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EPÍSTOLA SAGRADA, HONRANDO LA FIDELIDAD

P
adre Amado, estoy aquí para consagrarme a vivir con plenitud la Fidelidad a tu Santa
Voluntad, como también me corresponde ser fiel a todo ser que aparece en mi escenario,
pues Tú estás posesionado en cada uno de ellos. Mi sagrada misión es, en un gesto de
amor, honrar tu presencia en todas las personas, sin distingos, siendo leal, honesto,
sincero, trasparente, renunciando a las agendas ocultas.

Gracias, infinitas gracias, Padre Celestial, porque en ti encuentro el amor, la


confianza y la fortaleza para perseverar en el camino de la santidad. Tú me asignaste una
función dentro de Tu Divino Plan, acepto amorosamente el compromiso con total
responsabilidad. Es éste el sendero que requiero transitar, el que me lleva de retorno a ti.

Perdóname Señor, por convocar y compartir con los seres que me acompañan en el
escenario, memorias ancestrales que han dilatado el cumplimiento de esta digna tarea. Lo
siento, Perdón por todos los momentos en que no me he comportado contigo y con mis
hermanos, con la Fidelidad que Tú lo haces conmigo

Ahora, en este instante de reflexión y meditación, invocando la presencia de Jesús


en nuestras vidas, te asumo con amor, gloriosa Fidelidad. Te integro plenamente, con la
absoluta obediencia de un fiel discípulo, te hago extensiva por doquier, predicándote con
gozo y longanimidad, como pregonero de la paz y de las enseñanzas de Jesús.

Gracias, Padre, Te amo. Mi alma se siente inmensamente bendecida y muy feliz de


ser tu inseparable servidor, de tomar consciencia, que la manera de llevar a cabo esta
sagrada misión es sirviendo a mis hermanos, a todos por igual, con espíritu de nobleza,
amor y humildad, emulando a San Francisco de Asís, a la Madre Teresa de Calcuta, a los
que se han entregado a vivir en santidad. Concédeme, por favor, Señor, la firmeza para
mantenerme incólume, inquebrantable a tus designios.

Gracias, luminosa Fidelidad, inmensas gracias, tú le das un sentido trascendental a


mi existencia, te honro con inmensa gratitud, me siento liviano, despejado, ligero de
equipaje al internalizarte y llevarte conmigo, dando un testimonio evangelizador dirigido a
los hogares, a los corazones de la humanidad, para la Gloria de Nuestro Padre Celestial.

Amén
Honra y gratitud a la Honestidad y a la Honradez

M
Muy dignas y bendecidas cualidades, Honestidad y Honradez, es para mí
un gran honor dedicarles esta Sagrada Epístola, reconociendo su
valiosísima participación en la creación de hogares, familias,
comunidades y naciones armónicas, sanas, felices y prósperas.
Muchísimas gracias, gloriosos talantes, me siento absolutamente identificado con ustedes,
y me comprometo a limpiar dentro de mí, todas las memorias ancestrales que interfieran
con su consolidación en la nuestra sociedad.

Amadísimo Padre Celestial, heme aquí ante ti. Bendíceme por favor y concédeme
el don de ser un artesano de paz y virtudes. Empodérame, Señor, por favor y dispénsame,
la gracia de mirar a todos mis hermanos con benevolencia y piedad, en especial a quienes
convoqué para reproducir conductas contrarias a la Honestidad y la Honradez. Lo siento,
Padre Amado, perdóname por favor, por proyectarles memorias contentivas de estas
confusiones. Lo siento, me corresponde a mí hacer esta rectificación. Asumo la total
responsabilidad de sanarlas en mi interior.

Gracias, Padre Amado, por llenarme de tu inmensa compasión y bondad. Gracias


por permíteme ser un ferviente instrumento de tu Santa Voluntad. Ayúdame por favor a
redimir estas actitudes, sobre todo las que proyecté en quienes desempeñan la sagrada
misión de ser gobernantes, bendícelos Señor. Dame tu luz para descubrir tu Sagrada
Presencia en cada uno de estos, tan dignos hermanos.

Señor, ayúdame por favor a no juzgarlos, decido más bien, reconocer la verdad de
su esencia, son seres de luz, así los creaste Tú, y eso nada ni nadie lo puede alterar. Doy
fiel testimonio de su inocencia y santidad, los amo con el amor sagrado que Jesús modelo
para todos nosotros. Corregir los respectivos errores me corresponde a mí, y el lugar
donde requiero enmendarlos es dentro de mí. Lo siento, perdóname por favor. Señor,
entrego en tus santas manos estos pendientes, con la certeza que en la luz de tu santidad
los desvanecen plenamente.

Gracias Señor, porque en ti encuentro la paz y la fortaleza, para no realizar juicios,


quejas, ni albergar resentimientos. Gracias, porque Tú, Señor disipas estas apariencias, y
en su lugar me concedes el honor de bendecir siempre, con tu amor y nobleza, a todos los
seres con quienes me corresponde compartir escenario. Gracias por librarme de caer en
tentaciones, ilumíname y darme el regalo de ser un aprendiz en el sendero, un labrador de
corazones, sembrador de talentos sagrados, para cultivar honradez y honestidad por los
caminos de la vida. Para tu Santa Gloria, Señor.

Amén
EPÍSTOLA A LA APOSTÓLICA Y SANTA MISIÓN DEL EDUCADOR

Honorable hermano educador, estoy aquí, en nombre y representación de Dios


Padre, para honrarte y bendecirte conjuntamente, con la obra sagrada que Él
amorosamente te encomendó, dentro de su Divino Plan. Con plena confianza en Nuestro
Señor Jesucristo, invoco su Santísima Presencia solicitándole, por favor, me ilumine
palabras impecables, a la altura del glorioso compromiso que me corresponde compartir
contigo.

