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Introducción
Pero los rasgos observables (aparentes) de objetos y fenómenos, tal como aparecen a nuestra visión
no coinciden con los rasgos reales correspondientes de dichos cuerpos y acontecimientos. Por
ejemplo mencionemos que el Sol, que vemos como un disco es, en realidad, un cuerpo muy
semejante a una esfera; su tamaño, similar al que apreciamos de la Luna Llena, en realidad es 400
veces más grande.
Ambos cuerpos, el Sol y la Luna, se ven con discos de dimensiones casi iguales, tan sólo porque la
Luna está justamente unas 400 veces más cerca de la Tierra que el Sol.
Si fuera sólo por nuestra percepción, afirmaríamos sin duda que los astros (con el Sol en primer
lugar) se mueven alrededor nuestro, y que la Tierra, dada la evidente quietud que notamos en
nuestro ámbito cotidiano, es un cuerpo inmóvil.
No obstante el rasgo de aparente que tienen los registros de las observaciones astronómicas, es a
partir de las mismas que resulta posible encontrar los rasgos reales que satisfacen las leyes
científicas (físicas, químicas, geométricas, etc.).
La astronomía fundamental
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Astronomía
A continuación transcribimos un fragmento de un tratado escrito por el astrónomo A. Ünsold1 con
una breve síntesis de la historia de la evolución de la astronomía fundamental que constituyó la base
científica de esa disciplina:
Libres de toda influencia humana, los astros recorren sus órbitas desde hace milenios. Por ello el
firmamento conformó desde siempre el símbolo de lo “otro” (la naturaleza, la deidad), es decir, la
antípoda del “yo”, ligado al mundo de vivencias, deseos y realización internos al ser humano. La
historia de la astronomía constituye, al mismo tiempo, uno de los capítulos más excitantes de la
historia del espíritu humano.
Una y otra vez se interrelacionan por un lado las nuevas formas de pensamiento y por el otro los
descubrimientos de nuevos fenómenos, muchas veces mediante instrumentos novedosos. No
podemos relatar aquí los logros de los pueblos del antiguo Oriente, de los sumerios, babilonios,
asirios y egipcios. También debemos renunciar a trata la astronomía altamente evolucionada (en
cierto sentido) de los pueblos del Lejano Oriente: chinos, japoneses e hindúes.
El concepto de cosmos y su investigación en el sentido actual comienza con los griegos, que fueron
los primeros en rechazar toda magia oscura y en acuñar (ayudados por una lengua increíblemente
dúctil) formas de pensar que permitieron “comprender” paso a paso los fenómenos cósmicos.
¿Cuán atrevidos son los pensamientos de los presocráticos? Sin duda, mucho, ya que Tales de
Mileto hacia el año 600 a.C. estaba seguro que la Tierra era redonda, de que la Luna era iluminada
por el Sol, y pudo predecir el eclipse del año 585 a.C.. Pero ¿no es igualmente importante que
intentara reducir el universo entero a un “principio básico”: el agua?
Lo poco que sabemos de Pitágoras y de su escuela (hacia la mitad del siglo VI a.C.) tiene un aspecto
extrañamente moderno. Aquí ya se habla de la esfericidad de la Tierra, de la Luna y del Sol, de la
rotación de la Tierra y de la revolución de al menos dos planetas (Mercurio y Venus) alrededor del
Sol.
Después que la ciencia encontrara una nueva patria en Alejandría luego de la decadencia de los
estados griegos, la investigación cuantitativa del espacio sideral hizo rápidos progresos gracias a
mediciones sistemáticas.
Deberíamos prestar aquí menos atención a los resultados numéricos en sí, que al hecho auspicioso
de que los grandes astrónomos griegos se atrevieron, después de todo, a aplicar teoremas
geométricos al cosmos.
1
Ünsold, A.. El nuevo cosmos. Siglo XXI: México. 1977. (pág. 17).
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Astronomía
Aristarco de Samos (310-230 a.C.)., intentó comparar numéricamente las distancias Sol-Tierra y
Luna-Tierra, así como los diámetros de los tres astros entre sí, partiendo del hecho de que durante el
primer y tercer cuarto lunar el triángulo Sol-Luna-Tierra tiene un ángulo recto con vértice en la Luna.
Además de estas primeras mediciones en el espacio sidéreo, Aristarco fue el primero en sostener la
heliocentricidad de los planetas, aceptando la conclusión inmediata e importante de que las
distancias a las estrellas debían ser muchísimo mayores que la distancia del Sol a la Tierra. Cuán
adelantado a su tiempo estuvo, lo muestra el hecho de que ya la próxima generación olvidara su
descubrimiento.
Poco después de los trabajos de Aristarco, Eratóstenes (276-194 a.C.) efectuó entre Alejandría y
Siena la primera medición de un grado de arco de meridiano terrestre; relacionó la diferencia de
latitud de ambos lugares con su distancia, medida a lo largo de una ruta de caravanas muy
frecuentada, y determinó así con bastante exactitud la circunferencia y el diámetro de la Tierra.
Sin embargo, fue Hiparco el más grande observador de la Antigüedad; alrededor del 150 a.C.,
elaboró un catálogo de estrellas que apenas fue sobrepasado en precisión en el siglo XVI. Si bien
por la naturaleza misma de sus instrumentos no le fue posible mejorar de un modo decisivo los
parámetros fundamentales del sistema planetario, le fue dado efectuar el importante descubrimiento
del movimiento de precesión terrestre.
