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Si no lees, si no escribes te estás perdiendo de algo: entrevista a Beatriz Actiz*

Elicenia Ramírez V.
Docente Escuela de Estudios Literarios
La escritora argentina Beatriz Actis nos propone una interesante reflexión sobre el
lugar de la literatura infantil en la academia y la didáctica de la literatura; su mediación
en la escuela y en la biblioteca. Realidades, necesidades y retos.
¿Por qué leer y escribir literatura?

Porque sin ella la vida no tendría mucho sentido. Si no sabes bailar te pierdes de ese goce, si

no lees, si no escribes te estás perdiendo de algo. Comencé a escribir ficción cuando era

adolescente, ya en la universidad dejé de escribir. En Argentina, en las facultades de letras,

no hay espacio para la escritura de ficción. La dictadura fue una época complicada y

realmente el impacto de encontrarme con la academia me llevó a abandonar esa escritura de

ficción incipiente. Me gradué y comencé trabajando en un diario, también tenía una librería y

daba clases esporádicamente. Cerca de los 30 años decidí sistematizar las clases y en ese

nuevo camino decidí recuperar la ficción. Ahora tengo 47. Los concursos literarios me

sirvieron como confrontación. Todo fue un proceso interno en esos 10 años, cuando hizo

eclosión tuve que volver a escribir y para ello debí despojarme del corsé académico. Para mí

fue encontrar qué decir, intentar encontrar una voz propia, todo dado por mi experiencia vital

como maestra.

La literatura infantil es considerada una literatura menor por la academia. Este es un

fenómeno latinoamericano ¿qué nos puedes decir sobre esto?

Sin duda la literatura infantil es considerada una literatura menor y Argentina no es la

excepción. En el 2008 he publicado un libro en cada uno de los tres campos en los que me

muevo: pedagógico-didáctico, infantil y adulto. Entonces tengo dos modelos de solapas. La

literatura para niños, en cuanto a la imagen que quiere el mercado editorial, está más cercana

a lo pedagógico-didáctico, ambas solapas son similares en la manera de presentar la

información. Pero la solapa de un libro para adultos es diferente, pues al final hay un escueto
renglón que dice: escribe literatura para niños. Se privilegia la información que tiene que ver

con la formación universitaria, premios y publicaciones académicas. Cuando se reflexiona

sobre esto nos damos cuenta de la subestimación que tiene literatura para niños en el campo

académico y en la crítica. Yo lo vivo claramente como autora.

¿Quién define esos límites? ¿Quién clasifica: literatura infantil, juvenil, adultos?

Esa división la hacemos nosotros, los académicos, los mediadores y claramente las

editoriales. Los escritores sólo escribimos literatura. Si leemos de Harold Bloom “El canon

occidental”, con todo lo discutible que es eso de definir qué es canónico o no, allí nunca

vamos a encontrar la literatura infantil, porque es considerada una especie de literatura de

género menor. En la Universidad del Rosario, Argentina, para lograr la creación de una

Maestría en literatura para niños, que es la única Maestría en literatura para niños en toda

Argentina y creo que en Latinoamérica, tuvimos que librar una dura batalla epistemológica,

porque lo que nos discutían era precisamente la existencia de una literatura para niños. Esa

fue una buena batalla ganada. Dentro de la academia y la crítica no dejamos de pelear porque

la literatura para niños se le considere como tal.

Entonces, ya que se ha “ganado un cierto reconocimiento” para la literatura infantil,

¿qué sigue? ¿Qué hacemos con la literatura para niños y jóvenes?

Para mí la pregunta qué pasa con la literatura infantil es preguntar qué pasa con la mediación

institucional. Y esto es algo que uno no piensa necesariamente con la literatura para adultos.

Yo me centro en el trabajo de la escuela y otro tipo de organizaciones sociales como la

biblioteca, a partir de la pregunta: ¿qué pasa con los niños y los jóvenes y nosotros los

mediadores institucionales en relación con la literatura? Y allí es donde me parece que ha

habido muchas intrusiones. Esta idea la tengo un poco más sistematizada en mi libro Cómo

elaborar proyectos institucionales de lectura. Me parece que uno de los principales


problemas es que la literatura para niños y jóvenes es un objeto que parece requerir de

mediación en ámbitos institucionales, como la escuela, la familia, la biblioteca. Entonces, en

esa mediación institucional, qué intrusiones hay de otras disciplinas y demás que hace que el

objeto literatura se vuelva opaco: la intrusión de lo pedagógico, del didactismo, de la

psicología, del mandato moralizante, de la manipulación ideológica. Por eso, más que

mediación me gusta llamarlo intrusión, intrusión de otras disciplinas, de otros campos, que no

permiten una relación directa con la literatura. Es claro que en la mediación institucional la

literatura para niños puede ser ejercida para el control, porque está perpetuando conductas

sociales, legitimadas por un modelo ideológico de los adultos. La literatura para niños puede

perpetuar conductas sociales deseadas, por lo menos las más conservadoras. Lo ha hecho

históricamente. Por eso, a veces uno tiene todavía la necesidad de preguntarle a los maestros

y mediadores en talleres: ¿cuáles son los temas tabú? o ¿cómo pueden aprender con la

llamada literatura para niños más que las políticas conservadoras, los valores y la moral?

¿cómo ir más allá de esto? Se trata de pensar que se puede leer y mediar de otras maneras.

Para ello hay que preguntar distinto y estar dispuestos a arriesgarnos más.

* Ver entrevista completa en el Centro Virtual Jorge Isaacs.

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