Digno hermano educador, vengo a traerte un mensaje celestial, portador de una


verdad universal y eterna, cuyo propósito es recordarnos, que la misión sagrada de
nosotros los educadores es enseñar la santidad con el ejemplo, pues todo educador está
consagrado por la Voluntad de Dios a asumir la santidad como su forma de vida. Pido
perdón por la mi demora en concientizar esta realidad, asumo la total responsabilidad de
las dilaciones y amorosamente las deposito en el ardiente fuego de la Divinidad, para que
se incineren en su flamante llama.

Admirable hermano, gracias por el trascendente significado de tu presencia en la


humanidad. Educar es un arte sagrado, que se ocupa de sembrar semillas de santidad en
las almas de niños, jóvenes y adultos, y regarlas con luces celestiales para elevar el nivel
de consciencia social y espiritual de las comunidades, creando espacios consagrados a
compartir con amor y sencillez, en un ambiente de convivencia familiar.

Amado hermano del alma, los educadores estamos destinados por Dios, a alcanzar
los más nobles y elevados propósitos, experimentando su Santa Presencia, siempre
posesionado en sus hijos, guiando la formación de las nuevas generaciones, desarrollando
facultades, habilidades y talentos correspondientes a la santidad, dándole cumplimiento a
los sagrados mandamientos que Nuestro Padre Celestial, nos tiene asignados en nuestras
vidas.

Bendita eres, amorosa y apostólica misión de la Educación, me siento muy


bendecido con la enaltecida generosidad y nobleza de tus actos. Asumo la total y absoluta
responsabilidad de sanar dentro de mí las memorias ancestrales que interfieren tu
glorioso cometido. Pido perdón por esta situación, te ofrezco de todo corazón mi inmensa
gratitud por la oportunidad de liberarlas dentro de mí. Gracias, gracias, gracias.

Consagrada misión educativa, en nombre de la humanidad, de todas las naciones, de


las familias y los hogares, te extiendo las más sentidas expresiones de gratitud, por el
encomiable desempeño de entrega incondicional, a favor de la sagrada evolución
pluricultural de los pueblos. Gracias, muchísimas gracias, por la abnegación con que
asumes la pulcritud de los aprendizajes, para el desempeño fraternal y armonioso de las
relaciones interpersonales.
Gracias, inmensas gracias, gloriosa misión educativa, por los enormes esfuerzos
realizados para movilizarte hasta lugares muy apartados, a compartir los aprendizajes de
la santidad, como una sagrada cualidad, presente en todos, cultivando la empatía y
encendiendo en los corazones la avidez por asimilar sus enseñanzas, e interactuar con
amor al prójimo, vocación de servicio y mutua solidaridad, en fiel obediencia a la Voluntad
de Nuestro Padre Creador.

Amadísimo hermano educador, me propongo, en el nombre de Dios, tocar las fibras


más sensibles de tu corazón, al compartir contigo estas palabras sagradas: La única
manera de ser educadores es asumiendo la santidad, sembrándola en nuestras almas,
viviéndola a profundidad, pues somos, por encima de todo, Educadores de Dios,
estamos al servicio de su Santa Voluntad, para emular a Nuestro Amado Jesús. Su
crucifixión no puede ser en vano.

La Santidad es, la enseñanza prioritaria que nos convoca a realizarla como fieles
seguidores de Cristo, y el modo de hacerlo es sacándola del escondite, para presentarla
abiertamente, predicarla, pregonarla a los cuatro vientos, nos corresponde asumirla,
vivirla, modelarla, hacerla nuestra, sembrándola en nuestros corazones y en los de la
humanidad, abrazando fielmente el ejemplo de Jesús y sus Discípulos.

Pues estos son sus preceptos, para eso fuimos creados por Nuestro Amado Padre.
En mi sagrada misión está decirte esto, lo asumo con toda mi alma y al hacerlo encuentro
coherencia y paz, penetra más luz a mi consciencia, siento que esta actitud es
iluminadora. Estoy aquí para decir esta verdad, sentirla, vivirla, proclamarla y hacerla
realidad. Siento que realizándolo avanzo hacia la santificación, que es el glorioso destino
de todos los hijos de Dios, para su Santa Gloria.

Amén
EPISTOLA SAGRADA AL MÉDICO, HONRANDO SU MISIÓN APOSTOLICA

Muy apreciado colega, noble apóstol de la medicina, con un cálido abrazo te doy
infinitas gracias, por la oportunidad que me brindas de dirigirme a ti. Invoco la presencia
de Nuestro Señor Jesucristo, le solicito, por favor, me ilumine con la luz de la humildad y
me bendiga con la impecabilidad del verbo. Y así, en el nombre de Nuestro Amado Padre,
asumo la sagrada misión, de invitarte a recobrar el verdadero sentido de la medicina, que
se logra, viviéndola desde la Santidad.

Fiel compañero del camino, desde mi alma conmovida, te dirijo esta sensible
Epístola, con el propósito santo de honrar nuestra profesión, y sellar contigo un
compromiso sagrado, que por la gracia de Dios Padre, nos corresponde compartir:
Dignificar la medicina, elevarla al sitial de honor, que por obra de Nuestro Padre Creador,
le corresponde, como Apostolado de Santidad al servicio de la humanidad.

Gracias, amado hermano, tu presencia me convoca a recordar, que ser médico es


entregarnos como fieles instrumentos del Plan de Dios, cumplir la hermosa misión de
consagrarnos a ejercer la medicina con el corazón, con amor al prójimo y sensibilidad
social, desarrollar la capacidad para reconocer a Dios presente en cada paciente, y tomar
consciencia que Él guía nuestro acto médico, convirtiéndolo en un hecho sagrado y santo,
y que además, requiere de nuestra entrega incondicional, para obrar a través de nosotros,
con su ilimitado poder sanador.

