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Sumario: SUMARIO: I. La Unidad de Información Financiera. - II. Sujetos obligados a informar. - III. La actividad bancaria y el
régimen del secreto. - IV. Régimen penal administrativo. - V. Ministerio Público y juez competente.
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La ley 25.246 de "Encubrimiento y Lavado de Activos de origen delictivo" sancionada el 13 de abril del corriente año,
promulgada el 5 de mayo con un veto parcial del Poder Ejecutivo por decreto 370/2000 y publicada el 11 de mayo próximo
pasado, modifica el Código Penal, (Adla, Bol. N° 12/2000, p. 1) al tiempo que contempla una regulación administrativa de
carácter sancionatorio (1) e incorpora a nuestra legislación un organismo administrativo con singular relevancia y amplias
facultades (2).
Es intención de este trabajo realizar algunas consideraciones de carácter preliminar sobre su texto, así como sobre aquellos
aspectos que deberán ser motivo de particular atención en la reglamentación a dictarse; dejando para futuros análisis el
tratamiento particularizado de seguros debates que varias de las opciones elegidas por el legislador y plasmadas en la norma,
impondrán a la doctrina.
Baste señalar como ejemplo la reforma del tipo penal del "encubrimiento", que por sí sola, importará consecuencias
dogmáticas mucho más vastas, no restringidas al "lavado de activos de origen delictivo" y ajenas al objeto del presente.
Hecha esta advertencia previa, metodológicamente la ley en análisis se divide en cinco capítulos, que en cada caso se refieren
a: Capítulo I. Modificación del Código Penal, Capítulo II. Unidad de Información Financiera, Capítulo III. Deber de informar.
Sujetos obligados, Capítulo IV. Régimen penal administrativo y Capítulo V. El Ministerio Público Fiscal.
Como un criterio expositivo se ha optado por analizar el articulado en el mismo orden en que lo hace la ley, señalando en
cada caso aquellas opciones que ha tomado el legislador -de entre las existentes en la legislación comparada- y sus
consecuencias, analizando también el posible funcionamiento del cuerpo normativo en su efectiva implementación práctica y
la forma en que ella podría afectar a algunos de los sectores involucrados, como sujetos obligados a informar.
En el capítulo I de Modificación del Código Penal, la ley hace suyo el proyecto que tuviera media sanción de la H. Cámara de
Diputados de la Nación y sosteniendo que "la regulación punitiva, por un lado y la regulación referida al organismo que
centralice la información sobre operaciones sospechosas (UIF) no necesariamente tienen que estar coordinadas o integrar un
mismo cuerpo legal"(3); el legislador incorpora en el texto legal una modificación de la legislación penal de fondo y otra,
correspondiente al derecho penal administrativo.
Como una primera opción se ha elegido tipificar el "lavado de dinero" como un delito de carácter genérico, posible respecto
de bienes provenientes de cualquier clase de delitos, considerándolo una forma de encubrimiento agravado y modificando en
su consecuencia el Capítulo XIII, Título XI del Código Penal -antes referido al encubrimiento en forma exclusiva- que pasa a
denominarse "Encubrimiento y Lavado de activos de origen delictivo".
Este criterio incriminatorio agravado en relación al tipo básico de encubrimiento, se aparta tanto de aquellas legislaciones
internacionales que han considerado el "lavado de dinero" como un tipo penal autónomo (4) como del modelo seguido con
anterioridad en la normativa nacional -art. 25 de la ley 23.737- (5) (Adla, XLII-D, 3692) que resulta derogado con la sanción de
la ley 25.246 y de otras legislaciones comparadas que contemplan el lavado de activos como supuestos de receptación, por
ejemplo la legislación española de 1995 (6), adscribiéndose en la línea de la legislación alemana y suiza (7) en la materia.
Sostiene el legislador, que de esta manera se persigue poner en pie de proporcionalidad el lavado de dinero cuyo origen
ilícito provenga de otros delitos, tan o más graves que el tráfico ilícito de sustancias estupefacientes, estableciendo a su vez
que la escala penal del delito precedente, eventualmente menor a la del lavado, "ha de funcionar como límite punitivo posible
en cada caso concreto"(8).
En cuanto a la ampliación del tipo penal del "lavado de dinero" a otras conductas diferentes del tráfico ilícito de
estupefacientes y sustancias psicotrópicas previstos originariamente en forma excluyente por la Convención de Viena (9) y la
legislación dictada en su consecuencia -como fuera el caso de nuestra ley 23.737-, es tributaria de una corriente doctrinaria y
legislativa que encuentra su origen en la directiva 91/308 del Consejo de las Comunidades Europeas (CCE, ahora UE) (10) y en
la necesidad, siguiendo criterios provenientes de la política criminal, de incluir otro tipo de delitos antecedentes entre los que
posibilitan el "lavado de activos".
En este orden de ideas, analizando la doctrina y normativa comparada, se registran tres modelos legislativos posibles:
quienes han optado por incorporar un listado o catálogo de delitos previos (11), quienes establecen una categoría específica
de delitos antecedentes (12) y quienes se refieren a todos los delitos en general, opción esta última, tomada por la ley 25.246
en análisis y que resulta ser el criterio que tiende a ser el más extendido actualmente en el orden internacional según algunos
autores (13).