La teoría de los movimientos de los planetas quedó reducida, en el marco de la astronomía griega, a
un problema geométrico-cinemático. Mejoramientos sucesivos (la ampliación de las observaciones
por un lado y el establecimiento de nuevas hipótesis matemáticas por el otro) conforman los
elementos básicos a partir de los cuales Filolao (489 a.C. - ¿?), Eudoxo (390-337 a.C.), Heraclides
(390-310), Apolonio (295-215) y otros intentaron construir una representación de los movimientos
planetarios observados. Lo hicieron mediante la acumulación e interacción de movimientos circulares
cada vez más complicados.
La astronomía antigua y la teoría planetaria obtuvieron su forma final con Claudio Ptolomeo (90-170),
que escribió alrededor del año 150 su tratado de astronomía en trece libros, hoy conocido como el
Almagesto. El contenido del Almagesto descansa fundamentalmente en las observaciones e
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Astronomía
investigaciones de Hiparco, pero Ptolomeo agregó aún novedades, especialmente en la teoría del
movimiento de los planetas.
El sistema geocéntrico del universo de Ptolomeo sólo necesitamos esbozarlo ahora, a grandes
rasgos: la Tierra descansa en el centro del universo. Los movimientos de la Luna y del Sol en el cielo
se pueden representar de un modo bastante simple mediante órbitas circulares. Los movimientos de
los planetas son descritos por Ptolomeo mediante la teoría de los epiciclos.
Traducción y comentarios del Almagesto constituyeron las fuentes esenciales del primer tratado
occidental de astronomía, el “Tractatus de Sphaera” de Ioannes de Sacrobosco, de origen inglés,
que enseño hasta su muerte, en 1256, en la Universidad de París. El “Tractatus…” fue reeditada y
comentada continuamente: aún en la época de Galileo Galilei (1564-1642) era el texto de enseñanza
universitaria.
Es sumamente interesante ver cómo en él se originan ideas sobre la infinitud del universo y la
investigación cuantitativa de la naturaleza, partiendo de reflexiones religiosas o teológicas. Hacia
fines del siglo (1492) el navegante Cristóbal Colón (1451-1506) “descubre” América, dando una
expresión clásica al nuevo sentimiento, “il mondo è poco”. Pocos años después, Nicolás Copérnico
fundamenta el sistema heliocéntrico.
El trasfondo espiritual del nuevo pensamiento estuvo determinado, en parte, por el hecho de que
después de la conquista de Constantinopla por los turcos (1453) muchas obras científicas de la
Antigüedad fueron hechas accesibles al Occidente a través de los sabios bizantinos.
Algunas traducciones muy fragmentarias sobre los sistemas heliocéntricos antiguos obviamente
impresionaron en forma profunda a Copérnico. Además se nota un desprendimiento de la doctrina
fosilizada de los aristotélicos y un retorno al pensamiento mucho más vivo de los pitagóricos y de
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Astronomía
Platón. La idea platónica (de que el proceso del conocimiento consiste en una paulatina adaptación
del mundo interno y nuestras ideas y formas de pensar al mundo exterior de los fenómenos) ha sido
desde El Cusano, pasando por Kepler, hasta Niels Bohr (1885-1962) patrimonio común de todos los
investigadores importantes de la edad moderna. Finalmente, con el florecer del trabajo manual, la
pregunta ya no era “¿Qué dice Aristóteles?” sino “¿Cómo se hace?”.
Copérnico adhirió toda su vida a la idea fija, antigua y medieval, de la “perfección del movimiento
circular” y jamás tomó en consideración otros movimientos. Algunas décadas después Kepler
consiguió elevarse a un punto de vista más general de la estética matemática-física, partiendo de
tradiciones pitagórico-platónicas.
Al mismo tiempo, Galileo Galilei observó en Italia el cielo a través de un telescopio en 1609 y
descubrió en poco tiempo los “mares”, los cráteres y otras formaciones montañosas en la Luna, la
multitud de estrellas de la Vía Láctea, las cuatro lunas de Júpiter y su libre revolución alrededor del
planeta, el primer indicio del anillo de Saturno y las manchas solares.
El “Mensajero de las estrellas” (1610), en que Galilei describe los descubrimientos con el telescopio,
el “Diálogo…” (1632) y los “Discursos…” (1638), estos últimos originados luego de su condena por la
Inquisición y que contienen los inicios de la mecánica teórica, son obras maestras, no sólo científicas
sino de expresión artística.
Las observaciones con el telescopio, las observaciones de la supernova de 1572 por Tycho Brahe y
de la de 1604 por Kepler y Galilei, y finalmente las apariciones de varios cometas, ayudaron al
descubrimiento más importante de aquel tiempo, a saber: que, contrariamente a la opinión de los
aristotélicos, no había ninguna diferencia esencial en el terreno de la astronomía y en el de la física
terrestre (con respecto a la geometría, esto ya había sido descubierto por los griegos).
Esa idea, cuyas dificultades las ilustra el caso de Copérnico, alentó el enorme progreso de la
investigación de la naturaleza a comienzos del siglo XVII. También las investigaciones de William
Gilbert (1544-1603) sobre el magnetismo y la electricidad, los experimentos de Otto van Guericke
(1602-1686) con la bomba neumática y la máquina electrostática y muchos otros conocimientos
derivan de este cambio en la imagen astronómica del universo.