Bendecido colega, todos nuestros recursos, requieren estar a la disposición de


Nuestro Padre Celestial, para que Él nos guíe y nosotros ser sus obedientes seguidores.
Hermano, aquí es propicio hacer un paréntesis y pedir perdón a Dios, gracias por
acompañarme en este instante santo y liberador. Perdóname Señor, por todas las veces
que me he dejado llevar por el orgullo y la prepotencia, olvidándome que eres Tú quien
hace la obra y yo solamente un instrumento de tu Divino Plan.

Hermano, a Dios gracias, disponemos de un valiosísimo conjunto de herramientas,


que Él generosamente nos otorgó. Todos nuestros estudios, conocimientos, habilidades,
talentos y destrezas, necesitamos entregárselos en sus santas manos, pues el mejor uso
que podemos darles, es llenarnos de humildad, y dejarnos guiar por Nuestro Padre,
expresándole nuestra inmensa gratitud, por permitirnos el honor de que realice su obra a
través de nosotros, sus fieles servidores.

Amado hermano, me siento muy honrado de compartir contigo, que todo acto
médico es sagrado, bendito, amoroso, y nos convoca a asumir la Santidad. El amor al
prójimo es nuestro mayor recurso terapéutico. Gracias, Padre, porque Tú eres la fuente
inagotable de amor, nosotros somos solamente tus canales. Gracias, infinitas gracias,
Padre, por ser el Creador, Compositor, Guionista, Arreglista y Director, contigo, Padre,
nuestra misión apostólica se glorifica y la profesión médica se santifica.
Padre Amado, Tú le das un profundo sentido a nuestras vidas. Eres inmensamente
compresivo, respetuoso y amoroso, cuando me olvido y obro por mi propia cuanta,
creyendo que me las sé todas, Tú estás ahí, bendiciendo a mis pacientes, protegiéndome,
sin reprocharme, esperando en silencio, pacientemente, el momento en que yo
recapacite. Cuanto lo siento, perdóname por favor, Señor. Te pido perdón por todos los
actos y servicios médicos en que no te hemos tomado en cuenta, lo siento, perdóname
Señor. Y muchísimas gracias, porque con tu infinita bondad, siempre has estado presente.
Gracias, gracias, gracias Padre.

Amadísimo Señor, en la unidad que soy con todos mis colegas, entrego en tus santas
manos todos los eventos médicos, e igualmente, el personal que trabaja para la salud.
Señor, en cada acto quirúrgico, la luz que ilumina el procedimiento realizado por el
facultativo, proviene de ti, Gracias Señor. La mesa operatoria es tu altar, donde oficias y
manifiestas tu Santidad, gracias Señor. Padre Amado, muchísimas gracias, porque además,
estás posesionado en cada cirujano, en sus asistentes, anestesiólogos e instrumentistas.
Muchísimas gracias Padre. Bendito eres.

Gracias, Padre porque toda intervención quirúrgica tiene un propósito muy


liberador, que va mucho más allá de nuestro entendimiento. Asumo la total
responsabilidad de colocar en el fuego sagrado que flama en tu corazón, todo lo que
requiere ser sanado, que no vemos con nuestros ojos físicos y que, con toda certeza, se
desvanece íntegramente ante la radiante luz de tu santidad, gracias, Padre. Infinitas
gracias Padre, por tu ilimitado poder sanador, al servicio del bienestar de tus amados
hijos.

Amado hermano del alma, muchísimas gracias por compartir conmigo este
momento tan estelar, lleno de luz e impregnado de santidad. Apreciado colega, te pido
que me concedas un gran favor, sintiendo que Jesús está posesionado en nosotros,
tomémonos de las manos, en símbolo de la unidad que somos, y al cierre de esta Sagrada
Epístola, asumiendo la gran verdad, de que la medicina es un sacerdocio, pronunciemos
estas palabras:

Padre Amado, invoco tu Santa Presencia con la grandeza que me otorga la humildad,
y con absoluta responsabilidad, asumo bendecir en tu nombre a todos los pacientes,
ubicados en cada lugar de la tierra, a sus familiares, amigos, en especial, a quienes se
encuentran hospitalizados, o en sus casas confinados a una cama, a sus abnegados
cuidadores, a quienes se sienten solos, los que se hallan en condición de calle. Extiende
hacia todos ellos, Padre Amado, Tu sagrada Bendición, tu amor caritativo y tu infinita
Misericordia. Y que todo sea, para Tu Santa Gloria Señor.

Amén.
Honra y gratitud al Labrador de la tierra, Sembrador de cultivos

Mi admirable hermano, el sembrador, estoy aquí, para compartir contigo esta


Epístola sagrada. Invoco la santa presencia de Nuestro Dios Padre, para bendecir la noble
misión que tú realizas, de cultivar la tierra y dar de comer a tus hermanos con el sudor que
destila tu piel. Gracias, infinitas gracias, hermano agricultor, por tu fiel servicio impersonal,
por ser el prodigioso proveedor, en las mesas de nuestros hogares.

Gracias… amado hermano del alma, digno labrador de la tierra, me siento muy
bendecido en tu presencia, vaya para ti mi honra y gratitud por tu labor sagrada. Invoco a
Nuestro Padre Celestial, para reconocer la luz que irradia tu imprescindible y ejemplar
trabajo, labor que realizas tus manos encallecidas, revestidas de piel endurecida, ya están
santificadas por tu trabajo hermoso y tesonero. Hermano… tu corazón amante de la
naturaleza y sus prodigios, destila amor en forma de servicio a los demás.

