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Las ofensas que analizamos aluden a dos sectores de la población claramente discriminados en
nuestro país: la comunidad de homosexuales y las mujeres. Los programas de humor, tan
tolerados socialmente, en los que se ridiculiza a los homosexuales con recursos trillados, ¿no son
una forma de violencia que vuelve más vulnerables a estos grupos? ¿No habrá alguna relación
entre esta tolerancia y la violencia que sufren muchos de ellos y que se traduce en hostigamientos
y agresiones físicas o sicológicas? ¿No se aúpan estos hechos con expresiones tan irresponsables
como las que animan la diatriba política nacional? Asimismo, convertir la feminidad en sinónimo de
cobardía, sin duda alimenta la violencia doméstica contra las mujeres. Enviar o lanzar pantaletas a
los miembros de las FAN para acusarlos de cobardes, además de significar una ofensa para los
millones de mujeres venezolanas, contribuye a su vulnerabilidad frente a las agresiones que
puedan sufrir y ayuda a mantener la discriminación por género. Si en una sociedad existen o se
crean sectores o grupos discriminados, ¡esa sociedad debe tener algún grado de responsabilidad
en el hecho!
Y volviendo a quienes se pretenden como dirigentes políticos, valdría la pena que se informaran e
intercambiaran opiniones con parlamentarios de otras latitudes donde es común que el soberano
escoja como representantes populares a personas de la comunidad gay o de lesbianas, y que
confirmen así que el respeto a la diversidad es uno de los valores fundamentales de la democracia.
Las organizaciones de derechos humanos hemos insistido en que la exclusión social es uno de los
principales problemas de nuestro país. Quienes dirigen o quienes pretenden llegar a dirigir desde
el Estado las políticas públicas, para responder a las necesidades del pueblo venezolano, deberían
empezar por reflexionar en torno a su propio discurso. Por nuestra parte, los ciudadanos
deberíamos rechazar discursos que aludan a discriminación por el género o por la orientación
sexual de las personas. Ganar el favor popular en las manifestaciones públicas o en las urnas, no
puede hacerse a costa de los valores de una sociedad democrática ni de los derechos humanos de
parte de la población. Mal pueden quienes recurren a estas prácticas antidemocráticas pretender
ofrecernos programas de gobierno que incluyan a los sectores desfavorecidos, o que den igualdad
de oportunidades a hombres y mujeres o que prometan superar cualquier forma de discriminación
negativa en el disfrute de los derechos económicos, sociales y culturales en Venezuela.