No podemos honrar aquí a los muchos observadores y teóricos que conformaron esta nueva
astronomía, entre los que se destacan las personalidades de Johannes Hevelius (1611-1687),
Christian Huygens (1629-1695) y Edmund Halley (1656-1742).
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Una época enteramente nueva de la investigación natural comienza con Isaac Newton (1642-1727);
su obra principal (“Principia”, 1687) fundamenta la mecánica teórica sobre una base segura: el
cálculo infinitesimal, especialmente creado para ese fin; la combinación de la mecánica teórica con la
ley de gravitación universal explica las leyes de Kepler y fundamenta inmediatamente la mecánica
terrestre y celeste.
A Newton sólo es posible comparar con Carl Friedrich Gauss (1777-1855), el “príncipe de las
matemáticas”, a quien la astronomía debe la teoría de la determinación de las órbitas, importantes
contribuciones a la mecánica celeste y la geodesia superior, así como el método de los cuadrados
mínimos; luego de Gauss, nunca más un matemático volvió a unir tal acierto en el hallazgo de
nuevos campos de investigación con una habilidad tan eminente en la resolución de problemas
especiales.
Nuevamente, debemos dejar de considerar aquí los grandes mecánicos celestes, desde Leonhard
Euler (1707-1783) hasta Henri Poincaré (1854-1912), pasando por Joseph Lagrange (1736-1813) y
Pierre S. Laplace (1749-1827), así como también a los grandes observadores, como William y John
Herschel ((1738-1822 y 1792-1871, respectivamente), Friedrich Bessel (1784-1846), Friedrich Georg
von Struve y Otto Wihelm von Struve (1793-1864, y 1819-1905 respectivamente) .
Mencionemos únicamente una fecha histórica: el inicio de la medida del universo con la primera
determinación de la distancia a una estrella, hecha por Bessel en 1838. Este logro excepcional de la
técnica astronómica de medición constituye al fin de cuentas la base para la actual exploración del
universo.
Los movimientos que nosotros vemos, se presentan bajo tres aspectos diferentes, los cuales
desarrollamos brevemente a continuación.
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Si, por ejemplo, miramos a un cuerpo cuando nos movemos hacia el Sur, nos parece que es el
cuerpo el que se mueve hacia el Norte, y si nos aproximamos a él, el efecto es el mismo que si él
viniese hacia nosotros, y así en todos los casos.
Si el cuerpo tiene además un movimiento propio, entonces el movimiento total, aparente o relativo,
será la resultante de su movimiento propio combinado con nuestro movimiento tomado en sentido
contrario, de acuerdo a la ley de composición de movimientos.
Esta ley es debida a Isaac Newton (1643-1727) y se conoce
también como “ley del paralelogramo” por la forma que
adquiere la velocidad resultante al sumar las velocidades
componentes del movimiento combinado.
Pero como los planetas se mueven alrededor del Sol, resulta que su movimiento aparente o
“geocéntrico” es una combinación de los dos movimientos, el de un cuerpo que describe una
circunferencia al año, igual a la órbita de la Tierra, mientras que al mismo tiempo el centro de este
círculo se mueve alrededor del Sol describiendo un tiempo igual a su período de revolución solar o
período sidéreo; por lo tanto, un planeta se mueve como muestra la figura adjunta.
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En la práctica, sin embargo, este método no daría muy buen resultado, porque el diámetro aparente
del planeta es demasiado pequeño, para permitir la precisión necesaria en la determinación de las
variaciones de distancia.
La teoría del astrónomo greco-egipcio Claudio Ptolomeo (90-170) sobre el Sistema Solar, consistía,
fundamentalmente, en admitir este movimiento aparente de los planetas respecto a la Tierra como
real, aunque la teoría contenía además algunos errores de bastante importancia respecto a la
disposición y a la proporción.
A partir del punto estacionario, el sentido del movimiento se invierte y se ve al planeta moverse hacia
oriente, rodeando el rizo, hasta llegar al segundo punto estacionario, en el otro lado de la “onda”.
Como se comprueba, todos los planetas, cuando se mueven hacia oriente (sentido directo) se
retrasan y lo contrario ocurre cuando retrogradan (se mueven hacia occidente).
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Una de las características fundamentales de las trayectorias de algunos planetas, que llamó la
atención de los antiguos astrónomos, es que presentan bucles, los llamados bucles planetarios.
Estos bucles se dan sólo en algunos planetas, (los llamados planetas exteriores; esto es, a partir de
Marte). Los planetas interiores (Mercurio y Venus) no presentan bucles.
Si las órbitas de los planetas estuvieran todas situadas exactamente en el mismo plano que la órbita
de la Tierra, sus movimientos aparentes sobre la esfera celeste serían de avance y retroceso a lo
largo del plano orbital terrestre (eclíptica).
Pero como las órbitas planetarias están inclinadas muy ligeramente respecto de la eclíptica, pues se
desvían algunos grados a un lado y otro, las trayectorias aparentes de los planetas en el cielo forman
bucles más o menos complicados.
El tamaño del “bucle” varía de un planeta a otro y de un año a otro (esto depende de las
inclinaciones de las órbitas de cada planeta).
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Cuanto más cerca se encuentre el planeta de la Tierra más grande será el tamaño del bucle; para
verificar la existencia de los bucles se puede observar la posición de un planeta determinado a lo
largo del año y dibujarla sobre un mapa de estrellas.