Bendito eres hermano, gracias por tantos logros que a diario, tú recoges. Tus
cultivos te sonríen de gozo y alegría, cuando te ven llegar por los caminos, porque tú
entregas tu vida para que ellos produzcan alimentos, que luego van a los hogares a nutrir
familias enteras en las comunidades. Tu labor, hermano agricultor, adorna los campos con
los frutos regados del sudor de tu frente. Gracias, hermano labrador, tu labor es vital para
la gente.

Gracias hermano, por el alma grande y noble que tú tienes. Tu feliz corazón siente
amor sagrado por los espacios naturales, tú eres hermano del sol, la luna y las estrellas, de
los ríos, las lluvias, los pastos y las flores. Tú penetras la tierra con tu arado, la siembras, la
cultivas y haces fructíferas sus cosechas. Tú te entregas confiando en la benevolencia del
clima y sus variantes. Dios te ama, te bendice, te protege, te acaricia con el viento, te
bendice con agua de las lluvias, te revitaliza con los rayos del sol y te deleita con el trinar
de los pájaros.

Hermano de la vida, amante de horizontes abiertos, asumo la total y absoluta


responsabilidad de sanar en mi interior, toda memoria que interfiera tu sagrada misión.
Pido perdón por toda confusión y la entrego en las santas manos de Jesucristo Nuestro
Redentor. Albergo la certeza, hermano labrador, que ante la luz radiante de su santidad,
se desvanecen en su totalidad, y brilla por siempre en tus cultivos, en tu familia y en tu
corazón la paz, el amor, la bienaventuranza y la prosperidad, para la Santa Gloria de Dios
Padre.

Amén.

Con amor fraternal, para tan fiel servidor: El noble agricultor


EPÍSTOLA SAGRADA A TI, HERMANO, QUE EJERCES CON PULCRITUD EL DERECHO

Amadísimo Jesucristo, Redentor del Mundo, te invoco en este glorioso instante, para
bendecir en tu nombre a mi noble hermano del alma, que con su mejor disposición,
consagra su vida al ejercicio del Derecho, al estudio y aplicación de las leyes, de las normas
y administración de Justicia. Te solicito, por favor Señor, que me ilumines un lenguaje
impecable, para dedicarle esta Sagrada Epístola, con la lucidez necesaria para que cumpla
el propósito santo que ya le tienes asignado dentro de tu Divino Plan.

Hermano del alma, tú que abogas con tesón en favor de la verdad y la justicia, recibe
mi honra y gratitud, muchísimas gracias, digno hijo de Dios, por todo lo que significas para
la sociedad, por tu excelsa vocación de servicio, tu sensibilidad social, y amor al prójimo.
Reconozco tus dotes conciliadores que sabiamente utilizas para resolver conflictos,
establecer acuerdos y obrar a favor de la paz.

Asumo la total responsabilidad de cumplir mi compromiso contraído con Dios Padre,


de sanar dentro de mí, todas las memorias ancestrales que interfieran tu noble misión,
pido perdón por ellas, reconozco que son mis proyecciones y amorosamente, sin más
dilaciones, las entrego en las Manos Sagradas de Nuestro Señor Jesucristo, con la
absoluta confianza, que ante la flamante llama de su Santidad se desvanecen plenamente.

Gracias amadísimo hermano, por la oportunidad que me brindas de liberar las


confusiones implícitas en el desempeño de tu noble misión. Doy fiel testimonio de tu
honradez, honestidad y ejemplar actuación. Gracias por tu coherencia, acorde con la ética
y los valores morales y espirituales. Gracias por enaltecer tu profesión con tu ejemplar
integridad. Hermano, comparto la certeza que tu correcto y pulcro proceder, es siempre
para la Gloria de Dios Padre.

Amén.

Con amor fraterno para ti, hermano del alma,


ser de corazón noble y bondadoso.
EPÍSTOLA SAGRADA A LA BENDECIDA SANTIDAD DE LOS LIDERES ESPIRITUALES

Amadísimo Padre Celestial, con todo el respeto y obediencia que te debo, invoco Tu
Santa Presencia, solicitando de ti, la iluminación que requiero, para realizar la composición
de esta Sagrada Epístola, a los santos seres de luz que sabiamente desempeñan el
liderazgo espiritual en nuestro planeta. Gracias Padre Amado, infinitas gracias, por
escuchar y responder amorosamente a este, tu humilde servidor.

Dentro del sagrado propósito que me ocupa, de implementar este depurado sistema
de comunicación, RELACIÓN EPISTOLAR, es para mí un inmenso honor, y un sagrado
compromiso, dirigir a ustedes, muy dignos y honorables representantes de la
espiritualidad, esta bendecida Epístola, reconociendo en ustedes, su impecable santidad y
consagración al fiel cumplimiento de la Voluntad de Nuestro Padre Creador.

Me siento inmensamente bendecido y muy honrado de compartir con ustedes esta


Relación Epistolar, reconociéndoles sus virtuosas cualidades sagradas, la firmeza en la
entrega a su misión apostólica; así como, su amor al prójimo, su actitud caritativa, su
corazón pulcro, compasivo y su santa vocación de servicio, en beneficio de las
comunidades. Infinitas gracias por ser ustedes, ejemplares y estimulantes modelos para la
humanidad.

Para mí es muy grato, dignificante e inspirador, apreciar en ustedes, la acertada y


savia decisión de elegir el sendero de la santidad. Gracias, infinitas gracias por su fidelidad
y perseverancia en este camino de amor incondicional, que exige en todo momento lo
mejor de nosotros mismos, pureza de alma y una firme determinación de trascender las
tentaciones con un propósito de santificación. Con mi corazón en la mano, le pido a
Nuestro Señor Jesucristo, les dé mucha lucidez y fortaleza para recorrer esta senda
sagrada, con la impecabilidad que amerita.

