Está en la página 1de 12

El declive de la institución – Dubet

Introducción:
Trabajo sobre los otros: conjunto de actividades profesionales que participan en la socialización de
los individuos. El trabajo sobre el otro es una mediación entre los valores universales y los
individuos particulares; afirma que el trabajo de socialización es una vocación, porque se
encuentra fundado en sus valores: se cree que la socialización está orientada a inculcar normas
que configuran al individuo y simultáneamente lo vuelven autónomo y libre.
El programa se sitúa “antes” de las instituciones políticas y no enfrenta a iguales; el maestro y el
alumno no son considerados pares. El declive del programa hace emerger nuevas figuras de
dominación y control.

Capítulo uno: “El programa institucional”

*La elección de las palabras: +Instituciones: Definición de Durkheim: “Institución = todas las
creencias y modos de conducta instituidos por la colectividad”. Es todo lo que es social.
El término “institución” abarca también a los marcos cognitivos y morales dentro de los cuales se
desarrollan pensamientos individuales. La lengua es la primera de las instituciones, porque está
asociada a los modos de conocimiento que persisten en tanto son compatibles con las
experiencias individuales y colectivas.
Noción de institución como sinónimo de organización; distribuye normas y bienes. Aparecen,
entonces, “instituciones bastardas” que distribuyen bienes ilegítimos. El incremento y la
complejidad de las organizaciones forman parte del debilitamiento de las instituciones.
Sentido político del término: son un conjunto de aparatos y procedimientos de negociaciones
orientadas a la producción de reglas y decisiones legítimas.
*El programa institucional: puede definirse como el proceso social que transforma valores y
principios en acción y en subjetividad por el sesgo de un trabajo profesional específico y
organizado. Se presenta el esquema: Valores/principios → Vocación/profesión → Socialización:
individuo y sujeto.
Esta ecuación significa que existe un programa institucional cuando se conciben los valores
pertenecientes a una actividad específica y profesional de socialización como una vocación, y
cuando esa actividad profesional tiene por objeto producir un individuo socializado y un sujeto
autónomo. El programa institucional debe ser construido como un tipo ideal, para diferenciar lo
que se debe a él y lo que puede tener como novedoso en una sociedad que continuamente fabrica
individuos y sujetos.
*De la iglesia a la escuela: idea tomada de Durkheim: la iglesia “inventa” la escuela porque cuenta
con un proyecto de dominación universal sobre las almas. Para ello hace falta una escuela cuyo
modelo principal es el de la conversión. La escuela funciona no solamente como lugar de
aprendizaje, sino, al igual que la iglesia, como un lugar fuera del mundo, moralmente cohesivo en
donde se abrigan las divisiones de la vida social.
Esta escuela se adapta y modifica de acuerdo con los cambios del mundo, pero su estructura no
cambia. Su organización se transforma. Debe producir sujetos libres, ciudadanos, debe mantener
el orden establecido y el de la justicia. Todos los intentos de formar un programa institucional
moderno deberían cambiar la organización sin trastocar la naturaleza profunda de la escuela.
Denominaremos programa institucional a esa estabilidad de su forma pura.fgi
*Valores y principios: El programa institucional se funda sobre valores, principios, dogmas, mitos,
creencias, situados más allá de un mero principio de utilidad social. Estos principios o valores no
son reflejos de la comunidad, sino que se construyen sobre un principio universal “fuera del
mundo”. Esa exterioridad implica arrancar a los actores de la experiencia banal y familiar de su
propio mundo.

Fuera del mundo: es “extra social” porque se sitúa “por encima” de la diversidad de los grupos y
clases, de los intereses privados y las costumbres.
se refiere a un cuerpo de doctrina y principios percibidos como fuertemente homogéneos y
coherentes. Una de las tareas fundamentales de ese programa es producir esa unidad. En la
medida que la modernidad se presente como un proyecto cultural coherente, universal y racional,
no deja de construir programas institucionales susceptibles de producir individuos a su vez
universales junto con sus creencias y sus costumbres específicas, y “por encima” de ellas Lo
universal no puede ceder a lo particular.

El santuario: Las iglesias, hospitales, escuelas…. son espacios que encarnan una regla universal
protegidos de los desórdenes del mundo. El programa institucional debe contar con un
monumento que marque su distancia respecto del mundo trivial, mediante una arquitectura cuyo
objetivo sea impresionar a la multitud y los individuos.
El programa institucional rompe con la vida social normal funciona porque todo lo que se dice
tiene importancia solemne y pública, porque el enunciado nunca se divulgará, sino que se
custodiará El PI Tradicional instauró una separación de los sexos, tanto en el personal de las
instituciones como en sus usuarios. Esa separación era el medio más seguro para construir un
santuario e informar a todos que la institución no coincide, de modo pleno, con la sociedad. Esta
extraterritorialidad crea una igualdad fundamental entre los individuos en lo que respecta a la
institución.