En su obra, llamada “Almagesto” y que fue considerada durante catorce siglos la máxima autoridad
escrita en asuntos de astronomía, Ptolomeo explicó que todos los movimientos aparentes de los
planetas, incluyendo el Sol y la Luna, tal como se observan, se debían a que cada planeta se mueve
describiendo una circunferencia llamada epiciclo, cuyo centro, llamado a veces planeta ficticio, se
mueve a su vez describiendo otra circunferencia alrededor de la Tierra, que se llama círculo
deferente.
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Ptolomeo supuso que para estos planetas el círculo deferente estaba situado entre la Tierra y el Sol,
y que los planetas ficticios en ambos casos giraban en su círculo deferente en un año,
conservándose exactamente entre la Tierra y el Sol; en este caso el movimiento en el epiciclo tenía
lugar, exactamente, en el tiempo del período del planeta.
No reconoció que para estos dos planetas existiera un deferente único, que era precisamente la
órbita misma del Sol, como los antiguos egipcios habían supuesto.
El sistema de Copérnico
Demostró también que casi todos los movimientos conocidos de los planetas
podían explicarse suponiendo que giraban entorno al Sol, que la Tierra era
uno de ellos y que sus órbitas eran circulares, ligeramente descentradas.
Este sistema, tal como lo estableció, es casi el mismo que se acepta hoy en
día (sistema heliocéntrico).
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Se consideraba metafísicamente impropio que los cuerpos celestes se movieran en cualquier curva
que no fuera perfecta, y la circunferencia era considerada como la única perfecta.
Sólo 60 años después de Copérnico, Johannes Kepler mostró que las órbitas planetarias eran
elípticas y estableció una estructura del sistema planetario cuya forma en que la que sustancialmente
conocemos hoy.
NOTA: La 1ª Ley de Kepler (de las tres que describen el movimiento
planetario) dice que las órbitas de todos los planetas son elipses, y el Sol
ocupa uno de sus focos. De esta manera, la distancia del planeta al Sol
cambia durante toda su trayectoria. En cierto momento, se halla a una
distancia mínima (situación que se denomina perihelio) y en otro, en el
punto contrario de la elipse, a una distancia máxima (esa posición se
llama afelio).
No obstante, transcurrió aproximadamente un siglo antes de que el sistema de Copérnico, con los
perfeccionamientos de Kepler, reemplazase definitivamente el modelo de Ptolomeo.
Durante mucho tiempo, en las antiguas universidades las ideas de Ptolomeo se enseñaban en un
tono de igualdad con las de Copérnico.
Órbitas y efemérides
Para determinar con precisión la órbita de un planeta de manera que se pueda calcular la posición
del astro en su órbita en cualquier momento, tanto en el pasado como en el futuro, en tanto que esta
posición depende tan sólo de la atracción del Sol, es necesario conocer siete elementos: el semieje
mayor (a), la excentricidad (e), la inclinación (i), la longitud del nodo ascendente [Ω], el ángulo entre
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el nodo ascendente y el perihelio (w), el período (P) – o bien el movimiento diario (MD)– y la época
(E) – bien el tiempo de paso por el perihelio (T).
Los cinco primeros pertenecen a la órbita misma, considerada como una elipse situada en el
espacio, teniendo el Sol en uno de sus focos; mientras que los otros dos son necesarios para
determinar la posición del planeta en la órbita
✓ La excentricidad: Define la forma de la órbita. Es la razón “e” entre la distancia del Sol al centro
de la órbita y el semieje mayor.
✓ La inclinación: Es el ángulo “i” que forma el plano de la órbita del planeta, con el plano orbital
terrestre (es decir, con la eclíptica).
✓ La longitud del nodo ascendente: Define lo que los astrónomos llaman “el aspecto de la órbita
plana”, estos es, la dirección en que se presenta. Es el ángulo “Ω” situado en el plano de la
eclíptica y se mide en la dirección del movimiento de la Tierra, desde el punto de intersección del
Ecuador terrestre con el plano de la eclíptica (punto equinoccial o punto Aries, se denomina con
la letra griega gamma: γ ).
NOTA: Los nodos son los dos puntos donde una órbita inclinada cruza el
plano de referencia (por ejemplo, normalmente el plano de la eclíptica
para las órbitas heliocéntricas, y el plano del Ecuador celeste para las
geocéntricas). Si la órbita tiene 0º de inclinación no tienen nodos. Los
nodos se diferencian en ascendente (es el punto donde el cuerpo cruza el
plano de referencia moviéndose desde el hemisferio sur al hemisferio
norte celeste) y descendente (punto donde el cuerpo cruza dicho plano
de referencia moviéndose desde el hemisferio norte al hemisferio sur
celeste).
La inclinación se considera mayor de 90º cuando el movimiento del astro en su órbita es retrógrado,
esto es, en sentido opuesto al de la Tierra. Así, por ejemplo, un cometa que se mueve en sentido
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retrógrado e un plano que forme 10º con el plano de la eclíptica, se dice que tiene una inclinación de
170º. Por su parte, las definiciones de Ω y w se aplican sin modificación.
El plano de la órbita queda determinado por los dos elementos Ω y i; l aposición de la órbita en este
plano está dada por w; la forma de la órbita, por e; y finalmente su tamaño, por a. Ahora bien, para
determinar dónde se encuentra el planeta en cualquier fecha, es preciso contar con dos elementos
más:
● El período: Es necesario contar con la duración de la revolución del planeta P o, en su lugar,
el movimiento medio diario (MD) que se obtiene sencillamente dividiendo 360º por el
número de días que contiene P.