Asumo la total y absoluta responsabilidad de compartir con ustedes el propósito


santo que define sus vidas. Elijo sanar dentro de mí todas las memorias ancestrales que
intenten interferir su sagrada misión. Amorosamente las entrego en las manos sagradas
de Nuestro Señor Jesucristo, con plena confianza en su ilimitado poder sanador. Con
infinita gratitud, comparto el gozo de la certeza, que ante el fuego sagrado de su santidad
se desvanecen íntegramente, para Gloria de Nuestro Padre Celestial.

Amén

De este humilde servidor


para la lucida santidad
de nuestros líderes espirituales
EPISTOLA SAGRADA A LA NOBLEZA Y ALTRUISMO DE LOS POLÍTICOS VENEZOLANOS

Amadísimo corazón de Jesús, invoco Tu Santa Presencia, pidiéndote por favor, que
me concedas la gracia de una inspiración lúcida y sanadora. Me dispongo a componer una
Sagrada Epístola, dirigida a la nobleza y altruismo presente en los corazones de los
políticos venezolanos. Estoy aquí para compartir el propósito santo de develar los valores
que Tú nos otorgaste, Señor, y que nosotros guardamos en el escondite por mucho
tiempo. Ahora llegó el momento de sacarlo a la luz y ponerlos en práctica.

Mi admiración y agradecimiento a ustedes mis hermanos del alma, que abrazan la


política, y dignamente consagran su vida al servicio del pueblo. En el Santo Nombre del
Padre Celestial elijo llenarme de su longanimidad, para con ella, bendecirlos
conjuntamente, con su amor al prójimo, ese noble sentimiento sagrado, que los motivó a
identificarse como servidores del pueblo. Son ustedes seres profundamente
comprometidos con la resolución de las situaciones pendientes por atender en las
comunidades, dispuestos a innovar proyectos para mejorar las condiciones de vida de los
ciudadanos y ejemplares hacedores de realidades, creando oportunidades para una feliz
convivencia. Gracias, gracias, gracias, infinitas gracias, los amo hermanos.

Pido perdón por proyectar en ustedes, mis amados hermanos políticos, memorias
ancestrales que confunden su valiosísima labor social. Estoy aquí con el propósito de
participar activamente en el proceso de liberar esos ecos del pasado, para lo cual, asumo
la total y absoluta responsabilidad de sanarlos en mí interior, entregándolos en las santas
manos de Nuestro Señor Jesucristo, como también coloco a su disposición mi ser, con la
intención de servirle, como un humilde obrero de limpieza de su Divino Plan, abocado a
rescatar los valores.

Amados hermanos, comparto con ustedes la absoluta certeza que el poder de la


santidad, todo lo sana, restablece la pulcritud del noble y altruista propósito sus almas.
Como también, devela la esencia de nuestro ser, somos hijos de la luz, tal como Dios nos
creó, comprometidos con aportar lo mejor de nosotros en beneficio de nuestro prójimo.
Hermanos, mi corazón está con ustedes, acompañando su lúcida sensibilidad y sus
imprescindibles emprendimientos en pro del bienestar social, para la Gloria de Nuestro
Padre Celestial.

Amén.
Insigne Epístola a ti, Comunicador Social. Ser comprometido con la Santidad

Amadísimo hermano, Comunicador Social. Es para mí un gran honor, reconocerte


como fiel amante de la verdad, comprometido con la sagrada misión de llevar mensajes
edificantes a la población. Invoco la Santa Presencia de Nuestro Padre Creador,
solicitándole que me inspire un verbo inmaculado para expresarme ante ti, utilizando
palabras dignas de tu condición de ser de luz. Luz con la que extiendes la gracia de Dios a
través del desempeño de tu noble profesión.

Amado hermano, mensajero de esperanzas, con gran afecto te dirijo esta insigne
Epístola portadora del inmenso amor y gratitud que te profeso. Es para mí una hermosa
bendición compartir contigo este sagrado sistema de comunicación, RELACIÓN
EPISTOLAR, a través de él, asumo el compromiso contraído con Dios, de estrechar lazos
de hermandad entre nosotros, creando espacios para prestar un servicio social, orientado
a compartir con el mundo el camino de la santidad.

Bendecido Comunicador Social, en el Santo Nombre de Dios Padre, y con el


empoderamiento que me Él me confiere al reconocer que soy su hijo, doy fiel testimonio
de tu vida ejemplar y de tu gran valía en la dinámica de las comunidades. Muchísimas
gracias por tu abnegada entrega resaltando los valores éticos y espirituales que
ejemplarmente representas, honrándolos con tu digna actitud, cónsona a la esencia de tu
ser.

Hermano, nos corresponde realizar la sagrada misión de traer la santidad desde los
conventos y monasterios, para hacerla extensiva en la vida cotidiana, emulando a Jesús de
Nazaret, quien hizo de su impecable verbo, vivencias trascendentales con sus Discípulos,
recorriendo con ellos los caminos de la vida, visitando familias, obrando milagros, sanando
a los enfermos, comiendo con ellos en sus casas, dando luces y ejemplos. Él, con
humildad, sembró su palabra sagrada en los corazones de quienes tuvieron el privilegio de
escucharlo, entregó su vida en la Cruz por amor al prójimo, con el propósito santo de
redimir a la humanidad.