Sagrado y profano:
En el PI la vocación significa que el profesional del trabajo sobre los otros no es un trabajador o un
actor como los demás. No afinca su legitimidad solamente a su técnica o su “saber hacer”, sino
también en su adhesión directa a principios más o menos universales. Se beneficia de una
autoridad carismática porque reposa sobre una legitimidad sagrada; obedecemos porque los
suponemos capaces de, entregarse, a una causa superior: defienden a un bien común antes que
defender sus intereses propios.

La vocación como motivación: No basta con que uno quiera desempeñarse en esa profesión o que
la necesite para vivir; hace falta también “que esté hecho para ella”. En el programa institucional,
el trabajo no queda reducido a un simple oficio. En este marco, la legitimidad de los profesionales
no es estrictamente técnica e instrumental, sino que también se debe a los valores con los que se
identifica.
*Una paradoja resuelta: la prolongada crítica dirigida contra las instituciones acabó por imponer
la imagen de simples máquinas para conformar y disciplinar, destruyendo toda individualidad
Goffman y la maquinaria del sistema panóptico de la prisión, trabajado por Foucault: la institución
quedó reducida a sistema de control total de los cuerpos y las almas, a sistema de puro
adiestramiento cuyo objetivo es destruir toda subjetividad autónoma).
El individuo y el sujeto: en el PI la voluntad de control siempre obedece a un proyecto más amplio:
revelar o restaurar un sujeto. Sólo una institución nueva puede liberar los defectos de la
institución totalitaria.
Por una parte, la institución socializa al individuo tal cual es, inculca una identidad conforme a los
requisitos de la vida social; por otra parte, como apela a valores y principios universales, el PI
configura a un sujeto capaz de dominar y construir su libertad por gracia de la fe o de la Razón. La
socialización y la subjetivación se encadenan en un mismo proceso; esta es la magia del PI que ha
sido profundamente moderno, ya que produce un individuo autónomo, un actor conforme a las
normas y un sujeto dueño de sí mismo.
Un programa moderno: el individuo, libre, particular, racional o pasional, y la sociedad, objetiva,
mecánica, ciega, asfixiante… las sociedad modernas no oponen individuos libres a sistemas
mecánicos, porque esas sociedades están integradas por individuos, pero también porque esos
individuos son resultado de un proceso de socialización. es una cultura y una sociedad lo que
engendra cada individuo. La conciencia de sí no proviene de un defecto de socialización sino de
una acentuación de ella: cuanto más me socializo, más sujeto soy porque interiorizo la obligación
de ser libre, y, en consecuencia, de ser mi propio censor. En ese punto interviene el programa
institucional.
todo el trabajo de socialización debe orientarse al control de sí mismo. para que cada uno
construya su vida personal, que se ubica, sin mediación, bajo la regla de Dios, del soberano o de la
Razón. Las pasiones individuales se transforman en sentimientos sociales auténticos y dignos,
como el amor, mientras que los intereses individuales se vuelven legítimos porque son pasiones
“frías”, que exigen el dominio de sí, el cálculo.
Teoría de Elías: La aparición del individuo no se produjo por el debilitamiento del control social
sino, al contrario, por su acentuación. Cuanto más fuerte es esta interiorización de la reglas
recibidas como universales, más se exige el dominio de sí, más se instala el tema de la inhibición.
La resolución de la paradoja de esta teoría está situada en el centro del programa institucional. En
el proyecto mismo de la modernidad, la socialización está concebida como un proceso paradójico
de creación de conductas y de actores conformes, y de sujetos conscientes de sí mismos,
obligados y con capacidad para ser libres y gobernar sus vidas.
*Universalismo, disciplina y control de sí
Bajo el imperio de lo universal: La escuela despega al actor de sí mismo para hacerlo un individuo a
la vez singular y universal. Según Durkheim, el contenido de la cultura difundida cuenta menos que
