara en paz, no lo
haría, encontraría el momento y la forma, pero no lo dejaría pasar,
no más, nadie se metía con su Draco de esa manera y seguía andan-
do muy campante y fresco por el mundo.

–|– 

1500
LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

Draco caminó lentamente hasta la habitación. Su mente


dándole vueltas a todos los recuerdos que había sido obligado a ver
esa mañana, no se lo reprochaba a Harry, después de todo, había si-
do él quien había aceptado practicar con él y quien lo había anima-
do a continuar, sólo que llevaba tanto tiempo, metido en tantas
otras cosas, que ya nunca pensaba en esos tiempos. Recordaba có-
mo antes pasaba bastante tiempo pensando en eso, en lo que había
pasado, en su madre y en Yarik, y en el vacío que habían dejado en
su vida, y se sintió mal por no recordarlos tanto como debía; aque-
llas tantas reminiscencias de su pasado, de su niñez, de su adoles-
cencia, de sus padres, de Yarik…
Además estaba la humillación de Colburn, tenía que asegu-
rarse de que Harry no hiciera algo estúpido tomando venganza por
él, al menos sabía que durante las dos semanas siguientes, Harry no
tendría tiempo para hacer nada de eso, tendría pruebas que realizar,
y su mente estaría muy ocupada en cumplir con las actividades aca-
démicas.
Se desprendió de la camiseta y de los pantalones, quedando
sólo en ropa interior. Una ducha sería ideal, una tibia ducha antes
de volver a su habitación a seguir preparando pociones, estudiando
y además organizando todo para poder mudarse en dos semanas,
cuando el fin de semana libre llegara, tal como le había prometido a
Harry.
—¿Draco? —llamó Harry desde la puerta, con voz algo tími-
da.
—Pasa… es tu habitación —respondió Draco, que estaba de
espaldas a él y volteando sólo un poco la cabeza para poder verlo.
—No es mi habitación, es nuestra, ¿recuerdas? —corrigió
caminando hacia él, Draco se había quedado quieto, su cuerpo cu-
bierto sólo con la ropa interior, y de espaldas a él.
—Aún no me he mudado…

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Es nuestra —confirmó Harry posando sus manos sobre


los hombros tibios y desnudos de Draco, que soltó un pequeño ja-
deo por la sorpresa, pero que no se movió.
—Lo sé —suspiró Draco mientras Harry bajaba lentamente
de sus hombros, acariciando sus brazos desnudos.
—Y te amo —murmuró Harry, besando el cuello suavemen-
te, Draco se estremeció bajo su toque y se inclinó hacia atrás, pe-
gando su espalda desnuda contra su pecho, aún cubierto por la ca-
miseta.
—Y yo —contestó Draco mientras las manos de Harry acari-
ciaban sus muñecas y sus manos, para luego pasar al pecho, con la
ternura que tenía Harry siempre para con él.
Harry se dedicó a besar lentamente el cuello y la nuca, mien-
tras sus manos acariciaban casi sin tocar el pecho y abdomen de
Draco, escuchándolo jadear y arquearse suavemente contra él; fi-
nalmente, una de sus manos bajó un poco más, acariciando sobre la
tela de la ropa interior la ya notoria erección, Draco gimió un poco
más fuerte por la sensación, y refregó sus caderas contra las de Ha-
rry, sintiendo la dura tela de los vaqueros contra su trasero.
—Harry… —llamó con voz ahogada cuando la mano de Ha-
rry se coló bajo su ropa interior y se colocó sobre su muy excitado
miembro.
Harry no respondió, empezó a mordisquear el cuello mien-
tras su mano subía y bajaba suavemente. Draco levantó una mano y
atrapó su cuello, girándose lo suficiente para alcanzar sus labios y
darse un beso torpe, mientras seguía refregándose contra esa mano
que no se decidía a actuar.
Finalmente Harry, con una mano, le bajó la ropa interior con
inusitada rapidez, sólo un poco, lo suficiente para permitirle acari-
ciarlo, mientras la otra se hacía finalmente de su duro miembro y
comenzaba a masturbarlo con movimientos paulatinos, Draco dejó

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LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

caer su cabeza sobre el hombro de Harry, y suspiró empujando sus


caderas contra ese puño, tratando de ganar mayor velocidad; con
ambas manos se sostuvo hacia atrás, atrapando las caderas de Harry
y pegándose contra ellas.
—Mmm… Draco —jadeó Harry sobre su oído, soplando
muy suavemente, Draco se arqueó contra él, y gimió entrecortada-
mente—, te deseo…
—También… también yo —pudo contestar Draco finalmen-
te, entre los espasmos de placer que le provocaba el cálido hálito y
la húmeda lengua de Harry recorriendo lentamente su oído—. Va-
mos… desnúdate….
Sin soltar la erección de Draco, aunque sí mermando un po-
co las caricias, pasó la otra mano por el abdomen de Draco, y lo
empujó un poco, ambos caminaron con pasos torpes a través de la
habitación, hasta dar con la cama, donde Harry giró a Draco y lo hi-
zo acostarse en ella mientras él, hacía volar su ropa por todos lados,
y Draco se terminaba de deshacer de la ropa interior; en medio mi-
nuto Harry ya estaba sobre Draco, acariciando y besándolo mientras
sus manos bajaban por la erección y más abajo, apretando suave-
mente los testículos antes de acariciar la fruncida entrada.
—Oh, Draco… no sabes cómo me pones, cómo me enlo-
queces —declaró Harry apartándose de Draco y arrodillándose en la
cama. Draco abrió las piernas y las flexionó, apoyando los pies sobre
el colchón, luciendo, lo sabía, descaradamente abierto hacia Harry,
que le acarició con lentitud el interior de sus muslos.
Harry no perdió mucho más tiempo e invocó la varita; pre-
sionándola contra Draco hizo el hechizo de lubricación, y luego la
dejó caer a un lado, jaló por los tobillos a Draco, hasta que sus pies
quedaron sobre sus hombros, y se presionó contra él.
Draco dejó caer la cabeza hacia un lado, apretando las sába-
nas con las manos y empujando para dejarlo entrar, estaba el fastidio

1503
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

inicial luego de dos semanas de inactividad, pero aún así, eso no su-
peraba al placer que sabía sentiría.
—Caliente —masculló Harry en cuanto pudo entrar por
completo, jadeando y sujetándose de las piernas de Draco.
—Harry… —gimió Draco cuando Harry removió sus cade-
ras en círculos contra él, presionando en su interior su próstata; se
aferró mucho más fuerte a las sábanas, mientras sentía el peso del
cuerpo de Harry sobre él y su cuerpo doblado casi en dos.
Harry apoyó las manos contra el colchón, a ambos lados del
cuerpo de Draco, y se inclinó un poco para besarlo, Draco levantó
la cabeza, y sus bocas se encontraron en un beso bastante eufórico,
sus lenguas jugueteando y sus dientes mordiendo; separaron sus
bocas uno del otro cuando Harry sintió la imperiosa necesidad de
comenzar a moverse.
Draco se sujetó a los hombros de Harry y comenzó a empu-
jarse al mismo brutal y veloz ritmo que el moreno le imponía, es-
cuchó los murmullos ahogados de Harry, mientras él jadeaba tam-
bién, frases inconclusas, interrumpidas por besos rápidos, la habita-
ción entera subió de temperatura mientras se escuchaba cómo sus
cuerpos chocaban cada vez con más rapidez, hasta que Draco no lo
soportó más, y una de sus manos soltó a Harry y se metió entre
ambos cuerpos; cuando al fin pudo tocar su erección, se arqueó
completamente, estaba mucho más caliente y ansioso de lo que es-
peraba.
Le tomó apenas tocarse unas cuantas veces, antes de sentir
todo su cuerpo estremecerse y perder la noción de sus movimien-
tos, mientras el fuerte orgasmo llegaba a él.
Harry se siguió empujando contra él, disfrutando de todo ese
cuerpo apretándolo y acogiéndolo, hasta que su orgasmo explotó,
casi al mismo tiempo que el de Draco, con un gemido ahogado. Se
desplomó sobre Draco, que se las ingenió para dejar caer las piernas

1504
LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

a un lado, sintiendo su miembro todavía presionado por los espas-


mos de su novio.
Draco suspiró profundamente, apretando a Harry contra él,
deseando que nunca saliera de él, que nunca tuviera que apartarse,
hasta que fue la misma naturaleza la que hizo que Harry se desliza-
ra con lentitud fuera de él. Sintió la respiración acompasada, ha-
ciéndole cosquillas sobre el cuello, y con una mano le apartó el ca-
bello de la frente, para poder ver sus ojos. Estaban abiertos, y ade-
más tenía una gran sonrisa dibujada en los labios.
—Pensé que te habías dormido…
—No, sólo disfruto del momento. Te voy a extrañar.
—Y yo… —suspiró Draco, dándole un beso en la frente,
muy cerca de la cicatriz—. Dos semanas me parecen tanto tiempo.
—Sólo serán un par de meses más.
—Lo sé, pero igual me parece demasiado —protestó hacien-
do un ligero puchero, que hizo que Harry soltara una pequeña car-
cajada.
—¿Sabes que no te veo hacer esa mueca desde la escuela? —
dijo, apoyándose con ambas manos sobre el colchón e impulsándo-
se hacia arriba para rodar hacia un lado. Draco gruñó por la falta del
calor de Harry sobre su piel, y rápidamente se acurrucó contra él.
—Yo no hago muecas, Potter —reclamó con voz adormilada.
—Sí que las haces, y muchas, y muy divertidas —se burló
Harry, apretando a Draco más fuerte entre sus brazos.
—Oh, ya calla… —masculló Draco, no se había dado cuenta
de lo cansado que podía estar, y en cuestión de minutos se quedó
profundamente dormido.
Cuando abrió los ojos, lo hizo porque alguien lo agitaba sua-
vemente por los hombros, se frotó los ojos, sintiéndose aún som-
noliento para ver a Harry ya vestido y bañado, sentado a su lado;
sobre el piso estaba la mochila que llevaba para la Academia.

1505
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Qué hora es?


—Apenas las dos, prometí pasar a saludar a Teddy y Andró-
meda un momento, antes de regresar a la Academia.
—Cierto —recordó estirándose perezosamente sobre la ca-
ma, notando recién la manta que lo cubría.
—También aproveché para limpiar tu varita, ya la dejé en
blanco, debes ponerla a trabajar un poco para que no sospechen na-
da extraño.
—No hay problema… Lamento haberme quedado dormido.
—No… siempre es divertido verte dormir —declaró Harry
acercándose un poco más a Draco, que lo jaló con los brazos para
besarlo—. Te voy a extrañar —dijo en cuanto el beso terminó.
—También yo… escríbeme, mantenme al tanto sobre cómo
te va con esas pruebas, ¿de acuerdo?
—Claro que lo haré, y tú me cuentas qué tal te va todo con
los contratos y la universidad.
—Por supuesto.
—Y cuídate —pidió Harry un poco más serio.
—También tú.
—Nos vemos —Harry se inclinó hacia él y le dio un beso
más en los labios, como cada fin de semana en que se separaban,
lamentando tener que irse.
—Anda, dos semanas pasan rápido —le animó Draco, tam-
poco queriendo apartarse de él.
—Sabes que no es cierto —Harry le removió el cabello para
despeinarlo aún más, sabía que a Draco le molestaba mucho eso, y
el chico emitió un pequeño gruñido de protesta. Harry por fin se
puso en pie y tomó la mochila del piso—. Te quedas en casa.
Draco sólo asintió mientras Harry salía de la habitación, de-
jando un sombrío silencio a su paso; se dejó caer nuevamente sobre
la cama y se abrigó con la sábana, la piltra aún olía a Harry, y aun-

1506
LIBRO III|Caminos
[15] … entre una gran cantidad de recuerdos

que sabía que pronto debería levantarse también para ir a seguir tra-
bajando, se quedó allí, con los ojos cerrados y sintiendo aquel aro-
ma que asociaba con la felicidad.

1507
Zafy|HARRY POTTER
Y el fabricante de pociones

16
El descubrimiento de un gran secreto

“No permitas que destruyan tus ilusiones.


Es preciso saber lo que se quiere; cuando se quiere, hay que tener el valor de
decirlo, y cuando se dice, es menester tener el coraje de realizarlo.”
Georges Clemenceau (1841-1929), médico, periodista y político francés

Londres, julio del 2002: Últimas vacaciones de la Academia de Auro-


res; antes de iniciar el entrenamiento en campo, la última etapa de
instrucción

L
as cosas iban realmente bien. O al menos, esa era la
conclusión de Harry para cuando el semestre en la
Academia de Aurores terminó; había aprobado con
excelentes calificaciones las pruebas finales y más aún, ante la in-
crédula mirada de su profesor y compañeros de clases, había de-
mostrado ser uno de los mejores en Oclumancia, no permitiendo
que nadie entrara en su mente, y en Legeremancia, pudiendo leer la
mente de casi todos sus compañeros; había encontrado que
Graham Pritchard era un contrincante particularmente duro, pero
lo que más placer le dio fue el vencer a Dashiell, quien presumía
dominar estas artes desde que era un adolescente. Luego de ser
vencido, Dashiell se mostró furioso y mal humorado, en el fondo,

1508
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

todos sabían ya lo mal perdedor que era y a Harry no le sorprendió


mucho aquella actitud.
Y no solo todo iba bien en la Academia; en casa —y le encan-
taba pensar así: «en casa»— las cosas iban de viento en popa, puesto
que Draco había terminado de pasar sus cosas a Grimmauld Place a
la siguiente semana libre que tuvieron, y pasaron muchos buenos
ratos, junto a Gael e incluso Mikel, acondicionando las mazmorras
para que pudieran trabajar allí.
Draco y Gael estaban cada vez más ocupados, trabajando has-
ta muy tarde en el laboratorio, para poder cumplir la gran cantidad
de pedidos que llegaban, incluso Draco estaba pensando presentar
un examen de adelanto para poder graduarse mucho más rápido,
puesto que el ritmo de las clases y del trabajo, lo dejaban agotado,
aunque feliz, según podía ver Harry.
Incluso la MACH parecía haberse detenido, frenando sus
ataques, o eso era lo que creían, puesto que Mikel, que era el que
siempre se mantenía informado debido a que trabajaba en San
Mungo, no les había advertido de más casos de ataques como antes.
Harry trataba además, de repartir su tiempo entre Hermione,
Ron, los Weasley, Andrómeda y Teddy y Draco, lo cual era bastante
agotador; cuando por fin terminó la Academia, se sintió aliviado de
tener un poco más de tiempo libre: al menos unas cuatro semanas
hasta que iniciaran las prácticas en campo, pero estaba seguro de
que aún así, sería todo mucho más simple de ahora en adelante.
Aquella mañana, la segunda libre que tenía, había decidido ir
a visitar a Teddy y Andrómeda, mientras Draco rendía ya el último
de sus exámenes del semestre. Había descubierto también que si
antes, en la escuela, Draco le parecía obsesivo a la hora de estudiar,
esa obsesión se había multiplicado por cien ahora que estaba en la
universidad, pese a no tener ya la necesidad de mantener el primer
lugar por la beca, Draco seguía siendo el que tenía el mejor prome-

1509
LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

dio en, Harry ya no sabía a ciencia cierta, cuantos años de historia


en la universidad. Aquellos exámenes lo habían mantenido alejado
del cuerpo de su novio durante los dos días que llevaba de vacacio-
nes, aunque Harry estaba ansioso por besarlo y amarlo, no protesta-
ba y no decía nada mientras Draco se desvelaba estudiando, ya que
sabía que luego tendría tiempo de sobra para pasarlo junto a él.
Algo que lo preocupaba un poco, pese a que todo parecía es-
tar saliendo tal y como él había querido, era la insistencia de Ron y
Hermione por ir a verlo o pasar más tiempo con él; en el fondo, él
sabía que sus amigos se olían que guardaba un secreto, lo sabía por
las conversaciones que tenía con ellos, por la forma insistente en
que le preguntaban cómo iba su vida amorosa y si era que no había
alguien por allí dando vueltas sobre él, ratificándole su apoyo in-
condicional, aunque Harry estaba seguro de que en esta ocasión,
cuando se enteraran de su relación con Draco, aquel «apoyo incon-
dicional» flaquearía o incluso desparecería.
—En septiembre pienso ponerlo en un jardín de niños… ne-
cesita estar con más niños de su edad. Bill y Fleur me han reco-
mendado un sitio muy bueno, donde estudia Victoire, es muy có-
modo además, puesto que permiten el ingreso por chimenea —le
comentó Andrómeda, ambos estaban sentados en el jardín, disfru-
tando del sol de verano que ya empezaba a asomarse, mientras
Teddy daba vueltas con su nueva escoba, de la cual ya tenía mejor
dominio.
—¡Yo no quiero ir donde va Victoire! —gritó Teddy pasando
cerca de ellos—. Victoire es aburrida.
Harry soltó una carcajada y negó con la cabeza.
—Llegará el momento, enano, en que las niñas dejaran de
parecerte aburridas.
—¡No! —chilló Teddy mientras Andrómeda soltaba una car-
cajada—, las niñas siempre están molestando.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No le hagas caso —dijo finalmente Andrómeda—; los ni-


ños no son siempre compatibles con las niñas, no a esta edad al
menos.
«En algunos casos nunca», pensó Harry aunque no lo dijo en
voz alta.
—Claro.
—Las niñas son aburridas —protestó Teddy pasando cerca de
ellos nuevamente.
—No, claro que no lo son, ¿verdad, Harry? —reprochó An-
drómeda—, a Harry sí le caen bien las niñas.
—¡Noooo! —chilló Teddy, distrayéndose demasiado hasta
casi caer de la escoba, un modelo más grande que el que le habían
regalado originalmente, y mirando a Harry como si aquello que di-
jera Andrómeda fuera una blasfemia.
—Teddy, si no tienes cuidado, tendrán que volverte a tu es-
coba anterior —recomendó Harry, sintiéndose en parte aliviado por
no tener que contestar, o eso creía él.
—Es que lita dijo que a ti te gustan las niñas, anda dile que
no.
Andrómeda soltó otra carcajada y negó con la cabeza mien-
tras Harry empezaba a enrojecer, Teddy, detenido en su vuelo lo
miraba con ojos ansiosos.
—No, realmente no me gustan —contestó arrugando la na-
riz. Teddy soltó un grito de alegría y salió volando rápidamente ha-
cia un lado del jardín, intentando hacer piruetas, mientras Andró-
meda sonreía.
—Los niños… —suspiró contenta, y Harry estuvo a punto
de replicar que en verdad a él no le gustaban las niñas, o las muje-
res, para ser más claros, pero se abstuvo. El jardín, con Teddy dando
vueltas alrededor, no era el mejor lugar para mantener esa conversa-
ción que él sabía, debía mantener tarde o temprano con ella, aun-

1511
LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

que esperaba realmente que fuera más tarde que temprano, des-
pués, mucho tiempo después.

