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RS - Esoterische Stunde

Hemos visto en la hora de anteayer el ejemplo de niños jugando, y como se comporta el


estudiante esotérico en relación a la vida exotérica, cuando él se ha entregado a recorrer el
sendero interior, como ahora cuando participa en el juego infantil nuevamente, pudiendo
hacerlo mejor que los niños, partiendo de la base que no hace como los niños en relación a los
juguetes, sino que en relación a los niños mismos. No se dirige a los juguetes, sino que a la
constitución anímica de los niños. Igual es en el camino esotérico. Establece otra relación el
estudiante con su entorno. Comienza a mirar con otros ojos lo que veía antes. En cierto
sentido él ha crecido y comprende mejor todo. No deberíamos perder el interés por el mundo
exterior. En el entrenamiento esotérico nos vamos metiendo cada vez mas para adentro, de
modo que se va perdiendo el interés por aquello que nos interesaba antes.
El hombre en esta etapa tiende a ser mas tolerante que otros frente a la vida. La
tendencia a destacar los errores de los demás, cambia a ser más indulgente, en especial
cuando se enfrenta a personas antipáticas. Eso es lo que debe transformar el estudiante en
este camino. La relación con su prójimo debe transformarse en algo más impersonal. Ello no va
a ocurrir de un día para otro, no seria incluso correcto, pudiendo además generar
consecuencias kármicas. Sin embargo, de a poco debería ir logrando querer ayudar incluso a
aquellos que le son antipáticos. En este camino se va aguzando la capacidad de ver los
defectos de los demás, sin embargo, gracias al camino esotérico sabrá equilibrar esa tendencia
y no hacer daño.
Nuestra constitución anímica llegará a ser otra. Hoy día debemos aproximarnos más a
aquello. Hoy vamos a ver esto con más detalle, lo que nos pasa en esos instantes cuando la
meditación se va extinguiendo. No se trata de que sea algo que ocurre como un juego desde
los mundos espirituales después de la meditación o más tarde en la vida diaria, o también que
sea una consecuencia de la meditación, como clarividencia o clariaudiencia atávica o ilusiones
visionarias.
Para nuestra vida anímica es de la máxima validez que este tránsito se deje pasar
fluidamente y luego se olvide con facilidad. Lo principal para el esotérico es que aprenda a
tener respeto por esos chispazos del mundo espiritual que sobrevienen en el camino interior.
Nuestro pensar se va sutilizando, espiritualizando e independizándose del cerebro a través de
la actividad esotérica. Consideren la importancia que tienen para el sentir humano los
conceptos de espacio y tiempo, sin embargo, desde la realidad espiritual ellos son maya. Para
el estudiante esotérico puede sobrevenir ese instante en que en la vida diaria repentinamente
siente que no es él el que piensa, sino que percibe un cuerpo de pensamientos propios, en el
cual tejen y actúan los pensamientos individuales. Es una sensación muy intensa: algo piensa,
(siente y actúa) en mí. Este tejer y actuar de los pensamientos está siempre presente, pero en
el subconsciente y sólo en momentos muy precisos emerge a la consciencia en toda su
realidad. Siempre este pensar es sutil, espiritual e independiente del cerebro físico; cada vez
más se debe despertar el sentimiento de que algo espiritual piensa, siente y actúa en nosotros.
Pero alguien podría preguntar: ¿Acaso no es una contradicción decir por una parte que
deberíamos captar todo con plena consciencia, y por otra parte de que en el subconsciente
urden los pensamientos, el Yo? Tal pregunta es una consecuencia de ese tremendo pensar
lógico que impera en la actualidad, el cual es brutal no solo para el hombre mismo, sino
también para el pensar. Sin embargo, el esotérico debe aprender a pensar de manera fina,
sutil, llegando a ser cada vez más consciente que en este camino todo se va
metamorfoseando.