la forma de su difusión, que la disciplina propiamente dicha. Él no habla de programa escolar sino
de la eficacia de la forma escolar. Para Piaget, en la escuela elemental el niño queda encerrado en
una “moral objetiva”: aprende a controlar sus “pulsiones infantiles” y adquiere hábitos que serán
luego más que hábitos. Su trabajo se centra en la repetición de ejercicios presentados como ritos:
aprender de memoria, recitar, copiar, responder cuando se les pregunta, ponerse en fila, etc. En la
enseñanza secundaria la disciplina se diversifica, La disciplina se distiende porque los alumnos ya
están disciplinados; El PI varía sensiblemente de una cultura y de una sociedad a otra.
Al igual que Durkheim, Talcott Parsons piensa que existe una continuidad funcional y formal entre
la cultura (los valores), la sociedad (los roles), y las personalidades (los motivos de acción). La
socialización tiene por función asegurar esta continuidad entre la estructura social y la
personalidad, haciendo de la personalidad una unidad singular. Este pasaje no es posible sin que
las interacciones de la socialización formen sistema, al mismo tiempo que esos sistemas
particulares pongan en juego orientaciones culturales globales.
La relación educativa funciona como una institución en la cual existe una tensión, si no una
contradicción, entre una socialización compacta con la cultura, y una subjetivación que obliga al
lector a sobresalir merced a la fuerza de la ley y de la prohibición.
*La violencia y la salud: Para la escuela católica o republicana, hay que predisponer y adiestrar al
niño, ya que nada le dispone naturalmente a plegarse a la disciplina y a desear conocer. Para
Freud como para Durkheim, la naturaleza humana no está hecha sino de deseos siempre
insaciables. En ese caso, el hombre sería peligroso para sí mismo ya que no puede satisfacerse, por
lo que debe aprender a vivir apaciblemente eligiendo el único régimen del miedo al castigo. Para
conducir al hombre hacia su verdadera naturaleza humana, el programa institucional debe pasar
por la disciplina. Para ser moral y eficaz, para promover al sujeto, la sanción escolar debe ser
medida, desprovista de crueldad, debe ser neutra y objetiva. La sanción no tiene como objeto sólo
mantener la paz, participa de una actividad moral; diferida, muy lejos de la venganza, recuerda
que existe una ley y una libertad en cada sujeto. Los castigos físicos que se acostumbraban antes
en el ámbito educativo son inconcebibles en el trabajo cotidiano del programa constitucional.
*Una máquina para reducir lo trágico: Si se considera como una máquina al programa
institucional, sería una máquina para volver al trabajo sobre los otros coherente y soportable.
Lo “alto” y lo “bajo”:
El programa institucional vence la contradicción entre naturaleza y cultura porque no deja de
transformar la naturaleza en cultura, y la cultura en naturaleza. Cuenta con los valores universales
(lo más alto) y lo más arraigado en la condición humana (lo más bajo).
Las ficciones necesarias: el PI engendra un tipo particular de creencia: las ficciones necesarias que
los actores no creen verdaderamente, pero a las que no pueden renunciar sin que su trabajo se
vacíe de sentido. todos los docentes saben que no a todos los alumnos les irá bien, pero hacen
como si a todos les pudiera ir bien.
Como es un santuario, puede atribuir sus fracasos y dificultades al mundo exterior: es culpa del
capitalismo o de la desigualdad natural de los “dones” de los alumnos. el programa expulsa el mal
fuera de sus muros (no es culpa de la escuela si los alumnos siguen siendo desiguales a pesar de su
igualdad en la institución).
Esa capacidad de anular las condiciones trágicas de la acción produce un orden que sería erróneo
percibir como total.
La decadencia del PI no es total ni homogénea. Aún hoy subsisten muchos elementos del tipo
puro que acabamos de proponer, mientras otros se han desmoronado. su decadencia es un
fenómeno mayor que afecta no sólo al trabajo sobre los otros, sino que va más allá y llega hasta
nuestra concepción misma de la vida social y de la acción.

RESUMEN MAS EXTENSO

El declive de la institución – Dubet (introducción y cap.1)