–|– 

Draco remojó la pluma en el tintero con impaciencia, y reso-


pló fastidiado mientras la nueva pregunta aparecía en el pergamino
amarillento del examen, el aula estaba en completo silencio, los po-
cos alumnos que quedaban ya en ese semestre, los más esmerados y
estudiosos, debía reconocer Draco, estaban todos, al igual que él, en
un profundo y laborioso trabajo de contestación escrita, era el últi-
mo examen del curso, y después, al fin, podría respirar aliviado, lle-
gar a casa (aún le costaba un poco de trabajo llamar «casa» a ese lu-
gar, cuando en realidad pertenecía a Harry), atrapar a Harry contra
el primer mueble que encontrara cerca y hacerle el amor hasta la
inconciencia, no importaba cuántos contratos de pociones y cuantas
investigaciones más tuviera que hacer durante las vacaciones, estar
tanto tiempo sin Harry, y mantenerse exclusivamente estudiando,
lo había dejado ansioso hasta niveles que ni él mismo había imagi-
nado.
Se removió en su asiento un poco, y suspiró mientras fruncía
el ceño ligeramente; por un instante, no recordaba el uso de uno de
los ingredientes, pero, por suerte, rápidamente la información llegó
a su mente, y pudo continuar con la evaluación.
Durante ese par de meses, le había dado vueltas a la alternati-
va de presentar el examen para obtener el título, tenía entendido de
que era uno muy exigente y que no muchos habían logrado apro-
barlo. En caso de no aprobarlo, no pasaba mucho, podía continuar
con sus estudios, aunque no tendría opción a una nueva oportuni-
dad para presentarlo, pero él se conocía, sabía que no le gustaba fa-
llar ni perder, y tenía, en el fondo debía admitírselo, miedo de no

1512
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

dar la talla; además temía que Colburn, de alguna manera, influyera


en aquel resultado. Se había cruzado con el hombre un par de veces
desde que se había mudado de la universidad, y siempre él le había
dado una mirada socarrona, llena de cinismo, como preguntándole
hasta cuándo podría aguantar estar allí sin tener que correr a sus
brazos. Aquella decisión, la de tomar el examen, era algo que tenía
que meditar muy cuidadosamente aún.
La evaluación terminó y, ante el suspiro exasperado de algu-
nos de sus compañeros, los pergaminos desaparecieron, dejando las
mesas libres y a todos en silencio por un instante, hasta que la pro-
fesora Halicarnaso les indicó que podían retirarse. Inmediatamente
todos se pusieron en pie, creando un poco más de alboroto mien-
tras sacaban los libros y comenzaban a revisar las respuestas que ha-
bían dado. Luego de contestar a las preguntas de un par de compa-
ñeros, pudo al fin abandonar aquel lugar, caminando a prisa hacia la
salida, donde ya Gael lo esperaba; el chico había terminado sus
exámenes la mañana anterior, y esa misma tarde había llevado sus
cosas al departamento de Mikel.
—¿Qué tal te fue?
—Espero que bien —respondió Draco mientras entrecerraba
los ojos por el sol de verano—. Mañana tendré todos los resultados.
¿Y tú?
—Por favor, ¿dudas acaso de mi capacidad? —se burló Gael
mientras sacaba un pergamino con sus resultados y se los pasaba a
Draco, ambos caminaban por la desierta calle, la idea era llegar al
apartamento de Mikel, que quedaba más cerca, y luego trasladarse
por red flú a la casa de Harry.
En la universidad habían chimeneas que podían usar, pero a
Draco le daba pánico que alguien escuchara la dirección a donde se
dirigía, pese a haber cambiado la dirección en el Ministerio, aún
continuaba siendo paranoico. Además que disfrutar un poco del sol

1513
LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

y de un paseo no era mala idea, sobre todo después de haber pasado


tantos días encerrado estudiando.
—Vaya, te felicito —sonrió sinceramente Draco mientras de-
volvía el pergamino con las excelentes notas de su amigo.
—¡Ja ja!, lo mismo dijo Mikel, empiezo a creer que realmen-
te se asombran de que aprobara todas las materias.
—Nah, no te lo tomes tan a pecho, todos sabemos que algo
de inteligencia has de tener en esa mollera tan dura —se burló Dra-
co, Gael arqueó una ceja fastidiado pero luego, al no surtir ningún
efecto en Draco, soltó el aire lentamente, ambos ya en la estación de
buses.
—Esta noche iremos a celebrar —anunció con voz ceremo-
niosa—, y esta vez no tienes escapatoria para no ir, Harry está libre
y ya terminaste los exámenes.
—Yo no pongo excusas —replicó Draco mientras el autobús
hacía un ruido agudo al frenar, y las puertas se abrían.
—Sí, sí lo haces, y sigo pensando en que te haría bien diver-
tirte, después de todo, aunque tengas el carácter de un viejo mago
de ciento treinta y cinco años, no eres tan viejo.
—Yo no tengo el carácter de un viejo ma… —se interrumpió
cuando notó que una chica, sentada cerca de ellos, los miraba curio-
sa—. Cómo sea, solamente utilizo mejor mi tiempo, en lugar de ir
de fiestas, como al parecer sólo sabes hacer tú últimamente.
—Uy, sí —suspiró Gael, guiñándole un ojo a la chica que
aún seguía observándolos divertida—; y mira cuántas materias re-
probé, tú lo que no quieres es pisar el terreno de Harry, no creas
que no me doy cuenta.
—¿El terreno de Harry? —rezongó Draco, incrédulo.
—Sí, su terreno, como si Harry se metiera a ayudarte a hacer
pociones…

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Interesante que compares una profesión con irse de tragos


con los amigos…
—Sabes de lo que hablo.
—No, Gael, no lo sé.
Gael resopló fastidiado.
—Bien, sabes muy bien lo mucho que le gusta a Harry irse
de fiestas, lo mucho que ha andado por esos lugares cuando no es-
taba contigo, y estoy más que seguro, de lo mucho que él ha hecho
en esos sitios, y tienes miedo de que si Harry va, se de cuenta que
se divierte, que echa de menos bailar, y de lo mucho que pierde es-
tando contigo…
—Eso es ridículo —interrumpió Draco empezando a fasti-
diarse.
—O —dijo más fuerte Gael sobre la interrupción de Dra-
co— que Harry descubra lo aburrido que eres, que no sabes bailar o
beber, y no quiera ir más contigo, entonces tendrás que quedarte en
casa, noche tras noche, haciendo pociones hasta la madrugada, es-
perando a que Harry vuelva, para cerciorarte de que no te ha sido
infiel, buscando pruebas, como una esposa celosa, de que no ha he-
cho nada malo, pasando hechizos de rast… —conforme hablaba su
tono de voz subía y subía mientras su gesto burlón se hacía mucho
más pronunciado, hasta que Draco lo interrumpió con un golpe en
la cabeza.
—…Calla —chilló Draco—. La gente nos está mirando.
—Será porque me andas pegando, ¿de donde te salió lo agre-
sivo?
—Del mismo sitio que a ti lo exagerado, ¿has estado ingi-
riendo sustancias ilegales o alucinógenas para hablar de esa manera?
—Ja, si hasta haces bromas —se siguió burlando Gael, pero
la conversación fue interrumpida cuando al fin llegaron a la esta-
ción en que debían bajar. Como la calle, a causa del sol que había

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

salido, estaba más llena que de costumbre, no hablaron mucho más


durante el resto del camino, hasta que al fin llegaron al departamen-
to de Mikel. De Mikel y de Gael, se corrigió Draco.
—Bien, supongo que te veré mañana en la tarde para empe-
zar con el trabajo nuevamente —dijo Draco a modo de despedida,
no quería perder más tiempo allí, seguramente Harry estaría por
llegar, y realmente quería poder verlo, abrazarlo y tocarlo, después
de haber estado alejados durante tantos días.
—De acuerdo, pero piénsatelo, eso de ir en la noche. Harry
siempre se anda negando y yo soy el que tiene que escuchar lo mu-
cho que lo andas aislando, Lucka y Ethan siempre se andan quejan-
do cuando salimos, y lo cierto es que ya me aburren con sus recla-
mos.
Draco, que ya tenía una mano metida en el frasco de polvos
flú, se detuvo en seco y se giró para ver a Gael con el ceño fruncido.
—¿Qué has dicho?
—Sabía que te enojarías —suspiró Gael dejándose caer sobre
el sillón más cercano—. Solamente te digo lo que…
—Espera, ¿creen que Harry ya no sale con ellos porque yo
soy el que le dice que no lo haga?
—Pues… siempre dicen que lo llamaron y que contesta con
que tiene planes contigo, que encantado la próxima vez y…
—Ya veo —masculló Draco girándose hacia la chimenea
nuevamente.
—Draco, espera, no te vayas todavía… lamento haber dicho
que eres un mago aburrido y que…
—Nos vemos en la noche —interrumpió Draco antes de
meterse a la chimenea y decir con los dientes apretados—: Al nú-
mero doce de Grimmauld Place.
—Uy, creo que metí la pata —replicó Gael en voz alta.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Ya lo creo, cariño —dijo Mikel apareciendo por el pasillo,


vistiendo apenas un boxer oscuro y ceñido, Gael se perdió en mirar
lo sexy que era aquel cuerpo fibroso por un instante, antes de pre-
guntar.
—¿Estuviste escuchando?
—Nah —contestó Mikel agitando una mano y sentándose
junto a su novio—, pero si tú dices que metiste la pata, yo te creo
—declaró con una enorme sonrisa, a lo que Gael le dio un golpe en
el brazo.
—Oh, eres tan idiota.
—Ja… ven que te enseño lo que puede hacer un idiota —
replicó Mikel jalando a Gael sobre él; se alegró de que el chico no le
preguntara qué hacía en casa tan temprano y que no notara que su-
puestamente esa mañana tenía guardia, no estaba de humor para
hablar de esas cosas, no al menos por el momento.
Gael no replicó, ni tampoco se defendió, simplemente se co-
locó sobre Mikel y se dedicó a besarlo y tocarlo lo más posible…
¡cómo lo volvía loco ese hombre!… quién lo hubiera creído, que
por ir a pedir ayuda a Potter (o mejor dicho «a Harry», se corrigió,
como tantas veces le había corregido Draco), encontraría a Mikel.

–|– 

Draco cayó sobre el piso de la sala, toda la casa estaba silen-


ciosa; suspiró un poco fastidiado, y decidió tomar una ducha, era lo
mejor y lo único que podía hacer por el momento, no se sentía con
muchos ánimos de hacer nada más. No había terminado de salir de
la sala cuando escuchó el inconfundible ronroneo de la moto de
Harry.
—Bien, será antes del baño entonces —se dijo, no sin algo de
molestia antes de dejarse caer sobre el sofá. Harry entró apenas un

1517
LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

instante después, con el casco bajo el brazo y con una sonrisa que se
ensanchó al verlo.
—Hola —saludó Harry dejando sobre otro de los sofás, el
casco, y acercándose a Draco—. ¿Qué tal te ha ido hoy? ¿Qué tal
estuvo el examen?
—Bien —contestó Draco luego de que Harry le diera un be-
so en los labios y se sentara a su lado; inmediatamente Draco se pu-
so en pie y caminó hacia la chimenea que acababa de usar, apagán-
dola con la varita, el clima estaba muy caliente ya como para man-
tenerla encendida por mucho más tiempo—. Mañana en la tarde
publicarán los resultados finales.
—Genial —dijo Harry levantando una ceja, no era común
que Draco se alejara de su lado, sobre todo después de haber estado
tantos días ocupados y sin poco tiempo para verse—. Estoy seguro
que obtendrás la mejor calificación, como siempre.
—Eso espero —masculló Draco, girándose finalmente para
encarar a Harry y sonriendo muy tensamente—. ¿Qué te parece ce-
lebrar? Esta noche.
—Por supuesto. ¿Qué es lo que quieres hacer? Podemos ir al
cine… a ti te encanta eso.
—Podría ser… Tal vez a cenar.
—Podemos hacer las dos cosas, todos los días si quieres, te-
nemos vacaciones —aventuró Harry con una sonrisa un tanto insi-
nuante, pero Draco no estaba de humor para sus sonrisas alusivas.
—O podríamos ir a bailar —propuso Draco cruzándose de
brazos.
—¿Bailar?
—Sí, ya sabes, discotecas, esas a las que te gusta… o te gusta-
ba ir con tus amigos, tomar unos tragos…
—Entiendo lo que es bailar, Draco —replicó Harry un poco
más serio.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Todavía seguía sin comprender el extraño comportamiento


de su novio.
—Genial, eso será entonces.
—Pero… —Harry se puso en pie en el momento en que
Draco ya salía de la sala—. ¿No preferirías pasar el tiempo conmigo,
es decir, solos, los dos? Hace tiempo que no tenemos la noche libre,
y ya sé que estamos de vacaciones y tendremos todo este tiempo pa-
ra…
—¿Entonces no quieres ir a bailar —le interrumpió Draco,
volteándose rápidamente, su voz sonaba apretada, y su mirada sin
ningún rastro de amabilidad— conmigo?
—¿Qué? —Harry parpadeó confuso. ¿En qué momento esa
charla se había convertido en una posible discusión?
—Pregunté que si entonces el problema es que no quieres ir
a bailar conmigo, o mejor dicho, que tus amigos te vean conmigo.
—¿De qué hablas? Mis amigos me ven contigo, Mikel viene
todo el tiempo, y Lucka y Ethan están siempre cerca…
—¿Te avergüenzas de mí, Harry? —preguntó entonces Dra-
co, con los brazos cruzados y mirada amenazadora—. Esas discote-
cas… a las que ibas, dijiste que nadie podría decir que te vieron allí
o con quién, quiere decir que son seguras para que tus otros amigos
y el mundo entero, no se entere siquiera de que eres gay; sin em-
bargo, cada vez que tus amigos te invitan, te rehúsas a ir porque di-
ces que estás muy ocupado conmigo, y el día que yo te pido que va-
yamos, te niegas. ¿Estoy leyendo mal las señales o verdaderamente
te avergüenzas de mí? Porque sí lo haces, Harry, no encuentro otra
explicación para esto.
—¡Yo jamás me avergonzaría de ti! —reprochó rápidamente
Harry, acercándose a él, cuando trató de poner sus manos sobre los
brazos de Draco, éste se alejó antes de que siquiera lo tocara.