Esta ampliación del tipo penal con relación al carácter general de los delitos previos o antecedentes, implica una mayor
responsabilidad para los sujetos obligados a informar -contemplados en la ley 25.246 en su art. 20-, en tanto por ejemplo, no
excluye el carácter que el dinero motivo de la operación realizada por un cliente tuviera frente al fisco o la hacienda pública.
En efecto, en el caso de dinero proveniente de infracciones a la ley penal tributaria, el nuevo carácter de encubrimiento
agravado otorgado al lavado de dinero, permitiría sancionar penalmente a quienes "convirtieren, transfirieren, administraren,
vendieren, gravaren o aplicaren de cualquier otro modo dinero u otra clase de bienes..."(14) de aquel origen.
El art. 3° de la ley 25.246 se refiere a la figura básica dolosa del "lavado de dinero" contemplada en el nuevo art. 278 inc. 1°
del Cód. Penal.
En la enunciación de los verbos típicos que se utilizan para describir la conducta prohibida por la norma, ante la dificultad
reconocida por la doctrina, para definir en forma precisa el lavado de dinero (15), el legislador ha optado por una
enumeración parcial de verbos característicos contenidos en el art. 25 de la ley 23.737 que esta nueva norma deroga y de
otros propuestos en diversos proyectos de ley que tuvo en consideración nuestro Poder Legislativo. A esa enumeración se ha
incorporado aquello que el dictamen por la mayoría de la H. Cámara de Diputados de la Nación ha denominado "una fórmula
residual"(16) que pretende alcanzar un concepto de carácter general, abarcativo de las diversas conductas posibles, citando
como antecedente normativo de esta formulación el de la descripción legal del delito de estafa contenido en el art. 172 del
Cód. Penal.
En la selección hecha por el legislador de los llamados verbos típicos, parece particularmente poco afortunada la referida a
los verbos "administrar" y "aplicar" -de cualquier otro modo-, pues según el concepto que de los mismos brinda el Diccionario
de la Real Academia Española (17), en el primer caso resulta cuando menos confusa su aplicación al tipo penal descripto y en
el segundo parece optarse por una fórmula abierta (18) que carece de una significación jurídica de carácter unívoco. Esta
decisión muy probablemente llevará a cuestionar la afectación del principio de legalidad (19) y su consecuente
constitucionalidad. Al propio tiempo, no se conocen antecedentes nacionales o internacionales afines a nuestra legislación,
que avalen su incorporación en la descripción de las conductas típicas, sugiriendo un análisis más detallado de carácter
terminológico que se trata de un barbarismo originado en la traducción impropia del término inglés "application".
La referencia contenida en el tipo penal cuando expresa: "con la consecuencia posible de que los bienes originarios o los
subrogantes adquieran la apariencia de un origen lícito" merece una consideración más detenida. En efecto, en primer lugar
la "consecuencia posible", en tanto no contraríe las reglas de la lógica, resulta aún aquella que tenga la más mínima
posibilidad estadística de acaecimiento, pudiendo en su caso significar una ampliación inadecuada del tipo, a extremos
lindantes con una atribución objetiva de responsabilidad, que no tiene en cuenta la subjetividad de la conducta (20) o bien
que la procedencia de la sanción penal no exige el acaecimiento del resultado, bastando con su mera posibilidad.
Asimismo al excluir alguna de las referencias específicas utilizadas en la legislación comparada atinentes al conocimiento del
hecho previo (21) y a la finalidad de ocultar el origen ilícito de los bienes, los legisladores han optado por no exigir un dolo
directo en la conducta, bastando para su incriminación con el mero dolo eventual (22).
Sin embargo la exclusión de la necesidad del dolo directo de primer grado que se menciona como intención del legislador en
el dictamen de mayoría de la H. Cámara de Diputados, parece resultar ampliado más allá de lo aconsejable por la utilización
del concepto de mera posibilidad de la consecuencia, conforme ya lo señalásemos, al tiempo que omite toda referencia a la
intención de ocultar el origen de los fondos contenida en la mayoría de las legislaciones comparadas o recomendaciones
legislativas (23) sobre la materia.
No obstante ello, el carácter delictivo del dinero u otra clase de bienes (24) está expresamente contemplado entre los
elementos del tipo doloso, rigiéndose la prueba de ese conocimiento por parte del autor por las normas generales y
constituyendo una materia que excede este trabajo, pero que plantea interesantes interrogantes en cuanto al tiempo de ese
conocimiento, así como a sus alcances -¿se debe conocer el delito antecedente en forma precisa?-.
Conforme nuestra tradición normativa parece adecuada la ajenidad al hecho antecedente, en el que no se debe haber
participado por parte del presunto autor (25) por tratarse en ese caso de un auto encubrimiento que es impune o de un acto
posterior co-penado (26), con la sola excepción de que se cometiera entonces un nuevo delito. Sin embargo se deja esbozado,
al menos como materia de consideración futura, que pueden afectarse bienes jurídicos tutelados diferentes -en el delito
antecedente y en el de lavado- y que no ha de ser indiferente desde el punto de vista dogmático, cual es el fundamento que
se reconozca a la impunidad, y que también podría considerarse como fundamento de la falta de sanción, la inexigibilidad de
otra conducta por parte del autor.