Introducción:
Trabajo sobre los otros: conjunto de actividades profesionales que participan en la socialización de
los individuos. Hay tres perspectivas dominantes sobre el estudio del trabajo sobre los otros: 1)
dominante en Francia hasta fines de los ’70, analiza el trabajo a partir de sus consecuencias y sus
funciones objetivas. El trabajo sobre los otros y la socialización se acotan a una función de control
social. La conciencia de los actores queda reducida a un estado de falsa conciencia o ilusión. 2)
Francia en los últimos 20 años: voluntad de unir una sociología del trabajo y una sociología de la
socialización, por el deseo de comprender cómo nuestra sociedad fabrica individuos y sujetos en el
marco de una actividad profesional organizada. Consiste en comprender cómo construyen la
experiencia de trabajo y como jerarquizan sus orientaciones y elecciones culturales. 3) Durante
mucho tiempo el trabajo de los otros fue concebido como “programa institucional” que designa un
modo de socialización o un tipo de relación con el otro. El trabajo sobre el otro es una mediación
entre los valores universales y los individuos particulares; afirma que el trabajo de socialización es
una vocación, porque se encuentra fundado en sus valores: se cree que la socialización está
orientada a inculcar normas que configuran al individuo y simultáneamente lo vuelven autónomo
y libre.
La decadencia del programa institucional es una larga mutación. En los últimos 30 años hay una
crítica hacia las instituciones. El programa se sitúa “antes” de las instituciones políticas y no
enfrenta a iguales; el maestro y el alumno no son considerados pares. El declive del programa
hace emerger nuevas figuras de dominación y control.

Capítulo uno: “El programa institucional”

*La elección de las palabras: +Instituciones: esta noción a veces designa la mayor parte de los
hechos sociales que están organizados, se transmiten de una generación a otra y se imponen a los
individuos.  Son maneras de ser, objetos, maneras de pensar; toda la vida social puede remitirse a
un conjunto de instituciones. Definición de Durkheim: “Institución = todas las creencias y modos
de conducta instituidos por la colectividad”. Es todo lo que es social.
El término “institución” abarca también a los marcos cognitivos y morales dentro de los cuales se
desarrollan pensamientos individuales. La lengua es la primera de las instituciones, porque está
asociada a los modos de conocimiento que persisten en tanto son compatibles con las
experiencias individuales y colectivas.
Noción de institución como sinónimo de organización; distribuye normas y bienes. Aparecen,
entonces, “instituciones bastardas” que distribuyen bienes ilegítimos. El incremento y la
complejidad de las organizaciones forman parte del debilitamiento de las instituciones.
Sentido político del término: son un conjunto de aparatos y procedimientos de negociaciones
orientadas a la producción de reglas y decisiones legítimas. Pensada de este modo, resulta
indisociable del desarrollo del espacio democrático; no ha dejado de integrar a nuevos actores y
problemas en el juego de sus instituciones.

*El programa institucional: puede definirse como el proceso social que transforma valores y
principios en acción y en subjetividad por el sesgo de un trabajo profesional específico y
organizado. Se presenta el esquema: Valores/principios → Vocación/profesión → Socialización:
individuo y sujeto.
Esta ecuación significa que existe un programa institucional cuando se conciben los valores
pertenecientes a una actividad específica y profesional de socialización como una vocación, y
cuando esa actividad profesional tiene por objeto producir un individuo socializado y un sujeto
autónomo. El programa institucional debe ser construido como un tipo ideal, para diferenciar lo
que se debe a él y lo que puede tener como novedoso en una sociedad que continuamente fabrica
individuos y sujetos.
*De la iglesia a la escuela: idea tomada de Durkheim: la iglesia “inventa” la escuela porque cuenta
con un proyecto de dominación universal sobre las almas. Para ello hace falta una escuela cuyo
modelo principal es el de la conversión, entendida como no sólo un adiestramiento, sino también
como una revelación del yo. La escuela funciona como mediatriz de muchos términos, como el
mundo cristiano y el pagano, el sobreaño y el de los hombres… Su contenido es menos importante
que su forma. La estructura del PI está dada en esa fundación. La escuela funciona no solamente
como lugar de aprendizaje, sino, al igual que la iglesia, como un lugar fuera del mundo,
moralmente cohesivo en donde se abrigan las divisiones de la vida social.
Esta escuela se adapta y modifica de acuerdo con los cambios del mundo, pero su estructura no
cambia. Su organización se transforma, por lo que hay que diferencias entre programa
institucional y organización, a la que se llama institución. La escuela debe combinar la adaptación
al mundo y la educación moral, debe sustentarse sobre la vocación de los maestros, ser un
santuario y un orden regular laico a salvo de los desórdenes del mundo. Debe producir sujetos
libres, ciudadanos, debe mantener el orden establecido y el de la justicia. Todos los intentos de
formar un programa institucional moderno deberían cambiar la organización sin trastocar la
naturaleza profunda de la escuela. Denominaremos programa institucional a esa estabilidad de su
forma pura.
*Valores y principios: El programa institucional se funda sobre valores, principios, dogmas, mitos,
creencias, situados más allá de un mero principio de utilidad social. Estos principios o valores no
son reflejos de la comunidad, sino que se construyen sobre un principio universal “fuera del
mundo”. Esa exterioridad implica una acción voluntaria que, en el caso de la escuela, quiere
arrancar a los actores de la experiencia banal y familiar de su propio mundo.

