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UNSAAC/FAAP. DISEÑO VIII.

2008-II
Lectura seleccionada Nº 03 (*)
Profesor: Arq. MSc Pavel Rodriguez Jordán.

1. EL LENGUAJE

El término” lenguaje” ha sido aplicado principalmente a los conjuntos de medios hablados y escritos de
comunicación humana. Por extensión se ha empleado para referirse genéricamente a algunos medios
diferenciados de comunicación visual, auditiva, táctil o combinada. Se habla entonces del “lenguaje” de los
signos, de los gestos, de los sonidos, etc.

La definición suministrada por Noam Chomsky (1957) dice así: “De ahora en adelante considerará un
‘lenguaje’ como un conjunto (finito o infinito) de frases, cada una de ellas finita en su extensión y construida a
base de un conjunto finito de elementos. Todos los lenguajes naturales en su forma hablada o escrita son
lenguajes en este sentido, puesto que cada uno de ellos posee un número finito de fonemas (o letras en su
alfabeto) y cada frase es representable como una secuencia finita de esos fonemas (o letras), aun cuando
.existen frases en cantidad infinita. De manera similar, el “conjunto de frases” de algún sistema formalizado de
matemáticas puede ser considerado un lenguaje.

Jean Piaget (1968) da otra definición interesante de lenguaje: “El lenguaje es una institución colectiva
cuyas reglas imponen a los individuos, que se transmite en forma coercitiva de generación en generación,
desde que existen hombres, y cuyas formas particulares (o lenguas) actuales, derivan sin discontinuidad de
formas anteriores, que a su vez derivan de formas más primitivas, y así de seguido, sin hiatos, desde un origen
único o una poligenia inicial”.

En las dos definiciones anteriores se propone un campo específicamente verbal y al mismo tiempo se
obtienen nociones que permiten ser transpuestas analógicamente a otros campos. Chomsky señala más
claramente esta última posibilidad, al extender el concepto de lenguaje al “sistema formalizado” de las
matemáticas. Un lenguaje en un sentido más expandido, seria el conjunto de resultados construidos a base de
conjuntos finitos de componentes, con pautas de regularización de las combinaciones que en la definición de
Piaget alcanzan características de reglas coercitivas.

En el lenguaje verbal la finalidad explícita es la comunicación entre personas, mientras que la finalidad
implícita es la construcción de conjuntos coherentes de significados (estructuras) a base de componentes
significantes. En el sentido expandido, la finalidad explícita de un lenguaje no es necesariamente la
comunicación en el sentido llano de la expresión, sino más bien la transmisibilidad de ordenamientos
sistemáticos o recurrentes (v.gr. matemáticas, música, etc.) mientras que la finalidad implícita se expande a la
construcción de conjuntos coherentes de relaciones entre componentes, sean estos signos o elementos
materiales (v.g. iconografías, cinematografías, arquitectura, etc.).

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(*) El presente texto, corresponde a una síntesis adaptada de la publicación:
Lenguaje y Métodos en Arquitectura / Fonseca Martínez, Lorenzo y Saldarriaga Roa, Alberto.
Universidad de Los Andes, Bogotá, 1978.
La noción de “gramática” es entonces la noción más importante para comprender al menos parcialmente la
finalidad implícita de un lenguaje. Chomsky (1957) considera que una gramática “describe el lenguaje” y consta
de tres partes interrelacionadas así:

a.- La parte que tiene a su cargo las regularidades que rigen la combinación de las palabras: la SINTAXIS.
b.- La parte que describe el significado de las palabras y de las frases: la SEMANTICA.
c.- La parte que trata de los sonidos y sus combinaciones: la FONOLOGIA.

Un lenguaje en sentido expandido debe poseer entonces regularidades que rijan la combinación de
elementos (Componente sintáctico), significado o finalidad de la combinación (componente semántico) y
comportamientos específicos de elementos transmisores (componente de expresión o proyectivo).

Eco (1975) habla de “sistemas semióticos” para abarcar todos los sistemas comunicativos identificables
hasta el momento y enumera 17 de ellos entre los cuales se encuentran las “lenguas naturales” y las “lenguas
escritas” como dos sistemas diferentes entre sí y diferentes del resto de sistemas semióticos. Con esta
clasificación se distingue más claramente el ámbito de las lenguas y el de los lenguajes, o en este caso, de los
sistemas semióticos. Para estos últimos, se pueden aplicar todas las consideraciones previas sobre
componentes, finalidad y gramática. (Como dato curioso se anota la inclusión que hace Eco de la arquitectura
dentro del sistema de comunicaciones visuales).

Wittgenstein (1953) se refiere constantemente al lenguaje en sus investigaciones filosóficas sobre aspectos
de cultura y de comunicación. Para él el lenguaje es: “...un instrumento. Sus conceptos son instrumentos”.
Considera que: “...si el lenguaje ha de ser un medio de comunicación debe haber acuerdo no solo en las
definiciones sino también (extraño como pueda parecer) en los juicios. Y respecto a la gramática, considera lo
siguiente: “Las reglas de la gramática pueden ser consideradas ‘arbitrarias’ si ello significa que la finalidad de la
gramática es solamente aquella del lenguaje. Si alguien pregunta ‘Si nuestro lenguaje no tuviese esa gramática
no podría expresar estos hechos, se le debería preguntar que significa “podría” aquí”. La “esencia” del lenguaje
para este autor “...no es algo que ya se encuentra abierto y a la vista y que es investigable mediante
reorganizaciones, sino algo que está debajo de la superficie. Algo que está dentro, que vemos cuando miramos
dentro de las cosas y que un análisis desentierra”.

Con estos conceptos se complementa el breve marco de referencia lingüística, semiótica y filosófica sobre
el lenguaje humano. A manera de síntesis subrayaremos los siguientes aspectos:

 Un lenguaje es un conjunto de articulaciones entre elementos específicos, con regularidades en sus


combinaciones y con una finalidad o significado particulares.
 La gramática o su equivalente es el sistema regulador de las combinaciones y por consiguiente de los
resultados. Sus reglas son arbitrarias, sólo en cuanto existen únicamente en función de la finalidad del
lenguaje. La gramática es transmisible implícita o explícitamente y deriva sin discontinuidad de formas
precedentes.
 Una gramática tiene por lo menos tres componentes básicos: un componente de articulación entre
elementos, un componente de significado de elementos y resultados y un componente de expresión o
proyectivo.
 El lenguaje natural está asociado con un tipo específico de organización mental. Se asume la
posibilidad de extender esta idea a todos los lenguajes o sistemas semióticos particulares.
 Un lenguaje es un medio cultural, representa una cultura o un aspecto de ella.
 Un lenguaje requiere afiliación de individuos mediante el requisito del conocimiento de su manejo.
 Un lenguaje posee una “estructura”, que se encuentra debajo de sus manifestaciones aparentes y que
solo puede comprenderse mediante análisis profundo.

Existen dos aspectos particularmente importantes en el estudio del lenguaje natural, que se hacen
extensivos al estudio de un lenguaje cualquiera. El primero de ellos es precisamente el problema de sus
componentes, su estructura interna y su significado o finalidad, entendidos estos dos términos como la relación
entre el empleo del lenguaje y la eficacia del resultado obtenido. El segundo aspecto abarca la relación
existente entre el lenguaje y la organización mental que requiere tanto su aprendizaje como su empleo.

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El primer aspecto es competencia de estudios particulares de orden lingüístico y semiótico, mientras que el
segundo es competencia de la psicología y de la epistemología. Estos campos de estudio han de ser entonces
tenidos en cuenta en el avance del estudio de la arquitectura como lenguaje.

2. EL LENGUAJE ARQUITECTONICO.

Con los parámetros definidos hasta ahora, se puede proceder a definir el lenguaje arquitectónico tanto en
sus aspectos internos como en sus manifestaciones concretas. Este lenguaje, es comúnmente aceptado “per
se”, sin conocimiento del alcance efectivo de la analogía y sin mayor respaldo estructurador.

En la terminología arquitectónica profesional los términos “función” y “forma” fueron hasta hace poco
tiempo los representantes de los instrumentos básicos del diseño arquitectónico para la resolución de un
problema: función como la abstracción de las condiciones de uso y de organización del espacio, forma como
su representación geométrica y constructiva. La noción de lenguaje se ha referido insistentemente a la forma y
en menor grado a la función, por lo que la idea de un lenguaje arquitectónico en su forma común, se puede
referir más específicamente al aspecto visual de la respuesta.

Dentro de las corrientes arquitectónicas modernas surgió una escisión más aparente que real entre los
partidarios de una “arquitectura orgánica” y los de una “arquitectura funcional”, definidas las preferencias más
en términos de su aproximación a la forma que en términos del conocimiento o desconocimiento de la función.
Mientras los orgánicos apoyados en una interpretación del pensamiento de Frank Lloyd Wright buscaron apoyo
en valores circunstanciales y dieron énfasis a la apariencia formal de la edificación en relación con su entorno
(natural preferentemente), los funcionalistas intentaron guiar el desarrollo de la respuesta hacia una ‘lógica que
si bien producía resultados esquemáticos generalizables, jamás contó con un fundamento teórico consistente.

Una totalidad orgánica y una totalidad funcional son indistinguibles a no ser por su expresión formal. Wright
manejó la función con claridad y lógica comparables con las de Gropius, pero sus aproximaciones al problema
técnico y a la expresión de la forma son tan divergentes como es posible imaginar. El lenguaje en ellos no es la
forma misma sino el conjunto de argumentos que se suscitan en el enfoque del problema arquitectónico y en
su resolución, en términos de la “estructura interna” de la totalidad arquitectónica. Mientras en una
aproximación la noción de código es variable y se presta a múltiples asociaciones, en la otra el código asume
un papel específico y se restringen sus posibilidades de asociación. Mientras la aproximación orgánica es (al
menos en su expresión verbal) un sistema abierto, la aproximación funcional es un sistema cerrado.

