La intervención del Estado empieza por complementar a las empresas, en
general a las empresas que generan más ganancia, asumiendo las funciones y tareas que éstas no pueden cumplir. El Estado acumula antiguas y nuevas funciones, absorbe problemas y conflictos que se interiorizan y suceden en su seno bajo forma política. El Estado y los grupos que lo encarnan y operan, fortalecen sus poderes, tienden al monopolio político, logran un grado considerable de independencia relativa, se convierten en el actor central de la sociedad y un factor fundamental de su estructura y reproducción. Esta dinámica se despliega y revela a través de una gama de funciones. En el neocapitalismo sus protagonistas y beneficiarias son grandes empresas monopolistas, prisioneras de sus propios intereses, sometidas a la necesidad de valorizar sus capitales y a las coacciones de la competencia y el mercado. Estado asume la garantía social de las condiciones generales del proceso de estructuración y reproducción del neocapitalismo tardío y dependiente. Por una parte, la intervención del Estado crea condiciones de valorización de los capitales predominantes y favorece la concentración monopolista. El Estado debe institucionalizar las relaciones sociales y de mando y obediencia en que se funda y las funciones que van asumiendo. La regulación el impacto de la dependencia externa en la soberanía estatal, de la marea de conflictos y de avance intervencionismo gubernamental.