Fuera del mundo: es una característica “extra social” porque se sitúa “por encima” de la diversidad
de los grupos y clases, de los intereses privados y las costumbres.
Los valores y principios pueden ser escritos en plural pero la matriz de la institución tiene
oportunidades de afirmarse conforme se refiere a un cuerpo de doctrina y principios percibidos
como fuertemente homogéneos y coherentes. Una de las tareas fundamentales de ese programa
es producir esa unidad. En la medida que la modernidad se presente como un proyecto cultural
coherente, universal y racional, no deja de construir programas institucionales susceptibles de
producir individuos a su vez universales junto con sus creencias y sus costumbres específicas, y
“por encima” de ellas. Los profesionales de las instituciones no pueden ceder, sin que decaigan o
traicionen sus compromisos a las presiones de los individuos y de las familias. Lo universal no
puede ceder a lo particular.

El santuario: los programas institucionales recurren a la lógica de órdenes regulares. Las iglesias,
hospitales, escuelas…. son espacios que encarnan una regla universal protegidos de los
desórdenes del mundo. Lo que se desarrolla allí no pertenece al orden habitual de las relaciones
sociales, son santuarios. El programa institucional debe contar con un monumento que marque su
distancia respecto del mundo trivial, mediante una arquitectura cuyo objetivo sea impresionar a la
multitud y los individuos.
El programa institucional rompe con la vida social normal porque instituye actos de habla dándoles
fuerza de ley, o porque los cubre con el secreto profesional, dando a entender que allí no se está
del todo en el mundo. El programa institucional funciona porque todo lo que se dice tiene
importancia solemne y pública, porque el enunciado nunca se divulgará, sino que se custodiará en
el coloquio singular de la clase, la confesión, etc.
El PI Tradicional instauró una separación de los sexos, tanto en el personal de las instituciones
como en sus usuarios. Esa separación era el medio más seguro para construir un santuario e
informar a todos que la institución no coincide, de modo pleno, con la sociedad. Esta
extraterritorialidad autoriza un mayor abandono de sí por parte de los individuos (como en la
confesión); esto crea una igualdad fundamental entre los individuos en lo que respecta a la
institución.
*La vocación: el término ya no es muy aceptado porque evoca una suerte de adhesión ciega.

Sagrado y profano: dentro del contexto de un PI primitivo, el profesionalismo no era sino la


encarnación de la vocación y su desarrollo técnico, puesto que la vocación profesional se convierte
en una “ascesis intramundana” que da la espalda a la contemplación y elige formas activas de
salvación. Si bien las profesiones se han racionalizado y se despegan siempre de la función sagrada
dada en un principio, se trata siempre de una cuestión de salvación (de los profesionales y su
altruismo, de los individuos y grupos que salvan o condenan manipulando normas, reglas, etc.).
En el PI la vocación significa que el profesional del trabajo sobre los otros no es un trabajador o un
actor como los demás. No afinca su legitimidad solamente a su técnica o su “saber hacer”, sino
también en su adhesión directa a principios más o menos universales. Se beneficia de una
autoridad carismática porque reposa sobre una legitimidad sagrada; obedecemos a todos porque
los suponemos capaces de olvidarse, entregarse, a una causa superior: defienden a un bien común
antes que defender sus intereses propios.