La cuestión fundamental para el entendimiento del lenguaje arquitectónico se reduce entonces a definir dos
grandes componentes interactuantes en la resolución de un problema: una “estructura” obtenida por alguna de
las aproximaciones mencionadas y una “forma” arquitectónica (es decir, habitable, tridimensional, constructiva,
etc.) producto de factores ponderables en términos técnicos y estéticos. Si “función” quiso o no significar
“estructura” es un problema de exégesis arquitectónica. Pero la frase célebre de “la forma sigue a la función”
no es equiparable a “la forma sigue a la estructura”, hasta no dilucidar más claramente la interacción entre
esos componentes.

En la noción de función se integran un componente explícito, el uso del espacio arquitectónico, y un


componente implícito, la organización de los espacios necesarios de acuerdo a principios de afinidad,
complemento, dependencia, privacidad, etc. De la misma manera la noción de forma incluye el componente
implícito de su geometría, o de su topología, como se ha de explicar posteriormente, de su relación con la
estructura y la forma del lenguaje arquitectónico se obtiene entonces el siguiente esquema:

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ESTRUCTURA
Uso: ocupación y adaptación del
espacio para ser empleado en actividades o reposo.
Organización: disposición relativa de componentes
de uso y de componentes exclusivos de relación: movimiento e intercomunicación.

FORMA
Esquematización: noción dE límite, contorno, figura y dimensión.
Construcción: requerimientos técnicos provenientes de los materiales y de los
instrumentos de trabajo en la edificación.

Un lenguaje según se ha descrito previamente es el conjunto de articulaciones entre componentes


específicos, con regularidad en sus combinaciones y con finalidad y/o significado particulares. Esto indica que
las relaciones entre estructura y forma son en este caso relaciones de dependencia articulatoria y no son de
dependencia ontológica. El lenguaje así entendido es un sistema abierto, regulado por influencias ambientales
y culturales, poseedor de una parte totalizadora y de una parte expresiva y dotado de componentes diversos
que se reúnen en disposiciones regulatorias y en un “modo de uso” correspondiente a ellas.

Desde el punto de vista de la gramática, al aplicar los criterios previamente formulados acerca de los
componentes básicos necesarios se obtiene el siguiente resultado:

a.- Componentes sintácticos de la gramática arquitectónica son todos aquellos principios que rigen la
articulación de los elementos y poseen valor en la generación de estructuras.
b.- Componentes semánticos son todos aquellos valores que provienen del significado mismo de los
elementos (uso, organización, etc.) o que les asignan significados particulares.-
c.- Componentes proyectivos o de expresión son todos aquellos medios de representación bi o
tridimensional del espacio arquitectónico y de sus nociones correspondientes.

Las reglas de la gramática arquitectónica son arbitrarias en general, pero dentro de un contexto cualquiera
obran como legítimas y, en algunos casos, como normas constituidas. La idea recurrente de que la arquitectura
es “construcción de edificios”, ha dado énfasis particular a los componentes constructivos y a su papel

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sistematizador, de tal modo que excluyen consideraciones gramaticalmente profundas, sin lograr con ello
demostrar que esos componentes son, en última instancia, los que rigen el proceso. Descartada la “gramática
técnica” de la arquitectura, se consideran más válidas las ideas de la regulación ambiental y cultural como el
sistema estructurador y formalizador (gramática de contexto) y de una “gramática elaborada”, producto de la
reflexión de los especialistas en el asunto.

Las transposiciones analógicas entre lenguaje verbal y lenguaje arquitectónico se han efectuado hasta
ahora dentro de una muy amplia libertad. Se establecen ahora unas condiciones que limitan parcialmente su
alcance y establecen diferencias aclaratorias entre ambos sistemas. Las condiciones son las siguientes:

 La diferencia más significativa entre la gramática concebida en términos lingüísticos y la gramática


arquitectónica, radica en el carácter menos “universal” del componente sintáctico de la última, aún teniendo en
cuenta que cada lengua natural posee una gramática diferente de otra. El lenguaje arquitectónico en un
contexto asume tantas gramáticas como sistemas culturales hay y como aproximaciones a la estructura se
proponen. Se podría incluso afirmar que en situaciones muy dinámicas de cambio, las gramáticas son
aleatorias.

 En términos muy generales puede también afirmarse que cada problema arquitectónico exige su
propia gramática, cosa que no sucede en un problema lingüístico común. Pero dentro de una comunidad
cultural existen tendencias gramaticales de la arquitectura que, al ser adoptadas por una entidad diseñadora,
definen una buena parte de su aproximación a los problemas. De la misma manera, la experiencia acumulada
y reflexiva de una entidad diseñadora forma una estructura de aproximación a los problemas que ha de
proyectarse en las respuestas. Aquí se hace necesario recalcar la idea del, “comando creativo” del lenguaje,
considerada por Chomsky como uno de los aspectos fundamentales en el uso ordinario del lenguaje verbal.

 Aún no existen conocimientos suficientes para dilucidar el interrogante de si es posible formular


explícitamente una gramática arquitectónica ó si por el contrario, gran parte de sus componentes y de sus
regulaciones son implícitas, acumuladas en conjuntos de operaciones individuales y finalmente imposibles de
formular. Un experimento interesante, constituyó el “pattern language” o lenguaje de patrones de Christopher
Alexander (1970) en el cual se intentó formular y aplicar un conjunto de normas gramaticales tanto del contexto
como de las entidades diseñadoras. La noción de “intención” arquitectónica que se ha de explicar más
adelante es, para varios autores, la que resume muchos aspectos gramaticales en la resolución de problemas.
Una falla muy importante en este campo ha sido el afán de encontrar un sistema universal de articulaciones
para el lenguaje arquitectónico, antes de haber comprendido y formulado sus particularidades.

 La parte proyectiva del lenguaje arquitectónico, equivalente a la parte fonológica de la gramática


verbal, es el componente más universalizado de que se dispone hoy en día, dentro del empleo y manejo
profesional del lenguaje: El plano arquitectónico es algo así como el esperanto del espacio habitable. Sus
convenciones son reconocidas en todos los contextos en los que ha entrado la “arquitectura de academia”.
Otros medios, por ejemplo las maquetas o modelos tridimensionales, son evidentes en su comunicabilidad, por
lo que son-igualmente reconocibles. Su manejo no es igualmente universalizable, al menos en lo referente a
los resultados profundos que pueden expresar, Pero cumplen un papel fundamental en la estructuración de un
pensamiento formal y se deben considerar no solo medios de expresión sino también medios de formación de
las ideas arquitectónicas. (No debe olvidarse el uso frecuente del término “proyectar” en referencia al trabajo
mismo del diseño y al uso del término “proyecto” para indicar su resultado).

3. LOS CODIGOS ARQUITECTONICOS

En el campo semiótico un código es un “sistema de posibilidades superpuesto a la igualdad de


probabilidades del sistema en su origen, para facilitar su dominio comunicativo”. (Eco, 1975). En otras
palabras, el papel de un código es el de reductor de relaciones entre componentes de un sistema y el de
selector de compatibilidades que permiten pasar de lo probable a lo posible. En términos arquitectónicos un
código ha de ser el valor participatorio de un componente en una relación operativa. Tal valor puede provenir
del comportamiento mismo del componente, (por ejemplo el valor derivado de la resistencia de un material o de
la capacidad de aislamiento térmico que posea, de la práctica sucesiva de una actividad, etc.) de un significado
cultural (el valor simbólico que posea,) o de su papel gramatical mismo (por ejemplo, el valor articulatorio de un
espacio, el valor de significado de un material de revestimiento, etc.).

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Si se considera que el diseño arquitectónico es una actividad primordialmente anticipatoria de resultados
(Booker, 1964) en diferente plano del logro concreto de los mismos, es necesario reconocer que los códigos
arquitectónicos son los verdaderos elementos de trabajo, más que los componentes mismos. Según esto, el
diseño arquitectónico es un “lenguaje” dentro del lenguaje” y asume en gran parte las características de un
proceso gramatical de trabajo. Los códigos que intervienen en el diseño son entonces los reguladores
operativos del trabajo arquitectónico y corresponden clasificatoriamente con las categorías siguientes:

Códigos de contexto: reguladores ambientales, culturales, económicos y tecnológicos de problemas y


respuestas arquitectónicas.

Códigos de uso: reguladores de las actividades, equipos y condiciones de apropiación y empleo de


espacio arquitectónico.

Códigos organizativos: referencias distributivas y de Interrelación entre espacios arquitectónicos.

Códigos de esquematización formal: normas geométricas que regulan el trazado arquitectónico y


nociones sustitutivas.

Códigos de construcción: reguladores del uso de materiales y de sus combinaciones.

Los códigos arquitectónicos cumplen la doble función de identificar el comportamiento de los componentes
de un problema y de señalar sus compatibilidades, inclusiones o exclusiones, agrupaciones, dependencias,
etc., tanto en el plano de lo sintáctico como en el de lo semántico. El conjunto de códigos proyectivos posee a
su vez un sistema de enlaces con los códigos de otros campos, para significarlos correctamente y un sistema
de reguladores autónomos que permite su correcto manejo “técnico”.

La gramática arquitectónica se forma entonces por los valores sintácticos, semánticos y proyectivos de los
componentes básicos, es decir, por los códigos correspondientes. Para aclarar este punto se han de distinguir
tres sistemas dentro de la misma gramática:

 Los códigos del contexto influyentes en el problema y su respuesta.


 Los comportamientos o códigos de los componentes de uso, organización, esquematización y
construcción.
 Los valores sintácticos, semánticos y proyectivos de los códigos anteriores, que han de
denominarse tentativamente “subcódigos”.

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Los dos primeros sistemas forman la base clasificatoria del lenguaje arquitectónico. El tercer sistema es el
medio operativo propiamente dicho, ya que es en última instancia con los subcódigos que se trabaja el diseño
arquitectónico. Los dos primeros sistemas son enormemente útiles en la formación de estructuras
conceptuales mientras que el tercero es un mecanismo directo del manejo del problema.

La “selección correcta” es un aspecto fundamental en el manejo del lenguaje arquitectónico, puesto que de
ella depende un gran parte la adecuación de la respuesta a su demanda respectiva. El papel de los códigos es
precisamente el de ayudar a definir posibilidades de selección de relaciones tanto parciales como totalizantes
en la respuesta esperada. La base clasificatoria del lenguaje permite discriminar componentes mediante la
ruptura de totalidades ya establecidas y permite también asociar de elementos aislados que han de conformar
nuevas totalidades.