● La época: Este valor nos da la posición del planeta en un instante determinado; se lo
denomina E y se estima mediante la longitud del planeta visto desde el Sol, en una fecha
dada o bien en la fecha en que el planeta pasa por su perihelio, en cuyo caso se denomina
también tiempo de paso por el perihelio (T).
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letra griega gamma, γ). Debido a que el punto γ muestra cierto
desplazamiento con el tiempo (debido al movimiento de precesión
terrestre) debe escogerse también la época en que se fija su posición en
el espacio y, respecto de la misma, se miden las longitudes de los astros.
Vale resaltar que el movimiento del punto γ (de 50” por año) fue
descubierto por Hiparco (antes de nuestra era) justamente observando las
longitudes de estrellas registradas en épocas distantes (datos obtenidos
por él mismo y comparados con otros, recogidos de sus antepasados).
Si no fuera por las perturbaciones producidas por las atracciones mutuas de los planetas, los
elementos señalados no cambiarían y podrían usarse para calcular la posición del planeta en
cualquier fecha del pasado o del futuro; pero para un trabajo preciso, especialmente si los cálculos
se extienden a varias revoluciones del planeta, es necesario calcular esas perturbaciones y tenerlas
en cuenta.
NOTA: La ley de gravitación universal da cuenta de que todos los cuerpos
se atraen. En el Sistema Solar, si bien el Sol es el mayor atractor, entre
los astros que conforman su sistema planetario existen atracciones
gravitatorias mutuas que generan considerables efectos sobre el
movimiento de los planetas producida por la gravitación solar; esos
efectos se denominan perturbaciones. En particular, son importantes las
que producen los planetas Júpiter y Saturno, por ser los más masivos,
pero también la cercanía del astro “perturbador” puede ser determinante
(por ejemplo, satélites planetarios de gran masa, como el caso de la Luna
con la Tierra).
Por otra parte, si se recuerda la tercera ley de Kepler, debemos señalar que si ésta fuese
rigurosamente exacta, no habría necesidad de conocer los dos valores de a y de P, porque podría
deducirse el uno del otro.
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NOTA: La 3ª Ley de Kepler del movimiento planetario, o ley armónica,
dice que existe una proporción directa entre el cuadrado del período de
revolución del planeta alrededor del Sol y el cubo de su distancia media (o
semieje mayor). En símbolos P2 = K · a3, donde K es cierta constante.
Pero debido a las atracciones mutuas de los planetas, esa 3ª ley no es rigurosamente exacta
NOTA: Ceres es un cuerpo planetario que gira alrededor del Sol en una
trayectoria ubicada entre las órbitas de Marte y Júpiter. Cuando Piazzi lo
descubrió. lo clasificaron como planeta, en la misma categoría que la
Tierra o los mencionados más arriba. Luego, por sus dimensiones (es
bastante más chico que la Luna) pasó a ser un “pequeño planeta” o
planetita, o bien, en la jerga de los astrónomos, un asteroide. En el 2006
volvió a ser categorizado y, por ello, en la actualidad Ceres es
considerado un planeta enano, como Plutón, Eris y otros cuerpos
ubicados más allá de Neptuno.
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Puede que en algunos casos sea preciso una cuarta observación de posición.
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La teoría orbital, dominio fundamental de la rama astronómica conocida como Mecánica Celeste, es
intrincada y el cálculo en sí de una órbita es largo y bastante complicado, pero hoy una computadora
de mediana capacidad puede realizar ese trabajo en instantes.
Cuando se conocen los elementos de la órbita de un planeta, puede calcularse para cualquier
instante la dirección en que se encuentra, y su distancia tanto del Sol como de la Tierra; una
sucesión de tales posiciones para fecha equidistantes, constituye una efeméride.
Los catálogos astronómicos que dan la posición de los astros son un ejemplo de cómo aspectos
aparentes se convierten, a través de modelos, en datos precisos que permiten determinar y predecir
el movimiento de los astros.
Y uno de los primeros trabajos astronómicos fue clasificar, según el brillo que se aprecia, a todas las
estrellas visibles a simple vista; esto ocurrió más de un
centenar de años antes de nuestra era.
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Tan sólo utilizando sus ojos, dispuso las estrellas en seis categorías y llamó magnitud (m) a cada
una de ellas.
La 1ª magnitud (la más pequeña) incluía las 20 estrellas más brillantes, y la 6ª (la más amplia)
contenía las estrellas de brillo más débil; el resto de las estrellas tuvieron magnitudes intermedias
entre 1ª y 6ª.
De esta manera se estableció la regla astronómica que dice que cuánto mayor es el brillo de las
estrellas, menor es el número que describe su magnitud.
Este sistema se ha mantenido hasta nuestros días. No obstante, con la introducción del telescopio
comenzaron a observarse objetos más débiles que los visibles a simple vista y la escala de brillos
aparentes se fue extendiendo de tal modo que las estrellas más débiles de 6ª magnitud tienen
números más grandes.
Análogamente, surgieron las magnitudes negativas; algo que sucede al hallarse astros más brillantes
que los que se consideraron a simple vista de 1ª magnitud.
