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El segundo período se caracteriza por la independencia que el arte griego, ya formado, va

realizando respecto de imitaciones orientales y por el tipo atlético dado a sus estatuas que en su
gran parte representan a los vencedores en los juegos olímpicos aunque se llamen Apolos.

Esta última y quizás también la de Egina más bien deben llamarse en escuelas áticas de influencia
dórica pues seguían la tradición jónica en el plegado de los paños con bastante finura y exceso de
simetría. Las escuelas propiamente dóricas se reducen a las tres primeras ciudades de la lista como
situadas en el Peloponeso, las cuales forman la llamada escuela argivo-sicionia, que labró las
estatuas atléticas de bronce. En Asia Menor y las islas del mar Egeo continúan vivas en este
periodo las imitaciones orientales y en todos los centros nombrados aún se observa alguna rigidez,
uniformidad y falta de expresión en las figuras con cierta sonrisa amanerada e inexpresiva lo cual
es distintivo del periodo arcaico.

En la escultura griega arcaica se mantienen aún los rasgos hieráticos y rígidos con composiciones
geométricas y cerradas respetando la ley de frontalidad. Se creó un convencionalismo formal de la
figura tendente a su geometrización con los brazos rectos y pegados al cuerpo (a excepción de las
mujeres con brazos en posición oferente), la anatomía muscular marcada de forma esquemática y
un pelo largo y recto con corte rectangular que enmarca unos ojos almendrados y unas orejas en
forma de voluta que recordarían al orden jónico arquitectónico. Las vestimentas de las mujeres
eran policromadas y con motivos geométricos.

Su evolución haría que las formas se estilizaran y se pulieran las más toscas y rectas en la época
clásica.

Ejemplo de este tipo de escultura del período preclásico griego es el kuros, procedente del
Asclepeion de Paros, mármol pario, h. 540 a. C., Museo del Louvre, con la típica sonrisa arcaica o
eginética. Otra muestra de este periodo es la conocida como Dama de Auxerre, una koré.

El cuarto período que es el de difusión se llama también alejandrino y helenístico por


corresponder a la época de helenismo abierta por Alejandro Magno.

En él, las escuelas salen de Grecia y figuran principalmente en Pérgamo, Rodas, Tralles, Antioquía y
Alejandría, distinguiéndose por su realismo, alguna exageración en las actitudes, predilección por
las escenas trágicas o dolorosas y cultivo por el retrato. Son muy celebrados:

el grupo de Laoconte y sus hijos de la escuela de Rodas, que hoy se halla en el Museo del Vaticano
el Toro Farnesio de la escuela de Tralles

el Gálata moribundo de la escuela de Pérgamo.

La escuela griega de Alejandría se distinguió por los asuntos simbólicos o alegóricos y los rústicos o
campestres que fueron objeto de sus relieves o estatuas.

Durante todos los periodos enumerados, se cultivó en Grecia con perfección admirable la glíptica,
ya ensayada en el arte micénico y antes cultivada en Egipto y Caldea. Se conservan en los Museos
magníficas colecciones de primorosos entalles y camafeos, labrados con piedras finas (ágatas, por
lo común con sus afines) que sirvieron para anillos y demás joyas de la opulencia griega y que tal
vez mejor que los demás objetos artísticos, revelan el gusto y la habilidad insuperable del pueblo
griego para con la escultura. Tomó por patrón de su glíptica en sus principios el escarabeo de los
egipcios sustituyendo el jeroglífico por la figura mitológica y alguna inscripción griega. Y aunque
desde el siglo V a. C. se fue abandonando la forma del escarabajo, conservó siempre el corte oval o
elíptico y convexo en las gemas grabadas. La más notable de éstas es un camafeo de la época
helenística, labrado tal vez en Alejandría y conservado en el Museo del Hermitage en San
Petersburgo. Representa los bustos de un Tolomeo y su esposa (Tolomeo II y Arsinoe,
probablemente) y mide 17 centímetros de largo por 13 de ancho. Se denomina Camafeo Gonzaga
por haber pertenecido al duque de Mantua. A dichos camafeos de factura griega deben agregarse
también los llamados vasos murrinos (nombre que, al parecer, les da Plinio el Viejo) y son ciertas
copas talladas en ágata u otra piedra fina que suelen tener relieves magníficos. Los más famosos
entre estos son

la llamada Copa de los Tolomeos, vaso de ágata con pie y con figuras alusivas a Baco

la Taza Farnesio, del Museo de Nápoles.

Ambas pueden considerarse obra helenística de Alejandría. Dicha taza tiene la forma de un platillo
de cornalina de ocho centímetros de diámetro con ocho figuras en el interior y la cabeza de
Medusa en la externa. La glíptica griega y romana no ha podido ser superada nunca ni siquiera por
el arte moderno...

Coroplastia

En trabajos de coroplastia (estatuas y relieves de barro cocido) sobresalió igualmente el pueblo


artista por excelencia siendo muy celebradas las estatuitas de Tanagra (en la antigua Beocia) y de
Mirina (cerca de Esmirna, en Asia Menor) por sus acabados de perfiles. Datan de los siglos IV a. C.
y III a. C. las mejores de estas obras aunque ya empezaron en el VI a. C. y siguieron labrándose en
la época romana, las cuales reproducen con frecuencia y a escala las obras maestras de los
grandes artistas griegos. A imitación de las griegas, se modelaron otras en Sicilia, Etruria y Roma.

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