Es muy importante señalar que los valores sintácticos y semánticos de los códigos arquitectónicos no se
definen siempre unívocamente sino que en ocasiones se asocian ambiguamente; un código cualquiera puede
tener simultáneamente valores sintácticos y semánticos, valores de articulación iguales a valores de
significado. Por ejemplo, el ladrillo utilizado simultáneamente como material de fachada y como material
portante puede reunir ambos aspectos, siempre y cuando la fachada en ladrillo signifique algo en el contexto
específico de la respuesta. El ladrillo utilizado como material de revestimiento únicamente, sobre una
estructura de concreto, por ejemplo, es predominantemente semántico, mientras que el ladrillo utilizado
únicamente como material portante tiene un valor sintáctico predominante. Es de observar como en este caso
el valor semántico proviene casi totalmente de la posibilidad de apreciación visual material.

De la misma manera, un código de uso puede ser ambiguo o especifico según el caso. El espacio para
reunión social o familiar en una vivienda tiene valor sintáctico por su papel en la estructura de uso del espacio
disponible. Su representatividad social que lo puede llegar a convertir en “el espacio más Importante de la
vivienda” disminuye su valor sintáctico e incrementa su valor semántico hasta el momento en el que se
requiere un espacio que no se ha de utilizar continuamente sino que es únicamente representativo; extremo de

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lo semántico. La ambigüedad de valores se encuentra en el punto en el que pesan por igual argumentos de
una y otra índole para su localización correcta.

La selección en el diseño arquitectónico no es un hecho autónomo, como puede suceder en otras


disciplinas más teóricas que prácticas. Por el contrario, como ya se ha demostrado, su dependencia ambiental,
cultural, económica, tecnológica, y psicológica lo sitúan en función de la localización del problema y de la
entidad diseñadora en una comunidad demandante e influyente. Dentro de ésta condición, la selección está
respaldada por unas “intenciones arquitectónicas” equivalentes en términos operativos a hipótesis de trabajo.
Las intenciones no son códigos, en el sentido que estos han sido definidos, obran como guías de selección y
por consiguiente actúan sobre los códigos en la resolución de los problemas. Ejemplos de intenciones
parciales pueden ser las de economía de medios, claridad organizativa, expresividad o sobriedad de formas y
facilidad constructiva, todas ellas muy comunes en la verbalización corriente de la arquitectura profesional. Las
intenciones totalizantes son más difíciles de verbalizar, puesto que se refieren precisamente a asuntos de
estructura arquitectónica, más complejos que la simple suma de intenciones parciales. Es en las intenciones
totalizantes en las que el carácter de una respuesta arquitectónica y el aporte de la entidad diseñadora se
manifiestan, al igual que en todo problema creativamente resuelto.

4. ESTRUCTURA Y FORMA.

En párrafos anteriores se han empleado estos dos términos para referirse a los conceptos básicos
constitutivos del lenguaje arquitectónico y se han descrito algunos de sus componentes. Ahora se ha de
explicar en forma más amplia el contenido y el papel de estos dos aspectos.

Los conceptos de estructura profunda y estructura superficial propuestos por Chomsky (1957) como parte
del proceder sintáctico de la gramática en el lenguaje, se han de transponer a los conceptos de estructura y
forma en el lenguaje arquitectónico. Estos dos conceptos tienen además afinidad de relaciones con conceptos
extra lingüísticos que se emplean con frecuencia en campos tales como la semiótica, la antropología cultural,
las matemáticas, la psicología y la música.

La estructura en términos arquitectónicos no se refiere en este caso a los sistemas portantes de las
edificaciones sino a los principios de relación que definen una totalidad. Por lo mismo, son los componentes de
uso y de organización los que permiten formar estructuras en un problema y poseen valores
predominantemente sintácticos (desde el punto de vista del trabajo del diseño). La forma arquitectónica es el
límite tridimensional asignado a una respuesta a un problema; es el “volumen que contiene los espacios
necesarios para el albergue de la demanda particular. Como evento perceptual puede ser considerada un
“objeto”, mientras que como respuesta solo puede entenderse en términos de la contraparte material de una
estructura, la que define la extensión física de la respuesta.

De acuerdo con lo anterior, corresponde a los códigos de uso y organización la labor totalizante en
términos de estructura arquitectónica y a los códigos de esquematización y construcción la labor totalizante en
términos formales. Los subcódigos sintácticos son articuladores de totalidades mientras que los subcódigos
semánticos son estructuradores de significado y de apreciación de resultados.

La selección arquitectónica, ubicada dentro de los conceptos de estructura y forma, adquiere direcciones
más precisas más no exactas. En la práctica experimentada de la arquitectura esto se manifiesta en la
seguridad en el manejo de lo que se conoce genéricamente como el “esquema” de un proyecto y en la
habilidad para manejar esquemas formalizadores.

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El siguiente esquema, resume las correspondencias descritas, a partir de la estructura y la forma.

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5. MODOS DE EMPLO DEL LENGUAJE EN LA TRANSFORMACION
ARQUITECTONICA.

Estudiaremos el empleo del lenguaje arquitectónico mucho más desde el punto de vista de la
transformación arquitectónica que desde los puntos de vista del comportamiento corporal o de la experiencia
arquitectónica. Una vez limitado el campo de estudio del empleo del lenguaje arquitectónico a su papel dentro
de la transformación del espacio habitable, queda definido también el interés por sus modalidades de empleo,
dentro de los marcos previamente definidos y con contenido ya descrito.

La resolución de problemas arquitectónicos es una vez más el punto que ha de concentrar la atención, ya
que se ha de asumir que es desde el punto de vista académico, la expresión más propia de la transformación
correspondiente. Las realizaciones mismas, las edificaciones, son evidentemente la expresión más propia
desde el punto de vista práctico.

Todos los usuarios de una lengua resuelven cotidianamente problemas de comunicación gracias a su
manejo del lenguaje. La mayor diferencia posible entre un parlante analfabeto y uno erudito está no solo en

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una selección diferente de vocabulario y en una sintaxis más elaborada, sino también en el raciocinio
correspondiente. El nivel que este alcanza en un erudito no se emplea sin embargo en todas las instancias de
uso del lenguaje. El erudito está más capacitado para ciertos raciocinios por su capacidad reflexiva, no sobre el
mundo precisamente sino sobre el lenguaje mismo y sobre las operaciones que con él puede realizar. De ahí
que un maestro en el manejo del lenguaje pueda construir grandes estructuras verbales, que a veces pueden
incluso tener algo de sentido.

En el uso del lenguaje arquitectónico se presenta una paradoja interesante. A pesar de ser el espacio
habitable el dominio de un gran número de usuarios (en principio todos los seres somos usuarios del espacio
arquitectónico), la posibilidad de resolver problemas se delega a profesionales en el manejo del lenguaje. Esto
se explica parcialmente por el carácter especializado de algunos de sus códigos, particularmente de los
técnicos, y por la dificultad aparente de formular y resolver problemas a nivel no especializado. Pero la realidad
mundial señala como es a este nivel al cual se resuelven la mayoría de los grandes problemas habitacionales,
el mayor volumen de transformación arquitectónica existente.

Existe una relación muy fuerte entre la resolución de un problema arquitectónico y su construcción
material, dada por el carácter eminentemente físico de las respuestas requeridas en la mayoría de las
situaciones. La incapacidad técnica es entonces un obstáculo aparente para que los no especialistas afronten
sus problemas y los resuelvan. Según esto, sólo aquellos que saben de los oficios constructivos pueden
resolver satisfactoriamente esos problemas. Esto, desde todo punto de vista, expresa de uno de los
requerimientos básicos, pero no es un postulado categórico. El profesional recién egresado que apenas ha
tenido contacto visual y teórico con los oficios constructivos, no estaría entonces capacitado para trabajar en
problemas de arquitectura.

Los profesionales del trabajo arquitectónico se distinguen de los grupos anteriores por poseer nociones del
lenguaje que emplean en la resolución de problemas del espacio habitable. Es difícil generalizar acerca del
alcance y la exactitud de esas nociones, puesto que nadie ha adelantado estudios profundos a ese respecto.
Como ya se ha dicho, no existe un conocimiento organizado y consistente que se pueda tomar como la base
de las nociones del lenguaje arquitectónico. En su lugar se encuentran muchas opiniones, hipótesis e
intenciones que forman la base conceptual del empleo del lenguaje y que, de un modo u otro afectan la
formulación y resolución de problemas.

El grado de reflexión en el uso del lenguaje es pues variable en los tres grupos aludidos (usuarios,
técnicos- operarios y arquitectos. El tercer grupo debería ejercer el máximo de reflexión sobre todos los
aspectos del problema arquitectónico-lo que no es cierto en todos los casos-.

Es en el tercer grupo donde el poder reflexivo se puede manifestar no sólo en los aspectos de uso del
espacio y en la construcción de imágenes de respuestas sino, más precisamente, en los mecanismos
operativos de que dispone el diseñador para resolver problemas y en la estructura de estos mismos. Para ello,
se dispone de una aproximación mucho más conceptual que práctica.y de un universo informativo expandido
que incluye nociones no sólo arquitectónicas sino culturales y ambientales. El arquitecto como ser universal no
es una imagen del pasado sino una necesidad presente en todo contexto. Por lo mismo, la reflexión
arquitectónica en su mejor sentido es una reflexión totalizante. Según esto, el pensamiento arquitectónico ha
de aparecer asociado a todas aquellas manifestaciones reflexivas ya mencionadas mientras que lo irreflexivo
tiende a permanecer a nivel de simples costumbres espaciales. El proceso reflexivo tiende a la abstracción, se
distancia de la experiencia empírica y de ello quien ha de resolver un problema arquitectónico requiere poseer
además nociones de uso, organizativas y de esquemas formales que le permitan imaginar y realizar una
totalidad arquitectónica, sea esta una habitación una vivienda o una ciudad.

