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Jojo.

Historia de un saltimbanqui
Michael Ende
Ilustraciones de LIARTE.
Traducción de Analis Gruber y Flora Casas.
Barcelona, Plaza & Janés Editores, 1998. Colección Ave Fénix.

Aparece en escena el harapiento grupo de artistas de un circo en bancarrota. Atrás


de ellos las máquinas de construcción asemejan monstruos a punto de despertar.
Jojo el payaso ha logrado un acuerdo con los dueños de la empresa de químicos
que va a desalojarlos. El grupo actuaría en una campaña publicitaria para la empresa,
pero a condición de abandonar a Eli, una niña retrasada mental que los saltimbanquis
recogieron de la calle. La niña no resulta adecuada para los propósitos publicitarios de la
empresa. En ese momento a pedido de Eli, Jojo comienza a narrar un cuento. El cuento
del payaso se hace realidad en el escenario. Mundos perfectos soñados y el dolor del
mundo real se entremezclan en contrapunto hasta el momento final en el que el regreso a
la realidad implica una decisión. Decisión que obliga a los personajes a situarse
éticamente en un mundo que les es adverso y en el que apenas pueden sobrevivir.
La representación en dos planos: realidad y fantasía, permite a personajes como el
bufón hacer visible la ficción de lo que se muestra, preguntarse por las decisiones del
autor sobre la vida de sus personajes en escena.

“Bufón (Le grita desesperado.)


¡Jojo! ¡No sigas adelante!
¡Da otro rumbo a la historia!
¿Acaso abandonas a los hijos de tu fantasía?
¡Esta broma, sí que llega demasiado lejos!
(Llora.)”

“En este mundo ya no hay lugar para nosotros”, dirán los saltimbanquis. Y su
situación ofrece una mirada crítica hacia los valores que impone un modo utilitario y
consumista de ver las cosas.
Antítesis de la dura realidad vivida por los artistas, lugar de la utopía, serán "los
reinos del Mañana", país creado por el sueño del payaso-príncipe Jojo-Joan. Lugares
incontaminados, perfectos, donde los hombres se someten a la única ley interior de su
conciencia, los bienes terrenales se comparten y “cada cual es, a su manera, artista”. Allí
los hombres, “el juego por placer consideran sagrado, expresión de su libertad”.
En esos mundos de maravillas Angramain, la gran araña será la encarnación del
mal. En el pensamiento de Angramain, “quien no come primero será comido”; el amor sólo
sirve para provocar confusión y desorden, es un error y en nada contribuye a la
perfección.
A esto objetará el payaso-príncipe:

“Jojo ¿Desprecias lo que ignoras?


¿Acaso no es real la fantasía?
Los mundos futuros surgen de ella,
y en nuestras creaciones vive la libertad.”

En el mundo de maravillas el bien y el amor vencen al mal. De regreso en el plano


de lo real, los personajes deben otra vez enfrentar al mal, encarnado en las máquinas
excavadoras, que avanzan atronando sobre sus carromatos.
En los mundos imaginarios, situados fuera del tiempo, la poesía del lenguaje, su
ritmo, sus canciones, nos aproxima por momentos al teatro clásico. Las ilustraciones que
nos descubren uno a uno los personajes, poseen también el trazo idealizado del relato de
maravillas.
En Jojo. Historia de un saltimbanqui la realidad no se resuelve con la facilidad de
los finales felices para mundos imaginarios. Pero para sus personajes, la imaginación es
el lugar desde donde resulta posible pensar mundos mejores, y defender espacios de
libertad. Una obra de teatro del famosísimo autor de Momo y La historia Interminable,
cuya fuerza desde el punto de vista ideológico se ve acompañada de complejidad y
belleza artística. Una y otra se corresponden si nos preguntamos con Jojo: “¿Acaso no es
real la fantasía?”
Recomendado a partir de los 11 años.
Marcela Carranza

Marcela Carranza es Licenciada en Letras Modernas de la Universidad Nacional de


Córdoba (Argentina). Como miembro de CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de
Literatura Infantil y Juvenil) participó en el programa de bibliotecas ambulantes
"Bibliotecas a los Cuatro Vientos" y en el equipo Interdisciplinario de Evaluación y
Selección de Libros.

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