El criterio de agravar el encubrimiento, considerando al autor incurso en lavado de dinero siempre que su valor supere la
suma de ($ 50.000) cincuenta mil pesos, es planteado por el legislador como una alternativa a la enumeración taxativa de los
delitos previos o a su categorización específica -delitos graves-, alternativas ambas utilizadas en diversas legislaciones
internacionales, según ya hemos visto.
La agravante estaría dada entonces por el "quantum" de las ganancias económicas, seleccionándose así de modo, indirecto,
aquellos delitos que por el valor involucrado fijan el límite del "tipo objetivo". Pero a ese monto podría arribarse "en un solo
acto o por la reiteración de hechos diversos vinculados entre sí"(27), lo que como veremos oportunamente, dificultará su
relevamiento por parte de los sujetos obligados a informar previstos en la ley 25.246, al exigirles analizar la posible
agrupación de operaciones en función de su eventual "estructuración" por parte de los "clientes" o autores.
La fijación de este límite del tipo objetivo, parece adecuado cuando se ha optado por un delito de carácter "genérico", ya que
su no establecimiento podría extender el tipo penal a conductas irrelevantes desde el punto de vista de la política criminal.
Sin embargo, una objeción más profunda puede merecer este límite objetivo de carácter cuantitativo en orden al bien
jurídico tutelado, ya que siendo éste la Administración Pública, su afectación no parece depender del "quantum" del dinero o
los bienes de origen delictivo involucrados.
En relación a la figura imprudente contemplada en el art. 278 inc. 2°, que durante su discusión parlamentaria mereciera
cuestionamientos por parte de diversos "sujetos obligados a informar" al no estar debidamente delimitados los extremos
típicos, ni existir una enumeración de aquellos deberes de cuidado que debían ser objeto de consideración y que reconoce
menores antecedentes legislativos "de lege lata" en el orden internacional (28), la misma ha sido objetada por el Poder
Ejecutivo con el dictado del decreto 370/2000.
En los fundamentos de su decisión el Ejecutivo pone particular énfasis en señalar la dificultad de determinar en forma precisa
y concreta los deberes de cuidado objeto de eventual violación, así como que la tipicidad exclusivamente dolosa que postula
está prevista en el Reglamento Modelo de la CICAD-OEA y en la mayoría de las legislaciones nacionales de los países de la
región, citando los casos de las Repúblicas de Brasil, Chile, Uruguay y Bolivia, decidiéndose optar por una armonía legislativa
de carácter regional.
Sin embargo, como veremos en el capítulo IV referente al régimen penal administrativo, en aquel ámbito se mantiene la
sanción por temeridad o imprudencia grave, con las consecuencias que entonces consideraremos.
En el caso del art. 278; inc. 3°, se contempla la llamada "receptación intermedia" o "en tránsito", y conforme el dictamen por
la mayoría de la H. Cámara de Diputados de la Nación (29) el tipo penal descripto incrimina el denominado "delito de
emprendimiento" al darle tratamiento de hecho consumado a aquellas conductas que constituyen actos preparatorios del
futuro lavado. En razón de ello es que se lo remite a las normas del art. 277, asimilando al receptador intermedio como autor
de encubrimiento simple.
La nueva redacción propuesta en el art. 4° de la ley para el art. 279 del Cód. Penal tiene por objetivo limitar la escala penal,
conforme la gravedad de la escala del delito previo o hecho antecedente. Este criterio rige tanto en la legislación española,
como en la alemana con relación al delito de encubrimiento (30) y en nuestro texto, recogiendo aquellos antecedentes
comparados, se contempla para el delito de lavado de dinero, por entender que el disvalor de la acción del delito previo actúa
como un límite justo, evitando con ello situaciones que el propio legislador considera ajenas a la télesis de la norma (31).
Resulta obvio señalar que esta disposición es consecuencia del carácter genérico o de encubrimiento agravado otorgado al
"lavado de activos", pues en el caso de haber existido una enumeración de delitos "graves" taxativamente contemplada, no se
hubiera presentado al legislador esta eventual disparidad de sanciones posibles.
Cuando el hecho previo no tiene prevista pena privativa de la libertad, el encubrimiento tiene una pena de multa y por el inc.
4°, se consideran aplicables las disposiciones del capítulo "aún cuando el delito precedente hubiera sido cometido fuera del
ámbito de aplicación especial de este Código"; siguiendo un criterio frecuente en la legislación comparada en la materia.
Ello es un reconocimiento expreso del carácter transnacional de la actividad, así como de la existencia de organizaciones
criminales globalizadas, bajo el concepto de crimen organizado.
El único requisito fijado por la ley es que el hecho antecedente "también hubiera estado amenazado con pena en el lugar de
su comisión", es decir debe tener una tipificación acumulativa para nuestra legislación y para aquella aplicable en el lugar de
su comisión.