Al separar la realización material propiamente dicha de la formulación del problema y de la construcción de


la imagen de la respuesta, se observa que son estos dos aspectos de la transformación los campos propicios
para el empleo del lenguaje arquitectónico (el uso del espacio está en el campo complementario, el campo de
la significación). Se considera que el lenguaje tiene ingerencia directa en la formulación de un problema y que
igualmente interviene en la construcción de la imagen de la respuesta Lo que se desconoce habitualmente es
como opera esa intervención.

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6. ASPECTOS OPERATIVOS DEL LENGUAJE ARQUITECTONICO
Dentro del campo aún más limitado del empleo reflexivo del lenguaje en la resolución de problemas
arquitectónicos, se distinguen aspectos que indican posibilidades operativas sin alcanzar todavía el nivel de
planteamientos metodológicos.

El primer aspecto evidente es que las nociones de estructura, forma, códigos, gramática, etc., que se han
formulado, no son las mismas que habitualmente intervienen en el trabajo arquitectónico ni en la enseñanza
respectiva. Pero existen algunas que hemos de tomar como nociones equivalentes, identificadas por términos
distintos. Por ello, algunos de los procesos que se explicarán, pueden ser igualmente vistos en términos más
corrientes.
El segundo aspecto que se hace necesario definir para comprender la operatividad del lenguaje
arquitectónico es el de la existencia de un común denominador operativo en la resolución de problemas
arquitectónicos, que se tomará como punto de referencia para el análisis del papel del lenguaje y de los
mecanismos posibles de su aplicación. En cualquier problema arquitectónico se requieren por lo menos los
siguientes pasos:

El conocimiento de una demanda específica de sus características, y de un lugar donde localizar la


respuesta.
La construcción de una imagen de la respuesta deseada.
La definición de los términos formales y constructivos que ha de poseer la respuesta.
La confrontación entre demanda, imagen y respuesta para verificar su afinidad o su conflicto.

Es posible recorrer estos pasos mediante aproximaciones tipológicas en las que, tanto la demanda como la
respuesta se observan como totalidades no discriminadas y existen imágenes ya asociadas a las respuestas,
de tal manera que el proceso selectivo es casi automático y sólo son significativas algunas particularidades de
la respuesta. Nos interesan más ahora los procesos de selección discriminada, en los que tanto la demanda
como la respuesta se descomponen en sus partes y se reconstruyen en soluciones específicas para cada
situación.

El conocimiento de la demanda en un problema arquitectónico es una parte muy importante para su


formulación, pero no es la totalidad de esta, como se ha llegado a creer en repetidas ocasiones. La “demanda”
arquitectónica está formada por un conjunto de factores que se influyen mutuamente para “pedir” una
respuesta. Entre estos factores están los siguientes:

 Una población: una persona o varias de ellas, organizadas en algún patrón institucional (v.gr.
familia, empresa, orden, etc.) o casual (público, transeúnte, etc.).
 Una finalidad o conjunto de finalidades que requieren espacio definido para ser desarrolladas:
habitación, trabajo, cuidado de la salud, etc.
 Equipamientos indispensables y accesorios para las finalidades posibles.
 Un “lugar” físico en el cual se ha de localizar la respuesta, con un contorno particular y con
influencias de su ambiente inmediato.
 Una disponibilidad de medios económicos y técnicos para ser utilizados en la respuesta posible,
con las limitaciones consecuentes.
 Unos requerimientos externos o de contexto, ambientales, culturales, tecnológicos y económicos
que operan como demandantes y como conjunto de expectativas.

El conocimiento de la demanda requiere no sólo el enumerar los factores que intervienen sino el calificar
esa intervención y el cuantificar los aspectos necesarios. En términos de lenguaje el conocimiento de la
demanda no es un problema de gramática sino un aspecto de aproximación al problema. Pero de él deriva
una relación muy directa entre el contenido mismo del lenguaje y los elementos de la futura respuesta en
todo aquello que se traduce en términos de uso, construcción, expectativas culturales de organización y
forma y, sobre todo, en la formulación de intenciones arquitectónicas que han de guiar el proceso de la
respuesta.

Es evidente que cada problema previamente resuelto aporta un volumen de conocimientos utilizables en la
aproximación a problemas futuros. Por ello que se requiere distinguir diversas situaciones de familiaridad
de la entidad diseñadora con problemas y respuestas. Las demandas varían entre límites finitos, lo mismo
que las posibles respuestas. El contenido de la mente de la entidad diseñadora varía también, dentro de un
proceso normal de desarrollo y actualización. La experiencia previa es significativa y al mismo tiempo es la

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estructuradora de muchas aproximaciones, mientras el grado de familiaridad con e problema en cuestión
sea apreciable. Las situaciones “completamente nuevas” no existen realmente en la práctica común, dada
la recurrencia de los factores básicos de la demanda en cualquier contexto.

La construcción de la imagen de la respuesta deseada es un problema bastante especial. Las imágenes


arquitectónicas en un caso corriente de empleo del lenguaje provienen directamente del campo de los
ejemplos conocidos, sean estos sometidos a análisis o no. La experiencia espacial es en principio la fuente
más inmediata de imágenes arquitectónicas, seguida en casos de contexto expandido, por todo el conjunto
de modelos influyentes que sean considerados como tal por la entidad diseñadora. Pero en procesos más
complejos las imágenes arquitectónicas pueden construirse mediante transposiciones analógicas o
mediante raciocinios muy especiales.

Las imágenes arquitectónicas no son precisas sino que se expresan principalmente en intenciones vagas
de organización, forma y construcción. El uso está implícito como generador remoto de la imagen. Para
concretarse requieren de la definición de los términos formales y constructivos en los que las
características propias de la respuesta han de expresarse. En este paso, el lenguaje obra simultáneamente
como formalizador y como estructurador.

Finalmente el recorrido ha de culminar en algún tipo de confrontación entre la respuesta obtenida, la


demanda generadora y la imagen deseada. La confrontación depende del grado de exactitud con el que
haya sido efectuado cada paso precedente. A mayor exactitud en el conocimiento de la demanda y en la
construcción de la imagen, mayor cantidad de puntos de relación para evaluar el resultado alcanzado.
Todo esto sujeto, claro está, a repetidas trayectorias y a recorridos no predecibles, a saltos de un terreno a
otro y a influjos inesperados.

En lo presentado hasta ahora, no existen indicios del aporte que el conocimiento del contenido del lenguaje
arquitectónico puede traer como consecuencia al proceso mismo del diseño arquitectónico. Se debe
suponer que la gramática del lenguaje juega un papel muy importante en el proceso de resolución de un
problema y que por lo mismo, deben existir algunas pautas que guíen el manejo de componentes, la
construcción de la imagen y la definición formal y constructiva de la respuesta.

Para analizar más detalladamente las posibilidades que ofrece el lenguaje para ser empleado y obtener
algunas pautas operativas veamos los siguientes aspectos:

7. OPERACIONES ARQUITECTONICAS

El empleo del lenguaje arquitectónico está dirigido, como ya se ha dicho, a resolver problemas y más
específicamente a definir estructuras y formas en las respuestas necesarias. Se ha de utilizar la palabra
“operación” para referirse a todos aquellos pasos lingüísticamente necesarios para aclarar un problema y
para adoptar decisiones parciales y totales acerca de su respuesta. La palabra operación se utiliza en el
mismo sentido que le ha dado Jean Piaget en sus estudios sobre el desarrollo de la inteligencia y sobre las
actividades intelectuales.

Piaget, distingue dos grandes períodos en el desarrollo de la inteligencia:

El periodo preoperatorio, que se compone de los siguientes estadios:


. estadío de los reflejos o montajes hereditarios.
. estadío de los primeros hábitos motores y de las primeras percepciones organizadas.
. estadío de la inteligencia sensorio motriz o práctica (anterior al lenguaje).
. estadío de la inteligencia intuitiva.

El periodo operatorio propiamente dicho se compone de:


. el estadío de las operaciones intelectuales concretas y el
. estadío de las operaciones abstractas.

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Al efectuar la transposición de este esquema al campo del lenguaje arquitectónico y reuniendo algunos
conceptos previamente expuestos, se proponen los siguientes campos de actividad arquitectónica:

a.- el estadío preoperatorio de los hábitos y costumbres espaciales.


b.- el estadío de las operaciones arquitectónicas propiamente dichas, que incluyen todos los aspectos de la
transformación arquitectónica.

La experiencia espacial es un aspecto variable del comportamiento humano, que depende para su
definición del grado de reflexión involucrado en ella, por una parte, y del tipo de conocimiento propio de las
personas que la poseen. Si la experiencia es puramente habitual se ha de ubicar en el primer estadio, si
por el contrario enfrenta y soluciona problemas, aún sólo a nivel de manejo del espacio, ya se incluye
dentro del campo operatorio.

El término “pensamiento arquitectónico” se ha de referir a las manifestaciones del razonamiento en el


estadio operatorio. No se ha de hablar de “Inteligencia” arquitectónica, puesto que esta no existe separada
de la inteligencia de una persona. Pero se ha de distinguir, de acuerdo a nociones previamente expuestas,
una forma particular de pensamiento que reúne los componentes arquitectónicos y los relaciona con
problemas específicos.

La definición básica de los aspectos propios del pensamiento arquitectónico incluye los siguientes puntos:

 El pensamiento arquitectónico no se genera completamente a la par del desarrollo de la


inteligencia. Las nociones de espacio son muy importantes en este proceso, pero se detienen, en
el ser no especializado al nivel de las operaciones concretas.
 Para llegar al nivel de las operaciones arquitectónicas abstractas se requiere derivar hacia
procesos que ya no son espontáneos, ni accidentales, sino que han de ser inducidos.
 En el paso de las operaciones concretas a las operaciones abstractas, el conocimiento explicito del
lenguaje arquitectónico juega un papel fundamental.
 La experiencia espacial es la base sobre la cual se apoyan no sólo las operaciones concretas sino
las abstracciones. Por lo mismo se ha de asumir como el punto de partida para la comprensión de
los principios operativos del lenguaje arquitectónico.
 Se han de emplear los términos “pensamiento concreto” y “pensamiento abstracto” para identificar
las dos grandes manifestaciones del pensamiento arquitectónico en su estadio operatorio.
 Los componentes del estadio preoperatono si bien no intervienen directamente en las operaciones
arquitectónicas forman el conjunto disponible más generalizado de códigos del espacio, base para
entender posibles operaciones.

