Grandemente afligido, sale a caminar a
solas por el campo.
Durante varios dias salié a caminar por el campo,
a veces leyendo su Libro, a veces orando, pero siempre
muy afligido. Al leer exclamaba en voz alta: “zQué
debo hacer para ser salvo?” Miraba a un lado y otro
como si quisiera echar a correr; sin embargo, no se
movia porque no podia decidir qué camino tomar.
14Se encuentra con Evangelista.
Vio venir hacia é1 a un hombre llamado Evan-
gelista, quien le pregunté: “:Por qué lloras?”
El le contesté, “‘Sefior, leo en este libro que debo
morir y que después de la muerte viene el juicio. No
quiero morir y no me atrevo a hacer frente al juicio.”
“Ya que la vida estd tan llena de dificultades, gpor
qué no estas dispuesto a morir?”’ pregunté Evangelista.
“Porque temo que esta carga sobre mis espaldas
me hunda més alld de la tumba y que caeré en el
Infierno.”
15Evangelista le da un pergamino.
“Si estds en tal angustia, gpor qué te quedas aqui?’
pregunté Evangelista.
“Porque no sé adénde ir.”
Entonces Evangelista le dio un _ pergamino
arrollado en el cual podian leerse las siguientes pala-
bras: “Huye de la ira que vendra’”’ (Mateo 3:7). Cuan-
do vio estas palabras se volvié hacia Evangelista y le
pregunté: “zAdénde huiré?”
16Evangelista le sefiala la puerta estrecha.
Evangelista extendié la mano y apunté mas all4
de la llanura, diciendo: “gVes aquella puerta angosta?”
“No,” repuso él.
“Ves esa luz brillante?’”’
“Me parece que distingo una luz,” le contesté.
Entonces dijo Evangelista: ‘‘Fija tus ojos en la luz,
camina derecho hacia ella y hallarés la entrada.
Cuando golpees a la puerta se te dira lo que has de
hacer después.” i
17