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

—No me toques, no vengas a decirme que no te avergüenzas


de estarte acostando con un mortífago, no soy tan idiota para eso.
—Yo no me acuesto con un mortífago, tú no eres un mortí-
fago en primer lugar, y definitivamente, no me avergüenzo de ti.
Estás malentendiendo todo esto… Yo simplemente quería pasar el
tiempo contigo… a solas, porque te he extrañado, y pensé que…
—Ya —le interrumpió Draco, girándose nuevamente para sa-
lir de la sala—. Estaré arriba por si quieres ir a acostarte conmigo, y
si quieres, después te puedes largar a bailar con tus maravillosos
amigos en tu maravilloso mundo de magos gays, donde yo, defini-
tivamente, no tengo cabida.
Harry inclinó la cabeza a un lado, no creyendo la sarta de
tonterías que Draco decía mientras se alejaba por el corredor, lo es-
cuchó subir las escaleras y entonces lo siguió, con pasos rápidos.
—¡Draco! —gritó con fuerza, Draco se detuvo sólo un ins-
tante en la escalera antes de seguir avanzando—. Te estoy hablando,
no puedes decir todo eso para luego largarte.
—No me estoy largando, ya te dije dónde estaría, ¿o no es-
cuchaste acaso?
—Deja de decir idioteces, ¿quieres? —replicó Harry girán-
dolo por un hombro en cuanto lo alcanzó en las escaleras.
—Yo no digo idioteces, sólo digo la verdad.
—Eso no es cierto, no es así como me siento, pensé que sa-
brías lo que siento por ti.
—Yo también lo pensaba —dijo Draco soltándose del agarre
y metiéndose en la habitación, Harry aún lo seguía.
—Mira, si quiere que vayamos a bailar esta noche, iremos a
bailar… pero por favor deja de…
—Yo no quiero ir a bailar, ni ir a ningún otro sitio contigo,
no vaya a ser que alguien nos vea y luego tengas que dar explicacio-
nes.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¡Pero dijiste que querías ir! —replicó Harry impaciente.


¿Qué demonios le pasaba ahora a Draco?
—No, no quiero tener que rogarte, ni que vayamos porque
te sientes obligado, ya te dije, ve a bailar esta noche, yo me quedare
aquí.
—Pero yo quiero estar contigo.
—¡Pues yo no! —y dicho eso, se metió al baño dando un
portazo; antes de que Harry pudiera alcanzarlo, aseguró la puerta y
sinceramente esperó que Harry no intentara derribarla, en realidad
sabía que podía hacerlo si quería, pero eso no sucedió, y luego de
unos minutos, escuchó las botas de Harry, caminando hacia afuera
de la habitación. Suspiró profundamente y comenzó a abrir las lla-
ves de agua, definitivamente necesitaba un baño.

–|– 

Harry salió de casa furioso, no habían tenido nunca, en el


corto tiempo que llevaba Draco viviendo allí, una discusión de ese
tipo, ni tan fuerte, y lo peor de todo era que no entendía del todo el
por qué de dicha discusión, es decir, Draco no podía hablar en serio
pensando que se avergonzaba de él, ¿o sí? Draco debía saber que lo
amaba, demasiado, y que era realmente tonto el generar todo un
gran problema sólo por no querer salir de copas con los amigos en
la noche.
Luego de unos minutos de caminata, se sintió menos ofusca-
do, pero aún no quería volver a casa, era sábado en la tarde, Her-
mione y Ron debían estar en la tienda de bromas; de pronto le ape-
tecía poder hablar con ellos un poco, escuchar cómo iban sus vidas
y sus discusiones también. Se metió a un callejón y luego apareció
cerca de El Caldero Chorreante para poder entrar al callejón Dia-
gon que, cómo imaginó, estaba atiborrado de gente que iba y venía,

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

incluso había padres con sus niños, levitando pesados paquetes de


libros, túnicas, escobas y lechuzas en jaulas. Casi había olvidado que
era época de comprar las cosas para ir a Hogwarts… Hacía tanto
tiempo ya de eso…
Avanzó por las calles mientras la gente lo miraba, señalaba y
saludaba con sonrisas en los labios, él, aunque no lo quisiera admi-
tir, ya estaba acostumbrado a ese tipo de trato, así que tratando de
parecer lo más amable posible, sorteó a toda la multitud hasta que
pudo llegar a la puerta de la tienda de bromas.
La tienda estaba repleta. En cuánto empujó la puerta, el soni-
do de una carcajada de bruja de película de terror muggle, inundó
el local, varias de las personas que estaban cerca de la puerta voltea-
ron a verlo mientras él sonreía algo avergonzado y trataba de abrirse
camino hacia el mostrador, donde George y Ron parecían un poco
atareados.
—¿Harry? ¿Harry Potter? —dijo George con voz escandalo-
sa—. ¿Realmente eres Harry Potter?
—¡Harry! —saludó Ron con una sonrisa mientras George
fingía un desmayo.
—Ya… y después se preguntan por qué nunca vengo.
—¿Y esa novedad? ¿Está todo bien?
—Sólo… estaba cerca y pensé en saludarlos, pero veo que es-
tán muy ocupados así que…
—Ni lo digas. Hermione está en la oficina de atrás, y las chi-
cas regresaran de su descanso en quince minutos, luego los alcanzo
—informó Ron mientras una bruja bastante mayor, tirada de la
mano de una niña que parecía su nieta, le entregaba una gran canti-
dad de cajas doradas.
—De acuerdo —aceptó Harry metiéndose tras el mostrador
y sorteando cajas, frascos y cosas demasiado extrañas como para si-
quiera querer saber qué eran, hasta por fin poder llegar a la pequeña

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

oficina; entró sin tocar la puerta, Hermione, que estaba tras el escri-
torio escribiendo rápidamente, ni siquiera levantó la vista cuando
habló:
—No tengo deseos de ver ningún nuevo hechizo para pro-
vocar pus.
—Esa es una asquerosa manera de saludar a los amigos —re-
plicó Harry, cruzándose de brazos y mirando a Hermione con falso
gesto enfadado.
—¡Harry! —chilló Hermione, poniéndose en pie y corrien-
do a darle un abrazo—. ¿Qué haces aquí?
—En verdad que hoy no me estás haciendo sentir muy bien
recibido —se burló apartándose de su amiga—: primero el pus y
luego el qué haces aquí, tal parece que ni me quieren ver.
—Oh, ya, no seas tan dramático, pensé que nos veríamos
mañana en el almuerzo en la Madriguera.
—Sí, pero estaba cerca y quise… ya sabes, saludar.
—Genial, me vendrá bien hablar un poco contigo… entre
esos dos con sus bromas, estoy a punto de perder la cordura y lan-
zarles un hechizo.
—Me lo imagino… Supe que acabaste ya el semestre.
—Sí, al fin, ayer… sólo un semestre más y de allí postularé al
Ministerio.
—Escuché que algunos estudios de derecho mágico te esta-
ban tentando…
—No lograría mucho allí, lo mío es la defensa de leyes para
mejorar el estilo de vida de los magos y brujas, no el defender a ri-
cachones que no pagaron sus impuestos o que se les pasó la mano
con la varita por querer reclamarle a un camarero.
—No digo más —dijo Harry, llevándose juntados el dedo
pulgar e índice a la boca, y simulando un cierre de zíper antes de

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

que su amiga empezara con su discurso acerca de las injusticias


contra los licántropos y elfos.
—Fuiste tú el que preguntó —criticó Hermione media
ofendida. Se hizo un pequeño silencio entre ellos, que fue roto por
Hermione nuevamente—. ¿Viste a Teddy?
—Sí, está en la fase de «odio a las niñas».
—Ah… sí, esa fase… encantadora.
—Ni lo digas… Hermione, ¿tú crees que si alguna vez le di-
go a Andrómeda, ya sabes, lo de que soy gay, se enfade y no me deje
ver a Teddy?
—Pues… ¿ella sospecha algo?
—No, no lo creo… aunque siempre anda hablándome de las
hijas de sus amigas y cosas así, tarde o temprano se dará cuenta de
que en realidad no me interesan las chicas —Harry no sabía muy
bien por qué había sacado el tema, pero le agradaba pensar en algo
diferente a sus tontos problemas con Draco.
—Supongo que… que le costara un poco, como a Ron, pero
ella ha vivido con la familia del señor Tonks, que eran muggles, de-
be estar un poco más habituada a que eso no sea tan extraño…
—Ya…
—Aunque tarde o temprano, lo tendrá que saber, no me pa-
rece correcto que escondas eso de todo el mundo, nadie habla de
que lo publiques, pero… ¿Qué pasará cuando encuentres al chico
indicado y quieras estar con él para siempre? Será un problema en-
tre ambos, el que lo andes escondiendo de tu familia, porque al fin
y al cabo, Teddy y Andrómeda lo son.
—Sí… —Harry suspiró cansadamente y desvió la mirada, es-
condiéndolo de sus amigos… era lo que Draco le había reprocha-
do… pero es que estaba tan equivocado.
—Déjame adivinar —dijo Hermione mirándolo escéptica-
mente—: un chico te gusta.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—A mi siempre me gustan los chicos, esa no es un gran no-


vedad —bromeó Harry, pero Hermione arqueó una ceja con ese
gesto tan suyo de «a mí no me engañas» que Harry conocía tan
bien—. De acuerdo, me gusta un chico… o más que eso mejor di-
cho.
—Eso es genial, después de lo de Noah, pensé que pasaría un
poco más de tiempo…
—No… esto es diferente, pero él… justo ahora está enfada-
do conmigo.
—¿Enfadado? ¿Hiciste algo malo?
—¡¿Por qué tengo que ser yo el que hizo algo malo?!
—Pues… por tu cara, además, no dijiste que tú estabas enfa-
dado con él, sino al revés, y eso es porque tú te sabes culpable.
—Resulta que también estoy algo enfadado con él, por arrui-
nar el primer día de vacaciones que tenemos al fin, luego de dos
semanas y media.
—Ya.
—Y todo por una estupidez tan grande que cuando te la
cuente, verás como yo sí tengo razón.
—Ajá.
—¿Te estás burlando de mi? —preguntó Harry ofendido,
mirando a su amiga que tenía los codos apoyados sobre la mesa y lo
miraba con ojos radiantes.
—Para nada, es sólo que, por lo que dices, sabes que eres
culpable. Anda, cuéntame la idiotez y luego te sentirás mejor.
Harry entrecerró los ojos, y luego negó con la cabeza, des-
pués de todo, ella tenía razón, hablar siempre le hacía bien.
—Él no es del mismo círculo de amigos que Noah… lo co-
nocí en otro lado y…
—¿Es un mago?

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

—Sí, sí lo es, pero él pues… estaba más ocupado estudiando


que saliendo de fiesta, y ahora parece que algunos de mis amigos,
que conoce porque yo se los presenté, le han dicho que ya no salgo
a bailar por las noches con ellos, desde que… desde que salgo con
él, y él cree que es porque me avergüenzo de él, y porque no quiero
que nos vean juntos, lo cual es una gran tontería porque yo jamás
me avergonzaría de estar con él, pero me montó una gran escena y
se encerró… y ya no quiere hablar conmigo, pese a que le dije que
si quería ir a bailar, iríamos, para que viera que sus reproches son
infundados —soltó de un solo tirón y casi sin respirar. Cuando
terminó, resopló agitado mientras Hermione levantaba una ceja, se-
guramente tratando de entender la sarta de incoherencias que había
dicho.
—A ver… Tú estás saliendo con un chico que conoce a al-
gunos de tus amigos, y sabe que te gusta eso de ir a bailar, y como
no lo llevas, él cree que es porque no te gusta que los vean juntos.
—Algo así.
—Y si no es así, ¿entonces por qué no quieres salir con él? La
verdad es que no te comprendo… si tanto te gusta…
Y entonces Harry se quedó callado, Hermione resopló fasti-
diada y negó con la cabeza.
—¿No tendrás otro amigo especial en esos sitios dónde vas a
bailar, y no quieres que se encuentren verdad?
—¡Claro que no! —replicó Harry rápidamente—. O ya no al
menos…
—Ah… ya veo, temes que alguien diga algo inapropiado y te
lo espante —concluyó ella señalándolo con un dedo, como acusán-
dolo.
Harry iba a replicar que no, aunque sabía que era cierto, pero
en ese momento Ron abría la puerta de la oficina, Harry rápida-
mente negó con la cabeza, pidiéndole de esa manera a su amiga que

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

guardara el secreto y no continuara con la conversación mientras


Ron cerraba la puerta.
—¿Qué tal cervezas de mantequilla y almuerzo en El Calde-
ro Chorreante —propuso Ron, feliz de tener a su amigo cerca nue-
vamente, entre el trabajo, la universidad de Hermione y la Acade-
mia de Harry, cada vez eran menos las oportunidades de encontrar-
se los tres a conversar como en los viejos tiempos.
—Encantado —sonrió Harry poniéndose en pie, él, debía
admitirlo, también extrañaba a sus amigos, y mucho.

–|– 

Ya era de noche, Draco estaba en el laboratorio, en las maz-


morras de Grimmauld Place; tenía un volante arrugado en una
mano, mirándolo de vez en cuando, mientras que con la otra mano
escribía y tomaba notas sueltas sobre su viejo cuaderno; estaba tra-
bajando nuevamente en esa poción, aunque sabía que no estaba
avanzando mucho y no avanzaría mucho más durante esa noche, no
por lo menos hasta que las cosas con Harry se arreglaran, pero no
estaba seguro de cuánto tiempo más pasaría antes de que las cosas se
arreglaran entre ellos. Es más, estaba pensando seriamente en trans-
figurar un par de mesas para convertirlas en una cama, y pasar la
noche allí, sería mejor que seguir discutiendo.
Suspiró tratando de concentrarse y leyó nuevamente el arru-
gado volante, sólo había un párrafo subrayado por él:

Si dejamos que los homosexuales sigan invadiendo nuestra


sociedad de esta manera, pronto no quedaran niños que criar, y
entonces nos extinguiremos; tal vez este es uno de los fines de esas
mentes retorcidas, ya que ellos no pueden procrear ni cuidar ni-
ños, desean acabar con cualquier rastro de integridad familiar y

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

moral social de esta sociedad, que se está dejando pisotear en lu-


gar de salir a imponer el uso de las buenas costumbres…

Aquello era como una especie de reto, un reto que se había


auto impuesto cuando había leído todas las tonterías que predica-
ban esos de la MACH, y sabía que le tomaría tiempo, tiempo que
no tenía por los estudios y el trabajo, pero en su tiempo libre, le
gustaba leerlo, recordarlo y soltar ideas en su viejo libro de notas y
pociones, tal vez podría lograr algo…
El sonido de Harry —porque no podía ser otro— bajando las
escaleras de piedra, lo hizo sobresaltar, con un solo movimiento de
varita desapareció el volante y el cuaderno, y tomó un pesado libro
de ingredientes Zulos que Jocelyn le había mandado un par de se-
manas antes, haciéndose el desentendido ante la presencia del mo-
reno.
—Draco… —llamó Harry con voz suave, había llegado una
hora antes a casa y Kreacher le había dicho que Draco estaba en el
laboratorio. Le había dado demasiadas vueltas al asunto hasta que
finalmente había entendido, ahora sólo faltaba que Draco lo com-
prendiera—. Bien, supongo que estamos en la etapa en que tú te
haces el que no existo y yo trato de explicarme.
—No necesito explicaciones —respondió sucintamente Dra-
co, cerrando el libro de golpe y dejándolo sobre la mesa para final-
mente encararlo, trató de no dejar la boca abierta al verlo vestido de
esa manera: completamente de negro, con una camisa sin mangas,
ceñida al cuerpo y unos pantalones, negros también, que se le pega-
ban a las piernas y las caderas casi como si fueran una segunda piel.
¿Por qué demonios se tenía que vestir de esa manera tan… ende-
moniadamente sexy para discutir con él? Al fin pudo hacer uso de
su autocontrol y se cruzó de brazos, mirándolo a los ojos y no a los
brazos marcados y resaltados por la camisa, o al resto de su cuerpo.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Sí, las necesitas… Aunque no entiendo por qué te tienes


que alterar tanto… tal vez si en lugar de atacarme y querer discutir,
me preguntaras las cosas, o al menos las conversaras…
—Si estás aquí para seguir reclamando y discutiendo…
—¡No! Nada de eso —se apresuró a interrumpirlo Harry—.
Tú… —Harry miró alrededor, y por fin localizó un banco, lo jaló y
se sentó delante de Draco, al otro lado de la mesa enorme de traba-
jo—. ¿Tú recuerdas que te conté que cuando salía con Noah, no
siempre llegaba a casa y lo engañaba y todo eso…?
—Sí, ¿y?
—Pues… Esto me da vergüenza —admitió. Draco levantó
una ceja interrogantemente, Harry tomó una bocanada de aire y
continuó—: No quiero que si vamos juntos a la discoteca o a cual-
quiera de los bares mágicos de ambiente gay, escuches… escuches
cosas sobre mí —lo último lo dijo casi en un susurro, demasiado
avergonzado.
—¿Cosas sobre ti? ¿Exactamente a qué te refieres con cosas
sobre ti?
—Ya sabes… cosas que he hecho antes… y que…
—Qué has hecho antes —repitió Draco lentamente, incli-
nando el cuerpo hacia delante—; ¿mataste a alguien?
—¡No, por supuesto que no! —replicó Harry sintiéndose
ahora ligeramente ofendido.
—¿Les robaste, drogaste, te aprovechaste de alguien?
—No, Draco. ¿Qué demonios crees que soy?
—Pues, obviamente alguien que no ha hecho nada malo co-
mo para avergonzarse.
—Me la he pasado bien, ¿de acuerdo?, demasiado bien, y se-
guramente alguno o más de uno te lo dirá, y no quiero que andes
enojado conmigo porque…