La vocación como motivación: desde hace mucho tiempo, la vocación adquirió una fisonomía
menos heroica. Bajo una forma más psicológica que sagrada, la vocación sigue siendo uno de los
criterios de reclutamiento en todas estas profesiones del trabajo sobre los otros que no están
consideradas como “trabajos como los demás”. No basta con que uno quiera desempeñarse en
esa profesión o que la necesite para vivir; hace falta también “que esté hecho para ella”. (No hace
falta saber leer para ser docente, hace falta adorar a los niños). No importa saber si la gente “cree”
en los valores, sino saber si cuentan con las disposiciones profundas que le permitan cumplir con
un trabajo irreductible a una técnica, y si ofrecen las “garantías morales” necesarias.
En el programa institucional, el trabajo no queda reducido a un simple oficio. En este marco, la
legitimidad de los profesionales no es estrictamente técnica e instrumental, sino que también se
debe a los valores con los que se identifica, en mayor o menor medida, a los profesionales. La
dimensión vocacional persiste ya que todos los profesionales del trabajo sobre los otros se verán
enfrentados algún día con pruebas existenciales para las que, según la creencia común, no basta
que nos paguen o que estemos formados.
*Una paradoja resuelta: la prolongada crítica dirigida contra las instituciones acabó por imponer
la imagen de simples máquinas para conformar y disciplinar, destruyendo toda individualidad
(para la generación de Mayo del 68, la palabra “institución” evocó el asilo descrito por Goffman y
la maquinaria del sistema panóptico de la prisión, trabajado por Foucault: la institución quedó
reducida a sistema de control total de los cuerpos y las almas, a sistema de puro adiestramiento
cuyo objetivo es destruir toda subjetividad autónoma).
El individuo y el sujeto: en el PI la voluntad de control siempre obedece a un proyecto más amplio:
revelar o restaurar un sujeto. El asilo y la prisión quieren destruir al viejo individuo para hacer
emerger a un nuevo sujeto. Sólo se rehúye la critica institucional si se crea otra institución más
“auténtica”. Los movimientos críticos de las instituciones pedagógicas siempre han apelado a la
creación de instituciones alternativas, más vocacionales y carismáticas que las rechazadas situadas
bajo el amparo totémico de un padre fundador o una secta. Sólo una institución nueva puede
liberar los defectos de la institución totalitaria.
El programa institucional reposa sobre la resolución de una paradoja fundamental. En un mismo
movimiento, socializa al individuo y pretende constituirlo en sujeto. La creencia en la continuidad
de dicho proceso reside en el núcleo íntimo del programa institucional. Por una parte, la
institución socializa al individuo tal cual es, inculca una identidad conforme a los requisitos de la
vida social; por otra parte, como apela a valores y principios universales, el PI arranca al individuo
de la mera integración social, configura a un sujeto capaz de dominar y construir su libertad por
gracia de la fe o de la Razón. La socialización y la subjetivación se encadenan en un mismo
proceso; esta es la magia del PI que ha sido profundamente moderno, ya que produce un
individuo autónomo, un actor conforme a las normas y un sujeto dueño de sí mismo.
Un programa moderno: la noción de individuo no implica que se opongan dos naturalezas
diferentes: el individuo, libre, particular, racional o pasional, y la sociedad, objetiva, mecánica,
ciega, asfixiante… las sociedad modernas no oponen individuos libres a sistemas mecánicos,
porque esas sociedades están integradas por individuos, pero también porque esos individuos son
resultado de un proceso de socialización. La sociedad de los individuos se produce de manera
holista porque es una cultura y una sociedad lo que engendra cada individuo. A causa de ello, este
individuo no es una representación ideológica, en la medida en que la conciencia de sí como
individuo resulta del proceso mismo de la civilización que implica una fuerte interiorización de las
normas y los valores. La conciencia de sí no proviene de un defecto de socialización sino de una
acentuación de ella: cuanto más me socializo, más sujeto soy porque interiorizo la obligación de
ser libre, y, en consecuencia, de ser mi propio censor. En ese punto interviene el programa
institucional.
El Estado moderno debilitó los lazos comunitarios, puso a todos los sujetos bajo la mirada del
soberano, por lo que todo el trabajo de socialización debe orientarse al control de sí mismo. Este
autocontrol engendra la producción de una fuerte conciencia de sí, de un Yo constituido para que
cada uno construya su vida personal, que se ubica, sin mediación, bajo la regla de Dios, del
soberano o de la Razón. Cuanto más las disciplinas de la socialización reenvían a normas
universales, más el actor se constituye como individuo y más ese individuo puede ser un sujeto.
Por estar socializado bajo el régimen de normas universales, cada individuo se concibe como una
mónada independiente, atento al self control y a la racionalidad ética. Las pasiones individuales se
transforman en sentimientos sociales auténticos y dignos, como el amor, mientras que los