El pensamiento arquitectónico concreto es el proceder intelectual asociado con acciones específicas y


directas, estructuradas en el momento mismo de su ejecución, y relacionadas claramente con los
elementos materiales y con los resultados inmediatos. Esto, en palabras más sencillas, se evidencia en las
operaciones mentales que realiza quien intenta modificar su espacio de habitación o de trabajo, sin
elaborar un plan previo.

El pensamiento arquitectónico abstracto presenta características diferentes en su proceder. En primer


lugar, no se basa en elementos materiales sino en “hipótesis” o supuestos acerca de los resultados
deseados. En segundo lugar las “operaciones” abstractas no se refieren a elementos materiales sino a las
operaciones que se efectúan sobre ellos. Son, como dice Piaget, “operaciones sobre operaciones”. En
tercer lugar, el pensamiento abstracto construye sus propios sistemas de relación, independencia de su
conexión con el mundo concreto (y. gr. principios, leyes, lógica, etc.), aplicables por extensión a muchas
situaciones diversas.
Se asume generalmente que el carácter anticipatorio del diseño arquitectónico lo ubica de hecho en el nivel
operatorio abstracto. Esto, sin embargo, no es completamente correcto. Por una parte las intuiciones tal y
como las explica Piaget, tienen carácter anticipatorio sin necesariamente estar incluidas en la categoría de
la abstracto. En segundo lugar el carácter concreto de los signos proyectivos del diseño los convierte en
equivalentes a objetos y su manipulación puede ser concreta, sin atisbo alguno de razonamiento abstracto.

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PENSAMIENTO ARQUITECTONICO CONCRETO

Término que se emplea para referirse muy genéricamente al pensamiento propio de la experiencia
espacial y de las transformaciones directas del espacio habitable. Su principal’ característica es la de estar
relacionada siempre con las operaciones concretas, es decir con aquellas acciones que modifican
directamente alguna característica del espacio arquitectónico. La diferencia principal entre un hábito o
costumbre espacial y una operación concreta radica en el hecho de que en esta se presenta una
formulación de problemas”, mientras que en el primero el comportamiento es predominantemente
mecánico. La noción de “problema” es una de las que señala Piaget como indicativas del paso del período
preoperatorio al periodo operatorio. En términos arquitectónicos se ha de usar ese mismo indicador.

Desde el punto de vista del lenguaje arquitectónico, las operaciones concretas emplean los códigos
provenientes del comportamiento de los elementos materiales y del equipamiento del espacio
arquitectónico. Los “signos” concretos de uso, organización, esquematización y construcción, son
adoptados como los códigos principales y con ellos se opera. Así, el uso del espacio se asocia , por
ejemplo, a los muebles que han de colocarse (cambio de uso es cambio de muebles), la organización se
asocia a los elementos concretos: espacios para moverse y medios de comunicación, la esquematización
formal a nociones ya establecidas (cuadro, rectángulo, cubo, etc.) y la construcción a los materiales que se
han de emplear y a sus cualidades físicas: apariencia, durabilidad, etc.

En las operaciones concretas ocupan un lugar predominante las clasificaciones y las seriaciones. Clasificar
requiere distinguir semejanzas y diferencias en los objetos o en sus comportamientos. Así una clase
incluye dos tipos de caracteres o relaciones, ambas necesarias y que bastan para su constitución:

1. Las cualidades comunes a sus miembros (de la clase) y a aquellos de las clases que forman parte, así
como las diferencias específicas que distinguen a sus miembros de los de las demás clases
(comprehensión).

2. Las relaciones de parte a todo (pertenencias e inclusiones) determinadas por cuantificadores y


aplicados a los miembros de la clase considerada y a los de las clases de que forma parte.
Se debe destacar especialmente lo referente las relaciones de parte a todo. Si bien en las operaciones
arquitectónicas concretas las acciones correspondientes son por su misma naturaleza particulares y la
noción de totalidad puede obtenerse sólo por suma de partes, es importante que esta noción aparezca y se
distinga claramente de los componentes..

Las clasificaciones implican lo que Piaget denomina “abstracción simple”, la separación de cualidades
particulares de los elementos concretos y su correspondiente relación asociativa. Esto, en el caso del
espacio arquitectónico se expresa en la atención que se presta a algunas características, bien sea de su
estructura, bien sea de su forma. La iluminación, el color, la facilidad de relacionar ciertos espacios, la
claridad de las direcciones, etc., son aspectos de frecuente aparición en los comentarios comunes sobre
una edificación. Las operaciones concretas tienen evidentemente que ver con la obtención de muchos de
estos aspectos.
Puede decirse en términos muy amplios que la noción de forma correspondiente al pensamiento concreto
es la noción topológica. El uso de signos geométricos no implica necesariamente el haber alcanzado el
nivel de dominio de la geometría. Por el contrario, si por el desarrollo de la inteligencia se alcanza el nivel
de la geometría natural, en la apreciación y comprensión del mundo físico, en la concepción de una nueva
imagen formal puede predominar la noción topológica: el todo es la suma de las partes, aquello que no se
percibe no se incluye dentro de la imagen formal.
.
Las manifestaciones del pensamiento arquitectónico concreto se encuentran por igual en el empleo popular
y en el profesional del lenguaje arquitectónico, si bien son más frecuentes en su forma explícita en el
primero, como sucede en el carácter de “respuesta directa” propio de la vivienda popular que define de
antemano la presencia de un sinnúmero de operaciones concretas en su realización.

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PENSAMIENTO ARQUITECTONICO ABSTRACTO

La palabra “abstracto” se usa generalmente para referirse a “aquello que no es concreto” y más
específicamente a toda conceptualización generalizante. Abstraer es: “considerar separadamente, corno
una cualidad o atributo”. En los estudios de Jean Piaget, la abstracción se refiere primordialmente al
desprendimiento gradual de los objetos y la concentración del pensamiento en las operaciones que sobre
ellos se efectúan. En este último sentido, el pensamiento arquitectónico abstracto es el conjunto de
reflexiones acerca del proceso operatorio del diseño como medio de resolución de problemas, más que el
conjunto de reflexiones acerca del origen y destino de la transformación arquitectónica.

Muchas de las confusiones que se generan alrededor del término “abstracto” surgen de la asociación que
se hace con la idea de pensamiento. Alexander (1976> considera que existen tres procesos de
pensamiento: abstracción, imaginación y generalización. Lo que este autor denomina imaginación no es la
construcción de representaciones (imágenes en el lenguaje llano) sino la alteración de abstracciones y la
coloca como el proceso crucial para la comprensión de la naturaleza especial del pensamiento humano. La
abstracción es sencillamente la fuente de abstracciones para alterar y, por lo mismo, no es sino una de las
partes significativas del pensamiento humano.

Piaget emplea frecuentemente el término “pensamiento formal” para señalar el último estadio del desarrollo
de la inteligencia, en cual ya no sólo se producen las abstracciones simples, localizadas en el pensamiento
concreto, sino las abstracciones reflejas producto de la “reflexión” sobre el proceso mismo de abstracción,
como una de las operaciones realizadas sobre los objetos. Pero el pensamiento formal no sólo incluye
abstracciones reflejas sino todo el conjunto de operaciones “hipotético-deductivas” posibles de efectuar.
La noción de pensamiento abstracto que aquí se emplea corresponde entonces con la noción de
“pensamiento formal” de Piaget, pero se emplea el término abstracto para destacar la principal
característica de sus operaciones.

Se observa en esta presentación del pensamiento arquitectónico abstracto cómo no existen fronteras muy
precisas entre éste y el pensamiento concreto y se destacan, por contrario, la continuidad y simultaneidad
de los procesos.

Si el pensamiento concreto opera directamente sobre los objetos, el pensamiento abstracto opera en forma
similar sobre “proposiciones” que reemplazan a los objetos. Como señala Piaget (1967) : “... el
pensamiento concreto es la representación de una acción posible, el pensamiento formal es representación
de una representación de acciones posibles”. Y añade: “... las operaciones formales aportan al
pensamiento poder completamente nuevo, que equivalen a desligarlo y liberarlo de lo real para permitir
edificar a voluntad reflexiones y teorías’.

¿Qué abstrae el pensamiento arquitectónico? Evidentemente ha de abstraer las características ya


señaladas de los componentes del lenguaje. Pero también abstrae las nociones más específicas del
comportamiento arquitectónico y del espacio, el procedimiento de relacionar esos componentes y las
‘estructuras causales” de que habla Piaget.

El papel del lenguaje es aquí definitivo. Sus categorías clasificatorias permiten establecer los aspectos
importantes de los componentes, sea para su comprensión particular, para el establecimiento de
interrelaciones con tas finalidades de la transformación. El interrogante de las causalidades sólo se puede
resolver mediante proposiciones que se agrupan como sistemas gramaticales y se revierten sobre las
acciones posibles.

Los códigos arquitectónicos se deben considerar en este nivel como abstracciones de los componentes,
los subcódlgos como particularidades gramaticales de esas abstracciones y los principios gramaticales
como proposiciones causales u operaciones sobre operaciones de relación.

Pensamiento y lenguaje se fusionan de tal modo que el segundo apoya el discurso del primero y le sirve
de plataforma de trabajo, al mismo tiempo que expresa sus resultados. Se llega al punto crucial de la
transformación arquitectónica, aquel en el que ella reflexiona sobre si misma, aquel en el que la entidad
diseñadora se vuelve “lógica”.

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Las operaciones lógicas son aquellas cuya finalidad es la de: .., “encajar las partes en el todo o,
inversamente, la extracción de las partes en función del todo”. (Piaget, 1967). Es esta una manera un poco
simple de definir su carácter, pero resume a cabalidad su finalidad principal, la de producir “estructuras” en
el sentido previamente definido de este término.