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

—Yo también me la he pasado bien cuando no he estado


contigo —interrumpió Draco sintiéndose, para qué negarlo, un po-
co o muy celoso. ¿Se la había pasado bien? ¿Con cuántos se la había
montado Harry, que tenía que estar alterado por eso?—, y créeme que no
te reprocharé nada de eso, ya lo hablamos antes, ¿recuerdas? Tu pa-
sado y mi pasado son sencillamente eso, pasado, un camino para es-
te instante —dijo a pesar de todo.
Harry sabía que Draco mentía. Sólo había habido un muggle
más en su vida, y esa respuesta solamente había sido una forma de
defenderse ante las palabras de él.
—Quiero ir a bailar y pasarla bien contigo, esta noche —
pidió extendiendo una mano a través de la mesa. Draco lo miró
evaluativamente un instante, antes de suspirar y extender su mano
para tomar la de Harry—. No me avergüenzo de ti, es más, sé la
suerte de tenerte a mi lado, pero temo que el que se avergüence al
final, seas tú, de mí.
—No digas eso —reprochó suavemente Draco—. Eso no pa-
saría.
Harry se mordió el labio inferior un instante y luego sonrió.
—Te amo.
—Yo también te amo…
—¿Entonces qué dices? En serio sí me gustaría ir contigo,
pero quería decirte primero porqué me sentía tan incómodo por ir,
no es por ti, es por mí, por mí y por las cosas que he estado hacien-
do.
Draco desvió la mirada un momento y se sintió ligeramente
tonto por sus reclamos.
—Lamento haberte gritado en la tarde.
—Y yo no haberte dicho la verdadera razón —se apuró a dis-
culparse también Harry.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Supongo que… —Draco suspiró y se puso en pie, sin sol-


tar la mano de Harry y le dio la vuelta a la mesa, para acercarse al
chico—… te ves muy guapo, y sería tonto de mi parte no aceptar.
Harry sonrió y se levantó de un salto, dándole un fogoso be-
so en los labios.

–|– 

La experiencia de Draco en lo que refería al «mundo gay


nocturno» se limitaba al par de salidas que había tenido con Harry
durante sus vacaciones en el último año de Hogwarts, y desde
aquello ya había pasado demasiado tiempo, así que en verdad no
podía estar seguro de qué esperar ahora.
Entraron a «Scorpius», el lugar en el que sus amigos se reuni-
rían esa noche, a través de uno de los baños de un club muggle; era
un sitio bastante amplio, un poco oscuro en algunas partes, y lleno
de humo, una gran cantidad de cuerpos, algunos semidesnudos, se
mecían en la pista como una gran masa, todos agitándose al mismo
ritmo. Draco miró interesado hacia todos lados; hacia las mesas que
flotaban, se alargaban o encogían según la necesidad del momento;
hacia las grandes bandejas con copas multicolores que se elevaban
en lo alto, sobre las cabezas de todos; hacia la barra, donde cuatro
realmente sexys chicos, agitaban las varitas mientras las botellas le-
vitaban, hacían giros y servían cantidades disolutamente grandes de
licor, en copas de varias formas y tamaños. La música le pareció algo
repetitiva y demasiado alta. Harry, que lo tenía tomado de una
mano, lo jaló un poco y comenzó a avanzar entre las mesas laterales
a la pista de baile, sorteando magos y brujas de diversos tipos, Draco
trató de no dejar la boca abierta ni lucir demasiado escandalizado
cuando descubrió a dos magos refregándose con inusitado entu-
siasmo contra una de las columnas azules.

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

—Los chicos siempre van al fondo —gritó Harry cerca de su


oído, deteniéndose un momento. Draco asintió en respuesta antes
de seguir moviéndose; conforme avanzaban, varios magos y brujas
alrededor levantaban la cabeza o se giraban a verlos, de pronto Dra-
co se sintió un poco como en Hogwarts, cuando todos lo miraban
de esa manera acusadora.
No avanzaron mucho más, hasta que una bruja, bastante alta
y delgada, con el cabello de un color rojo encendido y rizado que le
llegaba hasta debajo de la cintura, les salió al encuentro.
—¡Harry! —gritó la chica con entusiasmo mientras ponía las
manos sobre los hombros de Harry y se inclinaba a darle un beso
en cada mejilla.
—Hola Jaimie —saludó Harry con una sonrisa apretada,
mientras jalaba un poco más a Draco, que parecía haberse quedado
petrificado unos pasos atrás.
—Pensé que los rumores de que ya no te dejaban salir eran
ciertos —dijo con voz coqueta y en un tono que a Draco le sonó
extraño.
—Oh, no estarás creyendo esas tonterías —replicó Harry
gritando sobre la música—. Te presento a Draco, Draco Malfoy, es
mi novio.
La mujer entonces giró un poco el rostro hacia Draco, como
si recién notara su presencia. Draco se sintió sonrojar un poco y
agradeció que la oscuridad pudiera ocultar ese detalle mientras ex-
tendía, un tanto inseguro, una mano hacia la mujer.
Jaimie inclinó el rostro hacia un lado un instante, y luego la
sonrisa retornó, obvió la mano de Draco y se acercó a él para darle
un beso en cada mejilla, como había hecho con Harry momentos
antes.
—Hola, Draco.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Hola —saludó Draco, no muy acostumbrado al contacto


tan cercano con extraños; se preguntó si era qué todos saludarían así
en ese lugar.
—Es muy mono —comentó dirigiéndose hacia Harry, que
asintió.
—Sí que lo es. ¿Cómo está Edward?
—Bien, es más… —la mujer se alzó sobre las puntas de sus
pies, gesto innecesario, pensó Draco por lo alta que era, y levantó
una mano—. Oh, allí está.
Un moreno, no tan alto como la mujer, sorteando varios chi-
cos y chicas, se acercó con una copa de algún extraño licor celeste
en cada mano.
—Aquí estás…
—Mira, me encontré a Harry.
—Hola, Harry —saludó el hombre mientras le entregaba
una copa a la mujer y luego extendía la mano efusivamente hacia
Harry—, tanto tiempo extraviado… ya empezábamos a pensar
que…
—Ya, los rumores, ¿me pregunto quién los habrá esparcido?
—interrumpió Harry—. Edward, te presento a mi novio, Draco
Malfoy.
—Hola —respondió rápidamente Draco, extendiendo la
mano hacia el hombre, aunque no parecía tan amable como la mu-
jer.
—Malfoy… vaya, quién diría que te veríamos por aquí.
—Lo mismo digo —contestó Draco en voz alta para que se le
escuchara sobre la música.
—Vamos, cariño, los chicos quieren ir a divertirse, y yo a to-
mar mi copa —lo apuró la mujer, que se despidió agitando una
mano antes de jalar a su pareja hacia el otro lado, el hombre se en-
cogió de hombros hacia Harry y Draco.

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

—Pásenla bien —gritó antes de perderse en el mar de gente;


por un instante, Draco se quedó mirando el espacio por donde ha-
bían desaparecido antes de girar, confundido hacia Harry.
—Pensé que solo eran gays.
Harry soltó una carcajada bastante sonora y soltó su mano
para pasar un brazo sobre sus hombros y acercarse más, su aliento
tibio se sentía extraño y agradable.
—Son gays —aclaró Harry con voz divertida.
—No, no lo son porque él es un hombre y ella… —Draco
frunció el ceño y se alejó de Harry lo suficiente como para poder
mirarlo a los ojos, la mirada divertida de Harry le hizo comprender
que había acertado en su respuesta—. No puede ser…
—Claro que sí.
—Vaya…
Harry soltó otra carcajada y negó con la cabeza antes de darle
un beso en la mejilla.
—Oh, mi inocente novio, vamos.
—Yo no soy inocente —replicó Draco, aunque no estuvo se-
guro de que Harry lo escuchara. Siguieron avanzando por ese lugar
que a Draco le pareció realmente enorme, y estuvo tentado a pre-
guntar si era que no había un mapa, por si en algún momento de la
noche se perdía.
Varios chicos, apuestos y demasiado sexys, tenía que admitir-
lo, se cruzaron con ellos, saludando a Harry con un gesto o un
«Hey, que tal» o «Vaya, ya de vuelta», y dándole miradas desde extra-
ñadas hasta resentidas. Empezó a creer que tal vez no había sido tan
buena idea ir después de todo.
Al fondo, al fin pudieron ubicar una mesa redonda, donde
estaban Mikel, Gael, Ethan, Lucka, y otros tres chicos, Draco creyó
reconocer a dos de ellos de algún lugar, aunque no estaba seguro de

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

dónde. Antes de llegar hasta ellos, ya los chicos los habían visto y
levantaban las manos llamándolos escandalosamente.
—Muchachos —gritó Harry con alegría, llegando por fin a la
mesa junto a Draco.
—¡Realmente viniste! —gritó Gael con entusiasmo hacia
Draco.
—Te dije que lo haría.
—Genial, pensé que no veríamos a Harry por aquí más —
declaró Lucka, moviéndose un poco hacia un lado, la mesa aumen-
tó de tamaño un poco, y dos sillas largas aparecieron para Harry y
Draco, que rápidamente se sentaron, miró extrañado hacia los dos
chicos que se le hacían conocidos, ellos parecieron también recono-
cerlo.
—Draco, ellos son Matías, Giles y Tyrone —Draco asintió
educadamente. Matías uno de los chicos que se le hacía conocido,
parecía un niño aún, desgarbado y pequeño, y se preguntó si en
realidad sería mayor de edad; Giles, el otro chico que también se le
hacía conocido, tenía un rictus serio, una mirada adusta, y un cuer-
po musculosamente bien definido, y Tyrone, de mirada soñádora y
rostro afable, le sonreía abiertamente.
—¿Draco Malfoy? —preguntó Tyrone ladeando la cabeza.
—Sí, ese es mi nombre —replicó Draco un poco a la defen-
siva.
—Vaya… que gusto, yo estudio para Pocionista, recién entré
este semestre, no te he visto por el campus pero he escuchado cosas
asombrosas de ti…
—¿En serio? —preguntó Draco un poco más relajado mien-
tras una copa redonda y con un líquido color anaranjado, aparecía
delante de él, Draco no le prestó mucha atención.
—Ajá, el profesor Ishiguro mencionó que hiciste el examen
de ingredientes de primer año en un tiempo record, dijo que no

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

había encontrado otro alumno como tú en muchos, pero muchos


años, y él debe saber de lo que habla… con lo viejo que es…
Draco soltó una pequeña carcajada.
—¿En serio lo dijo? Él siempre anda criticándome, tengo… o
bueno, tenía una clase con él en el semestre pasado, Ingredientes
Acuáticos…
—¿En serio estás saliendo con Harry? —preguntó Giles inte-
rrumpiendo el inicio de la respuesta de Tyrone.
—Hasta donde sé, sí —replicó Draco cambiando su mirada a
gélida nuevamente, y tratando de recordar dónde lo había visto a él
y a Matías.
—Vaya —masculló el chico, y Matías sonrió asintiendo.
—Te dije que era en serio —dijo Matías.
—¡Claro que es en serio! —comentó Harry frunciendo el
ceño.
—Ya… que no los puedes culpar por mostrarse escépticos —
tranquilizó Ethan.
—¿No te acuerdas de nosotros, verdad? —preguntó Matías
luego de un momento más de silencio.
Draco ladeó la cabeza, era conciente de la mirada interrogan-
te que Harry le daba, pero estaba tratando de recordar…
—Había mucho ajetreo en ese momento, Matías, ¿cómo
quieres que se acuerde? —intervino Lucka, entonces Draco recor-
dó.
—¡Ustedes fueron los del Ministerio! —concluyó con voz
triunfante.
—Ajá —asintió Giles.
—Vaya… gracias, nunca pude saber de quiénes se trataban…
me ayudaron mucho esa tarde —agradeció Draco con sinceridad.
—¿Te ayudaron? —preguntó Harry, preocupado, y la expre-
sión de Draco mudo de alegría a una de culpabilidad.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Oh… supongo que olvidé contártelo —se excusó Draco.


Harry arqueó una ceja, cada vez más confundido, y Draco suspiró
suavemente, inclinándose hacia él para poder contarle rápidamente
lo que había ocurrido.
—¿Y recién me lo dices? —bramó Harry un tanto enfadado.
—No fue tan grave —se disculpó Draco en voz baja, agrade-
cía que la algazara alrededor, hiciera que los chicos de la mesa no
escucharan la conversación; además, que parecían dispuestos a ha-
cerse los desentendidos por el momento.
—Te atacaron, Draco, debiste decírmelo en cuanto paso…
—Ellos me ayudaron —señaló hacia los chicos, Mikel se re-
movió incómodo en su asiento mientras Gael daba un largo trago a
su bebida multicolor, mirando hacia la pista de baile.
—Y ustedes… confabuladores y encubridores —criticó Ha-
rry hacia sus amigos.
—Bueno… lo estábamos cuidando por ti —se disculpó Giles
con una sonrisa descarada.
Harry entrecerró los ojos y sintió la mano de Draco sobre su
pierna.
—Vamos, no te alteres, vinimos a pasarla bien, ¿recuerdas?
—susurró Draco acercándose a su oído y dejando que el tibio alien-
to golpeara contra la piel de Harry, que se estremeció ligeramente.
—De acuerdo… —respondió lentamente—, pero luego ten-
dremos una charla sobre esto.
—Bueno, bueno, dejemos esto de lado y mejor brindemos,
por el retorno de Harry hacia el camino correcto… —dijo Giles le-
vantando su copa con aire teatral, que fue rápidamente imitado por
los demás.
—Sí —apoyó Mikel.
—¿Cuál camino correcto? —se quejó Harry medio enfurru-
ñado.