intereses individuales se vuelven legítimos porque son pasiones “frías”, que exigen el dominio de
sí, el cálculo.
Teoría de Elías: El control de sí y la autonomía fundante del individuo procede entonces de una
disciplina que separa al individuo de la sociedad y le permite ver el mundo como exterior a él y
sobre el cual proyecta su subjetividad de manera romántica. La aparición del individuo no se
produjo por el debilitamiento del control social sino, al contrario, por su acentuación. Cuanto más
fuerte es esta interiorización de la reglas recibidas como universales, más se exige el dominio de sí,
más se instala el tema de la inhibición. La resolución de la paradoja de esta teoría está situada en
el centro del programa institucional. En el proyecto mismo de la modernidad, la socialización está
concebida como un proceso paradójico de creación de conductas y de actores conformes, y de
sujetos conscientes de sí mismos, obligados y con capacidad para ser libres y gobernar sus vidas.
Hay un principio de continuidad del control social a la subjetivación. Dicha creencia caracteriza lo
que hemos denominado PI.
*Universalismo, disciplina y control de sí
Bajo el imperio de lo universal: el PI no puede cumplir su tarea sino en la medida en que se funde
en valores percibidos como universales. Hay una cultura universal que a priori vale para todos los
seres humanos, que ancla la subjetividad de los individuos porque les permite ser más críticos,
más reflexivos, más conscientes de sí mismos. La escuela despega al actor de sí mismo para
hacerlo un individuo a la vez singular y universal. La historicidad nacida de la distancia de la cultura
y de la sociedad se transforma en subjetividad personal. Según Durkheim, el contenido de la
cultura difundida cuenta menos que la forma de su difusión, que la disciplina propiamente dicha.
Él no habla de programa escolar sino de la eficacia de la forma escolar. Para Piaget, en la escuela
elemental el niño queda encerrado en una “moral objetiva”: aprende a controlar sus “pulsiones
infantiles” y adquiere hábitos que serán luego más que hábitos. Su trabajo se centra en la
repetición de ejercicios presentados como ritos: aprender de memoria, recitar, copiar, responder
cuando se les pregunta, ponerse en fila, etc. En la enseñanza secundaria la disciplina se diversifica,
siendo el maestro único reemplazado por los múltiples profesores. La disciplina se distiende
porque los alumnos ya están disciplinados; deben dar prueba de iniciativa.
El PI varía sensiblemente de una cultura y de una sociedad a otra.
La relación como institución: Al igual que Durkheim, Talcott Parsons piensa que existe una
continuidad funcional y formal entre la cultura (los valores), la sociedad (los roles), y las
personalidades (los motivos de acción). La socialización tiene por función asegurar esta
continuidad entre la estructura social y la personalidad, haciendo de la personalidad una unidad
singular. Así, el psicoanálisis permite comprender los mecanismos de ese proceso de socialización
a la vez social, común, y psicológico, singular. Este pasaje no es posible sin que las interacciones de
la socialización formen sistema, al mismo tiempo que esos sistemas particulares pongan en juego
orientaciones culturales globales. La intervención del padre y su equivalente hace acceder al niño
a un mundo más complejo, más exigente capaz de proponer muchos roles y que le obliga a
sobresalir. Es la llegada de la abstracción y la prohibición. Parsons demuestra que esta tensión
fundadora tiene su réplica dentro del marco escolar; el grupo de pares permite socializar las
decepciones y las frustraciones, mientras que la lógica escolar de por sí lleva hacia un desarrollo de
la abstracción, de la complejidad y la diferenciación social.
La relación educativa funciona como una institución en la cual existe una tensión, si no una
contradicción, entre una socialización compacta con la cultura, y una subjetivación que obliga al
lector a sobresalir merced a la fuerza de la ley y de la prohibición. La relación maternal favorece la
formación de un Yo mismo poco distinto de un Nosotros, o sea, de una díada, mientras que la
relación paterna, prohibiendo esta fusión, al hacer intervenir otro generalizado, favorece la
formación de un yo, de un sujeto que no está totalmente identificado con la comunidad. Bajo
formas diferentes, este sistema se replica a lo largo de toda la vida. En el programa institucional,
no debo amar al maestro para amar el conocimiento; estos sentimientos no son más que medios y
no se incrementan sino una vez que se separan. Cuando los sentimientos y las pasiones se
instalan, el programa institucional se ve pervertido. En el relato psicoanalítico, como en el PI, el
profesional no socializa ni educa al otro si no es concebido como el mediador de principios
generales.
*La violencia y la salud: Si el programa institucional funciona más para la disciplina que para la
recompensa y si el psicoanálisis llega a reforzarla, por más que no sea el diseño más perfecto, este
programa reposa sobre una antropología negativa. Para la escuela católica o republicana, hay que
predisponer y adiestrar al niño, ya que nada le dispone naturalmente a plegarse a la disciplina y a