A nivel del pensamiento formal, las especializaciones y generalizaciones asumen un papel muy
significativo. El proceso de abstracción permite en un determinado momento del empleo del lenguaje, el
‘especializar” la atención hacia el comportamiento de un componente o de un conjunto de ellos. La
generalización permite que las conclusiones de las operaciones lógicas sean extensivas a muchas
situaciones sernejantes, lo que Implica de paso desarrollar las nociones de situación recurrente y de
circunstancias, de constante y de variable.

Las proposiciones arquitectónicas constituyen el campo de acción de las operaciones lógicas. Piaget
(1970) distingue entre la “lógica de las proposiciones” y la ‘lógica de las relaciones” propia esta de la
clasificación y de la seriación (posible por lo mismo de identificar como “lógica concreta”). A nivel
gramatical el lenguaje arquitectónico requiere una lógica propia y diferente de la lógica concreta de los
conjuntos de códigos que constituyen la base operatoria del lenguaje y que seria la equivalente de la lógica
de las relaciones. Esto Indica a grandes rasgos que las proposiciones arquitectónicas se refieren a cómo
integrar conjuntos disímiles de comportamientos, que poseen de por si una lógica Interna. Estas especies
de “supralógica” son el punto más complejo no sólo de la resolución de problemas arquitectónicos sino de
la comprensión de los procesos operatorios correspondientes.
Es más fácil comprender y operar los conjuntos especializados de códigos (como por ejemplo los códigos
constructivos), que el ámbito de todo el lenguaje. Esto explica ahora más claramente las tendencias ya
mencionadas anteriormente a especializar la dirección de la resolución de problemas arquitectónicos:
formalismo, funcionalismo, tecnicismo, etc. La integralidad del uso del lenguaje no se puede: comprender
sino cuando se acepta por una parte la integralidad del problema, y por otra, la integralidad del
pensamiento necesario para operar en la comprensión y resolución’ de problemas arquitectónicos.

La enorme ventaja del lenguaje como tal es precisamente la de contar con regularidades apreciables que
pueden constituirse en los apoyos de las proposiciones arquitectónicas. A partir de un conjunto de
respuestas cualesquiera, previamente establecidas, irreflexivas, etc., mediante análisis lingüísticos
particulares se prevé la posibilidad de extraer las regularidades y transformarlas en proposiciones que a su
vez han de generar una lógica particular bien sea para un problema, un conjunto de ellos o un contexto
completo. Por ahora se afirma la idea de que para cada problema y para cada contexto existen
proposiciones gramaticales temporalmente válidas y que pueden obrar como base de la lógica del trabajo
común del diseño arquitectónico. Muchas de esas proposiciones permanecen válidas en un contexto o en
una entidad diseñadora, a manera de estructuras estables que facilitan la resolución de problemas. Otras
proposiciones son propias de una situación específica y no alcanzan a trascender más allá de esa
situación.

8. MANEJO DEL LENGUAJE ARQUITECTONICO

Con los aspectos presentados es posible formular algunas hipótesis sobre el manejo del lenguaje en la
resolución de problemas arquitectónicos. Se distinguen inicialmente y en forma categorizada, los siguientes
“tipos” de resolución de problemas:

a.- La recurrencia a respuestas previamente establecidas. En este caso la definición del problema y de su
respuesta se efectúa, como ya se ha dicho, mediante tipologías. A una demanda ya totalizada se adecúa
una respuesta igualmente totalizada, y esta se caracteriza mediante particularidades distintivas. El grado
de variación de la demanda y en la respuesta no es significativo en cuanto las tipologías se conserven y
sólo se requiere familiaridad en el manejo de la demanda y de las respuestas posibles.

b.- En el caso de no recurrir a respuestas previamente establecidas como totalidades o de buscar


respuestas diferentes, la aproximación a la demanda y a la respuesta se basan en la descomposición de
totalidades y en la discriminación de componentes. Una demanda se descompone en sus partes ya
enumeradas: población, finalidad, equipamiento, lugar, disponibilidad de medios y requerimientos de
contexto. Una respuesta se descompone en posibilidades organizativas y formales y en asociaciones de
materiales constructivos. Todo esto implica que al construir la imagen de la respuesta ya no se confrontan

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dos totalidades sino un sinnúmero de particularidades que deben configurar una totalidad. Es aquí donde el
pensamiento abstracto juega un papel preponderante.

c. - La desintegración de totalidades tanto en la demanda como en la respuesta no puede ser efectuada sin
ayuda, como ya se dijo, del pensamiento abstracto. Pero el uso de los signos proyectivos, al igual que las
palabras en el lenguaje verbal, ayuda como parte tangible al desarrollo y proyección de las operaciones
abstractas.

d.- Esto último produce en muchos casos una desviación de intereses con abandono del problema mismo y
una atención desmedida hacia los signos proyectivos, como si estos fuesen la representación exacta del
problema. El trabajo proyectivo se puede convertir en una simple sucesión de intuiciones y operaciones
concretas semejantes al ensayo y error pero sobre los signos no sobre los elementos materiales. Las
totalidades construidas son preceptúales, no conceptuales y los componentes tangibles se descartan.

e.- La sustitución de este procedimiento por el de una operacionalización predominantemente lógica


requiere como condición indispensable la de definir la lógica de las partes, proposiciones gramaticales y
sus posibilidades operativas en cada problema. En este caso se pueden considerar, entre otros, los
siguientes tipos de procesos:

e.1. Procesos centrífugos: de los componentes internos hacia los componentes externos. De principios
organizativos y esquemas formales preseleccionados y compatibles entre si y con las condiciones del
problema se intenta el ajuste en dos direcciones: con el uso y con los sistemas técnicos. La evaluación es
Inversa. En este caso, un elemento de la estructura y un elemento de la forma ayudan a encontrar sus
complementos para proceder a una evaluación total.

e.2. Procesos centrípetos: de los componentes externos hacia los internos. Se parte del uso y de una
preselección constructiva. Al uso se adiciona una organización específica, por tanteo o por deducción. De
la misma manera se escoge un esquema formal compatible con la selección constructiva. Se busca ajuste
entre estructura y forma y se evalúa en dirección contraria.

e.3. Procesos lineales: del uso hacia el sistema constructivo, de la estructura hacia la forma. Se busca
construir deductivamente uno por uno de los componentes del problema y sus asociaciones. La evaluación
es Inversa.

e.4. Procesos aleatorios: se parte de cualquier componente en cualquier dirección. La evaluación es


aleatoria.

En todos los tipos mencionados de resolución de problemas arquitectónicos existen ‘intenciones”


arquitectónicas (decisiones posibles). La relación entre estas y las proposiciones gramaticales es “lógica”
cuando dependen entre si para su definición y es “casual” cuando provienen de fuentes diferentes. Por
ejemplo, una Intención puede ser constante en una entidad diseñadora por simple capricho, mientras que
las proposiciones. gramaticales provienen de hechos muy definidos en el problema. Igualmente, las
intenciones de la entidad diseñadora pueden originarse en el conocimiento de las proposiciones
gramaticales pertinentes a un problema.

Se considera imposible definir todas las intenciones y todas las proposiciones gramaticales de un problema
antes de producir la respuesta. Esta producción no es instantánea sino que es un recorrido de intenciones
vagas a intenciones precisas, de intenciones implícitas a explicitas. Se han de distinguir en un proceso los
siguientes tipos de intenciones:

 Intenciones iniciales, implícitas y explicitas. Las implícitas son generalmente comunes a un


contexto cultural, y al inconsciente de la entidad diseñadora, mientras que las explícitas tienen
carácter específico relativo al problema. Afectan la formulación y el desarrollo inicial del problema.

 Intenciones de proceso, derivadas y autónomas. Las derivadas emergen del manejo mismo del
lenguaje mientras que las autónomas emerger de. cualquier circunstancia que afecte el proceso
durante su desarrollo. Producen cambios de dirección en la resolución del problema.

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 Intenciones finales: son las intenciones que sobreviven en la respuesta final o se identifican
después haberla obtenido en cuyo caso son intenciones implícitas que se evidencian “a posteriori”.
Afectan futuros procesos de resolución de problemas.

A propósito de la Lógica Arquitectónica, cabe preguntarnos: ¿Existe o no una lógica arquitectónica? Como
es de suponer, es arriesgado suponer la existencia de una lógica universal, principalmente por la enorme
variedad de situaciones ambientales y culturales que modifican los problemas arquitectónicos en el mundo
y por la infinita variedad de aproximaciones posibles. Parece entonces más acertado pensar en la
posibilidad de identificar en la naturaleza y en el comportamiento de los componentes del lenguaje una
serle de pautas que permitan el desarrollo de operaciones lógicas particulares y que permitan también el
construir con ellas proposiciones gramaticales, o el confrontarlas con proposiciones ya existentes
adoptadas como estructuras de trabajo por una entidad diseñadora. Si esta última situación se presenta, la
“lógica universal” es sólo aquella estructuración constante que opone una entidad diseñadora a todos los
problemas que afronta el ejercicio de su conocimiento.

Las operaciones lógicas en el diseño arquitectónico se presentan a tres niveles:

 A nivel de la identificación y construcción de los códigos y subcódigos de contexto, uso,


organización, esquematización y construcción. (lógica concreta de clasificación y seriación).

 A nivel de la definición de la estructura y de la selección de la forma de una respuesta. (lógica de


las proposiciones parciales).

 A nivel de la integración entre estructura y forma. (lógica de las proposiciones totalizantes).

Lo que se denomina la “formulación del problema” coincide exactamente con el primer nivel. El desarrollo
del problema coincide con el segundo nivel y la formulación de la respuesta coincide con el tercer nivel,

Igualmente, lo que antes se denominó como conocimiento de la demanda se asimila a la formulación del
problema, la construcción de la imagen de la respuesta y la definición de sus términos formales y
constructivos se asimila al desarrollo del problema y la confrontación entre demanda, imagen y respuesta
corresponde con la formulación de la respuesta.