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

—El de salir con tus amigos, ¡ingrato! —respondió Giles a lo


que los demás rieron y chocaron sus copas, incluso Harry parecía ya
más contento, y brindó con ellos. Draco rápidamente los imitó, y
probó el dulce licor, sabía bien, como a frutas tropicales.
—Yo que tú voy despacio —le aconsejó Harry, mientras daba
un sorbo muy pequeño a su copa y la dejaba sobre la mesa.
—Hazle caso, él sabe por qué lo dice —apoyó Matías mien-
tras bebía de su copa.
—¿Emborrachándote, Potter? —preguntó Draco medio di-
vertido.
—Sólo una vez, y fue porque no me avisaron —respondió
Harry mirando hacia sus amigos con resentimiento.
—Nah… sí te dijeron, fue solo que no escuchaste —picó di-
vertido, Ethan—. Además, igual la pasaste muy bien…
—Ya… si tan solo recordara qué fue lo que hice…
—¡Oh, por Merlín! —suspiró Draco desaprobadoramente
hacia Harry, que soltó una pequeña carcajada.
—No es cierto… era broma.
—Ya…
Pronto, mientras Harry conversaba con Giles, Lucka, Ethan
y Mikel poniéndose al corriente de los demás chicos que conocía
por allí, y de las últimas novedades, él se enfrascó en una fanática
charla acerca de la universidad, los profesores y clases con Tyrone y
Gael, hasta que Harry lo obligó a moverse hacia la pista de baile.
En un inicio se sintió un tanto incómodo, algunos chicos los
miraban de manera extraña, mientras Harry lo sujetaba de las cade-
ras y lo mecía al ritmo acelerado de la música; no fue hasta que el
chico comenzó a repartir pequeños besos sobre su mejilla y cuello,
que sintió que se relajaba poco a poco, siguiendo con más entu-
siasmo el ritmo, y sobre todo, pegándose más al cuerpo de su novio.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—¿Estás cómodo? —preguntó preocupado Harry—. Si quie-


res que nos vayamos…
—Nada de eso —le interrumpió Draco antes de darle un be-
so en los labios—. Me gusta estar así contigo —ronroneó suave-
mente cuando se apartaron.
—A mí también me gusta —ratificó Harry.
Continuaron bailando un poco más de tiempo, hasta que de
pronto, Draco sintió lo que claramente era la mano de un extraño
en su cadera, se apartó de Harry sobresaltado para encontrarse con
nada más y nada menos que un, extrañamente, demasiado sonriente
Noah.
—Noah —dijo Harry, y Draco recién notó que Noah tenía la
otra mano sobre la cadera de Harry, tuvo el impulso de empujar al
chico para que quitara las manos de su novio, pero se contuvo, re-
cordándose que no era correcto hacer una escena.
—Chicos —saludó Noah con aquel tono que delataba que
estaba ebrio.
—¿No crees que ya has bebido suficiente? —recriminó Ha-
rry, dando un paso hacia atrás y alejándose de esa mano sobre su ca-
dera, y de paso, apartando a Draco también, no le hacía nada de gra-
cia que Noah se tomase esas confianzas.
—No tanto —negó Noah con la cabeza—. Los estuve obser-
vando —comentó en voz demasiado alta incluso para la música es-
tridente que sonaba en ese momento.
—Que bien —farfulló Draco, y Noah centró su mirada en él
por un instante, antes de continuar hablando.
—¿Te acuerdas, Harry, de ese lindo chico rubio con el que
una vez hicimos un trío? —soltó de pronto Noah—, pues ustedes
dos me han recordado a esa ocasión… la pasamos fantástico, y esta-
ba pensando…

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

—¡Noah! —chilló Harry interrumpiendo a Noah y tratando


de no mirar a la cara a Draco, sentía sus mejillas arder de forma que
no creía posible, y su corazón bombeando más acelerado.
Draco parpadeó un par de veces, y su mirada fue de Noah
hacia Harry y de vuelta a Noah, ¿había dicho trío?
—Vamos, vamos, no debes armar tanto jaleo —desestimó
Noah—, estoy seguro de que Draco lo sabe, ¿verdad? —preguntó
hacia el chico, y sin esperar a que éste siquiera hiciera el ademán de
contestar, continuó—: no tiene nada de malo, la vida está hecha pa-
ra vivirse, siempre lo has dicho, además, toda esa experiencia que
has ganado durante este tiempo por aquí, debe servirle a Draco de
todas formas.
—¡Cállate! —gritó Harry cada vez más avergonzado, por un
instante se intentó soltar de Draco para acercarse a Noah, pero este
lo detuvo, presionando su mano con más fuerza.
—No negarás que fue divertido… a veces me pregunto có-
mo es que te restringirás ahora… a menos que Draco no sea muy
dado a eso de las exclusividades… He escuchado cosas interesantes
acerca de ese tal amigo tuyo, Draco, ese Gael… ¿cierto que también
estás con él? —continuó Noah acercándose a Draco con mirada
triunfante. No esperó que Draco le sonriera de aquella manera tan
burlona.
—Basta, Noah —lo detuvo Harry, tomando con la mano li-
bre a Noah de un brazo para apartarlo—, te estás pasando de la raya.
—Vamos, Harry, mejor tomemos una copa —sugirió Draco
con voz aparentemente calmada, Harry se animó a mirarlo, aún sin-
tiéndose apenado por todo lo que su exnovio le había dicho.
—Ah… ¿ves al DJ? —preguntó Noah a pesar de todo, y se-
ñalando hacia la cabina donde un guapo chico rubio se agitaba al
ritmo de la música con unos audífonos enormes—. A Harry le gus-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

taba acostarse con él hasta hace muy poco… Te lo digo por si es que
un día no llega a casa, puedes preguntarle a él si eso pasa.
—Noah —intervino Ethan, apareciendo de pronto detrás de
ellos, mientras daba la vuelta para alcanzar a su amigo.
—Oh, Hola Ethan… los vi por allá, en la mesa con Harry —
saludó Noah hacia Ethan y Lucka, que ya venía detrás, como si no
estuviera haciendo nada malo.
—Creo que es hora de que te lleve a casa —dijo Lucka jalán-
dolo de un brazo.
—¡Pero me estoy divirtiendo! Draco y yo estábamos compa-
rando algunas cosas —dijo con voz que seguramente quiso hacer
sonar insinuante, pero fallando estrepitosamente por lo borracho
que estaba.
—No sabíamos que había venido —se medio disculpó Ethan
hacia Harry y Draco—, lo siento… normalmente no es tan pesado.
—¡Pero claro que no soy pesado! —se carcajeó Noah y se
trató de adelantar hasta quedar cerca de Draco—, pregúntale a Ha-
rry.
—Noah, no… —empezó Harry, pero se detuvo cuando sin-
tió a Draco soltarse de él; por un instante pensó que el chico se
marcharía, pero no fue así. Para sorpresa de todos, se acercó hasta
Noah, poniendo ambas manos sobre sus hombros e inclinándose
hacia delante para murmurarle algo al oído.
Draco se pegó lo más posible al chico, que olía a demasiado
alcohol y tabaco, y le susurró de tal forma que nadie más lo pudiera
oír:
—¿Te das cuenta de lo patético que estás siendo al admitir
que no fuiste capaz de conservar a Harry a tu lado?
Noah se apartó bruscamente de él, el brillo divertido en su
mirada desapareció completamente, y apretó los labios, Draco se

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

apartó un par de pasos y volvió a tomar la mano de Harry, sincera-


mente esperando que la escena no se volviera más violenta.
Noah le dio una mirada más a Harry, y otra a Draco, antes de
darse la vuelta y caminar con pasos luengos, apartando a empujones
a algunos chicos, hasta que se perdió de vista.
—¿Qué le dijiste? —preguntó asombrado Lucka hacia Dra-
co, que solo se encogió de hombros.
—Que tenía la bragueta abierta —mintió Draco.
Ethan y Lucka le dieron una mirada desconfiada, y luego sol-
taron pequeñas carcajadas antes de alejarse por el mismo camino
que se había ido Noah.
—Draco… —dijo Harry encarándolo al fin, Draco pudo ver
su sonrojo, pese a las luces de colores.
—Vamos, quiero seguir bailando un rato más —lo alentó
Draco, mientras ponía las manos en las caderas de Harry y lo jalaba
contra su cuerpo nuevamente.
—Pero… —y no pudo terminar de hablar, porque Draco es-
cogió ese momento para darle un beso en los labios, sus dientes
presionando su labio inferior, y esa lengua reclamando de manera
posesiva su boca.
Draco lo besó con fuerza e ímpetu, dándole a entender que
ahora era suyo, sólo suyo y de nadie más… ¿estaba celoso? No era
algo que admitiría en voz alta, pero sí lo estaba, celoso de todos
aquellos que habían tocado siquiera a Harry, de Noah y de todo el
tiempo que habían pasado juntos, pese a saber que había sido él,
Harry, quien lo había abandonado y dejado libre de hacer lo que
quisiera, estaba celoso. Continuó besándolo con empeño, dejándole
en claro que no se apartaría, y Harry pareció contento con aquello,
aceptando su posesivo beso sin ninguna reserva. No se apartó de él
hasta que sintió que su erección podía estallar de lo apretada que es-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

taba dentro de sus pantalones, y entonces miró a Harry con real de-
seo.
—Draco —jadeó Harry refregándose un poco contra las ca-
deras de Draco para calmar de alguna manera su excitación, excita-
ción que Draco había creado con tan solo un beso.
—Si sigues no responderé, y voy a joderte delante de toda es-
ta gente —advirtió medio divertido Draco, mientras sujetaba con
más fuerza las caderas de Harry, que gimió descontento por ser de-
tenido.
—Mmm… no creo que eso esté permitido aquí —comentó
Harry empezando a besar su cuello de manera lenta—, aunque hay
un sitio…
—¿Un sitio? —preguntó Draco dejando caer la cabeza a un
lado mientras esos dientes se clavaban en su piel con fuerza, inci-
tándolo más aún.
—Te deseo… Dios, no sabes cuánto te deseo —gimoteó Ha-
rry sin dejar de besar y morder la pálida piel a su disposición.
—Y yo…
—Ven —dijo Harry apartándose de él con esfuerzo y toman-
do su mano.
Draco se sorprendió de ser jalado hacia el lado opuesto de la
salida, pero no protestó mientras avanzaban entre los cuerpos que
se agitaban en la pista de baile, hasta que llegaron a una puerta azul
colbalto, brillante, que resaltaba en medio de la pared.
—¿Harry? —preguntó mientras veía a Harry empujarla y
luego ser llevado hacia el interior de un cuarto bastante oscuro; se
sonrojó al escuchar los claros sonidos de jadeos, aunque no podía
ver muy bien quiénes más estaban en el interior.
Harry no respondió y lo empujó contra una pared, inclinán-
dose para darle un beso más en los labios antes de caer de rodillas
frente a él.

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

—Tú tranquilo, nadie nos verá —le tranquilizó en un mur-


mullo antes de, con manos temblorosas por la excitación, abrir el
pantalón de Draco y bajarlo hasta poder tener a su disposición la
sonrojada y esplendente erección.
—Oh… ¡Merlín! —gimió quedamente Draco, mientras sen-
tía esa caliente boca rodear su miembro, giró a ambos lados buscan-
do a los dueños de los jadeos que se escuchaba en el resto de la os-
cura habitación, pero no vio a nadie, aunque era conciente de que
no estaban solos; sujetó con una mano, la cabeza de Harry, enre-
dando los dedos entre los largos cabellos oscuros y confiando en
que efectivamente, así como él no podía ver a nadie, nadie lo vería a
él.
Harry recorría con rapidez el pene de Draco, sintiéndolo po-
nerse más duro a cada instante, y relajando la garganta para permi-
tirle que empujase con más fuerza dentro de él, con una mano bajó
hasta su propia erección y trató de soltar sus pantalones, definitiva-
mente mucho más ajustados debido su propia excitación.
—Harry… Oh, Dios… —gruñó Draco dándose un golpe
contra la pared, al momento de dejar caer la cabeza hacia atrás por la
forma en la que Harry se la estaba chupando—. Harry… para —
pidió con lo último de voluntad que le quedaba, y tratando de ale-
jarlo con ambas manos.
—¿Quieres verdaderamente que lo haga? —preguntó Harry
con voz traviesa y apartándose sólo un poco de él.
—Jódeme —ordenó Draco con voz ronca—. Ahora.
Harry se puso en pie lentamente, Draco no perdió el tiempo
y pronto lo jaló, ayudándolo a deshacerse del botón y bajando la
bragueta con rapidez.
—¿Seguro que quieres que…? —empezó a preguntar Harry,
pero Draco no le dio opción a terminar de preguntar, besándolo de

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

manera contundente mientras su mano se hacía de su duro miem-


bro y lo masturbaba con fiereza.
—Draco —gimió Harry apartándose de él un instante antes
de hacerlo girar contra la pared. Draco debía reconocer que Harry
no solía ser así de brusco durante sus encuentros, y que esa nueva
faceta de él, también le fascinaba.
—Sí… —suspiró cuando sintió a Harry entrar en su interior
con rapidez—. Ah… sí —gimoteó ante la primera embestida.
—Te deseo tanto —masculló Harry metiendo una mano por
delante, levantándole la camisa y acariciando su plano abdomen an-
tes de bajar y hacerse de la dura erección.
—Sí… más rápido —pidió Draco poniendo ambas manos
contra la pared, de tal forma que le permitieran empujarse contra
Harry con más facilidad.
—Draco… —gritó Harry empujándose una y otra vez contra
el interior del chico, hasta que ambos se perdieron por completo en
las sensaciones del orgasmo.
Draco se agitó con fuerza, sintiendo toda su semilla ser ex-
pulsada contra la pared, y su propia ropa y a Harry liberándose en
su interior, llenándolo por completo. Se dejó caer, resoplando con-
tra la fría pared, pensando en cómo demonios iba a salir de allí des-
pués de tremendo desastre.
—No pensé que… —suspiró Harry hablando quedamente
sobre su oreja, y haciendo que su piel se estremeciera—… que se-
rías de esos que gustasen de los cuartos oscuros.
—¿Así se llama? —preguntó aún agitado Draco, escuchando
los gemidos alrededor; se preguntó si era que ellos habrían sido así
de escandalosos, y agradeció que efectivamente todo estuviera a os-
curas.
—Es porque es oscuro y nadie te puede ver —comentó Ha-
rry, retirándose lentamente de él.

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

—No lo hubiera adivinado —replicó Draco, soltando una


carcajada divertida y volteándose para ver a Harry, pese a la oscuri-
dad lo podía distinguir bastante bien.
—Haré un hechizo… no creo que sea buena idea salir así
de…
—Por favor —pidió Draco rápidamente, antes de jalarlo y
darle un beso más en los labios. Sintió la corriente de magia reco-
rrer su cuerpo, y pronto, ambos se subieron los pantalones. Draco
se sentía demasiado alucinado todavía, por haber hecho algo así en
un lugar público, o medianamente público, se dijo, recordando que en
realidad, nadie los había visto, y mandando de paseo todas sus du-
das acerca de con cuántos chicos más Harry había podido estar allí.
—Vamos… quiero una copa —tiró de él Harry hacia la sali-
da, no fueron hasta la mesa donde estaban sus amigos, sino hasta la
barra, encontraron una esquina vacía y ambos pidieron cervezas
frías, para cuando el apuesto chico, sonriendo coquetamente hacia
Draco, depositó los grandes vasos, ambos se habían quedado en si-
lencio.
—Lo lamento —dijo Harry luego de darle un largo trago a su
bebida—, lo que Noah dijo… no tenía derecho a decir esas cosas
y…
—¿Es verdad? —preguntó Draco, pese a haberse prometido
que no le recriminaría nada, sabiendo que no tenía derecho alguno
en hacerlo.
—Sí, lo es —admitió Harry—, cuando tú y yo no estábamos
juntos yo trataba de…
Draco se inclinó hacia él y le dio un beso en los labios, inte-
rrumpiéndolo.
—Te amo, no importa nada más, nada de lo que él haya di-
cho significa algo para mí, ¿de acuerdo? No debí preguntártelo, lo
lamento —dijo en cuanto se apartaron.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Pero…
—En serio, no lo resiento, no es que no me importe, pero no
es un problema, no es nada que vaya a hacer sentirme peor o me-
jor… es algo que ya fue.
Harry sonrió aliviado y luego asintió con la cabeza, ambos
continuaron en la barra por un rato más, mirando a sus amigos bai-
lar, y a Lucka ligar con un chico bastante apuesto, antes de retornar,
tomados de la mano, a su mesa, donde Mikel y Gael se besaban con
demasiada efusividad.
Luego de que Draco los molestara por un rato más, y que los
demás volvieran a la mesa para seguir brindando, se entretuvieron
planeando la salida para celebrar el cumpleaños de Harry, que ya se
acercaba.
Draco se mostró de acuerdo en lo que planeaban hacer, y se
pasó el resto de la noche bailando con él y brindando con sus ami-
gos; no fue hasta casi el amanecer cuando finalmente decidieron
volver a casa, algo achispados por el alcohol y riendo tontamente.
Al día siguiente, Draco empezó a comprender el concepto
que Tessa le había dado una vez, hacía mucho tiempo; ese de sentir-
se como si hubiera andado de juerga durante tres días seguidos, y
agradeció tener pociones contra la resaca, y que fueran tan efectivas.
Pese a eso, no podía negar que se había divertido, y en demasía…

–|– 

Gael permanecía despierto, con las manos bajo la cabeza y


mirando al techo mientras la luz de la mañana empezaba a llenar la
habitación muy lentamente, sintió a su lado a Mikel moverse un
poco más, acomodándose sobre la almohada. Lo envidió por poder
dormir, él tenía un poco de sueño, pero había algo que le daba vuel-
tas en la cabeza, algo que lo hacía sentir inseguro y preocupado, pe-