Estoy aquí, amado hermano, asumiendo la total responsabilidad de sanar en mí


interior, todas las memorias ancestrales que proyecto en tus escenarios, interfiriendo el
cumplimiento de tu abnegada misión consagrada al pueblo, en pro de sembrar en sus
corazones paz, verdades, ética y justicia. Desde las profundidades de mi alma, pido perdón
por estas confusiones, amorosamente las entrego en las santas manos de Nuestro Padre
Celestial, para que Él, con su ilimitado poder sanador, las incinere en el fuego sagrado de
su santidad. ¡Gracias, muchísimas gracias, Padre Amado!, Que todo sea para Tu Santa
Gloria.

Amén.
DIGNO HERMANO TRABAJADOR, TE HONRO A TI, Y A TU LOABLE LABOR

Muy apreciado hermano trabajador, invoco la Santa Presencia de Nuestro


Amadísimo Padre Creador, solicitándole que me inspire un verbo impecable para honrarte
a través de esta insigne Epístola. Asumo la sagrada misión que me corresponde de
bendecirte y agradecerte por tu amor, esmero y dedicación al trabajo. Gracias, gracias,
gracias, infinitas gracias por el significado trascendental que tú tienes para la humanidad.

Contigo, hermano, hago extensivo a todos los trabajadores del mundo, un cálido y
sentido abrazo, para reconocerles y enaltecer las múltiples labores que desempeñan en
favor de la sociedad. Invaluable compañero, con todo cariño me place decirte, que los
seres humanos somos interdependientes, nos beneficiamos del valioso desempeño de los
demás, es así como nuestra convivencia funciona adecuadamente en todos los ámbitos,
familiar, escolar, laboral y social.

Hermano, trabajador, es para mí una dicha inmensa compartir contigo estas


reflexiones. El trabajo es una gran enseñanza para la vida, es nuestra universidad, además,
nos aporta el sustento, permite cubrir las necesidades, trae amigos y compañeros que nos
nutren de vivencias y aprendizajes. Tú, digno trabajador eres el protagonista de tu propia
vida, labras su propio destino con tu gallardía, tesón y consagración al trabajo.

Gracias, hermano del alma. Tu desempeño laboral es sagrado, toda tarea honesta es
una bendición que nos dignifica, desde las faenas más sencillas hasta las más complejas y
especializadas. Entre todos los trabajadores conformamos un entretejido multicolor y
complementario, estamos estrechamente vinculados, necesitamos apoyarnos
mutuamente. La solidaridad entre nosotros es un valor imprescindible. Estamos aquí para
servirnos amorosamente los unos a los otros, fomentando en nuestros nexos el amor al
prójimo, como la sagrada actitud que nos encamina por el sendero de la Santidad.

Amadísimo hermano, compartiendo contigo esta Epístola, mi ser se encuentra


conmovido, inmerso en el sentimiento de unidad que soy contigo. Mi alma asume la total
y absoluta responsabilidad de sanar en su interior todas las memorias ancestrales que
intenten desacreditar la encomiable misión del trabajo, como actividad que dignifica de
los hijos de Dios. Pido perdón por esta confusión y amorosamente la elevo ante la luz de la
santidad con la plena confianza en que se incinera en su fuego sagrado, para la Gloria de
Nuestro Padre Celestial.

Amén.
APRECIADO EMPRESARIO, ABRIDOR DE CAMINOS DE PROGRESO Y ESPERANZA

Bendito eres, hermano Empresario, abridor de caminos de progreso y esperanza


para las naciones. Gracias, infinitas gracias por tu iniciativa, creatividad, constancia y
empuje, con que asumes tu sagrada misión de establecer instituciones productivas de
bienes y servicios para las comunidades. Apreciado compañero peregrino, transeúnte por
los caminos de la vida, tú eres un alquimista, de finos talantes para transformar
adversidades en oportunidades.

Amadísimo hermano, bendigo tu lúcida visión para concebir la creación de nuevas


opciones, tu noble vocación de servicio social y tu inteligencia práctica, tan útil para tomar
acciones asertivas y exitosas. Gracias, muchísimas gracias, por abrir nuevas puertas,
ofrecer fuentes de trabajo y solidariamente valorar y apoyar a tus trabajadores a vivir con
dignidad.

Hermano caminante, eres un inmenso baluarte para la sociedad. Admiro tus


virtudes puestas al servicio de proyectos innovadores que aportan soluciones y mejoras
para el pueblo, así como, tu capacidad para asumir riesgos, realizar inversiones y tener la
fortaleza para aguantar tormentas y vendavales. Gracias, inestimable hermano, porque
con tu solidez espiritual y tu actitud emprendedora, proactiva y perseverante, eres un
ejemplar modelo para las nuevas generaciones.

Te amo, hermano del alma, perdóname, por todas las veces que no te he
comprendido, perdóname por las memorias ancestrales que han intentado frenar tu
creatividad, por los trasnochos que has vivido ante circunstancias adversas. Asumo la total
responsabilidad de sanar todo esto y mucho más, dentro de mí. Amorosamente invoco la
gloriosa Presencia de Nuestro Señor Jesucristo, y entrego en sus santas manos estas
situaciones, con la absoluta certeza que ante su Divina Gracia se desvanecen plenamente,
para la Santa Gloria de Nuestro Amado Padre.

Amén.
A ti, digno hermano, que sobrepasas las ocho décadas de servicio al prójimo.

¡Qué honor más grande!... dedicarte esta sagrada Epístola, a ti, hermano del camino
de la vida… a ti, que sobrepasas las ocho décadas de servicio al prójimo. Te voy a decir una
cosa abuelo, de esta manera, con este sistema de comunicación, para gloria de Dios,
estamos construyendo una relación santa entre nuestras almas. Compartir contigo, leal
compañero, es un regalo que Él nos está otorgando. Gracias, inmensas gracias, por estar
aquí edificando, el nosotros. Nos corresponde, entonces, vivirlo a plenitud.