Por ejemplo, la estrella Sirio (la estrella más brillante del cielo) tiene una magnitud de valor –1,5 o
bien, como suele anotarse m= –1,5m; Canopus (la más luminosa del hemisferio sur celeste) tiene
m=– 0,7m.
Para precisar con criterio científico esta escala de magnitudes, John Herschel en 1830 estableció,
para definir el grado de magnitud, que una estrella de 1ª magnitud es cien veces más brillante que
una 6ª.
En consecuencia, cada magnitud era 2,512 veces más brillante que la anterior.
El número 2,512 es la raíz quinta de 100. En otras palabras: a una diferencia de 5m le corresponde
una relación de brillo de 100. Esto muestra que la escala de magnitudes no es lineal sino logarítmica
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con respecto a las intensidades; de otra manera,
incrementos iguales de magnitud se deben a brillos
relacionados por igual razón.
La estrella muy débil tiene, por ejemplo, m = 24m, de tal modo que ella y la estrella más brillante
(Sirio, m = –1,5m) hay una diferencia de 25,5m, lo cual corresponde a una relación de intensidades de
100·100·100·100·100·1,5 = 1,5·1010.
Como dato observacional de interés, mencionamos que la totalidad de luz recibida por todas las
estrellas visibles, en un cielo nocturno sin Luna, equivale a
la de 1092 estrellas de 1ª magnitud; la mitad de esa luz
está dada por las estrellas de brillo mayor que 11m.
El brillo que indican las magnitudes aparentes también es aparente, ya que depende del brillo real de
esos astros, también llamado brillo intrínseco.
Un fulgor deslumbrante puede proceder de una estrella pequeña y próxima, mientras que un débil y
apenas perceptible resplandor puede corresponder a una estrella gigantesca pero muy lejana.
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NOTA: Un foco de luz muy brillante puede aparecer muy débil si está lejos
del observador. Físicamente, el brillo disminuye con la inversa del
cuadrado de la distancia.
La magnitud aparente mide el brillo que presenta la estrella, no el que realmente posee.
Esencialmente, el factor que interviene es la distancia; la lejanía altera el brillo aparente de una
estrella, puesto que cuánto más lejana se halle brillará menos que otra igual a ella que esté más
próxima.
Para que los brillos aparente que medimos fuesen los reales, sería necesario que todas las estrellas
estuvieran a igual distancia de nosotros.
En la época cuando se creía que los astros estaban engarzados en la esfera celeste, ante una
estrella que parecía más brillante que otra era lógico pensar que efectivamente lo era; pero al
conocer que las estrellas se hallan a diferentes distancias unas de otras y todas de la Tierra, esa
correspondencia dejó de ser decisiva y la relación de brillos entre las estrellas acabó siendo incierta.
NOTA: El cielo, concebido descrito primero como una esfera (la esfera
celeste) pasó de ser un modelo geométrico a ser un ente real, conformada
por un material transparente (algo así como el cristal), con los astros
(estrellas, planetas) incrustados en su estructura, como la perla que un
orfebre engarza en una joya. Esas esferas, provistas de un movimiento
propio, rotan alrededor de la Tierra y arrastran en su giro a los astros que
lleva encastrados.
Para poder efectivamente comparar brillos, el astrónomo danés Ejnar Hertzsprung inventó el
concepto de magnitud absoluta (M) que permite confrontar las estrellas según el brillo que tendrían
si todas estuviesen a la misma distancia “d” de la Tierra. La distancia que eligió para esa
comparación es d = 10 pársec (32,6 años luz), que corresponde a una paralaje de p = 0,1".
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Con esta escala, las estrellas Rigel y Betelgeuse, situadas en la constelación de Orión, tienen
magnitudes absolutas MRIGEL= –7,1m y MBETELG= –5,6m, mientras que Sirio (la que presenta la mayor
magnitud aparente) sólo alcanza MSIRIO= +1,4m, es decir, Sirio es la estrella más luminosa del cielo
tan sólo por su proximidad a la Tierra.
El Sol por su parte tiene MSOL= + 4,8m, una magnitud significativamente más débil que la aparente
(mSOL= –26,8m), algo que nos permite imaginar que a 10 pársec de distancia nuestro Sol se vería
como una estrella de 5ª magnitud.
Mientras que la magnitud aparente está definida siempre para la luz que recibimos a simple vista de
los astros, para la magnitud absoluta es preciso especificar el tipo de REM en que está siendo
registrada.
NOTA: En general se miden en la banda del visible, por lo que suele
indicarse MVISIBLE o bien MV. Si se miden M en otras λ, llevarán el
subíndice correspondiente.
Magnitud y temperatura
Aunque no es sencillo determinar la totalidad de la curva de energía de la REM observada de un
astro, si se mide una porción limitada de la misma puede, no obstante, estimarse su temperatura.
Por ejemplo, una medición posible se lleva a cabo sólo en dos “puntos” determinados del espectro
electromagnético, es decir, para dos λ bien definidas.
Una vez más, es la Ley de Planck la que posibilita que con los registros observacionales se pueda
hacer ese cálculo; mediante la expresión de esa Ley, se puede escribir la fórmula correspondiente a
la intensidad de REM para dos longitudes de onda diferentes (λA y λB) de un cuerpo a la temperatura
T.