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En la vida de los sentidos, el hombre está consciente de que sus tres fuerzas anímicas, el
pensar, sentir y querer, se van trabajando en su alma, con lo que se desarrollan el AS, el AR y el
AC. Al entrar en los mundos superiores, se va difuminando esa interpenetración de los tres
miembros anímicos, que aparecen separados. Y aquí aparece una contradicción. Hay que saber
que estos tres miembros anímicos nunca están totalmente separados, aunque cada uno
parece existir por sí mismo.
Todo lo que el ser humano experimenta como deseo, impulso, pasiones urde y teje en el AS.
Con ello al hombre debe sobrevenirle como un efecto polar contrario al egoísmo. Ello era
sabido por las potencias conductoras de la evolución de la humanidad en tiempos pretéritos, y
por tanto infundieron en el AS del hombre el miedo. A ello es lo que se refiere en las obras de
misterio como el “Guardián del Umbral”. Cada vez que el hombre quiere tener algo para sí,
debe confrontarse con el miedo, de lo contrario su egoísmo crecería desmesuradamente.
Incluso los antiguos educadores eran conscientes de esta realidad, y por ello narraban cuentos
de hadas e historias de fantasmas en su enseñanza para aportar este factor. En la pedagogía
moderna se ha ido extinguiendo esa tendencia de contar cuentos de fantasmas. En un cierto
grado esto es necesario para el alma del niño, hasta tal punto que se cause asombro en el
alma, ya que así se desarrolla un temor reverencial por lo desconocido. A un niño al cual nunca
se le contó algo desconocido o sublime, no puede sentir reverencia por nada en su vida adulta.
El esoterista debe transformar consciente-mente el miedo en reverencia, piedad, dedicación,
capacidad de sacrificio. Al entrar en los mundos espirituales el miedo debe haberse
transformado en temor reverencial; por ello es importante cuidarlo en el plano físico. Porque
si se exagera la sensación del miedo en el hombre y el Yo no es lo suficientemente fuerte, se
produce que no solo el alma sea afectado por ello, sino también el cuerpo físico, se puede
originar con ello lo que se conoce como la rabia (hidrofobia). Ello siempre se debe a un Yo
débil. Por consiguiente por la combinación de miedo y un Yo débil se afectan las fuerzas
corporales, de modo que todo se torna incoherente, como por ejemplo el agua (hidrofobia),
una alteración que se produce en el elemento acuoso. Ello corresponde a una influencia
equivocada de lo espiritual en el alma y en el cuerpo.
Para el AR la condición básica es la inteligencia o sagacidad, la que muy a menudo
debe ser contrarrestada por la compasión. Es característico que precisamente en el AR estos
dos polos se enfrenten. Muy a menudo el intelecto es influido y contrarrestado por la
compasión. Una inmersión empática en otros seres que experimentan pena o alegría,
sintiéndolas como propias, es algo que se debe alcanzar a través de una meditación
consciente. Debemos llegar al sentimiento de que constituimos una unidad y con ello aprender
a sentir que el tiempo y el espacio son algo separado, tal como se dijo al principio. Esto lo
podemos aclarar más aún con un ejemplo.
Una madre sentirá el dolor de su hijo de manera muy diferente cuando todavía lo lleva
en su seno, a como lo sentiría cuando el niño tenga 2 a 3 años, e incluso más distinto cuando
tenga 20 años. Del mismo modo ese sentimiento es distinto con el hijo propio que con un niño
ajeno. Una madre va a sentirlo distinto porque se encuentra unida con su hijo, forman una
unidad, son piezas de una unidad en el mundo espiritual. Y se puede ver también que el maya
del tiempo y el espacio son distintos en la medida que se cambia la empatía emocional.
A menudo se enfatiza que por medio de esta empatía podemos sentir una inmensa
felicidad. Sin embargo no debemos entregarnos a este estado de ánimo. Este debiera ser el
sentimiento predominante cuando nos vivenciamos fuera de nuestra corporalidad física
cuando meditamos, y entonces disfrutamos de esa inmensa felicidad al colaborar
creativamente en el mundo.
Esta sensación de alegría produce el mayor egoísmo, a pesar de que es conducida a
través de la meditación. En nuestra existencia física, debemos aprender a soportar todo lo que
el destino nos impone con serenidad y sentir que nada de eso nos afecta, tomándolo con
calma y serenidad, como si nuestra corporalidad fuera la de un extraño. Por consiguiente,
deberíamos despertar en nosotros el sentimiento de que no vamos a hacer progresos,

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mientras no seamos capaces de alegrarnos de los progresos de otros tanto como con los
propios. Para el desarrollo del mundo da lo mismo quien haga el progreso, pero para nosotros
es la lucha o transformación del egoísmo el factor esencial.
El sentimiento de poder extinguir el ego propio es uno de las polaridades del AC. El
polo opuesto que viene de los mundos espirituales es la conciencia (moral). Esta es la que nos
detiene cuando queremos perpetrar actos que no están de acuerdo con las leyes morales.
Nosotros deberíamos dejarnos dirigir y guiar por nuestra consciencia moral y no por las reglas
que imponen los gobernantes de quienes se puede decir que al parecer se dejan dirigir por sus
caballos, pero que sin embargo ellos dirigen a los caballos dándoles la dirección que quieren.
Debemos tener el suficiente cuidado en el plano físico para ejercitar la consciencia en
el sentido correcto, porque solo lo que se ha adquirido por esfuerzo propio, se puede llevar a
los mundos espirituales. Sin embargo esta consciencia moral va mudando a través de nuestra
meditación. Hay un nivel, el cual es el más difícil para los ocultistas: el de “llegar a perder la
consciencia”. Pero muy pronto el hombre debe trascender eso y limpiar todo lo que hay en su
alma; vanidad, ambición, las peores características anímicas que los hombres siempre tienen y
que una y otra vez afloran, deben ser totalmente transformadas.
La extinción de la conciencia sólo se siente cuando se está totalmente fuera del cuerpo
en el sentido del autoconocimiento superior, para así sentir un centro desde el cual poder
recibir las verdades provenientes de los mundos espirituales. Tenemos que aprender a llevar
una vida doble, teniendo la sensación de que llevamos nuestro CF como si fuera una pieza de
madera con nosotros. El esoterista debe aprender a sentir que la totalidad de su cuerpo es un
órgano para el pensar, sentir y querer.
Él tiene que conseguir con ello no solo pensar con su cerebro físico que se aloja en la
dureza del cráneo, sino también con cada parte de su cuerpo, como por ejemplo sentir que
con sus manos puede pensar mejor que con su cerebro. Él debe espiritualizar cada vez más lo
físico, de modo que en su totalidad se transforme en su instrumento. Debe poder alcanzar así
que las manos, especialmente las manos etéricas, cuando él las mira, no vea del mismo modo
como ahora lo hace con su cerebro o sus ojos.
Por ejemplo: el hacha en la mano. De la misma manera que sentimos al hacha como
algo externo, debemos llegar a sentir la mano como algo externo a nosotros, como algo que no
nos pertenece. Debemos ser el factor propulsor que conduce la mano como un instrumento,
con el cual trabajamos. (La mano debe ser el factor impulsor con el cual trabajamos, llegando a
ser todo con el espíritu propulsor una unidad).
Debemos trabajar todo lo corporal en nosotros para llegar a espiritualizarlo y se
asemeje a nuestro arquetipo.

En el espíritu se encuentra el germen de mi corporalidad…

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