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

ro sobre todo, defraudado. Había pasado dos noches atrás, durante


una fiesta a la que habían ido; Giles se había acercado a Mikel, en el
momento en que Gael volvía del baño, él había pensado que ese
acercamiento era demasiado, y quiso reclamar su derecho a que no
tocasen a su novio, caminó hacia ellos, pero al parecer, los chicos no
lo vieron, eso le dio la oportunidad de escuchar…
—Ya escuché lo que pasó —había dicho Giles, por primera
vez, desde que Gael lo conocía, no había sonado burlón u ofensi-
vo—, es una gran injusticia.
—Ya… no era algo que no esperara, después de todo, me co-
noces, no voy a avergonzarme de quién soy o de lo que siento —
había respondido Mikel, aunque su voz no sonaba demasiado con-
tenta.
Gael había fruncido el ceño y se había sentido muy descon-
certado, no entendía de qué podían estar hablando. Pero no dijeron
más, Mikel se inclinó hacia un lado y entonces lo vio, Gael sonrió
lo mejor que pudo y terminó el camino hacia él, que le dio un beso
en la mejilla para luego sacarlo a bailar.
Y aunque había intentado entablar conversación con él una y
otra vez, invitándole a que le confesara qué era lo que había pasado,
no lo había conseguido. Y allí estaba ahora, dos noches después, sin
conseguir dormir y dándole vueltas y vueltas al asunto.
¿Qué podía ser lo que había sido una injusticia? ¿Por qué Gi-
les lo sabía y no él, él que se suponía era su novio, con el que estaba
viviendo?
—Sabes que te quiero, pero si sigues sin dormir, esas ojeras
realmente quedaran perennes en tu linda carita, que ya no será tan
linda —reprochó Mikel, echado de costado, levantando la cabeza y
apoyándola sobre un brazo, mirando preocupadamente a Gael.
—Lo siento, no quería despertarte —se disculpó Gael, girán-
dose para ver a Mikel a la cara, dispuesto ya a preguntar.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—No me despertaste, igual no podía dormir mucho más


tiempo —suspiró Mikel.
Gael levantó una mano y le acarició una mejilla y apretó los
labios un instante, antes de decidirse a hablar.
—Mikel, ¿por qué no me lo dices?
—¿Decirte qué?
—No lo sé… lo que sea que te haya pasado, lo que haya sido
una injusticia… —Gael suspiró y se dejó caer de espaldas sobre la
cama, sintiéndose nuevamente miserable y dejado de lado—. Ol-
vídalo.
—¿Cómo…? ¿Injusticia? —repitió Mikel asombrado.
—Ya olvídalo.
—No. Tú dijiste injusticia. ¿Por qué lo dijiste?
—Te escuché… a ti y a Giles, la otra noche.
—Oh…
—¿Sabes qué es lo más tonto de todo? Que por un instante
pensé que tú y yo éramos de ese tipo de parejas que se cuentan sus
problemas y que se dicen todo o casi todo…
—Cariño, sabes que lo somos —Mikel se sentó completa-
mente en la cama, mirando hacia Gael que parecía realmente de-
cepcionado.
—No me digas cariño, ni ninguna de esas palabritas que usas
cuando me quieres convencer de algo —se quejó Gael sentándose
también, ambos quedaron frente a frente, con sus rodillas chocan-
do.
—No te quiero convencer de nada, pero es que…
—¿Tienes algo con Giles? —interrumpió Gael.
—¡No! Claro que no —replicó Mikel ofendido—. No se te
ocurra pensar semejantes tonterías, ¿de acuerdo? Sabes muy bien
que sólo me he enamorado de una persona en mi vida, y ese has si-
do tú, no me fijaría en nadie más, nunca.

1549
LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

Gael se pasó una mano por el cabello, nervioso mientras ne-


gaba con la cabeza.
—Lo lamento… pero entonces… ¿Por qué él sabe cosas que
yo no acerca de ti?
—No te quiero preocupar… ni que te sientas desencantado
de mí.
—¿Cómo podría desencantarme de ti? Nunca lo haría.
—Pues…
—Esto es frustrante, ¿sabes? Duermes conmigo, vives con-
migo pero no eres capaz de decirme qué demonios te está pasando
—protestó Gael cada vez más molesto.
Mikel desvió la mirada hacia los cobertores, jugueteando con
los hilos sueltos por un instante, antes de encararlo finalmente:
—¿Recuerdas que dije que el jefe del hospital me miraba ex-
traño?
—Ajá. ¿Pasó algo? ¿Te llamó la atención?
—No —Mikel negó con la cabeza, cerró los ojos por un ins-
tante, sintió las manos de Gael sobre sus piernas, acariciándolo con-
soladoramente y suspiró profundamente—. Me despidió.
—¿Te… —Gael frunció el ceño, no muy seguro de haber en-
tendido—… despidió?
—Dijo que… que, tú sabes, comportamiento inadecuado,
ofensivo y toda esa sarta de estupideces que siempre anda diciendo,
y que yo no podía tratar a los pacientes con esta condición…
—Pero… él no te puede despedir por eso… no tiene derecho
a…
—Lo tiene, ya lo hizo, Gael, lo hizo y encima me dijo que
podía recomendarme una clínica para deshomosexualizarme.
—Des…
—Desohomesexualizarme —repitió Mikel, ante la mirada
atónita de Gael.

1550
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Esa palabra ni siquiera existe.


—Es lo que le dije… pero bueno, no le importó mucho el
andar destrozando la gramática.
—¿Cuándo fue que pasó eso?
—Hace más de dos semanas —confesó Mikel.
—Pero… ¿Acaso no pensabas decírmelo?
—Sí, en algún momento tendría que hacerlo… sólo que…
he estado viendo algunos lugares donde puedo trabajar… estoy es-
perando respuestas, y luego te lo diría, cuando ya tuviera un puesto
seguro.
—¿Por qué?
—Temía que… tú sabes…
—No, no sé —dijo Gael impaciente—; sólo que confías más
en otros que en mí.
—No quería que te fueras ahora que no tengo empleo y…
—Mikel no terminó de hablar, interrumpido por Gael que se había
puesto de pie rápidamente.
—Eres un reverendo idiota si crees que me iré porque no
tienes empleo. ¿Qué te crees que soy?
—No… yo no he dicho eso —se defendió rápidamente Mi-
kel alcanzando a Gael, que ya caminaba hacia la sala.
—Sí que lo has dicho, has dicho «temía que te fueras ahora
que no tengo empleo»; yo no soy un mantenido. Por si no te has
dado cuenta, tengo un empleo y pago la mitad de todo los gastos
aquí, y de ser necesario, pagaría tu mitad también si es que me dije-
ras que es necesario, como en este caso. No deberías estar gastando
nada de oro hasta que consigas otro empleo.
Gael ya había llegado hasta la sala y se había dejado caer sobre
el sofá, en realidad no tenía intenciones de marcharse, pero sí de
moverse un poco antes de darle un golpe a Mikel por idiota.

1551
LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

—Yo tampoco soy un mantenido —se defendió Mikel sen-


tándose junto a él—; no necesito que pagues mis cuentas, por algo
soy un adulto.
—Discúlpeme señor adulto —bufó Gael—, pero te diré algo,
cuando me pediste que me mudara aquí, definitivamente quedamos
en que repartiríamos los gastos y que seríamos una pareja, y una pa-
reja hace precisamente eso que te digo, se apoya mutuamente. ¿Qué
pasaría si la fábrica de pociones quebrara y no tuviera siquiera un
knut partido por la mitad? ¿Me obligarías a pagar todo aún sabiendo
que no tengo el oro?
—Eso es diferente, primero: que yo no me he quedado sin
un knut partido por la mitad, no soy tan tonto como para no haber
hecho mis ahorros, y lo sabes bien, conoces mis finanzas; y segun-
do: que yo no te obligaría a pagar nada, para eso estoy aquí.
—¡Exacto! —casi gritó Gael—. También yo, y sí, conozco tus
finanzas, y no debes echar mano de ellas, a menos que sea una real
emergencia, y esta no lo es, hasta que no consigas otro empleo po-
demos vivir con lo que yo traigo.
—No lo quiero, ¿no entiendes? No me gusta la idea de vivir
de gratis en un sitio…
—Es nuestro sitio —interrumpió Gael—; deja de hacerte el
macho dominante, que no te queda —y luego se puso en pie, mi-
rando duramente a Mikel.
—Yo no me las quiero dar de nada.
—Pues al parecer, te esfuerzas demasiado en parecer un ma-
cho alfa. Y ya te digo, eso es lo que haremos y punto, no quiero oír
más al respecto, ni verte gastar nada más de lo indispensable, déja-
me las cuentas a mí, sino, si no estás dispuesto a que enfrentemos
esto juntos, como una pareja, es porque tal vez no estás listo para
serlo conmigo, y me iré.

1552
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Mikel abrió la boca para contestar, pero Gael no le dio opor-


tunidad, se giró y caminó de vuelta a la habitación mientras agrega-
ba:
—No me contestes inmediatamente, piénsatelo bien.
Gael se dejó caer en la cama y se cubrió con las sábanas hasta
la cabeza, sintiendo su corazón agitado, temiendo que en cualquier
momento, Mikel entrara y le dijera que no, que no estaba listo ni
seguro de querer ser una pareja con él. Se arrepintió del ultimátum
que le había dado, se sintió mal y estuvo tentado a salir y decirle
que no era en serio, que no quería irse de allí, pero peleó contra ese
deseo y permaneció en la cama, tendido.
Mucho rato después, escuchó la puerta abrirse, y unos ins-
tantes después, el peso de Mikel sobre la cama; permaneció quieto,
aguantando la respiración mientras Mikel se metía bajo las mantas,
no fue hasta que esos brazos lo rodearon con fuerza, que se animó a
soltar el aire lentamente.
—No quiero que te vayas… —Mikel le dio un beso en el
hombro—. Te amo… claro que somos una pareja, tontito.
—No me digas tontito —se quejó Gael siguiendo la broma,
y no pudiendo borrar la enorme sonrisa de su rostro.
—Dime que no te irás… por favor, dime que no lo harás —
continuó Mikel.
—Por supuesto que no… pero sólo si...
—Sí, ya entendí —interrumpió Mikel, apoyando su cabeza
entre el cuello y hombro de Gael—. Lo hablaremos esta tarde, ¿qué
te parece? Sacaremos cuentas y verificaremos presupuestos…
—De acuerdo.
—Ahora… trata de dormir un poco, ¿de acuerdo?
—Sí… —aceptó Gael cerrando los ojos y sintiéndose ahora
sí, completamente tranquilo, aunque claro, estaba el problema del
desempleo de Mikel, y que algunos prejuiciosos fuera, en el «hétero

1553
LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

mundo», que era como ellos le llamaban, sabían que Mikel era gay,
lo cual era una desventaja para conseguir trabajo, pero confiaba en
que eso se resolvería…

–|– 

Una de las cosas que más adoraba de estar de vacaciones era


la gran cantidad de tiempo libre que tenía, y lo mejor de todo era,
que ya sabía cómo ocupar ese tiempo.
En cuanto Draco bajó al laboratorio a trabajar, Harry se vis-
tió, cargando con su capa de invisibilidad y saliendo rumbo a La
Universidad Mágica de Gunhilda de Gorsemoor, pero nadie le ve-
ría. Esa era una gran ventaja a la hora de espiar, tenía que recono-
cerlo, puesto que muchos edificios y oficinas tenían encantamien-
tos de seguridad que podían detectar a alguien queriendo colarse,
cubierto de hechizos.
Estuvo una semana siguiendo a Pierre Colburn; se sabía ya
sus horarios y su rutina, así que ese día, muy seguro de lo que haría,
salió de casa, tal como los otros días, después de que Draco bajara al
laboratorio. Le venía bien también de que no hubiera muchos estu-
diantes en el campus, sólo algunos que adelantaban cursos o tenían
gestiones administrativas que tratar.
En el escritorio, delante de la oficina de Colburn, estaba la
recepcionista, como siempre, leyendo un ejemplar de «Corazón de
Bruja», mientras golpeteaba sus dedos contra la madera. Esperó du-
rante un buen rato, hasta que el reloj marcó las once de la mañana,
momento en que la mujer aprovechaba para ir por un bocadillo; en
cuanto lo hizo, Harry suspiró aliviado. Lo último que necesitaba era
que le cambiaran las rutinas a último momento.
Entró con cautela, apenas empujando un poco la puerta de
madera, vio en el fondo a Colburn arrodillado delante de la chime-

1554
Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

nea, hablando con voz un tanto enfadada, se alegró de aquella dis-


tracción y se metió por completo en la oficina; sacó la varita y la agi-
tó sobre la puerta, lanzando un hechizo silencioso para sellarla y
otro para insonorizarla; luego de eso, caminó por el interior, reco-
nociendo cada lugar del recuerdo de Draco, y pensando en la mejor
forma de desarrollar su plan.
Unos minutos después, Colburn se apartó de la chimenea
mascullando algo como «Sí, querida», la apagó con un movimiento
de varita y caminó tras su escritorio donde un gran grupo de per-
gaminos lo esperaba; rápidamente se puso a trabajar, sus facciones
denotaban enojo, empezó a escribir, dejando oír sólo el ruido de la
pluma rasgando el pergamino.
Lo primero que hizo Harry fue enfriar la habitación, gra-
dualmente, hasta que Colburn levantó la vista, con el ceño fruncido
y tiritando levemente.
—¿Pero qué demonios? —se quejó, de su boca salió un poco
de vaho, mientras caminaba hacia la chimenea y la trataba de en-
cender, pero que ésta no funcionó.
Colburn no tuvo tiempo de preguntarse por qué la chimenea
no funcionaba correctamente, cuando ya la había utilizado minutos
antes, porque en ese momento, los cuadros con las fotografías de las
promociones graduadas de la pared del fondo, empezaron a levitar y
acercarse hacia el centro, y no sólo eso, varios de los libros y objetos
de los estantes hicieron lo mismo; Colburn, con la boca ligeramen-
te abierta, caminó tratando de salir, pero sólo llegó hasta el centro
de la habitación, antes de que todos los objetos que levitaban, lo ro-
dearan, girando vertiginosamente a su alrededor, y no permitiéndo-
le el paso.
—Quien quiera que esté allí, debe saber que está en un grave
problema —gritó Colburn sobre el ruido estridente que hacían los

1555
LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

objetos al moverse alrededor—; esta oficina está protegida, y no ha-


brá forma de que salga sin que se descubra.
Harry estuvo tentado a soltar una carcajada, había desactiva-
do todos los hechizos de seguridad dos días antes y no habían sido
repuestos, lo que demostraba el deficiente sistema de protección.
No se dejó entretener por los gritos y la cara de horror de su vícti-
ma, y continuó con su plan.
Por la velocidad con la que todo giraba, rápidamente los cua-
dros y botellas empezaron a quebrarse, Harry usó uno de los peda-
zos de cristal, que flotó directamente hacia la mejilla izquierda de
Colburn, produciendo un corte bastante profundo.
—Demonios. ¿Qué es lo que quieren? Quienes quieran que
sean, deténganse, ¡se los ordeno! —gritó horrorizado Colburn.
El pedazo de vidrio flotó sobre la cantidad de objetos (ahora
algunos filosos y cortantes) que giraban, aún goteando sangre mien-
tras Colburn, con una mano en la mejilla ensangrentada, abría los
ojos como plato, seguramente pensando que su muerte estaba cer-
ca, aunque claro que Harry no planeaba nada como eso.
Ante la mirada atónita de Colburn, unas palabras rojas, y al
parecer escritas con su propia sangre, aparecieron conforme el pe-
dazo de vidrio se iba desplazando.

De tu sangre, un juramento

—Basta, por favor…

De tu sangre una promesa

—Deténganse, esto es ilegal.

La pena: la humillación
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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

—Les daré lo que sea, pero basta…

No más acosos, no más intercambio de favores

—Es mentira, no sé de qué hablan… tengo oro, les daré oro,


todo el que quieran…

Con tu sangre, la promesa está cerrada

Colburn abrió la boca, pero el grito no salió, mientras sentía


la magia fluir por su cuerpo hacia el exterior, un rayo de color verde
demasiado encendido, se mezcló con las rojas palabras que iban
apareciendo y desapareciendo.

El incumplimiento, con tu sangre, la humillación

La habitación, le pareció a Colburn, empezó a dar vueltas por


completo. Se sintió demasiado mareado y con nauseas, pero pese a
eso, no apartó la vista de las palabras que iban apareciendo.

Con tu sangre la promesa está cerrada

De pronto todo quedó en silencio, le pareció que el silencio


era demasiado pesado, presionando contra sus oídos, y la oscuridad
no tardó en llegar, hasta que cayó en la inconciencia.
Harry salió de allí media hora después, bajo la capa de invisi-
bilidad y con una sonrisa, unos minutos antes de que la secretaria
retornara a su escritorio, con un enorme emparedado de mil y un
ingredientes y una humeante taza de café.