SIGNIFICADO DEL LENGUAJE ARQUITETON ICO

9. ELEMENTOS DEL SIGNIFICADO ARQUITECTONICO

Anteriormente se han definido los valores semánticos de los códigos arquitectónicos como referentes al
“significado” de los elementos del lenguaje. Ahora se considerará como significado del lenguaje
arquitectónico todo el conjunto de efectos producidos por los valores semánticos de los componentes y ese
significado se ha de analizar desde dos puntos de vista: el mensaje que transmite la arquitectura y la
comprensión y aplicación de ese significado.

Al hablar de mensaje se presupone la existencia de un sentido especial de comunicación entre: una


población y su arquitectura. De hecho, al estar el lenguaje constituido por códigos, existe la noción implícita
de esa comunicabilidad. Pero, ¿qué tipo de mensajes transmite la arquitectura? ¿Mensajes estéticos?
¿Mensajes políticos? Estos ¡interrogantes han sido analizados por un sinnúmero de autores, con
resultados Interesantes si bien a veces difíciles de entender (gr. Barthes, De Fusco, Jencks, etc.).

Como todo objeto, una edificación señala tanto su identidad como su uso. Peirce (1935) definió los “iconos”
como los “signos que originariamente tienen cierta semejanza con el objeto a que se refieren”. Esto, más el
hecho de que todo objeto es “signo de sí mismo”, permite que una edificación sea su primer signo y su
primera representación.

El Primer mensaje de la arquitectura se ha de denominar el “mensaje icónico” y se ha de considerar


como proveniente de la configuración misma de las edificaciones y de la identidad que de ella derivan. Este
significado es primordialmente perceptual y está asociado directamente con lo que puede definirse como la
“imagen legítima” de la arquitectura en un contexto o en un segmento de él.

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El segundo mensaje arquitectónico se desprende de lo perceptual y se traslada al plano existencial de
relaciones entre usuarios y edificaciones. Es el mensaje de uso o “práctico”, que indica de manera
general la finalidad de una edificación y de manera específica la finalidad de sus partes. La imagen Icónica
de la arquitectura puede estar asociada unívocamente con una finalidad (por ejemplo, la imagen de casa
asociada a la finalidad habitación, la imagen de iglesia a la finalidad de culto religioso, etc., o puede ser
ambigua (la torre de concreto o vidrio que puede ser trabajo, vivienda, cementerio, etc., la iglesia que
puede ser museo o auditorio). La imagen legítima en términos de uso Incluye generalmente una imagen
constructiva correspondiente: la casa en muros de ladrillo y placa de concreto, etc.

El tercer mensaje identificable en la arquitectura es el “mensaje histórico”, referente a las características,


ya no solo visuales sino técnicas, que denotan su periodicidad histórica en el contexto limitado y en el
contexto universal. Este mensaje es cultural, en cuanto se refiere a las variaciones sincrónicas y
dlacrónlcas de la imagen.

El cuarto mensaje de la arquitectura es el mensaje “simbólico”, la representación extra arquitectónica de


valores y condiciones del contexto cultural inmediato o expandido. El prestigio, la autoridad, la elegancia,
etc., son nociones que se incorporan al mensaje arquitectónico y revisten a las edificaciones de un aura
especial de representatividad. El mensaje simbólico tiene que ver fundamentalmente con las jerarquías
sociales de valores. Si los valores son míticos, la simbología es igualmente mítica (los símbolos de la
arquitectura cretense, por ejemplo), si los valores son pragmáticos, los símbolos corresponden con ese
nivel (por ejemplo, los símbolos actuales del capitalismo). El mensaje simbólico se identifica tanto en la
totalidad arquitectónica (el templo, el palacio, el ayuntamiento, el edificio alto, etc.) como en las partes (las
columnas, las ventanas, las escalinatas, los materiales constructivos, etc.) Las imágenes icónicas
contienen esos significados y se explican simbólica mente.

Los mensajes mencionados de la arquitectura no están referidos a la comprensión correspondiente. El


significado de la arquitectura será entonces “la cantidad de mensajes recibidos por el observador” y “la
cantidad de mensajes asignados por el diseñador”. Estas dos instancias deberían corresponder entre sí,
pero generalmente y gracias a la disociación profesional, no lo hacen. Para el análisis ambas instancias
son interesantes, ya que presentan dos aspectos complejos de comprensión y manejo del lenguaje
arquitectónico.

Para que un observador (o usuario) reciba más de un mensaje debe poseer más de una noción acerca de
la arquitectura de su contexto. Los dos primeros mensajes son propios del nivel común y corriente de la
experiencia espacial, dado que representan la familiaridad con las edificaciones y las expectativas de su
utilización, propias de una existencia recurrente en ámbitos arquitectónicos. Los dos mensajes siguientes
son más complejos. El simbólico es difundido en términos comunes mientras que el histórico permanece
muchas veces ignorado. La experiencia espacial puede incorporarlos siempre y cuando el contexto facilite
la divulgación de esos mensajes.

Se han de distinguir dos grandes niveles de comprensión del significado de la arquitectura. El primer
nivel se ha denominar precisamente el nivel “común”, basado además de la experiencia espacial, en
convenciones de amplia divulgación y de uso corriente. El segundo nivel se ha de llamar “especializado”
y se basa en las nociones menos frecuentes de convencionalización, en conocimientos más profundos de
las modalidades del lenguaje y en la posibilidad de manejar los mensajes a voluntad. El primer nivel
equivale muy ampliamente a las “frases de cajón” y a los “mass medium” de la arquitectura mientras que el
segundo incluye desde la explicación científica hasta el discurso poético.

El nivel común de comprensión del significado arquitectónico tiene una profunda raigambre existencial, por
lo mismo, en él no se encuentran frecuentemente nociones abstractas sino simples signos identificables.
En grandes líneas corresponde con el pensamiento concreto, puesto que se apoya en los objetos como
signos y en sus denotaciones más directas. Aun los mensajes históricos y simbólicos se comprenden de
esta manera. El “estilo” arquitectónico en su acepción vulgar, es la asociación entre un mensaje histórico y
una imagen visual, con las correspondientes falacias imitativas. El acabado se asocia a una nación
simbólica y no se desprende de ella, de tal modo que se producen raciocinios de este tipo: “si mi casa tiene
fachada en cristal, indica mi solvencia económica”, etc.

El nivel especializado de comprensión del lenguaje arquitectónico se basa en nociones cognoscitivas,


estéticas o abstractas y por consiguiente adopta diferentes mecanismos de recepción y de manejo de los

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mensajes. La imagen icónica no solo admite ser ambigua sino que se puede emplear con intenciones
ambiguas. Se puede hacer una edificación semejante a una imagen legítima, pero con una finalidad
diversa (por ejemplo, los templos griegos y romanos que han servido de bancos, casas de cambio,
museos, viviendas, etc.). La apariencia formal puede ser equívoca intencionalmente (el centro Georges
Pompidou no es una fábrica ni una central termoeléctrica sino un centro cultural y provocar reacciones de
sorpresa y de disgusto.

El mensaje histórico se decanta en nociones abstractas (las “reminiscencias” históricas de las obras de
Kahn) y en principios muy vagos. Los símbolos ya no solo son culturales sino individuales (el ego de la
entidad diseñadora proyectado en las edificaciones o en sus detalles) y, en general, los mensajes se
diluyen en posibilidades Infinitas.

10. LOS SIGNOS ARQUITECTONICOS.

Eco (197) considera el signo como:... “una forma significante que el destinatario humano deberá llenar con
un significado”. Ya hemos mencionado los signos icónicos, como aquellos que tienen cierta semejanza
(formal) al objeto a que se refieren. En la arquitectura los signos icónicos forman apenas una parte de los
conjuntos de signos posibles y son, por lo general, los más aceptados como evidentes y manipulables.

Los signos icónicos son a su vez compuestos por otros signos icónicos y hacen parte de signos mayores.
La formación de las “unidades de reconocimiento” depende del nivel de comprensión de la totalidad
arquitectónica. En la arquitectura, estas unidades están generalmente asociadas a la función: una escalera
para comunicar, una columna para sostener, una puerta para controlar, etc. La comprensión especializada
del lenguaje puede permitir que las unidades de reconocimiento sean cada vez menores (la unidad
constructiva del ladrillo, la unidad modular de la medida, etc.) y cada vez mayores (la unidad ciudad, la
unidad reglón, etc.). El carácter de signo se sostiene en cuanto exista un elemento concreto asociado al
significado. Las “representaciones” son también signos, en este caso signos de signos (el plano de la
ciudad, el plano de la casa) y también signos de nociones y operaciones (un eje visual o constructivo, un
diagrama organizativo, etc.).

Se necesita entonces ampliar las categorías de los signos arquitectónicos para incluir el mayor número de
posibilidades de identificación y de significado. Para ello hay que tener en mente las nociones de
pensamiento concreto y pensamiento abstracto y las nociones do los componentes del lenguaje, dado que
es en esos campos dónde es más factible encontrar las posibles categorizaciones de los signos.

Los dos primeros grandes grupos de signos arquitectónicos son los siguientes:
 Signos perceptuales: aquellos que pueden ser relacionados perceptualmente con las edificaciones
y con sus partes.
 Signos representativos: aquellos que evocan aspectos específicos de las edificaciones y de sus
partes, así como de las operaciones que sobre ellas se efectúan, en el empleo del lenguaje
arquitectónico.

Todos los mensajes arquitectónicos comunes se basan en los signos perceptuales de la arquitectura mas
que en los signos representativos. Estos son, por su mismo carácter, especializaciones surgidas del
manejo mismo del lenguaje y, en particular, de las operaciones arquitectónicas concretas y abstractas.

Se ha de asumir que todos los componentes del lenguaje pueden ser asociados a signos, bien sean
perceptuales, bien sean representativos. Los signos de uso, organización, esquematización y construcción,
todos ellos son perceptuales. Ahora se puede proceder a ampliar esas categorías incluyendo los signos
representativos correspondientes.

Signos perceptuales:

 De uso. El equipamiento físico del espacio y algunas de sus características. Por ejemplo un
espacio enchapado en baldosa cerámica es un signo de baño, cocina o similar.
 De organización. Las puertas, ventanas, escaleras, etc. y algunas indicaciones visuales de la
subdivisión del espacio; barandas, iluminación, elementos de piso, etc.
 De esquematización. Las líneas rectas, las cubiertas inclinadas, los muros curvos, las aristas, etc.
 De construcción. Los materiales visibles, y algunos indicios de acabados.