Te amo, hermano, desde lo más profundo de mi ser. Tú eres un fiel representante


de la dignidad encarnada en la existencia humana. Mi corazón siente un inmenso gozo al
dedicarte estas palabras, inspiradas en la presencia de Dios, posesionado en ti. Tú
consagraste tu vida al servicio a los demás, ofreciendo tu mejor versión, dando tu amor,
energía, vitalidad, altruismo, lealtad. Y ahora te encuentras en una edad, en que tu
cuerpo, ya desgastado, cansado de tantas faenas exigentes, requiere de cuidados y
atenciones especiales, de manifestaciones afectivas, momentos de alegría y longanimidad.

Perdón, amadísimo hermano. Yo asumo la total responsabilidad de todas las


memorias ancestrales que he proyectado en tus relaciones, interfiriendo las atenciones y
manifestaciones de amor, que por la gracia de Dios te corresponde recibir. Reconozco mi
compromiso contraído con Él, de sanar dentro de mí todos los ecos del pasado pendientes
por resolver en nuestra historia familiar. Perdón por los momentos en que te has sentido
solo. Perdón por mis demoras en brindarte todas las atenciones que tú mereces.

Abuelo, heme aquí, ahora, completamente dispuesto a liberar todo lo que sea
necesario. Asumo la total responsabilidad de todas las confusiones y dilaciones,
amorosamente las entrego en las santas manos de Nuestro Señor Jesucristo, albergando
la absoluta certeza que se desvanecen plenamente, ante el flamante fuego sagrado de Su
Santidad, para Su Santa Gloria.

Hermano del alma, estoy aquí contigo, para que disfrutemos juntos un buen rato,
paremos el reloj… démonos un fuerte y sabroso abrazo, escuchémonos mutuamente
nuestras anécdotas, cuentos y comentarios, seguro que tú tienes muchas más que yo.
Háblame de tus travesuras abuelito, mientras tú me vas conversando, quiero tocarte,
acariciándote suavemente en las zonas de dolor, sintiendo que Dios nos bendice con este
roce de piel a piel.

Abuelo, soy inmensamente feliz a tu lado. Muchísimas gracias, por todo lo que tú
significas para mí. Este tiempo que comparto contigo está lleno de momentos tan felices e
inolvidables, cuánto me agrada estar junto a ti, cantando y riendo a carcajadas. Abuelito,
tomémonos de las manos, vamos a darle gracias a Dios por esta felicidad tan grande que
estamos gozando. Te invito a ser felices viviendo la Santidad.

Amén.
A ti, digna e insigne mujer, que sobrepasas las ocho décadas de servicio al prójimo.

Amadísima gran Señora, reina del hogar, núcleo y eje central de nuestras familias, es
para mí una gloriosa bendición, dirigirte esta Sagrada Epístola, ahora, cuando sobrepasas
las ocho décadas. Amadísima madre, abuela y bisabuela, ¡Qué inmenso honor! es
construir una relación santa entre nuestras almas, basada en este Sistema Epistolar, con el
propósito de Glorificar a Nuestro Padre Creador.

Te amo, virtuosa madre de varias generaciones, tú eres la más digna representación


del amor de Dios manifestado en la tierra. Gracias por tu inmensa capacidad para servir,
soportar, tolerar y comprender, gracias, gracias, gracias. ¡Qué alegría más grande!
compartir contigo, sentir tu amor, apreciar tu luminosa sonrisa, disfrutar de tus ricos
abrazos. Gracias por fortalecer nuestros vínculos familiares con tu calor maternal, ternura
y entrega a la sagrada misión que Dios te tiene asignada. Gracias por enseñarnos con tu
excelsa nobleza, los más grandes valores éticos y espirituales.

Bendita eres, ejemplar modelo de santidad, perdóname por todas las memorias
ancestrales que proyecto en el teatro de tu vida, interfiriendo el reconocimiento de la
compasión y dignidad de tu ser de luz. Bella e inmaculada mujer, perdóname, por favor,
porque compartiendo contigo, ni si quiera me aproximo, a la considerable estatura de la
grandeza de tu alma.

Abnegada dama de inquebrantables valores, te pido perdón por las resonancias


discordantes del pasado que convoqué en tu escenario. Asumo la total responsabilidad de
sanar dentro de mí todas esas reminiscencias remotas, que demoran tus vivencias de paz.
Perdón por tantas confusiones y dilaciones. Amorosamente, las elevo ante el fuego
sagrado del corazón de Jesús, con la certeza absoluta que se desvanecen en su infinito
poder liberador.

Amadísima y fiel compañera de la vida, en los bendecidos momento que comparto


contigo, es para mí un gran regocijo acariciar lo agradable de tu rostro, la dulzura de tu
piel, la calidez de tus manos y llenarme del gozo que experimentas compartiendo en
familia. Te amo profundamente, gracias, gracias, gracias, digna servidora del prójimo.
Cada experiencia contigo es un disfrute con la presencia de Dios posesionado en ti.
Bendita eres, tierna mujer, lléname de la gracia que Él derrama sobre ti. Y que todo sea
para la Gloria de Nuestro Padre Celestial.

Amén.
Hermano del alma, heme aquí, visitándote en la prisión.
Sanando mis confusiones respecto a la libertad.

Honorable hermano, en este instante santo estoy invocando la Sagrada Presencia de


Nuestro Señor Jesucristo, Redentor del Mundo, Libertador de Almas, solicitándole que me
ilumine las palabras precisas para construir esta composición epistolar, con ella crear una
relación santa entre nuestras almas, sanar desordenes que proyecté en tu inocencia y
santidad, en tu espíritu grande y noble, empañando la digna esencia de tu ser, creado por
Dios a su imagen y semejanza.