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

Cuando Colburn abrió los ojos, era ya mediodía, estaba sen-


tado sobre su silla, tras su escritorio, la oficina entera estaba en su
sitio, todo parecía estar bien, pero para cerciorarse caminó hasta la
chimenea y la encendió, ésta funcionaba a la perfección. Un tanto
aliviado soltó un suspiro, y no fue hasta que se pasó las manos por
el rostro, que notó la ardiente herida en su mejilla izquierda, elevó
su mano hasta la altura de sus ojos y vio los restos de sangre. Alar-
mado regresó a su escritorio, y sobre la pila de pergaminos se elevó
una nota salida de la nada, la tomó con manos temblorosas, miran-
do a todos lados, temiendo que todo volviera a empezar. Sólo tenía
cuatro palabras escritas, cuatro palabras que a pesar de ser pocas, lo
estremecieron completamente:

No fue un sueño

–|– 

Aquella tarde, Harry regresó a casa bastante contento, Draco


no se explicaba de dónde procedía el gran ánimo de su novio, pero,
ocupado como estaba en cumplir los contratos pendientes, no le dio
mucha importancia, y claro que Harry no le contó a Draco lo que
había hecho, y estaba seguro de que tal vez, ni siquiera saldría a la
luz pública; era perfecto, había no sólo, de alguna manera vengado
el trato injusto que Draco había recibido, sino que también preve-
nido que ese hombre siguiera haciendo lo mismo con los demás es-
tudiantes… Aunque internamente esperaba que lo hiciera, puesto
que entonces, se pondría en clara evidencia su mal proceder y reci-
biría la humillación que verdaderamente merecía.
«Oh, sí, verdaderamente adoro estar de vacaciones y tener
tanto tiempo libre», pensó mientras se estiraba sobre la cama esa
noche; Draco dormía apaciblemente a su lado, y no pudo evitar aca-

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

riciarle la mejilla con un par de dedos, nadie debía ponerle una


mano encima a su Draco, jamás, porque era algo que no iba a tole-
rar.
Colburn nunca pudo curar por completo la herida de su me-
jilla, una gran cicatriz, en color rojo escarlata, le cruzaba la mejilla
completamente. Los medimagos, varios días después, le confirma-
ron que efectivamente se trataba de una herida mágica, ligada a al-
gún tipo de juramento, pero que no sabían a cuál, y claro, tampoco
la forma de revertirlo. Durante el resto de su vida, tuvo pesadillas
acerca de esa mañana y ese juramento; temeroso no se volvió a
acercar a ningún otro chico en la universidad ni en ningún otro lu-
gar, e incluso empezó a desarrollar cierta paranoia por salir y tratar
con la gente, se retiró, tanto del Wizengamot como del puesto de
director poco más de un año después.

–|– 

La mañana del treinta y uno amaneció bastante soleada, en


exceso, pensó Harry estirándose sobre la cama y rozando de manera
descarada el cuerpo desnudo de Draco, que parecía aún dormido a
su lado, las cortinas abiertas dejaban que el sol entrara directo a su
rostro, fastidiándole el sueño, había estado despierto hasta muy en-
trada la madrugada. Draco, al parecer instaurando ya una tradición
entre ellos, lo había despertado a medianoche, con un par de copas
de champagne y un gran pastel de chocolate, luego de entonar de
forma muy graciosa el «Feliz cumpleaños a ti» (Harry podía amar a
Draco, pero realmente cantaba…), habían partido el pastel, brinda-
ron, comieron un poco de la torta de chocolate e hicieron el amor
durante mucho rato, hasta que finalmente, ambos habían quedado
agotados, desnudos y abrazados, pero con una gran sonrisa de feli-
cidad en el rostro.

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

Se movió lo suficiente para alcanzar la varita de la mesa de


noche, y con un solo movimiento, pronto todo quedó en penum-
bras, suspiró aliviado. Se acomodó un poco más en la cama nueva-
mente, y el brazo de Draco le pasó sobre el abdomen atrayéndolo
de manera posesiva. Harry sonrió y se dejó jalar, sintiendo que de-
finitivamente Draco estaba totalmente despierto.
Su erección se enterró entre las calientes nalgas de Harry, y
soltó un pequeño gemido de alivio mientras sentía toda la espalda
del moreno sobre su pecho; su mano serpenteó hacia abajo mien-
tras empezaba a repartir pequeños besos en la porción de cuello que
tenía libre, fue el turno de Harry de gemir cuando Draco por fin
atrapó su ya creciente erección entre los dedos y la comenzó a acari-
ciar, con inusitada lentitud en un inicio, mientras esa lengua ahora
era acompañada de dientes, estremeciendo su piel por completo.
Harry gimió nuevamente, arqueándose ante el placer de un
mordisco particularmente fuerte, la erección de Draco se refregaba
entre sus nalgas, y Harry comenzó entonces a menearse, de atrás
hacia delante, tratando de que esa mano ganara velocidad y de con-
seguir que Draco también obtuviera placer. Apretó sus nalgas un
poco más, y escuchó a Draco gemir con fuerza.
—¡Dios… sí! —suspiró Draco empujando más fuerte y au-
mentando el ritmo de su mano. Harry, caliente y gimiendo, se em-
pujaba contra él, apretándolo y excitándolo más.
Mientras Draco seguía mordiéndolo y besándolo, Harry fi-
nalmente se corrió entre los dedos de Draco, que no tardó mucho
más en seguirlo; ambos, jadeando y sudando se apartaron un poco,
lo suficiente para que Harry se girara hacia Draco, que lo miraba
con una sonrisa triunfante y satisfecha.
—Buenos días —saludó Harry acercándose a Draco y dándo-
le un beso en los labios.
—A ti —replicó Draco.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Rápidamente ambos encontraron la conocida y muy particu-


lar forma de entrelazar sus cuerpos para seguir descansando, Harry
tenía la cabeza sobre el pecho casi lampiño de Draco, mientras éste
lo envolvía con sus brazos y le acariciaba el cabello, que llevaba muy
largo ya, con lentitud.
—No quisiera levantarme —farfulló Harry luego de mucho
rato de silencio tranquilo y reconfortante.
—Pues, por mí y no te levantes de esta cama nunca más, sin
embargo… no olvides que tienes el almuerzo en la Madriguera.
—Sí —Harry giró un poco el rostro y le dio un beso en el
pecho a Draco—, lo sé… es sólo que me gustaría estar todo el día
contigo.
—Y a mí, pero en cuánto regreses, podremos ir a hacer lo
que tú quieras y luego a cenar, y…
—¿Lo que yo quiera? —preguntó Harry insinuante mientras
una de sus manos bajaba y acariciaba lentamente el muslo de Draco.
—¿Pero será posible? —reprendió Draco medio en broma
mientras le daba un pequeño jalón en el cabello—. ¿Es que acaso
no te cansas?
—¿De ti? Imposible… ¿Acaso tú te cansarías de mi?
—Sabes que no, y no te hagas el ofendido, que conozco muy
bien tus tácticas, Potter —recriminó Draco, mientras empujaba a
Harry contra la cama y se subía sobre él, apoyando sus rodillas a
ambos lados de las caderas.
—¿Y mis tácticas han funcionado? —preguntó Harry acari-
ciando con los dedos suavemente los muslos de Draco y mirándolo
de manera casi inocente.
Draco soltó un pequeño suspiro fingido antes de asentir.
—Siempre funcionan… —declaró, antes de inclinarse y dar-
le un beso.

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

–|– 

Hermione terminó de envolver el enorme paquete de libros,


pergaminos y plumas, luego le puso un enorme moño rojo encima,
mientras Ron caminaba de un lado a otro de la habitación termina-
do de recolectar sus cosas, era ya cerca del mediodía, y ambos ha-
bían pensado que sería buena idea ir a Grimmauld Place a saludar a
Harry primero, entregarle su obsequio y conversar un poco con él
antes de partir hacia la Madriguera.
—Espero que Harry esté realmente en casa —comentó Ron
cuando Hermione se puso en pie, lista para partir.
—Debe estarlo, es decir… creo que estará —frunció el ceño.
Últimamente sabían tan poco acerca de él y de lo que hacía, Ron
expresó la misma preocupación pero en voz alta:
—Ya casi nunca sabemos nada de él o de lo que hace.
—No seas tan dramático —reprendió a pesar de todo Her-
mione—. Es normal que nos veamos menos, estando en cosas tan
diferentes; ahora que el internado ha terminado, será mucho más
fácil juntarnos, es más, incluso podemos ponernos de acuerdo para
encontrarnos una noche a la semana… Estoy segura de que a Harry
le encantaría la idea.
—Cierto, a mí me gustaría.
Hermione miró su reflejo en el espejo de la sala del depar-
tamento de Ron una vez más, y asintió distraídamente, caminando
hacia la chimenea con el enorme paquete entre las manos. Ron, de
pie junto a la chimenea, extendió un brazo para dejarla pasar prime-
ro, y lanzó una gran cantidad de polvos flú. Hermione inmediata-
mente dijo:
—Al número doce de Grimmauld Place.

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

En cuanto aterrizó en el piso de piedra de la sala de Harry,


vio a su amigo e inmediatamente a otra persona, soltó un pequeño
jadeo sorprendido mientras dejaba caer el pesado paquete al suelo.

–|– 

Luego de tomar una larga ducha juntos, Harry se vistió lo


más a prisa posible; había pensado en llegar un poco más temprano
para poder ayudar a la señora Weasley, aunque dudaba que la mujer
lo dejara, al menos podría conversar un poco con ella.
Draco estaba sobre la cama, con una revista científica entre
las piernas, con el torso desnudo y apenas vistiendo unos pantalo-
nes marrones de algodón, su cabello húmedo le caía hacia los lados.
—¿Bajaras al laboratorio? —preguntó Harry mientras se
terminaba de peinar delante del espejo.
—Sí, en un rato más. Tengo un par de pociones que termi-
nar, estaré solo toda la tarde. Gael ha decidido tomarse el día libre
en vista de la celebración —explicó, haciendo referencia a la pro-
puesta que había publicado El Profeta el día anterior, sobre declarar
el cumpleaños de Harry como día feriado y de celebración.
—¿Y lo apoyas? Ya te dije que esa es una de las tonterías más
grandes que he escuchado.
—No, debes haber escuchado peores —bromeó Draco de-
jando la revista a un lado y poniéndose de pie para acomodar un
poco la túnica de Harry, que sonrió en agradecimiento—. Pásala
bien, y no estés apurado por volver, ¿de acuerdo?
—De acuerdo… En serio que me gustaría que pudieras pasar
el día completo conmigo.
—Ya te dije que lo entiendo —lo tranquilizó Draco alejándo-
se un paso de Harry para mirarlo bien; la túnica verde oscura de ve-
rano combinaba muy bien con sus ojos, aunque no podía negar que

1563
LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

le gustaba verlo más con la ropa muggle, o mejor aún, sin nada en
absoluto.
—Tal vez… he estado pensando —empezó Harry jugando
con uno de los bordes de su túnica—… ya sabes que ellos son co-
mo mi familia, y tú eres mi pareja, a quien amo…
—Vamos, Harry —interrumpió Draco, sabiendo a dónde se
dirigía esa conversación, casi estaba seguro de que tarde o temprano
saldría a relucir, aunque creía que ese no era el momento adecua-
do—, no me ofendo, entiendo que tienes que ir con ellos…
—Debería decirles la verdad, de ti y de mí…
—A su tiempo —Draco se adelantó y le dio un beso a Harry
en los labios—. No te andes preocupando por esas cosas hoy, sólo
pásala bien.
—Sí, señor —sonrió Harry—. Te veré pronto —dijo para
luego salir de la habitación.
Draco se dejó caer en la cama nuevamente, jalando la revista
científica para continuar leyendo un artículo muy interesante acerca
de un profesor que estaba incursionando en la mezcla de plantas
muggles y mágicas para crear ingredientes de reemplazo para po-
ciones, no pasaron más de unos minutos cuando notó el paquete
sobre la mesa de noche, era una caja de «chucherías» muggles que
Harry había recolectado para el señor Weasley, quien al parecer, era
demasiado aficionado a ellas. Se puso en pie de un salto y tomó el
paquete para luego salir corriendo hacia la sala, esperando aún al-
canzar a Harry.
La chimenea por lo general estaba abierta para Gael, que era
el que llegaba casi todos los días para ayudar a Draco, o para Mikel,
que venía a buscar a Gael. Harry no había recordado que también
estaba conectada al departamento de Ron; en cuanto llegó a la sala
de estar, las llamas cambiaron a verde, soltando unas cuantas brazas
en el aire. Harry inclinó la cabeza hacia un lado, pensando en que

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

Draco le había dicho que Gael no llegaría ese día, un instante des-
pués, una sonriente Hermione aparecía con un enorme paquete en-
tre las manos; Harry abrió la boca para decir algo, pero fue inte-
rrumpido por el grito de Draco.
—Harry, te olvidaste del… —Draco se detuvo en seco, con el
paquete entre las manos y mirando fijamente hacia Granger, que
tenía los ojos tan abiertos, que parecía que se saldrían de sus cuen-
cas, mientras el obsequio que cargaba entre las manos, caía al piso
haciendo un ruido sordo.
—Hermione… —jadeó Harry inseguro, la chica parpadeó y
pasó la mirada de Harry a Draco varias veces, parecía incapaz de de-
cir nada. Ese fue el momento en que Ron apareció, empujando a
Hermione al entrar.
—Hey, lo siento —se disculpó sosteniendo a su novia justo a
tiempo para evitar su caída y mirándola extrañado—. ¿Qué…? —
giró el rostro para ver a Harry, y un poco más atrás a…—. ¡¿Mal-
foy?! —casi gritó la pregunta, soltando a Hermione y dando unos
pasos hacia ellos.
Draco se sintió tonto parado allí, usando únicamente unos
viejos pantalones y con el paquete entre las manos; extrañamente,
pese al calor que debía hacer, empezó a sentir frío, sus manos ins-
tintivamente sujetaron el paquete con más fuerza, presionándolo
contra su pecho.
—¡Harry! —continuó gritando Ron caminando un par de
pasos más hacia su amigo—. ¿Qué demonios está haciendo Malfoy
aquí?
—Ron… yo… —Harry miró hacia Hermione, que parecía
aún en estado de shock, completamente quieta, con los brazos a los
lados y mirándolo de una manera diferente. Harry creyó leer de-
cepción, y un pequeño flash de una noche, en una discoteca austra-
liana, muchos años atrás, apareció por un instante. Tomó una boca-

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

nada de aire, no había mucho que pudiera hacer o decir ahora. Ron,
con el rostro sonrojado, lo miraba con impaciencia, Harry extendió
una mano y jaló a Draco de un brazo hasta su lado—. Veo que se
acuerdan de Draco…
—¿Acordarnos? —masculló Hermione, recuperando al fin el
don de hablar.
—¿Draco? —prácticamente escupió Ron a la vez—; Harry
dime, por todos los demonios que esto es… que es cualquier cosa
menos la que estoy pensando.
Draco se mordió la lengua para no replicar por el tono y las
palabras del pelirrojo, sintió la mano de Harry, que aún estaba sobre
su brazo, presionarse con más fuerza.
—Pues… Draco y yo… nosotros somos novios —resolvió
decir finalmente Harry, directo y sincero.
Pasó en sólo un instante, y antes de que siquiera Draco lo
notara, fue empujado hacia un lado mientras Harry sacaba la varita
y proyectaba un campo de protección, ni siquiera había visto a
Weasley sacar la varita, pero cuando el rayo rojo impactó en el cam-
po de protección de Harry, supo que efectivamente, el muy idiota le
había lanzado un hechizo.
—¡Ron! —gritó Hermione, jalando con ambas manos el bra-
zo en el que Ron sostenía la varita.
—No te lo voy a permitir —gritó a la vez Harry poniendo a
Draco detrás de él, Draco inclinó la cabeza a un lado, lo suficiente
para seguir viendo la escena, pese al lugar que le obligaba a ocupar
Harry.
—¿Qué no me lo vas a permitir? —rugió Ron, luchando aún
contra Hermione, que trataba de hacerlo bajar la varita.
—Cálmate —pidió Hermione mientras tanto—; debe haber
un mal entendido… una explicación —dijo la chica con voz agitada.