desear conocer. Para Freud como para Durkheim, la naturaleza humana no está hecha sino de
deseos siempre insaciables cuando no está limitada por nada más que ella misma. En ese caso, el
hombre sería peligroso para sí mismo ya que no puede satisfacerse, por lo que debe aprender a
vivir apaciblemente eligiendo el único régimen del miedo al castigo. Para conducir al hombre hacia
su verdadera naturaleza humana, el programa institucional debe pasar por la disciplina. Para ser
moral y eficaz, para promover al sujeto, la sanción escolar debe ser medida, desprovista de
crueldad, debe ser neutra y objetiva. La sanción no tiene como objeto sólo mantener la paz,
participa de una actividad moral; diferida, muy lejos de la venganza, recuerda que existe una ley y
una libertad en cada sujeto. En el fondo, postula que cada sujeto anhela reconocer su falta y
quiere ser castigado para renacer en él mismo. Los castigos físicos que se acostumbraban antes en
el ámbito educativo son inconcebibles en el trabajo cotidiano del programa constitucional.
*Una máquina para reducir lo trágico: las representaciones más corrientes de las instituciones de
socialización suelen ser de gran sencillez, como si fueran máquinas. Si se considera como una
máquina al programa institucional, sería una máquina para volver al trabajo sobre los otros
coherente y soportable.
Lo “alto” y lo “bajo”: el programa institucional es de índole mágica porque transforma valores y
principios abstractos, fuera del mundo, en prácticas y disciplinas que son además ritos de pasajes y
de iniciación a los que el programa institucional les confiere inmediatamente un sentido.
El programa institucional vence la contradicción entre naturaleza y cultura porque no deja de
transformar la naturaleza en cultura, y la cultura en naturaleza. Cuenta con los valores universales
(lo más alto) y lo más arraigado en la condición humana (lo más bajo). Entra en juego una virtud de
esperanza sobre el que reposa el trabajo del PI, que permite creer en los valores y principios, aun
cuando no se llevan a cabo casi nunca. Creer en la “realidad” de los principios que guían el
programa crearía agotamiento y la sensación de que el trabajo es imposible (no todos los
enfermos se salvan, numerosos alumnos fracasan, etc.)
Las ficciones necesarias: al estar situado en un punto intermedio, el PI engendra un tipo particular
de creencia: las ficciones necesarias que los actores no creen verdaderamente, pero a las que no
pueden renunciar sin que su trabajo se vacíe de sentido. Son cuadros cognitivos y morales
indispensables para cumplir el proyecto de socialización: todos los docentes saben que no a todos
los alumnos les irá bien, pero hacen como si a todos les pudiera ir bien.
El programa hace compatibles los principios de justicias y de normas que, en su propia lógica, no lo
son. Como es un santuario, puede atribuir sus fracasos y dificultades al mundo exterior: en el caso
de la escuela, la contradicción entre el principio de igualdad de todos los alumnos y la necesidad
de clasificarlos y así volverlos desiguales, no se percibe como una contradicción porque todo lo
que altera la compatibilidad de esos dos principios opuestos se remite fuera de las murallas del
santuario escolar: es culpa del capitalismo o de la desigualdad natural de los “dones” de los
alumnos. No se excluye que el programa proponga un repertorio de consuelos; dado que el
trabajo del programa se hace directamente con lo que se percibe como naturaleza, conviene
aceptar un cierto fatum: el programa expulsa el mal fuera de sus muros (no es culpa de la escuela
si los alumnos siguen siendo desiguales a pesar de su igualdad en la institución).
Esa capacidad de anular las condiciones trágicas de la acción produce un orden que sería erróneo
percibir como total. Los valores son intangibles y rara vez impugnados; la fuerza misma de esos
valores autoriza una capacidad crítica interna porque son tan “elevados” que apenas se presentan
oportunidades de realizarlos plenamente, y la crítica de la institución refuerza la institución en la
medida en que apela a los principios que la fundan. La mayor parte de las reformas de las
instituciones ha sido realizada en nombre de los principios fundamentales de esas instituciones.
La decadencia del PI no es total ni homogénea. Aún hoy subsisten muchos elementos del tipo puro
que acabamos de proponer, mientras otros se han desmoronado. Si se admite definir el PI como
un tipo de relación social y de trabajo institucional sobre los otros, debe comprenderse que su
decadencia es un fenómeno mayor que afecta no sólo al trabajo sobre los otros, sino que va más
allá y llega hasta nuestra concepción misma de la vida social y de la acción. El programa resulta
admirable por su fuerza, su coherencia y sus capacidades mágicas de reducción de un número
considerable de tensiones y paradojas.
Si aceptamos que el trabajo sobre los otros fue construido en la forma del programa institucional,
sus mutaciones tienen un alcance que excede muy ampliamente los meros cambios de
condiciones y de modelos de ese trabajo, porque no consiste en nada menos que en la producción
de los actores y de la historicidad de las sociedades.

También podría gustarte