Hermano, perdóname por favor, por haber compartido memorias impregnadas de


información ancestral, pendientes por sanar en mi sistema familiar. Perdón por la
confusión que esto generó, involucrándote en situaciones cuyas consecuencias te han
trasladado hasta estas estancias judiciales. Lo siento, perdóname por las condiciones en
que te encuentras, que no son cónsonas con la nobleza e impecabilidad de tu ser de luz.
Lo siento, asumo la total responsabilidad de todo lo que ocurre en estos escenarios. Y
gracias por la oportunidad que me brindas de sanar todo esto dentro de mí.

Ahora, hermano, mi alma muy agradecida contigo, en sentida comunión con la tuya,
conmovida por tu experiencia, solidariamente te acompaña en este trance en que te
encuentras, y con el corazón en la mano y mucho amor, te invito a que compartamos una
visión espiritual, que es lo que verdaderamente nos libera.

Con esta mirada hacia adentro, te propongo, involucrarnos plenamente, en la


perspectiva de la libertad que nunca podemos perder, la libertad de elegir una actitud
asertiva, que nos conecta con nuestros recursos internos, la paz, la alegría, el ánimo, el
propósito firme de enmendar las acciones, y así, iniciar el camino de la santidad, para el
que todos estamos llamados, por el Padre Celestial. Además, hermano podemos extender
esta gracia divina, esta sagrada bendición a todos nuestros amados compañeros de
prisión.

Hermano del alma, asumo la total y absoluta responsabilidad de sanar dentro de mí


todas las memorias ancestrales implícitas en estas circunstancias, pido perdón a Nuestro
amadísimo Padre y confiadamente le entrego en sus manos sagradas todas estas
reminiscencias del pasado, agradeciéndole por su infinita Misericordia y su ilimitado poder
liberador, con la certeza absoluta que en el fuego sagrado de su santidad se incineran
plenamente por amor a la humanidad y para su Santa Gloria.

Amén.
Honorable escritor, dotado del arte del verbo.
Mensajero de Dios, portador de esperanzas.

Honorable y digno escritor, es una inmensa honra dedicarte esta Epístola


Sagrada, a ti, amadísimo hermano del alma; al hacerlo, me siento enormemente
agradecido y profundamente comprometido, por el gran honor que la vida me
concede, al brindarme la oportunidad de incursionar en tu campo. Me propongo
firmemente, dar lo mejor de mí, para realizar el prodigio de aproximarme a tu
prolifera fluidez verbal.

Hermano, tú estás bendecido, eres un ser inspirado por Dios, dotado de Su


Gracia, tienes un alma grande y bondadosa, con una labor muy noble dentro de Su
Divino Plan. Es para mí un inmenso privilegio compartir contigo la sagrada misión
que Dios dispone, la de llevar por el mundo, el mensaje que señala el camino de la
santidad, a través de sus embajadores la palabra.

Con la humildad que esta misión demanda, invoco para ello, la Santa Presencia
de Nuestro Señor Jesucristo, Supremo Mensajero de Nuestro Padre Celestial,
solicitándole, que por favor, me dispense, inspiración e impecabilidad en el lenguaje,
y así, sintiéndome consagrado a sus designios, poder participar contigo, lúcido
escritor, en difundir los mensajes portadores del amor, esperanza y paz que Dios
quiere sembrar en los corazones de sus hijos.

Muy digno representante de la pureza del ser expresada en las letras, lleno de
gran alegría, e impregnado de longanimidad, me honra invitarte a compartir el
propósito santo de sanar a través del extraordinario poder del verbo, por una parte
borrando memorias ancestrales que requieren ser liberadas en nuestro sistema
familiar, y por otra, edificando, en base a valores espirituales propios de una vida en
santidad.

He aquí, hermano, una misión sagrada del lenguaje, utilizándolo con precisión
e impecabilidad para depurar los ecos del pasado, desvanecer reminiscencias
arcaicas, liberar toda la información que requiere ser desechada. Así, hermano,
limpio mis registros akáshicos, que son archivos donde está guardada la historia de
toda la existencia de la humanidad en mi inconsciente colectivo. De esta manera me
deslastro de interferencias que empañan mis relaciones.

Es también de vital importancia, estimado amante del verbo, asumir la total


responsabilidad de la situación ocurrida, y disponerme a sanarla interiormente, sin
señalamientos, ni culpas, renunciando a todas las expectativas, es decir en un acto
de amor incondicional. Además, utilizando el poder creador de la palabra, construyo
con ella, prestando mucha atención a las virtudes, de tal forma que sustituyo juicios
por reconocimiento de cualidades, y libero todas las dudas para cimentar nuestra
edificación en la confianza plena.
Gracias hermano, me siento inmensamente feliz, porque compartir esta
metodología de sanación contigo, que eres un digno representante de las
expresiones lingüísticas, me compromete aún más, con el propósito sagrado de abrir
este portal de luz en el sendero de la santidad.

Fiel compañero del camino de la vida, asumo la total responsabilidad de sanar


dentro de mí todas las confusiones que he proyectado en nuestro escenario. Lo
siento por haber empañado la noble misión que nos corresponde realizar en aras de
la santidad, perdóname por favor. Estoy aquí con el propósito santo de enmendar
esta transitoria condición.

Padre Celestial, bendito eres Señor, te pido perdón por cada situación de
desorden, amorosamente entrego en tus bendecidas manos, todas las memorias
pendientes por sanar en mi sistema familiar, con inmensa gratitud y plena confianza
en tu ilimitado poder liberador, con la certeza absoluta que en tu infinita
Misericordia se desvanecen íntegramente, para Tu Santa Gloria.

Amén.

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