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Aprender en compañía es algo que seguramente practicamos, por ejemplo
cuando deseamos marcar el paso en un proceso de aprendizaje; cuando queremos
apoyarnos mutuamente en la solución de problemas o, simplemente, cuando nos
toca, por asignación de colegas a un mismo grupo de estudio o de trabajo. Con el
advenimiento de las tecnologías de información y comunicación (TIC), con las cua-
les es posible dialogar y compartir digitalmente con otros sobrepasando barreras
espacio-temporales, el aprendizaje por interacción social deja de estar limitado a lo
contiguo y sincrónico; es posible aprender mediante interacción con personas que
pueden estar distribuidas geográficamente y tener, o no, ocasión de compartir con
nosotros a la misma hora y por el mismo canal.
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1. Acerca del concepto de comunidad
Garber se refiere a una comunidad como “personas que se han reunido físi-
camente o por otros medios, debido a que tienen algo en común, lo cual los man-
tiene juntos. Una comunidad es más que un propósito compartido. Cuando las per-
sonas se reúnen, de manera natural se involucran en una red social de relaciones,
las cuales incluyen actividades compartidas e interacción social” (Garber, 2004).
- Las relaciones entre los miembros de una comunidad no pueden ser exclu-
sivamente pragmáticas. Lo social también es vital. El diálogo pragmático es el que
conduce a resultados, pero cuando la gente no se siente cómoda participando,
cuando no tiene confianza en los demás miembros, no hay participación. Por este
motivo, el diálogo e interacción social entre los participantes es un elemento que
ayuda a consolidar y cohesionar a la comunidad; a través suyo se crean los víncu-
los que permiten que prospere el diálogo pragmático.
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- Experiencias compartidas: La existencia de actividades y eventos comunes
ayuda a generar un sentido de pertenencia y una historia común que permite aglu-
tinar a los miembros de la comunidad.
Los grupos suelen tener muchas cosas en común, como por ejemplo inter-
eses, anhelos o antecedentes compartidos; tener una misma proveniencia geográfi-
ca, afiliación institucional o política, raza, credo, género, edad, profesión, aficiones,
u otros aglutinantes; los grupos tienen algo que los une, pero no por eso significa
que sean una comunidad.
En las comunidades, además de compartir aquello que los une, los miembros
se sienten cómodos y seguros participando, se conocen entre ellos, reconocen y
aprovechan las diferencias, saben que sus opiniones se oyen y respetan, siendo
también necesario que escuchen y respeten a los demás; en una comunidad exis-
ten principios aceptados por todos, reglas cuya aplicación hace posible que la co-
munidad se mantenga saludable (Chavis, Hogge, McMillan, & Wandersman, 1986;
McMillan & Chavis, 1986).
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son elementos que en la literatura se consideran esenciales para que exista sentido
de comunidad (Rovai, 2002).
De las anteriores dimensiones Rovai destaca las siguientes cuatro como las
que pueden hacer que una comunidad de aprendizaje prospere:
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2. Acerca de las comunidades que aprenden
Estudios acerca de las diferencias y similitudes del diseño técnico de tres ti-
pos predominantes de CoA muestran que las comunidades que a) aprenden alrede-
dor del desarrollo de proyectos; b) las que aprenden alrededor del análisis y mejo-
ramiento de la práctica profesional, y c) las que aprenden alrededor de revisar y
generar nuevo conocimiento, son complementarias, toda vez que apuntan a fines
distintos pero que atienden distintas dimensiones del mejoramiento profesional de
una comunidad (Riel & Polin, 2004, pp. 20-21).
- Las CoA que desarrollan proyectos son grupos de personas que se organi-
zan alrededor de un proyecto o tarea, que intencionalmente trabajan juntos duran-
te un período de tiempo para generar un producto y que usan la comunidad como
un contexto que va más allá de simple colaboración. Los miembros tienen un alto
sentido de identificación con sus compañeros, el proyecto y la organización que los
alberga. Los proyectos colaborativos de aula como por ejemplo los del Global Lab
(Berenfeld, 1994) son de este estilo, y suelen tener el propósito de ayudar a los
niños a que aprendan a lograr algo y a trabajar en comunidad, aunque este sentido
no siempre se logra, toda vez que estas micro-comunidades se dan dentro de lap-
sos de tiempo reducidos, con la misma gente, y terminan cuando se produce el ar-
tefacto o producto deseado.
- Las CoA que analizan su práctica profesional son grupos de personas que
buscan mejorar su práctica a partir del diseño y reflexión acerca de escenarios ricos
y contextualizados. El método japonés de planeación de lecciones (Lewis & Tsuchi-
da, 1998) en pequeño grupo, la observación de unos a otros ejecutando las leccio-
nes, y el análisis de las diferencias con el fin de entender la relación entre enseñar
y aprender, es un caso clásico de lo que se suele llamar una comunidad de práctica
(CoP). Este término (Lave & Wenger, 1991), fue creado para propiciar una manera
de hablar acerca del aprendizaje organizacional y de las actividades interpersonales
que integran grupos de gente que están en la misma ocupación o carrera, donde el
aprendizaje se produce en su entorno de trabajo y no en uno académico formal.
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vestigadores que trabaja hacia el entendimiento de un fenómeno, concepto o rela-
ción. Por ejemplo, el efecto del divorcio en los niños.