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y el Fabricante de Pociones 1

—No la hay, y sí, escuchaste bien, es mi novio, y no te per-


mitiré que lo ataques en mi propia casa.
—¿Qué le has hecho, maldito hurón? —gritó Ron hacia
Draco—. ¿Lo hechizaste? Pensé que el Ministerio tenía mejor vigi-
lados a los mortífagos como tú.
—¡No soy un mortífago, idiota! —gritó Draco sin contener-
se más.
—¡No me ha hecho nada! —gritó Harry, casi a la misma vez,
Hermione dejó de luchar contra Ron y miró a Harry nuevamente.
—¿Es en serio? ¿Tú y… y él?
—Sí, es en serio —Harry suspiró y trató de calmarse un po-
co—. Escuchen… ¿por qué no nos sentamos y les explico que…?
—¿Te estás acostando con él? —interrumpió Ron, había ba-
jado la varita; era como si de pronto, la rabia se hubiese desplazado
hacia algún otro sitio y hubiera dejado en su lugar, una estela de
tristeza.
—Es mi novio —corrigió Harry con voz tensa, pasó una
mano hacia atrás, posándola sobre la cadera de Draco con bastante
familiaridad.
—Eso no puede ser cierto —masculló Hermione.
—¿Es que acaso te volviste loco? —preguntó Ron, su voz
volvía a sonar tensa y rabiosa.
—Lo siento… se los iba a decir, en serio, sólo que esperaba el
momento adecuado para…
—¿Para qué? —interrumpió Ron—. Para decir: «Oigan chi-
cos, ¿se acuerdan del idiota de Malfoy? ¿Del que nos jodía la exis-
tencia en la escuela, el mortífago que casi nos mata en la sala de re-
querimientos?, pues qué creen, perdí la razón y me estoy acostando
con él».
—Ron basta —replicó Harry, Draco podía sentir cómo la
mano sobre su cadera se ponía más tensa; soltó el paquete hacia un

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LIBRO III|Caminos
[16] El descubrimiento de un gran secreto

lado, dejándolo caer sobre el piso, y pasó una mano hacia adelante,
abrazando a Harry por el estómago, tratando de calmarlo y de apo-
yarlo, lo sintió suspirar muy lentamente—. Draco… es diferente.
—¡Diferente! —espetó Ron—. ¿Cómo es que no te das
cuenta? Es lo más bajo que has podido caer, Harry. Un mortífago,
¡demonios! Luchamos contra ellos en la guerra, casi nos matan… su
familia casi te mata, torturaron a Hermione…
—Draco no la torturó, la guerra es algo del pasado, ustedes
más que nadie deberían saberlo, y sobre todo, deja ya de insultarlo.
—¿Hace cuánto que… que viene pasando esto? —preguntó
Hermione.
Harry negó con la cabeza.
—Es muy complicado… él y yo, estamos viviendo juntos
desde hace un par de meses y…
—¿Vive aquí? —chilló Hermione—. ¿Vive contigo?
—Sí. Miren, ¿por qué no se sientan…? Puedo decirle a
Kreacher que traiga un par de tazas de té y…
—¡No! —rugió Ron retomando su pose agresiva—. No me
sentaré en la misma sala que ese asqueroso mortífago, ni al lado del
que se acuesta con él.
—¿Qué?
—Ya me has escuchado. O terminas con esa idiotez o te olvi-
das de nosotros.
Harry lo miró incrédulo, y por un instante, no supo qué res-
ponder; la mano de Draco se soltó ligeramente de su abrazo, cau-
sándole una sensación de pérdida, una sensación que no quería vol-
ver a experimentar.
—No puedes hacerme elegir… se supone que somos ami-
gos.
—¿Amigos? —preguntó irónicamente Hermione, Harry
nunca habría creído que ella se pusiera de parte de Ron en algo tan

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Zafy|HARRY POTTER
y el Fabricante de Pociones 1

absurdo—. Si realmente fuéramos amigos, nos hubieras dicho esto


en lugar de… ¡nosotros te hubiéramos aconsejado!
—¿Qué cosa? ¿Qué me habrías aconsejado, Hermione?
¿Qué no esté con él? ¿Qué me mantuviera alejado?
—Pues claro que sí —increpó Hermione—. Es obvio que es-
tás completamente equivocado… cuando supe que eras gay, tú sa-
bes muy bien que te apoyé, y que hice todo lo posible para que te
sintieras bien, pero esto es… es demasiado, no puedes meterte con
él… Malfoy es malo.
—No lo es —replicó Harry apretándose contra Draco nue-
vamente—, no hables de lo que no sabes.
—No lo sabemos porque no nos dejaste saber —contestó
Ron por Hermione—. Y te lo digo ya, aléjate de él, en este instante,
mándalo de vuelta a cualquiera que sea el lugar de donde lo hayas
sacado y…
—No —interrumpió Harry—. Yo lo quiero… lo amo —dijo
con firmeza en la voz—, y si pretenden hacer que elija, es porque
realmente no son mis amigos, yo jamás los haría escoger entre mi
amistad y la persona que aman.
—¿Amor? Harry él no sabe qué es amor —bufó Hermione
mirando adustamente a Draco.
—¿Quieres dejar de hablar como si yo no estuviera aquí? —
replicó Draco, ya harto de toda la reyerta.
—Tú no cuentas —dijo Ron tomando a Hermione de la
mano—. No deberías existir.
—No le hables así —reprochó Harry antes de que Draco
pudiera decir nada—; es la persona que amo y que me ama, y esta-
remos juntos, o lo superas o allí tienes la chimenea. Ambos la tie-
nen abierta, nadie los obliga a quedarse aquí.
Ron y Hermione parecieron quedarse repentinamente sin
palabras; por un instante, el silencio fue tan tenso, que parecía que

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[16] El descubrimiento de un gran secreto

se podía cortar con un cuchillo, hasta que finalmente Hermione pa-


reció reaccionar.
—Tú sabes, cuánto te queremos, todo lo que hemos hecho
por ti y lo que tú has hecho por nosotros, pero esto es…
—Una reverenda locura que no apoyaremos —completó
Ron antes de girarse y sacar del frasco que descansaba sobre la chi-
menea, una gran porción de polvos flú, los lanzó con rabia al fuego
y se metió a la chimenea, dirigiéndole a Draco una mirada de repul-
sión, antes de gritar con los dientes apretados—: Al número noven-
ta y tres del callejón Diagon, segundo piso.
Una llamarada verde lo hizo desaparecer. Hermione se incli-
nó hacia delante y tomó también un poco de polvos flú, y antes de
meterse en la chimenea agregó:
—Es demasiado, Harry —masculló con voz dolida, y sin mi-
rar a Draco a la cara, también desapareció rumbo al departamento
de Ron.
Por un largo momento, ambos se quedaron en silencio, Dra-
co abrazado a Harry, sintiendo cómo su pecho subía y bajaba, y se-
guro de que estaría muy molesto, demasiado enfadado. Nunca ha-
bría creído que la reacción de sus amigos fuera esa.
—Lo siento… no debí salir corriendo sin cerciorarme si…
—empezó a disculparse Draco, pero Harry lo interrumpió girándo-
se rápidamente, sus ojos se veían tristes y su rostro un poco pálido.
—No te disculpes… esto tenía que pasar tarde o temprano…
y pronto… pronto se arreglará.
Draco lo miró con pena un instante antes de abrazarlo con
fuerza; el abrazo fue bien recibido por Harry, era justo lo que nece-
sitaba en un momento así, el calor del cuerpo de Draco lo reconfor-
taba, era de alguna manera, una promesa de que todo se soluciona-
ría, de que todo estaría bien, mientras Draco estuviera allí con él,
todo estaría bien.

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y el Fabricante de Pociones 1

–|– 

Harry, pese a todo, asistió al almuerzo en la Madriguera. No


se sorprendió tanto al encontrar a Teddy y a Andrómeda allí, y me-
nos de no encontrar a Ron y Hermione.
—Realmente espero que Hermione solucione los problemas
con sus padres —comentó preocupada la señora Weasley mientras
hacía levitar bandejas con pollo asado y puré de papas.
—Yo también —respondió Harry, esa era la justificación que
habían enviado Ron y Hermione para su ausencia, poco antes de
que Harry llegara, y él apoyó la mentira, diciendo que estaba al tan-
to de toda aquella falsa excusa.
Por la noche, Draco trató de alegrarlo, lo llevó al cine y a ce-
nar a un exclusivo lugar en Londres Muggle, para luego llevarlo a la
discoteca en la que sus amigos ya lo esperaban. Draco podía ver a
Harry haciendo todos los esfuerzos posibles por parecer contento
mientras brindaba y bailaba, pero lo conocía bien, bastante bien, y
sabía que pronto se terminaría desmoronando; maldijo una vez más
a la comadreja y a la sabelotodo por arruinarle el cumpleaños a Ha-
rry, por su intransigencia, por sus prejuicios y perjurios, por sus pa-
labras tan dolientes e hirientes, y sobre todo, por poner a Harry a
elegir entre ellos y él.
Aquella madrugada, cuando llegaron a casa, ambos se desvis-
tieron en un gran silencio, uno muy pesado para el gusto de Draco.
Harry, sin ponerse el pijama, se metió entre las sábanas y extendió
un brazo, llamándolo de manera silenciosa; incontinenti, Draco es-
taba al lado de Harry, abrazándolo y repartiendo pequeños besos en
su cuello.
—Te amo —le susurró al oído, era conciente de que pese a
estar los dos desnudos en la cama, abrazados, Harry no pretendía

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[16] El descubrimiento de un gran secreto

llegar mucho más lejos, y lo comprendía perfectamente, él tampoco


pensaba intentar llegar más lejos esa noche sabiendo cómo Harry se
sentía—. Todo saldrá bien… dales tiempo para que lo entiendan,
sólo eso…
—Gracias… —suspiró Harry enterrando su cabeza entre el
cuello y la cabeza de Draco, sintiendo los cabellos del chico sobre
su nariz—. No creo que vayan a entenderlo —masculló antes de le-
vantarse un poco y darle un beso en los labios a Draco—, pero gra-
cias por decirlo.

–|– 

No fue hasta una semana más tarde, que Draco se animó a


hacer esa visita, después de haber observado con mucha atención a
Harry; el chico era un experto en fingir que estaba bien, puesto que
nadie parecía notar que algo le pasaba, pero él sí lo veía, veía cómo
su mirada se apagaba y se perdía en algunos momentos, notaba su
falta de risas, su falta de entusiasmo, podía parecer calmado o estar
bien, pero sabía que por dentro estaba sufriendo, y si había algo que
a Draco no le gustaba, era ver sufrir a Harry.
Era la primera vez, luego de la guerra, en que Draco iba por
ese lugar: por el callejón Diagon, el más concurrido y lleno del
mundo mágico inglés. Draco tenía que admitir que le tenía cierto
temor; o mucho temor, a exponerse tan en público, y, viendo la
forma por como las personas lo miraban, o por como más de uno
aprovechaba el aglomeramiento para empujarlo con los hombros al
pasar, confirmó que sus miedos no estaban infundados, pese a todo,
lo soportó todo con los puños apretados y repitiéndose una y otra
vez que era por Harry y no por ese par de idiotas que lo hacía. Ca-
minó con la mirada en alto y pose tensa, hasta llegar a la tienda nú-
mero noventa y tres; sabía que al ser sábado, era más que seguro

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y el Fabricante de Pociones 1

que ambos estuvieran allí, no tuvo necesidad de entrar a la tienda,


antes de empujar, la puerta ésta se abrió, soltando el ruido de unos
murciélago volando, y quienes salían por allí no eran otros que la
comadreja y la sabelotodo.
Por un instante se quedaron quietos, mirándose con rencor,
recordándose que se odiaban, que eran enemigos.
—Quítate, hurón —bufó Ron, el primero en hablar, empu-
jando con el hombro a Draco al pasar.
Draco lo sujetó de un brazo y lo hizo girar.
—He venido ha hablar con ustedes dos.
—¿Y crees que porque a ti se te da la gana de hablar, nosotros
lo vamos a hacer? —atacó Hermione. De pronto Draco recordó el
derechazo que le había dado en tercer año e instintivamente apretó
un poco la mandíbula.
—Es acerca de Harry.
—Esto es muy simple, tú te largas de su casa y desapareces de
su vida y todos estaremos felices, es más, si desapareces del mapa
sería mejor —dijo Ron, no le importó que estuvieran en medio del
callejón, obstruyendo el paso.
—Saben que su comportamiento es por demás egoísta —
contraatacó Draco cruzándose de brazos y mirándolos molesto—.
No pueden ponerlo a escoger… ustedes saben que él siente mucho
cariño por los dos, y pretender usar eso para obligarlo a hacer lo que
ustedes quieran, es realmente bajo.
—Sí es para alejarlo de ti, lo usaremos —respondió Hermio-
ne.
—Sí, además, no sé qué demonios haces aquí —continuó
Ron—. Después de todo, ya tienes lo que querías, te ha escogido a
ti, ¿verdad? —había resentimiento en su voz y Draco tenía que ad-
mitirse que de ser otra la ocasión, hasta se hubiera regocijado de

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[16] El descubrimiento de un gran secreto

aquello en sus caras, pero tratándose de Harry, el sentimiento era


completamente diferente.
—Porque yo no le di a escoger… sé que ustedes son sus me-
jores amigos, y no me metería entre la amistad que tienen, así como
ustedes dos no se deben meter entre nosotros.
—Nosotros —resopló Ron—, hablas como si… como si de
verdad hubiera algo entre ustedes, algo real. No creas que no lo sa-
bemos, lo más probable es que esperes obtener algo de él.
—Vivimos juntos —replicó Draco—, y estamos juntos desde
hace mucho tiempo, más del que creen, y para su información,
aunque no tendría porqué darles explicaciones, de verdad sí hay un
nosotros, no es interés, ni ninguna de las cochinas y retorcidas ra-
zones que ustedes imaginan.
—Oh, por Merlín —chilló Hermione—. Malfoy, piérdete,
no nos convencerás de que quieres a Harry… él es muy bueno para
ti, demasiado bueno, y tarde o temprano, él se dará cuenta de su
error.
—O ustedes del suyo, de que están lastimando al que dicen
que es su amigo, por un asunto que en verdad ni siquiera les com-
pete —y dicho eso, Draco se dio la vuelta y caminó por donde había
venido, con los puños apretados y maldiciendo el momento en que
había pensado que los podía hacer entrar en razón.

–|– 

Harry encendió un cigarro, pese a que sabía que no debía


fumar, no tanto al menos, porque si no, en los entrenamientos físi-
cos se cansaría demasiado rápido, pero simplemente no pudo contra
el impulso, tenía sobre las piernas una revista deportiva abierta, la
cual, sinceramente no estaba leyendo, mientras dejaba caer las ceni-
zas sobre el cenicero. Unos instantes después, Draco apareció por la

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red flú, parecía un tanto enfadado, aunque su gesto se suavizó


cuando sus ojos se encontraron.
—No deberías fumar, luego te andas quejando —reprendió
Draco, acercándose a él y dándole un beso en los labios, sabían dife-
rentes, a tabaco y a pena.
—No es para tanto, sólo es uno, y no creas que no sé que
cuando estás abajo también fumas.
—Pero yo no soy el que quiere perseguir al estilo muggle a
los delincuentes —picó Draco sentándose a su lado, Harry soltó
una carcajada desganada.
—Te quería pedir algo…
—Claro.
—No los busques, a Ron y Hermione —aclaró—. Hemos
tenido litigios antes, y muchas desavenencias, y siempre lo hemos
podido resolver, algunas veces nos ha tomado tiempo, pero al final,
seguimos siendo amigos.
—Pero… ¿Qué pasa si no lo comprenden? No quiero que
pierdas el contacto con ellos sólo porque…
—No —interrumpió Harry dejando caer su cabeza sobre el
hombro de Draco y suspirando—. No será nunca tu culpa, y si ellos
realmente no vuelven, pues estaré decepcionado, pero no moriré,
no de la forma en que lo haría si fueras tú el que se marchara.
—Yo nunca me marcharé de tu lado, ya te lo he prometido
—le recordó Draco, entrelazando sus dedos con los de Harry—;
pero quisiera que intentaras al menos…
—Ya se arreglará, hay que darles tiempo, y ellos volverán —
repitió Harry.
Aunque Ron y Hermione no volvieron durante el resto de la
semana, ni durante mucho tiempo más… Tristemente, fue hasta
que sucedió una desgracia, que finalmente aparecieron.

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Acerca del
Autor
Zafy comenzó su carrera de escritora a muy temprana edad. Cuando
tenía 12 años, leyó 100 Años de Soledad y descubrió que le encantaba leer.
Gabriel García Marquez, Isabel Allende, son algunos de sus escritores
favoritos. Un libro que le encanta es La Ladrona de Libros. Y una de las
películas que nunca volvería a ver porque el final le deprimió demasiado
es El niño del Pijama a Rayas. Sin embargo, le encanta el cine.

Zafy es una mujer que atraviesa la treintena, vive en Lima, Perú.


Actualmente estudia en la universidad y trabaja a tiempo completo, y
aunque no tiene mucho tiempo de sobra, nunca deja de escribir historias,
siempre tiene cosas rondando en su cabeza esperando por salir y ser
contadas.

Aunque últimamente, en su mente están construyéndose constante-


mente historias originales (algunas más grandes, otras más pequeñas), ella
lleva muy claro que el DRARRY no lo deja de lado por nada del mundo.

Visita las páginas de la autora y descubre qué nuevas historias está


preparando para ti.

http://archiveofourown.org/users/zafy
http://zafy-drac.livejournal.com/

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