Análogamente, las magnitudes (por ejemplo: mA y mB) determinadas en luz de diferentes colores
indican sus energías relativas y, mediante la fórmula de Planck, éstas pueden aplicarse a la
comparación de las temperaturas estelares. Análogamente, se pueden utilizar las magnitudes
aparentes medidas en dichas λ, con lo que resulta:
mA – mB =
[7200/ T] – 0,64
21
Astronomía
onda correspondientes al ultravioleta U, el azul (B por “blue” en inglés ) y el visible V
(astronómicamente se lo conoce como Sistema UBV); con ellos, quedan determinadas las
magnitudes respectivas mU, mA y mV . En otros sistemas fotométricos, esos valores son diferentes.
En otras palabras, la diferencia entre dos magnitudes medidas en diferentes longitudes de onda de
una misma estrella (algo que en astronomía se denomina índice de color) permite una estimación
de su temperatura superficial, que definida de esta manera los astrónomos denominan temperatura
de color.
Según el análisis de miles de registros, en las estrellas calientes el índice de color se aproxima a
-0,64, pero no puede exceder de dicho valor ni aún en el caso de una temperatura infinita (3).
Sin embargo, para las estrellas calientes de muy altas temperaturas (hablamos de unos 40.000° K o
50.000° K) el índice de color llega a alcanzar valores cercanos a –0,32. Por otra parte, un índice de
color nulo corresponde a una temperatura algo superior a los 11.000° K.
Los valores obtenidos de temperaturas de color a través del índice de color no son muy
representativos de la temperatura real de la estrella, ya que éstas irradian muy diferente al objeto que
en física se conoce como cuerpo negro. Sin embargo, los índices y temperaturas de color son muy
importantes en el análisis de las atmósferas estelares, ya que estos parámetros están vinculados con
las temperaturas efectivas (o flujo total de radiación) y la aceleración de la gravedad o bien con la
magnitud absoluta de las estrellas.
Los astrónomos emplean la temperatura efectiva TEF definida como la temperatura de un cuerpo
negro que irradia con el mismo flujo total que la estrella; como la TEF depende sólo de la REM total,
sumada a todas las λ, se define así para toda la distribución de energía de la REM, aunque se desvíe
de la Ley de Planck.
Magnitud y luminosidad
Como señalamos, la escala de magnitudes queda definida en términos de la relación de luz recibida
de las estrellas; de esta manera la diferencia de magnitudes entre las diversas estrellas permiten
estimar la cantidad relativa de luz que llega hasta el observador.
3
Ver en la expresión anterior qué sucede cuando se reemplazan grandes números de la temperatura.
22
Astronomía
NOTA: En rigor, las magnitudes se utilizan para cualquier tipo de astro, no
sólo para las estrellas. Se habla, entonces, de la magnitud de un planeta,
de una galaxia o de una nebulosa. Tan sólo por comodidad, estamos
refiriéndonos sólo a estrellas.
Ahora bien, tenemos dos clases de magnitudes: las aparentes (m) que corresponden a los brillos
observados y las absolutas (M) que dan una medida de la cantidad de luz que realmente emiten las
estrellas ( vale resaltar que esta magnitud no es observable).
En principio, si se conoce su distancia (d) y, también, su magnitud aparente (m) existe una expresión
que permite calcularla:
M = m + 5 – 5· log d
La cual se conoce como “Ley de Pogson” en homenaje al astrónomo inglés Norman Pogson
(1829-1891) quien hizo grandes contribuciones a la fotometría astronómica y consolidó el sistema de
magnitudes estelares iniciado por Hiparco.
NOTA: En esa expresión puede aparecer también referida a la paralaje (p)
en lugar de la distancia (d). Dado que, si la paralaje se mide en segundos
de arco y la distancia en pársec, se cumple que p = 1/d, entonces la
expresión resulta: M = m + 5 + 5 · log p.
Mediante esa expresión es posible conocer brillos intrínsecos de las estrellas (a través de sus M) y
deducir cuales son más brillantes o más débiles realmente (al menos entre las estrellas a las que se
le ha podido medir su distancia o su paralaje).
Físicamente, la diferencia entre los números que expresan la magnitud absoluta de dos estrellas A y
B, esto es MA y MB, es proporcional al logaritmo del cociente de sus respectivas luminosidades (LA y
LB), cuya expresión es:
23
Astronomía
La luminosidad de un astro es una cantidad que da cuenta de la cantidad de energía que emite por
unidad de tiempo (algo semejante a la potencia que se usa en física).
L= 4πR · I*
siendo R* el radio de la estrella (supuestamente esférica), 4·π·R* el área de su
superficie, e I* la
cantidad de REM que atraviesa un centímetro cuadrado de su
superficie en un segundo.
A través de Ley de Stefan, es posible expresar, además, la I* como una función
de la temperatura, es decir:
4
I* =K·T
Las luminosidades estelares varían considerablemente. Las estrellas blanco/azuladas más brillantes
del cielo lo son un millón de veces más que el Sol, mientras que éste es un millón de vece más
24
Astronomía
luminoso que las estrellas rojas más tenues; la causa de estas enormes diferencias en la
luminosidad de las estrellas está vinculada con temas de su evolución como objetos cósmicos.
La diferencia entre la magnitud absoluta (M, en el rango del visible) y la magnitud bolométrica se
conoce como corrección bolométrica (CB).
Su valor cero se ajustó arbitrariamente para que coincida con las estrellas de temperaturas similares
a la del Sol; para estrellas más calientes o más frías que el Sol, el valor es siempre negativo (esto
significa que el brillo total es siempre mayor que el visible). En símbolos, la corrección bolométrica
puede escribirse de la siguiente manera: CB = MB – M.