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 De a totalidad. La imagen icónica, los estilos.

Signos representativos:

 De uso. La subdivisión del espacio, la localización de las subdivisiones en un esquema totalizante, las
particularidades de equipamiento, etc.
 De organización: ejes, grafismos de escalera, puertas, ventanas y espacios libres, “túneles de
movimiento”, acabados de pisos, etc.
 De esquematización formal. Configuración geométrica en planimetría y volumetría, sistemas de
referencia, gestos, etc.
 De construcción. Intensidad de los trazos en un plano, dimensión de los elementos representativos,
texturas etc.
 De la totalidad. Siluetas planimétricas y volumétricas, axonometrías, modelos, etc.

Todos los signos representativos mencionados pertenecen evidentemente al conjunto códigos proyectivos
del lenguaje arquitectónico, definido previamente como el que se maneja más directamente en una
resolución especializada de problemas. Los signos perceptuales son los hechos mismos que se guardan,
en forma de imágenes, en la mente tanto de usuarios como de entidades diseñadoras.

Se debe suponer que existe una conexión entre los signos perceptuales y los signos representativos, pero
ésta conexión lejos de ser evidente es arbitraria y puede llegar a producir disociaciones entre la imagen de
la realidad y la “fantasía proyectiva”. La mayoría de los signos representativos indican operaciones
efectuadas sobre los componentes físicos de las respuestas, desde clasificaciones hasta operaciones
abstractas.

Por lo mismo, sus códigos de manejo no son accesibles directamente sino que exigen aprendizaje y
asociación con los hechos reales y con las operaciones.

11. SIMBOLOS ARQUITECTONICOS

Un símbolo arquitectónico se compone de intención simbolizadora y de un signo (o conjunto de signos)


indicativos. La intención simbolizadora consiste en asociar valores culturales y personales de cualquier
índole a manifestaciones formales especificas, que han de ser portadoras de esa intención dondequiera
que aparezcan (o dondequiera que sean comprensibles). Los signos indicativos pueden ser cualquiera de
los ya mencionados previamente.

El origen cultural de los símbolos puede estudiarse en los distintos niveles de la expresión cultural. Los
símbolos formales son aquellos que se reconocen como los símbolos estables de la cultura, en este caso
de la arquitectura de un contexto (los edificios públicos o institucionales, las viviendas de prestigio, etc.)
Los símbolos informales son los que aparecen por imitación de ejemplos conocidos y que van variando
transitoriamente (las modas estilísticas) y los símbolos técnicos son todos aquellos que emergen del
conocimiento explicito de la función de la arquitectura (todo el simbolismo de la funcionalización, de la
geometrización y de la tecnificación constructiva).

En todos los niveles simbólicos existen intenciones correspondientes pero las ligazones con los signos son
de distinta naturaleza. En los símbolos formales, por ejemplo, tiende a presentarse una relación fija entre
intención y signo, de tal modo que se garantiza precisamente la estabilidad del símbolo. Un ejemplo de
esto podría encontrarse en la continuidad de la simbología religiosa en la arquitectura de muchos siglos o
la perdurabilidad de ciertas formas arquitectónicas como representativas de los poderes públicos. En los
símbolos informales la intención puede ser casual, lo mismo que los signos asociados a ella. La moda
informalizada de los estilos arquitectónicos y las fluctuaciones del gusto profesional están ubicadas dentro
de este nivel (El uso del vidrio negro, o del vidrio espejo, o del aluminio, etc.).

Las intenciones de orden técnico son mucho más complejas y se refieren a valores lógicos o a valores
sintácticos traducibles en signos arquitectónicos. El tecnicismo del trazado urbanístico norteamericano, por
ejemplo, simboliza la mentalidad pragmática que lo ocasiona. Lo mismo puede decirse de expresiones

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funcionales contemporáneas y de muchos ejemplos formales (el prisma como símbolo de eficiencia, la
estructura visible, etc.).
La edificación como portadora de símbolos culturales existe desde los albores mismos del hecho
arquitectónico. El “lugar” sagrado, el espacio ritual, el “sancta sanctorum”, etc., son manifestaciones de la
asociación simbólica entre espacios y nociones culturales de una población. Este hecho en vez de haber
disminuido en la sociedad contemporánea, ha aumentado considerablemente Ahora los símbolos se
extienden hasta la misma vivienda. Las corporaciones e instituciones generan nuevos símbolos
representativos. A pequeña escala, dentro del ámbito doméstico, la invasión de símbolos ataca hasta el
mismo equipamiento: el mueble símbolo, la parafernalia de la moda, etc.

En su nivel más sobrio y sensato, el símbolo arquitectónico reviste de carácter el espacio y lo hace
expresivo. (Norberg-Schultz 1971). En su nivel más extravagante, el símbolo arquitectónico es una
veleidad temporal que distrae la atención de la población hacia los aspectos más accidentales del hecho
arquitectónico. Los símbolos estables de una cultura pueden hacer parte fundamental de sus sistemas de
valores: la identificación simbólica de los poderes y de las expectativas culturales. Los símbolos variables
son, como la misma moda que representan, exteriorizaciones de la incoherencia cultural.

En la práctica habitual del diseño arquitectónico, los símbolos asumen un papel gramaticalmente
importante, no solo por el significado que han de otorgar a la respuesta resultante, sino por la influencia
que ejercen en la selección de los elementos y de las relaciones en esa respuesta. La arquitectura
moderna partió de una “objetivización” de valores para obtener respuestas más acertadas no por intuición
sino por raciocinio. Sin embargo, algunas tendencias derivaron hacia una fuerte simbolización que terminó
en retórica: el significado político de la “arquitectura para la democracia” de Wright, el significado
progresista de la de Gropius, el significado estético de la obra de Mies, etc. De la objetivización se pasó a
la afinidad emotiva (con sus controversias resultantes) y de ahí a la simple imitación. Ahora el arquitecto
posee colecciones enteras de intenciones simbolizadotas y colecciones enteras de signos indicativos, para
expresar no solo sus valores culturales y gremiales sino su ego arquitectónico.

12. LOS VALORES SEMANTICOS.

Según lo expuesto hasta ahora, los valores semánticos de los códigos arquitectónicos son representantes
gramaticales de los mensajes posibles transmitidos por la arquitectura. Así, hay valores icónicos, prácticos,
históricos y simbólicos incorporados al comportamiento de los componentes del lenguaje, que afectan la
selección posible de una respuesta.
Al generalizar el efecto de los valores semánticos en el significado arquitectónico puede afirmarse que tal
efecto se traduce en la calificación cualitativa del espacio y en su apreciación estética. Los valores
sintácticos son valores primordialmente gramaticales, cuyo efecto se hace sentir mucho más en los
procesos de trabajo que en la comprensión de los resultados. La calidad del espacio, semánticamente
hablando puede estar respaldada por aspectos tales como el “mensaje práctico” de sus características
físicas. La apreciación estética raras veces se apoya en esos valores y tiende hacia los extremos de lo
imponderable o de lo simbólico.

Se ha de distinguir el “razonamiento semántico”, como un proceso gramatical relativo al manejo de los


valores semánticos en la construcción de imágenes arquitectónicas. Por contraste se puede también hablar
de un razonamiento sintáctico, de construcción de relaciones estructurales mediante el manejo exclusivo
de los valores sintácticos de los componentes.

En todo proceso de resolución de problemas intervienen ambos razonamientos, dado que es bastante
difícil excluir la participación del contenido simbólico en la selección de componentes. Se ha creído
erróneamente que la objetivizacion del diseño consiste en despojarlo de toda intención simbólica y que sus
procesos de trabajo deben ser rigurosamente racionales. Se ha creído por otra parte y también
erróneamente que la exageración de valores semánticos puede restar monotonía y frialdad a la edificación,
en mengua de sus valores articulatorios. En ambas posiciones se contempla el diseño como aquello que
no es y se olvida que en su carácter de operación cultural posee todos los elementos de la cultura
incorporados en su proceder y que, como operación inteligente, puede acercarse reflexivamente a sus
mecanismos y a sus búsquedas.

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De la misma manera que la entidad diseñadora difícilmente puede evitar el razonamiento semántico, la
población receptora de sus respuestas difícilmente puede prescindir de interpretarlas y de dar su juicio
evaluativo. Cuando el contenido semántico corresponde o está respaldado por una buena articulación
estructural y por una buena calida física, el conflicto interpretativo raras veces se presenta, menos aún si el
usuario participa efectivamente en el desarrollo continúo del espacio arquitectónico y en su conservación.

Cuando el contenido semántico se expande para ocultar deficiencias de estructura o de calidad, se


produce el fraude, del significado. Cuando el contenido semántico es ininteligible para el usuario, aun
cuando la calidad física esté presente, el juicio interpretativo tenderá a ser desfavorable y se habrá de
sustituir por un contenido más cercano al usuario. La transformación visual de la vivienda es excelente
medio para analizar las divergencias semánticas entre diseñadores y usuarios. Un barrio entero, elaborado
dentro de los más maravillosos parámetros del modernismo, al ser habitado por una población participativa
(por voluntad o por obligación) se transformará en algo menos maravilloso pero mucho más cargado de
mensajes comprensivos para la población.

Esto último lleva a pensar que los valores semánticos de orden práctico pueden primar en la consideración
de evaluación corriente de la arquitectura, a pesar de que valores históricos y simbólicos recaigan sobre la
edificación. Los monumentos de la arquitectura han sido remodelados a veces para poderlos convertir en
algo diferente a ruina o fósil. Los monumentos de la arquitectura moderna han decaído muchas veces al
grado de ser simples objetos inútiles en medios arquitectónicos agobiados por su acumulación. Si aún
subsiste en las entidades diseñadoras la intención de hacer monumentos, en vez de hacer edificaciones
adecuadas y significativas, eso parece ser una hipertrofia semántica difícil de superar.

PRJ.

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