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Inicialmente Psique era simplemente una forma abreviada de referirse a la vida.

Para los griegos clásicos


psique era el principio vital, el anima de los romanos. Las cosas estaban bien animadas o inanimadas en
función de su posesión o carencia de anima o psique. Platón decidió asignarle sustancia, como hacía con
el resto de las cosas. Esta idea produjo una entidad: el alma, una cosa que, como todo lo demás, es
eterna, pero que también tenía el deseo y la capacidad para alcanzar la belleza y la verdad. Por tanto,
Platón creó una identidad (ideal) y la dotó de contenido y deseos. Aristóteles, que era un naturalista,
luchó en cierta medida contra Platón y trató de volver al principio vital. Pero ya nada volvió a ser igual –
psique ya había nacido para el mundo como una entidad (ideal). Sin embargo, la Psique aristotélica era
una entidad particular que él llamaba entelequia, es decir, algo inmaterial que hace que la materia esté
viva, se mueva, se transforme y alcance objetivos. Esta concepción es sorprendentemente moderna:
concibió una entidad que no era una cosa sino una serie de funciones que gobernaban el cambio y el
movimiento. Aristóteles sentó el camino para el desarrollo de las teorías de la acción.

Su influencia todavía es palpable, pero sufrió el peso de interpretaciones neoplatónicas. Los


intelectuales medievales (fueran éstos de religión judía, cristiana o musulmana) concebían a psique
como una cosa: el alma, una entidad inmaterial e inmortal con una estructura interna que le dotaba de
ciertas capacidades para la acción (facultades). Algunos, como Ibn-Sibna (Avicena), situaban dichas
facultades en el cerebro, camino que luego seguirían los médicos galénicos renacentistas, como los
españoles Gómez Pereira y Juan Huarte de San Juan, y, más tarde, el padre del dualismo moderno: René
Descartes.

Descartes sentó las bases del pensamiento moderno, pero al precio de romper Psique en dos. Algunas
funciones se explicaron por la estructura material de los órganos (procesos psicológicos inferiores),
mientras que los procesos psicológicos superiores (lenguaje y razón) dependían del funcionamiento de
la inmaterial res cogitans, por lo que no podían ser objeto de la explicación científica.

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