En estos tiempos de pandemia que estamos viviendo, en medio del confinamiento, la
desesperación y confusión, el temor por lo que pueda pasar en los próximos meses con la situación que ha sido tema del diario vivir por medio del Covid-19, la Iglesia nos presenta un escrito que trae palabras de esperanza y sobre todo de perseverancia. “No tengan miedo”, es la frase que más se repite en el evangelio de este día, y es esta misma frase la que dará pie a la reflexión de hoy. En un primer momento, se puede decir que Jesús estaba haciendo un llamado de atención a sus apóstoles. Sí, era un llamado de atención porque Él estaba indicando cual era la actitud que debían asumir en su vida misionera, en su ministerio y predicación, pero sobre todo en su diario vivir, aunque también les hablaba sobre la posibilidad de morir. Ahora, pasando a un segundo momento, Jesús dijo a los apóstoles que hasta los cabellos de la cabeza tenían contados, y de esa forma les recordaba que el Padre del Cielo estaba siempre de su parte. La misma frase era también una gran invitación que motivaba a los apóstoles a asumir su tarea evangelizadora sin temor, ir de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, predicando al Jesús vivo que habían conocido y que es camino, verdad y vida, y aunque tuvieran miedo, les pedía permanecer siempre confiados en Dios. En medio de las circunstancias que la humanidad está atravesando, la iglesia por medio de este evangelio hace de nuevo la invitación que Jesús hizo a los apóstoles: ¡No tengan miedo! Ya no es Pedro, ni Felipe, ni Santiago, ni Juan. Ahora somos todos; los niños, los jóvenes y los adultos. Nuestro Padre Dios siempre ha estado, está y estará con nosotros, ¿A que le podemos temer? Tenemos por estos días un enemigo invisible que ha transformado la vida social en una vida virtual. Se recomienda el autocuidado, el distanciamiento social, el no dar besos ni abrazos, el reducir el contacto físico con el otro. Este tipo de acciones poco humanas se recomiendan para preservar la salud y evitar así que esta enfermedad tenga un aumento descontrolado, pero de algo podemos estar seguros: incluso en estos momentos de pandemia y cuarentena, ¡Dios ha estado con nosotros! Es ahora el momento de dejar atrás el miedo, de abrir los labios para decir que ese Jesús del siglo I, es el mismo Jesús que nos invita hoy a no ser temerosos, a contarle a los demás que él vive y que nos quiere vivos, que en medio de las dificultades él nos acompaña, camina y quiere permanecer a nuestro lado. Se hace necesario preguntarte: y tu ¿a qué le temes? Después de meditar un poco, cuéntale a Jesús cuáles son tus temores, tus miedos y angustias. Dile que a veces sientes desfallecer y que temes a lo desconocido, que no te sientes seguro. Pídele que aumente tu fe, que nazca en ti ese deseo ardiente de hablar sobre él, sobre las maravillas que ha hecho en ti, pero pídele sobre todo que quite el miedo que llevas dentro, porque el miedo genera tristeza y si estás triste, nadie va a creer que has conocido al resucitado. El que le cree a Jesús vive en la esperanza, en la confianza y en la perseverancia. El que cree en Jesús vive en medio de adversidades, pero siempre confiado en Dios… Luis Felipe Martínez Arenas / Teólogo en formación.