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3. Estructuras de participación en una CoAA
Los miembros de estos grupos “no trabajan necesariamente juntos todos los
días, pero se encuentran porque hallan valor en sus interacciones. Mientras com-
parten tiempo juntos, típicamente comparten información, comprensiones y conse-
jos, y se ayudan entre sí a resolver problemas. Discuten sus vivencias, aspiraciones
y necesidades”.
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Wenger (1998b) indica que existen tres elementos claves que caracterizan a
una comunidad de práctica, y que se encuentran enlazados entre sí:
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El gráfico siguiente ilustra un ciclo de vida en una comunidad de práctica:
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4. Acerca de las comunidades de práctica profesional do-
cente
Estas comunidades locales pueden ser temáticas (los de cada área tienen la
propia), por niveles o por grados (los de un mismo nivel educativo, o los de un
mismo grado), por proyectos transversales (abarcan varias áreas y/o niveles) e,
incluso, pueden ser institucionales, formando una red de comunidades de práctica.
El dominio o ámbito de cada comunidad local debe ser muy pragmático y acotado,
de otro modo no es posible lograr participación efectiva.
El método Japonés de Lesson Study (Lewis & Tsuchida, 1998), los video clu-
bes de docencia (Gamoran Sherin & Van Es, 2002; Sherin, 2002), los video casos
de docencia (Copeland & Decker, 1996; Edens, 2003; Galvis & Nemirovsky, 2003;
Pea, 2001) son algunos de los modelos en boga para crear comunidades de práctica
locales. Sin embargo, no son las únicas posibilidades metodológicas, como lo mues-
tra un estudio reciente de la Asociación Americana de Investigación en Educación –
AERA – en lo que respecta a enfoques y estrategias pedagógicas para ayudar a los
docentes a reflexionar acerca de su práctica profesional (Cochran-Smith & Zeich-
ner, 2005):
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- El estudio de casos de docencia, basado en reflexionar sobre episodios do-
cumentados de docencia (en textos o en video) y organizado para hacer estudios
de casos (o para contemplar cada situación como un "caso"): Puede mejorar las
destrezas de razonamiento de los docentes en lo que se refiere a identificar asuntos
claves y analizar problemas educativos con efectividad. La discusión de los casos
puede revelar el pensamiento de los docentes y de los estudiantes, pero aporta
poco a la instancia de aplicación en el contexto de clase.
Los videos de episodios de aula en formato digital son piezas clave en cual-
quiera de estos enfoques, toda vez que a partir de la grabación digitalizada de se-
siones de clase es posible seleccionar y analizar episodios relevantes, detenerse en
segmentos que podrían pasar desapercibidos en una observación de clase no gra-
bada, volver a ver una y otra vez vivencias concretas de interacción en el aula,
comparar, anotar y contrastar interacciones en el aula que, de otro modo, quedan
sólo en la mente de quien estuvo allí (Sherin).
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miembros de la comunidad. Estudios sobre comunidades virtuales que aprenden
(Concord Consortium, 2002; Galvis, 2002) muestran que los siguientes elementos
ayudan a hacerlas viables y saludables: romper el hielo entre los participantes a
través de actividades lúdicas y creativas de carácter social; tener y practicar un
código de etiqueta en la red que permita que la interacción se realice sin ruidos
semánticos involuntarios; contar con espacios de discusión bien definidos que favo-
rezcan el hecho de que no se mezclen las interacciones sociales con las técnicas ni
con las pragmáticas; contar con ayudas para participar en la discusión, por ejemplo
pudiendo ordenarla por hilos, por autor, por fecha, ver sólo lo que uno no haya leí-
do, buscar por secuencias de caracteres. Elementos como los anteriores, más facili-
tación desde el lado -donde todos los miembros son co-aprendices y el tutor asume
distintos roles complementarios- permiten que se logre una comunidad virtual salu-
dable (Collison, Elbaum, Haavind, & Tinker, 2000), la cual es la puerta de acceso al
estado de madurez del que habla Garber o el estado activo de que habla Wenger.
4.2.2. Características
De acuerdo con estudios sobre las CoViP (Schlager & Fusco, 2004), en ellas
se dan estas características:
- Redes sociales. Los profesionales que toman parte en una CoViP desarro-
llan, administran y participan en múltiples redes sociales que se sobreponen dentro
y a través de los límites de las comunidades de práctica.
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ner a disposición de los miembros de una comunidad, así como cuándo y cómo in-
troducirlos. Por otra parte, los lugares de encuentro públicos y privados (físicos y
virtuales) son componentes esenciales de la infraestructura permanente de la co-
munidad de práctica.
- La práctica. Es crítico tener claro cuáles son las prácticas que se van a
apoyar con tecnología. La tecnología debe permitir la interacción mutua de todos
los interesados en lograr que los niños y jóvenes se eduquen mejor, no simplemen-
te que coexistan prácticas formales en aislamiento unas de otras.
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Conclusiones
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Presidente de Metacursos, consultor internacional en usos estratégicos de informá-
tica en educación, director del Centro de Excelencia para la Enseñanza y el Aprendizaje, Uni-
versidad de Winston Salem, Carolina del Norte, USA.
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Investigador del laboratorio de I+D sobre informática educativa de la Universidad
de los Andes en Bogotá y Gerente del proyecto de uso de Medios y Tecnologías de Informa-
ción y Comunicación en educación superior, Ministerio de Educación Nacional de Colombia.
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