En las estrellas más calientes que el Sol, el exceso proviene de la porción de REM correspondiente a
la región ultravioleta; en las más frías, a las regiones roja e infrarroja; por ejemplo, la corrección
bolométrica del Sol es CBSOL = –0,07m.
El módulo de distancia
Si volvemos sobre la Ley de Pogson: M = m + 5 – 5· log d y colocamos en el mismo miembros las
magnitudes, resulta
M – m = 5 – 5· log d
Así, vemos que en el segundo miembro aparece la distancia d como única variable, la cual puede
calcularse conociendo las magnitudes absoluta y aparente de un astro.
Como la magnitud aparente m es posible de registrar observacionalmente y la magnitud absoluta M,
en algunos casos, puede estimarse a través del análisis espectral de las estrellas, la expresión
anterior resulta un método poderoso para calcular distancias cósmicas de diversos objetos (estrellas,
fundamentalmente, pero no sólo estrellas, sino también cúmulos estelares, galaxias, quásares, etc.).
Por esta razón a la expresión [M – m] se la identifica también como “módulo de distancia”.
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Astronomía
Dimensiones estelares
Estrella m M T R
0,6m – 5,0 21.000 º 11 RSOL
β Centauro m
K
Capella 0,1m – 0,1 5.500º K 12 RSOL
m
Utilizando las leyes de radiación (en particular, de la Ley de Planck) es posible derivar una expresión
que vincula la magnitud absoluta M (que puede obtenerse conociendo la distancia de la estrella a
través de medidas paralácticas), el índice de color [por ejemplo, el mB – mV (4)] y el radio de una
estrella R:
4
Este índice de color se calcula mediante la diferencia entre la mB (magnitud en el azul) y mV (magnitud en el
visible, amarillo).
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Astronomía
La energía que recibimos del Sol en forma de REM, permite una temperatura promedio confortable
sobre la superficie de la Tierra de unos 290° K, que nos resulta bastante confortable.
La REM que recibimos del Sol se expresa mediante la llamada constante solar (CS) y definida como
la cantidad de REM incidente sobre un centímetro cuadrado de superficie terrestre por unidad de
tiempo. En otras palabras, un 1 cm2 de superficie terrestre recibe del Sol una REM que entrega una
potencia de 0,14 Watt; este valor constituye el flujo de energía solar a una unidad astronómica de
distancia. En general, la medición de la CS se realiza fuera de la atmósfera terrestre.
Por otra parte, se ha medido que la energía irradiada por el Sol en la unidad de tiempo y en toda su
superficie (luminosidad solar es
Ese enorme caudal de energía sale al exterior del Sol desde sus
profundidades, primero por radiación y en las capas externas por
convección.
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Astronomía
NOTA: El término convección se aplica a la propagación del calor de un
lugar a otro por un movimiento real del material. Ejemplos cotidianos de
este tipo de transporte de energía es la estufa de aire caliente y el sistema
de calefacción por agua caliente.
En el caso del fuego, el transporte convectivo es el más importante. El aire
que circunda el cuerpo ardiente se calienta y se expande, haciéndose más
liviano; comienza a elevarse. Durante su trayecto, proporciona energía al
aire más frío con el que se encuentra, enfriándose en definitiva hasta
alcanzar la temperatura del medio ambiente.
Las burbujas o remolinos de aire caliente suben mientras que las de aire
frío descienden: la circulación de estos remolinos de aire constituye el
proceso de convección.
En comparación, el otro tipo de transporte energético que nos interesa es
"radiación". Este término se refiere a la emisión continua de energía desde
la superficie de todos los cuerpos; esta forma de energía se denomina
radiante y es transportada por ondas electromagnéticas.
Las radioondas, las ondas infrarrojas, las de la luz visible, las ultravioletas
y los rayos X son todas ondas electromagnéticas que difieren en la
longitud de onda (λ). Estas ondas transportan energía y cuando inciden
sobre un cuerpo no transparente para ellas en parte son reflejadas y en
parte absorbidas.
Por otra parte, si se busca conocer la energía de la REM solar por cada centímetro cuadrado y por
segundo (ESOL), debería dividirse LSOL por la superficie solar, esto es: ESOL= LSOL / 4⋅π⋅[RSOL]2 de
donde resulta que ESOL= 6,3⋅1010 erg/s.
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Astronomía
coincide exactamente, en general, con la temperatura superficial de la
estrella.
De esta manera resulta Te SOL ≈ 5.800° K, lo cual sugiere que su temperatura es unas 20 veces
mayor que la temperatura media sobre la superficie de la Tierra.
Polarimetría
Cada fotón de luz es también una onda electromagnética, en donde los campos magnéticos y
eléctricos que oscilan alternadamente se encuentran orientados perpendicularmente en el espacio.
La luz se dice que está polarizada si todos los fotones correspondientes tienen sus campos eléctricos
y magnéticos orientados de la misma manera. El análisis de la polarización de la luz nos revela
detalles sobre la estructura cósmica, como la presencia de nubes de polvo o campos magnéticos.
Los campos magnéticos son difíciles de observar; sólo es posible hacerlo porque los granos de polvo
tienden a alinearse en el campo magnético, modificando la distribución de llegada de los fotones que
se desplazan entre las nubes de gas (en esas condiciones, dichos fotones están polarizados).
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